Andar en el espíritu
Cuando sobrellevamos los unos las
cargas de los otros
(Gálatas 6.1–10)
El análisis de Pablo sobre el andar cristiano
en 5.2—6.10 termina con instrucciones para que
seamos útiles a otros cristianos (6.1–10). De su
propia mano, el apóstol concluyó la carta con sus
observaciones finales, animando a los gálatas a ser
fieles al Señor (6.11–18).
1
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en
alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restauradle con espíritu de mansedumbre,
considerándote a ti mismo, no sea que tú también
seas tentado. 2Sobrellevad los unos las cargas de
los otros, y cumplid así la ley de Cristo. 3Porque
el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo
se engaña. 4Así que, cada uno someta a prueba su
propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse
sólo respecto de sí mismo, y no en otro; 5porque
cada uno llevará su propia carga.
6
El que es enseñado en la palabra, haga
partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.
7
No os engañéis; Dios no puede ser burlado:
pues todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará. 8Porque el que siembra para su carne, de
la carne segará corrupción; mas el que siembra
para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
9
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque
a su tiempo segaremos, si no desmayamos. 10Así
que, según tengamos oportunidad, hagamos bien
a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.
Una de las características más consecuentes
de Pablo como escritor fue que, después de
ocuparse del cuerpo del texto con sus diversas
instrucciones, preguntas y amonestaciones,
concluía invariablemente sus cartas con una sección
«práctica». Buscó motivar a sus lectores a poner
en práctica lo que les había enseñado. En 6.1–10,
procedió a mostrar cómo debe reaccionar un hombre
de mente espiritual ante las diversas situaciones
que podría confrontar tanto en la iglesia como en
el mundo.
Versículo 1. Una vez más, Pablo se dirigió
a los cristianos de Galacia como hermanos (vea
comentarios sobre 1.2, 11). Habiendo denunciado la
rivalidad y la envidia en la iglesia (5.26), abogó por el
cuidado mutuo y preocupación que debe caracterizar
al pueblo de Dios. Imaginó una situación en la que
un cristiano prójimo es sorprendido en alguna
falta. El término «sorprendido» viene de la palabra
griega prolamba/ n w (prolambanō), que puede
entenderse aquí de dos maneras: Podría referirse
a ser «sorprendido» por un pecado (KJV), o puede
querer decir que el pecado es «detectado» por otros
miembros de la iglesia (NRSV). Probablemente, el
primero es evidente, aunque se intuye el último;
otros cristianos tendrían que saber sobre el pecado
para poder intervenir. La palabra para «falta»
es para/ p twma (paraptōma), que se refiere a un
«paso falso» o un «error», es decir, un «pecado»
o «fechoría». Pablo se expresó cuidadosamente (y
cariñosamente) mientras se ocupaba de este difícil
tema. Lo hizo porque involucraba a un hermano o
a una hermana, un semejante del cuerpo de Cristo.
El lenguaje que se encuentra aquí es una
reminiscencia de la mujer en Juan 7.53—8.111 que
fue «sorprendida [katalamba/ n w, katalambanō]
en el acto mismo de adulterio» (Jn 8.4). La actitud
de Jesús en este relato ejemplifica la manera como
los cristianos deben buscar restaurar a un prójimo
creyente que es sorprendido en alguna falta. Los
1 
A los testimonios textuales de Juan 7.53—8.11, los
manuscritos griegos donde se encuentran, generalmente no
se les considera los más antiguos y mejores. Sin embargo,
el pasaje se encuentra en algunos de los más antiguos
manuscritos latinos y siriacos. También aparece en muchas
traducciones actuales.
1
acusadores de la mujer eran los escribas y los fariseos,
que eran celosos de la ley de Moisés, y pusieron a
prueba a Jesús, diciendo: «… en la ley nos mandó
Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué
dices?» (Jn 8.5). No estaban realmente preocupados
por la mujer ni la Ley; su principal intención era
atrapar a Jesús, que conocía los corazones de los
acusadores de la mujer, incluyendo todo el espectro
de sus pecados, incluso sus pecados secretos. Él los
desafió: «El que de vosotros esté sin pecado sea el
primero en arrojar la piedra contra ella» (Jn 8.7).
Desde el más viejo hasta el más joven, decidieron
que sería más sensato salir silenciosamente.
Tres verdades sobresalen mientras contemplamos
lo que transpiró en el relato. Primero, el hombre
pecador no está capacitado para pronunciar juicio
final contra su prójimo. Segundo, nuestro Señor
Justo, que vino a buscar y salvar a los perdidos (Lc
19.10), se negó a pronunciar un juicio condenatorio
aunque la culpa se personificó delante de Él. No era
como si la culpa de la mujer no importara; un día,
así como sus acusadores —y nosotros también—
estaremos delante de Él en el juicio final. Nuestro
consuelo es que Él, nuestro Juez, no desea nada
más profundamente que la justificación, no la
condenación. De hecho, éste fue el propósito de toda
la vida de Jesús, nuestro misericordioso Redentor,
que pagó el precio final en la cruz por nuestra
redención (Ro 8.32–39). Tercero, Jesús no dejó a la
mujer donde estaba espiritualmente. En cambio,
la llamó al arrepentimiento, pues dijo: «vete, y no
peques más» (Jn 8.11b).
¿Quién dijo Pablo debía ser responsable de
tratar con alguien que fue «sorprendido en alguna
falta»? Los que «son espirituales». El objetivo de
una persona piadosa no es condenar a otros. Los
que tienen tal actitud, se den cuenta o no, están en
alianza con Satanás, el acusador (Ap 12.10; vea Job
1.6–12). Este es el propósito de la vida del maligno,
y siempre hay suficiente pecado en la mejor de las
personas como para que fácilmente lance cargos
contra ellas.
La persona espiritual, en quien mora el Espíritu
de Dios, es instada a restaurar a un hermano
sorprendido en pecado haciendo uso de un espíritu
de mansedumbre. «Restaurar» (katarti÷ zw,
katartizō) quiere decir devolver algo a su condición
anterior normal. Se utiliza para la «reparación» de
las redes de pesca en Mateo 4.21 y Marcos 1.19. La
palabra para «mansedumbre» (prauœ ÷ thß, prautēs),
también traducida como «apacibilidad» (NASB), es
el mismo término que aparece como un fruto del
Espíritu (vea comentarios sobre 5.23).
Pablo ofreció una palabra de advertencia
2
a aquellos que buscan restaurar a un hermano
que ha pecado: … considerándote a ti mismo,
no sea que tú también seas tentado. El diablo,
nuestro archienemigo e instigador del pecado, sabe
cómo tentar a las personas a pecar incluso en el
cumplimiento de sus deberes urgentes dentro de la
comunidad de Dios. ¿Qué pecados podríamos ser
«tentados» a cometer en tales situaciones? Mostrar
orgullo y jactancia en nuestra propia justicia podría
ocupar los primeros lugares de la lista. Kenneth L.
Boles señaló que el objetivo del cristiano «espiritual»
no es castigar, purgar o tomar represalias, sino
«rescatar a las ovejas errantes y devolverlas al
redil».2 Es por eso que la tarea requiere de «un
espíritu de mansedumbre».
Versículo 2. Además de dar instrucciones
para restaurar el error, Pablo dio la siguiente
advertencia: Sobrellevad los unos las cargas de los
otros, y cumplid así la ley de Cristo. El versículo
sigue naturalmente después del anterior. La idea
de sobrellevar las cargas de otros corresponde
conceptualmente a la muerte de Jesús en la cruz.
Por supuesto, no puede comparársele en alcance,
magnitud o consecuencias. Después de todo, la carga
que Él sobrellevó fue el pecado de todo un mundo
perdido. Su cruz fue literal y horriblemente física así
como espiritual. Somos incapaces de imaginarnos la
experiencia de cuando el Santo de Dios se convirtió
en la encarnación misma del pecado. «Al que no
conoció pecado, por nosotros [Dios] lo hizo pecado,
para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios
en él» (2ª Co 5.21). Es una de las declaraciones
más sorprendentes e incomprensibles de todas las
Escrituras.
