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Datos biográficos

Platón, (427-347 a.C.), filósofo griego nacido en Atenas, fue el creador de un sistema filosófico
y de un método de exposición de la filosofía que le convierte, probablemente, en el filósofo
más influyente de toda la historia. Descendiente de una acomodada y aristocrática familia, era
hijo de Aristón y Perictíona. Tuvo dos hermanos: Adimanto y Glaucón, y una hermana, Potone.
A la muerte de Aristón, la madre de Platón se casó con Pirilampo, un antiguo amigo de
Pericles, con quien tuvo un hijo, Antifón.

Aunque el verdadero nombre de Platón era Aristocles, era conocido por el apodo de Platón
debido a su gran envergadura y a su ancha frente. Como descendiente de una familia
aristocrática, tuvo una educación esmerada en todos los ámbitos del conocimiento. Su
educación filosófica estuvo durante un cierto tiempo a cargo del filósofo heracliteano Crátilo,
aunque su verdadero maestro fue Sócrates. Desde los veinte años y hasta el último día de la
vida de Sócrates, que murió ejecutado en el año 399 a.C. por orden del gobierno democrático
de Atenas, Platón fue discípulo y amigo suyo, y la influencia de Sócrates sobre el pensamiento
platónico fue muy importante, hasta el punto de que en sus obras Platón siempre le rindió
homenaje. Por otra parte, a través de sus obras, se puede constatar que Platón tenía un
amplio conocimiento de los filósofos presocráticos y que recibió una gran influencia de
Heráclito y de Parménides. La influencia del pitagorismo es especialmente importante en el
pensamiento platónico, hasta el punto de que Aristóteles considera el platonismo como una
variante de la filosofía pitagórica.

Tanto por su pertenencia a una familia muy relacionada con la política de Atenas, como por
vocación, Platón parecía estar destinado a dedicarse a la acción política. Sin embargo, viendo
los nefastos resultados de una dirección política que llevaba a la sociedad a la ruina moral y
engendraba la injusticia (la dictadura injusta de los Treinta Tiranos, en un caso, y la demagogia
que condujo a la muerte de Sócrates, en la restablecida Democracia, en otro caso), Platón
orientó su pensamiento en el sentido de encontrar un fundamento sólido para conseguir
instaurar un orden justo. Como su maestro Sócrates, consideraba que sólo el conocimiento de
la justicia puede hacernos más justos, y el fundamento de la justicia y la posibilidad de su
conocimiento deben encontrarse a partir de la filosofía. De todas maneras, aunque Platón
renunció a la política activa en su ciudad, no abandonó nunca el proyecto general de instaurar
un Estado ideal. Esta orientación, no sólo está presente en todo su pensamiento, sino que le
impulsó también a intentar, por tres veces, llevar a la práctica su proyecto en Siracusa.

A la muerte de Sócrates, Platón emprendió diversos viajes. Fue primero a Megara donde fue
acogido por el filósofo Euclides. Se trasladó a Egipto (probablemente hacia el año 390 a.C.),
viajó también a Cirene, donde entró en contacto con el filósofo y matemático Teodoro, y
reencontró a Aristipo, que había formado parte del círculo de discípulos de Sócrates.
Finalmente viajó al sur de Italia y Sicilia, donde trabó amistad con filósofos pitagóricos como
Filolao, Eurito y, especialmente, con el filósofo y gobernante pitagórico Arquitas de Tarento.
De estos contactos se deriva buena parte de la orientación pitagorizante de la filosofía
platónica.

En Sicilia, Platón conoció a Dion, que sería durante muchos años su gran amigo, y a través suyo
intentó llevar a la práctica sus ideas políticas en tres ocasiones (años 388, 367 y 361 a.C.),
fracasando en las tres ocasiones. Dion era cuñado del tirano de Siracusa, Dionisio I, y persuadió
a Platón para intentar llevar a la práctica sus ideas políticas. Un primer intento (en el año 388
a.C.) acabó con un estruendoso fracaso y Platón tuvo que huir de Siracusa, ya que Dionisio
creyó que era víctima de un complot urdido por Dion y Platón para arrebatarle el poder. En el
387 a.C., de regreso a Atenas, Platón, con intención de fundar una «escuela», compró unos
terrenos situados al lado del gimnasio dedicado a Akademo, en el noroeste de Atenas, junto a
la Doble Puerta, razón por la cual dicho centro de enseñanza e investigación se conoció como
la Academia, que se convertiría rápidamente en un gran centro de investigación cuya
existencia perduró hasta el año 529. En el año 367 a.C., Platón acudió de nuevo a Siracusa
llamado por Dion, ya que había muerto Dionisio I y había accedido al poder el hijo de este,
Dionisio II. Con la esperanza de llevar a la práctica sus ideas políticas y, especialmente, con el
afán de volver a encontrarse con Dion, Platón intentó por segunda vez pasar de la teoría a la
práctica. Nuevamente la experiencia constituyó un fracaso y, en el año 365 a.C., volvió a
Atenas. Todavía haría Platón un tercero e infructuoso intento de colocar a la filosofía como
rectora de los destinos políticos, de manera que en el año 361 a.C. volvió por tercera y última
vez a Siracusa, con la promesa de Dionisio II de aprender a comportarse como un filósofo-rey.
En esta última ocasión, la experiencia acabó con la muerte de Dion y con el convencimiento de
Platón de la necesidad de revisar algunos aspectos de su concepción política. A partir del año
360 a.C., Platón residirá en Atenas dedicado a su labor en la Academia hasta su muerte (347
a.C.).[1]

