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Creo que no hay como escapar aquí del mayor desafío de este momento: agudizar nuestra
capacidad y la de nuestros alumnos... la cuestión de la que se trata es la contribución de la
Geografía para la formación de niños lectores y productores de un texto escrito (Guimaraes,
1996, p.100).
Hay, en este momento, una presión casi palpable sobre los profesores para que respondan
con presteza a las exigencias que son impuestas a la escuela. Con mucha velocidad, la
academia y la sociedad dicen lo que la escuela debe hacer. Informan como debe
comportarse para que admita las innovaciones en cuanto a la producción de conocimiento y
para que atienda las expectativas en cuanto al perfil del egresado que se desea de la escuela.
Con una destreza increíble producen toneladas de papel y de imágenes, dictando normas.
Con una voracidad todavía mayor intentan hacer desaparecer el funcionamiento tradicional:
viejas prácticas y sus resultados, ahora anacrónicos.
Las nuevas orientaciones y las nuevas pautas sugeridas a la escuela están presentes en
múltiples propuestas de reforma: del currículum, del aula, del profesor, del libro didáctico.
Son discursos que se aproximan en la forma, ya que parten de fundamentos diversos y que
contemplan, también, intereses que, con frecuencia, no son comunes. De cualquier manera
se dirigen a superar la concepción de la escuela como espacio de aprendizaje de cosas,
informaciones; de encuadrar comportamientos, y del hacer solitario y competitivo –del
alumno y del profesor- y superarla por concepciones que se sustentan en el aprender y
aprender, en promover comportamientos de autonomia, creatividad y participación, en el
hacer colectivo.
La posibilidad de reformar, de cambiar, inclusive y sobretodo, el leer y el escribir, se
incluye en el contexto referido por muchos autores es sintetizado por Lajolo (1996, p.5):
En este fin de siglo, vivimos todos, desde el Polo Norte al Polo Sur de la Tierra, un proceso
aparentemente irreversible de globalización, cifrado en los más diferentes lenguajes. La
escuela precisa tener la capacidad de interactuar con todas ellos, haciéndose escenario del
gran diálogo de lenguajes y códigos que, porque existen en la sociedad, precisan estar
presentes en la escuela,...
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MATERIAL DE CÁTEDRA. Seminario de Temas Avanzados II. Licenciatura en Didáctica
de las Ciencias Sociales UNIVERSIDAD NACIONAL DE GENERAL SAN MARTÍN. UNSAM.
Prof. Titular Gabriel ALVAREZ. Traducción realizada por Gabriel ÁLVAREZ. Reproducción
autorizada por el autor.
Leer y escribir siempre fueron tareas indisociables de la vida escolar. Leer y escribir bien
forjaron el padrón funcional de la escuela elitizada del pasado, que atendía los sectores
poco numerosa de las poblaciones en edad escolar. Leer y escribir, masiva y
superficialmente, ha sido la cuestión dramática de la escuela reciente, sin infraestructura y
extendida a casi toda la población.
Mas leer y escribir siempre con propiedad pasa a ser la cuestión actual en varios discursos:
es indispensable a la reproducción de la sociedad capitalista en este período marcado por la
aceleración de la técnica, de la ciencia y de la información –paralelamente a la exclusión
rápida de los que leen y escriben mal o de los que no leen ni escriben. Es asunto también de
aquellos que, preocupados con la promoción de los sectores más numerosos de la sociedad,
entienden la ciudadanía como un derecho mayor del consumidor atento, cuestionador de la
calidad del producto en el mercado. Para estos, leer y escribir bien se transformó en
estrategia indispensable de la ciudadanía, concebida como la formación de opinión pública
capaz de direccionar decisiones políticas.
Atendiendo a esas diferentes vertientes, las bases legales que sustentan la educación
nacional, como la Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional (LDB) y los
Parámetros Curriculares Nacionales (PCNs)2, se refieren a lo que debe ser estimulado a
desarrollar el alumno en lo que corresponde a los contenidos del aprendizaje. La LDB
establece, como uno de los objetivos fundamentales de la enseñanza, que ocurrirá mediante
el acceso a determinados instrumentos, entre los cuales sobresale el desarrollo de la
capacidad de aprender. Mas no el derecho de aprender a aprender, liberado del horizonte
del poder, está el saber, como bien anuncia Seabra (1998). Para ella, el saber puede ser
placer, y el aprender transcurre de una necesidad vital tan fuerte como alimentarse y
procrear. Aprender sería una necesidad de todos durante toda la vida y, como necesidad
vital, libertad y placer.
