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©Noelia Márquez Macías, 2023

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Primera edición: enero 2024

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prohibida, sin la autorización escrita de la titular del copyright,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción
parcial o total de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento
informático, así como la distribución de ejemplares mediante
alquiler o préstamo público.
Para todos aquellos a los que
os dijeron que no podríais,
y pudisteis.
PARTE UNO
EL PRINCIPIO DE TODO

“No es una vergüenza ser débil, si no resignarse a serlo” — Black Clover


CAPÍTULO 1
LA PRIMERA VEZ

Una obsesión que no tiene sentido.


La explicación a mis noches sin dormir.
23 - Morat

La radio sonaba de fondo desde hacía varias horas. Las


emisoras habían ido cambiando con el paso del tiempo, pero la
música seguía siendo la misma. Aiden balanceaba el pie
derecho al ritmo de la batería mientras escribía en un hilo de
Twitter, que ya sumaba más de cincuenta comentarios. Todo
había empezado la noche anterior, con una simple publicación
en la que Aiden se quejaba de forma exagerada sobre las altas
temperaturas de la zona. Había acabado con una discusión
entre cinco personas sobre las causas del cambio climático, así
como de las posibles acciones de los grupos ecologistas para
eliminar el efecto invernadero.
El joven suspiró cansado. Había intentado conciliar el
sueño durante varias horas, pero llevaba muchas semanas
sintiéndose perdido. La mayoría de sus compañeros de clase
estaban enfocados en entrar en carreras muy interesantes, o
tenían una visión muy clara del futuro que querían tener. Él no.
Aiden no sabía exactamente qué quería hacer con su vida. Las
asignaturas que daban en clase le parecían aburridas y estaba
cansado de tener que memorizar todos los temas de Historia de
la Magia. Lo cierto era que le daba bastante igual cuándo
había aparecido el primer mago, o que, en la actualidad, más
del setenta por ciento de la población tuviera habilidades
mágicas. Tampoco tenía claro a qué quería dedicarse, o cuál
era la mejor escuela superior. Lo único que le interesaba del
instituto era que la chica que se sentaba delante de él en la
clase de Telequinesis le sonreía de forma diferente y eso lo
hacía sentir un tanto especial.
El locutor de radio anunció que pasaban de las seis de la
mañana cuando Aiden encendió la tele. Estuvo haciendo
zapping unos minutos hasta que llegó al canal de deportes. En
él, se veía a un joven vestido con un uniforme escolar
sonriendo a la cámara. Estaba cubierto de sudor, como si
hubiera estado corriendo durante varias horas, pero el brillo
que tenía en los ojos llamó su atención. Aiden se incorporó en
el sofá y le subió el volumen a la tele. El reportero estaba
comentando la maravillosa actuación de Olivier, un joven dos
años mayor que él, representante del club de duelos de su
colegio.
“—Esta tarde has estado increíble. Tu compañero ha
sabido anticiparse a todos tus movimientos y ataques, se nota
que estáis muy compenetrados—elogió el reportero.
—¡Gracias! Lo cierto es que, sin Igor, nada de esto habría
sido posible —contestó el joven secándose el sudor de la
frente.
—Dices que todo es gracias a tu compañero, pero eres tú
el que no para de acumular victorias. Además, el año pasado
ganaste el premio a la joven promesa duelista, menor de
diecisiete años, del país.
—Solo intento dar lo mejor de mí con el apoyo de mis
compañeros —dijo sonriendo.”
Después intercambiaron un par de palabras más y dieron
paso a la repetición del duelo. Eran dos magos por equipo, en
un terreno increíblemente grande. Los combates duraban entre
veinte y cuarenta minutos y normalmente el ganador se decidía
por abandono del contrario. Aiden estuvo viendo la repetición
del combate durante varias horas, hasta que se memorizó todos
los detalles. Cada movimiento, cada juego de manos, cada
mirada entre los miembros del equipo tenía un significado, y
Aiden se los aprendió todos.
Cuando el reloj estaba a punto de dar las diez de la
mañana, estaba viendo el final del combate por octava vez.
Justo en el momento en el que los dos magos juntaban sus
manos para hacer el ataque sincronizado, un escalofrío le
recorrió el cuerpo, desde la base de la columna hasta el cuello.
Tenía los pelos de punta y el corazón le latía muy rápido.
Cuando su madre entró en el salón un par de minutos
después, recién levantada, se encontró a su único hijo de pie,
enfrente del televisor, con las manos cubriéndose la boca.
—¿Qué haces despierto tan temprano un sábado?
Normalmente hasta pasadas las doce no hay quien te levante
de la cama —le dijo somnolienta.
—Mamá, tenemos que hablar —le respondió muy serio.
CAPÍTULO 2
19 MESES MÁS TARDE

O luchas por tus sueños


o por los de quien sueña.
Donde Me Lleven Mis Alas - Paula Mattheus

Aiden paseaba agitado por su habitación. Encima de la


cama descansaban varias maletas abiertas con muchas de sus
pertenencias y había varios montones de ropa colocados por el
suelo a la espera de ser empaquetados. Llevaba casi tres horas
intentando meter sus quince años de vida en tres maletas, pero
se había rendido al cuarto intento.
—Papá dice que saldremos de casa en veinte minutos así
que debes estar listo para entonces —dijo su madre
adentrándose en el caos que tenía montado—. ¿Aún estás así?
A este ritmo vamos a perder el avión…
—Mamá, te juro que he intentado meter todo de mil
maneras posibles, pero no entra. ¡Incluso me senté encima de
la tapa y al final, terminé rompiendo la cremallera! —dijo
señalando una maleta que estaba apartada en un rincón—. Y si
antes no me entraba todo en tres maletas, imagínate en dos…
Voy a tener que ir desnudo por el instituto todo el cuatrimestre.
Hanna soltó una carcajada antes de negar con la cabeza y
empezar a organizar los montones de ropa. No parecía que
tuviera prisa. Desdoblaba y doblaba cada prenda con toda la
calma del mundo.
—Aiden, te vas a estudiar, no hace falta que te lleves las
tres guitarras que tienes, ni la colección de monedas que te dio
el abuelo. Todas esas cosas las puedes dejar aquí y seguirán
aquí cuando vuelvas —dijo intentando consolarlo.
—Eso lo dices ahora. Pero en cualquier momento, querrás
hacer una limpieza y, como no estaré aquí para protestar,
tirarás con todo —gruñó en voz baja.
Hanna se incorporó y se acercó a Aiden para abrazarlo.
—Cariño, no te preocupes. Todo va a estar bien. Has
conseguido entrar en la escuela que tú querías.
—Sí, pero cuatro meses más tarde que el resto de los
alumnos.
—¿No decías que era un milagro que te hubieran dado la
plaza a mitad del cuatrimestre?
—Sí —reconoció a regañadientes.
—Entonces no te preocupes por lo demás y céntrate en
aprender, conocer gente nueva y pasarlo bien.
—Mamá, no puedo evitar preocuparme. Ya voy retrasado
con respecto al resto de estudiantes, por no mencionar que los
duelos se celebran a mediados de abril. Apenas tengo tres
meses para entrar en el equipo, congeniar con mi compañero y
preparar una buena estrategia —el joven se sentó en la cama y
hundió la cara en sus manos—. Y por si no te has dado cuenta,
el primer punto ya es complicado. Seguro que tienen el equipo
cerrado desde principio de curso…
Hanna no pudo evitar sonreír. Se acercó a su hijo y le pasó
una mano por el pelo.
—Aiden, no tenía pensado decírtelo todavía, pero teniendo
en cuenta que toda tu vida depende de esta situación…
—¡Por supuesto que todo depende de esta situación! —la
interrumpió, alejándose de su contacto—. He estado
entrenando muy duro. Lo he dado todo para conseguir entrar.
—Aiden, lo sé. Escucha y deja de interrumpir a tu madre.
—Lo siento, pero…
—¿Vas a escucharme en silencio hasta que termine de
hablar? —preguntó cruzándose de brazos.
—Sí.
—¿Seguro?
—Mamá, ¿quieres hablar de una vez? No tenemos todo el
día —protestó.
Hanna negó levemente con la cabeza.
—Sabes que hace un par de meses que estamos valorando
el patrocinio en nuestra empresa. Esta semana, llevé ante el
comité la posibilidad de patrocinar al Kettou. Al abuelo le hizo
mucha ilusión que su empresa tenga la oportunidad de apoyar
tu carrera desde los comienzos —su madre hizo una pausa
dramática y Aiden tuvo que hacer acopio de toda la fuerza de
voluntad que tenía para no protestar—. Te cuento esto porque
la petición salió adelante. Después de la votación de los
socios, contacté con la escuela para comunicárselo.
Aiden abrió la boca, pero no consiguió articular ninguna
palabra.
—¿Vais a patrocinar al Kettou? —preguntó al cabo de un
rato—. Pero si ni siquiera he cubierto el formulario de
admisión al club —dijo llevándose las manos a la cabeza—.
¿Sabes que existe una posibilidad, muy grande por cierto, de
que no me permitan entrar? —estaba frustrado.
Aiden desvió la mirada hacia las maletas, todavía abiertas
en el suelo. Está tan nervioso que sus manos se movieron
solas, empezando a meter la ropa de cualquier manera dentro
de ellas. Era como si necesitara mantenerse ocupado de
cualquier manera. Luego empezó a forcejear con la cremallera,
que se resistía a moverse, hasta que se dio por vencido y apoyó
la cabeza sobre sus rodillas.
Ya estaba acostumbrado a que su familia se inmiscuyera en
todos sus asuntos. Desde la creación de la empresa familiar,
dedicada a la investigación mágica, hacía más de cincuenta
años, estaban en boca de todos. Su abuelo había sido, y seguía
siendo, un hombre muy influyente. Había sabido prever las
necesidades de la población antes de que aparecieran,
permitiéndole establecer relaciones con personas importantes,
diversificando su negocio. Su familia consiguió un estatus
social que no había parado de aumentar con el transcurso de
los años. Desde la jubilación de su abuelo, y el ascenso de su
madre como directora general, las acciones no habían parado
de aumentar. Tenían tantos beneficios que habían empezado a
impulsar empresas satélites dedicadas a otros sectores, incluso
crearon un laboratorio de ensayo dirigido por varias
eminencias del continente. Aiden sabía que su futuro estaba
garantizado en la empresa familiar, pero eso no entraba dentro
de sus planes. Ni en aquel momento ni nunca. Él quería ser
duelista, terminar la escuela y entrar en el equipo universitario,
dedicarse profesionalmente a la competición. Y, a pesar de que
su madre lo había apoyado incondicionalmente durante todo el
proceso, no se había mantenido al margen. Nunca lo hacía.
—Te dije que me dejaras hablar sin interrumpir —lo
regañó, frunciendo el ceño—. Contacté con la escuela para
saber los diferentes patrocinadores que tenía el Kettou y como
podíamos encajar entre ellos. Mi sorpresa fue cuando la
directora me comentó que este año el equipo de duelos no
tenía ningún patrocinador. Resulta que llevan varias
temporadas sin conseguir buenos resultados —Hanna sacó el
móvil del bolsillo y, tras hacer una búsqueda, le enseñó las
gráficas de los últimos años—. Después de ver esto,
sinceramente, me pregunté qué interés podías tener en entrar
en este equipo y no en cualquier otro, pero tu padre me estuvo
contando un poco la trayectoria del Kettou y pude entenderte.
Aiden se acercó a su madre para poder ver mejor la
pantalla del móvil.
—Te puedo pasar el enlace del vídeo de YouTube de la
final de hace tres años. Podrías flipar… —contestó
emocionado.
—No necesito saber más, Aiden. Tampoco necesité saber
más en cuanto hablé con tu padre. Organicé una reunión con la
directora y le ofrecí ser los patrocinadores principales durante
los próximos tres años con una condición.
—¿Qué has pedido? —preguntó preocupado.
Hanna suspiró, desviando la mirada y se colocó un mechón
de pelo detrás de la oreja. Parecía nerviosa.
—Lo único que nos interesaba. Que te metieran en el
equipo —dijo como si fuera la mayor obviedad.
Aiden puso cara de horror y se levantó del suelo. Fue
arrastrando los pies hasta la cama y se dejó caer boca abajo,
tapándose la cabeza con un cojín. Llegados a ese punto tenía
claro que nada podía salir peor. Rodó sobre sí mismo y,
después de ahogar un grito, se incorporó.
—¿Cómo has podido hacer eso? ¿Sabes en qué situación
me deja eso a mí? ¿Qué van a pensar los demás miembros del
equipo si soy el enchufado sin experiencia? ¿No podías dejar
que hiciera las cosas a mi manera? —protestó enfadado, antes
de darse cuenta que su madre no le había dicho el detalle más
importante—. Espera, ¿qué te respondieron?
Hanna se acercó a él y le apartó un par de mechones de
pelo que le caían sobre los ojos. Parecía algo preocupada por
la reacción de Aiden, aunque su voz sonó calmada como
siempre.
—La directora, Maya Huges, se mostró un poco reticente
al principio. Me dijo que tenía que consultarlo con el
entrenador y que me daría una respuesta lo antes posible.
Parece ser que entrar directamente, sin examen o
recomendación, no es la política del equipo —comentó Hanna
reprimiendo una sonrisa.
—Mamá, por favor, ¿puedes dejar de darle tantas vueltas
al asunto y decirme qué es lo que te dijo el entrenador? —
suplicó.
—Tuvimos una llamada muy interesante —mientras
escuchaba, Aiden se llevó las manos a la cara, incapaz de
mantenerse quieto más de dos segundos—. Me dijo que
actualmente el equipo estaba incompleto. Me pidió un par de
referencias tuyas y lo puse en contacto con tu preparador. Yo
estaba segura que después de ver tu actuación, en las pruebas
del año pasado, no me podría decir que no.
—¿Y qué pasó? —preguntó Aiden parándose en seco y
mirando fijamente a su madre.
Hanna sonrió abiertamente antes de contestar.
—¡Estás dentro! —gritó emocionada.
Aiden tardó unos segundos mientras procesaba la
información antes de ponerse a saltar de la emoción. No estaba
contento por las formas que había utilizado su madre, pero lo
había logrado. Estaba dentro del equipo. Las lágrimas
amenazaban con salir de sus ojos cuando acortó los dos metros
que lo separaban de su madre y se fundió en un abrazo con
ella.
—Gracias… muchas gracias… —sollozó.
—Te lo mereces todo, Aiden —respondió Hanna mientras
le acariciaba la cabeza.
—Aún estoy enfadado porque te metieras en medio —
susurró mirando al suelo, enjugándose las lágrimas.
—Solo te he conseguido la llave de entrada. Todo lo demás
tendrás que ganártelo tú solito —dijo levantándole la cara con
cariño, haciendo que sus miradas se encontraran de nuevo—.
Tu nuevo entrenador me lo dejó muy claro. Tu puesto en el
equipo y tu titularidad dependen única y exclusivamente de ti.
Pero sé que lo harás bien. No tengo ninguna duda —añadió
sonriendo.
Aiden la volvió a abrazar y enterró la cara en su hombro.
Estaba dentro del Kettou, era uno de los duelistas. Todavía no
se lo podía creer.
—Gracias, mamá, muchas gracias. No te decepcionaré—
repitió.
—De nada, cielo. Te lo mereces. Estoy muy orgullosa de
ti.
Esas últimas cinco palabras emocionaron a Aiden. Nadie
mejor que su madre sabía todo lo que había tenido que luchar
para llegar a donde estaba en aquel momento.
CAPÍTULO 3
ANTES DE SER MAGO

Aquel año sobraron las heridas.


La Última - Aitana.

Dos años antes.


Aiden llevaba toda la vida soñando con convertirse en un
gran mago. Desde que era muy pequeño, cada vez que alguien
le preguntaba qué quería ser de mayor, él lo tenía muy claro y
siempre repetía lo mismo. Por aquel entonces, prácticamente
nadie lo tomaba en serio ya que era hijo de magos.
Nadie sabía exactamente cómo funcionaba la magia pero
se había demostrado que era un gen dominante y que se
heredaba de padres a hijos. Desde que había aparecido el
primer mago, varios cientos de años antes, su presencia se
había multiplicado de forma exponencial en todo el mundo.
Era muy inusual que un hijo de dos magos no tuviera el don.
Los pocos casos que existían eran debido a una exposición
prolongada al radón durante el embarazo, por lo que, cuando
Aiden cumplió los cinco años y todavía no había mostrado
ningún indicio de tener magia, hubo un gran revuelo.
Sus padres y abuelos habían intentado mantenerlo fuera
del foco mediático, pero Aiden no dejaba de ser el primogénito
de la familia y el heredero de Industrias Ashton. Durante
varios años, los reporteros habían estado detrás de toda la
familia, intentando conseguir una exclusiva.
Esa época coincidió con el cambio en la junta directiva y
toda la presión a la que estaba sometida la familia
desencadenó en el divorcio de los padres de Aiden. Él era
demasiado pequeño para entender todos los cambios que
estaban pasando a su alrededor. Su madre trabajaba todos los
días hasta altas horas de la noche y, cuando llegaba a casa,
seguía encerrada en su despacho hasta la madrugada. Tuvo que
cambiarse de colegio a uno para niños sin don. Cada vez era
menos frecuente pero seguía habiendo multitud de personas
carentes de poder, por lo que no fue complicado encontrar una
buena escuela. Perdió de vista a los que entonces eran sus
amigos. Los gritos se convirtieron en una constante y su padre
se marchó de casa poco tiempo después.
Aquella simple pregunta, aquel “¿qué quieres ser de
mayor?”, se convirtió en el origen de muchas de sus
inseguridades. Por mucho que se sacrificara, por mucho que
estudiara o trabajara, jamás lograría cumplir sus sueños. Su
esfuerzo no valía para nada y eso marcó profundamente la
personalidad y el carácter de Aiden.
La vida siguió su curso y poco a poco, Aiden, se fue
acostumbrando a su nueva normalidad. Empezó a hacer
algunos amigos, visitaba a sus abuelos todos los fines de
semana en vacaciones y empezó a interesarse por la música.
Aprendió a tocar la batería y la guitarra. Los viernes por la
tarde salía a jugar al fútbol con sus compañeros de clase y, de
vez en cuando, ayudaba al equipo de vóley cuando no tenían
suficientes miembros.
Los años fueron pasando y la adolescencia le llegó a Aiden
como un huracán. Con apenas trece años ya traía a sus padres
de cabeza. No eran capaces de hablar con él, se pasaba los días
encerrado en su habitación, faltaba a clase, se escapaba de casa
por la ventana… No le interesaban para nada las normas, no
mostraba pasión por prácticamente nada. Parecía un robot,
siguiendo una rutina. Hanna estaba totalmente desesperada.
Habían buscado todo tipo de ayuda, pero nada daba resultado.
Hasta aquel día de verano.
◆◆◆

Aiden estaba tumbado encima de la colcha de su cama. Sabía


que su madre le gritaría si lo viera en ese momento, pero no
estaba en casa. Ya era habitual que se pasase más tiempo en la
oficina que en cualquier otro lugar y, en parte, era bastante
razonable. El equipo de investigación había encontrado un
patrón en las grietas que aparecían por la superficie terrestre,
conectando diferentes dimensiones y eso era un gran paso.
Algo importante. O al menos es lo que su madre repetía cada
noche cuando Aiden se quejaba de tener que prepararse la
cena, pero a él no le interesaba lo más mínimo. Había
escuchado cientos de veces las explicaciones físicas que
producían una grieta, aunque él siempre lo resumía de la
misma manera: un túnel que te lleva de un sitio a otro en
cuestión de segundos, en el que te puedes quedar atrapado si
no planeas bien la vuelta. Algo bastante ridículo en lo que el
gobierno no dudaba en gastar millones cada año.
Aquella ocasión no era diferente, aunque debería serlo. Se
suponía que el día del cumpleaños de su único hijo debía de
ser un momento especial, pero todo apuntaba a que se pasaría
el día solo, en casa, exactamente igual que el año anterior
cuando cumplió los doce años. La única novedad era que su
padre había dado señales de vida. Un mensaje aquella mañana
con un montón de emoticonos fue lo que había recibido de su
parte. Bastante más que el año anterior.
Aiden cerró los ojos y suspiró. A pesar de que había
aprendido a disfrutar la soledad, odiaba sentirse solo y
últimamente era un sentimiento recurrente. Era como si
estuviese vacío.
Sus amigos de toda la vida habían empezado a juntarse con
otros compañeros de clase con cierta tendencia a meterse en
líos y al final todos terminaban en problemas. No es que no
quisiera divertirse, solamente no encontraba nada que le
llamase lo suficiente la atención como para salir de su cuarto.
Bueno, sí, había una cosa: la magia, pero Aiden ya había
perdido todas sus esperanzas.
Los chicos lo habían invitado a pasar un rato en el parque,
al lado de la escuela a la que iban, pero no estaba seguro de
querer ir. Las últimas dos semanas llevaba arrastrando un
malestar general bastante desagradable. Los médicos insistían
en que era la típica gripe de verano, pero tras hacer un par de
búsquedas por Internet él estaba seguro de que iba a morir.
Todos los resultados en el buscador indicaban lo mismo:
enfermedad mortal, cuidados paliativos y cómo despedirse de
sus seres queridos. Todas buenas noticias.
Aiden colgó un post en Instagram antes de tirar el móvil
sobre la cama. Estaba demasiado cansado para hacer nada y
llevaba un par de horas con un dolor de cabeza bastante fuerte.
La batería llevaba meses cogiendo polvo en una esquina y ni
siquiera tenía ganas de acercarse a ella. De la guitarra era
mejor ni hablar. En aquel momento, ni la música era capaz de
levantarle el ánimo. Sus amigos no paraban de mandarle
mensajes y memes al móvil y tenía más de treinta
conversaciones sin abrir. Su madre se había ido a trabajar
pronto, pero le había llamado cinco veces para obligarle a salir
a dar un paseo. Al final se había puesto tan pesada que no tuvo
más remedio que aceptar. De eso ya habían pasado casi tres
horas y seguía en la misma posición.
Hacía varios meses que le costaba hacer planes y, las veces
que conseguían sacarlo de casa, ya fuera por insistencia de su
madre o de sus amigos, acababa habiendo alguna pelea. Nunca
había sido una persona agresiva pero, en aquellas ocasiones,
notaba como la ira le subía por el pecho, impidiéndole casi
respirar. Perdía totalmente el control. Nunca se había enfadado
tanto por tan poco. A veces, era suficiente una mala palabra o
una pequeña burla para provocar una pelea. Al final, poco a
poco se había terminado aislando de sus amigos.
Aiden valoró varias veces el quedarse en casa, pero
finalmente se puso la ropa de deporte y salió. No tardó ni diez
minutos en llegar al punto de encuentro. Unos cuantos chicos
estaban dando gritos mientras jugaban con una pelota y los
demás estaban sentados debajo de un árbol con los móviles en
las manos.
—Hola, desaparecido —dijo Gabi cuando Aiden se sentó a
su lado.
—Buenas —respondió algo cohibido—. ¿Qué tal todo?
—Bien, aunque mi madre me castigó una semana entera
sin teléfono por el suspenso en biología. Por eso no te pude
avisar de que quedábamos hoy —se excusó.
—No te preocupes. Mark puso un mensaje por el grupo —
respondió encogiéndose de hombros.
Aquellos chicos eran sus amigos desde hacía casi una
década, aunque en aquel momento los sentía como
desconocidos.
Sacó el móvil y revisó las últimas notificaciones. Tenía
treinta likes y dos comentarios en su nueva foto. Por alguna
razón le parecía más interesante que la conversación que
estaba teniendo.
—¿Te vas a ir de viaje este verano? —le preguntó Gabi
intentando entablar conversación con él, como si se diera
cuenta de lo que pasaba por su mente.
Aiden se pasó las manos por la frente, ejerciendo presión
con los dedos, intentando aliviar el dolor de cabeza. No iba a ir
a ningún lado. Nunca iba a ningún lado. Su padre estaba
demasiado ocupado haciendo quién sabe qué y su madre solo
pensaba en trabajar. Siempre era lo mismo. Cada día era igual.
No cambiaba nada.
—No lo creo. Mi madre trabaja todo el verano —dijo
encogiéndose de hombros.
—¡Mejor! Así no tendrás excusa para no quedar con
nosotros…
—Ey, ey, he encontrado uno buenísimo —gritó Jonah, uno
de los chicos de su clase, interrumpiendo la conversación.
Jonah no era su amigo. Sus personalidades chocaban
demasiado como para poder llegar a tener una relación cordial.
Se había cambiado a su escuela aquel curso y, después de
nueve meses, formaba parte del grupo como cualquier otro,
aunque Aiden no podía parar de preguntarse el por qué. Era un
chulo, un prepotente que se creía mejor que todos los demás.
Y por encima de todo, odiaba a los magos, aunque era algo
bastante común entre la gente sin don.
—Escuchad, ¿qué es lo mejor que puede hacer un mago en
una fiesta llena de gente?
Todos se volvieron intrigados por la respuesta.
—¿Qué, Aiden, no te la sabes? —preguntó Jonah, con una
sonrisa burlona en la cara.
—¿Por qué me la tendría que saber? —respondió Aiden
empezando a arrepentirse de estar allí. Tenía que haberse
quedado en casa.
—Porque lo mejor que puede hacer un mago es
desaparecer, como hizo tu padre. Pero qué te voy a contar yo a
ti…
Jonah no pudo terminar la frase porque Aiden ya se había
abalanzado sobre él. Antes de que los demás chicos del grupo
los pudieran separar, ya le había asestado un fuerte golpe en la
nariz.
Su padre desapareció desde que Aiden cumplió seis años
hasta los doce. Todavía no tenía claro cuáles habían sido sus
motivos para marcharse, o qué le había motivado a regresar,
pero durante ese tiempo perdieron totalmente el contacto. Su
madre había sufrido mucho por aquella época, pero al final
habían salido adelante. No era algo de lo que le gustara hablar,
ni siquiera lo mencionaba habitualmente. Confiar en Jonah y
sus amigos solo había sido un descuido por su parte, por el
cual tendría que pagar.
Aiden notó como poco a poco el enfado le iba nublando
los sentidos. Su corazón latía tan rápido que temía que se le
fuera a salir del pecho y, si no fuera porque aún tenía a dos
personas agarrándolo por los brazos, habría vuelto a golpear a
Jonah.
—A veces me sorprende cómo los genes atrofiados de los
magos estropean el cerebro —dijo Jonah limpiándose los
restos de sangre de la cara—. Eso explica por qué tu padre se
fue sin ti… Está claro que supo ver lo inútil que eras y la carga
que supondrías para toda la familia…
Aiden dejó de escuchar. Todo a su alrededor pasó a un
segundo plano enmascarado por un pitido ensordecedor. El
dolor de cabeza se fue haciendo más y más intenso hasta que
perdió las pocas fuerzas que le quedaban. Las rodillas le
fallaron justo antes de desplomarse en el suelo. Cerró los ojos
con fuerza intentando conseguir un minuto de alivio, pero
nada funcionaba. Su respiración se estaba volviendo cada vez
más superficial y su corazón latía sin control. Por un instante,
pensó que se iba a morir y se lamentó de estar rodeado de
malas personas. Las palabras de sus compañeros le llegaban
como un susurro, pero las oía. Escuchaba cómo Jonah se reía
de él y unas lágrimas empezaron a descender por sus mejillas.
No sabía si era del dolor, de la impotencia o del miedo, o quizá
de la suma de todas esas cosas.
De repente, sintió una patada en el estómago y la realidad
le golpeó con fuerza. Jonah le había pegado cuando estaba
tumbado en el suelo, muerto de dolor y sus supuestos amigos
no habían hecho nada para impedírselo. El sentimiento de ira
se hizo tan fuerte que, Aiden, apretó los puños con fuerza y
dejó escapar un grito lleno de rabia, sacando toda la ira
reprimida por cada poro de su piel. En aquel momento, se
liberó por completo. Todo el dolor, toda la frustración que
llevaba acumulada durante años desapareció. No quedó nada,
solo una sensación de libertad, como si se hubiera sacado un
peso enorme de encima.
Cuando Aiden abrió los ojos se dio cuenta que estaba solo.
No había nadie a su alrededor. Durante unos segundos, pensó
que todo lo que acababa de pasar había sido producto de su
imaginación, hasta que distinguió, a un par de metros, los
cuerpos de sus compañeros. Todos se estaban incorporando
lentamente del suelo con una cara de pánico absoluto. Cuando
Aiden miró a su alrededor, se dio cuenta de lo que había
pasado. Había un círculo perfecto dibujado por los cuerpos
magullados de sus amigos que no paraban de mirarle con ojos
de miedo e incredulidad. Parecía como si una onda expansiva
los hubiera alejado de él varios metros, haciendo daños
considerables en el árbol, el banco de madera y las plantas que
los rodeaban.
Aiden se miró las manos, asombrado. Magia. Todavía
notaba el cosquilleo en los dedos después de haberla usado.
No tenía ninguna duda. Abrió y cerró los dedos repetidamente
como si fuera consciente por primera vez de cada uno de ellos
y, en parte así lo era. Estaba eufórico.
La magia se manifestaba en todos los niños entre los dos y
los cuatro años de edad. Él tenía trece años y era la primera
vez que experimentaba algo similar. Sentía el poder latente en
su interior y era una sensación maravillosa. No estaba roto, era
un mago de verdad. Las lágrimas descendieron por sus
mejillas de nuevo, pero esta vez de felicidad. Miró una vez
más a todos sus compañeros, que seguían en la misma
posición, demasiado asustados para moverse. Pensó que Jonah
tendría algo más que decir, pero incluso él había tomado la
opción más inteligente, mantenerse en silencio.
— Creo que me voy a ir a casa, ya nos veremos —dijo
Aiden con una naturalidad nada fingida y dio media vuelta de
camino a su casa.
Todo en su vida volvía a tener sentido. Estaba deseando
contárselo a su madre.
◆◆◆

