Está en la página 1de 185

The Kingpin’s Angel

B.J. Mann

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro

Traducción no oficial, puede presentar errores

Apoya a los autores adquiriendo sus libros

1
Sinopsis
El capo...

Está cantando para las propinas la primera vez que la veo.


Estoy cautivado.

Esta inocente con curvas y voz de ángel no pertenece a un


bar nocturno. Ella cree que he venido a salvarla de los malos,
y yo le sigo el juego porque no puedo perderla.

El ángel...

Pero tarde o temprano, Aria Brooks va a descubrir que soy la


razón por la que está huyendo.

Soy el capo del que ha estado huyendo durante semanas y la


razón por la que vive con miedo.

Tengo días para hacerla mía. Para reclamarla y mantenerla.

Antes de que todo se desmorone.

2
Capítulo 1
Aria

¿Quién demonios lleva lentejuelas llamativas en esta


época?

Yo, aparentemente.

Lentejuelas verdes grandes y brillantes, cortesía del


armario de mi más reciente empleador.

El vestido sin tirantes es una talla más pequeña, el escote


es demasiado bajo para mi gusto.

Apenas me roza la parte superior de los muslos y cada vez


que me lo bajo, el camarero y propietario del sórdido local en
el que estoy presentándome me mira fijamente.

Cada célula de mi cuerpo quiere gritarle que se meta su


trabajo por el culo, pero la mísera paga y las propinas con las
que cuento -a pesar del patético público de esta noche- son

3
necesarias para mantenerme fuera de las calles durante unas
cuantas noches más.

Luego tengo que seguir adelante.

Quedarme demasiado tiempo en un lugar no es una


opción.

El cansancio me hizo ser descuidada en Miami y casi me


atrapan.

Atravesar el país hasta Los Ángeles y luego hasta San


Diego me ha costado casi todo el dinero que tenía. Necesito el
equivalente a dos semanas de sueldo decente más las propinas
antes de poder hacer el último esfuerzo para cruzar la frontera
con México.

Más allá de eso...

Trato de no pensar en mi futuro nebuloso y precario, al


igual que bloqueo las miradas lascivas de los clientes en el bar
de mala muerte y entono el estribillo de la balada que estoy
cantando.

La música siempre ha sido mi consuelo.

Perderme en la letra de una canción de amor cursi me hace


feliz.

En el pasado, sumergirme en la banda sonora de un


musical de Broadway significaba pasar una buena hora y

4
media ignorando lo que mi madre y su último novio hacían en
nuestro pequeño apartamento de Brooklyn.

Pero eso era antes de que ella me echara.

Antes de que una estúpida decisión de tomar un atajo a


través de un callejón para ir al albergue de indigentes una
semana más tarde me lanzara de cabeza al peligro.

El recuerdo de aquella horrible noche amenaza con


desconcentrarme, pero me obligo a permanecer en el presente,
a imaginar que estoy cantando para un estadio lleno de fans
que me adoran, en lugar de para hombres borrachos y lascivos
con ojos llenos de sucias intenciones.

Termino la canción entre silbidos de lobo y algunos


aplausos.

Me lanzo a la siguiente canción cuando él entra.

Como siempre, se queda en un segundo plano.

Los potentes focos que me apuntan me impiden verlo con


claridad, pero vislumbro el cuero, la gorra de béisbol y los
vaqueros. De una altura imponente y una musculatura que
hace agua la boca. Pero por encima de todo eso, es su presencia
la que me abruma y hace que mi corazón se salte varios latidos
esenciales.

Lo siento desde el otro lado de la habitación.

5
Dios, sólo mirar en su dirección hace que mi cuerpo se
estremezca. Y sí, también me hace sentir segura. Lo cual es
extraño teniendo en cuenta el peligro que corro y el hecho de
que aún no he visto la cara de este misterioso desconocido.

Tal vez sea porque anoche impidió que ese imbécil


borracho me tocara como lo hizo hace unas noches cuando yo
no estaba prestando la debida atención.

Y la noche anterior, lo vi seguir a ese asqueroso vendedor


que no paraba de intentar mirar bajo mi falda. Con el que
Barry se encogió de hombros y me dijo que 'me aguantara y
siguiera adelante' cuando me quejé. El tipo sucio no ha venido
desde entonces y tengo la sensación de que el tipo misterioso
es el responsable de que mi admirador no deseado no vuelva
pronto.

Sé que estoy siendo ingenua por sentirme muy cómoda con


mi misterioso caballero de brillante armadura, pero seguro que
es mejor que vivir aterrorizada todo el tiempo.

Así que miro fijamente en dirección al desconocido y vierto


todas mis emociones en mi próxima canción, con la mirada
clavada en el rincón donde se posa como una serpiente
enroscada.

Mi sombra.

Mi protector.

6
***
Matteo

Dulce, santa mierda.

Pensé que había escuchado lo mejor de la voz de esta


hermosa diosa la noche anterior, pero parece que ni siquiera
había arañado la superficie de su increíble talento.

Sólo pensar en ella me puso duro como el granito incluso


antes de entrar en el bar de mala muerte, y dejé de respirar en
el momento en que me senté y esos límpidos ojos azules
buscaron los míos en la oscuridad.

Estaba destinado únicamente a seguir su esencia.

Observar en las sombras e informar de cualquier cosa que


encontrara sin involucrarme.

Asegurarme de que no nos causara ningún problema


hasta que mi hermano y sus hombres llegaran para quitármela
de encima y devolverla a Nueva York para recibir el tratamiento
adecuado.

7
Pero una sola mirada a la chica de las curvas que
desafiaban la geometría y la voz que condenaría a los santos al
pecado, y supe que era un millón de veces más de problemas.

Para mí.

Eso fue hace cinco días.

Cinco días de evitar las llamadas y los mensajes de mi


hermano menor.

Cinco días dejando que las llamadas de otros tenientes de


alto rango fueran al buzón de voz, ya que sabía que mi
hermano estaba utilizando todos los medios disponibles para
intentar localizarme.

Claro, me gusta la idea de hacer que Giovanni sude un


poco más por su cagada -y en lo que respecta a las cagadas,
esta era una muy grande-, pero sobre todo he estado evitando
sus llamadas porque no quería divulgar que había encontrado
a la chica que ha estado persiguiendo por todo el país.

¿Por qué?

Porque con solo echar un vistazo a Aria Brooks supe que


era un tesoro de valor incalculable. Ese sentimiento totalmente
desconocido en mis entrañas me había dicho que estaba
tratando con algo único. Diferente. Posiblemente peligroso,
pero demonios, estaba acostumbrado al peligro.

Pero no de este tipo.

8
Por lo general, se trataba de una pistola apuntada a mi
cara por un insolente advenedizo que no sabía nada mejor o
un enemigo desesperado y envejecido que intentaba salir en
un incendio de gloria. Hoy en día, muy pocos se atreven a hacer
ese tipo de movimientos.

Mi nombre y mi reputación me han hecho ganar el miedo


y el respeto adecuados.

Así que esto fue lo suficientemente nuevo y único como


para captar mi atención.

Para hacerme ignorar a mi hermano y a la famigghia.

Para ignorar la herencia mafiosa siciliana y el código de


honor que corre por mi sangre.

Necesito más tiempo.

Tiempo para pensar cómo voy a dar la noticia de que Aria


Brooks no irá a ninguna parte. Especialmente no volverá a
Nueva York para ser silenciada como algunas almas
desafortunadas han sido en el pasado por la familia Frenelli.

Porque me la voy a quedar. Haciéndola MÍA.

Una mirada fue todo lo que se necesitó.

¿Y por parte del hombre que había crecido hastiado con la


profusión de coños que venían con mi poder y posición?

Sí, también me sorprendió.

9
Por eso no estoy ni mucho menos preparado para
descargar esa lata de gusanos a Giovanni.

Así que cuando mi teléfono zumba por enésima vez, lo


ignoro y me pierdo en la magia de la voz de mi sirena.

Miro alrededor de la habitación y apenas me contengo de


enseñar los dientes cuando veo la cantidad de ojos sórdidos
fijos en ella. Quiero arrancarles la garganta a todos y cada uno
de ellos, pero cierro el puño sobre la mesa y mantengo la
calma.

No estoy acostumbrado a esperar mi momento, pero fuerzo


la calma en mi cuerpo.

Pronto.

Esta noche, incluso.

Porque los celos que corren por mi torrente sanguíneo no


me permitirán aguantar mucho más. Otra emoción nueva.

La única vez que fui un bastardo posesivo en el pasado fue


cuando protegía activamente el territorio de mi familia en
Nueva York.

Tras años de ver a mi padre luchar por recuperar lo que se


nos debía después de que mi abuelo, Don Frenelli -el diablo
cargue con su miserable alma-, tramara, asesinara y
finalmente jugara con nuestro derecho de nacimiento, estaba
decidido a no caer nunca como lo hizo el viejo.

10
Mis despiadados métodos para mantener el poder se
habían hecho legendarios mucho antes de que le pasara el
relevo a mi hermano menor.

Al ver a Aria entrar en su público a través de otra sensual


canción, estoy poseído por un sentimiento similar. Pero está
fijado en una mujer impresionante.

Así que me siento allí, atormentado, seducido y


desenfrenadamente excitado por una chica que ni siquiera he
conocido todavía.

Sí, lo tengo bastante mal.

Cuando una camarera escasamente vestida se acerca, con


su cara y sus pechos exagerados anunciando su gran interés,
apenas me contengo de gruñirle.

Golpea con una uña larga y falsa en el lateral de mi vaso.


—¿Te traigo otro, cariño? ¿O puedo hacer que te interese algo
más... estimulante?

Su llegada es tan atrevida y grosera como sus tetas de


silicona.

Me obligo a ser cortés. No sería bueno llamar la atención.

Puede que me conozcan y me teman en Nueva York y en


las principales ciudades del país, pero hasta ahora mi
anonimato me ha servido en San Diego.

11
Por eso Aria no se ha puesto nerviosa y ha vuelto a huir
como lo ha hecho en varios estados, escurriéndose
astutamente entre los dedos de nuestros hombres antes de que
pudieran atraparla.

Necesito que siga así.

—Estoy bien, gracias. —Mantengo mi voz limpia.

Ella insiste. —Vamos, llevas una hora tomando ese


bourbon. Tengo un descanso en cinco minutos. ¿Qué tal si
hacemos una fiesta privada en el estacionamiento? Te ves
como si condujeras un buen coche. ¿Una camioneta robusta,
tal vez? O uno de esos muscle cars. Hmm, me encantan los
muscle cars —ronronea.

Un sabor agrio llena mi boca ante la idea de poner mis


manos, mis labios o mi polla cerca de alguien que no sea la
perfecta belleza del escenario.

Aria aún no lo sabe, pero ahora es dueña de cada


centímetro duro de mí. De la misma manera que yo soy dueño
de ella.

—He dicho que no —le gruño a la camarera, la cortesía


escapando por la ventana porque ahora me está bloqueando la
vista del escenario y de mi chica.

Se escabulle al oír mi voz amenazadora y me lanza una


mirada gélida mientras se marcha.

12
Vuelvo mi atención al escenario.

Aria se ha ido.

Joder.

Me pongo en pie rápidamente y casi derribo la mesa en mi


prisa por ir tras ella.

Cristo, si alguien la ha tocado, le arrancaré...

Veo el color verde a través de la puerta de vaivén marcada


como privada junto a la barra y corro hacia ella, abriéndola tan
fuerte que se golpea contra la pared.

Barry, el camarero, y orgulloso propietario del Bar de


Barry, este vertedero con nombre poco imaginativo, grita: —
¡Oye! ¡No puedes entrar ahí!

Y una mierda que no.

Puedo comprar este local mil veces o puedo hacer que lo


destruyan antes de que termine la noche.

Estoy decidiendo qué opción me conviene cuando entro en


un pasillo oscuro y miro a mi alrededor.

Hay dos puertas marcadas como privadas y un conjunto


de puertas dobles abiertas al final del estrecho pasillo.

13
Hay voces provenientes de ahí atrás, así que me dirijo
hacia allí, y luego voy más despacio cuando oigo una risita y
me doy cuenta de que mi chica no está en peligro inmediato.

Jesús.

Su voz ronca es como una seda cálida acariciando mi polla.

Antes de poder entrar en la habitación, oigo pasos detrás


de mí. Suspiro y busco mi billetera.

—Hey socio, ¿estás sordo?

Aprieto los labios. Nadie me ha llamado 'socio' desde...


nunca.

Me recuerdo que no estoy en Nueva York. O incluso en Los


Ángeles o Las Vegas, donde mis nuevos intereses comerciales
me han llevado estos últimos meses.

Me recuerdo a mí mismo que este saco de mierda no


conoce nada mejor.

También me recuerdo a mí mismo que Aria está a un par


de docenas de pasos, así que no puedo romperle el cuello a
este imbécil.

—¡Oye! He dicho...

Me doy la vuelta, sostengo tres crujientes billetes de cien


dólares y el tono beligerante del camarero se desvanece.

14
Mira el dinero y siento el hedor de su avaricia en mi piel.

Esa mirada nunca cambia, ni en las salas de juntas de las


empresas ni en los bares de mala muerte.

Joder, luego tendré que ducharme.

—Esto es tuyo si me dejas hablar con la chica durante


cinco minutos —digo, manteniendo la voz baja.

Su mirada se queda pegada al dinero mientras se relame


los labios. —¿Sólo hablar? Porque cualquier otra cosa costará
más. ¿Quizás quinientos más? Hay una habitación en la parte
de atrás si la necesitas.

Me cuesta un esfuerzo monumental no estrellar mi puño


contra su cara.

Sí, es bueno que saque a Aria de aquí esta noche. Recibir


una acusación de homicidio arruinaría mis planes con mi
chica.

—Sí, sólo hablar —le digo.

Parece un poco decepcionado, pero me arranca el dinero


de la mano y lo golpea contra el reloj invisible de su huesuda
muñeca. —Cinco minutos. Si no, estás fuera, volveré. Y
tendrás que pagar más. Ella es un miembro valioso de mi
personal.

15
Reprimo una sonrisa diabólica al pensar en lo que
pensaría mi hermano pequeño si se enterara de cómo estoy
dejando que este stronzo me hable. Probablemente se mearía
de risa antes de morir de la impresión.

Puede que me haya ablandado a mis treinta y seis años,


pero ahora mismo, mi necesidad de ver a Aria, de asegurarme
de que está a salvo, supera todo lo demás.

Ignoro al camarero y sigo por el pasillo.

Entro y escudriño el local e inmediatamente respiro


aliviado cuando la veo hablando con otra camarera.

Ambas se detienen y los ojos de Aria se abren de par en


par cuando me ve.

Hasta ahora sólo me había observado en el ambiente


oscuro y lleno de humo del bar.

Me está viendo bien por primera vez y me gusta pensar que


le gusta lo que ve.

A pesar de la pésima iluminación, sus mejillas se sonrojan


y su espalda se endereza un poco. Sus muslos desnudos se
estremecen y espero que su coño se esté mojando para su
legítimo dueño, porque estoy seguro de que voy a meter mi
polla en él antes de que termine la noche.

La otra chica dice algo, pero ninguno de los dos responde.

16
Mi diosa está tan fascinada como yo por nuestro primer
encuentro.

Percibo el aroma de un perfume barato y una risita cuando


nuestra indeseada audiencia se esfuma.

Entonces nos quedamos solos.

Y la mirada de Aria se vuelve fría.

Mi estómago se aprieta en lo que me doy cuenta de que es


ansiedad. ¿A qué viene eso?

Me acerco a grandes zancadas y reprimo una sonrisa


cuando su mirada me recorre.

—Abandonaste el escenario. No sabía a dónde habías ido


—digo mientras agarro la silla más cercana a ella, la giro hacia
atrás y me pongo a horcajadas sobre ella.

Vuelve a moverse, con los ojos puestos en los brazos que


he colocado sobre la silla, y veo el pulso acelerado en su
garganta.

De cerca, parece mucho más joven de lo que pensaba. Y


su piel... Dulce Madonna, su piel parece el melocotón más
fresco y jugoso. Suave. Sin marcar. Lista para ser desplumada.

Voy a dejar marcas en esa piel y ni siquiera me arrepiento.


Ella tampoco lo hará. Porque ella sabrá quién es su dueño. Y
lo llevará con jodido orgullo o moriré en el intento.

17
Calma tu jodida mierda, stronzo.

Tomo aire y capto su olor. Jabón barato. Champú con olor


a manzana. Pero bien podría ser Lalique, ya que juntos son un
glorioso festín para mis sentidos.

Quiero aplastarla contra mí e inhalar larga y


profundamente, y luego lamer el aroma de cada tentador
centímetro cuadrado de su cuerpo.

Se aclara la garganta y me doy cuenta de que he estado


mirando el pulso de su cuello. El que quiero lamer más que mi
próximo aliento.

—Parecía que estabas ocupado. Con Candy.

Tardo un minuto en darme cuenta de que se refiere a la


camarera que intentó ligar conmigo. Como si fuera posible.

El movimiento de sus labios gruesos me dice que no está


contenta. Algo cobra vida dentro de mí. Mi ángel está celosa de
que otra mujer me haya prestado atención.

Eso provoca una gran emoción en mi sangre latina, porque


quiero que esté tan deseosa de mí como yo lo estoy de ella. Ya
he lidiado con un par de imbéciles que se atrevieron a
acercarse demasiado a ella.

—Ni siquiera un poco, ángel. No tienes que preocuparte


por eso. Nunca.

18
Sus ojos se abren de par en par al oír el cariñoso apelativo
y me dan ganas de clavarla en la pared y penetrarla mientras
lo repito una y otra vez.

Se inquieta un poco más, jugando con la lengüeta de la


lata de refresco que hay sobre la mesa. —¿Por qué me
buscabas?

Porque eres mía.

Porque no puedo soportar quitarte los ojos de encima ni un


segundo.

Porque me vuelve jodidamente loco pensar que este lugar te


mancille.

Confesar algo de eso la pondrá aún más nerviosa de lo que


está ahora, así que me trago las palabras. Pero no puedo evitar
que las siguientes palabras se liberen. —Esa canción que
cantaste. Quería pedirte una repetición.

Sus ojos brillan... brillan de placer. —¿De verdad?

—Sí, de verdad. Fue increíble.

Esos increíbles labios se ensanchan en una sonrisa tan


dulce que quiero sumergirme en ella. Ahogarme en ella. —
Gracias —dice ella, con un rubor ardiente fluyendo en sus
mejillas.

19
Por Dios, ¿qué hace una chica como ella en un lugar como
éste?

La idea de que cualquiera de esos bastardos de ahí fuera


se sienta con derecho a hablar con ella... demonios, a tocarla...
me vuelve loco.

Me pica cada centímetro de la piel con la necesidad de


agarrarla, meterla en la camioneta que he alquilado para
camuflarme y sacarla de aquí.

Pero me hago el desentendido. Intento no fijarme en esa


boca exuberante cuando habla.

—Normalmente no hago repeticiones. Hay demasiadas


canciones increíbles en el mundo como para cantar la misma
canción una y otra vez, a menos que sean clásicos absolutos,
¿sabes? Pero... umm... quizás, para ti —dice, mordiéndose el
labio, y yo reprimo un gemido.

—¿Sí? ¿Y por qué soy tan especial? —pregunto, con la voz


ronca.

Se encoge de hombros tímidamente y me lanza otra mirada


furtiva a través de sus gruesas y hermosas pestañas. —Creo
que ayer te ocupaste de ese imbécil.

—Hmm —respondo, sin comprometerme por los viejos


hábitos.

20
Me mira fijamente hasta que entiende que no voy a añadir
nada más. Entonces asiente con la cabeza. —No te quedaste lo
suficiente para que te diera las gracias.

Me encojo de hombros y opto por no decirle que estaba


justo fuera, en el estacionamiento, vigilándola mientras se
subía al autobús nocturno hacia el motel de mierda en el que
se esconde.

Que lo he hecho desde que la encontré hace cinco días.

Tengo malditos calambres en los hombros y la espalda por


haber dormido en mi coche frente a la puerta de su motel,
esperando hasta la madrugada para volver a mi propio hotel a
dormir una vez que supe que estaba a salvo.

—Si quieres agradecérmelo, puedes tomarte una copa


conmigo cuando termines.

Ella se sonroja y luego sacude la cabeza. —Oh... no creo


que se me permita confraternizar con los clientes. Reglas de
Barry.

Mantengo la mandíbula floja y me meto las manos en las


axilas para que no las vea apretadas por la furia.

Llevo el tiempo suficiente para saber que el dueño del bar


no sigue sus propias reglas.

Se sirve de cualquier camarera lo suficientemente


desesperada como para chuparle la polla al final de la noche.

21
Así como sé que es sólo cuestión de tiempo antes de que
ponga sus ojos brillantes en Aria.

Sí, eso sucederá por encima de su cadáver.

Diablos, ha intentado vendérmela hace unos minutos.

—Iremos a otro lugar. Y no se lo diré a Barry si tú no lo


haces —le digo a la fuerza, y luego sigo con un guiño. Porque
soy inofensivo. Y amigable. ¿No es así?

Disimulo un resoplido cuando ella se sonroja de nuevo y


su mirada pasa rápidamente por encima de mí.

La iluminación aquí no es mucho mejor que la del bar -


probablemente la idea de alguien de iluminar el ambiente-, así
que no estoy seguro de si no ve mi polla dura presionando
contra mi bragueta o si es así de inocente y demasiado educada
para mirar.

Pero en parte lo agradezco cuando vuelve a levantar su


mirada hacia la mía.

Tras unos instantes de vacilación, dice: —Termino a las


once. ¿Está bien?

Algo salvaje e indómito me da una patada en las tripas,


pero respiro a pesar de ello. —Claro, seguiré aquí.

Me mira fijamente durante unos segundos antes de


asentir. —De acuerdo.

22
Capítulo 2
Aria

Los nervios me consumen cuando vuelvo a subir al


escenario tras mi descanso.

Mi misterioso desconocido -y me doy cuenta de que sigue


siéndolo porque no le he preguntado su nombre- resultó aún
más magnetizante en persona.

Es mucho más alto de lo que creía en un principio, mide


fácilmente 1, 85 metros. Y más grande, también. Esos hombros
anchos... esos brazos gruesos... sus muslos de tronco de árbol.

Y sus penetrantes ojos grises. Su piel.

Un bronceado profundo que es genético, no del sol, aunque


parece que pasa horas y horas al aire libre, escalando
montañas.

Y sus manos.

Dios, todo en él es electrizante.

23
Pero su voz fue lo que hizo que el ejército de mariposas se
disparara en mi vientre. Palpitaba con autoridad y promesas
sucias incluso cuando sólo hablaba de que le gustaban mis
canciones.

Su sonido grave y profundo hizo que mis entrañas


estallaran como fuegos artificiales el 4 de julio.

Me apresuré a bajar del escenario antes cuando lo vi


hablando con Candy, desconcertada por la desagradable
opresión en el pecho que reconocí que eran celos.

Candy es muy conocida por su coqueteo con los clientes.

Es la camarera favorita de Barry porque sus grandes tetas


son las que más clientes atraen y su simpatía hace que se
gasten el dinero en licores desorbitados y aguados.

Así que mi ánimo decayó cuando la vi acercarse a mi chico,


y la miseria se apoderó de mí cuando se entretuvo mucho más
de lo que lo había hecho con cualquier otro cliente esta noche.

Pero él no está interesado en ella.

Quiere ir a tomar una copa ¡conmigo!

Sé que soy una estúpida por dejar que eso me llene de una
excitación tan vertiginosa, pero no puedo evitarlo.

24
El miedo y el pánico han sido mis compañeros durante
tanto tiempo que se siente bien dejar que otra emoción se haga
cargo por un rato.

