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en persona
Manuel Gutiérrez
Un rocianero que vio crecer Mazagón
El poblado de San José en construcción. A la izquierda vemos el techo de una choza y a la derecha la nueva construcción. Reco-
nocemos en esta foto, de izquierda a derecha, a los siguientes vecinos: José, hermano de María la Rubia; Paco Giguito; Lázaro;
Manuel Pichardo el Gorrión; Paco la Calera; Manuel Carrasco Layne; Manuel el Latoso; el hijo de Manuel el Latoso; Manuel Ro-
mero el Serrano y Manuel Pérez. Foto: Constanza Pérez Moreno.
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ban acondicionadas para vivir. La mayor parte del techo tierra, su mujer estaba dormida y no le quiso decir nada
era de chapa de uralita y otra más pequeña de teja pla- para que no se asustara. A las duras condiciones de vida
na, que fue la que él compartía con cuatro familias más. que tenían, se unió el tener que estar mes y medio sin
No había agua, tenían que acarrearla de una fuente cobrar un duro por un conflicto entre el promotor
que había donde hoy se encuentra la Plaza Trainera. Allí (Eduardo Pérez Griffo) y el constructor (Rafael Morales).
también cogía el agua la Guardia Civil para beber y regar Al final, los Tribunales le dieron la razón al constructor y
un huerto que tenían en el cuartel. Las condiciones de todos pudieron cobrar todos los atrasos.
vida en el cuartel no eran mejor que las de los albañiles,
aquellos tiempos eran difíciles… Se hacían los relevos Lo que no sabía Manuel, en aquella época, es
cada cuatro días; los guardias venían en bicicleta desde que Ciparsa iba a ser el trampolín que lo iba a lanzar a
Trigueros, San Juan del Puerto, Moguer y Palos de la incorporarse a un empleo estable en la empresa estatal
Frontera, cargados con el costo para todo el turno. La Campsa, en la que estuvo trabajando 22 años, hasta que
luz de los barracones estaba conectada a un poste de se retiró a los 58, por un convenio con la empresa. «Yo
Ciparsa con autorización de la empresa. entré allí gracias a don Luis Olalla, delegado del Estado
en Campsa, que vivía en Ciparsa», dice Manuel.
Manuel pronto encontró un pluriempleo en la
urbanización, cuidando y llevando el mantenimiento de
las viviendas que se iban entregando. Los dueños le de-
jaban las llaves, y llegó a tener veinte chalés a su cargo;
proporcionándole un buen dinero extra que entraba en
su casa, todos los meses.
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todas sus pertenencias. Gracias a la mediación del pa-
dre Idelfonso, Manuel y su esposa fueron convencidos y
se mudaron a la choza.
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ro Rufino, con el que compartía muchas noches de pesca
echando el alabar en la playa.
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