Los siguientes meses fueron un completo caos. En septiembre,


Aiden, iba a comenzar en la escuela de magos, pero no tenía ni
conocimientos ni formación previa. Su caso era tan
excepcional que nadie tenía claro qué procedimiento seguir. Al
final, después de muchas gestiones por parte de su familia y
los centros educativos de la zona, decidieron que debería
entrar en el curso que le correspondía por su edad,
independientemente de su preparación. Todos eran conscientes
de los problemas derivados de aquella situación, pero la
decisión había sido unánime.
Para ayudarlo en su preparación, Aiden empezó a asistir a
clases intensivas de lunes a sábado, por las mañanas, desde las
ocho hasta las tres y por las tardes, desde las cinco hasta las
once. Los domingos por la mañana los reservaba para las
clases particulares y por la tarde se permitía descansar. Gracias
a la posición y contactos de su madre, se pudo permitir una
formación fuera del alcance de la mayoría. Era imposible
acumular una década de conocimientos en un verano, pero
todos estaban decididos a intentarlo, Aiden el primero.
Por primera vez en su vida, el esfuerzo y el trabajo
repercutían directamente en sus sueños. Por ese motivo,
cuando se graduó dos años después, Aiden tenía prácticamente
los conocimientos de un mago de su edad.
CAPÍTULO 4
EL DÍA MÁS FELIZ

A veces toca sufrir para entender que,


lo bueno llega tarde pero siempre llega.
Mirando A La Luna - Beret, Reik

Habían pasado dos años y medio desde que había


descubierto que era mago y, durante todo ese tiempo, su vida
no había hecho más que mejorar. Había podido deshacerse de
unas personas que ya no encajaban con él y que en el fondo no
eran buenas. Había hecho varios amigos en el nuevo colegio,
amigos de verdad, de esos que aparecen de vez en cuando para
alegrarte un poco más la vida. Lilian y Leo eran un claro
ejemplo de ello. Todos sus esfuerzos habían conseguido que
terminase la escuela media con un notable y un
reconocimiento especial de la escuela por su determinación.
Había conseguido, no solo las habilidades mínimas esperadas
de cualquier mago de su edad, sino unas cualidades
destacables entre los demás alumnos de la promoción. Y, lo
mejor de todo, era que al día siguiente empezaría las clases en
el Bhainn Daiocht, uno de los mejores colegios del país y el
que mayor número de títulos acumulaba en sus vitrinas. Estaba
deseando entrar en el equipo, conocer al resto de miembros y
al que sería su compañero. El simple hecho de pensar en entrar
en un estadio, ver a toda la gente en las gradas gritando su
nombre, la posibilidad de ganar el trofeo… le aceleraba el
corazón. Aiden se tapó la cara con las manos emocionado.
Sentía que por primera vez todo encajaba.
Cuando las ruedas tocaron la pista y el avión se agitó ante
el impacto, Aiden todavía tenía dudas de si las palpitaciones
que lo acompañaban desde el despegue tenían algo que ver
con su miedo a las alturas o por su inminente ingreso en la
nueva escuela superior. Nunca había tenido ningún problema
para relacionarse, pero una cosa era hacer amigos nuevos y
otra muy diferente era cambiarse de instituto en medio del
curso escolar.
Nada más bajar del avión le mandó un mensaje al grupo
que tenía con Lilian y Leo, diciéndoles que acababa de
aterrizar. No tardaron en contestarle con emoticonos de fiesta
y corazones. Todos se iban a echar mucho de menos, pero
habían prometido mantener el contacto y, al menos Aiden,
estaba dispuesto a cumplirlo.
—El coche nos espera fuera de la terminal —dijo su madre
con el teléfono pegado a la oreja.
—Tenemos que recoger primero las maletas —comentó
Aiden mientras se colgaba la funda de la guitarra sobre el
hombro.
Al final solamente se había llevado una, ante la insistencia
de su madre de no dejar su antigua habitación vacía, aunque en
el fondo temía por absolutamente todas las pertenencias que
habían quedado atrás.
Su padre caminaba a su lado y, aunque aún le seguía
doliendo el recuerdo de aquellos años en los que este estuvo
ausente, suponía que debía apreciar que volviera a estar a su
lado apoyándolo, en aquel momento tan importante. Todavía
estaba aprendiendo a aceptar que su padre no era el héroe que
siempre había creído, sino un ser humano lleno de defectos,
como cualquier otro.
Después de recoger las maletas, se montaron en el coche
que los estaba esperando en la puerta de la terminal. El camino
hasta el colegio era de menos de veinte minutos, ya que las
instalaciones se encontraban prácticamente en el centro de la
ciudad. Durante el camino atravesaron las amplias praderas de
Yameta, uno de los centros de entrenamiento de duelistas de
equipos profesionales de élite, y a pesar de que Aiden llevaba
más de un año deseando ir allí, los nervios que sentía en ese
momento no le permitían disfrutar de las vistas.
Cuando el coche se paró delante de la escuela, cerca de las
once de la mañana, Aiden se quedó contemplando la
imponente fachada. Era un edificio bastante moderno, en
forma de u, con cinco alturas. En el centro, una fuente en
mitad de los jardines daba la bienvenida a todos los
estudiantes.
En la actualidad, la institución reunía a casi seiscientos
alumnos de los tres cursos de la escuela superior. La mayoría
de los estudiantes accedían a través de unas pruebas de nivel al
terminar la escuela media, aunque en ocasiones, cuando el
candidato era extraordinario, los reclutadores los iban a buscar
en persona.
—¿Vamos? —le preguntó Hanna a su hijo, con una sonrisa
en la cara.
—¿Te he dado ya las gracias por dejarme venir aquí? —
preguntó Aiden sin apartar la mirada de la puerta.
—Unas doscientas veces al menos —contestó dándole un
beso en la frente—. Vamos.
Los tres caminaron hasta la puerta de la escuela donde el
conserje los estaba esperando, para acompañarlos hasta el
despacho de la directora. Subieron un pequeño tramo de
escaleras y recorrieron un largo pasillo hasta una puerta, de
doble hoja que no encajaba demasiado con el estilo moderno
del resto de la decoración.
Antes de que Aiden se diera cuenta se encontraban dentro
del despacho. Era una estancia bastante clásica, una pequeña
biblioteca en una pared, una mesa grande en el centro con un
ordenador, dos sillas perfectamente colocadas para las visitas y
un par de cuadros de decoración colocados sin gusto por las
paredes. Detrás de la mesa, Maya Huges, los miraba con una
sonrisa en la cara. Era una mujer alta, con curvas. Llevaba el
pelo recogido en un moño bajo y un ligero maquillaje que
resaltaba sus ojos rasgados.
—Bienvenidos, tomad asiento —les dijo señalando las
sillas—. Aiden, es un placer tenerte aquí. Supongo que tendrás
muchas ganas de ir a tu cuarto y deshacer esas dos maletas
enormes que traes contigo, así que no te voy a entretener
demasiado. Como ya te habrá contado tu madre, hemos
decidido hacer una excepción contigo este año y permitirte
entrar en el equipo sin necesidad de pasar unas pruebas
previas. No voy a decirte que va a ser fácil combinar las clases
y los entrenamientos, porque supongo que ya sabes todo el
trabajo que hay detrás. De todas formas, estoy segura de que
sabrás estar a la altura.
—Gracias —contestó Aiden echándole un ojo por encima
a los papeles.
Dos suaves golpes en la puerta los interrumpieron. Maya
alzó la vista y sonrió.
—Pasa, Nadya —dijo la directora haciendo un gesto con la
mano.
La puerta se abrió del todo y entró una chica, tropezando
con la alfombra que descansaba en la entrada del despacho. Lo
primero que le llamó la atención a Aiden, fue el flequillo de
color rosa chicle que llevaba, en contraste con el tono castaño
del resto de su pelo. Lo tenía cortado a la altura de la barbilla,
lo que acentuaba sus rasgos infantiles. Era bajita, delgada y
tenía una sonrisa sincera que le iluminaba los ojos, de color
chocolate. Llevaba puesto el que parecía el uniforme de la
escuela: unos pantalones negros, una camisa blanca y un
cárdigan de color caqui con el escudo del centro.
—Aiden, te presento a Nadya Levine, la representante del
alumnado de primer curso. Nadya, este es Aiden Ashton, la
nueva incorporación al Kettou —cuando Maya habló de su
incorporación al equipo de duelos, la cara de Nadya cambió
durante una milésima de segundo. Posiblemente nadie en la
sala, excepto Aiden, se había dado cuenta, pero ese pequeño
gesto le preocupó más de lo que debería—. Acompáñalo hasta
su habitación y enséñale un poco el edificio, por favor—
continuó diciéndole la directora—. Hasta que no estés al día,
podrás contar con el apoyo de Nadya para todo lo que
necesites.
—Vamos, Aiden —dijo Nadya haciendo un gesto con la
cabeza.
—Os veo luego —se despidió Aiden de sus padres y siguió
a Nadya fuera del despacho.
Cuando la puerta se cerró tras ellos, Aiden estaba a punto
de preguntarle por el Kettou, pero decidió quedarse callado
hasta que Nadya comentara algo. En el momento, no lo había
pensado, pero posiblemente todo el colegio se hubiera
enterado de las formas poco usuales que había seguido para
conseguir una plaza en el equipo.
—¿Aiden? —le llamó Nadya.
—¿Sí? Dime —contestó Aiden. Estaba tan perdido en sus
pensamientos que no escuchó nada de lo que le había dicho la
joven.
—No te preocupes, ni te pongas nervioso, vas a encajar
aquí de maravilla —comentó con una sonrisa.
—¿Tú crees?
— Sin duda —respondió, pero vaciló un segundo y el
gesto de su cara la delató.
—¿Qué pasa?
Nadya lo miró dudosa, como si no estuviera segura hasta
donde contar.
—Te lo voy a decir porque te vas a enterar más pronto que
tarde, y prefiero que estés sobre aviso. Supongo que sabes que
el Kettou lleva un par de años sin lograr los objetivos
esperados. El año pasado ficharon a Rian, un alumno brillante,
pero no han sido capaces de encontrarle un compañero que
esté a la altura. Y no lo digo tanto por capacidades, ya te digo
que en esta escuela son todos muy buenos, sino porque la
personalidad de Rian, es muy difícil de soportar. Vas a deber
tener algo más que paciencia si quieres competir con él.
—¿Tan desagradable es? —preguntó sin mucha
preocupación.
Había tenido que aguantar tonterías por parte de sus
compañeros de clases durante toda su vida. Que el mayor de
sus problemas fuera que ese tal Rian fuera un poco
insoportable no le parecía para tanto.
Le costaba asimilar que alguien fuera a renunciar a sus
sueños por la actitud de un compañero. Si se pensaban que él
no podría con unas cuantas borderías o malos gestos, estaban
muy equivocados.
—Prefiero que lo descubras por ti mismo —Nadya señaló
un pasillo que llevaba al ala oeste del edificio—. Por ahí están
los laboratorios y las clases prácticas. La sala de
entrenamientos, donde pasarás la mayor parte de tu tiempo
libre, está al fondo. El pasillo que dejamos atrás es la zona de
despachos y en la planta de arriba están todas las aulas
teóricas. Tenemos que pasar por esa planta para llegar a la
zona de habitaciones, pero no te agobies, en un par de días te
conocerás todo el edificio como la palma de tu mano —dijo
sonriendo.
Aiden asintió. Intentaba asimilar toda la información que
acababa de recibir, pero ya no se acordaba ni de la primera
indicación.
—¿Qué te llevó a querer venir al Bhainn Daiocht? —
preguntó Nadya curiosa.
Aiden sonrió antes de responder. Le habló del partido de
Olivier e Igor, de cómo se había puesto de pie, emocionado
por lo que estaba viendo, de cómo los duelos se habían
convertido en prácticamente una obsesión desde entonces.
Nadya se rio como respuesta. Resultaba que también lo había
visto. No la conocía de nada, pero era tan fácil hablar con ella,
que todo el nerviosismo que había ido acumulando a lo largo
de las dos últimas semanas, desapareció casi por completo.
—Así que fue por ese duelo… ¿Y por qué no decidiste
entrar en su escuela? Podrías haberte convertido en su
compañero… Aunque posiblemente estarías de suplente.
Olivier e Igor llevan juntos tres años y sería muy complicado
que te compenetraras con alguno de ellos más de lo que ya lo
hacen entre ellos —comentó pensativa.
—Sí, esa fue una de las razones. Realmente estuve
investigando toda la trayectoria en duelos de las cinco grandes
escuelas del continente y no tengo dudas cuando digo que
Bhainn Daiocht es la mejor. Además, llevan años sin tener un
equipo fuerte y eso me da muchas más posibilidades de
hacerme un hueco —dijo encogiéndose de hombros.
— Vaya, estás hecho todo un estratega —comentó Nadya
impresionada.
—Tampoco te creas… —respondió Aiden llevándose una
mano a la cabeza.
Un par de minutos después, llegaron a la escalera que daba
a la segunda planta, justo en el momento en el que los alumnos
comenzaron a salir de las aulas. Todos vestían con el uniforme
estándar, a excepción de unos pocos que llevaban el
característico uniforme de deporte: el chándal negro con la
camiseta blanca.
—En esta planta, en el pasillo derecho, están las aulas de la
uno a la veinticinco. Están ordenadas, por lo que no tiene
pérdida ninguna. En el pasillo izquierdo, ese de ahí —dijo
señalando con el dedo la dirección que debería seguir—, está
el comedor. Las horas de las comidas están muy marcadas, al
final somos seiscientos alumnos y si no sería un caos que cada
uno fuera a comer cuando quisiera. Tampoco se curraron
demasiado la distribución, los de primero comen a la una, los
de segundo a las dos y los de tercero a las tres. Tienes libertad
de ir a buscar la comida durante toda la hora pero si se te hace
tarde, asegúrate de tener alguna barrita de cereales en la
habitación o te quedarás sin probar bocado hasta la noche. Los
desayunos y las cenas son libres. El horario es de seis a nueve
de la mañana para el desayuno y de ocho de la tarde a las once
de la noche para la cena.
—No sé si me acordaré —dijo poco convencido, aunque
estaba seguro de que a la mañana siguiente no recordaría nada
de aquello.
—No te preocupes, te daré un horario y puedes crearte
alarmas en el móvil. Nosotros lo hacemos continuamente.
Ahora subiremos a la planta de arriba, donde están las
habitaciones de todos los alumnos de primero. En la planta
cuatro estarían las habitaciones de los de segundo y en la
última las habitaciones de los de tercero. Puedes subir cuando
quieras a echar un vistazo, pero ya te digo que no tiene nada
de especial. Lo bueno de esta organización es que tus
compañeros de pasillo suelen ser los mismos durante los tres
años y, si te quieres escaquear a alguna habitación en medio de
la noche, mejor que esté cerca, o las probabilidades de que te
pillen son bastante altas.
—¿No puedes ir a las otras habitaciones? —preguntó con
curiosidad.
Nadya sonrió con sutileza.
—Por poder puedes, no hay ningún hechizo que te lo
impida, pero las normas prohíben andar por los pasillos del
colegio entre las once de la noche y las seis de la mañana. Pasa
lo mismo con salir del recinto. Si tus padres te lo permiten,
tienes vía libre para salir cuando quieras, siempre que no sea
en horario escolar, pero tienes que estar de vuelta antes de las
once. Y los fines de semana son totalmente libres, puedes
hacer lo que quieras.
—¿Qué pasa si mis padres no firman ese permiso? ¿Tengo
que quedarme durante los próximos seis meses sin salir a la
calle? —preguntó Aiden horrorizado.
—Bueno, tienes unos jardines bastante extensos, con un
lago y un bosque pequeño. Recorrer el recinto de una punta a
la otra te llevaría varios días.
—¿Han puesto el mismo hechizo que en los estadios de los
duelos?
—¡Exacto! El recinto real del colegio creo que tiene unos
quinientos metros. El ampliado supera los cien kilómetros. E
incluso hay una montaña bastante alta —dijo riéndose.
—Increíble —susurró Aiden.
Echó un vistazo por una de las ventanas, intentando ver
más de ese terreno, pero las ventanas por las que estaban
pasando daban a la fachada principal del edificio. Siempre
había pensado que la magia era maravillosa, pero cada día que
pasaba esa opinión se hacía más y más fuerte.
—Hemos llegado —dijo Nadya parándose en frente de una
puerta blanca—. Esta es tu habitación.
Tenía el número ciento diez rotulado en el centro y debajo,
dos rectángulos. En uno, aparecía escrito su apellido y, en el
otro, posiblemente el apellido de su nuevo compañero de
cuarto. Nadya golpeó la puerta con los nudillos antes de
introducir la llave en la cerradura y abrirla.
—Aiden, te presento a Thiago, tu nuevo compañero de
habitación —dijo Nadya sonriendo.
CAPÍTULO 5
EL INICIO DE TODO

¿Y quién lo iba a pensar, que tú me escogieras


una noche cualquiera, entre la multitud?
Salir con vida - Morat, Feid

La habitación era bastante grande. Tenía dos camas, una a


cada lado, dos escritorios debajo de la ventana y una puerta, en
un lateral, que posiblemente llevaba al baño. En la cama de la
izquierda, Thiago lo miraba sin mucho entusiasmo. Estaba
recostado, leyendo un libro sin sobrecubierta y las gafas le
descansaban sobre el puente de la nariz. Tenía el pelo rubio,
corto y, cuando se puso en pie, Aiden se fijó que era bastante
alto. Mucho más alto que él. Tranquilamente llegaría al metro
noventa.
—Así que este es el enchufado que ha venido a fracasar en
el Kettou —dijo a modo de saludo.
Aiden apretó los labios, frustrado. No quería decir ninguna
palabra inapropiada pero en el fondo esperaba que esa noticia
no fuera de conocimiento público.
—¿No podías decirle hola solamente? —preguntó Nadya
molesta—. Thiago es uno de los miembros del Kettou —
explicó—. Es de primer año, como nosotros, y lleva
entrenando desde principios de septiembre.
Thiago lo miraba con una indiferencia total y absoluta.
—Cuando nuestra querida eminencia acabe contigo, no
tardarás en salir huyendo —añadió.
No hizo falta que nadie le dijera a Aiden de quién estaban
hablando.
—¿A qué te refieres? —preguntó preocupado.
—¡Thiago! Me prometiste que ibas a ser amable… —
protestó Nadya cruzándose de brazos.
—Es mejor que se vaya acostumbrando al trato, así los
golpes que reciba por parte de Rian serán menos duros —
respondió encogiéndose de hombros.
—No le hagas caso, te va a ir genial, no te preocupes —
dijo Nadya intentando consolarlo.
Aiden dejó las maletas en los pies de la que sería su cama
y la guitarra apoyada en una esquina. No sabía muy bien cómo
actuar. Estaba seguro de que estaban siendo unos exagerados,
pero ya habían sido varias reacciones similares. Parecía que
todos conocían a Rian e intentaban ponerle sobre aviso de
alguna manera.
—¿Eres amigo de Rian? —preguntó Aiden sin poder
aguantar la curiosidad.
—¿Amigo? Rian no tiene amigos. Solo personas a las que
desecha si no cumplen sus expectativas —respondió Thiago.
Algo dentro de Aiden se removió al escuchar esa frase y
no pudo evitar sentirse mal por ese chico. Debía de ser muy
aburrido pasar todos los días solo.
—Thiago, te estás pasando tres pueblos… —volvió a
protestar Nadya antes de dirigirse de nuevo a Aiden—. En
serio, tú no le hagas caso. Thiago no se lleva muy bien con
Rian porque lo rechazó como posible compañero en el Kettou.
Estuvieron entrenando juntos durante un par de semanas antes
de darse cuenta de que son completamente incompatibles.
—Rian no me rechazó, yo me opuse. Por mucho que sea
un prodigio y que Loan lo valore por encima de los demás, él
no dirige el equipo. Prefiero entrenar con alguien a quien le
importa algo más que su propio ego, aunque no tenga sus
capacidades.
—¿Quién es Loan? —preguntó Aiden.
—Es el entrenador, de lo mejorcito que encontrarás en esta
escuela —respondió Nadya.
—Además, ahora este principiante —dijo Thiago con una
sonrisa mientras señalaba con la cabeza a Aiden—, tiene la
sartén por el mango. Me muero de ganas por saber cómo será
el primer entrenamiento.
—¿A qué te refieres?
—Hasta hoy, éramos cinco miembros, en un equipo donde
los duelos son de dúos. Haz las cuentas. Contigo, somos seis.
Está claro quién va a ser tu compañero. Por primera vez, va a
encontrarse con alguien del que no va a poder deshacerse. Eso
va a ser nuevo para él.
—Igual Aiden tiene más conexión con otro de los
miembros del equipo —sugirió Nadya. Parecía que estaba
intentando quitarle hierro al asunto.
—Claro que sí —respondió Thiago de forma irónica,
volviéndose a sentar sobre la cama.
Aiden dejó de escuchar durante unos segundos la
conversación mientras se acercaba a la ventana y contemplaba
las vistas. Su ventana daba hacia los jardines traseros y, tal y
como le había adelantado Nadya, se veía una montaña rodeada
por unos árboles a bastantes kilómetros al norte. Nunca había
tenido la oportunidad de estar en un espacio ampliado y se
moría de ganas por salir a explorarlo.
—Bueno, Aiden, te dejo que te instales con calma. Nos
vemos luego —dijo Nadya como despedida, antes de lanzarle
una mirada amenazante a Thiago.
—Gracias por tu ayuda y la visita guiada. Supongo que nos
veremos por ahí —respondió Aiden.
—Claro, te pasaré a buscar para ir juntos a comer. Te
presentaré a más gente —dijo saliendo de la habitación y
cerrando la puerta tras ella.
La habitación quedó en absoluto silencio. Aiden se giró
para mirar a Thiago, que volvía a encontrarse en la posición
inicial y tenía el móvil en las manos.
—¿Cuál es mi armario? —preguntó rompiendo el silencio.
—El de la derecha. Si encuentro algo tuyo en mi espacio,
me lo quedaré —contestó sin desviar la mirada de la pantalla.
—Entiendo que eso también se aplica a ti —comentó
Aiden a lo que Thiago respondió con una carcajada irónica—.
¿Qué pasa?
—¿Has visto esta habitación? Está impecable. Eres libre de
quedarte cualquier cosa que esté fuera de su sitio, incluso si
está encima de mi cama, pero no me robes nada.
—¿Por qué iba a querer robarte algo? —preguntó confuso.
—No lo sé, todos los magos sois unos raritos.
—Tú eres mago —dijo Aiden. Era una obviedad, si no,
Thiago no estaría allí y aun así Aiden se quedó mirando a su
compañero, esperando alguna reacción por su parte— . ¿No
dices nada?
—No pensé que estuvieras preguntando nada, más bien
pareció una afirmación.
—Lo era.
—Bien.
—Bien —repitió Aiden.
Thiago tenía un sentido del humor bastante peculiar, eso ya
le había quedado claro, pero en el fondo, Aiden estaba tan
contento por estar allí, que incluso le había emocionado la
elección de su compañero.
Durante los siguientes cuarenta y cinco minutos, Aiden se
dedicó a guardar todas sus pertenencias. A pesar de que había
dejado muchas cosas en casa de su madre, el espacio le quedó
bastante justo, por lo que acabó agradeciendo el no haber
llevado las otras dos guitarras con él. Cuando todo estuvo
recogido, se dejó caer sobre la cama y les contó a Lilian y a
Leo sus primeras impresiones del sitio. Les habló de Nadya y
de Thiago, de los enormes jardines que había en el recinto y
las ganas que tenía de salir a explorarlos. Después de estar un
rato hablando por el chat grupal, unos suaves golpes en la
puerta lo hicieron dejar la conversación a medias. Aiden se
levantó corriendo de la cama y fue a abrir la puerta. Del otro
lado estaban sus padres.
—¿Ya te has instalado? —preguntó su madre.
—Sí, estaba hablando con Lilian y Leo por teléfono —
respondió—. ¿Queréis pasar a ver la habitación? —Aiden miró
a Thiago, haciéndole una solicitud silenciosa, a lo que este
contestó asintiendo e incorporándose.
—Sí, si no os importa —respondió Hanna.
—Pasad —dijo haciéndose a un lado.
Su padre y su madre entraron a la habitación y, después de
saludar cordialmente a Thiago, ambos contemplaron la amplia
estancia.
—Está genial. ¿Estás contento? —preguntó su padre.
—¡Claro! Estoy deseando comenzar a entrenar. ¿Os ha
dicho la directora algo de mis horarios?
—Sí, tienes todas tus clases en este documento —dijo
tendiéndole un horario con sus clases de la semana—. Tienes
que pasar por la lavandería para recoger los uniformes antes de
las clases de mañana, no te olvides. Y esta es la autorización
firmada para que puedas salir del recinto. Sabes que confiamos
en ti —añadió tendiéndole el certificado—, no hagas que nos
arrepintamos de haberte dado esta oportunidad.
—Gracias —dijo aliviado.
—¿Nos acompañas al coche? —preguntó su madre
mientras abría la puerta de la habitación—. Tú padre y yo nos
vamos a ir ya, el avión de vuelta sale en un par de horas y no
queremos perderlo.
—Claro, vamos —dijo siguiéndolos fuera.
En cuanto llegaron a la entrada de la escuela, ya estaba el
coche esperando por ellos. Hanna se giró antes de montarse y
abrazó a su hijo.
—Cariño, pórtate bien, cuídate mucho y come sano.
Llámame y, sobre todo, disfruta. Mantenme actualizada sobre
todas las novedades en el club y las clases, no me hagas llamar
a tus profesores para saber cómo te va —Hanna separó un
poco a su hijo para mirarlo directamente a los ojos—. ¿Me has
entendido?
—Sí, mamá —dijo poniendo los ojos en blanco.
—Nos vamos ya, hablamos a la noche —Hanna le dio un
último abrazo antes de subirse en el coche.
—Pórtate bien, hijo —dijo su padre—. No hagas que tu
madre se preocupe por ti, ¿me oyes?
—Qué sí, papá. Te recuerdo que no me estáis obligando a
venir aquí —protestó Aiden.
—Ya, ya, pero yo también he tenido tu edad y, si llego a
tener la libertad que estás a punto de empezar a tener tú…
Bueno, nos conocemos Aiden. Estás avisado.
Aiden se mordió la lengua para que no se le escaparan las
palabras de la boca. Que hubiera estado fuera de su vida
durante seis años hacía evidente que no lo podía conocer a la
perfección, por mucho que le gustase aparentar que en aquel
momento todo iba bien. Ni siquiera tenía claro por qué lo
había querido acompañar en su primer día. Durante casi toda
su vida había estado solo con su madre y no pensaba que le
hubiera ido mal. Al contrario.
—Deberías saber perfectamente que en los últimos dos
años no he faltado a clase ni un solo día. No empieces con el
tema de siempre…
—Mientras tú lo tengas claro me parece bien. Hablamos.
Abrazó brevemente a su hijo y se subió al coche. Aiden los
despidió con la mano hasta que se perdieron de vista. Después
se giró y contempló nuevamente la fachada del edificio. Las
comisuras de los labios se le fueron curvando poco a poco
hasta convertirse en la sonrisa más auténtica que había
mostrado en los últimos años.
CAPÍTULO 6
OTRO PUNTO DE VISTA. RIAN

Pensando que con un “lo siento”


arreglarás lo que no sirve.
El Día Menos Pensado - Beret

Una semana antes de la llegada de Aiden al Bhainn Daiocht.


