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Marcel Duchamp (1887-1968)

Marcel Duchamp es considerado el artista más influyente del siglo XX. Se adelantó al
arte conceptual, elevó el objeto cotidiano a categoría de arte y cambió radicalmente la
idea de la belleza. En realidad era un gamberro, un punk que convirtió una broma en el
dogma que hoy sigue la aborregada comunidad artística internacional.

Impresionista a los 16 años, fauvista a los 19 y cubista a los 24, al final este iconoclasta
encontró su voz como forajido, un terrorista que acabaría encontrando en el dadaísmo
su libertad y la forma de reírse de todo y de todos, incluido él mismo. Este movimiento,
condenado a su autodestrucción, trataría por todos los medios (sobre todo con ironía,
absurdo y mala hostia) acabar con el arte narcotizado de las instituciones.

¿Talento…? ¿Preparación…? ¿Tradición…? ¿Para que…? Duchamp se olió que la


pintura estaba muerta, pudriéndose en los museos/mausoleos, y descubrió la belleza en
lo coyuntural, lo fugaz y lo superficial (algo que desgraciadamente es lo que prima en
estos días). Pintando bigotes a la Gioconda descubrió que quizás estaba mejorando al
original. Exponiendo un urinario en un museo abrió la caja de Pandora de catástrofes
que hoy pueblan los museos de medio mundo, desde latas de mierda a aire de artista.

En 1914, Duchamp crea los ready mades, objetos cotidianos separados de su entorno
habitual y presentados por el artista como obras de arte. A partir de entonces el arte ya
no se veía con los ojos, sino con la mente. Resultó que la belleza podía estar en otros
sitios… También creó otras formas de arte hoy institucionalizadas: instalaciones, museos
portátiles, performances, happenings…

Ajedrecista, asesor de Peggy Guggenheim, alter-ego de Rrose Sélavy, precursor del arte
conceptual, el Pop, el situacionismo y la post modernidad al completo, nunca abandonó
el mundo del arte de todo (aunque acabó repudiándolo). Tampoco se apagó jamás su
legendario sentido del humor.… La lápida de su tumba dice: «Por lo demás, siempre
mueren los otros».

Obras:

1. Desnudo bajando una escalera: 1912

Desnudo descendiendo una escalera, fue rechazado en el Salon des


Indépendants en París. Los cubistas alegaron que «un desnudo nunca
baja las escaleras, un desnudo se reclina». Al parecer, los desnudos
sólo bajan las escaleras en los burdeles. Sus propios hermanos, los
pintores Jacques Villon y Raymond Duchamp-Villon le pidieron que al
menos le cambiara el título, pero eso era impensable en un artista que
se precie. Hasta ellos le habían traicionado.
Así que Marcel hizo las maletas y se fue a Nueva York donde la pintura sí causó
sensación. Los americanos entendieron mejor su obra, o probablemente no, pero se
maravillaron por los trucos que utilizaba un moderno artista europeo.

La obra causaba admiración y rechazo por igual. Así que Desnudo se convirtió
inmediatamente en un chiste, caricaturizado en todos los periódicos como algo
completamente ininteligible. El periódico The American Art News hasta ofreció una
recompensa de diez dólares al primer lector que pudiera «encontrar a la dama desnuda»
dentro de ese revoltijo de planos puestos uno encima de otro y líneas irregulares.

«Una explosión en una fábrica de tejas», decía una crítica, y lo cierto es que es una
crítica bastante buena.

Por supuesto, a Duchamp le encantó que se hicieran todo tipo de chistes y conseguir ser
famoso por ser el tipo más moderno de la ciudad más moderna del mundo. El artista
deshizo las maletas y se asentó en Nueva York, que se convirtió en su nuevo hogar.

¿Qué vemos aquí? Pues son 20 posiciones al mismo tiempo, al modo cubista, pero la
obra no tiene nada de cubista. Este desnudo consigue hacer un mapa del movimiento y
retrata la energía del cuerpo a medida que pasa por el espacio, algo que por lo visto
horrorizaba a los cubistas.

Probablemente el dadaísta se basó en el libro del fotógrafo Muybridge Animal


Locomotion., de 1887, que incluía una secuencia de imágenes de una mujer desnuda
descendiendo un tramo de escaleras.

2. La fuente: 1917

El artista se compró un urinario blanco de porcelana, lo tituló


«Fuente», lo firmó con el seudónimo de R. Mutt y lo mandó
a la Sociedad de Artistas Independientes para que fuese
incluido en su exposición anual.

Evidentemente, el mingitorio fue rechazado, y eso que todo


aquel que pagaba 6 dólares tenía derecho a exponer…
Imaginemos la cara que se les pondría al jurado al ver esta
«obra de arte». Por cierto… Duchamp formaba parte de
dicho jurado.

