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Alquimia

Por otra concepción del mundo


Philippe Deschamps
con la colaboración de Philippe Heckmann

Alquimia
Por otra concepción del mundo

Ediciones Rosacruces, S. L.
Título: ALQUIMIA
por otra concepción del mundo
Autor: Philippe Deschampe
colaboración de Philippe Heckmann
EDICIÓN: JUNIO 2019
(c)D.R. Difusión Rosacruz AMORC, S.C.
Todos los Derechos Reservados

Compuesto y revisado por: AMORC GLH, A.C.

Editado por:
DIFUSIÓN ROSACRUZ AMORC, S.C.
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(Frente al Fracc. Real de los Naranjos)
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ya sea electrónico, mecánico, fotocopiador, grabador o de
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del editor.
IMPRESO EN MÉXICO
ÍNDICE

Introducción.................................................................. 9

La Obra al Negro........................................................ 13

La Historia del Alquimia.............................................. 27

Siete Principios para una Escala de Sabiduría............. 47

El Simbolismo del Fuego............................................. 69

Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio............ 91

La Alquimia Operativa............................................. 111

La Alquimia Espiritual.............................................. 131

El Camino Iniciático de los Reinos............................ 197

Disciplinar la Mente................................................... 223

Un Ejemplo de Alquimia Mental............................... 235

Conclusión................................................................ 245

Bibliografía............................................................... 251
Introducción

Alquimia, he aquí un término que huele a sal, azu&e y


mercurio, y cuya simple evocación a menudo traslada a
aquel que lo escucha a algún taller oscuro donde reina un
fuego infernal. Empieza entonces a imaginar la presunta
riqueza fabulosa de algunos adeptos de este arte del que
dicen, es real. Piensa igualmente en la transformación del
plomo en oro, hazaña que se atribuía antiguamente a
Nicolás Flamel. Sin embargo, a finales del siglo XIX y
principios del XX, esta práctica cayó casi en el olvido,
principalmente por el secreto del que se había rodeado. Con
el advenimiento de la química, el público no le concedió
más que esa pequeña muestra de interés que despiertan los
encantos pasados de moda y anticuados. Estaba a punto de
ser clasificada en el almacén de los arcaísmos científicos.

Afortunadamente para nosotros, los descubrimientos de


la ciencia experimental que asocian física cuántica y teoría
de la relatividad, sacudieron las certezas mecanicistas, así
como las concepciones de la materia tan antiguas como
simplistas. Paralelamente, el mundo de la psicología, con
Cari Gustav Jung, redescubrió las fuerzas del inconsciente.
Este famoso autor se dejó fascinar por la alquimia y creyó
percibir en sus símbolos una descripción de lo que él llamó
el «proceso de individuación», un desarrollo que conduce
lógicamente la consciencia humana a la realización del Ser,
es decir, a su propia perfección.

Otros personajes intrigantes, o a veces irritantes,


añadieron igualmente sus conocimientos, realmente
prácticos esta vez, al tema. Volveré sobre ello más adelante.

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Alquimia, por otra concepción del mundo

La convergencia de esos tres fenómenos reavivó el interés


del público moderno por la alquimia. Para convencerse de
ello, basta con comprobar el aumento del número de oyentes
que en la actualidad acuden a las conferencias que tratan del
asunto.

A día de hoy, y desde hace dos milenios, miles de obras


trataron el tema bajo formas diferentes; entonces, ¿por qué
escribir una más?

La alquimia, simbolizada a menudo por una mujer con


un vestido de color celeste y cubierta de estrellas, pese a sus
rasgos siempre jóvenes, procede de los tiempos más
remotos. Esta aparente contradicción revela en realidad su
atemporalidad e indica que su lenguaje, si bien puede seguir
teniendo un significado para la humanidad sea cual sea la
época, merece ser reactualizado regularmente. La vieja
dama puede continuar mostrándose parlanchína,
presentando un desafío, otro concepto de la materia y de la
realidad. Pero para seguir seduciendo, su discurso debe
volverse accesible a la mayoría sin caer en la trampa de una
alteración de sus símbolos; es decir, sin reducir el alcance de
lo que enseña pero al mismo tiempo sin desvelarlo jamás
completamente. Como abre una puerta a lo desconocido y a
lo imponderable, debe permanecer misteriosa. Por ello, si
quiere conservar su atractivo, este misterio no debe ser algo
totalmente inaccesible. Al menos algunos rayos de la luz
que se ocultan tras sus arcanos deben poder penetrarlo.

La otra razón de la presente obra consiste en reunir de


manera explícita los elementos de sus dos aspectos, el
operativo y el espiritual, a fin de salir de una oposición

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Introducción

generada a menudo por la incomprensión mutua de los


adeptos de ambas vías.

Su particularidad será pues presentar en un lenguaje


simple conceptos sobre la alquimia que, si bien no son
nuevos, pudieron sufrir una presentación demasiado
lapidaria por parte de los antiguos maestros. Esto se refiere
especialmente a su aspecto metafísico. El proceso alquímico
oculta una manera especial de pensar acerca del hombre y
del universo. Sin embargo, su templo no se deja penetrar
fácilmente. Deseamos, por tanto, que a la simple lectura
intelectual de la presente obra le siga una meditación que
abra la percepción intuitiva de un universo unificado, vivo e
inteligente, del que el hombre sería la síntesis.

En cuanto a la dimensión especialmente espiritual del


tema, en el marco de la situación del mundo moderno,
merece ser ampliamente desarrollada. En efecto, vivimos en
un planeta que tiene ocho mil millones de habitantes, lo cual
multiplica y hace todavía más complejas las relaciones
humanas. Enfrentados con este fenómeno de fricciones
multiplicadas, los individuos tendrán cada vez más interés
en aprender a trabajar sobre ellos mismos, a dominarse, no
bajo una obligación sofocante, sino desarrollando en ellos
una espontaneidad y una riqueza interior atenta a las
necesidades de los demás. También tendrán que aprender a
encontrar su lugar dentro de colectividades cada vez más
presentes en su vida. Permitir que emerja este ser humano a
la vez libre, desarrollado, consciente y respetuoso con su
medio ambiente parece ser el papel de la alquimia espiritual.

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Alquimia, por otra concepción del mundo

Presenta en efecto un programa de desarrollo ideal, en el


que deberían inspirarse los futuros métodos de educación,
puesto que busca integrar mejor al hombre con las leyes de
su entorno natural y social. Por fin, para aportar una nota
adicional a este libro, en un capítulo he recurrido a las luces
de Philippe Heckmann, Conferenciante de la Universidad
Rosa-Cruz Internacional (URCI), que presentará los
elementos más importantes de la llamada «vía húmeda», así
como el concepto fundamental de los fractales, presentes en
toda la naturaleza. Curiosamente, este moderno
descubrimiento esclarece singularmente la manera de pensar
hermética, siendo el hermetismo la filosofía que sustenta el
conjunto del método alquímico.

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La Obra al Negro

Antes de presentar un conocimiento o una manera


diferente de abordar el mundo, a veces puede ser útil
relativizar, o incluso poner en tela de juicio el saber
admitido en su época. Demasiadas certezas científicas, en
efecto, representan a menudo un freno a la emergencia de
nuevos conceptos. La verdad siempre se abre camino, pero
encuentra por todas partes obstáculos ligados a los
prejuicios de las épocas en las que busca expresarse. El
proceso de Galileo en el siglo XVII representó en este
aspecto, por un lado, una ilustración impactante del peso de
los dogmas, y paradójicamente, también la imposibilidad de
oponerse de manera duradera al progreso del conocimiento.

Nuestra época calificada de moderna, ¿estaría exenta de


este oscurantismo? En absoluto. Si bien existieron y siguen
existiendo dogmas y prejuicios religiosos, el ámbito
científico y técnico actual no está desprovisto de estos
«hornos asfixiantes». Sería un burdo error pensar que los
viejos demonios han abandonado nuestro mundo. Solo
muestran otra cara, mientras que sus aspiraciones
permanecen idénticas y buscan hacerse con el poder para
mantener las instituciones anquilosadas. Afortunadamente,
de siglo en siglo, nuevos Moliere aparecen para sacudir las
consciencias y hacer progresar al mundo.

Tomemos un ejemplo más que conocido: la homeopatía.


Esta medicina puede estar orgullosa por sus numerosos
resultados sobre todo tipo de enfermedades. Basta con
realizar un simple trabajo estadístico con los enfermos para

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Alquimia, por otra concepción del mundo

acreditar su validez médica. Por desgracia, un obstáculo se


opone a que la Academia de Medicina la tome en
consideración, pues entra inmediatamente en conflicto con
un dogma científico, el principio del número de Avogadro:
6, 02214129 x 1023. Expuesto de forma sencilla, este
número define la cantidad de átomos presentes en una
sustancia determinada. Ahora bien, los remedios
homeopáticos se basan en diluciones extremadamente altas
de sus principios activos, plantas, insectos, minerales,
metales... Según este método, cuanto más diluimos un
principio activo, lógicamente más escasa se hace su
presencia en la solución, hasta la ausencia completa del
mismo, definida por el famoso número de Avogadro,
nombre de su descubridor. Sin embargo, paradójicamente,
cuanto más recurre el médico a estas altas diluciones,
mejores y más espectaculares resultados consigue.

En realidad, no es el número de Avogadro en sí lo que


constituye el dogma, ya que se trata de un simple hecho
admitido, sino que, más bien, es la idea de recurrir a él para
juzgar la homeopatía y negar así los resultados de los que
puede alardear. Según esta teoría, en efecto, una vez
superado un nivel de dilución de 15 CH (centesimal de
Hahnemann), ya no habría huellas del principio activo y por
lo tanto seria imposible curar a nadie con esta mezcla. Y sin
embargo, la homeopatía funciona, a pesar de que una teoría
apoyada por la autoridad académica pertinente quiera negar
los hechos. En realidad, nadie quiere confesar que no
tenemos ninguna explicación definitiva sobre la eficacia de
esta terapia. Los cenáculos científicos prefieren pues
negarlo, dando un seudo contra argumento. El médico
homeópata se encuentra pues en la misma situación que

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La Obra al Negro

Galileo Galilei cuando defendía en 1633 su teoría


heliocéntrica ante la todopoderosa Iglesia de aquel entonces
y murmurando, a raíz de su condena y a propósito de la
Tierra: «Y sin embargo, se mueve».

¿Qué decir del escepticismo que muchos demuestran


frente a este tipo de adagio: Dios puso en la naturaleza todas
las enfermedades y a su lado todos los remedios? He aquí
unos ejemplos. La Árnica Montana es una flor que cura las
contusiones. Su originalidad consiste en crecer, como su
nombre indica, en las montañas, lugares propicios a las
caídas y a los accidentes de toda clase. Los pantanos, antes
de ser desecados en Europa durante la Edad Media por los
monjes cristianos, eran lugares ideales para el desarrollo de
fiebres y otros síntomas similares. El sauce, por su parte,
crece cerca de los estanques de agua. Resulta que la corteza
de este árbol contiene ácido acetil salicílico, es decir el
principio activo de la aspirina, de la que dicen reduce
justamente la fiebre. Otro ejemplo un poco menos conocido:
la zarza mora. Rasguña al imprudente que se adentra entre
ella, pero su hoja, cuando se frota en la herida, felizmente le
alivia gracias a sus virtudes hemostáticas, que reducen las
hemorragias. También presenta una fuerte acción
antibacteriana. Entonces, ¿qué se podría decir de esas
asociaciones entre la planta y su medio ambiente?
¿Casualidad o relación providencial?

Nuestra civilización, que cada vez más se conjuga en


singular, parece enorgullecerse de conocerlo todo. Para
darse cuenta de ello, basta con observar como se
promociona a bombo y platillo en los medios de
comunicación en cuanto se realiza un pequeño

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Alquimia, por otra concepción del mundo

descubrimiento o incluso cuando está en proceso de


realizarse. Como resultado, el síndrome narcisista infantil
afecta cada vez a más y más personas a edades cada vez más
avanzadas. Sin embargo, ¿qué sabemos en realidad?
Seguimos sin conocer el 80% de la biodiversidad terrestre,
mientras que destruimos constantemente especies animales
y vegetales. ¿Cuántas plantas medicinales quedan todavía
por descubrir? Algunos investigadores han demostrado la
acción de las bacterias, microbios, microorganismos e
insectos en el desarrollo y el equilibrio de los suelos. Pero
esta visión holística tan solo está en sus inicios. Mientras
tanto, la mayor parte de la industria agroalimenticia
empobrece las tierras matando el medio biológico a grandes
golpes de pesticidas o abonos químicos. ¿Qué sabemos de
las inmensas asociaciones biológicas que producen un ser
vivo complejo, ya se trate de un organismo o de nuestro
planeta?

Tomemos el caso del ser humano. Desde hace siglos, las


distintas tradiciones lo consideran un microcosmos, un
pequeño mundo, reflejo del vasto universo. Sin embargo, la
medicina actual lo separa en compartimentos analizados por
especialistas del corazón, de los pulmones, del cerebro... El
ser humano, en muchos aspectos, sigue siendo un
laboratorio alquímico en el cual obran un gran número de
actores. ¿Qué papel desempeñan en él los miles de millones
de bacterias y células de los que está constituido? ¿Qué
intercambios energéticos se producen entre los metales, las
sales minerales, los gases, etc.? El hombre no puede ser
separado y analizado por trozos. Funciona como un
conjunto, cada parte actuando sobre las demás mediante
interacciones y sinergias constantes. Todo permanece unido:

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La Obra al Negro

el espíritu y el cuerpo, las emociones y los centros


endocrinos, los órganos entre si, lo que pensamos y lo que
comemos.

Coma un tomate y un fílete, y váyase a correr los cien


metros. ¿Cómo se transforma en energía muscular la energía
contenida en la carne y la verdura? Más allá de la acción de
los órganos y de los jugos gástricos, ¿cómo funciona este
laboratorio alquímico que produce varios tipos de energías,
así como también ideas, emociones, movimientos corporales
y demás? Es cierto que ya no somos totalmente ignorantes
sobre el tema. Afirmar lo contrario equivaldría a
menospreciar el trabajo de una multitud de investigadores,
entre los cuales ha habido quienes han hecho progresar la
ciencia arriesgando su vida. Sin embargo, nada impide
afirmar que no conocemos nada más que la envoltura de los
fenómenos, y además solo una pequeñísima parte de ella.

Por el contrario, aquel que cree saberlo todo ya no se


pregunta nada, por lo que la ausencia de curiosidad conduce
a la inteligencia hacia la muerte. Tal y como dijo el mismo
Albert Einstein: «Lo más importante es no dejar jamás de
hacerse preguntas». Al final del siglo XIX, el mundo
científico y cientifista proclamaba estar cerca de conocerlo
todo en materia de las llamadas ciencias puras.
Afortunadamente para nosotros, la revolución cuántica y la
teoría de la relatividad tiraron por tierra este tipo de certezas
perentorias. Además, incluso en opinión de algunos
científicos, las consciencias todavía no han asimilado las
conclusiones filosóficas y metafísicas que deberían resultar
lógicamente de los conceptos destacados por la física
cuántica. Pensamos y nos educamos como en el siglo XIX,
pero con herramientas del siglo XXI, descuidando, de paso,

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Alquimia, por otra concepción del mundo

los conceptos científicos que nutren nuestras sociedades.

En primer lugar, analicemos la idea según la cual


existen algunas ciencias puras, como la física, la química,
las matemáticas, etc., y otras menos exactas, como la
psicología, la sociología o incluso la medicina. La idea que
se desprende de esta oposición resulta de la constatación de
que es más fácil reproducir un fenómeno según el
sacrosanto método científico en el campo de la materia. En
cuanto abordamos a los seres vivos, las cosas se vuelven
menos sistemáticas. Este fenómeno de imperceptibilidad se
amplifica en el mundo de la psicología. Y ¿qué se puede
decir del mundo de la espiritualidad? En realidad, esta
situación se explica de forma sencilla. Volveremos a tratarla
más adelante.

Existe una jerarquía en los fenómenos, que comienza


por la materia y nos conduce al espíritu, pasando por el
campo de los seres vivos. Grados de libertad cada vez más
importantes acompañan a esta jerarquía. No hay nada
sorprendente entonces en que los fenómenos se muestren
menos reproductibles, controlables o fáciles de dominar a
medida que vamos subiendo los peldaños de la escalera. No
habría pues «ciencia exacta» sino para sistemas mecánicos,
es decir, relativamente muertos. Así, podemos fácilmente
prever, sin grandes riesgos de equivocamos, la trayectoria
que deberá realizar una nave espacial para alcanzar
cualquier planeta del sistema solar. Inversamente, en el
campo de los seres vivos y del fenómeno de la consciencia,
surgen muchos parámetros nuevos, entre ellos la
imaginación creativa, y hacen los datos menos fácilmente
observables, mientras que, ya en el campo de los átomos, la

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La Obra al Negro

física cuántica choca con el principio de la incertidumbre.


En conclusión, oponer las ciencias puras a las demás
disciplinas equivale a renunciar a nuestras posibilidades de
adquirir conocimiento en los campos de la vida y de la
consciencia. Por otro lado, ¿no es nuestra manera de
conocer y abordar estas dimensiones la que debería
evolucionar hacia una mayor flexibilidad de mente e
investigaciones estadísticas imparciales?

El siglo XX heredó una idea del siglo XIX a raíz de los


trabajos de Auguste Comte, el padre del positivismo. Este
filósofo, que se erigía como sucesor de Descartes mientras
rechazaba sus principios metafísicos, reducía la evolución
de la humanidad a tres edades: la de la teología, la de la
metafísica, y por fin la del positivismo. La primera abarca
un concepto del mundo fundado sobre la religión, la magia y
la mitología. La segunda emergió con el uso de la razón
como medio de investigación. La filosofía y la lógica
aristotélica fueron los exponentes de este periodo que
perdura todavía hasta la actualidad, puesto que, por
supuesto, si desarrollamos el pensamiento de Auguste
Comte, estas edades no se reducen tanto a una evidente
sucesión temporal, sino a una evolución cualitativa.

El tercer periodo, que surgió con la modernidad y el


denominado método científico, corresponde al del
positivismo, que solo tiene en cuenta los fenómenos en sus
relaciones recíprocas.

A raíz de los trabajos de Auguste Comte, el mundo


actual vive como si el Alfa y el Omega de todo el
conocimiento posible debieran encontrarse en una ciencia

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Alquimia, por otra concepción del mundo

que renunció a cualquier posibilidad de reflexión a


propósito de las cosas en sí mismas. Asociados a estos
conceptos, el pensamiento utilitarista y un pragmatismo
«campechano» se abrieron amplios espacios en las
consciencias modernas. Se vuelve digno de estudio solo lo
que es útil al ser humano, sin que se lleve a cabo una
reflexión precisamente sobre la misma noción de utilidad.
Ya el positivismo había constatado la imposibilidad de
conocer las cosas en sí mismas, sino solo a través de sus
relaciones recíprocas. El pragmatismo quiso entonces,
tiempo después, que nos deshiciéramos de toda metafísica,
que precisamente estaba dedicada a la búsqueda de las
causas y las razones ocultas de las cosas. Los filósofos
fueron descartados. Gran parte de las consciencias
modernas, por desgracia, han heredado este utilitarismo
estrecho que se podría calificar de burgués, si el término no
hubiese sido desviado hacia fines politiqueros.

Por tanto, esto ha ocurrido así muchas veces. Si bien la


ciencia se esfuerza en explicar el cómo de las cosas, no
explica el por qué. Más concretamente aún, si bien puede
hacer el inventario de los recursos nutritivos del conjunto
del planeta, no puede pronunciarse sobre el número de
individuos que deben vivir sobre él, ¡afortunadamente!

Igualmente, la ciencia solo conoce la superficie de los


fenómenos, lo cual equivaldría a pretender conocer a un ser
humano tomando únicamente sus medidas corporales. ¿Qué
hay, sin embargo, de sus estados de ánimo? Tampoco sabe
observar la vida, sino destruyéndola —aunque esta
afirmación deba ser matizada por el uso de los escáneres y
otros aparatos de IRM (Imagen por Resonancia Magnética)

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La Obra al Negro

—. Para ella, el hombre no representa sino una ínfima


partícula en el corazón de un inmenso universo
necesariamente carente de sentido.

Ya no estamos en el siglo XIX, en el transcurso del cual


y en nombre, entre otros, del positivismo, terribles
conflictos enfrentaron a los representantes de las tres etapas
de la evolución humana citadas anteriormente. Por esta falta
de diálogo, el siglo XX se convirtió en el teatro de una
pérdida progresiva de sentido y de una deshumanización de
las sociedades cada vez más amplia. También fue el campo
de inmensos genocidios, algunos de los cuales todavía hoy
no han sido reconocidos.

En realidad, cada método de acceso al conocimiento,


abandonado a sí mismo, ha demostrado unas veces sus
ventajas, otras veces sus límites, así como sus propias
aberraciones. La aberración de la mitología, por ejemplo,
muestra su rostro en la superstición, la de la filosofía se
manifiesta en un intelectualismo o razón pura, girando sobre
sí misma. Llegará un día, cuando la idea científico-
tecnológica haya alcanzado sus propios límites —
especialmente por los problemas ecológicos que su uso
ciego engendra—, en que deseemos la llegada de una cuarta
edad de la evolución humana. Este periodo representará una
síntesis de los tres anteriores. No será un simple
sincretismo, sino más bien una complementariedad, la
ciencia confrontando el mito con la realidad, mientras que el
mito ponderaría la ciencia en sus excesos reduccionistas.

La humanidad necesita tanto saber como creer. Incluso


la conclusión materialista representa un acto de fe, mal que

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Alquimia, por otra concepción del mundo

les pese a los más puros racionalistas. La fe constituye una


herramienta que permite al hombre realizarse en todos los
niveles de su ser, no solo en tanto como objeto, sino
también como sujeto, incluso crearse un mundo vivo a su
medida.

Pero sigamos desempolvando la estantería de las


certezas u otros prejuicios. Incluso sin haber cursado el
bachillerato, la mayoría de los alumnos conocen la ley de la
gravedad universal formulada por el alquimista Isaac
Newton: «Dos cuerpos se atraen en función de sus masas
respectivas y de una fuerza inversamente proporcional al
cuadrado de la distancia que los separa». Gracias a esta ley,
los planetas giran alrededor de sus estrellas, y sus satélites
hacen lo mismo alrededor de cada uno de ellos. Sin
embargo, ¿nos enseña realmente esta afirmación algo sobre
la naturaleza de esta fuerza?

A principios del siglo XX, Albert Einstein, con sus


teorías de la relatividad restringida, que luego pasó a ser
general, derrumbó parte del edificio de lo que llamamos la
mecánica clásica. Uno de sus conceptos puede recibir la
formulación siguiente: una masa curvaría el espacio-tiempo
que lo rodea, lo cual explicaría su facultad para atraer a otra
a la manera de un sifón. El concepto de la gravitación
cambia aquí radicalmente. Pasa de ser un producto de una
dinámica de fuerzas, para convertirse en un fenómeno
geométrico. Sin duda alguna, todos los parámetros del
acontecimiento son calculados. ¿Acaso por ello nos
informan sobre la naturaleza profunda de lo que produce tal
atracción? La teoría de la relatividad general también ha
cambiado profundamente los conceptos científicos del

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La Obra al Negro

tiempo y del espacio, que pierden su cualidad de


referenciales invariables. Sin embargo, una pregunta sigue
estando pendiente: ¿El espacio, es algo objetivo que se
puede doblar como una hoja de papel?

Otro ejemplo: dos imanes se atraen uno al otro por sus


polos opuestos. Parte de la explicación que se da a los
alumnos es que cada polo genera un campo magnético
generalmente medido en tesla. Pero nunca les decimos que
nadie sabe lo que es un campo magnético, o cualquier otro
campo del tipo que sea, ni siquiera en qué consiste la
polaridad, aparte de vagas teorías que apelan unas a otras,
especialmente a la noción del spin de las partículas.

Observamos, medimos, definimos a través de


ecuaciones una la ley que parece expresarse; resumiendo,
nos quedamos en la superficie de los acontecimientos.
Habría que admitir pues que sabemos bastante pocas cosas
en profundidad sobre la naturaleza del universo físico o de
otro tipo. Sigue ocultando una parte de su misterio. Lo que
engaña es el extraordinario desarrollo de la tecnología
conseguido gracias a nuestros pobres conocimientos
científicos —siendo todo relativo—. Pero tecnología no es
ciencia.

Examinemos otro ejemplo. Hasta principios del año


2013, por muy sorprendente que pueda parecer, no sabíamos
lo que era una masa, o mejor dicho, lo que la confería a una
partícula. Y de repente, los científicos creen descubrir el
bosón de Higgs, que podría confirmar parte de sus teorías y
llenar una parte del pozo de la ignorancia humana. Una
partícula nueva explicaría pues cómo algunas tendrían una

23
Alquimia, por otra concepción del mundo

masa y otras no. Los medios de comunicación lo llamaron


«la partícula de Dios». No es imposible, si nos metemos en
este tipo de consideraciones, que haga falta calificarla de
manera inversa, como veremos a continuación. En realidad,
este bosón no es sino uno de los eslabones de un mecanismo
llamado «mecanismo de Higgs», que pone en juego el
campo de interacciones del mismo nombre. Este
descubrimiento representa un progreso real para la ciencia,
ampliamente difundido por los ecos de los medios de
comunicación, siempre al acecho de noticias
extraordinarias, para amplificarlas. No obstante, ¿es algo
definitivo, cuando no basta para explicar por qué tal o cual
partícula posee una masa diferente de las demás?

Desde mediados del siglo XX, diseccionamos la materia


en partículas cada vez más pequeñas e inciertas. Pasamos
del electrón al quark. El concepto de moléculas apareció en
1811. Las investigaciones sobre el átomo y su modelo
estándar ocuparon todo el siglo XX. Pusieron en evidencia
el hecho de que la materia, antes que nada, está constituida
por el vacío, por campos de fuerzas interactivas y de
partículas tan ínfimas como escasas, comparadas con el
tamaño del átomo en su conjunto. El laboratorio del CERN
en Ginebra busca descomponer cada vez más la susodicha
materia gracias a energías cada vez más grandes. En este
juego, podría ocurrir que acabáramos por no descubrir nada
más que el vacío en lugar de las masas de las partículas, sin
por ello entender lo que representa verdaderamente la masa.

En realidad, en todos los campos del desarrollo


científico, cuanto más progresamos, más deberíamos
reconocer que el espectro de nuestra ignorancia aumenta.

24
La Obra al Negro

Tomemos una analogía. Una persona penetra en un local


desconocido en el que reina la más completa oscuridad; no
hay ninguna luz. Esta persona enciende una cerilla. La luz
que irradia de la llama le revela dos cosas: la primera, cierto
conocimiento del lugar en el cual se encuentra, proporcional
al diámetro del círculo que ilumina la llama, y al mismo
tiempo la extensión de su ignorancia, las tinieblas que
reinan más allá del radio iluminado. Si enciende una vela
con la cerrilla, el diámetro del círculo iluminado aumenta.
El perímetro del conocimiento se extiende en proporción,
así como el tamaño de la esfera de la ignorancia. La
habitación toma una dimensión, a la vez conocida y
desconocida, más grande. Con una tercera fuente de
iluminación todavía más potente, los saberes y la ignorancia
se desarrollan todavía más y así sucesivamente. En
conclusión, si lo que queda por conocer no tiene carácter
finito, y si la humanidad no quiere ahogarse en su propio
orgullo, entonces a medida que vayan desarrollándose las
ciencias, la comprobación de la ignorancia debería ir
progresando en proporción. Dirigir el proyector solo en el
aspecto positivo de los conocimientos nos hace orgullosos y
cierra el acceso a otros posibles campos del saber. Más
perjudicial aún, destruye cualquier sentido de lo misterioso
en las consciencias.

El campo de la biología merecería también ser estudiado


de nuevo. Cierto número de investigadores cuestionan, por
ejemplo, la visión clásica de la evolución por mutaciones
genéticas azarosas, controladas por la selección natural.
Introducen una nueva noción de evolución, cultural esta vez.
Supone que las relaciones entre los individuos de un grupo
animal o humano puedan aportar tantas informaciones y

25
Alquimia, por otra concepción del mundo

parámetros que podrían llevar a la especie a transformarse


progresivamente. La experiencia que sufre un ser vivo
puede, en efecto, acarrear un cambio de expresión de
algunos de sus genes, que se transmitirá entonces de
generación en generación. Resultados prometedores que
confirman este concepto ya han sido comprobados en
laboratorio.

Sin embargo, vamos a dejar aquí este simulacro de


juicio a la ciencia. Este juego tenía en realidad un único
objetivo: incitar al lector a re-estudiar el conocimiento
reconocido oficialmente y a tomar consciencia de su propia
libertad de pensamiento. La verdadera alquimia, en efecto,
busca transformar los estados de consciencia. Transmite
igualmente un concepto diferente de la materia y una
manera igualmente diferente de observarla y trabajarla. Para
penetrar en este mundo, se hace útil, incluso necesario,
tomar distancia de las ideas clásicas que, aunque reconozcan
la paternidad de la alquimia en el nacimiento de las ciencias,
le niegan ahora el derecho de tener un modelo válido para
abordar la realidad. Este capítulo representa, por
consiguiente, a la vez una reflexión y lo que los alquimistas
llaman una «obra al negro». Este trabajo muestra finalmente
ser el equivalente de lo que Nietzsche habría calificado de
«deconstrucción» en materia de filosofía. En efecto, no se
puede abordar libremente un nuevo conocimiento si no se
relativiza mínimamente el conocimiento antiguo.

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La Historia de la Alquimia

Los orígenes de la alquimia se pierden en la noche de


los tiempos y sigue siendo muy difícil conocer todos los
hechos precisos relacionados con ella. Por lo tanto,
quedémonos aquí con el doble aspecto de su historia, que se
parece en gran medida a lo que se podría escribir a propósito
de los grandes movimientos esotéricos, a saber, que esta
relación puede tomar, por una parte una forma simbólica y
tradicional, y por otra, una dimensión más clásicamente
histórica.

Egipto, Tierra de tradición

La tradición hace remontar, en efecto, los orígenes de la


alquimia al Antiguo Egipto y a uno de sus grandes
inspiradores o sabios: Hermes Trismegisto. La palabra
alquimia procede del árabe al-kimya, y se supone que
designa la piedra filosofal. La mayoría de los autores ven en
este término una doble alusión en relación con el lugar
hipotético de su nacimiento. En primer lugar, procedería del
egipcio Kemit o Kemet, otro nombre de Egipto, del que
Plutarco afirmaba que significa «tierra negra». Otra
etimología la vincula al griego chemeia, que designaba un
proceso de fundición o de cocción. El primer alquimista
greco-egipcio conocido habría vivido hacia el año 100 de
nuestra era bajo el pseudónimo de Demócrito. Consignó
recetas de talleres que permiten producir oro y plata.
Después de él, hasta aproximadamente el 300 d. C.
muchísimos fueron los textos diseminados y atribuidos a
autores más o menos míticos como Hermes, Isis, Apolonio
de Tiana, Moisés, María la Judía...

27
Alquimia, por otra concepción del mundo

Antes del Diluvio

Toda verdadera tradición se remonta a una época muy


anterior al Diluvio, y la alquimia no escapa a esta regla. Su
mítica invención fue atribuida a Tubalcaín, uno de los
descendientes de Caín, el hermano de Abel, ambos hijos de
Adam y Eva. Este descubridor de los metales era
necesariamente un forjador, como afirma el Génesis (4: 22).
El Libro de Enoc (8: 1) refiere a su manera que los ángeles
caídos se casaron con las hijas de los hombres y les
transmitieron conocimientos que permitían fabricar espadas,
cuchillos, usar piedras preciosas y todas las formas de
tinturas, de modo que la tierra fue corrompida. Atribuir la
transmisión de estos conocimientos a unos ángeles caídos
equivale a subrayar su lado Prometeico. De esta manera, se
encuentra recalcada, como hizo mucho más tarde Jean-
Jacques Rousseau, la idea de que la civilización sería la
causa de la perversión de la humanidad y la madre de sus
perdiciones. El Génesis acepta de hecho este concepto,
poniendo de relieve la prohibición de comer la fruta del
árbol del conocimiento del bien y del mal.

Con el personaje de Tubalcaín, es fácil deducir que los


detentores de los primeros rudimentos de lo que se
convertirá mucho más tarde en la alquimia fueron
probablemente los herreros de la antigüedad y de los
primerísimos inicios de la civilización. Fueran de África o
de otra parte, la corporación o la casta de los forjadores
adquirió un lugar importante en el seno de las sociedades.
Se dice de algunos artesanos del fuego que poseían secretos
y trucos de magia, y tenían las claves de una ciencia fuera
de lo común para su época. Este conocimiento necesitaba el

28
La Historia de la Alquimia

compromiso del silencio. No debía ser divulgado a


cualquiera. En efecto, el arte de la forja y del trabajo de los
metales, de casi 7. 000 años de antigüedad, tenía en esas
primeras edades una importancia estratégica. Podía unas
veces armar a los hombres de poder, y otras veces volverles
impotentes. Por su papel indispensable y misterioso, los
herreros de las sociedades tradicionales fueron a la vez
temidos y respetados. El secreto del que se rodeaban
alimentaba su reputación de detentores de poderes mágicos.
No cabe ninguna duda de que estos señores del fuego
observaron en sus hornos ciertas transformaciones, una
licuefacción, una vitrificación de la materia, que podemos
considerar como los ancestros de lo que observaron más
tarde los alquimistas. Los tres colores, negro, rojo y blanco,
que simbolizan los metales calentados, no fueron la menor
de sus observaciones. Estas «tinturas» delimitan y
estructuran además, incluso hoy, el espacio sagrado de
algunos pueblos africanos.

Una noción importante formaba parte de la comprensión


de estos antiguos herreros: la idea de una tierra viva, capaz
de engendrar metales también vivos. Esta creencia también
forma parte del bagaje teórico de los alquimistas. Muchas
sociedades imaginaron a un dios herrero, como Hefaistos
para los griegos, Vulcano en Roma, o incluso Ogún, el dios
del hierro y de los herreros de los Yorubas de África
Occidental.

Desde la Grecia Antigua

Mar adentro, en Grecia, las islas de Samotracia y de


Lemnos mantuvieron un culto mistérico especialmente

29
Alquimia, por otra concepción del mundo

popular y oculto, el de los dioses Caberos. Esas divinidades


fueron confundidas por los Griegos con cuatro de sus
dioses: Deméter, Hades, Perséfone, y por fin Hermes. Por su
parte, los habitantes de estas islas se reivindicaban como los
hijos de Hefaistos. La palabra cabiros podría significar
«volcánico», y se puede considerar a estos genios como
símbolos de las fuerzas de la materia bruta y del fuego. En
la medida en que la isla de Lemnos poseía un campo
favorable a la cultura del vino, los Cabiros fueron asociados
igualmente al culto de Dionisio, dentro de la tradición
órfíca. Su fuego nutría en efecto el fruto de la viña
dionisiaca.

La búsqueda del vellocino de oro se encuentra a menudo


asociada a la búsqueda filosofal en los antiguos manuscritos
alquímicos. El poeta Esquilo precisamente hizo transitar a
Jasón y sus Argonautas por el país de los Cabiros, que les
embriagaron alegremente. ¿Cómo no ver el símbolo de una
iniciación en los misterios que encierran conocimientos
secretos sobre la materia?

Sin embargo, cuando se trata de alquimia griega, esto se


refiere sobre todo al auge que alcanzó en Egipto, en la época
de los Ptolomeo y sus descendientes. El periodo
comprendido entre el siglo III y el siglo VII asistirá a una
síntesis de las dos civilizaciones y la emergencia de
alquimistas famosos como Zósimo de Panapolis o Bolos de
Méndez, que escribía bajo el pseudónimo de Demócrito. El
primero es el autor de un escrito auténtico sobre el arte
sagrado y divino de la fabricación del oro. A veces, asociará
filosofía hermética y gnosticismo.

30
La Historia de la Alquimia

La manera de presentar a los alquimistas, como hijos de


Hermes o de los hermetistas, se remonta a aquel periodo. Sin
embargo, el Corpus Hermeticum, que reúne los escritos más
importantes de esta filosofía, no contiene ninguna receta de
laboratorio. Se trata más bien de una amalgama de doctrinas
neoplatónicas, gnósticas y cristianas. ¿Cómo explicar esta
aparente contradicción? ¿Acaso hay que ver en ello otra
ilustración de los juegos de palabras, tan queridos por los
alquimistas? Estudiemos este hecho más de cerca.

El nombre de Hermes encierra tres aspectos bien


distintos. En primer lugar, un dios que los Griegos asociaron
al dios egipcio Thot, hasta tal punto que ambos fueron
confundidos bajo el nombre de Hermes-Thot. Dios lunar,
fue considerado el inventor de la escritura. Personifica las
facultades del lenguaje y de la inteligencia. Rá lo
consideraba su primer ministro, su secretario o escribano.
Representa así la memoria del mundo, la ciencia e incluso
las facultades intelectuales. Acogerse a la filosofía de
Hermes equivale finalmente a utilizar un método de
búsqueda, o convertirse en estudiante voluntario de los
secretos de la naturaleza. El nombre de Hermes se encuentra
igualmente asociado con un hombre (o con un grupo de
hombres) considerado el maestro espiritual de su época. El
Corán reconoce este personaje bajo el nombre de Idris. Dos
versos (19 y 21) lo evocan, y la tradición islámica le
atribuye la invención de la escritura. También fue
identificado con el patriarca Enoc de la Biblia, uno de los
últimos descendientes de Adam que mantuvo intactas las
claves de la tradición primordial. Hermes Trismegisto habría
podido vivir pues en una fecha anterior a la fundación del
antiguo Imperio egipcio. Reivindicarse como hijo de un

31
Alquimia, por otra concepción del mundo

personaje semejante sobreentiende que el campo en el que


se trabaja recurre a conocimientos más antiguos que las
civilizaciones conocidas, o más aún, que están divinamente
inspirados.

El tercer aspecto del nombre de Hermes, permite


calificar realmente a la alquimia como una aplicación de la
filosofía hermética en el laboratorio. Hermes era el
equivalente en Roma del dios Mercurio, dios de los viajeros,
de la comunicación, del comercio, intermediario entre el
reino divino y humano. Sin embargo, el mercurio representa
también un metal especialmente volátil, a imagen del dios
alado. Aquí se encuentra quizás la clave. Los alquimistas se
convierten en los hijos de mercurio, de este mercurio de los
filósofos del que afirman que es la madre de los metales. La
filosofía hermética se convierte en la filosofía del mercurio
concebido como la esencia única, la forma última de la
materia cuyos metales manifiestan modalidades diferentes.
Filaletas, alquimista del siglo XVIII, argumenta totalmente
en este sentido en La Metamorfosis de los metales:

«Es un hecho que el mercurio, que es generado en las


entrañas de la tierra, es la sustancia común a todos los
metales. [... ] Estos argumentos ¿acaso no demuestran que
no hay nada más que un único mercurio, y que en los
diferentes metales, solo es diferenciado por sus diferentes
grados de digestión y de pureza? »

El mundo arabo-musulmán y sus fundadores

Y el hilo de nuestra historia nos conduce ahora al


mundo arabo-persa. Apoyándose en un precepto atribuido al

32
La Historia de la Alquimia

profeta Mahoma, las ciencias y las técnicas tuvieron un auge


sin precedentes en Oriente Medio. Este hadith (una palabra
atribuida al Profeta) incitaba a los musulmanes a dedicarse a
la investigación científica, y debían viajar hasta China. En
realidad, no hacía sino amplificar las exhortaciones del
Corán para cultivar la inteligencia y los conocimientos.
Muchos cerebros animados por la curiosidad no se hicieron
de rogar, y la investigación comenzó por todos lados.

Hoy en día, los árabes son reconocidos como aquellos


que transmitieron al final de la Edad Media a Europa
muchos conocimientos en los campos de las matemáticas, la
medicina, la astronomía... y la ciencia de las
transmutaciones. Retomaron, ampliaron y adaptaron los
conocimientos de la Grecia antigua y de la India. La
transmisión del testigo científico al Occidente cristiano se
produjo principalmente durante la ocupación de la península
ibérica.

Uno de los más conocidos alquimistas musulmanes fue


Geber, aunque su verdadero nombre fue Abu Abd Allah
Jábir ibn Hayyán al-Sufi. Nació hacia el 730 d. C. en Irán y
se puso al servicio de los príncipes más grandes, como
Haroun al-Rashid. Se le atribuyen aproximadamente tres mil
tratados, de los que evidentemente no puede ser considerado
el único autor. En realidad, Geber habría servido de
testaferro a la cofradía de los «Ikwan al-safa» o hermanos de
la pureza y de la fidelidad. Este movimiento chiita ismailí se
inspiró en la filosofía neoplatónica recuperada por los
círculos esotéricos musulmanes. Conceptos neoplatónicos y
pitagóricos, como la ciencia de los números, se encuentran
principalmente en las obras de Geber.

33
Alquimia, por otra concepción del mundo

Sin embargo, es necesaria una aclaración: la alquimia


arabo-persa no remonta su vuelo sino a partir de un contacto
con la filosofía griega. Autores como Rene Alleau subrayan
la aportación de los zoroástricos y de los primeros magos de
Caldea a esta ciencia milenaria. En cuanto a Geber, lo
asocian a la acuñación de los términos azufre y mercurio, a
no ser que el verdadero responsable fuera el autor anónimo
que firmó bajo este nombre, en el siglo XIII, la Suma de la
Perfección o el compendio del magisterio perfecto. De todos
modos, se le otorga la paternidad del descubrimiento de los
ácidos clorhídrico y nítrico. En efecto, se le ocurrió
mezclarlos, produciendo de esta manera la famosa agua
regia, única capaz de disolver el oro, considerado como
inalterable de otro modo.

En la esfera cultural arabo-iraní, la alquimia es


concebida a la vez como un medio de producir la piedra
filosofal y como un instrumento de interpretación del
mundo, fundada en una noción dualista materia-espíritu. Sin
embargo, estos dos aspectos de la realidad son considerados
como indisociables. De alguna manera, el artesano que
trabajaba en el laboratorio lo hacía pues al mismo tiempo
para liberar su alma, a medida que iba sublimando su
materia.

Después de Geber, muchos maestros se sucedieron. El


emir egipcio Syldaki, fallecido en 1360, dio por ejemplo una
definición del arte solar cargada de sentido: «Es una ciencia
cuya finalidad es eliminar lo accidental que penetró en la
forma de ser específica». Así, estos primeros sabios
consideraban la materia y quizás el universo, en el mejor de
los casos como algo imperfecto, en el peor como entes

34
La Historia de la Alquimia

enfermos. El papel del alquimista, en este contexto,


consistía en acelerar la curación.

En el 865, en Rayy, en el sur de Teherán, nació


Muhammad ibn Zahariyyá Rázi, más conocido bajo el
nombre de Rhazés. Como médico, toma una orientación
radicalmente diferente de la de Geber en materia de
alquimia. Esta dicotomía en la concepción de la práctica,
también la volveremos a encontrar expresada más tarde en
Occidente, con el advenimiento de Paracelso. Preocupado
por curar rápidamente, Rhazés adoptó un método pre­
químico y más materialista, desvinculando al gran arte de
sus raíces transcendentes. Le debemos el descubrimiento
del ácido sulfúrico, del zinc, del alcohol, de los alumbres y
las sales. Autor de doscientas veintiséis obras, habría
calificado la alquimia de astronomía inferior, comparando
los metales con los planetas de la astrología. En realidad,
este autor no inventó nada, porque esta idea ya circulaba
desde hacía varios siglos en los ambientes neoplatónicos.
Para dar testimonio de ello, he aquí un extracto del
comentario del Timeo de Platón, escrito atribuido al
neoplatónico Proclo:

«El oro, la plata y cada metal, como todos los cuerpos,


crecen en la tierra bajo la influencia de los dioses celestes y
sus emanaciones. El oro está sometido al Sol, la plata a la
Luna, el plomo a Saturno y el hierro a Marte. El origen de
estos metales está en el cielo, pero es en la tierra donde
moran, y no en aquellos de donde irradian estas
emanaciones. Porque nada de lo que involuciona en la
materia es admitido en el cielo. E aunque todos los cuerpos
proceden de todos los dioses, cada uno se distingue por la

35
Alquimia, por otra concepción del mundo

preponderancia de un carácter diferente; muchos están


bajo la influencia de Saturno, otros bajo la del Sol».

Más tarde, otros alquimistas cuestionarán la influencia


vibratoria de los planetas sobre el nacimiento de los metales
y se quedarán solo con la idea de un vínculo analógico entre
los astros del cielo y los de la tierra, es decir, los metales.

Con Artefio, «filósofo» árabe o judío que vivió en el


siglo XI, entramos directamente en la leyenda. Este autor
del Libro secreto del muy anciano filósofo Artefio, pretendía
en efecto haber vivido mil años gracias a los efectos de su
«quintaesencia». Con Nicolás Flamel, Basilio Valentín y
Filaletas, pasa por ser uno de los alquimistas más célebres,
detentor de la piedra filosofal. Sin embargo, avisa al curioso
sobre una interpretación literal de su obra:

«Este arte, ¿acaso no es también cabalístico y no está


repleto de grandísimos secretos? ¿Y tú, fatuo, crees que
enseñamos claramente los secretos de los secretos, y
tomamos las palabras según el sonido de las palabras
mismas? ».

China, país de los campos de cinabrio

Paralelamente a su desarrollo árabe y grecoalejandrino,


la alquimia apareció en China a partir del siglo I de nuestra
era, bajo el reinado de los emperadores orientales Han. El
objetivo declarado de aquellas prácticas consistía, para el
artesano, en lograr la inmortalidad absorbiendo elixires
variados, entre ellos el divino cinabrio, equivalente del oro
potable en Occidente. El cinabrio es un sulfuro de mercurio

36
La Historia de la Alquimia

(cuya fórmula química es HgS), mineral del que se extrae el


principio mercurio. Pero se trata también de un juego de
palabras, que designa la imagen de la piedra filosofal, la
unión de los dos principios masculino y femenino de los
metales.

