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Ningún Estado puede pretender que sus normas jurídicas sean respetadas más allá de sus
confines territoriales.
Si este doble principio fuera reconocido y aplicado con todo rigor, no se producirían
conflictos entre las legislaciones de los diversos Estados; cada cual aplicaría sólo su propia
legislación sin considerar la nacionalidad de las personas, el país en que se encuentran las cosas o
en que se celebran los actos o contratos.
Pero es fácil comprender que una aplicación estricta del concepto de soberanía sería
obstáculo a las relaciones internacionales, que son parte muy importante de la existencia misma
de los Estados por la interdependencia en que viven y entrabaría el comercio jurídico.
Puede suceder que dos o más legislaciones pretendan, simultáneamente, regir una misma
situación jurídica. En esta hipótesis, ¿a cuál se le dará preferencia?
Esta materia, la colisión o conflicto de las leyes en el espacio, es propia del llamado
Derecho Internacional Privado.
Diversas causas hacen que una situación o relación jurídica pretenda ser regida por dos o
más legislaciones: la nacionalidad de los individuos, el cambio de domicilio, la circunstancia de
encontrarse un bien en otro país que en el que reside el dueño, el hecho de celebrarse un
contrato en un país para que produzca efectos en otro, etc.
Todos los conflictos de leyes en el espacio giran en torno a dos principios antitéticos: el
territorial y el extraterritorial o personal.
Según el principio territorial, las leyes se dictan para el territorio y tienen su límite
espacial marcado por las fronteras de cada país.
De acuerdo con el principio extraterritorial o personal las leyes se dictan para las
personas, y acompañan a éstas fuera del territorio.
Y, por el otro lado, si se aplicara en absoluto el principio personal, el Estado sólo podría
legislar para sus nacionales y vedado le estaría hacer valer ninguna autoridad sobre los
extranjeros que residieran en su territorio.
En ellos se da por supuesto que algunas leyes son territoriales y otras tienen eficacia
extraterritorial; pero lo que se discute es:
Entre las teorías que han intentado dar solución a estos problemas sobresalen por su
importancia, la de los estatutos, la de comunidad del derecho y la de la personalidad o
nacionalidad del mismo.
Nosotros limitaremos nuestro estudio a la teoría de los estatutos, por estar fundada en
ella, en parte, nuestra legislación. Por lo demás, todo lo relacionado con los conflictos de las
leyes en el espacio cae dentro de la órbita del Derecho Internacional Privado. Nosotros sólo
daremos ciertas nociones generales.
La teoría de los estatutos nació en el siglo XIII y se desarrolló ulteriormente. Clasifica las
leyes en personales, es decir relativas a las personas; reales, o sea, relativas a los bienes y las leyes
mixtas que se refieren al mismo tiempo a los bienes y a las personas y particularmente a la forma
de los actos jurídicos.
Así, son personales: la ley que determina si el individuo es nacional o extranjero; la que
fija la mayor edad; la que establece los requisitos o condiciones para celebrar el matrimonio, la
que somete a los hijos a la patria potestad, etc..
Son leyes reales las que se refieren directamente a las cosas para determinar su
naturaleza y el modo de poseerlas o adquirirlas, transferirlas entre vivos y transmitirlas por
causa de muerte, sin que ellas tengan relación con el estado o capacidad general de la persona si
no es de un modo incidental y accesorio.
A esta clase pertenecen las leyes que clasifican los bienes en cosas corporales e
incorporales, muebles e inmuebles; las que determinan el derecho de suceder abintestato o por
testamento, las que fijan la cuota de los bienes suyos de que puede disponer libremente el
testador, etc..
En cuanto a las leyes relativas a los actos jurídicos, se tratarán más adelante.
Las leyes reales sólo se aplican en el territorio en el cual están situados los bienes , es
decir, tienen carácter local, territorial.
Las leyes mixtas o relativas a los actos jurídicos se ciñen a un doble estatuto, según se
trate de sus requisitos externos o internos como se aclarará oportunamente.
Cuando se redactó nuestro Código Civil se hallaba en su apogeo la doctrina del estatuto
personal. A pesar de esto, don Andrés Bello se mostró francamente partidario de la doctrina de
la territorialidad absoluta, porque siendo Chile un país en formación y escasamente poblado, al
mismo tiempo que estimular la inmigración, le convenía la uniformidad de población y
legislación.
