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SEMINARIO DE DEONTOLOGÍA

TEMA I
La perspectiva de la ética
Vivimos en un mundo en donde los cambios son constantes y cada vez más
acelerados. Un mundo que ha sufrido transformaciones sociales, culturales y
económicas radicales que afectan al orden global. Los cambios son tan
profundos que se habla de mutaciones estructurales. La globalización, el
neoliberalismo, las redes de comunicación han creado un escenario mundial en
el que el individuo se encuentra en un estado de profunda vulnerabilidad,
incertidumbre y contingencia.

Tal estado es en general vinculado a los procesos de individualización y al


pluralismo. Ambos procesos, fuertemente imbricados, se caracterizan por la
progresiva emancipación del agente respecto de las estructuras y el despojo de
sus antiguos soportes colectivos.

Hasta hace algunas décadas atrás las instituciones, como la escuela, la familia
y el trabajo, orientaban a los seres humanos en la realidad. Tal como lo
muestran Berger y Luckmann[1], las instituciones fueron concebidas para
liberar a los individuos de la necesidad de reinventar el mundo y reorientarse
diariamente en él. Ellas eran sustitutos de los instintos: permitían la acción sin
que sea preciso considerar todas las alternativas. Proporcionaban modelos
probados a los que las personas recurren para orientar su conducta. Al poner
en práctica estos esquemas de acción institucionalizados el individuo aprendía
a cumplir con las expectativas asociadas a ciertos roles que gozan de una
aceptación generalizada e incondicional.

Pero, el pluralismo moderno ha socavado ese conocimiento dado por supuesto.


El mundo, la sociedad, la vida y la identidad personal son cada vez más
problematizados. Pueden ser objeto de interpretaciones y cada interpretación
define sus propias perspectivas de acción posible. Ninguna interpretación,
ninguna gama de posibles acciones puede ya ser aceptada como única,
verdadera e incuestionablemente adecuada.

Estamos condenados a elegir y dos instituciones centrales de la sociedad


moderna impulsan esta transición: la economía de mercado y la democracia.

El avance científico y tecnológico ha cambiado nuestras vidas, nuestras


costumbres, la forma de relacionarnos con el otro. Ha mejorado enormemente
nuestra calidad de vida, pero al mismo tiempo ha creado nuevos dilemas e
interrogantes.
En este contexto emerge la ética con particular fuerza, la pregunta por la forma
de vida buena, por lo que es lícito más allá de lo posible, nos coloca
inexorablemente frente al desafío cotidiano de elegir y de decidir. Debido a que
esta decisión afecta a los otros, no sólo a uno mismo, y a que toda elección
significa una renuncia, nos vemos obligados a justificar nuestra decisión y
nuestras elecciones. Muchas veces estas justificaciones las encontramos en el
sentido común, en lo que hemos aprendido en la familia o en la escuela, en las
costumbres o en lo que la sociedad considera bueno. Pero, como lo dijimos en
párrafos anteriores, el aprendizaje social ya no basta en un mundo plural,
diverso y permanentemente cambiante.

La ética se hace cada vez más necesaria ante los complejos dilemas que nos
interpelan diariamente.

Desde esta perspectiva se asume a la ética, no como un saber sólo de


expertos -los filósofos- sino un saber que todos tenemos y que se pone en
juego cada vez que nos preguntamos sobre qué se debe hacer y por qué se lo
debe hacer, es decir cuando reflexionamos sobre la corrección o validez de
nuestros actos y decisiones.

"…cuando se advierte que no todos opinan unánimemente sobre lo que


"se debe hacer" surge la duda, la pregunta básica acerca de qué se debe
hacer, y -en caso que se obtenga para ello alguna respuesta- la de por
qué se lo debe hacer. Con este tipo de preguntas se inicia la ética
filosófica, que representa la continuación sistemática de la tematización
espontánea: en ella se procura explicitar los principios que rigen la vida
moral, es decir se intenta fundamentar la norma"[2].

