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Adoración Eucarística 7 Adoración Eucarística con María

MOTIVACION: Cada momento es especial, si dejamos a Dios como protagonista principal de nuestra
historia. En el gesto de la señal de la Cruz, hacemos presente nuestra disponibilidad de discípulos en esta
Adoración Eucarística. En el Nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amen. Nos arrodillamos y mientras
cantamos, se expone el Santísimo
INVOCACION AL ESPIRITU SANTO
Con el espíritu
Sin el Espíritu Santo,
Dios está lejos,
Cristo permanece en el pasado,
el Evangelio es letra muerta,
la Iglesia una simple organización
la autoridad sería dominación,
la misión una propaganda,
el culto una evocación
y el actuar cristiano una moral de esclavos.
 
Pero con la presencia del Espíritu,
el cosmos se eleva y gime en el parto del Reino,
Cristo resucitado está presente,
el Evangelio es potencia de vida,
la Iglesia significa la comunión trinitaria.
la autoridad es un servicio de liberación,
la misión es un Pentecostés,
la liturgia una memoria y anticipación,
el actuar humano se deifica

MOMENTO DE PERDON
Misericordia
Ayúdame, Dios mío, por tu bondad
Perdóname por lo que he hecho mal, tú sabes cómo soy. 
Yo sé que no miras lo que está mal, sino lo bueno que es posible.
Te gusta un corazón sincero,y en mi interior me das sabiduría.
 Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me dejes vagar lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. 
Enséñame a vivir la alegría profunda de tu salvación,
Hazme vibrar con espíritu generoso: entonces mi vida anunciará tu grandeza,
enseñaré tus caminos a quienes están lejos, los pecadores volverán a ti. 
Hazme crecer, Dios, Dios, Salvador mío,
y mi lengua cantará tu justicia. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. 
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera ritos sólo por cumplir, no los querrías.
Lo que te ofrezco es un espíritu frágil; un corazón quebrantado y pequeño,
tú no lo desprecias. 
Señor, por tu bondad, favorece a tus hijos haznos fuertes en tu presencia.
Entonces te ofreceremos lo que somos,  tenemos, vivimos y soñamos, 
 y estarás contento.
Adaptación del salmo 50

ALABANZA: Reconocemos la Divinidad de Jesús, Quien se abaja a nuestra humanidad, para amarnos.
Lo alabamos rezando juntos:

Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.

Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo, tú eres rey omnipotente, tú, Padre santo, rey del cielo y de
la tierra.

Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses, tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y
verdadero.

Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres belleza, tú eres
mansedumbre, tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú
eres justicia, tú eres templanza, tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción.

Tú eres belleza, tú eres mansedumbre; tú eres protector, tú eres custodio y defensor nuestro; tú eres
fortaleza, tú eres refrigerio.

Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra, tú eres caridad nuestra, tú eres toda dulzura nuestra, tú
eres vida eterna nuestra: Grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador.

