Está en la página 1de 670

WHISKEY VENENOSO

LA BRATVA VIKTOROV
LIBRO 1
NICOLE FOX
ÍNDICE
Mi lista de correo
Otras Obras de Nicole Fox
Whiskey Venenoso
1. Piper
2. Piper
3. Piper
4. Piper
5. Piper
6. Timofey
7. Piper
8. Piper
9. Piper
10. Timofey
11. Timofey
12. Piper
13. Piper
14. Piper
15. Piper
16. Timofey
17. Timofey
18. Piper
19. Piper
20. Timofey
21. Timofey
22. Timofey
23. Timofey
24. Piper
25. Piper
26. Piper
27. Piper
28. Piper
29. Piper
30. Timofey
31. Timofey
32. Piper
33. Piper
34. Timofey
35. Timofey
36. Timofey
37. Piper
38. Piper
39. Piper
40. Timofey
41. Timofey
42. Piper
43. Piper
44. Timofey
45. Timofey
46. Timofey
47. Piper
48. Piper
49. Timofey
50. Timofey
51. Timofey
52. Timofey
53. Timofey
54. Timofey
55. Timofey
56. Piper
57. Piper
58. Piper
59. Piper
60. Timofey
61. Timofey
62. Piper
63. Piper
64. Piper
65. Piper
66. Timofey
67. Timofey
68. Timofey
69. Piper
70. Piper
71. Piper
72. Timofey
73. Timofey
74. Piper
75. Piper
76. Piper
77. Timofey
78. Piper
79. Piper
80. Timofey
81. Timofey
82. Piper
83. Piper
84. Piper
85. Timofey
86. Timofey
87. Piper
88. Piper
89. Piper
90. Piper
91. Timofey
92. Piper
93. Piper
94. Piper
95. Piper
96. Piper
97. Piper
98. Timofey
99. Timofey
100. Timofey
101. Timofey
Copyright © 2022 por Nicole Fox
Reservados todos los derechos.
Ninguna parte de este libro puede reproducirse de ninguna forma ni por ningún
medio electrónico o mecánico, incluidos los sistemas de almacenamiento y
recuperación de información, sin el permiso por escrito del autor, excepto para el
uso de citas breves en una reseña del libro.
MI LISTA DE CORREO

¡Suscríbete a mi lista de correo! Los nuevos suscriptores


reciben GRATIS una apasionada novela romántica de chico
malo. Haz clic en el enlace para unirte.
OTRAS OBRAS DE NICOLE FOX
La Bratva Uvarov
Cicatrices de Zafiro
Lágrimas de Zafiro
la Mafia Mazzeo
Arrullo del Mentiroso
Arrullo del Pecador
la Bratva Volkov
Promesa Rota
Esperanza Rota
la Bratva Vlasov
Arrogante Monstruo
Arrogante Equivocación
la Bratva Zhukova
Tirano Imperfecto
Reina Imperfecta
la Bratva Makarova
Altar Destruido
Cuna Destruida
Dúo Rasgado
Velo Rasgado
Encaje Rasgado
la Mafia Belluci
Ángel Depravado
Reina Depravada
Imperio Depravado
la Bratva Kovalyov
Jaula Dorada
Lágrimas doradas
la Bratva Solovev
Corona Destruída
Trono Destruído
la Bratva Vorobev
Demonio de Terciopelo
Ángel de Terciopelo
la Bratva Romanoff
Inmaculada Decepción
Inmaculada Corrupción
WHISKEY VENENOSO

El desconocido que me salvó la vida es oficialmente mi


nuevo jefe.
Ahora, estoy atrapada en una mansión junto a él y su
BEBÉ…
Hasta que encuentre una manera de rescatar al bebé y
ponernos a salvo.
Es el Gerente General.
Un Don de la Bratva.
Mi nuevo jefe…
Y ahora, el jefe de mi prisión.
Timofey Viktorov no tiene problemas en chantajearme con su
trato.
Vivirás en mi mansión…
Cuidarás de mi bebé…
Y negarse, no es una opción.
Sólo hay una manera de salir de esta pesadilla.
Descubrir sus más íntimos secretos y chantajearlo de vuelta…
Pero cuanto más tiempo estoy en su casa, más difíciles se
ponen las cosas.
Se está acercando cada día más a mí.
Y el hielo es cada vez más delgado.
Tarde o temprano, se va a romper.
1
PIPER

El trueno retumba a través del suelo bajo mis pies cansados en


el momento en que salgo del trabajo. Si no estuviera tan harta
de escuchar mi propia voz, me reiría. O cacarearía gritaría
maniáticamente. Cualquiera que denote más claramente que
me estoy volviendo loca.
El mundo parece estar de acuerdo, a través de un ambiente
cinematográfico melancólico, como si hoy todo apestara. ¿Un
destello de relámpago? ¿El golpeteo de las gotas de lluvia
convirtiéndose en un aguacero constante? Claro, ¿por qué no?
Todo para poder limpiar mejor las últimas esperanzas y sueños
del día.
Me asomo por debajo de un toldo descuidado y miro hacia el
cielo oscuro. No estoy segura de lo que espero ver. Tal vez un
reloj de cuenta regresiva en las nubes. Alguna señal de cuándo
cesará la lluvia y así poder retomar mi miserable vida.
No hay nada, por supuesto.
Nubes espesas cubren la luna menguante y la farola afuera de
la oficina de Servicios de Protección Infantil en el centro aún
está apagada, siendo inquietantemente oscuro. Presenté una
queja con la ciudad hace cuatro meses, pero la persona a cargo
de reemplazar las luces probablemente esté tan sobrecargada
de trabajo como yo.
Aun así, todo eso significa que está muy oscuro afuera.
—Como mi alma —bromeo en voz baja para mí misma.
Aparentemente, mi semana del infierno no me ha robado todas
mis maravillosas cualidades. Mi autocrítico sentido del humor
está completamente intacto.
Dicho esto, el guardián con el que traté hoy no encontraría mi
chiste precisamente divertido. Él probablemente diría que fue
acertado, en realidad.
¿Alma oscura? Más oscura que el corazón de piedra de una
puta.
Eso es lo que pasa cuando trabajas para el SPI, eres la cara que
la gente asocia con sus hijos siendo arrancados de sus brazos.
No importa que la cara del niño que se rescata esté sucia,
flacucha y cubierta de moretones inexplicables.
No importa que los brazos del padre estén llenos de huecos de
agujas sucias.
Igual piensan que tú eres el malo.
O, para citar a la joya del padre biológico de ayer, una «perra
furiosa con una mierda de corazón y una trampa para osos de
coño». En lo que respecta a las cosas, ese fue bastante bueno.
Lo califiqué con un diez de diez en creatividad y lo envié a la
carpeta de correo electrónico de «Mejores Insultos» de toda la
oficina.
—Deberías agregar esa línea a tu perfil de citas —respondió
mi jefe, James, con un emoji de risa y llanto.
¿Qué perfil de citas? Quería responder. Pero en algún
momento, el autocrítico sentido del humor no es divertido… ni
siquiera es una broma.
Eliminé mis aplicaciones de citas hace meses, solo unas pocas
semanas después de descargarlas después de una ruptura. Por
eso estoy parada en la puerta del trabajo tratando de reunir el
coraje para andar en bicicleta a casa en la oscuridad. En una
tormenta.
Porque no hay nadie más a quien llamar.
Ya no tengo un novio esperándome en casa, Noelle está
trabajando esta noche y el auto de Ashley es el más compacto
de los compactos. Ella se lanzó a «salvar el mundo» el año
pasado cuando salió de rehabilitación y compró por internet un
Coche Inteligente usado. Incluso si ella estuviera disponible,
preferiría andar en bici a casa bajo la lluvia que meterme en
esa trampa mortal.
Cuando comienza la claustrofobia, dura horas.
—Vale, Piper —me digo a mí misma, saltando ligeramente de
un pie al otro para mentalizarme—. Aquí vamos. Llega a casa
y puedes darte una ducha, ponerte pijamas y comer esa pizza
congelada con masa rellena en el congelador.
Y morir sola.
Gruño ante mi propia broma intrusiva y sacudo los hombros.
—Es solo un viaje de diez minutos. Luego este día habrá
terminado y podrás relajarte. En sus marcas, listos…
Para tratar de engañar a mi propio cerebro, me salto el «fuera»
y salto bajo la lluvia.
Me alegro de no haberme molestado con un sombrero o la
linda, pero inútil chaqueta para la lluvia que guardo en el
último cajón de mi escritorio para ocasiones como esta.
Porque esta es una lluvia torrencial. Del tipo que te empapa de
principio a fin en el momento en que entras en él.
No hay protección contra esto.
Mantengo los ojos en el suelo mientras corro, asegurándome
de no tropezar con el pavimento irregular o resbalar en un
charco gigante. Mirar alrededor no tiene sentido, de todos
modos, nadie está afuera en este diluvio. Aunque lo
estuvieran, no sería capaz de verlos. Cada vez que levanto la
cabeza, la lluvia nubla lo poco de mi visión que la oscuridad
aún no me ha robado.
Doblo la esquina en el callejón al lado de nuestro edificio. Hay
una luz de seguridad de color naranja deslucida unida a la
mitad de la fachada de ladrillo, pero no ofrece tanta luz sino
una fuerte sensación de que me he topado con el apocalipsis.
Me arrodillo en un charco naranja para desbloquear mi
bicicleta.
—Si hubiera sabido que iba a llover, te habría subido por las
escaleras —le digo.
Si la risa maníaca no era ya una pista de que me estoy
volviendo loca, hablar con mi bicicleta seguramente lo es.
Busco a tientas la cadena del candado en la oscuridad. Mis
dedos están resbaladizos por toda el agua, y cuando se
resbalan y accidentalmente doblo una uña completamente
hacia atrás, quiero hacerme un ovillo y llorar en ese mismo
momento.
Ducha. Pijamas. Pizza.
Repito mis planes para la noche como un mantra cuando
finalmente quito el candado, lo enrollo alrededor de la base del
asiento empapado y tiro de mi bicicleta para sacarla del
portabicicletas.
Luego el mundo se inclina hacia un lado.
Corrección, alguien inclina mi mundo hacia un lado.
Por un segundo, las manos alrededor de mi garganta se
confunden con la lluvia torrencial. Mi cerebro está
sobrecargado con cosas que notar, así que cuando soy tirada
hacia mi izquierda y arrojada sin piedad a la corriente de agua
sucia llena de basura que corre por el callejón, estoy
confundida.
—Qué…
—Maldita perra —sisea una voz profunda.
Eso definitivamente no fue el viento. Ni la lluvia.
El pánico me azota. Alguien agarra la tela mojada de mi blusa
y me pone de pie como si fuera un saco de papas. Miro hacia
atrás por encima del hombro, pero la lluvia me cae a cántaros
por la cara y el hombre está retroiluminado por la luz naranja
de seguridad.
Qué seguridad… no puedo ver una mierda.
Trato de gritar, pero el hombre me golpea contra la pared de
ladrillos. El aire en mis pulmones me deja en un susurro.
—No eres tan fuerte ahora, ¿Eh? —Me inmoviliza,
acercándose tanto que bloquea parte de la lluvia.
Y por primera vez, puedo ver bien a mi atacante.
—Te conozco —jadeo—. Yo… yo…
—Tú… tú… —me imita, su voz volviéndose extrañamente
alta. Luego deja escapar una risa profunda y amarga que no es
alegre en lo más mínimo—. Me quitaste a mi hijo.
Los últimos días han sido un jaleo de reuniones y visitas
domiciliarias y presentación de informes de casos. Las caras
que se destacan son pocas y distantes entre sí. La mujer que
escupió la palabra «coño» sin nada de humor definitivamente
se destaca.
Este hombre, con su piel prematuramente arrugada y su ropa
oscura y desgastada, no causó ninguna impresión. Él era solo
uno más en una línea de padres demasiados sumidos en su
propia adicción para reconocer que el niño bajo su cuidado
necesitaba, ya sabes, ser cuidado.
Hasta ahora. De repente, está en Technicolor.
—No fue mi decisión —Odio la forma en que se me quiebra la
voz. Una súplica tácita encajada entre las palabras—. Yo hago
los informes, pero alguien más…
—Dijiste que yo era «no apto» —Se acerca. El alcohol en su
aliento me inunda.
El olor me lleva de regreso.
De regreso a cuando tenía cinco, siete, diez años. Cuando era
joven e indefensa. Cuando me hacía pequeña, con la esperanza
de que si me quedaba callada, todo desaparecería.
Se pasa la lengua amarillenta por los dientes. —Escribiste en
tu puto papeleo que lastimé a mi hijo.
El niño tenía moretones después de cada visita a su padre y
caminaba de puntillas entre los adultos como si estuviera
caminando por un campo minado. No era difícil adivinar lo
que estaba pasando.
Lo he visto demasiadas veces.
Lo he vivido demasiadas veces.
Mi corazón late a un millón de latidos por minuto, pero no es
sangre la que corre por mis venas. Es pánico. Miedo. Un
trauma de décadas como si una serpiente trepara por mi
espalda.
Lucha, me suplico. Empújalo. Defiéndete.
—No eres tan fuerte ahora, ¿Verdad? —El hombre sonríe. Uno
de sus dientes frontales es marrón y el otro está partido por la
mitad. El olor a vodka es tan denso que siento nauseas.
Maldita sea. ¡Lucha, Piper!
Pero no puedo superar lo que me enseñaron de niña, si me
quedo quieta y no me defiendo, terminará más rápido. El
hombre se cansará golpeándome. Se escabullirá una vez que
me derrumbe en el suelo en una pila inútil.
Aprendí todo eso de la manera difícil. No hay forma de
desaprenderlo ahora.
El hombre envuelve su mano carnosa alrededor de mi cuello y
cierro los ojos.
Todo esto terminará pronto.
2
PIPER

El hombre con el diente roto comienza a apretar. Mi garganta


se cierra. El mundo comienza a oscurecerse mientras mis
parpados no resisten la presión y comienzan a cerrar
lentamente.
Así que, así es como termina. No con éxito, sino con lloriqueo.
Luego, tan repentinamente como apareció, la presión
desaparece.
Una voz más profunda se une a la lucha. Juro que estoy
escuchando la voz de Dios.
—¿Estoy interrumpiendo algo?
Cuando me las arreglo para abrir los ojos, estoy segura de que
tengo razón. Este hombre es un dios, sin duda, y estoy lista
para convertirme en su devota.
El extraño inclina su cuerpo para protegerme de mi atacante.
Todo lo que puedo ver es la gruesa curva de sus bíceps y la
amplitud de sus hombros.
—¿Quién diablos eres tú? —Mi atacante se burla—. ¿Su
novio?
—Soy el hombre que separará tus manos de tus brazos si la
vuelves a tocar. ¿Lo entiendes?
El individuo que me atacó de repente no se ve tan aterrador.
Cuando se levanta de donde el dios lo arrojó al suelo, lo veo
tropezar. Está borracho. Probablemente podría haberlo volcado
con un buen empujón en el pecho.
Pero no lo hice.
No hice nada.
La vergüenza me inunda como una ola caliente. Me sorprende
que la lluvia sobre mi piel no se evapore con el calor
repentino.
El borracho me da una última mirada. Sus ojos vidriosos se
entrecierran con disgusto antes de encorvarse contra la lluvia y
correr por el callejón. Dobla la esquina y desaparece.
El alivio me golpea contra la muralla. Presiono una mano
contra mi pecho e inhalo temblorosamente. —Ay, dios…
Santo cielo.
—¿Estás herida?
Miro hacia arriba y me doy cuenta de que mi salvador está
frente a mí ahora. Su cabello oscuro es corto pero rizado,
pegado a su cabeza por la lluvia. Tatuajes de tinta negra se
deslizan de los extremos de las mangas de su camisa
arremangadas para envolverse alrededor de sus muñecas. Hace
sesenta segundos, hubiera tenido miedo de toparme con él sola
en este callejón oscuro. Ahora, nunca me he sentido más
segura en toda mi infernal vida.
Nuestras miradas se encuentran, e inhalo profundamente.
Incluso en la oscuridad, sus ojos azules son luminosos.
Brillantes y claros…
Y me doy cuenta que están clavados en mí.
Me trago la oleada de emociones contradictorias que surgen en
mí y niego con la cabeza. —No. No, estoy bien. Él no…
Llegaste justo a tiempo. No pasó nada. —Estiro los hombros
—. Tal vez una vez que la adrenalina desaparezca, estaré un
poco adolorida. Pero por lo demás, estoy perfectamente…
—Estúpida —gruñe el hombre.
—¿Disculpa? —Parpadeo hacia él, con el ceño fruncido entre
mis cejas.
—Eres estúpida. —Repite las palabras lentamente—. No
deberías deambular por callejones oscuros en medio de la
noche si no puedes defenderte.
Me toma unos segundos procesar lo que está diciendo. Y cómo
lo está diciendo. Como si lo hubiera ofendido personalmente.
—No es media noche. Son poco más de las ocho. La tormenta
oscurece más de lo que estaría si…
—Ni siquiera revisaste si había alguien cerca —continúa,
ignorándome—. Tenías la cabeza gacha y no tienes un arma.
Si hubieras pasado medio maldito segundo observando tu
entorno, habrías visto a ese delincuente esperando en la
entrada del callejón. Dios sabe que él no estaba siendo astuto
al respecto.
La vergüenza que yo ya estaba combatiendo se redobla y me
ataca de nuevo. Las lágrimas arden en mis ojos.
—¡Estaba lloviendo demasiado fuerte para ver algo!
—Yo lo vi desde el otro lado de la calle —se burla.
Miro sus ojos inhumanamente azules de nuevo y bufo. —No
es de extrañar. ¿Qué eres, un hombre lobo o algo así? Los ojos
humanos normales no se ven así.
Su molestia conmigo se interrumpe por unos segundos con
algo parecido a la diversión. Luego su boca grande se
convierte en una mueca. —Toma tu bicicleta y vete.
—Buena idea. Aparentemente, hay muchos estúpidos
deambulando esta noche.
—Y no siempre estaré allí para salvarte de ellos. —Se da la
vuelta y se aleja.
Justo así, estoy sola otra vez.
En la oscuridad. Empapada. Temblando con un escalofrío que
va mucho más allá de la piel, y ardiendo con una sola pregunta
en mi mente.
¿Qué demonios acaba de suceder?
3
PIPER

Todavía me tiemblan las manos cuando alcanzo otra rebanada


de pizza con masa rellena. Estoy duchada, con pijamas limpias
y comiendo la pizza congelada que me prometí, pero
mentalmente, todavía estoy en ese callejón con el aliento de
vodka de ese hombre rodando sobre mí en olas nauseabundas.
—¡Piper!
El grito de mi nombre a través de los diminutos altavoces de
mi teléfono me hace brincar. Una gota de grasa cae de mi
pizza sobre mis pantalones de pijama de cuadritos.
—Maldita sea, Noelle. Me hiciste derramar.
—¡Bien! Deja la pizza y toma tu teléfono —responde mi
mejor amiga—. Deberías estar llamando a la policía, no
llenándote la boca.
Dejo caer la pizza en un plato de cerámica astillado y me
limpio los dedos con una servilleta. —No me estoy llenando la
boca. ¿Y qué le diría a la policía?
—¡Que fuiste atacada por un padre trastornado fuera de tu
trabajo! Diría que es un buen punto de partida.
—Suena simple cuando lo dices así, pero…
La bestia del hombre que me rescató flota en mi mente. No
había nada simple en él. Me salvó y me llamó idiota al mismo
tiempo.
No es exactamente un caballero de brillante armadura.
—¿Qué dijiste? —Noelle hace un gruñido de pura frustración
—. Mueve tu cámara. ¿Cuál es el punto de la video llamada si
no puedo ver tu cara?
—Ashley ha estado en una pantalla negra en toda la llamada
—señalo—. No le estás gritando a ella.
—Ashley no fue atacada esta noche, por lo que sus situaciones
no son exactamente comparables. Aparece. Ahora.
Soy una mujer adulta. No recibo órdenes de nadie, ni siquiera
de mis dos mejores amigas. Por otra parte, Noelle da miedo. Si
no hago lo que dice ahora, sé que aparecerá en mi puerta justo
cuando me estoy preparando para ir a la cama.
Suspiro y agarro mi teléfono, dándole una sonrisa de ¿Ya estás
feliz?
—Estás pálida —observa sin perder el ritmo—. ¿Y eso es un
moretón en tu mandíbula?
—No —dice Ash—, eso es salsa de pizza.
—Gracias por finalmente intervenir, Ashley. —Pongo los ojos
en blanco y limpio la salsa con mi antebrazo—. Estoy bien,
¿Okey? El tipo estaba borracho y molesto. Perdió a su hijo
esta semana. No necesito empeorarlo.
Los ojos de Noelle se salen como si estuvieran a punto de
estallar. —¿A quién le importa su semana? ¡¿Qué hay de ti,
Piper?! ¡El tipo te ahorcó!
—Lo intentó —corrijo—. No llegó tan lejos.
—Solo porque apareció un gigante y lo empujó —nos
recuerda Ashley.
—No era un gigante.
—Recuerdo claramente que la palabra «gigante» fue usada.
—Bíceps gigantes, creo —dice Noelle—. Ella dijo que era un
tipo grande con bíceps gigantes.
—Eran proporcionales al resto de él —murmuro.
Noelle aplaude como una maestra de primaria tratando de
llamar la atención de la clase. —De todos modos, el hecho es
que necesitas denunciarlo. Él podría regresar e intentarlo de
nuevo en otro momento.
Escucho la voz profunda del hombre como si estuviera
susurrando las palabras en mi oído. No siempre estaré allí
para salvarte.
Una parte masoquista de mí está decepcionada. Tal vez otro
ataque no sería tan malo si él volviera a intervenir.
—A la mierda con la policía —espeta Ashley—. Cómprate
una pistola. Puedo conseguirte una barata.
—¿Una pistola? Piper no va a… ¡ella no necesita una pistola!
Ashley en pantalla negra no se conmueve. —¿Qué va a hacer
un informe policial si ese tipo regresa? Piper necesita poder
protegerse a sí misma.
—No con una pistola —argumenta Noelle. Ella niega con la
cabeza—. Si pudiera ver tu cara, sería capaz de notar si estás
bromeando. ¿Qué pasa con ustedes dos tratando de esconderse
esta noche?
De repente, la pantalla de Ashley se vuelve blanca y luego ella
está allí. Su cabello teñido de negro está recogido detrás de las
orejas y sus cejas son tan delgadas como en la secundaria, es
decir, casi inexistentes. Ella las levanta y mira a su cámara
como si fuera un desafío personal. Me toma un segundo
entender por qué.
—Ash —respiro, tapándome la boca—, ¿Eso es un moretón
o…?
Presiona con ternura el horrible anillo morado alrededor de su
ojo derecho y se ríe sin humor. —Bueno, no es salsa de pizza.
Noelle se ha quedado inquietantemente callada. Sus fosas
nasales están dilatadas.
—¿Qué pasó? —pregunto, aunque ya lo sé.
Ashley ha estado en una relación intermitente con su abusivo
traficante de drogas durante años. Aparentemente, están
saliendo de nuevo. O lo estaban. No sé qué serán después de
que le haya dado un puñetazo.
Antes de que Ashley pueda siquiera responder, Noelle niega
con la cabeza. —Lo mataré. Juro por Dios que lo haré.
—¿Qué pasó con el informe policial? —Ashley se burla—. De
repente, eres la Sra. Justiciera.
Es el turno de Noelle de no conmoverse. —Jason ya tiene
varias órdenes de arresto, estoy segura. Si la policía fuera a
hacer algo con él, lo habrían hecho hace varias infracciones.
¿Por qué no tomar el asunto en mis propias manos?
Ashley resopla. —Tu novio trabaja para el FBI. Te das cuenta
de eso, ¿verdad? Probablemente esté grabando esta
conversación ahora mismo. Todo lo que digas puede y será
usado en tu contra.
—Es solo un contador del FBI, ¿vale? —Me entrometo—. No
es, como, un agente real.
He visto a Wayne muchas veces, pero su trabajo es un poco
borrón. Tiene un mentón suave, una línea de cabello en
retroceso y una sonrisa insípida. No es lo que la televisión me
ha enseñado a pensar en alguien que trabaja para el FBI.
—Es contador forense —asiente Noelle—. Que es como un
agente, pero se especializa en delitos de cuello blanco.
Tampoco está grabando mis conversaciones, por lo que nadie
necesita saber que estoy planeando matar a Jason y plantar su
cabeza en una estaca en mi patio delantero.
Ashley nos da una sonrisa débil. —Estoy bien. Fui allá para
terminar las cosas y… bueno, ya terminaron. No lo volveré a
ver.
Trato de lanzar una mirada dudosa a Noelle, pero la video
llamada realmente no facilita el lenguaje corporal. Dudo que
Ashley alguna vez termine realmente con Jason. Sobre todo
porque dudo que alguna vez esté verdaderamente limpia. Es
una adicta de tercera generación y todavía está en lo más
profundo, a pesar de su último viaje a rehabilitación.
—Si necesitas algo… —empiezo.
—No —ella reclama—. Es por eso que dejé mi cámara
apagada. Esto se trata de ti, Piper. Tuviste una experiencia
traumática. Un ojo morado es solo otro día para mí.
Noelle prácticamente grita de frustración. —¿Qué les pasa a
ustedes dos? Presenten cargos. ¡Las dos! Nada de esto es
normal. Esto es ridículo.
—Lo ridículo es que actúes como si tuvieras idea de cómo es
esto —dice Ashley.
Hay un latido de silencio incómodo.
—¿Qué significa eso? —Noelle pregunta finalmente.
Me tapo los ojos. —Vamos, chicas. ¿Podemos no hacer esto?
Soy la pacificadora. Siempre he jugado ese papel, para mis
amigos y los demás. Noelle es la jefa y Ashley es el comodín.
Ellas no están de acuerdo la mayoría de las veces y no estoy en
el estado mental adecuado para arbitrarlas adecuadamente esta
noche.
—No, hagámoslo —resalla Ashley, inclinándose más cerca de
su cámara—. Noelle se sienta en una cómoda oficina y vive en
un lujoso apartamento tipo loft con su novio y quiere actuar
como si supiera cómo es para nosotras.
Noelle pone los ojos en blanco. —Ahórrame el melodrama.
No es que vengamos de diferentes barrios, ¿vale? Crecimos en
el mismo complejo de apartamentos, por el amor de Dios. Pero
mientras tú te estabas drogando con Jason y Mychal y Elijah y
no puedo recordar quién más, yo obtuve becas y fui a la
universidad e hice algo de mí misma. No puedes enfadarte
conmigo por eso.
—¿Estás diciendo que no he hecho algo de mí misma? —
chasquea Ashley—. Estás diciendo…
—¡Basta! —grito tan fuertemente que la Sra. Shaban de al
lado probablemente va a golpear la pared que compartimos
para decirme que baje el volumen.
Afortunadamente, funciona. Siento que sus ojos se posan en
mí.
—¿Puedo decirles cómo irá esto? —pregunto—. Porque ya lo
sé. Ashley va a acusar a Noelle de que nunca le cayó bien…
—¡Por supuesto que me caes bien! —Noelle interrumpe.
—Y Noelle va a acusar a Ashley de pensar que es engreída…
—A veces lo es. —Ashley se encoge de hombros sin
disculparse.
—Luego ambas van a llorar —termino—. Después, cuando
terminen de llorar, se disculparán y serán amables y
terminaremos la conversación riéndonos como siempre. Así
que, ¿Qué tal si nos saltamos el drama y nos reímos? He
tenido un largo día.
Ambas parecen niñas que acaban de perder su juguete
favorito, pero sé que saben que tengo razón. Noelle es la
primera en admitirlo.
—Vale —ella resopla—. Estamos demasiado viejas para esta
mierda igualmente.
—Deja de decirnos a Piper y a mí cómo vivir nuestras vidas y
vamos a estar bien —responde Ashley—. Pero sabes que te
amo, Ellie Bellie.
A Noelle se le humedecen los ojos, aunque siempre ha odiado
ese apodo. —Yo también te amo, Smashley.
—Genial —concluyo—. Ahora que eso está resuelto, todavía
tengo que prepararme para el trabajo mañana.
—Estás bromeando, ¿Verdad? —Noelle arrastra las palabras
—. Necesitas relajarte y manejar tus asuntos personales. Crees
que estás bien ahora, pero el cuerpo lleva la cuenta, chica.
Serás un desastre en el momento en que trates de relajarte.
Una parte de mí está aterrorizada de que Noelle tenga razón,
pero realmente no tengo tiempo para procesar este trauma.
Además, ya tengo toda una vida acumulada de trauma en
alguna parte. He lidiado bien con eso.
Hasta ahora.
Niego con la cabeza. —No es broma, no. Los engranajes del
SPI no se detienen por ninguna mujer. Tengo una reunión
mañana a primera hora sobre la ubicación permanente de un
bebé abandonado. Honestamente, podría ser un punto positivo
en mi semana. Darle un hogar a un niño en vez de arrebatarlo,
podría ser un buen cambio de ritmo.
—O podrías tomarte el día libre y tomar unas mimosas sin
fondo conmigo —ofrece Ashley, moviendo las cejas.
—Pensé que estabas sobria.
—¡Lo estoy! Sobria de California —dice un poco a la
defensiva—. La hierba y el alcohol están bien. Se trata de
moderación.
Observo a Noelle cerrar la boca en un esfuerzo por mantener
todos sus consejos no solicitados dentro. Ambas sabemos que
la moderación no es el punto fuerte de Ashley. Sin embargo,
hacer exactamente lo contrario de lo que le recomendamos sí
es uno de sus puntos fuertes. La mayoría de las veces, es mejor
quedarse callado y dejar que lo resuelva por su cuenta.
Le doy una fina sonrisa. —Pospongamos el almuerzo. Tengo
un expediente de un caso que revisar.
Le cuelgo a un mini coro de buenos deseos y aliento. Pero
demasiado rápido, el opresor silencio de mi apartamento se
asienta sobre mí como una telaraña. No importa lo mucho que
intente luchar contra la incomodidad, parece que no puedo
quitarme el hormigueo de injusticia en mi piel.
Fue fácil empujar mi ataque a un rincón oscuro de mi mente
cuando tenía a Noelle y a Ashley para hablar. Ahora, está al
frente mío. La misma interacción de noventa segundos juega
en un bucle sin fin en mi cerebro.
Junto con la bestia de ojos azules que vino a mi rescate.
Eso es un poco más difícil de olvidar.
4
PIPER

Después de volver a leer el primer párrafo del expediente del


caso diez veces seguidas, me rindo y tiro la carpeta a un lado.
—Ese es un problema para mañana —murmuro, repitiendo
uno de los dichos favoritos de mi abuela.
En su mundo, casi todo es un problema para mañana. En este
momento, parece una solución tan buena como cualquier otra.
Especialmente cuando veo la pila de facturas médicas en la
esquina de mi escritorio.
Eso definitivamente es un problema para mañana. Tal vez un
problema para la próxima semana. Tal vez incluso un
problema para la próxima vida.
Me dejo caer en mi cama y arrastro una almohada sobre mis
ojos. Necesito un tanque de privación sensorial. Un lugar para
existir sin que el pasado, el presente y el futuro me aplasten
por todos lados. Pero supongo que una almohada en mi cabeza
servirá en un apuro.
Sin hacerlo apropósito, me quedo dormida.

L A LLUVIA ES MÁS ligera ahora. Es una niebla fina, más como


una neblina que cualquier otra cosa. Me presiona, ahogando
mis sentidos.
Manos salen de la neblina hacia mí. Fuertes dedos envuelven
mis bíceps y me jalan hacia la niebla. Intento gritar, pero no
sale ningún sonido.
Estoy congelada. Indefensa. Sin remedio.
Las manos me empujan contra la pared de ladrillos, pero esta
vez, es como una esponja contra mi columna. Es casi cómodo.
Luego, el dueño de las manos da un paso adelante, rompiendo
la lluvia para revelarse. Debería haberlo reconocido ya.
Incluso a través de la neblina, sus ojos brillaban.
—Tú —respiro.
La bestia de ojos azules sonríe. No sabía que su boca grande
podía hacer eso. Solo lo he visto hacer una mueca. Una
sonrisa le queda bien.
Me siento perdiendo el foco. Pero hay peligro aquí. Estaba
siendo atacada. —¿A dónde fue el otro tipo?
Se inclina para acercarse. —Ahora somos solo nosotros dos,
Piper Quinn.
La pared detrás de mí ahora es una cama. En lugar de estar
de pie, estoy de espaldas con la bestia cerniéndose sobre mí.
También estoy desnuda. ¿Cuándo pasó eso?
Mi corazón está alborotado y confundido, además estoy
caliente por todas partes. Músculos muy adentro se
estremecen y tiemblan mientras él me sujeta a la cama
extremidad por extremidad. Soy como una mariposa en
exposición. Pero mientras sea él quien me esté analizando, no
me importa.
—No deberías estar en callejones oscuros en medio de la
noche si no puedes defenderte —dice. Esta vez, no me está
castigando. Las palabras brotan de su lengua como delicados
zarcillos de humo.
—¿Defenderme de qué? —Estoy sin aliento cuando sus labios
rozan mi cuello y mi clavícula.
—Monstruos —susurra, mordiendo el lóbulo de mi oreja—.
Monstruos como yo.
ME DESPIERTO LENTAMENTE .

La niebla se convierte en una visión borrosa del sueño. Las


manos en mi cintura se convierten en lo que estoy segura que
son moretones por mi caída de anoche. Inhalo para tratar de
dispersar las mariposas en mi estómago, pero me duele
respirar.
Si el cuerpo realmente lleva la cuenta, definitivamente estoy
perdiendo.
Me siento, haciendo una mueca por el dolor y la decepción. La
bestia de ojos azules era un idiota en realidad, pero puede
invadir mis sueños en cualquier momento. Eso fue
increíblemente caliente.
Busco en el edredón enredado mi teléfono. La pantalla está a
pleno brillo y siseo como un vampiro a la luz del sol mientras
busco a tientas para oscurecerla. Luego veo la hora.
—¡Mierda! —A pesar del dolor en mi hombro y mi cadera,
salto de la cama y corro al armario.
Estoy atrasada. Más que atrasada.
Si yo llegara a mi reunión en este mismo segundo, llegaría
perdonablemente tarde. Pero aún estoy de pie en mi habitación
con el cabello despeinado y pantalones de franela.
Los siguientes quince minutos los paso alertando a mi jefe,
enviando un mensaje de texto al número asociado con el
expediente del caso para que el padre potencial sepa que lo
siento mucho pero que estoy en camino, y luego intentado
lucir aceptablemente presentable.
Mi bicicleta no es una opción esta mañana, así que salgo
rápido al autobús y luego me pongo un poco de rubor y rímel
entre las paradas que hace el bus. Mi claustrofobia no se
manifiesta tanto en el transporte público, en especial si
encuentro un asiento donde pueda abrir la ventana.
Cuando llego a mi parada, estoy tan ocupada verificando la
dirección en mi carpeta y corriendo por el vecindario que no
me doy cuenta de dónde estoy hasta que las puertas están
frente a mí.
Puertas de metal altas y elaboradas, cercadas por lo que
parecen ser acres de árboles gruesos y amenazantes.
Detrás de ellos, a lo lejos, hay una mansión.
—Eso es algo nuevo —murmuro.
Estoy más acostumbrada a las casas móviles sobre bloques de
cemento. Apartamentos tipo con cuatro colchones en el suelo
y cucarachas trepando por las paredes. Las mansiones son
territorio desconocido.
Qué día para saltarse la ducha.
Me acerco a la puerta, esperando anunciarme o algo así. En
cambio, cuando estoy alcanzando el botón del timbre, suena
antes de que pueda tocarlo. La puerta se abre hacia adentro.
Miro por encima de un hombro, luego del otro. Pero el autobús
se fue hace mucho y ahora está inquietantemente silencioso
afuera. Estoy completamente sola.
Armándome de valor, me deslizo a través de la puerta peatonal
y medio troto por el largo camino de entrada. Se necesitan casi
veinte minutos de caminata rápida, por lo que tengo tiempo
más que suficiente para observar y confirmar que este lugar es
Elegante con E mayúscula.
Árboles tras árboles tras árboles. Los remolinos y espirales en
las piedras del camino de entrada se extienden por casi una
milla. La puerta principal, cuando llego a ella, es de madera
maciza con una aldaba esférica dorada. Y cuando la puerta se
abre, un hombre que parece un mayordomo de Downton
Abbey está esperando al otro lado.
Su rostro es severo y de desaprobación. —Srta. Quinn,
supongo.
—Sí. Siento llegar tarde. Tenía la intención de estar aquí antes,
pero…
—Sígame. —Se da la vuelta y me lleva a la casa sin decir una
palabra más.
Trago saliva, luego cierro la puerta detrás de mí y me apresuro
tras él.
Una alfombra exuberante corre por el centro de un largo
pasillo, absorbiendo el sonido de nuestros pasos. Los techos
abovedados deberían hacer que este lugar se sienta como una
iglesia, pero hay suficientes paneles de madera y accesorios de
bronce para mantenerlo cálido y acogedor. Es hermoso.
No me gusta estereotipar, pero no puedo imaginar no confiarle
al dueño un niño. Quiero decir, probablemente tengan
suficiente dinero para encargarse de la mitad de mis casos sin
sudar.
Incluso con un comienzo difícil, hoy podría convertirse en un
muy necesario día fácil, después de todo.
El mayordomo se detiene y abre una puerta. —Sr. Viktorov, la
Srta. Quinn está aquí para verlo.
—Finalmente —se queja una voz profunda desde el interior de
la habitación.
No es una cálida bienvenida, pero no puedo culpar al hombre.
Llego ridículamente tarde.
Pongo mi sonrisa más amistosa y paso por la puerta. —Hola,
Sr. Viktorov. Siento mucho llegar tarde. Usted debe ser…
Mis palabras se detienen cuando miro más allá del intimidante
escritorio en el centro de la habitación al hombre que está justo
al otro lado.
Sus ojos son tan azules como lo eran en mi sueño.
Tan azules como lo eran en el callejón anoche.
Durante unos segundos, todo lo que puedo hacer es mirar. Esto
no puede ser real. Todavía estoy dormida. Luego la bestia de
ojos azules se pone de pie y me mira con el ceño fruncido.
Definitivamente no es un sueño, entonces.
Mientras mi cuerpo lucha por seguir el ritmo de mi cerebro,
me sale una sola palabra.
—Tú.
5
PIPER

—Hola a ti también —dice arrastrando las palabras el hombre,


el Sr. Viktorov, al parecer—. Veo que el SPI envió lo mejor y
más brillante hoy.
De alguna manera, se ve aún más salvaje sentado detrás de un
escritorio que en el callejón. La amplia extensión de sus
hombros no estaba destinada a estar contenida en una silla de
oficina. Los tatuajes que sé que cubren sus brazos están
ocultos por una chaqueta de traje azul oscuro, pero juro que
todavía puedo ver el contorno de ellos a través de las mangas.
—Sin embargo parece que tampoco envían lo más hablador.
Su tono arrogante hace que finalmente levante la mandíbula
del suelo. Cierro la boca y hago un inventario mental de esta
situación.
Este hombre me salvó la vida anoche.
Luego procedió a perseguir mis sueños.
Ahora, está frente a mí.
Trato de organizar estos puntos en algo parecido a la lógica,
pero no obtengo nada. En su lugar, abro la carpeta y vuelvo a
comprobar la dirección.
—Puedes dejar de verificar —me aconseja antes de que pueda
preguntar—. Estás en el lugar correcto. —Se recuesta en su
silla, con un tobillo cruzado sobre la rodilla opuesta.
—¿Cómo lo sabes? —pregunto—. ¿Cómo… me conoces?
¿Nos conocemos?
—Nos conocimos anoche, en realidad. —No me pierdo el tono
divertido en su voz.
Dios, es un imbécil. Suelto un suspiro de frustración. —Estoy
al tanto. ¿Pero no encuentras eso un poco extraño? ¿Que nos
conocimos anoche y ahora soy tu asistente social?
Algo me hace cosquillas en la parte posterior de mi cerebro.
Una sospecha que no puedo envolver completamente en mi
cabeza aún.
—Lo que encuentro extraño es que pareces tan sorprendida de
verme —responde el Sr. Viktorov—. ¿No ha leído el
expediente del caso?
Me enorgullezco mucho de mi trabajo. Tengo que hacerlo, ya
que no me pagan lo suficiente para hacerlo por el dinero. Así
que quiero argumentar que, por supuesto que leí el expediente.
Siempre estoy preparada. Pero como es… no puedo.
—Ha sido una mala semana. Deberías saberlo, estuviste allí
durante la peor parte —digo—. Disculpe por ser humana y
necesitar tomarme la noche libre.
—Todos tenemos nuestras debilidades.
Su voz es plana e ilegible. Tengo la sensación de que
cualquiera que sea la especie a la que pertenezca no tiene
muchas debilidades.
Se recuesta en su silla y señala con el dedo la silla frente a él.
—Siéntate. Lee. Esperaré. He tenido mucha práctica
esperando esta mañana.
Aprieto los dientes para contener mi réplica. Ahí va el día
fácil.
Me acomodo en la silla de cuero y abro la carpeta. Es casi
imposible concentrarse con sus ojos en mí. Sobre todo porque
no hace ningún movimiento para desviar la mirada o
mantenerse ocupado. Él solo me mira, esperando que termine
de leer.
Afortunadamente, o no tan afortunadamente, en este caso, es
fácil captar los aspectos más destacados del caso del Sr.
Viktorov. Apenas llego a la mitad de la primera página antes
de jadear.
—¡Agrediste a un médico y secuestraste a un bebé!
Él no responde. Sigo leyendo horrorizada. La mayoría de los
archivos vienen con una o dos «notas importantes» en la parte
inferior. Si un padre biológico es un riesgo de fuga o si el niño
tiene alergias graves, ese tipo de cosas. Pero el del Sr. Viktorov
tiene una página y media de ellos, todos en negrilla y cursiva y
subrayados en rojo varias veces.
Él es, de hecho, libre de alergias—qué alivio.
En el lado negativo, también se sospecha que pertenece a un
sindicato del crimen organizado.
Como toda acusación de esa magnitud, se advierte con la
palabra «presunto» unas cincuenta veces. Nadie en el SPI
quiere entrar en una guerra legal con un multimillonario
violento y criminal. Pero he estado en el juego el tiempo
suficiente para saber que «presunto» generalmente significa
«bastante seguro».
Si hubiera leído esto anoche, probablemente habría tratado de
traer a un colega conmigo para protegerme. Pero la imagen de
James con sus chalecos de suéter, sudando y encogiéndose a la
sombra de este hombre gigante, es casi cómico.
—Basado en tu palidez, supongo que has terminado el
expediente.
Me estremezco ante el sonido de su voz antes de dejar
rápidamente la carpeta a un lado y tragar saliva. —¿Dónde
está el bebé?
—No es asunto tuyo.
Arrugo la frente. —El bebé es enteramente asunto mío. Ese es
mi trabajo.
—Tu trabajo es determinar si soy una persona adecuada para
el niño que quedó en frente de mi puerta —responde—. El
niño no es un factor.
—No necesito que me diga cómo hacer mi trabajo, Sr.
Viktorov. El niño es un factor muy importante en un caso
como este. Nos gusta mantener a las familias unidas.
Él niega con la cabeza. —Esa no es una opción.
Tomo una respiración profunda. —Empecemos desde el
principio. ¿Cómo llegó el bebé aquí?
—Yo no estaba allí para esa parte, pero cuando un hombre y
una mujer…
—¿Cómo llegó el bebé a tu puerta? —Lo interrumpo, siseando
la pregunta entre dientes. Estoy segura de que el Sr. Viktorov
sabe exactamente cómo hacer un bebé. Si algún día borra el
ceño fruncido de su rostro, probablemente también pudiera
obtener tanta práctica como quiera.
Sus ojos azules brillan con diversión. Santo Dios, esas cosas
son letales. Hago mi mejor esfuerzo para concentrarme en la
extensión del escritorio entre nosotros. Es más seguro de esa
manera. No hay recuerdos no deseados de mi sueño de esta
mañana.
—Lo dejaron.
—¿Quién?
—¿Cómo debería saberlo?
Arqueo una ceja. —Una casa así de grande, así de cara, con un
portón, ¿y esperas que crea que no hay cámaras?
—No estaban trabajando ese día. —No intenta sonar creíble.
No necesita hacerlo. Sabe que no tengo forma de sacarle la
verdad.
—Vale —gruño—. ¿Entonces un extraño deja un bebé en tu
puerta y luego qué?
—Lo llevé al hospital.
Toco la carpeta. —Lo dejaste en el hospital. Eso es lo que dice
el informe del caso. Lo entregaste a un médico.
Su mandíbula se aprieta. —Sí. Luego cambié de opinión.
—¿Querías recuperar al bebé?
—Benjamín.
—¿Qué?
—Benjamín —repite—. Ese es su nombre. Quería recuperar a
Benjamín…
—Así que asaltaste a un médico. El informe dice que lo
estrangulaste, en realidad.
—¿Está muerto? —pregunta retóricamente, su voz un
estruendo profundo.
—¿El médico? —Leo el informe de nuevo, pero seguramente
si el hombre es un asesino habría sido mencionado en la
primera plana, ¿Verdad? Finalmente lo encuentro al final de la
página cinco—. No. Sobrevivió.
El Sr. Viktorov asiente como si eso probara su punto. —Si lo
hubiera estrangulado, estaría muerto. Simplemente le recordé
lo mucho que le gusta respirar.
Por un breve segundo, estoy de vuelta en el callejón oscuro y
húmedo. El Sr. Viktorov está parado frente a mí nuevamente,
la lluvia goteando por su cuello mientras se cierne sobre mi
atacante. Lo único que debes saber es que soy el hombre
dispuesto a separar tus manos de tus brazos si la vuelves a
tocar.
Parece estar lleno de «recordatorios» útiles.
—¿Por qué quieres al bebé? ¿Eres el padre?
—Pensé que estabas aquí para determinar eso. Responde el
rápidamente.
—Estoy aquí para determinar si se le debe otorgar la tutela, Sr.
Viktorov. En este momento, estoy preguntando sobre el padre
biológico de Benjamín.
—Timofey —dice.
—Pero dijiste… pensé que el nombre del niño era Benjamín.
Él asiente. —Lo es. Mi nombre es Timofey.
Un temblor sobrante de mi sueño de esta mañana se asienta en
mi estómago. Escuchar un nombre nunca ha sido tan íntimo.
—Ah. Claro. Vale. Timofey.
—No soy el padre biológico de Benjamín —continúa—. Eso
no cambia el hecho de que él vivirá conmigo y yo lo cuidaré.
—¿Por qué?
—La última vez que revisé, los bebés necesitan ayuda de vez
en cuando.
Exhalo y un mechón de cabello que se ha caído de mi cola de
caballo mal hecha se levanta y vuelve a caer en mi frente. No
me sorprendería encontrar humo cayendo de mis orejas en este
momento. El hombre me está fastidiando.
—Estoy preguntando por qué un hombre soltero como tú
querría cuidar a un bebé al azar dejado en la puerta de tu casa.
He sido trabajadora social durante siete años y esta es la
primera vez para mí.
—¿Qué te hace estar tan segura de que soy soltero?
La pregunta me toma desprevenida. Mis mejillas se calientan
al instante. —Ah. Bueno, yo… el informe decía… supongo
que no decía exactamente. Lo supuse. No se mencionó a nadie
más. Estás solo ahora, así que… ¿Eres soltero?
Hay ese destello de diversión en su rostro otra vez. Casi me da
la esperanza de que la versión sonriente de mi sueño de
Timofey no esté completamente descartada. Lo que daría por
ver esa sonrisa en la vida real.
—No necesito una pareja. Puedo criar a Benjamín por mi
cuenta muy bien.
Es una no respuesta molesta. Molesta solo porque de repente
quiero saber si hay una mujer de la mansión deambulando por
algún lado. Un hombre como Timofey seguramente no pasa
mucho tiempo sin un cuerpo cálido y dispuesto en su cama.
Sin embargo, tiene razón. No hay ningún requisito de tener
pareja. No es pertinente al caso y sería inapropiado que
insistiera. Eso no me impide querer saber más.
—Como ya tú has señalado varias veces, eso es lo que estoy
aquí para determinar —digo—. Basado solo en tu archivo, no
se ve bien.
Cruza sus grandes manos frente a él. Las mido mentalmente
contra mis muñecas, evaluando qué tan preciso fue mi sueño
esta mañana. Con qué facilidad encajaría yo en ellas. Cómo se
sentirían esos dedos si…
—¿Qué te preocupa de mi archivo?
Parpadeo y se va la imagen sucia. —Eres un hombre
inteligente, Sr. Vik… Timofey. Conoces mis preocupaciones.
—Estoy seguro de que hay una lista colorida de mis
antecedentes allí. Sin embargo, concentrémonos en lo que
importa, te salvé la vida anoche.
Ese cosquilleo de sospecha de antes finalmente hace clic en su
lugar. Y cuando lo hace, jadeo. —Ay Dios… ay, Dios mío.
¿Manipulaste lo que sucedió?
—Tu ataque, querrás decir. —Es una afirmación, no una
pregunta.
—Sí. Mi «ataque». ¡Lo hiciste! —Me pongo de pie de un salto
—. Contrataste a ese tipo loco para que me atacara para que
pudieras aparecer y salvarme. Querías que me cayeras bien
para así darte a Benjamín. Tú… tú… —Me quedo en silencio,
demasiado aturdida para hablar.
Timofey me mira fijamente, los segundos pasan.
—¿Bueno? —Yo exijo—. ¿Te vas a molestar siquiera en
negarlo?
—Estoy tratando de decidir si me siento halagado o insultado
—reflexiona—. Voy a elegir insultado. El hecho de que creas
que necesito recurrir a un sistema elaborado para obtener lo
que quiero… Está por debajo de mí. La teoría también está por
debajo de ti. Te llamé estúpida anoche, pero en realidad no lo
creí. Tal vez debería pensarlo de nuevo.
Lo miro. —Entonces, ¿Qué estabas haciendo allí?
—Finalmente —respira—. La parte divertida.
La piel de gallina estalla en mis brazos ante la sugerencia
pecaminosa en su voz. ¿Estaba allí por mí? No. No,
definitivamente no. ¿Por qué lo estaría?
—Pareces saber mucho sobre mí, Piper. El asiente.
—Srta. Quinn. —Trato de sonar segura al corregirle, pero mi
voz tiembla.
Su ceja se arquea sutilmente antes de continuar. —Pareces
saber mucho sobre mí, Piper. Ahora, déjame decirte lo que sé
sobre ti. —Planta sus palmas sobre su escritorio y se levanta
en toda su altura, sin apartar la mirada de mí ni una sola vez.
Tengo que estirar el cuello hacia atrás para mirarlo a los ojos
—. Has sido trabajadora social durante siete años, pero aún no
ganas suficiente dinero para salir del agujero financiero en el
que te encuentras.
Estrecho los ojos. —Estoy endeudada. Buena suposición. Yo y
la mayoría de los demás humanos en el planeta.
—Sí, pero tu deuda es diferente. Ni siquiera es tuya —dice—.
Has asumido la deuda no de uno, sino de dos parientes. Por
cierto, ¿Cómo están Papá y Abuela? ¿Has hablado con ellos
recientemente?
El aire en mis pulmones se vuelve agrio. Me arde el pecho,
pero no puedo exhalar. No puedo moverme. Timofey y yo
estamos balanceados sobre el precipicio de algo. Un mal
movimiento y todo irá de lado. Caeré.
Y no tengo que preguntar para saber que, esta vez, no me
ayudará.
—No tienes que responder eso, en realidad. Ya lo sé. Nadie te
culparía por pasar tanto tiempo entre visitas. Eres una chica
ocupada, con el trabajo y con el seguimiento de tu amiga
Ashley. —Chasquea la lengua con falsa decepción—. ¿Cuándo
esa chica se mantendrá estable?
—¿Cómo sabes sobre Ashley? —grazno. Tengo la urgencia de
alcanzar mi teléfono ya mismo y llamarla para asegurarme de
que está a salvo.
Timofey me ignora. —Atraes adictos, pero no eres una. Bien
por ti por superar las estadísticas. Especialmente viniendo de
un hogar roto. Las probabilidades estaban en tu contra, pero
saliste victoriosa. ¿Es por eso que te metiste en esta línea de
trabajo? ¿Para ayudar a niños como tú? ¿Para ayudar?
Es exactamente por eso que me metí en esta línea de trabajo.
Pero la forma en que lo dice hace que suene patético.
—Esto es ilegal —espeto—. No puedes… No deberías saber
nada de esto. Me espiaste.
—¿Vas a denunciarme? —pregunta—. Me sorprendería. No
denunciaste tu ataque de anoche.
Me siento desollada. Desnuda frente a esos gélidos ojos
azules.
—Si crees que el chantaje va a funcionar conmigo, te
equivocas —siseo—. De ninguna manera voy a dejar un niño a
tu cuidado. No eres apto para estar cerca de otros humanos, y
mucho menos de un niño.
Agita una mano como si estuviera espantando un mosquito. —
Benjamín se quedará aquí. Denuncia lo que quieras. Mis
abogados se ocuparán de eso.
Me pongo de pie, empujando mi silla hacia atrás. —Entonces,
¿Por qué estoy aquí? Si tus abogados pueden manejar esto,
¿Por qué fuiste a mi trabajo anoche? No tenía sentido traerme
aquí.
—Todo lo que hago tiene un sentido —dice con frialdad. Sus
ojos son igual de helados—. Estás aquí porque puedo
ahorrarme la molestia de hablar con abogados y resolver los
problemas de ambos al mismo tiempo.
—Déjame adivinar —me burlo—. ¿Dinero?
—Dices eso como si no tuvieras la necesidad desesperada de
eso. Me responde arrogantemente.
—Nunca estaría lo suficientemente desesperada como para
aceptar tu ayuda.
—Puedes pensar que estás por encima de que te compren, pero
eso es solo porque nunca tuviste la oportunidad. Pero de
repente, tu educación universitaria estatal y tu experiencia con
niños tiene un valor real. En lugar de rechazarlo, te sugiero
que escuches con atención.
Timofey se inclina hacia adelante, y aunque todavía está a un
pie de distancia, juro que puedo sentir el roce de sus labios en
mi piel. Un escalofrío recorre por mi espalda.
—Ganas muy pocos centavos trabajando demasiadas horas.
Luego llegas a un apartamento pequeño y caro y miras el techo
mientras te preguntas cómo vas a seguir llegando a fin de mes.
—¿Terminaste o solo vas a seguir insultándome?
—Si tú encuentras insultantes los hechos de tu vida, ese es tu
problema, no el mío —dice—. Te estoy haciendo una oferta
generosa. No necesito una mujer en mi vida, pero eso no
significa que no habría beneficios en tener una cerca. Te
ofrezco la oportunidad de vivir aquí y asumir ese papel.
—¿Me estás ofreciendo qué papel? —Dejo caer mi voz como
si fuera a estar menos mortificada si lo digo en un susurro—.
No voy a ser una prostituta interna. Si quieres sexo, puedes
conseguirlo en otro lugar.
Finalmente, por fin, la boca de Timofey se tuerce en una
sonrisa. Apenas está ahí, solo el fantasma de una sonrisa, pero
está ahí. Claro que solo sucede cuando se ríe de mí.
—Serías una niñera interna. Para Benjamín —añade
lentamente—. Sin embargo, la opción de una promoción está
disponible. Trabaja duro y quién sabe a dónde te llevará.
Lo miro con ira. —Vete a la mierda.
—¿Pensé que no estabas interesada en eso?
Aprieto mis puños a mi lado. —Nunca trabajaré para ti.
—Dudo que tu orgullo valga la pena ahogarte en una deuda
interminable. Estás en una tormenta y te ofrezco un salvavidas,
Piper. Tómalo.
En cierto modo, Timofey tenía razón: nadie se ha ofrecido
nunca a borrar mi deuda. Nadie me ha ofrecido nunca una
cantidad de dinero que me cambie la vida. Nunca he tenido
que decidir cuánto vale mi moralidad.
Pero esta no es una oferta generosa que estoy rechazando. En
el mejor de los casos, es un soborno dejar que este hombre críe
a un niño al que obviamente no está en condiciones de estar ni
a cien millas cerca de él. En el peor de los casos, es una
amenaza absoluta. Haz lo que digo o serás castigada.
Viví así durante bastante tiempo, haciendo todo lo necesario
para evitar el dolor.
No lo haré más.
—Gracias por tu oferta, pero me niego. —Agarro el
expediente de su caso del escritorio y lo abrazo contra mi
pecho atronador—. Voy a presentar mi informe, y será la
versión honesta. Pase lo que pase después de eso, no depende
de mí.
Doy media vuelta y marcho hacia la puerta. Justo antes de salir
al pasillo, la voz profunda de Timofey me sigue.
—Todos tenemos más control sobre nuestro destino de lo que
pensamos —dice—. Estás cometiendo un error. Piensa en eso
cuando estés sola en casa esta noche.
6
TIMOFEY

Akim oscurece el umbral de mi puerta treinta segundos


después de que Piper se va. Él tiene una manera de saber
exactamente cuando menos quiero verlo.
—Ahora no.
Me ignora y entra. —Menos mal que esperé. Hubiera odiado
entrar e interrumpirte con ese buen pedazo de trasero. —Silba
largo y bajo—. Realmente eres un hombre afortunado.
—Mantén tus ojos en tu maldita cabeza.
Realmente no puedo culparlo. Piper se veía un poco
desordenada… probablemente algo relacionado con el retraso
de una hora… pero se necesitaría mucho más que una cola de
caballo despeinado y una blusa arrugada para hacerla poco
atractiva. Incluso en la oscuridad y la lluvia de anoche, mi
cuerpo respondió al de ella con ese tipo de crepitante
necesidad carnal que rara vez siento.
—Tranquilo, tigre. Vengo en son de paz. —Levanta las manos
como para mostrarme que es inofensivo—. Te conozco lo
suficiente como para saber cuándo has marcado tu territorio.
Sólo dime quién es ella.
—Mi nueva niñera.
La oferta fue generosa. Más que generosa, en realidad. No
necesitaba pagarle un centavo, Podría haberla retenido aquí
solo con amenazas y chantaje. Dios sabe que tengo suficiente
información sobre ella. ¿Una chica así, viviendo en el sistema
toda su vida? Había mucha suciedad para tamizar.
—Parece que tal vez ella aún no lo sabe —dice, inclinando la
cabeza hacia el pasillo—. Considerando que ella te dijo que te
jodieras y luego se fue.
Lo nivelo con una mirada. —No hagas preguntas de las que ya
sabes la respuesta.
—No le mientas a tu mejor amigo, entonces. Me hiere. —Se
deja caer en la silla que Piper acaba de dejar, sus piernas
colgando casualmente por el costado.
En realidad, nada hiere a Akim. El hombre es un Golden
retriever humano. Lo golpeas en la nariz y regresa un minuto
después con una oferta de disculpa en tu regazo. Si no fuera el
hombre más leal que he conocido, él me volvería jodidamente
loco.
—¿Cómo planeas ganar esto, con miel o con hiel?
Arrugo la frente. —El punto central de esa frase es que es
difícil ganar con hiel.
—Nunca te impidió intentarlo. —Él sonríe—. Hiel es tu
mezcla característica. Eres un bastardo hosco, que Dios te
ayude.
Le muestro el dedo mayor.
—Por ejemplo —resume.
No estoy de humor para tratar con Akim en este momento.
Piper Quinn me puso nervioso más de lo que me gustaría
admitir.
—Esa mujer no es lo que esperaba —murmuro—. Incluso
anoche, me presenté para hablar con ella…
—Para amenazarla —corrige Akim—. La gente no se esconde
fuera del trabajo de una mujer en la oscuridad para hablar con
ella. Fuiste a asustarla un poco.
—Fui allí para dejarle claro que la vida sería más fácil si nos
daba a mí y a Benjamín el sello de aprobación y siguiera
adelante. Llámalo como quieras.
—Yo lo llamo una amenaza —dice—. Pero continúa.
—Bueno, llegué a tiempo para verla meterse justo en un
atraco. Pensé que a las mujeres se las entrenaba desde
pequeñas para estar alerta y llevar las llaves entre los dedos.
No debería caminar voluntariamente por callejones oscuros.
Pensé que tendría que atraerla a uno, pero entró con los ojos
bien abiertos.
En mi mente, todavía puedo verla de pie frente a la puerta
principal de la oficina, con el rostro vuelto hacia las nubes. Iba
a acosarla de inmediato, pero la forma en que frunció la boca
por la decepción me distrajo.
También sucedió hoy. Sus labios carnosos se fruncieron con
disgusto. Nunca la he visto sonreír, pero si se parece a su ceño
fruncido, no me importaría echar un vistazo.
—Así que tu emboscada se convirtió en una misión de rescate
—resume Akim.
—Eso es exagerar. El mudak que la atacó estaba borracho. No
estoy seguro de por qué ella no se defendió. No ha tenido
ningún problema en pelear conmigo.
—Eso es cierto —se ríe Akim—. Lo escuché de primera
mano. Esa mujer te odia mucho.
—Si fueras cualquier otra persona, te patearía el trasero por
escuchar a escondidas.
—Cierra la puerta de tu oficina entonces. Tu voz se transmite
y estos pasillos tienen una acústica increíble. Ni siquiera tuve
que intentarlo.
Yo suspiro. —Entonces debes haber escuchado que decidí
cambiar de táctica. Lo que vi de ella anoche me enseñó dos
cosas, ella se apaga durante la violencia y es difícil
intimidarla.
Akim hace girar las piernas hasta el suelo y pasa un brazo por
encima del respaldo de la silla. —Y tercero, te diste cuenta de
que ella está muy buena y te gustaría mantenerla cerca.
—Parece que tú eres el que está interesado. ¿Debería
arreglarles una cita a los dos?
Pero incluso mientras lo digo, la sugerencia en broma hace que
se me tensen los hombros.
Por suerte para él, Akim resopla. —No, gracias. Prefiero
mantener mi pene pegado a mi cuerpo. Ella te gusta. Solo
admítelo.
—No me gusta nadie. Respondo secamente.
—Tal vez has olvidado lo que se siente estar enamorado. Este
es el primero en mucho tiempo. —Su expresión cae y un tono
serio se desliza en su voz—. Mira, hombre, con todo lo que
pasó con Emily…
Mi voz sale como si escupiera fuego. —Esto no tiene nada que
ver con Emily.
Sobre todo porque ya no me permito pensar en ella. Aprendí
hace mucho tiempo que el duelo es una distracción inútil.
—Escucha, amigo, lo entiendo. En serio. Pero tal vez es hora
de…
—No es hora de nada —gruño, rechazando a Akim—. No
quiero nada con ella. Piper Quinn está jodida. Enferma y
retorcida.
Los ojos de Akim se agrandan. —En primer lugar, «enferma y
retorcida» suena justo como tu tipo. En segundo lugar, ¿Cómo
diablos sabes o piensas esas cosas?
—Para pasar tus días arrancando niños de sus padres, tienes
que estar jodido de alguna manera.
La expresión de mi mejor amigo se suaviza. Aunque quiero
suavizarle la expresión a puñetazos. —Las cosas han
cambiado desde que éramos niños, hombre. Han
implementado nuevas políticas. Terapeutas, ese tipo de
mierda. Ahora se trata del bienestar emocional, ¿Sabes?
Apuesto a que no se parece en nada a la trabajadora social que
tú…
—Ve a hacerme algo de comida, mejor —ordeno.
Akim solo es mi cocinero porque lo disfruta y pensé que, si de
todos modos se estaba aprovechando de mi despensa, también
podría contribuir un poco. Así que gritarle que vaya a
prepararme un sándwich es jodidamente condescendiente. Él
lo sabe, pero me importa una mierda. No tengo ningún deseo
de sentarme aquí y escuchar acerca de las muchas mejoras
realizadas en el sistema de bienestar infantil en este país. No
necesito el discurso sobre cómo funciona.
Joder, lo viví.
Sorprendentemente, Akim se levanta y asiente. Tal vez esté
aprendiendo a ser agradable después de todo.
Entonces, justo cuando llega a la puerta, él se detiene y se
apoya contra el marco. —¿Quieres que me ponga tacones y
perlas antes o después de hacer el sándwich?
Pongo los ojos en blanco. —No expliques lo que eso significa.
No quiero oír…
—Dices que no necesitas a una mujer, pero me tratas como
una ama de casa de los años 50. —Me dedica una sonrisa
burlona—. ¿Quieres un sándwich de carne enlatada o
mortadela hoy, querido Timofey?
—Eres mi chef. No necesito recordarte que hacerme un
sándwich es tu trabajo.
Se encoge de hombros. —Lo que tú digas. Pero si te atrapo
tratando de ponerme lápiz labial mientras duermo, renunciaré.
Casi me río de eso. Pero Akim no necesita el apremio. —No,
no lo harás. Te pago demasiado bien.
Lo considera por un momento y asiente. —Tienes razón. Vale.
Elige el tono del labial y lo usaré.
—Vete a la mierda. Le respondo.
—Eso dice algo, ¿No? Sobre tu chica. Piper.
Su nombre hace algo extraño en mi pecho. —Ella no es mi…
—Vale, vale. No es tu chica —dice, sonando aburrido—. Solo
digo que yo estoy dispuesto a degradarme para trabajar para ti,
¿Pero ella no? O tiene un tesoro secreto de dinero en efectivo
en alguna parte o no se puede comprar a la mujer.
Bufo. —Ella no tiene que tener tanta moral para superarte. No
posees precisamente una moral intachable. Te vi meter dinero
de Monopolio en la ropa interior de una stripper en la
despedida de soltero de Pavel.
—Le pagaron por adelantado por estar allí. No es que ella
sobreviva por las propinas —murmura—. Pero el punto
permanece. Las cosas no salieron según lo planeado anoche ni
hoy. Así que, ¿Cuál es tu próximo movimiento?
—Ahí es donde entra el sándwich.
Él frunce el ceño. —Mentiroso. Solo quieres que me vaya.
—Siempre quiero que te vayas. Pero también necesito que me
prepares una cena para llevar. Comeré en el coche.
—¿Me atrevo a preguntar por qué?
—¿Por qué? —suspiro, cansado de dar explicaciones—, tengo
cosas que hacer.
No tengo que dar más detalles. Akim asiente en comprensión.
—Agregaré algunas bebidas también. —Sale al pasillo,
murmurando para sí mismo— Champaña, velas, condones…
—No te atrevas, Akim.
Hace como que no me escucha. Lo sé porque puedo oírlo
reírse.
7
PIPER

—Te ves terrible.


Miro hacia el escritorio de Andrea, pero todo lo que veo es un
par de ojos llorosos mirándome por encima de una pila de
papeles. Normalmente ella es un amor, así que si me dice que
no me veo bien, solo puedo imaginar el estado en el que estoy.
—Gracias por eso —respondo con cansancio—. Realmente
me animas.
Dejo mi bolso en mi escritorio y me dejo caer en mi silla.
Nada ha cambiado desde ayer. Mi sujetapapeles magnético
todavía está colocado encima de mi cada vez más pequeño
bloc de notas adhesivas. El café de ayer todavía está medio
lleno como lo dejé. Todo está igual.
Pero todo se siente diferente.
—No estoy tratando de animarte. —Andrea hace girar su silla
hacia un lado para que pueda verla correctamente—. Estoy
tratando de asegurarme de que no traigas esa gripe que ha
estado dando vueltas aquí. No puedo darme el lujo de
enfermarme.
—No estoy enferma.
—Bueno, te ves enferma.
Le doy una mirada que refleja mi ira. —De nuevo, me animas
mucho. Siento el amor.
—Bueno, ¿Por qué te ves así?
—Me quedé dormida. No me veo tan mal.
La boca de Andrea se tuerce en una mueca de incredulidad. —
Cariño…
Me miro a mí misma. Incluso con el par de gafas más rosadas
que puedo encontrar, las cosas no son geniales. Los pantalones
que agarré deben haber estado en mi pila de ropa sucia, porque
hay una extraña mancha marrón en el muslo y están muy
arrugados. Evité el espejo en el baño de la oficina al entrar,
pero incluso en mis periféricos, es fácil notar que mi cabello es
un desastre.
—Vale, vale —concedo—. Me veo mal.
El hecho de que Timofey me haya visto así…
No significa nada, termino. No significa nada. Está loco y es
peligroso. Lo que él piensa no importa.
—Tuve una noche extraña.
Le dije a Noelle y Ashley que le diría a la gente en el trabajo
sobre el padre loco que me atacó, pero realmente no creo que
el hombre regrese. Estaba borracho y angustiado. Timofey lo
asustó tan fácilmente que dudo que vuelva a intentarlo.
Eso es lo que pasa con muchos de los padres con los que
trabajo, les falta compromiso. Si no fuera así, no terminarían
en una carpeta en mi escritorio. No pierdes la custodia de tus
hijos siendo responsable.
—¿Fuiste a tu reunión esta mañana así? —pregunta Andrea—.
James dijo que te reunirías con Timofey Viktorov.
Me pongo rígida ante su nombre. —¿Cómo sabes eso?
—James me lo dijo. Aparentemente, el hermano gemelo de
James es un contratista o algo así para el ejército. Sabe todo
sobre Industrias Viktorov.
Quiero preguntar qué es eso, pero me delataría. Debería saber
de qué está hablando. Toda esta información seguramente está
en algún lugar en el archivo de Timofey. Supongo que me
obsesioné con la lista de delitos graves en la primera página.
—Él divagó sobre eso por un tiempo —continúa—. En
resumidas cuentas, el hombre está forrado. La reunión fue en
su casa, ¿No? ¿Era enorme?
—Gigantesca —respiro.
—¿Y qué hay de él?
—También Enorme.
Andrea se ríe. —¡No, tonta! Quiero decir, ¿Cómo era él?
James dijo que podría ser un jefe criminal o algo así. La
verdad nunca es tan interesante como los rumores, pero
¿Parecía alguien que se ganaba la vida rompiendo rótulas?
Las palabras están justo ahí, al final de mi lengua. Sí. Él es
peligroso. Tenemos que llamar a la policía y sacar a ese bebé
de su cuidado.
En cambio, me escucho decir— Él en realidad, eh… no estaba
allí.
Andrea se ve sorprendida. —¿Él te dejó plantada?
—No fue una cita —digo en un tono algo duro. —Yo me
retrase y él tenía otra reunión a la que acudir. Reprogramamos.
Me giro para ver hacia mi escritorio, esperando que Andrea no
detecte mi mentira.
Ni siquiera estoy segura de por qué la dije. Timofey no parece
el tipo de hombre que se dé por vencido fácilmente. El hecho
de que rechacé su oferta y salí de su oficina no significa que ya
haya terminado conmigo.
Andrea suspira. —Qué mal. Bueno, mantenme informada.
—Lo haré. —Mi voz sale alta y tensa.
Hay una pausa y luego escucho la silla de Andrea chillando
más cerca. —¿Piper?
Trago nerviosamente. —¿Sí?
—No creo que seas una mentirosa ni nada, pero… —
Contengo la respiración antes de que termine—. …Pero si
estás enferma, por favor vete a casa.
Mi corazón se reinicia. Gracias a Dios. —¡No estoy enferma!
—Vale. Lo que tú digas. —Ella se desliza de nuevo en su
escritorio, todavía murmurando—. Vaya.
Me tapo los ojos con la palma de mi mano. Hoy va a ser un día
muy largo.
8
PIPER

Pensé que correr después del trabajo me ayudaría a


despejarme, pero a medida que doy vuelta en cada esquina,
sigo esperando ver a Timofey allí de pie, esperándome.
Correr nació de la necesidad. Lo último que necesita un día
estresante como este es un ritmo cardíaco elevado, pero esta
mañana tomé el autobús para ir al trabajo. Lo que significa que
mi bicicleta todavía está colgada de los ganchos en mi sala de
estar, y estoy demasiado alterada para intentar meterme en la
parte trasera de un taxi. Incluso con las ventanas bajadas,
estaría tratando de salir dentro de una cuadra.
Así que saqué la bolsa de gimnasio que guardo en mi casillero
y me puse zapatillas deportivas.
Todo lo que quiero es llegar a casa y revisar todas las
cerraduras de puertas y ventanas.
Mi cabeza se mantiene ocupada en un remolino de
pensamientos, las críticas de Timofey sonando una y otra vez
en mi cabeza.
Ni siquiera comprobaste si había alguien cerca.
Tu cabeza estaba hacia abajo y no tienes un arma.
Tonta. Maldita tonta.
Aún estoy técnicamente desarmada, pero puedo sentir el golpe
del abridor de correos en el bolsillo lateral de mis leggins. Es
mejor que nada.
Normalmente, tomo los últimos dos bloques de mi carrera para
enfriarme, pero esta vez no disminuyo la velocidad. Ni
siquiera cuando entro a mi edificio. En lugar de eso, subo las
escaleras de dos en dos y sigo trotando hasta que cierro la
puerta y deslizo el cerrojo de seguridad.
Solo entonces me derrumbo contra mi puerta provocando un
ruido sordo.
—Mierda —susurro. Ahora que estoy dentro de mi
apartamento, me siento estúpida por estar tan asustada.
¿Qué iba a hacer Timofey, esconderse detrás de un bote de
basura y sacarme de la acera? No tiene forma de saber que salí
a correr. Además, si me iba a tender una emboscada, lo habría
hecho en su casa esta mañana.
Hago una lista de mis propias racionalizaciones de por qué mi
ritmo cardíaco debería disminuir y puedo relajarme, pero no
empiezo a respirar normalmente hasta después de la ducha.
Cuando salgo, comienzo hacer mis actividades de una noche
normal. Escucho un podcast que no soporto recapitular el
último episodio de un programa de telerrealidad que ni
siquiera veo mientras me preparo una sopa de taco lo
suficientemente grande como para durar las próximas tres
noches. Luego me acurruco en el extremo de mi sofá y como
mientras suena de fondo la pista de risa de una comedia de
hace décadas.
Según todas las apariencias, todo es como debe ser en la vida
de Piper Quinn.
Pero apenas registro nada de eso. Mi cabeza está perdida en
algún espacio temporal justo detrás de mi conciencia, dividida
entre repetir mi ataque de anoche y analizar cada palabra que
dijo Timofey esta mañana.
Otra parte de mí todavía está en ese callejón, la mano de un
hombre desesperado envuelta en mi garganta.
Aún otra parte está de pie frente a Timofey con piernas
temblorosas mientras cuenta cada detalle de mi existencia
diaria.
Si tú encuentras insultantes los hechos de tu vida, ese es tu
problema, no el mío.
Miro mi escritorio, que también es mi mesa auxiliar ya que mi
apartamento es demasiado pequeño para ambos. La factura
médica en la parte superior de la pila tiene un sello de tinta
roja en el sobre.
ÚLTIMO AVISO.
Timofey tiene razón, ese es mi problema, no el de él. Y no
tengo ni idea de cómo voy a arreglarlo.
Cuando Noelle y Ashley me llaman más tarde, deslizo para
rechazar la llamada y rápidamente les envío un mensaje de
texto con mi excusa. «Dormí horrible anoche. Ya estoy de
camino a la cama. Les hablaré mañana».
Es mentira, pero en el momento en que envío el mensaje, me
doy cuenta de que dormir es una gran idea. Mis ojos arden por
el agotamiento y sentarme en el sillón y dejar que mi mente
divague entre todo mis problemas no está ayudando.
Los platos en el fregadero y el maquillaje del día anterior en
mi cara son un problema de mañana, decido mientras me
deslizo debajo de mi edredón.
Escucho mi teléfono vibrar, pero no lo reviso. Probablemente
sea de Noelle o Ashley. Sea lo que sea, puede esperar.
Cierro los ojos y me duermo antes de que pueda comprender
por completo mi siguiente pensamiento.
9
PIPER

Mis ojos se abren de golpe y es como si nunca hubiera


dormido en absoluto. Entre un parpadeo y el siguiente, estoy
despierta.
Con una mano tapándome la boca.
Agarro el brazo musculoso unido a la mano incluso cuando
estoy segura de que esto tiene que ser una pesadilla. Luego, un
rostro se inclina hacia mí, y un par de ojos azules helados,
ahora familiares, aparecen como un espejismo en la oscuridad.
—Hola de nuevo, Srta. Quinn.
Ahí es cuando me doy cuenta de que esto no es una pesadilla.
Esto es muy, muy real.
Inhalo para gritar, pero la mano de Timofey aprieta mis labios
aún más fuertemente.
—Tranquila. —La palabra es sorprendentemente amable, dada
la forma en que me sostiene—. Gritar no servirá de nada. Solo
hará las cosas más difíciles.
Se siente como si su palma estuviera sellada al vacío sobre mi
boca. El no poder zafarme de su mano provoca las mismas
sensaciones que sentarse en una habitación pequeña. Mi piel
comienza a picar y mi pecho se contrae mientras la
claustrofobia lucha por controlar mi centro del miedo.
Sé que no voy a morir. No en este segundo, de todos modos.
Timofey en realidad no me impide respirar.
Pero mi cuerpo no lo sabe.
Mis pulmones están congelados y me tiro hacia adelante,
desesperada por aire. Es como si me estuviera ahogando en mi
propio miedo, espeso, negro y aterrador.
—Te dije que rechazarme fue un error. —Él quita la mano y
me observa esforzarme por recuperar el aliento—. Todo esto
podría haberse evitado.
—¿Me vas a matar? —le contesto.
Timofey tiene la audacia de sonreír inocentemente. —
¿Matarte? ¿Qué te haría pensar eso?
—¡Te metiste en mi maldita casa!
—No forcé la entrada exactamente. —Levanta la mano y
capto un toque de plata entre sus dedos—. Usé una llave.
—Pero no guardo un repuesto… —Las palabras se alojan en
mi garganta cuando veo la «A» pintada de rosada neón en la
parte superior de la llave. Es la de Ashley—. ¿De dónde
sacaste eso?
—Sabes exactamente de dónde lo saqué.
Sin pensarlo, me lanzo hacia adelante, con los brazos
extendidos. Timofey me aparta fácilmente.
—¿Dónde está ella? —siseo—. ¿Qué hiciste con ella?
Casualmente guarda la llave en el bolsillo. —¿Qué hice con
Ashley? Nada. No había necesidad.
—Sé que ella no te dio eso voluntariamente.
—Por la forma en que la encontré, ella no era capaz de darle
nada a nadie. Ella podría tener un problema con las drogas,
¿Lo sabías?
—¿Qué diablos le hiciste? —prácticamente grito.
—Le di una patada a su endeble puerta de entrada y ni siquiera
se despertó. Tu amiga está bien.
No tengo motivos para confiar en Timofey, pero le creo. Si la
lastimara, me lo diría. Me lo restregaría en la cara, de hecho.
Así que, si dice que no la lastimó, debe ser verdad.
Aún así, la idea de Ashley metida en su cama mientras
Timofey busca en el llavero junto a la puerta de su casa es
suficiente para hacerme sentir náuseas.
—Podría haber forzado la entrada de tu casa —continúa—.
Por lo que parece, los marcos de las ventanas están podridos y
el cerrojo no es lo suficientemente fuerte como para marcar
una diferencia de más de un momento. Pero pensé que esto
ilustraba mi punto más claramente.
Sus ojos recorren mi cara y mi hombro. Estoy usando una
camiseta sin mangas de la secundaria. El material es fino como
el papel de seda y, de repente, me siento vulnerable en más de
un sentido.
Tiro mi edredón sobre mi pecho y hago lo mejor que puedo
para parecer valiente. —¿Qué punto es ese?
—Sé más de ti de lo que piensas —susurra, inclinándose más
cerca—. Sé que necesitas el dinero que te estoy ofreciendo. Y
sé que lo necesitas urgente.
—Lo sabías incluso antes de que saliera de tu casa esta
mañana. No necesitabas meterte en mi casa para eso.
—Cierto. Pero meterme reveló una cosa. —Sostienes aun la
carpeta manila que metiste en tu bolso al salir de la oficina
esta noche—. Sé que no completaste tu informe sobre nuestra
reunión de esta mañana. ¿Sabes lo que eso me dice?
Honestamente no lo sé. Desearía saberlo.
Le mentí a Andrea sobre la reprogramación de la reunión, pero
hoy intenté varias veces sentarme y escribir la verdad. Traté de
capturar mi experiencia con Timofey Viktorov en unos pocos
párrafos. Para explicar de forma concisa por qué es el hombre
más intimidante y aterrador que he conocido.
Fue imposible.
Así que traje el archivo a casa y esperaba que volver a mi
espacio seguro ayudaría. Pero ni siquiera me atreví a sacar el
archivo de mi bolso.
Ahora, el mismo Timofey lo está agitando debajo de mi nariz
en medio de la noche.
—Me dice que todavía estás considerando mi oferta —dice—.
En algún lugar, en el fondo, sabes que es una oportunidad de la
que no puedes alejarte.
—¿Es eso una amenaza?, le respondo.
Se inclina más cerca. La oscuridad oscurece los bordes de él
como si estuviera emergiendo de un charco de agua negra.
Solo se ven los reflejos de su nariz y labios.
Junto con sus ojos, por supuesto. Pase lo que pase a partir de
este momento, nunca jamás olvidaré sus ojos.
—Eso depende de ti, Piper.
—¡Nada de esto depende de mí! —replico—. Si fuera por mí,
no estarías aquí ahora.
—Tienes más control del que crees. Lo que suceda a
continuación depende de lo que elijas hacer.
Palpa su bolsillo y recuerdo la llave. La llave de Ashley. ¿Es
esa otra amenaza silenciosa? Dijo que ella está bien, pero ¿Eso
cambiará si no hago lo que me pide? Por lo que sé, Timofey
Viktorov es capaz de cualquier cosa.
—¿Por qué yo? —susurro.
—¿Por qué tú? —Su voz es suave, y miro hacia arriba, con la
esperanza de ver misericordia allí. En cambio, me encuentro
con una mirada fría y calculadora—. Porque tuviste la
desgracia de que te entregaran mi expediente. El destino te
escupió en la cara. No hay nada más que eso.
¿Es la decepción lo que siento que me agobia? Sería bueno si
hubiera algo en mí específicamente que mereciera la atención
de Timofey. Si la razón por la que mi vida se está poniendo
patas arriba es más que estar en el lugar equivocado en el
momento equivocado.
—Qué suerte tengo —digo arrastrando las palabras
miserablemente.
—Yo diría que sí —coincide Timofey—. Te salvé la vida y
ahora me ofrezco a cambiarla. Todo lo que tienes que hacer es
aceptar.
—¿Y entonces no lastimarás a mis amigas? —pregunto—.
Acepto, ¿Y no rastrearás a mi familia y me chantajearás?
No dice nada porque no tiene que hacerlo. Está claro que
ambos entendemos cuáles son mis opciones.
Si solo fuera yo quien estuviera en riesgo, me negaría a
ayudarlo. Timofey podía hacer lo que quisiera conmigo.
Pero hay más personas a considerar.
Mi abuela me cuidó cuando no tenía nada parecido a la
estabilidad en mi vida. Noelle y Ashley también han estado ahí
para mí desde el principio. Ashley empacaba mudas de ropa
adicionales para mí en la secundaria cuando no tenía manera
de lavar la mía en casa. Ella ha tenido problemas desde
entonces, y no se merece que mi mala suerte la desvíe más.
—¿Vale? —Timofey gruñe—. No soy un hombre paciente.
—¿De verdad me vas a pagar?
—No tengo la costumbre de tener esclavos.
—¿Y tengo que vivir contigo?, le pregunto rudamente.
Él niega con la cabeza. —Tienes la oportunidad de vivir
conmigo. Hay una diferencia.
Resoplo. Este hombre realmente cree que es un regalo de Dios
para todos nosotros. Probablemente piensa que también le está
haciendo un favor al bebé Benjamín. Tiene sentido, la mayoría
de los padres no aptos no tienen idea de lo equivocados que
están.
Por eso tengo que hacer esto. Al menos el tiempo suficiente
para sacar a Benjamín de las garras de Timofey. El hecho de
que pueda salir de la deuda al mismo tiempo es una ventaja.
Esto no tiene que ser para siempre. Solo por ahora.
Presiono mi edredón contra mi pecho con un brazo y extiendo
la otra mano. Timofey la mira con recelo.
—Pensé que el CEO de Industrias Viktorov sabría lo que es un
apretón de manos — le digo.
Su ceja se levanta. —Así no es como preferiría sellar este
trato.
Empiezo a retirar mi mano. —Vale, entonces, cómo…
De repente, Timofey me arrebata la mano en el aire y me jala
hacia él. Choco contra la musculosa pared de su torso con un
ruido sordo. Su cálido aliento cubre mi piel como la miel antes
de que pueda tomar el mío. Luego presiona sus labios en mi
mejilla.
No puedo moverme. No puedo respirar. Estoy congelada
cuando besa una mejilla y luego se mueve lenta y
resueltamente hacia la otra.
Finalmente, presiona su mejilla contra la mía y acerca sus
labios a mi oído.
—Es un placer hacer negocios con usted, Srta. Quinn.
10
TIMOFEY

Piper Quinn huele a vino caliente, dulce y cálido.


Puedo sentir sus pechos presionando contra mí con cada una
de sus inhalaciones irregulares. Está temblando por todas
partes, pero el impulso habitual de aplastar su debilidad no
llega. Lo contrario, en realidad: quiero rodear su cintura con
mi brazo y abrazarla hasta que cese el temblor. Quiero
enterrarme en su dulzura y drenar el miedo de sus
extremidades con caricias firmes.
Estoy seguro de que el hecho de que ella esté presionada
contra mí con nada más que una camiseta sin mangas
desgastada y bragas tiene algo que ver con eso.
La dejo ir, y ella vuelve a meterse bajo la cubierta de sus
mantas. Su espalda está recta como un palo contra su cabecera
de hierro, con las rodillas contra el pecho. Por un destello de
un segundo, imagino sus manos agarrando esas barras
mientras me meto dentro de ella. El ruido que harían
golpeando contra la pared. Su boca abriéndose en un gemido.
—¿Terminamos aquí? —me dice, sacándome de mis
pensamientos. Todavía está temblando, pero su rostro está
grabado con un ceño fruncido.
Arrastro mis ojos sobre su mirada de desaprobación y luego
hacia abajo… hacia abajo. Su escote necesita ser besado.
Acariciado. Follado sin sentido.
—Todavía estoy decidiendo.
Se sube la manta hasta el cuello. —Entonces te ayudaré a
decidirte, hemos terminado. Adiós.
—No estoy seguro de qué te hace pensar que tienes algún
control aquí sobre esta situación.
—Puede que haya aceptado trabajar para ti, pero no eres mi
dueño, Sr. Viktorov.
Está equivocada. Sí soy su dueño. Sin embargo, el hecho de
que actúe como si yo no lo fuera es extrañamente atractivo.
Yo no tenía idea de cuánto disfrutaba una pequeña pelea hasta
ahora.
Me arrodillo en el borde de la cama. Sus ojos se abren como
platos. —¿Qué estás haciendo?
Enrollo mi mano alrededor de su muñeca y la levanto sobre su
cabeza, sujetándola a una de las uniones de metal en su
cabecera. Cuando lo suelto, su brazo se queda allí sin siquiera
preguntar.
Lentamente, paso la punta de mi dedo sobre su piel, viendo
cómo se le pone la piel de gallina.
Akim tenía razón en una cosa, ha pasado mucho tiempo desde
que me permití tener algo como esto.
—Es interesante —reflexiono—, la forma en que el cuerpo
reacciona al tacto. Al deseo.
Un rubor sube por el largo cuello de Piper. Puedo ver su pulso
latiendo en la base de su garganta. Presiono mi pulgar allí,
sintiendo su vida revolotear bajo mi toque.
—No tienes que pensar en eso. Nadie tiene que decirle a la
piel de gallina que aparezca. No tienes que ordenarte a ti
misma a sonrojarte. —Miro el edredón que cubre su regazo—.
No tienes que convencerte a ti misma a mojarte.
—Detente. —Su voz es firme, pero no baja el brazo. No se
aleja de mi toque o mi mirada.
La pequeña kiska se queda justo donde la puse.
Levanto su barbilla, forzando sus ojos a los míos. —El control
también es así. No tengo que decirte que soy yo quien toma las
decisiones. Instintivamente, en el fondo, ya lo sabes. La presa
no necesita que se le enseñe a temer al depredador. Nacen así.
—No soy tu maldita presa. —Ella se sacude de repente,
tirando mi mano lejos de su cuello.
En un movimiento suave, invierto el agarre para agarrar su
muñeca. La arrastro hacia mí para que estemos cara a cara. El
edredón es un charco alrededor de nuestras rodillas. Nuestro
aliento se mezcla, cálido y dulce.
—Lo eres —le aseguro—. Todo el mundo lo es. Nadie me
controla; nadie me cuestiona. Tomo lo que quiero, de quien
quiero, cuando quiero.
—¿Como un bebé inocente? —ella gruñe.
Asiento con la cabeza. —Gente, dinero, poder, puedo tenerlo
todo. Y cuando termino, se arrodillan y me agradecen.
—Morirás antes de escuchar esas palabras de mí —sisea—.
No me arrodillo ante ti.
La imagen de ella de rodillas ante mí es jodidamente
tentadora. El doloroso deseo en mis pantalones es cada vez
más difícil de ignorar.
Pero tocarla ahora, antes de que lo suplique, no serviría a mi
propósito.
Paso mi mirada por su rostro antes de apartarme. —Aún no.
Estás demasiado ocupada arrodillándote para los demás.
—¿Qué significa eso?, me pregunta.
—Significa que necesitas un recordatorio. —Me deslizo de la
cama y me pongo de pie—. Llama al trabajo mañana y diles
que estás enferma. Ve a mi casa a las ocho.
Ella frunce el ceño. —Se suponía que este trabajo de niñera
era por las noches. Eso fue lo que dijiste. No puedo
simplemente…
—Sí puedes y lo harás. Le ordeno.
Ella exhala con fuerza. —¡Tengo responsabilidades! ¡Tengo
una vida! No puedes solo entrar y empezar a mandarme.
—Excelente punto. Pareces aficionada a tu «vida», por lo que
sé harás lo que te diga.
Sus labios se presionan juntos en una línea plana. Piper es una
luchadora, pero reconoce una amenaza cuando la escucha. Me
hace preguntarme cuántas veces ha sido amenazada. Y por
quién.
Mi pecho se agita con el mismo sentimiento que sentí la noche
que entré en ese callejón y vi la mano de un hombre envuelta
alrededor de su garganta.
Quería matarlo entonces.
Aún podría.
Ella enrolla sus piernas debajo de ella y descansa sobre sus
pies. El suave estiramiento de sus piernas y el cuello cada vez
más bajo de su camiseta envían el dolor en mi pecho hacia
abajo. El deseo pulsa a través de mi alma, y maldita sea,
necesito salir de aquí.
Me muevo hacia su puerta y agarro la madera endeble en mi
mano. Quiero romperla, aunque solo sea porque quiero
romperla a ella y no me permitiré ese placer todavía. —Te
veré mañana por la mañana.
—Sí, maestro —se queja.
Está siendo una mocosa, pero no tiene idea de lo cerca que
estoy de darme la vuelta y asegurarme de que gima esas
mismas palabras hacia el techo.
Antes de que pueda hacer algo demasiado estúpido, empujo su
puerta y me voy por donde vine.
11
TIMOFEY

—Guau. Qué frío —dice Akim en voz baja.


Echo una mirada. Es una noche relativamente cálida,
especialmente dado lo tarde que es. Lleva una camisa liviana y
jeans, un arma visible en su cintura.
Luego me doy cuenta de lo que quiere decir. —Estos traspasos
siempre son así.
Los albaneses son aliados, pero solo en el sentido más estricto
de la palabra. No hay amor perdido entre mi Bratva y la mafia
de Kreshnik Xhuvani. Si no fuera uno de mis mayores clientes
privados en el área tri estatal, lo evitaría.
Tal como están las cosas, él y los de su calaña son un mal
necesario.
—No estoy hablando de esto. —Akim hace un gesto hacia el
almacén y los obreros albaneses transportando cajas desde la
parte trasera de mi camión al de ellos—. Estoy hablando de ti.
Estás al límite, hombre. Estás poniendo nerviosos a los
muchachos.
En ese momento pasan un par de traficantes de armas. Uno de
ellos se arriesga a mirar en mi dirección antes de apartar la
mirada rápidamente, con los ojos muy abiertos. Se escabullen
y mantienen la cabeza baja.
—¿Qué diablos sabes sobre «los muchachos»? Esta es solo la
segunda vez que vienes conmigo a un intercambio.
—Sí, porque Pavel llamó y me dijo que le prohibiste venir
contigo.
Pavel acaba de salir de un mal matrimonio y está ocupado
follando todo lo que se mueve. La razón por la que sé eso es
porque él no puede dejar de hablar de eso. Lo último que
quiero después de salir de la habitación de Piper es escuchar
sobre el tentador coño de otra de las sórdidas conquistas de mi
teniente.
—Gracias a Dios que me envió un respaldo sólido en su lugar
—murmuro.
—No seas listillo. Sabes que te he respaldado más veces de las
que puedes contar. ¿Recuerdas esa pelea en la víspera de Año
Nuevo?
—Tú la empezaste —me burlo—. Te metiste con la novia del
portero en el baño.
—Sí, y tú me defendiste. Y luego, cuando el portero vino tras
de ti, te apoyé. Así que, ya sabes, de nada. —Se aclara la
garganta—. De todos modos, es bueno salir de la cocina de
vez en cuando. Sé que soy un chef personal, pero también
puedo ser intimidante. ¿Por qué solo cortarle el dedo a un
hombre cuando podría cortarlo en julianas?
Paso una mano por mi cara. Cómo alguien podría tomar en
serio a este hombre está más loco que yo. —No vamos a cortar
ningún dedo esta noche.
—Todavía no —Responde—. Pero es solo cuestión de tiempo.
Tienes un humor. ¿Las cosas con Piper no volvieron a salir
según lo planeado?
—Todo salió bien. —Pero hablo con los dientes apretados. El
sonido de su nombre es suficiente para recordarme la tensión
insoportable que sentí al lado de su cama.
La curva de sus muslos.
Su aroma en mi nariz.
La forma en que su mano vaciló donde la puse, perfectamente
sumisa incluso antes de que se diera cuenta de lo que estaba
haciendo.
Y luego el fuego cuando se dio cuenta. La chispa. El gruñido
salvaje.
Mierda, mi miembro está duro otra vez.
—Tus nudillos están blancos —Akim resopla—. Santo cielo.
Esta mujer te altera.
—Y tú me molestas. Practica un poco de autoconservación y
ve a ayudar a cargar. Quiero que esta mierda se acabe.
Akim refunfuña algo acerca de que yo soy un negrero mientras
corre hacia el camión.
—¿Te estás quedando sin nuevos reclutas? —pregunta una
voz.
Me giro y veo a uno de los cabecillas albaneses apoyado
contra una caja de madera. Es el equivalente a un gerente
nocturno. No es lo suficientemente importante como para que
yo sepa su nombre.
—¿Disculpa?, le respondo no muy gentil.
Señala con la barbilla hacia donde ahora se ríe Akim con un
grupo de albaneses. Típico de él hacer amigos en segundos. —
Ese es tu chef, ¿No?
—¿A ti qué diablos te importa?
Akim no estaba solo exagerando cuando dijo que puede ser
más que un chef. Aun así, lucha por ser tomado en serio en
nuestro mundo sin importar cuántas veces se demuestre a sí
mismo. Conozco a un buen número de hombres muertos que
argumentarían que se ha demostrado muy bien.
Desafortunadamente para él, los muertos no son muy buenos
hablando.
El albanés se pone de pie, con los brazos cruzados sobre el
pecho. —No me importa a quién traigas contigo. Lo que me
importa es lo que estás haciendo con todo el dinero que te
estamos pagando. ¿Será por eso que este envío cuesta casi el
doble de lo que cuesta normalmente? ¿Para que puedas
mantener a tu pequeño chico de recados en la nómina?
—Tú no me estás pagando una maldita cosa. Si lo estuvieras,
sabría tu nombre.
Su rostro se enrojece, pero da un atrevido paso más cerca de
mí. Algunos de sus hombres nos rodean. Creo que en su
mayoría tienen curiosidad por escuchar nuestra conversación,
pero no tengo dudas de que algunos de ellos podrían ser lo
suficientemente estúpidos como para jugar al héroe si las cosas
van mal.
Su mandíbula se aprieta. —Solo porque eres un CEO engreído
durante el día no significa una mierda. No eres mejor que yo
por eso. Me contesta engreídamente.
—Tienes razón. Soy mejor que tú por muchas otras razones.
—Levanto mi brazo y me subo la manga, revelando la
tormenta de puntos negros en el interior de mi muñeca—.
Llevo una cuenta de los hombres que he matado aquí. No está
del todo actualizado, pero está lo suficientemente cerca.
El resto de la habitación se está volviendo más silenciosa. Sé
que mi voz se escucha en todo el almacén, pero me importa un
carajo. Si este imbécil quiere dar un ejemplo de sí mismo,
estoy feliz de complacerlo. Cuantos más lo vean, mejor.
—Probablemente también eres más tolerante que yo. Más
paciente, seguramente. —Le doy una sonrisa plana de tiburón
—. Porque cuando las personas que no saben cuál es su lugar
comienzan a hablarme, me enojo. Me enojo demasiado. —Me
acerco a él ahora mientras hablo, cada palabra goteando de mis
labios como gotas de sangre—. Y cuando me enojo, empiezo a
añadir puntos a mi colección. ¿Entiendes lo que te estoy
diciendo?
—Oye, hombre, tranquilo —dice. Está empezando a sentir que
la marea está cambiando. Su momento de valentía ha pasado y
una vida de arrepentimiento le sigue. Lo que le queda de vida,
claro. Él retrocede medio paso—. No quise decir…
—Timofey —interrumpe Akim, flotando a mi lado—.
¿Haciendo nuevos amigos?
—Le estoy dando una lección a nuestro amigo. Ya casi
termino, en realidad.
Akim suelta un suspiro. —Vale. Excelente. Bueno, vamos con
esto hasta el final, por favor.
Puedo notar por el tono de su voz que él sabe lo que viene.
Pero tiene el buen sentido de mantenerse fuera de mi camino.
—Por último —digo, metiendo la mano en mi funda y sacando
mi arma—, apuesto a que soy mucho mejor tirador.
La explosión resuena en el piso de cemento y el techo de
metal. Es un eco hueco y chirriante interrumpido solo por el
ruido sordo del cuerpo del hombre golpeando el suelo con un
agujero ensangrentado donde una vez estuvo su ojo derecho.
Por un segundo, no hay movimiento. Todos están demasiado
aturdidos para respirar.
Luego estalla el caos.
Gritos rebotan en las paredes en ruso y albanés. Algunos
hombres se dispersan, otros se acercan. Escucho a Akim
maldecir justo cuando los soldados frente a mí se separan y
Arber Xhuvani llega corriendo a través de la fila.
—¿Qué diablos, Timofey? —grita. El heredero al trono
albanés mira a su soldado muerto, con las fosas nasales
dilatadas y los ojos desorbitados.
Guardo mi arma en el bolsillo. —Espero que hayas traído
algunas toallas, Arber. Hay un poco de desorden allí.
—¿Qué diablos pasó?
—Tu hombre estaba fuera de lugar —le explico—. Le di un
empujón de vuelta a su lugar como un ejemplo para los demás.
—¿Así es como se ve un empujón? —Arber parece que está a
punto de estallar. Esta es solo la tercera vez que encabeza un
negocio de armas sin la presencia de su padre. Kreshnik ha
estado entrenando a su hijo desde que era demasiado pequeño
para que tomara el mando, y ahora que Arber es mayor de
edad, finalmente está comenzando esa transición de poder.
—Si prefieres usar una estrategia más suave, atrapa a tus
hombres antes de que me hablen. Tu padre nunca habría
dejado que algo así sucediera.
—Mi padre no está aquí —espeta.
—Lo cuál es todo el puto problema —gruño—. Toma el
control de tus soldados antes de que yo tenga que hacerlo por
ti.
Arber cruza la distancia entre nosotros en unos pocos pasos,
acercando su pecho al mío. —¿Es eso una amenaza? ¿Estás
buscando derrocar a mi familia? Me aseguraré de que no vivas
para arrepentirte si lo intentas.
Solo el orgullo juvenil podría hacer creer a este idiota que
quiero tener algo que ver con la mafia Xhuvani.
Desafortunadamente, Arber tiene mucho de eso de sobra.
En un instante, envuelvo una mano alrededor de su cuello y
uso la otra para presionar mi arma contra su sien. Se pone
tenso. Su aliento está atrapado en su garganta.
—Oye, Timofey —dice Akim, su voz ridículamente casual—.
Creo que hemos hecho suficientes amigos esta noche.
—Mi dedo está fuera del gatillo —le digo. Luego dirijo toda
mi atención al niño Xhuvani—. Solo quiero que Arber sepa
que, si no estuviera de tan buen humor, podría estar muerto
ahora mismo.
—No te atreverías —dice Arber con voz áspera.
Arqueo mis cejas. —Te aconsejo que no me provoques.
Traga incómodamente. Su garganta se balancea en mi palma.
—Si me matas, será una guerra.
—Una guerra que ganaré. No tengo nada que perder.
Piensa en eso por un momento y luego la pelea comienza a
agotarse. Lo suelto de un empujón y se tambalea unos pasos.
—Lo único que evita convertirte en eso —digo, señalando de
Arber al hombre muerto en el suelo para ilustrar mi punto—,
es que ya he matado a una persona hoy y se está volviendo
tedioso. Puede que seas el hijo de Kreshnik, pero no eres
especial. Sígueme provocando y te mataré.
Me alejo de él y me dirijo a mis hombres. —Dejen el resto de
las cajas en el camión. Arber puede explicarle a su padre por
qué no recibió el envío completo.
Luego me doy la vuelta y me voy sin decir una palabra más.
Unos segundos después, Akim se acerca al trote para
alcanzarme. Él niega con la cabeza. —Y pensar que las cosas
estaban tensas antes.
12
PIPER

Si hubiera podido volver a dormirme después de que Timofey


se fuera anoche, habría pensado que mi interacción con él era
una especie de pesadilla. Todo era demasiado increíble para
ser real.
Desafortunadamente para mí, el sueño era inexistente. Di
vueltas y vueltas sin remedio durante horas. Periódicamente,
encendía la lámpara de mi mesita de noche para revisar las
ronchas rojas alrededor de mi muñeca donde él me agarró.
Cuando me sujetó a la cabecera y se arrastró sobre mí, su
cercanía era una droga. Lo inhalé. Me drogué con Timofey
Viktorov.
Una dosis casi me mata.
Afortunadamente, el tiempo y la distancia me han dejado con
la cabeza despejada. Algo más despejada, al menos. Es casi
apropiado que el moretón con el que me marcó cubra el
pequeño tatuaje de una luna brillante que tengo en el interior
de mi muñeca.
Me lo hice en las vacaciones de primavera con Noelle y
Ashley. Teníamos diecisiete años.
—Un sol para mí porque soy el centro de atención,
obviamente —había dicho Ashley mientras los seleccionaba de
la pared de opciones de arte en la tienda de tatuajes.
Luego le entregó una estrella a Noelle. —Una estrella para la
mejor estudiante. Aquí tienes, Srta. Mejor de la Clase. —
Noelle puso los ojos en blanco, pero aceptó su destino.
Luego Ashley me dio la luna creciente. —Y una luna para la
mujer que refleja lo mejor de nosotras. La amiga que maneja
los flujos y reflujos de nuestra relación sin nada de gloria.
—Claro, haz que su razonamiento sea lindo y reflexivo —se
quejó Noelle—. Yo solo seré la nerd, supongo.
Paso mi pulgar sobre el tatuaje que se está desvaneciendo y
respiro profundamente. Es bueno para recordarme cual es la
verdad aquí.
Lo que estoy haciendo hoy… es por ellas.
Dejo un mensaje en el teléfono de escritorio de Andrea con
una tos fingida y una excusa de que sí estoy enferma después
de todo. Luego me ducho y me visto.
Opto por algo casual de negocios, pero holgado. Todavía
puedo sentir la forma en que Timofey me miraba anoche. Su
atención tenía un peso que todavía no puedo quitar me dé
encima. Si hay alguna manera de evitar llamar su atención,
estoy dispuesta a intentarlo. Usaría un saco de papas si eso
significara mantener esos ojos lejos de mí.
Antes de llevar mi bicicleta al pasillo, me detengo y miro
alrededor de mi apartamento. Timofey no dijo nada acerca de
que no volvería a mi casa esta noche. Aparte de decirme que
me presentara esta mañana, no sé nada más.
Pero igual se siente como una especie de despedida.
Así que miro a mi alrededor a los restos de mi vida ordinaria,
la manta de ganchillo que me hizo mi abuela tirada sobre el
brazo de mi sofá andrajoso, las migas de pan tostado en el
mostrador, mis zapatillas deportivas tiradas junto a la puerta.
Lo catalogo todo, con la esperanza de que algún día, pronto,
volveré aquí sana y a salvo y todo esto será un recuerdo lejano.
Tan pronto como el pensamiento cruza mi mente, bufo.
Sí, como no, de seguro.
Una vez que conoces a Timofey Viktorov, no hay vuelta atrás.
13
PIPER

Para cuando subo mi bicicleta hacia las escaleras de la


mansión y la apoyo contra la fachada de piedra, estoy
empapada en sudor. Ahí va mi ropa holgada.
—Qué encantador —murmuro, abanicándome.
Como sea. Igual no es como si estuviera tratando de
impresionar a Timofey. Me ha visto como una rata de
alcantarilla empapada una y otra vez con aliento de sueño en
medio de la noche. Él puede lidiar con mi olor apestoso de
paseo en bicicleta.
Voy a tocar la puerta, pero ya está entreabierta. Las voces se
filtran hacia el porche.
Me inclino, girando mi oído hacia la puerta. Las voces son
definitivamente masculinas, pero no puedo distinguir lo que
están diciendo.
De repente, la puerta se abre hacia adentro y tropiezo un poco
hacia adelante. Un par de manos grandes me ponen de pie.
—Parece que tenemos una Niña Exploradora. ¿Estás
vendiendo galletas, cariño?
El hombre frente a mí es alto y delgado. Su rostro está
demacrado, las sombras presionan bajo sus pómulos y sus
ojos. Sus labios se estiran en una sonrisa amenazante que eriza
los vellos de mi nuca.
Me alejo de él y frunzo el ceño. —No soy una Niña
Exploradora. Soy una mujer adulta.
Me mira, sus ojos se toman su tiempo para descender por mi
marco. —Sí que lo eres. Pero por tu aspecto, es posible que
aún tengas algo dulce para que yo pruebe.
No tengo idea de quién es este hombre, pero he alcanzado con
creces mi cuota de estúpidos en las últimas cuarenta y ocho
horas. Si tengo que vivir en esta casa por un período de
tiempo, voy a establecer un precedente sobre cómo ser tratada.
Comenzando ahora.
Le doy al asqueroso una sonrisa demasiado educada. —No
tengo nada, así que me temo que tendrás que encontrar algo
dulce por tu cuenta. Estoy segura de que estás acostumbrado a
servirte a ti mismo de todos modos.
Los otros hombres en la entrada hacen ooh y se ríen cuando la
cara del hombre demacrado se enrojece.
Se lo merece.
—Estoy aquí para ver a Timo… eh, el Sr. Viktorov. —Miro
más allá del hombre a los hombres que están detrás de él. Me
miran fijamente, negándose a ser útiles—. ¿Está aquí?
Un hombre más joven da un paso adelante, finalmente
preparado para ayudar. Antes de que pueda, el hombre
demacrado se reafirma. —Puedo ayudarte en lo que necesites.
Aprieto la mandíbula. —Estoy segura de que te gustaría, pero
prefiero arrancarme las uñas que hablar contigo por un
segundo más. Apártate de mi camino antes de…
—¿Antes de qué? —Su voz es un silbido bajo—. ¿Crees que
tienes derechos aquí, niñita?
—El derecho a no ser acosada por un imbécil, al menos.
Sus labios se tuercen en una sonrisa desagradable. —
Renunciaste a eso cuando cruzaste la puerta. No entras en la
guarida del león y le dices a un león que no muerda.
Lo miro de arriba abajo con ojo astuto. —¿Se supone que eres
el león en esta analogía?
Sus ojos brillan y tira de la manga de su camisa, revelando una
mancha negra tatuada en la parte interna de su muñeca. —
¿Sabes lo que significan, Niña Exploradora?
Me toma unos segundos reconocer que la mancha en su brazo
no es una mancha, sino una nube de puntos negros
individuales. Hay al menos cien puntos tatuados, tal vez más.
—Estos —gruñe, inclinándose hacia mí—, representan a cada
persona que he ma…
—Rodion.
Una voz profunda y autoritaria que reconozco resuena en la
habitación. Me doy la vuelta justo cuando Timofey pasa a
través de la multitud de hombres que se separan.
Teniendo en cuenta que la última vez que lo vi, me estaba
amenazando en la oscuridad de mi habitación, me sorprende lo
aliviada que estoy de verlo ahora.
Supongo que el diablo que conoces realmente es mejor que el
diablo que no conoces.
El hombre, Rodion, supongo, retrocede. —Timofey. —Se baja
la manga y sus tatuajes desaparecen de la vista—. Estaba
saludando a su invitada.
—Ese no es tu trabajo por una buena razón —espeta Timofey
—. Fyodor es mejor en eso. También es más agradable a la
vista.
Rodion levanta las manos y se aleja otro paso de mí. —No nos
pongamos malos, sobrat. Puede que Fyodor tenga cara para la
televisión, pero yo…
—Ya has revelado suficiente de ti mismo —gruñe Timofey.
La mandíbula de Rodion chasquea, pero asiente y baja la
cabeza en señal de respeto. —No me di cuenta de que estabas
esperando a una invitada hoy.
—No es asunto tuyo quién entra y sale de mi casa. —Timofey
camina hacia mí, de pie a mi lado como un perro guardián, con
los pelos de punta—. Fáltale el respeto a mí o a cualquiera de
mis invitados otra vez, y tendré mi peor comportamiento.
Rodion traga. Me estremezco al pensar cómo podría ser el
peor comportamiento de Timofey. Normalmente estoy en
contra de la violencia, pero en realidad no me importaría un
pequeño ejemplo. Especialmente si Rodion es el sujeto de
prueba.
—Entendido —murmura Rodion, asintiendo.
Tengo que reprimir una sonrisa. Es raro en la vida que seas
testigo del karma inmediato. Es bueno ver a un asqueroso
como Rodion obtener lo que se merece.
Rodion se da vuelta y ladea la cabeza hacia el pasillo. Todos
los otros hombres en la habitación comienzan a salir.
Claramente es una especie de líder para estos hombres, pero
Timofey lo puso en su lugar con facilidad. En la jerarquía de
esta casa, Timofey está en lo más alto.
Bueno saberlo.
Pero el alivio que sentí por la aparición de Timofey se
desvanece rápidamente una vez que estamos solos. Y me
quedo pensando, tal vez Rodion no era tan malo, después de
todo.
14
PIPER

