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Serie: Jesús a través del Evangelio de Juan.

CELO POR EL TEMPLO DE DIOS


Juan 2:13-25

Jesús, su familia y sus discípulos se quedaron algunos días en Capernaum, y luego fueron a
Jerusalén para la Fiesta de la Pascua. En la boda de Capernaum, en un ámbito no religioso y
bastante cotidiano, Jesús manifiesto su bondad a los novios y obro para el bien de ellos.
Pero en el contexto religioso y aparentemente espiritual, donde está todo el sistema de
adoración, de ceremonias y rituales, Jesús muestra enojo e indignación, porque el templo
estaba siendo profano e inmundo, lleno de pecado y de corrupción. En este contexto, se nos
enseña tres verdades con relación al templo de Dios.

A. Una Adoración Corrompida.

Juan 2:13-14, “13 Como ya se acercaba la fiesta de los judíos llamada la Pascua, Jesús
fue a la ciudad de Jerusalén. 14 Allí, en el templo, encontró a algunos hombres
vendiendo bueyes, ovejas y palomas; otros estaban sentados a sus mesas, cambiando
monedas extranjeras por monedas judías”.

El templo era un lugar santo, que Dios había designado para tener comunión con
su pueblo, donde manifestaba su presencia, donde se ofrecían los sacrificios y
holocaustos, donde se presentaban las ofrendas para el perdón de pecados del pueblo.
Era un lugar que debía ser tratado con la mayor reverencia y solemnidad, porque allí se
manifestaba la presencia Dios.

Durante la fiesta de la Pascua, se ofrecían muchos animales en sacrificio. En el libro


de Números encontramos una descripción de lo que debía hacerse: Números 28:19-22,
“19 Y ofreceréis como ofrenda encendida en holocausto a Jehová, dos becerros de la
vacada, y un carnero, y siete corderos de un año; serán sin defecto. 20 Y su ofrenda de
harina amasada con aceite: tres décimas con cada becerro, y dos décimas con cada
carnero; 21 y con cada uno de los siete corderos ofreceréis una décima. 22 Y un macho
cabrío por expiación, para reconciliaros” En la fiesta de la Pascua, se requería de
muchos animales… era una fiesta nacional. Pero la celebración de esta fiesta había dado
lugar a prácticas corruptas. Ahora vemos a Jesús llegando al “patio de los gentiles”,
porque allí podían adorar quienes no eran judíos, y vio que esa parte del templo se había
convertido en un mercado, llena de gente, concentrada en la compra y la venta de los
animales para el sacrificio.

Usted se preguntará, ¿Eso no era más conveniente para los adoradores que tenían que
viajar largas distancias con sus animales? Claro que era conveniente y práctico. El
problema no era ese, sino que esa venta estaba llena de intenciones corrompidas y
codiciosas, aumentando la ganancia de sacerdotes y comerciantes, que obtenían lucro
abusando de la gente. Además, habían perdido de vista la finalidad de los sacrificios, era
adorar al Señor, y eso estaba lejos de ocurrir. El sistema se había corrompido. Los
sacerdotes buscaban encontrar algún defecto en los animales, para así obligarlos a
comprar en los vendedores en el templo. Además, estaban los cambistas, porque en el
templo sólo se aceptaba la moneda judía. Así que, los judíos que venían desde regiones
extranjeras con monedas de esos lugares, debían cambiarlas en el templo, el tipo de
cambio era elevado, se prestaba para ganancias deshonestas.