El taoísmo considera el metal como uno de los cinco


elementos junto con la madera, el agua, la tierra y el fuego.
Esta clasificación bastante desconcertante, ¿no resulta de la
antigua familiaridad que unía la filosofía taoísta con la
alquimia? La búsqueda incansable de una inmortalidad
terrenal engendró métodos de absorción asociados con la vía
externa o Wai Dan (cinabrio externo). Costó numerosas
víctimas por envenenamiento. En efecto, muchos nobles y
emperadores absorbieron píldoras de dudoso contenido. Por
las numerosas desapariciones que produjo la vía externa,
hacia el siglo VII, las prácticas internas o Nei Dan (cinabrio
interno) pudieron más y se convirtieron en la referencia de
la alquimia taoísta. Basadas en una interpretación simbólica
de las operaciones químicas, se apoyan en el dominio de las
tres energías que circulan en el cuerpo humano: el Shen o
energía espiritual, el Jin anterior o posterior, esencia de vida
y semilla del ser y por fin el Qi, energía vital asociada al
aliento.

Numerosas técnicas de visualización, meditación,


respiración y control de las fuerzas regeneradoras formaban
esta noble vía de los inmortales. Junto con las filosofías
budista y taoísta, el método privilegiaba tres puntos del
cuerpo llamados «campos de cinabrio» o Dan Tian. Situados
debajo del abdomen, en el centro del pecho y en el centro de
la cabeza, funcionan como puntos de transformación del Jin

37
Alquimia, por otra concepción del mundo

en aliento, para luego ser transformado a su vez en energía


espiritual. En realidad se trata de realizar una sublimación
de las energías básicas de la vida, refínarlas y hacerlas
evolucionar hacia una potencia espiritual capaz de producir
la iluminación de la consciencia.

Uno de los más célebres alquimistas chinos fue Ge


Hong (283-343), que escribió el Baopu Zi («Aquel que
abraza la sencillez»). En este texto, no solo revela las
recetas de la alquimia operativa y de la farmacopea, sino
también técnicas gimnásticas y de respiración. Nada impide
creer que los árabes, grandes viajeros, se hubiesen inspirado
en aquellas obras. Llamado a veces el Pequeño Anciano
inmortal, Ge Hong habría vivido mucho tiempo, según
algunas fuentes. Esta longevidad hace referencia a una vieja
creencia china según la cual el monte Luofu, situado en el
Guangdong, en el extremo sur de China, representaría una
de las tierras de la inmortalidad. Hong se habría refugiado
en esta región durante ocho años para escapar de la guerra.
La leyenda refiere que muchos emperadores de China, en el
transcurso de los siglos, fletaron caravanas que tenían por
misión descubrir las fabulosas moradas de los inmortales.
Huelga decir que los siguen buscando todavía.

Se hace necesario detenemos en este aspecto.


Numerosos alquimistas auténticos mencionaron la realidad
de la inmortalidad. Ya lo mencionamos antes con Artefio. El
conde de Saint-Germain, alquimista del siglo XVIIl, habría
vivido quinientos años. Eugéne Canseliet, famoso autor del
siglo XX y promotor de la Ars Magna, también refirió
historias de contactos con criaturas inmortales. Enfrentado
con este tipo de leyendas, el observador mantiene en general

38
La Historia de la Alquimia

dos tipos de reacciones, tan estériles la una como otra. La


primera consiste en una credulidad ciega, asociada a una
gran ingenuidad. La segunda se apoya como mínimo sobre
el escepticismo, incluso sobre la indiferencia, o peor aún,
sobre el rechazo puro y simple.

Por desgracia la experiencia demuestra que la mayoría


de las consciencias oscilan entre estas dos actitudes, sin
poder establecer un equilibrio. Sin embargo, la inmortalidad
en verdad existe y representa el inviolable secreto, velado al
simple curioso. Por todas partes en el planeta fue ocultado
bajo múltiples formas simbólicas.

Europa y la alquimia medieval

Ha llegado el momento ahora de volver hacia Europa.


Desde el siglo XI, la civilización europea estuvo en
contacto, durante las cruzadas, con el mundo musulmán. Se
produjeron numerosos intercambios culturales y la herencia
alquímica fue transmitida al Occidente cristiano. Sin
embargo, en los siglos anteriores, cierto número de
conocimientos ya habían pasado por España y su tierra
multicultural.

El mundo cristiano se interesó rápidamente por la


alquimia. El mismo Papa del milenio, Gerberto de Aurillac
(945 - 1003), que ofició bajo el nombre de Silvestre II, pasó
por haber trabajado en el atanor. También hay que citar al
dominico Alberto Magno, al que Tomás de Aquino
consideraba su maestro. Unos tratados y recetas del siglo
XIII son atribuidos además tanto a uno como a otro.

39
Alquimia, por otra concepción del mundo

En el mismo periodo trabaja Roger Bacon, calificado de


doctor admirable. Erudito y alquimista inglés, es el iniciador
del método experimental, junto a su homónimo del siglo
XVI Francis Bacon. Monje franciscano, comenta las obras
de Aristóteles antes de que los superiores de su orden le
prohibieran que enseñara durante diez años. Se interesó
mucho por los conocimientos de los autores árabes, como
Avicena y Averroes.

Mientras el mundo musulmán buscaba en la alquimia


una confirmación del principio de la unidad del Creador y
de la Creación, el universo cristiano estuvo probablemente
fascinado por el vínculo entre los tres principios, la sal, el
azufre y el mercurio, y la idea de la trinidad que fundamenta
el cristianismo. Roger Bacon, por su parte, es considerado el
inventor de las lupas, la pólvora de cañón, y el descubridor
del principio de la refracción de la luz. Por sus ideas e
investigaciones, sufrió incluso un periodo de
encarcelamiento, cosa que no le impidió describir en sus
tratados el método para realizar la medicina universal y la
piedra filosofal.

La lista de los operadores que contribuyeron al


desarrollo de lo que es calificado como «alquimia
medieval» sería larga. El más conocido es sin duda Nicolás
Flamel y su señora Pemelle. Eugéne Canseliet se sirvió de
estos personajes mucho más tarde para ilustrar, por alusión,
la relación del matrimonio alquímico que personificaban.

El Renacimiento en el origen de la época moderna

Por su parte, a principios del siglo XVI, el médico suizo

40
La Historia de la Alquimia

Theophrasto de Hohenheim, más conocido por el nombre de


Paracelso, va a desarrollar la espagiria, un uso médico de la
alquimia cuyo nombre inventa. Precursor de la química
clásica, ya que trabaja sobre cuerpos purificados, se sitúa en
la línea trazada por los Bacon y los humanistas del
Renacimiento, enseñando la superioridad de la
experimentación. Provocador a placer frente a sus colegas
médicos, escribirá: «Son la experiencia y la razón, y no las
autoridades, las que me guiarán cuando demuestre algo».
Aunque no fuera un alquimista de tradición pura, sino un
médico hermetista, estaba familiarizado con las minas
metálicas de todos los tipos y utiliza los procesos de
destilación y fermentación para producir sus medicamentos.
Le debemos, entre otras cosas, la definición del tercer
término de la trinidad alquímica: la sal.

El segundo gran periodo de la alquimia en Occidente


conoce su auge en el siglo XVII, con la publicación de los
tres famosos manifiestos rosacruces: la Fama Fraternitatis,
la Confessio Fraternitatis, y el que más nos interesa, Las
Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz, publicada en
alemán en 1616. Este texto, atribuido a Johann Valentín
Andreas, representa en realidad una alegoría que describe en
siete días el recorrido de la iniciación humana hacia su
perfección, según la vía real de la alquimia espiritual. Desde
entonces, la práctica alquímica se revela de manera más
evidente todavía, más allá del laboratorio, mostrando su
verdadera finalidad: una codificación simbólica de las etapas
del ascenso del hombre hacia su realización. Christian
Rosenkreutz, guiado por la virgen Alquimia, cuenta en esta
obra la aventura de una parte de la humanidad, a la que
simboliza. En este relato iniciático, él mismo representa el

41
Alquimia, por otra concepción del mundo

cuerpo o la sal de la obra, el cual, como catalizador, asiste a


la boda de un rey, el azufre o el espíritu, y de una reina, el
mercurio o el alma. La llave que debe conducirle a la
culminación de su recorrido se revela como el amor, bajo el
rostro de la diosa Venus, o más aún, el sentido de la unidad
y de la identidad. A partir de este periodo, se hará difícil
saber si un autor se expresa partiendo de un punto de vista
espiritual o estrictamente operativo.

Junto a los rosacruces, también hay que citar al médico


Michael Maier, que se convertirá en un ardiente defensor de
estos y que publicará en 1617 una obra de representaciones
comentadas de las fases de la gran obra: Atalante fulgens.
Procedente de la mitología griega, Atalante es una chica
joven que rechaza el matrimonio. Además fije la única
mujer en participar en la búsqueda del toisón de oro con los
Argonautas. Deseando permanecer virgen, propuso a su
padre casarse únicamente con un hombre que pudiera
ganarla a la carrera. Uno de sus pretendientes, Hipómeno,
enamorado de sus encantos, aceptó el reto, considerado
como imposible. Consiguió vencerla echando pérfidamente
bajo sus pies tres manzanas de oro del jardín de las
Hespérides. Donde no hubiese podido únicamente la
velocidad, la curiosidad le hizo decelerar el paso y la
condujo al matrimonio. Atalante, desde el punto de vista del
alquimista Michael Maier, representa el mercurio volátil que
Hipomena debe fijar antes de realizar su unión.

El siglo XVII vio aparecer igualmente una serie de


personajes muy singulares que fueron autoridades en los
ambientes de la alquimia tradicional. El primero, Alejandro
Seton, se expresa bajo el pseudónimo de El Cosmopolita.

42
La Historia de la Alquimia

Recorre Europa buscando incansablemente demostrar la


posibilidad de la transmutación alquímica con la ayuda de la
pólvora de proyección. Trabaja sobre el plomo, el hierro y el
zinc. El elector de Sajonia Christian II, que desea adueñarse
del tesoro extorsionando el secreto a su adepto, lo manda
encarcelar. Seton deberá su liberación solo a aquel que se
convertirá en su discípulo: Michel Sendigovius, el artífice
de su evasión. Este continuará además su obra, escribiendo
también bajo el nombre de El Cosmopolita.

Otras dos personalidades fuera de lo común merecen ser


destacadas. A partir de mediados del siglo XVII utilizaron el
mismo pseudónimo, Filaletas, («El que ama la verdad») y
por supuesto fueron confundidos ampliamente uno con otro.
Se trata de los Ingleses Thomas Vaughan y Georges
Starkey, respectivamente Eugenio y Eyreneo Filaletas. El
primero reivindicó una filiación hermética con Henri
Comelio Agrippa y Paracelso. Publicó en 1652 en inglés el
manifiesto rosacruz Fama Fraternitatis. El segundo, un
médico, escribirá tratados que mantendrán su fama hasta
nuestros días, como La Entrada abierta al palacio cerrado
del rey. A imagen de la mayoría de sus hermanos, pretende
revelar todos los secretos, pero no lo hizo:

«Me basta con declarar que jamás nadie habló de este


arte tan claramente como yo; seguramente mi pluma ha
dudado a menudo en escribirlo todo, de lo deseoso que
estaba de ocultar la verdad bajo una máscara celosa; pero
Dios me obligaba a hacerlo, y no he podido resistirle.
Unicamente él conoce los corazones, a quien únicamente
corresponde la gloria en el ciclo del Tiempo. De allí que
creo que muchos, en esta última edad del mundo, estarán

43
Alquimia, por otra concepción del mundo

felices de poseer el secreto; puesto que he escrito


sinceramente, sin dejar ninguna duda al novato
( verdaderamente curioso de aprender, sin una respuesta
plenamente satisfactoria».

Los secretos traicionados del siglo XX

Ha llegado ahora el momento de abordar la época


moderna. El siglo XX va a asistir a una relativa resurrección
del interés por el arte real bajo dos formas. Se realizó un
intento de reconciliación entre la química clásica y la
alquimia, bajo el nombre de hiperquímica. Francois Jollivet-
Castelot, Secretario General de la Sociedad Alquímica de
Francia y fundador de la Revista Rosa-Cruz, encabeza este
movimiento. En su revista La Hiperquímica, escribe:

«La Neoalquimia se propone unir la química a la


alquimia, demostrando la identidad de la meta perseguida,
en el sentido en que la síntesis universal y la unidad de la
Materia Primera resultan de una como de otra. (... ] La
Neoalquimia se apoya en los mismos principios de la
química, que se enfrenta sin cesar con las doctrinas de los
alquimistas, con el fin de probar la identidad de las dos
enseñanzas desde el punto de vista experimental y positivo».

Por desgracia, Jollivet-Castelot no tuvo mucha suerte.


En el transcurso de su vida reclamó una comprobación de
sus experiencias por las más altas autoridades científicas de
su tiempo, lo cual le fue negado constantemente.
Finalmente, la hiperquímica no parece haber satisfecho a
nadie, ni a los químicos, ni a los alquimistas tradicionales.

44
La Historia de la Alquimia

Fulcanelli, durante la década de 1920, habría confiado al


famoso alquimista Eugéne Canseliet, su discípulo, una
pólvora que le habría permitido transmutar una materia en
oro en presencia de dos testigos, entre ellos el amigo de
Canseliet, Julián Champagne. Después, Canseliet escribió
los prólogos de dos obras fundamentales para la
comprensión de la ciencia varias veces milenaria: El
Misterio de las catedrales y Las Moradas filosofales,
atribuidas una y otra al misterioso hacedor de oro. A partir
de allí, la identidad presumida de Fulcanelli hizo correr
mucha tinta y saliva. Si se cree a Jacques Bergier y Louis
Pauwels en su obra El retorno de los Brujos, los mismos
servicios secretos se habrían puesto en su busca, pensando
que poseía conocimientos que permitían producir una
bomba atómica.

Sin embargo, parece que el seudo-secreto, fue


recientemente . divulgado. Detrás de la identidad de
Fulcanelli se ocultaría un colectivo compuesto por el librero
Pierre Dujols de Valois, probablemente el principal autor de
las obras ya citadas, de su discípulo Henri Coton, de Julien
Champagne y de Canseliet, su amigo. René Schwaller de
Lubicz, egiptólogo y esotérico francés, y quizás su amigo el
poeta lituano Milosz, se habrían asociado igualmente a la
obra. Apuntemos que Pierre Dujols de Valois, personaje de
gran erudición, falleció en 1926 y firmó un comentario del
Mutus Líber.

También existe una hipótesis interesante que identifica a


Fulcanelli con un politécnico llamado Paul Decoeur,
fallecido en 1923 y amigo de Pierre Dujols de Valois. Este
habría conseguido una transmutación en 1909. Tenía por

45
Alquimia, por otra concepción del mundo

nombre de iniciación el Vulcano solar. De allí a imaginar


que Julien Champagne hubiera inventado el nombre de
Fulcanelli a partir de Vulcano solar —siendo Hély otro
nombre del sol—, solo hay un paso. Sin embargo, el intento
de restituir a la alquimia su atractivo de antaño parece haber
dado sus frutos, porque si creemos a los autores más
recientes, algunos científicos trabajan hoy en el atanor con
toda discreción, para no comprometer su carrera. Exploran
así otro método para entrar en contacto con la materia.

46
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

La alquimia, a la luz de Kermes, supone antes que nada


una teoría particular de la materia y del universo. Conocer
este cuerpo de conocimientos alternativos se vuelve
necesario para todo aquel que quiera ubicarse en la jungla
de los millares de obras escritas sobre el tema (más de 35.
000). La ciencia moderna concibe la materia como un juego
de muñecas rusas. Hoy el científico no acaba de dividirla, de
descomponerla para alcanzar lo infinitamente pequeño que
finalmente se le escapa sin cesar. La gran pregunta sigue
siendo: ¿Cómo del inasible vacío pudo aparecer la materia
tangible? Pero, en primer lugar, ¿qué es el vacío? ¿Posee
algunas características que encierran el término materia?

En este mundo conocido por sus miríadas de


componentes corpusculares, se puede confrontar la
concepción de los antiguos Griegos que anima todavía el
pensamiento de los alquimistas: cualquier forma de materia
está constituida por elementos. Fue Empédocles, en el siglo
V a. C., quien desarrolló esta tesis, seguido por Platón,
Aristóteles y tantos otros; mientras tanto, Demócrito
imaginó los rudimentos de lo que llegó a ser la física
atómica. Estos «elementos» procedentes de la observación
más simple y más inmediata de la naturaleza son cuatro,
retomados por la cultura y la filosofía occidentales: la tierra,
el agua, el aire y el fuego.

El término «elemento» ya debería haber sido sustituido


por otro, desde que Dimitri Ivanovitch Mendeleíev publicó
en 1869 su tabla de la clasificación periódica de los
elementos. Este clasifica hoy todavía los metales, los gases

47
Alquimia, por otra concepción del mundo

y todas las formas de materia conocidas bajo el nombre de


elementos, precisamente. El hidrógeno, el oxígeno, el
mercurio y el nitrógeno pertenecen a esta nomenclatura.
Con la física nuclear aparecieron más tarde los elementos
llamados radioactivos, como el plutonio o el uranio.
Actualmente, esta nomenclatura consta de 118 elementos,
mientras que, tomando el testigo de los alquimistas, los
místicos rosacruces, apoyándose en sus conocimientos
tradicionales, pretenden que este número podría alcanzar los
144. El último elemento descubierto en 2010 fue bautizado
como ununseptio.

Cuatro elementos llamados principios

Desde hace un siglo, el agua, la tierra, el fuego y el aire


ya no son pues «elementos». Es necesario entonces buscar
un nuevo término para designar a los antiguos compuestos
tradicionales. El trabajo se revela tanto más fácil en cuanto
que no se trata verdaderamente de elementos, sino de
principios, en el sentido latino de primeros u originales,
recobrando los distintos aspectos de la materia. Tierra, aire,
agua y fuego son en efecto «principios» que encierran los
distintos estados de viscosidad, de tenuidad, incluso de
libertad de la materia. Este matiz reviste toda su importancia
si queremos comprender las antiguas obras dedicadas a la
búsqueda de la gran obra: «Tome el mercurio crudo, cuezalo
según el arte, es decir, fíje lo que tiene de volátil y volatilice
lo que tiene de fijo; haga líquido lo que es seco y seco lo
que es líquido; entonces tendrá en su poder el verdadero
mercurio filosófico», está escrito en La Gran Obra
desvelada de Coutan.

48
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

Desde la tierra hasta el fuego, nos enfrentamos a los


estados sólido, luego líquido, gaseoso, y por fin radiante de
la materia, o más bien de la sustancia. Si nos objetan que el
estado radiante ya no es materia, entonces habrá que aclarar
que estos principios no tienen casi nada que ver con ella, ya
que son, ante todo, ideas. La tierra encierra la idea de todo lo
que es denso, el agua traduce lo que fluye, es decir, la
fluidez, el aire lo que se vuelve volátil y el fuego encierra la
noción de energía. Todo se complica además cuando
comprobamos, leyendo los viejos manuscritos, que grandes
hermetistas admitían que el fuego pudiera ser húmedo.

Nuestros «principios» poseen por consiguiente, y antes


que nada, una existencia muy espiritual, lo cual hizo escribir
que no existen en estado puro sino en este campo particular.
Los elementos materiales proceden de los anteriores y
aparecen en general mezclados. Puede que haya fuego en el
agua y agua en el aire —mientras que todos sabemos que el
agua se transforma en aire por evaporación y el aire en agua
por condensación—, evidentemente según el lenguaje y la
manera de ver del alquimista. La forma en la que el artesano
observa y concibe el mundo se revela en efecto diferente de
la del científico. Este desmenuza tanto la realidad que ya no
percibe ciertas evidencias todavía accesibles a los espíritus
más simples.

De alguna manera, sin reducir la aportación de la


ciencia moderna, los antiguos sabían que la tierra podía, en
ciertas condiciones, asumir el estado de fuego. Esto
equivale a evocar el principio de conversión materia/energía
representado mucho más tarde, en 1905, por Albert Einstein
en la ecuación E=MC2. Sin embargo, los Antiguos no

49
Alquimia, por otra concepción del mundo

hacían de ello el uso industrial al que asistimos, a veces


felices, otras veces preocupados. Así se expresaba Jollivet-
Castelot, presidente de la Asociación alquímica de Francia
desde 1896, mucho antes pues que Einstein:

«La fuerza se vuelve materia y la materia se vuelve


fuerza (evolución), gracias al movimiento. Este ciclo viene
de la unidad y se disuelve en ella, puesto que se mueve
dentro. [... ] A propósito de la unidad, sentiría — añade—
que nos olvidáramos de que esta doctrina unitaria sale de
las fraternidades iniciáticas, rosacruces y alquímicas». (La
Gran Obra alquímica, p. 13.)

Pero hay más. Un metal, por ejemplo, puede convertirse


en agua durante la fundición o cocción. El caso del
mercurio clásico se convierte en una ilustración elocuente
de este fenómeno. A temperatura ambiente, asume el estado
líquido —es el único metal en el que sucede este
fenómeno— y se evapora fácilmente cuando aumenta la
temperatura. Además, es un veneno y un neurotóxico
peligroso. El mercurio se encuentra revestido igualmente
con los términos de «agua que no moja». En efecto, al
contrario que el principio del agua, no impregna los cuerpos
con los que entra en contacto. No puede disolverlos
tampoco. Por otro lado, un ácido se comporta como el fuego
que ataca el metal. Incluso el aire, por su poder de
oxidación, se convierte en fuego. Cierto tipo de agua actúa
también así, ya que en la vía calificada de húmeda, es ella la
que va a desencadenar el proceso de modificación de las
materias y contribuir a su mutación.

50
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

De ahora en adelante, cabe constatar que los críticos de


la alquimia, tal como Marcellin Berthelot, se equivocaron al
calificarla de quimera. Una de las causas de este error
procede de que quisieron traducir los tratados alquímicos a
un lenguaje corriente. Berthelot, sin embargo, había
constatado en su tratado sobre la química de los Antiguos el
siguiente hecho, aparentemente sin sacar las acertadas
conclusiones:

«Esta extensión del significado de las palabras, era en


efecto común entre los Antiguos; el nombre de la esmeralda
y el del zafiro, por ejemplo, eran aplicados por los Egipcios
a las piedras preciosas y a las vitrificaciones más diversas.
Del mismo modo que se imitaba la esmeralda y el zafiro
natural, se imitaba el oro y la plata».

Y si se imitaba el oro y la plata, en opinión de


Berthelot, la obra alquímica era inútil. Sin embargo, los
grandes maestros no dejaron de advertir: nuestro oro no es
el del vulgo, no confundan el mercurio y el azufre con sus
equivalentes químicos. Evocaban incluso, en su lenguaje,
«nuestro azufre» y «nuestro mercurio». Al igual que sus
elementos poseían, como espejos muy imperfectos, el aire,
el fuego... comunes.

En conclusión, los textos alquímicos, en el peor de los


casos, están escritos en una lengua y una sintaxis especiales;
en el mejor, apelan al conocimiento de lo que Eugéne
Canseliet llamaba «la lengua de los pájaros».

51
Alquimia, por otra concepción del mundo

Las cuatro cualidades

Volviendo a los elementos, Aristóteles acabó la obra de


su predecesor, el filósofo presocrático Empédocles. Este
discípulo de Platón complicó el sistema y añadió cuatro
cualidades a los elementos. Opuso lo caliente a lo seco, lo
frío a lo húmedo. Después, asoció cada elemento a dos de
estas cualidades. Así es como la tierra es seca y húmeda, el
fuego seco y caliente, el aire se vuelve húmedo y caliente y
por fin el agua se encuentra dotada de cualidades húmedas y
frías. Los principios se vuelven contrarios de dos en dos: el
friego con el agua, la tierra con el aire. Aquí, hay que
entender igualmente por húmedo una facultad que disuelve
los cuerpos, es decir, separa sus relaciones moleculares, por
oposición a lo seco. Humedad y agua no son pues
directamente sinónimos, por muy desconcertante que pueda
parecer. Para convencerse de ello, basta con comprobar que
la humedad, por definición, penetra siempre los cuerpos,
cosa que no hace el agua en estado sólido. Este concepto
pudo llevar a decir a los operativos que existen aguas que no
mojan.

Tierra Agua Aire Fuego

La representación simbólica de arriba deja entrever que


dos elementos, la tierra y el agua, tienen tendencia a
descender, mientras que los otros dos, el aire y el fuego,

52
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

desarrollan la aptitud inversa. Su forma triangular indica


igualmente que su naturaleza sintética parece ser el
resultado de la unión de dos principios contradictorios.

En realidad, una profunda reflexión o meditación sobre


los principios puede llevar a descubrimientos sorprendentes
y a la sensación de la unidad de la Creación. Con el fin de ir
más lejos en este campo, es útil ahora leer e interpretar los
siguientes diagramas:

La alquimia, en su lenguaje, aplica las conversiones


posibles que estos dos diagramas ponen en evidencia (seguir
las flechas). He aquí unos ejemplos. La tierra humedecida se
convierte en barro, es decir, en agua. En el sentido inverso,
el agua enfriada a cero grados se solidifica y se vuelve hielo,
es decir, tierra. La misma agua calentada se evapora y se
transforma en aire. Al contrario, el aire enfriado se condensa
en agua. Calentado y secado, el mismo aire se manifiesta
como fuego, cosa que observamos con la electricidad
estática y los fenómenos tormentosos...

El diagrama de la derecha propone un segundo esquema


de lectura. Un principio aparece como fijo: la tierra. Los

53
Alquimia, por otra concepción del mundo

demás son más o menos volátiles, inestables en su estado.


«Fija lo volátil y volatiliza lo fijo», es uno de los grandes
mandamientos de la alquimia, que reviste un sentido todavía
más profundo cuando se aplica en la alquimia espiritual
(viene desarrollado más adelante).

La inercia y el movimiento son a su vez cada vez más


evidentes cuando ascendemos o descendemos en la jerarquía
de los principios que conducen de la tierra al fuego. Los
antiguos los representaban incluso como un juego de
círculos concéntricos en los que la tierra estaba en el centro.
Este centro debía además oponerse al que Blaise Pascal
describía: «existe un principio de los principios cuyo centro
está por todas partes y cuya circunferencia en ninguna». El
centro densificado, manifestado por el principio tierra, posee
como característica el poder ser localizado en el mundo
espacio-temporal, mientras que el centro de todos los
centros, el Omnipresente, no puede serlo. Estos dos
conceptos, además, son igual de oponibles uno al otro como
la cualidad lo es a la cantidad. La observación de la
naturaleza corrobora además bastante bien la representación
concéntrica del universo, ya que la tierra representa la base
fría y seca del mundo. De allí, nos alejamos del centro por el
agua, objetivada por los océanos y todas las formas de
extensión de agua dulce. El agua oceánica desempeña un
papel fundamental en el equilibrio del clima planetario, por
su situación en el seno de la jerarquía de los principios.
Luego, viene el aire atmosférico y, para terminar, el fuego,
es decir el campo de las radiaciones electromagnéticas que
tienden a elevarse sin cesar para alejarse hacia la periferia.

Si bien puede ser discutible desde el punto de vista de la


observación física, este concepto sigue siendo perfectamente

54
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

válido en el plano de los principios. Más allá del fuego, en


el campo espacial, reinaría el éter, que significa «fuego
divino». La existencia posible de este quinto elemento, si
bien ya no está de moda en los ambientes científicos
clásicos, jamás fue totalmente desmentido, ni mucho menos
por Einstein. También podríamos evocar una representación
piramidal de la materia/energía.

Todo lo anterior representa un conjunto de evidencias


para el pensamiento moderno. Las consecuencias siguen
siendo despreciadas ampliamente en una época en la que
preferimos observar el mundo con ojos ultra analíticos, que
ocultan la simplicidad y la disposición armoniosa de todo;
una armonía luminosa que se revela al que quiera y sepa
ver.

Por supuesto, ubicar la tierra en el centro del universo


con los otros principios en su periferia lleva a pensar en el
antiguo concepto geocéntrico del universo. Galileo y sus
sucesores lo sustituyeron por un concepto heliocéntrico.
¿Acaso por ello el antiguo conocimiento ha quedado
obsoleto? Por su parte, el psicólogo Cari Gustav Jung
explicaba que uno de los objetivos de la alquimia consistía
en integrar el subconsciente en el ser consciente. Ahora
bien, uno de los campos del subconsciente encierra los
conocimientos desarrollados y admitidos por la humanidad
en el pasado. El equilibrio del ser pasa por la integración de
este pasado, no por su rechazo puro y duro. Podría
producirse un divorcio entre los científicos punteros y la
población si la ciencia se alejara de lo que experimentan los
seres humanos diariamente, sin crear intermediarios.

55
Alquimia, por otra concepción del mundo

Numerosas comprobaciones de otro tipo pueden


realizarse igualmente, siempre con la ayuda de los dos
diagramas anteriores. Caliente un metal y lo transformará en
agua. En términos modernos, lo funde. Siga calentándolo, se
dilata, después se evapora, como en el caso del mercurio,
del que usaron esta facultad para crear los antiguos
termómetros. Conclusión: cuanto más se calienta un
compuesto, más se ablanda, pierde su densidad, se expande
en el espacio y aumenta su movimiento intemo (su
frecuencia vibratoria). Inversamente, el frío endurece,
densifica (salvo precisamente en el caso particular del agua,
que aumenta de volumen al congelarla), ralentiza el
movimiento. Los ciclistas saben muy bien por ejemplo que
el frío ralentiza su velocidad de pedaleo, paraliza sus
músculos, mientras que al cabo de unos minutos de
movimientos, calificados de «calentamiento», los músculos
se flexibilizan, y el pedaleo mejora. Lo mismo ocurre con
cualquier motor. En el lenguaje del alquimista, cierto tipo de
agua se disuelve gracias a su humedad que penetra los
metales, el fuego por su parte los «coagula» gracias a su
poder desecante. Solve et coagula constituye igualmente
otra gran fórmula alquímica.

Cierto día, durante una conferencia, tuve que responder


a esta pregunta que parecía falsamente infantil: ¿Por qué el
fuego sube y por qué el agua baja? La respuesta hubiera
podido recurrir a datos culturales y científicos generalmente
admitidos, del tipo: la causa es la atracción universal.

En el marco de la alquimia, esto no podía ser una


respuesta acertada. Era cuanto menos simple, ya que no
sabemos verdaderamente en qué consiste la atracción

56
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

universal. Eso revela la ignorancia que perdura todavía hoy


en día a propósito de la naturaleza final de las fuerzas y de
los elementos que operan bajo la estructura del mundo.
Existe una gran distancia entre el hecho de conocer un
principio y explicar matemáticamente una ley. Cualquiera
que conozca la ley matemática es como un sabio que
quisiera explicar la personalidad de un hombre o de una
mujer estableciendo una lista de sus características
corporales. La diferencia entre conocer intrínsecamente un
principio y saber utilizar una ley, es idéntica a la que existe
entre la ciencia del ingeniero y la del verdadero sabio. No
basta con saber que la caída de los cuerpos sobre la Tierra se
calcula mediante la constante g, para saber en qué consiste
el verdadero principio en acción.

Siempre se puede responder que las cosas en sí


permanecen incognoscibles, pero eso se parece a las
sentencias de algunos religiosos que afirman que Dios
siempre lo puede todo para justificar su propia arbitrariedad
y oscurantismo. En materia de conocimiento, siempre es
posible progresar.

Para progresar en la pregunta anterior, el fuego no se


conforma con ser inerte con respecto a la masa de la Tierra.
Sube, se aleja como la llama de la vela. Entonces, ¿qué se
puede decir? Una respuesta podría ser que el universo está
regido por dos fuerzas complementarias, una centrífuga, que
dispersa, y otra centrípeta, que lleva todo hacia un centro.
Los elementos representarían en este marco una especie de
escala de graduación de estas dos fuerzas. Esta escala podría
ser representada entonces de la siguiente forma:

57
Alquimia, por otra concepción del mundo

Fuego Calor Centrífugo - Movimiento



Aire

Agua

Tierra Frío Centrípeto - Densidad

Aquí podemos comprobar que el calor sube y que los


cuerpos descienden. Pero no porque estén atraídos o
repelidos según una cadena clásica de causa-efecto, sino
porque es inherente a su naturaleza densa o sutil. Aquí nos
enfrentamos a una escala que va de lo más sutil a lo más
denso. «Separa lo sutil de lo denso», otra fórmula
especialmente apreciada por los alquimistas.

Existe todavía una manera más metafísica de abordar lo


sutil y lo denso, a saber, lo denso y lo rarificado. Esto
consiste en contemplar la noción de libertad del ser con
respecto a sus propios límites. Imaginemos, en la cima
absoluta de la escala, al Ser supremo absolutamente libre.
Cuanto más desciende, más opaca se vuelve la sustancia,
más restrictiva, incluso tenebrosa, hasta el nivel del mundo
mineral. Realicemos una pequeña comprobación
experimental: cuanto más se eleva uno sobre la pirámide de
los principios, más fácil se hace desplazarse en su seno.
Segunda constatación: a excepción del fuego, que produce

58
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

él mismo la luz, esta jerarquía se vuelve cada vez más densa


a la luz a medida que vamos descendiendo hacia su base.
Desde un punto de vista cuantitativo, explicaremos este
resultado por la rarefacción o la proliferación de los átomos.
Sin embargo, desde un punto de vista cualitativo, se trata de
la manifestación de un grado de libertad cada vez mayor.

La filosofía Antigua asociaba los principios con los


reinos de la naturaleza. Así, la tierra estaba vinculada a los
minerales, el agua a los vegetales, el aire a los animales y el
fuego al ser humano. En estos reinos, comprobamos
también la misma conquista de libertad que en los principios
anteriores. El mineral no puede desplazarse por sí mismo, la
inercia sigue siendo su signatura. El vegetal se eleva en su
crecimiento, hundiéndose en el suelo. Algunas plantas y
flores, como el girasol, incluso siguen al sol en su carrera.
El animal posee todos los grados de libertad física, ya que el
gusano y el topo escavaban la tierra, el pez se desplaza en el
agua, mientras que los demás animales corren y vuelan con
menos obstáculos, según el principio que les sirve de
soporte. En cuanto al hombre, nutrido por su fuego interior,
desarrolla una libertad espiritual e intelectual, es decir, un
campo puramente cualitativo.

Aquí también se desprende un sentido interno, que el


alma de un niño y los espíritus simples —no confundir con
los simples de espíritu— pueden adivinar. «Dejad que los
niños se acerquen a mí, no se lo impidáis [...]» (Me, 10: 14),
afirmaba el Maestro Jesús. Añadamos igualmente que los
elementos no aparecen jamás en la naturaleza en un estado
de perfecta pureza, o simplemente separados unos de otros.
En su expresión ideal, serían «impalpables e

59
Alquimia, por otra concepción del mundo

incomprensibles a los sentidos», según un autor del siglo


XVIII. ¡Bienvenidos pues al diferente y maravilloso mundo
del pensamiento alquímico! En efecto se trata de adoptar
nada menos que una manera diferente de pensar.

Sal, azufre y mercurio

Más allá de los cuatro seudo-elementos, el arte real


analiza la materia según otros tres aspectos llamados sal,
azufre y mercurio. Una vez más, estas tres nociones no
tienen nada que ver con las sustancias conocidas usualmente
bajo este nombre. Considerados en sí mismos, son
principios abstractos, una manera particular de enfocar la
materia. El mercurio de los filósofos, por ejemplo, no tiene
nada en común con el mercurio vulgar, como se puede leer
en los antiguos grimorios. Saber lo que ocultan estos
términos se vuelve tanto más difícil en cuanto que los
autores, o bien no se ponen de acuerdo en sus propósitos, o
bien ponen el acento en tal o cual aspecto de la materia. Para
el alquimista Cambriel, por ejemplo, que vivió en el siglo
XIX, el mercurio es la materia prima de los metales. Para
otros, será el azufre. En realidad, mercurio y azufre
representan el aspecto masculino y femenino de un mismo
metal. Deben ser extraídos y luego reunificados, con el fin
de producir la famosa piedra filosofal.

El azufre

Principio interno, alma de los metales que


contiene el fuego. Da a estos su color, su dureza,
su combustibilidad, la agresividad química y
todas las propiedades visibles. Es el principio

60
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

masculino. A menudo llamado «la semilla o el esperma de


los metales», es este principio el que el adepto
supuestamente debe unir a su principio femenino, con el fin
de producir su retoño real.

El mercurio

Principio pasivo, acuoso y femenino,


representa la volatilidad, la fluidez, la
maleabilidad, la inestabilidad, y por extensión el
movimiento interno de los cuerpos. Según
Filaleta, constituye la sustancia común de todos los metales
y puede combinarse con cada uno de ellos. Incluso puede
ser extraído de cada metal. Existe un mercurio del hierro,
del oro, de la plata... No hay nada sorprendente en esto, ya
que se trata de un principio inherente a toda materia. Mucho
antes de los conocimientos del atomismo, los alquimistas
tanto especulativos como operativos reducían toda materia a
sus principios básicos. Hoy, el método consiste en reducirla
a sus electrones, átomos y moléculas, sin que nadie se
pregunte sobre la naturaleza metafísica de estas partículas
ondulatorias.

Parece que el mercurio, como agua metálica, sea la


verdadera madre de alquiler de la semilla de los metales,
dispersa por completo en la masa. Existiría de esta manera
una semilla de los metales, igual que existen las de los
animales, los vegetales y los hombres. Esta importante idea
de semilla hace referencia a la posibilidad de la
transmutación, considerada como una generación, un
alumbramiento, un acto de reproducción y de
multiplicación. La Obra no consiste pues en una simple

61
Alquimia, por otra concepción del mundo

combinación de cuerpos químicos, recurre al principio vital


de la materia. La idea de semilla se encuentra entonces
indisociable de la de una matriz capaz de nutrir cierto
embrión alquímico, igual que la de la fermentación.
Quimera o realidad, la idea no es banal, ya que constata la
presencia de la vida en todos los grados de manifestación.

La sal o arsénico

Representa la objetivación de los dos


precedentes en un cuerpo sensible que realiza su
unión. También es considerada, bajo otra forma,
como un catalizador de la reacción que producirá
la piedra. Eugéne Canseliet (can-sel-y-est) explica
igualmente que esta sal constituye la cáscara del huevo en el
que se puede producir la gestación química. Comparado con
el huevo del animal, el azufre desempeña el papel de la
yema, el mercurio el de la albúmina, y la sal el del germen o
núcleo de la célula del huevo del que saldrá el pájaro
doblemente alado. La sal también cumple el papel de la
cáscara que protegerá el crecimiento del embrión.

Estos tres principios no pueden encontrarse aislados en


la naturaleza. Permanecen ocultos en el seno de toda forma
de materia. ¿Se corresponderían a las características que se
atribuyen a la energía?

Tampoco es posible reducir los átomos a esta trinidad


directamente, los protones convirtiéndose en azufre, los
electrones en mercurio, y la sal representando el equilibrio
atómico o incluso a los neutrones. Si buscáramos comparar
física moderna y física antigua, haría falta comparar el

62
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

movimiento y los intercambios vibratorios de los átomos al


mercurio, su cohesión con la sal, y su densificación, es
decir, el hecho de que están constituidos de masa y de
partículas, al azufre. Como escribió Jollivet-Castelot en su
obra ¿Cómo convertirse en alquimista?, representan la
fuerza o voluntad, la energía, y por fin la materia, o sea las
tres dimensiones de la sustancia universal. Para más
precisión y claridad, en el término «substancia universal»,
haría falta poner el acento en el prefijo sub-, lo que está
oculto detrás o debajo de las apariencias, y por qué no, más
allá, como un noúmeno.

Con las descripciones anteriores, se hace fácil


comprender por qué el nombre de un elemento químico
clásico ha podido atribuirse al azufre y al mercurio de los
filósofos. El azufre en efecto es fácilmente inflamable y
sirve para hacer pólvora de cañón, mientras que el mercurio,
metal líquido, volátil, corresponde bien a las características
que se atribuyen a su compañero filosofal. Tiene igualmente
la naturaleza doble de un agua metálica o de un agua seca.

Azufre y mercurio, según los adeptos, se combinarían en


grados diferentes en el seno de la madre tierra para producir
la diversidad de los metales. En realidad, juntos
constituirían los dos aspectos positivo y negativo, masculino
y femenino, o más aún el Yang y el Yin de la materia
primordial.

Van Helpen, gentilhombre flamenco del siglo XVII,


autor de La Escalera de los Sabios, llama sal, azufre y
mercurio a «los segundos principios», ya que descenderían
por combinación de la tierra, del agua, del aire y del fuego.

63
Alquimia, por otra concepción del mundo

Este mismo septenario de principios procedería de una


misteriosa materia primordial combinada con una forma
universal. En este marco, ¿qué puede significar esta frase
del Génesis, cargada de sentido para el alquimista?: «Y la
tierra estaba desordenada y vacía (tohu bohu), y las tinieblas
estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se
movía sobre la faz de las aguas» (Gn, 1: 2). La famosa tierra
«desordenada y vacía» corresponde a la prima materia de
los alquimistas. Una materia en estado de caos, sin ninguna
característica; improductiva, es decir incognoscible en su
naturaleza absoluta. Para que este magma tome las
características de una segunda materia —la que
conocemos—, debe recibir una información (la forma
universal) simbolizada en el texto por el espíritu de Dios, a
veces por el azufre alquímico. De la unión de esta matr (raíz
sánskrita de «materia») y de esta inteligencia nacieron los
principios primeros y segundos. Combinados, producen las
diferentes formas de segunda materia, sujetos de
experimentos en nuestros laboratorios.

Recurramos nuevamente al símbolo de la escalera, con


el fin de ilustrar un concepto global de los siete aspectos de
la sustancia que se convierte en materia. Imaginémosla
constituida por cuatro peldaños que representan los
principios ígneo, aéreo, acuoso y por fin terroso. Los dos
largueros de la escalera por su parte simbolizarán los
aspectos masculino y femenino del azufre y del mercurio.
En cuanto a la escalera en su síntesis, manifiesta la sal, o la
manifestación tangible en un cuerpo.

Toda forma de metal se resume por consiguiente, para el


alquimista, en un cuerpo concreto compuesto por diversas

64
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

combinaciones posibles de dos aspectos masculino y


femenino, asociados a diversos estados de irradiación o de
fluidez.

También existe una representación sorprendente del


tema, que introduce esta vez algo curioso en el campo de la
alquimia espiritual. «Lo que está arriba es como lo que está
abajo», tal como enseña la Tabla Esmeralda, el breviario de
los alquimistas. Fechado probablemente en el siglo IV d. C.,
este texto tan corto como cargado de sentido fue
tradicionalmente atribuido unas veces a Hermés
Trismegisto, el gran sabio egipcio, otras veces a Balinus, el
nombre que los árabes daban a Apolonio de Tiana. Esta
enseñanza a propósito de la identidad de arriba y de abajo
explica por qué los alquimistas comparaban el azufre con el
espíritu de la materia, el mercurio con su alma, y la sal con
su cuerpo.

Una imagen de la Edad Media, muy pocas veces


interpretada en este sentido, permite adentrarse todavía más
en esta comprensión. El carro, carta número VII del Tarot
de los imagineros de la Edad Media, presenta a un joven rey
conduciendo un carro del que tiran dos caballos. La imagen
es platónica y probablemente india, ya que está presente
también en los Upanishad. Un detalle importante que no se
encuentra en estas tradiciones, es que sobre el cuerpo del
carro están inscritas dos letras: S y M. Estas dos letras se
traducen a menudo por los términos «Su Majestad», en
referencia al conductor del carro. También significan Azufre
y Mercurio. En realidad, la tradición Rosacruz asocia al
conductor del carro con el Alma universal, y los dos
caballos que lo tiran con la personalidad anímica.

65
Alquimia, por otra concepción del mundo

Cambiando de lenguaje, podemos ver también en ella al


espíritu representado por el rey, en tanto que Inteligencia
universal, al alma por los caballos, y al cuerpo por el mismo
carro. Al inscribir SM en el cuerpo del carro, el diseñador
del modelo original de la carta quiso demostrar su
conocimiento de la alquimia. Transpuso el concepto de
espíritu y de alma dentro de la materia, mediante el azufre y
el mercurio. Es esta transposición en espejo la que permite
informar de la posibilidad de una verdadera alquimia
espiritual, oculta incluso en las claves conceptuales.

Vemos en este esquema (que nos fue confirmado como


perfectamente exacto por J. Boucher, el cual había recibido
uno semejante de su maestro Fulcanelli), que lo frío y lo
húmedo generan el agua, lo húmedo y lo caliente generan el
aire, lo caliente y lo seco generan el fuego, y lo seco y lo

66
Siete Principios para una Escala de Sabiduría

frío generan la tierra. Por su parte, el agua y el aire generan


el principio mercurio, el aire y el fuego generan el principio
azufre, y el fuego y la tierra generan el principio sal. En la
segunda etapa de la Obra, el principio mercurio y el
principio azufre generan la Plata Filosófica o Plata de los
Sabios, y el principio azufre y el principio sal generan el
Oro Filosófico u Oro de los Sabios. La copulación de ambos
da entonces la Crisopea.

(Imagen y texto extraídos de La Alquimia Espiritual de


Robert Ambelain, París, Bussiére, p. 34)

67
El Simbolismo del Fuego

Desde tiempos inmemoriales, la tradición primordial se


ha ido transmitiendo de diversas maneras. El simbolismo
fue y sigue siendo uno de sus modos de expresión
privilegiados. Entre esta floresta de representaciones, el
fuego, junto con algunos otros, mantiene un lugar
importante. Como principio o elemento, ocupa en la
consciencia humana un lugar preponderante, y esto se
remonta a hace mucho tiempo.

