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“RETÓRICA DE LA IMAGEN”

En el texto “Retórica de la imagen” (1964) ubicado en la recopilación Lo Obvio y lo Obtuso,


Roland Barthes se cuestiona sobre la posible existencia de una semiología de la imagen. Para
comenzar, el autor menciona la etimología de la palabra imagen que viene de imitari; es decir,
“copia”, “representación analógica”. A partir de esto, Barthes señala una serie de consideraciones
que se habrían formado alrededor de la imagen. Por un lado, los lingüistas que consideran que la
imagen no posee códigos como el “lenguaje”; y por otro, la doxa u opinión común que toma a la
imagen como un límite de sentido, como mera “representación” o “resurrección”. El autor,
entonces, propone la siguiente hipótesis: la imagen como límite de sentido. Es así que se originan
algunas preguntas de carácter ontológico y metafísico: ¿de qué manera penetra el sentido en la
imagen? ¿Dónde empieza y dónde termina? ¿Existe algo “más allá” del fin del sentido? En ese
sentido, el autor afirma que el objeto de estudio del mencionado acápite será la imagen publicitaria,
puesto que en ésta existe una intención de transmitir significados. Para dicho análisis, Barthes
divide el texto en cuatro puntos.

Los tres mensajes

Barthes comienza la “descripción” (calificada por el autor como metalenguaje) del ejemplo del
anuncio de Panzani: tomates, pastas, un champiñón, cebollas, pimientos, colores, (amarillo, verde y
rojo). A partir de esta imagen, el autor habla sobre tres mensajes. El primero es el lingüístico: tiene
como base el texto explicativo, por ejemplo, las etiquetas presentes en la escena; el código que es la
lengua francesa. Este mensaje se descompone, además, no solo en la firma (denotación), sino
también la “italianidad” debido a la asonancia de la palabra (connotación).

El segundo mensaje es el icónico codificado. Barthes afirma que si se deja de lado el mensaje
lingüístico, permanece la “imagen pura” que da pie a una serie de signos discontinuos, no lineales
pero que están en relación. Entre esos signos, el escritor menciona cuatro: 1. La escena que
representa el regreso del mercado, creando dos valores: la frescura de los productos y la preparación
puramente casera. 2. Los colores y la asonancia de la “italianidad”. 3. La reunión de los objetos –
calificada por Barthes como “abigarrada”- pretende mostrar ya un servicio completo, ya el
suministro necesario para cocinar un plato complicado. 4. La composición de la escena que remite a
un tema estético y a un saber cultural, verbigracia, la nature mort. El autor se pregunta si después
de estos signos queda aún materia informativa en la imagen.
El tercer mensaje es el icónico no codificado. En la representación analógica en este mensaje,
afirma Barthes, la relación significado/significante ya no es “arbitraria”, es decir que no hay
dependencia de un tercer término. De esa manera se evidencia la tautología de la relación y origina
la paradoja de un “mensaje sin código”. Luego del panorama general de los tres mensajes, Barthes
pregunta sobre el punto de distinción entre ambos mensajes con sustancia icónica, teniendo en
cuenta que el mensaje codificado está impreso sobre el no codificado o “simbólico”. Un sistema de
connotación bebe de los signos de otro sistema para volverlos significantes propios. Por lo tanto, el
mensaje “simbólico” ocupa el lugar de la imagen connotada, y el “literal” es la imagen denotada.

El mensaje lingüístico

¿Siempre hay un texto explícito o implícito en la imagen? se pregunta Roland Barthes. No es


posible encontrar imágenes sin escritura, para ello habría que remontarse a sociedades analfabetas.
Desde el nacimiento del libro se asocia el texto a la imagen. Esta última característica no fue
estudiada estructuralmente: ¿Qué relación existe entre ellos? Algunos de los ejemplos de esta
dualidad, mencionados por el autor, son: las Fábulas de La Fontaine, P. Ménestrier y el estudio
sobre imágenes y discursos. Actualmente, dice Barthes, el mensaje lingüístico está presente en todas
las imágenes, por lo que la civilización está basada en la escritura, puesto que la palabra es
información.

El mensaje lingüístico respecto a los otros dos mensajes tiene dos funciones: “anclaje” y
“relevo”. Cualquier imagen es polisémica, lleva consigo una cadena de significados. Esto crea una
pregunta (disfunción) con respecto al sentido. Una de las respuestas, dice Barthes, está en que en las
sociedades existen técnicas para pelear contra la incertidumbre de los signos desconocidos, el
mensaje lingüístico es una de esas técnicas. En cuanto al mensaje “literal”, el texto responde a
“¿qué es eso?” con un significado denotado de la imagen, ese es el “anclaje”. Más allá de la
publicidad, dice Barthes, el “anclaje” ejerciendo su característica principal es ideológico: el texto
provoca que el lector reciba y deje algunos mensajes, lo que deviene en metalenguaje. En el
momento en que es necesario de un código digital (la lengua), trabaja la función de “relevo”.

La imagen denotada

Barthes afirma que no existe una imagen “literal” en estado puro, por lo menos no en publicidad.
Este mensaje, privativo y autosuficiente, se torna objetivo o “adámico”. Es así que la fotografía,
entre las diferentes imágenes, es la única –afirma el autor- que proporciona información “literal” sin
estar formada a base de signos discontinuos. Se puede oponer, por ejemplo, a la fotografía de la
imagen. La naturaleza del dibujo: primero, no existe un estado natural, se nota la copia; segundo, el
hecho de dibujar separa a significante de significado, pues el dibujo no reproduce la totalidad; y en
tercer lugar, dibujar requiere de un aprendizaje. La intención que tiene el hombre sobre la
fotografía, asegura Barthes, está dada en el plano de la connotación. La fotografía muestra no un
“estar ahí”, sino un “haber estado ahí”, creándose una conjunción extraña entre “aquí” y “entonces”.
Esta ponderación temporal resta proyección a la imagen. Otra comparación está dada entre la
fotografía y el cine: la primera como “conciencia espectadora”, y el segundo como conciencia
“creadora de ficciones”. Lo que marca que el cine no es una fotografía animada. Una vez más, se
pone en escena el “mensaje sin código” de la fotografía, el cual puede responder a una mutación
capital de la información. La imagen denotada le otorga naturalidad al mensaje “simbólico”, e
inocencia al hecho semántico. A decir de Barthes, aunque el anuncio de Panzani contenga muchos
símbolos, la toma parece ser natural.

Retórica de la imagen

Finalmente, Roland Barthes se detiene en la retórica de la imagen. Afirma que la composición de


la toma va de la mano de un significado estético que da luz a varias lecturas a partir del manejo de
la imagen. Barthes dice que “una misma lexía moviliza léxicos (porción del plano simbólico del
lenguaje) diferentes”. La lengua de la imagen, dice el autor, no es solo un grupo de palabras, sino
también un conjunto de imágenes recibidas. Por ejemplo, la “italianidad” no es Italia, es toda la
esencia de lo que podría ser italiano. En estas imágenes, existen los connotadores que son los
significantes, y la retórica que es el conjunto de éstos. Las retóricas pueden variar a causa de su
sustancia (sonido, gesto, etc.). La retórica de la imagen es propia porque se encuentra ligada a la
visión. Esto no quiere decir, afirma Barthes, que con los connotadores se termine la lectura, pues
no todos los elementos existentes se convierten en éstos, siempre quedaran algunos en el nivel
denotativo (imagen denotada), los cuales son necesarios para el discurso.

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