Los sacerdotes y comerciantes al estar en el templo estaban de alguna manera


participando en los ritos y ceremonias, sacrificando y proveyendo de animales para ser
sacrificados. Además, conocían la Palabra de Dios. Pero a pesar de estar físicamente en
el templo y de conocer la Palabra de Dios; sus corazones estaban corrompidos, todo lo
que estaban haciendo estaba contaminado por su codicia y su afán de ganancias
deshonestas. A pesar de que los fariseos y sacerdotes se jactaban de su aparente piedad,
y de su estricto celo legalista, este episodio demuestra que la acusación de Jesús era
cierta: ellos colaban el mosquito, pero dejaban pasar el camello. Es decir, se
preocupaban por ser muy rigurosos y minuciosos en aquello que era poco relevante
(cuantas millas podían caminar en un día de reposo, de qué forma podían diezmar del
comino y el eneldo, como deberían lavarse las manos, etc.); pero eran tolerantes con los
aspectos más importantes de la adoración (habían perdido totalmente de vista la
presencia de Dios, la solemnidad, la reverencia que debían tener en su casa, y la
necesidad de santidad en la adoración). Por eso J. C. Ryle, comentando este pasaje,
dice: “El hombre que trae consigo sus asuntos mundanos mientras profesa estar
adorando, está haciendo lo que es evidentemente más ofensivo para Cristo”.

Aquí tenemos una primera APLICACION: podemos estar físicamente junto al


pueblo de Dios, tener mucho conocimiento de la Palabra, incluso servir, hacer cosas
relacionas con la adoración; pero tener un corazón totalmente mundano, dominado
por el pecado, lleno de tinieblas. Esto nos debe llevar a meditar: ¿Por qué nos
congregamos? ¿Qué nos motiva a congregarnos? Nuestro corazón debe estar
motivado para estar en su presencia, para oír su voz, para rendir nuestro corazón en
adoración genuina y darle la gloria. Eclesiastés 5:1 (TLA) “Si vas al templo, ten
cuidado con lo que haces y presta atención a lo que allí se enseña. Es mejor obedecer a
Dios que ofenderlo presentando ofrendas sin pensar en lo que se hace”. Si sus
motivación y actitudes no son las correctas, Hay que volvernos al Señor con todo
nuestro corazón, ya que es muy fácil corromper nuestra adoración al Señor con un
corazón pecaminoso.

B. La indignación de Cristo.
Juan 2:15-17, “15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las
ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; 16 y
dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre
casa de mercado. 17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu
casa me consume.”

Ahora, ante este escenario, ¿Cuál fue la reacción de Cristo, sobre la adoración que se
ha corrompido? Fue de profunda indignación. Dios hecho hombre, que habitó entre la
humanidad; volcó las mesas con ira y profunda indignación, ya que la Casa de su Padre,
que también era su Casa, se había convertido en una casa de comercio y cueva de
ladrones. Recordemos que Cristo según Colosenses 1:15,17,19, “15 Él es la imagen del
Dios invisible, el primogénito de toda creación. 17 Y él es antes de todas las cosas, y
todas las cosas en él subsisten; 19 por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda
plenitud,” Es el Señor de todas las cosas.

Aquellos que debían dirigir el culto y los que debían adorar con reverencia, estaban
entregados a satisfacer sus deseos pecaminosos, y pensaban que quizá Dios no se daría
cuenta, pensaban que podían engañarlo, que podían esconder sus intenciones. Eran como
los impíos que se describen en el Salmo 10:11, “Dice en su corazón: Dios ha olvidado;
Ha encubierto su rostro; nunca lo verá.” ¡Pero ignoraban que el Señor estaba allí, en
medio de ellos! El Señor no es neutral, a Él no le da lo mismo lo que hagamos, y está
especialmente interesado en cómo lo adoramos. Este es un tema muy delicado, en el que
debemos prestar mucha atención y poner todo de nuestra parte para ser fieles en cómo le
rendimos culto. Hebreos 12:28-29, “28 Así que, recibiendo nosotros un reino
inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con
temor y reverencia; 29 porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

La reacción de Cristo fue tal, que sus discípulos vieron en ella el cumplimiento de
una profecía. Recordaron lo que estaba escrito: “El celo por tu casa me consumirá”. Es
una cita del Salmo 69:9, “El celo por tu casa me consume; sobre mí han recaído los
insultos de tus detractores”. El celo de Cristo no era de la boca para afuera, sino que
consumía todo su Ser. Todo su ser estaba indignado, porque su nombre, su gloria,
estaba siendo deshonrada y pisoteada.

