Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
T r a d u c c ió n y t r a n s c r ip c ió n :
G r a c ie l a B r o d s k y
«p
PAIDÓS
Buenos Aires • Barcelona • México
Revisión de la traducción: Nora A. González
ISBN 950-12-5451-8
Indice
7
N ota
Tengo que pensar que un título tiene para mí algún valor -u n valor
indebido, sin d u d a- ya que no lo digo de antemano y reservo su anun
cio para el primer curso que cada año me veo llevado a dictar. Me veo
llevado... no obstante, vine por mi cuenta. ¿Acaso me veo llevado? ¿Es
por hábito? ¿Es por ética? ¿Es por título y función? Sea como fuere, es
toy aquí. Me veo llevado, entonces, a dictar cada año un curso y tomé la
costumbre de designarlo, al comienzo, con una cifra que se ubica en una
serie que resulta ser la segunda desarrollada con la insignia de La orien
tación lacaniana, que elegí hace ya mucho tiempo para referirme al cam
po freudiano, bajo los auspicios o, para decirlo en términos de Lacan,
bajo el ala de la Universidad.
En esta segunda serie este curso no tiene por el momento otro nom
bre que un número ordinal: es el sexto. Aunque enseguida sustituiré ese
número por una palabra forjada en la lengua. ¿Puedo decir en la lengua
común, cuando el año pasado intenté extender esa lengua común, hacerle
aceptar, acoger, incorporar un neologismo que le debemos a Lacan, que
ya destaqué y que es la palabra extim idad? Por otra parte, al terminar el
año pasado, dije que no había concluido con lo que él llama construc
ciones transmisibles, maternas.
Que la lengua común acepte el neologismo de Lacan depende ahora
menos de mí que de ustedes. Si repiten la palabra extimidad, seguro al
guien cercano, algún amigo la retomará y poco a poco terminará en el
diccionario. Este proceso se vería sin duda favorecido si la palabra fue
ra recuperada en una novela, en un poema o incluso en una canción.
Podría repetir este año la hazaña, que no es tal, porque basta incli
narse sobre el texto de Lacan, en especial a partir de cierto momento de
9
JACQUES-ALAIN M ILLER
Dios es inconsciente
Habrán notado que hago que esperen ese nombre, ese título. Me de
moro tanto pues yo mismo lo esperé largo tiempo. No deben pensar, sin
embargo, que si no lo doy antes es porque lo estoy escondiendo. De nin
guna manera, para mí mismo está escondido hasta que lo descubro. Y
digo claramente que lo descubro y no que lo invento. Ahora bien, dado
que éste no me surgió sino anteayer por la mañana, tuve un fin de se
mana algo complicado. Debo agregar, de todos modos, que es la prime
ra vez que se me ocurre tan tarde. Entenderán entonces que al hacerlos
esperar antes de darlo a conocer -y a que ahora existe- me estoy resar
ciendo por mis propios tormentos, por mi propia espera de Dios, de Dios
que es decir (di-eu-re), según la fórmula de Lacan en «Televisión».
Así es, tuve que esperar a que Dios me lo soplara. Es lo que se cono
ce como inspiración. Y creo que si Sócrates no escondió a nadie que él
tenía su demonio, bien puedo decir yo que tengo mi dios. Pero de mi
dios sólo tengo eso que todos tenemos y que se llama el inconsciente
freudiano (freud-dieu-un).* Fue así como me surgió esta frase, no soñan
do, sino al despertar de un sueño del que si ella forma parte es todo lo
que resta.
No obstante, debo disipar el equívoco de lo que les digo, puesto que
parece decir - y nada es más confuso y devastador que lo que parece
10
LOS SIGNOS DEL GOCE
d ecir- que el inconsciente es Dios, cuando no hay nada tan ajeno al psi
coanálisis com o divinizar el inconsciente. Para decirlo sin rodeos,
divinizar el inconsciente, rendirle culto, pensar que hay algo sacro en la
experiencia analítica, sería hacerlo desaparecer. Sin embargo, sin saber
lo, a menudo se lo deifica cuando se cree que hay sacrilegio en el campo
Ireudiano. Ciertamente, hay injurias. Yo, por ejemplo, tengo una foto de
Jacques Lacan en mi escritorio y será necesario que la saque, ya que se
presta con frecuencia a injurias de analizantes que se ensañan con mi
maestro. Sin duda, esta función de maestro del analista los atrae. Hay
injurias, entonces, pero no sacrilegio, tampoco neosacrilegio. Hay inju
rias analizables. No debemos confundir -tod o nos aleja de ello- el con
sultorio del analista con un santuario.
Para negar que el inconsciente es Dios, ¿diremos que Dios es el in
consciente? No, salvo que se lo escriba en dos palabras y que se haga de
Dios el Uno-consciente (l'Un-conscient).2 Y es posible creer que Dios es
el Uno-consciente, el Uno providencial, el Uno que sabe lo que hace. Es
posible, pero no en el psicoanálisis, al menos no en la teoría, porque en
la práctica a veces, e incluso regularmente, se le concede al analista ser
el Uno que sabe lo que hace. Hasta cuando se lo deniega sigue siendo
ésa la medida que se toma. Así pues, la teoría psicoanalítica no permite
sostener que Dios es el inconsciente sino que Dios es inconsciente -en
una sola palabra, sin el artículo definido-, que Dios no sabe lo que hace,
lo que dice; por lo menos no sabe de los efectos sobre nosotros. Es algo
que se padece bastante y quizás es lo que Freud llamó con crudeza
trauma.
Observemos ahora que, si adjetivamos a Dios como inconsciente, ya
no se le puede decir Uno. Porque ustedes saben - o sabrán este añ o - que
la estructura del lenguaje, aun cuando esté articulada por unos, en plu
ral, que son los significantes, impone la necesidad del Otro y su lugar.
Estamos demasiado lejos de divinizar el inconsciente; sería más tenta
dor diabolizarlo, hacer de él el maligno (el malin) y, por qué no, el mal-
uno (mal'un). No es una mala definición del Otro: el mal-uno.
Agrego y preciso que la proposición de Lacan Dios es inconsciente es
el título de una obra de François Regnault, que es uno de los enseñantes
en el Departamento de Psicoanálisis. Les recomiendo su lectura e inclu
so su estudio. De algún modo, se relaciona con lo que haremos aquí este
año.
11
JACQUES-ALAIN MILLER
Gritos de guerra
12
l,OS SIGNOS DEL GOCE
El hueso y la espina
13
JACQUES-ALAIN MILLER
3. Ce q u ifa it insigne: Lo que hace insignia o Lo que hace insigne. [N. del T.]
14
LOS SIGNOS DEL GOCE
15
JACQUES-ALAIN M ILLER
De lo parecido a lo mismo
16
LOS SIGNOS DEL GOCE
bien, algo que cojea, ya que lo idéntico, lo uno, se dice de dos maneras,
se dice lo parecido y se dice lo mismo. Tenemos aquí una repetición que
no es del orden del bis repetita placent. Cuando se pronuncia el enuncia
do Es de lo parecido a lo mismo, la enunciación es ¡Me importa un bledo! Acá
se trataría, precisamente, de que importe.
Les aclaro que no me quedaré siempre en las alusiones, llegaré a los
maternas. Por el momento, preparo el terreno, porque si sólo hubiera
puesto por título S^/todo el mundo habría dicho: ¡Otra vez!; cuando de
lo que se trata - y es difícil- es de sacar de ese Sj cierto número de efec
tos no necesariamente numerados y clasificados, y para obtenerlos hay
i]ue provocar un poco lo que hace signo.
A mí me provocó algo que escuché de boca de Jean-Guy Godin -que
me hace el honor de estar aquí presente-, quien lo recogió, a su vez,
de un analizante. Si usted me permite, Jean-Guy Godin, jugar con su
.ipellido, escribiría God-Un, a quien, a diferencia de Godot, no estamos
esperando. Me llegó así, com o una palabra divina. Ya es pues una
transmisión. Jean-Guy Godin no me dijo esas palabras sólo a mí, sino
que las pronunció ante todo un auditorio. Asistimos allí a una m uta
ción en la que nace la buena historia. Es una buena historia en una fra
se. Recogí entonces esa palabra divina que él había atrapado antes. Se
trata de la expresión de un anhelo que en su formulación sensacional
parece resumir todos los anhelos, ser el anhelo de los anhelos: «Me
gustaría ser un puerro porque se los pone en fila» (en rang d'oignoti¿j)M
Considero que esta frase vale lo que el dicho de Anaximandro. Es una
frase pura como el alba. La conservarem os com o el dicho del pacien
te de Godin, porque es sin duda un Witz que, adem ás, tiene la estruc
tura de lo parecido a lo mismo. En el fondo, del puerro a la cebolla es
claram ente de lo parecidojaJU3,mismc>, pero para esto hace falta que
<ilgo trastabille, hace falta un pequeño traspiés. La frase resume todo
lo que es del orden de la ambición. Y toda ambición, por supuesto,
es la de ser un puerro. Pero ¿por qué ser un puerro? Justam ente, para
ser puesto en la ristra como una cebolla. Hubiera podido poner como
Iítulo este año Quisiera ser un puerro porque se los pone en ristras com o a
las cebollas.
6. En rang d'oignon: literalmente, 'en fila de cebollas'. Expresión familiar que significa:
'en fila', 'uno al lado del otro'. [N. del
17
JACQUES-ALAIN M ILLER
Puerros y cebollas
IH
LOS SIGNOS DEL GOCE
19
JACQUES-ALAIN M ILLER
Insigne Lacan
Pero de todos modos es un fracaso por una razón bien simple que no
tiene nada que ver con no sé qué sacrilegio. Por supuesto que es una
difamación contra Lacan, pero no un sacrilegio.
Su fracaso consiste precisamente en no demostrar lo que hace insig
nia, lo que hace insigne a Lacan, lo que lo hace inolvidable. Y si a pesar
de todo tengo cierta indulgencia por Élisabeth Roudinesco es porque a
su manera - o sea, bajo el sesgo de la difamación- también contribuye a
hacer inolvidable a Lacan. Además, tenemos que reconocer que con gran
frecuencia se pasa a la historia por la difamación. De nadie uno se acuer
da más que de aquellos a quienes difama, a quienes ha difamado. La
infamia, de la cual Borges hizo una historia, es uno de los resortes prin
cipales de la notoriedad. En lo que hace a lo unario, al rasgo distinti
vo, les aseguro que vale tanto como el Mérito Agrícola. Se entiende por
qué Lacan no lo recibió. Pero no haberlo recibido lo hace aún más
distinguido.
Élisabeth Roudinesco no demuestra qué hace a Lacan insigne, de
muestra, quizá, lo que hace a Lacan enseña. Noten que entre insigne (in
signe) y enseña (enseigne) sólo hay una letra de diferencia, y que son,
además, una misma palabra. Enseña es diferenciar por usos diferentes.
Insigne es lo que se distingue por algunos signos destacables. Así se lla
ma a lo que es digno de ser resaltado, ya sean personas o cosas. Es inte
resante observar, como indica el Littré, que cuando el adjetivo insigne se
utiliza sin que se precise por qué alguien es insigne -p o r sus virtudes,
por ejemplo-, cuando se lo utiliza de manera absoluta con un sustanti
vo, es para ofender, es para difamar. Y las frases que el Littré toma de la
literatura francesa son muy ilustrativas: «Insigne bribón», «Insigne la
drón», «Fue en su tiempo un tonto muy insigne» (La Fontaine); «Esos
insignes corruptores del pudor» (Bossuet). Está claro que Élisabeth
Roudinesco hace de Lacan un insigne bribón... No hablemos_más de eso.
Diré unas pocas palabras sobrefla insignia como sustantivo^ Es nota
ble que en el Littré figure en plural. Así, por ejemplo, las insignias de la
realeza. En el Robert encontramos que el uso en singular de este sustan
tivo es propio de nuestro siglo: «llevar la insignia de su asociación» es
típico del siglo XX. Tenemos la gloria de ser el siglo en el cual insignia
pudo decirse en singular y seguramente esto está en relación con el auge
del slogan.
No hablemos más del libro de Élisabeth Roudinesco porque tengo
que comentarles otro, que no es un best-seller. Fue escrito hace quince si
glos y todavía se lo puede traducir. Pero, en fin, una última palabra so
20
LOS SIGNOS DEL GOCE
bre Lacan insigne bribón. Roudinesco nos explica que a Lacan le preocu
paba el ascenso social. En el fondo, nos sugiere que Lacan quería ser un
puerro. Ella hubiera podido leerlo, ya que él mismo dice que pasó su
vida queriendo ser Otro pese a la ley. (Los remito a la página 21 de su
seminario «Un Otro falta», que encontrarán en Escansión N° 1, nueva
serie.) Uno puede decir que esto es ser un bribón. Pero, evidentemente,
lo que no se le perdona es haberse rehusado a ser puesto en fila. En efec
to, un delincuente también quiere ser Otro a pesar de la ley; sin embar
go, uno podría tomarse el trabajo de saber cuál era el modo propio de
Lacan, quien además prometía -en ese mismo seminario- después de su
muerte «ser Otro como todo el mundo». Y bien, eso resultó. Gracias a
Roudinesco es Otro que él mismo. Debo decir que no se le parece en
absoluto.
Ahora bien, ella no sólo piensa que Lacan aspiraba al ascenso social
sino que también le gustaba el dinero. Está escrito y, aunque no sean más
que una o dos líneas en setecientas páginas, es lo que repercute en los
medios. Es lo que fueron a buscar entre setecientas páginas y se abalan
zaron encima porque allí se reconocieron.)¡Es un consuelo saber que a
Lacan le gustaba el dinero como a todo el mundo! Y en el fondo, como
esto los captura, hacen que se pierda la diferencia entre Lacan y Bernard
Tapie.
Para hablar de la relación de Lacan con el dinero Roudinesco hubie
ra hecho mejor en leer La ética del psicoanálisis, donde en el último capí
tulo habría encontrado esta frase: «No hay otro bien más que el que
puede servir para pagar el precio del acceso al deseo». Es verdad
que Lacan hacía pagar el precio, pero también es cierto que él mismo lo
pagaba. Se puede hacer pagar el precio en la medida exacta del precio
que uno paga.
Dicho esto, hay que reconocer que Lacan y Bernard Tapie tienen algo
en común. No me molesta en absoluto. Lacan lo dijo - y en la televisión,
para todo el mundo, para los medios: «Soy un self-made man». Pueden
encontrarlo en su escrito «Televisión». Por supuesto, «self-made man» lo
ponemos entre comillas porque justamente nadie es self-made. Eso per
tenece a la cultura del mercado. Uno no es self-made, uno está hecho a
partir de lo que hace insignia. De todos modos, self-made significa no ser
un heredero. Se puede serlo, pero, si uno lo es, hay que poder soportarlo.
En este sentido, Lacan, como amo, era más bien del tipo esclavo, es
decir, de los que trabajan, que es lo contrario del privilegio del amo.
Habrá que entender entonces qué tipo de amo era Lacan que trabajaba.
De aquí mi indulgencia con Élisabeth Roudinesco: ella trabajó. Su tra
bajo no es un entretenimiento.
21
JACQUES-ALAIN MILLER
22
LOS SIGNOS DEL GOCE
Lo particular y lo universal
Otro
Cosa
Otro
a
Cosa
S,
JACQUES-ALAIN M ILLER
24
LOS SIGNOS DHL GOCE
II
La sustracción del sujeto
7, À qui m ieux mieux, literalmente, 'a quien mejor m ejor'. [N. del T.]
/
27
JACQUES-ALAIN M ILLER
28
LOS SIGNOS DEL GOCE
El patito feo
8. La versión castellana dice: «Sienta en el fondo de sí lo más vano que hay en exis
tir». «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano», en Escri
tos, pág. 806. [N. del T.l
9. V'Un, homófono de vaiti (vano). [N. del T.l
29
/
JACQUES-ALAIN M ILLER
cia-, hay también una indicación sobre la forma en la que el sujeto hace
su entrada al mundo: el sujeto entra al mundo como el patito feo. Y bien,
se darán cuenta de que, al igual que la última vez, seguimos ocupándo
nos de las fábulas. Tenemos para ello las mejores razones del mundo: las
fábulas son todas de patitos feos. Las fábulas y las anécdotas, esas be
llas anécdotas en las que a veces se resume toda una filosofía... De cier
tos filósofos, incluso, tan sólo nos quedan sus fábulas de patitos feos.
Además, creo que ya les anuncié que es así como intento retomar la vida
de Lacan. La historia del psicoanálisis en Francia no es otra cosa que la
historia de un patito feo.
En ese patito feo, en esa función que debería ser cifrada -PF, patito
feo- para que no se la olvide, encontramos, justamente, lo que hace un
cisne (ce quifait un cygne).10 Les recuerdo, por otra parte, que el año pasa
do me referí a El cisne de Baudelaire, con su «¡ Andrómaca, pienso en ti!».
Í E1 secreto de los patitos es que todos son cisnes, o sea que todos
j anhelan ser insignes. Y no es otro el secreto de las cebollas, ya que todas
han querido ser puerros. Podemos transcribirlo del siguiente modo:
quisiera ser un cisne para nadar en la fila de los patos. Ése es.gl yalor .de
la palabra anhelo. Notamos, de inmediato, con la ortografía francesa, que
un je voeux (yo anhelo) es completamente diferente de un je veux (yo
quiero). Con el yo anhelo uno tiene como m ucho un yo querría. Y es lo que
marca la e en la o (Ve dans l'o): el anhelo ya está enel agua (dans l'eau).
El anhelo es en sí mismo el testimonio de que el sujeto está excluido
de lo que llamamos el Otro. El sujeto siente que no cuenta. Esto es lo que
cree. Ahora H en , que uno no cuente significa que uno cree que no es
contado. Para contar, es decir, para ser contado -el anhelo de contar no
es sino el de ser contado, es así como se traduce-, hace falta, y es lo que
se busca, un rasgo de distinción. Hay aquí una dialéctica de inversión
de la que puede extraerse que el rasgo de distinción es, no se sabe cómo,
un rasgo de conformidad. Y, en efecto, lo que buscamos que el sujeto
perciba es esta dialéctica que convierte la distinción en conformidad.
Para eso Lacan retom a una categoría hegeliana que encuentra en la
Fenomenología del espíritu. Producir una rectificación subjetiva):onsiste en
hacer percibir al sujeto que allí donde se ubica por su rasgo de distin-
ción es donde se muestra más acorde con el orden del mundo, pero tam
bién con la orden de mando del Otro.
Contar por (pour) algo, contar para (pour) alguien. A pesar de la apa
rente simetría de construcción, contar por algo significa que uno preten-
10. Ce q u ifa it un cygne (lo que hace un cisne) es homófono de ce q u ifa it insigne (lo que
hace insignia/insigne). [N. del T.}
30
I ,(>S SU ¡NOS I )I :i, GOCE
4
u ;n alen, y contar para alguien remite más bien al Otro. Contar por
lim ■|mi .1 alguien es ser contado. Basta reparar en esto para darse cuen-
¡ tpie el rasgo distintivo no es más que un rasgo de serialidad, es el ¡ri-
■ p ie |»ermite ser puesto en serie, Y por m uy distinguido que sea,
i i »es, sin embargo, lo más común, lo más com-un que hay. Lo com
an olí a versión de lo Uno.
32
LOS SIGNOS DEL GOCE
III
<*
< l.iro, él podría decir: Tengo cuatro hermanos: Pablo, Ernesto, yo y
yt i Sin embargo, se reproducirá el mismo fenómeno. Es lo que se inten
ta hacer cuando se dice: Tengo cuatro hermanos: Pablo, Ernesto, mejor
\ mejor. Se puede contar a porfía, pero siempre será de lo parecido a lo
niiano.
< reo ilustrarles con esto en qué sentido el Otro es completo e incluso
t omplaciente. Aunque -L
el sujeto
/
sea inepto,
•
deficiente o discapacitado
tiene derecho a ser un hermano -d e hecho, lo es. El Otro es complacien-
a< ogiendo al sujeto; h ace todo lo que p u ed e. N o obstante, por
•i «niplcto y complaciente que sea, no puede satisfacer lo que es una sus-
ii .i.. ¡on subjetiva profunda, de la que la lengua testimonia con el lapsus
. el chiste.
Dicho primero
33
JACQUES-ALAIN M ILLER
34
I,C)S SIGNOS DEL GOCE
Unario-binario
Iexisten palabras así, palabras que el sujeto distingue, que pueden ser
en apariencia las más banales del mundo, y que incluso tal vez hayan
fíltlo dichas a cualquier otro. Pero el sujeto las tomó para sí. Estas pala-
i-i as merecen ser llamadas primeras, es decir, distintas, separadas de lo
heglindo. Lacan lo ejemplifica en el texto de Freud con el rasgo que tra-
i luce como unario.
I ,a vez pasada les señalé que unario es un neologismo. En efecto, no
-e encuentra en el diccionario. Este neologismo perfectamente formado
,e utiliza con bastante frecuencia tanto en el lenguaje lógico como en el
matemático, donde también se emplea binario, término construido de la
misma manera. En inglés se lexicalizó: unary ya forma parte de la len-
gua.
¿Cuál es la diferencia entre lo unario y lo binario? Lo bipario es, por
ejemplo, S-,-S?_. Eso forma un binario, forma una diada. Lo unario) por su
pa rte, adjetiva al Sjzuando está separado del Sr en el tiempo en que a lg o .
i ne dicho y todavía no repetido. Se trata, por supuesto, de una ilusión,
puesto que se llega demasiado tarde y todo ya ha sido dicho. Sjno toma
entonces su valor de unario más que de su lugar de semblante, que im-
I*1ica el corte con el dos. Si leen el texto de Lacan ... ou pire, verán la in
sistencia puesta sobre lo que. separa el S1 del S7. Encontramos allí la
/
35
JACQUES-ALAIN M ILLER
36
LOS SIGNOS DEL GOCE , l/f ^ '
* ^ 1 5* ' J
mi ¡nicrro es el; anhelo d e ~S^ para estar en la ristra de cebollas es la
iulgii ración donde se ve que ese S5 sólo sirve para representar al sujeto
ira otros significantes.
% a
Desde este punto de vista; en todo soy hay una remisión al Ótro\ La
< 11 'i iira del sujeto por lo unario, por lo lino, siempre deja un resto, ese
mito que es a, ese resto inefable... Ya verán la importancia que tiene no
i.-.i!»sorberlo en lo unario, en la insignia, y mantener esta insignia dis
tinta del plus de goce. De aquí que resulte muy valiosa la insistencia de
I aran sobre los neoplatónicos.
Pensadores de lo Uno
37
JACQUES-ALAIN MILLER
12 de noviembre de 1986
38
Ill
Prefacio al Parmenides
Estoy sumergido desde la semana pasada en las obras que nos que-
•l.iii de los llamados neoplatónicos. Puedo asegurarles que se trata de
una lectura ardua, interminable, tediosa. Recuerden, por otra parte, que
I .ican ya nos lo había advertido en «Televisión», donde con un peque
ño logogrifo subrayó el hecho de que en las letras que forman la pala
bra unien (uniano) se halla ennui (aburrimiento). Debo agregar, sin
•'inbargo, que esto no quita para nada el interés de tal lectura.
Les anticipé que hablaría de los neoplatónicos y hasta les sugerí que
•ompraran el último de los volúmenes de esta escuela traducido al fran
cés, el Traite des premiers principes de Damascio, y, más exactamente, el
libro I, que se ocupa «De l/ineffable et de l'Un». Ahora mi problema es
••iiber cómo interesarlos en su lectura, cómo interesarlos más allá del
.1 1'linimiento que, después de todo, es sólo un afecto. Pensé entonces
•11 k* podría ayudar que yo mismo hubiera pasado por esto. Y es que
durante la época de mis estudios de filosofía decidí dejar de lado a los
neoplatónicos. En aquel momento me dije que eso, al menos, no iba a
•.iberio. (Por supuesto que hay muchas otras cosas que no sé. Pero a ellos
los había dejado fuera del conocimiento que debía alcanzarse.) Más allá
•le la profunda desaprobación que me inspiraban, hice con los neo-
platónicos una verdadera excepción. Igualmente objetable me parecía
Hrrgson, si bien lo había estudiado más de cerca. Lo que de manera re-
lrospectiva me prueba cuanto menos la coherencia de mis gustos, ya que
llrrgson se sentía profundamente atraído por ellos. Su interés lo llevó a
dar en el Colegio de Francia cursos que hicieron mucho por los estudios
iiroplatónicos, sobre todo en Francia y en Bélgica. A ese interés debemos
hoy la eclosión de traducciones. Y la verdad es que para se produzca
/
39
J ACQUES-ALAIN MILLER
Hacer Uno
40
LOS SIGNOS DEL GOCE
íilnui en la procesión de lo Uno. Para eso, hacían del alma una forma de
i ¡no que, según los autores, llamaban hénada o mónada. Suponiendo
i|iic (\stos términos no les interesen como tales, consulten el escrito bre-
vr dr ¿,acan llamado «... ou pire» -a l que ya los remití-, y notarán allí
«1 1 u* Lacan distingue cuidadosamente la hénada de la mónada y que
agrega, incluso, de su propia cosecha, la nade, que resuena en la palabra
iiiiiln de la lengua castellana.
I ,os neoplatónicos, entonces, situaban el alma, ya sea como hénada
i •romo mónada, en la procesión de lo Uno. En el psicoanálisis encon-
II .unos un eco de esto cuando se confunde el yo con el Uno que opera
m la experiencia. Y no es eso lo que dice Lacan, quien también ubica
■II Jno, hasta puede decirse que lo encuentra, pero a partir de la pro-
Mrmática freudiana de la identificación. Desde esta perspectiva, el
sujeto tiene déficit de Uno. En el inconsciente, tal com o Lacan lo
rsl ructuró, el sujeto no procede del Uno sino que funciona por la iden-
III icación; y es porque el analista tiende a tomarse por el Uno que la
t onclusión del análisis pudo parecer a toda una escuela analítica -que
habría que preguntarse por qué se la llama ortod oxa- una identifica-
t ion del un-yo con el un-analista. La formulación de Lacan va en sen-
lulo contrario; esto es, la identificación nunca es del uno con el uno,
!ilno del otro con el uno. (Ni el otro ni el uno llevan en este caso ma-
V'iisculas.) Lo que a Lacan le interesó es el hacer uno que supone la iden-
11 1icación. Este hacer uno explica por qué la temática que Lacan aborda
rn su seminario sobre la identificación es retomada muchos años des
pués en su seminario ... ou pire, donde de lo que se trata es de la rela-
•ion sexual. Y si hay algo que tienen en común la identificación y la
relación sexual es, precisamente, que en ambos casos está cuestionado
«*1 hacer uno. Con respecto a lo sexual basta pasar revista a los dichos
más clásicos sobre el amor y, en especial, sobre la unión de los cuerpos
para poder percibirlo.
