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Julio 2019
Prólogo
Por Marita Carballo
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RLM: -La discusión con ellos era fuerte y con algunos ribe-
tes graciosos. Tenía muchos compañeros chilenos de derecha
(yo soy bien liberal y ortodoxo, pero más “moderado”) que
estaban muy cercanos al régimen de Pinochet.
Y había uno, en particular, que luego de discutir conmigo
me gritaba, cuando se enojaba: “demócrata cristiano”. Como
si ese mote fuera una acusación criminal.
Era un “momio” (así se denomina en Chile a los militantes
de derecha) terrible, que no toleraba que yo tuviera una gran
valorización de la democracia representativa, republicana y
federal.
Este compañero, que había vivido el gobierno socialista de
Salvador Allende y la crisis de Chile entre 1970 y 1973 y tenía
una identificación muy fuerte con el régimen de Pinochet se
volvía “loco” cuando yo resaltaba las virtudes de la democra-
cia. Ahí se enojaba y me gritaba: “demócrata cristiano”. Para
él, representaba un insulto de la más baja calaña.
Periodista: -¿Qué sucedió que regresaste en 1980 a Buenos
Aires sin completar plenamente el proceso, sin el doctorado?
RLM: -En Chicago estuve dos años y lamentablemente me
volví porque era funcionario de la Secretaría de Hacienda del
Ministerio de Economía y las cosas se complicaron mucho y
el financiamiento que tenía se terminó.
Concretamente, me ordenaron volver. Pero está claro que
de buena gana hubiera seguido, sentía un gran placer estu-
diando en ese ambiente tan estimulante.
Después, el costo de oportunidad de ir a terminar el doc-
torado siempre me resultó muy gravoso, porque me iba muy
bien en la vida profesional y entonces se planteaba el dilema:
volver a Chicago y obtener el doctorado, a un costo econó-
mico muy alto para mí, o continuar trabajando de manera
rentada y con experiencias muy atractivas. Y elegí la última
alternativa.
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única, porque una de las tareas principales era que los kel-
pers cambiaran su moneda –la libra “malvinera”- para darles
pesos argentinos.
Periodista: -¿Tenías información militar? ¿Intuiste que el fi-
nal sería el que fue?
RLM: -Esa misma tarde tuve una conversación con el en-
tonces coronel (Héctor) Ríos Ereñú (quién años después fue
el Jefe de Estado Mayor del Ejército de Alfonsín). Los dos éra-
mos parte de una comisión designada por el doctor Álemann
para la Reforma del Estado.
Esa tarde, Rios Ereñú me dijo que todo era una locura. Él
me hizo la cuenta. Me dijo: si ellos (por el Reino Unido) mue-
ven lo que tienen, no aguantamos la réplica. Me describió el
operativo que iban a hacer ingleses: cómo nos iban a rodear,
nos iban a poner submarinos, y no nos íbamos a poder abas-
tecer. Nos desgastarían. Las islas están a 700 kilómetros de la
costa argentina y nuestra Fuerza Aérea sólo podía operar, en
acciones ofensivas, pocos minutos con autonomía.
Con claridad meridiana, Ríos Ereñú me explicó que des-
pués de un tiempo las tropas inglesas iban a desembarcar,
nos iban a someter a desgaste, para finalmente arrasarnos. Y
exactamente eso fue lo que pasó. Tal cual él me lo adelantó.
Sólo prolongamos la agonía porque nuestras tropas com-
batieron con extraordinaria destreza, profesionalidad y he-
roísmo. Pero nunca pudieron compensar la inmensa des-
proporción de medios que había. La batalla del Estrecho San
Carlos entre la Armada inglesa, la Fuerza Aérea Argentina y la
Aviación Naval Argentina fue decisiva.
Periodista: -Sin embargo, en las crónicas postguerra se hizo
una furibunda crítica a la actuación de nuestras Fuerzas Ar-
madas.
RLM: -Porque pocos se tomaron el trabajo de analizar los
combates. El desempeño de la Fuerza Aérea fue extraordina-
rio y muy profesional. Los pilotos fueron casi kamikazes. Las
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crítica, que el déficit era enorme, y que eso iba a resultar ex-
plosivo.
Pero nadie quería escuchar ese diagnóstico “negativo”. Y
menos que menos el ministro Grinspun.
Periodista: -¿Por qué los distintos gobiernos -militares, pe-
ronistas o radicales- sistemáticamente se niegan a “ver la rea-
lidad”?
RLM: -En ese momento parecía absurdo que llegara el go-
bierno democrático y tuviera que hacer un “ajuste”.
