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Reseña histórica
Alternar subsección Reseña histórica
De la collatio bonorum a la collatio justinianea
La colación hereditaria en los pueblos germánicos
Supervivencia de los principios romanos justinianeos en el Derecho histórico
español
La configuración dogmática de la colación hereditaria
Alternar subsección La configuración dogmática de la colación hereditaria
Elementos subjetivos y objetivos
Elementos formales de la colación
La colación in natura
La colación por imputación
Reunión ficticia a los efectos de la computación para el cálculo de la legítima,
acción de reducción de donaciones inoficiosas y colación hereditaria
Naturaleza jurídica
El deber jurídico y la colación hereditaria
La colación como operación sucesoria
La colación como operación previa y conexa a la partición
Fundamento de la colación hereditaria
La colación como un medio de protección de la legítima
La colación como medio para lograr la igualdad entre los legitimarios
La colación como anticipo de la legítima
Causas de extinción
La dispensa de la colación
La renuncia a la herencia
Véase también
Notas y referencias
Bibliografía
Enlaces externos
Colación hereditaria

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Colación (del latín: collatio, forma sustantiva abstracta de collātus, participio
pasivo de conferre, 'concesión')1 o acervo imaginario, es una regla del derecho
sucesorio que tiene por objeto evitar desigualdades entre los herederos de un
testamento (legitimarios), y que consiste en que la ley obliga a considerar como
parte de la herencia aquellas donaciones hechas en vida por el testador a los
herederos o a otras personas, de tal forma que lo donado se entienda haber sido un
anticipo de la herencia.2

Reseña histórica
De la collatio bonorum a la collatio justinianea
La colación hereditaria asombra por su complejidad, en gran medida dada por su
proximidad a otras instituciones sucesorias, cuyos puntos de contacto le han
perfilado históricamente contornos no muy precisos. Con menoscabo, incluso, de su
propia fisonomía, la colación hereditaria ha encarnado en la dogmática jurídica
disímiles figuras con las que se vincula; pero sin identificarse plenamente.

La mayoría de los autores coincide en calificar de espinoso y difícil el estudio


sobre la colación hereditaria. A decir de Losana: “Pocas instituciones jurídicas
ofrecen dificultades semejantes a las que presenta la colación: las vicisitudes
experimentadas en el derecho romano; la diversidad de conceptos con que aparece en
las costumbres francesas y en el Código de Napoleón; la impropiedad de las
expresiones adoptadas por el legislador patrio en muchos artículos dedicados a
tratar de la colación, y al tratar al mismo tiempo de ésta y de otras instituciones
afines; la confusión introducida en la doctrina por los escritores; la delicadeza
intrínseca de la materia: todo contribuye a hacer peligroso y arduo el comentario
de esta parte del derecho sucesorio; todo recomienda al comentarista a proceder con
la más exquisita circunspección si no quiere desviarse del camino derecho y
perderse en un inextricable laberinto”.

Las dificultades que aún hoy día se presentan para hallar el exacto significado de
la colación hereditaria, así como de su fundamento legal, se remontan al Derecho
romano, en cuyo seno se gestó, transitando por dos fases o etapas sucesivas y
distintas. En la primera, fue la colación la obligación que tenía el descendiente
emancipado de traer a la herencia del pater familias cuanto hubiere adquirido tras
su emancipación hasta la muerte de este; mientras que la segunda etapa es expresión
de la evolución de la figura hacia la noción moderna de la colación, sobre la base
de presumir que las liberalidades hechas en vida por el ascendiente resultan un
anticipo de las legítimas.

La génesis de la colación hereditaria la podemos situar en la antigua Roma,


habiendo sido introducida por el pretor como un medio de flexibilización del Ius
Civile. La colación devino en un modo para mitigar las diferencias que, en el orden
de la estructuración de la familia romana, se sucedían de la diversa posición
jurídica en que eran colocados los hijos in potestatem respecto los emancipati.

En el marco del antiguo Derecho romano, como efecto de la emancipación, los hijos
emancipados perdían el derecho a ser llamados ab intestato en la sucesión del
padre, en tanto en la sucesión testamentaria, considerados como extraños a la
misma, podían quedar relegados igualmente de suceder mortis causa por voluntad del
causante. Ante esta situación de indubitable injusticia sucesoria, entraron a
desempeñar un importante papel las normas del Derecho pretoriano, en virtud de las
cuales fueron llamados unos y otros hijos a la sucesión del padre común, mediante
la atribución, a los emancipati, de la bonorum possessio unde liberi en la sucesión
intestada y la bonorum possessio contra tabulas en la testada.

Empero, esta concurrencia de emancipados y sui necesaris a la sucesión del padre,


trajo aparejada una dificultad mayor, ocasionada por la incapacidad jurídica de los
segundos frente a la capacidad de la primeros.

En efecto, los hijos emancipados emancipación, resultando plenamente capaces con


posterioridad a la emancipación, podían conformar su propio patrimonio. En cambio,
los hijos in potestate solo podían adquirir para el pater, nunca para sí; por lo
que lejos de contribuir en beneficio de su propio patrimonio, coadyuvaban a
engrosar la masa patrimonial de su progenitor. Nada más contrario a la justicia, el
que subsiguientemente al fallecimiento del padre, abierta la sucesión y
concurriendo a ella sui necesaris y emancipatis, estos últimos se vieran
favorecidos con una parte del caudal relicto a cuya formación no habían
contribuido, agregando a su propio patrimonio una porción de bienes a la postre
adquirida a costa del esfuerzo de sus hermanos.

Estas circunstancias determinaron el que el pretor, en un intento por asegurar la


igualdad entre todos los hijos que acudían a la sucesión del padre común,
compeliera a cada emancipado a repartir a favor de los sui los bienes que estos
hubiesen adquirido en el período comprendido entre la emancipación y el óbito del
pater familias. Este mecanismo, conocido en Roma bajo la denominación de collatio
bonorum y extendido posteriormente a la institución de la hija casada (collatio
dotis)3 constituye el más genuino antecedente de la colación hereditaria.

No obstante, la concepción que hoy día prevalece sobre la colación solo la


encontramos a partir de la obra de Justiniano. En tiempos del emperador Justiniano,
esta institución sufre en Roma importantes modificaciones, en tanto la Novela 118
produjo una significativa transformación de los principios que rectoraron la misma
en el Derecho clásico, sustentando desde ese momento la figura, no el anhelo de
equidad entre los descendientes; sino el respeto a la presunta voluntad del de
cuyus.4

El reconocimiento de determinada capacidad patrimonial de los sui necesaris,


comenzado a partir del surgimiento del peculio castrense y el peculio quasi
castrense; así como, por un lado, la limitación que del objeto importó la
restricción de la colación a solamente algunas clases de donaciones como las
donatio propter nupcias y las ad emendam militiam, y de otro lado, la admisibilidad
de una facultad de dispensa del de cuius paralela a la de exigir la colación de las
donaciones simples,5 dotó a la institución de una investidura totalmente nueva, con
la que ha viajado, no sin ciertas variaciones, hasta nuestros días.6

Después de las modificaciones introducidas por Justiniano, tienen el deber de


colacionar los descendientes del causante, legítimos o testamentarios, que sucedan
conjuntamente con otros descendientes, a favor de los cuales se debiera la
colación, siempre que llegaren a adquirir la herencia y que el causante no hubiese
excusado de tal deber.

En este sentido, los descendientes adoptivos o legitimados no separados del


causante por otro descendiente intermedio vivo - perdiendo razón de ser la antigua
distinción entre emancipati e hijos in potestate -, que llegaren a adquirir la
herencia y siempre que el causante no hubiera dispensado de colación, debían
colacionar a favor del resto de los descendientes las liberalidades colacionables,
formándose una masa común, en la que cada heredero tomaba una cuota proporcional a
su participación hereditaria, testamentaria o ab intestato.

En cuanto al modo de realizar la colación, también es marcada la evolución en el


Derecho romano. De la originaria forma verbal, que suponía una promesa del
emancipati o la hija dotada casada sine manu o bien sui iuris, de repartir entre
sus hermanos, ya los bienes adquiridos tras la emancipación, ya la dote; se produjo
un tránsito hacia un sistema de aportación a la herencia de las mismas cosas que
han de ser colacionadas (colación in natura), hasta que finalmente adquirió plena
vigencia el sistema de computación del valor de los objetos colacionables (colación
por imputación), cualquiera de los cuales podía cobrar validez.