Me aclaro la garganta y me lanzo a cantar la canción que


me ha pedido.

Puedo sentir la desaprobación de Barry por repetir una


canción que ya he interpretado, pero no miro hacia él. No
puedo.

Toda mi atención está absorbida por el Tipo Misterioso.

Ha vuelto a su silla en el fondo de la sala. Estoy un poco


decepcionada. Esperaba que se sentara más cerca.

¿Para que pueda ver su efecto en ti?

¿Ver que tu piel se enrojece y tus pezones se levantan como


pequeños centinelas descarados listos para saludarlo?

Bien, tal vez sea bueno que esté atrás. Porque esos
minutos en la sala de descanso han sido... un revuelo en el
estómago. En el mejor sentido. Nunca había reaccionado así
ante un hombre.

Incluso ahora mis pezones siguen duros, todavía


punzantes y dolorosos, y no tiene nada que ver con el busto
restrictivo de mi vestido demasiado ajustado.

25
Mis bragas se humedecieron en el momento en que entró
en la habitación de atrás, y ver esas manos fuertes y capaces
agarrar la silla y sentarse a horcajadas de esa manera hizo que
se me derritieran todos los huesos del cuerpo.

Había estado celosa de esa silla.

Celosa de la tela vaquera que se extendía y acariciaba sus


musculosos y duros muslos. Demonios, incluso celosa de la
gorra de béisbol que cubría los ricos mechones de pelo castaño
oscuro que había visto asomar por la parte trasera de la gorra.

Pero ahora me observa, su mirada es penetrante incluso


en la penumbra.

Así que me deleito en ella, profundizo aún más y le infundo


cada gramo de sentimiento a la segunda mitad de la canción.

Cuando termino, todo el bar está en silencio.

Al principio me aterra haber hecho algo mal.

Luego veo la sorpresa en sus caras.

Bella, la camarera con la que estaba hablando cuando el


Tipo Misterioso entró en la sala de descanso, deja caer su
bandeja sobre la superficie más cercana y empieza a aplaudir
con fuerza.

—¡Así se hace, chica! —Sonríe como una loca.

26
Los demás le siguen en un prolongado aplauso, y el alivio
estalla en mí. Apenas puedo dejar de sonreír mientras termino
las siguientes seis canciones que me llevan al final de mi turno.

Barry avanza por la barra hacia mí cuando me bajo del


escenario.

Abre la boca, pero el Tipo Misterioso está allí,


interceptando a Barry antes de que pueda hablarme.

Pide una cerveza y Barry frunce el ceño antes de invertir


la dirección para conseguir el pedido.

El tipo se vuelve hacia mí. —¿Lista para salir de aquí? —


murmura.

Asiento con la cabeza. —Voy a buscar mi bolso.

***
Matteo

Veo los ojos que la siguen cuando sale de la zona del


escenario, y mi mandíbula se convierte en hormigón con el

27
esfuerzo que me cuesta no arrancar unos cuantos ojos por
mirar lo que es mío.

Cuando la pierdo de vista, saco mi teléfono de la chaqueta


y pongo en marcha el temporizador.

Dos minutos e iré a por ella si no vuelve aquí conmigo.

Mientras tanto, envío un rápido mensaje encriptado al


técnico que mantengo fuera de los libros.

Necesito una casa segura. En el QT. Primer nivel. Pago


doble.

Él responde inmediatamente. Dónde. Cuando.

Mi ubicación. Lo más pronto posible. Las disposiciones


habituales.

No responde, pero sé que está trabajando en ello.

A continuación, envío un mensaje de texto a los


guardaespaldas que nunca están lejos y los pongo en alerta.

Tienen instrucciones de mantener las distancias por el


momento, pero tendrán que conocer el cambio de plan.

Nueve segundos antes de que se agote el temporizador,


Aria reaparece. Sus ojos buscan inmediatamente los míos y los
nudos de mis entrañas se relajan de nuevo.

—Estoy lista.

28
—Bien.

Sonríe a una de las camareras. —Buenas noches, Bella.

La otra chica me mira con desconfianza antes de


responder con una sonrisa. —Buenas noches, cariño. ¿Me
mandas un mensaje cuando llegues a casa?

Aria asiente. —Lo haré.

—No llegues tarde mañana, chica. O se te descontará de


la paga —dice Barry cuando llegamos a la puerta.

Y yo decido.

Este lugar va a recibir el tratamiento de bola de demolición


antes de la mañana.

A Bella se le ofrecerá un trabajo mejor, gracias a que cuida


de mi ángel. El resto puede irse a la mierda por lo que me
importa.

—¿A dónde vamos?

Me encojo de hombros y finjo darle una opción mientras le


mantengo la puerta abierta. —Elige tú. ¿Qué te apetece? ¿Bar
o discoteca?

Ella arruga la nariz. —No conozco muy bien la zona. ¿Tal


vez algún lugar cerca del agua?

—Claro, si eso es lo que quieres. Conozco un sitio.

29
Salimos del bar y no puedo evitarlo. Necesito tocarla. Ver
si su piel es tan suave y sedosa como parece.

Le tiendo la mano.

Ella vacila y me mira con los ojos muy abiertos. Me


impresiona su cautela y me molesta que no se someta a mí.

¿No sabe que es mía?

—Yo… ni siquiera sé cómo te llamas —dice tímidamente.

Dudo una fracción de segundo, lamentando ya la media


verdad. —Me llamo Matt.

Una sonrisa nerviosa tensa sus labios y me tiende la mano.


—Hola, Matt. Soy A... —Se apresura a corregirse. Entonces: —
María.

Ah. Mi arrepentimiento se disipa bajo su propia mentira.

Aunque entiendo por qué está siendo cuidadosa, todavía


estoy enojado.

No quiero que grite el nombre de otra persona cuando esté


en pelotas dentro de ella. Pero como no tengo elección y no
puedo revelarme, tomo la mano que me tiende y la estrecho
con la mía, sin ni siquiera molestarme en agitarla.

Porque... Matri di Diu, es tan jodidamente suave que me


cuesta mucho tragarme un gemido.

30
Pero cuando intento dirigirla desde la puerta hacia donde
estoy estacionado, ella tira de mi mano. —Espera.

Se me tensan las tripas y me detengo. Será mejor que no


busque una excusa para volver a entrar.

—¿Qué pasa? —respondo, tratando de evitar que mi voz se


vea mordaz.

Ella inclina su cara hacia la mía y quiero aullar ante la


perfección de sus rasgos.

Una piel tan suave como la porcelana.

Un labio inferior jugoso y excesivamente lleno que


compensa con creces su delgado labio superior.

No es necesario mucha imaginación para visualizar mi


polla deslizándose entre esos labios, chupándome hasta que
me vacío en su garganta y esos labios se vuelven rojos como el
rubí por sus maravillosos esfuerzos.

Y joder, esos ojos azules profundos...

Brillan lo suficiente como para hacerme olvidar mi propio


nombre. No es de extrañar que todos los tipos de este agujero
de mierda estuvieran salivando por ella.

No tuve otra opción que encargarme de un par de ellos las


últimas noches cuando se acercaron demasiado.

31
En algún lugar de esta ciudad hay dos personas con
huesos rotos que no habían tenido previsto cuando salieron de
casa esa mañana, y no me arrepiento de nada.

—¿A dónde vamos? ¿Tengo que cambiarme?

Es toda la excusa que necesito para que mis ojos se la


coman una vez más.

Cristo.

Tiene la inocencia de una princesa de Disney y el cuerpo


de una pin-up de los años 50, y la combinación me trastorna
el cerebro. Y a pesar de las llamativas lentejuelas, su belleza
brilla como un maldito faro.

—Puedes ponerte lo que te dé la gana, ángel. Si alguien


tiene un problema con ello, puede responder ante mí.

Mi respuesta gruñona hace que sus mejillas se ruboricen


de nuevo.

Me alejo antes de hacer una estupidez, como inmovilizarla


a la sucia pared exterior del bar y devorarla entera aquí y
ahora.

La camioneta que utilicé en lugar de mi Bentley habitual


me espera a seis metros de distancia.

Mientras nos dirigimos hacia ella, mi teléfono suena.

32
La ayudo a sentarse en el asiento del copiloto, y mi polla
se hincha insoportablemente cuando me regala un vistazo a
sus magníficas piernas, y luego se ruboriza de nuevo cuando
me descubre apreciándolas.

Diablos, quizá tenga razón en lo de cambiarse de ropa. La


que lleva es barata y llamativa, pero el cuerpo que lleva debajo
me vuelve loco.

Le aseguro el cinturón de seguridad y luego saco mi


teléfono mientras rodeo el capó.

La satisfacción me invade cuando leo el mensaje.

Mi chico ha conseguido una propiedad segura y de alto


nivel en la playa.

Por las pocas fotos que veo, ha seguido las instrucciones


al pie de la letra. Tengo la tentación de llevarnos directamente
hasta allí cuando me pongo al volante, pero eso seguramente
asustaría a Aria.

Así que conduzco hasta que veo una cadena de pubs que
me resulta familiar. Es bastante elegante y hay asientos con
vistas al mar. Pero cuando estaciono, ella se muerde los labios
y toca nerviosamente los flecos de su bolso barato.

—¿Qué pasa?

Arruga su bonita nariz y observa a los clientes


elegantemente vestidos que entran y salen.

33
—No creo que esté vestida para este lugar. Todo el mundo
se ve elegante y... —Se encoge de hombros y se mira a sí
misma. —Sin lentejuelas —termina con una risa de
autodesprecio.

—Puedo garantizar que serás la mujer más hermosa que


entre allí esta noche.

Se sonroja de nuevo, pero la incertidumbre permanece en


sus ojos y es evidente que no es sólo su traje lo que la hace
dudar. Ha recordado que se supone que se está escondiendo
de la gente que la persigue.

De mí.

Mi pulso se acelera al ver cómo eso juega a mi favor.

Años de perfeccionar mi cara de póquer para que mis


enemigos no sacaran lo mejor de mí dan sus frutos mientras
la espero.

Se mueve un poco más.

Mi mirada se desliza de nuevo hacia sus muslos y mi polla


se agita detrás de la bragueta al imaginarme separando esas
hermosas piernas, devorando el apretado y húmedo regalo que
hay entre ellas.

—¿Qué va a ser, princesa? —pregunto. —¿Quieres entrar


o no?

34
Su mirada se desliza hacia mi rostro y se aleja. —¿Si digo
que no...?

El calor, la lujuria y el hambre se agitan en mis entrañas


y apenas puedo mantenerme quieto. —Te diré que conozco otro
lugar que tiene playa si lo que te apetece es el agua. Podemos
pedir las bebidas para llevar y puedes sentarte en la playa
durante media hora o hasta que salga el sol. Tú eliges.

Sus ojos se abren de par en par con la emoción y se le corta


la respiración. Casi gimoteo por lo impresionante que se ve.

—¿De verdad? —dice.

—Sólo tienes que decirlo. También podemos comer algo si


quieres. —No ha tenido tiempo de comer durante su breve
descanso y odio la idea de que mi ángel pase hambre.

—Digo sí, por favor. A la comida y a la bebida.

Agarro mi teléfono y me conecto a la página web del bar


antes de que ella cambie de opinión.

Hace su elección y yo pido y pago, justo cuando suena su


teléfono.

Me pongo tenso cuando lo saca. Pero no hay alarma en su


rostro cuando lee el mensaje.

—¿Todo bien? —le pregunto con indiferencia.

Sonríe. —Sí, sólo Bella comprobando cómo estoy.

35
La otra mujer ha subido un peldaño más en mi libro. —
¿Hace eso todas las noches?

Guarda su teléfono y sonríe. —Casi todas las noches. Es


como la hermana mayor que nunca tuve.

Asiento con la cabeza, preguntándome si esa es la razón


por la que Aria se ha quedado casi tanto tiempo en San Diego
como en Miami.

Una estrategia arriesgada, pero dado que por eso conseguí


localizarla, no puedo culparla demasiado.

—Bien. Me alegro de que cuide de ti.

Sus grandes ojos azules vuelven a dirigir esa mirada


enloquecedoramente sexy. —Tú también me has cuidado —
susurra suavemente.

Rechazo con fuerza mi sentimiento de culpa. Me recuerdo


a mí mismo que ella se puso en una posición peligrosa en
primer lugar. Que yo soy lo que se interpone entre ella y la
venganza mortal de Gio.

Pero el recordatorio de todas las formas en que podría


ponerse en peligro me enfurece aún más. —Dime por qué
trabajas en ese antro de mierda —le digo antes de poder
detenerme.

36
Ella se remueve en su asiento y la cautela aparece en sus
ojos. —Es un trabajo. Y no tengo que defender mis decisiones
ante ti —dice.

—¿Ah, sí? ¿Y si no hubiera estado por aquí y uno de esos


imbéciles estuviera esperando en el estacionamiento después
de que has salido? Cuéntame tus tres mejores habilidades de
autodefensa.

Su barbilla se levanta y sus ojos pasan de la cautela a la


ira.

Por supuesto, ese vistazo a su espíritu luchador también


me excita. Mierda. Todo lo que tiene que ver con ella excita mi
sangre latina.

Mi ángel tiene fuego. Me gusta.

—Debes pensar que soy una idiota. Decírtelas te dará


ventaja. Eres bienvenido a descubrirlas si quieres probar
algo... —dice levantando las cejas.

No puedo evitar sonreír ante su tono enérgico.

Y, como he sido un jodido santo y me he resistido lo


suficiente, rozo con mis nudillos su mejilla.

—Tranquila, ángel. Forzar a las mujeres no es mi estilo.

Sus hombros se hunden en señal de alivio y me doy cuenta


de lo tensa que la he puesto. Pero, poco a poco, la electricidad

37
aumenta con mi contacto y su respiración se vuelve un poco
irregular.

Esos preciosos ojos vuelven a ser suaves y, cuando se


inclina hacia mi contacto, giro hacia ella y le paso el pulgar por
su labio inferior satinado.

Exhala temblorosamente y, maldita sea, me estoy


volviendo loco por la necesidad de morder esos labios, de
saborearlos.

Me inclino hacia ella. —Joder, necesito...

Mi teléfono emite un mensaje de texto y ella salta. Maldigo


en voz baja y leo el mensaje en la pantalla. —Nuestro pedido
está listo.

Asiente con la cabeza, su mirada se dirige a mi boca y se


detiene antes de apartar la vista.

Sí, está tan interesada en esto como yo.

La anticipación corre por mi sangre mientras arranco el


coche y conduzco hasta el punto de recogida de nuestra
comida.

***
Quince minutos más tarde, giro en una tranquila calle de
La Jolla.

38
Por el rabillo del ojo veo los dos todoterrenos con mis
guardaespaldas estacionados en la calle, pero ni siquiera
reparo en ellos cuando estaciono frente a las puertas.

Activo la puerta de seguridad y hago rodar la camioneta


por el corto camino de entrada hasta la puerta principal.

La propiedad, que se encuentra en la esquina, tiene tres


plantas y está en una pendiente con escalones que bajan a la
playa.

A primera vista, tiene más cristales de los que


normalmente preferiría, pero la seguridad parece de primera
clase y mis hombres están lo suficientemente cerca como para
ofrecer otra capa de seguridad si la necesito.

Así que me relajo una vez que la puerta principal se cierra


tras nosotros y observo los ojos de Aria mientras mira a su
alrededor.

El salón es inmenso, con tres zonas de estar separadas,


todas ellas inclinadas para aprovechar al máximo las vistas al
mar.

No hay mucho que ver a esta hora de la noche, pero


apuesto a que será espectacular de día.

Coloco nuestra comida en la mesa de cristal ahumado y


voy en busca de los cubiertos y los platos mientras ella recorre
las otras habitaciones de la planta baja.

39
Estoy abriendo las amplias puertas del patio cuando
vuelve.

—Vaya, este lugar es increíble —exclama. —¿Es tuyo?

—No, es alquilado —respondo, pero inmediatamente tomo


nota para comprobar si está en venta. —Lo estoy usando
mientras estoy en la ciudad para ocuparme de algunos
negocios.

—¿Qué tipo de negocios? Y no digas importación y


exportación. Eso es lo que dicen todos los ladrones y gángsters
—dice con esa risita insanamente erótica de nuevo.

Se me revuelve el estómago.

No sabe cuánta razón tiene.

La descripción de mi trabajo dice que soy un hombre de


negocios, pero todo el mundo en la costa este sabe
exactamente quién es Matteo Frenelli, el capo de la familia
Frenelli hasta hace muy poco.

El nombre de mi familia infunde miedo a grandes y


pequeños.

Demonios, el propio significado de nuestro nombre está


impregnado de terror. Todos los hombres de mi linaje han
conocido los estragos de una guerra territorial y lo que es
crecer en la mafia.

40
Yo heredé el puesto a la tierna edad de veintidós años,
después de que mi padre fuera abatido en un negocio que salió
mal. Y a pesar de haber cedido el día a día del negocio familiar
a Giovanni hace un año, sigo siendo el primogénito y, por lo
tanto, el jefe de la famigghia, lo que significa que sigo llevando
la mayor parte de la carga y la responsabilidad del liderazgo.

He estado bien pasando a un segundo plano y sin


ensuciarme las manos en los intrincados entresijos de una
empresa de mil millones de dólares. Hasta que Gio dejó un
montón de mierda en nuestra puerta al cagarla en su primer
gran negocio.

Se puso en plan arrogante y no se molestó en comprobar


si tenía una audiencia no deseada antes de soltar la lengua.

Sólo gracias a que mi segundo al mando lleva décadas en


el juego y sabe que debe comprobarlo, nos enteramos de la
presencia de Aria en el callejón detrás del almacén que
Giovanni utilizaba para llevar a cabo el trato.

Ella había escuchado y visto algunas cosas que no debería


haber visto -principalmente a Gio metiendo una pistola en la
boca de un político corrupto, justo después de haberle clavado
un cuchillo al imbécil- y se enteró de las identidades de
algunas partes clave que habría sido mejor mantener en
secreto.

41
Un error de novato por parte de mi hermano. A ello se
sumó el hecho de que Aria se escabullera de él y de nuestros
hombres en las semanas posteriores, un hecho que tiene a
todos los implicados en el trato poniéndose nerviosos.

Incluso entonces no me habría involucrado si no hubiera


estado en la costa oeste cerrando mi último negocio
inmobiliario cuando los detalles de su identidad y la posible
ubicación circularon.

Una mirada a la cara de este ángel y mis planes


cambiaron.

De ninguna manera mi hermano iba a poner sus manos


en ella.

—Me dedico a la inmobiliaria —le respondo a Aria.

No es toda la verdad, pero tampoco es una mentira.

—Inmobiliaria, ¿eh? ¿Y este es otro de los que estás


comprobando? —pregunta, pasando la punta del dedo por la
encimera de mármol.

Resisto el impulso de agarrar esos dedos y lamerlos en su


lugar, y me encojo de hombros. —Tal vez. Todavía no me he
decidido. Es uno de los muchos que estoy comprobando.

Asiente con la cabeza, sus ojos buscan los míos antes de


dejarlos caer por un segundo. —¿Así que esto es como una
situación de probar antes de comprar?

42
—Algo así.

Vuelve a sonreír. —¿Alguna vez respondes directamente a


una pregunta?

Arrastro mi mirada desde su boca almohadillada hasta sus


ojos. —¿Qué?

Pone los ojos en blanco y mis dedos hormiguean con la


necesidad de azotar su regordete culo por esa muestra de sexy
descaro.

—Eres muy críptico y misterioso con los 'tal vez' y 'qué'.


Espero que tu próxima respuesta sea 'esto y aquello'.

Ahogo una sonrisa. —Pregúntame otra cosa y lo


descubriremos.

—De acuerdo. ¿De dónde eres?

Mierda.

No hay manera de que pueda responder con la verdad a


eso. Así que vuelvo a encogerme de hombros y finjo seguirle el
juego.

—De aquí y de allá.

Me mira con exasperación y luego se echa a reír.

Y en ese momento sé que mataré a cualquiera que intente


hacer daño a este ángel.

43
Mi ángel.

44
Capítulo 3
Aria

Me sorprende lo mucho que estoy disfrutando.

Por supuesto, durante esos pocos minutos en el coche,


estaba segura de que había cometido un error cuando Matt
cuestionó por qué estaba trabajando en el bar de mala muerte
y me recordó el peligro constante en el que seguía.

Pero luego razoné que si él hubiera planeado hacer algo,


ya lo habría hecho.

Después de todo, tuvo muchas oportunidades.

Y claro, después de verlo en la sala de descanso, estoy


convencida de que es el tipo de hombre que puede cuidarse a
sí mismo y a cualquier peligro que se atreva a entrometerse en
su vida.

Peligro que bien podría incluirme a mí, pero el mismo


instinto visceral que me hizo confiar en él incluso antes de que

45
nos conociéramos oficialmente me asegura que no quiere
hacerme ningún daño.

Estoy tan lejos de los terribles hombres que me


persiguieron hasta el albergue para indigentes aquella noche
en la que vi cómo aquel mafioso golpeaba con una pistola al
político desnudo delante de aquel grupo de hombres, y luego
amenazó con cortarle las pelotas si no se sometía a sus órdenes
y seguía haciendo lo que le decían.

Cuando el otro tipo enumeró todas las cosas


desagradables que revelaría sobre el político que reconocí de la
televisión si se negaba, mi grito de sorpresa me delató.

Y eso fue antes de escuchar otros nombres notables de los


hombres involucrados en sus actividades delictivas.

El frío terror de saber que había escuchado demasiado


había dado alas a mis pies mientras huía de aquel callejón.

Tuve la terrible suerte de que uno de los hombres del


mafioso vio mi cara justo antes de llegar al refugio para
indigentes, lo que me obligó a huir de Nueva York.

¿Creo que el peligro ha terminado?

Definitivamente no.

Pero no le he dado a Matt mi verdadero nombre, el teléfono


que llevo en el bolso es un modelo antiguo por el que
desembolsé sesenta preciosos dólares cuando supe que tendría

46
que deshacerme del mío tarde o temprano -más pronto de lo
que esperaba en Miami- y todo lo que lleva mi verdadera
identidad está escondido en mi habitación de motel.

Relájate, Aria. Disfruta de esa deliciosa comida con un


hombre igualmente delicioso.

¿Y si lo que estuvo a punto de ocurrir en la camioneta se


repite?

Mi interior se estremece cuando mi mirada se dirige a sus


labios.

Dios, son los labios más bonitos que he visto en un


hombre.

Demonios, todo el paquete hace que mis entrañas se


calienten cada vez que lo miro.

—¿Vienes?

Doy un respingo, y luego siento que se me calienta la cara


al comprobar que lleva un rato esperando a que me una a él
en el patio. Que he girado todo mi cuerpo para seguirlo cuando
ha salido del comedor y me he quedado mirándolo como una
groupie cachonda.

—Sí, por supuesto.

Sus ojos brillan con una expresión que no logro descifrar.


—Bien. ¿Agarras las copas? —Me indica con la barbilla.

47
Las tomo y lo sigo hasta el inmenso patio.

Mientras me perdía en los recuerdos y las ensoñaciones,


él ha preparado nuestra comida y se ha puesto una manta bajo
un brazo.

Cerca de las escaleras que bajan a la playa hay una


colección de linternas y él agarra un par de ellas antes de
girarse hacia mí y extender su mano libre.

Mis sentidos vuelven a saltar, anticipando las chispas que


sentí en mi piel cuando me tocó en la camioneta. Transfiero las
copas a una mano y deslizo mi mano en la suya.

Una ligera brisa recorre mi piel y rezo para que me


refresque un poco mientras nos dirigimos a la playa.

