Está en la página 1de 228

1

2
Créditos
moderadora
nElshIA

traductoras
Maria_clio88 nElshIA Axcia
Brisamar58 rosaluce Alixci
Gigi Kath Behindbooks
Mimi Mona Nayelii
JandraNda

3
correctoras
Desiree Lau_sp_90 Maria_clio88
Pochita YaniM Mimi

revisión final
Mimi

diseño
Gigi
Índice
SINOPSIS 5 12 85 25 171

PRÓLOGO 7 13 92 26 178

1 9 14 102 27 184

2 15 15 108 28 191

3 23 16 113 29 198

4 29 17 120 30 204

5 35 18 127 31 211

6 42 19 130 32 218

7 48 20 137 EPÍLOGO 225


4
8 55 21 146 BLACK ROSES 226

9 63 22 153 SOBRE LA
AUTORA 227
10 72 23 158

11 77 24 165
Sinopsis
Destino… Fe… Familia…
Skylar Mitchell no creía en ninguno de ellos.
Nunca quiso un novio de verdad. Nunca quiso su propio hijo.
Cuando vio a su hermana destruida por el hombre que amaba, se prometió que
nunca le pasaría a ella.
No enamorarte.
No apegarte.
No permitirte sentir.

Fácil, ¿verdad?
Griffin y Erin Pearce tenían la vida perfecta. Con la casa perfecta. Y los trabajos
perfectos.
Lo que no tuvieron fue el bebé perfecto.
Skylar nunca contó con conocer a Erin.
Nunca imaginó encontrar a esta maravillosa mejor amiga que cambiaría su
manera de mirar al mundo. 5
Y ciertamente nunca soñó con enamorarse del marido de su mejor amiga.
Especialmente mientras era su madre de alquiler.
Tampoco contó nunca con el destino arrebatándole todo.

Una historia sobre amor incondicional, desgarradora pérdida y eterna


amistad.
Parte 1
- SKYLAR -
6
Prólogo
—O
h, Dios. No otra vez —murmuro, saboreando mi horrible aliento
mañanero. Miro alrededor de la habitación desconocida con la
esperanza de obtener alguna pista de cómo llegué aquí y quién podría
ser el tipo que está a mi lado.
Levanto la colcha para investigar. Mis cejas se alzan en apreciación de lo que
encuentro debajo. Estoy vagamente divertida por no haber tenido percepción de
borracha1 anoche.
El hombre sexy y totalmente desnudo que ronca a mi lado es el epítome de la
fantasía de cada mujer. Mi boca se agua al verlo, recordándome mi aliento rancio.
Miro mi bolso en el suelo al lado de la cama, junto con dos envoltorios de condones.
¡Dos! Busco en el bolsillo por una menta para el aliento antes de reanudar mi
escrutinio del Adonis.
Debe ser alto. Sus pies están prácticamente colgando de la cama. Tiene muslos
grandes y tonificados como los de un ciclista, puntos por eso. Parece que podrías
rebotar en sus firmes abdominales y me pregunto momentáneamente si lo hice. Su
rostro es duro y rugoso, incluso en el sueño. Tendré que dejar pasar su cabello por lo
delicioso que es el resto de él. Es corto. Casi rapado. Y podría ser rojo. Levanto las
sábanas de nuevo. Síp, rojo.
Mientras mi mirada se centra en la región inferior de Ginger 2, el sur comienza
a levantarse de nuevo. Y qué generoso despliegue. Mis ojos se dilatan y parpadean 7
hasta los suyos para encontrarlo, uh... apreciando mi cuerpo en respuesta. Nuestras
miradas se encuentran en un reconocimiento torpe. Reconocimiento de que ninguno
de nosotros reconoce al otro.
Se ríe y hace un gesto a su erección.
—¿Quieres hacer algo al respecto? —pregunta, su voz saliendo con un acento
de Boston que para mis oídos exigentes es como uñas en un pizarrón. Llevo mi dedo
a sus labios para que deje de hablar por temor a que me quite la excitación.
Lo miro por un momento y contemplo el irme. Pero dado que ya hemos tenido
sexo dos veces, racionalizo que debería por lo menos tener la decencia de ser capaz
de recordar lo que se siente. Así que, ¿qué demonios?
—Primero lo primero —digo, extendiéndome para tomar unas provisiones de
mi bolso. Sostengo una menta para él, en caso de que su boca sepa algo como la mía.
—Gracias. —La toma y la mete en su boca.

1 Cuando uno está muy borracho y ve a alguien no muy agraciado físicamente, muy guapo.
2 Pelirrojo.
Rasgo el condón y lo enrollo en su longitud impresionante justo antes de
acercarme a su cuerpo y bajar sobre él. Arde porque no estoy completamente lista.
—No pierdes el tiempo, ¿verdad, cariño?
¿Cariño? Dios, eso es aún peor que su acento cortante de obrero. Miro el reloj.
—Tengo que estar en el trabajo en una hora —digo.
—Oh. ¿Dónde trabajas? —pregunta con indiferencia, como si estuviéramos
tomando el té de la tarde en vez de su larga longitud acariciando mi dulce punto.
—¿Podemos seguir con esto... cariño? —cuestiono.
Se ríe, empujando más profundo en mí mientras agarra firmemente mis
caderas.
—No hay problema.
Diez minutos y un orgasmo no tan satisfactorio más tarde, estoy limpiándome
en su baño. Está lleno de una tonelada de mierda de productos para chicas. Echo un
vistazo en el gabinete bajo el lavabo. Tampones.
Rápidamente termino de vestirme y pisoteo de regreso al dormitorio para
recuperar mi bolso.
—¿Tienes novia, imbécil? —le pregunto, observándolo encender un cigarrillo,
esperando que la ceniza caiga y queme su polla infiel.
Me responde con un encogimiento de hombros y una arruga en su nariz.
Imbécil.
Niego con desaprobación, me pongo mis tacones y salgo del dormitorio sin
hablar. Creo que lo escucho murmurar una palabra de agradecimiento mientras
cierro de golpe la puerta del dormitorio.
Haciendo el camino de la vergüenza en solitario por su apartamento, noto
8
algunos juguetes esparcidos por el suelo. Me detengo a mirar alrededor.
¡Hijo de puta!
Hay un corralito en la esquina. Una sillita alta ante la mesa. Un paquete de
pañales cerca del armario. Y un retrato grande mostrando a la jodida familia perfecta
colgando sobre la chimenea.
Soy una zorra.
1
—B
ueno, ¿qué esperas, Skylar? —me regaña Baylor—. Si vas a pasar el rato
coqueteando y bebiendo como un marinero, vas a despertar en lugares
extraños. No puedes echarle toda la culpa al hombre.
—¡Ugh! —Hago un puchero. Tomo un largo sorbo de la margarita
de fresa que Baylor me sirvió como parte de la noche de chicas. Quizá no beba porque
está embarazada, pero todavía puede prepararlos muy bien—. Está casado y tiene un
maldito hijo. ¿Qué derecho tiene de coquetearle a alguien en el bar?
—Tal vez —replica, mientras vuelve a llenar los vasos de Jenna y Mindy—. Pero
si no hubiera sido él, hubiera sido otro, así que, ¿realmente importa?
Tiene razón. Tiene toda la maldita razón. Un destello de los últimos años cruza
por mi mente y mi reputación de zorra casi me hace ahogarme con mi bebida. Rara
vez me molesto en quedarme con un hombre lo suficiente para gustarle. ¿Y si un
hombre tiene sentimientos por mí? Olvídalo. Los sentimientos llevan al amor. El
amor lleva a corazones rotos. Corazones rotos a vidas de mierda. Lo he visto de
primera mano. Está bien, quizás al final todo salió bien para mi hermana mayor,
Baylor, que fue destrozada por el hombre que amaba cuando tenía dieciocho. Pero
juré en ese entonces, siendo dos años menor que ella, que nunca permitiría que me
sucediera.
Así que aquí estoy, veinticuatro años y una cama con suficientes muescas en
ella para competir con el poste para rasguñar de un gato. Agacho la cabeza con 9
vergüenza mientras mi hermana y nuestras amigas tratan de compadecerse de mí.
Suspiro.
—Soy una persona horrible —digo.
—No, no lo eres —me dice Jenna—. Simplemente no tomas las mejores
decisiones, cariño.
Visiones de decisiones vergonzosas que he tomado a lo largo de los años pasan
por mi cabeza.
—No… soy una persona horrible —repito.
—Vamos —dice Mindy—. No es tan malo.
Niego a mi compañera de cuarto. Mindy es mi amiga más cercana, después de
mis hermanas, Baylor y Piper. También es la mejor camarera en el Mitchell’s de
Nueva York, el restaurante de mis padres. Vivimos en un apartamento sin ascensor
a unas cuadras del restaurante que dirijo. También tenemos —bueno, yo tengo—,
una señal en el apartamento para alertar a la otra si deberíamos desaparecer por un
tiempo. Cuando llevamos a un chico a nuestro pequeño apartamento de finas
paredes, dejamos la luz del pasillo encendida. Y en este preciso momento, caigo en
la cuenta de que Mindy ni una vez la ha encendido. No es que no tenga a nadie. Lo
tiene. Pero supongo que lo planea cuando estoy trabajando. O van a otra parte. Es
una zorra considerada. Yo, una egoísta.
—¿No tan malo? —digo—. Es peor. Soy una zorra egocéntrica, borracha y
desconsiderada. Ni siquiera les compro galletas a las niñas exploradoras. Cuelgo el
teléfono a llamadas de caridad. Duermo con hombres que tienen familias, por el
amor de Cristo. Admítanlo, iré al infierno.
Jenna falla al sonar como si no me regañara cuando dice:
—Skylar, haces eso todo el tiempo. Te emborrachas, despiertas en la cama de
un extraño y luego nos dices la terrible persona que eres. Si estás tan cansada de que
esto suceda, y creo que hablo por el resto de nosotras cuando digo que estamos
cansadas de que esto suceda, entonces haz algo al respecto.
Miro sus rostros mientras se me quedan mirando para ver cuál será mi
reacción. Son tan malditamente perfectas. Jenna, que es la mejor amiga de Baylor y
su agente, está comprometida con el entrenador de bateo de los Yankees. Ofrece su
tiempo trabajando para una organización benéfica creada por el equipo para
recaudar dinero para vacunar a niños en África. Mindy proviene de una familia de
dinero, pero se rehúsa a vivir del dinero de su padre, así que se convirtió en camarera
y se está pagando la universidad para ser fisioterapeuta. Y por supuesto, Baylor es
una autora exitosa. Al fin está con el amor de su vida y están esperando su segundo
hijo. Incluso mi hermana menor, Piper, está viviendo su sueño de viajar por el
mundo de mochilera con su mejor amiga.
Todas tienen algo para ellas. ¿Qué demonios tengo yo?
Hombre… no quiero uno.
Niños… los odio.
Felicidad… sobrevalorada.
10
Dignidad… ausente.
Autoestima… de vacaciones con mi dignidad.
La única cosa que realmente tengo es mi trabajo. Me encanta dirigir Mitchell’s.
De hecho, mis padres me lo han confiado casi por completo. Sí, todavía mantienen
el control y aparecen una vez a la semana para asegurarse que no les esté arruinando
épicamente su imperio, pero se han trasladado al establecimiento número tres en
Long Island. Mi trabajo es mi vida. Mi vida es mi trabajo. Y eso es más o menos la
manera en la que me gusta. O lo era hasta mi epifanía de hace diez minutos. Pero eso
era antes, esto es ahora. Y en este momento es cuando me digo que tengo que
orientarme de una puta vez. Pasar a una nueva hoja. Cruzar la línea. Hacer algo con
mi vida. Algo significativo.
Oh, Dios. Me he tragado la píldora de la crisis existencial y se está revolviendo
con mi cuarta margarita.
—Está bien, digamos que quiero cambiar —reflexiono—. ¿Cómo voy a hacer
eso?
Todas intercambian miradas. Se lo que están pensando. Quiero decirles que se
vayan a la mierda, pero me conocen muy bien. Piensan que esto se me olvidará. Estoy
segura de que digo diez veces a la semana que quiero cambiar algo sobre mí. Pero
saben tan bien como yo que nunca hablo en serio. Hasta ahora, así era.
—Bueno, ¿qué es exactamente lo que quieres cambiar? —pregunta Mindy—. Me
refiero a que hay tanto trabajo. —Las otras chicas ríen, pero mi expresión es triste al
saber que es verdad. Pone una mano en señal de disculpa en mi brazo—. Skylar, sabes
que te quiero. Tienes todo mi apoyo y te voy a ayudar en lo que pueda.
Miro hacia mi atrayente margarita.
—Necesito dejar de beber. —Todas asienten en acuerdo—. Necesito dejar de
follar. —Asienten con más énfasis—. Necesito hacer algo profundamente
significativo con mi vida.
Es lo último lo que hace que frunzan el ceño.
Mientras piensan en ello, tomo un trago. Baylor me mira con escepticismo,
observándome terminar mi bebida.
—No quiero decir en este segundo —le espeto—. Mañana. Voy a comenzar
mañana. Estoy abierta a sugerencias —añado.
Jenna gira hacia mí con una sonrisa juguetona.
—Podrías convertirte en monja. Cubre todas las bases. No sexo, no beber. —
Frunce el ceño al pensar—. Espera, las monjas no pueden beber, ¿verdad? Y no
puedes obtener más significado que servir al Gran Señor, ¿cierto?
—¿Una monja? —dice Baylor—. Estamos hablando de mi hermana. Intentemos
ser un poco más realistas.
Le saco la lengua como una niña mimada de cinco años.
—Oh, podrías unirte a los cuerpos de paz —dice Mindy—. Ayudarías a las
11
personas alrededor del mundo, y probablemente irías a lugares remotos donde no
tendrán chicos guapos ni alcohol.
Niego hacia ellas.
—No. Amo mi trabajo. No dejaré Mitchell’s. Tendrá que ser algo más.
—Podrías engordar —dice Jenna—. Ya sabes, para alejar a los hombres.
Pongo los ojos en blanco.
—Antes que nada, existen hombres a los que les gustan las mujeres gordas. Y
segundo y tercero, ¿cómo va a solucionar eso mi problema de beber y el problema de
hacer el bien?
—Sí, supongo que está eso. —Jenna me mira, esperando a que le llegue la
inspiración.
Baylor acaricia en círculos su vientre en crecimiento.
—Podrías quedarte embarazada —bromea—. Eso podría solucionar fácilmente
tus primeros dos problemas. Los hombres no se excitan con una mujer embarazada,
a menos que sea tu súper atractivo esposo. —Suspira, y puedo decir que está teniendo
fantasías sobre su hombre.
—Ewww. Por favor, no me hagas imaginarlos a Gavin y a ti teniendo sexo sucio
de embarazada. —Tiemblo con asco—. Y yo, ¿embarazada? Dios, no. Odio a los niños.
—Amas a Maddox. —Me mira tiernamente.
—Por supuesto que lo hago. Lo puedo devolver —le explico—. Sería casi una
buena idea si no significara que terminaría con un mocoso y con un perdedor
desempleado como papá del bebé.
Mindy se pone derecha.
—Podrías tener el hijo de alguien más.
—¿Te refieres a darlo en adopción? —pregunto, frunciendo el ceño dudosa.
—No, podrías ser un vientre de alquiler —dice emocionada, como si se le
hubiera ocurrido la idea más brillante del mundo—. Ya sabes, embarazarte en un
laboratorio y llevar el bebé de alguien más y luego dárselo cuando nazca. Es la
solución perfecta. —Levanta la mano y cuenta con sus dedos diciendo—: No puedes
beber. Ningún hombre cuerdo tendría sexo con alguien embarazada de otro tipo. Y,
por encima de todo, harías algo increíble por alguien.
—Y todavía podrías dirigir el restaurante —agrega Jenna.
—¿Podría? —Miro de un lado a otro entre Jenna y Mindy, que están asintiendo
emocionadas. Pienso en lo que dijeron—. Sí, podría.
—¿Qué? —chilla Baylor, frunciendo el ceño—. Estaba bromeando, Skylar. No
puedes embarazarte.
Le lanzo una mirada venenosa.
—No es como si monopolizaras el mercado, hermana mayor. Tengo un buen y 12
perfecto útero al que le saldrán telarañas si no se usa.
Mindy ignora la mirada reprobatoria de Baylor.
—Existe una gran demanda para vientres de alquiler. Muchas mujeres no
pueden tener sus propios hijos. Te pagarían un maldito brazo o pierna si puedes
darles un bebé. Mi mamá recientemente me habló de una pareja en la que ella no
puede tener hijos porque tuvo cáncer.
Niego.
—No quiero hacerlo por dinero, Min. Eso iría en contra de todo el propósito de
hacer algo significativo.
—Existe un pequeño problema, chicas —dice Jenna, tecleando en su teléfono—
. Skylar no puede ser vientre de alquiler.
—¿Qué? ¿Por qué? —le pregunto, decepcionada de que la idea pueda irse a la
mierda tan fácilmente.
—Dice aquí que, para ser vientre de alquiler, tienes que haber tenido tus
propios hijos —explica—. Supongo que quieren asegurarse de que no cambiarás de
idea y huirás con él.
—Tiene sentido —comenta Mindy.
—Mierda. —Mis hombros bajan en decepción—. Era la solución perfecta.
—¿Solución perfecta? —Mi hermana me mira con ojos incrédulos—. Skylar
Mitchell, ¿estás diciendo que realmente lo habrías considerado? Eso es ridículo.
—¡Claro que sí! ¿Por qué no?
—¿Por qué no? —me espeta—. Porque tu cuerpo no sería tuyo durante nueve
meses. Porque vomitarías y te pondrías hormonal y te saldrían estrías. Porque
tendrías a una mujer desconocida mirando todo lo que haces para asegurarse que no
estropees a su hijo. Porque te enamorarías del pequeño bebé en el momento en que
naciera. ¿Necesitas que siga?
—Las primeras cosas que dijiste, sobre vomitar y las estrías… eso es lo que aleja
a los hombres. Lo segundo sobre la mujer observándome, eso me alejaría de beber y
hacer cosas estúpidas. Y enamorarme del bebé… ¿estás loca? ¿Recuerdas cómo te
entregaba al pequeño Maddox cada vez que me miraba de manera incorrecta? —Les
frunzo el ceño—. Podría haber sido perfecto. Pero ni siquiera puedo calificar para
hacerlo, no tiene sentido seguir con eso.
—Espera —dice Mindy, todavía sin estar dispuesta a admitir la derrota—.
¿Quién dice que tienes que hacerlo a través de una agencia oficial? Por qué no
simplemente encontramos a alguien que quiera un vientre de alquiler y tienes a su
hijo. Pasa todo el tiempo.
—Qué, ¿cómo poner un anuncio en el periódico? —Dejo escapar una risita ante
lo absurdo—. ¿“Vientre en alquiler”?
Nos reímos. Todas menos Baylor. Parece molesta.
—¡Podrían callarse, chicas! —grita—. Dejen de alentarla. En serio, esto no es
una buena idea. 13
Jenna mueve la cabeza hacia Baylor.
—¿No es una buena idea? ¿En qué mundo viviríamos si gente como Skylar no
diera un paso adelante e hiciera cosas desinteresadas por los demás?
Baylor pone los ojos en blanco.
—En el mundo donde vivíamos exactamente hace dos segundos —responde—.
¡No va a hacerlo!
—¿Y si Gavin y tú no pudieran tener hijos? —pregunta Mindy—. ¿Y si los
desearas tanto que pensaras que morirías por la necesidad? ¿Y si no tuvieras una
hermana que te prestara su útero y una mujer desconocida apareciera y te dijera que
tendría al bebé por ti? ¿De verdad vas a sentarte aquí y negárselo a alguien?
Baylor pone su mano sobre mi brazo.
—Prométeme que pensarás largo y tendido sobre eso, y sin tener margaritas
corriendo por tus venas antes de saltar a cualquier cosa, Skylar.
—Así que. —Ignoro a mi hermana y me giro hacia Mindy—. ¿Un anuncio en el
periódico?
—Creo que podrías —dice—. Pero si quieres ser seria al respecto, podrías hablar
con esta pareja que mi mamá conoce.
—¿No lo harán por una agencia? —pregunto.
—No. —Niega tristemente—. La mujer, Erin creo que es su nombre, tuvo
cáncer, así que ninguna agencia la aceptará. Creo que también hay un historial de
problemas de salud en su familia. Así que supongo que no quieren arriesgarse a darle
un niño a una mujer enferma, cuando existen tantas mujeres saludables que también
quieren niños.
—Eso es triste —digo—. Así que, ¿le podría dar un bebé a una mujer que solía
estar enferma y realmente quiere un niño, pero nadie le da uno?
—Síp. —Levanta su bebida hacia mí para un brindis—. Probablemente eso te
ayude a llegar a las puertas del cielo.
Puedo sentir la sonrisa extendiéndose por mi rostro. Es un sentimiento que no
he sentido en… bueno, nunca. Quiero hacerlo. Quiero darle a alguien algo que nadie
más puede. Miro a Mindy.
—Vamos a hacerlo. Hagamos la llamada.
Mindy sonríe y acaricia mi mano.
—Eres una persona increíble, Skylar —dice—. Pero, si te parece bien, dejaré que
lo consultes con la almohada.
—Espera, no puedes hablar en serio —dice Baylor.
—Como un maldito ataque al corazón, hermana mayor.

14
2
E
stoy nerviosa. ¿Y si no me gustan? ¿Y si son como la gente de Stepford y
quieren controlar cada bocado de comida que entra en mi boca y me obligan
a hacer yoga y mierda cada día? ¿Y si exigen que renuncie al café? Ya he
dejado el alcohol, ¿qué más me queda? ¿Y si no quieren que su hijo crezca
en mi vientre de zorra?
He jurado ser tan honesta como pueda con ellos sobre mi pasado, incluso ante
el riesgo de que me rechacen. Todo es parte de mi determinación de ser una mejor
persona.
Dos semanas. Baylor me hizo considerarlo durante dos semanas enteras,
pensando que me acobardaría. Cuando no solo no me acobardé, sino que hice una
investigación sustancial sobre madres subrogadas y cómo beneficia a ambas partes,
finalmente claudicó y ahora está en el equipo “Skylar”. En contraposición al equipo
“¿Qué mierda estás haciendo?”.
Sigo revisando mi reloj. Son casi las cuatro. Es cuando se supone que
aparezcan. Tuvimos que reunirnos un sábado debido a sus trabajos. Ni siquiera estoy
segura de a qué se dedican. No sé nada de ellos excepto sus nombres. Griffin y Erin
Pearce. Y según Mindy, tampoco saben nada sobre mí. Su madre dijo que sería mejor
que nos conociéramos en persona, en lugar de que alguien intercambiara nuestra
información.
Miro alrededor del restaurante y trato de adivinar cómo podrían verse estas 15
personas. Veo a una pareja teniendo un almuerzo tardío. O una cena temprana.
Están a mediados de los treinta. Él es fornido como un policía o un bombero. Ella es
pequeña y parece que podría ser una enfermera. Sí, un bombero y una enfermera.
Serían buenos padres, ¿verdad? La mujer me mira y me congelo. Oh, Dios, ¿son
ellos? Entonces, Mindy sale detrás de mí, llevándoles su cuenta.
—Respira, Skylar —dice de camino.
He estado ansiosa todo el día y mi personal se ha dado cuenta, aunque Mindy
es la única que sabe lo que está pasando.
Entro en la zona del bar buscando agua para calmar mi boca completamente
seca por la ansiedad. Mientras mi barman, Trent, me sirve un vaso, veo a varios
grupos de hombres disfrutando de nuestra “hora feliz”. Algunos de ellos dejan de
hablar y me miran apreciativamente mientras examino el área. Sigan mirando,
chicos. Estas piernas están cerradas. Hay una mujer sentada sola al final de la barra.
Está mirando a todos los hombres en la habitación, probablemente buscando una
cita para la noche. Puta.
Hmmfp. Hipócrita, me reprendo.
Mis ojos caen sobre un hombre sentado en un taburete, completamente solo.
Está leyendo una revista, ajeno a la mujer del bar tratando de llamar su atención. Es
espectacular. ¿Puede un hombre ser espectacular? Tiene un cabello
excepcionalmente oscuro, casi negro. Cae en su cuello, encrespándose en los
extremos. Sube su mano para apartarlo de sus ojos mientras lee. Lleva vaqueros y
una camisa azul de botones abierta sobre una camiseta gris pizarra. Las mangas
están enrolladas hasta el codo, revelando un pequeño tatuaje en la parte inferior de
su antebrazo que no puedo distinguir.
Levanta la mirada y me atrapa observando. No puedo apartar mis ojos porque
los suyos… son increíbles. Ojos grises, del color exacto de su camiseta, me hipnotizan
mientras los bordes de su boca se curvan para revelar una sonrisa que solo se suma
al ardiente atractivo de su rostro pícaro. El rastrojo, tan oscuro como el cabello
esculpido en su cabeza, salpica su fuerte mandíbula y me pregunto si ha pasado sin
afeitarse varios días, o si es simplemente su habitual sombra de horas cargada de
testosterona.
Tan rápido como alzó la mirada, reanuda la lectura de su revista después de
mirar brevemente la entrada del restaurante. Me siento ante la barra, llorando la
pérdida del breve momento que compartimos. Casi me dan ganas de desechar toda
esta idea del vientre de alquiler y montarme en su ardiente regazo.
Despierta, Skylar. Me dirijo al baño para salpicar agua en mi rostro. Me inclino
contra el lavamanos y tomo algunas respiraciones calmantes. A continuación,
suavizo mi vestido, pasando mi mano sobre mi vientre plano, preguntándome si en
unos meses será un recuerdo lejano.
Alzo la mano y aprieto mi coleta rubia oscura, preguntándome si debería
soltarme el cabello. Llevar mi cabello largo y ondulado recogido me hace parecer
severa, como una bibliotecaria estudiosa. Pero cuando trabajo en la cocina, es más
fácil ponerlo en una redecilla o meterlo bajo una gorra. Al final, lo mantengo 16
recogido. Si no me quieren como soy, que se jodan. Solo buscaré la semilla de otra
persona para criar. Mis ojos verdes me miran fijamente en una charla silenciosa
antes de salir al restaurante.
Mindy me agarra y me empuja a un lado.
—Están aquí —dice. Mi corazón se acelera y mis ojos se precipitan alrededor
rápidamente, evaluando a las parejas sentadas en la sala principal—. En la barra. Él
es totalmente sexy. Ella parece que acaba de salir de una pasarela de moda. Es
agradable. Se acercó a mí preguntando dónde podía encontrar a la mujer más
asombrosa que jamás haya caminado por la faz de la tierra.
Inhalo profundamente y exhalo.
—Aquí va.
—Bueno. Rómpete una pierna —dice—. Espera, ¿hay un estímulo adecuado
para alguien en tu situación?
—¿Qué te parece “queda embarazada”? —Me río torpemente, caminando hacia
la barra.
Veo a la mujer inmediatamente cuando llego al puesto de anfitriona. Está en la
misma mesa a la que se sentaba el “magnífico hombre testosterona”. Está de pie y se
inclina sobre la mesa. Sus malditas piernas son kilométricas. Sus largos rizos rubios
cuelgan en espirales sueltos por su espalda. Tiene la figura perfecta de reloj de arena,
con una pequeña cintura que va ensanchándose hacia las caderas bien formadas
debajo de su falda ajustada de diseñador.
Bajo la mirada a mi vestido nada especial que alberga mis curvas no tan
prominentes y de repente estoy celosa de ella. Estoy celosa de la mujer que es estéril
porque el cáncer se llevó su capacidad de tener hijos.
Niego ante mi insensibilidad e intento frotar la tensión de mi nuca.
Se levanta del saludo que estaba dándole a su marido y toma asiento,
dejándome aturdida, ya que el destinatario de su afecto es en realidad el señor
Magnifico Hombre Testosterona.
Puta mierda… ¿ese sería el papá del bebé?
Mis piernas temblorosas me llevan a la mesa y me presento.
—Uh, hola. Soy Skylar Mitchell —digo, dejando cualquier rastro de confianza
en el puesto de anfitriona.
—Oh, Skylar. —Ella se levanta, atrayéndome a un abrazo aplastante, sus
generosas tetas sofocando las mías más pequeñas—. Estamos muy contentos de
conocerte. Soy Erin y este es Griffin. —A regañadientes, le doy una palmadita con las
manos que cuelgan a mi lado. No soy buena con las muestras de afecto. Miro
alrededor de la barra incómodamente mientras ella continúa ahogándome.
—Uh, me alegro de conocerte también —digo cuando finalmente me libera—.
¿Puedo traerte algo de beber?
Niega. 17
—Trent nos va a servir un poco de agua. Gracias. —Hace un gesto al taburete
junto al suyo—. Ven, siéntate.
La veo sentarse, cruzando sus espectaculares piernas. Voy a sentarme y no
alcanzo la parte superior del taburete, deslizándome hacia un lado solo para ser
atrapada por Griffin antes de que esté completamente tendida en el suelo.
—Oh, Dios mío —digo, alisando mi vestido y liberándome de los fuertes y
tonificados brazos—. Juro que no soy tan torpe. Quiero decir, no voy a caerme y joder
a su hijo. Uh, es decir, tendré cuidado. Y no voy a maldecir. No sé si ellos pueden oír
ahí dentro, pero no voy a... —Dejo de hablar cuando se me ocurre que estoy
divagando y que deben pensar que estoy loca—. Lo siento. Ya me callo.
Una ronca y sexy risa sale de Erin.
—Está bien, Skylar. Estamos completamente nerviosos también.
—Oh, bueno —admito—. Pensé que era solo yo.
Griffin me ofrece su mano.
—Muchas gracias por aceptar reunirte con nosotros. —Su voz profunda es
pecaminosamente suave, como whisky envejecido. Su ronca esencia picante aún
persiste en mi cabeza, haciéndome tener pensamientos inapropiados, tales como que
podría ofrecerme para extraer su esperma con mi pulsante orgasmo.
Pongo mi pequeña mano en la suya grande e intento ignorar la chispa que sube
por mi brazo, a través de mi pecho, sobre mis abdominales y directa a mi núcleo. Me
abstengo deliberadamente de cualquier contacto visual, recordando el momento que
tuvimos hace unos minutos.
¡Espera! Espera un maldito segundo. Tuvimos un momento hace unos
minutos. ¿Y ahora está sentado aquí esperando que le preste mi útero para albergar
a un bebé para su mentiroso y engañoso culo?
Trent trae una bandeja llena de vasos de agua a la mesa.
Una Erin removiéndose toma un largo trago antes de preguntar:
—Skylar, necesito usar el baño. ¿Puedes señalarme el camino, por favor?
La oriento hacia los baños en la parte de atrás y la observo alejarse con
elegancia de la mesa. Entonces mis ojos se precipitan hacia los de él. Mis labios se
fruncen. Mis cejas se alzan. Mis brazos se cruzan delante de mí. Estoy lista para
masticar y escupir su culo totalmente sexy y mirón.
Griffin mira detrás de él y luego de nuevo hacia mí, confundido.
—¿Estás bien?
—¿Estoy bien? —le pregunto, clavándolo en su asiento con mi mirada
acusadora—. ¿Hace cinco minutos me estabas follando con la mirada y ahora quieres
que te preste mis partes de dama?
Su mandíbula cae.
—Fo… con la mirada… uh… no. —Su mano sube para frotarse el rastrojo en su
rostro. Una risa baja y nerviosa se le escapa—. Señorita Mitchell, si puedo ser sincero
aquí; cuando la vi antes, estaba simplemente sonriendo a una mujer hermosa que
18
me observaba. —Sostiene mi mirada con sus ojos de acero mientras frunce las cejas
con concentración—. Tenga por seguro que no tengo la intención de follarla con la
mirada, como tan elocuentemente ha dicho, o hacer cualquier otro tipo de “follar”
con usted o cualquier otra persona que no sea mi esposa. Nunca lo he hecho y nunca
lo haré.
Una ola inesperada de vergüenza, junto con una pizca de decepción, me
recorren. Normalmente no me avergüenzo. De hecho, nada me hace sonrojar.
Excepto, al parecer, Griffin Pearce poniéndome en mi lugar.
Tiene razón. ¿Cómo podía haber leído tanto en una simple sonrisa?
Probablemente porque estaba siendo la vieja Skylar que follaría con cualquier
persona que tuviera un cuerpo de atleta y un condón en su billetera.
—Llámame Skylar. Espera, ¿nunca? —Levanto una ceja dudosa que casi lo
llama mentiroso—. ¿Ella es la única con la que alguna vez has estado?
Asiente.
—Novios desde secundaria.
Por supuesto que lo son. Diablos, mi hermana probablemente escribirá un
maldito libro sobre esto. Los novios de la secundaria se enamoran, se casan, pierden
la capacidad de tener hijos por causa del cáncer, encuentran mamá para lleve a su
hijo y viven felices para siempre. Lo puedo ver ahora.
Se oyen tacones sobre el suelo de concreto detrás de mí.
—No la estás asustando, ¿verdad, Griff?
—No, cariño.
Se levanta y la ayuda a sentarse sobre el taburete. Tal vez cree que son
peligrosos ahora.
Erin se sienta y pone su mano sobre la de Griffin.
—De acuerdo, así que supongo que deberíamos hablarte de nosotros. —Ella me
lanza una sonrisa luminosa—. Tenemos veintisiete años. Crecimos en Ohio,
comenzamos a salir en nuestro último año en la escuela secundaria y luego fuimos
juntos a la universidad de Nueva York. Griffin es un fotógrafo independiente que le
dispara a cualquier cosa, desde fotos de naturaleza muerta a reportajes de revistas
glamurosas. Soy profesora de segundo grado en el sur de Manhattan. Tuve cáncer
cuando tenía dieciocho años, poco después de que empezáramos a salir. Segunda
etapa, cuello uterino. Hice quimioterapia y radiación que no tuvieron éxito, por lo
que terminaron quitándome todo el útero en una histerectomía. —Le dirige a Griffin
una mirada cariñosa—. Él estuvo a mi lado en ese momento y cada día desde
entonces. —Se voltea hacia mí—. Siempre he querido niños, pero Griffin no estaba
tan seguro. Quiero decir, él no tiene ninguna experiencia con los niños. Trabajo con
ellos todos los días y veo lo maravillosos que pueden ser. Finalmente, lo convencí y
ahora estamos listos. En realidad, hemos estado listos desde hace unos años, pero
no hemos podido encontrar una agencia que nos permita adoptar ni encontrar un
vientre de alquiler. 19
Traza nerviosamente la parte superior de su vaso de agua con un dedo.
—¿Qué preguntas tienes para nosotros?
Todavía estoy atascada en el cáncer a los dieciocho años. Eso debe haber sido
horrible.
—Supongo que me estoy preguntando por qué las agencias no te dejan adoptar.
Quiero decir, ya no tienes cáncer, ¿verdad?
Niega.
—No, pero son muy cuidadosos, y, desafortunadamente, hay una historia
prominente de cáncer y enfermedades cardíacas en mi familia. Combina eso con mi
pasado médico y no soy exactamente la candidata ideal para ser madre primeriza.
—¿Así que te niegan el derecho a adoptar basándose en tu cáncer, que ya
desapareció, y otras mierdas que podrían no suceder nunca en el futuro? —pregunto,
reprendiéndome tardíamente por el mal lenguaje.
—Sí, eso lo resume todo —dice Erin—. Entonces, ¿nos hablas de ti?
—Bueno, tengo veinticuatro años. Dirijo este restaurante. Probablemente lo
imaginaste por el nombre. Es de mis padres. También tenemos uno en Maple Creek,
Connecticut, y un tercero se va a abrir este año en Long Island. Tengo dos hermanas,
una mayor que yo y una menor. No tomo drogas… bueno, si no cuentas fumar los
ocasionales cigarrillos y beber, lo cual prometo que no haré si me quedo embarazada.
Me encanta montar en bicicleta por la ciudad. Siempre he sido muy saludable. Nunca
he estado casada o embarazada, pero, uh… creo que mis órganos están en buen
estado.
—Pareces una persona bastante equilibrada, Skylar —dice Erin.
Trato de esconder mi decepción de mí misma mientras doblo mis manos
inquietas sobre la mesa. Si ella solo supiera la mitad.
—Hay algo más que debes saber sobre nosotros —dice Griffin, mirando
tristemente a Erin.
Asiente hacia él.
—Toda la verdad —dice ella.
—¿Eh? —pregunto, insegura de lo que pasa entre ellos.
—Debemos ser totalmente honestos contigo antes de que podamos seguir
adelante con este proceso. No quiero engañarte en nada y luego cambiar las reglas —
dice ella.
—Pensé que todo estaba bastante claro.
Mis ojos hacen malabarismos entre los dos.
—Puedo asegurarte que estoy muy emocionada y totalmente interesada en que
tengas un bebé por nosotros. —Juguetea nerviosamente con sus uñas, otro signo de
la ansiedad que debe estar sintiendo—. Cuando me quitaron el útero, me dejaron los
ovarios porque era muy joven, a pesar de que dijeron que la radiación y la
quimioterapia podrían afectar mis óvulos. Pero a los dieciocho años, estaba
devastada por el diagnóstico de cáncer y no podía imaginarme pasando por los 20
tratamientos de fertilidad requeridos para la recuperación de óvulos, lo que habría
retrasado mi tratamiento contra el cáncer. Y el destino quiso que pasara por una
menopausia prematura hace unos años. Siempre fue una posibilidad. Estábamos
esperando que no sucediera tan pronto.
»Lo que estoy tratando de decir es que no tengo óvulos. Tendríamos que usar
el tuyo. —Ella mira de mí a Griffin, quien le da una sonrisa alentadora, asintiéndole
para animarla a seguir—. Este bebé sería técnicamente tuyo y de Griffin, así que
tendrías no solo que convertirte en nuestra madre subrogada, sino dar legalmente a
tu propio bebé en adopción.
Estoy impresionada por su total sinceridad. Podría haber esperado hasta que
estableciéramos una relación para decirme esto. Podría haberme engañado, como
dijo, dándome gato por liebre. Pero no lo hizo. Tampoco tenía que ser totalmente
sincera conmigo acerca de su historia familiar. ¿Cómo podría haberlo averiguado?
Lo está poniendo todo sobre la mesa.
Decido hacer lo mismo.
—Todavía no me has preguntado por qué quiero hacer esto —digo.
Apoya casualmente los codos sobre la mesa.
—Estaba llegando a eso. ¿Qué te hace pensar que puedes incluso pasar por esto,
sin haber tenido nunca un bebé?
—¿Toda la verdad? —pregunto.
—Por favor —dice, mirando nerviosamente a Griffin.
—No soy exactamente lo que llamarías una persona moralmente íntegra. Hasta
hace unas semanas, me, uh… he excedido con el alcohol. Y, uh… los hombres. —Echo
un vistazo con vergüenza a Erin, que me da una mirada de simpatía, y a Griffin, cuya
mandíbula está apretada e ilegible—. Nunca he estado enamorada y espero nunca
estarlo. Ni siquiera me gustan mucho los niños, bueno, con la excepción de mi
sobrino y los hijos de Chris, el gerente de Mitchell’s en Maple Creek. Y solo me gustan
esos niños porque no tengo que lidiar con ellos todo el día. No podría hacer eso. No
estoy hecha para ser madre.
»Solo me desperté un día y quise cambiar mi vida. Prometí dejar mis patrones
destructivos y hacer algo que realmente importe. Espero que esto califique. —Miro a
Erin directamente a los ojos—. Sin embargo, no quiero que te preocupes. Te prometo
que no me enamoraré de tu bebé.
Me toma de la mano. Veo que una lágrima escapa de uno de sus ojos.
—¿Hablas en serio? —Se enjuga las lágrimas con la otra mano—. Griffin dará fe
de que creo firmemente en el destino. Creo que el destino nos ha reunido, Skylar.
Creo que nadie más hubiera querido tener un bebé para nosotros. Creo que nadie
más querría que tuvieras su bebé. —Compartimos una carcajada.
—Probablemente tienes razón —admito—. Bueno, tal vez no sobre toda la cosa
del destino, sino sobre el hecho de que nadie más iba a querer que mi vientre de zorra
llevara a su hijo.
—¿Así que todavía lo considerarás? —pregunta Erin, la esperanza nadando en
sus ojos.
21
No solo me sentiría culpable de negarle a esta mujer un bebé, ya que parece su
única opción, sino que me gusta el hecho de que su espectacular marido solo ha
estado con ella. Tal vez es el lado romántico de Baylor, que se me ha pegado.
Erin es también la mujer más bonita que he conocido, que probablemente
podría salir adelante con su apariencia, pero elige utilizar sus cualidades
intelectuales en su lugar. Es todo lo contrario a mí.
—Por supuesto —digo.
Griffin levanta una mano vacilante.
—Espera. Todavía hay mucho que discutir. Skylar tiene que revisar los
contratos. Y tendrá que pasar un examen físico, desde luego, debido a su pasado
promiscuo y todo.
—¡Griff! —regaña Erin.
—No, está bien —digo—. Me haré una revisión. Comprendo perfectamente que
no quieras que tu hijo se forme en una cloaca de sífilis y gonorrea.
Griffin saca algunos papeles de una bolsa con una cámara acomodada a sus
pies.
—Tenemos documentos legales redactados. Te los puedes llevar a casa y
repasarlos. Me permito sugerir que hagas que un abogado los vea también. Luego
está la cuestión de la compensación. Obviamente, vamos a pagar todas las facturas
médicas, pero, ¿qué pides además de eso?
—¿Que cuánto cobro por alquilar mi horno de bebés?
—Sí —dice él, sin reírse de mi intento de broma.
—No quiero nada. Eso iría en contra de las razones que tengo para hacer esto
—digo.
Griffin me mira con escepticismo.
—Tiene que haber algo —dice Erin.
Miro su ropa elegante. Demasiado elegante para una maestra de segundo
grado. Claramente tiene buen ojo para la moda.
—Bueno, podrías vestirme con ropa de maternidad que no me haga parecer que
estoy usando un saco de patatas.
Erin se ríe.
—Hecho. ¿Qué más? Tiene que haber más.
Levanto mis hombros en un encogimiento ocasional.
—Si te hace sentir mejor, puedes pagarme una abdominoplastia después.
Ella me da una sonrisa genuina.
—Por lo que puedo ver, dudo que lo necesites. Pero te llevaré al mejor cirujano
plástico de Nueva York si se llega a eso. 22
Seguimos hablando durante horas. Mindy nos sirve la comida mientras nos
conocemos. Erin me habla de su clase de segundo grado. Puedo decir que adora a los
niños. Está claro que quiere participar en el embarazo tanto como sea posible,
asistiendo a cada cita y a las clases de Lamaze.
Cuando terminamos de hablar, Erin y yo nos hemos convertido rápidamente
en amigas. No puedo descifrar a Griffin, sin embargo. Lo observé durante la cena.
Sobre todo, para ver si era sincero sobre lo que me dijo antes. Ha sido agradable
conmigo. Cordial. Amable, incluso. Pero su atención estaba sin duda en Erin. Es
obvio que la adora. Tal vez es escéptico acerca de lo rápido que todo esto se está
moviendo. Qué demonios. Hazlo a lo grande o vete a casa. Incluso si eso significa
tener que estar cerca del esposo digno de babear de Erin durante nueve meses.
Debo haber dicho algo bueno durante la cena. Cuando nos levantamos para
irnos, Griffin dice:
—De acuerdo. Vamos a hacerlo. —Recuerdo esas mismas palabras que dije en
la casa de Baylor hace unas pocas semanas.
Miro a Erin y las dos sonreímos.
—Vamos a hacerlo —digo.
3
E
rin está nerviosa. Su pierna está temblando. Y sigue mordiendo su uña. Hace
eso cuando está ansiosa por algo. He aprendido eso sobre ella en los pasados
tres meses. Erin y yo nos hemos hecho inseparables prácticamente. Eso es
cuando no está trabajando y yo tampoco, lo cual realmente solo ocurre unas
pocas horas cada semana.
Sin embargo, fue capaz de salir pronto de la escuela hoy para unirse a mí en
nuestro primer ultrasonido. Ocho semanas. Así de avanzadas estamos. Solo tomó
dos intentos para embarazarnos. Aún hago una mueca cuando pienso en la primera
inseminación. Recuerdo yacer sobre la mesa, mis piernas en estribos, la entrepierna
desnuda para el mundo, y todo lo que podía pensar era en lo que el marido sexy como
el pecado de Erin estuvo haciendo momentos antes en la habitación de al lado para
proporcionar el esperma que podría potencialmente fecundarme. Imaginé esos
ardientes ojos grises mirando los míos mientras se masturbaba hasta tensarse,
gritando mi nombre mientras se corría sobre mí.
Entonces, Erin interrumpió mi colosalmente inapropiada fantasía,
entregándome un puñado de tarjetas que sus alumnos de segundo grado hicieron
para mí. Mentalmente me di una bofetada antes de abrir las tarjetas.
Cuidadosamente leí cada una para apartar mi mente del doctor empujando una
jeringa por mi vagina y en mi útero para depositar el esperma de Griffin, que había
sido rápidamente “lavado” —¿estaba sucio?—, antes de introducirlo en el único
óvulo que, con suerte, estaba haciendo su microscópico camino por mis trompas de 23
Falopio. Habíamos decidido en contra de los tratamientos de fertilidad para mí, por
lo cual estaba agradecida. Ni siquiera podía imaginar la posibilidad de llevar varios.
Gracias a Dios, estuvieron de acuerdo.
Miro a Erin, que me sonríe nerviosamente mientras esperamos ser llamadas
para ver la primera foto de su bebé. Salta cada vez que la enfermera pasa por la puerta
solo para llamar un nombre que no es el mío. Ves… si esto es lo que esperar un hijo
te hace, no quiero nada de ello.
Erin ha sido increíble. Me ha estado mimando con manicura/pedicura dos
veces al mes. Y poco después de que el palo sobre el que hice pipí se volviera azul,
nos llevó a mí y a mi muy embarazada hermana, Baylor, a un día de spa. Tengo la
idea de que el dinero no es un problema para ellos. Es profesora de escuela, así que
él debe ser un muy buen fotógrafo.
Erin ni siquiera estuvo molesta la primera ronda, cuando mi prueba dio
negativo. Vino a mi apartamento unos días antes de que mi período se esperara.
Trajo cinco pruebas de embarazo con una botella de sidra y una de champán. Por
supuesto, pensé que el champán iba a ser para ella si la prueba era positiva. No fue
así.
Cuando salió negativa, simplemente puso la sidra en el armario de mi cocina y
recogió los palitos, depositándolos en la basura mientras decía:
—Raramente pasa la primera vez, de todos modos. —No hubo lágrimas de
tristeza. Ni quejas. Ni maldiciones… no es que ella lo haría, de todos modos.
Entonces observé con asombro cuando cuidadosamente abrió la costosa botella
de Brut, sirviéndonos un vaso a cada una.
—¿Por qué bebemos champán cuando no hay nada que celebrar? —pregunté.
—Primero, no has tomado un trago en qué, ¿dos meses? —Me entregó un vaso
mientras asentía—. Te mereces esto. Estamos celebrando. Te celebramos a ti y esta
increíble cosa que estás haciendo por nosotros. Y también cuán verdaderamente feliz
estoy de tener una nueva amiga en mi vida.
—Bien. —Alcé mi vaso hacia ella en un brindis—. Por las nuevas amigas.
La sonrisa en su rostro iluminó sus intensos ojos azules.
—Por las nuevas amigas —repitió, chocando nuestros vasos.
Saboreé el gusto del primer alcohol que había tenido en meses, pero, al mismo
tiempo, me di cuenta que en realidad no lo había extrañado tanto. Dicen que toma
veintiún días romper con un hábito. Y es verdad, fue duro esas primeras semanas.
Pero Erin siguió enviándome mensajes alentadores. Aparecía en el restaurante
después de la escuela a veces, solo para saludar. Se estaba entrelazando en mi vida
sin ser controladora. Me daba la sensación de que no tenía muchos amigos. No podía
entender por qué, ya que es la persona más amable que conozco. Así que, solo parecía
natural invitarla cuando las chicas y yo quedábamos. Baylor, Mindy, Jenna y yo la
hemos tratado como nuestra hermana perdida por largo tiempo desde entonces.
Al mes siguiente, apareció con cinco pruebas más y una nueva botella de
champán, una que nunca fue abierta. El tapón de la sidra fue quitado y brindamos 24
por su bebé justo antes de que llamara a Griffin para contarle las noticias. Ella estaba
tan emocionada que casi se desmayó. Juro que habría golpeado el suelo si no la
hubiera atrapado y ayudado a llegar al sofá, trayendo una compresa fría para poner
en su cabeza. Ella estaba positivamente en la luna. Yo… me senté aturdida,
preguntándome en qué diablos me había metido y si era demasiado tarde para
largarme.
—No llego demasiado tarde, ¿verdad? —dice Griffin, cruzando la puerta de la
oficina del doctor, sacándome de mis pensamientos.
Miro directamente a su entrepierna. No puedo evitarlo. No lo hago
intencionalmente. Pero desde que pensé en él masturbándose en la habitación de al
lado, no puedo evitar mirar su anatomía cada vez que lo veo.
—No, no nos han llamado todavía. —Erin se inclina para besarlo.
—Oh, bien, solo iba a sentarme aquí y esperarlas, de todos modos. —Se
acomoda en el asiento junto a Erin.
—¿Qué? Eso es jodidamente loco. —Hago una mueca ante mi elección de
palabras—. Lo siento. —Romper mi hábito de maldecir ha resultado incluso más
difícil que dejar la bebida y los hombres—. Este es su hijo. Ambos necesitan estar allí.
Erin agarra mi mano mientras sus ojos se empañan.
—¿Señorita Mitchell? —llama la enfermera. Los tres compartimos una mirada
de emoción, o tal vez de pánico, cuando nos dirigimos a la parte de atrás.
La técnico de ultrasonido me hace desvestirme de la cintura para abajo y
ponerme en una mesa como si tuviera un examen pélvico. Cubre con una manta mi
mitad inferior y luego invita a Erin y Griffin a pasar. Toman asiento en el lado
opuesto a la técnico y el monitor.
La técnico recoge una larga varita que ni siquiera es tan gruesa como mi
vibrador. Parece tener un condón sobre ella. Rocía un poco de lubricante y suelto
una risita, alzando una ceja ante eso. Ella dice:
—Relájate, esto no dolerá ni un poquito.
Echo un vistazo a Erin, que está rebotando nerviosamente en su silla, y a
Griffin, que parece avergonzado mientras la técnico desliza la varita dentro de mí.
—Deberíamos poder determinar tu fecha exacta de parto y puede que incluso
veamos el latido de tu bebé —dice la técnico, sonriéndome.
—No mi bebé. Su bebé. —Hago un gesto a Erin y Griffin—. Solo soy la
incubadora.
—Awww, ¿eres una madre subrogada? Eso es impresionante —dice.
—Es impresionante —concuerda Erin—. Total y completamente impresionante.
—Me sonríe.
La varita se mueve dentro de mí mientras la técnico pulsa sobre el teclado. Deja
de moverse.
—Ahí. —Señala al monitor—. La cosita que parece un frijol, ese es su bebé —
dice, mirando a Erin. 25
Erin agarra la mano de Griffin y mi mano al mismo tiempo. Veo el pequeño
corazón latiendo en el monitor y estoy genuinamente feliz. Feliz por Erin, porque va
a tener el bebé que siempre quiso. Feliz por mí, porque no tengo sentimientos
maternales innatos hacia el frijol en la pantalla.
Me doy cuenta de que ya no estoy mirando el monitor. Estoy observando las
emociones fluir del rostro de Erin. Toma aire. Lágrimas llenan sus ojos. Está
completamente sin palabras. Su mandíbula cae mientras absorbe la primera foto de
su bebé.
Su bebé… el bebé de ellos. Nunca pensé en él como mío. Simplemente lo veo
como hacer una donación. Puede estar creciendo en mi cuerpo, pero eso no lo hace
menos suyo. Simplemente lo mantengo por ellos por el momento.
Miro a Griffin para verlo hacer lo mismo: observar a Erin. Es obvio que está
haciendo esto por ella. No es que no le gusten los niños. Ha jugado con Maddox unas
cuantas veces cuando Baylor nos llevó a su casa. Puedo decir que será un gran papá.
Es solo que puedo ver que ser madre es el sueño de la vida de Erin. Y aunque puede
que no sea el de Griffin, no va a negarle eso.
La técnico nos dice todo sobre el tamaño del bebé, el peso, fecha de parto.
Imprime una imagen y Erin la mira fijamente mientras la técnico me limpia.
Le tiende la imagen a Griffin y se inclina sobre la mesa para darme un abrazo.
—Te quiero, Skylar Mitchell. —Solloza—. ¿Sabes cuánto te quiero? ¿Incluso
entiendes lo increíble que es el regalo que nos estás dando?
Las lágrimas me nublan la vista. Casi me siento egoísta. Esto es lo que quería
todo el tiempo. Sentirme bien por hacer algo significativo. Sin embargo, no me siento
merecedora de todos los elogios que me está dando. Parece tan simple, lo que estoy
haciendo por ellos. Lo haría de nuevo en un abrir y cerrar de ojos.
Sin otro pensamiento, digo rápidamente:
—Estaría encantada de ayudar a darle al pequeño Frijol un hermano si alguna
vez lo deseas.
Erin hunde su cabeza en mi pecho, todavía aplastándome con su abrazo
dominador.
—Eres la persona más increíble que alguna vez caminó por la tierra. ¿Sabes eso?
Mi humilde mirada encuentra a Griffin, que se ríe del abrazo sofocante de Erin.
Levanta una ceja hacia mí.
—¿Frijol? —pregunta.
Simplemente asiento e intento ignorar la electricidad que brota a través de mí
cuando pone una mano amable en mi brazo.

