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LA LEY
En efecto, si ni la libertad ni la conciencia crean los valores éticos, entonces, ¿de
dónde deriva la objetividad de las acciones buenas y malas? O con mayor
radicalidad: ¿cómo se originan el bien» y el «mal» morales? Y más radical aún:
¿por qué existen el «bien» y el «mal» morales?
1. NOCIONES FUNDAMENTALES
A ello se añade la sensibilidad por una moral autónoma y personalista, junto con
la convicción de que la ética normativa es un obstáculo a la libertad y a la
conciencia.
“En realidad, la libertad del hombre encuentra su verdadera y plena realización en
esta aceptación. Dios, que solo Él es Bueno, conoce perfecta- mente lo que es
bueno para el hombre, y en virtud de su mismo amor se lo propone en los
mandamientos” (VS, 35).
La ley es santa y el precepto, santo, justo y
bueno» (Rm 7, 12)
la relación entre la dignidad del hombre y la ley, y enuncia al menos las siguientes ideas:
La existencia del pecado de origen.
El desorden introducido por ese pecado.-La existencia de la Ley antigua.
La Ley da a conocer lo que es bueno y lo que está prohibido.
Lo prohibido por la ley, a causa de la concupiscencia, invita a quebrantarla y, en
consecuencia, a hacer el mal.
La existencia de una ley nueva: la ley del Espíritu.
El dramatismo entre la ley del espíritu, que marca la altura de la dignidad humana, y la
debilidad del hombre para cumplirla.
Definición de ley
Tomás de Aquino, que, si bien se aplica a la ley civil, tiene validez para toda clase de leyes:
“Ley es la ordenación de la razón, encaminada al bien común y promulgada por aquel
que tiene el encargo de cuidar de la comúnidad”
«Encaminada al bien común»; es decir, «el conjunto de condiciones de la vida social que permiten a
los hombres, a las familias y a las asociaciones el que puedan lograr con mayor plenitud y facilidad su
propia perfección».
Promulgada: con el fin de que pueda ser conocida, asumida y cumplida por el
hombre con responsabilidad.
Santo Tomás define así: «Es el plan (la razón) de la divina sabiduría por el que
dirige todos los actos y todos los movimientos al bien común del universo»
II. LEY NATURAL
Desde los Padres, se define la ley natural como «la participación de la ley eterna
en la criatura racional». Y así la recoge santo Tomás.
Primera: si la ley eterna es la misma inteligencia divina, la ley natural hay que
situarla en la línea de una participación en ese conocer de Dios. lo expresa Tomás al
afirmar que la ley natural «es la misma luz de la razón la que acuerdo con su
naturaleza y esa misma luz advierte que es malo lo que va contra ella»
Segunda: el otro polo para interpretar la ley natural, es el ser mismo de persona
humana. Es decir, el hombre tiene una naturaleza al modo la como cada ser tiene
la suya: eso que hace que la piedra sea piedra, el helecho, helecho y el lobo, lobo.
La ley moral natural evidencia y prescribe las finalidades, los derechos y los deberes,
fundamentales en la naturaleza corporal y espiritual de la persona humana. Esa ley no
puede entenderse como normativa biológica, sino que ha de ser concebida como el
orden racional por el que el hombre es llamado por el Creador a dirigir y regular su
vida y sus actos» (VS, 50).
Algunas tesis fundamentales en torno a la
ley natural
Epicteto enuncia ya el primer principio de la ley natural: «Hay que hacer el bien y
evitar el mal»
La «ley natural» en la Sagrada
Escritura. Antiguo Testamento
A. Díez Macho, afirman que, sin el uso del sintagma, cabe encontrar en el A. T.
no pocas nociones equivalentes a este concepto. Tales como los preceptos
contenidos en el Decálogo; la legislación del Pentateuco referida a conductas
primarias del hombre.
La ley natural en el Nuevo Testamento
Los autores citan diversas sentencias de los Evangelios, que, sin esa terminología,
hacen referencia a preceptos de la ley natural. Por ejemplo, "¿por qué juzgáis lo
que no es justo?» (Lc 12, 57). O «el obrero es digno de su salario» (Lc 10, 7)
San Justino menciona las leyes generales, naturales y eternas y hace un elenco de las
acciones que van «contra la ley natural».