Las otras propiedades de la playa están lo suficientemente


espaciadas como para que la zona no se vea afectada y, por
primera vez, me pregunto qué hacía alguien que puede
permitirse un alquiler como éste en el Bar de Barry.

Y cuanto más lo pienso, más me desconcierta.

Lo perciba o no, se detiene en el último escalón antes de


llegar a la playa. —¿Pasa algo?

La tensión de su voz hace que se me apriete la barriga. Sus


ojos me obligan a responder y un leve sentimiento de pánico
se apodera de mí.

48
Para mitigarlo, respondo. Porque cuanto más rápido calme
mi curiosidad, más rápido llegaremos a lo bueno.

Me sonrojo ante las sugestivas imágenes de mi cerebro


sobre lo que implica lo bueno -al menos para mí- y suelto: —
Me pregunto qué hacías en el bar de Barry. Quiero decir... —
Hago un gesto con la mano que sostiene las copas hacia la
magnífica propiedad que tenemos detrás. —Un tipo que alquila
esto no me parece el tipo de persona que pasa el tiempo en lo
de Barry.

¿Es mi imaginación o hay un parpadeo de desconfianza en


sus ojos?

Él también mira la casa antes de captar mi mirada, y


cuando miro más profundamente, no hay nada sospechoso
allí.

Doy un pequeño suspiro de alivio.

—Ya te lo he dicho. Me dedico al sector inmobiliario.


Siempre estoy a la búsqueda de inversiones. Mis intereses me
llevaron a ese lado de la ciudad —dice.

En la superficie, su respuesta es lo suficientemente


adecuada, tal vez incluso creíble. No estoy segura de si es mi
propia situación y la sospecha arraigada lo que me hace pensar
que suena tan vago como el 'esto y lo otro' sobre el que
bromeamos dentro hace unos minutos.

49
Cuando se da la vuelta y me hace bajar el último escalón
hacia la playa, desestimo los pequeños recelos y me dejo llevar
por la corriente. Lo que implica ver cómo enciende las
lámparas y las coloca a unos metros de donde extiende la
manta.

Deja la bolsa de comida para llevar en el suelo y me tiende


la mano para alcanzar las copas.

Una vez que todo está colocado, se quita los zapatos y me


mira. —¿Vienes?

De nuevo, me doy cuenta de que lo he estado mirando


como una adolescente enamorada.

Lo que técnicamente soy, aunque dentro de un par de


meses cumpla veinte años.

Me quito las zapatillas que me he puesto después de


quitarme los tacones que Barry insistió en que llevara para mi
actuación y me dejo caer de rodillas sobre la manta.

Oigo la aguda inhalación de Matt y levanto la vista.

Está a medio metro de mí, mirándome con una posesividad


tan ardiente que un escalofrío recorre mi cuerpo.

Sí, no lo he pensado bien, ¿verdad? Pero... no puedo


moverme de mi posición tan sugerente.

Ni él tampoco.

50
Diablos, parece tan congelado como yo.

Y así de cerca, estoy a la altura del impresionante -y


creciente- bulto detrás de su bragueta.

Mis ojos se abren de par en par y vuelve el feroz cosquilleo.

Con un sonido áspero que suena como una maldición


silenciada, se aleja y se deja caer a mi lado.

El olor celestial de la pasta, la salsa y el marisco me golpea


y me recuerda que almorcé tacos de máquina expendedora
mientras caminaba a paso acelerado los tres kilómetros desde
mi motel hasta el bar a tiempo para mi turno de las dos de la
tarde. No he tomado más que un refresco desde entonces.

Me quedo boquiabierta al ver el linguini con gambas


gordas y una increíble salsa de tomate aromática.

Matt sirve demasiada comida en un plato y me lo pasa.

—Come.

Es una orden gruñida que me hace temblar aún más.


Como porque me muero de hambre. Además, hacer algo con la
boca me impide imaginármela en su cuerpo.

En esos labios.

Pasan unos minutos antes de que hable. —¿Cuánto


tiempo llevas en ese lugar?

51
—No mucho. Un par de semanas.

Sus labios se tensan y tengo la sensación de que tiene


fuertes opiniones sobre mi lugar de trabajo.

Ignoro por qué eso me produce un escalofrío febril sobre


todo cuando abre otra caja y me pasa una lata del mismo
refresco que estaba bebiendo en la sala de descanso.

La idea de que haya tomado nota de ello me produce una


sensación de calidez.

Abre una cerveza y da un largo trago antes de comer en


silencio.

Termina en un tiempo récord, deja su plato a un lado y me


mira descaradamente.

—Tu voz es jodidamente increíble. ¿Por qué demonios la


desperdicias en ese sitio?

Sí, definitivamente está molesto por el lugar donde trabajo.


Y no parece estar de humor para dejarlo pasar.

Intento que no se me suba a la cabeza y busco una


respuesta adecuada.

—Es que... necesitaba algo rápido y temporal. Y la verdad


es que no tengo mucha experiencia.

—¿Rápido y temporal? —repite, con sus ojos clavados en


los míos.

52
Me esfuerzo por no ponerme nerviosa y asiento con la
cabeza. —La verdad es que no voy a quedarme en California
mucho tiempo.

—¿Por qué no? —responde.

Dejo caer mi mirada y doy un sorbo a mi refresco para


ganar un poco de tiempo. —Voy a hacer un... viaje por
carretera.

Sus dedos se tensan alrededor de su cerveza y sus fosas


nasales se agitan. El control que está ejerciendo corre el riesgo
de romperse. —¿Un viaje por carretera? ¿Por tu cuenta?

Levanto la mirada y trato de mirarlo fijamente. —¿Qué hay


de malo en eso? Mucha gente lo hace todos los días de la
semana.

—Mucha gente no se parece a ti, ángel —gruñe. —Mucha


gente te echará un vistazo y se hará una idea equivocada.
Entonces, ¿dónde demonios estarías?

—Puedo cuidar de mí misma.

Vuelve a gruñir en voz baja, apura su cerveza y tira la


botella en la caja.

Durante un minuto se queda mirando al mar, con la


mandíbula apretada, y luego mira mi plato. —Come —dice con
una voz algo más calmada.

53
Tomo unos cuantos bocados más, luchando por llenar el
silencio que sigue. —Esto está muy bueno.

La más mínima sonrisa agrieta sus severos labios. —No es


nada gourmet.

—Quizás no para ti. Para mí es la mejor comida que he


tenido en mucho tiempo —digo, e inmediatamente me muerdo
el interior del labio. Mierda.

Por supuesto, se abalanza sobre ello. —¿Sí? ¿Cómo es eso?

Me encojo de hombros. —Has visto dónde trabajo. No es


exactamente una residencia en Las Vegas.

Sus fosas nasales se agitan y el disgusto pasa por sus ojos


antes de poner en blanco su expresión a la fuerza. —Una
residencia en Las Vegas es lo mínimo que te mereces con una
voz como la tuya.

Algo palpita de nuevo en mi interior con placer.

Dios, estoy perdida.

¿O quizás estoy siendo demasiado dura conmigo misma?

¿Qué hay de malo en dejar que los sentimientos de otra


persona sobre mi situación calmen los nervios que están a flor
de piel desde aquella noche de hace cuatro semanas en Nueva
York?

Sólo por una noche...

54
Mi corazón se tambalea al pensar que el reloj está
contando rápidamente en esta... lo que sea que haya sido esto.
¿Una cita?

Difícilmente.

Se supone que tengo que darle las gracias, no al revés.

Mueve la cabeza hacia la comida. —Toma un poco más.

Mis ojos se dirigen al recipiente y niego con la cabeza de


mala gana. —No debería.

Vuelve a parecer molesto. —¿Por qué demonios no?

Levanto la vista con culpabilidad. —Se supone que debo


agradecerte que me hayas ayudado. En lugar de eso, has
pagado todo...

—A la mierda. Quería tu compañía. Te invité a salir, por lo


tanto pagar es mi responsabilidad. Y mi privilegio. Además...
—Sus ojos se dirigen a mi boca y la lamo involuntariamente en
respuesta al cosquilleo que evoca su mirada. —Me gusta darte
de comer —termina diciendo con aspereza.

Mi corazón salta en mi pecho. —¿Sí? —susurro.

Acomoda su cuerpo grande y sorprendentemente ágil y


capto una pizca de su loción de afeitado. Dios, huele increíble.

—Llámalo algo cavernícola, pero sí. Asegurarme de que


estás cuidada significa algo para mí.

55
El calor se dispara tan alto y tan caliente que siento que
me estoy quemando por dentro.

Se inclina más cerca. —¿Sabes por qué otra cosa son


conocidos los cavernícolas, ángel?

Sacudo la cabeza y la mera sensación de mi cabello


flotando sobre mis hombros desnudos es tan excitante que
siento que mis bragas se humedecen.

Más húmedas.

Me arranca el tenedor de la mano y lo enrosca alrededor


del linguini cargado de gordas y jugosas gambas.

Luego me lo acerca a los labios como una orden silenciosa.

Lo tomo y sus ojos se quedan en mi boca mientras me


observa masticar. Y oh, Dios, ¿desde cuándo masticar la
comida es tan condenadamente excitante?

—Ese tipo de instinto neandertal suele seguir un patrón


prescrito.

—¿C-cuál es ese?

Pasa un pulgar por la comisura de mi boca y transfiere el


jugo a la suya. —Alimentar. Follar. Criar. —Su voz es ronca
hasta casi la incoherencia.

La luz de la lámpara resalta sus ojos ardientes y la sensual


curva de sus labios.

56
Mi mirada recorre su magnífico rostro, baja por su
garganta hasta los anchos hombros. Luego, más abajo aún,
pasando por su cinturón.

Hasta la gruesa vara que se perfila en sus vaqueros.

No puedo evitarlo. El extraño hambre que me recorre


estalla en un gemido.

Suelta el tenedor y una de sus manos se dirige a mi nuca.

Su mano es cálida... incluso caliente, y me marca con su


tacto mientras me mantiene inmóvil y gruñe: —¿Te gusta cómo
suena eso, ángel? ¿La idea de que un tipo afortunado te llene
y te colme en todos los sentidos?

—Yo... Yo...

Su cara se endurece y se inclina aún más. —Y para evitar


cualquier confusión, ese afortunado voy a ser yo. Nadie más.
Di que sí para que sepa que estamos de acuerdo.

El corazón me da un vuelco en el pecho y las llamas corren


por mis venas.

Que el cielo me ayude, pero lo deseo. Desesperadamente.

Ni siquiera me importa que esto no pueda ir más allá de


esta noche.

57
Las imágenes de ser llevada a la cama y criada por este
hombre pasan calientes y necesitadas por mi cerebro. —Sí. Sé
que es... una locura, pero... sí.

Su otra mano se levanta y desliza sus dedos por mis


mejillas, como si no se cansara de tocar mi piel.

—¿Por qué es una locura?

—Porque acabamos de conocernos. No debería... no


deberíamos...

—A la mierda —gruñe, con un toque de furia en su tono.


—¿Quién dice que tengo que esperar X número de días o fechas
para decirle a una chica preciosa con una increíble voz de
cantante que me gusta al mil por cien? Nadie, joder, ese es
quien.

Jadeo. —¿Estás... por mí?

Se ríe.

El sonido es áspero y tosco y un poco indomable. Un reflejo


de las expresiones que saltan en sus ojos.

—No tengo la costumbre de visitar bares de mala muerte


cinco días seguidos porque me guste el ambiente y la clientela
de mala muerte, ángel. La única razón por la que sigo volviendo
eres tú. Siempre tú. Sólo tú.

58
Sus labios se ciernen sobre los míos en ese momento, su
aliento bañando mi cara y sus ojos disparando rayos láser de
intención hacia los míos, provocando temblores de placer por
todo mi cuerpo.

Soy una virgen que huye de hombres terribles que podrían


alcanzarme si bajo la guardia. Que podrían someterme al
tratamiento que le dieron a ese político despreciable.

Pero en este momento, no puedo reunir la


autopreservación necesaria para razonar el hecho de
abandonar esta playa y volver a la endeble seguridad de mi
habitación de motel.

Los ojos de Matt me consumen, y dulce Señor, quiero ser


devorada por completo.

—Ahora voy a besar hasta el fondo esa jugosa boca, ángel.


No voy a pedir permiso. Pero tienes tiempo hasta que nos
despeguemos para tomar aire para decidir si quieres que el
próximo lugar al que vaya mi boca sea entre esos preciosos
muslos. ¿Sabes por qué?

—N-no —tartamudeo, mi cuerpo ya se balancea


peligrosamente hacia el suyo, cada célula de mi cuerpo
chillando para que lo tome.

Que me tome.

59
—Porque sé que un beso es todo lo que voy a necesitar
para perder la jodida cabeza.

Me agarra la mano y la coloca en su regazo. Sobre la


ardiente tubería de granito que amenaza con reventar a través
de sus vaqueros.

Gimoteo ante su tamaño, mi mente grita al pensar en esa


cosa dentro de mí.

—Y una vez que la haya perdido... —Aprieta la mano que


tiene sobre la mía, envolviendo ambas manos sobre su rígida
longitud: —Este malvado papá no va a detenerse hasta que
estés llena por completo de cada grueso centímetro. Hasta que
tengas semilla caliente goteando de ese apretado y glorioso
coño.

Ambos gemimos cuando aprieta aún más.

Estoy jadeando cuando me inclina la cabeza para que vea


sus ojos ardientes. —¿Entiendes lo que digo, ángel?

—Umm, s-sí, Matt...

60
Capítulo 4
Aria

Antes de que su nombre salga por completo de mi boca, él


la está devorando.

Su lengua se sumerge entre mis labios dispuestos y


acaricia con audacia la mía.

Me saborea como si no hubiéramos consumido la más


deliciosa comida hace un momento, como si yo fuera la comida
que ha estado buscando desesperadamente.

Mordisquea y lame, y se le escapan sonidos ásperos


mientras me acerca. Más cerca.

Hasta que estoy casi en su regazo.

Hasta que no hay espacio entre su cuerpo caliente y duro


y el mío.

Lo escucho apartar los restos de nuestro picnic de


medianoche.

61
Su mano me rodea la garganta y, al instante, me baja a la
manta. Su gran cuerpo se cierne sobre el mío y yo gimoteo.

De necesidad. De anticipación. Con un poco de pánico


porque... Dios... ¿realmente estoy haciendo esto? ¿Dejar que
este desconocido caliente haga lo que quiera con mi cuerpo?

¿Cómo no voy a hacerlo?

Los chicos y los hombres han estado coqueteando conmigo


desde que cumplí quince años y mis tetas pasaron de la talla
B a la doble D en un verano.

Pero mientras mis amigas del colegio se dedicaban a


perder la virginidad a diestro y siniestro, yo nunca sentí la más
mínima inclinación a seguirlas, a explorar el sexo con ningún
chico.

Entonces mi vida pareció pasar de un mini desastre con


mi madre a otro.

Luego al mega desastre con esos hombres aterradores del


callejón.

El sexo ha sido la última cosa en mi mente, considerando


todas las cosas.

Hasta ahora.

62
Hasta que este magnífico desconocido me miró fijamente
en la oscuridad hace cinco días y me mojé incluso antes de
saber qué aspecto tenía.

Ahora quiero lanzarle mi pequeña y ansiosa cereza y ver


cómo la devora.

Me lame la boca, saboreando repetidamente la pequeña


hendidura de mi labio superior, como si no tuviera suficiente
con esa curva.

—¿Quieres una muestra de cómo me voy a comer ese trozo


de cielo entre tus piernas?

Oh, Dios. —Yo... sí —gimoteo.

Siento el más mínimo indicio de su sonrisa contra mis


labios, y luego se pone serio. —Bien, porque creo que tienes
que estar preparada. Tienes que saber que tengo toda la
intención de que pierdas la cabeza cuando me meta entre esos
muslos.

No le digo que ya estoy allí, que mi cerebro está en modo


defectuoso. Probablemente porque no puedo formar palabras
cuando empieza a lamerme los labios con su atrevida lengua,
los decadentes barridos se vuelven insistentes a medida que la
arrastra entre mis labios.

Los cálidos y húmedos movimientos provocan una oleada


en mi pelvis, que me hace mojarme más cuanto más tiempo

63
pasa su lengua por la pequeña hendidura que hay en el centro
de mis labios.

Dios, no sabía que esa zona de mi boca fuera tan sensible.

Cuando me abro para él con un jadeo, atrapa


inmediatamente la punta de mi lengua entre sus dientes.

Me estremezco, y mi imaginación me proporciona una


amplia evidencia de cómo se sentirá ese tratamiento cuando se
apodere de mi clítoris.

Resulta tan condenadamente excitante que gimoteo.

—Joder, eres una cosita ansiosa, ¿verdad? ¿Persiguiendo


mi lengua con la tuya?

—Más... por favor —jadeo.

Me muevo inquieta bajo su sujeción en mi garganta y el


fuego aumenta en sus ojos mientras me esfuerzo por obtener
más de su beso.

—Así es, pequeña —gruñe contra mis labios. —Papá va a


adorar ese jugoso botón rosa justo así.

Su mirada abandona la mía para recorrer mi cuerpo.


Observa mis inquietos muslos y mis caderas retorciéndose. Y
siento que se pone aún más duro contra mi pierna. —Separa
esos muslos, ángel. Muéstrale a papá lo mojada que estás.

Vuelvo a estremecerme.

64
Hay algo tan... sucio pero increíblemente excitante en oírlo
dirigirse a sí mismo como 'papá'.

Nunca creí que tuviera una perversión... hasta ahora.

Ahora incluso llamarlo Matt en mi cabeza se siente...


inadecuado. Él significa más que eso para mí. Esto significa
más.

—Sí, papi —pruebo tímidamente. Y siento un profundo y


doloroso apretón en mi interior, mis pezones tensándose aún
más. Todo mi cuerpo arde por él y quiero llorar de la
intensidad. —Lo que tú quieras, papi —jadeo.

—Jesús, joder —gime.

No estoy segura de si es mi respuesta o el hecho de que


separe mis muslos para mostrarle mis bragas húmedas lo que
desencadena esa respuesta brusca.

¿Tal vez ambas cosas?

—Vas a hacer que un hombre adulto pierda la cabeza,


¿verdad? Voy a tropezar como una idiota babeante después de
probar ese dulce pastel, ¿verdad?

Las imágenes son tan embriagadoras como ligeramente


aterradoras. Porque aunque sé que será irreal a la luz del día,
lo deseo. Mucho.

65
—Yo... no es mi intención —me siento obligada a
responder.

Se ríe, en voz baja y con aspereza, contra mis labios. —Oh,


sé que no lo pretendes. Y eso es lo jodidamente peligroso de
esto. Tú, caminando por ahí toda dulce y con los ojos abiertos
sin saber el poder que llevas entre las piernas. —Su mano tiene
un espasmo contra mi garganta y exhala con dureza. —Ángel,
no sé si castigarte o adorarte.

—Por favor... papi.

Aprieta los ojos durante un puñado de segundos,


arrastrando duras respiraciones hacia sus pulmones.

Cuando abre los ojos, parece medio salvaje. Mi corazón


late más rápido, pero no hago ningún movimiento para
escapar.

No quiero hacerlo.

Estoy demasiado lejos para retroceder ahora.

Quiero a este hombre.

Totalmente.

Sin reservas.

Así que abro más mis muslos. Y el débil aroma de mi


excitación tiñe el aire. Sus fosas nasales se agitan como un
animal salvaje.

66
—Maldito infierno. El olor de ese coño...

Vuelve a bajar, mordiendo y lamiendo mi boca mientras su


mano abandona finalmente mi garganta para abarcar un
pecho.

Amasa con avidez, atrapando el pico entre sus dedos y


apretando hasta el punto del dolor.

Grito contra sus labios, arqueando la espalda mientras


persigo esta nueva e increíble sensación de dolor y placer que
me recorre.

Dios, ¿es otra perversión?

Quiero... más.

Pero antes de que pueda sumergirme más en el placer, se


aleja de mí, poniendo distancia entre nuestros cuerpos.

Estoy a punto de protestar cuando se levanta y me tiende


la mano.

—Levántate.

Levanto la vista, aún aturdida por la sobrecarga de placer.


—¿Qué? ¿Por qué? —exijo lastimeramente.

Oigo el mohín en mi voz, pero no puedo evitarlo. Ha abierto


de par en par las puertas de mi necesidad y ya no puedo volver
atrás.

67
Se me saltan las lágrimas de sólo pensar en que se me
prive de ello. De esto.

—Porque vamos a entrar. La zona puede ser exclusiva pero


no es precisamente privada, ángel. Y nadie puede escuchar
cómo suena mi princesa cuando está tomando una polla. Esos
sonidos son sólo para mis oídos. Así que arriba —insiste.

El alivio me atraviesa. Pero cuando no me levanto lo


suficientemente rápido, se inclina y me levanta.

—¿Te atreves a hacerme esperar, pequeña? —Me muerde


el labio inferior y mi pequeño grito hace que gruña.

—Joder, me muero de ganas de oír esos sonidos salir de


tus labios cuando machaque ese coñito apretado.

Me agarra con fuerza en sus brazos cuando sube los


escalones y cruza el amplio patio para volver a entrar en la
casa.

Le rodeo el cuello con los brazos y me aferro a él.

Me lleva como si no pesara nada y me deja dentro de las


puertas francesas del salón.

Me sujeta con una mano y me pega a la pared, y me


observa mientras desliza la puerta para cerrarla y gira la
cerradura.

68
Luego me entierra las manos en el pelo y gruñe como un
animal mientras vuelve a devorar mi boca.

—Dios, eres tan jodidamente adictiva. No me canso de ti.

Soy un desastre húmedo y resbaladizo cuando levanta la


cabeza. Sigo su mirada mientras recorre el salón y se detiene
en el gran sofá seccional.

—No vamos a llegar arriba, cariño.

Y me arrastra tras él hasta el salón.

Entre una respiración y otra, me encuentro de espaldas en


el sofá y él me mira fijamente, como una bestia presa de una
feroz excitación.

Su pecho sube y baja entre jadeos mientras su mirada se


fija en mis pechos, mis muslos, mi boca.

—Eres tan jodidamente hermosa.

Me retuerzo bajo su acalorada mirada y parece que eso lo


vuelve más feroz. Se ha desprendido de su chaqueta de cuero
antes, cuando estaba revisando su casa, y ahora se saca la
camiseta por la cabeza.

Santa mierda.

Es... la perfección esculpida.

69
Su torso es un compuesto apetitoso de un paquete de seis,
piel bronceada, surcos y planos duros que me muero por
explorar. Si pudiera moverme.

Pero es como si me hubiera hipnotizado hasta la


inmovilidad y todo lo que puedo hacer es quedarme allí y...
anhelar.

—Mírate. Tan malditamente preciosa. Tan necesitada.

La mano que finalmente levanto hacia él se siente cargada


de plomo. —Por favor...

—Shh, cariño. Te prometo que tendrás lo que necesitas. —


Se ríe, pero el sonido es un poco tenso. —Probablemente más
de lo que puedas manejar.

El pensamiento detona una pequeña carga de advertencia


en el fondo de mi mente.

No estoy segura sobre 'más de lo que puedes manejar'. Ni


siquiera estoy segura de cómo va a desarrollarse esto,
especialmente ahora que puedo ver lo grande que es.

Su polla se perfila completamente contra sus vaqueros. Y


Dios, es un jodido monstruo.

Me retuerzo con más fuerza, apretando los muslos


mientras los latidos de mi corazón se disparan.

¿Y si... y si no cabe?

70
¿O me duele demasiado?

Un pequeño sonido aterrorizado sale de mi garganta.

Se agacha hacia mí hasta que estamos casi a la altura de


los ojos. La mirada de sus ojos sigue siendo ligeramente feroz,
pero también hay preocupación. —Oye, oye. ¿Qué pasa?

