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Problemas Epistemológicos de la
Educación en Ciencias
Héctor Rubén Paz – Ariana del Rosario Origuela
ESPECIALIZACIÓN EN ENSEÑANZA EN CIENCIAS EXACTAS
ESPECIALIZACIÓN EN ENSEÑANZA EN TECNOLOGÍAS
Los problemas del método. Los procesos de validación del conocimiento y los
procesos de corroboración. El método deductivo y las tensiones epistemológicas.
La generalización y la particularización. La experimentación.
“CIENCIA BÁSICA Y
TECNOLOGÍA”
Definición de Tecnología
a. La Innovación
La encuesta empírica de Ellis muestra que otro fruto de este sistema educativo es
la división relativamente aguda que hace la mayoría de la gente entre las
comunidades científicas y las tecnológico-comerciales. Se dice que esta aparición
sirve de base para la lamentable ausencia de lazos estrechos entre ciencia pura y
aplicada.
La importancia de este problema está en su relación con la pregunta de cómo
surgen realmente las innovaciones industriales o productoras de bienestar.
¿Logran los descubrimientos hechos durante las investigaciones
fundamentalmente a aplicaciones útiles? ¿O bien es necesario algún “fin”
especificado que dé a la investigación básica la dirección requerida para
alcanzarlo?
Estos dos enfoques son a veces convenientes y etiquetados como los modelos de
innovación tecnológica “empuje hacia el descubrimiento” y “tirón de la necesidad”; o bien
cualquier conocimiento acumulado se abre paso hacia su aplicación, o la demanda
percibida tira hacia la investigación apropiada.
P.M.S. Blackett cuando era presidente de la Royal Society: “En forma esquemática
simplificada, la innovación tecnológica de éxito puede describirse como aquella constituída
por una secuencia de pasos relacionados uno con otro: ciencia pura, ciencia aplicada,
invento, desarrollo, construcción de prototipos, producción, estudio de mercado, venta y
ganancias”.
La opinión opuesta es expresada por J.H. Hollomon, del U.S. Department of Commerce: “La
secuencia –necesidad percibida, invento, innovación (limitada por factores políticos,
sociales o económicos) y difusión o adaptación (determinada por el caracter organizativo y
por el incentivo de la industria) es una de las que encontramos más frecuentemente en la
economía civil regular”.
RELACIONES ENTRE CIENCIA UTILITARIA Y CIENCIA PURA
Una de las recomendaciones generales de la publicación del Advisory Council fue que
algunos científicos y tecnólogos debían desplegarse en etapas de innovación distintas a las
de investigación primaria y desarrollo, por ejemplo, en producción y estudio de mercado.
El sociólogo Joseph Ben David dice, para dar mayor apoyo a las ventajas del tirón de la
necesidad, que la “relación de los problemas económicos y tecnológicos con la
investigación fundamental es mas predecible que la que hay entre la investigación
fundamental y una innovación tecnológica económicamente útil”.
“La forma óptima para incrementar los usos de la ciencia no es (...) seleccionar proyectos
según su supuesta promesa de aplicabilidad, sino incrementar la motivación y las
oportunidades para encontrarle uso a la ciencia, y descubrir problemas prácticos que
puedan estimular la investigación”.
Esto podrá lograrse mejor mediante una muy vigorosa interacción entre las ideas y los problemas
de laboratorio y el mundo de la administración, una interacción a la que Ben David ve como una
función de empresarios que puedan explotar los adelantos teóricos de los científicos y
someterlos a la atención de los tecnólogos y los directores, quienes reconocerán en ellos su
potencial práctico.
La mayoría de los estudios que se han hecho hasta la fecha muestran que las condiciones que
promueven la innovación tecnológica se extienden en forma mucho más amplia que los
virtuosismos científicos o técnicos.
En todas partes estamos encadenados a la técnica sin que nos podamos librar
de ella, tanto que si la afirmamos apasionadamente como si la negamos. Sin
embargo, cuando del peor modo estamos abandonados a la esencia de la
técnica es cuando la consideramos como algo neutral, porque esta
representación, a la que hoy se rinde pleitesía de un modo especial, nos hace
completamente ciegos para la esencia de la técnica.
