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Platón
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1. BIOGRAFÍA
Platón nació en el año 427 a. C. en el seno de una familia de la nobleza ateniense. Siendo
joven, escuchó las enseñanzas de Crátilo, discípulo de Heráclito. Sin embargo, fue su
encuentro con Sócrates, cuando tenía 20 años, lo que marcó su vida y su pensamiento.
A partir de la muerte de su maestro en 399 a. C., realizó diversos viajes. En el sur de Italia
conoció el pitagorismo. Más tarde, en Siracusa (Sicilia),
intentó aplicar sus ideales políticos en la corte de
Dionisio el Viejo, con el cual tuvo varios desencuentros
que, según cuenta la tradición, le costaron la
esclavitud, de la que sería rescatado por un ciudadano
ateniense.
En los años 369 y 361 a. C. hizo dos últimos viajes de intención política a Siracusa, pero
también acabaron en fracaso. A partir del año 360 a. C. se dedicó por completo a la
enseñanza en Atenas, donde murió en 347 a. C.
Platón no vive apenas la época de esplendor que fue la Atenas de Pericles (479-431 a.
C.). Crece en el contexto de las guerras del Peloponeso (hasta que tiene 23 años) que
acabarán con el poder de la ciudad de Atenas y que desestabilizarán su democracia de
manera prácticamente irreversible. Es el tiempo de la segunda sofística, del gobierno de
los Treinta Tiranos, del restablecimiento de una democracia vigilada, de duros
enfrentamientos políticos con las venganzas de unos y otros, etc.
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OBRAS DE PLATÓN
En la filosofía antigua se dieron una serie de interrogantes a los que tanto Platón como
sus predecesores intentaron responder:
3. ¿CUÁL ES EL CRITERIO ÚLTIMO PARA LA ACCIÓN HUMANA? Los sofistas habían afirmado que no
existe un criterio moral absoluto, sino que todo es relativo en cuestiones éticas y
políticas, de forma que el bien y el mal dependen de la variable voluntad de los hombres.
Al igual que Sócrates, Platón consideró inadmisibles estas posturas: que lo real se
redujese a lo meramente corpóreo y cambiante, o que la razón y los sentidos fueran
excluyentes, o que no existiera un criterio moral perenne. De este modo, para buscar
una salida a estas cuestiones, pensó:
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1. Hay un ámbito de la realidad que trasciende lo sensible (no todo es material y
cambiante).
2. Tanto los sentidos como la razón nos dan a conocer porciones diferentes de la
realidad.
CRÍTICA A LA SOFÍSTICA
Para Platón, tanto la tiranía como la democracia son fruto de las teorías de los sofistas.
Siendo aristócrata no comparte el modo de gobernar que han tenido los Treinta Tiranos,
pero es un férreo detractor de la democracia.
b) La lucha entre los partidos. Permiten que los intereses de grupo prevalezcan sobre
las necesidades del Estado.
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conocimientos universales, necesarios e inmutables–. De ahí la necesidad que Platón
tiene de plantearse desde un principio cómo es posible que el hombre pueda llegar a
obtener este tipo de conocimientos. Y su respuesta es tajante: si el hombre puede
poseer conocimientos necesarios, universales e inmutables, es porque existen
“objetos reales” que son necesarios, universales e inmutables, ya que, en caso
contrario, el conocimiento científico carecería de valor al no poseer un objeto del que
fuera correspondencia.
Sin embargo, la experiencia le dice al hombre que en el mundo en el que vive todas las
cosas son particulares, contingentes, cambiantes. En el caso de Platón –que había
recibido a través de Crátilo la visión del mundo sensible de Heráclito–, a este hecho de
experiencia se une una concepción de la naturaleza según la cual todas las realidades se
encuentran en cambio continuo, sin que nada permanezca idéntico a sí mismo en dos
momentos distintos. Como consecuencia de todo ello, Platón se va a ver obligado a
afirmar que, además del mundo sensible en el que vive el hombre, compuesto todo él
de objetos particulares, contingentes y en continuo cambio, existe otro mundo cuyos
objetos son necesarios, universales e inmutables: es el mundo de las ideas.