Trago saliva. —No sé si... si podré tomarla.

Sus fosas nasales se agitan, como si mi pánico lo excitara.


Dios, es realmente un animal, ¿no? —No voy a mentir.
Probablemente dolerá un poco. Soy grande, y...

Su mano desciende por mi cuerpo, deteniéndose para


tocar un pecho con un grueso gemido antes de continuar el
viaje que termina entre mis piernas.

Presiona su mano sobre mis bragas y frota algunos


círculos antes de que su mano se deslice por debajo del endeble
algodón. Desliza un dedo por mis labios hinchados antes de
hundir lentamente la punta en mi abertura.

Un siseo caliente sale de él. —Ah, joder, lo sabía. Sabía que


estarías apretada. —Un escalofrío lo recorre y los ojos que se
encuentran con los míos están llenos de un deseo impío. —Te
prometo que iré tan despacio como pueda. Pero, ángel... has
convertido a papá en un animal. Estoy desesperado por
meterme entre esos dulces muslos y machacar este bonito
cielo.

71
Sigue frotándome mientras suelta esas palabras calientes
y sucias, y la combinación de contacto y discurso hace que me
moje más entre los muslos.

Lo que lo vuelve loco.

Con un gruñido ronco, se mete los dedos en la boca y lame


la humedad que ha creado.

—Jesús. Tan bueno. Sabes tan bien, nena.

En otro instante, me baja las bragas, exponiendo mis


partes por primera vez.

Exponiéndome a la mirada de un hombre por primera vez.

Mi corazón golpea más fuerte contra mi pecho.

Oh Dios, esto es todo.

Ya no hay vuelta atrás. Voy a perder mi virginidad.

Hago otro sonido inconsciente que lo hace dudar una vez


más. Está tan atento a cada una de mis pequeñas reacciones
que es increíble.

Disminuye la velocidad, pero me quita las bragas y las tira


a un lado. Pero sus ojos permanecen en mi cara todo el tiempo.

—¿Quieres que vaya más despacio, pequeña? Será difícil,


muy difícil. Pero por ti, lo intentaré. ¿Te gustaría?

¿Me gustaría?

72
Él va a poner ese monstruo enorme dentro de mí de
cualquier manera. Entonces, ¿lo quiero rápido y terminado,
como quitar una tirita, o lento?

Tengo unas ganas locas de reírme de la imagen, pero el


hambre y la alarma que me atraviesan me quitan las ganas. —
No lo sé —confieso finalmente en un susurro. —No sé qué sería
mejor. ¿Puedes... puedes tú decírmelo?

Siento que un rubor sube por mi cara mientras sus ojos se


entrecierran.

Entonces parpadea.

—¿Intentas decirme algo, ángel? —Su mirada cae entre


mis piernas aún abiertas, como si pudiera leer el secreto que
hay allí. Sus fosas nasales vuelven a encenderse de esa forma
salvaje e intensamente caliente. —Joder, pequeña. ¿La niña de
papá es virgen?

Dice las dos últimas palabras con un gruñido salvaje y


silencioso, y oigo una ligera entonación en su voz, una pizca
de acento que me hace cosquillas. Pero antes de que pueda
precisarlo, su mano me sujeta la nuca y aprieta.

—¡Respóndeme!

Es casi salvaje y mi corazón se acelera aún más cuando


respondo: —S-s-sí.

Sus ojos se cierran de golpe.

73
Durante interminables segundos, el único sonido en la
habitación es su pesada respiración y el subir y bajar de su
pecho.

Luego me levanta de nuevo.

—¿Adónde vamos?

—Arriba. Al dormitorio. Necesito que estés extendida en la


cama con todas las luces encendidas. Necesito ver cada
hermoso centímetro de ti. No me voy a perder ni un segundo
de cómo me regalas el mayor tesoro del mundo.

Oh. Oh, Dios.

Las lágrimas pinchan en la parte posterior de mis ojos y


parpadeo rápidamente para disiparlas. Pero él sigue viéndome
y sus pasos se hacen más lentos en el pasillo de arriba.

—¿Cariño? ¿Por qué lloras? —me pregunta ásperamente.

Sacudo la cabeza. —Nunca pensé... no tenía ni idea


cuando me desperté esta mañana... de que esto... Lo siento,
estoy siendo tonta... —Detengo mi balbuceo antes de que se
derramen más tonterías.

Pero una mirada cruza sus ojos, una mirada feroz pero
comprensiva que hace que mi pecho se apriete. Eso me hace
pensar que quizás no estoy siendo tonta después de todo.

74
—No, no lo eres. Yo tampoco tenía idea, ¿recuerdas? Ni
idea del tesoro que iba a encontrar cuando entré en ese bar de
mierda aquella primera vez. Podría haber estado en cualquier
otro lugar del país. Que los dos estuviéramos en el mismo lugar
al mismo tiempo... No tienes ni idea de lo agradecido que estoy
de que así fuera.

Sus brazos me agarran con fuerza. Más fuerte. Hasta que


me retuerzo y mis ojos se abren de par en par ante el destello
de pura viciosidad que cruza su rostro.

Pero sé que la expresión no es para mí porque cuando me


mira un segundo después, ya no está.

El hambre ha vuelto.

Trago saliva ante la creciente intensidad de sus ojos


mientras respondo, superada por las emociones que me
atraviesan: —Yo también.

—Eso está bien, nena. Ahora quiero que me hagas un


favor, ¿de acuerdo?

—Sí, lo que sea —respiro, y sus ojos se encienden con aún


más ferocidad.

—Mantén ese pensamiento en mente cuando las cosas se


pongan un poco locas, ¿de acuerdo? Soy un hijo de puta
posesivo. Y, créeme, cuando esté dentro de ese precioso coño
y esté machacándolo, me acordaré con cada embestida de lo

75
afortunado que soy por haberte encontrado. Lo privilegiado
que soy por ser el primero.

Innegablemente, sus palabras me electrizan. Estoy casi


derritiéndome en un charco cuando nos hace pasar al
dormitorio principal.

A diferencia de las habitaciones de abajo, las persianas


están bajadas, lo que impide ver el océano.

Me deja en el suelo y su mirada abrasadora recorre mi


cuerpo de arriba abajo antes de ordenarme bruscamente: —
Date la vuelta.

Me doy la vuelta y me pongo de cara a la cama.

Me besa a lo largo del cuello, emitiendo sonidos profundos


y hambrientos, con una respiración corta y ligeramente
jadeante, mientras me baja la larga cremallera de la espalda y
me quita el vestido de lentejuelas.

El material se acumula a mis pies y me desprendo de él.

—Ponte de cara a mí, pequeña.

Dudo. Llevo bragas de algodón sencillas, todas las luces


están encendidas y estoy más que cohibida.

Un brazo cruza por mis pechos y me muerdo el labio


mientras me giro.

76
Su dedo me sube la barbilla y me mira profundamente a
los ojos. Tan profundamente que no me pierdo la necesidad
furiosa que hay en sus ojos.

—No te escondas de mí. Eres más que impresionante,


ángel. Dios, tu piel. —Una mano firme me agarra del brazo y
lo baja hasta mi costado. Al ver mis pechos, jadea con más
fuerza: —Estas malditas tetas. Podría mirarte, tocarte, durante
días... años, ¿lo sabes?

La mirada de sus ojos me infunde ánimos, me recuerda


que tengo algo que ofrecer.

Algo que, increíblemente, este maravilloso hombre quiere.

Algo que me muero por darle, si tan sólo pudiera


sobreponerme a mí misma por un minuto.

Lentamente, mi columna se endereza y mis hombros se


relajan. Mis pezones arden de tanto que se han llenado de
guijarros.

Pero el poder femenino se despliega a través de mí.

Y lo abrazo.

77
Capítulo 5
Aria

Lo asimila todo, con el orgullo y el hambre salvaje


estampados en su cara mientras se lame el labio inferior.

—Eso es, ángel. Muestra ese cuerpo perfecto a papá.

No sé por qué la palabra 'papá' desencadena una


respuesta tan intensa dentro de mí, pero cada vez que sale de
los labios de Matt, me provoca un torrente de reacciones
emocionales y físicas.

No estoy del todo segura de querer examinar por qué,


ahora o en el futuro, pero su efecto es innegable.

Un efecto del que él es testigo, y sus ojos se vuelven más


indómitos, más devoradores, mientras estira la mano para
bajar las sábanas antes de empujarme con firmeza de nuevo a
la cama.

78
—Brazos arriba, piernas abiertas —me ordena, con la voz
ronca hasta la incoherencia.

Mi corazón se acelera mientras arrastro los brazos por


encima de la cabeza y separo los muslos. Me arde la cara, pero
no hago nada para ocultar mi núcleo femenino de su ávida
mirada.

Me extiendo como un sacrificio para este hombre cuyo


apellido aún no conozco.

Abro la boca para preguntar... justo cuando se suelta el


cinturón y se baja la cremallera. La pregunta sale volando de
mi cabeza cuando mis ojos se fijan en el tesoro que está
descubriendo.

No soy tan inocente como para no saber cómo es la polla


de un hombre, pero esta es la primera vez que veo una en la
vida real... y no puedo respirar mientras espero...

Oh. Dios. Mío.

Me doy cuenta de que he murmurado las palabras en voz


alta cuando una sonrisa tensa arruga su cara. —Tranquila,
pequeña. Nunca antes me he corrido porque me hayan
examinado la polla, pero si sigues mirándome así voy a
reventar antes de acercarme a esa jugosa cereza.

Me sonrojo por sus palabras y por su actitud


desvergonzada.

79
Pero su polla es aún más grande de lo que pensaba, un
grueso tronco que se acerca a su ombligo. Apenas aparto la
vista de él para ver cómo se quita los bóxers antes de que
merodee por la cama, con los ojos clavados en mí.

—Dios, hay tantas cosas que necesito hacerte. —Se


detiene junto a mí, con las rodillas un poco separadas para que
su polla y sus pelotas cuelguen pesadas y bajas.

No tiene ningún reparo en su cuerpo desnudo, ¿y por qué


iba a tenerlo?

Su musculatura es asombrosa, su vientre de tabla de


lavar, sus elegantes músculos y sus poderosos muslos tallados
en mármol.

Me muero de ganas de estirar la mano y tocar, de explorar


el sedoso vello que se extiende desde su pecho hasta la ingle.

Mis dedos se agitan.

—Ah ah —me regaña roncamente. —Podrás explorar más


tarde. Ahora necesito conocer a mi pequeño tesoro. —Desliza
sus manos por el costado de mi caja torácica y entre mis tetas.
Aspira cuando mi piel se estremece bajo su contacto. —Jesús.

Acaricia su polla mientras me acaricia el pecho y juega con


mi pezón. Con un gemido, se inclina y atrapa el pico en su
boca, chupando larga y duramente antes de enderezarse de
nuevo.

80
La punta de su polla es de color púrpura intenso y gotea
un líquido claro.

Me pregunto a qué sabrá.

Me muero por saberlo. Sigue mi mirada y sus fosas nasales


se abren de par en par.

—¿Quieres probarla, ángel?

—Sí —susurro. —Por favor.

Cierra los ojos y aprieta la base de su polla durante varios


segundos, con la mandíbula apretada. Luego, con un decidido
movimiento de cabeza, se acerca a mi cabeza.

La mano que no sujeta su polla acuna la parte posterior


de mi cabeza y me levanta hacia su formidable miembro.

Tan cerca puedo ver las venas que se extienden en torno a


su palpitante grosor.

Mi coño se aprieta al imaginar todos esos centímetros


moviéndose dentro de mí. Pero eso es un enigma para más
adelante.

En este momento, su aroma almizclado se filtra en mi


cerebro, alimentando el hambre insana que me invade.

Sin esperar instrucciones, abro y chupo la ancha punta en


mi boca.

81
Oh, Dios. Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios.

Es cálido y salado e indescriptiblemente adictivo de una


manera que me hace querer tomar más de él. Para aprender
de él con el mismo entusiasmo con el que él quiere aprender
de mí.

Así que chupo más fuerte, explorando la parte inferior de


la corona con la punta de la lengua.

Él se libera de un tirón. —¡Joder!

Hago una pequeña protesta hambrienta cuando se aparta.

—Eres demasiado buena en esto. ¿Has chupado alguna


vez la polla de un hombre? —La pregunta encierra una pizca
de celos, que retrocede un poco cuando niego con la cabeza.

—No.

Hace una mueca. —Dios, esos labios de ángel ya son


adictivos. Pero no puedo arriesgarme a soltar mi carga en esa
hermosa boca. No la primera vez. —Baja mi cabeza y pasa sus
dedos por mi mejilla. —Pronto, pequeña. Te lo prometo.

Luego, su mirada se dirige de nuevo a mi pecho.

Es como si estuviera hipnotizado por mis tetas. Gime y


baja la cabeza para chupar un pezón hinchado. —Sabes tan
jodidamente bien —gime.

Grito cuando atrapa el pico entre sus dientes.

82
Me provoca y atormenta durante varios segundos mientras
se coloca entre mis muslos. Me abre más las piernas, hasta
que mis rodillas están completamente dobladas.

Entonces mira fijamente mi centro empapado.

—Pequeña, pequeña, pequeña. Mira qué perfecta eres. —


Desliza el dorso de un nudillo por mis pliegues antes de
llevarse el dedo a la boca. Gime profundamente y su polla se
balancea con su excitación. —Voy a comerme este coño
durante horas —jura con fuerza. Luego me agarra las rodillas
con fuerza. —Te voy a follar a pelo. No tengo otra opción.
Ninguna maldita goma se acercará a este coño virgen. Dime
que lo quieres. Dile a papá que puede soltar su carga en lo más
profundo de este santuario virgen.

Es un poco insensato que yo rechace todas las


precauciones que debería tomar.

De alguna manera, algo en mi interior confía en este


hombre. E incluso cuando todo esto termine a la clara luz de
la mañana, no me arrepentiré de nada de esto.

Cuando esté huyendo de nuevo y me dirija a un posible


peligro, sabiendo que llevo algo tan puro y completo, libre de
miedo o peligro.

Que si ocurre lo peor, tendré esta increíble experiencia


para poner un broche de oro a mi poco memorable vida.

83
—Lo hago —respondo solemnemente. —Lo quiero.

Sus dedos agarran mis muslos con la suficiente fuerza


como para magullar, pero no me importa. Cualquier marca que
deje será un recuerdo más de esta noche.

—Dilo con propiedad. Dilo de la única forma que tendrá


verdadero sentido entre nosotros —insiste, y su mano se posa
entre mis muslos para acariciarme de esa forma posesiva que
no estoy segura de que sepa que está haciendo.

El corazón golpea con fuerza contra mis costillas, mi


aliento me corta la voz para que surja en susurros silenciosos.
—Quiero que te corras dentro de mí, papi. Quiero que me
llenes, bien y profundamente hasta que pueda saborearlo.

Su cuerpo se sacude y la cabeza de su polla gotea sobre


mi muslo. —¡Jesús! Mi chica sucia. Mi propio angelito sucio.

Se deja caer sobre los codos y funde sus labios con los
míos en un beso profundo y áspero que me roba el último
aliento.

El sonido húmedo de nuestros besos llena la habitación y


yo gimo ante su decadencia.

Nuestras narices están a un suspiro de distancia cuando


finalmente levanta la cabeza. Su aliento recorre mi mejilla, mi
nariz y mi boca.

84
—Mantén esos hermosos ojos en mí. Papá necesita ver el
momento en que su ángel se convierte en mujer. El momento
en que reclama lo que es suyo.

La conexión es demasiado visceral, demasiado profunda y,


sin embargo, no puedo apartar la mirada.

Esto está pasando de lo físico a algo más profundo, y no


podría detenerlo aunque quisiera.

Gimoteo y mis manos se levantan para agarrarle los


hombros cuando él acerca su ancha punta a mi pequeño
agujero.

Incluso antes de que empuje, me tenso y el pánico me


recorre la columna vertebral.

Sus dedos se deslizan por mi pelo para mantenerme


quieta. —Tranquila, pequeña. Relájate. Déjame entrar. —Me
da pequeños besos en la boca mientras se introduce en mi
húmedo interior.

Jadeo cuando su corona atraviesa mi entrada. Dios, es


enorme.

El dolor me recorre y mis ojos se llenan de lágrimas. —No


puedo. Por favor. Es demasiado grande.

Su cara se tensa y una mirada de arrepentimiento


parpadea en sus ojos. —Lo sé, pequeña, y lo siento. —Se
detiene un momento y la presión disminuye un poco.

85
El sudor le cubre la frente y el labio superior y jadea, su
control pendiendo de un hilo. Pero en un instante más, empuja
y yo ardo, ardo, ardo.

Besa el grito de dolor de mis labios. —Lo siento, ángel. Lo


siento. Tengo que... tengo que hacerlo. Lo necesitamos.

Con esa ronca disculpa, penetra con fuerza,


profundamente, abriendo un camino a través de mi
resbaladiza pero resistente carne.

Mi siguiente grito abrasa mi garganta.

Dios, me está partiendo por la mitad.

Se hunde con un empujón despiadado y un gruñido


animal.

Sus ojos brillan con una intención abrasadora mientras


me mira. —Ahora estoy dentro de ti, pequeña. Nadie más podrá
llegar tan adentro. Ningún otro hijo de puta te hará sentir tan
bien.

Intento responder, pero no puedo. Su mano está alrededor


de mi garganta, apretando... apretando...

Y algo está sucediendo.

Un deleite se apodera de mí, quemando los bordes del


dolor.

86
Con cada apretón siento los latidos de mi corazón
retumbar en mis oídos y palpitar entre mis piernas, mi canal
agitándose alrededor de su enorme circunferencia.

Y se siente... sublime.

Mis miembros se derriten mientras mis entrañas palpitan


en torno a él, arrastrándolo más profundamente y apretándolo
con fuerza.

Gime contra mis labios, la sensación hace que sus caderas


se flexionen. —Eso es, ángel —canturrea con descarado
triunfo. —Eso es. Dame más de esa resbaladiza bondad. Ponle
crema a la polla de papá para que te folle bien.

Sus sucias palabras hacen que me moje más, facilitando


su camino mientras empieza a penetrarme en serio.

Me aferro a la preservación mientras Matt mete y saca su


gran polla, llevándome a un límite desconocido. Estoy
aterrorizada, ansiosa e intoxicada al mismo tiempo.

Me embriago con el movimiento de sus caderas.

Con las palabras que salen de su boca.

Con la expresión de éxtasis en su rostro cuando me mira


fijamente, devorando cada una de mis expresiones.

87
Más que nada, estoy fascinada por la polla que se apodera
de mi coño, golpeando un pequeño punto que me hace ver las
estrellas con cada embestida.

—¡Oh! ¡Oh! Se siente... oh Dios, se siente...

—Dime —me ordena, respirando las palabras en mi boca,


y luego me muerde el labio inferior como el animal que es. —
Necesito oírlo, pequeña.

Mis uñas se clavan en sus hombros mientras intento


encontrar las dos neuronas que necesito para formar palabras.
—Siento... como si todo lo que hay dentro de mí se fuera a
romper. Pero... lo quiero. Lo deseo tanto. —Me odio a mí misma
por el tartamudeo que me acompaña cuando estoy abrumada.

Pero Matt no se da cuenta.

La mano que me rodea la garganta se suelta el tiempo


suficiente para que pueda aspirar una bocanada de aire antes
de que me sujete de nuevo.

—Vas a estallar, ángel. Y te sentirás jodidamente increíble.


—Me penetra y mi visión se nubla. —Hazlo, pequeña. Dámelo,
ahora.

Un lugar tenso e hinchado en lo más profundo de mi pelvis


detona a su orden. Estoy fuera de mí, gritando mientras esta
nueva y sublime sensación sacude el centro de mi mundo.

88
Cada centímetro sensible de mi cuerpo se sumerge en el
éxtasis y soy consciente de que estoy sollozando por su
intensidad. Esclava de cada convulsión. Al igual que soy
consciente de que el grueso órgano incrustado en mí no deja
de acariciar ese punto. No deja de prolongar mi clímax.

Soy un desastre deshecho y sollozante cuando me muerde


el lóbulo de la oreja y luego me susurra al oído.

—Saquemos algunas cosas del camino, ¿de acuerdo?


¿Crees que iba a renunciar a la oportunidad de sentir cómo te
corrías en mi polla por primera vez, pequeña? ¿Crees que voy
a dejar este hogar perfecto ahora que lo he encontrado? A la
mierda con eso. Voy a ser tu primero y tu último. A partir de
este día, cada orgasmo que atraviese este hermoso cuerpo será
por mi polla. Mis dedos. Mi boca.

89
Capítulo 6
Matteo

Hay un destello de incertidumbre y reserva en sus ojos,


como si pensara que esto es sólo una charla sucia.

Como si dijera palabras para excitarnos a los dos.

Ella no sabe que cada palabra que sale de mis labios es en


serio.

Ella ya era mía antes de que descubriera que estaba


intacta, que ningún otro hombre se ha acercado a este coño
destructor de imperios.

Por ahora, eso está bien. Pronto lo descubrirá. Ya está


abrumada por nuestra intensa follada.

Otra primicia para mí.

Ningún coño ha estado nunca tan apretado, tan


increíblemente prístino en todos los sentidos.

90
Me estoy volviendo loco sólo de pensar en cuándo podré
follarla de nuevo, y aún no he eyaculado.

Ver y sentir cómo se libera alrededor de mi polla es


adictivo. Nunca tendré suficiente. Así que realmente, es algo
bueno que ella sea mía ahora.

Una cosa buena...

Oh, mierda.

El placer sube por mi espina dorsal como un látigo de


cuero y rujo ante la intensidad con la que ordeña mi polla. Los
espasmos calientes y de agarre están fuera de este maldito
mundo.

—¡Mierda, nena, me estás ordeñando tan jodidamente


bien! Ah!

El calor sube por su cara y se ruboriza de nuevo ante mis


palabras sucias. Juro en ese momento que siempre llevaré mi
sucia diatriba a nuestra cama.

Diablos, puede que le enseñe algunas cosas más de las que


ha dicho...

Quiero que me llenes, bien y profundamente hasta que


pueda saborearlo.

—¿Estás lista para ser llenada, ángel? Porque, joder, está


llegando.

91
Siento que me engroso dentro de ella y chilla.

Su cabeza se agita en la almohada tanto como mi firmeza


en su garganta lo permite. Y cuando eso se detiene, sus ojos
siguen parpadeando salvajemente, su éxtasis en el punto de
incursión.

Me encanta sentir su pulso latiendo contra mis dedos.


Siento lo frenética que es su excitación.

—Sí, sí, sí. —Sus palabras son susurros silenciosos, como


si toda su energía se concentrara entre sus piernas. Y no dudo
de que así sea.

Es un tornillo de banco a mi alrededor, su dominio saca


un rugido de mi alma. Y cuando gruño: —Otra vez, ahora —se
hace añicos.

Y yo la sigo.

Mi visión se vuelve negra mientras la sensación al rojo vivo


me engulle.

Estoy vertiendo litros de semen en su estrecha cueva y


nunca me he sentido más glorioso.

Este ángel está reescribiendo mi vida con cada aleteo de


su pulso, cada jadeo, cada mirada de sus impresionantes ojos
y ni siquiera lo sabe.

Estoy listo para renacer en lo que ella quiera que sea.

92
Y cuando me derrumbo sobre ella, la única razón que me
impide derramar cada intención posesiva que tengo planeada
para ella es porque no quiero asustarla.

Esta noche ha sido intensa.

Nos hemos movido rápido. Más rápido de lo que estoy


seguro que ella está acostumbrada.

