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Uno de los pocos libros de un epistemólogo connotado dedicados a la química es "Le pluralisme cohérent de la chimie
moderne" escrito por Bachelard en 1932. Una de las tesis interesantes desarrolladas en él es que la química no es una ciencia natural,
puesto que su objeto de estudio es completamente artificial.
ramas del saber. Las asociaciones de químicos se preocupan principalmente de apoyar
el estatus profesional de sus miembros o de defender los intereses de los productores de
bienes químicos y dejan muy poco espacio para los grupos comprometidos con temas de
interés más general.2
El resultado ha sido una disciplina muy fuertemente desarrollada en sus aspectos
prácticos y fuertemente enraizada en el mundo contemporáneo, pero con bases teóricas
endebles y con una relación problemática con el conjunto de la ciencia natural.
1 El fisicalismo
La situación señalada se hace aún más extraña si uno piensa que la química no es
ni mucho menos una ciencia nueva. En su aspecto moderno se comenzó a formar en el
siglo XVII, en los días de Boyle y, ciertamente, al terminar el Siglo XVIII, luego de la
publicación del Tratado Elemental de Química de Lavoisier, era una ciencia madura,
bien formada, con paradigmas propios, con una fuerte capacidad de predicción, y a pesar
de que Kant asegurara en esos días que la química nunca podría llegar a ser una ciencia
pues no era susceptible de formulación matemática, comenzó, precisamente en el libro
de Lavoisier, la ruta de su matematización.
A lo largo del siglo XIX los químicos demostraron la naturaleza atómica y
eléctrica de la materia, el carácter atómico de la electricidad, el carácter eléctrico del
enlace químico, la necesidad de que los átomos tuvieran una estructura interna, la
posibilidad de quitar y poner electricidad a átomos y moléculas y por lo tanto la no-
indivisibilidad de estas partículas.3 Cuando los físicos todavía consideraban que los
átomos podían ser una hipótesis innecesaria, los químicos ya los habían pesado, cargado
y descargado, habían medido la velocidad con la que se transportan en las soluciones y
habían comenzado a desbaratarlos o a atisbar en su interior. En el lapso de un siglo, los
químicos habían dotado de sólido respaldo experimental y de robusto fundamento
matemático a la vieja teoría de la constitución atómica de la materia. Más importante
que eso, pusieron orden en el mundo material y mostraron las relaciones existentes entre
los miles de sustancias conocidas, y pudieron producir muchas sustancias absolutamente
nuevas, en un proceso intencional de búsqueda de propiedades. Comenzaron por
sustituir los cauchos y los colorantes naturales por sustancias artificiales con las mismas
y mejores propiedades y siguieron en un trabajo de demiurgos, creando un mundo
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Esta es una afirmación totalmente cierta en Colombia. Una consulta a "Noticias Químicas" y a "Química e Industria", las
revistas de la Asociación de Químicos Colombianos ASQUIMCO y de la Sociedad Colombiana de Ciencias Químicas,
respectivamente, lo confirma por completo. Sin embargo, la frase es tomada de un artículo de Jacopo Tomasi aparecido en Hyle de
1999 (Tomasi, 1999), lo cual atestigua sobre la universalidad del problema.
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Dalton aprendió a pesar los átomos a partir de una interpretación profunda del significado de la Ley de las Proporciones
Definidas y triunfó al predecir la existencia de una Ley de las Proporciones Múltiples. Las bases de una ciencia de la medida de lo
atómico estuvieron echadas por él, por Gay-Lussac y por Avogadro en la primera década del siglo, a pesar de que hubo que esperar
hasta 1860, el Congreso de Karlsruhe y el libro de Cannizzaro para que estas bases cristalizaran en una tabla coherente y universal de
pesos atómicos, hallada la cual fue inmediata la formulación de la Ley Periódica y la escritura de Tablas Periódicas completas. La
Ley Periódica: la ley universal de la variación periódica de las propiedades de los elementos en función del peso atómico fue una
poderosa herramienta de predicción que permitió hallar elementos nuevos, pero, sobre todo, mostró que había una armonía en los
átomos constituyentes de los elementos, una relación de orden entre ellos y una necesaria estructura interna que diera cuenta de este
orden. En ese sentido, fue un microscopio poderoso que permitió por primera vez entrever el interior del átomo. Para el momento
en que fue formulada, ya Hittorf había aprendido a medir la velocidad de los iones individuales en las soluciones y poco tiempo
después, Arrhenius aprendía a ponerles y quitarles cargas, reconfirmando el carácter atómico (o cautivado, si se prefiere) de la carga
eléctrica, que ya había sido puesto de manifiesto en los experimentos de Faraday.