Hace unas decenas de miles de años, el hombre aprendió


a dominar el fuego que recogía de incendios espontáneos o
ligados a los rayos. Fue descubriendo progresivamente que
él mismo podía reproducirlo y controlar las diversas
manifestaciones de calor y de luz con vistas a un uso
doméstico. Fue un acontecimiento capital en la prehistoria
de la evolución humana. Gracias al fuego, el hombre pudo
liberarse del miedo de la vida y de los animales nocturnos.
Se fiie emancipando progresivamente de la sumisión
absoluta al ritmo de las estaciones y de la naturaleza salvaje.
Canalizándolo, accedió al trabajo de los metales. Gracias a
su luz, pudo, en las noches de ociosidad, practicar la
introspección que le abrió la puerta a cierta comprensión de
la naturaleza del Ser. En otros términos, al igual que la
llama, cuya naturaleza le conduce a elevarse hacia lo alto, él
mismo se fue elevando y emancipándo de su estado animal
para acceder verdaderamente a la condición de ser humano.

El calor interno, en los animales de sangre caliente, les


permite adaptarse a las variaciones climáticas y mantener
una relativa actividad a lo largo de todo el año. La mayoría

69
Alquimia, por otra concepción del mundo

se liberan de esta forma de la dualidad de los ciclos caliente -


frío, luz-tiniebla, verano-invierno.

El fuego como instrumento de liberación, habría


conducido al hombre, por lo tanto, a evolucionar de forma
especial. Es normal entonces que le rindiera un culto que se
convirtió en una de las primeras formas de religión del
planeta, junto con el de los muertos. Tuvo entonces a
guardianes, y sobre todo a guardianas del fuego, como las
vírgenes vestales en Roma. Sin embargo, el primer altar
donde se le rindió culto fue el centro de la casa individual,
donde ardía el hogar perpetuo. La esposa seguía siendo la
guardiana de este lugar, alrededor del que evolucionaba la
primera religión doméstica del que el cabeza de familia
desempeñaba el papel de sumo sacerdote. Gracias a la
seguridad y al confort que proporcionaba, el fuego se
convirtió probablemente para el ser humano en uno de los
primerísimos dioses que veneró. El mismo gran Dios del
monoteísmo fue comparado a veces con esta energía, por
ejemplo cuando se apareció a Moisés en la zarza ardiente:
Dios, el fuego.

El hombre muy pronto se dio cuenta de que podía


utilizar esta llama sagrada como un instrumento muy potente
de transformación de la materia. Gracias a él, los metales se
ablandan y pasan al estado líquido, los líquidos se
transforman en gases, y los gases en energía radiante. Desde
el descubrimiento del motor de explosión hasta el uso de la
electricidad, la historia de la humanidad coincide con la del
dominio y la posesión de las diversas manifestaciones del
fuego. La energía se convirtió así hoy en día en uno de los
primerísimos desafíos geoestratégicos.

70
El Simbolismo del Fuego

Este principio, por el hecho de que transformaba


totalmente la forma de la materia, asimilándola primero a él
mismo para luego hacerla invisible, se volvió precisamente
el símbolo de la comunicación con lo invisible. ¿Acaso hay
que sorprenderse entonces si los antiguos pueblos indo­
europeos consideraban el hogar como el símbolo de los
ancestros? En la Eneida, por ejemplo, Héctor dijo a Eneas
que va a entregarle los penates, es decir, los ancestros
troyanos. En realidad, le entrega el fuego del hogar. Y de
esta manera el culto de los muertos coincidió con el del
fuego, los ancestros se convirtieron en los dioses del hogar,
los dioses de la domus, la morada del Señor.

Aunque la etimología de la palabra fuego1 que designa


una persona fallecida, no sea la misma que la de la palabra
que designa el elemento fuego, ¿no podemos considerar que
su homonimia sea un guiño al paso del difunto a otro plano?

Y esto no se queda ahí. Muy pronto, la


comunicación con la divinidad se realizó mediante el fuego.
Así, Moisés sobre la montaña de Dios comunica con Elohim
a través de una zarza ardiente que no se consume. Se llegó
incluso a asimilar al mismo Dios con un fuego. Así, según
las palabras del Génesis: «Y la tierra estaba desordenada y
vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el
Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo
Dios: Sea la luz; y la luz fue» (Gn, 1: 3). Y continúa: «Pero
la Luz no vino de las tinieblas». Entonces, ¿de dónde venía?
Venía de un fuego, porque para que esta luz se manifestara,
hizo falta que algo la encendiera, y fue el fuego, o más bien

1 N. T.: «Feu» en francés delante del nombre de una persona, indica que ha
fallecido. “Feu” Saint-Martin: Difunto Saint-Martin.

71
Alquimia, por otra concepción del mundo

el espíritu de Dios el que planeaba como un soplo por la


superficie de las aguas primitivas del caos.

Este espíritu, es el Espíritu Santo que desciende sobre el


Maestro Jesús durante su bautismo por Juan. Ahora bien,
Juan el Bautista dijo: «Yo los bautizo con agua para que se
conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más
poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las
sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el
fuego» (Mt, 3: 11). En efecto, él recibió el fuego de Dios
bajo la forma de una paloma. Más tarde, los discípulos del
Maestro recibieron ellos mismos el Espíritu bajo la forma de
lenguas de fuego.

Este tema nos introducirá más adelante en las nociones


de purificaciones vinculadas al agua y al fuego. Nos
conduce directamente hacia una alquimia del espíritu. Estos
dos elementos son utilizados también por los alquimistas
para producir la transmutación metálica. Operan por
purificaciones sucesivas de la materia utilizando el agua y el
fuego. Sin embargo, los dos principios actúan de diferentes
maneras.

El agua que disuelve la materia y separa las impurezas


no altera su naturaleza profunda. Separa las moléculas
reduciendo su cohesión. Después de la coagulación o
evaporación, todavía es posible encontrar esta materia
intacta, aunque reorganizada, como en la disolución de los
cristales de azúcar o de sal. Así, el agua procede por una
transformación progresiva de la materia.

72
El Simbolismo del Fuego

El fuego, por su parte, opera de manera mucho más


radical. Por la combustión, la calcinación, asimila todo lo
que, en una materia, puede transformarse en energía. Dicho
de otro modo, se manifiesta ya no como un agente exterior
al cuerpo, sino como un principio interno que es despertado
por la primera chispa. Si el agua se disemina en los cuerpos
y reduce las fuerzas de cohesión, el fuego, por su parte, es
irradiante, razón por la cual no se agota. Cuando la madera
comienza a arder, es el fuego o la energía que se encuentra
potencialmente en ella la que despierta bajo la acción del
calor del encendedor, asociado al de este comburente que es
el oxígeno. «Lo que cae en el fuego, tarde o temprano se
vuelve fuego, según la potencia de los componentes activos
y la resistencia de los pasivos», explicaba Avicena. Y este
fuego, totalmente revolucionario, no deja nada más que la
ceniza o la sal, es decir una masa de materia pasiva, cuyo
fuego interno se revela tan débil o adormecido que haría
falta una energía todavía más poderosa para despertarlo.
Además, los productos considerados más inflamables están
en estado gaseoso. Si se tiene en cuenta la jerarquía de los
elementos, se sitúan entre el estado líquido y el de la energía
radiante, o fuego. En conclusión, cuanto más bajo en la
jerarquía de los elementos se sitúa un objeto inflamable, más
dificultades encuentra el fuego para comunicarle sus
virtudes. El objetivo de la alquimia consistirá pues en
sublimar progresivamente la materia, con el fin de permitir
el despertar y la expresión del fuego en ella.

El fuego, lo acabamos de ver, transmuta y purifica de


manera brutal, revolucionaria, mientras que el agua actúa
progresivamente, de manera casi insidiosa, según el
principio de la evolución. El fuego asimila lo que ha

73
Alquimia, por otra concepción del mundo

encendido. Por analogía, para Al-Hallaj, místico sufí, la


mariposa que arde en la llama de una vela no busca ni el
calor ni la luz, se echa a las llamas para no volver jamás. En
otros términos, esta mariposa, que simboliza al místico,
busca la fusión en Dios, el paso a otro plano de existencia.
De la misma manera, Rümi declaraba: «El verdadero sufí se
parece a una mariposa que vuela alrededor de la vela y luego
desaparece en el fuego del amor».

De esta manera, Dios también, y quizás el primero, es


un fuego que, encendido en el corazón de una criatura, la
asimila a sí mismo. Los iniciados de todos los tiempos han
hablado de la transformación del hombre en la divinidad por
la última prueba del fuego que es también la del olvido de
uno mismo, por amor a Dios.

Anteriormente, hemos hablado de las guardianas del


fuego, las vírgenes vestales. Si recordamos que el fuego es
símbolo e instrumento de comunicación con lo invisible,
entonces entendemos que esas jóvenes chicas no
desempeñaban solo la función de vigilantes nutricias del
fuego elemental, sino que además mantenían el fiiego
espiritual. Es por la presencia del fuego, avivado o
mantenido por el alma o la sabiduría divina en el hombre,
como las virtudes le son transmitidas. Este fuego debe ser
sabiamente protegido por la humanidad, tanto individual
como colectivamente, con el fin de que esta pueda progresar
en términos de civilización y de realización del deseo
divino. El fuego representa aquí la Consciencia Crística con
la que las vírgenes vestales estaban casadas, de alguna
manera, a imagen del matrimonio espiritual de la sabiduría
divina y del hombre universal.

74
El Simbolismo del Fuego

La aspiración común de la mayoría de los seres


humanos consiste en buscar la felicidad. Los más
esclarecidos muy pronto se dan cuenta de que esta
expectativa no puede satisfacerse únicamente por la
adquisición de bienes materiales. Aquellos que, cansados de
un mundo de insatisfacción, se lanzan a un sendero de
evolución consciente, comienzan una lucha tenaz.
Descubren que la felicidad es el producto de la armonía
entre el hombre y las realidades espirituales de la existencia.
Sienten crecer en ellos una aspiración al bien que les eleva.
La búsqueda de lo bello y de lo verdadero se convierte en su
estímulo. En otros términos, van tomando consciencia
progresivamente del fuego que se consume en ellos, tesoro
frágil del que deben convertirse en guardianes.

Un cuento sufí refiere que una noche, un hombre oyó a


alguien andar en su casa. Se levantó para encender una vela
y tener luz. Golpeó su encendedor. Sin embargo, el ladrón,
causante del ruido, se colocó delante de él, y cada vez que
una chispa tocaba la mecha, este la apagaba discretamente
con el dedo. Y el hombre, creyendo que la mecha estaba
mojada, no vio al ladrón. Y el cuentacuentos concluyó: en tu
corazón también hay alguien que apaga la llama ardiente si
tú te descuidas, pero no lo ves.

El fuego fue adorado en la India, en la época de los


Veda, bajo el nombre de Agni, palabra sánskrita que se
encuentra en el origen del término «ígneo». Los
zoroástricos, y más tarde, otra vez en Persia, los adoradores
de Mitra, lo respetaron igualmente. Este culto, que tuvo
mucho éxito hasta en la Roma antigua, festejaba durante el
solsticio de invierno el nacimiento del Sol Invictus, otro

75
Alquimia, por otra concepción del mundo

nombre atribuido a Mitra, es decir, el triunfo de la luz. El


cristianismo naciente en aquella época quiso contrarrestar la
expansión de esta religión mistérica. Decidieron fijar
entonces el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre. El
Cristo se convirtió así en una especie de sol invencible o
invicto, un fuego divino que no se apagaba nunca. Su
nombre en hebreo significa «Dios salva». Y la noción de
salvador se encuentra intrínsecamente indicada por una sola
letra, la shin, que designa el elemento fuego. Además, ya en
la India, el fuego, o Agní, estaba asociado con la palabra,
con el verbo creador. Fuego material o fuego místico, sigue
siendo el fuego que permite a la humanidad abandonar las
tinieblas de la condición animal, es decir, las que podrían
transformarlo en un demonio ávido.

Los Upanishad, uno de los textos fundadores del


hinduismo, representan el génesis del mundo primero a
partir de diferentes principios del agua, de la luz y de la
muerte. Luego, el Ser supremo moldeó a un ser con forma
humana a partir del agua. En este marco, la creación visible
reviste una forma antropomórfica. Por el calor de su
meditación, el dios calentó a esta criatura, y de ello apareció
la boca. De la boca, surgió entonces la palabra, el fuego o
Agni, como refiere la historia. Si la tierra corresponde al
cuerpo de esta palabra, el fuego, se convierte en el principio
que lo ilumina.

Medio de contacto con lo invisible, símbolo de los


ancestros, instrumento de mantenimiento de la vida, el
fuego se convirtió también en símbolo del conocimiento.
Así, Prometeo lo robó a los dioses, aportando al hombre la
luz del conocimiento, a semejanza del acto que Elohim

76
El Simbolismo del Fuego

reprocha a Adam. Además, curiosamente, pero de manera


elocuente, Prometeo, según los mitos griegos, asume la
función de creador y salvador de los hombres. Según Los
Trabajos y los Días, una obra atribuida a Hesiodo, desde ese
hurto un águila le devora el hígado. El ave de Zeús se nutre
de un órgano que, según no solo los cabalistas, sino también
la medicina tradicional china, está asociado a la cólera. El
hígado es también el órgano más caliente del cuerpo. Así
Prometeo, que robó el fuego sagrado a los dioses, arde ahora
en el fuego de la ira divina.

Si eso es así es porque el fuego posee una naturaleza


ambivalente: puede ser tanto destructivo como constructivo.
Como principio salvaje de la naturaleza ciega, no dominado,
lo destruye todo a su paso y se expande por contagio. Debe
ser comparado con la energía del espíritu de la Tradición
Rosacruz, la cual, si sabemos liberarla, produciría una
energía más poderosa que la de mil soles. La India llama a
esta energía shakti y le atribuye el tigre como animal
simbólico. Uno de los retos de la humanidad actual consiste
en dominar los usos que puede hacer de esta energía. Si bien
su descubrimiento despertó la civilización, por el contrario
su abuso, bajo diversas formas, podría provocar muchas
catástrofes.

En los textos religiosos, el fuego sigue estando asociado


a menudo con las apariciones o las percepciones de la
divinidad. Ezequiel, en sus visiones, evoca las ruedas y los
carros centelleantes y ardientes:

«Miré, y he aquí que un viento huracanado venía del


norte, una gran nube con fuego fulgurante y un resplandor a

77
Alquimia, por otra concepción del mundo

su alrededor, y en su centro, algo como metal refulgente en


medio del fuego» (Ezequiel 1: 4).

Dios se manifiesta también al hombre mediante esos


mensajeros que son los ángeles. Las criaturas más elevadas
de esta jerarquía invisible son los serafines, calificados de
espíritus ardientes, calientes e incendiarios. Se supone que
transmiten esta propiedad a las criaturas inferiores. A
propósito de las manifestaciones divinas ígneas, Dionisio el
Areopagita, personaje cuya identidad verdadera sigue siendo
desconocida, se expresaba así en su Jerarquía celeste:

«La palabra de Dios privilegia, casi en detrimento de


las demás, los símbolos sagrados extraídos del fuego.
Notarás seguramente que representa no solo ruedas
incandescentes, sino también incluso animales inflamados y
hombres que tienen la chispa del fuego, y que alrededor de
esas esencias celestes coloca pedazos de carbones
ardientes y ríos de fuego a la irresistible impetuosidad. Sin
embargo, afirma también que los tronos son de fuego y nos
enseñan los más altos serafines como seres incandescentes,
según el nombre que les da, y les atribuye la virtud y la
propiedad del fuego que honra con predilección. [... ]
Porque el fuego sensible está, por así decirlo, en todo y
resplandece sin mezcla a través de todo, y está separado de
todo, siendo a la vez totalmente luminoso y como secreto,
incognoscible en si si no se une con una materia en la que
manifieste su virtud propia, insostenible e imposible de
mirar, teniendo poder sobre todo y modificando
asimilándolos a su propia actividad las sustancias a las que
está presente, comunicándose a todas las que, por poco que
sea, se aproximan a él, revivificando por su calor vital,

78
El Simbolismo del Fuego

iluminando por sus iluminaciones sin barrera, imposible de


dominar, sin mezcla, disociador, inalterable, tendiendo
hacia lo alto, actuando rápido, sublime y carente / exento
de toda debilidad para las realidades bajas, dotado de un
movimiento eterno y motor de si mismo y de los demás,
penetrante e incomprensible, que no tiene nada más que él
mismo, creciendo en secreto y revelando su propia
grandeza según las materias que lo acogen, activo, potente,
invisiblemente presente a todo ser, pareciendo que no
existe si uno no se fija en él, pero, bajo el efecto del roce
que es como una solicitud, se manifiestan de manera
repentina, espontánea y como conviene a su naturaleza, y
vuela enseguida de forma incomprensible... y uno
encontraría todavía más propiedades del fuego donde se
manifiesta, como en imágenes sensibles, la operación de la
divinidad».

Finalmente hicieron falta dos mil años a la humanidad


para poner en evidencia, de manera tristemente espectacular,
la realidad última del mundo en tanto que energía
inconmensurable, mientras que el místico Dionisio no
poseía nada más que su intuición y su armonización
espiritual como guías.

El islam, por su parte, prohíbe la representación en


imágenes del profeta Mahoma. En su lugar, los artistas
musulmanes representan por consiguiente una llama. Esta
representación indica su estado de profeta, aquel por quien
se expresa el mensaje divino transmitido por el ángel
Gabriel. Igual que el luego, se convierte en el intermediario
entre lo visible y lo invisible, el abogado de los hombres,
pues la palabra hamad significa «abogado» o «intercesor».

79
Alquimia, por otra concepción del mundo

Arde también por su misión, que lo devora completamente.

El fuego como instrumento de comunicación con lo


invisible, fue igualmente el uso que hicieron los antiguos
Hebreos. Practicaban en efecto los sacrificios de animales,
que quemaban en holocausto de agradable olor a Dios. Por
el fuego, la ofrenda accedía supuestamente a lo invisible.

La astrología reconoce tres signos asociados con el


fuego: Aries, Leo y Sagitario. Estos signos están respectiva
y tradicionalmente ligados a la cabeza, al corazón y al
hígado. Analógicamente, nos enfrentamos aquí con tres
tipos de fuego: el de la consciencia, el del espíritu y el del
intelecto en primer lugar, el de las emociones y por fin el del
cuerpo. El fuego, en efecto, se muestra omnipresente en
todas las formas vivientes, pero manifiesta en el ser humano
su máxima expresión.

Las emociones humanas se encuentran por ejemplo


traducidas a menudo en términos de calor o de luz.
Recordemos expresiones tales como: se consumía de
impaciencia, sufría escalofríos en la espalda, el ambiente
estaba helado o caliente, estaba torturado por el fuego de la
angustia... Todas estas imágenes se refieren a un fenómeno
real, aunque percibido intuitivamente: las emociones se
propagan como un fuego contagioso. De su naturaleza
depende el estado del aura de una persona, o el de un grupo.
El calor del amor o el de la ira, más o menos fría, se
transmiten a los demás sin que se pronuncie una sola
palabra. En el cuerpo, su intensidad actúa sobre la
circulación de la fuerza vital. Se puede considerar la misma
fuerza vital como un fuego sutil cuya concentración de

80
El Simbolismo del Fuego

energía es representada bajo la forma de ruedas inflamadas


en algunas tradiciones. Algunos curanderos no dudan
además en describir el poder vital que emana de sus manos
como una especie de calor o fuego, y solo evocaré por
alusión lo que los yoguis indios afirman a propósito de la
kundalini.

Los antiguos celtas celebraban una fiesta que tenía lugar


todos los años al principio del mes de mayo, llamada los
fuegos de Beltane, que significa «fuego de Bel» o Beleños,
el Sol. Los druidas afirmaban que el fuego del cielo y el de
la tierra no forman sino uno. El pueblo se unía en las
festividades para bailar alrededor de una hoguera,
reproduciendo la carrera del Sol en el universo. Celebraban
de esta forma el resurgir de la energía vital primordial.
Existe por consiguiente más de un fuego, y el mito del fuego
que no arde recobra aquí todo su sentido. De manera
sintética, digamos que existe un fuego relacionado con el
alma, y el otro con el espíritu. A este respecto, Jacob
Boehme explica:

«El mismo fuego es el primer principio de la vida. Es la


chispa que separa la luz de las tinieblas, pero también el
espíritu de la materia en todas las cosas. Es en el fuego
donde se forman todos los cuerpos y donde la Creación se
diversifica siguiendo la dualidad del alma eterna: la
materia produce el ser mortal, elfuego original transmite la
verdadera vida».

El fuego ligado al alma puede producir resultados en


términos psicológicos. Así, la palabra entusiasmo, cuyo
origen en griego antiguo significa «tener a Dios en sí

81
Alquimia, por otra concepción del mundo

mismo», representa uno de estos fuegos. A este propósito,


en el Apocalipsis de Juan, el ser que se dirige a las Iglesias
afirma que odia a los tibios, con este sobreentendido:
únicamente aquellos que arden en deseos de unión
encuentran la gracia a sus ojos. Como las llamas, la
aspiración tiende a elevar la consciencia hacia grados donde
se consume en amor por el objeto de sus contemplaciones.

El inconsciente utiliza a veces el símbolo del fuego en


los sueños. Así, Cari Gustav Jung refiere el caso de un
médico del que uno de los antiguos enfermos soñó que se
moría en un gran fuego. En realidad, el doctor murió poco
tiempo después, a raíz de una fiebre gangrenosa.

El mismo amor se encuentra a menudo comparado con


el fuego. ¿Acaso no lo decimos de un joven amante que
declara su pasión? Puesto que, igual que el elemento, el
amor consume y exige del amante que se funda y se aniquile
casi por completo en el objeto amado, con el fin de renacer
bajo una forma nueva. El Maestro Eckhart también compara
el amor con un fuego:

«Mientras el fuego encuentre madera, arderá; cuanto


más grande sea el fuego y cuanto más fuerte sople el viento,
más crecerá. Pongamos ahora el amor en el lugar del fuego
y al Espíritu Santo en el lugar del viento; cuanto más
grande sea el amor y, cuanto más sople el Espíritu Santo,
en forma de gracia, más lejos se lleva la obra del
perfeccionamiento. Sin embargo, no ocurre en una sola vez,
sino poco a poco, por el crecimiento del alma. Puesto que si
el hombre ardiera por completo de golpe, no sería bueno».

82
El Simbolismo del Fuego

Aquí, El Maestro Eckhart parece que quiere advertimos


de los peligros de saltarse las etapas. Se arriesga a las más
severas desilusiones y contrariedades, el que quiera darlo
todo repentinamente, sin haber sido preparado como
corresponde. Es necesario que su determinación haya sido
fijada durante mucho tiempo por un fuego más modesto,
antes de que se atreva con la imitación de lo que está por
encima de él; e incluso y sobre todo en caso de que debiera
aspirar a ello.

Inversamente, el infierno se encuentra a menudo


descrito como un lugar lleno de llamas ardientes y
devoradoras. Lo que nos ocupa aquí, es el infierno
considerado desde un punto de vista psicológico. Los
remordimientos, el dolor moral, los tormentos, las
obsesiones, pueden ser descritos como numerosos y
pequeños demonios ardientes que consumen el ser interno.
La ira divina, según Jacob Boehme, se convertiría en un
fuego que devora a aquellos que hacen un mal uso de su
libre albedrío. Del mismo modo, uno de los lugares del
infierno egipcio, cuyo nombre se encuentra en el
Apocalipsis de Juan, es el estanque o el lago de fuego.

Volvamos a Jacob Boehme, que declaraba que por Dios


había que entender:

«(... ) Un ser triple, o tres mundos uno en el otro. El


primero es el mundo del fuego, que proviene del centro de
la naturaleza [...] el segundo es el mundo de luz, que
permanece en la libertad, en el sin fondo, fuera de la
naturaleza, pero que deriva del mundo del fuego. Recibe la
vida y la sensibilidad delfuego. Permanece en elfuego, y el

83
Alquimia, por otra concepción del mundo

fuego no lo coge. Y es allí el mundo contiguo. El fuego en el


centro de la naturaleza, antes de su combustión, produce el
mundo tenebroso; pero está en su combustión en si mismo
el mundo de luz, cuando se separa él mismo en la luz, y
deja que el centro esté en las tinieblas; así pues, en sí
mismo no es nada más que una fuente y una causa de la
vida. [... ] El tercer mundo es el exterior, en el cual
permanecemos según el cuerpo exterior, con las obras y las
esencias externas que fueron creadas de las tinieblas, y
también del mundo de la luz. Es por ello que es bueno y
malo, severo y amable. [... ] F Adam fue creado a partir de
los tres mundos, a imagen y semejanza completa de Dios».

También Boehme se refiere al mito de la caída de


Lucifer, que bien podría dar que reflexionar al hombre
moderno. Explica que la Divinidad había destinado al ángel
de la luz a evolucionar en un mundo de amor, de dulzura y
de luz, como portador y heraldo de la luz divina. Por ello, el
Ser supremo lo había emancipado, dotándolo con el libre
albedrío. Pero el más bello de los ángeles no se sintió
satisfecho por esta posición altamente privilegiada, quiso
apoderarse del fuego creador con el fin de volverse todavía
más luminoso. Pero el fuego, arrebatado de esta manera,
desarrolla una naturaleza ambivalente, que únicamente el
mundo de la dulzura puede templar. Lucifer, el portador de
la luz, se destruyó a sí mismo, así como el mundo cuyo
cuerpo constituía.

El ser humano, en este presente siglo prometeico, se


encuentra confrontado con una situación similar. Desea el
acceso infinito a la energía para mejorar su entorno de vida.
No es capaz, sin embargo, de dominar las fuerzas

84
El Simbolismo del Fuego

destructivas, o sencillamente los desechos de la combustión.


La mayoría de las guerras actuales representan metáforas de
«la guerra del fuego». La historia del progreso humano
encierra en gran parte la del acceso a la energía. ¡Que plazca
a los más sabios que sea sustituida por la de su dominio! El
verdadero salto de la civilización en el siglo XVIII, por
desgracia, no se debe tanto a los progresos de la
inteligencia, sino a un acceso más fácil y abundante a las
diversas formas de energía. Mientras los sabios se negaron a
utilizar de manera intensiva el aceite de roca (el petróleo)
por ejemplo, conocido desde hace 8. 000 años, las naciones
se estancaron en la etapa preindustrial.

Para la India de los Upanishad, el fuego se convirtió


igualmente en el primero de los mundos, en el fundamento
del universo y reside en el hombre en la cavidad del
corazón. Este fuego que es sabio, divino y digno de
alabanzas, emanó de Brahma, el Creador. Según el
brahmanismo, aquel que conoce el método para realizar los
tres sacrificios del fuego y los cumple efectivamente logra la
paz duradera. Existían en realidad tres fuegos en cualquier
hogar de la India védica. El primero, orientado al oeste y
con una forma circular, era el del señor de la casa. Este
fuego se encendía dentro, en las ceremonias consagradas a
los ancestros. El segundo fuego, ubicado en el sur, revestía
una forma semicircular; por último existía el fuego del
sacrificio a los diferentes dioses, de forma rectangular y
orientado hacia el este. En lo que a nosotros concierne, es
posible explicar que estos tres sacrificios correspondían a la
búsqueda de la luz del conocimiento, al mantenimiento del
deseo de unión con el Ser supremo y por fin a la
purificación interior, condición necesaria para esta unión. La

85
Alquimia, por otra concepción del mundo

historia refiere que la llama que encendió la hoguera


funeraria del Mahatma Gandhi, procedía del fuego de su
hogar. El fuego sigue siendo considerado, en La India y en
China, uno de los cinco elementos primordiales junto con la
tierra, el aire, el agua y el éter, siendo el aire y el éter
sustituidos por el metal y la madera por los chinos.

A su manera, el filósofo Platón describía el alma según


tres principios a los que llamaba lo concupiscible, lo
irascible y lo racional. Lo concupiscible, o mundo de los
instintos y de las atracciones del deseo, quizás pueda ser
comparado con el tercer mundo de Boehme. Lo irascible,
que corresponde a la facultad de indignación o de producir
cólera, corresponde al mundo del fuego. Es el principio que
conduce al hombre noble, en el transcurso de su evolución,
a resistir los deseos primitivos para orientarlos al dominio
de la razón. Por fin, lo racional es el mundo de la luz y del
amor hacia el que suspira el alma en sus peregrinaciones, y
cuyo difuso recuerdo le sirve de estímulo.

El simbolismo del fuego, abarca por consiguiente una


representación del mundo basada en la energía. La
actualidad última de las cosas corresponde, en efecto, a su
propia energía. Cada manifestación se reduce a energía en
movimiento, es decir, a fuego.

La primera chispa del fíat lux fue el primer fuego que


dio nacimiento al universo manifestado. Según los físicos
modernos, del vacío cuántico inorganizado que encierra una
energía potencial casi infinita emergió el big bang, la gran
explosión de la que debían surgir el tiempo y el espacio,
Cronos y Urano. El Verbo divino, el Logos, la Lengua de

86
El Simbolismo del Fuego

los dioses o la Inteligencia universal organizaron el caos


primordial.

AI final, todo se convertirá en fuego. Por el fuego, lo


puro será separado de lo impuro. Las formas de criaturas
sanas entrarán en el fuego del amor, las demás serán
devoradas por el de la cólera. Por supuesto, esto oculta un
proceso real que no debería entenderse en su sentido literal.

¿Se puede abordar el tema del fuego y dejar de lado su


uso simbólico o real por los antiguos y modernos
alquimistas? Michael Maier, en su Atalante fulgiens,
explica que la piedra de los filósofos, llave de la gran obra,
vive del fuego, igual que la salamandra. Añade:

«Como ella, nacida de un fuego sin ocaso, nuestra


piedra no busca huir de la despiadada llama. Esta es fría,
apaga el incendio y sale libre. La piedra es caliente: le
gusta pues este tipo de calor».

Para él, el fuego, supuestamente tiene la fuerza de toda


la piedra. Pero aclara:

«(... ) Existen entre los filósofos numerosas clases de


fuegos, como diferentes mercurios... Una cosa es el fuego
interno, principio esencial ya fijado previamente en el
sujeto filosófico, y otra eljuego externo».

Como anécdota, en su Diccionario de las Ciencias


Ocultas, el abad Migne escribe:

87
Alquimia, por otra concepción del mundo

«Los cuatro elementos están habitados por criaturas


más perfectas que el hombre. Las criaturas del fuego son
las salamandras, compuestas de las partes más puras de
este elemento. Para recobrar la soberanía sobre las
salamandras, y tenerlas a sus órdenes, atraemos el fuego
del sol, por espejos cóncavos, en un globo de cristal; se
formará dentro una pólvora solar que se purifica ella
misma de los demás elementos y, cuando es ingerida, es
soberanamente capaz de exaltar el fuego que está en
nosotros, y volvemos, por asi decirlo, materia ígnea. A
partir de entonces, los habitantes de la esfera del fuego se
vuelven inferiores a nosotros, y tienen hacia nosotros toda
la amistad que tienen por sus semejantes, todo el respeto
que deben al lugarteniente de su creador».

En la medida en que los Antiguos utilizaban un lenguaje


velado para despistar tanto a los escépticos como a los
crédulos, podemos retener aquí al menos el uso de las
radiaciones del sol a título curativo.

En realidad, los alquimistas conocían al menos dos


fuegos. El primero, llamado fuego de rueda, representa el
que el artesano supuestamente mantiene día y noche con el
fin de realizar la obra. El otro se llama fuego secreto, que
correspondería en realidad a una captación de la energía del
espíritu bajo la forma de un agua ígnea, y que serviría para
calcinar, disolver y sublimar una materia convenientemente
preparada con el fin de hacer que produzca la piedra. Este
fuego secreto encerrado en el agua es llamado por eso
mismo el fuego disolvente universal y permitiría
transformar los metales, unos en otros.

88
El Simbolismo del Fuego

Un alquimista moderno, aunque desconocido, se expresa


de esta manera:

«La materia debe su existencia a una energía sutil


llamada Fuego o Espíritu universal. [... ] Los metales y sus
propiedades físicas y químicas no son sino modalidades
espacio-temporales de este Fuego. [... ] Todo el potencial
de la alquimia se resume en el conocimiento de este Fuego
o Espíritu que no se manifiesta directamente en el universo
objetivo, sino únicamente mediante una especie de energía
condensada que no es otra cosa sino el mercurio filosófico;
éste último no es pues nada más que una atenuación del
Fuego compatible con la existencia concreta de los metales.
Cuando esta energía es liberada, las propiedades de la
materia cambian radicalmente».

El final de la Edad Media dio al símbolo del fuego una


importancia preponderante en la cultura. Se encuentran
huellas en la arquitectura del gótico barroco. Los rosetones
de las catedrales representarían, según dicen, este
simbolismo del fuego de rueda o de las ruedas flamígeras de
Ezequiel.

En conclusión, quizás sea interesante recordar que esta


imagen del fuego constituye un valor universal presente en
todas las culturas. Religiones, ciencia y psicología se
encuentran para hacer de él uno de sus principales
elementos de estudio. Con él, comprobamos la unidad de
todo conocimiento alrededor de un foco central. En realidad,
como siempre ha hecho desde la época en que reunía a los
hombres de las cavernas a su alrededor, el fuego ayuda a
comprender que la religión, la ciencia o la psicología, o más

89
Alquimia, por otra concepción del mundo

aún cualquier otro medio de acceso al conocimiento,


constituyen puertas de entrada a la única verdad, que sigue
siendo igualmente la única madre de la humanidad. Así es
como día tras día y bajo todas sus formas, el fuego salva y
guía a los hombres de buena voluntad.

90
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

La ciencia moderna concibe la materia como un


ensamblaje de electrones, átomos y moléculas; en el plano
atómico, como la asociación de electrones, protones y
neutrones. El modelo «estándar» de la física va más lejos en
la disección de una estructura donde la palabra átomo, que
significa «indivisible» o «que ya no puede dividirse más»,
se vuelve cada vez menos adecuada. Es así como el siglo
XX vio aparecer subpartículas llamadas quarks, leptones,
bosones...

Por su parte, tanto la alquimia operativa como la


tradicional están compuestas de tres principios llamados sal,
azufre y mercurio. Huelga precisar que el espíritu moderno,
dotado de sus conocimientos atómicos, se queda muy
sorprendido y perplejo cuando descubre estos términos
utilizados en muchos de los rituales de órdenes esotéricas,
principalmente en la francmasonería. Maestros espirituales
como Martínez de Pasqually, fundador en el siglo XVIII de
la Orden de los Elus Cohén, calificaba estos tres principios
de esencias espirituosas. Un fiel estudiante de la Sabiduría
perenne debía tomar en serio estas afirmaciones y
abstenerse de ver en ello un simple juego de términos y
doctrinas anticuados utilizados para darle un aire antiguo, es
decir, «mas inmutable».

Entonces, descubrimos que mantener estas palabras


arcanas tiene por objetivo ayudar a la inteligencia a
abandonar sus conceptos habituales, con el fin de ayudarle a
penetrar mejor en una especie de metafísica de la materia. Si
la física, en el sentido pleno de la palabra, abarca el estudio

91
Alquimia, por otra concepción del mundo

de la naturaleza, la metafísica se dedica al estudio de una


sobrenaturaleza, no en el sentido del dominio sobrenatural
en el que la superstición podría sacarle mejor tajada, sino
más bien concebido como una dimensión que culmina el
significado dado a los fenómenos observados en el
laboratorio. La idea no es tan descabellada como podría
parecer a primera vista, puesto que desde hace tiempo,
cierto número de científicos, probablemente alarmados por
la pérdida de sentido hacia el que se dirige nuestro mundo,
apelan a gritos a la necesidad de una metafísica de las
ciencias.

La Sal, el azufre y el mercurio representan en efecto


fuerzas, tendencias, aspiraciones que permiten pasar de la
nada al ser, de procurar que algo sea. Sin embargo,
empecemos por el principio.

Sobre el Azufre

Antes del nacimiento de nuestro universo,


probablemente no había nada. Ni siquiera la más pequeña
partícula ni la menor fuerza. No había ni luz, ni tinieblas.
Sin embargo, lo que diferenciaba esta «nada» original de la
que solemos imaginamos, es que existía en ella una
tendencia irreprimible a Ser, a convertirse en algo. La
noción de vacuidad tan querida para los budistas podría
fácilmente revestir esta condición anterior al Ser, que el
teósofo alemán Jacob Boehme llama el «sin fondo» y los
cabalistas «ain sof». Boehme estuvo tan influenciado por la
alquimia de su tiempo que cogió prestado su lenguaje.
Retomó igualmente, de hecho, las reflexiones del Maestro
Eckhart, teólogo dominico alemán de la Edad Media y toda

92
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

una parte de lo que fiie llamado la teología negativa. Aquí se


impone una advertencia: nos mantenemos alejados de la
concepción de una nada original absoluta, sin por ello recaer
en las trampas de un principio que solo estaría formado a
imagen de lo que la mente humana puede concebir.

Acercándonos al campo científico, parece bastante


oportuno comparar estas ideas con la noción de vacío
cuántico. Unos investigadores finlandeses, en 2013, hicieron
saltar fotones de este presunto vacío, que se reveló así
dotado de un verdadero potencial creador. En realidad,
deberíamos concluir, como hizo Aristóteles hace 2. 500
años, que el vacío no existe, que la naturaleza tiene horror al
vacío.

Este «vacío» original, dado que no posee ninguna


dimensión, corresponde a un estado de libertad y de reposo
absoluto. No lo determina nada, o más bien no es
determinado sino por su propia naturaleza desconocida,
incluso incognoscible. La misma noción de límite no
aparece ahí, dado que no existe nada por debajo ni por
encima. Este vacío preexistía probablemente al big bang y
no tenía ninguna característica temporal o espacial.

Sin embargo, el vacío original desarrolla una tendencia


irresistible, una voluntad en devenir, lo cual lo distingue de
una nada pura. Pero devenir, supone darse una dimensión,
cierta tangibilidad, por muy sutil que sea. Llegar a ser
tangible, dotarse de cierta objetividad equivale a tomar
cuerpo. Y dotarse de un cuerpo, manifestarse en una forma,
lleva a contradecir la absoluta libertad original. Tomar
cuerpo equivale en efecto a crearse un límite opuesto a la
libertad primordial.

93
Alquimia, por otra concepción del mundo

Que lo indeterminado tome cuerpo supone en él una


fuerza concentradora, condensadora y centrípeta extrema.
Esta fuerza, esta aspiración a llegar a ser algo produce sobre
el plano de nuestro universo el principio, la idea o el
arquetipo de la masa, una contracción infinita del vacío
original que engendrará las partículas. Esta energía o este
«deseo» de condensación del vacío constituyen pues el
equivalente o el reflejo metafísico de la masa. Desde este
punto de vista particular, todo transcurre como si existiera
un deseo universal de pasar de la nada al ser. La nada, que
es solo un espíritu sin cuerpo, busca por así decirlo, por un
apetito soberano y sin límites, dotarse de un cuerpo o de una
forma que se convertirá en una masa, una partícula, incluso
una mónada que corresponde a su deseo hecho tangible,
palpable. Con riesgo de sorprender, el alquimista podría
declarar: fuera de este marco, ignoramos totalmente lo que
es la masa en su naturaleza intrínseca.

La masa, en nuestro universo material, corresponde aquí


al espíritu densificado o condensado de manera
desmesurada. ¿Por qué desmesurada? La noción de cuerpo
es muy relativa. Por nada, una ecuación que representa una
definición puede constituir un cuerpo. Un fenómeno, con
respecto a la ecuación que describe la ley, se vuelve él
mismo un cuerpo, una manifestación limitada de la ley, y así
sucesivamente. En este orden de ideas, de alguna manera, la
materia podría recibir pues otra definición. No consiste tanto
en este montón de partículas que creemos que conocemos;
metafíisicamente, representa como afirmaba Plotino, filósofo
neoplatónico del siglo II, un tipo de «no-ser» relativo que
resulta de una especie de cristalización de un principio
eterno carente de lugar o espacio, en su origen. Lo cual

94
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

significa que para acceder al ser, el vacío original pasa por


un estado de negación de su propia naturaleza potencial, una
especie de no-ser relativo. Sin embargo, antes de alcanzar
este grado de densificación masiva, nada impide imaginar
una especie de universo o de supematuraleza en la cual la
tangibilidad estaría menos marcada que en el nuestro. Esto
exige una fuerte capacidad de abstracción que no debería
desagradar demasiado a nuestros matemáticos modernos,
acostumbrados a manejar universos de diez dimensiones en
sus ecuaciones.

Volviendo a la masa, corresponde pues a una


autolimitación del espíritu, la más importante que
conozcamos, de allí el término desmesurado, lo cual hace
los objetos tangibles, duros y macizos, dotados de un peso.
Si esto se experimenta de manera evidente cuando uno se da
con la cabeza contra un muro, no se puede entender sino por
comparación con el espíritu. El espíritu permanece en
unidad y unicidad absolutas, mientras que la masa deriva del
concepto de multiplicidad. La existencia de la multiplicidad,
abandonada a sí misma, no es más que conflicto y
desarmonía vibratoria, razón por la cual los objetos chocan
unos contra otros, dando la impresión de poseer una masa
relativamente impenetrable. Manifiesta el principio de la
polaridad, por el cual dos términos representan siempre a
opuestos que no pueden ser reconciliados sino es mediante
un tercero.

Un alquimista como Henri Coton, en su obra Las Dos


Luces, calificó la masa de materia, de ko'ilon, por dos
razones: representa una especie de vacío relativo del ser y
una oposición a la penetración y circulación de la luz:

95
Alquimia, por otra concepción del mundo

«Estas regiones cuya extensión es del orden de la


grandeza que atribuimos al átomo o al neutrón, o incluso
más pequeña, son entonces lugares vacíos de luz, en los que
reina exclusivamente la nada, el espíritu de negación. Será
la raíz de la materia. Como primera conclusión, digo que la
materia es la no-luz».

Paradójicamente, henos aquí enfrentados con conceptos


que tienden a invertir los datos generalmente admitidos. Lo
que llamamos el Ser, la realidad, lo que es evidente a
nuestros sentidos objetivos de manera tangible, es decir, la
materia, sería en realidad la verdadera nada (con respecto al
presunto vacío original) y tomaría el aspecto de algo,
únicamente por su espíritu de oposición.

He aquí una de las probables razones por la que


Martínez de Pasqually llamó a la sal, al azufre y al mercurio,
esencias espirituosas. Manifiestan en la materia la acción y
las tendencias del espíritu con el que ellas mantienen un
parentesco. La diferencia entre lo espiritual y lo espirituoso
se mide antes que nada en términos de escala. ¿Acaso no se
habla del espíritu del vino para designar al producto de la
fermentación y destilación, es decir, de la sublimación del
zumo de uva? Este «espirituoso», pensará el alquimista, que
constata la identidad relativa entre la materia y el espíritu,
incluso la consciencia, posee algo que hace de él un
sinónimo de lo espiritual.

Por lo que concierne a la primera fuerza de


concentración que acabamos de describir, esta corresponde
tradicionalmente al azufre alquímico.

96
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

Sobre el mercurio

Si no existiera nada más que la fuerza de concentración,


entonces el universo no se convertiría sino en una única
masa compacta hasta el infinito. Produciría una negación del
vacío original, su exacto contrario, una muerte absoluta.
Esta masa se volvería tan inaccesible como la vacuidad
original, lo cual pudo llevar a grandes filósofos a decir o
escribir que la materia, en su naturaleza absoluta, era
incognoscible.

Existen en nuestro universo objetos estelares en los que


la gravitación reviste un valor gigantesco: los agujeros
negros. Estas estrellas caídas en sí mimas poseen una masa
muy importante. Ningún rayo de luz se les escapa. Incluso
absorben la materia de las estrellas que pasan por su órbita.
En este sentido, también sería posible que cada galaxia
tuviera en su centro un gigantesco agujero negro calificado
de galáctico, alrededor del que gravitarían y que contribuiría
a mantener su cohesión.

La fuerza de la atracción universal es quizás, a escala de


los grandes cuerpos, una variante del mismo deseo que
constituye la masa de las partículas subatómicas. Einstein
afirmaba que las estrellas curvaban el espacio alrededor de
sí mismas. Aquí, podemos imaginar cómo influyen en su
entorno, y que ese deseo al ser expresado se extiende no
solo al objeto mismo, sino a lo que lo rodea. La fuerza de
atracción que constituye la masa del agujero negro
corresponde en realidad a una verdadera muerte, que debería
ser equilibrada por una tendencia inversa que conduzca a la
vida.

97
Alquimia, por otra concepción del mundo

La naturaleza y la alquimia enseñan la misma lección:


de la muerte brota la vida. La primera etapa alquímica lleva
el nombre de Obra al Negro, a través de la cual la materia de
la obra es calcinada, putrefactada. El jardinero sabe
igualmente que la mejor tierra, la que producirá las más
bonitas flores, está formada por un abono compuesto por
vegetales en descomposición. Este compuesto es el
equivalente de la tierra negra de los alquimistas. El vínculo
entre las dos disciplinas se vuelve especialmente evidente en
el nombre de la ciudad de Compostela, famosa por su
peregrinaje. Santiago, el patrón de la ciudad, es
tradicionalmente considerado el patrón de los alquimistas.
Compostela significa «compost stella», es decir, «campo de
estrellas». La idea subyacente, es que en el abono
compuesto y en la muerte se encuentra la verdadera fuente
de la vida. Más precisamente, si la vida universal existe
potencialmente, primero debe pasar por la muerte para
manifestarse y tomar cuerpo.

De la misma manera, la concentración del vacío se


vuelve necesaria, con el fin de que el Ser pueda emerger.
Pero si no existiera nada más que esta tendencia, no habría
nada. En el lugar del vacío, habría una masa de valor
infinito que arruinaría el objetivo perseguido. Entonces otra
energía, cuyo móvil consiste en restituir la libertad de origen
del silencio eterno, va a expresarse. Representa la
manifestación del deseo de acceder al Ser, llevado a su
suprema lógica. La finalidad del juego cósmico era acceder
al Ser. Eso suponía un deseo de contracción. Ahora, el deseo
se invierte y toma un carácter centrífugo, liberador, casi
como si fuera una explosión.

98
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

Este deseo de recobrar la libertad se convierte en la


fuente del movimiento y constituye un punto de equilibrio
que equilibra la fuerza de masifícación. Sin este deseo que
los alquimistas conocían bajo el nombre de mercurio, se
produciría un desplome de lo que existe, que representa una
partícula. A nivel del átomo y de sus sistemas planetarios, se
trata del principio que mantiene los satélites en su órbita y
les impide que caigan o se estrellen sobre su planeta madre.
A medida que el azufre vaya cumpliendo su acción de
contracción, el mercurio volátil se escapa. Estas energías se
revelan gigantescas, tanto a escala de las partículas
subatómicas como a nivel macrocósmico.

