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I: El estudio del lenguaje y la teoría del lenguaje

El lenguaje es el instrumento con el que el hombre da forma a su pensamiento,


también es el último e indispensable sostén del individuo humano. Concebido como
sistema de signos y como entidad estable, se esperaba que proporcionase la clave del
sistema del pensamiento humano. Concebido como institución social supraindividual,
había de contribuir a expresar el carácter de la nación. Concebido como fenómeno
fluctuante y sujeto a cambio, había de marcar el camino hacia la comprensión tanto del
estilo de la personalidad como de las lejanas vicisitudes de generaciones pasadas.
El lenguaje deviene no un fin en sí mismo, sino un medio: medio de conocimiento
cuyo objeto principal se halla fuera del lenguaje.
El habla es el signo distintivo de la personalidad.
La lingüística ha de esforzarse por comprender el lenguaje no como un
conglomerado de fenómenos no lingüísticos, sino como una totalidad autosuficiente,
como una estructura sui generis.

II: Teoría lingüística y humanismo


Una teoría lingüística que trate de hallar la estructura específica del lenguaje a
través de un sistema de premisas exclusivamente formal habrá de perseguir una
constancia que no se apoye en ninguna “realidad” exterior al lenguaje.
La búsqueda de tal constancia agrupadora e integradora estará seguramente en
oposición con cierta tradición humana.
Para cada proceso hay un sistema. Debe suponerse que es posible analizar todo
proceso en un número limitado de elementos recurriendo a diversas combinaciones.
Debería comprenderse que la descripción de los fenómenos humanísticos ha de
elegir entre un tratamiento poético como único posible, de un lado, y un tratamiento
poético y científico, como dos formas de descripción coordinadas, de otro. La elección
depende de que se compruebe la tesis de que todo proceso tiene un sistema subyacente.
La meta de la lingüística es probar la tesis de que todo proceso tiene un sistema
subyacente y toda fluctuación una constancia subyacente.

III: Teoría lingüística y empirismo


El principio empírico es: la descripción habrá de estar libre de contradicción (ser
autoconsecuente), ser exhaustiva y tan simple cuanto sea posible. La exigencia de falta
de contradicción tiene preferencia sobre la de exhaustividad. La exigencia de
exhaustividad tiene preferencia sobre la de simplicidad.

IV: Teoría lingüística e inducción


Modo de proceder inductivo: una progresión del componente a la clase, es un
movimiento sintético y un método generalizador. Los conceptos a los que así se llega (con
el método inductivo) no son generales ni, por tanto, generalizables más allá de una lengua
concreta en una etapa determinada. La inducción nos lleva de la fluctuación, no a la
constancia, sino al accidente.
Modo de proceder deductivo: Procedimiento que puede definirse como una
progresión de la clase al componente, como análisis y especificación, en oposición al
método inductivo en el sentido en que lo emplea la lingüística.

V: Teoría lingüística y realidad


Teoría puede significar, entre otras cosas, sistema de hipótesis. Tomada en este
sentido la influencia entre la teoría y el objeto es unidireccional: el objeto determina y
afecta a la teoría.
La palabra teoría en el sentido utilizado por Hjelmslev, tiene dos factores de
importancia parigual:
1. Arbitrariedad: una teoría, es por sí misma independiente de toda
experiencia. Constituye lo que se ha llamado sistema puramente deductivo, sólo
puede usarse para calcular las posibilidades que se siguen de sus premisas.
2. Adecuación: una teoría introduce ciertas premisas acerca de las
cuales el teórico sabe, por experiencias anteriores que cumplen las condiciones de
aplicación a ciertos datos empíricos. Estas premisas tienen el mayor valor de
generalidad posible.
Los datos empíricos nunca pueden fortalecer ni debilitar la teoría misma, sino
únicamente su aplicabilidad.
Una teoría nos permite deducir distintos teoremas, todos los cuales han de tener
forma de implicaciones (en el sentido lógico) o ser susceptibles de transposición a tal
forma condicional.
Basándonos en una teoría y sus teoremas podemos construir hipótesis (inclusive
las llamadas leyes), cuyo destino, depende exclusivamente de la verificación.
La teoría lingüística, en virtud de su naturaleza arbitraria es arrealista, en virtud
de su adecuación es realista.

