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Taller de derecho de personas

Autores: Ana Sofía Castellanos Rodríguez, Cielo Jireh de la Hoz Ramos, Gabriela Lucía Cruz
Acero, Isabelle Sophia Calderón González, Laura Alejandra Diagama Quijano y Juan Sebastián
Cabarcas Bello.

Armados con el conocimiento que tenemos sobre la costumbre, la ley y la jurisprudencia que
componen el cuerpo del derecho romano, hemos acordado una interpretación para resolver las
controversias que se nos presentan. En esta materia hemos decidido invocar especialmente la
jurisprudencia de nuestro antecesor Gayo (161 d. C.), quien, como muchos que han ejercido,
ejercen y ejercerán su oficio, ha aportado brillantemente elementos para nuestra labor como
filósofos de lo que es justo y de lo que no es justo. Nuestras recomendaciones, que hacemos en
calidad de jurisprudentes, van dirigidas al pretor Ticio, a cuya jurisdicción corresponden estos
asuntos. Debe entenderse que se trata, primero, de los estados de libertad, de familia y de
ciudadanía de los hombres en cuestión, y segundo, las cuestiones de propiedad, sucesión y
apoderamiento que se presentan más adelante.
Comencemos por lo que concierne a los estados de libertad, familia y ciudadanía. La
descripción del caso presentado es suficiente para concluir que, si bien cada hombre fue
manumitido de manera diferente, ambos obtuvieron su libertad. El liberto que responde al
nombre de Marcio fue emancipado por manumissio per vindicta (Gayo, 161 d. C., p. 15), ya que
fue presentado a un juicio presenciado por un magistrado —en este caso, un pretor— durante el
cual el deseo de su dueño de liberarlo se expresó guardando silencio. El que responde al nombre
de Cayo fue transcrito en el testamento de su dueño con el resto de sus bienes, declarándose
hombre libre, lo que se llama manumissio per testamentum (Gayo, 161 d. C., p. 17), y dado que
éste fue ejecutado, se presume la muerte del dueño. En este sentido, las disposiciones del derecho
romano son muy claras.
Tanto la manumissio per vindicta y la manumissio per testamentum son formas de
manumisión solemne, así como la manumisión por inscripción en el censo o manumissio per
censum (Gayo, 161 d. C., p. 15). La manumisión solemne otorga el estatus de ciudadano romano,
a diferencia de la manumisión no solemne, siempre que se reúnan tres condiciones: i) que el
esclavo liberado tenga más de treinta años; ii) que el dominio que poseía el propietario estaba
amparado por el derecho quiritario; y iii) que la emancipación sea justa y legítima, es decir,
hecha per censum, per vindicta o per testamentum (Gayo, 161 d. C., p. 15). Si no se cumple una
de estas tres condiciones, al liberto se le concederá la condición de latino, ya que la manumisión
será no solemne. De esta manera, el liberto Marcio, si bien reúne dos de las condiciones antes
mencionadas, habiéndose emancipado a los veinticuatro años, sólo califica para la condición de
latino. La situación del liberto Cayo es completamente diferente, ya que de la descripción del
caso se desprende que cumple las tres condiciones, por lo que adquiere la ciudadanía romana en
virtud de la lex Aelia Sentia.
Así pues, está claro que la situación jurídica de uno de los libertos no es la que deseaba.
Como latino, el liberto Marcio ostenta los derechos de propiedad, comercio, movimiento y
asentamiento en Roma y las colonias romanas (Gayo, 161 d. C., pp. 17, 19). Sin embargo, a
diferencia de un ciudadano romano, no puede votar ni participar en la vida política. El liberto
Cayó, al ser ciudadano romano en todo su derecho, su capacidad jurídica ya no está truncada y
puede ejercerla plenamente, por lo que tiene derecho a casarse con otros ciudadanos de Roma, a
tener los derechos del pater familias y a que los hijos de tal matrimonio también sean
considerados ciudadanos romanos. De todos modos, la lex Aelia Sentia establece que los
ciudadanos latinos —específicamente los latinos junianos, como en el caso del liberto Marcio—
pueden obtener la ciudadanía romana mediante matrimonio con ciudadanos romanos (Gayo, 161
d. C., p. 19). El matrimonio debe ser confirmado por siete testigos, al menos todos ciudadanos
romanos púberes, y si da como resultado un hijo que cumple un año, pueden comparecer ante un
pretor y demostrar que conforme a la ley contrajeron matrimonio con el fin de tener
descendencia. Si el pretor declara que existe la causa alegada, se concede la ciudadanía romana.
