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Tema 2 El Conocimiento Como Fenemeno Psiquico Apunte Mcmazzoni
Tema 2 El Conocimiento Como Fenemeno Psiquico Apunte Mcmazzoni
Tema II
El conocimiento como fenómeno psíquico
El hombre es un ser compuesto de cuerpo y alma (psiquis) que se unen como un principio
material y uno formal respectivamente. Pero no sólo en el hombre se da esta composición
hilemórfica1 sino en toda realidad física. En todas las realidades físicas hay materia y forma. Así para
explicar el acto de conocer, se debe tener en cuenta esta composición tanto por parte del hombre,
como sujeto que conoce (cognoscente), como también por parte de los objetos que son conocidos de
un modo directo en nuestro universo físico: lo que se capta al conocer las cosas materiales es una
“forma”.
En efecto, el acto de conocimiento es por parte del sujeto una operación eminentemente psíquica2
(esto es producida por su alma o psiquis, que es su principio formal) aunque también interviene el
cuerpo (principio material) de un modo instrumental. Es por su “forma” entonces que el hombre
conoce. Y si bien el cuerpo material actúa como mediador, órgano, instrumento, en los modos
sensibles del conocimiento, ocupando así un rol importante en el proceso cognoscitivo, no puede, sin
embargo, constituir la clave explicativa del conocer. Por eso denominamos nuestro tema “fenómeno
psíquico”.
El conocimiento es una realidad única y primera. Conocer es aprehender, captar un objeto real,
diferente del sujeto que realiza este acto; poseerlo de un modo inmanente. Conocer es hacerse otro
en cuanto otro, enseña Juan de Santo Tomás.
Por ser una realidad primera, irreductible a otras, es imposible definirlo metafísicamente. Sin
embargo, puede ser caracterizado a través de estas 4 notas fundamentales:
a) El conocimiento es una actividad vital producida por animales y hombres. Como todo acto de
viviente es espontáneo e inmanente. El conocimiento es espontáneo en cuanto significa una reacción
del que conoce a partir de un estímulo proveniente del exterior (conocer no es dejarse simplemente
1
La doctrina hilemórfica, concebida por Aristóteles, enseña que en todo ser físico coexisten dos principios: una materia
(hile), que es aquello a partir de lo cual algo se hace, principio indeterminado y potencial; y una forma (morfé), que es
aquello que hace que una sustancia sea lo que es, principio determinante y actual.
2
La forma sustancial de los seres vivos, incluido obviamente el hombre, es denominada desde los griegos psiché,
psiquis en castellano, anima en latín o alma para nosotros.
invadir por un objeto de manera pasiva). Inmanente porque el efecto de aprehender algo, sea una
imagen o un concepto, permanece en el mismo sujeto. En las acciones físicas que son transitivas, el
sujeto actuante modifica a un paciente diferente de él. En cambio en este fenómeno, el mismo agente
(el que conoce) es el modificado (él mismo es el paciente).
b) El conocimiento es una relación entre un sujeto (el cognoscente) y un objeto (lo cognoscible).
Ambos términos son diferentes e igualmente necesarios; uno se define frente al otro: el sujeto es tal
en relación a un ob-iectum (objeto es lo puesto enfrente del sujeto, fuera del mismo). El objeto existe
previa e independientemente del sujeto que conoce y es el que le da el contenido y especifica al
conocimiento. El sujeto, por su parte, capta al objeto desde su condiciones propias tratando, en lo
posible, de acercarse al objeto en sí mismo. Por esto esta doble relatividad no significa “relativismo”
(entendido éste como un subjetivismo en el que sujeto determina todo el fenómeno).
c) El conocimiento es una unión intencional3 en la que el sujeto, sin dejar de ser lo que es capta al
objeto como diferente de él. Esta captación es una asimilación en la que ambos términos mantienen
su alteridad existencial y no modifican sus propiedades. El sujeto se hace, se convierte, en el objeto
conocido.
- Debe existir una cierta comunidad, algo en común, entre sujeto y objeto.
- Para que el objeto se haga presente en el sujeto cognoscente, debe darse una especie impresa
por acción del objeto en el sujeto. Esta especie es una cierta semejanza, un reflejo del objeto exterior
que el sujeto capta.