Conforme a este criterio, no podía la ley chilena acoger la doctrina del estatuto personal
y por razones de nacionalismo no aceptó en forma alguna la vigencia de estas leyes extranjeras
en su territorio.
“La ley es obligatoria para todos los habitantes de la República, inclusos los extranjeros”.
En nuestro sistema la ley chilena rige a todas las personas, nacionales o extranjeras,
domiciliadas, transeúntes o simplemente residentes, en su triple aspecto de su persona, bienes y
actos o contratos efectuados dentro de la República.
Interpretando en forma amplia el artículo 14 significa que todas las personas que habitan
en el territorio nacional, sean chilenos o extranjeros, quedan sometidos a la ley chilena desde el
punto de vista de sus personas, bienes y actos. Y así, por ejemplo, si conforme a su ley nacional
un extranjero es mayor de edad a los 17 años, dentro de nuestro territorio será menor de edad,
porque la ley chilena establece la mayor edad a los 18 años.
Típica en este sentido era la norma que declaraba que el matrimonio disuelto en
territorio extranjero en conformidad a la leyes del mismo país, pero que no hubiera podido
disolverse según las leyes chilenas, no habilitaba a ninguno de los dos cónyuges para casarse en
Chile mientras viviere el otro cónyuge. (Art. 120 del Código Civil, actualmente derogado)
Este artículo 120, aplicable a chilenos y a extranjeros, constituía una inequidad, porque
colocaba al extranjero en la disyuntiva de marchar a casarse a otro país o de fundar una familia
no matrimonial, y es tanto más criticable si se piensa que en Chile tenía plena validez el
matrimonio celebrado en otro país de extranjeros divorciados con disolución del vínculo de
matrimonio anterior.
Por todos los motivos recién expuestos, el Art. 120 fue derogado por la nueva Ley de
Matrimonio Civil, y, además, porque esta ley consagró el divorcio con disolución del vínculo
matrimonial en Chile y, en consecuencia, el Art. 120 pugnaba abiertamente con sus
disposiciones.
Por último, la forma de los actos jurídicos celebrados en nuestro territorio, deben
ajustarse a la ley chilena, de conformidad a lo dispuesto por el artículo 17.
Art.17: “La forma de los instrumentos públicos se determina por la ley del país en que
hayan sido otorgados. Su autenticidad se probará según las reglas establecidas en el Código de
Enjuiciamiento.
“La forma se refiere a las solemnidades externas, y la autenticidad al hecho de
haber sido realmente otorgados y autorizados por las personas y de la manera que en los tales
instrumentos se exprese”.
El sometimiento del extranjero que vive en nuestro país a la ley chilena tiene la
compensación de estar asimilado a los chilenos en cuanto a la adquisición y goce de los derechos
civiles, según lo dispone el artículo 57:
En términos muy generales se definen los derechos civiles como aquellos derechos que
la ley concede o reconoce para la realización de un interés privado del sujeto. Se contraponen a
los derechos públicos que, como los políticos, se otorgan para la realización de un interés
público.
Podemos decir que casi no hay diferencias de ninguna especie entre el chileno y el
extranjero, pues las que se han establecido son pocas, y se fundan más en el domicilio que en la
nacionalidad.
. Si el solicitante es una persona jurídica, deberá estar constituida legalmente en Chile. En caso
de haber en ella participación de capital extranjero, ha de acreditar cuando corresponda, el
hecho de haber sido autorizada previamente la inversión de acuerdo con las disposiciones
legales vigentes. (Texto refundido, coordinado y sistematizado de la Ley General de Pesca y
Acuicultura, fijado por Decreto Nº 430, de 1991, del Ministerio de Economía, Fomento y
Reconstrucción, publicado en el Diario Oficial de 21 de enero de 1992, Arts. 16 y 17).
4) Por razones de interés y seguridad nacional hay tierras, bienes raíces, cuyo dominio,
posesión y derechos reales sobre ellos se reserva a los chilenos, particularmente tratándose de
tierras situadas en zonas fronterizas o a cierta distancia de la costa. (Decreto Ley Nº 1939 de
1977).
La doctrina chilena es mucho más práctica, conveniente y justa que la doctrina del
principio personal.
