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Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros

enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En


el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amén.

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre


verdadero, Creador, Padre y Redentor mío;
por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y
porque os amo sobre todas las cosas, me
pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis
castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia,
propongo firmemente nunca más pecar,
confesarme y cumplir la penitencia que me
fuere impuesta. Amén.
Primer misterio
El Bautismo de Jesús
“Fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para
que lo bautizara. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se
abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una
paloma y se posó sobre Él. Y vino una voz del cielo que
decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto”

Podríamos imaginar a Jesús despidiéndose de su Madre para


iniciar la misión que le fue encomendada, la cual duraría
aproximadamente tres años. Llega al Río Jordán donde sabía
que estaría Juan el Bautista preparándole el camino. Juan
hacia confesar a la gente sus pecados y los bautizaba con
agua para llamar al arrepentimiento y a la conversión. Jesús
se presenta en medio de quienes también esperaban su turno
para ser bautizados y pide públicamente el ser bautizado. Juan
al verlo le dice asombrado “yo soy el que necesito que tu me
bautices!”,  reconociendo a Jesús como nuestro salvador
delante de todos,  quien viene a bautizarnos con el Espíritu
Santo para liberarnos del pecado original y hacernos hijos
amados de Dios Padre; pero Jesús lo invita a unirse a El para
cumplir la Voluntad de Dios.
Jesús nos muestra su humildad porque aun siendo el Hijo
de Dios, se hace bautizar delante de tanta gente,
permitiéndonos entender con este hecho la importancia
que ha de tener el Sacramento del Bautismo en nuestras
vidas. Juan Bautista nos deja el testimonio de haber visto
el Espíritu de Dios en forma de paloma posarse sobre
Jesús y haber escuchado la voz de un Padre complacido.
En este Evangelio se nos enseña que uniéndonos a Jesús
nos unimos al Padre a través del Espíritu Santo, un misterio
inexplicable de fe.

Divina Unión, Santa Unión, Misteriosa Unión que nos bendice


en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ayúdanos a imitar la
humildad de Cristo, a crecer como verdaderos hijos de Dios, a
obedecer sus mandamientos y a unirnos a El para que se
cumpla siempre la Voluntad de Dios. Amen

Padre Nuestro…
Dios te salve, María…
Santa María, Madre de Dios….
Gloria al Padre….
María, Madre de Gracia….
Segundo Misterio
 Jesús en las bodas de Caná

“Había una boda en Caná de Galilea, y la madre de


Jesús estaba allí. Faltó el vino, y la madre de Jesús
dijo a Jesús: No les queda vino. Luego dijo a los
sirvientes: Haced lo que él os diga…Así Jesús
comenzó sus signos y creció la fe de sus
discípulos” 

Podemos imaginar a Jesús, María y a los discípulos


de Jesús, entre muchos familiares y amigos
cercanos disfrutando de una boda bendecida con la
presencia de Jesús. El Señor nos muestra en este
Evangelio su complacencia en la santa unión de un
hombre y una mujer, porque allí en esa Boda
instituye el sacramento del Matrimonio al realizar
su primer milagro.
El Evangelio nos dice claramente que “la Madre de Jesús estaba allí”.
Si,  la Madre de Jesús siempre esta allí, donde esta Jesús. Ella esta
velando por las necesidades de los demás y se preocupa por el
bienestar de sus hijos. Nuestra Virgen María,  esta junto a Jesús
para decirle, “no tienen vino”, no tienen salud, no tienen trabajo, no
tienen vida, no tienen esperanza, no tiene fe, si, allí esta nuestra
Madre procurando colaborar en los asuntos de Jesús, y con sus
palabras humildes nos pide simplemente “Hagan, lo que El les diga”,
nos dice claramente confíen, no pierdan la esperanza, entréguense
a El y escúchenlo!

Santa Madre de Dios, dulce Virgen María, sabemos que siempre vigilas
nuestras necesidades y te adelantas a abogar por nuestras carencias. Y
Tu Señor, nos dejas ver claramente en este Evangelio el amor tan
grande que sientes por tu Madre y que eres débil a sus peticiones. Así
como Tu Señor, deseamos amar a María, y complacerla como Tu lo
haces, porque Ella tan solo quiere que hagamos, lo que Tu nos digas.
Amen
Padre Nuestro…
Dios te salve, María…
Santa María, Madre de Dios….
Gloria al Padre….
María, Madre de Gracia….
Tercer Misterio
La predicación del Reino
“Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de
Dios. Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino
de Dios: convertíos y creed en el Evangelio”

En este Evangelio Jesús nos invita a la conversión. Convertirse


significa dejarlo todo para seguir a Jesús. Convertirse significa actuar
por Cristo y en Cristo. Convertirse significa descubrir y agradecer las
virtudes de la fe, la esperanza y la caridad. Convertirse significa
cruzar las fronteras de nuestro egoísmo y ver a Jesús en nuestros
hermanos. Convertirse requiere abandonarse a la voluntad de Dios y
estar agradecidos incluso en las desavenencias, enfermedades,
humillaciones, falsos testimonios y descubrir en ellos que
aceptándolos nos permiten demostrarle al Señor cuan inmenso es
nuestro amor, porque amamos también lo que El dispone para
nosotros y para nuestra salvación.