Durante Su ministerio, Jesús no dudó en
hablar de la cruz metafórica que Sus discípulos
serían llamados a sobrellevar, sea experimentando
el ridículo, la enemistad en la propia familia, la
persecución, la tortura o la muerte. Jesús dijo:
«… el que no toma su cruz y sigue en pos de mí,
no es digno de mí» (Mt 10.38). Gálatas 6.2 es sólo
una alusión más a los tipos de cargas que podría
implicar seguir el ejemplo del Señor. El cristiano
tiene que estar dispuesto a soportar las cargas que
están oprimiendo a su hermano. La palabra griega
ba/ r oß (baros) sugiere algo pesado y opresivo.
Robert L. Johnson dijo que «el lenguaje de Pablo es
lo suficientemente amplio como para abarcar cargas
de todo tipo. Cualquier prueba, dolor, pecado,
debilidad o enfermedad personal caerían dentro
2 
Kenneth L. Boles, Galatians & Ephesians (Gálatas y
Efesios), The College Press NIV Commentary (Joplin, Mo.:
College Press Publishing Co., 1993), 160.
de [su] significado aquí».3 Si bien la amonestación
es recíproca («de los otros»), puede que Pablo haya
tenido en mente las pruebas a las que se enfrenta
un hermano más débil.4 Puesto que Jesús cargó
cargas humanamente insuperables para redimir a
todo un mundo perdido, debemos esforzarnos por
imitarlo y hacer lo que podamos para ayudarles a
nuestros hermanos.
La frase «la ley de Cristo» ha generado mucho
debate. Pablo ya había dicho que «los que son de
Cristo han crucificado la carne con sus pasiones
y deseos» (5.24). Por esta razón, quien realmente
desea seguir a Jesús no será controlado por sus
impulsos humanos. En otra parte Pablo escribió
que los cristianos se han «despojado del viejo
hombre con sus hechos,  y revestido del nuevo, el
cual conforme a la imagen del que lo creó» (Col 3.9,
10). Este «nuevo» yo dicta cómo respondemos a un
hermano o una hermana que está en necesidad.
Las ocurrencias de la palabra «ley» (no/ m oß,
nomos) en el Nuevo Testamento no siempre tienen
la misma connotación. Un significado común es la
«ley de Moisés». A este respecto, «ley» aparece como
una subdivisión de la Biblia hebrea en frases tales
como «la ley y los profetas» (Lc 16.16) y «la ley de
Moisés, en los profetas y en los salmos» (Lc 24.44).
Estas expresiones se relacionan con el antiguo pacto
de Dios con Israel.
El evangelio, sin embargo, es algo muy diferente.
Es el nuevo pacto previsto por Jeremías. Por medio de
este pacto, Dios dijo que perdonaría las iniquidades
de Su pueblo y no recordaría más sus pecados (Jer
31.34; He 8.12). La ley no podía cumplir plenamente
el perdón, «porque la sangre de los toros y de los
machos cabríos no puede quitar los pecados» (He
10.4). Sólo la sangre de Cristo podía santificar al
pueblo pecador, como dejó abundantemente claro
el escritor de Hebreos (vea He 10.10, 14).
«La ley de Cristo» probablemente deba
entenderse como «la ley del amor» (vea 5.14), el más
grande de todos los dones que Dios ha otorgado a
Sus hijos (1ª Co 12.31b—13.13). Es el mismo principio
que Jesús sostuvo durante Su ministerio. Cuando
se le preguntó cuál era el mandamiento más grande
en la Ley, Él contestó:
... Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente.  Este es
el primero y grande mandamiento. Y el segundo
es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
3 
Robert L. Johnson, The Letter of Paul to the Galatians (La
Carta de Pablo a los Gálatas), The Living Word Commentary
(Austin, Tex.: R. B. Sweet Co., 1969), 166.
4 
Vea Ro 15.1; 1ª Co 8.13; 2ª Co 11.28, 29; Gá 6.1.
mismo. De estos dos mandamientos depende
toda la ley y los profetas (Mt 22.37–40; vea Lv
19.18; Dt 6.5).
El Nuevo Testamento contiene muchas
enseñanzas sobre el amor, Sus cualidades y cómo
es en la vida; sin embargo, en ninguna parte se
representa más vívidamente que en la escena de
Jesús dando Su vida en la horrible cruz del Gólgota.
Este amor redentor tiene que transformar la vida
de Sus discípulos. Juan lo expresó de la siguiente
manera:
En esto hemos conocido el amor, en que él puso
su vida por nosotros; también nosotros debemos
poner nuestras vidas por los hermanos. Pero
el que tiene bienes de este mundo y ve a su
hermano tener necesidad, y cierra contra él su
corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
(1ª Jn 3.16, 17).
Los escritos de Juan tienen mucho más que decir
sobre el amor y cómo es entre los hermanos, pero
quizás ningún otro pasaje que escribió se asemeja
tan estrechamente al mensaje de Pablo en Gálatas 6.
En estos primeros versículos, Pablo estableció
el enfoque que tenemos que adoptar para con el
hermano que ha caído en pecado. Al cristiano en
dificultad se le tiene que tratar con mansedumbre,
un fruto del Espíritu que involucra el poder del
Espíritu. Los que buscan ayudar tienen que cuidar
sus propios corazones, para que ninguna actitud
desamorosa los abrume. No hacer así sería pecar y
frustrar el objetivo que tenían en venir al hermano.
Versículo 3. Pablo advirtió contra el orgullo
espiritual. Los que tratan de ayudar a un hermano
que ha pecado no pueden permitir que sus egos les
hagan sentirse superiores a ese hermano. Porque el
que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo
se engaña. «Por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios» (Ro 3.23); todos
dependen del sacrificio de Jesucristo para perdón
y salvación. El versículo 3 traza un fuerte contraste
entre cómo una persona podría verse a sí misma y
lo que es en la realidad.5
Versículo 4. En lugar de usar «las faltas de otros
como la norma para juzgarse a sí mismo»6, cada uno
someta a prueba su propia obra. En este contexto,
la palabra griega dokima÷ zw (dokimazō ) quiere
decir «poner a prueba» o «examinar críticamente».
Es la misma palabra que usó el apóstol cuando
dijo «pruébese cada uno a sí mismo» antes de
comer la Cena del Señor (1ª Co 11.28). La palabra
5 
Vea Ro 12.3; 1ª Co 8.2; 2ª Co 10.12, 18.
6 
Johnson, 167.
3
también aparece en la amonestación de Pablo que
dice «Examinaos a vosotros mismos si estáis en
la fe; probaos a vosotros mismos» (2ª Co 13.5a).
Cada quien tiene que inspeccionar «su propia
obra» (e¡ r gon, ergon), es decir, sus obras y logros.
Entonces, dijo Pablo, tendrá motivo de gloriarse
sólo respecto de sí mismo, y no en otro. La NIV
consigna: «Entonces pueden sentirse orgullosos
de sí mismos, sin compararse con alguien más».
La NLT consigna: «Porque entonces obtendrás la
satisfacción de un trabajo bien hecho, y no tendrás
que compararte a ti mismo con nadie más». Si
tenemos alguna razón para gloriarnos, debemos
guardárnosla para nosotros mismos (vea 6.14).
Versículo 5. Si bien a los cristianos se les llama
a «sobrellevar los unos las cargas de los otros»
(6.2), cada uno llevará su propia carga. Paul usó
dos palabras diferentes para «cargas» (baros) y
«carga» (forti/o n, phortion) en esta sección. Baros
enfatiza la idea del peso que a menudo es opresivo.