Cuando parecía que la colación hereditaria debía estar destinada a desaparecer, al


tiempo que se extinguían los fundamentos familiares y patrimoniales que le dieron
origen, se evidenció en esta etapa de la historia del Derecho romano un renacer de
la institución, reanimada sobre cimientos totalmente nuevos, los que llevaron a
García-Ripoll Montijano a afirmar que “(…) esta figura, de justificarse por la
solución de un problema familiar, pasa a serlo en la voluntad presunta del
causante”.

La colación hereditaria en los pueblos germánicos


Los pilares de la familia romana, organizada en torno a la figura del pater
familias que, como acotaría anteriormente, incidieron en el origen de la collatio
bonorum, arrostrando al pretor, sobre la base de la equidad, a institucionalizar la
figura que estudiamos difieren, en gran medida, de los lazos consanguíneos que
priman en la concepción germánica de la familia. De ello se colige, pues, el que en
el Derecho germánico la institución de la colación no fuese concebida del mismo
modo que en el Derecho romano.

La concepción germánica de la colación hereditaria tiene por base la propia noción


que de la sucesión mortis causa en general y la legítima en particular impera en
este Sistema Sucesorio, concretada en la máxima de que los herederos no los hace el
hombre; sino Dios, adquiriendo real trascendencia los vínculos consanguíneos entre
el causante y el sucesor por causa de muerte. De aquí que, el Derecho germánico,
girando en torno a esta idea de la familia, exigiera la colación de todo lo que se
hubiera recibido de los padres, aunque operara una renuncia a la herencia.

Constituyendo en el Derecho germánico legítima toda la masa partible por igual


entre los hijos, con excepción del quinto si se hubiere dispuesto de él como
donación o manda, nos apunta Vallet de Goytisolo, se confundió este instituto con
la imputación a la legítima y reducción de las donaciones por inoficiosidad.
Comparando ambos Sistemas Sucesorios, prosigue este autor, tenemos que “(…) la
colación germánica jugaba en defensa de las legítimas y de la igualdad absoluta
entre los hijos; la colación romana bizantina actuaba, en cambio, bajo el
presupuesto que el donante había querido que su caudal relicto, engrosado con las
donaciones colacionables, se repartiera entre sus descendientes en la misma
proporción que les había instituido herederos, o, de no haber testado, en las de
sus cuotas ab intestato”.

En suma, de conformidad con el Derecho germánico, teniendo por función la legítima


el reparto igualitario entre todos los descendientes, componiéndola todos los
bienes que el padre hubiese entregado a sus hijos, incluso a título de donación; la
colación se integra como una acción protectora de la legítima, garantizando la
distribución igualitaria de la herencia entre estos, formada por el caudal relicto
y las donaciones colacionables, no reducidas a las donaciones ob causam como en el
Derecho romano.

Supervivencia de los principios romanos justinianeos en el Derecho histórico


español
Para comprender a cabalidad la ratio legis de las disposiciones jurídicas que
rigieron esta materia en el Derecho histórico español, es obligada la referencia a
las circunstancias económicas y políticas reinantes en esta época, condicionantes,
en última instancia, de la superestructura de la sociedad. Un recorrido por los
anales de la colación hereditaria desde la Alta Edad Media, las Leyes de Toro hasta
la etapa codificadora, supone un estudio, siquiera somero, de las condiciones
sociales, políticas y económicas que le sirvieron de base.

Al respecto, García-Ripoll Montijano, nos comenta que en la Alta Edad Media la


familia adquirió un papel esencial, al desaparecer el Reino visigodo y el poder
público hacerse débil en la zona cristiana, por lo que, a diferencia del Derecho
romano, la propiedad del padre de familia apareció como una propiedad cuasi
comunal.

Esta situación de copropiedad en que se entendía la masa familiar en relación con


padres e hijos, repercutió sin duda en el Derecho de Sucesiones, cediendo la
libertad dispositiva mortis causa a favor del sistema de división forzosa
igualitaria del patrimonio hereditario entre los parientes. Erosionada la facultad
de mejorar, la búsqueda de dicha igualdad sucesoria entre los hijos, determinó que
estos debieran restituir a la masa hereditaria todo cuanto hubieren recibido del
causante, sin precisión alguna entre las diversas modalidades de donaciones.

No es hasta la Baja Edad Media que las relaciones feudales sobre las que se erigió
la familia española en la Alta Edad Media comienzan a verse resentidas por el
nacimiento de una incipiente burguesía que amenazaba con desplazar a la clase
noble.

La reacción de la nobleza no se hizo esperar, sintiéndose atacada encontró apoyo en


una forma especial de amortización de la propiedad: los mayorazgos. El fenómeno de
la amortización de la propiedad, en materia sucesoria, importa la vinculación de
los bienes del causante a una determinada estirpe nobiliaria, fundamentalmente a
través de la figura del mayorazgo. Los amayorazgados, también calificados como
“manos muertas” carecían de facultades dispositivas sobre los bienes objeto de
dicha vinculación.

Efectivamente, el mayorazgo suponía una vinculación del patrimonio mediante su


transmisión al primogénito, a quien estaban vedadas las facultades dispositivas
anejas al derecho real de propiedad, de aquí el calificativo de “manos muertas”.
Esta fórmula encontró inclusive respaldo legislativo, expresión de lo cual lo
constituyen las Leyes de Toro de 1505.

Tal fue la relevancia de los mayorazgos en el seno de la nobleza española que


incluso podía constituirse sobre las mejoras del tercio y el quinto. En este
contexto, el sistema de legítimas, al menos entre la nobleza, perdió fuerza y
vigor, en tanto los hermanos del primogénito únicamente tenían derecho a heredar su
legítima sobre los bienes no afectados con la vinculación.

En lo que concierne a la colación, la Ley 29 de Toro, en su primer apartado,


establecía: “Cuando algún hijo o hija viniere a heredar o partir los bienes de su
padre o de su madre, o de sus ascendientes, sean obligados ellos a sus hermanos
traer en collación e partición la dote e donación propter nupcias e las otras
donaciones que obieren recibido de aquél cuyos bienes vienen a heredar. Pero si se
quisiera apartar de la herencia, que lo pueden hacer, salvo si la dote o donación
fueren inofficiosas que en este caso mandamos que en este caso sean obligados los
que los recibieron, ansí los hijos y descendientes en lo que toca a las donaciones,
como las hijas e sus maridos, en lo que toca a las dotes puesto que sea durante el
matrimonio, tornar a los herederos del testador aquello en que son inofficiosas
para que lo partan entre sí: E para decir si la tal dote es inofficiosa se mire a
lo que escede de su legítima de tercio y quinto de mejora”.

Como puede apreciarse, la Ley 29 de Toro no deslindó nítidamente entre colación,


imputación y reducción de las donaciones por inoficiosas, más bien propició su
confusión. Algunos autores, entre ellos Vallet de Goytisolo, arguyen, sin embargo,
que el Derecho español respetó las reglas romanas sobre la colación, en especial,
en la Partida 6, 15, 3, desde el ap. 2.º hasta el final, la 6, 15, 6, ap. 4.

Admite Vallet, no obstante, que en la práctica varias circunstancias facilitaron la


confusión entre la colación propiamente dicha y la imputación a la legítima. “En
primer lugar, el hecho de que normalmente se disponía, a título de herencia de la
legítima, que abarcaba la mayor parte del caudal, y que se distribuyesen el tercio
y el quinto a través de legados y donaciones (…). En segundo término, era fácil que
la rutina involucrase prácticamente el primer apartado de la Ley 29 de Toro con los
siguientes de la misma”. Por otro lado – señala - “el empleo – por algún autor –
del verbo conferre y el sustantivo collatio aplicado, en derecho hereditario, con
doble significado – en un sentido técnico netamente diferenciado y en un sentido
gramatical o vulgar de llevar o añadir -, pudo dar apariencia de confusión o
inducir a ella”.

A mi juicio, le asiste razón a García-Ripoll Montijano cuando afirma que: “la


colación después de las Leyes de Toro, quedó muy desdibujada. Por una parte, al
producir la colación siempre un efecto de igualdad entre legitimarios, el
desinterés que el legislador manifestó por esa igualdad produjo que la colación se
limitara a determinados supuestos muy concretos: de aquí que la doctrina
considerara que para que la donación simple fuera colacionable, esto se debía
señalar por el causante expresim (…). Por otra, las liberalidades declaradas
colacionables por la ley (en especial la dote) nunca podían sobrepasar la legítima
estricta de la dotada, por lo que se explica que la colación acabara confundiéndose
con la imputación a la legítima”.