Convertirse es amar con sinceridad. Convertirse es colocar a Dios en


el centro de nuestras vidas y amarlo con todas las fuerzas. Para
convertirse es necesario dejar en manos de Dios todo nuestro ser en
cuerpo y alma.
Convertirse muchas veces es saber callar para escuchar y saber
hablar cuando necesitan de nuestro consuelo. Convertirse es colocar
al Señor siempre en primer lugar, convertirse es olvidarse de nuestros
intereses y comodidades. Convertirse es ser obedientes, es
apartarnos nosotros para que sea el Señor quien protagonice.
Convertirse es hablar con Dios primero y luego hablar de El con
nuestros hermanos. Convertirse es no temer a ser criticados por dar
testimonio de cuanto Jesús nos ama y como ha transformado
nuestras vidas.
Convertirse es darse y servir a los demás, es buscar tiempo donde no
lo hay y disfrutar de emplearlo para servir a un solo Dios. Convertirse
es emplearse como obrero del Señor, declararse peón, servidor, el
menos útil de todos. Convertirse es sentirse nada, es vaciarse de uno
mismo y llenarse de Dios. Convertirse es reconocer que nuestra
conversión y las conversiones de nuestros hermanos son méritos
solamente de Dios.
Señor, convierte nuestras almas en la tuya, para predicar tu Palabra con
humildad, para ser solo instrumentos inútiles en la construcción de Tu
Reino. Amen
Padre Nuestro…
Dios te salve, María…
Santa María, Madre de Dios….
Gloria al Padre….
María, Madre de Gracia….
Cuarto Misterio
 La transfiguración del Señor
Subió Jesús a una montaña muy alta y se transfiguró delante de
Pedro, Santiago y Juan. Su rostro resplandecía como el sol y sus
vestidos se volvieron blancos como la luz. Y una voz desde la
nube decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”

Jesús tomo a tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan. Pedro, quien lo
negaría tres veces, pecador arrepentido y perdonado por Cristo, encomendado
para recibir la llave de la Iglesia. Pedro quien iría a Roma a testimoniar el amor y
las enseñanzas de Jesús.
Santiago quien se traslado a España, seria el primer mártir de los discípulos y
fue a su vez a quien la Virgen María le apareciese aun en vida y le animara a
construir una Iglesia para su Hijo. Según la tradición, antes de su muerte,
Santiago fue a Jerusalén para despedirse de María y del apóstol Juan, allí la
Virgen le profetizo su martirio.
El Apóstol  Juan, el discípulo amado de Jesús, fue el único de los apóstoles que
permaneció a los pies de la Cruz y por orden de Jesús tomo a María para
llevarla a su casa y cuidar de ella. Estos tres apóstoles vieron a Jesús
transfigurarse, fueron testigos de la gloria divina del Señor y recibieron la gracia
de ver el Cielo. Eran tanta la felicidad que sentían que los tres deseaban
quedarse allí.
En este Evangelio Jesús nos enseña que existe un lugar mucho mejor que
este lugar donde vivimos; donde muchas veces el sufrimiento nos
confunde, las desaveniencias nos llenan de desesperanza y nuestros
pobres sentimientos de envidia y egoísmo nos hacen débiles a las malas
tentaciones. Las tribulaciones y el ruido humano disturba nuestros
sentidos. Y muchas veces las necesidades materiales vacían nuestro
espíritu y endurecen nuestro corazón.
Así como los apóstoles, Jesús desea que nos apartemos y en el silencio
encontremos al Padre porque así lo hacia El. Nos invita a valorar la
oración y a vivir el mandamiento que nos dejó: “Ámense los unos a los otros
como Yo los he amado”, para que? Para que cuando nos encontremos cara
a cara con el Padre podamos decirle cuanto hemos amado a nuestros
hermanos.
Señor, el ruido de este mundo nos atrapa y nos aleja de Ti, deseamos buscarte
en el silencio y encontrarnos allí contigo. Sabemos que el camino al Cielo lo
vamos construyendo diariamente con nuestras acciones. Te pedimos que
podamos transfigurar nuestros sentimientos en los tuyos para amar a
nuestros hermanos de la misma manera que tu nos amas. Amen

Padre Nuestro…
Dios te salve, María…
Santa María, Madre de Dios….
Gloria al Padre….
María, Madre de Gracia….
Quinto Misterio 
 La Eucaristía
“Jesús, en la noche en que iba a ser
entregado, tomó pan y pronunciando la Acción
de Gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo,
que se entrega por vosotros. Lo mismo hizo
con la copa, diciendo: Este es el cáliz de la
nueva alianza sellada con mi sangre” 

