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QUÍMICA Y EPISTEMOLOGÍA

una relación esquiva

1. José Luis Villaveces Cardoso

2. Grupo de Química Teórica, Universidad Nacional de Colombia.

3. Dirección electrónica: villavec@andinet.com

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Introducción: Hay un problema


La forma más aparente del problema es demográfica: ¿por qué hay tan pocos
químicos participando en el trabajo en filosofía de la ciencia?
Puede formularse de otra manera: ¿por qué los filósofos de la ciencia se
interesan tan poco por la química? Cualquier listado de las ciencias básicas menciona
inmediatamente a la física, a la química y a la biología como las tres principales. Sin
embargo, los trabajos de filosofía de las ciencias se consagran en una inmensa mayoría a
la filosofía de la física y en una minoría a la de la biología. Hay además los
especializados en la filosofía de las ciencias sociales, así como los que se interesan por
la comprensión del papel de las matemáticas, pero los que se preocupan por la química
son muy pocos.1 De ahí que las grandes formulaciones de la epistemología, desde
Descartes hasta Kant, desde Comte hasta Duhem, desde Popper hasta Feyerabend, están
basadas en la concepción física del mundo.
Sin embargo, los químicos forman el grupo más grande de científicos y los
resultados de la química tienen un impacto económico enorme en el mundo
contemporáneo. La segunda revolución industrial fue un proceso esencialmente
químico, como lo fue la revolución verde lograda por la aplicación de químicos a la
agricultura. Desde el medio ambiente hasta la salud, desde la agricultura hasta la
biología molecular, desde la industria pesada hasta la cosmología, desde los nuevos
materiales hasta la nanotecnología, la química moldea nuestra comprensión del mundo
en todos los sectores de importancia para la vida moderna. Por eso es extraño que
dentro de este inmenso número de personas dedicadas a la química haya tan pocas
dedicadas a reflexionar sobre los fundamentos de su disciplina y su relación con las otras

1
Uno de los pocos libros de un epistemólogo connotado dedicados a la química es "Le pluralisme cohérent de la chimie
moderne" escrito por Bachelard en 1932. Una de las tesis interesantes desarrolladas en él es que la química no es una ciencia natural,
puesto que su objeto de estudio es completamente artificial.
ramas del saber. Las asociaciones de químicos se preocupan principalmente de apoyar
el estatus profesional de sus miembros o de defender los intereses de los productores de
bienes químicos y dejan muy poco espacio para los grupos comprometidos con temas de
interés más general.2
El resultado ha sido una disciplina muy fuertemente desarrollada en sus aspectos
prácticos y fuertemente enraizada en el mundo contemporáneo, pero con bases teóricas
endebles y con una relación problemática con el conjunto de la ciencia natural.

