Está en la página 1de 7

AUTORRETRATO

El género del autorretrato nació, como no podía ser de otra manera,


en el Renacimiento, cuando la Historia del Arte comenzó a ser la
Historia de los Artistas. De una manera explícita o camuflada en
medio de una escena, los artistas convierten su propia imagen en
modelo para sus pinturas. El aparente narcisismo de esta acción
encierra en la mayoría de los casos unos motivos mucho más
profundos, y en ocasiones incluso dramáticos, que han convertido
los autorretratos en uno de los géneros más ricos y fascinantes de la
historia de la pintura.
c.1500 – óleo sobre tabla, Munich, Alte Pinakothek
Además de ser el indiscutible genio de la pintura alemana y uno
de los artistas más brillantes de toda la historia del Arte,
Alberto Durero es el primer maestro del autorretrato. Así,
Durero se retrató en numerosas obras, tanto óleos como dibujos,
el primero de ellos cuando apenas contaba con 13 años.
Después vendrían obras maestras como el autorretrato del
Louvre, en el que Durero se nos presenta como un artista joven,
desafiante y orgulloso, imagen acentuada en el famoso
autorretrato del Museo del Prado (1498), en el que se combinan
el retrato y el paisaje visto a través de una ventana.
El “Autorretrato como Ecce Homo” de Munich es la
culminación de la maestría de Durero como retratista. En
principio, el hecho de representarse a si mismo como Jesucristo
podría interpretarse como un paso más en la tendencia de
Durero a autorrepresentarse de manera orgullosa. Pero la
imagen escogida por el artista es la del Ecce Homo, el hombre
como interpretación del dolor y el sufrimiento. Es, en definitiva,
la humanidad como símbolo y esencia del artista.
c.1512, sanguina, 33.3- 21.3 cm., Turín, Biblioteca Real
No hay artista más legendario que Leonardo da Vinci. Pintor,
escultor, arquitecto, científico, investigador, y máximo
exponente –junto con Miguel Ángel- del genio renacentista,
la figura de Leonardo ha generado multitud de leyendas,
mitos, rumores sobre su homosexualidad, sobre su
pertenencia o no a infinidad de logias o sectas, las extrañas
historias sobre su estancia en el estudio de Verrocchio, o su
al parecer extraña relación con varias de sus modelos; que
no hacen más que alimentar el mito de un artista único y
fascinante, sobre el que se ha investigado más que sobre
ningún otro nombre de la historia del Arte, y no siempre con
el rigor y la objetividad apropiados.
Hasta donde conocemos, este extraordinario dibujo es el
único autorretrato del maestro que ha llegado hasta
nuestros días. Si la fecha generalmente aceptada para esta
obra es correcta (1512), llama la atención que el genio, que
entonces debía contar con apenas 60 años, se representase
como un anciano de aspecto tan avejentado. No hay porqué
buscar un significado oculto a esto: varios estudiosos piensan
que el artista representaba realmente más edad que la que
realmente tenía.
Enero de 1889 – óleo sobre lienzo, 60 x 49 cm ., Londres,
Courtald Institute Galleries
La historia de Vicent van Gogh y su oreja autoseccionada es
tan conocida que de ella sólo haremos un breve resumen para
olvidadizos: por motivos aparentemente desconocidos –
Gauguin, con quien Vincent compartía casa en aquellos
tiempos, contó que previamente a su automutilación van Gogh
le había amenazado con un cuchillo, pero esto bien podría ser
una justificación de su rápida marcha a Paris sin interesarse por
el estado del pintor holandés- van Gogh se cortó limpiamente
una oreja en su habitación de “la casa amarilla”. Tras esto,
acudió a un burdel de Arles, preguntó por una muchacha
llamada Rachel, y le entregó su oreja seccionada, pidiéndole
que “guardase este objeto con mucho cuidado”.
Este es uno de los dos autorretratos que Van Gogh realizó tras
seccionarse la oreja (el otro, anteriormente en la colección
Leigh B. Block en Chicago, fue comprado posteriormente por la
familia Niarchos). La expresión del rostro del artista es,
paradójicamente, más serena que en otros muchos autorretratos
del artista. Tal vez se trata de un esfuerzo del pintor por
encontrar en la pintura su salvación particular, a lo que podría
contribuir la presencia de una estampa japonesa en el fondo,
una pintura –la japonesa- que van Gogh admiraba por “su estilo
tan sencillo como respirar”
Óleo sobre lienzo, 81 x 60 cm ., Paris, Museo Picasso – ©
Artists Rights Society (ARS), New York/VG Bild-Kunst,
Bonn
Pablo Picasso llegó a Paris sin haber cumplido todavía los 20
años, y sus comienzos en la Meca del Arte del momento no
fueron sencillos. Sólo y sin demasiado dinero, el joven genio
vagabundeaba por la capital francesa inmerso en el ambiente
bohemio de la noche parisina. Pobres, prostitutas, alcohólicos…
Picasso comienza a representar el mundo en el que se veía
inmerso con un peculiar estilo de fantasmales figuras alargadas
y pálidas, situadas en un melancólico universo de tonos azules.
Es el comienzo de lo que vendría a llamar el “Periodo Azul” del
artista.
Este autorretrato de ese mismo año no fue el primero que
Picasso realizó de si mismo, pero sí es una de las primeras obras
del Periodo Azul. La obra fue pintada poco después del suicidio
de su amigo Casagemas, cuando aún Picasso era un
desconocido abriéndose paso en el inmenso Paris. La calma y
serenidad que transfiere la figura del retratado, la austeridad de
la obra, junto a su aspecto descuidado y su mostacho de joven
bohemio, nos transfiere la imagen de un artista valiente y
decidido, dispuesto a encontrar su propio camino pese a todas
las dificultades que la vida pueda poner en él.
1944. Óleo sobre lienzo, Museo Dolores Olmedo, Mexico – ©
Artists Rights Society (ARS), New York/VG Bild-Kunst, Bonn
El 17 de septiembre de 1925, un accidente de autobús estuvo a
punto de costarle la vida a una joven mexicana de tan sólo 17
años llamada Frida Kahlo. No murió, pero las secuelas del
siniestro dejarían profundas huellas, tanto físicas (32
operaciones, incapacidad para tener hijos, uso de corsé y
dolores crónicos) como psicológicas, estas últimas acentuadas
por la tormentosa relación con el también pintor Diego Rivera.
“La columna rota” es un desgarrador testimonio del
sufrimiento que acompañó a Frida durante toda su vida. La
artista se ha representado desnuda de cintura para arriba, con
un corsé que envuelve su cuerpo desnudo, en el que una
inhumana brecha permite observar como una columna clásica
rota en varios fragmentos sustituye a su columna vertebral,
claro símbolo de su columna destrozada tras el accidente de
autobús. Además. Frida no duda en representar sus facciones
“antiestéticas” (cejas extremadamente juntas, vello sobre la
boca…) de una manera mucho más notoria que lo que las
fotografías de la época. Cuando hablamos de los autorretratos
de Rembrandt, notamos que el artista no muestra ni un ápice
de autocompasión. Muy diferente es el caso de Frida, cuyos
autorretratos parecen lamentos silenciosos.
ACTIVIDAD
Traer los siguientes materiales para la siguiente clase:
• Vaselina
• Vendas de yeso
• Recipiente para echar agua
• Espejo mediano

• Tijeras
• Pinturas y pinceles

También podría gustarte