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2. EL PROBLEMA DE LA REALIDAD: METAFÍSICA
La teoría de las Ideas representa el núcleo de la filosofía platónica, el eje a través del
cual se articula todo su pensamiento.
1. Existe un universo que podemos experimentar mediante los sentidos. Se trata del
mundo sensible, compuesto por cosas materiales, cambiantes, el cual da lugar a un
conocimiento de opinión, por lo que se puede denominar mundo dóxico (del griego
doxa, “opinión”). Este mundo incluiría la pluralidad y el cambio defendidos por
Heráclito.
2. Además de este ámbito, para Platón existe otro tipo de realidad, un mundo
inteligible, que va más allá de lo que perciben nuestros sentidos y que está constituido
por ideas, realidades inmateriales e inmutables que solo se pueden conocer mediante
la razón y que posibilitan un saber universal y permanente.
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El mundo inteligible, también denominado mundo eidético (del griego eidos, “idea” o
“forma”), posee casi todas las características del ser de Parménides y conduce a la
existencia del Bien en sí. La objetividad de las ideas suponía la superación del
relativismo de los sofistas.
Existen, pues, dos mundos para Platón. El mundo sensible, de alguna manera, depende
del mundo de las ideas. Pero ¿qué son realmente las ideas?
Las ideas platónicas tienen mucho que ver con el concepto y la definición que Sócrates
buscaba para expresar la esencia de las cosas. Según este autor, los conceptos
universales –como el de Bien en sí o la Justicia en sí– pueden ser alcanzados por la razón,
que debe descubrirlos y extraerlos del interior del alma. Pero ¿cómo han llegado hasta
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allí? Platón respondió con su teoría de las ideas: se hallan en el alma porque existen
en un mundo aparte, al que solo ella puede acceder.
La conclusión a la que llegó el filósofo ateniense es que las ideas no existen en las cosas,
en la mente ni en las definiciones, sino que tienen una realidad en sí, trascienden lo
sensible, son esencias separadas de las cosas.
Platón defendió que las ideas son realidades más plenas y más perfectas que las cosas
sensibles que las imitan. No cabe, por lo tanto, el relativismo que promovían los
sofistas, porque todo el mundo puede conocerlas como son en sí, mediante la razón,
con independencia de lo que cada uno puede entender.
Una vez que se ha señalado que las ideas son las esencias separadas de lo que existe en
el mundo material, se pueden enumerar algunas de sus propiedades o características:
las ideas son eternas, inmutables, únicas, inteligibles, perfectas, causas y modelos de
lo sensible.
Únicas: solo hay una idea para cada tipo de realidad sensible.
Perfectas: no se les puede añadir nada nuevo que las haga mejores.
Causas y modelos de lo sensible: de ellas participan las cosas sensibles y estas las
imitan.
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Por otro lado, Platón admitió que hay numerosas ideas, tantas como esencias de los
objetos sensibles. Existen ideas de todo lo que es; hay ideas de los objetos físicos (como
una piedra o un caballo) y hay ideas de valores estéticos o morales (la belleza, la
bondad, la justicia, etc.). Pero esta multiplicidad comprometía la necesaria unidad que
ha de reinar en el mundo de las ideas. Para salvar este obstáculo, sostuvo que estas se
encuentran ordenadas jerárquicamente, es decir, según grados de importancia.
El conjunto de las ideas forma una figura piramidal. En la base de esta figura se sitúan
las más elementales, que son las relacionadas con las cosas materiales; el vértice está
coronado por una sola idea suprema, de la que participan todas las demás sin que ella
participe de ninguna otra.
En el diálogo La República, Platón situó esta idea suprema en la idea del Bien, que
compara con el Sol, ya que sin él nada se puede ver ni conocer.
En uno de sus diálogos de vejez, Timeo, Platón se detuvo a reflexionar sobre el mundo
sensible y corpóreo.
Las cosas, al contrario que las Ideas, son múltiples, materiales, sometidas a un flujo de
cambios permanentes.