VI: El fin de la teoría lingüística


Una teoría, en el sentido aquí atribuido a la palabra, intenta proporcionar un modo
de proceder con el cual sea posible describir de modo autoconsecuente y exhaustivo
objetos de cierta naturaleza establecida como premisa. Tal descripción conduce a lo que
normalmente se llama conocimiento o comprensión del objeto considerado. Una teoría
pretende indicar un modo de proceder para conocer o comprender un objeto dado.
Los objetos que interesan a la teoría lingüística son los textos. El fin de la teoría
lingüística es dotarnos de un modo de proceder con el cual pueda comprenderse un texto
dado mediante una descripción autoconsecuente y exhaustiva. Debe permitirnos describir
no sólo todos los textos dados, sino todos los textos concebibles o posibles. Utilizando
los instrumentos de la teoría lingüística podemos extraer de tal selección una reserva de
conocimientos utilizable en otros textos. Este conocimiento afecta, no única o
esencialmente a los procesos o textos de los que se obtiene, sino al sistema o lengua en
que se basan todos los textos de la misma naturaleza, y con cuya ayuda podemos construir
nuevos textos.
Pero la teoría debe ser de utilidad para describir y predecir no sólo cualquier texto
posible compuesto en cierta lengua, sino cualquier texto posible en cualquier lengua. El
teórico de la lingüística debe tomar la precaución de prever todas las posibilidades
concebibles y admitirlas en su teoría de modo que sean aplicables a textos y lenguas con
los que no se haya tropezado, o a lenguas que tal vez nunca hayan llegado a ser realidad,
y algunas de las cuales probablemente nunca lo serán.
Es necesario asegurar la aplicabilidad de la teoría, y toda aplicación presupone
necesariamente la teoría. No hay que confundir la teoría con sus aplicaciones o con el
método práctico de aplicación. En virtud de su adecuación, la tarea de la teoría lingüística
es empírica, en virtud de su arbitrariedad es calculatoria.
El teórico de la lingüística establece un cálculo de todas las posibilidades
concebibles dentro de ciertos marcos. Estos marcos los construye arbitrariamente.
Establece un cálculo que proporciona los medios para describir o comprender un texto
dado y la lengua con arreglo a la cual se construye. La teoría lingüística no puede
verificarse haciendo referencia a tales textos o lenguas existentes. Solo puede juzgarse
por referencia al carácter autoconsecuente y exhaustivo del cálculo.
Principio de simplicidad: Si la teoría lingüística termina por construir varios
modos de proceder posibles entonces se elegirá aquel que facilite la descripción más
simple posible. Se considera correcta la solución que se atiene en grado máximo a este
principio.
Es por su propio principio empírico y sólo por él por el que debe someterse a
prueba la teoría lingüística.

VII: Perspectivas de la teoría lingüística


Al evitar el punto de vista transcendente hasta aquí prevalente y buscar una
comprensión inmanente del lenguaje, en cuanto estructura auto-subsistente y específica,
así como una constancia dentro del lenguaje mismo, y no fuera de él, la teoría lingüística
empieza por limitar el alcance de su objeto.

VIII: El sistema de definiciones


La teoría lingüística, cuya misión principal es hacer explícitas las premisas
específicas de la lingüística en la mayor medida posible, establece a tal propósito un
sistema de definiciones. Es preciso que la teoría lingüística sea lo menos metafísica
posible. Sus conceptos saben definirse y las definiciones deben basarse en conceptos
definidos.
En las definiciones formales, lo que se pretende no es agotar la naturaleza
intencional de los objetos ni tampoco delimitarlos extensionalmente desde todos los
ángulos, sino únicamente situarlos con relación a otros objetos, similarmente definidos o
establecidos como premisas con carácter básico.
Las definiciones operativas desempeñan un papel sólo temporal. Bajo este término
se incluyen tanto aquellas definiciones que en una etapa posterior quizá se transformen
en definiciones formales, como las definiciones puramente operativas, cuyos definentes
no formen parte del sistema de definiciones formales.
La resuelta intención de eliminar las premisas implícitas lleva a sustituir los
postulados en parte por definiciones y en parte por proposiciones condicionales,
eliminándose así los postulados del mecanismo.