Llevaba meses practicando. Meses. Y los avances apenas
habían sido notables. Era como si me faltase potencia. Sí,
estaba seguro. Mi técnica era perfecta y sin embargo… Me
miré las palmas de las manos con frustración. Si tan solo
consiguiera invocar algo más de mi poder… pero no podía.
Cada vez que lo intentaba, cada vez que realizaba aquel
hechizo sentía que me quedaba vacío.
Era el mejor del equipo. El resto de los miembros ni
siquiera me llegaban a la suela del zapato. Los profesores
hablaban de mi talento natural, de mis dotes extraordinarias.
Pero nada de eso servía. Me volví a pasar las manos por el
pelo, frustrado. Daba igual lo que hiciera o lo mucho que lo
intentara. No lo conseguiría nunca. Estaba tan enfadado…
apreté los dientes con fuerza y liberé todo mi poder. Volvió a
ser insuficiente.
◆◆◆

—Rian, quiero que entiendas que lo que sucedió el mes


pasado no puede volver a repetirse. Sé que ya lo hemos
hablado varias veces, pero me gustaría que te quedara claro
—me dijo Loan por decimoquinta vez—. El nuevo material de
entrenamiento llegará en las próximas semanas gracias a un
nuevo patrocinador del equipo y no quiero ni un solo
problema al respecto.
No dije nada. Me mantuve en silencio durante todo el
tiempo que duró el discurso. Lo único que perturbaba mi
aparente calma eran mis puños cerrados. Estaba enfadado
con todo el mundo, pero, sobre todo, conmigo mismo. El mes
pasado había cruzado una línea muy fina. No podría volver a
repetirse si quería conservar la beca y la plaza en la escuela.
—No volverá a pasar —contesté al final.
Como entrenador Loan era muy bueno, pero como
profesor tenía margen de mejora. Si Eire y Thiago no hubieran
estado entrenando en una de las máquinas en ese momento, no
habría habido tantas consecuencias. Lo tenía claro, pero
parecía que siempre tenía que haber alguien para ver todos
mis errores.
—Bien. Cambiemos de tema. He visto que has rechazado a
todos los candidatos para ser tu compañero en el equipo —
aquel era otro de los temas recurrentes en nuestras reuniones.
Al ver que no decía nada, volvió a insistir.
—¿No tienes nada que decir? —me preguntó Loan
preocupado.
—Todos mis posibles compañeros son un desastre. No
saben concentrar su poder y mucho menos manejarlo como se
exige en un duelo. Lo he intentado con todos: Thiago, Eire,
Stella y Yuki. Soy demasiado bueno para formar equipo con
ellos —respondí conservando la calma mientras le mantenía
la mirada al entrenador—. Menos mal que su ineptitud se ha
complementado y ahora pueden formar equipos mediocres
entre ellos. Yo no puedo hacer eso. Yo puedo combatir solo.
Puedo ganar sin ayuda.
Loan suspiró con resignación. Aquella era la misma
conversación de siempre. Se llevó los dedos a la sien y se
permitió unos segundos de meditación con los ojos cerrados.
Parecía cansado, pero esperé sinceramente que le hubiera
quedado lo suficientemente claro y no tener que volver a
repetir este diálogo nunca más. Para mi desgracia, cuando los
abrió, no había ni una pizca de duda en ellos. Eran todo
determinación. Antes de que hablase ya sabía que, lo que iba
a decir, no me iba a gustar.
—Sabes tan bien como yo que los combates son de dúos.
No puedes competir solo. He estado jugando a tu estúpido
juego mucho tiempo. Apenas quedan un par de meses para la
competición y no pienso permitir que representes al equipo si
continúan tus exigencias. Pensé que dejarte elegir a tu
compañero podría ser algo bueno para el Kettou, para la
escuela. Pero cada día es más difícil encontrar a un alumno al
que le apasionen los combates. Y todavía es más difícil
encontrar a uno que quiera luchar de tu lado, o intentarlo al
menos —me respondió Loan cruzándose de brazos.
Por alguna razón me sentí con la necesidad de
justificarme. No es que yo rechazase a mis posibles
compañeros por capricho. Yo era el primer interesado en
encontrar un buen compañero, pero parecía que me estaban
intentando fastidiar.
—Yo no tengo la culpa de que sean unos ineptos. Yo
siempre…
Loan me interrumpió antes de que pudiera continuar.
—¿Te estás escuchando? Todo tu vocabulario se reduce a
yo, yo y yo. Son duelos, el trabajo en equipo es fundamental
para poder ganar. Posiblemente sea lo más importante y hasta
que no lo entiendas, no vas a llegar lejos, Rian. Y me da pena
porque tienes mucho potencial.
Suspiré enfadado. Me sentía contra la espada y la pared.
—No pienso volver a hacer equipo con Thiago. Me niego.
Puedo volver a intentarlo con Eire una vez más, pero estoy
convencido de que no funcionará porque…
Loan levantó una mano, interrumpiéndome.
—No. Tienes la oportunidad de luchar en los campeonatos
siempre y cuando aprendas a trabajar con Aiden. De lo
contrario, estás fuera —me dijo lo suficiente serio para que
supiera que no bromeaba.
—¿Fuera? Soy el mejor, no me vas a poder reemplazar —
grité enfadado mientras me ponía en pie y golpeaba la mesa
con los puños.
—No intento reemplazarte. Quiero que compitas con
Aiden, como compañeros. Tampoco ganaremos con un equipo
de un solo mago.
Loan no paraba de repetir ese nombre, pero no recordaba
haberlo oído antes. ¿Quién se supone que era? ¿Había
alguien nuevo en el equipo? ¿Por qué no me lo habían
comunicado antes?
—Y, ¿quién es Aiden? ¿Está en el equipo? ¿Por qué tiene
que ser él? —pregunté enfadado.
—Aiden es un chico de primero —¿de primero? ¿enserio?
Tiene que ser una broma—. Es el hijo de la presidenta de
Industrias Ashton, nuestro nuevo patrocinador. No tiene
técnica, pero tiene un poder fuera de serie. Con tu ayuda
pulirá sus técnicas y juntos… juntos seréis imparables.
Tenía que ser una broma. Tenía que ser una puta broma.
No podía ser que me quisieran emparejar con un enchufado.
El hijo del nuevo patrocinador, ¿podría haber algo más
lamentable? ¿Era así cómo había conseguido la plaza en la
escuela, a base de poner dinero sobre la mesa? Intenté
relajarme, pero notaba como la ira se me acumulaba en el
pecho, impidiéndome respirar con normalidad. ¿Y a qué se
refería Loan al decir que tenía un poder fuera de serie?
—Tiene que ser una broma… —repetí, esa vez en voz alta.
Loan no podía estar hablando en serio.
—Tenemos la primera práctica la semana que viene. No
llegues tarde. Puedes irte —me señaló la puerta como hacía
siempre que quería terminar una conversación.
—No lo puedes estar diciendo en serio. Por favor—
supliqué. Estaba desesperado. No podían obligarme a
competir con un enchufado sin experiencia ni técnica.
—No hay nada más que hablar.
—Loan…
—Rian, lárgate ya —repitió señalando la puerta con el
dedo índice.
Esto no podía estar pasándome a mí.
Me levanté de la silla y salí de aquel despacho con una
presión en el pecho que hacía años que no experimentaba. No
tenía ni idea de quién era ese Aiden, ni siquiera me sonaba su
nombre y aun así ya lo odiaba. Lo odiaba con todas mis
fuerzas.
◆◆◆

Aquella noche me quedé despierto hasta tarde. Mentiría si


dijera que las palabras que había dicho el entrenador no me
atormentaban: tiene un poder fuera de serie. Pero no dejaría
que eso me hundiera. Le demostraría a ese alumno de primero
quién era el mejor. Le enseñaría a mantenerse fuera de mi
camino.
CAPÍTULO 7
EL ENTRENADOR

Que, de los dos, volvería yo a tus pies


Pero nunca al revés
Nunca al revés - Morat

Cuando Aiden llegó a la zona de la lavandería se podría


decir que llevaba unos veinticinco minutos perdido. Se había
cansado de recorrer los pasillos una y otra vez, pensando en
las indicaciones que le dio Nadya, pero no había dado
resultado. Y como no intercambió el número de teléfono con
nadie, tampoco había tenido a quién pedir ayuda.
La sala estaba distribuida en la zona de lavadoras, zona de
secadoras y un pequeño mostrador atendido por un hombre de
mediana edad. Aiden rebuscó en sus bolsillos hasta encontrar
el documento que le había dado la directora para elegir el
uniforme. El Bhainn Daiocht había sido uno de los primeros
centros del continente en permitir a los alumnos elegir las
prendas del uniforme acorde a sus gustos, sin necesidad de ir
sujeto al género. Las opciones eran pocas: falda o pantalón. El
resto del uniforme era estándar con camisa blanca y cárdigan
color caqui. Además, no había diferencia entre el uniforme de
invierno y verano, y las cazadoras para el invierno eran unisex,
negras con capucha.
Aiden se acercó al mostrador donde un hombre con un
amplio bigote aporreaba las teclas del ordenador.
—Hola —dijo Aiden llamando la atención del hombre, que
lo miró con mala cara—. Venía a buscar mi uniforme.
—¿Falda o pantalón? —preguntó sin mucho entusiasmo.
—No sé… ¿pantalón?
—A mí no me preguntes, no soy yo el que se lo va a poner.
—El pantalón está bien —dijo algo más confiado,
recordando que se lo había visto puesto a Nadya.
El hombre sacó cinco pantalones, cinco camisas y dos
cárdigan. Todas las prendas iban envueltas en una bolsa de
papel ecológica. Después colocó dos conjuntos deportivos, dos
mochilas, una para clase y otra para entrenar, y una cazadora.
—Esto sería todo. Si necesitas más ropa puedes solicitarla
y te avisaremos cuando llegue. Te recuerdo que el uniforme es
obligatorio durante el periodo lectivo desde las nueve de la
mañana a las cinco de la tarde —dijo con voz monótona.
—Gracias —dijo Aiden cogiendo todas las bolsas.
El hombre no le respondió y Aiden se fue sin despedirse.
Estuvo recorriendo los pasillos un rato hasta que llegó a la
puerta principal y desde allí supo encontrar el camino de
vuelta a su habitación. Cuando llegó Thiago ya no estaba.
Guardó la ropa en el armario y se tiró en la cama. No tenía
intención de descansar más de cinco minutos, pero en cuanto
cerró los ojos, el sueño se adueñó de él y se quedó
profundamente dormido.
Un suave golpeteo lo despertó un rato después. Era un
sonido constante y, cuando abrió los ojos, se encontró a
Thiago escribiendo en su portátil, sentado en el escritorio.
Aiden se frotó los ojos y se incorporó lentamente, y no fue
hasta que vio el sol poniéndose en el horizonte cuando saltó de
la cama y comprobó la hora en su móvil. Eran cerca de las
siete de la tarde. Llevaba durmiendo todo el día, incluso se
había perdido la charla con el entrenador.
—¿Cómo no me has despertado? —preguntó disgustado
mientras se ataba los tenis, dispuesto a salir a toda velocidad
de la habitación.
—¿Por qué debería haberlo hecho? —respondió Thiago sin
desviar la mirada del ordenador y sin dejar de teclear.
—¡Te dije que tenía una reunión con Loan a media tarde!
—¿Y?
—¿Acaso no somos compañeros de equipo?
—Sí, pero repito ¿y?
—Olvídalo —respondió enfadado y salió de la habitación
dando un portazo.
Fue corriendo lo más rápido que le permitían sus piernas
hasta llegar a las escaleras, las cuales bajó saltando por encima
de la barandilla, hasta que llegó a la planta baja y se desvió
hasta la sala de entrenamiento. Cuando llegó, la puerta estaba
entornada. No se lo pensó demasiado antes de empujarla y
entrar.
No había estado en muchas salas de combate, pero sí que
había visto varias en los documentales que veía en el canal de
deportes. Normalmente, eran salas muy amplias, donde había
todo tipo de máquinas para adaptarse a las condiciones
climáticas deseadas. Además, solían tener una zona despejada
para combates de cuerpo a cuerpo y estanterías con objetos
para practicar la concentración. Todos los elementos eran
extremadamente caros, por eso era tan importante para los
equipos, contar con la financiación necesaria pero aquella sala
estaba destrozada. Había astillas de madera dispersas por todo
el suelo, fragmentos de cristal y máquinas estampadas contra
las paredes. Las cortinas estaban ennegrecidas, como si
hubiera habido fuego cerca de ellas y las ventanas… las
ventanas no tenían ni un cristal entero. Aiden dio un paso al
frente, impactado por el estado de la sala cuando se dio cuenta
que había una persona en la sala adjunta. Se acercó a paso
apurado hasta lo que parecía un pequeño despacho. Un
hombre abrió la puerta justo en el momento en el que levantó
el brazo para llamar.
—Tú debes de ser Aiden, ¿verdad? —al ver cómo el joven
asentía, sonrió satisfecho—. Pensé que al final te habías
echado atrás. Soy Loan, el entrenador. Te estuve esperando.
—Lo siento mucho. Me quedé dormido… entrenador. No
tengo ninguna excusa, pero le prometo que no volverá a pasar
—se disculpó.
—Puedes llamarme Loan. Entra y hablamos un rato —hizo
un movimiento con la cabeza, invitándolo a pasar.
Aiden entró en la sala. Tal y como se había imaginado era
un despacho, con una gran mesa situada en un extremo, un par
de sillas y un pequeño sofá con aspecto descolorido.
—Siéntate —dijo Loan señalando una de las sillas.
Aiden tomó asiento y se quedó mirando como Loan
rodeaba la mesa y se sentaba al otro lado de la mesa. Después
cruzó los brazos a la altura del pecho y se le quedó mirando
fijamente. Loan tenía el pelo teñido de rubio y le llegaba casi
hasta el hombro. Llevaba una cinta en la frente, impidiendo
que los mechones se le metieran en los ojos, marrones y
pequeños. Tenía un aspecto bastante juvenil y Aiden estaba
seguro de que no llegaba a los treinta. Tenía la nariz recta, la
mandíbula cuadrada y estaba perfectamente afeitado. Llevaba
un chándal muy parecido al del uniforme, que le marcaba los
músculos de los brazos, y las uñas pintadas de negro.
Loan le pasó un horario de entrenamientos por encima de
la mesa y esperó su reacción. Aiden lo miró con calma. Tenía
entrenamientos todos los días de cinco a nueve y los sábados
de nueve a dos, haciendo un total de veinticinco horas a la
semana.
—Es imposible… —llevaba mucho tiempo esperando
aquel momento, pero hasta su motivación tenía un límite. Era
inviable que pudiera estudiar y aprobar diez asignaturas sin
apenas tiempo libre. Eso sin tener en cuenta los deberes que le
pondrían los diferentes profesores…
—Es complicado. Exigente. Duro. Puedes buscar
adjetivos, pero imposible no es uno de ellos. Además, nadie te
está obligando a aceptarlo. Tienes la puerta detrás de ti si crees
que esto es demasiado para ti —dijo señalando la salida.
—No me voy a ir a ningún lado —respondió tajante. No se
había esforzado tanto para rendirse a las primeras de cambio.
Loan asintió y mostró una pequeña sonrisa.
—Esperaba que dijeras algo así porque no tenemos mucho
tiempo. Si queremos tener un equipo fuerte, capaz de hacerle
frente al resto de escuelas, debemos esforzarnos el triple.
Muchos de los equipos definieron sus dúos a principios de
curso y son magos que llevan entrenando juntos meses o años.
La mayoría, seguramente, ya haya participado en algún torneo
antes. Si nosotros queremos estar a la altura tendremos que
hacer sacrificios.
En la modalidad escolar de duelos, había tres
competiciones importantes y eran anuales: el torneo de
invierno, el de primavera y el de verano. El de invierno había
sido en el mes de diciembre y, por lo que Aiden sabía, el
Kettou no había conseguido clasificarse en buena posición. El
siguiente duelo sería en abril y el último en septiembre, dos
semanas después de los exámenes de fin de curso.
—¿Crees que tenemos posibilidades?
—Sin duda. Rian, tu compañero, tiene un talento
desbordante pero no dejes que te intimide porque tú tampoco
te quedas atrás. Tienes una energía infinita que complementa a
la perfección las habilidades de tu compañero. Estoy deseando
veros entrenar juntos —dijo con una sonrisa, de oreja a oreja.
—Yo también lo estoy deseando —respondió
contagiándose con la sonrisa.
—Me alegro. Empezaremos mañana, a las cinco. Te
presentaré al resto del equipo. No llegues tarde, ni te quedes
dormido.
—¡No, no lo haré! —respondió Aiden poniéndose en pie.
—Antes de irte, una cosa más. Ya has visto cómo está la
sala de entrenamientos… Lo cierto es que lleva así un par de
semanas, pero con el patrocinio de la empresa de tu familia
volverá a estar disponible la semana que viene. Mientras tanto,
entrenaremos fuera.
—Sé que no es de mi incumbencia, pero ¿por qué está así?
Loan suspiró y se frotó la cara con las manos. De repente,
parecía varios años mayor y se le veía cansado.
—Digamos que un entrenamiento se salió un poco de
control y alguno de tus nuevos compañeros pasaron ciertas
líneas.
—¿Pero tanto como para dejar así la sala de
entrenamientos? Lo único que queda en pie son las paredes.
—Escucha, Aiden, no sé cómo pedirte esto, pero necesito
que seas paciente. Rian no es una persona fácil y te hará querer
abandonar cuatro de cada tres días, pero tienes que darle
tiempo. Cuando vea de lo que eres capaz, de tu energía, entrará
en razón, te lo prometo. Con los demás estoy seguro de que no
vas a tener ningún problema.
—No me preocupa, he tratado con gente peor —respondió
Aiden.
Tenía muy claro cuál era su objetivo y por qué estaba
luchando. No iba a permitir que nada ni nadie le impidiera
alcanzar su meta.
—Y en cuanto a la sala… bueno, un mal día lo tenemos
todos, ¿no? Digamos que se perdieron un poco los papeles,
pero no te preocupes —Loan no estaba diciendo nombres,
pero estaba seguro de que hablaba de Rian—. Ya lo he hablado
todo con el equipo y no volverá a pasar —su gesto cansado dio
paso a una sonrisa despreocupada—. No tienes de qué pensar
en ello —Aiden tuvo claro que le estaba quitando importancia
delante de él.
Asintió no muy convencido, se despidió del entrenador y
salió del despacho. Al volver a pasar por la sala de
entrenamientos, fue vagamente consciente de los sentimientos
que debía de tener Rian en el momento en el que dejó que todo
se destrozase a su alrededor. Él solo había perdido el control
una vez, cuando descubrió que tenía magia. Si lo pensaba,
todavía recordaba los golpes y la tristeza. Esa sensación de
impotencia, de frustración e inferioridad que le llevaba
persiguiendo toda la vida. Quizás ellos tenían más cosas en
común de lo que pensaba pero, de alguna manera, no podía
empatizar con él. Rian tenía todo lo que Aiden siempre había
querido: talento, magia y una oportunidad, pero parecía
convencido en no aprovecharla y dejarla ir.
Cuando estaba de camino a su habitación, se cruzó con
Nadya, que sonrió de oreja a oreja al verlo.
—¡Aiden! Te estuve buscando en la hora de la comida,
pero no te encontré. Thiago me dijo que decidiste saltarte
todas tus obligaciones y echarte una siesta.
—Eso no es exactamente lo que pasó… —susurró Aiden
contrariado.
—No te has perdido gran cosa. Voy a ir a cenar con un
amigo, ¿te apetece unirte?
—Claro. Déjame dejar estos papeles en la habitación y ya
voy.
—Genial, te esperamos allí —respondió despidiéndose con
la mano—. Si no apareces en diez minutos entenderé que te
has vuelto a dormir —bromeó.
Aiden resopló y fue corriendo hasta la habitación. Nada
más entrar, dejó los horarios de los entrenamientos debajo de
la cama. Sabía que no era un sitio reglamentario, pero no
quería que Thiago le pusiera problemas por un falso desorden.
Después, fue hasta el comedor donde buscó a Nadya con la
mirada. Estaba sentada en una de las múltiples mesas con una
persona más. Aiden se acercó y se sentó en la silla en frente de
ella.
—Hola Aiden, te presento a Axel. Va en primero, como
nosotros —dijo Nadya.
Axel estaba sentado al lado de Nadya y miraba a Aiden sin
mucho entusiasmo. Llevaba parte del pelo recogido con una
goma en la parte alta de la cabeza, mientras que el resto le caía
de forma desordenada hasta la barbilla. Llevaba las puntas del
pelo de color rubio en contraste con su color de pelo natural,
castaño. Tenía los ojos oscuros y rasgados y, cuando se puso
de pie, Aiden se fijó que era algo más bajo que él.
—¿Quieres algo de comer? Si me dices lo que te gusta
puedo traértelo —se ofreció Axel.
—Te acompaño y elijo algo, que aún no sé qué opciones
hay.
A diferencia de muchos de los alumnos, que ya se habían
quitado el uniforme escolar y vestían de chándal, Axel todavía
lo llevaba puesto. Llevaba la falda negra y la camisa blanca,
remangada hasta los codos.
—Puedes elegir cualquier cosa que te llame la atención, la
comida está bastante rica en general. En la mesa del fondo
tienes la carne y el pescado y en la otra, todos los platos
vegetarianos y veganos. Fíjate en las etiquetas que te ponen los
ingredientes. Y si quieres otra cosa solo tienes que avisar a los
cocineros —comentó antes de acercarse a la barra donde
esperaban sus bandejas.
Aiden no tardó demasiado en elegir la comida y volver a
su mesa. Estaba acostumbrado a tener que prepararse la
comida todas las noches por lo que aquella variedad era más
de lo que podía pedir.
—¡Qué buena pinta, Aiden! Yo comí eso mismo ayer y
está riquísimo —dijo Nadya al ver su plato.
—Lo cierto es que huele bastante bien —confirmó Aiden.
—¿Qué tal tu primer día? ¿Emocionado?
—Sí, tengo ganas de empezar las clases mañana —
respondió dándole una pinchada a los macarrones. Nadya
estaba en lo cierto, estaban muy ricos.
—¿Ya hablaste con Loan? —preguntó Nadya antes de
girarse hacia Axel para aclararle la situación—. Está en el
equipo de duelos. Va a ser el compañero de Rian.
Axel lo miró fijamente antes de preguntar.
—¿Conoces ya a tu compañero? —al ver que Aiden lo
negaba, señaló con la cabeza, un punto situado a su espalda—.
Es ese chico.
Aiden se giró sin pensarlo y lo buscó con la mirada. No
sabía cómo era físicamente, nadie se lo había descrito y, sin
embargo, cuando lo vio supo que era él.
No podían ser más diferentes. Aiden tenía el pelo corto,
castaño claro y los ojos de color miel, los labios gruesos y la
nariz respingona. Sus facciones eran suaves y tenía los
mofletes redondeados, dándole un aspecto ligeramente
infantil. Rian, por el contrario, tenía el pelo negro, lo
suficientemente largo para que le cayera sobre la frente sin
control, los ojos azules, los labios finos y la nariz recta. A
simple vista, uno podría pensar que se llevaban un par de años
de diferencia, pero, por lo que le habían dicho, solamente tenía
un año más que él. Caminaba solo por el pasillo, sin desviar la
mirada del suelo, pero tenía un aura de poder a su alrededor
sorprendente. Fue hasta el mostrador y pidió la cena para
llevar. Aiden no podía apartar los ojos de él, tenía tantas
preguntas sin respuesta que le resultaba extrañamente
fascinante. De repente, como si lo hubiera sentido, los ojos de
ambos se encontraron. La mirada de Rian era de pura
indiferencia y parecía apagada, sin vida. Le mantuvo la mirada
a Aiden hasta que la camarera lo llamó, indicándole que tenía
la comida lista. Después de cogerla, se encaminó hacia la
salida y, antes de salir por la puerta, sus miradas se volvieron a
encontrar de nuevo. Aiden lo observó con curiosidad mientras
salía del comedor.
Cuando desvió la mirada, se encontró a Axel mirándolo
con una pequeña sonrisa en la cara.
—Tiene una energía muy peculiar. ¿Siempre es así? —
preguntó Aiden extrañado.
—No has visto nada… —respondió y Nadya sonrió,
dándole la razón.
El resto de la cena, Aiden no pudo evitar pensar en Rian y
en su mirada perdida.
CAPÍTULO 8
EL PRIMER CONTACTO

Me tienes al lado, pero no me sientes.


Esto estaba roto antes de empezar.
Mirando A La Luna - Beret, Reik

Al día siguiente, Aiden se levantó mucho antes de que


sonara el despertador. Estaba demasiado intranquilo por el
comienzo de las clases y no pudo descansar tan bien como le
gustaría. Entró en el baño cerca de las seis de la mañana y,
después de darse una ducha y de ponerse el uniforme, fue
hasta el comedor con intención de desayunar.
A esas horas apenas había alumnos por los pasillos, por lo
que no tuvo que hacer cola para hacerse con un cappuccino y
un donut. Sacó una foto de su desayuno y la subió a Instagram
justo antes de empezar a comer. Después de un par de bocados
y, con la idea de pasarse por los jardines antes de que
comenzasen las clases, se metió más de medio donut en la
boca y se levantó con intención de terminar el desayuno en el
exterior. En ese momento, con la cara llena de azúcar glas, se
encontró con los ojos de Rian desde el otro extremo del
comedor. Su mirada seguía siendo tan fría como el día anterior
pero, a pesar de la distancia, Aiden pudo apreciar el rechazo
escrito en su rostro. Estaba claro que su compañero no se
alegraba ni lo más mínimo de verlo. Antes de que pudiera
reaccionar, Rian ya estaba saliendo por la puerta del comedor,
después de haber comprado una botella de agua en las
máquinas de vending. Aiden pensó en dejarlo pasar, en esperar
a conocerlo esa misma tarde, pero no quería. No quería dejar
todo a la suerte. Era importante que se llevaran bien o, al
menos, que se tolerasen si iban a pasar veinticinco horas juntos
a la semana. Por este motivo, salió corriendo detrás de él. Lo
vio, al otro lado del pasillo, saliendo por la puerta trasera del
edificio en dirección a los jardines.
Apenas unos segundos después, Aiden llegó a la puerta y
la cruzó a toda velocidad. Justo en ese momento, salió
despedido por el aire, cayendo de espaldas sobre la hierba,
derramando el resto de su desayuno por todas partes. Rian lo
observaba con las manos en los bolsillos. Solo los separaban
los cinco escalones de piedra que Aiden había sobrevolado
unos segundos antes.
Aiden se incorporó sacudiéndose la tierra de los
pantalones. Tenía el culo magullado y un par de cortes en las
palmas de las manos. Todo había pasado tan rápido que no
había sido capaz de activar un escudo antes de estamparse
contra el suelo. Su café había salido por los aires y solamente
le quedaba el envase vacío en la mano.
—¿Quién eres? ¿Por qué me estabas siguiendo? —
preguntó Rian con un gesto de desprecio absoluto reflejado en
el rostro.
—Soy Aiden y… no te estaba siguiendo. Solamente quería
hablar contigo un momento —respondió.
Los ojos de Rian se abrieron ligeramente, como si ya
hubiera oído su nombre, como si ya supiera quién era.
—Tiene que ser una broma —dijo Rian bajando los
escalones y echando a andar por el camino de tierra. Eran
prácticamente de la misma altura.
—¿Qué es una broma? —preguntó confuso.
Aiden lo vio alejarse unos segundos antes de decidir
seguirlo. Tiró el vaso del café a una papelera cercana mientras
pensaba en pasarse por otro antes de que empezaran las
clases.
—¿A dónde vamos? —volvió a preguntar Aiden, pero
tampoco tuvo respuesta.
Estuvieron caminando en silencio durante un par de
minutos hasta que Rian se giró de golpe y, abriendo las
palmas, volvió a lanzar a Aiden por el aire. Una vez más, lo
había pillado desprevenido.
—¿Dónde está tu poder? —dijo elevando la voz.
—Yo…
—¿Tienes alguna habilidad? —preguntó interrumpiéndolo.
Aiden se estaba incorporando cuando sintió el poder de
Rian y volvió a caer de culo sobre la tierra.
—¿Puedes escucharme un momento? —pidió Aiden al
borde de perder la paciencia.
—¿Sabes hacer algo o simplemente eres el patético hijo de
una familia rica? —preguntó con rabia.
—No muestras interés en escucharme o hablar conmigo
pero sí en empujarme, y estoy empezando a cansarme —Aiden
ya se había vuelto a poner de pie y se sacudía, nuevamente, la
tierra de los pantalones.
—No puedes ser más patético… —Aiden se rio ante el
comentario de Rian, lo que le enfureció todavía más—. ¿Qué
pasa? Eres tan imbécil como aparentas…
Aiden lo miró, serio. No era la primera vez que lo miraban
mal, que le golpeaban o le insultaban. Pero no pensaba
permitir que aquello siguiera así toda la vida.
—Te estás pasando tres pueblos… Yo que tú no seguiría
por ahí porque no vas a ganar nada. Si no quieres ser mi
compañero, ni competir conmigo, vas a tener que dejar el
equipo porque yo no pienso rendirme. He estado entrenando
muy duro para llegar a donde estoy y tú y tus problemas os
podéis adaptar o apartar —respondió enfadado.
—Con entrenar muy duro, ¿a qué te refieres? ¿A que tu
madre haya pagado tu entrada en el Kettou? ¿Que tu familia
tenga tanto dinero que te hayan pagado una educación de lujo
fuera del alcance de todos y que, aun así, seas un inútil? ¿O te
refieres a que hayas entrado en el Bhainn Daiocht a dedo, sin
necesidad de pruebas de acceso? Por favor, ilumíname, qué es
eso que te ha ocasionado tantos esfuerzos.
Rian tenía los puños apretados a ambos lados de su cuerpo
y se mantenía en tensión.
—Por lo que dices, eres de esas personas que se sienten
mal porque a los demás les vaya bien —contestó Aiden
enfadado—. ¿Qué pasa? ¿Te sientes menos que los demás y
por eso tienes que infravalorar mi esfuerzo? No sabes quién
soy, no sabes por lo que he tenido que pasar, no me conoces.
—No necesito saber nada de ti que no sepa ya. Que eres un
enchufado, que conseguiste entrar en el equipo porque era una
de las exigencias del patrocinio… Y que no sabes hacer
absolutamente nada con tu poder porque te he empujado tres
veces y las tres veces te has hecho daño —el odio se reflejaba
claramente en los ojos azules de Rian. Eran tan expresivos que
parecían hechos de agua, permitiendo ver todo lo que había
debajo—. Y ahora me dirás que eres bueno combatiendo, que
tienes experiencia en duelos y que por ese motivo te eligieron.
Dime, Aiden, ¿es por eso? ¿Sabes combatir?
Aiden lo miraba fijamente. Intentaba por todos los medios
que no se diera cuenta que sus palabras le estaban haciendo
daño. Había conseguido hacerle dudar. Había luchado más que
nadie, pero llevaba arrastrando el sentimiento de inferioridad
desde pequeño. El síndrome del impostor que le decía que no
estaba a la altura de las circunstancias.
—¿No dices nada? Entiendo… pues nada, campeón, nos
veremos esta tarde para que puedas lucirte. A ver si es cierto lo
mucho que te has esforzado y me quitas la razón.
Dicho esto, echó a andar de vuelta al colegio, dejando a
Aiden solo, cabizbajo y con una sensación en el cuerpo que
hacía años que no experimentaba.
◆◆◆