26
—Eres mi mejor amiga —dice Erin de la nada en un almuerzo tardío al que me
ha invitado—. Está bien, sé que tienes muchos amigos y sé que crees que lo digo
porque estás haciendo esto por mí. Pero te equivocas. Creo que eres una persona
divertida, amable, generosa, que me honra conocer. Tal vez no se supone que lo diga.
Tal vez eso no lo hace tan genuino. Pero no tengo muchos amigos. —Hace un gesto
hacia su cuerpo—. Esto tiende a intimidar a las mujeres, así que no hago amigos con
facilidad. Pero no parezco intimidarte en absoluto. Y quería que supieras que,
aunque no soy tu mejor amiga, eres la mía.
Le doy una sonrisa triste y miro mi ensalada.
—He pensado en esto. Mucho, de hecho. Y Erin, tienes que admitir que podría
ser muy incómodo una vez que llegue el bebé. Entendería completamente si no
quieres pasar tiempo a mi lado. Quiero decir, si yo fuera tú, no querría que estuviera
cerca, haciendo que el pequeño Frijol se preguntara quién soy y todo eso.
Se acerca para agarrar mi mano.
—¿Estás bromeando? Eres la tía Skylar —dice—. Nunca he pensado por un
minuto que te quitaría al bebé de tus brazos y nunca te vería de nuevo. No soy así.
Tampoco Griffin. Vengo de una gran familia, Skylar. Sé más que nadie que se
necesita un pueblo para criar a un niño. Griffin y yo ya hemos hablado sobre esto.
Tan pronto como el bebé sea lo suficientemente mayor, él o ella sabrá la cosa
maravillosa que hiciste. Nunca lo mantendría en secreto. No tenemos nada que
esconder y quiero que seas parte de nuestra familia. Hablaba en serio antes cuando
dije que te quería.
—¿Cómo puedes no tener amigos, Erin? Es posible que seas la persona más
bonita y genuina que he conocido —digo—. Y sí me intimidas, por cierto. Eres
preciosa. La mayoría de las mujeres mataría por tu cabello. Tienes realmente
grandes pechos. Eres muy dulce. Y tu esposo es sexy como el infierno. ¿De qué no
estarían celosas?
Se ríe.
—No lo entiendes, ¿verdad? Yo soy la celosa. Llevas esta vida despreocupada.
Siempre has estado saludable. Puedes tener un bebé que es algo que nunca podré
hacer. Y ni siquiera te das cuenta de lo hermosa que eres. Especialmente ahora. Es
verdad lo que dicen de las mujeres embarazadas estando resplandecientes, ¿sabes?
Toma un trago de su té helado mientras la estudio, tratando de verme desde su
perspectiva. Entonces, pregunta:
—Así que piensas que mi marido es sexy, ¿eh? —Se ríe.
—Bueno, obvio. Tengo ojos —dije—. ¿Te molesta que las mujeres lo deseen?
Uh, quiero decir, no yo, pero, ¿otras mujeres? —Soy una terrible mentirosa.
Intenta contener su sonrisa.
—No. En realidad, no —dice—. Sé lo que tengo. Si no se alejó de mí cuando
estaba calva y enferma, estoy bastante segura de que no lo hará ahora.
—Es un buen hombre el que has atrapado. 27
—No sabes ni la mitad —dice—. Ni siquiera estábamos enamorados cuando se
encargó de cuidarme. Habíamos estado saliendo solamente un mes cuando me
dieron el diagnóstico en mi último año de secundaria. Comencé la quimioterapia y
la radiación de inmediato. Perdí mi cabello. Me veía increíblemente demacrada.
Estaba enferma casi todos los días durante meses. La mayoría de mis amigos estaban
asustados por la "chica con cáncer". Pero no Griffin. Supongo que es porque ya había
pasado por eso antes.
—¿Antes? —pregunto con horror—. ¿Tenía otra novia con cáncer?
—No. Su mamá —responde—. Murió de cáncer de seno cuando tenía quince
años. Su padre se perdió en el alcohol, dejando a Griffin a cargo de su mamá. Estaba
realmente un poco sorprendida cuando dijo que no me dejaría, sabiendo que podría
terminar tan mal. Pero siempre parecía saber exactamente lo que necesitaba, en el
momento exacto. Después de mi cirugía, pensé que podría dejarme porque no sería
capaz de tener hijos. Pero fue entonces cuando dijo que me amaba… en el hospital
justo después que desperté de mi histerectomía. Dijo que me quería y que siempre
me cuidaría.
—Eso es horrible —digo—. No que se haya quedado contigo, sino sobre su
mamá.
—Sí, fue difícil para él tratar de ser el adulto de la familia cuando era tan joven.
Su padre finalmente entró en rehabilitación unos años después de que su madre
muriera, pero dañó su relación más allá de poder arreglarla. —Una sonrisa curva sus
labios—. Ahí es cuando se convirtió en fotógrafo, ¿sabes? Cuando su madre estaba
muriendo. Quería tener fotos para recordarla, así que tomó miles de ella en los
últimos meses. Oh, oye, eso me recuerda, Griffin se va a África la próxima semana
para una sesión de fotos de National Geographic. ¿Puedes creerlo?
—Jodida mierda, ¿de verdad? —digo.
Se echa a reír por mi metida de pata. De repente, toma sus sienes, haciendo una
mueca de dolor.
—¿Estás bien? —Pongo mi mano sobre la suya—. ¿Qué sucede?
No habla. Toma algunas respiraciones largas y profundas, como una mujer en
trabajo de parto. Gime, cerrando los ojos, y veo gotas de sudor emerger, salpicando
su labio superior.
—Erin, ¿estás bien? —pregunto de nuevo, sin estar totalmente segura si
siquiera me está escuchando.
Finalmente asiente ligeramente, frotándose las sienes.
—Sí, creo que tengo una migraña. Solía tenerlas cuando pasaba por… por… uh.
—Me mira fijamente.
—¿La menopausia? —le pregunto, completando su frase que no pudo terminar
por el dolor.
—Sí. Menopausia —dice.
Le hago un gesto a la camarera y pido la cuenta.
28
—Vamos. —Rápidamente dejo algo de dinero en la mesa—. Necesito llevar a mi
mejor amiga a casa.
4
E
rin me escribió diciendo que necesitaba estar en casa a las diez de la mañana
para una entrega. No era problema. He estado vomitando hasta los
pulmones durante las últimas semanas, así que no salgo del apartamento
hasta casi el mediodía. Y aunque no he visto mucho a Erin desde nuestro
almuerzo, me envía un paquete de galletas dulces, ginger ale, manzanas verdes, y
todo lo demás que se supone me ayude con las náuseas matutinas.
Estoy empezando a preguntarme si está pensándoselo dos veces sobre nuestra
amistad. Tal vez dijo todas esas cosas sobre las mejores amigas y “la tía Skylar”
cuando todavía estaba encantada con el ultrasonido. Podría haber ido a casa y
pensado al respecto y ahora está alejándose para que no sea tan malo cuando me deje
como si fuera una papa caliente al segundo en que Frijol nazca.
El timbre suena justo cuando termino de lavarme los dientes después de mi
última sesión de vómito. Perfecta sincronización, pasará casi una hora antes de
volver a vomitar. Es lo mismo cada día. Tres veces con una hora entre cada una. Por
el lado bueno, solo he ganada medio kilo en diez semanas.
Observo por la mirilla para ver una cabeza oscura de cabello desordenado, pero
perfectamente esculpido.
Griffin Pearce.
Antes de darme cuenta de qué hago, mis manos van a mi cabello, soltándolo de
los confines de mi coleta. Bajo la mirada para ver qué llevo puesto, asegurándome de 29
que no está salpicado de vómito. Mientras doy un millón de gracias por acabar de
cepillarme los dientes, lentamente abro la puerta prometiendo no mirar su
entrepierna.
—Hola, Skylar —dice en esa profunda voz suya.
¿Es su intención que su voz exude sexualidad o lo hace por su cuenta?
—Eh, hola. —Asomo mi cabeza y busco en el pasillo a Erin.
Está solo. De repente, me siento cohibida. A solas con el hombre cuya
entrepierna estoy intentando evitar mirar no es una buena posición en la cual estar.
No sé a dónde mirar. Trato de mirar sus ojos, pero esos ojos gris acero que me
quemaron la primera vez que lo vi, no harán que mis fantasías llenas de culpa con él
desaparezcan. Le sonrió rápidamente y luego me hago a un lado para que entre.
Entra a mi apartamento, dejando un rastro de su aroma mientras cierro la
puerta tras él, luchando por no inhalar profundamente por mi nariz.
Se me ocurre que es la primera vez que estamos juntos sin Erin. Hemos
socializado en muchas ocasiones. Hemos salido a cenar. Hemos ido a barbacoas en
casa de Baylor. La familia de Erin me ha invitado a su casa en White Plains. Incluso
vinieron al almuerzo de los domingos con mi familia un par de veces. Pero Griffin y
yo nunca hemos estado solos. Hasta ahora.
En mi apartamento.
Con una cama.
Mi estómago se revuelve y me pregunto si vomitaré de nuevo o si son aleteos
de nervios.
Recuerdo la declaración de Erin sobre que Griffin jamás la engañaría. Lo cual
es bueno, porque nunca le haría eso a ella. Nunca. Soy muy consciente de que
probablemente he arruinado suficientes matrimonios en mi vida. No voy a arruinar
el de ellos. Y sé que él no me pondrá en esa posición, pero solo digo… si lo hiciera, no
iría ahí.
Sin importar lo mucho que me encantaría pasar mis dedos por su cabello negro
como la tinta.
Sin importar cuánto de su especiado aroma penetre en mí.
Sin importar lo mucho que quiero que esa corta barba se frote entre mis muslos.
Basta, Skylar.
—¿Ya está aquí? —pregunta, sacándome de mis inapropiados pensamientos.
—¿Ya está aquí qué? Erin dijo que habría una entrega, pero no dijo qué. Pensé
que sería otro de sus paquetes para las náuseas matutinas.
Me mira con preocupación.
—Me dijo que estabas bastante enferma. Lamento eso.
—No es tan malo. Un par de horas en la mañana y luego prácticamente estoy
lista para el resto del día. Por lo general, trabajo en el restaurante de una a diez, así
que no es un problema. 30
—Bien —dice—. Déjame saber si hay algo que pueda hacer.
—Entonces, ¿el paquete? —pregunto, intentando distraer mis caprichosos
pensamientos de todas las cosas que puedo pensar que él podría hacer para hacerme
sentir mejor. Culpo a mis hormonas del embarazo.
—Oh, claro. Te compramos una bicicleta —dice—. Sabemos que te gusta
montar, pero puede ser peligroso por la ciudad con todo el tráfico, en especial cuando
empieces a aumentar de tamaño. Así que te compramos una fija que puedes montar
aquí en tu apartamento.
Mis ojos se amplían y miran fijamente los suyos.
—¿Me compraron una bicicleta estática? ¿En serio?
—Sí. —Sonríe y aparto la mirada, nerviosa como una colegiala—. Debería llegar
en cualquier minuto —añade.
—Así que, si será entregada, ¿por qué estás aquí? —Me doy cuenta tarde de que
ese comentario podría haberme hecho sonar un poco perra—. Eh, no es que no quiera
que vengas. Quiero decir, no que no deberías haber venido. Está bien que estés aquí,
pero, ¿por qué habrías de venir si el repartidor va a venir?
Oh, Dios mío. Deja de decir venir, Skylar.
—¡Argh! —Me cubro los ojos y trago mi vergüenza.
Se ríe.
¿Eso significa que sabe el efecto que tiene en mí? Apuesto a que todas las
mujeres se ponen coquetas con él. Estoy segura que no es nada nuevo. Es un
fotógrafo sexy que probablemente tiene hermosas modelos cayendo a sus pies.
—Ignórame. Las hormonas del embarazo me ponen estúpida —digo, dándome
cuenta que una vez más me estoy sonrojando frente a Griffin. ¿Qué tiene este hombre
que hace exudar mi rostro de emoción cuando está cerca?
—Está bien —dice—. Estoy aquí para armarla. Entregarán la bicicleta, pero no
la armarán.
—Oh, bueno, gracias. —Trato de sonar agradecida, pero no estoy exactamente
feliz de que vaya a estar aquí por un rato. Mientras más rápido salga de aquí, mejor.
Estar cerca, y desear, al esposo de Erin me hace sentirme una zorra por dentro.
Miro mi reloj, rezando para que el timbre suene y alivie la tensión que he
creado.
—¿Puedo ofrecerte algo de tomar? —pregunto.
—Agua estaría bien —dice.
Camino la corta distancia desde la sala de estar hasta la cocina estilo galería.
Puedo verlo mirando mi apartamento desde donde estoy de pie junto al refrigerador.
Empieza a mover las cosas alrededor, supongo que haciendo espacio para la bicicleta.
Despeja un área en un rincón alejado, detrás del sofá. No es donde la habría puesto,
pero me quedo en silencio, ya que estoy fascinada mirando sus músculos flexionarse
mientras aparta las estanterías.
Salgo de la cocina y le entrego una botella de agua.
31
—Estaba pensando que cerca de la ventana sería mejor. De esa forma, al menos
puedo ver el exterior mientras la utilizo. —Y puedo ver esos músculos mover los
muebles de nuevo.
—Puedes ponerla ahí si quieres, pero la bicicleta viene con un monitor grande
que puedes programar para montar en casi cualquier parte del mundo. Puedes
montar por parques nacionales, o hacer el Tour de Francia. O montar en un volcán
en Hawái. De hecho, es bastante genial. Probé una en la tienda deportiva.
Mi mandíbula cuelga abierta. Sé lo costosas que son esas cosas. Además, creo
que debes comprar una suscripción mensual para usar los recorridos programados.
—Joder, Griffin. No debiste gastar tanto dinero.
—No te preocupes —dice—. Y no digas joder.
—Tú no digas joder —bromeo.
—Solo digo joder porque dices joder. —Niega—. ¿Por qué ambos no paramos
de decir joder?
Compartimos una risa y me siento en el lado opuesto del sofá. Reviso mi reloj
de nuevo.
—¿Todo bien con Erin? —pregunto, intentando pasar el tiempo—. Parece que
desde el ultrasonido, ha estado evitándome. No está teniendo dudas sobre Frijol,
¿verdad? —bromeo. Bueno, creo que es una broma. Hablo medio en serio.
—No estoy exactamente seguro de lo que está pasando con ella. —Se reclina en
el sofá, apoya un tobillo sobre su rodilla y juguetea tentativamente con sus cordones.
Luego frunce el ceño y da una pequeña sacudida de cabeza como si algo acabara de
ocurrírsele. Me mira—. Ha estado actuando diferente desde que regresé de África.
Tal vez todo esto es un poco abrumador. Quiso un bebé durante tanto tiempo, y
finalmente está pasando. Creo que debemos darle más tiempo para procesarlo.
Estoy por preguntarle cómo le fue en su viaje en África cuando el timbre suena.
Griffin salta del sofá.
—Yo atiendo. —Camina a la puerta y sigue al repartidor abajo. Unos minutos
después, cargan una larga y pesada caja que hace que sus músculos se abulten.
El repartidor es extremadamente apuesto. Grande. Robusto. Rubio. Marcado.
Y me está mirando. La vieja Skylar coquetearía con él implacablemente. Demonios,
la vieja Skylar probablemente se acostaría con él aquí y ahora, dándole una tremenda
propina. La nueva Skylar, sin embargo, preferiría mirar al increíble hombre a su
lado.
—¿Es para ti? —pregunta el tipo.
—Supongo que sí —digo
Me mira evaluativamente mientras Griffin observa.
—No parece que la necesites —dice el repartidor sexy.
—Es exactamente por eso que lo hago —le digo, dándole mi sonrisa más
32
engreída.
—Maldición. —Se gira a Griffin—. Eres un tipo con suerte.
—Oh, no estamos juntos —dice Griffin.
Incluso aunque es cierto —y sé que estar con él no es siquiera una remota
posibilidad en alguna vida—, que lo diga escuece en mi corazón momentáneamente.
El mensajero alza una ceja.
—Entonces, no te importaría si la invito a salir.
No fue una pregunta.
El rostro de Griffin se endurece.
—Puede que no estemos juntos, pero está llevando mi bebé —dice.
Todo el aire desaparece de la habitación, llevándose lo que queda en mis
pulmones.
¿Qué mierda?
Mi mandíbula todavía está en el suelo cuando Griffin le entrega al tipo un billete
de veinte de camino a la puerta por la que prácticamente salió corriendo.
La puerta se cierra.
—¿Qué demonios fue eso? —le espeto.
—¿Qué? —Se encoge de hombros inocentemente.
—No me salgas con qué. —Alzo mi voz—. ¿Por qué tenías que decirle eso?
Probablemente cree que soy una zorra.
—¿Por qué te importa lo que el repartidor piense?
—¡No tienes ningún jodido derecho a decir cosas como esas! —grito.
—Deja de decir joder —dice calmadamente.
—Diré joder cuando quiera decir joder. Como en, jódete, Griffin. ¡No tenías
derecho a decir esa mierda!
Se ríe, lo que solo alimenta mi rabia.
—¿Me estás diciendo que saldrías con ese tipo?
—No, no habría salido con ese tipo —digo—. Pero no estás en posición de tomar
esa decisión por mí.
—Solo intento mantenerte a salvo. Podría haber sido un asesino psicópata, por
lo que sabes —dice—. Y si recuerdo, dijiste que habías dejado de ser promiscua. Fue
una de las razones por las que quisiste hacer esto. —Asiente a mi todavía vientre
plano.
—Bueno, gracias, papá —digo de forma petulante—. Pero creo que puedo
cuidarme yo solita. Tengo veinticuatro jodidos años y he llegado hasta aquí sin tu
maldita ayuda.
—Tal vez te trataría como alguien de veinticuatro años si dejaras de maldecir
33
como una adolescente rebelde —dice, irritado.
—Tal vez dejaría de maldecir si dejaras de bloquearme las pollas —replico.
—Oh, así que sí quieres tener sexo. —Se cruza de brazos.
—¡Ugh! —Pateo la gran caja con mi pie y luego hago una mueca cuando una
descarga de dolor irradia por mi pierna—. ¡No! No quiero tener sexo —digo—. Pero,
seré quien decida eso, no tú.
Oh, mierda. Mi estómago pesa y siento una segunda ronda venir. Sin tiempo de
correr al baño. Apenas llego al cubo de basura de la cocina donde vomito el resto de
la manzana verde que comí de desayuno.
Mi cabello cuelga sobre el cubo y antes de terminar de vomitar, siento a Griffin
agarrar mi cabello y apartarlo de mi rostro. Coloca una mano suavemente en mi
hombro.
¿Cómo es que estoy vomitando en un basurero y en lo único en que puedo
pensar es en el calor que él envía a través de la delgada camisa que tengo puesta?
Me siento en el suelo y dejo que mi estómago se recupere. Griffin rebusca en
mis gabinetes, encontrando un vaso para llenarlo de agua fría. Me la entrega con una
servilleta para limpiar mi rostro.
Estoy horrorizada de haber vomitado frente a él.
Por otro lado, tal vez la pura mortificación de que me vea así detendrá los
sueños eróticos que sigo teniendo con él.
—De verdad lo siento. —Estira su mano para ayudarme a levantarme—.
¿Provoqué eso por molestarte?
—No. —Miro mi reloj—. Vino según lo previsto.
—¿Tienes un horario de vómito? —Se ríe.
—Básicamente —digo—. Al menos es predecible.
Saco la bolsa de la basura y la ato, luego la llevo a la puerta. Me la arrebata.
—Déjame encargarme de esto.
—Dios, no —digo, tomándola—. Lo haré yo misma. Hay un conducto para la
basura en el pasillo.
—Creo que puedo hacerlo, Sky. —Toma la bolsa a pesar de mi obvia
mortificación por eso.
—Lar —digo.
—¿Eh? —pregunta, abriendo la puerta.
—Es Skylar, no Sky —digo—. Nadie me llama Sky. —Siempre lo he odiado. Es
muy personal. Como un término afectuoso. Un nombre de cariño. Una forma de
acercarse. Pero no demasiado.
Así que, ¿por qué parte de mi quiere patear mi propio culo por decirle que no
lo use? Entonces otra parte de mi quiere patear el culo de esa parte por pensarlo.
34
—Oh. Parece un apodo tan obvio —dice.
Voy a cepillarme los dientes y tomar una larga ducha. Mientras menos tiempo
pase con él, mejor. Simplemente no estoy segura si eso es porque es jodidamente
sexy, o porque ha descubierto cómo enfurecerme.
Una hora después, cuando salgo de mi cuarto, la bicicleta está instalada y el
empaque, junto con Griffin Pearce, se ha ido de mi apartamento.
5
M
indy mira fascinada mientras inhalo la hamburguesa grasienta y el batido
de chocolate que colocó delante de mí hace unos minutos. Sus ojos se abren
de par en par, presumiblemente sorprendidos de cómo una pequeña mujer
puede arrasar con tal cantidad de comida que haría que un hombre hiciera
una pausa.
No me importa. Me estoy volviendo hambrienta. Ahora que mis náuseas
matutinas han disminuido, ansío carne. Montones. Lo tengo todo el tiempo. Mis
arterias comienzan a implorar compasión.
Gracias a la bicicleta estática que Erin y Griffin me compraron, estoy
manteniendo los kilos a pesar de mi nueva obsesión con la carne, y solo he ganado
dos kilos en doce semanas.
Doce semanas es aparentemente motivo de celebración, según Erin, quien ha
sido más como su viejo yo los últimos días. Dijo que esto es cuando puedes respirar
fácilmente y comenzar a decirle a la gente sobre el embarazo. Está de camino al
restaurante para llevarme a comprar ropa de maternidad durante nuestro tranquilo
sábado por la tarde. No es que las necesite. De hecho, mis vaqueros ceñidos recién
ahora empiezan a sentirse ajustados. Quiero decir, todavía no hay mucho del
pequeño Frijol. Erin dice que tiene cinco centímetros de largo, aproximadamente del
tamaño de un limón. Pero ha insistido en que comencemos a comprar ahora, así
cuando llegue el momento, estaré elegante y chic. Dos palabras que nunca he
asociado con el embarazo, pero lo que sea.
35
Volviendo del baño después de limpiarme, veo a Erin caminando por el
restaurante. Sostiene dos flores. Una rosa roja y alguna flor blanca. Es una orquídea
o lirio, o tal vez un tulipán. No sé mucho acerca de flores. Tan pronto como cualquier
hombre se presenta con ellas, es mi señal para correr como un demonio. Las únicas
flores que conozco son las falsas que tenemos en las mesas del restaurante.
Se acerca a mí con los brazos extendidos, sosteniendo las flores hacia mí, una
en cada mano. Una sonrisa brillante curvando sus labios.
—Escoge una —dice.
—¿Por qué? —pregunto con escepticismo—. ¿Es una prueba?
Sonríe en silencio.
Trato de analizar lo que me pide que haga. La rosa es la elección obvia. Es la
flor del amor, la flor para ir casi en cualquier ocasión. Una que la mayoría de las
mujeres probablemente seleccionaría. La blanca me recuerda a la Pascua. O quizás
a funerales. No estoy segura de cuál, pero me gusta. Trae recuerdos del campo detrás
de nuestra casa de la niñez. La casa que ahora es la de Baylor. Piper, Baylor y yo
corríamos por ese campo durante horas jugando a las escondidas y luego elegíamos
las flores blancas más bonitas para llevarle a mi mamá.
Se ríe.
—Solo elige una, Skylar —dice, poniendo los ojos en blanco ante mi vacilación.
Tomo la blanca. Nunca me gustó coincidir.
Me abraza.
—¡Oh, Dios mío, vamos a tener un niño! —exclama.
La dejo abrazarme. Ya me he acostumbrado a sus abrazos. A veces incluso le
devuelvo el abrazo, porque, seamos honestas, es el único afecto humano real que he
tenido en casi seis meses.
Y, maldita sea, estoy cachonda. La fase del vómito de este embarazo se ha
transformado en la fase insaciable. Como en: juro que la sangre está siendo
bombeada a mi mitad inferior, haciendo que mi clítoris se hinche en momentos muy
inoportunos. Ayer, en realidad tuve un orgasmo montando la bicicleta estática.
Todas las vibraciones de pedalear… ni siquiera me molesté en dejar de montar. Solo
me agaché y me empujé sobre el borde, ralentizando mi progreso momentáneamente
mientras me retorcía alrededor del asiento.
El domingo pasado en el desayuno, cuando Griffin se inclinó, pasando el
cabello de Erin detrás de su oreja para susurrar algo, casi combustioné en la mesa.
Imaginé lo que sentiría con su cálida respiración fluyendo sobre mi cuello mientras
susurraba en mi oído. Realmente tuve que levantarme de la mesa e ir a aliviarme en
el baño público.
Me he vuelto muy competente en orgasmos silenciosos.
—¿Un niño? —pregunto, mirando la flor en mi mano.
Me lleva a una mesa vacía y me sienta.
36
—Es un cuento de viejas —explica—. Te presentas a una mujer embarazada con
un lirio blanco y una rosa roja. Si escoge la rosa, tendrá una niña. Si elige el lirio, un
niño. —Gesticula hacia la flor que estoy sosteniendo—. Y los lirios blancos resultan
ser mis flores favoritas, así que eso es un bono adicional.
—Hmmm —murmuro—. Una especie de flor femenina para un niño, ¿no crees?
—En realidad, la mitología griega tiene al lirio como un símbolo del erotismo y
la sexualidad, el largo pistilo de la flor sugiere un falo.
—Así que piensas que el pequeñín tiene una pistola larga, ¿eh? —bromeo.
—Si la genética juega un factor, una pistola muy larga.
Oh, diablos. Lo último que necesito saber es lo bien dotado que es Griffin. Mi
boca se hace agua como si el aroma de otra hamburguesa de queso estuviera flotando
bajo mi nariz. Ya puedo sentir la sangre corriendo hacia abajo.
—Uh, Erin —digo—. Realmente no quiero escuchar hablar del falo de tu marido.
Se ríe y agarra mi mano, me empuja y me conduce por la puerta.
—Muy bien, no más charla del increíble miembro de Griffin o de su experiencia.
Vamos de compras.
Oh, Dios, no acaba de decir eso. Juro que es como si pudiera leer mi mente y
deliberadamente estuviera haciendo un esfuerzo para alimentar mis fantasías
atrozmente inapropiadas. Tal vez está tratando de torturarme porque sabe que lo
deseo. Él es la proverbial fruta prohibida, con una larga y talentosa pistola,
aparentemente. ¿Por qué está arraigado en la naturaleza humana querer lo que no
podemos tener?
En el camino hacia la puerta me recuerdo que ella es la única que ha estado con
Griffin, que no tiene comparación sobre la materia. Por lo tanto, racionalizo que él
no puede, de hecho, ser el experto sexual que ella pregona.
Caminamos algunas cuadras a una boutique de maternidad de lujo. Todo el
tiempo, mientras Erin está hablando de lo glamorosa que me va a volver, estoy
pensando en el hecho de que durante varias semanas casi salió de mi vida, salvo
algunos mensajes y un correo electrónico. Pero ahora parece estar bien. Incluso feliz.
Despreocupada. Sea lo que sea, supongo que lo superó. Tal vez Griffin tenía razón y
simplemente necesitaba tiempo para adaptarse a su nueva realidad después de ver
el ultrasonido.
En la tienda, somos recibidas por una señora de ventas que procede a decirnos
exactamente lo que está de moda. Me muestra el vestidor que está dotado con varios
tamaños de "barrigas falsas" que me puedo amarrar para ver cómo se verá la ropa a
medida que vaya creciendo.
Erin escoge un montón de trajes para que me los pruebe. Reúne todo, desde
pantalones de yoga hasta vestidos de cóctel. Ni siquiera puedo imaginar llenar la
parte delantera de los vaqueros de diseñador que me entrega. Seguramente deben
ser para mujeres que tienen gemelos.
La única cosa que noto sobre la mayoría de la ropa que selecciona para mí es
37
que toda muestra un buen escote, algo de lo que tengo una generosa cantidad por
primera vez en mi vida.
—Erin, ¿hay alguna razón por la que crees que necesito hacer alarde de mis
tetas?
—Demonios, sí —responde. Me río porque eso está tan cerca de maldecir como
parece—. Tienes unas tetas increíbles ahora. No quiero decir que no las tuvieras
antes, pero deberías disfrutar de tus curvas voluptuosas mientras las tengas. Ya
sabes, muéstralas un poco.
Le pongo los ojos en blanco.
—¿Por qué querría hacer eso? Los hombres ni siquiera me miran ahora. Y eso
está bien, fue uno de los puntos de hacer todo esto, de hecho.
—¿Estás loca, Skylar? No lo percibes. Haces girar cabezas todo el tiempo, a
donde quiera que vayas. Incluyendo mi propio esposo.
Enrojezco y confío en Dios que ella no note el calor bailando en mi rostro.
—Yo nunca, uh, Erin, yo no...
—Está bien —dice, poniendo una mano tranquilizadora en mi brazo—. Eres
preciosa, Skylar. Los hombres te van a mirar. Griffin te va a mirar. No me molesta.
—Estás imaginando cosas —le digo—. No me mira. No de esa manera. Y no
cuando te tiene, quiero decir, eres sexy. Como la portada sexy de una edición de trajes
de baño de Sports Illustrated. Además, creo que me odia, en realidad. ¿No te contó
sobre nuestra pelea el día que armó la bicicleta?
Se ríe.
—Lo hizo. Creo que es adorable lo protector que es contigo.
—Tal vez pienses que es adorable. Creo que es molesto —le digo—. La semana
pasada en el desayuno, cuando un tipo me siguió al baño, Griffin saltó de la mesa e
hizo un fuerte comentario sobre las mujeres embarazadas que tienen que orinar todo
el tiempo. El pobre hombre ni siquiera se estaba acercando a mí. Solo iba a orinar.
—Te equivocas —dice—. Después de que dejaras la mesa, todos escuchamos al
tipo decirles a sus amigos que iba a regresar con tu número de teléfono. Los hombres
todavía te desean, quieras o no.
—Bueno, espera hasta que esté gorda. Entonces, no necesitaré a tu esposo
bloquea-pollas. —Señalo mi estómago—. Frijol bloquea-pollas se hará cargo del
trabajo.
—¿Estás diciendo que quieres acostarte con un hombre? —pregunta ella,
tentativamente.
—No, en realidad no. —Bajo la voz y miro a mi alrededor para asegurarme que
nadie esté escuchando—. Excepto que estoy realmente cachonda. Quiero decir… todo
el tiempo. Si hubiera una palabra para excitada multiplicada por diez, eso me
describiría.
—Sabes que hay maneras de encargarte de eso, ¿verdad? —Levanta una ceja. 38
—Sí, lo sé. Ya he desgastado mi maldito vibrador —digo, sin vergüenza,
entrando en el vestidor y corriendo la cortina mientras su risa me sigue.
Decido amarrar la barriga artificial de tamaño mediano que dice "seis meses".
La grande, una de "nueve meses", es enorme. No hay forma de que me ponga tan
grande. Me pongo uno de los vestidos nuevos por mi cabeza mientras Erin me habla
desde fuera de la habitación.
—Sé que no tengo derecho a pedirte nada más desde que estás haciendo esto,
un favor más grande que la vida para mí, pero…
—¿Qué es? Solo escúpelo —digo a través de la cortina, ya sabiendo que haré
cualquier cosa que pida. Erin es una de esas personas que no rechazas. Da tanto de
sí misma en todo lo que hace. Es compasiva, amistosa y desinteresada. Todavía me
sorprende que no tenga una multitud de amigos que compitan por su atención.
—Griffin no sabe cocinar, pero no quiero estar cargando con eso todo el tiempo
después de que el bebé llegue —dice—. Esperaba que pudieras darle algunas
lecciones de cocina, ya sabes, siendo que trabajas en un restaurante y tienes acceso
a un montón de excelentes recetas y todo.
Suspiro.
—No es que no quiera —Bien, así queeee, no quiero—, pero, ¿por qué no le
enseñas tú? Eres una buena cocinera. —Es cierto, me ha invitado a cenar varias
veces.
—Sabes que nuestros horarios no encajan muy bien. Trabaja muchas noches y
sé que nunca estaría de acuerdo con los fines de semana, especialmente porque está
un poco indeciso con hacerlo de todos modos.
—¿Indeciso? ¿Quieres decir que no está de acuerdo? —pregunto, asomándome
por la cortina—. Y en caso de que olvidaras lo que dijiste hace dos segundos, trabaja
de noche, entonces no podría cocinar para ti de todos modos.
—Oh, está de acuerdo con eso. —Me guiña el ojo—. Fui muy convincente.
La forma en que lo dice me tiene imaginándolo desnudo y contra la pared
mientras Erin le hace sexo oral. Me oculto detrás de la cortina otra vez, revolcándome
en mis celos porque ella logra verlo desnudo.
—Simplemente no está muy emocionado al respecto —aclara—. Estaba
pensando que podría ayudarme cocinando durante el día. Entonces podría
recalentarlo cuando regrese a casa después del trabajo. Ya sabes, podrías enseñarle
a hacer guisos y cosas así.
—¿No está emocionado? —pregunto—. ¿Sobre aprender a cocinar, o de que yo
le enseñe?
Se ríe.
—De aprender a cocinar, por supuesto. —Echo un vistazo y levanto una ceja
para ver si me está diciendo la verdad. Me da una mirada suplicante—. Por favor,
Skylar. Te pagaré.
—No harás tal cosa —digo.
—Oh, entonces, ¿lo harás? —Su rostro se ilumina. 39
Mierda.
—Podría pasarse por el restaurante durante los momentos menos ocupados.
Digamos, dos o tres de la tarde. Lo que sea que funcione para ti estaría bien. O podría
ir a tu apartamento si eso fuera más conveniente.
Doble mierda.
—No, no, el restaurante estaría bien. Tendríamos muchas más opciones que las
que tengo en casa.
Me saca fuera del vestidor y me abraza. ¿Acabo de estar de acuerdo con eso?
—Gracias. Estoy en deuda contigo.
Miro hacia abajo al precio en la etiqueta del vestido de diseñador que estoy
usando.
—No me debes nada. Cómprame este vestido y estaremos a mano.
Se echa hacia atrás y me sostiene a cierta distancia. Sus ojos se dirigen
directamente a mi vientre con la barriga aumentada artificialmente. Sus ojos se
humedecen. Pone sus manos sobre el bulto como si fuera realmente una extensión
de mí.
—Dios, espero sentirlo moverse.
Arqueo mis cejas.
—No seas ridícula. Estoy segura de que lo sentirás, no por un tiempo todavía,
según ese libro gigantesco que me haces leer. Pero tienes mi permiso para
toquetearme cuando quieras. —Miro a mi alrededor después de repetir las palabras
en mi cabeza—. Eso sonó mal. —Me río, pero ella no lo encuentra gracioso. Me
pregunto si incluso escuchó lo que dije.
Se ve triste, mirando mi barriga falsa. Tal vez desee que Frijol estuviera
creciendo dentro de ella en lugar de mí.
Por supuesto que eso es lo que desea.
Toma un respiro purificador y me mira a los ojos.
—Estás brillando favorablemente en este vestido. Y tus pechos lucen
completamente dignos de babear. Deberías usarlo este lunes.
—¿No crees que todavía es un poco grande para mí en este momento?
—Nadie se dará cuenta del material extra que tienes en la cintura. Estarán
demasiado enfocados en tus pechos. —Estira la mano para bajar el vestido incluso
más, haciendo el hundimiento entre mis pechos más prominente.
—¿Quieres parar? —me quejo—. Ya se están desbordando.
—Solo quiero que te sientas bonita. Deseable —dice—. Porque lo eres. Cualquier
hombre tendría suerte de tenerte. No te olvides nunca de eso. —Suspira—. Así que,
el lunes, ¿de acuerdo?
—Sí, sí, usaré el maldito vestido el lunes. Caray. —Lejos de mí está discutir con 40
una mujer no embarazada que parece más hormonal que yo—. ¿Puedo ir a probarme
las otras cosas ahora?
Me toma un rato pasar por las pilas de ropa que escogió para mí. Al final, nos
decidimos por el vestido realza-tetas junto con otros seis o siete atuendos a la última
moda.
Erin saca su cartera para pagar, dejándola caer al suelo. Va a recogerla y la deja
caer de nuevo. Y otra vez. Y otra vez después de eso. Finalmente me agacho y la recojo
por ella.
—Lo siento. —Resopla con frustración—. Parece que hoy tengo dedos de
mantequilla. —Se encoge de hombros, sacando su tarjeta de crédito torpemente con
su mano izquierda no dominante mientras cierra y abre la derecha una y otra vez.
—¿Estás bien? —pregunto.
—Estoy bien, Skylar. Mi mano se quedó dormida. —Le da al empleado su
tarjeta—. No puedo esperar a verte en estos de nuevo. Vas a ser la mujer embarazada
más sexy de la ciudad.
Decido no discutir el hecho de que lucir sexy no es el punto de todo este ejercicio
de madre de alquiler. Pero si quiere vivirlo indirectamente a través de mí, ¿quién soy
yo para detenerla?

41
6
D
omingo por la tarde, mi timbre suena y miro a través de la mirilla para ver a
un hombre sosteniendo una cesta. Otro paquete de Erin, imagino.
Le doy las gracias al joven que no deja de sonreírme mientras me
entrega la cesta cubierta con papel azul oscuro, escondiendo completamente
el contenido.
Me siento en el sofá y cuidadosamente quito la cobertura. Se me salen los ojos
cuando veo lo que hay dentro. Está lleno de juguetes sexuales. Vibradores de varios
tamaños, un dildo vibrador, una cosa con forma de huevo, tubos de lubricante y
varias cosas desconocidas con nombres como “Conejo feroz” y “Bala vibradora”,
tendré que leer sobre ellos para averiguar exactamente qué son. Dios, solo mirar las
cosas me pone cachonda.
Me río cuando recuerdo el comentario que le hice a Erin sobre romper mi
vibrador. Realmente le gusta ocuparse de mí.
La culpa me traspasa. Si simplemente supiera con quién probablemente tendré
fantasías cuando use esos productos, no solo no me los habría enviado,
probablemente me apartaría de su vida, solo permaneciendo alrededor por Frijol.
Quizás podría pensar en el repartidor de la bicicleta. O el tipo que entregó esto…
también era sexy. Oh, duh, no me extraña que tuviese una sonrisa plasmada en su
rostro. Apuesto a que sabía exactamente lo que había en el paquete.
Tenemos un nuevo camarero en el trabajo, Jarod. Solo tiene diecinueve años.
42
Cabello castaño, fuertes ojos oscuros, un cuerpo hecho para el sexo. Debería soñar
con él. Demonios, incluso Trent, uno de mis camareros, podría provocar una fantasía
sexual decente.
Mientras intento hacer una lista de todos los hombres que deberían reemplazar
a Griffin en mis fantasías, suena el teléfono, haciendo que me sobresalte y suelte la
varita del punto G que estaba sosteniendo.
—¿Lo recibiste? —chilla Erin en el teléfono.
Mis labios se curvan con diversión.
—Si le hablas a alguien sobre esto, te mataré y esconderé el cuerpo.
Se ríe.
—Oh, bien. Entonces lo recibiste. No quería que estuvieses tan… frustrada.
—Ni siquiera sé qué son la mitad de las cosas —menciono. Oh, Dios mío, ¿ella
lo hace?—. ¿Tú sí?
—Solo digamos que la tuya no es la primera cesta que he pedido en esa tienda
particular.
De repente, estoy teniendo pensamientos de la remilgada profesora escolar
yendo a casa con su marido, vistiendo zahones de cuero, quien sostiene un látigo
mientras le ordena que represente actos sexuales frente a él.
Escucho una risa entre dientes.
—Estás imaginándonos a mí y a Griffin usando esas cosas, ¿no es así?
—No. Para nada —miento—. Oh, Dios, Erin. Griffin no sabe sobre esto, ¿no?
—¿Por qué, te avergonzaría saber que Griffin puede pensar en ti usando eso?
—Erin, cállate —exclamo—. Primero, sí, estaría mortificada. Segundo, él nunca
haría eso. No sé por qué sigues diciendo ese tipo de cosas. ¿Te diviertes con tu marido
ansiando otras mujeres? —me burlo—. Oh, Dios, no querrás hacer un trío, ¿no es así?
—No sé —responde—. ¿Estarías interesada si lo hiciésemos?
¿Qué demonios? Estaba bromeando. Lo sabe, ¿verdad?
Siempre es la gente que parece más inocente quien resulta ser la más
pervertida. Aun así, no hay forma de que haya conocido a Erin por casi cinco meses
sin estar al tanto de esta información.
—Estoy bromeando, Skylar. —Se está riendo. Con fuerza—. Oh, cómo desearía
poder ver tu rostro ahora mismo —dice—. Escucha, te dejaré ir. Sé que tienes un día
ocupado por delante. O al menos lo tienes ahora. —Se ríe entre dientes—. Pero, oye,
no olvides llevar el vestido mañana.
—¿Qué sucede contigo y el vestido? —pregunto.
—Solo creo que te ves realmente hermosa con él, Skylar. Las mujeres
embarazadas también necesitan sentirse hermosas, ¿sabes?
—Sí, mamá, me pondré el vestido —aseguro, poniendo los ojos en blanco.
Nos despedimos y me quedo pensando cuánto ha cambiado en las últimas 43
semanas. Es diferente. Es más abierta. Atrevida. Demandante. Incluso la he
escuchado maldecir un par de veces, algo de lo que pensé que no era capaz. Cada vez
que no reunimos quiere intentar cosas nuevas. La semana pasada, Griffin estaba
trabajando y me invitó a ir a un paseo en carruaje por Central Park. Comentó que
nunca lo había hecho y quería invitarme a la experiencia. Luego quiso probar sushi,
algo que ninguna de las dos había probado antes, pero eso tuve que evitarlo por el
hecho de estar embarazada, no nos está permitido comer pescado crudo. Me imagino
que se está sintiendo más cómoda con nuestra amistad o está queriendo tachar
algunas cosas de su lista por cosas que hacer antes de morir previa al bebé.
Mindy sale de su habitación. Baja la mirada al contenido de mi cesta de regalo,
sus ojos ampliándose cuando lo asimila todo. Pasamos la siguiente hora riendo
mientras leemos las instrucciones de algunos de los productos con batería más
complicados.
Mindy se marcha al trabajo unas horas después.
—Amiga, ni siquiera quiero preguntar qué planeas hacer esta noche. —Me
guiña—. Solo intenta no despertar a los vecinos.
Pongo la cesta en mi habitación y trato olvidarme de ella. Me pongo al día con
algunos episodios de Top Chef. Limpio la cocina. Hago parte del sendero
Appalachian con mi nueva bicicleta. Hago todo lo que se me ocurre para mantener
mi mente lejos de los juguetes que siguen atrayéndome.
Llamo a Baylor.
—¿Qué sucede, hermana pequeña? ¿Ya me echas de menos? —pregunta,
habiéndome visto esta mañana en el almuerzo del domingo.
—Uh, ¿el embarazo pone a todo el mundo cachondo o solo es a mí?
—No me hagas hablar. —Se ríe—. Gavin de verdad dijo que pensaba que iba a
romperle el pene hace unos pocos meses. Estoy de treinta y cinco semanas con una
barriga enorme y, aun así, todo en lo que puedo pensar es en sexo.
—¡Ugh! —Suspiro—. Entonces, ¿no mejora?
—Es diferente para todo el mundo —responde—. Algunas de las mujeres en mis
clases de preparación al parto comentan que no quieren volver a ser tocadas. Algunas
de ellas ni siquiera pasaron por la fase cachonda. Considérate afortunada, Skylar.
—¿Afortunada? —espeto—. Baylor, estoy intentando mantenerme alejada del
sexo, no volver a pensar en eso. Y estoy teniendo unos pensamientos muy
inapropiados sobre gente muy inapropiada.
—No te estás masturbando pensando en Gavin, ¿no? —Se ríe entre dientes—.
Aunque supongo que sería un buen cumplido. 44
—¡Dios, no! Por supuesto que no. —El pensamiento de correrme con su marido
hace que me suba el estómago a la boca.
—Bueno, ¿entonces quién es? —pregunta—. Espera. Déjame adivinar. Trent, el
camarero.
—Ojalá —digo.
—John, el distribuidor de alcohol.
No pensé en él. Lo añado a la lista.
—Dios, esa camiseta apretada que lleva siempre —comento, intentando, pero
fallando, en ponerme cachonda y excitada por él—. Pero no. No es nadie, en realidad.
Olvídalo.
—Hmmm —murmura pensando—. Griffin es bastante sexy.
Intento no soltar mi profundo suspiro en el teléfono.
—Oh, Dios mío, es Griffin, ¿no es así? —chilla—. Estás fantaseando con el padre
de tu bebé, ¿no?
—¡Ugh! Tengo que irme.
—Skylar —dice, deteniéndome de colgar—. Está bien, sabes. Está bien fantasear
con él, o con cualquiera, mientras no actúes sobre ello.
—Nunca haría…
—Sé que no lo harías —afirma—. Y ese es el porqué está bien.
Cuelgo el teléfono y me voy a la cama, sin haber jugado con ninguno de mis
nuevos juguetes. Y aunque Baylor piense que está bien, intento hacer lo imposible
para no pensar en Griffin Pearce.

Suena el timbre. Una vez. Dos veces. Y a la tercera, dándome cuenta de que
Mindy no va a responder, salgo de la cama medio dormida y me tambaleo por mi
apartamento a oscuras para abrir la puerta. Estoy demasiado cansada para
molestarme en mirar por la mirilla. La abro.
—¿Te llegó la cesta?
Abro los ojos de golpe para ver esos familiares ojos gris pizarra, que son incluso
más oscuros de lo que recuerdo. Excepto que ahora están entrecerrados con deseo.
—¿Ella te lo dijo? —La vergüenza hace que incluso mis dedos se enrojezcan.
¿Cómo puede conseguir este hombre que me sonroje? Después de veinticuatro años,
pensé que no era posible. Y no lo es. Excepto por él.
El aire frío se cuela a través de la puerta abierta. Me hace darme cuenta que
solo estoy vistiendo mi camisa para dormir que apenas me cubre las nalgas. Griffin
también lo nota. 45
Pasa su mirada impasible sobre mis piernas desnudas. Puedo sentir sus ojos en
mi piel mientras los recorre sobre mí, haciendo que me pique la piel con calor en
donde mira. Me acaricia con su mirada y estoy justo lo suficientemente adormilada
para dejarle. Sus ojos se amplían cuando acaban en mi pecho, mis pezones
mostrándose bajo el fino material de mi camisa.
Su reacción, aunque incorrecta, me excita. Mi libido, que se mantiene a punto
de estallar constantemente estos días, empieza a hervir al instante por completo por
el calor de su mirada.
—No me dijo nada —dice, su voz goteando lujuria y necesidad—. Soy yo el que
la envió.
Niego con confusión.
—¿Tú? —¿Estaba soñando antes cuando Erin me llamó?
—Sí, yo. —Cruza la puerta sin ser invitado, y la cierra detrás de él—. He visto la
forma en que me miras. He visto el fuego en ti. Sé que estás cachonda. No quiero que
estés con otros hombres. Te compré estas cosas para que no necesites a nadie más.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunto.
—Porque —toma mi mano, tirando de mí por la habitación—, lo entregarían,
pero no lo armarían. —Lentamente me empuja en el sofá—. Estoy aquí para ayudarte
con esto.
—Uh… —Mi mente da vueltas. ¿Es algún tipo de broma? Alcanzo la manta para
taparme, pero me la quita.
—No. —La lanza al suelo detrás de él—. No estoy aquí para ver cómo te cubres,
Sky. Es justo lo contrario.
Camina hasta mi habitación, dejándome en el sofá con un montón de preguntas
sin responder. Me llamó Sky. Está aquí para ayudarme con los juguetes sexuales.
Estoy intentando comprenderlo cuando vuelve a la sala con la cesta.
Sin camiseta.
Oh, Dios mío.
Se arrodilla frente a mí, poniendo la cesta a su lado.
—Llegaremos a esto más tarde. El primero es todo mío.
Antes de que pueda preguntarle qué primero, me separa las piernas y mira
fijamente mi entrepierna. Esboza una sonrisa torcida. Una sexy sonrisa engreída que
hace que se me desconecte el cerebro e ignore todas las razones volando por mi
cabeza que me aseguran lo equivocado que es esto.
Quizás esto era parte del paquete, conjeturo. Tal vez Erin lo envió a mí. Dijo
que él me mira. Dijo que él pensaría en mí usando las cosas de la cesta. Espera, ella
no las envió… lo hizo él.
El deseo me nubla la vista igual que mi juicio. Puedo hacer esto. Podemos hacer
esto y no arruinarlo todo. Solo es una vez. Un pequeño acto. No tiene que significar
nada.
Me tiembla el cuerpo y bajo la mirada para ver a Griffin tocándome ahí, a través
46
de mis bragas húmedas.
Levanta el lubricante con su otra mano.
—No necesitaremos esto —indica—. Estás muy húmeda, Sky. Quieres esto.
—No. No podemos. —Mis débiles palabras son una contradicción directa de lo
que mi cuerpo está diciendo.
—Ella quiere esto, nena. Está bien —asegura, apartando mis bragas húmedas a
un lado, deslizando un largo dedo dentro de mí.
Ella quiere esto. ¿Quién, Erin? Quizás ellos no son quien creía que eran,
después de todo. Quizás quieren meterme en algún tipo de relación polígama.
Griffin añade otro dedo, curvándolos en el interior para encontrar el punto
preciso que hace que eche la cabeza atrás, sin importar quién está haciéndome qué
mientras el resultado sea yo corriéndome, saciando esta necesidad carnal
construyéndose en mi interior.
—Eso es, Sky, monta mis dedos. Justo así. —Baja la cabeza, mostrándome lo
que intenta hacer—. Ahora voy a probarte. Voy a hacer que te corras una y otra vez.
Primero con mi lengua y después con cada cosa en la cesta.
Antes de que pueda protestar, me baña con su lengua. Oh. Dios. Mío. Solo ha
estado con esto treinta segundos y todo en lo que puedo pensar es que Erin tenía
razón. Es jodidamente talentoso.
Se me tensan los muslos. El calor arde a través de mi estómago. Una ola choca
contra mí, arqueo la ingle hacia él, empujando sus dedos más profundamente,
alargando hasta el último estremecimiento de mi orgasmo.
—Griffin… Oh, Dios. ¡Sí! —grito. Abro los ojos de golpe y antes de que los
espasmos desaparezcan, la culpa me inunda. Bajo la mirada hacia Griffin solo para
encontrar que se ha ido, reemplazado por mis propios dedos que todavía están
acariciando mi centro, copiosamente mojado con mis jugos.
Rápidamente miro alrededor para ver que estoy en mi cama. Y estoy
completamente sola. Dejo caer la cabeza contra la almohada.
¡Gracias a Dios!
Un sueño. Eso es todo lo que fue. Otra fantasía sobre el hombre prohibido.
Un inesperado sollozo hace que las lágrimas se desborden de mis párpados, el
líquido salado deslizándose por los lados de mi cabeza y hasta mi cabello.
Simplemente no estoy segura si son lágrimas de culpa o si estoy llorando la pérdida
de un hombre que nunca podré tener.

47
7
E
rin tiene un increíble sentido de la moda. Tengo que admitir que el vestido
me queda muy bien. Incluso el material extra en la cintura parece
intencional. Mi recién encontrado escote es el propósito evidente de este
vestido, y como Erin dijo, por qué no hacer alarde de ello ya que lo tengo.
Me siento muy bien, lo cual es bienvenido teniendo en cuenta que ayer, solo un
día después de enorgullecerme de que todos mis pantalones aún me quedaban, tuve
problemas para abrochar mi par favorito.
Decido peinar mi cabello en una trenza francesa y añado un poco más de rímel
de lo que suelo usar. Incluso tengo las plataformas verdes perfectas para hacer juego
con el vestido. El aspecto me hace sentir nueva y fresca. Tendré que recordar
agradecerle a Erin otra vez más tarde.
Caminando hacia el trabajo, noto algunas cabezas que se giran. Me hace sentir
bien, aunque no haga nada al respecto. La nueva Skylar no tiene ligues.
Sonrío para mí cuando Trent me da un silbido bajo al pasar por la barra de
camino a la parte posterior.
—¡Guau! —Mindy se para en seco para mirar mis tetas—. ¿De dónde salieron
esos bebés? Te ves increíble, Skylar. ¿Cuál es la ocasión?
—No hay ocasión —digo—. Es algo que Erin me compró y me dijo que debería
usarlo. Eso es todo. 48
—¿Puedes pedirle que me vista a mí también? —bromea—. Porque, en serio,
podrías conseguir a cualquier hombre que quisieras usando ese traje.
Pongo los ojos en blanco ante su exageración mientras hago inventario de las
entregas matutinas.
—Oye, hablando de Erin —dice Mindy—, llamó hace un rato para preparar una
lección de cocina para Griffin.
Me pongo rígida No puedo mirar a Mindy. Si lo hago, verá mi rostro enrojecido.
La última persona en la que debo pensar ahora es en Griffin Pearce.
Pregunto con indiferencia:
—¿Y?
—Y preguntó si hoy estabas ocupada a las tres. Revisé tu horario y estás libre —
explica—. Así que Griffin va a venir. —Puedo sentir sus ojos taladrando mi nuca.
—¿Hoy? —Me reprendo por hablar dos octavas por encima de mi tono normal.
Miro el reloj y luego hacia Mindy—. ¿Quieres decir que vendrá dentro de unas horas?
—Sí. ¿Por qué, hay algún problema? —Una sonrisa se forma por su rostro,
convirtiéndose en una completa de suficiencia.
—¿Problema? Uh, no. Pero…
—Pero ¿qué? —Levanta una ceja con astucia—. Pero estabas gritando su
nombre en la cama anoche. ¿Ese es el problema?
Estoy segura de que la sangre se drena de mi rostro.
Afortunadamente, Jarod, nuestro nuevo camarero, viene a la parte de atrás
para decirle a Mindy que tiene una nueva mesa. Me guiña un ojo y se dirige hacia
delante.
Me paso las próximas horas pensando en una excusa para llamar y cancelar.
Tengo el número de Griffin programado en mi teléfono para emergencias de bebés.
Podría simplemente enviarle un mensaje y decirle que estamos ocupados o que un
camarero llamó para decir que está enfermo y tengo que cubrirlo. Cualquier cosa
para cambiar su lección a algún otro día. Cualquier otro día en el que no haya tenido
un orgasmo soñando con él.
Prometo enviar un mensaje cuando termine de hablar con Trent. Bueno, estoy
hablando con Trent… Trent está hablando con mis tetas. Después de decirme qué
poner en la orden de licores de hoy, asiente a una mesa cercana.
—¿Esperas a alguien, jefa?
Incluso antes de darme la vuelta, sé que está aquí. Hay un chisporroteo en el
aire. Provoca que el vello fino de mi cuello se eleve con atención. El oxígeno sale de
mi cuerpo y mi ritmo cardíaco aumenta.
Me doy la vuelta para ver a Griffin sentado en la misma mesa alta que ocupó el
día que nos conocimos. Y como ese día, y todos los días que lo he visto desde
entonces, lleva la misma barba descuidada oscura como la noche en su rostro. Una
varonil pizca de vello grueso a lo largo de su mandíbula que me hace preguntarme si
alguna vez utiliza una cuchilla.
49
Apenas puedo mirarlo, y mucho menos a los ojos. El hombre me dio un
orgasmo de otro mundo anoche. Demonios, prácticamente necesité un cigarrillo
después. No puedo ni siquiera recordar haberme corrido con tanta fuerza antes.
Estoy segura de que tengo tres tonos de rojo cuando finalmente convenzo a mis pies
para caminar los diez pasos hacia su mesa.
—Sé que llego temprano —dice—. Pero acabo de terminar un trabajo cerca.
Puedo esperar hasta que estés lista.
Miro hacia el salón principal. Todavía hay bastantes mesas ocupadas. Trato de
pensar en una manera de salir de esto. Podría decirle a Mindy que fingiera estar
enferma. Pero entonces tendría muchas explicaciones que dar luego en casa.
Además, esto parece ser importante para Erin, así que tendré que hacerlo tarde o
temprano. Podría empezar ahora mismo.
—Trent te puede traer una copa —digo—. Antes de empezar, tendré que
asegurarme de que la mayoría de los pedidos estén listos y que hayamos terminado
de preparar nuestras ofertas de catering para el día. —Me vuelvo hacia Trent—.
Sírvele una copa. Volveré en un momento.
Voy a la cocina para verla en calma después del ajetreo del almuerzo. ¿Cómo
voy a librarme de esto? Voy a mi oficina y busco en mi ordenador portátil un par de
recetas simples que puedo enseñarle. Me conformo con lasaña. Lo imprimo y uso
rápidamente el baño.
Mirando al espejo, recuerdo lo que estoy usando. Lo que Erin insistió en que
me pusiera hoy. Hoy, el día en que envía a su marido a una lección de cocina. A veces
me pregunto si está bien de la cabeza. ¿Lo está poniendo a prueba? ¿A mí? Tomo
algunas respiraciones profundas. Puedo hacer esto. Simplemente necesito
concentrarme en la cocina. Mientras no lo mire, estará bien.
Llevo unas cuantas cosas de regreso a la barra. Los coloco en la mesa de Griffin.
Primero lo primero, digo:
—Puedes elegir entre una gorra y una malla de cabello. —Toma la gorra de
béisbol de Mitchell que le ofrecí—. Y necesitas usar el mandil de cocinero o un
delantal. —Elige el delantal “Coma en Mitchell”.
Me sigue a la cocina.
—¿Cómo me pongo esta cosa? —pregunta, titubeando con las largas correas del
delantal.
Me río cuando lo miro. El hombre no tiene ni idea de cómo ponerse un delantal.
Se lo quito. Me inclino y lo deslizo sobre su cabeza. Cuando lo hago, me doy cuenta
de mi error. Acercarme a él, olerlo, no es una buena idea. Está causando algún tipo
de reacción visceral en mi cuerpo sobre la que parece que no tengo ningún control.
Lo rodeo con los brazos para llegar a su espalda y cruzar las correas, llevándolas
adelante. Nuestros rostros se acercan. Demasiado cerca. Me doy cuenta que estoy
prácticamente abrazándolo y cuando inconscientemente miro a sus ojos acerados,
mi estómago revolotea. Me pregunto momentáneamente si es el bebé moviéndose,
pero recuerdo a Erin diciéndome que probablemente pase otro mes antes de que
pueda sentir eso.
50
Griffin mantiene una distancia respetable, con los brazos extendidos a los
lados, dándome espacio para trabajar. Trato de no pensar en el hecho de que está
envuelto en Mitchell. Se ve muy bien con mi nombre por todas partes. Cierro los ojos
mientras termino de atar el delantal.
—¿Estás bien? —pregunta—. No tienes náuseas todavía, ¿verdad?
Niego.
—No. Desde hace unas pocas semanas. —Me alejo unos cuantos pasos de él, a
donde guardo mi propio uniforme de cocina. Mi cuerpo se relaja un poco al poner
distancia entre nosotros. Me pongo el delantal y el gorro, tomo otra respiración
profunda y me doy la vuelta.
Ahora es su turno de reír. Está mirando el delantal que estoy usando. Lo uso
con tanta frecuencia, que a veces me olvido de lo que dice. Tiene una foto de un cerdo
de dibujos animados y dice 'Todo culo ama un masaje”. Bajo la mirada y siento el
calor subiendo por mi rostro.
Entonces mira mi gorra de béisbol.
—Yankees, ¿eh?
—Bueno, crecí a treinta minutos de aquí. Además, mi amiga Jenna está
comprometida con su entrenador de bateo, Jake Hanson.
—Lo dejaré pasar, ya que sé que tienes que usar una gorra en la cocina —dice,
fingiendo irritación—. Pero te haré saber que, si te veo llevando eso en la calle, la
suerte está echada.
—¿No eres un fan? —pregunto.
—Crecí en Ohio —dice—. Indians hasta el final.
Siento una punzada dentro de mi corazón. Me pregunto si es tan fanático del
béisbol como yo. Mientras crecía, mi papá nos llevó a mis hermanas y a mí a los
juegos de los Yankees, una a la vez. Era su forma de relacionarse con nosotras
individualmente. Algunos de mis mejores recuerdos de la infancia son en esos
juegos. Me hace sonreír pensar que quizá Griffin hará algo así con su hijo.
—Sabes, Jake probablemente podría conseguirte algunos buenos asientos
cuando juegan aquí, si quieres que se lo pregunte.
Su rostro se ilumina.
—¿De verdad? Eso sería fantástico. —Me mira con escepticismo—. Espera, no
me haría usar la mierda de los Yankees, ¿verdad?
Riendo, le digo:
—Bueno, si Jenna viene, probablemente te escupirá si no lo haces.
Contempla esto.
—No creo que pueda, de buena fe, usar nada más que las vestimentas de los
Indians.
Asiento, entendiendo la lealtad a los equipos deportivos. 51
—Podría intentar conseguir entradas para un partido cuando Jenna esté
trabajando.
—¡Ah, eso sería genial!
La sincera sonrisa en su rostro hace que la piel de sus ojos se arrugue. Se ve casi
infantil y, por un breve segundo, me pregunto si el niño que estoy llevando se verá
como él.
Señalo con la cabeza hacia la puerta de la cocina.
—¿Estás listo para empezar? —pregunto.
—Sí —dice—. Oye, gracias por hacer esto. Sé que Erin nos presionó para
hacerlo.
—No es un problema —le digo—. Además, ¿conoces a tu esposa? Es difícil
decirle que no.
Se ríe.
—No tienes ni idea —replica, negando.
Pasamos la siguiente media hora recogiendo suministros, hirviendo planchas
caseras de lasaña, dorando salchichas italianas y hamburguesas, y poniendo los
ingredientes en una olla de salsa.
—Entonces, ¿qué clase de trabajo tenías antes? —pregunto.
Revuelve la salsa exactamente como le indiqué.
—Era para Vogue. Su fotógrafo regular se demoró en Los Ángeles, así que me
llamaron. He hecho cosas para ellos antes.
—Vogue, ¿en serio? —Trato de no sonar muy impresionada, pero lo estoy
totalmente—. ¿Qué fotografiaste?
—Fue un tiraje para el día de San Valentín —dice.
—¿No es muy temprano para eso, unos seis meses antes?
—Con esa antelación hacen las sesiones de fotos —dice.
—Debe ser muy bueno para un tipo como tú estar rodeado de modelos sexys
todo el tiempo —digo.
—No, en realidad no —dice, encogiéndose de hombros—. La mayoría están
retocadas por Photoshop, de todos modos. No tienen comparación con Erin y tú.
Le doy mi mirada de “¿Te ha crecido un tercer brazo?”.
—¿Qué? —dice—. Es verdad. Erin y tú podrían ser modelos.
—Erin podría ser una modelo —digo—. Es preciosa.
—No te subestimes, Skylar —dice—. Eres muy hermosa también. Eres mucho
más natural que las modelos que fotografío. Todas son anoréxicas. Tú eres real. Y ese
vestido que tienes puesto hoy, realmente resalta el verde de tus ojos. Te ves muy bien.
Sonrío cuando rápidamente evita con sus ojos el escote que todavía se asoma
por encima del delantal. Tomo una cuchara de degustación desechable y me acerco
52
a la sartén para tomar otro bocado de salchicha.
Griffin me mira.
—Vas a engordar comiendo tanta carne —bromea—. ¿No es esa tu millonésima
probada?
Abro la boca.
—Dime que simplemente no acabas de desafiar a una mujer embarazada por
comer —le regaño.
—Estaba bromeando —dice, poniendo los ojos en blanco.
—¿No lees ninguno de los libros que Erin compra para ti? —espeto—. Quiero
decir, es Embarazo 101: no digas gorda a mujer embarazada.
—No te estaba llamando gorda —dice, negando—. Te dije que te pondrías gorda
si sigues comiendo. Hay una diferencia. No estaba seguro que fueras consciente de
haberte comido la mitad de la salchicha.
—¡Uf! —Hago puchero, dando pisotones. Lo hizo de nuevo—. No importa que
no dijeras esas palabras exactas —explico—. Todavía me hace sentir avergonzada.
Quiero decir, imagínate que vas a engordar más de lo que nunca has estado, pero no
puedes hacer nada para detenerlo. Y luego alguien señala cuánto comes.
Levanta sus manos en rendición.
—Lo siento —dice—. No volverá a suceder. Por el amor de Dios, Sky, eres
delgada y saludable. No sé por qué estás haciendo un gran problema.
Lanzo la cuchara a la basura con tanta fuerza que rebota.
—Skylar —digo—. Mi nombre es Skylar. No Sky.
—Dios, Skylar —dice, poniendo énfasis en mi nombre. Se acerca y recoge la
cuchara del suelo, depositándola en la basura—. Esas hormonas del embarazo
realmente están jugando contigo.
Mis labios se unen, formando una delgada línea mientras mis ojos lanzan fuego.
Qué idiota. No puedo creer que este hombre me hizo correrme en sueños.
—Joder, ¿te burlas de mí? —pregunto.
—No digas joder —replica.
—Voy a decir joder si quiero decir joder —grito, haciendo que el personal de
cocina se detenga y observe nuestra discusión—. Primero, me dices lo sexy que soy,
aunque estás casado... con mi mejor amiga, podría añadir. Luego, dices que estoy
gorda, ¿y ahora estoy hormonal? Joder, Griffin, hoy te sale todo bien.
Se acerca y susurra con los dientes apretados en mi oído:
—¿Podrías. Dejar. De. Decir. Joder? —Cada palabra entrecortada hace que su
cálido aliento fluya sobre mi cuello. Casi tengo que dejar la cocina. Un Griffin
molesto es aún más sexy que el Griffin regular.
Se aleja y trata de hablar para que yo pueda oír.
—Escucha, Skylar —dice en voz baja, sosteniéndome en mi lugar con su 53
mirada—. En primer lugar, Erin me dijo que te hiciera un cumplido. Dijo que las
mujeres embarazadas se sienten feas y debía decirte que estás bonita. Estoy tratando
de hacerla feliz. Estoy tratando de hacerte feliz. Diablos, ella es tan hormonal como
tú. Llora por lo mínimo actualmente. Deberías sentir lástima por mí. Tengo dos
mujeres que manejar.
—¿Manejar? —pregunto—. ¿Me estás manejando? ¿Y Erin te pidió que dijeras
esa mierda?
—No, no es eso lo que quería decir —dice, alzando las manos derrotado—. Dame
un poco de holgura aquí. Nunca he hecho esto antes. Sí, Erin me dijo que te halagara,
pero decía en serio cada palabra. Eres hermosa. Y debería ser capaz de decir eso sin
que pienses que quiero tener sexo contigo, Skylar. No todos los hombres quieren
acostarse con una hermosa mujer, ¿sabes?
Hermosa. ¿Piensa que soy hermosa? ¿O también Erin le pidió que lo dijera?
—Escucha, ¿podemos acabar esta lección? —pregunto. No puedo decidir si
estoy más enojada porque Erin le dijo que me halagara o porque él realmente no me
ve de esa manera.
Asiente.
—Sí.
Solo hablamos de comida en la siguiente hora mientras hacemos las capas y
luego horneamos la lasaña. Mientras se cocina, le muestro cómo hacer pan de ajo y
realizar una ensalada simple. Cuando lo estamos envolviendo todo para que lo lleve
a casa, le digo:
—Deberías llevarle flores a Erin junto con la cena.
Silenciosamente asiente. Me pregunto si tiene miedo de que le arranque la
cabeza de nuevo. Hago una nota mental para preguntarle a Mindy si el embarazo me
ha convertido en una perra, o si Griffin Pearce lo ha hecho.
—Lirios blancos —digo—. Son sus favoritos.
—Sé cuál es la flor favorita de mi esposa, Skylar —dice con petulancia.
Ignoro su humor amargo.
—Sabes que piensa que Frijol es un chico, ¿no? —pregunto.
Una pequeña sonrisa aparece en su rostro y me pregunto si secretamente quiere
que sea un niño.
—Sí, me habló de la cosa de la flor —dice—. ¿Qué piensas tú?
Me encojo de hombros.
—Creo que simplemente prefiero las flores blancas a las rosas rojas.
Veo otra sonrisa vacilante aparecer en su rostro ante mi comentario. Reconozco
que, como yo, no se cree toda esa cosa del “destino” como hace Erin.
—He oído que algunas mujeres embarazadas que tienen un presentimiento —
dice—. ¿No lo has tenido?
Niego. 54
—Este es tu hijo, Griffin. Trato de no pensar demasiado en ese tipo de cosas.
—Oh, claro —dice con una mirada de culpabilidad—. Supongo que eso tiene
sentido. Lo siento.
Empaco su comida en un recipiente refrigerador.
—Puedes devolver el recipiente cuando vengas para tu próxima lección.
—Entonces, ¿me vas a seguir enseñando? —pregunta—. ¿Aunque hoy fui un
idiota?
Me río.
—Sí. Incluso los idiotas necesitan saber cocinar.
Salimos de la cocina y me entrega la gorra y el delantal.
—Gracias, Skylar. —Extiende su mano hacia mí y la estrecho. Cargas eléctricas
recorren mi cuerpo, y me doy cuenta que no he tenido esta sensación desde la última
vez que puso su mano sobre mí en el ultrasonido hace más de un mes.
Me alejo decepcionada de mí misma porque estoy llevando la cuenta de sus
toques.
8
E
rin está dándoles un recorrido por su casa a Mindy y Jenna. Mi muy
embarazada hermana y yo ya la hemos visto, así que nos quedamos en la
cocina haciendo bebidas para la noche de chicas.
La casa es bastante impresionante. El sentido de la moda de Erin
obviamente se muestra en la decoración. La casa de ladrillos en que ella y Griffin
viven está a tan solo nueve estaciones del metro o un viaje en taxi de seis dólares
desde mi apartamento. Lograron echarle mano a una de las raras propiedades en la
ciudad que tienen un verdadero patio trasero. Son afortunados. Es perfecto para los
niños.
No podría imaginarme creciendo en un lugar sin sitio para correr o jugar.
Nuestra casa en Maple Creek no era lujosa y moderna como muchas de las
residencias en la ciudad de Nueva York. Pero era un lugar en el que podías sentirte
cómodo subiendo los pies sobre la mesa de café o dejando una botella de agua en la
encimera. Y los acres de campo rodeando nuestra propiedad servían para las
interminables horas de jugar al escondite y al “te atrapo”.
De alguna forma, Erin ha logrado ambas cosas. Su casa es lujosa. Es moderna-
contemporánea con todas las últimas tecnologías. Aun así, se siente hogareña. Es un
lugar donde puedo ver niños corriendo alrededor del laberinto de cuartos que se
extienden por los cuatro pisos.
Su sala tiene una pared con un panel de cristal que se desliza, desapareciendo 55
por completo en la pared, creando un enorme espacio interior/exterior que se
extiende hacia un gran patio de adoquines con una cocina y un jacuzzi. Desde donde
nos sentamos en el gigante mesón de la cocina, tenemos una vista clara a través de
toda la planta hasta el patio trasero. Me pregunto cuánto tiempo pasara hasta que
Griffin añada un área de juegos. O tal vez un columpio con un neumático colgando
del único roble que hay.
Colgando sobre la isla de la cocina hay un aparador de acero inoxidable
adornado con lo que sé son cientos de dólares en ollas y sartenes de lujo. Es la cocina
soñada de cualquier cocinero. Me río para mí pensando que Griffin no sabe ni
encender la cocina. No es de extrañar que Erin quiera que aprenda a cocinar. Sería
una lástima si fuera la única que hiciera uso de estas cosas geniales.
Las tres regresan para unírsenos. Mindy y Jenna están alucinando por el
exquisito gusto de Erin mientras acomodo el ordenador portátil para que Piper
pueda unírsenos por Skype.
Baylor sirve daiquiris para todas, haciéndonos a nosotras dos sin licor. Sobre la
isla de mármol negro y granito de la cocina, Erin deja nuestra bandeja con aperitivos
a la que todas contribuimos.
—¿Dónde está el esposo sexy? —pregunta Mindy a Erin.
Sonrío, feliz por el hecho de no ser la única mujer afectada por su hermosa
apariencia.
—Salió con mi esposo sexy —dice Baylor—. Gavin, Griffin y el amigo de Griffin,
Mason, salieron a un club.
Me doy cuenta en este momento de lo bien que Erin y Griffin han encajado en
mi círculo de amigos. Me pregunto si saben que una vez dentro, están ahí de por vida.
Eso significa que estoy sentenciada a una vida de desear al esposo de mi mejor amiga.
Mi cuñado, Gavin, tiene muchas conexiones al estar en el negocio de la
producción de películas. Consiguió una invitación VIP a una exclusiva pre-
inauguración de un nuevo bar en SoHo.
—Qué mal que Jake no pudiera unírseles —le indico a Jenna—. Pero entonces,
estoy segura de que Jake recibe muchas de sus propias invitaciones VIP entrenando
a los Yankees y todo eso.
Jenna asiente y con falsa pretensión, dice:
—Sí, querida, pero se cansa un poco de relacionarse con los ricos y famosos
todo el tiempo.
Nos reímos. Jenna puede pretender ser esnob, incluso aunque, como agente
literaria, trabaja con varios de ellos.
—Jenna, eso me recuerda —interviene Erin—, ¿crees que puedas conseguirnos
entradas para el juego de los Indians la próxima semana? Griffin ha estado hablando
sin parar de eso desde que Skylar se lo mencionó. Es un adicto al béisbol.
—Claro, ¿qué día? —pregunta Jenna—. Juegan de martes a jueves.
—El único día que puedo ir sería el miércoles —responde Erin—. ¿Estaría bien? 56
—Sí, claro —dice Jenna—. Pero no podré ir contigo. Siempre tengo un montón
de reuniones los miércoles. ¿Cuántas quieres?
Erin me guiña un ojo. Ella sabía que Jenna no podría ir el miércoles. Quiere
que Griffin pueda animar libremente al equipo de su ciudad. Me pregunta:
—Vas con nosotros, ¿verdad? En realidad, no entiendo el béisbol y Griffin
necesita a alguien ahí que entienda qué sucede.
—Soy fan de los Yankees, Erin —le recuerdo.
—Eh, béisbol es béisbol —dice.
Jenna y yo compartimos una mirada. Nos reímos ante la inocencia de Erin
sobre la fidelidad de equipo. Erin es hermosa. Es lista. Tiene muchos talentos
escondidos. Pero los deportes para ella son como ciencia de cohetes para un pez
dorado.
Jenna dice:
—Oh, eso debería ser divertido. Lamento perdérmelo. —Sabe lo enormemente
fanática que soy, así que estoy segura de que cree que será divertido verme sentada
junto al enemigo.
—Bien. —Pongo los ojos en blanco—. Consigue tres entradas.
Erin aplaude como una ansiosa colegiala.
—¡Griffin estará contentísimo!
Escucho, “Hola, chicas” de una voz familiar. Giro mi atención a la pantalla del
portátil para ver a Piper sonriendo, sosteniendo su propio daiquiri. Baylor presenta
a Piper a Erin.
Erin mira de Piper a Baylor y a mí.
—Vaya —dice—. Piper, eres igual a Baylor, excepto que tienes los ojos verdes de
Skylar.
—No me digas —dice Piper, sarcásticamente.
Las tres nos reímos y ponemos los ojos en blanco. La gente nos dice eso todo el
tiempo. Piper tiene veintiuno, tres años más joven que yo y cinco años más joven que
Baylor. Éramos muy cercanas al crecer. La única época en que no estuvimos juntas
fue cuando Baylor se fue a la universidad por un año y cuando Piper pasó todo un
semestre en el extranjero en secundaria. A Piper le gustaba tanto viajar que después
de graduarse, decidió convertirlo en un estilo de vida. De vez en cuando regresa a
casa, pero la vemos más a menudo en una pantalla de ordenador que en persona.
—¿Cuándo podemos esperar que nos honres con tu presencia, hermanita? —
pregunto—. No te he visto desde la boda de Baylor.
—Sí, si solo regresas para las bodas de tus hermanas, probablemente nunca te
volveremos a ver —bromea Mindy. Me señala—. Tomaría un milagro para casar a
esta.
Piper se ríe.
—Si logran ese milagro y hacen que mi hermana mayor ate el lazo, no solo
apareceré, sino que planearé toda la maldita cosa. —Comparten una risa cuando
57
murmura algo sobre los cerdos volando.
—¿Podemos pasar a temas realistas? —pregunto al grupo.
Obedeciendo mi petición, Mindy alza una ceja a Erin.
—Entonces, el amigo de Griffin, Mason. ¿Es el mismo Mason del que nos
contaste antes?
Erin asiente, sonriendo.
Los labios de Mindy se curvan en una sonrisa malvada.
—¿Es decir, Mason Lawrence, el sexy y joven quarterback de los Giants de
Nueva York? Salió con tu esposo. ¿Ahora? —Suspira y puedo imaginar la fantasía
desplegándose en su cabeza.
Erin debe notar lo mismo porque rápidamente dice:
—No tiene encuentros casuales. No desde que uno lo llevó a convertirse en
papá.
Mindy la mira decepcionada y nos anuncia a todas:
—Un productor de películas, un fotógrafo y un quarterback profesional. Santa
mierda… casi me siento mal por todas las mujeres que serán rechazadas esta noche.
Me río al pensarlo. Incluso aunque no he conocido a Mason todavía, he visto
fotografías. Y, por supuesto, lo he visto jugar un par de veces. Mindy tiene razón. No
solo sus trabajos exudan atractivo sexual, sino que tienen la apariencia a juego. Son
una combinación mortal, los tres juntos.
Erin rellena los vasos de todas. Las cuatro que no están bebiendo daiquiris sin
licor se ponen más interesantes mientras la noche avanza. Es impactante la visión
que tienes cuando eres la chica sobria en la noche de chicas.
Jenna se pone más divertida cuanto más bebe. Nos cuenta sobre los horribles
manuscritos que le llegan de escritores buscando un agente.
—Una mujer de verdad pensó que un libro sobre una mujer que se enamora de
su gato ganaría un millón de dólares. —Cita algunas partes que causa que incluso a
las que estamos sobrias rodemos por el suelo de la risa.
Piper se pone más adormilada cuanto más bebe. Parece que su cabeza se fuera
a caer sobre el teclado. Por supuesto, eso podría ser por las seis horas de diferencia
y no por el licor. Son las tres de la mañana donde se encuentra.
Arrastra sus palabras al contarnos lo cerca que estuvo de tocar al Dalai Lama
durante su temporada en el Tíbet. Su amiga, Charlie, con quien ha estado viajando
desde el principio, se rompió la pierna, posponiendo su escalada planeada hacia los
pequeños Alpes suizos. Y su última aventura para ayudar a liberar algunos animales
de unas instalaciones de prueba en Alemania, casi las llevó a la cárcel. Es notable la
ausencia de hombres en sus historias. Brevemente me pregunto, no por primera vez,
si no le gustan. Tal vez sucede más con Charlie de lo que parece.
Mindy se pone cachonda mientras más bebe. Está ocupada escribiéndole a
algunas de sus pasadas conquistas para ver quién puede encontrarse con ella más 58
tarde. Creo que está en silencio amargada por el hecho de que Erin no le facilitará un
encuentro con el sexy quarterback.
Erin está más ebria de lo que nunca la he visto. Y, maldita sea, lo único que
quiere hacer es hablar de su esposo.
—Griffin es un amante muy considerado. —Suelta de la nada, deteniendo toda
la conversación.
Los ojos se giran a Erin con las cejas alzadas. Excepto los míos. Desearía que
mis oídos tuvieran tapas que pudiera cerrar y bloquear cualquier historia de Griffin
que podría hacer reaparecer mis futuras fantasías.
—¿Les conté alguna vez la noche en que me quitó la virginidad? —pregunta.
Mindy alza su bebida.
—¡Genial! —dice con voz arrastrada—. Las historias de perder la virginidad son
las mejores. Escuchémosla.
Jenna y Baylor sonríen y asienten, concordando con Mindy. Piper parece
haberse tragado una pastilla amarga. Dice que está cansada y se desconecta.
—Aguafiestas —dice Mindy a la pantalla negra del portátil. Luego se gira a
Erin—. Bien, escupe.
Erin se acomoda en su asiento, sosteniendo su vaso medio lleno hacia Mindy
para rellenarlo.
—Tenía diecinueve —dice—. Mi cabello había crecido un par de centímetros
después de que la quimio terminara, haciéndome lucir como una joven Jamie Lee
Curtis. Claro, había tenido mi… mi hyst… eh, mi… —niega—, cirugía, varios meses
antes. —Todas asentimos con simpatía—. Griffin pasó la quimioterapia conmigo.
Habíamos estado juntos, casi un año. También tenía diecinueve. Un hombre de
diecinueve años virgen. Todavía no puedo creer que alguien tan sexy como mi esposo
no fuera sexualmente activo antes de mí. En especial considerando lo talentoso en lo
sexual que…
—Juntos casi un año, ¿y luego qué? —la interrumpo rudamente, ganándome
una dura mirada junto con una patada de parte de Baylor.
—Oh, lo siento —dice Erin—. Estaba desviándome de la historia.
—¿Qué? —chilla una borracha Mindy—. Me encanta que se desvíe de la historia.
¡Desvíate de la historia!
Afortunadamente, Erin evita los detalles de la magnificencia sexual de Griffin
y se queda en lo básico.
—Bueno, acabábamos de irnos a la universidad. Nuestros dormitorios estaban
en el mismo edificio, así que algunas veces se escabullía a mi piso, incluso aunque
los chicos no estaban permitidos a medianoche. Algunas noches, cuando mi
compañera de cuarto no estaba, se quedaba toda la noche abrazándome. Nos
acurrucábamos en mi pequeña cama sencilla. —Se ríe, su rostro luciendo soñador y
nostálgico—. No era fácil. Ya saben lo grande que es. Incluso en ese entonces, media
metro noventa y dos y estaba construido como un quarterback. 59
»Sabía que tenía miedo de lastimarme después de toda la quimio, la radiación
y la cirugía. Pero éramos jóvenes. Y estábamos cachondos. Así que una noche,
finalmente lo convencí de que estaría bien. Bromeé sobre el hecho de que ni siquiera
tenía que usar un… ah… usar un…
—¿Condón? —pregunta Jenna.
Erin cierra los ojos mientras deja salir un suspiro.
—Sí, un condón.
Me río de Erin. Sigue tropezando con las palabras. Me pregunto si es así como
me ponía cuando bebía mucho.
Erin sigue, contándonos un encuentro romántico que rivalizaría con la historia
de Baylor. Cuando acaba, la miramos. Incluso yo suspiro, y por lo general odio las
mierdas románticas.
—¿Quién sigue? —pregunta Erin.
—Bueno, la mía no es un secreto —comenta Baylor—. Todas leyeron la historia
sobre Gavin y yo.
—Sabes —dice Mindy a Baylor—, nunca seremos capaces de mirar a Gavin a los
ojos de nuevo ahora que sabemos que fue el tipo que hizo todas esas cosas
deliciosamente sucias en tu último libro.
—Sí… solo, ugh —añado, sin necesitar recordatorio de la imagen de mi cuñado
acostándose con mi hermana en las muchas escenas explícitas que escribió.
Veamos… ¿por qué no puedo ver a Griffin así? Como un cuñado. Gavin también
es sexy. Sexy como un modelo. Pero ni una vez ha sido objeto de mis fantasías. Eso
estaría mal a muchos niveles. Si pudiera lograr que mi mente viera al esposo de Erin
igual.
Mindy nos cuenta sobre su novio en la secundaria y su incómodo
desfloramiento en el asiento trasero del auto de su mamá. El de Jenna fue igual de
incómodo, pero con el hermano de su mejor amiga.
Todos los ojos se giran a mí. Estoy segura que he contado la historia antes,
¿verdad? No es un gran secreto. No es nada especial. No fue el amor de mi vida, como
Baylor y Erin. Ni siquiera fue un momento incómodo con un novio. Fue un completo
extraño.
—Mi historia apesta —aseguro—. Fue en un club clandestino. En una fiesta. En
la ciudad. Mis amigas y yo bailamos con estos chicos que tenían fantásticos
movimientos. Era como si nos follaran ahí en la pista de baile. —Hago una mueca—.
Lo siento —digo a Erin.
—No hay por qué jodidamente disculparse —dice sin expresión.
Cada mandíbula en la mesa cae abierta. No creo que ninguna de las otras haya
escuchado a Erin maldecir alguna vez. Aparentemente, el licor la hace hablar sobre
Griffin y maldecir.
—Será mejor que no dejes que Griffin te escuche —le recuerdo—. Odia cuando
las mujeres maldicen.
60
Entrecierra sus ojos, formando un ceño entre sus cejas.
—Eh… nunca le molestó antes. Las chicas maldicen frente a él todo el tiempo.
Cielos, de verdad debo caerle mal a ese hombre. Por supuesto, tal vez no es algo
tan malo después de todo.
Después de que acaban las risas y se rellenan las bebidas, continúo:
—Así que, bueno, era joven. Estaba ebria. Entonces este chico y yo fuimos y
encontramos un armario o algo y solo lo hicimos.
Baylor niega con tristeza. Había escuchado la historia antes. Como escritora de
romance, sé que quería algo más que un rapidito con un extraño.
Jenna dice horrorizada:
—¿Perdiste tu virginidad en un sucio armario en una fiesta?
—No es la gran cosa. Solo no vale la pena tenerlo en cuenta —digo—. Y no dije
que el armario estaba sucio. Pero en realidad no lo sé porque estaba oscuro.
—¿Cuál era su nombre? —pregunta Jenna.
Me encojo de hombros.
Dios, era una zorra. ¿Quién no sabe el nombre del tipo que le quitó la
virginidad? Coloco una mano en mi apenas existente vientre, feliz de tener una razón
para cambiar mi comportamiento.
Baylor coloca una mano en mi brazo y nos miramos. Se siente culpable, como
si me hubiera roto de alguna forma. Como si mi inhabilidad de estar cerca de un
hombre fuera su culpa. Es cierto, fue poco después de que viniera a casa de la
universidad, rota y devastada, cuando tomé la estúpida decisión de dormir con
quien-sea-su-nombre en un armario tan pequeño que ni siquiera hubo espacio para
quitarnos la ropa. Y supongo que no hace falta un loquero que me diga que ver a mi
hermana ser destruida por el amor de su vida, de alguna forma me destruyó. Pero
definitivamente no es su culpa. Demonios, ni siquiera es la de Gavin. Solo sucedió.
Las tonterías pasan. No todos logran un final feliz como en las novelas de Baylor. No
todos están destinados a encontrar su verdadero amor. No todos están destinados a
ser felices.
Erin me mira con tristeza.
—Necesitas a alguien como mi Griffin —dice—. Es muy fácil amarlo. Y
jodidamente sexy también.
Pongo los ojos en blanco ante el millonésimo recordatorio de lo buen esposo
que es.
Baylor hace una mueca y su mano va a su vientre.
—¡Ay! Este pequeño sabe patear.
Los ojos de Erin se abren.
—Baylor, podría… te importaría si…
Antes de que pueda terminar, Baylor agarra la mano de Erin y la pone en su 61
barriga. Erin la mira como si fuera el Santo Grial. Sé el segundo en que siente al bebé
moverse porque sus ojos se llenan de lágrimas y se desbordan.
—Oh, Dios mío, Baylor —exclama. Mira la barriga preñada de Baylor incrédula,
murmurando—: Oh, Dios mío —repite una y otra vez.
Luego llora. Quiero decir… llora a mares. Solloza sin vergüenza mientras deja
sus manos firmemente pegadas al vientre de Baylor.
Finalmente retrocede, con el rímel esparcido por su rostro. Sus ojos brillan por
el estupor del licor. Habla incoherentemente mientras sus sollozos merman. Suelta
un hipo.
—Voy a extrañar esto.
Coloco mis manos sobre las suyas.
—Erin, tener un bebé no significa que tendrás que extrañar algo. Todavía
podremos hacer cosas juntas todo el tiempo. Baylor y tú incluso pueden traer a los
bebés a la noche de chicas si quieren. No te preocupes. Serás una gran madre.
Asiente, limpiándose las lágrimas. Se levanta, tomando una de las bandejas
vacías para llevarla al fregadero. Todas nos levantamos cuando la escuchamos caer.
Corro, sin querer que se corte una mano en un intento ebrio de limpiar los
pedazos de vidrio tirados en el suelo de la cocina.
—Erin, yo me encargo. Ve a recostarte. Es tarde de todos modos y deberíamos
irnos.
Baylor acompaña a Erin arriba a su cuarto mientras barro el suelo. Baja un
minuto después diciendo que acompañará a Mindy y a Jenna a casa, pero que tal vez
debería quedarme para asegurarme que Erin no vomite. Nos despedimos y voy al
cuarto.
El cuarto de Erin es una contradicción de apariencia y olor. Soy
instantáneamente golpeada por el perfume floral cuando cruzo la puerta. Camino
hacia la gran cama de cuatro postes que está rodeada de velos de lino, me hace sentir
como si me acercara a la Bella Durmiente.
Cuando me siento a su lado en la cama, soy abordada por el aroma fuerte de
Griffin. En silencio, me pregunto si el lado de la cama en que estoy sentada es donde
duerme. Entonces, como atraída por instinto, mi mano va a su almohada,
acariciando el suave lino que es tan afortunado de estar bajo su preciosa cabeza
noche tras noche.
Miro la mesita de noche y la encuentro desordenada con una novela de John
Grisham, un cargador de teléfono, unas monedas y una foto de Erin cuando era más
joven y casi sin cabello. La culpabilidad cesa mis caricias sobre su almohada. Debo
reconocérselo, tiene la cosa del romance dominada. Conserva una foto de su esposa
casi calva al lado de su cama para recordarle que cree que es hermosa sin importar
cómo se vea.
He estado celosa de mujeres muchas veces. Celosa de cómo se ven. Celosa de
sus vidas de la jet set. Celosa de su ropa. Pero por primera vez en mi vida, estoy celosa
de una mujer por la relación que tiene con un hombre. Luego hago una mueca,
cuando parte de mí se pregunta si es únicamente por el hombre en sí.
62
Erin gime, girándose para poner una mano sobre mí.
—Te quiero, Skylar —murmura—. Prométemelo. Prométeme que los cuidarás.
Paso mi mano por su brazo para reconfortarla.
—Claro —aseguro—. No te preocupes por Jenna y Mindy, Baylor se asegurará
de llevarlas a casa a salvo. Nos encargaremos de esto.
9
S
entada en el banco fuera del estadio de los Yankees mientras espero a Erin y
Griffin, trato de no pensar en que finalmente sucumbí y abrí “la cesta” el
sábado por la noche después de la velada de Erin.
Me quedé con ella hasta que Griffin llegó a casa esa noche. Borracho.
Despeinado. Más hermoso de lo que jamás lo había visto. El Griffin borracho es
incluso más sexy que el enojado Griffin. Le di un breve resumen de nuestra velada,
no queriendo estar en su tortuosa presencia un minuto más de lo necesario.
Me agradeció por cuidar de Erin, besándome en la mejilla cuando me fui. Fue
un beso inocente. Un beso de gratitud. Un beso parecido al que un hermano podría
darle a una hermana. Un beso que absolutamente me destrozó. He repetido ese
momento una y otra vez en mi mente. Su olor (su habitual esencia combinada con
una pizca de humo de cigarrillo y alcohol) era una mezcla sexy de aromas que tenía
incluso a mi cabeza sobria nadando en fantasía. Su camisa estaba un poco por fuera
del pantalón en un lado y había desabrochado algunos de los botones cuando llegó a
casa. No quería nada más que introducir la mano dentro y sentir el calor de su pecho.
¿Tendría vello en el pecho?, me pregunté. ¿Y sería tan oscuro como el cabello de la
cabeza? ¿Sus abdominales se ondularían y se endurecerían bajo mi toque como
siempre lo hacen en mis sueños?
Cuando sus labios se apretaron sobre la carne de mi mejilla, el tiempo se
detuvo. Mis ojos se cerraron mientras grababa el momento en mi memoria. Quería
recordar su aliento en mi rostro, su boca suave y confiada en mi piel, su cuerpo duro
63
mientras rozaba momentáneamente contra el mío. Me pregunto si tiene alguna idea
de lo que ese pequeño gesto me hizo. Alimentó mis fantasías más allá de lo que había
sentido antes. Mi cuerpo zumbó de deseo durante todo el viaje en taxi a casa. Me
retorcí en mi asiento para conseguir la fricción necesaria en todos los lugares
correctos.
Fui directamente a mi habitación. Nada me importaba excepto aliviar la
tensión que Griffin había acumulado dentro de mí con ese inocente beso. Si un beso
suyo podía afectarme de esa manera, me pregunto qué harían sus manos en mi
cuerpo. Estoy segura que me incinerarían.
Después de mi sesión de alivio increíblemente inapropiada con un nuevo
"juguete", la culpa llegó. Sabía que era la peor amiga de la historia del mundo. ¿Cómo
podía fantasear sobre Griffin después de pasar la noche con su esposa? Mi mejor
amiga.
Me salté el almuerzo del domingo. Griffin y Erin estarían allí. No podía mirarla,
sabiendo lo que había hecho la noche anterior. Me autocastigué todo el día. Incluso
pensé en decirle a Erin lo que había hecho, sabiendo que me odiaría. Así de culpable
me sentía. No podría haberme sentido más avergonzada si en verdad hubiera estado
con él. Era una amiga terrible y lo sabía.
Cuando Baylor me llamó para ver cómo estaba después de haberme perdido el
almuerzo, le conté lo que pasó. Me obligó a contarle exactamente lo que él había
hecho. ¿Me puso las manos encima cuándo me besó en la mejilla? No. ¿Me miró a
los ojos después? No. ¿Dijo algo incluso ligeramente sugestivo? No.
Después del interrogatorio, se rió de mí, diciendo que mi embarazo tenía la
culpa. Griffin no hizo nada malo y mis fantasías resultaban perfectamente normales.
Me dijo que no siguiera sintiéndome mal por ellas. Le di las gracias y le aseguré que
no lo haría. Entonces me revolqué en mi culpa hormonal y autocompasión por el
resto del día.
Vi a Erin al día siguiente. Vino al restaurante para conseguir las entradas,
diciendo que me encontrarían aquí. No dije una palabra. Me quedaría con mis
fantasías. No quería arriesgarme a perderla. Nunca haría nada para herirla. Griffin
estaba fuera de mis límites ahora y siempre. Solo tenía que superar las siguientes
veintiséis semanas de hormonas del embarazo y entonces estaba segura de que todo
estaría bien.
El sonido de un carraspeo me sobresalta, sacándome de mis pensamientos
mientras levanto la mirada hacia los ojos grisáceos del propio Griffin. Siento el calor
correr a mis mejillas y espero que no esté escrito por todo mi rostro cuánto me afecta.
Estiro el cuello para mirar detrás de él. Ninguna Erin. Genial, tendremos que
sentarnos aquí en un mar de torpeza hasta que llegue. Fallo miserablemente
tratando de no notar su ajustada camiseta deportiva que se aferra a su ancho pecho
y luego se ciñe perfectamente a su estrecha cintura. Es descaradamente sexy y
hermoso como para detenerte el corazón.
Fuerzo mi mejor sonrisa de “no eres el hombre de mis sueños”. 64
—Hola.
—Hola. —Evalúa mi elección de ropa. Por supuesto que estoy usando un suéter
de los Yankees. Llevo puesta una gorra del equipo también, con mi cola de caballo
atravesando la abertura en la parte de atrás. Estoy usando mis vaqueros favoritos,
pero tuve que dejar los dos primeros botones sin abrochar, así que dejé mi camiseta
colgando por encima de mi cintura. El suéter me queda grande y estoy segura de que
piensa que me veo ridícula—. No tendremos un problema con esto, ¿verdad? —
Señala entre nuestros suéteres opuestos.
Me río.
—No. Especialmente no cuando te pateemos el trasero.
Me sonríe. Luego me da las malas noticias.
—Erin no pudo venir. Su suplente ha cancelado en el último segundo. Parece
que solo somos tú y yo.
Mi corazón late violentamente. ¡No! Erin es nuestro amortiguador. Se habría
sentado entre nosotros. Ni siquiera tendría que mirar a Griffin en todo el día con ella
allí. Podría fingir que ni siquiera estaba en el partido. ¿Tiene alguna idea de lo que
ha hecho?
Debería irme. Puedo inventar una excusa. Mi mente trabaja para encontrar la
correcta sin hacer que se preocupe porque sea algo relacionado con el bebé.
Antes de que pueda decir nada, estira la mano para ayudarme a levantarme.
—Vamos.
Miro su mano como si pudiera quemarme si la toco. Sé de hecho que lo hará.
Tal vez pueda superar este día si no le dejo tocarme. Puedo concentrarme en el
partido. La multitud. La comida. Cualquier cosa menos él. Le doy una mirada
venenosa.
—No estoy tan grande, Griffin. Creo que todavía puedo ponerme de pie sin la
ayuda de nadie. —Ignorando su mano, me levanto y meto mis manos en mis bolsillos.
—Lo siento. Solo intento ser útil. —Se burla cuando recorre mi suéter de gran
tamaño, ahora que estoy de pie—. Pareces una joven colegiala con esa cosa.
No estoy segura de cómo debería recibir el comentario, me encojo de hombros.
—Bueno, esta colegiala tiene hambre. Me vas a comprar un perrito caliente.
—Sabes que esas cosas están llenas de nitratos, ¿verdad? —Las comisuras de su
boca se curvan hacia arriba. Erin y Griffin nunca han sido controladores con lo que
ingiero. Nunca me preguntan al respecto y no me hacen controlarlo. Así que, o está
bromeando, o le gusta pelear conmigo.
—Solo por eso, me vas a comprar dos. —Camino pisoteando por delante de él.
Lo escucho reír detrás de mí.
Nos paramos en la concurrida fila del puesto de comida y empiezo a sentir la
emoción. No hay nada como asistir a un evento deportivo en vivo. No importa qué.
El béisbol. El fútbol americano. El fútbol europeo. Todos se sienten del mismo modo.
65
La camaradería de los aficionados. El olor a palomitas de maíz, a nachos y a carne
asada. El ajetreo de todo el mundo tratando de encontrar sus asientos antes del
evento principal. Es intoxicante. Y por la expresión en el rostro de Griffin, lo ama
tanto como yo.
Alguien empuja desde atrás, haciendo que Griffin se tropiece conmigo,
derribándome. Me atrapa antes de que me caiga de bruces contra el mostrador.
—¿Estás bien? —Sus ojos preocupados miran mi cuerpo de arriba abajo como
si tal vez el bebé se hubiera lastimado.
Trato de formar palabras, pero todo lo que mi cerebro puede comprender es
que tiene sus fuertes manos sobre mis brazos, sosteniéndome firme. Sus grandes
manos abarcan mi bíceps casi completamente del hombro al codo. Su calor recorre
mi cuerpo. Sé que no es un gesto íntimo de su parte. Está protegiéndome y a la
incubadora que alberga a su hijo. Pero no impide que mi cuerpo reaccione a su
contacto.
—Sky, ¿estás bien? —Su voz sale insistente y preocupada.
Asiento. Le obligo en silencio a apartar sus manos. Le ruego en silencio que no
lo haga.
—Sí, lo siento. Solo estoy aturdida.
Parece aliviado mientras baja las manos a sus costados. Estamos avanzando un
poco más hacia el mostrador cuando me doy cuenta de que me llamó Sky. O tal vez
esté imaginando cosas. Lo que sea. Probablemente son mis estúpidas hormonas de
nuevo.
Unos minutos después, nos alejamos con más comida de la que deberían
permitir a dos personas, y sé que un extra de ochenta kilómetros en bici está en mi
futuro próximo. Vamos a encontrar nuestros asientos, los brazos llenos de perritos
calientes, pretzels salados y dulces de leche, junto con una botella de agua para mí y
una cerveza para Griffin.
Jake fue capaz de colarnos en la sección reservada para la familia. Sonrío,
sabiendo que Griffin estará rodeado por el enemigo. Cuando nos acercamos a
nuestros asientos, levanta una ceja acusadora y niega con disgusto fingido. Esto
puede llegar a ser divertido después de todo.
Es interesante sentarse al lado de alguien apoyando al otro equipo. Uno u otro
de los dos siempre está gritando, animando, o manifestando opiniones opuestas.
Pero nunca sentimos las mismas emociones al mismo tiempo. Me parece muy
cómico. Y, al parecer, también a Griffin. Si bien ambos somos apasionados por
nuestros equipos, cada uno se ríe de las reacciones opuestas que tenemos a lo que
sucede en el campo.
Tengo que preguntarme cómo sería con Erin sentada entre nosotros. ¿Podría
ella animar en absoluto, y si es así, para qué equipo? ¿Comprendería el juego?
¿Tendría tanta diversión como nosotros ahora mismo? ¿Encontraría a su esposo
extremadamente irresistible a pesar de estar vestido del equipo opuesto? 66
La tensión es elevada en el juego. Hay empate y una bola rápida enviada al suelo
en la línea del exterior derecho da al de la tercera base una oportunidad de llegar al
home plate3. El jardinero derecho de los Yankees hace un increíble lanzamiento
hasta el home plate, evitando al hombre del corte y poniendo la pelota directamente
en el guante del receptor justo a tiempo para que consiga el tag4.
—¡FUEEEERA! —grita el árbitro, mientras hace la señal con sus brazos,
provocando masivos aplausos y el choca las cinco de la mayoría en el estadio.
Griffin se levanta de su asiento y prácticamente trepa sobre la gente que está
frente a nosotros.
—Mejor que vayas jodidamente al oculista, Blue5. Me di cuenta desde aquí, él
estaba bajo el tag.

