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Necesidades de los niños menores de cinco años en una

sociedad cambiante
Donald Winnicott

Todos sabemos que, en general, las familias son hoy menos numerosas que antes, y
que las madres con dos hijos llegan a los cuarenta años con una expectativa de vida de
treinta y cinco, abundante energía y cierta experiencia. Me propongo estudiar las
necesidades de los niños menores de cinco años en relación con éste y otros cambios.
En primer lugar, debo plantear esta pregunta: ¿afectan estos cambios en la pauta
social a los menores de cinco años en alguna forma significativa? Debo acentuar el
hecho de que las necesidades de los bebés y de los niños pequeños no son variables,
sino inherentes e inalterables. ¿Cuáles son las necesidades de los niños normales o
sanos de menos de cinco años? Es necesario pensar todo el tiempo en el niño en
desarrollo. Éste constituye siempre un enfoque útil, pero resulta particularmente
importante en el caso de los chicos menores de cinco años, va que cada niño de cuatro
años, tiene también tres, dos y uno, y es al mismo tiempo un bebé recientemente
destetado o recién nacido e incluso en el vientre materno. En términos de
personalidad y de desarrollo emocional, hay una enorme distancia entre el bebé recién
nacido y el chico de cinco años. La única manera de recorrer esa distancia consiste en
proporcionar ciertas condiciones. Tales condiciones sólo necesitan ser tolerablemente
buenas, ya que la inteligencia de un niño se torna cada vez más capaz de soportar las
fallas y hacer frente a las frustraciones mediante una preparación anticípala. Como es
bien sabido, las condiciones necesarias para el crecimiento individual del niño no son
en sí mismas estáticas, determinadas y fijas, sino que se encuentran en un estado de
cambio cuantitativo v cualitativo en relación con las necesidades cambiantes y la edad
del bebé o del niño. Examinemos de cerca al niño sano de cuatro años v medio. En el
curso del día puede aparecer un cierto grado de sociabilidad similar al de un adulto. El
varoncito ha podido identificarse con el padre, v la niña, con la madre, y existen
también identificaciones cruzadas. Ésa capacidad para la identificación se revela en la
conducta concreta, y en la posibilidad de asumir responsabilidades durante un tiempo
limitado y con respecto a un área limitada; se revela en el juego, en el que se
manifiestan claramente las tareas y las alegrías de la vida conyugal, de la paternidad y
de la pedagogía, y en las pasiones y los celos violentos qué son característicos de la
edad; y aparece en las fantasías diurnas y, sobre todo y fundamentalmente, en los
sueños del niño dormido.

Estos son algunos de los elementos maduros en el niño sano de cuatro años, sobre
todo teniendo en cuenta la intensidad de vida que deriva de su instinto, la base
biológica para las excitaciones que muestran la siguiente secuencia: preparación con
tensión creciente, culminación, y luego una cierta medida de relajación que sigue a
alguna forma de gratificación.

En el sueño completo que marca la madurez correspondiente al período


inmediatamente previo a los cinco años, el niño ocupa uno de los vértices de un
triángulo de relaciones humanas. En ese sueño el impulso biológico que llamamos
instinto es aceptado, y es toda una hazaña el hecho de que el niño siga el ritmo del
crecimiento biológico; de modo que en el sueño completo, y en la fantasía potencial
presente en la vida de vigilia, las funciones corporales del niño se ven involucradas en
relaciones de un tipo muy intenso, en las que el amor se siente como tal, y también el
odio, y los conflictos inherentes a la experiencia humana. Una necesidad del niño de
cuatro años bien desarrollado es la de contar con padres con los que pueda
identificarse. A esta importante edad no tiene sentido implantar normas morales ni
inculcar pautas culturales. El factor operativo es el progenitor, y la conducta del
progenitor, y la interrelación entre los padres tal como el niño la percibe. Esto es lo
que el niño toma, lo que imita y contra lo cual reacciona, y esto es también lo que
utiliza de múltiples maneras en el proceso personal de autodesarrollo. El hogar, basado
en la relación entre los padres, cumple una función a través de su existencia y
supervivencia; el odio manifiesto del niño y el odio que aparece en los desastres de los
sueños, puede tolerarse debido a que el hogar sigue funcionando a pesar de lo peor y
a causa de lo mejor. Pero una criatura que se muestra a veces sorprendentemente
madura a los cuatro años y medio se convierte de pronto en un niño de dos años
cuando necesita protección a causa de un tajo en un dedo o de una caída casual, y
tiende a tornarse muy infantil en el momento de irse a dormir. Una criatura de
cualquier edad que necesita sentirse afectuosamente sostenida requiere una forma
física de amor que la madre le proporcionaba naturalmente cuando lo llevaba en su
seno. Sin duda, el bebé no comienza como una persona capaz de identificarse con
otras.