1 El fisicalismo
La situación señalada se hace aún más extraña si uno piensa que la química no es
ni mucho menos una ciencia nueva. En su aspecto moderno se comenzó a formar en el
siglo XVII, en los días de Boyle y, ciertamente, al terminar el Siglo XVIII, luego de la
publicación del Tratado Elemental de Química de Lavoisier, era una ciencia madura,
bien formada, con paradigmas propios, con una fuerte capacidad de predicción, y a pesar
de que Kant asegurara en esos días que la química nunca podría llegar a ser una ciencia
pues no era susceptible de formulación matemática, comenzó, precisamente en el libro
de Lavoisier, la ruta de su matematización.
A lo largo del siglo XIX los químicos demostraron la naturaleza atómica y
eléctrica de la materia, el carácter atómico de la electricidad, el carácter eléctrico del
enlace químico, la necesidad de que los átomos tuvieran una estructura interna, la
posibilidad de quitar y poner electricidad a átomos y moléculas y por lo tanto la no-
indivisibilidad de estas partículas.3 Cuando los físicos todavía consideraban que los
átomos podían ser una hipótesis innecesaria, los químicos ya los habían pesado, cargado
y descargado, habían medido la velocidad con la que se transportan en las soluciones y
habían comenzado a desbaratarlos o a atisbar en su interior. En el lapso de un siglo, los
químicos habían dotado de sólido respaldo experimental y de robusto fundamento
matemático a la vieja teoría de la constitución atómica de la materia. Más importante
que eso, pusieron orden en el mundo material y mostraron las relaciones existentes entre
los miles de sustancias conocidas, y pudieron producir muchas sustancias absolutamente
nuevas, en un proceso intencional de búsqueda de propiedades. Comenzaron por
sustituir los cauchos y los colorantes naturales por sustancias artificiales con las mismas
y mejores propiedades y siguieron en un trabajo de demiurgos, creando un mundo
2
Esta es una afirmación totalmente cierta en Colombia. Una consulta a "Noticias Químicas" y a "Química e Industria", las
revistas de la Asociación de Químicos Colombianos ASQUIMCO y de la Sociedad Colombiana de Ciencias Químicas,
respectivamente, lo confirma por completo. Sin embargo, la frase es tomada de un artículo de Jacopo Tomasi aparecido en Hyle de
1999 (Tomasi, 1999), lo cual atestigua sobre la universalidad del problema.
3
Dalton aprendió a pesar los átomos a partir de una interpretación profunda del significado de la Ley de las Proporciones
Definidas y triunfó al predecir la existencia de una Ley de las Proporciones Múltiples. Las bases de una ciencia de la medida de lo
atómico estuvieron echadas por él, por Gay-Lussac y por Avogadro en la primera década del siglo, a pesar de que hubo que esperar
hasta 1860, el Congreso de Karlsruhe y el libro de Cannizzaro para que estas bases cristalizaran en una tabla coherente y universal de
pesos atómicos, hallada la cual fue inmediata la formulación de la Ley Periódica y la escritura de Tablas Periódicas completas. La
Ley Periódica: la ley universal de la variación periódica de las propiedades de los elementos en función del peso atómico fue una
poderosa herramienta de predicción que permitió hallar elementos nuevos, pero, sobre todo, mostró que había una armonía en los
átomos constituyentes de los elementos, una relación de orden entre ellos y una necesaria estructura interna que diera cuenta de este
orden. En ese sentido, fue un microscopio poderoso que permitió por primera vez entrever el interior del átomo. Para el momento
en que fue formulada, ya Hittorf había aprendido a medir la velocidad de los iones individuales en las soluciones y poco tiempo
después, Arrhenius aprendía a ponerles y quitarles cargas, reconfirmando el carácter atómico (o cautivado, si se prefiere) de la carga
eléctrica, que ya había sido puesto de manifiesto en los experimentos de Faraday.