Podríamos imaginar a los discípulos alrededor de Jesús,


escuchando palabras que quizás no comprendían,
puesto que para ellos y para cualquiera de nosotros
sería difícil entender que un pedazo de pan y una
porción de vino puedan convertirse en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo. Para esto se requiere de una gracia
especial que solamente viene de Dios y que es recibida
solo por aquellos de corazón humilde “que creen sin
haber visto”. Como diría Jesús a Santo Tomás en el
momento de la Resurrección.
Los misterios luminosos nos alumbran un camino que inicia desde el
momento en que somos bautizados, luego nos conduce a entender la
debilidad de Jesús ante el amor de su Madre; mostrándonos el poder de
intercesión de María como abogada nuestra. Mas adelante nos invita a
convertirnos con sinceridad y a creer en el Evangelio para llevarlo
precisamente allí donde los sacerdotes no pueden llegar. Pero para esto
Jesús nos pide tener un corazón humilde, un espíritu transfigurado en el
Suyo y nos llama aparte para imitarlo en la oración. Luego, los apóstoles nos
ilustran a Jesús en su gloria divina, nos describen un lugar mas bello que
este mundo y nos alientan a comprender que el sufrimiento es la esperanza
de nuestra salvación. Y en este ultimo misterio Jesús nos revela que se
queda con nosotros en el Pan Eucarístico y nos pide “coman y beban de el
porque este es mi Cuerpo”. Jesús nos dice claramente “Quien come mi carne y
bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día”.

Pedimos al Señor santidad para nuestros sacerdotes, fortaleza para todos los
seminaristas y religiosos que se encuentran en momentos de discernimiento. Le
pedimos también por abundancia de vocaciones en el mundo que puedan
apoyar a Jesús en la misión de su Iglesia. Amen
Padre Nuestro…
Dios te salve, María…
Santa María, Madre de Dios….
Gloria al Padre….
María, Madre de Gracia….
Padre Nuestro…

Dios te salve, María, Hija de Dios Padre, Virgen purísima antes


del parto, en tus manos encomendamos nuestra esperanza para
que la alientes, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita
Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros,
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el


parto, en tus manos encomendamos nuestra fe para que la
ilumines, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú
eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre,
Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros,
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen


purísima después del parto, en tus manos encomendamos
nuestra caridad para que la inflames, llena eres de gracia, el
Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres, y
bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de
Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén.
Dios te salve, María Santísima, Templo, Trono y
Sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen
concebida sin la culpa original.
Dios te Salve, Reina y Madre, Madre de
Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos
de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando en
este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora,
abogada nuestra, vuelve a nosotros ésos, tus
ojos misericordiosos, y después de este
destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu
vientre, oh Clemente, oh Piadosa, oh Dulce
Siempre Virgen María. Ruega por nosotros,
Santa Madre de Dios, para que seamos dignos
de alcanzar las benditas gracias y promesas de
nuestro Señor, Jesucristo, Amén.
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad Santa María
Señor, ten piedad Santa Madre de Dios
Cristo, óyenos Santa Virgen de las Vírgenes
Cristo, escúchanos Madre de Cristo
Dios, Padre celestial… Madre de la Iglesia
Dios, Hijo Redentor del mundo… Madre de la Misericordia
Dios, Espíritu Santo… Madre de la Divina Gracia
Santísima Trinidad, un solo Dios… Madre de la esperanza
Madre purísima Virgen clemente
Madre castísima Virgen fiel
Madre siempre Virgen Espejo de justicia
Madre inmaculada Trono de sabiduría
Madre amable Causa de nuestra alegría
Madre admirable Vaso espiritual
Madre del buen consejo Vaso digno de honor
Madre del Creador Vaso insigne de devoción
Madre del Salvador Rosa mística
Virgen prudentísima Torre de David
Virgen digna de veneración Torre de marfil
Virgen digna de alabanza Casa de oro
Virgen poderosa Arca de la Alianza
Puerta del cielo
Estrella de la mañana
Salud de los enfermos
Refugio de los pecadores
Alivio de los migrantes
Consuelo de los afligidos
Auxilio de los cristianos
Reina de los Ángeles
Reina de los Patriarcas
Reina de los Profetas
Reina de los Apóstoles
Reina de los Mártires
Reina de los confesores
Reina de las Vírgenes
Reina de todos los Santos
Reina concebida sin pecado original
Reina elevada al cielo
Reina del Santo Rosario
Reina de la Familia
Reina de la paz

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo…


Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo…
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo…
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las
benditas gracias y promesas de nuestro Señor, Jesucristo, Amén.

Por estos misterios santos,


de que hemos hecho recuerdo,
te pedimos, oh María,
de la fe santa el aumento,
la exaltación de la Iglesia,
del Papa el mejor acierto,
de la Nación Mexicana
la unión y feliz gobierno,
goce puerto el navegante
que el gentil conozca a Dios
y de salud los enfermos,
y el hereje vea sus yerros,
que en el Purgatorio logren
que todos los pecadores
las ánimas refrigerio,
tengan arrepentimiento,
y que este Santo Rosario
que los cautivos cristianos
tenga efecto tan completo
sean libres del cautiverio,
en toda la Cristiandad
que alcancemos, por su medio,
el ir a alabar a Dios
en tu compañía, en el Cielo.
Amén.
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros
enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En
el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amén.

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