IX: Principio del análisis


Teniendo en cuenta la adecuación, la elección de la base del análisis puede diferir
de un texto a otro. Debe establecerla únicamente a través de un cálculo general que tenga
en cuenta las posibilidades concebibles. Lo que es universal, sin embargo es el principio
mismo del análisis. El principio de análisis debe ser adecuado.
Lo importante no es la división de un objeto en partes, sino la conducta del
análisis, de modo que se acomode a las dependencias mutuas entre esas partes u nos
permita dar cuenta adecuada de ellas.
Tanto el objeto sometido a examen como sus partes tienen existencia sólo en
virtud de estas dependencias.
Los objetos del realismo ingenuo son tan solo intersecciones de grupos de tales
dependencias.
La totalidad no consta de cosas sino de relaciones, no es la sustancia sino sus
relaciones internas y externas quienes tienen existencia científica. La aserción de que los
objetos son algo distinto que los términos de las relaciones es un axioma superfluo y una
hipótesis de la que hemos de librar a la ciencia lingüística.
A partir de Ferdinand de Saussure se ha afirmado con frecuenta la existencia de
una interdependencia entre ciertos elementos dentro de una lengua, tal que una lengua no
puede tener uno de esos elementos sin tener también el otro.
Además de las interdependencias, debemos prever dependencias unilaterales, en
las que un término presupone el otro pero no viceversa, dependencias más libres que
consisten en que dos términos no formen parte de ninguna relación de presuposición,
sigan siendo compatibles.
Interdependencias: Son las dependencias mutuas, en las que un término presupone
el otro y viceversa.
Determinaciones: Son las dependencias unilaterales, en las que un término
presupone el otro pero no viceversa.
Constelaciones: Son las dependencias de mayor libertad, en las que dos términos
son compatibles pero ninguno presupone el otro.
A la interdependencia entre términos de un proceso lo llamamos solidaridad, a la
interdependencia entre términos de un sistema, complementariedad. A la determinación
entre términos de un proceso la llamamos selección, a la determinación entre términos de
un sistema, especificación. A las constelaciones dentro de un proceso las llamamos
combinaciones, las constelaciones dentro de un sistema, autonomías.
Hay casos en que una misma colección de términos puede considerarse como
proceso y como sistema, y en que, la diferencia entre proceso y sistema es solamente de
punto de vista. La teoría misma es un ejemplo: Si la jerarquía de definiciones se considera
como sistema, habrá una especificación entre ellas.
Para nuestra investigación presente, que se ocupa del análisis textual, es el proceso
y no el sistema el que ofrece interés.
Solidaridades: las podemos encontrar en las lenguas de estructura conocida
abunda la solidaridad entre morfemas de diferentes categorías de una “forma gramatical”.
También puede haber entre una preposición y su complemento, en el sentido de que el
complemento de una preposición no puede existir sin preposición, ni una preposición sin
complemento.
Selecciones: entre una preposición y su complemento.
Combinación: entre la palabra latina ab y el ablativo, cuya coexistencia es posible
pero no necesaria.
La morfología se presenta únicamente a la descripción de sistemas y la sintaxis a
la descripción de procesos.
La estructura de una lengua puede admitir que el tema de una palabra se presente
tanto con, como sin, elementos derivacionales. Desde un punto de vista más universal o
general hay siempre selección en el sentido de que un elemento derivacional presupone
necesariamente un tema pero no viceversa.
El principio del análisis será el reconocimiento de esas dependencias.