La palabra «barómetro», literalmente «una medida
de peso», se refiere a un instrumento utilizado para
determinar la presión atmosférica. En el griego
moderno, el alcance del significado de baros se
ha ampliado para satisfacer las necesidades del
mundo moderno incluyendo conceptos tales como
gravedad, gravedad específica, ganancia de peso
físico, el peso (la carga más pesada o mayor porción)
del trabajo (como en Mt 20.12), volverse una carga
para alguien, la carga de la responsabilidad y la
presión de los impuestos. En cualquiera de estos
significados, no es difícil concebir cosas que pesarían
sobre nuestro espíritu y causen preocupación o
tensión.
La palabra phortion enfatiza algo que se lleva
o se transporta, como la «carga» de un barco (Hch
27.10). Dependiendo del contexto, esta «carga»
podría ser pesada (Mt 23.4) o liviana (Mt 11.30).
Evidentemente, en algunos de sus usos, phortion
es sinónimo de baros; pero no en otros. Parece
que Pablo estaba haciendo una distinción en este
contexto usando estos términos diferentes. Si es
así, baros representa los abrumadores problemas
de la vida (demasiado pesados para ser llevados
solo), mientras que phortion denota nuestras
responsabilidades personales (nuestros deberes
normales). Este punto de vista es apoyado por el
hecho de que phortion se usó a veces en la literatura
griega para el equipaje de un hombre.7 Por lo tanto,
J. B. Phillips ofreció la siguiente interpretación de
Gálatas 6.5: «Porque todo hombre tiene que “poner
al hombro” su propia carga».
7 
Xenófono Memorabilia 3.13.6.
4
Una variación de esta interpretación toma en
cuenta que 6.5 tiene en mente el juicio final. Esta
forma de entenderlo se basa en el cambio de tiempos
en el texto griego. En ambos versículos, el verbo
«llevar» es de basta÷ zw (bastazō). El versículo 2 tiene
un tiempo presente de ese verbo («sobrellevad»),
mientras que el versículo 5 tiene un tiempo futuro
(«llevará»). Puede que Pablo haya estado diciendo
que los cristianos tienen la obligación de ayudarse
unos a otros con las dificultades de la vida, pero
al final cada uno será responsable de sus propios
actos. Por supuesto, la idea es consecuente con la
enseñanza del Nuevo Testamento. Romanos 14.12
indica que «cada uno de nosotros dará cuenta a Dios
de sí». Además, 2ª Corintios 5.10 dice: «Porque es
necesario que todos nosotros comparezcamos ante el
tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según
lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea
bueno o sea malo».
Versículo 6. En 6.1–5, Pablo habló de tener una
actitud compasiva para con un hermano que ha
caído en pecado, en lugar de usar esa ocasión para
el engrandecimiento de sí mismo, competencia o
vanagloria. En 6.6–10, continuó hablando acerca de
lo que se requiere para andar por el Espíritu y velar
por sus prójimos cristianos. Sin embargo, pasó de
hablar de preocupación a hablar de proporcionar
apoyo financiero a los ministros de la palabra,
diciendo que el que es enseñado en la palabra, haga
partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.
Pablo estaba animando a los cristianos a
«[hacer] partícipes» a los que les habían enseñado el
evangelio. En realidad, la frase «al que lo instruye»
es vaga. Pablo no especificó si el maestro a ser
apoyado era un apóstol, un profeta, un anciano,
un evangelista, o simplemente un miembro de
la iglesia. Tampoco dijo que el maestro tenía que
poseer un don carismático o que debía enseñar en
virtud de su talento natural, su aprendizaje previo
y su experiencia. Además, no indicó que el maestro
tenía que ser alguien que fuera designado por la
iglesia para llevar a cabo esta responsabilidad. Tal
vez esta vaguedad fue intencional, permitiendo
una amplia aplicación del principio.
El apoyo de apóstoles, ancianos y evangelistas
se analiza en otros pasajes del Nuevo Testamento.
Cuando Jesús envió a los doce apóstoles en una
comisión limitada, los mismos habían de confiar
en los anfitriones para su comida y alojamiento.
El Señor explicó que «el obrero es digno de su
alimento» (Mt 10.10). Dijo esencialmente lo mismo
a los setenta discípulos cuando fueron enviados
en una comisión limitada: «Y posad en aquella
misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den;
porque el obrero es digno de su salario» (Lc 10.7a).
Pablo defendió el derecho de los que predican a
ser sostenidos financieramente por sus oyentes,
aunque él mismo no siempre ejerció ese derecho.8 Su
argumento se desarrolla plenamente en 1ª Corintios
9.1–18. Dentro de ese texto, declaró: «Así también
ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio,
que vivan del evangelio» (1ª Co 9.14). Pablo también
escribió en 1ª Timoteo 5.17 que «Los ancianos que
gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble
honor, mayormente los que trabajan en predicar y
enseñar».
Aquellos a quienes se les enseña el mensaje de
Cristo son llamados a «hacer partícipes» (koinwne÷w,
koinōneō) de sus bienes a aquellos que imparten la
Palabra de Dios a la congregación. Esta asociación
en el evangelio a menudo resulta en que otros
escuchen el mensaje y lleguen a conocer a Cristo. Tal
participación es en imitación de Dios, que compartió
con nosotros a Su amado Hijo.
Versículo 7. Estos versículos sobre la siembra y la
cosecha pueden considerarse como un razonamiento
diseñado para motivar a los lectores a remunerar
a sus maestros por su labor. Por otro lado, los
versículos pueden entenderse como una declaración
más general acerca del enriquecimiento espiritual
que seguirá toda conducta piadosa que proceda
del motivo del amor. Después de todo, es lo que
realmente quiere decir «la ley de Cristo» en este
contexto.
La advertencia de Pablo, No os engañéis, es
común en las Escrituras.9 El engaño se extiende todo
el camino hasta el huerto del Edén, donde Eva fue
engañada por la serpiente y volvió su mirada a la
belleza terrenal, el deseo carnal y el orgullo egoísta.
Ella y Adán desobedecieron el mandamiento de Dios
y sufrieron duras consecuencias. Fueron separados
de Dios, fueron desterrados del paraíso del huerto
y finalmente murieron (Gn 3.1–24; 5.5).
Dios no puede ser burlado. Nadie puede
pecar impunemente ni tratar a Dios con desprecio
y esperar quedar impunes. La palabra griega para
«burlado» (mukthri÷ z w, muktērizō) literalmente
quiere decir «levantar la nariz».10 Una palabra
  8 
Pablo no aceptó el apoyo financiero de personas
locales mientras estaba predicando en una ciudad particular
(1ª Co 9.18). Quería dar un ejemplo de trabajo esforzado
en la labor manual para que ellos imitaran (Hch 20.33–35;
1ª Ts 2.9; 2ª Ts 3.7–9), y para evitar la falsa crítica de que él
era sólo un vocero pagado. Cuando estas consideraciones
no eran cuestionadas, él aceptó el apoyo de congregaciones
en otras ciudades (2ª Co 11.7–9; Fil 4.10–20).
 9 
Vea 1ª Co 3.18; Ef 5.6; 2ª Ts 2.3; 1ª Jn 3.7.
10 
Walter Bauer, A Greek-English Lexicon of the New
Testament and Other Early Christian Literature (Léxico griego-
relacionada aparece en Lucas 23.35, donde los líderes
judíos «se burlaban» de Jesús mientras colgaba en
la cruz. Ben Witherington III creyó que levantar
la nariz a alguien, era «avergonzarlo» y tratarlo
«como alguien débil, como alguien bajo su propia
dignidad y como indigno de su respeto».11
La frase pues todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará es un principio del mundo físico
que también es verdadero en el reino espiritual.
Al tercer día de la creación, Dios hizo «hierba que
da semilla según su naturaleza» (Gn 1.12; énfasis
añadido). Cuando se siembra un tipo particular de
semilla, inevitablemente se cosecha el mismo tipo
de cultivo (vea Job 4.8; Pr 22.8).
