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El Deus Absconditus en Lutero
El Deus Absconditus en Lutero
Esquilo en la Heliades
Conseguir esta empresa requiere una puesta en contexto del concepto del DA antes de
Lutero y, por supuesto, la observación detenida del desarrollo de esta teología por
parte del reformador, de la que en última instancia esperamos salgan los aportes a
la teología del pluralismo religioso.
Ubicar la mención más antigua de éste concepto no es tarea fácil, pues tenemos de
él múltiples referencias en varias tradiciones; budismo[1], hinduismo, filosofía
griega, gnosticismo, cristianismo...; por tanto, buscando mayor precisión y
cercanía con el tema que nos involucra, optaremos por la formulación del DA antes
de la formulación luterana en el interior del cristianismo.
Aclarado esto notamos que aunque haya algunas alusiones en el marco cristianismo,
específicamente en los textos bíblicos y los escritos de los primeros cristianos,
que corresponden al DA en tanto y en cuanto Dios que se oculta, hay otras que
corresponden al Dios que no se puede conocer y al cual no podemos acceder, ya que
al hacerlo entramos en el terreno de lo fenomenológicamente denominado “misterio de
lo sagrado”.
Estas dos posibilidades nos ponen frente a un problema: ¿podemos entender de la
misma forma el Dios que se oculta y el Dios que no podemos conocer en plenitud?, es
decir, ¿podríamos establecer una relación directa entre el Dios que se percibe a
través de experiencias metafísicas o de la naturaleza, y el Dios que no se deja
conocer? La respuesta es sí. Como veremos, tanto el Dios que se oculta como el Dios
que no podemos conocer forman una unidad; por tanto, la teología del DA es a la vez
la del Dios que se oculta y la del Dios que no podemos conocer.
“¡Déjame ver tu gloria! suplicó Moisés. Pero el Señor contestó: Voy a hacer pasar
toda mi bondad delante de ti, y delante de ti pronunciaré mi nombre. Tendré
misericordia de quien yo quiera, y tendré compasión también de quien yo quiera.
Pero no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo.
Dijo también el Señor: Mira, aquí junto a mí hay un lugar. Ponte de pie sobre la
roca. Cuando pase mi gloria, te pondré en un hueco de la roca y te cubriré con mi
mano hasta que yo haya pasado. Después quitaré mi mano, y podrás ver mis espaldas;
pero mi rostro no debe ser visto”[2].
La petición hecha por Moisés en el Sinaí -a la que Dios accede con una advertencia,
no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo[3]-
puede parecernos genuina, dadas las diferencias entre la divinidad y su creación;
sin embargo, reconociendo que este tipo de relato se ubica dentro de la categoría
de mito -no como algo falso sino como la explicación de una realidad social o
cultural determinante para la identidad de un pueblo o grupo social-, vemos dentro
de su polisemia de sentido la presentación de una característica propia de la
divinidad: se muestra y a la vez se oculta. Es un misterio que no puede ser
desvelado en su totalidad; está más allá de nuestras posibilidades y se ubica en un
terreno al que no podemos acceder por medios naturales; su conocimiento es dado en
la medida en que la divinidad decida mostrarse (autorevelación[4]).
Este ejemplo, junto con el texto de Isaías 45,15: “Verdaderamente tú eres Dios que
te ocultas, Dios de Israel, que salvas[5]”, da cuenta del mismo fenómeno[6]. No
ignoramos el contexto del pasaje señalado, sin embargo, es clara la referencia al
ocultamiento de Dios y a sus designios absolutamente autónomos. Dios se presenta en
este pasaje como aquel en quien está puesta la confianza de Israel para su
salvación, el Dios trascendente. Evidentemente, por causa de su salvación ofrecida.