Las primeras horas de clase pasaron demasiado rápido. Aiden


intentaba seguir el ritmo de las lecciones, aunque estaba un
poco perdido. No solamente el temario era más avanzado, sino
que tenía asignaturas que no había visto nunca. Por suerte para
él, en la mayoría de las clases coincidía con Axel, el amigo de
Nadya, que se había convertido en su salvador al chivarle
varias respuestas cuando el profesor hacía la ronda de
preguntas.
—No me puedo creer que ya vayáis por la tercera era en
historia. En mi antigua escuela nos quedamos en mitad de la
segunda. Como me pregunten algo de esos últimos cien
años…estoy perdido —se lamentó.
—No te preocupes, tengo unos esquemas del cuatrimestre
pasado. Si quieres te los puedo dejar para que le eches un
vistazo —ofreció Axel.
—Me salvas —asintió, Aiden, agradecido.
Axel sonrió como respuesta y fueron juntos hasta el
comedor. Después de coger cada uno su plato de comida, se
sentaron en la misma mesa que el día anterior. Nadya llegó
poco tiempo después.
—El profesor de física nos ha puesto un examen el lunes.
No me lo puedo creer. Las clases empezaron hace dos semanas
y aún estamos repasando los ejercicios del cuatri pasado… Lo
odio —dijo sentándose al lado de Aiden y escondiendo la
cabeza entre los brazos.
—Bueno, no te agobies —dijo Axel a modo de consuelo
—, este tuvo un día peor que el tuyo —añadió señalando a
Aiden con la cabeza.
Nadya levantó la mirada al mismo tiempo que Aiden la
bajaba. Todavía se sentía avergonzado de su encuentro con
Rian esta mañana.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó curiosa.
—Nada importante.
—Ya, solo ha tenido que ir a la enfermería a por unas
tiritas para las manos.
Aiden había intentado por todos los medios que nadie se
enterase de lo que había pasado. Pero en la primera hora, una
de las heridas que tenía en la palma derecha, se había abierto
ligeramente, manchando de sangre la mesa. La profesora lo
había mandado inmediatamente a la enfermería.
A pesar de que quería dejar el tema en el olvido, no tuvo
más remedio que resumirle brevemente a Nadya lo sucedido
aquella mañana.
—Eso fue todo y porque me pilló desprevenido. La
próxima vez, si yo tengo que ir a la enfermería, él vendrá
conmigo —respondió Aiden pinchando sin mucho entusiasmo
las verduras de su plato.
—No le entres al juego porque no vas a ganar nada. Es
insoportable… Tiene el ego demasiado subido —se quejó
Nadya—. Aunque tengo que reconocer que normalmente no se
relaciona con nadie. Es curioso que se haya enfrentado a ti de
esa forma.
—No hace falta que lo jures —refunfuñó.
—Es posible que hayas sido la primera pelea de Rian
desde que llegó al instituto —comentó Axel pensativo.
—Me siento afortunado —respondió removiendo la
comida con el tenedor sin mucho entusiasmo.
—Le consienten absolutamente todo y aun así los
resultados no llegan —indicó Nadya—. El año pasado ni
siquiera pudo competir en el campeonato porque su
compañero lo dejó tirado la noche anterior. Deberías hacer lo
mismo —le aconsejó la chica.
—Pero yo he venido a esta escuela precisamente para estar
en el equipo. No voy a rendirme tan fácilmente.
—Ojalá puedas soportarlo. Con un poco de suerte lo
expulsarán del equipo y podrás buscar un compañero a tu
altura —le animó Nadya—. Además, siempre puedes intentar
convencer a Thiago de que compita contigo.
—Eso no va a pasar —respondió Axel.
—¿Por qué no? —preguntó Aiden.
—Thiago no quiere participar en las competiciones
nacionales. Le gusta la rutina y los entrenos, pero no a ese
nivel. Suele ir a los torneos locales con Eire y les va bastante
bien. Ya estuvo entrenando a alto nivel unos meses con Rian y
entró medio obligado por Loan.
—Es cierto —afirmó Nadya—. Rian y él tuvieron
muchísimos problemas, pero ni siquiera con él llegó tan lejos.
—Entiendo… —Aiden suspiró. Aquello iba a ser más
complicado de lo que esperaba.
—Parece que a ti te tiene un odio especial.
—Qué suerte —se lamentó Aiden.
Al terminar de comer, los tres se fueron juntos a la única
clase que tenían en común: telequinesis. Para Aiden era una de
las asignaturas más entretenidas y útiles ya que, en un duelo,
muchas veces era fundamental controlar los elementos del
entorno. Tenían que aprender a manejar el aire que estaba
alrededor de un objeto y costaba mucho más de lo que podía
parecer a simple vista.
Durante aquellas dos horas, Aiden estuvo intentando, sin
ningún éxito, retirar una piedra colocada dentro de un vaso de
cristal lleno de agua. Era capaz de mover el agua o salpicar
gotas por encima de la mesa, incluso pudo desplazar el vaso
ligeramente, pero la piedra no fue capaz de moverla ni un
milímetro.
CAPÍTULO 9
DE LO QUE SOY CAPAZ

Esta distancia no es normal


Ya me he cansado de esperar
Si no estás – Íñigo Quintero

A las cuatro y media, al salir de clase, Aiden se despidió


de sus compañeros y fue a la habitación a cambiarse de ropa.
Sabía que, para los entrenamientos no era estrictamente
necesario llevar el uniforme de deporte, pero todavía le hacía
ilusión llevar la ropa de la escuela, además de ser
extremadamente cómodo. Como estaban en pleno invierno, se
puso la cazadora por encima del chándal y se abrochó la
cremallera.
Nada más salir al jardín, se sentó en un banco a esperar
que llegaran el entrenador y el resto del equipo.
Como tenía algo de tiempo, decidió trabajar un poco la
concentración y, después de buscar una piedra del tamaño de
su puño a un par de metros de él, intentó hacerla levitar. Cerró
los ojos, concentrándose al máximo, intentando canalizar su
energía por debajo de la piedra. Notaba como su poder fluía
por la punta de sus dedos, pero…no necesitaba mirar para
saber que no estaba funcionando. Dejó escapar lentamente el
aire, intentando relajarse, como siempre le decían los
profesores. Giró el cuello hacia los lados, haciéndolo crujir,
liberando la tensión. Contó hasta tres y lo volvió a intentar.
Otra vez. Y otra vez más. Cuando ya llevaba al menos una
veintena de intentos, notó una sensación extraña, en el centro
del pecho. Entreabrió un ojo y comprobó que, efectivamente,
la piedra flotaba a un par de centímetros del suelo. No pudo
evitar que una sonrisa sincera le apareciese en el rostro. Estuvo
jugando un poco con ella, elevándola, dejándola caer y
volviéndola a elevar en el último instante, antes de que tocara
el suelo. Una de las veces, perdió la concentración y la piedra
salió rodando por la hierba hasta los pies de Rian, que lo
miraba con hastío.
—Patético —dijo a modo de saludo.
Rian sacó una mano del bolsillo y, haciendo un
movimiento con la muñeca, elevó sin ninguna complicación,
la misma piedra con la que estuvo practicando Aiden hasta
hacía un segundo. Después, con un rápido movimiento de su
mano, la piedra salió disparada hacia Aiden, quien la esquivó
en el último segundo.
—¿Qué problema tienes? —preguntó el implicado,
enfadado. La había esquivado de pura casualidad.
—Está claro que el problema lo tienes tú —respondió
Rian.
—Veo que el nuevo dúo ya está preparado para entrenar —
dijo Loan desde un par de metros de distancia mientras se
acercaba—. Dejadme que os presente.
—No hace falta —gruñó Rian como respuesta.
—¿Ya os habéis hecho amigos?
—No —respondieron los dos chicos a la vez.
—Estupendo, veo que el ambiente es el adecuado —
comentó Loan al ver las miradas de hostilidad.
Apenas había terminado de hablar, el resto de los
miembros del Kettou llegó a la zona de entrenamiento. Aparte
de Thiago, al cual Aiden ya conocía, había dos chicas y un
chico más. Con él hacían seis, el equipo al completo.
—Aiden, déjame que te presente a tus compañeros —dijo
Loan, señalando a los alumnos—. A Thiago lo voy a omitir
porque ya lo conoces—bromeó el entrenador. Después, los fue
señalando uno a uno mientras decía sus nombres.
Yuki era moreno, de estatura media. Tenía los ojos de color
verde claros y parecía una persona agradable. Lo saludó con
una amplia sonrisa en el rostro, levantando la mano al mismo
tiempo. Estaba en tercer año y llevaba en el Kettou desde
mitad del curso anterior. Había practicado deporte toda su
vida, fortaleciendo su físico, haciendo que tuviera cierta
ventaja en los combates cuerpo a cuerpo.
Stella era la compañera de Yuki y era alta, algo más que su
compañero. Tenía el pelo negro, rizado, y le llegaba a la altura
del hombro. Estaba en segundo y había entrado a la vez que
Yuki al Kettou. Su mayor fortaleza era la defensa. Era capaz
de crear unos escudos tan potentes que dejaba muy pocas
opciones a sus rivales.
Las habilidades de Stella y Yuki se complementaban
perfectamente y, si seguían compitiendo juntos era por que se
sincronizaban bien.
Eire, era la compañera de Thiago y apenas dijo un par de
palabras como presentación. Lo único que Aiden sabía de ella
era que llevaba desde primero en el Kettou y que tampoco
estaba interesada en competir a nivel nacional como su
compañero.
Por último, estaba Rian. Aiden no sabía demasiado sobre
él, pero Loan tampoco le dio mucha información. Llevaba
entrenando y compitiendo toda la vida y quería dedicarse
profesionalmente a los duelos, como él.
Después de terminar con las presentaciones, Loan les dio
las indicaciones del entrenamiento a cada uno. Era habitual
que las prácticas se adaptaran al nivel de cada dúo por lo que
la mayoría del tiempo entrenarían de forma separada. Cuando
solo quedaron Rian y Aiden en el claro, el entrenador se
volvió hacia ellos.
—Vamos a empezar hoy con una pequeña práctica para
que ambos veáis los poderes del otro y os podáis hacer una
idea de a qué ateneros.
—Supongo que te refieres a que este vea mis
habilidades…, porque en su turno poco espectáculo vamos a
tener… —susurró Rian.
Loan le lanzó una mirada de advertencia, la cual Rian
recibió encogiéndose de hombros. Aiden no sabía hasta dónde
llegaban las habilidades de su compañero, pero todos lo
catalogaban de genio.
Caminaron durante diez minutos en silencio, adentrándose
en el espacio ampliado que había en los jardines. Los tres se
mantuvieron en silencio durante todo el trayecto, hasta que
pararon en medio de un descampado.
—Rian, empieza tú —dijo Loan señalando el centro del
claro con la cabeza—. No te pases, que nos conocemos.
Rian asintió y de la palma de la mano surgió una pequeña
esfera luminosa, que empezó a moverse con una precisión
absoluta por el aire. Apenas era del tamaño de una canica, pero
tenía tal cantidad de energía que cuando Rian la situó cerca de
la nariz de Aiden, su pelo y su ropa se empezaron a mover,
como si estuviera cerca de un huracán. Cuando Aiden levantó
el brazo y alargó su mano para tocarla… explotó. Y no fue una
explosión devastadora, sino todo lo contrario. Rian había
conseguido que la energía contenida en esa pequeña esfera
simplemente desapareciera.
A pesar de que no habían empezado con buen pie y que
Rian le parecía un auténtico imbécil, no pudo evitar
maravillarse ante su técnica.
—Vaya… —susurró Aiden totalmente impresionado—.
Eso ha sido increíble. Yo no sería capaz de hacer eso ni en mil
años de entrenamiento intensivo.
—No te preocupes, yo tampoco podría hacerlo —aseguró
Loan sonriendo—. Rian tiene una técnica muy buena, fuera
del alcance de la mayoría, pero tiene un punto débil.
—Eso no es cierto —gruñó Rian como respuesta, pero el
entrenador lo ignoró por completo.
—¿Te apetece hacernos una demostración, Aiden? Estoy
seguro de que tú también puedes sorprenderle.
—¡Claro! —gritó entusiasmado, lo que hizo que Rian
resoplase con resignación.
Era el momento de la verdad. Tenía que conseguir hacer
algo que impresionase a su compañero lo suficiente como para
que los próximos cinco meses fueran algo más que una
pérdida de tiempo. Pensó los pros y los contras de las pocas
opciones que tenía y finalmente se decantó por imitar su
actuación. De todas formas, si no salía bien, siempre podría
tirar de una demostración de energía.
Aiden se colocó en el centro del claro y cerró los ojos,
concentrándose al máximo. Poco a poco, fue apareciendo un
punto de luz sobre su palma. Cuando estaba a punto de
convertirse en una pequeña esfera, se desintegró en humo
blanco y desapareció.
—Lamentable. Estaba claro… —comentó Rian poniendo
los ojos en blanco—. Está claro que no vamos a conseguir
nada con este inútil. No tiene sentido que pierda mi tiempo
entrenando con él cuando no nos servirá para ganar.
—Vaya, estuve a punto de hacerlo —Aiden vio como Rian
se disponía a marcharse, como había hecho aquella mañana,
pero esta vez no pensaba dejar que se fuera pensando que tenía
razón, que había ganado—. ¡Eh, tú! ¡Chico mágico! —gritó
llamando la atención de Rian—. Quizás yo no tenga tus
habilidades, pero sé hacer esto.
Rian se giró en el momento exacto en el que Aiden juntaba
sus manos y dejaba salir un torrente de energía. La magia fluía
con tanta potencia de sus manos que Aiden no tuvo más
remedio que retroceder un paso para mantenerse erguido.
Conforme fueron pasando los segundos, Aiden se encontró
a Rian mirando aquel espectáculo con la boca abierta. Su cara
de incredulidad se hacía cada vez más evidente, al igual que la
sonrisa fanfarrona de Loan y él, en su interior, saltaba de
alegría por haberle dejado así de sorprendido. Sabía que podía
hacerlo, sabía que se merecía un puesto en el Kettou, aunque
hubiera entrado por el camino menos apropiado.
—Increíble, ¿verdad? —dijo el entrenador rompiendo el
silencio.
—No…, no es posible… con esa cantidad de energía que
está concentrando y el tiempo que lleva, debería estar
exhausto. Debería haber perdido el conocimiento hace ya
tiempo. Y sin embargo…
—Y sin embargo todavía puede aguantar un rato más.
¿Verdad, Aiden?
—Un par de minutos más al menos —contestó Aiden
empezando a jadear. Su voz empezaba a sonar entrecortada
pero todavía estaba en calma.
Estaba canalizando toda la energía que tenía en su interior
a través de sus manos, empujándola hacia delante. Siempre
había demostrado tener más poder que la mayoría de sus
compañeros, aunque sus posibilidades de manejarlo
correctamente eran bastante limitadas.
—Rian, ponte detrás de Aiden y prepárate para modificar
el flujo de la energía. Quiero que la conviertas en una espiral
—dijo Loan rompiendo el silencio.
El semblante de su entrenador se había transformado. En
aquel momento estaba serio, no quedaba ni un ápice de la
diversión que adornaba su rostro hacía un momento. Aiden y
Rian lo miraron, justo antes de intercambiar una mirada. Era
fácil hacer un ataque en conjunto entre dos magos, por muy
diferentes que fueran sus niveles o capacidades. Pero lograr
que un mago controlase el poder de otro era… peligroso. Eso
hasta Aiden lo sabía, por eso, cuando miró a Rian y lo vio
dudar, se asustó. Recordó todas las veces que había visto a
Olivier e Igor intentar hacer un ataque combinado. Si sus
cálculos no le fallaban, a pesar de llevar más de un año
entrenando juntos y compenetrarse de forma casi perfecta, el
ataque les salía mal dos de cada tres veces. Y Aiden sabía que
algo similar le estaba pasando por la cabeza a Rian en ese
momento.
—¡Rian, ya!¡Nos vamos a quedar sin tiempo! —gritó
Loan.
Aiden vio como Rian se lo pensaba un par de veces más
antes de echar a correr en su dirección. Parecía tan sorprendido
como él cuando se colocó detrás, bastante cerca.
—Rian, acércate más. Hasta que tengas un vínculo con él
no vas a poder controlar su poder desde lejos, vas a tener que
pegar tus manos a las suyas—dijo Loan demasiado serio.
Aiden no sabía lo que era un vínculo pero oyó como Rian
mascullaba unas protestas por lo bajo, antes de acercarse más a
él, hasta que su pecho chocó con su espalda. Aiden no sabía
qué debía hacer, o si debía de hacer algo, por lo que siguió
canalizando su energía a través de sus manos. Poco a poco,
Rian empezó a rodearlo con los brazos, hasta colocar sus
palmas sobre sus manos. Las tenía algo sudadas y frías y lo
primero que sintió Aiden fue rechazo ante aquel contacto.
Después, poco a poco, empezó a perder el control de su
ataque. Veía que la energía seguía fluyendo, pero se sentía
como un mero espectador, como si no pudiera decidir cambiar
el ataque de dirección y, en parte así era. Rian se estaba
haciendo, poco a poco, con el control de todo.
De repente, Aiden empezó a notar un ligero cosquilleo y se
dio cuenta de que Rian le estaba respirando en la oreja. Supuso
que estaba tan concentrado, que no se daba cuenta de hacia
dónde iba el aire que dejaba salir de sus pulmones, pero
apenas podía aguantar las cosquillas. La cabeza de Aiden se
empezó a mover de forma involuntaria, intentando evitar esa
sensación, haciendo que finalmente perdiera el control de su
energía y ambos salieran volando por el aire, cayendo de
espaldas a un par de metros de distancia. Aiden sintió que el
golpe contra el suelo había sido mucho más suave de lo que
debería y supo que Loan lo había amortiguado con su poder.
—¿Estáis bien? —preguntó Loan acercándose, corriendo
—. ¿Os habéis hecho daño?
Rian se levantó con cara de enfado y fue hasta donde
estaba Aiden, todavía tirado en el suelo. Había estado lejos de
poder controlar su energía pero apenas había tenido diez
segundos para intentarlo antes de perder el control y salir
disparados.
—Estaba claro que no iba a funcionar —le dijo con
desprecio.
Aiden se puso en pie de un salto y lo miró a los ojos,
retándole con la mirada. Ya había aguantado suficientes
borderías de su parte durante aquel día. No pensaba asumir la
responsabilidad de algo que estaba claro que había sido su
error.
—¿Perdona? Creo que no te he oído bien. ¡Porque está
claro que ha sido tu culpa! —gritó Aiden enfadado.
—¿Cómo dices?
—¡Lo que oyes! ¿Cómo pretendes que me concentre si no
paras de soplarme en la oreja? Si no querías practicar el ataque
combinado hoy podrías, simplemente, haberlo sugerido. Nos
podríamos haber hecho daño de verdad si Loan no llega a
amortiguar el impacto —contestó Aiden, sacudiéndose el
pantalón. Se estaba empezando a cansar de acabar rodando por
el suelo.
Rian lo miró con los ojos abiertos, siendo consciente de lo
que le estaba diciendo. Posiblemente él no se hubiera dado
cuenta de lo que estaba haciendo, y Aiden no tenía intención
de echarle nada en cara, pero cuando le increpó de esa manera
no pudo evitar querer defenderse.
—Es mejor que lo dejemos por hoy. Descansad el resto de
la tarde y nos vemos mañana a la misma hora —dijo Loan
intentando salvar la situación—. A partir de ahora debemos
entrenar mucho para lograr que os compenetréis a tiempo para
el campeonato. Los dos habéis visto las cualidades del otro.
Debéis tener presente que no sois rivales. Sois compañeros. Id
a descansar y nos vemos mañana —les dio una pequeña
palmada en la espalda antes de caminar hacia donde estaban el
resto de sus compañeros, dejándolos solos.
Ambos jóvenes se miraron durante unos instantes. Aiden
abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero finalmente,
recogió su mochila y se fue, sin decir nada, dejando a Rian
solo.
CAPÍTULO 10
EL EGO DEL RIVAL

¿Será que tengo la necesidad de ti?