Me conformo con peinarle el pelo húmedo por el sudor con


dedos tranquilizadores, sin sorprenderme ni un poco cuando
se queda dormida.

Estoy tentado de quedarme donde estoy, con mi polla


semidura todavía dentro de ella, envuelta en su calor húmedo.

No hemos hablado de anticonceptivos y la idea de criarla,


de empezar ya nuestra familia, llena mi parte más primaria de
satisfacción.

Tanto que quiero despertarla y volver a hacerlo.

Llenar su vientre a rebosar hasta que sus óvulos no tengan


otra opción que darme la bienvenida a casa. Para crear bebés
gordos que ambos amaremos.

Soy siciliano.

La familia lo es todo.

He conocido a la mujer con la que pretendo casarme.

93
¿Por qué esperar?

Cuando siento que se me endurece, exhalo lentamente y


me retiro de ella. El sonido que emite -un cruce entre un
gemido, un jadeo y una protesta- me llega directamente a la
ingle.

Aprieto los dientes y me obligo a retirarme.

Hace menos de media hora era virgen. Puede que sea un


animal, pero hasta las bestias se toman un respiro entre celo
y celo.

De mala gana, la dejo dormir, me aseo en el baño y reviso


el resto de la casa.

Mis hombres se aseguraron de que las cosas estuvieran


seguras, pero con mi nuevo tesoro, no puedo correr riesgos.

Las habitaciones son de buen gusto, pero están decoradas


para un alquiler, no para una casa.

Por un momento me pregunto cómo lo cambiaría Aria si


viviéramos aquí. Cómo haría un hogar en cualquier lugar en el
que decidiéramos establecernos.

Deja de anticiparte, culo.

Uno de mis hombres ha recuperado los restos de nuestro


picnic y los ha dejado en la mesa del patio. Los llevo a la cocina
y cierro la puerta antes de servirme un coñac.

94
Luego, con una sonrisa macabra, envío el mensaje que me
moría por enviar desde que esa basura de Barry intentó
prostituir a mi ángel.

Aprieto el teléfono en el puño hasta que llega el requerido


'sí, jefe'.

Una intensa satisfacción rezuma por mis venas.

Por la mañana, el Bar de Barry ya no existirá y a Bella se


le ofrecerá un nuevo y mucho mejor trabajo.

Un depredador más fuera del negocio.

Por mucho que me muera por volver a los cálidos y


dispuestos brazos de mi ángel, el hormigueo de mi sexto
sentido me hace demorarme.

En el momento en que me dejo caer en el sofá, suena mi


teléfono.

Incluso antes de comprobar la pantalla, sé que es Gio.

Pulso el botón y levanto el teléfono hasta la oreja. —¿Te


has molestado siquiera en comprobar las zonas horarias antes
de llamar?

—¿Llevas casi una semana ignorando mis llamadas y vas


a tocarme las pelotas aunque suenes muy despierto?

95
—Estar despierto no significa estar disponible. —No
cuando podría estar arriba, explorando cada magnífico
centímetro del cuerpo de Aria. —¿Qué quieres, Gio?

Admito que hay una pizca de culpa que me atraviesa


porque sé lo que quiere.

Me pidió que siguiera una pista y encontré una joya de


valor incalculable. Una recompensa que no pienso entregarle.
No hasta que entienda que Aria está ahora fuera de los límites.

Suspira. —Me encuentro con un callejón sin salida tras


otro. ¿Supongo que tú tampoco has tenido diversión?

Oh, sí que he tenido diversión. Un montón de jodida


diversión.

Aún así… —Hmm —respondo sin compromiso.

Oigo un leve rasgueo y sé que está pasándose una mano


por la cara.

Esbozo una pequeña sonrisa porque sé que un Gio no


afeitado es un Gio malhumorado. El hombre lleva su cuidado
personal a un nivel completamente nuevo, con un régimen que
haría que la mayoría de los artistas de maquillaje de Hollywood
se cremasen.

—Bueno, he probado otro ángulo.

96
—¿Se? —respondo en siciliano, la familiaridad de nuestra
lengua paterna se desliza fácilmente en nuestro discurso.

—Sí. Le hice una visita a su madre. Para ver si podía sacar


algo de información sobre la hija.

Me incorporo de golpe, mi indolencia evaporándose. —¿Sí?


¿Y qué dijo? —pregunto lo más despreocupado que puedo a
pesar de mi acelerado ritmo cardíaco.

—Me hizo perder el tiempo quejándose de los desafíos de


la maternidad, como si alguien la hubiera obligado a tener un
hijo. Juro por Dios que a algunas mujeres hay que ligarles las
trompas al nacer.

Agarro con fuerza el teléfono hasta que el dolor me


atraviesa los dedos.

Si la madre de Aria no la hubiera parido, no habría


conocido a mi ángel. Sólo por eso, la mujer merece que la dejen
respirar.

—No hiciste nada estúpido como hacerle daño, ¿verdad?


—gruño.

—Maldita sea, frati, ¿por quién demonios me tomas?


¿Desde cuándo voy por ahí pegándole a mujeres mayores?

Pongo los ojos en blanco y sigo adelante, prefiriendo no


recordarle que es el exaltado de la familia. El que aprieta el
gatillo primero y pregunta después.

97
Por eso ha tardado tanto en llegar a este rango en la
famigghia. Un rango que inmediatamente puso en riesgo al no
hacer su debida diligencia en una reunión.

—¿Y? ¿Tenía algo útil que decir? —presiono.

—Sólo que su hija está obsesionada con el canto. Sueña


con triunfar en Las Vegas. Cree que así podrá salir adelante.
Pero dudo que sea tan descarada como para ir a Las Vegas.
Hay demasiados ojos allí, ¿sabes? Así que tenemos que seguir
comprobando los bares o casinos más alejados en busca de
chicas que encajen con su descripción.

—Eso podría ser un millón de bares diferentes en un


millón de lugares.

—¿Quieres dejar de tocarme las pelotas? Aún no te he


dado la buena noticia.

Se me revuelven las tripas.

Pero no he ascendido a la categoría de capo de la mafia


neoyorquina-siciliana meándome en los pantalones cada vez
que me cae algo desagradable. —Ponte a ello entonces. No
tengo toda la noche.

—Miedda, bien. La chica no ha usado su propio teléfono


desde que cometió el error de encenderlo en Florida, o ya la
habríamos encontrado, obviamente. De todas formas,
probablemente se deshizo de él entonces. Y se ha asegurado

98
de mantenerse alejada de las cámaras de seguridad desde que
la vimos en San Diego la semana pasada. Pero... hizo algo no
muy inteligente.

Me muerdo el gruñido que clama en mi garganta. —¿Qué?

—Le pagó sesenta dólares al hijo adolescente del vecino


para que le comprara su viejo teléfono de mierda antes de irse.

—¿Y cómo lo sabes? —presiono, mi mandíbula doliendo


con el esfuerzo de mantener mis crecientes emociones volátiles
contenidas.

—Porque la mierdecilla vendió la información a uno de mis


hombres por cuatrocientos grandes hace unas horas.

Me incorporo y dirijo mi mirada hacia la isla de la cocina,


buscando el bolso de Aria. Lo usó esta noche para comunicarse
con su amiga.

Mierda, ¿cuánto tiempo hace de eso? ¿Cuatro, cinco


horas?

¿Lo ha apagado?

Veo el bolso barato en la mesa de centro, me lanzo hacia


él y vuelco el contenido sobre la superficie.

El teléfono es una mierda.

Uno de esos antiguos que envían y reciben mensajes de


texto y hacen llamadas y poco más.

99
Pero lo más importante es que está apagado.

El alivio inunda mis venas y me lo meto en el bolsillo.

Mi ángel inteligente.

Me obligo a no respirar demasiado rápido mientras Gio


continúa. —Nuestro técnico tiene el nuevo número de móvil.
La tendremos en cuanto lo encienda.

—¿No pueden rastrearla aún cuando está apagado?

—Aparentemente es demasiado viejo para su sofisticada


tecnología. Si me preguntas, no sé por qué le pagamos a la
pezz'i miedda.

Porque sabe mantener la boca cerrada cuando es necesario.


Que es todo el tiempo.

—¿Te apetece hacerle un favor a tu pequeña frati y salir


por unos cuantos bares más mientras estás allí? Tengo que
quedarme por aquí, asegurarme de que nuestro político se
mantiene en línea con el trato. Y los hombres que estoy
enviando allí son buenos, pero no son tú.

Tomo aire y me imagino a mi ángel durmiendo


plácidamente en el piso de arriba, perdida en el mar de
sábanas blancas, recién desflorada con su sonrosado coño
lleno de mi semen que ahora mismo podría estar creando
nuestro bebé.

100
Y mi respuesta es fácil. —No es posible, hermano. Este es
tu desastre. Límpialo tú.

—Gracias por nada.

—¿Y Gio?

—¿Sí?

—Asegúrate de mantenerme al día.

Suelta otra maldición concisa y la línea se corta.

Doy otro suspiro de alivio.

No me siento culpable por haberle mentido a mi hermano.

Pero cada vez más, temo que no decir la verdad sobre Aria
se vuelva en mi contra, a lo grande.

No podré ocultar quién soy para siempre.

No a mi familia, y especialmente no a ella.

Subo lentamente las escaleras hasta el dormitorio y


contemplo su forma dormida. Sospecho que es el sueño más
profundo que ha tenido desde que se fue de Nueva York.

Miro la hora.

Son casi las tres de la madrugada. Me desvisto y me meto


en la cama, abrazando a mi ángel.

Un día.

101
Me tomaré el día con ella, formularé la mejor manera de
dar la noticia.

Mañana, me sinceraré.

Con ella y con Gio.

***
Es un plan sólido con el que me duermo en segundos.

Pero el universo tiene otras ideas inesperadas, porque me


despierto una hora más tarde y mis brazos -y mi cama- están
vacíos.

El pánico se apodera de mi pecho cuando salgo de la cama


y corro hacia el pasillo.

Apenas son las cuatro de la mañana.

Gio no puede haberla encontrado tan pronto.

Además, mis hombres me habrían avisado.

Puede que ahora me protejan de los agentes inmobiliarios


demasiado entusiastas en lugar de reventar rótulas y enterrar
cadáveres en vertederos, pero siguen siendo leales. Les confío
mi...

Mis pensamientos se detienen cuando la veo,


completamente vestida, con el bolso colgado del cuerpo y los

102
zapatos en una mano mientras intenta abrir la puerta
principal.

Menos mal que no he compartido el código de seguridad


con ella.

—¿Adónde demonios crees que vas? ¿Intentas huir de mí,


pequeña?

Ella salta y se da la vuelta.

Luego se estremece y me mira con cara de conejo.

Su mirada recorre mi cuerpo -mi cuerpo desnudo y


excitado por el pánico y la adrenalina- y sus ojos se oscurecen
de excitación antes de que pueda detenerse.

Esa reacción, diminuta y fugaz, tiene un gran efecto en mí.

Cuando cruzo la habitación hasta donde está ella, ya estoy


totalmente excitado. Listo para embestir entre esos muslos
suaves y firmes.

Listo para reclamar lo que es mío.

Lo que acaba de intentar robarse en la noche.

Agarro sus zapatos y los tiro. Lo mismo con su bolso, que


pienso quemar a la primera oportunidad, es tan asqueroso.

Hay una compra masiva en su futuro, pero por ahora… —


Te hice una pregunta. Contéstame, ángel.

103
Así de cerca puedo oler su dulce aroma, al igual que ella
puede oler las feromonas que están bombeando dentro de mí.

Diablos, probablemente también pueda oler mi pánico.

—Pensé que... habíamos terminado.

Me acerco y clavo mis dedos en su pelo. Masajeo


suavemente su cuero cabelludo mientras froto mi nariz contra
la suya.

Estos gestos tiernos contrastan directamente con el caos


que reina en mi interior. Con la fuerza de mi necesidad de ella.

Pero vuelvo a recordarme que no puedo asustarla. No


podría soportar que se sintiera más aprensiva de lo que ya
está.

Y mi voz refleja esos sentimientos cuando digo: —Oh,


ángel, estamos lejos de terminar. Además, estamos en plena
noche. ¿Qué clase de hombre sería si echara a una dama antes
de darle el desayuno?. —Entonces otra emoción me recorre. —
¿Es eso lo que piensas de mí? ¿Que soy un imbécil?

¿Importa que lo haya sido toda mi vida? ¿Que era esencial


en la vida que llevaba antes de conocerla?

Joder, no.

¿Pero ahora mismo, en este momento? Quiero volverme del


revés por ella.

104
—No. Tal vez. —Da un suave suspiro y se encoge de
hombros. —Nunca antes he hecho esto. No conozco la etiqueta.

—La única etiqueta que necesito ahora mismo es que


vuelvas a meter ese dulce culo en mi cama.

Duda, se muerde el labio y mira furtivamente a su


alrededor. Como si hubiera algún lugar al que huir. Para
esconderse. De mí.

Después de un minuto, se encuentra con mi mirada y


asiente. —De acuerdo, pero sólo hasta la mañana.

Mañana. La próxima semana. Para siempre.

He encontrado a mi ángel y no voy a dejar que se vaya.

—Claro, hablaremos por la mañana. Ahora, muévete.

Ella busca mi mirada como si no estuviera segura de que


lo digo en serio. La ayudo arrastrándola lejos de la puerta y
levantándola.

No tiene otra opción que rodearme con sus piernas. Sentir


toda la fuerza de su efecto sobre mí.

Gime mientras vuelvo a subir las escaleras.

En el pasillo, le doy un fuerte golpe en el trasero.

Grita. —¿Por qué fue eso?

105
—Dije que iba a ser tu primero y tu último. ¿Qué crees que
significaba eso?

Tiene la audacia de volver a parecer perdida e insegura.

Le azoto el culo una vez más, arrancándole otro dulce grito.


Pero un momento después, ella está moviendo sus caderas,
empujando mi polla.

Ya puedo sentir cómo se moja.

Golpe.

—Esto es por pensar siquiera en ponerte en peligro


marchándote sin mí. El mundo está lleno de imbéciles
esperando para atrapar a un dulce ángel como tú.

Golpe.

—Esto es por poner esa horrorosa mierda verde de nuevo


en tu hermoso cuerpo. La lista está creciendo, ángel. Será
mejor que aprendas cómo recuperar mi buena estima.

Me mira a través de sus bonitas pestañas cuando vuelvo a


entrar en el dormitorio. —Quiero aprender a hacerlo. ¿Me
enseñarás?

Se me cae el estómago como si estuviera en una maldita


montaña rusa, y luego da vueltas y revueltas cuando la dejo
caer en la cama y veo su precioso pelo volar por todas partes.

Dios, es impresionante.

106
Mi pecho late con fuego primario y estoy dispuesto a
destrozar el mundo por ella.

Esto es lo que me hace esta chica. Nunca he sentido nada


parecido y sospecho profundamente que nunca lo haré.

¿Quiere que le enseñe?

—Manos y rodillas en la cama frente a mí. Ahora. Te voy a


enseñar a chuparme la polla.

Ella obedece con entusiasmo, retorciendo su exuberante


cuerpo mientras se arrastra hacia mí.

Joder, debería cambiarle el nombre de ángel por el de


Destellos, por la forma en que sus ojos se iluminan como un
jodido árbol de Navidad al oír mis palabras.

Estoy embelesado viendo cómo se agitan sus tetas.

Adopta la posición, su respiración es errática por la


excitación mientras espera las instrucciones.

Entrelazo mis dedos con su pelo, acaricio su mandíbula,


su cuello, sus hombros y recorro toda su espalda hasta llegar
a su jugoso culo que se agita en el aire.

Golpe.

El escozor del azote hace que sus ojos brillen aún más. —
¿Te arrepientes de haber intentado marcharte?

107
Sus fosas nasales se agitan delicadamente y asiente. —Sí,
papi.

—Bien. Ahora podrás demostrarle a papá lo arrepentida


que estás.

108
Capítulo 7
Aria

Me alegro de que me haya atrapado.

Me alegro de que me impidiera irme.

Debería haberme ido una hora antes cuando me desperté,


en lugar de quedarme en la cama, viendo dormir la cincelada
perfección del hombre que me quitó la virginidad. En lugar de
permitirme el lujo de tener que hacerlo en la oscuridad.

Debería haber seguido mi plan y correr.

Pero... ¿me alegro de que me haya atrapado?

Dios, mi capacidad de decisión está por los suelos.

Lo sé ahora mientras miro con hambre su polla. La parte


principal del cuerpo que me tiene enganchada y tomando
decisiones de vida que podrían meterme en serios problemas.
Pero esa parte del cuerpo me ha abierto unos cuantos puntos
vitales.

109
Como mi corazón.

Sentí que se estremecía, se apretaba y protestaba


histéricamente mientras intentaba irme.

Estoy... estoy cayendo en una seria lujuria con este tipo.


Cuyo apellido...

Dios, todavía no...

—Te dejé dormir —dice con una voz profunda y sexy que
barre mis pensamientos caóticos. —Te veías tan
increíblemente hermosa. Y tu cuerpo se sentía tan suave. Tan
cálido. Necesitaba follarte pero no podía soportar despertarte.
Así que te dejé dormir. Pero luego tuviste que ir a hacer algo
travieso como correr, ¿no?

Me pega otra vez en el culo y chillo, pero el calor que se


extiende por mi carne dolorida es... maravilloso.

Me acerca la polla a la boca y me frota su carne caliente


por los labios superiores e inferiores. No puedo evitarlo. Su olor
es increíblemente adictivo, así que saco la lengua y la acaricio
contra su punta empapada de líquido.

Sisea y su polla se sacude contra mi boca. —Joder, nena.


Hazlo otra vez —dice con aspereza.

Lo lamo de nuevo. Y otra vez.

110
Su sabor en mi lengua no se parece a nada que haya
conocido antes y me siento impotente ante otra cosa que me
empuja bajo el poder de este hombre.

Por encima de mí, gime y se introduce más en mi boca. —


Chupa la cabeza. Eso es. Dios mío, justo así.

Lo chupo como mi paleta favorita.

Y lo más extraño sucede.

Mi núcleo femenino se calienta y gotea como un grifo,


atravesando mis bragas y empapando el interior de mis
muslos.

Oh, Dios...

Abriendo bien la boca, tomo más de él, lamiendo y


chupando y saboreando hasta que está metido hasta el fondo,
acariciando el fondo de mi garganta.

La primera arcada hace que mi vientre se estremezca. Lo


miro alarmada, pero me observa maravillado con la boca
abierta, no con recriminación.

Complacida, vuelvo a lanzarme a por más, sus dedos en


mi pelo animando con un ritmo firme mientras lo adoro con mi
boca.

Sus gemidos se hacen más gruesos y llegan más rápido. —


Dios, mírate. Te encanta, ¿verdad? Tomar la polla de papá.

111
La deliciosa presión y su grosor hacen que las lágrimas
corran por mis mejillas mientras mi cabeza se balancea. —
Hmmhmm.

—Eso es, chica. A papá le encanta dártela. Ver esos


bonitos ojos lagrimear mientras me tomas como el angelito
bueno que eres. —Da un gruñido grueso, como si la imagen lo
hiciera alucinar tanto como a mí.

—Abre las piernas, cariño. Más abiertas. Y empuja ese


jugoso trasero hacia afuera. Quiero ver cómo rebota cuando
me folle esa dulce boca tuya. Maldita sea, realmente eres la
cosa más dulce, ¿no? La idea de que salgas al mundo por tu
cuenta me vuelve jodidamente loco.

Lo suelto para poder tomar aire, agarrándolo con la mano


para seguir acariciándolo. —Ahora no estoy sola. Estoy contigo
—susurro.

Él no quería que me fuera.

El recuerdo de su furia al sorprenderme en la puerta hace


que un delicioso calor se agite en mi estómago.

Ahora parece medio loco mientras me mira fijamente. —Sí,


lo estás, joder. Eres mía. Dilo.

—Soy tuya.

Me agarra por detrás de la cabeza y presiona


profundamente, hasta que mi garganta se abre alrededor de su

112
circunferencia y mis reflejos nauseosos amenazan con
agobiarme.

Mis uñas se clavan en sus muslos por el esfuerzo de


llevarlo más adentro.

Jadea cuando se retira. Rezuma satisfacción mientras


ruge: —Una vez más, con sentimiento, ángel.

—Soy tuya. Sólo tuya.

¿Es una locura sentir algo tan profundo por un hombre


que acabo de conocer?

Tal vez.

Pero hasta ahora todo lo que pensé de él cuando sentí su


presencia en la sombría parte trasera del bar se ha confirmado.
Fue mi protector no una sino dos veces cuando los imbéciles
se acercaron demasiado.

Me llevó a la playa y me dio de comer.

Y fue un caballero, bueno, hasta que la lujuria se impuso


en la playa, pero me gusta su ferocidad. ¿Y la forma en que me
habló de asegurarse de que mi primera vez no doliera?

Puede que no tenga experiencia, pero crecí en Nueva York


y he oído suficientes historias de chicas de mi edad para saber
que muy pocos chicos son tan cuidadosos con las primerizas

113
sin experiencia. La mayoría prefiere olvidar su desfloración y
pasar a mejores experiencias.

Todo lo que Matt ha hecho, cada pequeña forma en que se


ha preocupado por mí ha sido más de lo que he tenido en
mucho tiempo.

Demonios, en... siempre.

Mi recuerdo de mi padre ha sido borroso durante mucho


tiempo, lo cual no es sorprendente ya que nos abandonó
cuando yo tenía tres años. Desde entonces, el desfile de
hombres por la vida de mi madre me dejó oscilando entre el
espanto y el asco.

Así que, ¿por qué no hacer que esto dure un poco más?

Él quiere que me quede. Sé que la charla posesiva sobre la


eternidad es sólo eso. Charla. Apenas nos conocemos.

Seguramente él no podría... no estará sintiendo una


porción de lo que yo estoy sintiendo... ¿o sí?

No.

Así que... un día.

Entonces me iré.

Se me aprieta el pecho al pensarlo, pero alejo la sensación


y deslizo mi lengua más rápido contra su eje.

114
Sus dedos se aprietan dolorosamente en mi pelo, pero me
encanta el ardor. Me produce escalofríos.

—Dios, ¿eres una incipiente puta del dolor, pequeña? ¿Te


gusta que te tire del pelo?. —Vuelve a apretar y yo gimo por lo
sublime que se siente.

—Hmm.

Matt sisea. —Oh, demonios, voy a explotar tan fuerte para


ti. Aquí viene, ángel.

Con un rugido salvaje lo suficientemente fuerte como para


hacer temblar los cimientos, eyacula en mi boca. Me ahogo,
probablemente porque no estoy preparada para liberarlo y la
combinación es demasiado.

Siento que me chorrea por la barbilla y lo atrapo con los


dedos mientras me trago todo lo que puedo.

Es sucio e increíble y me encanta.

Otra primera vez incomparable que guardar con las otras


primeras veces fenomenales de esta noche.

Levanto la vista y su mirada está clavada en el dedo


empapado de semen que estoy lamiendo.

Un escalofrío lo recorre. —Dios, eso es muy caliente.

Su polla a media asta se sacude una última vez.

115
Y entonces siento sus manos en el borde de mi vestido un
segundo antes de que un fuerte desgarro atraviese la
habitación.

Jadeo y atrapo los jirones del vestido arruinado contra mi


pecho antes de que caiga. —¿Por qué has hecho eso? No tengo
nada más que ponerme.

—He visto lo que te pones para trabajar. Ese imbécil te


obligó a ponerte esto, ¿no?

Hago una mueca y asiento con la cabeza.

Su mandíbula se aprieta. —Entonces esa mierda tenía que


desaparecer. Me ofende. —La ferocidad de sus ojos amenaza
con romper lo que queda de mi mente.