2
enteramente nuevo, tan nuevo, que al finalizar el siglo XX una inmensa mayoría de las
sustancias materiales que forman el entorno cotidiano del hombre ni siquiera existían
cien años antes.
¿Qué sucedió entonces con la capacidad de explicación? ¿Por qué una ciencia
tan poderosamente desarrollada no se preocupa por su manera de entender, por la clase
de conocimiento que genera? ¿Por qué quienes se preocupan por los temas de la ciencia
en general vuelven tan poco la atención hacia este imponente edificio intelectual y
material? Una caricatura reproducida en la primera de las páginas interiores del libro de
Mary Jo Nye (1993), muestra a un químico con la mesa llena de aparatos de química que
le explica a una dama que lo mira atentamente con un cuaderno de notas en la mano que
está a punto de producir una gran innovación, pero que también está en aquel punto en
que la química se acaba y la física comienza y por eso tendrá que abandonar todo. Esta
caricatura reproduce una buena parte del problema: la visión más generalizada entre
muchos filósofos y entre gran parte del público interesado en estos temas es que cuando
la química va a trascender su instrumentalismo y llegar al meollo de las cuestiones,
debe acudir a la física. Esta doctrina, que puede ser llamada "fisicalismo" ha tenido
fuerte influencia en la ausencia de reflexión epistemológico-química. Sus raíces son
variadas, pero parte importante de ellas se debe sin duda al desarrollo de la físico-
química en el siglo XIX. Esta subdisciplina nació después de la separación de las dos
ciencias y su establecimiento como dos cuerpos de saber bien diferenciados en las
primeras décadas de ese siglo, como el intento de aplicar métodos de la física al estudio
de problemas químicos. Así, el estudio de la producción de calor y energía en las
reacciones químicas y el uso de la electricidad como un reactivo químico dieron origen a
la termoquímica y a la electroquímica. A finales del siglo la físico química había
empezado a ser vista como el principal de los componentes de la química teórica y a lo
largo del siglo XX ha prevalecido esta posición, fortalecida por el nacimiento de la
química cuántica que hoy en Colombia se confunde todavía, por un lado, con un capítulo
de la físico-química y, por otro lado, con el total de la química teórica.
Otra razón importante para la delegación en la física de la reflexión teórica en
química fue la clasificación de las ciencias de Comte, que puso a la química en una
jerarquía inferior a la física y a las matemáticas tanto desde el punto de vista lógico
como desde el fundacional. En esto pesa mucho la opinión de Kant de que sólo es
ciencia aquello que sea susceptible de matematización, expresada tanto en la Crítica de
la Razón Pura como en los Fundamentos Metafísicos de la Ciencia Natural, pero tal vez
más que esto, pesa la decimonónica confusión entre matemáticas y ecuaciones
diferenciales, que llevó a entender la afirmación de Kant como que sólo hay verdadera
ciencia allí donde puedan escribirse ecuaciones diferenciales. Más adelante, al tocar el
tema de la predicción en ciencia volveremos sobre este punto. Nye (1993, pp. 33 y 57)
recuerda cómo a finales del siglo XIX los físicos tendían a ver a la química como una
ciencia descriptiva que requería fundamentos físicos. Entre quienes lo pensaban así,
Nye cita específicamente a Maxwell y a Helmholtz cuya autoridad como físicos llevaba
a que sus puntos de vista prevalecieran a pesar de su clara falta de competencia en la
ciencia sobre la cual opinaban. De alguna manera, su posición se asemejaba a la de sus
compatriotas que, al encontrarse con culturas desarrolladas lejos de Europa y lejos del
modo de pensar prevaleciente en este continente concluían que eran culturas débiles o
inferiores que para aprovechar lo poco de valioso que tenían requerían de ser traducidas
a la cultura europea.