Lo sensible, aun no siendo perfecto, por encontrarse entre el ser y el no ser, goza de
cierta realidad. El universo, compuesto inicialmente de una materia informe, era caótico
hasta que fue transformado gracias a la acción de un ser denominado Demiurgo, que
le transmitió la forma y la unidad del mundo inteligible, y lo convirtió en cosmos.
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El Demiurgo confeccionó el mundo que nos rodea, pero no lo creó desde la nada, ya que
la noción judeocristiana de Creación es completamente ajena a la mentalidad griega de
la época, que suponía la eternidad de la materia. Este ser bueno e inteligible ordenó el
universo, tomando como modelo el mundo de las ideas. Así, el cosmos no tiene la
perfección de las ideas, pero, de algún modo, refleja su bondad y su belleza.
Aunque los dos mundos que hemos visto son distintos, entre ellos existe una relación
de participación (méthexis) e imitación (mímesis). Las cosas sensibles son como son
porque imitan o participan de las Ideas.
1. El mundo sensible participa del mundo inteligible, de modo que las cosas son lo que
son, tienen una esencia unitaria y permanente, porque participan de las Ideas. Para
Platón, hay ideas de todo cuanto existe en el mundo sensible y cambiante. El hombre es
hombre porque participa de la idea de hombre; lo mismo sucede con todas las demás
realidades sensibles. Esta participación trasciende el ámbito material, de manera que,
cuando las cosas participan de las ideas, estas permanecen inmutables e idénticas a sí
mismas.
2. El mundo material imita el mundo de las ideas, porque las cosas que percibimos con
nuestros sentidos son copias de aquellas, menos perfectas, y sometidas al cambio y la
pluralidad. Los seres materiales copian las ideas de manera semejante a como la sombra
de un cuerpo copia imperfectamente ese cuerpo.
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3. EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO: EPISTEMOLOGÍA
b) ¿Qué tipos o grados hay de conocimiento? (lo desarrollará en el Símil de la Línea (se
complementa con lo expuesto en el Mito de la caverna).
Los sofistas, con su general escepticismo, habían considerado que el conocer lo real era
algo imposible para el ser humano. Para superar este planteamiento, Platón recurrió a
la teoría de la reminiscencia: el conocimiento consistirá en una forma de recuerdo, el
emerger de algo que existe desde siempre en la interioridad de nuestra alma. Conocer
es recordar.
Entender, para Platón, no sería otra cosa que el despertar del alma a un conocimiento
que ya poseía antes de unirse a un cuerpo, cuando gozaba de la contemplación de las
ideas. Al encarnarse –y precisamente por ello–, el alma olvidó todo lo que sabía. De ahí
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que el conocimiento no sea más que un empeño constante por recuperar toda la
sabiduría que el alma perdió, lo cual solo es posible mediante la dialéctica, que nos
permitiría conocer –es decir, recordar– las ideas directamente.
Sócrates ya había asegurado que el hombre extraía ideas de su interior, pero no elaboró
una teoría para justificar tal concepto. Su discípulo, sin embargo, lo hizo mediante la
teoría de la reminiscencia: si hay un mundo de ideas y el alma ha estado en contacto
con él antes de entrar en el mundo sensible, parece lógico mantener que las ideas que
aprendemos, en realidad, ya estaban dentro de nosotros.
Platón considera que al igual que existen dos grados de realidad, existen dos grados
de conocimiento que garantizan distintos niveles de certeza. Así, tras el dualismo
ontológico pasamos a la propuesta del dualismo epistemológico.
Platón relató el mito de la caverna en el libro VII de La República, con el fin de ilustrar
sus doctrinas filosóficas. Esta alegoría nos hace imaginar la existencia de unos
prisioneros que llevan toda la vida encadenados en el interior de una caverna, de tal
manera que solo pueden mirar hacia el fondo y observar unas sombras proyectadas en
la pared.
le presentan son mucho más perfectos que las sombras que veía en la cueva. ¿Y qué
ocurriría si volviese dentro? Seguramente intentaría convencer a sus compañeros de
que lo que han visto desde siempre no es real, sino sombras de la verdadera realidad.
Ellos, sin embargo, creerían que está loco.