X: Forma del análisis


El factor peculiar que caracteriza a la dependencia entre el todo y las partes, que
la distingue de la dependencia entre el todo y las partes que la distingue de la dependencia
entre el todo y otros todos y que permite considerar a los objetos descubiertos como
pertenecientes y no como extraños al todo parece ser la uniformidad de esta dependencia.
Análisis: descripción de un objeto por las dependencias uniformes de otros objetos
respecto de él y entre sí.
Clase: el objeto que se somete a análisis.
Componentes: los otros objetos que se registren en un análisis concreto como
uniformemente dependientes de la clase y dependientes entre sí.
La definición de análisis presupone tan sólo aquellos términos o conceptos que no
se han definido en el sistema de definiciones específico de la teoría lingüística, sino que
proponemos como indefinibles: descripción, objeto, dependencia, uniformidad.
A una clase de clases la llamaremos jerarquía, hay dos clases de jerarquías:
procesos y sistemas.
Dentro de un proceso lingüístico: a las clases las llamaremos cadenas, y a los
componentes de una cadena sus partes.
Dentro de un sistema lingüístico, a las clases las llamaremos paradigmas y a los
componentes de un paradigma sus miembros.
De acuerdo con la distinción entre partes y miembros, cuando sea adecuado
especificar podremos llamar al análisis de un proceso partición y al análisis
desmembración.
La primera misión del análisis es realizar una partición del proceso textual. La
exigencia de exhaustividad impedirá detenerse en una partición determinada del texto, las
partes que resulten de tal partición deben ser partidas a su vez y así sucesivamente hasta
agotar la partición.
Todo el análisis textual se presentará entonces como un procedimiento consistente
en una partición continuada o un complejo de partición, en el que cada operación aislada
consiste en una partición mínima aislada.
Entre los componentes del procedimiento hay determinación de tal modo que los
componentes sucesivos siempre presuponen la existencia de los precedentes pero no
viceversa, también la determinación entre las operaciones puede ser considerada como
una selección o como una especificación.
Deducción: análisis continuado o un complejo de análisis con determinación entre
los análisis que de él forman parte.
Operación: una descripción que está de acuerdo con el principio empírico.
Procedimiento: una clase de operaciones con determinación mutua.
Síntesis: la descripción de un objeto en cuanto componente de una clase.
Inducción: una síntesis continuada con determinación entre la síntesis que de ella
forman parte.
La relación entre el análisis y la síntesis será siempre una determinación. El
método deductivo no impide que la jerarquía sea recorrida después en la dirección
contraria.
Solo usaremos componente, parte y miembro para designar los resultantes de un
análisis simple, si se trata de un análisis continuado hablaremos de derivados.
Entenderemos por derivados de una clase sus componentes y componentes de
componentes dentro de una misma deducción añadamos que de la clase se dice que
incluye a sus derivados y que los derivados entran en su clase.
Derivado de primer grado y componente son consecuentemente términos
equivalentes.

XI: Funciones
A la dependencia que satisface las condiciones del análisis la llamaremos función.
A los terminales de una función los llamaremos funtivos, entendiendo por funtivo un
objeto que tiene función con otros objetos. Al funtivo que no es función lo llamaremos
entidad (los grupos de sílabas, las sílabas y las partes de las sílabas).
Una entidad del texto tiene ciertas funciones: aproximándonos al significado
lógico-matemático la entidad tiene dependencias con otras entidades; aproximándonos al
significado etimológico la entidad funciona de un modo definido. El significado
etimológico de la palabra función es su definición real.
Por constante entendemos un funtivo cuya presencia es condición necesaria para
la presencia del funtivo con el que tiene función; por variable entendemos un funtivo cuya
presencia no es condición necesaria para la presencia del funtivo con el que tiene función.
La interdependencia es la función entre dos constantes, la determinación es la
función entre una constante y una variable, la constelación es la función entre dos
variables.
Nombre común a interdependencia y determinación: cohesiones. Designación
común entre interdependencia y constelación: reciprocidades.
Determinación tiene dos tipos de funtivos:
a. Funtivo determinado: Su presencia es condición necesaria para la
presencia del otro funtivo en la determinación, está determinado por este.
b. Funtivo determinante: su presencia no es condición necesaria para
la presencia del otro en la determinación, determina a este.
Los funtivos que contraen reciprocidad pueden nombrarse análogamente:
interdependientes, constelativos, recíprocos, y cohesivos.
En el proceso en el texto existe una relación “tanto…como” una conjunción o
coexistencia entre los funtivos intervinientes, en el sistema existe una relación “o…o”
una disyunción o alternancia entre los funtivos.
Entenderemos por correlación la función “o…o” y por relación la función
“tanto…como”. A los funtivos que contraen dichas funciones los llamaremos correlatos
y relatos.
El proceso y sistema que le corresponde contraen juntos una función, que se trata
de una determinación en la cual el sistema es la constante: el proceso determina al sistema.
La existencia de un sistema es premisa necesaria para que exista el proceso,
adquiere existencia en virtud de un sistema que lo rija y determine en su posible
desarrollo. La existencia de un sistema no presupone la existencia de un proceso. Resulta
imposible tener un texto sin que haya una lengua tras él. En cambio, puede tenerse una
lengua sin que haya un texto construido en ella.
Ejemplos:
Interdependencia  Sujeto y predicado (solidaridad); vocales y consonantes
(complementaridad).
Determinación  Oración principal y subordinada, artículo y sustantivo
(selección); en griego masculino y femenino con el neutro (especificación).
Constelación  Dos oraciones coordinadas (combinación)
Proceso Sistema
Interdependencia Solidaridad Complementaridad
Determinación Selección Especificación
Constelación Combinación Autonomía