3 Home plate: En el béisbol, el lugar que el jugador tiene que estar al lado para golpear la
pelota, y el último lugar que tienen que tocar para anotar un punto.
4 The tag: El receptor, tiene que tocar (tag) al corredor con su guante, cuando la pelota está

adentro.
5 Blue: azul, también un árbitro (en el béisbol) refiriéndose al color de su traje.
Todos en nuestra sección se giran hacia nosotros, mirando la explosión inusual
de Griffin. Varios aficionados discrepan alegremente con la declaración de Griffin.
Sin embargo, no soy tan amable con eso.
—Tú tienes que ir al oculista. Estaba claramente tocando por lo menos a treinta
centímetros de la base. —Todavía estamos de pie, así que pongo mis manos en mis
caderas para dar énfasis—. ¿Y por qué tú sí puedes maldecir? —Levanto las cejas.
Aparto la comprensión de que en secreto me gusta el hecho de que
espontáneamente diga palabrotas también. Algunos chicos suenan groseros o
infantiles cuando maldicen, pero la forma en la que lo hace me produce un cosquilleo
interior.
Ignora mi pregunta.
—¡El tipo llegó! —discute en voz alta.
—¡No, no lo hizo!
—¿Y eres la experta?
—Tengo ojos. Fue la decisión correcta, Griffin. —Apunto con el dedo hacia el
receptor—. Tiene un récord impecable. No ha perdido una pelota como local en trece
partidos.
Griffin me mira con asombro. Entonces su mirada se endurece una vez más.
—¿Qué mierda importa eso? Solo porque es bueno, no significa que deba ir a
su favor. El tipo llegó, Sky.
—¡Estaba fuera! —le grito en su rostro, sin siquiera importarme que había
cebolla en mi perrito caliente—. Tan jodidamente fuera. Y no me llames Sky.
—¡No digas joder! —me grita.
Los asientos en el estadio son espaciosos, pero estamos de pie a escasos 67
centímetros mientras nos gritamos. Continuamos gruñendo ridículos absurdos hacia
el otro, hasta que nos damos cuenta que todo el mundo está sentado de nuevo y
somos los únicos que todavía se encuentran de pie. Y todas las miradas están sobre
nosotros.
Nuestros ojos simultáneamente se amplían y puedo jurar que veo el rastro de
un rubor creciendo en su rostro. Me apresuro a sentarme y me sigue, cruzando los
brazos en un arrebato, claramente aún enfadado por la decisión. O nuestra discusión.
O ambos.
Escucho una risa baja detrás de mí. Giro la cabeza para ver a un hombre mayor
con una barba blanca y fornida. Lleva una gorra de los Yankees y un gran dedo índice
de goma espuma.
—¿Cuánto hace que están casados? —pregunta.
Griffin se ahoga con el sorbo de cerveza que estaba tomando. Mira al tipo y
luego de nuevo a mí, y estoy segura que estoy de color rojo brillante. Niega.
—No estamos casados.
—Oh. —Mira entre nosotros—. Bueno, suenan como Bess y yo hace cuarenta
años. Tienen ese mismo fuego hacia el otro. Tal vez algún día estarán esperando a su
sexto nieto, como nosotros.
Niego con vehemencia hacia el hombre.
—No, no estamos juntos. Está casado. —Dedo de goma espuma levanta una ceja
interrogadora—. Con mi mejor amiga —agrego. Niega y se ríe mientras levanta sus
manos en derrota y se echa hacia atrás en su asiento.
Abro la boca para explicar, pero Griffin pone una suave mano en mi rodilla y
niega. Sé lo que me está diciendo. No vale la pena intentar explicarle al extraño.
Nuestra situación es complicada. La forma en que lo ven las otras personas puede
ser confusa. Solo espera hasta que el embarazo se note más; realmente daremos una
gran impresión. Pongo los ojos en blanco, silenciosamente de acuerdo con Griffin.
Aparta la mano de mi rodilla y soy muy consciente de cuánto la echo de menos.
Hay varias faltas más polémicas en el juego, pero con bastante evidencia,
Griffin y yo permanecemos en silencio. Simplemente nos miramos y nos reímos.
Afortunadamente, las faltas "malas" cesaron al final. Y aunque mi equipo ganó por
dos carreras, Griffin no se queja sobre ello, así que decido no regodearme.
En general, fue un juego fantástico. Dejando de lado la pelea, incluso diría que
Griffin y yo nos hemos hecho amigos.
Seguimos a la multitud por las escaleras y por el túnel, y me dirijo al cuarto de
baño más cercano mientras Griffin se apoya contra la pared para esperarme. Unos
minutos más tarde, salgo buscando a Griffin solo para no encontrarlo en el lugar
donde lo dejé. Me volteo para buscarlo y choco directamente contra el pecho de
alguien.
—Lo siento —digo, mirando hacia el gran espécimen.
De repente, mi mirada y la del desconocido chispean en reconocimiento,
68
mientras una sonrisa lenta y constante se extiende por su rostro.
—Bueno, mira lo que tenemos aquí.
Me encojo ante su marcado acento de Boston. Evalúo su cabello rojo ardiente y
me pregunto qué vi en el tipo.
—Oh, hola. —Miro alrededor en busca de Griffin, en conflicto sobre si lo quiero
o no aquí. Por un lado, podría acabar la situación si el tipo piensa que estoy aquí con
otro hombre. Por otro lado, realmente no necesito que Griffin presencie mis pasadas
indiscreciones.
Mientras miro a su alrededor, el hombre, cuyo nombre nunca supe, continúa
hablando, diciendo algo acerca de volver a su casa para repetirlo. Su acento me pone
nerviosa. No es que no me guste la gente de Boston ni nada. Culpo al señor Hewitt,
mi maestro de cuarto grado. Fue el más malo que he tenido. También creo que no
me gustaba porque una vez salió con mi madre, antes de conocer a mi padre. Ya
estaba condenado desde el principio. Tenía un acento increíblemente marcado que
me perseguía en mis pesadillas. Hasta el día de hoy, de vez en cuando, tenía
pesadillas sobre el señor Hewitt señalándome frente a la clase, diciéndoles a todos la
pobre estudiante que era.
Por lo tanto, no es culpa de este tipo mi odio hacia su voz. Solo sé que, en el
fondo, nunca podría estar con un tipo que hablara de esa manera. Hermoso o no. Si
Griffin solo pudiera sufrir una pequeña lesión en la cabeza que resultara que hablara
como Rojo, todo estaría bien en mi mundo.
—¿Te animas? —Sus ojos me cuestionan junto a sus palabras.
—Uh, no, gracias —respondo cortésmente, aunque no estoy segura de cuál era
la pregunta. Estaba preocupada buscando a Griffin, a quien ahora veo salir del baño
de hombres.
Griffin viene a mi lado, pero eso no hace nada para evitar que Rojo me mire
seductoramente. Pregunta de nuevo, justo enfrente de Griffin.
—Aw, vamos, nos divertimos, ¿verdad?
Entrecierro mis ojos hacia él. ¿Qué demonios?
—Eres un idiota, ¿sabes? Tienes esposa e hijo. ¿O estás eligiendo ignorar ese
pequeño hecho de nuevo?
Se ríe.
—Eso no pareció molestarte hace seis meses cuando me estabas montando por
tercera vez.
Estoy segura de que mi rostro se encuentra pálido por la sorpresa. Puedo sentir
la mirada especuladora de Griffin perforándome mientras espeto:
—Ni siquiera te conocía, idiota.
—Cierto. Estabas demasiado borracha para preguntar —dice.
No creo haber estado tan mortificada en mis veinticuatro años. Griffin debe
pensar que era una completa puta. Una puta degradada que escogería a cualquier
tipo en un bar. Luego cierro los ojos brevemente, porque tendría razón. Eso es 69
exactamente lo que era. Tal vez incluso aún sería esa persona, si no me escondiera
detrás de todo esto.
Veo a Griffin moverse a la defensiva. Da un paso más cerca de mí y le dice al
idiota:
—Tienes que irte. La señorita no está interesada.
—¿Señorita? —Sonríe Rojo—. Claro, si tú lo dices. ¿Qué eres, la carne de hoy?
—Difícilmente. —Griffin me envuelve con un brazo posesivo.
Rojo levanta una ceja.
—Sí, supongo que no puedo culparte, hombre. Habría regresado por unos
segundos también. Si hubiera sabido su nombre lo hubiese hecho. —Claramente
trata de humillarme más para conseguir enfadar a Griffin—. Pero no estoy seguro
que un hombre sea suficiente para ese coño, así que no cuentes con que la pequeña
puta sea fiel.
En una fracción de segundo, todo sucede a la vez. El rostro de Griffin se vuelve
tan rojo como el cabello del tipo. Empuña sus manos y le da al tipo un golpe en la
mandíbula. Cuidadosamente me hace a un lado y se prepara para ir detrás de los
amigos del tipo si alguno de ellos es lo suficientemente estúpido como para
defenderlo. Sus amigos son de tamaño decente, pero no son rivales para Griffin. Creo
que después de ver a su amigo extremadamente bien construido caer después de un
golpe, sabiamente decidieron no defenderlo.
—Recojan a su amigo idiota y sáquenlo de aquí antes de que le haga un daño
real. —Griffin se aproxima a donde el tipo está en el suelo, listo para actuar sobre su
amenaza. Me mantiene bien detrás de él y lejos de los otros chicos frente a él. Todo
el mundo alrededor de nosotros piensa que solo está protegiendo lo que es suyo.
Tendrían razón, pero no por lo que piensan. Está cuidando a su hijo. Probablemente
no podría importarle una mierda lo que algún tipo al azar piense acerca de mí y mi
pasado sexual.
La multitud se disipa después de que Rojo es ayudado por sus amigos. Griffin
los mira a la defensiva hasta que están fuera de la vista. Luego se da la vuelta.
—¡Joder! —Toma su mano y la acuna en la otra.
Estoy a punto de reprocharle su elección de palabras cuando miro su mano y
veo que ya está empezando a hincharse.
—Oh, Dios mío, Griffin. —Se ve mal. Debe haberse cortado con el rostro del
chico. La sangre corre por su brazo y gotea sobre el suelo de hormigón sucio—.
Espera aquí. —Corro hacia el puesto de concesión y paso delante de los dueños para
pedir una bolsa de hielo y algunas toallas de papel. Rápidamente regreso y los pongo
en la mano de Griffin—. Deberíamos hacerle una radiografía a tu mano.
—Estoy seguro que está bien. —Niega. Seguramente piensa que no debería
haberlo hecho. Debería haberse alejado. Todo lo que hacía el tipo era decir la verdad.
—Lo siento mucho —le digo.
No debería tener que defenderme así. Mis acciones lo pusieron en esa posición.
No puedo apartar mi mirada de su mano destrozada. Mi visión se queda borrosa por
70
las lágrimas no derramadas.
—Oye. —Griffin pone su mano buena bajo mi barbilla para levantar mi cabeza
a la suya—. Esto no es tu culpa.
Bajo la cabeza con vergüenza mientras la humedad baja por mis mejillas.
—Te equivocas. Lo es. —Cierro los ojos, dejando salir las lágrimas que quedan.
Ya no estoy preocupada por estar avergonzada. Ha oído las peores cosas sobre mí.
Cosas que no puedo defender. Cosas feas—. Todo lo que dijo es verdad. —Aunque
estoy hablando en nada más que un susurro, puedo ver que me escucha—. Le diste
un puñetazo, pero no lo necesitaba. Estaba en lo correcto. Y ahora tu mano… lo siento
mucho.
—Le di un puñetazo porque estaba siendo un idiota. —Coloca su mano buena
en mi hombro y se inclina para mirarme—. No me importa lo que hiciste en el
pasado. No tenía derecho a decir esas cosas sobre ti como si no fueras un ser humano.
Todo lo que puedo hacer es asentir. Me pregunto en silencio cuántos otros
hombres por ahí piensan las mismas cosas terribles de mí. Perdí la oportunidad de
encontrar a un tipo como Griffin. La perdí hace mucho tiempo. Esta soy yo. Esta es
mi vida. Estoy contaminada ahora. Ningún tipo decente querría a una chica con mi
historial. Y ahora estoy llevando a un niño que no es mío, bueno, no realmente. Eso
probablemente arruina mis posibilidades aún más. ¿Qué tipo de hombre lleva a una
chica a casa de sus padres después de que alquiló su vientre? Estoy destinada a
terminar sola. O con un desastre como Rojo.
De repente, me doy cuenta de lo que he estado pensando. ¿Un hombre? ¿Quiero
un hombre como Griffin? ¿Un buen chico con quien pasar el tiempo? ¿Mi vida?
Y ahora lo sé con seguridad. Mientras estoy aquí y ayudo a Griffin a curar sus
heridas, encuentro la respuesta a la pregunta que me ha plagado durante meses. No
solo estoy celosa de la relación de Erin con su marido, sino que estoy celosa de su
marido en específico. El hombre que defiende a las putas con moral. El hombre que
puede ir a un partido de béisbol con una chica bonita y no traicionar a su esposa. El
hombre que sé que protegerá a su hijo a toda costa.
El hombre del que estoy completamente enamorada, pero que nunca podré
tener.
Rápidamente me excuso y corro de regreso al cuarto de baño donde puedo
descomponerme sin que él testifique lo patética que realmente soy.

71
10
E
n el ferri a Liberty Island, veo a Erin absorber todo lo que ve como si fuera
una niña. Me dijo que ha estado aquí antes, pero nunca se tomó el tiempo
para apreciarlo.
La culpa me supera cada vez que la miro. Pasé la mayor parte de la
semana desde el partido de béisbol tratando de averiguar cómo apagar mis
sentimientos, pero sigo volviendo a lo que Baylor me dijo una vez, no se puede elegir
de quién te enamoras.
Bueno, ¿por qué diablos no?
Después de que Gavin y Baylor volvieron a estar juntos, admitió que siempre lo
amó, incluso cuando no quería. Incluso después de eso horrible que le había hecho.
Me dijo que su corazón no lo dejaría ir. Trató de salir con otras personas. Incluso en
realidad tuvo relaciones con hombres, una duró casi un año. Pero nunca funcionaron
al final. Me dijo lo difícil que fue vivir su vida sabiendo que nunca estaría con él.
¿A eso es a lo que estoy destinada? ¿Una vida de anhelo? ¿Comparando a cada
hombre con Griffin, sabiendo que nunca podrían igualarlo? Qué irónico, pero quizás,
de alguna manera, es apropiado que una chica promiscua que siempre ha
proclamado que nunca amaría, se enamore de alguien que está prohibido.
Tal vez no es realmente amor lo que estoy sintiendo. Tal vez Baylor tiene razón
y mis hormonas se han desbocado. Lujuria, es lo que es. Eso es lo que siento cuando
me toca. Me mira. Existe en el mismo mundo que yo. ¿Puedes realmente culparme? 72
Es hermoso. Cualquier mujer sentiría lo mismo. Entonces, mientras mi mente divaga
por la multitud de hombres atractivos con lo que he conectado en el pasado, sé que
lo que sentí por ellos ni siquiera se acerca a lo que siento por Griffin.
Prohibido. Fuera de los límites. Inadmisible. Tal vez sea el desafío, la certeza
de que nunca podría estar con él, lo que me hace quererlo. Sí, eso es todo. Inhalo
profundamente y luego exhalo la tensión, dándome cuenta que todo esto es un juego
infantil de querer algo que no puedo tener.
Sonrío mirando los ojos de Erin llenarse de emoción mientras nos acercamos a
la estatua monumental que la mayoría de los nativos de Nueva York dan por sentado.
—Ya sabes, permiten bebés en este recorrido. No es que vayas a rodar y morir
cuando te conviertas en mamá.
Cierra los ojos y deja que el fuerte sol de media tarde caliente su rostro en este
día frío. Suspira, absorbiendo un último rayo de sol antes de abrir los ojos y voltearse
hacia mí.
—¿Qué pasa contigo, Erin? —pregunto cuando me mira con unos
conmovedores ojos oscuros, llenos de emociones sin nombre—. Me has estado
arrastrando por toda la ciudad desde hace un mes. Puedes hacer todas estas cosas
con un bebé. Bueno, tal vez no ir a los clubes que hemos ido, pero hay un montón de
gente dispuesta a cuidar niños.
Sus ojos tristes traicionan la sonrisa que curva sus labios.
—He oído que tienes que renunciar a muchas cosas, incluso si te prometes que
no lo harás. Simplemente estoy tratando de divertirme tanto como pueda mientras
tengo el tiempo. ¿Tienes algún problema con eso?
La miro y tengo una idea.
—Sabes, he oído hablar de personas que toman un babymoon6. Un último
hurra antes de que su hijo nazca. Algo que tal vez no puedas hacer después. ¿Por qué
no Griffin y tú hacen eso? Vayan a Europa, o a Australia, lugares que están
demasiado lejos para que un bebé pueda volar. Estoy segura que Piper podría
aconsejarte sobre a dónde ir y qué hacer. —Bajo la mirada a mi barriga creciente que
es todavía bastante discreta debajo de mi ropa—. Y puesto que no tienes que
preocuparte por cargar con este peso extra, puedes hacer algo emocionante, como
escalar una montaña o ir a surfear.
Sonrío, orgullosa de mí por habérseme ocurrido una idea que no solo hará que
Erin se divierta, sino que podría hacer que Griffin se aleje de mí el tiempo suficiente
para que estos sentimientos se desvanezcan. Demonios, tal vez incluso podría tratar
de salir con alguien. No es que alguien me quiera en el estado en que estoy. Pero no
es completamente imposible. Además, el hombre no tendría que preocuparse de
tratar con un niño cuando todo haya terminado.
Inesperadamente, me duele el corazón y, por primera vez en mi vida, me
pregunto si, tal vez, en algún momento en el futuro podré tener algo que se asemeje
a una familia. El pensamiento me quita el aliento y todo lo que puedo hacer es bajar
la mirada al agua azul invitadora que sin esfuerzo se separa mientras el ferri corta a
través de ella. 73
Erin me rodea con el brazo, acercándome a su lado.
—No. Eso no está en las cartas para mí. Me gusta estar aquí, donde pueda estar
con mis amigos. No quiero perderme un minuto de tu embarazo. Y Baylor está por
dar a luz en cualquier segundo. Quiero estar aquí para eso. —Mira hacia el mar con
una mirada en blanco—. Será increíble. ¿Crees que me dejará abrazar a su bebé?
Sonrío ante su comentario absurdo.
—Por supuesto que te dejará abrazar a su bebé. Confiaría en ti con su vida.
Todos lo haríamos. Y pronto tendrás la vida del pequeño Frijol confiada a ti. —Decir
esto me hace recordar lo protector que fue Griffin la semana pasada y me río—.
Griffin ya está en el modo de papá completo después de lo que hizo por tu bebé en el
juego.
Sonríe y su rostro se ilumina.
—Estoy muy contenta por lo que hizo. No tienes ni idea.
Me pregunto momentáneamente si se ha vuelto completamente loca. ¿Por qué
está cautivada por el hecho de que Griffin casi rompió su mano defendiendo a una

6 Hacer un viaje en pareja antes de dar a luz.


mujer que no debería haber sido defendida?
—¿Te alegras de que se lastimara la mano? —pregunto incrédula.
—Por supuesto que no, tonta. Me alegro de que sea tan protector contigo como
lo es conmigo. Eres parte de nuestra fa... familia ahora y es ob... uh, ev… uh... es
evidente que se siente así. —Puedo ver las lágrimas en sus ojos mientras las
emociones que está sintiendo hace que tropiece con las palabras.
—No estaba protegiéndome, Erin —le recuerdo—. Estaba protegiendo a su hijo.
Supongo que no puedo culparlo por eso, aunque me mereciera todo lo que me dijo
el idiota.
Deja de mirar el agua y me obliga a girar para que estemos frente a frente.
—No hables así. No quiero volver a oírte hablar así de nuevo, Skylar. Has
cambiado. Eres una persona maravillosa. Por lo que he oído, eras una persona
maravillosa incluso entonces. Estabas desenfocada, eso es todo. Si fueras un hombre,
nadie te culparía por tus amoríos. Es un doble estándar que es completamente
injusto para las mujeres. Sé que nunca has hecho daño deliberadamente a nadie y
siempre fuiste segura con tus... prácticas. Lo que hiciste a puerta cerrada no es
asunto de nadie. Pero has cambiado. Puedo decir que ya no eres esa persona. Lo que
sea que te estaba faltando en tu vida que en ese entonces te hizo a comportarte de
esa manera, obviamente lo has encontrado. Veo cosas maravillosas en tu futuro,
Skylar. Y mereces cada una de ellas. Y en cuanto a quién estaba protegiendo, no solo
era a su bebé. Estaba protegiendo a su familia, porque eso es exactamente en lo que
te has convertido para nosotros.
Me abraza. Y por primera vez, la envuelvo en un abrazo completo, apretándola
contra mí, con la esperanza de que entienda la suerte que tengo de tenerla en mi vida.
No me detengo. No me avergüenzo cuando la gente pasa y ve nuestra muestra de
afecto. 74
Cuando sus brazos se aflojan a mi alrededor, me río cuando me convierto en la
que se abraza por más tiempo por una vez. Entonces, de repente su peso cae en mí.
Me apoyo contra la barandilla cuando su cuerpo se desliza hasta el suelo. ¿Se está
desmayando?
No, no se está desmayando; todavía me mira, pero no está realmente allí.
Entonces sus ojos ruedan hacia arriba y todo su cuerpo empieza a temblar
violentamente. Grito:
—¡Erin! Oh, Dios mío. ¡Alguien ayuda!
Una multitud rápidamente se reúne. Alguien pone su abrigo bajo la cabeza
mientras la aleja suavemente de la barandilla.
—¿Padece epilepsia? —pregunta el desconocido.
—¿Epilepsia? Uh... No, no lo creo. Tuvo cáncer. —Puede ser una cosa patética
que decir, pero no entiendo lo que le sucede.
Otro hombre aparece en la multitud.
—Soy médico —proclama—. Por favor, que todos le den espacio. Y alguien llame
al 911.
Las lágrimas fluyen por mi rostro y mis manos están temblando casi tanto como
su cuerpo mientras lo veo poner sus dedos contra su cuello. Entonces, la mira como
el resto de nosotros. Su cuerpo sacudido me recuerda a un pez cuando se saca del
agua. Su cuello se echa hacia atrás. Sus brazos y piernas están rígidos, pero se
sacuden con su torso mientras convulsiona violentamente de adelante hacia atrás
cuando permanece acostada de lado. Como un pez fuera del agua, me pregunto si se
está privando de oxígeno. Jadeo horrorizada.
—¡Haz algo! —le grito—. ¡Eres médico!
Me da una mirada de simpatía.
—Señora, su amiga está teniendo un ataque epiléptico. Sin las drogas
apropiadas, no hay nada que pueda hacer, excepto vigilarla y procurar que no se
lastime. Debe terminar muy pronto. —Mira a la multitud—. ¿Alguien pidió una
ambulancia?
Una mujer grita:
—¡Sí! Los tengo al teléfono. Están haciendo preguntas. —El médico le dice a la
mujer qué información debe transmitir al despachador mientras observo con
impotencia a mi amiga en el momento más aterrador de toda mi vida.
Saliva gotea de la boca de Erin. Su cabello se revuelve encima del abrigo del
extraño bajo su cabeza. Su ropa se ensucia y moja por el rocío de la mañana que aún
no se ha evaporado de la cubierta del ferri. Miro con total incredulidad mientras
estoy segura que se está muriendo. No puedo comprender cómo todo lo que podemos
hacer es estar aquí y presenciarlo. Grito un par de veces más para que alguien me
ayude. Los brazos me rodean cuando mis piernas fallan y empiezo a caer al suelo.
Entonces, en lo que probablemente fue solo un minuto o dos, pero parece
horas, Erin se queda completamente inmóvil. Se queda sin vida en el suelo mientras
mi corazón se arranca de mi cuerpo. Instintivamente toco mi estómago, horrorizada 75
ante la idea de que este bebé pierda a su madre antes incluso de tener la oportunidad
de conocerla.
Oigo sirenas en el fondo y me pregunto cómo una ambulancia podría llegar
aquí. Estamos en medio del puerto de Nueva York.
El médico la mueve para acostarla sobre su espalda. Se inclina sobre su rostro,
poniendo su oreja cerca de su boca mientras presiona sus dedos en su cuello otra vez.
—Está respirando —dice. Oigo un suspiro colectivo de alivio de la gran multitud
detrás de nosotros.
Los próximos diez minutos de mi vida son un borrón. Hombres con chaquetas
anaranjadas serpentean alrededor de nosotros, poniendo a Erin en una tabla
mientras le ponen una máscara de oxígeno sobre el rostro. Ella y yo somos llevadas
a bordo de un barco más pequeño que se dirige hacia la ciudad. Trato de mantener
mi mano sobre ella, pero están trabajando y me veo obligada a alejarme. Me hacen
preguntas para las que no tengo respuestas.
Todo en lo que puedo pensar todo el tiempo que estamos corriendo al hospital
es que esto es mi culpa. Hice esto. Me enamoré de su marido. Me permití imaginarme
por un breve momento cómo sería si Erin no estuviera cerca. Causé esto con mi
egoísmo. Nada ha cambiado. No he cambiado. Soy la misma persona horrible que
era hace seis meses. Traté de camuflarme como algo más. Imaginar que soy alguien
que no soy. Pero esta es la prueba.
Ruego a Dios que no acabe de matar a la mejor amiga que he tenido.

76
11
A
parte de mis oraciones en el barco de rescate, nunca he hecho esto antes. Me
siento en la capilla del hospital preguntándome si hay algún tipo de
protocolo para hablar con Dios. ¿Simplemente tengo que decirle lo que
quiero? ¿Tengo que rellenar algún tipo de formulario? ¿Siquiera se
molestará en escuchar a alguien como yo?
No es que no asistiera a la iglesia de niña. Lo hice. Mis padres me llevaban los
domingos cuando era más joven. Pero cuando abrieron el restaurante, no fuimos
muy a menudo. Poseer un negocio ocupaba cada momento y el tiempo dedicado a la
iglesia cayó bajo en su lista de prioridades.
Aun así, estoy bastante segura de que creo en Él. Especialmente viendo el
ultrasonido de Frijol. ¿Cómo podría algo tan extraordinario como la habilidad de un
ser humano creciendo dentro de uno mismo ser posible sin el poder para conducirlo
todo? Creo que hay cosas en el mundo que no pueden explicarse con ciencia. Creo
que, si eres una buena persona, buenas cosas te sucederán.
Esa última creencia casi se va al infierno cuando pienso en Erin tumbada sin
vida en una cama en alguna parte del hospital. Es la mejor persona que conozco, por
dentro y por fuera. No heriría a una mosca. Acepta a la gente con todas sus faltas. No
merece lo que le está sucediendo. Cambiaría de lugar con ella en un minuto si
pudiera hacerlo sin herir a su bebé. Haría toda clase de tratos con Dios si la dejara
ponerse bien. 77
Recuerdo el horror en la voz de Griffin cuando me calmé lo bastante para
llamarlo de camino al hospital. Egoístamente me pregunté si habría alguien en este
mundo que se preocuparía lo bastante por mí para tener la misma reacción que él si
algo me ocurriera. Pude oír la impotencia. Sentí las lágrimas derramándose de sus
ojos. Sabía que estaba teniendo recuerdos de todos los horribles momentos que ya
había pasado con Erin y su mamá.
Mientras Griffin se sienta en la sala de espera, preparado para ser llamado de
nuevo, me refugio en la capilla. Sé que con su marido y la mayoría de su familia aquí,
seré la última en verla de todos modos.
Los miembros de la familia de Erin van y vienen, poniendo una reconfortante
mano en mi hombro o compadeciéndose conmigo durante un tranquilo momento
antes de silenciosamente rezar. Intento ofrecerles consuelo, pero extrañamente,
parece que creen que soy yo la que lo necesita. Todos miran mi barriga cuando me
hablan. Cada uno de ellos conoce nuestra situación. Cada uno de ellos se siente tan
mal como yo por el niño que puede que crezca sin madre. Aun así, todos me alaban
por lo que estoy haciendo. Ninguno entiende que no lo merezco.
Cuando la capilla está vacía excepto por mí y la hermana mayor de Erin, Jane,
se acerca para sentarse conmigo.
—Algunos de tus amigos estás esperando ahí fuera con nosotros. Erin ha
conocido a un montón de gente maravillosa desde que llegaste a su vida. Nunca la he
visto rodeada por tantos seguidores. No desde la escuela. Eres muy especial para ella
y no solo por el bebé.
Deshecho sus inmerecidas palabras.
—¿Puedes contarme sobre eso? —pregunto—. Siempre me he preguntado cómo
alguien tan genial como Erin no tiene gente tocando a su puerta para ser su amiga.
Es tan amable con todos. Pero, de alguna manera, parece una… solitaria, supongo.
Jane asiente.
—Es una solitaria. Bueno, hasta que apareciste. Pero no siempre fue así.
—Sí, me dijo que parece intimidar a otras mujeres y a causa de ello, no hace
amigas fácilmente.
Jane se ríe.
—¿Es eso lo que te dijo? —Niega con diversión—. Erin podría tener todos los
amigos que quisiera. Las mujeres harían fila para ser aceptadas en su mundo. Pero
desde la escuela, cuando su enorme grupo de amigos no pudo huir lo bastante rápido
de la chica con cáncer, ha dudado acerca de dejar a alguien entrar. Es amable con la
gente y siempre intentan ser sus amigos, pero los aleja. Eres la primera a la que ha
dejado entrar en mucho tiempo.
Miro mi barriga.
—Bueno, más o menos tuvo que hacerlo, Jane.
—No, no lo hacía. Solo porque eres su madre de alquiler no significa que fue
forzada a ser tu amiga. La manera en que habla de ti es como si fueras su alma gemela
femenina. Sé que las dos llevan vidas muy diferentes, pero siente una conexión
contigo. Una que no ha tenido con nadie más. Tal vez ni siquiera con Griffin. Te 78
quiere como a una hermana, Skylar. —Ambas lloramos mientras continúa
hablando—: Y no importa lo que ocurra aquí, siempre te acogeremos como una parte
de nuestra familia.
Una hermana. ¿Erin me considera una hermana? Miro a la cruz posada en la
esquina de la habitación junto con símbolos de algunas otras religiones. Una
hermana nunca le haría lo que yo le he hecho. Una hermana nunca, ni por un
segundo, querría lo que ella tiene. Una hermana nunca caería tan bajo como yo.
—Erin tiene la asombrosa habilidad de ver cosas en la gente. —Pone una
reconfortante mano sobre la mía—. A veces, ve cosas que ellos ni siquiera ven en sí
mismos. No te subestimes, Skylar. Ella cree en ti.
Cuando se levanta para salir de la capilla, me pregunto si dije todas esas cosas
sobre hermanas en voz alta.
Considero los pasados meses que Erin ha sido parte de mi vida. Han sido los
más felices que pueda recordar, a pesar de mi inapropiado anhelo por su marido.
Prometo ahora mismo, justo en este segundo, hacer todo lo que pueda para
convertirme en la persona que piensa que soy. Me obligaré a aceptar a Griffin como
amigo, a no mirarlo más tiempo o pensar en él en maneras que me convierten en
mala persona. Me prometo a mí misma y a Dios ser merecedora de ella y de la manera
en que me ve. Ser su mejor amiga. Ser su hermana.
Ni siquiera sé cuánto tiempo he estado sentada aquí cuando alguien se sienta
en el banco vacío detrás de mí. Alguien que puedo decir que solloza silenciosamente.
Sé quién es. Siempre parezco saber cuando está cerca.
Me vuelvo, sorprendida de lo que veo. Jadeo, pensando lo peor. Los ojos de
Griffin están rojos e hinchados, las líneas de su rostro marcadas con profunda
preocupación. Sus mejillas están húmedas con lágrimas que se ha cansado de secar.
Parece roto.
—Oh, Dios… ¿está…?
—No. —Su voz se rompe. Carraspea—. Quiere verte.
Tengo una momentánea sensación de júbilo que relaja todo mi cuerpo antes de
darme cuenta de que algo va mal. Si está bien, ¿por qué Griffin parece tan
completamente destrozado?
—¿Qué ocurre?
—Pidió verte antes que a cualquiera —farfulla, su voz ronca—. He entrado a
verla también. Pero ahora te quiere. Habitación 817. Solo ve.
No ofrece más palabras antes de levantarse para irse. Mi mente no sabe qué
hacer. ¿Debería dar saltos porque está viva? ¿Debería ser cautelosa sobre lo que
podría encontrar en la habitación 817? Tentativamente, me levanto de mi asiento y
doy lentos pasos hacia la puerta. Echo un vistazo a mi reloj para ver que he estado
aquí durante horas. Miro a la cruz y envío una última plegaria.
Subo al ascensor con otros que van a ver a sus seres queridos. Me castigo por
no parar en la tienda de regalos para comprar flores o globos igual que ellos. En mi
prisa por llegar a ella, he olvidado todo sobre el protocolo de visitas que dicta que 79
lleve un símbolo de mis buenos deseos. Prometo enviarle el más grande arreglo de
lirios blancos que pueda encontrar tan pronto como me vaya de aquí.
Llego a la habitación 817 y me detengo ante la puerta parcialmente abierta.
Escucho por un momento para ver qué puedo oír que pudiera prepararme antes de
entrar. Silencio. Inhalo profundamente y exhalo. Luego otra vez.
Cuando cruzo la puerta, estoy sorprendida por lo que encuentro. Erin está
sentada en la cama, viéndose normal excepto por la fea bata de hospital en lugar de
ropa de diseñador. Su cabello ha sido arreglado y el maquillaje aplicado. Parece
completamente diferente a hace unas horas. Cuando me ve cruzar la puerta, una
sonrisa ilumina su rostro. Es una sonrisa que me dice que todo lo que Jane dijo es
absolutamente verdad. Las únicas otras personas que me miran así son mi familia.
Lo sé con seguridad ahora. Erin es mi familia.
Mis piernas me impulsan hacia ella tan rápidamente que casi caigo sobre la
cama. La envuelvo en un poco característico apretado abrazo.
—Me asustaste como la mierda, Erin.
Asiente en mi hombro.
—Lo sé. Lo siento, eso debe haber sido horrible para ti. Solo ocurrió una vez
antes, la semana que Griffin estuvo en África. Había esperado que no tuvieras que
descubrirlo de esta manera.
Me retiro, pero mantengo mis manos sobre sus brazos.
—¿Descubrir qué? ¿Tienes epilepsia?
Suspira.
Sondeo sus ojos por una respuesta. No consigo la que quiero. La respuesta que
quiero es que tiene algún extraño virus que la hizo tener un ataque epiléptico y le
dieron antibióticos para que mejorara. O que se golpeó la cabeza hace un tiempo
causando algún tipo de sangrado cerebral que ahora han encontrado y corregido.
Pero la respuesta que veo ardiendo profunda dentro de sus ojos no es ninguna de
esas. Es mucho peor.
—¿Qué es? Dime, Erin. Pude ver cuán destrozado estaba Griffin. Sé que pasa
algo malo. ¿Ha vuelto tu cáncer?
Aferra mis manos, una de las mías en cada una de las suyas.
—Sí y no. —Libera una de mis manos y palmea la cama a su lado, desplazándose
para hacer espacio para mí—. Sí tengo cáncer de nuevo, pero no es el mismo que tuve
antes.
Jadeo.
—Oh, Dios, Erin. ¡No! —Lágrimas caen por mis mejillas solo para ser
absorbidas por su cabello cuando la abrazo de nuevo. Recuerdo todo lo que me contó
sobre la primera vez que tuvo cáncer y se lo devuelvo—. Lo venciste antes. Eres una
persona tan fuerte. Y esta vez, hay muchos más que estaremos aquí para ti. No vamos
a ir a ninguna parte. Puedes contar con ello.
Asiente.
—Lo sé. Y los amo, chicos, por eso. Pero esta vez es diferente, Skylar.
80
—¿Diferente cómo? —pregunto.
—Déjame empezar desde el principio. —Se recuesta en su almohada para
acomodarse. Sostiene mi mano con la suya como si fuera un salvavidas—. En la
escuela, antes de mi diagnóstico, supe que algo estaba mal. No fue nada grande,
simplemente pequeñas cosas como una punzada aquí y un dolor allí. Pero, aun así,
era joven y pensé que pasaría y viviría para siempre. Así que cuando empecé a tener
esas mismas sensaciones hace unos meses, no estaba lista para oír que tendría que
pasarlo todo de nuevo.
—¿Hace unos meses? —Cierro los ojos con fuerza, esperándolo—. ¿Has sabido
sobre esto durante unos meses y no le dijiste a nadie?
—¿Puedo terminar? —me regaña con un guiño juguetón.
Asiento y le doy a su mano un apretón.
—Un par de semanas después de que supiéramos que estabas embarazada,
empecé a tener dolores de cabeza. Había tenido algunos antes, cuando pasé por la
menopausia, así que en realidad no pensé mucho en ello. Entonces, otras cosas
empezaron a suceder. Experimenté debilidad en mi brazo derecho. Empecé a tener
problemas ocasionales recordando palabras. Y a veces me mareaba.
Mi cerebro da vueltas a través de todas las veces que estuve con ella cuando
simplemente ignoraba que esas cosas le sucedían. Cuando casi se desmayó en mi
sofá. El atropello con las palabras que había atribuido al alcohol o la emoción. El
problema que tuvo con su monedero en la tienda de maternidad.
—Debería haber dicho algo. Noté todas esas cosas, pero las excusé en mi cabeza.
Lo siento. Si lo hubiera mencionado entonces, tal vez habrías sido revisada más
pronto.
Niega.
—No, no lo habría hecho. Estaba en negación. Incluso cuando las cosas
progresaron y supe con seguridad que había un problema, todavía no fui al doctor
hasta la semana que Griffin estaba lejos. Fue cuando tuve mi primer ataque
epiléptico.
Mi mano sube para cubrir mi sollozo.
—¡No! Lo siento tanto. Debería haber estado allí. Debería haber estado contigo
mientras él estaba lejos.
—No es tu culpa, Skylar. De todos modos, Jane estaba conmigo cuando sucedió.
Cuidó de mí y se aseguró de que fuera al hospital.
—¿Jane lo sabe?
Asiente.
—Toda mi familia lo hace. Les hice jurar guardar el secreto.
Mi frente se frunce con confusión. Luego caigo en la cuenta de que Jane no
parecía ni de cerca tan destrozada por todo esto como Griffin o yo. Me estuvo
consolando en la capilla cuando debería haber sido al contrario. 81
—Griffin tampoco lo sabía, ¿cierto? Lo acabo de ver y no hay manera de que
haya sabido esto durante seis semanas. ¿Por qué no le contaste? ¿Por qué no me
contaste? Podría haber ido a quimioterapia o radiación o lo que sea contigo. —
Admiro su largo y espeso cabello—. Al menos, no estás perdiendo tu cabello en este
momento. Eso es algo.
—Primero, no, Griffin no lo sabía, no hasta hoy. Esa es la manera en que lo
quería. No quería que sintiera lástima por mí y me tratara con guantes de seda como
hizo la última vez. No quería que ustedes supieran hasta que tuvieran que hacerlo.
No quería agobiarlos. Y no habrá radiación o quimioterapia esta vez. —Cierra los ojos
y respira profundamente—. Lo que tengo es incurable. Es terminal, Skylar.
¿Terminal? Lágrimas caen de mis ojos más rápido de lo que puedo secarlas.
—¡Dios, no! —Sollozo, volviendo mi cabeza en su hombro. Envuelvo mis brazos
a su alrededor una vez más en un intento de aferrarme a ella. Para mantenerla aquí
conmigo en este mundo por tanto tiempo como pueda. La sostengo hasta que mis
brazos se cansan, todo el tiempo gritando en silencio mis disculpas por todas las
cosas horribles que he hecho para hacer que esto suceda.
Erin me permite llorar hasta que mis lágrimas se secan. Jadeo e hipo antes de
que mi respiración se normalice. Alzo la mirada para ver sus mejillas húmedas con
lágrimas.
—Dime más. Quiero saber todo. Tal vez haya algo que podamos hacer.
—No hay nada que hacer. Tengo un glioblastoma de grado cuatro. Un tumor
cerebral inoperable. Es un cien por cien fatal.
Me tenso a su lado.
—Tienes veintisiete años, Erin. Todavía eres tan joven. Tiene que haber algo
que podamos hacer. ¿Esto te sucedió por tu otro cáncer? ¿Se extendió a tu cerebro?
—Los glioblastomas son un misterio médico. Muy a menudo no tienen
explicación. No aparecen a causa de otro cáncer. Hay una pequeña posibilidad de
que fuera provocado por la radiación que recibí cuando tenía dieciocho, pero no hay
manera de saberlo. Es solo una de esas raras e inexplicables cosas que ocurren.
—¿No pueden operarlo y quitarlo?
—Podrían operar y quitar un poco. Pero crecerá de nuevo. Siempre lo hace. Y
no quiero pasar los últimos meses de mi vida recuperándome de cirugía cerebral.
—¡Meses! —Jadeo, ahora sollozando de nuevo.
Asiente.
—¿Por qué no te estás derrumbando? —le grito—. ¿Por qué no estás luchando
contra esto? Tiene que haber alguna manera de prorrogarlo. ¿No pueden darte
medicinas o algo? ¿Cómo puedes sentarte aquí y decirme con calma que solo te
quedan unos meses de vida? ¿Qué mierda te pasa?
Erin sonríe. En realidad me sonríe. Se está muriendo, pero sonríe de todos
modos.
—Skylar, he tenido seis semanas para aceptarlo. Ya lloré. Pasé por todos los 82
estados de aceptación de la muerte. Pasé semanas regodeándome en la ira, negación
y autocompasión para llegar aquí. Griffin y tú acaban de averiguarlo, así que les
tomará tiempo llegar a donde estoy.
Me doy cuenta de qué ha estado diciéndome y mi mente regresa seis semanas
atrás. Se volvió retraída justo después del ultrasonido. La semana que Griffin fue a
África. Pensé que estaba enloqueciendo por el bebé. Griffin también notó el cambio.
Duró unas semanas y luego empezó a hacer todo tipo de cosas locas. Llevándome a
lugares donde ella nunca había estado. Haciendo comentarios vagos sobre perderse
cosas.
—Nunca llegaré a donde estás. Nunca aceptaré que no hay nada que podamos
hacer. Tiene que haber algo. ¿Ni siquiera quieres intentar estar aquí cuando el bebé
llegue? ¿Tu bebé? —Agarro su mano y la poso sobre mi pequeña barriga.
—Hay quimioterapias que podría probar y podrían añadir un mes o dos a mi
vida. Podrían. Pero vienen con un precio, Skylar. No quiero pasar el tiempo que me
queda drogada, vomitando y perdiendo el cabello. Hay tantos efectos secundarios de
la quimioterapia que serían horribles para mi calidad de vida. Incluso si por algún
milagro llegara tan lejos para el nacimiento, puede que ni siquiera estuviera lo
bastante alerta para percatarme.
—Pero es una oportunidad —ruego—. ¿No le debes al bebé tener una
oportunidad de conocerte?
—No —dice enfáticamente—. Quiero sentirme bien por el tiempo que pueda.
Me dan esteroides para reducir cualquier hinchazón causada por el tumor. Eso
debería ayudar a aliviar algunos de mis síntomas. Pero no prolongará mi vida; solo
la hará un poco menos desagradable hasta el final.
Todavía conmocionada, y apenas capaz de pronunciar palabra, digo:
—¿Y cómo exactamente sabremos cuándo eso podría ser?
—Me dijeron que podría suceder en cualquier momento, pero cuando lo haga,
será rápido, probablemente sobre un período de un par de semanas. Esa es la manera
en que lo quiero. No quiero extender mi sufrimiento, su sufrimiento, por la
posibilidad de unos días o semanas más. Incluso si significa que nunca veré al bebé.
Quiero morir en paz y rápidamente. No quiero que Griffin me recuerde como algún
vegetal. Fue así con su madre. Le tomó meses morir. La vio consumirse en nada. No
quiero eso. Y espero que respetes mis deseos. Mi familia lo hace. Voy a morir y todos
necesitan aceptarlo.
Mi mano cubre mi sollozo de nuevo mientras recuerdo lo que dije en el ferri
más temprano. No es como si fueras a volcar y morir.
—Oh, Dios, Erin. Lo siento tanto por lo que dije esta tarde, sobre que murieras.
Soy una perra tan desconsiderada. ¿Puedes perdonarme?
—No hay nada que perdonar. No es tu culpa. Fue un comentario perfectamente
válido basado en mi comportamiento. No te castigues por eso. No te castigues por
nada, Skylar. Pero, por favor, necesito tu apoyo en esto. Necesito tu apoyo más que
el de cualquiera.
Miro a mi estómago.
83
—Pero qué pasa…
—No te preocupes de nada. Todo saldrá bien —dice—. Podemos hablar más
mañana. En este momento, quiero descansar y luego ir a hacer algunos planes. Hay
cosas que quiero hacer antes de morir. Cosas con las que necesito que me ayudes.
—Cualquier cosa —digo a través de mis lágrimas—. Te ayudaré con cualquier
cosa, Erin.
—Necesito que hables con Griffin. Ustedes dos van a pasar por esto juntos. Mi
familia estará allí apoyándolos, pero necesitan apoyarse el uno en el otro. Ve.
Encuéntralo y encárgate de esto.
Asiento y le doy un último abrazo.
—Ahora sal de aquí. Estoy cansada. Tengo que recuperar fuerzas para toda la
mierda que voy a obligarte a hacer conmigo.
Fuerzo una sonrisa ante su elección de palabras. Luego me levanto y espero que
mis temblorosas piernas puedan llevarme a través de la habitación. Doy una última
mirada atrás a Erin mientras sus pesados párpados se cierran y cae en un pacífico
sueño. Es tan hermosa. Incluso la manera en que está manejando esto es hermosa.
Prometo hacer todo en mi poder para asegurar que el tiempo que le queda esté lleno
de amor, risa y amistad. Haré cualquier cosa que me pida.
Cualquier cosa.

84
12
D
e algún modo, termino de vuelta en la sala de espera, insegura de cómo
llegué ahí. Estoy entumecida. No puedo creer que a una persona le puedan
suceder tantas cosas malas. Una persona muy maravillosa. No tiene sentido.
Quizás realmente no hay un Dios después de todo. ¿Cómo puede Él permitir
que Erin supere un cáncer, pierda su capacidad para tener hijos y luego encuentre
un modo para tener un bebé, todo para quitárselo?
Es obvio para mí que Baylor y todos nuestros amigos han sido informados.
Sollozos ahogados, ojos hinchados y miradas de pura incredulidad son abundantes.
Los padres de Erin y sus cuatro hermanas se han ocupado de consolar a los amigos
de ella y a Griffin. Como Erin, han tenido tiempo para aceptar esto. Pero me pregunto
si se han esforzado lo suficiente para que pruebe algunas opciones para alargar la
vida. No puedo imaginarme que haya una enfermedad que pueda llevarse a alguien
tan rápido. Parecía estar bien esta mañana. Incluso parecía bien justo ahora.
¿Realmente hay algo creciendo en su cuerpo que la matará en unos pocos meses?
Hago una nota metal para investigar sobre los tumores cerebrales al llegar a
casa. Después de que hable con Griffin. Porque eso es lo que ella me pidió que hiciese.
Y haré cualquier cosa que me pida. Seré la amiga perfecta durante el tiempo que le
quede.
Es descorazonador ver a Griffin y a su mejor amigo, Mason. Son dos hombres
muy altos y muy duros machos alfa, y han sido reducidos a un tembloroso desastre
de lágrimas. Erin se ha hecho cercana a Mason desde que él y Griffin se hicieron
85
amigos hace cuatro años, cuando Griffin hizo una sesión de fotos para Sports
Illustrated sobre prometedores atletas universitarios, presentando a Mason. A pesar
de sus casi cinco años de diferencia, Griffin y Mason forjaron una rápida amistad.
Donde está uno, normalmente encontrarás al otro. Y Mason se ha convertido en el
hermano que Erin nunca tuvo.
Aparte de toda la cosa del cáncer, puedes decir que Erin es afortunada. Puede
que no tenga muchos amigos, pero los que tiene habrían muerto por ella. Creo que
cualquiera de nosotros tomaría su lugar si pudiese. El mundo necesita más gente
como ella. El mundo tiene excedentes de gente como yo. Una vez más, juro cambiar
y convertirme en la persona que cree que soy. Una persona que merece tener una
amiga como ella.
Griffin me divisa en el lugar donde silenciosamente me apoyé contra la pared
para mirarlo. Asiente hacia mí y luego le dice algo a Mason. Se levanta y cruza la
habitación viéndose como nunca lo he visto. Tiene los hombros hundidos. Arrastra
los pies por el suelo. Tiene la mirada en el suelo. Ha sido derribado por el cáncer
demasiadas veces, cuestiono su habilidad para ser lo suficientemente fuerte para
ayudar a Erin.
Tiene que ser fuerte. Ambos tenemos que ser fuertes.
Viene a mi lado.
—¿Podemos dar un paseo? —Sus palabras son superficiales, su voz ronca y
tentativa.
—Claro. —Lo sigo mientras camina delante de mí, por el pasillo principal y
fuera del edificio hacia el patio. Lo primero que noto cuando salimos es el olor de las
flores. Miro alrededor y es hermoso. La zona está adornada con bancos rodeados por
encantadoras flores incipientes, arbustos brillantes y árboles coloridos. Vida. Me
recuerda la vida. Supongo que ese fue el objetivo. Algo que le de esperanza a la gente
que puede no tener ninguna.
Griffin camina hasta el banco y me hace señas para que me siente. Me siento y
se une a mí, con la cabeza todavía gacha, las manos todavía temblando.
—Erin quería que hablásemos.
Asiento.
—Sí.
Nos sentamos en silencio. Cada vez que intento hablar, el nudo en mi garganta
evita que las palabras emerjan. Lo mismo debe estar pasándole a él. Se retuerce las
manos y carraspea una y otra vez. Ambos necesitamos un minuto. Así que
simplemente nos sentamos.
Estoy embelesada con el repetitivo movimiento de sus brazos. Lleva una
camiseta de manga corta a pesar del frío en el aire, y soy capaz de ver su tatuaje más
claramente de lo que he visto antes. Es un lazo rosa, el símbolo para la concienciación
por el cáncer de mama. Hay algo escrito, pero no puedo entenderlo. Quizás podamos
hablar sobre eso para facilitarnos hablar sobre Erin.
Lo señalo. 86
—¿Te hiciste ese tatuaje por tu madre?
Lo mira y lo estudia, como si olvidase que incluso estaba allí. Asiente.
—Sí. —Lo muestra para que yo lo mire. Tiene el nombre de su madre escrito a
un lado del lazo y lo que asumo que es la fecha de su muerte en el otro—. Parece que
ahora tendré que conseguir otro —comenta, ahogándose con las palabras.
—Lo siento mucho, Griffin. Erin me contó lo de tu madre. Siento que tengas
que pasar por eso de nuevo. —Levanto la mirada hacia él para ver que otra lágrima
se desliza por su mejilla—. También me haré uno. Podemos ir juntos.
—No puedes hacerte uno, Skylar. Estás embarazada. —Como si se acordase
repentinamente del bebé, mira mi barriga hinchada y niega.
—¿Cómo sabes que no puedo hacerme uno?
—Porque lo leí en los libros que Erin compró para nosotros. A diferencia de
alguien, aparentemente.
Bajo la mirada a mi estómago, sintiéndome enferma sobre el hecho de que esta
pequeña vida ya ha sido atizada con la tragedia.
—¿Qué vamos a hacer? —Sobre Erin. Sobre el bebé. Sobre la vida. Todas esas
preguntas necesitan respuestas que no estoy segura que estemos preparados para
dar.
—No lo sé. Ahora mismo no puedo pensar en otra cosa que en Erin.
Asiento en acuerdo. Tenemos tiempo para resolver el resto. Necesitamos
ayudar a Erin. Es nuestra prioridad. Todo lo demás puede esperar.
Volvemos a quedarnos en silencio. Después de un minuto, me doy cuenta que
vamos rápido a ninguna parte y no tenemos tiempo que perder.
—Tenemos que hacer planes para cuando se haya ido.
Asiente. Tiene los codos apoyados en las rodillas, la cabeza echada hacia
delante y veo una lágrima caer de su mejilla. La sigo con mis ojos empañados y la veo
chocar contra el cemento del patio.
—Quiero hacer estos últimos meses realmente es-especiales —balbuceo a través
de mi garganta apretada—. Haré lo que haga falta.
Asiente de nuevo. Me pregunto si volverá a hablar. Después de otro minuto de
silencio, finalmente lo hace:
—Yo también. Lo que haga falta. El dinero no es problema. —Se le rompe la voz
de nuevo cuando dice—: No puedo hacerlo solo. Voy a necesitar tu ayuda. ¿Crees que
serás capaz de tomar tiempo libre en el trabajo, trabajar la mitad de los días o algo
así? Pagaré por tu suplente. Sé que te quiere con ella.
—Sé que te quiere con ella —menciono—. Sí, puedo tomar tiempo libre. Y no
tienes que pagar por ello. No quiero que te preocupes por el dinero en un momento
como este.
Deja salir una risa desesperada.
—No, pagaré por ello. El dinero es algo que tengo, Skylar. Un montón. Puedo
87
tener una suerte de mierda. Puedo tener una mujer que se está muriendo. Pero tengo
dinero. Y planeo usarlo para hacer de su vida todo lo que pueda ser hasta… —Su
pecho se tensa y retiene un sollozo.
—¿Qué hay de ti? —pregunto—. ¿Puedes tomar tiempo libre? —Sé que es un
fotógrafo freelance y eso normalmente significa que establece sus propios horarios y
puede elegir sus trabajos, pero eso no significa que no tenga compromisos urgentes.
—Ya está hecho. Liberé mi calendario indefinidamente. Estaré aquí para ella
las veinticuatro horas todos los días de la semana. Puede que tengamos que
convencer a Erin para que nos deje mimarla. Odia eso. Tampoco quiere que gaste
dinero en ella. Eso es algo en lo que no cederé. Voy a mimarla con todo lo que haga.
¿Me ayudarás?
Le doy un codazo y me río para aligerar el humor.
—¿Te ayudaré a gastarte un montón de dinero para hacer feliz a una mujer muy
especial? Puedes apostar a que lo haré.
Logra un atisbo de sonrisa antes de que su expresión se derrumbe de nuevo.
—Joder. —Toma una profunda bocanada de aire, estudiando su tatuaje—. No
puedo creer que esto esté sucediendo de nuevo. —El cuerpo comienza a temblarle
mientras más lágrimas escapan de sus ojos.
Me acerco y lo rodeo con los brazos. Lo sostengo apretadamente contra mí.
Dejo que sepa que no tiene que pasar solo por esto. Con el tiempo también me rodea
con los brazos. Nos sostenemos mutuamente por lo que parecen horas, hasta que a
ninguno de los dos le quedan más lágrimas. Y con el tiempo, me doy cuenta de que
puedo hacer esto. El abrazo que compartimos no era íntimo. No era provocativo. No
era tentador. No sentí nada excepto la arrolladora necesidad de unir fuerzas con él
para ayudar a mi amiga. Estoy segura de que solo he superado el primer obstáculo
en mantener mi promesa de convertirme en una persona mejor.
El sol se puso hace tiempo y mi reloj, junto con mi estómago, me dice que se
está haciendo tarde.
—No podemos hacer nada ahora mismo. Necesitamos dormir un poco y
reunirnos después. ¿Puedes quedar mañana?
—Me voy a quedar aquí esta noche. Van a traer una cama para mí. No la dejaré.
—Alisa su camiseta y se seca sus sudorosas manos en sus pantalones. Está intentando
recomponerse—. Quieren hacer un conjunto de escáneres más mañana por la tarde
antes de darle el alta. Eso puede llevar un tiempo. ¿Podemos encontrarnos entonces?
—Lo que necesites. Pasaré la mañana encontrando mi reemplazo y luego
regresaré al hospital. Podemos hablar más entonces. ¿Por qué no traigo algo de
comida del restaurante cuando vuelva? No hay necesidad de torturarnos con la
comida del hospital.
Esboza una sonrisa.
—Eso sería genial, Skylar. Gracias.
Volvemos dentro para encontrar a amigos y familia reunidos y compartiendo
88
sándwiches que Mindy había enviado desde el trabajo. Nadie se marchó. Ni una
persona. Han estado ahí todo el día, apoyándose unos a otros. Apoyando a Erin.
Contemplo a la familia de Erin que ahora es mi familia. Tomo nota de mis amigos
que ahora son los amigos de Erin. De repente, estoy muy agradecida de ser parte de
esto. Suena retorcido, pero estoy verdaderamente honrada de estar incluida como
alguien del grupo que llegará a ver sus últimos momentos en este mundo. Erin no
podría estar rodeada de gente mejor. Bueno, excluyendo la compañía presente. Pero
lo estoy intentando. Y llegaré ahí. Juro por Dios que lo haré.