Trago saliva y cruzo las manos detrás de la espalda. —Gracias


por… no sé cuál era su problema. Entré y pregunté por ti,
pero… Bueno, de todos modos, gracias por eso.
—Eres incapaz de completar la tarea más básica sin meterte en
problemas —interrumpe Timofey.
Mi boca se cierra de golpe. Me está mirando fijamente, sus
ojos azules entrecerrados. Cada ángulo de su rostro es lo
suficientemente afilado como para cortar vidrio.
—No recuerdo haber pedido ayuda. Me estaba defendiendo
muy bien.
—Eso es porque no sabes con quién estabas hablando.
Arqueo una ceja. —¿Qué clase de gente peligrosa tienes
deambulando por tu casa a primera hora de la mañana? Si
necesitara rescate dos segundos después de entrar a tu casa,
sería tu culpa, no la mía.
—El hecho de que esto sea demasiado para ti es tu culpa. No
me hagas recordarte por qué estás aquí.
—No es necesario un recordatorio. Sé por qué estoy aquí. Es
porque tengo moral.
Se acerca más, obligándome a inclinar la cabeza hacia atrás
para mantener el contacto visual. —Estás aquí porque eres
demasiado tonta para tomar el camino más fácil. Podrías haber
accedido a hacer lo que te pedí en primer lugar y hacer las
cosas más fáciles para ti.
—Si sigues llamándome estúpida, podría empezar a pensar
que lo dices en serio.
—Siempre digo todo en serio. Deberías confiar en mi palabra.
Me sale una risa que me sorprende incluso a mí. —«Tu
palabra» no significa absolutamente nada para mí. Me estás
mintiendo ahora mismo.
Sus labios se contraen y no puedo evitar pensar en lo mal que
es que un hombre tan podrido como Timofey pueda tener
labios así. Grandes y suaves. Absolutamente besables, si
somos honestos.
—No estás molesto porque tuviste que salvarme —continúo
—. Estás molesto porque he pasado treinta segundos en tu casa
y ya casi descubro un secreto dañino.
—¿Qué secreto sería ese?
Golpeo un dedo contra mi antebrazo en el mismo lugar que
Rodion me estaba mostrando. —Supongo que los puntos en el
brazo de tu hombre no representan cuántos gatitos
abandonados ha criado.
—¿Qué tipo de secreto dañino podría ser si dejé que se lo tatúe
en el cuerpo?
—¿Le «dejaste» tatuárselo? —pregunto—. ¿Tú controlas lo
que tus empleados se ponen en sus propios cuerpos?
Timofey se acerca, sus ojos azules me congelan en el suelo. —
Yo controlo todo. Mi negocio es un cuerpo, y yo soy la cabeza.
El cerebro. Yo controlo todo.
—Tiene sentido —respondo—. Dios sabe que no tienes
corazón.
Él sonríe. —Ahora, estás empezando a entender.
Suelto un suspiro de frustración. —Claro que lo tomarías
como un cumplido.
Se acerca lentamente. De repente, me doy cuenta de lo grande
que es. De lo bien que huele. De lo solos que estamos. —A
diferencia de ti, Piper Quinn, mis emociones no se interponen
en mis elecciones. No me arrojaría a los lobos para proteger a
mi amigo.
—Con amigos como esos, no sería necesario —digo—. Eres
un lobo, Rodion es un león, aparentemente. Todos ustedes
están demasiado ocupados disfrazándose de animales para
darse cuenta de que necesitan ayuda seria. Ayuda psicológica.
Están jodidamente trastornados.
Timofey empuja sus hombros hacia atrás, su pecho se tensa
contra los botones de su camisa. Veo destellos de piel dorada
asomándose a través del material. Instintivamente, mi corazón
se estremece. Una chispa de voluntad débil revolotea
profundamente en mi interior. Aparto mis ojos de él y golpeo
al pobre hasta que se somete.
Absolutamente no. No vamos a comer con los ojos a nuestro
chantajista.
Sin embargo, tal vez solo un vistazo más.
Lo vuelvo a mirar. Timofey ha cruzado los brazos sobre el
pecho. Sus bíceps sobresalen. —¿Qué estás haciendo? —Mi
voz sale en un tono áspero.
Él se ríe. —Viéndote fingir que no me miras.
Mi cara se calienta con vergüenza por haber sido atrapada.
Nunca he tenido una cara de póquer.
—No estaba mirando… estás siendo raro —balbuceo—.
Además, las apariencias no significan nada. Puedo separar la
máscara del hombre que la usa.
Timofey cruza los brazos sobre el pecho. No estoy segura de si
se está flexionando o si realmente es así de musculoso. Esta es
la primera vez que lo veo de pie a plena luz del día. Es…
demasiado.
—¿Crees que estoy usando esto como un disfraz? —pregunta,
señalando su rostro.
—No, pero creo que la lotería genética que ganaste ha sido de
gran ayuda para ti en tu vida criminal. La gente espera que los
delincuentes parezcan delincuentes. No esperan que se vean
como…
Mi voz se apaga cuando un secreto mío casi sale a la luz.
No esperan que los delincuentes parezcan dioses.
—Termina tu pensamiento. ¿Parezcan qué? —Timofey levanta
la barbilla y alcanzo a ver algo justo debajo de la línea de la
mandíbula.
Me inclino hacia delante para ver mejor. —¿Es eso… es eso
sangre?
Levanta la mano reflexivamente y limpia el lugar. Cuando
retira la mano, ya no está.
La tensión creciente entre nosotros estalla, y me desinflo tan
rápido que casi me da un latigazo cervical. Todo es diversión y
juegos atacarnos, fingir que puedo defenderme aquí. Pero
Rodion tenía razón, esta es la guarida del león, y yo solo soy
una ovejita ingenua. Cualquiera de los hombres aquí podría
masticarme y escupirme sin pensarlo dos veces.
Sobre todo Timofey.
—¿Qué tipo de negocio ocurre aquí, Timofey? —susurro—.
¿Por qué quieres traer a un niño a esto?
Él rueda los ojos. —Me atrapaste, Srta. Quinn. No siempre
limpio debajo de mi cuello como debería. ¿Es ese el tipo de
delito que el SPI busca cuando arrebata a los niños de sus
familias?
—Me he limpiado suficiente sangre de la piel para saber cómo
se ve —digo en voz baja—. Puedes seguir llamándome
estúpida, pero eso no significa que sea verdad. Soy lo
suficientemente inteligente como para saber qué tipo de
persona eres.
Mi imaginación evoca a Timofey ante mí, su cuerpo alto y
ancho goteando sangre roja brillante. ¿En qué tipo de maldad
se metió entre dejar mi habitación hace unas horas y ahora?
Pensándolo bien, no estoy segura de que quiero saberlo.
—Entonces deberías saber que soy el tipo de persona a la que
no le importa un carajo qué tipo de persona creas que soy —
dice—. No necesito gustarte, Piper. Necesito que hagas lo que
te pido.
—¿O si no qué? ¿Harás que tu sicario me mate?
Sus labios se aplanan con frustración, y odio que mi broma le
haya afectado. Quería que lo negara. O que estuviese
sorprendido por la acusación.
En cambio, parece fríamente resignado.
Sabía que estaba en problemas cuando me desperté con
Timofey flotando sobre mi cama como la maldita Muerte. Pero
esto… esto es diferente. No solo necesito preocuparme por
Timofey; También necesito preocuparme por todos en su
órbita.
Timofey cierra la distancia entre nosotros, mirándome por
encima de su nariz. Nunca me he sentido más pequeña en toda
mi vida. En este momento, se siente como si pudiera
aplastarme con su talón y ese sería mi final.
Aun así, trato de mantenerme erguida y mirarlo a los ojos. Si
voy a caer, voy a caer con fuerza.
—No, no haré que un sicario te mate —promete Timofey,
moviendo los labios con cuidado alrededor de cada palabra—.
Lo hare yo mismo.
15
PIPER

Antes de que pueda decir algo más, alguien se aclara la


garganta desde el pasillo.
Dirijo mis ojos al sonido, pero Timofey no se mueve.
Un hombre mayor con el cabello canoso y una perilla blanca
está de pie en la entrada del pasillo. Él no me mira, lo que se
siente como una elección consciente. Sus ojos permanecen
clavados en la espalda de Timofey.
—Todos le están esperando —dice el hombre—. ¿Podemos
comenzar la reunión?
—Estoy realizando una introducción a una nueva empleada —
responde Timofey con un tono sarcástico en su voz.
El hombre suspira. No conozco bien a Timofey, pero él no
tolera la falta de respeto. Espero que se dé la vuelta y se lance
contra el hombre que se atrevió a molestarlo. En su lugar, se
da la vuelta y extiende una mano en mi dirección para
convencerme de que avance.
—Esta es Piper Quinn.
Finalmente, el hombre mayor me mira a los ojos, aunque
parece muy en contra de su voluntad. —Bienvenida.
—Piper —continúa Timofey, señalando al hombre ahora—,
este es mi padre, Sergey.
—Tu… Ustedes son… —Miro del hombre mayor a Timofey,
buscando algún parecido, pero no lo hay. Sergey es unas
buenas seis pulgadas más bajo que Timofey. Mientras que
Timofey tiene los hombros anchos y la cintura recortada, la
masa de Sergey se consolida en su mitad inferior. Sus piernas
son gruesas como troncos de árboles. Sergey es pálido con
cabello rubio oscuro donde aún no se ha vuelto gris, mientras
que Timofey es una sombra que camina y habla con cabello
oscuro y piel aceitunada.
—Industrias Viktorov es una empresa familiar. ¿No lo sabías?
—él pregunta—. Pensé que recibiste una carpeta con toda la
información necesaria.
El impulso de mostrarle el dedo medio es fuerte, pero me
resisto.
—Apenas. Respondo.
—Supongo que tengo mucho que aprender sobre cómo
funcionan las cosas aquí —digo con los dientes apretados.
Timofey hace señas a su padre para que continúe. —Dirige el
camino. Te seguiremos. Piper debería conocer a toda la
familia.
Sergey vacila. —La casa está llena hoy. Podría ser abrumador
para ella.
—Ella ya conoció a Rodion. No puede empeorar mucho más.
Los dos hombres comparten un momento de silencio que casi
me hace sentir mal por Rodion. Claramente la cagó al hablar
conmigo, y Timofey no parece del tipo que perdona.
Al final, pareciera que su conversación telepática termina con
una pequeña victoria de Timofey saliéndose con la suya.
Se queda medio paso por delante de mí todo el camino por el
pasillo, pero puedo sentir su atención en mí. No necesita
verme para saber dónde estoy. Soy muy consciente de que, si
intento escabullirme, me agarrará y me arrastrará con él.
Pasamos por su oficina en el camino. Es difícil conciliar que,
justo ayer, estaba parada frente a su escritorio, oficialmente
conociéndolo por primera vez.
Pueden pasar muchas cosas en veinticuatro horas.
Nos detenemos frente a un conjunto de puertas dobles. Los
nervios que me esfuerzo por aplastar comienzan a surgir.
—¿Algo que deba saber antes de que me arrojen a los lobos?
—trago—. No es que tengas ninguna razón para ayudarme.
—Sin embargo, es todo lo que parezco estar haciendo.
—Tú y yo estamos operando bajo diferentes definiciones de la
palabra «ayudar»— murmuro en voz baja.
Se encoge de hombros. —Mientras tengamos la misma
definición de «obediencia», deberías estar bien.
—La obediencia es para los animales. No soy un perro.
—Tienes razón. —Inclina la cabeza hacia las puertas—. Ellos
son los animales. Sin tenerme a mí para intervenir, te
desgarrarán miembro por miembro.
Mi corazón late con fuerza, pero me mantengo erguida.
Timofey está tratando de asustarme y no funcionará. O bien,
haré todo lo posible para ocultar exactamente qué tan bien está
funcionando, al menos.
—¿Es así como hablas de tu familia? Siempre pensé que la
sangre era más espesa que el agua, pero aparentemente te
sientes cómodo hablando mal de todos en tu vida.
—No son de mi sangre.
Arrugo la frente. —Pero tu dijiste…
—Dada tu línea de trabajo, me sorprende tener que explicarte
esto. —Timofey suspira—. Soy adoptado.
Sergey se gira, su mano todavía en el pomo de la puerta. —El
pobre Timofey no pudo tener mi buena apariencia, así que
tuve que criarlo con mi disposición.
¿Dos hombres con la disposición de Timofey bajo el mismo
techo? Que Dios nos ayude a todos.
—¿Cuántos niños adoptaste? —pregunto.
—Timofey y su…
—Todos somos una familia aquí —interrumpe Timofey—.
Una hermandad, por así decirlo.
Puede que no haya leído el expediente de Timofey tan
detenidamente como debería, pero recuerdo algunos detalles.
Como sus posibles conexiones criminales.
—¿Como una fraternidad? —No es más que una esperanza
ciega lo que me hace preguntar.
Cuando la ceja de Timofey se arquea con diversión, esa
esperanza se marchita y muere. —Claro —dice con una
sonrisa—. Algo como eso.
16
TIMOFEY

Mi padre empuja la puerta para abrirla. La charla y las risas


dentro de la sala de conferencias mueren de inmediato. La
tensión aumenta a medida que avanzamos.
Piper debe sospechar con lo que acaba de tropezar, porque
permanece cerca de mi lado. Su codo roza mi antebrazo.
Puedo sentir su calor y sus temblores a través de mi manga.
Bien. Tal vez algunas de mis advertencias se han asimilado.
Encontrarse cara a cara con Rodion no fue suficiente para
asustarla.
Tal vez ver toda la Bratva entera la mantendrá a raya.
—Algunos de ustedes ya han sido presentados —comienzo,
atrayendo todas las miradas hacia mí. Excepto Rodion. Decide
correctamente seguir mirando al suelo—. Para aquellos que no
han tenido el placer, esta es Piper Quinn.
—Hola —chilla Piper. Levanta la mano en un medio saludo y
luego se coloca detrás de mí.
Su debilidad debería ser patética, pero en realidad no me
importa la sensación de ser su escudo humano. Sobre todo
porque subestimé lo mucho que odiaría que mis hombres la
miren.
Un pensamiento que no pertenece allí corre por mi cabeza, ella
es solo para mis ojos.
Se va tan rápido como vino.
—Piper vivirá aquí en la propiedad como cuidadora de
Benjamín. No tomo su cuidado a la ligera, como saben…
Oigo un suave resoplido de la dirección de Piper que elijo, por
su bien, ignorar.
—…así que cualquiera que haga su trabajo más difícil será
removido.
Me encuentro con los ojos de mis hombres, asegurándome de
que cada uno reconozca lo que estoy diciendo.
Afortunadamente, todos trabajamos con el mismo diccionario.
Traducción, tócala y te mataré.
Estoy a punto de seguir adelante cuando Piper me rodea. Su
mano se desliza sobre mi antebrazo, un remanente de su
arraigado entrenamiento, sin duda. Dios sabe que no siente la
compulsión de ser cortés conmigo.
—Ya conocí a algunos de ustedes cuando llegué esta mañana
—dice, iluminando la habitación con una cálida sonrisa—.
Como dije entonces, soy una mujer adulta. Si alguien me está
haciendo la vida difícil, yo me ocuparé de ellos.
No necesita hacer contacto visual para que me dé cuenta de
que me está hablando directamente a mí.
Si ella no fuera una molestia, realmente admiraría sus agallas.
Pavel está sentado en la silla frente a Piper. Sus ojos la
recorren y mi labio se tuerce con disgusto.
Debería haberle dado un uniforme. Como una sábana tamaño
grande o una tienda de campaña para dos personas.
En cambio, lleva un par de pantalones anchos que se ajustan a
su pequeña cintura. La blusa se pega a su sudor, así que puedo
distinguir el tirante de encaje del sostén que definitivamente
no estaba usando cuando la vi anoche.
Mientras mis hombres admiran a Piper, puedo sentir a mi
padre observándome.
No le dije que nadie vendría a vivir a la casa. Antes de pasar a
la entrada hace un momento, él no sabía que ella existía. Yo
jodidamente no le debo una explicación, pero él la pedirá.
Especialmente ahora que ella ha hablado públicamente.
Ahí va el asustarla hasta la sumisión.
—Espérame en mi oficina, Piper. —Me muevo frente a ella y
me dirijo a la habitación—. Mis hombres y yo tenemos una
situación con la que lidiar.
Ella no responde, pero no necesita hacerlo. Siento que se va.
Es como que el aire acondicionado se prenda en una
habitación sofocante. Finalmente, puedo inhalar.
Cuando se ha ido, me vuelvo hacia mis hombres una vez más.
—Fue en serio lo que dije. Los mataré a todos.
Hay una risa nerviosa, pero mi padre no se ríe. —Es por eso
que estamos aquí, Timofey —dice Sergey—. Te sientes
homicida últimamente. Escuché que asesinaste a un traficante
de armas albanés.
—Si quieres una disculpa, Otets, no la obtendrás.
—Me importa un carajo una disculpa y no me insultes
asumiendo que necesito una —ladra—. Tú sabes mejor que
nadie, no quiero disculpas. Quiero explicaciones.
—Todo está permitido con la justificación correcta —digo,
repitiendo como un loro algo que me enseñó hace años y años.
Cuando Sergey me acogió, pensé que no iba a ser mejor que la
serie de padres adoptivos decrépitos que había tenido antes.
Pretendían querer lo mejor para mí, pero estaban allí por el
cheque del estipendio. Cuando resulté ser demasiado problema
para el pago, me enviaron a empacar.
No tenía grandes esperanzas en Sergey como padre, incluso si
su mansión estaba muy lejos de las chozas a las que me
enviaron antes.
Pero los viejos hábitos mueren difícilmente.
Le di a Sergey lo peor, salí a escondidas de mi habitación,
llegué borracho a casa cuando salía el sol y robé dinero de su
oficina para financiarlo todo.
Cuando me atrapó robando, esperaba que arrojara mis escasas
pertenencias en una bolsa de basura y me enviara de regreso a
la oficina del SPI como lo habían hecho todos los demás.
En cambio, se quedó atrás y se cruzó de brazos. —¿Para qué
necesitas el dinero?
—Drogas —respondí, aunque solo iba a comprar una caja de
cerveza.
—¿Para qué son las drogas? —preguntó uniformemente.
—¿Para qué diablos crees que son?
Se encogió de hombros. —Si eres una gran pérdida de espacio
como quieres que crea que eres, entonces probablemente sean
para que te drogues durante una hora antes de que te
derrumbes ante la realidad de que tu vida no tiene sentido y
nadie se preocupa por ti.
Mucha gente me había dejado claro a lo largo de mi vida que
no les importaba un carajo. Pero nadie lo había dicho en voz
alta. Fue una experiencia nueva para mí. Me quedé sin
palabras.
—Pero —continuó Sergey—, si tienes aunque sea una onza de
potencial de utilidad, comprarás las drogas, le cobrarás de
más a algún chico rico de fraternidad y me pagarás con
intereses.
Lo miré fijamente, dudando en responder porque tenía que ser
algún tipo de trampa. —¿Prefieres que venda drogas a que las
use?
—Tienes dos opciones en esta vida, Timofey, puedes ser
masticado por la vida y escupido o puedes ser útil. Útil para
los demás y para ti mismo. Sólo tengo tiempo para un tipo de
persona. Dejaré que averigües cuál.
Sergey no tiene un código moral. Tiene un estándar. ¿Te has
hecho útil para mí?
O lo cumples o no lo cumples.
Hasta ahora en mi vida, lo he cumplido.
Me encuentro con sus ojos ahora. —El hombre me acusó de
hacer un trato injusto por el envío. Me faltó al respeto
abiertamente delante de sus hombres y los míos. Tú tampoco
lo habrías dejado pasar.
—Sin embargo, no tenías que matarlo.
Miro hacia la mesa. Pavel ya se ve incómodo. Lo conozco casi
desde que conozco a Sergey. Es mi hermano tanto como lo es
Akim, lo que significa que me dice las cosas como son. Es por
eso que es teniente, incluso si es molesto.
—No, no tenía que hacerlo —concuerdo—. Podría haberlo
amenazado. De nuevo. Quizás haberle dado otra advertencia a
los líderes albaneses. No hay nada tan aterrador como un tirón
de orejas.
Pavel levanta las manos y se inclina hacia atrás, saliendo de
esta discusión.
Pero Rodion aprovecha para inclinarse hacia adelante. —Hay
un término medio entre una amenaza y una bala entre los ojos,
Timofey. Un tiro en la rodilla podría haber funcionado para
traerlo de vuelta a su lugar.
—Excelente idea. Ponte de pie y vamos a intentarlo.
Su ceño se frunce. —No me compares con un albanés.
—No lo haría. Y no lo hago —explico—. Porque cuando te
paraste frente a la trabajadora del SPI asignada al caso de
Benjamín y casi le dijiste lo que significan los tatuajes en la
parte interna de tu brazo, no te maté como debería haberlo
hecho.
La mandíbula de Rodion rechina. Sus ojos miran
nerviosamente en dirección a mi padre, esperando ver qué
piensa sobre esta revelación.
No necesito darme la vuelta y ver. La única opinión que me
importa es la mía. Rodion se ha pasado de la raya
últimamente, desde todo lo que pasó con Emily. Ya es hora de
controlarlo.
Continúo, caminando de un lado a otro mientras hablo. —
Confío en que tienes el buen sentido y la lealtad para
respetarme. Respetar mi autoridad. No tengo la misma
confianza en los albaneses.
—No es tanto lo que hiciste —interrumpe Sergey—. Es a
quién lo hiciste.
—El hombre era un don nadie. Ni siquiera lo había visto antes.
—Él no. Arber.
Yo suspiro. Incluso el nombre del niño Xhuvani es suficiente
para evocar una respuesta en mí. Era una comadreja sin agallas
cuando era niño y es un idiota que cree que tiene privilegios
como adulto.
—Si Arber no quiere que sus hombres terminen muertos, debe
asegurarse de controlarlos —digo—. Su falta de respeto hacia
él los volvió demasiado atrevidos al hablar conmigo. Eso es
culpa de él.
—Puede que Kreshnik no lo vea de esa manera —sugiere
Rodion.
Me doy la vuelta y le dedico una mirada no muy alentadora.
—Entonces haremos que lo vea de esa manera. Conoce a su
hijo mejor que nadie. Sabe que Arber no está equipado para
liderar. Es por eso que le ha llevado tanto tiempo entregar el
control.
—Tienes razón. Kreshnik sabe que Arber es un problema. Eso
no significa que tomará un ataque como este sin preocuparse.
—Entonces hablaré con él.
Sergey arquea una ceja. —¿Tú hablarás con él?
—Me pediste que no te insulte, así que te pediré que no me
insultes —le digo—. No soy tonto. He sido el intermediario
entre tú y Kreshnik desde antes de que pudiera afeitarme. Sé
cómo manejar al hijo de puta.
Me mira por un largo momento y luego agita una mano en el
aire, terminando la reunión con un movimiento de su muñeca.
La habitación se vacía, pero yo no me muevo. Sé que tiene
más que decirme. Puedo verlo en el movimiento de su
mandíbula.
Cuando la habitación está vacía, se recuesta en su silla y
sonríe. —Entonces… ¿Quién es la chica?
Arrugo la frente. —Pensé que estábamos aquí para hablar
sobre el clan Xhuvani.
—El hombre que mataste era un don nadie, y ahora es un don
nadie muerto. Está hecho. Quiero hablar sobre por qué has
traído a una mujer así a tu casa.
—Benjamín necesita eso. Una influencia materna.
Su ceja se levanta. Sé que él no cree ni una palabra de lo que
estoy diciendo. Eso no importa. No tiene que hacerlo. No
necesito su aprobación.
—Piper no será un problema —le aseguro—. Ni siquiera
sabrás que ella está aquí.
—No me preocupa si yo la veré. Me preocupa si tú lo harás —
corrige—. Nadie te culparía por perder el enfoque. Es una
chica hermosa.
Me tenso ante su apreciación casual de Piper. —Ella está aquí
por el bien de Benjamín. Nada más.
—Ah, Benjamín —reflexiona Sergey—. Otra distracción en sí
mismo.
—¿Crees que criar a otro heredero de tu imperio es una
distracción? Podría dejarle todo a Rodion en mi testamento, si
lo prefieres.
Sergey casi se ahoga con la risa. —Él estará feliz de saber que
tú crees que él vivirá más tiempo que tú.
—¿Tú crees que lo hará?
Sacude la cabeza, todavía riéndose. —Conoces a Rodion tan
bien como yo. —Él tamborilea con los dedos sobre la mesa—.
También te conozco mejor de lo que te gustaría pensar. Puedo
ver la forma en que miras a esa chica, Timofey.
Siento como un muro sube alrededor de mi pecho. El muro
que he usado desde que era un niño. El muro que mantiene a
todos a distancia, protegiendo las partes blandas de mí mismo
de las que parece que no puedo deshacerme por completo.
—No tiene nada que ver con ella. Se trata del niño.
—Tú dices eso —él concuerda con tristeza—. Incluso hasta
podrías creerlo. Pero he estado donde tú estás ahora. Conocí a
una chica hace décadas y me enamoré de ella. Lo que sea que
me dijera a mí mismo cuando todo comenzó se esfumó
rápidamente. Al principio, solo lo hacía por diversión, hasta el
final, juré que ella sería la que me ayudaría a construir mi
imperio.
Mantengo mi rostro cuidadosamente compuesto. Esta es una
historia de mentira, estoy seguro; Sergey está lleno de ellas.
Fábulas inventadas para probar algún punto esotérico que no
podría importarme menos. Estoy impaciente por saltar al final.
—¿Y entonces qué?
—Ella me engañó como el tonto que era —concluye—. No se
preocupaba por mí; quería mi dinero. Cuando estaba lejos de
ella, asegurando nuestro futuro, ella se estaba follando a mi
hermano.
—No sabía que tenías un hermano.
Se encuentra con mi mirada. —No. Ya no.
No necesito preguntarle qué significa eso. Sergey puede estar
molesto porque maté a un albanés, pero sus manos están lejos
de estar limpias.
¿De dónde cree que lo aprendí?
—Piper no es igual que… quienquiera que haya sido esa
mujer.
—Puede que la historia no se repita, pero rima —dice—. Solo
la conozco desde hace unos minutos, pero Piper es hermosa y
astuta. Te va a hacer la vida difícil, Timo. Puede que no seas
mi hijo biológico, pero igual eres mío. ¿Una mujer con tanto
fuego y vida? Te vas a enamorar. Te atraerá y perderás de vista
todo lo demás. Incluso Benjamín.
—No tienes que preocuparte por mí —le digo—. Ella solo está
aquí porque es útil. Tan pronto como no lo sea, se irá.
Lo mismo pasará conmigo, ¿No, Papá?
Esa es su verdadera preocupación aquí. Si estoy ocupado con
ella, no podré seguir construyendo el imperio que me ha
asignado. Ya no le seré útil.
Y eso es lo único que siempre ha importado.
La única razón por la que estoy frente a él hoy, un ejército de
hombres a mi entera disposición, es porque vio potencial en
mí. La vida que tengo, se la debo a Sergey. Estoy agradecido
por eso, a pesar de lo que él parece pensar.
Estoy jodidamente seguro de que no lo tiraré por Piper Quinn.
17
TIMOFEY

Salgo de la sala de reuniones para ver qué tan bien Piper puede
seguir las instrucciones. Se supone que debe estar
esperándome en mi oficina, pero no me sorprendería si se ha
topado con alguna calamidad u otra en los diez minutos que ha
estado fuera de vista.
Estoy casi en mi oficina cuando Fyodor se apresura a doblar
una esquina y me hace señas. —Tiene un invitado, Sr.
Viktorov.
—Demonios, lo sabía. Le dije a Piper que esperara en mi
oficina. Puedo lidiar con ella ahora…
—No la Srta. Quinn —interrumpe Fyodor—. Otro invitado.
Alguien a quien le gustaría permanecer… discreto.
Fyodor me fija con una mirada significativa, y entiendo al
instante. —¿Dónde?
—La entrada sur. Las cámaras están en bucle.
Me doy la vuelta por donde vine y me alejo de mi oficina. Por
todo el tiempo que Piper ya me ha robado, puede esperar unos
minutos más. Esto es importante.
Tal como dijo Fyodor, veo una figura encapuchada parada
afuera de la puerta de la entrada sur. Abro la puerta y la figura
entra, con la cabeza baja.
—¿Estás solo? —murmura.
—¿Ves a alguien más conmigo, idiota?
El detective Rooney levanta la cara y mira alrededor de la
alcoba en la parte trasera de la casa. —Tengo que ser
demasiado cuidadoso. Estoy arriesgando mucho incluso solo
estando aquí.
—Te estoy pagando bien por ello —le recuerdo—. ¿De qué se
trata esto?
Su bigote canoso se retuerce de irritación. —Un cuerpo
apareció cerca de los muelles esta mañana. Albanés. Un
disparo en el ojo.
Mi expresión no cambia. —¿Y?
—¡Y sé que fuiste tú, Timofey! —sisea—. Quienquiera que
arrojó el cuerpo no hizo nada para disfrazar a la persona, y sé
que te reuniste con los albaneses anoche.
Asiento con la cabeza. —Gracias por mantener a las patrullas
alejadas del almacén.
Rooney se pasa una mano por la cara. Sus ojos debajo son
holgados y grises. Un hombre más amable se sentiría mal por
él, no solo es un detective de homicidios en una ciudad grande
y violenta, sino que también es corrupto.
Yo no siento ni una maldita cosa.
—Gracias por la advertencia —se queja, sarcasmo en su voz
—. Podría haber preparado algo si hubiera sabido que esto
vendría. Pero ni siquiera fui yo quien encontró el cuerpo.
Cruzo los brazos sobre mi pecho. —No fue exactamente
planeado.
—Podrías haber llamado después de que sucediera.
—Estaba un poco ocupado limpiando la sangre. —El recuerdo
de los ojos de Piper desorbitados al ver la sangre debajo de mi
barbilla me atraviesa como una ola fría. Hago una mueca. Un
descuido estúpido, eso es todo lo que fue. Eso es todo lo que
necesita ser.
Rooney se recuesta contra la pared y niega con la cabeza. —
He hecho todo lo que puedo, pero no sé si puedo callar esto.
Especialmente con Kreshnik involucrado.
—Kreshnik no dirá una mierda. Esto tampoco se verá bien
para él.
—Puede que no presente cargos, pero este hombre está
vinculado a su empresa. Está incluido en el directorio de
empleados, por lo que este no es un encubrimiento fácil de
pandilleros.
—Lástima. —Me encojo de hombros—. Él no lo mencionó.
—Probablemente porque estaba demasiado ocupado mirando
tu arma a la cara.
Niego con la cabeza. —No. Apenas tuvo tiempo de procesar
eso. No me gusta jugar con mi comida antes de comerla.
Rooney arruga la nariz. —No sé cómo lo haces.
—¿Cuál parte?
—Matar gente —dice—. Y luego caminar por ahí como,
como… como si nada. Como si todo está bien.
Si está buscando una respuesta introspectiva, no la encontrará
aquí. No sé si me lo han inculcado o si estaba codificado en
mis células desde el principio. Todo lo que sé es que mato
según lo que sea necesario.
Y cuando llega la noche, duermo como un maldito bebé.
—Probablemente de la misma manera en que miras a tus
hermanos vestidos de azul a los ojos después de arreglar la
escena del crimen para hacerme parecer inocente.
La cara de Rooney se sonroja, pero todavía no suelto el
acelerador.
—O la manera en que regresas a casa después de un largo día
de trabajo y besas a tu esposa en la mejilla —continúo—. El
dinero extra que transfiero a tu cuenta bancaria hace un gran
trabajo al acallar esa vocecita en la parte de atrás de tu cabeza
que te dice que eres una persona terrible.
—No soy una mala persona —espeta Rooney.
—Por supuesto que no —lo condesciendo—. Eres un hombre
que se tomó unas vacaciones tropicales de un mes el año
pasado con los salarios de una maestra de jardín de infantes y
un oficial de policía.
—Ni siquiera sé por qué acepté ayudarte en primer lugar —
murmura—. Eres un idiota.
—Aquí tenemos una relación simbiótica, detective. Si uno de
nosotros deja de hacer su parte, todo se derrumba.
Rooney me mira. —¿Entonces… qué hago?
—Termina con esta historia y mantén a la policía lejos de mí.
Lo mismo de siempre.
Él asiente. —Vale. Por un precio.
Dejo escapar una exhalación gruñona y flexiono mis puños a
mis costados. El chasquido de mis nudillos es la única
respuesta necesaria para recordarle a Rooney quién dicta las
reglas aquí.
—No fue mi intención… eres confiable. Un hombre de tu
palabra. Eso es todo lo que estoy diciendo. —Rooney mira
hacia otro lado con nerviosismo, y veo el momento en que sus
ojos se fijan en algo por encima de mi hombro.
Frunce el ceño, sus cejas se unen. Luego sus ojos se abren
como platos. —¿Qué diablos… quién es ella?
Antes de darme la vuelta, ya lo sé.
Solo una persona bajo mi techo sería lo suficientemente
estúpida como para escuchar esta conversación.
18
PIPER
QUINCE MINUTOS ANTES

La oficina de Timofey no es tan intimidante sin él sentado


detrás del escritorio.
La silla del escritorio es cálida, de cuero gastado y enorme
como el trono de un emperador. Puedo ver la huella de sus
anchos hombros en el respaldo y un desgaste similar en el
asiento en el que hago todo lo posible en no pensar. Sin
embargo, es un desafío.
El hombre es un idiota.
Pero tiene un culo increíble.
—La tentación tiene que tener algo de chispa —solía decir mi
abuela—. De lo contrario, no sería tentador.
Timofey Viktorov definitivamente califica como tentador. —O
tal vez está brillando con la sangre de otras personas —
murmuro para mí misma.
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, reviso los
rincones de la habitación en busca de cámaras o cualquier
dispositivo de grabación obvio. No veo nada.
Lo cual supongo que tiene sentido. Sea cual sea el negocio que
Timofey esté llevando a cabo aquí, probablemente no quiera
que quede constancia de ello.
Por otra parte, no me extrañaría que mantuviera algunos
archivos personales y secretos. La forma más fácil de controlar
a las personas es conociendo sus secretos. ¿Qué mejor manera
de conocerlos que atraparlos cuando creen que están solos?
Aprieto mis labios cerrados, prometiéndome a mí misma en
silencio que controlaré mi lengua. Timofey tiene suficiente
para usar en mi contra sin que yo ofrezca más.
Camino alrededor de su escritorio y me dejo caer en la silla.
Mis piernas cuelgan un par de pulgadas del suelo. Meto la
mano debajo del asiento y ajusto la altura para que se adapte a
mí, más que todo para molestarlo. Cuando Timofey se siente
más tarde y sus rodillas golpeen su pecho, pensará en mí.
Una pequeña emoción se mueve a través de mi pecho ante ese
pensamiento. No es que me importe lo que piense de mí. O
cómo piensa en mí. O cuando piensa en mí.
—Dios —gimo, dejando caer mi rostro entre mis manos—.
¿Cómo voy a sobrevivir aquí?
Hice lo mejor que pude para defenderme en la reunión con
todos los hombres de Timofey evaluándome, pero en el
momento en que salí al pasillo, quería colapsar. Me tomó todo
lo que tenía para volver a esta oficina y cerrar la puerta.
Toda mi infancia estuve buscando amenazas entrantes y luego
derribándolas o evitándolas antes de que pudieran eliminarme.
Me tomó años dejar de evaluar cada situación en busca de
signos de peligro, dejar de asumir lo peor de las personas.
Cuarenta y ocho horas con Timofey y he vuelto a mis instintos
más básicos basados en el trauma.
Otros cuarenta y ocho, y podría estar en posición fetal en el
suelo.
O muerta.
Niego con la cabeza. —No. No, no lo estarás. Estarás bien.
Vas a… —Miro por encima de su escritorio en busca de algo.
Un arma o garantía o una palanca secreta para abrir un túnel
de escape subterráneo.
Incluso si tuviera una bazuca, no creo que pudiera enfrentar a
Timofey en una pelea física. ¿Y a dónde escaparía? Mi
apartamento está comprometido, él ya entró en casa de Ashley
y estoy segura de que sabe dónde viven Noelle y mi abuela.
No hay adónde ir.
—Así que tengo que quedarme aquí y luchar de la única forma
que puedo. —Aparto la silla del escritorio y empiezo a abrir
cajones.
Tal vez sea una mala idea combatir el fuego con fuego, pero
nunca he escuchado ningún adagio sobre combatir el chantaje
con chantaje. Eso no puede salir mal, ¿Verdad?
Pero los cajones de Timofey son sorprendentemente aburridos.
Principalmente suministros de oficina y hojas llenas de
números que Wayne, el contador forense, podría entender,
pero que para mí es un lenguaje de otro mundo.
Cuando los cajones resultan ser un fracaso, me cambio a la
estantería. Los pocos libros que hay están en ruso, así que me
entretengo fingiendo que son todos sobre temas de autoayuda.
«Cómo Hacer Amigos: Consejos para Idiotas Agresivos». Me
río y señalo otro libro. Superando Tu Micropene».
Estoy siendo infantil. Puedo admitir eso.
No significa que no sea divertido.
Hay un pisapapeles de cristal y una lámpara de escritorio
dorada con una pantalla de vidrio verde, pero todas son
decoraciones comerciales impersonales. Como si Timofey
contrató a una decoradora de interiores y le dio las
instrucciones, «Asegúrate de que la gente sepa que soy rico».
Como si la mansión no fuera suficiente pista.
Trepo vacilante a la delgada repisa debajo de los estantes,
poniéndome de puntitas para ver hasta el estante más alto.
Probablemente no tenga sentido, pero no tiene sentido dejar
una piedra sin remover. Si tengo que estar atrapada en esta
oficina esperándolo, también podría aprovechar el tiempo.
Es más de lo mismo. Libros polvorientos, un difusor de
aromas que solo puedo suponer que está cargado con el aroma
del cuero, billetes nuevos de cien dólares, almizcle de hombre
y una caja de puros dorada. Alcanzo la caja y la volteo,
esperando que se derramen cigarros cubanos de contrabando o
los dedos de sus enemigos.
En cambio, un relicario de oro cae sobre el estante.
—Que Dios no permita que use joyas. —Agarro el collar y
bajo al suelo—. Ni siquiera puede dejar que nadie vea que
tiene un collar. Podrían quitarle su tarjeta de hombre.
Pongo los ojos en blanco y abro el relicario. Espero que esté
vacío, como su corazón.
Pero me congelo cuando me doy cuenta de que hay una foto
dentro.
Una diminuta imagen en color de un joven Timofey me mira
fijamente. Su cabello es más corto, cortado cerca de su cabeza,
y no veo ningún tatuaje en sus brazos expuestos. Todo en él es
más delgado, más joven, menos marcado. No puede tener más
de veinte años.
Sin embargo, más que cualquier otra cosa, noto a la mujer a su
lado.
Tiene el pelo rubio y espeso que se riza alrededor de los
hombros y una amplia sonrisa de labios rojos. Ella es
maravillosa.
Celos que no tengo derecho a sentir se anudan en mi
estómago. Cierro el relicario y se voltea en mi mano,
revelando un grabado que no había notado antes.
Para Emily.
Las posibilidades se disparan en mi cerebro una tras otra.
Emily podría ser una amiga, pero ¿Qué tipo de hombre compra
un relicario para su amiga (extremadamente atractiva y
definitivamente mujer)?
Probablemente sea una novia. Una ex, o…
Dios, ¿Hay alguna posibilidad de que todavía estén saliendo?
¿Hay alguna posibilidad de que estén casados?
—No he hecho nada malo —digo en voz alta, respondiendo
desde la cornisa emocional a la que siento que me estoy
acercando—. Él apareció en mi habitación en medio de la
noche. Soy una víctima.
Vale, entonces ¿por qué de repente me encuentro deseando que
él no haya visto a Emily desde que se tomó esta foto?
Mi decisión es rápida. Antes de que Timofey pueda entrar y
atraparme husmeando, saco mi teléfono y le envío un mensaje
de texto a Noelle.
Petición extraña. Usa tus talentos de Google y averigua si
Timofey Viktorov tiene alguna conexión con una mujer
rubia llamada Emily.
Noelle puede estar saliendo con un agente del FBI, pero ella es
la que tiene las habilidades de un súper detective. La mujer
puede encontrar secretos sobre cualquier persona usando nada
más que su teclado y un buscador en internet.
Sin embargo, ahora mismo está en el trabajo. Como sigue las
reglas, probablemente no verá mi mensaje de texto hasta la
hora del almuerzo.
Guardo el relicario donde lo encontré y estoy a punto de
dejarme caer en la silla del escritorio de Timofey a esperar
cuando escucho su voz en el pasillo.
Dice mi nombre, pero nada más está claro. Me arrastro hacia
la puerta.
—No la Srta. Quinn —dice su mayordomo. Creo que se llama
Fyodor, pero he conocido a demasiadas personas para llevar la
cuenta—. Otro invitado. Alguien a quien le gustaría
permanecer… discreto.
¿Un invitado al que le gustaría permanecer discreto? ¿Qué
significa eso?
Timofey no pregunta. —¿Dónde?
—La entrada sur. Las cámaras están en bucle.
Mis ojos se abren. Sabía que tenía que tener cámaras en alguna
parte. Pero sea quien sea con quien esté a punto de hablar, él ni
siquiera quiere su propia grabación personal de esa
conversación.
Eso significa que tiene que ser algo serio.
Algo serio, como algo que podría usar para salir de aquí y
asegurarme de que el niño bajo su cuidado también salga.
Las voces se han ido, pero espero unos segundos más antes de
abrir la puerta.
El pasillo está vacío. Abro la puerta por completo y asomo la
cabeza, justo a tiempo para ver a Timofey doblar una esquina
y desaparecer.
Sin detenerme a pensarlo bien, salgo de su oficina y lo sigo.
Tal vez si camino con la frente en alto, nadie notará que estoy
deambulando sin permiso. Timofey les dijo a todos que se
mantuvieran fuera de mi camino, después de todo. Si alguien
me detiene, les diré que estoy haciendo un recado para
Benjamín.
En cierto modo, lo estoy. Si puedo usar algo serio en contra de
Timofey, podría ser la clave para sacarnos a mí y a Benjamín
de aquí.
Esto es para él.
Doblo la esquina y me deslizo por otro pasillo. Se siente como
vagar por un laberinto. Nunca he estado en una casa tan
grande. Si Timofey no me da un recorrido adecuado, es
probable que me pierda.
Me estoy acercando al final del pasillo cuando escucho de
nuevo la voz de Timofey. Me congelo y presiono mi cuerpo
contra la pared.
No puedo ver con quién está hablando y están susurrando tan
bajo que es difícil distinguir las palabras. Con pasos pequeños
y deslizantes, me acerco sigilosamente a la intersección del
pasillo, con la esperanza de tener suerte y sus voces se
escucharán.
Escucho algo acerca de un cuerpo, y mi corazón se contrae.
¿Tiene eso algo que ver con la sangre que vi en el cuello de
Timofey? ¿Mató a alguien?
Mi corazón está descontrolándose. Suelto un suspiro
silencioso para tratar de mantener la calma. No aprenderé nada
si caigo en pánico.
Respira, chica. Enfócate. Esto es para él.
Me inclino más cerca con los ojos cerrados como si eso
pudiera ayudarme a captar mejor sus palabras. Extrañamente,
funciona.
—No sé cómo lo haces —dice una voz desconocida—. Matar
gente.
Me trago un grito ahogado y me muerdo el labio inferior con
tanta fuerza que espero que se parta. Timofey mata gente. Es
un asesino. Lo sabía y, sin embargo, de alguna manera, todavía
estoy sorprendida. Eso podría hacerme tonta. Por lo menos,
me hace una imbécil.
—Probablemente de la misma manera en que miras a tus
hermanos vestidos de azul a los ojos después de arreglar la
escena del crimen para hacerme parecer inocente —responde
Timofey.
Está hablando con un oficial de policía en este momento. Un
oficial que claramente trabaja para él.
Eso es corrupción. O soborno. Probablemente ambos. Como
sea que se llame, ambos podrían ir a prisión por un largo
tiempo si se denuncia. Es exactamente el tipo de información
que necesito.
Solo necesito saber el nombre del hombre.
Los hombres siguen hablando. Me acerco más y más a la
esquina de la pared.
Un vistazo. Eso es todo lo que necesito. Un vistazo a la
insignia del oficial o su rostro o algo que al menos podría
ayudarme a identificarlo en una rueda de identificación. Solo
necesito una buena mirada y luego volveré corriendo a la
oficina de Timofey y fingiré que esto nunca sucedió.
Sus voces son tensas, una discusión hierve a fuego lento entre
ellos, y parece ser la mejor oportunidad que voy a tener.
Asomo la cabeza lentamente y me fijo en la escena.
Timofey está parado de espaldas a mí, frente a un hombre
vestido completamente de negro. El policía está en forma y
corpulento, aunque no es nada comparado con Timofey. Lleva
una sudadera con capucha, cerrada hasta el cuello. Si lleva una
placa, no puedo verla.
Pero puedo ver su rostro.
Lo catalogo, imaginando describir a este hombre exacto a un
dibujante más tarde. Cabeza cuadrada. Sin barbilla notable.
Ojos pequeños y oscuros…
Ojos que aterrizan justo en mí.
—¿Qué diablos… quién es ella? —el hombre balbucea.
Mi corazón salta a mi garganta. Retrocedo lo más rápido que
puedo, pero no importa. Ya sé que es demasiado tarde.
19
PIPER

Empiezo a correr por el pasillo. Tal vez ocurra un milagro y


pueda dejar atrás a Timofey. Bajo la cabeza, lista para darle
todo lo que tengo a ese inverosímil plan de escape… cuando
escucho un llanto.
El llanto de un bebé.
Sin pensar, me lanzo a través del pasillo hacia la puerta más
cercana y la abro. El llanto llena el pasillo y me meto en la
habitación oscura.
Hay una cuna en el centro de la habitación, y en el centro de
esa cuna hay un bulto que se retuerce.
—Estaba buscando a Benjamín —murmuro, tratando de
practicar mi coartada en los pocos segundos que me quedan
antes de que Timofey me encuentre—. Estaba buscando su
habitación y la encontré. No escuché nada. Estaba buscando a
Benjamín.
Él no me hará daño con un bebé en mis brazos, ¿Verdad?
No me encanta la idea de usar al niño al que me enviaron a
proteger como un escudo humano, pero supongo que
descubriré qué tan serio era que Benjamín era su principal
prioridad.
Saco al pequeño bebé de la cuna y lo acuno contra mi pecho.
Sus mejillas son rosadas y redondas y claramente tiene unos
pulmones maravillosos porque está gritando tan fuerte que no
escucho los pasos de Timofey en el pasillo hasta que están
encima de mí.
Un minuto, estoy sola con Benjamín, al siguiente, Timofey
está parado en la entrada.
—¿Qué estás haciendo aquí? —gruñe.
Me doy la vuelta, tratando de parecer tranquila, pero siento
que mi corazón se va a salir de mi pecho. Mi ansiedad no está
haciendo nada para calmar al bebé. Benjamín llora aún más
fuerte.
—Mi trabajo. Soy la niñera, ¿Verdad?
Sus ojos azul eléctrico se estrechan. —No me mientas.
—Soy tan honesta contigo como tú lo eres conmigo.
—No eres ni la mitad de astuta de lo que crees.
—¿Quién estaba siendo astuta? —pregunto—. Estaba diciendo
la verdad.
Benjamín todavía está llorando, pero con la forma en que
Timofey me mira, la habitación se siente en silencio. Cada
segundo se estira y se deforma, y no tengo idea si voy a
salirme con la mía o no.
De repente, da un paso adelante. —Dame al niño.
Aprieto mis brazos alrededor del bebé, y sé que estoy acabada.
Timofey también lo sabe.
—Piper —gruñe—, dámelo.
—Quítate de la puerta primero.
Envuelvo mis brazos alrededor del niño que llora como si
fuera mi salvavidas. Ahora mismo, lo es. El oficial de policía
en el pasillo no me disparará si estoy sosteniendo a Benjamín.
Timofey no me derribará.
Tal vez, de alguna manera, pueda llegar a la puerta principal y
salir.
¿A tu bicicleta? Genial plan, Piper. Realmente de primera
categoría.
Demonios, me gustaría tener un coche. Desearía poder superar
el miedo que es literalmente la menor de mis preocupaciones
en este momento y viajar en uno.
Pero incluso con Benjamín en mis brazos y Timofey
bloqueando la entrada, puedo sentir mi claustrofobia
envolviéndome como una anaconda. Aprieta, recordándome
que estoy arrinconada, susurrando que no hay salida.
Timofey se acerca hasta que bloquea la vista de la puerta. —
No irás a ninguna parte.
—No puedes mantenerme aquí. La gente notará que estoy
desaparecida.
Inclina la cabeza hacia un lado. —Crees que te voy a lastimar.
—¡Lo has hecho antes! Me dijiste justo antes de tu reunión
que tú mismo me matarías. Por supuesto que creo que me vas
a hacer daño.
Palmeo la suave espalda de Benjamín. Su labio inferior
tiembla con cada llanto. Probablemente tenga hambre y
necesite un cambio de pañal. Mis ansias se desbordan por
cuidarlo. Quiero ayudarlo.
Pero alejarlo de Timofey Viktorov es la mejor ayuda que
podría brindarle.
—¿Por qué te haría daño?
Timofey hace la pregunta de una manera que me hace dudar
de mí misma. Como si fuera ridículo que le tenga miedo.
Como si no tuviera todas las razones del mundo para correr
gritando por la mera mención de su nombre.
Luego su expresión se desvanece. Cada emoción se drena de
su rostro entre un parpadeo y el siguiente. —¿Porque crees que
vale la pena matarte?
Niego con la cabeza. —Por nada. No sé. Eres un criminal, eso
es todo lo que sé. Pero todo el mundo lo sabe.
—Tú no sabías eso —dice—. No antes de que entraras a mi
casa hace dos días.
Lo que no daría por volver a ese momento, alejarme de la
puerta principal de Timofey y nunca ir a esa reunión. Dios, las
cosas serían diferentes.
Por otra parte, ¿Quién ayudaría a Benjamín si hiciera eso?
Sentí una obligación con Benjamín desde el momento en que
supe de él. Ahora que lo sostengo contra mí, sintiendo su
pequeño pecho inhalar y exhalar, no hay forma de que pueda
dejarlo atrás. Me está marcando con cada llanto e hipo. Estoy
perdida, en todos los sentidos que importan.
Pero que así sea. Está indefenso y no lo dejaré atrás.
No de la forma en que tanta gente me hizo exactamente eso.
—Quítate de mi camino —siseo al bastardo que tiene la
intención de arruinar mi vida—. Déjanos ir. Tu no quieres
cuidar ni hacerte cargo de un bebé.
—No me digas lo que quiero. No te iras de aquí con o sin
Benjamín.
—¿Qué quieres con un bebé de todos modos? ¿De quién es
este bebé? —le pregunto—. Dijiste que lo dejaron en tu
porche. ¿Por qué te preocupas tanto por un bebé que ni
siquiera conoces?
—Podría hacerte la misma pregunta. Me dice mirando me
directamente a los ojos.
—Y te respondería, porque soy un ser humano con un corazón
que funciona. Porque no quiero ver a un niño abandonado en
un entorno inseguro si puedo hacer algo al respecto —
respondo—. Estoy segura de que no puedes identificarte con
eso.
—Tienes razón. —Timofey asiente solemnemente—. No
tengo corazón. Soy frío y calculador. De hecho, me quedare
con Benjamín para un ritual de sacrificio para más tarde. Los
tratos regulares con el diablo son la forma en que mantengo mi
cutis color durazno y crema.
Está bromeando, lo sé, pero aun así aprieto a Benjamín con
más fuerza. —Lo triste es que no sé si estás bromeando.
Timofey resopla. —Entonces tal vez realmente sí que eres
estúpida.
—O tal vez eres un asesino a sangre fría y eres capaz de
cualquier cosa —respondo—. Lo verdaderamente estúpido
sería que yo te subestimara.
—Así que supongo que eso responde a la pregunta de si
estabas escuchando a escondidas o no. —Exhala y niega con la
cabeza—. Te di una instrucción tan simple y clara. Espera en
mi oficina. Eso es todo lo que tenías que hacer. En cambio,
tenías que seguirme y joderlo todo.
Mi presión arterial se está disparando, mi corazón está
bombeando a través de mi cuerpo a un ritmo increíble. Puedo
escuchar los latidos de mi corazón, el incesante retumbar
como tambores de guerra.
—¿Qué me vas a hacer? —susurro, aunque no quiero saber la
respuesta. Tal vez es mejor no saber.
—Eso depende. ¿Me vas a entregar a Benjamín?
Me avergüenza admitir que lo considero por un segundo,
entregar a este bebé indefenso para salvar mi propio pellejo.
Cambiando su pequeña vida por la mía.
Pero nunca me perdonaría si hiciera eso.
Prefiero morir con dignidad que vivir con arrepentimiento.
—No —digo con firmeza—. No lo haré. Voy a hacer todo lo
posible para alejarlo de ti o moriré en el intento. Eres un
criminal y la peor opción posible para cuidar a un niño.
Timofey presiona una mano contra su pecho y finge que tiene
sentimientos que podría herir. —Entonces no me dejas otra
opción.
Da otro paso más cerca de mí, agravando mi claustrofobia y
haciéndome sentir como un animal enjaulado.
Observo mis posibles rutas de escape, pero no hay ninguna.
Timofey está bloqueando la entrada y no puedo salir por una
ventana con un bebé en mis brazos. No antes de que Timofey
pueda detenerme, de todos modos.
—¡Detente! —ruego, retrocediendo hasta que me estrello
contra los barrotes de la cuna—. No lastimes a Benjamín. Sólo
déjanos ir. No le diré nada a nadie. Me iré y no volverás a
saber de nosotros.
Timofey no dice nada mientras se eleva sobre mí. Acuno la
cabeza de Benjamín con dedos temblorosos y cierro los ojos,
lista para aceptar lo que venga a continuación.
Pase lo que pase, espero que sea rápido.
Luego, Timofey gira la cabeza hacia un lado y grita—
¡Rooney!
Benjamín se sobresalta y empieza a llorar de nuevo. El hombre
que vi antes aparece en la puerta. Esta vez, su capucha está
levantada, su rostro envuelto en oscuridad.
—¿Qué? —gruñe irritado.
—Quítate la capucha, idiota —espeta Timofey—. Ella ya te
vio.
—Tú no sabes eso. Le responde.
—Sí lo sé —dice—. No importa, de todos modos. Piper no se
lo dirá a nadie. ¿Verdad, querida?
—No me llames querida.
Él sonríe. —Ella va a aprender su lección. Si no lo hace, las
personas que le importan tendrán que aprenderla por ella.
¿Se refiere a Benjamín?
¿Ashley? ¿Noelle? ¿Mi abuela?
¿Importa siquiera a quién se refiere? Timofey está dispuesto a
lastimar a la gente. A quién le hace daño no ocupa un lugar
destacado en su lista de preocupaciones.
El oficial Rooney se baja la capucha, revelando una boca
preocupada doblada hacia abajo en las comisuras. —¿Qué
quieres que haga?
En respuesta, Timofey se acerca y agarra a Benjamín. Intento
aguantar, pero Timofey niega con la cabeza. —No ganarás
esto, Piper. Jala demasiado fuerte y se romperá.
Sé que tiene razón. También sé que no se rendirá.
Así que, a regañadientes, suelto a Benjamín.
Timofey sostiene al bebé con naturalidad, como si lo hubiera
hecho un millón de veces antes. Es extraño lo natural que se ve
con un niño en sus brazos.
Luego retrocede y señala con la barbilla en mi dirección. —
Vale, Rooney. Adelante.
Retrocedo, pero Rooney no se mueve. —¿Adelante con qué?
—él pregunta.
Timofey arde. —Arréstala.
20
TIMOFEY

—Estás bromeando —resopla Piper.


Mira de mí a Rooney y viceversa como si estuviera esperando
que uno de los dos vaya a ceder y revelar que todo esto ha sido
una especie de broma pesada. Hasta Rooney está inmóvil en la
puerta, esperando… En realidad, no estoy seguro qué.
—¿Qué diablos estás esperando? —le pregunto a Rooney.
—Él está esperando que tu orden tenga sentido —interrumpe
Piper—. Me contrataste para ser la niñera de Benjamín. Estar
en su habitación no es un secuestro, o cualquier otra acusación
de mierda que estés inventando en tu cabeza.
—Qué gracioso, me parece recordar que dijiste que harías
«cualquier cosa posible» para sacarlo de mi casa. No soy
abogado, pero eso me suena sospechoso.
—¡Estuviste aquí todo el tiempo! —ella protesta.
Doy un paso atrás, sosteniendo a Benjamín sobre mi hombro y
palmeando su espalda. Su llanto se ha detenido. El silencio
desciende en la habitación.
La conmoción es evidente en el rostro de Piper. Tengo que
reprimir mi propia sonrisa de victoria. —Y gracias a Dios que
lo estaba —digo solemnemente—. ¿Quién sabe qué habría
pasado de otra manera?
—¡Deja de hacer eso!
—¿Hacer qué?
—¡Eso! —Ella hace círculos con su dedo en mi cara, sus
labios carnosos apretados en un corte frustrado—. Actuando
como si fueras la víctima aquí. Ese oficial de policía y yo
sabemos quién eres en realidad. Dejar de fingir.
Cruzo la distancia entre nosotros en un solo paso. Piper se
sacude hacia atrás con un grito ahogado, y me elevo sobre ella,
con los ojos emanando ira.
—Vale. Dejaré de fingir —gruño—. Te niegas a aceptar tu
papel en este pequeño drama. Tu trabajo es hacer lo que yo
digo. Eso es todo. Puedes pensar que soy el villano, Piper, e
incluso podrías tener razón. Pero eso no te convierte en el
héroe.
Ese pequeño golpe podría herirla más que cualquier otra cosa
que le haya dicho. Furiosas manchas rojas colorean sus
mejillas.
Pero aún no he terminado. —No eres más que un personaje de
fondo, momentáneamente arrastrada al tumulto. Te harás útil
para mí o me desacere de ti. Este viaje al centro será una
muestra de lo que soy capaz de hacer.
Sus ojos se abren. —Hablas en serio.
No es una pregunta, así que no me molesto en responder. Me
doy la vuelta y le hago un gesto a Rooney para que siga
adelante.
Él se hunde de agotamiento, a pesar de que el día es joven, y
desabrocha las esposas de la cadera.
—Hablas en serio —repite, la histeria perfilándose en su voz
—. Timofey, no. No puedes hacer esto. ¡Yo no… yo no hice
nada malo!
Cuando ve que no voy a ofrecerle ninguna piedad, se vuelve
hacia Rooney.
—Por favor, oficial —suplica, doblándose sobre sí misma—.
No sé por qué trabajas para él, pero estoy segura de que eres
una buena persona. No quieres hacer esto.
No puedo contener la risa. —James es quien vino a mí para
establecer este arreglo. ¿No es así, James?
Él aprieta la mandíbula, pero asiente.
James Rooney es un criminal desafortunado, del tipo con una
conciencia a medio formar. Del tipo que desea ser un mejor
hombre, pero sabe que no lo es y nunca lo será.
No lo envidio. Este mundo es mucho más fácil cuando sabes
quién eres.
Le ofrezco a Piper una sonrisa cruel. —Él y yo éramos una
pareja hecha en el infierno.
Puedo ver físicamente cómo la esperanza se va de ella.
Rooney cruza la habitación con las esposas extendidas frente a
él.
—Vamos, cariño —dice bruscamente—. No hagas esto más
difícil de lo que debe ser.
Le aparta los brazos de un tirón y los mete detrás de la
espalda. —¡No! No. No harás esto. No iré contigo.
—Me temo que no tiene otra opción, señorita.
—¡No me hables como si yo fuera la loca aquí! —ella grita—.
Están jodidamente trastornados, los dos. No pueden salirse con
la suya. Le diré a alguien. Los reportaré.
Niego con la cabeza. —No, no lo harás.
—Sí, yo…
—¿Ashley sabe dónde estás ahora? —la interrumpo. —¿Le
has dicho que fui yo quien se metió en su apartamento anoche?
¿Sabe que debe cuidarse de mí? ¿Ella siquiera sabe quién
soy?
Sus labios carnosos se abren con incredulidad ante mi crueldad
casual. Son buenos labios, carnosos y rosados. Es un
desperdicio, de verdad. Si va a ser tan terca como una mula,
también debería verse como una.
Un destello de determinación brilla en sus ojos verdes. —No
te atrevas a tocarla. Déjala quieta.
—Lo haré, si mantienes la boca cerrada. —Extiendo la mano y
acaricio la yema de un dedo por su mejilla. —Demuéstrame
que puedes seguir instrucciones, Piper. Demuéstrame que
puedes ser obediente.
Ella me aparta con un golpe, su mano temblando de furia. Sus
fosas nasales se ensanchan. —Ya te lo dije, no soy un perro.
—Llámate como quieras, kiska. Pero elijas lo que elijas, debes
saber que yo cuidaré de ti. Te protegeré. Todo lo que tienes
que hacer a cambio es cada cosa que digo.
—Ah, ¿Eso es todo? —corta nuestra conversación
sarcásticamente—. Suena completamente razonable y para
nada psicótico.
Chasqueo mi lengua en decepción. —Hablaremos de nuevo
más tarde. Después de que hayas tenido tiempo de pensar en
mi oferta.
Rooney levanta una ceja y yo asiento. No más jodidas. Está
claro que esta es la única forma de llegar a la chica terca que
tengo delante.
Pero cuando da un paso adelante, el poco de calma a la que
Piper logró aferrarse se evapora. En un instante, se retuerce
como una maníaca, tirándose de nuevo a la cuna y lanzándose
hacia la puerta.
—¡No! —ella grita, su voz quebrada con puro miedo—. ¡No te
atrevas a tocarme, idiota! ¡Quítame las manos de encima!
Rooney la agarra por los brazos. Tan pronto como logra
conseguir uno, ella libera el otro. Repasan toda la rutina unas
cuantas veces. Es una demostración lamentable de llanto
mocoso, gruñidos de dolor, los dos indefensos y desventurados
uno contra el otro.
Pero ella solo puede aguantar tanto tiempo. Cuando Rooney
finalmente logra poner ambos brazos de Piper detrás de su
espalda, se derrumba hacia adelante con un sollozo.
—Por favor —me ruega—. Por favor, no hagas esto, Timofey.
Por favor.
Está muy lejos de la forma en que dio un paso adelante
durante la reunión anterior, dirigiéndose a una sala llena de
tenientes de Bratva como si estuviera lista para enfrentarse a
ellos en ese mismo momento.
—Deja de resistirte —ladra James. Golpea con la rodilla la
parte baja de la espalda de Piper y la tira al suelo.
Le dije que la arrestara, pero la vista igual enciende las
alarmas en mi cabeza.
Nadie debería tocarla así. Jamás.
Es la misma sensación de protección que sentí en el callejón la
noche que nos conocimos. Estaba allí para asustarla yo mismo,
pero en el momento en que ese borracho envolvió sus manos
sucias e indignas alrededor de su cuello, quise matarlo.
—Tenla bajo control y llévala a tu coche —le digo entre
dientes.
—¿Qué diablos crees que estoy tratando de hacer?
Ignoro su tono y salgo al pasillo. Benjamín está tratando de
levantar su pequeña cabeza para seguir la conmoción, pero aún
es demasiado joven. Estoy agradecido por eso. Él no necesita
recordar esto.
Un minuto después, James sale con Piper luchando a su lado.
Está arrastrando los pies, pero ya no está luchando. Ella solo
está flácida y sin resistencia. Su respiración viene en jadeos
rápidos. Hiperventilando. El miedo asfixiándola por dentro.
—Ponla de pie para que pueda respirar, Rooney. No
necesitamos otro cadáver con el que lidiar.
—¿Quieres que la arreste o no? —él se queja—. Así es como
se tiene que hacer.
—Se hará como yo diga que se hará. Haz lo que te digo o serás
tú el que esté esposado, mudak.
Me mira por encima del hombro, con el rostro torcido en una
mueca. Luego la suelta y retrocede con un suspiro enfadado.
Piper se pone de pie e inhala una respiración profunda. Su
temblor se calma.
Luego se vuelve y corre directamente contra el oficial.
21
TIMOFEY

Rooney tropieza contra la pared por la sorpresa. Piper


aprovecha la oportunidad para clavarle el hombro en el pecho
por segunda vez. El aire sale a borbotones de sus pulmones.
Por un segundo, creo que Piper podría haber ganado esta
pelea. Puede que tenga que intervenir en nombre de Rooney.
Luego la agarra con la mano izquierda, la jala hacia él y
levanta la mano derecha en el aire.
Veo lo que viene, pero no hay tiempo para detenerlo. No con
Benjamín en mis brazos.
Antes de que pueda intervenir, James golpea con la palma de
la mano el rostro de Piper. La bofetada hace eco en las paredes
y envía su cabeza a un lado. Ella se derrumba bajo la fuerza de
eso.
—Maldita perra —murmura James, sacudiendo la mano que
usó para bofetearla.
De rodillas, Piper presiona su mejilla contra su hombro,
tratando de aliviar la quemadura roja en su piel. Sus ojos están
muy abiertos y vidriosos, las lágrimas brotan como diamantes.
Eso es lo que hace reaccionar.
Eso es lo que me empuja al límite.
Verla llorar es más de lo que estoy dispuesto a aceptar en este
momento.
Acunando a Benjamín en mi brazo izquierdo, agarro la parte
de atrás de la sudadera con capucha de James con la mano
derecha y lo alejo de ella.
—Si hubiera sabido que eras incapaz de arrestar a una mujer,
lo habría hecho yo mismo.
Se retuerce en mi agarre como un pez desembarcado. —¿Qué
diablos estás haciendo, Viktorov? ¡Viste lo que pasó! ¡Ella
luchó conmigo!
—Estoy seguro de que fue muy difícil para ti —digo
arrastrando las palabras—. Solo tienes seis pulgadas y cien
libras más que ella.
La voz de Rooney se tambalea cuando lo ahogo con su propia
sudadera con capucha. —Si ella fuera otra persona, la habría
electrocutado.
—Debería reconsiderar cómo me habla, oficial. —El título es
lo más cercano a un insulto que puedo reunir.
Junta sus labios con nerviosismo. El arrepentimiento en su
rostro es palpable. —Si no quieres que la toque, no la tocaré
—dice finalmente—. ¿Vale?
—Quiero que actúes como si hubieras hecho tu trabajo antes
—le digo. Lo suelto con disgusto—. Métela en el coche y
lárgate de aquí. Actúa como si fueras capaz de eso, por lo
menos.
Su rostro se pone rojo como una remolacha, pero se vuelve
hacia Piper, más decidido que nunca.
Ella vuelve sus grandes ojos verdes hacia mí, con una
esperanza desesperada grabada en cada línea de su rostro. Si
yo tuviera un corazón, se rompería al verla. Está débil y
temblorosa, lamentable de pies a cabeza. —Timofey, por
favor. Por favor, no hagas esto. Haré… haré lo que dices. No
le diré nada a nadie. Haré mi trabajo. Seré buena.
—¿Estás teniendo un repentino cambio de opinión? —
pregunto.
En el fondo, el cambio repentino en su comportamiento es
alarmante. Algo la aterroriza de una manera que las palabras
no pueden capturar. Esa es la única razón por la que jamás
haría una oferta como esa a alguien como yo.
No le das al diablo un cheque en blanco.
Aprieta los ojos y respira hondo. Cuando los abre de nuevo,
me mira con total sinceridad. —Haré lo que tú digas. Haré lo
que sea.
La parte oscura de mi mente, aunque eso no dice mucho,
porque no hay una parte clara, escucha sus palabras y piensa
en las muchas formas en que podría aprovecharlas. ¿Cómo se
verían esos labios carnosos cuando obedecieran todas mis
órdenes y caprichos? ¿Qué sonidos haría a mis pies, de rodillas
ante mí?
Con las manos esposadas detrás de ella, sus hombros están
presionados hacia atrás y su pecho arqueado hacia adelante.
Las suaves curvas de su cuerpo son aún más visibles a través
de la fina tela de su camiseta.
Su oferta es tentadora.
Tan jodidamente tentadora.
Siento a Rooney observándome con los ojos entrecerrados.
Está tan ansioso por ver qué decidiré para el futuro de Piper. El
hombre trabaja para mí, pero sería estúpido pensar que no está
constantemente buscando mi debilidad. Es el tipo de hombre
que irá donde sopla el viento. Por el precio correcto, se volverá
contra mí y la Bratva en un segundo.
Debería enterrarlo para siempre. Pero ahora mismo, lo
necesito entre mis dedos. No puedo dejarlo ir todavía.
Aparto la mirada de Piper a Rooney. —Termina lo que
empezaste, pero con cuidado, por el amor de Dios. No necesito
que mi propiedad regrese dañada.
Piper jadea. —Timofey, por favor. ¡No!
Él está sobre ella en un instante. Engancha sus manos
alrededor de sus bíceps y la empuja por el pasillo. Ahora es
más fácil que antes porque Piper no está peleando, solo está
rogando.
Doy media vuelta y camino de regreso a mi oficina con
Benjamín dormido acunado entre mis brazos.
Los gritos de Piper me siguen todo el camino.
22
TIMOFEY

—Solo ve a buscarla —me ruega Akim una hora después de


que Piper y Rooney se fueron—. Claramente la quieres de
vuelta aquí, así que ve a buscarla.
Hago una mueca. Es agradablemente silencioso sin la Srta.
Quinn chillando en mi oído. Está en algún lugar donde nadie
puede oírla, encerrada en las entrañas de la comisaría con
paredes de bloques de cemento que se tragan sus gritos.
Es exactamente donde quería que estuviera. Así que, ¿Por qué
esa imagen mental me molesta tanto?
—No quiero a Piper en ningún lado.
Él resopla. —¿Ni siquiera en una casa? ¿Con un ratón? ¿O con
una grúa en un avión?
—Vete a la mierda, Dr. Seuss.
—¿Qué tal en cuatro en el piso? —Se ríe de su propio chiste
estúpido y luego inclina la cabeza a modo de disculpa—. Lo
siento. Tuve que hacerlo.
—No la quiero en ningún lado, porque mi vida sería más fácil
si simplemente desapareciera.
Akim retrocede hacia la puerta. —Vale. Entonces ve a buscarla
y luego puedes matarla si eso es lo que te excita. Pero, de igual
forma, deberías ir a buscarla. Estás de peor humor de lo
normal y la culpo a ella.
Le saco el dedo, luego me voy y me subo a mi motocicleta. No
tengo un destino en mente, solo quiero aliviar el nudo que
tengo en el estómago. Pero supongo que no debería
sorprenderme cuando me encuentro yendo hacia el centro.
Luego serpenteando más y más cerca de la comisaría.
Ahora, estoy dando vueltas a la manzana.
Esta mierda se está yendo de las manos.
—Han pasado casi dos horas —murmuro para mí mismo sobre
el ronroneo del motor—. Eso es suficiente para enseñarle una
lección.
Solo quería intimidarla, de todos modos. Ella necesita
entender que puedo y haré que su vida sea un infierno si se
cruza conmigo. Unas pocas horas en una celda deberían haber
ablandado su mente testaruda.
Dejo mi moto en la acera y camino hacia el edificio. Estoy
subiendo la mitad de las escaleras cuando suena mi teléfono.
Es un número que no reconozco.
—¿Hola?
—No puedes entrar por la puerta principal de una comisaría.
Compruebo el identificador de llamadas. —¿Por qué me
llamas desde el teléfono de tu oficina?
Rooney maldice. —Te vi cruzando la calle y agarré el teléfono
equivocado. Maldita sea.
La línea se corta. Un segundo después, mi teléfono vuelve a
sonar. Esta vez, es del celular prepago de Rooney.
—No puedes estar aquí.
—Eres la última maldita persona en la tierra que puede
decirme dónde puedo y no puedo estar. —Me sueno el cuello
en ambas direcciones—. Ve a sacarla de la celda. Me la llevo
conmigo.
Hay una larga pausa antes de que vuelva a hablar. —Estás
bromeando.
—¿Pensaste que iba a hacer que la enviaras a prisión?, me
responde.
—No, supongo que no. Pero, maldita sea, ¿Después de todo lo
que pasé para llevarla al coche? —Él gruñe—. No tienes ni
puta idea. Luchó todo el camino. Pensé que iba a tener que
llamar a una unidad de psiquiatría a mitad del camino.
Eso me llama la atención. —¿Qué pasó?
—Tu chica está loca. Estaba arañando las ventanas, gritando
como una maldita loca. Pensé que iba a romper el separador en
un punto.
Arrugo la frente. —¿Cómo está ella ahora?
—Callada, al menos. No la oigo gritar. —Él suspira—. No
puedes hacer que arrestarla sea algo frecuente. No creo que
pueda manejarlo. He arrestado a tipos drogados de PCP antes
y no se comparaban en nada con tu chica.
—Ella no es mi chica.
—Claro, claro —dice rápidamente—. Tu niñera. Lo que sea.
Tampoco me encanta precisamente esa descripción. Ella es
más para mí que eso, ¿No?
Cuando lo pienso, supongo que no. Apenas la conozco. ¿Qué
debería importarme si ella odiaba estar en el coche de policía o
si no está prosperando en confinamiento solitario? ¿Por qué
debería molestarme si Rooney cree que no es más que mi
empleada?
Por todas las cuentas, tiene razón.
—Solo ve a buscarla —digo en voz alta.
Él resopla con un puchero. —Vale. Pero encuéntrame en la
parte de atrás.
Cuelgo y camino por el edificio. El recinto tiene forma de L
que ocupa la mitad de la manzana. La otra mitad está dedicada
a un estacionamiento, la mayoría de los espacios están
ocupados por viejas patrullas de policía, y un área de
recreación cercada con canastas de baloncesto oxidadas. Hay
un autobús de transporte blanco estacionado al lado de un
contenedor de basura. Ahí es donde encuentro a Rooney
esperándome. Ha dejado la puerta trasera abierta con una
piedra.
—Ella está justo por aquí. —Se da la vuelta y se mete dentro.
Lo sigo adentro. Cuando pasa por una puerta más adelante,
hace un gesto hacia la derecha. Esa puerta también está
abierta.
—Por ahí —dice, sin darse la vuelta—. La llave está en el
suelo y las cámaras se reinician durante cinco minutos. No la
anotaron cuando entró, así que no hay papeleo ni nada de eso.
Sal antes de que vuelvan a encenderse.
Dobla la esquina más adelante, desapareciendo de la vista, y
entro por la puerta que señaló.
La luz aquí es mucho más tenue, por lo que mis ojos tardan
unos segundos en adaptarse. Cuando lo hacen, veo una serie
de celdas contra la pared. Están todas vacías.
Excepto por una.
En la unidad central, veo una pequeña figura acurrucada en
una esquina. Piper se balancea adelante y atrás, con la cabeza
encajada entre las rodillas. Sus suaves susurros llenan el aire y
resuenan en los fríos pisos de piedra.
Tal vez una unidad de psiquiatría hubiera sido la decisión
correcta.
La llave está en el medio del piso. Me agacho y la agarro. El
metal raspa contra el suelo duro. Ante el pequeño sonido,
Piper levanta la cabeza.
Me encuentro con su mirada. Sus ojos están muy abiertos y
aterrorizados, sus pupilas están tan abiertas que ni siquiera
puedo ver el verde en sus iris. Solo ha estado aquí durante dos
horas, pero parece un fantasma de sí misma.
—¿Qué estás…? —Ella jadea cuando me ve, su boca se abre
—. ¿Cómo… de dónde vienes?
Camino hacia los barrotes y deslizo la llave en la cerradura. —
No hay ningún lugar al que puedas ir que yo no pueda seguir,
Piper. Recuerda eso.
La idea debería aterrorizarla, pero está demasiado distraída
con los pestillos de la puerta moviéndose y deslizándose.
De un tirón, se pone de pie y se arroja contra la puerta de la
celda. —Déjame salir. Por favor.
—¿Por qué más crees que estoy aquí?
—¿En serio? —ella respira—. ¿Me estás dejando ir?
De cerca, puedo ver huellas de lágrimas rodando por sus
mejillas. Sus labios están ensangrentados e hinchados por
haberlos masticado. Incluso ahora, pone uno entre sus dientes
y muerde.
Me alejo. —Eso depende. ¿Qué has aprendido hoy?
Ella agarra las barras hasta que sus nudillos están blancos. —
Timofey… haré cualquier cosa. Cualquier cosa en absoluto.
Por favor, yo… yo no puedo quedarme aquí más. Timofey.
Sus labios envuelven mi nombre como una oración. Solo eso
me basta para girar la llave en la cerradura y abrir la puerta.
Piper no duda. Se lanza a través de la brecha. Por un segundo,
creo que va a intentar escapar.
Luego se arroja contra mí, hunde su rostro en mi pecho y
solloza.
Me he enfrentado a algunos de los hombres más peligrosos del
mundo con la frente en alto. Me he abierto camino a través de
un aluvión de balas sin pestañear.
¿Pero esto? ¿Una hermosa mujer llorando sobre mi pecho, sus
lágrimas empapando mi camisa?
Esto es nuevo.
23
TIMOFEY

—¿Estás bien?
La pregunta sale de mis labios antes de que pueda siquiera
considerar lo jodidamente ridícula que es. Yo soy el que la
puso aquí. Yo soy el que le hizo esto. Así que, si ella no está
bien, es culpa mía, y no debería importarme una mierda.
Pero sí me importa. Mucho más de lo que estoy dispuesto a
admitir.
Esa es la parte más ridícula de todas.
Piper se aleja de mí y se limpia los ojos. Sus dedos están
temblando. —Sí. Sí, lo sé. Estoy… todo está bien. ¿Podemos
irnos ya?
Mira hacia la puerta entreabierta como si esperara que se
cerrara de golpe en cualquier segundo. Como si ni siquiera
estuviera segura de que sea real.
Veo mi reloj. —Las cámaras solo están apagadas por dos
minutos más. Vamos.
Me giro hacia la puerta y Piper agarra mi manga.
Titubeo por solo una fracción de momento, mirando hacia
abajo donde sus manos se envuelven alrededor de mi bíceps.
Luego continúo, como si fuera perfectamente normal que esta
mujer me abrace después de que la encarcelé.
Salimos de la habitación y entramos en la luz fluorescente del
estrecho pasillo.
—Este lugar es sofocante —susurra detrás de mí—. ¿Han oído
hablar de las ventanas?
—No creo que al arquitecto le preocupara el acceso de los
presos a la luz natural.
Ella gruñe algo que no puedo escuchar en voz baja. Cuando
cruzamos la puerta trasera hacia el estacionamiento, ella inhala
profundamente.
—Supongo que nunca has estado en la cárcel antes.
Cierra los ojos y toma otra respiración profunda. —Nunca.
¿Tú?
El comentario era en broma. No tengo interés en conocer a
Piper Quinn más de lo que ya lo hago. Pero supongo que esto
es preferible a ella encogiéndose y temblando en el piso de
concreto.
—Una noche en la cárcel aquí o allá. Nada serio. Sergey se
aseguró de eso.
Me mira. A la luz del sol, sus ojos verdes están rodeados de
oro. —¿Sobornando a los oficiales o poniéndote en el camino
correcto?
La mano de Piper sigue en puño en la manga de mi camisa
mientras camino de regreso por el perímetro del edificio. —
Dímelo tú.
—Eso es lo que me imaginé —ella suspira—. Todos ustedes
tienen que ser personas inteligentes para ejecutar una
operación como esta. Podrías usar tus poderes para el bien,
¿Sabes?
—También podría donar todas mis posesiones a la caridad y
volverme uno con la naturaleza.
—¿Supongo que eso es un no, entonces?, ella contesta.
—Bingo. Sabía que no eras tan estúpida como parecías.
Ella pone los ojos en blanco, pero se queda cerca de mí. Tengo
que admitir que no me molesta la calidez de su cuerpo junto al
mío.
Quizás Akim tenga razón. Ha pasado demasiado tiempo desde
que he follado. Eso es todo. Feromonas. Químicos. La parte
animal de mi cerebro se está volviendo loca.
Salimos del callejón a la acera. Piper aprieta mi antebrazo una
vez más, luego me suelta por fin. Juro que gime casi
imperceptiblemente mientras lo hace. Como si estuviera
perdiendo algo en el proceso.
—Gracias —murmura.
—¿Por haberte arrestado?
—No —ella resopla—. Por… por venir a buscarme. No
mereces un gracias ya que fuiste tú quien me puso allí. Pero
también pudiste haberme dejado mucho más tiempo. No sé si
hubiera… Bueno, me alegro de que vinieras cuando lo hiciste.
Así que sí. Gracias.
No respondo. Principalmente porque no fui y liberé a Piper por
su propio bien; yo lo hice por el mío.
Y eso es mil veces peor.
La idea de ella ahí dentro con Rooney, con el resto de esos
cabrones corruptos de azul, con cualquiera de los bastardos
asquerosos que han esposado hoy… No me gustaba nada esa
mierda.
Akim diría que es porque quiero follármela duro en el patio o
alguna otra mierda tonta. Pero es más que eso. El deseo que
siento de protegerla es más profundo que eso.
Tal vez todo vuelve a Emily.
Todo lo que sé es que nada le va a pasar a Piper Quinn
mientras esté bajo mi cuidado.
Después de eso, sin embargo, ella está sola.
—Espera. —Su mano encuentra mi brazo de nuevo y me
obliga a detenerme. Me sorprende lo dispuesta que la dejo
hacerlo—. ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué condujiste?
¿Sí condujiste?
—No caminé cuarenta millas en dos horas, si eso es lo que
estás preguntando.
Su pecho sube y baja mientras su respiración se acelera. —
Timofey, no puedo.
—Hace un segundo, estabas lista para montar una estatua de
mí por haberte sacado de allí. Ahora, ¿Quieres quedarte?
Entrecierra los ojos, pero su máscara fruncida no hace nada
para ocultar su pánico evidente. —No quiero quedarme, pero
no puedo subirme a tu auto. Soy claustrofóbica.
—¿Qué?
—Claustrofóbica —escupe, diciendo la palabra como si fuera
vergonzosa—. No me gusta estar en espacios pequeños.
—Sé lo que significa claustrofóbica.
—Bueno, vale. Así que sabes que ser esposada, metida a la
parte trasera de una patrulla de policía con un separador y
luego arrojada a una celda de cárcel fue el detonante de todos
los detonantes para mí. —Se lame los labios y me mira bajo
largas pestañas—. Apenas estoy parada aquí. Estoy exhausta y
al límite. No puedo volver a entrar a un coche. Simplemente
no puedo. No lo haré. Yo…
—No tienes que hacerlo —termino por ella.
Ella parpadea. —¿Ah?
—Sería bastante difícil para ti entrar en mi coche ya que no
tengo uno.
—Pero dijiste…
Señalo la máquina frente a nosotros y observo cómo la
expresión de Piper cambia de confusión a euforia.
—Por supuesto que conduces una motocicleta. —Se ríe de sí
misma, en parte maníaca, en parte burlona, sobre todo aliviada
—. Todos los chicos malos lo hacen.
—Me hieres, Srta. Quinn. No soy un cliché.
—Dime algo que no sepa. —Pasa su dedo por la pintura negra
brillante del motor, y juro que puedo sentirlo como si estuviera
tocando mi cuerpo—. No hay nadie en el mundo como
Timofey Viktorov.
—Elegiré tomar eso como un cumplido.
Le entrego un casco y me subo.
—¿Me monto en la parte de atrás? —pregunta, demorándose
en la acera.
—No funciona tan bien cuando intentas sentarte en el
manubrio —digo arrastrando las palabras—. Así que, o es la
parte de atrás, o te vas caminando.
Piper duda por un momento más. La observo, delgada, ágil,
pequeña, jodidamente hermosa. Luego toma su decisión.
Ella monta su pierna con bastante facilidad. Por un segundo,
intenta mantener el espacio entre nuestros cuerpos. Se sienta lo
más atrás posible en el asiento.
Tan pronto como enciendo el motor y me alejo de la acera, eso
se va por la borda.
Piper grita y envuelve ambos brazos alrededor de mí. Siento el
calor de sus muslos envolviendo mi espalda baja. Siento sus
pechos apretados contra mi espalda. Cada centímetro de ella se
sostiene contra mí, suave y firme en todos los lugares
correctos.
Y un pensamiento sobresale por encima del resto del tumulto
en mi cabeza.
Los dos estamos en un montón de jodidos problemas.
24
PIPER

Con cada esquina que gira Timofey, el viento azotando mi


cabello, puedo sentir que mi claustrofobia se alivia. La presión
en mi pecho se aligera.
Puedo respirar.
—Aguántate —dice Timofey por encima del hombro mientras
acelera en una curva y gira el acelerador de la moto al
máximo.
Dice eso como si no me estuviera aferrando a él con cada
centímetro de mi cuerpo a él.
Cualquier persona normal le tendría mucho más miedo a esto
que a los espacios reducidos. Sentarse en la parte trasera de
una motocicleta con absurdamente demasiado poder mientras
se precipita entre el tráfico sin cinturón de seguridad y nada
más que una fina capa de plástico alrededor del cráneo es
definitivamente más aterrador que estar en el asiento trasero de
un coche. Sobre todo si se toma en cuenta que un conocido
criminal y secuestrador es el que está al volante. O, el
manubrio, o lo que sea.
Y, sin embargo, me siento perfectamente en paz aquí.
Irónicamente, el pensamiento hace que mi corazón se acelere.
¿Cómo puedo estar perfectamente en paz con mis brazos
alrededor de la cintura de un monstruo?
¿Cómo puedo encontrar la paz al lado del hombre que acaba
de arrestarme y arrojarme a una celda sucia simplemente
porque podía?
Síndrome de Estocolmo, pienso. Nunca supe que podría
activarse tan rápido.
Esto probablemente fue parte de su plan todo el tiempo. Me
arrojaría a la cárcel y luego aparecería como el gran héroe para
rescatarme. Caí directamente en su trampa. Le agradecí por
deshacer lo horrible que había hecho.
Resoplo, disgustada conmigo misma.
—¿Te gustaría compartir tus pensamientos? —pregunta
Timofey.
Niego con la cabeza. —No.
—Estar cerca de mí no va a detonar un nuevo ataque de
pánico, ¿Verdad?
—No voy a enloquecer, estúpido.
Odio que sepa que soy claustrofóbica. No debería haberle
dicho. Como si necesitara un arma más en su caja de
herramientas contra mí.
Sin embargo, no había muchas opciones. Me vio temblando y
llorando en la cárcel. Tenía que explicar mi comportamiento
de alguna manera. No quería que pensara que era débil sin una
causa.
Ahora, es solo una cosa más que puede usar para
manipularme.
—Mi claustrofobia ni siquiera es tan mala —grito por encima
del sonido del viento—. Fue solo… un día difícil.
Normalmente estoy bien.
La mentira se sienta entre nosotros, pesada e incómoda. No
estoy acostumbrada a mentir. Hay pocas razones para ser
buena en eso en mi vida.
—Estoy seguro de que es por eso que vas en bicicleta a todas
partes —se ríe—. Porque tu claustrofobia es tan manejable.
Me alegro de que no pueda verme la cara porque mis mejillas
arden de vergüenza. —Es un buen ejercicio, estúpido.
Pero es una protesta poco convincente y él lo sabe. Él no dice
nada, pero puedo sentir una risa vibrar a través de su pecho.
Quiero apretarlo hasta que no pueda respirar. Tal vez entonces
entienda cómo me siento durante un ataque. Podría enganchar
mis manos alrededor de las paredes musculosas de su pecho,
apretando hasta que sus costillas se compriman. Hasta que yo
sea la razón por la que este aterrorizado y temblando.
Tal vez entonces entendería cómo me siento ahora.
No estoy atrapada en un espacio pequeño, pero las paredes se
están cerrando sobre mí de una manera nueva. Si no me alejo
pronto de Timofey Viktorov, nunca escaparé.
Es un pensamiento chistoso cuando estoy voluntariamente
presionando mi cuerpo contra el suyo. Su calor atraviesa mi
ropa. Es reconfortante, y me encuentro apoyándome en él cada
vez más. Algunas veces, incluso apoyo mi mejilla en su
espalda y cierro los ojos, entregándome al ruido del motor y la
vibración del camino debajo de las llantas.
Sin embargo, mientras navegamos por su vecindario, mi
guardia comienza a volver a levantarse. La libertad que sentía
en el camino se disipa.
En cuestión de minutos, estaré dentro de las paredes literales
de su casa nuevamente. Tengo que recordar quién es este
hombre. Lo que ha hecho. Lo que todavía es capaz de hacer.
—¿Con qué frecuencia te encuentras arrojando gente a la
cárcel? —pregunto mientras reduce la marcha y el motor se
calma de un rugido abierto a un ronroneo.
—¿Por qué? ¿Interesada en poder ayudar me?, me responde.
—Solo quiero saber si debo esperarlo nuevamente.
Él niega con la cabeza. —Eso depende de ti.
—No precisamente. Definitivamente no elegí ir a la cárcel la
primera vez.
Conducimos más despacio ahora, atravesando su vecindario
rico rodeado de árboles antiguos y frondosos y la aparición
repentina de un portón de metal de vez en cuando. Puedo ver
algunas casas por encima de las cercas de piedra, pero todas
están alejadas de la carretera y de unas de otras.
Lo suficientemente separadas como para que tus vecinos
nunca te oigan gritar.
—Podrías haber elegido obedecerme —reflexiona—. No lo
hiciste.
—Bueno, con opciones como las que estás ofreciendo, estoy
segura de que no soy la primera persona inocente que
encarcelas.
—Nadie a mi alrededor es verdaderamente inocente —dice
justo cuando atravesamos las puertas de su casa.
—Yo lo soy. Le respondo abiertamente.
—Crees que lo eres —responde—. Te equivocas.
Me inclino hacia adelante, tratando de echar un vistazo a su
rostro. Todo lo que puedo ver es la inclinación de su
mandíbula. La larga línea de su cuello. Podría enmarcar esta
vista y venderla como bellas artes. El hombre es
impresionante.
Debe sentir que me inquieto, porque mira por encima del
hombro. Sus ojos azules atrapan los míos, acariciando mi
rostro antes de mirar hacia adelante de nuevo.
—He conocido a demasiadas personas como tú —continúa—.
Pretendes ser buena. Tal vez incluso te engañes a ti misma de
vez en cuando pensando que lo que estás haciendo es noble.
Pero yo sé mejor que nadie. En el fondo, tú también.
Las piezas encajan juntas todas a la vez. Estoy un poco
sorprendida de no haber llegado ya a esta conclusión.
—¿Cuánto tiempo estuviste en cuidado temporal antes de ser
adoptado? —pregunto.
Timofey levanta la barbilla y aparca su moto frente a la casa.
—El tiempo suficiente.
Eso es todo lo que dice, y sé que es todo lo que voy a sacar de
él.
La comunicación no parece ser el punto fuerte de Timofey,
pero eso no significa que todavía no pueda conquistarlo. ¿Odia
a los trabajadores sociales? Vale. Le mostraré que no todos
somos malos. He tratado con suficientes víctimas
traumatizadas del sistema para reconocer una cuando la veo.
Por supuesto, la mayoría con los que trato son niños. Apuesto
a que se aplican los mismos principios. Un principio por
encima de todos los demás, necesito ganarme su confianza.
Así que obedeceré. Haré lo que me pide. Seguiré su plan.
Hasta que confíe en mí lo suficiente como para darme un poco
de espacio. De preferencia, ese será el espacio a solas con
Benjamín.
Entonces aprovecharé la oportunidad para alejarnos lo más
lejos posible de Timofey Viktorov.
25
PIPER

Timofey apoya los dos pies en el suelo y vacila. No estoy


segura de lo que está haciendo por un segundo, pero luego me
doy cuenta de que está esperando que me baje primero.
—Ah. Lo siento. —Lo suelto de una vez. El cosquilleo de
nuestro reciente contacto todavía vibra en mi piel—. Supongo
que ya debería bajarme, ¿Eh?
Me estremezco mientras deslizo torpemente mi cuerpo hacia
un lado y trato de mover mi pierna sobre el asiento. Justo
cuando mi pie está a punto de tocar el suelo, la motocicleta se
mueve bajo mi peso. No me espero el movimiento, y
compenso en exceso en la otra dirección.
De repente, me estoy inclinando hacia atrás y demasiado fuera
de balance para detenerme. Grito y me preparo para
estrellarme de espalda contra el escalón de cemento.
Luego un brazo fuerte se engancha alrededor de mi cintura.
Ocurre tan rápido como la caída. En un instante, Timofey me
ha atrapado e inmovilizado contra su costado.
En el viaje, yo estaba detrás de él. Igual estábamos
prácticamente juntos, claro, pero no podía ver su rostro. Se
sentía… seguro.
Esto se siente muy, muy inseguro.
Mis pechos están presionados contra su hombro y mis labios
están en su oído. Cuando gira la cabeza para mirarme, sus
irreales ojos azules están a una pulgada de distancia. Puedo
oler menta en su aliento.
—Guao —respiro—. Buena atrapada.
Su brazo es una banda de hierro alrededor de mi cintura. Me
siento pequeña e indefensa en sus brazos. De alguna manera,
eso es emocionante. Y en muchos otros sentidos, es aterrador.
—Siéntate libre de bajarte en cualquier momento —gruñe.
—Ah, mierda. —Me deslizo hacia atrás de la motocicleta y me
enderezo, ignorando el repentino e incómodo calor en mi
interior—. Lo siento. No fue mi intención…
—Por supuesto que no.
Se desliza sin ningún problema. Como si fuera tan fácil.
Quiero darle un empujón solo para verlo ser torpe por un
segundo. Sin embargo, no lo hago, principalmente porque sé
que no hay forma de que salga según lo planeado.
—¿Crees que de alguna manera planeé eso? —pregunto.
Rodea la motocicleta y se mueve hacia mí. En lugar de
encogerme, lo enfrento.
Sus manos se mueven hacia mi cara. Sin querer, inclino mi
barbilla hacia arriba. ¡Lista!
Pero, ¿Lista para qué?
Nunca lo diré.
Sus dedos se detienen antes de acariciar mi mandíbula y, en su
lugar, rápidamente desabrocha mi casco y me lo quita de la
cabeza.
—Ay. —Froto mi cuero cabelludo donde sacó algunos
mechones de cabello—. Eso dolió.
—¿Puedes hacer una maldita cosa sin casi morir? —Deja caer
el casco en el respaldo del asiento trasero de la motocicleta y
me mira de nuevo. Sus cejas están juntas. Odio que lo haga
aún más guapo.
El arco de sus cejas debe ser estudiado por los científicos.
Quiero preguntarle si se las depila. Conozco mujeres que
morirían por ese tipo de cejas.
—¿Qué? —Quiero que se explique, pero también quiero
asegurarme de no caer demasiado en su mirada y perderme
algo.
—Se llama instinto de supervivencia. Inténtalo alguna vez.
Parpadeo hacia él, genuinamente confundida. Timofey es un
imbécil, pero por lo general, hay una razón. Que me haya
resbalado de su motocicleta parece una excusa bastante débil
para tanta ira, incluso para su mal genio.
Por lo general, igualaría su tono y comenzaría una discusión.
Pero eso no serviría a mi objetivo a largo plazo. En cambio,
me trago todas las defensas que quiero hacer y asiento.
—Tienes razón. Lo siento.
Sus cejas se juntan aún más fuerte. —Estás aquí para hacerme
la vida más fácil. Si tengo que pasar todo mi tiempo
salvándote de la calamidad, no valdrá la pena.
—Eso tiene sentido —digo en voz baja—. Trataré de ser más
cuidadosa.
Puedo sentir su frustración hirviendo. El hecho de que esté de
acuerdo con él debería hacerlo feliz. Estoy obedeciendo. ¿No
es esto lo que él quería?
Por alguna razón, Timofey está buscando pelea. Quiere que yo
pelee.
Y no tengo ni idea terrenal de por qué.
Sin otra palabra, se da la vuelta y sube las escaleras. Lo sigo a
distancia, manteniendo mis manos cruzadas frente a mí.
Regresar a la casa es un alivio que no esperaba. Al llegar al
trabajo esta mañana, sentí que estaba caminando hacia mi
propia ejecución. Sin embargo, después de estar en la celda
durante un par de horas, estoy encantada de estar de vuelta en
la mansión.
De nuevo, ese probablemente era el plan de Timofey.
Odio que esté funcionando.
26
PIPER

Él atraviesa el vestíbulo de entrada y cruza el pasillo hacia la


parte trasera de la casa. Estoy a punto de detenerme y esperar
instrucciones cuando huelo algo delicioso.
Mi estómago se tambalea. No he comido desde que tomé una
barra de granola esta mañana, así que tengo hambre.
Corro para alcanzar a Timofey justo cuando entra en la cocina.
La habitación es espaciosa con una gran isla en el centro. Los
gabinetes de madera negra son modernos y están al ras, sin
ornamentación excepto por una ranura tallada que actúa como
manija. Orbes de vidrio transparente flotan desde el techo e
irradian una luz cálida.
Sin embargo, no puedo concentrarme mucho en el diseño
interior, porque un hombre alto y delgado está bailando por
todo el azulejo.
Lleva un delantal rojo brillante y golpea unas tenazas en el aire
como una castañuela flamenca. No escucho música, pero eso
no parece molestar al hombre. Mueve las caderas al ritmo
latino silencioso y sacude las tenazas cada pocos segundos.
Juro que lo escucho cantar— ¡Cha-cha-cha!
Timofey suelta un suspiro cansado y profundo y el hombre se
da la vuelta.
En lugar de vergüenza, una enorme y tonta sonrisa se extiende
por su rostro. —¡Hola, amiga! Bienvenida de vuelta. ¿Te
dieron de comer en la cárcel o tienes hambre?
Me toma un segundo darme cuenta de que me está hablando,
en lo que parece ser un horrible acento español.
—Ah… No, no lo hicieron. Yo… —Miro a Timofey, pero su
rostro es una máscara indescifrable de molestia. No estoy
segura si está dirigida a mí, a este hombre o a los dos. Le
devuelvo la sonrisa al cocinero—. Me muero de hambre, en
realidad.
Vuelve a juntar las tenazas como si fuera su propia máquina de
aplausos. —¡Fantástico! El almuerzo está casi listo. Estoy
haciendo bols de pollo teriyaki.
Mi estómago gruñe solo con el nombre. —Eso suena increíble.
Se vuelve hacia Timofey. —Ella me gusta.
—No podría importarme menos —responde Timofey.
El hombre no parece molesto en absoluto por el gran acto de
mal humor de Timofey. Simplemente lo ignora y habla
conmigo en su lugar. —Los otros muchachos que pasan por
esta casa no reconocerían la comida de calidad si se les
acercara y les hiciera gárgaras en las pelotas. Soy un artista
poco apreciado.
Su vulgaridad me sorprende, pero el hombre ni siquiera
aminora el paso.
—Digo, la comida es lo que necesitamos para sobrevivir, vale.
Es una necesidad. Pero no hay razón por la que no pueda ser
también algo especial, ¿Verdad?
—Ah, sí. Vale. Supongo.
—¿Supones? —pregunta, con los ojos entrecerrados.
—Bueno, lo más elegante que he comido recientemente es una
pizza congelada con masa rellena.
Se pasa una mano por la cara. —Que Dios te ayude.
—Alguien tiene que hacerlo —murmura Timofey. Dirijo mi
atención hacia él, pero él ya se está alejando—. No tengo
hambre.
—Tienes que comer —insiste el cocinero—. Te ayudará a
mantener tu energía. Ya sabes, en caso de que tengas algún
tipo de planes de alta energía más adelante. Esta noche, por
ejemplo.
Timofey lo mira, y no puedo evitar sentir que me estoy
perdiendo algo.
—Tráelo a mi oficina entonces —dice—. Tengo trabajo que
terminar.
Él no me mira, pero siento el foco de atención de todos modos.
Luego se da la vuelta y se va.
En el momento en que se va, el hombre en la cocina niega con
la cabeza. —Se pone de mal humor cuando tiene hambre.
—Entonces debe tener hambre las 24 horas del día, los 7 días
de la semana. Le comento.
El hombre inclina la cabeza hacia atrás y se ríe. —No es por
falta de intentarlo de mi parte. Siempre me aseguro de que
haya algo para comer por aquí, pero no suele aceptar la oferta.
—Un hombre tan grande no puede saltarse comidas.
—No. Es incluso peor que eso. —Él se estremece—. Batidos
de proteínas. Guarda suero de leche en polvo y botellas de
licuadora en el armario de su habitación. Juro que se lo inhala
cuando no estoy cerca.
Arrugo la nariz. —Esos saben a aserrín y tiza.
—¡Gracias! —Mira por encima del hombro—. Es Piper,
¿Verdad? Me gustas.
—Dijiste eso antes.
—Lo digo dos veces para que sepas que lo digo en serio. Soy
Akim, por cierto.
Tomo asiento en el taburete de plástico blanco y observo a
Akim moverse con confianza por la cocina. —¿Eres su chef
personal?
—Cuando me deja ser, sí. Termino cocinando bacalao a la
parrilla y haciendo lotes de arroz a granel más de lo que le
gustaría a mi corazón creativo.
—No me sorprende. Timofey me parece del tipo controlador.
Le aseguro.
Akim resopla. —Así es. ¿Quién de los dos fue a la escuela
culinaria? No el que cambia todos mis planes de comidas, te lo
aseguro.
—Si tu comida sabe tan bien como huele, nunca te diré qué
cocinar para mí.
Se da la vuelta y extiende una mano para un apretón
sorprendentemente solemne. —No puedes cambiar de opinión.
Le doy la mano y me río. —No soñaría con eso.
No estoy segura de que estaré aquí el tiempo suficiente para
realmente cumplir esa promesa, pero parece fácil de cumplir.
El almuerzo realmente huele increíble.
Sirve una cama de arroz esponjoso en un plato verde oscuro y
lo cubre con trozos de pollo caramelizado. Luego coloca capas
de garbanzos asados y brócoli, rodajas de cebolla roja y rocía
una especie de misteriosa salsa roja encima.
Cuando finalmente desliza un bol hacia mí, agarro el tenedor y
asalto la comida.
—Ay, Dios mío. —Cierro los ojos y mastico, saltando adelante
y atrás en el asiento en un baile feliz no intencional—. Esto es
increíble.
—Realmente no sabes mucho sobre comida, entonces. Quiero
decir, es bueno. Pero esta es la mierda saludable. Espera hasta
que te cocine algo que obstruya las arterias. Te encantará.
Tomo otro bocado y luego me tapo la boca con una mano. —
No mi gasas.
Akim levanta las cejas. —¿Disculpa?
Trago y lo intento de nuevo. —¡No, dije gracias! Estaba
demasiado ocupada comiendo y yo…
—Eso es suficiente gracias —interrumpe—. Como chef, ver a
la gente disfrutar de tu comida es toda la gratitud que
necesitas. Dios sabe que no recibo nada del Lobo Feroz de
arriba.
Ahora que mi hambre está más bajo control, puedo ver esta
oportunidad por lo que es, una oportunidad de hacer un aliado.
Empujo mi bol ligeramente, poniendo algo de distancia entre
los deliciosos olores y yo. Necesito concentrarme.
—¿Cómo llegaste a trabajar para Timofey, de todos modos? —
digo casualmente.
—Ah, tú sabes. De la manera habitual —dice—. Decepcioné a
mis padres al ir a la escuela culinaria, respondí un anuncio y
todos estos años después, aquí estoy.
—No sé qué tipo de padre estaría decepcionado de tener un
hijo que fuera chef.
—Del tipo de mierda. Me responde.
Asiento con la cabeza. —Tu trabajo debe ser respetado.
Me da una sonrisa genuina y me sorprende lo guapo que es
Akim. No de una manera piadosa y de otro mundo como
Timofey. Pero tiene una cara amable y rasgos simétricamente
equilibrados. Además, puede cocinar. Ese es fácilmente otro
punto o dos. Ashley se lo comería vivo si pudiera deshacerse
de su traficante el tiempo suficiente para tener ojos para otro
hombre.
—¿Te gusta trabajar aquí? —pregunto—. Quiero decir,
Timofey no parece ser el tipo… respetuoso.
Él resopla. —Puedes decir eso de nuevo. Aquí me subestiman
criminalmente.
—Creo que muchas cosas criminales están sucediendo bajo
este techo.
Akim se vuelve hacia mí, sus ojos marrones buscando. Cuando
vuelve a hablar, su voz es suave y seria. —¿Qué me estás
preguntando realmente, Piper?
No estoy completamente segura de poder confiar en este
hombre, pero ¿En quién más voy a confiar? Dudo mucho que
Rodion se convierta en un aliado en el corto plazo, si la nube
de marcas de muerte en su antebrazo es algo por lo que
guiarse.
Akim podría ser mi única oportunidad.
Me inclino, y le hablo en voz baja. —Estoy preguntando cómo
te sientes acerca de Timofey. Supongo que tiene muchos
enemigos y no me importaría ponerme en contacto con ellos.
Sus ojos se lanzan por encima de mi hombro hacia la puerta.
Al verlo vacío, se inclina sobre la isla. —¿Qué estás
planeando?
Mi corazón late nerviosamente en mi pecho. —No tengo un
plan. No ha habido tiempo para uno. Timofey apareció en mi
casa y me obliga a trabajar aquí. Luego me metieron en la
cárcel.
—Ese es un gran primer día de inducción. Me dice.
—¿Eso es normal?, le pregunto.
Se encoge de hombros. —Para Timofey, todo vale.
—Por eso estoy preocupada —susurro—. Un bebé no debería
crecer en un lugar como este. El estilo de vida que lleva… No
es bueno para un niño. Benjamín crecerá para convertirse en
un psicópata.
—¿Crees que cualquier niño que crezca en este mundo estará
condenado?
—¿No es así? —pregunto.
Lo considera por un segundo y luego asiente. —Supongo que
estás en lo correcto.
Sus palabras capturan la frágil y solitaria pluma de esperanza
que me queda, levantándola en el aire.
—¿Estarías dispuesto a testificar contra Timofey en la corte?
Yo puedo escribir un informe y hacer lo mejor que pueda, pero
los testigos ayudarían. Especialmente las personas que lo
conocen desde hace mucho tiempo como tú. Probablemente
has visto muchas cosas desde que empezaste aquí.
—¿Cómo qué? —él pregunta.
—Las cosas criminales. Ya sabes, crimen y… drogas.
¿Asesinato, tal vez?
Akim asiente. Su mirada es distante y desenfocada. —Sí. He
visto algunas cosas.
—¿Cómo qué?
Estoy tentando mi suerte aquí, pero cuanto más aprendo,
mejor. ¿Quién sabe qué podría pasarle a Akim entre ahora y el
juicio? Podría ir a la cárcel si Timofey se entera de que está
dispuesto a ayudarme. Puede que ni siquiera llegue tan lejos.
—¿Por dónde empiezo? —Akim sacude la cabeza con tristeza
—. Para empezar, yo también estoy aquí en contra de mi
voluntad. Una vez que Timofey te clava las garras, es difícil
sacarlas.
Mi estómago se revuelve. De repente, no tengo tanta hambre
como pensaba. —¿Nunca tuviste la oportunidad de escapar?
Akim se inclina aún más, con los ojos muy abiertos por el
miedo. —Él siempre está mirando. Cada vez que lo he
considerado, él aparece. Es como un fantasma. A veces, me
pregunto si es humano.
Arrugo la frente. Nadie confiará en el testimonio de Akim en
un juicio si está loco. Y suena loco en este momento.
—Probablemente tiene las cámaras encendidas —digo
suavemente—. Estoy segura de que así es como él sabe
cuándo intentaste escapar.
Akim niega con la cabeza y mira por encima del hombro. —
No. No, puede oírnos. Todo el tiempo. Él siempre está
mirando. Siempre escuchando.
El cabello en la parte posterior de mi cuello todavía
hormiguea. —Es solo un humano normal, Akim. Podemos
vencerlo si…
Antes de que pueda terminar, Akim se recuesta y se ríe a
carcajadas. Su risa es tan fuerte que me sobresalto con el
sonido que hace eco en los techos altos.
—¡Qué…!, le digo intentando entender que le pasa.
—Dios, parecías tan asustada. —Se seca las lágrimas de los
ojos—. Sabía que la clase de teatro en la universidad valdría la
pena. ¿Quién dice que las electivas son una pérdida de tiempo?
Parpadeo. —Teatro… ¿De qué estás hablando?
—Estoy bromeando, Piper. Obviamente.
Obviamente. Trago la bilis que sube por mi garganta.
—¿Estabas actuando? —Niego con la cabeza, incapaz de
creerlo—. No parecías estar actuando. Parecías… sincero.
—Ocasionalmente me han acusado de tener un sentido del
humor oscuro. —Él esculpe la cucharada perfecta de arroz,
pollo y verduras y le da un mordisco—. Lamento que te haya
atrapado en la mira. Sin embargo, te acostumbrarás a mí. Todo
el mundo lo hace eventualmente.
—Akim, si algo de lo que dijiste era remotamente cierto —
susurro—, puedes decírmelo. No soy una espía. Puedo intentar
ayudarte si…
—¡Pipa! —Una voz grita desde la entrada.
Una voz familiar. Gritando un apodo familiar.
La cara de Akim se contrae por la confusión. —¿Pipa? ¿Qué
diablos…?
Oigo pasos en las baldosas y me doy la vuelta justo cuando
alguien entra por la puerta, vestida con unos vaqueros rotos y
una blusa peligrosamente escotada.
Ashley abre los brazos, con una brillante sonrisa en su rostro.
—¡Ahí está mi Pipa!
Estoy congelada en estado de shock, incapaz de moverme.
Detrás de mí, Akim se burla. —Ay, cielos. Ese es un apodo
desafortunado.
27
PIPER

