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4to Domingo de Pascua - Año Par Ciclo A (He 2, 14a.

36-41; 1Pe 2, 20b-25; Jn 10, 1-10)


Día de la Santa Cruz
INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: MI BUEN PASTOR DÉJAME ENTRAR”
 «Jerusalén. En aquel tiempo, dijo Jesús: »

 «Os aseguro quien no entra por la puerta en el redil de las ovejas, es


ladrón y salteador. El pastor de las ovejas entra por la puerta».
 «Yo soy la puerta. Todo el que entre en el redil por esta puerta estará a
salvo, y sus esfuerzos por buscar el sustento no serán en vano».
 «El ladrón va al rebaño únicamente para robar, matar y destruir. Yo he
venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Sal 32, 5-6

La misericordia del Señor llena la tierra, la palabra del Señor hizo el cielo. Aleluya.
Monición de entrada
Hermanos: Esta es la reunión santa de los que reconocemos a Jesucristo como
verdadero pastor que nos conoce, nos cuida y nos regala la vida nueva de la
resurrección. Convocados por su voz, queremos o/y nos disponemos a participar en la
celebración en la que se renueva su Misterio pascual.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

Misa del Domingo: IV Domingo de Pascua, ciclo A. 03 de Mayo 2020


Cristo es nuestro Pastor y nosotros somos su rebaño, llamados a participar en su
admirable victoria sobre el pecado y la muerte (cf. oración colecta). A través del
bautismo nos integramos en la Iglesia, su rebaño (1 lect.), y hemos vuelto al pastor y
guardián de nuestras vidas (2 lect.). Por eso, podemos siempre cantar llenos de
confianza en Cristo: «El Señor es mi pastor, nada me falta». Él nos da su gracia en los
sacramentos, especialmente en la Eucaristía, cuya mesa abundante nos prepara cada
domingo (salmo resp.). Y, entrando por Él, la Puerta de las ovejas (Ev.), nos
salvaremos. Él, especialmente a través del ministerio sacerdotal y de los miembros de la
vida consagrada, sigue haciendo que encontremos pastos abundantes.
• Jesús nos ha curado con sus heridas. Nos habíamos extraviado como ovejas, pero
ahora hemos vuelto al pastor y guardián de nuestras almas. Que Jesús, nuestro Buen
Pastor, esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

• Jesús, gracias por este momento que me regalas para estar en tu presencia. Tú me
conoces. Sabes qué es lo que más necesito en este momento. Tú me has creado.
Sueñas con mi amor. Cada vez que me miras aquí, delante de Ti, tu Corazón se inflama
de amor y de gusto por verme. Te gusta cuando estoy así, cuando te abro mi corazón y
dejo de lado todos los tapujos y formalismos. Me amas, Jesús, como soy. Ayúdame a
corresponderte con mi amor.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

Escuchen la Voz del Pastor.


Ha sido Dios mismo, nuestro Padre, quien ha tomado la iniciativa de amarnos. Su amor
sigue llamándonos a cada uno de nosotros personalmente, y nosotros oímos su voz,
especialmente por medio de Jesús, nuestro Buen Pastor, que nos llama. ¿Oímos su voz
en la oración, en las palabras que él nos dirige en las Escrituras, o cuando nos habla de
corazón a corazón en la celebración eucarística? Y no podemos olvidar tampoco que
Jesús nos habla en la comunidad de la Iglesia, en la que nos llama a través de la gente
que grita con todas sus fuerzas sus necesidades y también su amor a nosotros.
Nos Habla por Nuestro Nombre.
Es estupendo saber que alguien te conoce por tu nombre, pues eso es ya una señal de
amor. Si esa persona es alguien en quien tú confías, puedes ponerte en sus manos y
sentirte muy seguro. Jesús se presenta hoy a sí mismo como un amigo que nos conoce y
nos llama a caminar con él por el camino de la vida. Él nos sostiene y aguanta, pase lo
que pase; y nos muestra el camino a seguir. Bajo su liderazgo podemos ser
verdaderamente un pueblo, el pueblo de Dios. Con Jesús, nuestro Buen Pastor,
celebramos ahora esta eucaristía y aprendemos de él a preocuparnos y cuidarnos los
unos de los otros.

✞ ✞ ✞ Acto penitencial

A veces hemos prestado oídos sordos al Señor cuando nos llamaba. Pedimos ahora
perdón a Dios. (Pausa)
Oh Buen Pastor, queremos oír tu voz en las palabras retadoras que tú nos diriges:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Buen Pastor, que tu voz nos estimule a continuar tu trabajo en la Iglesia y a hacerte
conocer de todos los hombres.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Oh Buen Pastor, haz que sepamos reconocer tu voz que nos grita en los necesitados y
en los que sufren.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor, perdona nuestros pecados.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en
el nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.
Ponnos en sintonía con tu voz que nos llama y haz que te sigamos hasta el fin, hasta la
vida eterna.

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Dios todopoderoso y eterno, condúcenos a la asamblea gozosa del cielo, para que la
debilidad del rebaño llegue hasta donde le ha precedido la fortaleza del Pastor. Él, que
vive y reina contigo.
Oremos a Dios para que sepamos escuchar siempre la voz de Jesús, nuestro Buen
Pastor. (Pausa)
Oh Dios, Señor nuestro, Padre lleno de poder y de amor: Tú nos has dado a nosotros, tu
pueblo, un guía fiable y cuidadoso para llevarnos a ti y a los hermanos: tu Hijo y nuestro
Buen Pastor Jesucristo. Mueve nuestros corazones con las palabras del evangelio como
el mensaje de Buena Noticia hoy para nosotros; y ayúdanos también a oír la voz de Dios
en el silencio de nuestra fe, en el gemido de nuestras miserias, y en las palabras de
aliento y alegría de los pastores de tu Iglesia y de todos los que tienen buenas palabras
para nosotros, porque por medio de ellos habla también y llama nuestro Buen Pastor,
Jesucristo, nuestro Señor.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2, 14a. 36-41

El día de Pentecostés, Pedro convoca a los judíos a seguir a Jesucristo a quien


ellos han crucificado. Por medio del bautismo serán perdonados, pertenecerán
a Él y a su comunidad, y el Espíritu Santo les guiará.
El día de Pentecostés,
14 Pedro, en pie con los once, levantó la voz y declaró solemnemente: - Judíos y
habitantes todos de Jerusalén, fijaos bien en lo que pasa y prestad atención a mis
palabras.
36 Así pues, que todos los israelitas tengan la certeza de que Dios ha constituido Señor
y Mesías a este Jesús a quien vosotros crucificasteis.
37 Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón, así que preguntaron a Pedro y
a los demás apóstoles: - ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?
38 Pedro les respondió: - Arrepentíos y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo, para que queden perdonados vuestros pecados. Entonces recibiréis el don del
Espíritu Santo.
39 Pues la promesa es para vosotros, para vuestros hijos e incluso para todos los de
lejos a quienes llame el Señor nuestro Dios.
40 Y con otras muchas palabras los animaba y los exhortaba, diciendo: - Poneos a salvo
de esta generación perversa.
41 Los que acogieron su palabra se bautizaron, y se les agregaron aquel día unas tres
mil personas.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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• Este fragmento presenta la conclusión del primer discurso de Pedro al pueblo. Con una
afirmación decidida y clara, resume el apóstol toda la exposición precedente: «Dios ha
constituido Señor y Mesías a este Jesús a quien vosotros crucificasteis» (v. 36), es decir,
que le ha dado su propio nombre divino (cf. Flp 2,9-11) y, en consecuencia, su poder-
precisamente a aquel a quien Israel rechazó y condenó a una muerte infame (Hch 3,13-
15), por considerar blasfema su pretensión de ser el Hijo de Dios, el Enviado, el Cristo.
El pueblo esperaba, es cierto, al Mesías (en griego, Kristós), pero como triunfador
político. Como conocía estas expectativas, Jesús siempre había hecho callar a los
demonios que lo revelaban como el Mesías, como el Cristo, y había rechazado el título
de rey que quería darle la muchedumbre. Sólo en el momento en que fue condenado se
puso en la cruz una inscripción en tres lenguas que decía: «Jesús Nazareno, rey de los
judíos» (Jn 19,19-22), y el Padre ratificó con la resurrección que Jesús es, en verdad,
«Señor y Mesías».
Las palabras de Pedro llegaron hasta el fondo del corazón de los presentes,
mostrándoles la enormidad del mal realizado. En efecto, la Palabra de Dios, más
cortante que una espada de doble filo (Heb 4,12), ha sido enviada para discernir y
salvar, no para condenar. La muchedumbre percibe la gracia de esa predicación y se
abre a la fe (v. 37). Pedro, siguiendo el mandato recibido del Resucitado (Lc 24,47-48a),
puede lanzarles ahora esta invitación: «Arrepentíos y bautizaos cada uno de vosotros en
el nombre de Jesucristo, para que queden perdonados vuestros pecados». Sumergirse
sacramentalmente en la persona del Crucificado-Resucitado significa hacer eficaz en
nosotros la salvación que él ha llevado a cabo. Por eso, añade el apóstol: «Entonces
recibiréis el don del Espíritu Santo» (v. 38). Con el perdón de los pecados y el don del
Espíritu Santo se cumple la nueva alianza prometida por los profetas y dirigida ahora no
sólo a Israel, sino a todos los hombres (cf. Jr 31,31-34). Ahora bien, ésta sigue siendo
una oferta por parte de Dios, una oferta que requiere una acogida libre por parte de
cada hombre (vv. 40s.).
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Pedro acusa a sus oyentes de haber crucificado a Cristo y los invita a la conversión. Ellos
reflexionan y se convierten. La denuncia debe ir acompañada de la invitación a la
conversión.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 22,1-3a.3b-4.5
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce
hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas
oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con
perfume, y mi copa rebosa.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la
casa del Señor por años sin término.
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: 1 Pedro 2, 20b-25

En un mundo lleno de injusticia y sufrimiento, nos sentimos como ovejas


descarriadas. Jesús ha compartido nuestra suerte. Dándose totalmente por
nosotros se hizo nuestro Pastor.
Queridos:
20 Si hubieseis de sufrir castigo por haber faltado, ¿qué mérito tendríais? Pero si hacéis
el bien y por ello sufrís pacientemente, eso sí agrada a Dios.
21 Habéis sido llamados a comportaros así, pues también Cristo sufrió por vosotros,
dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.
22 Él no cometió pecado, ni se halló engaño en su boca;
23 injuriado, no devolvía las injurias; sufría sin amenazar, confiando en Dios, que juzga
con justicia.
24 Él cargó con nuestros pecados, llevándolos en su cuerpo hasta el madero para que,
muertos al pecado, vivamos por la justicia. Habéis sanado a costa de sus heridas,
25 pues erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al que es vuestro
pastor y guardián.
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• El bautismo, al quitar el pecado original, da al que lo recibe la nueva identidad de hijos


de Dios. Para caracterizar mejor esa transformación, emplea Pedro unos términos muy
precisos: los bautizados en la Iglesia son piedras vivas, linaje escogido, sacerdocio regio
y nación santa (2,1-10). Ese «privilegio» exige, no obstante, la adquisición de una
nueva mentalidad y de una conducta de vida conformes a las de Cristo. Las diferencias
de condición social o cultural pierden consistencia, porque todos los discípulos
encuentran su unidad en Cristo y todos son igualmente «peregrinos lejos aún de su
hogar» (2,11) en este mundo, y todos son asimismo siervos de Dios.
Por eso, Pedro, dirigiéndose a gente que desarrollaba tareas humildes en la sociedad de
entonces, les ofrece como modelo precisamente a Jesús, el verdadero Siervo de YHWH,
que, con paciencia y mansedumbre, cargó sobre sí mismo el pecado, que él no había
cometido, para destruirlo en su propia humanidad.
Así, gracias a su ofrecimiento, la humanidad quedó liberada de la única esclavitud, la del
pecado, y puede vivir «por la justicia», que es amor y misericordia. El cristiano se
convierte por el bautismo en miembro de Cristo, y por eso mismo está llamado a
compartir su pasión, a fin de participar también en su gloria en el cielo, junto a todos los
hermanos a los que habrá cooperado a salvar con su vida. El grupo de los discípulos -y,
por consiguiente, toda la Iglesia-, de rebaño disperso y desbandado, a causa del
escándalo del sufrimiento (cf. Me 14,27s), vuelve a ser, en Jesús resucitado, un rebaño
compacto que camina siguiendo sus huellas (v. 25).
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Si Cristo sufrió tanto por haber hecho el bien, ¿cómo es que los cristianos, sus
seguidores, nos escandalizamos cuando tenemos que sufrir por hacer el bien, a imitación
suya?

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya Jn 10, 14
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el buen Pastor –dice el Señor–, que conozco a mis ovejas, y las mías me
conocen.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Juan 10, 1-10

Jesús es el Buen Pastor que no abusa de su poder, sino que nos conoce
personalmente y es nuestra puerta hacia la felicidad y alegría perdurables.
En aquel tiempo, dijo Jesús:
1 Os aseguro que quien no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino por
cualquier otra parte, es ladrón y salteador.
2 El pastor de las ovejas entra por la puerta.
3 A éste le abre el guarda para que entre, y las ovejas escuchan su voz; él llama a las
suyas por su nombre y las saca fuera del redil.
4 Cuando han salido todas las suyas, se pone delante de ellas y las ovejas le siguen,
pues conocen su voz.
5 En cambio, nunca siguen a un extraño, sino que huyen de él, porque su voz les resulta
desconocida.
6 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no comprendieron su significado.
7 Entonces Jesús se lo explicó: - Os aseguro que yo soy la puerta por la que deben
entrar las ovejas.
8 Todos los que vinieron antes que yo eran ladrones y salteadores. Por eso, las ovejas
no les hicieron caso.
9 Yo soy la puerta. Todo el que entre en el redil por esta puerta estará a salvo, y sus
esfuerzos por buscar el sustento no serán en vano.
10 El ladrón va al rebaño únicamente para robar, matar y destruir. Yo he venido para
dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

El buen Pastor
Jesús nos habla en un lenguaje cercano. Muchas veces utiliza figuras y ejemplos
tomados de la vida cotidiana para ayudarnos a entender verdades profundas sobre Él,
sobre nosotros mismos y sobre la vida. Este cuarto Domingo de Pascua, el Señor nos
habla con una figura muy cercana a los hombres y mujeres del tiempo en que vivió: la
del pastor y las ovejas. Tal vez no lo es tanto a nuestra experiencia de vida urbana. Pero
podemos hacer un esfuerzo por comprenderla mejor y sobre todo por escuchar la voz
del Buen Pastor.
Para personas que vivían en un medio rural, la relación con los animales que criaban era
fundamental, entre otras cosas, para su propio mantenimiento. En no pocos casos les
proporcionaban alimento y vestido. En ese contexto, toda persona que en algún
momento tuvo que cuidar un rebaño de ovejas entendía muy bien la importancia y las
exigencias de ser pastor. Implicaba velar por las ovejas, protegerlas de los posibles
robos de salteadores y ladrones o de los ataques de lobos u otras fieras. Implicaba
también conocer a las ovejas, buscarlas cuando alguna quedaba retrasada o perdida. Y
ciertamente asegurarse de que comieran y bebieran lo necesario. Cuando el Señor habla
de llamar a las ovejas por su nombre, de guiarlas, de cuidarlas, para muchos de sus
oyentes esto significaba algo así como: lo que tú haces con las ovejas que cuidas, Yo lo
hago contigo. Así de importante eres tú para Mí. Yo te cuido, te protejo, te llevo a pastos
verdes para que te alimentes, a aguas limpias para que bebas. Puedes confiar en Mí. Si
te pierdes te iré a buscar; si sufres la amenaza de un ladrón o la agresión de un lobo, Yo
te defenderé. Y todo esto el Señor lo hace por amor.
Con esta figura el Señor Jesús nos revela algo muy profundo de sí mismo. Él es nuestro
Pastor y da su vida por nosotros. Es tal el amor que nos tiene, que se sacrifica a sí
mismo para que nosotros tengamos la vida verdadera, y esa vida en abundancia (ver Jn
10,10). A diferencia del que entra al redil saltando el muro, el pastor bueno entra por la
puerta. Para San Juan Crisóstomo la “puerta” son las Sagradas Escrituras, que nos
hablan de la venida del Mesías, de las profecías que Jesús ha cumplido. Él es el enviado
de Dios que viene a guiar a su pueblo. Por ello es tan importante que conozcamos las
Escrituras, que las meditemos asiduamente pues es allí donde aprendemos a conocer la
voz del Pastor. A diferencia del asalariado, el pastor verdadero conoce a sus ovejas y sus
ovejas lo conocen a él, conocen su voz y por eso lo siguen. Al asalariado, en cambio, no
le interesan las ovejas, y las ovejas no lo seguirán pues les resultará un extraño.
Más adelante, Jesús dice que Él es la puerta, añadiendo riqueza a la figura. ¿Qué
significa que Él es la puerta? «No debe extrañarnos que Él se llame a sí mismo puerta —
dice el mismo Crisóstomo—, porque se presenta a sí mismo también como pastor. Él se
llama puerta por ser el que nos conduce al Padre, y se llama pastor por ser el que nos
guía». Y San Agustín, concretando un poco el mensaje, nos dice: «Entra por la puerta el
que entra por Cristo, el que imita la pasión de Cristo, el que conoce la humildad de
Cristo, que siendo Dios se ha hecho hombre por nosotros». Claramente la clave está en
Cristo, que es a la vez la puerta y el pastor, y en el conocimiento que Él tiene de sus
ovejas y el que sus ovejas tienen de Él.
Ante ello, cabe preguntarnos con sinceridad: ¿qué tanto conocemos a Jesús, nuestro
pastor? Él nos conoce a profundidad, a cada uno con nombre propio. ¿Y nosotros? «
¡Aprended a conocer a Cristo y dejaos conocer por Él!» invocaba San Juan Pablo II. Y
continuaba: «Estad seguros de que Él conoce a cada uno de vosotros más que cuanto
cada uno de vosotros se conoce a sí mismo. Conoce, porque ha dado su vida (cf. Jn 15,
13). Permitidle que os encuentre. A veces el hombre, el joven, se descarría en sí mismo,
en el mundo que lo circunda, entre toda la maraña de las cosas humanas que lo
envuelven. Permitid a Cristo que os encuentre. Que conozca todo de vosotros. ¡Que os
guíe! Es verdad que para seguir a uno, hay al mismo tiempo que exigirse a sí mismo; tal
es la ley de la amistad. Si queremos andar juntos tenemos que estar atentos al camino
que hemos de recorrer. Si nos movemos sobre la montaña, conviene seguir las señales.
Si escalamos una montaña, no podemos dejar la cuerda. Hay ante todo que conservar la
unión con el Amigo divino que tiene por nombre Jesucristo. Hay que colaborar con Él».
Conocer a Jesús y dejarnos conocer por Él. Para conocer al Señor, para ser amigos de
Jesús, para recibir la vida que nos ofrece en abundancia, tenemos que rezar, ser
cercanos a Él, abrirle nuestro corazón, ser dóciles a su Palabra. Podemos confiar en Él
decididamente porque Jesús no miente y nunca abandona.

1 Contexto. La palabra se ilumina.


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La parábola del pastor y el rebaño (10,1-6).