En segundo, la teoría del principio personal pugnaría con la disposición del Art. 6º del
Código Civil, que establece que la ley no obliga sino una vez promulgada en conformidad a la
Constitución Política y publicada en el Diario Oficial, pues las leyes extranjeras obligarían sin
haber sido promulgadas por el Presidente de la República ni publicadas en el Diario Oficial.
El principio del artículo 14 no tiene más excepciones que las que admite el Derecho
Internacional y que son relativas a los soberanos extranjeros, agentes diplomáticos y buques de
guerra.
Tanto los buques de guerra como las moradas de los diplomáticos se consideran como
parte integrante del territorio del Estado a que pertenecen o que representan. Por eso, en
materia de nacionalidad se consideran nacidos en el territorio del Estado los que nacen en los
buques de guerra o en la morada de un agente diplomático acreditado ante un país extranjero.
En el artículo 14 se establece que la ley chilena es obligatoria para todos los habitantes
de la República, incluso para los extranjeros, de lo cual, a la inversa, se deduce lógicamente que
la ley chilena no rige en el territorio de otro Estado. Por excepción, ciertas leyes siguen al
chileno fuera del territorio, pero, como veremos, no lesionan la soberanía de otro Estado, ni
constituyen una inconsecuencia con respecto a la disposición del Art. 14.
A través de tales estipulaciones la ley extranjera puede aplicarse en Chile, porque, como
es sabido, en todo contrato se entienden incorporadas las leyes vigentes en el lugar y al tiempo
su celebración.
Pero esto tiene una limitación, ya que “los efectos de los contratos otorgados en país
extraño para cumplirse en Chile, han de arreglarse a las leyes chilenas” (Art. 16 inciso final).
Que los efectos de estos contratos se arreglarán a la ley chilena, quiere decir que los
derechos y obligaciones que de ellos emanan deben ajustarse a la ley chilena.
Si, por ejemplo, una obligación importa un hecho ilícito según nuestra legislación no
podrá llevarse a cabo en Chile.
2) El Código Civil preceptúa en el artículo 955 inciso 2º que: “ La sucesión se regla por la ley del
domicilio en que se abre; salvas las excepciones legales”.
Los chilenos interesados pueden pedir que se les adjudique en los bienes del extranjero
existentes en Chile todo lo que les corresponda en la sucesión del extranjero (art. 998, inciso 1º y
2º).
Supóngase que conforme a la ley del país en que falleció el extranjero, los nietos no
tengan derecho a alimentos; pues bien, los nietos chilenos podrán demandar a la sucesión que
tiene bienes en Chile, esos alimentos.
Art. 15: “A las leyes patrias que reglan las obligaciones y derechos civiles,
permanecerán sujetos los chilenos, no obstante su residencia o domicilio en país extranjero.
1) Un acto jurídico produce efectos en Chile cuando los derechos y obligaciones que
engendra se hacen valer o cumplir en nuestro país.
A las leyes patrias que reglan las obligaciones y derechos civiles, también permanecen
sujetos los chilenos, no obstante su residencia o domicilio en país extranjero, en las obligaciones
y derechos que nacen de las relaciones de familia; pero sólo respecto de sus cónyuges y parientes
chilenos (art. 15 Nº 2).
Íntimamente ligada con este precepto está la disposición del Art. 998, que dice:
“En la sucesión abintestato de un extranjero que fallezca dentro o fuera del territorio de
la República, tendrán los chilenos a título de herencia o de alimentos, los mismos derechos que
según las leyes chilenas les corresponderían sobre la sucesión intestada de un chileno.
“Los chilenos interesados podrán pedir que se les adjudique en los bienes del extranjero
existentes en Chile todo lo que les corresponda en la sucesión del extranjero.
“Esto mismo se aplicará en caso necesario a la sucesión de un chileno que deja bienes en
país extranjero”.
Así, si un inglés muere en Inglaterra, en donde existe libertad absoluta de testar, y este
inglés tiene dos hijos, uno inglés y otro chileno, y al morir resulta que en su testamento
instituye heredero a su hijo inglés, el otro, el chileno, si el padre común ha dejado bienes en
Chile, tiene derecho a pedir que se le adjudique en los bienes existentes en Chile, todo lo que
según las leyes chilenas debe percibir a título de herencia.
El Art. 15 es una excepción al derecho común, porque la regla general es que la ley rige
solamente en el territorio del Estado que la dicta, y no produce efectos fuera del mismo. Como
se trata de una norma de excepción, es de derecho estricto y, como tal, debe aplicarse
restrictivamente. Precisemos, pues, su verdadera extensión.