En la economía predominantemente agraria
de los días de Pablo, las metáforas de la siembra
y la cosecha eran bien comprendidas. Además,
en este punto de la carta, los lectores de Pablo
habrían escuchado lo suficiente como para
hacer la transferencia de sus metáforas a su
verdadero significado. Por supuesto, existían otras
profesiones además de la agricultura. Los cristianos
y las personas de la comunidad trabajaban como
comerciantes, carpinteros, sastres, banqueros,
magistrados, políticos, maestros, constructores y
en otras labores. Sin embargo, en las ciudades de
una provincia como Galacia, probablemente nadie
vivía tan remotamente de los cultivos de la tierra
como para ignorar lo que quería decir Pablo.
Si bien el principio tiene una aplicación más
amplia, puede que Pablo haya estado pensando
en la necesidad de compartir con los que enseñan
el evangelio (6.6). En 2ª Corintios 9.6, utilizó
imágenes sobre la siembra y la cosecha para alentar
donaciones generosas: «El que siembra escasamente,
también segará escasamente, y el que siembra
generosamente, generosamente también segará».
El énfasis en ese contexto está en la cantidad de
semilla, mientras que en Gálatas 6.7 está en el tipo
de semilla (vea Mt 13.24–30).
Versículo 8. En el presente versículo se da un
cambio en el lenguaje, poniendo el énfasis en el tipo
de campo y no en el tipo de semilla. El sembrador
tiene la opción de «sembrar semilla en dos campos
enteramente diferentes, y de estos dos campos
diferentes sega una cosecha que corresponde a la
inglés del Nuevo Testamento y demás literatura cristiana
primitiva), 3a ed., rev. y ed. Frederick William Danker
(Chicago: University of Chicago Press, 2000), 660.
11 
Ben Witherington III, Grace in Galatia: A Commentary on
St Paul’s Letter to the Galatians (Gracia en Galacia: Comentario
a la Carta de San Pablo a los Gálatas) (Grand Rapids, Mich.:
Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1998), 431.
5
naturaleza de los propios campos».12 La primera
opción es negativa: Porque el que siembra para su
carne, de la carne segará corrupción. Pablo estaba
desafiando a sus lectores a considerar sus vidas y
asegurarse de que no estaban viviendo de acuerdo
a «las obras de la carne» (5.19–21). Entregarse a
sí mimo a llevar una vida secular, mundana y
obstinada equivale a estar espiritualmente muerto.
Pablo ya había dicho que los que viven de esta
manera «no heredarán el reino de Dios» (5.21). Aquí
afirmó los que así hagan «[segarán] corrupción».
Esta es otra manera de referirse al castigo eterno
en el infierno.
La segunda opción es positiva: … mas el que
siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida
eterna. En este caso, el campo es «el Espíritu». La
persona que anda por el Espíritu (5.16, 25), teniendo
«el fruto del Espíritu» en su vida (5.22, 23), recibirá
la vida eterna en el cielo con Dios.
Pablo también contrastó «la carne» y «el
Espíritu» y sus resultados en Romanos 8.5–7:
Porque los que son de la carne piensan en las
cosas de la carne; pero los que son del Espíritu,
en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de
la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu
es vida y paz. Por cuanto los designios de la
carne son enemistad contra Dios; porque no
se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden
(énfasis agregado).
Este pasaje nos recuerda vivamente lo que Pablo
les dijo a los hermanos en Galacia sobre este tema.
Es exactamente lo que dijo sobre la actitud rebelde
de la mente carnal:
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne. Porque el
deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del
Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen
entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis
bajo la ley (5.16–18).
Las similitudes entre los dos contextos son
sorprendentes. Ambos pasajes describen la forma
en que la mente rebelde reacciona ante las diversas
«leyes» en cuestión. Rechaza esencialmente
cualquier cosa que interfiera con sus propios
deseos seculares y mundanos. La mente de la carne
es una mentalidad esencialmente antinómica y
obstinada. Es hostil para con Dios e insubordinado
a Su ley. ¡Esta mentalidad rechaza todo lo que se
12 
Richard N. Longenecker, Galatians (Gálatas), Word
Biblical Commentary, vol. 41 (Nashville: Thomas Nelson
Publishers, 1990), 280­­–81.
6
interpone en el camino de su propio obstinado e
inflado ego! No quiere decir necesariamente que
la persona sea siempre desagradable, irritable u
ofensiva. Por el contrario, podría inclinarse hacia
un comportamiento hipócrita o una acción fingida.
Podría promocionarse para lograr su propósito o
tratar de ganar el favor de personas poderosas con
el fin de cumplir su ambición, como obtener un
objetivo profesional, social, político o financiero.
Sus métodos podrían ser múltiples, pero sus fines
siempre serán egoístas y «carnales» (es decir, de
este mundo).
Versículo 9. No nos cansemos (mh« ej g kakwv m en,
mē enkakōmen) es la primera persona del plural, una
forma que incluye al escritor (o hablante) junto con
su audiencia. Pablo se incluyó con los gálatas en
estas palabras de exhortación. La palabra griega
para «cansemos» se deriva de la forma léxica
ej g kake/ w (enkakeō). También puede traducirse
como «desfallecer» (NASB). La idea es «perder
la motivación para continuar con un modelo
deseable de conducta», «perder el entusiasmo»,
«desalentarse».13
La frase de hacer bien inicialmente parece ser
tan genérica que podría ser aplicable a prácticamente
cualquier cosa. Sin embargo, en este contexto, el
enfoque sigue siendo andar por el Espíritu (5.16, 18,
25; 6.8). Si Pablo tenía algo más específico en mente,
también vendría del contexto inmediato: restaurar
al errante (6.1), llevar las cargas de otros (6.2), llevar
su propia carga (6.5), y apoyar financieramente a
los que enseñan la Palabra (6.6).
Continuando con su imagen agraria, Pablo
ofreció la siguiente motivación: porque a su tiempo
segaremos, si no desmayamos. Hay cierto peligro
en ver la mentalidad espiritual de una manera
idealista, como si limitase al cristiano a una conducta
gentil y pacífica que permanecería inquebrantable,
independientemente de lo que se encontrara en el
«mundo real». Sin embargo, nadie sabía mejor que
Pablo que puede ser difícil y agobiante esforzarse
siempre por seguir el impulso del Espíritu y hacer
la voluntad del Señor. Aun así, creía que el esfuerzo
valía la pena. Al igual que «el labrador» (2ª Ti
2.6), el cristiano finalmente «segará» una cosecha
abundante si no «desmaya» (ejklu÷ w, ekluō), es decir,
«desfallece» (NKJV) o «renuncia» (NIV).
Versículo 10. Pablo concluyó su sección principal
sobre el andar cristiano (5.2—6.10), así como la
unidad más pequeña sobre llevar las cargas unos
13 
Bauer, 272. Otra posible definición es «tener temor
ante la gran dificultad». (Vea Lc 18.1; 2ª Co 4.1, 16; Ef 3.13;
2ª Ts 3.13.)
de otros (6.1–10), con un gran encargo. Comenzó
diciendo: Así que, según tengamos oportunidad…
La palabra griega para «oportunidad», kairo÷ ß
(kairos), es el mismo término que se traduce como
«a su tiempo» en 6.9. En ese versículo, la palabra se
refiere a la cosecha de la vida eterna cuando Cristo
regrese. Aquí denota los momentos dados por Dios
que conducen a ese evento climático.