- Esta especie impresa es el medio en el cual es conocido una cosa, no lo conocido. El acto
directo de conocimiento no versa sobre la imagen sino sobre el objeto.
- Todo esto supone inmaterialidad por parte del objeto (porque éste es conocido a raíz de su
“forma” como principio distinto de la materia4) y por parte del sujeto (porque éste conoce a raíz de
3
El término intencional en el ámbito del conocimiento tiene un significado diferente al usado en el ámbito del querer
de la voluntad en el cual se hace referencia a lo tendencial, a querer alcanzar un fin estando dispuesto a poner los
medios para conseguirlo. Por el contrario, “Intencional, en nuestro caso, quiere decir un modo de captación y un modo
de existencia de la cosa en el ser que conoce, modos que no coinciden ni con la apropiación física ni con el ser físico de
la cosa. Se crea entonces el término intencionalidad para expresar el modo de ser que adquieren los objetos en el
conocimiento, el modo de los objetos en cuanto conocidos”. Blanco, G.P., Curso de antropología filosófica. Educa,
Buenos Aires 2002, pp. 236-237.
4
Retomamos la doctrina hilemórfica presentada al inicio. Todo ente físico, afirma Aristóteles, está compuesto
intrínsecamente por dos coprincipios: la materia y la forma (composición hilemórfica) siendo la materia un principio
pasivo, potencial, indeterminado y la forma un principio activo, determinante y actual. Esto se da tanto en los objetos
conocidos por el hombre como en el hombre mismo. Lo que conocemos –sea sensiblemente o intelectualmente- es
siempre el elemento formal. Por otra parte, como sujetos cognoscentes, nosotros mismos, aún en la unidad entitativa y
operativa de nuestros ser, conocemos por medio de las facultades de nuestro principio formal (llamado alma o psiqué
su alma que su “forma”). Y a mayor inmaterialidad, se da mayor cognoscibilidad por parte del objeto
y mayor poder cognoscitivo por parte del sujeto.
Como el conocimiento se da en una relación entre un sujeto que conoce y un objeto que es
conocido, abordaremos la presentación de sus tipos señalando, con sentido pedagógico, cuáles son
sus objetos, en primer término; cuál es la facultad del sujeto que le permite conocer, en segundo
lugar; y, por último, el acto mismo de conocimiento (o sea, la unión entre ambos términos de la
relación).
Los objetos sensibles por sí se subdividen en propios (aquello que es captado por un solo sentido)
y comunes (captados por dos o más sentidos a la vez, aunque cada sentido lo capta según su
naturaleza. Estos objetos, según Santo Tomás, son la cantidad concreta y sus determinaciones:
unidad, pluralidad, movimiento, quietud, distancia, magnitud figura, etc.5). Por accidente, o
indirectamente, a estas sensaciones analíticas les es agregado por otra facultad del alma humana, la
inteligencia, una captación de la sustancia corporal, sustancia en la cuales se dan las cualidades
sensibles propias. En la práctica ambos objetos resultan indiscernibles ya que se da un conjunto de
elementos sintetizados por el intelecto a lo que se siente.
en los seres vivos), facultades o potencias operativas que en nuestro caso son los sentidos externos, los sentidos
internos y la inteligencia. Estas facultades psíquicas requieren sin embargo, de modo instrumental, la participación del
elemento material, corporal, para poder realizar su acto de conocimiento.
5
Santo Tomás de Aquino, In de Div. Nomin., 8, 385-387. Cfr. Blanco, G., Curso de Antropología filosófica, p. 266.
Son cinco en el hombre: vista, gusto, olfato, tacto y oído. Ellos se definen según sus objetos
propios. Pero su existencia y diversidad no puede establecerse sino como una cuestión de
conveniencia y no pueden ser deducidos a priori en un ser vivo.
Estos son facultades psíquicas, ni materiales ni espirituales, ya que si bien no se reducen a sus
órganos respectivos, sin embargo necesitan de los mismos para actuar. El funcionamiento de los
órganos es constitutivo de la sensación; incluso puede afirmarse que la sensación es el acto de un
órgano. Pero con la presencia del órgano sólo no llega a explicarse la operación de sentir: si un
órgano no está animado como sucede en un cadáver, la excitación sobre el órgano no produce ningún
acto de conocimiento.