¿Será que tú también la tienes y es peor?
El Día Menos Pensado - Beret

Aiden estuvo dando vueltas alrededor de la escuela durante


las siguientes dos horas. No podía dejar de pensar en lo que
había pasado, en lo que había sentido mientras Rian se hacía
con su poder y como había terminado todo. No entendía como
alguien, por muy bueno que fuera, podía ser capaz de echarle
la culpa a otra persona de lo que había hecho él mismo. Él no
había perdido el control porque sí y le molestaba que Rian
pensara eso.
Cuando llegó a la habitación, era más tarde de lo que
esperaba. Thiago se incorporó al verlo entrar, y una ligera
sonrisa sarcástica le apareció en los labios.
—Veo que el primer contacto con Rian ha sido un éxito, te
felicito —dijo a modo de saludo.
Aiden no estaba de humor para bromas. No mentía si decía
que su primer día en la escuela dejaba mucho que desear. No
solo se había sentido atrasado en cuanto a las asignaturas, sino
que todos los rumores que había escuchado sobre su
compañero eran verdad. Aiden sabía que todo lo que Rian
proyectaba era una fachada, aunque todavía no lograba
entender por qué se esforzaba tanto en que todos lo odiaran y,
a ese paso, no estaba seguro de llegar a saberlo.
—Cállate —masculló mientras se metía en el baño y de
ahí, directamente a la ducha.
Se quitó el uniforme mientras pensaba en el cosquilleo que
le había sentido cuando Rian empezó a controlar su poder.
Había percibido algo, aunque todavía no entendía bien el qué.
Intentó que el agua caliente borrase todo el día, pero, en
cuanto se puso el pijama y se metió en cama, seguía
desganado.
—¿No me vas a contar cómo ha ido? —volvió a insistir su
compañero.
—No quiero hablar.
—¿Tampoco vas a ir a cenar? Aún es pronto para ponerse
a dormir.
—Estoy cansado.
—¿No me digas que vas a ponerte a llorar porque no fue
todo como la seda? No será porque no te avisé…
—Que sí, Thiago, que tenías razón —respondió metiendo
la cabeza debajo de las sábanas—. Ahora déjame en paz.
Thiago no volvió a decir nada más y Aiden se quedó
dormido un tiempo después. No se dio cuenta cuándo su
compañero se fue a cenar, pero sí que escuchó como la puerta
se abría cuando volvió a la habitación. No hablaron más,
Aiden ni siquiera se movió y, poco tiempo después, estaba
dormido otra vez.
En el momento en el que sonó el despertador a la mañana
siguiente, Aiden todavía estaba profundamente dormido. Le
costó muchísimo levantarse y prepararse para ir a clase.
Incluso se le pasó por la cabeza la idea de no ir, aunque
finalmente la descartó. No podía rendirse al primer día.
Aquello no era una opción, o no debería serlo.
Al final, la mañana pasó mucho más rápido de lo que se
esperaba. Durante la clase de historia estuvieron leyendo los
tratados entre los magos y las personas sin poder, firmados a
finales del siglo anterior. No era el temario más interesante de
la Historia de la Magia, pero Aiden estuvo prestando atención
toda la hora. Le gustaba mucho ver cómo había ido
evolucionando todo a lo largo del tiempo.
Cuando llegó el descanso y le contó a Axel el desenlace
del entrenamiento del día anterior, no supo qué le sentó peor:
que ya se lo esperase o que lo mirase con compasión. Aiden
incluso había llegado a pensar que se iba a reír de él, pero
Axel era una persona bastante seria. Era difícil sacarle muchas
palabras o una carcajada. Su semblante se mantenía neutral la
mayor parte del tiempo.
—Tienes que verlo por el lado positivo. Rian seguramente
se sintió muy avergonzado después de soplarte en la oreja —
comentó pensativo.
—De eso estoy seguro —contestó Aiden recordando la
cara que había puesto su compañero—. Fue lo único bueno del
día.
—A ver qué pasa hoy.
—Con un poco de suerte no se presenta y puedo entrenar
solo —respondió Aiden poco esperanzado.
—No lo creo. Es bastante estricto con sus entrenamientos.
Un mal rendimiento le puede costar la beca… Ya tuvo un
aviso por no competir el año pasado.
—¿Y cómo sabes tanto de él? No parece la típica persona
que vaya abriéndose a los demás. ¿Estás seguro de que tus
fuentes son fiables?
—Me lo ha dicho Thiago y ya sabes que fueron
compañeros a principio de curso. Además, él es muy amigo de
Lev, que lleva compartiendo habitación con Rian desde hace
más de un año. Supongo que al final esas cosas se saben.
—Entiendo. Ya sabía yo que era demasiado pedir…
¿Cómo funcionan las becas? —preguntó curioso.
—Depende de la modalidad. Si son becas para estudiantes
estándar, son por el rendimiento académico. Te piden que
llegues a una determinada nota y si no lo haces, dejan de darte
la ayuda.
— Es decir que tienes que ser buen estudiante.
—Sí, solo te valoran las notas. Después hay más
categorías, pero la que recibió Rian es por su técnica, por sus
habilidades para los duelos. No sé si lo has visto alguna vez
combatiendo, pero es un fuera de serie, las cosas como son —
dijo encogiéndose de hombros.
—¿Solo valoran su técnica?
—También valoran su evolución, aunque tienen bastante
en cuenta sus resultados en los torneos.
—Entiendo que, el no presentarse al torneo de invierno le
supuso un problema.
—Correcto.
—Me voy a clase de leyes mágicas, ¿nos vemos luego? —
preguntó Aiden a lo que Axel asintió como respuesta.
Salió al pasillo y, de camino a clase, buscó el nombre de
Rian en internet. Solo le costó un par de búsquedas llegar a las
noticias relacionadas con su compañero. Leyó por encima la
historia de cómo lo habían encontrado: un buscador se había
encontrado con un equipo de duelos en un pueblo alejado,
donde entrenaba. Después de ver su actuación, le habían
ofrecido una plaza en la escuela. Por lo que decía la noticia,
llevaba entrenando desde los seis años. Un par de minutos
después encontró lo que estaba buscando: un vídeo. Lo estuvo
viendo durante varios minutos, apreciando su técnica y
movimientos. Aiden tenía que reconocer que era
extremadamente bueno. En el vídeo, se veía a un Rian más
joven, de unos doce años, que competía contra una niña, algo
mayor que él. La joven mostraba una destreza sorprendente,
pero Rian sabía adelantarse a todos sus ataques. Aiden suspiró
y guardó el móvil justo antes de entrar en clase. No sabía
cómo gestionar la situación y tampoco veía muchas opciones.
Después de dos horas, donde la profesora les estuvo
explicando las consecuencias de usar la magia contra un no
mago, Aiden se sintió profundamente aliviado cuando sonó el
timbre. La materia podría haberle resultado medianamente
interesante, pero teniendo en cuenta que era la clase que tenían
justo después de comer, unida a la voz monótona de la
profesora, se le había hecho eterna.
Mientras iba de camino a su habitación para cambiarse de
ropa para el entrenamiento, se le pasó por la cabeza varias
veces no ir. Esa sensación lo llevaba acompañando desde
primera hora de la mañana. Lo cierto era que no le apetecía
nada pasarse las siguientes cuatro horas con Rian, pero las
ganas que tenía de entrenar acabaron siendo decisivas.
Como el día anterior, Aiden llegó algo antes de la hora,
pero aquel día Rian ya estaba sentado debajo del árbol,
esperando.
—Hola —dijo al llegar a su lado.
Rian lo miró con el semblante habitual y una mueca de
desagrado.
—¿Por qué sigues aquí, enchufado? ¿No te diste cuenta
ayer de lo inútil que eres? —dijo provocándole.
Aiden suspiró con hastío.
—Estoy aquí para entrenar, para poder competir. Al
contrario que tú, que parece que te sobra el tiempo para
molestarme, yo solo quiero mejorar.
—No, si margen de mejora tienes un rato…—Rian se puso
en pie—. La cuestión es que, por mucho que aprendas, no vas
a llegar al mínimo. No vas a dar la talla en la escuela, no vas a
dar la talla en los campeonatos…
—Y eso a ti, por lo que veo, te afecta muchísimo. Céntrate
en ti y olvídate de mí.
—Es difícil que me olvide de ti cuando, por desgracia, eres
mi compañero —Rian puso todo su desprecio al decir esa
palabra y Aiden no pudo evitar sentirse herido.
—Piensa en positivo —dijo Aiden con una pequeña
sonrisa irónica—, no vas a quedar peor que en el torneo de
invierno.
Rian lo miró sin decir nada, seguramente pensando qué
decir para encajar el golpe. Al final se encogió de hombros
antes de responder.
—Seguro que consigues que nos descalifiquen antes de
poder llegar a competir. Con tu ineptitud no sería algo nuevo.
Algo nuevo sí sería, pensó Aiden molesto, aunque no lo
expresó en voz alta.
—Rian, en serio, te agradecería que me ignorases un rato.
—Lo intento, pero tu sola presencia me molesta.
—¿Y qué es lo que te está molestando tanto? Solo quiero
entrenar tranquilamente.
Aiden miró a su alrededor. Estaba deseando que
aparecieran Yuki, Stella, Eire o Thiago, incluso la presencia
del entrenador sería una opción, porque estaba notando como
su paciencia llegaba al límite. No quería caer en su juego, pero
su cuerpo ya estaba alerta y su corazón latía a toda velocidad.
—Lo has tenido todo en la vida —continuó Rian—. Jamás
has tenido que esforzarte por nada. Te lo han dado todo
regalado… ¿Por qué quieres evitar lo inevitable? No eres
suficientemente bueno.
Aiden procuraba no reaccionar a sus palabras. Lo estaba
intentando con todas sus fuerzas, pero parecía que Rian no iba
a parar hasta hacerlo enfadar.
—Eres tan malo que no deberías tener magia —añadió
Rian.
Cuando Aiden escuchó aquello perdió la compostura y lo
golpeó con las palmas en el pecho. Estaba tan enfadado, que
no controló su poder y, acabó lanzando a Rian por el aire, que
se deslizó sobre el suelo y terminó dando una especie de
voltereta hacia atrás, antes de clavar una rodilla para intentar
estabilizarse. Rian se había hecho un arañazo en la cara y
estaba cubierto de tierra de los pies a la cabeza.
—¿Quién te crees que eres…? —dijo juntando las palmas
de las manos y lanzando a Aiden al suelo, con un golpe sordo.
—¿Aiden? ¿Estás bien? —preguntó Eire con cara
asustada, que acababa de llegar y lo primero que vio fue el
golpe.
Aiden se incorporó con una mano sobre el estómago,
exactamente el lugar donde había recibido el impacto. Le dolía
mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir. Apretó los
dientes con fuerza.
—Parece que estás buscando a alguien que te parta la cara,
por capullo, pero como sigas por ahí no vas a tener que seguir
esforzándote tanto —dijo Aiden, ignorando a su compañera.
—Repite eso, imbécil —respondió agarrándole la camiseta
por el pecho y haciéndole retroceder.
En ese momento, llegaron los demás miembros del Kettou,
seguidos del entrenador.
—¡EH! ¡EH! —gritó Loan al ver lo que estaban haciendo
—. ¿Se puede saber en qué cojones estáis pensando vosotros
dos? Parece mentira… Parecéis dos niños pequeños, no se os
puede dejar solos. Rian, estás sangrando y, tú Aiden, tienes
mala cara. Te has puesto muy pálido, ¿Te encuentras bien?
Aiden asintió mientras aguantaba las ganas de vomitar
toda la comida que tenía en el estómago. Estaba avergonzado
por haber caído ante la actitud de Rian, tal y como todos le
pidieron que no hiciera. Loan los miraba con gesto serio,
evaluando las palabras que iba a decir a continuación.
—Sinceramente, no sé qué hacer con vosotros. Es el
segundo día de entrenamiento y es la segunda vez que llegáis a
las manos. A partir de ahora se acabaron los entrenamientos de
combate. Todos los días, a las cinco de la tarde, estaréis aquí y
saldréis a correr los dos juntos, hasta esa colina de ahí —dijo
señalando una pequeña elevación que había a unos cuantos
kilómetros de distancia—. Hay exactamente diez kilómetros
hasta ella y dos de subida. Hasta que seáis capaces de hacer el
recorrido dentro del horario de entrenamiento, no volveremos
a practicar para el combate. Os limitareis a correr. Y como os
vuelva a ver lanzando algún ataque entre vosotros como
acabáis de hacer, los dos seréis expulsados formalmente del
Kettou. Estoy harto de perder mi tiempo con adolescentes que
no saben lo que quieren. Me da igual no contar con vosotros
para competir representando al Kettou ya que, de todas
formas, a este paso, aunque vosotros estéis en él, no valdrá de
nada. ¿Me habéis entendido?
—Sí, señor —respondieron los dos a la vez.
—Podéis empezar.
—¿Ahora? —preguntó Aiden.
—Sí, ahora, Aiden. No me obligues a repetírtelo —luego
se giró a donde estaban los demás y se dirigió a ellos—. Hoy
vamos a practicar la defensa…
Aiden miró a Loan y después a Rian y ambos echaron a
trotar hacia la montaña. No podían ir muy lentos, sino no
llegarían antes de que anocheciera, pero tampoco podían ir
muy rápido, o se quedarían sin fuerzas antes de la mitad del
camino. Aiden se concentró en avanzar un paso después del
otro, evitando pensar todo el recorrido que les quedaba por
delante.
Nunca había sido un buen deportista, al menos no como
corredor de largas distancias, y el dolor punzante que sentía en
la boca del estómago tampoco ayudaba. De vez en cuando,
Aiden desviaba la vista de la colina y miraba a su compañero.
Rian tenía tan mal aspecto como él, estaba seguro. Cuando lo
había lanzado rodando por el suelo, se había cortado con
alguna piedra del camino y tenía un arañazo bastante feo
encima de su ceja izquierda. Estaba seguro de que le quedaría
cicatriz. Los botes que estaba dando al correr, debían de
causarle algún tipo de dolor ya que, de vez en cuando, cerraba
los ojos con fuerza
Aiden vomitó tres veces por el camino y Rian había tenido
que alejarse de él rápidamente para controlar las arcadas. No
habían abierto la boca desde que habían empezado a correr y
ninguno de los dos parecía especialmente interesado en
compartir nada con el otro. Una hora después, ambos estaban
tirados en el suelo intentando recuperar el aliento.
Aquello era una estupidez. Aiden seguía dándole vueltas a
las palabras de Rian. ¿Que no se había esforzado? No lo
conocía de nada y se atrevía a juzgarlo. No sabía todo lo que
había pasado. No tenía ni idea y por su culpa estaba
desaprovechando las sesiones de duelos. Era martes, pero
aquella semana se le estaba haciendo bola.
Al cabo de un rato, Rian se puso en pie y empezó a
caminar de vuelta hacia la escuela. Estaba tan cansado que
apenas llevaba un paso apurado, parecía que iba andando.
Aiden decidió seguir sus pasos y ambos se alejaron de la
montaña, a la que no habían conseguido llegar.
CAPÍTULO 11
EL KETTOU

Todo es un desastre
Esto es una obsesión
Si no estás – Íñigo Quintero

Durante toda la semana Loan cumplió su parte de la


amenaza. Todos los días estaba esperando en la parte trasera
del jardín a que llegaran Rian y Aiden al entrenamiento.
Apenas se molestaba en dirigirles la palabra, pero tampoco era
que tuviera mucho que decirles. Solo tenían que correr. En
cuanto conseguía que los dos magos salieran en dirección a la
colina, se centraba en el resto del equipo. Para ellos, no existía
peor castigo.
Aquel día, en mitad del camino, Aiden se había tropezado,
torciéndose un tobillo en el proceso. Dejó a Rian seguir su
camino y él emprendió el camino de vuelta a la escuela.
Probablemente podría haber seguido corriendo, casi no se
había hecho daño, pero le intrigaba saber qué estarían
haciendo sus compañeros mientras tanto. Cuando llegó, el
entrenamiento del Kettou todavía no había terminado, por lo
que se sentó debajo de un árbol, algo alejado mientras
observaba.
Thiago estaba practicando la concentración, haciendo
levitar piedras de diferentes tamaños. Stella tenía un escudo
desplegado, protegiéndolo y Eire no paraba de lanzarle
hechizos de forma constante. Yuki por el contrario estaba
entrenando cuerpo a cuerpo con Loan.
Aiden los miraba lleno de emoción. No había nada que le
apeteciera más que entrenar, pero no parecía que nada fuera a
cambiar por el momento. Por este motivo, empezó a fijarse en
los movimientos de sus compañeros. Los ataques de Eire no
eran muy potentes, pero eran certeros. El escudo de Stella era
fuerte y Aiden pensaba que le costaría echarlo abajo. Y,
aunque la concentración de Thiago no era increíble, seguía
siendo mucho mejor que él.
Un rato después, cuando Loan dio por finalizada la
práctica del día, Yuki se acercó a donde estaba sentado. Se
dejó caer a su lado y apoyó la cabeza contra el árbol que tenía
a la espalda, cerrando los ojos unos instantes.
—Hoy te cansaste de correr —afirmó el chico, todavía con
los ojos cerrados.
—Bueno, más o menos. Podría decirse que sí —contestó
Aiden, algo preocupado de que fuera a reprender por aquel
hecho.
—¿Rian te lo ha puesto especialmente difícil hoy?
—No más de lo habitual —dijo encogiéndose de hombros.
Lo cierto era que, la mayor parte del tiempo, Rian ni
siquiera se molestaba en dirigirle la palabra.
—Bueno, algo es algo.
—Supongo…
Yuki se echó un poco para delante, rodeando las rodillas
con los brazos, y lo miró directamente. Con aquella luz, sus
ojos se veían un poco más verdes.
—¿Cómo te va todo? ¿Qué tal las clases? —le preguntó
con curiosidad.
—Bueno, me estoy adaptando poco a poco, aunque está
siendo difícil.
—Seguro que sí. Si necesitas que te eche una mano con
cualquier cosa, sabes que me lo puedes pedir, ¿verdad? Y creo
que hablo por todos los miembros del equipo. Bueno, casi
todos —dijo sonriendo.
Aiden le sonrió de vuelta.
—Gracias —se lo pensó un rato sin saber si sería adecuado
preguntar. Al final, decidió arriesgarse—. Aceptaría algún
consejo para tratar con Rian, si tienes…
Yuki suspiró y se pasó las manos por el pelo.
—Creo que sobre ese tema no puedo serte de ayuda.
Quizás deberías hablar con Thiago. Rian y él estuvieron un par
de semanas entrenando juntos, como compañeros, a principio
de año. No sé si te lo han dicho —Aiden asintió como
respuesta—. Pues no hay mucho más que te pueda decir.
En aquel momento, Eire se acercó a donde estaban ellos y
se dejó caer sobre la hierba, justo en frente de Yuki.
—Me duelen los brazos —se quejó mientras se daba un
pequeño masaje en la zona de los hombros—. Loan se está
pasando con los ejercicios. Como el dúo principal se pasa los
entrenamientos corriendo, sin hacer nada, se centra en
nosotros. Prefería los entrenamientos de bajo nivel de la
semana pasada.
—Si Loan hubiera llegado el otro día un segundo más
tarde, el dúo principal habría llegado completamente a las
manos. ¿Verdad, Aiden? —comentó Yuki bromeando,
levantando una ceja.
—No hace falta que me lo recuerdes. Yo llegué antes que
vosotros y lo vi todo —se quejó Eire.
Aiden se tapó la cara con las manos. Se sentía bastante
avergonzado. Por suerte, cambiaron de tema.
Siguieron hablando otros quince minutos más allí
sentados, hasta que empezó a anochecer y las temperaturas
descendieron. Después fueron hasta el comedor, donde se les
unió Stella y los cuatro estuvieron hablando de todo. Le
explicaron a Aiden cómo habían sido las anteriores
temporadas en el Kettou, las mejores asignaturas que había
durante toda la escuela superior, e incluso le ofrecieron una
lista con las mejores comidas de la cafetería. Al final, dejaron
los temas académicos y se centraron en hablar de la música,
las redes sociales y los videojuegos.
Cuando Aiden llegó a la habitación, era bastante tarde.
Todavía tenía pendientes un par de ejercicios de Física Mágica
y tenía que empezar a redactar un trabajo sobre las plantas
medicinales cultivadas en agua, de las cuales no tenía ni la
más remota idea, por lo que se sentó en el escritorio e hizo un
par de consultas por internet. Thiago salió del baño unos
minutos después.
—Vaya forma de escaquearse de los entrenamientos de
hoy, ¿no? —comentó pasándose una toalla por el pelo,
eliminando el exceso de humedad.
—Bueno, más o menos. Quería saber cómo entrenabais
vosotros —dijo inclinándose hacia atrás, poniendo la silla en
equilibrio.
—Entrenamos como cualquier duelista —contestó Thiago
y Aiden supuso que había puesto una cara rara porque lo miró
extrañado—. ¿Qué pasa? ¿Nunca has estado en un equipo?
—Mmmm —se llevó el lápiz que tenía en la mano a los
labios, dándose toquecitos de forma inconsciente—.
Técnicamente no. He entrenado de forma individual los
últimos dos años y medio.
Thiago levantó las cejas, sorprendido.
—No tienes experiencia como duelista —dijo y parecía
más una afirmación que una pregunta.
—Eso es —reconoció, encogiéndose de hombros. Él mejor
que nadie sabía cuáles eran sus debilidades. No le importaba
reconocer en voz alta que estaba trabajando duro para mejorar.
Thiago soltó una risita.
—Ahora entiendo la actitud de la eminencia —comentó
refiriéndose a Rian—. Si yo tuviera su talento, igual también
me molestaría que me pusieran de compañero a un
principiante.
—Al menos yo quiero ser su compañero.
—Eso lo dices ahora —dijo con una sonrisa dolida—. Te
doy un mes. A ver si eres capaz de mantener esa afirmación.
Aiden no contestó y se volvió a centrar en sus ejercicios.
No pensaba darse por vencido. Todos sus sueños estaban en
juego.
CAPÍTULO 12
LA FIRMA

Que yo era una fan


Y que tú eras la estrella
Tu fan – Mafalda Cardenal

Que Aiden estaba totalmente obsesionado con los duelos


ya no le sorprendía a nadie, ni siquiera a Nadya, Axel o
Thiago que lo conocían desde hacía escasas dos semanas. Por
este motivo, cuando salió en Twitter la noticia de que Kari
Kaus iría a una librería de la zona a firmar su nuevo libro,
Aiden no tuvo que realizar muchos esfuerzos para convencer a
alguno de sus nuevos compañeros para que lo acompañaran.
Llegaron a la zona algo antes de las diez de la mañana y ya
había gente haciendo cola fuera, pero no podía ser de otra
manera. Kari Kaus se consideraba como la mejor duelista
profesional en activo del momento. Había saltado a la fama
hacía algo más de tres años, al coronarse como campeona en el
torneo individual nacional, después de que su compañero, Doy
Court, se lesionara de forma permanente en una competición
anterior.
Desde aquel momento, Kaus, había aprovechado sus días
libres para dar conferencias por todo el país, cuyas entradas se
agotaban a las pocas horas. Victoria colateral era el primer
libro que publicaba y, después de la primera semana, ya iba
por la tercera edición. En él se relataba la experiencia de Kaus
en el mundo de la competición, todas las lecciones que había
ido aprendiendo a lo largo de los años y como tuvo que
reinventarse y cambiar de modalidad para seguir combatiendo.
Para perseguir sus sueños.
Aiden la llevaba siguiendo en redes sociales desde hacía
algo más de tres años, cuando vio uno de los post de Instagram
de la chica se hizo viral. En él, contaba que no podría seguir
participando en duelos con el que hasta entonces había sido su
compañero y se abría por completo ante sus seguidores. Aiden
se sintió tan identificado con ella que, desde entonces, quiso
estar pendiente de todos sus pasos. Después de todo ese
tiempo, de verla llegar a la cima y hacerse con la victoria a
pesar de las dificultades, para él era un sueño poder tener un
ejemplar de su libro firmado.
—¿Podemos acercarnos un poco más? Van a abrir las
puertas dentro de nada y me gustaría no quedarme fuera por
falta de espacio —dijo Aiden, preocupado por la cantidad de
gente que había por la zona.
—Si fueras un poco más alto no tendrías tantos problemas
—añadió Thiago con cara de aburrido.
A pesar de que su compañero de cuarto había estado
protestando varias horas aquella mañana por tener que
acompañarle, Aiden sabía que en el fondo deseaba estar allí. Si
no fuera así, no le habría estado preguntando constantemente
por los detalles de la firma.
—Thiago, no empieces —le recriminó Nadya enfadada—.
Aiden, tú ni caso, ¿vale?
—Tiene razón. Si fuera un poco más alto es probable que
se solucionasen la mitad de los problemas que tengo —
contestó Aiden con aire distraído.
No tenía un complejo muy grande con su altura, pero
confiaba plenamente que su genética le permitiese alcanzar el
metro setenta con el paso de los años.
—Nah, tampoco te creas. Seguirías siendo tú y eso ya es
bastante carga —dijo Thiago encogiéndose de hombros,
caminando hacia la puerta de la librería.
Aiden negó con la cabeza, pero no le respondió nada antes
de seguirle.
—Vamos —apremió Nadya tirando Axel.
Unos minutos después, la dependienta de la librería abrió
las puertas y poco a poco toda la gente que esperaba fuera fue
entrando al local.
Era bastante más grande de lo que pensaron en un primer
momento. Por un lado, había una pequeña altura donde había
dos sillas separadas por una mesa, donde la autora se sentaría
para hacer la charla. En frente, unas cuarenta sillas dispuestas
en filas estaban a disposición de los más rápidos. Por otro
lado, las estanterías perfectamente ordenadas por géneros
ocupaban el resto del local.
—Sentémonos antes de que nos quedemos sin sitio —dijo
Axel señalando los pocos espacios que quedaban disponibles.
Al final, no tuvieron más remedio que sentarse separados.
Nadya y Axel ocuparon las más alejadas del escenario, al final
ellos estaban allí por acompañar a Aiden. Thiago se colocó en
un lateral, al lado de Eire y unas amigas, que también habían
ido a la firma. Aiden visualizó una de las pocas sillas libres
que quedaban en segunda fila y se encaminó hacia ellas.
Cuando estaba a menos de dos metros, un chico se adelantó y
le robó el sitio.
—¡Eh! —protestó Aiden, frustrado, sin poder contenerse.
En cuanto el chico lo miró, ambos se sorprendieron—. Rian,
hola.
—¿Qué haces aquí? —preguntó sin mucho entusiasmo.
—Lo mismo que tú, supongo.
Aiden se fijó en la pequeña cicatriz que le había quedado
en la ceja por su encuentro del otro día. Al final parecía que
iba a ser algo permanente.
—¿Te vas a quedar ahí? Estás molestando a todo el
mundo.
Y era cierto. Aiden se encontraba de pie en la segunda fila,
tapando la visión de las personas que se encontraban detrás. La
única silla que quedaba libre estaba en la esquina del todo y,
aunque no tendría muy buena visión, era mejor que quedarse
de pie. Suspiró triste.
—Siéntate aquí —dijo un señor de mediana edad,
cediéndole la silla contigua a la de Rian—. Yo he venido por
mi hija y me puedo sentar en la esquina.
—No hace falta…
El hombre se levantó y empezó a caminar hacia la esquina.
—Insisto. Además, así puedes comentar cualquier cosa con
tu amigo —dijo indicando a Rian con la cabeza—. Siéntate,
anda—señaló a la silla mientras asentía con la cabeza.
Aiden le dio las gracias repetidamente antes de sentarse al
lado de Rian, ligeramente incómodo. Aquel sitio era muy
bueno, pero…
—No sé qué habré hecho mal en la vida para tener que
aguantarte en absolutamente todos los lados —se quejó este
unos segundos después.
—Igual si te resignaras sería más fácil.
—¿Resignarme? ¿A qué, exactamente? ¿A hacer el
ridículo a tu lado?
Aiden suspiró. La misma conversación de siempre.
Llevaban más de una semana siguiendo la misma dinámica.
Debía de estar poniendo el cien por cien de sus esfuerzos para
estar a la defensiva constantemente.
—El año pasado ya lo hiciste tú solo —si su relación se iba
a basar en un juego de tira y afloja, él no tenía ningún
problema. También sabía jugar.
—No eres más imbécil porque no entrenas…
Ni Rian ni Aiden pudieron seguir discutiendo porque Kari
Kaus apareció y todo el público estalló en aplausos. Después
de un recibimiento por todo lo alto, Kaus hizo la presentación
de su novela.
Durante las siguientes dos horas, Aiden no pudo apartar
los ojos de ella. No se perdió ni una de sus palabras, se rio con
los chistes que hizo y se emocionó cuando a ella se le cayeron
un par de lágrimas al hablar de las dificultades por las que
había pasado. Estaba claro que era un ejemplo a seguir.
En un determinado momento, Aiden desvió la mirada
hacia Rian y lo vio absorto. Sus ojos azules intentaban captar
todo lo que estaba pasando, mientras se mordía el labio
inferior, nervioso. Incluso vio a su compañero esbozar una
ligera sonrisa en más de una ocasión. En aquel momento,
Aiden no pudo evitar pensar que no parecían tan diferentes. Al
final, a los dos los movía el mismo objetivo.
Cuando la charla terminó y comenzaron las firmas, la
gente se fue acercando con su ejemplar. Nadya y Axel se
acercaron a Aiden, quien estaba sacando su libro de la
mochila. Lo había leído dos veces en aquellas tres semanas,
pero lo cuidaba con tanto esmero que parecía nuevo. Por el
contrario, el ejemplar que Rian acababa de apoyar sobre su
silla, estaba totalmente marcado. De los márgenes, sobresalían
cientos de post-it de todos los colores, que parecían estar
colocados de forma aleatoria. Además, se podía apreciar que
tenía varias esquinas dobladas, seguramente marcando algún
capítulo especial.
—¿Para qué usas los post-it? —preguntó Aiden, incapaz
de mantener la curiosidad controlada.
Rian, como no podía ser de otra manera, lo fulminó con la
mirada.
—No creo que sea de tu incumbencia.
Era cierto. No lo era, pero quería saberlo.
—No creo que debas hablarle así —dijo Nadya de repente,
dirigiéndose enfadada a Rian.
—¿Y quién eres tú para decirme lo que debo o no debo
hacer?
—Soy su amiga.
—¿Y qué tendrá eso que ver?
—Pues todo. Si fueras un poco más agradable, sabrías lo
que significa tener alguno.
Aquellas palabras salieron de la boca de Nadya como
puñales. Aiden abrió la boca, sorprendido, tanto de las
palabras hirientes de su amiga, como del efecto que habían
tenido. Los ojos de Rian se abrieron de golpe, convirtiendo su
gesto era una mezcla de sorpresa y desagrado, pero apenas
duró una décima de segundo, antes de recuperar su expresión
seria habitual. Aiden no supo reaccionar cuando lo vio darse
media vuelta y abandonar la librería, sin decir nada ni mirar
atrás.
—Joder, Nadya, igual te pasaste un poco —dijo Aiden,
girándose para mirar a su amiga—. ¿Viste qué cara puso? Si se
dejó su libro aquí y todo…—comentó, fijándose que el
ejemplar todavía descansaba sobre la silla.
Nadya miró al suelo, ligeramente avergonzada.
—¿Fui muy dura?
—Bastante —contestó Axel.
—Quizás no debí de decirle eso, pero no dije ninguna
mentira.
Axel asintió, dándole la razón.
—Sí, pero creo que él es perfectamente consciente de la
situación en la que se encuentra. Que sea imbécil no justifica
que tengamos que serlo nosotros también. Además, no deja de
ser el compañero de Aiden —dijo encogiéndose de hombros,
poco convencido—. Al menos así es como lo veo yo.
Aiden se pasó la mano por el pelo, incómodo. Recordaba
perfectamente lo que era sentirse solo, sin amigos. Él había
pasado por eso muchas veces, más de las que le gustaba
admitir y aquella situación le había dejado con un nudo en el
estómago.
—Mi amigo Lev es el que comparte cuarto con él —dijo
Thiago, que al parecer había estado escuchando la
conversación desde un par de metros de distancia—. Parece
que tiene algún problema familiar porque discute mucho por
teléfono. Quieren que vuelva a casa y deje el equipo. Por lo
que me ha dicho, el tema de que en el Bhainn Daiocht está
solo se lo sacan bastante a menudo para presionarlo.
Aiden se pasó las manos por el pantalón, intentando
secarse el sudor de las manos. Aquella conversación le parecía
tan personal que hasta se estaba empezando a encontrar mal.
—Bueno, vamos a conseguir un par de firmas—dijo
agarrando el libro de Rian con la mano y acercándose a Kari
Kaus con los dos ejemplares.
CAPÍTULO 13
NO SÉ QUÉ HACER. RIAN

Hay decisiones de las que me arrepiento.