Hoy muchos cristianos que se engañan, creyendo que, por hecho que Dios es amor,
será permisivo, tolerante con ciertas conductas pecaminosas, para así no incomodar
a las personas. Frente a alguna situación pecaminosa que ven piensan: “para qué ser
tan drásticos, no es nada grave, muchos lo hacen”. Creen que el Señor es como ellos,
sin convicciones, sin amor por la verdad. Pero el Señor no es neutral, Él está
personalmente involucrado con la verdad porque Él mismo es la verdad, está
completamente interesado en la obediencia y la fidelidad de su pueblo. Lo que importa
no es nuestra opinión, si nos parece pecaminoso o no. Lo que importa es si al Señor le
parece pecaminoso o no.

Entonces la siguiente APLICACION es: Es Jesús quien nos marca la senda que
debemos seguir, es nuestro Maestro, quien nos dice cómo debemos ser y actuar. Por
eso, debemos preguntarnos, ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Porque en toda persona
que ha sido salvo, regenerada, hecha una nueva criatura, habita el Espíritu Santo. Por lo
tanto, debemos tener la misma indignación que Cristo ante la adoración corrompida,
debemos tener el mismo celo por la santidad de Dios, manteniendo una vida santa. 1
Pedro 1:15-16, “15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos
en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy
santo.” Si nuestro Maestro se indignó, ¿podemos como discípulos mirar hacia otro
lado? Si nuestro Señor se airó contra tal corrupción, ¿Podemos reaccionar frente al
pecado como si nada pasara? Si nuestro Señor estimó que lo correcto era alzar la voz
con fuerza y denunciar el pecado, ¿Podemos como cristianos guardar silencio y ser
tolerantes con el pecado que vemos?

No rebajemos la Verdad de Dios, como si fuera una simple opinión. La Verdad de


Dios no es una más de tus opiniones, no es una simple creencia interna que puedes ceder
o renunciar. La verdad de Dios es Eterna, no la puedes transar ni renunciar porque no es
tuya, y si haces tal cosa, lo único que lograras es traer juicio sobre ti mismo y ponerte en
el lado de los rebeldes. 1 Corintios 3:16-17, “16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y
que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17 Si alguno destruyere el templo de Dios,
Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.”
Asegurémonos de honrarla, y de actuar conforme a ella.

C. Jesucristo es el verdadero templo.

Juan 1:18-25, “18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya
que haces esto? 19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo
levantaré. 20 Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo,
¿y tú en tres días lo levantarás? 21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto,
cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto;
y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho. 23 Estando en Jerusalén en
la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que
hacía. 24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, 25 y no tenía
necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el
hombre”.
Frente a los actos pecaminosos, Jesús actuó con toda autoridad, sus palabras fueron
como flechas encendidas, nadie pudo oponerse ni quedar en pie, todos salieron. Porque
no fue un simple humano denunciando y confrontando el pecado. Era Dios mismo,
hecho hombre y actuó como el Señor y dueño de ese templo, y nadie pudo resistir su
autoridad. Y el verso 23, dice que muchos en Jerusalén comenzaron a creer en Él.
Sin embargo, aun así, muchos de ellos no eran verdaderos discípulos. Quizá se
entusiasmaron al ver que Cristo confrontaba a los sacerdotes corruptos que abusaban de
ellos, y se sintieron identificados con ese discurso viéndolo como algo político o social.
Pero el verso 24 y 25, dice que el Señor no creía que ellos eran verdaderos convertidos,
porque Él podía ver su corazón, podía ver lo que ocurría en lo más íntimo de sus
pensamientos, y sabía que su fe en Él no era genuina.

Una vez más esto nos debe llevar a examinar nuestras motivaciones. La tercera
APLICACION es: No podemos engañar al Señor, no podemos burlarnos, porque Él
todo lo ve y todo lo conoce. J. C. Ryle dijo: "El cristiano falso se esconde del ojo del
Salvador que todo lo ve. Pero el cristiano verdadero quiere que el ojo del Señor esté
sobre él mañana, tarde y noche. No tiene nada que esconder". Que el Señor nos ayude a
depender de su gracia y refugiarnos en su misericordia, para seguir verdaderamente a
Cristo el Salvador.