La teología negativa afirma que Dios es mejor conocido a través de una negativa o
teología apofática, que no hace positivas declaraciones acerca de Dios. Es la
teología opuesta a un conocimiento racional de Dios. El único conocimiento sobre
Dios es el que se obtiene por vía de la negación de los “nombres divinos”. Según
Clemente de Alejandría (ca. 140/150-215), no “conocemos lo que es, sino lo que no
es” (Stromateis, V, 71,3). La expresión, sin embargo, como hemos dicho, es de
Dionisio Areopagita, en De divinis nominibus (Sobre los nombres de Dios[9]).
¿Cómo, pues, podemos hablar de los nombres de Dios? ¿Cómo puede ser esto si el
Trascendente sobrepasa todo discurso y todo conocimiento, si su morada no está al
alcance de ningún ser ni entendimiento, si Él comprende, encierra, es antes y
después que todas las cosas, mientras que escapa a toda percepción, imaginación,
opinión, nombre, discurso, aprehensión, o entender? ¿Cómo nos atrevemos a
intentarlo si la Deidad está más allá de todo ser, es inefable, ningún nombre la
puede definir? (DN, I, 5, 593 A-593 B).
Los escultores esculpen las estatuas, quitando todo aquello que a modo de envoltura
impide ver claramente la forma encubierta. Basta este simple despojo para que se
manifieste la oculta y genuina belleza.
Para finalizar en este breve rastreo presentamos a Nicolás de Cusa[14], autor del
concepto de la docta ignorancia. Se trata de un concepto muy complejo, encuadrado
dentro de la tendencia socrática del “sólo sé que nada sé”. Igual que Sócrates,
Nicolás de Cusa censura a los que creen saber muchas cosas que en realidad no
saben: el primer paso para llegar a una verdadera sabiduría es el saberse y
confesarse nesciente.
La dimensión más importante del concepto de la Docta Ignorancia, es que ella nos
traza un “camino infinito en el conocer”. “Nada en este mundo es tan exacto que no
pueda concebirse con mayor exactitud; nada tan recto que no pueda ser más recto;
nada tan verdadero que no pueda ser aun más verdadero” (Idiota de Sap., II, pág.
32, Meiner). Y el mismo tema constituye el leit-motiv del libro De Coniecturis: el
proceso del conocer es un camino infinito, un camino de conjeturas.
Para Nicolás, Cristo es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia[16], y ambos, Cristo
y la Iglesia, llegan a unir el género humano. Cristo es la Luz (Jn 1, 5.9). Él
reúne los opuestos. Él manifiesta la unidad de la multiplicidad. La Iglesia es
signo de ello[17].
Como ya dijimos, nos limitaremos al texto de Lutero “El Dios Oculto”[18]. Lutero
abre su argumentación sobre el DA formulando una pregunta: ¿por qué unos son
tocados por la ley y otros no son tocados, de modo que aquéllos aceptan la gracia
que se les ofrece, y éstos la desprecian? Para responder a esta pregunta empieza
con la distinción entre dos elementos: el primero, una misericordia de Dios que es
predicada y ofrecida; el segundo, una voluntad de Dios que es venerada y oculta.
Ésta última, sostiene Lutero, es la encargada de decidir quiénes y cómo serán
aquellos que Dios ha decidido sean susceptibles y partícipes al primer elemento, a
saber, la misericordia predicada y ofrecida.
El ocultamiento de Dios hasta aquí se da como un acto voluntario del él mismo. Este
es un ocultamiento parcial, pues hay una parte revelada y otra ofrecida. La parte
oculta pertenece a la esencia de Dios, que él no quiso dar a conocer.
Hasta aquí parece que la repuesta a la pregunta acerca de ¿por qué unos son tocados
por la ley y otros no son tocados? es que Dios hace las dos cosas: toca a unos con
la ley y les salva, y a otros ni los toca ni les salva.
Dios hace cosas de las que no nos damos cuenta, cosas que no nos muestra mediante
su palabra, pues, pertenecen al DA de quien no sabemos. De igual forma mucho es lo
que Él quiere sin que en su palabra nos muestre que lo quiere.
Se presenta entonces el argumento completo: Dios es uno que conocemos y otro que no
conocemos. No son dos dioses, simplemente son dos caras, una que conocemos mediante
su palabra y de la cual sabemos como actúa, y otra que no conocemos y cuya voluntad
ignoramos.