1.1 La teoría atómica en el Siglo XX: conquista y colonia


La situación se agravó hasta adquirir tonos de etnocidio al desarrollarse la teoría
atómica a comienzos del Siglo XX. Hacia 1897, Perrin y J.J. Thomson, realizaron en
tubos de Crookes experimentos de conducción de electricidad a través de gases a baja
presión formalmente similares a los realizados por Faraday setenta años antes, de
conducción de electricidad a través de soluciones diluidas. Si Faraday encontró el
carácter corpuscular de la electricidad en ellos, Thomson (Thomson, 1897) pudo medir
la relación entre la carga y la masa de los corpúsculos de electricidad y demostrar que
los mismos corpúsculos entran a formar parte de los átomos de cualquier elemento, lo
cual se considera como el acto de descubrimiento del electrón. Con claridad, Thomson
entendió que había encontrado en ellos una aproximación clara a la materia prima
fundamental postulada por Prout y que había guiado gran parte de la investigación
química a lo largo del siglo. Inmediatamente comenzó la tarea de explicar las
propiedades de los átomos a través de la estructura interna causada por la disposición de
los electrones en su interior. Lewis, Langmuir, Kossel, Nagaoka propusieron sendos
modelos y uno de los más claros y profundos fue el propuesto por el mismo Thomson
en 1903, que tenía el inmenso valor de dar base física a la Ley Periódica4, aunque
Thomson no haya podido desarrollar completamente la formulación de sus anillos de
cargas negativas embebidas en un campo positivo.
Entonces vino el choque entre dos culturas, una de ellas con armas más
poderosas —o más vistosas— que la otra. Rutherford realizó su famoso experimento de
dispersión de partículas α sobre una lámina de oro y postuló el átomo nuclear. Dos años
después, Bohr aprovechó la idea del átomo nuclear, adicionó dos postulados sobre la
estabilidad de las órbitas estacionarias y la cuantización de la acción en ellas y reprodujo
el espectro del átomo de hidrógeno con asombrosa precisión. Para hacerlo usó las armas
de la física clásica: leyes de Newton y cálculo diferencial para obtener un número muy
preciso.
El efecto en corto plazo fue impresionante. El átomo de Rutherford y el de Bohr
se convirtieron en El Modelo oficial del átomo y toda la investigación posterior se refirió
a él como la verdad que había que aprender o mejorar. El éxito es impresionante si se
tiene en cuenta que este modelo explicaba exitosamente algunos resultados
experimentales, pero dejaba por fuera muchos más. Explícitamente, el átomo de
Rutherford-Bohr explicaba bien los espectros de líneas del hidrógeno, pero no explicaba
su estabilidad (que, en realidad, se postulaba ad-hoc), ni sus propiedades químicas, ni su
4
En el átomo de Thomson los electrones eran cargas puntuales distribuidas en un fluido positivo. Lo interesante era su
disposición: un solo electrón se coloca en el centro, dos se colocan a una cierta distancia del centro, tres lo hacen en un triángulo
equilátero alrededor del centro, cuatro en un tetraedro regular y así sucesivamente, consideraciones de simetría permiten prever
configuraciones más estables. Thomson no pudo resolver el problema general más allá de los cuatro electrones, pero intentó hacerlo
con un modelo sencillo de átomo plano en el cual cuatro electrones se agrupan en cuadrado alrededor del centro y cinco en
pentágono. Sin embargo, con más de cinco electrones el anillo se hace inestable y se forman dos anillos concéntricos, con más de
16 aparecen tres anillos y los anillos centrales reproducen la historia de formación de los primeros. Es decir, el modelo permite
prever el origen de la periodicidad. Una explicación resumida de este modelo se encuentra en Villaveces (1989).