Pero luego de esta reacción tan enérgica y decidida de Cristo, los sacerdotes le hicieron
una pregunta: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto? ¿Qué autoridad tenía Él
para hacer esto? Esta pregunta revela, que no se dieron cuenta que estaban hablando
con el mismo Señor del templo, a quien debían adorar. Sus ojos estaban tan ciegos, tan
llenos de la oscuridad del pecado, que no pudieron reconocerlo. Eran expertos en la
Escritura, pero no pudieron reconocer que se estaba cumpliendo Malaquías 3:1-3, “He
aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá
súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien
deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos. 2 ¿Y quién podrá
soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él se
manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. 3 Y se
sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará
como a oro y como a plata”. En una de sus primeras apariciones públicas, y en su
primera visita al templo físico, Jesús cumple esta profecía y deja en claro que el vino a
revelar el verdadero templo, y a purificar el culto y la adoración, porque Él es el Señor
del templo, y Él es el verdadero templo.

Esto es lo que el Señor respondió a los judíos. Juan 2:19-22, “19 Respondió Jesús y
les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. 20 Dijeron luego los judíos:
En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo
levantarás? 21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto, cuando resucitó de
entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la
Escritura y la palabra que Jesús había dicho”. El templo físico, con todas sus
ceremonias, ritos y sacrificios, era sólo una sombra de lo que había de venir, del templo
verdadero, que es Cristo. Y les dice, que ellos destruirían ese templo verdadero, pero
en tres días lo levantaría, anunciando así su resurrección. Increíblemente, nadie
comprendió esas palabras, ni siquiera sus discípulos, hasta que todo estuvo cumplido.
Pero al levantarse de entre los muertos, Jesús establecería un nuevo templo, con un
nuevo culto, con una adoración en espíritu y en verdad: La Iglesia. Por eso el Señor les
dijo, en Juan 14:17-19, “17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir,
porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y
estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. 19 Todavía un poco, y
el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también
viviréis.” Mientras que Él estaba en la tierra, Él fue el verdadero templo, en Él habitaba
toda la plenitud de Dios. Pero Él debía ascender, volver al Padre, y cuando eso ocurriera,
volvería a nosotros, pero en el Espíritu Santo. Antes Él estaba con nosotros, pero ahora,
una vez que ya descendió el Espíritu Santo, Él vive en nosotros. Por eso, ahora nosotros
somos el templo de Dios. 1 Corintios 6:19-29, “19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.

Conclusión

¿Cuánto cuidado debemos tener, entonces con el templo de Dios? ¿Cuánto empeño debemos
poner en reflejar esa gloria y rendir adoración en obediencia, amor y fidelidad a su nombre?
Los que profanaron el templo temporal, que era una sombra del verdadero templo,
enfrentaron la indignación de Cristo. ¿Cuánto más la enfrentaremos nosotros, si con
nuestros pensamientos o actos profanamos la verdadera Casa de Dios? 2 Corintios 5:10
(NTV) “Pues todos tendremos que estar delante de Cristo para ser juzgados. Cada uno de
nosotros recibirá lo que merezca por lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en
este cuerpo terrenal.”

El Señor dijo a los cambistas y vendedores, “¡Saquen esto de aquí!”. ¿Qué te diría a ti?
¿Tienes algo que sacar del templo de Dios, que no pertenece allí? ¿Tu comodidad, tu
autosatisfacción, tu afán de ser reconocido, tu pereza, tu codicia, tu indiferencia, tu
negligencia, tu falta de amor, tu mundanalidad? No te vayas igual que siempre de vuelta
a casa. Medita en estas cosas, recuerda que tú personalmente y como congregación, somos
templo de Dios, somos Casa de Dios, y Cristo es el Señor de esta Casa. Despertemos del
sueño, somos el Templo de Dios. Romanos 13:11-14, “11 Y esto, conociendo el tiempo,
que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra
salvación que cuando creímos. 12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos,
pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. 13 Andemos como de día,
honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas
y envidia, 14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.”

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