1- Las dos comparaciones que se introducen ahora, Jesús como pastor y como puerta,
están estrechamente relacionadas entre sí y prosiguen el tema presentado en el anterior
episodio (cf. P. W. Meyer, JBL 75 [1956], 232-35). Jesús se dispone a ponerse en
contraste con los falsos pastores de Israel (cf. Ez 34,1-16), representados por los
fariseos que rechazaron, en vez de salvar, al hombre que recibió la vista. Empieza por
recordarles que, si bien en el rebaño puede hallarse toda clase de hombres, el pastor
que es verdadero dueño del rebaño —que entra libre y abiertamente en el redil— ha de
distinguirse de los que no tienen en Él ningún interés legítimo.
Os aseguro: La fórmula característica de Jesús en Jn, «amén, amén», apareció por vez
primera en 1,51. «Se refiere siempre a algo que ya se dijo anteriormente, que ahora se
explícita o se expone bajo una nueva luz» (Bernard).
2-3. El portero del redil y el rebaño pueden distinguirse así fácilmente al verdadero
pastor del intruso; lo mismo ocurre con quienes forman el verdadero rebaño de Dios:
son capaces de distinguir al que les habla con la voz de Dios (cf. 8,47, etc.).
Llama por su nombre a las ovejas que le pertenecen y las saca fuera: En
Palestina se observa todavía esta manera de juntar el rebaño. La escena familiar se
había aplicado desde mucho antes a las relaciones del pueblo de Dios con sus jefes
enviados por Él (cf. Nm 27,16s).
4-5. cuando ha sacado a todas las suyas: Las ovejas de cada pueblo se guardaban
en el mismo redil y los distintos pastores llamaban a las que les pertenecían para
sacarlas a pastar. De nuevo insiste Jesús en las relaciones que median entre el rebaño y
su dueño, cuya voz es la única que escuchan las ovejas. 6. Los fariseos son un ejemplo
de lo que dice Jesús al no comprender lo que les quiere dar a entender: no son las
ovejas que escuchan la voz de su pastor.
6. pero ellos no comprendieron: El evangelista informa al lector de que Jesús ha
contado una paroimia, «un proverbio»; en sentido más general un masal (hebr.) que
puede significar «proverbio», «acertijo», o, en la terminología sinóptica, una «parábola».
Este comentario quizás se base en una tradición como la descrita en Mc 4,10-12. El
discurso parabólico evita que los «de fuera» comprendan y se arrepientan, a la vez que
resulta claro para los discípulos. La imagen del pastor aparece también en los sinópticos:
(a) la multitud se compara a ovejas sin pastor (Mc 6,35); (b) la parábola de la oveja
perdida es una respuesta a las críticas de los fariseos acerca de la proximidad de Jesús a
los pecadores en Lc 15,3-7; (c) los creyentes son comparados a ovejas que deben
prevenirse contra los lobos (Mc 7,15, contra los falsos profetas que se originan en la
misma comunidad; 10,16); (d) los justos son «ovejas» que serán salvadas el día del
juicio (Mc 25,32-34). Cabe considerar también la rica tradición de este tema en el AT. El
Señor es el pastor de su pueblo (Gn 49,24; Sal 23). Ez 34 castiga a los líderes del
pueblo por ser malos pastores que se enriquecen a costa de las ovejas. Dejan a las
ovejas abandonadas y errantes a merced de los lobos (34,1-10). El Señor promete
intervenir y reunir a sus ovejas, que se hallan dispersas entre las naciones, y llevarlas a
los buenos pastos (34,11-16). Este capítulo de Ezequiel debió resultar especialmente
atractivo para Juan, puesto que concluye que el pueblo reconocerá en su pastor a Dios:
«Y sabrán que Yo Soy (ego eimi) el Señor su Dios y que ellos, los israelitas, son mi
pueblo, Oráculo del Señor. Vosotros sois mis ovejas, las ovejas que yo apaciento, y yo
soy vuestro Dios» (Ez 34,30-31 LXX). (Véase P.-R. Tragan, La parabole du «Pasteur» et
ses explications [SAns 67, Roma 19801.)
Algunos exegetas distinguen dos parábolas diferentes en los w. 1-5; (a) w. 1-3a es un
contraste de las diferentes maneras de acercarse a las ovejas. Los que no pasan por la
puerta son malvados; (b) los w. 3b-5 tratan de la relación entre el pastor y las ovejas.
Las ovejas responden solamente a la voz de su propio pastor. Para el lector que acaba
de ser informado de la ceguera de los fariseos, resulta evidente que el autor le está
aconsejando que no preste atención a las enseñanzas de los fariseos.
Jesús, la puerta y el buen pastor (10,7-18). La interpretación incorpora ambas
metáforas. Jesús es la puerta que da acceso a las ovejas (w. 7-10); y es el «buen» (=
ideal, modélico) pastor (w. 1 1-19). Cada imagen se repite dos veces.
7. yo soy la puerta del redil: En los versículos anteriores se ha identificado
implícitamente Jesús con el verdadero pastor del rebaño de Dios, identificación que hará
explícita en el v. 11. Con un repentino cambio de aplicación se identifica ahora con la
puerta del redil. La razón de ello es que ahora aplica el significado de la puerta de que
habló en el v. 1. No ha perdido de vista el hecho de que el verdadero pastor ha de
distinguirse así de los ladrones y bandidos. De esta forma, Jesús asocia consigo como
legítimos pastores del pueblo a los que han llegado al redil a través de él, es decir, a los
apóstoles y sus sucesores.
8-10. La elección de la «puerta » como símbolo mesiánico quizás se inspire en el Sal 1
19,20. Otros versículos del Sal 1 19 fueron interpretados como profecías mesiánicas en
el cristianismo primitivo (Jn 12,13; Mc 1,10; Mt 23-39). Juan insiste en que Jesús es la
única fuente de salvación. Los que vinieron antes que «l (probablemente una referencia
a los maestros judíos y a sus tradiciones) son considerados ladrones (v. 8). La
comparación con los ladrones que no pueden salvar recuerda Ez 34. Juan ha
reformulado el tema en su propio lenguaje: Jesús ha venido para que tengan vida (cf.
14,6, Jesús es «el camino, la verdad y la vida»).
8. todos los que vinieron antes: Aparte de Jesús surgieron otros dirigentes que se
acreditaron como «ladrones y bandidos» (v. 1). Por supuesto, no trata de condenar a los
dirigentes del pueblo designados por Dios en el AT. A su modo de ver, éstos no vinieron
«antes» que Él, puesto que formaban parte de la venida de Dios, cuya plenitud definitiva
es Jesús. Sólo los que entraron por cualquier medio distinto de la puerta son intrusos y
han sido reconocidos por tales.
9. Se hace una nueva aplicación de la imagen de la puerta, esta vez en relación con el
ganado, todo el que entre por mí se salvará: Lo mismo que las ovejas entran y salen del
redil únicamente por la puerta, la entrada en el redil de Dios y en los pastos de Dios sólo
es posible a través de Cristo (cf. 14,6).
10. Vuelve Jesús al contraste original: los ladrones y bandidos que no entran por la
puerta sólo vienen a robar el ganado, yo he venido para que tengan vida: Cf.
comentario a 1,4 y la tengan en abundancia: Cf. 1,16; Rom 5,20.
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• El capítulo 10 del evangelio de Juan, un capítulo dominado por la figura del buen
pastor, deber ser leído en el contexto que le corresponde para comprenderlo más a
fondo. En efecto, en el capítulo 9, se había revelado Jesús como «luz del mundo» a
través de la curación del ciego de nacimiento, y, al realizar ese milagro, puso asimismo
de relieve la ceguera espiritual de los jefes de los judíos (9,40s). Ahora bien, el Henoc
etíope -un texto apócrifo contemporáneo- describe toda la historia de Israel hasta la
venida del Mesías como una alternación de momentos de ceguera y de posesión de la
vista por parte de las ovejas, en virtud de los sucesivos representantes de Dios, los
pastores de su pueblo. Eso significa que Jesús, después de haber mostrado que tiene el
poder de devolver la vista, puede afirmar que es el único pastor que lleva las ovejas a la
salvación, el Mesías esperado.
Todo el pasaje está compuesto con materiales tradicionales y heterogéneos. En su
origen debieron figurar fragmentos inconexos y unidos sólo con sistemas mnemónicos:
eso explica la fluidez de las imágenes y la dificultad para coordinar los discursos en una
secuencia lógica. En este primera perícopa se identifica Jesús, de manera implícita, con
el pastor de las ovejas que entra en el recinto (en griego, aulé) pasando por la puerta.
Dado que el término aulé significa también el patio del templo donde se reúne el pueblo
de Dios, Jesús asume legítimamente la guía del mismo con una autoridad que le viene
de Dios, a diferencia de los «ladrones y salteadores». Como los pastores de Palestina,
que lanzaban una llamada característica para hacerse reconocer por su propio rebaño,
también Jesús conoce a sus ovejas, y estas reconocen su voz. El buen pastor las saca
fuera el Mesías guía al pueblo en un éxodo salvífico- «y las ovejas le siguen» con una
intuición segura (vv. 4s). Dado que los oyentes no le comprenden, recurre Jesús a una
nueva imagen (vv. 6-10): él es «la puerta de las ovejas», del mismo modo que es el
camino, esto es, «el único mediador entre Dios y los hombres» (1 Tim 2,5).
Quien pasa a través de su mediación encontrará la salvación, la seguridad y el
«sustento», o sea, la plenitud de la vida. La misión del pastor es precisamente ponerse
al servicio de las ovejas, en contraposición a cuantos se arrogan una autoridad sobre el
pueblo que Dios no les ha conferido (vv. 9s) y, por eso, se convierten en una
explotación egoísta, en atropello, en violencia.
www.EvangelioJuan.GiorgioZevini

El evangelista ha situado el fragmento del buen pastor, con el que «concluyen los
discursos de la fiesta de las tiendas y se introduce el discurso de la fiesta de la
dedicación», en un momento dramático del ministerio público de Jesús en Jerusalén.
Con la afirmación de que Él es la puerta de las ovejas y el buen pastor, Jesús pretende
responder a los jefes por haber expulsado al hombre de la sinagoga. El que cree, como
es el caso del hombre curado, en Jesús, Hijo del hombre y enviado por el Padre, entra, a
través de la puerta que es Cristo, en la comunidad mesiánica, en el redil de Dios que es
la Iglesia. La comunidad de los creyentes es el nuevo Israel guiado por Jesús-pastor.
El del buen pastor es un tema familiar y vivo para los creyentes: Cristo es el buen
pastor, el salvador de las ovejas que conduce a los suyos hacia los pastos celestiales en
la casa del Padre. La fuente que inspira todo el capítulo es la teología pastoral del
Antiguo Testamento y del judaísmo (cf. Sal 23; Ez 34; Enoc etíope 89s) y no el
gnosticismo o la vida pastoril palestinenses. Nos encontramos, pues, ante un discurso
revelador en dos tiempos -misterioso y enigmático el primero; claro y manifiesto el
segundo-, ambientado en el marco histórico de Jesús, que habla en el templo de su obra
de salvación y anuncia también la entrega de sí mismo por la humanidad.
La totalidad del capítulo se divide en dos fragmentos: 10,1-21 y 10,22-42. El primero se
desarrolla al final de la fiesta de las tiendas y tiene este esquema: a) Presentación
enigmática de la puerta y del pastor (10,1-6); b) Interpretación del discurso simbólico
(10,7-18): Jesús es la puerta de las ovejas (10,7-10) y el buen pastor (10,11-18); c)
Diferentes reacciones de los que le escuchan (10,19-21). La perícopa del buen pastor
describe así el origen de la nueva comunidad mesiánica, cuyos discipulos están
representados por el ciego de nacimiento.
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Juan 10:1-10. Un resumen


Jesús usa dos metáforas para describirse a sí mismo en este pasaje. Es el pastor que
entra por la puerta que abre el portero (v. 2-6), y es la puerta por la que las ovejas
entran a la salvación y van a buscar pasto (v. 7-9).
Jesús dice que ladrones entran en el rebaño de otra manera (v. 1). Los ladrones y
bandidos son “Todos los que antes de mí vinieron” (v. 8), y “no vienen sino para hurtar,
y matar, y destruir” (v. 10).
Estas metáforas nos pueden confundir si las tratamos como alegóricas y les ponemos
significados precisos. Si Jesús es el pastor que entra por la puerta, ¿cómo puede ser la
puerta también? Si los ladrones son fariseos, ¿hay también otros ladrones? Debemos
aceptar un poco de ambigüedad aquí. Jesús es el pastor – ésta es una imagen valida –
pero también es la puerta – otra imagen valida. No ganamos nada por juntar las dos
imágenes forzosamente. Los fariseos son ladrones, pero no son los únicos ladrones.
Existían otros en la iglesia cuando este Evangelio fue escrito a finales del siglo primero –
y, aún hoy, existen ladrones en la iglesia.
A veces nos referimos a la clerecía ordenada como pastores. Hay otros pasajes que
apoyan esta terminología (Juan 21:15-19; Actos 20:28-29 y 1 Pedro 5:2-3) pero Juan
10 no lo hace. Versículos 11-18, que van más allá de esta lección del Evangelio,
enfatizan la naturaleza cristologiíta de este pasaje, y el error que es aplicar estas
imágenes a nadie más que a Cristo.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Juan 10:1-6. Jesús como el buen pastor