Vemos, así, que lo que aparece en el centro de la identificación es la
ielación sexual. Es decir que al mismo tiempo que Lacan subraya que no
Iiay relación sexual - o sea que formula un juicio de existencia negativo-,
m uncia que hay de lo Uno. De lo que se deduce que, si hay de lo Uno, no
r.s rl Uno de la relación sexual. Digamos, para extremar las cosas, que
en el psicoanálisis ese Uno no es requerido por lo que sería la unión
sexual sino por el lenguaje.
JACQUES-AL AIN MILLER
El destinatario
♦
Les pido disculpas, pero dejaremos de lado por el momento los tér
minos que les suenan familiares y volveremos a los neoplatónicos. Si los
fastidio con ellos no es sólo porque son los pensadores de lo Uno sino
más bien, y antes que nada, porque son comentadores. Hicieron del co-
mentario de la obra de Platón, sobre todo a partir de Proclo, su activi
dad esencial como filósofos. De aquí que puedan aclararnos, aunque sea
de manera oblicua, algo de lo que se juega en la relación entre el sujeto y
el significante cuando se trata de perseguir la verdad. Es evidente que
para ellos esta persecución pasaba por la letra, por el escrito y por una
exégesis.
En lo que se refiere a las posibilidades del significante, a sus posibili
dades de surgir de improviso y producir efectos inéditos, resulta para
nosotros una enseñanza pensar que la letra de Platón pudo ser des
pertada de este modo siete siglos después de haber emergido. Y esto sólo
fue posible cuando Plotino se puso en el lugar del destinatario. Es así
como las cartas llegan siempre a destino. Llegan a destino cuando al
guien se hace su destinatario. Desde esta perspectiva, hay esperanzas
con respecto a Lacan. ¡Quién sabe!, quizá dentro de siete siglos un
Plotino vendrá a abrirnos los ojos sobre lo que fuimos incapaces de ver.
Además, el mismo Stendhal estaba seguro de ser apreciado pasado un
siglo, y eso se verificó. Aparentemente es ahora, cuando lo lee todo el
mundo, que uno comienza a preguntarse si lo que decía no habrá termi- ,
nado por tener efectos de verdad.
Platón, sin embargo, no había sido olvidado, no hubo un vacío. En
tre él y Plotino median los períodos de la antigua y de la nueva acade
mia, que forman parte del platonism o m edio, sobre el cual, en sus
inicios, los neoplatónicos no tuvieron un muy buen concepto. Recuerden
que es rompiendo con la academia ortodoxa como vuelven a Platón. Y
es que para ellos lo que hubo después de éste consagró el eclipse de su
filosofía. Así pues, si seguimos a Proclo en su Théologie platonicienne,u la
filosofía de Platón «se refugió en sí misma y se volvió invisible para
la mayoría de los que se ocupaban de filosofar». (La cita corresponde a
la página 5 del libro I, edición Les Belles Lettres.) Debemos decir que, de
hecho, Proclo reconoce a Plotino por lo que podemos llamar un retorno
a Platón. Lo esencial de la obra de Proclo consiste en comentarios de los
diálogos de Platón, que están, en buena medida, traducidos al francés
por alguien a quien el doctor Lacan leía: el Padre Festugiére, autor, en-
42
LOS SIGNOS DEL GOCE
Phronesis, sophia
44
LOS SIGNOS DEL GOCE
Itinte, hay que distinguir de esta primera época la parte más reciente de
ni enseñanza, en la que elabora el materna en tanto tal. En el transcurso
i li' este año intentaremos volver a evaluar este materna y ver de qué m a
nera echa luz sobre la contingencia de la experiencia.
El discípulo
45
JACQUES-ALAIN M ILLER
l,i salida.) Lo que Proclo demanda a sus oyentes, entonces, es que estén
«ornados de virtudes morales», «entrenados en todo^los ejercicios de la
lógica», y que se hayan entregado, como Parménides aconseja a Sócrates,
«a esa suerte de "divagación" en los razonamientos». Proclo reclama,
además, que no «desconozcan la ciencia de la naturaleza». Finalmente,
encontramos en la página 11 una remisión a la transferencia necesaria:
lo hará «por amor». Esta exigencia del amor en la enseñanza es una re
ferencia completamente única. En adelante, sólo se recurre al materna.
Cabe destacar que Proclo elige com o pivote de su comentario un
único diálogo de Platón, el Parménides, y lo evoca en los siguientes tér
minos: «Pero si fuera absolutamente necesario tener bajo los ojos, en un
solo diálogo de Platón, la totalidad y la integridad de la teología, y tam
bién su continuidad [este diálogo sería], el Parménides» -página 31. Es
preciso que lean el Parménides de Platón, del cual Lacan dice, justamen
te, que debido a una «curiosa vanguardia» anticipó el movimiento que
a él lo condujo a decir que hay de lo Uno para hacer psicoanálisis. Lacan
hace, de este modo, la misma elección que Proclo. «Indiqué -lo s remi
to a la página 5 de «... ou pire»- la lectura a mi auditorio, pero ¿la han
hecho? Quiero decir: ¿lo leyeron com o yo?» Por otra parte, y a partir
de Proclo, todos los neoplatónicos eligen el Parménides. Pueden encon
trar ya la indicación en Plotino, en el «Tratado sobre las tres hipós-
tasis», que se halla en la recopilación de las E neadas, tom o V. No
obstante, es recién con Proclo cuando la filosofía neoplatónica empie
za a considerar que Platón, debido a una curiosa anticipación, adelanta
con su Parménides lo esencial en lo referente al pensamiento de lo Uno.
Un ejercicio de lógica
46
LOS SIGNOS DEL GOCE
47
J A( :q u e s -a l a i n m i l l e r
Damascio
^ ^ / to d o
principio
49
JACQUES-ALAIN MILLER
principio lodo
50
LOS SIGNOS DEL GOCE
El ser y lo Uno
51
JACQUES-ALAIN M ILLER
Si lo Uno4Ses uno
52
LOS SIGNOS DEL GOCE
Si lo Uno es
53
JACQUES-ALAIN MILLER
Si lo Uno es y no es
54
LOS SIGNOS DEL GOCE
Primera hipótesis:
Uno ser
Uno ser
Lo que sigue no puede más que situarse aquí, donde escribiremos S2,
que como tal abre el espacio a otros, porque la cuestión que se plantea
es la de su participación o no en lo Uno y porque, en tanto otros, son
nombrados por fuera de lo Uno.
JACQUES-ALAIN MILLER
Tercera hipótesis:
Uno ser
Las tres primeras hipótesis del Parménides, que han sido el pivote de
los neoplatónicos, se ordenan para nosotros según tres términos del dis
curso; a saber: Sj y Sr
No hay ninguna razón para que todo esto les parezca sensacional en
la medida en que no se rom pieron m ucho tiempo la cabeza con el
Parménides. Yo encontré las notas que tomé hace una veintena de años y
puedo asegurarles que me puse especialmente contento. Les aconsejo
que retomen el Parménides con esta pequeña clave que es sólo el comien
zo de la cuestión, y verán cómo la próxima vez podremos avanzar so
bre la identificación en el sentido freudiano.
19 de noviembre de 1986
ÍV
El Parmenides y la lógica del significante
57
JACQUES-ALAIN M ILLER
pre que las cosas duren lo suficiente, nos depare otro. Estaríam os
contentos.
Ahora bien, si recuerdan que universidad viene del latín medieval y
que posee un valor de totalidad unificada por un colegio de enseñantes,
verán que lo que trato aquí se relaciona con la cuestión en juego a pro
pósito de la universidad, cuestión que concierne a la problemática de lo
Uno y de lo múltiple, que abordamos con el Parménides.
Diré unas palabras al respecto, pero antes me gustaría saber si al
guien quiere manifestarse, primero, en la cuestión universitaria. Si algu
no - o algu n os- quiere decir algo sobre el tem a, le doy con gusto el
micrófono. ¿No?... ¿Nadie?... Veo que no hay muchos progresistas en
el auditorio... Quizá todavía se sientan inseguros... Quizá la coordina
ción estudiantil no se ocupe demasiado... ¡En mi tiempo no se habría
dejado pasar la ocasión!
¿Entonces? ¿Nadie? Pues bien, intentaré decir algo.
La huelga
Es cierto que un movimiento de este tipo -d e esos que una vez co
menzados cuentan con la adhesión de personas que no están muy bien
informadas pero que, no obstante, se solidarizan- pone en juego todas
las cuestiones de la identificación, o al menos las presentifica, mientras
que el conformismo en general las vela. Esta clase de movimiento siem
pre puede ser criticado si se hace hincapié en el deseo de parecerse en
tre sí que anima a sus participantes. Creo, sin embargo, que esta crítica
es inoperante en tanto que apela a una identificación previa, conserva
dora, que, por lo mismo, aspira a alguna superioridad.
Pero la verdad es que más allá de eso lo que alienta este movimiento
es una cuestión de diferenciación, y sus participantes se distinguen, en
efecto, por rechazar diferenciaciones que fueron implantadas o cultiva
das recientemente. Me refiero al tema de los derechos de inscripción en
las universidades. Y es que la nueva ley pretendería, en líneas genera
les, liberar el importe de esos derechos para permitir que las distintas
universidades lo fijen a su gusto. Puede objetarse que estos gastos de
inscripción son el primer paso hacia una diferenciación general en la
universidad. Por otro lado, junto al tema de los derechos de inscripción,
hay también un rechazo a una diferenciación más profunda que se ha
manifestado especialmente a propósito de la inmigración. Por mi parte
veo una gran coherencia lógica en que las cosas hayan llegado hasta ese
punto. De modo que hay que tomar una posición frente a estos trata
58
LOS SIGNOS DEL GOCE
mientos diferenciales, así recaigan sobre las clases sociales, sobre las
nacionalidades o sobre las razas.
Por supuesto, uno puede burlarse de la convicción moral que estos
movimientos sostienen o disimulan. Creemos poder burlarnos en la
medida en que en realidad el asunto no afecta a la producción. Por eso
imaginamos que no se trata de algo serio. La huelga de los estudian
tes, la huelga del aprendizaje, al igual que la de los enseñantes, siem
pre pareció abusiva a ciertos sectores de la opinión pública, ¡como si
estos batieran palmas cuando los que interrumpen su trabajo son los
I»roductores de bienes materiales! Evidentemente no es así, ya que cuan-
■lo ese otro grupo se pone en movimiento, entonces se lo objeta, pero por
razones distintas.
Nosotros con nuestros pequeños maternas pensamos que la deten
ción del discurso tiene consecuencias incluso sobre la producción. Pero
rreo que hoy, a pesar de todo, se ha tomado cierta conciencia. Esta ma
drugada, por ejemplo, escuché en la radio que alguien se preguntaba si
I'rancia da el trato debido a su producción de materia gris. Con este tér-
m ino se intenta dignificar un poco la actividad intelectual y hacernos
' emprender que lo que está en juego es com o petróleo invisible. La
materia gris de la que aquí se habla es el producto del discurso univer
sitario, que escribimos, en nuestro álgebra lacaniano, $. Sin duda, sólo
•e la llama gris por una suerte de antífrasis. Y dado que hay una histeria
ile la materia gris, sería mejor llamarla materia multicolor, se ajustaría
más a su estatuto.
Es cierto que los maternas de Lacan, que generalmente abordamos
por su estructura y con referencia a la práctica del psicoanálisis, son
I,acan lo dice de manera clara- producto de mayo del 68. De hecho, fue-
I I >n creados teniendo en cuenta ese movimiento que apuntaba y daba un
59
JACQUES-ALAIN MILLER
0 ------ ►S,
Para que la universidad pueda ser considerada un discurso será ne
cesario recordar que el saber no siempre estuvo apresado en un orden
discursivo tan reglamentado por el amo. Lógicamente, debido a las re
glamentaciones de esta captura del saber y su distribución, la materia
gris termina por agitarse. Aunque esto no significa que lo haga siempre,
la lógica no dice ni cuándo se produce ni qué consecuencias tiene. Pero,
en fin, es divertido notar, y no deja de causarme cierto agrado, que esta
joven generación estudiantil que desde hace algunos años no tenía más
que sarcasmos para la generación estudiantil precedente - a la que cali
ficaba de viejos del sesenta y ocho (soixante-huitards), y en la palabra
misma está el retardo (tard)-, termina por caer en la misma agitación y
en los mismos callejones sin salida en que desembocó aquélla.
Para abreviar, lo que vemos es una nueva generación luchando con
la materia gris y la reglamentación del saber. Notamos también que, aun
bajo el modo de la irrisión -¡el 68 está acabado, el 86 es lo que importa!-,
la referencia al 68 sigue presente. Puede apreciarse entonces -en Fran
cia, al m enos- que cuando hay agitación del lado de los estudiantes los
círculos dirigentes tiemblan y se preguntan si esa muchedumbre escu
rridiza no será capaz de reservar una sorpresa mayor. Sin embargo, todo
parece demostrar que finalmente no pasará nada. Por mi parte, una vez
más no es sin cierta satisfacción que imagino las angustias de aquellos
que en la medida de sus posibilidades representan al amo en la actuali
dad.
La universidad
S2 a
S, &
60
LOS SIGNOS DEL GOCE
¡Ah, no! ¡No me refería a eso! Hablaba de una nota más fresca que
pudiera aportarse sobre el movimiento que actualmente está en gesta
61
JACQUES-ALAIN M ILLER
ción y sobre el que me interesaría saber qué piensan aquellos que lo ani
man o se suman a él. Sobre la identificación y el olvido siempre se pue
de hablar. Pero, en fin, parece que no hay aquí fervientes contestatarios.
Y bien, tomo nota. Esto me enseña algo.
I)ejemos la huelga entonces, ya que no llegó a nuestro retiro, y abor
demos c'l tema a partir del Parménides de Platón. Quizá termine un poco
más temprano que de costumbre, no sólo por consideración hacia uste
des, sino para sacrificar algo al dios de la huelga.
62
LOS SIGNOS DEL GOCE
Sócrates y Zenón
63
JACQUES-AL AIN MILLER
La objeción de Sócrates
64
LOS SIGNOS DEL GOCE
65
JACQUES-ALAIN M ILLER
platonismo.
Todo es simple entonces. Sócrates, como cosa de este mundo, puede
ser uno y múltiple y, al mismo tiempo, a nivel de los significantes, po
demos estar tranquilos, nada se agita. Ningún problema pues a nivel de
los seres, pero... « -[...] Lo que verdaderam ente causaría mi asombro
dice Sócrates- es que la esencia de lo Uno fuese presentada como múl
tiple [...]» (129 b /c ). O sea que todo va bien salvo que se logre probar que
a nivel de los significantes puede haber la misma contradicción que en
el mundo de aquí abajo. Y la finalidad del diálogo del Parménides es de
mostrar de un modo progresivo, en dos tiempos -y a que primero está
el diálogo entre Parménides y Sócrates, y luego el que se entabla entre
Parm énides y A ristóteles-, que también hay guerra a nivel de los
significantes.
Sócrates retrocede
Objeciones de Parménides
d velo todo entero sobre cada uno de los individuos? ¿O, por el contra
rio, estará una parte de él sobre uno y otra parte sobre otro?» / «-U na
I».irte» -responde Sócrates. / «-En tal caso, Sócrates -dijo Parménides-,
67
JACQUES-AL AIN MILLER
las formas mismas están repartidas [...]» (131 b /c ). O sea que las for
mas dejan de ser en sí. A partir del momento en que califican objetos
diversos, el las mismas se distribuyen y comparten esa naturaleza de
la multiplicidad. Por lo tanto, si se toma como modelo el velo, se nota
ensq'iiidn que la multiplicidad divide lo Uno.
tenemos a continuación el argumento clásico del tercer hombre. Si
•¡e 1 1 maulera que hay varios objetos parecidos, puesto que tienen la mis-
tn.1 teieioncia significante y eidètica, ¿cuál es la relación del paradigma
•••li. ad.) una de las copias? Podemos ubicar el paradigma aquí mismo,
j'i <i que es uno entre otros y también es semejante:
1)1 1 1 1 1
68
LOS SIGNOS DEL GOCE
Paso por alto las diferentes objeciones, porque cada una demandaría
una larga exégesis. La última, la más contundente, la que verdaderamen
te borrará toda conexión entre el mundo de las ideas y el de las cosas de
.iquí abajo, es aquella que dice que después de todo, si esos significantes
son verdaderamente en sí, ¿quién puede conocerlos? El hombre sin duda
no. Ésa es la objeción más grave: «-[...] sería digno de todo crédito quien
pretendiese presentar a las formas como incognoscibles» (133 c). Es de
cir que ellas están únicamente en relación mutua, sólo en esa relación
consiste su ser. No tienen relación con lo que está en el mundo y, en con
secuencia, tampoco con nosotros. Dependen de ellas mismas, no se re
lacionan más que entre ellas; al igual que nuestras realidades, que no se
relacionan más que entre sí. Ésta es la conclusión a la que arriba la obje
ción a la teoría de las ideas, o sea, la objeción al significante idéntico a sí
mismo. Los significantes tienen, tal vez, una relación entre sí, pero de
lodos modos nosotros nunca llegaremos a conocerlos. Se concluye en
tonces que si hay un dios, él podría poseer la ciencia de esos significantes
en sí, pero no conocería nada de lo que pasa aquí abajo. Salvando las
distancias, ese dios que no conoce más que los significantes en sí, que
sólo conoce las formas de arriba, es el fundamento mismo del estatuto
del dios de Schreber, quien no cesa de deplorar que ese dios no tenga la
menor idea de lo que concierne a los hombres.
Rencontrar a Schreber en el Parménides nos permite establecer el es
tatuto de su teoría del lenguaje. Una teoría que en el diálogo de Platón
no se presenta de manera patética sino deducible, y posibilita un retor
no a las memorias de Schreber para captar cuál es el estatuto del lenguaje
en él. No haré, sin embargo, esta digresión, sino que iré hasta el final de
las hipótesis del Parménides a fin de precisar la conclusión de nuestra
última reunión.
Y la conclusión de este asunto, en el punto en que nos encontramos,
es que no sabemos dónde estamos parados. No lo sabemos porque esta
leoría de la separación de las formas en sí y de las cosas de aquí abajo
concluye que la participación de las cosas de aquí abajo en las esencias
de arriba no puede pensarse en absoluto. Cada vez que intentamos pen
sarla, desembocamos en paradojas.
69
JACQUES-ALAIN M ILLER
70
LOS SIGNOS DEL GOCE
Uno ser
Uno ser
Es lo Uno más allá del ser. Con él Damascio hará su inefable más alhi
de lo Uno que es.
El nuevo Uno de la segunda hipótesis -lo he dicho- depende de una
pura posición de existencia, de un puro hay cuyos predicados son, en
principio, problemáticos. Lo Uno es, eso es todo. ¿Es uno, múltiple u otra
cosa?
He aquí el objeto de la búsqueda. Y hay alguien que lo formuló muy
bien, alguien a quien el doctor Lacan conocía. De hecho, en los Escritos
sostuvo una controversia con él por haberle reprochado ser demasiado
hegeliano, lo que parece no haber resultado agradable a Lacan. La per
sona a la que me refiero formuló sobre la cuestión de lo Uno en la segun
da hipótesis que, si uno toma el juicio lo Uno es lino como atribuyéndole
a lo Uno el predicado de unidad, termina por negarle toda especie de
predicado. Es la conclusión de la primera hipótesis. A nivel de la segun
da hipótesis, por el contrario, se afirma una realidad. ¿Y cómo la expre
sa esta persona? Puedo decirles su nombre... Es Jean Wahl. Es él quien
72
LOS SIGNOS DEL GOCE
■Uro que en la segunda hipótesis del Parménides uno afirma una realidad:
h.ty de lo Uno, y entonces termina por asignarle todos los predicados.
' roo que no es excesivo decir que fue Jean Wahl quien formuló, en 1927,
1.1 traducción hay de lo Uno, que Lacan retoma como slogan. Jean Wahl
■Ha» cosas muy correctas sobre el Parménides. Señala, por ejemplo, que a
nivel de lo Uno es uno, lo que hay es un juicio analítico. Por un simple
nu.i tisis de la noción y sin ninguna referencia a ninguna realidad se pue
de concluir que es uno. Pero ese juicio analítico destruye la entidad mis-
m.t a la que se refiere. En cambio, lo Uno es es un juicio sintético, porque
> . una posición de existencia, pero donde la síntesis se revela, en defini
tiva, como imposible. Entonces, propuse escribir así esos Unos y reco
nocer lo Uno de la segunda hipótesis en esta zona:
Uno ser
Lo instantáneo
73
JACQUES-ALAIN MILLER
del mismo nivel: una naturaleza atópica que no logramos situar y que
es la de lo Uno de la tercera hipótesis.)
Tampoco resultó fácil relacionar la cuarta hipótesis con la quinta.
Recuerden que la cuarta hipótesis dice: si lo Uno es, ¿qué serán los otros?
Y la quinta: si lo Uno es, ¿qué serán negativamente los otros? Ésos son
los títulos de Diés. Yo creo que no entendió cómo se organizaba el asun
to, mientras que con el pequeño esquema que propongo -¡son los Cam
pos Elíseos!- verán hasta qué punto se comprende la cuestión en cuanto
se hace de esto una lógica del significante.
Tomemos, para empezar, lo Uno de la tercera hipótesis, lo Uno del
instantáneo, que tiene una localización muy precisa, a saber: está exac
tamente en la juntura de lo Uno y del ser, de lo Uno en tanto Uno -es
decir, fuera del ser- y el ser:
Uno ser
74
i c)S SIGNOS l)Hi ,c;c H l
Uno ser
IV
Uno ser
mina con el vocablo otros todo lo que no es lo Uno, toda esta zona:
Uno ser
75
JACQUES-ALAIN MILLER
Uno ser
76
LOS SIGNOS DEL GOCE
Uno ser
Uno ser
77
JACQUES-ALAIN M ILLER
26 de noviembre de 1986
78
V
La pasión del neurótico
Después de todo, no es tan malo venir sin saber si uno dará el curso
o no. Y dado el número de personas presentes, creo que tampoco hoy
voy a interrumpirlo.
La última vez les anuncié que pasaría a considerar el sentido de lo
Uno en el psicoanálisis. Puedo comprobar, por lo que me han dicho,
que consigo que se lea el Parménides. Este fin de semana me referí a él
en España, en la ciudad de Valencia. Al terminar mi intervención, me
preguntaron en qué edición convenía leerlo, pregunta que fui incapaz
de responder puesto que no sé cuál es la mejor edición en español. Si
la epidemia se extiende y el Parménides termina estudiándose en el con
texto del psicoanálisis, se habrá cum plido el deseo expresado por
Lacan.
Unos
79
JACQUES-ALAIN MILLER
Uno ser
80
LOS SIGNOS DEL GOCE
Uno ser
81
JACQUES-ALAIN M ILLER
Razón de ser
83
JACQUES-ALAIN MILLER
La invención de la neurosis
85
JACQUES-ALAIN M ILLER
Voluntad de justificación
87
JACQUES-ALAIN MILLER
Límites de la terapia
o* mucho más interesante que decir: ¡No, nunca! Sin embargo, una vez
que se encuentren los centros del dolor y se sepa operar directamente
sobre ellos, la voluntad de justificación no desaparecerá. Al contrario,
para el neurótico justificarse por no sufrir es todavía m ás difícil.
Inversamente a lo que se supone, nada de esto anuncia la desaparición
del psicoanálisis, dado que la verdadera cuestión es si se puede curar o
no la justificación.
Ser objeto
dolo. Según Lacan, ésa es la única prueba de la existencia del Otro: amar
lo o cagarlo, a menudo ambos se confunden. En la obsesión la modali
dad es trabajar para el Otro. Amor y trabajo son, con sus variantes, las
dos tetas de la pasión de los neuróticos. Notemos, por otra parte, la si
guiente antinomia: la histeria tiende a amar al Otro sin trabajar para él,
y el obsesivo a trabajar para él sin amarlo. Por supuesto, como en todo
esquema, hay zonas de superposición, pero la tendencia va en esas dos
direcciones. Es decir que amor y trabajo son dos modos de hacer existir
al Otro mediante la justificación, lo que es distinto de hacerlo existir por
medio del goce.
Digo esto para indicar que no basta con formular, tal como lo hice en
su momento, que no hay clínica sin ética, sino que hay que reconocer
que, en el fondo, la clínica es en sí misma ética. No hablo solamente de
la ética del analista, quien, por supuesto, no debe convertirse en juez del
bien y del mal. No me refiero a ella porque habría que hablar de manera
tal que se vea en qué esa ética depende de la lógica. La clínica depende
de la ética pero, en un segundo tiempojla ética depende de la lógica.¡Por
eso hay un elemento dialéctico -la demostración de contradicciones, de
paradojas- que es ineliminable de la experiencia analítica. Se trata, como
en el Parménides, de una cuestión de hipótesis y consecuencias. Por ejem
plo, partimos del Uno que es uno y desembocamos en un Uno que no es
uno. Ese elemento dialéctico no puede evacuarse del psicoanálisis y ter
mina en una demostración -digo demostración, en singular, que es un
conjunto de dem ostraciones- que es una fulguración: Tú tienes tu razón
de ser, y esa razón de ser es tu ser como objeto a, como causa del deseo.
Desde esta perspectiva, la perversión es la elección original del lado
de a, mientras que la neurosis es la elección del lado la elección de la
falta en ser. Esto nos conducirá a hablar de la clinización del sujeto. Y así
como Lacan empleó el término sexuación para señalar el elemento sub
jetivo de elección que hay en la inscripción del lado masculino o del lado
femenino, del mismo modo deberíamos hablar de elección del ser o de
la falta en ser, elección del lado de a o del lado de#.
91
J ACQUES-ALAIN M ILLER
za, que es tanto una elección ética como clínica. Del lado femenino la
pobreza, el no tener nada, encarna a veces el colmo de la seducción.
Asimismo, preferir ante todo la falta en ser puede conducir en la histe
ria a la rebelión, una rebelión que se funda en la creencia de que el Otro
es Uno. Para que no lo sea, puesto que piensa que lo es, la histérica se
rebela. Del lado de la obsesión, en cambio, encontramos la sumisión, que.
también supone que el Otro es Uno. Sin embargo, eso no impide que en
esta sumisión siga presente el hecho de que el sujeto no es todo del Otro.