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enteramente nuevo, tan nuevo, que al finalizar el siglo XX una inmensa mayoría de las
sustancias materiales que forman el entorno cotidiano del hombre ni siquiera existían
cien años antes.
¿Qué sucedió entonces con la capacidad de explicación? ¿Por qué una ciencia
tan poderosamente desarrollada no se preocupa por su manera de entender, por la clase
de conocimiento que genera? ¿Por qué quienes se preocupan por los temas de la ciencia
en general vuelven tan poco la atención hacia este imponente edificio intelectual y
material? Una caricatura reproducida en la primera de las páginas interiores del libro de
Mary Jo Nye (1993), muestra a un químico con la mesa llena de aparatos de química que
le explica a una dama que lo mira atentamente con un cuaderno de notas en la mano que
está a punto de producir una gran innovación, pero que también está en aquel punto en
que la química se acaba y la física comienza y por eso tendrá que abandonar todo. Esta
caricatura reproduce una buena parte del problema: la visión más generalizada entre
muchos filósofos y entre gran parte del público interesado en estos temas es que cuando
la química va a trascender su instrumentalismo y llegar al meollo de las cuestiones,
debe acudir a la física. Esta doctrina, que puede ser llamada "fisicalismo" ha tenido
fuerte influencia en la ausencia de reflexión epistemológico-química. Sus raíces son
variadas, pero parte importante de ellas se debe sin duda al desarrollo de la físico-
química en el siglo XIX. Esta subdisciplina nació después de la separación de las dos
ciencias y su establecimiento como dos cuerpos de saber bien diferenciados en las
primeras décadas de ese siglo, como el intento de aplicar métodos de la física al estudio
de problemas químicos. Así, el estudio de la producción de calor y energía en las
reacciones químicas y el uso de la electricidad como un reactivo químico dieron origen a
la termoquímica y a la electroquímica. A finales del siglo la físico química había
empezado a ser vista como el principal de los componentes de la química teórica y a lo
largo del siglo XX ha prevalecido esta posición, fortalecida por el nacimiento de la
química cuántica que hoy en Colombia se confunde todavía, por un lado, con un capítulo
de la físico-química y, por otro lado, con el total de la química teórica.
Otra razón importante para la delegación en la física de la reflexión teórica en
química fue la clasificación de las ciencias de Comte, que puso a la química en una
jerarquía inferior a la física y a las matemáticas tanto desde el punto de vista lógico
como desde el fundacional. En esto pesa mucho la opinión de Kant de que sólo es
ciencia aquello que sea susceptible de matematización, expresada tanto en la Crítica de
la Razón Pura como en los Fundamentos Metafísicos de la Ciencia Natural, pero tal vez
más que esto, pesa la decimonónica confusión entre matemáticas y ecuaciones
diferenciales, que llevó a entender la afirmación de Kant como que sólo hay verdadera
ciencia allí donde puedan escribirse ecuaciones diferenciales. Más adelante, al tocar el
tema de la predicción en ciencia volveremos sobre este punto. Nye (1993, pp. 33 y 57)
recuerda cómo a finales del siglo XIX los físicos tendían a ver a la química como una
ciencia descriptiva que requería fundamentos físicos. Entre quienes lo pensaban así,
Nye cita específicamente a Maxwell y a Helmholtz cuya autoridad como físicos llevaba
a que sus puntos de vista prevalecieran a pesar de su clara falta de competencia en la
ciencia sobre la cual opinaban. De alguna manera, su posición se asemejaba a la de sus
compatriotas que, al encontrarse con culturas desarrolladas lejos de Europa y lejos del
modo de pensar prevaleciente en este continente concluían que eran culturas débiles o
inferiores que para aprovechar lo poco de valioso que tenían requerían de ser traducidas
a la cultura europea.