[1] BERGER, P. Y LUCKMANN, T. (1997) Modernidad, pluralismo y crisis de


sentido. La orientación del hombre moderno. Barcelona, Paidós, pág. 81 y ss.

[2] Maliandi, R. (2004) Ética: conceptos y problemas. Bs. As., Biblos, pág. 48.

 TEMA II
 La tarea reconstructiva de la ética
La conferencia y el texto de Cortina consultados la clase anterior nos permiten
clarificar la distinción entre Ética y Moral, dos términos que en la vida cotidiana
suelen ser usados de manera homónima.

Tal como lo señala Cortina, la moral se caracteriza por:


 Formar parte de la vida cotidiana de las sociedades y de los individuos.

 Tener apellidos de la vida social que la enraízan en un tiempo, lugar y


cultura determinados. Moral protestante, moral laica, moral oriental…

 Ser adquirida por medio de la experiencia y del aprendizaje social. Es un


saber indispensable para la convivencia entre los hombres.

 Ser un saber práctico que se pregunta por lo aceptado


socialmente ¿qué debo hacer? Es decir, por las normas, costumbres,
hábitos y valores vigentes en un determinado grupo social o cultura.

La ética en cambio:

 Es un saber filosófico.

 Sus apellidos son filosóficos. Ya hablaremos de la ética kantiana, la ética


utilitarista, la ética comunicativa.

 Es un saber racional y sistemático que se pregunta por la validez o


legitimidad de lo aceptado socialmente ¿por qué lo debo hacer?

En definitiva, podemos decir que la Ética es la reflexión sobre el ethos


– entendido como moral.

TEMA III
La reconstrucción del ethos
Maliandi explica que la ética, como disciplina, se mueve a partir de dos
marchas: primero, discutiendo la moral vigente contraponiendo a una
afirmación la crítica de la misma; segundo, buscando fundamentar
racionalmente la moral. De esta manera, normas morales que estuvieron
vigentes en algún momento, son puestas en cuestión y abandonadas cuando
se las asume como incorrectas o injustas, y en su reemplazo se elaboran
nuevas normas que satisfacen mejor las exigencias éticas de su tiempo. La
pregunta por la validez o corrección de las normas nos lleva a buscar principios
éticos generalizables, o universalizables. Las distintas filosofías morales
ofrecen distintos criterios para descubrir estos principios, ellas proponen
caminos diversos y priorizan cuestiones diferentes.

Como nos muestra Maliandi[1], las distintas propuestas éticas operan


reconstructivamente haciendo explícito y objeto de análisis críticos nociones e
intuiciones morales que todos tenemos. “La reconstrucción es un proceso
sistemático, deliberado por pasar de una conciencia implícita de reglas que
condicionan ciertas prácticas a una conciencia explícita que pretende tematizar,
reflexionar críticamente sobre tales reglas y descubrir su intencionalidad y
validez”.

Para recuperar lo dado hasta el momento y mayores precisiones respecto del


tema actual, les recomiendo visualicen y escuchen la presentación (activar
el sonido al iniciar) que se incluye en esta clase.

[1] Maliandi, Ricardo. (1998) Ética: conceptos y problemas. Bs. As., Biblos.

TEMA IV
Deontología y ética profesional
El origen del término Deontología se atribuye a Jeremy Bentham (1748-1832)
en su obra póstuma Deontology or Science de la Morale [1]publicado en el año
1832.

Bentham se refiere a Deontología como la ciencia de la moralidad a partir de


una perspectiva naturalista de la ética que basa la moralidad en
consideraciones racionales y empíricas del orden natural.

Trata en consecuencia de proporcionar un enfoque científico sobre lo que está


bien o está mal, intentando liberar a la moral de sus condicionamientos
religiosos.