A LA ESCUCHA DE LA PALABRA
Hoy invitamos a nuestra Madre, la Virgen María. Quien, como compañera de camino, en las primeras
comunidades cristianas, animo la fe y seguimiento de los discípulos.
“Madre Orante que permaneces vigilante ante la mirada y voz de Dios. Sostén nuestra fe débil, que se
tambalea ante las contrariedades y exigencias del mundo. Abre nuestros oídos ensordecidos por tantas
preocupaciones, que nos distraen y agotan nuestra voluntad. Toca y penetra nuestro corazón, para que
lata al compás del corazón de Jesús. Amen”
Canto Mariano
LECTURA BIBLICA: (Lucas 1, 26-38)
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a un pueblo de Galilea, llamado Nazaret, a una virgen
desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y
entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se sorprendió por estas palabras,
y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, pues tu gozas del favor
de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será
grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre
la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto,
puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira,
también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que
llamaban estéril,- porque ninguna cosa es imposible para Dios.» -Dijo María: «He aquí la esclava del
Señor; hágase en mí según tu Palabra.» Y el ángel dejándola se fue. Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
Canto de alabanza
MEDITANDO LA PALABRA
En la humilde casa de Nazaret vive el «resto» puro de Israel, del que Dios quiere hacer renacer a su
pueblo, como un nuevo árbol que extenderá sus ramas por el mundo entero. A diferencia de Adán y Eva,
María obedece a la voluntad del Señor, se pone por entero a disposición del designio divino y pronuncia de
lleno su incondicional «sí». Es la nueva Eva, verdadera «madre de todos los vivientes», o sea de aquellos
que por la fe en Cristo reciben la vida eterna.
En María, el Hijo de Dios se hace hombre, cumpliéndose así la profecía de Isaías: «Mirad, la virgen está
encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”» (Is 7,14).
Sí, Jesús, el Verbo hecho carne, es el Dios-con-nosotros, que ha venido a habitar entre nosotros y a
compartir nuestra condición humana. San Juan lo expresa de la siguiente manera: «Y el Verbo se hizo
carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). La expresión «se hizo carne» apunta a la realidad humana más
concreta y tangible.
En Cristo, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre
nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar
para el hombre. En cambio, cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en lugar inhóspito para
el hombre, frustrando al mismo tiempo la verdadera vocación de ser espacio para la alianza, para el «sí»
del amor entre Dios y la humanidad que le responde. Eso hizo María como primicia de los creyentes con
su incondicional «sí» al Señor.
Al contemplar, por tanto, el misterio de la encarnación, no podemos dejar de dirigir a ella nuestros ojos,
para llenarnos de asombro, de gratitud y amor al ver cómo nuestro Dios, al entrar en el mundo, ha querido
contar con el consentimiento libre de una criatura suya. Sólo cuando la Virgen respondió al ángel, «aquí
está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), a partir de ese momento el Verbo
eterno del Padre comenzó su existencia humana en el tiempo.
Resulta conmovedor ver cómo Dios no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla. Y
vemos también cómo el comienzo de la existencia terrena del Hijo de Dios está marcado por un doble «sí»
a la voluntad salvífica del Padre, el de Cristo y el de María. Esta obediencia a Dios es la que abre las
puertas del mundo a la verdad-salvación. La redención es siempre este proceso de llevar la voluntad
humana a la plena comunión con la voluntad divina. celebramos el misterio de nuestra reconciliación
«La majestad –dice san León- asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para
saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invulnerable se une a la
naturaleza pasible; de este modo, tal como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador
entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, pudo ser a la vez mortal e inmortal, por la
conjunción en él de esta doble condición» (Carta 28, a Flaviano, 3).
El misterio de la Encarnación, con su marco en Nazaret, continúa desafiándonos a abrir nuestra
inteligencia a las ilimitadas posibilidades del poder transformador de Dios, de su amor a nosotros, de su
deseo de estar unido a nosotros. Aquí el Hijo eterno de Dios se hizo hombre, permitiéndonos a nosotros,
sus hermanos y hermanas, compartir su filiación divina. Ese movimiento de abajamiento de un amor que
se vació a sí mismo, hizo posible el movimiento inverso de exaltación, en el cual también nosotros fuimos
elevados para compartir la misma vida de Dios (cf. Flp 2, 6-11).
Reflexionar sobre este misterio gozoso nos da esperanza, la esperanza segura de que Dios continuará
penetrando en nuestra historia, actuando con poder creativo para realizar objetivos que serían imposibles
para el cálculo humano. Esto nos impulsa a abrirnos a la acción transformadora del Espíritu Creador que
nos renueva, nos hace uno con él y nos llena de su vida.
En realidad, el «sí» de María es el reflejo perfecto del de Cristo mismo cuando entró en el mundo, como
escribe la carta a los Hebreos interpretando el Salmo 39: «He aquí que vengo —pues de mí está escrito en
el rollo del libro— a hacer, oh Dios, tu voluntad» (Hb 10,7). La obediencia del Hijo se refleja en la
obediencia de la Madre, y así, gracias al encuentro de estos dos «sí», Dios pudo asumir un rostro de
hombre. Por eso la Anunciación es también una fiesta cristológica, porque celebra un misterio central de
Cristo: su Encarnación.
La respuesta de María al ángel se prolonga en la Iglesia, llamada a manifestar a Cristo en la historia,
ofreciendo su disponibilidad para que Dios pueda seguir visitando a la humanidad con su misericordia. De
este modo, el «sí» de Jesús y de María se renueva en el «sí» de los santos, especialmente de los
mártires, que son asesinados a causa del Evangelio.
A ella se dirigió el anuncio angélico; ella lo acogió y, cuando desde lo más hondo del corazón
respondió: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), en ese momento el
Verbo eterno comenzó a existir como ser humano en el tiempo.
El icono de la Anunciación nos permite percibir con claridad cómo todo en la Iglesia está «puesto» bajo el
«sí» de la Virgen a la voluntad de Dios. Como cuando María fue «con prontitud» a la casa de su prima
Isabel (cf. Lc 1,39). Su iniciativa brotó de una caridad movida por la fe en la palabra de Dios y por el
impulso interior del Espíritu Santo. Quien ama se olvida de sí mismo y se pone al servicio del prójimo. He
aquí el modelo de la Iglesia. Y el que cumple que nosotros imitemos por las sendas del amor
Canto de alabanza

Saludo a la bienaventurada Virgen María [SalVM]

Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, que eres virgen hecha iglesia y elegida por el
santísimo Padre del cielo, a la cual consagró Él con su santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito,
en la cual estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tabernáculo suyo; salve, casa suya.
Salve, vestidura suya; salve, esclava suya; salve, Madre suya y todas vosotras, santas virtudes, que sois
infundidas por la gracia e iluminación del Espíritu Santo en los corazones de los fieles, para que de infieles
hagáis fieles a Dios.