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto cuando finalmente


soy capaz de levantar mi mandíbula del suelo.
No confío en mis piernas para sostenerme, así que me quedo
sentada mientras Ashley cruza la cocina para pararse frente a
mí. Ella planta sus manos sobre mis hombros y me mira de
arriba abajo.
—Bueno, te ves bien para un presidiario. ¿Estás bien, P?
—¿Cómo sabes eso?
—¿Cómo crees? —ella pregunta—. Tu jefe me llamó.
¿Supongo que me elegiste como tu contacto de emergencia en
lugar de a Noelle? ¿Noelle lo sabe? ¿Está enfadada? Apuesto a
que está enfadada.
Están sucediendo demasiadas cosas demasiado rápido para que
pueda hacer un seguimiento de todo. —¿Timofey te llamó?
Ella suspira con frustración. —Sí. Es bueno ver que sabes el
nombre de tu jefe. Ahora, ¿quién es en realidad tu contacto de
emergencia? Porque tu abuela también está aquí. Estoy
tratando de decidir dónde me clasificaste en la lista amigos.
Giro alrededor de ella para ver la entrada. —¿Qué quieres
decir con que mi abuela está aquí? ¿Aquí aquí?
—Ella le está pagando al taxista. Deje mi billetera en casa.
Dudo mucho que eso sea cierto, Ashley probablemente no
tenga dinero de sobra. Aunque sí lo tuviera, igual dejaría que
una viejecita pagara el taxi. Ella es un poco desvergonzada de
esa manera.
Pero todavía no puedo entender el hecho de que ella está
parada frente a mí.
—¿Qué te dijo Timofey?
—¡Que fuiste arrestada! —chasquea Ashley—. ¿Qué otra
cosa? Nos dijo que te arrestaron por error y tuviste un ataque
de pánico. Él estaba preocupado por ti, así que nos llamó para
ver cómo estabas. Ya sabes, ya que te conocemos mejor que él.
¿Les dijo que él fue la razón por la que me arrestaron
injustamente?
La respuesta es obvia, definitivamente no. Si lo hubiera hecho,
Ashley no estaría parada aquí hablando conmigo, estaría
pidiendo favores a todos sus amigos turbios para que lo
golpearan.
Mi abuela, por otro lado, tomaría la paliza en sus propias
manos. Hay una razón por la que lleva un bolso tan pesado.
Oigo un movimiento amortiguado en la entrada seguido de un
suspiro prolongado. Todo lo que hace la abuela es seguido por
un suspiro como ese. Cada vez que lo recalco, ella hace lo
mismo, agarra sus anchas caderas y dice—: He estado
arrastrando este cuerpo durante cinco décadas más de lo que tú
has estado viva. Me he ganado un buen suspiro.
Ella suspira de nuevo mientras camina hacia la cocina, su
enorme bolso enganchado alrededor de un codo. El cuero de
cocodrilo falso está agrietado y las correas se están
despegando, pero se niega a dejar que yo o cualquier otra
persona le compre un bolso nuevo.
—Un bolso viejo para una bolsa vieja —dice siempre con una
larga carcajada.
Pero mi corazón se eleva al ver esa bolsa vieja, ambas.
—¡Abuela! —Cruzo la cocina en un instante y la envuelvo en
un fuerte abrazo.
Ella tropieza sobre sus talones. —Vas a derribar a una anciana.
Si me rompes la cadera, te volverán a encerrar. La cárcel no es
amable con las personas que agreden a los ancianos.
Me río, con lágrimas en los ojos. Es tan bueno ver una cara
familiar después del par de días que he tenido. —No puedo
creer que estés aquí.
—No puedo creer que no me hayas llamado. —Ella me
empuja lejos y golpea mi brazo—. ¿En qué diablos estabas
pensando, ir a la cárcel y no llamarme? ¡Debería haber sido tu
primera llamada!
El oficial Rooney no me dejó llamar a nadie. Me empujaron a
través de la puerta trasera de la comisaría y me llevaron
directamente a una celda de detención. Pero me guardo esa
información.
Miro mis pies. —Lo siento. Estaba… no estaba pensando con
claridad.
La abuela duda por solo un segundo antes de que su mano
tome mi mejilla. Su piel es como un papel arrugado
demasiadas veces, suave y seca. Me inclino hacia la
familiaridad.
—No, supongo que no lo estabas —dice en voz baja—. ¿Estás
bien, querida?
Enrollo mi mano sobre la de ella y la aprieto. —Lo estoy
ahora.
Un momento de entendimiento pasa entre nosotras.
La abuela estuvo allí la primera vez que experimenté
claustrofobia después de que fui a vivir con ella, la primera
vez que tuve un ataque de pánico cuando no estaba en peligro
inmediato. No teníamos dinero para un terapeuta, pero ella
hizo todo lo posible para ayudarme a salir de eso. Para
ayudarme a evitar mis detonantes. Ella es la razón por la que
puedo soportar estar en una ducha pequeña o en un ascensor.
Su paciencia y comprensión hicieron toda la diferencia para
mí.
Sin embargo, nunca pudimos abordar mi miedo a estar en un
coche. Por buena razón.
Ahí es donde comenzó todo.
—Así que, ¿Te llamó Timofey? —pregunto—. ¿O lo hizo
Ashley?
Espero que sea Ashley. Quiero que Ashley haya sido la que
llamó a la abuela. Si llamó, significa que es posible que
Timofey no sepa dónde vive la abuela. Significa que ella
todavía podría estar fuera de su rango de influencia. Me da
tiempo para descubrir cómo protegerla de…
—¿Ese es el nombre de tu jefe? —pregunta la abuela—.
¿Timothy? Sí, él es el que llamó.
Demonios. Hago todo lo posible para ocultar el temor que se
acumula en mi estómago.
Ashley se apoya en el mostrador. Veo sus miradas furtivas a
Akim mientras limpia la cocina como si no existiéramos. —La
razón por la que llegamos juntas es porque tu abuela me llamó.
Tomó el taxi hasta mi casa y luego me recogió y me trajo aquí.
Yo habría conducido, pero…
—La gasolina es demasiado cara en este momento para todo
eso —ofrece la abuela amablemente para que Ashley no tenga
que pensar en una excusa.
Aprieto la mano de la abuela de nuevo. Un gracias silencioso.
Es una de las pocas personas a las que les he confiado los
problemas de Ashley y cuánto quiero ayudarla. Tampoco es
que la abuela realmente pueda darse el lujo de estar aquí, pero
aun así trató de cuidar a Ashley en su camino para cuidarme a
mí.
Eso importa.
Superada por la gratitud de que ella está de pie frente a mí, tiro
de la abuela para sentir otro abrazo. —Estoy tan feliz de verte.
—Ashley se aclara la garganta y le devuelvo la sonrisa—. A
las dos.
—Sí, bueno, es bueno que tu jefe nos haya llamado ya que
claramente tú no ibas a hacerlo. —Ashley toma mi tenedor y
le da un mordisco a lo que me sobró del almuerzo—. Santo
cielos. Esto es increíble.
Akim no dice nada, pero lo veo sonreír mientras llena el
lavavajillas.
Dios, ¿Cómo le digo a Ashley que se quede muy, muy lejos de
cualquiera dentro de los muros de esta casa sin que ella haga
exactamente lo contrario?
Alejo esa preocupación para después. Un problema a la vez.
—No puedo creer que Timofey te haya llamado. Iba a hacerlo,
pero…
Pero mi vida está fuera de control y estoy tratando de
orientarme y averiguar si mi nuevo jefe me va a matar.
Sin embargo, ¿Puede Timofey ser tan malo si trae a mis
amigos y familiares aquí para consolarme después de un
ataque de pánico?
Dudo en estar agradecida con él, especialmente después de
agradecerle por liberarme de la celda en la que me colocó
antes. Pero no puedo evitarlo. Mi corazón hace tiempo que
dejó de escuchar razones.
—Lo que sea. Me alegro de que ambas estén aquí. —Llevo a
mi abuela a un taburete y envuelvo un brazo alrededor de cada
una de ellas—. ¿Puedo traerles algo? ¿Un trago o algo?
Ashley abre la boca para responder, pero en lugar de formar
palabras, su mandíbula simplemente cuelga allí. Sus delgadas
cejas se arquean y un cruce entre una exhalación sorprendida y
un suspiro soñador sale de sus pulmones. Sus ojos están fijos
sobre mi hombro, y sé exactamente lo que está mirando.
Corrección, sé a quién está mirando.
Efectivamente, cuando me doy la vuelta, veo a Timofey
entrando en la cocina. Se ha desabrochado los dos botones
superiores de la camisa, dejando entrever la clavícula y el
vello oscuro del pecho. Su cabello está despeinado por el viaje
en motocicleta.
Pero eso es lo normal en este punto. Lo raro es que, en lugar
de su característico ceño fruncido, está sonriendo.
Sonriendo.
Lo he visto muchas veces, en medio de la noche, nada menos,
pero todavía estoy asombrada. Estoy casi esperando ver un
cerdo pasar volando por la ventana en cualquier segundo.
Unos pocos cambios son todo lo que se necesita para
transformarlo de un CEO hosco e intimidante que rompe
huesos a un deslumbrante y muy amable hombre del pueblo.
Si se postulara para presidente en este momento, obtendría mi
voto. Demonios, obtendría mucho más que eso. Comenzaría
un escándalo por esta versión de él.
Timofey Viktorov es sexy. Sé a ciencia cierta que Ashley se
está dando cuenta.
—Me alegro de que ustedes dos hayan llegado a salvo —
retumba Timofey.
Mi abuela se mueve para ponerse de pie, pero Timofey se
apresura y toma su mano. Luego el hombre da una reverencia,
como si fuera realeza o algo así. Las mejillas de mi abuela se
ponen rosadas. Está encantada, así de simple.
—Gracias por invitarnos —murmura aturdida—. Su casa es
encantadora.
Ashley resopla. —Una subestimación. Es jodidamente
increíble.
Le doy un codazo en las costillas. Timofey y yo estamos
mucho más allá de las primeras impresiones, pero igual quiero
que Ashley se comporte lo mejor posible. Por lo que sabe, está
parada en mi lugar de trabajo, hablando con mi jefe. Debería
comportarse mejor.
Ella se tapa la boca con una mano. —Lo siento. Qué grosera.
Menos mal que no soy yo cuidando al bebé, ¿Verdad? Crecería
hablando como un marinero.
—Hablando de, ¿Dónde está el angelito? —Mi abuela
chasquea los dedos como un cangrejo codicioso—. Necesito
abrazos de bebé.
—Durmiendo. —Hay un tono duro en la voz de Timofey que
no estaba allí hace un segundo. Creo que soy la única que lo
nota.
Mi abuela asiente en comprensión. —Y no puedes despertar a
un bebé dormido. Todos saben eso. De verdad, deberías estar
durmiendo, Papá. Esas son las reglas. Duermes cuando el bebé
duerme.
—Si eso fuera posible —se ríe Timofey—. No me gustaría
estar dormido ahora, de todos modos. Estoy emocionado de
conocer a algunas de las personas más cercanas a Piper. Sé
cuánto las ama a ambas. Odiaría perder la oportunidad de
conocernos.
La mirada de Timofey se dirige a mí por solo un segundo y
todo encaja.
Mi abuela no está aquí porque Timofey estaba preocupado por
mí.
No llamó a Ashley para consolarme.
Es una amenaza.
Casi podría reírme. De mí misma por ser tan ingenua y de
Timofey por ser tan predecible.
Pero es difícil reírse cuando dos de las personas que más me
importan en el mundo están en peligro… por mi culpa.
28
PIPER

La ira y el pánico corren por mis extremidades. Estoy inquieta,


nerviosa, ansiosa. No puedo quedarme aquí ni un segundo
más.
—Timofey —mi voz sale más aguda de lo que pretendo. Mi
abuela salta sorprendida—. ¿Puedo hablar contigo un
segundo?
Frunce el ceño, fingiendo confusión. —Todos acaban de
llegar. Podemos sentarnos y charlar juntos. ¿Alguien quiere
algo de beber?
De nuevo, Ashley abre la boca para responder, pero la
interrumpo. —Solo tomará un segundo. Si no te importa.
Timofey me da una cálida sonrisa, pero no llega a sus ojos.
Esos son tan fríos y distantes como siempre.
Paso junto a él hacia el pasillo y sigo caminando hasta que veo
una puerta abierta. Entro en lo que resulta ser una biblioteca.
Me giro hacia la puerta justo cuando Timofey la cierra detrás
de él.
—Es de mala educación dejar a los invitados esperando, Piper.
Bufo. —Probablemente sea peor amenazarlas, ¿No crees?
—No estoy amenazando a mis invitados. Me responde.
—¿No es así? —pregunto, abriendo los brazos—. Están aquí
para recordarme lo que tengo que perder, ¿No? Estás haciendo
esto para asustarme para que te obedezca.
Él sonríe. —Exactamente mi punto. Lo acabas de demostrar.
—¿Demostrar qué?
—No las estoy amenazando —dice—. Te estoy amenazando a
ti.
No estoy segura de por qué me sorprende que lo admita.
Timofey ha hecho mucho peor que hacer amenazas. El oficial
Rooney confirmó que ha matado gente. No debería estar
sorprendida de que sea abierto sobre las profundidades de su
depravación.
Y sin embargo lo estoy.
—Déjalas en paz. Ya te dije que haría lo que me pidas.
—Eso fue después de que hice las llamadas. No quería
cancelarlas solo porque finalmente decidiste ser razonable.
Además, en mi línea de trabajo, me gusta tener un poco de
seguridad.
—¿Es así como ves a la gente? ¿Como peones que puedes
manipular y sacrificar a tu gusto?
En su barbilla se forman hoyuelos mientras piensa. Una
sombra de barba que no noté ayer cubre su barbilla y su
mandíbula. —Así es exactamente como veo a la gente.
—Eres repugnante. Eso es horrible.
Se encoge de hombros. —Es mejor que estar arruinado porque
estoy demasiado ocupado sacando de apuros a todos los demás
en mi vida. ¿O Ashley te ha pagado por el agente de fianzas
que contrataste hace seis meses?
Parpadeo hacia él. Nadie sabe sobre eso. Ni siquiera Noelle.
Le juré a Ashley que se quedaría entre nosotras.
—Cómo tú…
—Una vez que supe que tu amiga tuvo algunos roces con la
ley, le pedí a Rooney que la buscara. Tal como esperaba, tenías
otro dependiente financiero.
—La rescaté una vez. Eso no la convierte en una
dependiente…
—Tres veces. —Timofey levanta tres dedos y los tuerce
lentamente frente a mí, mostrándome sus nudillos llenos de
cicatrices—. El adagio es «tres strikes y estás fuera», pero
parece que Ashley está en su cuarto. Me pregunto qué tipo de
drogas divertidas tendría que encontrar la policía en su coche
para que la encierren para siempre.
Mi corazón se detiene.
El tiempo se detiene.
—No lo hagas.
—¿Cómo vas a detenerme? —Él sonríe agradablemente. Juro
que se lo está pasando bien con esto. Esto es divertido para él.
—Yo… te dije que haría lo que me pidieras.
—Y te dije que me gusta un poco de seguridad.
Afortunadamente, vienes con muchas debilidades. —Él niega
con la cabeza—. ¿Por qué tienes tantos parásitos a tu
alrededor?
—Estás confundido —le digo, rebosante de fingida sinceridad
—. Sé que no puedes entender las emociones humanas
complejas, pero ellas no son parásitos. Son mis amigas y mi
familia. ¿Quizás has oído hablar de ellos?
Él rueda los ojos. —Si te impiden vivir tu vida, no importa si
son de sangre, familia elegida o cualquier otra cosa, son
parásitos. Te están chupando hasta dejarte seca, Piper, y ni
siquiera lo ves.
—El único que me deja seca eres tú —escupo.
Me mira fijamente por un segundo antes de que la diversión se
deslice por su rostro. —Hay una broma que podría hacer aquí,
pero no quiero ser grosero mientras tu abuela está en la casa.
Hago una mueca. —En tus sueños sádicos y enfermizos.
De repente, Timofey cierra la distancia entre nosotros. Su
pecho roza el mío y tengo que inclinar la cabeza hacia atrás
para mirarlo a los ojos.
Sus vibrantes y brillantes ojos azules. Hay un poco de fuego
extra en ellos ahora.
Si pensara que él es capaz de tal emoción, casi pensaría que
es… deseo.
—Nunca tendrás que tomar esa decisión —dice en voz baja.
Su susurro es papel de lija de grano fino contra mi piel—. Te
obligaré a hacer muchas cosas, Piper, pero eso nunca. Cuando
suceda, será tu elección.
¿Cuándo suceda?
¿Cuándo?
Quiero llamarlo bastardo engreído y empujarlo lejos, pero
parece que he perdido el control de mi cuerpo. No soy más que
una parte del latido de mi corazón ahora.
En mi pecho.
Entre mis piernas.
Cuanto más tiempo Timofey me mira por encima de la nariz,
más fuertes crecen los latidos.
Luego, de repente, se da la vuelta y sale de la habitación.
29
PIPER

Me recupero con unas pocas respiraciones profundas, luego


sigo a Timofey de regreso a la batalla. Al fin y al cabo, eso es
lo que es la cocina, un campo de batalla.
Cuando salgo al pasillo, puedo escuchar la risa aguda y
coqueta de Ashley.
—Mierda —murmuro, me apresuro para no quedar me atrás.
Timofey y yo entramos juntos. Ashley está de pie al lado de la
estufa junto a Akim, con las dos manos alrededor de la misma
asa de sartén.
—Todo está en la muñeca —dice Akim, rozando con el dedo
el antebrazo demasiado pálido y demasiado delgado de Ashley
—. Más un movimiento rápido que un lanzamiento.
Ashley se muerde el labio inferior como si se estuviera
concentrando, pero sé que está tratando de hacer una cara
sexy. —Vale. Aquí voy. Uno, dos…
A las tres, ella y Akim sacuden la sartén y lanzan un
panqueque al aire. Aterriza torpemente en el costado de la
sartén y la masa se esparce por toda la estufa.
Ashley reposa su cabeza en el hombro de Akim. —Maldita
sea. No entiendo. Me han dicho que tengo muñecas muy
ágiles.
—¿Por quién? —pregunta Akim.
Ella mira hacia atrás por encima del hombro, colocando un
mechón de cabello detrás de su oreja. —Exnovios.
Mis ojos prácticamente se salen de mi cabeza. Timofey hace
un suave resoplido en la parte posterior de su garganta.
Pisoteo alrededor de él y agarro la sartén de la mano de
Ashley. —No acabas de decir eso delante de mi abuela —
siseo.
Akim se da la vuelta y murmura— Definitivamente lo hizo.
—¿Decir qué? —pregunta mi abuela.
Miro hacia arriba para ver que está haciendo uno de los
crucigramas que lleva en su bolso.
—Nada, Abuela. ¿Quieres un…? —Miro lo que estaban
haciendo Akim y Ashley—. ¿Un panqueque? ¿Por qué estás
haciendo panqueques?
—Los preparo y los congelo para un desayuno rápido —
explica Akim, pero en realidad no lo estoy escuchando. En lo
que a mí respecta, puede desaparecer.
Abuela asiente. —Claro, comeré uno. Pero hazlo tú, Ashley.
Quiero probar el amor que hay en él.
—Yo cocino con mucho amor. —Akim suena casi ofendido.
Mi abuela lo mira con una sonrisa de complicidad. —Me
preocupa que hayas desperdiciado la mayor parte de tu amor
con la señorita Ashley.
Resulta que mi abuela no es tan mojigata como pensaba.
Akim en realidad se sonroja por eso. No puedo creer que este
hombre trabaje para Timofey. Es el compañero de asesinos
más tonto que jamás podría imaginar.
—Igual tengo algunas otras cosas que hacer —Akim rodea a
Ashley y asiente en dirección a Timofey—. Me gustaría hablar
contigo cuando tengas un minuto, en realidad, Tim.
Estudio a Akim. Daria lo que fuera por abrirle la cabeza y ver
lo que está pensando.
Entonces me mira. Sólo por un segundo. Un destello de
reconocimiento antes de que desvíe la mirada.
Y no necesito abrirle la cabeza. No necesito leer su mente.
Sé exactamente lo que le va a decir a Timofey.
Y tengo que detenerlo.
—Es de mala educación dejar a tus invitados —espeto. Por el
rabillo del ojo, Timofey arquea una ceja, pero sigo adelante—.
Dijiste que era de mala educación dejar invitados. Ya te alejé
una vez.
Sé que me pondría en mi lugar si Ashley y mi abuela no
estuvieran aquí. Tal como están las cosas, va en contra de su
plan para ponerse del lado bueno.
Él sonríe con tanta facilidad y credibilidad que yo no puedo
evitar estremecerme. —Tienes razón. Hablaremos de negocios
más tarde, Akim. Ahora mismo, panqueques.
Ashley aplaude y se desliza más cerca de Akim. —Puedes
ayudarme a trabajar en mi coordinación ojo-mano.
Todavía quiero asegurarme de que los dos nunca, jamás se
conviertan en algo serio, porque la versión de Ashley de la
coordinación ojo-mano cuando se trata de un hombre lindo se
convierte rápidamente en algo más como la coordinación
pene-boca.
Sin embargo, más que eso, quiero asegurarme de que Akim no
pueda decirle a Timofey de lo que hablamos durante el
almuerzo.
¿Qué tan estúpida soy? Le dije a Timofey que seguiría su plan
y lo obedecería. Cinco minutos después, le confieso a su
cocinero que quiero que lo metan en prisión.
Me dirijo a la estufa y desecho el trozo de panqueque ahora
quemado que Ashley trató de voltear. Vierto un poco más de
masa y observo cómo se forman las burbujas como piezas de
un plan que se unen en mi mente.
—¿Cuál es la tecla superior izquierda del teclado? —Mi
abuela le pregunta a la habitación—. Es una pista de
crucigrama, y no soy buena con las computadoras.
—Suprimir —responde Akim rápida e incorrectamente.
—No escuches a Akim —se ríe Timofey—. Hay una razón por
la que lo contraté para ser chef, y no es por ser un gurú de la
tecnología.
—Es porque, como a usted, a él también le gusta el sabor del
amor en su cocina. —Akim lanza besos en dirección a
Timofey y se me cae el estómago.
Ellos son buenos amigos. Estaba hablando con uno de los muy
buenos amigos de Timofey sobre traicionarlo. No hay forma
de que Akim no me delate en cuanto tenga la oportunidad.
Timofey lo despide. —La respuesta es E-S-C.
Mi abuela jadea de placer. —¡Encaja! ¡Gracias!
Ignoro la punzada que siento al darme cuenta de que mi abuela
dejó que Timofey la ayudara con su rompecabezas. Ella nunca
me deja ayudar. Dice que es hacer trampa como buscar las
respuestas en la parte posterior del libro.
Aparentemente, eso no es importante frente a la amenaza
inminente que es Timofey Viktorov. Akim le va a decir que
todavía estoy planeando alejar a Benjamín de él y denunciarlo
a la policía. Cuando se entere, tomará represalias. Tal vez en
mi contra, pero probablemente a través de un representante
como Ashley o mi abuela.
La única opción es sacarlas de aquí. Ahora.
No hay tiempo para la sutileza. Necesito sacarnos a todos de
aquí antes de que Timofey se entere. Huimos, vamos
directamente a la policía y esperamos lo mejor.
Claro, Timofey tiene al oficial Rooney de su lado, pero no
pueden enfrentarse a todo un recinto, ¿O sí?
Ojalá que no.
Si alguien puede, sería Timofey. Pero tengo que creer que
tiene algunos límites. Tengo que creer que puedo defenderme.
—Oigo llorar a Benjamín —dice Akim de repente—. Debería
ir…
Ashley agarra su brazo. —¿No es ese el trabajo de Piper? Ella
debería cuidarlo.
Le lanzo una mirada, pero está demasiado distraída con el
apuesto cocinero para darse cuenta.
Akim niega con la cabeza. —Ella está cocinando, así que
aparentemente, hemos cambiado de trabajo hoy. Yo me
ocuparé del pequeño.
Timofey desliza su taburete lejos de la barra y se pone de pie.
—Yo iré. De todos modos, la abuela de Piper es demasiado
buena en este crucigrama para que yo pueda seguirle el ritmo.
Mi abuela se ríe y yo aprieto los dientes.
Timofey ha encantado a todos de una forma u otra. Si no hago
algo para eliminarlo ahora, podría ser demasiado tarde.
Cuando salga de la habitación con Akim, sacaré a Ashley y a
mi abuela lo más rápido que pueda. Estarán confundidas
acerca de por qué tenemos que correr, pero no tenemos otra
opción.
Estoy planeando nuestra ruta para salir de la casa cuando
Akim niega con la cabeza. —Tú quédate aquí, Tim. Me
encargaré de Benjamín y vuelvo enseguida.
Akim me mira. Es casi como si estuviera leyendo mis
pensamientos ahora.
Él sabe que, si ambos salen de esta habitación, huiré.
Interpreta al compañero despreocupado, pero Akim es mucho
más inteligente de lo que parece.
Timofey le frunce el ceño, probablemente enojado por haber
sido desafiado en público. Pero Akim se inclina y eso es todo.
Él va me va a delatar.
Un pánico como nunca antes había conocido me atraviesa.
Cada plan a medias que he elaborado en los últimos minutos
se va por la ventana mientras hago lo único que se me ocurre.
Agarro el dispensador de aceite al lado de la estufa, abro la
tapa y «accidentalmente» lo dejo caer directamente sobre la
hornilla.
Instantáneamente, una columna de fuego estalla frente a mí.
Las llamas lamen la parte inferior de los gabinetes, dorando la
madera.
Mi plan era arruinar los panqueques y obligar a Akim a
cocinar en su lugar. Quería ganar algo de tiempo, no iniciar un
incendio forestal.
Pero aquí estamos. A buen hambre no hay pan duro.
—¡Fuego! —Ashley grita—. ¡Fuego!
Mi abuela está gritando incoherentemente. Akim salta sobre la
isla y agarra un extintor de incendios de debajo del fregadero.
Timofey se encuentra en medio de todo, hermoso e inmóvil.
Retrocedo, tratando de escapar del caos, pero las llamas me
siguen.
Todo el lado izquierdo de mi cuerpo está extrañamente
caliente. Sigo alejándome para apartarme del camino de Akim
para que pueda luchar contra las llamas, pero parece que no
puedo escapar del calor.
Ashley está a salvo en el otro extremo de la cocina, pero mi
abuela está juntando sus pertenencias en su bolso en lugar de
huir.
—¡Atrás, Abuela! —grito—. Deja el libro de crucigramas y…
Mi abuela me mira y su rostro se vuelve más blanco de lo que
jamás había visto. Presiona sus manos envejecidas contra su
cara. —¡Ayúdenla! ¡Ayuda!
Vuelvo a mirar a Ashley para asegurarme de que está bien
cuando me doy cuenta de que mi abuela está hablando de mí.
Ahí es cuando miro hacia abajo y veo las llamas lamiendo la
manga de mi suéter.
30
TIMOFEY

La mirada en el rostro de Akim dice que tiene algo que quiere


compartir con la clase. Estoy un poco ocupado con la amiga y
abuela de Piper comiendo de la palma de mi mano, pero para
ser honesto, eso es un juego de niños. Tan fácil que es casi
ofensivo.
Puedo dedicarle un minuto para que descargue cualquier
maldita tontería que lo esté molestando.
Pero antes de que pueda decirle que nunca debería decirme
que me “«quede aquí» de nuevo a menos que quiera que le
corten la lengua, hay un rugido detrás de mí.
Me giro para ver las llamas dispararse en una columna sólida
de luz naranja brillante desde el horno. Piper se pierde en el
resplandor. Las cosas crepitan y arden.
Akim se lanza sobre la isla mientras Piper se tambalea
alejándose de la estufa. Ella está mirando a todos los demás,
verificando si su amiga adicta y su abuela están bien. Está tan
ocupada preocupándose por todos menos ella que no ve que se
llevó un poco del fuego con ella.
La llama se apodera del suéter. Crece exponencialmente hasta
que se arrastra hasta su hombro en cuestión de segundos.
Todos los demás están volviéndose locos. Paralizados y
gritando y congelados por el miedo.
Pero he pasado toda una vida aprendiendo a ignorar la voz en
mi cabeza que dice que me congele en el lugar. Hago una cosa,
actuar.
Paso a toda velocidad a través de Akim y Ashley, quienes
están discutiendo sobre qué hacer a continuación.
—¡Él extintor de incendios! —grita Akim, señalando debajo
del fregadero.
Ashley agarra el rociador en el fregadero. —¡Aquí hay agua!
—¡No se puede usar agua en un incendio de aceite! —Akim se
lo quita de la mano y la empuja hacia atrás—. ¡Muévete!
—¡Apaga el maldito fuego! —le grito por encima de mi
hombro.
Piper sigue mirando su brazo como si estuviera viendo una
película de terror. Como si la acción estuviera de algún modo
desconectada de su realidad.
En el caos de Akim rociando el extintor de incendios y Ashley
y la abuela gritando, el momento cristaliza. Piper está frente a
mí y nada más importa.
La agarro y tiro de ella hacia mí. Por alguna razón que no
puedo imaginar, ella se resiste.
—¡Piper! —grito su nombre y ella me mira.
Todo sucede en un cuarto de segundo. Un octavo de segundo.
Menos.
Sus ojos se encuentran con los míos, el entendimiento pasa
entre nosotros, y ella me sigue.
La arrastro a no más de un par de pies de distancia de la estufa
y le arranco el suéter de su cuerpo. Estoy bombeando con
adrenalina, por lo que el material debilitado se tritura y rasga
bajo mis dedos como si estuviera hecho de papel mojado.
Pisoteo los pedazos de tela en llamas en el piso y empiezo a
golpear las brasas que aún se aferran a ella. Siento que me
arden las palmas de las manos, pero es distante y sin
importancia. El dolor es una señal. Nada más. Elijo ignorarlo.
No puedo concentrarme en la piel roja he irritada de su brazo.
Todo lo que puedo pensar es en apagar el fuego. Eliminar el
peligro. Asegurarme de que ella esté a salvo.
Retuerzo su cabello castaño rojizo sobre su hombro bueno. De
alguna manera, ninguna de las llamas lo tocó. Tal vez sea
porque su cabello ya es como una llama viva. Un resplandor
eterno de oro y rojo cuando la luz lo toca.
—¿Estamos bien? —Akim pregunta, dándose la vuelta con el
extintor todavía en la mano. Sale humo de la estufa y la niebla
blanca del extintor llena la cocina.
Luego, al fin, la alarma de humo comienza a sonar.
—Maldito infierno —se queja Akim—. Yo me encargo.
Se apresura a encontrar una silla y llegar a la alarma. Muevo a
Piper hacia el fregadero.
No lleva nada más que una camiseta sin mangas fina y
transparente, pero no parece darse cuenta. Trato de no darme
cuenta, tampoco. Mayormente fallo en eso.
—Pon tu brazo aquí abajo —ordeno, abriendo el grifo para
que esté tibio—. Necesitamos refrescar tu piel.
Ella mira hacia atrás por encima del hombro. —Mi abuela…
De repente, tomo su rostro y la obligo a mirarme a los ojos. —
Todos los demás en esta habitación están bien. Tú no. Porque
estabas demasiado ocupada preocupándote por los demás.
Ella frunce el ceño. —Yo no estaba…
—Mete tu brazo debajo del agua antes de que tenga que
forzarte.
Aprieta la mandíbula, pero se gira hacia el fregadero y hace lo
que le pido.
Ya era hora.
Tan pronto como el agua cae sobre su brazo, se estremece.
Puedo ver su mandíbula temblando por la fuerza con la que
rechina los dientes.
—¿Duele?
—No se siente muy bien —grita.
—Quédate aquí durante quince minutos y te sentirás mejor.
—Tal vez debería… —Ella traga, sus ojos moviéndose de un
lado a otro sin siquiera mirarme—. ¿Tal vez debería ir al
hospital? Mi abuela podría llevarme.
—Si necesitas ir al hospital, te llevaré.
Ella frunce el ceño. —No tienes que cuidarme. Puedo
encargarme de…
—No termines esa frase —gruño—. Si no fuera por mí,
todavía estarías parada en la esquina con tu brazo en llamas.
En realidad, si no fuera por mí, estarías muerta en un callejón.
Claramente, no puedes cuidarte a ti misma.
—¡Había muchas cosas sucediendo! ¡Estaba distraída!
Asiento con sarcástico acuerdo. —Vale, solo puedes cuidar de
ti misma cuando todo va perfectamente y no sucede nada
estresante. Eso es muy realista.
—¿Por qué no dejaste que me quemara? —ella sisea—. Eso te
habría ahorrado muchos problemas.
—Hubiera tomado semanas quitar el olor a piel y cabello
quemado de las cortinas. Te salvé por el bien de las mucamas.
Ella me mira por un segundo, sus fosas nasales dilatadas, una
novela de palabras tácitas escondidas detrás de sus labios
carnosos. Luego mira el agua que corre sobre su brazo. —No
necesito ir al hospital. Estoy bien.
—Soy consciente. Por suerte para ti, apagué el fuego antes de
que pudiera atravesar el suéter. Tienes una quemadura
desagradable, pero sanará bien.
—¿Eres médico ahora también? —ella murmura.
Ella no está tan lejos. Con el tipo de vida que llevo, me he
lastimado muchas veces cuando correr al hospital no era una
opción. La policía habría sumado dos y dos si alguien hubiera
muerto en un tiroteo la misma noche que me presenté en la
sala de emergencias con un roce de bala.
El punto es que sé cómo manejar el fuego y la sangre.
La estridente alarma finalmente se detiene. Akim se baja de la
silla y se vuelve hacia mí. —¿Ahora qué?
—Vendajes, ungüento antibiótico y analgésicos —enumero—.
Todo está en el…
—Armario de ropa blanca fuera del baño de invitados —
termina, ya moviéndose hacia el pasillo—. Lo sé.
Tan pronto como se va, la abuela y Ashley dan un paso al
frente para llenar la abertura.
—¿Qué demonios pasó? —Ashley dice con incredulidad—.
¿Cómo diablos prendiste fuego a los panqueques, chica? De
las dos, tú eres la cocinera.
Piper resopla. —Preparar comidas congeladas en casa no me
convierte en cocinera.
—Lo hace en lo que a mí respecta.
Piper la aleja con su brazo bueno. —Estoy bien.
—Estabas en llamas —le recuerda su abuela, como si de
alguna manera lo hubiésemos olvidado.
Piper tiene que inclinarse hacia adelante y arquear la espalda
para mirar por encima del hombro y encontrarse con los ojos
de la anciana. —Estoy bien, Abuela.
Ella no está equivocada en eso. Sus jeans se amoldan a cada
centímetro de sus piernas largas y tonificadas. Con su suéter
de gran tamaño en cenizas en el piso, estoy convencido de que
no debería usar nada más que camisetas sin mangas finas
como papel de seda a partir de este día. Incluso puedo
distinguir los hoyuelos presionados a cada lado de su espalda
baja.
Mi mente se llena de imágenes de tirarla encima de la isla,
separarle las piernas y devorarla hasta que grite una y otra vez.
Sabría dulce, lo sé. Sabría a jodida miel y pecado.
«Bien» es una subestimación.
La abuela hace un chasquido en la parte posterior de su
garganta. —Hm. No. No puedes prenderte fuego y decir que
estás bien. Vamos al hospital.
—No necesito ir al hospital. Le responde Piper.
—Llamaré a un taxi —dice la abuela—. ¿O tal vez podemos
pedirte prestado un coche, Timofey?
—Sus quemaduras no son graves. Pero si todos insisten, puedo
llevarla a ella y a ustedes dos a…
—¡No! —Piper se levanta de un tirón, alejándose del
fregadero para mirar a su abuela—. Estoy bien, Abuela.
Escúchame, Yo. Estoy. Bien.
El rostro ya arrugado de la mujer se arruga aún más. —Creo
que deberías hacerte un chequeo por si acaso. No tienes idea
de qué tipo de daño podría hacer esto. O las cicatrices que
podría dejar. La idea de que estés en peligro… no puedo lidiar
con eso.
—Lidiaste bien con eso durante los primeros diez años de mi
vida. Le responde Piper secamente.
Las palabras aterrizan como un golpe físico. De hecho, veo a
la abuela de Piper tropezar contra el borde del mostrador como
si le hubieran disparado. Sus labios se mueven alrededor de
palabras a las que no puede dar voz.
—No actúes tan sorprendida. Sabías que mis padres eran una
mierda. Sabías lo que tu hija me estaba haciendo —sisea Piper,
un veneno que nunca había escuchado antes hirviendo a través
de sus palabras—. Y dejaste que sucediera. Lo ignoraste hasta
que encontré el camino a tu puerta y rogué por ayuda. Hasta
que mi claustrofobia fue tan fuerte que tuve que dormir sobre
mis sábanas porque si no lo hacía, tendría pesadillas en las que
me estrangularían y asfixiarían. Así que ahora, cuando te digo
que estoy bien, probablemente deberías escucharme.
El caos de hace unos momentos es succionado como a través
de una aspiradora. La habitación está vacía.
Francamente, estoy disfrutando la reaparición repentina de las
agallas de Piper, pero puedo notar que Ashley y la abuela están
conmocionadas hasta la médula. Me imaginaba que lo
estarían.
Es posible que hayamos sido testigos de la primera vez que
Piper Quinn se ha defendido a sí misma.
—Piper —dice la abuela finalmente, su nombre sale en un
susurro—. Piper, cariño, no puedes… yo no…
—Ustedes dos no deberían haber venido aquí —interrumpe
Piper—. Este es mi trabajo. El lugar donde trabajo. Quiero ser
profesional y no puedo hacerlo cuando aparecen con
crucigramas y coquetean con mis compañeros de trabajo.
—¡Oye! —Ashley se queja—. Vinimos aquí porque tu jefe lo
pidió. Cúlpalo a él.
La espalda de Piper se pone rígida. —Lo haré. Pero tú debiste
haber consultado conmigo primero.
—¡Estabas en la cárcel! ¿Se suponía que debíamos dejar un
mensaje con el oficial de recepción?
—Solo váyanse —dice Piper con firmeza—. Agrega un «por
favor», pero es pura cortesía.
Su abuela parece desinflada. No queda lucha en ella. Ashley,
sin embargo, entrecierra los ojos. —Te llamaré más tarde, Pipa
—dice ella. La promesa suena más como una amenaza.
Piper asiente. —Vale.
Las dos mujeres empacan y se van, lanzando miradas por
encima del hombro mientras se dirigen hacia la puerta
principal.
Luego se cierra, y ya no están.
31
TIMOFEY

En el momento en que las dos mujeres se pierden de vista,


Piper se hunde. Toda la lucha se desvanece de su rostro y se ve
triste y rota de nuevo, como cuando la encontré por primera
vez. —No tienen auto. Debería traerlas de vuelta aquí y…
—Ya le envié un mensaje de texto al chofer. Está trayendo el
coche ahora.
Piper se estremece. No estoy seguro de si es el recuerdo de lo
que acaba de decir o su quemadura, pero la llevo hacia el agua
que todavía corre. —Te quedan diez minutos más.
Ella vuelve a inclinarse sobre el fregadero y gime cuando el
agua corre por su brazo.
Creo que va a decir algo más, pero sus labios están tan
apretados que se están poniendo blancos. Con cada segundo
que pasa, se inclina más hacia al fregadero, apartando la cara
de mí para que no pueda verla.
Entonces veo sus hombros temblando.
Agarro su barbilla y acerco su rostro hacia mí. —Estás
llorando.
—No me toques. —Sacude su barbilla de mi mano.
—Entonces no te escondas de mí.
—¡No puedo! —ella explota, salpicando agua sobre los restos
chamuscados de la comida en la estufa—. No puedo
esconderme de ti. Ese es el problema. Acabo de insultar a una
de mis mejores amigas y a mi abuela porque esa era la única
forma en que podía alejarlas de ti.
—No necesitabas alejarlas de mí. Le digo.
—Sí necesitaba, maldición. —Ella asiente sin una pizca de
duda—. Estoy segura de que Akim te lo aclarará lo
suficientemente pronto.
Recuerdo los momentos antes del incendio. Cuando Akim me
miraba fijamente, algo tácito en sus ojos.
—¿Qué pasó? —gruño.
Piper se burla suavemente. —Ya estás enojado y no sabes lo
que pasó. Sabía que tenía razón en sacarlas de aquí.
—Piper.
—Vale, te lo diré antes de que Akim pueda hacerlo. Quizá
suavice el golpe. Lo dudo, pero tal vez. —Ella toma una
respiración profunda y me cuenta—. Cuando estaba a solas
con Akim, le pregunté si estaría dispuesto a testificar contra ti
ante un juez.
Parpadeo hacia ella, aturdido por la estupidez de este plan. —
¿Y pensaste que eso funcionaría?
—Pensé que no había forma de que alguien que trabajaba para
ti pudiera encontrarte atractivo. ¿Qué hay de bueno? —ella
chasquea—. Pero estaba equivocada. Está claro que Akim y tú
son amigos, y ahora él te va a decir que todavía estaba tratando
de alejar a Benjamín de ti y hacer que te arrestaran.
Mis cejas se arquean cuando me doy cuenta. —Empezaste ese
fuego a propósito. Le digo con firmeza.
Su rostro se sonroja de vergüenza. —Necesitaba una
distracción. Me responde.
—El incendio provocado haría eso. Le digo pensativamente.
—El fuego no era el plan —responde, incapaz de evitar
discutir conmigo—. Iba a arruinar los panqueques, tal vez
causar un poco de humo. Sacaría a mi abuela y a Ashley
mientras tú estabas distraído y…
—¿Y qué? ¿Qué iba a venir después, Piper? ¿Adónde ibas a
ir? ¿Qué ibas a hacer?
Sus ojos brillan casi tan resplandecientes como las llamas que
casi la engulleron. —No sé.
Junto mis manos en un aplauso lento. —Maravilloso plan.
Estoy asombrado.
—No tuve mucho tiempo para pensar. Me responde.
—La cárcel debería haberte dado mucho tiempo. Le digo con
un dejo de ironía.
—¡Es difícil pensar cuando estás teniendo un ataque de
pánico! Me responde directamente.
En medio de nuestro ir y venir, nos acercamos más. Ella está a
un suspiro de distancia de mí ahora. Sus ojos verdes se
reducen a rendijas. Pero cuanto más la miro, más suave se
vuelve su expresión. Su indignación se desvanece a algo más
parecido a la aceptación.
—Solo… no les hagas daño —suplica en voz baja—. No me
llevaré a Benjamín ni te entregaré. No… haré lo que me pidas.
Solo por favor déjalas en paz.
Su cabello todavía está retorcido sobre su hombro, las puntas
se encrespan contra su pecho y clavícula. Extiendo la mano y
giro un mechón alrededor de mi dedo.
—Creo que eres estúpida por sacrificarte por esas personas.
Separa los labios para discutir, pero tiro suavemente de su
cabello, tirando de su cabeza hacia un lado. Su cuello se
arquea, y me pregunto cómo se sentiría su pulso contra mi
boca.
—Si no te cuidas tú misma, nadie lo hará.
—Tú lo hiciste. —De repente parece nerviosa—. Tú… tú me
salvaste, quiero decir. Un par de veces ahora. Se está
convirtiendo en un hábito.
—Un mal hábito —gruño—. No vuelvas a contar con eso.
De nuevo, Piper separa sus labios para responder. Y de nuevo,
me pregunto a qué sabría. Tiro más fuerte de su cabello,
retorciendo los mechones rojos alrededor de mi puño.
—Si vuelves a intentar traicionarme, no dudaré en tomar
represalias.
—Pero tu dijiste…
—No contra ellas —me burlo. Un tirón fuerte y podría
romperle el cuello, pero todavía está preocupada por todos los
demás. Me inclino cerca, mi frente casi presionada contra la de
ella mientras susurro—. Tomaré represalias contra ti, Piper. Si
me vuelves a enfadar, tú sufrirás. El fuego parecerá un beso en
la mejilla en comparación con lo que soy capaz de hacer.
32
PIPER

—Creo que lo tengo todo —dice Akim—. Vendajes, ungüento


y… espera, ¿Cuál era el tercero…? ¿A dónde se fueron todos?
¿Y ustedes dos qué están haciendo?
Timofey todavía tiene su mano enredada en mi cabello cuando
miro y veo a Akim reprimiendo una sonrisa en la puerta.
—Lo siento —continúa, sin sonar resentido en lo más mínimo
—. No quise interrumpir. Yo solo…
—Deja los suministros aquí y ve a molestar a otro lado —
termina Timofey por él.
No puedo encontrar ninguna palabra. Se han evaporado en el
repentino calor que recorre mi cuerpo, un calor que no tiene
absolutamente nada que ver con la fogata que creé y todo que
ver con el hombre parado frente a mí.
Akim deja todo en la isla, tal como se le ordenó, pero nos mira
a hurtadillas todo el tiempo, lo que estoy bastante segura de
que a Timofey no le gusta mucho.
Quiero apartar a Timofey de un empujón, pero él no tiene prisa
por librarse de mí. Desliza su mano fuera de mi cabello y la
deja caer sobre mi hombro bueno. Me empuja hacia el
fregadero. —Tu brazo ya no está en el agua.
Tiene razón. Mi brazo está sobre el fregadero, pero salió del
agua sin que me diera cuenta.
Para ser justos, estaba un poco distraída.
Él pasa suavemente mi brazo debajo del grifo y luego se aleja
para revisar los suministros que trajo Akim.
No te está ayudando, me digo. Solo está arreglando el
desastre que hizo.
Juro que me voy a tatuar esa frase en el antebrazo para que mis
partes femeninas no tiemblen cada vez que Timofey hace algo
«bueno» por mí.
De repente, me doy cuenta de que Akim susurra detrás de mí.
Antes de que pueda procesarlo, Timofey lo despide.
—Lo sé.
—¿Lo sabes? —Akim pregunta, mirándome—. ¿Ella te lo
dijo? ¿En serio?
Timofey suspira. —Me encargaré de las cosas aquí, Akim. Ve
a ver cómo está Benjamín.
—Pavel estaba con él cuando yo estaba agarrando los
suministros. —Cuando ve la mirada en el rostro de Timofey,
continúa— Pero me aseguraré de que no esté tratando de
alimentarlo con pedazos de cereal otra vez.
Akim salta a la vuelta de la esquina con un paso motivado
inmerecido.
—Ustedes dos son amigos, pero él todavía te tiene miedo —
observo.
—Todo el mundo me tiene miedo. Responde con el ego
brotando en su voz.
—Precioso pensamiento —murmuro sarcásticamente—.
Deberías tener eso grabado en tu lápida.
Sin previo aviso, Timofey se da la vuelta y cierra el grifo.
Envuelve una toalla de lino alrededor de mi brazo y me dirige
a la isla.
Su suave toque es tan impactante que no me resisto. Ni
siquiera cuando me agarra por la cintura y me coloca sobre la
encimera.
—Toma estos. —Coloca dos pastillas blancas en mi mano.
—¿Qué son?
—Veneno.
Pongo los ojos en blanco. —Qué gracioso.
—Es acetaminofén, Piper. Solo tómalos. Te va a doler mucho
en poco tiempo si no lo haces.
Examino las píldoras como si fuera capaz de detectar algo
extraño. Con toda la adicción a las drogas que he visto en el
trabajo y en mi vida personal, tengo miedo de sufrir una
sobredosis de vitaminas. Además, si hay algo que he
aprendido como mujer en esta Tierra es nunca tomar las
píldoras desconocidas que te da un hombre.
—¿Hay una botella que pueda ver?
—Si quisiera incapacitarte, no necesitaría drogas para hacerlo.
—Da la vuelta a mi brazo para aplicar el tratamiento
antibiótico.
Me parece bien. Si estas drogas me noquean, probablemente
preferiría estar inconsciente por cualquier tipo de tortura
enfermiza que haya planeado, de todos modos.
Me meto las pastillas en la boca y Timofey desliza un vaso
hacia mí.
Es increíble cómo puede estar en todas partes a la vez. Se
anticipa a las necesidades, resuelve los problemas con gracia y
siempre sabe qué hacer. Si no estuviera usando sus habilidades
para el mal, podría gobernar el mundo.
Pensándolo bien, podría hacer eso de todos modos.
La idea envía un escalofrío por mi espalda.
—Tienes dolor. Me pregunta.
Niego con la cabeza. —No en este momento. Es solo un
desbordamiento de adrenalina. —Y posiblemente algunas
otras hormonas para «sentirse bien» que no necesito
mencionar. Las manos encallecidas de Timofey sobre mi piel
están haciendo cosas extrañas en mi centro de procesamiento.
Es como una droga por derecho propio.
—Tuviste un gran día. Comenzaste un nuevo trabajo, te
metieron en la cárcel, tuviste un ataque de pánico. Y ahora, te
prendiste fuego. —Él niega con la cabeza—. Estarás muerta
del sueño esta noche.
Estrecho los ojos. —¿Es eso una amenaza?
Su boca se tuerce en una sonrisa que retuerce mis entrañas
junto con ella. —¿Siempre estás en guardia o soy especial?
—Definitivamente eres especial —murmuro. Luego, el chiste
se desvanece y la realidad se cuela—. Pero esto es normal para
mí. Puede que no me creas, ya que la primera vez que nos
conocimos, entré en un callejón oscuro sin mirar a mi
alrededor, pero fue una casualidad. Por lo general, estoy alerta.
—Por culpa de tus padres de mierda, supongo. —Cuando miro
hacia arriba, sus ojos azules se encuentran con los míos—. Tus
palabras, no las mías.
Asiento con la cabeza. —Lo sé. De cualquier manera, son las
palabras correctas. Padres de mierda, pero de la gran mierda.
Uno pensaría que, trabajando en los Servicios de Protección
Infantil, vería suficientes situaciones terribles como para
sentirme un poco agradecida por mis propios padres. Tal vez
darles las gracias por algún ápice de preocupación.
Pero no. Se clasifican entre los peores que he encontrado.
—Y supongo que por eso vivías con tu abuela.
Mi corazón tartamudea. —¿Qué? ¿Cómo…? No dije eso.
—Sí, lo hiciste —dice—. Lo gritaste, de hecho.
—Ah. Claro.
Estaba tan preocupada por alejar a mi abuela y a Ashley de
Timofey que no estaba pensando con claridad. Dije las
primeras cosas que me vinieron a la mente. Eran
profundamente hirientes, que era el punto. Aunque igual…
La vergüenza se enrosca alrededor de mi pecho, apretando con
fuerza.
Tengo que llamar a mi abuela esta noche. Y a Ashley también.
Decirles lo que está pasando aquí podría no ser seguro, pero
tengo que explicarme de alguna manera. Tengo que…
—Fue bueno verte defenderte —dice Timofey, interrumpiendo
mi espiral de pensamientos—. Nunca había visto ese lado tuyo
antes.
—Tú eres el que me arrancó el suéter. Creo que has visto todos
mis lados ahora.
Su mano se estremece contra mi piel. Es la más mínima señal
externa de una reacción de él, pero me aferro a ella. En algún
lugar debajo de todas las capas de armadura, es una persona
real.
Creo.
—No todos. —Su voz es suave pero estable. Cuando trae una
venda para envolver mi brazo, me estremezco tan fuerte que
casi me caigo de la encimera.
Si está buscando una señal de que soy una persona real, ahí
tiene otra más. Soy vergonzosamente humana en los peores
momentos posibles.
—En realidad no voy a matarte. Relájate.
—Fácil para ti. Estoy segura de que relajarse no es difícil
cuando todos te tienen miedo. ¿No es eso lo que dijiste?
Él asiente. —Lo hice. Pero tampoco le tengo miedo a nada. Ya
no.
Bufo. —Eres un mentiroso. Todo el mundo le tiene miedo a
algo.
—Incluso si fuera así, no sería nada comparado contigo. Pocas
personas le temen a las cosas de la forma en que tú temes estar
encerrada. —Abre la boca para decir algo más, luego parece
reconsiderarlo. Su mirada se suaviza, pero todavía puedo ver
el tic en su mandíbula cuando finalmente pregunta—. Algo te
pasó, ¿verdad?
Me paso la lengua por los dientes. Es difícil lucir en control
mientras me siento como una niña pequeña sentada en la silla
de un terapeuta. —¿Y qué si así fue? ¿Se supone que debo
estar avergonzada?
—Solo si eliges serlo.
Me estremezco. Los pelos de la nuca se me erizan casi
dolorosamente. —¿Por qué alguien le tiene miedo a cualquier
cosa? ¿Quién sabe?
—Tú lo sabes. Otra pista más que dejaste escapar cuando
estabas en llamas.
Me muerdo el labio inferior y me doy la vuelta cuando
Timofey me envuelve el brazo.
Él tiene razón. Se me salió. Lo recuerdo ahora porque puedo
recordar fácilmente la mirada de sorpresa y dolor que pasó por
el rostro de mi abuela.
No estoy segura de que alguna vez olvidaré su expresión
cuando la culpé por mi claustrofobia, por dejarme con mis
padres cuando ella sabía que no me estaban cuidando
adecuadamente. Más importante aún, nunca olvidaré que fui
yo quien puso esa expresión allí.
Dios, necesito llamarla esta noche.
Necesito arreglar esto.
—Tu madre te lastimó —adivina—. Te encerró…
—No fue nada —espeto antes de que pueda terminar.
No puedo dejar que siga hablando. De alguna manera, puede
adivinarlo todo. Y si lo dice en voz alta, no podré ocultar mi
expresión. La verdad estará escrita en mi cara y será otra cosa
más que puede usar en mi contra. Será otra pieza frágil de mi
mente y de mi vida que él podrá sostener en su mano y arrugar
como basura.
—Solo dije lo primero que se me ocurrió para sacarla de aquí
—miento—. Ella probablemente ni sabe de lo que estaba
hablando.
Timofey no reacciona, pero su silencio está cargado. Él sabe
que estoy llena de patrañas. Y él sabe que yo sé que él sabe
que estoy llena de patrañas.
Por eso continúa con su propia historia sin preámbulos.
—Tuve un padre adoptivo que nos encerraba en el armario
cuando éramos malos.
Me quedo perfectamente quieta. ¿Por qué me está diciendo
esto? ¿Es real? No puede ser. Es solo otro truco. Otra
manipulación.
Pero cuando miro, la mirada en su rostro parece seria. Veo la
nitidez en sus ojos azules. La ira. El dolor de la memoria
auténtica.
—Ser «malo» en esa casa no requería mucho. —Sacude la
cabeza y se burla—. Si él estaba de humor, cualquier cosa
podría provocarlo. Una vez me encerraron en el armario
durante dos días porque se me cayó una galleta al suelo. Ni
siquiera me dio la oportunidad de recogerlo antes de que me
agarrara y me empujara al armario. Cuando esa cerradura hizo
clic, pensé que moriría allí.
—Pensé que no le tenías miedo a nada. —Es un golpe bajo,
pero no sé cómo responder a este lado vulnerable de Timofey.
No quiero caer en otro truco.
—No le tengo ahora. Antes sí.
Sus palabras son desgarradoramente embrujadas. Mi trabajo
como agente del SPI es proteger a los niños. Es darles la mejor
oportunidad de tener una infancia, una vida segura y saludable.
Pero no siempre lo hacemos bien. El sistema tiene grietas y, a
veces, los niños se escapan por ellas.
¿Timofey fue uno de esos?
Mi corazón se rompe al pensar en el niño asustado que alguna
vez fue. —Lamento que hayas pasado por eso —murmuro.
Se encoge de hombros. —No soy especial. Mucha gente lidia
con mierda. De la misma manera que sospecho que tú lo
hiciste.
Me mira de frente y no puedo esconderme bajo esa mirada.
Todo lo que puedo hacer es mirar hacia otro lado.
Esta vez, Timofey me deja.
—No tienes que hablar de eso —dice—. Pero lo entiendo. Los
padres no siempre merecen ser padres.
Me trago una risa amarga. Eso, viniendo del «padre» menos
merecedor de todos.
Afortunadamente, antes de que pueda leer mis pensamientos,
una vez más agarra mis caderas. No estoy agradecida por eso,
per se, pero es una buena distracción.
Sus palmas están calientes a través de mi blusa delgada
mientras me baja de la encimera y me pone de pie.
—Me quemé el brazo, no la pierna —le recuerdo mientras
aparto sus manos de mí—. Puedo caminar.
—Excelente. Entonces sígueme.
33
PIPER

Estoy tan concentrada en poner un pie delante del otro, sin


desmayarme por el hambre y la conmoción, que no me doy
cuenta de dónde estoy parada hasta que Timofey está
rebuscando en un juego de cajones frente a mí y yo estoy junto
a la cama más grande que he visto en mi vida.
—Espera. —Me doy vuelta, mirando las cortinas oscuras, los
cálidos pisos dorados y la lujosa alfombra. Hago todo lo
posible por no mirar la cama, pero incluso en mis periféricos,
puedo notar que el edredón es lujoso y que no faltan las
almohadas—. ¿Esta es tu habitación?
—Me mostraste la tuya. Es solo justo que te enseñe la mía.
—¿Desde cuándo te preocupas por lo justo? —Un gran cuadro
cuelga sobre la cama. Es un puñado de flores rojas abstractas.
La pintura cae de los pétalos en gruesas gotas. Parece sangre
—. Además, invadiste mi habitación. No te «mostré» nada.
—Me estás mostrando mucho en este momento. —Se da la
vuelta y arroja algo a mi pecho. Me agito y sigo sin poder
atraparlo. Me rebota y cae al suelo a mis pies.
Pone los ojos en blanco y se acerca. Lo agarra y luego
despliega una camisa frente a mí. —Esto es para cubrirte.
Solo soy consciente de mi estado medio vestida cada vez que
Timofey me mira. El resto de él bien podría ser de piedra. Es
ilegible.
Pero sus ojos… Hay un destello de emociones humanas allí.
Podría jurar que capto una pizca de deseo.
Le arrebato la camisa de las manos. Es ridículamente grande.
—Yo no te habría catalogado como un mojigato.
—Probablemente tampoco me habrías catalogado como un
caballero.
—Definitivamente no —bufo.
—Entonces lo mejor para ti es mantenerte cubierta.
Levanto la vista justo cuando sus ojos terminan su viaje sobre
mí. El calor florece en mi centro, abrasador e implacable. Mis
dedos buscan a tientas los botones de su camisa.
—Dame. —Da un paso adelante y arranca la camisa de mis
manos. Como todo, maneja los botones con soltura y gracia.
Cuando me tiende la blusa para ayudarme a ponérmela, ni
siquiera lo cuestiono.
Timofey Viktorov, a pesar de todos sus defectos, parece el tipo
de persona en la que deberías confiar para que te cuide.
Toda mi vida, he visto a mis supuestos protectores tropezar y
tropezar en su camino a través de la vida. Timofey nunca
titubea. Él nunca vacila. Incluso cuando debería correr en la
dirección opuesta, no puedo convencerme de intentar de
mantenerlo lejos.
Que me jodan por ser tan débil, pero maldita sea, es agradable
sentirse cuidada.
—Sé cómo ponerme una camisa—murmuro mientras deslizo
mi brazo herido en la manga ridículamente grande—. También
tengo mi propia ropa. Que me quedan. En casa.
—Ya no.
Muevo mis ojos directo a los suyos. —¿Qué significa eso?
—Significa que tus cosas están en cajas en camino aquí. Hice
que la empresa de mudanzas empacara tus cosas esta mañana.
—Ah. —Ni siquiera puedo reunir la cantidad apropiada de
sorpresa.
—Te dije que vivirías aquí.
—Lo sé. Y sabía que cuando me fui esta mañana, existía la
posibilidad de que no regresara —le digo.
¿Fue solo esta mañana que dejé mi apartamento? Se siente
como hace una vida. Han pasado tantas cosas desde entonces.
—Ni siquiera me gustaba tanto ese apartamento.
—No había mucho para gustarte.
—Disculpa que no todos podemos tener mansiones —espeto.
—No, discúlpame a mí.
Mis cejas se elevan. —¿Tú… te disculpas? ¿Es la primera vez
que dices eso?
Da un paso más cerca, agarrando el puño de mi camisa y
subiéndolo por mi antebrazo. Sus dedos rozan mi piel y todo
mi cuerpo vibra. —Hay muchas cosas sobre mí que te
sorprenderían.
Puedo sentir cada latido de mi corazón traidor irradiando a
través de mí.
Me atrae Timofey Viktorov.
¿Y qué? ¿Quién no? No estoy sola en eso. No soy especial. No
significa nada.
Tomo una respiración profunda y me alejo de él. Sus manos se
apartan, y rápidamente agarro el puño y trato de seguir
haciéndolo rodar con mi brazo lesionado. Mi quemadura duele
por el movimiento, pero el medicamento para el dolor ya está
comenzando a hacer efecto.
—Te pongo nerviosa —observa.
—¿Te diste cuenta de eso por tu cuenta? —Me río sin humor
—. Todo el mundo te tiene miedo, ¿recuerdas?
Se pasa una mano por el cabello oscuro. Su pecho se tensa
contra los botones de su camisa. Sus rizos caen en ligeras
ondas sobre su frente.
—No me tienes miedo de la misma manera que el resto del
mundo. —Él baja la cabeza y me mira a los ojos—. No tienes
miedo de ser honesta. ¿Por qué?
Lo miro a la cara. —Porque nada de ti me va a sorprender. He
conocido hombres como tú. Fui criada por uno.
—Supongo que eso no es un cumplido.
—No es ni un cumplido ni un insulto. Es solo un hecho —le
digo—. Mi papá me dio la misma rutina de frío y calor. ¿De la
misma manera que trajiste a mi abuela y a Ashley aquí para
hacerme pensar que te preocupabas por mí, pero luego las
amenazaste? Mi papá me daba dulces y luego me hacía sentir
culpable por gastar todo su dinero en mí. Me daría amor y
atención solo para poder arrebatarlo más tarde como castigo.
—Y eso es lo que crees que estoy haciendo.
—Eso es lo que sé que estás haciendo. —Me hablo a mí
misma tanto como a Timofey. Necesito interiorizar esto.
Necesito convencerme de que no se puede confiar en él si voy
a sobrevivir a esto—. Estás enojado conmigo por hablar con
Akim a tus espaldas y quemar la mitad de tu cocina. Solo
estoy esperando que ataques. Que este truco coqueto y
cuidador se desvanezca y la verdad salga a la luz.
—Salvarte de quemarte viva no es parte de un gran plan, Piper.
Me muerdo el labio inferior entre los dientes. —Todo es parte
de tu plan. Mi papá era igual. Podía usar cualquier cosa:
situaciones, sentimientos, posesiones. Yo solo… quiero darte
lo menos posible para manipular.
El silencio entre nosotros se extiende hasta que no tengo más
remedio que mirar hacia arriba. Timofey me está mirando,
algo irreconocible en sus ojos.
Tan rápido como un parpadeo, se ha ido.
—Me tengo que ir.
—¿Por qué? —dejo escapar antes de que pueda pensarlo mejor
—. Quiero decir, ¿a dónde…? No importa. Supongo que no
tienes que decirme nada.
—A riesgo de ser comparado con tu padre, tengo que ir a pedir
la cena para los dos. La cocina está fuera de servicio, en caso
de que lo hayas olvidado.
Asiento con la cabeza. —Lo siento. No fue mi intención
lastimar tu…
—No puedes lastimarme, Piper.
Timofey se da vuelta y me deja sola. Debería sentirse aislado.
Pero por primera vez desde que nos conocimos, estoy segura
de que está mintiendo.
34
TIMOFEY

Merece comer sola.


Sé lo suficiente sobre padres jodidos para saber que nunca
quiero ser así. Compararme con el suyo es escupirme en la
cara. Me molesta demasiado, mierda.
Luego recuerdo la forma en que se veía de pie frente a mí, mi
camisa cayendo sobre sus hombros estrechos y colgando sobre
sus muslos. De alguna manera, era hasta peor que verla con la
camiseta apenas visible sin mangas.
Desde el momento en que entró en escena, Piper ha sido un
gran problema en mis planes.
Mi teléfono suena. Respondo sin ver quién es.
—¿Qué? —ladro al teléfono.
—Parece que estás de buen humor —dice James Rooney.
—Razón de sobra para que vayas al grano.
Él suspira. —Esperaba un poco más de gratitud considerando
que acabo de limpiar tu casa.
Limpiar tu casa es la palabra clave cursi de Rooney para
«encubrir un crimen». No necesito preguntar para saber que
está hablando del asesinato del traficante de armas albanés
anoche.
Mierda. ¿Eso realmente fue solo anoche? Se siente como si
hubieran sido días. Semanas. Vidas.
—¿Una limpieza profunda?
—La más profunda —confirma—. No reconocerás el lugar.
Esas son buenas noticias. Matar a un albanés bocazas no será
lo que lleve a esta Bratva al suelo.
Sinceramente, ni siquiera he pensado en la ejecución desde la
reunión de esta mañana. Piper ha sido una gran y completa
distracción. Incluso ahora, no puedo sacarla del cerebro.
—Necesito que hagas algo más por mí —le digo.
Rooney suspira. —¿Por qué no estoy sorprendido? Siempre
hay algo más.
—Necesito que investigues los antecedentes de Piper Quinn.
—¿La mujer que me hiciste encarcelar esta mañana? —
pregunta sorprendido.
—Quiero saber más sobre sus padres, sus primeros años —le
digo—. Estoy seguro de que ha estado en el sistema en algún
momento. Quiero archivos de casos, nombres de padres,
cualquier cosa que puedas conseguir.
—¿Puedo preguntar por qué?
—No.
—Si ella va a terminar muerta, no quiero que su nombre esté
vinculado a mi historial de búsqueda.
Es una pregunta razonable. Si Piper fuera un soldado en mi
Bratva, o casi cualquier otra persona, en realidad, ya estaría
fría y bajo tierra.
Sin embargo, en lugar de pudrirse dos metros bajo tierra, ahora
vive en mi casa. Trabajando para mí.
—Ella está a salvo. Tú también lo estarás.
—He arriesgado mucho por ti, Timofey, pero…
—Haz lo que te pido y llámame lo antes posible.
—Sí, señor. Tu deseo es mi…
Cuelgo a Rooney a mitad de la frase y vuelvo a la aplicación
de entrega de comida. A cinco casas de distancia.
Suspiro y me obligo a ponerme de pie. Evitar a Piper solo hará
que las cosas entre nosotros sean más turbulentas. Si ella va a
vivir aquí y cuidar de Benjamín, supongo que será mejor que
me acostumbre a la manera única en que me frustra.
La dejé en mi habitación, pero ella no está allí. Tampoco está
en la habitación que he designado como suya. Así que me
dirijo por el pasillo a la habitación de Benjamín.
Cuando me asomo a la habitación, Piper está de pie en medio
de la habitación de Benjamín, acunándolo contra mi camiseta
prestada y cantándole una suave canción de cuna.
No tiene idea de que estoy mirando. Me apoyo en el marco de
la puerta y observo.
Su canción se desvanece de audible a nada más que un
susurro, pero puedo notar que tiene una linda voz. Es relajante,
al menos. Claramente, Benjamín está de acuerdo, porque
puedo ver su pequeña cabeza arrullada contra su bíceps no
quemado.
—Parece que está dormido —murmuro.
Piper se sacude y gira, con los ojos muy abiertos, con un grito
atrapado en su garganta. Cuando me ve en la puerta, no se
relaja. En todo caso, se pone más rígida.
Ella se da la vuelta y rápidamente coloca a Benjamín en su
cuna. Él se mueve, descontento con la repentina pérdida de su
calidez y canto. Por un momento, está tambaleándose al borde
de un colapso. Me preparo para un llanto.
Luego se tranquiliza. El suave sonido de sus pequeñas
exhalaciones llena la habitación.
—Sal —sisea Piper, empujándome hacia la puerta. Salgo al
pasillo y ella cierra la puerta—. No deberías asustar a alguien
que carga a un bebé.
—No deberías darle la espalda a puertas abiertas. Nunca se
sabe quién podría pasar.
Ella rueda los ojos. —Bueno, lo siento si esperabas verlo. Él
está agotado. Ha estado luchando contra una siesta durante la
última hora.
—Le dije a Akim que cuidara de Benjamín.
—Y yo le dije que me sentía bien para hacer mi trabajo —
responde ella—. Y estoy bien. Estoy totalmente bien.
En el momento en que las palabras salen de su boca, se
tambalea hacia atrás medio paso. Veo sus ojos vidriosos.
—Piper. —Agarro su hombro bueno y la acerco—. Oye.
Qué…
—Estoy bien. —Ella parpadea y se ríe nerviosamente—. Estoy
un poco mareada. Los analgésicos con la falta de comida y…
No es gran cosa. Estoy bien.
—No deberías estar cargando a un bebé cuando te sientes
mareada.
—Sé cómo cuidar a un bebé. Yo no haría nada para poner a
Benjamín en peligro.
No hace falta ser un genio para escuchar la acusación tácita en
su tono.
—Comida —ordeno—. Está esperando abajo, así que vamos a
ir a comer y no vas a tener otra emergencia médica durante al
menos la duración de una comida. ¿Puedes hacer eso?
Ella sacude su hombro fuera de mi toque. —Solo si puedes
soportar no tocarme durante la duración de una comida. En lo
que respecta a la conducta del empleador/empleado, hemos
cruzado demasiadas líneas para contar. Me gustaría mantener
al menos algunas intactas.
No menciono cómo ni siquiera estoy cerca de saciarme de ella.
35
TIMOFEY

Caminamos juntos hacia el comedor. Akim ha dispuesto la


comida en la mesa y luego aparentemente desapareció.
Miro alrededor, esperando ver a Akim espiándonos desde la
esquina de la habitación. El hombre es un espía empedernido e
irritantemente interesado en mi «vida amorosa», un nombre
inapropiado si alguna vez escuché uno.
Claro, quiero tocar a Piper. Claro, quiero follarme a Piper.
Pero no quiero…
—Ay, por el amor de Dios, Akim —escupo en voz baja.
En el centro de la mesa hay un candelabro encendido. Cinco
velas parpadeantes en un accesorio dorado, una escena sacada
directamente de un cuento de hadas.
El bastardo está decidido a hacerme enojar.
Piper se detiene de repente y se cruza de brazos. —Parecías
preocupada —observo. La empujo hacia adelante y saco una
silla. Se deja caer y la empujo contra la mesa—. ¿Esperabas
hamburguesas y envases de plástico?
—Dices eso como si fuera ridículo —dice ella—. La gente
normal espera hamburguesas y envases de plástico. Eso o,
como, comida thai tibia. Sin embargo, supongo que no eres
exactamente una «persona normal». No estás familiarizado
con nuestras costumbres.
—No siempre viví en una mansión. —Tomo asiento frente a
ella y desdoblo una servilleta en mi regazo—. Y no siempre
comí bien. Solía no comer nada, la mayoría de las veces.
Piper mira la pasta cremosa de mariscos en su plato. Vieiras a
la plancha, salsa dorada mantecosa, linguini al dente. Una
canasta de pan fresco se encuentra en el medio de la mesa
junto a una botella de vino tinto fría.
—¿Cuánto tiempo estuviste en cuidado temporal? —Piper
pregunta de repente.
Tiene un bocado de comida suspendido en el aire mientras
espera que responda. Le hago un gesto para que coma. —No
necesito que te desmayes a mitad de la conversación.
—Una conversación requeriría que seas comunicativo sobre tu
vida.
—Tú eres la que guarda secretos —le recuerdo.
Ella no puede discutir con eso, así que se lleva el bocado a la
boca. Sus labios carnosos se envuelven alrededor del tenedor,
sus ojos se cierran y un gemido comienza en la parte baja de
su pecho y burbujea, incapaz de ser contenido. Es una
experiencia única y sensual verla comer.
—Dios mío —suspira—. Eso es increíble. —Ella deja caer su
tenedor y me mira fijamente—. He comido. Ahora es tu turno.
—Ya le he dado un mordisco. Le respondo.
Ella me da una mirada de complicidad. —¿Cuánto tiempo
estuviste en cuidado temporal?
—No importa. El tiempo suficiente.
—A mí me importa. Es mi trabajo.
—Entonces sabes que no todo es arcoíris y mariposas —
respondo—. No tengo ningún interés en la piedad de nadie.
Especialmente la tuya.
Sus ojos se estrechan hasta convertirse en rendijas. O lo más
cerca que puede estar, de todos modos. Dice que está bien,
pero puedo notar que no tiene el control total de sí misma. Sus
movimientos son lentos y descuidados. Su falta de control es
desconcertante.
Me inclino más cerca, listo para compensar su debilidad. Si se
cae, quiero ser yo quien la atrape.
—Entonces deberías saber que nunca te tendría lástima por
algo así. —El veneno en su voz se drena—. Especialmente
porque yo tampoco tuve precisamente una infancia idílica.
—Padres de mierda. Me hace recordar.
Ella empuja la comida en su plato. —Sí. Es el club en el que
nadie quiere estar. Y el club del que nadie quiere hablar,
aparentemente.
—No soy parte de tu puto club.
—Por supuesto que no. —Ella rueda los ojos—. ¿Cómo me
atrevo a confundirte con un participante? Eres el hombre
guapo en el rincón oscuro con los brazos cruzados y el ceño
fruncido.
Arqueo una ceja. —¿Entonces crees que soy guapo?
Ella se sobresalta. —Eso no fue lo que yo… —Piper me mira
por unos segundos y luego deja escapar un suspiro—. Una
cosa sobre ti, tu tiempo en el sistema no afectó tu autoestima.
Considérate afortunado.
—Sergey me hizo ganarme el sustento. No estaría todavía aquí
si no fuera digno para el cargo.
Es una simple verdad, pero sé de inmediato que Piper se está
concentrando en ello. Ella ha estado haciendo esto durante
años. En mi experiencia, si los trabajadores sociales saben
hacer algo, es hacer algo de la nada.
—¿Así que siempre has trabajado para Sergey? —ella
pregunta—. ¿Haciendo… lo que sea que todos ustedes hacen
aquí?
—Desde que me adoptó, sí.
Es otra verdad. Una inofensiva. Pero si lo hago bien, estas
pequeñas verdades darán grandes dividendos. Tengo a Rooney
investigando sus antecedentes, pero si puedo tranquilizar a
Piper y sacarle algo ahora, mucho mejor.
—Sergey necesitaba un heredero y no quería una esposa —
continúo—. Tener un bastardo era una opción, pero
inconveniente. Acoger a un huérfano resolvió su problema. No
había nadie más para reclamarme.
—Un huérfano… —dice suavemente, su voz se apaga—.
Supongo que eso significa…
—Padres muertos. —Levanto dos dedos—. Cuéntalos.
Su rostro se arruga en una mueca. —¿Ambos? Lo siento
mucho. La vida no es fácil sin tus padres.
Han pasado muchos años. Décadas. Aun así, la pregunta me
toca en una parte sensible del pecho. Pero me doy cuenta que
la muralla que siempre antepongo la había bajado pero ahora
ya está de vuelta en su lugar.
—Sergey es mi padre —digo rotundamente.
—Vale. Claro que lo es. —Piper suspira y planta un codo
sobre la mesa. No puedo dejar de notar que se está apoyando
fuertemente en él. Su brazo quemado está doblado con ternura
en su regazo.
—No quiero tener padres biológicos, así que créeme, lo
entiendo. Ellos tampoco me querían tener la mayor parte del
tiempo. —Ella se ríe sombríamente, pero hay dolor en sus ojos
verdes. Lo he visto desde que nos conocimos—. Supongo que
se podría decir que fue una decisión mutua que sus padres se
separasen.
—¿Quieres decir que un agente del SPI no tuvo que irrumpir
en tu casa y arrancarte de los brazos de tu madre que lloraba?
Las palabras salen con más fuerza de lo que esperaba. En parte
es porque puedo ver a mi propia madre, demasiado cansada
para levantarse del sofá, lágrimas empapando sus mejillas.
Parpadeo y se desaparece la imagen. La cara de Piper está allí
en su lugar.
Su cabello castaño rojizo está encrespado alrededor de su
rostro por el caótico día. La luz de las velas parpadea,
extrayendo los tonos de rojo.
Sé quién es y dónde trabaja. Sé que quiere quitarme a
Benjamín.
Pero cada vez es más difícil imaginarla siendo casualmente
cruel de la forma en que he visto a personas en su línea de
trabajo ser.
También es cada vez más difícil negar la atracción que siento
por ella. Agotada o no, exasperante o no…
Ella es tentadora.
36
TIMOFEY

Lentamente, su expresión se suaviza. Puedo verla tragándose


cualquier defensa de sí misma y de su profesión que quisiera
hacer.
—Mi papá no luchó para quedarse conmigo —dice
simplemente—. Acordamos que viviría con mi abuela, aunque
teníamos razones muy diferentes. Yo sabía que estaba a salvo
allí. Él sabía que yo estaría lejos de él. Las únicas veces que le
importaba era cuando necesitaba algo de mí. Por lo general,
ese algo era dinero.
Sus ojos se vuelven vidriosos. Creo que ella podría llorar.
Antes de que la emoción pueda afianzarse, me estiro sobre la
mesa y deslizo su plato más cerca de ella. —Come.
Ella solloza torpemente, tragándose la emoción. —Alguien
piensa en solo una cosa.
—Te he contratado para ser niñera y hasta ahora te he cuidado
más de lo que tú has cuidado de Benjamín. En este punto, solo
estoy protegiendo mi inversión.
Señala con un dedo en mi dirección. —Eso es lo que mereces
por hacer que me arresten.
—Y esto es lo que mereces por ser un verdadero dolor en el
trasero. —Señalo su plato—. Cena de un restaurante de cinco
estrellas que es lo suficientemente blanda como para no
necesitar un cuchillo para cortarla. No digas que nunca hice
nada por ti.
Piper mira su plato con nuevos ojos. Cuando parpadea, hay
una pequeña sonrisa en sus labios. —Nunca te considere que
eras de los tipos considerados.
—Bien. No lo soy.
—Lo que tú digas. —Su sonrisa tímida golpea contra la
fachada de hierro de mi corazón. Lo ignoro—. Después de
todo lo que me has hecho pasar hoy, no me habría sorprendido
que me sirvieras un bol de comida para perros.
—¿Después de todo lo que yo te he hecho pasar a ti? —Muevo
un pulgar sobre mi hombro—. No olvidemos de quién es la
cocina destruida.
—No olvidemos de quién es el cuerpo destruido. —Piper
levanta su hombro lesionado para mostrar el vendaje, pero
inmediatamente se arrepiente. Inhala con fuerza y su cara se
arruga por el dolor.
Me pongo de pie y me muevo alrededor de la mesa antes de
que pueda detenerme. Apenas logro refrenar mi instinto antes
de tocarla. —Realmente no puedes aguantar ni una maldita
cena. Increíble.
Ni siquiera trata de defenderse. —Fui estúpida. Los
analgésicos me hicieron sentir invencible. Debería tomármelo
con calma, pero me deje llevar por…
Ella me mira y luego rápidamente aparta la vista.
No tiene que terminar su oración. Puedo adivinar cómo iría.
Me deje llevar por ti. En este momento.
Parte de la ira en mí se desvanece ante eso.
—Debería haber sido más cuidadosa —concluye—. Pero estoy
bien.
—Tal vez no te hayas dado cuenta, pero ser cuidadosa no está
en tus cualidades.
Ella frunce los labios. —Estaré bien. Terminemos de cenar.
Empiezo a retroceder alrededor de la mesa, pero escucho otra
mueca silenciosa de Piper. Su brazo herido todavía está
doblado contra su cuerpo. Solo el movimiento de alcanzar su
plato le está causando dolor.
—Por el amor de Dios —siseo por lo bajo. Me doy la vuelta y
le arrebato el tenedor de la mano.
—¡Oye! ¿Qué estás haciendo? —Quiere recuperar el tenedor,
pero no puede. Estoy parado a su lado malo y,
afortunadamente, ella sabe que no debe abalanzarse sobre mí
con su brazo lesionado—. Benjamín se levantará pronto. Me
gustaría terminar de comer antes de eso.
Me dejo caer en la silla más cercana a ella y giro el tenedor en
su pasta. Lo sostengo hasta sus labios carnosos y rosados. —
Entonces cállate y come.
Piper mira el tenedor como si fuera una bomba. —¿Qué estás
haciendo?
—Exactamente lo que parece.
Sus ojos se deslizan sobre mí y un rubor ondea en sus mejillas.
—Ah, ¿entonces tu cuerpo ha sido poseído por un
extraterrestre amable y cuidador?
—Empieza a comer o dejaré que te mueras de hambre.
Ella suspira. —Falsa alarma. Todavía eres tú allí dentro.
Sacudo el tenedor frente a su boca. Claramente está
considerando los pros y los contras de dejarme alimentarla
versus morir de hambre.
Finalmente, se inclina hacia delante, con los labios
entreabiertos, y da el mordisco.
Y pensar que pensé que verla comer era sensual.
Alimentarla es algo completamente diferente.
Sintiendo la fricción de sus labios sobre el tenedor, el calor de
su aliento contra mis dedos… Mi miembro se tensa contra la
costura de mis pantalones. Me muevo en la silla.
Con cada bocado, me encuentro mirando su boca. Mirando su
garganta sacudirse. Sus clavículas suben y bajan mientras
mastica y traga.
El cuello de mi camisa se ha abierto sobre su pecho, revelando
el más mínimo indicio de la hinchazón de su pecho.
Dios, no soy mejor que un maldito adolescente cachondo.
Perdiendo el control al menor indicio de escote. ¿Qué
demonios es lo que me pasa?
De repente, la mano de Piper se mueve sobre la mía. —Puedo
cuidarme yo misma. —Su voz es suave. Ni siquiera puede
mirarme a los ojos.
Sacudo su mano. —No he visto ninguna prueba de eso.
Ella pone los ojos en blanco y su rodilla roza la mía. El calor
de su cuerpo quema a través de mis pantalones. No hace nada
para aliviar el deseo entre mis piernas.
—No soy una niña. Me dice.
—Soy consciente. —Dolorosamente consciente. Ella es una
mujer. Madura y lista.
Ella gime de frustración.
Le ofrezco otro bocado. —Si tienes miedo de cruzar la línea
profesional que querías mantener, no lo cruces.
Su lengua se desliza por su labio inferior, tentándome. —Me
estás dando la cena en la boca, Timofey. En este momento, no
solo estamos cruzando la línea, estamos bailando encima de
ella.
La luz de las velas parpadea sobre su piel. Su expresión se
esconde en sombras vacilantes. Pero ella está sonrojada. Lo sé.
Puedo sentir la atracción entre nosotros ardiendo tan caliente
como las llamas de esta tarde.
Akim tenía razón. Ha pasado demasiado tiempo desde que
estuve con una mujer.
Eso es todo. Me inclino hacia Piper, una erección furiosa entre
mis piernas, porque han pasado meses desde que he tocado
algo más que mi propia mano.
—Solo es inapropiado si quieres que lo sea. Me responde.
Un quejido nervioso suena desde el fondo de la garganta de
Piper. Hay miedo en sus ojos, pero no retrocede. Ella no se
aleja.
—Timofey… —respira.
Dejo caer mi mano libre sobre su muslo. Mis dedos se deslizan
alrededor de la curva de su pierna y aprietan. —Si sigues
diciendo mi nombre así, haremos mucho más que bailar sobre
esa línea.
Su pecho se agita, la inevitabilidad del momento se apodera de
ella. Luego Piper me mira a los ojos y lo susurra de nuevo.
—Timofey…
Cierro la distancia entre nosotros en un santiamén. Tiro de su
labio inferior regordete entre mis dientes y enrosco mi mano
alrededor de su cuello delgado.
Piper se desliza hasta el borde de su silla, sus piernas
enredándose con las mías. Dejo caer el tenedor, el metal
repiqueteando contra el piso de madera, y envuelvo un brazo
alrededor de su cintura.
Ella gime cuando su brazo herido queda momentáneamente
atrapado entre nosotros. Pero luego desliza su mano libre en el
cabello en mi nuca y gime en mi boca.
Santo cielos.
Mis nervios se iluminan como un espectáculo de fuegos
artificiales. Siento cada roce de su cuerpo contra el mío. Cada
susurro de aliento contra mis labios. Cada cosquilleo de deseo
por mi espalda.
He perfeccionado mis sentidos a lo largo de los años para
controlar cada cambio en mi entorno, cada posible amenaza.
Nunca te dejes llevar por el momento. Nunca bajes la guardia.
Y en este momento, todo lo que puedo decir es… al diablo
con eso.
Quiero consumir cada puto centímetro de ella. Maldito sea el
resto del mundo.
Profundo el beso, girando mi lengua dentro de su boca. Ella
suspira y me trago todos los ruidos deliciosos que no puede
soportar tragarse.
Olvídate de la profesionalidad. Olvídate de las líneas. Voy a
tomar a esta mujer… aquí mismo, ahora mismo.
Mi cabeza estará más clara una vez que haya terminado. Podré
concentrarme en lo que es importante. A pesar de que me
cuesta pensar en algo más allá de cómo se sentirá envuelta a
mi alrededor.
Piper arrastra su mano alrededor de mi cuello y baja por mi
pecho. Sus dedos presionan mi piel como si estuviera
buscando algo de tracción. Estoy más que feliz de dárselo.
La agarro por la cintura y la llevo a mi silla. Sus caderas se
acomodan contra las mías. Tan pronto como ella está justo
donde pertenece…
…suena una alarma estridente.
Como si el mundo mismo supiera que hemos ido demasiado
lejos.
37
PIPER

Fuego.
Ese es mi primer pensamiento. Hay otro incendio en la casa.
El sonido estridente son las alarmas que suenan.
Me alejo del calor de Timofey, haciendo una mueca por el
dolor agudo que me atraviesa el brazo y el hombro.
La cocina está clara. No veo llamas ni humo.
Arrugo la frente. —¿Es la alarma contra incendios…?
Ni siquiera puedo pronunciar las palabras antes de que
Timofey alcance mi cuerpo. Su mano se desliza por mi espalda
y más abajo. Excava alrededor por un segundo y luego sale
con mi teléfono en la mano. Está sonando.
Parece que quiere romper mi teléfono en su agarre por
interrumpir… lo que sea que estábamos haciendo.
—Ah. —Lo alcanzo, luchando contra mi propia mezcla de
sentimientos—. Debería haber reconocido el sonido. Es la
medicación, probablemente. Estoy drogada.
Estoy drogada con analgésicos. Con razón mis inhibiciones
están bajas.
Eso es lo que me diré a mí misma, de todos modos. Es más
fácil pensar que estoy drogada que pensar que tengo tan poco
autocontrol que iba a dejar que Timofey Viktorov se saliera
con la suya en medio de su comedor.
Este teléfono es una señal del universo. No vayas más lejos.
Aborta la misión antes de que sea demasiado tarde.
—¿Estás planeando atender la llamada? —Timofey sostiene el
teléfono frente a mí—. O debería colgar para que podamos
continuar donde…
—¡Atenderé! —prácticamente grito.
Atiendo la llamada y la presiono contra mi oreja mientras me
bajo del regazo de Timofey. Agarra mis caderas para
mantenerme estable mientras encuentro mi equilibrio.
Me pregunto cómo se sentiría sentir estas manos fuertes sobre
mi piel desnuda. Sentirlo agarrar mi cintura mientras me
penetra una y otra…
—¿Hola? —La voz al otro lado de la línea es baja, pero me
saca de mis sucios pensamientos.
—¿Hola? — Intento escuchar quien es.
—¿Piper? —Ahora reconozco la voz de Noelle, pero sigue
susurrando—. ¿Eres tú?
—Por supuesto que soy yo. Tú me llamaste a mí, ¿Recuerdas?
Reprimo un suspiro. El beso más intenso de mi vida se
interrumpió porque Noelle me quiere contar sobre el burrito
que hizo para el almuerzo. O lo último que dijo Ashley para
hacerla enojar. Siempre es algo inútil con ella.
Sin malinterpretar, estoy aliviada por la distracción. Pero otra
parte de mí anhela sentir los sólidos músculos de Timofey bajo
las yemas de mis dedos, asentarme contra la pared de su pecho
y dejar que su suave boca me devore por completo.
La vergüenza intenta y falla en envenenar mis pensamientos.
No puedo culparme por esa fantasía. Timofey puede ser un
monstruo, pero no se ve ni se siente como tal.
Solo soy humana, después de todo.
—Simplemente no suenas como tú misma —dice Noelle—.
Estás toda… entrecortada. Suena como si hubieras succionado
un poco de helio.
Me aclaro la garganta y me alejo rápidamente de Timofey, con
la esperanza de que no haya escuchado nada de lo que acaba
de decir Noelle. —Estoy bien. Soy yo. ¿Qué pasa?
—¿Recuerdas lo que me pediste que hiciera?
Analizo las últimas horas, tratando de averiguar de qué está
hablando Noelle. Ha sido un día. Un certificado, de marca
registrada, innegable DÍA, toda en mayúsculas. Puedo ser
perdonada por olvidar la última conversación que tuvimos
Noelle y yo.
—No precisamente. En realidad, estoy ocupada en este
momento. Podría…
—Emily está muerta —dice Noelle de repente.
Me invade una ola de pánico ciego. Luego me doy cuenta de
que no conozco a nadie que se llame Emily. —¿Quién?
—Esta mañana —sigue Noelle—. Me enviaste un mensaje de
texto para investigar a la ex de Timofey. Es quién era,
¿Verdad? ¿Su exnovia?
Justo así, todo me regresa.
El relicario. Emily. Pedirle a Noelle que use sus talentos de
Google.
Me alejo de la mirada atenta de Timofey. —Lo siento. Repite
eso. No te escuché.
—Emily Anderson está muerta —repite Noelle lentamente—.
Fue asesinada.
Mi corazón está retumbando en mi pecho, y apenas puedo
recuperar el aliento. La última (quizás, quizás no) novia de
Timofey fue asesinada. Pero seguramente él no tuvo nada que
ver con…
¿A quién diablos estoy engañando? ¡Solo míralo! Él es
culpable como el pecado. Él lo hizo. Enciérrenlo y tiren la
llave.
Lucho contra el impulso de gritar esto mismo en el teléfono en
este momento y, en cambio, hago todo lo posible para parecer
casual. —¿Cómo ocurrió eso?
Noelle duda. —¿Estás escuchando lo que estoy diciendo? Una
mujer está muerta. Estás… espera. ¿Está él allí contigo?
Hay una razón por la que Noelle es la inteligente.
—Ajá —confirmo como si estuviera escuchando lo que sea
que está diciendo, animándola a continuar.
—Mierda —ella sisea—. Vale. Bueno, nunca arrestaron a
nadie. Había un sospechoso, pero no fue acusado formalmente.
Supongo que no había pruebas suficientes.
Ni siquiera quiero hacer la pregunta. No necesito hacerla. Sé
quién lo hizo. Aun así, obligo las palabras. —¿Quién era de
nuevo?
—Su nombre es… —Noelle no termina, buscando algo en su
extremo del teléfono. Los segundos pasan tortuosamente
lentos—. Ahí está. Rodion. Rodion Karnovsky.
Estoy tan sorprendida de que Noelle no haya dicho el nombre
de Timofey que me sobresalto.
La silla de Timofey se mueve detrás de mí. Por supuesto que
se dio cuenta. Se da cuenta de todo. Y ahora, me está
prestando aún más atención.
Disimulo jugando con mi zapato contra el suelo de baldosas.
—Cierto, lo recuerdo.
—¿Lo conoces? —Noelle jadea—. ¿Estás diciendo que
conoces a Rodion?
—Nos vimos una o dos veces.
Ella maldice de nuevo. —Bueno, ha estado en la nómina de
Timofey Viktorov durante años. Quien sea que Timofey tenga
manejando sus relaciones públicas hace un buen trabajo al
mantenerlo fuera de los periódicos, pero está ahí si buscas lo
suficiente.
—Estoy segura —digo. Lo que realmente quiero decir es, no
tiene a nadie manejando sus relaciones públicas. Tiene un
arma y cero inhibiciones para usarla.
—Aparentemente, la policía aún no está cerrando el caso.
Todavía están pidiendo información —dice ella—. Tal vez los
atrapen.
Ni siquiera me doy la oportunidad de sentirme esperanzada.
Timofey probablemente ha intimidado a todos los policías y
reporteros de la ciudad al menos una vez. Aún no estoy segura
de por qué no me apuntó con un arma a la cabeza como sin
duda lo hizo con todos ellos.
No hubiera funcionado. Me habría mantenido firme. Y luego
el oficial Rooney hubiera limpiado mi escena de crimen. Pero
aun así… ¿Por qué Timofey está perdiendo el tiempo
convenciéndome? ¿Por qué me está dando de cenar cuando
podría estar enterrando mi cuerpo?
Me giro un poco, mirando por encima de mi hombro.
Incluso antes de que nuestros ojos se encuentren, sé que me
está mirando. Su mirada es helada. Lo siento como un goteo
por mi columna.
Le doy una sonrisa salvaje e incómoda y me doy la vuelta. —
Vale, probablemente debería…
—Todavía no he terminado —dice ella—. Rodion no es solo el
presunto asesino de Emily. Se rumorea que es un sicario. El
sicario de Timofey.
Rodion tenía un mar de marcas negras en el brazo. Uno por
cada persona que he… matado. No necesitaba terminar la
oración. Puedo averiguar el resto por mí misma.
Timofey le paga a Rodion para que mate gente por él. Tal vez
incluso su última novia, si el relicario con una foto de Timofey
y Emily adentro es una indicación.
Y yo justo lo estaba besando.
No solo estábamos jugando hockey con las amígdalas y
bailando sobre la línea del profesionalismo, Estaba jugando
con mi vida, arriesgando mi existencia continua solo porque el
hombre tiene una mandíbula cincelada y bonitos ojos azules.
—Tiene sentido —murmuro. Con cada segundo que pasa,
pierdo mi capacidad de parecer casual. Siento náuseas. La
pasta de cinco estrellas en mi estómago se está convirtiendo en
un ladrillo de cinco estrellas.
—La mataron hace un par de meses. Recientemente. No es
como si eso importara, supongo. El asesinato es asesinato sin
importar cuándo sucedió. Pero igual. Quienquiera que le haya
hecho esto, Rodion o quien sea, es más que capaz de hacerlo
de nuevo.
—Lo sé. —Las palabras se quedan en mi garganta, pero las
saco—. Gracias.
Hay una larga pausa antes de que Noelle hable de nuevo. —
Ten cuidado, Piper.
Finjo una sonrisa y me vuelvo hacia Timofey. —Lo haré.
¡Hablamos después!
La alegría forzada en mi voz suena más que falsa para mí, pero
espero que Timofey no me conozca lo suficientemente bien
como para darse cuenta de que estoy hablando varias octavas
más alto de lo normal.
Mi pantalla se oscurece y vuelvo a meter el teléfono en el
bolsillo. Tener a Noelle al teléfono me hizo sentir menos sola.
Ahora, no hay nada detrás de lo que esconderse. Nadie a quien
aferrarse.
Somos solo yo y el monstruo frente a mí.
—Eso sonaba importante. —Timofey me observa caminar
hacia la mesa con cuidado.
—Nada de lo que dice Noelle es importante.
¿Puede oír mi voz temblando? ¿Está realmente temblando?
Todo mi cuerpo se siente como si estuviera vibrando. Hace
difícil juzgar qué tan bien lo estoy disimulando.
—Noelle es el tercer miembro de tu trío —dice rotundamente.
Arqueo una ceja. —¿Eso es una pregunta o una declaración?
Ignora mi pregunta. —Ella no respondió cuando la llamé
temprano hoy.
Se siente como si estuviera siendo interrogada, pero no sé por
qué. Intento seguir el rastro de su lógica, pero estoy cansada,
adolorida y aterrorizada. Mi mente es un lío del que ni siquiera
yo puedo salir.
—Ella es difícil de contactar. Mujer ocupada. —Le doy una
sonrisa tensa y luego la dejo caer rápidamente. Ninguna
sonrisa es mejor que una falsa.
Timofey se niega a mirar hacia otro lado. ¿Por qué no mira
hacia otro lado? Quiero tirarle la servilleta de tela a la cara
solo para descansar de su escrutinio.
Inclina la cabeza hacia un lado, con las cejas bajas. —Así que,
sea lo que sea por lo que te llamó, es más importante que estar
en la cárcel. Más importante que estar en llamas.
Mierda, Mierda, Mierda. Finalmente sigo el rastro de la lógica
de Timofey, pero es demasiado tarde. Me ha acorralado, y lo
sabe.
—Dime lo que dijo. —La boca que era suave contra la mía
hace solo un par de minutos se aplana en un corte amenazador.
—Eres entrometido. Le respondo.
—Y tú eres una mentirosa de mierda —gruñe de vuelta—.
¿Qué dijo ella?
Quiero mentir, pero tiene razón. No soy buena en eso. Nunca
he sido una buena mentirosa. Los buenos mentirosos son niños
que tuvieron que mentirles a sus padres sobreprotectores para
salir de la casa. Adolescentes que tenían que mentir para
emborracharse con sus amigos o jurar que no tenían idea de
quién rayó la puerta del lado del pasajero del coche cuando lo
sacaron.
Nunca tuve que decir esas mentiras. A mis padres no les
importaba lo suficiente saber dónde estaba o con quién estaba.
Ciertamente no les importaba lo que estaba haciendo, siempre
y cuando no los molestara.
Soy una mentirosa terrible, así que ahora, la verdad está
sentada dentro de mí como un muñeco en una caja sorpresa,
muriendo por ser liberada.
Hago lo único que puedo hacer, giro la manivela.
38
PIPER

—¿Quién es Emily? —le lanzo la verdad como una flecha—.