Se necesita primero una consolidación gradual del yo como un todo o una unidad, y
también un desarrollo gradual de la capacidad de sentir que el mundo exterior y el
mundo interior son cosas relacionadas, pero no idénticas al yo, y que el yo es
individual y peculiar y nunca igual en dos criaturas. El logro de una madurez adecuada
entre los tres y los cinco años de edad se acentúa aquí en primer lugar, porque los
niños sanos se están preparando todo el tiempo para esa madurez que es tan vital
para todo el desarrollo futuro del individuo. Al mismo tiempo, la madurez del niño que
todavía no tiene cinco años resulta normalmente compatible con toda clase y grados
de inmadurez. Los aspectos inmaduros son los residuos de madureces previas, de los
estados sanos, de dependencia característicos de todas las fases previas del
crecimiento. Resulta más simple realizar algunos sondeos de las diversas fases del
desarrollo que intentar una descripción del complejo cuadro del niño de cuatro años.

Incluso en una formulación condensada, es necesario separar los siguientes


elementos:
1) Relación triangular (entre los miembros de la familia).
2) Relación bipersonal (la madre que presenta el mundo al bebé).
3) La madre que sostiene al niño en un estado no integrado (que ve a toda la persona
antes que el bebé se sienta entero).
4) El amor de la madre expresado en términos de manejo físico (técnicas maternales).
1) Relación triangular.

El niño se ha convertido ahora en un ser humano entero entre seres humanos enteros,
envuelto en relaciones triangulares. En el sueño subyacente o inconsciente, el niño
está enamorado de un progenitor y, en consecuencia, odia al otro. En cierta medida, el
latente de fases previas para utilizarlo en ese odio, que resulta aceptable porque su
base es el amor primitivo, puede considerarse afortunado. En cierta medida, sin
embargo, ese odio es absorbido por la capacidad del niño para identificarse con el rival
en el sueño. Aquí la situación familiar dirige al niño y a su sueño. El triángulo es una
realidad que permanece intacta. El triángulo aparece también en toda clase de
relaciones cercanas que permiten una difusión a partir del tema central, y una
disminución gradual de las tensiones hasta que se tornan manejables en alguna
situación real.
El juego asume aquí particular importancia, ya que es real y, al mismo tiempo, también
un sueño, y aunque las experiencias del juego admiten sentimientos tremendos de
todo tipo, que de otra manera permanecen encerrados en el sueño olvidado, el juego
eventualmente termina, y quienes intervienen en él guardan los jueguetes y toman el
té juntos, o se preparan para el baño y el cuento a la hora de dormir. Además, en el
juego (dentro del período que consideramos) siempre hay cerca alguna persona mayor
que está directamente involucrada y lista para asumir el control de la situación. Un
estudio de dos juegos infantiles, "el papá y la mamá" y "médicos y enfermeras" podría
resultar instructivo para quienes comienzan a estudiar este tema, así como los juegos
específicos basados en la imitación de las tareas maternales y hogareñas y del trabajo
especial del padre. El estudio de los sueños infantiles requiere una formación especial,
pera naturalmente lleva al estudioso a niveles más profundos del inconsciente que la
simple observación del juego.

2) Relación bipersonal.

En una etapa previa, en lugar de la relación triangular encontramos la relación más


directa entre el niño y la madre. De maneras sumamente sutiles, la madre presenta el
mundo al bebé, poco a poco y evitando la incidencia casual, y proporcionando lo
necesario en la forma y en el momento más o menos adecuados. Resulta fácil ver que
en esta relación bipersonal hay muchos menos oportunidades (que en la pauta
triangular) para que el niño se vea obligado a un manejo personal de situaciones
difíciles; en otras palabras, la dependencia es mayor. Con todo, se trata de dos seres
humanos enteros, íntimamente interrelacionados e interdependientes. Si la madre es
sana, si no es ansiosa, si no está deprimida, confundida o retraída, entonces hay
amplia oportunidad para el desarrollo de la personalidad del niño en el
enriquecimiento diario de la relación madre-hijo.