Estos sentidos captan de manera inmediata las cualidades sensibles de las cosas corpóreas. Son
infalibles respecto a sus objetos propios (no existe el llamado error de los sentidos).
La sensación es un fenómeno psíquico espontáneo e inmanente como tal. Más allá de su papel
biológico –en cuanto permite al ser vivo adaptarse a su medio- es un verdadero acto de conocimiento
que permite revelar algo de la naturaleza de las cosas materiales: sus accidentes externos6.
Como todo conocimiento es relativo tanto a la naturaleza de su objeto –que existe previa e
independientemente de los sentidos- como a la del sujeto –la naturaleza del sentido y su estado, a la
atención y a las demás sensaciones que tiene el que conoce.
Es una intuición, esto es, un conocimiento directo e inmediato de un objeto concreto, singular, y
presente –presente intencionalmente en el cognoscente por medio de la especie. Por eso la sensación
es objetiva desde su comienzo mismo es el acto común del que siente (sujeto) y lo sentido (objeto).
Análisis: el sentido externo, como potencia pasiva, permanece en potencia mientras no es excitado
por un estímulo. Por su parte, un objeto sensible actúa según su naturaleza. Su acción es recibida por
el sentido como especie impresa. Frente a este estímulo, el sentido reacciona, pasa al acto, es decir
conoce y produce una imagen que expresa lo conocido.
Esta primera forma de conocimiento es sumamente valiosa en cuanto es la base para cualquier
otra forma de conocimiento, le da el contenido y en cuanto permite contactar con lo real concreto.
6
En toda realidad física se debe distinguir una composición entre un núcleo sustancial y determinados accidentes. La
sustancia es la esencia de una, lo que responde a la pregunta ¿qué es esto?; el núcleo indiviso, central, lo que subiste
en sí mismo; el sujeto portador, sustentador de los accidentes. Los accidentes, por su parte, son determinaciones de la
sustancia; existen apoyados en la misma, inhieren en ella (cantidad; cualidad; relación; dónde; cuándo; posesión o
hábito; posición; acción y pasión).
Por medio de esta segunda forma de conocimiento, las sensaciones mismas son conocidas. Los
sentidos internos son cuatro. Presentamos a continuación sus funciones básicas:
Sentido común o central: experimenta, distingue y compara las sensaciones externas y las
refiere a un mismo objeto. Se da cuenta, al mismo tiempo, que hay sensación (aunque no llega a
reflexionar ya que no es una facultad independiente de la materia y por lo tanto literalmente no puede
auto-conocer su acto y a ella misma como veremos que sí puede hacer la inteligencia).
Imaginación: representa objetos concretos aún en ausencia de una sensación externa directa.
Supone que se haya dado algún acto de conocimiento sensible externo, la conservación y la
reproducción de imágenes.
Por ser una capacidad representativa (y no de presentar un objeto) suele caer en el error. Sus
errores más frecuentes son: la ilusión, en la que a partir de un estímulo real la imaginación produce
una representación más viva, y la alucinación en la que error se produce sin la presencia de ningún
objeto real que lo haya podido desencadenar. Este último no se produce en estados normales sino en
situaciones patológicas o por la excitación de ciertas drogas.
La imaginación tiene también en el hombre, además de dicha función reproductora, una función
creadora por la cual tomando como materia prima imágenes poseídas puede combinarlas generando
otras nuevas (dándole nuevas formas).
El objeto común a toda forma de inteligencia (desde la humana hacia lo superior) es el ser, lo real.
Toda realidad es inteligible, ontológicamente verdadera, capaz de ser captada por un intelecto. De
iure la inteligencia humana está abierta a conocer todo lo que existe. Sin embargo, de hecho, de
facto, no puede agotar (en sentido comprehensivo) ni la esencia de una mosca dada la
insondabilidad, la inagotabilidad de lo creado por la Inteligencia Infinita de Dios7.