El aprender a aprender –principio recurrente en varias propuestas- implica el dominio de
estrategias cognitivas que son comunes a diversas áreas, como leer, escribir o calcular, y el
de estrategias que son específicas de algunas áreas. Entre tanto, los avances en el dominio y
en la complejización de los conceptos científicos no suceden sin una intervención
pedagógica, conforme enfatiza Oliveira (1988). En el proceso, se destaca el papel de la
escuela –en ella el del profesor- para que cumplan las exigencias de los nuevos tiempos. En
ellos, leer y escribir bien pasan a ser indispensables al conjunto de la sociedad. No más
cabe una buena lectura exclusiva de unos pocos, ni en una lectura débil y extensiva a todos.
El papel social de la escuela es notable en la promoción sistematizada de la utilización de
múltiples lenguajes. Éstos, como el verbal, las matemáticas, la gráfica, la plástica, la
corporal, incluyen variadas formas de expresión –el texto literario, la comunicación, el
texto técnico, el mapa, la obra de arte- compiten para que el alumno comprenda y se
exprese, comunique sus ideas y capitalice las producciones de la cultura (Brasil, 1997). El
dominio de la palabra escrita para el conocimiento de sí y del mundo; para la expresión y
representación; para la construcción de la identidad y de la ciudadanía han sido remarcados
y están presentes en muchas propuestas de renovación curricular. La importancia de leer y
escribir llega, entonces, por diversos medios, a los profesores de las diferentes áreas para
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El documento de Geografía en los Parámetros Curriculares Nacionales (PCNs) trabaja sintéticamente las
categorías de espacio geográfico, territorio, lugar, paisaje. Se hace referencia a, aunque de forma más breve, la
evolución del conocimiento geográfico en su relación con la práctica escolar. Es un documento cuya lectura se
sugiere a los profesores de geografía.
que reflexionen sobre sus prácticas y para que promuevan un nuevo esfuerzo en dirección a
la lectura y la escritura como tareas escolares privilegiadas por la sociedad.
Aquello que se enseña en las escuelas no es ningún saber académico ni tampoco una
simplificación de ese saber, más es una forma muy particular de conocimiento al que se
denomina saber escolar, el cual se origina del saber académico que, en un complicado
proceso de transposición didáctica, fue transformado, adaptado y recontextualizado para
después ser enseñado
Para que el alumno llegue a leer y a escribir en geografía es necesario que, antes, el
profesor dirija su mirada hacia el otro (el alumno) y para el conjunto (la escuela). Sólo
entonces ha de lograrse un regreso a la disciplina. Este regreso depende de la forma como
el profesor conoce epistemológica y teóricamente su área. ¿Qué se propone ella? ¿Con qué
trata? ¿A qué sirve? Un mínimo de información sobre la evolución del área de
conocimiento le garantiza los elementos necesarios para una evaluación crítica de su hacer,
de cómo proceder en una lectura y escritura pertinentes. Este conocimiento permite
identificar las líneas asumidas en los libros didácticos y su propio abordaje, su pauta de
contenidos, la especificidad del lenguaje y de la propuesta de análisis socio-territorial que
asume.
Leer y escribir en geografía es una estrategia cognitiva disciplinar que, en la división con
las demás áreas, permite al alumno adquirir una visión del mundo, reconocer y establecer
su lugar en el espacio geográfico, lo que incluye también la noción, también, de su
posibilidad de exclusión. A pesar de la multiplicación de los recursos disponibles para el
aprendizaje está, también, la permanencia de la palabra, manteniendo válida la afirmación
de que enseñar es siempre una aventura con el habla, ya que esta es la herramienta mas
utilizada en la enseñanza: el uso de la palabra para la transferencia de ideas (Freire, 1997).
Esta es una herramienta para la geografía, mas es común con varias áreas. Nos corresponde
situar aquellas que son nuestros lenguajes específicos: la lectura y la escritura del paisaje;
de las imágenes/de los mapas; y del libro didáctico de geografía.
La lectura en geografía surge como el camino para buscar, seleccionar, organizar e
interpretar la información, que es la expresión de un momento del lugar y de la vida, por lo
tanto una expresión pasajera. De allí que, mas importante que retener la información
obtenida por la lectura del lugar y de la vida que ella abriga, los ejercicios de lectura y de
escritura deben propiciar a los alumnos las condiciones para que él pueda, de forma
permanente y autónoma, localizar la nueva información, para la lectura del mundo, y
expresarla, escribiendo para el mundo, de forma pertinente a su tiempo y espacio,
tornándose legible para sus pares.
