Está en la página 1de 19

1Co 11:17 Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo;

porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor.


No... para lo mejor.
Las reuniones regulares de los creyentes tienen el propósito
de fomentar el crecimiento espiritual y de animar a los que
participan en la reunión, para que libren la batalla de la vida
con mayor fe y esperanza. Pero lejos de alabar su
comportamiento y la forma en que celebraban los ritos de la
casa del Señor, el apóstol estimó necesario reprenderlos.
Primero afirmó categóricamente que las reuniones de ellos no
daban sino malos resultados; después prosiguió ampliando
esa afirmación y mostrando cómo habían permitido que
algunas falsas prácticas despojaran al servicio de la comunión
de su santidad e inspiración.
1Co 11:18 Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia,
oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo.

1 Co 11:18 Primer.
Pablo ya había tratado las divisiones y luchas de la iglesia de
Corinto que habían surgido debido a las diferenciase de
creencias y prácticas en 1 Co 1:10-12, Ahora puede estarse
refiriendo al hábito de congregarse en grupos separados para
celebrar la Cena del Señor. Esa separación de fracciones era lo
primero que debía ser reprobado. En los cap. 12 y 14, se ocupa
del segundo asunto que necesitaba corrección; a saber, una
tergiversación de la natural y el propósito de los diversos dones
espirituales.
1 Co 11:19 Porque es preciso que entre vosotros haya
disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los
que son aprobados.

Cuando una cantidad de personas de diversos orígenes se unen


estrechamente en compañerismo cristiano, es inevitable que
haya diversos grados de apreciación de la verdad. Esos
diferentes grados de comprensión de los principios del Evangelio
pueden dar origen a discusiones; pero esas discusiones podrían
tener efectos saludables y no tienen por qué producir divisiones.
Se hagan manifiestos.
La presencia en la iglesia de Corinto de algunos que no
estaban en armonía con el pensamiento de Cristo, hacía
inevitable que se manifestaran públicamente diferencias de
creencia que estimularían a los creyentes a un
escudriñamiento ferviente en busca del conocimiento de la
voluntad de Dios; y a la vez haría que se descubriera a los que
se oponían a ser guiados por el Espíritu Santo. De ese modo
la presencia de diferencias doctrinales y de diversas
opiniones relativas a los métodos correctos de procedimiento
eclesiástico, servían como un medio para zarandear la iglesia
y separar el tamo del trigo.
Los que son aprobados.
Es decir, los que están dispuestos a obedecer a Dios y a cooperar con
él. Las divisiones dentro de la iglesia tienen el efecto de mostrar
quiénes son revoltosos, ambiciosos y están descontentos, a los que no
están dispuestos a ser guiados por el Espíritu Santo, sino que procuran
salirse con la suya; no están preparados para abandonar sus propias
opiniones en beneficio de la paz y la armonía de la iglesia. Debe
evitarse a los individuos de esa clase. Pero por otro lado existen los
que reconocen su propia pecaminosidad y no están dispuestos a
confiar en sus propias opiniones pues comprenden el peligro de ser
influidos por los impulsos, los deseos y las inclinaciones de la carne
inconversa. Tales miembros de iglesia manifiestan que están en favor
de cumplir pacífica y alegremente con todas las enseñanzas de Dios.
Durante los acontecimientos que sacudirán al mundo poco antes de la
terminación de la historia de la tierra, cuando todos demostrarán de
qué lado está su lealtad, muchos cuya fidelidad a la verdad ha pasado
casi inadvertida refulgirán entonces como brillantes estrellas en una
noche oscura (CS 63).
1Co 11:20 Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer
la cena del Señor.