Sobre la sal

Si no existiera un tercer término para equilibrarlos, el


conflicto que resultaría de su enfrentamiento revestiría un
carácter absolutamente estéril. Más precisamente aún, el
conflicto de las dos primeras fuerzas las pone en rotación la
una alrededor de la otra. Esta rueda constituye una tercera
energía vibratoria que se manifiesta por la rotación de los
planetas alrededor del sol y por el movimiento equilibrado
de los electrones alrededor del núcleo del átomo, como una
rueda o una peonza. En el corazón mismo de una sola
partícula, esta fuerza la lleva a comportarse a la vez como
una onda y como un corpúsculo. En efecto, las tres fuerzas
permanecen omnipresentes en los tres niveles de las
manifestaciones conocidas por la física, o sea, la partícula, el
átomo y el sistema estelar. La sal contribuye por
consiguiente a una especie de síntesis de las dos fuerzas
representadas por el azufre y el mercurio.

99
Alquimia, por otra concepción del mundo

La sal común refleja en parte esta naturaleza, ya que se


compone de miríadas de partículas cristalizadas. Es decir
que los dos principios de la densificación y de la
multiplicación se encuentran manifestados. Sin embargo, la
comparación con su homónimo alquímico no se queda ahí.

Desde el punto de vista alquímico, el macrocosmos


sigue siendo él mismo, vibrando perpetuamente. El
principio de analogía permite comparar la acción del azufre
y del mercurio a lo que desde 1927 propone la hipótesis del
big bang. La ciencia admite en efecto un periodo de estado
particularmente denso y caliente en la historia del universo
(aproximadamente hace 14. 000 millones de años), seguido
por un periodo de expansión. Como en el presente esquema,
la densificación habría precedido a la expansión. Notemos
de paso que situar el lugar de este universo original no
tendría mucho sentido. El espacio corresponde a una
extensión del ser, no habría ningún espacio más allá del
universo embrionario, y éste se dilató con aquel.

Ambas fuerzas permanecen activas, incluso hoy en día,


en todo el universo. Los agujeros negros aparecen sin cesar;
de igual forma, las estrellas estallan constantemente; incluso
el mismo modelo rige con poca diferencia tanto en lo
infinitamente grande como en lo infinitamente pequeño. Los
átomos giran alrededor de su núcleo, los planetas alrededor
de su sol, las galaxias alrededor de su agujero negro, y por
qué no, quizás mega galaxias alrededor de mega núcleos.
Aquel que tome mentalmente un poco de distancia podrá
tener pues la impresión de que el universo macrocósmico
permanece él mismo vibrando.

100
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

En un átomo, resulta difícil situar el más pequeño


electrón. Se habla de un halo de probabilidad para situar esta
partícula en su viaje alrededor del núcleo. En realidad,
comparar el átomo con un sistema planetario resulta
abusivo, ya que sigue siendo imposible situar con precisión
a los electrones, que forman, inversamente a los planetas,
nubes de probabilidad alrededor del corazón del átomo.
Aquí también, podríamos considerar el papel de las dos
fuerzas indisociables del azufre y del mercurio para
evidenciar esta ambigüedad. Los electrones se convertirían
de hecho en masas de vibraciones y asumirían a la vez
cualidades de ondas y de corpúsculos.

Para el fenómeno de la luz, el problema resulta todavía


más flagrante. Ningún científico antes de Einstein y los
físicos cuánticos pudieron ponerse de acuerdo sobre la
naturaleza ondulatoria o corpuscular de los fotones. En
realidad, están compuestos por dos fuerzas fundamentales:
la densificación y la liberación aparecen por tumos según la
posición y las elecciones de su observador. El debate que
pretende definir la naturaleza ondulatoria o corpuscular de
la luz data del siglo XVII y oponía por un lado a Huygens,
partidario de la tesis vibratoria, y por otro a Newton, que
defendía la idea de un raudal de partículas.

La forma de razonamiento de la mente del hombre


moderno le impide comprender esta noción de doble
realidad. En la mentalidad actual, el pan es el pan, el blanco
no quiere decir el negro y un objeto debe ser localizable en
un único sitio a la vez. El alquimista, por su parte, quizás
sufra de estrabismo convergente: ve doble, incluso triple en
todas las cosas. No se conforma con afirmar que la luz no

101
Alquimia, por otra concepción del mundo

tendría ningún sentido sin la posibilidad de las tinieblas, lo


duro sin lo blando, lo grande sin lo pequeño... Enseña que
todas las cosas manifestadas poseen una naturaleza doble,
azufre y mercurio, densidad y movimiento, de manera
indisociable. Todas las cosas representan para él una
contradicción reconciliada. Con nuestros sentidos físicos, no
percibimos más que el resultado de esta reconciliación y lo
consideramos el conjunto de la realidad. Incluso hoy en día,
a algunas mentes les cuesta concebir que un electrón o un
fotón pueda ser a la vez una onda y una partícula.

Podremos comprobar aquí que la sal, el azufre y el


mercurio no son objetos, sino tendencias. Sería inútil pues
compararlos directamente con los electrones, protones y
neutrones de la física. Proceden de otra manera de concebir
lo real. Para el alquimista, los objetos que son evidentes a
nuestros sentidos se convierten entonces en productos de
fuerzas y energías que habría que calificar incluso de
ontológicas. Son las fuerzas del espíritu en acción,
anteriormente llamados «esencias espirituosas». Se
manifiestan, según lo que sostienen los rosacruces desde
hace siglos, bajo la forma de adhesión, atracción, repulsión
y vibración. En este marco, la adhesión equivaldría a la sal,
la atracción al azufre y la repulsión al mercurio. Un filósofo
como Jacob Boehme hubiera asociado la atracción, en tanto
que deseo divino, a la sal, pero la divergencia es puramente
formal, lo importante es considerar el principio de los
impulsos metafísicos de dos deseos equilibrados por una
tercera fuerza.

El racionalista o el verdadero pensador libre podría


preguntarse entonces: si hay masa, si existe algo en vez de

102
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

nada, si las vibraciones se manifiestan, ¿qué es lo que vibra?


¿De dónde viene este algo? La respuesta podría ser: la masa
deriva de una condensación del vacío. La verdadera fuente
de la vibración, es también el espíritu que reina en su seno.
Más todavía, es el mismo espíritu el que vibra. Para tomar
en consideración estas alegaciones, basta con recordar que
el universo, así como la materia, se revelaron, con la
evolución de los conocimientos, llenos de vacío y que su
naturaleza fundamental sigue siendo un movimiento
vibratorio. Hay que añadir que ignoramos todavía en qué
consiste verdaderamente la masa.

Los electrones son vibraciones del espíritu. Sin embargo


¿qué es el espíritu? ¿Una energía vibratoria? ¿Qué es una
energía pura, si ninguna materia le sirve de soporte? La
energía cinética supone un vehículo moviéndose, la
atracción supone un cuerpo, la electricidad un transporte de
electrones, el magnetismo una masa en movimiento
rotatorio... No, el espíritu no es una energía en el sentido
clásico del término, se trata de una sustancia, en el sentido
spinoziano de noúmeno, que está más cerca de la naturaleza
del vacío que de lo tangible.

En realidad, el espíritu es incognoscible y no tiene


ninguna característica espacio-temporal. Se trata de un
atributo del Ser absoluto, también incognoscible. El espíritu
es la materia prima absolutamente no cualificada, sin
características, y por consiguiente incognoscible también.
Los alquimistas le daban otro nombre genérico, el de
«mercurio de los filósofos». En la mitología greco-latina, el
dios Mercurio desempeñaba el papel de mensajero de los
dioses en tanto que principio de comunicación. Así, el

103
Alquimia, por otra concepción del mundo

mercurio filosófico se convierte en el medio por el cual el


Ser absoluto se comunica intrínsecamente, bajo la forma de
la Creación. Los tres principios, la sal, el azufre y el
mercurio se vuelven entonces los términos medios de esta
manifestación, de las diferentes modalidades del único
mercurio de los filósofos. Como toda forma de creación
corresponde al espíritu mercurial, eso significa que desde un
punto de vista absoluto, podríamos considerar la Creación
como una ilusión, ya que su naturaleza original no posee
cualidad tangible o definible. Si comparáramos el espíritu a
un océano —lo que hace la Biblia cuando habla de la
superficie de las aguas sobre la cual soplaba el espíritu
divino—, las formas creadas corresponderían a las olas que
agitan su superficie. No tendrían ningún carácter
permanente, existirían como un epifenómeno oscilatorio.

El átomo es una vibración del espíritu, como ya se ha


mencionado más arriba. El espíritu es pues lo que vibra.
Normalmente, para que exista una vibración, es necesaria
una materia en vibración: la cuerda tensa en la guitara, la
bola del péndulo que oscila, la membrana del altavoz, el
corcho en el lago... Siempre hace falta una materia que entre
en vibración: el agua para las olas, el aire para el sonido,
quizás el éter para las vibraciones electromagnéticas...
Ahora bien, lo que buscamos, es el origen de la materia. Si
consideramos la vibración exclusivamente de esta manera,
nos enfrentamos con la cuadratura del círculo. He aquí de
nuevo la pescadilla que se muerde la cola: ¿qué fue primero,
la gallina o el huevo? Es necesario preguntarse pues: ¿cuál
es la sustancia que vibra? Aquí, la respuesta es clara: es el
espíritu el que vibra, es ESTO. Esto que vibra produce unas
formas tangibles relativas.

104
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

Una vibración del espíritu aislada de todas las demás no


es nada. Hace falta que encuentre otra vibración para
revestir un carácter concreto. Las diferencias en las
frecuencias vibratorias, que llaman interferencias, llevan los
objetos a chocar entre sí, es decir, a existir. Nada existe por
sí mismo. Cada existencia, por varias razones, está
determinada, pero la primera determinación reside en la
polaridad. Por eso, la primera letra del Génesis es la letra
hebrea beth, asociada con el número 2. No puede haber
creación sino cuando dos cosas se enfrentan y se reconozcan
la una por la otra, incluso den una a la otra su razón de ser.
Así, podemos afirmar que si la Creación, desde un punto de
vista absoluto, es una ilusión, desde un punto de vista
relativo posee una naturaleza completamente real. Para
convencerse de ello, basta con golpear la campana de una
iglesia.

La gran lección presente es que existe una sustancia


primordial que no es, hablando con propiedad, la materia en
su sentido clásico, pero que engendra la materia por sus
vibraciones. Asociados con esta sustancia, ciertas leyes,
reflejo de una armonía numérica, rigen las relaciones entre
los diversos existentes. La atracción, la fuerza centrípeta,
produce las partículas. La repulsión, la fuerza centrífuga,
engendra su movimiento a la vez interno y externo. La
cohesión permite regular el equilibrio de estas dos fuerzas y
produce los átomos. Estas tres fuerzas, o incluso
aspiraciones, llevan los nombres tradicionales de azufre,
mercurio y sal de los alquimistas.

La materia no es dada de una vez por todas. Va


evolucionando. En el transcurso de los miles de millones de

105
Alquimia, por otra concepción del mundo

años de existencia del universo, aparecieron nuevos átomos,


nuevas moléculas, aminoácidos... Por fin la materia se
convirtió en un vehículo aceptable para recibir y manifestar
la vida. Fueron los primeros átomos después del big bang,
los que formaron las estrellas. Polvo de estrellas y minerales
que formaron los planetas. El agua líquida sirvió de caldo de
transformación para esta materia que se vuelve compleja.
Nuevas moléculas, más tarde integrantes primarios de la
materia viva. Desde hace miles de millones de años, la
matriz ha asumido unas formas cada vez más complejas,
que condujeron no a la Creación, sino a la manifestación del
fenómeno de la consciencia.

A través de la cadena de los seres vivos, podemos


percibir una libertad cada vez mayor. Comparada con el
mineral que a nuestros ojos parece estático, la planta posee
un grado de libertad hacia lo alto y hacia lo bajo, gracias al
crecimiento de su tallo y sus raíces. El animal consigue
moverse sobre la tierra, por el aire y en el agua. Por su
inteligencia y el funcionamiento de sus neuronas, el hombre
consigue liberarse de la dureza de la vida. Viaja incluso por
el espacio sideral. La libertad crece de esta manera en cada
grado, y la materia se organiza cada vez mejor, con el ñn de
permitir el uso de esta libertad. ¿Es preciso considerar
entonces que este movimiento evolutivo va a detenerse ahí?
¿No sería posible que una nueva organización todavía más
sutil o perfeccionada de la materia surja dentro de unos
millones de años? Quizás el proceso ya haya comenzado en
algún rincón oscuro de alguna galaxia desconocida. ¿Acaso
no es eso espiritualizar la materia? Es decir, ¿hacerla capaz
de manifestar la Inteligencia Cósmica cada vez mejor? Pero,
¿cuál es el agente de esta posible liberación, si no es el

106
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

mismo mercurio de siempre, sinónimo de libertad y de


movimiento?

Pero volvamos a nuestros principios espirituosos, esto


es, la sal, el mercurio y el azufre. Tradicionalmente se
consideran el cuerpo, el alma y el espíritu de la materia,
igual que el hombre terrestre representa la convergencia de
estos tres principios. El mismo universo, en sus dimensiones
a la vez visibles e invisibles, responde a esta trinidad. El
padre desempeña el papel del azufre, el hijo, por el que el
padre se perpetúa, es el mercurio, y el Cósmico, que
representa un cuerpo para la divinidad, representa la sal. El
mismo esquema ternario es utilizado tanto por los
alquimistas como por los espiritualistas, en función de la ley
de correspondencia: lo que está arriba es como lo que está
abajo. Esto significa que una simple analogía —que no es
una identificación— existe entre el campo aparentemente
inerte de la materia y el de los seres vivos. Lo bajo no es lo
alto, sino que es solamente «como» lo alto.

En este marco, la dimensión puramente corporal de la


naturaleza se encuentra identificada con la esencia
espirituosa de la sal. En efecto, la cohesión contribuye a
construir el cuerpo de las partículas y su masa. Esta sal es
finalmente el campo de manifestación del azufre y del
mercurio en un único cuerpo. De alguna manera es su
reconciliador. El alma se asocia con el mercurio. El alma
aporta la vida que anima el cuerpo y lo conduce a manifestar
el movimiento. Es también el principio que impide que
quede inerte, abandonado al único principio del azufre. Es
también el alma, como principio de liberación, el que
impide que la materia se derrumbe sobre sí misma. Somos

107
Alquimia, por otra concepción del mundo

coherentes con lo anterior. Más adelante veremos qué


ocurrirá lo mismo con el hombre. El mercurio, considerado
por los alquimistas como lo húmedo absoluto de los
cuerpos, posee una polaridad relativamente negativa. Su
naturaleza es doble o ambivalente, porque está situado como
intermediario entre el azufre y la sal. Por fin, el azufre,
siempre en este marco, se convierte en el espíritu de la
materia, ya que cumple la función del primer impulso que
conduce a la tangibilidad de las cosas. Como semilla de los
metales, lleva igualmente la información que los distingue
como hierro, oro, plata...

Lo más sorprendente, es que los operativos afirman que


pueden observar las tres esencias obrando en su materia
descompuesta previamente. La separación de los vegetales
en diferentes componentes produce en efecto:

- Una tintura rojiza asimilada a un aceite fijo


representando el azufre.

- Un líquido volátil o aceite esencial


translúcido comparable con el mercurio.

- Por fin, una ceniza grisácea de la que se


puede extraer una sal.

Como conclusión de este capítulo, recordaremos que


más allá de las apariencias, desde un punto de vista
metafisico, la sal, el azufre y el mercurio representan las tres
derivaciones de un deseo que permite que de la nada, haya
surgido algo. Antes incluso de cualquier tangibilidad,
Cronos y Urano, el tiempo y el espacio, pueden ser
considerados incluso como dos aspectos del azufre y del

108
Significado de la Sal, el Azufre y el Mercurio

mercurio que servirán de marco a la aparición del universo.

109
La Alquimia Operativa

Parece muy difícil abordar el tema de la alquimia


pasando por alto su aspecto operativo. Si deseamos evitar
frustrar un poco al lector, conviene levantar siquiera parte
del velo que cubre este arduo tema. Revelar quizás, ¡pero no
sin precaución! Conviene pues, antes de aventuramos en
este campo, realizar unas advertencias.

No se trata aquí de invitar a todo el mundo a practicar la


alquimia operativa, y ello por varias razones. Convertirse en
labrador —otro término para designar al adepto— supone
tener cierto número de condiciones que pocos cumplen.
Hace falta tiempo. Mucho tiempo. Medios materiales
importantes. Hace falta un espacio para crear su propio
laboratorio. Si damos crédito a los diferentes autores, hace
falta oro para «sembrar» su materia y estimular el germen
del oro que se encuentra en estado potencial. Muchos
alquimistas nos advirtieron en el transcurso de la historia del
coste que representa la práctica. Cyliani por ejemplo, en su
Hermes desvelado, confesó haberle dedicado 37 años de su
vida, 1500 noches en vela y haber sufrido innumerables
infortunios y pérdidas irreparables en su búsqueda de la
piedra. La práctica sigue siendo privilegio de una pequeña
élite, lo cual contradice la necesidad actual de la humanidad
de que más gente acceda al Conocimiento.

Para oscurecer todavía más el cuadro, la mayoría de los


alquimistas operativos fracasaron en su búsqueda final,
aunque muchos pudieron progresar hasta etapas avanzadas.
Eugéne Canseliet, es notorio, había alcanzado la última y
gran cocción en su cuarto intento de adquirir la piedra, que

111
Alquimia, por otra concepción del mundo

no obtuvo... jamás. En la medida en que el personaje de


Fulcanelli sigue suscitando preguntas, podemos
preguntamos si el informe de Canseliet, que hace referencia
a una transmutación exitosa bajo los consejos y con los
ingredientes de su maestro, no sería cuestionable. En
realidad, probablemente solo podríamos contar un labrador
por siglo que haya conseguido verdaderamente la piedra. No
importa, si entendemos que la verdadera finalidad de la
alquimia sigue siendo la transformación espiritual del
adepto. Así, no habría que dar crédito a las afirmaciones de
alquimistas operativos que explican que la obra verdadera
no puede pasar del laboratorio. Lo cierto es lo contrario: no
hay alquimia verdadera sin su dimensión espiritual, que por
su parte, puede bastarse a sí misma, a condición de que se
enfrente con el mundo revistiendo un aspecto práctico,
especialmente mediante las relaciones humanas.

En la Edad Media y hasta el siglo XVIII


aproximadamente, la alquimia de laboratorio fue uno de los
principales soportes de lo que llamamos la Tradición
Primordial, este conocimiento que se remonta a las épocas
más antiguas de la humanidad. Frente a la intransigencia
religiosa que imperaba de manera exclusiva sobre las
mentes, hacía falta velar el conocimiento perpetuándolo a la
vez. La mejor manera de hacerlo consistía en utilizar ciertas
necesidades, incluso defectos humanos que no estaban cerca
de desaparecer. Esta idea fue puesta en práctica en la
astrología y en los Tarots o juegos de cartas de adivinación.
Algunos místicos, de cierta forma se dijeron: La adivinación
compensa el miedo al futuro. Siempre existirá, como el
oficio más viejo del mundo. Ocultemos pues el
Conocimiento en los símbolos de los astros y en los juegos

112
La Alquimia Operativa

de cartas adivinatorias. Más aún: el afán de lucro sigue


siendo un motor potente para el hombre. Deslicemos el
Conocimiento en un sistema que responda a esta búsqueda
de riqueza. Y así nació la alquimia. Sin embargo, desde el
advenimiento de la moneda en papel, los cheques, después
el dinero virtual, el alquimista moderno, o más bien el
soplador, aquel que no busca más que la riqueza material,
encontrará más interés en comprar acciones de una gran
empresa que en transmutar la materia. Por consiguiente, la
alquimia ya no representa este soporte privilegiado de
conocimientos, papel que asumió en el transcurso de los
siglos pasados. Su atractivo poder ha perdido parte de su
seducción. Nuevas vías están abiertas desde hace mucho
tiempo. Los mismos Rosacruces, conocidos por ser expertos
en el tema, han ido cambiando progresivamente sus métodos
de acceso a este conocimiento inmemorial.

Inversamente, podemos entender la indignación de


algunos operativos verdaderamente destinados a la práctica
que se revelan, después de Canseliet, contra las alegaciones
extremas de Cari Gustav Jung, que hacen de la alquimia un
simple proceso psicológico de proyección de contenidos
inconscientes en la materia. El trabajo del psicólogo y sus
investigaciones sobre este tema son apasionantes,
especialmente cuando establecen un vínculo entre los
procesos de transformación y los arquetipos. Sin embargo,
Jung hizo de la alquimia un simple proceso psicológico,
porque descuidó acercarse a un verdadero labrador en su
trabajo.

Sigo convencido de que la alquimia representa un


método muy real de observación de la materia durante sus

113
Alquimia, por otra concepción del mundo

transformaciones. Existe una objetividad del arte real,


aunque deba tomar en cuenta la presencia del artista.
Negarlo sería un insulto para el pequeño centenar de
operativos que obran hoy en el mundo, e incluso, por qué
no, para los miles de pequeños practicantes que se acercaron
y contribuyeron a revelar un comportamiento diferente de la
materia, desconocido por los físicos modernos sometidos a
la rentabilidad.

Existe un interés cada vez más amplio y más accesible


para la mayoría, no necesariamente sobre cómo realizar
transmutaciones en laboratorio, sino en leer los tratados de
alquimia. Ora, lege, lege et relege, labora et invenís, es
decir «Ora, lee, lee y relee, trabaja y encontrarás». Así se
expresa el Mutus Líber, una obra compuesta de planchas e
ilustraciones de la Gran Obra, hecha famosa por Pierre
Dujols, quien la comentó ampliamente en su Hipotiposis.
Los textos del arte son ricos en símbolos, parábolas,
alegorías y referencias culturales que persiguen varios
objetivos. En primer lugar, estimular los arquetipos en el
inconsciente del lector y contribuir de esta manera a su
propia transformación. Pero hay más aún, poner a prueba su
sagacidad, y de alguna manera, reforzar su poder de
concentración y su atención enfrentados con libros arduos y
laberínticos. Aquel que se «rompa la cabeza» contra estos
escritos podrá experimentar un desarrollo de sus
capacidades intelectuales. Por fin, suprema paradoja, los
textos alquímicos conducen a la mente a «soltar prenda» y
dejar sitio para una comprensión más intuitiva de las etapas
y del significado del arte hermético. Es entonces cuando lo
que fue llamado a veces intelecto superior, inteligencia del
corazón o espiritual, puede emerger a la superficie.

114
La Alquimia Operativa

Poco importa que la técnica sea entendida íntegramente;


el método y sus conclusiones, tarde o temprano, acabarán
siendo presentidos e integrados.

La lectura ocasional de los textos y la interpretación de


las figuras representan pues un verdadero ejercicio espiritual
que no debería ser descuidado, bajo el pretexto de que no se
tienen ni los medios ni el tiempo de operar en el laboratorio.
Este tipo de ejercicio se asemeja a la lectio divina practicada
por los monjes, un método que conduce a la oración, a la
meditación y a la contemplación. Durante mucho tiempo
desdeñado según el dicho «nadie es profeta en su tierra»,
merecería sin embargo recibir el calificativo de «Yoga de
Occidente».

Ahora, entremos en el meollo del tema y estudiemos


algunas generalidades. La alquimia fue a menudo calificada
como «agricultura celeste» y el operador como «labrador»,
porque se trata antes que nada de hacer que fructifique el
germen de la piedra, después de que la materia haya pasado
por la fermentación. Fermentación, ¡he aquí el término clave
del arte real! Esta agricultura, que recurre a las fuerzas y a
las irradiaciones cósmicas, tiene en cuenta ciertos periodos
del afio durante los cuales el influjo astral desciende con
mayor intensidad a la Tierra.

Sean cuales sean los autores estudiados, se expresan


mediante un sistema simbólico extremadamente complejo.
Este léxico gráfico utiliza todos los reinos y aspectos de la
naturaleza, lo cual hace de él un sistema universal. Se
compone de dioses mitológicos como Apolo o Diana, de
animales reales como el león, el cuervo o el pavo real. La

115
Alquimia, por otra concepción del mundo

piedra es comparada con Cristo, y ciertos personajes


humanos como el obispo, el rey y la reina desempeñan un
papel importante. Podemos encontrar igualmente vegetales y
animales quiméricos como el unicornio, el águila bicéfala, el
rebis, el homúnculo o los dragones. Es posible pues hablar
de un «bestiario alquímico». Cabe añadir los símbolos de los
metales, de los astros y de algunos procesos o técnicas como
la multiplicación, la sublimación o la putrefacción. En total,
doce métodos de transformación de la materia. Cada fase se
encuentra designada por un color, a veces por una nota
musical. Parece que esta progresión musical oculta grados
de temperatura y regulaciones del fuego. Por último, no hay
que olvidarse de las tres esencias que constituyen toda
materia: la sal, el azufre y el mercurio. Aunque para el
neófito todo esto parezca un fárrago herméticamente cerrado
al entendimiento, existe sin embargo una coherencia en este
sistema, y varias representaciones pueden ser
analógicamente relacionadas. Así, el color negro y el
cuervo, el león y el azufre, o más aún el oro filosófico, el
rojo y la piedra, el mercurio y el águila bicéfala, el obispo y
la sal...

La alquimia no opera solamente sobre los metales, sino


también sobre los vegetales y a partir de productos
animales. Se evocan igualmente varias vías que permiten
progresar en la Gran Obra. Se trata de operar a veces con
ácidos, con el sol, e incluso con el rayo. Existen a su vez dos
vías célebres: la vía llamada seca o real, que opera con un
homo, o atanor, calentado a altísima temperatura, y una vía
calificada de húmeda, que utiliza matraces de cristal y
temperaturas más suaves.

116
La Alquimia Operativa

El lector de manuscritos y con mayor razón el aprendiz


alquimista se enfrenta a menudo con su propia
incomprensión. Existen numerosas razones para este
fenómeno, y algunas aclaraciones quizás hagan ganar
tiempo a los estudiantes eventuales. La mayoría de los
autores afirman, con la mano en el corazón, que van a
revelar toda o parte de la obra y sus recetas, lo cual, por
supuesto, nunca hacen totalmente. Para remediar esta falta
de claridad, es necesario pues leer y contrastar los escritos
de varios alquimistas. Pero, no nos descuidemos: algunos
autores mezclan a propósito los procesos (vía de los ácidos,
vía seca, vía húmeda, vía del cinabrio, vía del vitriolo...) y
los nombres. Alguno hablará de técnicas de la vía seca,
luego pasará a la vía húmeda de golpe y porrazo, para
despistar al simple curioso. Este método fue seguido por
ejemplo por el seudo-Fulcanelli en sus Moradas filosofales.

La mezcla de términos se muestra igualmente patente.


Un mismo término puede designar a varios objetos. Existen
por ejemplo varios mercurios. Inversamente, un mismo
objeto puede asumir varios nombres, en un mismo autor o
en varios autores diferentes. A veces ocurre que ciertos
nombres contradictorios se aplican al mismo fenómeno. En
realidad, todo dependerá del contexto de la descripción,
pero también del ángulo que tome el observador. El vinagre,
por ejemplo, mientras es líquido es agua. Sin embargo, por
sus propiedades corrosivas, se convierte en fuego sin que
aparezcan verdaderas contradicciones. También hay que
tener en cuenta auténticos fraudes por parte de autores que
escriben para engañar a sus lectores. Junto con estas
mezclas lingüísticas, existe el fenómeno por el que el
mercurio y el azufre se solapan por tumos en la obra. El

117
Alquimia, por otra concepción del mundo

mercurio se interiorizará mientras que el azufre se hará


aparente. Lo contrario podrá producirse igualmente.

Para aumentar la dificultad, si bien algunos escritores no


dan sino una parte de las operaciones, los demás «se
olvidarán» de indicar la naturaleza de un ingrediente
utilizado, ¡como si se pudiera dar la lista de los elementos
que permiten hacer el pan omitiendo mencionar la cantidad
de agua que se mezcla con la harina! La discreción
mantenida durante siglos sobre la naturaleza de la materia
prima de la obra es una ilustración ejemplar. La imagen
representativa de la alquimia sigue siendo la transformación
del plomo en oro. Aquí, el plomo, supuestamente representa
la prima materia o materia prima. En realidad, existen tantas
materias primas como métodos, en la búsqueda de la Gran
Obra. Por lo que concierne a la vía seca, citemos aquí el
sulfuro de antimonio, o estibina, que fue nombrado por
Filaleteo y Fulcanelli como hijo de Saturno, o más aún,
dragón negro y escamoso. Pero, el primero en mencionar
este soporte de los metales fríe Artefio, a partir del siglo XII,
en su Libro Secreto. El sulfuro de antimonio lleva
igualmente los nombres de anciano y padre de los metales
en el globo crucifero. En referencia al caos que precede la
Creación bíblica, es también calificado de caos de los
sabios. Se trata en realidad de un mineral con estructura
cristalina, que se convertirá en el generador del mercurio
alquímico. Al inicio de los trabajos, contiene un mercurio
primitivo, volátil, corporizado por la acción de un azufre
que le corta las alas.

Ya que el antimonio sulfurado es comparado con el caos


del Génesis bíblico, la alquimia pretende lógicamente

118
La Alquimia Operativa

ocultar los secretos de la Creación y seguir el proceso. Es


con esta luz con la que uno debería estudiar las numerosas
obras que tratan de la creación del mundo, como el de Jean
de Espagnet, Presidente del Parlamento de Burdeos a
principios del siglo XVII, sobre La Filosofía Natural
Restituida.

Esta materia prima tan valiosa no debería confundirse


con la prima materia, la primera materia o materia
primordial. Mucho antes de que la física nuclear hubiera
puesto en evidencia la unidad de la materia y la posibilidad
de su transmutación, la alquimia postulaba la existencia de
un soporte común a toda materia, que designaba por los
términos de fuego o mercurio filosófico. Esta materia
primordial es también calificada de «león verde» por el
alquimista medieval Georges Ripley, de «vitriolo» por
Basilio Valentín, o más aún de «húmedo radical», el que
buscó Isaac Newton durante parte de su existencia. Los
rosacruces modernos lo evocan bajo el término de Espíritu.

No existe en realidad sino una única materia, designada


en sánskrito por el término matr, de donde vienen matriz,
madre, matriarcado, matricial... Las formas que asume, gas,
metales y otros elementos de la clasificación de Mendeleiev,
no son en realidad sino materias segundas, las diversas
vestimentas que le sirven de disfraces. Considerada como
agua, es decir el principio de toda fluidez, es también, según
el contexto, calificada de fuego, como agente de la
transmutación. Los textos la describen también como agua
ígnea, lo cual constituye principalmente la característica de
los ácidos. Por supuesto, con toda lógica, la prima materia
se encuentra incluida en la materia prima. Su símbolo más

119
Alquimia, por otra concepción del mundo

elocuente sigue siendo el ouróboros, la serpiente que se


muerde la cola, ya que es capaz de una transformación y
regeneración perpetuas. Citemos en este momento, como
ilustración, un extracto del tratado El Triunfo hermético, de
Limojon de Saint-Didier, quien por sí solo representa un
resumen precioso del arte:

«Esta cosa es admirable. Contiene todas las cosas que


necesitamos. Se mata a si misma; y recobra vida de sí
misma; se casa consigo misma, se preña por sí misma; nace
de sí misma, se disuelve por sí misma en su propia sangre;
se vuelve a coagular con ella y toma una consistencia dura,
se vuelve blanca; se vuelve roja por sí misma; no le
añadimos nada más si no que separamos lo grosero y lo
terrestre». 2

El otro aspecto de la obra, mantenido a menudo en la


oscuridad, es la naturaleza del fuego secreto. Se trata del
agente que permite separar los principios. Es de
composición diferente según las vías. En la vía seca, se
compondría de nitrato y de tártaro de vino cristalizados
juntos por el rocío. Representa la sal de la obra, utilizada en
las diversas purificaciones y sublimaciones.

Otro punto merece la atención. El alquimista es


hilozoista, término extraído de hylée, el nombre que Platón
daba a la materia. El hilozoísmo representa la doctrina
según la cual el mundo mineral y metálico estaría vivo. Esta
vida evolucionaría en la Tierra, siguiendo un ritmo
extremadamente lento del orden del millón de años quizás.
La tesis de la alquimia consiste en explicar que los metales

2 El Triunfo Hermético, Denoél.

120
La Alquimia Operativa

aparecen en el subsuelo cuando se relacionan las venas de


mercurio y azufre, y se van transmutando a medida que se
van enfrentando con las circunstancias geológicas. El
espíritu astral, generado por el sol y la luna que penetra la
tierra mediante las aguas, engendraría este azufre y este
mercurio, que no aspirarían sino a atraerse uno al otro. Los
metales corresponderían por lo tanto a diferentes mezclas de
azufre y mercurio más o menos purificados. Así la tierra y
su calor interno, que, en la naturaleza, hacen de crisol y de
fuego de rueda, producirían oro.

El papel del alquimista, en este marco, consistiría en


acelerar, en acompañar el proceso de generación de los
metales, tomando las precauciones necesarias para no alterar
la naturaleza viva de su materia. En este sentido, los
alquimistas, desde la Edad Media, representaban la
vanguardia de los ecologistas. Incluso hoy en día, siguen
buscando materiales nativos, cogidos directamente de la
naturaleza, en las minas, por oposición a los productos
sintéticos considerados muertos. Se preocupan igualmente
por la calidad de su entorno, tanto aéreo, acuático o
hertziano.

De lo anterior, podemos deducir que el alquimista se


presenta más bien como el señor de los fuegos. Existen tres,
que hemos descrito anteriormente. Proceden uno del otro y
no forman finalmente sino uno solo, que presenta las tres
caras de la energía extraída por reacciones nuclear, química
y mecánica (por fricción): el mercurio filosófico, el fuego
secreto y el fuego de rueda.

121
Alquimia, por otra concepción del mundo

Ya que una parte de los científicos actuales niegan la


posibilidad de una transmutación en frío, incluso de una
creación de los metales y minerales en un ambiente natural,
es útil aquí presentar brevemente los trabajos del científico
Corentin Louis Kervran. Este alto funcionario, cuyos
trabajos obtuvieron la aprobación del físico Olivier Costa de
Beauregard, había observado ya en 1962 unas
transmutaciones inexplicables en la naturaleza. He aquí unos
ejemplos. Las margaritas crecen en lugares pobres en calcio.
Sin embargo, cuando son analizadas son ricas en este
mineral. El mismo fenómeno se observa en el trigo
sarraceno. ¿De dónde viene este exceso de calcio
inexplicado? ¿Lo producirán estas plantas? Más
sorprendente todavía: una experiencia de 1822 demostró que
un polluelo que acaba de nacer posee en su esqueleto cinco
veces más calcio de lo que contiene el huevo recién puesto.
Gallinas criadas en tierras absolutamente exentas de calcio
ponen aun así huevos con cascaras calcáreas. La explicación
que daba Kervran era que el medio ambiente biológico
actuaba sobre el núcleo de los átomos mediante energías
muy débiles.

Existen en realidad numerosas transformaciones


posibles. De esta manera, las gallináceas transforman el
potasio en calcio; el fósforo puede también transformarse en
azufre. Lo mismo ocurre con el silicio y el aluminio en las
arcillas. Por fin, el calcio de los huesos se puede producir a
partir del magnesio. ¿Cómo explicar igualmente que las
personas que tienen una alimentación pobre y poco variada
no sufran carencias en todos los casos?

122
La Alquimia Operativa

En realidad, desde hace dos siglos se han ido


acumulando numerosas experiencias que demuestran una
producción de materia por seres dotados de fuerza vital.
Para el alquimista, el sistema digestivo funciona a la vez por
reacciones químicas pero igualmente como un laboratorio
alquímico. El cuerpo puede, en caso de necesidad, por
transmutaciones alquímicas, producir los minerales y los
metales que necesita. Si se cree a Henri Coton en su obra
Las Dos Luces, el peso del alimento absorbido y el de las
materias expulsadas por el organismo son casi idénticas.
Haría falta deducir que lo que alimenta realmente el cuerpo
sería el hylée, la prima materia contenida en el alimento.

De hecho, todo esto demuestra —y es cada vez más


aceptado en el ambiente científico— que una transmutación
natural, al menos en entornos biológicos, es posible. Están
calificadas de fusión fría. Si bien la química no admite que
elementos externos al átomo pueden modificar el núcleo por
simple reacción química, existen cada vez más científicos
que admiten esta posibilidad a baja temperatura, débil
energía y sin emisión de radioactividad. Solo hay un paso
para extender por completo el fenómeno a la naturaleza. El
alquimista, por sus procesos de calcinación, destilación,
solución, condensación, putrefacción, purificación,
fermentación, acidificación... tritura su materia numerosas y
repetidas veces, y sublima sus componentes. No es absurdo
pensar que estas acciones más o menos lentas, más o menos
violentas, contribuyen a modificar su estructura interna.

Pero, volvamos a nuestra obra de transmutación.


Además de nuestra materia prima, que lleva el mercurio
potencial, tenemos que presentar a su compañero que

123
Alquimia, por otra concepción del mundo

asumirá el papel del azufre: el hierro metálico. Asociado


con la sal ya descrita, que servirá de fundente, permitirá
realizar la separación, dentro del dragón, del régulo
estrellado o pequeño rey. Cyliani, en su Hermes desvelado,
describe de manera simbólica esta operación:

«No puedes luchar contra el dragón que defiende


internamente la entrada de este templo sino con esta lanza
que debes calentar hasta el rojo mediante el fuego vulgar,
con el fin de penetrar el cuerpo del monstruo contra el que
debes luchar, y entrar hasta su corazón: dragón que fue
muy bien descrito por los Antiguos y del que hablaron
tanto. Piensa en el rocío de mayo, se vuelve indispensable
como vehículo y como el principio de todas las cosas».

En este texto encriptado, volvemos a encontrar los tres


principios, mercurio, azufre y sal. Las proporciones
respectivas de estos tres principios fueron indicadas por
Filaleteo y por Fulcanelli en sus Moradas filosofales.

Fiel al concepto unitario de la alquimia, el mismo


Fulcanelli compara esta operación con la Pasión de Cristo.
El sulfuro de antimonio, por su símbolo (la cruz sobre un
círculo) representa el sacrificado, y el hierro la lanza que le
perforó el costado. De esta lucha entre las dos naturalezas
renacerá el pequeño rey, el mercurio triunfante, que se
manifiesta primero bajo la forma de una estrella. Esta
estrella, señal de mejores augurios, surge de en medio de los
desperdicios de la operación. Se habla de ella en el nombre
de Santiago de Compostela, o «abono [compost]
estrellado». Este abono estelado corresponde al resultado de
la separación, concebida como la primera fase de la obra

124
La Alquimia Operativa

denominada «al negro». Si insistimos, utilizando el tártaro


del vinagre, obtenemos con la estrella una masa negra, la
caput mortum o «calavera», la cual, una vez machacada y
pasada por el tamiz, da una especie de pólvora roja, o tierra
adámica. Una serie de purificaciones permitirán conseguir el
vitriolo filosófico en una fase posterior. Este vitriolo (yitri
oleum o aceite de vidrio) es, en realidad, según Basilio
Valentín, el ácido sulfúrico obtenido a partir del sulfuro de
hierro y de cobres nativos. Pierre Jean Fabre, médico
particular de Luis XIII, leyó en él el anagrama del «oro
vivo». Hemos conseguido así un mercurio (el material
estrellado), un azufre (la pólvora roja), y una sal (el
vitriolo).

Ahora debemos abordar la fase de sublimación, a


menudo calificada de águila, segunda etapa de la obra o
albedo. La tierra roja se une al mercurio en el crisol y libera
su espíritu que el mercurio atrae inexorablemente. El
vitriolo interviene entonces y permite la producción,
después de varios procesos, de un hermoso aceite rojo rubí,
llamado león rojo, que hace las veces de azufre sublimado.
Este león rojo es calificado a menudo de oro filosófico. En
cuanto al resto de la materia, coge un color blanco
simbolizado por una paloma. Entonces habrá que desposar
la estrella y el león rojo, el mercurio y el azufre, para
conseguir la rémora, una pequeña masa de mercurio fijo,
comparado con un veneno. La rémora flota en el océano
embravecido de la materia mantenida por el fuego filosófico
en estado semilíquido. Este grano que procede de la torta
hermética de los reyes es llamada imán de los sabios y posee
la virtud de fijar más todavía el mercurio de los filósofos, la
sutil sustancia madre de la materia, dicho de otro modo, la

125
Alquimia, por otra concepción del mundo

quintaesencia. Este proceso de fijación permitirá conseguir


la piedra.

Basilio Valentín, en su quinto punto de Las Doce Llaves


de la Filosofía, resume a su manera la Gran Obra y
demuestra así la unidad de lenguaje de la que daban
muestras los antiguos maestros. Podremos comparar
fácilmente entonces este corto extracto con lo anterior:

«Al principio debemos purificar bien y limpiar nuestra


materia, después disolverla, y desmenuzarla, y reducirla a
polvo, a cenizas, para luego hacer de ella un espíritu volátil
tan blanco como el algodón, y otro tan volátil y tan rojo
como la sangre; ambos contienen una tercera parte, y sin
embargo no son sino un único espíritu, y son los tres los que
mantienen y prolongan la vida. Unirlos, y darles de beber y
comer conforme a su naturaleza, y mantenerlos en un
receptáculo de rocío que esté caliente hasta acabar la
generación. Y verás ¡que ciencia te dieron Dios y la
naturaleza! ».

Nuestros tres fuegos ya evocados resultan necesarios


para la obra de transmutación: el fuego del cielo, captado
por el rocío y coagulado en cristales de sal, el fuego interno
de la materia, despertado por el del cielo y por fin el fuego
del homo, elevado a varios grados de calor (incluso hasta los
500 y 1. 000 °C.) llamados estiércol de caballo o calor de
gallina. Durante las operaciones, las materias obtenidas
serán trituradas, empapadas, disecadas, después destiladas,
una y otra vez. Asociadas o «desposadas» varias veces
juntas y con sus propios deshechos, se disuelven, se
coagulan, se fijan o se volatilizan mutuamente. Mientras que

126
La Alquimia Operativa

el mercurio toma ventaja sobre el azufre, que desparece, este


reaparece después en el atanor bajo una forma diferente y
más sublime.

La tercera y última fase de la obra, llamada la gran


cocción, consiste en unir el azufre y el pequeño veneno
evocado más arriba dentro de un huevo compuesto de una
sal. Atraído por la virtud magnética de la rémora, el Espíritu
universal, en su más alta calidad vibratoria, desempeña aquí
un papel primordial. Durante una sola semana en todo el año
se puede realizar este trabajo, que supone la intervención y
la aprobación de las fuerzas cósmicas. Entonces, a medida
que vaya subiendo la temperatura, se van oyendo, según
Canseliet, siete notas musicales, y adivinamos, como ocurre
en la vía húmeda, la emergencia de diversos colores
comparables a los que decoran la cola del pavo real.

Después de estas operaciones emerge la fabulosa Piedra


Filosofal, que tanta tinta ha hecho correr. Redentora del
reino mineral, se parece a una piedra roja, a veces a una
pólvora, o más aún, a un aceite siempre rubicundo. La
llaman medicina universal, puesto que posee la facultad de
regenerar la salud del reino animal e incluso la del reino
vegetal. Purifica igualmente los metales de sus
imperfecciones, y la leyenda refiere que el conde de Saint-
Germain se servía de ella para corregir los defectos de las
piedras preciosas.

Bajo la forma de pólvora de proyección, la piedra


filosofal se vuelve capaz de transformar el plomo en oro,
pero deberá sufrir previamente el proceso de multiplicación
que amplificará su poder hasta mil veces. Los adeptos

127
Alquimia, por otra concepción del mundo

afirman además que no es necesario incrementar el número


de multiplicaciones más allá de tres, si no la piedra
volatilizaría los recipientes que han servido para la obra.

Sin embargo, más allá de estas fantásticas cualidades, la


piedra corresponde a una coagulación del espíritu y de la
vida universales, de esa Quintaesencia que se supone está en
el origen de los Cuatro Elementos. Posee características
físicas insospechadas. Representa la señal de que existe un
estado vital sublimado, una especie de universo paralelo del
que sirve de intermediario, o más bien de representante. Es
la primera señal de la existencia de una nueva tierra y de un
nuevo cielo constituido de hylée, una materia que se ha
quedado en estado espiritualizado.

En conclusión y para ilustrar este tema, he aquí una


pequeña aplicación práctica, fácil de realizar en materia de
alquimia vegetal. El mismo Canseliet, en su obra La
Alquimia explicada sobre sus textos clásicos, siguiendo a
Limojon de Saint-Didier y muchos otros, no tuvo escrúpulos
en comparar la alquimia con la producción del pan.
Entonces, para que se me entienda bien, he aquí una
comparación que podrá hacerle sonreír, pero que merece la
pena ser meditada. Trata sobre la similitud entre la
preparación del yogur y el gran arte, y quiere demostrar que
existe otra forma de observar los fenómenos físicos.

Como todo el mundo sabe, para hacer yogur hacen falta


leche y fermentos lácteos. Habitualmente, los fermentos son
fabricados de manera independiente. Pero, aquí
consideraremos que son producidos a partir de la propia
leche —lo cual es posible realizar—, igual que los

128
La Alquimia Operativa

fermentos del oro están incluidos en la materia prima. La


materia prima es la leche, y todo se realizará a partir de ella.
Podemos observar que la leche puede ser separada en una
materia seca, coagulada —el azufre —, y una pequeña leche
translúcida —el mercurio—, a condición de cuajarla
previamente añadiéndole sal de Nigari, que es un cloruro de
magnesio. Entonces se puede hacer queso.

