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Nombre del alumno: Juan Flores Gazca

Materia Cursada: Ética e investigación educativa.

Nombre del asesor: Dr. Mario Alberto Ortiz Luna.

Unidad I: Evolución, objeto de estudio y ética: referentes de dirección.

Nombre de la actividad: Ensayo: La ética en la ciencia y nuestra responsabilidad como


educadores.

La ética de la ciencia, un viaje sin retorno.

Los hombres quienes habitamos el planeta tierra hemos legado un globo terráqueo
transformado, o por lo menos diferente al que hemos heredado. Esta transformación es
consecuencia de nuestras acciones, las cuales no pueden ser neutrales. Es decir aquellas
acciones que realizamos de manera voluntaria o involuntaria, consciente o inconscientemente,
interesada o altruista, generan consecuencias irreversibles para mi persona y para la gente que
circunscriben mi entorno, así como el espacio físico que nos rodea.

“El hombre está inmerso en la realidad (natural y social) la cual existe independientemente de la
conciencia y voluntad. Esta realidad el hombre tiene que humanizar transformándola y
transformándose a sí mismo”. (Camero, 2010, pp.22).

Los seres humanos ejecutamos una serie de acciones las cuales se encuentran bajo la mirada
de una lente, la lupa de la ética, es aquí en donde no existen acciones neutrales, actos
gratuitos, ni hecho ajeno a la persona que los realiza, ni extraños a los seres con quienes
compartimos un espacio en un tiempo determinado. Incluso la pasividad y la omisión, también
son apreciadas dependiendo de la situación que ciñe el acto pasivo. Así mismo, todo acto,
desde la visión de la ética posee una condición de valor o de antivalor, es como el envés y el
haz de una hoja, el anverso y reverso de una página, es decir si existe uno, necesariamente
existe el otro, son conceptos necesarios y antagónicos que coexisten y sobre los cuales
valoramos las distintas acciones del ser humano.
Los hombres nos enfrentamos a una realidad física y tangible que no se puede negar o ignorar,
y por el solo hecho de estar vivos dentro de ella; opera en nosotros una “obligatoriedad” hacia el
actuar, es decir todas las acciones que hacemos e incluso las que se omiten tienen una carga
ética. Pues ambas son nominadas como buenas o como malas desde el punto de vista moral. Y
designadas como un valor o un antivalor desde la perspectiva de la ética. Además es
conveniente agregar a dicho escenario que el hombre no está sólo sino que convive con seres
semejantes a él y las relaciones que se establecen no solo son sociales, políticas, culturales o
casuales, sino primordialmente éticas.

La ética vive fusionada a los actos, no existe en la mente de los humanos, sino en el actuar de
los mismos. Por ende, la actividad ejecutada en el terreno de la ciencia, adquiere el valor y
antivalor, la intención y voluntad del acto, la consciencia y conciencia de los hechos y no puede
quedar al margen de la apreciación ética, es decir también existe la ética de la ciencia y se
sujeta a las mismas características del proceder del humano, pues la actividad humana es el
principio de la ciencia. En este sentido contradecimos el postulado de que la ciencia es por
naturaleza neutral. Tal vez la ciencia como resultado de la investigación sea neutra, pero el
proceso de investigación, el cual nos conduce a los nuevos conocimientos, los útiles
descubrimientos y “avances científicos”, ello no es neutral.

Para poder validar la ética de los actos humanos, tomaremos en consideración la siguiente
triada; aquella constituida por el individuo, la especie y la sociedad, lo cual integra la trinidad de
la finalidad ética. (Morín, 2009, pp. 55).

Para desarrollar esta triada partiremos del siguiente postulado: El hombre es un sujeto que tiene
la capacidad de pensar y razonar sobre su propio actuar, sobre los actos que realiza y las
consecuencias que estos actos generan en el medio ambiente en el cual está inscrito. Es decir,
tomaremos en consideración, tanto el contexto interno, como el externo del hombre.

Contexto interno del hombre. Su “Yo”.