El obsesivo tiene reservas mentales, para él lo privado es sagrado. Pue
de tratarse de un lugar en la casa, puede ser lo más privado de lo priva
do, las partes p rivadas -co m o se las llam a-, que a veces trata de
mantener alejadas del Otro, porque nadie puede ocuparse de ellas me
jor que el sujeto mismo. Es lo que está presente en el síntoma de la mas
turbación, solidario de esta posición ética. Podemos decir, entonces, que
del lado del obsesivo lo privado juega un papel comparable al del pú
blico en la histeria.
En su relación con el Otro el sujeto trata de mantener a toda costa esa
y falta en ser por la cual sufre. Y aquí el castellano es mejor que el francés
porque dispone de la palabra falta, que es el mejor término para tradu
cir manque. Los traductores eligieron traducirlo por carencia. Pero falta
también quiere decir fau te (culpa). En francés el término défaut permiti
ría jugar con las mismas resonancias. Se explica pues el papel central que
Freud le dio al sentimiento inconsciente de culpabilidad, que en sí mis
mo es una paradoja y que contradice la definición de los afectos que
Freud propuso en su metapsicología. La falta (faute) como otro nombre
de la falta en ser -e l ser en falta- está en la raíz misma de la pasión del
neurótico. El sujeto tiene que ser y mantenerse culpable{fau.tive), el ob
sesivo tiende a esto; o bien el culpable es el Otro, y entonces la histérica
pasa a primer plano. En castellano al $ se le dice tachado, lo que evoca la
tache (la mancha). La referencia a lo intachable es esencial en la pasión
del neurótico. Si hace falta que el Otro sea intachable -conocen lo que
Freud desarrolló sobre el tabú de la virginidad-, que el sujeto lo sea está
igualmente presente. Culpable e intachable al mismo tiempo, no puede
más que meterse en problemas. O bien los tiene él, o bien se los atribuye
al Otro- _______ — _______ _
¿Y ¡qué es lo que el sujeto pretende mantener encarnizadamente'has
ta el fin del análisis? Lacan, en este punto, no tiene ambigüedades: el
sujeto mantiene su diferencia. En efecto: Sólo mi diferencia puede justi
ficar mi existencia, porque esa diferencia, esa falta en ser, ese no tener,
es todo lo que tengo. He aquí condensada la pasión del neurótico: en
tanto que soy injustificable, quiero ser justificado, es decir, obtener del
LOS SIGNOS DEL GOCH
Otro la confesión de que en este mundo no hay nada que valga más que
esa diferencia.
Continuaré la semana próxima por este camino que nos conducirá,
nuevamente, a la cuestión de lo Uno.
3 de diciembre de 1986
93
VI
La diferencia subjetiva
95
JACQUES-ALAIN MILLER
96
LOS SIGNOS DEL GOCE
El culto al yo
-cp
97
JACQUES-AL AIN M ILLER
0
=0
-<P
Sacrificar la falta
99
JACQUES-ALAIN MILLER
100
LOS SIGNOS DEL GOCE
y
s,
La segunda m uerte, por el contrario, barre con la representación
significante, y es esquematizada de la siguiente manera para indicar que
ya no hay nadie, que sólo queda ese borramiento radical que Sade ilus
tra con el deseo de que ni una tumba, ni un signo siquiera, señale la
ubicación de su cuerpo muerto. Este anhelo de Sade manifiesta el recha
zo de la representación que toda sepultura supone, es decir, el rechazo
de la primera muerte, del S,. En conformidad con lo que llevó su discur
so hasta los límites de la pulsión de muerte, Sade anheló, incluso, que se
borrara su propio nombre. Es que la pulsión de muerte no se cumple a
nivel del Sl7 sino que exige llegar hasta ese borramiento completo que
se traduce por a.
JACQUES-ALAIN M ILLER
Un complemento significaitte...
102
LOS SIGNOS DEL GOCE
tro interés porque allí la distinción no está hecha, y eso tiene efectos de
seducción indiscutibles. No obstante, aparece sugerida por el uso ambi
guo del término imago, que hace de puente entre lo imaginario y lo sim
bólico. No digo que no haya identificaciones imaginarias; por supuesto
que hay parecidos, por supuesto que en el hombre puede observarse el
mimetismo, que es justamente lo que permite clasificarlo al estilo de los
tratados de etología. En este sentido, y siguiendo a Tarde, la imitación
puede parecer una clave de la vida social. Lacan sólo menciona esta
doctrina generalizada de la imitación para referirse a la histérica y des
tacar que, como en el caso de la bella carnicera de Freud, cuando ésta
intenta imitar a una amiga, lo hace precisamente en lo que su amiga tie
ne de inimitable. Lo que atrae a la histérica no es un rasgo del Otro sino
cómo maneja el Otro su diferencia subjetiva. De aquí que el salmón o el
caviar, que son significantes amos, no constituyan para la bella carnice
ra el resorte de la identificación.
Así pues, introducir en el problema de la identificación al sujeto como
falta en ser hace que se desmoronen todas las imágenes, todos los pre
dicados, porque ninguno resulta adecuado para la diferencia pura del
sujeto. Luego, no se gana nada en el análisis con acumular los rasgos de
imitación transmitidos al sujeto por sus ascendientes, a veces por todo
un linaje, puesto que lo que se intenta allí es aislar lo inimitable que el
sujeto quiere ser.
103
JACQUES-ALAIN M ILLER
nar sus marcas insignes. Sus insignias, en este sentido, no son otra cosa
^ u e aquello que, siguiendo a Lacan, hace del grito llamado.
JY qué es lo que hace del grito un llamado? El acuse de recibo del
Otro, que hoy intenté poner de relieve con la maniobra que realiza el
neurótico para hacer de su diferencia subjetiva significante amo. —i—
“ Retomaré la doctrina de la identificación en mi primer curso de
enero.
17 de diciembre de 1986
VII
Constituyente-constituido
Mutación significante
10b
LOS SIGNOS DEL GOCE
El grito y el llamado
109
JACQUES-ALAIN MILLER
La respuesta
llo
LOS SIGNOS DEL GOCE
111
JACQUES-ALAIN MILLER
remos con la letra delta, que Lacan utiliza para designar las instancias
ficticias que no deben hipostasiarse. Esa delta del grito suscita un
significante del Otro y, de manera retroactiva, ese significante hace del
grito, llamado:
s, — ►s2
donde pueden reconocer la matriz del discurso del amo.
LOS SIGNOS DEL GOCE
S,
115
JACQUES-ALAIN M ILLER
La orientación lacaniana
116
LOS SIGNOS DEL GOCE
Subjetivación de la muerte
117
JACQUES-ALAIN MILLER
¿ = S,
= a
Hecha esta distinción, espero que podamos hacer lo que tenemos que
hacer en el comienzo del curso de la semana próxima.
7 de enero de 1987
V ili
Fenòmeno y estructura
Asunción
120
LOS SIGNOS DEL GOCE
121
JACQUES-ALAIN M ILLER
Imputación de saber
122
LOS SIGNOS DEL GOCE
123
JACQUES-ALAIN MILLER
El pez y el anzuelo
a A
\
124
LOS SIGNOS DEL GOCE
la necesidad de que uno emerja en el otro, sin lo cual los dos niveles se
rían, pura y simplemente, exteriores entre sí. Esto es lo que explica que
el esquema en forma de cruz se transforme en el esquema en forma de
bucle:
125
JACQUES-ALAIN M ILLER
126
LOS SIGNOS DEL GOCE
pez
>• anzuelo
127
JACQUES-ALAIN MILLER
La identificación inverosímil
128
LOS SIGNOS DEL GOCE
129
JACQUES-ALAIN MILLER
130
LOS SIGNOS DEL GOCE
131
J ACQUES-ALAIN M ILLER
Les pido que tengan en cuenta que si en el esquema del deseo Lacan
traslada I al final del grafo, es porque el sujeto acarrea ese significante
que tomó del Otro.
132
LOS SIGNOS DEL GOCE
to sobre las psicosis, donde podrán ver que las identificaciones del yo
-así las llam a- están situadas sobre un único vector.
i
1------------------------------------------ ► M
i
-► M
< I
m
133
JACQUES-ALAIN MILLER
Sin duda este esquema no resulta del todo apropiado para poner en
evidencia la separación de lo imaginario y de lo simbólico, porque pa
rece, más bien, que los inscribe sobre un vector continuo. Y es que lo que
pretende m ostrar -a l menos tal com o yo lo retom o- es la mutación
significante. Intenta mostrar de qué manera los elementos tomados de
lo imaginario y del campo de la realidad -que hay que distinguir de lo
real- se hallan signiñcantizados. En otras palabras, es un esquema que
pone el acento sobre la significantización.
m
^
£>
i
Ahora bien, les señalé que este esquema está retrabajado por la ar
ticulación del grafo del deseo, donde lo que se privilegia es la relación
m-i, o sea el vector encuadrado y situado por el esquematismo significante.
Esta vez no hay continuidad, lo que tenemos es un efecto de encua-
dramiento de lo imaginario por lo simbólico:
134
I
LOS SIGNOS DEL GOCE
135
JACQUES-ALAIN M ILLER
con el Nombre del Padre en posición significante. Pero se sabe que otras
veces el significante que opera es I en posición de significado:
136
LOS SIGNOS DEL GOCE
El sujeto en el espejo
í I
137
JACQUES-ALAIN M ILLER
14 de enero de 1987
138
IX
La constelación y la cadena
139
JACQUES-ALAIN MILLER
El sueño de Lacan
140
LOS SIGNOS DEL GOCE
ñanza de Lacan tal como ésta se presenta, tal como está construida; esto
es: como el análisis de una represión.
La enseñanza de Lacan es, si se quiere, su sueño. Pero un sueño que
ha proseguido, al igual que los únicos sueños valiosos, más allá del des
pertar. Escuchamos con frecuencia que el sujeto relata que en su sueño
se dio cuenta de que franqueaba un punto, un momento en el que ten
dría que haberse despertado -p ara continuar durmiendo con los ojos
abiertos, tal como hacemos durante la vigilia- y, sin embargo, pudo con
tinuar su sueño y confrontarse con un punto hasta entonces impensable
para él. Pues bien, la enseñanza de Lacan es un sueño proseguido inde
finidamente, más allá de los múltiples momentos de despertar. Y si en
su historia fue abandonado de manera continua por sus alumnos, es
porque éstos, en determinado momento del sueño de Lacan, no fran
quearon el punto del despertar y eligieron, en consecuencia, seguir dur
miendo con los ojos abiertos.
141
JACQUES-ALAIN M ILLER
1 ------------------- ►S
De lo imaginario a lo simbólico
I ------------------- ► S
R1 R2 R3
143
JACQUES-ALAIN M ILLER
-y o lo hice con un fin didáctico-, Lacan los haya designado con el mis
mo vocablo. Sólo nos orientamos cuando los situamos en relación con
lo imaginario y lo simbólico.
Al leer el esquema R, que Lacan presentó como un aparato didáctico
y que parece fijar el sentido de lo real en su enseñanza, debe tenerse en
cuenta que allí lo real está articulado entre lo imaginario y lo simbólico.
Este real es correlativo al estudio que Lacan hacía para entonces de la
transformación, de la simbolización, de elementos imaginarios. Encuen
tran ahí -lo señalé la última v e z - el acento continuista que puso entre
los fenómenos imaginarios y los términos simbólicos; en particular, el
término simbólico del ideal del yo, que aparece -bajo una forma que
resultó incómoda para la rutina del aprendizaje lacaniano- al final de un
vector que atraviesa las formaciones imaginarias que comienzan con la
imagen especular primordial:
m
>. ideal del yo
144
LOS SIGNOS DEL GOCE
eso, en ese esquema el ideal del yo, simbólico, aparece como una espe
cie de límite de lo imaginario, como el punto donde lo imaginario es
utilizado en tanto significante.
Nos rencontramos entonces con la problemática de la insignia, que
en los Escritos de Lacan está determinada, fundamentalmente, por ese
esquema que va de lo imaginario a lo simbólico. Es por esta razón que
Lacan puede hablar de realidades que son hechas insignias - y aquí la
palabra realidad debe entenderse como R2.
Desde esta perspectiva, la insignia es un significante imaginario, o
sea, es la imagen utilizada como significante; y agreguemos que ese
significante imaginario aparece, sobre todo, en lugar de la significación.
Por eso, cuando en la página 657 de los Escritos Lacan se sirve del
término insignia a propósito de Psicología de las masas..., de Freud, puede
aludir a «un objeto reducido a su realidad más estúpida» que, no obs
tante, funciona como insignia. El objeto reducido a su realidad más es
túpida es un elemento que pertenece al registro R2; ya está encuadrado
pues por lo imaginario y se halla transformado, mudado, en elemento
significante. Es necesario apreciar aquí el valor exacto del término objeto
y no pensar que está en juego otro sentido de lo real. Agrego que, al
mismo tiempo, Lacan hace referencia a los bigotes de Hitler como ese
objeto reducido a su realidad más estúpida.
Pero ¿cómo puede cobrar valor significante de insignia un objeto de
esta índole?
Para refutar una técnica analítica en la que el psicoanalista tiene como
método encarnar el ideal, Lacan evoca el psicoanálisis y a Hitler. Por eso,
si se remiten a la página 659 de los Escritos, comprenderán en qué, ya en
ese momento, oponía el analista al amo. A diferencia de ese objeto redu
cido a su realidad más estúpida, el objeto a no resulta adecuado para
funcionar como insignia. Es esto lo que tendremos que desarrollar más
adelante.
¿Y por qué no pensar que el objeto a también podría ser calificado de
objeto reducido a su realidad más estúpida? Pues bien, el objeto a pro
piamente dicho -si puedo llamarlo así- no está reducido en absoluto a
la realidad más estúpida. El silencio del analista, por ejemplo, no lo re
duce a ella, aunque sin duda esto se presta a confusión.
Si Lacan denuncia la estupidez -seam os gentiles- de ciertos analistas,
es porque el estatuto mismo del objeto a es totalmente opuesto a la estu
pidez. Este objeto puede incluso pretender ser idéntico a los rodeos del
saber. No se trata de un objeto respecto del cual lo simbólico se halle más
allá, sino que es un objeto «más allá» de lo simbólico. (Lo pongo entre
comillas puesto que la posición que hay que reconocerle a este objeto es,
145
JACQUES-ALAIN M ILLER
Sin par
Lacan hizo de este axioma no sólo la definición del sujeto sino también
la del significante mismo, lo que equivale a definir el significante por la
articulación. La cuestión de la insignia no se distingue entonces de la del
significante sin par que exige ser tomado como Uno solo y contradice,
así, la fórmula que pretendería que el significante represente al sujeto
para otro significante. Una vez que la transformación significante deje
de estar en primer plano, Lacan tratará este problema de un modo pu
ramente lógico.
En efecto, el logicismo de Lacan comienza cuando la transformación
de lo imaginario en lo simbólico deja de ser el eje de su perspectiva y
empieza a tratar los problemas dentro de lo simbólico mismo, en tanto
estructura del significante. Examinaremos esto y veremos la simplifica
ción que conlleva. Lo que luego será ubicado como la lógica paradójica
del significante Uno ya aparece aquí referido a la insignia, a esa de la que
no podemos decir que represente al sujeto.
Con el término constelación Lacan apunta a un modo de agrupa-
miento del significante, distinto del de la cadena. Intentaré mostrarles
enseguida la importancia que esto tiene para la práctica del psicoaná
lisis.
El materna de la interpretación
147
JACQUES-ALAIN M ILLER
dente, se corre el riesgo de hacer de ella una mera asociación del analis
ta -es decir, a veces, un recorte de su propio análisis-, de pensar que el
analista interpreta con su análisis y que, en ocasiones, el análisis del
paciente le brinda la oportunidad de continuar el suyo. Y Lacan sin duda
se opone explícitamente a esta desviación cuando, en la experiencia, no
hace del analista un sujeto sino que le da como referencia el objeto a, que,
si bien no es estúpido, no se sostiene en el pensar.
Confundir la interpretación con la asociación nos lleva a entender y
construir las cosas como si el significante de la interpretación llenara un
hueco en las asociaciones del sujeto y le permitiera, de este modo, avan
zar, dar un paso. Aun cuando no se llegue hasta ese punto, aun cuando
uno se atenga a pensar como analista, es posible, sin embargo, en esta
misma línea considerar que el analista aporta en la interpretación el
significante ante el cual el sujeto se representa. Esta tesis que resulta de
situar la interpretación como asociación - y que ha tenido, por otra par
te, sus defensores- parece sugerida, en realidad, por la transferencia. Y
es que, en efecto, el análisis comienza porque el analista se ofrece como
el significante ante el cual será representado el sujeto supuesto saber. No
digo que sea impensable -incluso puede decirse que ésta es la condición
del análisis- sólo que, en esta perspectiva, la interpretación va al encuen
tro de la transferencia.
No podemos negar que la experiencia nos muestra que mucho de lo
que el analista dice funciona en el esquema que acabo de indicar y per
mite que el sujeto ubique su representación. Pero no hay que olvidar que
esto supone que el analista encarna el ideal del yo. Hay que saberlo. La
interpretación propiamente dicha, la que cuenta, no es una asociación
sino, para decirlo de manera simple, una disociación. Se diferencia pues
de la interpretación como asociación, que suministra al sujeto la co
nexión, la articulación con el S2, con el significante ante el cual se repre
senta, y que tiene la escritura de una cadena. La interpretación que
conviene debe producir, en cambio, una ruptura de la cadena. Por eso el
materna de la interpretación es S2 / / Sr
Este materna escribe una ruptura de la cadena entre S2 y S17 y debe
desplazar la ruptura normal, que es la que separa al sujeto del objeto a,
la que rompe la fórmula del fantasma: p / / a.
Esta fórmula permite mantener el fantasma a distancia; es la moda
lidad que implica el inconsciente y el discurso del amo, que es su punto
de partida. El discurso analítico supone, por el contrario, el restableci
miento de la conexión - y la división- entre el sujeto y el objeto, siempre
que el sujeto pierda los pedales de su representación. Por eso el psicoa
nálisis no es una representación. Si se acepta que la interpretación no es
LOS SIGNOS DEL GOCE
La identificación primordial
149
JACQUES-ALAIN M ILLER
150
LOS SIGNOS DEL GOCE
Pero ¿por qué Lacan sitúa estos dos círculos como una reunión,
cuando perfectamente podrían representar una intersección? En aquel
momento lo desarrollé de una manera puramente lógica. Ahora encon
tramos los fundamentos. En efecto, los círculos ilustran los dos tiempos
de la insignia, que acabo de distinguir. Primer tiempo: escribimos la in
signia en tanto tal, es decir, sola:
151
JACQUES-ALAIN MILLER
sincronía: S^-S2
diacronia:
Les presentaré ahora lo que cierra esta construcción en ese texto. Pri
mer tiempo: el sujeto deviene significante, lo cual califica a la insignia
como diferente de la representación. Volveremos sobre este devenir
significante que es casi borrado, compensado por la articulación que lo
sucede. ¿Cuál es el término que aparece entonces bajo la pluma de
Lacan? «[...] el llamado hecho en el Otro al segundo significante.» Nos
rencontramos aquí con el término llamado, que ya habíamos señalado.
Así, dice Lacan en esa misma página, «el sujeto traduce una sincronía
significante -se refiere a la sincronía fundamental del estatuto del suje
to, que hace que S1 esté articulado con S2- en esa primordial pulsación
temporal -la articulación diacrònica- que es el fadin g constituyente de
su identificación». Esta construcción debe ser remitida a lo que consti
tuye nuestro objeto. Y respecto de la paradoja de la insignia sin par se
trata de una construcción extremadamente económica, porque destaca
las dos identidades -si me perm iten- de S^ su identidad como insignia
sola -en este punto el sujeto deviene ese significante- y su identidad
como articulación. De aquí que resulte aún más crucial la función de la
interpretación, puesto que su operación es remontar esta pulsación tem
poral, es decir, deshacer, reconducir al sujeto por medio de una disocia
ción al fadin g constituyente de su identificaci ón. Esta fijeza se completa
mediante lo que podemos llamar la segunda hipóstasis del sujeto, que
es la de su fantasma.
Creo haber contribuido hoy con una construcción que nos permitirá
seguir avanzando la próxima vez.
21 de enero de 1987
153
X
Psicoanálisis y psicoanálisis
La extinción de la significación
155
*<0 J!l> r
J ACQUES-ALAIN MILLER
156
LOS SIGNOS DEL GOCE
Juan y Pinchámc
E'
E"
Una vez que hemos separado estos dos conjuntos, podemos escribir
su reunión del siguiente modo:
159
JACQUES-ALAIN M ILLER
160
v - .- '* - » " '- V ------------- ^ \j
161
JACQUES-ALAIN MILLER
162
LOS SIGNOS DEL GOCE
Separación
Para completar la idea debo agregar ahora que este proceso -al que
Lacan da el nombre de alienación- requiere de otro -llam ado separa
ción - que utiliza lo que la primera operación despejó: el conjunto vacío,
15. La versión castellana dice: «Ello habla de él, y ahí es donde se aprehende [...]». [N.
del T.]
163
J ACQUES-AL AIN MILLER
164
LOS SIGNOS DEL GOCE
a, función significante
separación alienación
significante
166
LOS SIGNOS DEL GOCE
s, s,
$ 0 a
167
JACQUES-ALAIN MILLER
S, a
S (/) $0D
Tal vez puedan apreciar esta diferencia si les recuerdo la frase sobre
la identificación, que calqué de aquélla de Lacan referida a la mirada.
Dado que puse el acento sobre el desde donde, acuñé, para distinguir las
identificaciones constituidas de las constituyentes, la frase no me veo des
de donde me miro, que tomé de esa que Lacan le imputa al amante que
solicita una mirada del Otro y se queja: «Nunca me miras desde donde
yo te veo». Esta frase es delicada. Recuerdo que para ponerla en El semi
nario 11 -la encuentran en la página 109- le consulté a Lacan si era así
como debía transcribirse. En efecto, la diferencia entre estas dos frases
mide exactamente la distancia que hay entre S1 y a.
¿Qué significa la frase «nunca me miras desde donde yo te veo»?
Quiere decir que te veo como otro, te veo como i (a), como una imagen
correlativa a lo que yo también soy como otro:
i (a) <-» m
169
JACQUES-ALAIN MILLER
A los vieneses
más, trabajé con todas estas escrituras lógicas encuentra aquí su funda
mento. No se trata de negar que lo real exista, que existan datos biológi
cos, fisiológicos, orgánicos y naturales. No se trata de negar que hay una
animalidad del hombre, que hay instintos, necesidades, la estructura de
un organismo. Se trata de plantear que en el hombre todo esto está do
minado por otro orden de realidad; es manipulado, trascendido y des
plazado. Podemos abordarlo de la manera más simple, por la distinción
entre la naturaleza y la cultura, siempre y cuando entendamos que este
orden de realidad no es una verdad del culturalismo. Si esto pudo pen
sarse es porque la reflexión propia de Lacan se inscribe, en efecto, en una
corriente de pensamiento en la que no es el único. Es antibiologismo
pero no es culturalismo, a pesar de que al comienzo de su enseñanza
Lacan haya formulado que las instancias culturales dominan las natu
rales. Encontrarán este axioma en su texto La fam ilia.
Esta posición -antinaturalista, si quieren- es previa a su encuentro
con la lingüística, es incluso la condición de este encuentro. Y aquí radi
ca la innovación de Lacan, puesto que Freud era biologista; Freud am
bicionaba reducir el psicoanálisis a las ciencias de la naturaleza. Debido
a esto, no cesó de producir conceptos contradictorios, paradójicos. Por
que su referencia era la biología, pudo producir un concepto como el
instinto de m uerte, la pulsión de m uerte -q u e es com pletam ente
irreductible a la biología-; o un concepto como el masoquismo primor
dial. Ambos son la consecuencia de su orientación biológica y permiten
ver la incompatibilidad de su objeto con la biología. De aquí Lacan ex
trajo las consecuencias para un retorno antibiologista a Freud.
En la enseñanza de Lacan hay un hilo de Ariadna que le permite
pasar sin ruptura de la fenomenología al estructuralismo, y articularlos,
cuando para todos los otros pensadores se trataba de una discon
tinuidad y una ruptura.
En efecto, la fenomenología puso el acento sobre aquello que del su
jeto no puede reducirse a lo natural, vio en él -a l que llamó conciencia-
la posibilidad de suspender las evidencias naturales, así como la actitud
misma que condiciona las ciencias de la naturaleza. Desde un comienzo
la fenomenología situó al sujeto más allá del plano psicofisiològico. Fue
justamente a partir de este sujeto irreductible a la psicofisiologia -que
Lacan descubrió, siguiendo las huellas de la fenomenología, primero
como sujeto del sentido, sujeto transbiológico-, que adoptó el estruc
turalismo gracias al cual pudo calificar de simbólico un orden de la rea
lidad distinto de lo real y de lo imaginario.
Ese sujeto, que no es una instancia natural, que no se encuentra en
estado natural en lo real, es el quedurante este curso intentamos circuns
172
LOS SIGNOS DEL GOCE
cribir, a partir del conjunto vacío, como un efecto del signifu .mlc AII
situamos la avanzada de la enseñanza de Lacan y de una trayectoria *|iu
abraza el siglo, porque nos remite directamente a los primeros p.isos <lt
lo que fue la descripción fenomenológica que aquí, como han visto, en
cuentra su estatuto en la lógica formal de la teoría de conjuntos.
La próxima semana seguiré tratando la identificación.
28 de enero de 1987
173
XI
El tiempo del análisis
175
JACQUES-ALAIN MILLER
reunión
intersección
176.
LOS SIGNOS DEL GOCE
sujeto Otro
JACQUES-ALAIN M ILLER
Conjunto vacío
Ahora bien, que el lugar del sujeto sea original no significa en abso
luto que sea primero. De hecho, es segundo. Por eso resulta tan valiosa
la representación mediante el conjunto vacío, que nos permite formular
que no hay nada, pero sólo porque se espera que haya algo. Y si puede
decirse que no hay nada es porque, en definitiva, hay un lugar. Ese es el
secreto del no hay nada, y del no hay, que Lacan declinará a lo largo de su
enseñanza de todas las maneras posibles, hasta desembocar en el no hay
relación sexual. Hay un lugar es la verdad de no hay nada, y solamente hay
un lugar si hay un significante para m arcarlo, para indicarlo. Ese
significante invisible está en el contorno mismo, en la circunferencia que
trazamos con una tiza en el pizarrón:
Es decir que por muy original que sea su lugar el sujeto no deja de
ser, en virtud de esta escritura, un efecto del significante. Ser represen
tado por el conjunto vacío lo implica expresamente e indica de mane
ra clara por qué ese lugar, a pesar de ser original, es no obstante
segundo.