Como ágil pensador, Lutero llega al final de su argumentación sobre este asunto
considerando las objeciones que podría poner su lector, en este caso, Erasmo de
Roterdam. La principal de ellas es reconocer que sus respuestas pueden verse como
evasivas, al recurrir a la temible y venerable voluntad del majestuoso Dios, cada
vez que la fuerza de los argumentos en contra lo presionan, imponiendo silencio a
su interlocutor. La objeción es rebatida por el reformador al formular que no se
trata de un invento como el de los astrólogos, sino de una enseñanza atestiguada
por las Escrituras[21] y que, por tanto, no es lícito que el hombre investigue la
voluntad de Dios. El que lo haga, dice Lutero, se enfrenta al mismo Dios, y no
saldrá conociendo más de lo que sabe.
Como vemos, la relación existente entre los planteamientos de Lutero y los teóricos
ya mencionados es evidente. Sin entrar en detalles, ya que no es nuestro interés
desarrollar las influencias de dichos personajes en el concepto del DA de Lutero,
sí es necesario revisar de forma breve las influencias que consideramos
significativas.
Finalmente debemos señalar que si bien hubo influencias de estos autores sobre
Lutero, es propio de él no haberse quedado especulando sobre ese Dios desconocido,
y haber estructurado su teología sobre el Dios revelado en la Palabra, en concreto
en Cristo.
Podría decirse que la pregunta está mal formulada porque lo que conocemos no es la
única revelación, sino la revelación de la que tenemos testimonio. También podemos
decir, que el que se reveló es el Dios revelatus pero no el DA y que por tanto la
pregunta sigue estando mal formulada, ya que no conocemos más que el Dios
revelatus. No obstante, si revisamos mejor la pregunta nos damos cuenta que para
que exista algo revelado debe existir algo oculto; pues no hay nada que pueda ser
revelado que antes no haya sido escondido u oculto. Entonces nuestra pregunta tiene
sentido.
Lo que vemos como aporte es, justamente, que siendo un Dios desconocido permite
pensar en otras formas en las que haya decidido revelarse al ser humano, otras
maneras en las que su revelatio descubra parte del absconditus sin agotarlo y sin
dejar de ser por esto válida la revelación formulada por Lutero. Es decir, si el DA
es desconocido, es posible que así como él mismo, sin limitarse, sólo se mostró o
pudo ser conocido de una determinada manera[24], en un determinado espacio
geográfico, pueda hacerlo también de otra manera en otro espacio. Esto es
importante, porque establece igualdad en las revelaciones de las religiones y no
coloca la revelación de una religión específica sobre las demás.
Otro aporte importante que ofrece el concepto teológico del DA de Lutero es que el
DA no nos es predicado, ni revelado, ni ofrecido, y tampoco le rendimos culto. Esta
afirmación nos parece supremamente importante sobre todo teniendo en cuenta que
establece tres elementos: el discurso, la manifestación, y el ofrecimiento.
Así, los diferentes discursos que observamos en las diversas religiones sobre el
Dios que no nos es predicado, no deben ser legitimados por una u otra fuente de
autoridad, sino que cada uno es legítimo en tanto y en cuanto sea válido para dicha
expresión religiosa.
Para finalizar los aportes que hemos mencionado queremos detenernos sobre el tercer
elemento: al DA no le rendimos culto.
Si es un Dios que no conocemos, por supuesto que no podemos rendirle culto. Lutero
tiene razón al decir que no es posible rendir culto a Dios mismo (Deus ipse). Si
rendimos culto a algún dios es porque de una u otra manera sabemos algo de él. Por
esto al único posible de rendir culto es, según Lutero al Dios revelatus.