El hombre como individuo tiene la capacidad de pensar, razonar y particularmente reflexionar


sobre de sí mismo y sobre sus acciones, es decir el hombre es un ser pensante, lo cual lo
diferencia de las demás especies por su talento de discernir, especular y toma de decisiones,
más allá de un simple impulso instintivo.
Si bien pertenece al reino animal, lo distingue de los demás seres de su propia especie por su
racionalidad, por su razón y caracterizarse como un ser social razonable, quien puede
argumentar no sólo de manera deductiva, sino inductiva, por contradicción, pero sobre todo por
una argumentación reflexiva que puede ir más allá de su simple actuar. El ser humano como
hombre posee la capacidad de reflexionar sobre el acto mismo, sobre la razón que lo determina
y primordialmente sobre las consecuencias de sus actos, es decir realiza una reflexión que
trasciende el hecho en sí y vislumbra los beneficios y secuelas de su propio actuar y el de los
demás.

Las acciones que el individuo efectúa las ejecuta en la persecución de un fin, es decir, hay una
intención detrás de todo acto. Pero esta intención tiene que estar orientada por fines inmediato,
pero también mediatos.

Finalmente, el hombre ético no está sólo, pues está rodeado de semejantes a él, quienes
pueden hacer acciones similares o parecidas a él, ya sea de manera individual o colectiva.

Contexto externo del hombre. Su “Nosotros”.

En su obra filosófica “Política”, Aristóteles nos dice que: “el hombre es un ser social por
naturaleza”, todos necesitamos de todos, mi ser personal necesita del otro para poder hoy en
día sobrevivir. Tal vez en tiempos remotos se decía que requeríamos de los otros para poder
vivir y convivir, pero los tiempos han cambiado. Hoy en día se requiere sobrevivir en esta “selva
de asfalto”, parafraseando la película de John Huston, “La jungla de asfalto” (1950).

Si bien, el hombre en su actuar puede tener conciencia y ser consciente de su intención, ésta
tendrá que estar sujeta a una microteleología y teleología de los valores. En virtud de que no
vive solo sino en convivencia con los demás. Es pertinente que el sujeto que actúa tenga claro,
por una parte ¿Cuáles son las intenciones de su acción?, pero paralelamente ¿Cuáles son las
consecuencias de sus acciones? Así como los fines últimos que persigue como individuo en lo
particular y como individuo que conforma una sociedad.

Versa el principio de la física: “A toda acción corresponde una reacción”, dentro del campo de la
ética las acciones traen consigo consecuencias: favorecedoras humanitarias y siniestras
perniciosas para las personas y la sociedad en donde conviven. Por ende, conviene desarrollar
de manera responsable una convicción sobre el actuar, estableciendo los consensos y las
afectaciones de los actos, primordialmente de los realizados por la ciencia y la tecnología. Los
avances en las investigaciones de la ciencia, también deberán considerar una ética de la
responsabilidad en la era de la ciencia, (Apel, 2007, pp.67) en era del conocimiento y la era de
la información digital.

A modo de conclusión

Los docentes de manera cotidiana nos enfrentamos al dilema ético, si aprobamos o reprobamos
al alumno que no posee el mínimo de conocimientos o no haya desarrollado las competencias
tan citadas en los planes y programas de estudio, revisados durante el periodo de sesiones de
clase o a lo largo del ciclo escolar. La disyuntiva está en aprobarlo y dejar que continúe sus
estudios o reprobarlo y truncar la continuidad en su preparación a nivel medio superior.

La decisión que debería tomar me coloca en un conflicto, pues aprobarlo implica aprobar su
ignorancia, su negligencia hacia el deseo de superación; y reprobarlo involucra la posibilidad de
que el estudiante abandone o deserte de la escuela.

La decisión por la cual opto como docente radica en aprobarlo, pues tomo como referente que
el alumno no va a ser un literato. Por ende no requiere tener un dominio exhaustivo de las
corrientes literarias, de los autores y de las figuras retóricas empleadas por los escritores. Claro
está que los apruebo con la mínima calificación de acreditación. Desde el punto de vista externo
me queda claro que el “solapar” la ignorancia agrede al cúmulo de la cultura que los individuos
deberían poseer. No obstante, comparado el conocimiento existente con el conocimiento
ausente en el alumno, espero no agredir a la humanidad, a su cultura, a su nivel de
socialización, pero fundamentalmente al aspecto ético social.

Referencias

Apel, K. O. (2007). Una ética de la responsabilidad en la era de la ciencia. En La globalización y


ética de la responsabilidad: Reflexiones filosóficas acerca de la globalización. Buenos Aires:
Prometeo.
Camero R., F. (2010). Todos tenemos una concepción del mundo y del hombre. En la
investigación científica: Filosofía, teoría y método. México: Fontamara.

Morín, E. (2009). La incertidumbre ética. En El método: Ética. Madrid: Cátedra.

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