Pablo les recordó a sus hermanos la brevedad
de la vida en este mundo y de todo el potencial que
reside en cada precioso momento. Se nos ha provisto
el tiempo para que sirvamos al Señor y demos fruto
a Su nombre. Perder tiempo es algo terrible. En
cuanto al manejo del tiempo, el apóstol escribió
en Efesios 5.15, 16, «Mirad, pues, con diligencia
cómo andéis, no como necios sino como sabios,
aprovechando bien el tiempo, porque los días son
malos». El texto se refiere literalmente a «comprar
de vuelta el tiempo» o «redimir el tiempo». El verbo
que se usa en esa frase, ejx agora/ z w (exagorazō), se
basa en el sustantivo aj gora/ (agora), que se refiere a
un «mercado». El verbo regular aj g ora÷ zw (agorazō)
se traduce literalmente como «hacer las compras»,
o «comprar», mientras que la forma intensificada
exagorazō tiene que ver con «comprar [todo]» o
«la mayor parte de» (en este caso, el «tiempo» u
«oportunidad»). El tiempo es la esencia misma de
la vida en sí, y debe
​​ usarse sabiamente en servir
a los demás y difundir las buenas nuevas de la
salvación. Los cristianos deben tener un sentido
de urgencia sobre la evangelización en vista de la
segunda venida de Cristo.
En su encargo, Pablo dijo: hagamos bien…
Aunque aquí se usan palabras griegas diferentes que
en 6.9 para «hacer bien», la idea es esencialmente la
misma: los cristianos son llamados a realizar tareas
que son benéficas para los demás, mejorando su
vida. Hacer «bien» (ajgaqo÷ ß, agathos) es el resultado
de andar por el Espíritu. Este término griego
pertenece a la misma familia de palabras como
la que se traduce como «bondad» (ajg aqwsu÷ n h,
agathōsunē) en la lista del fruto del Espíritu en 5.22.
Así como Jesús murió por «todo el mundo»
(1ª Jn 2.2) y el evangelio es para «todas las
naciones» (Mt 28.19), así también los cristianos
son llamados a hacer bien a todos. Los actos de
servicio pueden abrir las puertas de la oportunidad
para transmitirles a otros la fe salvadora que nos
ha sido confiada a nosotros. Cuando Pedro predicó
su primer sermón a los gentiles en la casa de
Cornelio, habló acerca del ministerio terrenal de
Jesús, de «cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y
con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo
haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por
el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10.38;
énfasis añadido). No fue hasta ese mismo día que
el mismo Pedro llegó a darse cuenta de que a «toda
nación», no sólo a los judíos, se le debía enseñar
el mensaje de salvación (Hch 10.34, 35).
En medio de mostrar preocupación por «todos»,
debemos tener un especial interés por nuestros
hermanos cristianos, los de la familia de la fe. El
concepto de una familia espiritual se encuentra en
la declaración de Jesús: «Porque todo aquel que
hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi
hermana, y mi madre» (Mr 3.35). Anteriormente,
en la carta a los gálatas, Pablo dejó claro que en
la familia de Dios habían entrado una diversidad
de personas —judíos y gentiles, esclavos y libres,
varones y mujeres— obedeciendo el evangelio.
Habían puesto su fe en Cristo y habían sido
sumergidos en Él para remisión de sus pecados
(Gá 3.26–28). Cada uno había recibido el don del
Espíritu y un estatus privilegiado como heredero
del Padre (4.6, 7).
Una interpretación literal de la palabra griega
«familia» (oi k v ß, oikeios) es «pertenecientes a la
j ei o
casa». Quiere decir aquellos que se relacionan por
parentesco u otras circunstancias.14 El uso común
del término se ve en 1ª Timoteo 5.8, que nos exhorta
a satisfacer las necesidades de «los de su casa». Un
uso intensivo aparece en Gálatas 6.10, así como en
Efesios 2.19. En este último pasaje, Pablo celebró
el hecho de que los gentiles se habían unido a los
judíos para formar la «familia de Dios». Aquí dice
que los miembros de la familia espiritual de Dios
están unidos por «la fe». La expresión podría indicar
la confianza común de los cristianos en Cristo,
como se ve en la interpretación de «la familia de los
creyentes» (NIV). Otra posibilidad es que «la fe» se
refiere al sistema compartido de creencias – «la fe
que ha sido una vez dada a los santos» (Jud 3). De
cualquier manera, la referencia es a la iglesia (1ª Ti
3.15; 1ª P 4.17).
Recopilación de
verdades de Gálatas 6
La práctica de restaurar a hermanos (6.1)
En 6.1, Pablo se enfocó en la manera en que
un cristiano debe ocuparse en los negocios de
Dios de restaurar a un hermano que ha caído en
pecado. Cualquiera que sea el pecado, la actitud
del restaurador tiene que ser la de Jesús, que vino a
buscar y a salvar a los perdidos. Donde hay amor, no
14 
Ibíd., 694.
7
puede haber ningún deseo de condenar ni expulsar
al hermano herido por el pecado. Por el contrario, un
cristiano amoroso estará motivado por una pasión
a «[restaurarle] con espíritu de mansedumbre».15
¿Qué clase de tentaciones pueden representar
un peligro para el cristiano que trata de restaurar
a un hermano que ha pecado? Pablo no lo dijo,
sin embargo, podemos pensar en varios escollos
en una situación tan delicada. Entre las muchas
posibilidades, debe evitarse lo siguiente:
No prepararse espiritualmente y con oración.
Permitir que las relaciones personales empáticas
con el pecador difuminen la objetividad
del restaurador. Los que confrontan al
hermano errante deben ser capaces de
evaluar el daño que su pecado le está
haciendo a la iglesia y al santo nombre del
Señor.
Expresar celo apasionado o indignación que
podría interpretarse como impaciencia o
enojo. Tal exhibición podría endurecer el
corazón del pecador e incitar resistencia o
rebelión de su parte.
Dar toda apariencia de orgullo o de justicia
propia por parte del amonestador.
Olvidar que todas las partes involucradas son
una compañía de pecadores igualmente
dependientes de la gracia y misericordia de
Dios.
El fracaso en cualquiera de estas áreas dificultará
llegarle a un hermano rebelde en la iglesia. Esta
es una tarea que debe humillar profundamente a
todos los involucrados. Un acercamiento incorrecto
podría arruinar la oportunidad de ganar el alma
nuevamente al servicio fiel y comunión cristianos.
Estas sugerencias deben aplicarse no sólo en el
contacto inicial con un miembro que ha sido vencido
por el pecado, sino también en advertencias y
15 
La actitud de «mansedumbre» (prautēs), también
traducida como «apacibilidad» o «humildad», es necesaria
para aquellos que están atendiendo asuntos tan sensibles y
serios como la disciplina de la iglesia. Como se ha señalado
anteriormente, la palabra griega para «restablecer» (katartizō)
básicamente quiere decir «poner en orden», «reparar» lo
que está roto, como cuando Jacobo y Juan «remendaban sus
redes» después de pescar (Mt 4.21). Su aplicación espiritual
aparece en 1ª Corintios 1.10 y 1ª Tesalonicenses 3.10,
donde se refiere a las relaciones en la iglesia que necesitan
«reparación» para que el pueblo del Señor pueda funcionar
bien y cumplir su misión en el mundo. Así como las redes
no recogerán peces si están rotas, tampoco una iglesia será
capaz de cumplir su divina agenda de «pescar» hombres si
su comunión está desgarrada por divisiones y un espíritu
partidista (vea Mt 5.14–16; Jn 13.34, 35).
8
amonestaciones posteriores. El espíritu amoroso del
enfoque siempre debe ser el mismo. A un cristiano
en error se le debe confrontar como una expresión
de la preocupación de Dios y de la iglesia, con
el ferviente propósito de buscar la salvación del
pecador. Independientemente de cuán amorosa y
pacientemente intentemos alcanzar esta meta, es
en última instancia el corazón del pecador el que
tiene que responder.