En lo anterior está el aporte a la TPR. Si sólo podemos rendir culto al Dios que
nos es revelado (para Lutero en la Palabra), entonces ésta es una característica de
todas las religiones: ninguna rinde culto al DA. Las religiones rinden culto al
Dios revelatus, por tanto, que no se pueda rendir culto al DA es una característica
común a las religiones y no establece jerarquía entre ellas. Cada una rinde culto
al que considera su Deus revelatus, compartiendo entre sí la capacidad de reconocer
que el DA[29] está mas allá de sus posibilidades de conocimiento.
Con nuestra argumentación no pretendemos cerrar el diálogo al respecto, ni dar
formulas teológicas sino ver cómo lo que parece un abismo que separa a las
religiones, es en realidad un puente.
Para concluir, intentaremos hacer, como dijimos al inicio, una propuesta que
concrete estos aportes en el terreno de las relaciones interreligiosas.
Como hemos notado, el concepto del DA de Lutero es útil a la TPR. Creemos que una
buena forma de concretar estos aportes sería logrando ver en las tradiciones
religiosas no cristianas una búsqueda de Dios tan legítima y del mismo valor a la
cristiana. Así, a la hora de llevar a acabo un diálogo interreligioso o algún tipo
de relación de este tipo, se debería considerar que no se trata de un asunto menor,
sino de una actividad donde se ponen en juego los núcleos de cada expresión
religiosa y, por ende, la vida de comunidades enteras.
Tal vez pueda parecer que esta propuesta no es muy concreta, sin embargo, hay que
detenernos y pensar que las religiones no son entes abstractos, sino creencias que,
estructuradas de una determinada manera, dan cuenta de un grupo social adherente y
que, por lo tanto, las luchas, dificultades y subvaloraciones entre ellas son
luchas entre grupos sociales que no están al margen de la comunidad global. Así,
todo lo que hacen afecta de diversas formas el entorno del planeta...
Conclusión
Hay una relación dinámica entre el Dios oculto y el Dios revelado. Uno no puede ser
sin el otro. Lutero se acerca al DA con un actitud sincera. No busca más allá de lo
que puede, no intenta relacionarse con un Dios que no conoce, sus respuestas son
honestas y comprenden un campo de reflexión amplio en el que no hace falta saber
misterios. La situación de su época es tal, que nada sería más desilusionante que
un Dios tan superior al que no se sabe ni cómo nombrar, para acentuar la confusión
en una época que necesita liberación tangible y no reconstrucciones filosóficas que
alejen más a la divinidad de su creación.
El siglo XXI es un siglo de humanidad: el valor del hombre se eleva por encima de
sus ideas. Sin embargo, en ocasiones esto no es más que teoría, porque en la
práctica las cosas son distintas y pueden llegar a pesar más los intereses de poder
que cualquier valor humano.
El DA nos permite una visión amplia. Creemos que no debe ser visto hoy como un Dios
alejado y no presente, sino que, más bien, este DA, luego de una reflexión como la
presente, nos debe llevar a considerar que es posible establecer relaciones
interreligiosas capaces de reconocer que, aunque Dios no cambia, el ser humano sí
lo hace, y al hacerlo, su interpretación de la divinidad también cambia.
Dillenberger, Jhon, God Hidden and Revealed, The interpretation of Luther’s deus
absconditus and its significance for religious thought, Muhlenberg Press,
Philadelphia 1953.
Occam, Guilermo, Tratado sobre los principios de la teología, Aguilar, Buenos Aires
1957.
Sociedades Bíblicas Unidas, & Sociedad Bíblica de España, Dios habla hoy, (2002,
2003), Edición interconfesional de estudio (castellano peninsular). Sociedad
Bíblica de Brasil.
Vigil, José María, Teología del Pluralismo Religioso, Abya Yala, Ecuador, 2005.
[1] Si bien esta religión no se considera teísta establece una relación entre el
conocimiento que podemos conocer y el que nos es oculto.
[2] Dios habla hoy. Sociedades Bíblicas Unidas, & Sociedad Bíblica de España (2002;
2003). Edición interconfesional de estudio (castellano peninsular). Sociedad
Bíblica de Brasil.