Pero la verdad era que en el año ‘83 –en los últimos meses
del gobierno militar-, el ministro de Trabajo, Héctor Villavei-
rán (muy cercano a las posiciones de los sindicatos más po-
derosos), había subido los salarios reales del sector público
y privado, creando con esto un desequilibrio enorme; lo que
generó un déficit fenomenal.
No hay nada peor para un gobierno que llega, que el que se
está yendo suba los salarios. Por eso siempre digo que Alber-
to Fernández tuvo la suerte que Macri hizo el “ajuste” duran-
te todo el 2019, y entonces recibió un sector público casi sin
déficit primario, lo que a su vez explica por qué se pudieron
pegar esta espectacular fiesta de emisión y gasto para lidiar
con la pandemia del Covid-19.
Bueno, el asunto es que el gobierno militar le dejó a Alfon-
sín un agujero colosal por el acuerdo de Villaveirán con los
sindicatos. Ahí está también la explicación del sofisticado ar-
gumento de Alfonsín de que hubo un pacto “militar-sindical”,
cuando en realidad lo que existió fue una gestión de Villavei-
rán muy favorable a los sindicatos.
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pre fue una valla infranqueable para los gobiernos “no peronis-
tas” y, a la vez, una muralla, un bastión, para el peronismo. Des-
de Sapag hasta Cristina Kirchner casi cuarenta años después.
RLM: -Es cierto, Sapag le asestó al gobierno de Alfonsín
su primera derrota parlamentaria seria, cuando evitó que se
aprobara la ley que buscaba reformar el sistema “corporati-
vo” armado por el sindicalismo peronista.
Fue muy importante -en el devenir histórico- que el go-
bierno radical no tuviera mayoría en el Senado a pesar de
haber obtenido una victoria del 52% en la categoría “presi-
dente” (en el Senado la UCR sólo consiguió 18 bancas, contra
20 del PJ, que siempre sumaba como aliados a fuerzas pro-
vinciales como el MPN, el Pacto Autonomista correntino o el
Bloquismo sanjuanino), porque el peronismo siempre hizo
pesar su predominio electoral en los distritos más pobres y
atrasados del país.
Creo que la derrota de la UCR en Santa Fe en el ‘83 fue
crucial. Si hubiera ganado ahí, el radicalismo hubiese tenido
los senadores que le faltaron siempre. Y tal vez se habrían
podido impulsar los cambios para modernizar el país.
Pero ese es el juego de la democracia, ¿no?
Periodista: -Revisitar la historia tiene un encanto especial.
Nosotros pudimos ver, sólo en éste capítulo, cómo fenomenales
errores de cálculo estratégico (como la de las FF.AA. en la lucha
contra las organizaciones guerrilleras sin una doctrina espe-
cífica que las respalde, o la de Galtieri en sostener una guerra
contra una potencia como el Reino Unido sin un plan de acción
razonable) o pequeños cabos sueltos (como el del gobierno de
Alfonsín que no supo negociar los votos necesarios en el Sena-
do para imponer leyes trascendentales), pueden condicionar la
vida de un país y de sus habitantes.
Y también están las derivas personales que marcan los des-
tinos. Vos llegaste a las aulas de Chicago por “default de Yale” y
te reinventaste como consultor económico por un capricho de
Bernardo Grinspun. Y ya en el Uruguay la sucesión de hechos
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Fue así como los suboficiales y tropa del 28° cuerpo de Ejér-
cito entraron por arriba y abajo, los estudiantes se asustaron y
trataron de resistir, ahí empezaron a “hacer hablar” a las ame-
tralladoras. La situación se le escapó de control al ejército.
Lo otro a tener en cuenta que quien gobernaba China en
ese momento era un hombre al que todos le tenían “terror”:
se llamaba Li Peng (fue primer ministro chino entre 1987 y
1998 y murió a los 93 años en 2019) y él fue quien dictó la ley
marcial que le dio marco “legal” a la represión. Pero atención,
tuvo el visto bueno de Deng Xiaoping, que era el líder supre-
mo de China, por esos días.
Lo único cierto, es que la represión de Tiananmén fue tan
brutal, que nunca más nadie se animó a algo así. Ahora, el
riesgo, es que las protestas de Hong Kong deriven en una so-
lución al estilo de la de Li Peng.
Periodista: Ese era un momento de un fenomenal despegue
de la economía china, que treinta años después la colocó a pe-
lear cabeza a cabeza con los Estados Unidos por el liderazgo
planetario.