XII: Signos y figuras


Un signo, se caracteriza primera y principalmente por ser signo de alguna otra
cosa. Un signo funciona designa, nota; un signo en contraposición a un no signo, es el
portador de significación.
La significación atribuible a cada una de las entidades mínimas debe entenderse
como significación puramente contextual. Ninguna de las entidades mínimas, ni los
radicales tiene existencia tan independiente que le pueda ser asignada una significación
léxica.
Totalmente aislado, ningún signo tiene significación; toda significación de signo
surge en el contexto entendiendo por tal un contexto situacional o un contexto explicito
Las silabas y fonemas no son expresiones del signo sino únicamente parte de estas.
Una lengua es, por su finalidad, primera y principalmente un sistema de signos,
para ser plenamente adecuada debe estar siempre dispuesta a formar nuevos signos,
nuevas palabras o nuevas raíces. Podrán construirse todos los signos a partir de no signos,
aquellos no signos que entran en un sistema de signos como parte de estos los llamaremos
figuras.
Las lenguas, no pueden describirse como sistemas de signos puros. Por el fin que
generalmente se les atribuye son primera y principalmente sistemas de signos, pero por
su estructura interna son primera y principalmente algo diferente, sistemas de figuras que
pueden utilizarse para construir signos.

XIII: Expresión y contenido


Mientras que en el primer punto de vista (un signo es primera y principalmente
signo de algo) el signo es una expresión que señala hacia un contenido que hay fuera del
signo mismo, de acuerdo con el segundo punto de vista el signo es una entidad generada
(que ha expuesto especialmente Saussure y, tras sus pasos, Weisgerber) el signo es una
entidad generada por la conexión entre una expresión y un contenido.
Vamos a evitar hablar del signo, para enfocarnos en la función del signo, colocada
entre dos entidades, una expresión y un contenido. Los términos expresión y contenido
como designaciones de los funtivos que contraen la función a que nos referimos, la
función del signo.
Siempre habrá solidaridad entre una función y sus funtivos: no puede concebirse
una función sin sus terminales, y los terminales son únicamente puntos finales de la
función y, por tanto, inconcebibles sin ella. Si una misma entidad contrajese diferentes
funciones sucesivamente y, así pareciera ser seleccionada por ellas, se trataría, en cada
caso, no de un mismo funtivo, sino de diferentes funtivos, diferentes objetos según el
punto de vista que se adoptase, es decir, según la función desde la cual se enfocase la
vista. Si varios grupos de funtivos contraen una misma función, esto quiere decir que hay
solidaridad entre la función y la clase entera de estos funtivos, y que, consecuentemente,
cada funtivo en particular selecciona la función. Por lo tanto, hay solidaridad entre la
función del signo y sus dos funtivos, la expresión y el contenido. Jamás habrá una función
de signo sin la presencia simultánea de estos dos funtivos.
La función de signo es por sí misma una solidaridad. Expresión y contenido son
solidarios, se presuponen necesariamente. Una expresión es expresión en virtud de que
es expresión de un contenido, y un contenido sólo es contenido en virtud de que es
contenido de una expresión. Si pensamos sin hablar, el pensamiento no será un contenido
lingüístico ni funtivo de una función de signo. Si hablamos sin pensar, valiéndonos de
una serie de sonidos a los que nadie que los escuche pueda concederles contenido alguno,
tal habla será un abracadabra, y no una expresión lingüística ni funtivo de una función de
signo. La falta de contenido no debe confundirse con falta de significación.
Saussure trató de considerar la expresión y el contenido cada uno por separado,
sin tener en cuenta la función del signo. Esto carece realmente de significación. En una