El dadaísta se debió echar unas buenas risas, pero al final resultó que la broma se le fue
de las manos. Sin querer, creó la primera obra de arte conceptual y abrió las puertas a
las invasiones bárbaras que descubrieron que cualquier cosa en un museo es arte.
Desde luego esa es la sensación que da al entrar en cualquier institución hoy en día.

Hay quien ve en «La fuente» la situación geopolítica de 1917, otros una moderna versión
de la lluvia dorada a la Dánae, incluso algunos afirman que es una representación del
útero de la madre… Lo cierto es que Duchamp lo explicó bien claro: «Les arrojé a la
cabeza un urinario como provocación y ahora resulta que admiran su belleza estética…».

La estética era lo de menos. Duchamp quiso transmitir algo tan noble y serio como una
idea, probablemente un «Fuck You» a la comunidad artística internacional. Pero resulta
que en el 2004 esta «Fuente» fue votada como «la obra de arte más influyente del siglo
XX» por 500 reputados profesionales del sector.

3. L.H.O.O.Q: 1918

La falta de respeto al arte como forma de arte. El campo de


juego de dadaísmo pronto se le quedó corto para sus
gamberradas y su terrorismo artístico…

Por supuesto hay quien se toma muy en serio la obra de


este artista, y desde luego, sus chistes revolucionaron el
arte pues se preguntaban precisamente eso: ¿Que es el
arte…?

Pues el arte puede ser un urinario, o como en este caso,


robar una reproducción la Mona Lisa de Da Vinci, ponerle
unos bigotes y colgarla en un museo, y claro… ahí se abrió
la caja de Pandora que podemos comprobar 100 años
después en delirantes exposiciones en Museos de Arte
Contemporáneo de todo el mundo.

Pero… ¿Es legítimo robar en arte…? Lo cierto es que el tipo se apropió de una obra de
otro, pero creó algo nuevo pues nuevo es el pensamiento que surge en la cabeza del
espectador al ver la versión alterada. Robar se convierte pues en un concepto más que
legítimo… El arte de robar, podríamos decir… Y además con el dedo medio levantado.

Duchamp pinta sin respeto alguno sobre esta obra maestra intocable un bigote, una
perilla y además le cambia el título. Al leerlo deprisa en francés, obtenemos la frase «Elle
a chaud au cul» (Ella tiene el culo caliente).

Este genio realizó más versiones de la obra, como otra Mona Lisa, está vez sin bigote ni
perilla que bautizó como «L. H. O. O. Q. Afeitada».
4. El gran vidrio: 1923

«La novia desnudada por sus solteros, incluso», conocida


como El gran vidrio no es una escultura, tampoco es una
pintura… Es arte, eso sí… Un arte tan radical en apariencia
como en sus intenciones e implicaciones. Una extraña imagen
que se puede ver desde los dos lados, el anverso y el reverso
y siempre tiene un fondo distinto, cambiante.

Ocho años de su carrera le dedicó el artista a esta obra


revolucionaria, o como decía él, a esa «imagen hilarante». En
un cristal Duchamp fue situando poco a poco y muy
conscientemente todo tipo de elementos: láminas de plomo,
alambre de fusibles… Hasta el polvo que había en su estudio y
se iba pegando al cristal.

Mezclando el azar (herramienta dadaísta por antonomasia), pero también complejos


estudios de perspectiva, geometría y matemáticas, y un laborioso trabajo artesanal, El
gran vidrio fue construyéndose paso a paso pero nunca llegaría a estar acabado… hasta
que en un traslado se rompió en pedazos. Fue entonces cuando Duchamp dio por
concluida la obra al ver las maravillosas grietas que se habían formado a modo de
tentáculos.

Pegando los trozos y metiéndolo todo en un marco de aluminio, es como se puede ver
actualmente El gran vidrio (aunque hay varias réplicas autorizadas por el artista a lo largo
del mundo). Cada elemento que aparece en la obra es el resultado de estudios, cálculos
y experimentos meticulosos para intentar expresar la tensión sexual, las complejas
interacciones que viven la enigmática novia del panel superior (en un estado de deseo
perpetuo) y sus nueve solteros del inferior, rodeados de todo tipo de extraños y complejos
aparatos

En la parte de la novia vemos que ella tiene una forma casi de insecto, y está pegada a
un elemento nuboso. Es curvilínea, orgánica y prácticamente monocroma. Si le echamos
algo de imaginación hasta parece estar casi atrapada, presa en una jaula en las alturas.
La parte de los solteros o «La Machine Célibataire» (la máquina de los solteros) vemos
que está mucho más colorida y hay más líneas rectas. Un molinillo de chocolate y
diversos mecanismos que parecen ser hidráulicos se activan por alguna extraña razón,
quizás una masturbación agonizante.