4
posibilidad de formar compuestos. Lo que es peor, el modelo era muy bueno para el
hidrógeno, pero no servía para ningún otro átomo. Su ventaja, o mejor, su fuerza, era
que usaba ecuaciones diferenciales para formularse. Era un alfeñique envuelto en fuerte
armadura y eso lo hizo imponerse.

1.2 La embriaguez de Dirac


La historia del desarrollo de la teoría atómica luego de 1913 es bien conocida en
el contexto de la historia de la física moderna. Los intentos sucesivos de Bohr,
Sommerfeld, Uhlenbeck, Goudsmit, Ehrenfest, y muchos más mostraron que para poder
generalizar el modelo de Rutherford-Bohr era necesaria una cantidad tal de hipótesis ad-
hoc, que la teoría guardaba ya una profunda similitud con la astronomía anterior a
Copérnico y las interminables suposiciones sobre ciclos y epiciclos. Entonces llegó la
revolución del cuarto de siglo. De Broglie, Heisenberg, Dirac y Schrödinger sentaron
las bases de una nueva teoría y en pocos meses se acumularon los resultados numéricos
positivos y, a pesar de la perplejidad ante el significado de las nuevas ecuaciones, éstas
obtenían tan importantes logros que no se dudó de estar en el buen camino. Tanta
gloria en cabeza de mentes jóvenes hace perder el buen sentido y, en la cresta de la ola,
Dirac proclamó en 1929: "Así, las leyes necesarias para la teoría matemática de una
gran parte de la física y la totalidad de la química son bien conocidas y la dificultad es
únicamente que la aplicación exacta de estas leyes lleva a ecuaciones demasiado
complicadas para ser solubles. Se hace así deseable desarrollar métodos aproximados de
aplicar la mecánica cuántica que lleven a una explicación de los aspectos principales de
los sistemas atómicos complejos sin demasiada computación". Esto era el resultado de
haber resuelto (¡una vez más!) el problema del átomo de hidrógeno y haberse obtenido
la solución, mediante varias aproximaciones muy fuertes y cuestionables, de la molécula
de hidrógeno, o más exactamente, haberse obtenido por primera vez en la historia la
solución de un problema de cuatro cargas que, a pesar de todas las aproximaciones, daba
como resultado algunos estados estables. Ante estos resultados, el entusiasmo de Dirac
es más o menos como el de un niño que, al aprender que "la eme con la a, ma y la pe con
la a, pa", saltara emocionado a decir que ya conoce bien las leyes necesarias para toda la
literatura y la dificultad es únicamente que la aplicación de estas leyes lleva a la
necesidad de llenar muchas páginas con demasiadas letras.
El entusiasmo imponderado de Dirac se propagó. Cuatro años más tarde, Harold
Clayton Urey, el primer editor del Journal of Chemical Physics, declaraba en el primer
número: "se ha tendido un puente total sobre la frontera entre las ciencias de la química
y la física", dándole la razón a Dirac y encontrando que ya la química podía entenderse
toda desde la física. Más tajante era Henry Eyring en 1944, cuando en la introducción
de un libro de texto que fue muy prestigioso, muy leído y enormemente citado (Eyring,
Walter y Kimball, 1944), decía: "Hasta donde sea correcta la mecánica cuántica, las
cuestiones químicas son problemas de matemática aplicada". La situación es
paradójica. Por un lado, los problemas químicos que podían ser verdaderamente
tratados en el libro de Eyring, Walter y Kimball eran casi triviales por su simplicidad,
desde el punto de vista químico. Por otro lado, para tratarlos se había seguido la
recomendación de Dirac y numerosas aproximaciones, cuya base teórica no era muy
clara se habían desarrollado. Entre ellas, la aproximación de Born-Oppenheimer, que
separaba las coordenadas de electrones y núcleos; la aproximación orbital que perdía de
vista toda la correlación entre los electrones; la "aproximación π", que trataba de manera
diferente a los orbitales π y a los orbitales σ, sin que fueran claras las razones teóricas
que permitían hacer esto, etc.
Lo peor es que, si estos autores sentían que el problema teórico de la química
estaba resuelto, por su lado los químicos no se habían enterado de ello. La inmensa
mayoría de los químicos seguía desarrollando su ciencia, convirtiéndola en una ciencia
robusta y transformando la economía del siglo XX y la vida de todos los ciudadanos,
con modelos teóricos que primero eran pre-cuánticos y que luego, por obra y gracia de
los autores de libros de texto, fueron convirtiéndose en una amalgama de viejos
conceptos de la química clásica con simplificaciones burdas de las aproximaciones que
mencionábamos, reducidas a lenguajes pictóricos y a reificación de los algoritmos. La
"base teórica" así obtenida es muy endeble y el mensaje es: "si usted quiere ir más allá,
las fortalezas están en la mecánica cuántica". Como la mayoría de los químicos
desconoce y desconocía la cuántica y no estaban muy interesados en hacerse físicos
para poder seguir haciendo química, optaron por la vía de abandonar la reflexión teórica.
O de hacer como si la abandonaban. Porque no es cierto que se haya
abandonado. Por el contrario, la química orgánica clásica, la bioquímica, la inorgánica
de compuestos complejos, el uso de la simetría en química, la consolidación de las
espectroscopías y las cromatografías como fundamento del análisis, y muchos campos
más se desarrollaron en el siglo XX y crearon corpus teóricos que han sido percibidos
como locales, es decir, sus practicantes los manejan con alguna confianza y no los
divulgan mucho, ni entran en el debate muy general o muy público, pues siempre sienten
la inseguridad por la falta de conocimientos físicos.
En las cinco décadas que siguieron a la exclamación de Dirac, el desarrollo fue
bastante distinto de lo que él supuso. Inicialmente se hicieron esfuerzos por construir
aproximaciones que permitieran obtener resultados con una cantidad pequeña de
cálculos. Mulliken, Pauling, Hückel, Coulson, Wheland, Daudel y muchos más
generaron aproximaciones de orbitales moleculares, de resonancia, de electrones π, de
orbitales localizados y no localizados, de campo ligando, de enlace de valencia y
muchos otros nombres que hoy son corrientes en los libros de texto y que posan de
teorías cuando son en realidad algoritmos de aproximación. Después de 1960, sin
embargo, el curso cambió. Al llegar los computadores a las universidades, pronto los
químicos cuánticos se hicieron sus más importantes usuarios y se tornaron en excelentes
calculistas. Muchos algoritmos viejos y otros tantos nuevos para resolver ecuaciones
diferenciales, para diagonalizar matrices y, en general, para resolver problemas de
valores propios con muchas variables fueron convertidos en rutinas operacionales por
estos químicos. En 1970 comenzaban a ser funcionales los programas de cómputo para
estudiar moléculas más complejas y al terminar el siglo empieza a ser posible hacer
cálculos de moléculas con cientos de electrones, es decir, los problemas de interés en
química empiezan a ser atacados de verdad, siguiendo un camino diferente al sugerido
por Dirac, una vez que se hizo posible realizar billones de integrales en fracciones de
segundo.