La inteligencia es la facultad de leer adentro de las cosas, intus legere según la etimología que le
da Santo Tomás8. Ella se define, como potencia, por sus objetos (inteligibles). Es una facultad
espiritual de conocimiento porque si bien “objetivamente”, es decir considerando sus objetos,
depende del funcionamiento del cuerpo, sin embargo, “subjetivamente” es independiente de él.
1. Simple aprehensión
Es el acto por el cual la inteligencia conoce la esencia de una cosa material (objeto propio directo)
sin afirmar ni negar nada. Este acto se produce a través de un proceso de abstracción. Abstraer en
sentido amplio significa considerar aparte un aspecto elemento de una cosa9. En sentido estricto
significa considerar aparte en el objeto sensible concreto su naturaleza o esencia dejando de lado
todos los caracteres que lo individualizan.
Para poder explicar el proceso de abstracción se han de considerar dos usos del intelecto, una
pasivo y otro activo: el primero es denominado intelecto paciente, posible o pasivo; el segundo
intelecto agente o activo.
El intelecto paciente es en principio como una tabla rasa en la que nada está escrito, es pura
capacidad de ser todo. Permanece en potencia de entender mientras no sea estimulado por un objeto
inteligible.
Esta etimología parece ser falsa –el término inteligencia parece venir de inter legere, entre leer- pero el sentido dado
8
es exacto. Blanco así afirma: “La inteligencia es la que entre-lee en el mundo de los fenómenos, algo mucho más
profundo que los meros datos de los sentidos”. Curso de Antropología Filosófica, p. 399.
9
Existen tres grados de abstracción: la abstracción física en la que se considera parte una cualidad dejando de lado las
características individuales; la abstracción matemática en la que se considera aparte la cantidad y la abstracción
metafísica en la que solo se considera el ser.
Pero la imagen resultado del conocimiento sensible previo, justamente por ser sensible, no puede
ser un estímulo para la inteligencia, no es un objeto “inteligible” en acto. Para realizar el pasaje del
plano sensible al inteligible debe actuar el intelecto agente. Este actualiza los elementos inteligibles
de la potencia de la imagen o fantasma, desmaterializa la imagen produciendo una especie
inteligible. En esto consiste la abstracción propiamente dicha, el acto más inmaterial de la
inteligencia humana.
Finalmente, el intelecto paciente, excitado por la presencia de un objeto ahora inteligible (gracias
a la acción el intelecto activo), pasa al acto, es decir, reacciona conociendo, capta la esencia o
quididad universal10.
Como obra de esta proceso de abstracción queda un concepto, especie expresa inteligible. El
concepto es aquello expresado en y por la mente en el cual se conoce intelectualmente una cosa. El
concepto se distingue así de la imagen sensible y también de las palabras que lo nombran.
Concepto e imagen pueden darse juntos pero mientras que el concepto es una representación
intelectual, universal y abstracta, la imagen es una representación sensible, particular y concreta. Si
bien el conocimiento humano comienza necesariamente por los sentidos, sin embargo, la inteligencia
humana es capaz de tener conceptos de los cuales ya no halla imágenes que le correspondan.
Por otra parte, el concepto necesita ser expresado por medio de una palabra no sólo en vistas a la
comunicación sino incluso para pensar con uno mismo. Concepto y palabra son ambos signos. Un
signo es aquello que representa algo distinto de sí mismo a una potencia cognoscitiva. Pero mientras
que el concepto es un signo natural de lo conocido, es decir, en el mismo signo se hace presente lo
significado de un modo natural, la palabra, en cambio, es un signo arbitrario del concepto, esto es,
un signo convencional, determinado por el arbitrio humano. De manera que el concepto expresa la
cosa conocida y la palabra expresa ese concepto. Esta distinción permite comprender el hecho de que
exista el fenómeno de la traducción ya que más allá de la arbitrariedad de los signos de cada lengua,
el concepto que se halla por detrás es el mismo. Y también explica que pueda darse el caso que
teniendo el concepto no pueda encontrarse el término usado para expresarlo o, peor aún, que se
utilice la palabra sin conocer el concepto que designa.