Comenzaron a dolerme los ojos por toda la investigación. Investigación que


solo me dice lo mismo una y otra vez. Erin tenía razón. Va a morir. Y pronto.
Estoy intentando prepararme para lo que puede suceder mientras su
enfermedad progresa. Vi la lista de las cosas horribles que le hará a su cuerpo. El
único consuelo es que probablemente sucederá relativamente pronto. Para el
momento en que esté postrada en la cama, puede que solo le queden días de vida.
Pero lo que más me molesta es que puede que no tenga todas sus facultades
mentales. Puede que la perdamos antes de perderla y sé que será insoportable de
presenciar. De todos modos, es posible que no suceda. Por lo que he leído, es
diferente para todo el mundo. Solo hay una similitud exacta en cada caso. La muerte.
Cierro los ojos y me agazapo en una bola en el sofá. Lloro por Erin. Lloro por
Griffin. Lloro por este pequeño bebé que no conocerá a su madre. Lloro por mí.
Cuando mis lágrimas se secan y me doy cuenta de lo egoísta que estoy siendo, decido
dejar de ser reducida a una tonta balbuceante cada vez que pienso en Erin. Llorar no
va a ayudarla. No va a mejorar su corta vida. Habrá mucho tiempo para llorar
después. Después de que se haya ido. Lloraré su pérdida entonces, no ahora. Ahora
necesito centrarme en su vida, no en su muerte.
Tomo el teléfono para llamar a Baylor. Necesito su ayuda con algo.
Ni siquiera suena una vez antes de que responda:
—Skylar, ¿cómo lo estás llevando?
—Estoy bien. He estado en el ordenador buscando todo lo que pude sobre su
cáncer. —Suspiro mientras intento refrenar las lágrimas—. Es horrible, Baylor.
Puede que solo la tengamos por unos meses más. Y en esos meses, puede que
realmente solo la tengamos la mitad del tiempo.
Baylor me da palabras de consuelo, dejándome saber lo buena amiga que soy
para Erin, pero no sabe toda la verdad. La verdad que me carcome como una
sanguijuela chupando sangre de la carne.
—¿Skylar?
Está esperando que diga algo. Pero el nudo en mi garganta está de vuelta y todo
lo que puedo hacer es sorber por la nariz.
89
—Skylar, habla conmigo.
Cierro los ojos.
—¿Crees en el destino?
—¿Destino? Uh, sí, supongo que lo hago de algún modo. Pienso que el destino
hizo que Gavin y yo nos encontrásemos en Chicago cuando nos habíamos mudado a
lados contrarios del país. Creo que estábamos destinados a estar juntos, aunque nos
llevara un tiempo llegar ahí.
Asiento, aunque sé que no puede verme.
—¿Crees que la gente puede cambiar su destino?
Se queda callada por un momento. Luego pregunta:
—¿De qué se trata esto, Skylar? ¿Adónde quieres llegar? Está bien, puedes
hablar conmigo. Todos estamos afligidos. Lo que esté en tu mente, está bien sentirse
de ese modo.
Dejo salir un profundo suspiro.
—Erin cree en el destino. Cree que fuimos reunidas para que pudiera tener su
bebé y mejorar mi vida en el proceso.
—Sí, me lo contó.
—Pero lo jodí, Baylor. La jodí con el destino y ahora va a morir.
—¿Qué quieres decir exactamente con eso? —cuestiona.
Cuando no digo nada, presiona:
—No quieres decir porque piensas que Griffin es atractivo y has tenido sueños
con él, ¿no?
—Si simplemente fuese eso —comento—. Es mucho más que eso.
Oigo su jadeo en la línea telefónica. Luego escucho una puerta cerrarse.
—Dios, Skylar, no me digas que te acostaste con él —susurra.
—¡No! —Abro los ojos, pero los dirijo a mis pies—. Por supuesto que no. Te dije
que nunca le haría daño de ese modo. Pero creo que de algún modo… intenté no
hacerlo, pero de algún modo terminé… uh… enamorándome de Griffin. Sé que suena
loco y probablemente estoy equivocada, probablemente es lujuria o algo así, pero no
puedo evitar lo que sea que fuese y ahora sucedió esto. Lo juro, Baylor, nunca habría
hecho nada. Y Griffin nunca me dio ningún indicio de que estaba al menos un poco
atraído por mí. La ama. La quiero. Simplemente no pude evitarlo. —Mis sollozos
comienzan a salir de mí y me pregunto si estoy teniendo sentido—. No pude evitarlo,
Baylor.
»Soy una amiga tan terrible que me enamoré del marido de mi mejor amiga.
¿Quién hace eso? Lo siento tanto. Oh Dios, nunca me perdonará. Morirá y entonces
lo sabrá. La gente lo sabe todo cuando muere, ¿no es así? Me odiará. Lo estoy
intentando. Estoy intentando detenerlo, pero es duro cesarlo. Incluso con Erin
muriendo. Incluso cuando sé que está mal. Griffin y yo nos abrazamos hoy y estuvo 90
bien, así que quizás estará bien. Quizás puedo hacer esto. ¿Qué debería hacer,
Baylor? ¿Cómo puedo dejar de sentirme así?
Por centésima vez en lo que parecían horas, me desmorono, ya rompiendo mi
juramento de no hacerlo más. Sollozo fuerte e hipo en el teléfono mientras Baylor
espera a que me tranquilice. Solo puedo imaginar lo que debe pensar de mí. Estoy
preparada para que me arranque la cabeza. Que me diga lo mala persona que soy.
Está bien. Puedo soportarlo. No me dirá nada que no sepa ya.
—Skylar, ¿estás bien? ¿Puedo hablar ahora? ¿Me escucharás por un segundo?
—Está bien. —Cierro los ojos con fuerza y me preparo.
—Escucha atentamente, hermanita. Lo que hiciste no causó esto. Lo que le pasó
a Erin no es culpa tuya. Ni siquiera de la forma más mínima. Incluso si tuvieras una
aventura con su marido, todavía no podrías haber causado que ella tuviese cáncer.
Deja de castigarte por ello. Segundo, tienes que dejar ir esa culpa que tienes por
Griffin. Sé que te lo he dicho antes, pero te lo diré de nuevo. El corazón quiere lo que
quiere. El tuyo quiere a Griffin. Eso está perfectamente bien. Incluso normal. Eres
una buena persona y una buena amiga. Una mala amiga habría hecho algo sobre él.
Nunca harías eso. Por mucho que te preocupes, eres el mejor tipo de amiga. El tipo
que puede enamorarse del hombre de su amiga, pero nunca actuar por ese amor y
respetas a tu amiga. Eres el tipo de amiga que todo el mundo debería tener, Skylar.
Eres amable, leal y honrada. No has hecho nada malo. Lo has hecho todo bien. ¿Me
escuchas? Eres una buena persona y no hiciste nada malo.
Dejo que sus palabras se asienten. Dejo que se asienten en mi alma. De todos
modos, puede llevar un tiempo antes de que pueda aceptarlas completamente.
¿Cómo es que sabe exactamente qué decirme exactamente cuando necesitaba que lo
dijese?
—Jodidamente te quiero, Baylor. ¿Lo sabes?
Se ríe.
—También te quiero, Skylar.
—Necesito tu ayuda con algo.
—Lo que sea, lo tienes.
Pasamos la siguiente hora intercambiando ideas para hacer de las siguientes
semanas o meses los mejores en todos los veintisiete años de Erin.

91
13
D
espués de arreglar las cosas en Mitchell’s, llego al hospital con un plato de
comida justo después del mediodía. No sabía quién estaría aquí, así que hice
que nuestro chef preparara algo extra. Y aunque normalmente no
recomiendo comer piccata de pollo en platos de papel, lo tendríamos que
hacer. Alimentaríamos a las enfermeras con cualquier comida que sobrara.
Sonrío al entrar en la habitación y veo el gigantesco arreglo de lirios blancos
que había enviado esta mañana. Cuando le dije al florista que las flores eran para mi
mejor amiga que se estaba muriendo en el hospital, me reprendió por enviar este
tipo de flor. La flor usada en los funerales. Me preguntó si le estaba gastando una
broma enfermiza. Le aseguré que eran sus favoritas. No necesitaba saber más. No
necesitaba saber sobre los lirios y Frijol. No lo entendería. Nadie más lo hace.
Observo a Erin y veo que hoy parece pensativa. Me pregunto si me lo ha contado
todo. ¿Ya está teniendo algunos de esos síntomas que indican que su progresión está
más lejos de lo que nos dejó creer? Mira entre Griffin y yo como si quisiera decir algo.
Tal vez está esperando el momento adecuado. Quizá no sea ahora, mientras
repasamos la lista de cosas por hacer antes de morir que hizo anoche.
Nos reímos cuando entré en la habitación y nos entregamos unos a otros las
hojas con intenciones similares escritas. Para incluir tanta diversión en sus últimas
semanas como fuera posible. Está bien, la lista de Erin puede que sea un poco menos
pretenciosa y salvaje que la que Baylor y yo hicimos. 92
La lista de Erin consiste en cosas como dar dinero a los menos afortunados,
enviar un regalo anónimo a alguien que lo necesita y hacer un picnic en Central Park.
Reviso la lista, preguntándome cómo podemos hacer que algunas o todas estas cosas
sucedan.
—¿Quién es el señor Segal? —pregunto, refiriéndome a la línea número cuatro
de su lista.
—Era mi profesor de inglés de noveno grado. —Sonríe mientras habla sobre él,
y puedo decir que es importante para ella. Silenciosamente prometo ir a los confines
de la tierra para encontrarlo—. Me convertí en maestra por él. Me mostró lo divertido
que podía ser el aprendizaje. Nunca levantó la voz. Nunca se enojó, simplemente se
le ocurrió la manera de llegar individualmente a cada estudiante en lugar de
juntarnos a todos, asumiendo que todos aprenderíamos de la misma manera.
Siempre quise darle las gracias.
Asiento y continúo leyendo.
—¿Paracaidismo? —Arqueo una ceja. Erin nunca ha sido una clase de chica de
aire libre, así que esta me sorprende.
—Sé que no puedo hacerlo. Mi médico dice que no debería volar ni hacer nada
que implique un cambio en la presión del aire. Así que eso impide el paracaidismo y
lo siguiente en la lista, ver la Torre Eiffel. Pero es algo que desearía haber hecho. —
Me mira directamente a los ojos—. No esperes nunca para hacer las cosas, Skylar.
Prométemelo. No esperes nunca para vivir tu vida.
La abrazo, arrugando las hojas que tenemos.
—Lo prometo. Pero tampoco has terminado. Tenemos mucho que lograr y es
mejor que nos ocupemos si realmente quieres… —Miro su lista—. ¿Un elefante?
Griffin se ríe entre dientes en un rincón de la habitación.
—¿Has visto esto? —le pregunto.
Asiente, levantando la vista brevemente de su ordenador portátil. Luego
secretamente me guiña un ojo, y estoy segura que en este mismo segundo, está
buscando lugares para montar elefantes que estén a unas horas de viaje. Sonrío.
Realmente estamos haciendo esto.
El siguiente punto en su lista me sorprende.
—¿Quieres hacerte un tatuaje y una perforación corporal?
Se ríe.
—Por supuesto. ¿Por qué no? Todo el mundo lo está haciendo.
Me aseguro de que Griffin no esté escuchando cuando me inclino. No quiero
ofenderlo.
—Los tatuajes son aterradores, Erin. Quién sabe dónde han estado esas agujas
sucias.
Sonríe.
—No es que me vaya a matar, Skylar. 93
Mi expresión decae y estoy segura de que me pongo pálida con sus palabras.
Pone una mano en mi brazo.
—¿Demasiado pronto? —cuestiona.
—Sí. —Asiento. Está bromeando sobre morir. ¿Cómo pasas de descubrir que
tienes un tumor cerebral terminal a bromear sobre eso en seis semanas?
—Lo siento. —Me da una sonrisa triste—. Está bien, ¿qué sigue en la lista?
—Probar nuevas comidas exóticas —leo en voz alta. ¡Bingo! Con esto puedo
ayudar. Hago una nota mental para llamar a Jorge, nuestro jefe de cocina, y
que lo haga él—. Suena razonable.
Continúo con la lista.
—¿Ser morena? —Arqueo las cejas con diversión.
Asiente enérgicamente.
—Siempre quise hacerlo, pero mis hermanas nunca me dejaron. Siempre
afirmaron que tenía una tonalidad tan única de rubio que iría contra la
naturaleza si la teñía. —Agarra un mechón de su cabello y lo examina—. La
naturaleza obviamente me jodió. Lo voy hacer. ¿Me ayudarás?
—¿Tu libro dice algo sobre que las mujeres embarazadas no pueden teñirse el
cabello? —pregunto.
—No quiero que te tiñas el cabello, Skylar. Quiero decir, ¿quieres ir conmigo al
salón?
—Sé lo que querías decir. —Le doy mi mejor mirada de “no soy estúpida”—.
Estaba pensando que tal vez lo haría contigo, convertirte en morena. Ya sabes, si eso
está bien.
Su sonrisa casi alcanza sus brillantes ojos.
—¡Sí! —grita—. Eso va a ser divertido. Oh, hagámoslo mañana. ¿Puedes? —
Entonces pone los ojos en blanco—. Dios, estoy siendo tan egoísta. Por supuesto que
tienes que trabajar mañana. Qué te parece en tu próximo día libre.
Me siento en la cama y la clavo a la almohada con la mirada. Necesito que
escuche esto y sepa que estoy hablando en serio.
—Erin, mañana no voy a trabajar. De hecho, no voy a trabajar por un tiempo.
Estoy aquí para ti siempre que me necesites.
Se queda boquiabierta.
—Pero no puedes solo…
—Puedo y lo haré. De hecho, ya está decidido y no hay nada que puedas hacer
o decir para hacerme cambiar de opinión. Vas a tener que metértelo en esa cabecita
tuya de cabello rubio por un día más, que te quiero y estaré aquí para ti.
Echo un vistazo a Griffin, todavía tecleando en su ordenador portátil, y lo veo
sonreír ante las palabras que he dicho. Levanta la mirada y guiña un ojo. Nos
miramos brevemente a los ojos. Su mirada llena de agradecimiento. Con gratitud.
94
Con la esperanza de que podemos hacer algo agradable de esta horrible situación.
Vuelvo mi mirada a Erin para encontrarla observándonos. Me pregunto
momentáneamente si malinterpretó nuestro breve intercambio silencioso. Juro que
no estaba teniendo pensamientos inapropiados en este momento. Abro la boca para
explicar, pero se acerca y me entrega otro pedazo de papel. Solo hay una cosa escrita
en ella.
—Solo para tus ojos —me susurra.
Leo el papel. Dice: “Que Griffin y su padre se reúnan”.
Fijo mi mirada con la de ella. Sé de la pelea que tuvieron. Su padre dejó a su
madre morir mientras él se emborrachaba en el sofá viendo repeticiones de series
malas en televisión. Les hizo esa horrible cosa a Griffin y a su madre mientras ella
estaba pasando por lo que Erin está pasando, ¿pero quiere que Griffin lo perdone?
—Tendremos que comenzar con esto de inmediato —murmura. Gira el papel y
señala un nombre y un número de teléfono—. Llámalo por mí. Explícale las cosas. A
ver si se quiere reunir. Sé que lo hará. Ha intentado ponerse en contacto con Griffin
en el pasado, pero hace unos años dejó de intentarlo.
—¿Sobre qué están hablando, chicas? —pregunta Griffin—. No estás llevando a
mi esposa a un club de striptease, ¿verdad?
Erin y yo nos reímos. Tal vez no es exactamente un club de striptease, pero
Baylor y yo pusimos algo en la lista igual de emocionante.
—Una más —indica Erin. Asintiendo a la lista original que me dio.
Pongo la mirada en el final de su corta lista.
—¿Quieres hacer un milagro? —Le doy mi mirada más incrédula.
—¿Qué? —Inocentemente se encoge de hombros—. Tampoco puedo saltar en
paracaídas, pero aun así lo puse en la lista. —Alisa mi lista, que se arrugó cuando nos
abrazamos—. Está bien, ahora vamos revisar la tuya. —Lee lo primero e
inmediatamente se le llenan los ojos de lágrimas—. ¿En serio? Nunca podría pedirles
a Baylor y Gavin esto.
Niego.
—Fue su idea. Quieren que tengas la experiencia de ver a un niño venir al
mundo. Quieren que estés en el nacimiento de su bebé. Para cargar a un recién
nacido con solo minutos de edad. Sé que no es un reemplazo para Frijol, pero…
—Oh, Dios mío. —Lágrimas caen en su boca, que ahora está sonriendo—. Sí. Sí,
diles que sí. Y gracias. Diles que gracias. No puedo creer que hagan eso. Qué honor.
—Se gira hacia Griffin, haciendo que mi mirada la siga—. ¿Has escuchado eso, Griff?
Voy a ver a un bebé nacer. ¿Puedes creerlo?
—Eso es increíble. —Aprieta los labios, formando una delgada línea donde se
encuentran. Su mirada está en mi estómago, donde su bebé crece sano y salvo,
felizmente inconsciente de que su mundo está cambiando antes de que él incluso
haya nacido. ¿También esta Griffin preguntándose sobre el destino del niño que está
siendo dejado para tratarlo más tarde? 95
Me da la impresión de que es la primera vez que me refiero al bebé como ambos
sexos. Un niño. Sí, creo que es un niño. De repente, no puedo esperar para
averiguarlo. Erin necesita saberlo. Hago una nota mental para hablar con Griffin más
tarde.
Erin se sonroja mientras lee el siguiente punto de la lista. Susurra:
—Ver una película porno, ¿en serio?
Griffin se ríe en voz alta detrás de nosotras. Obviamente, Erin no fue tan
silenciosa como creía en su susurro. Me hace preguntarme si también escuchó lo que
dijo sobre su padre.
—Sí, en serio. Eso es suponiendo que no hayas visto una.
Si su reacción es cualquier indicación, diría que di en el blanco en poner esa.
Todo el mundo debería ver una película sucia antes de morir.
Ignora mi mirada interrogante y pasa su dedo hacia el siguiente punto de la
lista.
—Quedarme en… ¿qué? —Se gira hacia mí con los ojos muy abiertos—. ¿No es
el hotel más caro de Nueva York?
Miro hacia Griffin. Él inmediatamente golpea en el teclado. Sí, está a bordo con
eso. Bien por él. Supongo que realmente quería decir lo que dijo. Vuelvo a mirar a
Erin y me encojo de hombros.
—¿Beber champán caro? —Lee—. Oh, ya hemos hecho eso. Griffin tenía algo
estupendo en nuestra boda.
Lo miro y él pone los ojos en blanco.
—Erin, esa era una botella de cuarenta dólares. Podemos hacerlo mucho mejor.
—No quiero que gaste dinero en mí, Griff. —Me mira de nuevo—. Tú tampoco,
Skylar.
—No creo que tengas mucho que decir al respecto —le digo—. Así que es mejor
sentarse y disfrutar del paseo. Nos pediste que aceptáramos tus elecciones. Ahora
debes aceptar las nuestras. Haremos lo que sea necesario para que las cosas sucedan.
—La miro a los ojos—. ¿Está bien?
Puedo decir que está contemplando pelear conmigo. Deja salir un resoplido,
pero creo que es solo exasperación fingida, solo por el principio.
—Bien —acepta.
Continúa con mi lista y lee en voz alta:
—Aprender danza del vientre… Disparar un arma… Participar en un
flashmob7… Caminar en una alfombra roja… Comprar una ronda de bebidas para
todos en un bar lleno de gente. Oooooh, me gusta el último. ¡Eso suena divertido!
Al llegar al final de ambas listas, mi mente está nadando con ideas que no puedo
esperar para llegar a casa y poner en movimiento. Algunas tomarán mucha
colaboración. Afortunadamente, entre el dinero de Griffin y que los dos tenemos
amigos influyentes, creo que podríamos sacar algo de esto.
—Griffin, tengo un favor que pedirte —le dice.
96
—Cualquier cosa, lo que sea. —Levanta la vista de su ordenador portátil listo
para darle a su esposa lo que quiera atado en oro y envuelto en seda si es así como lo
quiere.
—Es tonto, pero siempre he querido dormir en una cama de agua. Desde que
era pequeña cuando estuvo de moda. Me encantaría que pudieras conseguir una para
nosotros. Hoy. Antes de irme a casa. Voy a estar ocupada recibiendo mis análisis
pronto y Skylar puede quedarse conmigo mientras te vas.
Cierra el ordenador y lo guarda en su bolsa. Cruza la habitación y le da un beso
en los labios.
—La tendrás, cariño. ¿Estás bien aquí? —me pregunta.
—Por supuesto. Ve —aseguro.
Articula “¿más tarde?” señalando entre nosotros.

7Flashmob: es una acción organizada en la que un gran grupo de personas se reúne de repente en
un lugar público, realiza algo inusual y luego se dispersa rápidamente.
Oh, claro, se suponía que no encontraríamos durante sus análisis. Supongo que
eso ya no va a suceder.
Le contesto “¿En mi casa?”
Asiente.
Entonces me pongo pálida pensando en lo que esto debe parecer. Me giro para
ver una sonrisa en el rostro de Erin. Me inunda el alivio de que no percibiese nuestro
intercambio y pensara que estábamos enredados, en vez de planear una reunión para
repasar estas listas.
Pienso en lo que Baylor me dijo anoche. Eres una buena persona, Skylar. Esto
no es tu culpa. No hiciste nada malo. Lo reproduzco una y otra vez en mi cabeza.
Incluso podría creerlo. Casi.
Erin acaricia un lado de su cama.
—Ven a sentarte. Vamos a tener una charla de chicas ahora que se ha ido.
Alzo las cejas, sin embargo, me siento.
—Hay una cosa más en mi lista. En realidad, es la única cosa en mi lista que
incluso importa. Y eres la única persona que puede ayudarme a lograrlo.
—Lo que sea que necesites, Erin. Haré lo que me pidas. Simplemente dilo.
Sonríe.
—Esperaba que dijeras eso. Y espero que lo digas en serio, porque lo que te voy
a pedir es una tarea difícil.
—¿Estás bromeando? Ni siquiera lo pienses dos veces. Escúpelo ya.
Inspira profundamente y suelta el aire. Cierra los ojos y estira el cuello. Luego
me mira con los ojos más serios que he visto.
—Quiero que este bebé crezca con dos padres, Skylar. Todos los bebés necesitan
97
una oportunidad en eso. Quiero que esté en una familia grande con mucha gente
alrededor. Quiero que sea amado y querido. Quiero que tenga una vida maravillosa.
Una lágrima se desliza de mi ojo cuando pienso en el cuadro que está pintando.
Puede ver a su bebé creciendo en un hogar al igual que ella. Quiere eso para él. Se lo
merece. La ayudaré a hacer que eso suceda.
Asiento.
—Está bien. Quieres que te ayude a encontrar a los padres adoptivos más
perfectos que hayan caminado por la tierra. Puedo hacer eso. Por supuesto que
puedo hacer eso.
Me sonríe.
—No, Skylar. Ya sé a quién quiero. —Agarra mi mano y la sostiene con fuerza,
como si pudiese intentar escapar de ella—. Eres tú. Griffin y tú. Quiero que lo críen.
Quiero que sean sus padres. Quiero que sean su familia. Quiero que lo amen y lo
acaricien y tal vez incluso darle algunos hermanos en el camino.
—¿Qué? —No sé si la estoy escuchando. Creo que sé lo que está diciendo, pero
tal vez el cáncer ha progresado más de lo que pensábamos y está haciendo que se
comporte de manera extraña. He leído sobre esto—. Uh… ¿qué es exactamente lo que
estás pidiendo?
—Sabes lo que te estoy pidiendo, Skylar. —Me acerca a ella de un tirón—. Te
estoy pidiendo que te conviertas en la familia de la que nunca seré parte. Te estoy
pidiendo esta cosa totalmente extravagante y monumental. Sé que es una locura. Sé
que la gente pensará que estoy delirando. Pero no. Los he visto juntos. Ustedes
chicos, son adorables. Sé que se atraen el uno al otro. Sé que nunca me traicionarías
en eso. Y sé que puede ser lo más difícil que hagas en tu vida, pero te lo estoy pidiendo
de todos modos. Sean los padres del niño que ya tiene tu sangre corriendo por sus
venas. Encuentra una manera de estar con Griffin cuando me haya ido. Encuentren
una manera de amarse el uno al otro como merecen ser amados. Te pido que tomes
a mi esposo y que lo hagas tuyo.
Me quedo boquiabierta. Estoy procesando su petición. No estoy segura de
poder encontrar las palabras. Quiere que esté con Griffin y crie al bebé como nuestro.
Quiere que durmamos juntos y tengamos más bebés. ¿Quiere que sea… su esposa?
—Dijiste cualquier cosa, Skylar. Dijiste que harías cualquier cosa por mí. No me
importan todas esas otras cosas. Quiero que hagas esto. Necesito que hagas esto. Me
estoy muriendo. Me doy cuenta de que es mezquino y cruel, pero estoy jugando la
tarjeta del cáncer. Te pido que cumplas mi último deseo en vida. Quiero que estés
con Griffin. Quiero que te cases con él y que tengan una familia. Quiero que vivan
felices para siempre. ¿Harás esto por mí? ¿Por favor?
Me pellizco el puente de la nariz antes de masajearme las sienes. Cuando por
fin soy capaz de formar palabras con mi boca, digo:
—Hay tantas cosas equivocadas en esto, Erin. Debes saber eso. En primer lugar,
no es solo mi elección. —Me congelo—. Oh, Dios mío. ¿Has hablado sobre esto con
Griffin?
Niega.
98
—Aún no. Hoy, sin embargo. Cuando regrese.
—No lo creo. —No hay manera de que él sepa algo sobre esto. Se asustará. Se
asustará más de lo que me estoy asustando yo. No querrá tener nada que ver con eso.
La ama. Solo la ha amado a ella. Desde… siempre. Parece que estamos peleando cada
vez que nos reunimos. Nunca va a funcionar—. Dices que nos has visto juntos, pero
no lo has hecho. Ni siquiera estabas en la mayor parte del tiempo que estuvimos
juntos. Peleamos todo el tiempo. Prácticamente nos odiamos, Erin.
Se ríe.
—Hay una fina línea entre el amor y el odio. Y a veces se llama pasión.
Jadeo.
—¿Pasión? ¿Es eso lo que crees que hay entre nosotros? Estás loca, como una
cabra.
—¿Vas a sentarte ahí y decirme que no has pensado en mi marido de esa
manera? —cuestiona—. ¿Qué nunca has fantaseado con él cuando cocinaron juntos,
o en el juego de béisbol, o en la comida? El rubor en tu rostro ahora me dice todo lo
que necesito saber. Está bien, Skylar. Griffin es atractivo. Es agradable, genuino y
maravilloso. Y sé qué hará lo que le pido. Hará cualquier cosa por mí. Lo ha
demostrado una y otra vez. No es él a quien debo convencer. Es a ti.
La miro con escepticismo.
—Has estado planeando esto. —Pienso en todas las veces durante el mes pasado
que Griffin y yo hemos sido lanzados juntos. Todas las veces que Erin no apareció,
forzándonos a estar solos—. El vestido, el escote, los juguetes sexuales, el juego de
béisbol, las sugestivas charlas sobre el pene de Griffin y su apetito sexual… Todo esto
era tu plan para que me enamorara de él, ¿verdad?
Una lágrima se desliza por mi rostro. Todo este tiempo. No fue culpa mía.
Estaba siendo manipulada para enamorarme de un hombre que no estaba
disponible. O eso pensé. Toda la culpa que sentía por lo que estaba haciendo a mi
mejor amiga. Dejo caer su mano y me levanto, alejándome de la cama.
—¡Perra! ¿Sabes lo culpable que me he sentido por las situaciones en las que
me pusiste con él? ¿Sabes cuánto me odiaba cada vez que tenía un pensamiento
inapropiado sobre tu marido? ¿Cómo te atreves a meterte con mi vida así?
Ahora está llorando conmigo.
—Lo siento. Es verdad. Todo lo que dijiste. Pero no sabía otra manera. Tenía
que averiguar si eran compatibles. Tenía que saber si alguna vez podría haber algo
allí. Sé que puede haberla, Skylar. Y te estoy pidiendo que dejes que la haya.
Me siento sucia. Como si necesitara correr a casa y bañarme y fregar la
inmundicia de mi carne.
—¿No te da escalofríos pensar en Griffin con otra mujer? ¿Cómo puedes
sugerirlo?
—Sí, por supuesto que sí —responde—. ¿No crees que si hiciera lo que quisiera 99
nada de esto estaría sucediendo? Pero no puedo hacer lo que quiero. Ya no se trata
de mí. —Se mueve hacia mi vientre—. Es sobre él. Elegí hacer esto. Fue mi decisión
llevar esta vida al mundo. Y ahora tengo que hacer lo mejor para él. Eso significa
asegurarme de que crezca con padres amorosos. Padres que ya son su mamá
biológica y papá. Gente a la que puedo confiarle su preciosa vida.
—¡No quiero hijos, Erin! —le grito—. Siempre fui muy clara sobre eso y lo sabes.
Niega, permitiendo que otra lágrima caiga.
—Puedes pensar eso, pero veo cómo eres con ellos. Con el hijo de Baylor. Con
mis sobrinos y sobrinas. Creo que nunca te has dejado intentarlo. Siempre los has
devuelto cuando lloran, hacen caca o necesitan algo. Nunca has tenido uno de ellos
para que dependa de ti por más de una sonrisa y una risa. Pero te conozco. Sé que
puedes hacerlo.
—¿Y una de tus hermanas? —pregunto—. Estoy segura que estarían encantadas
de adoptarlo. Es la solución perfecta.
—No, Skylar. Necesita estar con su mamá y papá. Sus verdaderos mamá y papá.
—Pero Griffin y yo… No puedo.
—Puedes. Sé que puedes.
—No puedes obligarnos, Erin. Sí, puedes pedirnos que lo intentemos, pero no
puedes hacer que nos enamoremos.
Me mira y arquea una ceja. ¿Lo sabe? ¿Cómo podría saberlo?
—He visto la química entre ustedes. Tienes que entender que cuando entré en
la menopausia temprana, no era exactamente la persona sexual que solía ser cuando
Griffin y yo empezamos a tener relaciones sexuales en la universidad. Traté de ser
una buena esposa y mantenerlo feliz. Trato de ser sexy. Pero, a veces, es difícil fingir
cuando tu cuerpo simplemente no lo anhela. Te ve como este ser fértil y sexual.
Puedo verlo en la forma en que te sigue, te mira fijamente cuando no te das cuenta.
Estás llevando a su hijo, e intencional o no, los hombres están arraigados para
sentirse atraídos por eso.
Solo puedo mirarla, negando.
—¿Preferirías que el bebé crezca sin una madre? Porque sé que Griffin lo hará.
Será el mejor padre que pueda. Por mí. Pero, ¿de verdad quieres cargarlo con eso?
Ves a Mason. Ves lo difícil que es ser padre soltero. Los niños deben ser criados por
dos padres. Sé que a veces eso no siempre sucede, pero no tiene que ser así con este
bebé. Eres perfectamente capaz de darle una vida maravillosa. Eres perfectamente
capaz de amar a Griffin y formar una familia. Sabes cuánto creo en el destino. Las
cosas pasan por una razón. Estoy aquí para llevarte a ti y a tu bebé con Griffin. Tienes
que permitirme hacer eso. De lo contrario, mi vida será en vano.
Entrecierro los ojos ante su ridícula declaración.
—¿Eso es lo que realmente piensas? ¿Que tu destino era morir joven y dar a tu
marido y a tu hijo a otra mujer?
—No. Mi destino es ser el ángel guardián de ese precioso bebé para siempre. Y
estoy empezando ahora mismo. Por favor, Skylar. Es mi único deseo moribundo. Haz
100
esto por mí. Por él. —Señala mi vientre.
Tomo mi abrigo de la silla.
—No puedo… me tengo que ir. —Voy hasta la puerta y sin darme vuelta, digo—
: Llamaré a Baylor o a una de tus hermanas para que te acompañe hasta que Griffin
regrese.
Entonces salgo de su habitación. Camino por el pasillo y entro en el ascensor.
Me dirijo al piso principal y me encamino hacia la entrada. Mi estómago se revuelve.
Sé lo que eso significa y corro hacia el baño más cercano solo para llegar hasta el
lavamanos antes de devolver mi piccata de pollo.
Me limpio la boca y me miro en el espejo. ¿Qué está pasando? Esto no puede
estar sucediendo. Todo este tiempo, lo he deseado. He querido lo que ella tiene.
Incluso me he imaginado en su lugar. En su vida. Y ahora, me la entrega en una
maldita bandeja de plata. Quiere que yo viva su vida. Ser ella. Que crie a su hijo. Que
folle con su marido.
Y solo hay una cosa en mi mente en este momento. Algo que mi padre solía
decir cuando era joven.
Ten cuidado con lo que deseas.

101
14
M
aldita sea.
Se suponía que debía estar trabajando en la lista. Preparando sus
últimos meses para que estuviera con sus amigos, familia y viviera
experiencias extraordinarias. ¿Por qué tenía que ir y arruinarlo con sus
ridículas peticiones? Lo único que puedo hacer es sentarme aquí y solo pensar en
todo lo que dijo. No sabe lo que quiere. Debe ser su enfermedad haciéndola decir
esas locuras. El bebé estaría mucho mejor con una pareja adoptiva que lo amará, no
una mamá que no lo quiere y un papá que estará de luto Dios sabe cuánto tiempo.
Si no estuviera embarazada, sé exactamente qué estaría haciendo. Bebiendo.
No, más bien emborrachándome. Quiero olvidar todo lo que ha sucedido en los
pasados dos días. Quiero volver a como eran antes las cosas. La vida era fácil en ese
entonces. Lo único que debía hacer era decidir qué iba a ponerme para trabajar y
hacer felices a mis clientes. Ahora, debo ayudar a elegir un ataúd y concederle a una
mujer moribunda sus últimos deseos.
No sé cuánto tiempo he estado aquí acostada cuando de repente me siento rara.
Mi estómago aletea y me pregunto si vomitaré de nuevo. Cierro mis ojos y respiro,
intentando calmar mis probables náuseas cuando caigo en la cuenta de que algo
increíble está pasando. Estos aleteos que estoy sintiendo, tan ligeros como alas de
mariposa, no son náuseas, es el bebé moviéndose. Oh, Dios.
Mi mano instintivamente va a mi vientre mientras me concentro en sentir la 102
sensación. Está ahí dentro. De verdad hay un ser humano viviente, respirando y
creciendo dentro de mí. O sea, lo he sabido por un tiempo. Incluso vi a Frijol en el
ultrasonido, pero nunca fue real hasta este segundo. ¿Por qué ahora? ¿Por qué eligió
este momento para dejarme saber que está ahí? ¿Es porque sabe que dije que no lo
quería?
Una ola de culpabilidad me inunda. ¿Podría hacer esto? ¿Podría ser mamá?
Nunca fue parte del plan.
Luego, tan rápido como comenzaron, los aleteos cesan. Permanezco
completamente inmóvil por un rato, esperando que regresen. ¿Está bien? ¿Algo está
mal porque dejó de moverse?
Un golpe en la puerta me sorprende y salto para atender.
Observo por la mirilla para ver la cima del cabello negro de Griffin. Se ha
derrumbado, su cabeza cuelga y está apoyándose contra mi puerta con un brazo
estirado. ¿Ella le dijo? ¿O está aquí para revisar la lista? Mi corazón se acelera
pensando en enfrentarlo después de la bomba que Erin dejó caer.
Tentativamente abro la puerta y Griffin cae hacia delante, como si hubiera
olvidado que se encontraba apoyado en ella. Tropieza dentro de mi apartamento,
estabilizándose antes de golpear el suelo. Alza la mirada y está escrito en su rostro.
Lo sabe. Se siente derrotado. Perdido. Destrozado. También está completamente
ebrio si su falta de equilibrio y su olor son alguna indicación.
—¿Estás borracho?
—Maldición, eso espero. —Arrastra las palabras. Entra a la cocina y empieza a
rebuscar en los gabinetes.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Lo sigo.
—¿Tienes licor? —Abre el gabinete sobre el refrigerador y saca una botella de
champán. La botella que Erin trajo, pero nunca abrió, la segunda vez que tomamos
la prueba de embarazo. Me había olvidado que estaba ahí.
Intento arrebatársela.
—¡No puedes abrirla! Me la dio Erin.
Sus ojos se abren mientras aparta la botella. Luego me da la espalda y procede
a abrir el corcho.
—¡Basta, Griffin! No lo hagas.
Se ríe cuando el corcho sale y un poco de líquido se derrama de la botella. La
risa es desesperada. Llena de dolor. Rota.
—Bueno, es muy apropiado que sea de su parte. De esta forma podemos brindar
por la jodida feliz pareja. Por nosotros. —Inclina la botella hacia mí y luego toma un
gran sorbo.
Miro mientras bebe el champán caliente. Me preocupa que esté bebiendo más
aparte de lo que ya bebió. Eso no hará ningún bien. Le arranco la botella de los labios,
derramando un poco en el suelo mientras sale de su boca.
—¿Por qué harías eso? —grita, mirando el charco en el suelo—. Derramaste un 103
jodidamente bueno champán. No es una buena forma de empezar esta cosa. —Sus
ojos nublados se enfocan en los míos—. ¿Siempre me dirás qué hacer? Ya estás
actuando como mi jodido grillete, ¿verdad?
—¡Griffin, basta! —grito sobre su voz—. Esta no es la forma de lidiar con esto.
Estás empeorándolo.
—¡Ja! —Se tropieza, resbalando sobre el líquido derramado, pero
estabilizándose con el mesón—. ¿Peor? ¿Cómo puede ser peor? Mi esposa se está
muriendo. ¡Muriendo! Y quiere que me acueste con su mejor amiga. Ese sí que es un
jodido regalo de despedida, ¿no crees? ¿Qué hay de ti? ¿Cómo se siente ser mi jodido
premio de consuelo?
Lágrimas llenan mis ojos. Trato de no permitir que sus palabras me afecten.
Está borracho. Está dolido. Está devastado. Está intentando lidiar con las fantasiosas
exigencias que su esposa enferma está haciendo. No puedo culparlo por embriagarse.
Estaría igual si pudiera.
Intenta quitarme la botella, pero no la suelto. Luchamos durante un segundo y
luego su mano se desliza y la botella cae, estrellándose en el fregadero, rompiéndose
en miles de pedazos. La miramos. Luego siento una punzada y bajo mi mirada para
ver que me he cortado la mano con la botella.
—¡Joder! —grito con rabia. Dolida. Por la pura angustia de la situación.
—Maldición, Sky, ¡no digas joder!
Me doy la vuelta y tomo una toalla, pero me resbalo con el champán. Griffin me
atrapa y me acerca a sus brazos. Antes de siquiera darme cuenta de lo que sucede,
sus labios están en los míos. Me besa con tal desesperación, como un hombre que
nunca volverá a besar a ninguna mujer. Y por un pequeño segundo, se lo permito.
Por un breve segundo, quiero olvidarme de todos y de todo. Quiero olvidarme de la
muerte y la lista de cosas por hacer y los últimos deseos. Olvidarme de bebés sin
madres, de padres viudos, y amigos de luto. Por un segundo, me dejo vivir la fantasía
de los labios de Griffin en mi cuerpo.
Pero cuando el segundo se acaba y entiendo por completo lo que sucede,
retrocedo. Luego lo abofeteo. Con fuerza.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—¡Estoy haciendo lo que ella quiere! —grita.
Tomo una toalla de papel y la presiono en el pequeño corte en mi mano. Arrojo
un par más sobre el charco, para no resbalarme de nuevo. Luego voy a la sala de
estar. Lejos de él. Me hundo en el sofá y subo mis piernas para protegerme. Lo veo
seguirme. Veo el momento en que se da cuenta de lo que ha hecho cuando el horror
inunda su rostro y cierra los ojos. Se sienta en la silla opuesta a la mía. Su lenguaje
corporal dice todo. Su cabeza cae hacia adelante y sus brazos descansan sobre sus
rodillas. Menea de un lado a otro.
—Dios, Skylar. ¿Qué demonios hice?
—No le faltaría el respeto de esa forma —digo—. Incluso si cree que esto es lo 104
que quiere. Nunca le haría esto.
Se levanta del sofá y corre a mi baño. No debo preguntar por qué. Aprovecho la
oportunidad para limpiar mi herida y el suelo de la cocina. Con cuidado, tiro los
pedazos de vidrio a la basura y luego pongo la cafetera.
Cuando salgo de la cocina, encuentro a Griffin desmayado en mi sofá. Bien,
debería dormir. Tenemos mucho que planear. El resto puede esperar. Hago un par
de llamadas mientras duerme.
Dos horas después, cuando Griffin despierta, mi apartamento está lleno de
amigos y familia. Mason, Baylor, Mindy, Jenna y un par de las hermanas de Erin
están aquí.
Griffin mira alrededor. Sus ojos llenos de culpa caen sobre los míos y veo el
arrepentimiento. Me mira hasta que le sonrío y asiento, dejándole saber que
entiendo. Que lo perdono. Que todo estará bien. Bueno, casi todo.
—¿Quién está con ella? —pregunta.
—Nuestros padres están allá —dice Jane—. Le darán de alta en unas horas, así
que si quieres estar ahí para llevarla a casa, será mejor que empecemos. —Lo mira
con desaprobación.
Había explicado brevemente que Griffin llegó borracho. No conté todo lo demás
que pasó. No estoy segura qué tanto saben todos. Estoy cien por ciento segura, sin
embargo, de que Baylor sabe todo. La forma en que me mira, y a Griffin. Es como si
supiera que hemos sido puestos en esta imposible situación. Tiene sentido. Le escribí
para que fuera a sentarse con Erin hasta que Griffin volviera. Bien. Me alegra que
sepa. De esta forma no tendré que explicarle. Puede ayudarme a hacer reflexionar a
Erin.
Pero eso tendrá que esperar. Tenemos otras cosas que hacer ahora.
La familia de Erin y Griffin ayudan a añadir un par de cosas a nuestra lista y
para cuando estamos separándonos, tenemos varios planes en marcha. El primero
de los cuales será sacar a Erin del hospital y no llevarla a su casa en la ciudad, sino
hacia un lujoso y pretensioso hotel en una limosina. Esperando en la suite habrá una
variedad de las mejores y más exóticas comidas que Jorge podrá preparar con un
equipo extra de chefs que conseguimos de último minuto. Ancas de rana, caviar,
cocina etíope, trufas negras, pato pekinés. Beberá leche directamente de un coco y
comerá ostras frescas en media concha. Es un banquete para una reina. O una última
cena. Elige.
Si le gusta, no puedo esperar para ver cuál será su reacción con la agenda
programada para mañana.

Baylor se queda después de que todos se van. Me preguntaba si Griffin se


quedaría también. Pero desde que mi hermana parece estar reclamándome, él y yo
tendremos que hablar de nuestra situación en otro momento. 105
Sentada en el sofá con Baylor, mis ojos se enfocan en su muy embarazada
barriga. Estará de parto cualquier día. Hasta donde sé, mientras más pronto mejor.
De esa forma Erin no se perderá el nacimiento.
—Sentí a Frijol moverse antes.
Sus ojos se iluminan y su rostro tiene una sonrisa de comprensión.
—Es maravilloso. ¿No es la sensación más increíble del mundo?
Supongo que podrías verlo de esa forma. Simplemente lo vi como un
recordatorio de un gran problema con el que lidiar. Una patada de culpa de un niño
intentando afirmarse en un mundo sin que lo olviden.
—¿No crees que es una coincidencia que el bebé pateara hoy de todos los días?
—pregunta—. ¿En el día en que oficialmente te convertiste en su madre?
—¿Qué? —La miro—. No. ¿Estás loca? —Niego vehementemente.
—¿Vamos a hablar racionalmente al respecto, Skylar?
—Estoy siendo racional. No estoy hecha para ser madre. Erin está alucinando.
—Apoyo mi cabeza en el cojín del sofá y suspiro—. Planeó todo esto. ¿También te lo
dijo? ¿Te dijo que me hizo enamorarme de él? ¿Que nos embaucó y nos puso en
situaciones en las que estaríamos juntos? ¿Que deliberadamente alimentó mis
inapropiadas fantasías? Demonios, tal vez mis sentimientos no son míos. Tal vez son
solo manifestaciones de lo que ella quería que sintiera.
Baylor me mira escépticamente.
—¿Quieres decir que ahora que las puertas están abiertas, ya no lo amas?
En silencio, pellizco un punto invisible en mis pantalones.
—Eso creí —dice—. Entonces, ¿cuál es el problema? Es la solución ideal, ¿no?
puede que sea poco convencional, pero son los padres de Frijol, después de todo.
Tiene sentido. Además, ya amas a Griffin. Y le gustas mucho. Erin me dijo que hablan
de ti todo el tiempo y que Griffin parece estar encantado.
—Estoy segura que también le lavó el cerebro —espeto.
—Puedes llevar a un caballo al agua, Skylar. —Alza una ceja.
—¿Puedes dejar los refranes, Baylor? No necesito esa mierda ahora. ¿Cómo
puedes estar de su lado? Esto es absurdo. ¿Serías capaz de dejarle a Gavin a Jenna si
estuvieras muriendo? ¿Podrías pensar en que toque a otra mujer? —Niego—. Hoy
me besó. Jodidamente me besó. ¿Crees que debería correr donde Erin y decirle lo
maravilloso que eso es? Tal vez debería follarme ahora para darle un bonito regalo
de despedida. Tal vez podríamos grabarlo para que lo disfrute. ¿Crees que eso es lo
que deberíamos hacer? ¿Verdad?
—No, claro que no. —Deja una mano en mi brazo—. Cálmate.
Tomo aire un par de veces mientras va a la cocina y regresa con una botella de
agua. Me la entrega diciendo:
—Para responder a tu pregunta… sí.
La miro confundida.
106
—Pasé mucho tiempo esta tarde intentando ponerme en la posición de Erin.
Pensé en qué sucedería con mi esposo. Con Maddox. Con nuestro bebé, si tan solo
tuviera unos meses de vida. Y la respuesta es un empático sí. Querría completamente
que una persona a quien amo y en quien confío cuide de mi familia. —Me mira con
compasión, la mirada que solo una hermana mayor puede compartir con su
hermanita. La mirada que me dice que no estoy sola en esto—. Deja que esto se
procese. Date tiempo para aceptarlo. Parece que Griffin está a bordo, aunque debo
decir que no estoy de acuerdo con que te besara.
—Tampoco yo. Sé que lo hizo porque estaba ebrio. Y molesto. Y confundido con
toda la situación.
—Y eso es entendible —añade—. Pero necesitas mostrarle a Erin el respeto que
se merece. Necesitas dejar que esto suceda lejos de ella, cuando no esté mirando.
Incluso después de que se haya ido.
—¿Suceda? Creo que todos están locos. ¿Cómo podemos estar juntos? Incluso
si lo amo, y no estoy segura si todavía lo hago, me odia la mitad del tiempo.
Demonios, a veces creo que lo odio. Parece que peleamos constantemente cuando
estamos juntos.
—El odio no es el opuesto al amor, Skylar, solo es su retorcido primo. —La miro
especulativamente, pensando en que Erin dijo algo similar hoy—. Puedes hacerlo,
hermanita. Le debes a Frijol al menos el intentarlo. Se lo debes a Erin. Pero más que
nada, te lo debes. —Me da su mejor sonrisa de hermana mayor—. No fue hace mucho
tiempo que recuerdo que nos dijiste que querías hacer algo significativo con tu vida.
Eso es lo que tienes hoy. ¿Qué podría ser más significativo que cumplir el último
deseo de una mujer moribunda? ¿Qué podría darle más propósito a tu vida que
permitirle a este bebé crecer con sus padres? Tú misma lo dijiste, Skylar. Querías
cambiar de una forma radical. Esta es una oportunidad. Esta es la última prueba.
Esto es lo que definirá quién eres y dirigirá el curso de tu vida. Pero, más importante,
quiero que pienses en esto; si te vas, ¿serás capaz de vivir contigo misma?
Sus palabras son profundas. Se arremolinan en mi cabeza como un jodido
tornado comiéndose todo a su paso. Nunca lo vi de esa forma. He estado consumida
por pensamientos sobre cómo no puedo hacerlo, cómo no estoy hecha para esto,
cómo estoy siendo forzada. Pero nunca ni un por segundo me detuve a pensar cómo
me sentiría más adelante si me alejara. Si me alejara de mi mejor amiga. De este
bebé. Nuestro bebé. Mi bebé.
Coloco una mano en mi vientre y por primera vez, me permito sentir. Me
permito sentir la conexión con la vida creciendo dentro de mí. Y como respondiendo
a la pregunta que he enviado al cielo, mi vientre aletea cuando el pequeño Frijol
responde.

107
15
M
ientras esperamos a que Erin salga del vestidor, Griffin me dice cuán
maravillosa fue la noche anterior en el hotel. De nuevo, me agradece por la
comida que había enviado, diciendo que disfrutaron saborear todas las
exóticas comidas mientras bebían un champán que costaba tanto como mi
primer auto. Incluso fue capaz de que les colocaran una cama de agua king en su
suite.
Nos quedamos en una esquina, intentando permanecer fuera del camino
mientras docenas de personas se apresuran en un frenesí de actividad, gritando esto
y moviendo aquello. Encuentro una silla del director de “Mad Max Productions” para
sentarme mientras esperamos. Gavin fue capaz de mover un par de cosas en el último
minuto, lo cual resultó en Erin siendo extra en la película que se está rodando bajo
el nombre de su estudio. No es nada grande y elegante. Sin Brad Pitt o Julia Roberts.
Es una película independiente que la compañía de Gavin compró como uno de sus
primeros proyectos cuando empezaron su compañía este año.
Sonrío pensando cuán agradecida estoy por poder ser una parte de momentos
como este. Ayer, una de las hermanas de Erin había mencionado que antes de que
ésta decidiera convertirse en profesora, el sueño de su vida fue ser actriz.
Protagonizar una película y caminar por la alfombra roja. Cuando era pequeña, tenía
un enorme rollo de fieltro rojo que su madre compró en un mercadillo y Erin lo
extendía por su sala de estar y se arreglaba como una princesa mientras se pavoneaba
alrededor, agradeciendo a sus muchos fans. 108
Fue pura suerte que la producción de Gavin estuviera filmando localmente hoy.
Fue capaz de añadirla como extra y, como añadido, incluso tiene que decir unas
palabras para dar paso a uno de los personajes principales. A causa de la parte de
hablar y el hecho de que las cámaras estarán enfocadas en ella, incluso solo durante
unos segundos, tuvo que ser maquillada y peinada. Y, al parecer, incluso para una
extra, eso toma un montón de tiempo.
Así que Griffin y yo nos sentamos y hablamos un poco mientras esperamos a
que Erin haga su debut en el cine. Hablamos sobre el tiempo. Está haciendo frío. Me
hace preguntarme si Erin será capaz de aguantar hasta las vacaciones. Hablamos
sobre el restaurante. Me hace pensar en la primera vez que la conocí, pareciendo
desbordada y lista para enfrentarse al mundo conmigo. Hablamos de Baylor y que
parece lista para explotar cualquier día.
Es entonces que lo noto mirando con fijeza mi barriga.
Mira alrededor para asegurarse de que estamos solos.
—¿Vamos a hablar sobre esto?
—¿Hablar sobre qué? —Como si no lo supiera.
—El elefante en la habitación —dice, asintiendo hacia mi estómago.
—¿Me estás llamando gorda de nuevo? —me burlo.
Se ríe. Es agradable oírlo reír otra vez.
—No me atrevería. No después del nuevo agujero que me abriste la última vez.
Ahora me río, pensando en la pelea que tuvimos durante su única lección de
cocina. Me estudia, mirando entre mi rostro y mi barriga embarazada, que está
empezando a volverse obvia para el mundo.
—A ella no podría importarle menos si aprendes a cocinar —le digo—. Te das
cuenta de eso ahora, ¿verdad?
Asiente.
—Sí. Escucha, lo siento tanto por lo que sucedió ayer. Sé que estar borracho no
es excusa. No ocurrirá de nuevo. Simplemente estaba tan molesto con ella.
—¿Molesto?
—Sí, ¿tú no? Nos quitó nuestras opciones, Skylar. Se llevó la oportunidad de
estar con ella estas últimas seis semanas. Quiero decir, si lo hubiese sabido entonces,
habría dejado el trabajo y tal vez la habría llevado a ver el mundo. París. Siempre
quiso ir. Dijimos que lo haríamos. Algún día. Y ahora, bueno, lo que estamos
preparando para la próxima semana es genial y todo, pero no es lo mismo.
Estoy de acuerdo. Incluso comprando todo el teatro Imax por un día y
obsequiando a Erin con una experiencia visual en París así, aun así no producirá los
recuerdos de realmente estar allí.
—¿Y la elección de con quién deberíamos estar? Después de que… se vaya. Nos
ha quitado eso también. Así que, sí, estoy molesto con ella. No se lo diré. No
enturbiaré sus últimos meses con mi ira, pero es como me siento. 109
Solo puedo asentir en acuerdo con todo lo que ha dicho. Pero añado:
—Sí tenemos una opción, Griffin. —Hago un gesto a mi barriga—. No tenemos
que hacer esto.
—¿No quieres hacerlo? —pregunta. Sus ojos trazan el contorno de la silla en la
que estoy sentada.
—¿Tú sí? —Mi corazón se prepara para su respuesta. Y a pesar de que sé que, si
dice que sí lo estará haciendo por Erin y no por mí, aún espero conteniendo la
respiración.
—Quiero honrar sus deseos. Y no es que no te encuentre atractiva. Por supuesto
que lo hago. Cualquier hombre cuerdo lo hace.
Es duro disfrutar del halago cuando siento un “pero” aproximándose, y envía
una lanza directa a mi corazón. Tampoco estoy segura si quiero hacer esto, pero oírlo
decir que no lo hace, me aplastará.
—Pero solo puedo decir con seguridad lo que quiero ahora mismo. Mi esposa
se muere. Es todo lo que puedo hacer para no derrumbarme y pasar por esto.
Lamento no poder darte una mejor respuesta.
No estoy segura de lo que esperaba que dijera, pero lo respeto por lo que dijo.
Si hubiese dicho, “diablos, sí, hagámoslo”, habría corrido en la otra dirección. Si
hubiese dicho “demonios, no, no quiero a mi hijo”, habría pensado que era un
canalla. Dijo la cosa perfecta. Lo cual es la única que podría haber dicho para
hacerme caer por él incluso más.
—No tenemos que resolverlo ahora mismo —digo—. Este pequeñín no va a ir a
ninguna parte por un largo tiempo. Pero Erin va a querer respuestas. Y no las
tenemos. ¿Qué vamos a hacer sobre eso?
Se muerde el interior de la mejilla y mira al techo.
—Vamos a decirle lo que quiere oír, supongo. No sacaremos el tema a menos
que ella lo haga y cuando lo haga, simplemente le diremos que hemos acordado
intentarlo. Nada más, nada menos. ¿Te parece bien?
—Me parece bien.
Nos sentamos en incómodo silencio durante unos minutos. ¿Cómo diablos
puede esto tomar tanto tiempo? Es solo un poco de maquillaje y peinado. Erin ya es
hermosa, no tienen que hacer mucho. Busco en mi mente para pensar en algo que
decir para pasar el tiempo.
Echo un vistazo a Griffin para ver que se está frotando su tatuaje.
—¿Crees que de verdad se hará uno? —pregunto.
Se ríe entre dientes. Lo entiendo. La idea de la señorita Remilgada y Apropiada
haciéndose un tatuaje es de risa.
—Quién sabe. Pero estaré allí para sostener su mano si lo hace. Haré cualquier
cosa por ella, Skylar.
¿Hay un significado oculto en esa declaración? Acaba de decirme hace un
minuto que no está seguro de que pueda honrar su deseo, aun así, está diciéndome 110
que hará cualquier cosa. Tal vez se refiere a que hará cualquier cosa mientras esté
viva, pero después, quién sabe qué sucederá.
—Ya ha empezado —dice.
—¿Empezado?
Asiente.
—Me perdí todas las señales antes. La dificultad para hablar o la falta de
palabras. La fatiga. Los dolores de cabeza. Nunca ni una vez pensé que significarían
algo. Y ahora, por los pasados dos días, noto cada pequeño síntoma. Me gritan y son
tan obvios como sus ojos son azules. Y noto los nuevos también. La manera en que
su mano cae de la mía cuando pierde sensibilidad en ella. La manera en que a veces
pregunta lo mismo dos veces. Está empezando. Y me mata.
También me mata. Pero estoy intentando no pensar en ello. Habrá mucho
tiempo para eso más tarde. Intento aligerar el estado de ánimo.
—Oye, ¿te importaría si te robo a Erin para un día de chicas mañana? Quiere
teñir su cabello y tengo un par de otras cosas que no involucran chicos que me
gustaría hacer con ella.
Parece dolido, como si no quisiera dejarla ni por un segundo. Pero puedo decir
que sabe que ella necesita esto. Necesita tiempo con su familia y amigos también.
Tiene que compartirla con nosotros. Incluso si es lo más duro que alguna vez ha
tenido que hacer. Se desplaza por su teléfono y luego agarra bolígrafo y papel de una
mesa cercana. Garabatea algo y me lo entrega.
—Este es un estilista que trabaja con un montón de modelos que fotografío. Voy
a mandarle un mensaje ahora mismo y dejarle saber que lo llamarás. Me debe un
favor. Si está en la ciudad, te hará un hueco. Estoy seguro.
Mi mandíbula cae cuando veo a Erin emerger de la zona de camerinos. La
dirigen hacia donde estará con un enorme grupo de gente. Se supone que sea parte
de una multitud en un concierto. Están bombeando hielo seco para hacerlo
humeante. Las luces se atenúan después de decirles a todos exactamente cómo se
desarrollará la escena. Ella tiene una línea. Cuando el protagonista camina por la
multitud, se supone que tropiece con él y diga: “Disculpa”. Eso es todo. Eso es todo
lo que tiene que hacer. Y esto tomó dos horas de peinado, maquillaje y vestuario.
Griffin y yo no podemos apartar nuestros ojos de ella. Está sonriendo. Está
representando el sueño de toda niña pequeña. La energía que emana en la atenuada
iluminación del estudio es palpable. Está hermosa. Está viviendo.
La cámara de Griffin es inmediatamente sacada de una bolsa junto a nuestros
pies. Toma docenas, tal vez cientos, de fotos. Debería. Ella irradia felicidad.
Toma una hora y seis tomas para tener la escena correcta. Pero no por Erin.
Estuvo perfecta. Cada vez. Cada toma me pareció igual. Me pregunto si Gavin pidió
al director extenderlo, dándole más tiempo para disfrutar la experiencia. Cuando
encuentro a Gavin detrás de algunas de las cámaras, me guiña un ojo. Justo como
sospechaba.
Echo un vistazo a Griffin. Está observando a su esposa como una mirada de
asombro.
111
—Está tan feliz —dice, mirándola fijamente—. Necesitaba esto hoy, después de
la mañana que tuvo.
Me enderezo y mis adentros se tensan.
—¿Ocurrió algo?
—Fuimos a su escuela. Tuvo que contarles a sus estudiantes que no va a volver.
—Niega y puedo decir que se siente mal por los niños de siete años que, sin duda,
piensan que Erin camina sobre el agua—. No les contó toda la verdad. Solo que está
demasiado enferma para ser su profesora. Fue desgarrador, Skylar. Se
arremolinaron a su alrededor después de que les dijera. Le rogaron que no se fuera.
Dijeron que la ayudarían y estaría muy bien. Dijeron que harían cualquier cosa para
que se quedara. Sabía exactamente cómo se sentían y me destrozó.
—Lo siento tanto, Griffin. —Pongo mi mano en la suya y le doy un reconfortante
apretón. Entonces, momentáneamente me pregunto si está bien que lo toque. Miro
mi mano sobre la suya. Rápidamente levanto los ojos para ver a Griffin haciendo lo
mismo. Atrapa mis ojos, sosteniéndolos con los suyos. Me da un pequeño
asentimiento. Luego, al mismo tiempo, retiramos nuestras manos.
Echo un vistazo para ver lo que ocurre en el rodaje, solo para encontrar a Erin
caminando hacia nosotros. Estoy segura de que me vio tocándolo. Su mirada se fija
en el brazo de la silla que nuestras manos acaban de dejar. Tampoco me pierdo el
hecho de que parece hacerla feliz.
Esto es verdaderamente retorcido.
Arroja sus brazos a mi alrededor.
—Muchísimas gracias, Skylar. Gavin y tú son absolutamente maravillosos por
haber preparado esto en tan poco tiempo. Nunca lo olvidaré.
—Me alegra que todo saliera tan bien. Estabas hermosa. Talento natural, Erin,
en serio.
Agita su mano arriba y abajo por su cuerpo como un espectáculo de modelos,
exhibiendo el vestido que le pusieron.
—¿No es fabuloso? Dejan que me lo quede. Una ventaja del cáncer, supongo. —
Suelta una risita. Griffin y yo hacemos una mueca—. De todos modos, no quiero
desperdiciar este aspecto. Creo que llevo un galón de maquillaje encima. Joder, hace
mucho calor, ¿no creen? Salgamos.
—Cariño, tendrías calor en un saco de arpillera —dice Griffin—. Pero sí.
Podemos salir. ¿Qué tienes en mente?
Me mira.
—¿Qué tal tu número nueve?
Griffin parece confundido, pero sé exactamente qué quiere. Lo sé porque Erin
y yo tenemos esta conexión. Esta compresión mutua. Este inexplicable lazo que nos
permite comunicarnos sin palabras. Bueno, y también porque sé que el número
nueve de la lista que Baylor y yo elaboramos, hará que Erin entre en un bar lleno,
gritando: “¡Las bebidas corren por mi cuenta!”. 112
—Esto va a ser tan divertido —digo, mientras Erin y yo enganchamos codos y
salimos del estudio con Griffin detrás.
16
M
iro a la morena en el espejo. Sus ojos verdes me devuelven la mirada, luego
caen sobre la creciente barriga de embarazada que estira mi ahora muy
ajustada camiseta de los Yankees en la que holgazaneo por el apartamento
hoy. Me sorprende cada vez que me veo de soslayo. Dejé que Erin escogiera
el color y eligió el marrón oscuro. Muy oscuro, casi del color del de Griffin. Me hace
preguntarme qué color de cabello tendrá Frijol. ¿Será rubio oscuro como el mío
habitual, o heredará el ondulado oscuro de Griffin?
Anoche soñé con el bebé. Es la primera vez que sucede. Estaba sosteniendo la
mano de un niño y se balanceaba entre alguien y yo. Pero cuando miré a la otra
persona, no era Griffin, era Erin. ¿Qué significa eso?
Me deshago de la mala sensación de que Griffin aparentemente desapareció de
mis sueños y termino de cepillarme el cabello, feliz de que haya elegido no ir por el
color permanente, sino el tipo que desaparecerá por completo en unas cuatro
semanas. Erin hizo lo mismo. Me alegro de que lo hiciera. Realmente no quería
decirle que no podía imaginarla no luciendo como ella misma sus últimas semanas
en la tierra.
Especialmente considerando lo que pasó el día que fuimos al salón. Cuando
salimos a almorzar, después de que el amigo estilista de Griffin nos diera el
tratamiento cinco estrellas, Baylor y Mindy se nos unieron y Erin me preguntó si iba
a presentarla a mis amigos. Fue difícil ocultar la conmoción en nuestros rostros, pero
en pocos minutos volvió a ser ella misma, cuestionando cuándo se habían reunido
113
con nosotras Baylor y Mindy. Después, pasó a soltar su tenedor repetidamente. Y
lloró en mis brazos cuando casi no llegamos al baño a tiempo para hacer pis. Era la
primera vez que la veía llorar lágrimas de tristeza desde que compartimos lágrimas
el día en el que me dijo que estaba muriendo. El dolor de cabeza que vino aquella
tarde la envió al médico, que rápidamente aumentó su dosis de esteroides. Sin
embargo, terminó en cama por un par de días.
Hoy, estamos comprando ropa de bebé mientras la familia de Erin y nuestros
amigos hacen arreglos de última hora para la sorpresa de esta tarde. Me doy cuenta
que todavía no sabemos el sexo del bebé. Bueno, no es seguro. Pero Erin insiste en
que es un niño y sabe que su gusto por la ropa supera con creces el mío. Creo que
este chico tendrá un armario lo suficientemente grande como para vestir a un
pequeño pueblo en el momento en el que haya terminado. Quiere comprar los
muebles a continuación. Hace que todo se entregue a su casa. No he preguntado por
qué y ella no me ha dicho. Algunas cosas, es mejor no decirlas en este punto. Estoy
agradecida de que no haya presionado. No tengo corazón para decirle que no se ha
decidido nada. No ha sido directa y ha preguntado si vamos a honrar sus últimos
deseos, y Griffin y yo estamos muy contentos de no hablar de ello.
Se ve igual que antes hoy. No ha habido lapsos de memoria, sin palabras
arrastradas, sin dolores de cabeza. La única cosa que he notado es su brazo derecho
que cuelga flácido en su costado. Los esteroides están haciendo su trabajo y estoy
agradecida de que sea capaz de disfrutar de la tarde que hemos planeado. Este es el
proyecto más grande y ha requerido la participación de docenas de personas para
llevarlo a cabo.
Cuando salimos de la última tienda de diseñador de bebés, me mira,
preguntando por la carroza con caballos esperando en la acera. Cuando una sonrisa
se apodera de mi rostro, rebota arriba y abajo como una niña y toma la mano del
conductor, subiendo al carruaje. Hemos hecho esto una vez anteriormente, y estaba
tan enamorada de los caballos, me pareció muy apropiado que este sea su transporte
al baile, por así decirlo.
"El baile" es en realidad un picnic en Central Park. Bueno, picnic no es
realmente una descripción precisa. Fiesta es más adecuado. Todo el mundo estará
allí. Toda la familia de Erin. Tías, tíos, primos y demás. Hicimos que volaran desde
varios lugares alrededor del país. Sus antiguos colegas vienen, junto con muchos de
sus estudiantes. Todos los que han tocado su vida, estarán allí. ¿Por qué esperar a
que vengan a su funeral donde no sería capaz de apreciar a cada uno de ellos?
Cuando nos acercamos a la fiesta, sus ojos se abren de par en par mientras
absorbe las tiendas, los inflables puestos para los niños, las interminables mesas de
comida y bebida, la banda local que contratamos que dijo que era su favorita hace un
tiempo cuando estábamos juntas en un club.
—Dime que esto no es todo para mí, Skylar.
Sonrío.
—Dijiste que querías un picnic en Central Park, ¿no? Solo pensamos en invitar
unas pocas personas, eso es todo. 114
—¿Unas pocas personas? —Mira a su alrededor a las ciento y pico personas que
se alinean a lo largo del camino mientras el carruaje se dirige a nuestro destino—.
¿Siquiera conozco a tantos?
Me río.
—Sí, lo haces. Y todos te quieren. No tienes ni idea del impacto que has tenido
en tantas vidas, ¿verdad?
Su boca se abre y las lágrimas fluyen por su rostro cuando pasamos los rostros
familiares de sus estudiantes, su extensa familia, sus amigos. El carruaje finalmente
se detiene y Griffin está esperando para ayudarla a bajar. La toma en sus brazos
mientras ella nos agradece por organizar esto.
La conduce a la gran área cubierta de hierba donde todos los alimentos que
esperarías apreciar en un picnic y más, están dispuestos en el servicio de catering
más grande que Mitchell's ha hecho. Saluda a todos en su paso a lo largo del camino
antes de que Griffin la acomode en la mesa de honor. Él asiente a alguien en la tienda
y pasa por delante a un anciano de aspecto distinguido, llevando un plato de comida.
Lo coloca frente a Erin y le dice:
—Señorita Hudson, confío en que no tendré que castigarla por participar en
una pelea de comida otra vez, ¿verdad?
Erin salta de su asiento.
—¡Señor Segal! ¡Oh, Dios mío! Cómo… dónde… —Las lágrimas brotan de sus
ojos brillantes con alegría mientras lo abraza.
—No sabes el honor que es estar aquí. —La sostiene a un brazo de distancia y la
mira—. Mi alumna estrella. Lo hiciste. Seguiste tu sueño. Mira tus ojos. —Sus ojos
brillan mientras lucha para contener las lágrimas—. Cuando tu amiga, Skylar, me
llamó y me contó tu historia, me dejó sin aliento. Lo siento mucho, Erin. Pero me
siento tan privilegiado de estar aquí contigo y de haber sido una pequeña parte de tu
vida.
Se sientan y hablan durante el almuerzo, siendo cortésmente interrumpidos de
vez en cuando, mientras viejos amigos y familiares ofrecen a Erin un abrazo o una
palabra amable. Todo el tiempo, Griffin se queda atrás y captura los momentos en
fotos.
Ver a Griffin tomar fotos es fascinante. Me hace sentir como una voyeur, como
si estuviera viendo algo privado, un baile íntimo entre amantes. Camina alrededor
de sus sujetos en silencio, sigilosamente y con gracia, observando el paisaje, la
iluminación y el ambiente, haciendo que todo se convierta en la parte de una historia
que planea contar con sus fotos.
Hay baile, hay brindis. Hay niños corriendo y los adultos se emborrachan. Para
un espectador, podría incluso parecer una boda. El comienzo de una vida juntos
entre dos personas. Nadie podría adivinar que es todo lo contrario.
Estoy bailando con mi padre cuando escucho a Erin chillar. Miro para ver otra
sonrisa brillante en su rostro mientras estrecha la mano de un hombre apuesto de
aspecto familiar que parece estar en sus cuarenta o cincuenta años. Le da un medio 115
abrazo y el pobre hombre es aplastado contra ella, estilo Erin, si le gusta o no. Sus
manos vacilantes la rodean mientras mira a Griffin, quien los está observando
atentamente. Entonces me golpea. Se parece a Griffin. O, más bien, Griffin se parece
a él. Debe ser su papá. ¿Pero cómo? Traté de contactarlo hace días, dejando mensajes
con poco éxito. ¿Tal vez una de sus hermanas?
Miro a los tres hablar. Veo el cambio de comportamiento de Griffin de vacilante
a abierto. Veo con asombro como Erin trabaja su magia, juntando a padre e hijo
como nadie más puede. Ojalá Griffin pudiera verse así.
Sin pensar demasiado en que Griffin podría molestarse si toco su equipo, me
acerco a donde lo ha escondido para sacar una de las cámaras que parece que puedo
simplemente apuntar y disparar. Utilizo un árbol cercano como camuflaje y hago
zoom en los tres. Luego saco algunas fotos de Griffin y su papá. Su padre se ve tan
feliz de estar aquí con su hijo. Espero que cuando Griffin vea esto, sea aún más
tolerante con él. Todo el mundo merece una segunda oportunidad. Nadie lo sabe
mejor que yo. Como Griffin, tomo docenas de fotos, esperando que entre ellas esté la
que muestre la emoción perfecta del momento.
Intento no empujar mi suerte y rápidamente regreso la cámara antes de unirme
a la conversación. Erin me arrastra a su lado.
—Jack Pearce, conoce a Skylar Mitchell. Mi mejor amiga, que además está
llevando a tu nieto.
El señor Pearce mira entre Erin, Griffin y yo. Es evidente que nadie lo puso al
tanto sobre esta pequeña pieza de información. Tartamudea:
—Uh... bueno... hola, señorita Mitchell. Me llamó el otro día, ¿verdad?
Erin se ríe de la torpeza de la situación, luego procede a explicar el vientre de
alquiler al señor Pearce.
Por el rabillo del ojo, veo un poco de conmoción y luego veo a Gavin correr hacia
nosotros con aspecto feliz, pero completamente en pánico.
—Es el momento —dice, mirando de mí a Erin.
Sus ojos se iluminan con entendimiento.
—¡Es el momento! Oh, Dios mío. ¡Es el momento!
Cuando Gavin lleva a Baylor al hospital, nos excusamos cortésmente de la
fiesta, Erin dando abrazos y besos de última hora a aquellos que nunca podrá ver de
nuevo. Entonces Griffin, Erin y yo tomamos un taxi. La sonrisa en el rostro de Erin
lo dice todo, y estoy muy agradecida de que esto esté sucediendo ahora y no cuando
tiene uno de sus malos días. ¿Quién sabe cuántos buenos días le quedan?
Griffin y yo nos sentamos en la sala de espera, junto con mis padres y algunos
amigos. Baylor tuvo a Maddox bastante rápido, así que nadie espera que esto se
prolongue demasiado. La gran pregunta es: ¿chico o chica? Se negaron a averiguarlo.
Como resultado, recibieron un montón de mierda amarilla en su baby shower.
Bajo la mirada a mi barriga, que apenas se nota, y me pregunto otra vez sobre
el sexo del bebé. Como Erin, siento que es un niño. No sé por qué. Tal vez solo porque
quiere que lo sea. Como si fuera una señal, Frijol se agita dentro de mí y mi mano
instintivamente va a mi estómago. 116
Griffin jadea a mi lado. Veo sus ojos como platos.
—¿El bebé está moviéndose? ¿Puedes sentirlo?
Asiento y sonrío.
—Sí. Desde hace una semana.
Mira por la sala de espera y sigo sus ojos. Todo el mundo está ocupado
charlando o leyendo una revista. Mira de nuevo a mi vientre.
—¿Crees que podría sentirlo? Quiero decir, eh… ¿te importaría si…?
Griffin es adorable. No estoy segura de haber visto a un hombre ruborizarse así
antes. Parece que está completamente mortificado, preguntándome esto, pero veo lo
mucho que quiere sentirlo. Le agarro la mano y la coloco en mi vientre.
—No estoy segura de que puedas sentirlo. El libro dice que puede llevar a otras
personas mucho más tiempo sentir cualquier movimiento.
Con la mano suavemente sobre mi estómago, me mira.
—¿Lees los libros?
—Leo los libros —digo. Asiento a mi vientre—. ¿Lo sentiste?
Niega y luego se queda quieto con concentración intensa, como si eso lo
ayudara en su búsqueda para sentir el movimiento del bebé.
Todo lo que puedo hacer es observar su rostro. Veo el asombro. Veo la
fascinación en sus ojos. Ojalá pudiera hacer al pequeño Frijol darle una patada en la
mano. Me pregunto si este gesto significa algo. ¿Simplemente trata de forjar una
conexión con su hijo? ¿O hay algo más?
Griffin puede no sentir nada todavía, pero soy más que consciente de las
sensaciones que recorren mi cuerpo por el simple toque de su mano. Trato de
controlar mis aceleradas respiraciones y espero que no pueda oír mi palpitante latido
de corazón que estoy segura debe ser audibles a través de mi pared torácica. Esta es
la primera vez que me toca desde el día en el que me besó borracho. Se ha mantenido
deliberadamente a distancia, a pesar de los intentos de Erin de acercarnos todo lo
que puede. Pero las líneas se han vuelto borrosas y siempre parece haber una
pregunta acechando sobre cómo mostrar respeto a Erin y respetar al mismo tiempo
su último deseo.
Aquí en este momento, con su mano sobre mi vientre, casi puedo imaginarnos
como una familia. Casi puedo imaginar cómo sería estar en el hospital a punto de
dar a luz y las mismas personas que están aquí ahora, esperando para descubrir el
sexo de nuestro bebé.
Nuestro bebé.
Es la primera vez que pienso en Frijol como de Griffin y mío. ¿Podría ser?
¿Podemos hacer realmente esto? ¿O simplemente me estoy engañando?
Después de otro minuto, Griffin retira su mano y al instante lamento su pérdida
en mi cuerpo. Entonces, por supuesto, me siento culpable por sentirme así cuando
pienso en Erin justo al final del pasillo. ¿Aprobaría su mano sobre mí? ¿O sonreiría 117
y fingiría que es lo que realmente quiere cuando en realidad está matándola por
dentro?
—Quiero hacer un ultrasonido para Erin —le susurro a Griffin—. Quiero tener
uno de esos en 3D para que pueda ver tanto detalle como sea posible. Quiero que
sepa de qué sexo es el bebé.
Asiente.
—Organízalo y avísame. Es una gran idea, Skylar. Gracias.
Hago una nota en mi teléfono para llamar a la oficina del doctor y hacer una
cita. En mi teléfono, veo el recordatorio para contactar al padre de Griffin. Me giro
hacia él.
—¿Quién llamó a tu padre? ¿Fue una de las hermanas de Erin? Lo intenté hace
unos días, pero lo único que pude lograr fue dejar un mensaje.
—Lo hice yo —dice.
La expresión de sorpresa en mi rostro lo hace reír.
—Creíste que no las oí ese día en el hospital, ¿verdad?
—Me lo preguntaba —digo.
—Lo hice por ella. No estoy seguro si alguna vez podría haberlo hecho si no. Era
un idiota. Un borracho. Un perdedor. Quiero decir, ¿quién abandona a su esposa
enferma y a su hijo de quince años?
—Pero lo hiciste de todos modos. —Le sonrío—. No importa el motivo, lo hiciste
y ahora la puerta está abierta. Parece un buen tipo. Obviamente ha cambiado, Griffin.
Puedo ver que quiere una relación contigo. Sé que debe haber sido difícil para ti
contactarlo. Hiciste lo correcto. Vas a ser un gran padre.
Me mira especulativamente.
—No lo sé. —Señala a mi barriga—. Nunca quise tener hijos, sabes. Erin pasó
años hablando conmigo. Lo hice por ella. —Niega como si hubiese caído en algo—.
Todo lo que he hecho desde la secundaria ha sido por ella. —No lo dice de forma
resentida, solo realista.
—Bueno, tal vez sea hora de que hagas algo para ti mismo —le digo.
—Sí, quizás. Solo desearía tener una pista sobre qué es eso. —Baja sus ojos al
suelo y mi corazón se hunde junto con ellos.
¿Acaba de admitir que no me quiere? ¿Al bebé?
Como si oyera mis preguntas silenciosas, me mira de nuevo. Pone su mano
encima la mía.
—No leas demasiado, Sky. Solo estoy tratando de averiguar cuáles de los
sentimientos que tengo son míos y cuáles de Erin.
¿Sentimientos? ¿Tiene sentimientos? Miro su mano todavía apoyada en la mía.
Temo que, si muevo un músculo, la retirará. Y realmente quiero que se quede dónde
está. Quiero saborear la sensación del calor de su tacto. La sensación de su gran mano
que abarca la mía. La sensación de que, tal vez, también me quiere. Aunque solo sea 118
de alguna manera pequeña, escondida en lo más profundo y bajo llave donde no
puede lastimar a Erin.
Se abre una puerta y aparta bruscamente la mano. Ambos levantamos la vista
con ojos culpables mientras miramos fijamente el rostro sonriente de Erin cuando
cruza el umbral. Gavin parece feliz, pero completamente agotado, caminando junto
a ella. Se vuelve hacia ella y le dice:
—Adelante.
Ella exclama:
—¡Es una niña!
Todos se ponen en pie de un salto, con vítores y felicitaciones. Todos
compartimos abrazos y lágrimas mientras escuchamos a Gavin y Erin contarnos
sobre el nacimiento de Jordan Christine McBride. En algún momento durante toda
la euforia, noto los ojos de Griffin apuntando hacia mi vientre. Cuando lo sorprendo
mirándome, me sonríe y me da un asentimiento. Podría jurar que dice más con esa
inclinación de cabeza que en cualquier otro momento con palabras. Podría jurar que
me ha dicho que está dispuesto a intentar esto. Que después de oír la historia de otro
bebé llegando al mundo, no puede imaginar no estar presente para el suyo. Que
incluso puede estar dispuesto a soportar a alguien como yo si eso significa hacer a su
esposa tan feliz como se encuentra en este preciso minuto.
O tal vez estoy leyendo demasiado en ello.