El corte de comunión (6.1)
Cuando la iglesia trata de restaurar a un
hermano o una hermana que ha pecado, a veces esa
persona puede negarse a arrepentirse. En tales casos,
se tienen que hacer repetidos intentos de llevar al
cristiano de regreso al redil. Si él o ella no responde
a la primera advertencia, entonces otros cristianos
tienen que confrontar con amor al miembro rebelde
(vea Mt 18.15–17; Stg 5.19, 20). Si todos los esfuerzos
fallan, entonces tiene que aplicarse la disciplina de
la iglesia. El mandamiento sigue siendo vinculante
para la iglesia hoy. Es una responsabilidad que
recae no sólo sobre el liderazgo de la iglesia, sino
también sobre toda la congregación.16 Cuando los
miembros no están dispuestos a apoyar esta acción,
su propósito pretendido será frustrado.
Se le debe retirar la comunión a cualquier miembro
que está viviendo en un pecado que pone en peligro no
sólo su persona, sino también la pureza y la integridad
de toda la iglesia. Pablo le preguntó a la iglesia en
Corinto: «¿No sabes que un poco de levadura
leuda toda la masa?» (1ª Co 5.6b). El pecado del
hermano en ese pasaje era escandaloso. Estaba
teniendo relaciones sexuales con la esposa de su
padre, practicando «tal fornicación cual ni aun se
nombra entre los gentiles» (1ª Co 5.1). No dejando
ninguna duda acerca de su metáfora, Pablo exigió
que «[se limpiaran] de la vieja levadura» para que
«[fueran] nueva masa, sin levadura como sois»
(1ª Co 5.7). Para asegurarse de que su significado
se entendiera, habló claramente, recordándoles
a los hermanos que les había instruido antes a
«no [juntarse] [sunanami/gnumi, sunana­mignumi]
con los fornicarios» (1ª Co 5.9). La palabra griega
transmite la idea de que no debían «mezclarse» o
«tener relaciones con» esa persona.
Muchos miembros de las congregaciones de hoy
nunca han pasado por la experiencia de ser cortados
de comunión. Si les ha sucedido, la situación casi
seguramente incluyó algún caso escandaloso de
16 
Respecto a la disciplina de la iglesia y al retiro de
la comunión, vea 1ª Co 5.5, 11; 2ª Ts 3.6, 13–15; Tit 3.9–11;
2ª Jn 9, 10.
inmoralidad sexual. Sin embargo, las instrucciones
de Pablo no se limitaban a los casos de inmoralidad
sexual. Junto con los «fornicarios», también nombró
al avaro, al idólatra, al maldiciente, al borracho y al
ladrón (1ª Co 5.11). Terminó con un mandamiento
que no puede malinterpretarse: «Quitad, pues, a
ese perverso de entre vosotros» (1ª Co 5.13).
Un estudio especial: «La ley de Cristo» (6.2)
Más allá de Gálatas 6.2, la frase «la ley de
Cristo» sólo aparece en 1ª Corintios 9.21 en el
Nuevo Testamento. La Reina-Valera traduce este
último texto, diciendo: «… a los que están sin ley,
como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de
Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que
están sin ley» (énfasis añadido). La NLT consigna:
«… No ignoro la ley de Dios; yo obedezco la ley de
Cristo». Pablo, como judío cristiano que era, llegó
a los gentiles con el mensaje salvador de Cristo. Se
consideraba a sí mismo como «no estando sin la
ley de Dios», sino más bien como sujeto a «la ley
de Cristo».17
La frase «bajo la ley de Cristo» (e¡ n nomoß
Cristouv , ennomos Christou) en 1ª Corintios 9.21
la entienden muchos comentaristas como «bajo
el evangelio». «La ley de Cristo» es el mensaje
total del Nuevo Testamento, no sólo el «evangelio
fundamental» de la muerte, sepultura y resurrección
de Jesús (1ª Co 15.1–4). Según esta interpretación,
se refiere a todas las bendiciones, promesas,
responsabilidades y doctrinas abarcadas por el
Nuevo Testamento, esto es, toda la «verdad»
prometida por Jesús a Sus discípulos (Jn 16.12, 13).
Sin embargo, es dudoso que Pablo estaba usando la
frase «ley de Cristo» en ese sentido. Lo más probable
es que eligió la palabra «ley» como un contraste con
la Ley, el antiguo pacto.
Además, «bajo» podría no ser la preposición
apropiada para usar en la traducción de la frase
griega. La palabra ennomos se compone de la
preposición ej n (en, «in») y el sustantivo no÷ m oß
(­nomos, «ley»); ha sido definida como «guardando
dentro de la ley», «derecho», «justo» y «sujeto a la
ley».18 Ennomos es lo opuesto de a¡n omoß (­anomos,
«no tener ley»); quiere decir «de acuerdo a la ley».
Cuando se usa de personas, describe individuos
17 
La Reina-Valera, así como muchas otras versiones,
traduce ambas frases con el artículo definido «la», aunque
no aparece en el texto griego.
18 
Henry George Liddell y Robert Scott, A Greek-
English Lexicon (Léxico griego-inglés), 9ª ed., rev. y amp. con
suplemento, rev. Henry Stuart Jones y Roderick Jackenzie
(Oxford: Clarendon Press, 1968), 570.
que son «justos» o «rectos».19
Como escritor que era, Pablo fue muy cuidadoso
con las palabras que usó. En muchos casos, habló
de estar «bajo la ley» o «bajo la Ley»; y si hubiera
querido decir que estaba «bajo la ley» de Cristo,
podría muy fácilmente haber usado el término
común uJ p o« no÷ m on (hupo nomon) o algo similar,
sin embargo, no lo hizo aquí. ¿Por qué eligió esta
extraña palabra ennomos, que sólo ocurre dos veces
en el Nuevo Testamento (Hch 19.39; 1ª Co 9.21) y
una vez en la LXX?
La distinción entre los dos pactos. Puede que
la respuesta principal se encuentre en la actitud
de Pablo para con los dos pactos que forman el
principal sujeto de la carta gálata, es decir, la Ley
y el evangelio. La primera constituye un «yugo de
esclavitud» insoportable (Gá 5.1; vea Hch 15.10). El
último pacto, el evangelio, es el yugo de discipulado
de Jesús, que ofreció a todas las personas en Su
amable y amorosa invitación. Él dijo que Su «yugo
es fácil» y Su «carga es ligera» (Mt 11.28–30). Pablo
había experimentado esta paradoja para sí mismo,
habiéndosele mostrado la gracia como el primero
de los pecadores (1ª Ti 1.15). Había sido liberado de
su propia carga de pecado. Por lo tanto, instó a los
gálatas: «Estad, pues, firmes en la libertad con que
Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos
al yugo de esclavitud» (Gá 5.1).
Restar importancia a los mandamientos. ¿Por qué
Pablo optó por esta extraña palabra ennomos para
expresar su propia relación con Cristo? Parece
razonable concluir que Pablo, al usar la expresión
ennomos Christou en 1ª Corintios 9.21, se alejó
deliberadamente de un concepto como «bajo» para
describir su relación con su amoroso y misericordioso
Señor Jesús. Con su elección de palabras, el apóstol
evitó la idea de que su servicio a Cristo era una carga
bajo la cual trabajaba, porque estaba dentro de la ley
de Cristo. Estamos convencidos de que esta «ley» es
el mandamiento que nuestro Señor presentó como
el mayor mandamiento de todos los concernientes a
las relaciones humanas: el mandamiento del amor.
El amor es preeminente en la Ley (Lv 19.18); también
predomina en el evangelio (Mt 7.1220).
Ese gran mandamiento de amor dominaba
todos los impulsos de Pablo y motivaba cada uno
de sus sacrificios en nombre de su amoroso Maestro.
Después de todo, Jesús había soportado el dolor
19 
W. Gutbrod, «e¡n nomoß,» en Theological Dictionary of
the New Testament (Diccionario Teológico del Nuevo Testamento),
ed. Gerhard Kittel, trad. y ed. Geoffrey W. Bromiley (Grand
Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1967),
4:1087.