3) La madre que sostiene al niño en un estado no integrado.

En un momento previo, existe, desde luego, un grado aún mayor de dependencia. Se


necesita a la madre como a alguien que sobrevive cada día, y que puede integrar los
diversos sentimientos, sensaciones, excitaciones, rabias, penas, etc., que constituyen la
vida de un bebé pero que éste no puede sostener. El niño no es todavía una unidad. La
madre sostiene al niño, al ser humano que se está formando.

Si resulta necesario, la madre puede examinar en su mente todo lo que el día ha


significado para el niño. Ella comprende. Ella ve a su hijo como un ser humano en un
momento en que aquél todavía es incapaz de sentirse entero.

4) El amor de la madre expresado en términos de manejo físico.

En una etapa anterior la madre sostiene al bebé, y esta vez en un sentido físico. Todos
los detalles tempranos del cuidado físico constituyen cuestiones psicológicas para el
niño. La madre se adapta activamente a las necesidades del bebé, y al comienzo esa
adaptación puede ser notablemente completa. La madre sabe, instintivamente como
dice la gente, cuál de las múltiples necesidades está a punto de tornarse apremiante.
Ella le presenta el mundo al niño en la única forma que no implica caos: satisfaciendo
las necesidades a medida que se presentan. Además, al expresar amor en términos de
manejo físico y al proporcionar satisfacciones físicas contribuye a que la psiquis infantil
comience a vivir en el cuerpo del niño. Mediante su técnica de cuidado expresa sus
sentimientos hacia el niño, y se va consolidando como una persona que el individuo en
desarrollo puede reconocer. Esta manifestación de necesidades constituye una base
para examinar el impacto que los diversos cambios observados en la pauta familiar
ejercen sobre el niño. Cada una a su manera, todas las necesidades son absolutas,
teniendo en cuenta su cualidad cambiante. La incapacidad para satisfacerlas trae
aparejada una distorsión del desarrollo infantil, y puede tomarse como un axioma la
afirmación de que cuanto más primitivo es el tipo de necesidad, mayor será la
dependencia del individuo con respecto al medio, y más desastrosa la incapacidad para
satisfacerla. El manejo temprano de un bebé constituye una cuestión que está más allá
del pensamiento consciente y la intención deliberada. Es algo que sólo se torna posible
a través del amor. A veces decimos que el niño necesita amor, pero lo que realmente
queremos decir es que sólo alguien que ama al niño puede efectuar la adaptación
necesaria a sus necesidades, y sólo alguien que ama al niño puede graduar las fallas de
la adaptación a fin de seguir el ritmo del crecimiento de la capacidad del niño en
cuanto a hacer un uso positivo de las fallas adaptativas. Las necesidades esenciales de
las criaturas menores de cinco años corresponden a los individuos involucrados, y los
principios básicos no cambian.
Esto resulta aplicable a los seres humanos del pasado, el presente y el futuro, en
cualquier parte del mundo y en cualquier cultura.

Aplicaciones

A fin de establecer una relación entre la idea de una pauta familiar cambiante y la de
las necesidades de los niños menores de cinco años, será necesario elegir unos pocos
ejemplos de cambio. Por ejemplo:
1) Los padres y su sentido de la tarea.

2) La sociedad y su sentido de responsabilidad.


3) Falta relativa de hermanos.

1) Los padres y su sentido de la tarea.

En los padres jóvenes parece haber hoy un nuevo sentido de tarea, y comienzo con
esto porque constituye una de las muchas cosas importantes que no aparecen en los
resultados estadísticos. Los progenitores modernos esperan, planean, leen. Saben que
estarán en condiciones de ofrecer una atención adecuada sólo a dos o tres hijos, y por
eso se proponen cumplir una tarea limitada como progenitores en la mejor forma
posible. La realizan ellos mismos. Cuando todo anda bien, el resultado es una relación
tan rica y directa que resulta alarmante por su misma intensidad y riqueza. Cabe
esperar, y se encuentran, dificultades especiales debidas a la falta de desplazamientos.
El triángulo de padres e hijo se constituye en una realidad, y a menudo se solicita
ayuda exterior, que puede proporcionarse con provecho. Se observa que los padres
que están tan deliberadamente dedicados a una tarea, la de iniciar a sus hijos en el
camino de la salud mental, son individualistas. El hecho de que los padres mismos
puedan necesitar más tarde un ulterior crecimiento personal constituye una parte
inseparable de ese individualismo. En la sociedad moderna hay una disminución de la
impostura, y de la felicidad exterior, bajo la capa de la respetabilidad. Los padres que
se sienten con una tarea por delante proporcionan un rico marco para el bebé y el niño
pequeño. Además, esos padres aprovechan toda ayuda real con que cuenten, excepto
cuando esa ayuda es del tipo que socava su sentimiento de responsabilidad.