Dado el caso presentado, al ser la mujer llamada Lucia ciudadana romana, el liberto Marcio
podría así obtener la ciudadanía romana. Queda por ver si la mujer y su padre están de acuerdo
en que se celebren las nupcias.
Para responder a la solicitud de Cornelia, en la que dice expresamente que quiere
liberarse de la potestas de su padre y ser parte de la potestas de Cayo tiene que contratar
conventio in manum, en la que se tiene que hacer la celebración de coemptio o confarreatio ya
que con estas Cornelia (la esposa) entra a la patria potestad del esposo (Cayo) como hija.
Mientras que para Lucia, la cual quiere seguir bajo la potestad de su padre, tendría que contraer
matrimonio ya que con este solo legitima a los hijos y entran en la patria potestad, en tanto, la
esposa sigue siendo responsabilidad del padre mas no del esposo. (Gayo, 161 d. C., p. 51).
En cuanto a las condiciones de los hijos de ambas parejas, hay que tener en cuenta que
Lucia y Cornelia son hijas de un ciudadano romano así que por nacimiento son ciudadanas
romanas y sus esposos Marcio y Cayo son esclavos liberados y a este tipo de uniones entre
ingenuos y libertos se les llama matrimonio mixto. Sin embargo el único de los 2 hermanos que
posee ciudadanía romana es Cayo, ya que el fue emancipado a los 30 años y pasó por el proceso
de manumisión justa. Marcio es latino un latino juniano según los términos de la lex Aelia
Sentia, gracias a la cual se le confirieron muchas de las potestades que conlleva la ciudadanía
romana, aunque no puede participar en cargos públicos ni votar. Esto significa que los hijos
concebidos en ambos matrimonios, tendrían ciudadanía romana, ya que aunque habitualmente
prevalecía la condición del padre, hay una manera de justificar la favorabilidad a través de la
madre, por lo que poseerán todos los tipos de derechos: derecho a la participación política, a
ocupar cargos públicos, podían ser sacerdotes, ir a las asambleas y tenían la misma libertad que
el resto de ciudadanos romanos.
Ahora, considerando la situación que se nos presenta respecto de los esclavos propiedad
de Marcio y Gayo que desean manumitir, la manumisión tal como se propone es ilegal porque lo
que Marcio y Cayo quieren es mantener la condición de esclavitud sin el título de esclavo y la
lex Aelia Sentia establece que la manumisión debe realizarse íntegramente. No pueden
manumitir a sus esclavos de esta manera porque es un fraude. Aunque hay una forma en la que
Marcio y Cayo todavía podían contar con los servicios de sus esclavos liberados. Después de la
manumisión, los libertos siguen teniendo una cierta responsabilidad hacia sus antiguos
propietarios, lo que se denomina derecho de patronato. En teoría, Marcio y Cayo podrían usar
esto a su favor para mantener algún vínculo con sus esclavos. Sin embargo, deben contratarlos
formalmente como jornaleros para que esto no menoscabe su condición de libertad o ciudadanía.
Ahora bien, en materia de propiedad, los bienes que los hijos de Marcio y Cayo
obtuvieron por su carrera militar y jurídica, es decir, en virtud de peculio castrense y
cuasicastrense, están fuera del alcance de sus padres, por lo que la única manera de adquirirlos es
comprándolos. Los bienes adquiridos en peculio castrense y cuasicastrense se refiere a los bienes
que son adquiridos por un filius familias en el ejercicio de su profesión militar o en un cargo en
la corte imperial o en la Iglesia. Se utilizaban para describir diferentes tipos de propiedades que
un hijo de familia podía adquirir y administrar. Estos bienes en la época pueden ser sueldo, botín,
donativos, etc. Estos bienes formaban parte de su patrimonio personal y podían ser administrados
por el hijo, aunque seguían estando bajo la propiedad y administración del padre. Respecto de los
bienes que les fueron prestados a través del peculio profecticio, éste permite al pater familias
revocar en cualquier momento los bienes prestados al filius familias. Así, Marcio y Cayo pueden
recuperar estos bienes siempre y cuando sus hijos permanezcan bajo su patria potestas, aunque
queda por ver si existe algún tipo de efecto retroactivo bajo el cual todavía puedan reclamarlos
fuera de la patria potestas.
