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01 - Módulo 2. Curso de Acreditación Docente para Teleformación (Tutora - Formadora Online)
01 - Módulo 2. Curso de Acreditación Docente para Teleformación (Tutora - Formadora Online)
01 - Módulo 2. Curso de Acreditación Docente para Teleformación (Tutora - Formadora Online)
MATERIAL DEL
ALUMNADO
Curso de Acreditación
Docente para
Teleformación (Tutor/a
– formador/a online)
Curso de Acreditación Docente para Teleformación (Tutor/a – formador/a online)
MÓDULO 2
FUNCIONES, HABILIDADES Y
COMPETENCIAS DEL TUTOR-
FORMADOR
Curso de Acreditación Docente para Teleformación (Tutor/a – formador/a online)
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ÍNDICE
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2. Funciones, habilidades y competencias del/a tutor/a -
formador/a
Esta diferencia entre roles implica que el segundo tiene menos posibilidades para
improvisar, especialmente en cuanto a los contenidos de un curso ya que estos quedan
colgados en la plataforma. Esto significa que todos los recursos deben ser muy bien
planificados ya que, en caso de que hubiera algún error en ellos, reemplazarlos es más
difícil.
Pedagógica:
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• Brindar técnicas de estudio y elementos que ayuden a mejorar su proceso de
aprendizaje.
Social:
Gestora:
Tecnológica:
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¿Qué es la “educación por competencias”?
Este concepto, viene de la mano con las características personales que explican el
rendimiento laboral superior. Para Boyatzis (1982), por ejemplo, “las competencias
constituyen el conjunto de características de una persona, que está directamente
relacionado con la buena ejecución en un puesto de trabajo o de una determinada
tarea”. Para Spencer y Spencer (1993, p. 9) una competencia es: “una característica
subyacente de un individuo que está causalmente relacionada con un rendimiento
efectivo o superior en una situación o trabajo definido en términos de criterios”
En esta línea, De Ansorena Cao (1996, p. 76) define una competencia como: “Una
habilidad o atributo personal de la conducta de un sujeto que puede definirse como
característica de su comportamiento y bajo la cual el comportamiento orientado a la
tarea puede clasificarse de forma lógica y fiable”.
Estos estudios y muchos otros han permitido acercar el mundo laboral al mundo
educativo concluyendo que, para rendir mejor en el trabajo, es necesario formar las
competencias desde la universidad. Con respecto a esto, el Centro de Investigación y
Documentación sobre Problemas de la Economía, el Empleo y las Cualificaciones
Profesionales (CIDEC) sugiere que: “El enfoque de competencia profesional se consolida
como una alternativa atractiva para impulsar la formación en una dirección que
armonice las necesidades de las personas, las empresas y la sociedad en general,
dibujando un nuevo paradigma en la relación entre los sistemas educativo y productivo
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cuyas repercusiones en términos de mercado laboral y gestión de recursos humanos no
han hecho sino esbozarse en el horizonte del siglo XXI” (CIDEC, 1999,p.10).
Con los años, la percepción de las competencias ha ido evolucionando. Hasta 1980, por
ejemplo, se las consideraba de manera más simple: cualidades personales. Es a partir de
esta década que se empiezan a considerar a las competencias como: “configuraciones
funcionales de la personalidad que integran conocimientos, habilidades, motivos y
valores, que se construyen en el proceso de interacción social y que expresan la
autodeterminación de la persona en el ejercicio eficiente y responsable de la profesión”
(González Maura, 2006).
Así lo destaca Le Boterf (2001) cuando expresa que: “una persona competente es una
persona que sabe actuar de un modo pertinente en un contexto particular, eligiendo y
movilizando un equipamiento doble de recursos: recursos personales (conocimientos,
saber hacer, cualidades, cultura, recursos emocionales, etc.) y recursos de redes (bancos
de datos, redes documentales, redes de experiencia especializada, etcétera)”.
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esos 3 aspectos: conocimientos, habilidades y actitudes con responsabilidad según las
exigencias del perfil profesional.
Para que la persona consiga esto, se deberán aplicar estrategias educativas que, a partir
de la sumatoria de capacidades individuales específicas y de los conocimientos
adquiridos, se desarrollen actitudes, habilidades y destrezas que potencien un mejor
rendimiento profesional. Algunas de estas estrategias son:
Experiencia:
Se deben buscar actividades y tareas que hagan que la/el estudiante gane experiencia
sobre lo que está aprendiendo. Es decir, que lleve la teoría a la práctica de manera
responsable, con ética y cuidado.