Esta situación, a partir de finales del siglo XVIII, experimentó en España una
cierta reversión. La nobleza definitivamente había entrado en crisis, no pudiendo
asegurar su puesto preponderante frente a una burguesía cada vez más en ascenso.
Las relaciones económicas habían cambiado esencialmente, sobre todo a partir de la
Revolución Francesa de 1789, cuyos principios de igualdad, fraternidad y hermandad
colisionaban con los privilegios de la nobleza y, por tanto, con las vinculaciones
y los mayorazgos.

Cualquier restricción a la propiedad, para el Estado liberal burgués, influenciado


por las corrientes iusnaturalistas, se consideraba perjudicial para la economía. El
individuo no debía encontrar obstáculo alguno para el desarrollo de su personalidad
y de la economía privada, incipientemente capitalista.

Muestra del auge del pensamiento liberal burgués lo constituye el Proyecto de


Código Civil de 1851, importante galón en la diferenciación entre la colación y la
computación para el cálculo de la legítima. Los principales avances respecto el
Derecho precedente, en cuanto a la regulación de la colación, los podemos
sintetizar de la siguiente manera: El Proyecto de 1851 no refuta mejora todas las
clases de donaciones, en contraposición a las Leyes de Toro; se sustituye la
colación in natura por la colación por imputación; se desvanece la antigua
distinción entre las donaciones ob causam y las simplicis.

La configuración dogmática de la colación hereditaria


Elementos subjetivos y objetivos
Considerar que toda donación entre vivos operada a favor del legitimario que
concurre con otro u otros que también lo sean a la sucesión del donante, constituye
un anticipo de lo que le corresponde por ley en concepto de legítima, incita a
estimar el fundamento de la colación desde una perspectiva subjetiva.

Desde esta óptica, la colación se presenta como un medio dirigido a igualar las
porciones hereditarias de los coherederos legitimarios al momento de la partición,
computando el valor de los bienes o efectos donados en la masa común partible, a
los fines de imputarlo en la hijuela del heredero legitimario, donatario del de
cuius. Luego entonces, el principal beneficiario de la colación lo es
indudablemente el coheredero legitimario que no se aprovechó de las liberalidades
inter vivos del causante. Si como resultado del ejercicio de la acción de colación,
el legitimario, a su vez donatario, percibe de menos tanto como ya recibió en vida
del causante, mediante la aportación de estos valores a la masa hereditaria,
resulta comprensible la legitimación activa atribuida al heredero forzoso no
donatario, quien justamente a través del ejercicio de la acción de colación obtiene
este efecto: el restablecimiento de la igualdad quebrantada a raíz de las
atribuciones patrimoniales a título lucrativo realizadas inter vivos por el
causante a alguno o algunos de los de su misma condición.

La condición de heredero, alcanzada con la aceptación, requerida para ser titular


de la colación se explica fácilmente, en virtud del móvil sobre el que se asienta
esta acción. Si la igualdad entre los especialmente protegidos constituye el fin
primero al que se orienta la colación, la concurrencia simultánea de estos a la
sucesión presupone una situación de comunidad hereditaria, cuya vía de extinción
por antonomasia lo constituye la partición. Pues bien, la colación se engarza a la
partición como una operación previa e indisoluble al repartimiento del acervo
hereditario. De esta forma, puedo concluir que la comunidad hereditaria entre
legitimarios es para la colación, lo que el tiempo para el reloj de la vida, el
péndulo que marca la existencia misma de la institución.

Quedando reservado el ejercicio de la colación a los herederos forzosos, se excluye


a quienes deban la satisfacción de su cuota legitimaria por vía distinta a la
atribución hereditaria. Así, se encuentran privados de ser titulares y
destinatarios de la colación los acreedores hereditarios, los donatarios no
herederos y los legatarios, incluyendo los de parte alícuota,7 sin perjuicio del
derecho que les asiste para solicitar la computación de las donaciones y demás
liberalidades, en aras de determinar el valor total de la legítima y la reducción
de las que mengüen su montante.

Arduas polémicas se han suscitado en la doctrina en lo que concierne a la


denegación o concesión del ejercicio de la colación al legatario parciario o de
parte alícuota, inclinándose la mayor parte de los autores en sentido negativo. El
legatario de parte alícuota, aunque llamado a una fracción del activo resultante
después de liquidada la herencia, conserva la calidad de legatario.

La indeterminación de las relaciones jurídicas en que sucede el legatario de parte


alícuota, no parte del contenido, invariablemente constreñido al activo neto
hereditario; ni al momento en que se articula el tránsito de una esfera jurídica a
otra, coincidente con la apertura de la sucesión, sino a la efectividad propia de
la disposición testamentaria, dependiente, en todo caso, de que reste activo
después de satisfecho el pasivo hereditario.

La materialización del legado no convierte en heredero al legatario parciario, pues


la concreción de su cuota al activo líquido de la herencia, satisfechas las deudas
y cargas sucesorias, le confiere a este tipo de sucesión el carácter unitario
propio de las disposiciones a título particular, incompatible con la ratio de la
colación que, como vimos, se inserta en el marco de la partición de la herencia,
típico mecanismo de división hereditaria.

Por esta misma razón, el que singularmente sean colacionables las liberalidades
realizadas a los herederos legitimarios, tampoco pueden los acreedores del difunto
solicitar la colación ni aprovecharse de ella.

De esta forma, no teniendo por cometido la colación hereditaria más que el reparto
igualitario de la porción legitimaria correspondiente a los herederos forzosos el
acreedor del heredero legitimario a quien se le deba la colación, no podrá
dirigirse contra el coheredero sujeto a la misma en el supuesto de inacción de la
acción.

La acción subrogatoria de las llamadas acciones de última fila, tiene por


fundamento la defensa de los derechos subjetivos de los acreedores, ante la
insolvencia patrimonial del deudor, carente de bienes, no así de acciones frente a
sus deudores personales -, mediante el ejercicio de los créditos que su deudor
principal no ejercita.

Si nos adentramos en la naturaleza jurídica de la colación, podremos comprobar la


endeblez de la tesis que sostiene comprensible la colación en el terreno de los
derechos de crédito. La pretensión de los coherederos legitimarios de aumentar su
cuota al partirse la masa hereditaria incrementada con el valor colacionable, es un
efecto propio de las operaciones divisorias, no importando en sí mismo un derecho
de crédito y por consiguiente, no puede estimarse susceptible de ejercicio por los
acreedores del heredero legitimario.

El acreedor podrá, en cambio, dirigirse contra el heredero legitimario en caso de


ser fraudulento el acto de donación, empero el fundamento de la defensa del derecho
de crédito en tal supuesto tiene por base, no el mantenimiento cuantitativo de la
igualdad legitimaria, en proporción a las cuotas señaladas por el testador, cual se
persigue a través de la colación; sino el mantenimiento de un equilibrio
patrimonial, menoscabado por la acción fraudulenta.

Por último, es dable señalar que la exclusión del legatario parciario como sujeto
activo o pasivo de la colación alcanza al mismo tiempo al heredero ex re certa. La
causa de la prohibición se funda en la intrínseca naturaleza de la disposición
testamentaria, caracterizada por su nivel de concreción. Habiendo el causante
predeterminado el contenido de la atribución mortis causa, resulta contraproducente
estimar que el valor recibido por donación u otro título lucrativo lo fue como
anticipo de una cuota hereditaria compuesta por relaciones jurídicas previamente
determinadas por él.

En resumen vale decir que los aspectos activo y pasivo de la relación jurídica de
colación coinciden ambos en la figura de los herederos legitimarios. La colación es
exigida por el heredero legitimario al coheredero legitimario que hubiere recibido
en vida del causante bienes o derechos, por donación u otro título lucrativo,
siempre que el causante no le haya dispensado de tal deber.

Sin embargo, no todo acto de liberalidad es susceptible de ser colacionado, debe


tratarse de liberalidades recibidas del causante por actos inter vivos, o sea,
aquellas que surten efectos en vida de este, perdiendo razón de ser, en interés al
fundamento subjetivo presente en la colación, las que se realizan con fijación del
destino post mortem de los bienes u otros derechos patrimoniales pensando el
causante en su propia muerte (contemplatio mortis).

A diferencia del Derecho romano primitivo, en el solo se comprendían objeto de


colación la dote, las donaciones propter nupcias y los gastos hechos por el padre
para comprarle al hijo un cargo militar, no debiéndose colacionar por regla general
las denominadas donaciones semplicis, a no ser que el causante hubiere dispuesto su
colación; en la actualidad, sustrato de la última fase evolutiva de la institución
entre los romanos, deben ser colacionadas todas las donaciones y cualquier otra
atribución gratuita efectuada por el de cuius al heredero legitimario.

