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Seminario de Deontología - Hoja de Ruta
Seminario de Deontología - Hoja de Ruta
TEMA I
La perspectiva de la ética
Vivimos en un mundo en donde los cambios son constantes y cada vez más
acelerados. Un mundo que ha sufrido transformaciones sociales, culturales y
económicas radicales que afectan al orden global. Los cambios son tan
profundos que se habla de mutaciones estructurales. La globalización, el
neoliberalismo, las redes de comunicación han creado un escenario mundial en
el que el individuo se encuentra en un estado de profunda vulnerabilidad,
incertidumbre y contingencia.
Hasta hace algunas décadas atrás las instituciones, como la escuela, la familia
y el trabajo, orientaban a los seres humanos en la realidad. Tal como lo
muestran Berger y Luckmann[1], las instituciones fueron concebidas para
liberar a los individuos de la necesidad de reinventar el mundo y reorientarse
diariamente en él. Ellas eran sustitutos de los instintos: permitían la acción sin
que sea preciso considerar todas las alternativas. Proporcionaban modelos
probados a los que las personas recurren para orientar su conducta. Al poner
en práctica estos esquemas de acción institucionalizados el individuo aprendía
a cumplir con las expectativas asociadas a ciertos roles que gozan de una
aceptación generalizada e incondicional.
La ética se hace cada vez más necesaria ante los complejos dilemas que nos
interpelan diariamente.
[2] Maliandi, R. (2004) Ética: conceptos y problemas. Bs. As., Biblos, pág. 48.
TEMA II
La tarea reconstructiva de la ética
La conferencia y el texto de Cortina consultados la clase anterior nos permiten
clarificar la distinción entre Ética y Moral, dos términos que en la vida cotidiana
suelen ser usados de manera homónima.
La ética en cambio:
Es un saber filosófico.
TEMA III
La reconstrucción del ethos
Maliandi explica que la ética, como disciplina, se mueve a partir de dos
marchas: primero, discutiendo la moral vigente contraponiendo a una
afirmación la crítica de la misma; segundo, buscando fundamentar
racionalmente la moral. De esta manera, normas morales que estuvieron
vigentes en algún momento, son puestas en cuestión y abandonadas cuando
se las asume como incorrectas o injustas, y en su reemplazo se elaboran
nuevas normas que satisfacen mejor las exigencias éticas de su tiempo. La
pregunta por la validez o corrección de las normas nos lleva a buscar principios
éticos generalizables, o universalizables. Las distintas filosofías morales
ofrecen distintos criterios para descubrir estos principios, ellas proponen
caminos diversos y priorizan cuestiones diferentes.
[1] Maliandi, Ricardo. (1998) Ética: conceptos y problemas. Bs. As., Biblos.
TEMA IV
Deontología y ética profesional
El origen del término Deontología se atribuye a Jeremy Bentham (1748-1832)
en su obra póstuma Deontology or Science de la Morale [1]publicado en el año
1832.
La deontología es la ciencia que estudia los deberes que deben cumplirse para
alcanzar el ideal utilitario. No es solo normativa, sino descriptiva y empírica
cuyo fin es determinar los deberes que han de cumplirse en determinadas
circunstancias sociales y especialmente dentro de una determinada profesión.
El término deontología profesional hace referencia al conjunto de principios y
normas éticas que regulan y guían una actividad profesional. Estas normas
determinan los deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el
desempeño de su actividad. Por este motivo, suele ser el propio colectivo
profesional quién determina dichas normas y, a su vez, se encarga de
recogerlas por escrito en los códigos deontológicos.
Por ejemplo, nadie está obligado por la ley a revelar o a mantener en secreto
alguna información que le fuera dada en el marco del ejercicio de su profesión.
Sin embargo, la norma del secreto profesional aparece como un deber
primordial en la mayoría de los códigos de ética profesional.
Para conocer más sobre los códigos deontológicos, lean detenidamente el texto
de Vilar, J. (2000) “Deontología y práctica profesional. Limitaciones y
posibilidades de los códigos deontológicos” disponible en el aula.
Para comprender la perspectiva que proporciona la ética profesional, más amplia y
crítica en relación con la deontología, lean detenidamente el texto de Yurén, T. (2013)
“Ética profesional y praxis. Una revisión desde el concepto de agencia.”
TEMA V
¿Qué es hacer lo correcto? Kant y el
Utilitarismo
Se considera que los códigos deontológicos contribuyen a prestigiar las
profesiones y asegurando su reconocimiento formal. Para Jover[1] “Los códigos
se presentan como signos de madurez profesional que colaboran a la
implantación de la profesión, mostrando públicamente la disposición de los
profesionales a regular su conducta según principios éticos”. La compleja
realidad con la que nos enfrentamos cotidianamente en la práctica docente
demanda ciertas regulaciones que permitan orientar el comportamiento de los
profesores en sus distintos ámbitos de actuación.
Sin embargo, los códigos tienen límites muy claros. Si bien los códigos
deontológicos pueden servir de guías y marcos de expectativas, al tener que
moverse necesariamente en un ámbito de elevada generalidad, representan
sólo una ayuda limitada para la resolución de dilemas morales en situaciones
profesionales. Instituidos por asociaciones profesionales como marcos
regulativos generales, suelen ser poco operativos al estar distanciados de la
práctica y a los problemas y preocupaciones reales, por lo que no genera un
compromiso auténtico de los implicados.
TEMA VI
Perspectivas éticas
contemporáneas: La ética del
cuidado
¿Es moral sólo aquella posición adoptada como resultado de un
pensamiento racional fundado en principios universales? ¿Pueden
encontrarse otros criterios?
Tanto la ética kantiana como la utilitarista son propuestas inscriptas dentro del
proyecto ético – político de la modernidad. Ambas son éticas racionalistas
orientadas a descubrir un principio ético de justicia universalizable.
A estas éticas se les hacen fuertes críticas por centrar lo propiamente moral en
la razón. La ética kantiana es la que más controversias parece despertar por su
carácter excesivamente formalista y rigorista.
Por un lado, la ética del cuidado considera que una moral que nace de la
relación no es menos elevada que la que se desarrolla sobre la base de un
pensamiento autónomo y abstracto con otras personas y de un sentimiento de
cuidado con respecto a ellas. Desde esta perspectiva, se asume al cuidado y la
responsabilidad por el otro como esencia de la moralidad y lo moralmente
bueno se define como el compromiso a prestar atención y la disposición a
responder de modo favorable a las legítimas necesidades del otro. Esta
propuesta transfiere el centro de atención de la moralidad que se ubicaba en
reglas abstractas y universales, al terreno de las relaciones con el prójimo y a
lo que es necesario hacer en función de nuestra preocupación por él.