Encontré un relicario con una foto de ustedes dos adentro. Su
nombre estaba grabado en la parte de atrás.
Timofey se pone de pie. Es mucho más alto que yo. Mucho
más grande en todos los sentidos. Es extraño pensar que
encajamos tan bien como lo hicimos, mi cuerpo acurrucado en
su regazo. Un hombre tan grande como él debería
empequeñecerme.
Aparto los ojos del amplio conjunto de sus hombros y trato de
parecer fuerte. Es difícil cuando mi brazo está palpitando de
dolor y metido en mi pecho como si fuera un pájaro con un ala
herida, pero lo hago lo mejor que puedo.
—No deberías estar husmeando en mi oficina.
—Y tú no deberías estar matando a tu novia —espeto—. Creo
que todos cometemos errores.
Su mandíbula se mueve de lado a lado. —No tengo novia.
—Ya no.
—Jamás.
—¡Patrañas! —Mi corazón está retumbando en mi pecho, pero
la adrenalina me está dando coraje. Noelle me dijo que tuviera
cuidado, pero aquí estoy, treinta segundos después, pinchando
a la bestia—. Vale. No era tu novia. Los títulos no son
importantes. Lo importante es que ella está muerta y tú lo
hiciste.
He visto a Timofey frustrado y molesto. Pero algo en la forma
tranquila en que me mira es aún más desconcertante.
—Yo no le hice nada a ella.
—Ah, es cierto. Rodion lo hizo. Él es tu sicario, ¿Verdad?
Si a Timofey le sorprende que sepa el cargo de Rodion, no lo
demuestra. No revela nada. Su expresión no cambia ni un
ápice mientras nos miramos, la verdad incómoda se sienta
entre nosotros.
—No sabes de lo que estás hablando —dice finalmente.
—Púdrete. Sí, lo sé, y tú lo sabes.
Ante eso, el control de Timofey se rompe. Se lanza hacia mí,
elevándose sobre mí. Siento su cálido aliento en mi cara
mientras se inclina imposiblemente cerca. —No tienes ni una
puta idea de lo que yo sé. No pretendas saberlo. Créeme, Piper
Quinn, estás más segura si no lo sabes.
Me trago el terror que trepa por mi garganta y lo miro a los
ojos. —Estoy segura de que te encantaría que yo fuera una
idiota despistada. Solo otra pieza de ajedrez humana que
podrías mover como quisieras. Eso te facilitaría las cosas,
¿No?
—¿Si cooperaras? Sí. Me responde.
—No, si fuera tan estúpida y ciegamente leal como cualquier
otra persona en tu nómina —le respondo—. Pero no lo soy. He
pasado toda mi vida protegiéndome de gente peligrosa como
tú. No voy a dejar que me aplasten ahora. No voy a terminar
como Emily.
De repente, el puño de Timofey está en mi cabello. Tira de mi
cabeza hacia atrás y me mira por la larga línea de su nariz.
Lucho por tragar con la cabeza en este ángulo, pero no le daré
la satisfacción de suplicar que me suelte.
—Escúchame —exige—. No sabes lo que estás diciendo.
Rodion no mató a Emily. Aunque lo hubiera hecho, andar
gritándolo por ahí es una buena forma de que te maten.
—Así que lo admites. Harás que me maten.
—Por supuesto que lo haré —dice fácilmente—. Lo dejé claro
la primera vez que nos conocimos. Nunca he reclamado la
inocencia. He matado a mucha gente y te agregaré a la lista si
es necesario. Pero en lo que respecta a Emily, mis manos están
limpias.
No sé por qué Emily me importa tanto. No conozco a la mujer.
Tal vez ella era la novia de Timofey; tal vez era sólo una
aventura. Ella no debería ser importante…
Pero lo es.
Probablemente sea porque puedo notar que ella es importante
para Timofey. Se tensa al oír su nombre. Quiero saber qué
mujer podría tener ese tipo de control sobre él.
Quiero tener ese tipo de control sobre él.
Entierro esa última verdad en lo profundo. En las sombras
oscuras de mi centro donde nadie lo encontrará jamás. Ni si
quiera yo.
—Si tú no mataste a Emily o no hiciste que la mataran,
entonces, ¿quién lo hizo? —pregunto.
Timofey me mira por un segundo. Por dos. La tensión de antes
nos envuelve, ahora teñida de ira y violencia.
A la parte de mí desesperada por perderme en su toque no le
importa tanto. Solo puedo imaginar cómo sería Timofey sin
restricciones…
La parte cuerda de mí sabe que necesito correr tan rápido y tan
lejos de este hombre como sea posible.
De repente, suelta mi cabello y me empuja hacia atrás. —Anda
con cuidado, Piper.
—¿Qué significa eso?
Toma su bebida de la mesa y la inclina hacia atrás. Su garganta
se mueve cuando el alcohol en el vaso desaparece. Cuando
termina, ni siquiera se estremece. —Si te pones en mi contra
ahora, te arruinaré.
Sin otra palabra, Timofey se da la vuelta y me deja allí de pie.
Estoy demasiado aterrorizada para preguntar qué quiere decir.
39
PIPER

Me he estado balanceando de lado a lado con Benjamín


durante lo que parecen horas.
Tal vez lo hayan sido. No estoy segura. He perdido la noción
del tiempo.
Desde que Timofey me dejó en el comedor, mi mente ha
estado demasiado ocupada para hacer un seguimiento de algo
tan trivial como el paso de los segundos.
Excepto que ahora, mi brazo bueno está dolorido por acunar a
un bebé que se retuerce y el cansancio me quema la parte de
atrás de mis ojos.
Benjamín se despertó solo unos minutos después de que
Timofey y yo nos separáramos, y no ha sido feliz desde
entonces. Lo cambié, lo alimenté, lo hice eructar. Hice todo lo
que se suponía que debía hacer, pero él ha estado en algún
lugar entre un gemido y un llanto durante mucho tiempo, y
estoy al límite de mi paciencia.
Le pediría ayuda a Timofey, pero…
Niego con la cabeza, descartando el pensamiento antes de que
pueda siquiera considerarlo. Cuanto menos lo vea, mejor.
Te arruinaré.
¿Financieramente? ¿Físicamente? ¿Qué quiso decir él?
Probablemente ambas, decido. Dios sabe que Timofey tiene
ese tipo de poder. No tomaría mucho, de todos modos. No me
queda mucha vida por arruinar.
Benjamín deja escapar un gemido lastimero repentino y le doy
palmaditas en la espalda.
—Ya, ya. Las cosas no están tan mal. —No estoy segura si
estoy hablando con él o conmigo misma—. Todo va a estar
bien.
Se acomoda de nuevo en el hueco de mi brazo.
—Al menos uno de nosotros me cree —murmuro.
Eventualmente, sus pequeños ojos se vuelven pesados y se
cierran. Lo mezo durante unos minutos más antes de que mi
brazo tiemble demasiado como para sostenerlo un segundo
más. Suavemente, con cuidado, lo acomodo en su cuna.
Instantáneamente, los brazos y las piernas de Benjamín se
estiran hacia afuera. Es un reflejo de recién nacido. Una
respuesta incorporada al sobresalto. Significa que Benjamín
está sano.
También significa que está llorando de nuevo.
—No —me quejo—. No, no. Está bien. Está bien. —Me
derrumbo en la silla al lado de su cuna y presiono una mano
gentil en su barriga cálida—. Está bien, amigo. Estás bien.
El lento balanceo de mi toque lo lleva lentamente a un sueño
profundo. Pero cada vez que trato de apartar mi mano, se
despierta de nuevo.
Finalmente, demasiado cansada para luchar, apoyo la mejilla
contra los barrotes de su cuna y me quedo dormida con la
palma de la mano sobre su pequeño pecho.
No sé cuánto tiempo estoy recostada así, pero cuando mis ojos
se abren, mi cuerpo está plagado de dolor.
La quemadura en mi brazo está rígida y palpitante, me duele la
mejilla por haber sido aplastada entre la baranda de madera y
mis dientes, y mi columna me pide a gritos que arregle mi
postura y me siente derecha.
Lo más lentamente posible, retiro mi mano de Benjamín. Su
respiración soñolienta es un zumbido constante de ruido en su
habitación, y me dejo caer en la silla, lista para volver a
dormirme. Tal vez cuando me despierte, tendré la energía para
levantarme de esta silla e irme a la cama.
Sin embargo, antes de que pueda volver a dormirme, una voz
profunda atraviesa el silencio.
Al principio, me sobresalto porque no quiero que Benjamín se
despierte. No trabajé tan duro para que se durmiera, solo para
que uno de los miembros detestables y descuidados de la secta
de Timofey tropezara y lo despertara.
Luego lo escucho. El retumbar familiar de la voz de barítono
de Timofey.
—Te llamé hace dos jodidas horas. ¿Dónde has estado?
De repente, encuentro la energía. Me levanto de la silla,
haciendo una mueca cuando un resorte en algún lugar
profundo cruje por la pérdida de mi peso. Benjamín no se
mueve.
Gracias a Dios.
Paso de puntillas por la lujosa alfombra azul y presiono la
oreja contra el espacio apenas visible en la puerta.
—Siempre estás de servicio. Tu vida es el servicio —ladra—.
Tienes la maldita palabra tatuada en tu piel.
La luz del pasillo se derrama en la habitación a través de la
puerta abierta, aunque apenas es suficiente para ver.
Ciertamente no me permite ver dónde está Timofey en el
pasillo. Pero parece que está del otro lado del pasillo y
retrocediendo.
Me asomo. Cuando no veo a Timofey, salgo al pasillo y
vuelvo a cerrar la puerta para que la luz no despierte a
Benjamín. Sigo el sonido de la voz de Timofey.
—Tal vez podría relajarme si no fuera el único que presta
atención a la mierda que realmente importa —espeta Timofey
—. Convocamos una reunión de todos por un albanés muerto,
pero yo soy el único que realmente está atento.
Timofey se queda callado. Mataría por escuchar con quién está
hablando. ¿Qué están diciendo? ¿Qué está pasando?
Tal vez no necesito escuchar al otro lado de la línea, porque
parecen estar haciendo exactamente las mismas preguntas que
yo.
—Ya sabrías lo que está pasando si hubieras respondido la
primera vez que llamé.
Llego al final del pasillo y miro a la vuelta de la esquina. En el
centro del pasillo, a menos de dos metros de mí, ahí está.
Me tiro hacia atrás y presiono mi mano buena en mi boca. Mi
cerebro tarda unos segundos en reconocer que Timofey estaba
de espaldas a mí.
Él no me vio.
—El asesinato de Emily está siendo investigado nuevamente
—gruñe Timofey. Hay una pausa antes de que maldiga por lo
bajo—. Si la policía está reabriendo la investigación, no solo
te concierne a ti; nos concierne a todos.
Está hablando con Rodion. Tiene que estarlo.
No… le está advirtiendo a Rodion.
Por mí.
Entré en pánico y le dije que sabía sobre Emily y el relicario,
sobre Rodion como su sicario. Ahora, Timofey tiene ventaja
sobre la policía.
Soy una idiota.
—Ven mañana para hablar de estrategia —dice Timofey,
confirmando mis peores temores—. Si Rooney no puede
manejar esto, tendremos que resolverlo nosotros mismos.
¿Puede hacer eso? Si no tiene a nadie trabajando para él en el
interior, ¿Puede influir en una investigación?
¿A quién diablos estoy engañando? Probablemente tiene un
escuadrón entero de oficiales trabajando para él. Basándose
solo en esta mansión, Timofey puede costearse sobornar a casi
todos los oficiales con morales dudosos de la ciudad. Después
puede encubrir los asesinatos de todos los oficiales demasiado
éticos para unirse a él.
Ha estado en silencio durante demasiado tiempo, así que me
arriesgo a echar otro vistazo a la vuelta de la esquina. Timofey
se ha ido.
Apoyo la cabeza contra la pared y expulso el oxígeno que ha
estado quemando mis pulmones. No me hace sentir mejor. En
cambio, me siento vacía. Raspada seca.
—Es lo que merezco por besar al diablo —murmuro—.
Probablemente me robó el alma.
Mis labios hormiguean, mi cuerpo recuerda la forma en que
Timofey se sentía contra mí. Por supuesto, el primer chico al
que beso en meses resulta ser un monstruo. Es solo mi suerte.
Las personas en mi vida no pueden ser normales y saludables.
Tienen que estar desequilibrados. Fundamentalmente rotos.
Sesgados mucho, mucho más allá de lo grotesco.
Golpeo un dedo en el centro de mi frente como un personaje
de dibujos animados tratando de enfocar. Es la única forma en
que puedo orientar mis pensamientos. Es la única forma en
que puedo poner los pies sobre la tierra en este momento. Aquí
y ahora, si no me obligo a quedarme allí mismo, voy a morir.
—¿Qué voy a hacer? —susurro—. ¿Qué hago ahora?
No besarlo. Ese es el paso número uno, obviamente.
Definitivamente, bajo ninguna circunstancia, no vuelvas a
besar a Timofey Viktorov. No importa cuán exuberantes se
vean sus labios. No importa lo bien que huela. No importa
cuán fuertes se sientan sus manos alrededor de mi cintura.
Me muerdo el labio inferior con fuerza entre los dientes. Creo
que esto requiere un poco de refuerzo negativo. Timofey,
malo. Besar a Timofey es igual a dolor.
Por allá se encuentra problemas.
—Vale, continuando —digo, tratando de mantenerme en el
buen camino—. ¿Qué sigue?
Una vez más, la respuesta es obvia.
Salir de este maldito lugar…
Y llevar a Benjamín conmigo.
40
TIMOFEY

Sergey se recuesta en el sofá con un gemido. Cuando me mira


a los ojos de nuevo, pone los suyos en blanco. —No me mires
así. Logré llegar, ¿no?
Hago un gesto hacia el sol poniente. —Apenas.
—Tenía cosas más importantes que hacer.
¿Más importante que esto? ¿Qué clase de padre tiene mierda
más importante que esta? Quiero preguntar. Pero eso es lo que
él quiere. Eso es lo que él es para mí en este momento, solo
«Sergey». No mi padre.
Aprendí desde el principio que el padre que me adoptó y el
hombre que una vez dirigió la Bratva Viktorov no son el
mismo. Sergey tiene facetas, máscaras que se pone y se quita a
su antojo.
—Tenemos que hablar sobre cómo manejar la investigación —
digo, cambiando al asunto en cuestión.
—No, no tenemos que —responde Sergey—. Ellos no tienen
nada.
—No sabemos eso.
Nivela su mirada hacia mí. Tiene más arrugas alrededor de los
ojos y en la frente que antes. La edad ha arrastrado hacia abajo
su línea de la mandíbula y ha convertido su siempre presente
ceño fruncido en una caída involuntaria. Pero todavía
reconozco la expresión obstinada de su boca.
—Rodion no mató a Emily.
Hago una mueca. —Sabes muy bien que…
—Ha masacrado a mucha gente —interrumpe Sergey—.
Conoces sus señales tan bien como yo. Sus lindas tarjetas de
visita. Emily fue una muerte limpia.
—Nada de eso estaba limpio —digo entre dientes.
Las escenas pasan ante mis ojos. Sangre. Gritos. Combustible
de pesadilla.
—¡Bah! Tú sabes a lo que me refiero. Quienquiera que lo haya
hecho no se deleitaba en la muerte como lo hace Rodion.
Sé lo que quiere decir, por mucho que me gustaría no saberlo.
Yo he matado gente; es parte del trabajo. Tampoco me siento
culpable por eso. Pero la idea de que Rodion disfruta
genuinamente de la matanza nunca dejará de asustarme.
Paso una mano por mi cabello. —Entonces él no ensartó sus
entrañas como serpentinas. Eso no significa que no sea
culpable. Sabe que esperaríamos algo así de él.
—Ni siquiera estaba en el país, por el amor de Dios —espeta
Sergey—. Estaba en Rusia. Tú lo sabes.
Lo sé. Eso no hace que sea más fácil de creer. Muy pocas
personas podrían haber matado a alguien cercano a mí y
escapar sin dejar rastro.
Rodion es uno de esos pocos.
Sergey se inclina hacia delante, con los codos apoyados en las
rodillas. —Tienes que olvidar esto, hijo.
—Olvidarla a ella, querrás decir.
Sergey respira hondo y asiente. —Si eso es lo que se necesita,
entonces sí. Estás vivo. Haz lo que tengas que hacer para
mantenerlo así.
—¿Es eso una amenaza, Otets?
—Ya no eres un niño —dice Sergey a modo de respuesta—.
No necesito amenazarte para que cumplas. Sabes que tengo
razón.
—Sé que tú crees que tienes razón.
—Entonces eso debería ser suficiente.
Nos miramos fijamente durante unos segundos. El tira y afloja
constante de nuestra relación vibra entre nosotros.
Finalmente, me pongo de pie y camino hacia la ventana.
Puedo ver a Piper parada afuera justo más allá del patio de
piedra con Benjamín en sus brazos. Ella está señalando el
jardín y hablándole animadamente.
Miro por encima del hombro a Sergey. —Tu opinión es
suficiente para que me concentre en otra parte. Por ahora.
Su rostro se ilumina en una amplia sonrisa. —Es por eso que
te elegí para ser mi sucesor, Timofey. Siempre ves la razón. No
te dejas llevar por tus emociones.
—Por supuesto que no lo hago. Me criaste para ignorarlos.
No me pierdo de lo amargas que suenan esas palabras en mis
labios.
Dirijo mi atención hacia el exterior de nuevo. Piper está
caminando por la hierba, señalando las cosas a medida que
avanza. No la he visto desde anoche en la cena, pero Akim me
ha mantenido al tanto de sus movimientos. Nunca lo admitirá,
pero está celoso de que alguien más haya asumido su papel de
cuidador. Cada vez que lo he visto hoy, ha estado observando
las cámaras de la habitación de Benjamín como un halcón.
—Normalmente juego a las escondidas con el pañal nuevo
antes de ponérselo —se quejó antes—. Lo hace un poco más
divertido. Pero lo que sea. Ella está bien, supongo.
Se ve lo suficientemente cómoda ahora, con Benjamín
acunado en sus brazos. Pero me doy cuenta de la forma en que
sigue mirando hacia la casa. La forma en que sus ojos se
lanzan al otro extremo de la línea de la propiedad.
Ella está nerviosa.
Tengo una buena suposición de por qué.
—Como dije, espero que no te dejes llevar por tus emociones.
—Da un paso adelante y se une a mí cerca de la ventana. Sus
ojos se estrechan en Piper—. Solo tengo que preguntarme si tu
repentino interés en que Rodion esté involucrado en la muerte
de Emily tiene algo que ver con la nueva… presencia en tu
vida.
—No hay nada nuevo en mi vida.
—No olvides, yo la he visto —dice en voz baja y sugerente—.
Ella es hermosa.
Si fuera otra persona, lo tiraría por la ventana. En su lugar,
aprieto mis manos en puños a los costados. —Ella es la niñera
de Benjamín.
—Es interesante que esperaste hasta ahora para contratar una.
Benjamín tiene… ¿Cuántos años?
—Seis meses. Lo cual es lo suficientemente mayor como para
que no pueda depender de Akim y de quienquiera que esté
alrededor para sostenerlo —gruño—. Él necesita un cuidador
designado.
Sergey continúa como si no me hubiera escuchado. —En el
caso de la chica, tal vez las emociones realmente no estén
involucradas. Hay muchos otros impulsos muy humanos que
podrían impulsarte a mantener cerca a alguien como ella.
Ni siquiera puedo negarlo. Hace menos de veinticuatro horas,
esos impulsos humanos estaban al mando.
No había ninguna razón para besar a Piper. No ganaría nada
con eso. No beneficiaría a la Bratva de ninguna manera.
Yo quería. Tan simple como eso.
Y siempre consigo lo que quiero.
Piper se está aventurando más y más lejos de la casa. Sería
mejor apartar la mirada y fingir desinterés, pero quiero ver
adónde va.
—Ella es útil para mí. La mantendré mientras siga siendo útil.
Estoy seguro de que puedes entender eso. Le asevero a mi
padre.
Sergey asiente, poco convencido. —Ciertamente. Las mujeres
pueden ser útiles de muchas maneras, ¿no? Puedes encontrar
alguna forma de ponerla a trabajar.
—Olvídalo, Otets.
Se muerde una sonrisa de suficiencia. —Por ejemplo, tenemos
esa boda próximamente. El Comandante de Infantería de la
Marina. Creo que la invitación vino con un acompañante, de
hecho.
—¿Me estás pidiendo que sea tu acompañante? —arrastro las
palabras con saña.
Él me despide. —Puede que ni siquiera vaya. Pero uno de
nosotros debería. Y si lo haces, es mejor que te diviertas.
Ponte una cosita bonita en el brazo y trata de relajarte.
Toda mi vida, Sergey me ha empujado a centrarme en la
Bratva. A trabajar más duro. A permanecer devoto. Ahora, de
repente, ¿Necesito relajarme?
Improbable. Incluso antes de conocerlo, nunca estaba hecho
para eso. Necesito estar en constante movimiento. Cuando
haces una pausa, ahí es cuando entran los pensamientos. Ahí
es cuando surgen los recuerdos.
Ahí es cuando vuelven las pesadillas.
—Sería difícil relajarse, sabiendo que un evento como ese
sería el lugar perfecto para que quien se llevó a Emily ataque
de nuevo. Lo último que necesito es que mi cita aparezca
muerta. Mala prensa.
—¿No vas a ir, entonces? Pregunta Sergey
Me encojo de hombros. —Lo decidiré más tarde.
La sonrisa desaparece del rostro de Sergey cuando se inclina
hacia adelante, con la cabeza baja para mirarme a los ojos. —
A veces olvidas lo bien que te conozco, Timofey.
—No olvido nada.
Él sonríe por un momento antes de que se desvanezca. —Sabía
que dirías eso. También sé que, después de lo sucedido, estás
obsesionado con proteger a las mujeres de tu vida.
—Quiero venganza contra aquellos que lastimaron a las
personas cercanas a mí. Eso no es único —digo—. Esa es la
forma de la Bratva.
Él asiente. —Lo es, a menos que la venganza venga a
expensas de la Bratva. Ninguna mujer vale la pena arriesgar lo
que hemos construido juntos. Recuerda eso, hijo.
Abajo en el patio, Piper se gira. Su perfil es una silueta nítida,
la luz del sol se refleja en su cabello castaño rojizo.
Todavía estoy viendo el balanceo de sus caderas mientras se
aleja cuando me doy cuenta de que Sergey ha salido de la
habitación. Estoy solo.
41
TIMOFEY

Salgo al patio trasero y saco un cigarrillo de mi bolsillo.


Emily me lo quitaría de la mano si estuviera aquí. Sacaría otro
sin dudarlo.
—Los viejos hábitos mueren difícilmente —siempre decía
cuando ella se quejaba.
Inevitablemente, arrugaría la nariz con disgusto. —También
los fumadores.
Enciendo y me apoyo en la columna de ladrillo. Piper ya no es
visible en el patio. No es que esperara que lo fuera. Sé que ella
está tratando de escapar. Me di cuenta de que estaba tratando
de escabullirse de la casa sin llamar la atención.
Pero me di cuenta. Sé lo que ella estaba tratando de hacer.
Lo que no sé es cuándo volverá.
Porque ella sí regresará. La gente no se aleja de mí tan
fácilmente. Especialmente cuando los quiero cerca. Y a pesar
de todos los problemas que ha causado, quiero a Piper cerca.
Lo que le dije a Sergey sigue siendo cierto: Piper me es útil.
Ella puede cuidar de Benjamín. Más que eso, ella puede
ayudar a asegurar que yo mantenga la tutela de él.
Sin embargo, sería una mentira decir que no hay nada más.
Especialmente después del beso que compartimos ayer.
Quizás el odio mutuo es el mejor juego previo que existe.
Algo sobre querer desgarrarse uno al otro, miembro por
miembro, podría alimentar el deseo, aumentarlo de alguna
manera. Besarla ha sido mejor que intimar con alguien más.
Hay algo en la forma en que se enfrenta a mí, mientras que al
mismo tiempo apenas puede mantenerse de pie. La mujer es
una yuxtaposición andante. Ella es ferozmente vulnerable.
Sergey no estaba tan equivocado: me siento protector con las
mujeres de mi vida. No me gusta verlas lastimadas a menos
que yo sea el que lastima.
Pero Piper no está en mi vida. Ella es una herramienta que
utilizaré para conseguir lo que quiero.
Me vendría bien recordar eso.
Doy una larga jalada a mi cigarrillo. El humo me hace
cosquillas en los pulmones antes de que lo expulse en una
neblina alrededor de mi cabeza.
Por ahora, Piper se queda. Al menos mientras ella siga
viviendo dentro de mí como lo hace este humo. Pero tan
pronto como descubra cómo lo está haciendo, podré
asegurarme de que nunca vuelva a suceder. Y tan pronto como
eso suceda, ella se irá.
Hasta entonces…
Neumáticos crujen sobre la grava. Camino por el costado de la
casa justo cuando un coche negro se detiene. Las ventanas
están polarizadas y bien cerradas. Maldigo por lo bajo y tiro el
cigarrillo al suelo.
En el momento en que Rooney sale del lado del conductor, me
encuentro con él en la puerta.
—Te dije que bajaras tus malditas ventanas — Le grité.
Se sobresalta ante mi repentina aparición y cierra la puerta de
golpe. —No quería otro escape en mis manos. Cerré todo con
pestillo por dentro.
—Maldito mudak. —Me paso una mano por la línea de la
mandíbula y niego con la cabeza—. Solo abre las puertas.
Ahora.
Rooney se apresura, se mueve alrededor del auto y abre la
puerta trasera.
Al instante, Piper sale catapultada del coche.
Benjamín está durmiendo en su hombro, pero no estoy seguro
de cómo. Piper está pálida y respira con dificultad. Basado en
el camino de las lágrimas secas que corre por sus mejillas, ella
también estaba llorando.
Sus ojos verdes se encuentran con los míos, pero están
vidriosos y desenfocados. Todavía está en pánico. Su cuerpo
no se da cuenta de que está a salvo de nuevo.
—Qué fantástico, por la puta —siseo, girándome hacia
Rooney—. Me trajiste una maniática de nuevo. Te dije que es
claustrofóbica.
—Y yo te dije que te la devolvería. Aquí la tienes. No veo el
problema.
Doy tres grandes pasos para pararme frente a Rooney. —El
problema es que no sabes cómo seguir instrucciones. Me hace
pensar que no puedes hacer nada bien. Me hace pensar que no
eres digno de confianza.
Rooney levanta la barbilla en desafío. —Sabes que soy digno
de confianza.
—Yo no sé ni una maldita cosa —espeto—. No cuando no
puedes abrir una ventana. Tal vez tus días de ser útil hayan
terminado.
Sus ojos se salen de sus órbitas y su boca se abre y se cierra.
—Sabes lo que le hago a la gente que no es útil, ¿Verdad,
James? —pregunto—. Has limpiado lo suficiente de las
secuelas como para intentarlo.
Él traga y asiente. —Lo sé.
—Entonces no dejes que vuelva a suceder.
Piper está tomando aliento tras aliento a mi lado. Es como si
no pudiera obtener suficiente oxígeno para llenar sus
pulmones. Aun así, le da unas palmaditas en la espalda a
Benjamín y lo tranquiliza con susurros entrecortados y
erráticos.
Ella está a punto de morir y todavía se preocupa por él. Es
extraordinario.
En el momento en que mi atención está en Piper, Rooney
aprovecha la oportunidad para escabullirse y esconderse
dentro del auto. Regresa con un archivo en sus manos, luego
me lo arroja. —Ten. La información que pediste —explica—.
Encontré todo lo que había que encontrar y lo compilé aquí.
Parte de esto está escrito en mi propia letra para evitar el uso
de las impresoras.
El archivo sobre los antecedentes de Piper. Casi se me olvida
que lo pedí. Han pasado tantas cosas en el intermedio.
—Tal vez aún puedes seguir instrucciones después de todo. —
Empieza a sonreír, pero antes de que se contente demasiado,
agrego— Ahora, demuéstrame que puedes entender lo que
estoy diciendo, obedeciendo esta instrucción muy simple,
aléjate de mí vista.
La mandíbula de Rooney chasquea bajo la tensión de sus
dientes rechinando, pero después de un segundo, se mete en su
auto y se va.
Me dirijo a Piper.
Su atención se divide entre ver partir a Rooney, cuidar a
Benjamín y vigilarme a mí. Nada de eso parece estar
relacionado con la regulación de su respiración y el cuidado de
sí misma. Nada nuevo ahí.
—Deja de preocuparte por los demás y respira —ordeno—.
Nada de eso importará si hiperventilas y te mueres.
Sus labios rosados se fruncen en una «O» mientras aspira aire
y luego lo expulsa lentamente. Aun así, encuentra la energía
para fruncirme el ceño.
—Tomaré tu molestia como una señal de que vas a sobrevivir.
¿Puedes caminar?
—Por supuesto que puedo caminar —escupe.
—Eso es cierto. Estabas a punto de caminar fuera de mi
propiedad, así que supongo que tus piernas funcionan bien.
—Yo no estaba… —Ella niega con la cabeza, las ondas de
color caoba caen alrededor de su rostro pálido—. Yo no estaba
escapando. Benjamín necesitaba un poco de aire fresco. Fue
un paseo. Un paseo normal. Tu amigo apareció y exageró las
cosas.
Me alejo de ella, esperando que me siga. —No me mientas.
Desperdicias tu aliento y mi tiempo.
Piper no discute ni intenta defenderse de nuevo. No estoy
seguro si es porque está cediendo o porque subir las escaleras
sin caerse hacia atrás requiere toda su energía. Es posible que
pueda caminar, pero sus piernas tiemblan.
Me estiro hacia atrás y agarro su codo. Ella trata de alejarse de
mí, pero la agarro firmemente.
—Pareces una jirafa recién nacida subiendo estas escaleras —
le digo—. No me sirves si te rompes el cráneo al caer sobre
ellas. No voy a dejar que te pongas a ti y a un bebé en peligro.
—No me vas a dejar hacer nada —murmura. Pero me deja
llevarla por el resto de las escaleras y dentro de la casa.
No vacilo en el vestíbulo. Lo cruzamos rápidamente y nos
dirigimos por el pasillo hacia mi oficina. Todo el camino,
siento a Piper tensarse bajo mi toque. Con cada paso, ella se
aleja más de mí.
Para cuando llegamos a mi oficina, ella está temblando de
nuevo.
Cierro la puerta y Piper rápidamente se presiona en la esquina.
Como si ella se aplana contra los estantes, yo olvidaré que está
aquí.
—Vale —dice antes de que pueda comenzar a preguntar—,
estaba tratando de escapar. ¿Es eso lo que quieres oír?
—No te pregunté nada.
Ella presiona sus labios juntos. —Pero vas a hacerlo. Estoy
siendo interrogada, ¿Verdad?
Me apoyo en el borde de mi escritorio, con las piernas
cruzadas a la altura de los tobillos. —Dímelo tú. ¿Esto se
siente como un interrogatorio?
Piper ignora la pregunta y cuadra los hombros. —Antes de que
hagas lo que sea que me vas a hacer, Benjamín necesita irse.
Benjamín está babeando en la manga de Piper, su mejilla
regordeta aplastada contra su brazo.
—Pero él está tan absorto en la conversación —digo
arrastrando las palabras.
No se ríe de mi broma. —No lo quiero aquí para lo que sea
que esté por suceder.
—No sabes lo que va a pasar. Le digo.
—Puedo adivinar —sisea—. No soy estúpida.
Muevo la cabeza de un lado a otro. —No estoy de acuerdo con
eso. ¿Saliste por mi puerta trasera con Benjamín en tus brazos
y pensaste que seguirías caminando? ¿A dónde? No te
molestes en tratar de inventar alguna mentira. No tenías un
plan. No tienes adónde ir. Nadie que pueda protegerte. A
menos que planearas subsistir en los acres de bosque alrededor
de mi propiedad, no estoy seguro de adónde pensaste que irías
para escapar de mí.
—¡A cualquier lugar! —ella grita.
Benjamín se sobresalta y Piper instantáneamente comienza a
consolarlo. Ella le susurra al oído y lo mece de lado a lado.
En el momento en que recupera la calma, vuelve su veneno
contra mí. —Quería ir a cualquier otro lugar. A cualquier lugar
donde no estuvieras. Sentirme desesperada me hizo estúpida,
lo admito. Pero no me disculparé por ello. No me arrepiento.
De hecho, lo volvería a hacer.
Su pecho está agitado de nuevo, pero no es de pánico o miedo,
es rabia. El fuego que destruyó la mitad de mi cocina ayer no
se compara con el fuego que arde en sus ojos en este
momento.
Piper me odia. Ella desprecia cada centímetro de mí.
Sin embargo, todo lo que quiero hacer es envolver su cabello
castaño alrededor de mi puño y verla doblarse bajo mi toque.
Me pongo de pie, ajustando la parte delantera de mis
pantalones a medida que avanzo, y doy un paso hacia ella.
—¡Espera! —ella jadea, el miedo interrumpiendo su acto—.
Benjamín. Él no puede… no quiero que vea esto.
—Es un bebé. No lo recordará.
—No importa. Los niños no deberían estar cerca cuando sus
padres están haciendo algo desagradable.
Arqueo una ceja. —¿Desagradable?
—Sabes a lo que me refiero — me dice ella.
Sí, lo sé. Y lo admiro. Puede haber muchas razones para no
contratar a Piper como niñera de Benjamín, pero la mujer se
preocupa por él. Sé que ella lo protegerá.
Esa es razón suficiente para mí.
Se gira, colocando su cuerpo entre Benjamín y yo. —Haz lo
que quieras conmigo, pero a él sácalo de aquí primero. Por
favor.
Me trago el deseo que surge ante esa invitación. Si tan solo
supiera lo que quiero hacer con ella.
—Eso no será necesario.
Sus hombros se hunden. —Timofey, por favor. No quiero que
vea…
—Él no verá nada.
—Sé que está durmiendo —dice ella—. Pero igual. Es lo
único que te pediré. Sácalo de aquí.
—Te he advertido sobre mentir.
—No estoy…
—No importa —interrumpo—. Él no necesita irse. Tú y yo
seremos los que nos iremos.
Ella frunce el ceño. —¿A dónde vamos?
—A cenar.
42
PIPER

El candelabro que cuelga sobre mi cabeza se siente como una


amenaza. En cualquier momento, Timofey va a tirar de una
cuerda y me va a caer encima, lo sé.
Honestamente, en este momento, eso no suena tan mal. La
muerte sería preferible que ver a nuestra camarera rubia
lanzarle ojos de «fóllame» a Timofey toda la noche.
Se supone que este restaurante es elegante, por el amor de
Dios. ¿No puede controlarse?
—¿Y para usted? —pregunta la camarera. Me está hablando a
mí, pero sus ojos están demasiado ocupados examinando a
Timofey para mirar en mi dirección.
No sé por qué estoy aquí. No solo aquí, como en este
momento, celosa porque una camarera que no conozco le hace
ojitos a un hombre que desearía no conocer.
Pero aquí estoy. En este restaurante. Con Timofey.
Le pregunté un millón de veces en el viaje, pero se negó a
decir algo. Estoy segura de que tiene un motivo, claro. Tiene
un motivo para todo. Y estoy segura de que ese motivo es
exasperante. Siempre lo es con él.
—Ensalada del chef —digo, cerrando mi menú y
deslizándoselo hacia ella—. Sin aderezo.
Ante eso, la mujer finalmente mira en mi dirección,
sorprendida. —¿Quieres una… ensalada seca? ¿Para tu
entrada?
Le doy una sonrisa con todos mis dientes. —Así es.
Puede que Timofey me esté tratando de agasajar con cena y
vino, con qué propósito, no lo sé, pero simplemente puedo
negarme a que me agasajen. No hay nada tentador en un bol de
lechuga y un tomate uva.
Que eso les sirva de lección, no intenten comprar a Piper
Quinn, gente, porque no se puede comprar.
Cruzo mis brazos con confianza sobre mi pecho, aunque tengo
que reprimir una mueca de dolor cuando mi piel quemada me
duele. Me siento mucho mejor hoy que ayer, pero todavía
tengo que moverme con cautela.
Timofey se acerca y rodea mi muñeca con una enorme mano.
La piel de gallina estalla en mi piel. —Después del par de días
que has tenido, deberías comer algo más sustancioso.
Desde el exterior, suena preocupado. Tal vez incluso cariñoso.
Yo lo escucho por lo que es, una orden.
—Estoy bien —gruño detrás de una sonrisa tensa.
Me estudia, entendimiento chispando en sus ojos. Él sabe lo
que estoy haciendo. Por supuesto que lo sabe.
—En realidad, ella quiere una paleta de cerdo estofado en
leche con polenta de mascarpone y manzanas asadas. —
Timofey recoge ambos menús y se los entrega a la camarera
—. Y otra botella de vino para la mesa.
La camarera le sonríe, prácticamente derritiéndose cuando su
mano roza sus dedos mientras intercambian menús. Luego se
va.
—Ni siquiera verificó si eso era realmente lo que yo quería —
me quejo—. Ella solo tomó tu palabra.
—Es inteligente. Podrías aprender algo de ella.
Entrecierro los ojos intentando mantener la idea de una cena
romántica. Timofey está sentado a mi lado, convenientemente
fuera de alcance del candelabro en caso de que se caiga. Una
mano está en el respaldo de mi silla, la otra envuelta alrededor
de su copa de vino.
Él es encanto y sexo sin esfuerzo. No es de extrañar que a la
camarera no le importe una mierda lo que yo pienso.
—Relájate —dice, inclinándose para susurrar las palabras en
mi oído—. Nos lo estamos pasando bien.
—¿Por qué se siente como si estuvieras diciendo eso con un
arma apuntándome a la espalda?
—Porque siempre estás buscando la trampa —dice—. La
verdadera razón por la que alguien muestra interés en ti. Toda
tu vida ha sido una lección de nunca bajar la guardia, así que
cuando alguien es genuinamente amable contigo, no lo
reconoces.
Parpadeo hacia él en estado de shock. Timofey bebe un sorbo
de vino, indiferente.
—¿Conoces ese sentimiento? —finalmente pregunto.
Se encoge de hombros. —Lo conocía. Por un tiempo. Lo he
superado ahora.
—Debe ser lindo.
—Incluso con padres de mierda, eres demasiado joven para
sonar tan amargada —regaña—. Además, estás donde estás en
la vida porque eres demasiado terca para salir.
Dirijo mi atención a él tan rápido que me suena el cuello. —
¿Qué quieres decir?
—Exactamente lo que dije. En lugar de cuidarte a ti misma,
has gastado todo tu tiempo y la mayor parte de tu dinero
cuidando a los demás. La vida te cagó encima, y decidiste
quitarle la mayor cantidad de mierda posible a todos los demás
a tu alrededor.
Hago una mueca. —Qué analogía tan encantadora.
—El problema es que estás poniendo la mierda de todos los
demás en tu propia vida —continúa—. Te estás enterrando
viva para salvarlos.
Quiero negar todo lo que está diciendo, pero las palabras tocan
demasiado de cerca.
Hace seis meses, obtuve una bonificación en el trabajo por ser
el mejor «Trabajador Social del Trimestre». Dos horas después
de salir del trabajo, lo gasté todo más cien dólares extra que
realmente no podía gastar en la fianza de Ashley.
Cada vez que progreso, aunque sea un centímetro, se lo doy a
Ashley, a mi abuela o a mi papá. No lo veo a menudo, pero
cuando lo hago, está allí listo para aceptarlo.
Hay mucha mierda con la que trato en mi vida. Y Timofey
tiene razón, la mayor parte no es mía.
—¿Qué me sugieres que haga? —chasqueo—. ¿Debería
formar un sindicato del crimen y hacer que asesinen a mis
seres queridos cuando me molestan?
—Sugeriría no tener «seres queridos» para empezar —
responde con frialdad—. Eso siempre me ha funcionado.
—¿Qué pasa con Emily?
Él se congela. No es el estremecimiento de la presa en los
faros. Más bien se convierte en piedra. El único movimiento es
él pasando su dedo por el borde de su copa una y otra vez. Los
únicos sonidos son el suave gemido que emite y el silencioso
murmullo del restaurante que nos rodea.
—¿Qué pasa con ella? —dice por fin.
—Sabes lo que estoy preguntando. ¿Quién era ella para ti?
Timofey se inclina hacia mí. Se siente ominoso. Como si fuera
el sospechoso en un programa de policías, mientras la luz
brillante y abrasadora gira sobre mi cara y el policía malo hace
crujir sus nudillos y se prepara para tomar lo suyo.
—Prefiero saber quién es ella para ti —retumba—. Parece que
te preocupas mucho por ella.
—¿La amabas?
Mi voz tiembla pero no se rompe. Estoy orgullosa de esa parte,
aunque estoy más avergonzada del resto de la pregunta. ¿La
amabas? Esa es la raíz de mi preocupación, ¿No es así?
Quiero saber si Timofey estaba o no enamorado de otra mujer.
Como si importara. Como si su respuesta fuera a cambiar algo
para mí.
Spoiler, no lo hará.
Timofey inhala y exhala lentamente. Cada segundo que pasa
se siente como si fueran cincuenta años. —No amo a nadie.
Nunca lo he hecho. No de la forma en que lo preguntas.
—El relicario en tu oficina no estaría de acuerdo.
—¿Sabes qué más podría no estar de acuerdo? El hecho de que
Emily estaba saliendo con Rodion después de que los presenté
a los dos. —Debe ver mi cara caer, porque su labio se contrae
en una sonrisa sutil—. Lástima. ¿Arruiné tu teoría de
«examante despechado asesina a su alma gemela»?
—¿Emily y Rodion estaban saliendo? —Niego con la cabeza.
¿Identifiqué mal a Timofey como el hombre del relicario? No,
definitivamente no. Incluso tan joven como era en esa foto, es
difícil confundirlo con cualquier otra persona—. No te creo.
—Como quieras. No tengo por qué mentir.
Resoplo tan fuerte que la mujer en la mesa más cercana a
nosotros gira la cabeza. Me cubro la boca con una mano
delicada y me burlo de Timofey desde atrás. —¡Por supuesto
que sí! Tienes todas las razones para mentir. La más
importante es que puedes ser responsable de su asesinato.
La frente de Timofey se contrae cuando un pensamiento
ilegible pasa por su cabeza. Antes de que él pueda hablar, la
camarera regresa con nuestra comida.
—Aquí tiene, señor. Espero que todo sea absolutamente de su
agrado. —Se inclina mucho más de lo necesario sobre la mesa
para deslizar a Timofey su plato de bacalao negro marinado en
miso. También parece que se ha desabrochado uno o dos
botones de su uniforme. Absolutamente desvergonzada.
Mi plato, por otro lado, cae frente a mí sin siquiera decir una
palabra.
—¿Hay algo más que pueda conseguirle? —le pregunta
exclusivamente a Timofey.
Sin levantar la vista, él le hace señas para que se aleje. —No.
Odio la chispa de placer que su brusco despido envía a través
de mí. No debería importarme. De hecho, no me importa. ¿Y
qué si coquetea con una camarera? No me importa. No. No me
podría importar menos.
Y, sin embargo, reprimo una sonrisa cuando el rostro de la
mujer cae y regresa abatida hacia la cocina.
En el momento en que se va, Timofey se vuelve hacia mí. Sus
ojos azul hielo en los míos son un recordatorio de con quién
estoy tratando.
Acabo de acusarlo de asesinar a su exnovia, o a la exnovia de
Rodion, si hay que creerle a Timofey. No quiero su atención
en mí más de lo necesario. Debería estar agradecida por la
distracción de la camarera barbie.
—No pierdo el tiempo mintiendo a personas que no tienen
ningún poder sobre mí —dice Timofey. Sus ojos me recorren
como si estuviera comprobando dos veces para asegurarse de
que soy tan inofensiva e inocua como él pensaba. Y esa
pequeña mueca de la boca vuelve a confirmarlo—. Me
interesa principalmente saber por qué te importa más lo que le
sucedió a alguien que ya está muerta que lo que parece
preocuparte por lo que te sucederá a ti ahora.
—¿Es esa otra amenaza? Has hecho tantos que estoy
empezando a perder la cuenta.
Las palabras apenas salen de mi boca cuando el fuego estalla a
mi derecha.
Entre un parpadeo y el siguiente, las llamas de varios pies de
altura cobran vida a no más de tres pasos de mí. Grito y me
lanzo instintivamente hacia Timofey. Mi brazo dolorido choca
contra su pecho, pero ignoro el grito de dolor en mi hombro y
sigo adelante. Cualquier cosa para alejarse de las llamas.
Él no se está moviendo. ¿Por qué no se mueve? El lugar está
ardiendo. ¡Tenemos que correr! Tenemos que largarnos de…
—Piper.
Sus manos me agarran con fuerza, evitando que atraviese el
restaurante.
—¡Suéltame! —grito—. ¡Es un incendio! Hay un…
—Flambeado. —Timofey agarra mi barbilla y la gira hacia la
mesa junto a nosotros—. Alguien ordenó una tortilla noruega.
La pareja a nuestro lado está boquiabierta, con los ojos muy
abiertos y la boca abierta. Sobresaliendo del merengue ahora
caramelizado que cubre la tortilla noruega hay una vela
encendida. Feliz Cumpleaños, Rhonda está ribeteada con
glaseado dorado a lo largo del borde del plato.
Asiento y trago saliva. Mi boca sabe a ácido. —Claro. Vale.
La información impregna mi mente, pero mi cuerpo en pánico
no responde. La comunicación entre ambos se ha cortado. A
pesar de saber que ya no estoy en peligro, puedo sentir mi
torso comprimiéndose como una lata de aluminio. Mis
pulmones no pueden expandirse. Me estoy sofocando.
—Respira —ordena Timofey—. Piper, respira.
Incluso su voz severa no es suficiente para romper el miedo
que me asfixia. Para ahogar el pensamiento dando vueltas en
mi cabeza.
Voy a morir aquí.
43
PIPER

—Levántate. —Timofey no me da la oportunidad de


rechazarlo. Engancha un brazo alrededor de mi cintura y me
tira contra su cuerpo.
Distantemente, reconozco lo musculoso que es su brazo a mi
alrededor. Reconozco el calor ardiente de su pecho cincelado
presionado contra mi costado. Pero no puedo disfrutarlo.
No cuando es lo último que sentiré.
Timofey me acompaña hasta el borde del comedor. Cuando
pasamos por la cocina, nuestra camarera sale.
—¿Está todo bien? Necesitas…
—Necesito que te quites de mi camino —ladra Timofey.
La mujer tropieza contra la puerta cuando pasamos junto a
ella. Un segundo después, Timofey empuja la puerta del baño
de mujeres para abrirla.
Una mujer está adentro lavándose las manos y él le abre la
puerta. Su voz es el chasquido de un látigo. —Sal.
Ella lo mira y corre hacia la puerta. En el momento en que sale
de la habitación, Timofey la cierra detrás de ella y se vuelve
hacia mí.
—Respira —ordena de nuevo.
—Así no es cómo funciona esto. —Tomo una inhalación
temblorosa que no hace nada para calmarme—. No puedes
ordenarme a que deje de tener un ataque de pánico.
—Parece que sí puedo. Mira quién puede volver a hablar en
oraciones completas.
Me muerdo la lengua. Él tiene razón. Odio que tenga razón.
Desliza una mano pesada por mi brazo ileso, apretando a
medida que avanza. Es extrañamente tranquilizador. Quiero
decirle que se detenga, pero sería una mentira. La presión
firme está haciendo maravillas para aflojar la banda de hierro
alrededor de mi pecho.
—Pensé que eras claustrofóbica.
—Todavía lo soy —jadeo—. Este baño es microscópico.
Él sólo sigue masajeando mi brazo. Unas cuantas veces, su
mano se sumerge más abajo, rozando mi cadera antes de
volver a subir.
Cierro los ojos y me concentro en el movimiento. En el
contacto humano. En lo que es real y justo a mi lado, no el
miedo irracional que retumba en mi mente.
Mi ritmo cardíaco disminuye poco a poco. Me inclino más
profundamente en el pecho de Timofey. Dejo que su olor me
envuelva.
Sucede lentamente, la forma en que caemos juntos. Presiono
mi frente contra su hombro. Luego mi mejilla. Puedo oír el
tamborileo constante de su corazón, y cronometro mi
respiración al mismo ritmo sube y baja de él.
Eventualmente, estoy apoyada contra su cuerpo, más relajada
de lo que recuerdo haber estado en meses. Años. Jamás.
Timofey empieza a apartar la mano, pero lo aprieto con fuerza.
—No te detengas. Por favor.
Un sonido bajo como un gruñido retumba a través de su
pecho, pero lleva su mano de nuevo a mi bíceps. Masajea mis
músculos aflojados. Luego cambia y nuestros cuerpos encajan
como piezas de un rompecabezas. Como si estuviera hecha
para caber entre sus brazos, para descansar mi mejilla en el
hueco de su pecho.
Tocar a Timofey Viktorov no debería sentirse tan bien.
Nuestras caderas se alinean. Me congelo cuando me doy
cuenta de que esto también se siente bien para él. Intento
deslizar mi cuerpo, pero estamos tan apretados y estoy tan
desequilibrada que termino balanceándome de lado a lado
contra su dura longitud.
Timofey lanza un gruñido entrecortado.
—Lo siento —susurro. La palabra queda amortiguada contra
su cálido pecho.
Se ríe suavemente. —Te diría que no te detuvieras, pero en
realidad me gusta este restaurante.
—¿Qué tiene eso que ver con esto? —pregunto. Mis labios son
masilla. Apenas funcional.
—El propietario es bastante conservador —dice—. Intimar
ruidosamente a mi cita en su baño podría colocarme en la lista
de «No bien venidos».
—¿Estás…? —Me aclaro la garganta—. ¿Estás diciendo que
eres ruidoso en la cama?
Frota su pulgar en un círculo delicioso justo debajo de mi
cuello y todo mi cuerpo se desmorona como si hubiera
presionado el interruptor de apagado.
Instintivamente, levanto la cabeza para mirarlo. El azul de sus
ojos casi ha desaparecido, carcomido por el negro de sus
pupilas. Me mira con un deseo tan crudo que casi creo que es
un truco.
Él no puede desearme a mí así. No tiene sentido.
—No. —Baja la cabeza hasta que la punta de su nariz roza la
mía—. Pero tú sí lo serás. No podrás evitarlo.
Mi cuerpo se estremece ante la idea. La necesidad inunda mis
nervios y pulsa entre mis muslos.
He estado con hombres antes, pero nadie me ha abrazado así.
Los «chicos buenos en la cama» se han mantenido al margen
mientras yo sufría a solas un ataque de pánico provocado por
un estúpido coche compacto.
Sin embargo, de alguna manera, Timofey es el hombre que me
lleva a una habitación privada para calmarme. Es el hombre
que acaricia mi cuerpo hipersensibilizado hasta que puedo
relajarme. Quien me dice que respire y, milagro de todos los
milagros, en realidad funciona.
Apaga mi cerebro y enciende mi cuerpo, y no puedo pensar en
un sentimiento más embriagador que el que me atraviesa
ahora.
Lo deseo.
Todavía me está mirando mientras me paro de puntillas.
Mientras observo, estupefacta, él se inclina. Se lame los labios
entreabiertos, pero desearía que no lo hiciera, porque yo quiero
hacer eso por él.
Quiero probarlos en mi propia lengua.
Dejo que mis ojos se cierren y la parte racional de mi mente se
duerma.
Tal vez este sea el primer paso para aprender a cuidarme.
Permitirme disfrutar de Timofey, solo por un momento, puede
ser el momento decisivo que he estado esperando.
Sin embargo, justo cuando siento el calor de sus labios sobre
los míos, la realidad toca la puerta.
44
TIMOFEY

El golpe en la puerta del baño hace que Piper salga disparada


como fuegos artificiales.
Ella golpea contra la puerta de la cabina detrás de ella. Se abre
y la única razón por la que no cae en el inodoro es porque la
tomo de la mano y la jalo contra mi pecho.
—¿Hola? —una voz masculina desde el pasillo llama—. ¿Hay
alguien ahí? Se supone que la puerta no debe estar cerrada.
—Espera —le ordeno.
Voy a necesitar al menos un segundo, tal vez varios, para
deshacerme de mi furiosa erección. Basado en la forma en que
Piper me mira, horrorizada y llena de vergüenza, asumo que el
sexo está fuera de la mesa.
Hay una pausa. —Este es un baño de mujeres, señor. Si no
sale, no tendré más remedio que…
Frustrado en varios sentidos, estiro la mano para correr el
pestillo y abrir la puerta de un tirón.
El gerente de mediana edad apenas llega a mi codo, pero tiene
mucho poder he influencias. —Por favor, vuelvan a tomar sus
asientos o tendré que pedirles a ambos que se vayan.
—No sabía que usar el baño fuera un delito —digo arrastrando
las palabras.
No se ríe. —Los baños públicos siguen siendo «públicos». Si
llaman a la policía, lo multarán por espectáculo y F…
—¿Fornicación? —termino por él.
Sus ojos se estrechan. —Fornicación en espacios públicos.
—Se llama sexo cuando lo haces bien. —Agarro la mano de
Piper y paso junto al gerente de cara roja, tirando de ella detrás
de mí.
—Así evitara la lista de «No bien venidos» —susurra.
Me río. Este es uno de mis restaurantes favoritos, pero no me
arrepiento. Lo haría de nuevo un millón de veces solo para ver
ese calor en sus ojos.
De vuelta en nuestra mesa, nuestra comida está fría, pero a
Piper no parece importarle. Ella excava en su plato con un
utensilio en cada mano.
—Comes como si te tuviera pasando hambre —observo.
—Los ataques de pánico consumen mucha energía —explica
—. Siempre tengo hambre después.
La paleta de cerdo se desmorona cuando ella la corta. Cuando
se la pone en la boca, sus ojos se cierran. De la misma manera
que lo hicieron en el baño. Éxtasis. Un orgasmo en su lengua.
Ella suspira, y todavía puedo sentir, la huella de sus manos y el
calor de su cuerpo presionado contra el mío.
Parecía que ella lo deseaba. Sé que ella lo deseaba.
Pero eso no significa nada. He aprendido a estas alturas a
nunca confiar en nadie.
—Quiero saber por qué estás tan preocupada por el asesinato
de Emily. Le pregunto.
Piper baja su tenedor y me mira. —Porque una mujer inocente
fue asesinada y…
—También quiero saber por qué te sorprendiste tanto cuando
descubriste que ella estaba saliendo con Rodion. —Aprieto mi
agarre en mi tenedor hasta que el metal se clava en mi palma.
El dolor me ayuda a concentrarme.
—Pensé que tal vez tú y ella estaban… —Ella deja escapar un
suspiro de frustración—. No importa.
—Yo decidiré lo que importa —respondo—. Quiero saber por
qué le pediste a tu amiga que investigara a Rodion por ti.
—No lo hice. Le pedí que investigara quién era Emily.
Eso podría tener sentido. No significa que le crea. Aún no.
—Celosa, ¿No? —pregunto, ceja levantada.
Sus mejillas se sonrojan, confirmando mi teoría a medias.
Luego le da la vuelta al guion. —No más celoso de lo que tú
estás ahora.
—No me pongo celoso.
—¿Ah, en serio? —Ella se encoge de hombros—. Entonces no
te importará que Rodion me invitó a salir.
Maldito, lo mataré.
—Tal vez no te hayas dado cuenta, pero él no es una buena
compañía. Le respondo intentando controlar mis celos.
—Tú tampoco —responde ella—. Pero aquí estoy. ¿Cuánto
peor podría ser? Estoy segura de que él no se arriesgaría a que
me acusaran de… ¿Cómo lo llamó el gerente? ¿«Fornicación
pública»?
La idea de las manos de Rodion en cualquier lugar cerca de
Piper, en público o de otra manera, me tiene al borde de mi
autocontrol.
—No, pero podrías convertirte en cómplice de un asesinato.
Espero que no te importe que él mate a alguien entre las
entradas y el postre.
Los ojos de Piper se agrandan. Ella no esperaba que fuera tan
comunicativo. La verdad sea dicha, yo tampoco me lo
esperaba.
—No me pongas esos ojos —frunzo el ceño—. No es nada
que no sepas ya.
Después de un segundo, ella asiente. —Sí. Rodion me mostró
sus tatuajes.
Una imagen parpadea en mi mente de Rodion sacándose la
camisa por la cabeza. De Piper arrastrando sus suaves manos
sobre su cuerpo, trazando el tatuaje en la parte interna de su
brazo. De ella mirándolo de la forma en que acaba de mirarme.
Lo mataré. Lo mataré, lo devolveré a la vida y lo volveré a
matar para asegurarme de ello.
—La única vez que hablé con él, me mostró cuántas personas
ha matado. —La voz de Piper es amargamente sarcástica—.
No fue precisamente excitante.
El fuego verde de los celos se atenúa hasta convertirse en
brasas ardientes. —Tal vez tengas algunos instintos de
supervivencia después de todo, Srta. Quinn.
Ella me da una media sonrisa. —¿Estabas preocupado por mí,
Sr. Viktorov?
Mi nombre suena diferente en sus labios. Es un seductor rollo
de sílabas. No me molesta en absoluto.
Clavo mi tenedor en un bocado de bacalao y como sin
probarlo. —Me estaba cuidando a mí mismo. Ya he tenido
suficiente mala prensa últimamente. Una niñera muerta no
ayudaría en nada.
—Odiaría que mi muerte fuera un inconveniente para ti. —
Ella pone los ojos en blanco y vuelve a su plato—. Vivo para
servir.
—Es bueno oír eso. Porque hay una razón por la que te traje a
cenar esta noche.
Piper se queda perfectamente quieta. Luego me mira por
debajo de las cejas bajas. —Lo sabía.
—No, no lo hiciste.
—Bueno, lo sospechaba —espeta ella—. Hay una razón por la
que siempre busco motivos ocultos. Normalmente lo hay.
—Cuando termines de actuar como la víctima triste y
manipulada, me encantaría ir al grano.
Sutilmente me saca el dedo detrás de las velas en el centro de
la mesa, y tengo que obligarme a no reírme. Puede que le
tenga miedo, pero la mujer tiene fuego.
—Tengo una boda próximamente.
—¿Te vas a casar? —ella prácticamente se ríe a carcajadas.
Presiono un dedo en el dolor de cabeza que se forma entre mis
ojos. —Seré un invitado en una boda pronto. Serás mi
acompañante.
—Ah —dice, el alivio es obvio en su tono. Luego se pone
rígida—. Ah. No, de ninguna manera.
—No era realmente una pregunta.
—Entonces pregúntale a alguien más tu no-pregunta —
responde ella—. A la camarera de esta noche le encantaría ir
contigo. En realidad, le encantaría hacer muchas cosas
contigo.
Dejo mis cubiertos y cruzo las manos frente a mí. —Ahí están
esos celos otra vez.
—Estás confundiendo los celos con el asco.
—No parecías asqueada en el baño.
Su boca se aplana en una mueca. —Llévate a alguien más.
—Sí podría —admito—. Hay muchas mujeres a las que podría
preguntar. Pero después de lo que pasó con Benjamín en el
hospital y la noticia de que agredí a un médico, me vendría
bien una buena publicidad.
—¿Y crees que secuestrar a una mujer y obligarla a ser tu cita
ayudará?
—Creo que llevar a una trabajadora social pobre y simple
como mi cita podría generar algo de simpatía por mí, sí.
Estoy siendo intencionalmente cruel, pero es todo patrañas.
Piper no tiene nada de simple. Es una jodida visión, más
hermosa cuanto más intenta que no la vea. Ella inclina su
rostro hacia un lado, sus ojos verdes parpadean dorados a la
luz de las velas.
—¿De quién es la boda que crees que será tan noticia? ¿Del
Papa?
—Que el Papa se case sin duda sería un titular o dos.
—Sabes a lo que me refiero —se queja.
—Será una boda muy publicitada. Eso es todo lo que necesitas
saber por ahora —le digo—. Y llevarte como mi cita se verá
menos inventado si nos ven juntos un par de veces antes del
evento.
Le toma unos segundos asimilar eso. Luego, Piper se sienta
erguida y mira de un lado a otro, escaneando la mitad de la
habitación que puede ver. —¿Es eso lo que es esto ahora?
¿Alguien nos está viendo?
—Una mujer en la sala de espera nos tomó una foto poco sutil
hace media hora y la camarera tuiteó que me estaba sirviendo
cinco minutos después de que llegáramos —digo—.
Felicitaciones, princesa. Acabamos de hacer nuestro debut
como pareja.
Sus mejillas sonrojadas. Ella se inclina, siseando entre dientes.
—Eres un… un narcisista. Un narcisista retorcido, enfermo y
privilegiado que…
—Te lleva a restaurantes fabulosos y paga tus comidas y evita
que tengas un ataque de pánico —termino por ella—. Tienes
razón, sueno horrible. Qué monstruoso de mi parte.
—Obligarme a cenar como apoyo en tu plan de relaciones
públicas te convierte en un imbécil. Usar a la gente así es la
marca de un narcisista autorizado.
—«Usar» implica que no quieres estar aquí.
—Aquí tienes un titular. Prefiero estar fría y muerta que estar
aquí contigo —escupe, con las fosas nasales dilatadas.
Le doy una sonrisa ganadora justo cuando la mujer del frente
del restaurante nos toma una segunda foto, mucho menos
discreta. —Eso puede ser organizado. —El rostro de Piper
palidece. Me inclino—. Pero ambos sabemos que estás
mintiendo. Te sentías exactamente lo contrario de «fría y
muerta» en el baño.
Pone sus manos en puños sobre la mesa, mirando directamente
a su plato. —No iré contigo. No hay nada que puedas decir
para cambiar mi…
—Sé que Noelle es la persona que te llamó esta noche. Le digo
rápidamente.
Piper no se mueve a excepción de sus ojos, que se mueven en
mi dirección y tiemblan.
—Fue bastante fácil rastrear de quién era la llamada. Aún más
fácil fue rastrear dónde vive y con quién vive. —Suelto un
suspiro aburrido—. Ella está saliendo con un agente del FBI,
¿Lo sabías?
Sus hombros se hunden, y puedo ver que la lucha se va de ella
tan fácilmente como el agua que sale de una bañera cuando
sacas el tapón.
—La única razón por la que no estás «fría y muerta», como lo
expresas con tanta elegancia, es porque sé que no estás
trabajando para el FBI. Esas son buenas noticias para ti. Pero
podría significar malas noticias para tu amiga y su novio.
—D-déjalos en paz —balbucea Piper—. Déjalos fuera de esto.
La única razón por la que Noelle investigó es porque se lo
pedí. Ella se mantendrá fuera de esto si tú sólo…
Levanto una mano y ella se queda en silencio inmediatamente.
Eso es progreso. Tal vez sí se le puede enseñar nuevos trucos a
un perro viejo después de todo.
—Me mantendré fuera de su vida si tú cooperas. Es así de
simple, Piper. Haz lo que digo y las sanguijuelas que insistes
en amar estarán a salvo. ¿Lo entiendes?
Ella asiente lentamente.
—Vale. Entonces serás mi acompañante durante…
—No. —Ella suelta un aliento tembloroso y me mira a los ojos
—. Dije que entiendo. Nunca dije que estaba de acuerdo.
—Sabía que las cosas contigo no serían tan fáciles —suspiro
—. ¿Cuándo aprenderás, Piper?
Ella levanta la barbilla en desafío. —Cuando esté fría y
muerta.
45
TIMOFEY

Es tarde, pero puedo escuchar a Piper hablando en voz baja en


su habitación.
—Fue un día estresante. —Hay una larga pausa mientras
quienquiera que esté hablando responde—. Yo también te
amo. Solo he estado ocupada.
¿Con quién diablos está hablando? Le pregunté sobre Rodion,
pero aparentemente debí haberme asegurado de que no hubiera
nadie más en su vida.
—Tienes razón —suspira—. Debí haber llamado antes. Tanto
tú como mi abuela merecían una disculpa inmediata. No dije
en serio nada de lo que dije.
Se me ponen los pelos de punta cuando me doy cuenta de que
está hablando con Ashley. Una de las sanguijuelas.
—Realmente no lo dije en serio. Eres una de mis mejores
amigas, Ash. Tú eres… —Se detiene, gruñendo ante lo que
Ashley dice—. Sí, eres una de mis mejores amigas. Te amo a
ti y a Noelle por igual. No, sin desempates.
Pongo los ojos en blanco. Ashley es una sanguijuela financiera
y emocionalmente, aparentemente. Qué jodidamente patético.
—¿Dónde estás? —Hay una tensión en la voz de Piper que no
estaba allí hace un segundo—. Escucho voces, y tú… no
suenas como tú misma. ¿Qué está sucediendo?
Alguna emergencia, estoy seguro. Algo lo suficientemente
malo como para hacer que Piper se sintiera culpable por haber
sido honesta con ella. Algo que hará que Piper se apresure a
salvarla.
—¿Dónde estás? —exige Piper—. Ashley, dímelo ahora
mismo. Por favor.
Empujo la puerta para abrirla justo cuando Piper maldice en su
teléfono. —Ash, maldita sea…
—Espero no estar interrumpiendo. Digo lentamente.
Piper salta ante el sonido de mi voz y luego frunce el ceño. —
Sal de mi habitación. Me dice secamente.
Me apoyo contra el marco. —¡No!
Me hace señas para que me aleje y alcanza su bolso al final de
la cama. —Vale. Entonces yo me iré.
—Equivocada de nuevo.
—Esto no es un debate, Timofey.
—Tienes razón —concuerdo—. No lo es. No iras a ninguna
parte.
Ella busca en su bolso por un segundo y luego todo su cuerpo
cae. Cuando se da la vuelta, hay lágrimas en sus ojos. —
Ashley está en problemas.
—¿Qué sorpresa?, le respondo.
—Basta —espeta ella, sollozando—. Después de nuestra pelea
el otro día, ella se desmoronó. Se perdió y pensé que todo
estaba bien, pero sonaba mal por teléfono.
—¿Y?
Ella me mira boquiabierta. —Y, como buena amiga, tengo que
ir a ayudarla.
—La has ayudado una y otra vez. No parece funcionar.
—¿Qué sugieres que haga entonces? —ella argumenta—.
¿Simplemente dejarla caer de la faz de la tierra?
Me encojo de hombros. —Suena apropiado para mí. Nadie la
extrañará.
Piper me mira con ira. —Creo que estás confundiendo a
Ashley contigo mismo. Nadie te extrañaría porque eres
manipulador y cruel. Ashley es diferente.
Le doy un lento aplauso sarcástico. —Tan elocuente. Tan
persuasiva. «Diferente». Realmente me has hecho cambiar de
opinión sobre la mujer que te usa como agente de fianzas
permanente y luego te obliga a confirmar cuánto la amas y la
adoras en cada oportunidad.
—¡Cállate!, me grita con ira.
—Te escuché por teléfono, consolándola, asegurándole que es
tu mejor de las mejores amigas. Es patética.
—Cá-lla-te —repite, ahora cada vez más enojada.
—La verdad puede ser incómoda. Le digo.
—¡Lo que es incómodo es que crees que lo sabes todo! —
Piper grita—. No lo haces. Ashley está pasando por un
momento difícil, pero estuvo ahí para mí cuando necesitaba a
alguien. Ella era una buena amiga para mí. Era leal y cariñosa.
Era confiable.
—¡Era!
Piper niega con la cabeza confundida. —¿Qué?
—En el pasado —digo—. Dijiste que Ashley «era» todas esas
cosas. Tú y yo sabemos mejor que la mayoría que las
relaciones cambian. Alguien que solía ser tu padre de repente
ya no lo es. Alguien que solía valer tu tiempo ahora es un
parásito adicto a las drogas que te deja seco.
Piper aprieta los labios, tratando de generar una respuesta para
refutar mi punto increíblemente sólido. Finalmente, no puede.
Se da vuelta y sigue hurgando en su bolso. —Déjame en paz.
Voy a ayudar a mi amiga y luego volveré. Benjamín está
dormido y le pediré a una de las mucamas que lo atienda. No
te preocupes, tu niñera regresará antes de que comiencen las
horas de trabajo.
—No estoy preocupado.
—Qué dulce —dice con sarcasmo—. Es bueno saber que te
preocupas por tus empleados.
—No estoy preocupado porque no vas a ir.
Ella se da la vuelta, con los ojos verdes muy abiertos. —No
soy una prisionera aquí. No puedes encadenarme y tirar la
llave.
Arqueo una ceja. —Puedo hacer lo que quiera contigo. Lo he
dejado perfectamente claro.
Piper sacude su cabello castaño rojizo sobre su hombro
desafiante. —Iré.
—No, no lo harás.
Gruñe de frustración. —¡Una de mis mejores amigas está
sentada en una maldita casa de crack en este momento! Está
vulnerable y sola. No esperarás que la deje allí.
Dios, esta mujer y su corazón sangrante. Debe ser agotador.
—Espero que te ocupes de Benjamín. Para eso te estoy
pagando. Ashley no está para nada en mis planes.
Se aleja de mí y deja caer su teléfono en su bolso. —No me
importa lo que digas. Voy a buscar a mi amiga.
Estoy al otro lado de la habitación en un segundo. Piper jadea
cuando la tiro de espaldas sobre la cama y me inclino sobre
ella. —No voy a quedarme a un lado y ver cómo desperdicias
tu vida por una mujer que nunca haría lo mismo por ti.
Ella frunce el ceño. —Tú no sabes…
—Lo sé —interrumpo—. En el momento en que dejes de serle
útil a Ashley, ella te dejará. Encontrará a alguien más para
manipular. Tú no lo ves, pero yo sí. Así que sí, te encadenaré
si es necesario.
Ella exhala. Estamos tan cerca que siento su calor en mis
labios. Como un perro que reconoce un olor, mi cuerpo
recuerda la sensación de ella. La dureza crece entre mis
piernas. Hay una pulgada de espacio entre la parte inferior de
nuestros cuerpos, pero a este ritmo, no estará allí por mucho
tiempo.
Me alejo de la cama y camino de regreso a la puerta.
Piper se sienta lentamente y cruza las manos sobre su regazo.
—No me di cuenta de que te importaba tanto.
Agarro el marco de la puerta. Mis dedos se vuelven blancos
agarrando la madera. Un poco más de fuerza y podría
arrancarlo limpiamente. —No quiero buscar otra niñera.
Ambos sabemos que eso ni siquiera se acerca a toda la
historia, pero Piper es lo suficientemente inteligente como para
no presionar. —Vale —dice ella finalmente.
Miro hacia atrás. —Ashley ha crecido. Si no puede cuidar de
sí misma, nunca aprenderá.
Ella asiente. —Tienes razón. Me quedaré aquí.
Ella suena abatida. Sorprendentemente de voz suave.
Nuestros ojos se encuentran, y bien podría estar todavía
encima de ella. Sus piernas también podrían estar envueltas
alrededor de mi cintura con la conexión que siento con solo
una mirada momentánea.
—Quédate en tu habitación. —Me trago el deseo y me alejo
—. Ella no vale tu vida.
46
TIMOFEY

Me dirijo en dirección a mi habitación, pero cuando llego, sigo


caminando. Tomo un pasillo lateral, dando la vuelta hacia la
escalera trasera y luego salgo al patio debajo de la habitación
de Piper.
Puedo ver la luz de su ventana salpicando por la hierba. Me
apoyo en una barandilla de madera y saco un cigarrillo. Si
tengo suerte, lo terminaré todo antes de que me interrumpan.
Pero unas jaladas más tarde, veo una sombra cruzar el
cuadrado de luz en el césped. Escucho el traqueteo del metal
contra la piedra cuando alguien sale por la ventana de Piper y
se desliza por el enrejado.
Blyat’. Solo una vez, quería estar equivocado.
Suspiro y dejo caer mi cigarrillo al suelo, aplastándolo con la
punta de mi bota. Luego camino hasta el borde del patio con
las manos en los bolsillos y espero.
Un minuto después, Piper cae al suelo. La hierba húmeda
chapotea bajo sus pies y ella ya está respirando con dificultad.
Está tan concentrada en recuperar el aliento y escanear el
césped que ni siquiera mira en mi dirección.
No me ve llegar hasta que es demasiado tarde.
Extiendo mi mano justo cuando ella mira por encima. Sus
cejas se disparan y trata de alejarse a trompicones, pero le
agarro el brazo. Mi mano se envuelve alrededor de su bíceps,
mi dedo y mi pulgar superponiéndose.
—Creí haberte dicho que te quedaras en tu habitación.
—¡Suéltame! —ella grita, agitándose salvajemente.
Sujeto sus brazos a los costados y la apoyo contra la casa. —
Grita tan fuerte como quieras. No viene nadie.
Entrecierra los ojos y luego arquea la cabeza hacia atrás para
desatar un grito realmente impresionante. El sonido resuena en
los árboles y deja mis oídos pitando por un segundo. Pero ni
siquiera me estremezco.
—¿Te sientes mejor? —pregunto rotundamente cuando
termina.
Intenta patearme, pero le aprieto las piernas con las rodillas.
Estamos completamente sellados juntos. Puedo sentir su pecho
contra el mío con cada inhalación irregular. Ella está
temblando.
—No se puede razonar contigo —escupe—. Esta era mi única
opción.
—¡O podrías escuchar! —La suelto y doy un paso cauteloso
hacia atrás, listo para intervenir y agarrarla de nuevo si es
necesario. Piper se queda quieta—. Nunca he conocido a
alguien tan ansiosa por que la maten.
—No voy a dejar que me maten. Si Ashley puede sobrevivir
allí, yo también puedo.
Examino el atuendo de Piper. Sus vaqueros rectos y su jersey
verde de punto. Sus tenis blancos están rayados y desgastados,
pero no es la única cosa conservador que tiene. —Parece que
vas a tocar puertas y hablar con la gente acerca de tu Señor y
Salvador Jesucristo.
—¡No lo parezco!
—Es obvio que nunca has puesto un pie en una casa de drogas.
También será obvio para todos allí. Asumirán que estás con la
policía. O la vigilancia vecinal, al menos.
—Entonces se apartarán de mi camino. —Ella se encoge de
hombros—. Eso suena como algo bueno.
Paso una mano por mi cara. —Te destriparían antes de que
atravieses un dedo del pie por la puerta.
—¿Tú qué sabes? Ni siquiera sabes dónde está ella.
—Un agujero de mierda de dos pisos en ruinas que solía estar
pintado de azul, con un letrero descolorido que dice «Se
Vende» en el césped cubierto de maleza. —Le preguntaría a
Piper si estoy en lo correcto, pero puedo notar por sus ojos
muy abiertos que lo estoy.
Ella me mira boquiabierta. —Cómo…
—Tu amiga ha estado en problemas desde mucho antes de que
le gritaras el otro día. La rastreé allí después de la noche en
que tú y yo nos conocimos. Tenía un ojo morado en ese
momento, si eso ayuda con tu línea de tiempo.
Piper cierra los ojos. —Sabía que estaba involucrada con
Jason nuevamente, pero esperaba que no lo estuviera, no sabía
que ella estaba tan profundamente sumida en las drogas.
—Por supuesto que no lo hiciste. Por eso trató de manipularte
para que pensaras que era tu culpa. —Niego con la cabeza, la
ira se convierte en una nube oscura dentro de mí—. Ella quiere
que te sientas lo suficientemente mal como para que la saques
de esa casa y pagues lo que sea que debe. Es tan predecible
como patético.
—¿Patético para ella? —pregunta Piper.
—Para ambas. Eres mejor que esto.
Me mira con los ojos muy abiertos y llenos de dolor. —Sigues
diciendo cosas así. Ella no vale tu vida. Eres mejor que esto.
¿Cómo lo sabes? Ni siquiera me conoces.
—Te conozco lo suficiente.
Piper me mira el tiempo suficiente para que la tristeza y la
frustración en su expresión desaparezcan en una especie de
aceptación exhausta. —Entonces debes saber que no voy a
parar hasta que pueda ayudarla. —Hago una mueca y Piper se
encoge de hombros de nuevo—. Sé que piensas que soy
patética. Sé que piensas que mis amigas son sanguijuelas. Sé
que probablemente piensas que soy la mujer más tonta del
mundo…
—Eso depende de lo que decidas hacer ahora.
—Pero —continúa sobre mi interrupción—, al final del día, no
me importa lo que pienses de mí. Lo único que me importa es
cómo me siento yo cuando me acuesto por la noche. Si no
trato de ayudar a mi amiga y le pasa algo malo, nunca me lo
perdonaré.
Hay una seriedad en la forma en que me habla. Cada palabra
que sale de su boca es una parodia, pero no tengo ninguna
duda de que dice en serio cada una de ellas.
—En serio no puedes creer que tuviste alguna posibilidad de
salvar a Ashley de todos modos —digo finalmente—. ¿Ibas a
robarme uno de mis autos o qué?
Se muerde el labio inferior por un segundo y se cruza de
brazos. —Mi bicicleta aún está aquí.
La miro por un segundo antes de inclinar mi cabeza hacia atrás
y reírme.
—¡Cállate! —se queja ella.
Pero no puedo. Esto es lo más fuerte que me he reído en
mucho tiempo y lo estoy disfrutando.
Piper golpea mi brazo. —Eres un imbécil.
Dejo de reír y agarro su muñeca. Suavemente, giro su brazo.
Todo su cuerpo se mueve con él. La giro hasta que su espalda
está contra mi pecho, mis labios presionados contra su oído.
—Y estás incapacitada. Así de fácil sería que alguien tomara
el control de ti.
—Suéltame. —Ella se retuerce, su culo moliéndose contra mí.
Mi miembro se contrae, pero eso no es lo que estoy haciendo
aquí. Tengo un punto que hacer.
—No estás preparada para pelear —le explico—. ¿Y en bici?
Demonios, Piper. Es risible. La idea de que te alejes de la casa
de crack con Ashley montada en tu manubrio… O sea, por
Dios.
Ella resopla, pero no dice nada. Porque sabe que tengo razón.
Finalmente, gira la cabeza y me mira. Sus labios están a menos
de una pulgada de distancia. Está tan cerca que no puedo
abarcarla toda a la vez. Mis ojos van de sus labios carnosos a
un ojo verde y luego al otro. Sus ojos permanecen enfocados
en los míos.
—Entonces llévame allí —suplica—. Puedes pelear. Eres
intimidante. Tienes un coche.
—No voy a desperdiciar ninguno de mis recursos en Ashley.
La mujer necesita aprender a cuidarse a sí misma.
Suelto a Piper y me alejo. Ella me sigue, sus pasos pesados a
través del suelo húmedo. —¡Por favor! Timofey, no puedo
hacer esto sin ti.
—Así que finalmente estás empezando a ver la razón. Ya era
hora.
—No seas engreído —espeta ella—. Estoy admitiendo que
necesito tu ayuda. ¿Eso no significa nada para ti?
Me doy la vuelta. Piper tiene que detenerse de golpe antes de
que nuestros cuerpos choquen. —No hago nada a menos que
me beneficie. Recoger a tu amiga de su guarida de drogas no
me ayuda de ninguna manera. No gano nada.
—Vale, entonces yo… yo… —La boca de Piper se tuerce en
un nudo mientras piensa—. Haré lo que quieras. Iré a esa boda
contigo.
—Independientemente de lo que hayas pensado, siempre ibas
a ir a esa boda conmigo —le informo—. No tuviste otra
opción.
Ella rueda los ojos. —Iré dispuesta.
—Me importa un carajo si estás dispuesta o no.
—Pero se suponía que esta boda sería un lugar donde la gente
nos vería como pareja, ¿Verdad? —ella pregunta—. ¿Querías
que fuera una presentación de nosotros como pareja para
ayudar a tu imagen?
—Necesito que estés respirando, eso es todo.
En un instante, la expresión de Piper cambia. Ella baja la
barbilla y arquea una ceja. Su boca se tuerce en una sonrisa
seductora, y cruza una pierna frente a la otra mientras se
mueve hacia mí. Pasa un dedo por encima de mi hombro y
baja por mi brazo. —Sería más convincente si realmente
actuara bien de mi parte, ¿No?
Sé que está montando un espectáculo, pero es muy bueno. —
¿Qué parte es esa?
—La parte de tu adorada novia. —Pasa mi brazo alrededor de
su cintura y desliza mi mano más abajo para que ahueque la
curva de su trasero. Su cuerpo se arquea contra el mío—.
Nadie dudará de que somos pareja si lo doy todo.
—No eres actriz.
Su frente se mueve con evidente molestia ante mi duda. Luego
se pone de puntillas y pasa sus labios por mi garganta. —
Pudiste haberme engañado.
Yo trago saliva. —No harás nada. Tu molesta moral está muy
por encima de un truco como este.
Lentamente, Piper arrastra su mano sobre mi pecho y más
abajo. Su mano se dirige directamente a la entrepierna de mis
jeans, pero en el último segundo, se desvía hacia mi muslo.
Ejerce una presión deliciosa arriba y abajo de mi muslo
mientras sus labios rozan mi cuello sin tocarme del todo.
Está absurdamente cerca de exactamente donde la quiero, pero
sin el alivio que eso conlleva.
—No necesito hacer nada para vender la historia —susurra—.
Si nos acercamos lo suficiente a lo real, la gente lo creerá.
Mierda. En otras circunstancias, la empujaría y contrataría a
una escolta de clase alta solo para demostrar el punto.
Pero no estoy en circunstancias diferentes. En este momento,
la policía está investigando el asesinato de Emily nuevamente,
y si tengo razón, lo que siempre tengo, todo podría llevar
directamente a la Bratva. Además, las tensiones son altas con
los albaneses. Mi imagen pública está tan dañada en este
momento que un pequeño empujón de cualquiera de esas dos
cosas podría significar más problemas de las que quiero
enfrentar.
Una novia devota en la forma de una trabajadora social de
aspecto saludable podría ser justo lo que necesito.
Suspiro. —Te das cuenta de que tu amiga está firme en
territorio albanés, ¿No?
—No —dice Piper, alejándose de mí—. Ni siquiera sé lo que
eso significa.
Retiro mi mano de mala gana de la curva de su trasero y
agarro su barbilla. Fuerzo sus ojos a los míos, asegurándome
de que esté prestando atención. —Es por eso que no tenías por
qué subirte a tu bicicleta e ir allí. Te habrían matado, Piper.
—¿Eso significa que vas a ir a buscarla? —pregunta
esperanzada.
—No la voy a sacar a rastras de ahí pateando y gritando —le
digo con firmeza—. O quiere venir conmigo o no quiere. Si
ella se niega, no voy a hacer que me maten por ella.
Cualquiera que sea el caso, el acuerdo sigue en pie.
Sin dudarlo, Piper extiende su mano. —Trato hecho.
47
PIPER

La mansión de Timofey es enorme, pero no es lo


suficientemente grande para impedirme recorrerla a mi antojo.
Puedo ver claramente el camino que he dejado en la lujosa
alfombra de mi habitación. Han pasado dos horas desde que
salió disparado de su camino de entrada en uno de los autos
deportivos negros de su flota de vehículos, pero se siente como
toda una vida.
—Están bien —me digo a mí misma, inhalando y exhalando
en una medida uniforme para calmar mi ritmo cardíaco—.
Ashley está bien. Timofey la cuidará.
Quiero reírme de lo absurdo de mi propia charla de ánimo. En
ningún mundo imaginé que dependería de Timofey para la
salud y seguridad de una de mis mejores amigas. O para
cualquiera, para el caso.
Por otra parte, me ha salvado casi más veces de las que puedo
contar. En algún momento, tendré que reconciliar sus dos
lados, pero no sé si soy capaz de hacerlo ahora.
Ella no vale tu vida.
Esas palabras se han repetido en mi cabeza demasiadas veces
como para contarlas desde que Timofey las dijo. Es estúpido,
pero hay algo ahí, ¿verdad? Debe pensar que valgo algo. Tal
vez soy más que una niñera para él. Tal vez soy…
¿Qué? ¿Qué quiero ser para Timofey Viktorov?
—Nada. —Parece un sentimiento que vale la pena decir en
voz alta.
Las mariposas en mi estómago no son una forma válida de
juzgar el carácter de una persona. Lo único que me dice sentir
mariposas cerca de Timofey es que ha pasado demasiado
tiempo desde que estuve con un hombre. Es una tontería
química, eso es todo. Nada por lo que valga la pena
desperdiciar mi dignidad.
—Concéntrate —respiro. Cierro los ojos con fuerza mientras
camino. El camino está tan bien marcado en mi cabeza como
en la alfombra, así que no necesito tener los ojos abiertos para
verlo. Además, necesito purgar los pensamientos de Timofey
presionados contra mí de mi corazón y alma.
En este momento, necesito concentrarme en Ashley.
Oigo el chirrido de los neumáticos en el pavimento frente a la
casa y mis ojos se abren de golpe. No me molesto en mirar por
la ventana para ver quién es, simplemente salgo corriendo
hacia la entrada.
Tan pronto como me deslizo hasta detenerme en el piso de
madera, la puerta principal se abre de golpe.
Pero no son Timofey y Ashley los que están frente a mí.
Es Sergey.
—¿Dónde está? —él gruñe, sin siquiera mirarme.
De hecho, no creo que Sergey me haya visto aún.
Simplemente así es como entra en una casa: abre la puerta y
grita una pregunta vaga y exigente a cualquier forma de vida
que tenga la mala suerte de estar en su alrededor.
—¿Quién? —Mi voz sale en un pequeño chillido. Me aclaro la
garganta y lo intento de nuevo—. Disculpa, ¿a quién estás
buscando?
Sergey se vuelve hacia mí y mi suposición fue correcta. Esta
es la primera vez que me ve.
Sus ojos entrecerrados se deslizan sobre mí con toda la alegría
que alguien tendría al inspeccionar una herida supurante. —
Estoy buscando a mi hijo. ¿Dónde está?
—Ah. Él está… —Me detengo.
¿Se supone que debo decirle a alguien a dónde fue? Timofey
no le responde a nadie. Él es el líder de los criminales, por lo
que puedo notar. Aun así, es posible que no quiera que sus
movimientos…
—¿Bueno? —Sergey ladra, interrumpiendo mis pensamientos
de pánico—. ¿Eres tan tonta como mi hijo dice que eres o
puedes responder una maldita pregunta?
Ahí está el recordatorio que necesitaba. No soy nada para
Timofey excepto por la estúpida niñera que está usando para
salirse con la suya. Ninguna de estas personas se preocupa por
mí en absoluto. ¿Por qué debería preocuparme por ellos?
Le doy a Sergey una sonrisa que bordea una mueca. —No
estoy segura de dónde está su hijo. Incluso si supiera, no te lo
diría. Timofey es el jefe, así que le respondo a él.
Las fosas nasales de Sergey se ensanchan mientras cruza la
habitación hacia mí. —Timofey puede ser el don ahora, pero
yo construí este lugar. Si sabes dónde está, dímelo.
¿Qué parte de «incluso si supiera, no te lo diría» no entiende
este hombre?
—Lo siento. No sé dónde está.
Sergey me mira por un segundo y luego, sin previo aviso,
desliza un brazo hacia la mesa a su derecha. Una especie de
caballo de bronce decorativo y una carpeta de cuero vuelan a
través de la habitación. Los papeles revolotean en el aire
cuando la estatua toma un trozo del piso de madera y luego
rebota hacia el pasillo.
Doy un paso cauteloso hacia atrás. —Puedo dejarle un
mensaje si…
—No voy a dejar un mensaje con una maldita secretaria —
escupe Sergey. Sus ojos brillan de rabia. Todos los pelos de la
nuca se me erizan—. Entiendo por qué Rodion te confesó.
—¿Confesó qué? —pregunto, aunque no quiero involucrar a
Sergey en ningún tipo de conversación en este momento.
Se golpea el antebrazo. —Escuché que conoces su papel en el
negocio familiar. O tal vez Timofey te lo dijo. Si te está
dejando caminar por su casa sin supervisión, ¿Entonces qué
diablos sé yo?
Timofey debe haberle dicho a Sergey que Rodion me mostró
todos los tatuajes que tenía representando a las personas que
mató. ¿Es por eso que está tan molesto?
—¿Estás buscando a Timofey? —pregunto—. ¿No Rodion?
Su labio superior se curva. —Dije «mi hijo», ¿No? ¿Crees que
no conozco a mi propio maldito hijo?
No estoy segura de si tiene la intención de hacerlo, pero sigue
moviéndose hacia mí. Con cada paso que da, siento la
necesidad de retroceder dos. Sergey está desquiciado.
—Solo estoy… —Niego con la cabeza—. No importa. No sé
dónde están ninguno de los dos de todos modos.
—Claro —murmura Sergey, pisoteando la estatua del caballo
de bronce y pateándola de nuevo—. Él te trae aquí y lo llevo a
la ruina. Una distracción. Le advertí, pero no escuchó. Ahora,
está tomando decisiones que nos ponen en riesgo.
—¿Es esto sobre los albaneses? —En el momento en que las
palabras salen de mi boca, quiero volver a meterlas. Muevo las
manos disimuladamente—. No importa. No necesito saberlo.
Olvida que dije algo.
Pero Sergey no lo olvidará pronto. Se gira hacia mí, con la
espalda encorvada mientras se acerca a mí. —¿Qué te dijo
sobre los albaneses?
—Nada. Lo juro. Yo solo… —Creo que escucho un ruido
sordo en algún lugar afuera, pero podría ser el latido de mi
propio corazón. ¿Estoy en verdadero peligro? ¿Me mataría el
padre de Timofey?
Aparentemente, soy una distracción. Tal vez sepa que Timofey
va tras Ashley. No sé qué tiene que ver con nada, pero Sergey
está furioso, y soy la única persona cercana que puede usar
como desahogo.
Tengo que salir de aquí.
—Creo que escucho a Benjamín llorar —miento—. Me tengo
que ir.
Sergey agarra mi brazo y me mantiene en mi lugar. —No
escucho nada. Ahora, ¿qué dijiste sobre los albaneses?
Mi boca está seca y no puedo encontrar las palabras. Cualquier
cosa que diga solo empeorará las cosas.
Me sacude el brazo. —¡Habla!
Grito de miedo y sorpresa, justo cuando la puerta principal se
abre de golpe.
Sergey se da la vuelta cuando Timofey y Ashley cruzan la
puerta, con uno de los brazos de Ashley sobre el cuello de
Timofey.
Uso la distracción de Sergey para rodearlo y luego corro hacia
Timofey y Ashley.
—¿Todo bien? —pregunto tan tranquilamente como puedo.
Todavía no sé si Sergey sabe sobre la excursión de Timofey al
territorio albanés esta noche. Claramente, podría ser un punto
delicado, por lo que el lenguaje corporal tendrá que funcionar
por ahora.
Les doy un saludo con los ojos muy abiertos, observándolos de
pies a cabeza. Ambos tienen sangre en ellos, salpicaduras y
manchas en las mangas de la camisa de Timofey y un poco en
el estómago de Ashley, pero no veo ninguna herida.
—¡Todo está increíble! —Ashley chilla. Ella no suena como
alguien que acaba de salir de una situación de vida o muerte
—. ¡Qué noche!
—Sí, muy divertida —murmura Timofey. Se sacude a Ashley
suavemente, pero con clara intención.
Ashley vacila y yo intervengo para desempeñar el papel de su
muleta. Ella cuelga pesadamente sobre mis hombros. —Me
alegro de que no me escucharas y enviaras las armas grandes,
Pipa.
—No me llames así.
Ella se acerca y aprieta mi mejilla. —Vamos, Pipa. Ánimo.
Todo está bien.
—¡No, maldita sea, no lo está! —La voz de Sergey rompe la
relativa calma. Estaba tan aliviada de ver a Timofey y Ashley
que casi me olvido de él.
Timofey camina directamente hacia él con los hombros hacia
atrás. —¿Qué estás haciendo aquí?
—Qué estoy… ¡Esta es mi maldita casa! —balbucea con
indignada incredulidad—. Si quiero estar aquí, no necesito
firmar el libro de visitas.
—Era tu casa —corrige Timofey. No es cruel, pero está
estableciendo un límite claro y obvio.
La cara de Sergey se pone morada de rabia. —Estoy aquí para
hablar de…
—En mi oficina —Timofey interrumpe a su padre y lo dirige
al pasillo—. Hablaremos allí.
El anciano está prácticamente vibrando, pero se precipita por
el pasillo. Con una última mirada en blanco por encima del
hombro, Timofey lo sigue.
48
PIPER

—Drama —Ashley susurra un poco demasiado fuerte tan


pronto como los hombres se pierden de vista—. ¿Qué
interrumpí?
Todo. Ashley incomodó a todos aquí, a Timofey sobre todo, y
apostaría todo lo que tengo a que ni siquiera le dio las gracias.
En lugar de decir eso, me encojo de hombros. —No sé. Sergey
apareció enojado. No me contó los detalles.
—¿Quién es él para ti?, me pregunta.
—¿Sergey? —pregunto—. Él no es nada para mí. Es solo el
padre de Timofey.
Ashley baja la barbilla, moviendo las cejas sugestivamente
hacia mí. —¿Qué tal Timofey? ¿Quién es él para ti?
Nadie.
Mi jefe.
El hombre que hace que mis entrañas se agiten y ardan de ira
al mismo tiempo.
Niego con la cabeza. —Prefiero hablar sobre por qué tienes
sangre en la polera.
Ashley jadea y se pellizca la polera, estirándola para poder ver.
—¿Tengo? ¿Dónde está? ¡Mierda! Me gustaba esta polera.
Es una sudadera raída con un gráfico de una banda de rock que
sé que Ashley no escucha. Por la forma en que el cuello cuelga
de su hombro y las mangas caen hasta los codos, supongo que
pertenece a Jason. Espero que sí. El idiota merece sangre en
todas sus poleras favoritas.
—En realidad, la sangre se ve bien. —Ashley inclina la cabeza
de un lado a otro, estudiándola—. Al menos, es una buena
historia.
—Una historia que me encantaría escuchar —digo con
impaciencia.
Ella deja caer su blusa y asiente. —Cierto. Lo siento. Esta
noche ha sido… salvaje. Inesperada. Quiero decir, ¿Has visto
pelear a Timofey? Si él es alguien especial para ti, dímelo
ahora porque estoy a punto de volverme poética sobre lo sexy
que se veía despejando ese cuarto.
Mi corazón salta a mi garganta, haciéndome difícil respirar. —
¿Un cuarto? ¿Luchó contra todo un cuarto? ¿Cuánta gente?
—¿Diez? ¿Doce? —Ashley adivina—. No sé. Tal vez fue más
que eso. Sin embargo, podría haber tomado cien. El tío era
imparable.
Ojalá Timofey estuviera aquí para poder echarle otro vistazo.
No. Puede cuidar de sí mismo. No tienes que preocuparte por
él.
La charla de ánimo interna no hace nada para calmar mis
preocupaciones. ¿Está bien o estaba haciéndose el duro? ¿Qué
tanto de la sangre le pertenecía a él?
—Estos tipos se acercaron a él hablando en cualquier idioma
que estuvieran hablando. Europa del Este o algo así. Fuera lo
que fuese, Timofey lo hablaba. No tengo ni idea de lo que
estaban diciendo, pero sonaba tenso —dice Ashley—. Lo
siguiente que sé es que Timofey me empuja fuera del camino y
los puños comienzan a volar.
—Pero ¿Cómo te encontró? ¿Cómo entró? —pregunto.
Necesito un millón de detalles más—. ¿Estaba luchando contra
las personas que te tenían como rehén?
—No estaba siendo rehén. —Ashley pone los ojos en blanco
—. Eres tan dramática. Te dije por teléfono que estaba bien.
La miro boquiabierta. —No, no lo hiciste. Me dijiste, y cito:
«Solo déjame aquí. No es que te importe lo que me pase de
todos modos».
Ashley me hace señas para que lo olvide y se recuesta contra
la pared. —Estaba enojada contigo. No dije en serio nada de
eso.
—Bueno, pensé que lo decías en serio, porque eso es lo que
dijiste. Hice un trato con Timofey para que fuera a buscarte.
Tenía miedo por tu seguridad, Ash. Pensé que estabas en
problemas.
—¿Qué trato? —Ashley pregunta descaradamente—. ¿Era
sucio?
Mis mejillas se calientan, y espero por Dios no estar
sonrojándome. No negocié sexo ni nada, pero estuvo lo
suficientemente cerca.
Seducir a Timofey, incluso fingiendo, se sentía demasiado
cerca de la realidad. No estoy segura de cómo voy a lograr una
rutina como esa durante horas y horas para la boda, pero será
mejor que lo averigüe.
—¡No, no era sucio! —chasqueo—. Pero hice todo lo posible
para ayudarte. Timofey también lo hizo. ¡Se metió en una
pelea! Fuiste imprudente y lo pusiste en peligro.
—Él no estaba en peligro, créeme. Tu hombre puede luchar.
Digo, si no estuviera claramente enamorado de ti, estaría
pidiendo permiso para saltar encima de él.
Mi cerebro se arruga mientras trato de averiguar a qué parte de
su oración responder primero.
Pelear con diez hombres es inherentemente peligroso. Timofey
estaba absolutamente en peligro.
Él no es mi hombre. No lo llames así.
Y Ashley no necesita mi permiso para «saltarle encima»,
aunque solo de pensarlo me dan ganas de dejarla de nuevo en
esa casa de crack.
Pero todo eso se siente menos importante mencionar que la
parte completamente ridícula que ella metió en medio de todo.
—Timofey no está enamorado de mí —digo claramente—. O
sea, para nada. De cualquier manera. En absoluto.
—Bueno, sí que pasó mucho tiempo hablando de ti para un
hombre que no está enamorado.
Me muerdo la mejilla, pero no digo nada.
Ashley ve a través de eso. —Te mueres por saber lo que dijo
—se ríe—. ¡Puedo notarlo!
—No importa lo que dijo. Nada cambiará el hecho de que…
—Se quejó de ti todo el camino a casa —dice Ashley
arrastrando las palabras.
—¿Se quejó de mí? —Claro. No estoy segura de por qué
esperaba algo diferente.
—Sin parar —dice ella—. Pero de una manera coqueta. Los
chicos siempre son malos con las chicas que les gustan.
—En el patio de la escuela, tal vez.
Ashley me da una mirada. —Todo amor es un patio de
escuela, Pipa. Incluso se quejó de que siempre te estás
sacrificando para salvarme. ¿No es ridículo?
Muerdo mi mejilla aún más fuerte. Decirle a Ashley la verdad
no serviría de nada en este momento. Especialmente porque no
puedo notar si su energía ilimitada se debe a que está drogada
o a la adrenalina.
—Él dijo que la única razón por la que fue a buscarme es para
que tú no te lastimaras tratando de hacerlo tú misma. ¡Fue tan
lindo! —Ella aprieta sus manos contra su pecho—. Ojalá
tuviera un hombre que me amara así.
—¡Él no me ama! —chasqueo. Algo acerca de escuchar lo
imposible repetido una y otra vez me hace desear que sea
verdad.
No es que quiera que Timofey Viktorov me ame. No. No me
importa lo que él piense de mí.
Pero si él, sí me amara… ¿No sería algo?
La fantasía me lleva lejos por un segundo antes de que Ashley
me traiga de vuelta a la tierra. —Como dije, me encantaría
tener permiso para correr y saltar sobre ese hombre y aterrizar
sobre su miembro. Si no te importa.
—No. —La palabra sale de mi boca antes de que pueda
detenerme.
Ashley levanta las cejas. —¿Ay, en serio? ¿Sus sentimientos
son respondidos?
—No puedo responder a lo que no existe. Es solo que Timofey
es…
—¿Ridículamente guapo? —ella ofrece—. ¿Aún más
ridículamente rico? ¿Adorablemente protector?
Me inclino hacia delante y la miro directamente a los ojos. —
Peligroso. Él es peligroso. No deberías tener nada que ver con
él.
Los labios de Ashley se curvan en una sonrisa y sé que he
dicho algo completamente equivocado. Cuando se trata de
peligro, ella es como una polilla para la llama.
Y Timofey Viktorov es una fogata.
49
TIMOFEY

En el momento en que mi padre entra en mi oficina, se da


vuelta, con la cara roja y escupiendo. —No tenías ningún
maldito derecho de sacar a Rodion de la misión en la que lo
tenía.
Sabía que esto vendría a pasar factura; Simplemente no
esperaba que fuera tan pronto. Nunca habría dejado a Piper
aquí sola si sospechara que Sergey entraría.
Cierro la puerta y doy un paso alrededor de él. —Tenía todo el
derecho. Es mi soldado.
—Estaba haciendo un golpe de alto riesgo por mi —argumenta
—. Interrumpiste y pusiste todo en peligro. Solo para que
puedas hablar con él sobre el asesinato de Emily, otra vez. Es
imprudente.
—Lo que fue imprudente fue enviar a Rodion a matar a tu
amiguito de juego.
Duda por un segundo. Los soldados son míos para
controlarlos, pero Sergey ha mantenido el control de algunos
de ellos. Los usa para sus propios fines de vez en cuando,
asumiendo que yo no tengo ni idea.
Estúpido. No pasa nada en esta Bratva que yo no sepa.
—Igor no es mi «amiguito» —dice finalmente—. El hombre
es un ladrón y un sinvergüenza. Le advertí que no me cruzara
y ahora tiene que pagar.
—Él no va a pagar con su vida. Al menos, no a manos de mi
sicario que ya está bajo escrutinio por el asesinato de Emily.
Aprieta los puños hasta que le tiemblan las manos. —Ni
siquiera me hablaste antes de sacarlo del trabajo. Tuve que
enterarme por un teniente.
—La última vez que quise hablar sobre el caso de Emily, me
tomó treinta y seis horas traerte aquí. Luego defendiste a
Rodion. Ahora, derribas mi puerta en el momento en que
hablo con Rodion al respecto. Todo me hace preguntarme si
tienes una buena razón para querer que deje de lado lo que le
pasó.
—¿Me estás interrogando? —gruñe.
—Tal para cual. No has hecho nada más que cuestionarme
durante días.
—Desde que llegó esa chica —dice, lanzando su brazo hacia
la puerta—, tu cabeza ha estado en las nubes. De repente hay
una mujer hermosa alrededor y estás listo para tirar todo lo que
construí.
—No estoy tirando nada. Ciertamente no por Piper. Esto no
tiene nada que ver con ella.
—¡Tiene todo que ver con ella! —Sergey brama—. Rodion le
mostró sus tatuajes y ella se dio cuenta de que había matado a
algunas personas, así que estás listo para acusarlo del asesinato
de Emily. Es una locura. Pura locura de mierda.
Aprieto los dientes hasta que me duele la mandíbula. —
Rodion hizo alarde de sus crímenes frente a una mujer que
trabaja para el estado.
—¡Una mujer que tú trajiste aquí! La única razón por la que
sus caminos se cruzaron es porque tú la plantaste en esta casa.
—Para asegurar que Benjamín tenga un hogar aquí. Hice lo
correcto por él.
Él resopla. —Hiciste lo correcto por ti mismo. Tu verga tomó
la decisión por ti esta vez, hijo. En el momento en que lleves a
esa perra a la cama, tu cabeza se aclarará. Te darás cuenta del
tipo de lío que hiciste. Y todo por una puta.
Parpadeo hacia él. Mi visión es roja y palpitante.
—Eres mi padre. Pero si vuelves a hablar de Piper de esa
manera, te mataré.
Mi padre me mira. —¿La eliges a ella sobre mí?
—Me elijo a mí mismo sobre ti —corrijo—. Yo soy el que
tomó tu variopinta colección de negocios secundarios a medias
y la convirtió en un monolito. Yo soy el que cambió las
finanzas de esta familia. La Bratva está prosperando gracias a
mí y a mi liderazgo y no dejaré que te pares en mi casa y
cuestiones mis elecciones. Especialmente cuando te estás
beneficiando de ellas.
Su ira se enfría, pero no se disipa. Es un volcán que ruge entre
erupciones. Sé que vendrán más, pero lo desvío.
—Me has enseñado bien, Otets. Pero ahora, es mi turno de
tomar las decisiones. Tienes que hacer las paces con eso o
tendremos problemas.
Sus fosas nasales se ensanchan cuando exhala, sus ojos
entrecerrados y clavados en mí. Finalmente, habla. —Nunca
debí haberte dado un hogar.
Las palabras me llegan directamente al centro de mi corazón,
pero no vacilo. —Es demasiado tarde para eso. Es mi casa
ahora. Pero eres libre de irte cuando quieras.
Sin otra palabra, mi padre se da la vuelta y se va.
50
TIMOFEY

La interacción con Sergey se cierne sobre mí mientras busco


en la casa a Piper y Ashley. Espero encontrarlas en la
habitación de Piper, pero no escucho voces hasta que regreso a
la sala de estar junto a la cocina.
Ashley se está riendo mientras Piper repetidamente intenta
callarla. —Es tarde. Vas a despertar a todos.
—¿A quién le importa? —Ashley pregunta—. Esta es tu casa,
¿No?
—¡No! Solo trabajo aquí. Soy una niñera interna, no una
esposa.
Por un breve segundo, puedo verlo, Piper acostada en la cama
a mi lado. Piper bajo el chorro de agua de mi ducha, su cabello
castaño rojizo chorreando por su espalda expuesta. Piper
aferrándose a mis hombros mientras la penetro una y otra…
—Ahí está el dueño de la casa —Ashley grita aún más fuerte
que antes. Se pone de pie en el extremo del sofá y me hace un
gesto con ambos brazos como una modelo en un programa de
juegos—. El intrépido luchador mismo. ¡Bienvenido!
Guardo mis pensamientos sucios para después y entro en la
habitación. —Alguien aún está emocionada.
—Pensé que podría ser solo adrenalina, pero tal vez no. —
Piper mira a su amiga dudosamente—. Ha pasado más de una
hora.
Cuando aparecí a buscar a Ashley, ella estaba en una neblina
de felicidad. No tenía que preocuparme que pelearía contra mí
porque apenas podía mantenerse de pie. Claramente, ha
pasado a la siguiente fase de cualquier droga que tomó.
—¿Has bebido agua? —pregunto.
—Estoy hidratada y lista para cualquier cosa. —Ashley rebota
suavemente en el sofá. Su espalda está arqueada, y puedo
notar que quiere que mire su pecho.
Excelente. Una drogadicta y una puta, un dos por uno.
Combinación ganadora.
—Deberías estar lista para ir a la cama —se queja Piper—.
Tengo que ir a la oficina mañana y luego regresar y cuidar a un
bebé.
—Solo vete a la cama entonces. Estoy segura de que Timofey
y yo podemos mantenernos ocupados.
No tengo intención de estar a solas con Ashley. No tendrá
sentido que la salve esta noche si termino matándola por pura
molestia.
Aunque decido no decir eso.
Quiero saber qué hará Piper.
Aprieta la mandíbula por un segundo, luego se pone de pie y
jala a Ashley del sofá. Ashley grita sorprendida.
—Ya es suficiente. Es hora de ducharse —gruñe Piper—.
Necesitas relajarte.
Ashley se queja. —Las duchas me despiertan. Necesito un
baño. Un baño caliente, jabonoso y sexy.
—Bien, vale. Un baño, entonces. —Piper comienza a arrastrar
a Ashley hacia el pasillo—. Dile buenas noches a Timofey.
Ashley se muerde el labio inferior y levanta la mano en un
gesto con los dedos. Antes de que pueda decir algo, me coloco
en su camino.
—Un pequeño problema, señoritas. No tengo bañera.
Ashley se ríe como si acabara de hacer un especial en el
Madison Square Garden, pero Piper se hunde en un cansancio
evidente. —Vale. Supongo que nos iremos a acostar.
—Sin embargo, tengo un jacuzzi. —Muevo mi mano para
indicar las puertas del patio.
Piper comienza a negar con la cabeza, pero Ashley comienza a
saltar y aplaudir. —¡Jacuzzi! ¡Jacuzzi! ¡Jacuzzi!
—Solo tengo un traje de baño aquí, Ashley, y no te quedará
bien.
Ashley es un buen pie más alta que Piper, pero Piper tiene más
curvas. Está más voluptuosa en todos los lugares correctos.
Cualquier cosa que encajara con ella se deslizaría
inmediatamente en Ashley.
—Está bien. Usaré mi ropa —dice Ashley—. Mi blusa tiene
sangre en ella, de todos modos. ¡Vamos!
Ashley sale corriendo por la habitación y abre las puertas.
Golpean las paredes y Piper me hace una mueca en nombre de
su amiga. —Ella es un desastre.
—Si tenemos suerte, se ahogará en el jacuzzi.
Piper jadea y golpea mi brazo. —¡Eso no es gracioso!
—No estaba bromeando. Tú eres quien la quería aquí, no yo.
—No la quería aquí —dice Piper—. Solo la quería… no allá.
—La próxima vez que hagas un trato, deberías ser más
específica. Podría haberla dejado en la estación de policía en
su lugar. Habría recuperado la sobriedad más rápido en una
celda de la cárcel.
Ella rueda los ojos. —¿Puedo confiar en ti para que la vigiles
mientras me cambio? ¿O volveré y la encontraré en el fondo
del jacuzzi?
Hay un chapoteo afuera y Ashley chilla. —¡Esto es
jodidamente increíble! ¡Dense prisa, chicos!
—Eso no será un problema. Tienes al menos cinco minutos
antes de que empiece a agotarse. —Le hago una señal que se
apresure con las manos—. Mejor apúrate.
Piper me da una mirada nerviosa por encima del hombro y
luego corre hacia su habitación, sus caderas se balancean
como un péndulo.
Me detengo junto a la ventana para observar a Ashley desde la
santidad de la sala de estar. Lo último que quiero es tener a
una mujer drogada y desesperada echándose encima de mí. Si
estoy a solas con Ashley durante algún tiempo cerca del
jacuzzi, eso es lo que sucederá.
Afortunadamente, Piper está de vuelta en un tiempo récord.
No tan afortunadamente, ella está usando el más pequeño
trozo de bikini negro que he visto en mi vida.
Absolutamente, sin duda, jamás le hubiera quedado a Ashley.
Apenas le queda a ella.
—¿Qué diablos llevas puesto? —pregunto.
Piper tira una toalla frente a sí misma tímidamente. —Mi traje
de baño.
—Dudo que puedas nadar en eso. Apenas puedes tocarte los
dedos de los pies en eso.
Ella me mira. —No es como si fuera a los Juegos Olímpicos.
Simplemente me gusta flotar y broncearme.
Puedo notarlo. Su piel está bronceada por todas partes. Cada
curva perfectamente proporcionada y tentadora es del mismo
tono de caramelo. Quiero darle un mordisco y ver si el sabor
coincide.
—Nunca hubiera imaginado que esto estaba escondido debajo
de tu ropa.
—Esto no estaba escondido debajo de mi ropa. No había nada
debajo de mi ropa.
El calor se enrosca en mi vientre. —No hablas en serio.
Se encoge de hombros y pasa junto a mí, moviéndose con
determinación lentamente para que tenga tiempo de sobra para
mirar. —Tal vez lo estoy, tal vez no. Nunca lo sabrás.
Ella está equivocada en eso. Simplemente todavía no lo sabe.
51
TIMOFEY

Sigo a Piper afuera y me saco la camisa por la cabeza con una


mano. Ashley silba tan pronto como estoy con el torso
desnudo. —¿El Sr. Jefe se unirá a nosotras? ¿Este lugar tiene
un departamento de recursos humanos? Porque esto no puede
ser aceptable.
Es el turno de Piper de mirar. Sus ojos verdes están muy
abiertos mientras me quito los vaqueros y me desvisto hasta
quedarme en calzoncillos.
—Yo hago las reglas. Si digo que está permitido, está
permitido. —Salto por el borde y me deslizo bajo el agua tibia
y burbujeante.
—¿Y si no te queremos aquí? —pregunta Piper.
Ashley golpea la superficie del agua y salpica a Piper. —Por
supuesto que lo queremos aquí. Necesitábamos un poco de
salchicha en esta sopa de taco.
—Ay, dios mío. ¡Qué asco, Ash! —Piper arruga la nariz, pero
lucha por contener una sonrisa—. Eres repugnante.
—Solo digo lo que todos estamos pensando. Le responde
Ashley
—Literalmente nadie estaba pensando eso. —Piper me mira
como si quisiera disculparse, pero sus ojos caen sobre mi
pecho antes de apartarlos. Sus mejillas se sonrojan.
Tal como lo predije, en unos minutos, Ashley está recostada
contra el respaldo de la bañera de hidromasaje. Una especie de
ronquido chirriante brota de ella una vez cada treinta segundos
más o menos.
—Deberíamos llevarla adentro, ¿Verdad? —Piper mira a
través del jacuzzi a su amiga—. Se va a ahogar.
—No si estás tú aquí. Nunca dejarías que eso sucediera.
Ella suspira y se hunde más en el agua hasta que burbujea
alrededor de su barbilla. —Le daré unos minutos más y me
aseguraré de que esté bien y dormida. No quiero que se anime
de nuevo.
La noche es tranquila sin los constantes ladridos de Ashley. No
hace frío afuera, pero hay una neblina de vapor en el aire que
hace que se sienta como si estuviéramos en nuestra propia
burbuja personal.
—No voy a poder sacar a Ashley de aquí sola —dice Piper en
voz baja.
Yo suspiro. —Afortunadamente para ti, mi altruismo no tiene
límites.
—¿Ayudarás?
—Considerando toda la mierda que he hecho por ti, no
deberías sonar tan sorprendida.
Hay una pausa antes de que ella asienta. —Tienes razón. Es
solo que… no eres lo que esperaba. No del todo, de todos
modos. Puedes ser cariñoso. Cuando lo elijes.
—Eso es de familia. —Vi la forma en que mi padre sostenía su
brazo cuando Ashley y yo entramos por la puerta principal. Es
la primera vez en mi vida que de verdad quiero hacerle daño a
él.
—Después de mi encuentro con tu papá, voy a decir con
seguridad que fue por naturaleza, no por crianza. Tu madre
debe ser muy amable para que te haya quedado una pizca de
eso una vez que Sergey haya terminado contigo.
—Mi madre está muerta.
Hay un momento de vacilación antes de que ponga su mano
suavemente sobre mi bíceps. —Lo siento.
Me alejo de ella. —Ella murió hace mucho tiempo. Sergey es
la única persona de la que he tenido que depender.
A pesar de todo, esa línea de lealtad que Sergey plantó en mí
hace tantos años todavía está allí. Puede que se arrepienta de
haberme adoptado, pero mis impulsos siguen siendo los
mismos. Cierra filas. Protege la Bratva. Familia por encima
de todo.
—Lamento haber dicho algo sobre él. Simplemente me asustó
esta noche. —Se sienta para que el agua le lame la estrecha
cintura. La luz azul se refleja en la curva de sus pechos—. No
me siento muy caritativa con él en este momento, pero sigue
siendo tu padre. No debería haber dicho nada.
Ashley deja escapar un resoplido somnoliento y se encorva
más en el agua. Su barbilla se cierne justo por encima de la
superficie. No hago ningún movimiento para ayudarla, pero
Piper se apresura. Se para con un pie a cada lado de las piernas
de Ashley, engancha sus brazos debajo de las axilas de la
mujer inconsciente y jadea. Es casi cómico ver la pequeña
forma de Piper luchar con las largas extremidades de Ashley.
Luego noto la forma en que los músculos magros de su
espalda se mueven y contraen mientras trabaja. Mientras
levanta a Ashley, puedo ver las impresiones con hoyuelos
justo encima de la línea negra de la parte inferior de su bikini.
Mis pulgares encajarían bien allí, mis dedos envueltos
alrededor de sus caderas. Sería tan fácil agarrarla exactamente
como se merece.
—Realmente no vas a ayudar, ¿Verdad? —Piper me mira por
encima del hombro y me alegro por la cobertura del agua.
Oculta la erección más dura que he tenido en años.
Me reclino contra el borde del jacuzzi. —Estás manejando las
cosas bien por tu cuenta.
Piper ubica a Ashley para que su cabeza quede apoyada en su
brazo. Una línea de baba sale de su boca y forma charcos en la
plataforma de madera.
—La primera vez que no quiero manejar algo por mi cuenta es
cuando tú me dejas —se queja—. Por supuesto.
Da un paso atrás alejándose de Ashley, pero su pie se resbala
del banco. De repente, Piper cae de lado.
La escena se reproduce en mi cabeza en un instante. Piper
golpeando su cráneo contra el borde duro del jacuzzi. Hueso
fracturado. Sangre.
Por lo general, dejaría que se desarrollara. No le debo nada a
nadie. Si no pueden pararse en un puto jacuzzi sin abrirse la
cabeza, no es un problema para mí.
Pero antes de pensar realmente en ello, me levanto y envuelvo
un brazo alrededor de la cintura de Piper.
Ella deja escapar un grito, pero se corta con una exhalación
cuando aterriza en mi brazo. Mi mano acuna la parte posterior
de su cabeza a solo una pulgada del borde del jacuzzi. A una
milésima de segundo del desastre.
La mantengo ahí por un segundo, dejando que la gravedad del
momento cuelgue.
Piper se gira para mirarme. El shock está grabado en cada
línea de su rostro. Ella traga. —Gracias.
Aprieto el brazo alrededor de su cintura y la pongo de pie.
Estoy parado en el centro, que es un pie más bajo que el resto
del jacuzzi. Estamos tan cerca del nivel de los ojos como
jamás lo estaremos.
Todavía inestable, Piper se apoya en mi pecho. Sus pechos
rozan mi caja torácica. Sus dedos se arrastran sobre mis
bíceps.
Todo el tiempo, sus ojos no han dejado los míos. Ni por un
segundo.
Ashley o no, tomaré a Piper aquí mismo. Envolveré sus
piernas alrededor de mi cintura, empujaré su pequeño trozo de
bikini a un lado y la llenaré con mi miembro palpitante hasta
que grite mi nombre.
Porque quiero oírla gritar mi nombre.
En cambio, escucho la voz de mi padre en mi cabeza.
En el momento en que lleves a esa perra a la cama, tu cabeza
se aclarará. Te darás cuenta del tipo de lío que hiciste.
Piper es una distracción. Hacerla mía ahora no servirá para mi
objetivo general. Lo único que necesito de Piper es fingir.
Necesito que finja por el bien de mi reputación, por el bien de
la reputación de Viktorov Inc. Necesito que finja para que la
Bratva que construí para Sergey no se desmorone a nuestro
alrededor.
De repente, suelto a Piper y me siento en el borde del jacuzzi.
Todavía está congelada en el centro, su pecho agitado por la
intensidad del momento.
—Siéntate antes de que te mates —Le ordeno.
Una mirada de incredulidad se posa sobre su rostro. Ella
parpadea sorprendida y luego frunce el ceño con molestia.
Finalmente, suaviza su rostro sonrojado en una máscara de
indiferencia y se sienta, eligiendo un lugar más lejos de mí y
más cerca de Ashley.
—No me sirves de nada muerta —añado.
—Estar muerta tampoco sería tan conveniente para mí —dice
con frialdad.
—Probablemente no puedas costearte más días de ausencia en
el trabajo.
Ella entrecierra los ojos. —Sí, es exactamente por eso que no
puedo morir. No tengo suficientes días de ausencia.
El sarcasmo es directo, pero lo ignoro.
—Sabes, creo que iré a tu trabajo contigo mañana —comento,
colocando mis brazos sobre el borde del jacuzzi y
hundiéndome más en el agua.
Piper se sienta derecha. —¿A la oficina del SPI?
—A menos que tengas un tercer trabajo que no conozco,
entonces sí.
—Tú… no puedes.
—La única persona que importa dice que puedo. —Me señalo
a mí mismo—. Yo te llevo.
Ella traga nerviosamente. —Pero pensé… solo soy útil para ti
como trabajador social, ¿Verdad? Mi imagen de funcionario
civil va a potenciar tu reputación. No seré buena para ti si me
despiden. Eso es lo que me dijiste.
—No te despedirán.
—Se verá poco profesional si llevo a mi supuesto «novio» a la
oficina —dice—. Sobre todo si ese novio es uno de mis casos.
Se va a ver muy mal.
La descarto con un movimiento de mi muñeca. —Te
sorprendería cómo un poco de dinero arrojado a una situación
aclara problemas como ese.
—¿Vas a pagarle a mi jefe?
—Si tengo que. —Sonrío y arqueo una ceja—. O la seduciré
con mi apariencia y encanto dados por Dios.
Mueve sus dientes a lo largo de su labio inferior,
mordisqueando la piel hasta que está rosada y regordeta. —No
sé. Podría perder mi trabajo. Trabajé duro para ganarme su
confianza y no quiero tirarlo todo por la borda.
—No estás tirando nada —le digo—. Pase lo que pase allá,
aquí tienes tu trabajo. Me aseguraré de que te cuiden.
Piper me mira y observo cómo se da cuenta.
Ahora la controlo.
Mientras sea un peón en mi juego, es mía para manipularla
como desee. Si ella no coopera, la humillaré. La doblegaré a
mi voluntad, lo quiera o no.
Piper, demostrando una vez más que no es tan tonta como
parecía, levanta la barbilla y asiente. —Vale. Me llevarás al
trabajo mañana.
Asiento con la cabeza solemnemente. —Lo espero con ansias.
52
TIMOFEY

—Nadie está aquí. —Mi voz resuena en los pisos de madera


que crujen y en las paredes de bloques de cemento desnudos
de la oficina del SPI—. No necesitábamos llegar aquí tan
temprano.
Piper planta una mano en su cadera y me mira. —Tú no
necesitabas estar aquí en absoluto. Podría haber venido sola.
—No, no podrías haberlo hecho. Porque te dije que iría
contigo.
Ella rueda los ojos. —Necesitaba recuperar horas, de todos
modos. Me estoy ahogando en casos en este momento y estar
«enferma» los últimos días no ha ayudado en nada. También
habría trabajado horas extras los últimos dos días. Así que
necesitaba estar aquí dos horas antes.
Ahora que lo menciona, el escritorio de Piper está repleto. Las
carpetas y los archivos se derraman de los clasificadores de
papel apilables en la esquina de su escritorio. No puede meter
más nada en el cajón extraíble debajo. En comparación, los
otros escritorios de la oficina se ven ordenados.
—Tantos niños para secuestrar, tan poco tiempo. Le digo.
Ella suelta un suspiro de frustración. —Déjame poner algunas
cosas en orden y luego tengo una visita en persona.
Hay un banco largo en la esquina trasera con algunos animales
de peluche y una almohada larga. Está situado al lado de una
oficina con persianas en las ventanas. Es la habitación donde
los niños recientemente retirados del cuidado de sus padres se
sientan y esperan una colocación temporal.
Me he sentado allí demasiadas veces para contar. En esa
habitación, en ese banco, o en habitaciones y bancos lo
suficientemente similares como para que la diferencia no
importe. No quiero tener nada que ver con ellos ahora.
Opto por la silla con ruedas del escritorio frente al de Piper.
—Andrea odiaría que te sentaras en su escritorio —dice Piper
sin levantar la vista.
—Afortunadamente, estamos aquí en medio de la noche, por
lo que Andrea no está aquí para preocuparse.
Piper pone sus labios en una línea dura, pero no responde. El
silencio continúa durante la siguiente hora mientras lee los
archivos, los organiza en tres montones cuyo significado
desconozco y arroja algunos a la papelera de reciclaje. La
observo todo el tiempo.
Finalmente, cuando estoy terminando lo último de mi café,
mete un archivo en su bolso y se vuelve hacia mí.
—Tengo una visita en persona. Puedes esperar aquí o regresar
a la casa. Te veré allí cuando salga más tarde.
Agarro las llaves de mi motocicleta y me pongo de pie. —No
hay necesidad. Te acompaño.
—Timofey, por favor —suspira—. Cualquiera que sea el punto
que estás tratando de hacer, lo has logrado. Tienes la ventaja.
Haré lo que quieras. Interpretaré el papel que quieras. Sólo
déjame hacer mi trabajo.
—Estoy tan contento de que hayas entrado en razón.
Ella frunce el ceño. —¿Eso significa que me dejarás terminar
el día por mi cuenta?
Chasqueo mis dedos en un movimiento de decepción. —
Maldición. Tal vez no hayas entrado en razón, después de
todo.
Ella me nivela con una mirada y pisotea hacia la puerta. La
sigo a paso lento. Tengo las llaves. Ella no irá a ninguna parte
sin mí.
Además, la vista desde aquí atrás es agradable. Piper lleva un
vestido de lana hasta la rodilla hoy. Es bastante modesto
cuando está de pie, pero cuando se monta en mi motocicleta y
se sienta a horcajadas detrás de mí, no hay nada modesto en el
largo tramo de muslo que envuelve mi cuerpo.
Me conviene más de lo que debería.