“De cierto, de cierto (griego: amen amen) os digo” (v. 1). “Amen” expresa una
fuerte afirmación de aquello que se dice. En el Evangelio de Juan Jesús usa el doble
amen 23 veces para enfatizar lo que quiere decir (en los Sinópticos, Jesús siempre usa
un amen singular). En este Evangelio, el doble amén “nunca comienza un discurso sino
que siempre sigue alguna enseñanza previa. Indica que la siguiente declaración es
importante y, también, que está relacionada de alguna manera con la previa. Este
pasaje, por lo tanto, se debe comprender por medio de las fuertes relaciones que tiene
con la historia del hombre ciego que pudo ver” (Morris, 446).
“El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, más sube por otra
parte, el tal es ladrón y robador” (v. 1). Esto recuerda a Ezequiel 34:11, 15-16,
cuando Dios regañó a los pastores de Israel (líderes religiosos) por alimentarse a sí
mismos en vez de alimentar a sus rebaños. Dios cesó su explotación y tomó el papel de
pastor. Jeremías 23:1-4 tiene el mismo énfasis. El Antiguo Testamento incluye un
número de referencias a Dios como pastor y a la gente como el rebaño (Salmo 23:1;
77:20; 79:13; 80:1; 95:7; 100:3, Isaías 40:11).
Mucha de Judea era pobre, de terreno rocoso mejor diseñado para pastar que para
cultivar. Por eso, ser pastor era una ocupación común. La colección de lana era
importante y a veces los pastores trabajaban con las mismas ovejas varios años,
desarrollando una fuerte relación con ellas.
“Las ovejas oyen su voz: y a sus ovejas llama por nombre” (vv. 3-4). “Las
propias” (vv. 3-4) refleja la naturaleza personal de la relación entre el pastor y sus
ovejas. Ser pastor no es solo un trabajo para él y las ovejas son más que una posesión.
“Por nombre” (v. 3). “El concepto de nombrar era extremadamente importante para los
escritores bíblicos, ya que los nombres eran declaraciones de seres vivientes. Cuando
Adán nombro las criaturas y a Eva, identificó a cada uno por su naturaleza (Gen 2:18-
23). Además, cambios de nombres como el de Abran a Abraham y de Jacob a Israel
identificaban algún cambio en la naturaleza o en las circunstancias de una persona (cf.
Gen 17:4-7; 32:26-30)” (Borchet).
Es digno anotar que María Magdalena reconoce al Cristo resucitado solo cuando éste la
llama por su nombre (20:16). G.A. Smith habla de mirar pastores en Judea. “A veces
disfrutábamos nuestro descanso del mediodía al lado de uno de esos pozos de Judea a
los que tres o cuatro pastores solían ir con sus rebaños. Los rebaños se mezclaban unos
con otros, y nos preguntábamos cómo era que los pastores recogerían a sus ovejas otra
vez. Pero cuando las ovejas ya habían tomado agua y habían jugado, uno por uno los
pastores subían diferentes lados del valle, y cada uno hacía su llamada peculiar; y las
ovejas de cada uno salían del gran rebaño para seguir a su propio pastor” (G.A. Smith,
Geografía Histórica de la Tierra Santa, 210-11, citado en Beasley- Murray, 168).
“Y las saca” (v. 3). Mientras que están dentro del rebaño general, las ovejas tienen la
protección de sus paredes. Cuando el pastor las guía hacia afuera, él es su única
protección – y la única protección que necesitan si es un buen pastor.
“Esta parábola les dijo Jesús (griego: paroimian)” (v. 6). Paroimian puede ser
traducido como “término gramatical” o “proverbio” o “parábola” (O’Day, 667-668). “Esto
es lo más que Jesús se acercará a decir una parábola en este Evangelio, como los
escritores Sinópticos lo llaman” (Sloyan, 125). El autor nos dice, “mas ellos no
entendieron qué era lo que les decía” (v. 6). ¿A quiénes se refiere “ellos”? ¿A los
fariseos? ¿A los discípulos? Lo más seguro es que se refiera a los fariseos, dado que
Jesús se dirige a los fariseos en 9:41, aunque “Generalmente, el papel de malentender
en Juan se reserva para los discípulos” (Johnston, 525).
Juan 10:7-10. Jesús como la entrada o la puerta
“De cierto, de cierto os digo: Yo soy (griego: ego eimi) la puerta de las ovejas”
(v. 7). Jesús cambia la metáfora. Era el pastor, pero ahora es la entrada o la puerta.
Bruce describe la metáfora de la entrada como una parábola corta insertada en la más
larga parábola del pastor (Bruce, 225).
“Yo soy” (ego eimi – el nombre de Dios – véase Éxodo 3:14-15) la thura (puerta o
entrada – la traducción de entrada es mejor para un rebaño, el cual típicamente tiene
una puerta colgada de bisagras o simplemente una abertura). En este Evangelio, Jesús
usará “Yo soy” para identificarse a sí mismo como “el pan de vida” (6:35) – “el pan
viviente” (6:51) – “la luz del mundo” (8:12, 9:5) – “el hijo de Dios” (10:36) – “la
resurrección y la vida” (11:25) – “el camino, la verdad, y la vida” (14:6) – y la “vid
verdadera” (15:1).
A menudo, aldeas tienen un rebaño grande que pertenece a la comunidad, mantenido
por una fuerte entrada. En la región interior, sin embargo, los rebaños son mucho
menos grandiosos. En vez de una entrada bien hecha, solo tienen una abertura. En ese
caso, el pastor hace su cama en esa abertura – tapa la entrada con su cuerpo – protege
al rebaño con su vida. “En el sentido más literal, el pastor era la puerta; no había otro
acceso al rebaño excepto por él” (Barclay, 67).
“Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores” (v. 8). ¿De quién
habla Jesús? ¡Verdaderamente no debe hablar de las grandes figuras históricas de la fe!
En este Evangelio, Jesús habla positivamente de Moisés (5:45-46) y de Abrahán (8:56)
y negativamente de los líderes religiosos judíos (5:39-40, 47). Son éstos – los fariseos
que ex-comunicaron al hombre previamente ciego en capítulo 9 y los saduceos ricos –
que son los ladrones y bandidos. Las palabras de Jesús “quizá también nos recuerden al
ejemplo de los altos sacerdotes malos de los tiempos de Macabeo” que consintieron a la
profanación siria del Lugar Sagrado (Brown, 389, 392).
“Yo soy la puerta” (v. 9a). “La repetición de la frase ‘Yo soy la puerta’ (10:7, 9) pone
énfasis en la exclusividad de Jesús como el camino a la vida eterna. Es un hecho
importante en el Cuarto Evangelio que sin duda ayudó a establecer la identidad peculiar
de la comunidad Johanina, separada de la de la sinagoga” (Brueggemann, 289). Hoy, es
popular creer que hay muchas puertas o entradas igualmente válidas que dirigen a Dios.
Este versículo sugiere otra cosa. Mientras que muchos cristianos rehúsan el más mínimo
indicio de exclusividad, otros encuentran motivos para evangelizar en versículos como
éste.
Por estar alejados de asuntos de religión mundial, estamos tentados a buscar la
salvación en la psiquiatría, el libre negocio, la educación, o la ciencia y tecnología. “La
mayoría de estas instituciones…han estado a nuestro alcance suficiente tiempo para
poder evaluarlos como sistemas de salvación. Fracasan” (Snow y Furnish, 30-31). Cada
uno produce frutos buenos y malos – por ejemplo, la tecnología hace más fácil el salvar
vidas, y también matar – la educación nos hace más inteligentes pero no asegura que
no usaremos nuestra sabiduría para hacer el mal.
“El que por mí entrare, será salvo” (v. 9b). Ese es el propósito del rebaño – proveer
un lugar seguro en un mundo peligroso. Protege las ovejas de ladrones y predadores y
las salva de su propia ridiculez.
“Y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (v. 9c). Esto concuerda con las palabras
anteriores de Jesús con las que él ofrece “agua viva” – “una fuente de agua que salte
para vida eterna” (4:10, 14) y “comida que á vida eterna permanece” (6:27). El
encontrar alimento es el propósito por alejarse del rebaño general. Las ovejas en el
rebaño comen paja – la cosecha del año pasado – seca y sin sabor. Para encontrar
pastos verdes y agua corriente fresca, deben dejar el rebaño grande. La puerta de Jesús
les dirige a los buenos pastos.
“El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir” (v. 10a). El ladrón solo
se enfoca en satisfacer sus propias necesidades, y se preocupa poco por el bien de los
demás.
“Gracia y seguridad falsa y pastores imaginarios abundan, y también abundan puertas
que guían a lugares equivocados” (Marty, 427). Los fariseos de 9:41 son un ejemplo de
ladrones y bandidos, pero no faltan otros. Jesús nos avisa de los falsos profetas (Mateo
7:15-23). Cuando este Evangelio fue escrito, tarde en el siglo primero, la iglesia estaba
luchando con anticristos (1 Juan 2:18-22) y falsos profetas (1 Juan 4:1-6). Hechos
20:29-35 nos cuenta de lobos salvajes que no perdonarán al rebaño. Phil. 3:18-19 avisa
de muchos, que suponen ser miembros de la iglesia, que “son enemigos de la cruz de
Cristo.” 1 Pedro 5:1-5 les exige a los ancianos que “Apacentad la grey de Dios que está
entre vosotros, teniendo cuidado de ella… no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo
pronto.”
No nos faltan ejemplos de ladrones y bandidos en la iglesia hoy. La iglesia sufre de tele-
evangelistas que prometen riquezas para las ovejas pero se quedan con las riquezas
para sí mismos. Un amigo mío se deshonró e hirió a su congregación al involucrarse en
una ilícita relación sexual. La Iglesia Católica ha sufrido por los pecados de algunos curas
perdidos. Cada predicador se siente tentado a llenar los bancos de la iglesia, diciéndole a
la gente lo que quiere oír en vez de lo que necesita oír. Todos éstos son “ladrones y
bandidos” que “roban y matan y destruyen” – roban lo que no les pertenece – matan la
confianza de aquéllos que creían en ellos – y destruyen la fe.
Nosotros, a los que se nos confía la Palabra y el Sacramento, siempre necesitamos
recordar que el demonio, que Jesús llama un asesino (8:44), trabaja muy duro para
hundirnos. Nada sirven los propósitos de Satanás mejor que clerecía perdida. Siempre
debemos estar listos para actuar contra la tentación, no vaya a ser que en un momento
dado nos encontremos entre los ladrones y bandidos.
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”
(griego: perisson) (v. 10). En contraste con el ladrón, Jesús se enfoca en el bienestar
del rebaño. Sea yendo o viniendo, el rebaño de Jesús está seguro y bien alimentado.
Tienen vida, y la tienen en abundancia (perisson). “El perisson griego significa ‘eso que
va más allá de la necesidad.’ Juan quería que todos sus lectores supieran que el regalo
de Jesús es la vida que va más allá de nuestros sueños más grandes” (Borchet).
Si queremos vivir una vida llena, nos preguntaremos, ¿qué haría Jesús? ¿Qué es lo que
Jesús querría que yo hiciera? ¿Cómo puedo serle más fiel? Al acercar nuestras vidas a la
voluntad de Jesús, él nos bendice con vida abundante. Eso no significa necesariamente
salud o riqueza. Significa abundancia, y tiene más que ver con lo que hay en nuestros
corazones, que con lo que hay en nuestras manos.
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1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los
acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final
de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu
palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura:
El evangelio de este domingo nos pone delante la figura tan familiar del Buen Pastor.
Hablando de las ovejas del redil de Dios, Jesús usa diversas imágenes para describir la
conducta de aquéllos que se ocupan del rebaño. El texto de la liturgia se extiende desde
el versículo 1 al 10. En el comentario añadimos a continuación los versículos del 11 al
18, porque contienen la imagen del “Buen Pastor” que ayuda a entender mejor el
sentido de los versículos del 1 al 10. Durante su lectura, trata de poner atención a las
diversas imágenes o semejanzas que usa Jesús para presentarse a nosotros como el
verdadero Pastor.
b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:
El texto contiene tres semejanzas ligadas entre sí:
Juan 10,1-5: La semejanza entre el salteador y el pastor
Juan 10,6-10: La semejanza de la puerta de las ovejas
Juan 10,11-18: La semejanza del buen pastor
c) El Texto: Juan 10, 1-10
3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Qué parte del texto me ha llamado más la atención?¿Por qué?
b) ¿Cuáles son las imágenes que Jesús se aplica a sí mismo?¿Cómo se las aplica y qué
significan?
c) ¿Cuántas veces, en el texto, Jesús usa la palabra vida y qué dice sobre la vida?
d) Pastor-Pastoral. ¿Será que nuestra acción pastoral continúa la misión de Jesús
Pastor?
e) ¿Cómo volver límpida nuestra mirada para poder ver al verdadero Jesús de los
evangelios?
5. Para aquéllos que desean profundizar en el tema
a) El contexto en el que fue escrito el Evangelio de Juan:
He aquí otro ejemplo de cómo fue escrito y confeccionado el evangelio de Juan. Las
palabras de Jesús sobre el Pastor (Jn 10,1-18) son como un ladrillo colocado en una
pared casi terminada. Inmediatamente antes, en Juan 9,40-41, Jesús hablaba de la
ceguera de los fariseos. Inmediatamente después, en Juan 10,19-21, vemos la
conclusión de la discusión sobre la ceguera. Y así las palabras sobre el Buen Pastor nos
enseñan cómo hacer para quitar de los ojos la ceguera. Con este ladrillo la pared queda
más fuerte y más bella.
Juan 10,1-5: La semejanza entre el salteador y el pastor
Jesús comienza su discurso con la semejanza de la puerta: “En verdad, en verdad os
digo: quien no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro
lado, es un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es pastor de las
ovejas”. Para entender esta semejanza, debemos recordar cuanto sigue. En aquel
tiempo, los pastores se ocupaban del rebaño durante el día. Cuando llegaba la noche,
llevaban las ovejas a un gran redil o recinto comunitario, bien protegido contra
salteadores y lobos. Todos los pastores de una misma región llevaban allí sus rebaños.
Había un guardián que se ocupaba del redil toda la noche. Por la mañana venía el
pastor, tocaba las palmas de las manos sobre la puerta y el guardián abría. El pastor se
acercaba y llamaba a sus ovejas por su nombre. Las ovejas reconocían la voz del pastor,
se levantaban y salían detrás de él a pastar. Las ovejas de los otros pastores oían la voz,
pero se quedaban dónde estaban, porque para ellas no era conocida la voz. Todos los
días había peligros de asaltos. Los ladrones entraban por una hendidura, quitando las
piedras del muro que rodeaba, para robar las ovejas. No entraban por la puerta, porque
allí estaba el guardián vigilando.
Juan 10, 6-10: La semejanza de la puerta de las ovejas
Aquéllos que escuchaban, los fariseos, (Jn 9,40-41), no entendían lo que significaba
“entrar por la puerta”. Entonces Jesús lo explica: “¡Yo soy la puerta!” Todos los que han
venido delante de mí son ladrones y salteadores”. ¿De quién está hablando Jesús con
esta frase tan dura? Probablemente, por su manera de hablar de los salteadores, se
refería a los jefes religiosos que arrastraban a la gente detrás de ellos, pero no
respondían a las esperanzas de la gente. No estaban interesados en el bien del pueblo,
sino más bien en su propio dinero y en sus intereses. Engañaban a la gente y la
abandonaban a su suerte. El criterio fundamental para discernir entre el pastor y el
salteador es la defensa de la vida de las ovejas. Jesús dice: “¡Yo he venido para que
tengan vida y la tengan en abundancia!” Entrar por la puerta significa imitar la conducta
de Jesús en defensa de la vida de las ovejas. Jesús pide a la gente tomar la iniciativa de
no seguir a quien se presenta como si fuese pastor, pero que no está interesado en la
vida de la gente.
b) Ampliando el tema:
i) La imagen del Pastor en la Biblia:
En Palestina la supervivencia del pueblo dependía en gran parte de la posesión de cabras
y ovejas. La imagen del pastor que guía a sus ovejas para que pasten era conocida de
todos, como hoy todos conocemos la imagen del conductor del autobús o del
maquinista. Era normal usar la imagen del pastor para indicar la función de quien
gobernaba y conducía el pueblo. Los profetas criticaban a los reyes porque eran pastores
que no se preocupaban de su grey y no la conducía a pastar (Jer. 2,8; 10,21; 23,1-12).
Esta crítica sobre los malos pastores creció en tal medida que, por culpa de los reyes, el
pueblo se vio arrastrado hacia la esclavitud (Ez 34,1-10; Zac 11,4-17).
Ante la frustración sufrida por la falta de guía por parte de los malos pastores, crecía el
deseo o la esperanza de tener, un día, un pastor que fuese verdaderamente bueno y
sincero y que imitase a Dios en el modo de conducir al pueblo. Nace así el salmo “¡El
Señor es mi pastor, nada me puede faltar! (Sal 23,1-6; Jer 48,15). Los profetas esperan
que en el futuro, Dios mismo sea el Pastor que guíe a su rebaño (Is 40,11; Ez 34,11-
16). Y espera que a partir de esto el pueblo sepa reconocer la voz de su pastor:
“¡Escuchad hoy su voz!” (Sal 95,7). Esperan que Dios venga en calidad de Juez que
juzgue a las ovejas del rebaño (Ez 34,17). Nace el deseo y la esperanza de que un día
Dios suscite buenos pastores y que el Mesías sea un pastor para el pueblo de Dios. (Jer
3,15; 23,4)
Jesús cambia esta esperanza en realidad y se presenta como el Buen Pastor, delante de
los salteadores que robaban al pueblo. Él se presenta como un Juez que, al final, juzgará
como un pastor que separa las ovejas de las cabras (Mt 25,31-46). En Jesús se cumple
la profecía de Zacarías, según el cual el buen pastor será perseguido por los malos
pastores, incomodados por la denuncia que Él hace: Hiere al pastor y se dispersará el
rebaño” (Zac 13,7). Y finalmente Jesús lo es todo: ¡es la puerta, es el Pastor, es el
cordero!
ii) La comunidad del Discípulo Amado: abierta, tolerante y ecuménica:
Las comunidades que están detrás del evangelio de Juan estaban formadas por diversos
grupos. Había en ellas judíos de mentalidad abierta, con un talante crítico hacia el
Templo de Jerusalén (Jn 2,13-22) y la ley (Jn 7,49-50). También había samaritanos (Jn
4,1-42) y paganos (Jn 12,20) que se convirtieron, ambos con los mismos orígenes
históricos y sus costumbres culturales muy diversas de las de los judíos. Aun estando
formadas por grupos humanos tan diferentes, las comunidades de Juan entendieron el
seguimiento de Jesús como una vida de amor concreto y solidario. Respetando las
recíprocas diferencias, sabían darse cuenta de los problemas de la convivencia entre
paganos y judíos, que azotaban a otras comunidades de la época (Act 15,5). Retados
por la realidad del propio tiempo, las comunidades trataban de profundizar en su fe en
Jesús, enviado del Padre que quiere que todos sean hermanos (Jn 15,12-14.17) y que
afirma: “¡En la casa de mi Padre hay muchas moradas!” (Jn 14,2). Esta profundización
facilitaba el diálogo con otros grupos. Y por consiguiente eran comunidades abiertas
tolerantes y ecuménicas (Jn 10, 16).
6. Salmo 23 (22) Yahvé es mi pastor
Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar. Me conduce a
fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas. Me guía por cañadas seguras haciendo honor
a su nombre. Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes
conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas ante mí una mesa, a la vista de
mis enemigos; perfumas mi cabeza, mi copa rebosa. Bondad y amor me acompañarán
todos los días de mi vida, y habitaré en la casa de Yahvé un sinfín de días.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén.
www.santaclaradeestella.es

• Todas las lecturas de hoy tienen como fondo la presencia de Cristo, buen pastor,
enviado por el Padre a reunir la grey. El Evangelio define también al pastor como la
«puerta» que introduce en el redil. Él es quien hace entrar en la intimidad y en la
comunión de vida con el Padre. Ésta es la orientación de toda la vida de los hombres:
volver a casa, al seno del Padre, de donde ha venido Cristo y a donde ha vuelto tras
haber realizado su misión de salvarnos.
En consecuencia, el tiempo presente es un tiempo de camino, de retorno, de búsqueda,
de nostalgia, y lodo lo que nos sucede tiene un sentido referido a la meta que debemos
alcanzar. Pues bien, el designio de Dios se presenta, justamente, como un ir a buscar a
los hombres dispersos para llevarlos a la salvación, a la vida. Y Jesús es la puerta por la
que es preciso que entremos: la puerta de la salvación, de la vida, de la esperanza. Es
todo eso y mucho, mucho más.
Sin embargo, ¡qué difícil resulta tener la humildad de reconocer su voz de verdadero
pastor, que nos invita a salir de las estrecheces de nuestro egoísmo para introducirnos
en el Reino de la verdadera libertad! Toda nuestra vida se juega en nuestra decisión de
escuchar, seguir y entrar en Jesús.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

No hay reflexión.
www.fraynelson.com

1. Ovejas y Pastores
1.1 Recuerdo haber visitado una página web de un hombre que se manifestaba ateo. Un
tipo muy inteligente y muy versado en asuntos de ciencia, filosofía e historia. Parecía
tener un arsenal inagotable de recursos de todo tipo para demostrar cuán absurda y
perniciosa es la idea de creer en un Dios. Como conclusión de todas sus invectivas
terminaba diciendo: "sólo necesita un pastor el que se cree oveja." Según su opinión,
ahí estaba el resumen de la religión: las limitaciones de nuestro ser humano nos hacen
proclives a buscar un consuelo y una explicación afuera de nosotros, o, como decía
Feuerbach: "no es Dios el que ha creado al hombre, sino el hombre el que ha creado a
Dios."
1.2 Las historias y posturas de estos ateos sirven de punto de reflexión sobre lo que
significa tener un pastor. Aquel hombre de la página web publica lo suyo y quiere que
algunos estén de acuerdo con él, pues de otro modo no gastaría tiempo en decir nada.
Quiere guiar a otros; quiere ser pastor de otros.
1.3 Por otra parte, ese mismo hombre sigue lo que él considera que es una luz, una luz
grande, una luz definitiva. Para él, la ciencia moderna es su gran luz. Está convencido de
que las respuestas están ahí, incluso las respuestas para las preguntas que no nos
hemos hecho todavía. Él piensa que todas las preguntas ya fueron hechas o que las que
no se han hecho se podrán responder de la mejor manera siguiendo esa luz de la razón
científica. Es un acto de confianza que se parece mucho a la oveja que sigue a su pastor,
porque en efecto se refiere no a las certezas que uno tiene sino a las que uno supone
que tendrá.
1.4 Leyendo cosas como la de este ateo cibernético o las de Feuerbach veo cuánto
acierto hay en la perspectiva que nos presenta Pedro en la segunda lectura de este
domingo: ovejas somos, así nos descarriemos. Al fin y al cabo, una oveja descarriada
sigue siendo oveja, sólo que esta vez se trata de una oveja atraída por algún pasto
sabroso, o un paisaje ameno, o un arroyo fresco, o tal vez por el ejemplo de otra oveja.
1.5 El mensaje cristiano, entonces, puede escribirse así: "Como ser humano, irás detrás
de alguna luz, algún apetito, algún pastor. Todo radica en que escojas al pastor
correcto, que no sea uno que te destruya y se aproveche de ti, sino uno que te ame y
defienda. Esas son las credenciales con las que se ha presentado Cristo: recíbelo, pues,
como tu pastor y señor de tu vida."
2. ¡Pónganse a Salvo!
2.1 El mismo apóstol Pedro exhorta de diversos modos a sus oyentes a que se
arrepientan y añade un llamado final: "¡Póngase a salvo de esta generación!" Esto se
parece a lo que acabamos de decir sobre escoger el pastor correcto.
2.2 La expresión "esta generación" es un poco difícil de entender porque el griego
original, "genea" alude tanto al tiempo como incluso la nación. Parece que alude ante
todo al entorno, la atmósfera que nos envuelve e induce de muchos modos a actuar de
determinadas maneras. El sentido de las palabras de Pedro no es entonces: "apártense
de estas personas" sino "sepan ser libres del ambiente que les rodea." Exhortación que
todos vemos como muy saludable no sólo para el siglo I sino para el XXI, y los que
vengan.
2.3 Hay que saber ser libres del ambiente porque hay muchas voces y hay muchísimos
pastores. Demasiadas personas quieren llevarnos detrás de sus propuestas y muchas de
esas propuestas conducen a la muerte. Son voces de los falsos pastores, los "ladrones y
bandidos" de que nos habla el evangelio en este día. Pedro, pues, nos llama a tener los
oídos atentos a la voz del verdadero y buen pastor, y no dejarnos confundir por nada ni
por nadie. Así se cumplirán en nosotros las palabras de Cristo: "Yo he venido para que
tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10,10).
***
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
1a. Lectura: Si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce quedaba curado
(Números 21, 4b-9)
Salmo: No olvidéis las acciones del Señor. (Salmo 77)
2a. Lectura: Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
(Filipenses 2, 6-11)
Evangelio: El Hijo del hombre tiene que ser levantado (Juan 3, 13-17)
1. El misterio salvífico de la Cruz
1.1 El Papa Juan Pablo nos regaló en abril de 1999 una preciosa reflexión sobre el valor
de la Cruz como insignia para el mundo. De ese mensaje entresacamos nuestra reflexión
de este día. La numeración aquí es nuestra.
1.2 “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Éstas son las palabras, este es el
último grito de Cristo en la cruz. Con esas palabras se cierra el misterio de la pasión y se
abre el misterio de la liberación a través de su muerte, que se realizará en la
Resurrección. Son palabras importantes. La Iglesia, consciente de su importancia, las ha
asumido en la liturgia de las Horas, que cada día se concluye así: “Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu”.
1.3 Hoy queremos poner estas palabras en labios de la humanidad. Hoy queremos poner
estas palabras de Cristo en labios de todos estos hombres, porque estas palabras, este
grito de Cristo sufriente, sus últimas palabras no solamente cierran; también abren.
Significan una apertura al futuro.
1.4 “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Estas palabras abren. Esperamos
que estas palabras sean también las últimas palabras para cada uno de nosotros, las
que nos abran a la eternidad.
2. La Cruz, lugar de amor y profecía
2.1 Cristo por nosotros se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2, 8).
Con estas palabras, la liturgia resume lo que aconteció en el Gólgota, hace ahora dos mil
años. El evangelista Juan, testigo ocular, narra los acontecimientos dolorosos de la
pasión de Cristo. Cuenta su dura agonía, sus últimas palabras: “Todo se ha consumado”
(cf. Jn 19, 30) y cómo un soldado romano traspasó su costado con una lanza. Del pecho
atravesado del Redentor salió sangre y agua, prueba inequívoca de su muerte (cf. Jn 19,
34) y don extremo de su amor misericordioso.
2.2 “Despreciado y evitado”. Como dijo Isaías, está Cristo en el hombre afrentado y
aniquilado en la guerra y en cualquier lugar donde triunfe la cultura de la muerte;
“triturado por nuestros crímenes” está el Mesías en las víctimas del odio y del mal de
todos los tiempos y en cualquier lugar. “Como ovejas errantes” parecen a veces los
pueblos divididos y marcados por la incomprensión y la indiferencia.
3. Luz de esperanza
3.1 Sin embargo, en el horizonte de este escenario de sufrimiento y de muerte, brilla
para la humanidad la esperanza: «A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará
(...); mi Siervo justificará a muchos». La cruz, en la noche del dolor y del abandono, es
antorcha que mantiene viva la espera del nuevo día de la resurrección. Miramos con fe
hacia la cruz de Cristo, mientras por medio de ella queremos proclamar al mundo el
amor misericordioso del Padre por cada hombre.
3.2 Sí, hoy es el día de la misericordia y del amor, el día en el que se ha llevado a cabo
la redención del mundo, porque el pecado y la muerte han sido derrotados por la muerte
salvífica del Redentor.
4. Oración
4.1 Divino Rey crucificado, que el misterio de tu muerte gloriosa triunfe en el mundo.
4.2 Haz que no perdamos el valor y la audacia de la esperanza ante los dramas de la
humanidad y ante cada situación injusta que mortifica a la criatura humana, redimida
con tu sangre preciosa.
4.3 Al contrario, haz que con renovada fuerza proclamemos: Tu cruz es victoria y
salvación, porque con tu sangre y tú pasión has redimido al mundo.
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net
Conversando con el amor
Señor, acudo a Ti para que, junto con San Miguel arcángel, vengan a mi rescate y
apacienten esas turbulencias de mi corazón para así experimentar por completo la
alegría de tenerte. Amén.
Evangelio de hoy 3 de Mayo. IV Domingo de Pascua. Juan 3,13-17 - Fiesta de la
Cruz.
Primera Lectura. Números 21,4b-9:
Salmo de hoy. Salmo 78(77)
(R). "No olviden las obras del Creador".
Segunda Lectura. Filipenses 2,6-11.
¡Aleluya, aleluya! Soy el buen pastor, dice el Señor; conozco a mis ovejas y las mías me
conocen a mí. ¡Aleluya! (Cfr Juan 10,1.10)
Evangelio de hoy - Juan 3,13-17.
Lectura del Evangelio de hoy 3 de Mayo - (IV Domingo de Pascua. La exaltación del Hijo
del hombre en lo alto de la Cruz): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: Nadie ha
subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es
necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en
Él tengan Vida eterna. Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único
para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no
envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él". Palabra
del Señor
Reflexión del Papa Francisco.
El Señor en el desierto ordena a Moisés que haga una serpiente y la ponga sobre un
asta, y le dice que quien será mordido por las serpientes y la mirará permanecerá con
vida.
Pero ¿qué es la serpiente?, La serpiente es el signo del pecado, como ya vemos en el
Libro del Génesis cuando la serpiente sedujo a Eva, proponiéndole el pecado.
Y Dios manda que se eleve el pecado como bandera de victoria. Lo que no se comprende
bien si no entendemos lo que Jesús nos dice en el Evangelio. Jesús dice a los judíos:
"Cuando habrán levantado al Hijo del hombre, sabrán que yo soy".
Por lo tanto, en el desierto se levantó el pecado, pero es un pecado que busca la
salvación, porque cura ahí. Quien es elevado ahora es el Hijo del hombre, el verdadero
Salvador, Jesucristo.
[...] El cristianismo es una persona, una persona elevada, en la Cruz, una persona que
se anonadó a sí misma para salvarnos; se ha hecho pecado. Y así como en el desierto
fue elevado el pecado, aquí ha sido elevado Dios, hecho hombre y hecho pecado por
nosotros. Y todos nuestros pecados estaban allí...
[...] No existe un cristianismo sin la Cruz y no existe una Cruz sin Jesucristo. El corazón
de la salvación de Dios es su Hijo, que tomó sobre sí todos nuestros pecados, nuestras
soberbias, nuestras seguridades, nuestras vanidades, nuestras ganas de llegar a ser
como Dios.
Por esto, un cristiano que no sabe gloriarse en Cristo crucificado no ha entendido lo que
significa ser cristiano.
Nuestras llagas, esas que deja el pecado en nosotros, sólo se curan con las llagas del
Señor, con las llagas de Dios hecho hombre, humillado, aniquilado. "Y éste es el misterio
de la Cruz.
La Cruz no es un ornamento que nosotros debemos poner siempre en las iglesias, sobre
el altar, allí. No es un símbolo que nos distingue de los demás.
La Cruz es el misterio, es el misterio del amor de Dios, que se humilla a sí mismo, se
hace «nada», se hace pecado. ¿Dónde está tu pecado? "No lo sé, tengo tantos aquí".
No, tu pecado está allí, en la Cruz. Ve a buscarlo ahí, en las llagas del Señor, tu pecado
será curado, tus llagas serán curadas, tu pecado será perdonado.
El perdón que nos da Dios no es cancelar una cuenta que tenemos con Él: el perdón que
nos da Dios son las llagas de su Hijo en la Cruz, elevado sobre la Cruz. (Homilía del
Evangelio de hoy. Santa Marta, 08 de abril de 2014)
Oración para el Evangelio de hoy.
Señor mío y Dios míos, no hay nada más grande que tu Amor por cada uno de nosotros.
Es por ello que quiero seguir abriendo mi corazón a tu Palabra, a tus acciones diarias en
mi vida.
Todos mis esfuerzos, proyectos, éxitos y fracasos, victorias y derrotadas, cobran sentido
cuando los miro a través de tu sacrificio de cruz, un sacrificio de amor que, a los ojos del
mundo parecía una derrota, pero para los que te seguimos, vimos la Gloria del Padre
abriendo su caudal de misericordia
Quiero ser una nueva creatura, nacer de nuevo en Ti, restaurar mis fuerzas con el poder
de tu Cruz y renunciar a mi vida de pecado y rechazar todo aquello que me separa de Ti.
Te amo Señor mío, amo tu Santa Cruz en la que diste tu vida por mí, la que me define y
me lleva por la auténtica senda de un cristianismo firme y verdadero. Amén.
Propósito para hoy.
Meditaré sobre mi vida de cristiano preguntándome: ¿quiero sobresalir elevando mi ego,
o dejo que sea Cristo el que se eleve a través de mis acciones?
Frase de reflexión.
"Una familia iluminada por el Evangelio es una escuela de vida cristiana. Allí se aprende
la fidelidad, la paciencia y el sacrificio". Papa Francisco
***
Jesús es la puerta del amor que no desilusiona jamás… Yo soy la puerta, el que
entra por Mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento…
Reflexión del Papa Francisco
Jesús dice que quien no entra en el corral de las ovejas por la puerta, no es el pastor. La
única puerta para entrar en el Reino de Dios, para entrar en la Iglesia es Jesús mismo.
Quien no entra en el corral de las ovejas por la puerta, sino por otra parte, es un ladrón
o un asaltante. Es uno que quiere aprovecharse es uno que quiere treparse.
También en las comunidades cristianas existen estos trepadores, ¿no?, que buscan lo
suyo… y consciente o inconscientemente aparentan entrar pero son ladrones y
asaltantes. ¿Por qué? Porque roban la gloria a Jesús, quieren la propia gloria y esto es lo
que decía a los fariseos: “Ustedes se glorifican unos a otros…”
Una religión un poco como negocio, ¿no? Yo te glorifico y tú me glorificas. Pero estos no
han entrado por la puerta verdadera. La puerta es Jesús y quien no entra por esta
puerta se equivoca. Y ¿cómo sé que la puerta verdadera es Jesús? ¿Cómo sé que esa
puerta es aquella de Jesús?
Pero, toma las Bienaventuranzas y haz aquello que dicen. Sé humilde, sé pobre, sé
manso, sé justo…”
Jesús no solo es la puerta: es el camino, es la vía. Existen tantos senderos, quizás más
convenientes para llegar, pero son engañosos, no son verdaderos: son falsos. El camino
es solo Jesús.
Pero alguno de ustedes dirá: «Padre, ¡usted es un fundamentalista!». No, simplemente
Jesús ha dicho esto: “Yo soy la puerta, Yo soy el camino” para darnos la vida.
Simplemente. Es una puerta bella, una puerta de amor, es una puerta que no nos
engaña, no es falsa. Siempre dice la verdad. Pero con ternura, con amor.
Pero nosotros siempre hemos hecho aquello que ha sido el origen del pecado original,
¿no? Tenemos ganas de tener la llave de interpretación de todo, la llave y el poder de
tomar nuestro rumbo, cualquiera que sea, de encontrar nuestra puerta, cualquiera esa
sea.
Esta es la tentación de buscar otras puertas u otras ventanas para entrar en el Reino de
Dios. Solo se entra a través de aquella puerta que se llama Jesús.
Solo se entra a través de aquella puerta que nos conduce por un camino que es un
camino que se llama Jesús y nos conduce a la vida que se llama Jesús.
Pidamos la gracia de tocar siempre aquella puerta. A veces está cerrada: estamos
tristes, estamos desconsolados, tenemos problemas en tocar, tocar aquella puerta.
No vayan a buscar otras puertas que parecen más fáciles, más cómodas, más
accesibles. Jesús no desilusiona jamás, Jesús no engaña, Jesús no es un ladrón, no es
un asaltante. (Homilía en Santa Marta, 22 de abril de 2013)
Oración de Sanación
Amado Pastor de las almas y Señor mío, quiero encontrarme Contigo en cada amanecer,
enamorarme de Ti cada día, que mi relación contigo sea cada vez más intensa y pueda
vivirte y sentirte en la oración de cada día.
Quiero estar consciente de tu presencia poderosa en mi vida, que me orientas con tus
inspiraciones y pastoreas mi vida. Ayúdame a sentir que soy una oveja valiosa de tu
redil a quien proteges con todo tu amor.
Líbrame de esos falsos pastores que sólo quieren apartarme de Ti y de tu misericordia.
Tú eres el único Pastor, el que ha entregado su vida por mí para regalarme la paz y la
salvación.
Cuando escucho tu voz en mis momentos de silencio, mi alma se derrite de gozo y
puedo reconocer tu presencia al experimentar tu ternura y al mismo tiempo tu santo
poder que envuelve todo mi ser.
Enséñame, oh Señor mío, a identificarte siempre en el grito silencioso de los más
necesitados, en los deseos frustrados de aquellos que se sienten agobiados y
desesperanzados.
Quiero crecer en el amor y para ello debo donarme en amor hacia aquellos que aún no
han entrado a tu rebaño porque, en sus innumerables pruebas de la vida, no te han
sabido encontrar.
A lo largo de toda mi historia, Tú amo se ha manifestado y me ha ayudado a alcanzar
mis sueños y por eso sé que nuca me abandonarás.
Creo en tu amor, en que me das vida en abundancia y en que nunca podré perder el
camino si escucho tu voz y la sigo con confianza. Amén
Propósito para hoy
Pensar un momento en cuáles son los talentos que tengo para agradecérselos a Dios, y
asegurarme luego que los esté usando para el bien de los míos y de los necesitados
Frase de reflexión
“Es fácil recurrir a Dios para pedirle, todos lo hacemos. ¿Cuándo aprenderemos también
a darle gracias y adorarle?”. Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx

Oración en Familia
Sacerdote: En el Evangelio de hoy, Jesús se presenta como el Pastor enviado por el
Padre para conducirnos por el camino de la vida. Pidámosle con confianza que nos lleve
hasta la casa del Padre diciendo:
Todos: Señor, condúcenos por el camino.
Papá: Te pedimos por tu Vicario, el Santo Padre Francisco para que lo llenes de tu
Espíritu.
Todos: Ayúdalo con tu fuerza y tu sabiduría a conducir al pueblo que has puesto en sus
manos, pues queremos llegar juntos al cielo.
Todos: Señor, condúcenos por el camino.
Mamá: Te pedimos por nuestra familia, para que la mantengas unida en el amor y la
armonía.
Todos: Ayuda a todos los padres de familia a imitar tu forma de conducir a tu Iglesia
para que siempre tengamos alegría en el hogar.
Todos: Señor, condúcenos por el camino.
Hijo(a): Tú que eres el Pastor, el Bueno, el que no es como los mercenarios, te pedimos
por nuestros gobernantes.
Todos: Concédeles a todos ellos la luz de tu Espíritu para ellos también aprendan a
guiar al pueblo por el camino de la justicia y la paz.
Todos: Señor, condúcenos por el camino.
Hijo(a): Te pedimos, Pastor de nuestras almas, que infundas en nosotros los mismos
sentimientos de bondad para con todos los que nos rodean.
Todos: Para que podamos también nosotros llevar alegría, bienestar y salud espiritual a
quienes lo necesitan.
Todos: Señor, condúcenos por el camino.
Hijo(a): Pastor Bueno, te encomendamos a nuestros Jóvenes, ayúdales a conducir su
vida por el camino del evangelio.
Todos: Pues sólo así encontrarán la verdadera felicidad en esta vida y en el futura.
Todos: Señor, condúcenos por el camino.
Sacerdote: Dios y Padre nuestro que con tu infinito amor resucitaste a tu Hijo amado
Jesucristo, concédenos lo que hoy con fe te hemos pedido, para que podamos ser
auténticos testigos de tu presencia en el mundo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

Jesús, después de exponer este discurso enigmático a los judíos, constata que algunos
no han comprendido el significado revelador de sus palabras. E intenta explicar el
simbolismo precedente aplicándolo a su persona. En comparación con el ladrón-
salteador, que viene a traer la mina, Jesús es la puerta de las ovejas a través de la cual
se salva el hombre (Jn 10,7-10). El, en oposición al mercenario, que abandona a las
ovejas, es el buen pastor que conoce a su rebaño y da la vida por el (10,11-18). En el
extremo opuesto hay que colocar a los falsos mesías. Estos, en vez de guiar a su rebaño
hacia Dios, han intentado alejarlo de la fuente de la vida y, de este modo, han
rechazado a Jesús. Ahora bien, las ovejas, a pesar de todo, han dejado espacio a la
palabra de Jesús, que invita a liberarse de las tinieblas y a trabajar en la luz y en la vida
(cf. 5,26-28; 8,47; 18,37). Si la finalidad del ladrón- salteador es .robar, matar y
destruir), (10,10), la de Jesús es llevar al hombre a la salvación total (3,17; 12,47), a la
vida eterna.
Jesús, en polémica con los falsos pastores, es un verdadero pastor: arriesga su vida por
las ovejas (10,11), las conoce y no permite que nadie se las arrebate, porque las ha
recibido de la mano de su Padre (10,28s). Este conocimiento entre Jesús y sus discípulos
es una presencia íntima del uno en los otros, comprensión y confidencia recíprocas,
comunión de corazones; es compenetración de amor entre el pastor y su rebaño.
Pero hay más: el amor que anima al buen pastor supera los confines del recinto judío y,
sin hacer distinciones, implica a todos los seres humanos en el mismo cuidado y en el
mismo amor, a fin de que todos puedan escuchar su voz y encontrarse en «un solo
rebaño» y en «un solo pastor» (10,16), es decir, en la realidad pospascual de la única
Iglesia de Cristo. El evangelista alude aquí a la disponibilidad y a la obediencia de fe de
todos los que creemos en Cristo.
www.catholic

La voz del Pastor. Jesús, hoy me dices que tus ovejas escuchan tu voz, la reconocen y
la siguen. Te pido, amado Jesús, que me ayudes a escuchar tu voz.
Hoy día, en el mundo, hay tanto ruido que me impide escuchar tu voz; son tantas las
voces que se levantan a mí alrededor pidiendo que las siga: mi soberbia, mi vanidad, mi
orgullo... ¿Cuáles son las voces que me acechan?, ¿sé reconocerlas y diferenciarlas de tu
voz, Jesús?
¡Ayúdame, Jesús, a conocer tan bien tu voz, que sea capaz de diferenciarla de todas las
otras voces!
También son muchos los ladrones que intentan imitar tu voz prometiéndome una vida
más cómoda; los lobos con piel de oveja que intentan atemorizarme con sus dientes; los
"verdes pastos" sintéticos de una felicidad superficial y pasajera que, lejos de calmar mi
hambre, me dejan vacío y enfermo por dentro.
Son muchos los peligros que me circundan Jesús, sin embargo, no debo temer, pues Tú
has venido para que yo tenga vida y la tenga en abundancia.
Quiero reconocer tu voz, Jesús, para ello, tengo que estar cerca de Ti, tengo que ser una
oveja con el olor a su pastor. ¡No permitas que me separe de Ti! Dame la gracia y la
fuerza que necesito para poder seguirte hasta el final.
• "Jesús es la puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un
refugio, no una prisión! La casa de Dios es un refugio, no una prisión, y la puerta se
llama Jesús. Y si la puerta está cerrada, decimos: "¡Señor, abre la puerta!". Jesús es la
puerta y nos hace entrar y salir. Son los ladrones, los que tratan de evitar la puerta: es
curioso, los ladrones siempre tratan de entrar por otro lado, por la ventana, por el
tejado, pero evitan la puerta, porque tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño
para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas. Nosotros debemos pasar por la
puerta y escuchar la voz de Jesús: si escuchamos su tono de voz, estamos seguros,
estamos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro". (Audiencia de S.S.
Francisco, 18 de noviembre de 2015). Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a dedicar 10 minutos de mi día a rezar pidiéndole a Dios que me ayude a
reconocer su voz.
www.BibliaStraubinger
1. Como expresa la perícopa de este Evangelio en el Domingo del Buen Pastor (II post
Pascua), Jesús habla aquí “a los fariseos”, continuando el discurso precedente (cf. 9, 41
y nota), cosa que debe tenerse en cuenta para entender bien este capítulo. La puerta es
Jesús (v. 7; 14, 6; cf. Sal. 117, 20 y nota). Aprisco: corral común donde varios pastores
guardan sus rebaños durante la noche.
3. ¿Quién es este portero tan importante, sino el divino Padre? Él es quien abre la
puerta a las ovejas que van hacia el Buen Pastor. Porque, así como nadie va al Padre
sino por Jesús (14, 6), nadie puede ir a Jesús si el Padre no lo elige (v. 37) y no lo atrae
(6, 44 y 65). Y nótese que Jesús no sólo es el Pastor bueno (v. 11) sino que Él es
también la puerta (v. 7 ss.). Esa puerta que el Padre nos abre, es, pues, el mismo Hijo,
porque el Padre nos lo dio para que por Él entremos a la vida (3, 16) y para que Él
mismo sea nuestra vida. Véase 1, 4; 1 Jn. 4, 9; 5, 11-13.
4 s. Las almas fieles no pueden desviarse: Jesús las va conduciendo y se hace oír de
ellas en el Evangelio y por su Espíritu. Él es la puerta abierta que nadie puede cerrar
para aquellos que custodian su palabra y no niegan su Nombre (Ap. 3, 8).
5. ¡Privilegio de los que están familiarizados con el lenguaje de Jesús! Él les promete
aquí un instinto sobrenatural que les hará reconocer a los falsos maestros y huir de
ellos. Entonces se explica que puedan “ir y venir” (v. 9), porque las Palabras del Buen
Pastor les habrán dado la libertad, después de prepararlas para ella, como lo explica
Jesús en 8, 31 ss.
8. Dice Durand: “Ladrones que roban por astucia y salteadores que se apoderan por la
violencia” (cf. Mt. 11, 12 y nota). Los tales son ladrones de gloria, porque la buscan para
sí mismos y no para el Padre como hacía Jesús (cf. 5, 43 s.; 7, 18); y salteadores de
almas, porque se apoderan de ellas y, en vez de darles el pasto de las Palabras
reveladas (v. 9) para que tengan vida divina (v. 10; 6, 64), las dejan “esquilmadas y
abatidas” (Mt. 9, 36) y “se apacientan a sí mismos”. Cf. 21, 15 ss.; Ez. 34, 2 ss.; Za. 11,
5 y notas.
http://www.ciudadredonda.org

La puerta del Reino. La comparación que nos ofrece el Evangelio de hoy nos sitúa ante
dos realidades bien diferentes, opuestas y separadas. De un lado está el aprisco. Es el
lugar donde se guarda a las ovejas. Allí encuentran refugio frente al frío y el alimento
necesario además de protección contra los animales dañinos. Fuera del aprisco es
precisamente el lugar donde están esos animales. Fuera del aprisco no hay comida.
Fuera del aprisco el frío puede ser mortal. Fuera del aprisco las ovejas están a la
intemperie. El lobo amenaza. Nada hay seguro ahí afuera. Pero la comparación de Jesús
no se centra ni en los peligros de fuera ni en las comodidades de dentro sino en la
puerta. La puerta es el paso obligado por el que las ovejas han de pasar para entrar en
el aprisco. Jesús afirma que él es la puerta o, también, que es el dueño de las ovejas.
Conoce a cada una por su nombre; las cuida, las alimenta, las protege. En oposición al
ladrón, que salta la valla y sólo entra para robar y matar, Jesús ofrece a las ovejas vida
y vida abundante.
Toda la comparación se basa, más allá de la imagen concreta, en la contraposición entre
vida y muerte. Seguir a Jesús, acercarse a él, la puerta, es encontrarse con la vida. No
entrar por esa puerta es quedarse afuera, aislado en medio de los peligros y amenazas.
No entrar supone quedarse del lado de la muerte.
Pero, ¿qué significa para nosotros hoy entrar por la puerta que es Jesús? Alguno podría
pensar que la única solución para alejarse de los peligros de los que, según dicen
algunos, está lleno el mundo sería pasar todo el día metido en la Iglesia. Ese sería el
lugar seguro. Pero se equivoca el que piensa así. Jesús deja bien claro que “Yo soy la
puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
Parece claro que entrar por la puerta que es Jesús, encontrarse con él, dejar que sea
nuestro único señor, cambia la vida de la persona. No es que cambie el lugar donde la
persona tiene que vivir. Lo que cambia es la persona y su forma de relacionarse con el
mundo. Tras pasar por la puerta que es Jesús, la persona puede entrar y salir. El mundo
ya no es un lugar amenazador y lleno de peligros. Todo el mundo se ha convertido en un
aprisco seguro donde puede encontrar pastos y vida. Teniendo a Jesús como pastor,
podemos salir del aprisco con confianza, podemos mirar la realidad de otra manera. Sin
miedo. La presencia del Resucitado llena el mundo y hace que las personas tengan vida
y vida abundante. Con Jesús el cristiano no tiene miedo a nada ni a nadie y su misma
presencia en medio del mundo es portadora de salvación para ese mundo.
Para la reflexión. Somos comunidad cristiana en medio del mundo. ¿Salimos a la calle
atemorizados porque el mundo es malo? ¿O contemplamos el mundo como creación de
Dios y lugar de la presencia de Jesús? ¿Hemos pasado por la puerta de Jesús? ¿Qué
significaría en concreto para mí pasar por la puerta que es Jesús?
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El que entra por la puerta es pastor de las ovejas.