119
17
L
as últimas tres semanas han pasado rápido. Demasiado rápido. Ha sido un
torbellino de actividad. Muchas cosas han pasado. Casi una vida de
experiencias en veintiún días. Algunos días eran mejores que otros, y me
sorprende lo que pudimos realizar con la ayuda de amigos, familiares e
incluso extraños.
Estoy sentada en la recién nombrada habitación de Erin en el piso principal de
su casa. Un estudio que Griffin convirtió en su dormitorio cuando ella ya no pudo
subir escaleras la semana pasada. Hemos intentado embellecerlo con flores. Hemos
pegado una interminable cantidad de cartas de sus estudiantes de segundo grado en
las ventanas. Hemos puesto fotos de seres queridos para que pudiera verlos. Pero,
aun así, tienes que llamarlo por lo que es. Una habitación de hospital improvisada.
Un lugar para sucumbir a su enfermedad implacable. En donde va a morir.
Estoy viviendo prácticamente en su casa ahora, a petición de Erin. Trato de
darle a ella y a Griffin mucho tiempo a solas; sin embargo, quiere pasar la mayoría
de sus días conmigo. Espero que Griffin no se enfade conmigo porque de alguna
manera piense que estoy tratando de monopolizar su tiempo. Pero es una regla tácita
que Erin tenga lo que quiera, así que cuando los chicos de entrega médica fueron a
acomodar su nueva habitación, había arreglado la mía en el cuarto de huéspedes en
el pasillo de Griffin.
Me hace preguntarme dónde viviríamos. ¿Podríamos vivir en una casa que
sangrara a Erin de cada pared, decoración y adorno? Trato de no pensar en ello
120
mientras escucho a Erin contarme historias de Griffin. Es su pasatiempo favorito en
estos días. Creo que es su objetivo decirme todo lo que hay que saber sobre su esposo,
así lo conoceré tan bien como ella.
Recordamos las pasadas semanas y las cosas maravillosas que hemos hecho,
como su experiencia Imax en París, el estreno de la alfombra roja de una exitosa
película a la que Gavin nos llevó, el exótico paseo en elefante, incluso una experiencia
de paracaidismo. No, no subimos a un avión, pero llegamos a experimentar un
simulacro de paracaidismo. Era más un túnel de viento vertical con el aire
impulsándote para que tengas la sensación de volar. Sus doctores no estaban
emocionados al respecto, ya que dijeron que todavía habría problemas de presión de
aire que podrían causar aumento de la hinchazón, pero en ese momento, Erin ya
había comenzado el declive final en su salud y pensó que no podría empeorar las
cosas. Verla experimentar algo que nunca pensó que conseguiría hacer, era uno de
los aspectos más destacados de mi vida. Nunca olvidaré estas cosas que hemos hecho
juntas. Griffin se asegurará de ello. Creo que debe haber tomado mil fotos en las
últimas semanas.
Hoy recibió una nota de agradecimiento por la donación anónima que hizo.
Solo el hospital sabía quién hizo la donación, por lo que fueron capaces de remitir la
nota a ella. Hace varias semanas, cuando Baylor tuvo a la pequeña Jordan, había una
mujer que estaba por tener trillizos. Estaba a punto de tener una cesárea y supimos
que su esposo recientemente había fallecido. Erin no solo pagó sus facturas de
hospital, las dejó pagadas hasta el segundo año, pagó un año de servicio de pañales
y estableció un fondo de la universidad para ellos. El placer que vi fluir a través de
ella cuando hizo las llamadas telefónicas para hacer que todo sucediera, es un
recuerdo que mantendré conmigo para siempre. En el estilo típico de Erin, todo se
trataba de todos, menos de ella. No quería un “gracias”, no buscaba reconocimiento.
Saber que había hecho que la vida de alguien mejorara, era lo único que necesitaba.
Poco sabe que todos los días que está cerca, hace eso mismo.
Sherry, la enfermera de Erin, entra para prepararla para nuestra excursión.
Sherry ha estado aquí por los últimos días. Todos sabemos qué significa eso. No traen
ayuda de hospicio a menos que piensen que tienes poco tiempo. Entre Sherry, Griffin
y yo, uno de nosotros está siempre al lado de Erin.
Erin ha estado confinada a una silla de ruedas durante los últimos días. Sus
piernas están demasiado débiles para sostener su cuerpo ahora frágil. Ya no puede
controlar su vejiga y su mano derecha permanece acurrucada cerca de su cuerpo.
Gracias a Dios, todavía posee sus facultades mentales. Sí, tiene momentos de
confusión y suceden cada vez más, pero en su mayor parte, sigue siendo Erin. Y no
ha sido indiferente con nosotros, así que estamos haciendo valer cada segundo. A
veces, mira a través de la habitación, a la nada. Se cansa muy fácilmente y sigue
haciendo mención de tener lista la habitación del bebé, algo que logró la semana
pasada. Griffin contrató a un decorador para atender a todos sus caprichos y fue
emocionante ver todo el esfuerzo que puso.
Nadie se adelantará y lo dirá, pero todos sabemos que hoy será la última vez
que Erin ponga un pie fuera de su casa. Vamos a la oficina de mi obstetra para tener
121
un ultrasonido tridimensional. Erin no lo sabe todavía, es una sorpresa. Hoy es el día
en que descubriremos si Frijol es niño o niña.
Mientras Sherry prepara a Erin para ir, paseo por el sótano de la vivienda
urbana. Hay una gran sala de estar al lado de la zona de lavandería. Es perfecta para
leer y he pasado mucho tiempo aquí cuando no estoy con Erin. Pero la parte más
interesante del nivel inferior, es el estudio de fotografía de Griffin. Es realmente
impresionante. Las paredes cubiertas con numerosas imágenes que ha tomado a lo
largo de los años; fotos de animales del Congo, obras maestras arquitectónicas y
famosos puentes. El hombre es tan talentoso como magnífico. Obviamente, están
ausentes las imágenes de modelos que ha fotografiado. No encontrarás fotos de
mujeres en estas paredes, no a menos que sean de Erin.
O al parecer, yo.
Con la boca abierta, camino hacia una pared que muestra las fotos que ha
tomado recientemente. Están sostenidas por un sistema inmenso de clips, lo que
permite ver muchas a la vez. Supongo que aquí es donde pone su trabajo mientras
decide qué imágenes quiere usar profesionalmente. Es una pantalla gigante.
Colgando en el tablero, están las imágenes del picnic en Central Park. Pero lo
que me sorprende es el número de fotos que tomó de mí. Son tan íntimas. Recuerdo
haber estado agotada después de nuestro día de compras esa mañana y me había
alejado para acostarme en un montículo de hierba. Poco sabía que me había tomado
una foto, la mano en mi vientre, mirando hacia el cielo como si no me importara el
mundo. Otra foto cuando estaba viendo a Erin hablar con su maestro favorito. En la
tercera, estoy de pie con los ojos cerrados, absorbiendo el sol de mediodía en mi
rostro un día de octubre insólitamente suave. Miro sobre las docenas de fotos y me
doy cuenta que, en cada una, estoy tocando mi vientre. Ni siquiera sabía que lo hacía.
Y ciertamente no sabía que alguien lo había notado. Me pregunto qué pensó cuando
tomó esto.
—Esa es mi favorita.
Me sobresalto a las palabras de Griffin. Debió de haberse escabullido detrás de
mí y me pregunto momentáneamente cuánto tiempo estuvo de pie allí mientras
estaba hipnotizada por sus fotos.
—Son maravillosas, Griffin. No sabía que las estabas tomando.
Parece avergonzado.
—Lo siento. No quise espiarte ese día. Simplemente parecías feliz. Fue un buen
día y quería que lo recordáramos todo. Espero que no pienses que soy espeluznante.
Me río.
—No, no espeluznante. Solo increíblemente talentoso.
Asiente. Luego se dirige a un cajón y lo abre, sacando una pila de fotos.
—No eres tan mala. —Me las tiende.
Miro las fotos de padre e hijo que tomé de Griffin y Jack Pearce. Capturaron
exactamente lo que había querido, la pura alegría de su padre por poder volver a ver 122
a su hijo.
—Gracias. Necesitaba ver esto —dice. Le sonrío hasta que levanta una mano
para regañarme—. Ahora, si vuelves a tocar mi equipo, te cortaré el brazo derecho.
Nadie toca mi mierda, Sky.
Le doy una mirada avergonzada y me encojo de hombros, ya que en secreto me
encanta la forma en que utiliza mi apodo.
—Pero escucha, en serio, tengo mucho que agradecerte. Estas últimas semanas.
Diablos, estos últimos meses, a pesar de la situación, han sido los meses más felices
de su vida. Sabes, estaba celoso de todo el tiempo que ella pasaba contigo. Quiero
decir, antes de ti, éramos solo Erin y yo. Luego llegaste y entraste en la foto; fue como
si hubiera encontrado la otra mitad de sí misma. Representas todo lo que siempre
quiso ser, pero tenía miedo. Suena cursi, pero la completas. Y estoy muy agradecido,
Skylar. Nunca sabrás cuánto.
Se inclina para abrazarme y me derrito en sus brazos. Dejo que las lágrimas
fluyan por mi rostro ante sus palabras. Todo lo que temía; todo lo que me
preguntaba; todo lo que intentaba adivinar, él de alguna manera… ha validado mi
vida. Y por una fracción de segundo, me pregunto si creo en el destino. Tal vez Erin
tenía razón. Tal vez vine a esta tierra para encontrarla y convertirme en su amiga
para que pudiéramos tener este tiempo juntos. Tal vez lo que he estado haciendo es…
significativo.
Sherry grita que están listas para ir y me suelta. Luego me besa en la mejilla y
mi corazón vibra. Mis ojos se cierran brevemente y trato de disfrutar la sensación sin
sentir la culpa que suele seguir.
—Hagamos esto —dice. Asiento, pensando en las palabras que han llegado a
significar mucho más que cuando las dije hace más de seis meses.

No hay un ojo seco en la habitación. Incluso el técnico de ultrasonido escuchó


lo que estaba sucediendo y está llorando en silencio con nosotros. Cuatro pares de
ojos se centran en un bebé pequeño en la pantalla. Es increíble lo que puedes ver en
el ultrasonido tridimensional. No tenía ni idea que, a las dieciocho semanas, el bebé
sería este pequeño humano perfectamente formado. Todo lo que hará durante las
próximas veintidós semanas es crecer más. Cada dedo, cada dedo del pie, cada curva
de su rostro, ya está en su lugar. Y cuando la pantalla se llena de partes de Frijol, Erin
grita.
—¡Lo sabía! —exclamó—. Es un niño. Tienes un niño.
Le tomo la mano.
—Vamos a tener un niño.
Asiente, los ojos aún pegados al monitor mientras lo observamos retorcerse. En
un momento dado, parece que incluso está chupando su pulgar. Estoy agradecida de
123
que el técnico nos permita ver mucho más tiempo de lo que estoy segura que es el
tiempo normal para el procedimiento.
—Deberíamos llamarlo como tú, Erin —digo apretándole la mano.
—¿Qué? No puedes ponerle a un niño mi nombre.
—Seguro que podemos. A-a-r-o-n —deletreo para ella—. Es perfecto.
Su mirada finalmente se aleja del monitor para encontrarse con la mía. Pasa su
mano por su corazón y la expresión de gratitud en su rostro me abruma. Entonces
suspira.
—No. No puedes. Es morboso. Pensarías en mí cada vez que lo llames.
Me río mientras miro entre Griffin y Erin.
—Sí, ese es el punto. Quiero pensar en ti. Eres la mejor amiga y la mejor esposa
que alguien pueda pedir. Habrías sido la mejor madre también. Todos lo saben. Eres
la razón de todo esto. Él ni siquiera existiría sin ti. Puede estar creciendo dentro de
mí, pero es tu creación. Por supuesto que quiero ponerle tu nombre. Es decir, si están
de acuerdo.
Mira a Griffin, que le guiña el ojo. Luego pone una mano en mi vientre mientras
mira de nuevo al monitor.
—Es un placer conocerte, Aaron Pearce.
Aunque estoy llorando con todos en la habitación, no paso por alto el hecho de
que asigna el apellido de Griffin. Miro a Griffin que, sin duda, escuchó lo mismo. Se
encoge de hombros y procede a plantar un beso en la cabeza de Erin. Luego, coloca
una mano sobre la de ella mientras ambas están a un lado de mi vientre, fuera del
camino del dispositivo de ultrasonido mientras disfrutamos unos momentos más
con nuestro hijo.
Nuestro hijo.
Santa Madre de Dios. Voy a tener un bebé.

Cuando llegamos a casa, Griffin lleva a Erin sin esfuerzo por los escalones de la
entrada y entra en su nuevo dormitorio. No paso por alto la mirada de anhelo cuando
cruza la puerta principal. Sabe que es la última vez que sucederá. Se aferra a unas
fotos que fueron impresas mientras la acuesta en la cama de hospital.
Más flores han sido entregadas en nuestra ausencia. Se ha convertido un poco
en una broma privada entre Erin y yo, que nadie más ha sido lo suficientemente
audaz para enviar sus lirios blancos. La flor de la simpatía. La flor de la muerte. Ni
siquiera Griffin los trae. Elige las rosas más tradicionales, y a veces orquídeas, como
Baylor. Yo no. Nunca le traeré nada más que lirios blancos.
Una hora después de llegar a casa, Baylor y Mason aparecen en la casa de la
124
ciudad, y junto con Erin, nos envían a Griffin y a mí a diligencias inútiles con
instrucciones estrictas de no regresar a casa hasta que lo pidan. No estoy segura de
la razón por la que hemos sido expulsados, porque ninguno lo diría. Lo único que
puedo pensar es que Erin está reclutando la ayuda de los más cercanos a mí y a
Griffin para que puedan continuar su misión una vez que se haya ido.
Poco después de que oscurezca, nos llaman a Griffin y a mí. Erin me llama a su
habitación. Tiene esa mirada en su rostro. Conozco esa mirada. Eso es todo. Ahora
es cuando va a preguntar cuáles son mis planes. Ahora es cuando voy a romper su
corazón, porque no sé con certeza qué trae el futuro. Ahora es cuando vamos a tener
una charla de corazón a corazón muy posiblemente por última vez.
Acaricia la cama a su lado donde está recostada. Subo y me acuesto con ella,
silenciosas lágrimas brotan en mis ojos cuando la oigo estremecerse de dolor junto a
mí. Hacemos esto cada noche después de que bebe su vaso de vino en el patio. Nos
tumbamos aquí como adolescentes en una fiesta de pijamas, hablando de todo y
cualquier cosa. Bueno, excepto una.
—¿Tenemos que hacer esto ahora? —pregunto, como una niña petulante.
Me sonríe como una madre que sabe todo.
—Es ahora o nunca.
Mi corazón se retuerce ante su declaración.
—Sabes que te quiero, ¿verdad, Erin? Sabes que haría cualquier cosa por ti y
quiero hacer esto. De verdad, es solo que necesito saber que lo hago por las razones
correctas.
—Disney World —dice al azar.
Niego, pensando que se ha metido en otro estado de confusión.
—¿Disney World? —repito.
—Lleva a Aaron allí. No esperes. Llévalo cuando sea pequeño. Será mágico ver
su rostro iluminarse cuando vea a Mickey Mouse y al pato Donald en persona. Y Papá
Noel, por favor, haz todo lo que esté a tu alcance para hacerle creer todo el tiempo
que pueda. No lo envíes a la escuela privada, es para niños ricos y remilgados. Y
aunque sea rico, no lo dejes actuar como uno. Asegúrate que sea un donante, no un
tomador. Aunque repito, viendo quién es su mamá, sé que no será un problema. Eres
la donante más grande que conozco, Skylar. —Todo lo que puedo hacer es poner los
ojos en blanco ante su declaración. Está delirante, pero no voy a llamarla así ahora—
. Asegúrate que sepa cómo tratar a una dama. Griffin es un gran ejemplo, pero hay
que recordarle a Aaron todos los días. No dejes que sea perezoso. Enséñale a
conducir. Incluso si vives en la ciudad, cada niño necesita sentir la libertad de
obtener una licencia cuando cumplen dieciséis años. Abrázalo y bésalo. Incluso
cuando diga que es demasiado grande. Incluso cuando diga que lo avergüenzas. No
importa lo que diga; necesita saber que lo amas. Y bésalo por mí. Cada día. Dile que
su ángel guardián siempre cuidará de él.
Escucho atentamente mientras Erin continúa, pronunciando sus palabras
mientras enumera todo lo que quiere que haga con Aaron. Cosas que nunca hubiera
pensado. Cosas que solo una buena madre seguramente haría por su hijo. ¿Cómo 125
puede confiar en mí? Cuando finalmente se cansa de hablar, tomo su mano.
—Erin, prometo tratar de hacer todas esas cosas, pero, ¿qué te hace pensar que
puedo estar a la altura de tus expectativas? Todo lo que has dicho me hace ver lo
diferente que seré como madre de lo que tú hubieras sido. ¿Cómo puedes estar tan
segura que soy la mejor para criar a Aaron?
Niega, como si estuviera loca.
—Skylar Mitchell, te conozco desde hace exactamente seis meses. Solo te tomó
alrededor de dos segundos de ese tiempo para llegar a mi corazón. El corazón que
pensé estaba cerrado a nuevos amigos, debido a cómo me trataron en la secundaria.
Pero al segundo que caíste de tu taburete, sabía que íbamos a ser grandes amigas.
Has abierto mi mundo a nuevas personas, nuevas experiencias, nuevo amor, y no
estoy hablando solo de esta cosa tan enorme que hiciste por mí. Has probado que tu
capacidad de amar a otro ser humano es interminable. Mira lo que has hecho por mí
estas últimas semanas. ¿Cómo puedes dudar, por un segundo, de tu capacidad para
entregarte completamente a otra persona y hacer de su mundo un lugar maravilloso?
Sé que no crees que seas digna de ser madre. Sé que no crees que seas digna de
Griffin. Estás equivocada en ambos aspectos. No te pediría que fueras su familia si
no pensara que pudieras hacerlo. Si no pensara que eres la única que deberías
hacerlo. Si no creyera que Griffin podría amarte.
Su voz se rompe cuando lo dice y sé que debe matarla pensar en nosotros
juntos.
—Erin…
Me acerca con su brazo bueno.
—No, Skylar, está bien. Quiero que te ame, pero tienes que permitirlo. Los he
visto juntos. Están atraídos por el otro. Pero te estás resistiendo por mí. —Toca mi
vientre—. Tienen esta conexión increíble que los unirá de por vida. Veo lo que le
causa a él. Puede que no haya estado de acuerdo con un bebé al principio, pero lo veo
mirarte. Eres la madre de su hijo. Y eres hermosa, divertida y sexy como el infierno.
Eres lo que necesita. Él es lo que necesitas. Pero más que cualquier otra cosa, ambos
son lo que Aaron necesita. Prométeme, Skylar. Promete que vivirás la vida al máximo
y no dejes pasar un día con arrepentimientos. Si quieres ver la Torre Eiffel, ve a París.
No digas algún día. Di hoy. No esperes para amar a Griffin. Ámalo hoy. Necesito que
le muestres que está bien. Tienes que ser la que deje que suceda. Él no lo hará. No lo
hará por respeto. Necesito que lo hagas, Skylar. No esperes ni un minuto más.
Déjame morir sabiendo que vas a tomar a Griffin y Aaron, y convertirlos en tu
familia.
Me aferro a ella, abrazándola por detrás, no quiero dejarla ir. No quiero dejarla
caer. Digo lo único que puedo. Lo único que una verdadera mejor amiga podría decir
en esta situación imposible.
—De acuerdo, Erin. Lo prometo. Juro que haré todo lo que esté a mi alcance
para honrar tu deseo. Eres lo mejor que ha pasado en toda mi vida, ¿lo sabes?
Se queda laxa en mis brazos. Ruego que lo haya escuchado. Ruego que si esas
son las últimas palabras que escuchó de mí, crea que son ciertas. 126
Oigo un ruido en la puerta y me vuelvo para ver a Griffin apoyándose contra el
marco. Una lágrima baja por su rostro mientras me mira fijamente. Luego se da la
vuelta para alejarse sin decir una palabra.
18
R
esulta que esas fueron las últimas palabras que Erin me oyó decir. Al menos,
la Erin que conocía. Más tarde esa noche, se deslizó en un ligero coma. Al
parecer, no es raro que esto suceda los últimos días. Se está marchitando
rápidamente. Erin firmó los papeles rechazando el tubo de alimentación
cuando el momento llegara. No quería nada que prolongara su vida solo para que no
tuviéramos que lidiar con su muerte. Lo veo ahora, veo por qué lo hizo. Es horrible.
Cuando no está durmiendo, es completamente incoherente. Beligerante incluso. No
sabe quiénes somos o quién es ella.
Aun así, Griffin y yo nos mantenemos en vigilia a su lado. Los miembros de la
familia vienen y van, pero aparte de mí, no quería ningún amigo con ella cerca del
final. Sabía cómo sería. No quería que todos la recordaran de la manera en que ha
sido estos últimos días. Familia, eso es lo que quería aquí. Ahora soy lo bastante
afortunada para ser parte de eso.
Griffin y yo tomamos un descanso, ambos exhaustos por la falta de sueño.
Ninguno quiere dejarla por más de unos minutos, sabiendo que podríamos
perdernos estar con ella en el mismo final. Sus instrucciones fueron claras. Cuando
el momento llegue, nos quiere a Griffin y a mí con ella, a nadie más. Dejamos a Erin
con Sherry y algunas de sus hermanas mientras los otros hacen más arreglos para lo
que inevitablemente sucederá pronto. Abrimos una botella del vino favorito de Erin
en su porche trasero. Hace frío aquí. También hay humedad. Pero este era su lugar
pacífico, su zona de aislamiento, el lugar al que venía cada noche y compartía 127
historias de su infancia y sus esperanzas de futuro. Del futuro de Aaron. Salimos a
brindar por ella. Tomo un sorbo de vino en honor a mi amiga y luego me río ante lo
que ocurre después.
Pequeñas vibraciones constantes llenan mi barriga. Frijol ha decidido protestar
por mi bebida prohibida teniendo hipo. Las rápidas, suaves y pequeñas sacudidas
me hacen sonreír. Las hace todo el tiempo y mucho, es mi cosa favorita sobre estar
embarazada.
Griffin me mira como si hubiera perdido la cabeza. Sé que se está preguntando
cómo puedo posiblemente reír en un momento así. Pero, de repente, en alguna
retorcida manera, soy feliz. Siento esta pequeña vida dentro de mí. En la otra
habitación, la vida se está yendo, aun así, aquí está Aaron, creciendo grande y fuerte,
y recordándome cada día que la vida es preciosa.
—Aaron tiene hipo —digo, mirando mi barriga. Me siento en el columpio del
porche y cierro los ojos para saborear el momento.
Noto el columpio moverse bajo el peso de Griffin cuando se sienta a mi lado.
—¿Puedo sentirlo? —pregunta en un susurro.
Asiento y, con mis ojos aún cerrados, extiendo la mano y agarro la suya, la
coloco bajo mi abrigo sobre mi barriga. Nos sentamos así durante un silencioso
minuto.
Sé el segundo en el que lo siente porque hace un sonido estrangulado.
Mantengo mis ojos cerrados y le dejo disfrutar silenciosamente de la primera vez que
siente a su hijo moverse. Lo oigo murmurar “Increíble” una y otra vez. Su mano está
congelada sobre mi barriga. Puedo decir que no quiere moverla por miedo a perder
el momento en el pasado.
Pero los hipos paran y luego Sherry asoma su cabeza por la puerta y dice las
palabras que hemos temido durante el pasado mes.
—Es la hora.
Ambos gemimos a todo pulmón con dolor en la oscuridad de la noche. Luego,
nos recomponemos y hacemos lo que tenemos que hacer. Vamos a despedirnos de la
mujer que ha cambiado sin ayuda de nadie nuestras vidas.
Pasamos a su familia mientras sollozan calladamente, todos reunidos alrededor
de la cocina. Intento no mirarlos. Quiero ser fuerte en estos últimos momentos. Sé
que Erin probablemente no será capaz de oírme. Ni siquiera de verme, pero necesito
ser fuerte por ella de todos modos. Puedo derrumbarme después. Una vez que se
haya ido. Ahora mismo, necesito estar aquí para ella. Para Griffin.
Estoy sorprendida ante lo que veo cuando entramos en su habitación. Sus ojos
están abiertos. Están más claros y tan azules de lo que nunca antes los he visto. Sigue
nuestro movimiento hacia el lado de su cama. Ocupo un lado, Griffin el otro. He leído
sobre esto. He leído que algunos pacientes terminales tienen un último momento de
consciencia antes de morir.
Su cuerpo está relajado e inmediatamente noto que su mano no está curvada
delante de ella. Su cabello finalmente ha vuelto a las gloriosas espirales rubias que 128
amo. Su rostro es pacífico, a pesar de los círculos oscuros, las líneas débiles y las
mejillas vacías que son consecuencia de la falta de nutrición. Su respiración es lenta
y el tiempo se alarga entre cada aliento gorjeado que toma. No habla, pero sus ojos
lo hacen alto. Asiento a Griffin. Necesita decir adiós.
—Cariño, estoy aquí. También Skylar. —Su temblorosa voz se rompe—. Dios, te
amo tanto. Has traído tanta alegría a mi vida. Ni siquiera puedo empezar a explicar
lo que significas para mí. Cuando no tenía familia, me aceptaste y me hiciste parte
de la tuya. Creíste en mí cuando nadie más lo hacía. Incluso ahora, cuando creí que
nunca podría perdonar a mi padre, te las arreglaste para juntarnos. —Apenas puede
pronunciar las palabras, pero sé que necesita que lo escuche, así que se obliga a
continuar—: Has hecho todo lo que necesitabas hacer. Nos dejas aquí. Gracias, nena.
Gracias por ser mi esposa.
Agacha la cabeza y le da un beso en los labios. Luego asiente hacia mí a través
de sus lágrimas.
Respiro profundamente y rezo para pasar por esto sin derrumbarme.
—Erin Pearce, eres la mejor amiga que alguna vez he tenido. Podría buscar
hasta los confines de la tierra y nunca encontrar a otra amiga como tú. Ves lo bueno
en las personas. Miras más allá de lo que otros no pueden. Has cambiado mi vida en
el breve tiempo que te he conocido y nunca seré la misma. El paraíso será un lugar
mejor porque estarás en él. Aaron tendrá una mejor vida porque serás su ángel
guardián. Seré una mejor persona porque te he conocido. No tienes que preocuparte
por nada ahora. Te tenemos cubierta. Te quiero, Erin. Gracias por ser mi muy mejor
amiga.
No puedo decir si nos ha oído. Tal vez las palabras que hemos dicho son más
para nosotros que para ella. Continuamos elogiándola con nuestro amor. Le decimos
que está bien que se vaya, que estaremos bien, que Aaron estará muy bien. Pero sus
ojos se disparan entre nosotros como si no hubiese acabado con nosotros todavía.
Como si no estuviera lista para irse. Sus ojos caen en nuestras manos. Cada uno
tenemos una de las manos de Erin en las nuestras. Fija su mirada en ellas como si
obligara a sus débiles manos a moverse dentro de las nuestras. Entonces, Griffin
extiende su mano libre al otro lado de la cama y toma la mía. Nos tomamos las manos
encima de su pecho, formando un círculo, cada uno sosteniendo las manos del otro.
Erin deja escapar un profundo suspiro como si la vida saliera de su cuerpo junto
con su último aliento. Pacíficamente cierra los ojos y se va. Mientras observo a mi
mejor amiga dejar este mundo, intento no ahogarme en mi pérdida. En su lugar, me
alegro de que una vez más está entera. Ya no está confinada al cuerpo roto con el que
fue sentenciada. Es libre de ser la guardiana de Aaron. Puede ir a París y caer libre
de un avión. Puede bailar en las nubes y tener docenas de bebés.
Mirando a su cuerpo sin vida, me doy cuenta de que su rostro parece diferente.
Se ve más joven. Incluso los círculos oscuros y las líneas que lo llenaban momentos
antes parecen haberse ido. Es tan hermosa en la muerte como lo fue en vida.
Pongo mi mano sobre mi barriga y siento a Aaron moverse dentro de mí
mientras pienso en cómo una vida ha sido cambiada por otra.
Griffin silenciosamente llora en su camisón mientras voy con la familia y le doy
129
un último momento con ella antes de que se la lleven. Lentamente voy a la cocina
cuando siento mis piernas colapsar debajo de mí. Pero antes de que golpee el suelo,
fuertes brazos me rodean desde atrás y me recogen, cargándome por las escaleras a
la habitación que se ha convertido en mía.
La última cosa que recuerdo es a Griffin diciéndome que todo va a estar bien.
19
M
e siento y miro la urna sobre la mesa. La urna que se me ha confiado en
parte, en la casa que me ha sido entregada en parte. ¿Por qué diablos hizo
esto?
La maldigo por millonésima vez desde que Baylor nos leyó a Griffin y
a mí la carta con los últimos deseos de Erin. Fue solo ayer, el día antes de su funeral.
La carta decía que su cuerpo debía ser incinerado, no enterrado. Sabíamos esto, pero
continuó diciendo que sus cenizas serían entregadas a Griffin y a mí. Que debíamos
decidir juntos cuándo y dónde esparcirlas. Fue explícita acerca de que fuera en un
lugar de felicidad y vida. Que cuando llegara el momento, sabríamos qué hacer.
La carta también explicaba que la casa, que estaba únicamente a su nombre —
un regalo de bodas de Griffin—, fuese entregada tanto a Griffin como a mí. Sabemos
lo que está haciendo, por supuesto. Ha dejado perfectamente claro que quiere que
mantengamos, y vivamos juntos, en la casa.
Junto con los padres de Erin, me he quedado aquí los pocos días desde que
murió. Al principio, estaba demasiado agotada como para hacer otra cosa. Luego, su
familia me pidió que ayudara con la recepción que se celebrará hoy, horas después
de su funeral. El funeral que se encontraba decorado hasta con el último lirio blanco
de la ciudad, estoy segura. Me encantó. Nadie más lo entendería. Nadie más tenía
esa conexión. Cuando entré en el servicio para ver cada espacio disponible cubierto
con la flor favorita de Erin, vi la vida, no la muerte. Vi vida y niños y pistolas largas.
Vi el rostro sonriente de Erin. Por un segundo muy breve, pude incluso haber visto
130
esperanza para el futuro.
Aparte de hacer una aparición para la lectura de la carta de Erin y el funeral,
Griffin se ha escondido en su dormitorio. No sé cómo consolarlo. Si lo toco, puede
pensar que estoy tratando de tomar el lugar de Erin. Si no lo hago, puede pensar que
no estoy interesada. Ansío desesperadamente honrar el deseo de Erin antes de morir.
Incluso si no estuviese enamorada de él, lo haría. Pero no estoy segura de cuál es la
cantidad apropiada de tiempo para llorar por tu mejor amiga antes de acostarte con
su marido.
Tal vez necesitamos un poco de espacio. Algo de tiempo para llorar por
separado antes de tratar de estar juntos. Decido empacar mis maletas y regresar a
casa esta noche. Es lo correcto. La familia de Erin se irá y se dirigirá a White Plains
después de la recepción. No quiero que se torne raro con solo Griffin y yo en la casa.
La furgoneta de catering de Mitchell’s llega, seguida por el clan de Baylor.
Amigos y familia aparecen durante toda la tarde. Hacemos todo lo posible por hacer
de esto una celebración de la vida de Erin, así que me encargo de sacar fotos del
estudio de Griffin. Fotos que representan a Erin en sus momentos más felices
durante sus últimas semanas.
Baylor me entrega a la pequeña Jordan. Apenas tiene un mes de edad. Sé lo que
está haciendo Baylor. Está tratando de hacer que me sienta cómoda con los bebés.
Pero a los bebés no les agrado. Jordan se retuerce y llora y se ve extrañamente
incómoda en mis brazos. Saber que esto no viene de manera natural solo alimenta
mi ansiedad.
Griffin baja las escaleras, conversando con quienquiera que se acerque a él,
pero se ha cerrado. Se sienta en la esquina de la sala de estar observándome con sus
pensativos ojos gris pizarra. ¿Se estará preguntando cómo hará esto? O tal vez se
estará preguntando cómo me decepcionará. Trato de ignorar sus miradas
castigadoras mientras me mezclo con los seres queridos de Erin.
Al ponerse el sol, la mayoría de los dolientes se van. Los padres de Erin llevan
su equipaje al auto mientras sus hermanas y sobrinas ayudan a limpiar, sellando los
restos de comida en los contenedores para el congelador que alimentarán a Griffin
durante un mes. Todo el mundo dice un adiós lacrimoso, mientras prometemos
reunirnos pronto. A pesar de que Frijol no es su pariente de sangre, nunca ha cruzado
por sus mentes no tratarlo como tal. Me han tratado como a una hija, una tía, una
hermana. Se han convertido en mi segunda familia y un sistema de apoyo más para
Aaron.
Cierro la puerta después de que se marcha el último de su familia. De repente,
la casa se siente enorme. No tengo ni idea de dónde está Griffin. De vuelta en su
dormitorio supongo. Estar aquí sola se siente mal. Nunca he necesitado a otra
persona tanto como ahora. Nunca me he sentido tan completamente sola en toda mi
vida. Toco mi vientre en crecimiento y me recuerdo que no lo estoy.
Subo a mi habitación y empaco mis pertenencias. Pongo las maletas cerca de la
puerta principal y voy en busca de Griffin para decirle que me voy. La puerta de su
habitación está abierta.
—¿Griffin? —Abro suavemente la puerta. Dejo que mis ojos vaguen por la
131
habitación. El traje que llevó en el funeral se encuentra hecho un montón arrugado
en el piso. Hay almohadas y una manta en el sofá en su zona de estar y me doy cuenta
que es donde probablemente ha estado durmiendo mientras mis ojos encuentran la
cama perfectamente hecha. No pudo dormir allí sin ella. Me pregunto si ha dormido
en el sofá desde que ella se trasladó a la planta baja. Tal vez ahora que todo el mundo
se ha ido, pueda dormir en una habitación de invitados en su lugar. Parte de mí
espera que elija la habitación en la que yo estuve. Parte de mí espera que se acueste
en la misma almohada que yo e inhale mi aroma. Deseo con todas las fuerzas que
Erin no me esté condenando desde el cielo por querer estas cosas.
Paso por la habitación de los niños y me pregunto por centésima vez si es aquí
donde Aaron crecerá. Erin no dejó un solo detalle. Tenía un mural pintado en la
pared. Un mural de béisbol. Ella odiaba el béisbol. Otro movimiento desinteresado
de su parte. Sabiendo que el deporte es muy cercano y querido para Griffin y para
mí, probablemente esperaba que compartiéramos nuestro amor por él con Aaron.
Visiblemente dejó fuera de la decoración cualquier nombre de equipo específico y es
obvio para mí que Griffin no visita esta habitación o habría notado la cantidad de
pequeños uniformes de los Yankees que ya he comprado.
Bajo las escaleras y miro hacia el porche trasero para encontrarlo vacío. Pienso
con tristeza que quizás Griffin ya no frecuentará el lugar favorito de Erin. Solo puede
haber otro lugar donde puede estar. Voy camino a su estudio. No repara en mí parada
en la puerta, así que silenciosamente lo observo. Sostiene una foto en una mano. Y
una botella de Jack en la otra.
Mira fijamente una imagen de Erin en el tablero de la exhibición. Grita:
—¿Qué diablos quieres de mí?
Me vuelvo para alejarme, pero mi talón golpea la puerta y se vuelve, viéndome
antes de que pueda escapar.
—No te estaba gritando a ti, Skylar.
—Lo sé. Te dejaré solo. Solo quería decir adiós. Me mudo de nuevo a mi
apartamento. —Me alejo.
—Espera —me llama—. Tienes todo el derecho a quedarte aquí. También es tu
casa.
Niego.
—No sé lo que estaba pensando.
—Sí que lo sabes —dice caminando hacia mí—. Los dos lo sabemos. Pero lo que
quiero saber es por qué diablos nos dejó esa carta genérica. Un maldito asunto de
negocios. ¿No tenía palabras de despedida para nosotros? —Toma un trago de Jack
y me complace ver que la botella todavía está llena. Camina de un lado a otro por la
habitación. La tensión que se desprende de él es palpable—. Divídanse mis malditas
cenizas. Divídanse mi maldita casa. ¿Eso es todo?
Nunca lo he visto tan enojado antes. Excepto, quizás, la vez que golpeó a ese
tipo en el juego de béisbol. No, esto es peor. Está enojado con Erin y ella no está aquí
para defenderse. 132
—Eso no es justo, Griffin. Pasó el último mes dándonos sus palabras de
despedida. Ya sabes cuánto te quería. Sabes lo que significabas para ella. ¿Realmente
necesitabas verlo por escrito en alguna carta en lugar de recordar las palabras que
salían directamente de sus labios?
—¡Sí! —grita. Apunta sus dedos entre nosotros—. Tú y yo, le abrimos nuestros
corazones ese último día. No queríamos que se fuera sin saber todo lo que sentíamos.
—Toma otro trago—. ¿Y si cambió de opinión? ¿Cómo se supone que debo saber qué
hacer? ¿A dónde diablos vamos a partir de aquí? ¿Por qué mierda creía que estaba
bien dejarnos sin decirnos lo que quería? ¿Cómo pudo ser tan egoísta?
Me acerco y le doy una bofetada. Por segunda vez en mi vida, le doy una
bofetada. ¿Cómo se atreve?
La foto que estaba sosteniendo cae al suelo cuando su mano sube para sentir la
carne enrojecida de su mejilla. Sigo la foto hasta el lugar en que cae solo para ver que
es una foto de mí. La de Central Park. La que dijo que era su favorita.
—¿Egoísta? —le grito—. ¿Crees que fue egoísta? Nunca he conocido a una
persona menos egoísta en toda mi vida. Me dio a su bebé. Me dio a su maldito esposo.
¿Quién hace eso? Es una maldita santa. Te juro por Dios que, si alguna vez la vuelves
a llamar egoísta, haré un agujero en tus jodidos dientes.
Nunca he estado tan enojada y preocupada al mismo tiempo. Las lágrimas
corren por mis mejillas, pero estoy demasiado enojada para limpiarlas. A través de
mi visión borrosa, estoy segura de que lo veo experimentando las mismas emociones.
Lanza la botella contra la pared, rompiéndola y haciendo que el líquido salpique
por el suelo embaldosado.
—Maldita sea, Sky. ¡Deja de decir joder!
—¿Por qué, Griffin? —Levanto mis cejas—. ¿Por qué siempre tienes un
problema cuando digo joder? ¿Cuál es tu problema?
Suelta un largo suspiro.
—Mi problema es que me haces desearte, ¿de acuerdo? Cuando hablas así, lo
único que quiero hacer es tirarte y follarte hasta el cansancio.
Abro la boca. Estoy aturdida en silencio. Nos miramos el uno al otro durante
unos dos segundos antes de que nuestros pies nos impulsen hacia adelante y
nuestros cuerpos se estrellen justo antes de que nuestros labios lo hagan.
Cuando nuestros labios se encuentran, podría jurar que ambos gritamos de
dolor. Dolor porque estamos afligidos porque Erin se ha ido. Dolor porque nos
preocupa que le estemos haciendo daño. Retrocedemos un poco y nuestros brillantes
ojos se encuentran. Puedo notar que necesita esto. Necesito esto. Tal vez así es como
se supone que debía suceder. Quitarme la venda.
Toma mi rostro entre sus manos y me vuelve a besar. Nuestros labios se unen
en una sensual danza perfecta, aunque vacilante. Pero una vez que permitimos que
nuestras lenguas se mezclen, me pierdo en él. Sé que nuestro mutuo dolor controla
esto. Sé que el alcohol que consumió permite esto. Sé que mi corazón anhela esto. 133
Me permito, en este momento, dejar ir el dolor y me entrego completamente a él.
Me levanta y envuelvo las piernas a su alrededor. Con nuestros labios aún
juntos, me carga los dos tramos de escaleras a mi habitación. Cuando me baja, nos
arrancamos la ropa el uno al otro como si el mundo estuviera a punto de terminar y
tuviéramos una última oportunidad de estar juntos.
Quita mi camisa por mi cabeza. Sus grandes manos me acarician los pechos y
gimo ante la sensación de las manos de un hombre en mi cuerpo después de todo
este tiempo. ¿Alguna vez me sentí tan bien al tener las manos de un hombre sobre
mi carne? Tiemblo mientras me quita el sostén y me mira los pechos mientras sus
dedos trabajan sobre cada uno de mis pezones. Oh, Dios. Están tan sensibles. No
puedo evitar mis gemidos de placer mientras siento a mi cuerpo entero responder a
sus caricias.
Tiro del botón de sus vaqueros y retira sus manos de mi cuerpo solo el tiempo
suficiente para deshacernos de la ropa restante.
Nos quedamos desnudos, nuestros ojos vagando sobre el otro. Su mirada
ardiente se vuelve fría cuando se detiene en mi vientre. Cierra brevemente los ojos
cuando ve mi barriga que ahora sobresale lo suficiente como para que el mundo
conozca nuestro secreto. ¿Se olvidó de él?, me pregunto. ¿Está a punto de parar lo
que sea que estemos haciendo?
Casi inmediatamente, reanuda el asalto a mis pezones, solo con su boca esta
vez. Me hace caminar de espaldas hacia la cama y me baja, sin romper el contacto
con mi pecho. Al mismo tiempo, una mano se encamina a mi palpitante clítoris y
grito:
—¡Oh, Dios, sí!
Mis súplicas le hacen trabajar más duro. Su lengua gira alrededor de mi pezón.
Lame, chupa y pellizca. Inserta un dedo en mí y murmura algo sobre lo húmeda que
estoy. La sensación de sus dedos dentro de mí me lleva más alto. Su respiración
caliente contra mi pecho mientras dice palabras deliciosamente sucias, diciéndome
lo que quiere hacerme, haciendo que mis entrañas empiecen a temblar mientras
monto sus dedos, su boca, sus palabras, llevándome a un orgasmo de otro mundo.
Cuando mis ojos son capaces de enfocar de nuevo, lo encuentro mirándome con
absoluto temor.
—Joder, Sky. Tengo que verlo de nuevo.
Sonrío y luego me dirijo a su dura como acero longitud. ¿Cómo puede algo tan
suave ser tan increíblemente rígido al mismo tiempo? Anhelo poner mi boca sobre
él. Es algo de lo que nunca he sido fan, pero la idea de probarlo me hace arder de
deseo. Acaricio con la mano arriba y abajo, tomándome tiempo para prestar atención
a sus bolas tensas mientras sus dedos reanudan la exploración de mis curvas bien
pronunciadas. Desciendo por su cuerpo tenso, haciendo clara mi intención mientras
disfruto de mi lectura táctil de cada ondulación en su torso. Cuando lo miro, veo que
sus ojos están cubiertos y llenos de necesidad carnal.
Lo tomo en mi boca y grita mi nombre. Mi apodo. Mientras lo complazco, me
cambia de posición para poder acariciar mis pesados pechos. Trabajo mi lengua 134
alrededor de su punta, entonces lo hundo en mi boca y lo llevo tan profundo como
puedo sin ahogarme. Mis dedos juegan con sus bolas y la piel suave y sedosa de su
perineo. Suelta el gemido más sexy que he escuchado jamás.
—Voy a correrme en tu boca si no te detienes.
Sus palabras me incitan a trabajar más duro. Bombeo con mi boca alrededor
de él. Y en un movimiento atrevido, permito que mi dedo presione contra la arruga
de su trasero. Mueve las caderas, gritando mientras poderosos chorros de semen
inundan mi garganta.
Descanso mi cabeza sobre su muslo, observándolo recuperarse. Su pecho se
eleva y cae con tanta intensidad que uno pensaría que acaba de correr un maratón.
Coloca su brazo sobre su cabeza y toma algunas respiraciones profundas. Luego clava
los ojos en mí, su voz áspera, ronca y tensa de necesidad.
—Mi turno —dice.
Mi interior se estremece ante su declaración. Planta su boca en mi pecho y me
deleito con la sensación que irradia de mi pezón demasiado sensible. Cada
movimiento de su lengua envía un disparo de electricidad a mi necesitado clítoris.
Baja por mi cuerpo, besando a lo largo de mi sobresaliente vientre mientras lo hace.
Cuando su boca encuentra mi pulsante bulto de nervios, mi cuerpo se
estremece. Lo siento sonreír contra mí. Su lengua encuentra mi apertura y me prueba
antes de volver justo al lugar donde más lo necesito. Sus dedos se deslizan sin
esfuerzo dentro y fuera de mis paredes resbaladizas. Mis entrañas se enroscan tan
apretadas que siento que explotaré si no tengo un orgasmo en este mismo segundo.
Como si oyera mi súplica silenciosa, pellizca mi pezón con su mano libre,
enviándome sobre el acantilado y cayendo en un ataque de espasmos mientras pulso
alrededor de sus dedos.
—¡Griffin! ¡Oh, sí! —Una corriente de palabras enmarañadas e incoherentes
sale de mí mientras intento expresar lo que le está haciendo a mi cuerpo.
—Puta mierda, Sky. Tengo que estar dentro de ti. Ahora. —Antes de que mi
cuerpo se haya recuperado, está empujando su polla dentro de mí, llenándome por
completo. Cuando golpea en mi interior, ambos jadeamos. Se queda quieto—. No te
muevas. Necesito un minuto.
Presiono mis labios y trato de no reír. Aún no quiere correrse. Me deleito al
saber que está tan excitado que tiene que detenerse a base de voluntad. Que incluso
después de correrse no hace ni diez minutos, está casi de nuevo allí. Después de una
larga pausa, no puedo evitar mover mis manos sobre él. Exploro con los dedos las
cimas de su espalda. Tomo los globos de su culo en mis manos y amaso la piel suave
sobre los fuertes músculos debajo. Me dirijo arriba y sobre sus hombros y finalmente
a su cabello glorioso.
Dios, me encanta su cabello. Es tan inherentemente Griffin. Cuenta todo acerca
de él. Rebelde, pero de una manera perfectamente contenida. Nunca me di cuenta
hasta ahora de cuánto amo su cabello. Me pregunto si podría tener otro orgasmo
simplemente acariciándolo con mis dedos.
—Me estás matando, Skylar. —Respira en mi cuello cuando comienza a mover
sus caderas hacia arriba y hacia abajo, hacia adelante y hacia atrás, en un
135
movimiento lento y controlado que me tiene construyendo otro subidón una vez más.
Puedo sentir gotas de sudor resbalando por su espalda. Está haciendo todo lo
posible para no poner su peso en mí y aplastar mi barriga. Sus empujones se vuelven
más exigentes y sujeta mis manos errantes, poniéndolas junto a mi cabeza mientras
toma el control sobre mí por completo. Lo miro a los ojos y compartimos un
momento. Un momento de dolor. Un momento de tristeza. Un momento de pura e
inmaculada exaltación. Un momento de emociones tan mezcladas que no estoy
segura que podamos entenderlas completamente.
—Me voy a correr —dice, una lágrima escapando de sus ojos ahora cerrados. Se
apoya en un codo y estira una mano entre nosotros para acariciar mi clítoris—. Te
necesito. Te sientes tan bien. Córrete conmigo. Necesito esto. Dios, Sky, te necesito.
Sus palabras me empujan sobre el borde una vez más mientras su apuesta
reclama sobre mi tercer orgasmo. Le succiono con mis pulsaciones mientras
gemimos en el hombro del otro. Nuestros gemidos se convierten en sollozos mutuos
y nos sujetamos uno a otro como si fuéramos a esfumarnos si nos separamos. Ni
siquiera sé cuánto tiempo lloramos en los brazos del otro antes de que ambos nos
quedemos dormidos por agotamiento.
La luz que se filtra por una costura en las cortinas me despierta. No estoy lista
para levantarme aún, me doy la vuelta y entierro mi cabeza en la almohada. Cuando
tomo aliento, inmediatamente me pongo rígida. El olor innegable del sexo impregna
la almohada, enviando destellos de anoche en mi cabeza soñolienta. Tuve sexo con
Griffin anoche. Tuve sexo de otro mundo, sin restricciones, del que altera la vida, con
el esposo de mi mejor amiga.
El día de su funeral.
Mi corazón se hunde en mi estómago y me pregunto si necesitaré correr al
baño. Nada ha cambiado. No he cambiado. Tomé la primera oportunidad que vi para
saltar a la cama con él. Lloro en mi almohada que todavía huele a él mientras
silenciosamente le pido perdón a mi amiga.
Permanezco en la cama durante horas, escuchando los ruidos procedentes de
fuera de mi habitación. ¿Qué debe pensar Griffin de mí ahora? Él había estado
bebiendo. Estaba claramente afectado. Estaba afligido. Me aproveché de eso. Me
convertí en justo la persona que estaba tratando de dejar en el pasado.
Me levanto y me coloco la bata, voy en su busca para poder arreglar esto. Abro
la puerta de mi dormitorio y casi tropiezo con mis maletas. Podría haber jurado que
las puse cerca de la puerta principal anoche. Después de una inspección posterior,
veo una llave y una nota colocada encima de ellas. A medida que mi corazón se
acelera, abro el papel doblado y lo leo.
Skylar, siento haberme aprovechado de ti. Fue un error. Quédate aquí, la casa
es tuya. No puedo hacer esto. Griffin.
136
20
H
an pasado dos semanas ahora. Dos semanas desde que Erin murió. Dos
semanas desde que Griffin se fue. Dos semanas desde que he puesto un pie
fuera de la casa. Dos semanas y no le he dicho ni una palabra a nadie sobre
lo que hice con Griffin.
No he oído de él. Completo silencio. Nadie sabe dónde está. Ni siquiera Mason.
No llevó su teléfono. No llevó ropa. Ni siquiera se llevó la bolsa de su cámara. Griffin
nunca va a ninguna parte sin ella.
No puedo hacer esto. Sus palabras hacen eco de la manera en que me siento.
Aún lloro a Erin. No sé si puedo llorar a Griffin también. Pero cada vez que el teléfono
suena, mi corazón se detiene. ¿Será esta la llamada en la que me digan que su cuerpo
fue llevado a la orilla después de que saltara del puente de Brooklyn?
Mi única esperanza es que simplemente necesitaba tiempo lejos para tratar con
la muerte de Erin. Solo me pregunto cuánto empeoré las cosas acostándome con él.
No puedo decir cuántas veces he releído la nota que dejó. Un error. Hacer el amor
conmigo fue un error.
No… no hacer el amor. Follar. Eso es lo que fue. No hubo intercambio de
sentimientos, sin emoción auténtica por su parte, además del dolor obvio. Al menos
llamémoslo por lo que fue.
El teléfono suena y salto. Luego veo que es solo la llamada diaria de Baylor.
Siempre es la misma cosa. Intentará hacer que vuelva al trabajo. Dirá que ayudará. 137
Pero todo lo que quiero hacer es sentarme en el estudio de Griffin y mirar las paredes
y pensar que no puedo hacer esto. No puedo ser madre. ¿Qué tipo de madre seré si
ni siquiera puedo resistir al marido de mi mejor amiga el tiempo suficiente para que
la lloremos apropiadamente? La jodí. Arruiné todo. Y ahora se ha ido y estoy sola.
—Hoy no —digo a modo de saludo.
—¿Por qué no hoy? —pregunta—. ¿De verdad piensas que mañana será mejor
que hoy para que vuelvas al trabajo? —Oigo ruidos de bebé de fondo, recordándome
las duras decisiones por delante—. Escucha, Skylar. Sé que solo han pasado un par
de semanas, pero tuviste seis semanas para prepararte para la muerte de Erin. Todos
nos apenamos a nuestra propia manera y estoy dispuesta a respetar eso, pero tienes
que darte cuenta de que no moriste con ella. ¿Crees que Erin querría que te sentaras
ahí regodeándote en las lágrimas por ella?
Niego y antes de que pueda detenerlo, sale. Lo suelto como un volcán activo e
hirviendo al punto de la erupción y luego escupiendo sobre todo en su camino.
—A Erin no le importaría una mierda. Me odiaría. Me acosté con él. Dormí con
Griffin. Ni siquiera pude esperar hasta el día después de su funeral, Baylor. ¿Quién
hace eso? Sabes quién… yo. Porque nunca jodidamente cambié. Intenté hacerlo.
Pero un leopardo nunca cambia sus manchas. Soy un leopardo, Bay. Enfrentémoslo.
Ni siquiera pude detenerme. No tengo autocontrol. Y ahora arruiné todo. Por un
polvo rápido.
Mi garganta está gruesa con lágrimas sin derramar. Trago el bulto gigante y
continúo antes de que ella pueda decir algo.
—Pero la cosa es que no es lo que fue para mí. Fue el mejor sexo de mi vida.
Nada jamás se ha acercado a lo que experimenté esa noche con Griffin. Sueño con
ello cada noche. Creo que cada día. Compararé todos los futuros encuentros con eso,
ya sabiendo cuán decepcionada estaré. ¿Cuál es el punto de estar con otro alguna vez
de nuevo?
Más malditos ruidos de bebé en su extremo del teléfono.
—¿Y qué diablos se supone que haga sobre Frijol? Pensé que podía hacerlo.
Pensé que podría ser posible. Con Griffin. Con los dos intentando resolverlo juntos.
Pero ahora soy solo yo. Podría estar muerto, por todo lo que sé. No quiere esto. No
quiere a Aaron. —Inhalo y digo las palabras que completamente me destruyen—. No
me quiere. —Cierro los ojos mientras la culpa me consume—. No creo que pueda
hacerlo, Baylor. No creo que pueda criar a un bebé. Voy a tener que encontrar a
alguien que lo adopte.
Silencio. La he conmocionado con mis confesiones. Estoy segura que está
intentando pensar en algo de hermana que decir, pero no puede. ¿Qué podría
posiblemente decir para mejorar esto?
—Tengo que irme, Skylar. Tengo una reunión. Pero te llamaré más tarde y
podremos hablar, ¿de acuerdo?
Asiento. Por supuesto que quiere irse. Probablemente no quiere arrepentirse
de las palabras que de verdad quiere decir.
—Más tarde, entonces —digo. Cuelgo el teléfono y bajo las escaleras. Evito
138
mirar las fotos de Erin. Sé que me devuelve la mirada. Sabe lo que he hecho. Lo que
voy a hacer.
Miro las fotos de Griffin con su padre. Son las únicas de él en todo su estudio.
Normalmente está detrás de la cámara, no delante. Su padre estaba tan feliz de tener
un nieto. Me pregunto si me odiará también.
Me acerco para sacar la cámara favorita de Griffin de su caja. La cámara es una
extensión de él y me hace sentir más cerca de él cuando la sostengo. La llevo a la sala
de estar y me acurruco en el sofá con ella. Me duermo soñando con él tomando fotos
de su hijo con esta misma cámara. Tomando fotos de mí. De la familia que se suponía
que fuéramos.

El timbre suena. Tres veces. Alguien es impaciente.