El mito sugiere, entre otras cosas, que el hombre no puede conformarse con lo que
percibe por los sentidos, sino que ha de traspasar la frontera de lo sensible y contemplar
las ideas, que constituyen lo perfecto y pleno.
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Platón explicó esta gradación del conocimiento mediante la alegoría de la línea
dividida en dos grandes segmentos: uno que abarca lo visible y otro que comprende
lo inteligible.
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4. EL PROBLEMA DEL SER HUMANO: ANTROPOLOGÍA
Entonces, si el alma habitaba en el mundo de las ideas y era feliz allí, ¿por qué ha
abandonado aquel mundo para introducirse en un cuerpo? Platón trató de responder a
este interrogante considerando que el alma humana en sí misma no posee una
completa unidad, por lo que sus elementos no siempre actúan con total armonía.
Para intentar aclarar este razonamiento, expuso en Fedro el mito del carro alado. De
acuerdo con él, el alma es como un carro tirado por dos caballos: uno representa las
inclinaciones o impulsos nobles, mientras que el otro simboliza los apetitos y deseos.
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El auriga o conductor es la razón, que debe dirigir a ambos. Todo va bien mientras la
razón gobierna al hombre, pero cuando el deseo de placeres se desboca, la razón pierde
el control, se quiebra la unidad del alma y esta queda sujeta al mundo sensible.
A través de la imagen del carro alado, Platón muestra que el alma consta de tres partes
o funciones:
- La racional, representada por el conductor del carro, que debe gobernar a todo
el ser humano y conducirlo al conocimiento de las ideas. Los sujetos en quienes
destaque esta parte del alma serán los amantes del saber.
Esta división tripartita del alma humana ocupó un lugar destacado en el pensamiento
del filósofo, porque –como veremos– la empleó para explicar las diversas virtudes y la
organización de la sociedad ideal.
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4.2. INMORTALIDAD DEL ALMA
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5. EL PROBLEMA DE LA ÉTICA
La filosofía práctica de Platón –su ética y su política– se edifica sobre sus teorías acerca
de las ideas, el hombre y el conocimiento, pues estaba convencido de que el ser
humano no puede obrar el bien si no conoce lo que es el Bien en sí, la idea suprema de
Bien.
Todos los símiles a los que recurre Platón para hablar de la naturaleza del alma insisten
en la necesidad de que el hombre se purifique mientras viva, puesto que en caso
contrario se verá obligado a sucesivas encarnaciones en otros cuerpos, hasta conseguir
esa purificación.
La primera tarea del filósofo consistirá en explicar qué es la virtud, en buscar la idea o
esencia de esta, es decir, aquello por lo que las diferentes virtudes merecen tal nombre.
Platón no llegó a dar una definición de virtud, si bien, al revisar sus obras, es posible
hacer una aproximación a este concepto:
- La virtud es una purificación para el alma que le permite liberarse del cuerpo y
retornar al mundo de las ideas tras la muerte.
- La virtud es el dominio de la razón sobre las demás partes del alma y sobre el
cuerpo; con ella, cada una de las partes del alma y del cuerpo cumple su función
de modo adecuado, esto es, racional.
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- La valentía o fortaleza (andreia) se asienta en el alma irascible y regula los
impulsos y pasiones nobles. Con ella, las pasiones se someten a la razón para
distinguir lo que se debe a lo que no se debe temer.
- La justicia (diké) consiste “en hacer lo que corresponde a cada uno de modo
adecuado”. En el caso del individuo, esta virtud lo capacita para que cada parte
del alma realice bien la función que le corresponde. En su dimensión social, una
polis es justa cuando todos los ciudadanos desempeñan satisfactoriamente sus
funciones en el conjunto y cumplen con su deber. Es importante recordar que
el objetivo de la filosofía de Platón es la justicia en la polis.
La vida en sociedad (la polis) surge, según Platón, por las ventajas materiales que esta
aporta a los individuos mediante la división del trabajo y el logro de la convivencia
pacífica con sus semejantes. Sin embargo, la sociedad también tiene como finalidad
facilitar a los hombres una vida virtuosa y feliz por medio de la educación.