La ciencia es neutra, se dice, en tanto actividad cognoscitiva que se rige por parámetros
objetivos, es decir, en tanto cumple los pasos de un método, no sospechado de
subjetividad ni arbitrariedad.
Lo que de este conocimiento provenga, la paz o la guerra, no tiene que ver con la ciencia
misma sino más bien con el empleo posterior.
El ejemplo del martillo encierra una ilusión de neutralidad. Se puede poner otro ejemplo y
confrontarlo.
Por ej., si ponemos por caso la tecnología de un reactor de energía nuclear o la tecnología
en tanto organización de masas de información digitalizada, ya no es tan claro que la
ambigüedad se encuentre solo en el uso y no en la creación, en los resultados mas
inmediatos y no en el proyecto que los impulsó.
Quienes sostienen la neutralidad del conocimiento científico podrían argüir que la ciencia
también puede estar al servicio de intereses totalitarios y que, si bien el conocimiento
científico está más allá de las cuestiones políticas, es susceptible, sin embargo, de ser
empleado para fines erróneos.
Desde una óptima marxista se podría decir que el conocimiento puede convertirse en una
mercancía más o en la tecnología de los intereses dominantes.
Según Heidegger estas interpretaciones, si bien son correctas, son insuficientes para
comprender el fenómeno de la ciencia y la técnica en toda su complejidad.
Si se admite que siempre hay una decisión en juego respecto de la aplicación de las
realizaciones científicas y técnicas, no se entiende por qué no se considera que también en
las formas de conocimiento y en los modos de transformación de lo real opera una
decisión, y que ésta es previa a toda posible aplicación.
Las construcciones teórico-científicas serían, en efecto, neutrales si no modificasen nada
en absoluto, o bien si no fueran parte comprometida con algún proyecto político, social o
económico.
Hay dos dimensiones que convergen en la tarea científica, las que corresponden al “saber” y
al “hacer”, al nivel teórico y práctico respectivamente.
Sin embargo, no es posible perder de vista que, actualmente, nuestra vida material y
espiritual, se funda y modifica en la red de sentidos que elaboran las teorías científicas, y
esto ocurre, en medida creciente, desde los tiempos modernos.
Cuando se considera la actividad científico-técnica como algo neutral, se oscurece aún más
la comprensión de lo propio de la técnica y su riesgo de deshumanización.
Heidegger sostiene que la técnica no es solamente un medio sino también un modo de ser en el
mundo, un modo en el que nos relacionamos con las cosas, y una manera de pensar acerca del
conocimiento y la verdad.
El saber científico, entonces, lejos de no tener nada que ver en las realizaciones concretas, funda
un modo de ser, crea un concepto de realidad y organiza un mundo.
Suele presentarse el conocimiento científico como la verdad de las cosas y no como una
interpretación de ellas.
También en la elaboración y el diseño de prácticas metodológicas hay una decisión que va más allá del
instrumento mismo, una decisión que compromete siempre una posición frente al hombre, frente al
mundo y frente a la verdad.
Se aclara que cuando se afirma que no existen hechos puros sino más bien interpretaciones, no se está
diciendo que todo deriva en la vacuidad de un ingenioso juego de palabras que no remite a nada. Se
trata de lo que Kant sacó a la luz: “la razón humana encuentra en los hechos solo lo que ella misma
previamente ha puesto”.
El filósofo señala con dos palabras la actitud apropiada frente a la ciencia y la técnica en los
tiempos actuales: serenidad y misterio; que en su relación aparecen como “serenidad frente a las
cosas y apertura al misterio de la técnica”.
En cuanto a la serenidad, baste con tener presente que es la actitud que conlleva el gesto de
decir “si” al inevitable uso de los objetos técnicos y al mismo tiempo decir “no” a su imposición
acrítica. Esta actitud solo es factible en la medida que el hombre pueda, todavía, rehusarse a ser
requerido de un modo exclusivo e imperioso por la técnica, de un modo en el que según
Heidegger, ésta pueda doblegarlo y confundirlo.