Con una fuerza sexy y fácil, me arroja de nuevo a la cama,


desnuda y expuesta a su indómita mirada cuando me agarra
por los tobillos y me abre de par en par.

—Dime que no estás dolorida, pequeña. Papá tiene


hambre.

Los sonidos que salen de mi garganta son lo


suficientemente incoherentes como para hacer que me sonroje.
Pero lo que dice mi cara es suficiente para que él caiga entre
mis muslos, para acariciar con audacia mis pliegues
hinchados antes de separarme con su lengua.

Luego se lanza a por mí.

116
No termina follándome, pero me come, provocando tres
orgasmos alucinantes en mi cuerpo antes de volver a
estrecharme entre sus brazos.

—Duerme ahora, ángel —me dice al oído. —Y no intentes


escaparte otra vez. Si tengo que perseguirte otra vez, mi polla
va a entrar en tu culo virgen.

¿Me avergüenzo del escalofrío de anticipación que me


recorre al oír eso? ¿Y de la risa perversa que emite Matt al
sentirlo?

Tal vez.

Sólo un poco.

Pero no lo suficiente como para dejar de imaginarlo


durante un buen rato antes de que el sueño me reclame.

***
Me despierto con el sublime olor a café y a productos
horneados.

Por un minuto, estoy desorientada, y luego todo vuelve a


mi mente.

Anoche en el bar.

Ver a Matt por primera vez en la sala de descanso.

117
Cantando para él.

Un trago, convertido en cena, convertido en picnic en la


playa, convertido en...

Se me calienta la cara ante todas las cosas decadentes e


increíbles que me han sucedido desde entonces.

La carne entre mis muslos palpita a un ritmo constante,


recordándome cómo fue estirada, poseída y machacada por el
hombre más increíble de la noche anterior.

Un hombre que no está en la cama conmigo.

Se me corta la respiración cuando atraviesa las puertas


francesas que dan a una terraza en la que ayer ni siquiera me
fijé.

Sólo lleva un par de bóxers negros y la luz del sol recorre


su piel bronceada.

Una sonrisa sexy se dibuja en su rostro cuando me ve. —


Buenos días, ángel.

Se acerca a grandes zancadas y me da un beso largo y


profundo en la boca. Todo mi cuerpo arde cuando se aparta
con un gruñido.

—Maldita sea, estás aún más deliciosa por la mañana.


Sabía que debería haberte follado primero antes de hacer
planes para alimentarte.

118
Me río, mi alma se siente ligera y maravillosa incluso
cuando mi corazón late fuertemente por lo profundamente que
me estoy enamorando de este tipo.

Un día... para hacer lo que quiera. Entonces podré lidiar


con lo que sea esto.

Arrastro los brazos por encima de la cabeza y me estiro.


Me quita las mantas del cuerpo y sus fosas nasales se abren
como una bestia.

—Jesús, pequeña. Ese cuerpo. Quizá...

Los dos nos congelamos cuando mi estómago gruñe con


fuerza. Me ruborizo y él se ríe mientras se ajusta su
monstruoso bulto antes de tenderme una mano.

—Ven, ángel. El desayuno se está enfriando. Vamos a


saciar esa barriga antes de que papá te llene.

Tomo su mano y me deslizo hacia los pies. Veo el vestido


hecho jirones en el suelo. Aunque no era lo que más me
gustaba llevar -bueno, lo odiaba-, cumplía su función de
cubrirme.

—¿Qué pasa? —me pregunta cuando dudo.

—No tengo nada que ponerme.

Con los labios fruncidos, me empuja detrás de él hacia el


vestidor, al otro lado del dormitorio.

119
Allí, saca de la percha una camisa blanca impoluta. Es
mucho más grande que yo y los puños me cuelgan de los
dedos.

Me los dobla hasta las muñecas y me abrocha un botón.

Me siento un poco ridícula, pero completamente cuidada y


mi interior se calienta al ver su cara.

—Mierda. No sé cómo vamos a pasar el desayuno si llevas


puesta mi camisa. Te ves tan jodidamente sexy.

Parece que está a punto de cambiar de opinión sobre el


desayuno. Pero mi estómago vuelve a gruñir, haciendo notar
su desesperación. —Vamos —dice de nuevo.

Su polla está en todo su esplendor cuando enlaza sus


dedos con los míos y no hace nada por esconderla.

Es descaradamente masculino y yo soy una esclava de su


virilidad.

Fuera, la brisa que llega del océano es fresca y está teñida


de la promesa de un nuevo día. Levanto la cara hacia el sol y
lo respiro todo, como no me he permitido hacer desde que dejé
Nueva York.

Cuando miro a Matt, me mira fijamente, con una mirada


voraz.

También hay algo más.

120
Algo siniestro, decidido e inamovible, como un nubarrón,
que hace que se me revuelva la barriga.

Algo que despierta mi instinto y me hace pensar que tal


vez no todo lo que dijo anoche en la cama era solo palabrería.

Pero si lo dijo en serio, si pretende impedir que me vaya,


aunque sea por más de un día como el que he planeado,
entonces podríamos tener... un problema.

No quiero pedir más problemas innecesarios, así que miro


la mesa puesta para dos.

Café, croissants, fruta y, Dios mío, un olor celestial...

—¡Tocino! —Vuelo hacia la mesa y él me sigue con una


carcajada.

Pero cuando voy a tomar asiento, me agarra, se sienta y


me deja caer sobre su regazo, manteniéndome cautiva con un
brazo de hierro alrededor de mi cintura.

Su erección es una barra sólida que se clava en mi culo y


mi espalda. El color se me sube a la cara y, cuando lo miro, me
envía una mirada acalorada antes de alcanzar el plato de
bacon. —¿Mi pequeña carnívora necesita algo de carne?

Mueve la ceja de forma sugerente y la risa brota de mí


como la de un personaje de una comedia romántica. Mi
corazón levanta el vuelo y sé que estoy en graves problemas.

121
Estoy cayendo en lo más profundo.

Más allá de la lujuria.

Más allá del viaje vertiginoso de ser bien follada por


primera vez.

Mi corazón sigue palpitando frenéticamente contra mis


costillas mientras Matt me da de comer tocino y huevos, y
luego deliciosa fruta, lamiendo los jugos que se me pegan en la
comisura de los labios.

Y mientras tanto, su polla palpita bajo mi culo, donde la


siento cada vez que me muevo.

O cada vez que aprieta su brazo alrededor de mi cintura y


me empuja hacia abajo para apretarme sobre ella.

—¿Hiciste todo esto mientras dormía? —pregunto


mientras doy un sorbo a mi café, intentando y fallando en
ignorar los dolorosos picos de mis pezones y la mancha
húmeda que estoy haciendo en sus boxers.

—Los huevos y el bacon, sí. El resto con un poco de ayuda


de una delicatessen de la calle.

Me giro hacia él. —¿Saliste?

Un músculo de su mandíbula se tensa antes de ser


engullido por una sonrisa sexy. —Me lo han traído a casa.

—Oh, genial. Los huevos están increíbles.

122
Su sonrisa se amplía. —¿Ah, sí? Me aseguraré de
transmitir los cumplidos a mi profesor.

Parece tensarse después de decir eso, pero mi curiosidad


me impulsa a preguntar: —¿Quién te enseñó?

—Mi madre.

Pasan varios segundos antes de que acepte que no va a


ofrecer más información. —Mi madre me enseñó a abrir una
lata de sopa de tomate —digo, pero la risa que sigue no es tan
despreocupada como antes.

Mis dedos se enroscan alrededor de mi taza de café,


sintiendo como si hubiera salido de una carretera lisa a un
camino pedregoso sin pensarlo.

El brazo que me rodea la cintura se mueve y me acaricia


la cadera, su mano se cuela por debajo de la camisa para
recorrer mi espalda. —¿Y tu padre?

—Él no estaba en la foto. No desde que era pequeña.

—¿Así que sólo estaban tú y tu madre? —pregunta,


levantando su café para dar un trago.

Mi corazón empieza a martillear por una razón diferente.


La cautela total me ha mantenido a salvo hasta ahora.

Pero...

123
Ya he compartido tanto con este hombre de hombros
anchos y rostro pecaminosamente hermoso; este hombre que
se ocupa tranquilamente de los imbéciles y desafía al mundo a
desafiarlo.

El reloj está en cuenta regresiva para no volver a verlo.

Le di un nombre falso. Seguro que puedo compartir partes


de mi vida sin revelar cosas incriminatorias.

—Sí. Y durante unos años estuvimos bien. —Me encojo de


hombros. —Hasta que mamá se cansó de ser madre soltera,
supongo. Desde entonces, he tenido un desfile de 'tíos'.

Su cara se aprieta en un ceño. —Esos tíos, ¿se portaron


bien contigo? —exige.

—Algunos lo eran. Otros claramente no querían cargar con


el hijo de otra persona. Un tipo estuvo a punto de hacerlo una
vez. No estoy segura de lo que pasó, pero... mamá estaba muy
contenta —digo con un poco de nostalgia, y luego la realidad
se impone. —Ella nunca me dijo realmente por qué terminó.
Pero nuestra relación dio un giro después de eso y nunca se
arregló. Creo que tal vez yo estaba en el camino.

Aprieta los labios y me pasa una mano tranquilizadora por


la espalda.

Me derrito contra él y, durante unos minutos, escucho el


latido constante y tranquilizador de su corazón.

124
—En fin, ¿qué hay de ti? —murmuro, mi postura relajada
permite que su erección se instale más profundamente entre
mis muslos.

Tal vez sea porque todavía estoy un poco en guardia que


imagino su ligera tensión, porque cuando habla, su voz es baja
y uniforme.

Igual de firme que hace un minuto. Estoy llena y feliz y


cada vez más excitada por sus caricias.

No hay necesidad de estar tan en guardia.

—Mi padre falleció hace tiempo. Pero mi madre aún está


por aquí.

Lo miro y vuelvo a quedarme sin aliento ante la belleza de


su rostro. —¿Aún está por aquí dónde? ¿Aquí en California?

—No. Ahora está en el extranjero, visitando Europa.

Suspiro con nostalgia y vuelvo a apoyar la cabeza en su


hombro. Su mano en mi espalda sube y se desliza por mi pelo,
masajeando suavemente mi cuero cabelludo. Hace que me
derrita más rápido.

—Tiene suerte de poder viajar. Siempre he querido hacerlo.

Permanece en silencio durante unos instantes y luego


pregunta: —Si pudieras ir a cualquier parte, ¿a dónde te
gustaría ir, ángel?

125
A casa.

Mi corazón tartamudea y me alegro de que no me esté


mirando a la cara porque estoy segura de que leería la palabra
alto y claro.

Nunca podré volver a casa.

Nueva York está fuera de mis límites para siempre.

El miedo y el pánico vuelven a aparecer en los bordes de


este tiempo muerto imaginario que me estoy tomando, y por
mucho que anhele alejarlo, el reloj sigue corriendo y tengo que
seguir adelante.

Se mueve contra mí y sé que está a punto de deslizar un


dedo bajo mi barbilla, levantando mi cara hacia la suya porque
aún no he respondido a su pregunta.

Así que me saco de la manga una respuesta de lo más


sensacionalista. —Si pudiera ir a cualquier lugar de Estados
Unidos, sería a Las Vegas. Me encantaría ir a ver a unos
cuantos artistas musicales haciendo lo suyo, y soñar un poco,
¿sabes?

Un sonido retumba en él. —Hmm.

La respuesta es más comedida de lo que esperaba y me


pregunto si piensa que soy una idiota por perder el tiempo en
un sueño infructuoso.

126
Me apresuro a añadir: —Pero si pudiera ir al extranjero,
probablemente también iría a Europa. Me encanta la idea de
conocer tantas culturas en un mismo continente, ¿sabes?

Él asiente, con su barbilla rozando mi sien. —¿A qué lugar


de Europa irías?

Lo miro. —A Londres, quizá. O a Grecia. Islandia también


estaría muy bien. Todas esas playas negras y ese volcán
impronunciable. —Sonrío.

Lentamente, él también sonríe y mi corazón rebota en mi


pecho como una cosa tonta. —¿Ah sí?

—Sí.

Baja lentamente la cabeza y sella mis labios con los suyos.


—Te mereces todo eso, ángel. Y más.

Pero, ¿tendré alguna vez la oportunidad cuando estoy


corriendo por mi vida?

Bajo la mirada antes de que pueda ver mi pánico


resurgente.

Entonces deslizo mis brazos alrededor de su cuello porque,


por hoy, por ahora, él es mi refugio seguro.

Mi puerto en la tormenta.

127
Capítulo 8
Matteo

—¡Justo así, Matt! Oh Dios, por favor, así.

Aprieto los dientes y la embisto con más fuerza, la


desesperación aumentando porque no importa cuántas veces
follemos, estoy hambriento de más de esta increíble chica.

Odio que no use mi nombre completo, siciliano, pero lo he


superado.

Por ahora, no tengo elección.

Habrá un momento en el futuro muy cercano en el que


gritará Matteo hasta quedarse ronca.

—Me encanta cómo rebotan esas preciosas tetas. Me


encanta cómo ese coño estrecho estrangula mi polla. Me
agarras fuerte como si nunca me fueras a dejar ir, ¿verdad,
ángel?

128
Esta dosis de locura sublime comenzó en la mesa del
desayuno.

Oyéndola hablar con nostalgia de viajes, imaginándome


todo lo que pienso darle una vez que hayamos superado la
situación con Gio y su condición de fugitiva.

Los lugares a los que la llevaré una vez que sea mi esposa.

Ella no incluyó Sicilia en su lista, pero está bien. Va a ser


su lugar favorito en todo el maldito mundo una vez que sea
completamente mía.

Por supuesto, sentirla derretirse contra mí en la mesa, tan


confiada, consolidó hasta el último deseo que tenía para
nosotros. Y, por supuesto, sacar mi polla y deslizarla entre su
jugoso culo hasta su cálido y húmedo coño fue como volver a
casa.

Levantarla y llevarla al interior y embestirla contra la pared


mientras llevaba puesta mi camisa se convirtió rápidamente
en una afición que pienso satisfacer a menudo y sin descanso.

Pero eso fue hace tres horas.

Mi chica está tan desesperada por mí como yo por ella. ¿Y


el hecho de que ayer a esta hora todavía fuera virgen?

Sí, eso todavía me sorprende.

129
Su canal tiene espasmos en respuesta a mi charla sucia,
y no puedo respirar. No puedo pensar en lo intensamente
erótico que es esto.

Me dejo caer sobre los codos y rozo mi boca con la suya.


—Dios, nunca me he sentido así, pequeña. Nunca.

No estoy seguro de por qué le estoy confesando esto. Sólo


que me parece demasiado importante como para contenerlo.

Sus ojos se abren de par en par antes de que se


humedezcan. —Me alegro, papi.

—Jesús, vas a matarme, ¿verdad? Entre esas dulces


palabras y ese coño demencial, me vas a convertir en un
maníaco delirante, ¿verdad?

Gime y se retuerce cuando toco fondo dentro de ella y


mantengo mi posición.

Se pone más roja por la necesidad de explotar, pero


necesita esa última embestida.

Soy un bastardo por impedírselo.

Pero estoy cautivado por la imagen de completa y total


exquisitez que es Aria en la cúspide del orgasmo, y quiero...
no, necesito grabarlo en mi memoria. Aunque sé que mataré
para asegurarme de hacer nuevos. Con frecuencia.

130
—Mírate. Tan jodidamente impresionante. Me dejas
boquiabierto, ángel. —Le lamo los labios, deslizo mi lengua
dentro para saborear su necesidad, incluso mientras la mía
aumenta a proporciones insanas. —Dios, no quiero que esto
termine. Pero me necesitas, ¿verdad? Necesitas que te ayude.
¿Que haga brotar esa flor apretada?

Su cara se vuelve roja mientras sus ojos suplican a los


míos. —Sí. Por favor. Haré lo que sea.

Sé mía. Sé mía para siempre, quiero gritar.

Pero sus músculos me aprietan y pierdo lo que me queda


de mente.

La machaco una, dos, tres veces.

Ella grita e inunda mi polla con su descarga.

Es demasiado. Demasiado intenso.

Con un rugido, inclino sus caderas para que me reciba y


le meto todo lo que tengo dentro. Y lo que tengo es un torrente
que no se detiene.

Nunca había eyaculado tan fuerte durante tanto tiempo.


Me estoy deshaciendo y miu Diu, todo lo que puedo hacer es
aguantar, gritando mi placer a los cielos mientras me ahogo en
mi liberación.

131
Cuando vuelvo en sí minutos después, estoy envuelto en
ella.

Diablos, probablemente la estoy asfixiando. Pero lleva una


sonrisa de felicidad que la hace parecer tan serena como la
mismísima Madonna, a pesar de que la he profanado de la
manera más completa y sucia.

Le doy besos en la cara mientras recuperamos el aliento.

No puedo evitarlo, necesito todo el contacto posible con


ella.

—Estás satisfecha contigo misma, ¿verdad, ángel?

Su sonrisa se ensancha y cuando abre los ojos, los


estanques azules brillan de esa manera que hace que se me
vuelva a cortar la respiración. —No sabía que podía ser así —
susurra asombrada.

—No es así con todo el mundo. Nunca te sentirás así con


nadie más —digo con algo más que una advertencia en mi
tono. —Así que ni se te ocurra.

Su sonrisa se atenúa una fracción. —No lo hago. Yo... no.

Le aliso el pelo húmedo y el arrepentimiento me golpea con


fuerza. —Shhh, perdóname, ángel. Son los celos los que
hablan.

132
Su sonrisa vuelve a brillar. —No pasa nada. Yo siento lo
mismo por ti.

—¿Ah sí?

—No me sentí... bien, al verte hablar con Candy anoche.

Sonrío, absurdamente encantado de escuchar eso. —


Cuéntame más.

El disgusto aparece en su cara. —Quería abofetearla.


Sacarle los ojos con las garras y arrancarle las estúpidas
extensiones.

—Mi gatita tiene garras. No tienes ni idea de cómo me


excita eso.

Se ríe, pero su estómago gruñe en el siguiente segundo. —


Tu gatita tiene hambre otra vez.

Miro la hora y me doy cuenta de que ya ha pasado la hora


de comer. —Dame un minuto para recuperar el aliento y te
prepararé un bocadillo. Antes, tengo una sorpresa para ti.

Sus ojos se iluminan de esa manera que hace que el


mundo entero se ilumine. —¿Ah, sí?

—Hmm. —Devoro sus labios durante un minuto antes de


alejarme. —Nos vemos en el salón en cinco minutos.

133
Cuando baja, todavía con mi camisa, tengo dudas sobre la
sorpresa. Aun así, observo su cara mientras abre la gran caja
que le he dejado sobre la mesa de centro.

Su grito de sorpresa y la sonrisa cegadora que me envía


son suficientes para borrar las últimas reservas que tenía.

—¿Me has comprado ropa?

—He roto tu única prenda de vestir. Era justo que la


reemplazara.

—Pero... aquí hay al menos una docena de prendas.

—Un traje de baño es lo único que necesitas ahora.

Ella mira hacia las puertas francesas, sus ojos brillando


con anticipación. —Nunca he nadado en el mar. Pero siempre
he querido hacerlo.

Doy la vuelta a la isla de la cocina y pongo el sándwich que


he preparado delante de ella, robándole un beso en el proceso.

Dios, se ve tan condenadamente hermosa con esa mirada


de mujer follada. Mi polla empieza a levantarse de nuevo, pero
me alejo. —Come. Luego iremos a nadar por primera vez en el
mar, ¿sí?

Asiente con entusiasmo.

Un baño. Una cena. Luego me sinceraré.

134
No puedo pasar otra noche sin admitir lo que le estoy
ocultando.

Le da un buen mordisco a su sándwich y gime con el


bocado.

Miedda, me está matando.

Me voy antes de ceder a las ganas de ponerme en plan


posesivo. Alejarme es lo más difícil que he hecho nunca, pero
respiro por la nariz para calmarme y la dejo comer mientras
vuelvo a subir a ponerme el bañador.

Cuando vuelvo cinco minutos después, sigue arrodillada


frente a la mesa de café, con el culo sobre los talones. Lleva
puesto el bikini con estampado de leopardo que formaba parte
de la ropa que hice que mis hombres compraran esta mañana.

Al ver sus exuberantes curvas, se me vuelve a poner dura.

Jesucristo.

No preveo un momento en el que no se me ponga dura sólo


con su respiración, pero trato de controlar mi libido
desmesurada.

Sin embargo, al acercarme, la veo rebuscando en su bolso.

El pánico se apodera de todo mi ser.

Todavía tengo su teléfono, que ahora está escondido en un


compartimento secreto de mi bolso de arriba.

135
—¿Qué estás buscando? —pregunto lo más
despreocupadamente que puedo, teniendo en cuenta el nudo
que tengo en la garganta.

Me sonríe. —Una goma para el pelo. Se me pone


demasiado grueso y pesado, sobre todo en el agua. Estoy
pensando que tal vez tenga que cortarlo.

Mi mirada se posa en sus hermosos mechones sedosos. —


Qué pena. No lo vas a cortar. Contrataré a alguien para que lo
cargue por ti.

Ella suelta una risita y todo mi interior da vueltas de


placer. Necesito escucharla de nuevo. Es como la luz del sol.
Buscando todos los espacios oscuros de mi interior.

Frunzo el ceño.

Su risa se apaga y su mirada se vuelve recelosa. —Estás


frunciendo el ceño. ¿He hecho algo malo? —Su ceño se arruga
adorablemente.

—Esa sonrisa. Es una locura de belleza. Me golpea justo


aquí cada vez. —Presiono mi mano contra el esternón.

Vuelve a sonreír, pero con menos intensidad, mientras una


mirada cautelosa y contemplativa entra en sus ojos.

Me echa un par de miradas furtivas y luego su mirada se


desvía hacia la puerta.

136
Puedo adivinar lo que está pensando y, por una vez en mi
vida, quiero alejar el mundo exterior. Quiero encerrarnos en
este momento para siempre.

En cuanto encuentra la goma, le tiendo la mano. —Vamos.


Vamos fuera antes de que te arrastre de nuevo arriba. Sé que
estás muy dolorida, pero si nos entretenemos más, eso no me
impedirá volver a follarte.

Como un reloj, un profundo rubor tiñe sus mejillas.

Reprimo un gemido cuando se levanta y desliza su mano


hacia la mía.

Tan confiada.

Tan condenadamente dulce.

Espero no estar condenándome por prolongar nuestra


charla. Pero necesito pasar más tiempo con ella.

Bajamos las escaleras hacia la playa.

Anoche no tuve que preocuparme de que unos imbéciles


al azar miraran a mi ángel en la playa.

Hoy hay algunos rezagados.

Los vigilo y miro fijamente a cualquier tipo que se quede


mirando a Aria durante más de medio segundo.

Las miradas se desvían rápidamente, pero sigo alerta.

137
Mierda, tal vez no ha sido la mejor idea.

Pero la miro y veo su visible excitación y no puedo


negárselo. Lo que sí puedo hacer es estrecharla entre mis
brazos para que no haya duda de a quién pertenece, y también
para que podamos entrar en el agua más rápido.

Esa preciosa risa vuelve a aparecer mientras sus brazos


rodean mi cuello. —Puedo caminar, ¿sabes?

Rozo sus labios con los míos y le mordisqueo el labio


inferior. —Oh, lo sé. Pero si crees que voy a renunciar a la
oportunidad de tenerte en mis brazos cada vez que pueda, has
perdido tu hermosa cabeza.

Atravieso las olas hasta que estoy a la altura de los muslos


y la dejo en el suelo.

Ella emite esos lindos sonidos que me aceleran la sangre.


Mantengo mis manos en su cintura y la llevo más lejos en el
mar.

