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Según la teoría existente al respecto con la cual coincide el autor, los valores sirven para
atribuir sentido a la acción y representan el cauce estratégico sobre el cual transitará
el sistema hacia el futuro que proyecte. Además, puede plantearse que ellos constituyen
la base de las actitudes (nuestras proyecciones personales ante la vida y sus diferentes
situaciones) y de los comportamientos (la manera real en que actuamos ante cada
situación). Por tanto, en opinión del autor, también tienen que estar presentes en muchos
y diferentes procesos de la gerencia organizacional moderna, entre ellos:
Debe quedar claro que ninguna organización podrá ser competitiva y sostenible
marchando en contra de los valores que comparten las personas que en ella
trabajan, y ninguna estrategia de cambio tendrá éxito si su sentido contradice los
valores de aquellos que deberán llevarla a cabo. Toda estrategia se compone de
decisiones y acciones; y ambas son tomadas y ejecutadas por personas, que no suelen
ser por naturaleza proclives a decidir o hacer bien cosas de las que no están convencidas
o cuya esencia, objetivos y contenidos no comparten. Ello implica, pues, que si no hay
plena coherencia entre estrategia y valores, o deberá cambiar la estrategia o deberán
cambiar los valores; y entre estos dos elementos, es mucho más sencillo, rápido y
barato cambiar la estrategia para hacerla coherente con los valores, pero en muchos
casos es más deseable desarrollar acciones de gestión educativa para provocar un
cambio profundo en los valores organizacionales, para que los nuevos que se
introduzcan sirvan de cauce y apoyo a la estrategia, aunque esta demore de esta forma
mucho más en fructificar. Si ello se logra, la nueva estrategia será invencible, porque
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estará fundada y soportada en las más íntimas convicciones de todos los que la
ejecutarán y defenderán.
Una dimensión clave en la gestión de valores, es, por tanto, la dimensión educativa. El
directivo es, esencialmente, un educador del colectivo que dirige en los valores que
soportan la vida misma y la estrategia de la organización.
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resultados en una variedad de áreas donde se aplique, ni de hacer las comparaciones
correspondientes entre ellos, ni tampoco de arribar a conclusiones y proponer o facilitar
la asunción de los cursos de acción pertinentes, y acompañar de forma consecuente el
proceso de implementación de las decisiones que se adopten; y por otra parte, es
importante una mirada externa e imparcial a estos procesos, particularmente en temas
como la gestión del capital humano y en especial de los valores, que tantas
implicaciones personales puede tener, y no se debe correr el riesgo de fungir como juez
y parte o de llevarse por impresiones personales, sino por hechos objetivos y resultados
fiables de intervenciones especializadas. La consultoría gerencial es una excelente
herramienta al alcance de los directivos que quieren triunfar en el nuevo contexto
nacional y global, y para ello deben asumir la inevitable gestión del cambio estratégico:
los consultores están ahí, a su disposición, y existen y trabajan para facilitar su éxito.
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aquellos asociados a las competencias críticas para la gestión del cambio
estratégico (a través de entrevistas a líderes de opinión y expertos, técnicas de
generación de ideas, técnicas de identificación, técnicas de priorización).
Planear y ejecutar sistemas de acciones educativas por todos los niveles para
acelerar, sin violentarlo, el proceso de tránsito, haciendo especial énfasis en los
valores asociados a competencias críticas para la gestión del cambio.
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Planear y ejecutar sistemas de acciones para el diagnóstico y tratamiento
sistemático de los trabajadores recién incorporados, y su inserción en la
estrategia de valores.
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Algunas ideas acerca de las características del discurso educativo de los directivos
sobre valores organizacionales, en función de la gestión de la organización:
No debe ser demasiado general: todo el mundo sabe que ser honesto es
importante en la vida, en todas y cada una de sus esferas. ¿Qué significa
honestidad aquí y ahora, entre nosotros, en esta organización, en este colectivo,
en este puesto de trabajo? ¿Cómo formulamos nuestro valor honestidad, si
realmente lo requerimos como soporte para nuestro proceso de cambio?
No debe ser ambiguo: debe evitarse hacer declaraciones que puedan tener
interpretaciones diversas según los auditorios. Si va a hablar de puntualidad, no
diga hay que llegar temprano, sino hay que llegar a las 8.30 AM. La palabra
temprano es sumamente ambigua y le caben disímiles significados, como otras
muchas. El mejor ejemplo en esto son los calificativos para evaluar. ¿Qué
significa excelente, bien, y especialmente, regular, o según nuevas categorías
para evaluar el desempeño, superior, adecuado o deficiente? La definición de
los rangos evaluativos debe ser coherente con los valores que se desea comparta
el colectivo laboral. Un desempeño evaluado como superior debe sustentarse en
conductas que reflejen con claridad la asunción y práctica consecuente de los
valores que la organización promueve, y no debe dejar margen a dudas: por
tanto, debe ser muy precisa la diferencia conceptual y práctica entre lo que se
entiende como desempeño superior y lo que se entiende como adecuado, o entre
este y el deficiente. Declare para sus valores organizacionales significados
específicos y universalmente entendibles y aceptables por todos sus
subordinados, superiores, colegas, clientes, proveedores, y en general, por todos
los públicos reales y potenciales de su organización, y sobre todo, asegúrese de
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lograr pleno consenso sobre su alcance, contenido, aplicabilidad y aplicación
práctica al desempeño de cada trabajador de la organización.
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cuando más 5 años. Cuando logre consolidar estos (a propósito, ¿qué significa
consolidar en su organización?) utilícelos como base o pivote para seguir
cambiando a tono con los tiempos, incorporándoles nuevos significados en la
medida que la situación lo demande, incorporando al código ético
organizacional nuevos valores, con sus correspondientes significados, y
reorientando su estrategia de valores de acuerdo a las necesidades de la
organización. A propósito una vez más: ¿ya pensó en la construcción,
participativa, colectiva y por consenso, de su propio Código Ético
Organizacional? En un próximo trabajo el autor presenta experiencias
prácticas y propone ideas y sugerencias al respecto.
Nunca olvide, hablando de valores, lo siguiente: su organización, esa que usted dirige,
es un concepto, una metáfora: en términos reales, no existe. Lo que existe, lo real, lo
tangible, y además lo decisivo, es un numeroso grupo de personas que trabajan
juntas bajo su dirección con objetivos que cumplir y aspiraciones personales y
profesionales que lograr, y que requieren y merecen una dirección de alta calidad
de su parte, y esa calidad es ante todo moral. Si su discurso educativo sobre valores
es excelente y sistemático, pero su conducta diaria no es un fiel reflejo de su discurso
educativo, entonces este no vale una peseta. Y perdone lo duro y directo de esta
afirmación, hija de la experiencia.