Aunque no es todo el típico galimatías críptico del arte moderno. Duchamp lo dejó todo
explicado y bien explicado, parte por parte, elemento por elemento, en una serie de
abundantes notas y diagramas reunidos en lo que llamó The Green Box, una obra de
arte en sí misma. El gran vidrio es una de esas obras demasiado complejas como para
poner a todo el mundo de acuerdo (recordemos su no menos críptica y fascinante Étant
Donnés) aunque la mayoría ven en la pieza una exploración del deseo masculino y
femenino, una frustrante máquina de amor (frustrante porque es incapaz de conseguir
su objetivo), o quizás (y esto es muy posible) sea una solemne burla de la propia
solemnidad del espectador decidido a encontrar un significado.

Ya lo dijo el propio Duchamp: «Creo que el artista no sabe lo que hace. Le doy aún más
importancia al espectador que al artista».

5. Autoretrato de Duchamp: 1957

En este autorretrato del artista dadaísta podemos ver una


inscripción: «marcel déchiravit», típico juego de palabras
del artista que se podría traducir como «Marcel arrancó esto
de manera rápida».

«El artista más gamberro de la historia del arte» se


autorretrata aquí de perfil con una simple silueta negra. Un
collage realizado con terciopelo en la que podemos ver una
de las múltiples caras del polifacético creador.

El autorretrato de Duchamp es otro ejemplo del gusto del


artista por el blanco y el negro (Duchamp era un excelente
jugador de ajedrez), por las siluetas (no olvidemos su critica retiniana a la pintura
tradicional, ya que importan más las ideas) y las sombras (Duchamp realizó exposiciones
enteras protagonizadas por las sombras de sus ready-mades).

Sea como sea, toda la obra de Duchamp tiene esa incómoda tendencia a ser interpretada
de mil maneras diferentes, desde la del erudito más pedante a la mirada inocente de un
niño.

Y todas son válidas: «Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores
quienes hacen los cuadros».

10 años después, el diseñador Milton Glaser se basaría en este autorretrato de Duchamp


para hacer su icónico poster de Bob Dylan.
6. Ettan Donés: 1966.

El cuadro/instalación más complejo de Duchamp (20


años estuvo trabajando en la obra en secreto…).
Todos pensaban que el artista había abandonado el
arte y se dedicaba al ajedrez, pero de pronto apareció
esta «cosa»…

«Étant donnés» (o «La cascada») es un cuadro visible


sólo a través de un par de mirillas (una para cada ojo)
en una puerta de madera.

Como voyeurs espiamos a una mujer desnuda


tumbada boca arriba y con la cara oculta. Sus piernas
están abiertas de par en par y sostiene una lámpara
de gas con la mano. Al fondo, un paisaje boscoso con
una cascada movida por un motor…

La obra se divide en tres partes en realidad:

La puerta: (la chute d’eau) que es un ready-made, una vieja puerta que encontró en
Cadaqués.

Una cámara oscura: con una frontera de 69 ladrillos (símbolo de la reversibilidad) que es
la frontera entre la realidad y lo aparente.

La escena: (le gaz d’éclairage) con una iluminación muy cuidada (el mediodía, donde no
hay apariencia) y la mujer con el sexo rasurado, que es el centro de la obra.

Con esta obra, Duchamp se volvió a lucir: Es la primera instalación de la historia del arte.
El artista volvió a (reírse?) revolucionar el arte oficial (que ya era dadaístamente
duchampiano) y siguió su estela entre el dadaísmo y lo conceptual.

Todo tipo de sesudas interpretaciones surgieron por la obra:

¿Significa la posibilidad de ver y la imposibilidad de poseer?; ¿Cual es la verdadera obra:


la puerta, la chica, la cascada del título, nosotros…? ¿Es la filosofía de Nietzche y su
eterno retorno llevada al arte…? ¿Es el coño rasurado símbolo de lo grecorromano…?

Ni idea… En esta web no pretendemos profundizar demasiado, ya que intuimos que el


artista Duchamp era más que nada un bromista, y desde luego un excelente ajedrecista.

Arte, estrategia y humor… ¿Es casualidad que Duchamp sea hoy considerado el artista
más influyente del siglo XX…?
Sea como fuere, y de acuerdo con los deseos del artista, no fue hasta 1969 (Duchamp
murió en 1968) cuando se reveló el cuadro a la luz pública.

En el Olimpo del Arte, Duchamp se debe estar partiendo el culo de risa al saber que hay
asignaturas enteras en las facultades de Bellas Artes basadas en esta obra.

7. Rueda sobre banco:

clases

8. La caja verde:

9. Airs de Paris:
10. Molinillo de chocolate

11. Bottle Rack


The following year, Duchamp took the idea a step further
when he bought a common, mass-produced bottle rack at a
department store and, without altering its form, proclaimed
it to be a work of art. He called this type of work a
“readymade,” an ordinary object—sometimes found or
mass-produced—that was transformed into art by
Duchamp’s selection of it. This seemingly simple action
revolutionized the art world, raising philosophical questions
of lasting importance: What is art? What is it, exactly, that
artists do? And who gives their work meaning?

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