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• Tener el objetivo de formar profesionales capaces de gestionar conocimientos para el
desempeño eficiente de su profesión a través de la utilización de las TIC. La/el estudiante
tiene que ser capaz de “aprender a aprender” de manera permanente.
Como se dijo antes, entender las competencias no es algo sencillo ya que en ellas se
integran componentes cognitivos (conocimientos, habilidades) y motivacionales
(actitudes, sentimientos, valores) así como sus diferentes tipos (competencias genéricas
o transversales y específicas).
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Podría decirse, entonces, que prepararse profesionalmente implica la formación en
competencias específicas de la profesión y formarse en competencias genéricas. Por
tanto, las primeras se centran más en el “saber profesional”, “saber hacer” y “saber
guiar” y, las segundas, en el “saber estar” y “saber ser” además pueden servir en
distintos ámbitos profesionales (Corominas, 2001).
Por esto, hoy en día, uno de los mayores retos como docentes para potenciar el
desarrollo de competencias profesionales propone que no basta con cambiar los
paradigmas de enseñanza y aprendizaje y los roles que asumen tanto estudiantes como
docentes. Si no que, es necesario concebir la formación y desarrollo de competencias
genéricas y específicas en su interrelación en el proceso de formación profesional.
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▪ Competencias personales: Por ejemplo, la capacidad para el trabajo en equipo,
la habilidad para el manejo de las relaciones interpersonales, el compromiso
ético.
formador/a
• Diseño del currículum académico: Planificación y diseño general del curso: armado de
contenidos, desarrollo de actividades y recursos de aprendizaje, fijación de objetivos y
competencias, calificación, cronograma del curso en base al cronograma de la
institución académica, etc.
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formativo aclarando dudas con respecto al contenido de la acción formativa.
• Apoyo técnico: Es muy común que en la formación On-Line fallen algunos elementos
básicos de configuración. Por esto, el equipo de tutores deberá conocer ciertos mínimos
de configuración de la plataforma digital para solucionar problemas leves (por ejemplo,
que se rompa un enlace o algún error en el contenido de un curso). En caso de problemas
más grandes ya serían derivados al equipo técnico especializado. La institución
formativa es responsable de que el equipo de docentes y tutores aprenda y maneje
estos mínimos conocimientos. Durante la formación, deberá continuar el apoyo técnico
a los estudiantes.
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aprendizaje.
Las funciones del/a tutor/a On-Line (E-tutor/a) son múltiples y diversos. Existen muchos
autores que las han clasificado (González Arechavaleta, 2000; Bloom y Walz, 2003;
Martínez Casanova, 2004), sin embargo, aquí nos centramos en la aportación de Blázque
y Alonso (2005), que organizan en tres grandes grupos:
• Función intelectual: Es la función principal como docente del aula (en algunas
ocasiones, hay instituciones que tienen a una persona que hace de docente y a otras
que hace de tutores/as. Esto puede depender del tipo o tamaño de la acción formativa).
El equipo docente y de tutores/as debe conocer bien el plan de estudios y su asignatura;
deberá dominar los contenidos del mismo, los puntos importantes y, en la medida de
los posible, a las y los estudiantes para poder acercar los contenidos a sus experiencias.
Tiene que ser capaz de responder a las dudas de manera clara y concisa proponiendo
elementos de discusión y reflexión para que la/el estudiante piense sobre lo aprendido
y lo asimile.
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Para esto, será clave desarrollar actividades que animen a las personas y tutorizar desde
una perspectiva “humana” mostrando empatía y, si es necesario, expresar emociones y
sentimientos.
Para poder desempeñar correctamente todas estas funciones, las y los tutores deberán
desarrollar una serie de competencias.
2.2.2. Competencias:
• De carácter profesional: Son competencias propias del rol como docente: elaboración
de contenidos, ejercicios y planificación general del aprendizaje.
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conocer el potencial de las herramientas que manejan y cómo aplicarlas. No hace falta
que sean expertas/os, en absoluto, ya que tendrán personal de apoyo especializado,
pero sí deberán conocer lo mínimo para ejercer debidamente sus funciones y mejorar
el proceso día a día.