En cuanto a lo misterioso, el filósofo considera que: “El sentido del mundo técnico permanece
oculto y tanto más permanecerá oculto en la medida en que no se intente pensar lo propio de
esta época, es decir, pensarla desde su más profunda ambigüedad, sin eludir la que reside en el
conocimiento tanto como en su aplicación”.
No resulta verosímil que el problema de la neutralidad de la tecnociencia se pueda
comprender a partir del buen o mal uso de una herramienta, como si la técnica fuera
gobernable del mismo modo que un martillo.
Puesto que las concepciones que defienden la neutralidad ponen el acento solo en la
dimensión del uso o aplicación de las teorías, no consideran el problema de la técnica en
toda su amplitud.
Estas posiciones parten de un supuesto subjetivista, que dice que la técnica es sólo un plan
que el hombre proyecta pero que, finalmente, termina imponiéndose al hombre y lo fuerza
a decidir entre convertirse en esclavo de su propio plan o en quedar como su señor.
Heidegger rechaza esta posición y presenta a la técnica como “destino”, es decir, como una
necesidad histórica o, si se quiere, como una herencia legítima de la metafísica, como un
modo de estar, de ser y de conocer que no puede ser revertido o modificado sólo por un
acto de buena voluntad.
En síntesis, Heidegger postula que no podemos manejar el sentido de la época técnica,
puesto que nadie es capáz de orientar el curso de la historia en la era atómica. No obstante,
el hombre puede y debe acompañar el advenimiento de una nueva época. Para ello es
necesario reflexionar sobre el despliegue de la técnica desde un pensamiento no metafísico,
es decir, desde un pensamiento que abandone toda representación técnica y critique la
apremiante consigna de querer planificar y calcular todo.
1. La relación entre las ciencias y el
pensar.
El límite de la perspectiva relativista
En el planteo de Heidegger se destaca, para la reflexión filosófica del presente, el meditar
acerca de la ciencia y la técnica en tanto fenómenos ineludibles y condicionantes de la
experiencia en la época actual.
Heidegger está más allá de las posiciones reduccionistas, que pretenden valorizar un grupo
de ciencias, las físico-naturales, en detrimento de otro, las sociales, viceversa.
Finalmente, es oportuno aclarar que el hecho de que carezca de sentido distinguir entre
unas ciencias y otras, o que ya no sea posible seleccionar un saber por su mejor adecuación
a lo real o a la verdad, de ningún modo debe ser entendido como una tesis relativista.
Según Heidegger, no es posible ver el abismo que media entre el saber científico y las otras
formas que no lo son (como la filosofía, por ej.) desde el marco de una óptica relativista.
Esto es, desde un planteo que renuncie a comparar las distintas formas de saber, sea
porque no posee un patrón de medida imparcial o porque considera que la diferencia entre
el discurso de las ciencias y otras formas de lenguaje estriba solo en una diferencia teórica
sin implicaciones en la realidad concreta.
2. El Pensamiento débil y la
relación entre ciencia, arte y
verdad.
El proceso en el cual la razón natural renunció a todo principio de autoridad que no fuera ella misma se
conoce como “proceso de secularización”.
Hoy se plantea, desde las posturas post-modernas necesaria la profundización en el camino de la desmitificación
de la racionalidad moderna.
Dato: Fue el cristianismo el que en sus orígenes concretó una decidida secularización a través de la lucha contra
los cultos y dioses paganos.
Desde la perspectiva de Vattimo, la secularización posmoderna no está reñida con la figura
de Dios, claro que la noción de Dios, para él, no contiene los atributos con los que la
metafísica la define. Por el contrario, se trata de un Dios cuyo rasgo determinante es la
debilidad, y no el ser fundamento racional, firme y constante.
Esta atmósfera de debilitamiento, propia del pathos nihilista, es la que aleja el pensar
filosófico actual de la violencia inherente a la metafísica y lo conduce al ámbito del arte,
más fecundo y menos violento.