La deontología es la ciencia que estudia los deberes que deben cumplirse para
alcanzar el ideal utilitario. No es solo normativa, sino descriptiva y empírica
cuyo fin es determinar los deberes que han de cumplirse en determinadas
circunstancias sociales y especialmente dentro de una determinada profesión.
El término deontología profesional hace referencia al conjunto de principios y
normas éticas que regulan y guían una actividad profesional. Estas normas
determinan los deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el
desempeño de su actividad. Por este motivo, suele ser el propio colectivo
profesional quién determina dichas normas y, a su vez, se encarga de
recogerlas por escrito en los códigos deontológicos.

Una de las diferencias cuando hablamos de "ética" y "deontología" es que la


primera hace directamente referencia a la conciencia personal, mientras que la
segunda adopta una función de modelo de actuación para un colectivo.

Para Bentham, la deontología se aplica fundamentalmente al ámbito de la


moral; es decir, a aquellas conductas del hombre que no forman parte de las
hipótesis normativas del derecho vigente, aquellas acciones que no están
sometidas al control de la legislación pública. Esto sugiere una de las
intenciones de la redacción de los códigos deontológicos: explicitar la
dimensión estrictamente moral de una profesión, aquellos comportamientos
exigibles a unos profesionales, aunque no estén delimitados jurídicamente, o
quizá, por ello mismo.

Por ejemplo, nadie está obligado por la ley a revelar o a mantener en secreto
alguna información que le fuera dada en el marco del ejercicio de su profesión.
Sin embargo, la norma del secreto profesional aparece como un deber
primordial en la mayoría de los códigos de ética profesional.

La deontología se basa en la ética de las profesiones, la cual se encarga de


formular los principios éticos en los que se fundamentan las normas. Estos
principios proporcionan orientaciones y temas más relevantes, perspectivas de
cómo entender el ejercicio de una profesión.

Las normas son recopiladas en un código deontológico y aplican los principios


a situaciones más o menos concretas, más o menos genéricas. Justamente,
los códigos deontológicos, no pueden ser casuísticos, presenta deberes
categoriales, comprensivos de múltiples casos, para que sus normas no
devengan en una especie de corsé básico de la profesión.

Para conocer más sobre los códigos deontológicos, lean detenidamente el texto
de Vilar, J. (2000) “Deontología y práctica profesional. Limitaciones y
posibilidades de los códigos deontológicos” disponible en el aula.
Para comprender la perspectiva que proporciona la ética profesional, más amplia y
crítica en relación con la deontología, lean detenidamente el texto de Yurén, T. (2013)
“Ética profesional y praxis. Una revisión desde el concepto de agencia.”

Comencemos visualizando y escuchando el PPT adjunto.

[1] Pueden consultar la traducción al español publicada en 1836


en https://books.google.com.ar/books?
id=r3pjJg7GlkwC&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=
onepage&q&f=false
O en http://www.cervantesvirtual.com/obra/deontologia-o-ciencia-de-la-moral--
obra-postuma--0/

TEMA V
¿Qué es hacer lo correcto? Kant y el
Utilitarismo
Se considera que los códigos deontológicos contribuyen a prestigiar las
profesiones y asegurando su reconocimiento formal. Para Jover[1] “Los códigos
se presentan como signos de madurez profesional que colaboran a la
implantación de la profesión, mostrando públicamente la disposición de los
profesionales a regular su conducta según principios éticos”. La compleja
realidad con la que nos enfrentamos cotidianamente en la práctica docente
demanda ciertas regulaciones que permitan orientar el comportamiento de los
profesores en sus distintos ámbitos de actuación.

Sin embargo, los códigos tienen límites muy claros. Si bien los códigos
deontológicos pueden servir de guías y marcos de expectativas, al tener que
moverse necesariamente en un ámbito de elevada generalidad, representan
sólo una ayuda limitada para la resolución de dilemas morales en situaciones
profesionales. Instituidos por asociaciones profesionales como marcos
regulativos generales, suelen ser poco operativos al estar distanciados de la
práctica y a los problemas y preocupaciones reales, por lo que no genera un
compromiso auténtico de los implicados.