Líneas generales de la ética de Platón

Dentro de sus obras, especialmente Gorgias, Protágoras y República, Platón manifiesta las
controversias entre dos clases de vida que buscaban la primacía: la entregada al placer y la
consagrada a la sabiduría y a la práctica de la virtud. Platón nunca aceptó la doctrina
hedonista, derivada de la imprecisión de las doctrinas socráticas, como ideal de vida, que
ponía al placer como Sumo Bien, sino por el contrario, se inclina hacia el ascetismo y la
mortificación, expresándolo en el Fedón y en República, donde, en ésta última, condena de
manera enérgica la vida entregada al placer y propone un ideal que se base en la virtud y en el
cultivo de la sabiduría.

Sin embargo, en el Filebo, Platón trata de regular y someter el placer a la medida de la razón,
ya sin condenarlo, aunque terminantemente queda excluido como Sumo Bien, dada su
inestabilidad e insuficiencia y sólo se considera un bien particular de la parte más baja del
hombre, quien, de entregarse al placer sensible completamente, quedaría reducido a una vida
meramente animal y no humana, ya que si bien, el hombre posee un cuerpo material, tiene
también un alma inteligente.

Tal inteligencia tampoco es pura, sino que comparte y se mezcla proporcionadamente con el
placer. Este se ha de purificar y dosificar según tenga que entrar en la vida feliz junto con la
sabiduría, conforme a una escala de bienes, adecuada a las notas esenciales del Bien, según la
mentalidad griega: la medida, la verdad y la belleza. Cinco son los grados de la escala:

1. La medida, la moderación, lo convincente.

2. La proporción, la belleza, la perfección.

3. La mente y la inteligencia.

4. Las ciencias, las artes y las opiniones rectas.

5. Los placeres puros, sin mezcla de dolor.[2]


“La mezcla dosificada de placer y sabiduría, armonizados en la vida virtuosa, darán por
resultado la felicidad de que el hombre es capaz en este mundo”[3].

Por otra parte, hay que considerar el objeto de la ciencia: el Ser inmutable, necesario e
ilimitado, que constituye a la vez el Bien absoluto, al cual tiende la vida virtuosa y en la cual la
felicidad suprema del hombre encuentra su consistencia.

La moral de Platón se eleva gracias a su teoría de la Ideas, consideradas el Bien Supremo, así
como por la creencia de la inmortalidad del alma, orientando la conducta del hombre, no sólo
a la práctica de la virtud, sino también al cultivo de la Filosofía, de la Dialéctica,
específicamente. En esto consiste la felicidad del hombre en esta vida, de tal manera que “el
justo conserva se virtud, su libertad y su felicidad incluso en medio de los mayores
tormentos”[4], estableciendo el orden, la armonía y el equilibrio en todo su ser, sometiéndolo
a la razón.

El Sumo Bien es accesible al hombre por la contemplación, que a su vez es mediada por la
reminiscencia y la Dialéctica, que se auxilia de una vida virtuosa. Pero, ¿qué entiende Platón
por virtud? Para explicarlo comienza recuperando la concepción tradicional que relacionaba la
ley, la justicia y la virtud con un orden ontológico, permanente, objetivo y divino: el ser.
Uniendo esto a su propia doctrina sobre el alma, la divinidad y las Ideas subsistentes, Platón
plantea los siguientes criterios para determinar la virtud en su naturaleza:

a) La virtud como armonía, partiendo del concepto de Justicia que tiene por función
“introducir la armonía entre los elementos múltiples y contrarios que integran el compuesto
humano, unificándolos y sometiéndolos a la razón”[5], imitando la armonía cósmica que rige
todo el Universo, haciendo de ésta la norma trascendente de la virtud.