La donación se califica como un acto de liberalidad por medio del cual una persona
se empobrece en una fracción de su patrimonio en beneficio de otra que experimenta
un enriquecimiento con ella. En el orden técnico, la delimitación entre la donación
como negocio jurídico y la noción de liberalidad importa más que un mero ejercicio
teórico. Ciertamente, toda donación supone una liberalidad, pero que no toda
liberalidad entraña necesariamente un acto de donación, pues la liberalidad puede
hacerse efectiva por otros medios distintos a la donación, pero por los cuales se
obtiene el mismo efecto económico de empobrecimiento en el patrimonio del
disponente y correlativo enriquecimiento en el del beneficiario.

La heterogeneidad de supuestos que pueden quedar comprendidos dentro de la


categoría otro título lucrativo es amplísima, sobre todo si analizamos la
diversidad y vastedad de la obra del intelecto humano para, haciéndose valer de
negocios típicamente reglamentados, obtener resultados disímiles a los previstos
para el tipo negocial.

Los denominados negocios jurídicos indirectos generalmente asisten como subterfugio


de categorías negociales que nacen por encima de las normas imperativas que las
rigen o, más específicamente, como medios adyacentes para soslayar las
prohibiciones que sobre estas ha impuesto el orden legal. Estamos en presencia de
un negocio jurídico indirecto cuando a través de un negocio disciplinado por ley se
persiguen fines ulteriores que normalmente no son alcanzados tras su perfección.
Son, digamos, el vehículo jurídico que sirve para transportar la autonomía de la
voluntad hacía una finalidad predeterminada que difiere de la que es conseguida a
través del sendero tradicional, adoptado de ordinario para arribar a la misma.

Dentro de ellos merecen especial atención, en el sentido que se analiza, las


llamadas donaciones indirectas. A decir de Vallet de Goytisolo, la donación
indirecta es una “(…) figura jurídica en la cual mediante un negocio jurídico de
distinta naturaleza, realmente querido por las partes, se persiguen los fines
propios de la donación. En este supuesto - se dice- la causa es la del negocio
típico, siendo motivos determinantes los de la donación, que no llegan a
incorporarse al negocio con el carácter de causa, pues en tal caso trataríase
propiamente de un negocio mixto”.

Las donaciones indirectas constituyen un negocio jurídico a tenor del cual el


donante, sin llegar a encubrir o simular la liberalidad bajo las apariencias de un
negocio de carácter oneroso, caso en que afloraría no más la simulación;8 realiza,
animus donandi, la transmisión de la propiedad de determinado bien o derecho a
favor del donatario por vía diversa al contrato de donación.

Colin y Capitant reconducen las donaciones indirectas a los actos que pueden servir
para favorecer a una persona. Así, citan: la renuncia in favorem, la condonación de
deuda, la estipulación por otro y el registro de títulos nominativos a favor de
otro. Todas estas ejemplificaciones pudieran ser objeto de minucioso examen, pero
ello excedería cualquier pretensión académica a que se enfila el presente Capítulo,
de aquí que me limite a realizar breves comentarios sobre algunas de ellas.

En primer lugar, es dable decir que la renuncia in favorem cuando se lleva a cabo
con la intención de donar, en puridad no queda sumida en los moldes del negocio
indirecto. Cuando una persona renuncia de forma gratuita a un derecho en favor de
alguien, está realizando una verdadera donación, y consiguientemente el acto
deviene en colacionable, siempre que el favorecido sea un heredero legitimario que
concurre a la sucesión con otros que también lo sean.

En sede de renuncia in favorem habría que realizar ciertas acotaciones de consistir


la herencia su objeto. Prima facie, tendremos que deslindar entre la llamada
renuncia traslativa9 y la abdicativa, esta última considerada la verdadera renuncia
hereditaria. Sobre la naturaleza jurídica de la renuncia hereditaria es concebida
como una declaración negativa de voluntad, unilateral, de carácter no recepticio,
orientada a la repudiación del conjunto de relaciones jurídicas que quedaron
acéfalas a la muerte del causante y a las que fuera llamado el renunciante, quien
no solo se aparta de llegar a convertirse en heredero, sino que se desentiende, a
su vez, del destino final que sigan dichas relaciones jurídicas.

Por otra parte, la calificación de donación indirecta atribuida por COLIN y


CAPITANT a las estipulaciones por otro o contratos a favor de terceros, se haya
falta de individualización en cuanto a la relación de valuta entre el estipulante y
el tercero beneficiario, la cual obra como causa de la atribución que este percibe.
De esta suerte, únicamente podremos imputarle el sentido de donación indirecta a la
estipulación por otro cuando la relación interna entre el estipulante y el tercero
no reposa en una causa onerosa.

Paradigma de los negocios jurídicos indirectos causa donandi, lo es la designación


de beneficiario en los contratos de seguro de vida para caso de muerte. Hoy día
nadie pone en tela de juicio el que los seguros sobre la vida para caso de
fallecimiento participan de la naturaleza de donación mortis causa indirecta a
favor de tercero. Donación por el carácter de liberalidad que presentan las primas
abonadas por el tomador de seguro a la entidad aseguradora; mortis causa debido a
la coincidencia necesaria que debe existir entre la muerte del asegurado y la
adquisición, por el tercero beneficiario, del derecho estipulado en su favor;
indirecta tanto por la trayectoria recorrida por la atribución patrimonial, - del
promitente directamente al tercero no parte en la relación jurídica de cobertura -,
como por haber elegido el donante (tomador del seguro) para la consecución de su
finalidad un negocio jurídico distinto al contrato de donación; y, por último, a
favor de tercero, pues a su través el contrato de seguro amplía su eficacia activa,
derivando un derecho de crédito hacia una tercera persona ajena al contrato base.

En los seguros de vida para caso de fallecimiento, como quiera que el beneficio que
deriva del pago puntual de las primas, suma asegurada, es recibido por el tercero
designado al momento de la muerte del asegurado, la colación queda desdibujada al
desaparecer uno de sus elementos: la naturaleza inter vivos de la donación o el
título lucrativo en virtud del cual se impone al heredero legitimario la obligación
de colacionar.

Suponiendo la colación una liberalidad deferida inter vivos por el causante, queda
aquella desestimada cuando se trata de un seguro de vida para caso de
fallecimiento, puesto que el empobrecimiento y correlativo enriquecimiento del
legitimario beneficiario del seguro, concretado en las primas satisfechas por el
causante tomador en aras de mantener vigente el contrato con la entidad
aseguradora, solo se hace efectivo al recibir el tercero beneficiario la suma
asegurada, tras el fallecimiento del tomador del seguro.

Contrario sensu, la obligación de colacionar del beneficiario del seguro adquiere


verdadera relevancia en el ámbito de los seguros de vida para caso de sobrevivencia
y en los seguros de vida ajena. En los primeros, el hecho que determina la
prestación del asegurador es la supervivencia del asegurado a una determinada fecha
o un determinado acontecimiento. En los segundos, la prestación pende de la muerte,
pero no del tomador del seguro, sino de un tercero que este indica, nota que hace,
en estos casos, sumamente complejo el esquema subjetivo del contrato de seguro.

En correspondencia con el officium o deber de asistencia de una persona en relación


con sus más próximos parientes o familiares, los preceptos relativos a la reducción
de las donaciones inoficiosas se configuran como normas de Derecho necesario, no
pudiendo ser derogadas arbitrariamente por voluntad de los particulares, en aras de
otorgar una efectiva defensa a los herederos especialmente protegidos contra los
perjuicios causados por las donaciones excesivas del causante.

Mientras que las donaciones colacionables, otorgadas en vida a favor de los


especialmente protegidos se entienden realizadas, hasta el límite legal, con tal
que no lesione los derechos de los demás legitimarios, con cargo a su porción
legitimaria, como anticipo de lo que les correspondía, presumiéndose que la
intención del causante fue igualarlos a todos en la sucesión, salvo voluntad
contraria; las donaciones deferidas a los terceros extraños a la herencia, se
imputan a cargo de la parte de libre disposición, con expresa prohibición de
franquear la mitad de la herencia. En este segundo caso, las donaciones no se dirán
colacionables, sino rescindibles por inoficiosas si excede de lo que puede darse o
recibirse por testamento.