ciencia que evita postulados innecesarios no hay base para afirmar gratuitamente que la
sustancia del contenido (pensamiento) o la sustancia de la expresión (cadena de sonidos)
preceda a la lengua en el tiempo o en orden jerárquico, o viceversa. La sustancia depende
de la forma hasta tal punto que vive exclusivamente a causa de ella y no puede en ningún
sentido decirse que tenga existencia independiente.
Por otra parte, parecería un experimento justificable comparar diferentes lengua y
extraer, o sustraer, el factor común a ella y común a todas las lenguas será una entidad
definida solamente por su “tenencia de” función con el principio estructural de la lengua
con todos los factores que hacen a cada lengua diferente de las demás. A ese factor los
llamaremos sentido. Este sentido, así considerado, existe provisionalmente como una
masa amorfa.
El sentido se ha ordenado, articulado, conformado de distinto modo en las distintas
lenguas: En inglés, primero I (“yo”), después un concepto verbal (do) que no figura en la
frase danesa, después la negación (not) y sólo al fin el concepto know (“saber”). En
francés, primero “yo”, después un tipo de negación (completamente diferente de la
ingles), después “sé”, y finalmente un signo especial y peculiar que algunos llaman
negación, pero que también puede significar “paso”; igual que en inglés, sin
complemento.
Cada lengua establece sus propios límites dentro de la “masa de pensamiento”
amorfa. Lo que determina su forma son únicamente las funciones de la lengua, la función
de signo y las funciones de ahí deducible. El sentido continúa siendo, en cada caso, la
sustancia de una nueva forma, y no tiene existencia posible si no es siendo sustancia de
una forma u otra.
Reconocemos por tanto en el contenido lingüística, en su proceso, una forma
específica, la forma del contenido que es independiente del sentido y mantiene una
relación arbitraria con el mismo, y que le da forma en una sustancia del contenido.
En el sistema del contenido puede decirse lo mismo, un paradigma de una lengua
y otro correspondiente en otra lengua cubren una misma zona de sentido, la cual, aislada
de esas lenguas, es un continuum amorfo sin analizar.
Tras los paradigmas que proporcionan en diversas lenguas las designaciones de
color, podemos descubrir tal continuum amorfo, el espectro del color, en el que la lengua
establece sus fronteras de un modo arbitrario. Por ejemplo, el latín y el griego se muestran
incongruentes con las principales lenguas europeas modernas en esta esfera. La
progresión de lo “claro” a lo “oscuro”, que se divide en tres áreas en inglés y en muchas
lenguas (blanco, gris, negro), se divide en otras en un número distinto de áreas, por
abolición o, por el contrario, por ampliación del área media.
En una de las dos entidades que son funtivos de la función del signo, esto es, el
contenido, la función del signo instituye una forma, la forma del contenido, que es
arbitraria desde el punto de vista del sentido.
Lo mismo puede observarse en la otra de las dos entidades que son funtivos de la
función del signo, la expresión. Al igual que la zona del color se subdivide de modo
diferente en diferentes lenguas, y cada lengua tiene un número propio de palabras para
designar el color, la comparación de las lenguas nos permite asimismo descubrir zonas
en la esfera de la fonética que se subdividen de distinto modo en las diferentes lenguas.
Las diferentes lenguas incluyen arbitrariamente un número diferente de figuras
(fonemas), puesto que los límites se fijan en lugares diferentes dentro del continuo. Un
ejemplo es el continuum constituido por el corte medio de la boca, desde la faringe hasta
los labios. En las lenguas más conocidas esa zona se divide generalmente en tres áreas,
un área posterior de la k, cuyas líneas de división no coinciden en las dos lenguas. El