En primer lugar, sólo se refiere a los chilenos, por tanto, si un chileno se nacionaliza en
país extranjero, no estará sujeto a esta disposición, como no lo está cualquier extranjero.
En seguida, el Art. 15 sólo hace obligatorias para el chileno que está fuera del territorio
de la República las leyes chilenas relativas al estado de las personas y su capacidad para ejecutar
actos que hayan de tener efectos en Chile, y las relativas a las obligaciones y derechos que nacen
de las relaciones de familia . Las demás leyes chilenas, aunque sean personales, no obligan al
chileno que se halla en el extranjero.
En tercer lugar, el Art. 15 se refiere a los actos que hayan de tener efectos en Chile, y los
cónyuges y parientes chilenos, sin que la ley se preocupe de los parientes extranjeros.
Para determinar qué ley rige los actos jurídicos, sean unilaterales, como el testamento,
sean bilaterales, como los contratos, preciso es distinguir entre los requisitos externos y los
internos.
Son requisitos internos o de fondo los relativos a la capacidad de los sujetos, al
consentimiento de ellos, al objeto y a la causa del acto o contrato.
El asunto cobra importancia cuando los actos se realizan en el extranjero y ellos han de
tener efectos en Chile.
La ley chilena acoge la regla universalmente consagrada según la cual la forma de los
actos, los requisitos externos, se rigen por la ley del lugar en que se otorgan o celebran.
Esto significa que las formalidades de los actos jurídicos se rigen por la ley del lugar en
que éstos se otorgan, sea que aquéllas estén prescritas como solemnidades o como prueba del
acto.
La justificación de esta regla se halla en que es la única que permite, sin complicaciones,
celebrar actos jurídicos en un país para producir efectos en otro.
Por lo demás, es lógico respetar las formas establecidas en el país extranjero, porque ellas
están en armonía con su conciencia jurídica.
Boullenois, jurista francés del siglo XVIII, decía que el acto jurídico es un niño
ciudadano del país donde ha nacido, y que debe ser vestido a la manera de su país.
La regla Lex Locus regit actum, está aceptada como norma general en nuestro país. Así se
desprende de varias disposiciones que a continuación se transcriben:
1) En primer lugar está el art. 17 que dice:
“La forma de los instrumentos públicos se determina por la ley del país en que hayan
sido otorgados. Su autenticidad se probará según las reglas establecidas en el Código de
Enjuiciamiento.
Como lo indica el art. 17 en su inciso 2º, la autenticidad se refiere al hecho de haber sido
el instrumento público realmente otorgado y autorizado por las personas y de la manera que en
él se exprese.
Nuestra Corte Suprema ha declarado que el principio Locus regit actum es de carácter
general, se refiere a todo acto o contrato y a todo instrumento, sea público o privado y, entre
ellos, incluso la letra de cambio.
Art. 18: “En los casos en que las leyes chilenas exigieren instrumentos públicos para
pruebas que han de rendirse y producir efecto en Chile, no valdrán las escrituras privadas,
cualquiera que sea la fuerza de éstas en el país en que hubieren sido otorgadas”
La disposición del art. 18 no es una excepción a la regla Locus regit actum porque no se
refiere a los instrumentos públicos y a las escrituras privadas como formas o solemnidades de un
acto jurídico, sino como prueba de éste.
Por tal razón estimamos que no se puede, como hacen algunos, concordar el citado art.
18 con el artículo 1701 que dice que “La falta de instrumento público no puede suplirse por otra
prueba en los actos y contratos en que la ley requiere esa solemnidad; y se mirarán como no
ejecutados o celebrados...”
Entre nosotros se concluye que todos estos requisitos, salva una excepción, se rigen por
la ley del lugar en que se otorga el acto contrato.
Así se ha deducido del artículo 16, inciso 2º, que da valor en Chile a las estipulaciones
contenidas en los contratos otorgados válidamente en país extraño.
La excepción de la regla que aplica a los requisitos internos la ley del país en que el acto
se otorga se halla establecida en el precepto que somete a la ley patria la capacidad y el estado de
los chilenos que ejecutan ciertos actos en el extranjero que han de tener efectos en nuestro país,
excepción consagrada en el artículo 15 Nº 1, y que ya analizáramos cuando tratamos las
excepciones al principio de la territorialidad.