Se prescinde de los frutos naturales, que bajo ningún concepto pueden considerarse
objeto de colación. Sirven de sostén a esta afirmación los principios fundamentales
que informan la colación, basados en la voluntad presumible del causante, que no
puede desligarse del presente emancipándose hacia un futuro lejano e imperceptible,
máxime en una economía tan vulnerable al cambio como la moderna, para contabilizar
unos frutos que, a ciencia cierta, no se conoce ni su configuración futura ni su
ascendencia económica.
De igual forma, no se encuentran contenidos entre las liberalidades colacionables
los gastos con motivo de alimentos, educación, salud, etc., aunque sean
extraordinarios y, en general, todos los que entrañen el cumplimiento de un deber
de asistencia originadas por el status familiae. Estos gastos se consideran un
deber jurídico, por naturaleza contrapuesto a la concepción de liberalidad que
sugiere la definición misma de colación hereditaria.

No existe disparidad normativa alguna en el sentido de detraer de la colación a


esta clase de gastos. La mayoría de los países latinoamericanos coinciden en que lo
gastado en alimentación, aprendizaje, salud y otros ordinarios no deben
colacionarse, Uruguay, Bolivia, Venezuela y Argentina son exponentes de esta
corriente de pensamiento.

Elementos formales de la colación


Derivación del progreso verificado en el Derecho romano en cuanto a los modos de
realizarse la colación, en la época actual revisten real importancia práctica el
régimen de aportación material y el sistema de imputación o deducción, que son los
que encuentran amparo legislativo, mientras la denominada colación caucional o
provisional ha caído en desuso, merced las concepciones modernas en torno a la
naturaleza jurídica de la institución.

La colación puede llevarse a cabo por dos vías diametralmente opuestas: obligándose
el legitimario a entregar a la masa hereditaria las mismas cosas donadas para aunar
con el resto de los bienes relictos, a los efectos de la partición (colación
material o in natura) o aportando el valor de los bienes donados al tiempo de
valorar el caudal relicto del causante, tomando de menos tanto como hubiera
recibido en vida de aquel (colación ficticia o por deducción).

En Venezuela se contemplan ambas especies de colación, dejando la elección al


arbitrio del colacionante. De acuerdo con el artículo 1 097 del Código Civil
venezolano, “la colación se hace, sea presentando la cosa en especie, sea haciendo
que se impute su valor a la respectiva porción, a elección del que hace la
colación”. También el Código Civil de Bolivia reconoce la validez de la colación in
natura y la colación por imputación, aunque tal eficacia se deduce del análisis de
su articulado y no de un pronunciamiento expreso del legislador. Lo cierto es que
cada día con mayor ímpetu se constata los inconvenientes que genera la autorización
de la colación en especie, sobre todo en los tiempos actuales en que se combate
toda rémora que tropiece con el tráfico jurídico.

La colación in natura
Esta especie de colación presupone una agregación material de los bienes
colacionables al relictum, a los fines de ser posteriormente divididos entre los
coherederos legitimarios. Se opone al derecho real de propiedad transmitido en
ocasión de la donación o liberalidad recibida en vida del causante y el tractus
sucesivus de esta, lo que en ciertas oportunidades la convierte en anacrónica e
improbable en su realización.

En franca discrepancia con el principio de seguridad jurídica, con el empleo de


este sistema se desmoronan las bases de la donación como contrato traslativo del
derecho de propiedad, en tanto una propiedad consumada, cual efecto del acto
liberal, se enfrenta al acontecimiento futuro e incierto de la colación. El
dominio, por tanto, nunca sería en dichos términos definitivo, al menos hasta tanto
abierta la sucesión no se conozca si la colación es exigible o no, ya por no
concurrir a la herencia más de un heredero legitimario, por renuncia de todos los
coherederos o por haber el causante dispuesto la dispensa de la colación.

A estos inconvenientes habrá que agregar la situación privilegiada en que se


colocaría el heredero legitimario en comparación con el resto de los coherederos de
su misma condición cuando los bienes donados hubiesen sido adquiridos por terceros
de buena fe, a quienes no alcanza el acto de colación o, en idéntico sentido,
cuando por caso fortuito o fuerza mayor perecieren los objetos donados.

Sin lugar a equívocos, estas circunstancias desfavorables han provocado el


predominio - doctrinal y legislativo -, de la colación ficticia.

La colación por imputación


El artículo 1045 del Código Civil español, regula esta modalidad de verificarse la
colación hereditaria. De acuerdo con este precepto: “No han de traerse a colación y
partición las mismas cosas donadas, sino su valor al tiempo que se evalúen los
bienes hereditarios. El aumento o deterioro físico posterior a la donación y aún su
pérdida total, causal o culpable, será a cargo y riesgo o beneficio del donatario”.

Para evitar los perjuicios que irroga la aportación material de los efectos a
título lucrativo cedidos, basta la deducción de su valor, con lo cual el heredero
legitimario conserva el derecho de propiedad sobre los mismos, desplazando a la
masa partible meramente el valor contable de los bienes sujetos a colación.
Expresión de esta agregación ficticia, lo constituye la regla prevista en el
artículo 530 del Código Civil cubano disponiendo que lo que se incluye a la masa
hereditaria a los efectos de la partición es el “valor” de los bienes recibidos por
el causante.

Es dable diferenciar en la práctica la fase de computación de las donaciones


colacionables propiamente dichas de la computación en sentido técnico jurídico. La
colación se reduce a la computación de las donaciones realizadas a los “herederos”
especialmente protegidos y no de todas las donaciones efectuadas por el causante,
operación que apunta hacia el cálculo del importe de la legítima material y dentro
de ella del valor de la legítima individual, desmembrándola de la parte de libre
disposición. Aclarado que la aportación a que conduce la colación estriba, en aras
de constituir la masa partible entre todos los especialmente protegidos, en el
valor de lo recibido por estos en vida del de cuius, por donación u otro título
lucrativo; resta determinar el momento de la valoración, no precisado por el
legislador cubano ni expresa ni tácitamente.

El que la colación recaiga sobre el valor real de la liberalidad, posee un doble


significado. En primer lugar, que la estimación económica será realizada de
conformidad con las circunstancias monetarias presentes en el momento de la
partición. En segundo lugar, que, a tales efectos, se desestimarán los aumentos o
deterioros que puedan sufrir los bienes donados, ya sea por obra de la naturaleza o
por el hombre.

Reunión ficticia a los efectos de la computación para el cálculo de la legítima,


acción de reducción de donaciones inoficiosas y colación hereditaria
La configuración dogmática de la colación hereditaria aparece perneada de vivas y
nutridas reflexiones técnicas, ninguna tan avivada por los fuegos doctrinales como
la trillada distinción entre reunión ficticia a los efectos del cálculo de la
legítima y su defensa en caso de que fuesen lesionados los derechos de los
legitimarios, por un lado y, por otro, las operaciones matemáticas o aritméticas
suscitadas a partir del ejercicio de la acción de colación hereditaria.

Al respecto, es unánime el criterio de la doctrina en apreciar que las operaciones


para el cómputo de la legítima distan de las que componen la colación hereditaria
en varias notas, primordialmente, en que las primeras se rigen por normas de ius
cogens a las que no alcanza la voluntad del causante; se refieren, en principio, a
la totalidad de las donaciones ordenadas por el causante a todos los sujetos,
legitimarios o no; pudiendo dar lugar, en su caso, a un desplazamiento económico
jurídico del legitimario favorecido con el exceso al perjudicado en su porción.
Para determinar si una donación es o no oficiosa, habrá inefablemente que fijar la
legítima como un paso previo a la colación. Esta operación, resultado de añadir al
valor de los bienes subsistentes a la muerte del causante, con deducción de las
deudas y cargas (activo neto), el importe de las donaciones en vida efectuadas por
el causante se le conoce como reunión ficticia (relictum - deudas + donatum).

Pero la reunión ficticia no posee el mismo significado que la colación hereditaria;


aunque esta conlleve, de igual forma, operaciones matemáticas de resta y suma. Al
efectuar la colación se toma el valor del relictum agregándole, no todo lo donado,
sino solo las liberalidades deferidas a los herederos legitimarios, para formar una
masa única a repartir entre todos ellos, imputándose al heredero donatario la parte
de lo que ya tiene recibido.