Cuando se diseña un curso, es vital tener una perspectiva pedagógica activa, ganando
protagonismo así las actividades participativas. En este sentido, es recomendable
considerar reducir el contenido teórico en pos de aumentar los espacios de participación
y el intercambio de ideas. Es cierto que, una clase magistral en la que el/la docente
solamente transmite información (modelo tradicional), es más sencilla de planificar y
requiere menos tiempo que una clase en la que se fomente el trabajo en equipo, en la
que se impulsen los casos prácticos o que las personas participen compartiendo
experiencias. Sin embargo, este tipo de formación es la que trasciende y, sin dejar de
lado la parte teórica que también es importante, impulsa más al desarrollo de
competencias.
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La información percibida, en un modelo educativo tradicional, no queda es asimilada de
manera tan efectiva. Sin embargo, los procesos más dinámicos que fomentan la puesta
en práctica provocan estímulos que hacen que las personas que aprenden asimilen las
cosas de mejor manera, las guarden en su memoria y las apliquen en el futuro. Se podría
decir que, de esta manera, el conocimiento si se genera y va más allá. Este modelo
educativo es muy utilizado en varias instituciones educativas presenciales y es el que
mejor se adapta a la educación On-Line ya que fomenta el desarrollo de competencias
y motiva a las personas (tanto a docentes como estudiantes).
• Incitar ideas propias: Es muy importante evitar poner la respuesta a todas sus dudas
en “bandeja de plata”. Las y los estudiantes tienen que ser capaces de entender las cosas
sola/os. Es decir, la/el docente o tutor/a debe guiar al/a estudiante en todo momento,
brindar las herramientas que necesite y facilitar los procesos, pero son ellas/os quienes
deben llegar al resultado: reflexionando, con pensamiento crítico e investigando. Por
ejemplo, si una persona tiene dudas sobre alguna definición o sobre el resultado de
algún ejercicio, la/el docente debe brindarle las herramientas (como un diccionario o
técnicas de estudio) para que la/el estudiante las use y construya ideas propias. Así, será
capaz de intervenir con ideas bien estructuradas en el momento en el que se ponga en
práctica un debate o una actividad en la que cada participante tenga que exponer un
tema y defenderlo. Y, también, desarrollará habilidades de trabajo en equipo ya que
escuchará las ideas de las demás personas y, en conjunto, desarrollarán ideas de manera
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colaborativa.
• Facilitar información: Casi de la mano con el punto anterior, como persona experta en
la materia, la/el docente o tutor/a es quien brinda información, herramientas y recursos
sobre el estudio para facilitar el proceso y el trabajo en equipo.
• Integrar y conducir las intervenciones: La/el docente o tutor/a deberá ser capaz de
sintetizar las participaciones, reconstruir ideas y desarrollar nuevos elementos de
discusión o conclusiones sobre el tema planteado.
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El término “pedagogía de acompañamiento” se refiere a determinadas áreas
educativas como: el trabajo docente, la dinámica de la institución y la formación y
actualización docente. Desde ese concepto es una función tutorial, por ende, la figura
del/a tutor/a como acompañante ¿necesita preparase para ejercer como tal?
Hay autores (Vera y Vera, 2015) que señalan que no es necesaria una formación
específica para la persona tutora. Es decir, que no hay un perfil idóneo con las
competencias profesionales y personales requeridas específicamente para esta función.
Más bien, son ellas quien deben actualizarse mediante lecturas y experiencias reales. Lo
que sí es importante para el desarrollo de sus funciones es que la persona debe ser capaz
de apropiarse de conocimientos, habilidades y actitudes propias de una educación On-
Line y de la oferta formativa específica para ejercer la acción tutorial siendo consciente
de que, a través de autoevaluaciones, podrá verificar si cumple o no con los necesario
para hacerlo. De igual manera, tiene que ser una persona que reflexione de manera
regular si la metodología empleada en el proceso es la mejor o no y, ser capaz de
modificarla si el resultado es negativo. Lo más importante aquí es que el alumnado
aprenda de la mejor manera.
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Por otro lado, estos atributos deberán ir acompañados con ciertas características que
debe tener la persona formadora Vélaz (2009): Capaz de generar relaciones de empatía,
escucha activa, alta expectativa de las tareas, valora la creatividad y autonomía, acepta
errores y conflictos viéndolos como oportunidades, articula teoría y práctica, es flexible
y abierto a nuevos aprendizajes, asume riesgos, asesora, orienta, trabaja
colaborativamente, retroalimenta y utiliza las tecnologías de la información y
comunicación.