Después de esto, resulta más fácil distinguir la posición especial
del S, -sign ifican te amo que este año tomé com o insignia: es el úni
co significante apropiado para inscribirse en el conjunto sujeto. Sa
bem os que el O tro es el lugar de todos los significantes y que el
sujeto es el conjunto vacío, pero de atenernos a esta form ulación
sólo tendríam os frente a frente dos conjuntos aparentem ente exte
riores entre sí:
LOS SIGNOS DEL GOCE
Sólo hay reunión, articulación del sujeto con el Otro, del conjunto
vacío con el de los significantes, porque ese significante es apropiado
para inscribirse en el conjunto vacío:
179
JACQUES-ALAIN M ILLER
De este modo se justifica que la escri tura del sujeto sea es decir que
el lugar del sujeto sea de elisión.
180
LOS SIGNOS DEL GOCE
llamado
llamado
La elección preferencial
En este esquema las dos partes del sujeto están separadas. El sujeto
puede maniobrar con Sl7 que es lo que explica Lacan con el nombre de I
en su «Observación sobre el informe de Daniel Lagache...». Pero además
introduce la segunda maniobra, la que se realiza a partir del espacio
sombreado, a partir de su vacío en tanto tal y de la sustracción de S, a
ese conjunto. De aquí que el sujeto pueda encontrar su lugar en el Otro
a partir de la insignia y, también, a partir de su falta, de su vacío.
a partir de la insignia
LOS SIGNOS DEL COCI'.
a partir de su falta
i« li'iililicación
j misión
)
A nivel de la alienación como identificación el vacío del conjunto es
•.»istituido por S,. Cuando lo desplegamos, lo escribimos así:
S,
186
LOS SIGNOS DEI , GO< I
Hay, sin embargo, algo que se mantiene desde la págin.i <>'tH 1 1 « I..
Escritos hasta la construcción siguiente de Lacan: el sujeto prefiere S,. Iv.
decir que en la elección forzada en la que se encuentra opta por la insig
nia y su articulación. Cabe agregar que el concepto de elección forzada,
que causó tanta sorpresa cuando Lacan lo expuso en Los cuatro conceptos
fundam entales del psicoanálisis, ya está presente en la página 658 de los
Escritos.
Se trata de la pregunta por la preferencia del sujeto: ¿la bolsa o la
vida? La elección se plantea entre la parte vacía del conjunto y la parte
llena, donde está Sr El sujeto elige Sv o sea que elige al Otro. Elige S, y
lo que sigue; por eso elige el sentido, ya que siempre hará falta S2 para
dar sentido a Sr Es el recurso al sentido; a saber: Soy eso, pero ¿qué quiere
decir?
sentido
vida bolsa
187
|Al (Jt JI’.S-ALAIN M ILLER
S A
Alienación-separación
En 1964 Lacan agrega que al sujeto le queda su vacío con el que pue
de hacer algo: puede solicitar el vacío en el Otro. Luego, tenemos la in
tersección -q u e escribí la semana p asad a- entre el sujeto tachado en
tanto vacío y la falta en el Otro. El resultado es lo que escribimos a:
$ nJjL = a
188
LOS SIGNOS DEL GOCE
flC A
alienación
189
JACQUES-ALAIN M ILLER
separación
sujeto Otro
identificación
190
LOS SIGNOS DEL GOCE
S A
Como habrán notado, hoy intento despejar esos dos puntos de refe
rencia del sujeto que son la alienación y la separación. La separación
supone que el sujeto se aísla del sentido que procura el Otro y apunta a
su ser; es una operación que concierne al ser.
Consistencia lógica
¿Y por qué recordé la última vez que a era una función significante?
Es una función significante debido a que es estrictamente inscribible
como la intersección del sujeto tachado y de la falta en el Otro, o sea, de
A tachado:
191
JACQUES-ALAIN MILLER
n^ =a
192
/
LOS SIGNOS DEL GOCE
llamado
cuerpo
193
JACQUES-ALAIN MILLER
194
LOS SIGNOS DEL GOCE
disyunción
195
JACQUES-ALAIN M ILLER
D interpretación
d d
196
LOS SIGNOS DEL GOCE
alienación
separación
197
JACQUES-ALAIN M ILLER
S A
plano de separación
199
JACQUES-ALAIN MILLER
S2
200
LOS SIGNOS DEL GOCE
$ ^ pasador
f> n J^ = a pasante
4 de febrero de 1987
2 01
XII
La lógica de la interpretación
203
JACQUES-ALAIN MILLER
204
LOS SIGNOS DEL GOCE
205
JACQUES-ALAIN M ILLER
dicho
206
LOS SIGNOS DEL GOCE
207
JACQUES-ALAIN MILLER
El conductista
208
LOS SIGNOS DEL GOCE
209
JACQUES-ALAIN MILLER
La lectura imposible
210
LOS SIGNOS DEL GOCE
las únicas- de Octave Mannoni sobre Lacan; a saber: que él quería vol
verse rico y célebre.
Después de todo, no hay nada de malo en querer volverse célebre.
Es el caso de Freud, y él no lo ocultaba. Estaba incluso tan obsesionado
por esto que llegó a tener la descabellada idea de querer ver una placa
que indicara el momento en el que había sido descubierto el secreto del
sueño. Placa que, por otra parte, finalmente se puso.
Lacan -e s un hecho- hizo todo lo que pudo para no volverse célebre.
Por el contrario, lo que sorprende es su estilo en extremo discreto del que
recién se apartó cuando intentaron enterrarlo. Es un hecho que se vol
vió rico. Y no es lo mismo volverse rico que célebre. (Retomaré esto den
tro de poco.) Se volvió rico por una razón muy simple -justamente, la
que hay que examinar: Lacan mismo formula que fue con el psicoanáli
sis con lo que hizo fortuna. Lo dijo en la televisión, y agregó: «Todo el
mundo lo sabe». Dado que éste ha sido el único principio de su riqueza,
habrá que examinar por qué la gente ha querido analizarse con él. Y la
gente ha querido analizarse con él porque él analizaba más allá del prin
cipio de placer. Hay, por supuesto, muchos más que no han querido
analizarse con Lacan, porque han tenido, completa y legítimamente, el
sentimiento de un peligro. Procedieron entonces a evitar ese riesgo de
ser llevado al límite.
Vuelvo a Freud descubridor. Puedo decirlo: fue en la época en que se
elaboraba «Televisión». Recuerdo haberle planteado a Lacan una pre
gunta, en forma de disyunción, sobre si él consideraba que Freud había
descubierto el inconsciente o si lo había inventado. Su respuesta es de
dominio público. Al menos, no la dio en privado. Hice una pregunta y
no obtuve respuesta. No tuve otra respuesta que la que todo lector pue
de tener; a saber: se trata de separar el descubrimiento del inconsciente
de la creación del discurso analítico. Descubrimiento del inconsciente
-subraya Lacan en la página 87 de «Televisión»-, cuya materia está pre
figurada en lo simbólico, es decir, en el lenguaje. Ya tenemos aquí una
indicación sobre aquello con lo que el inconsciente está hecho. Freud
contribuyó con el ordenamiento del inconsciente en la experiencia ana
lítica y, más precisamente, en el discurso analítico. Hacemos de Freud,
pues, no sólo el descubridor del inconsciente, sino también el inventor
del discurso analítico que establece el inconsciente como freudiano.
Esta invención consiste en un aporte de lógica que se hace al incons
ciente. La experiencia analítica ya es en sí misma una logificación de éste.
Ahora bien, el inconsciente podría ser explotado de muchas otras ma
c e r a s -d e manera poética, por ejemplo. Es, además, lo que se ha hecho
regularmente antes de Freud. También dejándolo de lado se le puede
JACQUES-ALAIN MILLER
212
LOS SIGNOS DEL GOCE
como no hay física científica antes que sea matemática, o sea, constreñi
da por un aparato lógico. El valor de entender lo real como categoría
lógica reside en que se trata de una categoría que depende del signi
ficante. Por eso sería imposible afirmar que el analista funciona como
objeto a, si no se admite que esta categoría depende del significante. El
analista como objeto a puede producir un efecto de oscurantismo, si no
se tiene en cuenta el carácter de función significante aquí señalado.
Entonces, por un lado, estaba el conductista... En otro lugar, se han
ocupado - y esta vez fui yo quien hizo de rata- de lo que han dado en
llamar mi lectura de Lacan. De algún modo, se ha examinado qué tipo de
rata soy, para señalar -m e estoy refiriendo a la señora Roudinesco- que,
por supuesto, existía esta lectura pero que había también otras posibles.
Es evidente que la señora Roudinesco no aprecia la lógica en psicoaná
lisis. Ella cree que es debido a mí que Lacan logificó el psicoanálisis. Y
como descuida esta lógica, no sabe en absoluto lo que dice cuando ha
bla de lecturas posibles. Yo, por mi parte, cedo gustoso las lecturas posi
bles y me contento con la lectura imposible, que es la única interesante.
Tanto más cuanto que las lecturas posibles de Lacan -lo subrayo-, des
de el momento en que son posibles, seguirán siéndolo. Es decir que no
se ve a muchos que, tomando otro punto de partida, demuestren por la
continuidad apresar algo. Tampoco nos encontramos ante un problema
de continuación: estas lecturas ni siquiera han comenzado, lo cual no
significa que no lo hagan nunca. Creo, incluso, que empezarán a partir
de lo que ellos han llamado la mía - y que no es en absoluto la mía. Co
menzarán, en efecto, cuando se tengan en cuenta los dichos de Lacan y
la reconstrucción que hay que hacer de su decir. Distingo por completo
el imperativo de leer a Lacan lógicamente -im perativo que no constitu
ye en sí mismo una lectura sino que es un principio- de lo que, después,
depende de la puntuación que hay que dar a esta enseñanza. En este
sentido, no creo tener una sola lectura, ya que cada año, según el punto
de partida que tomo, me veo conducido a leer a Lacan de manera dis
tinta, a hacerlo girar a partir de un punto que establezco. Y hay otros que
también lo intentan.
Inferencia
213
J 5* V**.- CfiN
JACQUES-ALAIN MILLER
214
LOS SIGNOS DEL GOCE
del semblante -com o todo dicho- pero también como el único que co
bra sentido a partir de a, esto es, de un real percibido como semblante.
¡De manera que ese semblante de real pueda ser formulable! iA*° ^ \ r ."y
Estas dos categorías no se oponen. Me gustaría destacarlo porque me
di cuenta de que lo que había formulado en Les réponses du réel no basta
ba. Lo real es del semblante, de la lógica. Y es incluso lo que explica que
sea imposible decir verdadero a lo real. Sólo podemos decir que son
verdaderos los dichos o las proposiciones. El semblante de lo real es pre
cisamente lo que distingue lo real del ser. Llamamos ser a un real que
no sería de semblante.
O sea que cualquier decir -el de Freud, el de Lacan o el del sujeto a
propósito del cual se formula la interpretación- sólo puede inferirse.
Una de dos: la inferencia o el infierno, lo que significa que nunca pode
mos más que concluirlo. Por eso una interpretación privada de lógica es
imbécil. Lo que anima incluso los dichos del analizante es que ese real,
aunque sea de semblante -es decir, acoplado a la lógica-, es imposible
de traducir en términos de verdad. Esta inadecuación es el principio de
la serie analítica. Entonces, desde una ubicación lógica de lo que es enun
ciado, es probable que la interpretación pueda referirse al punto a par
tir del cual se hace el decir.
Lacan no cesó -e s una interpretación- de interpretar a Freud lógica
mente, de recurrir en sus dichos a su decir, advirtiendo -los remito a la
página 27 de «El atolondradicho»- «el organismo parásito que Freud
injertó en su decir». Cuando hablaba del positivismo naturalista, hice
una breve referencia al organismo parásito. Pero hay otros vástagos,
otros parásitos que han llegado a injertarse en el decir de Freud; a tal
punto que este parásito, según Lacan, hace él mismo nuevos injertos en
la obra de Freud. La interpretación de Lacan selecciona en Freud sus-*“^ "
dichos según lo que se concluye de su decir.
Y Lacan mismo se interrogó sobre su propio decir en tanto que exis
tente fuera de sus dichos. En efecto, podía confesar que para él su de
cir comenzó siendo de alguna manera oracular; o sea que en sí mismo
ese decir no era, en un principio, materna. Se trata de que llegue a ser
lo después. Y ésa es la pregunta de Lacan, no la mía. No fui yo quien
introdujo allí la logificación. Lacan se preguntaba cóm o hacer un
materna del decir, cómo hacer un materna de lo que está fuera de la
dimensión de la verdad -página 53 de «El atolondradicho»-; hasta tal
punto que reconoció no poder dar cuenta de dónde fijó aquello a par
tir de lo cual enuncia. No puede dar cuenta -d ice en la página 55 del
mismo te xto - de lo que enseña; sólo pudo seguir sus efectos en el dis
curso analítico. Nosotros nos encontramos en el nivel de los efectos del
JACQUES-ALAIN M ILLER
La apuesta de Lacan
216
LOS SIGNOS DEL GOCE
a=a
Les dejo tiempo para reflexionar sobre el uso que podemos hacer de
estas cuatro fórmulas, y los cito para el 4 de marzo.
11 de febrero de 1987
; /
/ ¿ÁtO )
218
XIII
La invención de saber
16. Vendre la mèche: revelar un secreto, contarlo todo. No hay en castellano una expre
sión equivalente que permita conservar el término mèche (mecha). [N. del T.]
^ 17. Éventer la mèche: dejar o quedar al descubierto algún manejo que se tenía oculto.
[N. del T.]
219
JACQUES-ALAIN M ILLER
220
LOS SIGNOS DEL GOCE
Pensar que se saben muchas cosas y que sólo algunas pocas se igno
ran nos conduciría al siguiente esquema:
del espacio que se ha dejado vacío para que pueda haber allí saber, es
decir, y con mayor precisión, para la invención de saber. La pasión de la
ignorancia no es una autorización para descansar en el lugar del saber.
No quiere decir que separemos ese saber. La pasión de la ignorancia-^'
significa invención del saber, es su otro nombre. Hacer como si no se su
piera nada es simplemente la condición para que un analista siga inte
resándose por el análisis y, sobre todo, siga interesándose por su
analizante, por lo que el analizante aporta al lugar vacío que la ignoran
cia del analista le ofrece a su invención:
LOS SIGNOS DEL GOCE
Ésta es la condición para que cada caso, para que cada vez pueda
ser como la primera. Evidentemente, a medida que se van producien
do encuentros, comienza a llenarse este espacio vacío, lo que no impi
de que en cierto sentido cada encuentro sea un poco, además, como el
primero. La última reunión señalé que el final de análisis estaba pre
sente én cada sesión, hoy lo contrapeso diciendo que con el comienzo
sucede lo mismo.
Dije: hacer como si no se supiera nada. ¿O sea que sólo se trata de un
artificio? No creo. Pienso, más bien, que el analista debe estar -si me
perm iten- calado hasta los huesos por esta pasión de la ignorancia. Si
esto no designa un artificio, una broma... ¿Qué indica? Indica, en reali
dad, lo que se supone que el pase testimonia: la pasión de la ignorancia
de un analista.
Me gustaría introducir en este punto las palabras que Cesare Musati,
el analista más reconocido de Italia, pronunció al lado mío, cuando ha
blaba de su analizante, aquel que luego se convirtió en el segundo
analista italiano más famoso -m e refiero a Fornari, hoy desaparecido.
Tomé entonces de Musati lo que había sido la pregunta de Fornari al fi
nal de su análisis, quien se dirigió un poco perturbado a su analista:
«Pero, maestro, ¿qué es el inconsciente?». Seguramente Cesare Musati
no exponía esto para engrandecer la figura de Fornari, pues sonaba un
poco desvalorizante en su boca. No obstante, uno podía tomarlo de otra
manera; es bastante auspicioso formular, al final de un análisis, «¿qué es
el inconsciente?». Gracias a esto tendrá un motivo para interesarse en su
primer analizante. Podemos decir que cada vez, en cada sesión, hay ra
zones para plantearse esta pregunta.
Yo no tomo a mal esta frase. En el fondo, fue la única del discurso de
Musati que realmente me sorprendió. Sonaba verdadera.
El ion de la ignorancia
18. Juego de palabras intraducibie: la passe (el pase) -ion (ion) es homófono de la passion
(la pasión). [N. del T.]
JACQUES-ALAIN M ILLER
^ L o e n s e ñ a b le \
....
Volvamos a ese ion de la ignorancia, que se mide, en efecto, por el
confinamiento del sujeto en su autismo. Y es que nada le garantiza que
lo que diga pueda tener sentido, o el mismo sentido, para algún otro.
Lacan, precisamente, nos proporciona un ejemplo magistral de humil
dad con su serie de seminarios atrapada por completo entre esta convic
ción del autismo y la constatación de la cantidad de gente que atrae. Está
atrapado en esta brecha, en esta contradicción.
Un saber que es sólo para él, lo que significa que no es para los otros.
Pero ¿qué saber? ¿Qué saber está en juego en el final de análisis? Se tra
ta del saber de cierto número de evanescencias, de mutaciones subjeti
vas, de palabras que han actuado y han transformado al sujeto. Esto
significa que se sabe algo sobre algo, pero que, precisamente, ese algo
ya no existe. En el análisis podemos comprobarlo del modo más segu
ro. Por ejemplo, para tal sujeto, esto se vuelve manifiesto por el hecho
de que ya no sueña de la misma manera, ya no sueña con las mismas
figuras y, además, ya no sueña en la misma lógica.
Entonces, ¿qué valor tiene en ese m omento lo que se ha podido
aprender de los sueños anteriores? Se exige un nuevo saber, que consis-
225
J ACQUES-ALAIN M ILLER
Sicut palea
#, Sj, S2, a
--------------------► a
a ------------------------ ^ $
Sj v
22 7
. n ***=-• '"•O 1BZG
^ x «* o i jf
JACQUES-ALA1N MILLER
*k o fc*U *
No hay
228
^ C. ^ / c __ *5^ __ S*2>
3x . x € A
JACQUES-ALAIN M ILLER
3x . x € A
3x . Á x
No cesa
como lo hace Lacan, es un «no cesa de escribirse». (Los remito a las pá
ginas 114,132-133 de Aun.)
Pero ¿por qué nos hace falta la necesidad en el psicoanálisis? Nos
hace falta porque ella está presente en la experiencia y en lo que la mo- v
tiva. Nos hace falta la necesidad lógica porque hay necesidad en el sín
toma, en el no cesa del síntoma. La insistencia del síntoma, esa instancia
insistente del síntoma, se traduce, precisamente, por su «no cesa de es
cribirse». A partir del campo del lenguaje sólo podemos actuar sobre el
síntoma teniendo en cuenta la necesidad, con la condición de que la aso
ciación libre sea abordada por ese sesgo en el que es asociación necesa-
ria -nesasociación libre, si me permiten.
Entonces, ¿de qué modo resulta productiva esta necesidad? Esta pre
gunta fue planteada por Lacan. ¿Cómo podemos hacer del lenguaje ne
cesidad? Partiendo de un mundo previo, siempre estamos en el aún haría
falta ir a ver allí. Hay esto, ¿pero qué hay debajo? Es la ley y, a veces, puede
ser la ley de ese síntoma que consiste en no encontrar la necesidad en
ningún lado, no estar seguro de nada, no lograr demostrarlo. Cuando se
tiene ese síntoma, uno se ve llevado a mirar bajo todo lo que hay en el
mundo para ver si por casualidad, a falta de poder demostrarlo, uno
consigue descubrir algo.
Si hay algo antes, no tenemos ninguna posibilidad de hacer surgir del
lenguaje la necesidad. Simplemente porque nunca sabremos lo que hubo
al comienzo; no lo sabremos nunca por completo. Para que haya necesi
dad es preciso que al comienzo haya vacío. Sólo con esta condición ten-
dremos la posibilidad de engendrar una necesidad, a partir de lo cual
algo comenzará a existir.
Por eso Lacan articuló la necesidad y la inexistencia. Y lo mismo su
cede con la pasión de la ignorancia: es necesario que al principio algo
inexista. La necesidad que ustedes harán surgir no existe al comienzo. La
necesidad al principio inexiste. No hay que imaginar que estaba allí des
de siempre. La necesidad empieza a existir al final de la demostración,
pero al comienzo exige la inexistencia. Es lo que formula Lacan cuando
afirma que el hecho mismo de producir la necesidad hace que, antes de
ser producida, se la pueda suponer inexistente. Hay allí algo previo al
momento en que la asociación libre puede tomar el sesgo de lo necesa
rio. Lo previo es que al comienzo se apunta a la inexistencia.
Y si antes dije que no había que confundir esta inexistencia con la
nada, fue porque la inexistencia depende del símbolo, depende de que
esté presente ese marco que nos permite comprobar que no hay. Se trata
pues del cero, y no de la nada; Este cero significa que no hay, pero con la
condición de que uno tenga, sin embargo, al comienzo el concepto, el
231
JACQUES-ALAIN M ILLER
Otro
Cosa
2.12
LOS SIGNOS DEL GOCE
Ex-sistencia
4 de marzo de 1987
235
f. r >* ' \\ <c rè» o u'A^-; -'Jb -O -' -C
4
», ! ^ í í ( ^-lo-r^ c „
XIV
Goce, saber y verdad
237
JACQUES-ALAIN MILLER
a I
Se trata entonces -con las consecuencias que verán y que no son po
cas- de un ternario donde el sujeto está encuadrado por dos términos
que deben relacionarse con él. Se trata, pues, del sujeto en tanto $, del
sujeto tachado, del sujeto inexistente; aquel con el que nos confrontamos
en la experiencia analítica, ese sobre el que se pasa el borrador para que
el pizarrón quede limpio antes que yo entre en la sala. Se trata, finalmen
te, del borramiento previo a la emergencia de una necesidad de discur
so. La axiomátic^, en la que se explícita todo lo que va a usarse parala,
demostración, no hace más que darle forma a ese borramiento; es decir,
no hace más que ubicar una inexistencia como CQDcjición.p.ara que emer-
ja una necesidad que cada sesión analítica, por su parte, repite. Esta ne
cesidad de discurso refleja la omnipotencia del significante, que en su
origen supone la inexistencia.
¿Qué escribimos cuando escribimc^p?J;Nos lo preguntaremos una
vez más.)
Pues bien, no escribimos una cosa sino dos. En primer lugar, gene
ra Imente escribimos de este modo al sujeto delisignificante. Me refiero
al sujeto anónimo, al sujeto cualquiera, al sujeto sin significante, siem-
238
í
LOS SIGNOS DEL GOCE
Pero éste valor)del $, este valor tan operativo, tan manifiesto y desta-
cado en el discurso del amo, no es, sin embargo, el único, aunque Lacan
parece haberlo puesto en primer plano. Por esta razón daré un nombre
239
^ y..o TV c=*j-> A—-i. —- i
JACQUES-ALAIN MILLER
240
------------- a- f '
LOS SIGNOS DEL GOCE
í
Escribiré en el pizarrón el símbolo que hoy me guía: Z. Mi tesis es
que, al introducir una nueva escritura para el concepto de síntoma,
Lacan exhibe el esfuerzo por escribir al mismo tiempo y de un solo tra
zo el significante y el goce. Recurriendo a las antiguas formas de escri
tura, propongo:
I
i
Una vez ubicada la perspectiva para el desplazamiento de las líneas,
hará falta que les muestre hasta qué punto esto se torna necesario tanto
en la enseñanza de Lacan como en la experiencia analítica.
JACQUES-ALAIN M ILLER
alienación
separación
No volveré sobre estas operaciones. Creo que basta con que se las
recuerde. La alienación pone de relieve al sujeto del significante, mien
tras que la separación enfatiza al sujeto del goce.
Decir que la alienación es, en efecto, una representación, indica cla
ramente que el sujeto en tanto tal es otra cosa. Podemos ubicar al sujeto
lachado en esta parte del conjunto:
242
LOS SIGNOS DEL GOCE
243
JACQUES-ALAIN M ILLER
4 *
244
LOS SIGNOS DEL GOCE
pulsión
lasma y la pulsión estén unidos por ese rasgo común que permite que
t .»da uno tenga una relación específica con el goce? Luego, mientras el
•.líjelo osló más acá del plano, o en el plano mismo, de la identificación,
la pulsión estará enmascarada por el fantasma. Para que deje de estarlo,
hará falta una ubicación del sujeto respecto del objeto a. En otras pala
bras, el franqueamiento del plano de la identificación sólo es posible en
l.i experiencia -e s lo que formula Lacan- por medio de la separación que
se produce donde el sujeto se. confunde con el objeto a. Esto significa que
la fórmula del fantasma escribe, en efecto, la relación del sujeto con el
goce, pero lo hace bajo una forma imaginaria ya que, cuando el sujeto
se ubica respecto de a, el fantasma se confunde con la pulsión. De la iden
tificación escrita de este modo, I (A), se deduce que la pulsión está en
mascarada por el fantasma.
Sin duda, las dificultades se presentan en el grafo, porque allí el ob
jeto a sólo aparece escrito a nivel del fantasma, lo que no cesó de desviar
la lectura que se hizo de Lacan. En el fondo, el objeto n es mucho más
evidente cuando se trata de la pulsión; y esto es así aunque no figure en
el grafo. Sería pues perfectamente legítimo escribir la fórmula del fan
tasma en este lugar:
pulsión
( $ 0 a)
4 »
246
LOS SIGNOS DEL GOCE
pulsión
247
JACQUES-ALAIN MILLER
—»
248
LOS SIGNOS DEL GOCE
g j 'S ¿A 72 Q- U¡ (6 ^ 0 A) O nJ So MT O Ti A /v ^ J A La A (b L, & i
^TT^- .£" Síntoma
s (A )---------------------►A
249
JACQUES-ALAIN MILLER
/„
s (A )---------------------►A
250
LOS SIGNOS DEL GOCE
251
JACQUES-ALAIN M ILLER
Sinthome
252
LOS SIGNOS DEL GOCE
verdad y como relación con el goce. Ese compuesto es, hablando con
propiedad, el sinthome.
Creo que me precipité un poco la vez pasada cuando les dije, siguien
do a Lacan, que el síntoma estaba condicionado, a la vez, por la inexis
tencia de la verdad y del goce. Les refería entonces de memoria las
articulaciones del 12 de enero de su seminario ...ou pire. Pero me pareció
que no era exactamente así como había sido dicho; fui a verificar y, en
efecto, en ese seminario Lacan se encuentra próximo a formular su in
vención del sinthome. Habla allí de la inexistencia de la verdad como el
principio del síntoma y señala que el automatismo de repetición saca a
la luz de la insistencia la inexistencia del goce. No es algo que desarrolle
demasiado, lo dice al pasar.