En resumen, la reunión ficticia para el cálculo o computación de la legítima,


difiere de la colación en sentido técnico jurídico en diversos aspectos, a saber:

Por sus sujetos.- La colación solo comprende las donaciones realizadas a los
herederos legitimarios, la computación las operadas a todos los donatarios.
Por el régimen jurídico aplicable.- La colación es un instituto voluntario, su
aplicación puede ser objeto de dispensa por el causante, en cambio, las normas que
regulan la computación de la legítima son de Derecho necesario, inderogables por
obra de los particulares.
Por sus efectos.- La colación supone un mero desplazamiento contable del patrimonio
del heredero legitimario donatario a la masa partible, la computación, de resultar
inoficiosa la liberalidad, puede causar un desplazamiento de bienes derivado del
ejercicio de la acción de reducción.
Por su finalidad.- La colación no tiene por cometido calcular la legítima, su
finalidad es procurar entre todos los legitimarios una igualdad o, más
específicamente, una proporcionalidad, de manera que la donación otorgada a uno de
ellos, salvo disposición en contrario del de cuyus, se considera anticipo de su
cuota.
Castro y Bravo sintetiza los caracteres generales de la acción de rescisión
aludiendo a las particularidades que siguen: es una acción que se dirige a privar
de eficacia a un negocio o declaración válida por sí misma; tiene un carácter
subsidiario en el sentido de que no podrá ejercitarse sino cuando el perjudicado
carezca de otro medio legal para obtener la reparación del perjuicio; podrá o no
convertirse en una acción para reclamar la indemnización de daños y perjuicios y
requiere para su ejercicio la correspondiente prueba del perjuicio económico.

Aprehendidas las peculiaridades de la acción rescisoria de la que no es sino una


especie la acción de reducción de las donaciones inoficiosas, se podrán observar
las variadas e inmensurables desemejanzas que marcan a la colación hereditaria como
un instituto autónomo e independiente de la reducción por inoficiosidad. En suma,
están referidas a los puntos siguientes:

Por los sujetos.- La colación únicamente alcanza a los herederos legitimarios. La


acción de reducción, tutelada por disposiciones de orden público, puede alcanzar
tanto a un donatario que sea heredero legitimario como a un tercero extraño a la
sucesión.
Por sus efectos.- La colación no ataca la validez de la donación, ni la revoca ni
la rescinde, simplemente imputa la misma a la hijuela del legitimario donatario por
la toma de menos - colación por imputación - en la herencia tanto como ya recibió
en vida del causante, de aquí que se le conceda una naturaleza de mera operación
contable. Mientras la reducción no posee carácter material, provocando un real
desplazamiento económico de los bienes, como resultado la declaración de
anulabilidad del negocio jurídico de donación en atención a la lesión o daño
económico que se ha producido en el patrimonio del legitimario.
Por el objeto.- La colación recae sobre el valor de las donaciones inter vivos
otorgadas a los herederos legitimarios, la acción de reducción alcanza a las
disposiciones testamentarias y, en caso de no quedar cubierta la legítimas a las
donaciones inoficiosas, ya las realizadas a extraños a la sucesión, ya las
ejecutadas a los legitimarios.
Por la necesidad o no del perjuicio económico.- Para que opere la colación que no
se requiere un agravio a la porción legítima de los herederos legitimarios. En
cambio, para que funcione la acción de reducción, típicamente rescisoria, es
imprescindible que tenga lugar un perjuicio económico a la cuota legitimaria.
Por su finalidad.- La colación no es una acción inclinada a la protección de la
legítima, en defensa de los derechos que de esta naturaleza le asisten a los
herederos legitimarios, cual la acción de reducción. Su fundamento subjetivo
descansa en la consideración de que los bienes o efectos percibidos por la donación
inter vivos o el título lucrativo importa un anticipo de su porción hereditaria, en
pos de equipar proporcionalmente a todos los legitimarios.
Por las causas de extinción.- La colación puede no llegar a materializarse en
virtud de la dispensa; mientras la reducción por inoficiosidad no es dispensable,
pues la regulación de la legítima prevalece sobre cualquier voluntad contraria.
Por el modo de efectuarse.- Para efectuar la colación se toma todo lo donado a los
herederos legitimarios, se reúne en valor el relictum y se forma con ello una masa
común partible entre todos los herederos de la misma clase. La reducción, al
contrario, supone la formación de una masa que incluye el relictum más todas las
donaciones hechas por el causante indistintamente a todas las personas, con vistas
a delimitar la porción de la cual se podía disponer libremente de la estricta
legítima.
Naturaleza jurídica
El deber jurídico y la colación hereditaria
La pretensión de los herederos legitimarios de que al repartir la masa única se
impute a la parte correspondiente al donatario lo que ya recibió en vida del
causante, al tiempo que sean repartidos entre todos los coherederos bienes
realmente existentes en el caudal, semejantes a los colacionables, secuela de la
realización de las operaciones particionales, no constituye un deber jurídico ni
menos aún una obligación.

La relación de poder – deber presente en la definición de la obligación no se


manifiesta en ninguno de los hitos o momentos vitales de la colación hereditaria,
que para nada atañe una relación jurídica bipolar a partir de la cual un sujeto
(deudor) debe realizar o no una determinada actividad a favor de otro (acreedor),
quien tiene la facultad, en caso de incumplimiento de la prestación debida, de
exigir la condena del deudor al pago de su equivalente económico, representado por
los daños y perjuicios.

La colación como operación sucesoria


La colación no es una operación sucesoria, pues no comporta un cambio meramente
subjetivo en una relación jurídica por causa de muerte. La colación propende a la
igualdad de las cuotas de los herederos legitimarios, en proporción a la cuota en
que cada uno ha sido instituido. Ello significa que entre los herederos
legitimarios serán distribuidos los valores colacionados en correspondencia a sus
cuotas hereditarias. Es por ello que en el supuesto de que un heredero legitimario
renuncie a su derecho a participar en la colación de otro heredero, la
participación del renunciante no acrece a los demás, sino que disminuye el valor
colacionable en la medida de esa cuota.

La colación como operación previa y conexa a la partición


Algunos autores, entre ellos Espín Cánovas, miran a la colación como integrante de
la división del caudal hereditario, sucediéndose las operaciones particionales en:
inventario y avalúo, liquidación, “colación“, división y adjudicación. En tanto no
es tanto que la colación suceda al inventario y avalúo de los bienes que integraban
el patrimonio del causante de la sucesión, sino que los comprenda, su realización
sería inocua de no involucrar una relación detallada de dichos bienes y su
valoración económica como presupuesto para la reunión del relictum y el donatum.
Empero, debe quedar claro que la colación, si bien no se aparta de la partición, no
llega a ganar autonomía, se integra a la misma como una operación previa y conexa a
esta. No es algo distinto a la partición tanto como una operación antepuesta e
indisoluble de la misma. Ello sin desmentir cierta independencia asociada
fundamentalmente en torno a la prescripción de la acción. La partición se considera
una acción imprescriptible, beneficio que no reviste la colación.

Este carácter de la colación, su caducidad reunida alrededor de la conclusión de


las operaciones particionales no es símbolo de divorcio respecto la partición, todo
lo contrario, evidencia el nexo indisoluble entre las mismas, de tal envergadura
que la finitud de la partición conlleva el fenecimiento, al unísono, de la acción
de colación. La partición pone fin a la comunidad hereditaria entre coherederos,
tiene por oficio la asignación de bienes concretos en pago de haberes hereditarios,
la llamada conversión del derecho hereditario in abstracto en derecho hereditario
en concreto. Esta función, importa en sí misma la correspondencia respecto
determinadas operaciones previas de aportación a la masa partible, sobre la base
del principio de justicia distributiva, entre las que resalta la colación
hereditaria.

Fundamento de la colación hereditaria


La colación como un medio de protección de la legítima
Sobre la improcedencia de conferir a la colación una finalidad tuitiva de la
legítima ya he emitido mi criterio, concluyendo a lo largo de estas líneas que solo
en un sentido impropio puede atribuírsele tal propósito, pues indirectamente con el
logro de una proporcionalidad en las cuotas de los herederos legitimarios se está
preservando la integridad de la legítima en general y la legítima particular de
cada coheredero.10

La colación propiamente dicha no constituye un complemento de la legítima, no


teniendo por objetivo la defensa de las porciones legitimarias ni la comprobación
de la oficiosidad de lo donado. Existen otros medios válidos en Derecho para
proteger la legítima, de tal modo que “El heredero especialmente protegido a quien
el testador haya dejado, por cualquier título, menos de la porción que le
corresponde, puede pedir el complemento de la misma”, según artículo 494 del Código
Civil cubano. Asimismo, en armonía al artículo 495, apartado primero, del propio
cuerpo legal, “La preterición de alguno o de todos los herederos especialmente
protegidos, que vivan la otorgarse el testamento o que nazcan después de muerto el
testador, anula la institución de heredero, pero valen los legados en cuanto no
excedan de la parte de libre disposición”.