San Ireneo sostiene que los paganos no conocieron la Ley de Moisés, pero, en cambio,
«todos tienen otra ley escrita en sus corazones que suple a la ley mosaica».
San Agustín sostiene que «todos son pecadores, pues han desobedecido a esa ley escrita
en sus corazones».
san Gregorio Magno, en Moralia in Job enseña que «el hombre no puede ignorar lo que
hace, pues por la ley natural está obligado a saber qué obras son buenas o malas».
La ley natural en la reflexión posterior
“Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya
obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente”
(GS, 16).
La ley natural es, en definitiva, el único baluarte válido contra la arbitrariedad del
poder o los engaños de la manipulación ideológica. El conocimiento de la ley
natural en el corazón del hombre aumenta con el crecimiento de la conciencia
moral [...].
se la menciona y recuerda como la «ley de Cristo» (Ga 6, 2); «ley del espiritu»
(Rm 8, 1-2), «ley de la fe» (Rm 3, 27-28); «ley perfecta» (St 1, 25); «ley de la
libertad (St 1, 25; 2, 12)
Esta nomenclatura es tan expresiva, que el solo comentario a los nombres
equivale a hacer la teología de sus contenidos.
Tomás de Aquino
También este tema se presenta con novedad y con polémica, dado que algunos
moralistas han negado que el Nuevo Testamento contenga o bien normas éticas
específicamente cristianas e incluso verdaderos preceptos éticos.
La infalibilidad que el divino Redentor quiso que tuviese la Iglesia cuando define la
doctrina de la fe y de las costumbres se extiende tanto cuanto abarca el depósito de la
Revelación, que debe ser custodiado santa- mente y expresado con fidelidad. (LG,
25).
La fuerza vinculante de la ley civil le viene en virtud de que sea una ley justa. Y
para que una ley sea justa debe tener estos requisitos:
Cumplir las condiciones que definen la ley
Lo preceptuado por la ley debe ser «buenos o al menos indife-rente».
Lo mandado por la ley debe ser justos, Lo que establece la ley debe ser posible de
cumplir.
Lo prescrito por la ley debe ser necesario o al menos útil para la comunidad.
En relación a la obligación moral del cumplimiento de las leyes civiles, este es el
principio ético fundamental: las leyes justas deben ser cumplidas, pues vinculan
moralmente las conciencias.
Es urgente la educación ética de los ciudadanos para que concedan valor moral al
cumplimiento de las leyes.
El papa Benedicto XVI propone que, a ciertos casos, cabe aplicar el principio de
subsidiariedad:
«Una posibilidad de ayuda para el desarrollo podría venir de la aplicación eficaz de la
llamada subsidiariedad fiscal, que permitiría a los ciudadanos decidir sobre el destino
de los porcentajes de los impuestos que pagan al Estado. Esto puede ayudar, evitando
degeneraciones particularistas, a fomentar formas de solidaridad social desde la base,
con obvios beneficios también desde el punto de vista de la solidaridad para el
desarrollo» (CV, 60).
LIBERTAD. CONCIENCIA. LEY
Dios ha dejado al hombre en aras de su albedrío (Eclo 15, 14). Por ello, el hombre
mismo, no solo el mundo, ha sido confiado a sus propios cuidados. Pero, al modo
como la autonomía del mundo no es absoluta, tampoco lo es la persona humana.
En efecto, el ser mismo del hombre está en dependencia de la ley eterna, de la ley
natural y de otras leyes justas, divinas y humanas. Asimismo, la conciencia, que
tiene la misión de decidir, en última instancia, lo que ha de hacer, tampoco es la
norma última, pues ella misma está a su vez normada, es, según dicen los clásicos,
<norma normata».
Y la ley que es santa, justa y buena no puede ser arbitraria.
No es fácil armonizar estas tres realidades.
«El modo como se conciba la relación entre libertad y ley está íntima- mente
vinculado con la interpretación que viene reservada a la conciencia moral. En este
sentido, las tendencias culturales que contraponen y separan entre sí libertad y ley,
y exaltan de modo idolátrico la libertad, llevan a una interpretación 'creativa' de la
conciencia moral, que se aleja de la posición tradicional de la Iglesia y de su
Magisterio» (VS, 54).