El nacimiento de un nuevo bebé puede ser una experiencia valiosa para el hermano
mayor, o una seria perturbación, y los padres que están dispuestos a considerar la
situación pueden evitar los errores evitables. Sin embargo, no debe suponerse que la
reflexión permite impedir el amor, el odio, y el conflicto de lealtades. La vida es difícil,
y para nadie resulta más difícil que para el niño sano y normal entre los tres y los cinco
años de edad.
Por fortuna, la vida también es gratificadora, y a esa edad temprana encierra enorme
promesa, siempre y cuando el hogar sea estable y el niño tenga la sensación de
felicidad y satisfacción en la relación entre los padres. Los progenitores que se
proponen ser padres adecuados por cierto que se imponen una pesada tarea, y
siempre existe el riesgo de que no haya ninguna recompensa. Muchas circunstancias
casuales pueden privar a los padres del éxito (por fortuna, sin embargo, existen
muchos menos riesgos concernientes a la enfermedad física que hace veinte años). Los
padres están dispuestos a estudiar las necesidades de sus hijos, y ello significa una
gran "ayuda; pero hay que recordar que los padres no pueden amarse si las cosas no
andan bien entre ellos simplemente porque los hijos necesitan una relación estable.

2) La sociedad y su sentido de responsabilidad.

La actitud de la sociedad con respecto al cuidado del bebé y del niño ha sufrido un
enorme cambio. Éste se produjo, como era natural, a través de los canales
relativamente falsos de las soluciones para las enfermedades físicas y la privación
emocional, y ahora comienza a producirse a través de un motivo mejor, la
comprensión de que en la infancia se echar- los cimientos de la salud mental y,
eventualmente, de la madurez en términos del adulto que puede identificarse con la
sociedad sin perder el sentimiento de autoimportancia. En todas partes encontramos
frenéticos intentos destinados a conseguir que los obreros pasen del tratamiento a la
profilaxis. Existe aquí un gran peligro: la prevención de los trastornos psicológicos no
equivale en modo alguno a promover la salud. Si deseamos promover la salud
debemos conocer realmente el desarrollo emocional del niño y estudiar la teoría
psicológica. Algunos ejemplos podrán servir para aclarar este punto. Los grandes
progresos de la pediatría en la primera mitad de este siglo han tenido que ver
principalmente con el aspecto físico. Un conocido pediatra me dijo que trabaja según
el principio "es mejor un burro vivo que un caballo muerto". Ello significa que si es
posible prevenir o curar una enfermedad física en un niño, se debe dejar que su
psicología se cuide por sí sola. La pediatría todavía necesita superar este principio
básico, y tendrá que encontrar una manera de hacerlo sin perder de vista el cuidado
de la salud física. El trabajo del Dr. John Bowlby, que gira en torno del efecto negativo
que sobre un niño pequeño tiene la separación de la madre, provocó un cambio muy
profundo en los procedimientos en el curso de los últimos años, de modo que ahora
las madres visitan a sus hijos en el hospital, y la separación se evita toda vez que ello
resulta posible.
Además, se ha producido un cambio de actitud en el manejo de los niños deprivados,
aboliéndose virtualmente los internados y haciéndose un uso más amplio de casas de
crianza. Pero los pediatras y las enfermeras que colaboran en estas cuestiones carecen
todavía de una verdadera comprensión de las razones por las que un niño pequeño
necesita una continuidad en la relación con la madre y el padre. Con todo, sería un
gran progreso el que se reconociera que es posible prevenir la enfermedad mental en
grado considerable evitando las separaciones innecesarias. Lo que todavía falta es una
mejor comprensión de la consolidación de la salud mental del niño, en el marco
familiar normal. Asimismo, médicos y enfermeras saben mucho sobre el aspecto físico
del embarazo y el parto y sobre la salud corporal del niño en los primeros meses de
vida. Pero no saben nada sobre la unión de una madre y un bebé en las primeras
mamadas, porque éste es un asunto delicado que está más allá de las reglas y las
normas, y sólo la madre sabe manejar. La intromisión de especialistas provoca
universalmente serias angustias, en un momento en que la madre está empezando a
encontrar su camino hacia el bebé. Es necesario comprender que el especialista
(enfermera de maternidad, asistente de salud pública, maestra de párvulos, etc.)
puede ser inmaduro en comparación con un padre o una madre, y que el criterio de los
progenitores con respecto a una cuestión específica puede resultar más sensato que el
del especialista. Si no hay mala interpretación al respecto no surgirán dificultades en
este sentido, ya que el especialista resulta necesario a causa de su conocimiento y su
formación especiales. Lo que los padres necesitan en todo momento es
esclarecimiento con respecto a las causas subyacentes, pero no consejo ni
instrucciones relativas al procedimiento. También es necesario dar a los padres la
oportunidad de hacer experimentos y cometer errores, a fin de que aprendan. La
difusión del estudio social en el campo psicológico, que puede demostrar su valor en el
aspecto preventivo a través de la aceptación de amplios principios de manejo,
constituye, no obstante, una grave amenaza para la vida familiar normal o sana.
Conviene recordar que la salud del país depende de las unidades familiares sañas, con
progenitores que sean individuos emocionalmente maduros: Estas familias sanas
constituyen, por ende, territorio sagrado que no se debe invadir si no se cuenta con
una verdadera comprensión de sus valores positivos.
Con todo, la unidad familiar sana necesita la ayuda de las unidades más amplias. Los
padres están permanentemente comprometidos en sus propias interrelaciones
personales, y dependen de la sociedad para su propia felicidad e integración social.