b) La virtud como salud del alma, en relación con las virtudes del cuerpo (salud, fuerza y
belleza), opuestos a los males (enfermedad, debilidad y fealdad), es resultado de la armonía
como medida y proporción en la vida humana.

c) La virtud como purificación. Las almas, semejantes a los dioses y a las Ideas, de alguna
forma, da un sentido profundamente moral al concepto platónico de la vida humana,
revistiendo a la virtud con una connotación ascética, catártica y finalista, reprimiendo las
pasiones inferiores y purificando, “para ir desprendiendo el alma del cuerpo, preparándola
para el retorno al estado feliz primitivo de contemplación de las realidades eternas del mundo
ideal”[6].

d) La virtud como imitación de Dios. Para Platón, asemejarse a Dios es huir del mundo de las
apariencias y de la mutación, haciendo justo y santo por medio de la sabiduría, en lo posible,
obteniendo la felicidad de los hombres divinos; tal es el premio de la vida del filósofo. “El
hombre que cultiva el amor de la verdad y de la sabiduría y se ejercita en pensar cosas
inmortales y divinas debe participar de la inmortalidad y de la felicidad de Dios”[7]. La virtud es
la expresión más perfecta de religiosidad.

e) Las Ideas, norma de la vida virtuosa. La Idea de Bien, que es la medida más exacta para
discernir lo bueno y lo malo, determina el sentido práctico y finalista de la conducta humana.
El Bien absoluto, constituido por el Ser necesario e ilimitado, es la tendencia de la vida
virtuosa, en cuya contemplación se encuentra la aspiración más alta del hombre: la felicidad
suprema.
f) División de las virtudes. No hay una norma general en Platón para determinar el lugar
correspondiente a cada virtud. Entre las fundamentales, menciona a la Justicia, si se entiende
como la armonía entre las distintas partes integrantes del compuesto humano; mientras que,
si se considera el fin último al que tiende y se orienta la acción virtuosa y la conducta humana,
conforme a su consecución, entonces la Prudencia y la Sabiduría toman mayor relevancia
entre las virtudes. Por tanto, se puede dividir las virtudes de la siguiente manera:

1. Justicia, que tiene por objeto “poner orden y armonía en el conjunto, asignando a cada
parte la función que le corresponde dentro de la totalidad”[8]. Tal orden es reflejo del
Universo y del mundo de las Ideas.

2. Prudencia o Sabiduría, virtud propia del alma racional, teniendo por objeto las cosas
divinas, además de “poner orden en los pensamientos, disponiendo el alma para huir del
mundo engañoso de las apariencias y prepararla para la contemplación de las realidades
superiores”[9].

3. Fortaleza o valor, que regula las acciones del alma de las pasiones nobles y generosas,
“haciendo que el hombre se sobreponga al sufrimiento y al dolor, sacrificando los placeres
cuando es necesario para el cumplimiento del deber”[10].

4. Templanza. Implica serenidad, armonía, dominio de sí mismo, regulando los actos


concupiscibles, liberando de las bajas inclinaciones naturales y groseras que perturban la paz
del alma, que aprende a liberarse del cuerpo.

Platón no logró sistematizar las virtudes y los vicios, como lo hizo Aristóteles, quien clasifico
virtudes intelectuales y morales. Conforme a la división aristotélica, las virtudes mencionadas
por Platón se ordenan de la siguiente manera:

ñ Virtudes intelectuales: prudencia, conocimiento, conocimiento intelectual, ciencia,


sabiduría, comprensión o hacerse cargo, buen consejo.

ñ Virtudes morales: justicia, templanza o moderación, fortaleza o valor, dominio de sí mismo,


piedad o justicia para con los dioses; alegría, buen humor, magnificencia, arte y habilidad
industriosa.

ñ Vicios: estupidez, ignorancia, intemperancia, injusticia, perjuicio o daño, cobardía,


arrogancia, insolencia o mal humor, bajeza, maldad, adulación, envidia y descontento o
incomodidad.

Obras centrales sobre su pensamiento ético-moral

Las obras de Platón, sus Diálogos, ya algunas han sido mencionadas a los largo del desarrollo
del subtema anterior, aquí se enlistan y se resume la línea ética que maneja cada una o el
reflejo del pensamiento moral platónico que expresa a grandes rasgos.

ñ República: propone el ideal basado en la virtud y en el cultivo de la sabiduría.

ñ Gorgias: presenta a Calicles proclamando como ideal de vida la fuerza, el poder, el


desenfreno y el libertinaje, doctrina que será rebatida.