Para esta lectura, la valorización de la experiencia vivida es la búsqueda de varias fuentes
de investigación, como el texto escrito, la música, discutidas de forma problematizadora, y
que representen desafíos reflexivos para el estudio de un tema, acompañan los textos
particulares de la geografía: el estudio del lugar (del barrio, ciudad), la lectura del texto
técnico (el libro didáctico) y la lectura de la imagen espacializada (tradicionalmente el
mapa), en tanto su uso permanece en la dependencia de acceso a los mismos por la escuela
y por el profesor, fuerzan la curiosidad y la creatividad y se dirigen a establecer la
autonomía del pensar y del hacer.
La educación para la lectura de los mapas debe ser entendida como el proceso de
adquisición, por los alumnos, de un conjunto de conocimientos y habilidades para que les
permita realizar la lectura del espacio, representarlo, y de esta forma construir los
conceptos de las relaciones espaciales. En este proceso, la función simbólica desempeña
un importante papel para la formación de eficaces lectores de mapas.
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Su equivalente en la Argentina corresponde al ciclo completo de la EGB.
Muchos son los textos que, analizando la práctica del profesor en el aula, informan que, en
líneas generales a pesar del profesor entender y referir que el uso del mapa es importante,
eso no se traduce en su acción pedagógica. Regularmente, como indica Pasini (1994), el
profesor acaba utilizando el mapa solamente como medio de localización de fenómenos,
cuando lo utiliza.
La exploración del mapa que admiten los niños para su espacio de vida, su mapa mental,
constituye en el aula un recurso didáctico de gran significado, porque nos permite saber
como nuestros alumnos perciben el espacio geográfico en diferentes escalas. Cabe recordar,
también, que el mapa, utilizado desde el inicio de la alfabetización y en situaciones
paulatinamente más complejas, contribuye para concretizar determinadas relaciones entre el
niño y la realidad. En esa perspectiva y también acompañando a Passini (1994), es preciso
reafirmar que el proceso de educación para el mapa compromete el trabajo articulado con
ciertos elementos: la noción de escala, de orientación, de estructuración de las referencias,
etc. En otras palabras, para tener acceso a la lectura de un mapa es preciso que el alumno
tenga acceso previo a su código de representación.
Liguera (1998) desarrolla un análisis interesante sobre ese tipo de lenguaje geográfico:
considera al mapa como una herramienta básica para el aprendizaje geográfico y,
paradojalmente, el mayor problema en su enseñanza. Según él, el mapa como auxiliar
didáctico, pone en juego mecanismos de percepción visual y procesos mentales que
interrelacionan el entendimiento y la memoria (niveles variables de abstracción). Del
mismo modo, alumnos y profesores perciben los hechos de manera diferente, así como lo
que se observa e interpreta del mapa es diferente. La misma situación se da respecto de la
percepción del entorno inmediato en su paisaje y su respectiva expresión cartográfica. Para
el alumno, construir su mapa es un proceso lento, que requiere ensayos y análisis continuos
de las evidencias. Para el profesor significa un enorme desafío metodológico y una
definición clara acerca de su pensamiento geográfico, esto es, sobre qué geografía está
enseñando.
Liguera (1998) sitúa entre las dificultades para el trabajo con mapas la falta o el escaso
desarrollo de habilidades para su lectura y confección, las cuales deberían ser previamente
trabajadas. Es el caso de la familiarización con los símbolos y con las rutas en el
adiestramiento para la localización. Alerta al profesor en tanto la necesidad de reconocer
que la comprensión del reticulado matemático (latitud y longitud) no es tarea fácil para los
alumnos. Según el mismo autor, como actividad aprehendida en el aula, la confección de
mapas resulta, casi siempre, en el uso y reproducción de mapas elaborados por otros,
reduciendo las posibilidades que este recurso ofrece para la lectura y la escritura del lugar y
del mundo.
El mapa atiende a nuestras necesidades cotidianas de llegar a algún lugar, de planificar
trayectos, y atiende a propósitos más complejos como los de la planificación. No obstante,
no queda claro al alumno su importancia. Es común que el profesor, de diferentes niveles y
en diferentes series, recorra el mapa apenas como medio para localizar puntos, ciudades,
países, ríos, etc. Siendo raros los que procuran hacer un uso mas elaborado, como la
superposición de escalas para inferencias y proposiciones. Passini (1994) enuncia, entre los
varios motivos para ese comportamiento, desde la falta de preparación para el trabajo con
ese material hasta la falta o ausencia de recursos (inclusive el propio mapa) en las escuelas.