Gente que quería a la que no sigo viendo.
Tirando de carrete – Belén Aguilera

Había días en los que me costaba todo. Me costaba


levantarme de la cama por las mañanas e ir a clase. Me
costaba entrenar toda la tarde o estudiar hasta la madrugada.
Me costaba tener que ser el compañero de Aiden y aguantar
su ineptitud. Pero al final siempre encontraba la motivación
suficiente para hacerlo. Si quería seguir en la escuela, tenía
que rendir. Si quería lograr ser el mejor duelista, tenía que
entrenar. Lo mismo pasaba con el imbécil de Aiden. Podría
soportarlo. Hasta yo veía todo el potencial que tenía.
Solamente había una cosa para la que no encontraba
motivación suficiente y era responder a las llamadas de mi
familia. A los recordatorios constantes de que no lo iba a
lograr. Que iba a fracasar. Que ser duelista no era un sueño
realista. Que tenía que buscar algo que me diera de comer el
resto de mi vida. Que tenía que pensar en lo mejor para
todos… Pero a ninguno de ellos le importaba lo que yo quería.
O lo que era lo mejor para mí.
Había veces en las que la presión que sentía sobre la
espalda me impedía avanzar. Me oprimía. Me dificultaba la
respiración. A veces, luchaba con todo lo que tenía para
borrar ese sentimiento. Otras, incluso pensaba en rendirme,
en ceder y volver a casa. Como aquel día.
Llevábamos dos semanas corriendo sin parar durante todo
el entrenamiento. Corría hasta que las piernas me ardían y me
fallaban las fuerzas. Quería volver a entrenar para los duelos
y para ello, solamente tenía que recorrer los veinticuatro
kilómetros en menos de cuatro horas. No parecía tan difícil,
pero el terreno no ayudaba. Era imposible.
Tampoco entendía donde encontraba Aiden la fuerza para
no rendirse. Era extremadamente malo en la mayoría de las
asignaturas. Parecía que le faltaban los conocimientos
básicos de cualquier mago. Yo no podía entender qué había
estado haciendo toda su vida. Lo más grave no era que no
supiera activar bien el protector térmico, que se aprendía a
los diez años. Ni la construcción del escudo, que se aprendía a
los doce años. Sino que tenía problemas en los hechizos más
básicos, en los que aprendías con seis o siete años. Y a pesar
de eso, tenía un poder fuera de serie. Cómo lo odiaba.
Cuando llegué a mi cuarto, después del entrenamiento, me
dejé caer sobre la cama deshecha, antes siquiera de
molestarme en meterme en la ducha. Como si hubieran sabido
como tenía los ánimos, el teléfono sonó pocos segundos
después. Eran mis padres.
Siempre dudaba y nunca quería hacerlo, pero aquel día
me costó un poco más.
—Hola —contesté antes de que se cortara la llamada.
—Rian, ¿cómo estás? —preguntó mi madre desde el otro
lado de la línea.
—Bien.
—¿Qué tal los entrenamientos?
—Bien —repetí. No valía la pena darles más detalles. Ni
siquiera les importaba.
—¿Qué tal te llevas con el nuevo compañero?
Esa pregunta me pilló desprevenido. Yo no les había
contado nada de ese tema y tardé demasiado en responder.
—Bien también —y mi voz tembló al decirlo.
Oí una fuerte respiración del otro lado de la línea. Era
mucho pedir que no se hubiera dado cuenta, estaba claro que
lo había pillado al vuelo. Mi cabeza empezó a pensar en
posibles excusas, necesitaba algo, una idea, un clavo ardiente
al que agarrarme. Si mi madre se enteraba de todos los
problemas que había tenido con Aiden, volvería a lo mismo de
siempre.
—Me alegro, cariño —dijo después del silencio y esas
palabras me confirmaron que lo sabía. Ella siempre lo sabía
todo.
No podía responder. ¿Qué se supone que le tendría que
decir?
—Si en algún momento te sientes solo —dijo rompiendo
nuevamente el silencio—, sabes que puedes volver a casa.
Aquí tienes tu vida y tus amigos. Nos tienes a nosotros. No
tienes porqué pasarlo mal. No hay nada que te retenga ahí.
Piénsalo, ¿vale?
Asentí, incapaz de hablar. ¿Qué se supone que debería de
responder? ¿Qué se suponía que debería de hacer?
Igual nada de aquello tenía sentido. Igual mi madre tenía
razón.
CAPÍTULO 14:
LA ÚLTIMA CARRERA

Me pides que me vaya. pero ahora que me alejo de ti


Comienza la batalla para que no me vaya de aquí.
París - Morat, Duki

Tres semanas después de la llegada de Aiden al Bhainn


Daiocht empezaron los primeros exámenes. Se encontraban a
principios de febrero y, a pesar de que aún quedaba bastante
para que finalizara el trimestre, muchos de los profesores
querían hacer un seguimiento, lo que suponía horas y horas de
estudio. Aiden se encontraba con Nadya y Axel en la
biblioteca intentando memorizar las fórmulas para su examen
de Física Mágica pero no era capaz de concentrarse. Era
domingo y por primera vez en toda la semana, no tenían que
salir a correr. La amenaza de Loan se estaba cumpliendo a
rajatabla, no habían vuelto a entrenar para el combate y aún no
eran capaces de llegar corriendo hasta la cima de la colina y
volver, en las cuatro horas de entrenamiento. Tampoco tenía
esperanzas de que nada fuera a cambiar, no a corto plazo. Por
no mencionar que su relación con Rian no había mejorado
absolutamente nada. Apenas se intercambiaban un par de
palabras al día y se mantenían lo más alejado posible el uno
del otro, pero al menos no habían vuelto a pelearse
físicamente.
Aiden no entendía su actitud. No le había hecho nada para
que lo odiara de esa manera. Además, cuando habían hecho la
demostración, Rian se había mostrado sorprendido de la
energía que tenía y, aun así, prefería seguir molesto a arreglar
las cosas. Le sacaba totalmente de quicio.
—¿Aiden? —lo llamó Nadya.
—¿Sí?
—Andas en las nubes. Estábamos hablando de ir a dar un
paseo esta noche por la ciudad. ¿No te apetece?
Aiden se lo pensó unos instantes. Por una parte, le
encantaría ver la ciudad, olvidarse de todo y divertirse durante
un par de horas con los que se habían convertido en sus
amigos allí. Pero, por otro lado, él no había ido allí para eso.
Tenía un objetivo muy claro y, cada día que pasaba, este se
alejaba más y más. No podía permitirse fallar. Por ese motivo,
decidió declinar la oferta. Además, en el fondo no se sentía de
humor para hacer nada.
—Creo que voy a salir a correr un rato. Otro día voy con
vosotros—comentó mientras empezaba a recoger sus cosas.
—¿Te vas ya? —preguntó Nadya haciendo un puchero que
le sacó una sonrisa a Aiden.
—Sí, quiero ir hasta la maldita colina corriendo y son
bastantes kilómetros. Si no salgo pronto será de madrugada
antes de llegar. Os veo luego —se despidió con un gesto con la
mano y, colgándose la mochila en el hombro, se dirigió a la
salida de la biblioteca.
—A este paso, es mejor que se instale en una tienda de
campaña en los jardines —bromeó Axel con la voz lo
suficiente alta para que lo escuchara.
Aiden sonrió y le hizo un gesto con la mano antes de
seguir su camino sin girarse. Era posible que sus nuevos
amigos fueran las personas más increíbles que había conocido
nunca.
A pesar de que los exámenes estaban cerca, muchos
alumnos habían decidido aprovechar el fin de semana para
salir y los pasillos estaban prácticamente desiertos. Aiden
llegó a su habitación y se encontró con Thiago a punto de
marcharse.
—¿Vas a salir? —preguntó mientras tiraba sobre la cama la
mochila y rebuscaba en el armario su ropa de deporte.
—Sí.
—¿Y a dónde vas?
—Por ahí.
—Joe, siempre igual. Podías ser un poco más
comunicativo —se quejó Aiden.
—¿Qué pasa, quieres que te invite a venir? —preguntó con
curiosidad, mientras se subía las gafas con el dedo índice.
—Bueno, ya que lo sugieres, estaría bien.
—Voy a dar una vuelta con Yuki y Lev. ¿Te apuntas?
—Gracias, pero hoy ya tengo planes —contestó
desvistiéndose.
—Eres repelente, de verdad —respondió suspirando—. No
dejes la ropa ahí en el suelo, recógela antes de irte o la tiraré
por la ventana.
—Sí, sí, ya voy. ¿Tú no te ibas?
—Sí, nos vemos —respondió abriendo la puerta y saliendo
de la habitación.
Un par de minutos después, Aiden siguió sus pasos, pero
en dirección al jardín trasero. Cuando salió del edificio, se
estiró un poco y dio un par de saltos para calentar, justo antes
de echar a correr. Como todos los días, empezó con un ritmo
lento pero constante durante los primeros kilómetros,
acelerando a medida que se acercaba al final. Una hora
después, se encontraba a los pies de la colina. Durante unos
segundos, se planteó dar media vuelta y volver pero al final
decidió esforzarse un poco más y comenzó la subida.
A pesar de que en todo el territorio extendido abundaban
los árboles, en aquella zona eran mucho más numerosos.
Prácticamente se podía considerar un pequeño bosque. Los
árboles se alzaban hasta los diez metros de altura y se
necesitaban casi cuatro personas, con los brazos extendidos,
para rodear su tronco. Toda esa zona ya era terreno conocido
para Aiden, al final lo llevaba recorriendo sin falta durante tres
semanas. Un poco más allá, a unos veinte kilómetros de la
colina, había un pequeño lago. Todavía no había tenido la
oportunidad de acercarse hasta él, pero siempre se paraba a
contemplarlo desde la cima.
Veinte minutos después, Aiden hizo un pequeño sprint
mientras recorría los últimos metros de subida. Cuando el
camino se allanó y llegó al punto más alto, se dejó caer sobre
la hierba. Jadeaba con fuerza mientras intentaba recuperar el
aliento. Miró al cielo, que se estaba empezando a teñir de los
colores del atardecer y se dio cuenta que, justo en el lugar en
el que estaba tumbado, se podrían ver las estrellas
perfectamente. Pensó en decirles a Axel o a Nadya de ir hasta
allí un fin de semana para verlas, pero rápidamente descartó la
idea. Nadya estaba bastante liada con el consejo estudiantil y
no se permitía muchas noches libres al mes y Axel… Axel
prefería quedarse en su habitación jugando a algún videojuego,
estaba seguro. Sabía que aquel tipo de plan no le acababa de
convencer aunque estaba seguro de que, si se lo pedía, le
acompañaría.
Unos minutos después, con la respiración más calmada, se
incorporó del suelo. Todos los días, al llegar a la cima de la
colina, Rian y él se acercaban hasta una roca que estaba al otro
extremo. A pesar de que solamente tenía cuatro metros de
altura, desde ella se podía disfrutar de unas vistas increíbles.
Aquel día no iba a ser diferente por lo que Aiden se encaminó
hacia ella. Ya estaba a punto de empezar a escalar cuando vio a
alguien sentado encima de ella. Pensó en dar media vuelta y
dejar intimidad a quien estuviera allí sentado. Si recorrió los
doce kilómetros desde la escuela solo, daba por hecho que no
quería compañía. Al final, él no era nadie para quitarle la
intimidad que fue a buscar allí. Estaba a punto de volver
cuando lo reconoció. Era Rian.
—Joder, ¿qué probabilidades había? —susurró para si
mismo.
Aiden se debatió internamente entre marcharse de allí o
acercarse. Finalmente, con un largo suspiro, se decidió por la
segunda opción. Al menos, para saludarle. Cuando llegó a su
lado, Rian todavía no se había girado. Estaba sentado de
espaldas, con las piernas flexionadas y los codos apoyados
sobre sus rodillas. Tenía el pelo pegado a la frente, todavía
húmedo del sudor. En las manos sostenía el móvil y tenía la
mirada perdida en el horizonte. Aiden se sentó a su lado,
dejando un poco de espacio entre uno y otro.
Desde aquel lugar, se podía apreciar la inmensa amplitud
que tenía aquel recinto. En el horizonte, se veía el bosque que
había podido apreciar desde el pie de la colina y unas
montañas, tras las cuales estaba a punto de ocultarse el sol. Un
poco más cerca unas praderas y un pequeño lago, cuya agua se
veía de color turquesa, a pesar de que el cielo ya presentaba
tonalidades naranjas. Y si giraba la cabeza, podía ver, al otro
lado, el colegio rodeado de luz artificial.
Estuvieron muchos minutos en silencio, contemplando el
paisaje hasta que Aiden giró la cabeza y lo miró. Tenía los ojos
hinchados y un gesto triste. Parecía que había estado llorando
y algo en el interior de Aiden se removió y quiso consolarlo.
Incluso tuvo que apretar el puño para reprimir el impulso de
darle un par de golpecitos en la espalda.
Finalmente decidió romper el silencio.
—¿Estás bien? —preguntó con tacto.
Sabía que lo odiaba profundamente y que posiblemente no
quisiera hablar con él, pero seguían siendo compañeros y
nunca había soportado ver a nadie triste.
—Sí —contestó un par de minutos después, para sorpresa
de Aiden.
Había pensado que lo iba a ignorar por completo.
—No lo parece…
—¿Entonces por qué preguntas?
—Porque me ha sorprendido verte aquí, solo.
—No creo que me hayas visto muchas veces acompañado,
Aiden.
Aquella afirmación era cierta, pero le resultó bastante
curioso que lo comentara como si nada. Igual lo que le había
dicho Thiago hacía un par de semanas era cierto. Igual sus
padres le presionaban por algún motivo. Igual se sentía solo.
—¿Por qué?
—Porque no quiero —contestó secamente.
—No creo que eso sea verdad.
Rian suspiró antes de girarse para mirarle a la cara.
—No paras de hacer preguntas, pero no te vale ninguna
respuesta. ¿Qué quieres? Sinceramente hoy no estoy de humor
para aguantar a nadie. Te agradecería que me dejases solo.
Aquella había sido sin duda, la conversación más larga y
civilizada que habían tenido hasta el momento. Lo más sensato
habría sido dejarlo estar, levantarse e irse, pero Aiden no se
caracterizaba por hacer cosas sensatas.
—Bueno, somos compañeros. Creo que Loan nos dejaría
volver a entrenar si ve que nos llevamos mejor. Igual podemos
hablar un rato e intentar conocernos un poco más —sugirió a
sabiendas de que estaba jugando con fuego.
Una risa irónica fue lo primero que recibió como
respuesta.
—No te ofendas, pero no tengo ningún interés en
conocerte o en volvernos más íntimos de lo que ya lo somos
en la actualidad —respondió secamente.
—¿Por qué no? Sería bueno para el Kettou.
—Aiden, en serio, ¿no te has dado cuenta aún? Al final vas
a ser tan imbécil como aparentas —se tapó la cara con las
manos, como si aquella conversación le estuviera agotando
más que los kilómetros que tuvo que recorrer para llegar allí.
—Puedes iluminarme… —sugirió.
—Pff, el problema es que no te soporto. Cada vez que te
tengo delante, lo único que quiero hacer es estampar tu cara
contra el suelo, y borrar esa estúpida sonrisa que sueles traer
—dijo y ambos se quedaron en silencio.
Guau. Su franqueza a la hora de hablar había dejado sin
palabras a Aiden. Sabía que no le caía bien pero detrás de su
actitud había un aborrecimiento total hacia su persona y
todavía no lograba entender el por qué.
—Bueno, vale. ¿Y puedo saber por qué no me soportas?
—preguntó algo avergonzado—. No es que te hayas molestado
en conocerme o hablar conmigo en ningún momento.
Tenía tantas ganas de saber la respuesta como de irse de
allí sin escucharla. A pesar de que siempre mostraba una
actitud positiva, Aiden sabía de sobra que todavía arrastraba
con él cientos de inseguridades y complejos. En el fondo, tenía
miedo de escuchar la respuesta de Rian.
—Porque no tienes ninguna habilidad, pareces tonto la
mitad del tiempo, has entrado al equipo y a la escuela por
enchufe, has tenido una educación de lujo, no te has tenido que
esforzar nunca. No tienes ningún mérito y, a pesar de eso,
tienes una cantidad de energía extraordinaria. Lo has tenido
todo en la vida y no has llegado a nada —esas palabras le
dolieron mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir y,
como no dijo nada, Rian siguió hablando—. Yo he tenido que
esforzarme diez veces más que todos, he tenido que luchar por
una beca en esta escuela, por un hueco en el equipo, por
mejorar mi técnica, por aprender desde cero… He renunciado
a todo. ¡A TODO! —dijo gritando de repente—. A mi
hermana, a mis padres, a mis amigos y al lugar donde viví
siempre, por una oportunidad para ser un gran duelista. Tengo
tantas deudas que no me llegará toda una vida para poder
pagarlas y lo único que pido, lo único que quiero, es tener la
oportunidad de competir, de ganar. Te juro que solo quiero eso,
pero en este puto colegio no hay ni un solo mago decente. Y,
ahora, me obligan a competir con un inútil a mi lado —Aiden
estaba seguro de que, si le hubieran golpeado en aquel
momento, le habría dolido menos—. ¿De qué vale haber
renunciado a absolutamente todo? ¿De qué me vale todo el
esfuerzo, Aiden? Dímelo, porque te juro que yo no lo
entiendo.
Unas lágrimas de frustración caían por las mejillas de
Rian, pero él no parecía ser consciente de ellas. Todo lo que le
había dicho aún se repetía una y otra vez en la cabeza de
Aiden. Siempre había tenido miedo de no ser suficiente, de
fracasar, pero al final había encontrado la forma de hacerle
frente a cualquier situación.
Pensó en hablarle a Rian de su magia y de cómo le llegó
casi ocho años tarde. Pensó en hablarle de cómo había
igualado los conocimientos de sus compañeros en apenas dos
años, graduándose con ellos. Pensó en hablarle de todas las
veces que no había sido capaz de dormir, por culpa de la voz
de su cabeza que le decía que no lo iba a conseguir. O la
presión de su pecho, que aparecía todas las mañanas que había
examen y le dificultaba el respirar con normalidad. O ese
ligero temblor de dedos que le aparecía siempre que invocaba
su poder. Le podía hablar de los médicos que le dijeron que era
muy probable que en unos años la magia en él se extinguiera y
desapareciera de repente. Y que, por ese motivo, a veces lo
paralizaba el pánico. Pero no lo hizo, porque Rian no quería
escuchar eso. Estaba tan sumido en sus propios problemas que
estaba cegado con todo lo que tenía a su alrededor.
—Está claro que un inútil como yo no te va a decir nada
que te haga cambiar de idea, pero para lo frustrado que estás
con tu vida, no has intentado absolutamente nada. Supongo
que te escudas en que todos tus compañeros son unos inútiles,
porque así no tienes que asumir el riesgo de fracasar —Aiden
se puso en pie y dio un par de pasos en dirección a la escuela.
Se había hecho de noche y estaba cansado. Solo quería
meterse en su cama y taparse la cabeza con la sábana—. Es
cierto que es más fácil quedarte llorando en una piedra que
esforzarte en mejorar a mi lado. Es más fácil echarme la culpa
a mí que asumir que no eres tan bueno como crees.
El corazón de Aiden latía a toda velocidad.
—Nos vemos, Rian. Cuídate.
Aiden se marchó de allí antes de que Rian tuviera la
oportunidad de responder. Empezó a bajar la colina mucho
más rápido de lo que podía, intentando que el sonido de sus
pisadas y su respiración agitada acallaran a las voces de su
cabeza.
CAPÍTULO 15
AUSENCIA

Y vas a verme brillar como el oro


Pero nunca van a brillar mis ojos
Te Estás Olvidando De Mí - Beret

Después de aquello, Rian no se volvió a presentar a los


entrenamientos. La nueva sala de combate había quedado
instalada a principios de la semana por lo que, desde ese día,
ya no tenían que estar en el exterior. Además, Loan decidió
levantarles el castigo de salir a correr. Aiden no sabía si era
por la ausencia de Rian o porque realmente se dio cuenta de
que necesitaban mejorar para poder ganar.
Todos los días, después de que Yuki, Stella, Eire y Thiago
se fueran, Aiden y Loan se quedaban practicando hasta tarde.
Ninguno de los otros miembros del equipo estaban tan
centrados en un objetivo como él. No soñaban con ser
profesionales o ganar la competición nacional por eso llegaban
más tarde y salían antes. A pesar de ello, hacía un par de días
que habían empezado a realizar combates entre ellos para
mejorar los hechizos de ataque y defensa que Aiden conocía.
Entrenar con personas diferentes le estaba dando una visión
más completa de lo que significaba un duelo. La que más
complicado le ponía todo siempre era Stella. Era una maga
increíble y Aiden era incapaz de hacer que ninguno de sus
ataques llegara hasta ella. Su escudo era inexpugnable.
A pesar de todo el esfuerzo y ganas que le ponía a
absolutamente todo lo que hacía, a Aiden le faltaba mucha
técnica. Por ese motivo, se pasaba día y noche entrenando su
concentración, levitando objetos, creando pequeñas esferas de
energía y manipulándolas como había hecho Rian en su
demostración, aunque estaba lejos de igualar sus capacidades.
Loan le preguntaba a diario por su compañero, aunque
Aiden nunca sabía qué responderle. No se había cruzado con
él por los pasillos y, como él estaba en un curso superior, no
tenían ninguna clase ni ningún amigo en común. Les había
preguntado a Eire y a Stella, que también estaban en segundo,
pero ninguna de las dos supo contestar. Veían a Rian en clase
de forma habitual y no parecía estar enfermo. Tampoco se
habían molestado en acercarse a él para preguntar y era
normal. Rian las había tratado fatal desde el primer día.
—No sé qué decirte Aiden —le dijo Eire el jueves por la
tarde—, sabes que no me cae bien. El mejor consejo que te
podría dar sería que te buscases a otro compañero.
—Ya… —Aiden se llevó una mano a la cabeza, incómodo.
Rian tampoco se había portado bien con él y a pesar de
todo sentía la necesidad de defenderlo. Tenía clarísimo que
podría llegar a ser un compañero increíble.
—Eire, sustituir a Rian no es una opción por el momento.
Aiden, ¿estás seguro de que no os volvisteis a pelear? —
preguntó por vigésima vez Loan.
—Solo hablamos el domingo pasado, ya te lo dije —
respondió Aiden cansado de la misma pregunta.
—Entonces estoy seguro de que fue algo digno de ver —
intervino Thiago, que estaba pasando por su lado de camino a
la puerta.
Él ya había terminado de entrenar.
—Tuvimos una conversación… civilizada, fue tan
agradable como siempre —dijo con ironía, encogiéndose de
hombros.
—Ya me imagino —contestó el entrenador preocupado.
Siguieron practicando media hora más. La teoría era
simple: bloquear los ataques del rival y atacar de forma rápida
para pillarlo desprevenido. En la práctica, Loan siempre
ganaba.
—Recuerda cómo se movía Stella en el combate de hace
un rato. Intenta imitar su postura —le aconsejó Loan.
—Me rindo —gritó Aiden pasadas las diez de la noche.
Tenía la camisa empapada en sudor y las piernas le temblaban
del esfuerzo. Le costaba trabajo simplemente mantenerse
erguido—. Creo que por hoy es suficiente.
—Lo has hecho muy bien, Aiden. Esta semana has
mejorado mucho, estoy impresionado. Tus habilidades
aumentan a pasos agigantados.
—Eso díselo a mis profesores cuando vean que he
suspendido todas las asignaturas…
—¿Tan mal te han salido los exámenes? Vas a tener que
esforzarte más. Ya sabes que no puedes suspender demasiadas
asignaturas si quieres tener el permiso para participar en el
campeonato —le recordó Loan mientras le tiraba una toalla
para que pudiera secarse el sudor.
—No, no me salieron tan mal. Cuento con aprobar la
mayoría… O eso creo.
Aiden se la pasó por toda la cara y se dejó caer al suelo.
Estaba agotado. Comprobó el reloj para asegurarse de que
todavía tenía tiempo para ir a buscar la cena. No podía
demorarse mucho ya que la cafetería estaba a punto de cerrar.
Tenía que apurarse si no quería pasarse toda la noche con el
estómago vacío.
—Me voy a ir ya. Quiero pasar a buscar la cena y como
me entretenga ya no me da tiempo a ducharme antes de que
cierren —dijo poniéndose en pie.
—Muy bien, nos vemos mañana entonces.
Aiden se dirigió a la puerta sonriendo. Los entrenamientos
cada vez iban mejor y se sentía bastante contento con su
progreso.
—Aiden —lo llamó Loan justo cuando estaba a punto de
salir por la puerta—. Rian está en la habitación 203, en la
cuarta planta. ¿Por qué no vas y hablas con él? —preguntó
Loan con cautela.
Aiden se giró para mirar a su entrenador mientras
procesaba las palabras que acababa de decir.
—¿Yo? ¡Pero si me odia! No querrá verme bajo ningún
concepto… —respondió mientras se imaginaba la horrible
reacción de Rian si abría la puerta de su habitación y lo
encontraba a él.
—Vamos, Aiden, no te odia. Estoy preocupado. Nunca se
había saltado un entrenamiento y lleva toda la semana sin
venir… No puedo justificar sus ausencias mucho tiempo más.
Sé que no tienes motivos para preocuparte por él, pero
realmente no quiero que pierda la beca.
—¿Te preocupa que se ausente y no la actitud que tiene
todos los días? Se está comportando como suele hacerlo, de
forma egoísta y sin pensar en los demás.
—No te voy a quitar la razón, Aiden, pero me gustaría que
colaborases un poco. Es tu compañero, de nada vale que tú
mejores si seguís sin ser capaces de combatir juntos.
—Esto es lo más ridículo que me han pedido nunca —se
quejó Aiden mientras rememoraba la última conversación que
habían tenido—. Lo haré si me respondes a una pregunta.
Loan entornó los ojos y se pasó las manos por el pelo. La
pintura de uñas se le había empezado a desprender y apenas le
quedaban un par de ellas pintadas en cada mano.
—Depende de la pregunta. ¿Qué te preocupa?
—Hace tiempo, cuando llegué a la escuela, me dijiste que
Rian había destrozado la sala de entrenamientos que había
antes.
—Así es.
—¿Por qué…? ¿Por qué le consentiste que hiciera eso?
Cuando nos peleamos, nos amenazaste con expulsarnos del
equipo si volvía a pasar, pero él destrozó todo el equipamiento
y, ¿nadie le dijo nada? —preguntó Aiden serio—. ¿Por qué le
consientes todo? No lo entiendo.
—No tienes nada que entender. Eso fue una situación
previa a tu llegada y te aseguro que tomamos las medidas
necesarias. Como comprenderás, no me parece adecuado
hablar de temas personales de otro alumno. Si quieres saber
qué pasó, habla con Rian y que él te lo cuente.
—Vale —respondió frustrado.
—Habla con Rian —repitió Loan.
—Sí… vale —cedió finalmente antes de abandonar la sala
de entrenamientos.
Como Loan lo había retenido más tiempo de lo que
pensaba, tuvo que ir directamente a buscar la comida, ya que
no le daba tiempo a subir a su habitación a cambiarse. El
comedor estaba casi vacío y los pocos alumnos que todavía
estaban allí, estaban recogiendo sus bandejas. Se acercó al
mostrador y, tras coger un recipiente para llevar, lo llenó con
los restos de lasaña que quedaban. Con la cena debajo del
brazo, se fue hasta su habitación. Thiago todavía no estaba por
lo que aprovechó para ducharse y cenar en su ausencia.
Cuando terminó, se tumbó en cama, revisó las redes
sociales y le mandó un par de mensajes a Leo y Lilian.
Estaban hablando de algo muy gracioso que les había pasado
aquella mañana en clase de historia. No llevaban ni un mes
separados y Aiden se sentía demasiado lejos de los que habían
sido sus mejores amigos. Ellos seguían hablando de su día a
día. De sus profesores y sus compañeros, pero Aiden ya no
formaba parte de ese mundo. Era cierto que le ponían al día,
pero al final no dejaba de ver la vida de sus amigos a través de
la pantalla del móvil. No entendía las bromas, no conocía a los
nuevos profesores o algún amigo nuevo del que siempre
hablaban. Muchas veces se quedaba mirando la pantalla del
teléfono sin saber qué responder y, muchas otras, ni siquiera
sus amigos esperaban una respuesta de su parte. Y aquello
también era duro para él.
Ese era uno de los motivos principales por lo que ya no
estaba seguro de haber tomado la mejor decisión al irse a
estudiar al Bhainn Daiocht. La experiencia no le estaba
llenando todo lo que había esperado. Todo se le estaba
haciendo un poco cuesta arriba y en parte lo entendía, era algo
habitual. No era la primera vez que sentía que todos avanzaban
hacia una dirección y él se quedaba perdido en el camino. Era
como si todos le dejasen siempre atrás. Y Aiden no podía
evitar sentirse solo.
◆◆◆
Un rato después, pasadas las once de la noche, Thiago
entró en la habitación.
—Buenas —dijo a modo de saludo.
—¿Qué hay? —respondió Aiden sin levantar la mirada del
teléfono.
—No me digas que has cenado la lasaña… Posiblemente
sea el peor plato que preparan aquí —comentó con cara de
desagrado, mirando para el recipiente vacío que descansaba
sobre el escritorio.
—Me quedé entrenando hasta tarde con Loan y no
quedaba mucho donde elegir —respondió encogiéndose de
hombros.
—¿Qué tal le va a la eminencia? Hace tiempo que no pasa
por los entrenamientos. ¿Sabes cuándo se va a dignar a volver
o piensa seguir enfurruñado el resto del año? —preguntó con
una sonrisa irónica.
—No lo sé. No sé por qué me preguntas eso a mí. Tú
también estás en los entrenamientos. El problema es que Loan
está preocupado y me quiere endosar a mí el marrón…
—Loan siempre se preocupa por Rian, fue él quien lo fue a
buscar a la aldea de mala muerte donde vivía.
—Así que él lo descubrió —reafirmó Aiden.
—Sí y, sinceramente, lo trata con un favoritismo que no es
normal, pero supongo que ya te has dado cuenta —Thiago se
puso el pijama y se tiró sobre la colcha de la cama—. ¿Y cuál
es el marrón que te quiere endosar? —preguntó curioso—.
Siempre habláis de las cosas interesantes cuando nos hemos
ido los demás.
Aiden suspiró y dejó el móvil en la mesita de noche.
—Quiere que vaya a ver si Rian está bien y que, de alguna
manera, le convenza para volver a los entrenamientos.
Thiago se puso las manos detrás de la cabeza y se quedó
contemplando el techo. Todavía llevaba puestas las gafas y de
vez en cuando se las subía con el dedo índice, colocándoselas
mejor.
—Bueno, si quieres hablar con él, te recomendaría hacerlo
este finde —dijo después de un rato.
—No tengo muchas ganas de hablar con él y,
sinceramente, dudo mucho que él quiera verme. Aun así, ¿por
qué debería de hacerlo durante el finde?
—Su compañero de cuarto, Lev, es amigo mío y se va a ir
a su casa a pasar un par de días… En cualquier momento del
fin de semana seguro que lo pillas solo en su cuarto.
—¿Rian nunca se va a su casa? —preguntó con curiosidad.
—No. Ya te dije que creo que tiene problemas con su
familia. Y, como te habrás podido fijar, tampoco tiene amigos
así que siempre está en su cuarto, haciendo quién sabe qué —
respondió encogiéndose de hombros.
—Puf, no sé, ya veré que hago… ¿Quieres ver una peli?
—No, voy a repasar el último examen que tengo mañana.
—¿Te molesta si pongo yo una?
—Sí. Usa cascos.
Thiago sacó de la mochila el portátil y no volvió a decir
nada más. Aiden se quedó un rato en silencio, pensando qué
debería hacer, hasta que al final, se metió debajo de las
sábanas y se puso un vídeo en el móvil hasta que se quedó
dormido.
CAPÍTULO 16
EL INCIDENTE