Además, el código no puede suplantar la conciencia individual del propio


agente. El profesional no puede abandonar a un “despotismo burocrático” y
eximirse de reflexionar y decidir por él mismo frente a las situaciones
éticamente conflictivas que lo interpelan, aun cuando el código pueda
proporcionarle alguna orientación. Ante situaciones tan desafiantes como la del
dilema discutido en la clase anterior, se hace necesario encontrar criterios
éticos, más allá de los códigos, que nos permitan saber qué es lo correcto y
actuar en consecuencia.

Si revisan las justificaciones que se presentaron en la discusión del dilema de


la Sra. Martínez para sostener cualquiera de las dos opciones. Seguramente
encontrará dos criterios de orientación moral:

¿Tenía la Sra. Martínez derecho a mentir al padre de Tomás? Ella estaba


segura de lo que ocurriría si no lo hacía. Seguramente él hubiera golpeado a
Tomás. Ciertamente, al mentir, ella pudo evitar algunas consecuencias
indeseables. Pero, ¿se soluciona así el dilema? ¿Actuar para evitar malas
consecuencias o producir buenas es lo correcto en este caso? ¿O siempre está
mal mentir, más allá de los efectos particulares que la mentira produce? La
señora Martínez valora profundamente la honestidad, y se resiente cuando
alguien le miente. ¿Debería, pues, haber tratado al padre de Tomás como ella
quiere que la traten? ¿Siempre es malo mentir, aunque fuera por una buena
causa?

Les pedimos que revisen su posicionamiento a partir de los interrogantes


planteados y comenten en el Foro “¿El fin justifica los medios” si les han
suscitado nuevas reflexiones, dudas o reposicionamientos.

[1] Jover, G. (1995) Líneas de desarrollo y fundamentación en el campo de la


deontología de las profesiones educativas. En: Teoría de la Educación. Revista
Interuniversitaria, Nº 7.

TEMA VI
Perspectivas éticas
contemporáneas: La ética del
cuidado
¿Es moral sólo aquella posición adoptada como resultado de un
pensamiento racional fundado en principios universales? ¿Pueden
encontrarse otros criterios?

Tanto la ética kantiana como la utilitarista son propuestas inscriptas dentro del
proyecto ético – político de la modernidad. Ambas son éticas racionalistas
orientadas a descubrir un principio ético de justicia universalizable.

A estas éticas se les hacen fuertes críticas por centrar lo propiamente moral en
la razón. La ética kantiana es la que más controversias parece despertar por su
carácter excesivamente formalista y rigorista.

Se cuestiona el carácter trascendente de la razón, considerada superior a los


sentimientos o a la intuición, y la noción de deber por licuar la moral en un
comportamiento orientado por reglas abstractas y generales que eluden la
responsabilidad implícita en la confrontación con la singularidad de cada
situación.

En el marco de estas críticas emergen dos propuestas éticas que recuperan a


las inclinaciones y los sentimientos como base fenomenológica de la moral,
acercando los criterios éticos a la experiencia.

Por un lado, la ética del cuidado considera que una moral que nace de la
relación no es menos elevada que la que se desarrolla sobre la base de un
pensamiento autónomo y abstracto con otras personas y de un sentimiento de
cuidado con respecto a ellas. Desde esta perspectiva, se asume al cuidado y la
responsabilidad por el otro como esencia de la moralidad y lo moralmente
bueno se define como el compromiso a prestar atención y la disposición a
responder de modo favorable a las legítimas necesidades del otro. Esta
propuesta transfiere el centro de atención de la moralidad que se ubicaba en
reglas abstractas y universales, al terreno de las relaciones con el prójimo y a
lo que es necesario hacer en función de nuestra preocupación por él.

Surgida en el marco del feminismo se reconocen como sus principales


referentes a Carol Gilligan y Nel Noddings.

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