Sin embargo, para el yogur, hay que proceder de manera


diferente. Llevar la leche al límite de lo volátil — a
ebullición— durante quince minutos controlando el fuego.
Hacerla descender nuevamente hasta la temperatura ideal en
que los productos vivos pueden fermentar. Incorporar en la
leche —que hace las veces de mercurio— los fermentos
lácteos —equivalentes a los fermentos del oro—, y
mantener varias horas a buena temperatura en el seno de un
huevo, de una incubadora o de una yogourtera, hasta que la
leche líquida cuaje (coagule), se vuelva fija y produzca su
oro, o incluso su piedra: el yogur, cuyas propiedades
nutricias, incluso médicas, están más que demostradas.

Un solo yogur puede ser utilizado para fermentar más de


un litro de leche y hacer que produzca su oro, lo cual
corresponde a una multiplicación de muchos nuevos
productos. Anotemos de paso que según las condiciones
meteorológicas, la consistencia del resultado fermentado
será diferente. Eso supone tener en cuenta las condiciones
exteriores, incluso astrales.

En el mismo orden de ideas, es posible cuajar la leche


de soja con la misma sal de Nigari para producir el tofu, un
elemento básico de la comida china, especialmente

129
Alquimia, por otra concepción del mundo

apreciado por los vegetarianos. Una gran enciclopedia china


afirma respecto a los orígenes de este producto: «El tofii es
un alimento sano, descubierto por un alquimista chino, Liu
An, el príncipe de Huainan» (siglo II de nuestra era).

130
La Alquimia Espiritual

Arribar suavemente a las orillas de la alquimia espiritual


requiere describir previamente la universalidad del
conocimiento alquímico. Esta gnosis tiene varios aspectos,
entre ellos una mitológica, una metafísica, y una
psicológica, la cual obedece a unas normas comparables a
las transmutaciones de la materia. La metafísica fue tratada
en el capítulo dedicado a la descripción de la sal, del azufre
y del mercurio. La mitológica se hace evidente cuando
comprobamos que la obra se encuentra a menudo
comparada con los trabajos de Hércules y que la búsqueda
del Vellocino de oro fue considerada como sinónima de la
de la piedra filosofal. Pero hay más.

Para algunos autores, como el ingeniero químico Henri


Coton, uno de los amigos del misterioso alquimista
Fulcanelli, la misma noción de masa ligada a la materia
estaría relacionada con el mito de la caída de los ángeles.
Según este mito, un protouniverso habría existido antes del
nuestro, teniendo características de fluidez, de unidad y de
armonía infinitamente superiores. Si, según la cábala, el
cuerpo de nuestro propio universo de materia grosera se
reduce simbólicamente al del personaje de Adam Kadmón,
es decir, al hombre universal, el universo fósil fue formado
por el cuerpo de Lucifer, el ángel caído, también llamado
«el portador de la luz». Lo que los científicos llaman la
«materia oscura» podría ser —pero no es más que una
hipótesis— el vestigio de este antiguo universo llevado a la
destrucción por su propio sostén. El mito refiere en efecto
que el ángel desestabilizó el equilibrio sutil de su primer

131
Alquimia, por otra concepción del mundo

reino. Entonces, un universo de una densidad muy superior


tomó su lugar: el nuestro, en el que el conflicto y la división
reinan por completo. Ahora sirve de prisión al cuerpo del
que ha perdido su luz y a su horda de seguidores. La
materia, en este marco mítico, podría ser imaginada pues
como del ángel caído. Desde esta lógica, para el alquimista,
el universo debería ser considerado como un enfermo, razón
por la cual llama a su piedra la medicina universal.

Más aún, para el cristianismo, es a nivel del universo, y


ya no solamente en beneficio de la humanidad, donde se
desarrolla el drama de la redención. La función de la
alquimia consiste pues, entre otras, en volver a dar a la
materia las características que perdió. El oro, considerado el
metal más perfecto, posee en efecto las especificidades de
inalterabilidad, ductilidad, y conductividad extremas. Puede
compararse con la luz materializada, una de las razones por
las que se la compara con el sol. Las sales de plata, situadas
en la jerarquía de los metales justo por debajo del oro,
poseen una capacidad para fijar la luz y fueron utilizadas en
fotografía. La plata, por su parte, se encuentra asociada con
la luna.

La plata de la transmutación, lo hemos visto, sigue


siendo el mercurio de los filósofos.

En realidad, el concepto vinculado a la alquimia es el de


un ciclo de involución, seguido por una evolución asociada
con una idea especial del tiempo. En nuestra época
coexisten dos maneras de concebir el tiempo: cíclica y
lineal. El tiempo lineal es el de la ciencia y la evolución. Se
habla de la flecha del tiempo, que no se puede revertir. El

132
La Alquimia Espiritual

tiempo cíclico, por su parte, empieza en un punto de


perfección, busca una degradación de las condiciones, y
luego un retomo a esta perfección de origen. El primero es
el tiempo objetivo, el de la materia, de la que afirmaba
Aristóteles: «es la medida del movimiento según lo anterior
y lo posterior». El segundo es el tiempo sagrado, el del
alma, del sujeto y de la biología, la materia viva pasando en
efecto por etapas de crecimiento, de apogeo y de
envejecimiento, antes de volver a regenerarse.

Estos dos tiempos ¿acaso deberían ser considerados


como contradictorios o irreconciliables? No se trata de
cuestionar los descubrimientos antropológicos para
sustituirlos por el mito de la creación de Adam y Eva,
entendido en sentido literal, tampoco volvernos
incondicionales del mito del progreso vinculado con un
concepto lineal del tiempo. Tiempo cíclico y tiempo lineal
son dos órdenes diferentes, pero también reales del mundo.
Según la denominada ciencia objetiva, el cuerpo físico
puede ser considerado el producto de una muy larga
evolución que ha pasado por los reinos mineral, vegetal y
animal. Sin embargo, según el conocimiento del alma, todo
ser humano tiene en sí cierta idea de una perfección anterior
o latente, de la que su estado actual no da indicios de
ninguna manera. Se trata de una característica psicológica
que la humanidad debería tener en cuenta, puesto que
evolucionamos tanto en un mundo de vibraciones como de
interpretaciones. Para el ser humano, existe un mundo
objetivo y un mundo subjetivo, incluso subconsciente. El
que vive solo en la subjetividad corre el riesgo de volverse
loco. Inversamente, el hombre que cree en una objetividad
soberana se nutre de ilusiones buscando lo imposible.

133
Alquimia, por otra concepción del mundo

Finalmente, se aparta por tanto de la realidad.

Muchos individuos buscan superarse en los campos más


diversos, artísticos para unos, intelectuales o deportivos para
otros. Hoy, se desarrollan carreras a pie de 170 kms., y
miles de participantes se ponen en fila en la línea de salida.
Lo más increíble, es que hace unos treinta años, este
rendimiento hubiera sido considerado algo imposible y
peligroso, según los criterios médicos casi unánimes. Sin
embargo, en una competición que cuente con dos mil
deportistas, una tercera parte acabará la carrera.
Preguntémonos. ¿De dónde proviene este impulso para
superar sus límites, si no es de una intuición que existe en el
ser humano sobre un estado exento de todas las
limitaciones? Perseguimos únicamente lo que ya
conocemos, incluso de manera inconsciente. Salir en busca
de una estrella supone pensar que la estrella existe
realmente. No es en la búsqueda de la décima de segundo
ganada o del kilómetro adicional recorrido donde se revela
este conocimiento «a priori», sino en la misma noción de
superación de los límites que nos lleva más lejos sin cesar.
Platón, filósofo y gran deportista, ganador desconocido de
los juegos olímpicos, ya evocaba hace 2.500 arios, la
facultad de recordar ligada al alma.

La alquimia resulta de este concepto del tiempo sagrado.


Para ella, pertenecemos a un mundo caído desde una
perfección original, razón por la cual la piedra recibe el
famoso calificativo de «medicina universal». El alquimista
Cambriel, en su Curso de filosofía hermética o alquímica en
diecinueve lecciones, describe en su lenguaje el móvil de la
alquimia:

134
La Alquimia Espiritual

«Todo fue creado perfecto por el autor de todas las


cosas. La imperfección no es sino el resultado de la
maldición que Dios expandió sobre la tierra, y sobre todo lo
que contiene y produce, por causa del primer pecado».

Una precisión se impone aquí, con el fin de evitar


malentendidos. Esta noción de «caída» del alma del mundo
en la materia representa un proceso capaz de justificar la
obra alquímica, que conduce a su restablecimiento. No se
debe confundir con el pecado original evocado por las
religiones monoteístas. Contrariamente a lo que parece
generalmente admitido, caída y pecado, o falta, no son
necesariamente sinónimos. En efecto, la primera no
engendra ninguna culpabilidad. Es más bien una necesidad
relacionada con un proceso de realización cualitativa. El
alma se duerme infundiéndose progresivamente en la
materia para despertar, más tarde, a las múltiples maravillas
de la Creación. La noción de caída traduce igualmente una
intuición cíclica del tiempo para los seres vivos y
conscientes. En este marco, un restablecimiento sigue
siendo necesario, tanto en el campo de la materia mineral
como en el de la consciencia. El arte real se sitúa pues a
caballo entre estos dos mundos, objetivo y subjetivo, lo cual
nos conduce pues a examinar el concepto de alquimia
espiritual.

Hablar de alquimia espiritual es una redundancia. El


hecho de que el arte real contribuya a transformar al artista
del laboratorio, e incluso requiere que participe
voluntariamente en esta mutación, distingue la alquimia de
la simple práctica industrial.

135
Alquimia, por otra concepción del mundo

Preámbulo: la separación

Para ilustrar el paralelismo del lenguaje entre los dos


aspectos de la práctica, operativa y espiritual, adelantaremos
que una de las primeras etapas consiste en la reincrudación.
Reincrudar significa separar la materia en sus tres principios
originales, es decir, volverlos a poner en estado crudo.
Cuando se trata de un ser humano, consiste en una toma de
consciencia de lo que resulta, en su único ser, del cuerpo,
del espíritu y del alma. El cuerpo desempeña la función de
vehículo, el alma es un soplo y una voluntad vinculada a la
personalidad, mientras que el espíritu corresponde a una
inteligencia universal o transpersonal. Por el cuerpo
sentimos, por el alma experimentamos y juzgamos, por el
espíritu pensamos y analizamos. Por la totalidad de esta
trilogía, conocemos.

La dificultad del arte de la separación se deriva de que


estos tres principios permanecen interrelacionados en una
misma criatura. Se influyen mutuamente, hasta tal punto de
que es difícil analizar lo que resulta de la influencia interior
—espiritual y anímica— o exterior — corporal y objetiva—
en la formación de la personalidad. Por ejemplo, no cabe
ninguna duda de que una parte del pensamiento y de la
memoria queda vinculada al funcionamiento del cuerpo por
el cerebro. Para el místico, sin embargo, es imposible, e
incluso impensable, reducir el conjunto del ser consciente a
su cerebro. Un gran discernimiento se hace necesario
entonces cuando esperamos alcanzar la libertad y un
verdadero desarrollo.

136
La Alquimia Espiritual

Esta comprensión de lo que constituye la especificidad


de cada principio permite comprender cómo el cuerpo es el
templo del alma. Luego permitirá realizar la transformación
que conducirá al alma a convertirse en el templo del
espíritu, es decir de la divinidad. El hombre no es Dios, pero
puede convertirse en su templo. Esto significa que en él se
realiza la unión de las dos naturalezas, la humana y la
divina, sin identificación posible de una con la otra. El
término Hombre-Dios encierra esta unidad. La comprensión
real de los términos de «unión sin confusión», que
representa la doble naturaleza del Cristo, podría permitir
poner fin a las polémicas estériles que oponen a dualistas y
materialistas.

Materia, consciencia y vida, otra declinación de cuerpo,


espíritu y alma, quedan unidas en nuestra realidad, hasta tal
punto que las unas sin las otras no representan más que un
potencial difícilmente cognoscible. La materia sin la
inteligencia organizadora, también llamada «forma» por los
escolásticos después de Aristóteles, no es sino informe y
vacía. Pero, ¿qué sería del fenómeno de la consciencia sin el
cerebro, y de la vida sin la célula? Los tres permanecen
unidos, y a la vez tan diferentes que no podemos decir jamás
que vida y consciencia resultan simplemente de una
organización de la materia, ni que la consciencia resulte de
una simple reacción de la vida a las solicitudes de las que
ella es objeto. Esta noción distingue radicalmente al
alquimista tanto del dualista como del materialista. Consiste
en esta fórmula: «en todo fenómeno, existe una unión sin
confusión de tres esencias o principios».

137
Alquimia, por otra concepción del mundo

Para el alquimista, la materia existe de manera distinta,


lo mismo que la consciencia y la vida. En un mismo ser, los
tres permanecen indisociables, puesto que sin eso, no habría
ninguna manifestación posible. Sin embrago, no pueden
confundirse, bajo pena de no comprender en absoluto la
complejidad de nuestro universo.

La reincrudación consiste en poner orden y claridad en


sí mismo, con el fin de no asimilar simplemente el espíritu
con el cuerpo, sino de saber incluso cómo puede el cuerpo
influir en el espíritu y viceversa. El mismo trabajo es
realizado en laboratorio y busca separar en un mismo cuerpo
la sal, el azufre y el mercurio. No existe alquimia sin
separación previa, tanto en el laboratorio como en el
oratorio. Ireneo Filaleteo, en su Entrada abierta al palacio
cerrado del Rey, describe en qué consiste la reincrudación:

«Es en el oro, el Oro de los Sabios, donde se encuentra


la tintura aurífera; aunque sea un cuerpo perfectamente
digerido, sin embargo se reincrude en un único cuerpo,
nuestro Mercurio, y del Mercurio recibe la multiplicación
de su semilla, menos en cantidad que en calidad».

Hecho lo anterior, hemos realizado la obra de un


alquimista, que consiste en separar sucesivamente y después
en reunir de nuevo los componentes, numerosas veces. Lo
que va a seguir constituirá un intento de descripción e
interpretación de la continuación de las etapas principales de
la alquimia espiritual, a través de las que el Ser se va
metamorfoseando progresivamente, como la mariposa
emerge de su crisálida. ¡Que nadie espere leer una
exposición casi científica sobre lo que se podría calificar

138
La Alquimia Espiritual

positivamente de psicología sagrada! El desarrollo de la


personalidad no resulta verdaderamente de una ciencia, sino
de un arte. El lector realmente curioso querrá por
consiguiente excusar ciertas imprecisiones y, sobre todo, se
esmerará en trasladar a su caso personal las peripecias de la
aventura que va a emprender.

En efecto, se trata más bien de una aventura de la que se


habla en los mitos artúricos, en los cuales el rey Arturo lanza
a sus caballeros en busca del Grial e inaugura de esta
manera la «época caballeresca». La aventura, primero
individual, apunta aquí a otra búsqueda y se realiza de otro
modo, el de la obtención de la piedra filosofal. El caballero
deja sitio al artesano ante su homo y su fuego, incluso a
Elias artista, el ángel tutelar de los alquimistas de la Rosa-
Cruz.

Otra advertencia se hace necesaria antes de la


descripción de las etapas de la vía. La exposición será
progresiva, algo que puede no verse reflejado
necesariamente de esa forma en la realidad y la experiencia
de miles de peregrinos. El orden de las etapas y su forma no
están definitivamente establecidos. Cada individuo procede
de una historia personal, de necesidades, de deseos e incluso
de sueños particulares. Cada uno parte de un lugar y de unas
condiciones sociales, culturales, intelectuales y de una
religión muy diferente. Para colmo de la complejidad, una
etapa o un aspecto de una etapa pueden reproducirse varias
veces.

El tiempo que precede a la muerte de una persona ilustra


muy bien este fenómeno. Las cinco fases que atraviesa un

139
Alquimia, por otra concepción del mundo

moribundo se resumen en negación, cólera, negociación,


depresión y por fin paz y aceptación. La negación se
manifiesta por la sorpresa escéptica del que se entera de que
va a morir. La cólera, después de admitir la evidencia, es
una reacción violenta de oposición a la fatalidad. La
negociación viene después. Negociación con la muerte, con
el entorno médico, con Dios... Por fin, por agotamiento
surge la depresión, que llevada al final de su lógica positiva,
conduce a una especie de «soltar prenda» total.
Curiosamente, es en el momento en que la persona lo
abandona todo en una sombra profunda cuando una luz
procedente de lo más profundo de su ser la conduce a buen
puerto, a las orillas de un remanso de paz y de aceptación.
Algunos moribundos se van entonces reconciliados con ellos
mismos, con los demás y con sus dioses, en una aceptación
total de la muerte, que, para ellos, toma la forma de lo que
los rosacruces llaman transición.

Estas cinco etapas corresponden a una iniciación


progresiva de la persona y le permiten aceptar el paso.
Representan una verdadera alquimia del ser, que se va
despojando progresivamente de su apego a sí mismo. Por
supuesto, suponen una multitud de resistencias y siempre
toman un carácter individual. Estas cinco etapas pueden
desarrollarse en el orden o en el desorden. La persona puede
asistir a una aceleración de su progreso, o por el contrario, a
una ralentización del mismo. Incluso en apariencia puede
regresar varias veces a etapas anteriores, y algunos
moribundos no alcanzarán jamás el estado de aceptación.

La vía alquímica sigue un desarrollo similar, y la


comparación con la muerte reviste aquí toda su importancia,

140
La Alquimia Espiritual

ya que una de las fases de la alquimia espiritual supone una


muerte simbólica de la antigua personalidad.

Las etapas de la alquimia espiritual

La primerísima etapa de la búsqueda reviste el carácter


de una perogrullada, de una banal evidencia: para ir en
busca de un tesoro, es necesario creer que ese tesoro existe
realmente. Para ello, al principio del sendero la piedra puede
presentarse a través de todos los rostros posibles, que
responden a las más secretas aspiraciones de los buscadores.
Para uno, revestirá un estado de felicidad, para otro, ocultará
todo el conocimiento del mundo, para otro aún, constituirá
un agente de liberación o un medio de enriquecimiento
personal. Como poco, para el simple curioso, podría incluso
tomar el rostro del placer que proporciona una buena
sorpresa. En todo caso, el que no cree que puede descubrir o
conseguir nada, se abstendrá de emprender esta búsqueda.
En 1492, Cristóbal Colón y sus hombres, aún
desconociendo lo que iban a descubrir, estaban seguros aún
así de que iban a realizar el descubrimiento del siglo.
¿Realmente podemos considerar que un viaje así hacia la
India, que re velería ser hacia las Américas, hubiera tenido
lugar sin esta fe en el éxito, por muy pequeña que fuese?

La búsqueda alquímica se parece a la de Colón. El


aficionado a la quintaesencia empieza con una vaga idea
preconcebida que le pide que mantenga tan solo una pizca
de esperanza en ella y en su éxito. Luego, a medida que
vaya acercándose a su objetivo, descubre un panorama muy
diferente, lo cual supone por su parte cierta capacidad para
saber cambiar sus puntos de vista.

141
Alquimia, por otra concepción del mundo

Esta primera etapa corresponde en realidad a un


despertar de la curiosidad. Supone una intuición más o
menos precisa del objeto de la búsqueda. Nada se produce a
partir de la nada. Esta noción es comparada con las ideas
defendidas por los alquimistas del laboratorio. En efecto,
afirman que el oro que se busca existe en estado de semilla
en la materia bruta. Sin esta presencia, la obra sería inútil. El
objeto del arte no consiste en crear oro de la nada, sino en
ayudar a la naturaleza a dar a luz, para luego nutrir, un
principio ya presente en su seno. El mineral bruto sufre
entonces una serie de purificaciones que liberan la semilla
del precioso metal de su caparazón de impurezas. Lo mismo
ocurre con el buscador iluminado que siente vibrar en él
confusamente la presencia de un potencial real de
realización. Sin este sentimiento, o dotado con un
sentimiento demasiado débil, se aparta de la vía, como esos
transeúntes timoratos que evitan cuidadosamente emprender
los caminos desconocidos.

Hagamos aquí un paréntesis para responder a una


pregunta. ¿Por qué hemos asociado la espiritualidad con la
alquimia? ¿No sería un poco abusivo comparar las
transformaciones del hombre con las de la materia? En el
origen, los místicos que abordaron la noción de alquimia
espiritual —y podemos contar entre ellos a los
protorosacruces desde el siglo XV— lo hicieron para
diferenciar su método del de las religiones, que era
demasiado limitado. Desde la noche de los tiempos,
concebían el universo como el cuerpo de la única divinidad.
Suponían igualmente que el hombre representaba
potencialmente un templo para esta divinidad. De estos dos
conceptos, se derivan dos consecuencias casi lógicas. La

142
La Alquimia Espiritual

primera: si el hombre, por muy imperfecto que nos parezca,


representa un templo potencial, entonces debe evolucionar
hacia un estado de realización de su naturaleza perfecta. La
segunda consecuencia fue que la naturaleza, de la que el
hombre estaba compuesto, era el reflejo de la ley y el orden
divinos. No había pues ninguna contradicción entre la
observación del hombre y la del universo, ya que el cuerpo
y el alma del hombre, en tanto que microcosmos, resumían
los fundamentos del gran universo, o macrocosmos.

La alquimia, que de alguna manera representa la ciencia


de las mutaciones, se aplica pues indistintamente al hombre
y a la naturaleza. Paralelamente, las religiones, en tanto que
instituciones, no se interesaban directamente por el estudio
de las leyes naturales. Protegían celosamente las enseñanzas
de sus avatares (mensajeros de Dios) o de los profetas y sus
libros sagrados, de los que algunos habían definido los ritos
y los mandamientos a cumplir. Si bien algunas religiones,
como el islam, alentaban a observar el mundo concebido
como un reflejo de los pensamientos de su Creador, otras
por el contrario, se opusieron a algunos descubrimientos
considerados contradictorios con la interpretación que ellas
realizaban de sus dogmas.

Algunos hombres y mujeres se negaron a encerrar su


curiosidad sobre estos antiguos mandamientos. Se negaron a
limitar su búsqueda del Conocimiento a unos textos
calificados de sagrados por sus seguidores. Veían los ritos y
la letra de las enseñanzas cada vez más polvorientos y les
satisfacían cada vez menos. Como la ley del mundo se
revelaba bajo la forma de una transformación progresiva y
constante, se negaron igualmente a someter la consciencia

143
Alquimia, por otra concepción del mundo

humana a los dictados de un clero determinado, fuera cual


fuera. El hombre debía poder trabajar sobre sí mismo y
alcanzar, por sus propios esfuerzos, cierta realización,
fueran cuales fueran la época y la cultura dominantes. La
búsqueda de la verdad superaba ampliamente, a su modo de
ver, el espacio delimitado por los templos construidos por
manos humanas, no siempre iluminadas. Integraba también
la gnosis y la observación del mundo que desembocaba en
el esfuerzo científico. Esta clase de hombres y mujeres son
los ancestros de los alquimistas espirituales, y existen
muchas razones para pensar que existen desde la época del
Antiguo Egipto, o sea, desde siempre.

Otra aclaración va a reforzar ahora el vínculo entre la


alquimia espiritual y la del laboratorio. Por el principio de
unión sin confusión ya evocado anteriormente, existe una
afinidad entre ambos campos: la materia y el espíritu. La
verdadera diferencia no depende en realidad más que de una
cuestión de escala. Como vimos anteriormente, la materia,
síntesis del azufre, de la sal y del mercurio, posee como
prioridad un cuerpo de donde se desprende la masa asociada
con la sal, pero también un alma manifestada por el
mercurio y un espíritu asociado al azufre. Lo que podría
parecer sorprendente, es que en el campo espiritual, esta
trinidad también existe, y se puede incluso hablar de un
cuerpo divino. Dios, en tanto que constituye el Ser y no solo
la vacuidad eterna, posee en efecto un cuerpo formado por
su Sabiduría, que los rosacruces designan con el término
«Cósmico». Se trata de un cuerpo sutil, es decir,
seguramente sin masa, pero un cuerpo al fin y al cabo por el
que la divinidad se da a conocer. Como un reflejo invertido,
la materia permanece regida por el espíritu, pero en un

144
La Alquimia Espiritual

grado infinitamente más débil. Si el cuerpo de la materia


que conocemos posee una masa, es en razón de una
corrupción, de una perdición que ha reforzado el valor. De
ello, podemos deducir que cuerpo y masa no son
necesariamente sinónimos.

Relacionamos aquí las estructuras ternarias de los


mundos espiritual y material. Esta identidad permite
comprender de qué forma la transformación de uno sigue
unos procesos, si no idénticos, al menos similares al otro, de
donde se deriva el famoso adagio de los alquimistas: «Lo
que está arriba es como lo que está abajo, para realizar el
milagro de una única cosa».

Es útil recordar de nuevo que el proceso alquímico


operativo no consiste solo en una serie de operaciones
objetivas que lo reducirían a una simple química. La
interacción entre el sujeto operante y el objeto sobre el cual
trabaja es muy real. Lo más sorprendente es constatar aquí
que la alquimia, si bien no es una simple protoquímica, fue
al menos la madre, con respecto a la numerosa lista de
cuerpos, que permitió que se descubrieran, por ejemplo, la
acetona, el alcohol, los ácidos...

Fue también, aunque sea menos frecuentemente


subrayado, una manifestación prematura de los
«descubrimientos» de la física cuántica que versan sobre la
interacción entre el observador y el fenómeno observado,
interacción hecha explícita por la famosa experiencia
llamada «gato de Schrüdinger». Con esta experiencia,
ideada por Erwin Schródinger en 1935, se trataba de
demostrar las supuestas lagunas de la concepción cuántica

145
Alquimia, por otra concepción del mundo

del mundo. Un gato era colocado en una caja cerrada,


equipada con un dispositivo capaz de matar al animal. El
sistema tenía un frasco de veneno, un martillo con un
disparador automático, una pequeña cantidad de materia
radioactiva y un detector de radiaciones. Si el núcleo
radioactivo se desintegraba, el detector accionaba el
martillo, que rompía el frasco, y el veneno mataba el gato.
Aquí, el proceso atómico cuántico se traduce por un
acontecimiento macrocósmico regido por la mecánica
clásica. Ahora bien, el proceso cuántico de desintegración
no existe nada más que en estado de probabilidad. Mientras
la caja no esté abierta, hay pues un 50% de posibilidades de
que el animal esté muerto o siga vivo. En realidad, según la
concepción cuántica, asume a la vez ambos estados, muerto
y vivo. No es sino cuando se abre la caja cuando uno de los
dos estados podrá comprobarse. Entre las numerosas tesis
sostenidas para demostrar el fenómeno, figura la de Eugene
Wigner, Premio Nobel de física: es la consciencia del
observador la que decide el estado muerto o vivo del animal,
solo al abrir la caja. Sea como fuere, el mundo científico ha
puesto en evidencia niveles muy diferentes de realidad y no
ha sacado todavía todas las consecuencias de sus propios
descubrimientos, mientras que la alquimia trabaja sobre
estos principios y sus consecuencias desde hace siglos.

El despertar del deseo

Pero volvamos a nuestras etapas. La curiosidad, sin


embargo, una vez despierta, no es suficiente para hacer del
hombre de a pie un postulante a la entrada en el camino.
Necesita, después de esto, demostrar un deseo de dar los
primeros pasos. Ya no necesita pues una curiosidad malsana

146
La Alquimia Espiritual

o versátil, sino más bien una atracción sincera hacia el


descubrimiento de nuevos continentes. Ciertas pruebas,
incluso desilusiones, encontradas en los meandros de la vida
ordinaria, quizás puedan encender este fuego, o incluso la
intuición de que un fabuloso tesoro está oculto al final de
sendero, puesto que el deseo asume el aspecto de un fuego
semejante al que el alquimista despierta en el corazón de su
materia. Para él, se trata del mercurio de los filósofos, una
energía dormida en el corazón del atanor y que solo pide
que se le estimule. La continuación de la obra tomará por
completo la forma de una peripecia del deseo, y la
progresión espiritual seguirá el proceso de alumbramiento
de la piedra. Una vez despierta, la misión del artista
consistirá en mantener el deseo y regularlo. Y, como
declaran algunos textos, la naturaleza, a través del tiempo,
hará sólita el trabajo.

¿Demasiado fuego mercurial o del deseo? La


impaciencia ganará terreno y quemará los materiales de la
obra. La espiritualidad requiere perseverancia y paciencia,
no se puede conseguir nada con la precipitación.
Inversamente, hay que tener cuidado con no dejar que el
fuego se apague, bajo pena de correr la suerte de estos astros
muertos que pueblan nuestro espacio intersideral.

En la mayoría de los casos, lo que habrá estimulado la


llama que se incubaba debajo de la ceniza será un factor
externo. En el laboratorio, el alquimista desempeña este
papel con respecto a su materia. Reúne las herramientas
necesarias, enciende el fuego, sea cual sea, y empieza las
primeras operaciones. Para un ser humano, los
acontecimientos de su existencia serán quizás la chispa. Una

147
Alquimia, por otra concepción del mundo

pregunta interna a veces inquietante o difícil de soportar


podrá avivar el fuego, mientras que una existencia
demasiado plena o satisfactoria podrá mantener el sueño o la
apatía espiritual.

El encuentro con un estudiante avanzado en el sendero


podrá producir el mismo resultado. Su verbo o su ejemplo
estimularán el germen de la emancipación. La intervención
de un tercero será necesaria para el despertar del deseo,
puesto que la combustión interior espontánea por desgracia
sigue siendo escasa. Necesita un apoyo real. Solo más tarde,
la misma persona se convertirá en su propio operador, lo
cual la capacitará como postulante a los misterios mayores.
El mercurio, habiendo sido excitado, se convertirá entonces
en hijo de Hermes, el Mercurio griego. Solo más tarde es
cuando sabrá que este mercurio, o este deseo, no era nada
más que la manifestación de su Maestro interior. La voz de
este mensajero de los dioses, ya que se trata del simbolismo
asociado con Mercurio, era en realidad el estimulante real
de la búsqueda. Sin embargo, no nos apresuremos
demasiado, o utilizando el lenguaje alquímico, no
quememos las etapas.

Disolución y toma de consciencia de un ideal

La tercera fase de la obra pasa por una purificación que


simboliza el bautizo del agua. La alquimia espiritual busca
hacer que emerja un hombre nuevo a partir de la antigua
personalidad. La operación se desarrollará en varias etapas
que verán menguar progresivamente lo antiguo, a medida
que se afirma la regeneración del principio dormido.

148
La Alquimia Espiritual

La primera purificación por el agua consiste en una


disolución. El estudiante en el sendero de la evolución
consciente tendrá que examinar nuevamente sus valores, sus
creencias o sus certidumbres, si quiere progresar realmente.
La disolución no destruye nada, reduce la fuerza
cristalizadora, obstáculo al progreso, y permite la aceptación
abierta de nuevos conceptos o comportamientos. El que
rehúsa cuestionar sus logros de un día o de una vida, no
puede realmente avanzar. La disolución, en algunos, opera
de manera consciente y voluntaria. Para muchos, es el
deseo, una vez despertado, el que atraerá casi
inconscientemente los acontecimientos a la fuente de un
serio reestudio.

El signo del agua sigue siendo un símbolo de dulzura,


por oposición a la violencia del fuego. La purificación por el
agua, o disolución, está enfocada a orientar la personalidad
hacia una apertura a los demás, hacia una entrega aún mayor
de sí mismo. Se trata de romper las ataduras demasiado
exclusivas y reducir los lazos del egoísmo y de los
prejuicios. La experiencia del agua corresponde igualmente
a un contacto con las «oscuras fuerzas luminosas» del
subconsciente. El alquimista, por su inmersión simbólica,
experimenta lo mejor que tiene en él en estado latente: las
virtudes de la sabiduría divina. Descubre en sí mismo un
potencial de compasión, de amor y de dulzura que solo pide
prosperar.

Muchos autores han utilizado la leyenda griega de los


trabajos de Hércules, el modelo del iniciable, para ilustrar
las distintas fases de la obra alquímica. El alquimista
Cyliani por ejemplo, en el siglo XIX, hace referencia al arte

149
Alquimia, por otra concepción del mundo

bajo el término de «trabajos de Hércules». Según el mito, el


quinto trabajo al que Euristeo condenó a Hércules, a
petición del oráculo de Delfos, fue limpiar los establos de
Augías. Este rey de Élide tenía inmensos rebaños, que
entraban en unos establos tan gigantescos como mugrientos.
La misión sanitaria hubiera podido ser verdaderamente
inmunda y degradante para nuestro héroe. Sin embargo, en
una jomada, el semi-dios hizo desaparecer purines y otros
deshechos, desviando nada menos que el curso de un río.
Gracias a esta impresionante cantidad de agua, realizó la
obra incluso sin ensuciarse las manos y deshizo los establos
de Augías de sus inmundicias.

Pero volvamos a la obra de transmutación. Después de


la disolución, se producirá otra purificación llamada
calcinación, esta vez de manera más radical. Se trata de
destruir las impurezas del carácter que podrían constituir
obstáculos insuperables a la emergencia de dimensiones más
elevadas. Cualquier hombre o mujer desarrolla en sí mismo
un ángel y un demonio. Todo individuo, comparable a un
mineral bruto, aspira a manifestar lo mejor que posee: el oro
de su personalidad. Incluso en los más grandes criminales,
existe una dimensión adorable, que a menudo perdió a
muchos compañeros que se habían esmerado en la tarea de
su redención. El oro del alma está enterrado en el corazón
de las impurezas que salen de la mina del inconsciente, igual
que del campo perfectamente consciente y reconocido del
estudiante espiritual. Solo el equivalente psicológico de la
calcinación permite una destrucción completa de los
obstáculos y permite también recuperar el precioso metal.

150
La Alquimia Espiritual

Calcinación, obra al negro

De nuevo, uno de los trabajos de Hércules hace


referencia a esta tarea de calcinación. Se trata del asesinato
de la hidra de Lema, que aterrorizaba a los habitantes de las
tierras de Euristeo. Este monstruo, primo del dragón, poseía
entre cinco y nueve cabezas, y a veces cien según las
versiones, de las que una, de oro, era inmortal. Hércules,
con su valentía habitual, asaltó al enemigo disparándole
flechas en llamas. Para su desgracia, esto no fue suficiente
ya que la hidra recibió la ayuda de un gigantesco cangrejo
que había salido del mar, símbolo del inconsciente. Hércules
no debió su triunfo sino a la intervención de su amigo
lolaos, que prendió fuego a un bosque cercano y utilizó unas
antorchas ardientes para cauterizar las partes de las cabezas
ensangrentadas, con el fin de impedir que volvieran a crecer.
Mientras tanto, Hércules consiguió cortar la cabeza inmortal
hecha de oro y la enterró viva debajo de una pesada roca.

Esta leyenda viene a demostrar la necesidad de un


agente externo —en este caso lolaos, compañero de
Hércules— para llevar a cabo la tarea. Para subrayar el
hecho, refiere que Euristeo rechazó validar este trabajo por
la ayuda recibida. No será pues solo la lucha directa la que
acabe con los demonios internos. Un deseo poderoso,
acompañado por la oración o una petición de ayuda interna,
probablemente sea necesaria. Según el arte, la calcinación
no reside en un simple fuego brutal que no haría sino
destruir la obra. Una cualidad se impone aquí: el
reconocimiento de su propia debilidad, que conduce a pedir
ayuda o utilizar un conocimiento de sí que permitirá obrar
indirectamente, utilizando sus propias características y

151
Alquimia, por otra concepción del mundo

fuerzas psicológicas. Por analogía, un enfermo no se


enfrentará directamente con su enfermedad. Acudirá a un
médico y utilizará un medicamento. La diferencia aquí es
que el médico se encuentra dentro de la persona, como otra
dimensión de su consciencia.

Disolución y calcinación corresponden a lo que se llama


la «obra al negro» en alquimia, término hecho popular por la
famosa novela de la académica Marguerite Yourcenar. El
periodo que abarca esta operación puede traducirse por un
relativo estado depresivo de la persona, que sufre un
verdadero cuestionamiento de sus fundamentos. Se
encuentra enfrentada con una insatisfacción latente que
resulta de su primer despertar. Podría decirse a sí misma
entonces: «Despierto a la luz, pero ¿para hacer qué de ella,
cuando otros parecen vivir muy bien sin hacerse preguntas?
».

La mística cristiana conoce este estado bajo el término


de «noche oscura», título de un largo poema de San Juan de
la Cruz. Abandonando la multitud de los hombres del
torrente, la persona se encuentra sola frente a sí misma, en
compañía de su guía que no conoce todavía. Presiente que
va a tener que reorientar lo que eran sus alegrías efímeras
del pasado, para sustituirlas por modos de consuelo más
permanentes e infinitamente más luminosos. Va pasando
progresivamente del culto del tener, es decir el deseo de
poseer las cosas y los seres, al del ser. Más sencillamente,
va aprendiendo progresivamente a no identificarse más con
el ambiente que se ha creado, sus posesiones, sus hijos, su
trabajo, sus relaciones... y los sustituye por el interés de la
calidad de lo que brota desde lo más profundo de sí misma y

152
La Alquimia Espiritual

no necesita de nada ni de nadie. Se va despojando


progresivamente de lo artificial, del parecer, de lo que le
daba un valor a los ojos de los demás, como los títulos, la
situación social o la fama. Abandona el campo de la
cantidad para acceder a una visión cualitativa de la
existencia.

La hiperactividad, obstáculo para la comunión interior,


habiendo sido abandonada, puede dejar paso a ciertas
formas de silencio e incluso de aburrimiento, que pueden
convertirse a veces en sus compañeros íntimos. En efecto, es
en el silencio relativo de las palabras, de los sentidos, de los
actos y de los pensamientos donde a veces puede sonar la
voz del Maestro y del deseo interno, verdadero mercurio del
desarrollo. La práctica sistemática de la meditación se
presenta entonces como una ilustración técnica de lo que
debe convertirse progresivamente en un estado natural. La
noche oscura puede también manifestarse por un cambio
profundo de las condiciones de vida —mudanza, cambio de
trabajo, de situación familiar, etc. — que se viven más o
menos dolorosamente.

En esta fase, todo el arte depende de la conducta del


fuego. El deseo interior sigue siendo la fuente de las
transmutaciones del alma, incluso de su metanoia o
conversión. Si es demasiado ardiente, la persona quema las
alas del ángel potencial que en realidad es. Esta podría ser la
vía de los impacientes que practican una ascesis por encima
de sus fuerzas. Las consecuencias psicológicas pueden ser
terribles y son ya demasiado conocidas para que nos
detengamos en ello. Inversamente, con un deseo demasiado
tímido, la determinación se apaga. La persona abandona el

153
Alquimia, por otra concepción del mundo

camino, o se mantiene en el camino solo por costumbre. Los


antiguos alquimistas afirmaban lo siguiente: «Todo nuestro
arte descansa en una única materia, un único homo y un
único fuego». El homo simboliza aquí la vida en el sentido
más amplio del término, con sus pruebas, sus éxitos, sus
fracasos y sus alegrías. La materia representa la
personalidad caminando hacia su transformación. En cuanto
al fuego, abarca «el entusiasmo» del alma que asalta en los
meandros del sendero. Observemos que la palabra
entusiasmo deriva del griego antiguo entheos, que significa
«posesión por Dios».

Igual que las vírgenes vestales de la antigua Roma


velaban por alimentar el fuego, el verdadero alquimista pasa
mucho tiempo y se esfuerza en regular el calor. Incluso se
trata de la mayor parte de su actividad voluntaria, ya que por
lo demás, la naturaleza, que se podría comparar aquí con una
gracia divina, hace por completo todo el trabajo. El
mantenimiento de la actividad ígnea lleva los simples
nombres de perseverancia, paciencia y vigilancia. En
realidad existen en el hombre varios tipos de fuego que no
son sino uno solo. El primero existe en primer término en
los demás, que le transmiten por contagio sus estados
emocionales. El segundo abarca el deseo de progresar. Se
convierte después en voluntad, luego en perseverancia. Por
fin, el tercero es la antorcha del Maestro interno, que, por su
única virtud, puede reavivar los fuegos de unos y otros.

Existe un cuarto, menos constructivo o menos


agradable: el fuego del infierno y de la tortura psicológica.

154
La Alquimia Espiritual

En la purificación al negro, se trata de liberar la caverna


del alma, a veces llamada en los Upanishad hindúes la
caverna del corazón, de los ladrones que la obstruyen y que
se han hecho con los tesoros que allí se ocultan. Alí Baba,
en una fábula que acompaña los cuentos de Las mil y una
noches, se burló así de los cuarenta ladrones que habían
acumulado un fabuloso tesoro. Cuarenta, en este caso,
representa el tiempo sagrado necesario para la prueba
purificadora.

La travesía del desierto, toma de consciencia de la


sombra

Es entonces cuando simbólicamente, la persona deberá


progresar a través de lo que tradicionalmente es llamado el
desierto. Es un periodo de pruebas y tentaciones a través de
las cuales el deseo se encuentra en una encrucijada. ¿Se
orientará hacia una satisfacción del ego? ¿Privilegiará la
búsqueda del poder personal? ¿Aceptará el canto de las
sirenas que la conducirán a dedicar su tiempo a la
acumulación de riquezas materiales? ¿Preferirá cierto
confort tan vano como ilusorio? En otros términos, ¿elegirá
el alimento que le ofrece el mundo material y sus
seducciones infinitas, o su alma tendrá la fuerza de
comprometerse en un camino en apariencia más árido, que
conduce a otra existencia completamente distinta?

El Maestro de los cristianos ya lo había advertido: «no


solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que emana de la
palabra de Dios» (Mt 4: 4). En la travesía del desierto, el
hombre deberá decidir qué alimento quiere que lo sustente
en adelante. ¿Quiere volver atrás y orientarse hacia un

155
Alquimia, por otra concepción del mundo

mundo de valores y personalidad estrecha, encogida, fría y


adormecida, a imagen de las piedras? ¿Prefiere por el
contrario ampliar su existencia, liberarse incluso de la gran
preocupación por sí mismo, que irradia hasta el punto de
olvidarse de la noción de gratuidad?

Expresemos todavía mejor las cosas de manera más


simbólica. Por simbólica, hay que entender aquí lo que
presenta las cosas de manera más amplia a lo que expresa el
simple envoltorio de las palabras y las frases. ¿El hombre,
se orientará hacia las fuerzas astringentes que forman, según
Jacob Boehme, la sal alquímica, la misma sal con la cual la
mujer de Lot, sobrina de Abraham, fue transformada en
estatua a la salida de Sodoma y Gomorra, esta sal que
siempre hace que la materia de nuestro mundo sea pesada e
impenetrable, o preferirá avanzar todavía más, hacia una
morada de dulzura, de entrega y de pura fluidez, la de las
aguas espirituales que constituyen la substancia del paraíso?
¿Eligirá la libertad o la sumisión, la dulzura o la cólera, el
paraíso o el infierno? El infierno justamente ilustrado por el
estanque de azufre y de fuego del Apocalipsis de San Juan y
de la mitología egipcia.

El desierto, que de alguna manera corresponde a la


prueba del fuego y a la aridez, viene a continuación de la
regeneración relativa que se realizó durante el bautismo del
agua. La alegórica inmersión, como ya dijimos
anteriormente, permitió la emergencia en la personalidad de
virtudes luminosas: la percepción de los ideales del bien, de
la belleza, de lo justo y de lo verdadero. Pero, el alma
humana se revela en su fondo ambivalente. Jacob Boehme
explicaba que existen en ella dos ojos, dos miradas, dos

156
La Alquimia Espiritual

consciencias. Una que mira hacia la luz y la otra hacia las


tinieblas. Platón representaba estas inclinaciones bajo la
forma de dos caballos, uno negro y otro blanco, que tiran del
carro del alma. El Bardo Thódol, en el Libro tibetano de los
muertos, los representa bajo la forma de las divinidades
benevolentes y furibundas a las cuales se enfrenta el difunto
justo después de su muerte.

Una precisión importante se impone en este momento:


por la prueba del agua, el hombre solo ha tomado
consciencia de lo mejor que mora en él. Todavía no lo ha
realizado. Entonces en el desierto va a producirse una
reacción casi obligatoria: el hombre va a enfrentarse con el
aspecto oscuro del alma, esas energías salvajes e
inconscientes que el psicólogo suizo Cari Gustav Jung
llamaba «la sombra».

La vida se afirma en efecto ambivalente en su


desarrollo. En su origen, debe estar dispuesta a manifestar
una energía violenta y a veces incluso a matar para asegurar
su expresión individual. Desarrolla igualmente apetitos de
todo tipo, sexuales, alimentarios, afán de poder, de la
afirmación de sí mismo, etc., que, si son incontrolados,
pueden invadir y subyugar el espíritu. En un primer tiempo,
la vida solo piensa en sí misma, estando dominada por una
energía que Boehme calificaría nada menos que de infernal.
La fuerza vital se comporta en primer término como una
imperiosa necesidad que podría barrerlo todo a su paso. La
expresión astrológica de esta dinámica se encuentra
manifestada por el signo de Aries, que se echa de cabeza
sobre cualquier obstáculo en su progreso.

157
Alquimia, por otra concepción del mundo

Existe una diferencia importante entre la expresión


universal (o general) y conciliadora de la vida y su
desarrollo individual. Para Boehme, el alma humana nace en
el infierno. Comienza su periplo luchando, únicamente
preocupada por las necesidades de su supervivencia
particular. Solo mediante una evolución progresiva podrá
abrirse progresivamente a la realidad de los demás y del
Todo. No existe aquí una verdadera contradicción con la
noción de un alma universal pura y perfecta. Solo se
convierte en un potencial a realizar por la libertad y la
responsabilidad de su vehículo. Durante la encamación,
empieza su viaje en las tinieblas. La vida que circula en la
sangre es primero un fuego infernal antes de alcanzar su
verdadero desarrollo. Lo que hace la fuerza de la alquimia
espiritual, es que parte de una constatación de los hechos
reales, asociada con una observación sin disfraces de la
dureza de la vida, sin por ello negar que los ideales de
perfección permanecen omnipresentes. El oro se muestra
presente ya en la materia prima. El comportamiento del
niño, comparado con el del adulto desarrollado, ilustra bien
este proceso.