3) Falta relativa de hermanos.

Un cambio significativo en la pauta familiar es la falta relativa no sólo de hermanos,


sino también de primos. No se debe suponer que podemos proveer primos al ofrecer
compañeros de juego. El parentesco es de extrema importancia para el
desplazamiento gradual de las relaciones de dos o tres personas con el niño más allá
de la madre, y del padre y la madre, hacia la sociedad en su aspecto más amplio. Cabe
esperar que el niño moderno carezca a menudo de la ayuda con que se contaba en la
época de las familias numerosas. Hoy día debe ser común que un niño no tenga un
solo primo a su alcance y, en el caso del hijo único, esto constituye un asunto muy
serio. Con todo, si se acepta este principio, podemos decir que la principal ayuda que
puede ofrecerse a la familia pequeña moderna radica en la ampliación del rango de
relaciones y oportunidades. El jardín de infantes y la guardería pueden hacer mucho en
este sentido, sí no son demasiado grandes y cuentan con personal adecuado. Me
refiero no sólo al personal apropiado, sino a la formación de sus miembros en
cuestiones de psicología infantil. Los padres pueden utilizar la guardería para darse a sí
mismos un respiro, para ampliar el mundo de las relaciones del niño con adultos y con
otros niños pequeños, y para enriquecer el juego. Muchos padres normales o casi
normales se irritan fácilmente si están con sus hijos día y noche, pero si disponen de
algunas horas para sí mismos pueden mostrarse más pacientes con los chicos el resto
del tiempo. Quiero llamar la atención sobre este punto, porque en mi experiencia
siempre me he visto en la necesidad de ayudar a las madres cuando buscan un empleo
de algunas horas destinado a preservar su propia salud y ecuanimidad. Se podrían
discutir aquí muchas cosas, pero con respecto a la familia sana (y espero que se acepte
que ella no constituye un fenómeno excepcional), los padres pueden intervenir en la
toma de decisiones variables con respecto a la asistencia a la escuela de párvulos o la
guardería. Quiero señalar particularmente la necesidad que tienen los padres de un
respiro, y propugnar mayores oportunidades para que las madres que trabajan
durante unas pocas horas puedan utilizar las guarderías.
Se me ha señalado que si hay escasez de guarderías, la alternativa no es que los chicos
se queden con la madre. Esta misma semana entrevisté a una mujer que no podía
establecer un contacto adecuado con su propio hijo y que ha criado cincuenta y dos
niños. No figura en los registros y me dice que no le gustan las intromisiones.
Probablemente ha realizado un trabajo bastante bueno a su manera, pero resulta
imposible suponer que esas personas, que siguen su propio camino, sean tan
adecuadas como una guardería bien organizada y con personal capacitado. Debe
recordarse que en este país la educación adaptada al jardín de infantes ha alcanzado
un nivel muy alto. Nuestras escuelas de ese tipo constituyen un ejemplo en todo el
mundo, en parte debido a la influencia de Margaret MacMillan y mi extinta amiga,
Susan Isaacs. Además, la formación de maestros para el trabajo en el jardín de infantes
ha modificado toda la actitud con respecto a la enseñanza para grupos de más edad.
Sin duda sería trágico que no presenciáramos un mayor desarrollo del tipo de escuela
de párvulos, que resulta realmente adecuado para proporcionar ayuda a la familia