2. Juicio
Es el acto por el cual la inteligencia une (compone) o separa (divide) conceptos entre sí para
afirmar o negar algo de la realidad.
“Esto es lo que se llama abstracción: extraer de la imagen su contenido inteligible y ponerlo, ya abstraído, como
10
germen fecundante de la inteligencia. La abstracción es la acción productora, constitutiva, que hace que lo inteligible en
potencia pase a ser lo inteligible en acto primero. Y es la obra del entendimiento agente.” Blanco, G., Curso de
Antropología filosófica, p. 448.
Su obra es la enunciación: oración que significa con verdad o falsedad. Sólo a este nivel, el del
juicio, puede hablarse de verdad. La verdad lógica es definida como adecuación entre el intelecto y
la cosa; la falsedad, como no adecuación.
3. Raciocinio
Es el acto por el cual la inteligencia a partir de dos o más enunciaciones obtiene otra (una
conclusión) que estaba virtualmente presente en ellas. Es un acto de discurrir; un movimiento o
pasaje de la potencia al acto deduciendo o induciendo. Aquí propiamente cabe hablar de razón.
Su obra es la argumentación: oración que significa el seguirse algo a partir de algo otro.
Estas tres operaciones analizadas hasta ahora constituyen los actos fundamentales de la
inteligencia humana. Pero para conocer sus objetos indirectos, se deben analizar otras dos:
4. Reflexión
Reflexionar significa volver sobre sí mismo. Por ser inmaterial, la inteligencia es capaz de volver
sobre sí misma a diferencia de los sentidos que por su dependencia orgánica no pueden hacer esta
operación. Por medio de la reflexión, la inteligencia puede conocer su propia existencia de un modo
indirecto. Para esto, primero debe darse un acto de conocimiento directo (de simple aprehensión); a
partir de ello, la inteligencia es capaz de volver sobre su propio acto para conocerlo (la inteligencia
entiende que entiende o conoce que conoce); y, finalmente, puede volver sobre sí misma para
conocerse como “fuente subjetiva” del acto de conocer. Así se conocer a sí misma.
También por reflexión, la inteligencia conoce lo singular, su segundo objeto indirecto. Esta
reflexión comienza como la anterior pero en el tercer paso, en vez de volver sobre sí misma, la
inteligencia se dirige a la imagen sensible y concreta –fuente objetiva de conocimiento- y, uniendo a
la misma conceptos universales, conoce lo singular.
Este conocimiento tiene por objeto la captación de algo de la esencia de los seres inmateriales.
Por eso supone que ya se conoce la existencia de los mismos. La existencia de una ser inmaterial
puede conocerse de tres modos distintos: por reflexión (como es el caso de la propia inteligencia
según acabamos de explicar); por demostración (como es el caso de la existencia de Dios) o por fe
(como es el caso de la existencia de los espíritus puros).
Conocida la existencia de una realidad inmaterial, el conocimiento por analogía tiene dos vías o
modos de proceder para captar algo de su esencia. La primera vía es negativa: vía de la remoción.
Consiste en negar o quitar al ser inmaterial aquellas propiedades que se dan en los seres materiales y
que a él, por no tener materia, no le pueden corresponder. La segunda vía es positiva: vía de la
eminencia. Esta camino se aplica a Dios y consiste en atribuirle las propiedades trascendentales (uno,
verdadero, bueno y bello)11 de los seres finitos en un grado sumo o eminente por ser causa de los
mismos.
Conclusión
El conocimiento humano está abierto, de esta manera, a conocer la totalidad de lo real. Desde la
captación sensorial a la intelectual, el hombre accede, aunque sin agotar, a todo lo que existe (desde
una piedra hasta Dios). Esta afirmación manifiesta el realismo como respuesta a las tres grandes
preguntas gnoseológicas acerca de la posibilidad, los medios y el valor del conocimiento.
Los “trascendentales”, en la metafísica realista, son características, propiedades que se dan en todos los entes. Se
11
denominan de esta manera porque trascienden, van más allá de, todo género y especie. Seis son, en la filosofía clásica
los trascendentales: cosa, uno, algo, verdadero, bueno y bello.
BIBLIOGRAFÍA