6
1.3 El mecanicismo en la química moderna
En este punto, cabe mencionar la extraña situación epistemológica generada por
la aplicación desde 1926 de la mecánica cuántica a la química.5 Mientras que en la
física, el advenimiento de la teoría cuántica fue un paso definitivo en la desintegración
de la visión mecánica del mundo, que había comenzado en la segunda mitad del siglo
XIX, con la teoría de campos de Maxwell, en la química, por el contrario, debido al uso
generalizado de la aproximación de Born-Oppenheimer, se reforzó la imagen mecánica.
Al no poderse resolver la ecuación de Schrödinger más que para sistemas trivialmente
simples en química, las moléculas se comenzaron a calcular separando el movimiento
electrónico del movimiento nuclear, siguiendo el método perturbativo desarrollado por
estos autores (Born-Oppenheimer, 1927) de manera muy general. La aproximación
consistía en separar las coordenadas de los electrones y de los núcleos de una molécula,
tratando las de los núcleos como parámetros, constantes mientras se resolvía la ecuación
intermedia, para obtener objetos matemáticos intermedios denominados "función de
onda electrónica" y "energía electrónica", los cuales, servían de base para el segundo
paso del proceso que era resolver la ecuación en las variables nucleares, una vez
integradas las electrónicas, para obtener la función de onda total, dependiente de las
coordenadas de núcleos y electrones.
En la práctica, muchos autores se limitaron a resolver la primera parte, la
"ecuación electrónica" y a trabajar con la función de onda y con la energía electrónicas,
estudiando lo que se interpretaba como la distribución cuántica de los electrones sobre
un esqueleto rígido de núcleos fijos. La imagen de las moléculas como conjuntos de
bolitas y palitos, reminiscente del Siglo XVII, se reforzó por este camino, en clara
contradicción con la mecánica cuántica.

2 El renacimiento de la química teórica


Mucho se podría escribir sobre esta delegación de la química teórica en la física
y es sin duda un tema que historiadores y epistemólogos deberían profundizar. En las
últimas dos décadas, sin embargo, se ha reabierto de manera importante el esfuerzo de
reflexión sobre las bases de la química e, incluso, la reivindicación del nombre de
química teórica en vez de las parciales versiones de "química cuántica" o "físico-
química", que continúan siendo subdisciplinas importantes, pero ya no confundidas con
la química teórica.
Un acontecimiento importante fue la publicación en 1983 del libro de Hans
Primas (Primas, 1983), "Chemistry, Quantum Mechanics and Reductionism". Primas
argumenta en él cómo la química cuántica computacional no ha logrado en realidad
convertirse en la base para entender los conceptos importantes de la química y, si no
logramos comprensión de ellos en realidad, estamos perdiendo la química. La gran
mayoría de los químicos no acuden a los enormes esfuerzos computacionales en busca

5
Sobre esto se puede consultar Villaveces y Daza, (1997), sobre la aproximación de Born-Oppenheimer en general, y una
reformulación de ella en términos de teoría de distribuciones, que supera algunos de los problemas conceptuales, puede verse
Moyano y Villaveces, (1999).
de comprensión de sus fenómenos, sino que prefieren basarse en las ideas ad-hoc de la
química cuántica semi-empírica y el problema es que "a pesar de la erudición, la
imaginación y el sentido común usados para crear los métodos semiempíricos de la
química, el éxito de esta herramienta permanece como un enigma central para los
teóricos" (Primas, 1983, p. 8). A lo largo del libro, Primas argumenta con mucho rigor
cómo los principales conceptos de la química permanecen inexplicados por la química
cuántica y cómo hay problemas fundamentales que deben ser resueltos aún. Entre estos
está el problema de la aproximación de Born-Oppenheimer. Primas pregunta por qué es
tan exitosa esta aproximación, de la cual no entendemos por qué es compatible con la
mecánica cuántica. (p.18). El problema es que prácticamente toda la química hecha
después de 1930 está pensada (o parece estar pensada) dentro de la aproximación de
Born-Oppenheimer, que trata a los núcleos de manera distinta a cómo trata a los
electrones en un sistema molecular. En conjunto, el libro de Primas, escrito desde un
manejo muy riguroso de la teoría cuántica contemporánea, puede ser visto como una
toma de posición contra el fisicalismo y un llamado a químicos teóricos y epistemólogos
a retomar la reflexión sobre los fundamentos de la química y sus relaciones con el
conjunto de las ciencias.
Poco después, Wooley (Woolley, 1991) planteó el problema de fondo: la
química contemporánea trata a los electrones como partículas cuánticas y a los núcleos
como partículas clásicas. Aquí hay un dilema epistemológico fundamental y la
evidencia de una teoría con problemas graves en su base y es sintomático del mal
matrimonio entre la química y la física. Sin embargo, el problema sólo ha podido ser
planteado y muy pocos avances se han hecho en dirección de su resolución. En 1995 se
comenzó a publicar Hyle, la revista internacional para la filosofía de la química. En su
primer editorial, Joachin Schummer —- .. &
La revista ya va en su quinto volumen y ha comenzado a reunir a la escasa
comunidad de interesados en la filosofía de la química o en la filosofía de la ciencia
pensada desde la química.
En septiembre de 1996 se reunió en Marburgo el tercer coloquio Erlenmeyer para
la filosofía de la química (Janich y Psarros, 1998). Reunió a químicos y físicos
interesados en el tema de la autonomía de la química como pregunta fundamental y la
tendencia mayoritaria fue hacia contradecir el fisicalismo, pero es claro que hay muchas
cuestiones profundas abiertas.
El siglo XXI comienza así con una actitud distinta. El entusiasmo de los físicos
que creyeron haber resuelto el problema de la química generó nuevas especialidades,
otros problemas, muchas técnicas originales, pero no avanzó en la comprensión de los
temas fundamentales de la química. El choque entre las dos disciplinas silenció durante
décadas a quienes habrían podido pensar el mundo desde la química, pero ese silencio ha
comenzado a terminar. La química no ha podido ser reducida a la física y cada vez son
más quienes creen que este es un imposible ontológico y metafísico.

