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Barthes comienza la “descripción” (calificada por el autor como metalenguaje) del ejemplo del
anuncio de Panzani: tomates, pastas, un champiñón, cebollas, pimientos, colores, (amarillo, verde y
rojo). A partir de esta imagen, el autor habla sobre tres mensajes. El primero es el lingüístico: tiene
como base el texto explicativo, por ejemplo, las etiquetas presentes en la escena; el código que es la
lengua francesa. Este mensaje se descompone, además, no solo en la firma (denotación), sino
también la “italianidad” debido a la asonancia de la palabra (connotación).
El segundo mensaje es el icónico codificado. Barthes afirma que si se deja de lado el mensaje
lingüístico, permanece la “imagen pura” que da pie a una serie de signos discontinuos, no lineales
pero que están en relación. Entre esos signos, el escritor menciona cuatro: 1. La escena que
representa el regreso del mercado, creando dos valores: la frescura de los productos y la preparación
puramente casera. 2. Los colores y la asonancia de la “italianidad”. 3. La reunión de los objetos –
calificada por Barthes como “abigarrada”- pretende mostrar ya un servicio completo, ya el
suministro necesario para cocinar un plato complicado. 4. La composición de la escena que remite a
un tema estético y a un saber cultural, verbigracia, la nature mort. El autor se pregunta si después
de estos signos queda aún materia informativa en la imagen.
El tercer mensaje es el icónico no codificado. En la representación analógica en este mensaje,
afirma Barthes, la relación significado/significante ya no es “arbitraria”, es decir que no hay
dependencia de un tercer término. De esa manera se evidencia la tautología de la relación y origina
la paradoja de un “mensaje sin código”. Luego del panorama general de los tres mensajes, Barthes
pregunta sobre el punto de distinción entre ambos mensajes con sustancia icónica, teniendo en
cuenta que el mensaje codificado está impreso sobre el no codificado o “simbólico”. Un sistema de
connotación bebe de los signos de otro sistema para volverlos significantes propios. Por lo tanto, el
mensaje “simbólico” ocupa el lugar de la imagen connotada, y el “literal” es la imagen denotada.
El mensaje lingüístico
El mensaje lingüístico respecto a los otros dos mensajes tiene dos funciones: “anclaje” y
“relevo”. Cualquier imagen es polisémica, lleva consigo una cadena de significados. Esto crea una
pregunta (disfunción) con respecto al sentido. Una de las respuestas, dice Barthes, está en que en las
sociedades existen técnicas para pelear contra la incertidumbre de los signos desconocidos, el
mensaje lingüístico es una de esas técnicas. En cuanto al mensaje “literal”, el texto responde a
“¿qué es eso?” con un significado denotado de la imagen, ese es el “anclaje”. Más allá de la
publicidad, dice Barthes, el “anclaje” ejerciendo su característica principal es ideológico: el texto
provoca que el lector reciba y deje algunos mensajes, lo que deviene en metalenguaje. En el
momento en que es necesario de un código digital (la lengua), trabaja la función de “relevo”.
La imagen denotada
Barthes afirma que no existe una imagen “literal” en estado puro, por lo menos no en publicidad.
Este mensaje, privativo y autosuficiente, se torna objetivo o “adámico”. Es así que la fotografía,
entre las diferentes imágenes, es la única –afirma el autor- que proporciona información “literal” sin
estar formada a base de signos discontinuos. Se puede oponer, por ejemplo, a la fotografía de la
imagen. La naturaleza del dibujo: primero, no existe un estado natural, se nota la copia; segundo, el
hecho de dibujar separa a significante de significado, pues el dibujo no reproduce la totalidad; y en
tercer lugar, dibujar requiere de un aprendizaje. La intención que tiene el hombre sobre la
fotografía, asegura Barthes, está dada en el plano de la connotación. La fotografía muestra no un
“estar ahí”, sino un “haber estado ahí”, creándose una conjunción extraña entre “aquí” y “entonces”.
Esta ponderación temporal resta proyección a la imagen. Otra comparación está dada entre la
fotografía y el cine: la primera como “conciencia espectadora”, y el segundo como conciencia
“creadora de ficciones”. Lo que marca que el cine no es una fotografía animada. Una vez más, se
pone en escena el “mensaje sin código” de la fotografía, el cual puede responder a una mutación
capital de la información. La imagen denotada le otorga naturalidad al mensaje “simbólico”, e
inocencia al hecho semántico. A decir de Barthes, aunque el anuncio de Panzani contenga muchos
símbolos, la toma parece ser natural.
Retórica de la imagen