Hay dos ideas muy profundas y trascendentes en las que nos invita a reflexionar esta
lectura: la puerta y el pastor. Si lo pensamos bien, no son sino dos aspectos de una
misma realidad que Jesús, el Hijo de Dios, viene a revelarnos. Cuando pensamos en una
puerta, imaginamos el lugar por donde se accede y se sale de un recinto. En este caso,
la puerta de un redil es el lugar por el que han de pasar todas las ovejas y todos los
animales a la entrada y salida del establo. Por ese mismo sitio entra el pastor, que no
tiene nada que esconder, ni aparentar, al que el rebaño reconoce por su voz. Todo este
movimiento ocurre con trasparencia y a la luz del día, basado en el mutuo conocimiento
y confianza. No hay sobresalto en ninguno, sino por el contrario, docilidad en el rebaño
que sabe que el pastor lo guiará donde hay pastos, agua, sombra y todo lo requerido
para su bien. Es obvio que el trato del pastor con sus ovejas es cordial, porque son
animales mansos, cuyo producto está destinado a sostener la economía familiar. Las
ovejas constituyen el patrimonio familiar encargado en custodia al buen pastor, que
sabrá responder por todas y cada una de ellas… el que entra por la puerta es pastor de
las ovejas.
El nerviosismo y el temor se apoderan del rebaño cuando alguien entra sorpresivamente
saltando en la oscuridad y no usa la puerta, porque esta es la forma en la que entran los
salteadores, los ladrones, cuya voz es además desconocida. ¿Cómo tener confianza en
quien emplea tretas y se vale de la oscuridad para cometer sus fechorías? Así, Jesús, el
Buen Pastor, no ha venido de improviso, sino que fue anunciado desde muy antiguo por
los profetas. Es el Mesías largamente esperado, el que tenía que venir; por eso su
pueblo, el pueblo de Dios lo reconoce y le oye cuando a cada uno llama por su nombre.
Jesús ha venido a traernos vida en abundancia, porque esta es la Voluntad del Padre:
que todos nos salvemos y tengamos en el Vida Eterna. No hay sospecha en Él, sino más
bien confianza, porque es portador de paz. Él ha entrado en nuestra historia por la
Puerta ancha, por la puerta principal, porque Él es el centro de la Historia, el Mesías, el
Salvador. De Su Veracidad y Su Bondad hablan las Escrituras. No hay una coma que no
se cumpla. Él será levantado en lo alto para que todo el mundo crea y creyendo se
salve. Porque la salvación está en que conozcamos al Hijo de Dios que ha venido para
salvarnos… el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
Pero Jesús, además del Buen Pastor es también la Puerta, porque hay que pasar por Él
para entrar a la Vida Eterna. ¿Qué quiere decir esto? Que hemos de conocerle, creerle y
configurarnos con Él para llegar a alcanzar las promesas de Dios. Será imposible
alcanzarlas si no le oímos y hacemos lo que nos dice. Para llegar a Dios, a quien Jesús
nos revela, hemos de pasar por el seguimiento de Jesús. En ese sentido Él es la Puerta,
el Camino, el Puente, el nexo, la bisagra. Hemos de seguir a Jesús y asegurarnos de
corresponder de tal modo a su llamado y sus exigencias, que no haya objeción alguna.
Es a través de Él que alcanzamos la Vida Eterna. No podemos obviarlo; es la puerta de
entrada. Hemos de ir a Él, lo que significa pulirnos y afinarnos de tal modo hasta estar
listo para pasar por Él. Pero también quiere decir que depende de Él y en tal sentido
hemos de pedir e implorar su Misericordia, su ayuda, su apoyo para pasar. Y dado que
depende de Él, solo hemos de quererlo mucho, porque Él nos ha dado muestras en
innumerables pasajes de su gran misericordia. Él se deja conmover por nosotros; Él
tiene “debilidad” por nosotros, así que lo que debemos hacer es pedírselo sinceramente,
con el corazón y Él nos dejará pasar… el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
Oremos: Padre Santo, te pedimos que nos hagas dóciles a nuestro Pastor, para oír su
voz y disponernos inmediatamente a hacer lo que nos dice. Que no dejemos de asistir
inmediatamente a su llamado y que aprendamos a reconocer que sin Él no somos nada,
en cambio con Él lo podemos todo. Que acudamos a Él siempre, como Él quiere de
nosotros…Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor…Amén. Roguemos al Señor… Te lo
pedimos Señor.
http://www.caminando-con-jesus.org

“El Señor es mi pastor”. Cristo es el Buen Pastor. Pero lo es de cada uno. La relación
con Cristo es personalísima. Y el tiempo pascual ha de afianzar esta relación. Ha de
afianzar la certeza y la experiencia de que “el Señor es mi pastor”. Esta es la única
seguridad, incluso en medio de las oscuridades: “no temeré ningún mal, porque Tú estás
conmigo”. ¿Cómo vivo mi relación con Cristo? ¿Mi fe se traduce en confianza?
¿Experimento el gozo de saberme cuidado?
“Porque antes andaban como ovejas perdidas, pero ahora han vuelto al Pastor y
Guardián de ustedes”. La Pascua es la celebración gozosa de haber sido encontrados por
Cristo. Perdidos como estábamos, Cristo ha salido a buscarnos por los caminos del
mundo y en esa búsqueda se ha dejado la piel: «Sus heridas os han curado». En su
búsqueda de nosotros nos ha amado «hasta el extremo» (Jn 13,1). De ahí que también
nosotros debamos imitar su ejemplo y seguir sus huellas, estando dispuestos a dejar
nuestra piel por buscar a los hombres que permanecen descarriados y perdidos.
“Yo soy la puerta. El que entra por mí salvará”. Cristo es la puerta. Él es el único
mediador. “No se nos ha dado otro nombre en quien podamos salvarnos” (Hebreos 4,
12). Es a través de esta humanidad de Cristo como llegamos al Padre y recibimos el
Espíritu. La humanidad que fue traspasada en la cruz y que ahora permanece
eternamente glorificada como la única puerta de salvación. Sólo a través de ella
recibimos vida, y vida abundante. De ahí la llamada a convertirnos y a acoger
plenamente a Cristo en nuestra vida.
• Quien evangeliza o catequiza sin una real unión con Cristo no habla en su nombre, es
un salteador, y sus palabras no producen conversión ni salvación. Jesús no habla por
hablar.
1. El que no entra por la puerta en el corral
Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de
las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante”.
La imagen supone un corral, un cercado de ovejas en el campo. Según la costumbre
Palestina, están hechos con un muro de piedra o con una simple empalizada de madera.
Un guardián, que aquí llama portero, por la importancia alegórica que va a tener la
puerta, vela durante la noche para defender el rebaño de posibles robos. Los pastores
suelen retirarse del encierro, y hasta, en ocasiones, ir a la tienda, donde les espera,
acampada, su familia.
Si el pastor tiene que entrar en el corral, entra por la puerta, que le abre el destacado
portero. En cambio, el que pretende venir para robar o hacer una venganza en las
ovejas de su vecino, ése lo hace calladamente; no entra por la puerta; entra por otra
parte. Es ladrón, que usa de astucia, y un asaltante que usa incluso de violencia. Ambas
expresiones son, de hecho, sinónimas y se utilizan para expresar el robo y bandidaje.
2. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas
Dice Jesús: “El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas”. El pastor, que entra
por la puerta del corral por la mañana, va a sacar sus ovejas. Es frecuente que en un
corral se guarden las ovejas de diversos dueños.
Dice Jesús que; “El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz.” Él llama a las suyas
por su nombre y las hace salir. El pastor, llama a sus ovejas. Estas conocen su voz y su
llamada característica. Y hasta llama a sus ovejas por su nombre. De este detalle he
sabido que hasta hoy aún es del uso de los pastores de Palestina, dar nombres a los
principales animales de su rebaño.
3. Va delante de ellas y las ovejas lo siguen
El Evangelio dice: “Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo
siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él,
porque no conocen su voz.”
Así llamadas y reagrupadas en torno suyo, las saca. Y, cuando ya están fuera, él se pone
delante de ellas, a diferencia del uso de Occidente, en que los pastores suelen ir detrás.
Y, llamándolas, nuevamente le siguen, porque conocen su voz. En Oriente, el pastor
llama de tiempo en tiempo a sus ovejas a su presencia lanzando un grito agudo. Ellas
conocen su voz y le siguen; pero, si un extraño lanza el mismo grito, se paran al punto y
levantan la cabeza, como alarmadas. Si se repite este grito, se revuelven y huyen, pues
no conocen la voz del extraño. Esto no es un adorno., sino un hecho muy real.
4. Yo soy la puerta de las ovejas
El fragmento del Evangelio dice que Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no
comprendieron lo que les quería decir. Es decir, terminada la exposición de este modo,
dice el evangelista que los oyentes, sin duda fariseos, no entendieron qué era lo que les
hablaba. Si toda parábola o alegoría exige saber qué es lo que con ello se quiere
enseñar o ilustrar, los fariseos, rectores espirituales de Israel, no podían sospechar que
ellos fuesen salteadores espirituales del rebaño que estaba guardado en el corral de
Israel. Jesús va a exponerlo.
Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que Yo soy la puerta de las ovejas”. Entonces
Jesús comienza identificándose, alegóricamente, con la puerta del corral. Este es Israel.
Él es la puerta de las ovejas. Pero el contexto exige que se refiera no a las ovejas,
Israel, que entren o salgan por él, con el valor semita que esto tiene, sino a los pastores
que se acercan o quieren regir, religiosamente, a Israel.
5. Aquellos que han venido antes de Mí son ladrones y asaltantes
Dice Jesús: “Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero
las ovejas no los han escuchado.”
La contraposición está muy acusada entre los que vinieron antes de él, y a los que las
ovejas no los oyeron; porque, siendo él la Puerta, tienen que entrar por él esos a los que
las ovejas no oyeron; pues esos ladrones del versículo 8 igual que al ladrón del versículo
0, está contrapuesto a las ovejas. Él es, pues, la puerta para ingresar, lícita, digna y
provechosamente, a regir el rebaño religioso de Israel (Juan 21:15-17). Pero sucedió
que todos los que vinieron a esta obra de rectoría religiosa eran ladrones y salteadores.
Pero, aunque vinieron con estas pretensiones, las ovejas no les oyeron. ¿Quiénes eran
éstos? Naturalmente no se refiere a la legítima autoridad del Antiguo Testamento,
puesta por Dios.
6. El que entra por Mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento
Mientras que el ladrón del rebaño no entra por la puerta del corral, porque entra
clandestinamente para perjudicar, así aquí, en cambio, siendo El la puerta, el que entra
en el rebaño de Israel por medio de Jesús, que es con su fe y autoridad, ése será salvo,
irá y vendrá, y encontrará pasto.
La frase podrá entrar y salir es un semitismo bien conocido, con el que se expresa las
libres idas y venidas en la vida ordinaria, con el buen suceso o éxito en una empresa.
En íntima unión con esta frase parece ha de interpretarse la primera: será salvo.
Entendido de los pastores que entran al rebaño de Israel, en el contexto, este será
salvo, mejor que significar que, entrando así, no se deberá temer del juicio de Dios por
esta obra rectora (Juan 3:17; 5:24-29; 12:47; 1 Juan 2:28; 4:17), parece ser sinónimo
de los versículos posteriores, y a indicar la facilidad que encontrará en su misión y el
buen éxito de su empresa.
Por eso, encontrará alimento, pasto, el buen pasto espiritual, para su rebaño. Era
metáfora ya usada en el Antiguo Testamento para expresar una vida abundante y
garantizada (Isaías 49, 9ss; Ezequiel 34,14; Salmo 22:2).
7. Los pastores que entran al rebaño de Israel por Jesús-puerta
Y el motivo de estas facilidades en la misión de los pastores que entran al rebaño de
Israel por Jesús-Puerta, y los buenos y saludables pastos que encontrarán para sus
ovejas, es que Jesús no vino como los salteadores, que vienen para matar el ganado,
sino que vino para que tengan vida, y la tengan abundante.
Al entrar por Jesús-Puerta, reciben de Él lo que necesitan para su oficio pastoral. Y como
ellos han de dispensar al rebaño la vida eterna, que es la que Jesús dispensa, así se les
dispensará esta vida que Jesús comunica, y se la dará abundantemente, que es la vida
que generosamente da Jesús; “Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero
al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.” (Mateo 25, 29).
8. Para conducir el rebaño han de tener autoridad
En todo el relato, está clara la enseñanza de que en la Iglesia habrá pastores
secundarios del Príncipe de los pastores (“Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la
corona de gloria que no se marchita” 1 Pedro 5,4), distintos del rebaño, habilitados,
capacitados por Jesús para esta misión, y que para conducir el rebaño han de tener
autoridad y todo lo que supone este apacentamiento espiritual, que es dispensar la vida:
enseñanza, sacramentos, gobierno. Es la enseñanza latente de la jerarquía y sacerdocio
cristianos. Por el contrario, el que se acerca al rebaño sin entrar por Jesús, es ladrón y
salteador; no está capacitado por Jesús para su oficio; por eso su obra, que en el
contexto son los fariseos contemporáneos de Jesús, no es otra que venir para robar,
matar y destruir; “El ladrón no tiene sino para robar, matar y destruir. Pero Yo he
venido para que las ovejas tengan vida, y la tengan en abundancia”. La fe en Jesús, y,
en consecuencia, la vida, que sólo El dispensa.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
ORACION. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay oración. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

2 Jesús, pastor y sustento de tus fieles, guía seguro y sendero de vida, tú que conoces a
todos por su nombre y nos llamas todos los días uno a uno, haznos capaces de
reconocer tu voz, de sentir el calor de tu presencia que nos envuelve, incluso cuando el
camino sea estrecho, impracticable, y la noche, profunda e interminable. Siguiéndote sin
resistencias y sin miedos, llegaremos a los prados que verdean, a las fuentes frescas de
tu morada, donde nos harás beber y reposar. www.santaclaradeestella.es
3 Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén. www.ocarm.org
4 ¡Padre y Portero nuestro! Hoy toco tu puerta como oveja descarriada en busca de su
buen Pastor. Me hablas muchas veces y mis entretenimientos no me permiten
escucharte, estoy «envuelto» en ellos y mis oídos solo están para lo mundano. Cuántas
veces vuelvo a seguirte porque conozco tu voz, pero llega la «tentación» y acepto al
pastor engañador, ladrón y bandido. Por tu gracia Señor mío hazme salvo, acéptame en
tu redil, quiero ser tu oveja ejemplar, obediente y libre. Te lo pido por Jesucristo mí
Buen Pastor, tu hijo amado. Oh María enséñame tu silencio, para siempre estar atento a
la voz de mi Señor. Amén www.dario.res
5 Jesús, buen pastor, tú nos propusiste un designio de salvación y de amor que tiene su
cima en el acontecimiento de tu cruz y resurrección. Un proyecto y una misión entre los
hombres que tiene como protagonistas al Padre, al Espíritu y a ti. Y manifestaste ese
amor en la obediencia total y filial al designio del Padre y en la libre entrega del Espíritu
a los hombres.
Jesús, rostro del Padre, guía con mano fuerte a la comunidad cristiana de hoy, a pesar
de los peligros y las dudas, en medio de las ambigüedades de la historia, para que vea
en ti al único buen pastor y siga tus enseñanzas. Haz que cada uno de nosotros tenga
en ti un modelo perfecto para imitar; que reconozca en ti el amor con el que entregaste
tu vida por nosotros. Haz que nosotros también seamos capaces de entregar nuestra
vida por los hermanos y las hermanas. www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Nuestro Señor nos ha dicho que es la puerta del redil. ¿Cuál es ahora el redil cuya
puerta es Cristo? Es el corazón del Padre. Cristo es precisamente la amable puerta que
nos ha abierto de par en par este amable corazón, antes cerrado a todos los hombres.
En este redil se han reunido todos los santos. El pastor es el Verbo eterno; la puerta es
la humanidad de Cristo. Por las ovejas de este redil entendemos ahora las almas
humanas, aunque también las naturalezas angélicas pertenecen a él. El Verbo eterno ha
abierto el camino en este amable redil a todas las criaturas razonables, y es el
verdadero y buen pastor del rebaño. Pero el ostiario, el guardián de esta casa, es el
Espíritu Santo.
¡Oh, con cuánto amor y con cuánta bondad abre esta puerta, este corazón paterno, y
abre a todos siempre el tesoro escondido, la intimidad y la riqueza de esta casa! ¡Nadie
puede imaginar ni comprender cuan abierto y bien dispuesto está Dios, cuan acogedor y
cuan sediento, y cómo corre a nuestro encuentro en todo instante y a toda hora [...]!
El guardián saca fuera sus propias ovejas, y el pastor las lleva fuera, llamándolas por su
nombre, va delante de ellas y ellas le siguen. ¿Adonde? Al redil, al corazón del Padre,
donde está su morada, su ser, su reposo. Ahora bien, todos los que quieran incorporarse
deben pasar por la puerta que es Cristo en su humanidad. Éstas son sus ovejas, que
tienen como meta y sólo buscan a Dios, única y exclusivamente en sí mismo, y ninguna
otra cosa que no sea su honor y su voluntad (Juan Taulero, Il Sermoni, Milán 1997, pp.
287s, passim [existe edición castellana de sus Obras, Fundación Universitaria Española,
Madrid 1984]). www.santaclaradeestella.es
Cuando llega el tiempo de la brisa de primavera, cuando en los campos, en los prados,
en los caminos empiezan a esparcir una abundante prole los rebaños fecundos, el buen
pastor, corriendo de manera ansiosa de aquí para allá, busca, reúne y recoge los tiernos
corderos y los lleva alegre en torno al cuello, sobre los hombros, en los brazos, para
ponerlos a todos a salvo, para llevarlos a rediles seguros. Aquel que es el único bueno,
el único pastor, el único Pastor de los pastores, «ofrece la vida por sus ovejas» (Jn
10,15). Cuando ve que acecha el peligro sobre las ovejas, ese pastor, al no poder
defender al rebaño, prefiere morir antes que ver que se produce daño a sus ovejas.
El pastor no se alejó de las ovejas ni las abandonó a los lobos, aunque las entregara a
los lobos, puesto que les concedió aplastar a los salteadores de tal suerte que vivan
después de haber muerto, resucitar aunque hayan sido desgarradas, brillar con la
púrpura real, bautizadas en su sangre. Así, el buen pastor, cuando ofreció su vida por
las ovejas, no las perdió; protegió a las ovejas, no las dejó, sino que las transformó; a
través del camino de la muerte las llamó y las condujo a los pastos de la vida (Pedro
Crisólogo, Sermo 40, 1-5; edición italiana, Sermoni, Milán-Roma 1996, 285-289).
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.


Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «El Señor es mi pastor, nada me falta»
(Sal 23,1).
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Yo he venido para dar vida a los
hombres y para que la tengan en plenitud» (v. 10).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
¿Quién es Jesús? Jesús es el buen pastor. Es el mismo Señor quien nos invita a que lo
pensemos así: como una figura extremadamente amable, dulce, próxima. Sólo podemos
atribuir al Señor expresarse con una bondad infinita. Presentándose con este aspecto,
repite la invitación del pastor: establece una relación que sabe de ternuras y de
prodigios. Conoce a sus ovejitas y las llama por su nombre. Como nosotros somos de su
rebaño, resulta fácil la posibilidad de corresponder que antecede a la misma petición que
le presentamos. Él nos conoce y nos llama por nuestro nombre; se acerca a cada uno de
nosotros y desea hacernos llegar a una relación afectuosa, filial, con él. La bondad del
Señor se manifiesta aquí de una manera sublime, inefable [...].
El Cristo que llevamos a la humanidad es el «Hijo del nombre», como él mismo se llamó.
Es el primogénito, el prototipo de la nueva humanidad, es el Hermano, el Compañero, el
Amigo por excelencia. Sólo de él puede decirse, con toda verdad, que «conocía todo lo
que hay en el hombre» (Jn 2,25). Es el enviado por Dios no para condenar al mundo,
sino para salvarlo. Es el buen pastor de la humanidad. No hay valor humano que no
haya respetado, ensalzado y rescatado. No hay sufrimiento humano que no haya
comprendido, compartido y valorado. No hay necesidad humana -con excepción de las
imperfecciones humanas- que no asumiera y probara en sí mismo y propusiera a la
inventiva y a la generosidad de los otros hombres como objeto de su solicitud y de su
amor, por así decirlo, como condición de su salvación (Pablo VI, Discurso del 28 de abril
de 1968). www.santaclaradeestella.es
Se dice en Juan que las ovejas oyen al pastor y conocen su voz. Los hombres, por tanto,
conocen su llamado y nuestro interior responde. ¿Es realmente así? En realidad, siento
bastante más vivamente la llamado de los otros. La suya, en realidad, no la comprendo
ni la sigo. Si esto es así, no bastara, pues, con que él nos llame, sino que será necesario
que nos dé también el oído para poder oírle. En nosotros no se encuentra solo la
hondura que le escucha, sino, por desgracia, también la contradicción que se niega a
hacerlo. Los adversarios con los que debe combatir no son exclusivamente los otros que
luchan contra él, sino nosotros mismos, que no le permitimos entrar. El lobo, ante el que
huye el mercenario, no se encuentra solo fuera, sino también dentro. El mayor enemigo
de nuestra redención somos nosotros mismos. Contra nosotros ha de luchar, en nuestro
favor, el buen pastor.
Cada vez que observamos el lento caminar de muchos hombres, tenemos la impresión
de que son como «ovejas sin pastor». El hombre esta enormemente abandonado.
Abandonado del fondo de la existencia. No es ya que escaseen de virtudes y de
conciencia las almas elegidas, las que se ocupan de los otros. Lo que aquí tratamos
viene de lo más hondo. Es la misma vida la que se abandona, porque es como es: al
alejarse de Dios, se precipita en el vacío. A este abandono no llega ninguna mano
humana. Solo Cristo lo puede vencer (R. Guardini, II Signore. Riflessioni sulla persona e
sulk, vita di Gest) Cristo, Milan 1977, 204s, passim; edicion española: El Señor, Rialp,
Madrid 1965). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