20 
Vea Mt 22.36–40; Jn 13.34, 35; Ro 13.8–10; Stg 2.8, 12.
9
y la vergüenza de la cruz y le había perdonado
a él, el primero de los pecadores. Ya no cumplía
una obligación externa, sino que poseía un amor
internalizado para con Dios y sus semejantes,
concedido por el Espíritu mismo de Dios.
El discipulado de Cristo. El amor del que hablamos
no debe interpretarse de modo que anule todos
o cualquier mandamiento de Dios o cualquier
enseñanza del Señor expresada en el evangelio
en su sentido más amplio (es decir, el Nuevo
Testamento). El amor que motiva al discípulo de
Jesús no es meramente un sentimiento subjetivo.
Jesús comisionó claramente a sus apóstoles a
que «hiciesen discípulos de todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo
que yo os mandé» (Mt 28.19, 20a). Para ellos haber
hecho menos habría sido desobediencia y habría
puesto en riesgo Su misión misma al mundo entero.
El amor, la gracia y la misericordia de Dios tienen
como objetivo transformar nuestra voluntad para
con los mandamientos de Dios, no para excusarnos
de obedecerlos.
Incluso cuando hacemos todo lo que podamos,
necesitamos todo el amor, la gracia y la misericordia
que tenemos a nuestro alcance desde el corazón de
Dios. Sabemos que habiendo hecho «todo lo que
[…] ha sido mandado», no habremos ganado ni
merecido absolutamente nada (Lc 17.10). También
sabemos que Su amor es grande. La salvación es y
siempre será por gracia. Sin embargo, la enseñanza
consistente del Nuevo Testamento es que el juicio
será de acuerdo a nuestras obras.21
Pablo, cautivado por la «ley del amor» que había
llegado a conocer en Cristo Jesús, se veía como
esclavo o siervo de Jesús (douv l oß, doulos, 1.10; Ro
1.1; Fil 1.1). Incluso como esclavo, estaba envuelto
y abrazado por «la ley de Cristo». Por esa misma
razón, era libre, como Jesús le había dicho a los
judíos: «Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente
libres» (Jn 8.36).
W. Gutbrod escribió: «Podría preguntarse si
podríamos no asumir un entendimiento cristiano
de no÷ m oß [nomos] que considere el mandamiento
de amar a Dios y al prójimo como la Ley de
Cristo y por lo tanto como la Ley en el verdadero
sentido». 22 Parece que con esta consideración
21 
Vea Mt 16.27; 25.31–46; 2ª Co 5.10; Ef 6.5–9; Ap
20.11–13; 22.12.
22 
W. Gutbrod, «ajn omi÷ a ,» en Theological Dictionary of the
New Testament (Diccionario Teológico del Nuevo Testamento),
ed. Gerhard Kittel, trad. y ed. Geoffrey W. Bromiley (Grand
Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1967),
4:1086.
10
Gutbrod se aproximó bastante a la mente de Pablo
sobre el tema. Jesús dijo: «Si me amáis, guardad
mis mandamientos» (Jn 14.15). Su discípulo amado
Juan escribió: «Y en esto sabemos que nosotros le
conocemos, si guardamos sus mandamientos» (1ª Jn
2.3); «Pues este es el amor de Dios, que guardemos
sus mandamientos; y sus mandamientos no son
gravosos​​» (1ª Jn 5.3). Esto, creemos, revela no sólo
la esencia de «la ley de Cristo» sino que también
nos dice por qué cumple todas las exigencias de la
Ley y los Profetas.23
Evitar el engaño (6.7)
Pablo advirtió a sus lectores en Galacia, «No
os engañéis…» (6.7). Las mentiras inteligentes del
Engañador han traído caos, confusión y sufrimiento
a este mundo, incluso a generación tras generación.
Como resultado de sus enseñanzas, hemos seguido
las huellas de nuestros primeros progenitores: «Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios» (Ro 3.23). Por medio de este pecado,
la muerte ha venido sobre nosotros: «Por lo tanto,
como el pecado entró en el mundo por un hombre,
y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a
todos los hombres, por cuanto todos pecaron» (Ro
5.12). No tenemos manera de iniciar una relación con
nuestro Dios santo y omnisciente que no proceda
del hecho más fundamental e innegable de nuestro
ser, esto es, que todos somos pecadores. El primer
paso hacia el perdón es reconocer nuestros pecados;
luego debemos dedicarnos a andar en Su camino
de salvación. Si bien «la paga del pecado es muerte,
[…] la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro» (Ro 6.23). ¡En Cristo, hay esperanza!
El dar espiritual (6.6–10)
Como cristianos, tenemos que aprender que dar
monetariamente para el progreso de la causa de
Cristo y compartir nuestros bienes para ayudar a los
necesitados se encuentran entre las manifestaciones
más puras de la religión.
Pablo les preguntó a los corintios acerca de sí
mismo y de Bernabé: «Si nosotros sembramos entre
vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos
de vosotros lo material?» (1ª Co 9.11). Formuló la
pregunta después de citar Deuteronomio 25.4 que
dice: «Porque en la ley de Moisés está escrito: No
pondrás bozal al buey que trilla» (1ª Co 9.9a).
En contraste con los aspectos externos de la
adoración del Antiguo Testamento con el tipo de
verdadera adoración iniciada por Cristo, el escritor
de Hebreos instó a sus lectores,
23 
Vea Mt 7.12; 22.36–40; Ro 13.8–10.
 Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio
de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de
labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien
y de la ayuda mutua [koinwni/ a , koinōnia] no os
olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada
Dios (He 13.15, 16).
La palabra koinōnia se traduce a menudo como
«comunión» (Hch 2.42; 1ª Co 1.9; Fil 2.1; 3.10);
sin embargo, también puede interpretarse como
«ofrenda» (Ro 15.26), una «comunión» (1ª Co 10.16),
«compañerismo» (2ª Co 6.14), y «participar» (2ª Co
8.4). La palabra va mucho más allá del concepto
tradicional de una visita social que incluye comida
y bebida, aunque podrían incluirse en la idea de
compartir. En algunos casos, koinōnia se refiere a la
ofrenda financiera en apoyo de la predicación del
evangelio, para que las almas puedan ser salvas.
Pablo elogió a los filipenses por su «comunión en
el evangelio» (Fil 1.5). El apoyo financiero de ellos
le había permitido dedicar mucho más tiempo a la
predicación y la enseñanza, lo que a su vez llevó
a la conversión de los perdidos.
Santiago describió la naturaleza de la religión
verdadera: «La religión pura y sin mácula delante
de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y
a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin
mancha del mundo» (Stg 1.27). La palabra que
Santiago usó para «religión» (qrhskei a / , thrēskeia)
es una de las palabras más específicas en el idioma
griego para la adoración divina. Su uso en este
contexto nos dice mucho acerca de qué constituye
la verdadera adoración. Tiene poco que ver con la
arquitectura elaborada, el mobiliario de iglesia, o
ropas clericales que algunos creen que se requiere
para la adoración adecuada de Dios. En contraste,
tiene mucho que ver con la condición del corazón,
y los ojos que se centran en las necesidades del
prójimo.
El verbo griego para «visitar»
(ejpis­k e÷ p tomai, episkeptomai) en Santiago 1.27
también es significativo. Se relaciona con el
sustantivo «obispo» (ejp i s / kopoß, episkopos), que
es lo mismo que un «anciano» o «presbítero». El
término implica más de lo que ordinariamente
entendemos en nuestra lengua. Va mucho más allá
de hacer una visita social amistosa, para incluir la
ayuda y velar por otros.
