La rapidez con que suceden los cambios en este siglo según Zygmunt Bauman, impiden la estabilidad social, económica y cultural. De ello se desprende que la incertidumbre es la principal característica en esos tiempos de sociedad liquida, una sociedad abierta producto de la globalización, pero al mismo tiempo es una sociedad expuesta al golpe del azar, porque no se puede predecir lo que va a suceder puesto que es inestable que se manifiesta a través de un estado de indefiniciones en donde las personas renuncian con facilidad a la realización de una experiencia auténtica de libertad y se conforman con el estado actual que guardan los asuntos de interés general y los personales. La sociedad líquida no considera importante la reflexión sobre lo que es verdadero ni lo que es bueno, sólo le da valor relativo a lo que es útil. Por lo tanto, para Bauman las relaciones se tornan volátiles y carentes de solidaridad. Ahora lo verdadero es porque lo dice Google, o bien ya lo dijo tal o cual comunicador. O porque apareció en las redes sociales, y muchos lo replicaron. La velocidad con que llega tanta información tampoco da tiempo a los usuarios de las redes para reflexionar si lo que compartes es bueno o qué consecuencias puede acarrear . Vivimos una desidentificación del hombre con lo humano, es decir, reconstruye al ser humano y a la sociedad. Hoy muchas personas se preocupan mucho más por lo que le suceda a un perrito que a un ser humano. Y por otra parte, como sostiene Bauman en sus libros, de manera consciente o inconsciente se propugna la desconfianza, la actitud desengañada y la distancia escéptica frente al racionalismo. Por lo general, el sujeto en la posmodernidad ha renunciado a encaminar su vida en grandes proyectos, en lugar de eso prefiere no ser molestado, pasarla bien, estar a gusto consigo mismo, su visión narcisista lo hace dirigir su atención al presente y al goce de los incentivos de la sociedad consumista Si bien a lo largo de la historia la sociedad se ha ido transformando, al tiempo que la idea del progreso en miras al futuro se fue afianzando como una propuesta que le otorga al hombre beneficios y que a la vez crearon imaginarios de una sociedad ideal, también es cierto que ese progreso no ha alcanzado a toda la sociedad y aparece la marginación de aquellos pueblos que no se acomodan a dicho ideal. Además, se evidencia como no siempre el cambio y la innovación son sinónimos de bienestar para el desarrollo integral del hombre en la sociedad, se han ignorado las consecuencias nocivas del carácter abusivo del mercado mundial, el empobrecimiento de las relaciones humanas Una de las características que resalta la sociedad líquida es el consumismo que se puede describir como la tendencia inmoderada a adquirir y gastar dinero en bienes innecesarios, destacando el movimiento acelerado del capitalismo y la invitación desenfrenada por parte de la publicidad a comprar y desechar. La era consumista que vivimos en la actualidad se basa en la ferviente necesidad de sacar nuevos productos en el mercado que saciar las ansias de renovación de la sociedad. Los productos duraderos ya no son importantes, en esta era priva lo efímero y lo nuevo para sorprender a los compradores. El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a la incitación del deseo de deseos siempre nuevos En esta realidad líquida, lo importante no es conservar los objetos, sino renovarlos constantemente para contentar el espíritu consumista. La *realidad líquida* angustia a las personas porque no carecen de nada fijo y duradero. La consecuencia principal del mundo opuesto a lo sólido crea ansiedad en las personas, según Bauman. La necesidad de reinventarse en el empleo provoca que muchos trabajadores se queden atrás y que no cumplan con los requisitos necesarios en la actualidad. Además, la necesidad de relacionarse choca frontalmente con la falta de compromiso y el miedo a perder a la libertad. En la sociedad actual, no podemos aferrarnos a nada, porque todo es cambiante y efímero. Todo es líquido, y la posibilidad de perderlo todo es más que probable. Una percepción del momento actual es que las instituciones políticas, sociales, económicas, culturales, educativas, deportivas… todas las organizaciones ya no son las mismas. Es como si tanto descontrol mundial las hubiera convertido en líquido que se ajusta a la forma del contenedor. Su firmeza era tan frágil como la de un castillo de arena. Por ejemplo, México, un Estado laico, en virtud que la religión por mandato constitucional no debería intervenir