RLM: -En el año ‘89, cuando pasó lo de Tiananmén, Chi-
na había tenido una crisis con inflación, pero uno veía una
transformación extraordinaria. Yo notaba ese proceso. Pero
la verdad es que nunca imaginé que iba a ser tan exitosa y que
podría sostenerse tanto en el tiempo.
Lo que ellos tenían en la cabeza era resultado de ver a Co-
rea del Sur (que le fue muy bien) y a Corea del Norte (que le
fue muy mal). Ellos comenzaron las reformas en el ‘78-’79, y
esa experiencia prevaleció hasta el 2000, más o menos, cuan-
do iniciaron otra etapa.
En mis viajes, los chinos siempre me daban el ejemplo de
la diáspora China. A Taiwan, a Singapur, a Hong Kong les ha-
bía ido muy bien con las reformas capitalistas. Advertían que
los únicos que habían fallado eran ellos. Entendieron que de-
bían (así de imperativo) hacer algo. Ellos miraban el modelo
Singapur como un modelo extremadamente exitoso.
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tiene una vida disipada, nos va a dar más margen”. Y nos tocó,
por desgracia, el presidente de los Estados Unidos (Clinton)
más disciplinado en materia fiscal y monetaria.
Periodista: -Una de las reformas más controversiales fue
el traslado a las provincias de la Educación y la Salud. ¿Cómo
evaluás esa reforma?
RLM: -En la lógica de la reforma, se trasladó a las provin-
cias Salud, Educación y Acción Social. La lógica era mejorar
administrativamente la cuestión de salud y educación, pero
sobre todo mejorar la representación política.
¿Cuál era el problema de manejar una escuela de Catamar-
ca o Chubut desde Buenos Aires? Que nadie podía reclamar
nada.
Pero, más allá de las buenas intenciones, no resultó efec-
tiva. Los gobernadores se financiaron con la coparticipación,
y la sociedad siguió sin poder reclamar ante un interlocutor
válido.
En mi caso, hubiera municipalizado, por lo menos, parte
de la atención primaria de Salud y Educación. Porque es la
figura del intendente la que está todo el día al frente de los
ciudadanos. Si ese intendente no provee con eficiencia los
servicios de educación y salud, lo linchan en una semana.
En cambio, el gobernador resulta inaccesible para cualquier
ciudadano de cualquier pueblo del interior de una provincia.
Casi tan inalcanzable que un presidente. Hay que recordar
que la estabilidad amplió enormemente, en términos reales,
los ingresos de las provincias.
Periodista: -O sea que aquí Menem y Cavallo se quedaron
“cortos”. ¿Y qué pasó con el gran agujero negro: el de la segu-
ridad social?
RLM: -Para cuando se puso en marcha la Convertibilidad,
teníamos tres problemas con la seguridad social: el “pasado”,
el “presente” y el “futuro”.
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íbamos a los mismos bailes. La Plata era una ciudad muy pa-
rroquial y de costumbres muy tradicionales. Todos nos co-
nocíamos. Después nos reencontramos ya más grandes en la
universidad. Ella militaba en el núcleo de la Juventud Pero-
nista y, en mi caso, en Franja Morada.
Es cierto que en la universidad se notaban las diferencias
de “encuadre” (para usar una terminología marxista) que
existían entre nosotros.
Personalmente, ya tenía un desarrollo como dirigente ju-
venil nacional en la FULP (Federación Universitaria La Plata),
y era un orador consolidado junto a Federico Storani o Luis
“El Colorado” Mennucci. En cambio, Cristina y Néstor eran
militantes rasos. Néstor en la Federación Universitaria de la
Revolución Nacional y ella, si mal no recuerdo, en el Frente
Agrupación Eva Perón.
Después hicimos nuestras vidas y no nos volvimos a ver
hasta el año ‘95, cuando tuvimos un cruce en un programa de
televisión.
En ese momento ella (Cristina) “actuaba” como una dipu-
tada semi-rebelde que buscaba despegarse del menemismo.
Trataba de aparecer como una versión más “renovadora”,
pero siempre dentro de un sistema organizativo (la Converti-
bilidad) que había hecho una transformación enorme.
Lógicamente, esa noche ambos polemizamos, pero no re-
cuerdo que haya sido un debate muy duro. A ella le sirvió con-
frontar conmigo, porque yo era famoso en los debates en la
década del ‘90. Era un economista destacado y tenía espacios
en los medios.
Periodista: -¿Podías imaginar que Cristina se convertiría en
el eje sobre el que giraría la política argentina de las dos pri-
meras décadas del siglo?