E STA PARTE de la ciudad es una mierda. A medida que nos


acercamos a la dirección que Piper me dio, giramos alrededor
de baches y animales atropellados. La basura obstruye las
canaletas y hay más casas que parecen abandonadas de las que
no.
Piper se presiona contra mi espalda, su boca cerca de mi oído.
—Este va a ser un caso difícil. Sé que estás aquí para
castigarme o molestarme, tal vez ambas cosas, pero no quiero
empeorar las cosas para estos niños.
No procesé hasta ahora que ella estaría tratando directamente
con los niños involucrados. No cambia nada para mí. Porque
mis motivos aquí no son puramente maliciosos como ella
podría pensar.
—Esto es investigación. Han pasado casi dos décadas desde
que tuve contacto con un agente del SPI.
Me trago el resentimiento que hierve dentro de mí por los
recuerdos que hago todo lo posible por no tocar nunca. Tal vez
las cosas han cambiado desde que yo era un niño.
Espero que lo hayan hecho.
Acerco la motocicleta al borde de la acera de un dúplex
destartalado. El pequeño cuadrado de césped del frente está
seco y marrón. Hay papel aluminio presionado en las ventanas
de arriba para bloquear el sol. Donde podría haber habido un
jardín a lo largo de la fachada frontal, en cambio hay un
cementerio de juguetes de plástico descoloridos.
De repente, estoy de vuelta en el tráiler al que nos mudó mi
madre después de la muerte de Papá. Veo al hombre del SPI de
cabello oscuro con bigote bloqueando toda la luz de la puerta
principal, su sombra se extiende a lo largo de nuestra sala de
estar vacía.
Perseguía nuestra casa como un demonio. Cada vez que él
aparecía, desaparecía un poco más de mi madre.
—¿Vas a entrar? —Piper pregunta desde la acera.
Parpadeo de vuelta a la realidad. Ni siquiera la sentí bajarse de
la motocicleta.
Veo que se mueven las persianas de la ventana delantera. Una
cabecita se asoma un segundo para observarnos en la calle.
Luego desaparece.
Levanto el caballete de la moto y me siento en el asiento de
cuero. —Me quedaré aquí por ahora.
—Pero dijiste… —Piper niega con la cabeza y retrocede—.
¿Sabes qué? No importa. No voy a reclamar, a este pequeño
pero extraño gesto de amabilidad. Volveré pronto.
Sus tacones golpean la acera delantera agrietada. Después de
unos pocos golpes, la puerta principal se abre. Una niña de no
más de siete años está descalza en el umbral. Su cabello sucio
se cae en una trenza torcida.
Piper se inclina al nivel de la niña, le da la mano y luego entra.
Quedarme aquí afuera fue la decisión correcta, me digo. No
quiero interpretar ningún papel en lo que están pasando esos
niños. Soy la figura principal en las pesadillas de muchas
personas, lo sé, pero no voy a aterrorizar sin querer a un grupo
de niños.
Estoy afuera por unos minutos cuando escucho una voz alta.
Es masculina.
Viniendo del interior de la casa.
Y enojada.
53
TIMOFEY

Me bajo de la moto, corro hasta la puerta principal y la abro


sin tocar.
—¡Engañaste a una niña pequeña para que te dejara entrar! —
grita la voz masculina—. Yo nunca te hubiera abierto la
puerta. ¡No eres bienvenida aquí! ¡No te necesitamos!
—Lamento que te sientas así —dice Piper con calma—. En
realidad, estoy aquí por una sola razón. Necesito hablar con tu
mamá. Ella programó esta reunión.
La sala de estar es pequeña y cuadrada, con un sofá hundido a
cuadros debajo de la ventana y un televisor antiguo en el
suelo, en un rincón. Juguetes y mantas cubren el suelo de
madera rayado. Puedo oler la comida de días en los platos
apilados sobre la mesa. El olor dulce y enfermizo de la
podredumbre es fuerte.
—¡Ella no está aquí! —la voz ladra de vuelta—. Así que vete
y nunca vuelvas.
—No puedo hacer eso —dice Piper.
Sigo el sonido de su voz hasta el pasillo justo detrás de la
pared de la sala. Piper está de pie en medio de ella, su pie
encajado en una puerta de madera.
El niño que grita no puede tener más de catorce años, pero está
parado en medio de su habitación con los brazos cruzados y un
ceño fruncido que lo hace parecer una década mayor de lo que
tiene derecho a parecer.
Sus ojos pasan de Piper y aterrizan en mí. Su expresión se
endurece. —No puedes amenazarnos con hacer nada. Esto es
propiedad privada.
Piper me mira y luego le da toda su atención al niño una vez
más. —Él no está aquí para amenazarte. Yo solo estoy aquí
para hablar con tu madre.
—Ella no está en casa. Ya te dije.
Sé que Piper puede oír la televisión baja desde la habitación
cerrada al final del pasillo tan bien como yo. Viene de la
misma habitación con el papel de aluminio en las ventanas.
Miro en esa dirección, y el niño no se pierde nada. No puede.
Porque puede que solo sea un adolescente, pero está al mando
de toda la casa. Todo depende de él.
—No hay nadie ahí atrás —dice rápidamente—. El bebé
duerme con la tele encendida por ruido blanco. Eso es todo.
—El bebé está en el comedor. —Puedo ver el moisés desde
aquí. La niña que le abrió la puerta a Piper está sentada en el
suelo junto a ella, con las piernas pegadas al pecho.
—Vale. —Sus ojos se mueven alrededor. Está entrando en
pánico—. Lo dejé prendido… temprano. No es nada. Vuelve
más tarde.
Piper da medio paso hacia adelante. —Grant, escucha… No
estoy aquí para castigarte. Solo necesito hablar con tu madre y
ver cómo le va.
—Ella está genial —dice Grant—. Tiene un trabajo ahora. Ahí
es donde está ahora. En el trabajo.
Está mintiendo entre dientes. Se confirma cuando la niña
camina frente a mí y tira del vestido de Piper. —Mamá está
durmiendo.
Piper señala la puerta al final del pasillo. —¿Está ella ahí?
La niña asiente y la cara de Grant se pone roja. —¡Déjala en
paz, tú… perra!
La grosería se siente torpe en su lengua. Pero cuando da un
paso hacia Piper, no me importa cuánto me recuerda a una
versión más joven de mí mismo. Meto a Piper detrás de mí y
bloqueo el camino del niño.
—No hagas nada estúpido, hijo.
—¿O qué? —sisea—. ¿Me llevarás lejos? Es un poco tarde
para eso.
Dios, es como mirar una foto mía a su edad. Hice bien en
quedarme afuera. No debería haber venido adentro.
—Nadie te llevará a ninguna parte —dice Piper.
Giro mi cabeza hacia ella, mi voz lo suficientemente baja para
que solo ella pueda escuchar. —No mientas.
Su atención se centra en mí justo cuando Grant se da la vuelta
y patea una silla de jardín que está en su habitación. El plástico
se dobla y se deforma bajo su pie, pero lo golpea unas cuantas
veces más hasta que queda fláccido e inútil en la esquina.
Cuando se vuelve hacia nosotros, respira con dificultad. —No
nos llevarás hoy, pero lo harás. Sal de mi habitación.
Piper lo mira con los ojos entrecerrados en simpatía. Mejor le
hubiese arrojado ácido al niño. Él no quiere su simpatía. Dios
sabe que yo no quería nada del hombre con bigote que me
sacó de mi casa.
—¡Sal! —Grant grita—. No son bienvenidos aquí. ¡Váyanse!
En el momento en que Piper retrocede al pasillo, Grant cierra
la puerta de una patada en nuestras narices.
—Eso salió bien —murmura Piper. Se sacude la interacción y
mira a la niña que está de pie junto a ella—. ¿Dónde está la
habitación de tu mamá?
La chica señala el final del pasillo. —¿Mamá está en
problemas?
—No, cariño. —Piper se arrodilla al nivel de la niña—. Solo
necesito hablar con tu mamá sobre cómo te cuida. Son cosas
aburridas de adultos sobre su trabajo.
—Mamá no tiene trabajo —dice la niña. Hay una inocencia en
la forma en que lo dice. Sin juicio o comprensión de lo que
significa. Hablar con ella es una manipulación. Ella no sabe lo
que está diciendo o lo que podría significar para su caso—.
Grant nos cuida. Me enseñó a hacer biberones para Tiana y…
—Suficiente —gruño.
La niña se aleja de mí. Bien.
Agarro a Piper por la manga de la blusa y la arrastro hacia la
puerta de atrás. —Estás aquí para hablar con la mamá.
—Estoy aquí para hablar con todos ellos —sisea—. Es mi
trabajo. Tú solo estás mirando. Déjame hacer lo que tengo que
hacer.
—No quieren hablar contigo. —Golpeo mis nudillos con
fuerza en la puerta de madera. Nadie responde, así que la abro.
Una mujer está acostada en la cama, su cabello enmarañado
contra su cabeza. Su pijama está sucio y casi transparente por
el uso constante. La habitación huele a sudor y mosto.
El olor, más que nada, me hace recordar.
Me veo parado en la puerta de mi mamá, rogándole que se
levante. Que haga algo. No funcionó. Nunca lo hizo.
Si no me voy ahora, entraré en la habitación de esta extraña
mujer y la sacudiré. Trataré de darle un poco de sentido
común, aunque sé que no servirá de nada.
Empujo a Piper a través de la puerta delante de mí. —Habla
con ella.
Luego me alejo.
54
TIMOFEY

Camino por el pasillo durante unos segundos antes de darme


cuenta de que la niña está temblando ante la idea de quedarse
sola conmigo. Sin otro lugar al que ir, abro la puerta de Grant
y entro.
—¡Sal de aquí! —Salta a la defensiva, aunque puedo notar que
está aterrorizado.
—Siéntate, ahora —ordeno.
Él lo hace, dejándose caer en su silla con los ojos muy
abiertos.
Suelto un largo suspiro mientras me apoyo contra la pared. —
Relájate. No te voy a lastimar.
Me mira con los ojos entrecerrados, tratando de decidir si le
estoy diciendo la verdad. Solo puedo imaginar cuántos adultos
le han mentido en su corta vida. No me uniré a esa lista.
—¿Trabajas para el Departamento de Servicios Infantiles? —
él pregunta—. ¿O eres un oficial de policía fuera de servicio,
o…
—No estoy con la policía. No estoy con nadie —le digo.
—Pero estás con ella. La Srta. Quinn.
Me encojo de hombros. —Supongo que lo estoy. Por hoy. La
traje hasta aquí.
—Ella suele venir sola —dice en voz baja.
—¿Cuántas veces ha estado ella aquí?
Se encoge de hombros como si no supiera, pero yo sé que sí.
Después de unos segundos de silencio decidido, se hunde. —
Cinco. Ella nos llevó una vez. Por un ratito.
—¿Tu mamá se ganó sus privilegios de vuelta?
Cuando estaba en hogares temporales grupales, algunos niños
podían ver a sus padres una vez al mes y luego una vez a la
semana. Luego progresarían a viajes de fin de semana a casa o
de una semana a la vez si sus padres mostraban signos de
mejorar la situación.
Odiaba a esos niños.
—Ella mantuvo un trabajo durante tres meses. —Él mismo
suena como un padre orgulloso. Quiere que entienda que su
madre lo intentó. Que ella hizo lo mejor que pudo, al menos
por un rato—. Hasta que nuestro coche se descompuso. Era
demasiado caro arreglarlo y su estúpido exnovio gastó el
dinero en drogas y se fue.
—¿Dónde está tu papá en todo esto?
Se muerde el interior de la mejilla y sé la respuesta antes de
que hable. —Muerto. —Antes de que tenga la oportunidad de
responder, dice— Y no digas que lo sientes.
—¿Por qué debería decir que lo siento? Yo no fui quien lo
mató.
Grant parpadea. —Todos dicen que lo sienten.
—Todos son estúpidos.
Él suelta una carcajada. —Sí. Bueno… ni siquiera está muerto.
—Debe estar cerca de eso si prefieres vivir aquí que con él. —
Miro alrededor de su habitación. A las escasas decoraciones, si
es que pueden llamarse así. La mayoría parecen dibujos
dibujados por la niña.
—Él no es una opción —grita Grant. La rabia prácticamente
brota de él—. Se fue después de que naciera Tiana. Incluso
antes de eso, él iba y venía. Mi mamá es más confiable que él.
Al menos ella está aquí.
Mira hacia la parte trasera de la casa.
Demonios. Realmente debería haberme quedado afuera con la
motocicleta. Me siento mareado y con nauseas. Atrapado entre
un pasado que odiaba y un presente del que debería alejarme
antes de que empeore.
—¿Cuánto tiempo se queda allí? —pregunto.
Parece que Grant podría no responder. Luego cruza los brazos
sobre el pecho. —A veces días. Una semana, tal vez.
—¿Quién cuida al bebé?
—Olivia y yo lo compartimos cuando ella no está en la
escuela.
—¿Tú estás en la escuela?
Arruga la nariz con disgusto. —No necesito nada de esa
basura. Lo que necesito es un trabajo. Pero soy demasiado
joven. Hago dinero haciendo cosas de mantenimiento en el
vecindario. Apenas alcanza para los gastos.
Lo miro a los ojos y veo las mismas cicatrices psíquicas que
yo tengo. Conozco el frío hasta los huesos de palear los
caminos de entrada en pleno invierno. Conozco el dolor
abrasador del sol de verano, el escozor del sudor en tus ojos
mientras te esclavizas para ganar muy poco dinero para
cambiar una maldita cosa.
Conozco su dolor.
Me transformó.
Hay un golpe suave en la puerta y luego Piper asoma la cabeza
adentro. Grant se aleja de ella y mira hacia la pared.
—Terminé por hoy —dice Piper—. Te veré más tarde, Grant.
—Preferiría no hacerlo —murmura.
Mientras caminamos por la casa, Piper deja caer su tarjeta de
presentación sobre la mesa.
—Por si necesitan algo —me explica, aunque no se lo pedí.
Me quedo atrás por un segundo. El tiempo suficiente para
dejar todo el dinero en efectivo en mi billetera sobre la mesa al
lado de su tarjeta.
Por si necesitan algo.
55
TIMOFEY

Lanzo el casco de motocicleta a Piper. Golpea el centro de su


pecho con un ruido sordo y ella se estremece.
—Ay.
Me monto a horcajadas en la motocicleta. —Súbete. Nos
vamos.
Pasa lo que parece años luchando con las correas y hebillas del
casco. Finalmente, se lo arrebato de las manos y lo levanto
para que se lo ponga.
—Gracias —murmura.
El sol pinta rayos dorados en sus grandes ojos verdes. Acaba
de entrar en esa casa, en el infierno de esos niños, y todavía se
ve radiante. Perfectamente bien. Casi como si nada hubiera
pasado.
—Es por tu bien —gruño.
—Claro. Seguro. Dios no permita que seas cortés.
—No tengo tiempo para que tropieces y caigas en cada tarea.
Tengo otras cosas que hacer hoy.
—¡Entonces ve y hazlo! —Da un paso fuera de mi alcance y
busca a tientas la hebilla debajo de su barbilla—. Pensé que
querías observar lo que hago todos los días. ¿No era ese el
punto de esto? Estás actuando como si te hubiera obligado a
venir aquí.
—Me obligaste a entrar. No podrías manejar a ese niño sin que
explote.
—Podría haber manejado a Grant —espeta ella—. Lo he visto
muchas veces antes.
—Peor aún —respondo—. Si te ha conocido antes, tiene aún
más razones para querer derribarte.
La sangre le sube por el pecho y el cuello. La ira tiñe su piel
pálida. —No tienes ningún sentido, Timofey. Si me odias
tanto, ¿por qué me hago pasar por tu novia? ¿Por qué no vas a
buscar a alguien a quien puedas soportar?
—No se trata de si te odio o no. Se trata del hecho de que el
niño allí adentro sí lo hace.
—Él no me odia. Él solo… está pasando por un momento
difícil —dice ella—. Estoy aquí para ayudarlo. Ya viste cómo
era allí. Su madre no está haciendo nada para cuidar de él y
sus hermanas.
—Ella está haciendo lo mejor que puede.
Piper da un paso atrás y me parpadea. —Estás bromeando.
Levanto la pata de cabra con la parte posterior de mi talón y
equilibro la motocicleta debajo de mí. —Súbete.
—No —dice ella con firmeza—. No iré a ninguna parte
contigo mientras me trates como si fuera el villano aquí. No
soy yo quien obliga a un niño de quince años a criar a sus dos
hermanas menores. No soy yo quien se pudre en la cama
mientras un bebé llora.
—Vale. Eres el noble que está destrozando a esa familia.
—¡Ella los está destrozando! —Piper lanza una mano hacia las
ventanas cubiertas en la esquina del dúplex—. No está
haciendo su trabajo como su madre. No tengo opción.
No tengo opción aquí, me decía mi asistente social cada vez
que venía de visita. Mamá estaría en su habitación, acostada
en la cama. Se frotaba el bigote con dos dedos gordos y se
encogía de hombros. No hay otra opción.
—Siempre hay otra opción —gruño—. Si le quitas esos niños
a esa mujer, es como si estuviera muerta.
—Bien podría estarlo por toda la ayuda que es para ellos
ahora.
Muevo mi cabeza hacia ella. —Dile eso a Grant. A ver si está
de acuerdo contigo.
La expresión de Piper se suaviza. —Él no sabe lo que necesita.
—Prefiere tener una madre deprimida que una muerta —ladro
—. Esos niños preferirían tenerse unos a otros que estar
divididos en el sistema.
—Intentamos mantener a los hermanos juntos.
—Lo intentas y fallas. ¿Sabes qué tan rápido será adoptado un
bebé? Instantáneamente. Tal vez incluso Olivia sea recogida
en unos meses. ¿Pero Grant? Tiene quince jodidos años, Piper.
Sabes cuánto tiempo se sentará en algún cuidado temporal o
en un hogar grupal. Ya sabes lo que sucede cuando tenga edad.
Dirige la mirada hacia la caja vacía de cigarrillos y latas de
bebidas energéticas destrozadas en la alcantarilla. —Tengo que
esperar lo mejor.
—Debes estar ciega a lo que realmente estás haciendo aquí.
—¡No puedo operar en un futuro sin certeza! Tengo que tomar
decisiones en el aquí y ahora. Y en este momento, ella no está
apta. No puede cuidarlos apropiadamente.
Hago una mueca. —Estuviste allí durante quince minutos. No
lo sabes.
—No hay comida en los gabinetes y había cubos de agua en el
baño en caso de que le cortaran los servicios públicos. ¡No
puedo dejarlos allí! —Piper grita—. ¿Cómo estamos siquiera
discutiendo sobre esto? Nunca dejarías que esto le sucediera a
Benjamín, así que, ¿Por qué crees que estos niños se lo
merecen?
—La madre no se lo merece. Le digo.
—No es mi trabajo cuidar de los padres —responde ella—. Mi
trabajo es centrarme en los niños. Es hacer lo mejor para ellos.
Ella debería ser capaz de cuidar de sí misma. Si no puede, ese
no es mi problema.
—Entonces, ¿De quién es el problema? —Bajo la pata de
apoyo de la motocicleta y me majo. Piper da un paso atrás
cuando la enfrento y subo la acera. Estoy siendo impulsado
por una fuerza más allá de mí mismo. Una que no quiero
detener, incluso si pudiera—. ¿Quién va a ser responsable
cuando te lleves a esos niños y esa mujer se mate?
—Eso casi nunca sucede, Timofey. Pero los niños sí mueren
de hambre. Terminan en situaciones inseguras porque intentan
sobrevivir cuando sus padres no los cuidan. Eso sucede todos
los días. Voy a centrarme en eso. Y si Trish se suicida, me
sentiré mal. Tendré que vivir con eso. Pero lo haré sabiendo
que tomé la decisión correcta para…
—Para ti. —Me inclino sobre ella, hablándole a su rostro
confundido—. Harás lo mejor para ti. Porque te olvidarás de
Trish y esos niños, pero Grant se culpará a sí mismo por el
resto de su vida. Se sentirá responsable por dejar a su madre,
aunque no haya sido su elección. Él llevará esa culpa a su
tumba.
—¿Por qué estamos hablando de esto? Ni siquiera tomé una
decisión hoy. Es solo un informe en su expediente. ¿Por qué te
preocupas tanto por estos niños? —Inclina la cabeza hacia un
lado, juntando las cejas. Bien podría estar mirando a través de
una lupa, inspeccionando cada poro de mí en busca de
pruebas. Ella ve más de lo que me gustaría que viera—.
Timofey, anoche, dijiste… ¿Cómo murió tu mamá?
Doy un paso atrás. Me tambaleo en mi ira vagamente
controlada, trayéndola de vuelta bajo mi control. —Súbete a la
moto. Nos vamos.
Me doy la vuelta, pero Piper está allí en un segundo. Ella gira
a mi alrededor, bloqueando mi camino con su simpatía de ojos
vidriosos y su labio tembloroso. —¿Es por eso que estabas
hablando con Grant mientras yo hablaba con Trish? Te
relacionas con él, ¿no?
—Su papá lo abandonó. Le respondo.
—Y el tuyo murió —dice ella—. No es tan diferente, cuando
lo piensas.
Grant estaría de acuerdo. Para él, su padre está muerto.
Piper baja la barbilla y la voz. —¿Cómo murió tu mamá?
Me monto en la moto y la prendo. El estruendo del motor casi
ahoga a Piper, pero ella se acerca. —Timofey… ¿Tu mamá…
después de que te llevaran, ella…?
—Ni siquiera puedes decirlo, pero quieres hacer lo mismo con
esos niños allí adentro. —Me trago mi rabia. No sé por qué
alguna vez esperé algo diferente. Hablo con los dientes
apretados—. Súbete.
Piper se acerca. Su mano roza la mía por un brevísimo
segundo antes de que la aleje.
—Súbete a la moto, Piper. Ahora. Lo juro por Dios, te dejaré
aquí.
—Timofey —ella respira—. Nunca te habría traído aquí si lo
supiera. Lo siento mucho.
Esas palabras, lo siento, rompe la caja cerrada donde empujo
pensamientos sobre mi madre. Toda la culpa y la ira para las
que no tengo tiempo estallan en un torrente inesperado. Pinta
un mundo nuevo encima del real. O más bien, un mundo viejo.
Un mundo que pensé que había dejado atrás.
En este momento, no estoy viendo a Piper Quinn, menuda,
pelirroja e ingenua; Estoy viendo a un hombre de seis pies de
altura con bigote y una camisa con cuello. La fulmino con la
mirada y ella retrocede ante el odio que estoy seguro de que
puede ver escrito en mi cara.
—Mi madre necesitaba ayuda. No necesitaba que alguien le
quitara su única razón para vivir. No necesitaba otra razón más
para darse por vencida.
Piper niega con la cabeza. Las lágrimas brotan de sus ojos. —
Lo siento mucho, Timofey. Estoy tan…
Si mi asistente social estuviera parado frente a mí en este
momento, lo mataría. Ni siquiera habría tiempo para que él se
disculpara.
Pero no lo está.
Es solo Piper.
—Nada de eso importa ya. Es demasiado tarde para
disculparse.
—Todavía puedo lamentar que hayas pasado por eso —insiste.
Lanzo un brazo hacia el dúplex en mal estado frente a
nosotros. —Lo sientes, pero vas a darte la vuelta y hacérselo a
otro niño ahora mismo. Lo que me pasó a mí es exactamente
lo que les va a pasar a Grant, Tiana y Olivia.
—Tal vez. Pero, ¿Qué les sucederá si se quedan? —ella
pregunta suavemente—. ¿Qué tipo de futuro tendrán entonces?
—Ellos lo resolverán. Los niños son resilientes.
Ella niega con la cabeza con tristeza. —No siempre. He visto
demasiados casos en los que no lo son. ¿Se supone que solo
debo esperar que estos niños superen las expectativas?
—Se supone que debes ayudar. Ese es tu trabajo. Y una madre
muerta no ayuda a nadie.
Sus brazos cuelgan fláccidos a sus costados. La lucha se ha
drenado de ella, pero mi motor todavía está acelerando. Quiero
aclarar esto. Quiero rugir y golpear paredes y quemar esta ira
hasta que sea un montón hirviendo. No estoy listo para dejarlo
ir.
Señalo con un dedo el rostro atónito de Piper. —Su muerte
estará en tus manos.
Su frente se frunce por un segundo. Veo un destello de
frustración. Pero se pierde en una ola de simpatía. Me muestra
los típicos ojos tristes que he visto demasiadas veces en mi
vida.
—Nunca te habría traído aquí si hubiera sabido tu historia —
dice de nuevo—. Lamento que esto te haya desencadenado.
No puedo imaginar cómo debes sentirte.
—¡No finjas que entiendes lo que siento! —grito—. No me
conoces a mí ni a mi vida. Tú y yo venimos de circunstancias
similares. Los dos estábamos en el sistema, pero yo salí. Tú
optaste por convertirte en eso.
Ella levanta la barbilla, los hombros hacia atrás. —¡Eso no es
lo que pasó! Me convertí en trabajador social para poder…
—No Repetir los errores de tus predecesores —interrumpo—.
Sí, lo sé. Soy testigo.
Ella exhala bruscamente. —Sé que estás sufriendo.
—No estoy sufriendo.
—La muerte de tu madre debe haber sido traumática —insiste
—. Pero no voy a quedarme aquí y dejar que me veas como un
villano de cuento. No he hecho nada malo.
—Hice que el oficial Rooney investigara tu pasado —digo de
repente.
La confusión se asienta entre sus cejas. —¿Qué significa eso?
—Tienes un largo rastro documental. Tu mamá también. Sé
cuántas veces la gente la denunció por descuidarte. Por dejarte
sentada en los bancos de un parque público durante horas. Los
maestros dijeron que ibas hambrienta y sucia. Es extraño que
ella no pudiera comprar ropa o comida, considerando cuántas
veces fue arrestada por prostitución.
Piper está respirando pesadamente ahora. Ella está tratando de
mantener la calma, pero veo que las paredes de la tormenta
dentro de ella se derrumban bajo el peso punitivo de su ira y
vergüenza.
—Si lo leíste todo, entonces deberías saber exactamente por
qué no podía pagarlo.
—La adicción tiene un componente genético. ¿Alguna vez te
has preguntado si tú también lo tienes?
—Estar herido no te da derecho a ser un imbécil—dice en voz
baja.
—No —continúo—, estoy seguro de que te has alejado de
todas esas cosas desagradables después de su sobredosis. Lo
último que querrías es terminar como ella, ¿Verdad? De todos
los adultos en tu vida, tu asistente social fue probablemente el
más estable. ¿Es por eso que te convertiste en uno?
Su rostro es un arcoíris de odio. Rojo, morado, pálido. —¿Y
qué si esa es la razón? No cambia nada.
—Hay una diferencia entre lo que te hizo tu mamá y lo que
está pasando allí adentro. —Señalo la casa—. No castigues a
esos niños por tu propia carga.
Sus cejas se arquean. —¿Mi carga? ¿Estamos hablando de mi
carga? ¡No soy yo quien defiende a una mujer que ni siquiera
puede levantarse de la cama para alimentar a su propio bebé!
¡Tú eres el que no puede superarlo!
—Ay, yo lo supero —le digo—. No puedes llegar a la cima
cargando con toda la mierda de nuestra terrible infancia. Dejé
todo eso y sacrifiqué todo para llegar a donde estoy hoy.
—Incluyendo tu humanidad —murmura.
—Mejor eso que sacrificar el resto de mi vida —gruño—.
Nadie estaba de mi lado cuando era niño. Pero ahora, estoy a
cargo de toda una Bratva. Tengo un ejército de hombres que
me son leales. Hombres que morirán para protegerme.
Mientras tanto, tú prácticamente te matas para complacer a los
demás.
El shock blanquea el color de sus mejillas. La boca de Piper se
abre. Está demasiado aturdida para las palabras.
Si ella no se ha dado cuenta de que soy el don de la Bratva
Viktorov a estas alturas, tal vez realmente sea tan tonta como
le he estado diciendo que es. No he mantenido mi título
precisamente en secreto.
Pero tal vez la he estado sobreestimando desde el principio.
Uso su silencio a mi favor. Tiro de ella hacia la moto y acelero
el motor mientras ella se sube a la parte trasera.
Sin otra palabra, rugimos calle abajo y nos alejamos del
dúplex.
Y cuando miro por el retrovisor, por un breve momento,
podría jurar que veo algo: un hombre con bigote levantando
una mano gruesa en un gesto de despedida.
Giro el acelerador, hasta que él desaparece como lo demás.
56
PIPER

No sé cuánto tiempo he estado sentada en la mesa del


comedor, mirando sin pestañear la carpeta abierta con la
historia desgarradora de la vida de otro niño en las páginas,
cuando un plato de comida se desliza frente a mí.
Miro hacia arriba para ver a Akim de pie justo detrás de mi
hombro. Sostiene una servilleta y una botella de vino en sus
brazos.
—¿Qué es esto? —pregunto.
—¿Ha pasado tanto tiempo desde que has comido que no
recuerdas lo qué es la comida? —Señala el plato—. Esto es
carne asada. Es de una vaca. Luego están los purés de papas,
que vienen de la tierra. Los espárragos también…
—Quiero decir —interrumpo, poniendo los ojos en blanco—,
¿De dónde vino esto? La cocina todavía está en construcción,
¿Verdad?
Ni siquiera necesito preguntar. Desde aquí, puedo ver las
marcas de quemaduras carbonizadas en los costados de los
gabinetes y la parte superior derretida del horno.
—Obviamente. Si mi cocina estuviera abierta, nunca te
serviría carne asada seca y recalentada. Esta mierda estaba
seca cuando llegó. Una estrella Michelin, lo dudo. —Arruga la
nariz ante la comida gourmet en mi plato—. Si quieres que
algo se haga bien, no dejes que un invitado queme tu cocina.
Me estremezco. —Realmente lo siento. ¿Ya he dicho eso?
—No. Pero lo acepto.
Me río. —Guau. Tú y Timofey realmente no se parecen en
nada.
—Sí, bueno, guardar rencores es malo para la digestión. —
Dobla una servilleta de tela en una pequeña pirámide y la pone
sobre la mesa—. Disfruta de tu comida de astronauta
rehidratada. Me aseguraré de que Benjamín todavía esté
dormido. Luego revisaré el seguimiento del envío de mi nuevo
horno. Las cabezas rodarán si no consigo esa mierda, o sea,
ayer.
Empiezo a alejarme de la mesa y del trabajo que traje a casa
conmigo y desparramé por toda la mesa. —Yo debería ir ver
cómo está Benjamín. Es mi trabajo.
Akim rápidamente mueve mi silla y me desliza otra vez a la
mesa. —No, yo lo haré. No puedo hacer mi verdadero trabajo
en este momento, de todos modos. Ver esa pequeña hogaza de
bebé es lo único que me impide caer en un espiral de profunda
y oscura depresión.
Las últimas horas de ponerme al día con los archivos de los
casos y sumergirme en el trabajo me ayudaron a dejar de
pensar en Timofey. Pero las palabras de Akim lo regresa todo.
La mamá de Timofey luchó contra la depresión. Al final, es lo
que la alejó de él.
Sé que culpa al asistente social que lo quitó de su cuidado,
pero he estado en la misma posición antes. Ser obligado a
decidir entre cuidar a los niños o ayudar a los adultos no es un
lugar fácil para estar. Sin embargo, al final del día, trabajo en
los Servicios de Protección Infantil. La descripción del trabajo
está justo ahí en el nombre. Mi deber es siempre con el niño.
Estoy segura de que el asistente social de Timofey sintió lo
mismo, ya sea que Timofey pueda reconocerlo o no.
Aun así, alguien le falló a Timofey en el camino. Que termine
en la casa de Sergey, que lo obliguen a seguir por el camino
que aún está caminando… Es el peor de los casos.
Por eso he tomado mi decisión: no puedo dejar que Benjamín
se quede en esta casa. Puede que Timofey no sea directamente
abusivo o negligente, pero hay más de una manera de abusar
de un niño. A la larga, Benjamín no estará seguro aquí.
Tenemos que irnos.
—Hablando de espirales —Akim me da un ligero codazo en el
hombro—, no pienses tanto. Te desgarrarás un músculo.
Parpadeo fuera de mis pensamientos y me río. —Supongo que
la falta de comida me hace sentir confusa.
Corto la carne asada y le doy un mordisco.
—¿Bueno? —él incita.
Le doy una sonrisa llena de carne asada. —No puedo esperar a
que la cocina esté en funcionamiento nuevamente para que
puedas hacerme algo mejor que esto.
—Ay, no me hables sucio, Piper Quinn. No hay nada que
prefiera hacer.
De repente, se oyen pasos en el suelo de madera y Timofey
entra con una caja grande en los brazos. —¿Quién está
hablando sucio?
—Piper y yo estamos coqueteando —dice Akim sin dudarlo
—. Creo que nuestra relación se dirige a algo serio.
Timofey deja caer la caja al final de la mesa, sacudiendo mi
vaso de agua. Él arquea una ceja hacia Akim.
—Quiere que cocine para ella. —Akim lo dice como si fuera
la conversación sexual más obscena que jamás haya pasado
por los labios de alguien.
Timofey niega con la cabeza. —Mientras ella todavía pueda
caber en estos vestidos cuando termines, sigue cocinando.
Evitará que me fastidies.
—Ay, siempre tendré tiempo para eso.
—Haz tiempo para ver a Benjamín —se queja Timofey—.
Piper va a estar ocupada.
Puede que sea mi jefe, pero no aprecio la insinuación de que
controla mi tiempo. O sea, lo hace, pero igual no lo aprecio.
—En realidad, no estoy ocupada en este momento —le digo a
Akim—. Me encantaría ver a Benjamín por…
Timofey interrumpe. —Estás ocupada. Te necesito.
Antes de que pueda responder, Akim se inclina. —¿La
necesitas? ¿Para qué, precisamente?
No es difícil pasar por alto la insinuación. Lo cual era
completamente el punto de Akim.
—Necesito que se gane el sueldo siguiendo mis órdenes. —
Timofey le da a Akim una mirada mordaz—. Es la misma
expectativa que tengo de todos en mi nómina.
—Mensaje recibido. —Akim levanta las manos y retrocede.
Pero cuando se va, lo escucho hablando solo—. Si quiere que
haga todo lo que él quiere que ella haga, entonces renunciaré.
Yo no juego para ese equipo.
Si no estuviera hablando de mí, me reiría. En cambio, un rubor
quema mis mejillas. Estoy segura de que estoy roja a más no
poder.
Timofey levanta la caja de la mesa y se gira. —Ven conmigo.
—Estoy comiendo. Le respondo.
—No me importa.
—No me voy a morir de hambre para trabajar para ti —le digo
—. Akim nunca dejaría que eso sucediera.
Agita una mano aburrida sobre su hombro. —Vale. Trae la
comida. Solo deja de hacerme perder el tiempo.
Miro el plato de comida y debato desobedecerlo. Se sentiría
bien enfrentarse a él.
Luego, por supuesto, me mostraría que soy incapaz de
resistirme a él y me sentiría como el animal enjaulado que soy.
Con un suspiro ahogado, agarro mi plato y lo llevo por el
pasillo. Estoy tan concentrada en cómo se ve el trasero de
Timofey en sus pantalones que no me doy cuenta de que
atravesé la puerta de su habitación hasta que la cierra de una
patada detrás de mí.
La habitación es toda madera cálida y texturas suaves. Es
masculino, pintado en un azul marino malhumorado que
combina con sus ojos, pero también es acogedor. Muy
diferente al ocupante.
—¿Que estamos haciendo?
No puedo dejar de mirar la enorme cama contra la pared. Una
parte de mí quiere zambullirse en el montón de almohadas y
ver si puedo detectar su olor a madera en las sábanas.
La parte sobreviviente de mí sabe que sería equivalente a usar
una trampa para osos como sombrero. Soy lo suficientemente
vulnerable con Timofey. No hay necesidad de acostarme y
darle una ventaja.
—Nosotros no vamos a hacer nada. Tú te vas a probar ropa. —
Deja caer la caja de cartón sobre su cama y la abre—.
Vestidos, para ser exactos.
Me siento aliviada por un segundo. Entonces esto no es una
especie de extraña técnica de seducción. La caja no está llena
de látigos, cadenas y arneses de cuero diminutos.
Luego entiendo lo que quiere decir. —Repito, ¿Qué estamos
haciendo los dos? Tú no necesitas estar presente para que me
pruebe la ropa.
—Como tu acompañante para la boda, no estoy de acuerdo.
Tengo la última palabra sobre lo que te pones.
—Como mujer en el siglo XXI, yo no estoy de acuerdo.
Estuve de acuerdo en ir contigo, pero nunca estuve de acuerdo
en darte el poder de la moda.
Se da la vuelta, la indiferencia aburrida brota de él. —Sé que
te decepcionarás, pero los vestidos de lana beige y los trajes de
pantalón sin forma no forman parte del código de vestimenta.
—¡Oye! Trabajo con niños. No es como si pudiera ir a trabajar
con vestidos de cóctel y blusas sin espalda.
Además, opto por gastar el poco dinero que tengo en cosas
básicas bonitas. Busco colores neutros de calidad para poder
usarlos una y otra vez. El vestido de lana del que se burla me
ha visto durante todas las temporadas durante dos años gracias
a una rotación de mallas y cardiganes.
—No, pero podrías soportar usar algo que insinuara que tienes
un cuerpo con forma humana. Me responde con tono burlesco.
Quiero discutir con él, pero el suéter rosa de gran tamaño que
estoy usando actualmente sería un punto fácil y seguro para
Timofey. En cambio, entrecierro los ojos. —Aparentemente,
mi cuerpo sin forma ha provocado a más de alguien alguna
vez. Te he visto mirando. ¿Cuál es tu excusa?
Él pone un montón de opciones de vestidos coloridos y
brillantes en la cama. —Es difícil apartar la mirada de un tren
descarrilado.
Timofey es bueno en eso, devolver cualquier golpe que hago,
y que se dirija directamente en mi contra. No importa lo fuerte
que lo golpee, siempre soy yo quien sale lastimada.
Me cruzo de brazos desafiante. —Si voy a esta boda contigo,
usaré lo que quiera, sin importar lo que digas.
—Sigue adelante —dice, haciendo círculos con su mano en el
aire.
—¿Qué sigo haciendo?, le digo.
—Sigue respondiendo. Sigue desobedeciendo —dice—. Me
dará una buena excusa para hacer lo que he querido hacer
desde el momento en que nos conocimos.
Hay diversión oscura en sus ojos azules. Me siguen de nuevo,
y esta vez, no estoy segura de que sea romántico. Se parece a
un león admirando los cuartos traseros de una cebra.
—¿Cómo se verá si tu novia se presenta a la boda cubierta de
moretones? —desafío.
Se muerde una sonrisa. —No te dejaré ningún moretón.
Se me pone la piel de gallina y ahora solo quiero terminar con
esto lo antes posible. Me he cambiado de ropa frente a
hombres antes. Solo cuando estaba saliendo con ellos y solo
después de haber tenido sexo, pero igual, eso era diferente. Me
importaba lo que esos hombres pensaran de mí. Quería lucir
atractiva y encantadora. Quería que pensaran que era sexy y
misteriosa.
Me importa una mierda lo que Timofey Viktorov piense de mí.
Eso es lo que me digo, al menos, mientras agarro el dobladillo
de mi suéter y me lo paso por la cabeza.
—¿También vas a elegir la ropa de Benjamín? —chasqueo—.
O, ¡Oye! Tal vez podrías llamar a la novia y sugerirle un
escote para su vestido de novia. Estoy segura de que a ella le
encantaría.
Timofey alcanza un vestido verde esmeralda que está sobre la
cama y se lo cuelga del brazo. —Benjamín no irá.
Siento sus ojos sobre mí mientras doblo mi suéter sobre el
respaldo del sillón a mi lado y alcanzo los botones de mis
jeans. Con cada pedazo de piel expuesta, me siento más
vulnerable. Tanto física como emocionalmente.
Aunque me dije a mí misma que no me importa lo que piense
Timofey, no puedo evitar preguntarme si le gusta mi forma.
Ha estado con muchas mujeres, estoy segura. ¿Cómo me
comparo?
Empujo el pensamiento lejos y deslizo mis jeans por mis
caderas. Todo esto es falso. Nada de eso importa. Esto es
solamente negocios.
Trato de concentrarme en la conversación en lugar del aire
fresco de la habitación que baña mi piel desnuda. —¿Entonces
no se permiten niños en la boda?
—No preguntes —dice—. Y cuando estemos en la boda,
olvidarás que Benjamín existe.
Lo miro, tratando de discernir algo de su expresión plana he
inexpresiva. —¿Qué quieres decir? ¿Quieres que me relaje?
—Quiero decir exactamente lo que dije. En esa boda,
Benjamín no existe —él ladra—. No quiero que nadie sepa
nada de él todavía.
—Si te preocupa que las mujeres se preocupen de que eres un
padre soltero, deberías preocuparte más de que piensen que
nuestra treta es de verdad y que tienes novia. Si prefieres que
no te acompañe para que puedas aprovecharte de algunas
damas de honor celosas, entonces, por supuesto…
—Mantengo alejado a Benjamín por su propia seguridad.
Mis jeans se amontonan alrededor de mis tobillos mientras
vuelvo mi atención a Timofey. —¿Piensas que la boda será
peligrosa?
—En mi vida, siempre existe la amenaza de la violencia. Me
responde.
Me quito los jeans y estoy tan concentrada en lo que dice que
apenas me doy cuenta de que me quedé en sostén y ropa
interior. Una pequeña y vanidosa parte de mí desearía haber
sabido que esto estaba sucediendo para poder ponerme un
conjunto combinado. O al menos un par de ropa interior que
no esté flácida por muchos lavados. Todo mi cuerpo es un
rubor caliente.
—Con un argumento tan persuasivo como ese, es fácil ver por
qué necesitabas una novia falsa. No voy a ir si hay alguna
posibilidad de que no regrese a casa.
Él rueda los ojos. —Relájate con el dramatismo. Estarás bien.
Benjamín es mi heredero. Tú no eres nadie.
Ay.
—¿Y qué significa eso?, le respondo.
—Como mi único heredero, la vida será peligrosa para él.
Quiero asegurarme de tener la custodia legal completa de él y
todas las protecciones implementadas antes de que alguien
más allá de la Bratva sepa sobre él.
—¿Estás diciendo que la gente podría querer lastimar a
Benjamín? ¡Pero es solo un bebé!
—En tu línea de trabajo, supuse que ya estarías acostumbrado
a la idea. La gente lastima a sus propios hijos por mucho
menos.
—Sí, pero la última vez que alguien me dijo que sus hijos
estaban en peligro, resultó ser que la habían diagnosticado
esquizofrenia y no estaba tomando su medicación. Ella pensó
que los agentes secretos estaban tratando de lavarles el cerebro
a sus hijos a través del cereal del desayuno. Le digo.
—Esto no es un delirio. La amenaza es real —dice Timofey
con toda seriedad—. Si la persona adecuada elimina a
Benjamín, podría heredar todo lo que dejaré atrás.
Como si necesitara más motivación. Tengo que sacar a
Benjamín de aquí.
Yo tengo que salir de aquí.
Timofey eligió esta vida para sí mismo. Entró con los ojos
bien abiertos. Pero Benjamín es un bebé. Nunca tuvo opción.
Y si no lo saco de aquí, no tendrá ninguna posibilidad.
Solo necesito alejarme de Timofey y luego puedo comenzar a
formular un plan.
—¿Puedes hacer eso? —pregunta Timofey—. Si no puedes
mantener la boca cerrada sobre Benjamín, llevaré a otra
persona. Necesito saber que actuarás para mantenerlo a salvo.
—Por supuesto que lo haré —espeto—. No puedo creer que
tengas que preguntar.
Por lo que sé, soy la única persona en la vida de Benjamín que
trata de mantenerlo a salvo.
—Vale. —Timofey asiente y tiende el vestido verde—. Este
primero.
Lo sostengo contra mi cuerpo casi desnudo, agradecida por la
cobertura. Es sin tirantes y, incluso sin ponérmelo, puedo notar
que es ceñido a la piel.
—Esto pareciera que voy a un club de striptease, no a una
boda. No necesito ponérmelo. Ya puedo notar que no puedo
usar esto.
—No con tu sostén y esa ropa interior puesta. —Él mira mis
bragas holgadas de abuela y me muevo más detrás del trozo de
tela satinada en mis manos—. Quítate eso.
Mi boca se abre. —No puedes hablar en serio.
—Iba a decir lo mismo sobre esa ropa interior. De verdad,
Piper. Ten algunos estándares.
No hay nada más que tirar, así que agarro mi suéter y se lo
lanzo. Lo arrebata en el aire con facilidad.
—Devuélveme eso. Le digo.
—Necesitas menos ropa en este momento, no más.
—Lo necesitaré eventualmente —argumento—. Y yo… iré a
cambiarme en mi habitación y luego volveré aquí para
mostrarte cada vestido. Si queremos evitar ser poco
profesionales, eso sería lo correcto.
Arquea una ceja. —Ya hemos pasado de ser profesionales.
Además, mentir no es profesional.
Arrugo la frente. —No estoy mintiendo.
—Supongo que tiene sentido —dice, acercándose a mí—. La
mujer que no puede vestirse sola tampoco puede usar una
máscara para salvar su vida.
—No sé de qué estás hablando. Le digo.
Timofey agarra mi barbilla y fuerza mis ojos a los suyos.
Puedo oler su aliento a menta y ver su pulso latiendo en su
garganta. —Eres una terrible mentirosa.
—No lo soy.
—No quieres irte por privacidad —interrumpe—. Quieres irte
para poder agarrar a Benjamín y huir. Otra vez. ¿Cuántas
veces vamos a tener que pasar por esto antes de que te des
cuenta de que no hay escapatoria?
Internamente, entro en pánico. ¿Con qué facilidad puede leer
mis pensamientos? ¿Hay algo que sea un secreto para él?
¿Sabe que miré su trasero mientras caminábamos por el
pasillo?
Externamente, hago todo lo posible para demostrar que está
equivocado. Levanto mi barbilla y entrecierro mis ojos hacia
él. —Deja de actuar como si supieras lo que estoy pensando.
No lo sabes.
Timofey se cierne sobre mí, bloqueando mi vista de cualquier
cosa excepto de él. —Sé que piensas que soy la peor persona
para cuidar a ese niño. Sé que crees que puedes encontrar una
manera de alejarlo de mí y escapar. Pero no puedes. Y al final
del día, no me importa lo que pienses, siempre y cuando hagas
lo que digo.
—Obediencia ciega. Qué original —digo arrastrando las
palabras.
Su agarre en mi barbilla se aprieta, y contengo un gemido.
Nunca dejaré que me vea quebrarme ante él. No si puedo
evitarlo.
—Deberías entender la siguiente parte mejor que nadie —
retumba—. La familia significa todo para mí. No tuve una
mientras crecía, pero quiero eso para Benjamín. Te guste o no,
Benjamín es mi hijo. Lo que significa que haré cualquier cosa,
lastimaré a cualquiera, para mantenerlo conmigo. No hay ley
que no rompa. No hay línea que no cruce. Si me lo quitas,
estás muerta.
Puedo sentir mi cuerpo temblar, pero agarro la delgada tela
frente a mí con la mayor fuerza posible para tratar de contener
el miedo que me atraviesa.
Timofey me levanta la barbilla y me mira directamente a los
ojos. —¿Entendido?
Su cuerpo se presiona contra el mío. Puedo sentir su calor a
través del vestido.
Quiero apartar su mano de una bofetada, pero también
reconozco la mirada en sus ojos. La mirada de un padre que,
por muy descarriado que esté, se preocupa por su hijo.
Es tan admirable como aterrador.
—Entendido —digo entre dientes.
Sostiene mi mirada por unos segundos más y luego me suelta
de una vez, retrocediendo. —Vale. Ahora, ponte el vestido.
57
PIPER

—Otro. —Timofey mueve su mano perezosamente hacia mí


como si estuviera desplazándose a través de una presentación
de diapositivas en lugar de interactuar con un ser humano.
Me quejo. —¡Este vestido está bien! Es… es…
Miro hacia abajo al vestido con forma de bola de discoteca que
se hincha a mi alrededor y trato de pensar en algo positivo que
decir. Aunque la verdad es que lo odio. Es llamativo y
extravagante y me hace sentir como una princesa en las peores
formas. Pero estoy tan cansada de probarme vestidos.
—Absurdo —finaliza Timofey—. Siguiente.
—Si quieres llamar la atención, este es el camino a seguir —
digo—. Creo que es único.
—Es terrible. Quítatelo. Me da la orden.
Me doy la vuelta y lo enfrento. —Has tenido un problema con
cada vestido hasta ahora.
—Es por eso que nos los estamos probando. Para conseguir el
correcto. —Él chasquea los dedos—. Ponte el siguiente, Piper.
Por lo general, saltaría sobre él por chasquearme los dedos,
pero ya lo intenté. La primera vez que los chasqueó, le dije
que no era un perro.
Él respondió que me encadenaría como tal si no podía
comportarme.
Puede que haya anotado ese punto, pero estoy a punto de
anotar este.
Bajo la cremallera a lo largo del costado del corpiño reluciente
lentamente. Siento cada diente de la cremallera soltarse. El
material se desliza cada vez más hacia abajo. Luego, con un
susurro, aterriza en un montón a mis pies.
Por primera vez en media hora, Timofey se anima.
Todas las otras veces que me desnudé, me cubrí. Levanté otro
vestido frente a mí o me escondí detrás de la puerta de un
armario parcialmente abierta. De alguna manera, me las
arreglé para mantenerme al menos parcialmente cubierta
durante cada cambio de atuendo.
No esta vez.
—Si estás haciendo esto solo para verme desnuda, entonces
mírame bien. —Extiendo los brazos y giro—. Asimílalo todo.
Para mi sorpresa, eso es exactamente lo que hace.
Timofey se inclina hacia adelante, sus ojos azules helados no
se pierden ni un centímetro de mí. Pero a medida que se
arrastra sobre mis senos y alrededor de la curva de mis
caderas, estoy empezando a arrepentirme. El momento de
frustración que condujo a este estallido de confianza se está
consumiendo en el calor de su atención.
Sin apartar la mirada, Timofey agarra el vestido morado a su
lado y se acerca a mí. Quiero encogerme, pero me obligo a
quedarme quieta. Él ya lo ha visto todo, de todos modos. No
queda nada que ocultar.
Camina hasta que estamos a menos de un pie de distancia.
Estoy segura de que puede oír mi corazón retumbando en mi
pecho.
—Si quisiera verte desnuda, no habría necesitado gastar miles
de dólares en vestidos. —Mira entre nosotros, admirando la
forma de mi pecho con el labio inferior entre los dientes.
Luego levanta el vestido morado—. Cúbrete.
Le arrebato el vestido de las manos y lo tiro al suelo. —No.
Antes de que el vestido toque el suelo, Timofey me empuja
contra la pared. Una mano está curvada alrededor de mi
cintura, la otra está en mi cuello. No me está sujetando con
fuerza, pero es obvio quién tiene el control aquí.
Trago saliva, mi garganta moviéndose contra su palma.
—Te lo advertí —susurra, acercándose. Su pulgar se traza
sobre el hueso de mi cadera—. Te lo advertí una y otra vez,
Piper. Te dije que, si seguías respondiendo, haré lo que he
querido hacer desde el momento en que nos conocimos.
Un escalofrío me recorre la espalda, pero estoy tan cansada de
tener miedo. Estoy tan cansada de sentirme pequeña.
—Si tanto quieres matarme, eventualmente encontrarás una
razón —le digo—. Así que hazlo. Adelante. Mátame.
Me mira como si lo estuviera considerando. Como si estuviera
imaginando exactamente cómo me destrozaría, miembro por
miembro.
Luego su mano se enrosca en la parte de atrás de mi cuello.
Inclina la cabeza hacia un lado y dirige la mirada hacia donde
su pulgar todavía acaricia mi cadera. —¿Qué significa este
tatuaje?
Su toque en mi cuerpo desnudo es más que suficiente para
revolver mi cerebro. Agrega el miedo de estar atrapada contra
una pared y completamente a su antojo y estoy más que
incapacitada. Me toma varios segundos completos para
siquiera comprender lo que me ha preguntado.
Luego miro hacia abajo.
Primero, noto la forma en que su piel dorada se ve contra la
mía. La forma en que nos complementamos. La forma en que
encajo perfectamente en su palma casi como si estuviéramos
hechos para esto.
Después veo el tatuaje en mi cadera. Es una escena de
montaña con una pared de árboles oscuros e impenetrables
debajo.
—No significa nada. Le digo.
Me sostiene con más fuerza, su pulgar clavándose en mi carne
suave. —Estás mintiendo.
Aparto la mirada por encima de su hombro. —No, no lo estoy.
Timofey se mueve para estar en mi línea de visión una vez
más. —¿Por qué no me dices la verdad?
—¿Por qué, te importa? —respondo bruscamente.
Sostiene mi mandíbula con ternura. Cuando su pulgar se
desliza sobre mi labio inferior, no puedo contener mi gemido.
No es justo que su toque se sienta tan bien. Sé demasiado
sobre él para entregarme a sus manos, pero aquí estoy, una vez
como masilla entre sus dedos.
—Lo único que importa es que sí me importa —dice—. Dime.
La atracción de Timofey es magnética. Es abrumadora. Si dejo
que me jale hacia abajo, nunca volveré a alcanzar la superficie.
Nunca saldré de aquí.
Cuando se inclina más cerca con los labios entreabiertos, no
puedo evitar estirarme hacia él. Es una respuesta natural.
Como un girasol inclinado hacia el sol.
—Quiero saber todo sobre ti, Piper. —La voz de Timofey es
un ronroneo en mi oído. Es un estruendo en lo más profundo,
enviando ondas de choque al traidor entre mis piernas.
Quiero ser conocida. Más que nada.
Pero esto es una trampa.
Todo lo que le digo a Timofey se convierte en un arma que
puede usar en mi contra. Él no quiere conocerme; él quiere
saber cómo destrozarme.
Cuanto más le digo, más profundo cavo mi propia tumba.
Mis párpados revolotean cerrados. Sería tan fácil besarlo ahora
mismo. Decirle lo que quiere y luego tomar lo que necesito.
Un pedazo de mi corazón destrozado por un segundo de dicha.
Parece un intercambio justo.
Pero como dijo Timofey antes, necesito entender lo que está
en juego. Un beso de él no vale mi vida.
De repente, me encojo contra la pared.
La mano de Timofey se aleja de mi cara, dejándome helada
por la falta de él.
—Necesito… —Lucho por algo, cualquier cosa, que decir
para darme cinco minutos—. Tengo sed. ¿Puedo ir a tomar
algo?
Timofey se esfuerza a través de un suspiro. ¿Estoy imaginando
cosas o en realidad está… decepcionado?
—Yo iré. —Se pasa la mano por la nuca y se da la vuelta—.
Quédate aquí. Y, por el amor de Dios, ponte el vestido morado.
Se aleja tan rápido que empiezo a preguntarme si él necesita
unos minutos para sí mismo como yo. Pero no hay tiempo para
preguntarse.
Solo tengo una pequeña ventana de tiempo aquí y necesito
hacer que cuente.
¿Cuántas veces vamos a tener que pasar por esto antes de que
te des cuenta de que no hay escapatoria?
Timofey tenía razón. Una y otra vez, traté de agarrar a
Benjamín y correr. ¿Correr hacia dónde, sin embargo?
Timofey ha amenazado a todas las personas que amo. Me ha
dicho que me matará si le quito a Benjamín.
Así que lo único que puedo hacer ahora es alejar a mi familia
de él.
Caigo de rodillas junto a mis jeans apilados en el piso y saco
mi teléfono. Tan rápido como puedo, escribo «vuelos a
México». Hago clic en el enlace más barato y compro dos
boletos.
Me acaban de pagar, así que tengo suficiente en mi cuenta
bancaria para pagarlos. Si puedo o no pagar el alquiler es otra
historia, pero mientras viva con Timofey, eso no será un
problema. Por lo que parece, viviré con él durante mucho
tiempo.
Temblorosamente, escribo la información de mi abuela y
Ashley e ingreso el número de mi tarjeta. Estoy asombrada de
poder recordar cualquier cosa. Me tiemblan las manos y sigo
deteniéndome para escuchar el pasillo.
¿Está regresando? ¿Escucho pasos?
Todavía estoy desnuda, y me pidió que me pusiera el vestido
morado cuando se fue, pero me ocuparé de eso más tarde.
En este momento, tengo que cuidar de mi familia. Tengo que
asegurarme de que estén bien. De esa manera, puedo
quedarme aquí, reunir evidencia contra Timofey, y hacer que
arrojen a ese asesino a la prisión donde pertenece.
En el fondo, una parte de mí se resiste a la idea. ¿Timofey
realmente merece prisión? ¿Es eso lo que quieres?
Aparto el pensamiento. No importa lo que yo quiero. En este
momento, todo se trata de necesidades. Las mías y las de
Benjamín.
Tan pronto como la confirmación de los tickets pasan, borro
mi historial, me meto el teléfono en el bolsillo trasero de los
jeans y me pongo el vestido morado.
Acabo de ponerme el vestido sobre mi corazón palpitante
cuando la puerta se abre y entra Timofey. Tiene una botella de
vino y dos copas en sus manos.
Me doy la vuelta, mostrándole la cremallera desabrochada a lo
largo de mi espalda. —¿Puedes subirme el cierre?
58
PIPER

Timofey coloca el vino y las copas en su mesita de noche. Un


momento después, siento sus dedos en mi espalda. No necesita
tocarme para subir el cierre del vestido, pero estoy demasiado
ocupada tratando de evitar que mis piernas se doblen para
cuestionar su metodología.
Una corriente eléctrica me atraviesa. Le sigue un escalofrío.
Como si tratara de calentarme con su mano, Timofey presiona
toda su palma contra mi espalda expuesta.
—Siéntate —ordena. Su voz es tranquila pero firme.
—Pero necesito… —Levanto mi brazo débilmente sobre mi
hombro para señalar la cremallera—. Necesito que me subas el
cierre. Necesito…
—Necesitas sentarte —repite, dirigiéndome hacia su cama. El
sillón está cubierto de vestidos desechados—. Estás a punto de
desmayarte y estoy cansado de salvarte.
Estoy temblando. Adrenalina y engaño son un cóctel mixto
letal en mis venas. Timofey probablemente pueda ver a través
de mí.
Él sabe lo que he hecho.
Él sabe que estoy tratando de escapar.
—Solo estoy cansada, supongo. —Dejo que me empuje hacia
el borde de la cama. La parte trasera desabrochada de mi
vestido se abre aún más. El aire fresco recorre mi piel expuesta
hasta la parte superior de mi trasero. Si no estuviera tratando
de disimular el hecho de que acabo de comprar dos boletos a
México por pánico, estaría preocupada por enseñar el trasero.
Timofey abre la botella de vino con más gracia que yo con
cualquier cosa en mi vida y nos sirve una copa a cada uno.
—Pedí agua —digo, incluso mientras tomo el vaso que me
ofrecen.
—Tu incapacidad para saber qué es lo mejor para ti continúa.
Se sienta en la parte superior de la cama y se recuesta contra la
cabecera. Se ve tan confiado como suena. Quiero creer que es
un acto, pero nadie podría lograr este nivel de convicción
durante tanto tiempo sin resbalar.
Timofey realmente cree que lo sabe todo.
Aunque si lo sabe literalmente todo, está haciendo un buen
trabajo fingiendo que no sabe lo de los boletos de avión.
Demonios, tal vez no lo sabe. Tal vez por primera vez en la
historia, le haré una trampa.
Y tal vez los cerdos vuelen.
—¿Estás diciendo que ni siquiera sé lo que quiero beber? —
Niego con la cabeza y tomo un sorbo—. Es un milagro que
haya sobrevivido tanto tiempo.
—Precisamente es lo que estoy pensando.
Frunzo los labios. —Estaba siendo sarcástica.
—Yo no. —Deja que su cabeza descanse contra la alta
cabecera de madera. Su garganta se mueve mientras traga—.
No estás cansada, estás ansiosa. Necesitas relajarte. Para eso
está el vino.
Hago un espectáculo de golpecitos con un dedo contra mi
barbilla como si estuviera sumida en mis pensamientos. —Yo
pensando que el desfile de moda desnuda y forzada habría sido
relajante para mí. Qué extraño.
—El sarcasmo se está pasando de moda, Piper.
—Vale. Seré honesta entonces. —Me vuelvo hacia él, con los
ojos bien abiertos—. Cambiarme frente a ti me pone nerviosa.
Me sentí vulnerable e incómoda. De ahí viene el temblor.
—No sé por qué ese sería el caso.
—No sabes… —Me detengo y niego con la cabeza—. Por
supuesto que no lo entiendes. Probablemente te encanta estar
desnudo frente a la gente. ¿Por qué no te encantaría mostrarles
a todos tus abdominales de tableta de chocolate? Cuando
podrías estar en la portada de una revista de fitness para
hombres, no hay mucho por lo que estresarse.
Hace girar su copa distraídamente, inmune tanto a mis
sentimientos vulnerables como a mi evaluación de su
innegable buena apariencia. Es molesto saber que no puedo
irritarlo de la misma manera que él me irrita.
—He visto todo el espectro de lo que los cuerpos humanos son
capaces de hacer, lo sexual y lo vil por igual.
—Qué encantador. Me responde.
—Si te preocupa que de alguna manera hayas llegado al
extremo vil del espectro, puedes estar tranquila. He visto el
interior de un cráneo humano mientras su corazón aún
bombeaba sangre. Tu cuerpo desnudo no se compara.
Parpadeo hacia él un par de veces, esperando el remate o el
momento de «¡te engañé!» o «es una broma». Pero ese
momento no llega.
—Si se suponía que eso me haría sentir mejor, debes trabajar
en tu trato en la cama.
Él arquea una ceja. —No lo olvides, Piper, estabas desnuda
antes. Sé exactamente qué tan bien estaba funcionando mi
«trato en la cama».
Baja la mirada a mi pecho, que afortunadamente está cubierto
por el vestido que llevo puesto. Aun así, siento que mis
pezones se vuelven a erizar ante la mera sugerencia de que
Timofey está hablando de ellos.
Traidores.
—No me podría importar menos lo que pienses de mi cuerpo
—miento—. Estoy más preocupada por el tipo de cosas
gráficas que has visto hacer el cuerpo humano.
—Te quedarías marcada de por vida si te dijera todo lo que he
visto.
—¿Porque soy débil?, le respondo.
Quiero desafiar su percepción de mí. Quiero que piense que
soy fuerte y puedo lidiar con cualquier cosa. Pero la verdad es
que probablemente tenga razón. Ni siquiera puedo ver una
película cursi de slasher sin taparme los ojos cada vez que sale
el cuchillo.
—No. Porque eres normal. —Me mira y, en ese momento, me
siento más desnuda que en toda la noche. La forma en que me
ve me pone la piel de gallina en los brazos—. No todo el
mundo puede ser lo que soy. No todo el mundo debería. Nací
para eso.
—¿Qué pasará con Benjamín?, le pregunto directamente.
Sus ojos se endurecen. —¿Qué hay de él?
—Él es tu heredero, ¿Verdad? Esperas que él tome el control
por ti. Pero, ¿Y si… y si él es normal?
Timofey niega con la cabeza. —Lo entrenaré. Le enseñaré a
manejarlo. Será fuerte.
—¿De verdad crees que podrás dirigir la Bratva y criarlo? Ser
padre no es fácil.
—Nada que valga la pena hacer en la vida es fácil —gruñe.
No quiero presionar demasiado a Timofey. He trabajado con
suficientes niños de cuidado temporal en mi vida para saber
que pueden cerrarse si soy demasiado dura. Así que bajo la
cabeza y hablo en voz baja. —¿Como entregar a Benjamín a
personas que podrían darle una vida normal? Eso no sería
fácil. Puede que sea lo más difícil que hagas en tu vida.
—Si crees que una despedida emocional es lo más difícil por
lo que podría pasar, entonces realmente no sabes ni una
maldita cosa sobre mi vida.
Tal vez tenga razón, hay tantas cosas que no sé sobre Timofey
Viktorov. Con respecto a absolutamente nada, quiero
preguntarle sobre Emily. ¿Cómo se sintió cuando la
asesinaron? ¿Lloró? ¿Derramó siquiera una sola lágrima?
Pero mantengo la pregunta bien cerrada.
—No estoy criando a Benjamín porque sería demasiado difícil
despedirme de él —continúa—. Si no quisiera cuidarlo, se
habría ido en una hora. Está aquí porque lo quiero aquí. Esa es
razón suficiente. Seré su padre porque quiero serlo. Y si lo
quiero, lo lograré.
Exhalo con frustración. —¿Cómo? Acabas de decirme que ni
siquiera puedes dejar que la gente sepa que Benjamín existe
porque lo pondría en peligro. Tus enemigos quieren matarlo.
—Y tú fuiste atacada fuera de tu oficina por un padre borracho
y enojado —responde—. ¿Eso significa que tú no puedes tener
hijos?
—Eso no es lo mismo. Ese tipo había bebido demasiado y
estaba molesto. Él no es un asesino. Las personas con las que
tú interactúas son mucho más peligrosas.
—No hay nada más peligroso que un padre al borde de perder
a sus hijos —dice con naturalidad—. Lo que me convierte en
el hombre más peligroso del mundo.
Abro la boca para decir algo. Cualquier cosa.
Pero no puedo discutir con eso.
Incluso si quisiera, no tengo la energía. Timofey estaba
equivocado, dijo que solo necesitaba relajarme, pero realmente
estoy exhausta. Mi cuerpo, física y mentalmente, está gastado.
Estar cerca de él es como vivir encima de un campo minado.
Hay peligro en cada esquina, y nunca, nunca termina.
—La madre de Benjamín debe haber sido especial si estás
dispuesto a criarlo por tu cuenta —comento.
Estudio el rostro de Timofey en busca de algún signo de
debilidad. De cualquier pista sobre lo que siente por la
misteriosa mujer que dio a luz a Benjamín.
Su boca se aprieta y su dedo tamborilea en el costado de su
vaso.
En cualquier otra persona, no significaría nada. En Timofey, es
como un letrero de neón parpadeante, ¡Debilidad por aquí!
¡Dolor emocional, agudo y fresco!
Pensé que se sentiría bien verlo sentir algo. A veces es difícil
recordar que es un ser humano y no un robot asesino
programado con la misión de destruirme. Cuando vislumbro
los latidos de su corazón, es más fácil empatizar con él.
En cambio, surgen mis propios sentimientos problemáticos.
¿Cómo debe ser esta mujer para que Timofey se preocupe por
ella? ¿Cómo podría alguien más competir?
—Las cosas rara vez son tan simples —murmura.
—El amor nunca lo es. Le digo. —Probablemente por eso
sigues pagando la factura de tu vago padre y tu abuela, aunque
te esté drenando.
Siento en mis pensamientos explosiones a la distancia. Más
minas en el campo minado emocional volando por las nubes.
Trago saliva. —Tú mismo dijiste que la familia es importante.
Después de la forma en que crecimos, sé que puedes entender
eso.
—Puedo entender querer gente a tu alrededor en la que puedas
confiar. En mi vida, esa es la diferencia entre la vida y la
muerte —dice—. Pero querer la misma familia… eso es lo
más estúpido que he escuchado.
—¿Ser leal es estúpido ahora?
—Ser leal a personas que nunca lo devolverán es una
estupidez —dice—. Una vez que alguien te ha traicionado,
cortas el cordón. Sin segundas oportunidades. Sin piedad.
Levanto ambas cejas. —Eso es severo.
—Así es como llegas a la cima. Pero con la gente aferrándose
a ti y agobiándote, nunca llegarás más allá de donde estás
ahora. Mientras tengas personas como Ashley en tu vida,
permanecerás atrapada en el lodo.
—Hubo momentos en mi vida en los que Ashley era la única
persona con la que podía contar. Le digo.
—Lo dudo —resopla.
Me dirijo a él. —Ah, ¿sí? ¿Recuerdas ese tatuaje en mi cadera
sobre el que preguntaste antes? Lo obtuve gracias a ella.
Se inclina hacia adelante, sus ojos recorriendo mi cuerpo hasta
mi cadera. Tengo un vestido puesto, pero podría estar
convencida de que él puede ver directamente a través del
material hasta mi piel debajo. —¿Ustedes son solo amigas o
están intimando?
Apenas me las arreglo para tragar mi siguiente trago de vino
sin rociarlo a través de su habitación. —Qué… ¡No! ¡Por
supuesto que no! ¿Por qué dirías eso?
—Los amigos se hacen tatuajes combinados en el antebrazo o
en el omóplato. Uno no deja que un amigo te marque con un
tatuaje en la cadera. Eso es… sensual.
Mi piel arde. Puedo sentir el tatuaje, caliente y hormigueante
en el mismo borde donde mi cadera hace la transición a la
ingle.
—Tienes razón —digo—. Ashley no me marcó allí. Alguien
más lo hizo.
Timofey se queda siniestramente quieto.
Me río de mis propios nervios. —No debería haber
mencionado esto. Ya piensas que soy estúpida. Esto lo
cimentará.
—¿Qué pasó? —pregunta en voz baja.
—Creo que ya me he desnudado lo suficiente esta noche. —Le
hago señas para que se aleje—. No fue nada. Olvídalo.
Timofey me arrebata la mano en el aire. Sus dedos son firmes
alrededor de mi muñeca, pero su toque también es suave. Pasa
el pulgar por la red de venas azules debajo de mi piel. —Dime
qué te pasó, Piper. Dime quién te tocó. Dime quién te lastimó.
Estoy temblando en su agarre y no hay forma de ocultarlo.
No es como si su opinión sobre mí pudiera rebajarse más, así
que respiro hondo y lo suelto. —Hay una razón por la cual las
personas abusadas tienden a terminar nuevamente en
relaciones abusivas. Hay una vulnerabilidad que llevamos. O,
al menos, que yo llevo. —Me corrijo porque no puedo
imaginar que nada sobre Timofey sea vulnerable—. Los
abusadores pueden sentirlo. Cuando conocí a mi ex, no tuve
ninguna oportunidad. Él sabía exactamente cómo atraerme.
—Dime. —Timofey está mirando mi cadera como si sus ojos
fueran el láser que podría eliminar la tinta incrustada en mi
piel.
—Él me dio todo lo que quería. —Me río de la ingenuidad de
la Piper del Pasado. Pensé que Josh era perfecto. Realmente,
de verdad lo hice—. Me trató como a una princesa. Siempre
decía lo correcto. Me dijo lo hermosa y talentosa que era. Me
levantó y me hizo sentir como la chica más afortunada del
mundo.
—¿Y luego? —pregunta Timofey. No me sorprende que vea
adónde va esto.
—Y luego… me lo quitó todo. —Doblo mis manos alrededor
de mi copa de vino casi vacía, tratando de detener el temblor
en mis dedos—. Se alejó y se volvió frío. Pensé que era mi
culpa, así que traté de conectarme con él y volver al lugar
cálido y amoroso en el que estábamos antes. Pero nada de lo
que hice fue lo suficientemente bueno. Sin embargo, eso no le
impidió disfrutar de mis esfuerzos.
Una vez escuché que el sexo no es una simple actividad; es un
destino. Es un viaje.
Cuando las cosas se pusieron mal entre Josh y yo, no había
forma de escapar de los muros opresivos que él había
construido a nuestro alrededor. El sexo estaba sin vida. Nunca
pude salir de mi propia cabeza el tiempo suficiente para
disfrutarlo. Estaba tan preocupada de que él no la estuviera
pasando bien incluso mientras gruñía y empujaba. Luego, en el
momento en que terminaba, me decía cómo su ex lo hacía
mejor.
Timofey planta un puño en el colchón. El edredón se retuerce
bajo la presión de sus nudillos.
¿Es su ira por mí?
Definitivamente no. No seas estúpida.
—Se volvió muy posesivo. Estaba convencido de que debía
estar engañándolo ya que… ya que ya no era tan buena en la
cama. Juré que no le estaba engañando, pero no me creyó. Así
que, cuando sugirió que me tatuara su nombre en un lugar
donde cualquier hombre que me tocara lo vería…
Mi barbilla se tambalea. Tomo una respiración profunda para
calmar la emoción que brota dentro de mí.
—Él te marcó, maldición —gruñe Timofey.
Asiento, temblando. —Y yo lo dejé. Me apresuré a hacerlo
porque pensé que ayudaría. Pensé que, si hacía lo que me dijo,
las cosas volverían a ser como antes. Pero no lo hicieron.
—Él no habría sido feliz hasta que estuvieras muerta.
—No. No, no fue así. Josh no era violento.
Timofey se acerca y toca el hueso de mi cadera. Sus dedos se
envuelven alrededor de mi muslo, trazando el lugar donde está
mi tatuaje. —Él te marcó. Eso es un tipo de violencia. Quería
poseerte, pero en lugar de ganárselo, en lugar de dejar que te
entregaras a él, te lo robó. No habría dejado de tomar hasta
que estuvieras muerta.
Miro a Timofey con los ojos muy abiertos. ¿Cómo se sentiría
ser ganada por Timofey? ¿Tenerlo suavizando lentamente las
partes más duras de mí? Si me entrego a Timofey, ¿se sentiría
como si me hubieran quitado algo? ¿O encontraría placer en
dar?
Ya sé la respuesta.
Por eso las lágrimas ruedan por mis mejillas.
—Bueno —me limpio las lágrimas rápidamente y meto las
manos debajo de las piernas—. No llegué a eso gracias a
Ashley. Ella me convenció que lo dejara. Me ayudó a sacar
todas mis cosas mientras Josh estaba en el trabajo y me
encontró un lugar donde quedarme con una amiga suya. Ya
pasado un tiempo, y el hecho de la ruptura se había atenuado,
me llevó y cubrimos el tatuaje.
Timofey me está mirando, pero parece distante. Como si sus
ojos estuvieran enfocados en otra cosa. —Una montaña —
dice, recordando el tatuaje—. Una montaña cubierta de nieve
con árboles debajo.
—Estar parado en la cima de una montaña es la sensación más
libre que podría imaginar.
—No hay espacios pequeños allá arriba —dice, entendiendo
perfectamente lo que estaba buscando.
Asiento con la cabeza. —Exactamente. Los árboles en la parte
inferior son para recordarme la oscuridad que vencí.
La mano de Timofey aprieta mi cuerpo. Su mandíbula
cuadrada está apretada con una rabia apenas contenida. —
Odio que su nombre todavía esté en tu piel.
¿Por qué? La pregunta me quema en la punta de la lengua.
¿Por qué a Timofey le importa el nombre de quién esté en mi
piel? ¿Por qué le molesta tanto?
Sin embargo, no me atrevo a preguntarlo. No tengo ni idea de
cuál sería su respuesta y hay al menos mil maneras diferentes
en las que podría cortarme en dos. No quiero arriesgarme a
eso.
—Su nombre ya no está allí —digo. La parte de atrás del
vestido todavía está desabrochada y cortada lo suficientemente
bajo como para que pueda tirar de la tela hacia abajo y sobre
mi cadera hasta que el tatuaje en blanco y negro sea visible—.
No puedes verlo en absoluto. ¿Ves?
Los dedos de Timofey están sobre mi piel desnuda. Pasa la
yema de su dedo sobre mi tatuaje como si estuviera
preocupado de que la tinta se derrame. Es lo más gentil que lo
he visto hacer. Sube con los dedos a la cima de la montaña
antes de mirarme.
Sus ojos azules son tormentosos. —¿Cuántos hombres vieron
ese tatuaje?
Debería estar ofendida por la pregunta, pero no creo que
Timofey esté tratando de avergonzarme. —¿La montaña o…?
—El nombre del bastardo —gruñe—. ¿Cuántos hombres
vieron el nombre de ese imbécil en ti antes de que lo
ocultaras? ¿Cuántas veces has tenido que contarle a un hombre
esta historia?
Dejo que mi dedo se deslizara sobre la mano de Timofey. El
calor que lo atraviesa me quema la piel. —La respuesta es la
misma para ambas. Solo tú, Timofey. Eres el único hombre
que he… Bueno, el único hombre que me ha visto. Desde él.
La respuesta es vergonzosa de una manera que no esperaba.
Me siento patética por no haber estado con otro hombre en
años. Especialmente cuando Timofey probablemente ha estado
con innumerables mujeres.
—Estar cerca de otro hombre no era precisamente atractivo
después de todo eso —explico, divagando nerviosamente—.
Cuanto más me acerco a las personas, más me pueden
lastimar. Así que mantuve mi distancia.
Pero entonces Timofey se inclina más cerca, su aliento caliente
contra mi cuello. Solo este momento es suficiente para quemar
a Josh de mi piel y mi memoria. Cada daño que alguna vez
causó se ha ido en una exhalación de Timofey.
—Estar cerca de alguien… tener intimidad… puede ser un
riesgo. —Sus palabras se enroscan alrededor de mi cuello
como una serpiente. Puedo sentir su agarre sobre mí
apretándose, pero soy incapaz de escapar.
Mi cuerpo se inclina hacia él. No hay nadie más que Timofey.
Nunca ha habido nadie más.
—¿Con cuántas mujeres has salido?
—Yo no tengo citas —dice sin dudarlo.
—Pero… —la madre de Benjamín. ¿Qué hay de ella? ¿Qué
hay de Emily?
Los fantasmas de mujeres que ni siquiera conozco se ciernen
sobre este momento, proyectando largas sombras.
—Te marcaré si me dejas, Piper —susurra Timofey, sus
dientes rozando mi lóbulo de la oreja—. Te marcaré de una
manera que nadie más puede ver y que no se puede deshacer.
Solo di la palabra.
—¿Qué palabra? —murmuro.
No estoy segura de qué es más embriagador, el cuerpo de
Timofey presionado contra el mío o el vino arremolinándose a
través de mí. Me siento mareada por su presencia y hay un
calor en mi interior que ningún alcohol podría causar.
Sus dientes muerden mi cuello, y nunca he querido ser
devorada más que ahora en mi vida. —Timofey, qué…
—Eso —gruñe, poniéndose rígido contra mí—. Justo así.
—Pero no dije nada.
—Mi nombre, Piper. —Su boca pasa por mi mandíbula—. Di
mi nombre.
Ah. ¿Es eso todo lo que quiere? Lo diré. Lo gritaré. Lo
cantaré al estilo ópera con un par de cuernos vikingos en la
cabeza. Lo que sea necesario para que este momento se
extienda a la eternidad.
Me giro y atrapo su boca con la mía, chupando su labio
inferior. Luego me alejo por medio segundo y jadeo lo que me
ordenó que le diera.
—Timofey…
Sus manos se enroscan alrededor de mi espalda baja y me
moldean a su cuerpo. No estoy segura de dónde termina
Timofey y comienza mi cuerpo. Me inclina hacia atrás y caigo
en el colchón de buena gana. El papel de seda de la caja de
vestidos se arruga debajo de nosotros, pero apenas puedo
escuchar nada más allá del zumbido de la sangre en mis venas
y el sonido de nuestra respiración.
¿Qué estoy haciendo? La parte lógica y moral de mí me está
gritando que disminuya la velocidad, pero ahora soy salvaje.
—Tocarte se siente bien —susurro mientras trazo sus
omoplatos y me deleito en el pellizco y estiramiento de sus
músculos—. Quiero sentirme bien. Ha pasado tanto tiempo.
Sus manos resbalan y se deslizan por la suave tela del vestido.
Es mi prenda de vestir favorita que he usado, y ni siquiera me
la puse del todo.
Lo levanta más alto alrededor de mis caderas hasta que su
mano se desliza por debajo de la abertura en el costado. Mi
cuerpo late por él. Mi necesidad es un segundo latido entre mis
piernas, y no hay lugar para dudas o preguntas.
—Eres tan suave —gruñe, sobreponiendo las tiernas palabras
sobres las mías—. ¿Eres tan suave en todas partes?
—Averígualo —le suplico, abriendo más los muslos a modo
de invitación.
Su mano se desliza por mi pierna casi todo el camino hasta el
agonizante calor en el centro de mí. Casi, casi, casi…
Justo cuando un sonido estridente atraviesa el momento.
59
PIPER

Timofey se congela con los dedos a media pulgada del cielo.


—Por el amor de Dios. Necesitas un nuevo tono de llamada.
—Ah. —Parpadeo fuera de la neblina lujuriosa y miro a mi
alrededor—. Ese es mi… mi teléfono. Ese es el tono de
llamada de mi trabajo.
Empiezo a levantarme, pero él me empuja de nuevo contra el
colchón. —Ignóralo.
—Es de mi escritorio. Significa que alguien me llamó y luego
pidió ser redirigido a mi número personal. Podría ser
importante.
¿Hay algo más importante que apagar el fuego que
actualmente ruge dentro de mí? Quiero decir que no, pero mi
sentido común está ganando más y más tracción con cada
timbre estridente.
Finalmente, Timofey se levanta y yo salgo de la cama y busco
mi teléfono. Está en el bolsillo de los jeans donde lo dejé
después de comprar los boletos a México.
Compré boletos porque le tengo tanto miedo a Timofey que
tengo que alejar a mi familia y amigos de él lo más posible
antes de intentar derribarlo.
Me maldigo mentalmente por ser tan estúpida. Gracias a Dios
nos interrumpieron. ¿Quién sabe qué tipo de desastre podría
haber causado?
Contesto mi teléfono, la mitad de mi mente aún clavada en el
colchón debajo del hombre que intenta arruinar mi vida. —
Hola. Esta es Piper Qu…
—¡Secuestradora! —Una voz ruge a través del teléfono—.
¿Dónde está ella? ¿Qué hiciste con ella?
Alejo mi teléfono para proteger mis tímpanos de los gritos. —
¿Quién es?
—¡Es Grant! ¡Estuviste en mi casa!
—Te recuerdo, Grant. Sé quién eres.
Timofey se endereza ante la mención del nombre del niño. Me
alejo de él para poder dedicar todo mi poder mental al niño
que grita en mi oído.
—¿Qué hiciste con Olivia? —él grita—. ¡Sé que te la llevaste!
¿Dónde…?
—¡Espera! —grito, interrumpiéndolo—. ¿Qué estás diciendo?
¿Olivia no está?
—¡Sí! ¡Y tú te la llevaste! Ella no está y…
—Grant, detente —digo con firmeza, ya saliendo del vestido
morado. Ni siquiera me molesta que Timofey esté mirando mi
trasero desnudo en este momento. Hay cosas más importantes
de que preocuparse. —No tengo a Olivia. No sé dónde está.
Pero estaré allí tan pronto como pueda. Te ayudaré a
encontrarla.
Grant grita algo más en respuesta, probablemente
advirtiéndome que no venga. Pero cuelgo antes de que pueda
terminar.
Me pongo los jeans y me vuelvo para explicarle las cosas a
Timofey, pero él está de pie detrás de mí con mi suéter en la
mano.
Me lo tira. —Vístete. Yo manejo.
60
TIMOFEY

Puedo sentir la humedad en el aire en el momento en que abro


la puerta del garaje. El cielo está más oscuro que de
costumbre. Las nubes grises cuelgan bajas y pesadas,
hinchadas por la lluvia.
Agarro el casco de motocicleta que he llegado a considerar
como el de Piper y empujo mi motocicleta hacia el camino de
entrada.
Mientras la espero, saco mi teléfono y marco el número de
celular de Rooney.
—Detective Rooney. —El saludo es breve y recortado, en lo
que respecta a los saludos de James. Me permite saber que
alguien más está al alcance del oído. Él quiere que esto suene
como una llamada profesional, lo cual funciona para mí.
—Niña perdida. Siete años, más o menos. Cabello rubio.
—¿Tú la…? —Se interrumpe y se aclara la garganta—.
¿Cuándo desapareció?
—No estoy seguro.
—¿Cómo no estás seguro? —sisea.
Me doy cuenta de inmediato de lo que está preguntando. —
Porque yo no la secuestré, mudak.
—Ah. Vale. Bien. —Rooney suena aliviado, pero no sé por
qué. Nunca he lastimado a un niño. Jamás.
—No, no es bueno —gruño—. Ha desaparecido una niña y
nadie sabe dónde está. Tienes que levantarte e ir a buscarla.
—Estoy fuera de servicio.
—Ya no.
Él suspira. —¿Conoces a esta niña?
No precisamente. Pero Rooney no necesita saber eso. —Te
enviaré un mensaje de texto con la dirección donde
desapareció. Llámame cuando encuentres algo.
Comienza a responder, pero otra voz me arrebata la atención.
—¿Llamaste a la policía?
Doy vueltas. Piper está parada en el escalón más bajo del
porche, una vez más usando sus jeans y suéter. Encima, agregó
una de mis chaquetas del armario del pasillo. Las mangas se
enrollan al menos tres veces y la parte inferior cuelga hasta las
rodillas.
Se ve mejor de lo que cualquier mujer tiene derecho a verse.
Termino la llamada y deslizo mi teléfono en mi bolsillo. —
Llamé a Rooney.
Su ceño se arruga ante la mención de él. —No lo quiero cerca
de esos niños. Grant ha pasado por suficiente.
—Es tu decisión. Le digo directamente.
Sus ojos se abren con sorpresa. —¿Lo es?
—Sí. Puedes decidir si quieres encontrar a Olivia o si prefieres
guardarle rencor a Rooney por arrestarte y dejar que Olivia se
desvanezca en la memoria.
Sus hombros se hunden. —Encontrar a Olivia es obviamente
lo más importante.
—Vale, entonces. Eso está resuelto. —Le extiendo su casco y
ella da un paso adelante para dejar que se lo ponga en la
cabeza—. Va a comenzar una búsqueda y me avisará tan
pronto como encuentre algo.
—Ella estará bien, ¿Verdad? —El casco empuja hacia abajo un
poco de cabello sobre su frente y ojos. Deslizo un dedo por su
cara para apartar los mechones. Se le entrecorta la respiración
y me mira.
Sus ojos verdes brillan en la noche gris. Sé que ambos
recordamos la posición en la que estábamos hace menos de
diez minutos.
Normalmente no soy de los que hacen falsas promesas, pero
por alguna maldita razón, quiero decirle a Piper que todo
estará bien. Quiero asegurarle y aliviar el ceño fruncido entre
sus cejas. Quiero que sus labios carnosos se curven en una
sonrisa y luego quiero estar de vuelta en mi cama con su suave
cuerpo debajo del mío.
Pero no le mentiré.
En su lugar, saco mi teléfono de nuevo.
—También le enviaré un mensaje de texto a Pavel —le
informo—. Reunirá a los soldados. Habrá cincuenta hombres
buscándola dentro de treinta minutos.
Comienzo a teclear el mensaje, pero luego siento que su mano
se enrosca alrededor de mis nudillos. Su toque se desliza por
mi muñeca y aprieta suavemente. —Gracias, Timofey.
Una vez que le envío a Pavel todo lo que necesita saber, me
subo a la motocicleta. Sin dudarlo, Piper se sube detrás de mí.
Casi parece cómoda allí, sus brazos envueltos alrededor de mi
cintura y su barbilla presionada contra mi espalda.
Cada vez es más difícil recordar cómo se sentía al montar sin
ella acurrucada a mi alrededor.
61
TIMOFEY

—¡Alguien se la llevó! —Grant insiste por décima vez desde


que entramos por la puerta principal hace cinco minutos. El
niño es un desastre frenético y delirante—. Olivia no se iría.
Sabe que no puede salir de casa sin mí con ella. Ella no saldría
sola. La oscuridad la asusta.
No necesito mirar por la ventana para saber que está oscuro y
lluvioso. Las gotas salpican las ventanas y el techo. Según la
gran mancha de agua en el techo del comedor, la lluvia
empezara a caer en el balde que esta justo por debajo en solo
unos minutos.
Piper ha estado hojeando el archivo del caso que tiene sobre
los niños y llamando a todos los contactos enumerados para
ver si alguien ha hablado con Olivia. Entre llamadas, sigue
tranquilizando a Grant.
—Yo no me la llevé. Así no es cómo funciona mi oficina —le
dice—. No entraríamos y la tomaríamos en medio de la noche.
—¡Bueno, alguien lo hizo!
—O ella salió por la puerta principal —sugiero con frialdad.
Grant se vuelve hacia mí. Sus ojos se estrechan como si lo
hubiera traicionado de alguna manera. —Yo sabría si ella salió
por la puerta principal.
—Si eso fuera cierto, también sabrías quién entró por la puerta
principal y se la llevó.
Su rostro se pone rojo y sus manos tiemblan. De repente,
golpea un puño contra la pared. El panel de yeso se pandea y
se agrieta. Piper grita y salta para detenerlo, pero extiendo un
brazo para detenerla.
—¿Dónde estabas cuando ella desapareció? —pregunto.
Los hombros de Grant suben y bajan con cada respiración,
pero no se gira para mirarme.
—Nadie te culpa, Grant —agrego—. Los errores ocurren. Pero
ayudaría a encontrarla si tuviéramos alguna idea de cuándo se
fue.
—Estaba justo aquí —grita Grant, señalando el sofá. Es la
historia que ha repetido desde que aparecimos—. Estaba en la
sala de estar.
—Dijiste que te diste la vuelta y Olivia se había ido y la puerta
principal estaba abierta —dice Piper—. Así que habrías visto
quién entraba o salía.
Grant se da vuelta, sus ojos salvajes. —No estoy mintiendo.
—Nadie dijo que estabas mintiendo —le digo.
—Ella está tratando de engañarme —escupe, señalando con un
dedo tembloroso y acusador a Piper—. Ella quiere escribir
esto en su estúpida carpeta y usarlo como una razón por la cual
deberíamos ser alejados de aquí.
Piper deja caer la carpeta sobre el escritorio y levanta ambas
manos. —No estoy escribiendo nada. Estoy aquí fuera del
reloj y extraoficialmente. Sólo quiero ayudar.
Grant no parece del todo convencido. —He estado aquí toda la
noche. No me fui. Nunca me voy. Siempre estoy aquí en la
casa.
Sus palabras llevan el peso de su responsabilidad. Es un chico
de quince años. Debería estar haciendo cosas estúpidas de
adolescente con sus amigos. Debería estar hablando con chicas
por primera vez y jugando videojuegos.
No debería estar criando a otros dos niños. No cuando todavía
es un niño.
—¿Estabas despierto? —pregunto.
La pregunta parece golpear al adolescente de lleno en el
pecho. Su respiración se entrecorta como si fuera a llorar, pero
se traga rápidamente. —Tiana no durmió anoche.
—Los bebés pueden ser agotadores —dice Piper en voz baja
—. Especialmente si los estás cuidando solo.
Grant asiente. —Era solo yo. Estuve despierto toda la noche y
luego Olivia se despertó temprano esta mañana y… nunca
dormí anoche. Supongo que esta noche… me quedé dormido.
—Se pasa las manos por el cabello, haciendo que unos
mechones se sobresalgan—. No recuerdo cuándo me quedé
dormido. Olivia estaba viendo una película cuando cerré los
ojos. Cuando los abrí, ella no estaba. La puerta estaba abierta.
Supongo que se fue, pero no… no lo sé. Tal vez no lo hizo.
Alguien podría habérsela llevado.
Piper da un paso adelante. Esta vez, la dejo. Ella pone una
mano en el hombro de Grant y lo aprieta. —Nada de esto es
culpa tuya, Grant. Nada de esto, ¿Vale?
—Tenemos cincuenta hombres buscando a tu hermana en este
momento —agrego.
Él fija su atención en mí. —¿La policía? ¿Llamaste a la
policía?
—No, no lo hicimos. No son policías.
—Son… amigos —dice Piper—. Timofey solicitó algunos
favores. Encontrarán a tu hermana.
Con la verdad finalmente revelada, Grant se sienta por primera
vez desde que aparecimos. Se deja caer en el sofá hundido y
descolorido y apoya la cara entre las manos.
Solo tiene quince años, pero el peso del mundo está sobre sus
hombros. No es de extrañar que se esté derrumbando bajo la
presión.
—Voy a ir a hablar con tu mamá —dice Piper—. ¿Ella sabe lo
que está pasando?
Grant levanta la vista por un segundo y se encoge de hombros.
—Creo que sí. Hablé con ella, pero… no sé. Apenas me miró.
Probablemente no lo escuchó.
Hoy temprano, Grant no estaba más que a la defensiva de su
madre. Ahora, yo también puedo ver las grietas en esa
relación.
—Volveremos enseguida, ¿Vale? —Piper le da a Grant una
sonrisa que él no ve. Antes de que se dirija por el pasillo, me
hace señas para que la acompañe.
—¿No confías que me quede solo con el niño? —digo en su
oído.
Piper duda frente a la puerta del dormitorio al final del pasillo.
Ella se hunde contra mi pecho, dejándome sostener su peso. —
No es eso. Solo… no quiero hacer esto sola.
Mis brazos permanecen a mi lado, pero pasan unos segundos
tranquilos de esa manera. Los dos anidamos juntos.
Respiración a ritmo.
Luego la rodeo y toco la puerta. Una voz al otro lado nos
invita a entrar con un graznido hueco.
Piper se vuelve a poner de pie mientras giro la perilla. Cuando
ella entra por la puerta, yo estoy solo medio paso atrás.
Estuvimos en esta habitación temprano hoy, pero el olor a
sudor y polvo sigue siendo una bofetada en la cara.
—¿Trish? —Piper llama suavemente al bulto en la cama—.
¿Oye, Trish? Soy Piper Quinn. Con los Servicios de
Protección Infantil.
Hay un leve susurro de mantas cuando Trish gira la cabeza.
Sus ojos tienen párpados pesados e hinchados. Entrecierra los
ojos contra la luz del pasillo. Me pregunto cuánto tiempo ha
pasado desde que vio el sol.
—¿Todavía estás aquí? —Trish murmura.
—No, yo… eso fue hace horas —dice Piper—. Regresé
porque… ¿Sabías que Olivia está desaparecida?
Trish parpadea y, por un segundo, juro que puedo ver un
destello de comprensión. Es como un rayo de sol que atraviesa
un cielo lleno de nubes. Se sienta un poco más erguida y
frunce el ceño.
—Olivia —repite ella, asintiendo—. Sí, ella… ella no está
aquí. Se fue con… ¿A dónde fue?
—Eso es lo que estamos tratando de averiguar. ¿Sabes de
algún lugar al que pudiera haber ido? —pregunta Piper—.
¿Tienes familia en el área? ¿O tal vez ella tiene una tienda
favorita?
Trish abre la boca para decir algo, pero no sale ninguna
palabra. Ella niega con la cabeza, su rostro se tuerce en dolor.
De repente, un sollozo fuerte y desgarrador resuena desde el
fondo de su pecho.
Es un sonido de animal. Es el grito de un animal débil y
moribundo que no tiene nada mejor que hacer. Nada más que
dar.
Piper se sobresalta de la sorpresa. Engancho un brazo
alrededor de su cintura y la acerco a mí.
—Vuelve con Grant —le susurro al oído—. Dile que todo está
bien.
Puedo notar que quiere irse, pero siente que no debería. —Ella
está mal. Yo debería…
—Yo hablaré con ella —le digo—. Anda.
Piper duda, pero luego Trish deja escapar otro llanto. Es obvio
que esto es demasiado para Piper. Ella nunca ha tratado con
nadie así.
Pero yo sí.
Piper se desliza por la puerta. Me muevo al borde de la cama.
Las sábanas están sucias y manchadas de sudor. Necesitan
lavarse, pero eso requeriría que Trish se levante de la cama por
unas horas. Tengo la sensación de que no ha hecho eso en
mucho tiempo.
—Deja de llorar —digo rotundamente.
La mujer sigue llorando como si ni siquiera hubiera hablado.
Me inclino hacia delante y chasqueo los dedos delante de su
cara. —Ya.
Ella parpadea y me mira, resoplando y olfateando. —Mi b-
bebé n-no está. ¿Me meterán en la cárcel?
—No lo sé —le digo honestamente—. Probablemente. Si
Olivia muere, es casi seguro.
Su pecho se contrae mientras se queja y jadea. —No era mi
intención que les pasara nada. Me canso tanto cuando los
cuido. Me fui por unos minutos…
La abolladura del tamaño de Trish en el colchón dice mucho
más que «unos minutos». Debería estar fuera de sí preocupada
por su hija. Parte de ella lo está, creo. Pero el resto de ella está
atascado bajo un océano negro de depresión tan profunda que
ya no puede sentir qué camino es la salida.
Miro a Trish, pero no es a ella a quien veo. Por un instante,
veo a una mujer de cabello oscuro y ojos azules enredada en
las mantas sucias frente a mí.
Veo su sonrisa rota mientras cruzo la puerta.
Escucho mi nombre, raspado a través de labios secos.
—Mi Timmy —decía siempre Mamá.
Luego vuelvo a mirar y se ha ido. Trish ha vuelto. Su cabello
rubio está lacio y grasoso en su cuero cabelludo y las lágrimas
corren por sus mejillas.
—Deja de llorar —ladro de nuevo—. No ayudará.
Ella solloza. Su barbilla se curva y forma hoyuelos mientras
lucha contra más gemidos inútiles. —¿Te los vas a llevar?
—¿A quién?
—¡A los niños! —ella dice—. Mis bebés. Son demasiado
pequeños para estar lejos de mí. No puedes quitarle un recién
nacido a su madre.
—Olivia está sin su madre en este momento. Nadie sabe dónde
está. —Comienza a llorar de nuevo, pero aplaudo frente a ella
en un fuerte chasquido—. Deja de llorar.
—No lo entiendes —solloza—. No tienes hijos.
—De hecho, sí, los tengo. Un bebé.
Ella me mira, y la miseria en su rostro se levanta. Ella sonríe.
—Felicidades. Los niños son un regalo de Dios.
Finalmente, lo veo. No hay nada que Grant pueda hacer para
mejorar a su madre. Él no puede sacarle la enfermedad mental
con empujones suaves o reprimendas duras. No puede hacer
que la casa funcione lo suficientemente bien como para que
Trish se levante y se reúna con su familia.
Grant no puede arreglar a su madre de la misma manera que
yo no pude arreglar a la mía.
Por mucho que ambos deseemos que eso no sea cierto, lo es.
Lo que significa que Piper tiene razón.
—Los niños son un regalo —le repito—. También son una
responsabilidad. Una gran responsabilidad. Tienes que ser
capaz de dedicarte por completo a cuidarlos y criarlos. Es un
trabajo agotador.
Trish reorganiza las mantas a su alrededor. A la luz amarilla
que sale de la lámpara detrás de ella, veo una nube de polvo
levantarse de las mantas. —Mis hijos son buenos niños. No
me dan ningún problema.
—Excepto Olivia —digo.
Trish frunce el ceño y observo cómo la realidad vuelve a
inundarla. Hay un patrón aquí. Ella atraviesa la niebla de la
confusión durante un puñado de segundos a la vez antes de
descender de nuevo a su turbio apretón.
Tengo que atraparla en una de esas ventanas de cabeza
despejada.
Mi teléfono vibra. Lo saco. Es un mensaje de texto de Rooney.
Encontré a la niña. Te la traigo ahora.
Respiro un suspiro de alivio. Una crisis evitada.
Guardo el teléfono en el bolsillo y me arrodillo junto a la cama
de Trish. Me estiro a través del edredón rasgado para alcanzar
su mano. Ella parece confundida por el gesto, pero lo acepta.
—Tu hijo te ama, Trish. Desde mi punto de vista, no te lo
mereces. Pero no se puede negar que lo hace. Por eso miente
para quedarse aquí.
Su labio inferior sobresale al comienzo de un llanto, pero sigo
hablando antes de que las lagrimas comiencen a caer como si
una represa abriera sus compuertas.
—Grant trabaja duro para hacerte sentir orgullosa y cuidar de
sus hermanas. Lo hace todo porque quiere protegerlas a ellas y
a ti. Pero tal vez sea tu turno de protegerlo.
Ella se limpia los ojos. —¿Qué significa eso?
—Significa que vas a hacer lo correcto y entregar a los niños.
Ella instantáneamente niega con la cabeza. —¡No! No, no
puedo. Son míos. Tienen que estar conmigo.
Veo el pánico en sus ojos desenfocados. Aunque no sabe cómo
hacerlo correctamente, Trish realmente ama a sus hijos.
A veces, sin embargo, el amor no es suficiente. Conozco esa
verdad demasiado bien.
—Sin embargo, tus hijos no están contigo —respondo—.
Están ahí fuera. Solos. Así fue como Olivia terminó
escapándose. Es por eso que Grant trabaja en el jardín de los
vecinos para mantener la calefacción encendida. Porque tú no
estás ahí para ellos.
—¡Ahora es un momento difícil! —ella se queja— Pero ya
vendrán tiempos mejores. Todo volverá a la normalidad.
Ella trata de apartar su mano, pero la aprieto aún más fuerte.
—¿Cuántas veces te has hecho esa promesa? ¿Cuántas veces
has jurado que te levantarías de la cama y prepararías el
desayuno? ¿Qué estarías allí para ellos de la manera que sabes
que se merecen?
Se le forman hoyuelos en la barbilla mientras trata de no
disolverse en lágrimas de nuevo. —Muchas.
—Lo sé. —Palmeo su mano—. Y como no puedes cumplir esa
promesa, tienes que hacer lo correcto para ellos.
Sus ojos se abren de nuevo. —¿Te los vas a llevar?
Niego con la cabeza. —No. Yo no me los voy a llevar. No
tendré que hacerlo. Tú los vas a entregar. Porque sabes que es
lo correcto.
Mira fijamente el nido de mantas sucias a su alrededor. —
¿Cómo… cómo las cosas se pusieron tan mal?
—Porque la vida es dura. En este momento, debes
concentrarte en salir de esta cama y cuidarte. Deja que otra
persona cuide de tus hijos.
Ella se muerde el labio y asiente. —Vale. —Ella asiente de
nuevo. Puedo ver el agotamiento moviéndose sobre ella como
una sombra—. Los amo mucho.
—Yo sé que lo haces. Le digo.
—Necesito saber que están a salvo —susurra.
—Me aseguraré personalmente de saber dónde están y quién
los está cuidando —le aseguro—. No dejaré que nada malo les
pase a esos niños. Estarán bajo mi protección.
Ella me mira, una sonrisa triste tirando de sus labios pálidos.
—Gracias.
Luego Trish se recuesta contra la cabecera y, en unos
segundos, se queda profundamente dormida.
Su confianza en mí deja una calidez que nunca antes había
sentido. La gente me respeta por lo que puedo hacer, ganar
dinero, provocar guerras. Sé lo que se siente cuando la gente
me admira y me teme y se arrojan a mis pies con asombro.
Pero esto, que una mujer me agradezca por proteger a sus
hijos, es diferente.
No hay absolutamente nada en el mundo que Trish pueda
darme. No gano nada cuidando a sus hijos y asegurándome de
que Grant, Olivia y Tiana estén a salvo.
Sin embargo, se siente como un trabajo que vale la pena hacer.
Ellos se sienten como personas que valen la pena proteger.
A la mierda si sé lo que eso podría significar.
62
PIPER

Estoy congelada en el pasillo, clavada en el lugar por la


aparición de un hombre que no reconozco.
Exteriormente, tiene los hombros anchos y la cintura estrecha
de Timofey. La luz ámbar de la habitación se refleja en los
mechones negros oscuros de su cabello. El mismo cabello en
el que enterré mis dedos hace solo un par de horas.
Pero las palabras que salen de la boca de este hombre van más
allá del tipo de comportamiento al que estoy acostumbrada de
Timofey que no puedo entenderlas.
No permitiré que les pase nada malo a esos niños. Estarán
bajo mi protección.
¿Quién es este hombre y qué ha hecho con el vicioso Dios de
la Bratva que conozco?
Estoy tan aturdida por su ternura que no me doy cuenta de que
se pone de pie y se vuelve hacia mí hasta que es demasiado
tarde.
El marco de Timofey se traga la pequeña habitación. Me
quedo inmóvil mientras pisa fuertemente hacia mí y cierra la
puerta detrás de él.
—Te dije que te quedaras con los niños —gruñe.
Esta versión brusca y gruñona de Timofey a la que estoy
acostumbrada nunca se ha sentido más como una fachada que
en este momento. No me lo creo ni por un segundo.
Hago un gesto hacia la puerta. —¿Qué acabas de hacer?
—Nada.
Niego con la cabeza. —Te escuché, Timofey. Tú… tú lograste
que Trish accediera a ceder sus derechos sobre los niños.
—Ella estaba llorando. Fue fastidioso. Hice lo que tenía que
hacer para que se detuviera.
—No hagas eso —digo bruscamente—. No trates de hacerme
sentir estúpida.
Él suspira con cansancio. —Quítate de mi camino o lo haré
por ti.
Coloco una mano en su pecho. —No actúes como si no
acabaras de hacer algo asombroso, Timofey. La consolaste.
—Mentí —sisea, inclinándose para que sienta su exhalación
en mi cara—. Le dije a ese lamentable desperdicio de mujer lo
que quería escuchar para que se callara y yo pudiera irme.
Él está mintiendo. No a ella, sino a mí. Sé que lo está.
—Fue toda una actuación entonces —insisto—. Deberías ser
actor. Arrodillarte junto a su cama y sostener su mano fue un
gran toque.
Su ceja oscura se arquea mientras me estudia. —Ya que te
gustó tanto esta actuación, ¿Cómo te sentiste acerca de mi
actuación anterior?
—¿Qué actuación? —pregunto.
Curva su dedo debajo de mi barbilla y levanta mi rostro hacia
el suyo. —La que te hice creer que te deseaba. ¿Qué hay de
esa? ¿Tuve un «gran toque» entonces?
Entrecierro los ojos y me pongo de puntillas. Tiene que
retroceder un poco para evitar que nuestros labios se
encuentren. Una parte de mí desearía que no lo hubiera hecho.
—Sí, realmente lo vendiste —digo efusivamente—. Eras tan
creíble que estaba casi segura de que sentí tu miembro en mi
muslo. Apuesto a que solo fuiste tú «entrando en el
personaje», ¿Eh?
Empiezo a darme la vuelta, pero Timofey me agarra por la
cintura y me inmoviliza contra la pared.
En la otra habitación, puedo escuchar al bebé arrullando y a
Grant susurrándole palabras suaves. No pueden vernos ni
oírnos desde aquí y me trago un grito para asegurarme de que
siga así.
—Deja de buscar lo bueno en mí —gruñe Timofey, sujetando
mi mandíbula con un agarre fuerte—. No esperes encontrar un
corazón de oro enterrado debajo de los tatuajes y las cicatrices.
Solo saldrás herida.
Quiero decirle que es demasiado tarde. Ya estoy herida.
Me mata saber que Timofey fue una vez un niño cálido y
cariñoso que se volvió cruel por el mundo.
Me mata que el dulce niño que una vez fue todavía exista allí,
pero su vida es tan peligrosa que no puede dejar que se note.
Más que nada, me mata que no muestre su lado suave. Ni
siquiera a mí.
Quiero contarle todo esto, pero antes de que pueda, Grant grita
desde la otra habitación. —¡Olivia!
Jadeo y miro a Timofey, con los ojos muy abiertos. No parece
sorprendido en absoluto. —Rooney envió un mensaje de texto
—explica—. Encontraron a la.
Lo empujo y él me deja ir sin luchar. Corro hacia la sala de
estar justo cuando Grant cae de rodillas frente a la recién
llegada Olivia y la abraza en un abrazo que me parte el
corazón.
—No puedo respirar —se queja Olivia, sonriendo todo el
tiempo.
Grant la sostiene con el brazo extendido. —¿Dónde estabas?
¿Por qué te fuiste?
La sonrisa llena de dientes de la niña se amplía aún más
cuando mete la mano en el bolsillo trasero y saca una bolsa de
caramelos de goma.
Grant lo mira fijamente, sin palabras.
—Quería caramelos. —Presiona la bolsa en las manos de
Grant—. Si me lo abres, podemos compartir.
Detrás de mí, Timofey se ríe, pero estoy demasiado ocupado
luchando por contener las lágrimas para darme la vuelta y ver
de qué se trata.
Grant aprieta la bolsa de gusanos de goma en su puño hasta
que sus nudillos están blancos. Luego lo deja caer al suelo y
abraza a su hermana.
—Grant —se queja—, no puedo respirar.
Él aprieta más fuerte. —No me importa.
63
PIPER

Timofey está callado durante el viaje de regreso a su casa.