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posibilidad de formar compuestos. Lo que es peor, el modelo era muy bueno para el
hidrógeno, pero no servía para ningún otro átomo. Su ventaja, o mejor, su fuerza, era
que usaba ecuaciones diferenciales para formularse. Era un alfeñique envuelto en fuerte
armadura y eso lo hizo imponerse.
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1.3 El mecanicismo en la química moderna
En este punto, cabe mencionar la extraña situación epistemológica generada por
la aplicación desde 1926 de la mecánica cuántica a la química.5 Mientras que en la
física, el advenimiento de la teoría cuántica fue un paso definitivo en la desintegración
de la visión mecánica del mundo, que había comenzado en la segunda mitad del siglo
XIX, con la teoría de campos de Maxwell, en la química, por el contrario, debido al uso
generalizado de la aproximación de Born-Oppenheimer, se reforzó la imagen mecánica.
Al no poderse resolver la ecuación de Schrödinger más que para sistemas trivialmente
simples en química, las moléculas se comenzaron a calcular separando el movimiento
electrónico del movimiento nuclear, siguiendo el método perturbativo desarrollado por
estos autores (Born-Oppenheimer, 1927) de manera muy general. La aproximación
consistía en separar las coordenadas de los electrones y de los núcleos de una molécula,
tratando las de los núcleos como parámetros, constantes mientras se resolvía la ecuación
intermedia, para obtener objetos matemáticos intermedios denominados "función de
onda electrónica" y "energía electrónica", los cuales, servían de base para el segundo
paso del proceso que era resolver la ecuación en las variables nucleares, una vez
integradas las electrónicas, para obtener la función de onda total, dependiente de las
coordenadas de núcleos y electrones.
En la práctica, muchos autores se limitaron a resolver la primera parte, la
"ecuación electrónica" y a trabajar con la función de onda y con la energía electrónicas,
estudiando lo que se interpretaba como la distribución cuántica de los electrones sobre
un esqueleto rígido de núcleos fijos. La imagen de las moléculas como conjuntos de
bolitas y palitos, reminiscente del Siglo XVII, se reforzó por este camino, en clara
contradicción con la mecánica cuántica.
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Sobre esto se puede consultar Villaveces y Daza, (1997), sobre la aproximación de Born-Oppenheimer en general, y una
reformulación de ella en términos de teoría de distribuciones, que supera algunos de los problemas conceptuales, puede verse
Moyano y Villaveces, (1999).
de comprensión de sus fenómenos, sino que prefieren basarse en las ideas ad-hoc de la
química cuántica semi-empírica y el problema es que "a pesar de la erudición, la
imaginación y el sentido común usados para crear los métodos semiempíricos de la
química, el éxito de esta herramienta permanece como un enigma central para los
teóricos" (Primas, 1983, p. 8). A lo largo del libro, Primas argumenta con mucho rigor
cómo los principales conceptos de la química permanecen inexplicados por la química
cuántica y cómo hay problemas fundamentales que deben ser resueltos aún. Entre estos
está el problema de la aproximación de Born-Oppenheimer. Primas pregunta por qué es
tan exitosa esta aproximación, de la cual no entendemos por qué es compatible con la
mecánica cuántica. (p.18). El problema es que prácticamente toda la química hecha
después de 1930 está pensada (o parece estar pensada) dentro de la aproximación de
Born-Oppenheimer, que trata a los núcleos de manera distinta a cómo trata a los
electrones en un sistema molecular. En conjunto, el libro de Primas, escrito desde un
manejo muy riguroso de la teoría cuántica contemporánea, puede ser visto como una
toma de posición contra el fisicalismo y un llamado a químicos teóricos y epistemólogos
a retomar la reflexión sobre los fundamentos de la química y sus relaciones con el
conjunto de las ciencias.