3 Problemas epistemológicos de la química


contemporánea

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Muchos problemas quedan vivos en la química contemporánea que requieren el
trabajo de los filósofos. Enunciamos a continuación muy rápidamente tres de ellos, a
título de simple ilustración, dejando en claro que hay muchos otros de enorme interés.

3.1 The chemical core of chemistry


Uno bien interesante es saber, si la química no es reducible a la física, entonces
cuál es su meollo. Schummer escribió en 1998 un artículo sobre este problema, titulado
The Chemical Core of Chemistry I, en el cual busca cuál es el núcleo propiamente
químico de la ciencia química y pretende desarrollar una "arquitectura cognitiva para la
química", que contiene, entre otras cosas una clarificación del concepto de especie
química y la búsqueda de fundamentos de la teoría química a través de la teoría de las
fórmulas estructurales.

3.2 La predicción del futuro: ¿Laplace o Mendeleyev?


La capacidad de predicción ha sido considerada uno de los puntos positivos de
toda ciencia. En la forma que adoptó en la física dieciochesca equivalía a poder escribir
una ecuación diferencial que describiera el movimiento de todas las partículas y así, si se
conocieran las posiciones en un momento dado, toda la evolución posterior del sistema
sería conocida. Esto llevó a Laplace a su famosa afirmación sobre la capacidad de
predecir enteramente el futuro y ha encontrado toda clase de contraargumentos en la
teoría del caos y los sistemas complejos.
Hacia 1860 Mendeleyev logró una proeza de predicción tan importante, por lo
menos, como la del retorno del cometa de Halley cada setenta y cinco años.
Mendeleyev predijo la existencia de varios elementos químicos que nadie había
observado nunca, describió sus propiedades y dio las condiciones para hallarlos. Pronto
fueron encontrados y cumplieron con todo lo predicho por el químico ruso. Desde
entonces se ha predicho la posibilidad de fabricar cientos de sustancias con propiedades
específicas. El diseño de fármacos en las dos últimas décadas del siglo XX ha alcanzado
éxitos enormes, prediciendo de antemano las propiedades químicas y fisiológicas de
sustancias inexistentes y sintetizándolas después.
Si la predicción por medio de ecuaciones diferenciales ha sido tema central de la
epistemología, que la ha considerado como una de las condiciones de calidad del
conocimiento y la ha relacionada con varias formas de criterio de demarcación, la
segunda forma de predicción por clasificación, "à la Mendeleyev" no ha sido objeto de
análisis epistemológicos aun cuando sus resultados son más difíciles de obtener y
bastante más novedosos. Este análisis de la capacidad de predicción está directamente
ligado con el de la matematización de la ciencia. Con frecuencia los epistemólogos se
han concentrado en el problema de la matematización directamente relacionada con la
escritura de ecuaciones diferenciales como se hacía en la mecánica clásica. El conjunto
de las sustancias químicas parece más bien ser un espacio topológico en el cual las
relaciones de pertenencia a una clase, de vecindad o relación jerárquica de clases etc.,
son más importantes que las diferenciales. Esta parece ser la estructura matemática
presente detrás de la tabla periódica y la que explicaría que la predicción se hizo posible
cuando se consideró el conjunto de todos los elementos y las clases de equivalencia
entre ellos. La epistemología de este problema está inexplorada, y su interés no solo
residiría en la comprensión de ese evento mayor de la historia de la química que fue la
formulación de la ley periódica, sino en la posible generalización de esta forma de hacer
ciencia a las sustancias compuestas. Schummer (1998) enuncia este problema como el
de la estructura lógica del conocimiento químico.6