En términos simples, en el alma se encuentran Dios y el


diablo, la posibilidad de la luz y de las tinieblas. Una manera
perniciosa de reforzar el aspecto oscuro del alma consistiría
en ocultarlo, en actuar como si no existiera, en rechazarlo.
La travesía del desierto ayuda a hacer conscientes, para
dominarlas mejor, las fuerzas oscuras enterradas en el
inconsciente. Este proceso de puesta al día conducirá
primero a aceptarlas. Esta operación consiste en miramos en
un espejo y vemos tal y como somos realmente, con una
gran lucidez. Sin este paso por delante del espejo, la obra se

158
La Alquimia Espiritual

vuelve inútil o se alimentará de ilusiones. Sin embargo,


aceptar no significa por ello mantener cierta complacencia
frente a las tendencias negativas que coexisten en la
personalidad. Estas tendencias deberán ser superadas tarde o
temprano, sublimadas.

Ha llegado ahora el momento de cuestionar la noción de


la caída del alma anteriormente evocada. Se trata de un
proceso probablemente sin relación con la noción del
pecado original. En efecto, ¿qué justicia cabría atribuir a la
falta cometida por un único ser, Adam, responsabilizando de
su culpa a la inocente colectividad humana? No habría pues
lugar para culpabilizarla por causa de un mito. La
humanidad, por lo tanto, ¿debería ser redimida de cualquier
error? En realidad, hay algo más perjudicial que el pecado
original: es el error constante que la mayoría realiza, aquí y
ahora, al orientar la mirada de su alma no hacia las fuerzas
luminosas de la dulzura, de la fraternidad y de la entrega
que hacen que el hombre irradie, sino hacia las de las
tinieblas, el egoísmo, el orgullo, hacia el hecho de cerrarse a
los demás. Si bien podemos reímos del antiguo pecado
original, sin duda la ceguera actual sigue extendiéndose. Por
supuesto, el alquimista aprende a aceptar sus defectos y sus
limitaciones sin mantener una culpabilidad asfixiante. Sin
embargo, deberá tomar consciencia de ello. En materia de
alquimia espiritual, existe algo peor que las mentiras que
contamos a los demás: es las que uno se cuenta a sí mismo.

Planteando el problema de esta manera, ponemos el


dedo en la adecuación que puede realizarse entre las leyes
que rigen la evolución de la naturaleza material y las que
contribuyen al desarrollo de la psicología humana. La

159
Alquimia, por otra concepción del mundo

materia puede ser considerada como una escala que empieza


con el elemento tierra, es decir el principio denso, sólido,
inerte, cuya energía ha sido ralentizada, hasta el elemento
fuego, o la energía libre y radiante. Del mismo modo, el
alma humana se encuentra a caballo entre el mundo del
egoísmo, áspero, denso como la piedra, centrado en sí
mismo, y el de la entrega y la libertad interior. En el mismo
orden de ideas, la inercia psicológica, la psicorigidez, se
podría comparar con el principio físico de la inercia, cuando
una masa puesta en movimiento se encuentra ante la
imposibilidad de poder pararse instantáneamente. Un
ejemplo de esta inercia podría ser la gran dificultad para una
persona embargada por una emoción de cambiar
rápidamente de rumbo con el fin de adaptarse a una nueva
situación. De alguna manera, cuanto más masa posea un
individuo, es decir cuanto más actúa bajo el dominio del
ego, más se vuelve víctima de la inercia psicológica.

En realidad, el movimiento de liberación interno se


muestra conforme con el proceso de fluidificación o
sublimación que conduce la materia masiva hasta la piedra
filosofal, pasando por la materia radiante. En el hombre, se
trata de transformar su personalidad a partir del estado de
tinieblas, de la consciencia casi animal, para conducirla
hasta una humanidad más alta que se podría calificar de
angélica. La personalidad, mediante esta dinámica,
evoluciona hacia una toma de consciencia de sí misma que
permite al hombre convertirse en miembro y actor de una
sociedad compleja.

Sin embargo, la verdadera obra no puede permanecer


fija en esta situación. El blanco al que se apunta consiste en

160
La Alquimia Espiritual

un estado de consciencia todavía más amplio, a través del


cual el Yo se sublima o se va superando progresivamente
para alcanzar un grado más alto de consciencia llamada
cósmica. Este estado corresponde a una unificación del yo y
del Ser Supremo, a menudo designado por el Todo. A través
de este proceso, el yo se va liberando progresivamente de su
tendencia a reducirlo todo a sí mismo, como si hubiera sido
víctima de una fuerza de atracción centrípeta de naturaleza
saturnina, y la persona inversamente da muestras de una
mayor generosidad centrífuga, simbolizada por el sol, y
después por el mercurio luminoso. Lo mismo sucede en sus
relaciones; el individuo encerrado en sí mismo se cruza de
brazos y los aprieta en el pecho, mientras que la persona
generosa mantiene los brazos ampliamente abiertos, a
imagen de los rayos solares. Este movimiento se encuentra a
menudo acompañado por un sentimiento de libertad interior
cada vez más amplio. Ser generoso, es ser libre de uno
mismo. De manera gráfica, el alma pasa de una situación de
masa tenebrosa a un estado de suprema fluidificación
luminosa. El pensamiento indio describe bien la
culminación de la alquimia interior bajo los términos de
liberación o moksa, y el maestro es considerado un jivan
mukta o liberado viviente.

Hubiera sido más simple, para describir esta dinámica


del alma, utilizar una fórmula conocida o un discurso más
convencional. Así, el objetivo del hombre consistiría en
transcender el mal para realizar el bien. Pero este lenguaje
es algo reduccionista y no tiene en cuenta la realidad de la
psique humana, en lo que está relacionada con lo universal.
No demuestra cómo el hombre y el universo tienen un
destino similar. Peor aún, lo encierra en las

161
Alquimia, por otra concepción del mundo

pseudorealidades del día a día constituido por ilusiones y


limitaciones sensoriales. Este lenguaje es el del industrial y
del comerciante, en otros términos, el de lo vulgar y lo
mediocre. Por vulgar, entiendo lo que separa al hombre de
sus dimensiones espiritual y divina, lo que le corta las alas y
no ve en él sino un montón de carne y sangre. Lo vulgar se
comporta como el viento que molesta al pájaro en su vuelo
majestuoso y lo lanza brutalmente contra el suelo, con el
riesgo de herirlo.

El discurso simbólico de la alquimia espiritual tiende a


demostrar que la consciencia humana se encuentra en el
cruce de las fuerzas universales que Jung llamó arquetipos.
Si la idea de la unidad, que alimenta a la mayoría de las
corrientes místicas así como a la alquimia, tiene alguna
validez, un mismo lenguaje debería poder describir las
fuerzas que gobiernan el universo y las que presiden al
destino del alma. La diferencia de formulación no debería
tomar en cuenta nada más que el nivel de la escala en la que
nos situamos. El hombre, es en general, más que lo que
piensa y lo que el lenguaje y el estado de consciencia diario,
nutridos por los hábitos, le dejan entrever. Paradójicamente,
representa menos que lo que le deja imaginar su ego, pero
mucho más que lo que su razón parece capaz de concluir. Si
se descuida, puede que fuerzas de una gran violencia animal,
que son más potentes que él, lo dominen. Por el contrario,
según la orientación de su deseo, puede cooperar con una
obra de liberación que hará de él un hombre-dios, cuyas
dimensiones corporales se revelarán incapaces de expresar.

La asociación de los aspectos espiritual y material de la


alquimia deriva, como será posible comprobar en adelante,

162
La Alquimia Espiritual

de la puesta en correlación de una metafísica, una psicología


y una mitología particulares, a través de una visión
unificadora y concordante.

En esta fase, el mismo Maestro Jeshua, en el desierto,


fue tentado por el demonio y tuvo que optar entre el pan del
materialismo, esas piedras que hubiera podido transformar
en alimentos, y el alimento prodigado por su padre. La voz
tentadora incluso le propuso exaltar su poder personal
adueñándose del mundo entero. Llegado a este punto, el
hombre de a pie evidentemente no es Jesús, y sin embargo,
se encuentra tarde o temprano enfrentado con una situación
parecida adaptada a sus fuerzas y capacidades, y eso debe
durar simbólicamente cuarenta días y cuarenta noches.
Podemos apostar que a medida que vaya evolucionando,
será probado muchas veces en el desierto, y las tentaciones
se parecerán cada vez más a las que encontró el Maestro.
Este periodo corresponde por lo tanto a una lucha que opone
las potencialidades de las que el hombre se muestra capaz.
Este proceso es conocido en laboratorio bajo los términos de
«combate de las dos naturalezas». Opone el azufre y el
mercurio filosóficos, simbólicamente representados por un
león, animal solar, y un grifo lunar, en el tratado de alquimia
del siglo XV, Aurora Consurgens, atribuido a Tomás de
Aquino.

La otra faceta ligada con la travesía del desierto consiste


en la experiencia de la soledad y del silencio. El alquimista
debe elegir su camino apoyándose en valores estrictamente
personales. Si opta por un camino desviado, podrá apoyarse
en múltiples alientos, incluidos los de sus allegados y
amigos. Oirá las numerosas sirenas que le felicitarán por sus

163
Alquimia, por otra concepción del mundo

éxitos materiales, a la vez que cubrirán cautelosamente con


un velo silencioso sus errores de orientación. Pero si elige la
vía estrecha, se encontrará solo y no deberá contar nada más
que con sus propias fuerzas anímicas. En su existencia
social, el individuo oye múltiples voces que definen por él el
bien y el mal. Le enseñan muy a menudo lo que debe pensar
y cómo debe hacerlo. En el desierto, solo reina el silencio.
Se escucha únicamente el soplo de una suave brisa, mientras
que suben, como escorpiones, las angustias y las tentaciones
desde el ser profundo. Pero la travesía es necesaria para
aquel que desea brillar por sí mismo, según la fórmula de
los cabalistas hebreos: «Ve hacia ti mismo». El individuo
debe determinarse solo, en relación con las fuentes cósmicas
y profundas de su ser, que únicamente la práctica del
silencio exterior le hubiera permitido escuchar, y ya no solo
escuchando las musas —es decir, la cultura— del mundo
exterior.

Después de esta etapa fundamental, descrita por muchos


autores, como la filósofa Marie-Madeleine Davy en su obra
El Desierto Interior, el adepto va a poder realizar otro
aspecto de la separación de los diversos componentes de su
naturaleza evocada más arriba. Alimentado por el
conocimiento relativo de sí mismo que le proporcionó su
estancia en el desierto, pasa por debajo de la copa de este
famoso mandamiento alquímico inscrito en la Tabla
Esmeralda'. «Separa la tierra del fuego, lo sutil de lo espeso,
pero dulcemente y con gran cuidado». Podríamos añadir:
«Volatiliza lo fijo y fija lo volátil».

164
La Alquimia Espiritual

Nueva separación de lo sutil y lo espeso

Lo fijo, en el adepto, es su inteligencia subconsciente,


eterna y perseverante en sus leyes, mientras que lo volátil
cubre su alma-personalidad que camina a tientas en el
transcurso de su evolución, debatiéndose entre los dos
mundos de la materia y de lo espiritual. La inteligencia es el
equivalente al azufre, mientras que el alma-personalidad,
por su naturaleza ambivalente, posee, como el mercurio, una
doble naturaleza. Tiene que separar en ella lo sutil de lo
denso, es decir, lo espiritual de lo grosero, el verdadero
hombre del animal, la tierra del fuego, pero también la
dimensión salvaje o inconsciente de la energía vital de su
aspecto luminoso. Esta dimensión salvaje corresponde a la
sombra evocada anteriormente. Fue personificada en los
misterios griegos por las bacantes, habitantes de los bosques
sagrados, famosas porque desgarraban las carnes de los
caminantes extraviados. La leyenda refiere que Orfeo fue
una de sus víctimas, cuando había resistido a la atracción
cautivadora del canto de las sirenas durante la expedición de
los Argonautas en busca de del vellocino de oro.

De alguna manera, la alquimia espiritual se reduce por


completo a este otro mandamiento: «Fija lo volátil y
volatiliza lo fijo». Esta fórmula, de una gran profundidad,
resulta del estatus especial del hombre en el seno de la
Creación y puede ser objeto de múltiples interpretaciones.
Como escribió Louis-Claude de Saint-Martin, el Filósofo
Desconocido, en el siglo XVIII, la misión del hombre
consiste en seguir a Dios allí donde El ya no se da a conocer
directamente. Fijar lo volátil, en este marco, consistiría en
manifestar en el plano material, en el corazón de la

165
Alquimia, por otra concepción del mundo

naturaleza, un principio absolutamente libre, que no posee


ninguna dimensión temporal.

La humanidad es la puerta o la ventana por la que los


más elevados aspectos de la divinidad pueden manifestarse
en el mundo. Existen, en las leyes universales,
potencialidades infinitas que el hombre y la naturaleza
objetivan progresivamente. Pero, como en el Atalanta
Fulgens del rosacruz Michael Maíer, este espíritu de libertad
debe ser fijado. Un espíritu sin cuerpo es como una nada
inaprensible. Este espíritu debe fijarse en un cuerpo. Por su
voluntad y su imaginación, se presentan entonces dos
cuerpos a través de los cuales el Espíritu es conocido: la
naturaleza en su dimensión invisible y espiritual, y el
hombre. Pero, no nos equivoquemos: esta inmensa
responsabilidad conferida a la humanidad no versa
prioritariamente sobre el hombre exterior. Antes de alcanzar
este estado tendrá que volatilizar todo lo que es fijo en él, su
apego a la materia, a sus burdos intereses, a una dimensión
estrecha de su ser, con el fin de dejar un lugar más
importante al ser interno, el único que sirve a esta
corporización divina. Por la fijación de lo volátil, su alma
podrá convertirse entonces en el templo del espíritu divino.

Fijar lo volátil, según otra formulación, equivale a hacer


consciente en el hombre lo que pertenece a un campo
inconsciente. Es llevarlo a expresar conscientemente, a
objetivar incluso, un principio divino inconsciente, el cual
de otra forma permanecería incognoscible, quizás incluso
para sí mismo. La omnisciencia se encuentra generalmente
atribuida a la divinidad, sin embargo podemos preguntamos
si esta omnisciencia existe en sí o si emerge gracias a la

166
La Alquimia Espiritual

acción de las criaturas. ¿Habría que separar absolutamente la


inteligencia universal de su economía, es decir de sus
criaturas, cuando ciertos conceptos panteístas no ven
diferencia entre la divinidad y la Creación?

La noción misma de alquimia supone una obra


progresiva, a imagen del trabajo realizado en el laboratorio.
¿Cuántas veces, en efecto, el artista deberá cristalizar
sucesivamente para luego disolver los componentes de su
materia, antes de alcanzar la producción del más simple
embrión de la piedra filosofal? Centenares de veces, según
el testimonio de los practicantes que proceden por
destilación, putrefacción y otras operaciones tan simples
como laboriosamente repetidas numerosas veces. Solve et
coagula, así es como se define la regla de oro del labrador.
En el transcurso de esta operación de regeneración se
producirán progresos y recaídas que se extenderán quizás a
varias encamaciones. Pero, ¡no importa, mientras se tenga
en mente el objetivo!

La alquimia de las emociones

En esta fase, con el fin de volver a una dimensión más


concreta, conviene arrojar un poco de luz sobre algunos
obstáculos a este desarrollo. Examinemos algunas
cuestiones que conciernen a la noción de alquimia de las
emociones. Estas, al igual que la mente, tienen un carácter
ambivalente. Son útiles puesto que sin ellas, el individuo no
reaccionaría a los acontecimientos con los que se enfrenta, y
su apreciación de las cosas bonitas de la vida quedaría más
bien pobre. Sin embargo, las emociones se revelan
igualmente como enemigos peligrosos en el sendero que

167
Alquimia, por otra concepción del mundo

conduce a la paz y al dominio de uno mismo.

La emoción se presenta como el juez supremo de


nuestras experiencias y se traduce en alegría o en aversión.
El hombre busca lo que le gusta, huye de lo que odia y tiñe
de emociones como la ira, el miedo, la alegría, el afecto, etc.
la mayoría de los instantes que experimenta. Esta actitud
procede de edades antiguas en las que la humanidad no se
expresaba sino por sentimientos frustrados, mientras que su
racionalidad empezaba apenas a emerger. No se trata aquí
de menoscabar la dimensión emocional, que distingue
afortunadamente al hombre de la máquina. Se trata tan solo
de aprender a dominarla sustituyendo atracciones y
aversiones por la aceptación o aquiescencia, frente a las
condiciones y para con uno mismo, incluidos sus propios
defectos. Los budistas lo llaman la práctica de la
ecuanimidad. Consiste en cultivar un humor igual sean
cuales sean las circunstancias encontradas, una actitud
compartida por los antiguos estoicos de Roma.

¿Habría que deducir de ello que una actitud pasiva y


fatalista se revelaría, en las situaciones adversas, más justa
que la indignación, la rebeldía o la intervención? La
pregunta es de suma importancia, ya que molesta a muchos
postulantes a la aceptación. En realidad, la aceptación no es
sinónima de resignación. Supone más bien dar una respuesta
adecuada, antes que nada racional e incluso interna, a una
situación considerada inaceptable, sin que por ello una
emoción viciada sume y acabe apartando a su víctima de las
realidades de la existencia y del ser profundo.

168
La Alquimia Espiritual

La emoción no controlada engendra el odio o la ceguera,


que conducen a dividir a la humanidad. Algunas de ellas, si
nos descuidamos, se vuelven incluso hábitos psicológicos.
Se ponen en movimiento tan pronto como la persona se
encuentre enfrentada con un acontecimiento que le parece
similar a la situación original de las que habían surgido.
Estas reacciones habituales pudieron desencadenarse en el
transcurso de la vida presente o de una encamación anterior,
a raíz de un acontecimiento traumático. Los hindúes los
llaman vasana y samskara, es decir, huellas o marcas de
antiguas encamaciones. Estimuladas por una situación
diferente, como la ilusión o el hábito mental, conducen a
considerarla como similar a la situación original, teniendo
todas las posibilidades de no proporcionar respuestas
adecuadas. Una de las herramientas para adueñarse de estos
parásitos de la paz podría ser buscar la causa oculta. Una
actitud irritable, por ejemplo, podría disimular una angustia
latente.

Otro obstáculo a la serenidad interior podría ser el


rechazo de su propia debilidad. Es una actitud finalmente
infantil, un vestigio de la época en la que el niño reclamaba
y conseguía de su madre, mediante gritos y llantos,
alimentos y mimos y sentía una especie de afecto todo
poderoso. Los psicólogos evocan a menudo esta fuerza toda
poderosa del niño. Paradójicamente, el estado adulto es el de
la toma de consciencia de su debilidad intrínseca, de sus
límites y de su mortalidad. Es también la edad de la entrega
a través de una tarea profesional o voluntaria, la educación y
el mantenimiento de los niños. La infancia, por su parte,
crece a la sombra del juego, del «yo» y del consumo. El
niño recibe y toma antes de acceder, en la adolescencia, a

169
Alquimia, por otra concepción del mundo

una consciencia de los demás y de sus propias necesidades.


Construye así progresivamente su personalidad, pero la
infancia sigue siendo el periodo de la ilusión, de la fuerza
todo poderosa. Solo a la edad verdaderamente adulta es
cuando la persona descubre las virtudes del intercambio,
luego aprende a dar gratuitamente en la alegría. En un
proceso de desarrollo armonioso, la vejez le hace progresar
aún más, ya que corresponde a una liberación total de la
persona, que la conduce a la aceptación de su transición.

De alguna manera, nuestras sociedades fundadas sobre


el consumo son obstáculos a la emergencia de este adulto
verdadero, a la vez fuerte ya que es relativamente autónomo,
pero sabiéndose vulnerable. Por esta razón, muchos adultos
inmaduros de nuestras sociedades fueron calificados de
«adulescentes». Algunos entre ellos entran en una cólera
desproporcionada cuando sienten que sus deseos no son
correctamente satisfechos. Otros se vuelven perpetuos
insatisfechos. Sin embargo, la eterna paradoja se expresa así
a la manera taoísta: la verdadera fuerza resulta de un
sentimiento de vulnerabilidad. El agua es más poderosa que
el fuego, lo femenino más fuerte que lo masculino. La
negación triunfa sobre la afirmación.

Antes de conseguir fijar lo volátil, es decir el espíritu


divino en sí, al adepto le queda todavía mucho camino por
recorrer y muchas operaciones fundamentales por ver
desarrollándose en su consciencia e incluso en su cuerpo.

Una de las grandes herramientas del arte de la alquimia


emocional consiste en practicar las visualizaciones. Ya que
la meta del hombre consiste en manifestar la divinidad

170
La Alquimia Espiritual

según su corazón, visualizar situaciones pacíficas, alegres,


compasivas, fraternales y enviar esos pensamientos en el
espacio tienen dos objetivos: el primero, ayudar a la
humanidad en sus progresos y sus purificaciones; el
segundo, contribuir a la transformación del autor de estos
pensamientos, que van a regresar a él como un boomerang.
Este asume entonces, a medida que van pasando los años, la
naturaleza de los nobles pensamientos que ha ido emitiendo.
Muchos de los monjes de todas las religiones, en el
transcurso de la historia, no tuvieron por herramientas nada
más que la oración y la meditación sobre el amor. Por este
método, acabaron desgastando los lazos que los unían con la
ira y otros defectos del alma.

Existen otros elementos aparte de los pensamientos que


nutren igualmente al ser interno. El hombre acaba a menudo
pareciéndose a su entorno. Según haya sabido rodearse de
un marco cultural, decorativo, moral, humano, constructivo
y positivo, este entorno contribuirá naturalmente a su
desarrollo armonioso. Todo es alimento para él: las
emociones vividas o sufridas, las obras de arte encontradas,
los estímulos recibidos o dados, los momentos de alegría, de
intimidad, la confianza concedida o de la que se ha
beneficiado... Inversamente, ponga a un santo en un entorno
sórdido y lo verá a menudo corromperse poco a poco.
¿Significa esto que tendríamos que huir de lugares
desarmónicos? Probablemente no, pero a condición expresa
de estar atentos y de permanecer vigilantes: la luz debe
irradiar de uno mismo y contribuir, sin compromiso, a
transmutar el entorno y no la inversa.

171
Alquimia, por otra concepción del mundo

Antes de ir más lejos en la descripción de las etapas,


parece útil precisar que el lenguaje alquímico no debería ser
objeto de dogma. Más allá de la aceptación general del
significado de los símbolos, hay muchas interpretaciones
posibles, las cuales dependen de la experiencia del que
medita sobre ellos. Para convencerse de esto, bastaría con
recoger en los antiguos grimorios todas las contradicciones
aparentes o reales que se expresan según los autores. En
materia de alquimia, una misma palabra puede significar
varios fenómenos, y una misma cosa revestir muchos
nombres. Todo dependerá del contexto encubierto por el
lenguaje. Por lo que concierne a las etapas de la alquimia
espiritual, dependen igualmente de múltiples factores como
la toma de consciencia de su actor, su historia y su
sensibilidad propia. Lo que hubiera podido parecer evidente,
incluso elocuente para uno, no lo será necesariamente para
el otro. Es necesario recordar aquí esta ley: cuanto más
progresamos en la escala de la vida, más se revela la noción
de libertad (lo volátil) y menos eficaz se revela el
pensamiento mecanicista (lo fijo). Pero sigamos...

El primer matrimonio alquímico

Habiendo sufrido muchas purificaciones que coinciden


con la obra al negro, el adepto —en esta fase, merece bien
este calificativo— se encuentra simbólicamente en el estado
de María, la madre de Jesús. Sufridos o voluntarios, sus
trabajos lo han conducido a asumir cierta «virginidad»
capaz de hacerle receptivo a un nuevo influjo espiritual.
Esta virginidad parece a la vez el producto de un esfuerzo
personal y de una gracia particular. Hace la personalidad
relativamente transparente para el influjo espiritual que la

172
La Alquimia Espiritual

atraviesa. Esta operación recibe los calificativos no solo de


obra al blanco, albedo, sino también primer matrimonio
alquímico. El principio azufre o masculino se encuentra
simbolizado por el ángel Gabriel, el Espíritu Santo que
viene a fecundar, uniéndose a él, el mercurio de la
personalidad. Es por este bautizo de fuego como recibe un
primer soplo de consciencia cósmica, que concibe en el
corazón del adepto una nueva personalidad. Esto
corresponde verdaderamente a un proceso de
alumbramiento, un embarazo espiritual. El agente
catalizador de esta unión sigue siendo el deseo mercurial.

Todas las formas de la Creación visible e invisible se


desean igualmente las unas a las otras. Sin este fenómeno,
no habría ninguna cohesión universal. Ya hemos insistido
ampliamente en el hecho que el deseo sigue siendo el agente
del progreso y de la regeneración del género humano, razón
por la cual el Filósofo Desconocido, Louis-Claude de Saint-
Martin, había titulado una de sus obras: El Hombre de
deseo. Por consiguiente, que el deseo sea el resultado de un
don que antaño calificaban de gracia o sea cultivado, lo
importante consiste en saber que sigue siendo necesario
controlarlo y orientarlo.

El nacimiento del niño alquímico y los regímenes de


la obra

En los mitos artúricos, el nacimiento del niño alquímico


evocado más arriba se encuentra personificado por Galaad,
el hijo de Lancelot, caballero servidor del rey Arturo. En
realidad, es el hijo espiritual. Materialmente, Lancelot y
Galaad permanecen indisociables —Galaad es el nombre de

173
Alquimia, por otra concepción del mundo

bautismo de Lancelot—, como están unidos la identidad


presente del adepto y el embrión de su nueva personalidad.
Porque en el origen era un simple embrión cuyo germen se
encontraba ya presente en el alma, y que solo pedía ser
despertado.

En el siglo XVI, en su Alquimia, Paracelso afirmaba


mucho antes de los procesos modernos de clonación, que
podía producir un homúnculo, la réplica en miniatura de un
ser humano. Zózimo de Panapolis, uno de los primerísimos
alquimistas occidentales, ya evocaba este personaje. La
receta es sencilla: coger la semilla humana, dejarla en
putrefacción durante cuarenta días en un vaso bien cerrado.
Vemos aparecer entonces una forma vagamente humanoide.
A continuación, será necesario alimentarla durante cuarenta
días con sangre humana o sangre de los filósofos antes de
ver aparecer un niño pequeño.

Dejemos aquí toda locura supersticiosa o toda tentación


de aprendiz de brujo de clonar a un ser humano. La
evidencia simbólica se impone por sí misma, y haría falta
verdaderamente mantener un espíritu más que infantil para
creer en la realidad física del homúnculo.

Este corresponde a la nueva personalidad del adepto, y


como él, llegado a esta fase, tendrá que recibir para
sobrevivir un alimento muy real: la sangre de los filósofos, o
más aún, su vino.

Durante este periodo, podemos constatar la utilidad de


seguir una verdadera vía espiritual. El alimento necesario al
desarrollo del «recién nacido» se concreta en efecto en

174
La Alquimia Espiritual

adquirir conocimientos nuevos y renovados, en la


participación en unos ritos simbólicos cuya finalidad
consiste en fortalecer al hombre interior. Los Rosacruces,
considerados sabios en el conocimiento del arte de la
alquimia espiritual desde hace muchos siglos, pudieron
comprobar ampliamente hasta qué punto la utilización
perseverante de los símbolos y los rituales constituye un
motor potente en beneficio de la evolución humana. Junto
con las iniciaciones, son un medio eficaz para movilizar las
fuerzas luminosas del subconsciente. Estas estamparán
progresivamente sus sellos en la personalidad consciente
conduciéndola a su desarrollo.

El alimento se compone igualmente de oraciones,


acciones que llevarán al hombre externo, volcado sobre su
egoísmo, no solo a soltar prenda progresivamente, sino
también a meditaciones y visualizaciones diversas... Estas
técnicas, observadas a la luz de la alquimia, corresponden
además bien a etapas particulares de la transmutación, como
por ejemplo el matrimonio a la meditación, o bien a
herramientas de purificación, de disolución, de
coagulación... Todo dependerá entonces de la manera de
utilizarlas y del contexto de su utilización.

La lista de las necesidades del hombre interior que el


mundo — ¿cómo calificarlo aquí, sino de profano? —
desprecia podría ser muy larga. Los resultados de esta
«carencia alimentaria» resultan muy a menudo en términos
de insatisfacción, de conflictos internos y externos, de
búsqueda desenfrenada de placeres efímeros y angustias
muy diversas. Más sencillamente, la masa humana no se
desarrolla a la altura de sus posibilidades. A un nivel más

175
Alquimia, por otra concepción del mundo

colectivo, las carencias engendran la guerra en razón de la


ceguera de los dirigentes y de la multiplicación de los
conflictos individuales.

No solo de pan vive el hombre. Hoy en día, existen en


nuestro planeta unos mil millones de habitantes
subalimentados físicamente. Sin embargo, ¿cuán más
numerosas son las personas subalimentadas espiritualmente,
de las que nunca se habla? Descuidamos igualmente el
hecho de que la malnutrición espiritual de unos conlleva la
subalimentación física de los demás. Inversamente, ninguna
criatura espiritualmente desarrollada se alegrará de la
miseria de los demás en ningún plano que sea. Ve los lazos
que conducen a las catástrofes colectivas, allí donde los
demás se satisfacen con una ceguera despreocupada. Que
aquellos que no ven ninguna consecuencia en la ausencia de
espiritualidad o su pobreza recuerden el vínculo que une el
alimento de unos con el de los demás. Existen por
consiguiente dos tipos de caridad, espiritual y material, que
no se excluyen de ninguna manera.

El pequeño hombre, el homúnculo, de naturaleza


hermafrodita (unión de Hermes y Afrodita) o más bien
andrógino, es también llamado rebis, es decir, algo doble (y
quizás incluso dos veces doble), en los tratados alquímicos
como El Azoth, publicado en 1659 por Basilio Valentín. Los
tratados que evocan el rebis están más bien dedicados a la
vía llamada húmeda, la de los matraces de cristal y las
cocciones más largas. Es el símbolo del ser interno, a la vez
azufre y mercurio. Desde el punto de vista del alma, se sitúa
en la confluencia del subconsciente y la consciencia
objetiva. A menudo fue asimilado a la naturaleza de la

176
La Alquimia Espiritual

Rosa-Cruz o a la del Cristo. La rosa sobre la cruz, en efecto,


se sitúa en un lugar de intersección entre lo alto y lo bajo,
entre lo material y lo espiritual, lo cual justifica la existencia
de la obra alquímica, que tiende a hacer triunfar uno sobre el
otro, o al menos a realizar un equilibrio.

La piedra filosofal es también a menudo comparada con


Cristo. Asociarlos demuestra un pensamiento no religioso en
el sentido institucional, sino global. La religión no se ocupa
sino de la letra de los textos considerados sagrados. El
alquimista espiritual transpone el espíritu en el conjunto de
los fenómenos de expresión del ser. Como intermediario, el
rebis puede asumir pues las características de los dos
mundos, el material como embrión de la piedra, el espiritual
como piedra filosofal.

El desarrollo de nuestro homúnculo, el germen de la


piedra, va a seguir ahora una progresión que la alquimia
operativa conoce bajo el término de régimen. Son los
regímenes de Marte, Saturno, Mercurio, Venus, Júpiter,
Luna, y por fin el del Sol. Irineo Filaleteo, en su Entrada
abierta al palacio cerrado del rey, describe la serie de estos
regímenes. Estos planetas del sistema solar, conocidos por
los Antiguos desde la época caldea, poseen, según los
artistas, sus reflejos en los metales: Marte en el hierro,
Venus en el cobre, Júpiter en el estaño, Saturno en el plomo,
la Luna en la plata, y por fin el Sol en el oro.

El mundo tradicional, portador de una visión unificadora


del universo, asocia a un mismo símbolo un metal en la
tierra, un planeta en el cielo, y una característica psicológica
en la consciencia. Por ejemplo, el punto en el centro del

177
Alquimia, por otra concepción del mundo

círculo, que encontramos sobre muchos cartuchos de


faraones de Egipto, significa el oro, el Sol, el corazón y la
voluntad. El metal no está influenciado por el planeta, como
creían los sopladores de la Edad Media. Metal, planeta y
carácter representan sin embargo la transposición del mismo
factor sobre un plano diferente, según el principio de
correspondencia.

El lenguaje ha conservado huellas de estas afinidades.


¿Acaso no decimos de una persona dotada con una fuerte
autoridad que tiene un puño de hierro, asociando de esta
manera la fuerza moral con el metal? Del mismo modo, el
que da muestras de generosidad tiene un corazón de oro. En
el mismo orden de ideas, una enfermedad llamada
saturnismo procede de la ingestión de plomo. Produce
trastornos graves del psiquismo y del lenguaje. Los niños, a
los que según la leyenda, Saturno, dios del tiempo y la vejez
odia, están especialmente más expuestos a estos estragos.

Dicho lo anterior, se vuelve natural exponer que en esta


fase, la nueva personalidad va a desarrollar progresivamente
en ella las virtudes superiores del alma. En el régimen de
Venus, asociamos la tolerancia y las facultades relaciónales.
Venus representa en efecto la capacidad humana de
relacionarse con los demás. Es ella la que entabla los
vínculos de una sociedad compleja. En el régimen de
Saturno, asumimos sin dificultad la prudencia, la templanza,
el silencio y el estudio. Una de las cartas del tarot, llamada
el Ermitaño, representa en efecto al anciano Saturno que
ilumina el camino. Simboliza al filósofo alquimista o
hermetista que ha progresado hasta el umbral de la sabiduría
y puede servir de faro para los demás buscadores. Sin

178
La Alquimia Espiritual

embargo, sigue siendo difícil encontrar tal personaje, puesto


que se oculta trás del velo de la humildad y se muestra como
el hombre más común que existe.

Con Marte, nos encontramos con la fuerza interior y la


determinación de actuar. Marte es un dios guerrero, y la
explotación del hierro ha permitido producir armas que han
llevado a la guerra sistemática. Con Marte, descubrimos que
la ausencia de la cultura de las virtudes conduce al hombre a
manifestar los vicios que les son propios. La naturaleza
tiene horror al vacío. Los vicios no son siempre lo opuesto a
las virtudes, sino que representan también sus excesos. Lo
que nosotros llamamos un acto demoniaco podría
considerarse aquí la exageración de un obra divina. Por
exceso, no se debe entender un exceso de bien sino más bien
una parte de ego que viene a sumarse a este bien y mancillar
la obra en curso. En el simbolismo, la justicia se encuentra
representada por el símbolo de la espada. El arma cortante
posee en efecto la facultad de cortar lo que sobrepasa la
justa medida. Así, el exceso de determinación es la guerra,
el de la comunicación la verborrea y los chismorreos, el de
la templanza la avaricia...

Para Júpiter, la virtud asociada podría ser el


discernimiento y la autoridad. Pero, demasiada autoridad
conduce a la dictadura. Un exceso de discernimiento o
análisis engendra el intelectualismo y el espíritu crítico
destructor. A Mercurio, le atribuimos la escucha y la entrega
de uno mismo o el servicio. Pero Mercurio fue también
considerado en la Antigüedad como el dios de los ladrones.
A la plata, igual que a la virgen María o la Piedad inclinada
sobre su hijo moribundo, se asociará la compasión, y por fin

179
Alquimia, por otra concepción del mundo

al oro la generosidad y la inteligencia del corazón.

Una de las principales herramientas de la alquimia de las


virtudes consiste en sustituir los defectos por sus cualidades
opuestas en vez de oponerse frontalmente a ellos. El cerebro
no puede en efecto interesarse por dos cosas al mismo
tiempo. Focalizar su atención sobre las cualidades permite a
éstas que tomen mayor importancia en la personalidad, hasta
tal punto que no quedará más disponibilidad para la
expresión de los defectos.

Historia o leyenda, la vida de uno de los doctores de la


Iglesia ilustra esta labor enfocada a superar las
imperfecciones de su carácter. Nos referimos a Isidoro de
Sevilla, cuyo nombre viene de la diosa Isis y significa «Don
de Isis». Vivió del 560 al 636 de nuestra era. Antes de ser
reconocido doctor o sabio por la Iglesia, fue un niño
travieso, alborotador y fugitivo, hasta el día en que, durante
una de sus escapadas, vivió la siguiente circunstancia.
Después de varios días de vagabundeo en la llanura de
Andalucía, extenuado, Isidoro de Sevilla se paró cerca de un
pozo para saciar su sed y disfrutar de la frescura de la
sombra. Mientras descansaba sentado al borde del depósito,
su mirada fue atraída por el brocal, un agujero perforado por
la cuerda del cubo. « ¿Cómo una piedra tan dura puede
haber sido cortada por unas ramas de cáñamo trenzadas? »
se preguntó. Una campesina que iba a coger agua le dio la
respuesta: «Es muy sencillo. A pesar de su debilidad, la
cuerda varias veces sustituida, a la larga acabó desgastando
la piedra».

180
La Alquimia Espiritual

Convencido por lo que había visto, el joven fugitivo


sacó una lección del acontecimiento. Esta reflexión y el
compromiso posterior se convirtieron en su regla de vida:
«A pesar de mi espíritu rebelde e inconstante, el estudio
acabará abriendo surcos en mí». Y así fue, lo cual lo
condujo a convertirse en uno de los espíritus místicos y
sabios más brillantes de su tiempo. En vez de oponerse a sus
defectos, dedicó toda su vida al estudio con una
perseverancia sin fisuras. Ya no quedaba en él lugar para el
espíritu marginal. Pero se trata tan solo de un ejemplo.

Otro medio consiste en aceptarse tal y como somos con


humildad y... con nuestras imperfecciones. Lo propio de un
defecto es a menudo permanecer ignorado, incluso negado.
También se puede ocultar detrás de las más loables
intenciones. Proyectar la luz, o simplemente tomar
consciencia de este vicio, sobre todo en los momentos en
que se une a las mejores intenciones, permite dominarlo
mejor sin que sea absolutamente necesario oponerse a él. De
manera figurada, los animales de las tinieblas pierden su
capacidad de hacer daño cuando simplemente la luz los
ilumina.

Pero no nos engañemos. Cuando se trata de que el


hombre alcance el dominio de las virtudes, no hablamos ni
de moral laica ni de moral religiosa. Estas no hacen sino
cubrir ciertos valores decretados por la humanidad animal,
para la humanidad animal. Para el individuo, mientras su
forma se limite a la letra, no ocurre nada importante. Más
bien se trata de reconfortar al hombre en su función
fundamental de heraldo, de portavoz de la divinidad en el
mundo. A este precio es como se convierte verdaderamente

181
Alquimia, por otra concepción del mundo

en hombre-dios, perfecto intermediario entre el campo


indeterminado y libre de las fuentes de lo que es y el del
determinismo absoluto de la naturaleza. Aquéllos que duden
deberían recordar que el Hombre digno de este nombre está
todavía por venir. Sus potencialidades no son todavía
conocidas.

Un segundo matrimonio alquímico

Después del régimen de los planetas, un segundo


matrimonio alquímico se perfila en el horizonte. Éste puede
ser simbolizado por una cruz, razón por la cual a menudo
fue relacionado con la crucifixión. Esta unión última del
azufre con el mercurio permite producir la piedra que
transmutará los metales en oro. La piedra, aquí, corresponde
al rebis llegado al estado adulto. En el hombre, se trata de
restablecer su situación inmortal primigenia.

El nombre hebreo que más se puede acercar al de rebis


es el de Jesús, o más precisamente su nombre hebreo,
leshuah. Este término corresponde a los de Adam y Eva
reunidos por el fuego del deseo y describe el estado natural
del hombre. Según el Génesis, Dios los creó hombre y
mujer, es decir andróginos. Gracias a esta situación especial
que unía Adam, el esposo, con la sabiduría o pensamiento
divino, la esposa, la humanidad era capaz de regenerarse
eternamente. Por el fuego del deseo y del amor que los unía,
el esposo y la esposa se fecundaban y se recreaban mutua y
perpetuamente en una única criatura. Aquí se encuentra el
verdadero secreto de la inmortalidad. Nadie es inmortal sin
este androginato espiritual.

182
La Alquimia Espiritual

El hombre ha perdido este estado original. Debe pues


reconquistarlo manifestando conscientemente los poderes
representados por la letra hebrea shin, que representa el
fuego del deseo y del amor. Pero, ¿cómo hacerlo?
Responder a esta pregunta pasa por estudiar el segundo
matrimonio y la crucifixión, que corresponden a la tercera
fase de la obra designada por los términos de obra al rojo o
rubedo. En el centro de la cruz se encuentra el mediador de
la obra. Los dos segmentos horizontales de esta simbolizan
la parte masculina y la parte femenina del alma, el animas y
el anima que el psicoanalista Cari Gustav Jung dio a
conocer al público. La fase más simple de la operación
consiste por consiguiente, para cada hombre, en realizar la
parte femenina de su ser y para cada mujer en realizar su
dimensión masculina. Pero, no nos equivoquemos: el
fenómeno se produce en el plano espiritual e invisible, y no
tiene nada que ver con las aventuras del ser externo
material. Lo mismo ocurre cuando se trata de hacer que el
ego desaparezca. En esta fase, el peligro vendría de
confundir los planos. Por hombre y mujer hay que entender
maneras diferentes de estar en el mundo: el hombre se
relaciona con la actividad, la fuerza, la determinación, la
construcción, el fuego, el azufre, lo fijo; la mujer con la
dulzura, la apreciación, la relación, la conservación, la
adaptación, el agua, el mercurio, lo volátil.

La segunda etapa de la obra consiste en unir de manera


indisoluble la personalidad con la sabiduría divina, que
representan los dos segmentos verticales de la cruz, lo alto
con lo bajo. Y esto no puede realizarse sino por el principio
de la crucifixión. El amor del alma por la sabiduría debe
volverse exclusivo. Debe deshacerse de su principal

183
Alquimia, por otra concepción del mundo

competidor: el amor y el afán por uno mismo. Cuando uno


aspira a poseer la piedra, la pureza debe ser radical. En los
místicos más grandes, se resuelve por el supremo sacrificio:
Jesús crucificado, Gandhi y Martin Luther King asesinados
por el servicio que hacían a la humanidad... El sufi Al-
Halláj, calificado también de Cristo del islam, fue asesinado
y martirizado de la misma manera en 922. Lo acusaban de
identificarse con Dios. Y tantos otros desconocidos que
tuvieron la misma suerte...

Con estos personajes históricos, henos aquí enfrentados


con las ilustraciones más extremas de la alquimia espiritual.
Sin llegar hasta situaciones parecidas que solo pueden
depender de una misión cósmica especial por cumplir,
queda, sin embargo, que la condición espiritual para lograr
el restablecimiento del andrógina to pasa por el
sometimiento puro y sencillo del «yo» externo. Esta etapa es
a menudo designada por los términos de «muerte del
hombre viejo». El nacimiento del hombre nuevo pasa por la
desaparición de su padre, igual que la semilla debe pudrirse
en la tierra con el fin de que el germen pueda crecer. Los
textos representan además a menudo al hombre viejo como
a un anciano rey (el azufre) que debe fundirse literalmente
en los brazos de su bella, licuarse e incluso desaparecer,
antes de volver a renacer totalmente transfigurado. La
misión del Cristo fue probablemente mostrar el camino de
su regeneración a la humanidad y asumir físicamente el
símbolo.

Permítanme que insista aquí: esta desaparición radical


del «yo» se produce en el plano espiritual. Evidentemente,
el ego del individuo social sigue existiendo, pero bajo alta

184
La Alquimia Espiritual

vigilancia. Como ya había declarado Al-Halláj bajo la forma


de una última enseñanza a sus discípulos, la cual sonaba
como una advertencia: «Si no sometes a tu “yo”, es él quien
te someterá». No puede ser de otra manera. En una sociedad
compleja, el «yo» permanece útil al hombre social. Si bien
no se trata de pregonar despersonalización alguna, si se
impone una sublimación espiritual, del orden de la
volatilización.

Si tuviéramos que comparar la alquimia espiritual y la


alquimia operativa, bastaría con volverse hacia el alquimista
Cambriel, que escribía lo siguiente en su Curso de filosofía
hermética o alquímica en diecinueve lecciones:

«El niño metálico se alimenta en el vientre del mercurio


que es su madre, su propia tierra; de este mismo mercurio
que sirvió a su formación. [... ] No puede hacerse visible
sino después de arrebatar a su padre todas sus fuerzas, y
haberlo hecho sucumbir, quitándole toda su virtudprolíflca
y apoderándose de ella. [... ]Hace falta que por fin se
convierta en principio de sí mismo; que entre en la matriz
mineral, para nutrirse dentro con la misma sangre
menstrual de la que fue formado o de esta misma sangre
que lo destruyó para hacer de él otro igual, y que crezca
dentro con fuerza y virtud, lo cual nos preparará el segundo
nacimiento del niño metálico hermético. Este es el único
medio para conseguir tener a este niño deseado; el cual se
presentará lleno de fuerza, de virtud y con una mejilla
blanca del todo y la otra roja. [... ] Para llegar al final de
la obra hermética, es necesario que el filósofo labrador
sepa realizar dos matrimonios, y que de estos dos
matrimonios solo resulten dos nacimientos y un único

185
Alquimia, por otra concepción del mundo

niño».

En realidad, el hombre viene de las tinieblas de la


consciencia. Con la emergencia de la cultura, los progresos
espirituales, la transformación de los cuerpos, de las almas y
de las mentes, en el transcurso de la historia accedió a la
noción de persona, se constituyó un ego. La siguiente fase
pasa por una sublimación del «yo», que va a tener que ir
aceptando progresivamente su papel de simple función para
dar la primacía a una consciencia cósmica. Aquí podríamos
parafrasear la Tabla de Esmeralda, que describe este
proceso de destilación-sublimación de la personalidad:

«Sube de la tierra al cielo, y baja a la tierra, recibe la


fuerza de las cosas superiores e inferiores».

Añadamos: lo hace muchas veces, hasta que el pequeño


«yo» deje sitio a aquel más grande que él.