ñ Fedón: muestra su inclinación al ascetismo y la mortificación.

ñ Filebo: escala de bienes.

ñ Banquete: es feliz el que amando el Bien lo hace suyo.


ñ Leyes: orden y armonía del Universo, equiparable a la armonía individual. La virtud es la
expresión más perfecta de la religiosidad.

ñ Fedro: carácter finalista de la virtud.

ñ Teeteto: distinción de dos clases de hombres: unos divinos y felices y otros vacíos de Dios y
miserables. Semejanza divina del hombre.

ñ Laques: plantea el problema de la unidad o multiplicidad de la virtud.

ñ Menón: la virtud es sabiduría, en todo o en parte.[11]

Comentario personal

La ética platónica, conforme a lo que se ha presentado, se basa en el concepto de la virtud,


entendida como el ejercicio necesario para alcanzar el Sumo Bien. La virtud se particulariza,
permitiendo hablar de virtudes, con una especificación clara y concreta, según una
clasificación. De tal forma, que el fin último de tales virtudes, al practicarlas, junto con el
cultivo de la sabiduría, permiten llegar a la felicidad después de la muerte, dado el carácter
inmortal del alma.

Sin embargo, el reflejo de la filosofía idealista de Platón no deja de manifestarse, planteando


todo su pensamiento en una continua marcha hacia el mundo de las Ideas, dejando de lado la
postura realista que podría orientar también la vivencia de la felicidad no sólo después de la
separación del alma y el cuerpo, sino hacer de ella (la felicidad) un camino más que una meta,
no al extremo de dejarse llevar por una doctrina hedonista, sino subrayando la práctica de la
virtud en la construcción de la misma sociedad, entendiéndonos no como individuos, sino
como personas, capaces de entablar relaciones, acuerdos y consensos, que hagan de este
mundo, contingente y limitado, un espacio donde el Sumo Bien sea capaz de encarnarse,
haciendo partícipe a nuestra naturaleza de la divinidad ya desde este mundo, planificándose
en el hiperuranío.

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LA ÉTICA PLATÓNICA

La ética de Platón es eudemonista: afirma que el fin de todo ser humano es la felicidad, tanto
individual como colectiva.

La felicidad (eudaimonía)

Para Platón la felicidad es el fin del ser humano, siendo la virtud un elemento muy vinculado a
la felicidad. Rechaza la identificación de la felicidad con el placer. Frente a esta postura
llamada Hedonismo, dice Platón que una vida centrada en el placer termina por no ser
placentera.

Platón adopta una postura intermedia, fruto de su análisis del ser humano, que es razón, pero
también afectos e impulsos corporales. Por ser corporal y tener su alma la dimensión
concupiscible no rechaza los placeres como complemento de felicidad siempre que se vivan de
un modo moderado. El ser humano se siente llamado a ascender del mundo sensible al
inteligible. La ética de Platón tiene por objeto el estudio de cómo el hombre puede acercarse
al bien absoluto, siendo cuatro los caminos para poder hacerlo: la muerte, la dialéctica, el
amor y la vida virtuosa.

La virtud (areté)

Areté designa un tipo de habilidad natural o adquirida. Quien posee esa capacidad puede
actuar de acuerdo con su naturaleza. Platón entiende la virtud como capacidad humana para
desarrollar una función o tarea propia desde el punto de vista ético. Platón habla de cuatro
virtudes: templanza, fortaleza y prudencia, todas ellas gobernadas por la justicia.

Sin embargo no basta con conocer la virtud, sino que hay que hacer algo de manera voluntaria:
purificarse de lo corporal (cátharsis) y luego habituarse a un cierto tipo de lucha y
entrenamiento interior (áscesis). La salud del cuerpo, como la del alma, consiste en la armonía
y proporción de los diversos elementos que la forman. Si la parte racional es prudente, la
irascible fuerte y la concupiscible templada, el alma en su conjunto es justa y, por tanto, sana.

Las virtudes son:

Justicia: es entendida por Platón como orden y equilibrio entre partes. Tiene primacía sobre las
demás porque es la que las ordena.

Prudencia: (phrónesis) consiste en la capacidad de deliberar racional y correctamente para


mostrar cuál es la opción y actuación más conveniente para cada momento.

Fortaleza (andreía): estriba en la recta opinión sobre lo que se debe y no se debe temer, unida
a la capacidad de mantener el ánimo alto en las dificultades

Templanza: (sophrosyne): radica en la capacidad del ser humano de ordenar racionalmente sus
impulsos.

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