Platón no aceptó ningún sistema político concreto, sino que se planteó la búsqueda de
la organización social perfecta –modelo para todas las polis–, que aproximara a los
hombres al bien y a la justicia.
Con este planteamiento comenzó la primera utopía social de Occidente. Las utopías
posteriores, siguiendo el ejemplo de Platón, nacieron como una crítica a la situación
política de su época y como una propuesta de cómo debía constituirse la comunidad
para alcanzar la justicia y la felicidad.
En La República se afirma que la polis ideal debe estar compuesta de tres clases o grupos
de ciudadanos, de manera semejante a como el alma está formada por tres partes
diferentes. El Estado será bueno y justo en la medida en que cada una de esas clases se
ocupe eficazmente de su cometido, sin que unas interfieran en otras:
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- Los guardianes, un grupo más numeroso, deberán velar por la paz social interna
y externa, cultivando especialmente la virtud de la valentía, asentada en el alma
irascible.
Por tanto, al igual que en el ser humano había tres partes del alma –la racional, la
irascible y la concupiscible–, en la sociedad hay tres estamentos distintos, cada uno de
los cuales corresponde a una de las partes predominantes del alma en los individuos.
Y si en el individuo era el alma racional la que debía dirigir a las otras dos, en la
organización social son los gobernantes los que deben dirigir a los guardianes y a los
productores, gobernando para conseguir el bien común.
Los ciudadanos tienen que situarse en una u otra clase de acuerdo a sus cualidades
naturales, no atendiendo a su familia ni a sus riquezas. Quienes, por naturaleza, estén
mejor dotados en la parte racional de su alma, deberán ser gobernantes; quienes sean
más capaces en la parte irascible, serán guardianes, etc. Lo importante es que cada
individuo desempeñe la ocupación que le corresponde según su naturaleza, sin
interferir en funciones que no le pertenecen.
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Platón dedica un amplio espacio en La República a explicar cómo debe ser el proceso de
selección de los aspirantes a guardianes y gobernantes. Consiste en una cuidadosa
educación en varias etapas:
2. Estudio de la dialéctica durante cinco años para los pocos que superen la fase anterior.
3. Servicio en la administración del Estado durante quince años para los que destacaron
en la etapa previa.
Los que hayan superado las pruebas anteriores, quedarán obligados a mirar hacia el Bien
en sí, que será su modelo para gobernar la polis.
A esto añadió que los gobernantes-filósofos y los guardianes no deberían tener familia
propia –para evitar el deseo de obtener ventajas por ello– ni bienes materiales –para
impedir el afán desordenado de enriquecerse–. Ambas clases tendrían que formar una
gran familia en la que los hijos fuesen educados por la polis, sin recurrir a la propiedad
privada: el Estado atendería todas sus necesidades. Así, Platón pretendía evitar que el
poder los corrompiera.
Esta forma de gobierno decae si el gobernante no tiene cuidado de que unas clases no
interfieran en otras, ya que un guardián no debe ser gobernante de la polis, ni un
productor dedicarse a la vigilancia. Si esto ocurre, el orden y la armonía social se
desintegra y la monarquía se sustituye por sistemas de gobierno cada vez más alejados
del ideal.
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La consecuencia necesaria de la democracia es la tiranía, porque restablece el orden
social. La tiranía, sin embargo, es el final de la comunidad política, pues los ciudadanos
se convierten en esclavos bajo el poder del tirano, quien, a su vez, se convierte en
esclavo de su propio poder. Bajo esta forma de gobierno, los hombres añorarán las
realidades supremas y se verán impulsados a derrocar al tirano y a sustituirlo por el rey-
filósofo. De este modo, para Platón la sucesión de las formas de gobierno tiene un
carácter cíclico.
Tras los intentos fallidos de aplicar su Estado ideal en Siracusa, Platón se volvió más
realista. En su diálogo de vejez, Las Leyes, sustituyó al rey-filósofo por un cuerpo de
magistrados que se controlan unos a otros y que se someten a unas leyes inmutables.
En este nuevo enfoque, la familia y la propiedad privada recobraron su lugar en la
organización de la sociedad platónica.
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