La piedra filosofal

El deseo del hombre por Dios, es decir el deseo


transformado en luz y no el deseo egoísta que se transforma
en fuego devorador, atrae sobre la criatura la gracia divina
que es la Sofía o Sabiduría con la que se une. Esta sabiduría
es también la fe, un don, una gratificación espiritual recibida
por la criatura. La fe se encuentra atraída por el deseo,
puesto que el deseo interior no busca realizar sino un único
principio incognoscible que únicamente la fe predispone a
presentir. Deseo lo que es desconocido, incluso
incognoscible, y acabo creyendo que esto desconocido
oculta un principio accesible mediante el sentimiento. Esta

186
La Alquimia Espiritual

fe nutre la imaginación del hombre. Porque el hombre cree,


imagina a Dios (no lo inventa), siendo también una
proyección de lo mejor que posee. Pero esta imaginación,
como nutre espiritualmente la criatura, se vuelve también
generadora de un cuerpo glorioso. El hombre no es sino lo
que piensa y lo que imagina. Si piensa como un demonio, se
convierte en un demonio. En otros términos, por su unión
con la gracia, con la sabiduría, el hombre se engendra en el
plano espiritual, según la naturaleza de su imaginación. Por
su deseo, su fe y su imaginación, el hombre se dota de un
cuerpo espiritual que se convierte el templo en el que Dios
puede habitar. Se vuelve entonces, no Dios mismo, sino su
perfecta imagen. Gracias a esta sustancia invisible, accede a
la inmortalidad. Por el matrimonio alquímico, los cuatro
brazos de la cruz se encuentran unidos en un ser doble
dotado de un cuerpo glorioso llamado a veces quintaesencia.

Este cuerpo glorioso es la verdadera piedra filosofal,


cuyo reflejo buscan los sopladores en el universo metálico.
En realidad, lo que motiva la búsqueda de los labradores
más nobles es este oro espiritual, este cuerpo paradójico
cuya naturaleza vamos a examinar ahora, en los límites de lo
posible. A continuación, convendría, para aquel que quiera
comprender, desarrollar tres cualidades esenciales: una sana
capacidad de razonamiento, una fuerte intuición en relación
a lo que concierne al «mundo espiritual», y por fin una
verdadera capacidad para imaginar acertadamente en este
campo. Sin estas tres facultades, lo que va a seguir
probablemente parecerá incomprensible.

Volvamos a nuestro cuerpo glorioso. Muchos autores


admiten que el Cristo se habría aparecido a sus discípulos,

187
Alquimia, por otra concepción del mundo

después de su resurrección, en esta carne espiritual


asimilada a un cuerpo de luz. Saulo de Tarso, el apóstol
Pablo del Nuevo Testamento, además se refiere a este
cuerpo de resurrección en una de sus cartas (Primera
Epístola a los Corintios 15: 44). No cabe duda alguna de que
el pan consumido por los cristianos en la misa es un
recuerdo simbólico de esta quintaesencia, la cual es el
«cuerpo del Cristo». En realidad, el ser espiritual o interno
del hombre está constituido, como el hombre externo, de un
cuerpo, de un alma y de un espíritu. Los tres juntos
representan su sal, su mercurio y su azufre. La sal ocupa la
función del cuerpo glorioso, el huevo de cristal, pero
también la de la piedra que protege y encierra el espíritu y el
alma del ser espiritual. Desempeña la función de síntesis del
ser regenerado, razón por la cual este se encuentra designado
por completo como piedra filosofal.

Su alma verdadera es la sabiduría divina o la naturaleza


eterna. En cuanto a su espíritu, es el Cristo, el corazón de la
divinidad. El conjunto forma el hombre-dios o la
manifestación divina realizada según su quintaesencia, su
corazón o su amor.

En realidad, la carne espiritual es el substrato de un


mundo invisible que corresponde al cuerpo de manifestación
de la divinidad. Como Mundo de luz, su naturaleza
permanece completamente paradójica. En este campo, no
existe ni tiempo ni espacio. La unidad absoluta es la regla, y
sin embargo, corresponde a la expresión espiritual de la
nada supra-esencial de los orígenes. Este reino es el de los
modelos en el origen de nuestra propia naturaleza. Para
Spinoza, se trata de una naturaleza naturante, para Boehme

188
La Alquimia Espiritual

de la naturaleza eterna, para el Maestro de los maestros del


Reino de los Cielos. Igual que nuestro cuerpo físico está
formado por elementos de la tierra y pertenece a la
naturaleza terrestre, el cuerpo glorioso pertenece al Reino y
se encuentra formado por su propia sustancia llamada
también elemento santo, quintaesencia...

La materia sutil que lo constituye reconcilia en efecto lo


irreconciliable: el principio de manifestación que define un
marco y unos límites sin los cuales se disolvería totalmente,
con la libertad absoluta sin la cual la divinidad no tendría
ningún sentido. La esencia luminosa une la gravedad con la
levedad, lo fijo con lo volátil, lo tangible con la libertad por
definición escurridiza. Según unos autores como Jacob
Boehme, este campo interpenetra el nuestro, y el mismo
hombre, en su estado de perfección, tiene la facultad de
manifestarlos a ambos gracias a sus dos cuerpos. Incluso
hace coincidir su materia sutil con un mar de cristal del que
se habla en el Apocalipsis de San Juan (Ap. 22: 1). La
particularidad de este océano de cristal (o de crystal)
consiste en dejar pasar perfectamente la luz. En el siglo
XIII, el alquimista Roger Bacon, apodado el «doctor
admirable», utilizaba la misma analogía en su Segundo
Tratado sobre la Tintura y el Aceite de Antimonio:

«Porque debéis saber que todas las criaturas al final de


los tiempos, en los tiempos del juicio final, deben
convertirse en un vaso o una bonita amatista3».

Esto significa probablemente que la criatura regenerada


supuestamente debe dejar traspasar la luz sin oponerle el

3 Un cristal de cuarzo violeta.

189
Alquimia, por otra concepción del mundo

menor obstáculo. El filósofo neoplatónico Plotino, a partir


del siglo III d. C., ya contemplaba la existencia de una
especie de materia que constituye el cuerpo del mundo
espiritual. En su Eneada II, libro 4, recopilada por Porfirio,
su discípulo, afirma:

«La materia de los inteligibles es siempre idéntica. [... ]


Arriba, la materia son todas las cosas simultáneamente y,
al poseer todas las cosas, no sabría transformarse [...] está
colocada en condiciones diferentes de las de materia
sensible. [... ] Nuestro mundo es la imagen del mundo
inteligible; ahora bien, está compuesto de materia y de
forma; debe pues haber materia allí arriba también. [... ]
En el mundo inteligible, la materia es el ser, puesto que lo
que está por encima de ella (el Uno) es considerado como
superior al ser [...] en el mundo sensible, ella es el no-ser».

Esto nos llevaría a considerar que la materia, o más bien


el principio de corporización sigue siendo relativo y que
puede existir una realidad capaz de trascender las nociones
espacio-temporales.

Sin embargo, una importante precisión merece ser


destacada a propósito del cuerpo relativo. Para el
inconsciente, un pensamiento es un cuerpo. Para un
pensamiento, una palabra se convierte en un cuerpo. Para la
palabra, la acción se vuelve un cuerpo. El cuerpo es lo que
da un límite, por muy espiritual que sea. En este marco,
nuestra materia terrestre se vuelve un cuerpo no tanto por su
dureza, sino porque constituye una limitación extrema para
el espíritu, una especie de prisión. La quintaesencia, la
piedra filosofal es un cuerpo paradójico mucho más sutil,

190
La Alquimia Espiritual

que se revela a la vez translúcido, fluido, sólido, rígido y


luminoso.

Esta sublime esencia que sustenta el reino de los cielos,


supuestamente cura nuestro universo en el que solo imperan
conflictos y temporalidad que conducen a la
impermanencia. Si lo alto reconcilia la unidad con la
multiplicidad, lo bajo sigue siendo el teatro en el que los
elementos, al oponerse unos a otros, producen el
envejecimiento y la muerte. Las células vivas se desarrollan
según un ciclo. Las fuerzas creadoras actúan en su seno
hasta alcanzar un apogeo a partir del cual se agotan.
Después, acidez, oxidación, radicales libres y las agresiones
más diversas de los elementos unos sobre los otros podrán
con el ser viviente, que ira declinando poco a poco. Solo
podemos esperar retrasar el proceso gracias al conocimiento
de algunos remedios a la vez materiales y espirituales. Sin
embargo, la inmortalidad en nuestro plano de existencia es
imposible. La curación última y general de nuestro universo
se encuentra por consiguiente pospuesta al final de los
tiempos. Pero nada impide contemplar una curación
particular que estaría reservada a unos seres avanzados.

Autores como el célebre alquimista Eugéne Canseliet


refirieron encuentros fabulosos con inmortales vestidos con
ropa de su respectiva época. Canseliet afirmaba haber ido
por este motivo a un castillo en España. Se habría
encontrado con el no menos célebre Fulcanelli, su maestro
de alquimia, completamente rejuvenecido cuando tenía más
de un siglo. En un primer momento creí, con un marcado
escepticismo, que Canseliet había ubicado verdaderamente
este castillo en alguna parte sobre nuestra tierra. Y después,

191
Alquimia, por otra concepción del mundo

me acordé del mítico castillo del Grial, que es de cristal


invisible, simbolizando supuestamente el reino. ¿Por qué no
considerar entonces que los autores anteriormente citados
hayan podido hablar del estado de los inmortales revestidos
con el elemento sutil bajo la forma de un cuerpo glorioso?
Seres de todas las épocas, de todas las culturas, de todos los
continentes acceden a este estado situado fuera del tiempo,
puesto que han encontrado su piedra.

Desde el alba de las civilizaciones, dos conceptos sobre


la inmortalidad han coexistido. La primera, cercana a una
idea panteísta, considera al hombre como un componente de
la naturaleza, y más aún, un ensamblaje provisional de
elementos naturales. Fue la postura no solo de los estoicos
en Roma, sino también de los epicúreos, de las religiones de
la naturaleza, y finalmente de la ciencia moderna. En este
marco, el hombre, que no es diferente de la naturaleza, es
considerado inmortal en esencia porque cuando muere, las
sustancias que componen su cuerpo no desparecen sino que
se diseminan entre el agua, la tierra, el aire, e incluso la
energía universal. El Nous, es decir, la gran inteligencia
universal, concepto formulado por el filósofo griego
Anaxágoras, recibe igualmente su alma. El ego humano, su
toma de consciencia de sí mismo, será finalmente el único
principio que proteste contra esta noción de inmortalidad.

La segunda aproximación empieza con un concepto del


hombre originalmente transcendente a la naturaleza.
Constituye la «vía de los inmortales» y fue practicado en
China en los ambientes taoístas, en el mundo musulmán,
que retoma y luego desarrolla las tesis alquímicas, y por fin
en el Tíbet, en el tantrismo o «vehículo de diamante», e

192
La Alquimia Espiritual

incluso en su versión india. También fue la elección de las


religiones monoteístas y la apuesta del Antiguo Egipto. Esta
aproximación busca restituir al hombre individual o
colectivo un cuerpo sutil inalterable que le permita disfrutar
de una relativa inmortalidad. Fue la vía seguida por el ars
magna de nuestros alquimistas que ambicionaban la piedra.

La razón, en la mayoría de los casos, se volcará sobre la


primera vía. Se apoyará en la observación de un mundo que
da testimonio de una permanencia del ser, sostenido por la
impermanencia de los fenómenos y criaturas. La otra será la
vía de una sabiduría loca que únicamente la intuición y la fe
defienden.

Existe una imagen bastante conocida que ilustra


simbólicamente la naturaleza del reino invisible. Es el
arcano XXI del juego del Tarot. Representa un personaje
andrógino rodeado de una especie de huevo llamado la
corona de los magos, estando él mismo rodeado de cuatro
figuras asociadas con evangelistas: el león de Marcos, el
toro de Lucas, el ángel de Mateo y el águila de Juan. El
personaje andrógino representa el estado del alquimista que
ha llegado al final de su búsqueda, verdadera imagen
manifestada de Dios sobre el plano espiritual. En cuanto a la
corona, simboliza dos cosas: por una parte, el huevo que
permitió la concepción, la eclosión, luego el crecimiento del
andrógino; in fine, el cuerpo paradójico del que el personaje
se encuentra revestido en adelante. Los modelos pacificados
de los cuatro elementos que forman nuestro mundo rodean
esta sublime quintaesencia que le devuelve a la unidad.
Porque este campo reconcilia la noción de unidad con la
multiplicidad de las criaturas.

193
Alquimia, por otra concepción del mundo

¿Cómo sería posible entonces que sobre el plano


material, lo múltiple se exprese en contradicción con la
unidad? Los cuerpos sólidos chocan entre sí, y su
interpenetración parece imposible sin una destrucción de su
naturaleza molecular. Unicamente la fluidez cada vez más
importante de los líquidos, luego de los gases, permite cierta
interpenetración. Sin embargo, por analogía, existe un
campo situado en el límite del mundo material, en el cual
reina una unidad relativa que no cuestiona la diversidad: el
de las ondas. En efecto, varias frecuencias portadoras de
emisiones de radio pueden coexistir en un mismo espacio
sin estorbarse. El fenómeno de interferencia solo aparece
para frecuencias cercanas. Del mismo modo, simbólica y
analógicamente, podemos asociar al mundo espiritual una
hiper-fluidez tal que las miríadas de criaturas espirituales
más diversas ya no entren en oposición con el principio de
la unidad divina. Las posibilidades de creación no
relacionadas con el tiempo o el espacio se revelan
igualmente sin límites.

Multiplicación y transmutación

Al igual que la piedra de los operativos debe


experimentar la multiplicación de sus poderes en esta fase,
del mismo modo el alquimista espiritual debe fortalecer su
naturaleza por un contacto regular con las fuerzas cósmicas.
A partir de esta realización, él mismo se convertirá en una
verdadera Piedra transmutatoria. Francois Rabelais, bien
conocido por sus obras satíricas, afirmaba en el siglo XVI
que el verdadero hombre del Renacimiento debía ser a la
vez sacerdote, médico y abogado. Esta afirmación significa
que el alquimista realizado, el hombre del renacimiento,

194
La Alquimia Espiritual

aquél que ha vuelto a nacer va a comportarse a partir de este


momento como una verdadera medicina universal. Será de
una alguna manera un sacerdote que esté capacitado para
curar el espíritu y el alma humana, función que se puede
vincular aquí con el azufre. También podrá desempeñar el
papel de un médico que cura los cuerpos físicos. Su
emblema resulta ser el caduceo de Mercurio. Por fin, en
tanto que abogado, operará sobre la sal, o cuerpos de la
colectividad social, con el fin de extirpar de ella los males.

Contribuiría de esta manera a una obra más o menos


visible de regeneración de la humanidad. Trabajará en crear
las condiciones de una verdadera fraternidad humana, que
guiará hasta su estado de perfección luminosa simbolizada
por el oro. Extirpará los obstáculos y las impurezas que son
la ignorancia, la injusticia, la bulimia, ellos mismos hijos del
egoísmo y del oscurantismo.

195
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser
humano

por Philippe Heckmann

Unidad de la Creación

La alquimia espiritual, que ya ha sido tratada en esta


obra, ¿qué relación mantiene con la alquimia mineral: una
relación analógica, metafórica, estructural o simplemente
verbal?

El término común de alquimia implica en realidad una


relación mucho más profunda, se puede decir «de ser», que
se supone desde siempre en la historia y la misma realidad
de la alquimia.

La unidad de toda cosa, en todas las cosas, es la


afirmación mayor a la cual apunta la palabra alquimia, al-
kimya, química de lo divino, incluso ciencia de la Creación.
Este soporte conceptual es el eje a partir del cual se
descartan las «vías erróneas» tales como la química, la cual
no conoce sino una aproximación material y objetiva de los
fenómenos del laboratorio, o más aún, la psicología de Jung,
la cual solo veía en la alquimia la proyección de un
contenido mítico y arquetípico de la psique humana. En
efecto, Jung negaba toda realidad material a la piedra
filosofal. Estos puntos de vista pierden, por la definición de
su campo de investigación y de búsqueda, el camino del
medio, el eje del caduceo, alrededor del cual se enroscan las

197
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

dos serpientes o dragones del doble fuego primordial.

Si bien es posible realizar una alquimia espiritual sin


práctica operativa directa, esto implica, sin embargo, unos
efectos en el cuerpo y la sustancia viva del iniciado. Y a la
inversa, no se puede lograr la obra en el plano operativo sin
un trabajo psíquico y espiritual que exige un vaivén entre
oratorio y laboratorio.

Esta unidad está inscrita en el frontispicio del templo


alquímico, tal como Hermes da la definición en La Tabla
Esmeralda, de la que existen muchas traducciones. La del
libro de Los Símbolos Secretos de los Rosacruces de los
siglos VIy XVII indica:

«Es cierto, seguro y sin mentira, que todo lo que está


abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es
como lo que está abajo, para realizar el milagro de una
única cosa. Del mismo modo que todas las cosas extraen su
origen de la Unica Cosa, por la voluntad y el Verbo del
Uno, Solo y Unico que lo creó en su Mente, así también
todas las cosas deben su existencia a este Uno por orden de
la Naturaleza y pueden ser mejoradas por la Armonía con
este Espíritu... ».

Así, unidad y armonización con el Espíritu creador


condicionan el éxito de la obra. Un autor moderno, Jean
Deleuvre, en su obra Alquimia, ciencia divina, propone la
siguiente traducción, más operativa:

«Es cierto, verdadero y sin ninguna duda, que lo que


está arriba viene de lo que está abajo, y lo que está abajo

198
Alquimia, por otra concepción del mundo

viene de lo que está arriba. Todas las maravillas vienen de


la unidad y todas las cosas del Uno por un único proceso».

El matiz textual revela en efecto un secreto operativo


que los lectores expertos habrán advertido, pero el sentido
filosófico global es bastante claro y preciso para que pueda
ser desarrollado ahora.

La serpiente de vida

La iconografía alquímica oculta un bestiario variado


cuya estrella es indudablemente la serpiente, la cual puede
ser representada en diversas posturas poco naturales y por lo
tanto muy simbólicas: mordiéndose la cola, dotada de alas,
enroscada o clavada en una cruz o un eje vertical, etc.
Representa, sobre todo, en una acepción moderna y
científica, la vibración o sinusoide oscilando de arriba abajo
y de abajo arriba, de manera cíclica, entre dos niveles, cielo
y tierra por ejemplo, pero también positivo y negativo,
volátil y fijo.

Como podemos comprobar, esta representación traduce


bien el concepto hermético tal y como es definido en la
Tabula, e incita a verificar esta ley en todas las expresiones
de la naturaleza: alternancia de las mareas, subida y bajada
de la sabia en los vegetales, ascensión y descenso del sol tal
como aparece en su ciclo diario, sucesión de las estaciones y
fases de la luna, precipitación y evaporación del agua, etc.
Toda la vida, en su expresión espontánea, está regida por la
oscilación, la alternancia, el latido, suponiendo una dualidad
que se despliega con y alrededor de un tercer elemento que
es su eje y le confiere una unidad.

199
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

Así, la serpiente enroscada alrededor del caduceo


representa esta dualidad sobre un eje de desarrollo, igual
que la que se muerde la cola gira alrededor de un punto fijo,
principio y fin, pareciendo tocarse. En realidad, la obra se
despliega en el interior de sí misma, puesto que, de hecho,
todo es siempre a la vez idéntico y diferente. Por supuesto
que esto es difícil de comprender, y vamos a tratar de
representar el principio a través del siguiente ejemplo.

El ciclo solar que se desarrolla y se despliega (en


miniatura) en una jomada lo hace exactamente de la misma
manera (en grande) como en un año. Así, la sucesión de
pequeños ciclos diarios produce un ciclo idéntico a escala de
un año, bien sea desde un punto de vista de la luz, de las
temperaturas, o bien de los efectos inducidos en la expresión
de las formas vivientes.

De esta correspondencia entre lo pequeño y lo grande,


en la escala de magnitudes, cuya expresión global es
idéntica a sí misma, los alquimistas sacan conclusiones
filosóficas, simbólicas y prácticas. Tratándose de la
duración de la obra, hablan de meses filosóficos, de año
filosófico, para indicar la correspondencia entre el régimen
del fuego dentro del globo (microcosmos) y el del sol o de
la luna en el universo que nos rige (macrocosmos).

La misma ley se cumple de la misma manera tanto a una


pequeña escala como a una más grande, y al aplicarse de
alguna manera a sí misma como una serpiente que se
mordería la cola, produce lo que llaman actualmente en
matemáticas un fractal.

200
Alquimia, por otra concepción del mundo

La ley única, o principio fractal

Muchos trabajos contemporáneos han puesto en


evidencia la increíble presencia del principio del fractal en la
expresión de los seres vivos a través de las innumerables
formas que construyen con una persistente unidad de
procesos. Tomemos el caso de un simple helécho, el cual,
observándolo, revela que sus elementos más pequeños
tienen una forma cuyo conjunto reproduce nuevamente la
forma anterior. La col, aunque de manera menos visible, es
un perfecto ejemplo de fractal que es citado a menudo. Las
ramificaciones de una rama de pino se suceden de tres en
tres dentro de su propia estructura, por subdivisiones cada
vez más pequeñas. Los cristales de nieve obran según la
misma lógica, y así sucesivamente en numerosos otros
casos.

Los matemáticos se interesaron por esta geometría, y


Sierpinsky construyó una figura triangular cuyo motivo se
repite hasta el infinito a partir de sí misma.

201
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

Volvemos a encontrar esto en el principio del


holograma, de tal forma que todo fragmento contiene en sí
mismo el conjunto entero.

Estos pocos ejemplos explican el concepto de la Tabula


Esmeraldina, o Tabla de Esmeralda, a saber, que todo está
en todo y recíprocamente. Así, no solo los alquimistas
pretenden que la realización de la obra mineral está basada
en esta verdad natural y universal, sino que sobre todo
aplican también el principio a la construcción de su discurso
y de sus obras, haciéndolas casi incomprensibles a aquellos
que ignoran la regla.

Tomemos el ejemplo de la trinidad sal, azufre, mercurio,


que simboliza, y de alguna manera indica claramente la
materia tri-unitaria sobre la cual los alquimistas trabajan en
el laboratorio. Vamos a demostrar de qué manera «explican
fractalmente» su naturaleza y su constitución.

Materia, sustancia y trinidad fractal

La materia prima a partir de la cual se hace el trabajo


tiene fama de contener una sal, un azufre, y un mercurio, lo
cual conduce muy naturalmente a contemplar el sulfuro de
mercurio o cinabrio como producto de partida. Pero un
producto no es una materia prima, y muy desafortunado será
aquel que use directamente este producto sin quitarle los
constituyentes «filosóficos» que los tres términos implican.
Sin embargo, están contenidos a la vez en los términos y en
el cinabrio referido. Entonces, para comprender esta
afirmación, hay que librarse de la comprensión ordinaria de
la palabra materia y sustituirla por la de sustancia, la cual
designa un «culto universal» cuyo estado vibratorio

202
Alquimia, por otra concepción del mundo

condiciona la emergencia de la materia, tal y como la


conocemos a través de los sentidos.

Las teorías recientes sobre la creación del universo y su


despliegue en el espacio-tiempo a partir de temperaturas
excesivamente elevadas empiezan a ilustrar lo que puede ser
una sustancia inicial de la que emergen la materia y sus
constituyentes particulares y atómicos. Todo está ya
presente en la sustancia, y únicamente las condiciones
energéticas van a actualizar el potencial de creación infinito
que contiene.

La primera distinción entre las teorías de la física


contemporánea y la alquimia se centra sobre los niveles de
energía. El fuego de los alquimistas no tiene comparación,
más suave y más eficaz que el de los aceleradores de
partículas. Además, su fuego, seguramente no es el que
podemos imaginar sobre la única hipótesis de la ciencia.

La segunda distinción es que la física moderna postula


un aumento irreversible del desorden, que acompaña la
disminución del nivel energético, mientras que los
alquimistas afirman una posible «reintegración» de la
materia en la sustancia por una depuración de los elementos
groseros y la activación del fuego secreto que gobierna toda
la Creación. Es por ello que la iconografía alquímica utiliza
imágenes bíblicas tales como la escalera de Jacob para
sugerir esta circulación de la energía divina en los dos
sentidos, desde la sustancia hacia la materia e inversamente,
a la condición de que existan las buenas operaciones y el
fuego adecuado. Ahora bien, el principio bipolar a partir del
cual la sustancia es manejable dentro de la materia es

203
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

llamado por los alquimistas azufre-mercurio, rey-reina, sol-


luna, mercurio filosófico...

Esto indica a la vez unos pilares distintos pero


fractalmente idénticos del mismo fuego y de sus diferentes
grados de manifestación en la escala de las energías
cósmicas.

Los alquimistas añaden un tercer principio, la sal, vector


de separación y de unión entre los otros dos (considerados
una cosa doble, un rebis), a la manera como el arco eléctrico
puede desempeñar un papel de transformación cuando
relaciona dos elementos. Además es bastante sorprendente
constatar que la física actual atribuye tres partículas
elementales (cuarks) a la constitución de un protón o de un
neutrón (pequeño mundo fractal). Así, sal, azufre y mercurio
son los tres vectores constitutivos de la materia a partir de la
sustancia «tri-unitaria» y se manifiestan fractalmente según
magnitudes de escala auto-referenciadas, ya que se
multiplica indefinidamente a partir de sí mismo. Ilustremos
esto en un esquema.
La serpiente que se muerde la cola

204
Alquimia, por otra concepción del mundo

Supongamos que partimos del mercurio indicado en la


punta superior del triángulo número 1 y que, como podemos
observar, está vinculado también a una sal y un azufre. Le
añadimos una sal abajo a la derecha del triángulo número 2
y consideramos el mercurio y el azufre que le están
asociados. Por fin, con el azufre abajo a la izquierda del
triángulo número 3, completamos de un golpe el triángulo
de pequeña escala y el de gran escala.

Así, estos tres elementos, presentados de buena manera


(suponiendo que son materias de partida), preparadas
acertadamente, van a entrar en reacción por la virtud de sus
fuegos respectivos, activados principalmente por el fuego de
la sal. A partir de este momento van a manifestar en ellos
mismos una sal, un azufre y un mercurio que ya no
corresponden a la materia sino a la sustancia y a una
potencia de vida mucho más elevada. Esto parece en la
figura como el triángulo número 4 y no hace más que
revelar dónde se encontraba de manera latente. Este
esquema ilustra cómo unas disposiciones adecuadas de la
materia revelan la sustancia y permiten su expresión allí
donde estaba, dicen los alquimistas, prisionera de la cáscara
de materia y de los elementos «terrestres».

La continuación del proceso depende de la habilidad del


operador y puede llevar a dos salidas. En el primer caso, una
nueva materia tri-unitaria será constituida, triángulo número
5, con la virtud de la sustancia que incluye, esta vez, su
versión manifiesta, triángulo número 4: la piedra filosofal.
Lo volátil se unió con lo fijo, como representan los
triángulos invertidos 5 y 4. Por decirlo de otra forma, a la
manera alquímica, el aire y el fuego (volátiles) se han unido

205
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

a la tierra y el agua (fijos). En el segundo caso, las partes


presentes se habrán separado después de perder su fuego
respectivo, y todo está por volver a hacer controlando mejor
la acción de la sal sobre el azufre y el mercurio, a partir de
nuevas materias.

La serpiente que se muerde la cola, el ouroboros, enseña


que la culminación del ciclo siempre remite a la unidad de
partida, pudiendo variar únicamente su expresión, su
escalonamiento en la escala vibratoria.

Tener una materia cuya sustancia ha sido despertada y


que permanece fija a pesar de la acción potente de lo volátil,
no es otra cosa que la cuadratura del círculo, una piedra de
Naturaleza que la misma naturaleza no hubiera podido
fabricar sin las manos de un artista. Esta piedra filosofal,
cuyas virtudes transformadoras están unidas a la expresión
del fuego activo de la sustancia en su seno, está en
condiciones de armonizar espontáneamente la materia con
su forma de vida más completa en el reino donde actúa. Sin
embargo, quizás haya que explicar más lo que es la
naturaleza de este fuego de la sustancia, tanto en el discurso
como en la práctica de los alquimistas.

Fijar lo volátil y volatilizar lo fijo

Para los alquimistas, la vida está por todas partes y se


expresa sin cesar en unas formas de vida de las que los
minerales no están excluidos. Lo que nos engaña, es solo la
escala de tiempo sobre la que su expresión de vida se
desarrolla y que supera considerablemente el nuestro. Si
parecen inertes y no se reproducen a la manera de las formas

206
Alquimia, por otra concepción del mundo

orgánicas, a cambio parecen tener un crecimiento


cuantitativo y cualitativo.

Así, la materia mineral se elabora en el seno de la tierra


bajo la acción del fuego interno, magmático, procedente de
sus orígenes en la sustancia. Pero, y esto es un punto
importante, los minerales reciben también un fuego cósmico
procedente de los planetas y de los astros de nuestro
sistema, principalmente del sol y de la luna. Esta influencia
es llevada por la luz, incidente de uno y reflejada de la otra;
se comunica a la tierra mediante la escala elemental, o
escalera de los sabios, que es graduada de la siguiente
manera: en primer lugar, el aire recibe la acción y la
influencia de este fuego cósmico emanado de la sustancia, la
cual consideramos es la luz de los sabios, procedente del
sol. Luego, es el agua la que se impregna de ello, la cual, al
filtrarse en el suelo, alcanza de forma diversa y aleatoria los
minerales que allí se encuentran.

Estos cuatro elementos citados a menudo como estados


particulares de la substancia parecen proceder de un quinto,
más bien primordial, inicial, que tiene nombres diversos, de
los que el más común es sin duda el de éter: el agente
universal. Su reflejo sintético en la materia al final de la
primera obra es pues la quintaesencia, o quinta esencia, muy
volátil pero fijada «artísticamente» en el mineral. El
esquema siguiente representa el escalonamiento referido.

Sin embargo, volviendo al descenso del fuego espacial


en el seno de la tierra, los alquimistas alegan la tesis según la
cual los minerales, y en especial los metales, se elaboran en
una progresión hacia la perfección de su reino, a saber, el

207
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

Las cuatro fases del proceso iniciático

oro. Si esta elaboración bajo la acción aleatoria del fuego


espacial es perturbada u obstaculizada, la materia se fija y se
encierra en la sustancia, se fija en una forma imperfecta y
engendra uno de los metales inacabados como el plomo, el
estaño, el hierro, el cobre, el mercurio o la plata, llegando a
la perfección en el oro.

La fijación en la tierra de lo volátil y etérico que ha


bajado de la escalera de los sabios mediante los elementos
sucesivos, fuego, aire, agua y tierra, ha generado formas
minerales y metálicas que parecerán a partir de estos
momentos inertes y sin desarrollo posterior. Las operaciones
alquímicas van a consistir pues en partir de este estado de la
vida mineral para hacerla evolucionar hacia una nueva vida
por la acción de dos procesos complementarios: la

208
Alquimia, por otra concepción del mundo

disolución o solve, y la fijación o coagula.

Antes de abordar las etapas de la obra alquímica,


tratemos de representar el esquema general de la circulación
de la vida y la evolución de sus formas en los cuatro reinos
mineral, vegetal, animal y humano, a partir de estos
principios.

De arriba abajo y de abajo arriba

Considerando de nuevo el concepto fractal de pequeño


ciclo de la vida en el interior de un ciclo más grande,
caracterizado por la evolución de la misma Creación, el
esquema siguiente intenta ilustrar por superposición:

— la circulación del fuego de la sustancia por


sus estados a través de elementos sucesivos, sobre un
arco que se caracteriza por su descenso de arriba hacia
abajo, de lo volátil hacia lo fijo;

— la evolución de las formas de vida por los


reinos sucesivos que se desarrollan sobre un arco
ascendente, de abajo hacia arriba, de lo fijo hacia lo
volátil, en el sentido en el que la complejidad de las
formas de vida restituye progresivamente el fuego
espacial reflejado en la materia hacia la sustancia de
vida inicial.

Es de destacar que la tierra sea el punto giratorio, a la


vez elemento y lugar a partir del cual una evolución de las
formas en la vida restituye las perfecciones iniciales de la
vida. Cada reino da testimonio de las necesidades de

209
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

organizar la circulación del fuego cósmico ligado a la


sustancia.

Los minerales, al pertenecer al estado evolutivo más


rudimentario, no tienen un sistema organizado propio para
su crecimiento por la circulación del fuego cósmico. Su
sistema es global, es el del mismo planeta tierra, ligado con
su medio ambiente y su estructura geológica. El oro, que se
encuentra preferentemente hacia la superficie terrestre, es la
materia metálica que mejor manifiesta la acción de la
sustancia. Su carácter luminoso y su color evocan el sol, del

210
Alquimia, por otra concepción del mundo

que es el reflejo mineral más evidente. El mercurio, aunque


imperfecto, es el más capacitado para evolucionar hacia la
perfección aurífera.

Los vegetales se caracterizan por la aparición de la


célula (con la trinidad membrana, citoplasma y núcleo en su
centro), y sobre todo de los canales de circulación de los
líquidos que permiten regular la distribución del fuego
cósmico. Esto permite los intercambios entre lo alto de la
unidad que es la planta orientada hacia la luz (fotosíntesis) y
las raíces de la tierra, que proporcionan líquidos y sales
minerales. El esquema indica la posición del vegetal con
respecto al agua, esta vez sobre el arco ascendente de la
vida. Entre los vegetales, el girasol es el que, sin duda,
muestra el mejor ejemplo de la signatura solar, mientras que
el árbol es por sí solo un magnífico aparato alquímico que
une el cielo y la tierra.

Los animales más evolucionados desarrollan canales de


circulación de ciertos líquidos como el aire, cuyo efecto es
la respiración. Esto supone una perfección adicional con
respecto al elemento aire que los sitúa sobre el arco
ascendente. No es necesario explicar los numerosos efectos
que proporciona esta evolución en la forma, por la acción
del fuego en la materia y la activación de la sustancia que
resulta de ello. La respiración es el soplo cósmico de la
sustancia en el animal de sangre caliente, que expresa la
presencia del fuego cósmico. Aunque ningún animal tenga
una signatura solar flagrante, los alquimistas utilizan el león
en su connotación real para simbolizar el fuego fijo o azufre.

211
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

El ser humano, por fin, se caracteriza por el desarrollo


de una red nerviosa compleja que es recorrida por el fuego
eléctrico procedente del fuego cósmico de la sustancia. Está
dotado de una red para el fuego fijo: el sistema nervioso
central orientado hacia el medio ambiente material, siendo
el cerebro el generador dominante en este aspecto. La luz
«visible» provee su actividad. El ser humano posee también
una red para el fuego volátil: el sistema nervioso simpático
con doble polaridad, ortosimpático positivo y parasimpático
negativo, cuyos centros superiores, hipotálamo y glándulas
pineal y pituitaria, lo unen directamente a las vibraciones
más elevadas del fuego de la sustancia. Este sistema recibe
la luz «invisible» que orienta su actividad inconsciente y su
intuición. La signatura solar aparece en aquellos que son
calificados de espíritus luminosos o mentes brillantes y cuya
actividad y preocupaciones revisten un carácter universal y
altruista.

Estas pocas observaciones ilustran la evidencia del ciclo


de la vida cósmica en una circulación de lo volátil hacia lo
fijo y de lo fijo hacia lo volátil. La restitución en las formas
de vida del potencial inicial e infinito de la sustancia se
traduce por un perfeccionamiento progresivo, hasta un
punto importante que es el cambio de reino. La sustancia es
entonces «iniciada» en un nuevo revestimiento o vehículo
cuyos amplios atributos la acercan a la inmensa extensión de
su potencial de partida. Así, a cada umbral iniciático y de un
ciclo al otro, lo pequeño se despliega hacia lo grande,
exteriorizando su propia naturaleza inmutable pero
expandida y construida en lo fijo a partir de un origen
volátil.

212
Alquimia, por otra concepción del mundo

Las operaciones del laboratorio alquímico conducen así


a una doble iniciación recíproca: la del operador en el reino
humano y la de la materia de la obra en el reino mineral. En
cada uno de los casos, si el éxito se consigue, la sustancia
puede expresarse en una forma superior a la del estado
anterior. Lo que forma la característica, es la potencia de vía
que aparece con la exteriorización de la sustancia, la
expresión de lo volátil contenido en lo fijo.

Estas dos iniciaciones correlativas del operador y de su


materia prima deben ser aclaradas ahora.

Las condiciones de la obra en el laboratorio

Los alquimistas insisten en el hecho de que solo utilizan


una sola materia, un único fuego y un único recipiente. Los
desarrollos anteriores aclaran estas palabras, y si bien son
conocidos varios productos de partida, lo que importa es su
tratamiento «filosófico» inicial para capacitarlos para las
operaciones a nivel de la sustancia como la sal, el azufre y el
mercurio.

Existen así varias vías operativas: la húmeda, la seca, la


breve, de las cuales la primera es la más conocida, la más
descrita, por su menor peligrosidad. Utiliza un sulfuro de
mercurio, el cinabrio, así como una sal que contiene potasa,
de allí los nombres filosóficos: sal, azufre, mercurio.

El laboratorio puede reducirse a unos utensilios de los


que el principal es el balón de cristal o de loza (en la Edad
Media), que va a servir de continente mientras la piedra no
haya adquirido su propio cuerpo, la cáscara salina (el cuerpo

213
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

humano constituido por agua en más del 70 % no adquiere


su estructura sino gracias a las sales minerales
indispensables).

Las operaciones se desarrollan en cuatro fases calcadas


sobre las estaciones climáticas, ya que los grados del fuego,
de humedad y de sequedad no solo tienen una
correspondencia micro-cósmica simbólica, sino también
completamente real, con el ciclo macro-cósmico solar y
lunar.

La PREPARACION de los productos en materias


cercanas a la obra se efectúa pues en invierno y a principios
de la primavera, con medios físicos, químicos, pero también
inevitablemente astronómicos. El rocío de mayo del que se
trata a menudo en las obras traduce bien las condiciones
requeridas.

La primera operación verdaderamente alquímica e


iniciática empieza con la fase SOLVE, que es la apertura del
templo de la sustancia en el seno de la materia prima.
Presenta tan solo un peligro limitado a la vía húmeda, pero
exige verdaderas precauciones ya que produce en el
microcosmos del balón alquímico una reacción exotérmica
de unos segundos que pueden alcanzar hasta casi 350 °C.
Las fotos que se tomaron de este momento crucial no hacen
sino recordar las de los eventos astronómicos. Es
absolutamente un momento de recreación, como los que se
producen sin cesar en el universo macro-cósmico.

La materia de partida habiendo sufrido una disolución,


naturalmente va a descomponerse, dejando aparecer un

214
Alquimia, por otra concepción del mundo

color negro que dio su nombre a esta fase muy húmeda. La


fijación realizada en el nacimiento geológico del mineral ha
sido disuelta por una operación excepcional, artística, no
natural, y va a permitir la acción de lo volátil presente en el
espacio limitado del balón micro-cósmico. Una unión
obligada resulta de ello, un rebis filosófico azufre-mercurio
ha nacido bajo la acción y las bendiciones continuas de la
sal. A partir de entonces, el alquimista dispone de un
mercurio filosófico del que puede esperar los más grandes
efectos por el despertar de la sustancia en su seno.

La quintaesencia va a emerger progresivamente a la


superficie de la negrura, y su bonito color rojo oleoso se
verá calificada de sangre del dragón o de león rojo por los
alquimistas. Este alimento encamado o medicina encontrará
su uso y su función en un proceso posterior de las
operaciones.

En esta fase de la obra, las lluvias primaverales de la sal


van a lavar el abono compuesto hasta el verano, con una fase
vegetativa que podrá dar algo de verdor. En este momento
parece que la materia estaría preparada para expresarse en el
siguiente reino. Sin embargo, su destino no se encuentra allí.
Gobernada por el artista, alcanza la fase de la blancura, que
es el segundo color principal después del negro.

La tercera fase, COAGULA, empieza con el verano y


por lo tanto la sequía, la ventilación y el crecimiento de la
temperatura del fuego de la sustancia, que sin embargo
permanece moderada. La vida, despierta pero cautiva en la
materia de la obra, es un volátil que debe ser definitivamente
fijado por los medios propios de esta. Es el periodo del

215
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

alimento encamado, de la tintura áurica, que se ha obtenido


en la obra al negro. Así la luz procedente de las tinieblas
vuelve a ellas para conferir a la piedra un poder de vida que
podrá realizar numerosos «milagros» en los demás reinos. El
rojo, tercer color principal, caracteriza este periodo estival.
Lo que se consigue entonces es cierto grado de perfección,
pero que solo podrá dar sus frutos en otoño con el proceso
de la multiplicación.

La cuarta fase o MULTIPLICACIÓN es el tiempo


necesario para que el uno se vuelva múltiple, como lo
demuestran los demás reinos en su sistema de reproducción.
Todas las operaciones anteriores vuelven a empezar dos o
tres veces, lo cual da cada vez un poder de transmutación
diez veces cien más elevado a cada gramo de piedra
filosofal.

Observemos ahora que la piedra no es un mineral o un


metal más perfecto que los demás, puesto que el oro ya
ocupa este lugar en el sistema de la naturaleza. El color rojo
profundo que presenta es la signatura de una potencia de
vida superior, de la sustancia que el artista consiguió captar,
fijar, despertar por unos medios sutiles que dependen de su
propia iniciación en la sustancia en tanto que hombre. Es
por ello que los alquimistas no dejan de repetir que
únicamente Dios permite eso, dicho de otro modo, un
acuerdo con los poderes superiores de la luz y de la vida de
la que la sustancia es poseedora. Esto nos conduce pues a
algunas observaciones que relacionadas con la iniciación del
ser humano, que es el alquimista.

216
Alquimia, por otra concepción del mundo

El operador en la obra

Hizo falta esperar a los descubrimientos de la ciencia en


el siglo XX para comprender y comprobar que no existe
observador neutral y que toda medida afecta a lo que es
medido, al menos en la física de las partículas: observar,
medir las características de una partícula, es hacer que
emerja de su indeterminación cuántica. Antes, solo tiene una
existencia estadística, y sus datos solo son probables. De la
misma manera, el tiempo universal, absoluto, no existe.
Solo es relativo al observador y a su referencial. Esto
permite afirmar el límite absoluto y constante de la
velocidad de la luz, que no es acumulable con la de la
velocidad del objeto desde el que es emitida.

Estos hechos trastocan por completo la racionalidad de


nuestras representaciones y nos obligan a fiamos, bien de las
ecuaciones de la física, bien de las sabidurías y saberes
tradicionales tales como la alquimia operativa. Algún día
quizás de ambas reunidas. Aún así, la «ciencia divina»
recalca desde hace siglos esta necesidad para el operador de
efectuar durante el trabajo su propia alquimia espiritual,
cuyo contenido fue desarrollado en los anteriores capítulos.

Así, no hay laboratorio sin oratorio, no hay preparación


de las materias sin preparación del artista, y algunos
alquimistas pasaron toda su vida en ello antes de que su
estado subjetivo les permitiera acceder al éxito en las
operaciones. Incluso haya que ir más lejos y advertir a todo
buscador que emprender el camino a la ligera puede ser
dramático. Muchos perdieron su tiempo y su dinero, lo que
es poco, pero otros perdieron la razón y la vida. Como dice

217
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

un alquimista contemporáneo, hay que enfrentarse siempre


al dragón, es decir, vencer o morir.

Ningún buscador serio abordará los trabajos de


laboratorio para fabricar oro, puesto que esta no es la
finalidad de la alquimia sino solamente la de algunos
espagiristas. El que se compromete en este camino deberá, o
bien tener una signatura solar determinada, tal y como lo
hemos definido previamente, o bien adquirirla antes de obrar
en el mineral.

Siendo la piedra filosofal un fruto divino, su verdadera


función no puede ser sino cuidar o regenerar en todos los
reinos, y eso con una finalidad altruista y humanista. La
vida de Nicolás Flamel, ejemplar desde este punto de vista,
es la demostración del hecho de que la obra no puede
conducir a nada más que a las obras de cuidado y de
caridad. Por decirlo de otra manera, si el alquimista quiere
hacer «descender» la luz a la materia, debe saber hacerla
pasar por sí mismo y por lo tanto haber matado al «hombre
viejo» por su propia alquimia espiritual.

Las anteriores líneas por lo tanto solo tienen por


vocación dar una pequeña visión de lo que es la alquimia
operativa restituida en un conjunto más amplio que es, en
efecto, la Consciencia Cósmica. La unidad de la Creación y
su despliegue, a la vez simple e infinitamente complejo, han
llevado a los alquimistas a pretender que su ciencia es
divina y que resume todas las leyes de la Creación, porque
se repiten indefinidamente a todos los niveles. Comprender
los aspectos esenciales del proceso de la obra mineral como
iniciación en este reino puede aclarar pues el de la iniciación

218
Alquimia, por otra concepción del mundo

humana como alquimia espiritual e incluso recíprocamente,


podríamos decir.

Para terminar, he aquí unos puntos sintéticos que


resumen estas palabras.

Claves teóricas y prácticas, seguidas de un esquema


global

La Tabla Esmeralda atribuida a Hermes Trismegisto es


el Alfa y la Omega de la ciencia divina que es la alquimia.
Conviene pues volver a ella constantemente.

La materia, tal como la experimentamos, no es más que


una expresión perceptiva y fenomenal de una causa esencial
noumenal que hemos calificado de sustancia.

La sustancia es a la vez energía, materia y consciencia, y


se despliega por una vida universal cuyas dos polaridades,
volátil y fija, engendran todas las formas de vida, tanto
tangibles como intangibles, manifiestas y latentes.

El mineral está vivo y puede crecer y desarrollarse hacia


formas que se armonizan con la fuente que es la sustancia,
llevada por la luz de los cuerpos celestes en el
macrocosmos.

La luz, o fuego cósmico, condiciona la evolución de


todas las formas de vida dotándolas, de un reino a otro, de
desarrollos materiales cada vez más complejos.

219
El camino iniciático de los reinos, del mineral al ser humano

Las complejidades de la forma en los reinos, despliegan


los atributos implícitos de la sustancia, realizando una
reintegración de la materia en la sustancia por el reflejo de
sus cualidades intrínsecas.