Oremos al Señor nuestro Dios, que nos ha confiado al cuidado de Jesucristo, su Hijo, el
Buen Pastor.
- Para que el papa, los obispos y todos los que tienen alguna misión pastoral sigan las
huellas de Cristo, que está en medio de nosotros como el que sirve. Roguemos al Señor.
- Para que los gobernantes, en sus deliberaciones y decisiones, estén siempre atentos a
las necesidades de sus pueblos, recogiendo sus justas aspiraciones. Roguemos al Señor.
- Para que nuestros jóvenes y los de los países de misión no tengan miedo a ser
llamados por Dios y, siguiendo el ejemplo de los apóstoles, respondan con firmeza y
confianza a la vocación. Roguemos al Señor.
- Para que todos nos sintamos responsables de la solicitud pastoral de la Iglesia.
Roguemos al Señor.
- Para todos nosotros sigamos con plena fidelidad y confianza a Jesucristo, sabiendo que
él es nuestro auténtico Pastor, y que solo por él podemos llegar al Padre. Roguemos al
Señor.
Escúchanos, Señor; que tu bondad y tu misericordia nos acompañen todos los días de
nuestra vida, hasta que lleguemos a los pastos eternos, conducidos por tu Hijo
Jesucristo, Pastor y puerta del rebaño, que vive y reina por los siglos de los siglos.
• Oremos con la más plena confianza a Jesús, nuestro Buen Pastor, porque él se cuida
de las necesidades de todos los que le siguen. Y digamos:
R/ Señor, guíanos por el camino recto.
Por los pastores y ministros de la Iglesia (Papa, obispos, sacerdotes y diáconos), para
que tomen a Cristo como su modelo, y guíen con valentía al pueblo de Dios al reino de
justicia y de amor, roguemos al Señor:
R/ Señor, guíanos por el camino recto.
Por todos los cristianos del mundo, para que lleguen a ser un pueblo santo de Dios; por
los que han perdido la fe, para que nuestra vida cristiana sea tan creíble que les inspire
volver a Cristo, roguemos al Señor:
R/ Señor, guíanos por el camino recto.
Por los que trabajan en tareas de formación cristiana, para que sepan claramente a
dónde se encaminan, y para que guíen a sus encomendados por caminos de vida,
compromiso y entrega a Dios y a los hermanos, roguemos al Señor:
R/ Señor, guíanos por el camino recto.
Por los líderes de las naciones, para que promuevan siempre la libertad y dignidad del
hombre, y coloquen la justicia y la calidad de vida por encima de la ganancia económica
personal y del poder, roguemos al Señor:
R/ Señor, guíanos por el camino recto.
Por nuestros jóvenes y por los jóvenes-adultos, para que tengan el valor de ser y
sentirse totalmente libres para el trabajo del Señor si él les llama a tareas especiales en
la Iglesia, roguemos al Señor:
R/ Señor, guíanos por el camino recto.
Señor Jesucristo, te confiamos a ti todas estas preocupaciones. Y no te olvides de
nosotros, pues contamos contigo, Pastor y Señor nuestro, por los siglos de los siglos.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales y que la


actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor Dios, Padre nuestro: Tu Hijo y Buen Pastor Jesucristo prepara para nosotros la
mesa de la eucaristía; nos llama ahora a cada uno por nuestro nombre para que
compartamos su banquete con Él. Nosotros sólo podemos traer pan y vino ante ti. Él se
nos entregará a sí mismo. Que él nos conduzca a tu propia casa; y, mientras tanto,
ayúdanos en nuestro caminar a compartir nuestra comida unos con otros con bondad,
esperanza y justicia, en el nombre de Jesucristo nuestro Señor.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

• La forma más profunda por la que podemos encontrar ahora a Jesús nuestro Señor es
en los signos de pan y vino de la celebración eucarística. Aquí Él se nos da como
alimento para el camino. Con alegría damos gracias al Padre.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio Pascual IV. La restauración del universo por el misterio pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha
sido inmolado.
Porque, demolida nuestra antigua miseria, fue reconstruido cuanto estaba derrumbado y
renovada en plenitud nuestra vida en Cristo.
• Gracias, Jesús, por mostrarme una vez qué hermoso es el camino de la Luz. Quiero
avanzar por ese camino de la mano de tu Madre, la Sierva humilde y pura a quien se le
reveló la grandeza del amor de Dios. Quiero, Señor, ser portador de la luz verdadera
para mi familia, mis amigos y para todos aquellos con los que pueda compartir la
inmensa alegría de creer en Ti. Amén
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y
también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria
diciendo sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.

Guiados por Jesucristo, nuestro Buen Pastor, pedimos a nuestro Padre del cielo que nos
dé el pan de cada día para nutrir nuestros cuerpos y también el pan de vida de la
eucaristía para alimentar nuestro espíritu.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no
tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, nuestro Buen Pastor. Él nos llama a cada uno de nosotros por nuestro
nombre y nos invita a participar en su banquete, para darnos vida a tope. Dichosos
nosotros si le escuchamos y le seguimos.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión
Ha resucitado el Buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su
rebaño. Aleluya.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Pastor bueno, vela compasivo sobre tu rebaño y conduce a los pastos eternos a las
ovejas que has redimido con la sangre preciosa de tu Hijo. Él, que vive y reina por los
siglos de los siglos.
Señor Dios nuestro, Pastor eterno de tu pueblo: ¡Qué bueno poder oír la voz de tu Hijo,
Jesucristo nuestro Buen Pastor, y recibirle como alimento de vida! Que él nos conduzca
a un valle de paz donde nosotros también aprendamos de Él a llamarnos unos a otros
por nuestro nombre, a tener tiempo y espacio para todos y a dar no solamente regalos,
sino a darnos a nosotros mismos, para que otros vivan y sean libres. Que esto sea una
prenda y promesa de la alegría de tu eterno hogar. Te lo pedimos en el nombre de
Jesucristo, el Señor.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

1
Se puede utilizar la fórmula de la bendición solemne. Tiempo pascual
Dios, que por la resurrección de su Unigénito os ha redimido y adoptado como hijos, os
llene de alegría con sus bendiciones.
R. Amén.
Y ya que por la redención de Cristo recibisteis el don de la libertad verdadera, por su
bondad recibáis también la herencia eterna.
R. Amén.
Y, pues confesando la fe habéis resucitado con Cristo en el bautismo, por vuestras
buenas obras merezcáis ser admitidos en la patria del cielo.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros y os acompañe siempre.
2
Hermanos: En esta celebración eucarística hemos crecido en amor y confianza en Jesús,
nuestro Buen Pastor. Por medio de Él hemos crecido también en confianza unos con
otros y en un sentido de pertenencia y comunidad.
Cuando nuestro Pastor nos reúne, qué otra cosa podemos hacer sino darnos cuenta de
que pertenecemos, todos juntos, al pueblo de Dios y de que, como nuestro Señor,
tenemos que vivir los unos para los otros. Que ojalá sepamos poner esto en práctica
estos días pascuales.
Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda
sobre nosotros y nos acompañe siempre.
Amén
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Papa Francisco
REGINA COELI, Domingo 7 de mayo de 2017.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de este domingo, (cf. Jn 10, 1-10), llamado "el domingo del buen
pastor", Jesús se presenta con dos imágenes que se complementan la una con la otra.
La imagen del pastor y la imagen de la puerta del redil.
El rebaño, que somos todos nosotros, tiene como casa un redil que sirve como refugio,
donde las ovejas viven y descansan después de las fatigas del camino. Y el redil tiene un
recinto con una puerta, donde hay un guardián.
Al rebaño se acercan distintas personas: está quien entra en el recinto pasando por la
puerta y quien «sube por otro lado» (Jn 10, 1).
El primero es el pastor, el segundo un extraño, que no ama a las ovejas, quiere entrar
por otros intereses. Jesús se identifica con el primero y manifiesta una relación de
familiaridad con las ovejas, expresada a través de la voz, con la que las llama y que
ellas reconocen y siguen (cf. Jn 10, 3). Él las llama para conducirlas fuera, a los pastos
verdes donde encuentran buen alimento.
La segunda imagen con la que Jesús se presenta es la de la «puerta de las ovejas» (Jn
10, 7). De hecho dice: «Yo soy la puerta: si uno entra por mí, estará a salvo» (Jn 10, 9),
es decir tendrá vida y la tendrá en abundancia (cf. Jn 10, 10).
Cristo, Buen Pastor, se ha convertido en la puerta de la salvación de la humanidad,
porque ha ofrecido la vida por sus ovejas. Jesús, pastor bueno y puerta de las ovejas, es
un jefe cuya autoridad se expresa en el servicio, un jefe que para mandar dona la vida y
no pide a los otros que la sacrifiquen.
De un jefe así podemos fiarnos, como las ovejas que escuchan la voz de su pastor
porque saben que con él se va a pastos buenos y abundantes. Basta una señal, un
reclamo y ellas siguen, obedecen, se ponen en camino guiadas por la voz de aquel que
escuchan como presencia amiga, fuerte y dulce a la vez, que guía, protege, consuela y
sana.
Así es Cristo para nosotros. Hay una dimensión de la experiencia cristiana que quizá
dejamos un poco en la sombra: la dimensión espiritual y afectiva.
El sentirnos unidos por un vínculo especial al Señor como las ovejas a su pastor. A veces
racionalizamos demasiado la fe y corremos el riesgo de perder la percepción del timbre
de esa voz, de la voz de Jesús buen pastor, que estimula y fascina.
Como sucedió a los dos discípulos de Emaús, que ardía su corazón mientras el
Resucitado hablaba a lo largo del camino. Es la maravillosa experiencia de sentirse
amados por Jesús. Haceos una pregunta: "¿Yo me siento amado por Jesús? ¿Yo me
siento amada por Jesús?". Para Él no somos nunca extraños, sino amigos y hermanos.
Sin embargo, no es siempre fácil distinguir la voz del pastor bueno. Estad atentos.
Está siempre el riesgo de estar distraídos por el estruendo de muchas otras voces.
Hoy somos invitados a no dejarnos desviar por las falsas sabidurías de este mundo, sino
a seguir a Jesús, el Resucitado, como única guía segura que da sentido a nuestra vida.
En esta Jornada Mundial de oración por las vocaciones –en particular por las vocaciones
sacerdotales, para que el Señor nos mande buenos pastores– invocamos a la Virgen
María: Ella acompañe a los diez nuevos sacerdotes que he ordenado hace poco.
He pedido a cuatro de ellos de la diócesis de Roma que se asomen para dar la bendición
junto a mí.
La Virgen sostenga con su ayuda a cuantos son llamados por Él, para que estén
preparados y sean generosos en el seguir su voz.
Viaje apostólico a Egipto, 28-29.IV.17
Encuentro con el clero, los religiosos, las religiosas y los seminaristas. Sábado
29 de abril de 2017.
Beatitudes, queridos hermanos y hermanas:
Al Salamò Alaikum! (La paz esté con vosotros).
«Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Cristo ha
vencido para siempre la muerte. Gocemos y alegrémonos en él».
Me siento muy feliz de estar con vosotros en este lugar donde se forman los sacerdotes,
y que simboliza el corazón de la Iglesia Católica en Egipto. Con alegría saludo en
vosotros, sacerdotes, consagrados y consagradas de la pequeña grey católica de Egipto,
a la «levadura» que Dios prepara para esta bendita Tierra, para que, junto con nuestros
hermanos ortodoxos, crezca en ella su Reino (cf. Mt 13, 13).
Deseo, en primer lugar, daros las gracias por vuestro testimonio y por todo el bien que
hacéis cada día, trabajando en medio de numerosos retos y, a menudo, con pocos
consuelos. Deseo también animaros. No tengáis miedo al peso de cada día, al peso de
las circunstancias difíciles por las que algunos de vosotros tenéis que atravesar.
Nosotros veneramos la Santa Cruz, que es signo e instrumento de nuestra salvación.
Quien huye de la Cruz, escapa de la resurrección. «No temas, pequeño rebaño, porque
vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino» (Lc 12, 32).
Se trata, por tanto, de creer, de dar testimonio de la verdad, de sembrar y cultivar sin
esperar ver la cosecha. De hecho, nosotros cosechamos los frutos que han sembrado
muchos otros hermanos, consagrados y no consagrados, que han trabajado
generosamente en la viña del Señor. Vuestra historia está llena de ellos.
En medio de tantos motivos para desanimarse, de numerosos profetas de destrucción y
de condena, de tantas voces negativas y desesperadas, sed una fuerza positiva, sed la
luz y la sal de esta sociedad, la locomotora que empuja el tren hacia adelante,
llevándolo hacia la meta, sed sembradores de esperanza, constructores de puentes y
artífices de diálogo y de concordia.
Todo esto será posible si la persona consagrada no cede a las tentaciones que encuentra
cada día en su camino. Me gustaría destacar algunas significativas. Vosotros conocéis
estas tentaciones, porque ya los primeros monjes de Egipto las describieron muy bien.
1- La tentación de dejarse arrastrar y no guiar. El Buen Pastor tiene el deber de guiar a
su grey (cf. Jn 10, 3-4), de conducirla hacia verdes prados y a las fuentes de agua (cf.
Sal 23). No puede dejarse arrastrar por la desilusión y el pesimismo: «Pero, ¿qué puedo
hacer yo?». Está siempre lleno de iniciativas y creatividad, como una fuente que sigue
brotando incluso cuando está seca. Sabe dar siempre una caricia de consuelo, aun
cuando su corazón está roto. Saber ser padre cuando los hijos lo tratan con gratitud,
pero sobre todo cuando no son agradecidos (cf. Lc 15, 11-32). Nuestra fidelidad al
Señor no puede depender nunca de la gratitud humana: «Tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará» (Mt 6, 4.6.18).
2- La tentación de quejarse continuamente. Es fácil culpar siempre a los demás: por las
carencias de los superiores, las condiciones eclesiásticas o sociales, por las pocas
posibilidades. Sin embargo, el consagrado es aquel que con la unción del Espíritu Santo
transforma cada obstáculo en una oportunidad, y no cada dificultad en una excusa.
Quien anda siempre quejándose en realidad no quiere trabajar. Por eso el Señor,
dirigiéndose a los pastores, dice: «fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas
vacilantes» (Hb 12, 12; cf. Is 35, 3).
3- La tentación de la murmuración y de la envidia. Y esta es fea. El peligro es grave
cuando el consagrado, en lugar de ayudar a los pequeños a crecer y de regocijarse con
el éxito de sus hermanos y hermanas, se deja dominar por la envidia y se convierte en
uno que hiere a los demás con la murmuración. Cuando, en lugar de esforzarse en
crecer, se pone a destruir a los que están creciendo, y cuando en lugar de seguir los
buenos ejemplos, los juzga y les quita su valor. La envidia es un cáncer que destruye en
poco tiempo cualquier organismo: «Un reino dividido internamente no puede subsistir;
una familia dividida no puede subsistir» (Mc 3, 24-25). De hecho ?no lo olvidéis?, «por
envidia del diablo entró la muerte en el mundo» (Sb 2, 24). Y la murmuración es el
instrumento y el arma.
4- La tentación de compararse con los demás. La riqueza se encuentra en la diversidad y
en la unicidad de cada uno de nosotros. Compararnos con los que están mejor nos lleva
con frecuencia a caer en el resentimiento, compararnos con los que están peor, nos
lleva, a menudo, a caer en la soberbia y en la pereza. Quien tiende siempre a
compararse con los demás termina paralizado. Aprendamos de los santos Pedro y Pablo
a vivir la diversidad de caracteres, carismas y opiniones en la escucha y docilidad al
Espíritu Santo.
5- La tentación del «faraonismo» – ¡estamos en Egipto!–, es decir, de endurecer el
corazón y cerrarlo al Señor y a los demás. Es la tentación de sentirse por encima de los
demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar
de servir. Es una tentación común que aparece desde el comienzo entre los discípulos,
los cuales –dice el Evangelio– «por el camino habían discutido quién era el más
importante» (Mc 9, 34). El antídoto a este veneno es: «Quien quiera ser el primero, que
sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9, 35).
6- La tentación del individualismo. Como dice el conocido dicho egipcio: «Después de
mí, el diluvio». Es la tentación de los egoístas que por el camino pierden la meta y, en
vez de pensar en los demás, piensan sólo en sí mismos, sin experimentar ningún tipo de
vergüenza, más bien al contrario, se justifican. La Iglesia es la comunidad de los fieles,
el cuerpo de Cristo, donde la salvación de un miembro está vinculada a la santidad de
todos (cf. 1Co 12, 12-27; Lumen gentium, 7). El individualista es, en cambio, motivo de
escándalo y de conflicto.
7- La tentación del caminar sin rumbo y sin meta. El consagrado pierde su identidad y
acaba por no ser «ni carne ni pescado». Vive con el corazón dividido entre Dios y la
mundanidad. Olvida su primer amor (cf. Ap 2, 4). En realidad, el consagrado, si no tiene
una clara y sólida identidad, camina sin rumbo y, en lugar de guiar a los demás, los
dispersa. Vuestra identidad como hijos de la Iglesia es la de ser coptos –es decir,
arraigados en vuestras nobles y antiguas raíces– y ser católicos –es decir, parte de la
Iglesia una y universal–: como un árbol que cuanto más enraizado está en la tierra, más
alto crece hacia el cielo.
Queridos consagrados, hacer frente a estas tentaciones no es fácil, pero es posible si
estamos injertados en Jesús: «Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento
no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí» (Jn 15, 4). Cuanto más enraizados estemos en Cristo, más vivos y
fecundos seremos. Así el consagrado conservará la maravilla, la pasión del primer
encuentro, la atracción y la gratitud en su vida con Dios y en su misión. La calidad de
nuestra consagración depende de cómo sea nuestra vida espiritual.
Egipto ha contribuido a enriquecer a la Iglesia con el inestimable tesoro de la vida
monástica. Os exhorto, por tanto, a sacar provecho del ejemplo de san Pablo el eremita,
de san Antonio Abad, de los santos Padres del desierto y de los numerosos monjes que
con su vida y ejemplo han abierto las puertas del cielo a muchos hermanos y hermanas;
de este modo, también vosotros seréis sal y luz, es decir, motivo de salvación para
vosotros mismos y para todos los demás, creyentes y no creyentes y, especialmente,
para los últimos, los necesitados, los abandonados y los descartados.
Que la Sagrada Familia os proteja y os bendiga a todos, a vuestro País y a todos sus
habitantes. Desde el fondo de mi corazón deseo a cada uno de vosotros lo mejor, y a
través de vosotros saludo a los fieles que Dios ha confiado a vuestro cuidado. Que el
Señor os conceda los frutos de su Espíritu Santo: «Amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5, 22-23).
Os tendré siempre presentes en mi corazón y en mis oraciones. Ánimo y adelante,
guiados por el Espíritu Santo. «Este es el día en que actúo el Señor, sea nuestra
alegría». Y por favor, no olvidéis de rezar por mí.
REGINA COELI, Domingo 11 de mayo de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El evangelista Juan nos presenta, en este iv domingo del tiempo pascual, la imagen de
Jesús Buen Pastor. Contemplando esta página del Evangelio, podemos comprender el
tipo de relación que Jesús tenía con sus discípulos: una relación basada en la ternura, en
el amor, en el conocimiento recíproco y en la promesa de un don inconmensurable: "Yo
he venido –dice Jesús– para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10). Tal
relación es el modelo de las relaciones entre los cristianos y de las relaciones humanas.
También hoy, como en tiempos de Jesús, muchos se proponen como "pastores" de
nuestras existencias; pero sólo el Resucitado es el verdadero Pastor que nos da la vida
en abundancia. Invito a todos a tener confianza en el Señor que nos guía. Pero no sólo
nos guía: nos acompaña, camina con nosotros. Escuchemos su palabra con mente y
corazón abiertos, para alimentar nuestra fe, iluminar nuestra conciencia y seguir las
enseñanzas del Evangelio.
En este domingo recemos por los pastores de la Iglesia, por todos los obispos, incluido el
obispo de Roma, por todos los sacerdotes, por todos. En particular, recemos por los
nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma, a los que acabo de ordenar en la basílica de
San Pedro. Un saludo a estos trece sacerdotes. Que el Señor nos ayude a nosotros,
pastores, a ser siempre fieles al Maestro y guías sabios e iluminados del pueblo de Dios
confiado a nosotros. También a vosotros, por favor, os pido que nos ayudéis: ayudarnos
a ser buenos pastores. Una vez leí algo bellísimo sobre cómo el pueblo de Dios ayuda a
los obispos y a los sacerdotes a ser buenos pastores. Es un escrito de san Cesáreo de
Arlés, un Padre de los primeros siglos de la Iglesia. Explicaba cómo el pueblo de Dios
debe ayudar al pastor, y ponía este ejemplo: cuando el ternerillo tiene hambre va donde
la vaca, a su madre, para tomar la leche. Pero la vaca no se la da enseguida: parece que
la conserva para ella. ¿Y qué hace el ternerillo? Llama con la nariz a la teta de la vaca,
para que salga la leche. ¡Qué hermosa imagen! "Así vosotros –dice este santo– debéis
ser con los pastores: llamar siempre a su puerta, a su corazón, para que os den la leche
de la doctrina, la leche de la gracia, la leche de la guía". Y os pido, por favor, que
importunéis a los pastores, que molestéis a los pastores, a todos nosotros pastores,
para que os demos la leche de la gracia, de la doctrina y de la guía. ¡Importunar! Pensad
en esa hermosa imagen del ternerillo, cómo importuna a su mamá para que le dé de
comer.
A imitación de Jesús, todo pastor "a veces estará delante para indicar el camino y cuidar
la esperanza del pueblo –el pastor debe ir a veces adelante–, otras veces estará
simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones
deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados" (Exhortación apostólica
Evangelii gaudium, 13). ¡Ojalá que todos los pastores sean así! Pero vosotros
importunad a los pastores, para que os den la guía de la doctrina y de la gracia.
Este domingo se celebra la Jornada mundial de oración por las vocaciones. En el
Mensaje de este año he recordado que "toda vocación (...) requiere siempre un éxodo
de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio" (n. 2). Por
eso la llamada a seguir a Jesús es al mismo tiempo entusiasmante y comprometedora.
Para que se realice, siempre es necesario entablar una profunda amistad con el Señor a
fin de poder vivir de Él y para Él.
Recemos para que también en este tiempo muchos jóvenes oigan la voz del Señor, que
siempre corre el riesgo de ser sofocada por otras muchas voces. Recemos por los
jóvenes: quizá aquí, en la plaza, haya alguno que oye esta voz del Señor que lo llama al
sacerdocio; recemos por él, si está aquí, y por todos los jóvenes que son llamados.
HOMILÍA EN LA SANTA MISA CON ORDENACIONES PRESBITERALES
Basílica Vaticana, IV Domingo de Pascua, 11 de mayo de 2014
En la homilía el Pontífice pronunció las palabras sugeridas por el «rito de ordenación de
los presbíteros» evidenciando algunos pasajes.
Queridos hermanos, estos hijos y hermanos nuestros han sido llamados al orden del
presbiterado. Como vosotros bien sabéis, el Señor Jesús es el único sumo sacerdote del
Nuevo Testamento, pero en Él también todo el pueblo santo de Dios ha sido constituido
pueblo sacerdotal. Sin embargo, entre todos sus discípulos, el Señor Jesús quiso escoger
a algunos en particular, para que, ejercitando públicamente en la Iglesia y en su nombre
el oficio sacerdotal a favor de todos los hombres, continúen su misión personal de
maestro, sacerdote y pastor.
Después de una madura reflexión, vamos a elevar al orden de los presbíteros a estos
hermanos nuestros, para que al servicio de Cristo maestro, sacerdote y pastor, cooperen
en la edificación del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, en pueblo de Dios y templo
santo del Espíritu.
Ellos, en efecto, serán configurados con Cristo, sumo y eterno sacerdote, es decir, serán
consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento, y con este título, que
les une a su obispo en el sacerdocio, serán predicadores del Evangelio, pastores del
pueblo de Dios, y presidirán los actos de culto, especialmente en la celebración del
sacrificio del Señor.
En cuanto a vosotros, hermanos e hijos amadísimos, que vais a ser promovidos al orden
del presbiterado, considerad que ejercitando el ministerio de la sagrada doctrina seréis
partícipes de la misión de Cristo, único Maestro. Dispensad a todos esa palabra, que
vosotros mismos habéis recibido con alegría de vuestras madres, de vuestras
catequistas. Leed y meditad asiduamente la palabra del Señor para creer lo que habéis
leído, enseñar lo que habéis aprendido en la fe y vivir lo que habéis enseñado. Así, pues,
vuestra doctrina, que no es vuestra, sea alimento para el pueblo de Dios: ¡vosotros no
sois dueños de la doctrina! Es la doctrina del Señor, y vosotros debéis ser fieles a la
doctrina del Señor. Que vuestra doctrina sea, por lo tanto, alimento para el pueblo de
Dios, y el perfume de vuestra vida alegría y sostén para los fieles de Cristo, a fin de que
con la palabra y el ejemplo edifiquéis la casa de Dios, que es la Iglesia.
Y así continuaréis la obra santificadora de Cristo. A través de vuestro ministerio, el
sacrificio espiritual de los fieles se hace perfecto porque se une al sacrificio de Cristo,
que por vuestras manos y en nombre de toda la Iglesia es ofrecido de modo incruento
sobre el altar en la celebración de los santos misterios.
Reconoced, pues, lo que hacéis, imitad lo que celebráis, para que participando en el
misterio de la muerte y resurrección del Señor, llevéis la muerte de Cristo en vuestros
miembros y caminéis con Él en una vida nueva.
Con el Bautismo agregaréis nuevos fieles al pueblo de Dios; con el sacramento de la
Penitencia perdonaréis los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia. Y aquí quiero
detenerme y pediros que, por el amor de Jesucristo, jamás os canséis de ser
misericordiosos. ¡Por favor! Tened esa capacidad de perdón que tuvo el Señor, que no
vino a condenar sino a perdonar. Tened misericordia, ¡mucha misericordia! Y si os viene
el escrúpulo de ser demasiado «perdonadores» pensad en ese santo cura del que os he
hablado, que iba delante del Santísimo y decía: «Señor, perdóname si he perdonado
demasiado, pero eres tú quien me has dado el mal ejemplo». Y os digo, de verdad:
siento tanto dolor cuando encuentro gente que no va a confesarse porque ha sido
maltratada, regañada. ¡Han sentido que las puertas de las iglesias se le cerraban en la
cara! Por favor, no hagáis esto: misericordia, misericordia. El buen pastor entra por la
puerta y la puerta de la misericordia son las llagas del Señor: si vosotros no entráis en
vuestro ministerio por las llagas del Señor, no seréis buenos pastores.
Con el óleo santo daréis alivio a los enfermos; celebrando los ritos sagrados y elevando
en las diversas horas del día la oración de alabanza y de súplica, os haréis voz del
pueblo de Dios y de toda la humanidad.
Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en su favor para
atender a las cosas de Dios, ejerced con alegría y caridad sincera la obra sacerdotal de
Cristo, buscando únicamente agradar a Dios y no a vosotros mismos.
Y pensad en lo que decía san Agustín de los pastores que buscaban agradarse a sí
mismos y usaban las ovejas del Señor como alimento y para vestirse, para llevar puesto
la majestad de un ministerio que no se sabía si era de Dios. Por último, participando en
la misión de Cristo, jefe y pastor, en comunión filial con vuestro obispo, comprometeos a
unir a los fieles en una sola familia, para conducirlos a Dios Padre, por medio de Cristo
en el Espíritu Santo. Tened siempre ante los ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no
vino para ser servido, sino para servir, y para buscar y salvar lo que estaba perdido.