La colación como medio para lograr la igualdad entre los legitimarios


La colación se configura como un medio que contribuye a mantener una igualdad
relativa entre los legitimarios, siempre en estricta correspondencia a sus
respectivas cuotas.11

Le asiste razón a García-Ripoll Montijano, cuando afirma que la colación es un


instituto que mantiene una igualdad, no cuantitativa, sino proporcional, en cuanto
respeta la proporción entre las cuotas establecidas por el causante en el acto
testamentario. Expresa este autor, “si colacionar es traer a la masa hereditaria el
valor de los bienes recibidos gratuitamente inter vivos del causante, ese repartir
no puede dejar de ser la supresión de una diferencia que se había establecido entre
el donatario y el resto de los coherederos. Lo que sucede, sin embargo, es que el
valor de lo colacionado se distribuirá entre los herederos forzosos en proporción a
sus cuotas hereditarias. Pero entonces lo que puede desigualar no es la colación,
sino la disposición de última voluntad del difunto, si establece cuotas desiguales
entre los legitimarios herederos. Sin embargo, la colación, la distribución del
valor de lo donado entre los herederos, no puede nunca en sí misma desigualar; será
la disposición testamentaria la que produzca la desigualación”.
Pero, conviene precisar, que los cimientos de la colación no residen tan solo en la
evitación de las diferencias que en vida el testador puede causar entre los
herederos legitimarios disponiendo de partículas activas de su patrimonio, por
donación u otro título lucrativo, a favor de unos en detrimento de otros, sostén
objetivo de la institución; sino, por añadidura, es necesario indagar en la
voluntad previsible del causante, vértice subjetivo de la colación.

La colación como anticipo de la legítima


El carácter dispositivo de las normas que regulan la colación hereditaria,
dimanante de la facultad conferida al causante de dispensar la colación, permite
interpretar subjetivamente su voluntad, sosteniéndose la cabida de la colación solo
y cuando el causante no hubiese exonerado de la misma al presunto heredero
colacionante.

Se juzga que la ley, en los ordenamientos que reconocen la dispensa, ha querido que
haya una proporcionalidad entre las cuotas de los legitimarios, conforme las
disposiciones sucesorias o legales, en el entendido que lo donado es un anticipo de
la porción que en concepto de legítima les corresponde, todo ello a menos que el
donante haya dispuesto expresamente lo contrario. Por tanto, es válido sustentar el
nacimiento de la relación jurídica de colación en la voluntad presumible del
causante de pretender, al momento de realizar la liberalidad, que el legitimario
favorecido impute el valor de lo donado como anticipo de su cuota legitimaria.

La presunción de que las liberalidades recibidas en vida del causante por los
legitimarios constituyen un anticipo de la herencia no es, en esencia, una
verdadera presunción, que, en todo caso lo sería iuris tantum, desvaneciéndose ante
la prueba en contrario. Se trata de una norma dispositiva, una norma que como toda
disposición jurídica es susceptible de ser dividida en una hipótesis y una sanción.
La ley establece un supuesto de hecho (hipótesis): que el causante no haya eximido
al legitimario del deber de colacionar y su respectiva consecuencia jurídica
(sanción): lo recibido en vida, en virtud de actos liberales efectuados por el de
cuius, se considera un anticipo de la porción a la que tiene derecho.

Ordenamientos como el de Bolivia y el de Argentina, reafirman esta apreciación


subjetiva en torno al fundamento de la colación. En este sentido, el artículo 1254
del Código Civil boliviano dispone que “toda donación hecha a heredero forzoso que
concurra a la sucesión del donante importa anticipo de su porción hereditaria,
salvo el caso de dispensa a que se refiere el artículo 1255”. Mientras el artículo
3476 del Código Civil de la República de Argentina también considera que toda
donación entre vivos hacha al legitimario importa una anticipación de su porción
hereditaria.

Empero, ello no puede significar desconocer de un modo absoluto y radical la


existencia de una razón de ser objetiva de la colación, sino que debe entenderse
que en todo caso el fin de la colación es evitar diferencias entre los herederos
legitimarios (fundamento objetivo), sobreentendiendo que la voluntad del causante
estuvo dirigida a considerar que el valor donado lo fue como anticipo de la
legítima (fundamento subjetivo).

Causas de extinción
Las causas de extinción de la colación están referidas a aquellos motivos
determinantes más que de la cesación de sus efectos, de su exclusión. No se trata,
como sucede con otras instituciones jurídicas, que la colación haya operado
eficazmente y ahora, en virtud de dichas causas, pierde o cesa su eficacia
originaria; sino todo lo contrario, los efectos que pudieran desplegarse en este
instante de las operaciones particionales se malogran porque es también malograda
la gestación de la colación. En propiedad, habría que denominarlas causas que
impiden la generación de la colación en vez de causas de extinción. Estas operan en
dos casos: cuando el donante así lo hubiera dispuesto expresamente y cuando el
heredero donatario renuncia a la herencia.

La dispensa de la colación
Visto que la colación reposa en la sobreentendida voluntad del donante de querer
imputar el valor de lo donado a cuenta de lo que le corresponde por concepto de
legítima al heredero forzoso, esa misma voluntad positiva bien puede impedir la
generación de ese efecto. A la declaración de voluntad del causante dirigida a
exonerar del acto de colación al heredero legitimario se conoce con el nombre de
dispensa.

Mucho se ha discutido sobre la naturaleza jurídica de la dispensa, si una


declaración mortis causa o inter vivos. Volcar al acto de dispensa en uno u otros
moldes, supone ab initio una previa valoración de la función que desempeña la
muerte como elemento causal o no del negocio.

El momento de la muerte constituye un elemento intrínseco a la apertura de la


sucesión, al que se retrotrae la aceptación de la herencia por el heredero
legitimario como requisito sine qua non para la constitución del derecho
hereditario y subsiguiente subrogación en las relaciones jurídicas transmisibles
del causante. De la objetividad de la muerte depende entonces: el desprendimiento
de las titularidades del de cuius, que subjetivamente pasan a pertenecer al
heredero, que llega a serlo en el tránsito mediante la aceptación; la obligación de
colacionar si se dieran los presupuestos legales para ello o su dispensa si así lo
hubiera ordenado el testador. Con anterioridad, el causante no solo podrá modificar
la disposición testamentaria, si la hubiere, sino también revocar la dispensa.

Con ello, la muerte actúa como causa de adquisición del derecho a la dispensa
concedida por el causante al legitimario y no simplemente fijando el tiempo en que
esta va a tener lugar – como ocurre en los actos de naturaleza inter vivos -, por
lo que podemos calificarla de mortis causa, experimentándose una coincidencia in
temporis entre el despliegue de los efectos de la dispensa y el instante
cronológico de la muerte del causante.

Varios son los modos en que puede hacerse efectiva la dispensa, en el acto mismo de
donación, en testamento o en documento público posterior.

El testamento es un acto unilateral, unipersonal, no recepticio, esencialmente


revocable y personalísimo, para cuya eficacia el Derecho objetivo señala una o
varias formas de valor esencial que tiene por función primordial la de regular el
destino de una serie de relaciones jurídicas para después de la muerte (cfr.
artículo 476 con relación al 478 del Código Civil cubano). Así, pues, si la
dispensa se contiene en testamento, compartimos la opinión de GARCÍA-RIPIOLL
MONTIJANO, al estimar que nos hayamos frente a una disposición testamentaria como
otra cualquiera, por lo que la misma se encuentra sujeta a las reglas y principios
que regulan el testamento.

Es de presumir que las reglas del Derecho de Sucesiones le sirvan de aplicación a


la dispensa, sobre todo en materia de revocabilidad, fundada en la expectativa de
derecho del heredero legitimario hasta la muerte del causante.

Mayores dificultades engendra la revocación insertada en el propio acto de


donación. Claro está que la dispensa puede realizarse simultáneamente a la
donación, ello en aras de la economía del negocio jurídico, compuesto por dos
partes, ambas dispositivas: la liberalidad y la dispensa.

La dispensa tiene exclusivamente un límite, la cuota del caudal líquido hereditario


reservada por ley a los legitimarios. Esta limitación se justifica en la protección
tenazmente dispensada a esta clase de herederos, a los que se les puede provocar
determinados perjuicios si por vía de dispensa se le atribuye a otro especialmente
protegido más de lo que por ley le pertenece, siendo en tales circunstancias lícita
su reducción por inoficiosidad.

La renuncia a la herencia
En este punto, es de capital importancia perfilar la renuncia a la herencia en
oposición a la renuncia a la colación, toda vez que se trata de dos actos jurídicos
plenamente identificados, con un objeto y finalidad definidas, que tienen lugar en
momentos también manifiestamente diferentes.