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formativo tiene varias etapas. Para responder a las necesidades de cada una, se deberán
adoptar diversas estrategias de acompañamiento y asumir diferentes roles y funciones
(es por esto que es tan importante que el perfil de la persona formadora sea flexible y
resiliente).
Para mejorar las experiencias educativas que utilizan entornos virtuales de aprendizaje,
sean en diferentes escenarios de enseñanza (presencial, a distancia o mixta) se requiere
una redefinición y reestructuración de los elementos organizativos de aprendizaje en
relación a: personas involucradas (equipo docente, alumnado, administrativos); los
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espacios donde se lleva a cabo las actividades formativas (casa, centro educativo, aulas
especializadas, trabajo, etc.); los tiempos; y secuencias de aprendizajes (Pérez, 2002).
Por otro lado, para Paulsen y Mason, este rol puede ser clasificado dentro de lo
organizativo, social e intelectual. Lo organizativo se refiere a la planificación del curso;
lo social se refiere a fomentar la participación, intercambio de ideas y fortalecer el
sentido de pertinencia hacia la comunidad virtual; lo intelectual se centra en la parte
evaluativa tanto del aprendizaje como de todo el proceso (Paulsen, 1995; Mason, 1991,
en Cabero 2001).
Otros autores definen que los roles se dan de acuerdo a las responsabilidades de la
persona: pedagógica, social, administrativa y técnica. En lo pedagógico, el/la tutor/a
cumple un rol de facilitador/a de conocimientos con acompañamiento permanente; en
lo social cumple el rol de motivador/a y generador/a de espacios de interacción. Es quien
mantiene “viva” y activa la comunidad virtual; en la parte administrativa, cumple tares
mínimas como coordinación, reuniones de trabajo, etc. Finalmente, en la parte técnica,
deberá garantizar que las y los estudiantes entiendan el entorno virtual y se sientan
cómodas/os con el software y orientarlas/os si es necesario.
Uno de los principales roles del/a tutor/a es el de “moderador/a”. Barbera y otros (2001)
sintetizan las tareas de la persona moderadora en el desarrollo de una discusión en 2
etapas: planificación, intervención en el desarrollo, y cierre. Estas tres etapas y las tareas
asociadas a cada una de ellas son:
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• Primera etapa: La persona moderadora prepara el tema de discusión y los elementos
que ayudarán a moderarla, así como las instrucciones y toda la información que las y los
estudiantes requieran para participar.
• Tercera etapa: En esta última etapa se cierra la discusión sintetizando los puntos clave,
los principales aportes y la construcción lograda destacando cómo el resultado de esta
construcción de conocimiento colaborativo será útil para aplicarlo más adelante.
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• Acceso y Motivación (Etapa 1): En esta etapa es esencial que el/la tutor/a y las
personas participantes adquieran las habilidades necesarias para utilizar CMC, lo cual es
un requisito previo para este tipo de formaciones. Uno de los problemas más frecuentes
en esta etapa es el acceso a una buena conexión a internet y la dificultad que presentan
las personas al interactuar con hardware y software ya que estos soportes no son
intuitivos. Por tanto, si las y los usuarios no poseen ciertos conocimientos mínimos
probablemente no puedan acceder a la formación. Para esto será importantísimo contar
con otro canal de comunicación como una línea telefónica para que la/el tutor/a pueda
brindar la ayuda necesaria.
• Socialización (Etapa 2): Una vez dentro de la plataforma, en esta etapa las y los
participantes inician su camino y, si la persona moderadora (o tutor/a) crea el espacio
con el objetivo de impulsar la socialización, las personas empiezan a interactuar. En esta
instancia, la tecnología simplemente facilita el proceso. Pero, para que se formen
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conexiones es necesario que el/la docente, tutor/a o moderador/a incentiven la
participación. En esta etapa el alumnado se comienza a familiarizar mejor con la CMC.
• Desarrollo (Etapa 5): En esta última etapa, la comunidad construye conocimiento. Por
un lado y de manera individual, las personas entienden mucho mejor la CMC, exploran
sus propios conocimientos y son capaces aprender no solo a partir del material y de los
recursos propios del curso si no de la aportación del resto de compañeros/as.