Papa Benedicto XVI,


Homilía en la Ordenación sacerdotal
IV Domingo de Pascua, 29 de abril de 2012. JM oración por las vocaciones
Venerados hermanos, queridos ordenandos, queridos hermanos y hermanas:
La tradición romana de celebrar las ordenaciones sacerdotales en este IV domingo de
Pascua, el domingo "del Buen Pastor", contiene una gran riqueza de significado, ligada a
la convergencia entre la Palabra de Dios, el rito litúrgico y el tiempo pascual en que se
sitúa. En particular, la figura del pastor, tan relevante en la Sagrada Escritura y
naturalmente muy importante para la definición del sacerdote, adquiere su plena verdad
y claridad en el rostro de Cristo, en la luz del misterio de su muerte y resurrección. De
esta riqueza también vosotros, queridos ordenandos, podéis siempre beber, cada día de
vuestra vida, y así vuestro sacerdocio se renovará continuamente.
Este año el pasaje evangélico es el central del capítulo 10 de san Juan y comienza
precisamente con la afirmación de Jesús: "Yo soy el buen pastor", a la que sigue
enseguida la primera característica fundamental: "El buen pastor da su vida por las
ovejas" (Jn 10, 11). He ahí que se nos conduce inmediatamente al centro, al culmen de
la revelación de Dios como pastor de su pueblo; este centro y culmen es Jesús,
precisamente Jesús que muere en la cruz y resucita del sepulcro al tercer día, resucita
con toda su humanidad, y de este modo nos involucra, a cada hombre, en su paso de la
muerte a la vida. Este acontecimiento –la Pascua de Cristo–, en el que se realiza plena y
definitivamente la obra pastoral de Dios, es un acontecimiento sacrificial: por ello el
Buen Pastor y el Sumo Sacerdote coinciden en la persona de Jesús que ha dado la vida
por nosotros.
Pero observemos brevemente también las primeras dos lecturas y el salmo responsorial
(Sal 118). El pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4, 8-12) nos presenta el
testimonio de san Pedro ante los jefes del pueblo y los ancianos de Jerusalén, después
de la prodigiosa curación del paralítico. Pedro afirma con gran franqueza: "Jesús es la
piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra
angular"; y añade: "No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a
los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos" (vv. 11-12).
El Apóstol interpreta después, a la luz del misterio pascual de Cristo, el Salmo 118, en el
que el orante da gracias a Dios que ha respondido a su grito de auxilio y lo ha puesto a
salvo. Dice este Salmo: "La piedra que desecharon los arquitectos / es ahora la piedra
angular. / Es el Señor quien lo ha hecho, / ha sido un milagro patente" (Sal 118, 22-23).
Jesús vivió precisamente esta experiencia de ser desechado por los jefes de su pueblo y
rehabilitado por Dios, puesto como fundamento de un nuevo templo, de un nuevo
pueblo que alabará al Señor con frutos de justicia (cfr. Mt 21, 42-43). Por lo tanto la
primera lectura y el salmo responsorial, que es el mismo Salmo 118, aluden fuertemente
al contexto pascual, y con esta imagen de la piedra desechada y restablecida atraen
nuestra mirada hacia Jesús muerto y resucitado.
La segunda lectura, tomada de la Primera Carta de Juan (1Jn 3, 1-2), nos habla en
cambio del fruto de la Pascua de Cristo: el hecho de habernos convertido en hijos de
Dios. En las palabras de san Juan se oye de nuevo todo el estupor por este don: no sólo
somos llamados hijos de Dios, sino que "lo somos realmente" (v. 1). En efecto, la
condición filial del hombre es fruto de la obra salvífica de Jesús: con su encarnación, con
su muerte y resurrección, y con el don del Espíritu Santo, él introdujo al hombre en una
relación nueva con Dios, su propia relación con el Padre. Por ello Jesús resucitado dice:
"Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro" (Jn 20, 17). Es una
relación ya plenamente real, pero que aún no se ha manifestado plenamente: lo será al
final, cuando –si Dios lo quiere– podremos ver su rostro tal cual es (cfr. v. 2).
Queridos ordenandos: ¡es allí a donde nos quiere conducir el Buen Pastor! Es allí a
donde el sacerdote está llamado a conducir a los fieles a él encomendados: a la vida
verdadera, la vida "en abundancia" (Jn 10, 10). Volvamos al Evangelio, y a la palabra
del pastor. "El buen pastor da su vida por la ovejas" (Jn 10, 11). Jesús insiste en esta
característica esencial del verdadero pastor que es él mismo: "dar la propia vida". Lo
repite tres veces, y al final concluye diciendo: "Por esto me ama el Padre, porque yo
entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego
libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato
he recibido de mi Padre" (Jn 10, 17-18). Este es claramente el rasgo cualificador del
pastor tal como Jesús lo interpreta en primera persona, según la voluntad del Padre que
lo envió. La figura bíblica del rey-pastor, que comprende principalmente la tarea de regir
el pueblo de Dios, de mantenerlo unido y guiarlo, toda esta función real se realiza
plenamente en Jesucristo en la dimensión sacrificial, en el ofrecimiento de la vida. En
una palabra, se realiza en el misterio de la cruz, esto es, en el acto supremo de
humildad y de amor oblativo. Dice el abad Teodoro Studita: "Por medio de la cruz
nosotros, ovejas de Cristo, hemos sido reunidos en un único redil y destinados a las
eternas moradas" (Discurso sobre la adoración de la cruz: PG 99, 699).
En esta perspectiva se orientan las fórmulas del Rito de ordenación de presbíteros, que
estamos celebrando. Por ejemplo, entre las preguntas relativas a los "compromisos de
los elegidos", la última, que tiene un carácter culminante y de alguna forma sintética,
dice así: "¿Queréis uniros cada vez más estrechamente a Cristo, sumo sacerdote, quien
se ofreció al Padre como víctima pura por nosotros, y consagraros a Dios junto a él para
la salvación de todos los hombres?". El sacerdote es, de hecho, quien es introducido de
un modo singular en el misterio del sacrificio de Cristo, con una unión personal a él, para
prolongar su misión salvífica. Esta unión, que tiene lugar gracias al sacramento del
Orden, pide hacerse "cada vez más estrecha" por la generosa correspondencia del
sacerdote mismo. Por esto, queridos ordenandos, dentro de poco responderéis a esta
pregunta diciendo: "Sí, quiero, con la gracia de Dios". Sucesivamente, en el momento de
la unción Crismal, el celebrante dice: "Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la
fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a
Dios el sacrificio". Y después, en la entrega del pan y el vino: "Recibe la ofrenda del
pueblo santo para presentarla a Dios en el sacrificio eucarístico. Considera lo que
realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz de
Cristo Señor". Resalta con fuerza que, para el sacerdote, celebrar cada día la santa misa
no significa proceder a una función ritual, sino cumplir una misión que involucra entera y
profundamente la existencia, en comunión con Cristo resucitado quien, en su Iglesia,
sigue realizando el sacrificio redentor.
Esta dimensión eucarística-sacrificial es inseparable de la dimensión pastoral y
constituye su núcleo de verdad y de fuerza salvífica, del que depende la eficacia de toda
actividad. Naturalmente no hablamos sólo de la eficacia en el plano psicológico o social,
sino de la fecundidad vital de la presencia de Dios al nivel humano profundo. La
predicación misma, las obras, los gestos de distinto tipo que la Iglesia realiza con sus
múltiples iniciativas, perderían su fecundidad salvífica si decayera la celebración del
sacrificio de Cristo. Y esta se encomienda a los sacerdotes ordenados. En efecto, el
presbítero está llamado a vivir en sí mismo lo que experimentó Jesús en primera
persona, esto es, entregarse plenamente a la predicación y a la sanación del hombre de
todo mal de cuerpo y espíritu, y después, al final, resumir todo en el gesto supremo de
"dar la vida" por los hombres, gesto que halla su expresión sacramental en la Eucaristía,
memorial perpetuo de la Pascua de Jesús. Es sólo a través de esta "puerta" del sacrificio
pascual por donde los hombres y las mujeres de todo tiempo y lugar pueden entrar a la
vida eterna; es a través de esta "vía santa" como pueden cumplir el éxodo que les
conduce a la "tierra prometida" de la verdadera libertad, a las "verdes praderas" de la
paz y de la alegría sin fin (cf. Jn 10, 7. 9; Sal 77, 14.20-21; Sal 23, 2).
Queridos ordenandos: que esta Palabra de Dios ilumine toda vuestra vida. Y cuando el
peso de la cruz se haga más duro, sabed que esa es la hora más preciosa, para vosotros
y para las personas a vosotros encomendadas: renovando con fe y amor vuestro "Sí,
quiero, con la gracia de Dios", cooperaréis con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor, a
apacentar sus ovejas –tal vez sólo la que se había perdido, ¡pero por la cual es grande la
fiesta en el cielo! Que la Virgen María, Salus Populi Romani, vele siempre por cada uno
de vosotros y por vuestro camino. Amén.
Basílica de San Pedro, IV Domingo de Pascua, 7 de mayo de 2006
Queridos hermanos y hermanas; queridos ordenandos:
En esta hora en la que vosotros, queridos amigos, mediante el sacramento de la
ordenación sacerdotal sois introducidos como pastores al servicio del gran Pastor,
Jesucristo, el Señor mismo nos habla en el evangelio del servicio en favor de la grey de
Dios.
La imagen del pastor viene de lejos. En el antiguo Oriente los reyes solían designarse a
sí mismos como pastores de sus pueblos. En el Antiguo Testamento Moisés y David,
antes de ser llamados a convertirse en jefes y pastores del pueblo de Dios, habían sido
efectivamente pastores de rebaños. En las pruebas del tiempo del exilio, ante el fracaso
de los pastores de Israel, es decir, de los líderes políticos y religiosos, Ezequiel había
trazado la imagen de Dios mismo como Pastor de su pueblo. Dios dice a través del
profeta: "Como un pastor vela por su rebaño (...), así velaré yo por mis ovejas. Las
reuniré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas" (Ez
34, 12).
Ahora Jesús anuncia que ese momento ha llegado: él mismo es el buen Pastor en quien
Dios mismo vela por su criatura, el hombre, reuniendo a los seres humanos y
conduciéndolos al verdadero pasto. San Pedro, a quien el Señor resucitado había
confiado la misión de apacentar a sus ovejas, de convertirse en pastor con él y por él,
llama a Jesús el "archipoimen", el Mayoral, el Pastor supremo (cf. 1P 5, 4), y con esto
quiere decir que sólo se puede ser pastor del rebaño de Jesucristo por medio de él y en
la más íntima comunión con él. Precisamente esto es lo que se expresa en el
sacramento de la Ordenación: el sacerdote, mediante el sacramento, es insertado
totalmente en Cristo para que, partiendo de él y actuando con vistas a él, realice en
comunión con él el servicio del único Pastor, Jesús, en el que Dios como hombre quiere
ser nuestro Pastor.
El evangelio que hemos escuchado en este domingo es solamente una parte del gran
discurso de Jesús sobre los pastores. En este pasaje, el Señor nos dice tres cosas sobre
el verdadero pastor: da su vida por las ovejas; las conoce y ellas lo conocen a él; y está
al servicio de la unidad. Antes de reflexionar sobre estas tres características esenciales
del pastor, quizá sea útil recordar brevemente la parte precedente del discurso sobre los
pastores, en la que Jesús, antes de designarse como Pastor, nos sorprende diciendo: “Yo
soy la puerta" (Jn 10, 7). En el servicio de pastor hay que entrar a través de él. Jesús
pone de relieve con gran claridad esta condición de fondo, afirmando: “El que sube por
otro lado, ese es un ladrón y un salteador" (Jn 10, 1).
Esta palabra "sube" (anabainei) evoca la imagen de alguien que trepa al recinto para
llegar, saltando, a donde legítimamente no podría llegar. "Subir": se puede ver aquí la
imagen del arribismo, del intento de llegar "muy alto", de conseguir un puesto mediante
la Iglesia: servirse, no servir. Es la imagen del hombre que, a través del sacerdocio,
quiere llegar a ser importante, convertirse en un personaje; la imagen del que busca su
propia exaltación y no el servicio humilde de Jesucristo.
Pero el único camino para subir legítimamente hacia el ministerio de pastor es la cruz.
Esta es la verdadera subida, esta es la verdadera puerta. No desear llegar a ser alguien,
sino, por el contrario, ser para los demás, para Cristo, y así, mediante él y con él, ser
para los hombres que él busca, que él quiere conducir por el camino de la vida.
Se entra en el sacerdocio a través del sacramento; y esto significa precisamente: a
través de la entrega a Cristo, para que él disponga de mí; para que yo lo sirva y siga su
llamada, aunque no coincida con mis deseos de autorrealización y estima. Entrar por la
puerta, que es Cristo, quiere decir conocerlo y amarlo cada vez más, para que nuestra
voluntad se una a la suya y nuestro actuar llegue a ser uno con su actuar.
Queridos amigos, por esta intención queremos orar siempre de nuevo, queremos
esforzarnos precisamente por esto, es decir, para que Cristo crezca en nosotros, para
que nuestra unión con él sea cada vez más profunda, de modo que también a través de
nosotros sea Cristo mismo quien apaciente.
Consideremos ahora más atentamente las tres afirmaciones fundamentales de Jesús
sobre el buen pastor. La primera, que con gran fuerza impregna todo el discurso sobre
los pastores, dice: el pastor da su vida por las ovejas. El misterio de la cruz está en el
centro del servicio de Jesús como pastor: es el gran servicio que él nos presta a todos
nosotros. Se entrega a sí mismo, y no sólo en un pasado lejano. En la sagrada Eucaristía
realiza esto cada día, se da a sí mismo mediante nuestras manos, se da a nosotros. Por
eso, con razón, en el centro de la vida sacerdotal está la sagrada Eucaristía, en la que el
sacrificio de Jesús en la cruz está siempre realmente presente entre nosotros.
A partir de esto aprendemos también qué significa celebrar la Eucaristía de modo
adecuado: es encontrarnos con el Señor, que por nosotros se despoja de su gloria
divina, se deja humillar hasta la muerte en la cruz y así se entrega a cada uno de
nosotros. Es muy importante para el sacerdote la Eucaristía diaria, en la que se expone
siempre de nuevo a este misterio; se pone siempre de nuevo a sí mismo en las manos
de Dios, experimentando al mismo tiempo la alegría de saber que él está presente, me
acoge, me levanta y me lleva siempre de nuevo, me da la mano, se da a sí mismo.
La Eucaristía debe llegar a ser para nosotros una escuela de vida, en la que aprendamos
a entregar nuestra vida. La vida no se da sólo en el momento de la muerte, y no
solamente en el modo del martirio. Debemos darla día a día. Debo aprender día a día
que yo no poseo mi vida para mí mismo. Día a día debo aprender a desprenderme de mí
mismo, a estar a disposición del Señor para lo que necesite de mí en cada momento,
aunque otras cosas me parezcan más bellas y más importantes. Dar la vida, no tomarla.
Precisamente así experimentamos la libertad. La libertad de nosotros mismos, la
amplitud del ser. Precisamente así, siendo útiles, siendo personas necesarias para el
mundo, nuestra vida llega a ser importante y bella. Sólo quien da su vida la encuentra.
En segundo lugar el Señor nos dice: “Conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,
igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre" (Jn 10, 14-15). En esta frase hay
dos relaciones en apariencia muy diversas, que aquí están entrelazadas: la relación
entre Jesús y el Padre, y la relación entre Jesús y los hombres encomendados a él. Pero
ambas relaciones van precisamente juntas porque los hombres, en definitiva,
pertenecen al Padre y buscan al Creador, a Dios. Cuando se dan cuenta de que uno
habla solamente en su propio nombre y tomando sólo de sí mismo, entonces intuyen
que eso es demasiado poco y no puede ser lo que buscan.
Pero donde resuena en una persona otra voz, la voz del Creador, del Padre, se abre la
puerta de la relación que el hombre espera. Por tanto, así debe ser en nuestro caso.
Ante todo, en nuestro interior debemos vivir la relación con Cristo y, por medio de él,
con el Padre; sólo entonces podemos comprender verdaderamente a los hombres, sólo a
la luz de Dios se comprende la profundidad del hombre; entonces quien nos escucha se
da cuenta de que no hablamos de nosotros, de algo, sino del verdadero Pastor.
Obviamente, las palabras de Jesús se refieren también a toda la tarea pastoral práctica
de acompañar a los hombres, de salir a su encuentro, de estar abiertos a sus
necesidades y a sus interrogantes. Desde luego, es fundamental el conocimiento
práctico, concreto, de las personas que me han sido encomendadas, y ciertamente es
importante entender este "conocer" a los demás en el sentido bíblico: no existe un
verdadero conocimiento sin amor, sin una relación interior, sin una profunda aceptación
del otro.
El pastor no puede contentarse con saber los nombres y las fechas. Su conocimiento
debe ser siempre también un conocimiento de las ovejas con el corazón. Pero a esto
sólo podemos llegar si el Señor ha abierto nuestro corazón, si nuestro conocimiento no
vincula las personas a nuestro pequeño yo privado, a nuestro pequeño corazón, sino
que, por el contrario, les hace sentir el corazón de Jesús, el corazón del Señor. Debe ser
un conocimiento con el corazón de Jesús, un conocimiento orientado a él, un
conocimiento que no vincula la persona a mí, sino que la guía hacia Jesús, haciéndolo así
libre y abierto. Así también nosotros nos hacemos cercanos a los hombres.
Pidamos siempre de nuevo al Señor que nos conceda este modo de conocer con el
corazón de Jesús, de no vincularlos a mí sino al corazón de Jesús, y de crear así una
verdadera comunidad.
Por último, el Señor nos habla del servicio a la unidad encomendado al pastor: “Tengo,
además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y
escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor" (Jn 10, 16). Es lo mismo que
repite san Juan después de la decisión del sanedrín de matar a Jesús, cuando Caifás dijo
que era preferible que muriera uno solo por el pueblo a que pereciera toda la nación.
San Juan reconoce que se trata de palabras proféticas, y añade: “Jesús iba a morir por
la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios
que estaban dispersos" (Jn 11, 52).
Se revela la relación entre cruz y unidad; la unidad se paga con la cruz. Pero sobre todo
aparece el horizonte universal del actuar de Jesús. Aunque Ezequiel, en su profecía
sobre el pastor, se refería al restablecimiento de la unidad entre las tribus dispersas de
Israel (cf. Ez 34, 22-24), ahora ya no se trata de la unificación del Israel disperso, sino
de todos los hijos de Dios, de la humanidad, de la Iglesia de judíos y paganos. La misión
de Jesús concierne a toda la humanidad, y por eso la Iglesia tiene una responsabilidad
con respecto a toda la humanidad, para que reconozca a Dios, al Dios que por todos
nosotros en Jesucristo se encarnó, sufrió, murió y resucitó.
La Iglesia jamás debe contentarse con la multitud de aquellos a quienes, en cierto
momento, ha llegado, y decir que los demás están bien así: musulmanes, hindúes... La
Iglesia no puede retirarse cómodamente dentro de los límites de su propio ambiente.
Tiene por cometido la solicitud universal, debe preocuparse por todos y de todos. Por lo
general debemos "traducir" esta gran tarea en nuestras respectivas misiones.
Obviamente, un sacerdote, un pastor de almas debe preocuparse ante todo por los que
creen y viven con la Iglesia, por los que buscan en ella el camino de la vida y que, por
su parte, como piedras vivas, construyen la Iglesia y así edifican y sostienen juntos
también al sacerdote.
Sin embargo, como dice el Señor, también debemos salir siempre de nuevo "a los
caminos y cercados" (Lc 14, 23) para llevar la invitación de Dios a su banquete también
a los hombres que hasta ahora no han oído hablar para nada de él o no han sido tocados
interiormente por él. Este servicio universal, servicio a la unidad, se realiza de muchas
maneras. Siempre forma parte de él también el compromiso por la unidad interior de la
Iglesia, para que ella, por encima de todas las diferencias y los límites, sea un signo de
la presencia de Dios en el mundo, el único que puede crear dicha unidad.
La Iglesia antigua encontró en la escultura de su tiempo la figura del pastor que lleva
una oveja sobre sus hombros. Quizá esas imágenes formen parte del sueño idílico de la
vida campestre, que había fascinado a la sociedad de entonces. Pero para los cristianos
esta figura se ha transformado con toda naturalidad en la imagen de Aquel que ha salido
en busca de la oveja perdida, la humanidad; en la imagen de Aquel que nos sigue hasta
nuestros desiertos y nuestras confusiones; en la imagen de Aquel que ha cargado sobre
sus hombros a la oveja perdida, que es la humanidad, y la lleva a casa. Se ha convertido
en la imagen del verdadero Pastor, Jesucristo. A él nos encomendamos. A él os
encomendamos a vosotros, queridos hermanos, especialmente en esta hora, para que
os conduzca y os lleve todos los días; para que os ayude a ser, por él y con él, buenos
pastores de su rebaño. Amén.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo A. Cuarto domingo de Pascua.
Cristo, pastor de las ovejas y puerta del redil
754 "La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo (Jn 10, 1-
10). Es también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf.
Is 40, 11; Ez 34, 11-31). Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas,
sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; El, el Buen Pastor y
Cabeza de los pastores (cf. Jn 10, 11; 1P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10,
11-15)".
764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la
presencia de Cristo" (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino" (ibid.). El
germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32), de los que Jesús
ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (cf. Mt 10, 16; Mt
26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen la verdadera familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los
que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino
también una oración propia (cf. Mt 5–6).
2665 La oración de la Iglesia, alimentada por la palabra de Dios y por la celebración de
la liturgia, nos enseña a orar al Señor Jesús. Aunque esté dirigida sobre todo al Padre,
en todas las tradiciones litúrgicas incluye formas de oración dirigidas a Cristo. Algunos
salmos, según su actualización en la Oración de la Iglesia, y el Nuevo Testamento ponen
en nuestros labios y gravan en nuestros corazones las invocaciones de esta oración a
Cristo: Hijo de Dios, Verbo de Dios, Señor, Salvador, Cordero de Dios, Rey, Hijo amado,
Hijo de la Virgen, Buen Pastor, Vida nuestra, nuestra Luz, nuestra Esperanza,
Resurrección nuestra, Amigo de los hombres…
El Papa y los obispos como pastores
553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: "A ti te daré las llaves del Reino
de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en
la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la
autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, "el Buen Pastor" (Jn
10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección: "Apacienta mis ovejas" (Jn
21, 15-17). El poder de "atar y desatar" significa la autoridad para absolver los pecados,
pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús
confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y
particularmente por el de Pedro, el único a quien él confió explícitamente las llaves del
Reino.
857 La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple
sentido:
- Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de los apóstoles" (Ef 2, 20; Hch 21,
14), testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo (cf Mt 28, 16-20; Hch
1, 8; 1Co 9, 1; 1Co 15, 7-8; Ga 1, 1; etc.).
- Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza
(cf Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los apóstoles (cf 2Tm 1, 13-
14).
- Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la vuelta de Cristo
gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los obispos, "a
los que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la
Iglesia" (AG 5):
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos pastores, lo
proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos
mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio (MR, Prefacio
de los apóstoles).
861 "Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada, encargaron
mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que
terminaran y consolidaran la obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran
de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la
Iglesia de Dios. Nombraron, por tanto, de esta manera a algunos varones y luego
dispusieron que, después de su muerte, otros hombres probados les sucedieran en el
ministerio" (LG 20; cf San Clemente Romano, Cor. 42; 44).
881 El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra
de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo
el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). "Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a
su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio
pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se
continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
896 El Buen Pastor será el modelo y la "forma" de la misión pastoral del obispo.
Consciente de sus propias debilidades, el obispo "puede disculpar a los ignorantes y
extraviados. No debe negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a a los que cuida como
verdaderos hijos … Los fieles, por su parte, deben estar unidos a su obispo como la
Iglesia a Cristo y como Jesucristo al Padre" (LG 27):
"Seguid todos al obispo como Jesucristo (sigue) a su Padre, y al presbiterio como a los
apóstoles; en cuanto a los diáconos, respetadlos como a la ley de Dios. Que nadie haga
al margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia" (San Ignacio de Antioquía,
Smyrn. 8, 1).
1558 "La consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, también las
funciones de enseñar y gobernar… En efecto… por la imposición de las manos y por las
palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y queda marcado con
el carácter sagrado. En consecuencia, los obispos, de manera eminente y visible, hacen
las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre (in eius
persona agant)" (ibid.). "El Espíritu Santo que han recibido ha hecho de los obispos los
verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores" (CD 2).
1561 Todo lo que se ha dicho explica por qué la Eucaristía celebrada por el obispo tiene
una significación muy especial como expresión de la Iglesia reunida en torno al altar
bajo la presidencia de quien representa visiblemente a Cristo, Buen Pastor y Cabeza de
su Iglesia (cf SC 41; LG 26).
1568 "Los presbíteros, instituidos por la ordenación en el orden del presbiterado, están
unidos todos entre sí por la íntima fraternidad del sacramento. Forman un único
presbiterio especialmente en la diócesis a cuyo servicio se dedican bajo la dirección de
su obispo" (PO 8). La unidad del presbiterio encuentra una expresión litúrgica en la
costumbre de que los presbíteros impongan a su vez las manos, después del obispo,
durante el rito de la ordenación.
1574 Como en todos los sacramentos, ritos complementarios rodean la celebración.
Estos varían notablemente en las distintas tradiciones litúrgicas, pero tienen en común
la expresión de múltiples aspectos de la gracia sacramental. Así, en el rito latino, los
ritos iniciales - la presentación y elección del ordenando, la alocución del obispo, el
interrogatorio del ordenando, las letanías de los santos - ponen de relieve que la
elección del candidato se hace conforme al uso de la Iglesia y preparan el acto solemne
de la consagración; después de ésta varios ritos vienen a expresar y completar de
manera simbólica el misterio que se ha realizado: para el obispo y el presbítero la unción
con el santo crisma, signo de la unción especial del Espíritu Santo que hace fecundo su
ministerio; la entrega del libro de los evangelios, del anillo, de la mitra y del báculo al
obispo en señal de su misión apostólica de anuncio de la palabra de Dios, de su fidelidad
a la Iglesia, esposa de Cristo, de su cargo de pastor del rebaño del Señor; entrega al
presbítero de la patena y del cáliz, "la ofrenda del pueblo santo" que es llamado a
presentar a Dios; la entrega del libro de los evangelios al diácono que acaba de recibir la
misión de anunciar el evangelio de Cristo.
Los sacerdotes como pastores
874 Razón del ministerio eclesial
El mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. Él lo ha instituido, le ha dado
autoridad y misión, orientación y finalidad:
"Cristo el Señor, para dirigir al Pueblo de Dios y hacerle progresar siempre, instituyó en
su Iglesia diversos ministerios que está ordenados al bien de todo el Cuerpo. En efecto,
los ministros que posean la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos para
que todos los que son miembros del Pueblo de Dios… lleguen a la salvación" (LG 18).
1120 El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial (LG 10) está al servicio del
sacerdocio bautismal. Garantiza que, en los sacramentos, sea Cristo quien actúa por el
Espíritu Santo en favor de la Iglesia. La misión de salvación confiada por el Padre a su
Hijo encarnado es confiada a los Apóstoles y por ellos a sus sucesores: reciben el
Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su persona (cf Jn 20, 21-23; Lc 24, 47;
Mt 28, 18-20). Así, el ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción
litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó
Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos.
1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio
del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las
heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que
no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una
palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el
pecador.
1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus
Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el
sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el
presbiterado y el diaconado.
(Sobre la institución y la misión del ministerio apostólico por Cristo ya se ha tratado en
la primera parte. Aquí sólo se trata de la realidad sacramental mediante la que se
transmite este ministerio)
In persona Christi Capitis…
1548 En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a
su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, sumo sacerdote del sacrificio
redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en
virtud del sacramento del Orden, actúa "in persona Christi Capitis" (cf LG 10; 28; SC 33;
CD 11; PO 2, 6):
"El ministro posee en verdad el papel del mismo Sacerdote, Cristo Jesús. Sí,
ciertamente, aquel es asimilado al Sumo Sacerdote, por la consagración sacerdotal
recibida, goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mismo a quien representa
(virtute ac persona ipsius Christi)" (Pío XII, enc. Mediator Dei).
"Christus est fons totius sacerdotii; nan sacerdos legalis erat figura ipsius, sacerdos
autem novae legis in persona ipsius operatur" ("Cristo es la fuente de todo sacerdocio,
pues el sacerdote de la antigua ley era figura de EL, y el sacerdote de la nueva ley actúa
en representación suya" (S. Tomás de A., s. th. 3, 22, 4).
1549 Por el ministerio ordenado, especialmente por el de los obispos y los presbíteros, la
presencia de Cristo como cabeza de la Iglesia se hace visible en medio de la comunidad
de los creyentes. Según la bella expresión de San Ignacio de Antioquía, el obispo es
typos tou Patros, es imagen viva de Dios Padre (Trall. 3, 1; cf Magn. 6, 1).
1550 Esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si éste
estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores, es decir
del pecado. No todos los actos del ministro son garantizados de la misma manera por la
fuerza del Espíritu Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantía es dada de
modo que ni siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen
muchos otros actos en que la condición humana del ministro deja huellas que no son
siempre el signo de la fidelidad al evangelio y que pueden dañar por consiguiente a la
fecundidad apostólica de la Iglesia.
1551 Este sacerdocio es ministerial. "Esta Función, que el Señor confió a los pastores de
su pueblo, es un verdadero servicio" (LG 24). Está enteramente referido a Cristo y a los
hombres. Depende totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido en
favor de los hombres y de la comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden comunica
"un poder sagrado", que no es otro que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad debe,
por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el último y el
servidor de todos (cf. Mc 10, 43-45; 1P 5, 3). "El Señor dijo claramente que la atención
prestada a su rebaño era prueba de amor a él" (S. Juan Crisóstomo, sac. 2, 4; cf. Jn 21,
15-17)
1564 "Los presbíteros, aunque no tengan la plenitud del sacerdocio y dependan de los
obispos en el ejercicio de sus poderes, sin embargo están unidos a éstos en el honor del
sacerdocio y, en virtud del sacramento del Orden, quedan consagrados como verdaderos
sacerdotes de la Nueva Alianza, a imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote (Hb 5, 1-
10; Hb 7, 24; Hb 9, 11-28), para anunciar el Evangelio a los fieles, para dirigirlos y para
celebrar el culto divino" (LG 28).
2179 "La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable
en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se
encomienda a un párroco, como su pastor propio" (CIC, can. 515, 1). Es el lugar donde
todos los fieles pueden reunirse para la celebración dominical de la eucaristía. La
parroquia inicia al pueblo cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica, la
congrega en esta celebración; le enseña la doctrina salvífica de Cristo. Practica la
caridad del Señor en obras buenas y fraternas:
"No puedes orar en casa como en la Iglesia, donde son muchos los reunidos, donde el
grito de todos se dirige a Dios como desde un solo corazón. Hay en ella algo más: la
unión de los espíritus, la armonía de las almas, el vínculo de la caridad, las oraciones de
los sacerdotes" (S. Juan Crisóstomo, incomprehens. 3, 6).
2686 Los ministros ordenados son también responsables de la formación en la oración
de sus hermanos y hermanas en Cristo. Servidores del buen Pastor, han sido ordenados
para guiar al pueblo de Dios a las fuentes vivas de la oración: la Palabra de Dios, la
liturgia, la vida teologal, el hoy de Dios en las situaciones concretas (cf PO 4-6).
Conversión, fe y Bautismo
14 Primera parte: la profesión de la fe
Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal
delante de los hombres (cf. Mt 10, 32; Rm 10, 9). Para esto, el Catecismo expone en
primer lugar en qué consiste la Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre, y
la fe, por la cual el hombre responde a Dios (Sección primera). El Símbolo de la fe
resume los dones que Dios hace al hombre como Autor de todo bien, como Redentor,
como Santificador y los articula en torno a los "tres capítulos" de nuestro Bautismo - la
fe en un solo Dios: el Padre Todopoderoso, el Creador; y Jesucristo, su Hijo, nuestro
Señor y Salvador; y el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia (Sección segunda).
189 La primera "profesión de fe" se hace en el Bautismo. El "símbolo de la fe" es ante
todo el símbolo bautismal. Puesto que el Bautismo es dado "en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19), las verdades de fe profesadas en el Bautismo
son articuladas según su referencia a las tres personas de la Santísima Trinidad.
1064 Así pues, el "Amén" final del Credo recoge y confirma su primera palabra: "Creo".
Creer es decir "Amén" a las palabras, a las promesas, a los mandamientos de Dios, es
fiarse totalmente de El que es el Amén de amor infinito y de perfecta fidelidad. La vida
cristiana de cada día será también el "Amén" al "Creo" de la Profesión de fe de nuestro
Bautismo:
"Que tu símbolo sea para ti como un espejo. Mírate en él: para ver si crees todo lo que
declaras creer. Y regocíjate todos los días en tu fe" (San Agustín, serm. 58, 11, 13: PL
38, 399).
1226 Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo
Bautismo. En efecto, S. Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación:
"Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo,
para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2, 38).
Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judíos,
hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2, 41; Hch 8, 12-13; Hch 10, 48; Hch 16,
15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás
tú y tu casa", declara S. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: "el carcelero
inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos" (Hch 16, 31–33).
1236 El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los candidatos y
a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En efecto, el
Bautismo es de un modo particular "el sacramento de la fe" por ser la entrada
sacramental en la vida de fe.
Fe y Bautismo
1253 El Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16, 16). Pero la fe tiene necesidad de
la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles.
La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un
comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le
pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" y él responde: "¡La fe!".
1254 En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo.
Por eso, la Iglesia celebra cada año en la noche pascual la renovación de las promesas
del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El
Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.
1255 Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los
padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes
sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de
la vida cristiana (cf CIC can. 872-874). Su tarea es una verdadera función eclesial
(officium; cf SC 67). Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de
desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo.
LA CONVERSIÓN DE LOS BAUTIZADOS
1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del
Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la
Buena Nueva" (Mc 1, 15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige
primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es
el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y
por el Bautismo (cf. Hch 2, 38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la
remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.
1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los
cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que
"recibe en su propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo que
necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG
8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del
"corazón contrito" (Sal 51, 19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6, 44; Jn 12, 32) a
responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1Jn 4, 10).
1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación de su
Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del
arrepentimiento (Lc 22, 61) y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su
amor hacia él (cf Jn 21, 15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión
comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap
2, 5. 16).
S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen el agua y las
lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia" (Ep. 41, 12).
Cristo, un ejemplo para soportar con paciencia
618 Nuestra participación en el sacrificio de Cristo
La Cruz es el único sacrificio de Cristo "único mediador entre Dios y los hombres" (1Tm
2, 5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con
todo hombre" (GS 22, 2), él "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios
sólo conocida, se asocien a este misterio pascual" (GS 22, 5). El llama a sus discípulos a
"tomar su cruz y a seguirle" (Mt 16, 24) porque él "sufrió por nosotros dejándonos
ejemplo para que sigamos sus huellas" (1 P 2, 21). Él quiere en efecto asociar a su
sacrificio redentor a aquéllos mismos que son sus primeros beneficiarios (cf. Mc 10, 39;
Jn 21, 18-19; Col 1, 24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más
íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35):
"Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo" (Sta. Rosa de Lima, vida).
2447 Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a
nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13, 3).
Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espiritual, como
perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporal consisten
especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al
desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25, 31-46).
Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los
principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que
agrada a Dios (cf Mt 6, 2-4):
"El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer
que haga lo mismo (Lc 3, 11). Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las
cosas serán puras para vosotros (Lc 11, 41). Si un hermano o una hermana están
desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: "id en paz,
calentaos o hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?" (St 2,
15-16; cf. 1Jn 3, 17).

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