Poco después, Wooley (Woolley, 1991) planteó el problema de fondo: la
química contemporánea trata a los electrones como partículas cuánticas y a los núcleos
como partículas clásicas. Aquí hay un dilema epistemológico fundamental y la
evidencia de una teoría con problemas graves en su base y es sintomático del mal
matrimonio entre la química y la física. Sin embargo, el problema sólo ha podido ser
planteado y muy pocos avances se han hecho en dirección de su resolución. En 1995 se
comenzó a publicar Hyle, la revista internacional para la filosofía de la química. En su
primer editorial, Joachin Schummer —- .. &
La revista ya va en su quinto volumen y ha comenzado a reunir a la escasa
comunidad de interesados en la filosofía de la química o en la filosofía de la ciencia
pensada desde la química.
En septiembre de 1996 se reunió en Marburgo el tercer coloquio Erlenmeyer para
la filosofía de la química (Janich y Psarros, 1998). Reunió a químicos y físicos
interesados en el tema de la autonomía de la química como pregunta fundamental y la
tendencia mayoritaria fue hacia contradecir el fisicalismo, pero es claro que hay muchas
cuestiones profundas abiertas.
El siglo XXI comienza así con una actitud distinta. El entusiasmo de los físicos
que creyeron haber resuelto el problema de la química generó nuevas especialidades,
otros problemas, muchas técnicas originales, pero no avanzó en la comprensión de los
temas fundamentales de la química. El choque entre las dos disciplinas silenció durante
décadas a quienes habrían podido pensar el mundo desde la química, pero ese silencio ha
comenzado a terminar. La química no ha podido ser reducida a la física y cada vez son
más quienes creen que este es un imposible ontológico y metafísico.
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Muchos problemas quedan vivos en la química contemporánea que requieren el
trabajo de los filósofos. Enunciamos a continuación muy rápidamente tres de ellos, a
título de simple ilustración, dejando en claro que hay muchos otros de enorme interés.
4 A modo de conclusión
La ausencia de los químicos en el debate epistemológico es en parte debida a la
relación inadecuadamente armada entre la química y la física, que delegó en esta última
la responsabilidad de pensar la química. Esto no fue sano para la química, que se
desarrolló esplendidamente como técnica, o como conjunto de subdisciplinas, pero
mantiene problemas de fondo en su base. No fue sano para la física, pues el triunfalismo
un poco ingenuo dio pocos resultados verdaderamente positivos en la física molecular
teórica y no fue sano para la epistemología pues excluyó a toda una comunidad, con
puntos de vista particulares, del debate general.
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Este problema está directamente relacionado con el de la estructura topológica del espacio de las cargas nucleares que
trabajan Daza y Villaveces y del cual hay una primera versión en Daza y Villaveces (1994) y una próxima que será enviada a
publicación en corto tiempo.
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Hoy la situación parece cambiar. A pesar de las buenas intenciones y del
entusiasmo de algunos físicos, y a pesar del enorme trabajo de los químicos cuánticos
construyendo aproximaciones y generando números, sigue habiendo conceptos
fundamentales de la química que resisten la reducción a la física y se va extendiendo la
opinión de que tal reducción es esencialmente imposible. Esto ha reabierto en los años
recientes el debate. El libro de Primas, la revista Hylé, el enfoque topológico, la química
matemática e incluso teorías como la de Atomos en Moléculas de Bader comienzan a
mostrar filones riquísimos de investigación en los fundamentos de la química y en su
epistemología.
Sea la fundación de una Asociación Colombiana para la Filosofía de la Ciencia
una ocasión propicia para invitar a químicos, físicos, filósofos y demás interesados a
vincularse a esta tarea.
Bibliografía
Born, M. Oppenheimer R. (1927) Zur Quantentheorie der Molekeln
Ann. d. Phys. 84, 457. Existe traducción al español publicada en la Revista de la
Academia Colombiana de Ciencias en 1999
Daza E.E., Villaveces J.L. (1994): Upper and lower bounds for molecular
energies., J. Chem. Inf. Comput. Sci., 34, 309
Villaveces J.L., Daza E.E. (1990)"On the topological approach to the concept of
chemical structure". Int. J. Quantum Chem. Quantum Chem. Symp., 24, 97
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