Agreguemos que Vattimo piensa la relación entre el hombre y Dios como una relación de
amistad y en oposición a toda relación de servidumbre que implique la sujeción a un
fundamento último y silenciante.
Este proceso secularizador y nihilizante trastoca profundamente la esencia de la verdad, al
menos como se la entiende tradicionalmente, es decir, como adecuación o correspondencia.
Para Heidegger, el lugar primario de la verdad no es la proposición sino que ésta se funda en un
descubrir previo; para que algo pueda ser descubierto es preciso que se muestre; a su vez para
que algo pueda mostrarse, se requerirá de un horizonte en el que aparezca o una luz sobre la cual
se recorte.
De modo que para plantear el tema de la verdad hay que considerar también otros
“componentes” que van más allá de la relación “enunciado-cosa” tal como aparece en las
fronteras del lenguaje proposicional informativo.
Heidegger no niega la validez del criterio de verdad como adecuación en el que se mueven las ciencias,
pero rescata una acepción mas primigenia, donde la verdad no se considera como correspondencia de la
palabra con la cosa sino como “desocultación”.
El mayor peligro reside en no advertir que al predicar la verdad de las proposiciones, solamente, se está
llevando a cabo un cercenamiento y una reducción de otras experiencias en las que la verdad acontece.
El criterio de verdad como adecuación es un prejuicio que pretende reinar como única pauta, pero lo
verdadero no se agota en los límites de la representación conceptual: la verdad puede acontecer, por
ejemplo, también en el arte.
Desde el ámbito propio de la ciencia física, también se cuestiona el caracter insuficiente de este criterio
tradicional para comprender el proceso de elección de las teorías científicas.
Si la verdad, en suma, está cuestionada como fidelidad a los hechos, entonces se vuelve absurda toda
meditación que pretenda dar con la pauta correcta y saber así cuál es la teoría que mejor refleja la
realidad.
Heidegger enseña que la verdad de la ciencia no es una verdad originaria, que la verdad
científica se funda sobre otra verdad más fundamental, que emerge del mundo de la vida
y que es irreductible a la racionalidad científica.
La verdad no puede ser reducida al método, y menos aún, al método científico. Esto
significa que tanto la verificación como la falsación de los enunciados científicos sólo son
posibles porque tanto el enunciado como el estado de cosas al que remite ya se han
relacionado previamente a partir de supuestos básicos que no son objeto de verificación o
falsación. Estos supuestos forman parte de la precomprensión del mundo y del hombre en
la que siempre nos hallamos por estar ligados a un horizonte histórico relacionado con la
ciencia moderna.
El arte permite que la verdad acontezca de un modo originario, es decir, no habitual. Esto
significa que la obra de arte no es nunca una mera copia de otra realidad, que aun cuando
reproduzca algo existente la obra artística siempre funda por primera vez una realidad o un
mundo.
Hasta lo más carente de poesía toma brillo por los ojos del artista.
Podemos concluir que no solo entre la palabra y la cosa hay verdad; también en la acción
de desocultar que lleva a cabo el arte aparece la verdad.
Finalmente, el “salir de lo oculto” que propicia la técnica no tiene que ver con el “salir de
lo oculto” que posibilita la obra de arte. Esta diferencia se funda en los modos posibles y
antagónicos que puede asumir el pensamiento.
3. Pensar meditativo y pensar
calculador.
La Filosofía y la Ciencia.
La diferencia entre un pensar calculador y un pensar meditativo expresa una oposición, que
acompaña a la época del Gestell o imposición de la técnica. El pensar calculador se erige a partir
del dominio ejercido por la razón instrumental.
Heidegger separa el pensar del querer saber, en tanto este último busca asegurarle a la
conciencia una explicación racional para cada cosa y, de este modo, procura sujetar
fuertemente la trama movil y contradictoria de la vida.
Ni el querer saber ni el querer explicar pueden formar parte del pensamiento meditativo.
Los caminos del pensar se resisten a su cálculo y planificación, no se dejan medir y asegurar.
Por ello, cuando se ingresa a la región del pensamiento se entra al ámbito en el que “nada
está claro”, pero donde “todo es significativo”.