Como ven, todavía intenta distinguir el síntoma considerado sola
mente en tanto efecto de verdad, s (A), de la relación con el goce presen
te en el autom atism o de repetición. Esto es lo que anim a toda su
búsqueda de la época, de la cual no hemos comprendido gran cosa. Toda
su investigación apuntaba en ese momento a dar una definición del sín
toma que incluyera, a la vez, verdad y goce, efecto significante y goce;
que incluyera, pues, en el síntoma el automatismo de^repetición. Podrá
entonces, cuando intente esa gran empresa que es RSj,-¿se seminario del
nudo, escribir al mismo tiempo el síntoma y el automatismo de repeti
ción, y decir que el síntoma es lo que no cesa de escribirse. Y es que para
poder decirlo hay que haber dejado de definir el síntoma solamente a
partir del efecto de verdad, que no es precisamente algo que no cese de
escribirse.
En ese momento Lacan pone las cartas sobre la mesa -e^ R S I^ J?n el
esfuerzo que supone, y que es su última problemática- y define el sín
toma como el modo en que cada uno goza de su inconsciente en tanto el
inconsciente lo determina. Esta definición en extremo inquietante cam
bia por completo la perspectiva. Se comprende de inmediato por qué
dice «encanto el inconsciente lo determina». Apunta allí expresamente
a S,, el significante im perativa el dicho primero. Y defineCéLsíntoma)
com o un m odo de goce del inconsciente y, con m ayor precisión, un
(m odo de goce del SrJEl último esfuerzo de Lacan giró en torno a esta
conjunción, a esta superposición de S, y de a, y fue así como llegó a de
finir un goce del significante.
Es claro que este goce del significante desplaza toda la perspectiva. Por
oso, en una época -y me pareció oscuro- Lacan sustituyó la reflexión que
hacía sobre el significante por una reflexión sobre el signo. De aquí que
haya podido oponer sentido y signo, m ientras que n uestro abecé
era que el signo había cedido el lugar a la articulación significante. De
253
JACQUES-ALAIN MILLER
11 de marzo de 1987
254
J
XV
El objeto del psicoanálisis
255
JACQUES-ALAIN MILLER
En el comienzo, la paranoia
257
JACQUES-ALAIN M ILLER
258
LOS SIGNOS DEL GOCE
Entonces, la imago
259
JACQUES-ALAIN M ILLER
a $ el agente el Otro
S2 S, la verdad la producción
260
LOS SIGNOS DEL GOCE
Del mismo modo, treinta años atrás ubicaba como salida la revela
ción de la imago en tanto operador de las identificaciones. En aquella
época, cuando el nombre de la insignia era la imago, Lacan consideraba
el psicoanálisis -la fórmula es célebre- como una «paranoia dirigida»
para obtener del sujeto la proyección de sus identificaciones ideales afe
rradas a una imago. En este sentido, el analista, que ofrece una superfi
cie lisa, se presta a tomar el valor de las diferentes imagos que tuvieron
una incidencia decisiva a lo largo de la historia del sujeto. Noten, ade
más, que ya desde esa época, y hasta el final, estamos ante una teoría
extremadamente sólida, metódica y racional de la experiencia analítica.
Compuestos
261
JACQUES-ALAIN M ILLER
262
LOS SIGNOS DEL GOCE
Un real evanescente
263
JACQUES-ALAIN M ILLER
264
LOS SIGNOS DEL GOCE
265
JACQUES-ALAIN MILLER
19. Être-là (ser ahí), homófono de être-1'a (ser el a). [N. del T.]
266
LOS SIGNOS DEL GOCE
(S 0 R)
(SOI)
Tratar lo real
S ------------------------- ► R
267
JACQUES-ALAIN MILLER
comprueban cómo la teoría de la causalidad, más allá del sesgo que to
memos, requiere una teoría del compuesto.
A fin de que puedan percibir el desplazamiento que va a producirse,
coloco frente a esta cita de Lacan sobre la praxis otra, que se encuentra
en RSI y que define, esta vez, el síntoma, aunque de la misma manera
que la práctica. Diez años más tarde, Lacan afirma que el síntoma es «el
signo de lo que no anda en lo real», y, precisamente, es un efecto de lo
simbólico en lo real. Como saben, el origen se lo sigue atribuyendo a
Marx.
Lacan define el síntoma como un efecto de lo simbólico y, de esta
manera, lo simbólico deviene la definición misma del síntoma. La con
secuencia es inevitable: hace de toda práctica un síntoma, puesto que
determina todo síntoma como un modo de tratamiento de lo real por lo
simbólico; o mejor, para ser más precisos, como un modo de presencia
de lo simbólico en lo real. En el fondo, se trata de la pregunta ¿cómo es
posible que haya simbólico en lo real? La pregunta plantea el nacimien
to y la posibilidad de la ciencia en tanto que ésta descansa en el descu
brimiento de un saber en lo real -p ara retomar la definición de Lacan del
73, año posterior a «El atolondradicho», que ve oscilar sus categorías.
¿Cómo puede haber simbólico en lo real?; es decir, ¿cómo puede haber
una medida en común entre lo simbólico y lo real, o una interferencia
que permita operar sobre lo real a partir de lo simbólico?
Y bien, es posible sostener que en cierto sentido el síntoma realiza,
de manera salvaje, esa interferencia de lo simbólico en lo real. Diré lo que
esto implica. Es lo que probablemente mostraré la última... la próxima
vez. ¡La última no! Es evidente que me encuentro en un momento pos
terior, porque ya tengo las notas de la próxima, porque ya estoy refirién
dome a la próxima vez como la precedente. Lo que intentaré mostrar -y
finalmente lo conseguiré- es de qué manera la idea de que hay simbóli
co en lo real vuelve a poner en discusión la categoría m ism a del
significante, y cómo ella conduce a promover de forma novedosa/la ca
tegoría de la letra. Debo decir que en estos asuntos de letras hay que
saber orientarse. Y no me refiero solamente a las letras de la lógica sino
también a las cartas (lettres) que se envían, tanto a las cartas de difama
ción como a las laudatorias o amorosas. Para orientarse en el asunto de
las letras, esta lógica es por completo necesaria.
Bueno, dejo acá por hoy. Continuará.
18 de marzo de 1987
268
XVI
Gozar del inconsciente
Tú eres tu síntoma
269
JACQUES-ALAIN MILLER
270
LOS SIGNOS DEL GOCE
271
JACQUES-ALAIN MILLER
272
LOS SIGNOS DEL GOCE
Retorno al signo
273
JACQUES-ALAIN M ILLER
Les ruego noten que esta referencia sólo introduce el significante por
atener efectos de significado, y paso, ahora, a mi segundo punto.
En efecto, la pregunta que debe plantearse con el mismo rigor, y para
la cual no disponem os del aparato de la lingüística, versa sobre el
significante en tanto que tiene efecto de goce y no solamente de signifi
cado. Es la pregunta que nos plantea la experiencia analítica: ¿cómo es
posible que el significante tenga efecto de goce?
Podría decirse que Lacan formuló, encontró esta pregunta hace ya
mucho tiempo, en su articulación de la llamada metáfora paterna -aque
lla cuyo fracaso causaría una psicosis-, construida a partir del algoritmo
de Saussure, de Jakobson. Les recuerdo, además, que esta metáfora es el
principio del síntoma y despliega el esquema binario en el que incluye
una sustitución significante necesaria para la producción de un efecto de
sentido.
Este esquema se inscribe fácilmente en la perspectiva del significante
en tanto que tiene efectos de significado. La metáfora paterna está cons
truida para dar cuenta de la producción de un efecto de significado es
pecial: la significación fálica.
S S'
S' x = falo
274
LOS SIGNOS DEL GOCE
Un proceso de escritura
275
JACQUES-AL AIN M ILLER
retoma, sin embargo, el signo de Peirce, sino que habla del que está aso
ciado al significante.
¿Qué diferencia hay entre el signo y el significante? Tratándose del
significante, la batería ya está en la lengua -com o leen en la página 92
de «Televisión». Se entiende. Se entiende, por ejemplo, que a nivel del
fonema el cuadro fonemàtico ya está dado en cada lengua particular. Si
se trata de la palabra, también ese elemento significante ya está inclui
do en lalengua.
Respecto del signo hay que partir del hecho de que su batería, su
conjunto, no está dado en lalengua. Si en ese texto Lacan recurre al tér
mino signo es justamente para referirse al síntoma y poder comprender
lo mejor que cuando sólo se dice que está hecho de significantes.
Siguiendo esta pista, entendem os que después de haber articulado
significante y signo, Lacan pueda preguntar -en la página 91 de «Tele
visión»- «¿Cómo es que el síntoma, lo que se llama tal en el análisis, no
señaló ahí el camino?». Está indicando, por lo menos, que si recuerda en
ese momento el término signo, es precisamente para referirse al síntoma
y su estructura. Y es que no basta afirmar que el síntoma tiene una es
tructura significante -sin duda la tiene puesto que se establece por sus
titución y articulación-, hay que agregar que el elemento en juego no
está dado en lalengua, y puede, por ejemplo, ser tomado del cuerpo.
De modo que el hecho de que el síntoma responda a una estructura
idéntica a la del lenguaje no implica que pueda reabsorberse por com
pleto en el orden significante.
En efecto, cabe recordar que Freud leyó las formaciones del incons
ciente como se descifra un mensaje cifrado.
Son los términos que luego emplea Lacan. La interpretación es una
lectura, un desciframiento de un mensaje cifrado, siempre que se recuer
de que en el síntoma el corte entre el significante y el significado está
encarnado, mientras que en la palabra no lo está. A partir del momento
en que yo hablo y ustedes entienden, el corte no está encarnado. El sín
toma nos presenta un significante que se distingue de inmediato de los
efectos de significado. Nos presenta -s i me perm iten- una materia de
lenguaje, y a veces un lenguaje que hace del cuerpo una materia distin
ta de los efectos de significado. No ocurre lo mismo con la palabra, dado
que el sentido es lo que desvía. De aquí que Lacan pueda decir que el
sentido es lo que nos fascina en la palabra.
Por eso, y desde siempre -aunque hacía falta un esfuerzo de pen
samiento para destacarlo-, Lacan vinculó el síntoma con la escritura y
no con la palabra. El sentido es lo que nos fascina en la palabra, pero no
podem os decir lo m ism o de la escritu ra, la cual sólo com pete al
276
LOS SIGNOS DEL GOCE
s (A) *4 --------------------- A
Cifrado-descifrado
277
JACQUES-ALAIN MILLER
S S'
S' x
278
LOS SIGNOS DEL GOCE
La clínica diferencial
t*n i'l cifrado supone esta tesis que, aunque Lacan desliza de manera un
279
JACQUES-ALAIN MILLER
Lectura y escritura
280
LOS SIGNOS DEL GOCE
tación es una lectura, en tanto que capta la escritura en el campo del len
guaje a partir de la palabra.
¿Y desde entonces qué es la interpretación analítica? Es lo que dice
Lacan en la página 49 de Aun: «[...] a lo que se enuncia como significante
se le da una lectura diferente de lo que significa». Podemos leerlo y de
cir que es lo mismo de siempre. Pero... ¡De ninguna manera! Por referen
cia a la escritura, ustedes dan a lo que se enuncia de significante en la
palabra una lectura distinta que el efecto de significación. De modo que
Lacan puede formular esa enormidad de que el inconsciente es, ante
todo, lo que se lee -los remito a la página 287 del seminario sobre los
cuatro conceptos. Como ven, es muy distinto que sostener que el incons
ciente habla. Afirmar que el inconsciente es ante todo lo que se lee es
formular que es del orden de lo que se escribe.
La interpretación analítica lo pone en evidencia. También está Freud,
quien para abordar la clínica diferencial de las psicosis recurre a la gra
mática, a las modificaciones gramaticales de la proposición yo no lo amo.
En el fondo, el inconsciente freudiano -lo notamos aquí al igual que en
el texto sobre las pulsiones- es la gramática. Y la gramática sólo se reve
la en el lenguaje con la escritura, no con la palabra.
Mientras la palabra sólo capta en forma lateral el referente, la escri
tura ofrece un acceso directo a él, tanto más cuanto que esta referencia
-la que cuenta para nosotros- es el goce. Desde esta perspectiva, la fun
ción de lo escrito puede compararse a rieles que dan acceso al goce.
La próxim a reunión, que creo que será la última del trimestre, segui
ré, simplemente, con el esfuerzo de pensamiento.
25 de m arzo de 1987
281
XVII
El lenguaje y el discurso
Grafo de la comunicación
283
JACQUES-ALAIN MILLER
S X
> s (A)
s
Efecto de significado
s (A) +■ A
s (A) ■►A
285
JACQUES-ALAIN M ILLER
pues, al mismo tiempo, la falta en ser que supone el sujeto del signi
ficante -indicada por la barra que lleva sobre sí- y el llamado a un com
plemento de ser. En esa época Lacan presentó su fórmula del fantasma:
($ 0 a), que reúne un término propiamente simbólico, $, y otro imagina
rio, a -en itálica-, que compensa, repara la pérdida indicada por la ba
rra de
Esta teoría no se mantiene demasiado en la enseña iza de Lacan. Y
es que el mismo término ser, que utilizamos para decir falta en ser, torna
difícil contentarse sólo con los registros simbólico e imaginario para
hablar del fantasma. Si se dice falta en ser respecto del sujeto, será pre
ciso referirse a su complemento, a, en términos de ser, que es lo que hizo
Lacan durante un período de su enseñanza en el que trató su a como el
índice mismo del Dasein, del ser ahí del sujeto.
Se trata, en definitiva, de agregar al efecto de significado el registro
del efecto de ser. Hay pues un efecto de falta en ser y un efecto de ser
que lo complementa. Durante cierto tiempo Lacan examinó este efecto
de ser pura y simplemente como si perteneciera a lo real, y confundió
así el registro del ser con el de lo real, cosa que él mismo objetará más
adelante. Ahora bien, cualesquiera que sean los términos con los que se
evoca este efecto de ser, hay un efecto que no es el del significado, que
escapa a la lingüística y a la teoría de la comunicación, y al que Lacan se
refiere como resto e incluso como producto. Sin dejar de ubicar al sujeto
en el registro del efecto de significado, en tanto un efecto de significa
ción determinado, necesita agregar algo que en ocasiones -com o en la
página 28 de «El atolondradicho»- llamó la «respuesta de lo real», títu
lo que hace poco di a uno de mis cursos.
En el fondo, se podría completar el efecto de significado diciendo que
por uno u otro camino -en el grafo se elige el del fantasm a- al efecto de
significado se le agrega otro, que escribiremos a (A) para mostrar su si
metría respecto del punto de partida s (A):
a (A ) ►A
286
LOS SIGNOS DEL GOCE
Producción de goce
287
JACQUES-AL AIN MILLER
Es decir que Lacan da cuenta del ideal del yo freudiano por medio
del rasgo unario, significante mínimo, oscuro, que determina al sujeto.
Ahora bien, la doctrina de la identificación presentada, encarnada en el
grafo, se sostiene en este piso sobre todo por el efecto de significado. O
sea, la identificación significante depende del significante en tanto que
tiene efecto de significado. Es lo que en apariencia volvemos a encon
trar en el esquema del discurso del amo:
(¡<5- " . 1 v
m t
i
I (A)
288
LOS SIGNOS DEL GOCE
La paradoja de joyce
+
El esquema precisa una corrección por el segundo piso del grafo del
deseo y nos impone considerar -es lo que hago desde hace tres reunio
n e s- el par (S^fl).
Como ya adelanté, Lacan procedió a esta corrección, a esta inflexión
de acento, al hablar del sinthome, que es una nueva definición del sínto
ma. El síntoma, £, es el nombre de este par:
z = (V )
289
JACQUES-ALAIN MILLER
goce, que Lacan opone a la anterior, implica que éste reside en el cifra
do. Creo haber indicado suficientemente de qué manera la formación
misma del par (Sx-a) es correlativa a una distinción que debe hacerse
entre palabra y escritura, en el campo del lenguaje. Por eso Lacan recu
pera el concepto de signo, ese signo al que llamamos significante por sus
efectos de significado, pero al que también denominamos letra cuando
es considerado de acuerdo con su segundo efecto: la producción de goce.
Si quieren -p ara introducir y ubicar otra distinción enigmática que
hizo Lacan en su R S I- S,, el significante amo, es un símbolo cuando re
presenta al sujeto, que es su efecto de significado, pero es un síntoma no
bien lo consideramos como productor de goce. Ahora puedo dar cuenta
de la fórmula con que Lacan nos presenta esa figura insigne de Joyce el
Síntoma; a saber: el síntoma anula el símbolo. Y es que el uso del signo
en el síntoma -su uso de goce- es contrario a su uso de significado, o sea,
a lo que de manera corriente llamamos símbolo.
Desde esta perspectiva, decir Joyce el Síntoma es formular un rasgo
unario completamente nuevo, que no es sólo de orden significante, como
parece ser siempre el nombre. Este rasgo ya no designa en absoluto al
sujeto como efecto de significación sino como una respuesta de lo real;
lo designa en tanto que es el síntoma, lo encarna. Por eso, y de un modo
paradójico, Lacan puede hablar de un Joyce desabonado del inconscien
te, lo que aquí significa: desabonado de los efectos de significado. Es lo
que designa al lenguaje en tanto que reducido al síntoma. Así pues, el
síntoma es sin duda un efecto de lenguaje, pero un efecto -nos recuerda
Lacan- que no se analiza. El inconsciente supone al sujeto representado
por un significante para otro significante, y este uso representativo del
significante es, precisamente, descartado, rechazado por Joyce.
Puede objetarse, por supuesto, que nadie juega más con el equívoco
que Joyce en su Finnegans VJake. Incluso sería posible convertirlo en el
rey del equívoco; pero lo que debe corregir esta idea es que, al mismo
tiempo, Joyce se prohíbe jugar con todo equívoco que pudiera sacu
dir el inconsciente de cualquiera -lo s remito a la conferencia de Lacan
«Joyce le symptóme». En Joyce encontramos equívocos que, sin embar
go, no hacen más que refractar el significante. Debido a esta refracción
que resulta de convocar varias lenguas, de hacer que otras lenguas in
terfieran en la inglesa, se evacúa el efecto representativo del significante
para no dejar más que la pura producción de goce de un cifrado que no
remite, que no llama a ningún efecto de significación, mediante lo cual
queda abierta la vía de un desciframiento infinito sin que éste pueda ser
escandido alguna vez por un efecto de verdad.
En este sentido es una literatura -y ésta es la razón por la que es nue
290
LOS SIGNOS DEL GOCE
Goce-sentido
291
JACQUES-ALAIN MILLER
tablece una relación con el inconsciente, del cual sostiene que siempre
dijo que estaba estructurado como un lenguaje. Recordemos entonces
que sólo en la experiencia analítica el lenguaje del inconsciente se orde
na según un discurso.
Mi opinión es que Lacan no procede de muy buena fe cuando dice
esto. Según su conveniencia -si me perm iten- presenta lo que había ela
borado antes a partir del nuevo momento de elaboración, a partir de dar
prioridad a la producción de goce por sobre el efecto de significado. Por
eso la importancia de distinguir rigurosamente del discurso el lenguaje.
El discurso pone en primer plano el efecto de significado y se construye
sobre esto, mientras que nada dice que un lenguaje se dirija a alguien.
Ahora bien, Lacan no sólo afirma que el inconsciente está estruc
turado como un lenguaje; cuando en Aun, texto de 1972, vuelve a recor
darlo, agrega también que es el discurso del Otro. En los primeros
tiempos de su enseñanza escribía la estructura del lenguaje, a la que res
ponde el inconsciente, del siguiente modo: -f- el significante con su
efecto de significado. A partir de la estructura f- se puede pasar rápi
damente al inconsciente como discurso del Otro. Es decir que se cons
truye el inconsciente con el modelo del esquema de la comunicación; se
considera -com o pensó Lacan durante mucho tiempo- que éste se diri
ge al Otro y proviene del Otro, o sea que es discurso:
s (A )---------------------►A
S S
— ► —
s a
S S
s a
goce-sentido
293
JACQUES-ALAIN M ILLER
294
LOS SIGNOS DEL GOCE
295
JACQUES-ALAIN MILLER
296
LOS SIGNOS DEL GOCE
297
JACQUES-ALAIN MILLER
S (X )
t
letra
298
LO S SIGNOS DEL GOCE
2 (x )
299
JACQUES-ALAIN M ILLER
1 de abril de 1987
300
XVIII
Mensaje cifrado
«Televisión»
301
JACQUES-ALAIN M ILLER
302
LOS SIGNOS DEL GOCE
303
JACQUES-ALAIN M ILLER
El hombre común
304
LOS SIGNOS DEL GOCE
Destaca de este modo que ese todos y cada uno se diversifica según el
entorno, que el dios de uno no es el dios de otro, que lo que aquí es im
púdico es norma sexual para otros. Se trata, en definitiva, de lo que será
la ironía de Voltaire.
Notarán de inmediato que, tal como se los presento, es también el
eventual principio de un totalitarismo. En efecto, si no hay nada inscrip
to en el origen, si no existen esas ideas innatas, constantes e in variables,
entonces, al apropiarse del entorno, al adueñarse del contexto de expe
riencias del sujeto, se le hará creer lo que uno quiera. La doctrina de
Locke es antitradicionalista, es una doctrina de liberación, pero que alen
tó, al mismo tiempo, a los amos más feroces que haya conocido la histo
ria. A partir de aquí surge la idea de que es posible escribir como en una
página en blanco el saber seleccionado por el amo.
Es cierto que, aun cuando se le haya rendido homenaje al encan
to de su sistema, todo el mundo consideró que Malebranche estaba
un poco loco. Para él lo que llamamos experiencia es la creación con
tinua del universo por parte de Dios, Otro divino que concentra toda
actividad. El sujeto de Malebranche es, en este sentido, por com ple
to pasivo. En un escrito sobre la psicosis, Lacan nos indica que ésta
es más fácil de concebir a partir de Malebranche que de Locke, salvo
que lo creado hace lo que se le antoja en relación con ese dios que lo
sostiene.
Cabe agregar que respecto del inconsciente se siguió a Locke. Es de
cir que con el nombre de inconsciente se cuestionaron experiencias su
p u estam en te trau m áticas p ara el sujeto. Luego, se pensó que el
inconsciente era asunto de historia, que dependía de la historia de las
experiencias del sujeto, algunas de las cuales eran consideradas deter
minantes por tener lugar dentro del medio familiar y referirse especial
mente a la sexualidad. Sin duda, ésta no es en absoluto la perspectiva
de Lacan, a pesar de que él mismo utilice de manera ambigua el tér
mino historia. La perspectiva que tiene Lacan del inconsciente no es
empirista sino que se ocupa de lo que ya está ahí, de lo que es previo y
condiciona toda experiencia posible del sujeto: el lenguaje, que está en
el lugar reservado por Descartes a las ideas innatas.
De modo que la experiencia se doblega ante el lenguaje y su estruc
tura. La estructura condiciona la experiencia y se interpone entre ésta y
el sujeto vacío. En ocasiones, esto conduce a pensar que ya se sabe todo
lo que hay que saber, cosa que Lacan formuló algunas veces. Las expe
riencias de curiosidad sexual, que han sido tan consideradas en el psi
coanálisis, sirven para enmascarar el hecho de que, en definitiva, uno
nunca sabrá mucho más. El saber de todos y cada uno, como saber in
305
JACQUES-ALAIN M ILLER
Entonces, ¿por qué decir que uno no se dirige a los idiotas sino a los
no idiotas? (Lacan califica de este modo su forma de dirigirse a la televi
sión, pero también la de dirigirse al público de su seminario.) Pues bien,
porque una vez admitido el nivel del sujeto -caracterizado por el hecho
de que ya sabe que no hay relación sexual- existe otro nivel: el de una
práctica en la que, como en toda práctica, ese saber es usado, elaborado
o trabajado de manera diferente cada vez. En el nivel de la práctica pue
den distinguirse aquellos que entienden de aquellos que no. En este sen
tido, Lacan no se dirige al sujeto que valdría como cada uno, sino a
ciertos sujetos que tienen que ver con una práctica, con un discurso que
da al lenguaje del inconsciente una estructura particular.
Hay pues que distinguir del lenguaje del inconsciente, que vale para
todos y es, en el fondo, nuestro universal, el discurso del analista, que
de ninguna manera puede pretender ser su equivalente. Debemos co
menzar por esto - y es lo que hace «Televisión»-, hay que comenzar por
dos fórmulas que se encuentran, veinte años antes, en el texto inaugu
ral «Función y campo de la palabra y del lenguaje...»: el inconsciente es el
discurso del otro y el inconsciente está estructurado como un lenguaje -los
remito a las páginas 254 y 258 respectivamente.
Estas dos fórmulas no son en absoluto equivalentes. Cabe agregar
que el último corte producido en la enseñanza de Lacan pasa, precisa
mente, entre ambas. El hecho de que el inconsciente sea lenguaje no
implica por fuerza que sea discurso. La división está acompañada por
la distinción entre goce y deseo, y la preeminencia del goce en la teoría
del deseo. De modo que cuando decimos que el inconsciente es lengua
je estamos acentuando el goce, mientras que al poner en primer plano
el discurso del inconsciente damos preponderancia al deseo.
Hay que reconocer que en «Televisión» represento al idiota, y lo hago
a sabiendas. Es verdad que en aquel momento asumí el desafío que im
plicaba esa emisión queriendo ser el portavoz de la vox populi, que su
ponía que se interesaba en Lacan. Hice la lista de las objeciones más
306
LOS SIGNOS DEL GOCE
La letra y el significante
307
JACQUES-ALAIN M ILLER
partir de mi formulación del «Otro Lacan», otro Lacan que el de «La ins
tancia de la letra...». En realidad, este texto desempeñó en su enseñanza
el mismo papel que «El yo y el ello» en la de Freud; es decir que se con
virtió en la medida a partir de la cual se la juzgaba. De aquí que en 1981-
1982, en el primer curso de esta serie, me viera llevado a plantear que la
enseñanza de Lacan no se reducía a «La instancia de la letra...». De esta
forma intenté destacar que el objeto a, el fantasma, el goce, etcétera son
de un orden totalmente distinto.