—Es precioso y cálido.

Aprieto mis manos en su cintura, sin querer dejarla ir.


Dios, qué mal lo tengo.

—¿Estás bien, ángel?

138
Ella me mira por encima del hombro y me recompensa con
una de esas magníficas sonrisas. —Estoy perfecta. Esto es
perfecto. Gracias, Matt.

—¿Gracias quién? —exijo con un parpadeo.

Ella se sonroja. —Gracias, papi —susurra


obedientemente.

La empujo hacia delante, ignorando la protesta de mi polla


dura como el hierro. —Ve, disfruta. Pero no demasiado lejos,
¿de acuerdo?

Ella asiente con la cabeza y se aleja de mí. Me mantengo


en el agua y observo cómo experimenta otra primera vez.

Se ríe cuando una ola la salpica en la cara, y luego chilla


cuando los peces le rozan la pierna.

Miu Diu, ¿y si no la hubiera encontrado antes que Gio?

No creo realmente en el destino, pero me pregunto si hay


una mano cósmica trabajando aquí. Mierda, eso espero.

Y espero que esa mano reparta amablemente cuando me


sincere.

Durante una hora, ella retoza en el agua como una sirena


sexy mientras yo planeo el resto de nuestras vidas, nadando
cerca de vez en cuando para poder besarla y recorrer su cuerpo
con mis manos codiciosas.

139
Sigo elaborando y desechando frases en mi cabeza
después de que nos metemos en la ducha exterior del patio
inferior para quitarnos la sal y la arena.

Pero mis manos vuelven a estar sobre su cuerpo,


secándola con una toalla, y su belleza me está friendo el
cerebro, por lo que no estoy preparado cuando dice: —Hay algo
que tengo que decirte, Matt.

Se me revuelven las tripas y trato de mantener un tono


uniforme. —¿Sí?

—Yo no... no puedo quedarme en San Diego por mucho


tiempo. Quizá ni siquiera más allá de hoy.

—¿Por qué no? —No puedo evitar el tono mordaz de mi voz.

Ella lo oye y el pulso se le acelera en la garganta, pero sigue


adelante. —Hay... —Hace una pausa y sacude la cabeza. —Soy
originaria de Nueva York. Algo malo ocurrió allí y me vi
obligada a huir.

Mi mandíbula se aprieta.

Pensar que la negligencia de Gio obligó a esta dulce chica


a temer por su vida me pone lívido. Pero él es de la familia.

Y ella es...

Tomo un respiro.

Ella es mía.

140
En el infierno o en el agua, no voy a dejarla ir. —¿Qué
pasó?

Sacude la cabeza, con una mirada de arrepentimiento en


sus ojos. —Estaba en el lugar equivocado en el momento
equivocado, y vi y escuché algunas cosas que desearía no
haber visto. No puedo contarte más que eso, no porque no
quiera hacerlo. Créeme que sí, pero decírtelo podría ponerte en
peligro. Y eso es lo último que quiero.

Aprieto los ojos.

Esta chica.

Esta jodidamente increíble, hermosa y generosa chica.

Me está protegiendo mientras yo la escondo y le miento a


mi hermano, manteniéndola egoístamente conmigo cuando
debería tomar el control.

Imponiendo la ley para que esta tontería termine. Para


poder llevármela a Nueva York y hacerla desfilar como mi
reina.

Porque lo es.

Estoy jodidamente enamorado de ella.

Y esta mierda termina ahora mismo.

La agarro por el codo y la llevo al salón.

141
Aprieto los dientes durante un minuto, pero no hay forma
de salir de esto. No cuando es tan importante. —Escucha, no
tienes que tener miedo. Ya no.

Mueve la cabeza. —No, no lo entiendes. Lo que escuché fue


malo. Y las... cosas que hacían los malos... —Se detiene y traga
saliva y quiero arrancarme el corazón por el miedo que veo en
sus ojos.

Me acerco a ella y le aprieto los hombros. —Te doy mi


palabra de que voy a arreglar esto, Aria...

Los dos nos quedamos paralizados.

Ella jadea.

Y vuelvo a apretar los ojos.

Dios. Menudo capo soy, cometiendo el error de novato de


soltar su verdadero nombre.

¡Joooooder!

142
Capítulo 9
Matteo

El escalofrío que recorre todo su cuerpo se transmite a


través de mis dedos.

Sus ojos son charcos oscuros de incredulidad y terror que


crece lentamente. —¿Cómo sabes mi nombre? —balbucea.

Me alejo y me paso los dedos por el pelo. Hasta aquí


llegamos. Respiro profundamente.

Antes de abrir la boca, la puerta principal se abre de golpe.

Aria grita mientras Giovanni entra como si fuera el dueño


del lugar, seguido por seis de mis hombres de confianza, ahora
técnicamente sus hombres.

Mis propios guardias se agolpan un nanosegundo


después, con el terror en sus rostros.

—¿Qué demonios es esto?

143
Todos, excepto mi hermano, se acobardan ante mi rugido
enfurecido.

Mi jefe de seguridad se adelanta. —Jefe, no los hemos


visto. Entraron rápido...

—¡Silenzioso! —grita Gio, levantando una mano y se


callan.

Vuelvo mi mirada hacia él mientras la suya oscila de mí a


Aria, se demora y luego se enfría antes de volver a la mía.

—Frati. —Suspira. —Frati, frati, frati. Me lo dijeron, pero


no lo creí. Dije que Matteo no haría esto. No a su propio
hermano. No a su propia famigghia.

Miedda.

Miedda.

¡Miedda!

Aria, ya pálida por mi metida de pata, se pone blanca como


una sábana y empieza a temblar, su mirada pasa de Gio a los
hombres de aspecto siniestro, y luego vuelve a mí.

Sus pupilas se dilatan hasta convertirse en charcos de


angustia y terror.

Al estar Gio y yo en la misma habitación, nuestro parecido


es inconfundible.

144
Se queda con la boca abierta. —¿Matteo? ¿Tú eres M-
Matteo...F-Frenelli? ¿El c-capo de la mafia neoyorquina? Oh,
Dios, ¿y é-él es tu hermano? —Las palabras salen temblorosas
de sus labios.

¿Estoy completamente jodido porque escuchar las


palabras Matteo y capo saliendo de sus labios me pone duro?

Demonios, sí.

¿Me importa?

Ahora mismo tengo cosas peores de las que preocuparme.


Como asegurarme de que mi ángel no se desmaye por el miedo
que se acumula en su cuerpo.

Mi expresión debe delatarme porque se balancea sobre sus


pies.

—Stronzo —maldigo con dureza en voz baja mientras me


abalanzo sobre ella, la atrapo antes de que caiga y la inmovilizo
contra mí.

Lucha, pero sabe que no va a ganar y se rinde al cabo de


un minuto, con sus ojos atormentados mirando hacia mí y
hacia Gio.

Le acomodo la cabeza contra mi hombro mientras el


estúpido de mi hermano habla.

—En efecto, hermano. En efecto.

145
Miro su pelo engominado y su traje de rayas y sacudo la
cabeza.

Gio siempre se ha creído un mafioso con estilo.

Su película favorita es El Padrino, después de todo, y se ha


creído un joven Al Pacino desde que tengo uso de razón.

Pero sigue siendo el pequeño al que le limpiaba la nariz


cuando lloraba por la noche tras la muerte de papá.

Dejo que esa consideración diluya mi rabia cuando me


dirijo a él con los dientes tan apretados como para romperme
la mandíbula. —Si sabes lo que te conviene, hermanito, te
darás la vuelta y te irás. Ahora mismo.

El testarudo se adentra en la sala de estar, con las puntas


de sus zapatos chocando contra el suelo de madera.

—No puedo hacerlo, hermano. No después del rodeo que


me han dado tú y esta encantadora señorita.

—Gio, lo juro por Dios.

Se detiene a unos metros y mira a Aria de arriba abajo.


Aunque la toalla la cubre, todavía se ve demasiada carne para
mi gusto. —¡No la mires, joder! Ninguno de ustedes —rujo.

Las miradas se dirigen rápidamente a otra parte.

146
Me ciño más la toalla y agarro la camisa que se ha quitado
para ponerse el bañador y se la pongo sobre los hombros, sin
detenerme hasta que todos los botones están abrochados.

Entonces me dirijo a mi hermano. —Quizá seas duro de


oído, pero te he dicho que te vayas —gruño.

Sus ojos se entrecierran. —¿Me estás tomando el pelo?


¿Sabes lo que podemos perder si ella habla? Todo.

Aria se estremece, pero antes de que pueda consolarla,


mira fijamente a Gio. —No hables de mí como si no estuviera
aquí. Si tienes algo que decir sobre mí, dímelo a la cara.

Sus ojos se abren un poco. —Vaya, vaya. Supongo que eres


tan valiente como experta en darnos esquinazo a mí y a mis
hombres. Eso me gusta. Pero no deberías haber estado cerca
de ese callejón, duci. Has hecho que mucha gente... se agite.

De alguna manera, ha conseguido aturdirme plantando


cara a Gio incluso poniendo distancia entre nosotros.

Ahora, observo, jodidamente orgulloso, como ella levanta


su barbilla más alto.

—¿Me has estado buscando? Bueno, ¡aquí estoy! Tal vez


fui estúpida al tomar un atajo por el callejón aquella noche.
Igual que fui estúpida al confiar en la p-persona equivocada...
—Su mirada herida me condena durante un breve instante

147
antes de volver a encarar a su enemigo. —Pero da igual.
Vamos, haz lo que quieras.

—No te va a hacer ni una jodida cosa —advierto con un


gruñido.

—Frati... —empieza Gio.

—¡No! Ella es mía. No le pasará nada a ella. Fin de la


discusión.

—No soy tuya. No soy nada para ti sino un pedazo de c-c-


culo que mantuviste en tu cama hasta que tu hermano pudo
venir a buscarme y ¿qué? ¿Poner una b-bala en mi cabeza?

Se me rompe el corazón al ver el tembloroso enojo de su


voz. —Aria...

—¡No t-te atrevas a decir mi nombre! —Retrocede


arrastrando los pies, chocando con los muebles, sin saber que
uno de mis hombres está detrás de ella.

Le hago un gesto con la cabeza y él se aparta antes de que


ella haga contacto, porque incluso en esta situación tan volátil,
mutilaré a cualquiera que toque lo que es mío, aunque sea
accidentalmente.

La tensión aumenta en la habitación.

148
Me acerco lentamente a ella, con los brazos extendidos en
una postura tranquilizadora. —Vamos a hablar de esto, Aria.
Con calma.

—No. T-tú me mentiste. Sobre todo. Dios, no puedo creer


lo crédula q-que soy... —Se detiene y toma aire. —No puedo
creer nada de lo que me digas. —Sus ojos pasan de mí a Gio.
—Él ha estado persiguiéndome por todo el país. ¿Y-y esperas
que yo qué? ¿Que crea que podemos llegar a un acuerdo?

—Eso es exactamente lo que vamos a hacer.

—¿Lo es? —Gio se hace eco de forma sedosa. —Lo siento,


hermano, pero debo discrepar. Y te olvidas. Ahora soy el jefe
del equipo. Lo que yo diga, se hace. Y esto... esto es definitivo.

Miro por encima del hombro y mi corazón cae como un


yunque.

Él la está apuntando con un arma.

Mi hermano está apuntando con una jodida Glock a la mujer


que amo.

Sin pensarlo, me abalanzo sobre él, con el miedo y la rabia


estallando como volcanes gemelos en mi interior.

Oigo el satisfactorio crujido de los huesos y el aullido de


agonía de Gio, y luego el ensordecedor chasquido de un
disparo, justo antes de que el cristal se haga añicos, rompiendo
el único segundo de silencio mortal que hay en medio.

149
El grito de Aria atraviesa el aire antes de caer como un
saco de piedras.

Mi corazón se detiene.

Tardo menos de dos segundos en llegar hasta ella, pero me


siento como si estuviera atravesando un terreno fangoso por
cada segundo.

Está contorsionada en el suelo, junto al sofá, hecha un


ovillo con una camisa demasiado grande, una toalla y ríos de
pelo.

Me congelo cuando llego a ella porque me aterra siquiera


pensar...

Si está... oh Jesús... si está muerta...

Un rollo supersónico de la destrucción del mundo pasa por


mi cabeza mientras me descongelo y la alcanzo.

Mi mano tiembla incontrolablemente mientras la hago


girar.

Este mundo entero arderá hasta ser cenizas si ella... si


ella...

A través de su pelo alborotado, sus ojos azules parpadean


y vuelvo a ver el color. La sangre se precipita a todas mis partes
heladas y permanezco agachado, con las manos sobre su

150
cuerpo tembloroso, mientras jadeo para respirar. Mientras la
reviso frenéticamente.

El alivio y la rabia me atraviesan una vez que compruebo


que está bien.

¡Joder!

Agachado, le susurro al oído. —Quédate agachada, ángel.


Volveré en un minuto, pero necesito que te quedes quieta, ¿de
acuerdo?

No contesta y la verdad es que no espero que lo haga. La


he herido profundamente y el camino que tenemos por delante
está pavimentado con rocas del tamaño de un cañón que
tenemos que sortear.

Pero es una lucha que pretendo ganar.

Todo lo que necesito saber ahora mismo es que me ha oído,


y su lento parpadeo lleno de rabia y terror me dice que lo ha
hecho.

Pasaré el resto de mi vida compensándola, me prometo a


mí mismo. Cada segundo que esté aterrorizada será un año en
el que la haré sentir más amada y apreciada que el anterior.

La promesa se me graba en el alma mientras me levanto,


me giro y miro a mi hermano.

151
Ha puesto una distancia saludable entre nosotros, con la
cabeza inclinada hacia atrás mientras se limpia la nariz rota
con un pañuelo impoluto ahora mojado de sangre.

—¿Le has disparado a la mujer que amo?

Gio palidece y retrocede ante mi rugido, pero no es lo


suficientemente rápido para esquivarme.

Mi segundo golpe le rompe la mandíbula.

Grita de dolor.

Buen comienzo. Pero no me apacigua en absoluto.

Retiro el brazo, dispuesto a golpearlo hasta que no quede


nada.

Le doy otro puñetazo en el plexo solar y sonrío con una


sonrisa diabólica mientras se dobla y la sangre brota de su
nariz rota.

Antes de que pueda darle más, varias manos me sujetan


los brazos y me retienen.

—Jesús, ¿dijiste... dijiste que la amabas? —grazna


mientras resopla.

Me sacudo para liberarme de los hombres, y nadie tiene el


valor de volver a sujetarme.

152
—¿Qué demonios crees que he intentado decirte desde que
entraste en mi casa? —vuelvo a rugir. —Sin invitación, debo
añadir.

Gio retrocede a trompicones unos cuantos pasos más,


debatiéndose entre atender su mandíbula y agarrarse la nariz
rota.

Por primera vez desde que trajo la carnicería a mi puerta,


parece inquieto. Y como estoy luchando por mi vida -y sí, me
doy cuenta de que la vida que me queda no vale nada si pierdo
a Aria- no dudo en lanzarme a la yugular. —¡Te voy a matar,
joder!

—Mierda, no lo sabía. —Su mirada se desplaza hacia


donde está Aria y suelto un gruñido grave.

—Jesús, ¿están todos sordos? No. Mires. Jodidamente.


Hacia. Ella.

Se estremece y su mirada salta de nuevo hacia mí. —Si me


lo hubieras dicho cuando hablamos anoche, no habría...

—¡Vete a la mierda! Te olvidas de que todavía soy


técnicamente el jefe de esta familia. Todavía tienes que
demostrar tu valía, hermanito. ¿Realmente quieres ir contra mí
tan temprano en tu liderazgo experimental? Porque a menos
que te mentalices y aceptes que Aria está fuera de los límites,
quemaré todo lo que aprecias hasta los jodidos cimientos.

153
La comprensión finalmente aparece en sus ojos. —¿Harías
eso? Por un pedazo de...

Me abalanzo sobre él y le rodeo el cuello con la mano.


Ninguno de los hombres se mueve para detenerme porque el
recordatorio de que sigo siendo el capo ha hecho su trabajo.

—Te aconsejo encarecidamente que elijas tus próximas


palabras con cuidado. A menos que quieras asistir a nuestra
boda con las dos rótulas destrozadas y babeando como un
condenado bebé.

Un ruido cuajado me hace girar la cabeza.

Aria se pone en pie, todavía pálida como la leche.

—Acusas a todo el mundo de ser sordo, pero no estás


escuchando. No somos nada. No hay un nosotros. No me voy
a casar contigo...

Se detiene y vuelve a emitir ese horrible sonido confuso


cuando ve a Gio.

Sus ojos se abren de par en par cuando ve su cara


destrozada y la parte delantera de su camisa, antes blanca,
empapada de sangre.

Vuelve a gritar.

Y se desmaya.

154
***
—¿Estás hablando en serio? ¿Sobre ella? —carraspea Gio
nasalmente.

Su nariz está hinchada al triple de su tamaño y la bolsa de


hielo que sostiene con cautela sobre ella no ayuda mucho.

Bien.

Mientras viva, no olvidaré la visión de mi hermano


apuntando con una pistola al amor de mi vida. Lo menos que
puede hacer para expiarlo es una nariz destrozada y unas
costillas rotas.

Miro a la chica metida bajo las sábanas de la cama, su


pálida piel va recuperando lentamente el color. Compruebo que
respira por milésima vez y resisto el impulso de arrancarle la
garganta a mi hermano.

—Lo estoy haciendo. Y será mejor que reces para que me


perdone. Sólo así habrá paz entre nosotros. Reza para que te
perdone a ti también. Ella necesita una familia. La suya ha
sido una mierda hasta ahora.

Frunce el ceño y mis dedos hormiguean con el impulso de


atacar de nuevo.

—¿Cómo la has encontrado? —pregunto con fuerza.

155
Me mira. —¿Quieres decir después de que me mintieras en
la cara anoche?

Aprieto los labios pero no digo nada.

—Me enseñaste bien, hermano, a no aceptar nunca un no


por respuesta. No me conformé con que el técnico me dijera lo
que no se podía hacer. Así que conseguí que otro se encargara
de ello. Tuve que pagar hasta la maldita nariz, pero aquí
estamos.

Mierda. —Bueno, se acabó. Toma a tus hombres y vete a


la mierda. Necesito tiempo a solas con mi chica.

—Pero...

—No me hagas repetirlo, frati. Le disparaste a mi futura


esposa. Agradece a la Virgen que aún tienes el uso de tus
órganos vitales.

—Bueno... técnicamente no lo hice. Tú me atacaste y el


arma se disparó...

—Técnicamente, he oído que no necesitas el bazo —afirmo


con calma, con ácido en la voz. —Estaré encantado de
cortártelo con un cuchillo sin filo ahora mismo. O puedes irte
y lo discutiremos más tarde. Mucho más tarde. Tú eliges.

Gio se queda con cara de asombro por un momento.

156
Abre la boca, como si tuviera algo más que decir, pero la
mirada que le dirijo lo convence de que hay que aprovechar la
oportunidad.

Asiente con la cabeza y se aleja. Unos minutos después,


oigo cómo se alejan los vehículos.

Entonces me acomodo en el sillón y pienso en cómo salvar


la devastación que he causado.

157
Capítulo 10
Aria

Parpadeo para despertarme y, antes de que todo se


precipite, mi corazón retumba, los pelos de la nuca me gritan
advertencias de autoconservación.

Cuando la memoria me inunda, jadeo y me pongo de pie.

La habitación está a oscuras.

Lo que me aterra. Porque mis últimos recuerdos son haber


desayunado con Matt -Matteo- y luego haber follado durante
horas antes de salir a tomar un maravilloso baño en algún
lugar a media tarde, y de repente estar rodeada de hombres
con armas, la más mortífera empuñada por su hermano.

Su hermano...

El tipo del que estoy enamorada es el hermano del hombre


que me ha estado persiguiendo durante semanas.

Oh, Dios.

158
Soy una inservible, demasiado confiada y torpe idiota.

Una muestra de caballerosidad cuidadosamente


elaborada, una sonrisa sexy y un picnic en la playa, y me doblé
como una baraja de cartas barata.

Y no sólo me rendí.

Arrojé mi virginidad y mi libertad al mismo tipo del que


debería haber huido.

Soy el tipo de personaje al que le gritaría por su estupidez


si viera esto desarrollarse en una película.

Me trago un sollozo de autodesprecio antes de que pueda


escaparse y busco en la oscuridad mientras escucho voces.

Cuando no oigo ni veo nada, retiro las mantas y me levanto


lentamente de la cama.

Me han quitado el bikini, dejándome con la camisa blanca


que llevaba antes y nada más.

Al recordar por última vez, mis zapatos y mi bolso aún


están abajo, pero no hay manera de que vaya a recuperarlos.

Si consigo salir de aquí, estaré vagando por las calles sin


ropa interior ni zapatos, pero prefiero eso a volver a hundir mi
vida en el peligro de los hermanos Frenelli.

Me arrastro sigilosamente hacia las puertas francesas.

159
Sólo estoy un piso más arriba. Si consigo llegar a la
terraza, tal vez pueda descender por el lateral de la casa y llegar
a la playa.

Entonces podré...

—¿Vas a alguna parte, ángel?

Grito y me doy la vuelta cuando se enciende una lámpara.

Matt -Matteo- y ahora que sé su nombre correcto, me


sorprende lo mucho que le pega, lo poco parecido a un Matt
que es- está sentado en la esquina oscura de la habitación, con
un tobillo apoyado despreocupadamente en la rodilla.

Como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo.

Como si no hubiera tomado mi confianza y mi corazón y


los hubiera pulverizado a ambos.

—Vas a tener que dejar de hacer eso, cariño. Prefiero


guardar mis tímpanos para oírte gritar mi nombre cuando
follemos —me aconseja suavemente.

—¿Qué haces aquí?

Exhala audiblemente y se sienta hacia delante para apoyar


los codos en las rodillas. —¿Te refieres a por qué he estado
sentado en la oscuridad durante cuatro horas, esperando a
que te despertaras? Eso es sencillo, ángel. No puedo vivir sin
ti, joder. Te habría despertado antes, pero me aterraba que te

160
levantaras y te fueras. Dejándome atrás. —Se detiene y veo que
lo atraviesa un escalofrío. —Por suerte para nosotros, he
llegado a unas cuantas decisiones inamovibles mientras tú
dormías.

Nosotros.

La palabra debilita algo dentro de mí. Algo vital que


necesita mantenerse fuerte.

Porque... porque... lo amo. Y él me ha traicionado.

No. No puedo amarlo.

Sacudo la cabeza. —Pensé que me dejarías con tu


hermano ahora que me ha l-localizado.

—¿Y por qué iba a hacer eso, ángel? —pregunta mientras


se levanta lentamente y merodea hacia mí.

No me doy cuenta de que estoy retrocediendo hasta que mi


espalda choca con el cristal. Extiendo las manos con
desesperación. —Por favor. Por favor...

Se congela y hace un ruido, como un animal herido. —


¿Crees que voy a hacerte daño?

Hay una nota en su voz que es casi... de angustia.

Sacudo la cabeza ante mi propia estupidez.

161
Creer que era amable, encantador y considerado fue lo que
me trajo aquí en primer lugar.

Al recordar todo lo que me dijo, me sorprende lo crédula


que fui. Diablos, incluso capté un indicio de su acento esta
mañana e ignoré ese signo vital.

No puedo culpar a nadie más que a mí misma si las cosas


van aún más lejos de lo que ya han ido.

Pero no voy a irme sin luchar. —No tengo ni idea de lo que


puedes hacer, ya que no tengo ni idea de quién eres.

Eso no le gusta. En absoluto.