—Rayos, ya voy. —Mis piernas adormiladas me suben por las escaleras del
sótano mientras me pregunto quién ha sido enviado para “vigilar a Skylar” hoy. Miro
por la ventana lateral. Baylor. Y, oh, genial, ha traído al bebé. Justo lo que necesito.
Abro la puerta y luego voy a la cocina para poner una jarra de café.
—No te molestes en ayudar ni nada, hermanita. —Baylor hace pucheros
mientras empuja el cochecito de Jordan por la puerta y luego se inclina para recoger
un montón de otra mierda. ¿Cómo necesita un bebé diminuto tanta mierda?
Detiene el cochecito, revisando a su hija, que está perfectamente feliz mirando
al techo de la casa.
—Pequeña emergencia —dice—. Necesito que la cuides.
No hay necesidad de café. Estoy completamente despierta ahora.
—¿Qué? ¡No! —Debería saberlo mejor. No hago de niñera. Los niños me odian.
Nunca tengo ni idea de qué quieren. Miro a mi barriga de veintidós semanas y me
disculpo con el pequeño Aaron, que tuvo que lidiar con tal mano de mierda.
—Tienes que hacerlo, Skylar. Nadie más puede. He llamado a todo el mundo.
No puedo faltar a esta reunión con mi publicista. —Mira su reloj—. Si no estoy allí en
treinta minutos, me dejará. Es el mejor publicista de Nueva York. Lo he pospuesto
durante semanas y ahora está molesto. Tienes que ayudarme.
Saca un cuaderno de la gigantesca bolsa de bebé.
—Lo he escrito todo. Solo sigue el horario. Jordan es muy fácil. —Saca algunas
botellas de la bolsa, poniéndolas en mi refrigerador—. Me saqué la leche solo en caso
de que no pueda volver para su próxima alimentación en dos horas.
Mis ojos se amplían con horror.
—¿Dos horas? ¿Vas a dejarla durante dos horas? ¿Qué se supone que haga con
ella, Baylor?
139
Intento recordar las pocas veces que cuidé del hijo de Baylor, Maddox. Pero
todo lo que recuerdo es a mi hermana pequeña, Piper, sosteniéndolo, alimentándolo,
cambiándolo. Creo que solo jugaba con él hasta que necesitaba algo y entonces se lo
pasaba a ella. Apesto en esto. No puede posiblemente confiarme a su bebé de seis
semanas. Ha perdido su puta cabeza.
—Oh, no lo sé. ¿Sostenerla, tal vez? —Baylor me mira como si fuera una
imbécil—. Es una recién nacida, Skylar. No necesita mucho. Si llora, revisa su pañal.
Sostenla y camina con ella. Y una idea, usa el mejor balancín en el mundo que Erin
puso en el cuarto del bebé. Tienes todo lo que necesitas aquí.
Mira su reloj y jadea.
—Infiernos, tengo que irme. Estarás bien. Llama a mamá a Long Island si
necesitas algún consejo. Volveré tan pronto como pueda. —Sale por mi puerta
delantera antes de que pueda decir otra palabra.
Miro alrededor. Tal vez es una broma. Esto no está ocurriendo. Nadie en su
sano juicio me dejaría a un pequeño bebé. Jordan hace un sonido de chillido y me
acerco a mirarla en su cochecito.
—Tu mamá está loca, lo sabes, ¿verdad? —Solo me mira. Creo que sonríe.
¿Puede una niña tan pequeña sonreír? Luego oigo un horrible sonido. Parece diarrea
explosiva. Me apresuro a la puerta principal y bajo corriendo los escalones
delanteros—. ¡Baylor! —grito, mirando en la dirección del metro. Me quedo allí y
espero a que algo suceda. Nada.
Bajo mi cabeza y vuelvo a entrar. Jordan realmente se está retorciendo ahora.
Y huele a muerto aquí. Agarro su bolsa y la pongo sobre mi hombro. Luego me inclino
para tomarla y la pesada bolsa cae de mi brazo. Pongo los ojos en blanco ante mi
torpeza. Deposito la bolsa en el sofá y recojo a la pequeña Jordan. La sostengo
fuertemente en un brazo, apoyando su cabeza como Baylor me enseñó, mientras
pongo la bolsa sobre mi otro hombro. Lo hice. De acuerdo, puedo hacer esto.
Orgullosa de mí, me dirijo a las escaleras. Me quedo al final de las mismas y
alzo la mirada. ¿Y si tropiezo y la dejo caer? ¿Y si mi pie resbala y ambas caemos?
¿Quién diablos decidió que un cuarto del bebé debería estar arriba de las putas
escaleras, de todos modos? ¿Qué en la tierra hacía que tantos sobreviviéramos a
esto?
Doy un lento paso a la vez hasta que llegamos arriba, donde exhalo el aliento
que estaba conteniendo. Entro en el cuarto del bebé y miro la ornamentada mesa de
cambiar. Decido que es demasiado peligrosa. Ella podría caerse de ahí. Pongo a
Jordan en la cuna y saco una manta del armario, extendiéndola en el suelo. Luego
saco un pañal y toallitas limpiadoras de la bolsa de Baylor y las pongo junto a la
manta. Agarrando a Jordan, cuidadosamente, la coloco en medio de la manta y
procedo a quitarle la ropa. Cuando estoy luchando por sacar sus bracitos del atuendo,
maldigo a los sádicos fabricantes de ropa de bebé antes de descubrir los corchetes en
la entrepierna.
—Tienes un montón que aprender, Skylar —murmuro para mí.
Jadeo cuando quito su pañal. Debe estar enferma. Hay una viscosa pila de caca
140
amarilla verdosa. Oh, Dios. Intento respirar por mi boca. Solo tengo que hacer esto
y luego llamaré a mi madre. O a un doctor.
Quito el pañal, pero no antes de que el piececito de Jordan manche con la
asquerosa caca sus piernas, mis manos y la manta. Extiendo la mano por la toallita,
dándome cuenta de que saqué solo una y el resto están metidas en la bolsa de bebé
de diseñador. La limpio lo mejor que puedo con la única toallita y la manta debajo
de ella. Tiraré la maldita cosa. Nada puede deshacerse de la repugnante caca que está
extendiendo.
Necesito limpiarla. Tomo otra manta del armario sabiendo que también
estropearé esa, pero en este momento, realmente no me importa. Cuando estoy en el
armario, noto una pequeña bañera de bebé. Miro la imagen en la caja. Muestra un
pequeño bebé, parecido al tamaño de Jordan. Tiene esa cosa para la cabeza, así no
puede caerse y hundirse en el agua. Sí, funcionará.
Lo que parecen horas después, tengo un bebé limpio, pero un desastre en el
baño. Lo dejo para ocuparme de eso después. Cuidadosamente, llevo a Jordan
escaleras abajo, un escalón a la vez, dejando la bolsa en la habitación del bebé. No
necesito arriesgarme. Llamo a Baylor, pero va directamente al buzón de voz. Llamo
a mi madre. Se ríe de mí. Se ríe. Me asegura que la caca de Jordan era perfectamente
normal para un bebé lactante. Dios mío, ¿por qué elegiría alguien dar el pecho a un
bebé si eso es lo que produce?
Comienza a llorar y miro el reloj. Casi dos horas en punto. Baylor pensó que ya
estaría de vuelta para este momento. Recupero la libreta y sigo las instrucciones para
calentar la botella de leche. Después de que come, maldigo a Baylor por olvidar el
hecho de que Jordan vomitaría la mitad, estropeando una de mis camisetas favoritas.
Me pregunto si debería volver a darle de comer. Baylor trajo botellas extra, quizás
esa es la razón. Pero Jodan se queda dormida antes de que pueda calentar otra.
Gracias a Dios. Estoy segura que Baylor volverá antes de que se despierte.
Corro arriba y limpio el baño y la habitación mientras Jordan duerme en el
carrito. ¿Cómo puede un bebé provocar tal desastre? Agotada, me cambio la
camiseta, tomando una vieja de la colada.
Me siento para finalmente tomar esa taza de café cuando Jordan comienza a
llorar. Miro el reloj y podría jurar que acaba de dormirse, pero el reloj me dice que
ha pasado una hora. Suspiro y tomo unos cuantos sorbos tibios antes de acercarme
para ver qué sucede. Ha sido alimentada. Está limpia. Acerco un poco más la cabeza,
no, nada más de caca explosiva. Agarro el teléfono y llamo a Baylor. El buzón de voz.
Vuelvo a llamar a mi madre. Me dice que la levante. Hable con ella. Juegue con ella;
los bebés necesitan atención, no solo cuidado.
Miro la bolsa del bebé y saco una especie de manta de juego. La extiendo en el
suelo y luego dejo en ella a Jordan antes de tumbarme de costado y mostrarle los
sonajeros y osos que se separan del velcro de la manta. Esto parece apaciguarla un
poco así que escapo a la cocina y tomo un rápido aperitivo, saliendo a revisarla cada
diez segundos en caso de que aprenda a girarse o arrastrarse en el lapso de tiempo
que me he ido.
Me llevo el sándwich y me siento junto a Jordan cuando mi teléfono suena con
141
un mensaje de Baylor, que me dice que va a tardar mucho más de lo que pensaba.
Unas horas más. Puede que incluso no esté de vuelta hasta la hora de la cena.
¡Mierda!
Llamo a mi madre.
—Tienes que venir a ayudarme. Baylor no va a volver en horas.
Más risas.
—Cariño, estoy aquí sola, esperando una entrega. Para cuando consiga que
alguien me cubra y tome el metro hasta el otro lado de la ciudad, Baylor estará en
casa. Lo estás haciendo bien. No deberías dudar de tus habilidades.
—Maa-má —me quejo.
—Oh, tengo que irme. La entrega está aquí. Llámame después si necesitas algo
más. Adiós, cariño.
Miro el teléfono. Mi propia madre me abandona en una situación complicada.
Intento llamar a Mindy y Jenna, pero ambas van al buzón de voz. Miro a Jordan,
chupándose felizmente su pequeño puñito y babeando como si no tuviese ninguna
preocupación en el mundo.
—Sé lo que está pasando —le comento—. Pueden irse todos al infierno. Me
están lanzando a los putos leones. —Pongo los ojos en blanco por mi elección de
palabras—. Lo siento —le digo a Jordan.
Para cuando Baylor llega a recoger a Jordan, son pasadas las nueve de la noche.
Le he dado dos baños más y yo misma me doy una ducha después de que su pañal
defectuoso gotease y obtuviera mierda sobre mí. Fue asqueroso. La pongo cerca de
mi ducha en un bacinete de la habitación de Aaron. Cada sonido que hace, provoca
que saque la cabeza para verificar que no está saliendo o cayéndose. ¿Cómo hace la
gente esto?
Baylor nos encuentra dormidas en mi cama. Había hecho una barricada en el
lado de la cama de Jordan con muebles y almohadas. Sé que podría haberla puesto
en la cuna de Aaron, pero tenía miedo de dejarla allí. ¿Y si se despertaba y no la
escuchaba? ¿Y si se ponía enferma o sus pequeños brazos quedaban atrapados entre
las barras? Pero yo estaba agotada. Tenía que tumbarme sí o sí.
Solo estoy medio despierta cuando Baylor entra en mi habitación. Ni siquiera
tengo la energía para gritarle. Solo le digo que se vaya al infierno.

Me despierto para descubrir una carta junto a mí en la almohada. Está marcada


solo con mi nombre. Hay una nota pegada a ella que pone: Se suponía que te diese
esto cuando fuese el momento. Está firmada por Baylor. 142
La abro y lo primero que se me viene a la mente es que Griffin estaba
equivocado. Ella dejó palabras de despedida. Es una carta de Erin. El pecho me late
con fuerza y Frijol se mueve como si pudiese notar el chorro de adrenalina
recorriéndome el cuerpo. Cierro los ojos y respiro. Dentro y fuera. Dentro y fuera.
Me apoyo en la almohada y leo sus palabras.
Skylar:
No estoy segura si esta es la primera carta que has recibido o una de las
últimas. Así que, si es redundante, me disculpo. Baylor y Mason tienen una serie de
cartas escritas por mí. Han recibido instrucciones para que se las den a ti y/o
Griffin en ciertas situaciones.
Ahora mismo, en este mismo instante, estoy disfrutando. No importa si estoy
viva pero inconsciente, si he estado muerta durante un año, o solo acabo de morir
recientemente. No importa, porque si estás leyendo esta carta significa que Griffin
y tú han dado un paso adelante estando juntos. Un paso adelante hacia convertirse
en la familia que desesperadamente quiero para ustedes. Un paso hacia el amor y
la preocupación que irradia a su alrededor cuando están juntos.
Estoy hablando de sexo. Griffin y tú haciendo el amor. Si estás leyendo esto,
sucedió. Pero si estás leyendo esto, algo ha ido mal. Desearía poder ver el futuro.
Pero no puedo. Solo soy una humana, o quizás un ángel en este momento. Todo lo
que puedo hacer es intentar ponerme en tu lugar. ¿Cómo me sentiría si me hubiese
acostado con el marido de mi mejor amiga?
Solo me puedo imaginar que estás acarreando un gran peso de culpa.
Vergüenza. Traición. ¿Cómo pude hacerle esto a mi mejor amiga?
Solo tengo una cosa que decir. ¡DETENTE!
Yo te puse ahí, Skylar. Te puse en la posición en la que te has encontrado. Los
junté con la única intención de que desarrollasen sentimientos el uno por el otro. Si
hay que culpar a alguien aquí, es a mí. Caíste en la trampa que organicé
perfectamente.
Mentí; tengo otra cosa que decir. SUPÉRALO.
Deja ir la culpa. Estás haciendo exactamente lo que te pedí. Estás intentando
cumplir mi último deseo. Te estás permitiendo la oportunidad de la felicidad. Y
déjame decirte algo Skylar, te lo mereces. Mereces cada toque tierno que Griffin te
ofrezca. Cada palabra cariñosa que te susurre. Cada hijo maravilloso que te dé. Y
estaré sonriendo hacia ti cada segundo de ello. No lo necesitas, pero si por alguna
razón, piensas que lo haces, lo diré de todos modos; tienes mi permiso. Te lo doy
incondicionalmente, ahora y siempre. Te doy mi bendición para que ames, vivas y
seas feliz con él.
No presumo de saber si eres tú, o Griffin, o ambos, los que están luchando
contra sus sentimientos. No presumo de tener ninguna mágica palabra sabia para
derribar los muros que puedes haber erigido. No presumo de tener ningún poder
sanador que pueda arreglar lo que quizás esté roto.
Lo único que puedo decir es esto. 143
Ten fe. Y ámalos.
Ámalos con fuerza.
Ámalos para siempre.
Tu mejor amiga en la tierra y en el cielo,
Erin.
Vuelvo a leer la carta antes de doblarla y devolverla al sobre. Luego hago algo
que no he hecho en muchas semanas. Sonrío. Se ha levantado un gran peso de mis
hombros. De mi corazón. Esto puede que no cambie el hecho de que Griffin se ha ido
y puede que nunca vuelva. Pero siento la culpa desvaneciéndose de mí, como si Erin
la hubiese atado una cuerda desde el cielo y estuviese extrayéndola desde cada poro
de mi ser.
Luego me golpea y tomo una gran bocanada de aire, como si fuese el primer
aliento que permito en mi cuerpo en catorce largos días. Jordan estuvo ayer doce
horas conmigo y sobrevivió. Yo sobreviví.
Pongo una mano en mi incipiente barriga.
—Puede que tengas que darme un pequeño respiro, Aaron. Pero puedo hacer
esto. —Miro alrededor de mi habitación. La habitación de invitados se convirtió en
la mía hace casi un mes.
Las madres no duermen en la habitación de invitados.
Me levanto y camino por el pasillo, y abro la puerta de la habitación de Griffin.
Su traje todavía está tirado en el suelo. El vaso de agua de Erin todavía está,
evaporado, en su mesilla de noche. Las almohadas de él todavía están en el sofá
decorativo donde durmió. Pongo la mano en la gran cama de roble. Tiro de ella para
ver que no puedo moverla. Tomo el teléfono y hago una llamada.
—Mason, necesito tu ayuda en la casa.
Después de colgar, veo un destello de mí misma en el espejo y me río. Ayer,
después de mi ducha, en mi apuro de volver con la pequeña Jordan, sin darme cuenta
me había puesto una de las traidoras camisetas de baloncesto de Griffin.
Se siente bien reír. Se siente bien sonreír. Se siente bien tener el resto de mi
vida frente a mí.
Llamo a Mindy y le digo que volveré al trabajo a finales de semana, después de
ocuparme de unas cuantas cosas. La última llamada que hago es a Baylor. Solo tengo
una cosa que decirle:
—Gracias.
Escucho su alivio al otro lado del teléfono.
—En cualquier momento, hermanita.
Me dirijo abajo y me siento en el sofá, mirando hacia la urna que está sobre la
chimenea. No sé por qué decidí ponerla ahí. Quizás es el mejor lugar para que nos
observe. Hasta que decidamos a dónde realmente pertenece.
Suspiro. Nosotros. No hay ningún nosotros. Solo hay un yo. Y por alguna razón,
144
de algún modo, voy a hacer la mayor parte.
Alzo la mirada hacia la urna.
—No te preocupes, Erin. Lo tengo controlado.
Parte 2
- GRIFFIN -
145
21
V
oces fuertes me despiertan, golpeando en mi cabeza como un mazo. Me
cubro la cabeza con la almohada para ahogarlas, junto con la luz que está
brillando a través de las persianas.
Espera… ¿voces?
Me siento, luego me maldigo inmediatamente por moverme tan rápido,
añadiendo incluso más dolor a mi palpitante cabeza.
Miro alrededor de la ahora familiar habitación que es parte de la suite donde
me he estado quedando desde hace un tiempo. Hay algo diferente. ¿Y quién está
hablando al otro lado de la puerta? Miro en la habitación por respuestas.
Desafortunadamente, las obtengo.
Mierda. Finalmente lo hice.
Miro al suelo donde hay una pila de ropa de mujer. Un vestido. Un par de
tacones altos.
Me tumbo, levantando la sábana de mi cuerpo. Desnudo. Niego. ¿He tocado
fondo? Primero dejo a mi familia. Bueno, mi casi familia. Luego me pierdo a mí
mismo en una botella. Y ahora, duermo con extrañas al azar. ¿Finalmente me he
convertido en mi padre?
Busco en el suelo un revelador envoltorio cuadrado. Ahí no. Lentamente entro
en el baño conectado y reviso la papelera. Nop. 146
Clavo la mirada en mí en el espejo. Ni siquiera me gusto.
—¿Qué demonios has hecho?
Me echo un poco de agua en el rostro y luego mantengo la boca bajo el grifo y
doy un gran trago.
Poniéndome algo de ropa, dudo antes de abrir la puerta a la otra habitación,
preguntándome qué me voy a encontrar al otro lado. Escucho por un segundo.
Luego, escuchando una voz masculina familiar, abro la puerta de golpe.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí?
Mason me mira de pies a cabeza. Sé que debo ser un espectáculo. Levanto la
mano para pasarla sobre la larga barba de mi rostro. No puedo recordar la última vez
que me afeité. Demonios, ni siquiera estoy seguro de que me haya afeitado
últimamente. Niega con desaprobación.
—¿No debería hacerte yo esa pregunta, hombre?
Lo ignoro y miro a la mujer. Está vistiendo mi camisa. Le llega hasta las rodillas
y el cuello cuelga sobre su hombro desnudo. Se parece a ella. Se parece mucho. ¿Es
por eso que la elegí?
Me da una mirada comprensiva mientras extiende la mano.
—Tammy. Encantada de conocerte, Griffin.
Miro entre ella y Mason, confundido.
—Uh, ¿no nos presentamos anoche?
Solo sonríe, sirviéndose una taza de café.
—Espero que no te importe que me quedase a dormir aquí. No estaba en
condiciones de conducir y aquí las habitaciones están fuera del alcance del
presupuesto de esta chica.
Abro los ojos ampliamente y mi presión arterial se dispara. ¿Contraté una
puta?
Joder. He tocado fondo.
Me dejo caer en el sofá y pongo la cabeza entre las manos. Me siento enfermo.
Levanto la mirada hacia ella. No se ve como una puta.
—¿Las chicas no insisten en usar protección?
Se ríe entre dientes.
—Cariño, anoche estabas demasiado borracho, no se te habría levantado en
ningún caso. Demonios, pensaba que tu nombre era Finn, hasta que Mason me lo
aclaró.
Dejo salir un suspiro de alivio. Gracias a Dios. Hasta este último segundo no
sabía lo mal que me habría sentido acostándome con alguien más.
Escucho a Mason estallar en risas detrás de mí. Estoy a punto de decirle cuál es
su problema cuando la expresión de Tammy cambia a una sonrisa maléfica. Rompe
a reír, girándose hacia Mason.
—Lo siento, nunca fui buena jugando a póker.
147
Los miro mientras comparten algún tipo de broma privada.
—Espera, ¿no eres una puta? —pregunto.
Niega.
—Lo siento, no. Solo una representante de venta farmacéutica que conociste
anoche en el bar del hotel.
—No una muy buena si no puedes pagarte una habitación —espeto con enfado
equivocado.
—¡Amigo! —me reprende Mason por mi estupidez.
Tammy alza una mano.
—Está bien. Lo merezco. Ojo por ojo.
—No, lo siento —le digo. Paso las manos por mi cabello sucio—. ¿Puedo pedirte
algo de desayunar? Es lo mínimo que puedo hacer.
Me desestima con la mano, tomando otro sorbo de café.
—Nah. El café está bien. Tengo una reunión a la que ir. Pero usaré la ducha, si
te parece bien.
—Por supuesto. —La observo caminar hasta la habitación y cerrar la puerta.
Una vez que escucho el agua ponerse en marcha, me giro hacia Mason.
—¿Por qué estás aquí? ¿Y cómo me encontraste?
—Me llevó un tiempo, hermano. No voy a mentir. —Toma una silla de la
pequeña mesa de comedor y se sienta a horcajadas, apoyando los codos en el
respaldo—. Encontré una chica en la oficina de correos que me reconoció y me dio la
dirección en la que recibías tu correo. Tuve que darle algunas entradas para la
siguiente temporada porque afirmó que podía perder su trabajo por ello.
La irritación me hace fruncir el ceño.
—¿No es algún tipo de delito federal?
—Ese no es el tema —dice.
—Bueno, ¿cuál es el tema exactamente?
—El tema es que huiste, Griffin.
Me levanto del sofá y me sirvo una taza de café. La cabeza me está matando y
no estoy de humor para una conversación íntima con Mason Lawrence. O con nadie,
para el caso. Solo quiero que me dejen en paz.
Asiente hacia la habitación.
—Comentó que estabas tan borracho que le seguías diciendo que tenía los ojos
tan verdes como el cielo.
Lo miro sobre el borde de la taza sin expresión.
—Se parece a ella —menciona—. Se ve justo como Skylar Mitchell. ¿Es por lo
que has estado aquí? ¿Eligiendo chicas que se parecen a Skylar y follándolas para
148
aplacar tu culpa por acostarte con ella?
—¿Qué? ¿Cómo…?
—Has estado fuera demasiado tiempo, amigo. Mucho. Skylar y yo nos hemos
hecho amigos. Necesita tantos como pueda conseguir. Ya sabes, para que le den un
poco de apoyo después de perder a su mejor amiga y luego siendo dejada en la
estacada por tu triste culo.
—No es como si yo tampoco hubiese perdido algo, Dix.
—Por supuesto que no. Todos sabemos lo mucho que amabas a Erin. Nadie va
a culparte por necesitar un poco de tiempo para llorar a tu esposa. Pero ahora tienes
un hijo por el que preocuparte. ¿Siquiera te has parado a pensar en eso? ¿Puedes
dejar de follar todo lo que hay en Miami Beach para pensar un poco en cómo puede
afectarle esto a él?
—No estoy follando nada aquí. Pensé que Tammy era la primera.
—Bueno, gracias a los dioses por los pequeños favores. —Se ríe—. Y las pollas
flácidas.
Cuando Tammy sale de la habitación, me disculpo con ella mientras Mason
pide el desayuno. Después de que se marcha, él vuelve a sentarse. Dirige la mirada a
mi nuevo tatuaje, que estoy observando.
—Nuevo tatuaje, ¿eh?
Asiento.
—Escucha. Sé que necesitas tiempo para superar esto. Pero deberías volver a
Nueva York. Tienes que enfrentarte a tus responsabilidades. Entiendo que te estés
sintiendo culpable por acostarte con Skylar, también la destrozó a ella.
Dirijo la mirada a la suya. Luego se me hunde el corazón, haciéndome sentir
como si hubiese sido golpeado en el estómago. Ella pensaba que fue un error.
—Mierda, Dix, no es eso para nada.
—¿No te sientes culpable por acostarte con ella?
Niego. He repasado esto cientos de veces en mi cabeza. Ni siquiera lo entiendo
yo mismo, así que, ¿cómo puedo explicárselo?
—Lo que sea, puedes decírmelo, G. Hemos pasado por un montón de cosas
juntos, tú y yo. Está bien hombre. No te abandonaré.
¿Cuánto puedo empeorar las cosas si se lo digo? Cierro los ojos, así no tengo
que ver su reacción a mis asquerosas palabras.
—Estaba aliviado. Todo lo que sentí fue alivio cuando Erin murió. —Paso los
dedos sobre mi nuevo tatuaje. No tengo que abrir los ojos para encontrarlo. Sé
exactamente dónde está en mi brazo.
—Por supuesto que estabas aliviado, Griffin. Era libre de todas las cosas
horribles que le estaba haciendo pasar su cuerpo estos últimos meses. Es normal
sentirse de ese modo. 149
Niego.
—Era más que eso. Esos primeros días después de que murió, cuando me
encerré en mi habitación. No estaba allí llorando o de luto. Había hecho todo eso
antes de que muriese. Me estaba escondiendo de ella, de Skylar. De la forma en que
mi cuerpo reaccionaba cuando estaba cerca de mí. Sabía que no sería capaz de estar
a su alrededor sin desearla. También sabía lo mal que estaba. Sabía lo marido cabrón
que me hacía que dos segundos después de que mi mujer enferma muriese, todo mi
cuerpo suplicase meterme en los pantalones de su mejor amiga. Entonces, después
del funeral, comencé a beber. Y cuando Skylar me encontró en mi estudio, no pude
evitarlo. Tenía que estar con ella. Ni siquiera pensé en Erin. Ni una vez. No hasta
justo después. —Me aprieto el puente de la nariz recordando esa noche—. Fue
horrible, Dix.
Mason asiente con entendimiento.
—Sexo malo, ¿eh? He estado ahí.
—No. No es eso para nada. Y eso es parte del problema. Fue el mejor maldito
sexo de mi vida. Acababa de enterrar a mi esposa y corrí directamente a los brazos
de Skylar y me encantó cada minuto de ello. ¿Quién hace eso? Y peor, he pensado en
ello desde ese día. Han pasado dos meses y no he llorado por mi esposa muerta. No
desde la noche del funeral. —Golpeo el cojín del sofá junto a mí—. Soy un gran
imbécil. —Dejo salir un suspiro—. No me siento culpable por dormir con ella,
hombre. Pero, al mismo tiempo, lo hago. Mi esposa jodidamente murió y lo primero
que hago es olvidarla para estar con su mejor amiga.
Asiente de nuevo hacia mi tatuaje.
—Pero no has olvidado a Erin. Está justo ahí en tu brazo. Justo como lo está tu
madre. Siempre estará contigo. —Se ríe—. Te has estado machacando por nada. Ella
quería esto. Quiere esto.
Toma su mochila y busca entre el correo, tomando una carta y quitándole una
nota que estaba pegada a ella. Se acerca y me la pone en el rostro.
—Toma, necesitas leer esto.
Inmediatamente reconozco la letra de Erin. Oh, Dios mío. Dejó unas últimas
palabras para mí. Mi garganta se aprieta y me pican los ojos.
Mason se gira para marcharse.
—El servicio de habitación está tardando mucho. Voy a ir a ese sitio de gofres.
Tómate un poco de tiempo para leer eso. Y dúchate. Hueles como un maldito cerdo,
hombre.
Con eso se gira y se marcha de la habitación, dejándome mirando el sobre con
mi nombre en él.
Lo pongo en la mesa frente a mí. No puedo obligarme a abrirlo. Erin estaría
muy decepcionada conmigo ahora si pudiese verme. Decido ducharme y afeitarme
antes de leerla. Quizás es extraño, pero siento que limpiarme de algún modo me hará
más merecedor de sus últimas palabras.
Cuando salgo de la ducha, la comida ha llegado. No importa. No podría comer 150
ahora mismo aunque fuese mi última comida. Me siento y abro el sobre.
Griffin:
No estoy segura si esta es la primera carta que has recibido, o una de las
últimas. Así que, si es redundante, me disculpo. Mason y Baylor tienen una serie de
cartas escritas por mí. Han recibido instrucciones para que se las den a ti y/o a
Skylar en ciertas situaciones.
Si estás leyendo esta carta, Skylar y tú han dado un paso hacia estar juntos.
Han hecho el amor. Y me estoy regocijando tanto si estoy viva como en el cielo. Pero
si estás leyendo esta carta, algo ha ido mal.
Primero, necesito disculparme. Desde el día que entraste en mi vida, has sido
mi cuidador. Estoy segura que es por lo que le sucedió a tu madre, pero estaba muy
dispuesta a dejar que me cuidases por encima de lo que cualquier chico de diecisiete
años debería haber sido responsable.
Fuiste mi mejor amigo. Mi amante. Mi marido. Pero no soy una ingenua. No
importa lo mucho que lo quisiésemos, nunca fuimos almas gemelas.
A pesar de eso, sé que habrías permanecido conmigo para siempre. Sé que nos
habríamos amado lo mejor que pudiésemos. Y siempre te amaré por eso. Tu lealtad
es una de las cosas más maravillosas de ti.
También sé que, si has intentando entregarte a Skylar, probablemente te
sientes como si me hubieses traicionado. Bueno, escucha atentamente, Griff. La
única forma en que me traicionarás será al no seguir tu corazón. Los he visto a
Skylar y a ti juntos. La forma en que la miras es como cada mujer debería ser vista.
La forma en que tu rostro se ilumina cuando hablamos de ella y cómo la sigues con
la mirada a cada momento, es como cada mujer debería ser venerada.
Puede que yo haya plantado la semilla, pero sabes tan bien como yo que hay
algo entre los dos. Algo hermoso. Algo grande. Algo que quiero más que nada que
los dos acepten y exploren.
Nunca fuiste mi alma gemela, Griff. Pero de algún modo extraño, creo que
Skylar lo es. Creo que es el alma gemela de nosotros dos. Es como si los tres juntos
hiciésemos la pareja perfecta. El destino la trajo a nosotros. El destino nos permitió
que llevara a nuestro bebé. El destino ha hecho que se enamore de ti.
Recuerdas lo que siempre dije sobre el destino, ¿no? ¡NO JODAS CON ÉL!
Sigue a tu corazón, Griff. Te llevará en la dirección correcta. Ten fe. Deja ir
cualquier culpa que tengas sobre mí. Ve a ella, ve a tu hijo. Están donde el amor y
la vida te rodearán.
Al cuidar de ellos, sigues cuidándome. Al amarlos, continúas amándome.
Así que, por favor… ámalos.
Ámalos con fuerza.
Ámalos para siempre.
Tu mejor amiga en la tierra y en el cielo, 151
Erin.
Dejo la carta de nuevo en la mesa y la miro. ¿Cómo podría haber sabido que
jodería esto?
No puedo evitar pensar en la carta que mi madre me escribió que me fue dada
después de su funeral. Solo tenía quince años en ese momento. Me pidió cosas
similares. Me pidió que dejase ir la culpa que sentía sobre ella poniéndose enferma.
Me pidió que dejase ir el odio que tenía hacia mi padre. Dijo que él estaba de luto del
único modo que sabía. Me pidió que reparase mi relación con mi padre y le amase.
Afirmó que mi vida sería mejor por ello.
¿Qué hay en la muerte que hace que todo el mundo quiera perdonar, olvidar y
hacer del mundo un gran jodido kumbaya feliz? En lugar de estar enojados por estar
muriéndose, quieren arreglar la vida de los demás.
Leo la carta de Erin una vez más. Intento no estar enojado porque esperase dos
meses para decirme esto. De nuevo, fui quien huyó. Si me hubiese quedado, Mason
podría haberme dado la carta en ese momento. No tengo nadie con el que estar
enojado más que yo mismo. Podría haber evitado dos meses de auto-odio, de
autocompasión, y Dios sabe en qué más me podría haber metido.
Centro la mirada en las palabras que podrían haber quemado un agujero en la
carta. Las palabras que contribuyeron a la culpa, el aborrecimiento de mí mismo, el
beber.
Es como si los tres juntos hiciésemos la pareja perfecta.
Las palabras que ella podría haber arrancado de mi cabeza, porque he pensado
en ello muchas veces.

152
22
C
uando puse mis ojos por primera vez en Skylar, sentí como si el aire hubiese
sido succionado de la habitación. Cuando sus ojos verde esmeralda se
encontraron con los míos, olvidé respirar. Nunca había experimentado algo
así, ni siquiera cuando conocí a Erin. Ni siquiera cuando he estado alrededor
de algunas de las supermodelos del mundo.
Se veía tan nerviosa. Podía decir que intentaba poner una fachada y proyectar
su rudo exterior. Pero cuando empezó a hablar y esa suave y melodiosa voz salió de
sus llenos y mohínos labios, pensé que nunca había oído nada más dulce.
Entonces, cuando se cayó del taburete y en mis brazos, juro por Dios que sentí
toda la mierda que ves en las tontas películas para chicas. Ni siquiera podía empezar
a entenderlo. Era feliz. Era feliz con mi hermosa esposa y el trabajo de mis sueños.
No necesitaba o quería a otra mujer. Jamás iba a buscar a una. Y no importa cuán
fuerte fuera mi reacción física a ella, sabía que nunca actuaría en consecuencia. Erin
era mi esposa. Era mi vida.
Me di cuenta que estaba siendo un imbécil con Skylar al principio, diciéndole
que mi mirada era inocente, cuando sabía que era cualquier cosa menos eso. Incluso
me encontré poniéndome celoso sobre el hecho de que tenía un pasado promiscuo.
Era ridículo. No tenía derecho sobre esta chica. Pero sabía que no quería pasar nueve
meses o más teniendo la reacción que estaba experimentando. Quiero decir, soy solo
humano. 153
Estaba a punto de detener todo el encuentro cuando Erin empezó a hablar de
destino. Quería un bebé. Lo quería desesperadamente. Habíamos estado intentando
adoptar durante un par de años, y solo después de que me hubiera convencido
durante varios antes de eso. Nunca estuve completamente a bordo con tener un hijo.
Fui hijo único y mira lo que le sucedió a mi jodida familia. La mierda va mal. La gente
muere. Los padres se van. No quería arriesgarme a poner esa carga sobre un niño.
Pero ella lo quería tanto. ¿Y quién era yo para negarle a Erin algo? Desde el día en
que la conocí, se ganó mi completa lealtad. Y sabía que la tendría para siempre. Sin
importar qué.
Así que, para el final de nuestro encuentro, había decidido soportarlo y ser un
hombre. No iba a involucrarme mucho, de todos modos. El embarazo era una cosa
de mujeres. Simplemente mantendría mi distancia y luego ella saldría de nuestras
vidas después de darle a Erin el bebé de sus sueños.
No conté con que Erin y Skylar se convirtieran en mejores amigas. Nunca había
visto a Erin unirse tanto a alguien antes. Al principio, pensé que era por el bebé. Pero
cuanto más estaba alrededor de Skylar, más entendía la atracción. En muchas
maneras, era lo opuesto a Erin. Y no solo físicamente. Exudaba aventura,
independencia y amistad por cada poro. Era enérgica y cándida. Hablaba lo que
pensaba sin dudar. Y, maldita sea, cuando maldecía, todo lo que quería hacer era
cerrar sus mohínos labios con los míos. Era una tortura.
Hice un buen trabajo permaneciendo alejado esos primeros meses. Pero
entonces, Erin empezó a juntarnos. Pensé que estaba loca obligándome a pasar
tiempo con la hermosa mujer que llevaba a mi hijo. Intenté racionalizar que estaba
genéticamente predispuesto a sentirme atraído por ella meramente porque estaba
embarazada con mi bebé. Sin embargo, cuanto más tiempo pasábamos juntos, más
atraído me sentía. Y todo lo que Erin quería hacer era hablar de ella. Decirme cuán
genial era Skylar. Cuán lindo se estaba volviendo su cuerpo creciente. En la amiga
tan leal en la que se había convertido.
Entonces, cuando Erin dejó caer la bomba del cáncer terminal y nos dijo su
deseo, estaba seguro que, en alguna retorcida manera, yo había causado su
enfermedad por los inapropiados pensamientos sobre los que nunca actuaría.
¿Qué tipo de esposa le da permiso a su marido y mejor amiga para enrollarse?
Por otro lado, nuestra situación nunca fue típica desde el principio. Entendí su
solicitud. Había visto a muchos niños crecer con padres solteros. No quería eso para
Aaron. Así que se lo prometí. Y luego le fallé.
Por primera vez en mi vida, le fallé a Erin al huir.
La puerta de la suite se abre, sobresaltándome. Mason entra y niego.
—¿Te dieron una maldita llave? ¿Hay algún lugar donde no puedas colarte?
Se ríe.
—¿Puedo evitar que las mujeres se arrojen sobre mí? —Me enseña una segunda
tarjeta llave—. Me dio dos, en realidad. Dijo que su descanso era durante el almuerzo,
por si quería reunirme con ella.
Mi mandíbula cae. 154
—¿Qué? Como si nunca te hubieran entregado llaves de hotel antes. —Me pone
los ojos en blanco y luego lanza la segunda llave a la basura—. Los chicos como tú y
yo hemos sido bendecidos y maldecidos. Estos aspectos vienen con un precio.
No tiene que explicarlo. Sé demasiado bien a qué precio se refiere. Viene a
visitarlo los fines de semana alternos y los miércoles. Incluso menos durante la
temporada de fútbol. Decido cambiar de tema.
—Entonces, ¿sin playoffs este año?
—Bueno, ¿qué esperas cuando no estoy ahí fuera lanzando la pelota? —Es una
broma, pero está frunciendo el ceño. Ambos sabemos que debería haber sido el
quarterback titular de los Giants este año. Es por eso que fue reclutado en su primer
año en Clemson. No fue su culpa que Johnny Henley retrasara su retiro a último
minuto. Pero en lugar de tener un berrinche o pedir ser liberado, Mason aceptó su
posición como quarterback suplente, declarando que se ganaría su puesto en la
posición titular.
—Sucederá, Dix. Uno de estos días, sucederá.
Asiente hacia mí.
—Va a ser un muy aburrido enero. Pero, oye, tal vez pasaré el rato aquí contigo
por un par de días. Trabajaré en mi bronceado.
—Puedes quedarte aquí si quieres. La suite está pagada hasta final de mes. —
Me levanto y me acerco a la mesa, de repente hambriento—. Me voy a casa tan pronto
como consiga un vuelo.
Mason me da una sonrisa premiada. Sé que está a punto de regodearse. Alzo
mi mano para detenerlo.
—Fue la carta, no tú, imbécil.
Me sonríe con suficiencia.
—La carta, ¿eh? ¿No tiene nada que ver con el “mejor sexo de tu vida”?
Le lanzo un gofre seco.
—¿De verdad no follaste a nadie en todo el tiempo que has estado aquí? —
pregunta.
Niego y luego doy un bocado a los huevos templados.
—Lo intenté. Pero cada vez que empezaba a llegar a alguna parte con ellas, me
sentía como si la estuviera engañando. —Fijo mis ojos con los suyos—. Engañando a
Sky. ¿Cuán jodido es eso?
—¿Sky? —Alza una ceja—. Pensé que odiaba ese apodo.
Me río.
—Lo hace. Probablemente es una de las razones de que lo use.
—Ustedes dos se corren molestándose mutuamente, ¿no es así? —Sonríe—.
Suena como verdadero amor para mí —bromea.
Amor. Me acuerdo del comentario de Erin sobre Skylar estando enamorada de
mí. Estoy seguro que solo fue otra táctica de manipulación de su parte. La mitad del
155
tiempo pienso que Sky me odia. Y probablemente lo sellé cuando me alejé de ella,
diciéndole que fue un error. Me pregunto cuánto trabajo tengo que hacer para
compensarlo.
—Exactamente, ¿cuán molesta está conmigo?
—¿Molesta? —dice—. No diría que está molesta. Está intentando lidiar con las
cosas lo mejor que puede. Ambos trataron con un golpe devastador, pero ahora ha
sido dejada con un hijo que nunca pensó que sería suyo para mantener. —Deja
escapar un largo aliento—. Pero escucha, es mejor que vuelvas allí pronto. Agarra tus
cosas e iré al aeropuerto contigo.
—¿Qué pasa con broncearte? —cuestiono.
Se ríe.
—¿Estás de broma? No me perdería un segundo de en lo que estás a punto de
entrar.
Frunzo mis cejas con confusión.
—Pensé que dijiste que no estaba molesta.
—Bueno, ella podría no estarlo. Pero no dije que no habría una tormenta de
mierda procedente de todos los demás que conoces.
Paso mis manos por mi cabello antes de dirigirme al dormitorio por mi maleta.

Mason puede dormir en cualquier parte. Una vez, se quedó dormido en el metro
durante la hora punta. Solo se derrumba y empieza a roncar. Yo, tengo demasiada
mierda fluyendo por mi cabeza. ¿Cómo va a ser estar en la ciudad sin Erin? ¿Quién
soy sino el hombre que la cuide? ¿Dónde me quedaré? ¿Siquiera soy bienvenido en
mi casa?
Pero, más que todo, mientras miro por la ventana a las esponjosas nubes,
pienso en Sky.
Recuerdo los que parecen los momentos más intrascendentes. Momentos como
cuando sostuve su cabello mientras vomitaba en su cubo de la basura. O cuando me
rodeó con sus brazos para atar un delantal. Y cuando puse mi brazo a su alrededor
en el estadio de béisbol para mantener a ese rarito lejos. Cada uno de esos toques fue
inocente, aun así, con cada uno, sentí algún tipo de corriente eléctrica recorriendo
mi cuerpo. Cada toque me golpeó en la boca del estómago y me tuvo cuestionándome
mi cordura si iba a continuar estando a su alrededor.
Entonces, por supuesto, estuvieron los toques que casi me destrozaron. Cuando
puso su mano en su estómago y sentí a Aaron moverse por primera vez. Fue solo
minutos antes de la muerte de Erin. Minutos que separaban uno de los mejores
momentos de mi vida de uno de los peores. 156
Y cuando nos acostamos… fue todo lo que pude hacer para no derramar mis
sentimientos como un imbécil marica. Estar con ella fue surrealista. Sé que estaba
un poco borracho, pero eso no hizo nada para mellar la sensación de su toque. No
hizo nada para bajar la increíble sensación de su piel blanca contra la mía. No hizo
nada para reprimir el recuerdo de cada matiz en su rostro, cada curva de su cuerpo
y cada sabor de su piel.
Alcanzo mi bolsillo y envuelvo mi mano alrededor de la pequeña caja
rectangular envuelta en papel de regalo. Aún no estoy seguro de dárselo. Ni siquiera
estoy seguro si era mi intención dárselo alguna vez, pero parecía demasiado perfecto
para no comprarlo.
Alcanzo mi equipaje de mano y saco la foto del ultrasonido que tomé de la
habitación de Erin la mañana que me fui. Es la foto de él chupando su pulgar. Puedo
ver las arrugas en su pequeño rostro y pliegues en sus diminutos dedos. Toco la foto,
trazando su rostro con mi pulgar. Estoy contento de que no haya nacido aún. Odiaría
que fuera lo bastante mayor para entender lo que había hecho. Sé cómo es odiar a tu
propio padre.
Mientras el avión desciende en el JFK, puedo aún ver las luces de fiesta
alineando las calles de Queens. Me hace pensar en Erin y cuánto amaba la Navidad.
Sacaba todo cada año, decorando nuestra casa como si fuéramos los anfitriones de
una gala y no solo de una simple cena familiar. Ponía regalos hermosamente
envueltos debajo del árbol y los marcaba con “de Santa”. Yo le ponía los ojos en
blanco cada año, pero ella siempre pretendía que él era real. No importaba que
fuéramos los únicos en la habitación. Eran sus fiestas favoritas.
Me entristeció que no pudiera durar lo bastante para ver una más. Pasé todo el
día borracho, perdido en la multitud, sentado en la playa rodeado por masas de
familias de vacaciones. Me pregunté cómo pasaría Aaron sus futuras Navidades.
¿Continuaría Skylar las tradiciones de Erin? ¿Enviaría regalos, esperando que los
aceptara y no los depositara directamente en la basura como hacía yo cuando mi
padre me los mandaba?
De repente me golpea. Me golpea tan duro que, si no estuviera sentado, me
caería. Haré cualquier cosa para darle a mi hijo una buena vida. Haré cualquier cosa
para asegurarme de que Skylar sea parte de ello. Haré todo lo que pueda para honrar
el último deseo de Erin y convertirnos en una familia.

157
23
C
uando la noche cae, me paro en la acera mirando fijamente los escalones
hacia la puerta de mi casa. Miro mientras el vigorizante y frío aire de Nueva
York convierte mi cálido aliento en rápidas nubes de vapor, haciéndome
intensamente consciente de cuán nervioso estoy. La nieve reciente
alineándose en la escalera de entrada dista mucho de la playa cálida en la que
caminaba solo ayer. Observo el exterior de la casa que ni siquiera se siente como mía
ahora. Solo han pasado dos meses. Puede cambiar mucho en dos meses. El exterior
del edificio parece igual, con la excepción de una guirnalda que aún decora la puerta
principal a pesar de que es mitad de enero. Sonrío. Tal vez a Skylar le gusta la
Navidad tanto como a Erin.
Con más inquietud de la que alguna vez he sentido en mis veintisiete años, subo
los escalones. Hay un suave resplandor de luz procedente de las ventanas laterales
rodeando la puerta principal, dándome esperanza de que esté en casa. No advertí
que iba a venir. No quería darle la oportunidad de detenerme. Solo puedo esperar
que acepte mi disculpa y me permita volver a su vida.
A pesar de la helada temperatura, estoy sudando. Cambio las flores de una
mano a la otra mientras seco mis palmas húmedas en los lados de mis vaqueros. Es
entonces cuando recuerdo la caja en mi bolsillo. No estoy seguro si se la daré. La
Navidad fue hace semanas. Tal vez la guardaré para su cumpleaños.
Mierda. Ni siquiera sé cuándo es. Al igual que no sabía qué tipo de flores traer.
Hay un montón que tengo que aprender sobre Skylar Mitchell.
158
Respiro profundamente y alzo la mirada al cielo oscurecido. No sé por qué, pero
me hace sentir mejor hacerlo. Tal vez le estoy pidiendo a Dios ayuda a través de esto.
Tal vez se la estoy pidiendo a Erin. De cualquier manera, probablemente necesito
toda la ayuda que pueda recibir.
Toco el timbre. Sé que todavía soy copropietario de la casa, pero después de lo
que hice, creo que perdí el derecho a usar mi llave. Mi cuerpo se tensa. Me siento
como un maldito adolescente visitando a su primer enamoramiento. ¿Qué demonios
me pasa?
Veo movimiento cuando echo un vistazo por la ventana lateral de la puerta. Mi
respiración se atasca cuando enciende una luz y aparece completamente a la vista.
Mis ojos al instante caen sobre su perfectamente redondeado estómago antes de ir a
su rostro. No estoy seguro de qué esperaba. Sabía que estaría más grande ahora, pero
no esperaba que estuviera más hermosa. Su cabello rubio oscuro es largo y está
suelto, rebotando alrededor de sus hombros con cada paso. Sus piernas se ven
tonificadas y curvilíneas en los leggings que lleva y su blusa verde apretada está tensa
por sus crecientes pechos, acentuando su barriga que ahora es del tamaño de una
pequeña pelota de fútbol.
En la oscuridad del porche, sé que no puede verme observarla. Es bueno,
porque no puedo apartar mis ojos. Es tan malditamente hermosa. Estremecimientos,
que estoy seguro no son del frío, recorren mi columna.
La luz del porche se enciende y me mira por la ventana. No puedo decirlo con
seguridad, pero creo que jadea. Su mano va a su barriga y echa un vistazo brevemente
sobre su hombro antes de fijar sus ojos en mí. Esos ojos… la camisa que lleva los hace
incluso de un más sorprendente verde de lo que ya son.
Tengo la repentina urgencia de fotografiarla. Es un deseo que no he tenido en
meses. No he hecho una foto de nadie o nada desde los días anteriores a la muerte
de Erin.
Justo en este segundo, no puedo esperar para envolver mis manos alrededor de
una cámara de nuevo. Mis dedos duelen por moverse alrededor del foco y centrarse
en Skylar. Quiero capturar esta mirada que tiene en su rostro. No puedo entenderla,
pero creo que pelea consigo misma. Juro que veo dos emociones diferentes detrás de
esos ojos esmeraldas. Alivio y… ¿rabia? Lo que sea que son, se contradicen uno a
otro.
Sus ojos caen en el ramo de flores en mi mano. Su mirada se suaviza mientras
deja escapar un suspiro visible y contempla los lirios blancos con su cabeza ladeada.
Regresa sus ojos a los míos cuando extiende la mano para quitar el cerrojo.
Abre la puerta y siento una ráfaga de calor rozarme. Envuelve sus brazos
alrededor de su cuerpo y me pregunto si es por el frío o simplemente para protegerse.
Ambos estamos callados. Había ensayado lo que iba a decir un millar de veces en el
vuelo. Pero ahora, mientras me paro aquí, no estoy seguro de que pueda lograr que
mi cerebro forme las palabras que necesito que escuche.
Alza sus cejas en silencio. Es terca. No va a darme la satisfacción de hablar
primero. Tiene razón. No tiene nada por lo que disculparse. Esto es todo sobre mí.
Mi mente corre a la cosa inapropiada que decir. ¿Qué le dice uno a la mujer que
159
abandonaste, quien además sucede ser la mejor amiga de tu esposa muerta que está
llevando a tu bebé? Doy un paso adelante y empujo las flores hacia ella mientras mis
palabras sin filtrar escapan de mi boca.
—Hagamos esto.
Su expresión cae. Estaba esperando mucho más y la he decepcionado de nuevo.
Los he decepcionado. Sus desengañados ojos van a las flores en mi mano estirada.
Momentáneamente me pregunto si son los lirios los que la han puesto triste o el
hombre sosteniéndolos. Sin una palabra, su brazo se alza para cerrar la puerta.
Pongo mi pie en la entrada para que no pueda cerrarla contra mí.
—¡Espera! Eso salió mal. Quiero decir, sí, quiero hacer esto, pero debería
disculparme. Necesito disculparme primero. Lo siento por huir de ti de esa manera.
Mira nerviosamente detrás de ella y luego se acerca más a la apenas abierta
puerta.
—Te fuiste, Griffin. —Mueve la cabeza—. Sé que la amabas y no tengo derecho
a declarar que mi dolor era peor que el tuyo. De hecho, estoy segura que palidece en
comparación. Pero te fuiste. Dijiste todo lo que necesitabas decir en la nota. Fue un
error. No puedes hacer esto. Entonces, ahora apareces después de dos meses.
Después de haberme preocupado hasta la muerte de que resultaras muerto. O de que
hubieras dejado al hijo que Erin tan desesperadamente quería… que lo hubieses
abandonado por elección. ¿Y ahora vuelves y simplemente dices “hagamos esto”?
¿Esperas que caiga a tus pies? ¿Qué exactamente es eso que quieres, Griffin?
Antes de que pueda empezar a responder, oigo una áspera voz masculina. Una
voz que ya sé que pertenece a un hombre al que odiaré.
—¿Todo bien, Skylar?
—Sí, todo bien. —Abre la puerta para hacer una presentación—. John, este es
Griffin. Solía vivir aquí antes de que su esposa muriera.
Miro al hombre que ni siquiera se da cuenta de que acaba de convertirse en
competición. Tiene cabello corto, cortado con precisión y sobre sus orejas. Sus ojos
son marrones pálidos y modestos. Es más bajo y fornido que yo. Tiene una mirada
de corte militar y momentáneamente me pregunto si ella prefiere a sus hombres así.
Mi mano se levanta para pasar por mi ondulada melena mientras termino mi
valoración de él.
John hace una mueca y luego extiende la mano para estrechar la mía.
—Oh, hombre. Siento mucho oír eso.
Tengo la idea de que no sabe toda la historia. Quiero mirarlo fijamente y decirle
que se largue inmediatamente. Que Skylar está llevando a mi bebé y qué derecho
tiene a estar aquí. No estoy seguro de por qué no hablo. Diablos, alejé a hombres en
el pasado. Pero el sentido común saca lo mejor de mí y me evita soltar algo que
pudiera tener el potencial de molestarla más de lo que ya está.
—Gracias. Yo, uh… solo necesito un par de cosas. Mis cámaras. Mi teléfono.
¿Está bien que las tome?
160
Ella suelta un suspiro de alivio. Pensó que iba a decirle. Arruinar su cita o lo
que sea que es esto. Estiro mi cuello para ver que la mesa del comedor está puesta
para dos y hay velas en el centro. Cita. Mierda.
¿Por qué no pensé que esto ocurriría? ¿Porque está embarazada?
Ella da un paso a un lado y me hace un gesto para que entre.
—Por supuesto.
De repente, recuerdo las flores que sostengo y me siento como un imbécil por
importunarla sin advertencia. Despreocupadamente las pongo en la mesa de entrada
cuando paso por al lado.
John camina hacia la puerta trasera.
—Sería mejor que mirara los filetes. Encantado de conocerte, Griffin.
Hago un movimiento de barbilla hacia él mientras una extraña sensación me
recorre el cuerpo. Está saliendo por mi puerta trasera a mi patio, para mirar los
filetes que está haciendo en mi parrilla. No quiero nada más que seguirlo y aporrear
su ignorante cabeza contra mi pared de cemento. Nunca he querido reclamar nada
tan desesperadamente como quiero reclamarla a ella ahora mismo. Está llevando a
mi bebé, maldita sea.
Los ojos de Skylar encuentran mis manos en puños y los cuestiona con una
elevación de sus cejas.
Toma todo lo que tengo relajarlos antes de pasar por su lado.
—Solo será un minuto —aseguro.
Subo las escaleras de dos en dos y corro a mi habitación. Cuanto antes pueda
salir de aquí, mejor. Me detengo en seco cuando alcanzo el umbral de la habitación
principal. Ha sido transformada. El mobiliario que Erin y yo pusimos aquí ha
desaparecido, reemplazado por algunas piezas de la habitación de invitados, el sofá
que estaba en mi estudio y algunas cosas que reconozco del antiguo lugar de Skylar.
Brevemente cierro los ojos mientras la ligera esencia de su perfume floral me golpea.
Mis ojos caen en su cama. La cama donde hicimos el amor. Las sábanas están
arrugadas y tengo un momento de desatada ira preguntándome si John ha estado
sobre ellas.
Luego veo la foto en su mesita de noche. Es una que tomé en el picnic cuando
Erin y Skylar tenían el mismo color castaño de cabello. Skylar está de pie, mirando a
Erin, quien está arrodillada a su lado, tocando su pequeño bulto del bebé. Es el tipo
de fotografía que esperarías ver de un marido que admira a su mujer embarazada.
Aun así, habla alto y claro de su especial amistad. Creo que Erin podría haber tenido
razón sobre que eran almas gemelas. Esta foto es un testimonio de eso. Incluso
siendo el profesional que soy, no podría haber escogido una mejor imagen para
exhibir.
—Lo siento —comenta Skylar, apareciendo detrás de mí—. Sé que debe ser duro
para ti ver mis cosas aquí.
—Está bien. —Si solo supiera. Si pudiera decirle que no es eso en absoluto. Si
161
tuviera las pelotas para decirle que mi reacción no es porque esta habitación ya no
sea de Erin, sino puramente porque no quiero nada más que tomar a Skylar en mis
brazos y tener otra increíble noche con ella. Solo que esta vez, no huiría. Me quedaría
y adoraría cada centímetro de ella una y otra vez. Pero no puedo decirlo.
Especialmente no con él abajo.
—Hice que Mason moviera tus pertenencias por el pasillo y empaqueté la ropa
de Erin y la moví al sótano. —Me giro para mirarla y dice en apenas un susurro—:
No sabía qué hacer con ella.
—Lo sé. Está bien. —Camino por su lado, dando un último vistazo a la cama.
En el camino a la habitación de invitados, paso la habitación del niño. Me detengo
en la entrada y veo que no ha cambiado ni un poco desde que Erin la decoró. Voy a
la habitación de invitados para ver mi mobiliario. Ocupa la habitación, esta enorme
cama de roble de cuatro postes que Erin insistió en que compráramos como nuestra
primera pieza de mobiliario en nuestra nueva casa.
Cuando veo la mesita de noche en mi lado de la cama —¿siquiera tengo un lado
ya?—, mi respiración se atora cuando diviso la foto de Erin cuando era joven y pasó
por quimioterapia. Skylar puso esta habitación exactamente como había sido antes.
Hasta mi teléfono está enchufado y sobre un libro que estaba leyendo.
Recupero mi teléfono y cargador y abro el armario para agarrar un par de mis
camisas favoritas. Salgo al pasillo para ver a Skylar apoyada contra la pared.
—Volveré en otro momento por más.
No dice nada, solo asiente.
Bajando las escaleras, echo un vistazo a las fotografías familiares que Erin había
dispuesto con buen gusto en nuestra pared. Skylar no ha quitado ninguna. La foto de
nuestra boda todavía ocupa un lugar prominente en el centro de la pared. Hay nuevas
adiciones a la mezcla, sin embargo, que incluyen fotos de la familia de Skylar. Incluso
hay una foto de Erin y yo sosteniendo el ultrasonido. Fue una de las últimas fotos de
ella antes de que empezara a verse realmente enferma, justo antes de que nos pidiera
no tomarle ninguna más.
Caminando por la sala de estar, la urna de plata sobre el manto atrapa mi
atención, haciendo que me detenga en seco. Me acerco para trazar el nombre
grabado de Erin con mi dedo.
—Tampoco sabía qué hacer con eso —dice la voz suave de Skylar detrás de mí—
. No podía soportar ponerlo en almacenamiento con su ropa. No parecía correcto.
—No, es el lugar perfecto, hasta que podamos resolver uno mejor. —Lo pensé
un montón en los pasados meses, dónde esparcir sus cenizas. Tengo una idea. Pero
no es completamente mi decisión para tomar.
Echo un vistazo a la puerta trasera para ver a John pretendiendo ocuparse de
los filetes, los cuales probablemente están hechos de más para ahora. Está
temblando, habiendo salido sin abrigo. Debato sobre decirle que está bien que entre,
pero luego lo pienso mejor. Que se congele las pelotas ahí fuera. Pelotas frías, filete
duro, visitante no bienvenido. Da lugar a una mala cita, si me preguntas.
162
Me dirijo al sótano. Mi estudio está exactamente como lo dejé, con unas pocas
excepciones. El sofá de mi dormitorio ha sido cambiado por el que una vez estuvo
aquí. En el sofá hay una foto de mí. Una que Skylar tomó de mi padre y de mí en el
picnic. Junto a esto, se encuentra mi cámara favorita. Sé de hecho que no la dejé allí.
Recojo la cámara y encuentro una enorme bolsa de lona para meterla y alguna
de las otras. Miro a la pared llena de fotos. Fotos de Erin. Fotos de Skylar. Todas me
hacen feliz. Todas me ponen triste. Busco una de mis favoritas, pero no está allí.
Entonces la noto en el suelo.
Es verdad; la dejé caer cuando empecé a besar a Skylar esa noche. La dejó allí.
Durante dos meses, la dejó en el suelo. Descartada como una pieza de basura
olvidada. ¿Es así como se sintió? ¿Como se siente? ¿Como algo que tan
despreocupadamente descarté? La miro con fijeza. Está tan hermosa tumbada sobre
la hierba, su pequeña mano presionada contra el lado de su escasa barriga. Y la
mirada en su rostro, no estoy seguro que alguna vez haya capturado una mirada
como esa en cualquier foto que he tomado. Me hace preguntarme si Aaron estaba
moviéndose en su interior. Se ve más en paz de lo que jamás he visto a nadie.
La recojo y la meto en mi bolsa.
No es que necesite una foto para recordar a Skylar. Su rostro en forma de
corazón. Su cabello ondulado que quiere ser marrón tanto como quiere ser rubio.
Sus ojos esmeralda que avergüenzan incluso a las más invaluables gemas. Todos
arden en mi memoria.
Ver las fotos me recuerda lo que hay en mi bolsillo. Saco la caja y paso mis dedos
sobre ella. Pongo mi bolsa sobre mi hombro y subo las escaleras.
—Tal vez sería mejor que me fuera, Skylar —dice John mientras subo los
últimos escalones sin ser notado.
Sí, John. Vete. Me pregunto si siente la tensión entre Skylar y yo. Seguramente
es lo bastante intensa para penetrar su duro exterior y afeitado rostro de niño bonito.
—No, no te vayas. Solo tardará otro minuto, estoy segura.
Maldición. No tomó la salida. Tal vez es cuando juego la carta del padre del
bebé. Deshacerme de él para bien. Rodeo la esquina, listo para jugar mi mano y
malditas sean las consecuencias. Entonces, veo su mano en el brazo de ella, frotando
arriba y abajo mientras lo mira a los ojos. Se gustan. Esta no es una primera cita. Tal
vez ni siquiera una segunda. Todo lo que puedo pensar ahora mismo es en golpear a
Mason en la mandíbula por no advertirme que ha encontrado a alguien. Alguien para
reemplazarme. Alguien para criar a Aaron. Porque la manera en que él la mira ahora,
es la manera en que quiero mirarla. Es la manera en que quiero tocarla.
Me nota y se aleja de él, para su consternación. Sus ojos van entre nosotros
antes de caer en su barriga. Me pregunto si ahora lo está juntando todo. Pone un
brazo posesivo alrededor de ella mientras sus ojos culpables encuentran los míos.
¿Qué intentan decirme sus ojos? ¿Que está con él, pero no quiere? ¿Que ha seguido
adelante, pero no quiere alardear?
Tal vez es el único que ella pudo encontrar dispuesto a salir con una mujer
embarazada sola. 163
Niego ante el ridículo pensamiento. Incluso con veintiocho semanas de
embarazo, probablemente tiene chicos haciendo fila para salir con ella. Tiene esta
asombrosa capacidad para atraer hombres y ponerlos bajo su hechizo. No tiene ni
idea de todos los hombres que tuve que alejar. Ni idea de los ojos que la seguían a
todas partes. Ni idea de las miradas intimidantes, amenazas e incluso puñetazos que
repartí para mantener alejadas a las masas.
John se queda en la cocina mientras Skylar me sigue a la puerta principal. Antes
de cruzarla, coloco el regalo en la mesa de la entrada.
—Es solo algo que encontré que me recordó a las dos “Erins” en nuestras vidas.
Pensé que podría gustarte.
Mira la caja, cautelosa. Asiente.
—Gracias.
Abro la puerta y doy un paso afuera.
—Llámame cuando estés lista para hablar, Sky.
Salgo sin mirar atrás. No quiero saber si el uso de su apodo la hizo feliz o la
enojó. No quiero saber si recogió la caja y la abrió. No quiero saber si caminó a los
brazos de otro hombre.

164
24
C
ruzo la puerta del condominio de Mason, listo para dejarlo inconsciente por
ocultar esa valiosa información, cuando escucho las risitas de un niño pequeño.
La lección tendrá que esperar. La hija de dieciocho meses de Mason se acerca
a él cuando me ve. Soy un extraño para ella. Normalmente, me mantengo lejos
los fines de semana que la tiene. De repente, me siento como un idiota sabiendo que
renunció a parte de su fin de semana con ella para arrastrar mi culo a casa.
Ella alarga sus pequeños brazos y él se agacha para tomarla con una mano,
levantándola en el aire y sobre su cadera.
—Está bien, dulzura, este es mi amigo, Griffin.
—Hola, Hailey. —Revuelvo su cabello rubio platino que es una réplica del de él,
incluso el remolino en la parte delantera que obliga a sus ondas cortas a caer a ambos
lados de su ojo izquierdo.
Hailey esconde su cabeza en el pecho de Mason mientras ríe. Entonces, los
observo jugar. Veo a este quarterback de ciento veinticinco kilos, sentarse en el suelo
con su hija y construir una torre con bloques. Y después, lo veo acostarse de espaldas y
equilibrar a la pequeña niña sobre sus pies y hacerla girar en el aire mientras hace
ruidos de avión. Luego lo veo cantar canciones excesivamente vergonzosas sobre
pastelitos y paseos en poni mientras ella se ríe e intenta cantar junto a él, pero sobre
todo le da palmaditas en el rostro e intenta meterle los dedos en la boca y entonces él
los besa. 165
Los observo durante horas, sentado en un taburete en la cocina mientras bebo una
cerveza. No muevo un músculo, ni siquiera cuando se duermen, ella en su pecho. Veo
sus pequeños labios temblar y hacer ruidos mientras duerme. Veo sus manos
instintivamente envolverla cuando cambia su peso sobre él.
Entonces veo su corazón romperse cuando la mamá de Hailey viene a recogerla
antes de la hora de acostarse. Veo el dolor en su rostro, en cada uno de sus movimientos.
Es palpable y lo puedo sentir desde el otro lado de la habitación. Es un hombre
destrozado que ve marcharse a su niñita mientras pide a gritos a su papá.
Haré cualquier cosa para no tener que vivir eso.
Pasa frente a mí y en broma le doy un pañuelo. Me golpea la mano.
—Vete a la mierda —dice, acercándose al refrigerador para tomar una cerveza.
Levanto mis manos en rendición.
—Eso fue doloroso de ver, hombre. ¿Siempre es así cuando se va?
Asiente simplemente y luego se bebe la mitad de su cerveza de un solo trago.
—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunto.
—¿Decirte qué? ¿Que a veces lloro como un bebé cuando Hailey se marcha? —
Intenta expresarlo como una broma, pero estoy bastante seguro que hay algo de verdad
allí y me deprime.
—No, decirme que Skylar está viendo a alguien. —Cierro los ojos y niego pensando
en cómo me sentí cuando subí esas escaleras y vi sus manos sobre ella—. Caí en medio
de una maldita cita.
Ríe.
—Me alegra ver que encuentras esto tan divertido.
—No creo que sea tan grave —dice—. ¿Habría cambiado algo si te lo hubiera
dicho?
Niego.
—Supongo que no.
—Bueno, entonces es por eso que no te lo dije —dice, como si eso aclarara todo.
—¿Quién es él, Dix?
—John o algo así. —Se encoge los hombros.
—Sé su nombre, idiota. Lo conocí esta noche. ¿Quién diablos es él?
—Trabajan juntos, pero no está en el personal de Mitchell’s. Creo que es un
proveedor de comida o bebida. Nunca he conocido al tipo, así que no hay mucho que
pueda decirte.
—¿No lo conoces? —Le doy mi mejor mirada de qué mierda—. ¿Cómo sabes que
no es un cabrón desquiciado que va tras las mujeres embarazadas y luego se lleva a sus
bebés?
Se ríe de nuevo.
—Amigo, has visto demasiada televisión durante tu paréntesis borracho. Es
166
bueno. Baylor dice que es un buen tipo que ha estado trabajando con los restaurantes
de sus padres durante años.
Termino mi cerveza y miro la botella vacía después de colocarla sobre la encimera.
—¿Arruiné mi oportunidad con ella, hombre?
Suspira. Luego coloca otra cerveza frente a mí.
—Aún tiene sentimientos por ti. Lo sé por la forma en la que su rostro se entristece
cuando hablamos de ti.
—¿Hablaron de mí?
—Por supuesto que sí. Eres mi mejor amigo. Eres el padre de su bebé. No solo
perdió a Erin, también a ti. Necesitaba apoyo. Además, necesitaba mi ayuda para
cambiar de sitio tus gigantes muebles.
Me río.
—Sí, esa cama es enorme. No sé lo que Erin estaba pensando cuando la compró.
Hicieron falta tres chicos para subirla.
Nunca olvidaré esa primera noche en la casa. Saltó sobre el colchón después de
que entregaron la cama. Teníamos veintidós años en ese entonces y parecía una niña
en un trampolín. Estaba tan feliz, despreocupada y viva.
—¿Qué pasa? —pregunta Mason.
Soy consciente de que estoy sonriendo de oreja a oreja y me doy cuenta que acabo
de pensar en Erin sin sentirme triste. Permití que los recuerdos felices se infiltraran
entre los malos.
—No lo sé. Me siento como si estuviera...
—¿Listo para seguir adelante? —interrumpe.
Miro con culpa el cuello de mi botella de cerveza.
—¿Eso me convierte en un mal tipo? ¿Que después de dos meses quiera estar con
alguien más? Demonios, si estoy siendo honesto, fue mucho menos de dos meses. ¿Qué
pasa si no es suficiente tiempo? ¿Qué pasa si estoy haciendo esto por todas las razones
equivocadas?
—Respóndeme a esto, Griffin. Si no hubiera ningún bebé, ¿todavía querrías a
Skylar? ¿O simplemente estarías tratando de usarla para superar tu dolor?
—¿Qué diablos, Dix? —Recojo mi cerveza y entro en la sala de estar para no darle
un puñetazo.
Me sigue, sonriendo.
—Mira, te enfadé por sugerirlo, ¿no es cierto? Quieres a esa mujer con o sin bebé.
Dos meses, o dos minutos, no importa. No hay ningún plazo fijo para llorar a alguien.
Especialmente no en tu situación. No sé lo que Erin escribió en esa carta, pero supongo
que dijo que no te sintieras culpable por querer a Skylar. Que ella había hecho todo lo
que estaba en su poder para empujarte y que quería que supieras que le parecía bien
que estuvieras con ella. —Apunta hacia mí con su botella de cerveza—. Estoy cerca, ¿no? 167
Asiento.
—Entonces, no seas tonto. Ve tras lo que quieras, G. Skylar también te quiere, ya
sabes, pero la lastimaste en un momento en el que ambos se necesitaban el uno al otro.
Quizás, sienta que no puede confiar en que estarás allí para ella si ocurre alguna mierda
de nuevo. ¿Y quién puede culparla?
Tomamos unas cuantas cervezas y hablamos de fútbol. Luego me tumbo en el sofá,
que no fue construido para que un chico de mi talla descanse y trate de dormir, cuando
lo único que puedo hacer es pensar en alguna manera de convencerla para que me deje
entrar.

La veo caminar por la calle hacia Mitchell’s. Conozco su horario. Sabía que llegaría
pronto. Sin embargo, igual me presenté aquí una hora antes, en la cafetería al otro lado
de la calle, esperando a que fuera a trabajar. Agarro mi cámara y le tomo algunas fotos.
Su talón queda atrapado en una rejilla de la acera y aguanto la respiración, viéndola
buscar el equilibrio. Se ríe de sí misma. Foto. Capturo el momento en la película. No
mira alrededor para ver si alguien la vio tropezar. Ni siquiera le importa. Mis ojos se
mueven en ambas direcciones, mirando fijamente a los hombres que giran la cabeza
mientras camina.
Su creciente vientre es ahora evidente bajo su abrigo de invierno. Sin embargo,
incluso eso no elimina las miradas que atrae. A medida que se acerca y hago más zoom,
lo veo. El medallón que le di. Puedo ver el brillo del diamante cuando el sol lo atrapa.
Foto.
Me preguntaba si incluso abriría el regalo, y mucho menos lo usaría. Me pregunto
si pensó en poner una foto de Erin en ella, como yo había imaginado.
Recuerdo estar de pie en una esquina en Miami Beach unos días antes de Navidad.
Estaba viendo parejas felices caminando por la calle de la mano mirando escaparates
con lo que podrían poner bajo el árbol. Mamás y papás, entrando y saliendo de las
heladerías y restaurantes, balanceando a sus hijos entre ellos. Tratando de parecer que
encajaba y no era un perdedor que abandonó su casi familia, empecé a buscar en los
escaparates también.
El medallón prácticamente saltó del terciopelo azul y me mordió. Colgando de una
impresionante cadena, había un medallón de plata con una flor grabada en él. Me
convencí de que era un lirio. El brote de la flor era un diamante, lo que sería la piedra
correspondiente al nacimiento de Aaron, ya que estaba previsto para abril. No había
manera de que no fuera a comprarlo. Incluso si lo único que hacía era mantenerlo en la
caja. Era perfecto. Al instante, supe que a Skylar le encantaría. Simplemente no sabía
si le encantaría que se tratara de un regalo de mi parte.
Pero ahí está, llevándolo solo días después de que se lo diera. Antes de alcanzar la
puerta, su mano sube para tocar el medallón. Foto. Algo se agita profundamente dentro
de mí. ¿Esperanza?
168
Me siento un rato más, capturando vislumbres de Skylar mientras hace rondas
por el restaurante. Recojo mis cosas para salir cuando veo a John acercarse y cruzar la
puerta principal del restaurante.
Los celos rezuman de cada uno de mis poros. ¿Ha permitido que le toque la
barriga? ¿Que sienta moverse a mi bebé? ¿Acaso querría hacerlo, el bastardo enfermo?
Mis ojos se entornan y mis puños se aprietan con fuerza, mis uñas cortan la piel en mis
palmas. No puedo pensar en otra cosa; veo nada más que imágenes de él frotando sus
manos arriba y abajo por sus brazos la otra noche.
Se necesita de toda mi fuerza para permanecer pegado a la silla en lugar de
marchar al otro lado de la calle para reclamar lo que ni siquiera es mío; lo que dejé para
que otro hombre como John pudiera entrar y tomar en mi lugar.
La puerta del restaurante se abre y Skylar la cruza, seguida por John. No tiene
puesto el abrigo, pero él sí. Bien, se va y ella no va con él. Él hace un gesto extraño y
estira el brazo para tocar el medallón, interrogándola. Es todo lo que puedo hacer para
no correr y arrancar su mano de ella.
Niega hacia él, encogiéndose de hombros mientras le da una pequeña sonrisa.
Nunca he querido ser una mosca en la pared tan desesperadamente. Se inclina para
besarla en la mejilla y luego ella le dice adiós. Todo el tiempo, toqueteando el medallón
entre los dedos de su mano derecha.
De repente, se vuelve hacia mí y me mira directamente a los ojos a través del cristal
de la ventana de la cafetería. Como si supiera que estaba aquí. Cierra brevemente los
ojos e inclina la cabeza hacia el cielo. Visiblemente respira antes de mirar a ambos lados
y cruzar la calle.
Pago rápidamente la cuenta y me encuentro con ella delante de la cafetería.
Levanta las cejas mirándome de la misma manera que lo hizo la otra noche. Quiere que
sea el primero en hablar.
—¿Café?
Levanta las cejas con recelo.
—¿No has tomado suficiente café, Griffin?
Sabía que estaba aquí. Pongo mi proverbial cola entre mis piernas y le doy un
inocente encogimiento de hombros.
—Mis camareros saben quién eres —dice—. Mindy se dio cuenta hace horas. ¿Qué
haces aquí? —Veo que su aliento cálido se encuentra con el aire frío cada vez que habla.
—Debes tener frío. Entra.
Niega.
—Tengo que volver al restaurante. Solo quería darte las gracias por el medallón.
Es bonito. Pero también quería decirte que no creo que esto funcione. —Hace un
movimiento entre los dos y luego, nerviosamente, retuerce el anillo en su dedo
meñique—. Entiendo que te sientas mal por irte de la manera en que lo hiciste. Que te
sientas culpable por no estar allí para Aaron. Dormimos juntos. Ocurrió. Ni siquiera
importa que fuera el mejor sexo que he tenido nunca. Lo hicimos por aflicción, y esa no
es manera de construir una relación. No es suficiente. Aaron merece más que eso. Y por 169
primera vez en mi vida, creo que yo también.
Mira por encima del hombro a Mitchell’s.
—Tengo que volver ahora. Vete a casa… eh, donde sea. Vuelve al trabajo, Griffin.
Haz algo con tu vida de lo que Aaron esté orgulloso.
Empieza a alejarse, pero la sujeto del brazo y le doy la vuelta. Me pregunta con los
ojos.
—¿Cuál es tu flor favorita? —cuestiono.
—¿Eh? —Me mira con escepticismo.
—Flores. ¿Cuáles son tus favoritos? Es una pregunta fácil, Skylar.
Con una sonrisa triste, estira el brazo para tocar el medallón.
—Ya lo sabes.
Revisa el tráfico antes de cruzar la calle. Podría jurar que veo una sonrisa genuina
formarse en su rostro en el reflejo de una ventana de taxi, pero podría ser mi
imaginación hiperactiva. La misma imaginación que la tiene deshaciéndose del
proveedor de comida y dándome otra oportunidad.
La miro alejarse sin volver a mirarme.
Debería estar molesto. Pero no es así.
Creo que no escuché una palabra de lo que dijo después de "el mejor sexo que he
tenido nunca".