De ninguna manera pretendo desdecirme en este punto, pero hay
otro aspecto de «La instancia de la letra...», que en aquella época Lacan
no destacó. En ese texto los maternas, las fórmulas de la metáfora y la
metonimia, se basan en el significante, término que todavía no se distin
gue claramente del de letra. Estos dos maternas se forman a partir de la
distinción entre el significante y el significado, -§- , a tal punto que la
letra aparece como una especificación, un tipo de significante. Sin em
bargo, el texto complementa «Función y campo de la palabra y del len
guaje...» agregando al registro de la función de la palabra la instancia de
la escritura. Lacan invita a no reducir el campo del lenguaje a la función
de la palabra y anuncia, así, el concepto de signo, que introduce por pri
mera vez en «Televisión» y que es lo suficientemente amplio como para
incluir a la vez letra y significante.
Ya hemos visto que lo que nos permite decidir sobre la relación del
significante con la letra es que el significante es el signo en tanto que tie
ne efecto de sentido, mientras que la letra es el signo considerado por
su efecto de goce. Así pues, si el punto de vista del significante nos con
duce de inmediato a la teoría de la comunicación y a implicar al Otro en
el lenguaje, el punto de vista de la letra es, por el contrario, autista; es la
perspectiva de un goce que no se dirige al Otro. En la medida en que su
referencia es el objeto parcial tomado del sujeto mismo, este goce no
concierne de entrada al Otro sexo, no es pues sexual sino seudosexual
-encontrarán el adjetivo en la página 93 de «Televisión». El goce, en tan
to que concierne al objeto a y no al Otro, es seudosexual. Lacan nos re
cuerda en «Televisión» que sólo hay inconsciente para el ser hablante.
Asimismo leemos, en la página 87, la fórmula «el inconsciente, ello ha
bla», respecto de la cual ya en aquella época Lacan tenía ciertos reparos,
aunque agrega: «[...] lo que le hace depender del lenguaje».
Este depender del lenguaje, este pasaje de la función de la palabra al
campo del lenguaje le permite introducir en este último la función, la
instancia de la escritura. Todo lo concerniente al sinthome, la nueva doc
trina del síntoma, supone la formulación de que el inconsciente escribe,
que ello se escribe. Y si a partir de aquí Lacan pudo acercarse al arte de
308
LOS SIGNOS DEL GOCE
309
JACQUES-ALAIN MILLER
Desfiladeros lógicos
310
LOS SIGNOS DEL GOCE
deros lógicos» -así lo indica en la página 9 2 - que Freud debe seguir para
descifrar los fenómenos inconscientes. De modo que el término mensaje
se encuentra corroído por su adjetivo cifra. La cifra carcome el mensaje.
Lacan quiere introducir mediante esta vertiente del signo la reducción
del goce al cifrado. El goce está en el cifrado mismo: es así como se aísla
un efecto que no es de sentido.
En el fondo, la metáfora y la metonimia destacan, a partir de dos ti
pos de articulaciones significantes, el efecto de sentido, que emerge en
la metáfora y está retenido en la metonimia. La proposición de que el
goce está en la cifra implica que la articulación del significante entraña
un efecto distinto del de sentido. He aquí lo que, quizás en una primera
aproximación y paralelamente al efecto de sentido, puede ser llamado
efecto de goce-sentido. Este segundo efecto escapa a la lingüística; sólo
cuando se considera el inconsciente y lo que existe a partir de él, como
el síntoma, este efecto de goce-sentido es introducido en el estudio del
lenguaje. El síntoma, que obliga a complementar el efecto de sentido con
el de goce, ha sido diversamente abordado, a lo largo de la experiencia
analítica, como resistencia a la interpretación. Freud tropezó con esto y
lo llamó reacción terapéutica negativa.
El síntoma histérico
S ---------------------► s (A)
311
JACQUES-ALAIN M ILLER
d --------------------- ^ ($ 0 a)
a ---------------------
Ésta privilegia el plus de gozar del objeto a por sobre el sujeto del
deseo, y considera central, operativo, la forma de goce como lo que de-
312
LOS SIGNOS DEL GOCE
termina el modo de división del sujeto. Desde entonces se abre una clí
nica diferencial a partir de las diferentes inscripciones que este objeto a
puede recibir cuando se dirige hacia el Otro, el compañero sexual, de
manera siempre engañosa porque en este nivel fundamental el goce es
un goce sin compañero, un goce que llamé autista.
De aquí que nos veamos conducidos a hablar de histerización del
sujeto. Es algo que depende del privilegio del síntoma histérico, que,
como todo síntoma, es un modo de gozar del inconsciente y, en este sen
tido, es por completo autista. Sin embargo, el privilegio del síntoma his
térico es que su modo de gozar del inconsciente pasa por el Otro, implica
en su goce mismo el deseo del Otro.
Creo que por hoy p uedo detenerm e aquí. Seguiré la sem ana
próxim a.
29 de abril de 1987
313
XIX
La función del síntoma
A --------------------- ►s (A)
( $ 0 a)
A --------------------- ►s (A)
315
JACQUES-ALAIN MILLER
♦
percibe como efecto de sentido gozado, y, lo llame como lo llame, este
efecto es simplemente antinómico respecto del efecto de sentido que se
comprende.
La palabra ofrece sentido para comprender, pero en él hay sentido
para gozar, que no se comprende y se lo llama sinsentido. Corresponde
a la experiencia analítica entender que el sinsentido es uno de los nom
bres del sentido para gozar. Tan pronto como manipulamos el signi
ficante y producimos sinsentido en el sentido para comprender -co n lo
que a veces hacemos reír- lo transformamos en sentido para gozar; y
esto toca, sacude.
A --------------------- ► s (A)
que indica que el sentido es siempre sentido del Otro, que desde que hay
sentido -entendido como sentido para com prender- el Otro está en el
horizonte. Y el sujeto supuesto saber no hace sino nombrar, explicitar
esta remisión. En cambio, el goce-sentido está separado del Otro, no
implica su llamado, ni lo tiene en su horizonte. Es lo que sugiere, de al
guna manera, el enunciado mismo del fantasma, que Freud utilizó en el
título «Pegan a un niño», porque está esta frase y nada más. El sujeto está
detenido ante esta frase que tiene sentido, se preocupa por hacerla va
riar, por ponerla en relación con el Otro del discurso. Esta frase vale en
sí misma como un significante unario, como un Sr El sujeto se inquieta
por com pletarla, por hacerle adquirir sentido a partir de otro sig
nificante. Y tenemos pues la paradoja de un St que no sólo no llama a
otra frase, a un S2, sino que además se rehúsa a ello.
Únicamente en la psicosis podría decirse que el goce-sentido se rela
ciona con el Otro; en ella es posible escribir: js (A ) , 21 porque sin duda está
el Otro para gozar. Es entonces cuando nos rencontramos con la comple
ja proposición de Lacan que define al paranoico como aquel que identi
fica el goce en el lugar del Otro.
21. js, abreviatura de jouis-sens (goza-sentido), homófono de jouissance (goce). [N. del T.]
316
LOS SIGNOS DEL GOCE
A --------------------- ► s (A)
4 --------------------- ► ($ 0 a)
A -------------------------- s (A)
317
JACQUES-ALAIN MILLER
$ 0 a)
Les hago notar que en esa época vemos diferenciarse dos vertientes,
que conviene distinguir aun cuando a menudo se confundan en la enun
ciación de Lacan. El objeto a se ubica de dos maneras, según su función
sea dividir o, inversamente, completar.
Una línea de la semántica del fantasma se inscribe en la problemáti
ca del colmamiento. Dado que en el Otro hay falta, incluso falta del Otro,
el fantasma funciona como tapón. De aquí la idea de atravesar el fantas
ma, que implicaría el franqueamiento de lo que tapona la falta en el Otro
para poder acomodarse a ella.
Ahora bien, cuando Lacan forja la escritura del fantasma, ésta respon
de a la misma problemática, la refleja, porque implica que el sujeto, como
falta en ser, se ve complementado por una figura imaginaria: a. Una vez
más, se trata del tapón para dar consistencia al fantasma. Y hasta cuan
do Lacan haga de a un término real notarán que la problemática del
colmamiento persiste. No obstante, poco a poco una línea exactamente
inversa se va imponiendo a la precedente: a no tapona o colma una falta
sino que, por el contrario, divide, tacha. Esta división -lo señalé al pasar
la última v e z- sirve de punto de partida al discurso del analista, en el
cual i7 .se destaca como divisor y no como tapón. No es excesivo escribir
a --------------------- ► A
318
LOS SIGNOS DEL GOCE
El objeto de arte
Se impone ahora una pequeña digresión sobre ese estatuto del obje
to como referencia, puesto que negarlo como efecto no es negarlo como
producto.
Y nada mejor que el objeto de arte para mostrar lo que desde sus ini
cios retuvo al psicoanálisis, e incluso lo desorientó. A diferencia del psi
coanálisis que se dedicó a analizar este objeto, Lacan, como analista, sólo
se interesó en él porque no es analizable. Así pues, si se sintió atraído por
la transformación que sufre la literatura en manos de Joyce, fue porque
su producto no es analizable, porque el texto literario se convierte en un
objeto de arte. Desde esta perspectiva, entender a Joyce como el Síntoma
supone, para sorpresa de todos, que el síntoma no es analizable. El sín
toma que flanquea el nombre de Joyce hizo pasar su nombre a un segun
do plano, lo borró y se convirtió en su verdadero nombre, puesto que el
estatuto del espectro del síntoma en cuestión es inanalizable.
Para comprender cómo es posible sustraer al análisis una obra de
lenguaje, hay que dar un rodeo por el objeto de arte, cuya materia pri
ma se distingue de la lengua, en la que, hasta llegar a Joyce, predomi
nan los efectos de sentido. En cambio, al esculpir o al pintar, primero se
pone en evidencia algo distinto de los efectos de sentido. Para anunciar
lo que vendrá agrego que, si se pudo formular el fin de análisis como
identificación con el síntoma, es porque se trata del síntoma inanalizable.
Es posible desorientarse por los ideales del arte, incluso por el térmi
no belleza, que sin duda tiene su lugar respecto del fantasma o, más pre
cisamente, por el velo que el fantasma como belleza aporta al horror de
la falta.
Quizá valga la pena partir del problema que supone, y en nuestra
época es patente, la relación del arte con el dinero; o sea que el objeto de
arte se compra. Con la literatura resulta menos evidente, porque las su
mas en juego, lo que hay que pagar para gozar, es mucho más modesto;
y porque, salvo excepciones, uno no puede soñar con ser el único que
goza. Algunas veces, al autor se le ocurre guardar para sí, destruir in
cluso el escrito, sustraerlo al goce de la posteridad; en otras ocasiones,
son los coleccionistas quienes conservan manuscritos comprados a pre
cio de oro, y no los dan a publicar. Pienso, sin embargo, que estos fenó
menos son marginales y que lo que concierne al objeto de arte no lo es.
319
JACQUES-ALAIN M ILLER
Sublimación
320
LOS SIGNOS DEL GOCE
fracasa porque no tiene en cuenta la función del objeto como tal, distin
to del significante y del significado. El arte comienza donde lo que no
puede ser dicho puede ser mostrado -Wittgenstein lo señaló- e, inclu
so, exhibido.
En este punto hará falta extenderse sobre lo que encierra la noción de
sublimación, que desde siempre permitió al psicoanálisis el acceso al
arte. De entrada, se plantea la cuestión del goce, porque la sublimación
responde en Freud a la pregunta por la satisfacción fuera de la actividad
sexual. ¿Qué satisface el arte?, ¿cómo lo hace? ¿Acaso lo que en ocasio
nes se satisface con la actividad sexual otras veces puede prescindir de
ella? Por supuesto, sería muy fácil afirmar que la sublimación implica
la represión de la sexualidad, pero Lacan subrayó que eso es precisamen
te lo que el término no significa. El concepto de sublimación fue intro
ducido por Freud para indicar que, si bien no hay actividad sexual,
tampoco hay represión. La sublimación freudiana plantea la paradoja,
situada por Lacan, de que es posible una satisfacción de las pulsiones sin
actividad sexual y sin represión. Por el mero hecho de intentar interpre
tar la obra de arte se confunde la sublimación con la represión, ya que
sólo puede interpretarse el retorno de lo reprimido.
Esto hubiera bastado para comprender que la sexualidad, como con
cepto freudiano, en nada se asemeja a su noción común, vulgar. Cuan
do se trata de la sexualidad freudiana, hay que tener en cuenta que
puede ser sublimada sin represión. La pulsión freudiana no es lo que se
cree*, y en particular, no es un instinto.
Como saben, esto condujo a Jung a pensar que si la libido, nombre
mítico del goce, puede satisfacerse sublim atoriamente, no debe ser
sexual. Por eso puso el acento en las metamorfosis de la libido, en sus
transformaciones. Y dado que ésta es capaz de transformarse de mane
ra tal, que se satisface sin sexualidad -es su traducción-, es pues un ele
mento no sexual en el hombre. Es com o si el psicoanálisis hubiera
descubierto en los abismos de la sexualidad un llamado a la belleza, al
bien, a lo bueno y a Dios. Cabe agregar que no sólo los curas fueron sen
sibles a Jung sino también los artistas, puesto que pareció una doctrina
hecha para ellos.
A su m anera, y aunque formalmente haya mantenido el carácter
sexual de la libido, la psicología del yo se vio llevada por la misma lógi
ca a inventar una libido desexualizada que no se encuentra en Freud, y
que serviría para explicar la síntesis y las funciones de dominio del yo.
En lo que respecta al estructuralismo y al neoestructuralismo, opera la
misma lógica cuando se piensa que tanto las lenguas como las obras de
arte son puros sistemas significantes. Se ha enfatizado que las obras, en
321
JACQUES-ALAIN MILLER
Anamorfosis
Sin duda se puede hablar del arte desde tres vertientes. Al conside-
rarlo imaginario, nos concentramos sobre la imagen, la forma y aquello
que gusta a los sentidos. No restaré importancia a esta vertiente, ya que
en 1.a ética del psicoanálisis para destacarla figura teatral de Antígona, que
encarna el colmo de la belleza, Lacan la trata en el registro imaginario, a
decir verdad, como pantalla del horror.
322
LOS SIGNOS DEL GOCE
(- q>)
323
JACQUES-ALAIN M ILLER
lo que se dice que es arte. Pero, al mismo tiempo, se puede pensar que
así se accede a su esencia, puesto que se trata de un arte que no obedece
al principio de placer, que no frecuenta la belleza. Por eso mismo - y es
lo propio del arte m oderno- se pone de manifiesto que el objeto nos lle
va más lejos, más allá del principio de placer.
Kant lo formulaba a su manera al distinguir de la dimensión de la
belleza la de un sublime que no causa placer. Es incluso lo que permite
hablar de un arte contemporáneo al psicoanálisis, porque nos introduce
en un más allá del principio de placer entendido como homeostasis.
¿Cuándo se cree que empieza el arte moderno? Con el escándalo, con la
ruptura respecto del gusto común. ¿Y qué implica ese divorcio entre el
artista y la opinión, si no eso que aquí traduzco como un arte que no
conduce al placer? Se trata, en realidad, de una anamorfosis generaliza
da. Es lo que destacaba Lacan cuando en apariencia sólo hablaba del arte
en términos imaginarios y simbólicos. En la anamorfosis hay un elemen
to que no pertenece al plano visual, que se refiere a otra dimensión y que,
sin embargo, irrumpe en el equilibrio de la superficie.
Lacan reflexionó sobre el arte clásico, que destaca la captura de lo
imaginario por lo simbólico. A partir de la anamorfosis se interesó en
fenómenos y trucos de perspectiva; o sea, en algo que en el fondo depen
de del discurso de la ciencia. Es decir que aquello de lo que se ocupa con
el arte se sitúa en el cruce de éste con la ciencia. En efecto, subraya de
este modo que, en realidad, el arte nunca es un espectáculo. Si nos guia
mos por lo que en él es objeto a, el espectador está adentro. Por otra par
te, y respecto del artista, lo fundamental no es que produce sentido -cosa
que sin duda h ace-, sino que además ofrece algo de sí mismo, que es
material. Es lo que sostenía, de un modo aproximado, Degas citado por
Valéry: «Pone su cuerpo».
Lacan precisa que el pintor pinta con el objeto a, abandona la mirada
colno objeto a, se desprende de ella. Entendemos de esta forma la pre
gunta sobre el animal, que siempre se le ocurre a Lacan respecto del
goce. ¿Como pintaría una serpiente? (Suponemos que para pintar es
necesario un pincel.) Pues bien, haría falta que deje caer sus escamas; y
un pájaro, sus plumas.
Esta teoría del artista se comprende de manera más fácil, más inme
diata cuando se trata de las artes visuales que de la literatura; y sin em
bargo, Lacan aborda el arte precisamente por esta veta. Es evidente que
324
LOS SIGNOS DEL GOCE
22. M aître significa 'm aestro' y, también, 'am o'. [N. del T.]
23. Louer es tanto 'pon derar' como 'arrendar'. [N. del T.J
325
JACQUES-ALAIN M ILLER
♦
significante como lo que hace «pasar el goce al inconsciente, es decir a
la contabilidad».
El «es decir» se refiere al inconsciente, es uno de sus nombres cuando
no se lo considera como un discurso ni se lo trata por sus efectos de senti
do, sino que se lo examina pura y simplemente a partir del número.
Desde esta perspectiva, el movimiento que indica Lacan va del goce
a la contabilidad, del goce al inconsciente, que cuenta y -agreguem os-
nunca cuenta justo.
Por supuesto, el inconsciente com o contabilidad consiste en sig
nificantes, pero entonces sólo abordamos el significante por el sesgo del
Uno que lo sostiene. No lo abordamos por S,-S2, sino por el significante
desprovisto de sentido, por el número. Del goce a la contabilidad: para
que dé justo debería haber una proporción entre ambos.
No obstante, lo que llamamos objeto a, cuyo modelo es el objeto de
arte, es la consecuencia de una falta absoluta de proporción entre el Uno
con que se cuenta, el Uno contable, y el goce. En el movimiento, en el
viraje del goce a la contabilidad, en el intercambio del goce por el Uno
contable, queda lo que llamamos a minúscula y que Lacan nombró, re
vistió con la expresión plus de gozar. Una vez que se pasó del goce a la
contabilidad y se lo remplazó por ella, todavía queda algo más: eso que
no tiene precio.
De la contabilidad al goce
326
LOS SIGNOS DEL GOCE
327
J ACQU ES-ALAIN MILLER
xOx
6 de mayo de 1987
329
XX
Una nueva axiomática
331
JACQUES-ALAIN M ILLER
La cita
332
LOS SIGNOS DEL GOCE
333
J ACQUES-ALAIN M ILLER
* El problema
334
LOS SIGNOS DEL GOCE
Axioma
335
JACQUES-ALAIN M ILLER
El grafo de la palabra
336
LOS SIGNOS DEL GOCE
s,
— para la identificación
$
(p 0 a) para el fantasma
S (i)
7
I (A)
337
JACQUES-ALAIN M ILLER
Tenemos el discurso del amo. Con S (/¡L), ese significante que, por el
contrario, no representa al sujeto, lo que se privilegia es la disyunción
entre S, y S2:
s ( 4 ) --------------------*.(s2 // S,)
He aquí el discurso del analista, donde está el S, solo. Nos vemos lle
vados así a lo que trato desde el comienzo del año: el doble estatuto del
S , según se ubique solo o se articule con Sr En el fondo, sirve para am
bos.
Me gustaría recordar la génesis de a que -com o saben- está extraído
i le ($ 0 a) y condensa lo que se designa con ($ 0 D), esto es, el objeto de la
pulsión.
¿Y el síntoma?¿Cuál es el cambio de axiomática que realiza Lacan res
pecto del síntoma en la época del grafo del deseo? En aquel momento, el
axioma de Lacan era definir el síntoma a partir del sentido. Y para resu
mir el cambio de axiomática de su última enseñanza, basta indicar que lo
define a partir de lo real. Evidentemente, no se obtiene la misma demos-
Iración si uno parte del síntoma como sentido o del síntoma como real.
Lo decible y lo indecible
Para insistir un poco más sobre este punto decisivo les propongo
observar que la base del grafo de la palabra se ubica en el centro y es la
relación del Otro, como lugar del significante, con el efecto de significa-
»lo, que es siempre significado del Otro:
s (A) ^------------------ A
338
LOS SIGNOS DEL GOCE
($ 0 a) m --------------d
Este esquema llama deseo a lo que no puede decirse, y su novedad
consiste en mostrar que lo que no se puede decir tiene un efecto de sen
tido, al igual que lo que se puede decir y se dice. Allí, en el efecto de sen
tido de lo que no se puede decir, Lacan reconoce el término freudiano
fantasma. Y si puede hablar de la interferencia del fantasma en la signifi
cación, es porque considera que esos dos términos -s (A) y ($ 0 a )- per
tenecen al mismo registro, o sea, al del sentido. Utilizo sentido como
término genérico, para el fantasma podemos precisar: como un efecto de
significación solidificado, congelado.
sentido móvil
interferencia
sentido solidificado
339
JACQUES-ALAIN M ILLER
guafo es que a partir del Otro, y hasta llegar al fantasma, no se sale del
circuito de lo indecible:
s (A )-------------------- A
s i4) ií 0D)
i T
($0 a) d
T
A
Voluntad de goce
340
LOS SIGNOS DEL GOCE
goce
$ 0 a) d
I (A)
Creo que el camino de Lacan fue pasar del deseo al goce. Una vez
construido su grafo del deseo, hizo su seminario sobre La ética del psicoa
nálisis, sobre el término que respecto del grafo aparece en el limbo: el
goce. Mientras que la primera axiomática implica una definición del sín
toma a partir del deseo -del deseo del Otro, siempre del O tro-, ésta ver
sa sobre el síntoma determinado a partir del goce.
Antes, sin duda, podía mencionarse el goce del síntoma, pero no es
lo mismo partir de él como término axiomático que del sujeto tachado
de la palabra. Escribir dicha axiomática no implica partir del síntoma
definido desde la comunicación sino desde lo incomunicable. Se trata,
por supuesto, de otro punto de vista, de otra perspectiva.
Si antes nuestro punto de partida era el sujeto, ahora lo es el goce, que
está en el otro extremo:
goce
341
JACQUES-ALAIN MILLER
L a le n g u a
343
JACQUES-ALAIN M ILLER
Palabras de amor
¿ I’od remos hablar, pura y simplemente, del goce del Otro? La fórmu
la <»/ goce del Otro haría creer que el goce y el Otro se unen sin problemas.
344
LOS SIGNOS DEL GOCE
d
T
A
Y esto con todas las idas y vueltas posibles, por ejemplo: el deseo del
Otro es en el análisis la pregunta por el deseo del sujeto... Pero cuando
ya no se toma como axioma al Otro sino el goce debemos reconocer que,
a diferencia del deseo del Otro, el goce del Otro no existe.
Por supuesto, ese no existe hay que modularlo. Sabemos hacer mu
chas cosas con lo que no existe, en especial plantearnos la pregunta so
bre cómo empieza a existir, aunque no con la elegancia y la simplicidad
con que deducimos el deseo del Otro. Ahora partimos del goce y no
logramos encontrar al Otro que está al final del recorrido. Correlativa
mente, podemos afirmar que el goce del Otro sólo existe por medio del
amor, y con m ayor precisión, de la palabra de amor. Así pues, recién
empieza a existir cuando queda capturado en el circuito de los efectos
de sentido:
345
JACQUES-ALAIN M ILLER
El trabajo
S a
a' A
346
LOS SIGNOS DEL GOCE
347
JACQUES-ALAIN M ILLER
♦
¿Y el inconsciente? En el fondo, se encuentra en el mismo nivel que
el discurso del amo, pertenece al mismo nivel de lenguaje que él, es de
cir, a la elucubración de saber sobre lalengua. Cité esto hace poco por
tille la idea del lenguaje como elucubración de saber sobre lalengua me
¿•listaba especialmente, aunque en aquel momento no tenía la fórmula
pues no es clara en Lacan. La elucubración de saber sobre lalengua es
algo muy preciso, significa que lalengua y lo simbólico sostenido en ella
están hechos de S,, y que la elucubración de saber consiste en llegar a
producir algo como S2, o sea, poner los S en cadena para hacer un dis
curso.
S, S, S, S, S, S1
De modo que el discurso del amo, en tanto que agrega el saber, per
tenece al mismo nivel que el inconsciente. Por eso Lacan pudo decir que
el discurso del amo es el inconsciente; es también lo que explica que se
haya preguntado si el inconsciente tiene sentido. Asimismo, se compren
de que pueda calificarse el inconsciente a partir del trabajo, y es que el
lugar de S2 en el discurso del amo es precisamente el del trabajador.
Les mencioné tres términos: el discurso del amo, el saber del incons
ciente y, finalmente, el síntoma. Pero ¿por qué recién ahora puede ser
abordado como real? ¿Por qué en ese momento se lo define como real?
¿Qué refleja del goce de partida? Refleja el goce en la medida en que
impide que el discurso del amo gire. Lacan lo señalaba diciendo que se
pone en cruz para impedir que las cosas giren de manera satisfactoria
para el amo. Esto significa que el síntoma permanece aferrado a la serie
de Sj y dificulta, prohíbe la representación significante que el discurso
del amo agrega a la serie.
Cuando en esa época Lacan indica que el síntoma es, en realidad,
romo un pececito cuya boca voraz quiere atrapar sentido, todo el mun
do lo comprende, pero la imagen precisa es: s (A). En efecto, si uno se
n-I ¡ere al grafo, el síntoma queda exactamente en el mismo lugar. Defi
nido como real, intenta atrapar sentido. Y así como determinábamos la
interferencia del fantasma con s (A), el pececito del síntoma también tie
ne que intentar ajustarse al circuito de la palabra, al circuito del Otro.
348
LOS SIGNOS DEL GOCE
S1/ S\ / SV S
etc.
R (S,) -► Sr S2
pero también la función del sín toma que produce otra cosa: Sr .. etc.
349
JACQUES-ALAIN M ILLER
I £ (Sj) -► Sr .. etc.
▼ R (Sj) —►Sa-S2
con el sentido.
Me detendré aquí por hoy.
13 de mayo de 1987
XXI
Elucubración de saber
R (S,) r e S< - . ■c -
ZÍSJ
Escribimos R para la representación y I para el síntoma.
Me doy cuenta de que no distingo entre la reflexión sobre la enseñan
za de Lacan y la que se ocupa de la experiencia, porque para mí no es
tán separadas. Pero, entonces, ¿no podrá surgir nada en la experiencia s
analítica capaz de complicar lo que sostiene esa enseñanza?