Es como un presentimiento,
de que como tú no hay nadie.
23 - Morat

Era viernes y, después del descanso de media mañana, se


empezaba a notar un ambiente más distendido en el aula.
Todos los alumnos tenían en mente el fin de semana y aquellas
eran posiblemente las horas más improductivas de toda la
semana. Aiden estaba concentrado en la resolución de un
ejercicio cuando el dedo de Axel irrumpió en su campo de
visión.
—Me gustaría saber en qué piensas cuando te explico las
cosas. Este ejercicio lo estás haciendo mal —dijo señalando el
planteamiento inicial del mismo.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Aiden desesperado.
Llevaba media hora con el mismo problema y todavía no había
conseguido avanzar.
—¡Pero si hicimos uno exactamente igual ayer! —suspiró
Axel mientras negaba con la cabeza—. Borra toda esta parte.
—¿Todo esto? —preguntó Aiden para asegurarse que no
iba a borrar nada útil.
—Sí.
—Joba… Por cierto, ¿cuándo tenemos que entregar los
ejercicios?
—El domingo por la noche —respondió Axel.
—¿Te parece bien si los hacemos juntos esta tarde? O
mañana.
—Vale, si quieres puedes venirte a mi habitación esta
tarde. Y después podemos jugar al videojuego que te comenté
el otro día. Si te apetece, claro —sugirió bastante emocionado.
—¡Por mi perfecto! Avísame cuando pueda ir sin molestar
a tu compañero.
—Este fin de semana se va a su casa, así que no te
preocupes por eso.
—¿Qué pasa este finde? ¿Por qué se va todo el mundo? —
preguntó extrañado.
Axel mostró una ligera sonrisa. A su manera, se estaba
riendo de Aiden.
—Siempre te pasa lo mismo. Andas en tu mundo la mitad
del tiempo y no te enteras de nada.
—¡Eh, eso no es verdad! —se quejó Aiden.
—Sí, pero no pasa nada. A principios de esta semana los
profesores avisaron de que teníamos un fin de semana libre.
Eso quiere decir que se suspenden todas las actividades
extraescolares y permiten a todos los alumnos volver a sus
casas. Suele haber uno cada mes, más o menos —después
buscó en el móvil un mensaje y se lo mostró a Aiden—. Este
es el mensaje que recibimos todos, tú incluido.
—Puede ser que lo borrara sin leerlo —confirmó Aiden
mientras se anotaba mentalmente leer los mensajes recibidos
de aquel momento en adelante—. ¿Tú no te vas?
—No, me da bastante pereza andar viajando tanto solo por
dos días —confesó—. Hay mucha gente que piensa igual. Ya
te digo que verás el colegio lleno de todas formas. En otras
ocasiones, como durante la semana de vacaciones que tenemos
en abril o las vacaciones de verano… esto queda
prácticamente vacío. ¿No te has planteado cuándo volver a
casa?
—Acabo de llegar, no tengo ganas de volver todavía.
—¿Y tu familia no te pone problemas? Durante el primer
cuatrimestre mi padre no paraba de insistir en que volviera a
casa cada fin de semana.
—Bueno, por el momento no me han dicho nada. Al final
mi madre está en plena campaña en su empresa y creo que la
alivia saber que estoy bien —respondió encogiéndose de
hombros.
—Mejor así. Créeme.
Otra de las cosas de los fines de semana libres, que Axel
no le había comentado, era que las horas lectivas terminaban el
viernes al mediodía. Por ese motivo, cuando terminó la clase y
todo el mundo abandonó el aula, Aiden se quedó sorprendido.
—¿Me estás diciendo que se terminaron las clases ya? ¿A
las doce de la mañana? ¿Para qué me levanté esta mañana?
—Sí —dijo Axel entre risas—. Tu indignación por las
pocas horas de clase es maravillosa.
Aiden respondió con un pequeño golpe en el hombro antes
de salir del aula seguido por su compañero. Fueron hasta la
cafetería y pidieron un batido de chocolate mientras esperaban
a que abriese la cocina. La idea era coger la comida para llevar
y comer en la habitación de Axel. Le mandaron un mensaje a
Nadya contándole el plan y ella aseguró que pasaría después
de comer.
—¿Cómo es no ser mago? —preguntó Axel rompiendo el
silencio, mientras le daba un sorbo a su batido.
No había maldad en su pregunta, solo curiosidad. Aiden no
lo pensó demasiado antes de contestar.
—Sinceramente, es casi igual. Pero sin poder hacer esto —
Aiden dejó su batido encima de la mesa y se concentró unos
segundos antes de hacerlo levitar. Lo consiguió a la primera, y
dejó el vaso flotando por encima de sus cabezas.
—Vaya, has mejorado un montón —comentó Axel
sorprendido—. Parece que los entrenamientos por fin están
dando resultados.
—Sí, bueno, es que he estado practicando mucho —
confesó emocionado.
En ese momento, Aiden desvió la vista del vaso y se
encontró con los ojos de Rian, quien lo miraba sin mucho
entusiasmo desde la entrada del comedor. Por algún motivo
que no entendía, enterarse de que lo estaba observando lo puso
extremadamente nervioso. El vaso empezó a oscilar por
encima de sus cabezas hasta que Aiden perdió el control de sus
poderes y tanto Axel como él acabaron con batido de
chocolate por encima. Aiden cerró los ojos notando como el
líquido le descendía lentamente por la cabeza y empezaba a
gotear sobre los pantalones. Sentía tanta vergüenza que se
quedó quieto, con los ojos cerrados y los puños apretados
sobre sus piernas. Empezó a escuchar algunas risas del resto
de las mesas pero no podía reaccionar. No era capaz de
moverse, ni de hablar, ni siquiera de disculparse con Axel, que
el pobre no había hecho nada y estaba todo manchado.
Simplemente quería desaparecer. O llorar. O ambas cosas.
—Aiden —Axel lo estaba llamando pero él no se sentía
capaz de abrir los ojos. Solo quería que la teletransportación
fuera una realidad y escapar de allí en ese mismo momento—.
Ey, Aiden, espabila —Axel lo agarró por el hombro y lo
zarandeó ligeramente—. Si esta era tu forma de demostrarme
que somos exactamente iguales a las personas no magas ha
funcionado a la perfección —dijo intentando aliviar la tensión.
Aiden sonrió sin ganas, agradecido. Abrió los ojos y se
giró hacia su compañero, que estaba bebiendo de su batido tan
tranquilamente, como si no tuviera el pelo y la camisa llenos
de chocolate líquido.
—Lo siento —se disculpó avergonzado.
—Bueno, sin más. Una experiencia más para la lista. No te
preocupes, pero mejor vamos a cambiarnos antes de que nos
hagamos virales en internet —sugirió poniéndose de pie y
tirando de su amigo.
Aiden se puso en pie y buscó con la mirada los ojos azules
de Rian, pero ya no estaba. Se había ido, seguramente molesto
por haber presenciado sus inexistentes habilidades. Sabía que
tenía pendiente hablar con él, pero cada vez le estaba dando
más motivos para seguir ignorándolo.
CAPÍTULO 17
LA OTRA VERSIÓN. RIAN.

Y me di cuenta de que siempre he pensado en ti,


pero nunca contigo.
Te Estás Olvidando De Mí - Beret

Ya había pasado una semana más, pero aquella en


concreto se me había hecho mucho más larga que de
costumbre. No ir a los entrenamientos me dejaba con una
sensación extraña en el cuerpo. Era como si me faltase algo.
Cuando llegué a la cafetería después de que terminaran
las clases, allí estaba él con su amigo. Siempre con su amigo.
¿Por qué siempre estaba rodeado de gente? Últimamente me
era imposible ir a algún sitio sin que acabásemos
encontrándonos. Estaba haciendo el tonto, como era habitual,
con un vaso lleno de alguna bebida. Se estaba riendo de algo
¿por qué siempre se estaba riendo? No parecía que fuera la
misma persona cuando estaba con sus amigos que cuando
venía conmigo a los entrenamientos. Y eso me molestaba
muchísimo. No entendía por qué, pero odiaba aquel
sentimiento.
Estaba gesticulando mucho, parecía que estaban hablando
de algo divertido. Después, dejó la bebida sobre la mesa, se
remangó la camisa con las manos y su sonrisa se borró de
golpe. Puse los ojos en blanco ante sus preparaciones.
Supe lo que iba a pasar antes de verlo. Sus ojos, de color
ámbar, empezaron a brillar. El ambiente cambió de repente. El
aire se hizo más denso. La magia fluía sin control por la sala,
electrizando todo. Su poder era tan grande que lo noté en
cada poro de mi piel. Estaba seguro de que podía causar un
huracán sólo con proponérselo.
Yo estaba paralizado ante aquella demostración de poder.
Miré a mi alrededor, pero nadie parecía ser consciente de lo
que estaba pasando, todos estaban demasiado perdidos en sus
pensamientos. ¿Cómo era posible que nadie lo notara?
¿Cómo era posible que alguien con un poder tan excepcional
llevara quince años desaprovechándolo? ¿Cómo era posible
que existiera alguien tan increíble como él?
El vaso empezó a levitar, encima de su cabeza, y Aiden
sonreía. ¿Alguien puede hacer algo para borrarle esa sonrisa
de la cara? ¿Era mucho pedir? Sentí la rabia crecer dentro de
mí hasta hacerse casi insoportable. ¿Cómo podía tener tanto
poder? ¿Cómo era capaz de pasar tan desapercibido con toda
esa energía? Un gesto de desagrado crispó mi cara en el
momento en el que nuestras miradas se cruzaron. Me había
pillado admirándolo de nuevo. Vi cómo la sorpresa le cambió
el gesto de la cara. Su sonrisa se esfumó. En ese momento,
toda la energía que fluía como hilos infinitos por toda la
habitación, desapareció de golpe.
Mis dedos se cerraron involuntariamente cuando vi el vaso
oscilar encima de su cabeza. Sentí el impulso de controlar ese
vaso, de evitar lo que estaba a punto de suceder, pero no hice
nada. Y me odié por ello. Aunque me odié más por haber
querido impedirlo.
CAPÍTULO 18
LA CONVERSACIÓN

Sabía tus nervios, tus gestos, tus miedos y tus suspiros


Porque después de quererte me siento un desconocido.
El Día Menos Pensado - Beret

Aiden se fue a la habitación intentando escapar de las


miradas curiosas de todos los alumnos. Nada más llegar, fue
directo a la ducha para quitarse los restos del batido. Le
hubiera gustado que el agua se llevase también la vergüenza
que sentía en aquel momento, pero no fue posible. Cuando
salió, se encontró con Thiago en la habitación. Lo saludó con
un gesto con la cabeza y se puso ropa cómoda. Al fin de
cuentas iba a pasar toda la tarde en la habitación de Axel.
Cuando se giró, se dio cuenta que su compañero lo estaba
mirando con una sonrisa malvada en la cara.
—¿Qué? —preguntó temiendo lo peor.
—Pensé que hoy estarías más dulce, pero veo que eran
habladurías —respondió con una sonrisa.
—Buf, ¿Cómo te has enterado ya? Esto es increíble… —
Aiden se pasó las manos por la cara avergonzado de nuevo.
—Lo sabe todo el mundo y lo cierto es que me da rabia no
haberlo visto en directo. Seguro que fue divertido.
—Ja, ja, sí, me parto… —dijo con una mueca de disgusto
en la cara—. Es que no puedo tener más mala suerte. Si solo
me hubiera caído el maldito batido pues mira, me estaría
riendo con vosotros ante mi torpeza, pero no. No. Era
demasiado pedir. Tenía que estar Rian en ese justo momento
mirándome. ¿Te lo puedes creer? Lleva cinco días
desaparecido y solo hace acto de presencia para ver la
ineptitud de su compañero… Es que no me extraña que me
odie… —se quejó.
Thiago se quedó pensando unos segundos antes de
contestar, como si estuviera valorando qué decir.
—Es cierto. Ya de por sí Rian tiene tendencia a odiar a
todo el mundo, pero tú pareces empeñado en coger todas las
papeletas disponibles…
—Joder, no, no me digas eso —se quejó escondiendo la
cara detrás de las manos.
—Bueno, nunca se me ha dado bien mentir, pero estoy
dispuesto a hacer un esfuerzo —respondió vacilándolo.
—Me voy —anunció Aiden cogiendo la mochila y
metiendo dentro el ordenador.
—Nos vemos luego. Intenta no liarla más.
—Gracias por los ánimos.
—Piensa en positivo. Es difícil que la cagues más de lo
que ya lo has hecho. Pero te daré un pequeño consejo: la
comida se come, no se juega con ella —añadió divertido.
—¡Agg! Paso de ti —respondió saliendo de la habitación
con gesto de hastío.
Antes de ir a la habitación de Axel, pasó por la cafetería
para buscar la comida. Escuchó a un par de alumnos comentar
el incidente del batido, pero nadie lo reconoció. Algo bueno
debía tener ser el nuevo en un colegio de más de seiscientas
personas.
Al llegar a la habitación, Axel lo esperaba tumbado en la
cama viendo la tele sin mucho entusiasmo. Se había quitado el
uniforme, la falda y la camisa estaban tirados en el suelo, y
llevaba puesto un chándal. Llevaba el pelo suelto, todavía
húmedo de la ducha y estaba descalzo. Tenía las uñas de los
pies pintadas de colores diferentes. Las del pie izquierdo eran
fucsias y las del pie izquierdo, blancas. Axel se incorporó al
ver entrar a Aiden y lo saludó con la mano.
—Vaya, te has adelantado. Justo te iba a decir que
fuésemos a buscar la comida —comentó al ver los recipientes
que llevaba en las manos.
—Bueno, quería disculparme de alguna manera… —dijo
poniendo la comida encima de la mesa y sacando los cubiertos
de la mochila—. En serio, lo siento mucho.
—No le sigas dando vueltas al tema, no hay nada que
disculpar—dijo abriendo los túper y mirando lo que llevaba
cada uno—. ¿Me puedo comer el pescado?
—Claro, todo tuyo.
—Genial.
Comieron tranquilamente comentando los videojuegos que
le gustaban a cada uno. Aiden le habló de lo mucho que solía
tocar la batería cuando era más pequeño y Axel le acabó
pidiendo que le hiciera una pequeña demostración en algún
momento. Después se pusieron a hacer los ejercicios de
historia hasta que llegó Nadya y se pusieron a jugar los tres
juntos. Como el juego era de dúos, iban haciendo turnos y el
que perdía cedía el mando. Un rato después los únicos que se
turnaban eran Axel y Aiden, ya que Nadya les ganaba siempre.
Cerca de las diez y media de la noche, después de haber
cenado, Aiden dejó el mando de la consola encima de la mesa
y se dejó caer sobre su espalda, contra el suelo.
—Nadya, ¿me puedes explicar cómo puedes ser tan
extremadamente buena? Eres increíble —comentó
impresionado Aiden.
Nadya apartó la mirada avergonzada. Una pequeña sonrisa
le apareció en el rostro mientras se sonrojaba ligeramente.
—Eres un exagerado —contestó finalmente.
—Aiden tiene razón, lo tuyo no es ni medio normal… —se
quejó Axel—. Seguro que haces trampas.
Aiden se rio, estaba relajado. Al final el día había sido
bastante bueno. Estaba tan contento de haberlos conocido que
todavía no se creía la suerte que había tenido. En momentos
como aquel, sentía que todo iba bien.
—Creo que deberíamos poner una peli —sugirió Nadya—.
No quiero seguir humillándoos.
—¿Qué hora es? —preguntó Aiden incorporándose.
—Ya pasan de y media —respondió Axel.
—Entonces creo que me voy a ir —dijo Aiden poniéndose
nervioso de golpe.
—¿Y eso? ¿Qué vas a hacer? —preguntó Nadya curiosa.
—Voy a ir a hablar con Rian —respondió como si se
estuviera autoconvenciendo a sí mismo.
—¿Qué dices? ¿Qué me he perdido? —preguntó
sorprendida.
—No mucha cosa. Loan me ha estado rayando la cabeza
hasta que accedí a hablar con él… Aunque sinceramente, no sé
ni qué le voy a decir cuando le vea.
—Espera, espera, ¿vas a ir a su habitación ahora? ¡Qué
fuerte! —gritó Nadya emocionada—. ¿Puedo ir contigo? No,
no es buena idea. Pero igual me puedo quedar cerca para
escuchar… Olvídalo, está claro que no es buena idea —Aiden
se rio ante lo rápido que iba cambiando de opinión ella sola.
No sabía explicar el motivo, pero para él, la personalidad
de la joven era como un soplo de aire fresco.
—Me voy ya, antes de que cambie de opinión —comentó
Aiden poniéndose de pie.
—Prométeme que mañana nos contarás todo. ¡O, mejor,
cuando llegues a tu habitación! ¿Por qué estoy nerviosa yo?
—Aiden, vete ya antes de que a Nadya le dé un ataque —
sugirió Axel mientras encendía la televisión—. ¿Qué peli
quieres ver? —le preguntó a su compañera.
—Nos vemos —se despidió Aiden abriendo la puerta de la
habitación.
—¡Chao! ¡Suerte! —se despidió Nadya—. Puedes poner la
peli que nos quedó a medio ver el otro día. Aquella del
vampiro y la gárgola.
Aiden salió de la habitación y cerró la puerta tras él. Lo
último que escuchó fue la queja de Axel ante la idea de ver esa
película y eso le sacó una sonrisa.
Sabía que no tenía mucho tiempo, no podía andar por los
pasillos a partir de las once de la noche si no quería ganarse
una reprimenda por lo que apuró el paso hasta llegar a las
escaleras. Subió los escalones de dos en dos, hasta la planta
cuatro, donde estaban las habitaciones de los alumnos de
segundo. No tuvo que recorrer mucho pasillo hasta encontrar
la 203. En la puerta aparecía escrito arriba en el centro el
nombre de su compañero: Rian Kane. Se quedó mirando para
la puerta durante casi cinco minutos, debatiéndose
internamente qué hacer, qué decir. Sabía que tenía los minutos
contados si quería hablar con él aquella noche, por lo que
haciendo de tripas corazón, llamó a la puerta.
En el momento en el que sus nudillos tocaron la madera
tuvo que controlar el impulso de salir de allí corriendo.
Respiró profundamente varias veces antes de que la puerta se
abriera. Rian se asomó al pasillo y su cara cambió
drásticamente cuando se encontró con la mirada de Aiden.
Giró la cabeza a ambos lados, como si quisiera asegurarse de
que el chico estaba allí para verle. Después, borró el gesto de
sorpresa de la cara, volviendo a su habitual semblante serio.
Llevaba puesto una sudadera blanca, remangada y unos
pantalones cortos de deporte. Tenía el pelo húmedo y
despeinado, como si acabara de salir de la ducha.
—¿Te has perdido? —preguntó como si fuera la única
opción por la que Aiden podía estar allí, en su habitación.
—Sí. Digo no, no. No me he perdido… Mierda —Aiden
quería desaparecer.
Estaba demasiado nervioso para pensar con claridad pero
Rian no hizo ningún comentario desagradable, simplemente se
quedó mirando para él como si fuera un ser de otro planeta o
no hablaran el mismo idioma.
—¿Podemos hablar? —preguntó Aiden recuperando la
compostura.
—Ya lo estamos haciendo —respondió sin más.
—¿Puedo pasar? —preguntó señalando con la cabeza la
habitación.
Rian abrió ligeramente los ojos, sorprendido por la
pregunta, pero no dijo nada.
—¿Qué? ¿Puedo o no? —preguntó Aiden cansado de ese
silencio absurdo.
—Supongo —Rian parecía tan confuso que simplemente
se apartó a un lado.
Aiden entró en la habitación. Olía a jabón. Una de las
camas estaba completamente deshecha, con varios libros
tirados por el suelo en la zona del cabecero y un portátil
encendido encima. Aiden supuso que esa debía de ser la cama
de Rian. Su habitación era muy similar a aquella, lo único que
variaba era la decoración. En uno de los escritorios había una
réplica en miniatura de una guitarra eléctrica. Aiden la cogió y
la miró más de cerca. Se parecía una barbaridad al modelo que
había dejado en casa de su madre.
—¿Has venido aquí a tocar mis cosas? —preguntó Rian,
que estaba apoyado en la puerta de la habitación, mirándolo
con el ceño fruncido.
—Lo siento—respondió dejando la guitarra en su sitio de
nuevo—. ¿Te gusta la música? ¿Tocas algún instrumento?
—No creo que eso te importe.
—Si me diera igual no te estaría preguntando.
—Has venido a molestarme, a mi habitación, a las once de
la noche, para saber si me gusta la música —repitió haciendo
énfasis en las palabras, para que Aiden se diera cuenta de lo
ridículo que sonaba.
—Joder, no lo pones nada fácil.
Rian suspiró y puso los ojos en blanco antes de contestar.
—Deja de hacer el imbécil y dime qué quieres.
—¿Por qué no has venido a entrenar en toda la semana? —
preguntó Aiden a sabiendas de que no era de su incumbencia.
Rian sonrió maliciosamente antes de contestar.
—¿Qué te ha ofrecido Loan para que vengas a hablar
conmigo? Me gustaría saber cómo de lamentable eres.
Aiden desvió la mirada hacia el suelo. Estaba claro que
había sido un error ir allí.
—No me ofreció nada. Solo estaba preocupado por ti.
—Y como Loan se preocupa, ¿tú vienes aquí a intentar
convencerme de volver? ¿Tantas ganas tienes de que te vuelva
a humillar?
Aiden negó con la cabeza. Estaba cansado de aquella
situación, de mantener la misma conversación siempre.
—Eso no es así…
—Ah, ¿no? —respondió con la voz llena de ironía.
—Si crees que no sé lo bueno que eres o que jamás te
llegaré a la suela del zapato te confundes. Sé que eres mejor
que yo, sé que no tengo posibilidades de ganarte. Sé que no
soy rival para ti. Soy plenamente consciente de mis
limitaciones —mientras Aiden hablaba el gesto de Rian
empezó a crisparse, como si le estuviera molestando lo que le
estaba diciendo, pero no dijo nada—. No quiero ganarte, solo
quiero entrenar contigo. Que compitamos juntos. Sé que no
tengo técnica, pero tengo mucha energía…
—Mucha dice… —dijo Rian y puso los ojos en blanco.
—Bueno, bastante energía. Creo que podríamos ser un
buen dúo si nos coordinamos bien y entrenamos juntos… Yo
no quiero luchar contra ti, quiero luchar contigo.
A Aiden le pareció que las palabras habían tenido algún
tipo de efecto en Rian porque no dijo nada. Borró la sonrisa
irónica de la cara y lo miró serio, como si realmente se
estuviera planteando la posibilidad de entrenar con él. Caminó
hasta su cama y se dejó caer a los pies, enterrando la cara entre
sus manos.
De repente, levantó la mirada y Aiden se encontró con sus
ojos azules, que lo miraban indeciso.
—Despliega tu poder, como hiciste hoy al mediodía.
Aiden esperó una burla de su parte, pero eso nunca llegó.
Lo estaba mirando con el semblante serio. Expectante.
—¿Ahora? —preguntó confuso por su reacción.
No entendía por qué quería que le enseñara su poder en
aquel momento si lo había visto en múltiples ocasiones.
—Dale, usa cualquier cosa que veas por ahí —respondió
señalando con las manos la habitación en general.
Aiden buscó con la mirada, hasta que se fijó en una botella
llena de agua que descansaba encima del escritorio. Se
concentró en ella, hizo que toda su magia saliera a la
superficie y la hizo flotar.
La hizo levitar hasta ponerla encima de sus cabezas. Giró
varias veces su mano izquierda, mientras miraba fijamente a la
botella y sonrió ligeramente cuando el tapón se empezó a
desenroscar. Cuando tuvo la botella completamente destapada,
la giró en el aire hasta que el agua salió del recipiente
quedando, flotando en el aire. Dejó que la botella vacía cayera
al suelo y se concentró en el agua. Le dio forma, la hizo girar,
la convirtió en lluvia… Y unos minutos después, la volvió a
meter en la botella, sin apenas derramar nada.
Cuando terminó, se dejó caer al suelo, sentándose sobre
sus pies. Aquella pequeña demostración le había consumido
muchísima energía. No estaba acostumbrado a tener que ser
tan meticuloso… Pero por otro lado estaba profundamente
satisfecho. Todos los ejercicios que estaba haciendo a diario,
empezaban a dar sus frutos.
Rian lo miraba fijamente, casi sin pestañear. Si estaba
sorprendido o decepcionado, Aiden no lo podía saber. Lo
único que perturbaba su aparente calma era el puño derecho,
que lo tenía apretado con mucha fuerza encima de su rodilla.
—Vas a tener que entrenar muy duro. Si quieres estar a mi
altura tienes que dar lo mejor de ti —dijo rompiendo el
silencio.
—Por supuesto —dijo Aiden sin acabarse de creer lo que
estaba escuchando.
—Me harás caso cuando te dé alguna indicación y no
cuestionarás todo lo que te diga. Tengo más experiencia que tú
y vas a tener que confiar en mí.
—Vale.
—Y no te puedes saltar ningún entrenamiento.
—Mira quién lo está diciendo…
—Aiden, te lo estoy diciendo muy en serio. No pienso ser
tu compañero a no ser que estés totalmente comprometido.
—No puedo estar más comprometido —aseguró.
—Vale.
—¿Vale?
—Sí, no hagas que me arrepienta.
—No tengo intención de hacerlo —dijo sonriendo
abiertamente.
Aiden se levantó del suelo con intención de volver a su
cuarto. Rian vio sus intenciones y se levantó para abrirle la
puerta. Parecía una sutil invitación a que saliera de su vista.
Al salir al pasillo, se giró y vio un par de heridas que tenía
Rian en el brazo derecho. No eran demasiado grandes, pero no
tenían buen aspecto. Alguna parecía que estaba a punto de
infectarse.
—¿Todo bien? —preguntó preocupado.
Rian se dio cuenta de hacia dónde estaba mirando y se bajó
las mangas de la sudadera antes de contestar.
—No somos amigos y tampoco lo seremos. Que no tenga
más remedio que entrenar contigo no significa que vaya a
contarte nada sobre mí o sobre mi vida privada. Limítate a
practicar y olvídate de los asuntos que no te incumben —dijo
antes de cerrar la puerta de su habitación de un portazo
dejándolo solo en el pasillo.
Aiden se quedó mirando la puerta cerrada durante unos
instantes. No podía evitar preocuparse por la gente que tenía a
su alrededor. Siempre había sido así y con Rian no era una
excepción. Debía de estar intentando con todas sus fuerzas
mantenerse alejado de todo el mundo y eso debía de resultar
agotador. Sonrió con tristeza antes de dar media vuelta y
marcharse a su habitación.
CAPÍTULO 19
EL VÍNCULO