Las y los tutores/as necesitan contar con una serie de habilidades y cualidades que les
permitan cumplir su rol. “Se necesitan unas habilidades especiales para preparar y
presentar un programa de estudios interactivo y participativo de verdad, así como para
facilitar y gestionar la participación” (Moore, 2001). Estas se presentan en los cuatro
ámbitos antes mencionados anteriormente: pedagógico, social, técnico y
administrativo.
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En lo pedagógico el/la tutor/a acompaña, media y retroalimenta al alumnado en su
proceso formativo, conduce el aprendizaje grupal e individual y orienta y aconseja a cada
estudiante que lo necesite.
En lo social, debe tener habilidades sociales que le permitan crear y mantener una
comunidad de aprendizaje virtual que tenga un ambiente agradable y acogedor. La
persona debe ser muy empática y con disposición a ayudar.
En lo técnico, debe poseer habilidades mínimas relacionadas con el uso de TIC´s tanto
para la gestión de la plataforma y del alumnado dentro de ella como para la resolución
de incidencias básicas. Salmon (2001) propone una serie de características y habilidades
que un/a tutor/a debe poseer para cumplir su rol de manera eficiente. Estas se
presentan en los siguientes cuadros:
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Para Salmon, no importa qué tan buen docente sea un apersona en educación
presencial, la formación On-Line requiere de otro tipo de habilidades que se deben
adquirir si se quiere impartir una buena formación a distancia “no necesariamente un
buen profesor en un entorno presencial, podrá tener buenos resultado como tutor en
un ambiente virtual” (Moore 2001). Estas habilidades pueden ser adquiridas a través de
la experiencia, de formación complementaria o impartidas por la propia empresa o
institución educativa.
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Un/a tutor/a que desee realizar bien su trabajo tiene que ser consciente que deberá
prepararse y aprender cada día cosas nuevas para trabajar con herramientas que son
tan cambiantes y que evolucionan tan rápido. Así como que debe entender que el
proceso formativo es muy diferente al de la enseñanza presencial.
Otro aspecto importante es que el/la tutor/a debe tener conocimiento sobre el
contenido del curso. Muchas veces un equipo pedagógico se hace cargo de los
contenidos de un curso por lo que el rol del/la tutor/a se limita a la solución de
problemáticas de la plataforma. Sin embargo, en cuanto surgen cuestiones relacionadas
a un tema específico esta persona deberá saber cómo responderlas. Es por esto que,
quien asuma un rol de tutorías, además de tener habilidades técnicas para temas
informáticos, deberá tener las habilidades y técnicas necesarias para estudiar y aprender
los contenidos de los cursos que tutoriza. En el caso de que no sea el/la tutor/a quien
diseñe el curso, también deberá conocer todas las actividades, recursos y estrategias
metodológicas de enseñanza para la construcción de conocimientos en entornos
virtuales planificadas para la acción formativa.
Siguiendo el modelo propuesto por Salmon (2001), una formación cuenta con 5 etapas:
bienvenida, inducción, enseñanza, construcción de conocimiento y desarrollo. Cada
etapa finaliza con un espacio de discusión sobre las impresiones y avances de la etapa.
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La enseñanza es el proceso en el cual se transmiten y ponen a disposición los
conocimientos y se plantean actividades que permitirán visualizar la efectividad del
proceso.
Por otro lado, es un requisito indispensable que las y los docentes o tutores/as se
actualicen constantemente. No solo en cuanto al contenido del curso que imparten si
no, también, sobre las herramientas que utilizan y estrategias y metodologías
pedagógicas que implementan. Para esto, las TIC pueden ser un apoyo fundamental en
la formación continua del equipo de docentes o tutores. Pueden optar por instancias
formativas básicas como la formación inicial en las facultades de pedagogía hasta
instancias más específicas con relación a su curso, aspectos técnicos de la plataforma
virtual o cursos sobre desarrollo de la vida profesional.
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Estar del otro lado les permitirá también conocer, de manera directa, el proceso en su
totalidad. Podrán observar cómo son los roles que deben cumplir en determinados
momentos y analizar los puntos fuertes y débiles de la enseñanza virtual para aplicarlo
en su práctica como docente. Además, podrán desarrollar habilidades que solo se
aprenden desde “el otro lado” y eso enriquece mucho más el proceso formativo.