A menudo ponderamos las sorpresas que nos depara esta experien
cia, aunque debemos confesar que la sorpresa se ha vuelto un concepto
muy poco sorprendente; es demasiado esperada. Ahora bien, esas sor
presas que valen en lo particular no sólo no complican la teoría sino que
incluso la confirman. Las sorpresas pueden cuestionar la construcción
de un caso, pero no alcanzan la estructura misma de la experiencia.
El hecho de que constate que para mí la reflexión sobre la enseñanza
de Lacan no se distingue de la que versa sobre la experiencia analítica
daría lugar a la objeción de que se trata de un dogmatismo, si entende
mos por éste una teoría sorda a la experiencia, o bien, un rechazo a de
jarse enseñar por ella. Inversamente, podría pregonarse un empirismo
psicoanalítico.
Sin pretender desarrollar este tema, pues no quiero, por el momen-
351
JACQUES-ALAIN MILLER
Experiencia y ex-sistencia
A (concepto) ► ser
Vx. Px 3x
353
JACQUES-ALAIN M ILLER
ilrts modos al menos un elemento que es pensado y que, sólo por eso,
necesariamente es:
3x. Px 3x
para todo x
existe al menos un x
experiencia
excepción
Aquí opera la estructura correlativa del todo y del más uno, con una
negación. En otras palabras, el campo de la experiencia niega esta exis
tencia y esta existencia niega el campo de la experiencia, lo que significa
que la fundación no es homogénea sino antinómica respecto de lo que
funda. Lacan destacó esta estructura m uy general a propósito de la
sexuación masculina, pero su alcance es mayor.
La duda y la certeza
354
LOS SIGNOS DEL GOCE
355
JACQUES-ALAIN M ILLER
A
Estructura del goce
Lacan comentó de diversas maneras los dos pisos del grafo del de
seo; dijo, por ejemplo, que el piso de abajo es el del enunciado y el de
arriba, de la enunciación. Pero ahora podemos entenderlo de otra for
ma: distinguir esos dos pisos, el del enunciado y el de la enunciación,
concuerda con la denominación grafo del deseo, que incluye el conjunto
de los términos y las relaciones que representa en el registro del sujeto.
Sin embargo, es posible leer ese grafo de un modo en extremo diferente
y percibir que el piso inferior es propiamente el del sujeto tachado, mien
tras que el superior gira alrededor de a:
356
LOS SIGNOS DEL GOCE
($ 0 a) **------------------ d
357
JACQUES-ALAIN MILLER
goce a
-cp
lalengua A
359
JACQUES-ALAIN MILLER
cadena significante
intención de significación
-► lalengua
goce
lalengua
Hay que llegar hasta este punto, al menos es lo que implica esta nue
va perspectiva sobre la experiencia analítica.
Lalengua no es una estructura, pero en tanto que sostiene lo simbóli
360
LOS SIGNOS DEL GOCE
co puede escribirse Sx, SJ7 Sj, Sj, etc.... Es decir que está hecha de Sj -el
fonema, la palabra, la frase, e incluso todo el pensamiento son S - que
no llegan a S2.
Este es el sentido de la misteriosa pregunta que Lacan repetía en
aquel momento: ¿cómo hacer dos (deux)?, con el equívoco de ellos (d'eux).
lista pregunta surge de haber insistido un año antes con hay de lo Uno,
cuyo valor es el nuevo axioma de Lacan que postula que no se trata del
( )tro previo sino del Uno que hay. Esto acarrea problemas a la estructu
ra del lenguaje porque ese hay de lo Uno se resiste a la articulación, y le
permite a Lacan formular el axioma que propone que el goce y lalengua
son posiciones de existencia más acá del Otro. Luego la estructura, que
para los estructuralistas es siempre previa, se convierte en un problema.
En efecto, ¿cómo se articulan los significantes, los Sj?, ¿cómo se or
denan? Lalengua solamente se ordena si un significante puede asumir
el valor de otro, esto es, de ser dos. Cuando este problema se resuelve,
nace la estructura.
Por eso, el título Nacimiento del Otro, que nuestros amigos Lefort die
ron a su obra, es perfectamente pertinente en la medida en que partie
ron del Uno que corresponde a esta orientación y, por lo tanto, el Otro
se les convirtió en problema.
Hay estructura, entonces, cuando un S7 se agrega al Sr Los estruc
turalistas se detienen aquí, pero para nosotros las consecuencias son:
cuando al Sx se le agrega el Otro, hay efecto de sentido y producción de
plus de gozar; es decir que hay estructura de discurso, lo que equivale
al despliegue del Sx a partir del momento en que un significante ocupa
el lugar de S2:
361
JACQUES-ALAIN M ILLER
De aquí que el sentido del síntoma sea lo real, lo que se cruza e impi
de que las cosas marchen de manera satisfactoria para el discurso del
amo. El valor del síntoma sólo puede ser situado a partir del discurso
del amo, de la estructura de discurso, ya que siempre es una estructura
que gira.
Así pues, a partir de ese S, a-estructural de lalengua tenemos dos
caminos: en uno se elabora el saber -están allí el inconsciente, la estruc
tura y el discurso-, en el otro se encuentra el síntoma:
inconsciente
estructura
discurso
362
LOS SIGNOS DEL GOCE
y, en este sentido, merece ser escrito así, con los puntos suspensivos que
I „tcan indica expresamente:
1 , es decir: S1 7 Sv Sr ..
363
JACQUES-ALAIN M ILLER
Père-version
En otras palabras, los términos con los que ahora debemos pensar el
problema son: el goce, el Uno, el Otro y el síntoma. Existe el camino que
va del Uno al Otro, pero también el que del goce se dirige al síntoma, y
que presentamos bajo la forma de una función.
364
LOS SIGNOS DEL GOCE
25. Père-version (padre versión) es homófono de perversion (perversión). [N. del T.]
365
JACQUES-ALAIN M ILLER
20 de mayo de 1987
XXII
Forclusion generalizada
367
JACQUES-ALAIN M ILLER
368
LOS SIGNOS DEL GOCE
369
JACQUES-ALAIN M ILLER
370
LOS SIGNOS DEL GOCE
anula el ser del sujeto, sino algo que se es, una función en relación con
el ser.
He aquí lo que implica su posición como éxtimo. Interior intimo meo,
en términos de san Agustín, destaca que en el corazón del sujeto no sólo
hay un vacío, sino que en ese vacío yace algo innombrable.
Desde esta perspectiva, la inscripción de a en la estructura de la re
presentación -que en la enseñanza de Lacan remplaza a la estructura del
reconocimiento- es paradójica porque, en realidad, a es aquello del goce
que no está representado sino presente, y, en consecuencia, no está
mediatizado.
Les hablé del médium en singular, y no tengo necesidad de dis
traerlos con el plural del término, ya que en el fondo no se habla de otra
cosa, no se habla más que de la comunicación mediática. Es incluso lo
que nos insta a comprender por qué tomamos con pinzas la comunica
ción, por qué no nos esforzamos en reinscribir el psicoanálisis en ella,
como intentaba en 1953 Lacan. Nuestro esfuerzo consiste, más bien, en
alejarnos de la comunicación y de los medios.
a no es mediático o, en todo caso, no está mediatizado, en la medida
en que se designa con él a lo que no tiene significante. En este sentido,
se cambia de registro respecto del significante que se numera. No hay
ningún problema en relacionar el significante con el número, mientras
que a exhibe su cualidad de letra, y nadie pensó en numerarlo, en decir
b, c y lo que sigue.
En fin, me equivoco al afirmar que nadie tuvo esa idea. Por el con
trario, fue lo que pensó un montón de gente hace quince años, cuando
se intentaron todas las invenciones, hasta la de numerar el objeto a o
declinarlo en orden alfabético. No es algo que valga la pena recordar
pues a es lo que del goce no tiene significante. Respecto de esta defini
ción adquiere su verdadera función, y su verdadero lugar, el falo: aque
llo del goce que tiene un significante.
Compañera de su soledad
372
LOS SIGNOS DEL GOCE
una relación con el goce. Cuando Lacan convierte el falo en una función
-es lo que haremos con el síntom a- escribe, al mismo tiempo, dos fór
mulas distintas y separadas para ambos lados de la fórm ula de la
sexuación, y no escribe su relación. Aun cuando para los dos sexos esté
presente la misma función, ésta no es en absoluto mediática, no trans
fiere lo que se dice del hombre a la mujer, sino lo contrario.
En efecto, el lado mujer sirve de ejemplo porque está más cerca de lo
real que el lado hombre. Y es que del lado mujer está escrito que no todo
el goce posee el significante fálico: Vx . <E>x.
Teniendo en cuenta lo que está en juego en esta fórmula, aquello del
goce que posee un significante y aquello que no, es posible concebir que
se aloje allí el goce suplem entario, ese que la feminidad sustrae al
significante fálico. Así, en el mito de Tiresias una mujer es ejemplar por
ser «[...] la única cuyo goce sobrepasa al que surge del coito» -«E l
atolondradicho», página 37. Hay que entender que se trata del único
goce que sobrepasa al que se obtiene en4a relación sexual en la medida
en que el plano sexual se relaciona con el Otro.
Precisemos entonces lo que Lacan considera a continuación: «Por eso
mismo, quiere ser reconocida como la única por la otra parte [...]» -es
decir, la parte masculina. Debe acentuarse la palabra reconocida, porque
es una referencia a la estructura del reconocimiento que en el informe
de Roma tenía como emblema Tú eres mi mujer.
Se trata del registro de la exigencia del amor, y es un intento de Lacan
por deducir esta exigencia a partir de la estructura del goce femenino:
«[...] la única cuyo goce sobrepasa [...]» se traslada al reconocimiento.
Pero Lacan agrega la indicación de que, aun cuando este reconoci
miento -T ú eres la ú nica- que establece un lazo con el Otro, aun cuando
esta exigencia absolutamente específica fuera satisfecha, esto no impe
diría que «[...] el goce que se tiene de una mujer la divide convirtiendo
su soledad en su pareja [...]», página 37.
Nos rencontramos ahora con lo que indiqué hace dos semanas: la
antinomia entre el amor y el goce. El amor - y su exigencia- es del regis
tro del reconocimiento y constituye un esfuerzo por inscribir el goce en
la relación con el Otro. La indicación de que la mujer sigue siendo com
pañera de su soledad en su goce muestra el fracaso de todo reconoci
miento del amor para librarla de ella. No es que, en este sentido, el
hombre sea infiel, sino que la soledad de una mujer se funda en un goce
al que ningún hombre puede seguirla.
La sexualidad femenina subraya que el goce, por ser del Uno, no re-
sulta adecuado para el registro del Otro; y únicamente ese excedente
donde ella está sola hace creer en el goce como goce del Otro.
373
JACQUES-ALAIN M ILLER
Podemos agregar a lo que se dice sobre una mujer en este texto que
en el goce cada uno es, por fuerza, compañero de su soledad. Así pues,
el goce tiene dos partes: una se relaciona con el Otro y se escribe con el
falo; y la otra, que no se relaciona con él, fue descubierta por Freud en
su teoría de la sexualidad a partir de los estadios, incluso a partir de las
zonas erógenas del cuerpo. Sin duda, en ese nivel se puede afirmar que
el Otro es el cuerpo, el cuerpo propio, el cuerpo del Uno. Desde esta
perspectiva, el compañero del cuerpo está fuera de él, lo cual no alcan
za para fundar al Otro, y en especial, el cuerpo del Otro, que es tan pro
blemático c<?mo el Otro del Otro. ¿En qué medida para un cuerpo existe
el cuerpo del Otro?
Lacan comienza su seminario Aun con este problema, con la antino
mia entre el amor y el goce: «[...] El goce del Otro, del Otro con mayús
cula, del cuerpo del Otro26 que lo simboliza, no es signo de amor». Es
decir, lo que pertenece al registro del amor no resulta adecuado para lo
que pertenece al registro del goce o, incluso, lo que prevalece en el goce
del Uno no concuerda con lo que el amor requiere del Otro. De aquí que,
si el deseo es el deseo del Otro, Lacan formule que el goce del cuerpo del
Otro sigue siendo un interrogante.
Esto es lo que indica el desplazamiento de axiomática que les comen
té. La conexión del Otro con el goce, por medio del cuerpo del Otro, es
la cuestión que desde entonces se toma como axioma. Ya no se trata de
la palabra sino del goce - o del goce antes de la palabra- que en sí mis
mo no es un medio, no es un término medio.
¿Y en qué contexto pueden pensarse estas cuestiones? En un contex
to en el que la fórmula Tú eres mi mujer resuelve la cuestión de la exigen
cia de amor, del reconocimiento, pero es impotente en el nivel del goce.
Construimos ahora la vertiente poco grata de la impotencia del amor, el
cual por recíproco que sea no modifica la soledad.
Lacan formula esta soledad como no hay relación sexual, a partir de lo
cual se cuestiona la estructura de la comunicación, que hace creer que
existe una relación entre el significante y el Otro. Tú eres mi mujer esta
blecería una relación significante del sujeto con el Otro en la que se su
pone, incluso, que el sujeto y el Otro forman uno. En cierto número de
registros es así como funcionan socialmente las cosas. Por ejemplo, en el
plano fiscal todos los acuerdos son posibles. Formar uno es un valor de
ficción bien conocido en este registro.
26. En la versión castellana dice «del cuerpo del otro». [N. del T.]
374
LOS SIGNOS DEL GOCE
No deja de ser curioso que Lacan haya dado en el 53 ese valor de re
ferencia a la fórmula Tú eres mi mujer, que sólo puede ser ubicada sobre
la base de no hay relación sexual.
La insistencia en esta última fórmula ocupa el lugar que al comienzo
de su enseñanza tenía la insistencia en la relación del sujeto con el Otro,
y el reconocimiento, que en el nivel del amor no exime de la soledad del
goce.
En forma paralela a Tú eres mi mujer, Lacan acentúa la idea de que una
mujer nunca es por completo de uno, de que si el hombre a veces es in
fiel, una mujer lo es siempre. (Es exactamente lo que él formula, yo me
escudo en esta autoridad.) Una mujer puede ser su com pañera en el
amor, puede, incluso, no demandar otra cosa, pero los engaña con su
propio goce. Y el hombre se ve llevado a colmar ese déficit con otra, que
lo engaña del mismo modo.
La fórmula de Lacan no hay relación sexual es contemporánea de hay
de lo Uno, ese Uno que no es el de la relación sexual sino el que la obsta
culiza. Por eso, no es abusivo recordar el término sorprendente que en
tonces introduce Lacan y que anticipa un poco a «El atolondradicho»,
donde destaca, a propósito de una mujer, que e?sujeto sólo es compañe
ro de su soledad. Pero, en realidad, esto puede generalizarse - y Lacan
lo indica en la página 15 de A u n - como: «[...] el goce fálico es el obstácu
lo por el cual el hombre no llega, diría yo, a gozar del cuerpo de la mu
jer [...]». De aquí que resulte problemático gozar del cuerpo del Otro, y
que cada uno de los sexos goce de su propio cuerpo. En otras palabras,
y para ser precisos, existe un goce conectado con el propio cuerpo; no
hay acceso al cuerpo del Otro en tanto tal. Precisemos un poco más: una
mujer no goza de su goce suplementario como de su propio cuerpo; y
hasta donde sabemos, goza de su goce como fuera del cuerpo propio, es
decir, como del Otro.
La cotorra de Picasso
375
JACQUES-ALAIN MILLER
Y reconozcamos que para masturbarse sin culpa hace falta una ascesis
en extremo compleja, hace falta nada menos que la ascesis de Diógenes,
que es*preciso pagar con mucho goce. ¡Masturbarse sin culpa en su to
nel es verdaderamente el colmo! Sin embargo, entregarse regularmente
a gozar del Uno no hace más que redoblar la insistencia del superyó bajo
la forma de gozar del Otro.
En cuanto a la sexualidad masculina Lacan destaca que el falo no es
exactamente la cópula, el médium. El mensaje es el médium.
Reducir las cosas a la antinomia entre el goce y el amor permite com
prender lo que hace Lacan en la lección introductoria de Aun con el ejem
plo de la cotorra de Picasso; a saber: no sólo desprecia la comunicación,
sino ta)nbién desvaloriza el amor respecto del goce y, a la vez, intenta
elevarlo al registro de lo real. Así pues, mediante el ejemplo de la coto
rra de Picasso no tiene en cuenta a los grandes amantes y reduce el amor
a su esencia.
De modo que la cotorra está enamorada de Picasso y picotea sin ce
sar el cuello de su camisa. ¿Qué extrae Lacan de esta imagen?
Nos muestra con ella que no es seguro que la esencia del amor sea la
relación con el Otro. El amor se presenta, en efecto, como una relación
con el Otro -es incluso el único nivel donde nos creeríamos autorizados
a fundarlo. Pero Lacan, en cambio, pone de relieve que, por debajo de la
relación con el Otro, el amor es identificación, relación con el Uno.
El amor hace creer que se sale del Uno: es lo que Lacan destaca en esa
cotorra que se identifica con Picasso vestido. Evidentemente, como la
cotorra no le habla y le dice Te amo uno no puede equivocarse como con
una mujer.
Y es que el médium de la palabra siempre hace creer que el amor es
relación con el Otro. Si tomamos a una enamorada que no por ser coto
rra es mujer -n o todas las mujeres son cotorras- y que entonces no pue
de decirle a Picasso Te amo, se comprende que el amor es relación con el
Uno. Por otra parte, es lo que opina Freud cuando afirma que el amor es
siempre narcisista; es decir que en el Otro uno siempre se ama a sí mis
mo. Hay una frase que figura en Aun, y que no debemos repetir como
cotorras porque implicaría, precisamente, lo que quiere decir: uno siem
pre se ama en el Otro. Esto no funda en absoluto al Otro, tampoco permite
salir del Uno.
Es así como surgen bajo la imagen la cuestión del objeto a y la de la
identificación, o sea, de lo que hace Uno. Era necesario que al menos
mencionara esto en un curso llamado Lo que hace insignia. Lacan ubica el
apólogo sobre la cotorra entre el Uno y a.
En este amor de cotorra, en este am or de identificación cada uno
376
LOS SIGNOS DEL GOCE
¡Marrana!
27. Un-pére (un padre) es homófono de im pair (impar). [N. del T.]
377
JACQUES-ALAIN M ILLER
m arrana
I A
cochino
378
LOS SIGNOS DEL GOCE
379
JACQUES-ALAIN MILLER
Un-padre
( )
objeto indecible
380
LOS SIGNOS DEL GOCE
l rario, quien sabe ignorarla, y en especial, aquel que deja que la madre
s e ocupe de los hijos. Lacan lo formula con todas las letras: buen padre
381
XXIII
La primacía de lo simbólico
Cupiditas
383
JACQUES-ALAIN MILLER
384
LOS SIGNOS DEL GOCE
Acabo de mencionar que Los cuatro conceptos... termina con una refe
rencia a Spinoza, y saben que este seminario comienza también con él,
porque Lacan se compara con quien se vio desterrado, echado de la co
munidad judía por un acto decisivo, y sin posibilidad de retorno. Cabe
.igregar que después de lo expresado por Lacan se realizaron nuevos
estudios sobre la formulación del acta contra Spinoza. No me detendré,
sin embargo, en esta argumentación.
385
JACQUES-ALAIN M ILLER
386
LOS SIGNOS DEL GOCE
387
JACQUES-ALAIN MILLER
El sentido y la existencia
388
LOS SIGNOS DEL GOCE
Alucinación-acting out
389
JACQUES-ALAIN MILLER
;t
390
LOS SIGNOS DEL GOCE
sin embargo, como causal en este acting out una ^elación oral primordial
mente cercenada, o sea, forcluida. Entonces, ubica en el acting out un
objeto a que no fue capturado por lo simbólico mediante un juicio de
existencia, que no fue taponado por el significante.
Hace una semana indiqué que había razones para pasar de una
forclusión restringida a otra generalizada, de la forclusión del Nombre
del Padre a la forclusión de otros términos. Pues bien, es evidentemente
lo que hace Lacan desde su respuesta a Hyppolite. En nuestra lectura
formalizante podemos llegar a señalar la articulación, el acercamiento
-que parece descabellado- de la alucinación al acting out. Y es que el pri
mer ejemplo de forclusión que nos da Lacan recae sobre - (p y el segun
do, sobre a. Ambos términos evidencian en lo real una causa que no se
deja reducir al sentido, que no se deja reducir a la articulación del prin
cipio con la consecuencia.
En la misma línea se inscribe lo que destaqué la última vez en el co
mienzo de «De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la
psicosis»; a saber, el ejemplo de la injuria /M arrana! Aquí también, de
manera perfectamente acorde con esta articulación, en lo real se recha
za el objeto indecible, ese que alcanza a la malvada e invasora vecina, y
en el que no dejamos de reconocer la incidencia del goce. Entonces se
verifica que, desde donde está forcluido, ese objeto habla solo en la in
juria alucinatoria. Ese objeto que no tiene nombre comienza a ex-sistir.
Evidentemente, la palabra injuriante mantiene toda su opacidad por
que indexa esa ex-sistencia que no tiene nombre. En este sentido, como
afirma Lacan, es lo que se dice cuando a uno le faltan significantes para
designar lo que ex-siste del ser del Otro.
Spinoza no llama Marrana a Dios, sino natura, naturaleza; y sin em
bargo todo el mundo lo tomó como una injuria a Dios.
Significación enigmática
391
JACQUES-ALAÍN MILLER
una serie de rellanos, desde el de la propia casa hasta otros más elabora
dos como el del foro o el de la universidad. Este escalonamiento es posi
ble porque el Nombre del Padre plantea un juicio de existencia que
concierne al goce y que en el psicoanálisis se conoce como falo.
Llegamos a la fórmula canónica de Lacan sobre el Nombre del Padre,
que pone en escena el deseo de la madre. Cuando ese Nombre del Pa
dre funciona sobre el deseo de la madre la x asume el valor fálico; es
decir que permite al sujeto identificar la causa del deseo de la madre.
392
LOS SIGNOS DEL GOCE
sis. Agreguemos que éste es real y debe, por tanto, distinguirse del Nom
bre del Padre como simbólico. He aquí la indicación de ese desfasaje, de
esa transferencia de dimensiones que recordaba, en la que el Un resulta
problemático si sólo se lo concibe en lo simbólico. Sin embargo, la fun
ción del Un-padre hizo creer que de la forclusión del Nombre del Padre
es él quien reaparece en lo real.
Nos preguntamos entonces si el Un-padre, forcluido de lo simbóli
co, reaparece en lo real. No creo que esto sea lo que implica la lógica
misma de la forclusión. Por el contrario, ella supone que en lo real re
aparece un goce que desborda todo juicio de existencia. En lo real reapa
rece la existencia de un goce separado de todo sentido. Y si Schreber se
esfuerza en dárselo, es porque sin duda este goce entraña un sufrimien
to horrible. De modo que todo su problema es terminar con él. Ahora
bien, cuando uno está a gusto, como Spinoza, en un universo donde lo
causado se reduce a lo concluido, es posible prescindir de las causas fi
nales. En este punto Spinoza merece ser reverenciado, ya que excluyó de
la filosofía el finalismo. En el fondo, excluye la finalidad del sentido.
Pero, lamentablemente, no es tan fácil mantenerse en un universo
que implica una causa en lo real. Sin duda Lacan conservó algo así como
una nostalgia, cuando desvaloriza el pensam iento entendido como
cogitación imaginaria.
Función de ex-sistencia
393
JACQUES-ALAIN M ILLER
394
LOS SIGNOS DEL GOCE
3 de junio de 1987
XXIV
El lenguaje funcional
Función
397
JACQUES-ALAIN MILLER
f: X —» Y
f: X —> Y
f: x —> y
f (x) = y
398
LOS SIGNOS DEL GOCE
1 2 \ / 2 6
9 4 3 \ / 4 8 14
6 7 5 j ------------------(► 10 20 18
8 10 / V 16 12
Creo que es bastante fácil. Si no, vuelvo a empezar, aunque sería una
pérdida de tiempo.
Evidentemente, las cifras son símbolos distintos que las letras x, y,
etc., porque cada uno de esos signos es una constante. Allí donde tienen
un dominio de salida y un dominio de llegada, las variables del domi
nio X son independientes, mientras que las de Y están enlazadas.
£: S —» R
399
JACQUES-ALAIN M ILLER
la cronología puede tener aquí una función- que el hecho de que, des
pués de introducir esta equivalencia RSI, Lacan dé un sejninario sobre
el síntoma, donde se condensa la pregunta que intentó responder por el
camino de los nudos.
La vez pasada denominé a esta base del nudo forclusión generalizada, es
decir, el problema en tanto tal de esa función llamada síntoma, que escribe
• la incidencia de lo simbólico en lo real y cambia el estatuto del inconsciente.
Cabe agregar que Lacan mismo presenta el nudo borromeo en la
perspectiva del mos geometricus, del modo geométrico, lo que sin duda
es una referencia directa a Spinoza que justifica el breve desarrollo de la
vez pasada. Me gustaría que percibieran hasta qué punto es fundamen
tal en Lacan recurrir al lenguaje funcional, que ubicamos al comienzo de
su enseñanza y de nuestra orientación en el psicoanálisis.
La función ya está presente cuando distinguimos del significante el
significado; tan pronto como escribimos ■§• se justifica que recurramos
al lenguaje funcional. Lacan presenta esta escritura com o la forma-
lización de la lingüística de Saussure, el algoritmo en que se funda la
ciencia lingüística. La barra que aparece no es de proporción, no equi
vale a la de la escritura 1/2, sino que separa pisos y -según indica Lacan
en la página 477 de los Escritos- remite al significante y al significado
como dos órdenes distintos y separados, lo que traducido significa dos
conjuntos. La cuestión será saber cuál es la relación del conjunto del
significante con el conjunto del significado.
400
LOS SIGNOS DEL GOCE
realidad S s
Árbol
401
JACQUES-ALAIN MILLER
S 1
f(S) -
s s
f (S) = s
que escribe que el significado es una función del significante, que resul
ta necesaria cuando se busca la incidencia de un orden de realidad en
otro.
Consiguientemente, podemos referirnos a la teoría lacaniana de la
metáfora y la metonimia, que hemos utilizado hasta el cansancio y de
la cual hoy ya no se habla. Es uno de los grandes binarios de Lacan, de
enorme utilidad en todas las áreas de las ciencias del lenguaje, un binario
mayor que ha sido objeto de numerosos comentarios filosóficos. Vuelvo
hoy a él para aclarar nuestro uso de la notación funcional. En efecto,
Lacan agrega a Jakobson la escritura funcional de la m etáfora y la
metonimia, que señala la incidencia del significante en el significado. De
la misma manera que en el otro extremo de su enseñanza lo retendrá la
incidencia de lo simbólico en lo real, todavía con la evocación de una
notación funcional.
