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HORA SANTA
Iglesia del Salvador de Toledo (ESPAÑA)
Forma Extraordinaria del Rito Romano
En aquel tiempo, Jesús les dijo: "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.
Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para
que dé más fruto.
Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en
mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí
mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo
soy la vid; vosotros los sarmientos.
El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no
podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el
sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en
mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
La gloria de mi Padre está en que
deis mucho fruto, y seáis mis
discípulos.
Como el Padre me amó, yo
también os he amado a vosotros;
permaneced en mi amor. Si guardáis
mis mandamientos, permaneceréis
en mi amor, como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor. Os he dicho
esto, para que mi gozo esté en
vosotros, y vuestro gozo sea
colmado."
EL AMOR, CENTRO DE VIDA1
Todo amor tiene su centro. El niño descansa en la madre; el amigo, en el afecto
del amigo; el avaro, en sus tesoros; el sabio, en la ciencia, y el soldado, en la gloria.
Cada cual tiene un centro de vida en que descanse y se complazca, un centro donde
concentre todos sus trabajos, así como todos sus afectos y deseos.
Y ¿cuál tendrá que ser el centro verdadero del cristiano, mayormente el de
adorador? Un centro humano no puede bastarle, sino que tiene necesidad de un
centro infinito como sus deseos.
Necesita un centro siempre vivo y accesible, porque si no se encontraría como
huérfano y desterrado; un centro que continuamente repare sus fuerzas y alimente
su foco de amor y sostenga su acción; un centro perfecto que le perfeccione
satisfaga todos los anhelos de su ser, siendo vida de su entendimiento, dichoso
recuerdo de su memoria, cuadro amoroso de su imaginación, objeto supremo de su
voluntad, felicidad de su corazón y aun de su cuerpo.
Quien dice centro dice todo esto. Todo el hombre tiene que ser feliz en su centro
para que no se vea obligado a buscar otro.
1
Deberes para con la sagrada Eucaristía. El adorador debe amar, servir, honrar y glorificar con todo celo la santísima Eucaristía.
CAPÍTULO PRIMERO. Del amor a la Eucaristía. (Continuación)
verdadera vid y vosotros los sarmientos. Permaneced, por lo tanto, en mí” Jn 15, 4.
5).
Jesucristo es, pues, el centro de acción del cristiano. Cualquiera que obra fuera de
Él queda paralizado o, corre peligro de extraviarse poniendo su centro de vida en el
amor propio o en el amor del mundo. La señal con que se conoce que un alma
permanece en su centro la tiene dada el mismo Jesucristo al decir: “Vuestro corazón
está donde vuestro tesoro” (Mt 6, 21).
Además de centro de acción el amor de Jesucristo es centro de piedad. “Dios es
caridad, dice san Juan, y el que mora en caridad mora en Dios y Dios en él” (1Jn 4,
16). Así que el amor es lazo de unión entre Dios y el hombre. Es lo que expresa
nuestro Señor con las siguientes palabras de una manera todavía más admirable: “El
que me ama, guardará mi palabra; mi Padre le amará; iremos a él y en él
estableceremos nuestra mansión” (Jn 14, 23). De suerte que toda la santísima
Trinidad viene a cohabitar con quien ama a Jesucristo. Es como nuevo cielo en que
Dios se revela con toda la ternura de su corazón. “El que me ama, dice el Salvador,
será amado de mi Padre; al cual le amaré también manifestándome” (Jn 14, 21).
¿En qué consiste esta manifestación de Jesús? En la manifestación de su verdad, de
su bondad y de sus perfecciones adorables, que es a lo que se reduce el cenáculo del
amor.