Por primera vez, desearía que estuviéramos en un coche.
Tendría un ataque de pánico, pero valdría la pena poder
mirarlo en el asiento del pasajero y leer su expresión. Desearía
poder hablar con él sin necesidad de gritar y con mi cabello
azotándose alrededor de mi cara debajo del casco.
Por lo general, me gusta la libertad abierta de la motocicleta.
Me gusta poder aferrarme al cuerpo fuerte de Timofey y sentir
el viento contra mi piel. Es más fácil cuando no estamos cara a
cara. Puedo sostenerlo por detrás y fingir que es un hombre
diferente. Un hombre mejor.
Pero después de lo que vi esta noche, creo que puede que
Timofey ya sea ese mejor hombre.
Quiero una vista más cercana para estar segura.
La puerta del garaje se abre cuando nos acercamos. Timofey
desliza la moto con gracia pasando su flota de vehículos
estacionados hasta la pared trasera. Él apaga el motor cuando
la puerta se cierra automáticamente detrás de nosotros.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que no me doy cuenta
de que debería moverme hasta que Timofey dice algo.
—Cuando éstes lista.
—Ah. Vale. —Me deslizo del asiento y desabrocho el casco.
Mis dedos están fríos por el aire de la noche y me toma
algunos intentos quitarme la hebilla. No ayuda que esté
temblando.
Cuando el broche está libre, Timofey levanta el casco de mi
cabeza y lo coloca en la parte trasera de su motocicleta. El
gesto se siente cómodo e íntimo. Como si, de alguna manera, a
través del lío enredado del drama en el que estamos, se está
formando algo parecido a una relación real.
En este momento, cuando estoy lejos de mi familia, mi rutina
y mi departamento… este momento con Timofey se siente
como estar en casa.
Se da la vuelta para pasarme por un lado e ir hacia la casa,
pero lo agarro del brazo. Mi agarre no es suficiente para
mantenerlo aquí. Ambos sabemos que podría pasar volando
sin siquiera intentarlo.
Pero se detiene y espera.
—¿Qué? —Su voz es un gruñido, pero ya no me asusta como
antes. Es una táctica. Está tratando de alejarme.
Yo me giro hacia él, mi mano deslizándose por su antebrazo
para envolver su codo. —Todavía no lo sé.
—Piper… —Suena exasperado, pero siempre suena así
cuando me habla. Estoy empezando a pensar que quizás no lo
exaspero tanto como deja entrever.
Me muevo frente a él y me acerco, arqueando mi cuerpo
contra él para poder mirarlo a la cara. Mantiene sus ojos fijos
sobre mi cabeza, enfocados en la pared detrás de mí.
—Mírame. —Deslizo mi mano hacia arriba y le tomo la cara
con una caricia—. Por favor.
Lentamente, inclina la barbilla hacia abajo. Sus ojos azules son
plateados en la penumbra y quiero darme un chapuzón debajo
de su superficie. Quiero saber qué está pasando dentro de su
cabeza.
—Dijiste que solo estabas fingiendo que me deseabas —
susurro.
Su mandíbula se aprieta. Él no dice nada.
—¿Era esa la verdad? —No sé si quiero escuchar su respuesta.
En este momento, estaría bien con su fingimiento.
Esta noche fue frenética y estresante. Timofey consoló a Grant
cuando se sintió culpable por perder a Olivia. Alivió las
preocupaciones de Trish acerca de renunciar a sus hijos.
Ahora es mi turno. Yo necesito consuelo. Necesito que me
abrace y me haga olvidar por unos segundos que todo en mi
mundo es un completo desastre.
—No soy el hombre que viste esta noche —dice Timofey de
repente. Me mira directamente a los ojos como si intentara
asegurarse de que sus palabras den en el blanco—. Si ese es el
hombre que quieres, entonces deberías darte la vuelta y entrar
ahora mismo.
Una parte de mí quiere el lado tierno de él. Las palabras
relajantes y la voz suave.
Por otra parte, lo besé esta noche antes de saber que ese lado
de él existía.
—Tienes razón —susurro, pasando mis manos alrededor de su
cuello—. Nunca sé lo que quiero.
—¿Qué hago con eso, Piper?, me pregunta.
Presiono mis caderas contra él y lamo mis labios. —Lo que
siempre haces. Muéstrame.
Las palabras flotan en el aire entre nosotros durante unos
segundos. No estoy segura de que vaya a pasar nada. Me
convenzo de que me empujará a un lado y desaparecerá dentro
de la casa.
Luego, en un abrir y cerrar de ojos, me da la vuelta y me
golpea contra el costado de un coche negro.
Se me escapa el aire, pero no lo necesito a donde iremos. Su
mano se enrosca debajo de mi muslo y engancha mi pierna
alrededor de su cadera. Presiona contra mí para que pueda
sentir cada centímetro de lo mucho que él también quiere esto.
Eso es más que suficiente.
—No voy a ser suave contigo, Piper —advierte.
Agarro su camisa, deseando poder quitársela. —Odiaría que lo
fueras.
Me levanta con sus dos manos y me posa sobre él, mientras
enganchando mis piernas alrededor de su cadera a la vez que
su boca se inclina sobre la mía. Se traga mis gemidos,
chupando mi labio inferior y mordiendo mi mandíbula. Inclino
mi cabeza hacia atrás contra el coche y me entrego a él. A
cada beso, a cada lamida, a cada mordisco.
Entrelazo mis tobillos por detrás de él y me deslizo contra la
considerable longitud de su erección. Mi cuerpo late con
anticipación.
No podría estar menos interesado en los juegos previos. Con
Josh, prácticamente le rogaba que me tocara. Que me besara.
Lo fingí más veces de las que cuento.
Ahora, tengo el problema opuesto. Si Timofey no se da prisa,
voy a explotar.
—Dijiste que no ibas a ser suave —le recuerdo.
—Es gracioso que pienses que los juegos previos son suaves.
—Me da una sonrisa diabólica—. Será una tortura. Cuando
termine contigo, estarás rogando para que te suelte.
Arrastra la parte plana de su lengua a lo largo del costado de
mi cuello y se me pone la piel de gallina en cada centímetro de
mi piel expuesta.
Timofey es un universo de contradicciones. Él es una
dicotomía misteriosa que parece que no puedo desentrañar. Es
gentil y cruel. Es apasionado y frío. No puedo entenderlo,
especialmente cuando su mano se desliza entre nuestros
cuerpos, empuja dentro de mis pantalones y ahueca mi ansioso
centro. Cualquier intento de pensamiento lógico se va por la
ventana.
Me baja lentamente, mientras sus manos se deslizan por cada
centímetro de mi cuerpo.
—Demonios —gruñe, sus dientes raspando el lóbulo de mi
oreja con cada palabra—. Estás más que mojada. Estás
empapada.
Desliza su mano y encuentra mi centro caliente y húmedo.
Cada músculo de mi cuerpo se contrae y la sensación es
demasiado para manejar. Siento que el mundo se desborda de
un segundo a otro.
—No puedo —jadeo—. Si haces eso, no duraré.
Timofey aprieta su agarre sobre mí y desliza mi clítoris de
nuevo, moviéndose en círculos deliciosos pero que harán que
me venga rápidamente. —No necesitas durar, Piper.
—Pero, ¿Qué hay de ti? —pregunto mientras me arqueo y me
muevo contra su mano. No puedo evitarlo. Estoy siendo
egoísta, pero necesito esto.
—No te preocupes por mí. Ahora deja que me preocupe yo por
ti, deja que yo te de placer.
Esas palabras por sí solas casi me empujan al límite. Ha
pasado tanto tiempo desde que estuve así con alguien. Más que
eso, ha pasado tanto tiempo desde que alguien me ha cuidado.
Así o de otra manera.
La cálida mano de Timofey se desliza más profundamente
entre mis muslos. La base de su palma me masajea mientras
sus dedos se deslizan en mi humedad.
Dejo caer mi cabeza sobre su hombro y grito. La única razón
por la que no me he caído al suelo es porque me está sujetando
contra el coche. Mi cuerpo está fláccido, tan poco
acostumbrado a este tipo de placer que no estoy segura de
cómo debe funcionar.
—Timofey —grito, abrazando su cuello mientras monto sus
dedos—, voy a… no puedo…
—Llega. —Es un solo comando dicho en mi oído.
Obedezco.
64
PIPER

Mis músculos se aprietan con fuerza alrededor de él, y me


disuelvo en un charco de éxtasis. El calor pulsa a través de mi
núcleo y fluye hasta mis límites. Estoy en llamas y nunca he
sido más feliz.
—Ay, Dios mío —gimo una y otra vez.
Me deja cabalgar sobre las olas, luego retira lentamente sus
gruesos dedos de mí. Siento cada centímetro, cada roce de piel
sobre piel, y es tan bueno como cualquier cosa que haya
sentido.
Me baja al piso de concreto con piernas temblorosas y una risa
salvaje brota de mí. —Dijiste que estaría rogando para que me
soltaras.
—Lo dije —dice rotundamente.
Mi cuerpo está vibrando y estoy borracha con la sensación.
Paso una mano por las puntas de mis pezones y bajo. Giro mis
dedos sobre el lugar de mi vientre donde me siento cálida y
dispuesta. Suspiro. —Dijiste que sería una tortura, Timofey.
Creo que exageraste. Eso no fue una tortura en absoluto.
Mis ojos se cierran y podría quedarme dormida en este mismo
lugar.
Luego el mundo gira. Las manos de Timofey están en mis
caderas, tirando de mí hacia él y llevándome hacía capó de un
coche plateado, inclinándome sobre el auto.
—¡Oye! ¿Qué estás…?
Su mano golpea mi trasero antes de que pueda pronunciar las
palabras. El dolor me atraviesa, pero antes de que pueda
quejarme de eso, tira de mis jeans hacia abajo y presiona un
beso en la carne tierna.
Sus palabras son un gruñido oscuro y entrecortado. —Todavía
no he terminado contigo.
Estoy temblando mientras Timofey me quita la ropa, pieza por
pieza. Parte de ello es el orgasmo que todavía vibra dentro de
mí. Pero la forma lenta y metódica en que Timofey me pone
de pie y me desnuda hasta dejarme la piel desnuda es
definitivamente la otra parte de la ecuación.
No es nada que no haya visto antes, pero esto se siente
especialmente vulnerable.
Aun así, no podía apagarme para que me volviera a poner la
ropa. Sea lo que sea que venga, lo abordaré con los ojos bien
abiertos.
Timofey se para detrás de mí y abro más las piernas. Me
inclino sobre el capó del coche y arqueo la espalda para él. Me
doy cuenta de repente de lo mucho que deseo que él me desee.
Quiero que piense que soy sexy y hermosa. Quiero que me
recompense cuando me porte bien, que me castigue cuando me
porte mal. Quiero entregarme a él en todo lo que se puede dar
a una persona.
Pero antes de que pueda expresar nada de eso, él cae de
rodillas. Empiezo a ponerme de pie, confundida, cuando siento
su cálido aliento contra mi centro.
—Espera —jadeo—. Timofey, yo ya…
Entonces sus suaves labios me separan. Cuando su lengua me
empuja, tengo que luchar para mantenerme de pie.
Como si pudiera darse cuenta de que estoy al borde del
colapso, Timofey agarra mis muslos y me empuja contra la
parrilla cromada del auto. Ni siquiera me importa que el metal
me muerda la piel. Doy la bienvenida a los moretones mientras
él siga lamiendo.
—Sí —jadeo—. Justo ahí. Por favor, no te detengas. Por favor.
Puedo sentir el temblor familiar comenzando en lo profundo
de mi vientre. Es casi abrumador, la forma en que supera los
temblores anteriores. Me muevo contra su boca, buscando más
de su toque.
Estoy tan cerca.
Tan sensualmente cerca.
Y luego Timofey se aleja.
El sentimiento que he estado persiguiendo se desvanece, y me
doy la vuelta, mi rostro se tuerce en frustración. —¿Qué estás
haciendo? —prácticamente grito.
Timofey se limpia la boca con el antebrazo. Aunque es una de
las cosas más sexys que he visto en mi vida, igual lo odio en
este momento.
Con un giro brusco, me obliga a darme la vuelta y luego sujeta
mi espalda contra su pecho con una mano agarrando uno de
mis pechos. —Lo que sea que yo quiera hacer —susurra en mi
oído.
Su otra mano se desliza por mi estómago y toma mis senos.
Sus dedos pellizcan mi pezón, rodando y pellizcando hasta que
está tenso y sensible. Me recuesto en él mientras su otra mano
se levanta para sostenerme también. Me está nalgueando y
apretando mi culo.
La pesada respiración de Timofey contra mi cuello es caliente.
Saber que él está así por mi culpa es embriagador. Es
enloquecedor.
Muy pronto, no puedo resistirme. Me estiro y deslizo mi mano
debajo de la cintura de sus calzoncillos.
—Piper —advierte Timofey, sus manos quietas sobre mí. Es
como una advertencia. Haz lo que digo o serás castigada.
Pero no me importa. Pase lo que pase después, valdrá la pena.
Escucharlo desmoronarse con mi toque valdría cualquier cosa.
Envuelvo mi mano a su alrededor y jadeo cuando me doy
cuenta de que es tan grueso que mi pulgar y mi índice no se
encuentran. Luego deslizo mi mano hacia abajo y hacia
abajo… y hacia abajo.
—Ay, Timofey —jadeo, apretando mientras deslizo mi mano
hacia atrás por su eje sin fin—. No puedo esperar. Te deseo.
Timofey se ha quedado congelado mientras lo toco, pero deja
caer sus manos y se empuja en el círculo de mi mano. —No
me importa lo que quieras. Sigue.
Con mi espalda contra su frente, sigo acariciándolo. Desliza
sus pantalones y calzoncillos hacia abajo para darme un mejor
acceso, y trabajo su longitud hasta que está duro como una
roca y se retuerce en mi palma. Hasta que estoy latiendo con
cada golpe, hambrienta de él de una manera que nunca había
conocido.
—Timofey —susurro, inclinándome hacia adelante para
quedar extendida frente a él.
—No —ladra mientras pone una mano en mi cadera.
Arqueo mi espalda y lo acaricio, trabajando la punta de él
contra mi abertura. —Timofey. Por favor.
Un gruñido resuena a través del pecho de Timofey y su mano
se aprieta sobre mí. —Dije que no.
Puedo escuchar su respiración cada vez más dificultosa y el
simple hecho de saber que soy yo quien lo empuja hacia el
borde es suficiente para llevarme allí.
—No quiero volver a correrme sin ti dentro de mí.
Suelta un suspiro tembloroso. Luego, sin previo aviso,
Timofey aleja mi mano y se desliza dentro de mí.
Estoy mojada y más que lista, pero igual grito por su tamaño.
Me estira ampliamente y pulsa superficialmente un par de
veces antes de empujar aún más profundo.
Golpea la parte más profunda de mí y abro los brazos sobre el
capó del auto. —No te muevas. Quédate ahí. No puedo…
—Harás exactamente lo que te diga que hagas —ordena,
deslizándose centímetro a centímetro antes de envainarse en
mí de nuevo.
—¡Mierda! —Golpeo el coche con el puño y espero haberlo
abollado. De esa manera puedo venir aquí una y otra vez para
recordarme que esto sucedió.
—Estás tan estrecha, kiska —gruñe Timofey—. Te sientes tan
jodidamente bien.
Se retira y luego empuja hacia adelante hasta que el
deslizamiento de él dentro de mí se siente natural. Pienso cada
vez que se mete en mí que jamás quiero volver a estar de otra
forma, lo deseo y solo quiero que se corra en mí.
Mis piernas están temblando y vibrando. Mis músculos están
agotados por mis dos orgasmos anteriores, pero necesito otro.
Necesito llegar de nuevo con él dentro de mí y lo necesito
ahora.
—Por favor —jadeo, estirando la mano hacia atrás para
acariciar sus musculosos muslos—. Tómame. Lléname.
Maldice por lo bajo y me levanta para ponerme de pie. Mi
espalda está arqueada, mis hombros contra su pecho mientras
él golpea dentro de mí.
Apoyo la cabeza en su hombro, gimiendo con cada embestida.
Timofey envuelve su mano alrededor de mi garganta, y tenía
razón, es una tortura. Estoy tan cerca, pero puedo sentirlo
conteniéndose. Se mueve con movimientos parejos y
practicados. Necesito que seas salvaje, Necesito tu rudeza.
Necesito a la bestia de ojos azules.
—Tal vez no suceda, después de todo. —Mi voz es alta y sin
aliento. Es obvio que cada palabra que sale de mi boca son
patrañas, pero lo digo de todos modos.
—Mentirosa. —Timofey aprieta mi garganta con más fuerza.
Puedo sentir sus dientes en la parte de atrás de mi cuello.
Me encojo de hombros. —Está bien. Tú termina. Estoy bien
con dos.
—Piper —advierte—, no juegues con fuego.
No solo quiero jugar con fuego; Quiero ser consumida por él.
Quiero quemarme.
—Sólo estoy siendo honesta. Esto ya no me sirve.
Grita de repente y luego está en todas partes.
Timofey me penetra por detrás mientras su mano se envuelve
alrededor de mi cadera. Mueve y hace círculos en mi clítoris y
yo grito en el garaje vacío.
—¡Vente conmigo! —le suplico, luchando contra el placer que
se acumula en mí—. Por favor. Vente conmigo, Timofey.
Su respiración es irregular. Una serie de palabras rusas que no
entiendo brotan de su boca.
Por alguna razón, eso es lo que me lleva al límite.
Llego por tercera vez, esta tan poderosa que las dos primeras
se sienten débiles y distantes en comparación.
El calor estalla dentro de mí y pulso alrededor de los embates
de Timofey una y otra y otra vez.
—Te siento —gime, apretando su agarre en mi garganta hasta
que veo negro en el borde de mi visión. De alguna manera, se
suma al placer. Me siento eufórica. Ese sentimiento solo crece
cuando Timofey se pone rígido detrás de mí. Luego lo siento
retorciéndose en lo más profundo.
Jadeo su nombre una y otra vez. Hasta que deja de embestirme
y se derrumba sobre mí.
Estoy contenta bajo su peso, feliz de ser cubierta por su
cuerpo.
Si esto es una tortura, no quiero que termine nunca.
65
PIPER

Timofey se sube los jeans y se apoya contra el capó. Es la


posición perfecta para verme buscar mi ropa.
—Podrías ayudarme —digo, arrebatando mis bragas de un
espejo lateral y encontrando mi blusa debajo de una mesa de
trabajo en la esquina.
Él niega con la cabeza. —Estoy bien aquí.
Honestamente, estoy bien aquí también. El mundo se siente
manejable en este garaje. Los dos tenemos sentido aquí. Pero
el mundo exterior es complicado. Cuanto más tiempo podamos
permanecer en esta burbuja sexy y sudorosa, mejor.
—Ni siquiera me voy a molestar con las bragas. —Las
engancho alrededor de mi dedo y los lanzo en su dirección.
Luego me pongo mis jeans lentamente y los deslizo por mis
piernas.
Es un truco barato, pero basándome en la forma en que
Timofey aplasta mi ropa interior con su puño de nudillos
blancos, creo que podría estar funcionando.
Si solo tuvimos sexo una vez, pero me corrí tres veces, ¿Esta
próxima ronda sería la número dos o la número cuatro? Estoy
tratando de resolver ese acertijo filosófico cuando escucho un
fuerte estruendo.
Tardo unos segundos en darme cuenta de que es la puerta del
garaje.
Me toma unos segundos más darme cuenta de que soy sin
bragas y aún desnuda de cintura para arriba.
—¡Mierda! —siseo, lanzándome detrás del auto negro contra
el que Timofey me hizo el amor con sus dedos. El
pensamiento todavía envía cálidos sentimientos a través de mí,
incluso cuando empiezo a escuchar gritos distantes—. ¿Qué
está pasando?
—Tengo visita. —Timofey está parado entre los coches,
mirando la puerta.
—¿Abriste esa puerta?
Él asiente.
—¡Idiota! —yo grito—. Estaba desnuda. Alguien podría
haberme visto.
—Entonces te sugiero que te agaches y te quedes callada o
alguien todavía podría. —Da un paso adelante y agita su mano
—. Estoy justo aquí, Rodion.
Mis ojos son tan grandes que están sobresaltados. —¿Rodion
está aquí?
Me agacho detrás del capó del coche cuando la voz de Rodion
se acerca. —No me saludes como si fuéramos amigos.
—Vale. Te saludaré como si fuera la última cara que verás —
responde Timofey—. Lo cual seré, si no te calmas y me dices
qué estás haciendo aquí.
En un instante, Timofey se agacha justo cuando algo explota
en la pared del fondo. Herramientas y pedazos de tableros de
corcho vuelan por todas partes. ¿Le está disparando a
Timofey?
Pero no, me doy cuenta cuando algo viene a mis pies. No fue
una bala. Fue un arma entera. La arrojó directamente a la
cabeza de Timofey.
—No desperdicies tu aliento amenazándome ahora. Ya sé que
me quieres muerto —gruñe Rodion—. Le robé el arma al
sicario que enviaste para terminarme.
Timofey está siniestramente quieto. Su cuerpo está tenso y
puedo ver su mente agitada. —¿Alguien trató de matarte?
—Lo intentó y falló. Lo vi venir desde una milla de distancia.
¿Qué tan estúpido crees que soy?
—Si realmente viniste aquí para acusarme de arreglar tu
muerte, entonces eres mucho más estúpido de lo que pensé.
Mi blusa está demasiado lejos, pero me las arreglo para agarrar
mi sostén y ponérmelo. No puedo conseguir el broche, pero
ahora que mis pezones están guardados, puedo concentrarme
en lo que dicen los dos hombres.
Alguien trató de matar a Rodion. Podría haber sido Timofey.
¿Ah?
Estuvo conmigo toda la noche en su habitación y luego al otro
lado de la ciudad, ayudando a los niños. Pero si contrató a un
sicario, no necesitaría estar allí en persona para matar a
Rodion.
No necesito preguntarme si Timofey es capaz de algo así. Sé
que lo es. Solo espero que no lo haya hecho. Me gustaría
pensar que no estaba asesinando a alguien al mismo tiempo
que nosotros estábamos… «ocupados».
Mis pensamientos se dispersan cuando los pasos golpean el
concreto. Timofey se hace a un lado mientras Rodion lo pasa
volando y choca contra el coche.
Si mira de cerca, estoy segura de que verá el contorno de las
huellas de mis manos en el capó. Si se da la vuelta, verá todo
mi cuerpo acurrucado en la esquina.
Rezo en silencio para que no se dé cuenta de ninguno de los
dos.
Timofey mira en mi dirección solo una vez, para asegurarse de
que estoy escondida. Luego su mirada se fija en Rodion,
desviando la atención del hombre de mí.
—No seas estúpido, Rodion. Si te quisiera muerto, estarías
muerto.
Rodion niega con la cabeza. —No. Porque soy el mejor
asesino que tienes. No puedes contratar a alguien para
terminar con lo mejor.
—Yo no contrataría a nadie. Lo haría yo mismo —espeta
Timofey—. Y lo disfrutaría también. Eres un dolor de cabeza
la mayoría de las veces.
Rodion retrocede y escupe fuerte en los zapatos de Timofey.
Apenas falla, su saliva salpica el concreto. —Eres un maldito
cobarde, Don Viktorov. Mírame a los ojos y dime la verdad.
—No contraté a nadie para matarte, Rodion. Eso podría
cambiar si vuelves a escupirme. Intento de asesinato o no, no
me agrada la falta de respeto.
Incluso desde detrás del coche, puedo ver que Rodion se pone
furioso. Todo su cuerpo parece inflarse de rabia. —Antes de
matar al hombre que intentó terminarme, lo torturé. Te daré
tres intentos de adivinar quién fue el nombre que dio cuando le
pregunté quién lo envió.
—Claro, porque los sicarios son notoriamente dignos de
confianza —dice sarcásticamente Timofey.
—Yo siempre te he sido leal. Le responde él.
—Como yo lo he sido contigo —dice Timofey—. Te lo digo,
no envié a nadie detrás de ti.
Rodion hecha una mano a la espalda. Sus brazos apenas se
mueven. Timofey probablemente no puede notar que está
metiendo la mano en su bolsillo. Definitivamente no ve el
cuchillo que Rodion toma en su mano.
Pero yo sí.
—Y yo te digo —dice Rodion, deslizando el mango en la
manga de su camisa, dejando que la hoja cuelgue en su palma
—, que no te creo.
Sucede tan rápido que no tengo tiempo para pensar.
Rodion carga a través del garaje y levanta el brazo con el
cuchillo.
Timofey comienza a reaccionar y podría responder a tiempo.
Podría quitarle la hoja de la mano a Rodion. Él podría salvarse
a sí mismo.
Pero puede que no.
Con los broches de mi sostén ondeando al viento y sin blusa,
me pongo de pie de un salto y corro directamente hacia
Rodion.
No es lo que alguien llamaría elegante, pero tengo el elemento
sorpresa de mi lado. Golpeo contra el brazo que sostiene el
cuchillo y la hoja hace ruido en el suelo.
Rodion reacciona rápidamente, girando su hombro y
enviándome rebotando hacia Timofey.
Timofey envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me jala
detrás de él. —Arregla tu maldito sostén —ladra.
Pateo rápidamente el cuchillo el resto del camino debajo del
auto negro y luego ajusto mi sostén. —De nada, por cierto.
Rodion resopla. —¿Tenías a tu novia escondida como
respaldo? No es de extrañar que tu sicario haya fallado.
Obviamente estás apurando las sobras.
—Cierra la puta boca y márchate, Rodion. —Timofey sigue
moviéndose frente a mí para mantenernos separados de
Rodion.
Rodion se inclina hacia un lado y me mira, moviendo sus
cejas. —¿Tienes miedo de que vea algo que me guste?
—No le tengo miedo a nada. Pero te sacaré los ojos si la
vuelves a mirar así.
—Cuidado, Timo. —Rodion luce una sonrisa fácil ahora, pero
puedo ver la tensión ondulando a través de él. No está
enmascarando su rabia tan bien como cree—. Sigue hablando
así y tu pequeña dama aquí podría descubrir quién eres
realmente.
—Ya sé quién es —espeto.
Probablemente sería inteligente mantener la boca cerrada, pero
las palabras salieron de mí antes de que pudiera detenerlas.
Fue la sugerencia de que no conozco a Timofey lo que
detonaron las palabras.
He aprendido mucho sobre él en las últimas veinticuatro horas.
Como la forma en que él suena cuando se corre.
Más concretamente, he visto un lado de él que sé que Rodion
no ha visto. He visto a Timofey apasionado, gentil y cariñoso.
Lo he visto tomar la mano de una mujer enferma y
convencerla de que sus hijos estarán bien.
Sé exactamente quién es, en todos los sentidos que importan.
Rodion resopla. —¿Eso crees?
—Lo sé —escupo—. Sé que es tu don. Y sé que podría hacer
que tus propios hermanos de la Bratva te mataran si quisiera.
Rodion levanta las cejas y mira a Timofey. —Guau. Estaba en
problemas por decirle que soy un asesino profesional, pero
ahora, ¿le has dicho que eres el jefe del asesino profesional?
Suena como un doble estándar para mí.
—Yo hago las reglas y tú las sigues —dice Timofey—. Irte
ahora sería un buen comienzo.
Rodion levanta las manos y avanza hacia la puerta. Timofey se
mueve con él, manteniendo su posición entre su sicario y yo.
Justo antes de que Rodion cruce la puerta abierta del garaje, él
se vuelve hacia mí. —En caso de que nadie te lo haya dicho,
deberías comenzar a actualizar tu testamento. Las mujeres que
Timofey ama tienen la mala costumbre de aparecer muertas.
Debería centrarme en la parte de «muerta». Esa es la pieza
importante del rompecabezas. Aun así, mi corazón y mi mente
están atrapados en la idea de que Timofey ha estado
enamorado. Ha habido mujeres en su vida que estaban cerca
de él. Mujeres que lo conocían tal vez tan bien o incluso mejor
que yo.
Ese tipo de pensamientos todavía están enturbiando las aguas
de mi mente cuando Rodion se va y veo a Timofey lanzarse
hacia el auto más cercano.
Rebusca en la guantera durante unos segundos. Cuando se
pone de pie, tiene un arma en la mano.
—Timofey —jadeo, alcanzando su muñeca—. ¡No!
Me sacude y pisa fuerte hacia la puerta del garaje. Se mueve
como si ni siquiera pudiera oírme. Como si ni siquiera
estuviera aquí.
—¡Timofey! —Me muevo frente a él y planto dos manos
inútiles en su pecho.
Sigue caminando, empujándome hacia atrás.
Envuelvo un brazo alrededor de su cintura y levanto mi otra
mano para tocar su rostro. —Timofey. No hagas esto. Por
favor.
Y ahí está. Me mira.
Sigo hablando, tratando de usar el momento sabiamente. —No
quieres hacer esto ahora mismo —le digo—. No dejes que te
saque de quicio.
Sus ojos azules son imposiblemente oscuros. Se estrechan a
rendijas. —No estoy haciendo esto porque me incitó a hacerlo.
Me faltó el respeto. Tengo que responder en congruencia.
—¡Pensó que enviaste a alguien para matarlo!
—Y yo le dije que no lo hice —gruñe Timofey.
—Así como él te dijo que no mató a Emily. —El nombre de la
mujer es amargo en mi lengua. Odio mencionarla ahora que
todavía estoy sonrojada por lo que acaba de pasar en el capó
del auto. Quiero ser yo quien lo hace regresar a sí mismo, no
esta misteriosa mujer que alguna vez amó. Aun así, estoy lo
suficientemente desesperada como para usar cualquier carta
que tenga a mi disposición.
Él niega con la cabeza. —No es lo mismo.
—Tal vez no —concedo—. ¿Pero no deberías averiguar quién
intentó matarlo? Tal vez eso sea importante.
Timofey observa cómo la figura oscura de Rodion desaparece
por el camino. Su agarre en el arma se afloja y su brazo se
afloja.
Mi cuerpo se hunde de alivio. —Gracias.
—No es por ti —espeta—. Ahora solo no es el momento
adecuado para matarlo.
—Entonces… ¿Vas a matarlo después? —pregunto.
Timofey se vuelve hacia mí y casi no lo reconozco. Durante
unos maravillosos minutos, me sentí cuidada en sus manos.
Ahora, me mira como si ni siquiera me conociera.
—Lo haga o no, ese es un asunto de la Bratva. Mi asunto. —
Vuelve a colocar el arma en la guantera y se vuelve hacia la
puerta—. No tiene nada que ver contigo.
66
TIMOFEY

Debí haber follado a Piper en un armario de ropa blanca.


O atrás en el cobertizo.
O una de las innumerables, idénticas y anónimas habitaciones
de huéspedes en el ala este de la casa.
El punto es que debí haberlo hecho en algún lugar al azar. Un
lugar al que nunca voy. Una habitación donde nunca tendría
que entrar e imaginarla desnuda frente a mí, confiada, mojada
y dispuesta. Un lugar donde la huella de sus curvas no quedara
en el capó de uno de mis autos favoritos.
Porque ahora, cada vez que camino por el garaje, pienso en
ella.
Observo la huella marcada que Piper dejó en la brillante
superficie plateada. Mi cuerpo se tensa con el recuerdo de lo
perfectamente que encajaba en mis manos.
Cuando pienso en ello, todavía puedo escuchar a Piper
jadeando. Puedo sentir su cálida mano envuelta alrededor de
mi longitud, acariciando y tirando con una presión que enrosca
los dedos de los pies. Ella estaba al borde del orgasmo sin que
yo siquiera la tocara.
No tienes que hacer nada, jadeó. Esto es suficiente.
Dos veces, casi agarré un trapo y un poco de limpiador para
limpiar las manchas, luego lo guardé. No me atrevo a
limpiarlo. Aún no.
Esa huella podría ser la única prueba que tengo de que
sucedió. Porque seguro que no debo ser tan estúpido como
para dejar que suceda de nuevo.
Hay mucho en juego.
Las mujeres que Timofey ama tienen la mala costumbre de
aparecer muertas. El eco de la voz de Rodion en mi cabeza es
chirriante, pero sus palabras todavía resuenan con una
desafortunada verdad.
Mi madre.
Emily.
Ahora, el nombre de Piper amenaza con unirse a la lista.
No puedo permitir que eso suceda. Ella tiene que durar hasta
que Benjamín me pertenezca. Después de eso, me importa un
carajo lo que le pase a ella.
O eso me digo a mí mismo.
Salgo de mi coche y cierro la puerta de golpe. Cuando paso mi
motocicleta, tiro su casco del asiento. Golpea contra el piso de
cemento con un ruido sordo satisfactorio. Apenas resisto el
impulso de patear toda la motocicleta.
No he hablado con ella desde la noche con Rodion. Han sido
dos días de enterrarme en las reuniones de la junta de
Industrias Viktorov, los negocios de la Bratva y el papeleo
legal.
Todo para poder dejar de pensar en enterrarme en ella.
Mientras camino hacia la puerta que conduce a la casa, estoy
decidido a mantener la vista al frente. No voy a mirar la
evidencia de lo que hicimos. No voy a pensar en la cintura
perfectamente afilada y las largas piernas de Piper. No voy a
pensar en el olor a vainilla en su cabello y la forma en que
sentía su pulso bajo mis dedos.
Yo miro. Pero para mi crédito, no pienso en ninguna de esas
cosas.
Solo porque, en lugar del contorno de Piper, veo un sobre en el
capó.
—¿Quién diablos estaba en mi garaje? —gruño.
Agarro el sobre del capó. Dentro hay tres fotos. Una de Piper
parada en su escritorio en la oficina del SPI. Lleva puesto el
conjunto de cuando la vi salir ayer, un pantalón azul marino y
un suéter rosa. Una taza de café se encuentra en su escritorio
rebosante y ella le sonríe al compañero de trabajo que está
sentado a su lado. No tengo ni idea de quién es, pero quiero
arrancarle la diminuta cabeza de su cuerpo sin forma y lanzar
la por la ventana.
La segunda foto es de ella entrando a una casa en ruinas con
una carpeta manila bajo el brazo. Es claramente una visita de
trabajo y ella está tan concentrada en hacer su trabajo que no
se da cuenta de que la están siguiendo.
La tercera foto es Piper montada en su bicicleta por la acera.
Akim me dijo que quería ir en bicicleta al trabajo esta mañana
y se lo permití.
Jodidamente estúpido.
Las fotos se arrugan en mi puño. Son una advertencia, eso está
claro. O, al menos, esto pretende parecer una advertencia. Por
lo que sé, podría ser una distracción.
—Rodion —respiro.
El hijo de puta podría querer que pase más tiempo mirando a
Piper para poder atacarme desde otro ángulo.
Benjamín.
—Debería haberlo matado cuando tuve la oportunidad.
Lo habría hecho si Piper no me hubiera detenido. Rodion
mencionó a Emily y yo estaba ciego de rabia. Piper tiene
suerte de que no le puse la pistola en la cabeza por
interponerse en mi camino.
Al final, ella tenía razón. No tenía nada parecido a una
coartada. Si alguien viniera a husmear sobre la muerte de
Rodion, no habría tenido una explicación conveniente.
Pero debería haber lidiado con él inmediatamente después. En
cambio, pasé los últimos dos días distrayéndome y alejándome
de Piper.
No más. Esta es mi casa. No me esconderé de nadie.
Ella y yo tenemos que hablar.
67
TIMOFEY

Por primera vez en dos días, busco a Piper.


Por lo general, a esta hora de la noche, está trabajando en la
mesa de la cocina o acurrucada con un libro en el sofá.
Pero la sala de estar está vacía y la cocina y el comedor están
demasiado llenos de equipos y suministros de remodelación
para que alguien pueda sentarse allí.
Akim está supervisando las reparaciones de la cocina después
del incendio, por lo que, naturalmente, se ha superado
enormemente el presupuesto y está tardando demasiado.
—La cocina es mi oficina —argumentó Akim—. Cuando mi
oficina es agradable, salen mejores cosas de ella. Eso significa
que comes mejor comida. Todos ganan.
Akim podría hacer una comida de cinco estrellas sobre el
fuego de un basurero y ambos lo sabemos. Aun así, he estado
demasiado sobrecargado para discutir con él. Si una estufa
ridículamente cara me lo quita de encima en este momento,
que así sea. Dios sabe que tengo dinero de sobra.
Suspirando, me dirijo a la habitación de Benjamín.
Su puerta está cerrada, lo cual no es sorprendente. Es tarde y
finalmente ha comenzado a dormir a una hora razonable todas
las noches ahora que Piper está a cargo de su agenda.
Abro la puerta. Está acostado en su cuna, con los brazos
metidos en una manta y un chupete colgando de su boca
abierta. Veo su pecho subir y bajar al ritmo de su respiración
acelerada.
Una vez que las cosas se calmen, estaré más cerca de él. Una
vez que sea oficial y legalmente mío, me aseguraré de que
tenga la infancia que yo nunca tuve.
Convencido de que está bien, cierro la puerta y me dirijo por el
pasillo hasta la habitación de Piper.
Empujo su puerta para abrirla sin tocar y me preparo para
verla fruncir el ceño, molesta por la intrusión. Me imagino que
preferiría su molestia a su sorpresa con los ojos muy abiertos.
O peor, emoción. Una sonrisa de ella desharía los últimos dos
días de evasión.
En cambio, la habitación está vacía excepto por el cálido
aroma a vainilla de su champú.
Ahí es cuando escucho correr la ducha. El agua salpica las
baldosas y Piper tararea desafinado. Bien podría ser un canto
de sirena.
Cierro la puerta detrás de mí y doy un paso más en su espacio.
El vapor se arremolina a través de la rendija de la puerta del
baño como un dedo instándome a seguir.
Hay mucho en juego. Lo sé.
Pero, ¿Qué daño haría una cogida más? La ablandará antes de
que le cuente sobre su nuevo acosador.
Tal vez, cada vez que daré malas noticias, hago que ella tenga
un orgasmo primero. Puede ser parte del acuerdo comercial.
Una extensión de nuestra relación profesional.
Casi me he convencido de que cualquier complicación que
surja después valdrá la pena si eso significa sostener su cuerpo
apretado y flexible contra el mío una vez más.
Luego veo su bolso tirado al final de su cama.
Algunas carpetas y un pequeño libro se derraman de la boca
ancha sobre el edredón. Una carpeta tiene el nombre de Trish
en la parte superior. La primera página en el interior es su
intención de renunciar a sus derechos de paternidad, con su
garabato ilegible en la parte inferior. Asiento con sombría
satisfacción. A Grant no le gustará, pero al final será lo mejor
para él.
La siguiente carpeta tiene mi nombre impreso en la etiqueta.
Lo abro y veo que Piper todavía no ha escrito una sola palabra
en el expediente del caso de Benjamín.
No es la recomendación brillante que me gustaría, pero las
páginas en blanco son mejores que una recomendación de
eliminación. Esto significa que Piper todavía tiene tiempo para
tomar la decisión correcta. Un documento vacío significa que
no tengo que eliminar a Piper como una amenaza para mis
objetivos finales.
Todavía.
Deslizo las carpetas de nuevo en su bolso y agarro el libro.
Excepto que el libro no es un libro en absoluto. Es una agenda.
Hojeo los rastreadores mensuales y semanales. Ella anota las
reuniones y las llamadas que necesita hacer y mantiene una
lista actualizada de tareas pendientes en los márgenes. Echo un
vistazo a algunos de ellos, pero todo es una mierda aburrida e
inútil.
Pagar la renta
Almorzar con Noelle
Comprar sellos
Verificar cómo está Ashley
Cierro la agenda, pero cuando las últimas páginas se cierran,
algo me llama la atención.
Tengo que hojear las páginas de «notas» rayadas en la parte
posterior para encontrar lo que vi. La escritura está en medio
de una sección de páginas en blanco, casi como si Piper
esperara que cualquiera que encontrara su planificador pensara
que las últimas páginas estaban vacías. Una vez que lo leo,
entiendo por qué.
Ha escrito una serie de fechas en la columna de la izquierda
con una escritura taquigráfica, apenas legible, en la derecha.
Cosas como «E en Insta» y «R Mos». No entiendo hasta que
veo la fecha en que Emily fue asesinada en la columna de la
izquierda. Junto a eso, en letras grandes y subrayadas, están las
palabras «¿TV EN TOKIO?»
TV. Timofey Viktorov.
Se suponía que debía estar en Tokio el día que Emily murió.
El resto del código se descifra fácilmente. E es Emily. R es
Rodion. «R en Mos» es «Rodion en Moscú». Sergey insistió
en que Rodion estaba fuera del país la noche en que Emily
murió. Aparentemente, Piper también lo cree.
Piper está investigando el asesinato de Emily y recopilando
pruebas.
Contra mí.
68
TIMOFEY

La ducha se cierra y puedo escuchar a Piper moverse en el


baño. Sus pies mojados golpean contra el piso de baldosas y
continúa tarareando mientras se seca con la toalla.
Cuando finalmente sale, grita sorprendida cuando me ve
sentado en el borde de su cama. Se apresura a apretar la toalla
alrededor de su pecho. Su cabello castaño rojizo cuelga en una
maraña oscura y húmeda sobre su hombro.
—¡Timofey! —ella jadea, con la mano todavía presionada
contra su pecho—. ¿Qué demonios estás haciendo?
—Me gustaría hacerte la misma pregunta.
Frunce el ceño en confusión hasta que levanto la agenda y la
agito frente a ella. Sus ojos se abren. —Eso es para el trabajo.
—Eso no puede ser correcto. Porque eres un trabajador social,
no un investigador privado.
Ella aprieta la mandíbula. Sé que sabe de lo que estoy
hablando. Pero no va a revelar nada hasta que yo lo haga.
—No me digas que eres uno de esos patéticos detectives del
crimen que lo hacen ellos mismos, Piper. Una buena chica del
gobierno como tú, me imagino que dejaría el trabajo de
investigación a la policía.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Eso significa que quieres o no quieres saber por qué no fui
a Tokio hace unos meses? —pregunto.
Piper me mira fijamente y me retracto. Cualquier emoción
sería mejor que la forma plana en que me mira ahora.
Lanzo la agenda a la pared y ella salta sorprendida. Es un
segundo de emoción genuina antes de que baje su máscara de
neutralidad completamente transparente. Debajo de la
superficie, ella está aterrorizada.
—Tengo derecho a saber si una mujer fue asesinada en tu casa.
La casa donde vivo ahora.
—No tienes derecho a nada. Vivir aquí es un privilegio.
—¡Un privilegio al que me obligaron! No tengo elección. Si
estoy en peligro, merezco conocer los detalles.
Me burlo. —Así que se trata de Rodion. Sobre lo que dijo.
Su piel está sonrojada por la ducha, tal como estaba cuando la
sujeté contra la puerta del pasajero y caí de rodillas frente a
ella. Alejo el recuerdo, pero se va de mala gana. No ayuda que
Piper use nada más que una pequeña toalla.
—Me ruegas que te folle duro —escupo—, pero aún confías
en Rodion sobre mí. Dice que no estás a salvo aquí y le crees.
Sin importar lo que yo tenga que decir al respecto.
—No es justo.
—No, lo que no es justo es que me acuses del asesinato de
Emily.
Ella se encoge de hombros sin intentar negarlo.
—¿Pero sabes qué es lo más extraño de todo? Crees que
asesiné a una mujer y aun así te abres ante mí. ¿Qué dice eso
de ti?
—Hace dos días no sabía lo que sé ahora —espeta—. Como el
hecho de que Emily dio a luz justo antes de ser asesinada. Si
hice bien mis cálculos, su bebé tendría unos meses.
La miro fijamente, negándome a reconocer los puntos que
obviamente ha conectado.
—Benjamín es el hijo de Emily, ¿no? —ella pregunta.
—Has llegado a suficientes conclusiones sin mi aporte.
Demasiados, sinceramente. He hecho muchas bromas sobre la
inteligencia de Piper, pero la mujer presta atención.
—Timofey… —respira. Ella sostiene su toalla contra su pecho
con los nudillos blancos. Sus ojos me suplican—. Solo dime
qué está pasando. Ya acepté mentirle al SPI por ti. Esto no
cambia nada.
—Ambos sabemos lo tenue que es tu palabra.
—¿Quieres hablar de mi palabra? —ella escupe—. ¿Qué hay
de la tuya? Sé que se suponía que irías a Tokio la semana que
mataron a Emily. Pero no lo hiciste. Cancelaste el viaje. ¿Por
qué?
Porque dejaron a un bebé en mi maldita puerta.
La excusa está ahí en la punta de mi lengua. Respondería
tantas preguntas. Pero no le debo una explicación a Piper ni a
nadie más. Especialmente porque Emily me hizo jurar que
guardaría el secreto.
—Rodion tiene una coartada —dice Piper—. ¿Tú la tienes?
La mención de su nombre enciende una mecha en mí. No
estoy seguro de lo que sucederá cuando se queme.
Me acerco a ella, empujándola hacia la esquina de su
habitación. Ella está temblando. Podría ser por miedo, aunque
ella estaba temblando esa noche en el garaje, y ciertamente no
me tenía miedo en ese momento. Supongo que tiene más que
ver con el hecho de que está húmeda y prácticamente desnuda.
—Si crees que soy culpable de un delito, llama a la policía.
—Como si importara. Eres el dueño de la policía.
—No tantos como debes pensar —admito—. Seguramente
encontrarás a alguien que esté muy feliz de derribar la Bratva
Viktorov. Serías un testigo estrella.
Ella traga, su garganta temblando nerviosamente. —Como si
me dejaras.
Lanzo mi teléfono en su cama y le hago señas para que lo
tome. —Ve por el. Adelante, ¡Que esperas!
Piper me mira y luego mira el teléfono y viceversa. Puedo
notar que no va a hacer nada, pero está tratando de decidir qué
tan serio estoy. Cuál es mi ángulo.
—Llámalos y que me encierren si quieres —continúo—. Pero
veras quién te protegerá cuando no esté cerca.
Ella frunce el ceño. —¿Protegerme de qué?
La insinuación es bastante clara. Soy la única amenaza que le
preocupa en este momento. Conmigo fuera, ¿qué le quedaría a
ella para tener miedo?
Saco las fotos que estaban en el garaje y las abanico frente a su
cara. Ella las toma, una por una. Sus ojos verdes se estrechan y
luego se ensanchan, la confusión se convierte en horror.
—¿Quién las tomó? —ella susurra.
—La persona que terminará con tu vida en el momento en que
yo ya no esté de guardia sobre ti.
Tiro las fotos sobre la cama. Piper las sigue, su brazo desnudo
me roza en su camino para ver mejor. Ni siquiera toca el
teléfono que está a su lado.
—Esta soy yo en el trabajo —susurra, hojeando a través de
ellas—. Y de camino a casa. Esto es… ¿Alguien me estaba
siguiendo?
—Y no tenías idea —muerdo—. Porque no entiendes este
mundo, Piper. No tienes idea con lo que estás tratando.
Arroja las fotos sobre el edredón y se gira hacia mí. —Lo
entiendo, Timofey. Soy estúpida. Soy una idiota. Soy inútil.
¿Vale?
No, Piper, no eres ninguna de esas cosas.
Eres vulnerable.
No tiene idea de lo frágil que es tu vida en este momento. Y no
puedo dejárselo claro sin revelar mucho, demasiado.
—Entrégame a la policía si quieres —le digo, caminando
hacia la puerta—. Pero en el momento en que lo hagas, estarás
muerta.
69
PIPER

Ya no puedo mirar las fotografías.


Verme a mí misma haciendo mi día, sin darme cuenta de que
estaba siendo observada… Es demasiado inquietante.
¿Hay alguna forma de que Timofey realmente tomara estas
fotos para asustarme? No me extrañaría que tratara de
arrinconarme para que hiciera lo que me pide, es decir, no ir a
la policía.
Después de todo, estoy más convencida que nunca de que
tiene algún rol en el asesinato de Emily. Tiene buenas razones
para quererme asustada y dependiente de él.
Pero no. No hay ninguna manera. No podría haberse acercado
tanto a mí sin que me diera cuenta. Cada vez que está cerca, lo
siento como una carga estática.
Para bien o para mal, me atrae. No hay forma de que hiciera
esto sin que yo me diera cuenta.
—Lo que significa que tengo dos psicópatas detrás de mí.
Meto las fotos en el cajón de mi mesita de noche y me pongo
de pie. Todavía estoy envuelta en la toalla de mi ducha, a pesar
de que mi piel se ha secado hace mucho tiempo. Mi cabello
también está seco. Cuelga en enredos sin cepillar alrededor de
mis hombros.
Entrar al baño y limpiarme se siente como una enorme pérdida
de energía. Hay demasiado para ordenar. Demasiado que
desentrañar para gastar un poco de energía que no es
completamente necesaria.
Me acerco a la esquina de la habitación y agarro mi agenda.
Hay un rasguño en la pared de donde Timofey lo arrojó.
—Estúpida —susurro, yendo a las notas que hice en la parte
de atrás. No puedo creer que pensé que mi pequeño y tonto
código lo engañaría. E de Emily. R de Rodion. TV de Timofey
Viktorov. Use sus iniciales enteras, por el amor de Dios. ¿Qué
estaba pensando?
No estaba. Y no puedo darme el lujo de hacerlo de nuevo.
Tendré que hacerlo mucho mejor que algunas fechas
garabateadas en la parte de atrás de una agenda si quiero que
la policía tome en serio mi caso contra Timofey.
Especialmente porque tiene al detective Rooney y quién sabe
quién diablos más de su lado.
No tantos como debes pensar, dijo.
Patrañas. Probablemente es dueño de todo el departamento de
policía. Le traería una inmensa alegría recibir una llamada de
uno de sus hermanos de azul de la Bratva que traté de
presentar cargos de asesinato contra él. Luego chasquearía los
dedos y me arrojaría a un calabozo sin llave.
Como siempre, la baraja está apilada a favor de Timofey
Viktorov. Mi evidencia contra él por el asesinato de Emily es,
en el mejor de los casos, circunstancial. Inexistente en el peor
de los casos.
Quiero llamar a Ashley o Noelle y hablar de todo esto.
Procesar verbalmente es lo mío. Así es como le doy sentido al
ruido dentro de mi cabeza.
—¿Eres consciente de que narras toda tu vida? —Noelle dijo
una vez—. O sea, solo un comentario continuo de lo que estás
haciendo y por qué.
Ambas estaban esperando en mi sala de estar a que me
preparara para salir. Pero para poder salir por la noche,
necesitaba tener un plan para el resto de la semana.
Ashley soltó una carcajada y se fue a su lastimoso intento de
hacerse pasar por mí. —Yo, Piper Quinn, voy a descongelar
este pollo para cocinarlo mañana por la noche. Después tendré
sobras la siguiente noche cuando tenga que trabajar hasta
tarde. También puedo ducharme mientras el pollo se está
descongelando, así no tengo que hacerlo a la mañana siguiente
cuando tengo una reunión temprano.
—¡Discúlpenme por tratar de organizar mi vida!
—¿Alguna vez has oído hablar de una agenda? —bromeó
Noelle.
Compré una después de esa conversación. Eso ayudo. Por un
tiempo.
Pero ya no más. El desorden dentro de mi cabeza debe
permanecer allí. Al menos hasta que sepa que no puede
meterme en ningún problema.
Lentamente, paso la página que estaba mirando Timofey a la
página siguiente. La que afortunadamente no vio.
Mi letra llena la página de arriba a abajo. A primera vista,
parece una especie de manifiesto de una loca. La escritura
frenética y descuidada de una persona cuyo cerebro está lleno
de malas ideas.
La vida sería más fácil si dejara de intentar reunir pruebas
contra Timofey. Podría hacer lo que me pidió que hiciera,
recomendar que él críe a Benjamín y luego marcharme.
Excepto que no creo que haya una manera de alejarme de
esto. De él…
Agarro la esquina de la página y empiezo a rasgar. Tal vez si
arranco la página, los sentimientos asociados con ella también
desaparecerán.
Pero vacilo, permitiéndome escanear más abajo en la página.
Estar con Timofey es emocionante, si soy sincera. No sé si
eso me hace una mala persona o no. Probablemente lo haga.
Ni siquiera creo que me importe ya. Cuando estuvimos en
ese garaje esta noche, habría hecho cualquier cosa para
quedarme allí para siempre. Nunca antes me habían tocado
de esa manera. Nunca antes había deseado tanto a alguien.
¿Es posible que él también me desee?
Mi cara arde con una vergüenza tan poderosa que me da
náuseas.
—Dejó muy claro lo que piensa de mí —me recuerdo a mí
misma.
—Eso es asunto de la Bratva. Mi asunto —dijo cuando le
pregunté si iba a matar a Rodion—. No tiene nada que ver
contigo.
Timofey se desapareció después de que tuvimos sexo. No hay
otra manera de decirlo. Ni siquiera vi su sombra en el pasillo
durante dos días. Toda nuestra comunicación tuvo lugar con
Akim como intermediario.
Es por eso que me sumergí profundamente en el asesinato de
Emily. Porque la indiferencia de Timofey hacia mí no era
motivo suficiente para renunciar a mis fantasías románticas.
¿Pero si es un asesino? Seguramente eso haría que me olvidara
de él de una vez por todas, ¿no?
Y funcionó. De verdad, realmente lo hizo.
Hasta que salí de la ducha y lo vi sentado en mi cama.
Todo lo que necesité fue un vistazo de él para liberar todos los
sentimientos que había aplastado y reprimido.
Timofey es como una enredadera plantada en lo más profundo
de mí. No importa cuántas veces me diga que está mal
quererlo o que no puedo estar con él. Hasta que no lo arranque
de mí, con raíces y todo, siempre tendrá control.
Claramente, no le gustó que investigara el asesinato de Emily,
lo cual es exactamente la razón por la que no puedo rendirme
ahora. Rodion tenía razón: las mujeres en la vida de Timofey
no tienden a vivir mucho tiempo.
Así que la única solución es asegurarme de que no esté en la
vida de Timofey.
70
PIPER

Akim está en la sala de estar cuando llego. Tiene un bol de


palomitas de maíz en su regazo y el control remoto en su
mano, cambiando furiosamente los canales más rápido de lo
que la televisión puede seguir.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto.
—Contando a cuántos canales se suscribe Timofey —dice, sin
disminuir la velocidad de sus clics ni mirar en mi dirección.
—Solo ve a la página de la guía.
—Los canales no están numerados como solían estar, ¿sabes?
1, 2, 3 y así sigue. Ahora es CineDine 1 y CineDine 2 o The
Game Channel y The Game Channel Late Night. Sólo quiero
un número directo. ¿Por qué es tan difícil?
Me siento en el otro extremo del sofá y alcanzo sus palomitas
de maíz. —¿Por qué eso importa?
—No lo hace —dice—. Solo quiero saber cuánto dinero está
desperdiciando. Televisión por cable es básicamente una
estafa. Sólo los viejos todavía lo tienen. Además, él ni siquiera
ve la televisión. ¿Para qué necesita 1.349 canales?
Silbo. —Eso es mucho.
—Y todavía estoy contando. ¿Cuándo tendría tiempo de ver el
Canal de Viaje en francés?
—¿Nunca? —adivino—. Pero no lo sé. Tal vez tiene mucho
tiempo libre. En realidad, nunca lo veo hacer nada excepto
trabajar.
—Y a ti —dice Akim. Detiene su cambio de canales el tiempo
suficiente para tocar la batería imaginaria—. Ba-dum-tss.
Estaré aquí toda la noche, muchas gracias.
Lanzo mi puñado de palomitas de maíz a un lado de su cabeza.
—Idiota.
—¡Oye! Son palomitas de maíz con queso cheddar y salsa
ranch. Es demasiado bueno para desperdiciarlo y manchará el
sofá.
Le doy un mordisco a los granos que aún tengo en la mano y
sonrío en agradecimiento. —Guau. No estabas bromeando.
Esto es realmente bueno.
—Lo suficientemente bueno como para que me perdones por
hacer esa broma sobre ti y Timofey y todo el ruido cuando
hicieron el amor en el…
—Solo te perdonaré si te callas ahora mismo y nunca lo
vuelves a mencionar.
Cierra una cremallera imaginaria en los labios y sigue
cambiando de canal.
Las palabras “hacer el amor” flotan en el aire como una nube
de mosquitos. No puedo ignorarlo, por mucho que me
gustaría.
—Tienes que ser capaz de amar para hacer el amor —
murmuro.
Akim abre parcialmente sus labios. —Ya que lo mencionaste,
¿puedo hablar sobre eso o…?
—No hablaremos de eso —le digo, dándole una mirada severa
de advertencia—. Pero puedes hablar de él si quieres.
Me mira con los ojos entrecerrados con sospecha. —¿Quieres
hablar de él?
—¡No! —espeto por instinto. Luego me encojo de hombros—.
Sí. Tal vez. No sé.
Sí sé. Si eso no pusiera a Noelle y Ashley en peligro, estaría
arriba en la cama diciéndoles todo ahora mismo. Pero cuanto
menos sepan, mejor.
Akim es mi única opción.
—Es que él es tan frustrante. No siento que sepa lo que está
pasando en su cabeza.
—Algunas personas son fáciles de leer. Son un libro abierto.
Otras, como Timofey, son un libro que se cierra con una
cadena, se mete en una caja fuerte y se deja caer en lo más
profundo del océano.
Bufo. —Eso lo resume.
—Pero algunos de nosotros somos realmente buenos
buceadores. Tenemos todas nuestras calificaciones y sabemos
cómo bucear tan profundo sin doblarnos y morir… o ser
comidos por un calamar gigante o algo así.
Le hago señas con la mano. —Basta de analogías. Llega al
punto.
Él suspira. —Ustedes dos son más parecidos de lo que creen.
—Lo dudo mucho. Por ejemplo, yo tengo un corazón y
personas en mi vida que me aman sin necesidad de ganar un
sueldo de mí.
Si Timofey estuviera aquí, cuestionaría ese punto. Pero Ashley
no recibe un sueldo de mi parte. Solo que ocasionalmente
necesita todo mi sueldo para no ir a la cárcel. Pero eso es
diferente. Eso es completa y totalmente diferente.
—Era amigo de Timofey antes de que me pagara —dice Akim
—. Me gustó desde el momento en que lo conocí. Por
supuesto, lo conocí cuando Emily estaba allí. Ella tenía una
manera de ablandarlo.
Todo mi cuerpo se pone rígido ante la mención de su nombre.
Por supuesto que Akim conocía a Emily. ¿Por qué no pensé en
eso antes?
¿Quizás porque estabas demasiado ocupada inclinándote
sobre el capó del auto de Timofey para usar tu cerebro?
—¿Cómo era ella?
No estoy segura de por qué pregunté. Akim no puede dar
ninguna respuesta que me haga sentir mejor.
Si ella es exactamente como yo, entonces me sentiré como una
especie de reemplazo enfermizo de la mujer que perdió
Timofey.
Si ella no se parece en nada a mí, entonces sentiré que no
tengo ni una oportunidad de estar con él.
No es que quiera estar con él. O que debería estar con él. Ese
no es mi objetivo aquí…
¿O sí?
Akim suspira, sacándome de mis patéticos y frenéticos
pensamientos. —Ella era… era realmente asombrosa. Una
persona tan dulce. Increíblemente bella.
Sí, esto no es útil. Quiero retroceder en el tiempo y retirar mi
pregunta.
—Eso tiene sentido —digo—. Timofey es ridículamente
guapo.
Akim frunce el ceño. —Digo, no son parientes. Así que no veo
qué tiene que ver eso con algo.
Arrugo la nariz y me vuelvo hacia él. —¡Obvio que no son
parientes! Asco.
Él me mira por un segundo, luciendo confundido, y luego se
encoge de hombros. —De todos modos, ella era increíble.
Timofey siempre estaba más a gusto con ella. Se conocían
desde hacía mucho tiempo por lo que él era más él mismo con
ella que con la mayoría de las personas. Era bueno verlo.
¿Cómo se veía cuando Timofey se parecía más a sí mismo?
¿Era la versión amable que vi el otro día? Tal vez incluso
sonreía cuando estaba cerca de ella.
Los celos se retuercen en mis entrañas, calientes y
repugnantes.
—Luego tuvieron una pelea y las cosas cambiaron —continúa
Akim.
Así es, Timofey pudo haberla matado. Estaba demasiado
ocupada estando celosa para recordar cómo resultaron las
cosas para Emily. Su posición no es precisamente envidiable.
—Ah. Qué mal. ¿Fue una discusión seria? —pregunto—.
¿Pudieron resolverlo antes de que la mataran o…?
Akim abre la boca para responder. Luego, de repente, baja el
control remoto y se vuelve hacia mí. El chef, por lo general
alegre, de repente se pone serio. —¿Qué me estás
preguntando, Piper?
Finjo inocencia lo mejor que puedo. —No estoy preguntando
nada. Solo me preguntaba si dejarían de lado sus diferencias
antes de que ella fue… antes de que muriera. ¿Seguían juntos?
Él niega con la cabeza. —¿Has hablado con Timofey sobre
algo de esto?
Bufo. —Tú mismo lo dijiste, él no es exactamente un libro
abierto.
—Vale. —Apaga la televisión y se pone de pie—. Tal vez
debería seguir su ejemplo entonces.
Me estiro hacia él. —¡Espera! No te vayas. Si no puedes
hablar de ello por alguna razón, entonces no lo hagas. Si no es
seguro para ti, no presionaré.
—Pregúntale a Timofey lo que quieras, pero yo probablemente
debería mantener la boca cerrada a partir de este momento.
Antes de que pueda decir nada más, Akim me entrega su bol
de palomitas de maíz especiales y sale corriendo de la sala de
estar como si yo hubiera iniciado otro incendio.
71
PIPER

Benjamín está despierto cuando abro su puerta para ver cómo


está.
No es tan extraño. Por lo general, se despierta alrededor de la
medianoche para comer. La única diferencia es que no está
llorando. Solo está acostado en su cuna, mirando el móvil
perfectamente inmóvil que cuelga sobre su cabeza. Diminutos
aviones de madera flotando bajo una nube blanca.
¿Timofey ordenó eso para él? La idea de Timofey parado en la
sección infantil de una tienda, eligiendo móviles, es risible.
Además, adorable.
Si Timofey quisiera, podría tener a cualquier mujer del mundo.
Todo lo que tendría que hacer es llevar a Benjamín a caminar
por la calle. Los hombres guapos con bebés adorables son
irresistibles para las mujeres solteras.
Yo misma incluida.
—Hola, amigo —susurro, mirando por encima del borde de la
cuna del adorable bebé en cuestión—. ¿Tienes hambre?
No responderá, lo sé, pero ni siquiera actúa como si pudiera
oírme.
Lo saco de la cuna y lo muevo al cambiador atado a su
tocador. Mientras deshago su pañal, el habitual bolsillo de
calor que encuentro entre las capas de su ropa está
notablemente ausente.
—¿Hace demasiado frío aquí? —pregunto, sacando un pie
para sentir el aire caliente que sale de la rejilla de ventilación
cerca del suelo. Parece normal—. Tal vez suba la temperatura.
¿Qué piensas de eso, ah?
Sus brazos regordetes están fláccidos a los costados. Cuando
lo levanto, cuelgan detrás de él, sus dedos están sueltos en
lugar de cerrarse en puños con hoyuelos.
Los comienzos del pánico se enroscan en mi pecho,
envolviéndose como una serpiente lista para atacar. Aunque lo
ignoro. Estoy siendo dramática. Estoy preocupada por nada.
—Solo tienes hambre —susurro contra su mejilla redonda—.
Te traeremos algo de comer y estarás bien como la lluvia.
Mantengo esa esperanza hasta que entro en la despensa del
carnicero y enciendo la luz.
Por lo general, Benjamín parpadea ante el brillo o retrocede,
pero no reacciona en absoluto al ser bañado por una luz blanca
intensa. Peor aún, miro hacia abajo y veo un anillo azul
alrededor de sus labios.
La serpiente en mi pecho enloquece.
—Ay, Dios mío —jadeo, acariciando su rostro. De repente, se
siente frío. ¿Siempre fue así de frío? ¿O soy yo?
Mi corazón está acelerado, pero siento que no me llega sangre
a las extremidades. Mis manos y pies hormiguean y me siento
mareada.
Me hundo en el suelo, Benjamín sobre mis rodillas. Presiono
la palma de mi mano contra su pequeño pecho para
asegurarme de que su corazón sigue latiendo.
—Estás bien —susurro cuando siento el golpe débil y
ondeante contra mi mano—. Vas a estar bien.
Respiro hondo y hago lo único que se me ocurre. Lo único que
tiene sentido.
Llamo a Timofey.
Por un segundo, me preocupa que no responda. Tal vez piensa
que estoy llamando para explicarme o disculparme. Estoy
segura de que él no quiere escuchar eso más de lo que yo
quiero hacerlo.
Luego escucho su voz, profunda y firme. Me agarro al
salvavidas.
—¿Qué? —él ladra.
—Timofey. Benjamín. —Tantas palabras y explicaciones
pasan por mi cabeza, pero eso es todo lo que puedo decir.
Hay un momento de vacilación antes de que responda. —¿Qué
estás diciendo?
—Benjamín —lo intento de nuevo, trabajando duro para
reducir el ritmo acelerado de mi corazón—. Él no está llorando
o… o inquieto. Está callado y… y… azul. Sus labios están…
Algo anda mal con él. Necesitamos…
—Estaré ahí pronto.
La línea se corta.
Dejo caer el teléfono y acuno a Benjamín en mis brazos. —
Está bien. Todo estará bien. Tu papi estará aquí pronto. Él nos
va a ayudar, ¿Vale? Se asegurará de que estés bien.
Me sorprende darme cuenta de que no estoy mintiendo para
que se sienta mejor. Creo en cada palabra que sale de mi boca.
Timofey va a arreglar todo esto.
72
TIMOFEY

Vuelo en las esquinas y acelero a través de tantos semáforos


como puedo. La idea de tener un accidente no es tan aterradora
como la idea de perder a Benjamín.
Piper debe sentir lo mismo. No se queja en absoluto de que
está encajada en el asiento trasero con Benjamín y su asiento
de seguridad. Su claustrofobia debería tenerla arañando las
ventanas, pero cuando miro por el retrovisor, toda su atención
está en el niño.
Incluso en la oscuridad, puedo notar que sus ojos están
vidriosos por las lágrimas no derramadas. —Sus ojos están
empezando a cerrarse. No sé si está durmiendo o…
—Ya casi llegamos —interrumpo—. Dos minutos más.
Ella lo toca, susurrando dulces palabras en sus oídos para
mantenerlo despierto.
En el momento en que Piper llamó, supe que tenía que ser yo
quien los llevara al hospital. Una ambulancia tardaría
demasiado. Y si algo le sucediera en el viaje, no tendría más
remedio que matar a los técnicos de emergencias médicas en
represalia.
No, tenía que ser yo. Piper no peleó conmigo por eso.
Tampoco dudó en subirse al coche con nosotros.
—La sala de emergencias está allí —dice, inclinándose hacia
el asiento delantero para señalar la ventana del lado del
pasajero.
Ya estoy volando por el estacionamiento hacia el letrero rojo
brillantemente iluminado.
—Sácalo de su asiento —le digo.
—Pero todavía nos estamos moviendo. No es…
—Ahora —ordeno—. No quiero perder ni un segundo más.
Escucho que se aflojan las correas y cuando estaciono el coche
de un golpe y salgo, Piper me está entregando el pequeño
cuerpo de Benjamín a través de la puerta trasera.
Se ve peor que cuando llegué a la casa por primera vez. Sus
mejillas generalmente rosadas son pálidas con una palidez
gris. Sus ojos grandes y brillantes son planos. Parece un
muñeco mal hecho, una mala reproducción del niño feliz al
que estoy acostumbrado.
Lo sostengo en el cálido hueco de mi brazo y corro hacia las
puertas delanteras.
Escucho el rugido de un motor y giro justo cuando Piper me
hace señas desde la ventana del lado del conductor. —Ve
adelante. Aparcaré el coche.
Entrar en la sala de emergencia artificialmente iluminada es
desorientador, pero no aminoro el paso. Me acerco a hileras de
incómodas sillas de plástico y gente desdichada hasta el puesto
de enfermeras que hay junto a la pared del fondo.
Sin levantar la vista, una enfermera mayor desliza hacia mí
una tableta que está encadenada al escritorio. —Inicia sesión y
nos pondremos en contacto contigo cuando…
—Por la puta, ahora mismo —gruño.
Ella mira hacia arriba, con los labios fruncidos y lista para
pelear. Pero cuando ve a Benjamín, sus ojos se agrandan. —
¿Qué le pasa?
—Se está poniendo azul, no llora, no come —digo,
enumerando todo lo que puedo recordar que dijo Piper. Pero
esta mujer es inteligente. Ella puede notar tan bien como yo
que algo anda muy mal.
Presiona un botón en su escritorio y se apresura, tomando a
Benjamín de mis brazos y colocando un estetoscopio contra su
pecho.
Estaba listo para decirle que he donado millones de dólares a
este hospital y que necesita mostrarle a Benjamín la mejor
atención que tienen o quemaré todo el lugar hasta los
cimientos. Pero parece que Benjamín está haciendo todo el
trabajo pesado por mí.
—¿Qué pasa, dulce niño? —murmura la enfermera. Ella
frunce el ceño mientras pasa el pulgar por el dorso de su mano.
Las puertas de entrada se abren y Piper entra corriendo,
girando la cabeza frenéticamente antes de vernos de pie en la
recepción. Ella se desplaza hasta detenerse a mi lado. —¿Lo
llevaran atrás ahora?
La enfermera le da a Benjamín una mirada más y luego nos
asiente a ambos. —Vengan conmigo, Mamá y Papá.
Me encuentro con los ojos de Piper. Las etiquetas cuelgan en
el aire como si el universo se burlara de nosotros. En una
fracción de segundo, acordamos en silencio no corregir a la
mujer. Lo que sea que nos lleve a los dos a una sala de examen
con él está bien.
Seguimos a la enfermera a través de pasillos laberínticos,
reuniendo más enfermeras a medida que avanzamos. Todas se
iluminan al ver a Benjamín acercándose y luego se preocupan
una vez que está cerca. No es exactamente alentador.
Nos llevan a una habitación donde lo desnudan hasta quedar
en un pañal limpio y lo tocan y pinchan.
—Debería estar llorando —gruño, las palabras silbando entre
dientes—. ¿Por qué no está llorando?
—Eso es lo que vamos a averiguar —dice la enfermera.
En silencio, Piper se acerca y toma mi mano.
La ansiedad en mi pecho no se alivia, pero tampoco empeora.
Se siente como si alguien más estuviera aquí para llevar la
carga. Mis miedos son tan grandes como eran, igual de densos,
pero sentir el calor de su mano en la mía me tranquiliza.
Cuando la enfermera me dice que necesita llevarse a Benjamín
para algunas pruebas, el agarre de Piper sobre mí es lo único
que me impide exigir que vaya con ellos.
Luego el espacio se aclara y estamos solos.
Las paredes blancas de una habitación son estériles y sin vida.
Mis ojos saltan de un cuadro médico a otro, buscando
cualquier cosa que me distraiga, aunque sea por un segundo.
—Lo que daría por un arte de oficina de dentista terrible —
murmuro.
Piper, que ha estado completamente inmóvil desde que la
enfermera cerró la puerta detrás de ella, se levanta de un salto
y comienza a caminar dos pasos de un lado a otro de la
habitación. —Tal vez deberíamos haber ido con Benjamín.
—¿Eres doctora?
Ella me ignora. —¿Le pusieron una etiqueta o algo así? —ella
pregunta—. ¿Cómo saben que es nuestro… digo, tuyo… cómo
saben a dónde pertenece?
—Le pusieron la pulsera y la escanearon en el sistema cuando
entramos por primera vez en la habitación.
Pasa una mano por su cabello castaño rojizo, sus ojos se
mueven al ritmo de sus pensamientos. —Vale. Bueno. Bien.
Puedo sentir la energía frenética como un campo de fuerza a
su alrededor. Es imposible imaginar que hace solo un minuto
ella era la que estaba siendo fuerte para mí. Ahora, parece que
sus nervios están casi fritos.
—Piper —digo en voz baja.
—¿Y si no hubiera ido a ver cómo estaba? —susurra, todavía
ignorándome—. Ni siquiera estaba llorando. Solo me asomé
para verlo porque yo… Porque quería verlo. Porque yo…
—Lo amas —termino por ella.
Ella me mira. Por primera vez desde que entré en la casa y la
vi en el suelo con Benjamín en su regazo, siento que Piper me
está viendo.
Por primera vez, puede ver más allá de la neblina de miedo y
pánico que la ha estado rodeando desde el momento en que
nos conocimos.
Las lágrimas llenan sus ojos y ella asiente. —De verdad lo
amo. Es perfecto—. Luego recuerda por qué estamos aquí y
comienza a derrumbarse de nuevo—. Es perfecto, pero algo
está pasando, algo anda mal con él, y sucedió bajo mi
supervisión. Lo estaba observando y casi no lo vi y…
—Pero sí lo viste. Te diste cuenta y me llamaste. Ahora
estamos aquí.
—Se supone que debes estar enojado conmigo —dice con voz
llorosa—. Sería más fácil si estuvieras enojado conmigo.
—No hay nada por lo que enojarse. Lo salvaste.
Ella niega con la cabeza, negándose a aceptar mis palabras. —
Aún no. No sabemos lo que está mal. Todavía no sabemos
nada.
—Yo sí —le digo.
Parpadea hacia mí, sus ojos tan abiertos y puros como los de
un niño. —¿Tú sí?
De repente, no quiero nada más en el mundo que cuidar de
esta mujer. Extiendo la mano y acaricio su mejilla, acunando
su barbilla temblorosa en mi palma. —Lo sé todo, ¿recuerdas?
Una risa sorprendida sale de ella. Ella lucha contra una sonrisa
acuosa.
—Benjamín va a estar bien —le digo—. Va a estar
perfectamente bien. Solo espera.
Ella exhala, su cálido aliento suave contra mi piel. Luego
asiente. —Vale.
Abro mi brazo y Piper se enrosca en mi cuerpo fácilmente.
Como si lo hemos hecho un millón de veces antes.
73
TIMOFEY

La cabeza de Piper está sobre mi hombro y sus ojos están


cerrados cuando la puerta se abre de nuevo.
Ambos nos ponemos de pie antes de que podamos procesar
quién está entrando. Y que Benjamín no está con ellos.
—¿Qué le pasa? —exijo—. ¿Dónde está?
Ella me da una sonrisa que quiero borrar de su cara. Es una
inútil pérdida de tiempo. No quiero formalidad; quiero
información.
—Benjamín todavía se está haciendo algunas pruebas —dice
ella—. Está con nuestras enfermeras y está en buenas manos.
—¿Qué le pasa? —Piper pregunta, haciéndose eco de mi
pregunta.
Ahí es cuando la sonrisa de la enfermera se convierte en una
mueca. Sus labios se doblan hacia abajo en las comisuras y me
doy cuenta de lo poderoso que es este niño.
Cómo amarlo puede y podría ponerme de rodillas.
—¿Alguna de sus familias tiene antecedentes de defectos
cardíacos congénitos? —ella pregunta.
—Nada está mal con su corazón. —Lo gruño como si pudiera
hacerlo realidad.
—¿Eso es lo que es? —pregunta Piper. Su barbilla se tambalea
—. Ay, Dios mío. Su corazón.
—Todavía estamos probando cosas. Es solo una posibilidad —
dice la mujer—. Ahora, ¿alguno de ustedes tiene antecedentes
familiares de problemas cardíacos? Pueden ser genéticos.
Piper se mueve detrás de mí, huyendo de la pregunta. Después
de un segundo, recuerdo por qué.
—No somos sus padres. —La enfermera parece alarmada
antes de que aclare—. No somos sus padres biológicos. Y su
madre fue adoptada, por lo que no tenemos antecedentes
familiares sobre ella.
—¿Y el padre? —pregunta, haciendo una nota en su
portapapeles.
—Desconocido.
Frunce el ceño, pero nos da un rápido asentimiento. —Alguien
regresará pronto para darles los resultados de las pruebas.
En el momento en que la puerta se cierra, Piper está frente a
mí. Sus ojos verdes son eléctricos. —¡Su vida está en juego,
Timofey! A la mierda tus secretos.
Es un cambio tan grande desde hace un momento que estoy
desconcertado. —Estás histérica.
—No estoy histérica, estoy aterrorizada. ¡E igual pensando
más racionalmente que tú! Si sabes algo, dilo. Cualquier
secreto que estés tratando de mantener no es más importante
que la vida de Benjamín.
—Mis secretos no tienen nada que ver con si Benjamín vive
o… —Me detengo, no queriendo ni siquiera expresar la
posibilidad—. No tienen nada que ver con esta situación.
—¡Por supuesto que sí! Sabes más de lo que dices. —Su dedo
me pincha en el pecho dos veces, pronunciando cada palabra
—. Diles. Ya.
Agarro su muñeca y la retuerzo, controlando su movimiento
sin lastimarla. Una vez que ella está fuera de mi camino, me
dejo caer en una de las sillas de plástico. —No tengo nada que
decirles.
—¡Diles que eres su padre! —ella prácticamente chilla.
Ah.
Cruzo mi tobillo sobre la rodilla opuesta y me inclino hacia
atrás. —Aparentemente, tu trabajo de investigación no fue tan
completo como pensé.
Ella se cruza de brazos. La expresión de su rostro es una que
he llegado a reconocer. Desafío mezclado con una fuerte dosis
de desdén. —Fue lo suficientemente completo.
—No, no lo fue. No si crees que soy el padre biológico de
Benjamín.
Ella lanza sus brazos. —¡Sé realista, demonios, Timofey! ¿Por
qué otra razón una mujer elegiría dejar a su hijo recién nacido
con el líder de una Bratva? —Al menos tiene la claridad
mental para bajar la voz. Lo último que cualquiera de los dos
necesita es que una enfermera escuchando a escondidas llame
a la policía.
Toco mi pecho con las yemas de los dedos. —¿Estás diciendo
que no irradio instintos paternales?
—Esto no es un juego, Timofey. No me des una actuación.
Dime la verdad.
Quiero estar enojado con ella, pero debajo de todo, veo su
preocupación por Benjamín. Ella lo ama más de lo que jamás
podría pedirle a cualquier niñera de la calle. Ella quiere
cuidarlo como si fuera suyo y no quiero castigarla por eso.
Si ella puede superar sus propios miedos y obstáculos para
llevar a Benjamín al hospital lo más rápido posible, entonces
yo también puedo superar los míos.
—Emily dejó a Benjamín en mi puerta porque creyó
erróneamente que sería un buen padre para él. No porque en
realidad sea mío.
Piper frunce el ceño. —¿Pero por qué? No tiene sentido.
Ambos sabemos que no eres del tipo paternal.
—Bueno, Emily sí lo pensó —digo—. Porque yo era como un
padre para ella.
El pliegue entre sus cejas se profundiza. Algo parecido al
disgusto curva su labio superior. —¿Eras como un padre? Pero
ustedes dos…
—Éramos hermanos —termino—. Hermanos adoptivos.
Vivimos en la misma casa después de que me separaron de mi
madre.
La boca de Piper se abre. —Pero pensé… El relicario que
encontré tenía una imagen, y…
Chasqueo mi lengua en fingida decepción. —Eso es lo que
mereces por asumir, Piper. Estabas tan dispuesta a pensar en
mí de cierta manera que llegaste a todas las conclusiones
equivocadas.
—No tenía sentido que dejara a su bebé contigo. En realidad,
todavía no tiene sentido —admite, sacudiendo la cabeza—.
Así que, ¿Sergey también la adoptó?
—Emily nunca fue adoptada.
Su rostro cae. Ha escuchado esta historia demasiadas veces
para creer que tiene un final feliz. —Ah. Ah… Ay, no.
—Tenía trece años, pero no mucha gente quiere enfrentarse a
una adolescente con problemas, ¿verdad?
Piper se estremece. —Como Grant.
Asiento con la cabeza. —Vi mucho de Emily en él. La forma
en que se preocupó por sus hermanas y te enfrentó. Emily era
así de feroz.
—Algo que ustedes dos tenían en común, entonces.
Me encojo de hombros. —Supongo que sí. Pero Emily se
enfrentó a nuestros padres adoptivos abusivos demasiadas
veces. Detuve que la golpearan y nos escapamos juntos. Nos
cuidábamos el uno al otro tan bien como podían hacerlo dos
niños. Luego la policía nos recogió y nos dejó en casa de
Sergey.
Después de que la policía nos recogiera, Emily juró que
podríamos haberlo logrado por nuestra cuenta. Habló una y
otra vez sobre la vida que habríamos construido para nosotros
mismos. Pero yo estaba a horas de arrastrarla al SPI yo mismo.
Ella había perdido tanto peso. Lucía tan enferma. Las calles no
la trataban bien y tenía miedo de no estar siempre allí para
salvarla.
—¿Por qué no fue adoptada?
—Sergey no es exactamente sentimental. —La subestimación
del siglo—. Él no vio a dos niños necesitados en su puerta; vio
dos posibles inversiones. Aparentemente, vio algo en mí en lo
que valía la pena invertir.
—Eso es tan cruel —jadea.
—No estaba en condiciones de rechazarlo. Especialmente
cuando vivir con Sergey me dio la oportunidad de pasarle mi
buena fortuna a Emily.
Sus párpados revolotean. —¿Te mantuviste en contacto?
—Cuando Emily me dejaba. —Asiento con la cabeza—. Una
vez que salió del sistema por edad, se volvió buena esquivando
el radar. Cada vez que aparecía, le daba comida y dinero. La
cuidé lo mejor que pude antes de dirigir las cosas.
—¿Y después de que estabas dirigiendo las cosas? —pregunta
Piper.
—Fue la primera persona que contraté. La contraté como…
asistente, supongo que se podría llamar así. Ella tenía todo lo
que podría haber necesitado. Pensé… —suspiro y paso una
mano por mi cabello. Ya es tarde y el peso del pasar de las
horas ya empiezan a cansarme. Más bien estoy cansado hasta
los huesos. Ese agotamiento es probablemente la única razón
por la que Piper logra sacarme esta historia—. Pensé que las
cosas iban a empezar a mejorar para ella.
Piper pone una mano en mi codo y aprieta suavemente. —Lo
lamento.
—Sí. Yo también.
Hay un segundo de silencio antes de que Piper retroceda. —
Pero espera. Si la contrataste, entonces debes saber quién es el
padre de su bebé. Estabas de vuelta en su vida. Ella te lo
habría dicho.
La miro fijamente, observando, esperando. He llamado a Piper
tonta muchas veces, pero sé que no lo es. Sé que, si espero
unos segundos, ella juntará las piezas. Tres, dos…
Ella jadea. —Rodion.
Le ha acertado al premio mayor.
—Ay, Dios mío. —Sus ojos se agrandan—. Es por eso que él
dijo… ¡Todo tiene sentido ahora!
—La retrospectiva tiene ese efecto.
Ella me ignora y entrelaza sus manos alrededor de su nuca.
Está paseando de nuevo. Finalmente, me mira y chasquea los
dedos. —¡Así que sabes quién es el padre! Puedes llamarlo y
ver si su familia tiene antecedentes de cardiopatía congénita.
—No. —Sale la palabra antes de que ella pueda terminar. Y
antes de que pueda preguntarme por qué, lo digo de nuevo—.
No. Absolutamente no.
—Pero Benjamín está en problemas. Las enfermeras podrían
usar esa información para ayudarlo.
—Rodion podría usar esa información para lastimarlo —digo
con toda la gravedad que puedo. —Necesito que entiendas que
Rodion nunca, bajo ninguna circunstancia, puede descubrir
que Benjamín es su hijo. Jamás.
Ella me mira. Una vez más, veo las piezas encajando en su
lugar. —Porque crees que él mató a Emily.
—Y podría ir tras Benjamín si lo sabe —confirmo.
Ella jadea y se deja caer sin contemplaciones en la silla a mi
lado. Sus piernas caen como si estuvieran llenas de arena en
lugar de huesos. Ella se ve tan agotada como yo me siento. —
¿Rodion realmente no tiene idea?
—Ninguna. Le digo.
—¿Alguien sabe? —pregunta, mirándome a escondidas.
—Yo —le digo—. Y ahora tú.
Ella suelta otro suspiro. —Guau. Vale.
—Necesito saber que puedo confiar en que serás discreta. O si
no…
Ella agarra mis manos y niega con la cabeza. —No me digas
«o si no», ¿Vale? No lo necesito. Benjamín estaría en peligro.
Eso es suficiente para mí. Tienes mi palabra. Nunca se lo diré
a nadie.
Podría besarla ahora mismo.
Podría hacer mucho más que besarla ahora mismo.
Antes de que pueda volver a cometer ese error, la puerta se
abre.
74
PIPER

Dejo caer la mano de Timofey como si estuviera en llamas.


Si la enfermera se da cuenta, no dice nada. Su rostro es una
horrible máscara de neutralidad. El tipo de expresión que dice,
«No entres en pánico, pero tampoco te hagas ilusiones». Lo he
visto en el rostro de demasiados trabajadores sociales para
reconocerlo durante mi vida. Demonios, yo misma he usado
esa máscara.
Irónicamente, solo abre un profundo pozo de pánico en mi
centro.
Hoy no es diferente.
—¿Sabes algo? —pregunto.
Mi pregunta sin aliento es ahogada por la orden de Timofey.
—Dime qué está pasando.
El rostro de la mujer se afila ligeramente ante su tono, pero
siempre es profesional. —Ambos hicieron bien en traer a
Benjamín esta noche.
—No necesitamos una estrella dorada —gruñe Timofey—.
Cuéntanos qué le pasa.
Sus ojos se estrechan, pero continúa, con voz suave. —
Hicimos algunas pruebas y parece que Benjamín tiene un
defecto cardíaco congénito.
—¿Es su corazón? —jadeo, juntando mis manos sobre mi
boca—. Sentí su corazón esta noche. No soy médico, pero, o
sea… se sentía bien.
—En cuanto a los defectos, es leve —dice ella.
—Pero en lo que respecta a los órganos, es grave —dice
Timofey—. Si algo está mal, entonces eso no puede ser bueno.
Ella asiente. —Tiene razón, Sr. Viktorov. No es bueno. Lo que
es bueno, sin embargo, es que llegaste a un lugar donde somos
más que capaces de cuidar a tu hijo. Contamos con un cirujano
cardíaco pediátrico en el personal. Podemos tener a Benjamín
preparado y en el quirófano mañana por la mañana al
amanecer.
—Cirugía. —Me dejo caer en la silla, mi mano presionada a
mi propio corazón—. ¿Él necesita una cirugía de corazón?
La idea del diminuto cuerpo de Benjamín sobre una fría mesa
de operaciones, con el pecho completamente abierto… Cierro
los ojos con fuerza para bloquear la imagen mental.
Siento un peso asentarse en mí. Creo que podría ser Timofey,
pero luego un par de manos frías y desconocidas se cierran
sobre las mías.
—No es nada tan serio como lo que imaginas —me tranquiliza
la enfermera—. Con este defecto en particular, solo
necesitamos hacer algunas incisiones en el lado derecho de su
pecho entre las costillas. El cirujano podrá hacer lo que debe
hacerse de esa manera. En lo que respecta a las cirugías
cardíacas, será algo de entrar y salir.
—Entonces no necesitamos esperar hasta mañana por la
mañana para la cirugía —dice Timofey—. Quiero que
atiendan a Benjamín lo antes posible.
La enfermera mira el reloj de la pared. Es casi medianoche. —
Mañana por la mañana es lo antes posible.
—No me digas lo que no puedes hacer, dime qué necesitas
para lograrlo —explota Timofey—. ¿El hospital necesita una
nueva sala pediátrica? ¿Equipo actualizado? Tengo el dinero
para hacer que algo de eso suceda. Trae al cirujano esta noche
y es tuyo.
La enfermera suspira. —Eso está más allá de mi nivel salarial,
Sr. Viktorov. Lo que puedo decirte es que el cirujano está
durmiendo en este momento. Lo último que querrá es un
cirujano medio dormido haciéndole una cirugía de corazón a
tu hijo.
Timofey no parece contento con la perspectiva de esperar, pero
la lógica de la mujer es sólida.
—Voy a llamar al cirujano esta noche —continúa—. Su hijo
estará en la agenda del cirujano mañana temprano.
Timofey deja escapar un suspiro. —Vale. Quiero verlo.
—Está en la UCIN por la noche. —Levanta las manos antes de
que cualquiera de los dos pueda decir algo—. Sé que suena
aterrador, pero está estable. Solo necesita ser monitoreado
hasta la cirugía. Por esta noche, está intubado. Pueden verlo
antes de irse, pero no pueden quedarse en la UCIN durante la
noche.
—No voy a dejar a mi hijo aquí solo hasta la mañana.
—No estará solo. Será atendido por todo un equipo de
enfermeras. —La mujer se acerca para brindarle algún tipo de
consuelo a Timofey, pero parece cambiar de opinión en el
último segundo. Ella retira su mano y ofrece una sonrisa
forzada en su lugar—. Como dije, está entubado. Dormirá toda
la noche, así que, si yo fuera tú, iría a dormir un poco y
volvería mañana por la mañana. Después de la cirugía es
cuando querrás estar cerca y descansado.
La mandíbula de Timofey se mueve de un lado a otro mientras
considera. Luego se vuelve hacia la enfermera. —¿Tú estarás
aquí toda la noche?
—Salgo en tres horas, en realidad. Pero el resto de las
enfermeras son…
Antes de que pueda terminar, Timofey saca un fajo de billetes
y lo agita frente a su cara. —Pregunté si tú estarás aquí con él
toda la noche.
Sus ojos se agrandan. La tranquila profesional que ha tenido se
desvanece. Ella mira por encima de su hombro con
nerviosismo y luego de nuevo a Timofey. —No se permiten
propinas.
—No es una propina. Es un soborno.
Ella pasa una mano por su mejilla. —Bueno, tampoco debo
aceptar eso.
—Entonces no le digas a nadie —dice Timofey
uniformemente—. Solo toma el dinero y cuida a mi hijo.
Puedo ver la guerra que está librando por dentro. Timofey
también puede, porque saca otro pliegue de billetes y lo agrega
a la pila.
Cualquiera que sea la fuerza de voluntad que tenía la
enfermera se desmorona. Le arranca el dinero de la mano y lo
mete en el bolsillo de su uniforme de color púrpura pálido.
—Estaré aquí —dice ella—. Toda la noche.
Timofey asiente secamente. —Bien.
La mujer se desliza hacia el pasillo. Tan pronto como ella se
va, Timofey se pone en movimiento. Se da la vuelta, agarra su
chaqueta y saca su teléfono.
—Llamaré a Akim para que venga a recogerte. Es el único en
casa en este momento que puede conducir la motocicleta.
—Pero vinimos hasta aquí juntos.
—En un coche —señala—. Asumo que no querrás viajar en
eso de regreso a casa.
Arrugo la frente. —No sé. Realmente no… supongo que no
me di cuenta en el camino aquí.
—Estabas un poco distraída.
—Supongo que sí. —A decir verdad, creo que el hecho de que
estaba con Timofey tiene algo que ver con que haya podido
mantener la calma—. Pero estaré bien para el viaje de regreso.
Digo, vamos al mismo lugar. Se siente como un desperdicio
que alguien venga a buscarme.
—No iré a casa.
—Pero la enfermera dijo que descansara.
—Voy a un piso que tengo cerca —dice—. Así estaré cerca en
caso de que algo cambie con Benjamín.
Aprieto mis labios y trato de contener la pregunta que arde
dentro de mí.
¿Puedo ir contigo?
Quiero estar cerca por si le pasa algo a Benjamín. Quiero estar
de vuelta aquí en la mañana para su cirugía.
Pero Timofey no me pidió que fuera con él. Tal vez él no me
quiere allí.
Lo sigo en silencio fuera de la habitación del hospital y al
pasillo. Timofey saca su teléfono y asumo que le está enviando
un mensaje de texto a Akim para que venga a buscarme.
Comienza a teclear un mensaje y trato de aceptar mi destino.
Me iré a casa mientras Timofey maneja las cosas con
Benjamín por su cuenta. Irá a su piso en la ciudad y estará
solo. O tal vez… no solo.
Él no llamaría a una mujer para que lo acompañara esta noche,
¿verdad? No, por supuesto que no lo haría. Yo sé eso.
Sin embargo, la parte animal de mi cerebro no. Timofey se está
deshaciendo de mí para poder estar con otra persona. Por eso
me está dejando con Akim, dice. Pequeña perra malvada y
traidora.
Miro la pantalla de su teléfono. No puedo leerlo, pero el
mensaje es largo. Antes de que pueda detenerme, agarro su
muñeca y lo jalo hacia mí.
—¿Qué carajo? —Él frunce el ceño, girando para asegurarse
de que su teléfono no golpee el suelo de baldosas.
—Llévame contigo. —Hay un tono roto y suplicante en mi
voz—. Quiero… quiero estar cerca de Benjamín.
También quiero estar cerca de ti.
Los ojos azules de Timofey son pasteles desteñidos en los
fluorescentes del hospital. Me mira fijamente y, con cada
segundo que pasa, me siento más pequeña.
No está seguro y eso es suficiente respuesta. No debería ir con
él. Estoy siendo estúpida. Desesperada.
Empiezo a decirlo, sacudiendo la cabeza y alejándome de él,
cuando me tropiezo con una enfermera que pasa. —Disculpe
—murmuro.
La mujer pronuncia una disculpa similar antes de detenerse y
darse la vuelta. —¿Piper?
Miro hacia arriba y un pánico gélido se desliza por mi
columna. Conozco a esta mujer. —Ah. Hola. Hola. Qué bueno
verte.
No es bueno verla. Lo último que necesita este momento es un
testigo.
—Ha pasado un tiempo. —Su sonrisa se tambalea, la
confusión arruga su amable rostro—. Ya pasaron las horas de
visita. ¿Cómo entraste aquí?
Mi boca se abre con la esperanza de que comience a salir una
explicación, pero es tarde y hay demasiadas cosas sucediendo.
No sé cómo decirle a esta enfermera que estoy aquí con mi
empleador/secuestrador y el hijo que legalmente no es suyo
porque tiene un defecto cardíaco congénito que puede o no
haber heredado de sus padres, cuyo se desconocen sus
orígenes y localización.
Afortunadamente, ella rechaza la pregunta. —No importa. Tu
padre ha estado preguntando por ti.
No puedo darme la vuelta para mirar a Timofey, pero puedo
sentir sus ojos clavados en mi espalda.
¿Lo último que necesita esta noche? Mi papá.
75
PIPER

—Ah, no, no tienes que hacer eso —le digo tan cortésmente
como puedo—. Estoy segura de que ahora está durmiendo.
—Es un noctámbulo, lo sabes —dice riendo—. Y si estás
conmigo, nadie te echará. Vamos. Te llevaré a verlo.
Nuevamente, trato de encontrar las palabras para terminar con
esta experiencia, pero no puedo invocar nada. ¿Cómo le digo a
esta mujer que no quiero visitar a mi propio padre mientras
está enfermo en el hospital?
Ella avanza, caminando por los pasillos con una confianza que
yo no poseo, y Timofey se pone a mi lado. —¿Tu padre?
Me quejo. —Cirrosis del hígado. Regresó al hospital ahora
mismo. Yo… lo olvidé.
—No, no lo hiciste.
Mi boca se tira en una mueca exhausta. ¿Por qué este hombre
tiene que estar al tanto de cada pensamiento en mi mente?
—Tienes razón. No lo hice —admito—. Pero quería olvidar.
No quería pensar en él esta noche.
—Y, sin embargo, ahora vamos a visitarlo. —Hace un gesto
hacia la parte de atrás de la enfermera que nos lleva hacia él—.
¿La conoces?
—Creo que su nombre es Pam. La vi las pocas veces que lo
visité.
Timofey levanta una ceja. —Lo visitaste «pocas veces».
No es una pregunta, lo que lo hace aún peor. Es un juicio. Y
uno justo, también.
—Él… llamó —digo débilmente—. Estaba solo. Solo quería
alguien con quien hablar.
Quería dinero, en realidad.
—No queda nada en los fondos, Piper —dijo Papá entre
lágrimas la última vez que lo vi—. Cuando me saquen de aquí
con la cuenta, estaré en ruinas.
Le dije que él no estaría en ruinas y ambos sabíamos lo que
eso significaba. Yo pagaría la cuenta. Yo pagaría su alquiler. Yo
me aseguraría de que no muriera de hambre en una cuneta
como probablemente se merecía.
No lo he visto desde entonces.
Ahora, estoy caminando hacia su habitación de hospital con
Timofey Viktorov a cuestas.
—En realidad, puedes irte a casa… eh, a tu piso —le digo
rápidamente—. Estaré bien aquí. Akim puede recogerme.
Arquea una ceja oscura. —Pensé que querías venir conmigo.
—Simplemente no quería que estuvieras solo. Durante este
momento difícil. —Mi cara arde con la mentira—. Pero
quieres estar solo. Puedo notarlo. Así que adelante. Yo puedo
con esto.
—No voy a abandonarte a que veas a tu padre por tu cuenta.
Por un momento, mis esperanzas se disparan. Timofey se
preocupa. Él quiere estar aquí para mí. Él quiere apoyarme.
—Se vería mal frente a las enfermeras —continúa—. Si somos
una pareja, debería estar aquí contigo.
—Percepción. Claro. —Asiento, tratando de ocultar lo
cabizbaja que estoy—. Pero puedes esperar afuera.
—No. Me responde.
El tono agudo me sorprende, pero cuando miro, la expresión
de Timofey es plana. Sé que no habrá discusión con él.
Me guste o no, es hora de conocer a los padres.
76
PIPER

Las luces están apagadas y las cortinas cerradas. El televisor


en la esquina es la principal fuente de luz, salpicando color en
la habitación. Es un presentador nocturno que juega un juego
en el que las celebridades tienen que identificar objetos con los
ojos vendados. Una mujer rubia que no reconozco está
acariciando el mango de un palo de golf como si estuviera en
el set de una película porno.
Mi papá se ríe y yo dirijo mi atención a la cama.
Está reclinado en la misma posición que estaba la última vez
que lo vi. Su bata está suelta alrededor de sus hombros por lo
que puedo ver demasiado de su clavícula muy prominente. Su
barbilla descansa sobre su pecho, haciendo que parezca que no
tiene cuello.
Quiero retroceder hacia el pasillo y arrastrar a Timofey lejos
de aquí. No quiero que se vean. No quiero que las dos esferas
de mi vida se conviertan en un diagrama de Venn. Sin
superposición.
Pero luego mi papá se da vuelta y me ve y es demasiado tarde.
—¿Pip? —Mi apodo es un saludo y una pregunta al mismo
tiempo. Él mira el reloj—. Tarde para una visita. ¿Me estoy
muriendo o algo? ¿Te llamaron para despedirte?
—Solo estaba… en el vecindario.
—Ah. ¿Qué tal eso? —Mira a Timofey pero no lo reconoce—.
No has estado en el vecindario por un tiempo. Supuse que
habías terminado conmigo.
—He estado ocupada.
—Demasiado ocupada para tu papá —dice. Hace un sonido y
agita las manos—. No, no, lo entiendo. Tú tienes una vida y yo
no soy parte de ella. ¿Qué jovencita tiene tiempo para un
anciano enfermo?
—Estoy aquí, ¿No? —protesto, aunque no estaría aquí si la
enfermera no me hubiera obligado.
Si soy honesta conmigo misma, es posible que nunca haya
regresado.
Si soy realmente honesta conmigo misma, sabía que volvería.
Esa es la peor verdad de todas.
—Lo estás. Una visita nocturna al azar, pero bueno, eso es
genial. Lo mínimo es todo lo que puedo esperar. —Presiona el
botón en el costado de su cama y traquetea y gime mientras lo
inclina hasta una posición sentada.
Casi me siento en el sillón junto a su cama, pero eso se siente
demasiado permanente. No quiero echar más raíces en esta
habitación de las necesarias.
Así que, en cambio, me quedo a medio camino entre la puerta
y su cama, flotando en la incómoda extensión con las manos
cruzadas a la espalda. —¿Cómo estás?
—Mi hígado está jodido, pero no me voy a morir hoy. No lo
creo —agrega con una risita con flema—. Mi corazón
tampoco está muy bien. Piensan que podría necesitar algún
procedimiento sofisticado para que me latiera bien, pero con
mi hígado como está, es posible que no valga la pena el tiempo
de la compañía de seguros. Esa es una creencia que ustedes
dos tienen en común.
—Ah. —No sé qué más decir. Me aclaro la garganta y agrego
—: Lo siento.
Él resopla. —Estarás feliz de haber terminado conmigo.
Puedes decirlo.
—¡Papá! Yo jamás diría eso.
—Lo sé. Por eso te doy permiso. —Se ríe de nuevo. Cuando
me mira, veo la chispa de maldad en sus ojos. Parece que lo
atrapé en forma rara esta noche. Suerte la mía—. Dejaste de
pagar mi teléfono, así que sé que no quieres llamarme más.
Sé que Timofey está parado detrás de mí, pero tengo que fingir
que no. Hablar con mi papá ya es bastante difícil sin procesar
todo a través del filtro de Timofey.
¿Qué debe pensar de mí en este momento? Soy patética y
débil. No puedo hacer frente a mi propio padre. Dejo que se
aproveche de mí.
Niego con la cabeza y me concentro en mi padre. —Me dijiste
que ibas a hacerte cargo de ese pago.
—Claro, pero pensé que le darías un mes o seis antes de
retirarte —se queja—. Todavía no tenía todo el financiamiento
preparado. Ahora, estoy atrasado y debo honorarios por dejar
que mi contrato caduque. No puedo costearme que vuelva a
funcionar.
Debería haber sabido que su explosión de independencia fue
una casualidad. Él nunca hará nada por sí mismo si yo estoy
dispuesta a hacerlo por él.
Aparentemente, siempre estoy dispuesta.
Asiento con la cabeza. —Los… los llamaré mañana, ¿vale?
Puedo hacer que renuncien a eso; solo hay que saber
preguntar.
—Sé cómo preguntar —me dice—. No soy estúpido.
—Eso no es lo que dije.
Él rueda los ojos. Ahora también hay maldad en su sonrisa. Se
está extendiendo como un cáncer a través de él. —Es lo que
quisiste decir. Sé que piensas que no valgo nada, pero aun así
merezco un respeto básico, maldita sea.
Lágrimas de frustración queman la parte de atrás de mis ojos,
pero me niego a dejarme llorar frente a mi padre o Timofey.
Me trago la emoción y cuadro mis hombros. —No creo que
seas estúpido. Te respeto, Papá. Yo…
—Apareces aquí con tu novio como si necesitaras un
guardaespaldas —sisea, señalando a Timofey por primera vez
—. ¿Como si tuvieras alguna razón para tenerme miedo?
Luego no llamas ni visitas. Eso no es respeto.
—Lo siento. —Bajo la mirada a mis pies, incapaz de mirar a
mi padre a los ojos.
Debería darme la vuelta y salir de aquí. Debería haber mirado
a la enfermera a la cara y decirle que odio a mi papá y que ella
podría decirle que nunca más lo visitaré.
Pero por alguna razón, parece que no puedo cortar esta
conexión. Este vínculo biológico con la familia que pudo
haber sido. A la vida que podría haber sido mía si las cosas
hubieran sido diferentes. Si él hubiera sido diferente.
Supongo que sigo esperando que cambie.
Aunque sé a ciencia cierta que no lo hará.
—Sé que lo sientes —dice Papá inusualmente suave—. Eres
una chica dulce, Pip. Por eso me cuidas.
Le doy una sonrisa débil, toda la lucha se me ha ido. Quiero
terminar en buenos términos, así que doy un paso atrás hacia
la puerta. —Bueno, Papá, será mejor que…
—Tienes cosas más importantes que hacer. —Nos hace señas
hacia la puerta—. Lo sé. Gracias por el breve recorrido. Es
mejor que nada.
Todo lo que dice viene con una púa. Es agotador.
Me despido y envío mi amor, pero cuando salgo al pasillo
apenas recuerdo lo que dije. Me siento como si me hubiera
atropellado un camión.
Luego me giro y veo a Timofey observándome. Y el camión
va en reversa y me aplasta de nuevo.
77
TIMOFEY

—Así que ese es tu padre. —Mi voz suena lo suficientemente


tranquila, pero la rabia ha estado hirviendo a fuego lento desde
el momento en que cruzamos esa puerta.
Ya odiaba al padre de Piper por lo que ella me había dicho.
Luego, al ver la forma en que la miraba, como si fuera una
serpiente y acabaran de dejar caer un ratón fresco en su
jaula… Quise estrangularlo con su propio tubo intravenoso.
—Sí, ese es él. —Piper intenta sonreír, pero es fina. Casi tan
fina como la bata de hospital empapada de sudor de su padre
—. Encantador, ¿no?
—No —corrijo—. Es una puta escoria.
Espero que ella asienta con la cabeza en acuerdo. En cambio,
se gira hacia mí, con la mandíbula apretada. —Tu padre
emplea a un sicario. ¡Un sicario que trató de matarte! No creo
que debas ser la autoridad en lo que hace a un buen padre.
Doy un paso atrás, observándola toda a la vez. Sus hombros
tensos y sus ojos entrecerrados.
A pesar que conduje a toda velocidad con Benjamín por la
ciudad como un maldito piloto de Fórmula 1, nunca seré un
padre lo suficientemente bueno a los ojos de Piper.
Aunque lo acogí en mi propia puta puerta, nunca seré lo
suficientemente bueno.
No importa lo que haga, lo lejos que llegue, cuánto gaste o
cuánto luche para hacer que el mundo sea seguro y puro para
él… para ella, nunca seré lo suficientemente bueno.
—No es… —comienza rápidamente, dejando escapar un
suspiro de frustración—. No quise decir que ambos tenemos
padres de mierda, ¿Vale? Eso ha sido confirmado. No
necesitamos obsesionarnos con eso. Eso es todo lo que quise
decir.
—Excepto que sí necesitamos obsesionarnos, si vas a seguir
pagando la factura para que él te trate como una mierda.
—¡No es asunto tuyo!
—¡Tú eres mi asunto!
Sin querer, ambos empezamos a gritar. Miro por el pasillo y
veo a dos enfermeras moviéndose hacia nosotros a un ritmo
rápido.
Agarro el hombro de Piper y la llevo hacia los ascensores.
—¡No me toques! —ella trata de retorcerse lejos.
—Si quieres que nos dejen entrar al edificio mañana para la
cirugía de Benjamín, te sugiero que te des prisa. Estamos a
punto de que llamen a los de seguridad. —Hago un gesto a las
enfermeras que nos pisan los talones y Piper me deja llevarla a
un ascensor que espera.
Las puertas se cierran cuando las enfermeras aún están a
medio pasillo de distancia. Luego estamos solos en una caja
confinada.
Que podría ser peor.
—Mi relación con mi padre no tiene nada que ver contigo —
dice Piper, retomando donde lo dejamos—. Si quiero cuidar a
las personas en mi vida, no puedes decirme que estoy
equivocada.
—Sí puedo si dejas que personas inútiles que no valen tu
tiempo o tu dinero te dejen seca.
—Inútiles. —Ella niega con la cabeza—. No sabía que un ser
humano podía ser «inútil».
Aprieto los dientes con tanta fuerza que mis muelas gimen
bajo la presión. —Él no está agradecido en lo más mínimo,
Piper. Te está manipulando.
—No eres ajeno a ese concepto, ¿Verdad? —ella responde.
—¿En qué te he manipulado exactamente, Piper? Porque me
parece recordar que me rogaste que te mostrara lo que
deseabas hace solo unas noches.
Sus mejillas se vuelven rosadas y se pone de puntillas para
cerrar la distancia entre nosotros. —Me recuerdas mucho a mi
papá. ¿Te he dicho eso alguna vez? El calor y el frío, el tira y
afloja. Cada cosa buena que haces viene con una etiqueta de
precio. Es por eso que nunca, nunca puedo confiar en ti.
Las palabras son una bofetada en la cara, pero no me inmuto.
En su lugar, doy un paso más cerca, obligándola a bajar a su
altura normal y luego retroceder contra la pared con paneles de
madera. Puedo ver en su rostro cuando se da cuenta de lo
pequeño que es este espacio, de lo débil y endeble que es ella,
de cuanto no lo soy yo. —Tu padre es una carga para la
sociedad. Es una sanguijuela indefensa y desagradecida que no
tiene problemas para saciarse sin ofrecer nada útil a cambio.
He trabajado duro para llegar a donde estoy. Me he ganado mi
lugar y los lujos que tengo, y mientras él quiere dejarte seca,
yo quiero dártelo todo. Si tan solo dejaras de ser tan
jodidamente terca para dejarme.
Los ojos de Piper se agrandan ante mi confesión, pero no hay
tiempo para procesarla.
Las puertas se abren. Afuera, hay gente esperando para subir
al ascensor.
Piper maniobra cortésmente alrededor de la pequeña multitud,
pero yo me quedo completamente quieto.
Ella está a través de las puertas cuando se gira para buscarme.
La saludo desde el interior del ascensor. —Uno de mis
hombres te recogerá en el frente.
Ella frunce el ceño. —Pero a donde…
Las puertas se cierran antes de que pueda preguntar. No es que
le hubiera dicho la verdad de todos modos.
Vuelvo a subir y retrocedo sobre nuestros pasos hasta que
estoy de pie en la puerta de la habitación del hospital de
nuevo. La televisión todavía está encendida, parpadeando en la
oscuridad, pero el padre de Piper ahora está dormido. Soñando
los sueños pacíficos de alguien sin un solo arrepentimiento.
Entro en la habitación y presiono el botón al costado de su
cama.
La máquina gime y hace clic lentamente para que se siente,
pero él se sacude como si se hubiera despertado para
encontrarse en una montaña rusa.
—¿Qué mierda es… qué le pasa a esta cama? —él grita—. ¡La
maldita cosa me está llevando! Yo…
—Cállate —gruño.
Me mira. Si es posible, parece aún más asustado.
Bien.
—¿Qué estás haciendo aquí? —él pregunta. Su voz tiembla
muy ligeramente.
—Nunca tuvimos la oportunidad de conocernos
adecuadamente. Le respondo sarcásticamente.
Me escanea de la cabeza a los pies y parece relajarse un poco,
aunque su rostro todavía tiene un color rojizo. —Si estás aquí
para pedir mi bendición o algo así, entonces esta no es una
buena primera impresión.
De verdad me río. —Si crees que me importa un carajo lo que
pienses de mí, entonces eres aún más estúpido de lo que
pareces. Lo cual no estoy seguro de que sea posible.
—Entonces, ¿Por qué estás aquí?
—Para que Piper nunca tenga que volver a estarlo.
Él frunce el ceño. —¿Estás tratando de mantener a mi Pip
alejada de mí?
Quiero llegar a su cuello, pero me las arreglo para aguantar. —
Estrangularte activaría todas estas máquinas a las que estás
conectado y alertaría a las enfermeras, así que, a partir de este
momento, abstente de volver a llamarla tuya. Ella no te
pertenece.
Basado en los pitidos cada vez más rápidos de su monitor
cardíaco, las enfermeras podrían unirse a nosotros aquí en
unos minutos a pesar de todo.
Será mejor que termine las cosas.
—Piper se merecía algo mejor que tú cuando era niña y seguro
que se merece algo mejor que tú ahora —le digo—. Si ella no
puede ver eso por sí misma, entonces me aseguraré de que te
vayas para siempre.
El hombre trepa por la cama como si tuviera una oportunidad
de escapar de mí. —¿Vas a… vas a matarme?
—Prácticamente —confirmo—. Porque una vez que deje esta
habitación, nunca volverás a contactar a Piper. Ni por dinero,
ni por una charla. Ni siquiera vas a enviarle flores en su
cumpleaños, si siquiera sabes cuándo es.
—¿Y por qué haría eso?, el me pregunta.
Es una pregunta justa. Claramente no tiene mucho por qué
vivir. Sin Piper, no tiene nada excepto una montaña de deudas.
Ella no es su hija, es su alcancía.
Esa es una carga que estoy muy feliz de soportar si eso
significa que nunca más tendrá que pararse en una habitación
oscura como esta y ser reprendida por un hombre que no
merece respirar el mismo aire que ella.
—Porque te voy a ofrecer una tonelada de dinero para que
hagas exactamente lo que digo.
¿Cuánto dinero es suficiente para renunciar a Piper Quinn?
Considero la pregunta y me quedo en blanco. Nadie podía
darme un cheque lo suficientemente grande.
Luego miro la luz en los ojos de su padre y me doy cuenta de
que no tendré que llegar tan alto como podría pensar. Este
hombre no tiene idea de lo valiosa que es su hija.
Piper estaba tan equivocada, él y yo no nos parecemos en
nada.
—¿Cuánto? —pregunta, lamiendo su labio inferior.
—Cincuenta mil de los grandes.
Es insignificante. Nada. Migas lamentables en comparación
con lo que vale Piper. Pero el monitor cardíaco de su padre
avanza cada vez más rápido, registrando cada latido de su
emoción.
Aun así, trata de actuar con calma, como si la verdad no
estuviera sonando de fondo. —Eso no es mucho para sacar a
mi hija de mi vida.
—La respuesta correcta habría sido que no hay suficiente
dinero en el mundo para sacar a tu hija de tu vida —gruño—.
Lo cual es por eso que es tan alto como voy a llegar. Tómalo o
déjalo.
Su mandíbula flácida se mueve de un lado a otro.
Una parte de mí quiere que se niegue. Lo mataría, por
supuesto. Cualquier cosa para mantenerlo fuera de la vida de
Piper. Pero al menos moriría con una pizca de mi respeto.
Al final, hace exactamente lo que sabía que haría.
—Trato. —Extiende la mano para estrecharla. Simplemente lo
dejo colgado allí. Finalmente, lo retira. Después de unos
segundos, se mueve en su cama chirriante—. ¿Cómo sé que
cumplirás?
—Revisa tu cuenta bancaria mañana por la mañana. Estará
allí.
Él frunce el ceño. —No puedes entrar en mi cuenta.
—Puedo hacer cualquier cosa que jodidamente quiera. Es por
eso que debes saber que, si rompes nuestro trato, estarás
muerto antes de que termine el día. Si te acercas a Piper o te
pones en contacto con ella de alguna manera, si le pides un
solo centavo, entonces me daré el privilegio de exprimir tu
último aliento de tus miserables y podridos pulmones. ¿Lo
entiendes?
Está temblando cuando me voy. Lo tomo como un sí.
B AJO EN EL mismo ascensor hasta el vestíbulo y siento la
ausencia de Piper como una nube oscura que se cierne sobre
mi cabeza.
Ella y Akim probablemente ya estén a mitad de camino a la
casa. Y si Akim me hace una sola broma sobre cómo Piper lo
rodeó con sus brazos en el viaje, le destrozaré el brazo
derecho. Veámoslo intentar cocinar sin el uso de su mano
fuerte.
Las próximas horas se extienden frente a mí, vacías y ansiosas.
Estoy medio tentado de amenazar a una de las enfermeras para
que me deje dormir en la UCIN con Benjamín después de
todo. Eso sería mejor que mi piso solitario.
Luego se abren las puertas del ascensor.
Y ahí está ella.
Piper está de pie frente a una pared de ventanas, de espaldas a
mí. Está tan oscuro afuera que puedo ver su reflejo en el
cristal. Sus brazos están cruzados sobre su pecho, su frente
baja en concentración.
¿Akim llega tarde? ¿No apareció?
De repente, quiero matarlo por una nueva razón. ¿Cómo se
atreve a dejarla esperando?
Camino hacia ella. Cuando me ve en el espejo, su cuerpo se
tensa. Se da la vuelta con el ceño fruncido. Coincide con el
que la dejé hace unos minutos.
Aparentemente, nuestra pelea continúa donde la dejamos.
—Le dije a Akim que volviera a casa. Iré contigo —suelta
antes de que pueda decir algo. Ella se mueve nerviosamente y
luego se pone de pie y confiada. Sus ojos verdes se encuentran
con los míos—. Quiero… yo también quiero estar aquí para
Benjamín. Voy al piso contigo.
—Vale.
Piper estaba lista para pelear. Ella no esperaba mi fácil
aceptación.
Sus cejas se unen y luego se alisan. Se cruza de brazos y los
descruza.
La paso por un lado, y ella me sigue a través de las puertas
delanteras y hacia el estacionamiento. Mi teléfono vibra. Lo
saco. La pantalla brilla en la oscuridad, el nombre de Akim
parpadea con un nuevo mensaje.
Diviértete en tu pijamada, dice el mensaje de texto. Seguido
de una serie de emojis cada vez más sexuales.
Luego escucho el ruido familiar de mi motocicleta y miro
hacia arriba mientras él sale del estacionamiento hacia la
carretera principal.
78
PIPER

Yo quiero dártelo todo.