La renuncia a la herencia enerva la adquisición hereditaria, paraliza el iter


sucesorio que fenece en la delación, sin más implicaciones para el heredero
renunciante que la privación de las posiciones activas y pasivas, otrora
pertenecientes al causante, transmisibles por causa de fallecimiento. Quien
renuncia a la herencia nunca llega a ser heredero y quien no ostente la calidad de
heredero difícilmente podrá ser sujeto activo o pasivo de la colación, operación
típicamente insertada en la partición, válida solo entre coherederos.

Mientras que, el que renuncia a la colación, no abdica el estatus de heredero, es


ya sucesor del causante, solo después de haber aceptado la herencia podrá, en el
instante de efectuarse la partición, renunciar a la colación del coheredero
donatario.

Esta renuncia podrá o no tener efectos liberatorios para el colacionante, en


dependencia del número de legitimarios que acuda a la sucesión. Si renunciante y
donatario son los únicos llamados a suceder, la renuncia libera de la colación a
este último, en cambio, si son varios los herederos con derecho a colación, el
donatario recibirá de menos según haya en vida percibido del causante, excepto en
la porción correspondiente al legitimario renunciante de la colación.

La renuncia del legitimario al derecho a exigir la colación, merece distinguirse, a


su vez, de la prescripción de la acción; aunque en la práctica sus efectos deban
asimilarse. Quien deja prescribir una acción pierde frente al ordenamiento jurídico
la tutela judicial por inacción consciente o inconsciente de su parte, deja
simplemente correr el término conferido para solicitar dicha tutela; en cambio,
quien renuncia a un derecho se priva de él, se desprende del mismo, entendiéndose
como si nunca hubiera sido titular de este. Esta distinción explica el que aún en
el caso de que la acción haya prescrito, pueda su titular recibir el pago (solutio
retentio), no siendo legítimo el que el renunciante pueda recibir la satisfacción
de un derecho previamente renunciado.

En lo que concierne a la colación, debe destacarse que esta se halla en absoluta


conexión con la partición de la herencia y el derecho de los coherederos para pedir
la partición de la herencia es imprescriptible, pero eso no puede significar
reconocer a la colación como una acción imprescriptible, todo lo contrario, porque
de ser así, se tendría que admitir que aún después de efectuada la partición puede
quedar subsistente la posibilidad de ejercicio de la acción de colación, cuando,
ciertamente, la posibilidad de reclamar la colación toma cuerpo cuando y mientras
se estén verificando las operaciones particionales.

Véase también
Partición de la comunidad hereditaria
Legítima
Comunidad hereditaria
Rescisión
Notas y referencias
«Colación». Definiciona.com. S/f. Consultado el 14 de octubre de 2022.
«Colación». Diccionario panhispánico del español jurídico. S/f. Consultado el 14
de octubre de 2022.
Idéntico fundamento de equidad inspirador de la collatio bonorum condicionó el
nacimiento de la collatio dotis en el Derecho romano clásico. La hija casada, aún
bajo la potestas del pater (sine manu), debió, por disposición del pretor, traer a
colación la dote recibida al contraer matrimonio. Con ello se evitaba, al igual que
en el supuesto del hijo emancipado, que ésta dispusiera al fallecimiento del padre
de la dote en adición a su cuota hereditaria, lo cual redundaría evidentemente en
perjuicio de sus hermanos.
Según Vallet de Goytisolo, Justiniano en la Novela 118 borró las diferencias que
aún mediaban en la sucesión intestada entre las dos categorías de hijos, sufriendo
la collatio descendentium una notable expansión de los supuestos de aplicación. De
la sucesión ab intestato se extiende, además, a la sucesión testada. Esta
evolución, apunta el civilista español, tuvo por causa la paulatina desaparición de
los supuestos de hecho y de derecho de la vieja collatio bonorum, a partir del
surgimiento del peculio castrense y del peculio quasi castrense. Vid al respecto
Vallet de Goytisolo, Juan B., Panorama del Derecho de Sucesiones, tomo II -
Perspectiva Dinámica-, Cívitas, Madrid, 1984, pp. 768 - 769. Por otra parte, vale
señalar la significación de la Novela 118 en el proceso evolutivo de la
organización familiar romana, íntimamente vinculada a la sucesión mortis causa,
puesto que la misma cerró la brecha, abierta por el Derecho pretoriano, entre el
antiguo régimen de la agnación fundado en la potestas del pater familias y el
cognaticio, finalmente vencedor frente a las relaciones de potestad, en mérito a lo
cual los vínculos de sangre terminaron por convertirse en la célula de la familia
romana.
Con respecto a los bienes colacionables, es de notar que, en un inicio, sólo
estaban comprendidos la dote, las donaciones propter nupcias y los gastos hechos
por el padre para comprarle al hijo un cargo militar; las demás donaciones,
denominadas semplicis, no debían colacionarse por regla general a no ser que el
causante hubiere dispuesto su colación.
Luego, la colación perdió en esta etapa del Derecho romano su originario
fundamento, eso es, el restablecimiento de una igualdad resquebrajada por la noción
dominante en torno a la familia. Al decir de GUARINO, la colación en este período
“ya no estaba animada por el deseo equitativo de una igualación práctica, sino por
el respeto a la presunta voluntad del ascendiente difunto”.
En este orden, resulta contradictorio el artículo 3483 del Código Civil de la
República de Argentina, el cual abre la posibilidad a los acreedores hereditarios y
legatarios para demandar la colación, cuando el heredero a quien se le deba haya
aceptado la herencia pura y simplemente. Este precepto colisiona con el artículo
3478 del propio cuerpo legal que expresamente prescribe que “la colación es debida
por el coheredero a su coheredero: no es debida a los legatarios, ni a los
acreedores de la sucesión”.
En caso de simulación, existe unanimidad en la doctrina en cuanto a considerar
que, demostrada la donación encubierta y válida ésta en principio, cobra plena
sustantividad la colación hereditaria (v.gr: el artículo 67, inciso f), del Código
Civil cubano regula la simulación relativa, en ocasión de la ineficacia de los
actos jurídicos, advirtiendo el legislador cubano que el acto simulado o encubierto
se estima válido para las personas si se hallan presentes los requisitos esenciales
para su validez, por lo que de consistir dicho acto simulado en una donación entre
el donante fallecido y el donatario legitimario, es dable considerar la
colacionabilidad de la liberalidad, siempre que concurran el resto de los
requisitos para que la colación tenga lugar).
La palabra renuncia posee aquí un significado peyorativo, que indica meramente la
acción personal de desistir la herencia, de relegar de ella desde un punto de vista
empírico. Jurídicamente el heredero que renuncia, de forma gratuita u onerosa, a
favor de un coheredero o de un extraño a la sucesión, implícitamente ha aceptado la
herencia, puede enajenar las partículas activas integrantes del contenido
hereditario, mas no puede desprenderse de la condición de heredero. Cfr. artículo
3322 del Código Civil de Argentina y artículo 1027 del Código Civil de Bolivia.
La Sentencia del Tribunal Supremo español de 19 de junio de 1978 (Ref. El Derecho
1978/213) expresó que “(...) evidentemente, la finalidad de la colación de bienes
tiende a defender la intangibilidad de la legítima, y por ello a la igualdad entre
los herederos forzosos, en el supuesto de alteración de esa igualdad, por las
causas establecidas en el artículo 1035 del Código Civil, ya que, en principio, y
en este caso, la voluntad del causante es que haya igualdad entre los,
legitimarios”.
Con este parecer, pero matizado, se ha pronunciado el propio Tribunal Supremo
español en su Sentencia de 17 de marzo de 1989, en la que muestra un cambio de
orientación (Ref. El Derecho 1989/3096) al expresar que “(...) la colación tiene
como finalidad procurar entre los herederos legitimarios la igualdad o
proporcionalidad en sus percepciones, por presumirse que el causante no quiso la
desigualdad de trato, de manera que la donación otorgada a uno de ellos se
considera como anticipo de su futura cuota hereditaria”.
Bibliografía
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Vallet de Goitisolo, Juan Berchmans. Estudios de Derecho Sucesorio, Ed. Montecorvo,
Madrid, 1980.
Enlaces externos
Suárez Blázquez, Guillermo, "La colación de los emancipados en el derecho
hereditario romano clásico", Ed. Universidad de Vigo, Ourense, 1995.

Monografía acerca de la Colación hereditaria.


La Colación.
Colación
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Categoría: Derecho de sucesiones
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Un testamento es el acto jurídico por el cual una persona estipula quién o quiénes
serán las personas que podrán disponer de todos sus bienes al momento de su muerte.
No es sinónimo de hacer una dedicatoria.[cita requerida]

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