[6] El lector notara que son muy pocas las referencias a textos bíblicos, esto es
porque si bien nuestro trabajo contiene evidencias en dichos textos, no buscamos
rastrear las veces en que el Dios hebreo o Cristiano aparece como oculto sino, dar
cuenta de la presencia del DA como Dios oculto y como Dios que no podemos conocer
en su totalidad.
[7] Se creyó durante mucho tiempo que el autor de tales escritos fue discípulo de
San Pablo. Base de esta creencia fueron las manifestaciones del autor y el haberse
identificado con el miembro del Areópago convertido al cristianismo después de la
predicación del Apóstol (Hechos, 17, 34). Hoy día se considera que las obras de
referencia fueron redactadas a fines del siglo IV o comienzos del V bajo la
influencia neoplatónica y especialmente a base de fragmentos de Proclo. Por tal
motivo suele llamarse a su autor el Pseudo-Dionisio -y a veces Dionisio el
místico-. Es frecuente asimismo referirse a sus doctrinas con los nombres del
Corpus areopagiticum o Corpus dionysianum. Siguiendo el uso más generalmente
aceptado hoy, nosotros usaremos sin distinción el nombre de Pseudo-Dionisio y
Dionisio el Areopagita. Cfr. José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía Tomo I.
Ed. Ariel, Barcelona.
[8] Cfr. El Maestro Eckhart y Juan de la Cruz. Maimónides, San Juan Crisóstomo, San
Juan Damasceno.
[9] Pseudo Dionisio Areopagita, Obras completas, B. A. C., Madrid, 1990, edición a
cargo de Teodoro H. Martín.
[10] Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu, Diccionario de filosofía, Herder,
Barcelona 1999.
[11] Dionisio Areopagita, Teología Mística, cap. II. Cómo debemos unirnos y alabar
al autor de todas las cosas, que todo lo trasciende. BAC, Madrid, 1990
[18] Aclaramos que nuestro propósito no es rastrear todas las posibles menciones de
este absconditus en Lutero, sino revisar dicho concepto desde aquí. Además este
texto es parte de la obra del reformador “La voluntad Determinada”, y por tanto no
constituye un cuerpo aislado en la argumentación sobre el tema de la voluntad
sierva. Si bien el objeto de Lutero es argumentar en contra de una voluntad libre,
nosotros rastreamos en medio de su planteamiento el concepto del DA y no el tema de
la voluntad, sin embargo, en ocasiones debamos revisarlo por estar estrechamente
ligado al DA.
[19] Nótese que aquí Lutero llama Dios mismo al Deus Absconditus.
[20] Lutero usa el pasaje de Pablo en Romanos 11: “¿Quién eres tú para que
alterques con Dios?”. Baste lo dicho para poner en claro el pasaje de Ezequiel;
pasemos ahora a los demás puntos.
[21] Lutero se apoya en Romanos 11: "¿Por qué, pues, es indagado Dios? ¿Quién puede
resistir a su voluntad? Oh hombre, ¿quién eres tú para contender con Dios?, ¿o no
tiene potestad el alfarero...?", y en Isaías 58: "Por cierto, de día en día me
buscan y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia. Me piden
juicios conformes a la justicia y quieren acercarse a Dios".
[22] No ignoramos que Lutero utiliza en otras obras conceptos como, Deus
intrinsice, Deus in maiestate y Deus ipse para referirse al mismo concepto, aunque
por supuesto interpretado de acuerdo a los contextos donde los enuncia. Sin
embargo, es más útil para nuestro propósito la presentación del concepto en esta
obra. Cfr. Comentario de Lutero a la carta a los Romanos y al libro de los Salmos.
[24] Esto según el cristianismo. Hay otras religiones como ya lo mencionamos en las
que Dios no se autorevela sino que es conocido y reconocido por su creacion, lo que
no invalida que
[26] Aclaramos que este no ser adecuado no pertenece a la teología de Lutero y que
sólo lo decimos para ilustrar cómo hoy ha ido repensándose el concepto de
revelación.