MOMENTO DE PETICION

Jesús, médico de los cuerpos y de las almas, cura las heridas profundas de nuestra humanidad, − para
que podamos gozar plenamente de los dones de tu redención.

Haz que nuestros hermanos enfermos se sientan partícipes de tu pasión, − y de ella obtengan la gracia y
el consuelo.

Te ofrecemos, Señor Jesús, las acciones de este día y de este tiempo, − prometemos servirte siempre con
un corazón puro y leal.

Dirige tu mirada de bondad sobre los enfermos y los que sufren, que has asociado a tu cruz, − para que
sientan en consuelo de tu presencia.

MOMENTO DE ADORACIÓN

Aquí frente a nosotros, tenemos la Presencia Real de Jesús, Pan Vivo que se nos dona como alimento
espiritual. Junto a Él, esta nuestra Madre, la discípula fiel y atenta al querer de Dios. Renovamos nuestra
respuesta de seguimiento, como Familia Consolación, agradeciendo y pidiendo con insistencia sus dones
para responder en fidelidad al llamado de Dios. A cada alabanza rezamos: Te bendecimos Señor, eres
nuestro Consuelo

 Gracias Dios de la Vida, por tu Presencia en la creación y en el corazón de la humanidad.

 Gracias Señor de la Historia, por llamar a María, mujer sencilla y abierta a tu Voz y Voluntad.
 Gracias Dios de Amor, por hacerte uno de nosotros, pequeño, pobre y necesitado. Por confiar cada día
en nosotros.

 Te alabamos Señor, por tu Presencia Viva en la Eucaristía y en tu Palabra, llénanos siempre de Ti.

 Te alabamos Señor, porque nos has llamado a tu servicio, fiándote de nosotros con infinita misericordia.

 Te alabamos Señor, por Tu Madre, la Virgen María, quien es para nosotros maestra, madre y guía.

 Bendito seas Señor, por el Consuelo que cada día recibimos de Ti, ayúdanos a ser Consolación para los
demás.

 Bendito seas Señor, por tu Iglesia, a través de ella recibimos tus sacramentos y misión.

 Bendito seas Señor, por regalarnos la fe necesaria para creer firmemente en Ti, la esperanza para
anteponer tu llamado a las realidades que nos rodea y tu amor para servirte en los más necesitados

MOMENTO DE CONSAGRACION

Confiados en tu compañía Señor, sabiéndonos frágiles a causa de nuestro pecado y limitaciones. Nos
consagramos a nuestra Madre, Virgen de Consolación.

María, Madre de Consolación que nos enseñas con tus silencios a cultivar nuestra fe buscando a Tu hijo
Jesús, en lo profundo de nuestro corazón y en la entraña de las circunstancias de la vida. Tú eres nuestra
Maestra, enséñanos a incorporar tus lecciones. Tú eres nuestra Madre, no nos dejes en tiempos de
dificultad. Tú eres nuestra Guía, acompáñanos en el caminar de la vida y dirige nuestros pasos por sendas
de justicia y de verdad. Tú eres la Gloria de la Iglesia, Tú la alegría de los hombres de buena voluntad, Tú
eres el orgullo Santo del género humano. Dios se complace en Ti, bendita eres de Dios, por Cristo nuestro
Señor. Amén

ORACION POR LAS VOCACIONES

Jesús, divino Pastor de las almas, que llamaste a los Apóstoles para hacerlos pescadores de hombres,
atrae a Ti también las almas ardientes y generosas de los jóvenes, para hacerlos tus seguidores y tus
ministros; hazlos partícipes de tu sed de redención universal, para que se renueve sobre los altares tu
Sacrificio. Tú, Señor, “siempre dispuesto a interceder por nosotros” (Hb 7, 25), descúbreles los horizontes
del mundo entero, donde la muda súplica de tantos hermanos pide luz de verdad y el calor del amor; para
que, respondiendo a tu llamada, prolonguen aquí en la tierra tu misión, edifiquen tu Cuerpo místico, la
Iglesia, y sean “sal de la tierra y luz del mundo” (Mt 5, 13). Extiende también, Señor, tu amorosa llamada a
muchas almas de mujeres puras y generosas, e infúndeles el ansia de la perfección evangélica, y la
entrega al servicio de la Iglesia y de los hermanos necesitados de asistencia y de caridad. Así sea.

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