La voz de Timofey resuena en mi cabeza mientras observo la
ciudad a mis pies. La vista del horizonte desde su piso es lo
más cerca que he estado de tener «todo».
Los autos serpentean a través de la maraña enredada de las
calles de la ciudad. En vislumbres entre los edificios frente a
nosotros, puedo ver la luz de la luna brillando en la superficie
del río. Es tarde, pero la ciudad está muy viva.
Y, sin embargo, incluso con todo lo que se ve, la mejor vista es
desde afuera mirando hacia adentro.
Techos altos, puertas arqueadas, cálidos pisos de madera y
lujosas alfombras blancas, el departamento de Timofey es un
palacio en toda regla. No quiero marcharme, nunca.
Yo quiero dártelo todo.
—¿Agua? —Timofey aparece a mi lado, con dos vasos altos
de agua en la mano.
Le sonrío mientras agarro el vaso, nuestros dedos rozando. —
Gracias. —Tomo un trago largo, tratando de tragarme algo de
mi desesperación junto con él—. Esta vista es increíble.
—No es exactamente la cima de una montaña, pero es lo más
cerca que podemos llegar en la ciudad. —Me mira por el
rabillo del ojo—. Pensé que lo disfrutarías.
Estoy completamente vestida, pero el tatuaje en mi cadera
hormiguea como si estuviera pasando sus dedos por las
delicadas líneas.
Yo quiero dártelo todo.
Él dijo eso. Lo escuché con mis propios oídos. Si bien
generalmente se me puede acusar de albergar más de lo que
me corresponde de esperanzas inconvenientes y poco realistas,
en realidad no estoy delirando. Aún.
Timofey me miró a los ojos y me dijo que quiere darme todo.
Pienso en las diferentes interpretaciones de esas palabras.
¿Quiere darme todo profesionalmente? ¿Emocionalmente?
¿Sexualmente?
Sí a los tres. Inscríbeme.
No importa cómo lo vea, parece algo bueno.
Lo cual es algo muy, muy malo.
Necesito alejarme de Timofey Viktorov. Ese debería ser mi
objetivo. Poner distancia entre nosotros, cortar esta conexión y
escapar.
Y aun así…
Me giro hacia él, con una sonrisa en mi rostro. —¿Pensaste
que me gustaría la vista, pero me ibas a enviar a casa con
Akim?
—Nunca dije que te lo iba a mostrar. Solo que pensé que te
gustaría.
Bufo. —¿Así que no ibas a compartir? No está bien.
—Ya te lo advertí —dice en voz baja—. No soy agradable.
Tomo otro trago de agua, vaciando mi vaso. Timofey me quita
el vaso vacío de la mano y me rodeo con los brazos para
luchar contra el escalofrío que quiere atravesarme.
En cada paso del camino, Timofey me ha dicho quién es. Ha
sido honesto al respecto desde el principio. Así que no estoy
segura de por qué estoy parada aquí en lugar de volver a mi
habitación en su mansión.
Debí haberme ido con Akim. Debí haberme subido a esa
motocicleta y viajado en la noche, tan lejos de Timofey como
pudiera. Pero aquí estoy.
Yo quiero dártelo todo.
—Ducha —le digo.
Timofey coloca nuestros vasos en el fregadero y se da la
vuelta, con una ceja arqueada. —¿Disculpa?
—Quiero decir, ¿Podría usar tu ducha? —pregunto,
tropezando en mi camino hacia la forma socialmente normal
de hacer esa pregunta—. Los hospitales me hacen sentir
pegajosa y asquerosa.
Dobla por el largo pasillo que conduce a la parte trasera de la
casa. —Sígueme.
—Puedo encontrarlo. Tú solo señala el camino y yo lo
resolveré.
—Vi la ducha en tu piso —dice, mirando hacia atrás por
encima de su hombro—. Dudo mucho que resuelvas la mía.
Ignoro la indirecta sutil y pregunto lo obvio. —¿Cuándo
estuviste en mi ducha?
—Tienes el sueño pesado. Antes de despertarte la noche que
forcé la entrada, miré a mi alrededor.
Lo dice con la misma facilidad con la que alguien más diría
que examinó detenidamente los estantes de libros de alguien.
Excepto que lo estaba haciendo en medio de la noche mientras
yo dormía, justo antes de que viniera a amenazarme para que
me sometiera.
La idea de Timofey en mi ducha no me molesta tanto como
debería.
Niego con la cabeza. —No tenía idea de que fueras tan raro.
Se ríe mientras me lleva a través de una puerta empotrada a
una habitación oscura. De repente, se detiene y gira. Casi
choco contra su pecho, pero él me sostiene con una mano en la
parte baja de mi espalda. Instintivamente, me inclino,
amoldándome a su toque.
—Sí —dice con voz áspera—, lo hiciste.
Antes de que pueda recuperar el aliento, Timofey me acomoda
y gira para encender la luz. Luego me roban el aliento por una
razón completamente nueva.
—¿Este es tu baño? —quedo sorprendida.
La habitación es amplia con pisos de mármol negro y
gabinetes color crema. Un tocador de madera corre a lo largo
de la pared izquierda con un espejo enmarcado encima. Pero lo
sensacional está en el escenario real y literal en la parte de
atrás. Tres escalones de mármol negro conducen a la bañera
más grande que he visto en mi vida.
—¿Eso es una bañera o una piscina?
Timofey sonríe. —Cualquier cosa puede ser una piscina si te
lo propones, supongo. Yo lo llamo una tina de tamaño
apropiado.
—¡Solo si necesitas acostarte de extremo a extremo en la parte
inferior! —grito, señalándolo a él—. Esto es enorme, incluso
para tus ridículos estándares.
Abre un panel en la pared y presiona una serie de botones. El
agua comienza a fluir hacia la bañera desde media docena de
grifos ocultos. —¿Qué pasa si dos personas quieren acostarse
de extremo a extremo?
Me arde la cara y no es por el vapor que sale de la superficie
del agua. Asiento con la cabeza. —Supongo que si tú…
Bueno, si tienes invitados en el agua contigo, entonces es
posible que necesites uno de este tamaño.
El cabezal de mi ducha es apenas lo suficientemente alto como
para que quepa una pequeña como yo debajo, mucho menos
un hombre adulto. Pero, por supuesto que Timofey tiene una
tina lo suficientemente grande para él y un harén de mujeres.
No sé por qué me sorprende.
Los celos que no tengo derecho a sentir chamuscan mis
nervios ya de por sí desgastados. Me siento en el escalón
superior al lado de la bañera y hago girar mi mano en el agua.
Es la temperatura perfecta y un aroma a vainilla llena el aire.
—Bueno, definitivamente puedo resolverlo desde aquí —le
digo—. Gracias.
La enorme silueta de Timofey acecha en mis periféricos, pero
me niego a mirarlo. No puedo. No sin oír lo que dijo en el
ascensor. No puedo mirarlo sin querer lo que sé muy bien que
no debería querer.
—Estamos en desacuerdo allí —murmura.
Pongo mi atención en él.
Yo quiero dártelo todo.
Sacudo las palabras de mi cerebro, preguntándome si alguna
vez dejaré de escuchar ese estribillo. —¿De qué estás
hablando?
—La enfermera dijo que deberíamos relajarnos —me recuerda
—. Ese no es tu punto fuerte.
Quiero discutir con él, pero mi cuerpo está tenso como la
cuerda de un arco en este momento. —¿Y qué? ¿Me vas a dar
algunos consejos?
—Uno o dos —dice, levantando dos dedos juntos. Él sonríe y
agrega un tercero—. Tal vez tres, si eso no es suficiente para el
trabajo.
Santo Dios. Trago audiblemente y seco mi mano en mis jeans.
—Puedo relajarme sola lo suficientemente bien.
La sonrisa de Timofey se abre ampliamente. —Eso también
está bien. Observaré.
Mi cuerpo entero está ardiendo ahora. Quiero eso,
exactamente lo que me está prometiendo y/o tentando. Quiero
que me mire. Quiero que me toque. Lo quiero todo.
Yo quiero dártelo todo.
Timofey cierra la distancia entre nosotros y se arrodilla en el
escalón frente a mí. Es tan alto que todavía estamos a la altura
de los ojos mientras sus manos acarician la parte externa de
mis muslos. —Relájate, Piper. Órdenes del médico.
Desliza suavemente mis jeans por mis piernas y lo dejo. Sin
decir una palabra, levanto las caderas y separo las rodillas
mientras Timofey me desnuda de la cintura para abajo.
Lentamente, desliza los mismos dos dedos de antes sobre mi
calor. Acurruca su piel callosa contra mi abertura húmeda y no
puedo reprimir mi gemido.
—¿Estás decidida? —él susurra—. ¿Quieres mi ayuda o aún
prefieres cuidar de ti misma?
La idea de perder su toque me da ganas de llorar. —A ti —
respiro—. Te deseo a ti.
Como prometió, Timofey desliza sus dos dedos en mi apertura
lista para él. —Buena chica.
Con suaves caricias, aviva las llamas que crecen en mi interior.
Agarro el borde de la bañera y abro las rodillas. Timofey usa
el acceso mejorado para bajar la cabeza y presionar un beso en
el interior de mi muslo.
Lentamente, sus besos van más y más cerca de donde los
quiero. Donde los necesito.
Enrollo mi mano en su sedoso cabello justo cuando sus labios
rodean mi clítoris. —Tim… oh, Dios.
Él gruñe y la vibración se arquea a través de mí. Engancho una
rodilla sobre su hombro y muevo mis caderas contra su boca.
Chupa y mueve mientras sus dedos me acarician a un ritmo
lento e implacable hasta que estoy temblando.
—Por favor —gimoteo—. Necesito… quiero…
Sin una palabra, Timofey desliza un tercer dedo dentro de
mí… y me rompo.
Mi cuerpo se aferra a su mano mientras agarro un puñado de
su cabello. Cada músculo de mi cuerpo se aprieta y sostiene,
tratando de mantenerlo conmigo el mayor tiempo posible.
Tratando de sacar cada segundo dichoso de este orgasmo. No
quiero que termine nunca.
Durante mucho tiempo, no lo hace.
Hasta que, finalmente, lo hace. Las olas fluyen y se alejan
hasta que soy un desastre hundido y sin aliento en el borde de
la bañera.
Timofey se pone de pie y se pasa una mano por la parte
posterior de los labios, brillantes con mi deseo.
—Ay, Dios mío —respiro—. Eso fue… Tú eres…
—Parece que las oraciones completas están más allá de ti esta
noche. —Él me pone de pie—. Está bien. No necesitamos
hablar.
Yo quiero dártelo todo.
Tenemos que hablar de eso. Sobre lo que dijo y lo que
significa.
Pero entonces Timofey me quita la camiseta por la cabeza y
me quita el sostén con la misma rapidez. Estoy completamente
desnuda frente a él y me olvido de hablar. No hay suficientes
palabras en el idioma para describir lo que se siente tener sus
ojos en mi cuerpo. Saber que soy yo quien cambia sus ojos
azules a negros, solo por el deseo.
Alcanzo la cinturilla de sus pantalones y él hace un trabajo
rápido con su propia camisa. Su piel brilla como el bronce en
la cálida iluminación del baño. Sus músculos se flexionan y
tiran mientras me levanta en sus brazos y luego nos sumerge a
ambos en la bañera de tamaño olímpica.
—¡Hay un banco aquí! Y huele a vainilla.
—Entonces, ¿Aprecias mi viaje a tu ducha?
Arrugo la frente. —No sé que…
—Champú de vainilla, acondicionador de vainilla —dice,
marcando sus dedos uno por uno—. También había un
exfoliante corporal de vainilla allí.
—¿Tú… hiciste que tu bañera oliera a vainilla por mí?
Presiona su nariz contra mi cabello e inhala profundamente.
Luego su boca baja por mi cuello. —Me gusta cómo hueles.
Supongo que esa es toda la explicación que voy a obtener.
Pero es toda la explicación que necesito cuando Timofey
engancha sus brazos debajo de mis muslos y envuelve mis
piernas alrededor de su cintura.
Nos deslizamos juntos fácilmente. Centímetro a centímetro me
empuja y suspiro cuando está completamente dentro de mí.
Él pulsa dentro de mí con empujes lentos y suaves que son tan
tiernos que puedo sentir mi corazón rompiéndose. Esto no es
como la noche en el garaje donde chocamos contra el capó del
auto, golpeando y gritando. Esto es algo completamente
diferente. Algo que me tiene envolviendo mis brazos alrededor
de su cuello y enterrando mi rostro en su pecho para ocultar
las lágrimas que brotan de mis ojos.
No hay lucha o tensión para la liberación. El orgasmo fluye a
través de mí tan naturalmente como respirar.
—Me estoy corriendo —susurro, clavando mis dientes en su
musculoso hombro—. Te sientes tan bien.
Timofey empuja hacia mí y luego da un paso atrás, sentándose
en el banco que rodea la bañera. Sus brazos se extienden a
ambos lados del borde y su intención es bastante clara. Me
pongo de rodillas y me deslizo por su longitud.
Antes, mi cara estaba enterrada en su pecho o su cara estaba
enterrada entre mis piernas. Ahora, nos miramos a los ojos.
Con movimientos ondulantes, trabajo sobre él una y otra vez
mientras Timofey me mira.
Eventualmente, agarra mi cintura con una mano. Luego, unos
segundos después, se une la otra. A medida que su respiración
se vuelve más irregular, empuja dentro de mí con movimientos
bruscos y decididos.
Mientras miro sus ojos azules, su expresión se rompe.
—Demonios, Piper —gime. Su ceño se arruga y su mandíbula
chasquea.
Quiero cerrar los ojos y montarlo hasta el final. Quiero robar
el placer y dejar el resto atrás, pero no puedo cerrar los ojos
ante esto. A los sentimientos que crecen entre nosotros.
Así que presiono mi frente contra la suya, miro profundamente
sus ojos azules y me corro en su polla por tercera vez.
—Timofey —jadeo, curvando mis dedos detrás de sus orejas,
aferrándome a él con mis muslos temblorosos.
Me sostiene contra él, pulsando dentro de mí mientras respira
mi nombre en jadeos irregulares. —Piper. Piper. Piper…
No puedo mentir sobre este momento. Más tarde, no podré
decirme a mí misma que no lo sabía. No podré decir que fui
impotente para detenerlo.
Podría haberme alejado de Timofey Viktorov. Podría haber
mantenido mis piernas y mi corazón cerrados, pero me abrí a
él y de buena gana. Felizmente.
Pase lo que pase después, tengo que enfrentar esa verdad, por
fea que sea.
Cuando llegó el momento de elegir, lo elegí a él.
79
PIPER

—Creo que el doctor quiso decir que deberíamos dormir —


digo, moviendo la pasta alrededor de mi plato.
—¿Podrías irte a dormir ahora mismo? —pregunta Timofey.
—No. Definitivamente no.
Lo que pasó en la bañera me relajó, pero ahora me siento
conectada. La adrenalina corre por mis venas. Nunca he estado
más despierta.
—Yo tampoco —dice—. Pero me muero de hambre. Creo que
un médico nos recomendaría a los dos recargar y
rehidratarnos.
Me meto un bocado de pasta en la boca para no tener que
encontrar las palabras para responder a eso.
Solo ha pasado media hora desde que salimos del agua tibia y
nos vestimos, pero ya se siente como otro mundo. Como un
sueño nebuloso alimentado por la lujuria.
La burbuja realmente estalló cuando Timofey nos pidió
comida.
—¿Qué deseas? —preguntó, el teléfono encajado entre su
barbilla sin afeitar y su hombro.
Negué con la cabeza. —En realidad no tengo mucha hambre.
—Ella querrá pasta —dijo Timofey sin dudarlo—. La que
tenga más queso.
Ya me estaba ignorando y tomando decisiones en mi nombre.
Claro, su decisión fue la correcta porque ahora estoy
hambrienta y esta es la pasta más deliciosa que he probado en
mi vida. Pero igual.
—¿Qué hora es, por cierto? —Palmeo mi bolsillo trasero, pero
mi teléfono no está allí. Una oleada de pánico me hace
lanzarme al sofá, deslizando mi mano entre los cojines de
cuero.
—Tarde.
—Era tarde cuando llegamos aquí —digo—. Técnicamente
podría ser «temprano» ahora.
—¿Por qué eso importa? Es la mitad de la noche. Nadie más
está despierto. Disfruta de la paz.
Paz. Supongo que, de alguna manera, estoy un paso más cerca
de la paz.
A las cinco de esta mañana, Ashley y mi abuela deberían estar
camino al aeropuerto para abordar su vuelo a México. Unas
pocas horas más y estarán más allá del alcance inmediato de
Timofey.
No se me escapa la ironía de acercarme más a Timofey
mientras trato de alejar a mi familia y amigos de él.
La verdad es que me preocupa que Timofey pueda lastimar a
Ashley o mi abuela. Estoy preocupada por Noelle. Pero no me
preocupo por mí. Timofey ha hecho mucho por mí, a pesar de
las muchas veces que pudo haber terminado conmigo.
Probablemente demasiado. Más de lo que jamás podría pagar.
Yo confío en él. Incluso si no debería.
—¿Es por eso que tienes este lugar? —pregunto—. ¿Por la paz
y la tranquilidad?
—Todo el mundo necesita un lugar a donde ir cuando se arma
la gorda. Me responde.
—¿Qué significa eso para ti? ¿Durante una guerra de la Bratva
o algo así?
Él asiente. —Sí. O cuando Sergey decide que le gustaría
recuperar su Bratva y me bota a la mierda.
—¿Podría hacer eso?
—¿Ahora? —Él niega con la cabeza—. No. Pero en un
momento, tal vez. Cuando era joven. Compré este lugar con el
primer pago real que gané.
Mis ojos casi se salen de mi cabeza. —¿Compraste esto con tu
primer pago?
—No se veía así —se ríe—. Solo estaban los montantes. Los
inquilinos antes de mi destrozaron el lugar. Lo conseguí
barato. Relativamente barato.
—Igual… creo que yo compré cigarrillos con mi primer pago.
—No jodas —dice—. ¿Fumas?
—No siempre he sido tan delicada y correcta.
Me sonríe y mis entrañas dan vueltas y vueltas. —Sí, lo has.
En el fondo, eres una buena chica, Piper.
—Vale —admito—. Lo soy. ¿Qué tal tú?
—¿Si soy una buena chica, quieres decir? —Él bate sus
pestañas hacia mí y reprimo una risa.
—¿Eres tan malo como pareces?
Hago la pregunta con bastante facilidad, pero a medida que se
asienta entre nosotros, se acumulan capas de significado. Su
sonrisa se desvanece y la mía sigue.
—Realmente no tenía otra opción. Alguien tenía que cuidar la
casa. No iba a ser mi mamá.
Veo el camino hacia el que nos dirigimos. El oscuro rastro de
nuestros traumas compartidos. Vulnerabilidad emocional.
Vinculación emocional. Lo más rápido posible, tomo el
camino.
—¿Fue todo malo?, le pregunto.
Él mira hacia arriba, sorprendido. —¿Qué? ¿Mi infancia?
—Sí. ¿Cuál sería un buen recuerdo? Quiero escuchar algo
feliz.
—Agarraste el libro equivocado si quieres historias felices —
resopla.
—Vamos, Timofey. Tiene que haber un buen momento.
Cuéntame sobre eso.
Por un segundo, parece que él podría no responder. Mueve su
comida alrededor de su plato con el ceño fruncido. Luego
inhala. —Hubo una vez.
Me inclino hacia el borde de mi asiento. —¿Sí?
—Fue después de… Emily y yo estábamos viviendo juntos en
este albergue juvenil. Fue una absoluta mierda. Un hueco poco
fiable en su peor momento. El edificio estaba casi abandonado
y el propietario aceptaba el pago en cualquier forma que se le
presentara. Dinero en efectivo, monedas, drogas, favores
sexuales…
—Dije un recuerdo feliz —le recuerdo—. Hasta ahora, esto
suena terrible.
—Solo espera. Estoy llegando a la parte buena.
Sus ojos azules están vivos con una emoción que no he visto
en ellos… tal vez nunca. Parece diez años más joven. Le hago
señas para que continúe y él vuelve a deslizarse en la historia.
—Emily y yo compartíamos una habitación. Una cama, en
realidad. Era pequeña así que le dejé tener el colchón mientras
yo dormía en el suelo.
Es difícil imaginar a Timofey siendo un caballero. Tirado en el
suelo mientras una mujer le quitaba la cama. Es un testimonio
de lo mucho que se preocupaba por Emily que hizo eso.
¿Haría lo mismo por mí? No debería importar, pero la
pregunta se esconde en mi mente, ocupando espacio y
significado. Quiero que se preocupe por mí así.
—Nos quedamos allí por un tiempo antes de que el dinero se
acabara —él continúa—. Era solo un niño, así que encontrar
trabajo fue un desastre. Emily lo tenía aún peor. Una niña
caminando por las calles y pidiendo dinero solo está pidiendo
una cosa en la mente de muchos hombres.
Me estremezco. —¿Ella alguna vez…?
—No —dice rápidamente—. Trabajé duro para asegurarme de
que no fuera necesario. Pero luego nos atrasamos, y el pedazo
de mierda que dirigía el albergue tocó la puerta. Echó un
vistazo a Emily y decidió cómo deberíamos pagar nuestras
deudas.
—Odio repetirme, pero este no es un recuerdo feliz, Timofey.
Me hace un gesto para que espere y continúa. —Bueno, le hizo
proposiciones a Emily y le dijo que sería mejor que estuviera
en su habitación al final de la noche o estaríamos en la calle.
—¿Qué hiciste?
La expresión de Timofey se tuerce en una oscura diversión. —
Bueno, no era tan fuerte como ahora, así que me puse el suéter
y la gorra de Emily.
Me tapo la boca con una mano. —No lo hiciste.
—Luego me puse la gorra lo más baja posible y entré en la
habitación del hijo de puta —se ríe.
—¿A hacer qué? Puedo decirte por experiencia que se habría
dado cuenta de que no eras Emily bastante rápido.
—Oh, lo hizo —dice Timofey—. Casi inmediatamente.
Atravesé la puerta y crucé la mitad de la habitación antes de
que comenzara a disparatar y gritarme que me fuera.
Probablemente tuvo algo que ver con el hecho de que él ya
estaba «listo y esperando», si sabes a lo que me refiero.
Levanto un dedo rígido en señal que el tipo estaba erecto. —
¿Listo, listo?
Timofey asiente. —Lo atrapé con los pantalones bajados de
una manera no muy cómoda para él y no le encantó. Me dijo
que me fuera a la mierda, pero yo quería hablar. Especialmente
porque tenía la ventaja. Excepto que en realidad no la tenía.
Porque no tenía idea de que tenía un arma escondida entre la
sabana y los cobertores de su cama.
Mis ojos se agrandan. Timofey está sentado frente a mí, pero
estoy aterrorizada por la versión adolescente de él. —¡¿Él te
disparó?!
—Lo intentó —admite—. Pero estaba acostado y, como dije,
había cierta parte de su cuerpo erecta que tapaba la trayectoria
entre nosotros dos. De alguna manera, el tipo giró su arma
enredándose entre las cobijas, apretó el gatillo y logró dar en
ese objetivo tan pequeño.
Inhalo con tanta fuerza que casi me ahogo. —Se disparó en su
propio…
—Lo rozó —corrige Timofey, apenas reprimiendo una risa—.
Fue un roce. Pero según la forma en que gritó, uno pensaría
que se le explotó la cosa. Llamó a la ambulancia y pasó la
noche en el hospital. Lloró como una perra todo el tiempo.
Echo la cabeza hacia atrás y me río. Pero después de un
segundo, vuelvo a mirarlo. —Me encanta que un depredador
macho adulto reciba su dosis de karma tanto como a
cualquiera, pero ese no es precisamente un recuerdo feliz.
—No, esa parte no es feliz. Pero el idiota pasó la noche en la
sala de emergencias —dijo Timofey—. Así que su habitación
estaba vacía… Su habitación, que estaba amueblada con una
cama doble y una nevera llena de comida y cerveza. También
tenía la única televisión en todo el edificio.
—¿Mantuviste el lugar cálido para él? —adivino.
—Bueno, no queríamos que toda esa comida se echara a
perder. —Él sonríe y sus ojos se vuelven vidriosos, reviviendo
el viejo recuerdo—. Comimos suficiente comida china del día
anterior y barras de helado congeladas como para
enfermarnos. Luego vimos una película de terror cursi y nos
quedamos dormidos en la cama grande. Aún era un basurero,
pero comparado con lo que habíamos estado viviendo, se
sentía como un palacio.
Sonrío con tristeza. —Los recuerdos de la infancia son así.
Tenía una vieja cortina de encaje que colgaba alrededor de mi
cama como un dosel. Estaba apolillado y manchado, pero se
sentía tan mágico.
—Emily dijo lo mismo esa noche. Dijo que era como un
cuento de hadas. —Su pecho se contrae con una risa
entrecortada y puedo escuchar el cariño que tenía por Emily.
El cariño que todavía tiene por ella.
—Bien, vale. Sí es un recuerdo feliz —admito—. Pero, ¿qué
pasó cuando regresó?
Timofey se encoge de hombros. —Nos fuimos temprano a la
mañana siguiente. Sabíamos que no íbamos a ser bienvenidos
de nuevo. Pero lo último que supe fue que cerraron el lugar y
luego lo demolieron. Solo un lote vacío ahora. Ya no está.
Todo.
Incluyendo a Emily.
Él no necesita decirlo. Puedo oír las palabras en su tono
sombrío.
Cualquiera que sea el momento temporal de ligereza que le
trajo el recuerdo feliz, el pago parece ser un recordatorio de
cuántos momentos infelices han venido desde entonces.
—Apuesto a que Emily estaba agradecida —digo, tratando de
hacer girar el péndulo de nuevo al positivo—. Las cosas
podrían haber sido mucho peores si no hubieras estado allí
para protegerla.
Sus cejas se unen. Algo no dicho pasa por su rostro y un
escalofrío se asienta sobre el momento que deja los vellos de
mis brazos erizados. Nunca he sido de las que creen en
fantasmas, pero creo en ellos ahora.
Puede que Emily esté muerta, pero está en esta habitación.
Timofey también puede verla.
—La protegiste lo mejor que pudiste. —Quiero consolarlo,
pero esta moneda en particular tiene dos caras. No puedo
evitar voltearla—. ¿No es así?
Timofey fija su atención en mí. Sus ojos son de un tono azul
abrasador. —He respondido esa pregunta, Piper.
—No quise decir… quiero decir, no estaba diciendo…
—Estabas haciendo todo menos decirlo —gruñe—. Aun así,
después de todo, quieres saber si la maté.
Sí. Dime la verdad. Por favor.
—Sé que la amabas —le digo—. La cuidaste como a una
hermana. Estás cuidando a su hijo ahora. Pero… tuvieron una
pelea. Podría entender si algo cambiara. Si no tuvieras otra
opción.
Siempre hay otra opción cuando se habla del asesinato. Aun
así, digo la mentira porque la verdad sería demasiado difícil de
comprender.
Timofey matando a alguien que una vez amó y vio como
familia destrozaría la imagen que tengo de él. Lo que hicimos,
lo que dejé que me hiciera, en el baño se volvería retorcido y
enfermizo.
Su tenedor hace ruido contra la mesa y él agarra los bordes de
la mesa de café con una ferocidad que le pone los nudillos
blancos. —Soy un hombre egoísta, Piper. Me cuido a mí
mismo. Me cuido a mí.
Mi corazón da un vuelco en mi garganta. ¿Es esto? ¿Está
confesando? ¿Tenía que matar a Emily para cuidar de sí
mismo?
Puedo sentir las paredes de este mundo de fantasía que he
creado derritiéndose a mi alrededor bajo el calor de su casi
confesión.
—Sé lo que se siente perder a un miembro de la familia —
continúa—. No volvería a pasar por eso de buena gana.
Levanto mis ojos hacia los suyos, buscando su rostro. —¿Te
refieres a tu madre?
Su mandíbula se aprieta. Es lo más cerca de una confirmación
que voy a obtener.
—He matado a mucha gente, Piper. Pero yo no maté a Emily.
Habría sido como matar una parte de mí mismo.
La abrazadera alrededor de mi pecho se afloja. Tal vez una
vida con Timofey todavía sea posible. Tal vez haya un camino
a seguir para nosotros.
Y tal vez soy una tonta ingenua que se enamora de una caja de
mentiras bellamente envuelta.
Solo hay una manera de averiguarlo.
Pongo mi mano sobre la suya. —Vale, Timofey. Te creo.
80
TIMOFEY

—Es un maldito horno aquí. —Hago una mueca y me paso la


mano por la nuca húmeda.
La UCIN está a al menos veinticuatro grados agradables. Mi
ropa se pega a mi piel, y daría cualquier cosa por zambullirme
en otro baño. Preferiblemente con una Piper desnuda
esperando bajo la superficie.
Doy una mirada. El cabello de sus sienes se riza por la
humedad. El brillo en su piel me recuerda el brillo húmedo
que tenía después del orgasmo.
—Bueno, Benjamín realmente no puede usar ropa con todo
esto que está pasando —dice, señalando su pequeño cuerpo—.
Quieren mantenerlo cómodo.
Sus palabras envían los pensamientos sucios a los rincones
oscuros de mi mente donde pertenecen. Benjamín lleva puesto
nada más que un pañal, una enorme venda blanca y un
laberinto de cables y tubos. Se entrecruzan sobre su cuerpo
dormido y se conectan a media docena de máquinas diferentes
que suenan alrededor de su cuna.
Se ve increíblemente pequeño al lado de todo el equipo.
Y frágil. Tan jodidamente frágil.
—No se ve cómodo.
Piper pone una mano en mi hombro. Casi me alejo por
instinto. Pero la sensación de ella a mi lado es un consuelo
sorprendente.
Ha estado aquí todo el tiempo. Toda la noche en el piso.
Durante la cirugía de tres horas. Durante la última hora
mientras esperábamos para hablar con el médico.
Saber que tu hijo está bajo el bisturí de un cirujano y que no
hay nada que puedas hacer para ayudar es una emoción que
estaría bien si nunca volviera a experimentarla.
—Se ve bien —dice en voz baja—. Mira lo rosada que es su
piel. Cuando lo trajimos, se veía gris.
—Sus labios estaban azules. Lo recuerdo.
La mano de Piper aprieta mi brazo. Cuando habla, su voz
tiembla. —Estaba tan enfermo, Timofey. Pero míralo ahora.
Su pecho sube y baja en respiraciones profundas y fuertes. Sus
labios son de un color rosa pálido. Tiene la boca de su mamá.
Los labios de Emily eran exactamente iguales, profundamente
arqueados en el medio y hacia arriba en las comisuras.
Estoy a punto de agradecer a Piper por revisar a Benjamín
anoche. Por llamarme y llevarlo al hospital tan rápido. Pero
antes de que pueda, la puerta se abre.
—Permiso, —se escucha una voz. Un hombre con una bata
blanca entra en la habitación, con una sonrisa fácil en su rostro
—. Ustedes son los padres de este pequeño campeón,
¿Supongo?
Dice «pequeño campeón» de la forma en que la gente dice
«amigo» o «viejo». Un marcador de posición cuando no
pueden recordar el nombre de alguien.
—¿Cómo le fue a Benjamín? —pregunto—. ¿Cuál es su
pronóstico?
Hace un gesto hacia la cuna casualmente. —Míralo. Está
rosado y saludable como un bebé debe estar. Las cosas
salieron bien.
—Define «bien». Me gustarían más detalles.
Su sonrisa se aprieta, pero asiente. —Por supuesto. Todo salió
exactamente como esperábamos. Lo mantuvimos
mínimamente invasivo y entramos y salimos en una hora.
—¿Y eso es todo lo que necesitaba? —pregunta Piper—. ¿Una
cirugía y está curado?
El cirujano asiente. —Por ahora sí.
Una bandera roja ondea en mi mente. —¿Qué significa eso de
«por ahora»? ¿Necesitará más cirugías?
—Potencialmente —dice el médico, como si no fuera gran
cosa—. Habrá citas para registrarse y asegurarse de que todo
esté sanando como queremos. Especialmente durante los
próximos años. Pero si todo va bien, será como cualquier otro
niño.
Sin embargo, ¿será como cualquier otro don? Oigo la voz de
Sergey en el fondo de mi cabeza. Tú sabes la respuesta. No
puede manejar el estrés de esta vida. Sus enemigos se
aprovecharán de cada debilidad, incluyendo su corazón roto.
—Estás diciendo que será como el promedio. Le pregunto.
El médico frunce el ceño. Puedo notar que está tratando de
decidir si yo creo que eso es algo bueno o no.
—Bueno —responde, alisándose la solapa de su bata blanca
—, no deberías notar ningún problema.
—No quiero simplemente no notar problemas, quiero que no
haya problemas para notar. ¿Qué tenemos que hacer para
asegurarnos de que no haya ninguno?
La cálida mano de Piper se cierra alrededor de mi muñeca. —
Él será excepcional. —La miro y sus ojos están vidriosos con
sinceridad—. Si algo sale mal en el futuro, nos encargaremos
de ello. Él será perfecto.
Ya es perfecto, pienso. Siempre ha sido perfecto.
Era perfecto con labios azules y piel gris. Era perfecto cuando
lo encontré envuelto en una manta de franela en mi porche.
Condición cardíaca o no, nada cambiará eso.
—Es perfecto. —Asiento con la cabeza y luego le extiendo la
mano al cirujano—. Gracias doctor.
El pecho del hombre se hincha y me da la mano. —Por
supuesto. Las enfermeras entrarán y saldrán para hablar con
usted sobre su atención, pero estará somnoliento durante unas
horas más. Descansen, coman, relájense. Su hijo está bien.
El doctor se va, pero su voz hace eco en mi cabeza.
Su hijo.
Mi hijo.
Mi corazón se hincha de orgullo y demonios si no me estoy
convirtiendo en un tonto.
La mujer responsable de mi transición solloza a mi lado. Me
doy la vuelta justo cuando ella se limpia los ojos y se lanza al
baño privado. —Vuelvo enseguida.
La sigo por detrás y toco la puerta. —Piper.
—¡Sólo un segundo! —ella trata de sonar alegre, pero puedo
escuchar las lágrimas en su voz.
—Piper, abre la puerta.
Ella se aclara la garganta. —Sólo un segundo. Saldré en…
—Abre la jodida puerta antes de que la derribe —gruño.
Hay un latido de silencio antes de que la cerradura gire y la
puerta se abra. La empujo el resto del camino y encuentro a
Piper apoyada contra la pared trasera, sus ojos rojos e
hinchados, lágrimas calientes corriendo por su rostro.
—Estábamos hablando con el mismo doctor allá atrás, ¿No?
—Muevo mi pulgar sobre mi hombro hacia la habitación—.
Hombre de mediana edad, cabello oscuro, buenas noticias.
¿Esto te suena?
Me da una sonrisa acuosa y asiente. —Sí. Yo estaba allí. Solo
que… él está bien.
Entrecierro los ojos en confusión. —Sí. Benjamín está bien.
De ahí viene la razón de porque no estoy llorando.
—Por favor —ella resopla—. Dudo que seas capaz de llorar.
—Y claramente, tú eres demasiado capaz. Deberías estar feliz
ahora mismo. Estamos celebrando.
—Lo sé. ¡Estoy feliz! —insiste mientras se seca más lágrimas
de las mejillas—. Supongo que me di cuenta de lo cerca que
nosotros estábamos de… de perderlo.
El nuevo tonto en mí se aferra a la palabra nosotros. Piper y
yo. Nosotros dos.
Hemos estado fingiendo ser los padres de Benjamín en el
hospital, pero la línea entre la realidad y la fantasía se vuelve
cada vez más borrosa.
—Esto es un llanto en retrospectiva, entonces. Te estás dando
cuenta de cuánto más deberías haber estado llorando antes y te
estás poniendo al día.
Ella ríe. —Sí, yo supongo que sí. Porque cuando debí haber
estado llorando, estaba… bañándome.
—¿«Bañarse» es nuestro nuevo eufemismo para tener
orgasmos múltiples?
Su rostro se sonroja. Me gusta cuando hace eso.
Entro completamente en la habitación y cierro la puerta detrás
de mí. La luz artificial sobre el lavabo nos proyecta a ambos
en una suave luz amarilla. Cuando me acerco a Piper, ella se
encoge en mi sombra.
—¿Qué estás haciendo? —Su voz es lo suficientemente suave
como para saber que sabe exactamente lo que estoy haciendo.
Deslizo mi mano bajo el dobladillo de su blusa y agarro su
estrecha cintura. Su piel es increíblemente suave. —Quiero
asegurarme de que celebres apropiadamente.
Su espalda se dobla y se arquea ante mi toque. —¿En un baño?
Desabrocho sus jeans y enrosco mis dedos alrededor de la
parte más cálida de ella. Ella jadea cuando acaricio sus nalgas
sobre sus bragas.
—No me importa celebrar frente a una multitud, pero pensé
que te gustaría tener privacidad. —Presiono mis labios en el
lugar suave debajo de su oreja. Después de horas de olores
estériles de hospital y látex, se siente como un milagro sentir
una bocanada de vainilla flotando en su piel.
Piper echa la cabeza hacia atrás y ronronea mientras mis dedos
recorren su vagina, apartando sus piernas y extrayendo
humedad entre sus muslos.
—Alguien podría llegar —gime, estremeciéndose mientras
rodeo su clítoris.
—Esa es la idea. Le digo con un tono sensual rosando su oído.
Ella se ríe suavemente, su frente cae sobre mi hombro. —En la
habitación, quiero decir. Alguien podría venir a hablar con
nosotros y…
—Y pueden esperar hasta que termine.
81
TIMOFEY

Deslizo mi dedo medio en su calidez que espera y lo enrollo


contra sus paredes. Pulso un dedo y luego dos dentro de ella,
trabajando rítmicamente hasta que está rodando sobre mi
mano, buscando mi toque.
—Timofey —jadea, arqueándose mientras un leve orgasmo la
atraviesa.
No es suficiente para saciar, pero es suficiente para encender
su mecha. Cuando Piper abre los ojos, sus pupilas se agrandan.
Está medio loca por la nueva necesidad que la atraviesa.
Ella planta sus palmas en mi pecho y me empuja contra la
puerta. La dejo, manteniendo mis manos a mis costados
mientras cae de rodillas frente a mí y me desabrocha los
pantalones.
En el instante en que mi miembro está libre, Piper me lleva a
su boca. Arremolina su lengua alrededor de mi cabeza y luego
se sumerge profundamente hasta que siento la vibración de su
gemido contra mi punta.
—Mierda —gruño, agarrando un puñado de su cabello.
Ella sigue este ritmo, lamiendo y chupando antes de
prácticamente tragarme. Para el tercer o cuarto pase, estoy
deseando explotar.
Pero quiero más que esto. La quiero entera.
La aparto de mí con un pop y la agarro por la cintura.
—Espera. Timofey. Quiero…
—Y yo te quiero a ti —gruño, colocándola en el borde del
lavabo—. Quítate los pantalones.
En cuestión de segundos, sus pantalones están en el suelo y
sus muslos desnudos se envuelven alrededor de mi cintura.
—Eres tan suave. —Deslizo mis manos hasta sus caderas,
maravillándome de la forma en que nos vemos juntos. Mis
dedos llenos de cicatrices y callos contra su piel de porcelana.
Luego su mano se desliza entre nosotros y la arrastra
bruscamente por mi longitud. —Y tú estás tan duro.
Le muerdo la línea de la mandíbula. Es un bocado juguetón,
pero Piper gime. Su mano se aprieta alrededor de mí, y luego
estoy presionado contra su entrada.
—Has me tuya hasta que no pueda pensar más, Timofey —
susurra. Sus labios rozan mi mejilla con cada palabra—. Por
favor. Tómame hasta que no pueda preocuparme.
Es la cosa más sucia que he escuchado de la boca más
hermosa que he visto. Y quiero darle todo lo que pida.
Especialmente esto.
Presiono contra ella lentamente, deleitándome con la forma en
que se estira a mi alrededor. No me detengo hasta que estoy
muy dentro de ella, tan conectados como podemos estar. Aun
así, no parece ser suficiente para Piper. Engancha sus piernas
alrededor de mi espalda baja y me sujeta con fuerza.
—Quiero quedarme así. Justo así. Para siempre.
Beso su cuello y lamo el pulso en su cuello. —Típico de Piper.
—¿Qué?
Sonrío. —Una vez más, tengo que mostrarte lo que realmente
quieres.
Empieza a fruncir el ceño, pero luego me deslizo fuera de ella.
La fricción separa sus labios en un suspiro que se convierte en
un gemido cuando la lleno una vez más.
—Vale, sí. Eso —dice, arañando mi espalda—. Sí. Haz eso.
Tomo su culo en mis manos y lo lleno una y otra vez hasta que
somos una masa de extremidades que se retuercen y jadean.
—Estoy cerca. —Piper pasa sus manos sobre mi pecho y las
enrosca alrededor de mi cuello. Presiona sus labios contra mi
mandíbula—. Llega conmigo.
Ella no necesita pedírmelo dos veces.
La levanto por completo del lavabo, equilibrando su peso en
mis caderas. Piper se inclina hacia atrás y llegamos a un nuevo
ángulo que la obliga a morderse el labio inferior para no gritar.
Siento que sus músculos más profundos se contraen a mi
alrededor y libero la bola de calor reprimida en mi centro.
Juntos, montamos la ola, subiendo y bajando en sincronía. Me
tropiezo hacia adelante para que quede encajada entre mi
pecho y la pared y nos quedamos juntos hasta que los últimos
espasmos de placer desaparecen. Hasta que no haya más
sonido que el sonido de satisfacción de nuestra respiración.
Piper gira la cabeza y besa mi cuello y mi mandíbula. Me
acaricia con las manos como si estuviera preocupada de que
no sea real.
—No puedo creer… —Ella se ríe suavemente y niega con la
cabeza.
—¿Cómo sigo haciendo que te corras una y otra vez?
Ella rueda los ojos y sonríe. Es tan fácil y familiar. Me dispara
directamente al corazón, marcándome con la bondad que es
Piper Quinn.
Una buena chica. Con un hombre como yo. ¿Quién hubiera
pensado alguna vez?
—No —continúa ella—. No puedo creer que no esté teniendo
un ataque de pánico. Quiero decir… mira esta habitación.
No hay mucho que mirar. Una mirada sobre mi hombro y he
visto todo lo que hay. Demonios, podría estirar un brazo hacia
atrás y estar tocando ambas paredes. Es microscópico.
Luego entiendo.
—Ay, mierda. Eres claustrofóbica.
—A menos que esté contigo, supongo. —Ella se encoge de
hombros.
—Me siento honrado.
Inmediatamente me señala con un dedo. —No, no. No hagas
eso. No seas creído.
—¿Cómo no puedo? Mi miembro es la cura para la
claustrofobia.
Una risa brota de entre los labios fruncidos. Ella golpea una
mano sobre su boca para calmarse. —Eso no es lo que está
pasando aquí.
—Definitivamente es lo que está pasando aquí —digo—.
¿Eres parte de un grupo de apoyo o algo así? ¿Tienes alguna
mujer joven soltera en la clase que esté desesperada por una
cura? Ahora es mi deber difundir esta cura lo más amplio y
lejos posible.
Su ceja se arquea peligrosamente, pero aún me sonríe. —
Guau. Qué abnegado eres.
—Un gran poder —digo, señalando mi miembro aún duro—,
viene con una gran responsabilidad.
Piper me da una palmada en el pecho, le agarro la mano y
presiono sus dedos en mi boca. Es un gesto sorprendentemente
íntimo y ella se congela. Sus ojos verdes escanean mi rostro y
donde nuestras manos están entrelazadas.
Algo está cambiando entre nosotros. Ambos lo sentimos.
Dejo caer su mano como un carbón caliente y le arrebato los
pantalones del suelo. Ella los toma con gratitud y regresamos a
una versión de los roles que hemos estado interpretando desde
que nos conocimos.
Conocidos. Empleador y empleado reacios. Amigos aún más
reacios.
—Bueno, si sientes que estás entrando en pánico y necesitas
mi ayuda, solo estoy a una llamada.
Piper se ríe y ahora estoy de acuerdo con ella, también quiero
quedarme así para siempre. Este baño es el único lugar del
mundo donde podemos estar así.
Sea lo que sea «así».
Entonces escucho pasos, seguidos por la voz remilgada de una
enfermera. —Sr. ¿Viktorov? ¿Está usted ahí, señor?
Debí haber supuesto que seríamos interrumpidos. Sé mejor
que la mayoría que las fantasías no duran.
El mundo real siempre toca la puerta.
82
PIPER

La cena de ensayo para la boda se siente como un ensayo


general en más de un sentido.
La cena se lleva a cabo en el comedor formal de Timofey con
Akim sirviendo comida de la cocina recién remodelada. No
habrá prensa, pero esta es la primera vez que tengo que fingir
ser la novia de Timofey frente a otras personas importantes.
No estoy segura de estar lista.
Paso mis manos sobre el vestido que eligió para mí y trato de
calmar mis nervios. Esa ha sido una hazaña imposible la
última semana. Desde que salimos del baño del hospital, algo
ha sido diferente.
Se supone que debo estar intentando alejarme de Timofey.
Intentando proteger a Benjamín de su influencia y conseguir
que lo envíen a prisión.
Y, sin embargo, he pasado cada momento libre enredada en sus
sábanas y envuelta en sus brazos.
Aprieto la tela de terciopelo verde de mi vestido y respiro a
través de las mariposas que estallan en mi estómago. Todavía
puedo sentir lo que me hizo anoche. Mi cuerpo parece haberse
moldeado permanentemente alrededor de su forma. Sufro cada
vez que lo deseo y él no está dentro de mí.
—Cálmate —murmuro, cerrando los ojos con fuerza—.
Enfócate.
No puedo ser la mujer que babea por Timofey y se desmorona
con cada mirada suya. Necesito lucir como su futura esposa.
Su igual. Necesito parecerme a alguien que él elegiría
creíblemente como su pareja.
La idea es suficiente para enviar otro rayo de ansiedad a través
de mí.
No porque no se sienta posible, sino porque se siente
demasiado real.
Esta última semana se ha sentido como estar sentado en un
compactador de basura mientras las paredes se cierran
lentamente. Enamorarse de Timofey es un tipo de fatalidad
inevitable en ese sentido. Presiona desde todas las direcciones
hasta que no estoy segura de qué lado es cuál o cómo salir.
Me tiene en un dominio absoluto y temo que fingir que lo amo
será decir demasiado.
¿Cuánto falta para la cena? Necesito saber cuántos minutos
tengo para calmarme.
Cojo mi teléfono del tocador para comprobar la hora, pero me
distrae el icono de mensaje que parpadea en la esquina
superior izquierda. Debió activarse mientras me rizaba
meticulosamente el cabello durante la última hora. Toco el
mensaje y el nombre de Noelle llena la pantalla.
Antes de que pueda ver lo que escribió, bloqueo la pantalla y
se vuelve negra. Sostengo el teléfono como si fuera a
incendiarse espontáneamente.
No he sabido nada de Noelle desde que me contó sobre el
asesinato de Emily. ¿Tiene más información? ¿Descubrió algo
incriminatorio?
Más importante aún, ¿todavía quiero escucharlo?
Tamborileo nerviosamente con los dedos en la pantalla,
calculando mis opciones. Podría descartar el mensaje y fingir
que nunca lo vi. Pero Noelle no se rendirá. No le gusta que la
ignoren, especialmente ahora que sabe que he recibido y
abierto el mensaje.
—Así que tengo que leerlo —murmuro, mi pulgar sobre el
botón para desbloquear la pantalla.
Excepto que, si leo el mensaje y tiene información
incriminatoria sobre Timofey, tengo que lidiar con eso.
He matado a mucha gente, Piper. No soy un buen hombre.
Timofey ha sido honesto conmigo desde el principio acerca de
quién es él. Aun así, he empujado hacia abajo mis reservas y
me lancé a lo que sea que es esto entre nosotros.
Puedo estar bien con el hecho de que él no mató a Emily. Pero
igual hay sangre en sus manos. Si descubro más, no podré
esconderme de la verdad. No podré vivir en la negación.
Antes de que pueda tomar una decisión en uno u otro sentido,
mi teléfono comienza a sonar. Por instinto, respondo.
—Ahí estás —dice Noelle—. Nunca me devolviste el mensaje.
—Nunca leí tu mensaje —digo honestamente.
—Sí lo hiciste. Dice «Leído». Sé que lo viste.
—Bueno, lo vi —explico rápidamente—. Pero he estado
ocupada y no lo leí. Iba a hacerlo. Más tarde.
Tal vez. Tal vez no.
Ella hace un ruido de desaprobación en la parte posterior de su
garganta. —¿Con qué has estado ocupada?
Timofey. El chiste estúpido surge en mí y lo abofeteo. —Hay
una fiesta… eh, una función de trabajo esta noche. Me estoy
preparando.
—Guau, qué fiesta tan deprimente debe ser. ¿Un grupo de
trabajadores sociales del SPI acurrucados alrededor de una
bandeja de queso sudoroso? No, gracias.
Me ofende un poco la evaluación de Noelle sobre cómo sería
para mí una fiesta de trabajo real, pero solo porque es certera.
Nuestra fiesta de Navidad del año pasado fue solo villancicos
tocados en los pequeños parlantes del teléfono de Andrea
durante los últimos treinta minutos del día de trabajo. James
hizo chocolate caliente en el microondas de la sala de
descanso y sabía a palomitas de maíz quemadas.
—No para ese trabajo —explico—. Mi otro trabajo. Con
Timofey.
Hay un largo rato de silencio antes de que Noelle hable de
nuevo. —¿Todavía trabajas para él?
—La última vez que revisé. —Trato de reírme, pero no suena
genuino—. Es solo una cena.
—Pero se supone que debes alejarte de él. Es por eso que hice
toda esa investigación, ¿No? No es un buen tipo.
—Lo sé. Te pedí que investigaras esas cosas…
—Un asesinato —interrumpe Noelle—. No «cosas». Un
asesinato.
—Vale. Te pedí que investigaras eso, pero es todo mucho más
complicado de lo que pensábamos. Timofey no lo hizo.
—¡Porque hizo que su sicario lo hiciera por él! —Noelle sisea.
—Yo también pensé eso. Al principio. Pero hablé con él y…
—Por el amor de Dios, Piper.
Noelle tiene una forma de sonar como una mamá que regaña a
veces. Te hace querer complacerla. Me muerdo el labio
inferior, pero no me atrevo a decir nada. No sé cómo
explicarme mi decisión y mucho menos a Noelle.
—Mierda —dice de nuevo, casi para sí misma—. Él te sedujo.
Sabía que lo haría.
—¿Disculpa? No me ha seducido a nada.
Obviamente, mi elección de palabras deja un poco que desear.
Mis mejillas se ponen rojas.
—¿Estás teniendo sexo? —La pregunta es contundente y
clínica. Hace que todo lo que Timofey y yo hemos hecho en la
última semana se sienta mal.
—Eso no tiene nada que ver con nada. Soy capaz de tomar
decisiones racionales independientemente de…
—Lo estás —acusa—. Te lo estás cogiendo, y ahora, vas a
hacer que te maten.
Cualquier culpa que siento es borrada por la condescendencia
en su tono. —Basta, Noelle. Eres tan… tan criticona a veces.
Ella jadea sorprendida. Por lo general, Ashley es quien lanza
esa acusación contra ella. Ella no lo espera de mí.
—Solo porque me preocupo por ti. ¡No quiero que te lastimes!
—Bueno, afortunadamente, no creo que este vestido de mil
dólares que estoy usando me vaya a lastimar —espeto.
—¿Te está comprando ropa ahora?
Me quejo. —No. Bueno, sí. Solo este vestido. Pero es para el
evento.
Ella se ríe cruelmente. —Estoy segura de que es una
deducción de impuestos para él. Un vestido para el ligue de
este mes. Cogerte es un gasto comercial.
Me pongo de pie y camino por la habitación, demasiado
enojada para quedarme sentada. —¡No es así! No hagas de
esto algo que no es.
—Lo último que supe fue que se trataba de una misión de
rescate —dice Noelle—. Estabas allí para salvar a un niño
pequeño de un hombre malo. Ahora, estás jugando a la casita
con un asesino y actuando como si nada estuviera mal. Así que
tal vez seas tú quien haga de esto algo que no es, Piper.
Sus palabras suenan demasiado ciertas, pero no tengo la
capacidad para lidiar con esto además de mi primera salida
pública con Timofey en menos de veinte minutos.
—Si me llamaste para insultarme, tendrás que esperar. Estoy
ocupada y tengo que…
—Lo siento —espeta Noelle. Ella suspira, y puedo imaginarla
pellizcándose el puente de la nariz, los anillos de sus dedos
deslizándose alrededor de sus delgados dedos—. Lo siento.
Tienes razón, estoy siendo criticona. Lo siento.
Aún no estoy lista para perdonarla, pero no quiero parecer
infantil. —Gracias. Gracias por decir eso. Yo también lo
siento.
¿Sentir qué? ¿Caer sobre el duro cuerpo de Timofey y
olvidarse de la tarea en cuestión?
—Sabes que te amo, Piper. Odiaría que te pasara algo malo.
—Nada malo me va a pasar. —No puedo decir eso con
certeza, pero trato de sonar tan sincera como puedo.
—Tú no sabes eso. A lo que vas a ir esta noche… ¿Sabes lo
que es?
—Es solo una fiesta.
—¿Qué tipo de fiesta? —ella pregunta—. ¿Sabes quién estará
allí?
Timofey me hizo un resumen anoche, justo después de que
hizo un resumen de mi cuerpo en la ducha.
—Serán los novios y sus familias —él explicó—. Después
algunos amigos comunes, algunos Bratva y algunos civiles.
—Una mezcla de personas —le digo a Noelle—. Va a ser una
cena sofocante y aburrida. Nada salvaje.
—Piper. —La voz de Noelle se quiebra y parece que está a
punto de llorar—. Sal de ahí.
—Lo haré. Eventualmente. Pero esta noche, yo…
—Solo agarra a Benjamín y sal de ahí —continúa—. No tienes
idea de quién es este tipo. Cada día que pasas con él es otro día
en el que podrías morir. Solo retírate antes de perder más y
vete mientras él está distraído con la fiesta.
No hace mucho tiempo, yo misma habría pensado en esa idea.
Mientras Timofey revisaba los detalles de la planificación de
la fiesta y daba la bienvenida a los invitados, yo habría estado
planeando mi gran escape. El hecho de que huir ni siquiera se
me haya pasado por la cabeza en toda la semana se siente
como un balde de agua helada sobre mi cabeza.
Sí me ha seducido. Noelle tiene razón.
—No puedo irme —le susurro—. Se da cuenta de todo. Él no
me dejará ir.
—Inténtalo, Piper. Por favor, prométeme que lo intentarás.
Odio mentirles a mis amigas, pero odio preocuparlas aún más.
—Lo intentaré.
La puerta de mi habitación se abre con un crujido y me doy la
vuelta justo cuando Timofey entra. Está vestido con un
esmoquin con detalles verdes que combinan con mi vestido, y
cuando veo su forma familiar, se me revuelve el estómago.
Sus ojos azules me miran de pies a cabeza y me tragan por
completo. Me atrae su mirada como un pececillo atrapado en
un ciclón, incapaz de escapar. Sin elegirlo conscientemente,
camino hacia él.
—…sabes que solo quiero lo mejor para ti —dice Noelle por
teléfono—. Te amo.
Con mis ojos en Timofey, respondo— Yo también te amo.
83
PIPER

—¿Debo preocuparme? —Timofey pregunta en el momento


en que cuelgo con Noelle.
Mi corazón truena contra mi pecho. ¿Cuánto escuchó?
—¿Preocuparte de qué? —Mi voz sale demasiado alta y poco
natural.
Cierra mi puerta y se acerca, su mirada se desliza arriba y
abajo de mi cuerpo en un bucle sin fin. —De que llevas este
vestido y le dices a otra persona que la amas. No soy un
hombre inseguro, pero cuando te ves así… —Sacude la cabeza
—. Me saca mi lado posesivo.
—Posesivo es el único lado que tienes —bromeo.
—No. —Él se muerde el labio inferior. Es la cosa más sexy
que he visto en mi vida—. Ese era yo queriendo tenerte cerca.
Queriendo tenerte aquí conmigo para mis propios propósitos
tortuosos. Pero esto… este soy yo queriendo sacar de mi casa
a cada uno de los cuarenta invitados que me esperan abajo
para poder cogerte hasta que te duela la garganta, por gritar mi
nombre.
Sus palabras son sucias, y apenas puedo recuperar el aliento
con lo mucho que quiero que se hagan realidad. Luego
Timofey me agarra de la cintura y bien podría ser un charco a
sus pies. Sus manos son lo único que me mantiene erguida.
—En este momento, quiero poseer cada parte de ti.
Me hace girar para que nos miremos en el espejo. Así de
cerca, está claro que su esmoquin fue diseñado con mi vestido
en mente. El brillo aterciopelado de mi vestido se refleja en los
ribetes verdianos a los lados de sus pantalones y alrededor de
sus solapas. Su pañuelo de bolsillo hace juego con la capa de
encaje de mi corpiño.
Somos una pareja perfecta.
Se inclina hacia mí, un demonio de ojos azules susurrando
tentaciones en mi oído. —Quiero arrancarte este vestido punto
por punto y cogerte encima de él —gruñe—. Quiero llenarte
hasta que grites mi nombre y todos los asistentes esta noche
sepan, sin duda, que me perteneces a mí y solo a mí.
Me trago el deseo que late a través de mí. —Eso es… em…
bastante posesivo.
Desliza sus manos desde mis hombros hasta mi cintura. —Es
solo porque te ves tan hermosa. ¿He dicho eso? —pregunta, su
nariz enterrada en mi cabello—. ¿He dicho lo impresionante
que te ves?
Está tomando cada onza de autocontrol en mi cuerpo para
estar aquí y no girar y saltar a sus brazos. Quiero las sucias
promesas que hizo. Los quiero una y otra y otra vez.
Y otra y otra y otra y otra vez.
—No en tantas palabras. Pero entendí la idea general.
Besa la unión de mi cuello y mi hombro y sonríe a nuestro
reflejo. —Bien. Porque te ves jodidamente increíble. Nadie se
preguntará qué está haciendo Timofey Viktorov con un
trabajador social cuando te vean en esto. Nadie dudará de
nuestra relación ni por un segundo.
De repente, recuerdo que esto no es real. No soy su novia,
estoy fingiendo.
Me alejo de él y aliso los pliegues de la falda. —Hiciste un
gran trabajo con el vestido.
—Lo mandé a hacer a medida para ti. Todos esos vestidos que
pedí eran una mierda. Necesitabas algo que se adaptara a ti.
—Muchos de esos vestidos quedaban lo suficientemente bien
—le digo—. La mayoría costaban más que mi alquiler
mensual.
Él rueda los ojos. —No empecemos con tu alquiler. Los
vestidos fueron un desastre, fin de la historia.
—¡No lo eran! El morado era super bonito. Me encantó.
No importa, pero discutir sobre vestidos es una buena
distracción del hecho de que me estoy descontrolando.
Quiero ser la novia de Timofey, aunque sea un asesino y un
criminal. En cambio, estoy fingiendo ser su novia mientras se
supone que debo estar tratando de alejarme de él para poder
enviarlo a prisión.
La red de mentiras y engaños que he tejido está demasiado
enredada incluso para que yo pueda deshacerla.
Timofey niega con la cabeza. —El vestido morado hizo que tu
piel se viera amarilla, mientras que este tono de verde resalta
tus puntos de rubor naturalmente rosados aquí —dice,
señalando mis mejillas. Luego su mano se desliza hacia mi
clavícula—. Y aquí.
Parpadeo hacia él, estupefacta de que me esté prestando
atención, y tanta.
—Hablando de aquí —dice, pasando su dedo por mi clavícula
hasta mi esternón—. Este escote cuadrado y cintura cónica
resaltan tus increíbles curvas y muestran tu estructura ósea.
—¿Qué sabes sobre la estructura ósea?
—¿En general? Nada. ¿Pero la tuya? —Baja la barbilla, sus
ojos mortalmente serios—. Todo. Eres un maldito sueño,
Piper. Tienes una cara adorable, hombros pequeños y caderas
que me dan ganas de hacer cosas sucias todo el tiempo. Así
que le dije a la costurera que te hiciera ver como un ángel
caído del cielo, como una hermosa princesa de cuento de
hadas.
—¿Quieres decir «una princesa de cuento de hadas cogible»?
Se ríe y me acerca de nuevo, pasando sus brazos alrededor de
mi espalda baja. —Una princesa de cuento de hadas no debería
tener una boca tan sucia.
—Tal vez tendrás que castigarme —digo con ojos de gacela y
una voz exagerada de estrella porno—. Enséñame a ser una
buena chica, Timofey.
Gruñe y baja la cabeza, mordisqueando el lóbulo de mi oreja.
—Sigue así y realmente haré que grites mi nombre hasta que
todos los invitados puedan escuchar.
Invitados.
Invitados de la cena.
O sea, los amigos y conocidos de Timofey y las conexiones de
la Bratva que están todos esperando abajo para que haga el
papel de su nueva novia perfecta.
Todo mientras Noelle quiere que intente escapar en la noche
con un pequeño bebé.
Sin mencionar que esto no es real. Con sus brazos a mi
alrededor, casi puedo olvidarme de todo lo demás.
Casi.
Pero el peso de la expectativa se asienta sobre mí con tanta
gracia como un piano cayendo sobre mi cabeza y tomo una
inhalación temblorosa.
Timofey se da cuenta. Porque por supuesto que lo hace. —
Relájate —murmura—. Te ves bien, Piper. Estás lista.
Suena sincero. Yo le creo.
La pregunta es. ¿Lista para qué, exactamente?
84
PIPER

Estar del brazo de Timofey mientras él me lleva de senador a


CEO y de veterano a multimillonario se siente como andar a
toda velocidad en un parque de diversiones. Estoy flotando a
través de una escena que no se siente real. Se supone que no
debo respirar el mismo aire que estas personas y mucho menos
dar la mano e intercambiar cumplidos educados con ellos.
Sin embargo, aquí estoy.
Y de alguna manera, Timofey hace que todo tenga sentido.
—No me sorprende que Timofey haya encontrado una mujer
generosa como tú —dice la esposa del senador. No sé su
nombre, y ella no lo ofrece, probablemente asumiendo que
debería reconocerla. Realmente no importa, su cadena de
perlas de doble vuelta y su brillante cabello rubio son
suficientes como introducción—. Él mismo fue muy generoso
con la última campaña de mi marido.
Asiento y sonrío. —Ah. Qué agradable.
No tengo ni idea de qué decir a eso. La política nunca ha
estado en mi radar. No hay espacio para eso cuando estás
demasiado preocupado por comprar el mercado, pagar el
alquiler y no perder mi trabajo.
La mujer parece tomar esto como que me estoy haciendo la
difícil de conquistar.
—Tú y yo tendremos que reunirnos en algún momento. —Me
pellizca el codo con complicidad y me guiña un ojo—. Las
buenas amigas son difíciles de encontrar. Tenemos que
mantenernos unidas.
Esta mujer y yo apenas nos conocemos y mucho menos somos
amigas. Pero tengo la sensación de que su interés radica más
en la conexión que ella y su esposo podrían tener con Timofey
que en algo que tenga que ver conmigo. Ella no parece
precisamente dispuesta a una pijamada con Noelle y Ashley.
Timofey termina su conversación con el marido de la mujer y
me pasa el brazo por la cintura. —Piper tendrá que hablar
contigo más tarde, Margaret —dice—. En este momento, ella
está en mi defensa.
La mujer… Margaret, aparentemente… de verdad se ríe. —
Qué bueno que practiques. Necesitarás una defensa sólida en
la boda.
—¿Debería estar esperando problemas? —él retumba.
—Montones —dice Margaret con una sonrisa—. Cuando se
supo que estabas fuera del mercado, hubo muchos corazones
rotos. Esas mujeres podrían no ser tan amables con Piper como
yo.
Timofey extiende su mano sobre mi cadera. Mi piel
prácticamente chispea con su toque. —Una vez que la
conozcan, la amarán tanto como yo.
No es real. No es real. No es real.
Si sigo repitiendo las palabras para mis adentros, tal vez se
queden pegadas. Tal vez mi corazón dejará de latir fuera de mi
pecho cada vez que Timofey mire hacia mí por encima de la
multitud.
Tal vez.
Pero probablemente no.
La fiesta está destinada a ser una cena de ensayo, pero a
medida que los novios se mueven por la habitación, los ojos de
todos están puestos en Timofey. Llama la atención incluso
cuando no lo está intentando.
Pero mientras todos lo miran a él, él me mira a mí.
—¿Necesitas un trago? —Sus labios rozan el lóbulo de mi
oído cuando se inclina para susurrar.
Lucho contra un escalofrío. —Estoy bien. Gracias.
—Solo dime lo que necesitas. —Pasa un mechón de cabello
por encima de mi hombro y lo alisa por mi espalda—. Yo me
encargaré de eso por ti.
Necesito un poco de aire. Necesito distancia. Cuanto más
cerca estamos Timofey y yo, más difícil es mantener la cabeza
despejada.
Pero cuanto más cerca estamos, menos quiero alejarme de él.
¿Es así como sería ser verdaderamente suya? Es atento y
gentil. Me siento como la única mujer en el universo. Es
embriagador de una manera que nunca antes lo ha sido. No
quiero dejar pasar esta euforia.
—Todas estas personas te respetan —susurro.
Él resopla. —Espero que así sea. Construí la mayor parte de
sus carreras.
—Me presentaste a un neurocirujano antes. ¿Construiste su
carrera?
—Es un talento y será un gran cirujano por derecho propio.
Pero tiene la promesa de un nuevo hospital de investigación
que agradecer por su residencia.
Lo miro boquiabierta. —¿Estás hablando del hospital de
investigación del cáncer junto al río?
Timofey toma un sorbo de su copa de champán con aire de
arrogancia.
—¡Timofey! Eso fue como… algo jodidamente importante. —
Me tapo la boca con una mano y miro a mi alrededor para
asegurarme de que nadie me haya oído. No solo debo saber
qué hospitales ha financiado mi novio, también necesito ser
una dama decente. Las damas decentes no maldicen.
—La mayoría de las cosas que hago son jodidamente
importantes.
—Recuerdo haberlo escuchado porque la donación «anónima»
que lo pagó liberó muchos otros fondos. Nuestro departamento
recibió parte del dinero.
Se utilizó para comprar una unidad de aire acondicionado para
la habitación temporal donde los niños pueden pasar la noche
entre hogares temporales, junto con una camioneta de
transporte oficial. El aire acondicionado se hecho polvo solo
dentro de los seis meses. La furgoneta fue robada y destrozada
en un año.
—Entonces, de nada —dice con una reverencia superficial y
burlona.
—No asumo que hiciste esa donación por la bondad de tu
corazón.
Finge estar ofendido. —¿Cómo te atreves a sugerir que no soy
un buen samaritano, mejorando el mundo por el simple hecho
de hacerlo? —Arqueo una ceja y él sonríe con picardía—. El
Dr. Cerebrito proviene de una larga línea de personas
influyentes. Su papá es un fiscal de distrito. Desarrollé una
manera para que todos nos beneficiáramos de nuestra amistad.
Un fiscal de distrito, un senador, un neurocirujano, un oficial
de policía, Timofey tiene su propio juego de ¿Adivina Quién?
personal. ¿Hay algún lugar en esta ciudad donde Timofey no
tenga conexión? ¿Hay algún lugar al que no pueda llegar?
—Supongo que debería sentirme afortunada de que solo me
metieran en la cárcel por un día y no me encerraran de por
vida. —Me río débilmente.
Pero cuando miro a Timofey, no se está riendo.
Está mirando al frente, su expresión pétrea. Cualquier calor
que sentí hace un momento se ha ido. Un escalofrío me sube
por la columna mientras el pánico se apodera de mí.
—Lo siento —digo rápidamente—. No quise decir… Era una
broma y… Sé que este no es el momento ni el lugar, así que…
Timofey aprieta mi mano y me acerca a él. Su aliento es cálido
contra mi sien. —Quédate cerca de mí.
—¿Por qué?
Lo miro, tratando de leer su expresión. Pero Timofey
entrecierra los ojos hacia la puerta. —No me mires a mí, Piper.
Mi cara se sonroja de vergüenza. Me atrapó mirándolo.
Probablemente piensa que estoy tan obsesionada con él como
realmente lo estoy. Pero antes de que pueda avergonzarme,
veo a alguien nuevo parado en la puerta.
Timofey no me estaba diciendo que no lo mirara a él. Me
estaba diciendo que mirara alrededor.
—Tenemos compañía —murmura, bebiendo el resto de su
bebida—. Vamos a saludar a nuestro invitado no invitado.
Luego me jala a través de la habitación hacia Rodion.
85
TIMOFEY

Mantengo un fuerte agarre en la mano de Piper.


En un mundo ideal, la alejaría lo más posible de Rodion y de
la mitad de las personas en esta maldita habitación.
Especialmente el senador Gracen y su repulsiva esposa.
Mi «donación» a su última campaña lo ayudó a pagar una gran
cantidad de acuerdos por agresión sexual. En el momento en
que apruebe la legislación que él y yo elaboramos juntos, lo
arrojaré a los lobos de la justicia social y los dejaré festejar.
Pero este no es un mundo ideal. Soy el único en quien puedo
confiar con la seguridad de Piper y no la quiero fuera de mi
vista.
Rodion nos ve acercándonos a él y cuadra los hombros.
Conozco ese brillo en sus ojos. Parece que nos acercamos a
una pelea.
Tomo una copa de champán de la bandeja de un servidor que
pasa y se la ofrezco elegantemente mientras me acerco. —Ten.
Un trago para el camino.
—Ah, una cálida despedida —dice, tomando un sorbo—.
Preferiría una cálida bienvenida, pero los mendigos no eligen.
—Especialmente cuando debería dispararle al mendigo al
verlo. Le respondo.
Levanta una mano en una sutil rendición. —Las cosas se
pusieron un poco tensas la última vez que hablamos. Estoy
aquí para rectificar eso.
—Elegiste un momento inconveniente. Estoy ocupado.
Él asiente. —Pensé que me iría mejor con más testigos.
—Todos en esta sala saben quién soy, lo admitan públicamente
o no. Podría matarte ahora mismo y tu muerte ni siquiera sería
una onda en las noticias de la mañana. La mitad de las
personas aquí testificarían que nunca te han visto en sus vidas.
La otra mitad me ayudaría a cavar la tumba.
La mano de Piper se desliza con más firmeza en la mía. No
estoy seguro de si está tratando de controlarme o de mostrarme
su apoyo. De cualquier manera, la sensación de su piel contra
la mía acaricia una parte más profunda de mí que no quiere
nada más que protegerla.
De Rodion.
Del mundo.
De todo lo malo que podría borrar la sonrisa de su rostro.
A la mierda Rodion, incendiaría toda esta habitación si eso
significara que sería feliz.
—No hay necesidad de dramatismo —dice Rodion con calma
—. Solo dame cinco minutos. Quiero hablar contigo a solas.
—¿Quieres estar a solas con la persona que acaba de amenazar
tu vida? —pregunta Piper.
Rodion se vuelve hacia ella. Sus ojos se estrechan en donde
nuestras manos están entrelazadas. —Esta es una casa de
cristal brillante en la que vives. Yo no tiraría piedras si fuera
tú.
—Si quieres seguir respirando, no le digas ni una palabra más
—le advierto.
Rodion desvía la mirada rápidamente y asiente. —Lo lamento.
No estoy aquí para… quiero explicar, Timofey. Todo. Por
favor.
Conozco a Rodion desde hace mucho tiempo y el hombre
nunca me ha parecido especialmente sincero. Ciertamente no
arrepentido.
En este momento, él es ambos.
No voy a dejarme engañar por un pequeño acto, pero estoy
intrigado. Eso por sí solo es razón suficiente para estar de
acuerdo.
Otra razón es que será mucho más fácil matarlo en privado y
luego volver a la fiesta.
Levanto mi otra mano, los dedos bien abiertos. —Cinco
minutos. Eso es lo que obtendrás.
Hace una reverencia mitad agradecida, mitad burlona. —Es
todo lo que necesito.
—Vamos a mi oficina. —Hago un gesto hacia la puerta—. Yo
te sigo. Y mantén tus manos donde pueda verlas.
Rodion camina frente a nosotros con las manos sueltas y
abiertas a los costados. Debería revisarlo, pero no importa. Si
se estremece hacia su bolsillo, lo mataré.
Piper es una bola de tensión contra mí. —¿Estás seguro de que
esto es seguro?
—Estás a salvo. Te protegeré, Piper.
—No me refiero a mí —susurra, su brazo enroscándose
alrededor del mío—. ¿Qué hay de ti?
Si está interpretando el papel de mi amada novia, está
haciendo un trabajo minucioso. No hay nadie alrededor y ella
todavía finge estar preocupada por mí.
Pero no estoy fingiendo. No lo he estado por un tiempo.
Y no tengo ni idea de cómo decirle que me pondría en peligro
mil veces si eso significara asegurarme de que ella estuviera a
salvo.
86
TIMOFEY

En mi oficina, Rodion parece mucho menos relajado que


cuando estábamos rodeados de testigos. Puedo ver un brillo de
sudor en su frente.
Cierro la puerta detrás de mí y miro mi reloj. —Tus cinco
minutos han comenzado.
—Claro. Vale. —Toma una respiración profunda—. Tenía todo
esto planeado, pero ahora, no estoy muy seguro de por dónde
empezar.
—El principio es un buen lugar.
Él se ríe y se pasa una mano por el cuello. —Eso creerías,
pero… Comenzaré con lo más reciente primero. Sé que no
mandaste a que me mataran.
No puedo evitar poner los ojos en blanco. —Eso ya te lo dije.
—Debí haberte escuchado cuando me presenté esa noche y
dijiste que no sabías nada al respecto —dice—. Estaba tan
jodidamente enojado. El tipo me dijo que tú lo enviaste y yo le
creí. Fue una buena trampa.
Niego con la cabeza. —No fue tan buena. Alguien te quería
muerto. Si eso fallaba, querían ponernos unos contra otros.
Fue transparente para mí.
—Porque sabías la verdad. Sabías que no lo hiciste. Yo no
sabía eso. —Me mira de reojo—. Así como la forma en que
todavía piensas que podría haber matado a Emily, aunque no
lo hice.
Aprieto los dientes. —Cuatro minutos.
—Mierda —murmura—. Vale. Así que, sí, lamento haberte
acusado de intentar matarme. Sé que no fuiste tú, pero he
estado tratando de averiguar quién fue.
—Si los encuentras, dales mi número. Podría estar en el
mercado buscando un nuevo sicario en tres minutos y
contando.
Se ríe nerviosamente. —También estoy aquí para decirte,
firme y finalmente, que no maté a Emily.
Levanto una mano para detenerlo. —Ve a hablar con Sergey
sobre esto si quieres que alguien te escuche. Él es tu pequeño
animador. Estoy jodidamente cansado de hablar de eso. La
verdad saldrá a la luz eventualmente. Cuando lo haga…
—Te darás cuenta de que estoy diciendo la verdad —dice
Rodion—. Todavía tengo tres minutos, ¿Verdad?
—Dos y medio.
—Entonces, por favor, déjame usarlos. —Él espera mi
respuesta. Cuando no digo nada, continúa—. Mi mamá murió
hace un año. Realmente me destrozó, ¿Sabes?
Lo sé. Es la única vez que he visto a Rodion al borde de las
lágrimas.
Su madre era joven. Ella lo tuvo cuando era una adolescente,
por lo que su muerte fue inesperada. Yo podía simpatizar con
cómo se sentía. Él le enviaba dinero a casa todos los meses
como un reloj. Ella acababa de comprarse un coche nuevo.
—Emily trató de estar ahí para mí, pero no pude escucharla —
continúa—. Necesitaba espacio, así que nos separamos. Fui a
Rusia para tratar de lidiar con la mierda de mi familia y ella se
quedó aquí.
—Es una coartada conveniente, estar fuera del país. Elogiaría
la planificación si no hubiera resultado en el asesinato de mi
hermana. Le digo.
Él suspira, pero trata de continuar como si no hubiera dicho
nada. No quiere perder ni un segundo del tiempo que le queda.
—Cuando estaba en Rusia, Emily y yo nos volvimos a
conectar. Ella se acercó y comenzamos a hablar. Había habido
algunas cosas raras entre nosotros los últimos meses, incluso
antes de que mi madre muriera, y ella quería explicarlo todo y
arreglarlo. Arreglarnos a nosotros. Así que iba a volver y
arreglaríamos nuestra mierda.
—¿Qué «mierda» era esa? —pregunta Piper.
La miro. Está hiper enfocada en Rodion. Aparte del apretón
ocasional de su mano en la mía, casi olvido que estaba aquí.
Rodion se encoge de hombros, teniendo cuidado de no mirarla
más de lo necesario. —No sé. Ella me dijo que quería
decírmelo en persona. Cuando mi avión aterrizó en suelo
estadounidense, ella estaba muerta.
Bufo. —Qué conveniente. ¿Ustedes dos se estaban
reconciliando y luego ella es asesinada el mismo día que
regresas al país? Es bastante casual. Y no creo en las
coincidencias.
—Yo tampoco —dice—. Creo que alguien sabía que Emily y
yo nos estábamos volviendo a conectar. Alguien sabía que
íbamos a volver a estar juntos y no querían que eso sucediera.
Tal vez tenga algo que ver con lo que quería decirme, pero
yo… no lo sé.
Rodion se pasa una mano por el cabello, haciendo que las
puntas se levanten en todas direcciones. —He estado
rastreando pistas potenciales en mi tiempo libre. Mi mayor
teoría son los albaneses, por supuesto. Pero hasta ahora, nadie
me ha dado ninguna información útil.
—Si un albanés hiciera esto, lo sabría —le digo—. Ninguno
de mis contactos ha dicho nada al respecto.
Se encoge de hombros, con los brazos colgando flácidos a los
costados. —No lo sé, Timofey. Desearía haberlo hecho, pero
yo… te estoy diciendo lo que sí sé. Yo no lo hice.
Toda la moderación a la que he logrado recurrir hasta ahora se
afloja de una vez. Me lanzo hacia adelante, el humo
prácticamente saliendo de mis oídos. —Estás mintiendo.
¿Sabes cómo lo sé? Porque Emily me dijo que la amenazaste.
Rodion se encoge contra la pared y Piper tira suavemente de
mi mano. Ella solo me está recordando que ella está allí.
Y funciona.
Si decido matar a Rodion, me aseguraré de que ella esté fuera
de la habitación primero.
Retrocedo junto a Piper, con los ojos aún entrecerrados en
Rodion. —Emily me contó cada vez que juraste que terminaría
como uno de los puntos tatuados en tu brazo.
Él asiente. —Lo hice. Nunca he pretendido ser un buen novio,
un buen hombre, nada de eso. Estoy jodido hasta la medula. Y
cuando me amenazó con dejarme, me perdí. Pero nunca, jamás
la lastimé. No físicamente. Si lo hubiera hecho, ella te lo
habría dicho.
—En un momento, tal vez. Pero al final no estábamos en
buenos términos —yo replico—. Gracias a ti. En el momento
en que ustedes dos se juntaron, supe que Emily se merecía
algo mejor. Cuando dijo que la amenazaste, le juré que te
mataría si alguna vez le ponías una mano encima. Luego,
lentamente, se apartó. Probablemente porque estaba enredada
en tu telaraña y no quería que te cortara la garganta cuando
apareciera con un ojo morado.
—¡Nunca hubo un ojo morado! Lo juro. —Mira el reloj de la
pared y no tengo idea de cuánto tiempo le queda. He perdido
la cuenta—. La amaba, Timofey. Lo hice. Pero no tenía ni idea
de cómo amarla hasta que fue demasiado tarde. Perdí años
siendo celoso y controlador. Ahora, ella se ha ido y yo…
nunca me lo perdonaré.
En sus palabras, escucho una advertencia.
Desde el momento en que conocí a Piper, ella ha sido un
medio para un fin. A pesar de que mis sentimientos por ella
han crecido y se han expandido, los he metido en la caja en la
que la he dejado. Siempre prometiéndome a mí mismo, una
vez que obtenga lo que quiero de ella, la dejaré de lado.
Pero las cosas han cambiado.
Si sigo adelante con ese plan, sé que viviré para arrepentirme.
Un día, tendré la misma expresión de dolor y desesperación en
mi rostro que Rodion tiene ahora.
Es esa expresión la que, más que cualquier otra cosa que haya
dicho, me hace creerle.
—Se te acabó el tiempo —dice Piper en voz baja.
Miro hacia atrás y ella está mirando más allá de mí a Rodion.
Ella no le cree. Todavía piensa que él es el responsable.
—Así que, ¿Qué harás? —Rodion pregunta, resignación en su
voz.
Vacilo. De repente, el aire mismo se siente pesado sobre mis
hombros. Luego dejo escapar un largo suspiro que no hace
nada para aligerarlo. —Por ahora, vas a salir de aquí con vida.
Visiblemente se hunde de alivio. —¿Entonces me crees?
—No dije eso —gruño—. Tengo invitados esperándome. No
tengo tiempo para limpiar la sangre debajo de mis uñas.
Piper envuelve ambas manos alrededor de las mías y casi me
arrastra hacia la puerta. Pero no me muevo. Aún no.
—Te haré un trato, Rodion.
—Lo que sea —dice con entusiasmo—. Dímelo y es tuyo.
—Tráeme al albanés responsable de la muerte de Emily y
creeré tu historia. Te daré la bienvenida de nuevo a la Bratva y
mis buenas gracias sin otra pregunta.
El entusiasmo se escurre de él. —Pero yo… yo he hablado con
los albaneses. He torturado a hombres hasta la muerte. No hay
nada que encontrar allí.
Asiento con la cabeza. —Vale. Entonces te mataré con mis
propias manos. Venganza por la muerte de Emily. No menos
de lo que te mereces.
Está atrapado entre la espada y la pared y lo sabe. Pero la
espada es la muerte instantánea y la pared le permite mantener
un latido. Sabiamente, Rodion acepta la oferta.
—Averiguaré todo lo que pueda. Te traeré pruebas de que no
hice esto —dice.
—Bien. Pero mientras tanto —señalo la puerta— sal de mi
puta casa.
Rodion no duda. Inclina la cabeza una última vez y luego se
apresura a rodearnos, dándole a Piper un amplio espacio.
87
PIPER

Una vez, soñé que vivía en el consultorio de mi dentista y fui a


clases de natación en el vestíbulo. La recepcionista era mi
mamá y tenía alas de ángel.
Salir de la oficina de Timofey y volver a la fiesta se parece
mucho a eso. Como moverse a través de las etapas
incoherentes de un sueño. Nada tiene sentido, pero se espera
que sonría y salude a los invitados después de pasar los
últimos cinco minutos hablando con un posible asesino.
—Si no te pones un poco de color en las mejillas, la gente va a
pensar que me tienes miedo. —Timofey me aprieta contra su
pecho mientras la música cambia a una canción lenta, casi
como si la hubiera cronometrado de esta manera. No me
sorprendería si lo hiciera.
—Tal vez sí te tengo.
Un ceño pellizca sus cejas juntas. Sus ojos azules son zafiro
esta noche, brillando a la luz de las velas que se han colocado
en el centro de todas las mesas. —Te dije que te protegería.
—Hay muchas razones diferentes para estar asustado —digo
en voz baja.
Me aterroriza lo que siento cuando Timofey me toca.
Me aterroriza que un hombre como Rodion intente hacer algo
contra él.
Sobre todo, me aterra que todo esto sea falso. Que la forma en
que me mira ahora, con adoración y calidez, es todo una
fachada. Me aterroriza que el reloj marque la medianoche y
este momento se rompa en un millón de pedazos
irreconciliables.
Timofey toma mi rostro entre sus manos y acaricia mi pómulo.
—Apaga tu cerebro. Quédate aquí conmigo por unos minutos.
Estás en un vestido deslumbrante, estoy en un esmoquin…
—También deslumbrante —digo, deslizando mi mano por su
manga. Puedo sentir la flexión y el tirón de sus músculos
mientras moldea nuestros cuerpos juntos.
—Estoy de acuerdo. Así que seamos dos personas
increíblemente deslumbrantes en un evento deslumbrante —
dice con una sonrisa—. Por un minuto, olvídate de todo lo
demás y solo quédate aquí conmigo.
Por razones que no puedo explicar completamente, las
lágrimas brotan de mis ojos. Antes de que él pueda verlas,
presiono mi mejilla contra su pecho y me balanceo con la
música.
Le prometí a Noelle que intentaría escaparme esta noche. Le
dije que intentaría escapar.
¿Esto parece un escape?
Creo que no. En todo caso, estoy aún más metida en este lío
ahora que hace dos horas.
—Estás tensa. —Aprieta mis brazos y luego los fuerza
alrededor de su cintura—. ¿Necesito ayudarte a relajarte?
El tono sensual de su voz mezclado con la forma en que las
palabras vibran a través de su pecho hace cosas extrañas en mi
corazón. Podría quedarme aquí toda la noche.
Podría quedarme aquí para siempre.
El pensamiento es como un relámpago a través de mí. La
vulnerabilidad me hace sentir frágil y me pongo rígida. Si
aprieta demasiado fuerte, estoy segura de que me romperé.
Su palma se desliza por mi espalda expuesta. —Podemos
escabullirnos por unos minutos si es necesario.
—¿Unos minutos? —Trato de sonar casual, pero las palabras
chillan como si fuera un globo con una fuga—. ¿Eso es todo lo
que puedes ofrecerme?
Se ríe bajo y lento. —No me tientes. Despejaré esta habitación
y te mostraré exactamente lo que tengo para ofrecerte.
Casi le digo que lo haga. Al final, no necesita hacerlo.
Los disparos despejan la habitación por él.
88
PIPER

Timofey se mueve increíblemente rápido. No tengo tiempo de


reaccionar al estruendo de los disparos, antes de que me
acurruque debajo de su brazo y me lleve a través de la
habitación llena de gente que grita.
—¿Qué… qué está pasando? —jadeo, agachando la cabeza
debajo de su pecho y haciendo todo lo posible para no tropezar
con mis propios pies.
Él no responde. Está demasiado ocupado abriéndose paso
entre la multitud. Solo cuando cruzamos una puerta lateral y
entramos en un pasillo oscuro, Timofey me presiona contra la
pared y se asoma por la puerta.
—Arber —gruñe, sacando su teléfono.
—¿Quién es ese? ¿Son… son los albaneses?
Los lados oscuros del mundo de Timofey siempre se han
sentido tan lejanos. Lógicamente entendí que era peligroso,
pero nunca esperé que se acercara tanto a mí.
Ahora, está aquí, y yo estoy fuera de lugar.
Timofey llama a alguien, pero maldice cuando no responde.
Marca otro número y toma mi mano. Corremos por el pasillo.
—Akim. Mantente fuera del salón de baile. Ve a la seguridad
por el… —Hace una pausa mientras escucha—. Los guardias
nunca lo habrían dejado entrar. Están muertos. Estoy seguro de
ello.
—¿Muertos?
Timofey le grita una orden a Akim que no escucho y luego
cuelga. En cada intersección del pasillo, se detiene y verifica
en ambos sentidos antes de continuar.
—¿Estamos huyendo? —pregunto—. ¿Qué hay de tus
invitados? ¿Quién los va a cuidar?
Le dijo a Rodion que una muerte en su fiesta no aparecería en
los titulares de mañana, pero no puedo imaginar que los
disparos en medio de una llamativa cena de ensayo de bodas
no aparezcan en los periódicos.
Jadeo, recordando todas las caras que he visto y sonreído a
durante la última hora. —¡La novia y el novio! ¡El senador!
El-el… ¡cirujano! ¿Están bien?
Timofey no responde. Sus ojos azules se estrechan mientras se
sumerge más profundamente en la casa. Ni siquiera estoy
segura de que pueda oírme.
—¡Timofey! —Trato de sacar mi mano de su agarre de hierro,
pero es inútil—. Timofey, escúchame. No podemos correr. La
gente está herida allá atrás. Tus… nuestros invitados. Tenemos
que ayudarlos. Tenemos que…
De repente, se detiene y gira. Choco contra su pecho y él me
levanta del suelo, sujetándome contra su amplia extensión. —
Tengo que asegurarme de que tú y Benjamín estén a salvo. Esa
es mi prioridad.
Yo trago. —Pero todos los demás…
—Pueden esperar demonios—gruñe—. Déjame cuidarte.
Déjame asegurarme de que estás bien. Después me ocuparé de
todos los demás.
Quiero discutir con él, pero tampoco puedo imaginarme
navegando por los pasillos laberínticos de esta casa sin él
mientras hay hombres armados adentro.
Asiento con la cabeza. —Vale.
Me baja al suelo y salimos corriendo, uno al lado del otro.
—¿Sabes quién es el responsable?
—Arber Xhuvani. —La forma en que gruñe el nombre me
hace sentir mal por el dueño. Claramente, el hombre se
enfrenta a una muerte brutal.
—¿Él conoce a la novia y al novio? ¿Está aquí por ellos o se
trata de…?
—Él está aquí por ti —dice Timofey.
Debo haberlo escuchado mal. Niego con la cabeza. —No, él
no está aquí por mí. Ni siquiera lo conozco.
Timofey se detiene fuera de la habitación de Benjamín con la
mano en el pomo de la puerta. Cuando me mira, hay algo
vulnerable en sus ojos. Es una parte de su alma que nunca
antes había visto. Es tierno y cálido y quiero acurrucarme allí
y esconderme de todas las cosas oscuras de su vida.
—Arber está aquí para destruirme, Piper —explica Timofey
—. ¿Qué mejor manera de hacer eso que destruirte a ti
primero?
No estoy segura de qué tiene que ver matarme con herir a
Timofey, pero lo dice con tanta sinceridad que le creo.
Timofey abre la puerta de Benjamín. Casi lloro de alivio
cuando lo veo durmiendo en su cuna, aún envuelto y perfecto
como lo dejamos.
La enfermera nocturna que Timofey contrató para el evento se
levanta, sorprendida por nuestra intrusión. Pero antes de que la
mujer pueda pronunciar una palabra, Timofey le ordena que se
vaya. —Ve al sótano y escóndete allí. Estamos bajo ataque.
La mujer, para su crédito, no está ni la mitad de confundida
que yo. Ella asiente y sale de la habitación a paso ligero.
—¿Voy con ella? —pregunto—. Benjamín y yo podemos ir
con ella mientras tú…
No puedo terminar esa frase.
Mientras tú entras en un tiroteo del que quizás no vuelvas a
salir.
Timofey saca a Benjamín de su cuna con manos suaves, le da
un beso en la cabecita y luego me lo entrega. Los párpados de
Benjamín revolotean, pero rápidamente vuelve a su
respiración profunda y uniforme.
—No vas a ir al sótano con mi personal. —Timofey gira hacia
el armario y abre las puertas. Desliza todas las perchas del
tamaño de un bebé a cada lado del armario y, por primera vez,
noto un panel integrado en la pared trasera del armario.
Con solo mirar la puerta estrecha, mi claustrofobia asoma su
fea cabeza.
—¿A dónde vamos? —tartamudeo.
Abre un panel oculto que está al ras del panel de yeso y marca
un número. Se escucha el silbido de una especie de bisagra
hidráulica y luego una puerta se abre, revelando un armario
dentro de otro armario.
Timofey se hace a un lado y me hace pasar. —Es una
habitación segura. Cada habitación está equipada con una.
Tiene sus propios conductos que no se conectan con el resto de
la casa y es resistente al fuego, las balas y casi cualquier otra
cosa que alguien pueda intentar arrojarle.
—¿Aire? —raspo—. ¿Hay aire ahí dentro? Parece pequeño.
Tal vez los albaneses ya se hayan ido. No he escuchado nada.
Tal vez me quede en el armario y entre allí si veo venir a
alguien. Tal vez no tengamos que ir…
—Piper. —Timofey se acerca y agarra mi barbilla. Su nariz
roza la punta de la mía y mis ojos se cierran por voluntad
propia—. Necesito que hagas esto por mí. Yo sé, mierda, lo sé,
que va a ser difícil para ti. Pero esta es la única forma en que
sabré que estás a salvo.
—No hemos visto a nadie de este lado de la casa. Quizás
Benjamín y yo estemos bien si apagamos las luces y…
—“Quizás” no es lo suficientemente bueno para mí —dice—.
No podré concentrarme si no estoy seguro de que estás a
salvo. Y necesito estar concentrado. Me tengo que ir.
Niego con la cabeza, el terror me ahoga. —Quédate conmigo,
Timofey. No te vayas. Tienes soldados. Que se encarguen
ellos.
—Si mis hombres están dispuestos a morir por mí, yo tengo
que estar dispuesto a luchar por ellos. —Él niega con la cabeza
suavemente—. Te forzaré a entrar allí si tengo que hacerlo,
pero quiero que tú elijas. Por favor, Piper. Por mí.
A lo lejos, escucho otro disparo.
La amenaza sigue aquí. Incluso podría estar acercándose.
Benjamín está acurrucado en mis brazos, a salvo por el
momento. Pero tengo que hacer lo mejor para él. Lo que es
mejor para Timofey. Lo que es mejor para mí.
Dejo escapar un suspiro que se siente como si fuera el último y
asiento. —Vale.
Rápido como un colibrí, Timofey presiona sus labios contra
los míos. Es tan rápido que casi no creo que haya sucedido.
Luego entro en el oscuro y estrecho armario mientras Timofey
empuja la puerta para cerrarla.
—Volveré tan pronto como pueda —dice a través de la rendija
—. Siempre volveré por ti, Piper. Nunca te dejaré.
Cuando la puerta se cierra, creo que podría haber imaginado
sus palabras de consuelo. Aun así, me aferro a ellas mientras
me deslizo por la pared trasera con Benjamín en mis brazos.
—Estaremos bien —le susurro al bebé que aún duerme—.
Timofey volverá por nosotros. Él cuidará de nosotros.
Espero por Dios que le estoy diciendo la verdad.
89
PIPER

Oigo la voz de Timofey en mi cabeza.