170
25
G
avin coloca otra cerveza delante de mí. Él y Mason decidieron llevarme por
unos tragos y sacar mi culo del para nada cómodo sofá de Mason.
Le he dado un poco de espacio. No la he acechado desde la cafetería a
principios de esta semana. Quizás una vez que se acostumbre a la idea de
que haya vuelto, se acercará.
Gavin niega hacia mí.
—Como el tipo que tuvo que reconquistar a una de las hermanas Mitchell, te
puedo decir que todas son tercas como el infierno. Me tomó meses lograr que Baylor
me dejara entrar de nuevo en su vida y ni siquiera metí la pata tanto como tú. —
Inclina su cerveza hacia mí—. No tienes meses, Griffin. Tienes que hacer algo ahora,
antes de que tu hijo nazca. Hazme caso, no querrás perderte el nacimiento de tu hijo.
Eso es algo que nunca recuperarás.
Bajo mi cerveza, tratando de que coincida perfectamente con el anillo húmedo
que dejó en la barra hace unos momentos.
—No ha movido ni un dedo para hablar conmigo. ¿Qué se supone que haga?
Mason y Gavin se miran el uno al otro y vuelven su vista hacia mí.
—¿Estás esperando que ella levante el teléfono? —pregunta Gavin—.
¿Rogándote que vuelvas con ella? No seas tonto. La dejaste rechazarte y luego te
alejaste, hombre. ¿Qué se supone que debe pensar? No me importa lo que digan. Las 171
mujeres quieren ser perseguidas. Quieren una especie de gran gesto y mierdas como
esas.
Mason asiente.
—Tienes que demostrárselo, G. No solo decirle. Gánate el volver a su vida. Haz
algo inesperado. Reclama lo que es tuyo. Nunca dudaste en hacer lo que tenía que
hacerse para cuidar de Erin. ¿Por qué debería ser diferente con Skylar?
Me río ante lo absurdo.
—Porque Skylar no es una mujer que necesita ser cuidada.
—Eso es una vil mentira —dice—. Todas las mujeres quieren sentir que sus
hombres se hacen cargo de ellas, no importa qué. Quieren sentirse como si pudieras
poner tu mundo del revés por y para ellas.
Con escepticismo, miro a mi amigo soltero de veintidós años.
—¿Cómo demonios no tienes una novia, Dix?
—Hailey es la única chica que necesito en mi vida en este momento. —Se encoge
de hombros—. Cualquier otra cosa sería solo una complicación.
—Entonces, ¿qué hago ahora? Ya saben, ¿para reclamarla? —Mis ojos van entre
Gavin y Mason—. Ustedes dos, expertos, ¿tienen alguna sugerencia?
—Podrías empezar por venir al almuerzo del domingo —dice Gavin—. Es en el
nuevo restaurante de Long Island.
Mis cejas tocan el nacimiento de mi cabello.
—¿Quieres que vaya a la línea de fuego? ¿Estás loco?
Gavin se ríe.
—Oye, he tenido que admitir mis errores frente a su familia más de una vez.
Créeme, todos entienden por lo que has pasado. No quiere decir que no estén
molestos porque te fueras. Y no creo que te tome mucho ganártelos de nuevo.
Doy un largo trago a mi cerveza.
—Su padre me asusta como la mierda.
Gavin me da una palmada en la espalda.
—Su ladrido es mucho peor que su mordida, amigo. Te lo dice alguien que ha
estado allí.
Asiento. Entonces, noto a la camarera mientras escribe algo en una servilleta y
la empuja hacia nosotros.
—Salgo a las dos si alguno de ustedes está interesado. —Veo su número de
teléfono garabateado en el cuadrado blanco de papel mientras nos guiña y se aleja.
Los tres compartimos una risa y luego pongo mi botella de cerveza sobre la
servilleta, mojando los números hasta el punto que se vuelven completamente
ilegibles.

172

Nunca he sido una persona particularmente ansiosa. Incluso cuando las


mujeres de mi vida se desvanecían. Tuve la suerte de poder tomármelo todo con
calma y no ser destruido por ello. En mi negocio, he visto más de unas pocas personas
caer en una vida de drogas, sexo, e incluso crimen, para tratar de deshacerse de sus
demonios. No, tomó más que la enfermedad, la muerte, el abandono emocional de
mi propio padre, para romperme. Se requirió que Skylar Mitchell se embarazara con
el bebé que ni siquiera sabía que quería tener. Se requirió que albergara tanta culpa
por desearla que parecía que se había convertido en el aire que necesitaba para
respirar.
Tomando el tren desde Midtown a Massapequa, me siento para el viaje de una
hora, fascinado por la sacudida de las puntas de las flores blancas, no por el
movimiento del tren, sino porque mis manos están temblando más a cada kilómetro
que me acerco a ella. A su familia. A cada persona con la que necesito hacer las cosas
bien.
Cuando llego a mi parada, poco a poco hago la caminata a casa de los Mitchell,
necesitando el tiempo para aclarar mi cabeza y prepararme para lo que estoy seguro
que voy a pasar.
Cuando abro las puertas y entro en el restaurante, el primer par de ojos que veo
dirigidos hacia mí son esos mismos verdes esmeraldas que rondan mis sueños. Sin
embargo, no pertenecen a la chica con la que sueño. Pertenecen a su padre. Bruce
Mitchell es un intimidante hijo de puta. Pero es una contradicción andante. Es casi
tan grande como yo y hace que todo el mundo sepa que sus tres hijas son su jodida
vida y si les hacen daño, romperá cada uno de los huesos del lamentable cuerpo de
la persona que lo haga. Sin embargo, es una de las mejores personas que he conocido.
Le tiendo la botella de vino que traje y asiente en silencio mientras la recibe.
Es en momentos como este que me pregunto si estoy siendo confrontado por el
rompe-piernas o el gigante oso de peluche. Nunca me he sentido más como si
pudiera orinarme encima que en este mismo segundo, cuando me toma del codo.
—Ven conmigo, hijo.
¿Hijo? Me llamó hijo. Eso quiere decir que no me va a cortar en pedacitos y
meterme en la cámara frigorífica. Trato de suspirar de alivio, pero es difícil con su
agarre en mí, llevándome detrás de él a la oficina del restaurante. No veo a Skylar en
ningún lugar, pero pasamos junto a su madre y su hermana, que me dan miradas de
simpatía, lo que me hace sentir como un cordero que está siendo guiado al matadero.
Cierra la puerta detrás de nosotros y se queda entre la misma y yo, eliminando
cualquier posibilidad de escape.
—¿Cómo estás, Griffin?
—Uh… estoy bien, señor. ¿Cómo está usted?
Me regaña con su mirada. 173
—Hijo, eso no es lo que estoy preguntando. —Camina por la habitación,
moviendo la cabeza. Se inclina hacia atrás, apoyándose contra el borde del gran
escritorio, que cruje bajo su peso—. Tu esposa murió y estás a punto de ser padre.
Pregunto cómo lo llevas todo.
Dejo escapar un suspiro. No me está amenazando. No me está gritando. Parece
realmente preocupado por mi bienestar. Supongo que tiene sentido, soy el padre de
su nieto, después de todo. Decido ser genuino en mi respuesta. Supongo que no tengo
nada que perder.
—Cometí un error, señor.
Asiente y señala la silla detrás de mí. Me siento, poniendo las flores en el suelo
junto a mí. Mis codos se apoyan en mis rodillas mientras me inclino hacia adelante
y trato de mantener el contacto visual con él.
—Lo siento. Sé que lastimé a Skylar al irme tan repentinamente. Sé que estuve
fuera demasiado tiempo. Puede que haya arruinado todas mis posibilidades. Soy
consciente que tengo mucho trabajo que hacer para reparar lo que he roto. Sin
embargo, tengo la intención de hacer eso.
Me mira con escepticismo.
—¿Por qué?
Frunzo el ceño.
Va detrás de la mesa y se sienta.
—No estoy aquí para que nos vayamos por las ramas. ¿Cuáles son exactamente
tus intenciones con mi hija? ¿Mi nieto?
—Yo... bueno, quiero estar en sus vidas. No quiero que mi hijo crezca sin un
padre. No quiero que Skylar tenga que hacer esto sola.
La decepción llena su suspiro. Se cruza de brazos.
—Entonces, ¿de eso se trata todo? —Señala a las flores, que se yacen junto a mí
en el suelo—. ¿Hacer lo correcto?
—Sí. Uh... no.
—Bueno, ¿cuál es, hijo? —Me mira fijamente, a la espera de mi respuesta.
Mierda, este hombre es intimidante.
¿Cómo puedo explicarme sin sonar como un completo idiota?
—No estoy seguro de cómo decir esto sin que suene una falta de respeto tanto
a Erin como a Skylar. Pero, señor, creo que me estoy enamorando de su hija.
—¿Lo crees? —Sus ojos queman los míos, dispuestos a aceptar nada menos que
la verdad, sin importar las consecuencias.
Mis ojos se cierran brevemente mientras imagino el rostro de Skylar. Las ondas
suaves de su cabello sedoso. La sonrisa que arruga su nariz y pone pequeños pliegues
en sus ojos cuando es verdaderamente feliz. La redondez de su vientre, que lleva a
mi hijo.
Niego.
—Lo sé, señor, pero...
174
—Pero tu esposa falleció recientemente y piensas que es demasiado pronto para
seguir adelante.
Miro al suelo y asiento.
—¿Crees que estás tratando de reemplazar a tu esposa? —pregunta.
Mis ojos se alzan a los suyos.
—No, señor, nunca haría…
—¿Crees que Skylar está tratando de reemplazar a tu esposa?
—No, por supuesto que no —digo en su defensa.
Apunta a un cuadro en la pared detrás de él. Es la imagen de una familia. Una
madre, un padre y un niño de unos diez años. Veo el parecido de inmediato. El
muchacho se parece a Skylar. Debe ser una foto de él. Momentáneamente, me
pregunto si así se verá nuestro hijo.
—Esta es mi madre —dice con orgullo mientras mira a la mujer de la foto con
adoración.
—Es hermosa —comento.
Señala otra imagen al lado. Tengo que mirarla dos veces, porque, aunque la
familia parece la misma, la mujer es diferente.
—Esta también es mi madre —explica, mirando la imagen con la misma
reverencia que la primera—. Bueno, la biología dice que no lo es, pero no me importa
una mierda. —Señala la primera imagen de nuevo—. Un conductor borracho nos la
arrebató cuando solo tenía nueve años. —Gesticula de nuevo hacia la segunda
imagen—. Tres meses más tarde, mi padre empezó a salir con Hannah, que era mi
maestra de cuarto grado en el momento. Me ayudó a lidiar con la muerte de mi
madre. Se casaron solo dos meses después de su primera cita. Todavía están
felizmente casados. —Me mira—. ¿Crees que le faltó el respeto a mi madre por
encontrar la felicidad tan pronto después de su muerte?
Niego.
—No.
—Entonces, ¿por qué te condenas por la misma cosa? Sobre todo, por lo que he
llegado a entender, ya que tu esposa tenía toda la intención de que mi hija y tú
desarrollaran sentimientos por el otro.
Se pone de pie, camina alrededor de la mesa y se inclina para recoger el ramo
de flores del suelo.
—Entonces, ¿qué estás esperando, hijo? O la cagas o ganas el jodido premio. —
Coloca las flores en mis manos y luego abre la puerta y la cruza, dejándome en un
silencio aturdido.
Fijo la mirada en los cuadros ubicados en la pared, mirando entre las dos
familias. Ambas felices. Ambas reales. Ambas llenas de amor. Una mujer no
sustituye a la otra. Una persona nunca puede ser reemplazada. Pero la vida sigue. Sé
que eso es lo que me está diciendo. Sé que eso es lo que me está diciendo Erin. Me
175
pregunto cuánto tiempo va a pasar antes de que mi cabeza y mi corazón puedan estar
de acuerdo con ellos.
Cuando camino hacia la habitación principal de nuevo, mis ojos caen
inmediatamente en Skylar. Sostiene al bebé de Baylor. La forma en que sus ojos se
iluminan y su rostro se ablanda cuando mira hacia Jordan, de tres meses de edad,
hace que mi respiración se agite rápidamente. Nunca la he visto reaccionar a un niño
de esta manera. Skylar siempre ha sido distante cuando se trata de niños. Algo ha
cambiado en los meses que he estado fuera.
Cuando alza la vista y me atrapa observándolos, mi corazón es un huracán. Es
absolutamente hermosa. Noto el vestido blanco ceñido que muestra su vientre en
crecimiento. Cae justo por encima de la rodilla, dejando al descubierto sus piernas
tonificadas, que son evidencia de su continuo uso de la bicicleta. Es difícil no darse
cuenta de su generoso escote, acentuado por el medallón que cae casi a la perfección
entre sus pechos. No quiero nada más que extender la mano y tocarlo, rozando mis
dedos a lo largo de cada una de sus curvas.
Me tomo un momento para recordarme que estoy en presencia de su familia
antes de que los pantalones se ajusten más.
—Griffin, es tan agradable que te unas a nosotros.
Me giro y veo a la madre de Skylar mientras intento determinar si el comentario
es genuino o sarcástico. Probablemente un poco de ambos.
—Gracias, señora Mitchell. Agradezco la invitación. ¿Hay algo que pueda hacer
para ayudar?
—Llámame Jan. —Apunta a mi bolsa—. Y si llevas una cámara ahí, me
encantaría que pudieras tomar algunas fotos. Nada formal, solo unas pocas.
—Claro. No hay problema.
Hablamos durante un minuto, pero mi mente está en otra parte.
Principalmente en la mano del idiota que tiene su brazo alrededor de Skylar. El tipo
es alto y grande como un maldito camión. Tiene el cabello de punta y los brazos
llenos de tatuajes.
—¿Griffin? —La mamá de Skylar intenta llamar mi atención.
—Lo siento, señora —digo sin mirarla.
Sigue mi mirada.
—Oh, ese es Scott Carlson, el socio de Gavin en Los Ángeles. Creo que Skylar
salió con él hace un tiempo.
Mi rostro se gira hacia el suyo y veo que esboza una enorme sonrisa. Estoy
familiarizado con esta sonrisa. Es la de Skylar. No podían ser más diferentes en todo
lo demás. Su madre tiene cabello rubio claro y ojos azules, y me sorprendería si mide
más de uno cincuenta y dos. Pero la sonrisa magnífica que comparte con su hija es
inconfundible. Esto la está divirtiendo, lo puedo decir. ¿Qué diablos está pasando?
¿Estoy siendo castigado? Gavin me invitó, por amor a Dios. Me invitó y sabía que el
ex de Skylar estaría.
Vuelvo mi atención a Skylar y la veo disculparse con Thor para ir al baño.
176
—¿Me disculpas, Jan? —digo sin apartar mi mirada de su hija.
—Por supuesto. —Se ríe—. Buena suerte, Griffin. —Se aleja, haciendo que me
pregunte: ¿buena suerte con qué?
En mi camino al baño, aparto a Gavin a un lado, sin importar que
probablemente esté dejando hematomas en su brazo a causa mi agarre enojado.
—¿Qué mierda, Gav? Su familia ya cree que soy un maldito imbécil. ¿Pero me
has traído aquí sabiendo que su ex iba a estar? Eso está mal, hombre.
Retira mi mano de su brazo.
—Sí, lo siento por eso. No sabía hasta hace unas horas que estaba en la ciudad.
No se suponía que estuviera aquí hasta mañana para un proyecto en el que estamos
trabajando en el estudio. De todos modos, en realidad no es su ex.
—¿En realidad no es su ex? ¿Qué demonios significa eso? —Lo miro cuando lo
comprendo—. Mierda. Quieres decir que solo se acostó con ella. ¿Cuántas veces?
—Estoy bastante seguro que fue solo una noche. El año pasado cuando Baylor
y yo estábamos en Los Ángeles y fue a visitarnos. No fue importante, Griffin. Él es
un buen tipo. Un jugador, pero un buen tipo.
—Si todo el mundo puede venir a tomar asiento, estamos listos —dice el padre
de Skylar.
Señalo a la mesa.
—Adelántate. Estaré allí en un minuto. —Gavin se aleja mientras me quedo en
el pasillo desierto, apoyado en la pared junto al baño de mujeres mientras espero a
que ella salga.
La puerta se balancea mientras se abre. Me ve y suspira.
—Griffin, hola. Sé que mis padres se alegran de que hayas podido venir.
Alzo las cejas.
—¿Y a ti? ¿Te alegra?
Sus manos frotan su vientre. Cuando mis ojos siguen el movimiento, se detiene
y las baja.
—Uh, seguro. —Su voz es tentativa y muy poco convincente.
—¿Qué hay de Scott Carlson? ¿Te alegra que esté aquí también?
Sus labios se fruncen y noto que se está mordiendo el interior de la mejilla.
—No voy a tener esta conversación contigo, Griffin. Sabes cómo era antes. Ya
no soy así. No te debo explicaciones.
—¿Ya no eres así? —pregunto—. ¿Eso significa que John, el chico de la comida,
no ha sido invitado a tu cama?
Expulsa fuego por los ojos. 177
—Es un distribuidor de licor. Y lo que hago con él es no es asunto tuyo, Griffin.
—Se da la vuelta en intento de alejarse.
Agarro suavemente su brazo mientras me ubico detrás de ella, presionándome
contra su espalda y apartándole el cabello a un lado.
—Mi plan es hacerlo mi asunto, Sky —le susurro al oído—. Mi plan es hacer que
todo lo relacionado con tu vida sea mi asunto. Todo sobre la vida de Aaron.
Acostúmbrate a tenerme alrededor porque no voy a ninguna parte. —Se le eriza el
cuello, donde mi aliento sopla sobre su suave piel. Incluso desde atrás, puedo decir
que sus dedos tocan el relicario que reposa sobre su corazón. Oigo el largo suspiro
que deja escapar antes de que sus pies comiencen a moverse de nuevo. La veo
alejarse sin mirar atrás. Sin embargo, todo sobre su cuerpo me dice que quiere lo
mismo.
Sé lo que tengo que hacer ahora. Antes de unirme a todos en la mesa, le envió
un mensaje a Mason diciéndole que esta noche será la última que me quede en su
sofá.
26
N
o tengo mucho. Una maleta llena de ropa que compré en Miami. Mi bolsa
llena de cámaras. Las pocas camisas que recuperé la semana pasada.
Mudarme de nuevo a mi casa debería ser fácil. Entonces, ¿por qué se siente
la cosa más difícil que he tenido que hacer?
Cuando vine aquí la semana pasada, no estaba pensando en Erin. No con John,
el chico de la comida, poniendo sus manos por toda Skylar. Hoy, sin embargo, no
hay nadie más que yo. El fantasma de Erin y yo.
Estoy en la entrada del estudio, la habitación donde Erin murió. Se ha
transformado de nuevo en lo que solía ser, pero no estoy seguro de que alguna vez
pueda entrar de nuevo. Era el lugar donde Erin se sentaba y corregía exámenes para
sus estudiantes de segundo grado. Trabajaba en planes de estudios. Incluso hizo
algunas tutorías a domicilio de vez en cuando si un estudiante se estaba quedando
atrás. Sus libros de texto todavía se alinean en los estantes de la biblioteca
incorporada. Fotografías de cinco años de clases de segundo grado junto con algunos
premios de enseñanza que ganó, flanquean las estanterías.
Skylar no ha cambiado nada. La habitación es el santuario de Erin. Me
pregunto si Skylar se sentía culpable por tomar el dormitorio principal, por lo que
decidió dejar esta habitación sin tocar. Tal vez hubiera sido más fácil para todos si
hubiera puesto todo esto en cajas y dejado su propio sello en el estudio. ¿Sería capaz
de cruzar el umbral entonces? 178
Llevo mi maleta arriba para desempacar en la habitación de invitados, todo el
tiempo preguntándome si realmente podré dormir en la cama que una vez compartí
con Erin. Nunca he dormido allí solo. Cuando mudamos a Erin abajo, dormí en el
sofá. Pero no hay sofá allí. La habitación no es lo suficientemente grande. Es dormir
en la cama o dormir en mi estudio en el sótano.
Concentro mi atención en la imagen que está sobre la mesita de noche. Siempre
ha sido una de mis favoritas. Erin tenía solo dieciocho años y había pasado
recientemente por la quimioterapia. Su cabello estaba empezando a crecer
nuevamente, pero tenía el rostro de un ángel, e incluso con la falta de cabello, era tan
hermosa como siempre. Me siento en la cama y sostengo la foto. Un ángel. ¿Es eso
lo que es ahora? ¿Puede verme? ¿Sabe lo que está pasando y tiene algún control sobre
ello?
Trato de reprimir la culpa una vez más. La culpa de vivir en su casa con la mujer
que lleva a mi hijo. La mujer que estoy tratando de meter en mi cama... bueno, tal
vez no en esta cama. Y aunque sigo diciéndome que es lo que Erin quería, no puedo
evitar pensar en lo jodido que es esto. Quiero a Skylar. Sé que lo hago. Pero también
sé que aceptaría a Erin de vuelta en un segundo si tuviera la oportunidad. ¿Es eso
justo? ¿Es justo para cualquiera de las dos?
Pongo la imagen de nuevo en la mesita de noche y miro dentro de mi bolsa para
recuperar mi otra foto favorita. La mantengo frente a la imagen de Erin y miro a las
dos mujeres más bellas de mi vida mientras me pregunto, ¿es posible amar a dos
mujeres a la vez?

La música resuena en mis auriculares mientras veo los kilómetros volar en la


pantalla digital de la cinta de correr. Mis ojos parpadean hacia la bicicleta estática
que se encuentra en la esquina del sótano. Me la imagino montándola. Casi puedo
imaginar cómo se vería con el cabello recogido en uno de esos moños desordenados
que las mujeres se hacen sin esfuerzo, el sudor goteando entre sus pechos llenos.
Corro más rápido para dejar de pensar en ella, pero casi tropiezo con mis
propios pies cuando alzo la mirada para ver a Skylar de pie en la puerta. Su boca está
ligeramente abierta y sus ojos están pegados a mi pecho desnudo. Me aprecia como
un animal hambriento que evalúa un trozo de carne. Mierda, la forma en la que me
está mirando ahora mismo… es como la veo en mis sueños. Es como me la imagino
acostada debajo de mí. Es la misma expresión que tenía en su rostro la noche del
funeral de Erin, cuando hicimos el amor. Es la mirada que quiero poner en su rostro
cada maldita vez que me ve.
Finalmente, parpadea saliendo de cualquier zona en la que se encuentre y
mueve rápidamente los ojos hacia los míos. El momento ha terminado. Su mirada
fija cambia de reverencia a confusión. No puedo apartar mis ojos de sus labios llenos
mientras se mueven con palabras que no puedo oír.
Reduzco el ritmo y quito los auriculares de mis oídos. 179
—¿Qué?
Toma una postura defensiva con las manos en las caderas, sus ojos escaneando
la habitación por respuestas.
—He preguntado qué estás haciendo aquí.
Apago la cinta de correr y tomo una toalla del gancho cercano en la pared,
limpiándome el rostro antes de colocarla alrededor de mi cuello.
—La última vez que lo revisé, todavía poseía la mitad de este lugar.
Pone lo ojos en blanco y suspira. Sabe que no puede discutirlo. Señala a la cinta
de correr.
—¿Así que decidiste venir a hacer ejercicio?
Supongo que no se molestó en mirar arriba en la habitación de huéspedes
todavía. Niego.
—Vivo aquí, Skylar. Vivo aquí desde hace cinco años. Amo este lugar. ¿Esto va
a ser un problema?
Prácticamente puedo ver girar los engranajes en su cerebro. Tal vez esté
tratando de averiguar cómo sacarme de aquí. Tal vez está evaluando sus
sentimientos por mí. Tal vez se esté preguntando qué pensará John, el chico de la
comida, del papá de su bebé mudándose aquí de nuevo. Levanto mis cejas hacia ella,
esperando que hable.
Mordisquea el borde de su labio antes de responder.
—¿Me vas a pedir que me mude ahora?
—¿Quieres mudarte? —pregunto.
Se encoge de hombros y baja los ojos al suelo.
—Supongo que podría volver a mi apartamento.
Intento retener mi sonrisa. Tengo información confiable de que Mindy ya
encontró a otro compañero de cuarto. Skylar quiere que le pida que se quede.
Simplemente no quiere que lo sepa.
Me acerco a ella. Tan cerca que puedo oler su champú afrutado. Quiero
extender la mano y atraerla hacia mí. Quiero levantarla y llevarla al sofá de mi
estudio, donde despojaré su cuerpo de ese vestido verde. Es el mismo vestido que
llevaba cuando me dio la lección de cocina. Incluso entonces, no podía apartar mis
ojos de ella. Pero tenía una esposa. Una esposa que amaba. Skylar estaba prohibida.
Una fantasía que nunca realizaría.
Mis pantalones cortos de correr se sienten apretados cuando mis ojos caen
sobre sus pechos, que están mucho más llenos que la última vez que la vi con este
vestido. Pechos que suben y bajan con cada respiración pesada que toma. Pechos que
rodean el medallón que todavía cuelga de su cuello flexible. Estiro el brazo y lo tomo
entre mis dedos, haciendo que su aliento se atore.
—Quédate —susurro. 180
Se tensa, pero no se aleja. Sus ojos se cierran brevemente y estoy casi seguro
que está inhalando mi olor tanto como yo el suyo. De repente, da un paso atrás y mi
mano cae mientras el medallón encuentra su pecho una vez más.
—No lo sé, Griffin. Todo se ha vuelto tan complicado. No estoy segura si debo.
Y luego está John. Y…
Me balanceo hacia adelante y pongo mis brazos contra la pared, manteniéndola
cautiva dentro de ellos. Ignoro la referencia al chico de la comida mientras me inclino
hacia ella. Presionando la almohadilla de mi pulgar contra su labio inferior, lo fuerzo
a salir de entre sus dientes mientras su expresión se retuerce con indecisión.
Aparto su cabello de su oreja.
—Quédate —repito—. Todo saldrá bien, Sky. Ten fe.
Antes de que pueda responder, me doy la vuelta y me dirijo a las escaleras.
Cuando llego allí, miro hacia atrás para ver su cuerpo deslizándose por la pared hasta
que su culo se encuentra con el suelo. Mientras tanto, mira hacia el techo, exhalando
una respiración lenta y controlada. Subo los escalones, dos a la vez, disfrutando de
mi pequeña victoria de camino a la ducha.
Después de ducharme, encuentro a Skylar dormitando en el sofá de la sala de
estar. Ha cambiado su ropa de trabajo y está usando un vestido casual, azul claro,
que parece solo una camiseta muy larga. La muda apretada acentúa cada curva de su
cuerpo. Se aferra a su estómago como una segunda piel.
Me acerco al vestíbulo donde dejé mi bolsa, dando pasos silenciosos con los
pies descalzos para no despertarla. Recupero una cámara de la bolsa y hago zoom en
su hermoso rostro. No me atrevo a acercarme más por miedo a que el clic de la
cámara la despierte. Sin tratar de pensar en lo espeluznante que es, tomo fotografías
de cada parte de su cuerpo. Hago primeros planos de sus labios llenos. La curva de
su cuello. Sus piernas apoyadas en una almohada. Sus pies, que revelan uñas
pintadas que combinan con el verde de sus ojos. Sus pechos, que enmarcan el
medallón que le di.
Cuando hago zoom en su barriga embarazada, casi dejo caer la cámara al verla
moverse. Me dirijo lentamente hacia ella, con la esperanza de estar captando en la
película lo que mis ojos están capturando. Por último, bajo la cámara y me siento en
la mesa de café, hipnotizado por los movimientos.
Mientras observo un minúsculo pie, un codo o una rodilla trazar una línea del
hueso de su cadera a su ombligo, tengo momentáneamente recuerdos de una película
de Sigourney Weaver donde un extraterrestre sale de su estómago. Rápidamente
alejo el pensamiento y abrazo el hecho de que mi hijo está dentro de Skylar. Y está
haciendo un espectáculo solo para mí.
Quiero tanto estirar el brazo y poner mi mano sobre ella. Tal vez empujar a mi 181
hijo y ver si me devuelve el empujón. No he tocado su vientre en más de dos meses.
Y la única vez que he sentido a Aaron moverse, fue la noche en la que murió Erin.
Recuerdo haber sentido lo que podrían haber sido burbujas de gas pasando por
Skylar. No era nada como esto.
Ahí hay una maldita persona.
Me encuentro teniendo que luchar contra las lágrimas mientras trago un bulto
colosal en mi garganta.
—Puedes sentirlo si quieres.
Estoy a punto de salir de mi piel cuando Skylar habla. No me había dado cuenta
que estaba despierta. Me pregunto cuánto tiempo ha estado observándome mirarla.
Me inclino más cerca y tentativamente extiendo la mano. La toma y la coloca
sobre su estómago. Inmediatamente, siento movimiento debajo. Mis ojos se abren y
creo que me quedo boquiabierto de asombro, pero estoy tan perdido en el momento
que ni siquiera me doy cuenta que me he levantado de la mesa y estoy de rodillas
delante de ella con ambas manos apretadas firmemente en su estómago. No puedo
moverme. No quiero quitar mis manos de ella. Si me estremezco, podría detenerse.
Y quiero que esto dure para siempre.
No sé por cuánto tiempo me siento allí, sintiendo a mi hijo patear y hacer saltos
mortales bajo mis manos. Me duelen las rodillas y se me adormecen las piernas, pero
no me atrevo a mover un músculo.
Alzo la mirada para encontrar a Skylar sonriendo.
—Jodidamente genial, ¿eh? —pregunta.
—No digas joder, Sky.
El enrojecimiento se apodera de su rostro cuando recuerda lo que sus malas
palabras me hacen.
—No me llames Sky, Griffin —bromea.
Sostiene mi mirada mientras disfrutamos de sentir a nuestro hijo moverse. Me
pregunto qué está pasando por su mente. ¿Puede ver lo que estoy sintiendo? ¿Mis
ojos le muestran lo mucho que quiero esto?
El zumbido de su teléfono en la mesa rompe el momento perfecto. Mira el
teléfono y mis ojos la siguen. Leo la pantalla. John McCormack.
John, el jodido chico de la comida.
Una expresión de simpatía destella en su rostro.
—Lo siento —dice, agarrando el teléfono mientras se levanta del sofá con ayuda
de su otra mano.
Entra en la cocina y se sienta en un taburete.
—Hola, John —contesta.
La sigo con el pretexto de tomar una botella de agua del refrigerador. Me
observa mientras lo escucha. No intento darle privacidad.
Se remueve incómodamente en el taburete. 182
—No estoy segura que sea una buena idea. ¿Qué tal si nos vemos allí? —dice.
Sus ojos centrándose brevemente en los míos—. ¿Podemos hablar de esto más
tarde…? Bien, de acuerdo. Tú ganas. Te veré a las siete… Adiós.
Termino mi agua y dejo la botella vacía con tanta dureza que se arruga.
—¿Vas a salir con el chico de la comida otra vez?
—Distribuidor de licores —dice.
Lanzo la botella de plástico, desfigurada, en el cubo de reciclaje.
—¿Qué?
—No es un chico de la comida. Es un distribuidor de bebidas alcohólicas. —Se
acerca para recoger su propia botella de agua del refrigerador—. Y sí. Me invitó a
salir.
De espaldas a mí, toma un largo trago mientras me acerco por detrás. Pongo
mis brazos a ambos lados de ella, atrapándola contra la encimera. Aparto su cabello
a un lado y veo cómo se eriza toda su piel.
—A menos que pueda convencerte de lo contrario, claro —susurro.
Mientras hablo, mis labios rozan su oreja, pero no completamente. Mi pecho
casi le toca la espalda, pero no del todo. Puedo ver por su reflejo en la puerta de cristal
del microondas que su resolución casi se desmorona, pero no totalmente.
Sus ojos se cierran. Sus labios se separan. Exhala lentamente. No tiene ni idea
de que puedo ver cada detalle de su rostro. Piensa que me está escondiendo estos
sentimientos conflictivos.
Cuando sus ojos se abren, brillan con deseo implícito. Me encuentra
sosteniéndole la mirada en el reflejo. Trata de escapar de mis brazos, pero bajo mis
manos a su cintura y le doy la vuelta para que me enfrente antes de acunar su rostro
en mis manos.
—Quédate aquí conmigo esta noche, Skylar. Háblame. Hay tantas cosas que no
sé de ti. Quiero conocerte por dentro y por fuera. Ni siquiera sé cuándo es tu
cumpleaños.
Cada palabra me halla avanzando lentamente más cerca hasta que mi aliento
cae sobre sus labios. Mi ingle se encuentra con su vientre y me pregunto si puede
sentir mi creciente erección mientras me presiono contra ella. Sus ojos caen a mi
boca. Su lengua sale para mojar sus labios. Su respiración se acelera para igualar la
mía.
Quiere esto. Quiere esto tanto como yo.
—Sky…
Cierro la brecha que todavía separa nuestras bocas. Puedo sentir la suavidad de
sus labios llenos mientras los míos tocan ligeramente los suyos. Mi corazón late tan
fuerte en mi pecho que estoy seguro que se ha vuelto audible y está resonando por
esta habitación donde el único ruido es el débil zumbido del refrigerador.
De repente, retrocede y mi corazón palpitante cae en mi estómago.
183
—No —dice escabulléndose bajo mi brazo y alejándose—. Simplemente no lo
entiendes.
La observo subir despacio por las escaleras mientras especulo si la vacilación
en sus pasos proviene del peso extra de Aaron o de su indecisión. Pienso en sus
palabras y me pregunto qué es lo que cree que no entiendo.
Durante las próximas horas, me entierro en el trabajo en mi estudio. Escucho
música fuerte por los altavoces bluetooth, así que no oigo el timbre cuando el chico
de la comida viene para llevarse a la madre de mi hijo a una maldita cita. Luego me
acuesto despierto en la cama, esperando y contando los minutos hasta que vuelve a
casa. Lo que sigue es una noche de insomnio sabiendo que está justo al final del
pasillo, y largas y dolorosas horas preguntándome si está pensando en mí o en John
jodido McCormack.
27
Q
uiero reír ante lo que veo a través de la lente. Desearía poder decirle al editor
de foto y la agencia de modelos que así no es como se ve el verdadero
embarazo. Pero solo soy el fotógrafo. No quieren mi opinión. Solo quieren
mis fotografías.
Lo que veo ante mí es lamentable. Modelos al borde de la anorexia con falsas
barrigas metidas bajo sus vestidos ajustados. Sus tetas mejoradas quirúrgicamente
se derraman por los bordes de los llamados atuendos de maternidad aferrados a sus
cuerpos delgados como palos.
Si así es como las verdaderas mujeres embarazadas piensan que deberían verse,
compadezco a los niños que están llevando mientras probablemente mueren de
hambre antes de nacer.
—Hola, Griffin —saluda un trío de modelos al unísono mientras pasan por mi
lado.
Levanto mi barbilla en saludo.
—Damas.
Oigo a una susurrar algo sobre mi esposa muerta mientras se alejan dándome
miradas tristes.
Cuando hacemos un descanso para almorzar, Katy Fields, una de las promesas
de este año, se sienta en la silla del director a mi lado. Come zanahorias bebé, uvas y 184
una pieza de fruta que no puedo identificar, lo que en total apenas llena su plato del
tamaño de uno de postre.
—Sentí mucho oír sobre tu esposa —comenta.
Doy un bocado a mi sándwich de pavo, ni siquiera molestándome en tragar
antes de responder con un amortiguado:
—Gracias.
—Me alegra ver que has vuelto al trabajo. Algunos de esos fotógrafos
simplemente son horribles.
—¿Cómo es eso? —pregunto.
Toca mi rodilla deliberadamente.
—Bueno, simplemente no son tú, Griffin. Eso es.
Qué verdaderamente profunda respuesta. Doy otro bocado para no tener que
entablar demasiada conversación con ella.
Extiende la mano para tomar la mía. Tira de ella hacia su barriga falsa.
—¿Quieres tocar a mi bebé? —Suelta una risita.
Aparto la mano antes de que la coloque sobre la almohada bajo su ropa. Me
mira escépticamente. Apuesto a que no hay muchos hombres que rechazarían la
oportunidad de tocar a una hermosa modelo. Tal vez soy el primero. Niego.
—Eso está bien, Katy. Tengo la cosa real en casa.
Sus perfectamente depiladas cejas se fruncen.
—Uh… creí que tu esposa murió.
—Lo hizo —digo—. Pero aún voy a tener un bebé. Larga historia.
Katy me da una mirada confusa, pero antes de que pueda explicarme, las
modelos son llamadas a maquillaje para retoques. Katy me entrega el pequeño plato
con lo que queda del almuerzo que apenas tocó.
—Esa soy yo. Bien, buena suerte, Griffin.
Por las siguientes tres horas, todo lo que puedo pensar es en llegar a casa. La
casa que comparto con Skylar. La casa que espero que sea el lugar donde criemos a
Aaron.
Cuando llego allí, sin embargo, desearía haberme quedado en el trabajo.
Incluso antes de entrar en la cocina, lo oigo. El chico de la comida. Ha pasado
una semana desde que salió con él. Una semana de miradas compartidas, toques
accidentales y conversaciones optimistas. Una semana sin John. Pensé que tal vez
estaba fuera de la foto, a pesar de que nunca pregunté directamente.
Me ve caminar hacia ellos. Podría jurar que se iba, pero después de verme, se
vuelve y le da a Skylar un beso. En la boca. No un beso apasionado. No un beso con
lengua. Sino un beso diseñado puramente para intimidarte sinceramente.
Luego frota su barriga y casi corro para derribar al hijo de puta. Toma cada
gramo de autocontrol que tengo no tumbarlo, destriparlo y esparcir sus órganos
internos por toda mi pared como arte abstracto. Skylar ve mi reacción y rápidamente
185
lo acompaña a la puerta mientras la sigue como un cachorro bien entrenado.
—Tengo algunas cosas que solucionar y volveré a recogerte alrededor de las
seis. —Claramente está hablando con Skylar, pero clava su mirada en la mía. Me está
desafiando a un duelo. Un duelo que tengo toda la intención de ganar.
El teléfono de Skylar suena en la cocina. Le dice a John que puede salir mientras
ella va a recuperarlo.
—Lo acompañaré fuera —intervengo.
Los ojos de ella se amplían y niega hacia mí en advertencia mientras responde
su teléfono.
Palmeo a John en la espalda mientras lo acompaño. No es un palmeo amistoso.
Ni siquiera uno cordial. Es un palmeo de “vuelve a tocar a mi bebé y jodidamente te
mataré”.
Silenciosamente lo acompaño a la puerta y la abro para él, invitándolo a
cruzarla mientras lo fulmino con la mirada. No digo nada, aun así, estoy cien por
cien seguro de que claramente expreso mis sentimientos hombre a hombre.
Da un paso a través del umbral, luego se vuelve y dice maliciosamente:
—Es una chica grande, Griffin. Puede tomar sus propias decisiones. Puede que
vivas aquí ahora, pero eso no te da el derecho a controlarla o al bebé.
Me inclino cerca, metiéndome en su rostro.
—Si te gusta tu rostro de niño bonito con esos dientes blancos perlados, jamás
vuelvas a hablarme de mi bebé. —Luego doy un portazo. A través de la ventana
lateral, lo observo volverse y alejarse, negando mientras baja las escaleras.
—¿De qué fue todo eso? —Me giro para ver las manos de Skylar en sus caderas,
esperando una explicación.
Alzo los hombros en un inocente encogimiento.
—Solo lo veía salir.
—¿Qué le dijiste sobre el bebé?
—Simplemente le sugerí que no me hablara sobre él.
Alza sus cejas.
—¿Sugeriste?
—Puede que haya añadido algo sobre reorganizar su rostro si lo hacía.
—¡Griffin! —exclama con un jadeo—. No puedes ir por ahí amenazando al
hombre con el que salgo. No es justo. No es tu lugar. Tuviste tu oportunidad. Tomaste
tu decisión.
—No, no lo hice. —Alzo una mano para pasarla por mi barba de tres días—.
Maldita sea, Skylar. Te elijo. A ti y a Aaron.
—No puedo hacer esto, Griffin. No puedes solo dejarme y luego esperar volver
a mi vida como si nada hubiese pasado.
—¿Me guardas rencor por el tiempo que pasé llorando a mi esposa? —Sé que es
un golpe bajo, pero empiezo a desesperarme por encontrar una manera de entrar.
186
Se ve horrorizada.
—¡Por supuesto que no! —chilla, echando un vistazo a la urna—. Pero podrías
haber llamado. Podrías haber mandado mensajes o correos electrónicos. Podrías no
haber dejado esa horrible nota. —Se pasea por la sala de estar—. Dos meses, Griffin.
Durante dos meses, pensé que fui el error más grande de tu vida, ¿y ahora quieres
que olvide eso?
—Lo siento, Skylar. ¿Cuántas veces tengo que decirlo? Lo arruiné. Irme así fue
un error. Tú no fuiste el error. Tal vez deberíamos haber esperado para acostarnos…
pero no lo lamento. Lo deseaba. No tienes ni idea de cuánto lo deseaba.
Me mira como si me hubiera crecido una segunda cabeza.
—Entonces, ¿por qué jodidamente te fuiste? —grita.
Levanto mis brazos.
—Jesucristo, Sky. Por una vez en tu vida, ¿puedes dejar de decir joder?
—Claro. Tan pronto como dejes de llamarme Sky.
Sé sin duda que nunca dejaré de llamarla así. También sé eso a pesar de mi
aparente contradicción por el hecho de que amo su boca sucia. No hay nada que
quiera más en este mismo minuto que callarla con un beso. Me acerco a ella y la
detengo de pasearse. Mi mano se posa en la parte baja de su espalda, anclándola
contra mí. Me inclino para besarla, esperando que ceda y me lo permita. Esto es lo
que hacemos, ¿cierto? Peleamos y nos excitamos por el otro. Tal vez es nuestra cosa.
Se aleja antes de que mis labios toquen los suyos.
—Simplemente no lo entiendes, ¿verdad? —pregunta.
Niego.
—¿Entender qué, el hecho de que eres una mujer terca? ¿Que me deseas, pero
parece que no puedes permitirte aceptarlo? —Paso una frustrada mano por mi
cabello—. ¿Qué es exactamente lo que no entiendo, Sky?
—¡Ugh! —Da un pisotón y se aleja—. No me extraña que nunca quisiera un
novio. Los hombres son tan malditamente obtusos.
—¿Obtusos? —grito, siguiéndola—. Creo que he sido jodidamente claro sobre
que te quiero. Que quiero a Aaron.
La puerta principal se abre y Baylor entra.
—Podía oírlos desde la escalera de entrada, chicos —nos regaña, mirando entre
Skylar y yo—. ¿Qué pasa con ustedes dos? —Deja caer su bolso en la mesa de entrada
y entra en la sala de estar—. Erin no quería esto. Quería que se llevaran bien. Que se
amaran y fueran una familia. Estaba escrito por toda ella. Literalmente.
Skylar y yo dejamos de enfurecernos el uno con el otro y miramos a Baylor.
Hablamos a la vez.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunto.
—¿De qué hablas? —dice Skylar.
187
Los ojos de Baylor se entrecierran, arrugando su nariz cuando dice:
—El tatuaje.
Miro a Skylar con confusión para ver que tiene exactamente la misma expresión
en su rostro que yo. Me vuelvo hacia su hermana.
—Uh, Erin no tenía ningún tatuaje, Baylor.
La mandíbula de Baylor cae abierta. Luego sus manos suben para cubrir su
jadeo.
—¿Nunca se los enseñó? —Sus ojos se disparan entre Skylar y yo.
—¿De qué diablos hablas? —pregunta Skylar.
—El día del ultrasonido —explica Baylor—. La tarde que Erin pasó con Mason
y conmigo. El día que nos dio las cartas. Nos obligó a encontrar un tatuador dispuesto
a venir a la casa. Luego nos hizo jurar guardarlo en secreto. Dijo que iba a
enseñárselos cuando el momento fuera el correcto. Simplemente asumí… —Sus ojos
caen a la urna—. Oh, Dios. Lo siento tanto. Debió olvidarlo. Debería haberles dicho.
—¿Qué fue? —inquiere Skylar—. ¿Qué tipo de tatuaje se hizo?
Baylor niega.
—No lo sé. No nos lo mostró. Dijo que era privado y solo para ustedes. —Hace
un gesto a la barriga de Skylar—. Para ustedes cuatro.
—¿Cómo no lo vimos? —pregunto—. ¿Dónde estaba?
—Estoy bastante segura de que se lo hizo en la parte baja de la espalda —
responde Baylor.
Mi rostro se llena de sorpresa.
—¿Mi esposa se hizo un tatuaje de zorra? —pregunto incrédulamente, mirando
entre las dos mujeres en la habitación—. Mi esposa. La remilgada y apropiada
profesora de escuela elemental, que no salía sin protección solar factor cien por
miedo a dañar su perfecta piel.
De repente, los tres estallamos en risas. Skylar se ríe tan duro que cruza sus
piernas, probablemente para no hacerse pis en los pantalones. Baylor limpia bajo sus
ojos cuando empiezan a aguarse. Me siento como si estuviera teniendo una
experiencia extracorpórea, mirándonos a los tres unirnos por esta cosa
completamente fuera de su carácter que mi esposa hizo.
—Bien, estaba en su lista —menciona Baylor, intentando recuperar el aliento.
—Oh, mierda. —De inmediato, tengo otra idea que me hace recomponerme y
enderezarme—. No se hizo perforaciones que no pudimos ver, ¿cierto?
—Uh… —Skylar frunce las cejas—. ¿No crees que lo habrías notado? Ya sabes,
cuando…
—¡Skylar! —interrumpe Baylor, dándole una mirada malvada.
Me encojo de hombros.
—No. No lo habría notado. No pudimos… ella no pudo… no por un tiempo. 188
—Lo siento tanto —dice Skylar—. Eso fue insensible por mi parte. —Se acerca
para tocar la urna de plata sobre el manto—. Dios, desearía que pudiéramos haber
visto su tatuaje.
Miro mis propios tatuajes. Soy completamente consciente del proceso.
—¿Quién fue el tatuador? —le pregunto a Baylor—. Todos los respetables
mantienen registros y dibujos de su arte. Si tenemos suerte, puede que hayan tomado
una foto después de tatuarla.
Baylor escribe el nombre del lugar donde el artista trabaja y me lo entrega. Miro
mi reloj para ver que son casi las cinco. Me vuelvo hacia Skylar.
—¿Estás lista para esto?
—¿Estás de broma? ¡Diablos, sí! —Saca su teléfono y entra en la otra habitación
gritando—. Solo necesito hacer una rápida llamada primero.
No puedo evitar la sonrisa que se apodera de mi rostro.
Griffin — 1
John, el chico de la comida — 0
Bien, así que, técnicamente, John ha tenido algunas citas más con ella que yo.
Pero por lo que a mí respecta, el juego empieza ahora y Griffin Pearce nunca
jodidamente pierde.

No puedo apartar mis ojos de la imagen. Es definitivamente la espalda baja de


Erin. La foto muestra el inconfundible lunar que había justo al lado de uno de sus
sexys hoyuelos. Trazo mi dedo sobre las palabras y los hombres que forman el
símbolo del infinito.
Destino. Fe. Familia.
Siempre estaba hablando de esas cosas. Saco mi cámara y tomo una foto de la
imagen. Ojalá nos hubiera mostrado esto. La permanencia de esto es incluso más
significativa que la carta que Erin me escribió. Me pregunto si lo hubiéramos visto
entonces, ¿las cosas se habrían desarrollado de forma diferente? ¿A qué estuvo
esperando y por qué no nos lo mostró de inmediato?
Una vez más, maldigo que el cáncer, al final, le robara su memoria. Su
personalidad. Su vida.
Echo un vistazo para encontrar a Skylar sosteniendo la plantilla del tatuaje.
—Es hermoso —dice, volviendo su atención hacia el artista—. ¿Puedo tener una
copia de esto?
Spike, el tatuador y dueño de la tienda, que estoy seguro recibió su nombre por
la forma en que lleva su cabello azul en punta por cada parte de su cabeza, toma la
plantilla de ella.
189
—No veo por qué no. Fue su diseño.
Mi mandíbula cae con sorpresa.
—¿En serio? —Examino el boceto que vino de la mujer que tenía problemas
haciendo figuras de palo. Solía quejarse de que los niños de segundo grado podían
dibujar mejor que ella—. ¿Diseñó esto? —Niego con asombro.
—Lo hizo. —Asiente, llevando la plantilla hacia su fotocopiadora—. Es un poco
elemental, pero cuando le ofrecí retocarlo, no me permitió cambiar nada.
Elemental. Skylar y yo compartimos una conocedora sonrisa mientras Spike le
hace una copia.
Se la entrega.
—¿Prometes volver aquí cuando quieras hacerte uno?
—¿Yo? —chilla Skylar una octava más alto de lo normal—. No, no voy a hacerme
ninguno. Solo quiero recordarlo… ponerlo en mi álbum de ella.
Mientras esperamos a un taxi fuera del edificio, mira la copia de la plantilla,
pasando su dedo sobre las palabras al igual que yo hice. Me asomo sobre su hombro
y lo admiro.

Sin alejar sus ojos de él, dice:


—No tengo cumpleaños este año.
Un taxi estaciona en la acera y abro la puerta para ella.
—¿Eh? —pregunto, mientras se desplaza por el asiento para hacerme espacio.
—La semana pasada dijiste que no sabías cuándo era mi cumpleaños. Bueno,
no tengo este año. Nací el veintinueve de febrero. Técnicamente, no tendré otro
cumpleaños hasta dentro de tres años. —Mientras habla, mira por la ventana a las
oscurecidas calles del centro de Manhattan.
Estudio la parte de atrás de su cabeza, observando su largo cabello ondulado.
Extiendo la mano y tomo un mechón, frotándolo entre mis dedos, contemplando si
Aaron tendría su combinación única de cabello claro y oscuro.
—Y mi color favorito es el negro —añade en voz baja, como si divulgarme esta
información pudiera de alguna manera comprometer su determinación de evitarme.
—El negro no es un color —digo—. De hecho, es la ausencia de color.
Me echa un vistazo lo bastante largo para poner sus ojos en blanco antes de
mirar de nuevo por la ventana. 190
—Lo que sea, señor Fotógrafo.
Me río.
—Bien, el negro será. Y gracias por decírmelo.
Asiente y vuelve a trazar el tatuaje mientras pongo mi atención en mi teléfono.
Rápidamente le envío un mensaje a Mason, diciéndole que tenemos cuatro semanas
para organizar la mejor fiesta de no-cumpleaños que alguien haya visto jamás.
28
—¿H
ay algo más que necesites decirme, Dix? —Aunque me ha estado
ayudando a planear la fiesta las últimas dos semanas, este es el
primer momento que hemos tenido juntos desde que salimos por
bebidas. La fiesta se ha convertido en más que una no-fiesta de
cumpleaños de Skylar. A sugerencia de Baylor, casi se ha convertido en un baby
shower.
—¿Decirte? —cuestiona mientras movemos las últimas cajas que empacamos
al sótano.
Casi amontono mi caja en la zona de almacenamiento. Saco el rotulador del
bolsillo y la marco, “Cosas de Erin de la escuela”. Lógicamente, sé que no hay una
buena razón para guardar ninguna de estas cosas. Son en su mayoría fotografías de
clases, correspondencia y certificados. Pero no puedo obligarme a simplemente tirar
cinco años de su vida a la basura. Fue lo suficientemente duro conseguir limpiar el
estudio.
—Por ejemplo, ¿hay más secretos que me has estado ocultando? —Le pongo la
tapa al rotulador y lo miro a él—. Primero, no me hablaste sobre las cartas que Erin
escribió. Luego, retuviste información sobre Skylar teniendo citas. Y ahora,
¿averiguo que mi mujer se hizo un tatuaje? ¿Qué más hay de lo que no sé nada?
Pareces saber más de mi vida que yo.
Alza las manos a modo de rendición. 191
—Erin me hizo guardar el secreto, hombre. ¿Qué esperabas? No es alguien con
quien rompes tus promesas.
La culpa penetra cada poro. Pienso en la promesa que rompí al huir. La única
vez que fallé a Erin. Fallé a Skylar y al bebé. Fallé a todos los que eran más
importantes para mí. He jurado rectificar mi grandioso error. Tal vez esta fiesta es la
oportunidad que necesito para hacerlo.
—¿Cuántas cartas hay? —mascullo mientras levantamos el gran escritorio que
bajamos aquí, intentando colocarlo en la esquina del sótano.
Niega, dándome una mirada compasiva.
—Lo siento. No puedo decírtelo. Las recibirás cuando y si la situación lo
requiere. Sus instrucciones específicas. Le di mi palabra. Honor de scout.
Le pego en la parte trasera de la cabeza mientras nos encaminamos hacia las
escaleras.
—Nunca fuiste un maldito Boy Scout.
Intenta esquivar mi ataque, riéndose.
—Así que, ¿cómo están las cosas con Sky estos días?
Resoplo.
—La mujer es una maldita contradicción. Sé que me quiere. Puedo sentirlo. Se
está conteniendo, pero no puedo imaginar el por qué. Y ese imbécil de John sigue
alrededor. Desearía que ya se hubiese deshecho de él. No la entiendo, Dix.
Permanecemos en la entrada de doble puerta de lo que una vez fue el estudio,
examinando nuestro trabajo. Pongo el toque final en la habitación… las flores que
había enviado más temprano con todo lo demás.
Mason endereza una fotografía que colgamos.
—Quizás piensa que solo estás honrando el último deseo de Erin. ¿Siquiera le
has hablado de forma diferente? —Alza las cejas hacia mí—. Este podría ser el
momento para ese gran gesto, amigo mío.
—¿No es eso de lo que se trata toda esta fiesta?
Se ríe.
—Cualquiera puede planear una fiesta, G. Es lo que haces en la fiesta lo que
cuenta.
Asiento, pensando en sus palabras cuando me vibra el teléfono en el bolsillo.
Sonrío cuando veo el nombre en la pantalla. Deslizo el dedo sobre la pantalla para
responder, poniéndolo en altavoz.
—Piper. Gracias por devolverme la llamada, sé que ahí debe ser tarde.
—¿Querías hablar conmigo sobre la fiesta que estás planeando para Skylar? No
estoy segura de qué puedo hacer desde Estambul.
No conozco a Piper personalmente. Pero Skylar y Baylor hablan de ella lo
suficiente para que sienta que lo hago. Lo que sé es que rara vez vuelve a casa. Skylar 192
dijo que la última vez que estuvo aquí fue para la boda de Baylor e incluso entonces
solo se quedó dos días.
Sé que es una posibilidad remota, pero lo pregunto de todos modos:
—Me encantaría sorprender a Skylar teniéndote en la fiesta.
Hay una larga pausa antes de que conteste:
—No puedo, Griffin.
—Estaría más que feliz de pagarte tu billete de ida y vuelta. En realidad, insisto
en ello, Piper. Sería genial tenerte aquí.
—No lo creo —contesta—. No es el dinero. Simplemente no puedo.
—¿Has hablado con Baylor? ¿Te explicó que es una fiesta de cumpleaños y un
baby shower? Sé que significaría mucho para Skylar y para el resto de tu familia, si
pudieses venir.
—No, Griffin. —Alza el tono de voz—. Por favor, déjalo. Enviaré regalos. La
llamaré. Pero no puedo ir. Lo siento.
Miro a Mason a ver si tiene alguna brillante idea. Se encoge de hombros.
—Por favor, reconsidéralo —le pido—. Haré lo que sea para que estés aquí.
Escucho su fuerte suspiro a través del teléfono.
—¿En cuántas formas diferentes puedo decirlo? No voy a ir. Ya se lo dije a
Baylor cuando ella me llamó para suplicarme que lo hiciese. Ahora tengo que irme.
Es tarde.
Antes de que pueda despedirme, la línea muere.
—Qué perra —comenta Mason, reuniendo sus cosas para irse—. ¿Cómo es
posible que las otras dos Mitchell estén emparentadas con esta? ¿Qué demonios pasó
ahí?
—No lo sé. No sonaba para nada como la persona que la hacen parecer. —Lo
acompaño a la puerta—. Oye, gracias, hombre. Aprecio toda la ayuda. Eres un buen
tipo.
Se inclina y me da un abrazo que solo puede ser compartido por dos hombres
heterosexuales con confianza.
—Cualquier cosa por ti, G. Lo sabes.

—Papá, ¿podrías, por favor, dejar de disculparte? —Pongo los ojos en blanco
porque mi padre no puede verme por el teléfono. Cada vez que hablamos, que es una
vez a la semana últimamente, me dice que lo siente por abandonarnos a mi madre y
a mí. Me reclino en el sofá del estudio pensando en lo hipócrita que sería al no
perdonarlo ahora, después de que básicamente hiciese lo mismo. 193
Está bien, quizás solo me fui durante unos meses mientras que él nos abandonó
durante años, pero estoy intentando no ser tan severo con él y reparar nuestra
relación todo lo que pueda. No llegaría tan lejos como para decir que estamos
planeando unas vacaciones familiares juntos. Pero estamos… dispuestos. Incluso
amigables. Erin estaría feliz.
Comenzamos a hablar del tema de Mason y su mala suerte porque Johnny
Henley se negó a retirarse. Mi mano termina en el espacio entre el cojín y el brazo
del sofá. Algo me golpea. Estiro la mano y saco un montón de fotografías.
Fotografías de mí.
Ojeo el montón de fotografías mientras pongo excusas para colgar el teléfono.
Planeamos tener una comida la semana que viene y luego me despido.
No puedo creer lo que estoy mirando. Recuerdo ver una fotografía de mí ahí en
el sofá la noche que vine por mis cosas. Pero no pensé mucho en ello, mi estudio está
lleno de fotografías. Pero esto… este es un montón de fotografías escondidas por una
mujer con un enamoramiento serio. No solo hay muchas imágenes de mí que tomó
en el picnic de Erin, sino que las más viejas son fotografías tomadas por Erin cuando
íbamos al instituto. Imágenes tomadas en cumpleaños, vacaciones y ceremonias de
premios. Algunas de las fotografías tienen a Erin en ellas, pero la mayoría son solo
de mí. Skylar debe haberlas encontrado cuando miró las cosas de Erin.
Mi sonrisa se amplía cuando pienso en ella aquí sentada mirándolas. No quiere
que sepa que piensa en mí. Me río para mí mientras voy hacia un archivador y saco
una fotografía que había guardado hace mucho tiempo. Mi fotografía de último
curso. Mi cabello estaba más largo y más rebelde que lo que está ahora, y estoy muy
seguro que ni siquiera poseía una buena máquina de afeitar. Llevo la fotografía al
sofá y la pongo en medio del montón antes de volver a dejarlas donde las encontré.
Ya te descubrí, Mitchell.
Escucho la puerta de entrada cerrarse de golpe. Cuando alcanzo la cima de las
escaleras, encuentro a Skylar mirando boquiabierta el viejo estudio. Ni siquiera estoy
seguro de que me escuche llegar detrás de ella. Sigo su mirada mientras capta todo
lo que Mason y yo hicimos mientras estaba en el trabajo.
Transformamos la habitación en una zona de juegos para niños. Hay una manta
de juegos en el suelo con uno de esos móviles sobre él. Una cuna balancín que se
convertirá en una trona cuando Aaron crezca. Junto a eso hay una sillita de juegos
con todo tipo de abalorios y juguetes para mantenerlo ocupado. Las estanterías están
llenas de manuales para padres, libros del doctor Seuss y un montón de otra mierda
que envió la tienda de bebés. En una esquina, les hice poner otra mecedora, así no
siempre tendremos que subir las escaleras para usar la de su habitación. Terminé la
habitación con una pequeña cuna que tiene un cambiador incorporado a un lado.
Dirige la mirada a la pared. Había aumentado la fotografía de la mesilla de
noche de Skylar. La de Erin tocándole la barriga en el picnic. En la pared contraria,
aumenté el dibujo del tatuaje de Erin y lo tuve montado en un marco de hierro
forjado bordeado con flores. Finalmente, posa la mirada en el jarrón de lirios blancos
en la mesa pequeña junto la mecedora.
Incluso desde atrás, puedo verla levantar la mano para juguetear con el
194
relicario. Doy un paso más cerca y, finalmente, debe escucharme porque se
sobresalta.
—Oh, Dios mío, Griffin. ¿Cómo…? ¿Cuándo? —Se gira para enfrentarme, pero
no me mira a los ojos. Su mirada cae detrás de mí, en la nueva gran estructura de
juego que había construido esta mañana en el patio trasero.
Se lleva la mano a la boca con sorpresa.
—¿Hiciste todo esto? —Pone su mirada en la mía.
Le doy una sonrisa y un pequeño encogimiento de hombros.
Señala al columpio de fuera.
—Sabes que no será capaz de usar eso en años, ¿verdad?
Me río y niego.
—Simplemente di gracias, Skylar.
—Gracias —dice, estirando la mano como si quisiese tocar mi brazo, pero luego
echándose atrás antes de hacer contacto—. Por supuesto, gracias. —Camina por la
habitación y se sienta en la mecedora—. Será muy agradable no tener que ir arriba y
abajo por las escaleras por cada pequeña cosa. Y las imágenes —ondea la mano por
la habitación—, son perfectas, Griffin. Todo es perfecto.
Toma un lirio del ramo y lo pone sobre su barriga. Luego cierra los ojos y se
relaja con el suave movimiento de la silla. Lo que daría ahora mismo por tener mi
cámara en la mano. Lo que daría por sacar una fotografía de su barriga mientras está
sosteniendo la flor contra la misma. Lo que daría por besar a la mujer sosteniendo la
flor y contarle cada sentimiento que está fluyendo por mi cuerpo en este mismo
instante.
—Skylar. —Mi voz es como una lija. Me aclaro la garganta y me preparo para su
negación—. Realmente me gustaría tomar una fotografía de ti ahora mismo. ¿Puedo?
Baja la mirada a su ropa y se coloca un mechón de cabello tras la oreja. Luego
asiente.
Sin darle otro segundo para pensar en ello, corro a mi estudio para tomar la
cámara. En segundos, estoy de vuelta. Sacando imagen tras imagen de ella. Debo
tomar docenas de fotografías antes de detenerme a respirar. Luego el fotógrafo en
mí se pone en marcha y comienza a dar órdenes.
—Creo que realmente sería una dramática fotografía en blanco y negro si te
levantases la camiseta un poco y sostuvieses la flor contra tu ombligo.
Levanto la mirada del visor y atrapo sus ojos interrogantes. Quiere protestar,
pero antes de que sus palabras salgan, aseguro:
—Skylar, soy un profesional. Créeme, me lo agradecerás más tarde. Será una
hermosa fotografía.
Duda, pero luego accede y, con la mano que no sujeta la flor, se levanta la
camiseta negra hasta debajo de sus pechos. La camiseta se amontona de forma
extraña, así que le pido que la levante y la enrolle por los lados. Tomo docenas de
fotografías más, haciendo que mueva la mano o la flor de una forma u otra. No tengo
195
ninguna duda de que esta será mi nueva fotografía favorita.
Es jodidamente hermosa. Absolutamente perfecta. ¿Cómo es que nunca antes
vi la belleza en el embarazo? A través de la lente de la cámara, trazo con el ojo cada
curva pronunciada de su barriga. Cada línea débil que es evidencia de piel
recientemente estirada. Cada temblor de sus manos nerviosas.
Bajo la cámara, con el corazón latiendo con fuerza y la respiración entrecortada.
Camino hacia ella y me presiono contra su estómago desnudo. Sujeto su rostro entre
las manos mientras nos miramos el uno al otro. Pienso en las imágenes escondidas
en el sofá. Desea esto. Bajo la mirada a sus labios y me inclino, deseando tomar lo
que me dé. Deseando luchar por lo que no.
Puedo ver la duda en sus ojos, la siento en su cuerpo. Mis labios apenas tocan
los suyos cuando me detengo. Me echo hacia atrás y bajo la mirada hacia lo que nos
separa. Nuestro hijo. El niño que acaba de darme una patada en la ingle.
Inmediatamente dirijo la mano a su barriga para sentir los movimientos que ahora
puedo ver claramente.
Su estómago se mueve incluso más, saltando arriba y abajo mientras ríe.
—Alguien piensa que no deberías haber hecho eso —bromea.
Me dejo caer de rodillas y pongo ambas manos en su barriga todavía desnuda.
Por primera vez, tengo una charla con mi hijo.
—Escucha, Aaron. No tienes permitido interrumpir a tu propio padre. Los
chicos tienen que permanecer juntos.
—¿Los chicos tienen que permanecer juntos? —repite Skylar—. ¿Esas son tus
primeras palabras de consejo para él?
Suena el timbre de la puerta. Maldigo silenciosamente eso y a quien lo presionó
por interrumpir nuestro momento familiar. Skylar baja la mirada hacia mí con culpa
en los ojos.
—Uh… probablemente debería contestar. —Se aparta de mí y se baja la
camiseta. Me entrega el lirio cuando pasa a mi lado.
Ni siquiera tengo que preguntar quién está en la puerta. Ya lo sé. Está escrito
por toda ella.
Pongo la flor de vuelta con las otras y luego me apoyo casualmente contra el
marco de la puerta, observando mientras lo deja entrar. John cruza el umbral,
dándole un beso de bienvenida en la mejilla antes de verme allí, observándolos a los
dos. Sigue la mirada de Skylar hacia mí. Sus ojos marrones se congelan mientras
asiente con la barbilla hacia mí.
—Pearce —dice. No espera mi respuesta antes de volverse a girar hacia Skylar,
sosteniendo un ramo de rosas rojas—. Estas son para ti.
Skylar mira brevemente hacia el jarrón lleno de lirios en la sala de juegos.
Sucedió muy rápido, estoy seguro que John lo notó. Pone lo que pienso que es una
sonrisa falsa en su rostro mientras las toma.
—Gracias, John. Son hermosas. —Las pone en la mesa de la entrada. 196
Skylar odia las rosas. ¿Cómo no sabe eso después de todas las citas que han
tenido? Quizás no haya estado prestando atención. Quizás tampoco sabe otras cosas
importantes sobre ella. Por ejemplo, cómo gira el anillo de su dedo meñique en la
mano derecha cuando está mintiendo, como está haciendo ahora mismo. O que su
color favorito en realidad no es un color.
O que tiene un montón de fotografías de mí en el sótano.
Me río, mirando al imbécil que intenta robarme a mi chica.
—Rosas. Un bonito detalle, hombre.
—¿Qué es tan divertido, Pearce? —dice él con una sonrisa siniestra y una risa
arrogante—. Después de todo, soy el que la va a llevar a cenar esta noche.
—Sobre eso —interviene Sky—. No creo que esté bien para salir esta noche. He
estado teniendo un montón de contracciones Braxton-Hicks8 y solo quiero apoyar
los pies y relajarme.