No sólo se enfatizaba el cuidado de las
viudas en el Antiguo Testamento, cuidar de los
necesitados era obviamente también importante en
la iglesia primitiva.24 Pablo dio reglas especiales y
restricciones con respecto al cuidado de ellos. La
24 
Vea Hch 2.44–47; 4.32–37; 6.1–6.
calificación primaria para el apoyo por parte de la
iglesia era su verdadera necesidad. Los miembros
creyentes de la familia eran responsables de ayudar
a sus parientes viudos para que la iglesia «no sea
agravada» y pudiera «[haber] lo suficiente para
las que en verdad son viudas» (1ª Ti 5.16). Otras
consideraciones, como la edad, el comportamiento
anterior y la reputación, también se mencionan en
ese contexto (1ª Ti 5.9–15).
En Gálatas 6, Pablo enfatizó que el
comportamiento que agrada a Dios involucra las
finanzas y las donaciones caritativas. Dios no se
preocupa sólo por las necesidades de aquellos en
la iglesia; Él vela por las necesidades de los que
están afuera también. Todos están incluidos en la
advertencia de Pablo a los hermanos:
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque
a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así
que, según tengamos oportunidad, hagamos
bien a todos, y mayormente a los de la familia
de la fe (6.9, 10).
Debemos ayudar especialmente a otros
cristianos, pero no exclusivamente. Después de
todo, ¿a quién vino a salvar Jesús? ¿No era a los
que están fuera de los atrios de la gracia de Dios y
que necesitan ver los actos de bondad y compasión
que deben caracterizar a los que han llegado a
conocerle (Mt 5.16)? No podemos simplemente
volver nuestra mirada, diciéndonos: «No podemos
ayudar a todos. ¿No dijo incluso Jesús que siempre
tendríamos a los pobres con nosotros [Mr 14.7]?».
Generalmente, uno de los métodos más
efectivos de la evangelización mundial es haciendo
buenas y obras generosas, las cuales son reflexiones
visibles del Espíritu de Dios, y pueden ablandar el
corazón de las personas para escuchar la Palabra
de Dios. Muchos, a menudo inconscientemente,
están buscando a Dios y el significado de la vida
en nuestro mundo sin amor. Algunos de nosotros,
al parecer en vista de la multitud de clamores de
ayuda, nos hemos desalentado en hacer bien y
hemos decidido limitar nuestra contribución a la
ofrenda en la asamblea de adoración. Si bien es
cierto que nunca podremos remediar todo lo que
sucede en este mundo, no debemos resignarnos
a ello. ¿Acaso Jesús apartó la vista cuando oyó el
clamor de los ciegos: «¡Señor, Hijo de David, ten
misericordia de nosotros!» (Mt 20.31)? ¿Acaso Él,
como el sacerdote y el levita en Su relato del buen
samaritano (vea Lc 10.30–32), se pasó al otro lado
del camino y siguió caminando? Por el contrario,
Mateo relató: «Entonces Jesús, compadecido, les
tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista;
11
y le siguieron» (Mt 20.34). ¿Podemos incluso
imaginarnos que haría lo contrario?
Jesús no sanó a toda persona que sufría en
Palestina durante los breves tres años de Su
ministerio terrenal. Tampoco podemos aliviar
todo el dolor y la miseria que encontraremos. Sin
embargo, podemos preocuparnos por otros y aliviar
el sufrimiento de algunos. Que nunca lleguemos
al punto de no poder sentir compasión por las
aflicciones de ellos.
Hagamos bien (6.9, 10)
Pablo amonestó a los hermanos en Galacia: «No
nos cansemos, pues, de hacer bien» (6.9a). Siempre
nos enfrentaremos a las dificultades, tanto en el
mundo como en la iglesia. Así como era hace dos
mil años cuando escribió esta epístola, así es hoy.
Los adversarios de entonces cuestionaron la
autoridad apostólica de Pablo, y ciertos teólogos
hoy hacen lo mismo. Argumentan que, cuando
estaba escribiendo sus epístolas, el apóstol no
tenía ni idea de que estaba escribiendo Escrituras
inspiradas. En lugar de eso, dicen, estaba tratando
de pacificar los rebaños locales de sus «ovejas» para
evitar que sus hermanos judíos los extraviaran.
Afirman que Pablo estaba escribiendo para que
los cristianos judíos y gentiles se llevaran bien
unos con otros.
Tales puntos de vista son erróneos. Para Pablo,
la doctrina realmente importaba. El compromiso
de la verdad revelada nunca es una solución
aceptable. Cuando la verdad es comprometida,
generalmente es a expensas de los hermanos más
fieles que «se cansan» y se desaniman. Cuando la
verdad no es aceptada como verdad, la autoridad
de Cristo sufre y el poder del Espíritu se apaga.
Además, Pablo era consciente de que sus escritos
fueron inspirados por Dios (1.11, 12; vea 1ª Co 14.37,
38). Pedro compartía el mismo punto de vista
(2ª P 3.14–16). El error en cualquier verdad escritural
no debe tomarse a la ligera; sin embargo, cualquier
predicador, maestro, profesor o teólogo que niegue
la inspiración de las Escrituras es culpable de
más de un error. Este tipo de negación es un error
sistemático, y cualquiera que lo promueva debe ser
marcado como un falso maestro.25 Particularmente
pertinente a la situación en Galacia es lo que Pablo
le escribió a Timoteo:
Pues el propósito de este mandamiento es el
amor nacido de corazón limpio, y de buena
conciencia, y de fe no fingida, de las cuales
cosas desviándose algunos, se apartaron a
25 
Vea Gá 1.6–10; Ro 16.17; 1ª Ti 6.3–5; 2ª Jn 10.
Autor: Jack McKinney
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vana palabrería, queriendo ser doctores de
la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que
afirman (1ª Ti 1.5–7).
«[Hacer] bien a todos, y mayormente a los de
la familia de la fe» (6.10) es una amonestación
múltiple que prohíbe la segregación o favoritismo
por motivos de raza, género o condición económica.
Al ayudar a los demás, los cristianos deben
asegurarse de que los miembros de la iglesia del
Señor sean atendidos primero. En las relaciones
sociales, el cristiano debe evitar, siempre que sea
posible, ofender sea a un semejante cristiano o a un
incrédulo —incluso si requiere que renunciemos
a nuestros propios privilegios. 26
No fue una pequeña hazaña para los primeros
cristianos, incluso con la ayuda del Espíritu
Santo, incorporar los antecedentes religiosos y las
normas culturales de los romanos políticamente
dominantes, los griegos culturalmente superiores
y los judíos religiosa y moralmente superiores del
siglo primero. Todos estos fueron reunidos por
el Espíritu en grupos locales (congregaciones)
capaces de tener una comunión significativa entre
sí. Obviamente, ello requirió de un considerable
sacrificio por parte de todos los que estaban
involucrados. Los velos para la cabeza, los
alimentos limpios e inmundos, los días santos,
la circuncisión y los alimentos sacrificados a los
ídolos eran algunos de los temas que requirieron
atención y consideración cuidadosa.
A veces el lenguaje en sí mismo podría llegar
a ser ponzoñoso. Incluso la palabra «Señor»
(ku/ rioß, kurios) podría involucrar a un cristiano
en la peligrosa interrogante de quién era Señor,
Cristo o César, lo cual podía convertirse en un
asunto de reconocer a César y negar a Cristo o
confesar a Cristo y morir como mártir.
En los días en que Pablo escribía sus primeras
cartas, tuvo que haber sido difícil reunir a los
conversos de tres culturas principales. Como
discípulo devoto que era, Pablo perseveró.
Con el tiempo, logró establecer numerosas
congregaciones étnicamente diversas que no sólo
se aceptaban, también se ayudaban unas a otras.
De sus propios escritos, así como de Hechos, vemos
predominantemente iglesias gentiles en Grecia,
Macedonia y Asia Menor dando generosamente a
los pobres de los judíos cristianos en Palestina. 27
26 
Vea Ro 14.1—15.7; 1ª Co 8.1–13; 10.23–33.
27 
Vea Hch 24.17; Ro 15.25–28; 1ª Co 16.1, 2; 2ª Co 8; 9.