Finalmente, en cuanto a la idea de Cayo de emancipar a sus hijos debe tenerse en cuenta
lo siguiente. En primer lugar, la decisión personal de Cayo de que ya no quiere hacerse cargo de
una domus, por ende, al emancipar a sus hijos él pierde la potestad legal sobre sus ellos (misma
la cual está estipulada dentro de las XII Tablas) y se libera de una responsabilidad jurídica, pues
Cayo como pater familias tiene el derecho de venta y de vida y muerte sobre sus hijos de
legítimo matrimonio (XII Tablas, 450 a.c, p. 8). La patria potestas puede romperse mediante la
emancipatio. Es decir, el pater familias vende ficticiamente al hijo tres veces a una persona de
confianza (coemptionator) con el compromiso de manumitirlo posteriormente. La tercera
manumisión suponía la disolución de la patria potestas, pero con la consecuencia de que el
coemptionator obtenía el derecho de patronato, tutela y sucesión sobre el filius familias. Para
evitar esto, el coemptionator se obligaba por una fiducia pactum a remanciparlo al pater familias
para que fuera él quien lo manumitiera. Cabe señalar que en el caso de hijas y nietos la
emancipatio se realiza con una sola venta.
Finalmente, se considera que la decisión de Cayo se está analizando en cuanto a su
condición jurídica. Cayo comenta que ha estado considerando someterse a la potestad de su
amigo Julio por medio de la adrogación. Esto significaría que Cayo se convertiría en alieni iuris
y Julio sería el sui iuris. Esto sería bueno en el sentido de que ahora el nuevo administrador del
patrimonio familiar sería Julio, y Cayo se liberaría de las responsabilidades que representa ser un
pater familias. Este proceso sólo puede surtir efecto con el consentimiento del pontífice
(pontifex) y en virtud de una ley dada por el pueblo reunido en comicio curiado. La adrogación
se llama así porque primero se pregunta (rogabatur) al adrogante si consiente en tomar al
adrogado como hijo suyo; en segundo lugar, al drogado si consiente en tomar al adrogante como
padre; y tercero, al pueblo si ratifica. Los únicos requisitos para que se pueda llevar a cabo la
adrogación son que el adrogado pertenezca al sexo masculino y sea púber y que el adrogante, por
supuesto, sea sui iuris y con capacidad para asumir el rol de pater familias. Posteriormente, en el
supuesto de que los hijos de Cayo ya se hubieran liberado de su patria potestas, además de sus
bienes, Julio adquiriría poder paternal sobre Cayo y su esposa. Si al momento de la adrogación
los hijos de Cayo no se hubieran emancipado, pasarían a ser nietos de Julio, por lo que la
emancipación sería responsabilidad de él en su calidad de pater familias.

Referencias:
1. Gayo (161 d. C.). Instituciones. pp. 15; 17; 19. Recuperado de: Biblioteca de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Sevilla. Consultado el 11 de septiembre de 2023.
2. Revista de Estudios Histórico-Jurídicos Sección Derecho Romano] XXV (Valparaíso,
Chile, 2003) https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-
54552003002500003
3. Espitia Garzón, F. (2016). Historia del Derecho Romano (5a ed.). Universidad Externado
de Colombia. https://www-digitaliapublishing-com.ez.urosario.edu.co/a/68698
4. C., 450 a. (s/f). LAS XII TABLAS. Tripod.com. Recuperado el 22 de septiembre de 2023,
de https://ermoquisbert.tripod.com/dr/12t/12t_apunte.pdf

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