El hombre es un umbral en la evolución reintegradora, y


está en condición de actuar en los reinos inferiores por una
acción consciente sobre estos.

El alquimista debe acercarse bastante a la signatura solar


y lunar que le confieren un estado unlversalizante para
manejar el fuego cósmico en una acción armoniosa sobre el
mineral y por el mineral.

El trabajo del laboratorio consiste, en primer lugar, en


disolver la materia adecuadamente preparada, en abrirla para
despertar la potencia vital y regeneradora de la sustancia que
es sal-azufre-mercurio.

En segundo lugar, el alquimista preside al matrimonio


de los contrarios, del cielo y de la tierra, del sol y de la luna,
de lo fijo y de lo volátil.

Después de lo cual, coagula y fija la nueva forma de


vida que contiene la potencia despierta y activa de la
sustancia.

Por fin, se inspira en los demás reinos y multiplica las


virtudes de su piedra para que un solo gramo de ésta
transmute hasta mil veces cualquier gramo de otro metal.

220
Alquimia, por otra concepción del mundo

Los frutos de su labor no son su propiedad personal,


puesto que tienen una signatura solar y lunar, y están
destinados a todas las formas de vida que crecen bajo estas
luminarias.

La vida condensada y despierta por la sustancia en la


piedra será propicia a toda regeneración, curación y
transformación de las formas de vida de los demás reinos,
en el sentido de su armonización con su fuente y su causa
más elevada.

El estudiante de la filosofía divina, el iniciable, haría


bien en meditar sobre la iniciación alquímica mineral para
guiar sus pasos y tomar las orientaciones propicias a las
metas que persiguen para ellos mismos.

El último esquema en la página siguiente traduce en


imágenes los elementos estructurales que hemos
mencionado.

221
El camino iniciático de te reinos, del mineral id ser humano

222
Disciplinar la Mente

El pensamiento razonador, que llamamos también


mental o intelecto, representa a la vez una de las más
grandes ayudas y uno de los más importantes enemigos del
hombre. Gracias a él, la humanidad se ha elevado hasta la
fase de desarrollo tecnológico e industrial. Como
observadora de la naturaleza y de sus leyes, capacitada para
descubrir las causas de los fenómenos y después imaginar
aplicaciones artificiales, la inteligencia permite al hombre
emanciparse de las dificultades de la vida natural. Gracias a
ella, el ser humano se ha vuelto capaz de establecer con
sagacidad irnos vínculos de causa-efecto, de formular los
principios y de reproducirlos reutilizándolos en su beneficio.
Por ejemplo, puede aprovechar ciertas características
naturales observadas para curar enfermedades. La ciencia
médica se ha desarrollado así de manera prodigiosa. El
universo entero se vuelve por consiguiente cada vez más
inteligible para el hombre, es decir, cada vez menos
peligroso. La humanidad se va emancipando así poco a poco
de numerosos miedos ancestrales y va progresando en la luz
de la inteligencia.

Este cuadro rápido constituye una descripción de la parte


útil de la mente, la más sonriente y necesariamente la más
ampliamente compartida. En efecto, nadie se atrevería a
cuestionar hoy los innumerables beneficios proporcionados
por las ciencias y las técnicas, hijas de nuestra inteligencia.
La humanidad se ha estancado demasiado tiempo en las
dificultades en el transcurso de la historia, para que este
cuadro pueda ser cuestionado sin precauciones.

223
Alquimia, por otra concepción del mundo

La historia de la evolución de las producciones de la


inteligencia humana pone en evidencia un proceso
alquímico. Por ejemplo, hemos pasado de una concepción
geocéntrica del universo a una concepción heliocéntrica, y
luego intergaláctica. Cada vez las antiguas representaciones
tuvieron que dejar lugar a unas nuevas, a veces a través del
dolor y el conflicto. Pero, ¿acaso la trasmutación del
conocimiento ha terminado? En realidad, un aspecto de la
alquimia mental versa sobre la transformación de las
maneras de pensar y de los conocimientos: largas
meditaciones filosóficas pueden contribuir a esta mutación.
Por ejemplo: ¿El universo persigue una finalidad? ¿Existe
un orden subyacente en la naturaleza? ¿La inteligencia es
inmanente a los fenómenos o más bien los transciende? Uno
de los dos aspectos de la alquimia mental busca deshacerse
de las ideas recibidas, de las ilusiones y de los
condicionamientos, con el fin de privilegiar la experiencia a
la vez espiritual y objetiva.

Osemos ahora observar otra de sus facetas menos


conocidas, porque está más oculta, o es menos accesible. Se
trata del control no solo de las producciones de la mente,
sino de la mente misma. El pensamiento que busca
explicaciones a todas las cosas no se satisface con la
ignorancia. Se siente inseguro y enfrentado con las tinieblas
a partir del momento en que no puede poner orden y lógica
en sus experiencias. Este sentimiento de incertidumbre lo
conduce entonces a invocar a veces explicaciones a los
fenómenos, cuyo valor no existe más que en su imaginación.
Más vale un conocimiento falso o una semi-verdad, que no
tener ninguna explicación, esta es a menudo su ley. El
pensamiento se convierte así en productor de mitos, incluso

224
Disciplinar la Mente

de fantasías, que, considerados en el primer sentido, podrían


transformarse en supersticiones. Se convierte en lo que el
filósofo Bergson llamaba en Las Dos Fuentes de la moral y
de la religión, la «facultad fabuladora». El hombre se puede
entonces adherir completamente a unos conceptos a menudo
desfasados respecto a la realidad.

Desde el siglo V a. C., la filosofía representó un


esfuerzo para elevar la comprensión humana por encima de
las mitologías. Se esforzó en un primer tiempo en extraer de
los mitos un sentido simbólico. Luego, liberó el pensamiento
de su cascarón supersticioso. Puso a la humanidad sobre el
camino de una toma de consciencia de la ilusión y de la
limitación de las percepciones y de ciertos razonamientos.
Paradójicamente, incluso en la época moderna, podemos
comprobar la supervivencia de esta producción de mitos,
desplazada esta vez a los planos científico y técnico.

Los aspectos más molestos de la mente no se limitan a lo


anterior. La humanidad tiende cada vez más a emanciparse
de su dependencia de las leyes naturales (o al menos eso
cree ella). Gracias a las conquistas de su intelecto, como la
informática, la evolución de las ciencias técnicas y de la
medicina, vive en un mundo que se vuelve virtual, y una
parte de su población se encuentra desconectada de ciertas
realidades naturales ineludibles. Los niños ignoran por
ejemplo cada vez más a menudo el origen de los alimentos
que ingieren, dadas las numerosas transformaciones que han
sufrido como productos manufacturados. La noción de
peligrosidad toma igualmente un aspecto más teórico, ya
que estamos rodeados por instrumentos que supuestamente
aportan una seguridad que finalmente podría revelarse

225
Alquimia, por otra concepción del mundo

ilusoria. En un vehículo lanzado a gran velocidad, ultra


confortable y súper equipado electrónicamente, por ejemplo,
la consciencia del peligro se vuelve frecuentemente teórica.
Hoy, la noción del esfuerzo mismo parece eclipsada, de
tanto buscar presentar artificialmente los bonitos frutos de
obras acabadas ocultando al mismo tiempo la labor que
permitió producirlos.

Cada vez más las sociedades se parecen a amplios


castillos de naipes cuyo desplome podría enfrentar a los
seres humanos con unas realidades más vitales, olvidadas
demasiado pronto. Esta construcción de los Estados como
gigantescas torres de Babel tecnológicas o administrativas
sigue siendo la obra de la mente humana. Se ha ido
realizando poco a poco en el transcurso de siglos de historia,
gracias a los esfuerzos desplegados por generaciones
enteras. Todo ello representa los retoños de la ingeniosa
capacidad creadora de la mente, asociada con la facultad
industrial del hombre.

Los límites del individuo se han alcanzado incluso


cuando le parece imposible conocer todos los detalles del
edificio construido por la colectividad. El hombre de la calle
alimenta cada vez más la idea de que se le escapa la obra
colectiva de la humanidad, lo cual no era el caso en los
siglos pasados. Hasta el siglo XVIII, existían personajes
considerados universales, a la vez artistas, escritores, sabios
y matemáticos. La historia se acuerda así de Newton, Da
Vinci, Leibniz, Pitágoras... La era actual, por el contrario,
produce principalmente especialistas que se vuelven
incapaces de comunicarse unos con otros. La sociedad
moderna se parece por consiguiente cada vez más a esta

226
Disciplinar la Mente

especie de criatura incontrolable que los judíos del ghetto de


Praga llamaban el Golem. La escala individual ya está
superada, dejando sitio a una especie de creación colectiva
que de momento no tiene nada que ver con una verdadera
consciencia colectiva, ya que en gran medida parece
dirigirse como un ciego. En efecto, no representa más que la
suma irracional de intereses particulares, asistidos por las
capacidades creadoras desordenadas de la mente.
Actualmente, no es la razón pura la que dirige el mundo,
sino una mente a las órdenes de los apetitos más diversos.

Esta mente separa a la humanidad de sus realidades a


la vez naturales y espirituales.

Desde un punto de vista más individual, una mente que


no es seriamente disciplinada se vuelve versátil. Pasa de un
polo de interés a otro y vuelve al individuo agitado, inquieto
o insatisfecho. En realidad, pocas cosas son tan perjudiciales
para el ser humano como una mente indisciplinada. Muchos
problemas surgen de ahí: comunicación con los demás
alterada o difícil, falta de concentración, ideas fijas,
malestar, incapacidad para escuchar a los demás... Siempre
en movimiento, la mente busca sin parar la novedad. Crea
un mundo a su imagen, en el que la agitación reina como
señor. Innumerables y gigantescas ciudades empiezan a
surgir como champiñones bajo su impulso. Innumerables
industrias nacen, para luego desaparecer igual de rápido.

Añadido a un ávido deseo, esta mente engendra la


sociedad de consumo, el reino del siempre más, siempre
nuevo, siempre más superficial. Se parece al aspecto
sombrío del dios Mercurio de los romanos. Dotado con un

227
Alquimia, por otra concepción del mundo

casco alado, éste evoluciona en la levedad del ser y se revela


finalmente como el rey de los ladrones. En efecto, Mercurio
sigue siendo un dios ambiguo por su doble naturaleza.

Esta mente volátil es un gran obstáculo para la paz


interior.

Muchos niños y jóvenes dan muestras de importantes


dificultades para concentrarse. Podemos ver en ello una de
las grandes razones del fracaso escolar. Como corolario de
este problema, a su pensamiento le falta disciplina. Louis-
Claude de Saint-Martin así lo había aconsejado: «Si lo que
vas a decir no es más bonito que el silencio, cállate».

El hombre debería también analizar sus propios


pensamientos. ¿Son verdaderos o justos? ¿Se revelan
benevolentes? ¿Tienen alguna utilidad? Si un pensamiento
no responde a uno de estos criterios, debería ser sustituido
por otro más adaptado, gracias a un esfuerzo voluntario. Por
la naturaleza del cerebro y de los impulsos continuos que lo
atraviesan, el ser humano no puede dejar de pensar. Sin
embargo, puede reducir el curso de sus ideas y canalizar su
flujo, sin por ello disminuir sus facultades creativas.

En sus aspectos positivos, la razón superior ha llevado al


hombre al umbral de la palabra. Le ha conferido igualmente
la consciencia de sí mismo, la cual, analizándola, representa
una síntesis compleja de lo que somos como organismos y
personalidades dotados de movimiento, de sentimiento, de
facultades creativas y de razón. «Pienso luego existo»,
afirmaba René Descartes.

228
Disciplinar la Mente

Esta consciencia de sí se define como una sensación de


ser único, separado del resto de la Creación. Nos
consideramos entonces inconscientemente como unos
individuos originales y necesarios, que encuentran en sí
mismos la razón de su propia existencia. Sin embargo, una
reflexión que hace abstracción del principio personal
conduce a tomar consciencia de que no representamos más
que consecuencias complejas y múltiples del Ser universal y
absoluto. Nuestra existencia no es más que relativa y
condicionada, aunque el sentimiento de nuestra
individualidad siga siendo una función importante que
permite la supervivencia y la evolución como individuos
sociales. De esta ilusión del yo separado, producto de una
mente muy desarrollada, surgen las nociones de atracciones
personales o extendidas, luego los conflictos y las guerras
entre intereses imaginados como irreconciliables.

Esta mente es un obstáculo a una toma de consciencia


del todo.

Otra razón por la que controlar la mente: los ocultistas


consideran desde hace mucho tiempo como un hecho, que
esta posee una capacidad creadora importante. «Así como
piensa el hombre, así es y así vive» podría convertirse en un
adagio importante. Esto equivaldría a decir que somos en
parte responsables de las condiciones de nuestras vidas.
¿Deberíamos aceptar convertimos en sus víctimas?
¿Cuántas ideas inútiles o nefastas nos recorren cada día?
¿Cuántos pensamientos gastados, desperdiciados? ¿Cuántas
imágenes hábilmente sugeridas por el entorno (los demás,
los medios de comunicación, la cultura, las autoridades...)
envenenan la mente? ¿Acaso el hombre no puede ejercer un

229
Alquimia, por otra concepción del mundo

control sobre lo que piensa o quiere pensar, con el fin de


orientar mejor su vida? ¿Cómo resistirse aquí a querer citar
esta oración de Francisco de Asís: «Que únicamente los
pensamientos que bendicen permanezcan en mi mente»? La
sabiduría antigua desaconsejaba por ejemplo a los padres
que maldijeran a sus hijos bajo pena de atraerles problemas.
Esto era así porque estaba probado en aquella época que el
pensamiento negativo podía atraer el «mal de ojo».

Pero, seamos modernos sin descartar este hecho


fácilmente demostrable: la mente se comporta para su autor
como un imán. Atrae los acontecimientos e incluso las
personas en armonía con la naturaleza de sus ideas. Si toda
la humanidad al mismo tiempo se esforzara, aunque fuese
solo por un día, en pensar en la paz, por ejemplo, no cabe
duda alguna que las condiciones de todas las guerras, en
todas las épocas, se verían erradicadas. Nuestros
pensamientos se parecen a un rebaño de ovejas blancas y
negras. Entre ellas, podremos encontrar un número
importante de ovejas grises y desgreñadas, semisalvajes e
indisciplinadas. Es cierto que cuanto menos conscientes
somos de este estado, más se instala en nosotros.

Esta mente se revela como la verdadera fuente de


nuestro infierno o de nuestro paraíso.

El primer trabajo de la mayoría de los adeptos de las


vías espirituales consiste en hacer que desaparezcan las
ovejas salvajes para sustituirlas por animales más sanos. La
oración, la meditación y la práctica del silencio interior
contribuyen a menudo a esta operación de saneamiento.
Estas técnicas constituyen una verdadera alquimia del

230
Disciplinar la Mente

espíritu. Solo después los pensamientos tnás elevados


tomarán el lugar de las ovejas negras por una elección
deliberada de la voluntad. A partir de esta fase, el círculo se
vuelve virtuoso. Las ideas nobles atraen condiciones de vida
mejores y un entorno más favorable a la elevación de la
consciencia. Y ya que todo se convierte en alimento para el
alma, este panorama beneficiará a su armonía natural.
¿Acaso el pensamiento puro no forma parte de las ocho
joyas del óctuple sendero de la sabiduría revelado por el
Buddha?

Buscamos a menudo a Dios imaginándolo como un ser


abstracto que se parece a sus criaturas o como la totalidad de
lo que es. Sin embargo, podemos imaginarlo de una manera
completamente distinta, que podría ser descrita como el acto
de conocer. Es decir, no habría que buscar a Dios en otra
parte sino en el hecho de que existen criaturas cada vez más
inteligentes y conscientes de su entorno. Leemos a menudo
en la literatura espiritual que Dios es luz. ¿Acaso la luz ya no
existe en el entendimiento y la inteligencia? Conocer una
cosa o una ley equivale a aportar luz allí donde solo reinaban
las tinieblas. Aprender, comprender siguen siendo
tendencias irreprimibles y generalizadas en el universo
entero, que se orienta así hacia la luz.

El primer esfuerzo que conduce a la comprensión


consiste primero en darse cuenta, luego en concebir.
Algunos objetarán que si las primeras células vivientes se
dotaron de órganos de los sentidos cada vez más eficaces,
fue con el fin de asegurar la supervivencia de su especie.
Podemos analizar las cosas de esta manera, sin duda alguna,
pero, ¿cómo explicar entonces la emergencia de la

231
Alquimia, por otra concepción del mundo

percepción de los colores en algunas especies? Parece que


no podemos explicar el nacimiento del principio de la
percepción sino desde el punto de vista estrictamente
práctico de la supervivencia. Existe un aspecto cualitativo a
la percepción, que se sitúa en el umbral de la concepción, y
luego de la inteligencia de las cosas. Es decir, si existen
sentidos perceptivos en la mayoría de las criaturas vivientes,
es porque el acto de conocer, en tanto que atributo del Ser
Cósmico, es inmanente al conjunto de la Creación. Vemos,
olemos y oímos porque existe una voluntad universal de ver,
de oler y de oír, y finalmente de conocer. De manera
completamente simbólica, es posible ahora explicar que por
el hecho de que exista un Sol y una Luna aparece el sentido
de la vista. Porque existe el espíritu de Mercurio y de Júpiter
se desarrolla el oído. Esta pareja firma igualmente el
entendimiento. El olfato, corresponde a Marte y Venus.

Este esfuerzo gnóstico no se limita solo a una


percepción cuantitativa de las cosas, sino también
cualitativa. Es decir, la percepción se desarrolla en el
sentimiento que le atribuye un valor. A esto se añaden unos
centros más sutiles de percepción, llamados centros
psíquicos y reagrupados bajo el término de sexto sentido.
Cubren los campos de manifestaciones más subliminales.
Pero es en la inteligencia superior, es decir, la que está
abierta al misterio, donde se sitúan la culminación y la
síntesis de esta voluntad subconsciente. Realmente
podríamos calificarla de séptimo sentido si pudiéramos
admitir que la inteligencia conduce a una especie de
percepción abstracta y de comprensión superior de la
operación de las leyes naturales y divinas. La mente se
vuelve así en una herramienta de doble cara. Si afirmamos

232
Disciplinar la Mente

que el Ser cósmico se revela como inteligente en parte


mediante sus criaturas, entonces la responsabilidad del
hombre dotado de una mente desarrollada sale fortalecida.
La noción de omnisciencia divina podría también abordarse
de esta manera. El Ser «sabe» porque siempre hay un testigo
en toda obra, aunque solo sea el responsable de la misma
obra. Ya sea que una acción revista un carácter positivo o
que represente una abominación, su autor nunca está solo.
Una especie de resonancia se produce con su entorno. La
divinidad percibe y sabe a través de él.

Una de las maneras de concebir la piedra desde un punto


de vista espiritual consiste en imaginarla como un proceso
de inversión de los valores. El simple hecho de que un ser
esté vivo y consciente en vez de deambular en la nada
representa un verdadero tesoro. La posibilidad para una
persona de percibir los colores, de oír la música de la
naturaleza o la que compone el propio ser humano, de oler
una infinita variedad de aromas, de poder gustar numerosos
sabores y de saber aprovecharlos como un verdadero
epicúreo, esta posibilidad unida a una comprensión elevada
de los misterios de la existencia podría constituir uno de los
secretos incomunicables de la iluminación, sinónima del
lapis (piedra filosofal). Si el hombre de a pie considera su
manera de estar en el mundo como algo normal, la atención
bien dirigida le hará contemplarla como algo sencillamente
extraordinario. Sin embargo, la condición de esta cualidad
de toma de consciencia pasa por una pacificación relativa de
la mente.

Dicho lo anterior, es más fácil entender hasta qué punto


el arte de la alquimia mental puede ser útil y necesaria en el

233
Alquimia, por otra concepción del mundo

desarrollo tanto de las personas como de las colectividades.


Es indisociable de la alquimia de las emociones y de la
alquimia propiamente espiritual. Juntas, versan sobre los
diferentes niveles de la realidad humana y contribuyen a
conducir al hombre al dominio de la vida y a la Paz
Profunda.

234
Un Ejemplo de Alquimia Mental

A propósito del ser y del existente

La reflexión sobre el ser y el existente sigue siendo una


constante en el mundo de la filosofía. La ontología, es decir
el esfuerzo por definir y conocer al ser, es común al mundo
de las religiones y al de los pensadores de todas las épocas.
Para las religiones monoteístas, Dios es el Ser de los seres,
dicho de otro modo, el Ser supremo o la fuente del Ser.

Paradójicamente, la siguiente meditación tratará de la


materia para llegar finalmente al Ser.

¿Qué es lo que llamamos materia? Desde el punto de


vista científico, se trata de un ensamblaje de partículas en
vibración que forman átomos y luego moléculas. La
naturaleza de un átomo depende entonces del número de
partículas que lo componen. El debate que opone incluso
hoy en día a los científicos gira sobre la naturaleza
puramente vibratoria, bajo formas de ondas, o puramente
corpusculares, de materia.

La tradición rosacruz ha zanjado el debate, ya que hace


de la forma más pequeña de materia una partícula de
espíritu. Eso significa que puede asumir las dos naturalezas,
vibratoria y corpuscular, según la perspectiva de su
observador.

De todos modos, el punto de vista científico coincide


con el sentido común: la materia se afirma como algo que
existe positivamente. Después, trataré de orientar la

235
Alquimia, por otra concepción del mundo

reflexión hacia la tesis inversa, que postula que la materia


representa una negación del ser.

Para guiamos en esta búsqueda, lo mejor consiste en


acudir a dos maestros importantes, Isaac Luria y Jacob
Boehme. El primero afirma que el proceso de la Creación
empezó por un movimiento de retracción por el cual Dios se
retiró de una parte de sí mismo. Designa este proceso bajo el
término de tsim-tsum. En cuanto a Jacob Boehme, explica
que cuando el Sin-Fondo (la divinidad incognoscible, fuera
de toda determinación) quiso conocerse, su deseo engendró
un primer principio, que nombra como la astringencia. Se
trata de una especie de estrechamiento por el cual la
voluntad original, absolutamente libre, sin dimensión y sin
limitación, asumió una naturaleza objetiva.

En su mismo principio, la objetividad (el resultado del


mundo de los objetos) representa un límite (una obligación
para todo principio de libertad). Si la fuerza limitante, la
astringencia, permaneciera abandonada a sí misma, las
partículas se volverían infinitamente pequeñas, hasta
desaparecer, y tendrían a la vez una densidad infinita.
Boehme explica que la astringencia es la muerte. La asocia
con el planeta Saturno, que simboliza la muerte, el tiempo, y
la sal alquímica. Esta fuerza, en el cuerpo, rige los huesos;
en el mundo, la piedra y el reino mineral.

Afortunadamente, la naturaleza es regida por la ley del


triángulo. La fuerza de libertad que se expresa en su seno
por la vibración viene a equilibrar la densificación y la
rigidez cadavérica producida por la astringencia. Esta fuerza
es el acicate en Boehme, y la asocia al planeta Mercurio.

236
Un Ejemplo de Alquimia Mental

Desde cierto punto de vista, es una de las manifestaciones


del espíritu. Sin ella, no habría más que la muerte por
asfixia, producto de la densidad extrema. La materia se sitúa
así en un punto de equilibrio.

Analicemos ahora una definición del Ser. Por oposición


a lo anterior, el Ser representa un principio de afirmación
opuesto a la nada. Se trata de una potencia sin límites, libre,
no generada, eterna. También podríamos concebir el Ser
como una vibración, una energía absoluta, una velocidad, un
movimiento extremo que se convierte, pasado cierta fase, en
una especie de inmovilidad.

Todo el mundo sabe lo que significa ser y sin embargo,


nadie puede dar una definición suficiente, en cuanto se le
haga la pregunta. La historia de la filosofía jalona los
esfuerzos de los filósofos por dilucidar la naturaleza del Ser
y proporcionar una definición aceptable. Dios sería el Ser
supremo, Ser de los seres, pero Dios permanece
incognoscible; por tanto, el Ser absoluto sería incognoscible.
Sin embargo, por lo que le concierne, podemos quedamos
con la idea de libertad y ausencia total de limitación.

Esta definición del Ser permite, por contraste, imaginar


que la naturaleza final de la materia es del no-ser. Según los
neoplatónicos, la materia no tiene existencia real, es decir,
positiva.

Pero en realidad, ningún objeto representa un no-ser


absoluto, todos los objetos permanecen relativos; existen los
unos en relación a los otros. He aquí por qué nuestro mundo
no representa un simple engaño. Un átomo, por ejemplo,

237
Alquimia, por otra concepción del mundo

procede de un sistema en movimiento vibratorio y al mismo


tiempo de un encuentro entre partículas. La misma partícula
se comporta según los dos modos anteriormente citados, el
del movimiento y el de la densidad, es decir, el de la libertad
y el de la astringencia, el del Ser y el del no-ser. Lo que es
denso, siendo por esencia una caída, todo cuerpo de materia
tiende a atraer aquellos que pasan cerca de él. Sería posible
que este fenómeno se produjera porque inclina el espacio
cercano.

Aquí, es importante aclarar que los límites de la


metafísica han sido abordados ampliamente. Pero es
necesario ir más lejos.

El sentido común afirma que los objetos existen, que el


mundo existe. El sentido común tiene mucha razón en
cuanto al término, pero se equivoca en el concepto. En
efecto, resulta que el término existir significa, desde un
punto de vista etimológico, «estar fuera de». ¿Fuera de qué?
¿El mundo y los objetos estarían colocados fuera de qué, si
no es del Ser, como hubiera podido afirmar Rabbi Isaac
Luria?

¿Qué proclama el Prólogo de San Juan? En el principio


era el Verbo. El Verbo es la energía vibratoria, el Ser
absoluto.

Sin El, nada de lo que existe fue hecho. En efecto, todo


lo que existe recibe la participación del Ser y del no-ser a la
vez.

238
Un Ejemplo de Alquimia Mental

En Él estaba la vida. La vida corresponde a una energía


vibratoria situada entre la del Verbo o Inteligencia Universal
y la del espíritu, que rige el aspecto mineral de la
manifestación. La vida y el espíritu proceden del Verbo, de
la libertad primordial. Aquí coincidimos con las
explicaciones de Boehme, que identifica el mercurio con el
aspecto jupiteriano del Verbo. El espíritu o Mercurio se
situaría solo en una octava por debajo a la del Verbo o
Júpiter.

La vida era la luz de los hombres. Si invertimos la frase


(la luz de los hombres era la vida), comprendemos que el sol
representa el lugar de elaboración de la energía vital. Esta
fuerza se encuentra polarizada por los planetas y reflejada
por la luna, que la devuelve hacia la tierra para mantener
finalmente la vida.

Y la luz brilla en las tinieblas, más las tinieblas no la


comprendieron (o recibieron). En el marco de nuestra
meditación, esto puede significar que en el seno de la
materia, el mercurio, la vibración del espíritu que transpone
la luz a un nivel inferior, no es retenido por la tenebrosa
astringencia. El espíritu es la vida de la materia. Porque la
densidad y la rigidez son la muerte y la muerte absoluta no
existe como tampoco el no-ser absoluto, un movimiento
debe surgir de ella. Cada vez más rápido, este movimiento
consiste en una subida hacia el Ser. A la temperatura teórica
del cero absoluto, que corresponde a la energía fría de la
astringencia, el movimiento se encuentra suspendido.
Enfriar un material, un gas, un líquido o un sólido, equivale
a hacerle perder su fluidez desacelerando su tasa vibratoria.
Los gases se vuelven de esta manera líquidos, los líquidos

239
Alquimia, por otra concepción del mundo

sólidos, y los sólidos frágiles.

Al contrario del no-ser, el Ser representa el movimiento


puro y caliente. En la primera fase, este movimiento opera
contra la rigidez. Según Boehme, produce en los siguientes
grados una explosión (un destello), el fuego, la luz, luego el
agua y la dulzura por el debilitamiento de la densidad. El
Verbo sucede a este proceso. En tanto que vibración
absoluta, es lo que multiplica las esencias, los tipos de
átomos, y los organiza. En la materia, reviste la forma del
espíritu. El mercurio es el espíritu. Sin embargo, el Verbo
jupiteriano posee la misma naturaleza que este movimiento
asignado a la materia.

De la luz nacerá la vida, de la vida el amor, por


necesidad de conservación. De la vida nacerán también la
inteligencia, el discernimiento y el conocimiento. De alguna
manera, para la materia, el espíritu desempeña el papel que
el Cristo Salvador desempeña para la humanidad: impide
que se desplome más todavía en la densificación y en la
inercia. Martinés de Pasqually, en uno de sus discursos, dice
que las esencias espirituosas estaban en un estado de
indiferencia llamado Caos, hasta que la vibración del Verbo,
espíritu doblemente fuerte, les diera vida y movimiento. Por
tanto, preside la diferenciación de los átomos. Así habría
surgido el mundo, y todas las cosas que contiene, de la
unión de la contingencia y de la libertad, del mercurio y del
azufre, del movimiento y de la inercia, del Ser y de su
ausencia.

Preguntémonos ahora: ¿De qué modo la densidad


procede verdaderamente del no-ser? Esta idea es muy difícil

240
Un Ejemplo de Alquimia Mental

de transmitir y requiere una atención constante. Más


pequeño que la punta de una aguja, lo que es infinitamente
denso no debería tener dimensión alguna. Sin embargo, se
comportaría como un principio de oposición. En el mundo
de los objetos densos, en efecto, la interpenetración es
imposible. Los existentes chocan entre sí, hasta destruirse
mutuamente. Es este fenómeno el que conduce a concluir
que su existencia es positiva. Pero es un error, pues no se
trata nada más que de una existencia relativa de los objetos,
unos con respecto a los demás, que a veces llegan hasta
negarse unos a otros. No hay ningún ser verdadero en este
proceso. El pensamiento, que sabe usar el contraste,
comprueba que inversamente, cuanto más aumenta el nivel
de vibración de los fenómenos, más se desarrolla la fluidez
opuesta a la densidad y a la rigidez. Entonces la
interpenetración se vuelve posible, como en el agua o el
aire, sin rechazo recíproco de los fenómenos. En la teosofía
de Boehme, la dualidad se expresa entre lo rígido y lo
fluido, o sea, por la astringencia y el agua. El mismo aire es
concebido como un agua enrarecida. La energía central que
permite pasar de una a otra es el fuego. Produce una
pacificación de la astringencia y la transforma pasando del
rigor a la dulzura, de la aspereza al agua.

El fenómeno de las ondas coincide también con el


sentido de esta descripción. En el aire, e incluso en el
susodicho vacío, en efecto, circulan simultáneamente una
gran cantidad de ondas sin que aparezca molestia o
interferencia sistemática. En el más alto grado, y aquí
pensamos con el espíritu del maestro Jacob Boehme, las
criaturas angélicas evolucionan juntas en la unidad, sin
oponerse unas a otras ni chocar entre sí, y existe una

241
Alquimia, por otra concepción del mundo

infinidad. En este reino solo reinan el amor, criaturas


amables y la alegría. Esto se podría representar por una
niebla sobre la cual estarían proyectadas en sobreimpresión
imágenes luminosas que se mezclarían sin molestarse. En el
campo del Ser puro, todo existe en una unidad perfecta, sin
negar ni perder su naturaleza propia.

Inversamente, cuanto más se materializa el reino, más se


afirman los existentes unos con respecto a los otros como
egos o entidades separadas, sin que la unidad se manifieste
posible. Este podría ser el verdadero origen metafísico de lo
que constituye la densidad.

Los fenómenos proceden jerárquicamente de lo más


denso, el elemento tierra, al más fluido, pasando por, el
agua, el aire, el fuego y el éter o luz primordial. Existe algo
más denso que la tierra y más fluido que la luz: el reino de
los cielos. Moisés declara: «Dios separó las aguas de arriba
de las de abajo, luego reagrupó las aguas de abajo en un
lugar, para constituir la tierra». Eso parece significar que
Dios obró condensando la libertad de su propio ser para
engendrar la Creación. Otra formulación consistiría en
explicar que lo Sublime Invisible creó retirando
progresivamente el Ser de las criaturas. La idea central que
hay que retener absolutamente, contra la enseñanza de
nuestros sentidos, es que las cosas nos parecen que existen
porque el principio de unidad se retiró de ellas. Solo quedan
la división, la guerra, es decir la densidad y de alguna
manera la muerte, ya que el fenómeno del envejecimiento
resulta del conflicto de los elementos que componen el ser
vivo.

242
Un Ejemplo de Alquimia Mental

Si creemos en las enseñanzas de los grandes maestros


espirituales, cuando el movimiento de reflujo de lo creado
haya comenzado, trayendo de vuelta todo a la unidad, este
mundo ilusorio desaparecerá. Pero las quintaesencias de las
criaturas seguirán existiendo eternamente en una fluidez y
una libertad extremas, en el seno de lo que algunos llaman
el paraíso, cuya existencia se hace más fácil presentir.

En efecto, por encima de la velocidad de la luz, según el


principio jerárquico, podemos imaginar un campo calificado
de súper luminoso, en el que reina la eternidad. Igual que el
movimiento de una peonza, que cuando alcanza cierta
velocidad presenta a los ojos una especie de inmovilidad, de
la misma manera se desarrolla un sentimiento de eternidad
cuando alcanzamos, primero en pensamiento, la frontera de
ese mundo súper fluido, súper luminoso.

En el marco de lo anterior, el estatuto del hombre se


vuelve más comprensible. Con su cuerpo de carne, participa
en un mundo y una existencia de tinieblas. Los demás
cuerpos se vuelven extraños para él. Progresivamente,
gracias a su iniciación alquímica, va presintiendo incluso
una existencia en una octava superior. El proceso de
regeneración consiste en una toma de consciencia y una
revitalización de esta existencia real del hombre, más real
incluso que la de su cuerpo camal. Una existencia tal resulta
de una libertad más amplia, y la unidad que se expresa se
parece al cuerpo cósmico o cuerpo glorioso de la
humanidad. Las almas-personalidades en su seno
evolucionan como los peces que nadan en el océano, sin
poder percibirlo.

243
Alquimia, por otra concepción del mundo

El ser humano, totalmente absorto por su dimensión


material, no conoce ni su libertad ni su dimensión inmortal
que corresponde a este campo. Esto parece ser la razón por
la cual el Verbo se encamó a través de la mayoría de las
grandes guías espirituales, morales o filosóficas de la
humanidad y dio su mensaje de liberación. Mensaje
desgraciadamente todavía ampliamente incomprendido, y
todavía más distorsionado por la intolerancia.

El materialista, por ejemplo, considera la materia como


un dato evidente y positivo del que se derivan todos los
demás fenómenos. Aunque los descubrimientos de la física
más avanzada cuestionan ampliamente esta versión ilusoria
de la realidad, esta filosofía predomina.

Por su parte, el verdadero espiritualista considera que


todo procede del Uno, eterno e indeterminado por
condensación progresiva. Su dificultad mayor sigue siendo
explicar cómo las manifestaciones derivan de su esencia.
Una reflexión sobre la dualidad ser/no-ser, luz/tinieblas,
densidad/fluidez, libertad/astringencia, unidad/multiplicidad,
tal y como acaba de ser presentada, aclara partes de la
manifestación.

244
Conclusión

Ciencia moderna y alquimia,


¿un diálogo posible?

El advenimiento de una ciencia orientada hacia la


búsqueda de resultados concretos, eficaces, incluso
mercantiles, en el campo estrictamente material ha
desplazado, como parece ser, el antiguo Arte Real a la
sección de los valores anticuados. La conclusión de la
presente obra se preguntará, por el contrario, sobre la
capacidad de las técnicas tradicionales de transmutación
para desafiar todavía hoy a la ciencia moderna.

Ya se mencionó que la filosofía hermética no se opone


al conocimiento académico. Representa primero un método
diferente de aproximación al mundo de los fenómenos. La
teoría de los cuatro elementos o principios puede ser
considerada no solo una proto-ciencia, sino también otro
método de observación que conduce a unas conclusiones
diferentes. Una concepción semejante confiere este barniz
final a la existencia, que nosotros llamamos «el sentido».
Permite imaginar también el principio de la evolución como
una sublimación progresiva. Sublimación viene de sublime y
compromete en una evaluación ya no solo cuantitativa de lo
real, sino más bien cualitativa.

La alquimia, aplicación del hermetismo en laboratorio,


podría también representar un medio de mantener una
reflexión a propósito de una metafísica de las ciencias:
¿Existe una intención detrás de las apariencias fenomenales?
¿Las fuerzas que nos rodean poseen una calidad noética?

245
Alquimia, por otra concepción del mundo

Por encima de las cantidades medidas, ¿qué significado


propone a las múltiples sustancias que componen el
universo? ¿Cuál es el origen de la relación cada vez más
reconocida y admitida que une la materia y la consciencia?

Para el filósofo hermético, el universo representa la


objetivación de un pensamiento y unos números puestos en
movimiento. Su propia reflexión se apoya sobre el principio
de la paradoja. Ve doble en todas las cosas: azufre y
mercurio, yang y yin. Contrariamente a lo que imaginan los
detractores del esoterismo, su comprensión está lejos de ser
simplista. Para él, cada fenómeno es el resultado no de uno
ni de dos principios, sino más bien de tres que representan
una síntesis dialéctica, la reconciliación de los opuestos. Se
atreve entonces a dar un paso en el corazón de los misterios
del Ser.

Paralelamente, la ciencia del siglo XX ha engendrado


nociones e hipótesis cada vez más nuevas: teoría de las
cuerdas, universo multidimensional, incluso multiuniversos,
materia negra, antimateria... La física cuántica puso contra
las cuerdas la mecánica clásica de Newton en lo
infinitamente pequeño. Puso en evidencia el principio de
indeterminación de Heisenberg, por el cual no se puede
conocer a la vez, con una gran precisión, la posición de una
partícula y su velocidad. La doble realidad onda-partícula
forma parte igualmente de esta revolución. Otros fenómenos
desconcertantes para un espíritu positivista han sido
revelados. De dos quarks procedentes de una misma
partícula, lanzados en direcciones diferentes, uno sufre una
colisión mientras que el otro se comporta entonces
instantáneamente como si hubiese sido víctima del mismo

246
Conclusión

choque. Todo ocurre como si una información hubiese


circulado entre los dos a una velocidad superior a la de la
luz. El problema, es que nunca se han encontrado huellas de
esta información. Por fin, la interacción consciencia-
materia, como lugar común de la física cuántica, se
encuentra cada vez más estudiada por físicos «respetables»
que «se enfrentan» con los ambientes de la parapsicología.
Sin embargo, la manera de pensar del hombre de la calle
parece que no ha cambiado, siempre apegado a lo que le
dictan sus cinco sentidos sensoriales.

En este marco, ciencia y alquimia se encuentran en


varios terrenos comunes: una visión de la realidad que
supera las simples apariencias y una búsqueda de
unificación de las leyes universales. El alquimista utiliza un
solo fuego, una sola energía, un sola materia. Entra en una
relación íntima con su materia. Concibe en el trasfondo de
los fenómenos la existencia de una sustancia única o de una
unidad cualitativa que podría informar de una interrelación,
incluso de una intercomunicación entre todos los
acontecimientos. De acuerdo con el principio de los
fractales, ve todo en todo. Ciencia cuántica y alquimia
estarían finalmente de acuerdo en poner patas arriba la
manera corriente de concebir el mundo, procedente de
hábitos mentales arraigados durante demasiado tiempo.

En este diálogo, las ciencias humanas se encuentran


igualmente interpeladas, aunque desde los trabajos de Cari
Gustav Jung, el interés del mundo de la psicología por la
alquimia parece marcar el paso. Sin embargo, su dimensión
espiritual oculta las claves de un programa que permite que
la humanidad evolucione, es decir, que se sublime ella

247
Alquimia, por otra concepción del mundo

misma.

El místico alemán Jacob Boehme —y considero a Jung


como uno de sus herederos intelectuales— calificaba a Dios
de «sin fondo» y añadía en Mysterium Magnum que «no
tenía el pensamiento de él mismo». En lenguaje moderno,
eso podría significar que en el origen del universo existía un
potencial creador inconsciente de sí mismo. La emanación
del universo y de sus criaturas consiste, desde este punto de
vista, en exteriorizar en el tiempo este potencial infinito, en
manifestarlo, para luego hacerlo «autoconsciente».

El secreto de la sublimación y de la alquimia universal


podría pues declinarse en los mismos términos que los de la
psicología profunda: hacer consciente y evidente lo que a
priori no puede imaginarse sino como inconsciente y
potencial, por lo tanto inquietante. La humanidad y toda
forma de inteligencia superior forman parte de esta
economía de la revelación y de la toma de consciencia. De
alguna manera, la divinidad se conoce a través de la función
humana. Así, podemos escribir: existe un Dios oscuro al
comienzo y un Dios luminoso al final, un Alfa y un Omega.
El advenimiento de este Dios revelado en su amor pasa por
la sublimación de la humanidad o las demás criaturas
extraterrestres, tanto desde un punto de vista individual
como colectivo.

La alquimia representa el comienzo por el mercurio y el


final por la piedra filosofal. Los considera a ambos de
naturaleza hermafrodita. Por su lado, una parte de la
psicología establece un vínculo entre el proceso de
individuación y la sublimación. El estado andrógino puede

248
Conclusión

igualmente ser atribuido al hombre desde este punto de vista


psicológico, si no es que corresponde a una integración del
inconsciente colectivo en el ser consciente. Uno representa
entonces la polaridad femenina del ser, el anima, el otro su
polaridad masculina, el animus.

La era de Piscis fue inaugurada por este personaje fuera


de lo común que fue Jesús. Gracias a su acción espiritual y a
su personalidad ejemplar, el matrimonio alquímico se hizo
posible de nuevo para la humanidad en su conjunto. La
noción de persona emergió progresivamente en el transcurso
de los dos milenios que siguieron. Sin embargo, la
comunicación entre el ser consciente y el Yo no existe más
que potencialmente y no puede realizarse sino por esfuerzos
individuales.

La era de Piscis iniciada hace dos mil años inauguró


también un verdadero tiempo de pruebas que podría
compararse con la obra al negro de los alquimistas. Este
signo y la casa XII que le están asociados por la astrología
representan en efecto los hospitales, las cárceles, las
enfermedades físicas y mentales, las drogas, las religiones, y
más generalmente todas las situaciones que nos azotan.
Según recientes descubrimientos, el Cristo habría nacido en
realidad seis años antes; en cuanto a una era astrológica,
duraría aproximadamente 2. 160 años. Además, los escritos
descubiertos cerca del Mar Muerto, en Israel, demuestran
que un personaje importante, prototipo del Cristo, habría
vivido hacia el año 140. Este «señor de justicia» ¿acaso
sería el verdadero iniciador de la era de Piscis? Los textos
del mar Muerto que lo mencionan tienen ya numerosas
referencias al Nuevo Testamento. Y si el conjunto de esas

249
Alquimia, por otra concepción del mundo

informaciones se revelara cierto, deberíamos entrar en la era


de Acuario en el siglo XXI, cuyos primeros signos ya
sentimos.

La era de Piscis estuvo guiada por las religiones. Estuvo


acompasada por guerras cada vez más mortíferas. Inmensas
epidemias como la gripe española de 1918 o la peste negra
del siglo XIV estuvieron a punto de poner en peligro la
propia existencia de la humanidad. El periodo que se
anuncia debería poner fin a estos sufrimientos colectivos. El
conocimiento y la espiritualidad deberían prevalecer sobre
las religiones. Las guerras y las epidemias van a retroceder
inexorablemente. La noción de derecho humano se
impondrá en todos los pueblos. El papel de la mujer saldrá
ampliamente reforzado, así como la idea de libertad. Por fin,
la humanidad va a poder trabajar voluntariamente en su
propio perfeccionamiento mediante una verdadera alquimia
espiritual. En efecto, la era de Acuario está simbolizada por
un ángel que vierte agua de una vasija a otra. Si Piscis
representaba la nigredo, la obra al negro, Acuario representa
la albedo, el matrimonio alquímico del hombre y del Yo.
Sin embargo, queda un obstáculo mayor que superar antes
de este futuro prometedor: que el Hombre-Mujer comprenda
los lazos indisolubles que lo unen a la naturaleza. Deberá
adoptar el método de los antiguos labradores, quienes sabían
que la naturaleza misma hace todo el trabajo, siempre que le
demos la posibilidad de hacerlo.

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demain, Editions du rocher, 1999.

252
Alquimia
Por otra concepción
del mundo

Esta edición consta de 100 libros


y se terminó de imprimir en
en Junio de 2019 en los
talleres de Impresos 2010
León, Guanajuato, México
e-mail: impresos2010@hotmail.com
't'U/VUsl/ Por otra concepción del mundo

Alquimia he ahí un término que huele a sal, azufre y mercurio, y cuya


mera mención a menudo transporta al lectora algún taller oscuro en
el que arde un fuego infernal. El absoluto secreto que cubrió siempre
esta práctica hizo que cayera en el olvido hasta principios del siglo
XX, cuando Cari Gustav Jung vio en sus símbolos una descripción de
la evolución de la conciencia humana. Hasta la fecha, miles de libros
han presentado el tema de diferentes formas. Así que, ¿por qué
escribir uno más?

La Alquimia, a menudo simbolizada por una mujer vestida del color


del cielo y cubierta de estrellas, a pesar de sus rasgos aún juveniles,
proviene de los tiempos más remotos. Esta aparente contradicción
en realidad revela su atemporalidad y significa que su lenguaje
merece actualizarse regularmente. Su discurso debe ser accesible al
mayor número posible de personas sin caer en la trampa de una
alteración de sus símbolos, es decir, sin reducir el alcance de lo que
ella expresa sin revelarlo jamás completamente.

Este libro también pretende reunir de forma explícita los elementos


de los dos aspectos principales de la alquimia: el operativo y el
espiritual. Por lo tanto, se presentan en un lenguaje sencillo ciertas
nociones alquímicas, sobre todo en sus aspectos metafísicos,
abriendo así las puertas a la percepción de un universo vivo e
inteligente. En cuanto a la dimensión espiritual de la alquimia, es
ampliamente desarrollada, porque es esta dimensión espiritual la
que permite al hombre participar en la evolución de un mundo en el
que debe integrarse.

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