No es comer.
Es decir, cualquiera que fuera la intención, no era posible en
esas circunstancias observar el sagrado servicio de la
comunión. Se reunían para una cena, no cabe duda, pero no
era la Cena del Señor. Eso no se debía a falta de recursos, sino a
la ausencia de la atmósfera espiritual necesaria y a la carencia
de discernimiento espiritual que podían producir el debido
aprecio del significado del rito. Los corintios no debían pensar
que las prácticas que se permitían entre ellos en tales
ocasiones correspondían con la celebración de la Cena del
Señor. La codicia, el egoísmo y la intemperancia se oponen
completamente al espíritu de Aquel que dejó los goces del
cielo para dar todo lo que tenía por la salvación de los
pecadores
Los primeros cristianos tenían la costumbre de celebrar antes de la
Cena del Señor lo que ellos llamaban tina comida de camaradería
cristiana o ágape. De ese modo el acto era en su conjunto una
conmemoración de la última cena pascual, en la cual Cristo instituyó
el rito de la Cena del Señor. En la comida de camaradería cada uno
contribuía con algún alimento del cual todos disfrutaban en común
con los otros creyentes, para demostrar claramente el compañerismo
de amor que había en la iglesia cristiana, fraternidad que no conoce
distinción alguna de casta ni de clase, y que coloca a todos en un
mismo nivel. Esa comida antes de la Cena del Señor, mostraba que
todos participaban de las bendiciones materiales y espirituales que
Dios derrama sobre su pueblo, y que no manifiesta favoritismo con
nadie. Esta costumbre continuó en la iglesia hasta fines del siglo IV,
cuando, debido al crecimiento de la iglesia y de sus congregaciones,
resultó necesario separar las comidas de camaradería de la Cena del
Señor.
1Co 11:21 Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su
propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga.
Propia cena.
A causa de las divisiones y grupos que habían surgido dentro de la 756
iglesia de Corinto, el espíritu de amor y de comunión hermanable que
caracteriza a todos los verdaderos seguidores de Jesús, había desaparecido
en cierto grado. Esta triste condición se revelaba en la celebración del
banquete que suponían que era la Cena del Señor, pues cada participante
traía su propio alimento y lo comía sin pensar en compartirlo con otros. El
rico tenía mucho para comer, y el pobre con frecuencia no tenía nada. La
cena que había sido instituida para conmemorar la suprema demostración
de amor se convirtió en un banquete privado, un acto sin propósito ni
significado, que cada uno podría haber celebrado en su casa. Esta actitud
desacreditó el sagrado rito de la Cena del Señor. Los cismas de la iglesia en
gran medida eran la causa de esa condición, y es posible que los miembros
de diferentes bandos comieran por separado debido a su orgullo,
negándose a humillarse practicando un compañerismo fraternal alrededor
de la mesa del Señor.
Hambre.
El creyente pobre que confiaba en la caridad de sus
hermanos más afortunados, venía al banquete creyendo que
se suplirían sus necesidades, pero quedaba frustrado por el
egoísmo y el impío orgullo de los ricos.

Se embriaga.
“estar embriagado”. Esta palabra se refiere definidamente al
consumo excesivo de bebidas embriagantes hasta el punto de
perder el dominio propio. Pablo insinúa que los corintios
comían y bebían en exceso en esos festines, y como resultado,
su falsa celebración de la Cena del Señor se convertía en un
rito burlesco.
Puede parecer sorprendente que cristianos que vivieron en los días
apostólicos y que habían sido instruidos personalmente por Pablo,
pervirtieran de tal manera la naturaleza y el propósito de la Cena del
Señor, hasta el punto de convertirla en una imitación de sus antiguos
festines paganos. Sin embargo, debe recordarse que hacía poco
tiempo que los corintios habían abandonado el paganismo. Habían
celebrado largas fiestas en homenaje de sus falsos dioses, y les era
relativamente fácil imaginar que la Cena del Señor podía ser
celebrada de una manera similar. Las divisiones y luchas partidistas
que socavaban su vida espiritual oscurecían su discernimiento, y les
era más fácil desvirtuar la observancia de los ritos sagrados. Esta
experiencia de los creyentes corintios demuestra que los cristianos
principiantes necesitan una instrucción cuidadosa y prolongada,
liderazgo sabio y comprensivo, y supervisión hasta que estén
firmemente arraigados en las verdades fundamentales del Evangelio.
La transigencia con las creencias y prácticas no cristianas siempre
produce un alejamiento de la pureza y la sencillez del Evangelio
1Co 11:22 Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?
¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no
tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.

¿No tenéis casas?


Si sólo se reunían para participar del alimento y la bebida que
traían individualmente, bien podrían comerlo en sus propios
hogares para no deshonrar la causa de Dios.