Sus ojos me brillan en la penumbra y su mandíbula se


flexiona. Pero, para mi sorpresa, asiente con la cabeza. —Me lo
merezco. Pero no iremos a ninguna parte. Te vas a quedar aquí
y vamos a hablar de esto, ángel.

—No me llames así —le respondo, con las manos buscando


frenéticamente el pomo de la puerta.

De nuevo se tambalea visiblemente en su control. —


Siéntate, Aria. Y deja de intentar abrir la puerta. No te vas a ir.
No voy a dejar que te vayas.

Mi corazón golpea contra mi pecho. —¿Ah, no? ¿Qué pasa


si intento salir de aquí, Matteo? ¿Hay alguien esperando abajo
para meterme una bala en la cabeza?

162
En el pequeño charco de luz que ilumina la habitación, veo
que su cara se contrae de horror. —¡Jesús! No, no lo harán. No
cuando saben que tienen que pasar por encima de mí —gruñe.
—Y definitivamente no si quieren vivir para ver su próximo
amanecer. Me viste casi matar a mi propio hermano por
atreverse a apuntarte con un arma. Sé que sospechas lo que
les hice a esos imbéciles del bar que intentaron acercarse a ti.
¿Qué crees que le voy a hacer a un maldito cualquiera que se
atreva a lastimar aunque sea un pelo de tu cabeza ahora que
eres mía?

El corazón me da un vuelco en el pecho, pero lo ignoro.


Hasta ahora ha sido un idiota. Ha hecho una mierda y poco
para mantenerme a salvo.

No volveré a confiar en mi corazón.

—Esas son sólo palabras para que baje la guardia de


nuevo.

Apoya las manos en las caderas, sus ojos son rayos láser
implacables. Su pose es relajada, pero no dejo que me engañe.

Se me echará encima a la primera oportunidad que tenga


de mover un músculo.

—¿Lo es? Exploremos un poco eso. Bajar la guardia para


que haga qué exactamente? Te vi por primera vez hace casi
una semana. Ya sabes que puedes confiar en mí. Sólo estás

163
demasiado asustada para admitir cuánto lo haces. O tal vez
crees que la respuesta correcta es sentirte como una tonta por
haber bajado la guardia. Pero, cariño, no necesitas sentirte así.
Tu instinto te ha dicho que confíes en mí porque nunca te haría
daño.

Me extraña la precisión con la que descifra mis


sentimientos. Pero lucho de todos modos. —No...

—Sí. —Su mandíbula se aprieta durante varios ticks antes


de suspirar. —Cariño, admito que he hecho algunas cosas...
desagradables en mi pasado. Pero eso fue por la sangre y la
familia. Siempre. ¿Y ahora que tú eres lo más importante en
mi vida? Lo haré todo de nuevo, y más, para mantenerte.

La hoja desnuda de la amenaza en su voz me hace temblar.


Y me avergüenza notar que no todo es pánico.

Me excita la violencia prometida en su voz. Dios mío, ¿qué


me pasa? —No soy tu sangre.

—Pero vas a ser mi familia. Me voy a casar contigo, Aria.


Hazte a la idea.

Su mano no está alrededor de mi garganta, y sin embargo


varias partes vitales amenazan con derretirse.

Me armo de valor y lo miro fijamente. —Voy a ser tu


posesión, quieres decir. ¿Qué te hace pensar que quiero que
un capo de la mafia me mantenga de alguna manera?

164
Se arrastra una mano por la cara, y parece que todas las
criaturas del infierno lo están torturando en este momento.
Cuando habla, las palabras salen a rastras de una garganta
ronca y desgarrada.

—Ya no soy un jefe de la mafia. Bueno, no a los ojos de los


que no pertenecen a la familia. Gio, si no la caga más de lo que
ya lo ha hecho, asumirá el cargo. Ha sido así desde hace casi
un año. Pero no puedo cambiar lo que soy o lo que mi familia
significa para mí. Soy un Frenelli, ángel. Siempre seré un
Frenelli.

—Eso no cambia nada para mí. Mentiste sobre quién eras.


No hay forma de superar eso.

Su mandíbula se convierte en granito y una mirada


sombría invade sus ojos. Pero su mirada no se aparta de la
mía. —Entonces acostúmbrate a tener una sombra allá donde
vayas. Te dije, cuando estaba metido hasta las pelotas dentro
de ti, que sería tu primero y tu último. Ningún otro hombre se
acercará a ti. Ningún otro hombre te tocará. Ningún otro
hombre te follará hasta que entres en trance mientras yo tenga
aliento en mi cuerpo.

Se detiene y traga, su piel palidece un poco como si la


perspectiva lo atormentara. Pero luego continúa. —Me incluiré
en esa lista si realmente me odias. Pero así será.

165
La resolución concreta en su voz es humilde. Y
estimulante.

Saber que tengo tal poder sobre este hombre.

El capo del mundo criminal de Nueva York.

El hombre que hace que los hombres adultos se orinen en


los pantalones.

—Matteo...

Él gruñe y yo me paralizo. —No tienes idea de cuántas


veces he necesitado escuchar mi nombre completo en tus
labios. Nadie me ha llamado nunca Matt. —Se ríe con sorna en
voz baja. —No me siento como un jodido Matt. Es tan bueno
oírte llamarme Matteo, ángel.

Quiero volver a gritar porque se está metiendo en mi


cabeza. Pero me aterra que haga algo drástico.

Como tirarme a la cama y follarme hasta dejarme ciega.

Cuando mi cuerpo empieza a responder incluso a esa


remota posibilidad, cruzo los brazos sobre el pecho para
ocultar los pezones traidores que asoman.

—Quiero irme —digo tercamente. —Tengo que ir a


trabajar. —Miro alrededor de la habitación pero no encuentro
nada que me indique qué hora es.

166
Cuando me giro hacia Matteo, un músculo salta en su
mandíbula y su expresión es ferozmente implacable. —Por
supuesto que no. No vas a volver a ese lugar.

La ira aumenta, afortunadamente quitando algunas capas


de excitación. —Por supuesto que no. No puedes decirme que...

—Ángel, hay muchas razones por las que no te dejaré


volver allí. Pero la más obvia es que... no hay ningún bar al que
puedas volver.

Me quedo con la boca abierta, pero tardo unos segundos


más en comprender lo que está diciendo. —¿No hay bar? ¿Qué
significa eso? Yo... los dos estuvimos allí anoche...

—El Bar de Barry ha sido quemado hasta los cimientos.


Jodidamente destruido. No queda nada de él. Sin embargo, no
tienes que preocuparte por tu amiga. Le ofrecerán un trabajo
mucho mejor por la mañana.

Hay demasiado placer en su voz para que esto sea un


accidente. —Quemado... Oh Dios mío. ¿Tuviste algo que ver
con eso?

—Sí.

La crudeza de su respuesta hace que un escalofrío recorra


mi columna vertebral.

—¿Lamentas siquiera un poco haber destruido el medio de


vida de alguien?

167
—¿Cuando ese imbécil trató de venderte por unos cientos
de dólares? Joder, no, no lo lamento.

Un shock enfermizo atraviesa mi vientre. —¿Él qué?

Matteo sacude la cabeza. —No ocupará más espacio en tu


cabeza. Deja en el pasado esa mierda ahora mismo —ordena
secamente.

La fría rabia en su rostro desencadena otro pensamiento


escalofriante. —Tú no... le has hecho nada, ¿verdad?

Sus fosas nasales se agitan y veo el disgusto que le


produce mi pregunta. —No es que no se lo merezca, pero no.
Barry aún respira. Pero mi gente lo está vigilando. Si alguna
vez se pasa de la raya... —Se encoge de hombros.

Y es en ese momento cuando me doy cuenta.

Se acabó.

Todo el correr, el mirar detrás de mi hombro. Estar


aterrorizada hasta perder la cabeza.

Los moteles de mierda en los que he dormido para no


llamar la atención.

Si Matteo dice la verdad -y ahora que estoy más despierta,


se van filtrando más detalles, como su rabia cuando su
hermano me apuntó con la pistola, y el hecho de que le rompió

168
la nariz a Gio- me siento más inclinada a creer que su mafia
no vendrá a por mí.

Se acabó.

Debería estar feliz. Extasiada.

No tengo que huir a través de la frontera con México.


Puedo volver a casa, a Nueva York.

Pero... no hay nada para mí allí. En realidad no. Mi madre


me echó.

...acostúmbrate a tener una sombra.

Miro más de cerca a Matteo.

¿Se refería a sí mismo, o a uno de los hombres que entró


corriendo antes? ¿Volverá a vivir su vida mientras sus matones
me impiden siquiera mirar a otro chico?

¿Y cómo puedo siquiera pensar en mirar a otro tipo cuando


estoy completamente enamorada de él?

—Ángel, ¿qué pasa? ¿Por qué te estás estresando por lo


que quieres?

—No sabes lo que quiero.

Un bramido sale de su garganta. —¡Maldita sea, Aria! Sé


que tenté a la suerte al no sincerarme contigo esta mañana,

169
como había planeado. Sólo quería un día perfecto e
inmejorable contigo.

Mi corazón roto se detiene en su naufragio por un segundo.


—¿L-lo hacías? —suelto antes de poder detenerme. Luego
sacudo la cabeza. —No importa. No tiene importancia.

Respira hondo y se pasa los dedos por el pelo. —Sí que


tiene importancia. Si lo hubiera hecho, no estaríamos aquí,
peleando cuando podríamos estar follando. Por favor, cariño.
Necesito que me des otra oportunidad.

—¿Una oportunidad para hacer qué exactamente?

Exhala y todo su cuerpo se mueve con él. —Para


demostrarte lo mucho que te amo. Para demostrarte que desde
el momento en que escuché tu voz a través de ese bar de
mierda, yo era tuyo y tú eras mío. Estamos hechos el uno para
el otro.

Una sensación se extiende por mi vientre, hinchándose


hasta envolver mi corazón. Es... euforia. Pura y sin esfuerzo e
implacable.

Pero me rodeo con los brazos para mantenerla a raya un


momento más. No confío en ello todavía. —No sé si estoy hecha
para ser algo de un m-mafioso.

—Estás hecha para ser lo que quieras, ángel. Has hecho


que la mafia gire durante semanas, te las has arreglado para

170
sobrevivir a pesar de toda la mierda que te han echado. Puedes
sobrevivir a cualquier cosa.

—Sin embargo, tú me encontraste.

Pura arrogancia levanta sus hombros en un encogimiento


de hombros. —Se, y siempre te encontraré. Y no me disculparé
por ello porque eres mi jodido mundo. Pero si no quieres volver
a Nueva York, resulta que tengo negocios para el futuro
inmediato en esta parte del país. O podemos ir a Europa y
visitar todos esos lugares que has mencionado. Siempre que
hagamos una parada en Sicilia, por supuesto.

Se me llenan los ojos de lágrimas antes de que pueda


contenerme. —¿Qué hay en Sicilia?

—Mi mamá. Y nuestra boda. Y sugiero que lo hagamos


antes de que llegue el bebé o ella tendrá mi cabeza en una
bandeja.

Jadeo. Dios, está haciendo que mi cabeza dé vueltas. —¿El


bebé? ¿Qué bebé?

—Llevamos más de veinticuatro horas follando sin


protección. Si no estás embarazada en este momento, estoy
haciendo algo muy mal. Lo cual remediaré para cuando tomes
mi apellido.

171
Se ha acercado a mí todo el tiempo que ha estado
hablando. Y ahora se abalanza, sus manos bajo mi trasero
impulsando mi cuerpo hacia el suyo.

—¡Matteo! —protesto mientras le rodeo el cuello con los


brazos.

Me aprieta con fuerza hasta que no puedo respirar. —


Joder, pequeña, parece que hace una eternidad que no te
abrazo. —Mi núcleo se apoya en la sólida barra de su erección,
y no puedo evitarlo, froto mi centro contra ella, haciéndonos
gemir a los dos.

—Di las palabras, ángel. ¿Me perdonas para que podamos


empezar nuestras vidas?

—No debería —digo con un mohín intencional, pero luego,


como él es adictivo y yo una adicta al amor sin remedio, le doy
un ligero beso en los labios. Hace un sonido de protesta cuando
me retiro. —Pero. —Otro beso. —Me has salvado de esos
imbéciles. —Beso. —Y del sórdido Barry. —Beso. —Hiciste que
mi primera vez fuera increíble. —Beso. —Estás cuidando a mi
única amiga. —Beso. —Y le rompiste la nariz a tu hermano
cuando me amenazó.

—No olvides el pequeño asunto de llevar una bola de


demolición a cierto bar después de prenderle fuego, sólo para
asegurarnos doblemente de que no se pueda reconstruir en
breve —me susurra al oído.

172
Me alejo con un suspiro. —¿Una bola de demolición? No lo
has hecho.

—Oh, sí, lo hice, joder. Hice que mis hombres hicieran un


vídeo si alguna vez quieres verlo.

—¡Dios, estás loco!

—Por ti. Sólo por ti.

Gimo, y mis piernas se tensan alrededor de él y el siguiente


beso es mucho más profundo, mucho más largo. Cuando nos
separamos para tomar aire, los dos jadeamos.

—¿Angel?

—¿Hmm?

—¿El hecho de que te hayas mojado más y tus pezones


estén seriamente erectos significa que no aborreces todos los
aspectos de ser la esposa de un capo?

Entierro mi cara contra su cuello para evitar que vea el


ardiente rubor que consume mi rostro.

Se ríe mientras me lleva al otro lado de la habitación, y mi


corazón canta con el asombroso placer de poder experimentar
esto durante el resto de mi vida.

—¿Adónde me llevas?

Mi espalda golpeando la cama me da la respuesta.

173
—No vamos a dejar esta cama hasta que estés total y
completamente criada, ángel. Cuando nos pongamos delante
del cura para hacer nuestros votos, estarás embarazada.

Intento mantener la cabeza erguida mientras se quita la


ropa, me arranca la camisa y me devora un pezón. —¿Cuál es
la prisa?

—Quiero al menos un hijo antes de que tu carrera musical


despegue. Los otros cinco podemos trabajarlos entre tu
agenda.

—Los otros cinco. Quieres seis... ¡Dios mío, Matteo! —grito


mientras me penetra con fuerza, atravesando los tejidos que
están menos doloridos, pero que aún llevan la evidencia de su
feroz posesión.

—¡Joder, sí, di mi nombre, justo así! —ruge mientras me


machaca, desenfrenado y feroz en su dominación.

—Matteo. Oh. ¡Esto es increíble! Te amo, Matteo.

Sus ojos brillantes de tanto sentimiento se encuentran con


los míos, justo antes de devorar mi boca en un largo, húmedo
y dichoso beso. —T'amu, me muglieri —dice con aspereza
contra mis labios. Luego: —Córrete por tu papá ahora.
Ordéñame para que pueda criarte un poco más. Asegúrate de
que mi semilla se asiente, bien y profundamente.

Echo la cabeza hacia atrás y vuelo.

174
Directo a los brazos de mi salvador.

Mi para siempre.

175
Epilogo
Aria
Cuatro años después - Sicilia

Estoy en el lugar más hermoso del mundo.

Y no sólo porque aquí fue donde me casé con el amor de


mi vida hace cinco años. O porque haya nacido nuestro
hermoso hijo, Luca.

Aunque ambas cosas lo hacen muy especial.

No sé si es la gente, o el aire, o la lejana majestuosidad del


Monte Etna retumbando, amenazando con violencia. De la
misma manera que mi marido amenazó y ejerció la violencia
contra su hermano aquel día en San Diego.

Es extraño y un poco retorcido, pero creo que me enamoré,


verdadera, loca y profundamente, cuando lo vi casi golpear a
su hermano hasta la muerte porque casi me dispara.

176
Estoy un poco mal de la cabeza por reproducir ese
momento una y otra vez en mi cabeza, normalmente cuando
veo a mi marido cruzar la habitación hacia mí.

O conduciendo un coche.

O comiendo el desayuno.

Demonios, cada maldita vez.

Nunca he confesado esa pequeña y enfermiza excitación,


pero sé que él preferiría que no pensara en él como un hombre
que rompería mandíbulas y narices por mí.

Pero lo hago.

Amo todas las facetas de mi hombre, incluso las que él


intentó desesperadamente eludir porque creía que dejar atrás
esa parte de su vida lo convertiría en un hombre mejor para
mí.

Eso es cierto en un 99%.

Me encanta nuestra vida y la familia que estamos


formando.

Giovanni y yo hemos hecho las paces, e incluso nos


acercamos a una amistad cautelosa.

Y en estos días, Matteo Frenelli es un magnate inmobiliario


muy exitoso.

177
Pero de vez en cuando, como ahora, cuando lo espío
mientras se reúne con un grupo de gánsteres de aspecto duro
que no paran de asentir con la cabeza ante él, queda claro
quién es el jefe. Quién dirige realmente la famigghia Frenelli.

¿Y cuando pronuncia su discurso en siciliano rápido, con


gestos de manos expresivos?

Gimo mientras deslizo mi mano por debajo del dobladillo


de mi vestido de verano y froto mis dedos sobre mi clítoris.

La sensualidad de mi marido debería ser un pecado.

O al menos un artículo de lujo sujeto a impuestos.

Entregaría hasta el último céntimo que poseo para poder


contemplar sus encantos.

Pero ahora sonrío con mucha suficiencia porque es mío.

Todo. Mío.

Jadeo cuando mi sangre se calienta y mi núcleo brota con


una nueva excitación cuando Matteo golpea su mano en la
mesa, haciendo saltar a los hombres adultos.

Apoyando la cabeza en la fría persiana tras la que estoy


medio oculta, me meto los dedos un poco más, desesperada
por que termine su reunión, porque por mucho que me toque
últimamente, sin el último ingrediente esencial -Matteo- soy
una causa desesperada y cada vez más frustrada.

178
Sin embargo, no me rindo.

Sigo tocándome mientras observo a mi marido. Las


lágrimas llenan mis ojos y me siento abrumada por lo mucho
que lo amo.

Cierro los ojos y me lo imagino entrando en la habitación,


tomándome en brazos y conduciendo su...

—¿Angel?

Salto y me doy la vuelta. —¡Matteo! —Miro por encima del


hombro hacia la zona ahora vacía. Dios, ¿cuánto tiempo he
estado perdida en mi sucia ensoñación?

Él ve mis lágrimas y se congela. —Dios, cariño, ¿qué pasa?

Me limito a sacudir la cabeza, abrumada por mis


sentimientos.

—¿Es Luca? Sabes que estará bien con su Nanna,


¿verdad? Tu concierto en Roma terminará en tres días y
volveremos a estar aquí con nuestro hermoso niño. Te lo
prometo.

Mi corazón se llena un poco más al pensar en nuestro


querido niño de tres años, que va a pasar tiempo con su abuela
mientras yo cumplo con mi obligación con mis ansiosos fans.

Ha sido una locura desde que mi canción versionada en


YouTube se hizo increíblemente viral y me consiguió un

179
contrato musical con un importante sello discográfico. Desde
entonces, mis pies no han tocado el suelo.

He actuado en Las Vegas más de una docena de veces, y


mi agente está trabajando furiosamente en una gira, sospecho
que con el firme empuje de Matteo.

—No, no es eso.

Su mirada se desplaza desde la mano que está colándose


por debajo de mi vestido hasta mi cara de alarma y traga saliva.
—¿Estuve demasiado tiempo en mi reunión? Lo siento, pero a
veces estas cosas llevan más tiempo del que...

—Tampoco es eso.

Su preocupación aumenta mientras cruza la habitación


para detenerse frente a mí. Una mano se desliza por mi pelo y
la otra me agarra la cadera. —¿Entonces qué es? Ángel, sabes
que no soporto que estés molesta.

—No estoy molesta. Probablemente todo lo contrario.

Sigue con cara de desconcierto y está a medio segundo de


tomarme en brazos y rogarme que le diga qué es lo que sucede.

Intento encogerme de hombros, pero estoy demasiado


excitada para completar el movimiento. —Te estaba
observando desde la ventana.

180
Sus dedos peinan mi cabello, el movimiento es un poco
agitado. —Lo sé. Te he visto. Te veías tan jodidamente hermosa
que mi concentración se fue a la mierda.

Me estremezco ante la salvaje excitación de su voz. Los


dedos en mi pelo se vuelven cada vez más frenéticos.

Este es el hombre que amo. Crudo con un borde de


violencia.

—Verte... me puso caliente —confieso finalmente.

Sus ojos se estrechan. —¿Qué cosa?

—Tú, imponiendo la ley a esos hombres. Desatando el


infierno sobre ellos en siciliano.

Una sonrisa arrogante curva su sensual boca y reprimo un


gemido al ver lo sexy que es, con su pelo al viento, su traje de
tres piezas y sus gemelos de diamantes. —¿Te has mojado
viendo a tu papá mafioso a tiempo parcial haciendo lo suyo?

—Tan mojada. Te veías tan caliente.

Finalmente comprendiendo, inspira lentamente y me


suelta. —Baja esas bragas, ángel. Muéstrale a tu capo lo
caliente y mojada que estás.

Gimoteo mientras me apresuro a quitarme las bragas.

181
Él ve lo empapadas que están cuando caen al suelo y
gruñe. Se agarra con una mano la dura barra que hay detrás
de su bragueta y se lame los labios.

—Dulce Jesús, ángel. Tus bragas están empapadas. Ven


aquí —me ordena.

Tropiezo con sus brazos.

Me atrapa, me hace girar y me pega a su cuerpo, mi


espalda a su frente.

Una pierna separa las mías hasta que quedan a ambos


lados de sus gruesos muslos.

Me agarra el pelo con fuerza una vez más, y su mano se


introduce bajo mi vestido y se desliza entre mis piernas.

Me acaricia el montículo durante unos segundos antes de


tantear mi coño, concentrándose en mi centro empapado.

Mi cabeza cae hacia delante con un gemido, el placer


recorriendo mi cuerpo.

—¿Es esto lo que querías cuando me espiabas durante mi


reunión, mi ángel travieso?

—Sí —me tiembla la voz.

—¿Qué más querías después de que papá consiguiera que


tus deliciosos jugos gotearan por tu pierna? Dime lo que tu
hermoso corazón desea.

182
—Tú... ordenándome que me arrodille y te chupe la polla
mientras estás con tu traje. Luego me pones de rodillas y me
reproduces.

Su cara es una máscara de amor salvaje y feroz y de


profunda posesividad. Gruñe, y el sonido es bajo y áspero y tan
excitante que mis pezones se tensan de nuevo. —Ah, ¿está mi
putita de gángster preparada para otro bebé?

Asiento con entusiasmo, mi mano tiembla ligeramente al


agarrar su cinturón y buscar en su interior mi juguete favorito.
—Sí, por favor. Ya es hora.

Su mano se aprieta en mi pelo. —¿A quién perteneces?

—A ti, papi. Sólo a ti —confieso de todo corazón, mi


corazón rebosando de puro amor. —Nadie más puede tenerme.

—Claro que no, ángel. No si valoran sus inútiles vidas —


me gruñe al oído. —Voy a vigilar a todos y cada uno de los
imbéciles de tu concierto esta noche, para asegurarme de que
a nadie se le ocurra pasarse de la raya y tocar lo que es mío.

Jadeo y me estremezco ante la violencia de su voz y él gime.


—Cada canción que canto es para ti, Matteo. Eres el único en
el que pienso.

Su mirada indómita se intensifica. —Jesús, mi amor. ¿Qué


voy a hacer contigo?

183
Lentamente, me arrodillo y bombeo su polla, mi mano
luchando por rodear su circunferencia mientras lo miro. —Me
vas a amar, papá. Tanto como yo te amo a ti.

—Ya está hecho, amuri miu —jura con fuerza. —Ya está
hecho.

Fin

184

También podría gustarte