402
LOS SIGNOS DEL GOCE
f( )S = S ( ) s
Si s2
. f( )S s S ( ) s
St S2
f( )S = S ( ) s
relación del significante relación del significante
con el significante con el significado
403
JACQUES-ALAIN M ILLER
- 3 = + 7 (módulo 5)
- 3 es congruente con 7 módulo 5
Es posible obtener así toda una clase de términos que por sus módu
los son equivalentes al primero. En Lacan se justifica el término con
gruencia porque es lícito afirmar, según la fórmula que introduje hace un
momento, que los significantes de la izquierda son equivalentes -o con
gruentes- a los de la derecha por el módulo sentido.
f( )SsS( )s
404
LOS SIGNOS DEL GOCE
405
JACQUES-ALAIN M ILLER
S ( f ) = S(+) s
De modo que la fórmula del síntoma puede escribirse tal como apa
rece en «La instancia de la letra...». Esta fórmula compleja articula y de
sarrolla el síntoma como metáfora, hace de él función de una sustitución
significante cuyo efecto es la emergencia del efecto de significación.
406
LOS SIGNOS DEL GOCE
Ahora bien, dado que esta fórmula hace del síntoma una función del
significante hacia el significado, es posible simplificarla así:
X: S —> s
De lo simbólico a lo imaginario
X: S —> s
Z: S —> I
L: S —> I
X: S —> R
407
JACQUES-ALAIN M ILLER
Por eso, propongo escribir ese efecto, a, allí donde hasta ahora sólo
situábamos el efecto de significación, que debe ser interpretado. Se tra
ta de saber lo que puede hacerse con a.
Supongo que la relación S (+) a les recordará la establecida entre el
significante y el objeto, que fue nuestro punto de partida sobre la insig
408
LOS SIGNOS DEL GOCE
d ---------------- ► ($> 0 a)
C o sa---------------- ► f (S) = $
409
JACQUES-ALAIN MILLER
La ciencia
Z:S *1
L: S ► I síntoma neurótico
£: S ---------------- R síntoma psicòtico
410
LOS SIGNOS DEL GOCE
411
JACQUES-ALAIN M ILLER
f (R) = S
f (R) = S ciencia
f (S) = s función del significante
f (s) = R
El inconsciente
412
LOS SIGNOS DEL GOCE
413
JACQUES-ALAIN M ILLER
a'
El Otro no existe
Lacan partió del deseo del Otro; en La ética del psicoanálisis intentó
articular el goce -q u e está del lado de la C osa- separado del deseo, pero
a medida que lo intentaba se producía una oscilación. Dado que no hay
equilibrio debe elegirse lo que se toma como axioma. Si se elige el goce,
la cuestión es el estatuto y la emergencia del Otro.
Piensen en la frase que ya he comentado: «Sólo el amor permite al
goce condescender al deseo». En realidad, esta frase es oscura si no se
percibe el cambio de axiomática. Y es que uno se vería más tentado a
formularla al revés: ¿cómo condesciende el deseo al goce? Por otra par
te, es lo que implica la construcción de Lacan en la época de su metáfora
y su metonimia. ¿De qué modo la metonimia del deseo, la metonimia de
la cadena significante, en tanto que sostiene el deseo puede encontrarse
fijada en la metáfora del síntoma, es decir, en el goce que ese síntoma
implica?
Mientras que con el cambio de axiomática que considera el goce
414
LOS SIGNOS DEL GOCE
I
S ---------------- ►R
d ---------------- ►G
415
JACQUES-ALAIN M ILLER
f: a ►A
(-1)/ S1 ,S 1 ,S 1 ,S 1 / S1...
S,
se presentará esta emergencia de goce.
Si tomé como ejemplo al sujeto obsesivo, fue porque su síntoma, su
relación con el tiempo gira en torno de (-1). Y en ese menos uno vemos,
en efecto, emerger un goce equivalente al que Lacan destacó en la fun
ción de la prisa: el objeto a. Abriendo ese agujero, se ve surgir un goce
en la prisa misma, en la precipitación que abre ese (-1). Será necesario
- y probablemente lo haga la próxima v e z- desplegar este abordaje con
cerniente al (-1) a propósito de otros tipos clínicos. Retomaré esta cons
trucción la semana que viene.
10 de junio de 1987
416
XXV
Saber sin sujeto
Les aviso que terminaré la vez que viene. De modo que la próxima
reunión será la última del año.
Hemos llegado entonces a lo siguiente: ¿cuál es el verdadero compa
ñero del sujeto? ¿Cuál es su compañero real? Tal vez no tengamos que
responder de la misma forma a las dos preguntas. ¿Con quién juega el
sujeto su partida? ¿Con quién se debate? ¿Cuál es el motivo de sus pre
ocupaciones? La respuesta, insisto, no es unívoca.
Se puede seguir en la elaboración de Lacan una declinación del tér
mino compañero, que es un índice en sus escritos y seminarios. Proceder
a la manera de Champollion les permitirá, aun sin comprender dema
siado, seguir esta pista. Y tal vez un día nuestro amigo Patrick Vallas,
especialista en la práctica del tesauro respecto de lo escrito de Lacan, nos
dé el tesauro de dicho término. Es un lindo tema.
Sin hacer un rastreo tan exhaustivo diría que esta declinación se pre
senta según los tres órdenes que solemos distinguir. Y no creo que nada
de lo que se encuentre más adelante invalide lo que enuncio.
417
JACQUES-ALAIN MILLER
*
pejo que opere la reflexión, se estará con alguien cuando se esté solo.
(Noten, además, la indicación de que el ser al que el sujeto accede de
pende de lo que tiene. Aquí el ser está fundado en un tener.)
Evidentemente, se trata de un desconocimiento, pero por el uso que
•le da Lacan sirve de matriz a todo lo que ocupará - y aquí ubicamos al
niño pequeño- la posición de compañero del sujeto. Tendrá entonces por
compañero a su propia sombra.
Como sin duda saben, Lacan opuso a éste otro compañero que inven
tó para el sujeto, un compañero simbólico, el compañero; ese al que lla
mó Otro y que no acompaña al sujeto en la función especular sino en la
función -si me perm iten- palabrera. Ya no se trata de lo que se ve, sino
de a quién uno se dirige.
Lacan dedujo de la función de la palabra a este compañero e intentó
hacerlo tan evidente como el de la imagen cuando se trata de la visión;
es decir que lo ligó de manera necesaria al hecho mismo de hablar, ya
que la palabra parece implicar la existencia del Otro. Desarrolló exten
samente que detrás del debate, de la disputa imaginaria, de la partida
imaginaria otro compañero detenta los hilos del juego, y que no pode
mos dar cuenta de la estructura misma de esa partida, ni de sus impasses
ni de sus resultados -s u resultado, en este sentido, siempre está en
im passe-, sin la inclusión del compañero simbólico. Por consiguiente, y
hablando con propiedad, es allí donde se distingue del sujeto, como
compañero de su compañero simbólico, el yo (moi), que es también el
sujeto pero como compañero de su compañero imaginario.
Saben además que Lacan no se atuvo a la distinción de estos dos com
pañeros, que poseen rasgos comunes de alteridad, sino que introdujo a
un tercero, real y difícil de reconocer. Éste ya no tiene nada de humano,
mientras que el compañero simbólico, por el hecho mismo de ser llama
do Otro, conserva marcas que indican que está construido a semejanza
del otro imaginario.
El Otro se construye a semejanza del otro, está calcado de él. Esta
correspondencia se mantuvo mucho tiempo, incluso cuando se modifi
có la definición del Otro, y hasta cuando sólo se hizo de él un lugar. Así
pues, al seguir llamándolo Otro se elude de alguna manera aquello de
lo que se trata, eso que se discute en la última enseñanza de Lacan.
El tercer compañero, el compañero real, es para el sujeto su propio
goce. En este nivel, y a despecho del amor, el sujeto es fundamentalmen
te compañero de su soledad. Antes estaba acompañado por su imagen,
pero ésta supone un elevado índice de alteridad proveniente del hecho
de que lo que ve de su cuerpo difiere de lo que experimenta.
De este modo construye Lacan el estadio del espejo: opone la forma
418
LOS SIGNOS DEL GOCE
419
JACQUES-ALAIN M ILLER
420
LOS SIGNOS DEL GOCE
El cielo es azul
y (x)
0)
El cielo es azul
(x)
Se justifica pues que rescriba s (A) con la fórmula f> (A), que opongo
a S (£ ), donde la S del significante es restituida por la desubjetivación
de $. La barra sobre la S indica que por su falta ese significante adquiere
en lo sucesivo valor de sujeto. La desubjetivación se indica mediante la
restitución -s i puedo expresarlo de este m od o- de la integridad del
significante, que tiene, sin embargo, el efecto de hacer desaparecer al
Otro. Haciendo un salto, en S (JjL) ya está indicada la falla del sujeto su
puesto saber.
Pero ¿qué es este término al que llamo desubjetivado? Este término no
representa al sujeto, no vale para él, y está implicado por la forma mis
ma en que escribimos la estructura del recorrido del análisis. La escritu
ra posterior de Lacan del discurso analítico incluye dicho término en el
nivel significante. Es S2:
421
JACQUES-ALAIN M ILLER
Consistencia de a
422
LOS SIGNOS DEL GOCE
para Otro. He aquí la solidaridad entre el estatuto del sujeto y el del Otro,
que antes mencionaba. (Si vuelvo de manera insistente sobre estas hue
llas es por las consecuencias que se desprenderán.)
El efecto sujeto se constituye fundamentalmente en el para Otro. Lue
go, es posible formular que no hay sujeto sin Otro. Esta solidaridad está
además escrita en $ (A); y tan pronto como hacemos desaparecer al Otro,
en S {ijs), también desaparece el sujeto. Ahora bien, esto no vale para el
objeto, al que Lacan llama en sí pues no está atrapado en el para Otro.
Lacan introdujo al objeto de manera distinta, como algo que adquiere
valor esencialmente en el para Otro, que sólo se instituye por el deseo del
Otro, que no vale en sí mismo sino en relación con la posición del Otro.
Comprenderán entonces el peso que tiene calificar a este objeto de en
sí, lo cual se relaciona con la desaparición del para Otro -que en la expe
riencia analítica está encarnada en el hecho trivial de dejar de ir a ver a
alguien. Cuando el efecto sujeto construido respecto del para Otro se
desvanece, el objeto en sí resplandece, se pone de manifiesto.
Este sujeto variable está enteramente determinado por el saber -es
decir, como función del significante-, por la articulación Sj-S2. El sujeto
es pues una variable cuyos valores dependen de la disposición relativa
de S^S,,:
s, s,
variable $
S, s2
423
JACQUES-AL AIN M ILLER
a
constante
variable
424
LOS SIGNOS DEL GOCE
Sin duda, esto nos llevará a ubicar el goce del lado de la Cosa y a res
tituir el saber, que explota este goce:
El despotismo analítico
425
JACQUES-ALAIN M ILLER
426
LOS SIGNOS DEL GOCE ,
Se tratará de saber si del otro lado sólo hay desierto de goce, si el Otro
está desierto de goce; es decir, si el goce se anula cuando se transfiere al
saber, con excepción de a, con excepción del plus de gozar, o si también
hay goce del otro lado. Sobre esto Lacan establece que la transferencia
del goce al saber equivale a una anulación del goce, que entonces sólo
conservamos bajo la forma plus de proveniente del intercambio:
s, s2
©
Gozar del desciframiento no conduce demasiado lejos, es un juego que
consiste en poner un significante en el lugar de otro para cosquillearlos y
creer que cosquillea a los otros. De este modo, siempre es posible enhe
brar significantes y gozar del efecto de significación más o menos equívo
co o enigmático que se produce. Gozar del desciframiento es olvidar el
término objeto a, y, como señala Lacan, siempre termina mal.
427
JACQUES-ALAIN M ILLER
428
LOS SIGNOS DEL GOCJE
critos. Sólo que hoy podemos descubrir en él una diferencia entre la de
finición del inconsciente como sujeto y el acento que, no obstante, se
pone sobre el estatuto de los jeroglíficos del desierto, que están allí en
su «absoluto de significante» y que permanecerían encerrados en su si
lencio si nadie les hubiera restituido una significación -consulten la pá
gina 428.
¿Qué estatuto tiene el inconsciente cuando es un jeroglífico del de
sierto?, ¿cuando es letra sin seres humanos que le restituyan una sig
nificación? Si el inconsciente es como un jeroglífico del desierto, ¿es al
mismo tiempo sujeto? Sobre esto se apoya la última enseñanza de
Lacan, que discute todo lo que enseñó. El problema está presente des
de el momento en que se introduce al sujeto supuesto saber y se des
pliega su consecuencia: la transferencia. Cuando, en realidad, el sujeto
supuesto saber es el camino para admitir el inconsciente como saber
sin sujeto.
En el fondo, el sujeto supuesto saber ha sido utilizado a contrapelo.
El hecho mismo de distinguirlo implica que hay primero saber cifrado,
y que allí se agrega la suposición de sujeto. Por eso, a las tres S del suje
to supuesto saber responden las tres S del saber sin sujeto; y el lugar de
la transferencia, es decir, del amor, permite al sujeto condescender al
inconsciente como saber sin sujeto, condescender a la experiencia analí
tica, referirse en ella a un saber sin sujeto.
El amor permite al sujeto coordinar su goce con una experiencia
significante. Para entender correctamente al sujeto supuesto saber no
había que detenerse en el hecho de que da al sujeto el estatuto de una
suposición, sino en que concede al Otro este mismo estatuto. Al formu
lar que el inconsciente es un saber sin sujeto se está diciendo también
que es un saber sin el Otro, un saber que no está en absoluto en el lugar
del Otro, que está separado de ese lugar. Ubicar el saber en el lugar del
Otro es una operación que depende del artificio de la palabra, que el
psicoanálisis redobla.
La palabra es impensable sin el Otro, ya que no es posible hablar
sin referencia a éste, lo cual conduce a creer que el Otro es una refe
rencia y no una suposición. Cuando, en realidad, el término sujeto
supuesto saber implica que hay una suposición del Otro y que ésta es
imposible.
He aquí el equívoco que anunciaba sobre ese Otro como lugar del
significante, que destaca al Otro en tanto desubjetivado, pero aparente
mente para hacerlo objetivo, para pensar que su estatuto se funda en la
objetividad. Se trata de dar al Otro el mismo estatuto de objetividad que
al lenguaje, con el equívoco, además, de que el sujeto recurre a él. En
429
JACQUES-ALAIN M ILLER
$ (A) / S (¿ )
sujeto saber
supuesto sin
saber sujeto
que además escribe la fórmula S (fi). Por cierto, lo escribe con laletra
S del significante. Pero si la S del significante se plantea cuando ya no
hay Otro, cuando ya no hay para Otro, S (fi) equivale a la fórmula de la
letra.
430
LOS SIGNOS DEL GOCE
Un saber sin sujeto es, entonces, un saber sin sujeto supuesto saber.
Y aquí, por otra parte, adquiere su justo valor el hecho de que el estatu
to del inconsciente sea ético y no óntico. Es decir que el estatuto del in
consciente, a partir del sujeto supuesto saber, es una elección, la del para
Otro, que conlleva un hacer corno si que sólo es del semblante si el acto
no está sostenido de manera conveniente.
En este sentido, la transferencia, el amor, permite que la letra condes
cienda al significante. Pero también es posible decirlo al revés: es lo que
permite al significante -que usamos para comunicar en la palabra, que
usamos para O tro- condescender a la letra, a la referencia al inconscien
te como saber sin sujeto. Tal vez pueda explicarlo haciendo un salto: la
cuestión de la palabra está dominada por la cuestión del ser que el suje
to recibe en forma retroactiva del Otro.
Se supone que al final de un análisis tenemos a alguien que apren
dió a prescindir del efecto sujeto, alguien que ya no está esperando del
Otro la respuesta de su ser. El momento del pase, que Lacan plantea
como maníaco-depresivo, es sumamente importante porque supone,
en efecto, una d esh isterización. Y si nos hem os deleitado con la
histerización del sujeto en la entrada en análisis, pues bien, lleguemos
hasta evocar su deshisterización final. Aunque es posible construir el
pase -lo hice a veces- como la restitución del Otro, una reinstalación del
sujeto supuesto saber. Pero habrá que ver en qué medida para alguien
que, en lo sucesivo y cuando sea necesario, puede prescindir del efecto
sujeto, se trata de unilateralizar, en el procedimiento del pase, la falta en
ser en el Otro; o sea, conmover a quienes están encargados de hacer de
sujetos: los pasadores.
El pasante se presenta como objeto a y verifica que, aunque es él
quien demanda, la falta en ser está en los pasadores. Pero no basta con
plantear que ya no espera del Otro la palabra de su ser, hay que decir
que ha aislado como relación fundamental del sujeto, ya no el ser, sino
el tener.
Noten lo que destaca Lacan en Joyce el Síntoma para corregir el
error que hace pasar el ser antes que el tener. El sentido del ser es un
efecto de la palabra, sólo vale en el dominio del sujeto supuesto saber.
Mientras que allí donde hay saber sin sujeto -donde el inconsciente es
considerado ilegible pues todavía no se le agregó el sujeto supuesto
saber, que lo vuelve legible-, según remeda James Joyce en su literatu
ra, prevalece el tener. Se trata de hacer pasar antes del ser el tener, del
que Lacan da una definición clara y jurídica: tener es poder hacer algo
con.
431
JACQUES-ALAIN MILLER
17 de junio de 1987
432
XXVI
La vía del síntoma
Les anuncié que hoy sería la última reunión del año. En realidad,
hubiera podido anunciarles que era la de la semana pasada, ya que este
aviso tuvo en mí -parece que en ustedes n o - el efecto de suprimir eso
que me da un nuevo impulso cada vez, lo que hace que por haberlo di
cho para mí ya esté terminado.
¡En fin! Les había anunciado este último encuentro, y aquí estoy. Tam
bién pensé en darles simplemente la palabra a ustedes, porque este año
no lo hice nunca. Quería dar lugar a que se abriera la caja de Pandora,
pero me pareció que una última reunión no era apropiada para ello. Ten
go pues, y a pesar de todo, anotadas algunas cosas a propósito de una
cuestión de método.
ción posible, como reducción de esta distancia, ese imaginario que fue
para Freud la vía regia del psicoanálisis. Ahora podemos reconocerlo sin
riesgos pues la enseñanza de Lacan está lo suficientemente fundada
como tal: para Freud la vía regia del psicoanálisis era lo imaginario.
Actualmente vemos surgir esta inadecuación que nos llevaría a acep
tar que siempre queda algo abierto en las preguntas. Pero, en fin, la aper
tura ya no es lo que era. Hoy para abrir una puerta no sólo se necesita
una llave, sino, a veces, hasta un código de entrada. Me refiero a esos
aparatitos que se están instalando en todo el centro de París. Una frase
-q u e por lo general conocen únicamente los habitantes- marcada en el
pequeño cuadrante permite abrir la puerta. Para cerrarla, en cambio, no
hace falta código; se cierra sola.
De hecho, en el psicoanálisis y su enseñanza no tratamos con pregun
tas sino con problemas. Y puede decirse que un problema no tiene la
misma naturaleza que la pregunta. Un problema es una fórmula, ya es
un intento de tratar lo real por lo simbólico. Piensen en la puerta: si se
preguntan por su cerradura, pues bien, están ante un problema. La pre
gunta se transforma en problema: ¿qué código hace que se abra? Des
pués de todo, con el tiempo suficiente y sin que llegue la policía, un
examen combinatorio exhaustivo les permitiría descubrir la breve se
cuencia de símbolos. Hay otro método, menos interesante, que consisti
ría en mirar cómo lo hace otra persona.
Entonces, pertenecemos a una época de puertas codificadas, y las
únicas preguntas importantes tienen aspecto de problemas.
En el fondo, esto recuerda el estilo de Aristóteles tal como lo des
cribe un com entador alemán que cita Pierre Hadot en la página 53 de
su libro Exercices spirituels et philosophie antique.28 El estilo de Aristóteles
es también el de Lacan, ese que inevitablemente nos captura cuando
seguimos su punto de partida. Fie aquí como Düring, el comentador
alemán -q u e no es el que Flegel había aclam ado-, lo caracteriza: «De
hecho, siempre está estudiando un problema. Cada resultado impor
tante responde por lo general a una pregunta planteada de manera
bien definida, y sólo vale como respuesta a esa pregunta precisa. En
Aristóteles lo verdaderamente interesante es la forma en que plantea
los problemas, no sus respuestas. Su método de investigación consiste
en acercarse a un problema o a una serie de problemas y examinarlos
siempre desde un nuevo ángulo. Su fórmula para designar este méto
do es: "Tomemos ahora otro punto de partida". Tomando así puntos
434
LOS SIGNOS DEL GOCE
435
JACQUES-ALAIN M ILLER
La aporía analítica
436
LOS SIGNOS DEL GOCE
437
JACQUES-ALAIN MILLER
otro punto de vista, para nosotros sólo hay un problema: el que plantea
la práctica analítica. Por eso somos, como Lacan, posfreudianos. En otras
palabras, para nosotros, y más allá de las dudas fecundas que en un mal
día podemos abrigar sobre la existencia del inconsciente -después de
todo, si Lacan intentó explicarlo, fue porque dudó de él-, sobre su as
pecto imaginario o real, no es posible dudar en absoluto de la práctica
analítica, puesto que es un hecho objetivo que, incluso, puede convertise
en sociológico. Por eso, no estamos en la posición de Freud.
Insisto en que es una cuestión de historia saber cómo llegó Freud a
inventar el psicoanálisis. Pero nuestro problema no es inventarlo, sino
reinventarlo lo mejor posible. Es decir que una vez inventado el psicoa
nálisis falta fundar la práctica analítica.
Hay por supuesto un desfasaje entre las vías de la invención y las de
la fundación, que se la ha objetado a Lacan durante mucho tiempo del
siguiente modo: Freud nunca dijo que el inconsciente está estructurado
como un lenguaje. Ahora bien, este desfasaje está por desaparecer, cosa
que observamos - y fue subrayado muchas veces por el Departamento
de Psicoanálisis- en el desgaste de la metapsicología freudiana, que
creían tomar al pie de la letra quienes pretendieron ser ortodoxos.
Las referencias necesarias a Freud por inventar el psicoanálisis no son
las mismas que hacen falta para fundarlo una vez que existe. Insisto en
que se van dando cada vez más cuenta de ello. Por eso, hoy que estamos
en la cima de la reflexión sobre el psicoanálisis, los anglosajones, por
ejemplo, empezaron lentamente a percibir la función de la palabra y a
decirse que los fenómenos de sentido son evidentes en la experiencia
analítica. Estoy seguro de que esta pequeña abertura se irá ensanchan
do en los próximos años.
Ejercicios espirituales
29. Spirituel es 'espiritual', pero también significa 'ingenioso', 'gracioso'. [N. del T.]
438
LOS SIGNOS DEL GOCE
439
JACQUES-ALAIN M ILLER
«No sé nada»
440
LOS SIGNOS DEL GOCE
441
JACQUES-ALAIN M ILLER
Ahora bien, ¿cómo nace este deseo en un sujeto que realiza la expe
riencia analítica? Siempre está ligado a un no sé. Pero no todos los no sé
valen. El deseo del analista está ligado a un no sé relativo al análisis, está
ligado a la aporía analítica.
Esto vuelve por completo irónico el término pase, ya que se trata de
un pase a la aporía analítica, a cierto a falta de algo mejor, sólo les queda hacer
de analistas. A falta de algo mejor, o sea, por no resolver en el significante
el problema del psicoanálisis. Por no resolverlo no queda más que pa
sar a la aporía, es decir, hacer de ella una salida; en otras palabras,
encarnarla.
Evitando generalizar lo que formulo -o al menos los términos en los
que lo hago-, por qué no decir que encarnar la aporía es exactamente lo
que me une al psicoanálisis. Y es que yo no me hubiera burlado de
Fornari cuando le preguntó a Musati una semana después de haber ter
minado su análisis y de haber empezado a analizar: «Pero, maestro, ¿qué
es el inconsciente?». No es un mal punto de partida. Producir el efecto
llamado sujeto supuesto saber vale para un analista siempre que sea un
no sé auténtico y no un hacer como si no lo supiera. Sin duda, el hábito y la
regularidad enseñan o hacen que el saber se deposite. Pero el no sé al que
me refiero concierne a la aporía del psicoanálisis como tal. Con esta con
dición puede valer ese deseo de producir el efecto sujeto supuesto sa
442
LOS SIGNOS DEL GOCE
Probar el inconsciente
30. LOM: transcripción fonética de l'hom m e (el hombre). [N. del T.]
444
LOS SIGNOS DEL GOCE
del sujeto supuesto saber, que es lo que restablece el estatuto ético del
inconsciente.
Cuando se habla del síntom a, el inconsciente tiene estatuto de
existencia. No posee pues ese estatuto ético que alcanza, sin embar
go, con relación al acto analítico, ese acto que consiste en hacerle co
brar sentido.
Ahora bien, este acto no es el del sujeto supuesto saber. Recuerden
que no hay acto analítico que se lleve a cabo, se sostenga por el sujeto
supuesto saber. El acto analítico es la condición para que eso adquiera
sentido, para que emerja el sujeto supuesto saber. El acto no es del suje
to, el sujeto supuesto saber es su consecuencia.
Por eso, puede parecer que hay una impostura del acto analítico que
sólo se limita si el analista no se ubica allí como sujeto. Sin ello tenemos
la impostura que Nietzsche reprobaba en Sócrates. Pero fundamental
mente el acto analítico, en sí mismo infundado, sólo se compensa -y a
que estamos en el tener- por sus consecuencias para un sujeto.
En este sentido, hay un riesgo para la responsabilidad del analista
cada vez que acepta comprometer a un sujeto. Y del otro lado sin duda
no hace falta un saber, sino confianza o, por qué no, fe. Después, en la
experiencia el saber depositado tiende a limitar la fe, que es lo inverso
de una célebre fórmula kantiana.
Los cito para el año que viene. Imagino que el próximo curso se anun
ciará por correo y mediante afiches. Si piensan que su dirección no está
registrada en el Departamento de Psicoanálisis y quieren que se les in
forme sobre el comienzo del curso y acerca de las actividades de la Sec
ción Clínica en general, dejen sobre este escritorio su nombre, dirección
y teléfono. Me las arreglaré para que les llegue el anuncio.
Hasta pronto.
24 de junio de 1987
445