Menospreciáis.
¿Pensáis tan poco en la práctica general del conjunto de los
creyentes esparcidos por todas partes que ponéis a un lado los
principios para satisfacer el orgullo en vuestros bandos y para
complacer, vuestros apetitos egoístas?
No tienen nada.
Es decir, los menesterosos, cuya pobreza era más evidente
por la forma despiadada en que muchos de los miembros de
iglesia procedían en los servicios de la comunión. El no ayudar
a los pobres en tales ocasiones no sólo destacabas desvalida
condición de éstos, sino también revelaba que a los que
procedían de esa manera les faltaba por completo la
preparación necesaria para participar del rito de comunión.
Los creyentes habían perdido de vista en: tal grado la sagrada
y excelsa naturaleza de la Cena. del Señor, que permitían que
las rivalidades, la envidia, la glotonería, el orgullo y el
descuido de los pobres, ocuparan un lugar en su pensamiento
y acciones; por esto merecían el más severo reproches.
Tal situación mostraba claramente que los que así procedían
estaban absolutamente desprovistos del espíritu de Jesús,
quien ama a todos por igual y tiene una tierna consideración
Por los; miembros desvalidos de su grey. Mostrar desprecio e
ignorarlos debido a que no disfrutan de las bendiciones
materiales de la vida, son actos que el Señor considera como
maltratos; infligidos a él. Los que tratan de esta manera a los
pobres, muestran que están completamente equivocados en
cuanto a los principios del reino de Dios. Socorrer a los pobres,
los enfermos y los ancianos es cristianismo práctico.
No os alabo.
No importa cuánto lo deseara el apóstol, no había
una sola cosa que podía alabar en la forma como
observaban el rito de comunión; al contrario, había
muchos, motivos para una censura incondicional.
Los corintios se estaban apartando mucho de la sencillez de la
fe y de la armonía de la iglesia. Continuaban reuniéndose para
el culto, pero con corazones apartados unos de otros. Habían
pervertido el verdadero significado de la Cena del Señor,
dándole en gran medida el significado de una fiesta idólatra.
Se reunían para conmemorar los sufrimientos y la muerte de
Cristo, pero convertían la ocasión en momentos de banqueteos
y complacencia egoísta.
Había llegado a ser costumbre, antes de participar de la
comunión, de unirse en una comida social. Las familias de los
creyentes traían su comida al lugar de la reunión y comían sin
esperar cortésmente a que los otros estuvieran listos. La santa
institución de la Cena del Señor se había convertido para los
ricos en una ocasión de glotonería, mientras que los pobres
tenían que avergonzarse cuando su escasa comida contrastaba
con las costosas provisiones de sus hermanos ricos.
Pablo reprocha a los corintios por hacer de la casa de Dios un
lugar de banqueteo y orgías, semejante a un grupo de
idólatras: “Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?
¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no
tienen nada?” Las fiestas religiosas públicas de los griegos se
celebraban de esa manera, y siguiendo los consejos de falsos
maestros los cristianos habían sido inducidos a imitar su
ejemplo. Esos maestros habían comenzado asegurándoles
que no era malo asistir a fiestas idólatras, y finalmente habían
introducido prácticas similares en la iglesia cristiana.
Pablo continuó dando el orden y propósito de la Cena del
Señor, y después amonestó a sus hermanos para que no
pervirtieran ese sagrado rito
El único símbolo correcto.-
El pan partido y el puro jugo de uva deben
representar el cuerpo quebrantado y la
sangre derramada del Hijo de Dios. No debe
presentarse pan leudado en la mesa de
comunión. El pan ázimo es el único símbolo
correcto de la Cena del Señor. No se debe
usar nada fermentado. Sólo se deben usar
el fruto de la vid y pan sin levadura (RH 7-6-
1898).
Frecuencia de la Cena del Señor.-
La salvación de los hombres depende de una
aplicación continua en sus corazones de la sangre
purificadora de Cristo. Por lo tanto, la Cena del
Señor no debería ser celebrada sólo ocasionalmente
o anualmente, sino con más frecuencia que la
pascua anual. Este solemne rito conmemora un
acontecimiento mucho mayor que la liberación de
los hijos de Israel de Egipto. Esa liberación
simbolizaba la gran expiación que Cristo hizo con el
sacrificio de su propia vida para la liberación final de
su pueblo (3SG 228).
Jesús no solo celebró muchas veces la
Pascua siguiendo este ritual sino que él
mismo fue la víctima sacrificada, la Pascua
ofrecida por ti y por mí.

“Limpiaos, pues, de la
vieja levadura, para que
seáis nueva masa, sin
levadura como sois; porque
nuestra PASCUA, que es
Cristo, ya fue sacrificada
por nosotros”.

1 Corintios 5:7

También podría gustarte