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¿Culpables o inconscientes?

Ante la mirada fija y adusta del señor juez quien vestía una larga y elegante toga
de color negro profundo. Se encontraban sentados en una única banca cinco
sujetos. Estaban en la misma banca no porque fueran iguales sino porque no
había otro lugar en donde ponerlos. Tan cerca el uno del otro permanecía inertes
sin saber ¿Qué hacer? Los habían llevado ante el juez sin ningún motivo. O por lo
menos ellos desconocían porque los habían conducido ante el juez.

Habían sido detenidos unas horas antes en la calle de Sin Razón esquina con
cerrada de Sentido Común. Aparentemente se habían pasado un semáforo en rojo
“infragani”, conduciendo un “jetta” (o jeta, según sea la pronunciación de la
palabra) a alta velocidad. Sin embargo, lo único que tenían en común los cinco
sujetos era su cercanía en la jeta de una persona.

Repentinamente en la sala del juzgado habían aparecido dos sujetos vestidos


cada uno de ellos conforme a su época, quienes los miran despectivamente como
si su sola presencia emanara una conducta reprochable y por ende, su actuar
sería altamente recriminado.

Uno de ellos se le nombraba el señor Descartes y el otro de un nombre


extremadamente extenso y de apellido breve… Emmanuel Kant. Ambos
ensimismados en sus pensamientos era evidente su profunda preocupación por lo
que su Razón les dictara. Una característica común entre ellos era su extremado
subjetivismo racionalista.

Tomó la palabra en primer término René Descartes con un discurso lógico y


metódico realizó una disertación incuestionable.

Yo René Descartes he propuesto al pensamiento humano un método denominado


“La duda metódica”, el cual es un paso previo a la búsqueda de la verdad
absolutamente cierta de la que es imposible dudar. Consiste en eliminar todos
aquellos conocimientos e ideas que no aparezcan dotados de certeza absoluta;
existe tres razones para justificar la duda metódica; pero yo solo emplearé la
primera, la cual radica en que los sentidos nos engañan en muchas ocasiones y
nos inducen al error.

En este primer acercamiento podemos afirmar que los sentidos y las percepciones
que se generan en el pensamiento del hombre son considerados como errores.
Claro está que la duda metódica como método es una postura que se debe tomar
para poder llegar a la verdad absoluta. “Pienso, luego existo”. Entonces ¿En
dónde están los sentidos? ¿Para qué sirven los sentidos si estos nos engañan?.

La experiencia interna conformada por las sensaciones no da sustento de la


realidad que el hombre percibe. Por ende, las sensaciones no conducen al error,
siguiendo las razones de la duda metódica.

Por su parte el señor Kant, hizo lo propio.

Yo Kant: concibo que: “La ilustración significa el abandono por parte del hombre
de una minoría de edad cuyo responsable es el mismo. Esta minoría de edad
significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por
algún otro”.

No niego la existencia de las cosas que existen en el mundo que nos rodean, pero
el pensamiento recibe una maraña de sensaciones, las cuales la razón tendrá de
desenmarañar y ordenar. Parto de la conciencia y de las representaciones
fenoménicas del yo sean provenientes del mundo externo o interno.

Con una mirada inquisitiva y un tono de voz poco amable el juez con su presencia
autoritaria interpeló a los acusados:

-¡Qué tienen que decir en su defensa!

Nerviosamente los cinco sentidos se atropellaban entre sí para tomar la palabra y


poder hablar en su defensa. Cada uno de ellos sabía que “todo lo que dijeran
podía ser usado en su contra”. Finalmente, tomó la palabra la vista y afirmó
categóricamente, el conocimiento del mundo exterior transita a través de la puerta
de acceso que yo he diseñado para que el cerebro esté enterado de todo lo que
ocurre en el mundo exterior. Por su parte el oído tímidamente aseveró que
analógicamente el representaba la ventada del cerebro por la cual se podía
escuchar todos los sonidos del mundo circundante; el tacto con palabras
titubeantes y entrecortadas dijo que el proporcionaba información al cerebro de
manera diferente y peculiar, pues el mundo por medio del tacto se percibe de
manera distinta, a diferencias de sus antecesores en la palabra.

Por su parte el olfato emplearía la metáfora de ser una especie de chimenea por
donde fluyen los diferentes olores. Finalmente, tomó la palabra el gusto quien
nerviosamente fue el último en tomar la palabra diciendo: con cierto gusto, susto y
disgusto puedo decir que los cinco sentidos hemos sido menos preciados en el
proceso del conocimiento que realizan los humanos, si bien puede ser que no les
quede claro ¿Cuál el nuestro papel en el mundo del saber? Con orgullo podemos
decir que sin nosotros no existiría una forma de conocer el mundo exterior del
sujeto que conoce. Además, nosotros somos elementos indispensables en la
manera de cómo el sujeto que conoce el mundo, lo conoce, es decir, la manera
peculiar y particular de cómo se percibe el mundo por parte de un sujeto depende
de nosotros cinco, llamados los cinco sentidos.

Con mano firme el juez dejó caer en tres repetidas ocasiones su mazo de madera
para dictar sentencia:

-“Ante los hechos presentados y la comparecencia de los actores no me queda


más que decir que encuentro a los culpables…inocentes de los cargos que se les
imputan.

-Por lo demás sigan investigando ¿Cuál es el papel de la razón? ¿Cuál es el papel


que desempeñan los sentidos en el proceso de conocimiento por parte del sujeto?
¿Y, qué relaciones se establecen entre sentidos y la razón?

Ante la mirada atónita de los presentes y el enfado de algunos de los actores, el


señor juez había dictado sentencia: ¡He dicho! ¡Cosa sojuzgada! ¿Qué pase el
siguiente acusado…!

Fin.

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