RLM: -La verdad es que no. Ella era una mujer muy bien
vestida, muy maquillada, y -un detalle- usaba joyas que nor-
malmente no usan los dirigentes políticos. Al verla, llamaba
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14 Carlos Fayt fue juez de la Corte Suprema durante más de tres décadas.
Emblema de la resistencia a los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández
de Kirchner, estuvo en su cargo desde el 21 de diciembre de 1983 y
permaneció en él durante cinco presidencias de la democracia. Desde la
Corte lideró la oposición a la reforma judicial que impulsó el kirchnerismo
y resistió las presiones oficiales para que abandonase el cargo.
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clima. Era una pregunta muy incómoda. Todos sabían que ha-
bían hecho barbaridades con el empleo público.
Periodista: ¿Cómo explicás el repunte fenomenal de los Kir-
chner a partir de 2010 y la debacle de una oposición que los
había tenido “groggy” en 2009 tras la derrota de Néstor Kirch-
ner en las legislativas?
RLM: -Por un lado, porque hubo una fuerte dispersión de
intereses políticos de los diferentes grupos de la oposición.
Pero, a mi juicio, la oposición no analizó el contexto mun-
dial y regional con propiedad. La vigorosa explosión de los
precios de nuestras commodities, y por sobre todo la feno-
menal tracción que hizo Brasil, que volvió a comprar todo lo
que le vendíamos debido a una revaluación enorme..
Ese combo, fue lo que generó para ella (Cristina) la in-
mensa oportunidad del 2011, donde terminó por conseguir
el 54% de los votos.
Periodista: -Cuando el macrismo te desplazó del centro de
la política a la periferia, con toda la carga negativa que eso
implicó, también te dio la oportunidad de ver y analizar la rea-
lidad en mayor profundidad. ¿Eso explica que vieras, antes que
otros opositores, el resurgimiento electoral del “kirchnerismo”?
RLM: -En esa época yo estaba muy golpeado en términos
políticos, pero estaba anímicamente fuerte.
Me dediqué a estudiar. Durante todo 2010 asistí con regu-
laridad a esos grupos que analizaban el comportamiento de
la sociedad con el instrumento de la Cámara de Gesell. Una
de las revelaciones que más me sorprendió, fue que ese año
-y aún antes de la muerte de Néstor Kirchner-, el gobierno de
Cristina recuperaba popularidad.
Esos estudios realizados con la Cámara de Gesell fueron
útiles para comprender mejor la sociología de los votantes.
Aprendí mucho.
En especial para mí -pero lo puedo hacer extensivo a la
gran mayoría de los dirigentes políticos- que provengo del
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- Con el Pentágono.
Yo “paré” el oído. Era una respuesta poco convencional.
Explicó Sargent: “Hay pocas actividades que funcionan sin
mercado y una de esas pocas es el Pentágono. Cuando uno
quiere extender la lógica del plan, las órdenes, el comando
de control del Pentágono a otras actividades las economías
colapsan”. El embajador cambió de tema. Sargent sabía lo que
decía: él escribió mucho sobre inflación y macroeconomía.
Interactué con él aquella vez en Uruguay y como compa-
ñero de banco en la universidad de Chicago. Era un alumno
reconcentrado y atento. Una vez me dijo: “Qué difícil es seguir
esta argumentación”, en una clase donde yo también estaba a
los tumbos. Recuerdo que pensé: “si este no puede seguir la
explicación, yo estoy perdido”.
Y otra vez, en un seminario sobre por qué las economías
latinoamericanas tenían problemas fiscales y monetarios y
como repercutió en el bajo desempeño de Latinoamérica.
También hice lo mismo en Argentina con Paul Krugman
en 1994. Krugman vino invitado por el IAEF (Instituto de Eje-
cutivos de Finanzas) y lo acompañé hasta Ushuaia a hacer la
exposición.
Como no hablaba español, yo lo traduje y eso me llevó a
estar a su lado todo el viaje de ida. Una experiencia extraordi-
naria junto a un economista que lo era aún más.
También conocí a Michael Spence cuando estaba en un
proyecto sobre desarrollo económico mundial y me invitaron
a interactuar sobre los primeros documentos. Me maravilló
discutir con él desde un panel. Era encantador.
De todos estos tipos lo que más me impresionaba era la
inteligencia que me parecía superlativa. Tuve un profesor, Ar-
nold Harberger que pensaba que iba a ser Nobel y no fue. Con
el interactué mucho. Siempre que me sentaba con el aprendía
algo.
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