8 Braxton-Hicks: Contracciones falsas que algunas mujeres tienen en la segunda parte del

embarazo.
John observa las manos de ella mientras se frota la barriga de embarazada.
Luego me mira apretando los labios. Luego suspira.
—Está bien, podemos quedarnos aquí. ¿Quieres que cocine para ti?
Skylar niega.
—No. No tienes que quedarte y ocuparte de mí. Pediré algo.
—No es problema, de verdad. —Comienza a quitarse el abrigo.
—John, creo que solo voy a acostarme temprano. ¿Podemos volver a planearlo?
Encuentro difícil controlar la sonrisa que lucha por salir. Lo está echando. Miro
la conversación de tira y afloja como una partida de ping-pong.
—¿Estás segura? —cuestiona—. Estaría encantado de ir a buscarte algo de
comer.
—Estoy segura. —Skylar extiende la mano hacia él y vuelve a ponerle el abrigo
sobre los hombros. Estoy seguro que ella no quería hacerlo como un acto íntimo. De
hecho, creo que lo está haciendo para echarlo. Pero el simple pensamiento de que lo
toque hace que mi sangre esté a punto de hervir.
Él se gira para abrir la puerta.
—Entonces, te llamaré mañana. Tómalo con tranquilidad, ¿sí?
—No te preocupes, McCormack, me ocuparé de ella —aseguro, todavía apoyado
contra la puerta de la habitación de juegos.
Él mira hacia la habitación rediseñada, notando ahora lo diferente que está.
Mira a la imagen en la pared justo antes de posar la mirada en mí. Si fuese posible
lanzar dagas por los ojos, estaría muerto, clavado y colgando ensangrentado del
marco de la puerta.
Skylar me lanza una mirada como reprimenda antes de acompañarlo fuera. 197
Me acerco y me siento en el sofá, sabiendo que mis planes para la noche
incluyen frotar los pies de la hermosa madre de mi hijo.
Griffin – 2
John, el tipo de la comida – 0
29
U
n ruido me despierta. Miro alrededor de mi habitación oscura y tomo el
teléfono para comprobar la hora. Dos de la madrugada. Me pongo unos
pantalones de deporte y abro la puerta hacia el pasillo. En la suave luz
brillando desde la calle por la ventana del pasillo, puedo ver la puerta de la
habitación de Skylar abierta. Me detengo en el umbral.
—¿Skylar?
Cruzo su cuarto y reviso el baño. Vacío. Me dirijo escaleras arriba para ver la
luz sobre la chimenea encendida como siempre. Skylar la usa como luz de noche. Un
hábito de cuando era niña y podía despertarse por un vaso de agua. Su padre recibió
demasiados golpes en los dedos de los pies acompañándola a la cocina, así que
comenzó a dejar encendida la luz sobre los fogones cada noche.
No lo necesitamos. La luz de la farola se filtra por las ventanas de la puerta de
entrada, difundiendo justo la luz suficiente en la planta principal para poder ver por
dónde pisas. Aun así, la deja encendida cada noche. Y si se olvida, la enciendo por
ella.
—¿Skylar? —Miro hacia el sofá para ver si se ha quedado dormida ahí. Miro en
la sala de juegos. Comienzo a asustarme y decido volver corriendo a mi habitación y
tomar mi teléfono para llamarla. Al pasar junto a la escalera del sótano, veo una luz
débil. Bajo las escaleras y no puedo evitar sonreír ante lo que me encuentro al final.
Silenciosamente la observo pasar por el montón de fotografías de entre los cojines 198
del sofá que no sabe que conozco.
Mis pies se encuentran pegados al suelo mientras la miro. Tiene el cabello
recogido, algunos mechones escapándose de su moño despeinado en la cima de la
cabeza. Lleva puesta una corta bata de seda que le cae ligeramente sobre un hombro,
revelando un camisón a juego de tirante fino. Bajo la suave luz de la lámpara, no
puedo decir de qué color es su camisón. Espero que sea verde. Sé que haría que sus
ojos se viesen increíbles.
Se reclina contra el sofá, colocándose uno de los cojines sobre los pechos. Unos
de los cojines en los que solía dormir cuando este sofá estaba en mi habitación. Se lo
lleva al rostro, cierra los ojos e inhala profundamente por la nariz.
Joder. Me está oliendo.
Está mirando su montón secreto de fotografías y oliéndome.
Carraspeo y se sobresalta. Mira las fotografías en su mano y rápidamente las
mete en un lado del sofá, poniendo el cojín justo encima de ellas. ¿Realmente piensa
que no la noté mirándolas?
Está callada. No dice nada sobre mi fotografía de último año. Quizás todavía no
la vio. Quizás bajó aquí poco antes que yo.
Se sienta y coloca las piernas debajo de ella, mirando mi torso desnudo. Su
encantamiento obvio con mi piel expuesta me hace querer golpearme el pecho como
King Kong.
Me acerco como si ni me inmutara ante su embobamiento.
—¿Estás bien? ¿Tuviste más de esas contracciones falsas?
El alivio le recorre el rostro cuando no saco el tema de las fotografías. Niega.
—No. Bueno, sí, las tengo ocasionalmente, pero ese no es el motivo por el que
estoy aquí.
Intento no sonreír. Sé por qué está aquí abajo. Sé exactamente por qué está
aquí abajo. Necesitaba verme. Olerme. Me desea, pero siendo la mujer terca que es,
simplemente no puede admitirlo y permitirnos avanzar las cosas. Cosas como
besarnos. Y tocarnos. Y hacer el amor. Y besarnos más.
Miro sus labios carnosos y me pregunto si el embarazo los ha hecho más
grandes, o si siempre han sido así.
Pone las manos sobre su barriga prominente y suspira.
—La echo de menos.
Cierro la distancia entre nosotros. Ahora soy capaz de confirmar que su
atuendo para dormir es de hecho verde. Ansío estirarme y tocarlo, sabiendo que
probablemente es tan sedoso como su piel. Tan suave como su cabello ondulado. Me
siento a su lado, dejando solo unos centímetros de espacio entre nosotros.
—Yo también —afirmo. Quizás estaba equivocado. Quizás estaba mirando
fotografías de Erin y no babeando por mí.
Asiente.
—Era mi mejor amiga. —Se le rompe su pequeña voz. 199
—La mía también. —Tomo su mano en la mía, dejándolas apoyadas en el sofá
entre nosotros.
Sus dedos se tensan, pero no se aparta.
—Nunca he conocido a nadie tan genuino y amable —comenta—. Erin fue como
una hermana para mí. A veces, me siento muy egoísta por estar enfadada porque
muriese y ya no pudiese ser mi amiga. No es que no tenga grandes amigas. Pero es
solo… no creo que jamás vaya a tener una amiga como ella. —Sorbe por la nariz y se
limpia una lágrima—. Sabes, hablo con ella. Por la noche. Le hablo sobre mi trabajo,
sobre Frijol, sobre la vida. —Mira hacia mí—. ¿Crees que lo escucha? ¿Crees que sabe
lo que está pasando aquí?
Niego.
—No lo sé. A veces me preocupo por las mismas cosas.
—¿Piensas que estaría molesta con nosotros? —pregunta.
Me encojo de hombros. No puedo responder a eso. No sin la culpa pesando
sobre mí. No sin hacer que Skylar se sienta también culpable. Me siento como un
imbécil por no tranquilizarla, pero el hecho es que no lo sé.
—Fue la única que nunca me juzgó —menciona.
Miro las lágrimas deslizándose por su rostro, algunas siendo detenidas por sus
labios solo para ser limpiadas cuando saca la lengua para atraparlas. Es todo lo que
puedo hacer para no estirar la mano y quitarlas. Pero estamos hablando de mi
esposa. Parece un momento inapropiado para tocarla tan íntimamente.
Le doy un apretón a su mano.
—Yo nunca te juzgué, Skylar.
Aparta la mano, metiéndola bajo su pierna para restringir mi acceso a ella.
—Sí, lo hiciste.
—¿Lo hice?
Asiente.
—La primera vez que nos conocimos. Sé que solo estabas siendo diligente con
todo el proceso de la subrogación, pero hiciste un comentario sarcástico sobre mi
pasado promiscuo.
Cierro los ojos. Dije eso. Pero no por la razón que cree.
—Lo siento. Tienes razón en que lo dije, pero no fue porque estuviese juzgando
tu pasado.
Inclina la cabeza a un lado con su mirada escéptica cuestionándome.
—Lo dije porque estaba siendo un imbécil. Porque cuando te vi, algo en mi
interior se removió. —Niego, todavía albergando sentimientos de culpa por ello—.
Amaba a Erin. Siempre lo haré. Y nunca la habría engañado. Pero no podía negar mi
atracción instantánea por ti. Me asustaba e intentaba ocultar mis sentimientos.
Su mirada se suaviza y deja salir una risa casi inaudible.
—También tengo una confesión que hacer.
200
—¿De verdad? —Me giro hacia ella, poniendo el brazo sobre el respaldo del sofá.
—Este sofá. No lo quité de la habitación porque me recordase a Erin. Lo bajé
aquí porque olía a ti y era… molesto tenerlo allí. —Baja la mirada a mi pecho una vez
más. Me pregunto si puede ver la forma en que mi corazón late más rápido cada vez
que me mira así.
—Molesto, ¿eh? —Encuentro difícil esconder mi sonrisa.
Ignora mi expresión, levantándose del sofá. Cruza el estudio. Toma un pañuelo
de la mesa y se seca los ojos. La caja de pañuelos y la carpeta debajo de ella se
tambalean sobre la mesa, cayendo al suelo.
—Oh, lo siento —dice, inclinándose para recoger las fotografías que se
expandieron sobre el suelo.
Antes de que me dé cuenta de lo que está pasando, jadea.
—¿Qué son estas?
Intento quitárselas, pero me aparta a un lado. Las extiende sobre la mesa y
enciende la luz del techo para echar un mejor vistazo. La conmoción se muestra en
su rostro mientras admira las fotografías. Son los retratos que saqué de ella hace
semanas mientras dormía en el sofá. Fotografías íntimas de cada parte del cuerpo.
Luego hay otras que tomé mientras esperaba en la cafetería. Muchas de las imágenes
mostraban el relicario que descansaba entre sus pechos.
Levanta la mano para tocar el relicario.
—¿Qué demonios, Griffin? ¿Por qué me fotografías cuando no me doy cuenta?
—Se gira para enfrentarme, apretándose la bata como si añadiese otra capa de
armadura para proteger su vulnerabilidad—. Estas imágenes son jodidamente
espeluznantes.
Le pongo los ojos en blanco, pero mantengo mi comentario sobre su elección
de palabras para mí.
—Oh, cierto. Soy el espeluznante. —Me acerco al sofá y saco su montón,
sosteniéndolo para que lo vea. Ojeo entre ellas y tomo unas cuantas que hizo en el
picnic—. Hiciste lo mismo, Skylar. Me fotografiaste.
—¡Ugh! —Se acerca dando pisotones y me quita las fotografías de las manos,
poniéndolas en la papelera—. No es lo mismo.
—¿No lo es? Entonces, ¿qué es esto? ¿Por qué miras estas fotografías?
—Porque extraño a Erin, estúpido.
Voy a la papelera y tomo una fotografía.
—Porque extrañas a Erin, ¿eh? —Sostengo la fotografía frente a ella—. Mira
esta, este retrato mío. ¿Te sientas y la miras, fantaseando sobre mi barba incipiente
frotando entre tus piernas?
Se queda boquiabierta. Me quita la fotografía, rompiéndola en dos.
—¿Por qué eres tan malditamente terca, mujer? ¿Cómo puedes seguir saliendo
con John, sabiendo muy bien que soy el hombre que quieres en tu cama?
201
—¿Tú? —Niega—. Si lo recuerdo, te tuve en mi cama. Luego huiste, Griffin. ¿Por
qué querría volver a cometer ese error de nuevo?
—No fue un error. ¡Se supone que estemos juntos, Sky! —le grito.
—¿Cómo así, porque Erin dijo que deberíamos? ¡Y podrías dejar jodidamente
de llamarme Sky! —chilla.
—Esto es todo —digo, acercándola a mí y aplastando mis labios contra los
suyos.
Todo su cuerpo se tensa, pero no me aparta. Relaja los labios y me permite
besarla. Tomo sus labios carnosos entre los míos, chupándolos ligeramente, jugando
con ellos, dejando que se acostumbre a mí. Deja que le acaricie el labio inferior con
la lengua y luego la empujo dentro de su boca. Nuestro beso comienza lento y
reservado, pero rápidamente se convierte en más demandante. Incluso apasionado,
no puedo recordar otro momento en mi vida cuando un simple beso tenía mi cuerpo
al borde de la detonación. La atraigo más fuerte contra mí, apretando su barriga
entre nosotros. La sujeto por la parte trasera de la cabeza y la inclino para
profundizar el beso. Chilla con un suave y reticente gemido, pero es suficiente para
que la reclame incluso más. Es suficiente para hacerme saber que quiere esto.
Nuestras lenguas se mueven juntas como si lo hubiesen hecho cientos de veces,
no solo unas pocas. Nuestra respiración se convierte en un baile coreografiado, su
intercambio de cada respiración con la mía en una sincronización perfecta. Si el
latido de nuestros corazones fuese audible, estoy seguro de que encontraríamos que
están precisamente acompasados el uno con el otro. Si besase a un millón de
mujeres, no encontraría otro beso tan perfecto como este.
Sus manos se aferran a mis hombros, luego las desliza por mi cabello,
sujetándolo como si fuese su salvavidas.
Deslizo las manos por cada centímetro desnudo de sus brazos, de la punta de
sus dedos a su cuello. Cuando mis pulmones reclaman aire, me aparto lo justo para
llenarlos, mientras trazo besos desde su barbilla hasta su oreja.
—Sky —susurro entrecortadamente cuando llego ahí—. Te deseo tanto.
Como si mi voz la despertase de un sueño, pone una mano entre nosotros y me
empuja.
—No. No puedo hacer esto. —Se gira y camina hasta las escaleras.
—¿Por qué no, Skylar? —grito detrás de ella—. No puedes decirme que no lo
sentiste. No hay forma en el infierno que un beso como ese fuese unilateral. Ese fue
el mejor maldito beso de mi vida. Y estoy dispuesto a apostar que fue el mejor beso
de la tuya.
Antes de alcanzar las escaleras, se gira hacia mí, clavando su mirada en la mía.
Negando con vehemencia.
—Simplemente no lo entiendes, Griffin.
La observo desaparecer por las escaleras. Me estrujo el cerebro para averiguar 202
de qué demonios está hablando. Me siento en el sillón del estudio, rememorando
toda la conversación que hemos tenido en mi mente. He dicho que lo siento. He dicho
que la quiero a ella y al bebé. He redecorado por ella. Jodidamente me he esforzado
para mostrarle cómo me siento.
¿No lo he hecho?
Las palabras de Mason del otro día interrumpen mis pensamientos. ¿Skylar
cree que solo estoy intentando estar con ella para honrar el deseo de Erin?
Seguramente este beso probó lo contrario. Momentáneamente recuerdo algo que mi
madre dijo antes de morir, cuando estaba intentando impartirme toda su sabiduría.
“Las mujeres toman todo literalmente, Griffin. Nunca asumas que las chicas
saben lo que quieres. Díselo siempre. Somos criaturas tontas y a veces simplemente
tienes que deletrearlo para nosotras”.
Miro hacia el calendario en la pared. La fiesta es dentro de dos semanas. Tengo
catorce días. Catorce días para averiguar cómo conseguir que Sky esté conmigo.
Catorce días para encontrar un modo de deletreárselo. Catorce días para planear
cómo voy a poner mi corazón en juego para una mujer de la que estoy seguro estoy
enamorado.
Miro al techo. Miro a través de él hacia el cielo nocturno y lo que cuelga debajo.
Por primera vez desde que murió, hablo con Erin:
—Si estás ahí, si sabes lo que está sucediendo, si tienes algún modo de
ayudarme a cumplir tu deseo en la muerte, y el mío en vida, ahora es el momento de
que me lo hagas saber.
Voy a apagar la luz, pero algo en el suelo me llama la atención. Es el medallón
de Skylar. Debe haberse caído cuando nos estábamos besando. Me agacho para
agarrarlo. Paso el dedo por la flor grabada. Inconscientemente, contengo la
respiración mientras abro el cerrojo.
Cae un trozo de papel. Esta doblado muchas veces en un pequeño cuadrado. Es
una pequeña copia del tatuaje de Erin. Es lo que elige mantener junto a su corazón.
No una fotografía de Erin como pensé. No una fotografía de mí, como esperaba. Sino
una representación del futuro que anhela. El futuro que desesperadamente quiero
darle. Y en catorce días, tengo que convencerla de que soy quien para hacerlo.

203
30
N
o estoy seguro que alguna vez entienda la capacidad humana de amar a dos
mujeres tan incondicionalmente. Nunca he cuestionado mis sentimientos
por Erin. Estaba indudablemente enamorado de ella. Creo que simplemente
la amaba de manera diferente a como amo a Skylar, eso es todo.
Aún siento culpa a veces cuando miro a Skylar y deseo tan desesperadamente
atraerla a mis brazos y hacer el amor con ella. Siento culpa cuando una terca belleza
de ojos verdes se cuela en mis sueños en lugar de una tímida rubia de cabello rizado.
No estoy seguro si la culpa se disipará por completo alguna vez. Solo he aprendido a
aceptarla. Como tuve que aceptar que Erin iba a morir.
Mientras miro alrededor del restaurante, sé que Erin estaría feliz con lo que he
planeado. Le encantaba una buena fiesta y esta noche solo puedo esperar que
finalmente consiga su deseo. Cuando veo a la familia de Erin ayudar a poner los
toques finales en las mesas, prácticamente puedo sentirla aquí. Lirios blancos se
asientan entre los globos azul pálido que sobresalen de cada mesa como centro.
Todo ha resultado perfectamente. Por suerte, el uno de marzo ha coincidido
con el día libre de Skylar. Toda su familia y amigos están en ello. Para confundirla,
Baylor la llevó ayer a almorzar y le dio un pequeño regalo. Me hice el ignorante, ni
siquiera mencionando su cumpleaños. Tuve que reprimir mi sonrisa de suficiencia
cuando hizo pucheros alrededor de la casa anoche, pensando que todos habían
olvidado su veinticinco cumpleaños. 204
Mindy la llamó hace diez minutos con una emergencia en el restaurante,
diciéndole que tenía que venir de inmediato para evitar un desastre en una entrega.
Mientras esperamos en relativa oscuridad, Mitchell’s habiéndose cerrado temprano
para la fiesta privada, doy un paseo final alrededor para asegurarme de que todo está
listo.
Una mesa de banquete contiene una alta pila de regalos, algunos por el baby
shower, otros por el cumpleaños de Skylar. Otra mesa está preparada al estilo buffet
con montañas de comida. El centro de la mesa de la comida es una copia enmarcada
de la foto que había tomado de la barriga de Skylar… esa en la que sostenía el lirio
blanco contra ella. Mi foto favorita. La foto que superó al resto.
Echo un vistazo al escenario temporal que hemos armado, tanto nervioso como
entusiasmado por lo que he planeado para la noche.
Skylar cruza la puerta, pareciendo irritada.
—¿Por qué están las luces apagadas? ¿Y por qué diablos alguien colgó el cartel
de cerr…?
—¡Sorpresa! —decimos calmadamente y al unísono, tácticamente concordando
para no asustarla y que se pusiera de parto.
Mira alrededor a todos sus amigos y familia, una sonrisa rápidamente
sustituyendo a su ceño.
—¡Chicos! —chilla. Su mandíbula cae cuando sus ojos se posan en la mesa llena
de regalos. Abraza a todos mientras camina alrededor, observando los globos, las
flores, la comida. Cuando ve la foto, se gira, buscándome.
Mientras se dirige hacia mí, Baylor susurra algo en su oído.
Skylar se detiene delante de mí y me da un golpecito en el pecho.
—¿Hiciste esto? ¿En serio?
Me encojo de hombros.
—Tuve algo de ayuda.
—Gracias. —Me abraza. Me llega un olorcillo de su cabello. Huele fresco, como
si acabara de lavarlo antes de venir. Podría quedarme aquí y olerlo todo el día. No
quiero dejarla ir. Antes de que se retire, paso mi mano por su brazo, provocando piel
de gallina y un estremecimiento que no estoy seguro que ella quiera que vea.
Señala a un enorme globo mostrando su edad.
—Pensé que todos lo olvidaron. Quiero decir, normalmente lo celebramos el
veintiocho, ya que mi cumpleaños es técnicamente en febrero. Pero pensé que este
año, con todo lo que está pasando…
—De ninguna manera —digo, negando—. De ninguna manera alguien olvidaría
tu cumpleaños, Sky. Eres inolvidable.
Se sonroja. Es jodidamente sexy. Tengo que alejar la mirada y encontrar algo
más en que centrarme para que mi sangre deje de apresurarse hacia el sur.
Durante la siguiente hora, reímos, comemos y llenamos a Skylar de regalos. Es
un poco abrumador ver toda la cosa del bebé. ¿Cómo puede un bebé diminuto 205
requerir de tanta mierda?
Las mujeres juegan a algún tipo de juego de baby shower mientras los hombres
nos reunimos y bebemos cerveza. Tomo un chupito de tequila, sabiendo lo que está
a punto de suceder. Sabiendo que estoy a punto de sincerarme.
Cinco de los chicos, desaparecemos y vamos a la cocina, donde nos preparamos
para la sorpresa del baby shower. Ni siquiera estoy seguro de quién fue la idea.
Mason y yo salimos a beber una noche y hablamos sobre ideas para la fiesta, cuando
algunos estudiantes borrachos hicieron una versión hilarante de karaoke de
Y.M.C.A.9, así que empezamos a bromear sobre hacer algo así en la fiesta.
La música comienza y salgo al escenario con Gavin, Mason, el padre de Skylar
y Chris, el encargado del restaurante de Maple Creek. Los cinco llevamos largas
pelucas rubias y tenemos falsas barrigas de bebé metidas bajo nuestra ropa mientras
cantamos y bailamos nuestra propia versión de “Baby One More Time” de Britney
Spears.
La risa llena el restaurante y los teléfonos aparecen para grabar lo que estoy
seguro será posteado en internet antes de que la noche termine. Cada vez que
9 Canción de los Village People.
cantamos la línea de “hit me baby one more time”10, nos giramos y golpeamos
nuestras barrigas falsas unos contra otros como atletas celebrando en el campo de
fútbol.
Cuando capto un vistazo de Skylar, limpiándose las lágrimas y doblándose en
un ataque de risitas, tanto como su barriga real permite, sé que esto es lo que quiero
todos los días por el resto de mi vida. Hacer a Skylar reír. Verla tan feliz que apenas
pueda contenerse.
Cuando la canción termina, salimos de la plataforma, quitando nuestras
pelucas y “barrigas”. La gente aplaude y ríe antes de volver a comer y conversar.
Algunos se nos acercan, queriendo probarse las barrigas. Miro alrededor de la
habitación nerviosamente. Una cosa es subirte al escenario y hacer el imbécil con
otros cuatro chicos. Otra totalmente diferente es volar solo, especialmente con tanto
en juego.
Froto mis sudorosas palmas contra mis vaqueros. Inhalo varias veces
profundamente y espero no desmayarme de pura ansiedad. Nunca he hecho esto
antes. Ni siquiera canto en la ducha por miedo a ofender la misma existencia de la
música. Apenas puedo llevar el tono de “Feliz Cumpleaños”, mucho menos sonar
remotamente parecido a Jason Mraz.
Aun así, eso es exactamente lo que he elegido cantarle. Una canción con
referencias al destino y, quiso la suerte, al cielo.
—¿Estás listo para esto, G? —pregunta Mason, apareciendo a mi lado,
sacándome de mi coma auto inducido por el estrés.
Asiento tentativamente.
Siento un golpecito en la espalda y me vuelvo para ver al padre de Skylar.
—Tienes esto, hijo.
206
Subo los tres escalones al escenario y doy un golpecito en el micrófono para
asegurarme de que aún está encendido. Jenna, que está trabajando en la máquina de
karaoke, me da pulgares arriba y presiona el botón para empezar la música. Cierro
los ojos y rezo para que mis piernas no colapsen mientras canto los primeros
compases de “I’m Yours”.
El restaurante se queda en silencio excepto por la música y el sonido de mi
temblorosa e inexperta voz. Incluso todos los camareros se detienen en seco. Todos
los ojos están sobre mí mientras actúo como un tonto en el nombre del amor y los
jodidamente grandes gestos.
Pero después del primer verso, todo lo demás se desvanece en el fondo y todo
lo que veo es a ella. La mano de Skylar sube para cubrir su boca mientras le abro mi
corazón a través de las letras de la canción que le dice todo lo que yo no podría.
Cuando mi voz se rompe al cantar la línea sobre ser nuestro destino, lágrimas caen
por sus mejillas. No estoy seguro si alguno parpadeamos durante toda la canción.
Mi mano izquierda permanece en mi bolsillo, nerviosamente toqueteando la
pequeña caja mientras canto a todo pulmón las últimas líneas. La música se detiene

10 Literalmente, golpéame, cariño, una vez más.


y podrías oír caer un alfiler en la abarrotada habitación. Todos esperan para ver lo
que voy a hacer a continuación. Lo que ella va a hacer.
Carraspeo, intentando recordar todas las palabras que necesito que oiga.
—Skylar, una mujer sabia me dijo una vez que tenía que explicarlo para ganar
la atención de una chica. Así que este soy yo, explicándolo: espero que escuches lo
que tengo que decir y me des una oportunidad. —Paso una mano por mi cabello. La
mano que no está pegada a la caja en mi bolsillo. Skylar asiente y continúo—: La
noche que volví y me preguntaste qué quería, nunca tuve la oportunidad de
responder. —Hago un gesto con mi mano libre alrededor de la habitación—. Quiero
esto. Todo ello. Nuestros amigos, tu familia. Nuestro bebé. A ti. Lo quiero todo.
La puerta del restaurante se abre y entra John, el chico de la comida, enviando
mi ya acelerado pulso por el tejado. ¿Qué diablos está haciendo aquí? De todas las
veces en todos los días, elige aparecer jodidamente ahora. Me mira sobre el
escenario, luego rápidamente va a pararse detrás de un grupo de gente. Pero no antes
de que Skylar siga mi mirada para ver lo que ha captado mi atención. Contemplo
salir del escenario y posponer toda la cosa. No pensé que tendría que hacerlo delante
del chico con el que sale. Tal vez no lo pensé bien. Tal vez debería hacerlo en privado.
Sus empáticos ojos miran de nuevo los míos. Eleva una mano para agarrar su
relicario y luego sonríe. Juro que es la misma sonrisa de la foto que tomé en el picnic.
Esa en la que está tumbada sobre la hierba, mirando al cielo con su mano sobre su
barriga. Esa sonrisa… me da el valor de hacer lo que vine a hacer. Intento no darle
otro pensamiento a nadie más en la habitación y centro mi atención solamente en
ella.
—Dijiste que no lo entiendo. Y tal vez no lo hacía. Pero ahora lo hago.
¿Escuchaste la canción? —Muevo mi dedo entre nosotros—. Tú y yo. Esto es el
destino. Nos pertenecemos. Siempre se supuso que fuéramos la mamá y el papá de
Frijol. Erin lo sabía. Es por eso que nos juntó. Es por eso que plantó la semilla. Pero
207
dependía de nosotros hacer el resto. —Me apuntalo con el soporte del micrófono y
respiro profundamente—. Te amo, Skylar Mitchell. Y no porque alguien más me dijo
que debería. Te amo porque cuando entras en una habitación, dejo de respirar. En
realidad, tengo que recordarle a mis pulmones que inhalen y a mi corazón que
continúe latiendo, porque todo en mi mundo se detiene cuando te veo. Te amo
porque me despierto cada día pensando que no quiero estar en este mundo si tú no
estás en él. Te amo porque no estaba seguro de que alguna vez me sentiría de esa
manera de nuevo con alguien. Amo tus hermosos ojos verdes y tu indeciso cabello.
Amo la manera en que has cuidado de nuestro hijo no nacido. Incluso amo tu terca
y sucia boca.
Miro los tatuajes que adornan mis antebrazos.
—He sido amado por algunas muy increíbles mujeres en mi vida. Mujeres que
me convirtieron en quien soy hoy. Mujeres que me prepararon para ser un buen
padre para nuestro hijo. Mujeres que me enseñaron cómo ser un mejor hombre para
ti.
Fijo mis ojos en Skylar de nuevo. Sus lágrimas se desbordan, cayendo más
rápido de lo que puede secarlas. Mi mano agarra la caja en mi bolsillo, preparándome
para sacarla.
—Quiero estar contigo, Skylar. Tengo que estar contigo. Lo entiendo ahora.
Bajo del escenario y me dirijo hacia ella, acortando la distancia entre nosotros
con decididas zancadas. La gente silenciosamente se separa como el Mar Rojo,
despejando el camino para llegar a ella. Me detengo ante ella, mi mano aún
firmemente en mi bolsillo, agarrando la caja que cambiará mi vida. Cierro los ojos,
reuniendo el coraje para ponerme sobre una rodilla, cuando siento suaves brazos
alrededor de mi cuello.
Mis ojos se abren justo a tiempo para ver sus húmedos labios antes de que
alcancen los míos. Nuestras bocas se juntan, pero sonreímos más que besarnos. Oigo
vítores a nuestro alrededor cuando apenas se aparta de mí, estirándose para hablar
en mi oído.
—Gracias. Eso fue… vaya. No me di cuenta de lo mucho que necesitaba oírte
decir esas cosas. Estaría honrada de ser tu novia, Griffin. —Inclina su cabeza y me
sonríe—. Iremos despacio, ¿de acuerdo? ¿Un día a la vez?
Novia.
Espero que la sorpresa que estoy sintiendo no se note en mi rostro. Mi mano
libera el agarre de muerte que tenía en la caja en mi bolsillo como si me quemara.
Me pregunto si ella sabía que iba a proponerme. Tal vez su padre la avisó. Busco sus
ojos esmeraldas por respuestas, indagando por cualquier rastro de culpa que
simplemente no parece haber allí.
Echo un vistazo a mi mejor amigo. Mason alza sus cejas inquisitivamente. No
tengo respuestas. Meramente niego con decepción. El momento ha terminado. La
gente ha vuelto a sus conversaciones. La multitud está animada a nuestro alrededor. 208
No va a pasar esta noche. Infiernos, ahora me pregunto si va a pasar antes de que
Aaron nazca en tan solo un mes.
Ir despacio. Sus palabras hacen eco en mi cabeza.
—¿Todo bien? —pregunta, todavía sonriéndome.
No, no lo sabía. Puedo leerla como un libro abierto. No tenía ni idea de que
estaba a punto de ponerme sobre una rodilla y pedirle que fuera mi esposa.
La atraigo hacia mí de nuevo, besándola suavemente en los labios antes de
susurrar:
—Todo es perfecto.
—Me encanta esa canción, sabes —dice.
—¿Oh? No sabía que eras una gran fan de Britney Spears.
Suelta una risita.
—Esa canción no.
Me río y beso la punta de su nariz.
—Lo sé. La oigo cada vez que la pones a todo volumen en tus auriculares. Espero
no haberla arruinado para ti.
—¿Estás de broma? Fue maravilloso. Nunca ningún chico me ha cantado una
canción antes. Supongo que esa será nuestra.
—Absolutamente. —Froto su barriga, por primera vez sintiéndome cómodo al
hacerlo sin pedir permiso—. Un montón de cosas serán nuestras pronto.
Alguien carraspea detrás de nosotros.
No tengo que volverme. Sé exactamente quién es. El aguafiestas del chico de la
comida.
—¿Me das un minuto? —pregunta ella, sus ojos rogándome que no haga una
escena.
Llevo su mano a mis labios, colocando un beso sobre el dorso.
—Sí, bien.
Me dirijo hacia Gavin y Mason, quien me da golpecitos compasivos en la
espalda.
—Simplemente no era el momento correcto —digo.
Gavin me entrega una cerveza.
—Es el rasgo terco Mitchell. Creo que están pre-programadas para hacernos
sudar. No te preocupes, ocurrirá, hermano.
Asiento, nunca apartando mis ojos de Skylar y John junto a la puerta. Intenta
atraerla, pero ella se resiste. Estoy tan atentamente enfocado en él que puedo ver un
músculo en su apretada mandíbula flexionarse. Estoy seguro que está intentando
convencerla de por qué es mejor para ella que yo. Sky sigue negando y creo ver “Lo
siento” caer de sus labios más de una vez. 209
Él pone una mano en su mejilla y los ojos de ella rápidamente van a los míos.
Su cabeza se sacude muy ligeramente en una advertencia para que me mantenga
fuera de ello. Juro que, si estuviera llevando mi anillo, habría derribado al imbécil
por poner un solo dedo sobre ella. Pero acaba de convertirse en mi novia hace dos
minutos y no quiero joder esto. Aun así, me quedo aquí mirando cada movimiento,
preparado para precipitarme y limpiar el suelo con él si hace algo remotamente
inapropiado.
Lo abraza y mi sangre empieza a hervir. Mis ojos están pegados a la mano de él
en su espalda mientras bebo el resto de mi cerveza. Pero antes de que pueda alcanzar
otra, un John de aspecto derrotado sale por la puerta principal y Skylar sonríe hacia
mí.
Griffin — 3
John, el chico de la comida — 0
Gano.
En dos segundos, estoy ante ella.
—¿Todo bien? —pregunto, metiendo un mechón de cabello detrás de su oreja.
—Todo es perfecto —dice, devolviéndome mis propias palabras—. Le dije que
le debía al bebé darnos una oportunidad.
Mi corazón se hunde en la boca de mi estómago. De todas las cosas que imaginé
que le dijo, esa no era una de ellas. “Jódete, imbécil, estoy enamorada de Griffin
Pearce” o “No puedo negar mis sentimientos por él más tiempo”, se hallaba más en
la línea de lo que estaba pensando.
Extiende su mano y toma la mía mientras caminamos de vuelta con nuestros
amigos. Levanto nuestras manos entrelazadas, mi derecha con su izquierda, y miro
a su aún vacío dedo anular. Intento disfrutar de la victoria que debería estar
sintiendo sobre su ruptura con John. Pero todo lo que puedo pensar es en cuánto
quiero que sea mía.
Mía. Nunca he querido nada tan desesperadamente en mi vida.

210
31
S
kylar se desploma en el sofá, cansada de la fiesta. Corro arriba en busca de
mi regalo para ella. No quería que lo abriera delante de todos. No estaba
seguro de cuál sería su reacción.
Lo coloco sobre la mesa de café y me siento a su lado en el sofá,
poniendo sus pies sobre mi regazo, masajeando sus empeines como he hecho tantas
veces antes. Pero nunca como su novio.
Tal vez fui estúpido al pensar que podría pasar de compañero de casa a
prometido en una noche. Tiene razón. Necesitamos ir despacio. Ninguno irá a
ninguna parte. Estamos a punto de tener un bebé. Tenemos todo el tiempo del
mundo.
Con sus ojos cerrados, gime mientras amaso la tensión de sus pies. El ruido no
hace nada para sofocar mi libido, que no ha sido alimentado en demasiado tiempo.
Muevo su pie hacia el lugar donde sentirá exactamente lo que me está haciendo con
sus guturales sonidos.
Sus ojos se fijan en los míos de golpe y, por segunda vez esta noche, se sonroja.
Me encojo de hombros y asiento hacia el regalo en la mesa.
—Ábrelo.
—Ya has hecho mucho por mí —protesta—. La fiesta fue maravillosa. No puedo
creer que lograras que mi padre bailara sobre el escenario llevando una barriga de
embarazada. —Se ríe, su estómago rebotando con cada entrecortada risita.
211
—Fue mi placer. Me alegra que lo pasaras bien. —Alcanzo el regalo y se lo
entrego—. No es solo para ti. Es para Aaron también. Y para mí, si lo dejas ser.
Sus cejas se juntan y esa adorable arruga frunce su nariz. Toma el paquete. Es
del tamaño de una caja para camisas. Sus ojos siguen yendo a los míos mientras
arranca el papel. Mi ritmo cardíaco aumenta exponencialmente, esperando que le
parezca bien.
Saca los contenidos de la caja… folletos y cupones. Los examina y luego jadea.
—¿París? ¿Quieres llevarme a París?
Pongo mi mano sobre su estómago.
—Quiero llevarlos a ambos allí. Los cupones pueden ser canjeados por billetes
de avión en cualquier momento. Cuando estés lista. Cuando estemos listos. —Hago
un gesto al manto al otro lado de la habitación—. Pensé que tal vez podríamos
esparcir las cenizas de Erin allí.
He estado pensándolo mucho últimamente; dónde esparcirlas. Siempre quiso
ir a París. Cuando estuvimos en el Imax antes de que muriera, Skylar le prometió
llevarla algún día y hacer todo lo que Erin soñaba hacer.
Skylar asiente, intentando sin éxito evitar que las lágrimas que se acumulan en
sus ojos se derramen.
—Es el mejor regalo de cumpleaños que he recibido nunca. Es el lugar perfecto
para esparcir sus cenizas. Gracias.
Extiendo la mano para atrapar una de sus lágrimas con mi pulgar. La limpio y
me inclino para besarla. Mientras acerco más su rostro al mío, me doy cuenta de que
este será el primer beso real que compartamos como pareja. Me detengo casi en sus
labios.
—¿Está bien que bese a mi novia?
Sonríe. Entonces, muerde su labio seductoramente antes de decir:
—A tu novia le gustaría mucho eso.
Aparto su cabello, sosteniéndolo con ambas manos a cada lado de su cabeza.
Nos miramos a los ojos durante cinco segundos. Diez. No hay incomodidad. Solo
sentimiento. Emoción. Pasión. Sus ojos se oscurecen y se vuelven pesados justo antes
de que nuestras bocas se toquen.
Cuando mis labios alcanzan los suyos, un pulso eléctrico cursa por todo mi
cuerpo. Mi respiración se atora. Mi corazón se salta miles de latidos. Mis manos
tiemblan. Y apostaría mi vida a que las mismas cosas le están sucediendo a ella.
Pasa sus manos por mi cabello, profundizando el beso. Devoramos la lengua
del otro y los labios hasta que están entumecidos y jadeamos por aire. Sube a mi
regazo, a horcajadas, inclinando su cabeza hacia mí, presionando con fuerza al bebé
entre nosotros mientras encuentra un lugar en mi cuello para succionar. 212
Me pongo más duro debajo de ella mientras se frota contra mí. Extiendo la
mano para tocar sus pechos, incapaz de contener mi gruñido cuando siento cuán
llenos y flexibles son a través de su fina camisa. Paso mis pulgares sobre sus pezones
erectos, provocando sonidos sexys como el infierno desde su interior.
Sus labios encuentran los míos de nuevo. Su lengua entra enérgicamente en mi
boca, tomando el control de nuestros exigentes besos. Captura mi lengua con sus
labios, chupándola eróticamente. Hago a un lado la V de su camisa y bajo su
sujetador para darme mejor acceso a uno de sus pechos. Se retuerce duro sobre mi
regazo cuando pellizco su pezón entre mis dedos.
—Oh, Dios… Griffin. —Sus palabras están llenas de necesidad carnal, llevando
mi deseo por ella incluso más alto.
Echa su cabeza hacia atrás, gimiendo. Tomo la oportunidad para meter su
pecho desnudo en mi boca. Soporto su peso con una mano mientras lavo su pezón
con mi lengua. Lamiendo, chupando, mordisqueándolo mientras ella monta mi ingle
hasta que se derrumba, girando en mi regazo, gritando mi nombre a través de su
prolongado orgasmo. Miro cada sacudida de su cuerpo. Cada emoción que cruza su
hermoso rostro mientras monta ola tras ola antes de finalmente tranquilizarse, su
cabeza cayendo a mi hombro.
Toma un agudo aliento, presionando sus manos en su estómago.
La miro, preocupado.
—¿Estás bien?
Sonríe.
—Los orgasmos de embarazada son los mejores. Pero despiertan a Frijol.
Pongo mis manos sobre su estómago, hipnotizado por cómo se mueve dentro
de ella hasta que asimilo todo el peso de sus palabras. La miro escépticamente, no
totalmente seguro de querer saber la respuesta a mi pregunta.
—¿Cuántos orgasmos has tenido estando embarazada, Skylar?
—No sé… ¿cientos?
Mi mandíbula cae y todo mi cuerpo se tensa.
Se ríe ante mi conmocionada expresión.
—No es lo que piensas.
Mis cejas se alzan.
—¿Qué estoy pensando exactamente?
—Que me acosté con John.
—¿No lo hiciste? —Las esquinas de mi boca se curvan hacia abajo en
anticipación a su respuesta. El alivio recorre cada vaso sanguíneo de mi cuerpo
cuando me percato de lo que dice. Mi imaginación se vuelve salvaje. Mi sonrisa se
hace enorme.
Niega.
213
—No. Eres el único hombre que ha invadido este cuerpo en un largo, largo
tiempo.
La miro con incredulidad.
—Cientos… ¿en serio?
—¿Qué crees que estaba haciendo abajo en ese sofá con tus fotos? —
Avergonzada por sus palabras, entierra su rostro en mi hombro.
Intento entender su admisión. Cientos. En el sofá de mi estudio. Mirando fotos
de mí. Estoy tentado a apartarla de mi regazo y golpear mis manos contra mi pecho.
Soy el maldito Tarzan.
La alejo de mi hombro y la fuerzo a mirarme.
—Nunca vamos a deshacernos de ese jodido sofá.
Suelta una risita.
—No digas joder.
Me río a todo pulmón.
—Esa es mi línea. —Acerco más su boca a la mía, exhalando mis palabras en
ella—. ¿También te pone cachonda, Sky?
Sale de mi regazo y empieza a desabotonar mis pantalones.
—¿Qué hay de ti? ¿Cuántos orgasmos has tenido desde aquella noche?
Toma mi polla en sus manos y tengo que hacer un gran esfuerzo para recordar
su pregunta, porque cuando sus pequeñas manos me rodean, se siente como el puro
cielo.
—Casi tantos como tú —digo—. Y por la misma razón.
Sonríe tan grande que puedo ver las diminutas arrugas junto a sus ojos.
—¿Quieres tener sexo conmigo, Griffin?
Por un momento, casi olvido que su mano me está tocando. Mi mandíbula se
afloja mientras reproduzco sus palabras en mi cabeza. Estoy tentado a gritar
“diablos, sí”, pero en su lugar bromeo:
—¿Estos somos nosotros yendo despacio?
Aparta su mano de mí y, cohibida, mira a su barriga.
—Está bien si quieres esperar hasta que recupere mi cuerpo. Totalmente lo
entendería.
Agarro su mano y la coloco alrededor de mi pulsante eje.
—¿Parece que quiero esperar, Skylar? —Tomo su cabeza en mis manos y fijo
mis ojos en los suyos—. Quiero hacer el amor contigo ahora mismo más de lo que
jamás he querido sostener otra cámara en mis manos de nuevo.
Sus anhelantes ojos me dicen todo lo que necesito saber. Encuentro el
dobladillo de su camisa y la quito por su cabeza. Sus mechones ondulados se atrapan
en su camisa y luego caen de nuevo alrededor de sus pechos, uno de los cuales aún 214
está fuera de la copa de su sujetador. Bajo la otra copa, dejándola amarrada mientras
extiendo la mano para acariciar su carne desnuda, extrayendo guturales gemidos de
alguna parte profunda dentro de ella.
Tira de mi camisa y rápidamente llevo mis manos detrás de mí y la quito. Cada
centímetro de mi pecho es devorado; primero por sus ojos y luego por sus errantes
manos.
Me deslizo por el borde del sofá y me posiciono entre sus piernas, inclinándome
sobre su barriga abultada para colocar besos a lo largo de los lados de sus caderas,
por su cuello, y por todas partes alrededor de sus pechos. Quito su falda y sus bragas,
obteniendo mi primer vistazo de su muy embarazado cuerpo.
Ni en un millar de años pensé que me excitaría tal vista. Lleva al bebé tan bien
que ni siquiera notarías que está embarazada si en realidad no vieras su estómago.
Sus muslos y pantorrillas se encuentran perfectamente tonificados. Sus brazos son
firmes y fuertes. Su rostro con forma de corazón no tiene ni un gramo extra de peso.
Pero, por otro lado, estoy tan cegado por mi amor y mi deseo por ella, que estoy
seguro que se vería increíble para mí sin importar su apariencia.
Agarro sus caderas y tiro de ella hacia el borde del sofá. Bajo mi cabeza,
preparado para colocar mi lengua contra su centro y hacer que se corra incluso más
largo y más fuerte que antes.
Sujeta mis hombros y la miro para ver que sus acalorados ojos han sido
reemplazados por unos inquietos.
—De ninguna manera, Griffin. —Niega con vehemencia—. No he sido capaz de
ver mi entrepierna durante un mes. No tengo ni idea de qué está pasando ahí abajo.
Echo un vistazo, apenas capaz de ver siquiera una pizca de suaves rizos
asomando bajo su barriga. No podría importarme menos si está afeitada o depilada
o pelada… o lo que infiernos sea que las chicas se hacen ahí abajo. Durante meses,
he soñado con saborearla de nuevo. Con sentirla caerse a pedazos bajo mi lengua.
Paso mi dedo por su pierna, directo a la cima de sus muslos. Siento cuán húmeda
está. Mojada con deseo. Fácilmente deslizo un dedo en su interior mientras mi
erección presiona contra su pierna, que está apoyada en la mesa detrás de mí.
—Skylar, eres hermosa. Cada centímetro de ti.
Se empuja contra mis dedos, llevándolos más profundo en su interior.
—Por favor, Griffin. Quiero sentirte dentro de mí. Necesito sentirte dentro de
mí.
Rápidamente me quito mis vaqueros y los pateo lejos de mi cuerpo. Me
sostengo ante su entrada, silenciosamente pidiendo permiso antes de penetrarla.
—Sí. —Baja la mano entre nosotros, guiándome en su interior.
Está tan apretada. Más apretada de lo que recuerdo. Sus paredes me agarran y
es todo lo que puedo hacer para no correrme ahora mismo.
—Sky —exhalo, paralizándome en su interior; tomándome un segundo para
calmarme. 215
Cuando empiezo a moverme, uno sus manos con las mías, entrelazando
nuestros dedos. En esta posición, con su espalda reclinada contra el sofá, no puedo
pasar su estómago para besarla. Pero solo hace lo que estamos haciendo más íntimo
mientras nos miramos a través de cada embestida.
Empuja contra mis manos, haciendo palanca para tomarme más profundo.
Jadea cuando golpeo el final de ella.
—Oh, Dios —gime. Sus ojos se oscurecen y nuestras miradas se vuelven
embriagadoras. Nuestros ojos hablan las palabras que nuestras bocas son incapaces
de producir. El mundo desaparece y nada existe excepto nosotros.
Esta mujer se ha convertido en mi razón de vivir. Mi luz en la oscuridad. En un
inaudito movimiento por mi parte, suavemente canto un par de líneas de la canción
de la fiesta. Líneas sobre ser nuestro destino. Palabras que le dicen una vez más que
soy suyo.
Sus ojos se vidrian. Está cerca. Tan cerca. Extraigo una de mis manos de la suya
y encuentro su hinchado clítoris. Lo froto en pequeños círculos, viendo su boca
abrirse y su cabeza caer hacia atrás, sacudiéndose sobre el cojín detrás de ella.
—¡Griffin! —grita—. ¡Oh, Dios, sí!
Verla derrumbarse, sintiendo sus paredes fuertemente apretarme cuando lo
hace, me envía sobre el borde junto con ella. Me quedo quieto, vaciándome
completamente en su interior, mis confusas palabras de éxtasis mezcladas con las
suyas.
Después de recuperar nuestros alientos, Skylar suelta una risita, llevando sus
manos a su estómago.
—Cada vez —dice. Agarra mi mano y la pone bajo la suya. Fijamos nuestros ojos
mientras nuestro hijo da volteretas bajo nuestras manos, incluso mientras sigo
dentro de ella.
Es un momento que recordaré mientras viva.
Sacudo mi cabeza con asombro. ¿Cómo pude enamorarme de dos mujeres tan
increíbles en una vida? ¿Cómo pude alguna vez verme viviendo sin la hermosa
criatura debajo de mí? Ambos. Con una mano todavía en su barriga, acuno su rostro
con la otra.
—Te amo, Sky.
Su mano sube para tocar mi mandíbula. Su pulgar acaricia mis labios. Sus ojos
se suavizan y brillan al mismo tiempo.
—También te amo.
Cierro los ojos y dejo que las palabras se hundan.
Los abro de nuevo cuando declara:
—Mentí, sabes.
—¿Mentiste? —Mi corazón se aloja en mi garganta por medio segundo antes de
que se explique. 216
—Cuando te conté lo que le dije a John —aclara—. Mentí.
Mis cejas se alzan inquisitivamente cuando finalmente salgo de ella y me pongo
en el sofá.
—¿No le dijiste que le debías al bebé darnos una oportunidad? —Agarro algunos
pañuelos de la mesa de café y gentilmente la limpio mientras espero su respuesta.
—No. —Mueve la cabeza—. Le dije que estaba enamorada de ti.
Una sonrisa se apodera de mi rostro. Quiero lanzar mi puño al aire y chocar los
cinco con alguien.
—Te he amado durante un tiempo, sabes —dice—. Incluso antes de que Erin
muriera, estaba enamorada de ti. —Se sienta, tirando de la manta sobre su cintura
en un intento de ocultar su desnudez—. Lamento haber hecho esto tan difícil para ti,
Griffin. Creo que solo me sentía culpable por enamorarme del marido de mi mejor
amiga. Estaba asustada. Asustada de que estuviéramos traicionándola. Asustada de
joder esto.
Toco su relicario, moviéndolo entre mis dedos.
—También estaba asustado. —Abro el relicario y desdoblo el pequeño pedazo
de papel, dejando que nuestros ojos recorran las palabras—. Ya no lo estoy.
—Yo tampoco —dice, doblándolo cuidadosamente y colocándolo de nuevo en el
relicario.
Recupero su ropa del suelo y la ayudo a vestirse antes de tomar su mano y
llevarla arriba.
—¿Crees que es demasiado pronto para pedirte que te mudes conmigo?
Suelta una risita, tirando de mí hacia el dormitorio principal, donde me quedo
dormido con ella en mis brazos, haciendo cucharita desde atrás con mi mano
colocada sobre su perfecta barriga.

217
32
T
odavía hay completa oscuridad cuando un codo golpea mis costillas. Froto
mis ojos, tratando de despertar cuando escucho a Skylar decir:
—Te necesito.
Instantáneamente vuelvo a la vida. Envuelto mis brazos a su alrededor y me río
en su cabello.
—Mujer, eres insaciable.
Segundos después, una almohada es lanzada sobre mi rostro. Duro.
—No así, animal. —La luz se enciende y protejo mis ojos mientras se
acostumbran—. Pensé que estaba teniendo una falsa labor, pero ahora… bueno… o
mojé la cama o acabo de romper aguas.
El oxígeno es sacado de mis pulmones mientras la ansiedad supera todo mi ser.
Un millón de cosas corren por mi cabeza. No estamos listos aún. No es el momento.
No hemos empacado una bolsa para el hospital.
Joder, voy a ser padre.
—Estoy asustada, Griffin. —Su mano tiembla mientras alcanza su teléfono en
la mesita de noche.
Antes de que pueda hacer la llamada, agarro sus manos. Trato de fingir calma,
a pesar de que estoy enloqueciendo por dentro. 218
—Está bien, Sky. Podemos hacer esto. Puedes hacer esto.
—Pero es demasiado pronto —llora.
Niego.
—No lo es. Estás de casi treinta y seis semanas. Millones de bebés nacen sanos
en este punto. —Froto su vientre—. Aaron va a estar perfecto, ya verás.
Trata de sonreír y entonces hace la llamada a su doctor.
Intercambian unas cuantas palabras sobre cuánto tiempo ha estado en labor.
Entonces Sky se gira hacia mí.
—Mira la cama. ¿Hay sangre en las sábanas?
Bajo la sábana y contengo el aliento mientras busco en su lado de la cama. No
hay sangre. El alivio me recorre como un jodido tsunami.
—Luce limpio.
Le retransmite eso al doctor y entonces, de lo que oigo, nos dicen que
encontremos a su obstetra en el hospital. Cuando Skylar cuelga, no luce tan pálida.
—Dijo lo mismo que tú. Probablemente estará perfectamente bien.
Salto fuera de la cama y me pongo los vaqueros y la camiseta de anoche que tiré
en una pila al lado de la cama. Skylar me dice que saque una bolsa de su armario.
Frunzo el ceño cuando me doy cuenta que lo tenía todo preparado, pero no fui parte
de eso. Juro no perderme nada más. Jamás.
Intenta vestirse cuando una contracción la golpea. Alcanza su teléfono y lo
empuja hacia mí.
—¡Cronométralo! —grita. Para el momento que averiguo donde está su
aplicación de cronómetro, la contracción ya terminó y me fulmina con la mirada.
Me encojo de hombros.
—Diría que duró cerca de un minuto o así.
—Tal vez deberías tomar tu teléfono —dice secamente, con los dientes
apretados—. Al menos escribe el tiempo, así sabremos cuán separadas están. ¿Crees
que puedas arreglártelas con eso?
Trato de no reír. He escuchado sobre esto. Las mujeres volviéndose perras
cuando entran en labor. Digo con mi voz más agradable:
—Claro, Sky. Lo escribiré y entonces llamaré un taxi.
—No les digas que estoy en labor. ¡He oído que no vendrán! —grita desde la
habitación.
Rápidamente lanzo algunas cosas en mi propia bolsa de lona, sin saber cuánto
tiempo pasará antes de que pueda volver aquí. En tiempo récord, corro al sótano
para tomar una cámara. De ninguna manera en el infierno voy a perderme capturar
esto en video. Cuando vuelvo por ella, ya está bajando las escaleras con sus bolsas en
mano. Corro hacía arriba, dos escalones a la vez.
—¿Estás loca, Sky? ¿Qué diablos haces intentando hacerlo sola?
En retrospectiva, me doy cuenta que llamar a una mujer en labor loca no es lo
219
apropiado.
—Bueno, si no te hubieras tomado tanto maldito tiempo, podrías haber
ayudado. ¿Qué estabas haciendo ahí abajo de todos modos? ¿Desayunando?
¿Doblando la ropa?
Tomo sus bolsas y la llevo a la puerta principal, sin molestarme en responder
sus estúpidas preguntas.
—¿A quién debería llamar? ¿Baylor? ¿Tu mamá?
—No —dice.
Se detiene y agarra mi brazo. Duro. Saco mi teléfono y reviso el tiempo. Inicio
mi cronometro.
Un minuto después, cuando puede caminar otra vez, dice:
—No creo que quiera un montón de personas entrando y saliendo de la
habitación como cuando Baylor estaba en labor. Además, esto puede tomar un rato.
Por qué no esperas y los llamas cuando ya casi sea tiempo.
Asiento.
—Suena como un plan. —Veo el taxi rodeando la esquina y le digo que se quede
quieta mientras bajo las bolsas. El taxista sale, poniéndolas en el maletero mientras
voy a ayudar a Skylar a bajar los escalones y entrar en la parte trasera—. Al hospital
Mount Sinai.
Mira a Skylar, sus ojos fijos en su vientre.
—Oh, mierda, ¿en serio? —Niega murmurando algo sobre siempre recibir a las
embarazadas y que va a matar a alguien llamado “Bubba” cuando vuelva a la central.
A pesar de las garantías de Skylar al taxista de que tenemos bastante tiempo,
llega al hospital en diez minutos. Supongo que ayuda que sea en medio de la noche.
Los bares están todos cerrados y la única cosa iluminando las calles del centro son
las señales de “Abierto” en los restaurantes de toda la noche.
Deslizo mi tarjeta de débito, dejando al pobre chico una locamente enorme
propina antes de que nos dirijamos a la sala de maternidad.
Cuatro horas después, las contracciones de Skylar se vuelven más duras.
Estamos esperando una epidural y una enfermera le dijo que use su respiración
Lamaze. Skylar asiente y señala hacia su bolsa. La pongo en la cama junto a ella y
cuando es capaz, saca una foto enmarcada de ella y Erin. La de su mesita de noche.
—Mi punto de concentración —dice—. ¿Puedes ponerla ahí en la mesa?
¿Punto de concentración? ¿Respiración Lamaze?
—¿Cómo sabes todas estas cosas? —digo, colocando la foto donde señaló.
—Por la clase de Lamaze.
—¿Fuiste a clase de Lamaze? ¿Cuándo?
—En diciembre. Baylor fue conmigo.
Suspiro, reprendiéndome por perderme otra parte de esta cosa monumental. 220
Treinta minutos después, estoy tratando de encontrar algo en la televisión para
apartar su mente de las cosas mientras la epidural entra en acción. Sin embargo, los
únicos programas son las noticias matutinas y son completamente deprimentes.
—Apágala —pide—. Cuéntame una historia. —Se da la vuelta para intentar
ponerse cómoda—. Dime sobre la primera vez que conociste a Erin.
Me siento al lado de su cama, dejándola apretar mi mano a través de cada
contracción mientras le hablo sobre mi primer amor. Le cuento que nos movíamos
en diferentes círculos. Yo era más un solitario, habiendo perdido a mi mamá. No
pertenecía a ningún grupo. Erin era una animadora popular con la que había tenido
un enamoramiento durante años, pero nunca había tenido el coraje para acercarme.
Entonces, un día la vi a un lado del camino, en nuestro pequeño pueblo rural en Ohio,
haciéndome señas para ayudarla. Se le había pinchado una rueda y no tenía una
extra. Le ofrecí un viaje a casa. Entonces, quiso la suerte, o como ahora sé… el
destino, mi propio auto falló al arrancar y nos sentamos en ese sucio camino durante
horas, hablando, esperando a que otro auto pasara.
Skylar trata de sonreír, pero en vez de eso, el dolor invade su rostro mientras
aprieta mis dedos otra vez. He decidido que estar en labor es como ser bipolar al
extremo. Un minuto, medio espero que su cabeza gire alrededor como la niña de “El
Exorcista”… al siguiente, está completamente de regreso a la normalidad, hablando
sobre sus hermanas o el restaurante.
Una enfermera grande entra en la habitación. Su bata, adornada con cigüeñas
cargando manojos rosas y azules, se estira apretadamente en su barriga. Skylar le
pregunta:
—¿Exactamente cuánto tiempo toma para que la epidural haga efecto?
La enfermera luce sorprendida. Con una sonrisa pegada en su rostro, dice:
—Cariño, debería haber funcionado para ahora. Haré que el doctor venga a
revisarte, pero hay una posibilidad de que no haya funcionado en ti.
Los ojos de Skylar se abren con horror.
—¿No funcionó? ¿Está bromeando? —grita a la enfermera, quien ahora está
revisando la impresión del monitor del bebé.
—Sucede en un pequeño porcentaje de mujeres. —Le dirige a Skylar una
amable, sin embargo practicada, sonrisa—. No te preocupes, cariño, las mujeres han
estado haciendo esto desde el comienzo de los tiempos sin ninguna epidural. Es la
forma en que Dios lo quería. Estarás bien.
Los ojos de Skylar siguen a la Enfermera Feliz mientras sale de la habitación.
Si las miradas mataran, esa enfermera sería un revestimiento plano en el suelo
lavado con lejía de la sala de maternidad.
—¿La forma en que Dios lo quería? —grita Skylar—. ¡Que se joda eso! —Agarra
mi brazo—. Griffin, dame algunas drogas. Esto duele. De verdad, de verdad, duele.
No como golpearte un dedo, o romperte el brazo, en verdad duele… como tu cuerpo
siendo desgarrado por la mitad. Como lava caliente recorriéndome. ¡Ahhhhh…! —
Agarra mi brazo con fuerza mientras otra contracción se apodera de ella. 221
Con mi brazo libre, froto su espalda y pronuncio palabras de ánimo. Miro a la
puerta, esperando que alguien venga por ella y provea de cualquier alivio que pueda.
Me desgarra ver a la mujer que amo con un dolor así.
Se relaja en la cama, el sudor goteando en la línea de su cabello. Lo limpio con
un paño frío.
—Me siento enferma. —Frota los lados de su vientre—. ¿Tienes goma de mascar
o un caramelo? Sé que no me dejarán comer, pero quizás la goma de mascar estará
bien. —Me mira con ojos esperanzados.
Meto mis manos en mis bolsillos, buscando por el paquete de goma de mascar
que usualmente puedo encontrar ahí. Mi mano golpea algo duro y me doy cuenta
que, al ponerme mis vaqueros de anoche, todavía tengo el anillo de compromiso
conmigo. Mientras recupero un pedazo de goma de mascar de mi otro bolsillo y se lo
entrego, contemplo mis opciones. Pero no hay realmente una opción, porque se me
ocurre justo aquí, justo ahora, y no quiero que Aaron venga a este mundo sin saber
lo comprometido que estoy con su madre. Seguramente esto era el destino, que
tuviera el anillo conmigo en este momento. Agarro la caja.
—Skylar, crees en el destino ahora… quiero decir, ambos lo hacemos, ¿cierto?
Me da una mirada dura.
—¿Crees que es el destino el que tenga que tener a este niño sin drogas?
Muerdo el interior de mi boca para no reírme.
—Solo responde la pregunta, Sky. ¿Crees en el destino o no?
Su mano va a tocar su medallón. Asiente. Cuando otra contracción llega, mira
su punto de concentración, dándome una oportunidad para sacar el anillo de la caja
y ponerme sobre una rodilla. Sus contracciones están separadas por solo unos pocos
minutos, así que no tengo mucho tiempo y necesito hacer que cada segundo cuente.
Cuando la contracción termina, su cabeza cae de vuelta en la almohada y sus
ojos se cierran. Extiendo la mano para tomar su izquierda.
—Skylar.
Abre sus ojos y mira alrededor de la habitación rápidamente como si despertara
de un sueño. Se da cuenta de mi postura, mientras me balanceo sobre una rodilla.
Entonces sus ojos caen al anillo y jadea. Mira al anillo que pedí que hicieran para
ella. Un anillo de compromiso sin igual. Es un símbolo del infinito de platino, con un
diamante en cada círculo. Lo había diseñado con el tatuaje en mente.
Aclaro mi garganta, rezando para que mis palabras salgan rápido y antes de que
el dolor la sobrepase otra vez.
—Estamos a punto de tener a este increíble bebé. No quiero que venga a este
mundo preguntándose si su papá ama a su mamá. El destino nos juntó. El destino
me hizo ponerme estos vaqueros, así podría darte este anillo en este preciso
momento. —Mi voz se quiebra y mi visión se vuelve borrosa con lágrimas—. Y el
destino me hará amarte y a Aaron hasta el final de los tiempos. —Miro al monitor y
veo la línea comenzando a subir otra vez, indicando otra contracción. Rápidamente
suelto—: Skylar Mitchell, ¿te casarías conmigo? 222
Las lágrimas fluyen de sus ojos mientras su sonrisa cambia a una mueca, su
rostro arrugándose mientras aparta su mano y agarra con fuerza los lados de la cama.
Con los dientes apretados, gruñe:
—¿En serio estás pidiéndome matrimonio cuando estoy jodidamente en labor?
Tratando de no reír, digo:
—No digas joder, Sky.
En lugar de concentrarse en la foto, sus ojos perforan los míos durante toda la
contracción. Nos miramos en silencio y juro que nos convertimos en uno, y a través
de sus ojos, puedo casi sentir el dolor desgarrando su cuerpo.
Cuando el dolor retrocede, asiente hacia el anillo en mi mano.
—¿Cuánto tiempo has tenido eso?
—Hace semanas. Iba a proponerme anoche en la fiesta, pero no estaba
destinado a ser.
Su mano limpia una lágrima.
—Oh, Dios, Griffin. Cuando bajaste del escenario y viniste a mí, ibas a
proponerte justo entonces, ¿cierto? —Sus ojos son tristes—. Lo arruiné. Lo siento
mucho.
—No arruinaste nada, Sky. No se suponía que pasara entonces. —Giro el anillo,
señalando a la inscripción—. De cualquier modo, estaba demasiado oscuro esa noche
para leer la inscripción.
Sonríe, tomándolo de mí, entrecerrando los ojos para leer lo que había inscrito
en el interior.
Destino ~ Fe ~ Familia
Extiendo la mano para atrapar más de sus lágrimas. Comienza a tensarse y miro
al monitor, confirmando otra contracción.
—Así que, ¿vas a jodidamente casarte conmigo o qué?
Su sonrisa en respuesta muestra dientes blancos antes de que su rostro se
contorsione por la contracción que se acerca.
—Sí —gruñe—. Jodidamente me casaré contigo, Griffin Pearce. Ahhh… —
Aprieta mi mano tan fuerte que estoy seguro que sufriré algún tipo de parálisis.
—Es algo bueno que no grabé este momento. Nunca seríamos capaces de
mostrárselo a nuestros hijos —bromeo.
—¿Hijos? —grita con dolor—. Tienes que estar jodidamente bromeando.
Me río, deslizando el anillo en su dedo cuando la contracción disminuye. Me
levanto e inclino sobre la cama, colocando un beso en sus salados labios mientras
escucho a personas entrar a la habitación detrás de mí.
—Vamos. —Beso la punta de su nariz—. Vamos a hacer esto.
223

Después de doce horas de labor, mi prometida toma algo de muy necesitado


sueño. Mi pequeño pero sano hijo se recuesta en mis brazos, su boca fruncida y
haciendo pequeños ruidos de succión mientras duerme. Es la perfecta versión en
miniatura de Skylar. Tiene un rostro en forma de corazón y una cabeza llena de
cabello que no puede decidirse por un color. Solo espero que sus ojos azul bebé un
día se vuelvan verdes.
Familia y amigos han venido e ido, dejando una habitación llena de globos
azules, osos de peluches y, por supuesto, lirios blancos. Junto con las decoraciones,
hay una carta de Erin. Una que Baylor corrió a casa para tomar una vez que escuchó
de nuestro compromiso. Mientras las enfermeras limpiaban a Aaron, Skylar y yo
leímos juntos la carta, regocijándonos en que Erin de alguna manera sea una
pequeña parte de esta feliz ocasión. Llorando porque no pudo estar aquí en carne y
hueso.
—Es perfecto —susurra Skylar, mirándonos a Aaron y a mí con ojos soñolientos.
—Justo como su mamá. —Alcanzo para tocar su brazo.
Juega con el nuevo anillo en su dedo y algo se me ocurre.
—Sky, ¿saldrías en una cita conmigo?
Se ríe en voz baja con una sonrisa radiante.
—Vaya, de verdad estamos haciendo las cosas al revés, ¿no? Primero nos
embarazamos, luego nos comprometemos, entonces salimos en una cita.
Le levanto una ceja.
—Bueno, si quieres hacerlo incluso más interesante, podemos casarnos ahora,
antes de salir en esa cita. Estoy seguro que tienen una capilla en el hospital.
Su mano va a su pecho.
—Mis padres me matarían, Griffin. Además, Piper me prometió no solo venir a
casa, sino planear toda mi boda si alguna vez era enganchada. No renunciaría a eso
por nada. Imagina, tres meses enteros o más con mi hermanita. —Sus ojos se
iluminan.
—¿Tengo que esperar tres meses para casarme contigo? —bromeo.
—O más —añade, riendo—. Solo planeo hacer esto una vez, Griffin, así que si
está bien contigo, me gustaría hacerlo bien.
—Eso está más que bien. —Miro a nuestro hijo durmiente—. Es perfecto.
—Desearía poder tomar una foto de ustedes justo ahora —dice Skylar,
sonriéndome—. Luces tan feliz.
—Estoy feliz. Más feliz de lo que nunca he estado. —Me inclino para besar su
pequeña frente a través del gorro a rayas azules que está usando—. No necesito una
foto para recordar esto, Skylar. Todo lo que quiero por el resto de mi vida está justo
aquí en esta habitación. —Miro el tatuaje en mi brazo derecho y me doy cuenta de 224
eso por primera vez, dije esas palabras sin sentir culpa. Las dije sabiendo que es lo
que Erin hubiera querido. Las dije sabiendo que me amaba lo suficiente para
dejarme ir. Las dije sabiendo que este pequeño niño, y la mujer de increíbles ojos
esmeraldas que me lo dio, son todo lo que Erin dijo que serían.
Mi destino.
Epílogo
Q
uerido Aaron. Mi nombre es Erin Pearce. Supongo que soy tu homónimo,
pero, por favor, no te tomes como algo personal que sea una chica. Ambos
tenemos nombres geniales. Pero puedes llamarme Santa Erin. Porque en
lo que a mí concierne, hice un milagro. El más grande regalo que podría
darte es el amor de dos increíbles padres. Puedes haber comenzado como un sueño
mío, pero era su destino criarte. Amarte. Siempre estar ahí para ti. Sé paciente con
tu mamá. Es la mujer más testaruda que jamás he conocido. También tiene el
corazón más amable y el alma más dulce. Si creces para ser como ella, deberías
considerarte un hombre afortunado. Estoy segura que para ahora sabrás que tu
papá estuvo una vez casado conmigo. Me vio, y a tu abuela, pasar por algunos
momentos muy duros. Puedes confiar en él cuando las cosas en tu vida parezcan
fuera de control. Será tu roca. Nunca flaqueará en su amor eterno y apoyo para ti.
Quiero que recuerdes que, si la vida se vuelve dura, necesitas tener fe en que todo
saldrá de la manera en que debería. Confía en que tu familia estará ahí para ti y
ayudará a guiarte por la vida. Siempre sigue a tu corazón. Cree en el destino. El
destino es lo que te trajo a esta tierra. Es lo que juntó a tus padres. Te hará el
hombre que estás destinado a ser. Más que nada, quiero que confíes en el hecho de
que siempre tendrás un ángel guardián vigilándote. Si solo tengo un consejo para
darte, es… deja que tus padres te amen. Déjalos amarte con intensidad. Déjalos
amarte para siempre. Tu amiga en el cielo, Erin. 225
t h e
black roses
m i t c h e l l s i s t e r s # 3
samantha christy

Piper Mitchell
El 25 de abril fue el día que nací.
También fue el día que morí.
La sangre aún corría por mis venas. El
oxígeno todavía saturaba mis células. Pero,
para todos los efectos, dejé de estar entre los
vivos.
Volver a Nueva York para la boda de mi
hermana fue un error, pero se lo prometí. Sería
un rápido viaje. Aparecer, decir las palabras
correctas, luego me habría ido. Esta vez para
bien.
No pensé que alguien podría entender lo
que me fue quitado ese fatídico día.
No hasta que lo conocí.
Mason Lawrence
Lanzaba un balón delante de ochenta mil 226
personas.
Mezclarme con los ricos y famosos era solo otra parte de mi trabajo.
Nada me ponía nervioso.
No hasta que ella salió de ese avión y entró en mi vida.
Estaba rota. Destrozada por algún evento que mantenía oculto bajo llave. Las
pistas sobre su cuerpo no revelaban sus secretos… a diferencia de las pistas sobre mi
cuerpo, que claramente divulgaban los míos.
El reloj hacía tic tac, dándome solo unos pocos meses para descubrir el
verdadero significado de la flor grabada en su carne. Porque si se volvía a subir a ese
avión, sabía que sería para siempre.
Nota al lector: Este libro puede ser leído como tomo único. Es el tercer libro de
una serie que sigue a tres hermanas. Debido al lenguaje adulto y las situaciones
sexuales, este libro está dirigido a un público adulto.
Sobre la autora
A pesar del hecho de que es una escritora de
romance, el programa favorito de Samantha Christy de
todos los tiempos, siempre, es The Walking Dead.
Y contrario al hecho de que sus heroínas beban cosas
como vino y Cosmopolitans, ella prefiere una cerveza Bud
Light.
También le encantan los correos de los fans y hasta
que se haga muy, muy famosa, los responderá todos.
Sí, sí, fue a la Universidad y todo eso, graduándose
en algo que nunca usa. También tiene una manada de
niños (cuatro) y un marido bastante decente.

227
228

También podría gustarte