sana. La guardería está naturalmente en desventaja porque, así como durante la
guerra existió por su valor en el mundo industrial, cuando resultaba importante
convencer a las madres para que trabajaran en las fábricas, hoy existen para servir a
los casos más urgentes: chicos con un sólo progenitor, madres solteras, esposas y
esposos abandonados, viudas, viudos, chicos con un progenitor enfermo (por lo común
crónicamente) o incapacitado y con una pequeña pensión. Las investigaciones han
mostrado que no hay bastante lugar para acomodar a los casos urgentes, y que no
queda ningún lugar en absoluto para proporcionar ayuda a la familia sana. Por lo
tanto, la guardería no está primariamente destinada al niño, y no es seguro que las
autoridades que la rigen estén adecuadamente interesadas en el personal o el equipo.
La guardería cae más fácilmente bajo el dominio de las autoridades médicas que,
lamento decirlo, pues soy médico, parecen pensar a veces que la salud de un individuo
es una cuestión de desarrollo corporal y ausencia de enfermedad física. No obstante, la
guardería puede cumplir parte de la tarea que un jardín de infante-, realmente buena,
con equipos y personal adecuados, está destinada a realizar y, sobre todo, puede hacer
que madres cansadas y preocupadas funcionen como madres bastante buenas porque
han tenido un cambio de ocupación.
Las guarderías seguirán contando con apoyo oficial a causa de su más obvio valor para
los sectores aflictivos de la sociedad; pero deben estar bien equipadas y contar con
personal adecuado, a fin de no causar daño a los hijos normales de familias sanas.
Cuando un jardín de infantes es realmente bueno, una familia moderna sana puede
utilizarlo para ampliar considerablemente el mundo de niños que, de otra manera,
estarían muy solos; y puesto que una buena escuela de párvulos sirve a la familia sana,
encierra un valor muy especial, aunque intangible y no estadístico, para la comunidad.
Para que el presente se tome en serio, la sociedad debe tener un futuro, y el futuro
surge de la familia sana.

Resumen general

Las necesidades de los bebés y los niños pequeños son de tal naturaleza que resulta
imposible satisfacerlas mediante un esfuerzo deliberado. Conviene comenzar con la
idea del hogar normal o sano en que las necesidades de cada niño son satisfechas por
un ambiente que -se desarrolla junto con el niño. La sociedad debe reconocer, en
primer lugar, que la tarea del cuidado infantil surge del amor, y aceptar así que la
intromisión perjudica el trabajo de los padres. Sobre esta base es posible proporcionar
ayuda, protegiendo a la familia de toda intromisión mediante la provisión de
facilidades preventivas y curativas en el aspecto físico, y de ayuda y consejo en el caso
de dificultades en el aspecto psicológico, y de algo equivalente a la institutriz y la
nursery de la época victoriana. Existe además una enorme necesidad de comprender
mejor la psicología del "niño que se desarrolla en una familia normal o sana, y las
etapas más tempranas del desarrollo infantil, en. los momentos de máxima
dependencia del niño con respecto a la madre. La profilaxis de los trastornos mentales
y psicosomáticos radica en una mejor comprensión-de la tarea que realiza la familia
sana, y del niño sanamente dependiente, con una madre capaz y dispuesta a
desempeñar su papel, no porque sea inteligente o buena, sino porque el niño es su
hijo.

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