3.3 La estructura química


El concepto de estructura es central en la química. Sin embargo, es
profundamente ambiguo y cada grupo de practicantes de esta ciencia lo entiende de
manera distinta, todas ellas llenas de problemas epistemológicos. Para un químico
clásico, la estructura está relacionada con la fórmula estructural, esto es, con un conjunto
de letras y rayas que reflejan relaciones de vecindad y destacan la presencia de grupos
funcionales. Matemáticamente esto corresponde a un grafo y, de hecho, la teoría de
grafos fue formalizada en gran medida a partir del interés de Cayley y Sylvester por las
fórmulas estructurales de los químicos, especialmente de Kekulé, sin embargo, solo en
las últimas dos o tres décadas han comenzado los químicos a preocuparse por la
estructura matemática subyacente. La iniciación de la publicación del Journal of
Mathematical Chemistry en 1985 está directamente vinculada con el renacimiento de
este interés. Sin embargo, la visión de los espectroscopistas y de los químicos
computacionales se ha ido extendiendo cada vez más. Para estos la estructura química
no es un grafo, sino un objeto geométrico, sólido, con distancias y ángulos
perfectamente definidos, con elipsoides de revolución de excentricidades exactas y se
destinan enormes cantidades de tiempo y de recursos a la determinación de la siguiente
decimal de distancia o de ángulo. Los dos conceptos son ontológicamente muy
diferentes y se hace necesario estudiarlos desde este punto de vista y entender las
consecuencias de esta visión doble sobre el conjunto de la química que se fundamenta en
ellos. Más recientemente, (Mezey, 1982; Villaveces y Daza, 1990) se va poniendo de
manifiesto que, aun dentro del esquema de Born-Oppenheimer, la estructura química no
puede corresponder a un objeto geométrico rígido, sino a un objeto topológico y las
bases matemáticas de una concepción topológica de la estructura química se trabajan en
la actualidad. Sobre este punto puede consultarse Villaveces y Daza (1997).

4 A modo de conclusión
La ausencia de los químicos en el debate epistemológico es en parte debida a la
relación inadecuadamente armada entre la química y la física, que delegó en esta última
la responsabilidad de pensar la química. Esto no fue sano para la química, que se
desarrolló esplendidamente como técnica, o como conjunto de subdisciplinas, pero
mantiene problemas de fondo en su base. No fue sano para la física, pues el triunfalismo
un poco ingenuo dio pocos resultados verdaderamente positivos en la física molecular
teórica y no fue sano para la epistemología pues excluyó a toda una comunidad, con
puntos de vista particulares, del debate general.

6
Este problema está directamente relacionado con el de la estructura topológica del espacio de las cargas nucleares que
trabajan Daza y Villaveces y del cual hay una primera versión en Daza y Villaveces (1994) y una próxima que será enviada a
publicación en corto tiempo.

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Hoy la situación parece cambiar. A pesar de las buenas intenciones y del
entusiasmo de algunos físicos, y a pesar del enorme trabajo de los químicos cuánticos
construyendo aproximaciones y generando números, sigue habiendo conceptos
fundamentales de la química que resisten la reducción a la física y se va extendiendo la
opinión de que tal reducción es esencialmente imposible. Esto ha reabierto en los años
recientes el debate. El libro de Primas, la revista Hylé, el enfoque topológico, la química
matemática e incluso teorías como la de Atomos en Moléculas de Bader comienzan a
mostrar filones riquísimos de investigación en los fundamentos de la química y en su
epistemología.
Sea la fundación de una Asociación Colombiana para la Filosofía de la Ciencia
una ocasión propicia para invitar a químicos, físicos, filósofos y demás interesados a
vincularse a esta tarea.

Santa Fe de Bogotá, D.C., febrero de 2000

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