en ningún ámbito del gobierno. Sin embargo, la delgadez y laxitud de la actual administración permite, pues no desmiente, que el sacerdote católico Alejandro Solalinde, opine sobre los temas económicos, al afirmar que basta con rezar a San López para resolver el problema de los dineros (recuperado de https://twitter.com/padresolalinde/status/1255204802038059011) Pero la pérdida de cohesión de las instituciones no sólo está en un tuit. Se observa en los discursos y en los hechos de los administradores de la nación. El ejecutivo descalifica las negociaciones y propuestas de los empresarios, despreciando todo aquello que no haya salido de su propia agenda https://twitter.com/literalmexico/status/1254814139052109827 La vida líquida que explica Bauman (2015) destaca la desaparición de las utopías centradas en la sociedad y anula la posibilidad de una bondad social; en su lugar los gobiernos imponen mecanismo de seducción que simule acciones sujetas a la fe y esperanza. Porque al mismo tiempo la vida líquida propone una reforma colectiva en donde se haga evidente la renuncia paulatina de sus aspiraciones de control. En este contexto de pandemia hemos visto cómo los gobiernos de todo el mundo se han tambaleado y al mismo tiempo han dejado al descubierto la porosidad de sus políticas públicas. Esta situación suscita en el individuo dudas sobre su presente, y miedo ante un futuro incierto. Sin embargo, todo lo anterior no es sólo resultado de la catástrofe sanitaria, sino que se debe a un estilo de vida que ya se había asumido y a una condición que se perdió desde que el ciudadano decide vivir en sociedad: la libertad. El individuo de esta sociedad está atrapado por lo inmediato en un mundo que se mueve a velocidad vertiginosa. La religión, la patria, la familia, el proyecto de vida que marcaron, en la sociedad sólida el rumbo de la vida de las personas se ha ido derrumbando o se ha ido licuando. Hoy nada está garantizado, lo que se vende al hombre a través de la educación, de la cultura, de la propaganda, es que ha de ser emprendedor, protagonista, y único responsable de su destino La sociedad actual genera en el hombre un sentimiento de inseguridad respecto al otro que observa como extraño, generando al mismo tiempo miedo consecuencia de la sociedad moderna que había proclamado la libertad, la autonomía y la felicidad como los estandartes de un nuevo tiempo, pero dejó al hombre sin cimientos donde apoyarse, sin seguridades. Es lo que llama sociedad líquida, un hombre que crece teniendo como referente el modelo que surge cada día. Subraya que el modo de vida de la sociedad líquida, en especial la cultura de consumo, es la que promueve el individualismo. En el mundo líquido se imponen los planes individualizados a corto plazo, con comienzos incesantes, casi ilimitados, pues el horizonte termina en el presente; la realidad está en transformación permanente, no hay para siempre, hay presentes interminables en sucesión continua. El individualismo es una táctica de sobrevivencia que ha elegido el hombre de la modernidad, disfrutar el presente sin preocuparse del mañana La libertad individual no puede y no debe darse por supuesta, ya que aparece (y tal vez desaparece) junto con un tipo particular de sociedad (Bauman, 2015) en este sentido la libertad sólo existe como una relación social y constituye una relativa novedad en la historia de la especie humana, estrechamente relacionada con el advenimiento de la modernidad y el capitalismo. Así que la libertad de expresión, la situación natural que nos hace libres de decidir, estará en función de los marcos de control que el gobierno permita. Pero cuidado: no sólo el capitalismo tiene esa potestad de la que habla Bauman, sino también los estados populistas. Aunque es revelador que la emancipación siempre esté condicionada a un contexto social y político, bastaría con recordar que la libertad se puede encontrar escudriñando en la consciencia, en la autorreflexión como señala el filósofo polaco, es ahí donde está lo humano aquello que nos permitirá experimentar la autonomía. En lo humano entonces se hallará ese privilegio de expresión, contingente a toda intención de aniquilación. En virtud que, en la sociedad líquida, nada puede declararse exento de la norma universal de la desechabilidad, Bauman (2015) y nada puede permitirse durar más de lo debido. En esta modernidad acuosa es inevitable reinventarse, y elegir la figura que se pretendería ser desde la ilusión de libertad que se ha imaginado. Al final todo tiene la forma de lo que se aprende.