esquimal coloca la divisoria entre la zona uvular y la velar, y el letón entre la velar y la
velopalatal. Otro continuum es el de la zona de las vocales, el número de vocales varía de
una lengua a otra, y las divisorias están situadas en lugares diferentes (el esquimal solo
distingue entre un área de la i, un área de la u, y un área de la a)
Podremos hablar, pues, de un sentido de la expresión, sin que lo poco corriente de
una afirmación semejante pueda impedírnoslo. Los ejemplos que hemos dado serán
entonces, las zonas fonéticas del sentido, formadas de modo diferente en las distintas
lenguas, según las funciones específicas de cada lengua, ordenadas de acuerdo con la
forma de la expresión como sustancia de la expresión.
Hasta ahora nos referimos al sistema, lo mismo podemos aplicar al proceso. Un
mismo sentido de la expresión puede formarse de modo diferente en distintas lenguas. Es
indiferente que el sentido del contenido resulte ser el mismo, por ejemplo, en la
pronunciación de la palabra inglesa got, la alemana Gott (“dios”), y la danesa godt
(“bien”) representan diferentes conformaciones de un mismo sentido de expresión.
Esta investigación muestra, pues, que las dos entidades que contraen la función
del signo – la expresión y el contenido- se comportan del mismo modo en relación con
ella. En virtud de la función del signo, y sólo en virtud de ella, existen sus dos funtivos,
que pueden ahora designarse con precisión como forma de contenido y forma de la
expresión. Y en virtud de la forma del contenido y la forma de la expresión, y sólo en
virtud de ellas, existen respectivamente la sustancia del contenido y la sustancia de la
expresión, que se manifiestan por la proyección de la forma sobre el sentido.
Que un signo sea signo de algo quiere decir que la forma del contenido de un signo
puede subsumir ese algo como sustancia del contenido.
El signo es, pues, signo de sustancia del contenido y signo de sustancia de la
expresión. En ese sentido es en el que puede decirse que el signo no es signo de algo. El
signo es una entidad de dos caras.
Pero parece más adecuado usar la palabra signo para designar la unidad que consta
de forma de contenido y forma de expresión y que es establecida por la solidaridad que
hemos llamado la función del signo. Si signo se usa para designar la expresión únicamente
o parte de ella, correrá el riesgo de provocar o favorecer el erróneo y difundido concepto
de que una lengua es simplemente una nomenclatura. La palabra signo irá siempre unida,
por razón de su naturaleza, a la idea de un “designatum”, la palabra, por tanto, signo
deberá usarse adecuadamente de manera la que la relación entre signo y “designatum”
aparezca con la mayor claridad posible y no esté sujeta a una deformadora simplificación.
La primera etapa del análisis de un texto debe consistir, por tanto, en un análisis
que diferencie estas dos entidades.
Cualquier texto ha de dividirse siempre en la primera etapa en dos y solamente
dos partes, cuyo número mínimo garantice su extensión máxima: la línea de expresión y
la línea de contenido, que tienen solidaridad mutua a través de la función del signo.
La primera desmembración de un sistema lingüístico nos conducirá a establecer
sus dos paradigmas más inclusivos: el lado de expresión y el lado de contenido. Para
designar la línea de expresión y el lado de expresión, de una parte, y la línea de contenido
y el lado de contenido, de otra, hemos usado respectivamente las designaciones de plano
de la expresión y plano de contenido.
Los términos de plano de expresión y plano de contenido se han elegido de
conformidad con nociones preestablecidas y son completamente arbitrarios. Se definen
sólo por su solidaridad mutua, cada una de ellas se define por oposición y por relación,
como funtivos mutuamente opuestos de una misma función.

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