Los análisis sobre la práctica docente en geografía y el contacto con profesores que actúan
en la enseñanza elemental refuerzan la certeza que apunta en el sentido de un “divorcio”
entre la geografía en el aula y los mapas. Tal divorcio parece tener comienzo ya en la
primera etapa del casamiento: en el curso de la licenciatura. No es raro que el mapa y la
carta estén presentes en las áreas instrumentales (que enseñan mapas) y ausentes en las
demás.
Mas, es importante que, al valorizarse el mapa y su uso en el aula, no se pierda la
dimensión de que el mapa es, apenas y tan solamente, un lenguaje, aquel que puede resaltar
el carácter espacial de determinadas relaciones. Las cuales precisan ser evidenciadas en el
entendimiento de forma como se procesaron y en la forma como continuamente se
reformulan, construyendo un espacio dado, definiendo determinado territorio y su paisaje.
La lectura del texto escrito es la etapa fundamental para que otras etapas en la vida escolar
puedan ser desarrolladas, como escuchar y expresar ideas: juzgar, opinar, participar.
Desarrollar hábitos de lectura, hasta el libro didáctico, implica crear intimidad con el libro;
implica construir sentidos; exige un comportamiento activo de construcción de significados
y atiende un objetivo que debe estar presente para el lector: leer para qué? En la escuela, el
libro didáctico es, por excelencia, el texto escrito de carácter informativo, aquel al cual se
acredita fidelidad de información. Igualmente se acuerda con Scliar-Cabral (1994, p.14)
que “...cualquier libro didáctico debe desarrollar el gusto por la lectura, desarrollando
capacidades de lector como un todo: lúdicas, estéticas, éticas y afectivas...”, la práctica
escolarizada de la lectura de texto ha sido la de hacer copias, repetir.
En el caso de los libros didácticos de geografía, varios son los conceptos importantes para
lo cotidiano del ciudadano y allí están presentes de forma más insistente, permitiendo un
diálogo ampliado con las otras áreas de la formación escolar. Es el caso de la ciudadanía, en
sus diversas e históricas acepciones, de acatar las órdenes y obedecer las leyes de
participación política activa en la vida social. De la misma forma surgen otros conceptos,
como trabajo, ambiente, tecnología. Guimaraes (1996:100) indica la aproximación de esots
conceptos a los trabajos de geografía, desde las series iniciales, y su convivencia con las
demás áreas.
Este autor subraya su preocupación con la lectura fragmentada de la realidad, hecha a
través de una correspondencia entre contenidos recurrentes (familia, barrio, relieve, país) y
una mera reunión de todos.
Para este autor la “...concepción mecánica del mundo impide que las capacidades
cognoscitivas de los niños transformen estos contenidos en herramientas de lectura de la
realidad, en un sentido amplio...” resaltando que, “...desde las primeras letras, el trabajo de
lectura puede contribuir para el desarrollo de pensar sobre el espacio geográfico como un
espacio social, producido por el trabajo humano” (Guimaraes, 1996:101).
En un artículo sobre libros didácticos de geografía, Schaffer (1998ª) retoma el análisis de
libros de Estudios Sociales hecho por el MEC (Brasil, 1994) y que reúne serias críticas a
esos libros, acusados de no permitir el desarrollo de la alfabetización cartográfica, de
transmitir una visión idealizada del campo y de la ciudad, de remarcar el desconocimiento
de los autores en cuanto al dominio de conceptos básicos en geografía e historia. El mismo
estudio sugiere la divulgación y discusión en las escuelas de criterios de análisis para la
elección de libros didácticos, a partir de la evaluación de la diagramación gráfica de la obra,
del contenido (conceptos, información cartográfica) y de los aspectos pedagógicos-
metodológicos (lenguaje adecuado).
A pesar de esas críticas es indispensable enfatizar la difusión del texto técnico del área
(libro de geografía en palabras del alumno) a lo largo de la formación escolar y el apoyo
que puede ayudar en una formación sólida. Se vuelve a Guimaraes (1996:103) para
recordar que:
Dependiendo del trabajo que se haga con los contenidos de la geografía se puede
transformar el temario de esta área en un campo fértil para la problematización, llevando
al aula el estudio de los sujetos que producen el espacio geográfico. Desarrollando los
conceptos existentes en los libros didácticos y que constituyen lo que es específico de la
geografía, podemos ampliar, al mismo tiempo el repertorio de la lectura y la escritura en
los cursos siguientes.
Consideraciones finales
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