Respira, Piper.
Inhala.
Exhala.
Una y otra vez, lleno mis pulmones y libero, con la esperanza
de que se alivie algo de la opresión en mi pecho. Pero se pone
peor.
No hay suficiente oxígeno aquí. Cada respiración profunda
está robando lo poco que queda para los dos, y si lo acaparo
todo, Benjamín se asfixiará.
Tomo respiraciones cortas y superficiales hasta que la
oscuridad se cuela en los bordes de mi visión. Hasta que cierro
los ojos con fuerza y pierdo la noción de dónde estoy.
Me llegan ruidos, apagados y distantes. ¿Eso es un disparo o el
petardeo de un auto? ¿Benjamín gimió o alguien está
gimiendo?
—Está bien —me susurro a mí misma—. Saldrás de aquí. Esto
terminará. Saldrás.
Las palabras resuenan en mí, pero están en la voz de un niño.
Mi propia voz décadas más joven.
Puedo oler la tapicería polvorienta del maletero del coche
oxidado. Cuando abro los ojos, me parece ver un destello en la
esquina, el resplandor rojo de una luz trasera vista desde
adentro. Siento el ruido caliente del motor golpeando en
alguna parte de las entrañas del vehículo.
No debería estar aquí. Moriré aquí.
—Ya no estoy en el maletero, estoy en la casa de Timofey. Ya
no soy una niña pequeña, he crecido. Estoy bien. Estoy bien.
Estoy bien.
Las palabras golpean la puerta de mi mente lógica, pero el
trauma ha deslizado el cerrojo. No hay manera de entrar.
Entonces el recuerdo abre sus fauces y me traga entera.
Vuelvo a tener diez años, acurrucada en el maletero de un
coche. Puedo escuchar voces a un pie de distancia, tal vez
menos. Pero los sonidos se pierden en algún lugar del cojín del
asiento trasero entre ellos y yo.
Sin embargo, siento el balanceo. El balanceo que siempre me
marea. Como si estuviera atrapada debajo de la cubierta de un
barco, navegando hacia la interminable extensión del océano.
Para nunca ser vista otra vez.
Mis brazos se aprietan a mi alrededor, pero hay algo en mis
brazos.
Parpadeo y estoy cargando a un bebé.
Un bebé.
Debo asegurarme de que tú y Benjamín estén a salvo. La voz
de Timofey es un canto de sirena de barítono. Lo alcanzo,
desesperada por encontrarme en algo real, algo sólido. Siempre
volveré por ti, Piper. Nunca te dejaré.
—Ahora —suplico, con lágrimas rodando por mis mejillas—.
Vuelve ahora.
Nadie responde, y suavemente golpeo mi cabeza contra la
pared de la habitación de seguridad. El dolor es mejor que
sentirme desatada. Es mejor que flotar en un río de recuerdos
confusos.
—Timofey. Por favor. —Me trago un sollozo.
Hay un golpe suave y un silbido. El mundo parece dividirse y
resquebrajarse, la luz se derrama en la oscuridad. Parpadeo
contra el brillo con lágrimas en los ojos, luchando por ver.
—Piper. —Su voz es tierra seca después de años en el mar. Él
es el faro en la tormenta y me lanzo hacia adelante, hacia el
calor.
Me envuelven sus fuertes brazos y acaricia mi cabeza bajo su
barbilla. —Lo siento. Lo siento mucho.
—¿Por qué? —digo con ansias—. Me salvaste.
90
PIPER

Tomo otro trago de agua helada y luego cruzo mis manos


alrededor del vaso. La noche es cálida y la condensación gotea
por el vaso, acumulándose en mis palmas. Pero no me importa.
Me tiraría de cabeza al estanque detrás de mí si pensara que
Timofey no me enviaría a un manicomio por eso.
—Toma otro trago —ordena, empujando mis manos—. Te ves
pálida.
Obedezco. Beber es más fácil que discutir y apenas tengo
energía para hacerlo.
—Tenías razón —le digo, limpiándome la boca con el dorso
de la mano—. El aire fresco está ayudando. Puedo respirar
aquí.
Incluso la mención de respirar hace que mi pecho se agarrote.
El miedo está tan profundamente dentro de mí que no estoy
segura de poder desenredarlo jamás.
—La seguridad está en todas partes —me asegura—. Estás a
salvo, por dentro o por fuera.
Ya lo ha explicado dos veces, pero igual quiero oír lo que pasó
de nuevo.
—¿Todos en la fiesta están bien?
—Conmocionados, pero vivos —confirma—. Arber estaba
aquí buscándome a mí, a nadie más. Te saqué de la habitación
tan rápido que Arber ni siquiera nos vio.
—No me sorprende. Digo, ni siquiera tuve tiempo de
reaccionar antes de que me arrastraras fuera de la habitación.
—Todavía puedo sentir su brazo alrededor de mi espalda. El
latido de su corazón contra mi caja torácica.
Se encoge de hombros. —Sí, bueno, fue una cena de ensayo
de la Bratva. Un arma tenía que salir en algún momento.
Arrugo la frente. —No lo dices en serio, ¿Verdad? Esto no
es… Cosas como esta no siempre suceden, ¿Verdad?
Su cálida mano se envuelve alrededor de mi rodilla y aprieta.
—No. Ha pasado mucho tiempo desde que alguien se atrevió a
desafiarme en mi propia casa.
—Rodion también lo intentó. —Luego se me ocurre una idea.
Me dirijo a Timofey—. ¿Crees que Rodión…?
—No. —Pasa una mano por su cabello, empujando los
mechones sedosos en un desorden salvaje en la parte superior
de su cabeza—. Rodion apareció esta noche justo antes del
ataque, pero no tiene ningún sentido. ¿Cuál sería el punto de
tenerme solo y luego enviar hombres para atacar la fiesta?
—Si Rodion estuvo involucrado, ¿por qué no atacarnos
cuando estábamos en tu oficina? —digo, pensando en voz alta.
—Exactamente. —Él asiente y luego maldice en voz baja—.
No debí haberte llevado a esa reunión. Debí haberte dejado…
—¿Sola en el salón de baile donde los pistoleros entraron tres
minutos después? —Arqueo una ceja, desafiándolo—. Si no
hubieras estado allí conmigo, estaría muerta, Timofey.
Su mandíbula se aprieta. —No digas eso.
—Es cierto.
—No. No lo es… —Sus nudillos se ponen blancos en mi
rodilla y me suelta rápidamente antes de aplastarme la pierna
—. Habrías salido. Me aseguraré de que sepas los códigos de
las habitaciones seguras para que, si algo así vuelve a ocurrir,
puedas poner a Benjamín y a ti misma a salvo.
Estoy en medio de un jardín sin paredes a la vista, pero siento
que el aire a mi alrededor se condensa y presiona por todos
lados. Rápidamente, tomo un sorbo de agua para tratar de
despejar mis vías respiratorias.
Timofey lo ve y presiona una mano en mi espalda. —Está
bien, Piper. Estás a salvo ahora. Los pistoleros están muertos y
Arber no intentará atacar de nuevo tan pronto.
—No es eso. No sé si puedo volver a entrar en esa habitación
—admito. La vergüenza calienta mis mejillas y me miro los
pies—. Estabas peleando con intrusos y protegiendo tu casa, y
aquí estoy yo, asustada de un estúpido armario. Sé que es
ridículo, pero…
—No lo es.
—No mientas —digo con una risa sin humor—. Es
vergonzoso. Debería estar más que horrorizada de que casi me
disparan, pero todo lo que puedo pensar es en cómo me sentí
cuando cerraste la puerta de esa habitación segura. Era como
ser enterrado vivo. Pensé que iba a… —Mi voz se apaga, mi
garganta está demasiado apretada por la emoción para
exprimir las palabras.
—¿Qué pasó?
Niego con la cabeza. —Nada. Benjamín y yo nos quedamos
ahí sentados hasta que regresaste. No había espacio para hacer
nada más.
—No esta noche —dice suavemente—. ¿Qué pasó que te hizo
tener tanto miedo a los espacios pequeños?
—Es solo un miedo. Algunas personas nacen con ellos. No sé.
La mentira es torpe y mi ejecución es aún peor. Las lágrimas
arden en mis ojos y parpadeo para contenerlas.
Se desliza más cerca, su rodilla rozando la mía. —Cuando abrí
esa puerta, tus ojos estaban vidriosos, Piper. No sabías dónde
estabas. Estabas en otro lugar. Estabas jodidamente
aterrorizada.
La verdad se expande dentro de mí, vapor en busca de una
válvula de escape. Trato de contenerlo todo, pero cuando
Timofey usa su nudillo para atrapar una lágrima que cae por
mi mejilla, me rompo.
—Fue mi mamá —jadeo—. Ella… ella me metía en el
maletero a veces. Cuando no podía dejarme en casa.
Su rostro se arruga con horror. Como debería. —¿Ella te
encerró en un maletero?
Su voz es una amenaza. Si no estuviera ya muerta, estoy
segura de que Timofey la perseguiría.
—Ella estaba muy metida en su adicción —explico—. Su vida
consistía en drogarse y averiguar cómo drogarse. Yo no era un
recurso para ninguno de esos objetivos.
—Eras una niña. No necesitabas ser un maldito recurso.
Resoplo con lágrimas en los ojos. —Si tan solo hubieras
estado presente para explicárselo a mi mamá. Me dejaba
mucho en casa, pero de vez en cuando alguien la denunciaba a
los Servicios de Protección Infantil por abandonarme. Cuando
se asustaba, me llevaba con ella.
Suelta una risa enojada. —Encerrarte en un maletero no es
mejor que dejarte sola en casa.
Tomo una respiración temblorosa. —Eso es porque no conoces
la otra opción.
Timofey me mira, esperando mi explicación. Pero no me
siento presionada. Puedo notar que no hay prisa. Él está aquí
conmigo todo el tiempo que sea necesario. La tranquilidad que
siento hace que la verdad salga a la superficie.
—Supongo que entre encerrarme en el maletero o dejarme ver
cómo le pagan para tener sexo con hombres al azar,
encerrarme en el maletero ganó.
No es mi vergüenza; lo sé. Aun así, mantengo mis ojos en el
suelo. Clavo los extremos puntiagudos de mis tacones altos en
la tierra.
Luego Timofey envuelve un brazo alrededor de mi espalda.
Lo miro y su expresión es pétrea. —No describiste bien a tus
padres, Piper. «De mierda» no es un descriptor lo
suficientemente fuerte.
Inclino mi cabeza en el hueco de su brazo mientras la verdad
más repugnante sale de mí. —De vez en cuando, el hombre
con el que se enredaba le pagaba con drogas. Se drogaba y se
olvidaba de mí. Así que estaría allí por un tiempo.
Su brazo se aprieta a mi alrededor. —No te habría dejado en
esa habitación segura si lo supiera.
—Hiciste lo correcto, Timofey. Estábamos a salvo allí.
Benjamín está a salvo. —Miro por encima del hombro a la
casa como si de alguna manera pudiera ver a través de las
paredes y verlo durmiendo profundamente en su cuna—.
Volvería a entrar allí si eso significara mantenerlo a salvo.
Lo haría por ti también, casi digo. Pero esa verdad permanece
enterrada en lo más profundo.
—Espero que no llegue a eso, pero no lo sé. Los dos tenemos
que estar preparados para cualquier cosa.
—¿De verdad crees que lo intentará de nuevo? —pregunto.
Timofey asiente. —Si él no lo hace, alguien más lo hará.
Hay una resignación solemne en su voz. Esta es la vida que
lleva Timofey y él la ha aceptado.
¿En cuanto a mí? Aún no estoy allí.
Las advertencias de Noelle resuenan en mis oídos. Ella me
dijo que me fuera esta noche. Si hubiera escuchado… bueno,
no sé qué hubiera pasado. Tal vez Timofey habría sido visto
por Arber y asesinado en el acto. O tal vez él hubiera matado a
Arber y terminado con todo esto.
Es imposible saberlo.
Lo único que sé con certeza es que tener a Timofey en mi vida
hace que las cosas sean infinitamente más complicadas.
91
TIMOFEY

—Arber está muerto —dice Pavel. Su voz crepita, la señal del


celular no logra alcanzarlo en cualquier almacén o mazmorra
de cemento en el que se encuentre, pero su mensaje es claro.
Salgo de la sala de estar al pasillo. El piso es
significativamente más pequeño que la mansión, por lo que no
es posible escapar del alcance del oído de Piper. Aun así,
cuanto menos sepa, mejor.
—¿Confirmado? —pregunto.
—¿Cuál es la tasa de supervivencia de que tu cabeza sea
separada de tu cuerpo? Tiene que ser el cero por ciento,
¿Verdad?
Me río sombríamente. — que eso cuenta como confirmación.
—Rodion probablemente lo habría destrozado. —Dice la
broma antes de recordar que Rodion no está en buenos
términos con la Bratva en este momento. Se aclara la garganta
—. De todos modos, estoy absolutamente seguro de que está
muerto. ¿Qué debemos hacer con él ahora?
—Envuélvelo. Enviémosle a Kreshnik un pequeño regalo.
Es tan bueno como una declaración formal de guerra. Por otra
parte, Arber declaró lo mismo cuando entró en mi casa con un
arma. Firmó su propia sentencia de muerte.
Hay una pausa antes de que Pavel se ría. —Mierda. Eso es
brutal.
—Brutalidad por brutalidad. Creo que es un intercambio justo.
—¿Quieres hacer la entrega personalmente o…?
—Hazlo tú —interrumpo—. Confío en ti para manejar las
cosas.
Normalmente, yo estaría metido en todo esto. Si los albaneses
van a hacer un ataque contra mí, quiero encabezar la carga
para tomar represalias. Pero normalmente yo soy la única
persona de la que tengo que preocuparme.
Ahora, están Benjamín y Piper. No quiero dejarlos solos. No
después de todo lo que han pasado esta noche.
Después de ayudar a Piper a calmarse de estar encerrada en la
habitación segura, tuve que convencerla de que se subiera a un
coche y cruzara la ciudad conmigo. Tener a Benjamín en el
asiento trasero con ella ayudó, pero todavía está nerviosa. No
puedo dejarla sola.
—Vale —dice Pavel emocionado—. Absolutamente puedo
manejar las cosas.
—Envíame un mensaje cuando esté hecho.
—Entendido, Don. Yo me encargaré de todo.
Meto el teléfono en mi bolsillo y flexiono las manos. Me
muero físicamente por entrar en acción. Es la misma sensación
que tuve mientras guiaba a Piper por la casa hasta la
habitación segura. Sabía que estaba tomando la decisión
correcta. Alejarla lo más posible de los disparos y proteger a
Benjamín era lo único que importaba.
Aun así, eso no calmó la parte instintiva de mí que quería
darse la vuelta y retorcerle el cuello a Arber. Quería ser yo
quien viera cómo se le iba la vida.
Pero verlo morir no puede competir con asegurarse de que
Piper y Benjamín vivan.
Cuando vuelvo a la sala de estar, Piper está mirando por
encima del costado de la cuna de viaje de Benjamín, viéndolo
dormir. Puedo escuchar la suave melodía de cualquier canción
de cuna que le esté cantando.
—Me alegro de que al menos uno de nosotros pueda dormir —
digo, anunciándome.
Piper se levanta y se acerca a mi lado de la habitación. Se deja
caer en el profundo sofá en forma de L. —Yo no. Creo que mi
cuerpo está funcionando con pura adrenalina en este momento.
Ni siquiera necesitaba que le cantara, pero no podía quedarme
quieto.
La idea de volver a llamar a Pavel y decirle que, en realidad,
yo iré a llevar la cabeza de Arber a la puerta de su padre surge
en mí. —Estoy allí contigo.
—¿Quién era ese en el teléfono? —Tan pronto como pregunta,
niega con la cabeza—. Lo siento. Eso es asunto tuyo. No
necesito saber. Solo me siento como si estoy en una burbuja,
¿Sabes? Me pasó algo loco y ahora nadie habla de eso. Revisé
las noticias y tenías razón. Ni un pío.
Habla más rápido de lo que puedo seguir, pero entiendo lo
suficiente.
—El hombre responsable de lo que pasó esta noche está
muerto —le digo.
Su boca se abre. —¿Lo… lo mataste?
—¿Personalmente? No. He estado contigo toda la noche.
Ella niega con la cabeza avergonzada. —Cierto. Obviamente.
—Pero ordené que lo mataran —continúo, respondiendo a la
pregunta que realmente estaba haciendo—. Se tenía que hacer.
Era una amenaza para la Bratva. Y para ti y Benjamín.
—Porque tú y yo estamos saliendo. —Es una afirmación, no
una pregunta. Sin embargo, cuando me mira, veo un mundo de
preguntas en sus ojos.
—Es una de las ventajas de tu trabajo. Tienes que estar bajo
llave todo el tiempo para que mis enemigos no puedan llegar a
ti. Podría haber jurado que lo mencioné.
Ella se ríe débilmente. —Es posible que hayas dejado esa parte
fuera del discurso cuando me persuadiste.
—Normalmente es con lo que empiezo. Seguridad las 24
horas, mi enorme fortuna y mi enorme…
—Asco. —Ella me arroja una almohada y se traga la risa—.
No termines esa frase.
Deslizo la almohada detrás de mi cabeza y me relajo contra el
brazo del sofá. Piper estira las piernas lo suficientemente cerca
como para rozarme con los dedos de los pies.
Se siente como si fuéramos una pareja normal. Solo dos
personas relajándose durante una noche, acurrucados en el
sofá. Nunca me imaginé a mí mismo así, pero prefiero tener a
Piper presionada contra mí en cualquier forma que venga.
—Iba a decir mi enorme corazón —bromeo.
—Claro que sí. Me responde ella.
Me sonríe, pero a medida que se alarga el silencio, pasa el
momento del buen humor. Puedo sentir los eventos de la noche
cerniéndose sobre nosotros como una nube oscura. No estoy
seguro de cómo disiparlo.
—Estamos más seguros aquí en el primer piso —anuncio de
repente—. La mansión está siendo reparada y el sistema de
seguridad está siendo actualizado. Pero el piso siempre ha sido
mi hogar más discreto.
—Solo tú podrías decir que un piso de lujo de cinco mil pies
cuadrados es «discreto».
—Solo le he dicho a un puñado de personas que lo tengo. Aún
menos han estado aquí.
Ella arquea las cejas. —Guau. Supongo que debería sentirme
halagada.
—Prefiero que te sientas a salvo.
Pasa sus ojos verdes por mi cara y luego baja la mirada a su
regazo, tirando distraídamente del dobladillo de su sudadera de
gran tamaño con dedos nerviosos. —Empiezo a preguntarme
si alguien puede estar a salvo en tu mundo. Hombres armados
aparecieron en un ensayo de boda esta noche. Rodion trató de
matarte la semana pasada. Emily fue asesinada.
Sé los peligros que vienen con mi vida. Escuchar a Piper leer
los recibos igual no se siente bien.
—Siempre hay un riesgo de violencia en la vida. Te atacaron
en un callejón la noche que nos conocimos.
—Sí, pero estabas allí para salvarme —dice, empujando mi
muslo con su pie—. Supongo que eso significa que estoy a
salvo mientras estés cerca.
—Eso no fue cierto para Emily —murmuro.
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, quiero
revocarlas. Pero es demasiado tarde. Piper se inclina hacia
delante con el rostro arrugado por la preocupación. —Lo que
le pasó a Emily no fue culpa tuya.
No señalo que esta opinión está muy lejos de la última vez que
estuvimos juntos en el piso y ella me acusó de haberla
asesinado yo mismo.
—No, tal vez no —estoy de acuerdo—. Pero la única razón
por la que Emily era parte de mi mundo en absoluto es porque
la contraté.
—Para sacarla de la calle.
—Fuera de la calle y hacia el inframundo. Eso es de mal a
peor. La mayoría de la gente te dirá cuál es mejor. —Niego
con la cabeza—. Conoció a Rodion el primer mes que trabajó
para mí. Al igual que tú, ella apareció en mi casa y allí estaba
él.
Piper arruga la nariz. —¿Le mostró el tatuaje en su antebrazo?
Tal vez se habría sentido como yo si él hubiera empezado con
la cantidad de personas que había matado.
—El tatuaje era más pequeño en ese entonces. Incluso si se lo
hubiera mostrado, a Emily le habría gustado eso. —Piper se ve
horrorizada y siento la necesidad de defender quién era Emily
—. Tienes que entender, ella había estado sola la mayor parte
de su vida. Rodion es alguien que… bueno, si eres su amigo,
te cuidará. Creo que Emily quería eso de alguien.
—Sin embargo, no parece que él la haya cuidado. Esta noche,
lo hizo sonar como si fuera un novio terrible. Él la amenazó.
—Mucha gente aguanta menos de lo que se merece. No es
como si tuviera buenos modelos a seguir masculinos a los que
admirar.
—Te tenía a ti —dice Piper rápidamente.
Bufo. —¿Estás segura de que no te golpeaste la cabeza en esa
habitación segura o algo así? Casi parece que acabas de decir
que soy un buen hombre.
—Bueno, cuidaste de Emily cuando ella te necesitó. —Ella se
encoge de hombros—. Te vestiste con su ropa y luchaste
contra un propietario pervertido. Le diste un trabajo y la
sacaste de la calle. Incluso te dejó a su hijo para que lo
cuidaras. Claramente, ella confiaba en ti.
—Dios sabe por qué —murmuro por lo bajo.
—¿Sabes por qué? —Piper pregunta en voz baja—. Es una
pregunta seria. Debes tener alguna idea de por qué confió en ti.
Especialmente después de que dijiste que los dos tuvieron una
pelea. ¿Por qué te dejaría a su hijo si ustedes dos ni siquiera
estaban hablando?
—Es… complicado.
Apoya su mejilla en el respaldo del sofá y enrosca sus piernas
contra las mías. —Tengo tiempo para una historia.
Ella puede tener el tiempo, pero no estoy seguro de tener el
deseo de contarla.
Yo suspiro. —La versión corta es que nunca pensé que Rodion
fuera lo suficientemente bueno para Emily. Quería que los dos
se separaran, pero no quería ordenar que se separaran. Emily
era terca. Si la hubiera obligado a terminar con Rodion, nunca
me habría escuchado. Luego las cosas entre ellos se pusieron
feas y…
—Amenazaste con matarlo —termina Piper—. Disculpa, pero
eso es lo que le dijiste a Rodion esta noche. Ibas a proteger a
Emily de él.
Paso una mano por mi cabello. —Iba a intentarlo. Entonces
Emily se apartó de mí. Llevábamos semanas seguidas o más
sin contacto. Podría haberla rastreado, pero no quería obligarla
a hablarme si no quería. No después de que le presenté a
Rodion y luego la aparté tratando de separarlos. En muchos
sentidos, tenía sentido que ella no quisiera verme.
Piper niega con la cabeza. —No. No tiene sentido. Ella solo
estaba en una relación tóxica. Probablemente no podía ver la
salida y era más fácil culparte a ti que romper su propia
negación.
—Bueno, se las arregló para romperla un poco. Porque justo
antes de morir, se presentó en mi casa con Benjamín.
Los ojos verdes de Piper se abren en estado de shock. —Tú…
pero espera, dijiste que ella dejó al bebé en tu puerta. Supuse
que lo hizo porque sabía que la matarían. O tal vez alguien
más te lo trajo. Pero… ¿Hablaste con ella esa noche?
—Por fin —asiento con la cabeza—. Emily apareció y me
rogó que cuidara de Benjamín y lo criara como si fuera mío.
—¿Por qué? —pregunta ella, completamente absorta en la
historia.
No le he contado a nadie estos detalles, pero si voy a meter a
Piper en esta vida de la misma manera que hice con Emily, ella
merece saberlo todo.
—Honestamente, ella no tenía muchas opciones. Fui la mejor
opción de una lista de cosas malas, peores y aterradoras.
—¿Rodion fue uno de esos? —Piper adivina.
Asiento con la cabeza. —Ella sabía que estaba embarazada
cuando ella y Rodion rompieron, pero se lo ocultó. Ella no
confiaba en que él fuera un buen padre.
—Pero Rodion dijo que los dos volverían a estar juntos una
vez que regresara de Rusia. —Sus ojos se desplazan de un
lado a otro como si estuviera armando la línea de tiempo en su
cabeza. Ella jadea—. ¡El día que ella vino a ti con Benjamín es
el mismo día que Rodion regresaba a la ciudad! Es el día en
que fue asesinada.
—Así es.
—¿Entonces ella sabía que iba a ser asesinada?
—Me lo he preguntado un millón de veces. Pero no creo que
lo sabía.
Piper deja escapar un suspiro. —¿Así que ella estaba
planeando dejar a Benjamín contigo y luego volver con
Rodion? ¿Y entonces qué? ¿Mantener a Benjamín en secreto?
Me encojo de hombros. —Eso es lo que ella parecía pensar.
—He visto muchas relaciones tóxicas en mi vida, pero eso se
llevaría el premio mayor.
—Emily me dijo que no creía que una mujer que nunca había
tenido padres reales y un sicario serían buenos padres.
Fue un punto justo. Ella y yo sabíamos mejor que nadie lo que
los malos padres podían hacerle a la vida de un niño. Pero no
es como si yo fuera una gran mejora.
—¿Y crees que yo sería un buen padre? —Le pregunté a
Emily en ese momento—. Soy el don de una maldita Bratva,
Em. Yo también he matado gente.
Agarró mi mano y me miró profundamente a los ojos. —Pero
eres un buen hombre, Timofey. Bajo todo… tu título, las cosas
que has hecho… eres un buen hombre.
—Si no puedes decir lo mismo de Rodion, no deberías estar
con él —le dije.
Ella me dio una sonrisa triste. —Dices eso como si tuviera otra
opción.
Parpadeo y el recuerdo se disipa como el humo. Piper me está
mirando y tengo la sensación de que estaba leyendo mis
pensamientos.
—Ella tenía razón al elegirte a ti sobre Rodion —dice Piper en
voz baja.
—¿Estás segura? Tú conoces el resto de la historia. Estaba
escrito en el expediente de mi caso.
Ella frunce el ceño, pensando. Veo el momento en que su
memoria retoma la trama. —Llevaste a Benjamín al hospital.
Ibas a abandonarlo allí.
—Rodion probablemente no habría hecho eso —digo con
amargura—. Pero pensé que Emily estaba loca. Se negó a
llevarse a Benjamín con ella, ¿y qué carajo sé yo de bebés? Ni
siquiera había sostenido uno antes de esa noche. Así que lo
dejé y pensé que terminaría donde se suponía que debía
hacerlo. Y luego…
Piper presiona su mano en mi muslo. Sus dedos se tensan. —
Ella murió.
—Regresé al hospital tan pronto como supe que se había ido.
Estaba loco con… todo. Cada emoción imaginable.
—Acababas de perder a una de tus amigas más antiguas —
dice Piper—. Tiene sentido.
—El médico no me devolvió a Benjamín y lo derribé. Iba a
morir antes de salir de ese hospital sin él. Era… —Tomo una
respiración profunda. La vulnerabilidad no es uno de mis
puntos fuertes. Tengo que forzar mi camino a través de él—.
Era la última manera en que podía cuidar de Emily. Criar a
Benjamín era lo último que podría hacer por ella, además de
atrapar a su asesino. Y hubiera preferido morir antes que
volver a fallarle.
Bajo la mirada durante unos segundos. Pero cuando finalmente
miro hacia arriba, Piper se está limpiando las lágrimas. —Ay,
Timofey… No le fallaste a Emily. Hiciste todo lo que pudiste
por ella. Absolutamente todo. Tienes que ver eso.
—No fue suficiente. Le respondo.
Se pone de rodillas y gatea sobre mí, acomodándose en mi
regazo. Sus manos en mi cara son suaves. —Tú eres
suficiente, Timofey. Eres… eres más que suficiente. Pero
incluso tú no puedes salvar a alguien que no quiere ser
salvado.
Trato de sostener sus palabras a la ligera en mis manos. Tal
vez si soy lo suficientemente gentil, no se romperán bajo el
peso de mi culpa.
Piper se inclina hacia adelante y presiona sus labios en mi
mejilla. Ella toca su nariz con la mía y me mira profundamente
a los ojos. —Eres un buen hombre, Timofey. Sin importar lo
que haya sucedido, sé que eres un buen hombre capaz de
grandes cosas.
Las palabras de Emily hace tantos meses resuenan debajo de
las de Piper. Piper me está dando un regalo. De la misma
manera que Emily me dio a Benjamín, Piper me está dando el
regalo de un nuevo comienzo. Todo lo que tengo que hacer es
soltar el pasado y aceptarlo.
No estoy seguro de que sea posible, pero cuando me toca así,
quiero intentarlo desesperadamente.
Agarro su rostro y la beso apropiadamente. La beso hasta que
mi cabeza se despeja y mi cuerpo arde.
El beso cambia rápidamente de tierno a abrasador. Piper lleva
un diminuto par de pantalones cortos de pijama y una sudadera
de gran tamaño que hago un trabajo rápido para arrancarle y
tirar al suelo.
—No hay cámaras de seguridad aquí, ¿Verdad? —ella jadea,
rodando sus caderas sobre mí mientras deslizo mis manos por
la curva de su cintura.
—No. Pero casi desearía que los hubiera. —Muerdo el tirante
de su sostén y lo bajo por su brazo. Su pecho se libera y rodeo
su pezón con la lengua—. Yo vería esto otra vez.
Ella echa la cabeza hacia atrás, un gemido separa sus labios.
—Solo tendremos que recrearlo. Frecuentemente.
Se estira y se desabrocha el sostén mientras deslizo mi mano
entre sus piernas. Ya está mojada y mis dedos se deslizan
dentro de ella sin resistencia.
Piper trabaja en mi mano con movimientos lentos al principio
que rápidamente se vuelven más frenéticos. Se balancea y se
arquea contra mí hasta que jadea contra mi cuello, rogando por
alivio.
Hago círculos con mi pulgar sobre su clítoris y es como si una
explosión estalla dentro de ella.
Ella se arquea sobre mí, su rostro retorcido en exquisita
tortura. —Timofey…
El sonido de mi nombre en sus labios me tiene loco por ella.
Todavía está latiendo alrededor de mis dedos cuando envuelvo
un brazo alrededor de su cintura y nos volteo a ambos. Ella
grita, pero el sonido se funde en un gemido. Acaricio mis
dedos dentro y fuera de ella, ayudándola a descender de su
euforia.
—Santo… —Se cubre la cara con las manos, sofocando una
risita delirante—. ¿Cómo es tan bueno cada vez?
Aparto sus manos y beso su mandíbula y pómulos. Un
zumbido vibra a través de su pecho, casi como un ronroneo. —
Has estado poniendo el listón demasiado bajo, Piper.
—¿Así es?
Ella levanta sus caderas mientras deslizo sus bragas hacia
abajo. —Sí. Te mereces mucho más.
Sus dedos recorren mis abdominales y suben por mi pecho
antes de sacarme la camiseta por la cabeza y tirarla al suelo
con el resto de nuestra ropa.
—¿Qué merezco?
Está acostada debajo de mí, su cabello castaño rojizo forma un
halo alrededor de su cabeza. Ella es un ángel. Un maldito
ángel.
—Te lo mereces todo —gruño.
Me deslizo dentro de ella de una vez y luego nos movemos
juntos. Piper agarra mis omóplatos y arrastro sus caderas
contra mí una y otra vez.
No es precisamente elegante, pero hay un trasfondo de
desesperación. Es un tipo de pasión que nunca antes había
experimentado. La necesidad que siento va más allá del nudo
de fuego en mi estómago.
Necesito que esta mujer nunca deje de mirarme como lo está
haciendo ahora. Como si no hubiera nadie en el planeta con
quien ella preferiría estar. Como si no hubiera una sola persona
a la que preferiría abrazar.
Necesito derramarme en ella y que una parte tranquila y rota
de mí mismo se llene a cambio.
—Timofey —respira Piper, repitiendo mi nombre como una
oración—. Timofey, me vengo otra vez. No puedo… tengo
que… yo…
Capturo sus palabras con mis labios y caigo con ella.
92
PIPER

Cuando abro los ojos, solo hay más oscuridad.


Parpadeo un par de veces. Cuando la oscuridad no se
desvanece, empiezo a entrar en pánico. —Timofey —suspiro,
alcanzando a través de la cama para conseguirlo.
Mi mano aterriza en un muslo familiar y musculoso.
—Relájate. Es una venda en los ojos —dice. Escucho la
diversión en su voz, lo cual es la única razón por la que no
empiezo a enloquecer.
—Sabes que no es socialmente aceptable despertar a la gente
con los ojos vendados, ¿Verdad?
—Lo que la sociedad acepta y no acepta es la menor de mis
preocupaciones, Piper.
No está equivocado allí. Ser el líder de una Bratva es
probablemente bastante alto en la lista de cosas que la
sociedad educada tendría en su contra.
Brevemente, me pregunto qué dice de mí que estoy encantada
de que esté en la cama a mi lado. O lo que dice de mí que
hicimos mucho más que dormir en esta cama anoche.
Pero antes de que pueda caer en esa espiral de vergüenza, la
empujo lejos. —Sé que dejar que alguien te vea en un estado
menos que perfecto puede ser difícil para ti, pero tu cabello
despeinado no puede estar tan mal —bromeo—. Quítame esta
venda de los ojos y te peinaremos juntos.
Prácticamente puedo imaginarme que pone los ojos en blanco.
—Sigue haciendo bromas y no te voy a mostrar la sorpresa.
Me animo. —¿Sorpresa? ¿Qué tipo de sorpresa? ¿Es para mí?
—Ven conmigo y lo descubrirás.
Toma mi mano y me saca de la cama. Lo sigo de mala gana,
tropezando con él mientras salimos de la habitación como un
cervatillo recién nacido con piernas que aún no funcionan.
Yo suspiro. —Te preguntaría a dónde vamos, pero pensándolo
bien, creo que me ahorraré el aliento. Te conozco lo
suficientemente bien como para saber que no responderás mis
preguntas hasta que estés listo.
—Te tomó mucho tiempo darte cuenta.
Entramos juntos en el ascensor y solo cuando las puertas se
están cerrando entro en pánico y me lanzo hacia el botón de
«puertas abiertas».
Timofey me agarra por la cintura y tira de mí hacia atrás. —
¿Qué demonios estás haciendo?
—¡Benjamín! —jadeo—. No puedo creer que yo… ¿Quién lo
está cuidando? ¿Dónde está?
Timofey podría haberme cogido sin sentido literalmente
anoche. ¿Cómo diablos podría olvidar que tenemos un bebé
arriba que necesita nuestra atención?
—Ah, vaya. Tienes razón —dice Timofey con calma—. Me
olvidé por completo de él. Sin embargo, estoy seguro de que
estará bien allí arriba. ¿Verdad? Está durmiendo, así que…
Golpeo a ciegas hasta que hago contacto con su torso
musculoso, luego lo golpeo con fuerza unas cuantas veces
mientras grito— ¿Estás loco? ¡Es un bebé! No se puede dejar
solo. Especialmente después de anoche. Alguien tiene que
estar allí en caso de que se despierte o tenga hambre o… o… o
si hay un incendio… —Mi voz se apaga y luego lo abofeteo de
nuevo—. ¡Imbécil! ¡Estás jugando conmigo! Pensé que
hablabas en serio.
Se ríe justo cuando el ascensor se detiene. —Akim está
cuidando a Benjamín. Se despertó hace una hora, pero te dejé
dormir hasta tarde.
A medida que mi corazón vuelve a su ritmo normal, puedo
volver a estar emocionada por la sorpresa. —Quédate quieta
—ordena. Desabrocha el broche de la venda de los ojos y me
la quita. Salimos a…
Un estacionamiento completamente vacío.
Frunzo el ceño mientras miro a mi alrededor. —¿Dónde están
todos los otros coches? ¿No es este el garaje de todo el
edificio?
Él niega con la cabeza. —No en este momento. Es más seguro
de esta manera.
Cierto. Porque aún podría haber hombres armados
persiguiéndonos. Ahí va el intento de volver a mi ritmo
cardíaco en reposo.
—¿Despejaste un nivel de un estacionamiento para mí? Pero,
¿cuándo…? —Me detengo, juntando las piezas—. Guau. Esta
es una sorpresa, sorpresa. Planeaste esto.
—No es un plan. —Lo dice como una mala palabra—. Es solo
algo que arreglé.
Asiento con la cabeza. —Sí. Un plan. Despejaste este nivel del
garaje, le pediste a Akim que viniera a cuidar a Benjamín. Ese
es un plan en mi libro.
—No es tan importante. Baja las expectativas.
—Teniendo en cuenta que no espero absolutamente nada de ti,
eso será bastante difícil de hacer.
Aprieta la mandíbula y se forma una línea entre sus ojos. Se
ve… herido. Esa es la única palabra real para eso.
—No quise decir que espero algo de ti. Quise decir que no
espero nada de ti —Suspiro—. Ay. Eso sonó como lo mismo.
Solo quiero decir que no tenías que hacer nada por mí. Ya has
hecho más que suficiente.
Sus ojos azules me observan e instantáneamente paso de
preocuparme por haberlo ofendido a preocuparme por haber
dicho algo demasiado vulnerable.
Afortunadamente, él no se obsesiona.
Timofey me agarra por los hombros y me conduce por el
centro del garaje hacia uno de los pilares de cemento envueltos
en azulejos.
Estoy a punto de preguntar si talló nuestros nombres en el
concreto como si fuera un árbol, cuando doblamos la esquina
del pilar… y pierdo la capacidad de hablar.
Estacionado detrás del pilar hay una motocicleta color
champán con manijas relucientes y el asiento de cuero color
caramelo más bonito que he visto en mi vida. Todo en ella es
elegante y bien diseñado. No tengo idea de cuánto cuestan las
motocicletas, pero no hay forma de que esta estuviera sentada
en un lote en alguna parte. Fue diseñado específicamente de
esta manera.
¿Pero para quién? Esa es la pregunta.
—¿Bueno? —Timofey pincha.
—¿Bueno qué?
—¿Necesito dibujar un mapa para ti? Esta es la sorpresa.
Baja las expectativas. Eso es lo que él dijo. Así que eso es lo
que voy a tratar de hacer.
—¿Alguien te ha dejado la moto encargada?, le digo.
Frunce la cara, confundido y un poco decepcionado. —
Alguien te está permitiendo poseerla.
—Pero no puedo costearme eso. —En realidad, eso no es del
todo cierto ahora que soy la niñera de Benjamín. Timofey se
ha destacado de manera real en ese departamento. Me está
pagando cinco veces más de lo que podría haber ganado como
trabajador social.
Se pasa la mano por el cabello, haciendo que los mechones
oscuros se retuerzan en todas direcciones. La luz de la mañana
brilla a través de la parte trasera del estacionamiento, creando
un halo dorado alrededor de su cabeza.
Timofey se mueve frente a mí y coloca sus manos suavemente
sobre mis hombros. —Esto —dice, señalando agresivamente
hacia arriba y hacia abajo a lo largo de la motocicleta—, es
para ti. Es un regalo. No es necesario que pagues por ello. Solo
tienes que aceptarlo.
Parpadeo hacia él. —Esto no es gracioso.
—Eso es porque es un regalo, no una broma.
La información comienza a encajar en su lugar. Miro a su
alrededor a la motocicleta y luego vuelvo a mirarlo a él, con el
ceño fruncido. —¿Eso es para mí? ¿O sea… para siempre?
—Sí, es tuyo, Piper. Para siempre. —Me da una pequeña
sonrisa—. ¿Te gusta?
Abro la boca para responder… y rompo en llanto.
93
PIPER

No es como si nunca antes me hubieran dado un buen regalo.


Mi abuela me regaló un joyero cuando tenía ocho años donde
todavía conservo viejas cartas de amor y joyas.
Ashley y Noelle colaboraron y me compraron boletos para un
espectáculo de Broadway hace unos años. Eran los asientos
más alejados posibles y la obra fue tan mala que la cancelaron
después de un mes, pero aun así fue divertido.
Y mi padre sabía cómo bombardearme por completo. Después
de manipularme para que le diera dinero o gritarme por ser
“inútil” y “una decepción”, inevitablemente aparecía con
flores y regalos.
Una vez me invitó a cenar. Más tarde supe que lo pagó con la
tarjeta de crédito de su nuevo jefe. Cuando su jefe cuestionó el
cargo de setenta y cinco dólares y lo despidió, Papá apareció
en mi puerta.
—Es tu culpa que me despidieran —dijo—. Me hiciste sentir
culpable para que pagara tu comida. Me hiciste sentir patético
por no poder pagarlo, aunque la única razón por la que no
puedo pagarlo es porque tu madre quedó embarazada de ti.
Todos los regalos finalmente aparecían después de que me
obligara a ayudarlo una y otra y otra vez. Justo cuando
pensaba en cortar lazos y poner límites, él venía con una
sonrisa y un gesto agradable. Entonces pasaría a arrepentirme
de haberlos aceptado, lo que generalmente no tomaba mucho
tiempo.
Pero esto…
—No puedo aceptar esto —digo por quinta vez, mis hombros
aun temblando—. Es demasiado.
—Te mostraré mi cuenta bancaria si crees que esto es
demasiado. No es nada, Piper.
En los labios de cualquier otra persona, esa línea me haría
poner los ojos en blanco. ¿Quién podría llamar a un regalo
como este “nada”? Pero Timofey realmente lo dice en serio.
Para él, este regalo es una gota en el océano. Dios sabe que
tiene dinero más que suficiente para una flota de motocicletas.
La cosa es que el dinero no es el problema para mí.
Es el tiempo que le dedicó. El esfuerzo.
Lo admita o no, tenía un plan. Un plan que se puso en marcha
mucho antes de que tuviéramos sexo anoche.
—Pero limpiaste el estacionamiento. Akim está arriba. —Me
seco los ojos, agradecida de no haberme molestado en
ponerme rímel antes de irnos. Se derramaría por mis mejillas
en gruesas rayas negras—. Hiciste todo esto por mí y yo…
yo…
—¿Tú qué? —Timofey agarra mi cara, sus pulgares limpian
las lágrimas de mis mejillas—. Si tu respuesta es otra cosa
aparte de “lo amo y lo acepto”, entonces cállate.
—Me encanta. Mucho. Es la moto más hermosa que he visto
en mi vida. —La pintura de champán brilla a la luz del sol y ya
puedo imaginar el viento a través de mi cabello. La libertad.
Vuelvo a mirarlo y niego con la cabeza—. Pero no puedo
aceptarlo. No sé cómo.
Entrecierra los ojos, buscando en mi rostro una respuesta que
ni siquiera estoy segura de poder dar. —Explícate.
—Nadie me ha dado nunca algo así sin querer algo a cambio.
—Estoy encontrando la respuesta a medida que avanzo,
tropezando con la verdad con la esperanza de que terminemos
con alguna explicación de por qué estoy llorando en lugar de
hacer caballitos en este estacionamiento—. Normalmente soy
yo quien les da a las personas lo que necesitan. Mi papá, mi
abuela, Ashley, incluso Noelle. Yo solo… no sé cómo aceptar
algo tan grande.
Timofey frunce el ceño, sus manos se enroscan alrededor de
mi cuello y se enredan en mi cabello. —Esas sanguijuelas te
han quitado la vida, Piper. Das todo lo que tienes a todos: tu
familia, tus amigos, los niños con los que trabajas. Pero tiene
que quedar algo para ti al final del día.
Las palabras son simples, pero traen una nueva ola de
lágrimas.
—Deja de llorar —ordena, una especie de risa desesperanzada
entrelazada en sus palabras.
—Deja de decir eso —respondo—. Lo estás empeorando.
Mi papá normalmente me tomaba el llanto como una señal de
éxito. Una vez que estaba llorando, él tenía lo que quería. El
hecho de que Timofey quiera que pare solo hace que me guste
más.
Tal vez tenga razón. Tal vez debería descubrir cómo dejar de
ayudar a las personas en mi vida.
Timofey levanta las manos. —Eres un maldito misterio, mujer.
¿Qué estás pensando?
—Estoy pensando que si hubiera crecido con un padre que se
asegurara de que alguien estuviera cerca para cuidarme cuando
salieran de la casa —digo, haciendo un gesto hacia donde
Benjamín está jugando felizmente con Akim muchos pisos por
encima de nuestras cabezas—, o un padre que me diera incluso
un solo regalo considerado en toda mi vida que no tuve que
matarme para ganar… que tal vez las cosas hubieran resultado
diferentes para mí.
—¿Estás diciendo que soy como el padre que nunca tuviste?
Finjo tener arcadas y él se ríe.
—¡No! Dios no. Absolutamente no. Pero si tuviera una sola
persona en mi vida que me amara de la manera… —De la
manera que tú lo haces—. De la manera en que tú amas a
Benjamín —digo en su lugar—. O me cuidara de la manera en
que tú lo has hecho… Bueno, las cosas podrían haber sido
diferentes.
Los ojos azules de Timofey miran dentro de mi alma y estoy
segura de que él puede ver las palabras vulnerables escondidas
allí. Las que estoy tratando de guardar para mí porque tengo
miedo de que se rompan como porcelana caída si se las doy.
—En cambio —continúo—, aquí estoy, llorando frente a un
hermoso regalo porque no tengo experiencia recibiendo algo
así. Estoy abrumada.
—En el buen sentido —dice Timofey, confirmando lo que ya
sabe.
Me limpio los ojos de nuevo y asiento. —En el mejor sentido.
Él sonríe satisfecho. —Vale. Bien. Ahora, si me explico,
¿prometes no volver a romper en llanto?
—No puedo dar ninguna garantía.
Me guía hacia la moto de nuevo y coloca mi mano en el
manubrio. El agarre es flexible contra mis palmas. El
velocímetro y otros indicadores están rodeados de oro rosa.
—Quería conseguirte una motocicleta bonita porque fue
agradable para mí diseñarla. ¿Y por qué diablos debería tener
todo este dinero si no lo voy a gastar? —él dice—. Pero más
que eso, quería que tuvieras esta motocicleta por tu propia
seguridad.
—La mayoría de la gente diría que las motocicletas son menos
seguras.
Él asiente. —Para la mayoría de la gente, sí. Pero no eres la
mayoría de la gente. No puedo permitir que dependas de tu
bicicleta para dejar atrás a los enemigos.
La emoción se desvanece ante su razonamiento aterrador. —
¿Crees que voy a estar huyendo de enemigos?
—Espero que no —dice sinceramente—. Pero con tu
claustrofobia, necesito saber que tienes una forma de escapar
que es rápida y no te hará tener en un ataque.
Mi cara se sonroja. Miro mis zapatillas y asiento. —Es
vergonzoso que, incluso en una emergencia, no pueda superar
mi miedo.
Timofey agarra mi barbilla y fuerza mi cara hacia la suya. —
No es vergonzoso, Piper. Nada de lo que hagas para superar tu
infancia y además haga que te conviertas en una persona
trabajadora y decente es vergonzoso. Sería sorprendente si no
tuvieras algo de equipaje emocional de toda la mierda por la
que has pasado.
Lo miro a los ojos y trago saliva. —Esa es una advertencia de
llanto, seguro.
Él asiente y deja caer su mano. —No compré esto para ti
porque eres débil; lo compré para ti porque quiero que seas
libre. Ya sea que esté allí contigo o no.
Sus últimas palabras flotan en el aire entre nosotros y quiero
preguntar qué significan.
O sea, ¿si él no está allí conmigo temporalmente? ¿O si ya no
es parte de mi vida en absoluto?
Hace solo un par de semanas, deseaba que Timofey Viktorov
no fuera más que un mal sueño. Quería olvidar que alguna vez
existió y seguir con mi vida. Pero ahora… no puedo imaginar
seguir adelante sin él.
Lo amo.
La verdad se asienta en mi estómago como una bola de
boliche. Me trago una nueva ola de lágrimas, deseando no
volver a disolverme en la histeria.
—Vale, aquí vamos. —Timofey me agarra de la cintura y me
sube a la motocicleta con un solo movimiento. Es como si no
pesara más que un cartón de huevos para él—. Es hora de
hacer uso de este estacionamiento vacío mientras aún lo tengo
en la próxima hora.
—¿Lo alquilaste?
Sus manos todavía están en mis caderas cuando asiente. —
Quería que practicaras un poco en donde sería seguro.
Coloco mis manos sobre las suyas, arrastrando lentamente mis
dedos por los músculos entrelazados de sus brazos. —Gracias,
Timofey.
Me aprieta la cintura y se acerca más, hundiendo la cabeza. —
Las acciones hablan más que las palabras, Piper Quinn.
Sonrío y me estiro para presionar mis labios contra los suyos.
Es un beso rápido, pero hace que un tipo de motor muy
diferente retumbe dentro de mí.
Tal vez esto con Timofey tenga una fecha límite. Hasta podría
ser más temprano que tarde.
Pero cuando me sostiene así, no podría importarme menos.
Él vale cada pedazo de mi corazón destrozado.
94
PIPER

Es la quinta vez que llamo a mi papá en tantos días. Esta vez,


finalmente contesta el teléfono.
—¿Qué quieres? —él ladra.
Su voz aún suena débil. No tengo ni idea de si todavía está en
el hospital o no. No he ido a visitarlo desde la noche en que
Timofey y yo estuvimos allí con Benjamín. Si hago las cosas a
mi manera, nunca más lo haré.
Me preparo para los ruegos y súplicas que hará cuando le diga
que lo estoy cortando de mi vida. No va a ser bonito, pero es
necesario. Finalmente, voy a hacer lo que Timofey me ha
estado animando a hacer desde el principio, voy a cuidar de mí
misma.
—Quiero hablar —le digo—. Solo tomará un minuto.
—Se supone que ni siquiera debo darte un segundo.
Arrugo la frente. —¿El hospital está limitando tus llamadas o
algo así?
—¿Qué? —él ladra—. No. No pueden… no, no es el hospital.
Sabes jodidamente bien de quién estoy hablando.
Estoy acostumbrada al lenguaje crudo y la actitud hosca de mi
padre, pero no estoy acostumbrada a que él no tenga ningún
sentido. ¿El hospital lo tiene bajo medicación que lo está
haciendo delirar? Quiero preguntar, pero igual no puedo
imaginar que obtenga una respuesta directa de él.
—No lo sé, en realidad. Pero no importa, Papá. Porque te
llamo para decirte que terminé de…
—Tu novio vino a verme. Dejó claro que se suponía que no
íbamos a hablar más.
—¿Mi novio? No tengo novio. —Incluso cuando tenía, nunca
se los presenté a Papá. Esa habría sido una forma segura de
terminar una relación. Aunque, en la mayoría de los casos, eso
habría sido para mí beneficio. No he tenido muchos hombres
en mi vida que valga la pena mantener.
Hasta ahora.
Él resopla y el esfuerzo lo envía a una ráfaga de tos y
carrasperas.
—No finjas que no se lo estás dando a ese hombre que trajiste
a mi puto lecho de muerte. Te pareces a tu madre de esa
manera —Murmura algo parecido a solo otra puta inútil
abriéndose antes de que lo interrumpa.
—¿Estás hablando de Timofey?
—¡Maldición sí sé su nombre! No había mucho tiempo para
charlar. Entró aquí después de que ustedes dos se fueron y me
dijo que te dejara en paz.
Las últimas dos semanas han sido borrosas. Llevar a Benjamín
al hospital, cirugías, contratar enfermeras para que lo atiendan
en casa, el tiroteo, la motocicleta. Ha sido una cosa detrás de
otra y los días han corrido todos juntos.
Pero recuerdo esa noche.
Timofey se paró en el ascensor y me dijo que quería darme
todo.
Luego tomó el ascensor de vuelta al piso de arriba.
Cuando regresó, estaba tan ansiosa por decirle que lo
acompañaría a su piso que ni siquiera consideré dónde había
estado. No me importaba.
—¿Simplemente entró en tu habitación y te dijo que te
mantuvieras alejado de mí? ¿Y tú lo hiciste?
Hay dudas de su parte. Puedo notarlo porque Papá nunca ha
sido tímido a la hora de soltar el primer pensamiento vil que
cruza por su mente. Si está haciendo una pausa ahora, es por
una buena razón.
—¡Papá! —chasqueo—. Dime lo que pasó. Ahora.
—Bueno, me amenazó a un centímetro de la muerte, ¡eso fue
lo que pasó! Entró en mi habitación y asustó a tu pobre padre
enfermo casi hasta la muerte, chiquilla.
Presiono mi mano contra mi cara y aprieto mis ojos. Chiquilla.
Está haciendo su acto de «pobre, miserable yo». Está tratando
de culparme para que lo perdone por lo que sea que venga a
continuación.
—Papá —le digo con más suavidad. Si cree que ya estoy
enojada, se callará. Tengo convencerlo a hablar—. ¿Qué te
dijo?
Solloza como si en realidad pudiera tener un corazón lo
suficientemente blando como para llorar. —Me dijo que me
mataría a menos que aceptara su trato. No me dio ninguna
maldita opción.
—¿Cuál fue el trato?
—Estaba en la cama del hospital. Fui débil —dice—. Entró
aquí y no había enfermeras… no es que pudieran haberlo
detenido. Es un hombre grande.
No respondo. Esperando.
Finalmente, suspira. —Me dijo que, si me mantenía alejado,
algo de dinero llegaría a mi cuenta. No sé cómo entró en mi
banco, pero al día siguiente, abrí la cuenta y ahí estaba…
—¿Cuánto? —digo las palabras con los dientes apretados.
No importa cuánto. Puedo imaginar a mi padre aprovechando
la oportunidad de cambiarme por unos cientos. Y Timofey
tiene mucho más que eso. Me dio una moto que valía Dios
sabe cuánto y dijo que fue «nada».
¿Cuánto cree Timofey que valgo? Ojalá más que nada.
—Cincuenta mil —admite al fin—. Pero todavía podemos
hablar en secreto. Te necesito, Piper. Eres todo lo que me
queda. Cincuenta mil no llegan lejos para un hombre en esta
época. Necesito…
Cuelgo antes de que pueda terminar.
No me importa lo que necesita. Lo único que importa ahora es
lo que yo necesito.
Timofey tenía razón. Nadie me va a cuidar si yo no me cuido.
Ni siquiera él.
95
PIPER

Estoy en la sala de estar con Benjamín cuando Timofey


regresa al piso.
—¡Piper! —él llama.
Hay una familiaridad en la forma en que dice mi nombre. Hay
una expectativa. Sabía que estaría aquí esperándolo. Hace unas
horas, eso hubiera significado todo para mí.
Ahora, hay un trasfondo oscuro.
Por supuesto que espera que yo esté aquí… él lo arregló de esa
manera. Ha cortado mis líneas de vida una por una hasta que
solo queda una persona en la que puedo confiar.
En él.
Acurruco a Benjamín contra mi pecho y me dirijo al pasillo.
La expresión de Timofey se abre cuando me ve. No sonríe,
pero hay una luminosidad en sus ojos azules que no había
antes. Él se ve feliz.
Que me jodan, se ve tan jodidamente feliz.
—Las mejoras en la mansión están listas, así que podemos
regresar cuando estés lista.
Presiono un dedo en mis labios y le hago un gesto a Benjamín.
—Voy a ponerlo a dormir.
Me hace una seña y se quita las botas junto a la puerta.
Timofey en calcetines. Es tan doméstico que quiero llorar. En
cambio, me alejo y me voy a la guardería improvisada de
Benjamín.
Ya está dormido, pero le canto canción tras canción porque
reunir el coraje para salir de esta habitación y enfrentar a
Timofey está tomando más tiempo de lo que esperaba.
Cuando finalmente salgo de su habitación y cierro la puerta,
Timofey está esperando en el pasillo.
—Estaba a punto de ir a ver cómo estabas —bromea—. Pensé
que podrías haberte quedado dormida allí con él.
Ni siquiera puedo fingir una sonrisa. Paso junto a él y camino
hacia la sala de estar. No podemos tener esta discusión en el
pasillo. Necesito más espacio. Más espacio para respirar.
Tomar oxígeno ya es bastante difícil por el momento.
—Piper —dice—. Detente.
Me doy la vuelta una vez que llego al sofá. —¿Es eso una
orden? ¿Qué obtengo si obedezco?
Me mira fijamente, negándose a responder hasta que entienda
lo que está pasando aquí. Odio saber eso de él. Odio saber
tantos detalles pequeños e intrincados sobre su personalidad,
pero aun así no lo vi venir.
—Cincuenta mil dólares parece ser la tarifa actual —agrego.
La comprensión amanece en su rostro. Aprieta la mandíbula,
pero sigue sin decir nada.
Yo agarro una almohada y se la tiro a la cabeza. Él lo golpea
hábilmente en el aire. —¿Quién te dijo?
—¡Tú no! —grito—. ¿Ibas a mantenerlo en secreto?
—Tu padre no ha hablado contigo en semanas y no te diste
cuenta. ¿Lo extrañaste? ¿Estabas triste porque el bastardo
codicioso no se había acercado?
No y no. Las últimas dos semanas han sido increíbles. Pero no
puedo decirle eso. Ahora no.
—Eso no importa. Lo que importa es que me mentiste.
Él rueda los ojos. —No mentí.
—Me ocultaste información. Interferiste en mi vida como si
mi opinión no importara.
—Porque tu opinión sería mudarlo a la mansión cuando se
enfermara —resopla—. O hubieras querido que pague las
facturas del hospital en las que él mismo se metió por beber.
La vergüenza me atraviesa con tanta fuerza que me sorprende
no caer al suelo en dos pedazos distintos. —¿Entonces le
pagaste a mi papá porque pensaste que yo solo estaba aquí
para usarte a ti y a tu dinero para cuidarlo?
Él suspira. —No estarías en mi casa si pensara…
—En primer lugar, tú eres el manipulador aquí, no yo —lo
interrumpo, señalando con un dedo en su dirección—.
Segundo, cuando me obligaste a venir a trabajar para ti, dijiste
que me pagarías lo suficiente para hacer desaparecer todas mis
deudas. Eso incluye las facturas médicas de mi padre. Si te
pidiera que pagaras eso, sería porque me lo ofreciste. ¡Incluso
entonces, no te pediría que hicieras eso!
—Solo quise decir que no sabes cómo rechazarlo, Piper. —Se
mueve hacia mí con cautela—. Si quisieras dinero para ayudar
a tu papá, te lo daría sin pensarlo dos veces. Pero el hombre
tiene sus garras en ti. Sabe cómo jugar contigo y no quería que
te usara de nuevo.
Inclino mi cabeza hacia atrás y me río. Es un sonido cruel y
amargo. —Porque quieres ser tú el único que me usa, ¿verdad?
—No te escuché quejarte cuando te di esa motocicleta.
Más que cualquier otra cosa, esas palabras me detienen en
seco.
Antes de que pueda empezar a arrepentirse, meto la mano en
el bolsillo y tiro las llaves sobre la mesa de café. —Te la
devuelvo entonces. Tenía la impresión de que era un regalo.
«Todo lo que tienes que hacer es aceptarlo». Pero si hay
condiciones, no la quiero.
—Estás siendo ridícula —gruñe—. Recoge esas llaves. La
motocicleta es tuya.
—Solo mientras haga lo que tú quieres. Tan pronto como me
pase de la raya, me lo restregarás en la cara.
Timofey se pasa la mano por la cara. —¿Cómo diablos soy el
malo aquí? Tu propio padre aceptó cincuenta mil dólares como
pago adecuado para no volver a verte nunca más.
—¡Porque tú se lo ofreciste!
—Eso no… —ruge de frustración y abre los brazos—. No hay
suficiente dinero en el mundo que alguien pueda ofrecerme
para hacerme renunciar a ti. Si tu papá tuviera una sola idea de
lo increíble que eres, se sentiría de la misma manera.
Mi garganta se aprieta con lágrimas, pero me las trago. Ahora
no. Aquí no.
—Me dijiste que no eras como mi padre. Dijiste que te
preocupabas por mí más que él, pero luego fuiste a mis
espaldas y me manipulaste.
—Te ayudé —argumenta, con los dientes apretados.
—En lugar de dejarme tomar mis propias decisiones, me
obligaste a tomar una. Ese es exactamente el tipo de cosas que
haría mi papá.
—Lo hice para tu beneficio.
Niego con la cabeza. —No, lo hiciste por ti mismo. Interferiste
en mi relación con mi padre porque él era un inconveniente
para ti. Es por eso que me has separado de todos en mi vida.
No quieres que tenga a nadie de quien depender excepto de ti.
—No quiero que todos en tu vida dependan de ti —espeta—.
Hay una diferencia. Estoy tratando de asegurarme de que
puedas concentrarte en cuidarte a ti misma en lugar de a todos
los demás.
—¡Esa es mi decisión! —Cierro mis manos en puños
apretados y tomo una respiración profunda—. Soy capaz de
tomar mis propias decisiones, Timofey. No necesito que
controles mi vida. Y ciertamente no necesito que me uses a mí
y a mis circunstancias para tu propio beneficio.
—¿Qué beneficio? —se burla—. ¿Qué gano con tenerte cerca?
De todas las cosas que pensé que diría, esa nunca pasó por mi
mente.
Soy su niñera, por un lado. Sin mencionar la asistente social
asignada al bienestar de Benjamín. Soy una de las personas
responsables de decidir si puede quedarse con Benjamín o no.
Esos son dos beneficios notables allí mismo.
Pero más que eso, pensé que habíamos formado una relación
real bajo la apariencia de una falsa. Pensé que pasar tiempo
conmigo, hablar conmigo, estar conmigo… Pensé que eso
podría ser un beneficio para él. Pensé que significaba algo.
Aparentemente, pensé mal.
Se siente como si hubiera arrancado de mi pecho mi corazón
que late débilmente y le dio un pisotón final.
—Exactamente —digo, luchando por contener las lágrimas—.
Dijiste que me mantendrías mientras fuera útil. Supongo que
ya no soy útil. Así que diría que es hora de que me vaya.
Aprieta los ojos cerrados por un segundo. Cuando se abren,
hay un matiz desesperado en el azul eléctrico. —Tienes que
ver que tenía tus mejores intereses en el corazón.
—¿Qué corazón? —Sus ojos se estrechan, y levanto una mano
—. Lo… lo siento. Esto es en realidad mi culpa. Nunca debí
haber esperado algo diferente de ti.
—Porque el hombre que te ha salvado la vida más veces de las
que puedes contar es obviamente horrible. Qué monstruo —
dice, con la voz cargada de sarcasmo.
—Prefiero morir en mis propios términos que vivir bajo los
tuyos.
Él asiente, su boca moviéndose furiosamente de un lado a otro.
—Me alegra saber que estar conmigo es peor que la muerte.
—Y a mí me alegra saber que piensas que soy tan
incompetente que tienes que tomar decisiones por mí.
Supongo que ambos aprendimos algo. —Suelto un largo
suspiro y me alejo de él—. Benjamín necesitará un biberón
cuando se despierte. Ya casi no tiene pañales, así que tendrás
que conseguir más antes de mañana. Él está…
—Él es mi hijo —gruñe Timofey—. Seguro que sé cómo
cuidarlo.
No estoy segura de cómo pensé que iría esta conversación,
pero nunca imaginé sentirme así.
Hueca. Vacía. Drenada hasta la médula.
Me giro y camino hacia la puerta. Cada paso es una lucha. No
sé a dónde voy; solo sé que no puedo quedarme aquí.
Antes de llegar a la puerta, escucho el raspar de las llaves
contra una mesa. Me giro justo cuando Timofey me lanza las
llaves de mi motocicleta.
—Considéralo una liquidación —dice, su voz fría y
despiadada.
Quiero discutir. Quiero mentir y decirle que no necesito su
caridad y que puedo arreglármelas sola. Pero no tengo mi
bicicleta aquí y no puedo imaginarme metiéndome a mí y a
todas las emociones nubladas a mi alrededor en un taxi. Así
que me meto las llaves en el bolsillo trasero y me apresuro a
salir del piso antes de que pueda hacer algo estúpido.
Como tirarme a los brazos de Timofey y rogarle que luche por
mí.
96
PIPER

—Guarda esa tarjeta. —Noelle golpea mi billetera mientras


trato de sacar mi tarjeta de débito—. Yo pagaré la comida.
—Puedo costearme un sándwich y unas papas fritas, Noey.
¿Todos en mi vida piensan que estoy completamente
indefensa?
—Sé que puedes. Pero no tienes que hacerlo. —Ella abre los
ojos grande, dándome su aterradora mirada de hablo-en-serio.
Levanto mis manos y me alejo del mostrador del café.
Supongo que, de las dos, soy yo quien está sin trabajo y sin
hogar. Tal vez sea justo que ella pague la cena.
Noelle elige un puesto en la parte trasera de la tienda de
sándwiches de moda. Estamos debajo de una cabeza de ciervo
disecada montada en la pared y al lado de una máquina de
discos que solo reproduce canciones de Cher.
Es un lugar extraño para cenar después de una ruptura, pero
está cerca del trabajo de Noelle y yo quería reunirnos lo antes
posible.
Desliza una bandeja frente a mí con mi comida apilada
encima. Ha sido pintado con spray dorado y las servilletas
tienen escrito «SQMF».
Sostengo uno y señalo el acrónimo. —¿Qué es eso?
—«Sándwich Que me Gustaría Follar».
—Asco. —Arrugo la nariz y aplasto la servilleta en mi mano
—. ¿Quién querría follar un sándwich?
Noelle me da un encogimiento de hombros de disculpa. —Este
solía ser un lugar mexicano, pero cerraron el año pasado. Un
par de veinteañeros son dueños del lugar ahora. Es raro, pero
tienen un buen sub italiano.
Pongo los ojos en blanco. —¿Cómo pueden los veinteañeros
costearse abrir un restaurante? Pensé que nuestra generación
estaba unida en nuestra lucha contra el capitalismo.
—Piper. —Noelle despliega suavemente mis dedos y me
obliga a dejar caer la servilleta—. Normalmente, te encantaría
este lugar. Te reirías de las servilletas y estarías admirando
todo el arte. Digo, ¿has visto la pintura de Miss Piggy de
imitación posada como Rose de Titanic?
Miro al otro lado del pasillo hacia la pintura al óleo, pero ni
siquiera puedo esbozar una sonrisa. —Eso está arruinando por
sí solo mi infancia ya arruinada.
Noelle se queja. —Has estado triste desde que me llamaste.
Tienes que decirme lo que está pasando. ¿Está todo bien? ¿Es
Ashley? He estado ocupada, así que no he sabido mucho de
ella, pero…
—Ella está en México.
Los ojos de Noelle se agrandan. —¿Ella está qué?
—Ella y mi abuela están en México —suspiro—. Les compré
boletos y les di algo de dinero para empezar. Quería que
estuvieran a salvo de Timofey.
¿Qué tan extraño es que estaba enviando a mis seres queridos
a otros países para escapar de Timofey y ahora estoy de luto
por su pérdida? El mundo es demasiado extraño a veces.
Le doy un mordisco a mi sándwich y lo mastico mientras
Noelle me mira boquiabierta, demasiado sorprendida para
hablar.
—Tienes razón —le digo, quitándome el aceite de la boca—.
El sub italiano es realmente bueno.
Ella levanta ambas manos. —Pausa. Rebobina. ¿Enviaste a
Ashley y tu abuela a México?
—Están bien. Esto no se trata de ellas.
Ella parpadea. —Vale. Pero, ¿por qué…?
—Estoy molesta porque Timofey le pagó a mi papá cincuenta
mil dólares para que se mantuviera alejado de mí.
Sin romper el contacto visual, Noelle agarra su bebida y toma
un largo trago de su refresco. Cuando termina, deja escapar un
suspiro. —Vale. Esto es mucho para procesar. Pero creo que lo
más importante es, ¿Ya no estás con Timofey?
—Nunca estuve con él —le explico—. Trabajé para él. Pero
fue complicado y…
—¿Estás o no estás actualmente planeando tener sexo con él?
Mis mejillas se sonrojan y niego con la cabeza. —No.
Actualmente no estoy planeando hacer nada con él. Sexual o
de otra manera.
Noelle hace una pausa por un breve momento, dejando que la
noticia se asiente. Luego sonríe y aplaude. —Gracias a Dios,
Piper. ¡Eso es increíble!
—Sí, excepto por la parte en la que no tengo trabajo y no
tengo hogar.
—Todavía tienes tu trabajo en SPI.
—Tal vez. He estado enferma la mayor parte de las últimas
dos semanas. James ha estado llamando a mi teléfono, pero yo
le he estado enviando mensajes de texto. No sabía cómo
explicarle que no podía ir a trabajar porque tenía miedo de que
alguien disparara en nuestra oficina para terminar conmigo.
Noelle se estremece. —Te dije que buscaras a Benjamín y te
fueras antes de esa fiesta. Tenía un mal presentimiento al
respecto.
—No hubo una oportunidad. No es como si hubiera podido
atravesar las puertas principales sin que Timofey se diera
cuenta.
—¿Crees que podrías llegar a Benjamín ahora? —Noelle
reflexiona—. Claramente, Timofey ya no te está mirando. Si te
dejó ir, debe significar que no le importa mantenerte bajo
vigilancia.
El recordatorio de que a Timofey no le importo no se siente
tan positivo como lo hace sonar Noelle. Me sacudo el dolor
que se asienta sobre mí como una manta pesada y picoteo mi
sándwich.
—Entré en esto queriendo proteger a Benjamín, pero no sé si
puedo sacrificar mi propia vida, las vidas de las personas que
me importan, para alejarlo de Timofey —admito—. Es mucho
más arriesgado de lo que pensé originalmente.
Además, en muchos sentidos, Timofey ha demostrado ser un
buen padre. Incluso si no tiene idea de cómo ser la pareja de
alguien, creo que hará todo lo posible para mantener a
Benjamín a salvo. Eso es más de lo que reciben muchos niños.
—Pero si sacas a Benjamín de ahí, tal vez podrías usarlo para
explicarle a tu jefe por qué has estado desaparecida las últimas
dos semanas, ¿sí? —Noelle dice. Habla rápido, las palabras
brotan de ella como el agua de una manguera recién
desenroscada—. Podrías decirle que tenías que ir de incógnito
para sacar a un niño de una situación peligrosa. Serías un
héroe del SPI.
Me río. —Tal vez si mi vida fuera una película de acción, lo
intentaría.
Noelle me devuelve la mirada, confundida.
—¿Hablas en serio? —pregunto—. ¿De verdad crees que
debería irrumpir en la casa de un don de una Bratva y tratar de
robarle a su hijo?
—Es por eso que te estabas quedando con él en primer lugar,
¿no es así?
No puedo creer que estas palabras provengan de la más
sensata y racional de mis dos mejores amigas.
—Me quedé con él porque pensé que podría recopilar
suficiente información sobre él para que lo encarcelaran. Iba a
dejar que las autoridades se ocuparan de él. Además, me
estaba pagando suficiente dinero para pagar mis deudas al
mismo tiempo —admito—. Pero también estuve allí solo
porque te amenazó a ti, a Ashley y a mi familia. Me habría ido
mucho antes si hubiera sabido que no los iba a lastimar a
ustedes.
—¡Pero sí lo hará! —Noelle escupe.
—¿Qué quieres decir?
Ella niega con la cabeza. —No es nada. Solo digo… Creo que
deberías considerar hacer otro intento con Benjamín. Ese era
el objetivo. No está seguro allí.
—Realmente creo que sí lo está. Sé que el mundo de Timofey
es peligroso, pero tiene tantos recursos. Benjamín va a estar
muy bien atendido allí.
—Bueno, ese es uno menos —espeta Noelle. Golpea su bebida
sobre la mesa con tanta fuerza que un poco de refresco sale
disparado de la pajita.
La chica que trabaja en el mostrador nos mira y yo le devuelvo
una sonrisa antes de agachar la cabeza y sisearle a Noelle. —
¿Qué pasa contigo? Era yo la que quería reunirse y
desahogarse, pero tú estás actuando raro. ¿Algo está mal
con…?
—Todo está bien. —Empuja su sándwich a medio comer al
borde de la mesa y agarra su bolso—. Todo es increíble. Estoy
estupenda.
Ella se desliza fuera de la cabina y solo la miro por unos
segundos atónitos. No he comido en todo el día y realmente no
quiero dejar mi sándwich aquí. Pero tampoco puedo dejar que
Noelle se vaya así sin averiguar qué está pasando.
Lanzo una propina de cinco dólares sobre la mesa y me
apresuro tras ella. Corro hasta la mitad de la cuadra antes de
que pueda agarrarla del brazo y detenerla.
—Noelle —jadeo, respirando pesadamente—, espera.
¿Adónde vas?
—A casa. Mientras todavía tengo una.
—¿Qué significa eso?
Levanta una mano para callarme. —Nada, Piper. Solo estoy
decepcionada. Pensé que ibas a hacer lo correcto e intentar
alejar a ese niño inocente de ese monstruo con el que te
estabas acostando. Pero debes tener el Síndrome de Estocolmo
o algo así. Porque lo vas a abandonar allí.
Las palabras que salen de la boca de Noelle son tan absurdas
que tengo que reírme. —¿Hablas en…? Hablas en serio. Pero
esto no tiene ningún sentido. Entiendes que podría morir si
vuelvo a la casa de Timofey y trato de secuestrar a su hijo,
¿no? —Me inclino hacia delante para captar la mirada de
Noelle, pero ella se cruza de brazos y aparta la mirada de mí
—. Él podría matarme. Literalmente, no en sentido figurado.
Honestamente, no entiendo el hecho de que no te parezca
importarte. No estoy segura de cuándo empezaste a
preocuparte más por un bebé que no conoces más que tu
propia amiga, pero…
—¡Al mismo tiempo en que mi «amiga» me arruinó la vida!
—ella grita.
En el momento en que su ira alcanza su punto máximo, se
disuelve. Ella deja caer su rostro entre sus manos. Sus
hombros tiemblan con los sollozos.
Pongo una mano en su hombro. —¿Noelle? Noey, háblame.
¿Qué está sucediendo?
Cuando mira hacia arriba, sus ojos están secos, pero se ve
demacrada. No estoy segura de cómo no lo vi antes. No lleva
su habitual delineador de ojos de gato y tiene el pelo grasiento.
Parece que no ha dormido bien en días.
—Wayne y yo estamos en muchos problemas, Piper. Muchos
problemas. Y… es un poco tu culpa.
97
PIPER

Y es un poco tu culpa.
Estoy desconcertada. —¿Cómo los metí a ti y a tu novio en
problemas?
—Porque te involucraste con Timofey Viktorov —explica—.
Apareciste en su vida y sus enemigos comenzaron a tratar de
averiguar cómo llegar a él.
—¿Los albaneses? —adivino con una creciente sensación de
temor.
—No lo sé —dice ella, encogiéndose de hombros—. Tal vez.
Uno de ellos era un tipo llamado «Arber». Apareció en la
puerta de mi casa y dijo que estaba allí porque tú lo guiaste
hacia mí.
Aplasto mi palma sobre mi corazón palpitante. —Yo no guie a
nadie hacia ti, Noelle. Lo juro. ¡He estado trabajando para
mantenerte a ti y a Ashley fuera de todo esto!
—Así no. Me encontraron porque querían entrar en el círculo
íntimo de Timofey. Sus hombres son aparentemente muy
leales. Y Timofey no dejaba que nadie se te acercara. Así que
pensaron que llegarían a ti a través de mí. —Cruza los brazos
sobre el pecho y se ve más delgada de lo que recuerdo—. O
que querían que yo llegara a ti por ellos, supongo. Querían que
te pusiera en contra de Timofey y tratara de alejar a Benjamín
de él.
Doy un paso lejos de mi amiga. De repente, me doy cuenta de
lo expuesta que estoy aquí, parada en la calle abierta.
Deberíamos haber tenido esta reunión en un lugar más
apartado.
—¿Y qué les dijiste? —pregunto, temiendo saber ya la
respuesta.
Lágrimas brotan en sus ojos. —No tuve opción, Piper. Me iban
a mandar a la cárcel.
Recuerdo mi propia tarde pasada en una celda de la cárcel. Si
Timofey tenía ese poder, estoy segura de que los albaneses
también lo tienen.
—Habría luchado por ti. Todavía lo haría —digo—. No
pueden encerrarte por cargos falsos y salirse con la suya.
Podemos contraatacar y…
—No entiendes. —Su voz se quiebra alrededor de las palabras
—. No son cargos falsos, Piper.
—¿Qué hiciste? No puede haber sido tan malo. La gente no va
a la cárcel por cruzar la calle imprudentemente o robar un
paquete de chicles. Tienes que…
—Nunca me preguntaste cómo conocí a Wayne.
El cambio de tema es brusco. —Sí, lo hice. Dijiste que lo
conociste en el trabajo.
—Sí. Lo conocí en el trabajo —repite—. Cuando estaba allí
investigando mi empresa por fraude.
La miro fijamente, la capacidad de hablar se me ha escapado
momentáneamente.
—Hice algunas cosas malas, Piper. Falsifiqué algunos
números. Escondí algunas cosas. Luego vino el FBI y estaba
segura de que sería mi fin. Pero… nos llevamos bien, Wayne y
yo, y él me ayudó a ocultar parte de mi participación. —Noelle
pone sus manos sobre su cabeza, casi como si estuviera
tratando de empujar la verdad de vuelta a su cráneo—. Pero
los albaneses excavaron todo de nuevo. Si no hago lo que
dicen, se asegurarán de que Wayne y yo estemos arruinados.
En el mejor de los casos, seremos despedidos. En el peor de
los casos, iremos a prisión. No tuve opción, Piper. No puedo ir
a prisión.
Así que así es cómo se siente, pienso. Así es cómo se siente
cuando todo lo que crees saber sobre el mundo se rompe
frente a ti.
—Tú eres la buena —susurro.
—¿Qué?
—Ashley es la jodida —digo un poco más fuerte—. Ella es la
que me llama para pedir dinero de fianza y cancela los planes
conmigo para ir a que su ex de mierda le dé una paliza. Tú…
se supone que eres con quien puedo contar.
Su rostro se contrae por la ira. —Y se supone que tú eres la
que siempre está ahí para echar una mano. Sin embargo,
cuando más te necesito, ¡parece que no te importa! Te llamé y
te dije exactamente lo que tenías que hacer, pero también me
jodiste con eso.
No entiendo lo que quiere decir, pero luego recuerdo.
—El ensayo de la boda. —Me tapo la boca con una mano y las
palabras salen amortiguadas—. Me llamaste y me dijiste que
me fuera. Dijiste que sería peligroso. Pensé que estabas
preocupada, pero no es así, ¿verdad? Sabías lo que habían
planeado los albaneses.
La forma en que frunce la boca me dice que tengo razón.
Pensé que Rodion podría haber sido la rata porque apareció
justo antes del tiroteo.
Pero fue Noelle todo el tiempo.
—Pude haber muerto —siseo—. Todo lo que tenías que hacer
era decirme por teléfono lo que estaba pasando y me hubiera
ido. En cambio, arriesgaste mi vida para no tener que ir a
prisión.
—¡Pensé que me escucharías! —ella argumenta—. Te hice
prometer que intentarías escapar.
Una pequeña parte de mí quiere darle el beneficio de la duda.
Noelle estaba tratando de protegerse a sí misma, a Wayne y a
mí al mismo tiempo. No puedo culparla por no hacerlo
perfectamente. Ella hizo todo lo posible.
Pero otra parte de mí, una parte que parece crecer cada día
más, está cansada de aceptar las sobras que quedan una vez
que todos han satisfecho sus propias necesidades.
Yo valgo más que eso.
—No soy responsable del problema en el que estás metida,
Noelle. Yo no te hice cometer fraude en el trabajo. No te
obligué a pedirle a Wayne que te ayudara a encubrirlo. Si vas a
la cárcel, será porque te metiste ahí —le digo—. Pero no
merezco morir para mantenerte fuera de la celda de la cárcel.
Mi vida vale más que tu libertad.
Noelle jadea. —Eso es irónico viniendo de la novia del don.
¿O su forma de tener sexo te dejo con amnesia? Timofey ha
cometido muchos crímenes y no te veo tratando de enviarlo a
prisión.
—Eso es diferente porque…
Porque Timofey haría cualquier cosa por mí.
Porque nunca me habría traicionado para protegerse.
Me alejé de Timofey porque le pagó a mi papá para que se
mantuviera fuera de mi vida, pero en muchos sentidos, solo
estaba haciendo por mí lo que yo siempre he hecho por otras
personas: me estaba cuidando, a pesar de que no se lo pedí. Se
estaba sacrificando para mi beneficio, sin esperar nada a
cambio.
Tomo una respiración profunda. —Nadie en mi vida me ha
tratado como merezco que me traten. Siempre soy el felpudo,
la billetera abierta. Pero solo hay una persona que me ha
ofrecido algo parecido a un lugar seguro para aterrizar… y me
alejé de él.
—No me digas que estás hablando de Timofey —dice Noelle
con incredulidad—. ¡Él es mucho peor que yo!
Niego con la cabeza. —No. No, no lo es. El mundo no es
blanco y negro, Noelle. Hay mucho gris. A veces, la gente
buena hace cosas terribles por una muy buena razón. Pero tú
no tienes ninguna excusa. Lo hiciste porque eres egoísta.
Noelle resopla. —Te han lavado el cerebro tan jodidamente.
Eres…
—Terminamos aquí. —hago señas—. Terminé con esto y
contigo. Adiós.
Me alejo antes de que Noelle pueda intentar atraerme de
nuevo. Cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de que no hay
razón para preocuparse. Ni siquiera lo intentó.
Se ha ido.
Antes de subirme a mi moto, llamo a Timofey. Necesita saber
qué traman los albaneses. Necesita saber que no puede confiar
en nadie en mi vida, especialmente en Noelle.
El teléfono suena y suena y suena.
Él nunca responde.
98
TIMOFEY

Mi teléfono vibra en mi bolsillo, pero lo ignoro. Mis manos


están un poco ocupadas en este momento.
No quiero decir que Benjamín pueda sentir que Piper se ha ido
y ahora está protestando, pero no hay nada más que pueda
explicar las últimas seis horas.
Sin parar de gritar y llorar. Rechaza las siestas. Lanza comida
en el momento en que pone sus manos sobre ella.
Nunca había tocado tantos fluidos corporales en tan poco
tiempo en mi vida. Y eso viene de un hombre que ha recogido
cerebros humanos con mis propias manos.
—La comida no sirve de nada si no la mantienes adentro —
digo entre dientes, lanzando otro mameluco arruinado sobre
mi hombro en la dirección general del cesto. Está enterrado
bajo una montaña de sábanas y ropa manchadas de mierda.
Las mucamas trabajaron duro para dejar la casa limpia como
nueva antes de que volviéramos a mudarnos, pero Benjamín se
ha encargado de que su habitación sea un desastre.
Akim se ofreció a cuidarlo durante la tarde. Me negué
únicamente porque sabía por qué se ofreció.
—Yo cuidaré a Benjamín —dijo—. Ya sabes, si necesitas…
algo de tiempo.
—No necesito nada.
El asintió. —Claro. Obvio. Pero si quieres, no sé,
emborracharte o algo…
—No necesito comer una pinta de helado y llorar con una
película romántica. Mi niñera renunció. Eso es todo.
—Sí, lo sé. Solo digo que estaría feliz de cuidarlo.
—Puedo cuidar de mi propio hijo —gruñí.
—Yo sé eso. Pero…
—Pero nada —ladré—. No te necesito. No la necesito a ella.
No necesito a nadie.
Se enfurruñó después de eso. Si ha escuchado los llantos
interminables de Benjamín y la serie de maldiciones que he
gritado cada vez que escupe sobre otra de mis camisas,
entonces ha elegido sabiamente mantener su distancia.
Sostengo a Benjamín, manteniendo la distancia de un brazo en
caso de que decida estallar de nuevo. Tiene puesto un
mameluco térmico azul y el par de sudaderas más pequeños
que he visto en mi vida. —Ahí tienes. Como nuevo.
Por primera vez en horas, no está llorando. Él solo me mira
fijamente, sus grandes ojos llenos de curiosidad. Pasan de mí
al techo y viceversa. Lo está asimilando todo: su habitación, su
mundo.
Su no del todo papá.
—Entre tú y yo, no sé si estoy hecho para este trabajo —
susurro—. Papá. Se siente mal. ¿Padre? Tal vez. ¿Guardián?
Seguro. Pero ser el papá de alguien se siente como un paso
demasiado lejos. Ni siquiera estoy seguro de haber tenido uno
de esos.
Sus labios se fruncen y creo que está a punto de dejar volar
más fluidos corporales. En cambio, arruga la cara y luego deja
escapar un bostezo con la boca abierta.
—¿Todos esos vómitos proyectiles finalmente te agotaron? —
Lo acurruco contra mi pecho.
Después de unas vueltas alrededor de su habitación y dos
canciones de cuna cuyas letras no sé, está durmiendo
profundamente. Lo acomodo en su cuna y salgo sigilosamente
al pasillo.
Piper trató de darme algunos consejos sobre lo que Benjamín
necesitaría antes de irse, pero no pude escucharlo. No quería
escuchar nada de lo que tenía que decir. Y mucho menos sobre
todas las formas en que le recuerdo a su padre holgazán.
Sin embargo, no me importaría hablar con ella ahora.
Ocultaría una risa detrás de su mano si pudiera contarle que
Benjamín esperó hasta quedarse sin pañal para finalmente
cagar por primera vez en todo el día. Se reiría aún más si le
dijera que no pude encontrar los pañales limpios y
temporalmente lo até con un mameluco al revés, en el que
rápidamente orinó.
Me he enfrentado a ejércitos enemigos y a la lluvia de
disparos, pero nada te pone de rodillas como un bebé.
Saco mi teléfono para ver la hora, para ver si puedo correr a la
cocina y tomar algo de comer antes de que Benjamín se
despierte, cuando veo el nombre de Piper en mi pantalla.
Me olvidé de la vibración de antes. Llamó hace casi cuarenta
minutos.
Tal vez se haya calmado y esté lista para escuchar mi
explicación de lo que pasó con su papá. Probablemente
entienda por qué lo hice ahora. Podemos hablarlo y
reconciliarnos… vigorosamente… varias veces.
Estoy a punto de devolverle la llamada cuando suena el
timbre.
—Siempre hay algo —murmuro.
Por lo general, dejaría que una mucama se encargara de todo,
pero estamos operando con un personal reducido desde el
ataque de Arber a la casa. He asignado más recursos a la
seguridad y he reducido la cantidad de personas en roles no
esenciales. Solo serían más cuerpos si los albaneses decidieran
atacar de nuevo.
Quienquiera que esté en la puerta, pasó por seguridad sin que
yo fuera alertado. Eso debe significar que nadie cree que son
una amenaza.
La esperanza de que sea Piper surge en mí tan rápidamente
que no tengo oportunidad de rechazarla. Llamó, no contesté, y
ahora está aquí. ¿No?
Tal vez nuestra reconciliación ocurra incluso antes de lo que
pensaba. Preferiblemente justo en el piso de baldosas de la
entrada.
Me reviso el hombro en busca de saliva persistente y luego
abro la puerta. Mis esperanzas chocan inmediatamente contra
las rocas de la realidad.
—Hola, Timofey.
La mejor amiga de Piper es su opuesto en muchos sentidos.
Donde Piper es bajita y con curvas, Noelle es alta y delgada.
Mientras Piper saluda a todos con una sonrisa nerviosa, Noelle
me mira con abierto desdén.
Es ese último el que ya me tiene cerrando la puerta.
—Piper puede venir a hablar conmigo si tiene algo que decir
—empiezo—. No estoy de humor para que sus monos
voladores me ataquen. Dile que…
Noelle atrapa la puerta con la mano. —Esto no se trata de
Piper.
—¿Por qué otra razón estarías aquí?
Sin Piper, no hay mundo donde los intereses de Noelle
coincidan con los míos.
—Solo déjame entrar —presiona—. Por favor. Es importante.
Después de un momento de vacilación, abro la puerta y la
acompaño adentro. —Qué sea rápido.
99
TIMOFEY

Noelle sigue mirándome con ira, incluso mientras se mueve


nerviosamente de un pie a otro en el vestíbulo. —No quiero
estar aquí —anuncia.
—Qué casualidad. Yo tampoco quiero que estés aquí.
Ella entrecierra los ojos. —Soy la única que tiene una buena
razón para que no le gustes. Ni siquiera me conoces.
—Sé lo suficiente —espeto—. Estás aquí para darme una
palmada en la muñeca por lastimar a tu amiga a pesar de que
ninguna de ustedes ha hecho nada para cuidar a Piper todo el
tiempo que la conocen. Al menos he estado tratando de
ayudarla.
Noelle mira al suelo por un momento. ¿Eso es
arrepentimiento? No hubiera esperado que nada de lo que dije
le hubiera afectado, pero se ve genuinamente culpable.
Tan pronto como pasa por su rostro, desaparece de nuevo. —
Te lo dije, esto no se trata de Piper. Se trata de Emily.
Las palabras son tan inesperadas que en realidad doy un paso
atrás. —No sabes nada de Emily.
—Piper me habló de ella. Ella me pidió que…
—Piper puede haberte pedido que escribas algunas cosas en
una barra de búsqueda, pero eso no es lo mismo que una
investigación real.
—¿Qué tal el FBI? —pregunta, con una ceja arqueada—. ¿Es
esa una investigación lo suficientemente oficial para ti?
—No estás en el FBI.
—No. Pero mi novio sí. —Ella mete la mano en su bolsillo y
saca un pedazo de papel—. Y él descubrió algo.
Quiero arrancarle el papel de las manos ahora mismo. Pero he
vivido lo suficiente en este mundo para saber que nunca debes
mostrar tus cartas.
—¿Por qué diablos debería importarme? No la traerá de
vuelta.
Noelle suspira. —Escucha, estoy segura de que estás
acostumbrado a que las personas en tu vida utilicen
información en tu contra. Has sido traicionado y chantajeado.
Bueno, no estoy aquí para eso.
Me cruzo de brazos. —Entonces, ¿por qué estás aquí?
—Porque… —Ella se encoge de hombros—. Porque Piper
llegó a preocuparse por ti. No tengo idea de por qué, pero ella
realmente se preocupaba por ti.
Ignoro su uso del tiempo pasado. La posibilidad de que a Piper
ya no le importe es más difícil de aceptar de lo que me gustaría
admitir.
Noelle me tiende la nota. —Ella querría que tuvieras esto.
—¿Qué es? —pregunto, ya agarrando la nota.
Pero en cuanto despliego el tercio inferior, lo sé.
Es la letra de Emily.
La carta parece ser una fotocopia de una hoja de papel pegada
con cinta adhesiva. Pero las letras escritas descuidadamente y
el corazón sobre la «i» en su nombre me dicen que es legítima.
—La nota fue encontrada en su piso después de su muerte —
explica Noelle—. Mi novio, Wayne, investigó el caso después
de que se lo pedí. Un colega le habló de la carta. Tuve que
hacer algunas cosas no del todo legales para tenerla en mis
manos, pero… bueno, todos merecen un cierre. Incluso
bastardos asesinos y manipuladores como tú.
—Manipulador, ¿eh? —Pongo los ojos en blanco—. Parece
que has hablado con Piper recientemente.
Ella frunce el ceño. —Yo sí. ¿Tú?
Puedo sentir mi teléfono haciendo un agujero en mi bolsillo.
Iba a llamarla antes de que Noelle tocara la puerta. Lo haré
después.
Pero por ahora, no puedo quitar mis ojos de la nota de Emily.
Ignoro la pregunta de Noelle y abro la carta por completo.
Querido Benjamín,
Un día, espero que leas esto. Puede que estés molesto
conmigo. Yo lo estaría si fuera tú. Pero sé que estoy haciendo
lo mejor para ti. No es seguro que la gente sepa quién es tu
padre. Lo amo… pero de todos modos no es apto para ser
padre. Dios sabe que yo no soy apta para ser madre. (¿Ves?
Acabo de maldecir en una carta para ti). Soy un desastre.
Pero Timofey no lo es.
Inhalo fuertemente. Si tuviera que cerrar los ojos, estoy seguro
de que sentiría a Emily leyendo sobre mi hombro.
Ella se habría reído y señalado la grosería. —¿Crees que se
reirá de eso? Quizás tenga mi sentido del humor.
Sin embargo, sé que Noelle todavía está en la habitación
conmigo. Así que aprieto los dientes y sigo leyendo.
Si pensara por un segundo que podría mantenerte a salvo, lo
haría. Pero Timofey es la única razón por la que estoy viva. Él
es la única razón por la que sobreviví lo suficiente para
tenerte. Le confío mi vida y le confío la tuya. Espero que
llegues a amarlo, aunque sea la mitad de lo que yo lo amo.
Es posible que tengas la tentación de venir a buscarme a mí o
a tu padre biológico algún día. Pero… no lo hagas. En otro
mundo, nada me gustaría más, pero no es seguro para ti. No
trates de encontrarnos y no busques en ninguno de nuestros
linajes. Es mejor dejar algunos secretos enterrados. Un día,
tal vez, podré ir a ti. Llegaré a conocerte. Pero no hasta que
sucedan algunas cosas importantes.
—¿Qué cosas importantes? —gruño, apretando los bordes del
papel en mis puños. Quiero sacudirlo como si pudiera sacarle
una explicación a Emily.
Rodion es un idiota. Sé por qué ella no querría que él criara a
Benjamín, pero incluso él no lastimaría a su propio hijo.
Te amo, Benjamín. Por favor espero que lo sepas. No me
arrepiento de nada de lo que ha llevado a ti. Lo haría todo
exactamente igual siempre que eso significara que tú
existieras. No importa quién sea tu padre… o tu abuelo… tú
eres mi hijo. Estoy tan orgullosa de ti.
Leí las últimas líneas una y otra vez.
Emily no conoce a sus padres. Rodion tampoco, que yo sepa.
¿De qué abuelo está hablando?
Noelle se aclara la garganta. —Wayne me dijo que creen que
Emily sabía quién era el padre de Rodion.
La miro y ella me está mirando de cerca. —¿Quién?
—No sé. —Ella levanta ambas manos—. Te juro que no.
Emily nunca me dijo nada. Rodion tampoco. Sergey acogió a
Rodion como un favor a su madre. Le dio un trabajo y un
propósito porque se sentía mal por él. Si Sergey supiera quién
era el padre de Rodion, me lo hubiera dicho… ¿verdad?
Vuelvo a leer la carta.
No es seguro que la gente sepa quién es tu padre.
No busques en ninguno de nuestros linajes. Es mejor dejar
algunos secretos enterrados.
—No —suspiro cuando las piezas de un rompecabezas que no
sabía que estaba resolviendo comienzan a unirse—. No es…
Eso no es posible.
Incluso cuando el pensamiento se solidifica en mi mente, estoy
seguro de que no es posible. No hay forma.
Noelle da un paso atrás. —Tal vez debería… ¿debería irme?
La ignoro y me dirijo a la sala de estar. Saco mi teléfono de mi
bolsillo.
La llamada perdida de Piper todavía está en la pantalla y la
borro. En cambio, llamo a Sergey. Incluso en mi teléfono, lo
tengo listado bajo su primer nombre.
—Necesito hablar contigo —ladro en la línea—. Ven a la
mansión ahora.
—¿Me estás dando órdenes ahora? —se burla.
—Se trata de la Bratva. Es importante.
Vendrá si cree que tiene algo que ver con el trabajo. Siempre
se ha sentido más como mi jefe que como mi padre.
Tal vez sea por una buena razón.
Tal vez sea porque él ya tenía un hijo.
100
TIMOFEY

Dejo de caminar por la cocina cuando escucho que se abre la


puerta principal.
—¿Bueno? —Sergey llama. Su voz hace eco a través de las
habitaciones que ahora se sienten más vacías que nunca.
Nunca me di cuenta antes de Piper… lo abandonado que se
siente el lugar sin ella. Trajo calidez con ella cuando vivía
aquí. Ahora, está frío y sin vida.
No ayuda que no tenga ni puta idea de en quién puedo confiar.
—Aquí dentro. —Me muevo hacia la puerta de la cocina.
Sergey pasa junto a mí, reclamando un asiento en la nueva
isla. —¿Qué es tan importante que no podía esperar hasta la
mañana?
—Se trata de Emily.
En el momento en que las palabras salen de mi boca, niega con
la cabeza y se pone de pie de nuevo. —No otra vez, Timofey.
—Te dije que iba a investigar su asesinato.
—¡Y te dije que lo olvidaras!
—El asesinato de Emily nunca tuvo ningún sentido para mí —
continúo con frialdad—. ¿Por qué alguien iría tras ella y no yo
o tú? La única persona que alguna vez tuvo sentido como su
asesino fue Rodion.
—Quién estaba en Rusia en ese momento —finaliza, agitando
una mano en el aire—. Me voy. Hemos hablado de todo esto
sin parar.
—Pero no hemos hablado de por qué lo has estado
defendiendo tan ferozmente.
—Porque estaba en Rusia —repite—. Rodion es un buen
sicario, pero ni siquiera él puede dar un disparo de
francotirador desde medio mundo de distancia.
—Pudo haber contratado a alguien para que lo hiciera por él
—ofrezco.
—No lo hizo.
Asiento con la cabeza. —Probablemente tengas razón.
Sergey me mira por encima del hombro. —¿Estás finalmente
viendo la razón?
—Creo que finalmente lo estoy. Digo, ¿por qué Rodion
contrataría a un sicario para sacar a Emily el día que estaba
listo para regresar de Rusia? Si quisiera asegurarse de que él
estuviera a salvo, lo habría hecho en medio de su viaje. No
habría esperado hasta el último minuto. Es casi como si
alguien quisiera asegurarse de que Emily estuviera muerta
antes de que él pudiera regresar y hablar con ella.
Mi padre adoptivo se queda perfectamente quieto.
Aparentemente, no veo la razón por la que él esperaba.
Después de unos segundos, se encoge de hombros. —Tal vez.
Pero lo hemos investigado, Timofey.
—Rodion ha torturado a innumerables albaneses en busca de
su asesino. Yo he derribado las puertas de todos nuestros
enemigos. Ninguno de los sospechosos habituales parece tener
la culpa.
—Porque no hay nada que encontrar.
—Yo no diría eso. —Camino a través de la sala de estar
conectada y me dirijo a la entrada, bloqueando el camino de
Sergey hacia la salida—. El problema es que he estado
derribando puertas… cuando el asesino estuvo en mi casa todo
el tiempo.
Sergey me mira fijamente. Su expresión es neutral, pero eso en
sí mismo es una pista. Debería estar curioso. Debería estar
pidiéndome que me explique.
En cambio, está esperando. Como un hombre que espera que
pase algo malo.
—Tú la mataste, Sergey. ¿No es así?
Se burla, señalando con ambas manos para que me aleje. —Te
has vuelto loco. Sé que era como una hermana para ti, pero tu
obsesión con su muerte se ha vuelto preocupante.
—Ella era una hermana para mí —espeto—. No la adoptarías
porque no veías su valor, pero Emily fue la única familia
verdadera que he tenido.
Señala salvajemente el techo y el suelo. —¿Te doy esta
mansión y no soy familia? Eso solo demuestra lo
malagradecido que eres, idiota. Si vas a acusarme de esto,
entonces tal vez revoque mi bendición. Los hombres no te
tratarán como su don si no lo apruebo.
—Eres demasiado viejo para liderar. Es por eso que me
pasaste la batuta a mí. La Bratva estaba fallando debajo de ti.
Fui yo quien le dio nueva vida.
—No eres la única opción para liderar —escupe—. Tengo
otras opciones.
No escuché los pasos moviéndose por el pasillo hasta que se
acercaron, así que sé que Sergey tampoco. Es por eso que se
sobresalta cuando la voz de Rodion resuena en la habitación.
—¿Qué tal tu verdadero hijo biológico? —pregunta Rodion—.
¿Es él una opción?
101
TIMOFEY

Sergey se gira justo cuando Rodion se detiene en la entrada


arqueada.
Enmarcado como está en el umbral, parece un cuadro
medieval. Barbilla levantada, manos en las caderas.
Bajo esta luz, también se parece mucho a Sergey.
No estoy seguro de cómo no lo vi antes. El parecido entre ellos
es sutil, pero evidente. Tienen las mismas entradas cuadradas y
las mismas piernas musculosas. Los rasgos de Rodion son más
alargados, pero ahora que busco las similitudes, puedo ver que
tienen las mismas cejas pobladas y el labio superior delgado.
—Mi verdadero hijo es el bastardo intrigante que está detrás
de mí —dice Sergey, levantando un pulgar sobre su hombro—.
¿Qué diablos estás haciendo tú aquí?
—Lo llamé justo después de llamarte a ti —explico antes de
que Rodion pueda responder.
Rodion no dudó en dejar lo que estaba haciendo y reunirse
conmigo en la mansión. Cuando le presenté mi teoría, las
piezas encajaron también para él.
—Cuando te pregunté por qué contrataste a un niño huérfano
como yo, me dijiste que no mirara los dientes a un caballo
regalado —dice Rodion—. Mi madre nunca me dijo quién era
mi padre. Ella actuaba como si le tuviera miedo. Ni siquiera
pude encontrar la respuesta escondida en las pertenencias que
dejó atrás. Siempre supuse que él la amenazaba. Ahora…
estoy seguro de que lo hacía.
—No querías que nadie supiera que Rodion era tu hijo —le
digo a Sergey—. ¿Por qué?
Sergey se ríe, pero es un sonido agudo y enojado. —Él no es
mi hijo. Es por eso.
—Es porque estaba enfermo. Nací con un defecto cardíaco.
Los médicos no pensaron que sobreviviría a la infancia —
agrega Rodion—. Pero lo hice. El pequeño agujero se curó por
sí solo.
Pienso en Benjamín y su defecto cardíaco. La enfermera
sospechó que podía ser genético. Tiene mucho sentido.
—¿Abandonarías a tu propio hijo debido a una condición de
salud, Sergey? — le digo.
Sergey se da vuelta, con saliva volando. —¡Él no es mi hijo!
Tú eres mi hijo… o lo eras. Ya no.
—Siempre supe que existía en la cuerda floja. Supongo que no
tenía ni idea de lo floja que estaba. —Niego con la cabeza—.
Abandonaste a tu propio hijo y adoptaste otro más saludable
para continuar tu linaje. ¿Qué clase de enfermo de mierda…?
—El mismo tipo de enfermo que mata a una mujer para que no
revele su secreto. —Las fosas nasales de Rodion se ensanchan.
Da un peligroso paso adelante. Puedo ver sus manos
temblando—. Mataste a Emily porque iba a decirme la verdad.
Cuando hablé con ella por última vez, me dijo que tenía algo
que decirme. Algo importante. Pero no le diste la oportunidad.
Sergey se inclina, su voz inquietantemente tranquila. —Te
advertí sobre mirar en la boca del caballo regalado, Rodion.
Estás despedido. Ya no eres mi soldado. Así como no eres y
nunca has sido mi hijo.
Estoy a punto de recordarle a Sergey que Rodion es mi
soldado. Antes de que pueda, Rodion deja escapar un rugido
primitivo y carga contra Sergey.
Es un segundo. Tal vez dos.
Pero es suficiente.
Suficiente para que Sergey saque el arma cargada de su funda
y apriete el gatillo.
Suficiente para que la bala le diera a Rodion justo entre los
ojos.
Choca contra el suelo de baldosas a los pies de Sergey sin
resistencia. La sangre se acumula alrededor de su cabeza,
derramándose fuera de él en ráfagas rítmicas que se vuelven
más lentas por segundos.
Sergey suelta un suspiro y camina con cuidado sobre el
charco. Cuando se vuelve hacia mí, hay una sonrisa lejana en
su rostro. —No sé por qué no hice eso el día que nació. Seguro
que me habría ahorrado algunos problemas.
He visto a Sergey matar hombres a sangre fría. Pero esto se
siente diferente.
—Me enseñaste a nunca traicionar a la familia —digo con voz
áspera.
—Rodion no es mi puta familia. ¿Cuántas veces tengo que
explicarlo?
—La Bratva es una familia —aclaro—. Todos nosotros. Si
hubiera podido matar a Rodion porque me fastidia, lo habría
hecho hace años. Pero no podemos. Porque…
—Porque nada —interrumpe Sergey—. Te contaré un
pequeño secreto: puedes hacer lo que te da la gana. ¿Quién te
va a detener? —Se ríe para sí mismo—. Bueno, yo sí ahora.
Porque no sabes cuándo mantener la cabeza baja y la boca
cerrada.
—Rodion era tu hijo biológico.
Él rueda los ojos. —Vale. Sí. Pero eso no importa. Era un niño
enfermo. Nadie esperaba que superara la niñez. Cuando lo
hizo, supe que no estaba en él para liderar. Era impulsivo,
enojado e imprudente. Así que le di un trabajo que se ajustaba
a sus talentos. Hice lo correcto por él.
—Hiciste… —casi me ahogo con una risa—. Convertiste a tu
hijo en un asesino. A Rodion le han disparado, apuñalado y
arrojado a situaciones más peligrosas que casi cualquier otra
persona. Es como si hubieras estado tratando de matarlo
durante años.
—Su muerte garantizaría que nadie impugnara tu posición
como don. —Sergey se encoge de hombros—. Cuando te
adopté y te convertí en el siguiente en la línea de liderazgo,
muchos hombres se quejaron de tu legitimidad. Algunos de
ellos incluso querían que Rodion liderara.
Yo sé eso. Escuché a muchos hombres que estaban enojados
porque no había nacido en este mundo. No pensaron que yo
podría manejarlo.
Les mostré lo contrario.
—Imagina si alguna vez se supiera que él tiene una conexión
de sangre conmigo. —Sergey niega con la cabeza—. Hubiera
habido un golpe de estado.
—No, no lo hubiera. Porque me he ganado mi lugar. Los
hombres confían en mí.
La sangre de Rodion se ha extendido aún más y Sergey tiene
que acercarse a mí para evitar mancharse los zapatos. —Es por
eso que necesitas mi guía, hijo. La Bratva se basa en la
tradición. Crees que estás a salvo ahora que estás en la cima,
pero tienes que luchar para mantenerte allí. Todos quieren
derribarte. Cada hombre a tu servicio quiere ser tú, lo que
significa que con gusto te verán morir y tratarán de tomar tu
lugar. No puedes darles una excusa.
—Si estabas tan preocupado de que Rodion se hiciera cargo,
¿por qué no matarlo? —gruño—. ¿Por qué fuiste tras Emily?
Una parte de mí quiere que él lo niegue. Quiero que diga,
Rodion es mi hijo, pero nunca maté a Emily. Yo nunca te haría
eso. Yo nunca le haría eso a ella.
En cambio, se encoge de hombros débilmente. —Rodion es el
mejor sicario que he tenido. No quería deshacerme de él.
Trato de parpadear a través de la oleada de ira que me recorre,
pero todo lo que veo es rojo. —Emily no te era tan útil como
Rodion… Así que la asesinaste.
—Ella te estaba arrastrando. La chica no se dirigía a ninguna
parte rápidamente. ¿Por qué diablos crees que terminó con
Rodion, después de todo? Ella buscaba problemas y tú
gastabas demasiado tiempo y energía en mantenerla con vida.
Te hice un favor. A los dos.
Oigo el eco de mis palabras a Piper. Quiero negar la similitud
entre mi padre adoptivo y yo, pero ahí está.
Se deshizo de una mujer que era mi familia, supuestamente
para mi propio beneficio.
¿Es eso lo que le hice a Piper cuando compré a su padre?
—Ella estaba husmeando donde no debería haber estado y me
enteré —continúa Sergey—. Cuando me di cuenta de que iba a
regresar con Rodion, supe que no podía dejarla vivir. Así que
la maté. De nada.
La burbuja dentro de mí estalla. Sin pensarlo, cargo contra
Sergey.
Una vez más, levanta su arma. Pero a diferencia de Rodion, yo
esquivo.
La bala se entierra en la pared detrás de mí. La pólvora nubla
el aire frente a mi cara. Aun así, golpeo con mi hombro el
estómago de Sergey y lo derribo hacia atrás.
Él resopla cuando lo dejo sin aliento y resopla de nuevo
cuando golpea el suelo. Su cabeza golpea contra el azulejo y
sus manos se debilitan por el impacto.
Me apresuro a agarrar el arma del suelo y me pongo de pie,
elevándome sobre mi padre tendido.
—Tú eres quien me enseñó a no perder el tiempo con
monólogos —digo, amartillando el arma—. Estabas distraído.
Ahora, te voy a matar.
Tiene los ojos vidriosos por una probable contusión, pero
sonríe. —No, no lo harás. Sin mí, no tienes nada.
—Contigo, no tengo nada —digo entre dientes—. Nunca has
sido un padre para mí. Nunca me has cuidado como deberías.
Como yo cuido de Benjamín, pienso.
—Te salvé de morir en una cuneta en algún lugar —escupe—.
Conmigo vivo, podrías aferrarte al trono. Pero si me matas,
serás el hijo ilegítimo de un don que asesinaste cuando estaba
desarmado en el suelo. Te verás débil. Los hombres se
volverán contra ti.
No quiero creerle, pero lo que dice no es infundado. Ha habido
motines dentro de las filas de la Bratva antes. Y por mucho
menos.
Vacilo. Y es el tiempo suficiente para que Akim entre
corriendo en la habitación.
—¡Benjamín no está! —Mira del cuerpo de Rodion, a mí, a
Sergey en el suelo. Miles de preguntas cruzan su rostro, pero
él no hace ninguna. Ninguno de ellas es tan importante como
lo que me está diciendo ahora mismo—. Benjamín no está en
su habitación. No está… se ha ido.
Mi mente rechaza lo que está diciendo. Es imposible. —Lo
acosté en su cuna. Lo acosté a dormir. Él está…
—No está —repite Akim, sus ojos suplicándome.
—¿A dónde se fue? ¿Cuándo lo fuiste a ver?
—Escuché el disparo —dice Akim—. Fui a la guardería para
llevar a Benjamín a la habitación segura, pero él no estaba allí.
—Lo agarró una enfermera. —Por favor, que una de las
enfermeras lo haya agarrado.
—Ninguna de ellas está de servicio, Timofey. Y nadie más
entraría en su habitación.
La respuesta es inmediatamente obvia.
Noelle.
Noelle estuvo aquí.
A lo lejos, escucho movimiento. Pero estoy demasiado
concentrado en los siguientes pasos. Sobre a quién llamar y
dónde acudir. Ni siquiera miro hacia arriba hasta que la puerta
principal se cierra de golpe.
—¡Sergey se está escapando! —Akim grita, trepando tras él.
Lo empujo con fuerza en el pecho, obligándolo a alejarse de la
puerta. —A la mierda con él. Encuentra a Benjamín. Ahora.
Akim llama al departamento de seguridad para revisar las
cámaras y ver quién podría haberse llevado a Benjamín. Pero
yo ya lo sé.
Me dirijo por el pasillo a su habitación. Necesito verlo por mí
mismo. Necesito matar la pequeña pizca de esperanza que
existe en mi pecho si voy a poder hacer lo que tiene que
suceder a continuación.
Durante las últimas semanas, pensé que podía tenerlo todo. La
Bratva y una familia. El deber y el amor.
Y en cuestión de minutos, todo se vino abajo.
Sergey me mintió, me ha estado mintiendo, durante toda mi
vida. Le di mi obediencia, mi tiempo, mi energía; todo lo que
me dio a cambio fueron mentiras huecas y un trono de papel.
Piper me hizo creer que podría haber más en la vida. Sólo
sirvió para debilitarme.
Benjamín me dio esperanza. Puedo sentir su ausencia incluso
antes de entrar en su habitación.
La máquina de sonido sigue zumbando. Las cortinas todavía
están cerradas. Todo sigue igual, pero el aire se siente viciado.
Su cuna está vacía. La hendidura de su cuerpo todavía está
caliente.
Akim entra en la puerta, su sombra proyectada a través de la
habitación. Agarro el borde de la cuna con los nudillos
blancos.
—Encuentra a Piper —digo sin mirar.
—¿Sabrá ella dónde está? —pregunta Akim.
La traición me abrasa, quemando mis bordes recién
suavizados. Lo que queda es la venganza, templada y afilada.
Junto con el dolor de empuñarlo.
—Ella lo sabrá —gruño—. Piper sabrá exactamente dónde
está Benjamín. Porque ella es quien se lo llevó.
Continuará
La historia de Timofey y Piper continuará en el Libro 2 de la
Bratva Viktorov, Whiskey Sufrimiento.

También podría gustarte