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Las organizaciones a lo largo del tiempo han ido recomponiendo sus balances
financieros que presentan al final de cada año, dándoles un valor cada vez
mayor a los intangibles asociados a la marca o al nombre de su empresa. De
hecho, hace 20 años una empresa era valorada en un 90% por activos y
patrimonio, representados en maquinaria, edificios, etc. Hoy puede llegar a ser
exactamente lo contrario, 10% sus activos, y un 90% de su valor es su
conocimiento, marca, sostenibilidad, proyección futura y por su puesto su
reputación dentro de la comunidad que la rodea, clientes, consumidores,
proveedores, gobierno, distribuidores, empleados, entre otros.
Evidentemente los mal llamados intangibles que contaban con una valoración
del 90% de la acción, no fueron valorados por quien importaba realmente.
Únicamente el mercado accionario especulo con dichos intangible, pero ningún
otro grupo de interés valoró dichos intangibles. Lo cual nos lleva a la
primera conclusión: Los intangibles seguirán siendo intangibles para
quien no sean relevantes y pertinentes. En otras palabras el 90% del
valor, es decir, los intangibles de estas organizaciones nunca lograron
relacionarse profundamente con sus clientes, comunidad, empleados, juntas de
accionistas, proveedores y gobierno, llevándolos a lo más evidente posible, una
quiebra sin posibilidad a recuperación.
1. Una vez identificado dicho contenido o información, hay que mapear sus
actores de interés tanto internos como externos, entendiendo su
naturaleza, condición y relación con la organización.
3. Una vez esta claro qué y cómo comunicarse con los actores de interés se
da inicio a dichas conversaciones. Las cuales deben ser en dos vías. Es
decir, la organización habla y también oye lo que los grupos de interés
tiene que decir.