No te puedo prometer un castillo de papel


que no arda al primer fuego.
La Electricidad - Melendi, Aitana

El lunes por la tarde, tan pronto las clases terminaron,


Aiden salió corriendo hacia la sala de entrenamientos. No le
había dado tiempo ni a Axel ni a Nadya de preguntarle a
donde iba antes de desaparecer por los pasillos. Aquel era, por
fin, el día en el que iba a entrenar de verdad, con Rian.
Al llegar, se quitó la camisa y el pantalón del uniforme, ya
que aquella mañana había decidido llevar la ropa de deporte
por debajo para no perder el tiempo al irse a cambiar a los
vestuarios.
Loan lo vio entrar y lo saludó como siempre.
—Buenas, Aiden —se fijó en la ropa que descansaba a sus
pies y puso cara rara—. ¿Se puede saber por qué te estás
cambiando aquí? —comprobó el reloj de su muñeca antes de
añadir—. Todavía es pronto.
Y como si todo estuviera preparado, la puerta de la sala se
abrió y entró Rian. Tenía el semblante serio, como siempre,
pero estaba allí. Para entrenar con él. Para ser su compañero.
Loan sonrió contento, pero no dijo nada. Miró a Aiden y
asintió con la cabeza. Aquel gesto gritaba un gracias enorme.
—Veo que te ha costado encontrar el camino de vuelta,
genio —le dijo Aiden a modo de bienvenida.
Rian resopló y puso los ojos en blanco. Avanzó hasta
colocarse a su lado y lanzó la mochila hacia un extremo, justo
antes de que su sudadera siguiera el mismo camino. Aiden lo
miraba como si todavía le costara creer que aquel momento
hubiera llegado y, cuando sus ojos se encontraron, no pudo
reprimir una ligera sonrisa.
—Te haré morder el polvo —dijo Rian con su tono
habitual y su semblante serio.
—Mientras no me vuelvas a soplar en la oreja creo que me
daré por satisfecho —continuó vacilándolo. En ese momento
la sonrisa ya le llegaba de oreja a oreja.
—Cállate, imbécil —respondió Rian.
Y aunque su gesto no cambió, Aiden pudo ver menos
hostilidad en sus ojos. Asintió satisfecho. Él ya había dado su
brazo a torcer. Competiría con Rian por muy arrogante y
prepotente que fuera. No se lo pondría difícil.
—¿Listo? —le preguntó Aiden.
—Más que tú, seguro —respondió Rian, colocándose
detrás de él.
—Eso me lo tendrás que demostrar —contestó Aiden.
Ambos fueron hasta el centro de la sala y las protecciones
se activaron. Eran una de las nuevas máquinas que había
aportado el patrocinio de la empresa de la familia de Aiden.
Permitía crear un espacio seguro para los ataques más
potentes, no solo protegiendo la sala donde se practicaba, sino
a los magos que se encontraban en su interior. Loan ya se lo
había dicho, mientras no pudieran controlar sus ataques, no
podrían realizarlos fuera de un entorno controlado.
—¡Vamos a empezar! —gritó Loan dando un par de
palmadas—. Aiden, deja fluir tu energía. Rian, vas a tener que
controlarla. Sé que la primera vez no salió bien, pero
realmente es nuestro punto fuerte. Si conseguís dominar el
ataque combinado, tendréis muchas papeletas para haceros un
hueco en la final.
Ambos asintieron. Aiden dejó escapar el aire antes de
juntar las palmas de sus manos. Concentró toda su energía
entre ellas y, cuando las separó un poco, la magia empezó a
fluir. Era como un torrente luminoso, lleno de electricidad, que
se estrellaba contra las protecciones. Su cuerpo retrocedió ante
la fuerza de su poder, pero aquella vez, en vez de perder el
equilibro, chocó con el cuerpo de Rian. Este le sostuvo sin
problemas el tiempo suficiente para que Aiden recuperara el
control. Cuando esto ocurrió, las manos de Rian se fueron
acercando más y más a las suyas, hasta que, poco a poco, el
flujo de energía se fue curvando. A diferencia de la primera
vez, las manos de Rian no estaban tan temblorosas y, a pesar
de que no lo podía ver, lo notaba más concentrado.
En ese momento, Aiden se dio cuenta de que estaba
empezando a escuchar los latidos del corazón de su
compañero. Cada segundo que pasaba los oía con mayor
claridad. Era un sonido monótono que lo eclipsaba todo.
Aiden empezó a ponerse nervioso por algún motivo que no
comprendía. Por segunda vez, fue consciente de cómo Rian se
había hecho con el control absoluto de su poder. Se dio cuenta
de que estaba sintiendo y manejando su magia, su esencia. Y
no pudo evitar sentirse vulnerable. Era una sensación
demasiado desconocida para él. Giró la cara, poco a poco,
hasta encontrarse con la mirada de Rian. Estaban tan cerca el
uno del otro, que Aiden podía verse reflejado en sus pupilas.
Antes de que ninguno de los dos pudiera hacer algo, el
torrencial se había convertido en un enorme remolino, que los
expulsó con fuerza hacia la pared. Por suerte las protecciones
amortiguaron el impacto.
Cuando se pusieron en pie, Loan ya estaba allí con ellos.
—Tenéis que ser más prudentes o acabaréis por haceros
daño —les reprendió enfadado—. Aiden, vas a tener que
disminuir la potencia del ataque hasta que Rian se acostumbre
a ella. Y Rian, no se trata de que intentes darle forma. Se trata
de que encuentres el punto exacto donde Aiden concentra
absolutamente todo su poder y lo sientas como tuyo. Si
solamente te limitas a darle forma, no solo no podrás
controlarlo, sino que necesitarás mucha más energía y os
podéis hacer daño —añadió mientras los señalaba—. Vamos a
intentarlo una vez más.
—Espera —pidió Aiden.
—¿Qué pasó? ¿Te hiciste daño? —preguntó Loan
preocupado de repente.
—No, no es eso. Antes, yo sentí… —las palabras se
perdieron antes de llegar a pronunciarlas.
Aiden se miró las palmas de las manos, intentando
comprender lo que acababa de pasar, pero ni siquiera él lo
entendía bien.
—¿Qué sentiste? —preguntó Loan confuso.
Aiden miró a Rian, que lo observaba con curiosidad. No
parecía enfadado, ni sorprendido. Solo expectante.
—¿Tú lo sentiste? —le preguntó.
Rian asintió como respuesta, sin necesidad de formular
ninguna pregunta.
—Oh, vale —dijo Loan, como si acabara de darse cuenta
de lo que estaba pasando—. Aiden, no te preocupes. Es algo
muy habitual cuando dos magos compiten juntos. Seguro que
has oído hablar de los vínculos entre los magos, ¿verdad?
Aiden negó con la cabeza.
—¿Qué os enseñan en clase? —preguntó frustrado—. No
voy a entrar en detalles. Un vínculo, es simplemente una
conexión entre dos magos. Es como un lazo que une la magia
de dos individuos. Y se suelen dar por dos razones: en una
situación de vida o muerte, donde inconscientemente te aferras
a la magia de otro mago para sobrevivir o en casos donde se
necesita mucha compenetración, como en los duelos.
—¿Voy a tener un vínculo con Rian? —preguntó algo
asustado Aiden.
—Me temo que sí. Hay magos que no lo llegan a
desarrollar, pero si ya has tenido esas sensaciones y
prácticamente no habéis entrenado juntos… No me cabe duda.
Parece que vuestra magia es totalmente compatible —
respondió Loan.
—Pero ¿qué implica? Acabas de decir que no se puede
romper. ¿Qué se supone que va a pasar entre los dos?
Loan se echó a reír ante la preocupación del chico.
—Nada, Aiden, no le des mayor importancia. Simplemente
Rian te va a conocer mejor que nadie. Y tú a él. Vas a saber
cosas de él, aunque no las quiera compartir contigo. Si llegas a
un entrenamiento y estás enfadado, él lo va a notar, aunque no
se lo digas. Y cuando estéis compitiendo juntos, vais a
compartir las emociones. Eso os permitirá anticiparos a
muchas situaciones y os dará ventaja contra dúos que no
tengan desarrollado su vínculo. Os permitirá comunicaros a
través de sensaciones, sin necesidad de hablar.
Aiden asintió procesando la información.
—Entiendo. Pero ¿por qué no se puede romper? ¿Y no hay
forma de evitarlo?
No sabía hasta qué punto quería comprometerse con
alguien que lo detestaba ligeramente. Por algún motivo que no
entendía, el hecho de pensar que Rian pudiera leer sus
emociones le causaba cierta inquietud.
—Piénsalo como si fuera un viaje. Si vas de vacaciones a
la playa y estás dos días tumbado en la arena, tomando el sol,
no puedes volver atrás. No existe forma de borrar que has
estado allí. Has ido a esa playa y tienes que aceptar la realidad.
Pero la intensidad de los vínculos sí que se desvanece.
Siguiendo con el ejemplo, podríamos decir que es como el
bronceado. Los días que estás al sol, el moreno se hace más
pronunciado, pero cuando estás mucho tiempo sin exponerte a
él, lo vas perdiendo paulatinamente hasta que llega un punto
que no lo sientes —Loan se quedó pensativo, como si dudara
si añadir algo más o no—. Recuerdas cómo es la sensación y
sabes que, en el momento que te vuelvas a exponer al sol,
volverá a aparecer. No sé explicarlo mejor, pregúntale a tu
profesora de anatomía mágica.
Aiden intentaba asimilar toda la información. Le daba
reparo mirar a Rian y ver su gesto hostil pero no podía seguir
sin estar seguro de que ambos entendían la situación.
—¿Y tú quieres eso? —le preguntó directamente.
Había intentado que su voz sonase calmada pero apenas
salió como un susurro. Notaba una presión en el pecho, pero
desconocía el motivo. A pesar de ello, Rian lo estaba mirando
por lo que sabía que había escuchado.
—Esto es ridículo —dijo suspirando—. ¿Qué se supone
que has estado haciendo durante toda la semana? —Rian
recogió su mochila y su sudadera—. No pienso perder mi
tiempo con tus dudas.
—¿Tú no tienes dudas? —preguntó Aiden sorprendido.
—Yo llevo entrenando para los duelos toda la vida. No te
creas especial. No eres ni el primero ni serás el último con el
que vaya a tener un vínculo. Son cosas totalmente normales.
Pero si tu ignorancia es tan grande que piensas que esto es un
momento crucial de tu vida, adelante. Avísame cuando te
hayas decidido —dijo sin mucho entusiasmo antes de dar
media vuelta y marcharse.
En ese momento, el resto de los miembros del Kettou entró
por la puerta y se quedaron asombrados al ver a Rian salir de
la sala de entrenamientos con prisa, antes de la hora. Si a
alguno de ellos le pareció extraño su comportamiento no lo
expresaron con palabras.
Aiden se quedó mirando como Rian se alejaba, notando
como al mismo tiempo disminuía la presión que había sentido
en el pecho. No pudo evitar preguntarse si, aquel nudo no sería
un reflejo de los sentimientos de Rian.
CAPÍTULO 20
SENTIMIENTOS

Todos tenemos varias cicatrices y no ganamos nada con contarlas,


pero nos desvivimos para camuflarlas.
Valen Más - Morat

El martes por la mañana, antes de que las clases


comenzaran, Aiden ya estaba llamando a la puerta de Rian. Se
había pasado toda la noche dándole vueltas al tema del vínculo
y quizás se estaba preocupando más de lo debido. Rian parecía
una persona lo suficiente sensata como para preocuparse por
algo si fuera importante… y no parecía ni siquiera interesado
en el tema, pero a pesar de eso, Aiden no podía evitar sentirse
nervioso.
La puerta se abrió y apareció Rian con los ojos aún
entrecerrados. Se notaba que se acababa de despertar por los
golpes en la puerta. Tenía una especie de pijama puesto y el
pelo despeinado. No sabía si eran imaginaciones suyas, pero
en ese momento, y a pesar de que los tenía medió cerrados, el
azul de sus ojos parecía más claro.
—¿Otra vez tú? Estás empezando a coger una costumbre
muy fea…
Rian se pasó una mano por el rostro justo antes de
apoyarse sobre el marco. Cerró los ojos y se quedó tan quieto
que Aiden pensó que se había vuelto a dormir.
—¿Puedo pasar? —preguntó molestándole.
Rian abrió los ojos, desganado.
—Lev está durmiendo. Bueno, eso si no lo has despertado
con esa forma de llamar a la puerta… Dame dos minutos,
salgo ahora —dijo volviendo a la habitación y cerrando la
puerta tras él.
Aiden se dejó caer, arrastrándose por la pared hasta
sentarse en el suelo. Había demasiadas cosas que no entendía,
nociones básicas que se le escapaban. A pesar de que daba lo
mejor de sí mismo para estar a la altura parecía que nunca era
suficiente. Siempre había un tema nuevo, un concepto esencial
que desconocía.
Rian reapareció con el uniforme de la escuela unos
minutos después. Tanto el pantalón como el cárdigan eran un
par de tallas más grandes de lo que deberían, dándole un
aspecto ligeramente infantil, que contradecía totalmente el
gesto serio y malhumorado de su cara.
—¿Qué te pasa ahora? —preguntó Rian pasándose las
manos por el pelo, desordenándolo más de lo que ya estaba.
—No me pasa nada —respondió confuso.
—¿Has venido hasta aquí en función de despertador?
—Ah, no. He estado pensando en lo de ayer y me gustaría
comentarlo contigo.
—Buf, mira que eres pesado. Le estás dando vueltas a algo
que no tiene mayor importancia. Es algo habitual —respondió
encogiéndose de hombros—. ¿Por qué tienes que tomarte todo
de esa manera?
—¿Tienes que ser tan insoportable siempre? Si me
preocupa algo, me gustaría que al menos fingieras que te
preocupa lo más mínimo.
—Es que no me preocupa. Ni lo más mínimo —respondió
utilizando las mismas palabras.
—Creo que la franqueza está sobrevalorada —protestó
Aiden.
Al escucharlo, Rian hizo un amago de sonrisa. Parecía
ligeramente divertido y eso lo sorprendió todavía más.
—A ver, cuéntame, ¿qué es lo que tanto te preocupa?
—Nunca había oído hablar de vínculos y Loan lo pintó
como algo super complejo…
—¿A qué clase de escuela has ido hasta ahora? Eso se
enseña hasta a los niños más pequeños… —dijo frustrado y
puso los ojos en blanco—. Vamos —añadió señalando con la
cabeza.
Rian echó a andar por el pasillo y Aiden no tardó en
seguirlo. Caminaba a paso apurado, con las manos en los
bolsillos y llevaba un gesto aburrido, como si aquello le
supusiera mucho esfuerzo.
Después de girar un par de veces, llegaron a las escaleras,
pero, en vez de bajarlas, subieron. Dos pisos después llegaron
a la azotea del edificio. Era bastante grande y estaba bien
conservada. Habían colocado un par de bancos para sentarse y
un par de macetas con flores completaban la decoración.
Aiden no había estado allí antes y le pareció un buen sitio para
relajarse. Se podían ver unas vistas increíbles a pesar de que el
día parecía nublado y se había levantado una ligera brisa.
—Es fundamental, si quieres llegar a convertirte en un
gran duelista, que puedas formar vínculos. Contra más fuerte
es el vínculo entre dos magos, más poderosos son si luchan
juntos. Los ataques combinados, la sincronización… todo se
vuelve más sencillo—explicó Rian rompiendo el silencio.
Tenía la mirada perdida en el horizonte. El sol estaba a
punto de salir y, desde aquel sitio, se podía ver el amanecer
perfectamente a pesar de las nubes.
—Pero ¿cómo es posible? ¿Cómo funciona? —preguntó
Aiden de nuevo.
—No difiere demasiado de una relación de amistad. Ese
momento cuando conoces tan bien a otra persona que sabes
con exactitud qué diría, qué comida pediría o qué respondería
a una pregunta.
—Entiendo —susurró con el ceño fruncido.
—No lo parece —replicó Rian contrariado.
—A mí me sigue pareciendo algo importante como para
tomárselo a la ligera—dijo Aiden poco convencido y Rian
resopló como respuesta.
—No te estás comprometiendo conmigo de ninguna
manera. Será algo temporal mientras los dos estemos en el
mismo equipo. Cuando me gradúe el año que viene y
encuentres a otro compañero, formarás otro vínculo con él. Y
así sucesivamente.
—Loan dijo que era raro que ya lo sintiéramos —replicó.
—Lo es. Normalmente implica cierta relación entre los dos
magos y tú y yo apenas nos conocemos. No debería ser tan
fácil —Rian se encogió de hombros—. O no suele serlo.
—¿Y eso no te preocupa?
—¿Por qué debería preocuparme que me pongan algo fácil
en la vida? En serio, ¿qué te pasa? ¿Tienes que protestar por
absolutamente todo? Vuelvo a repetirte que no tiene nada de
especial.
Aiden asintió algo más tranquilo. Dicho de esa manera no
parecía tan importante.
—Bien. Me voy —dijo Rian echando a andar hacia la
puerta. Ya había dado por zanjada la conversación.
Antes de que se pudiera alejar, Aiden lo agarró de la
muñeca, impidiendo que se fuera. Aún tenía demasiadas dudas
por resolver y quería aprovechar el momento. Cuando sus
dedos tocaron su muñeca, notó un chispazo en los dedos que
hizo que soltara el agarre de golpe. Rian parecía que también
lo había notado, ya que lo miraba con cara de desagrado.
—¿Qué haces? —preguntó Rian molesto, alejándose un
par de pasos, como si quisiera mantenerse alejado de su
contacto.
Aiden no contestó enseguida y se quedó mirando la punta
de sus dedos. Cuando lo había agarrado, solo tenía en mente
detenerlo. La idea de que su magia hubiera intervenido le
emocionaba y preocupaba a partes iguales.
—No hice nada… al menos no intencionadamente.
—Pues contrólate —le dijo enfadado.
—¿Podemos hacer una prueba?
—¿No te basta esto que acaba de pasar?
—Por favor.
—Eres insoportable. ¿Qué quieres lograr?
—Quiero saber cómo de fuerte es el vínculo que ya
tenemos entre nosotros —confesó Aiden.
—¿Y cómo pretendes hacerlo?
Aiden lo miró serio, pensando en las posibles opciones.
Finalmente extendió la mano y la dejó suspendida en el hueco
que había entre ellos. No sabía si aquello funcionaría, si
saldría adelante o simplemente no pasaría nada. Pero quería
intentarlo.
—Voy a pensar algo y quiero saber qué sientes. Luego lo
haremos al revés. ¿Te parece? Después, dejaré que te vayas.
La única respuesta que dio Rian fue poner los ojos en
blanco, justo antes de agarrarle de la mano.
Aiden sintió un cosquilleo en la palma, en todo el área que
estaba en contacto con la mano de Rian. Lo miró fijamente a
los ojos. Quería ver el momento exacto en el que sintiera algo.
Sus ojos azules se mantenían en calma y tenía una mirada fría
como siempre.
Aiden empezó a recordar los meses previos al
descubrimiento de su magia. La soledad. La frustración. La
impotencia. Recordó a sus antiguos compañeros de clase,
aquellos a los que en su día había considerado amigos. Pensó
en las burlas y en las peleas hasta que el sentimiento de
tristeza lo embargó. En ese momento, los ojos de Rian
perdieron brillo. Lo estaba sintiendo, Aiden estaba seguro de
que así era.
Decidió cambiar a un sentimiento más alegre y pensó en el
momento en el que descubrió que tenía magia. Recordó la
emoción que sintió cuando se lo comentó a su madre y la
felicidad absoluta al haber sido admitido en el Kettou. Aquel
era, sin duda, uno de los recuerdos más valiosos que tenía por
lo que no pudo evitar que una ligera sonrisa le apareciera en el
rostro.
Miró a Rian, que seguía con los ojos fijos en él, pero su
mirada había vuelto a cambiar. Era cálida y estaba llena de
emoción.
Solo estaban agarrados de la mano, pero las emociones
fluían por ese contacto sin control. Era una experiencia nueva
y diferente para Aiden quién no podía evitar preguntarse por
qué habría dudado tanto. Ya no le parecía nada malo, más bien
al contrario.
De repente, empezó a sentir calidez en el pecho. Rian
había cerrado los ojos y una pequeña sonrisa le adornaba el
rostro cuando lo empezó a notar. El vínculo que tenían
vibraba. Estaba recordando algún momento muy feliz de su
vida, Aiden estaba seguro de ello. Era una sensación
maravillosa… Notaba como la alegría le subía por el pecho y
sentía ganas de llorar de emoción. Todo lo demás había pasado
a un segundo plano, no había nada malo, y él solo podía
sonreír.
Aiden nunca se había considerado una persona pesimista o
negativa. Había pasado por demasiadas cosas a lo largo de su
vida como para saber que no había mucho que pudiera hacer
para controlar su futuro. Pero en aquel momento, agarrado a la
mano de Rian, con aquellas sensaciones recorriéndole por
dentro, no pudo evitar pensar en qué pasaría cuando todo se
acabara. Cuando su poder se agotara. Cuando la magia
desapareciera de él… Y no pudo sentir nada. Se sintió vacío.
Rian abrió los ojos, asustado, antes de dar un paso atrás y
romper el contacto. Se agarró la mano que había estado en
contacto con Aiden como si le doliera, como si le hubiera
hecho daño.
—¿Se puede saber qué ha sido eso? —le gritó enfadado.
Aiden no contestó. No podía. Todavía tenía demasiado
presente el sentimiento de pérdida y sentía como el pánico se
iba adueñando poco a poco de él. Si perdía la magia no habría
nada de él que mereciera la pena. No le quedaría nada, ni
sueños, ni metas, nada por lo que luchar. No podría volver a
pasar por eso de nuevo.
Con esos pensamientos en la cabeza, no fue consciente de
que estaba llorando hasta que notó el viento contra sus mejillas
húmedas. Se sentía tan perdido que no estaba seguro de ser
capaz de recordar el camino de vuelta… Hasta que sintió los
brazos de Rian atrayéndolo hacia él. Aquel gesto fue suficiente
para llevarlo de nuevo a aquella azotea, al presente.
Rian le pasó un brazo por detrás de la cabeza y con el otro
lo sujetó por la espalda, manteniendo sus cuerpos totalmente
pegados. Notaba su respiración agitada, llena de preocupación.
Aiden apoyó inconscientemente la nariz contra el cuello de su
compañero, dejándose sostener. Cuando intentó apartarse para
evitar mojarle el cuello de la camisa con sus lágrimas, este se
lo impidió, abrazándolo más fuerte. En ese momento, fue
consciente de que no le iba a dejar separarse. No se lo estaba
diciendo con palabras, pero lo notaba. Esa vez no le iba a dejar
solo. Estaban juntos. Por ese motivo, Aiden terminó pasando
los brazos alrededor de la cintura de Rian, dejando que llenara
su vacío.
CAPÍTULO 21
ESTOY AQUÍ. RIAN

Ya me olvidé de olvidarte.
El Día Menos Pensado - Beret

Me sacaba totalmente de quicio. Definitivamente no


entendía los límites. Me hacía salir de la cama a las seis de la
mañana para hacer el estúpido en la azotea.
Después se me quedó mirando impaciente, con la mano
extendida, esperando por mí. No quería, pero acabé
haciéndolo, cedí.
Lo primero que sentí fue tristeza, desesperación, soledad.
No era nada agradable. Lo sentía tan profundamente que me
estaba ocasionando un nudo en el estómago. ¿Qué habría
pasado para sentir eso? Era desesperante. No podía entender
que aquellos sentimientos estuvieran tan presentes en él,
cuando siempre daba la sensación de tener todo. Siempre
estaba sonriendo. No eran muchos los momentos en los que no
se mostraba feliz delante de los demás. Y a pesar de eso…
De repente, todo cambió y sentí tranquilidad. Alegría.
Entusiasmo. Una felicidad absoluta y aplastante. Me
embriagó por completo. Aiden debía de estar pensando en uno
de los mejores días de su vida. Notaba la calidez de sus
emociones y fui feliz. Era la primera vez que compartía un
momento así. Las últimas veces que tuve un vínculo con otro
mago, solo me llegaban los sentimientos propios de un duelo.
Los recuerdos no tenían cabida por aquel entonces, pero, en
aquel momento…
Entonces se me ocurrió que podía ofrecerle lo mismo. Un
recuerdo feliz. Busqué en la memoria y no tardé en
encontrarlo.
Era invierno, mi madre había cocinado una especie de
caldo con muchas especias. Me encantaba. Adoraba el frío y
la comida de mi madre. Mi hermana entró corriendo en el
comedor. Llevaba una carta en la mano. No sabía lo que era,
pero sí sabía que estábamos esperando la resolución. Yo no
quería abrirla, tenía miedo de que nos rechazasen. Pero Eri
era más lista que yo y confiaba en mí. No me dejó posibilidad
alguna de huir de allí antes de abrir la carta. Nos habían
admitido. Eri me abrazó con fuerza, mientras yo intentaba
procesar lo que estaba pasando. Mamá lloraba de alegría y
me besaba la cabeza. Papá intentaba ocultar la emoción de su
rostro, aunque nunca fue buen actor. Y Eri gritaba y reía y
lloraba. Aquel día lo tuve todo. Estaba seguro de que aquel
momento iba a quedar guardado en mi mente para siempre
como un sinónimo de felicidad.
Aquel era, posiblemente, el recuerdo más feliz que tenía.
Siempre lo recordaba con cariño.
Miré a Aiden para ver si lo estaba sintiendo. Sonreía. Me
sonreía a mí.
Estuve a punto de decir algo, pero cambié de idea cuando
empecé a ver los signos de crispación en su rostro. Las
emociones que fluían entre nosotros desaparecieron de golpe.
Todo era oscuridad. Incluso sentí dolor físico y tuve que
romper el contacto, pero el vínculo seguía entre nosotros.
Ya no era necesario estar tocándonos para compartir
emociones y eso me asustó. Había compartido un par de
vínculos con otros magos, sobre todo cuando era niño, pero
hacía años que no lograba involucrarme de esa manera con
nadie. Tampoco lo intentaba. Con Aiden había sido diferente.
Lo había tratado exactamente igual que a todos, incluso peor,
pero nada había salido igual. El vínculo había aparecido de
repente, mucho más fuerte que ninguno anterior.
Dejé de sentir el latido de su corazón. Era como si las
emociones se hubieran apagado de golpe. Después, vino el
miedo. Aiden estaba aterrorizado. Estaba entrando en pánico
y yo también me asusté. Noté como su respiración se agitó,
temblaba y estaba llorando. No tenía ni idea de lo que le
estaba pasando por la cabeza y aun así me sentí identificado.
Necesitaba que el sentimiento tan desagradable que estaba
sintiendo parara. No solo por él, por mí. No me veía capaz de
seguir soportándolo mucho más tiempo.
Lo vi tan solo, lo sentí tan perdido que no pude evitar
envolverlo entre mis brazos. Se intentó separar, pero no le
dejé. Lo abracé más fuerte hasta que él también me devolvió
el abrazo.
A lo mejor él también estaba roto. A lo mejor no éramos
tan diferentes como yo me había esforzado en creer. Quizás el
vínculo tan extraño que teníamos se había hecho tan fuerte
por ese motivo. A lo mejor, si seguíamos juntos… no
tendríamos porqué volver a sentirnos solos.
Intenté transmitirle tranquilidad y confianza, pero en mi
cabeza no podía parar de repetir “no estás solo”.
Supongo que funcionó, porque un par de minutos después
respiraba con normalidad contra mi cuello.
CAPÍTULO 22
EL MAYOR MIEDO

Conmigo ni la luna se acuesta dos noches.


Tendrás que quererme hasta con mis cagadas.
La Electricidad - Melendi, Aitana

Aquella tarde Aiden no fue a entrenar. No se sentía con las


ganas, ni las fuerzas necesarias, por lo que se quedó tumbado
en la cama, mirando al techo.
Todavía recordaba cómo se había derrumbado en frente de
Rian. Mentiría si dijera que no se sentía avergonzado. Se había
mostrado vulnerable delante de su compañero y aquella era
una faceta que intentaba mantener oculta. No quería que nadie
sintiera pena de él, aunque Rian no había dicho nada al
respecto. Lo había sostenido hasta que había recuperado el
aliento, y se había mantenido a su lado durante la media hora
que pasaron sentados en la azotea. Ninguno de los dos había
hablado durante todo ese tiempo, pero el silencio no había sido
incómodo. Rian había respetado el espacio que Aiden
necesitaba. Después, bajaron juntos las escaleras y se
despidieron para ir a clase. Y aunque Rian no dijo nada, Aiden
notó que estaba lleno de preguntas. En el fondo se sentía
agradecido de que todo hubiera salido así. En aquel momento
no le apetecía entrar en una conversación profunda y hablarle
de sus miedos. Aunque sabía que Rian tampoco habría querido
escucharlos.
Thiago llegó a la habitación a media tarde, al salir del
entrenamiento y suspiró preocupado. No era la primera vez
que faltaba, pero supuso que aquel día, nadie le había dicho
nada al respecto. Loan solía tomarse bastante en serio la
intimidad de todos ellos.
—¿Qué ha pasado esta vez? Pensé que ya os habíais vuelto
íntimos —pregunto sin mucho entusiasmo.
Su relación con Thiago había ido evolucionando desde su
llegada a la escuela. No podría decir que eran los mejores
amigos, pero se iban compenetrando mejor. Todas sus
interacciones se resumían en alguna queja o problema de
Aiden a lo que Thiago intentaba dar solución. A su manera.
—La mierda esta del vínculo.
—¿Otra vez? Pensé que habíais zanjado ese tema —
respondió poniendo los ojos en blanco—. Mira que os gusta
discutir por cualquier cosa. Os iría mejor en un club de debate.
—Guardaré tu opinión en el cajón de las cosas que no me
importan —dijo Aiden sonriendo.
—Yo no paro de guardar todo lo que me cuentas ahí y no
se llena. Tú no te cortes, hay sitio.
Aiden se rio sin muchas ganas, pero no dijo nada más. No
quería hablarle de lo que había ocurrido.
Las horas fueron pasando y en algún momento se quedó
dormido. Lo último que recordaba era estar leyendo unos
apuntes sobre Historia de la Magia antes de despertarse con la
cabeza debajo de las sábanas.
Unos golpes en la puerta interrumpieron el silencio
absoluto en el que estaba sumida la habitación, pero Aiden
todavía estaba demasiado dormido como para reaccionar.
Escuchó como Thiago se levantaba y andaba hasta la puerta,
por lo que no hizo ni el amago de levantarse. Escuchó como
esta se abría y luego…nada. Ni un saludo, ni una palabra, ni la
puerta cerrarse. Solo silencio.
—Te juro que eres la última persona que esperaba ver —
dijo Thiago en voz baja.
—¿Cómo está? —preguntó la voz inconfundible de Rian.
—Dormido —dijo Thiago y Aiden casi pudo oír como
Rian ponía los ojos en blanco. Aiden sonrió ante la imagen
que se había formado en su cabeza. En ese momento fue
consciente de lo que le habían explicado del vínculo.
Empezaba a conocer a Rian demasiado bien.
Estaban hablando en voz baja, seguramente para evitar que
se despertara, pero era demasiado tarde. Aiden estaba con los
ojos abiertos como platos, intentando no respirar fuerte para
poder oír con claridad.
—¿Y cómo estaba antes de quedarse dormido?
—Juraría que estaba despierto. Pero tampoco te fíes mucho
de mí —Aiden tuvo que reprimir una carcajada ante la
contestación pero no se movió.
Notaba como Rian se estaba enfadando; en su respiración,
en las emociones que sentía en aquel momento. Lo cierto era
que dejar a Thiago y Rian juntos, solos, no era una buena
combinación.
—¿Vas a seguir haciéndote el simpático mucho más
tiempo?
—Creo que es parte de mi encanto natural, me sorprende
que alguien tan inteligente como tú no lo sepa.
—No puede ser —dijo frustrado—. Parece que siempre
ponen a todos los imbéciles a compartir habitación.
—Pues te recuerdo que eres tú el que está preocupado por
un imbécil.
—A mí tú me traes sin cuidado —respondió secamente.
—Me refería al otro imbécil —Aiden escuchó la risa
irónica de Thiago y un ratio después, la puerta se cerró.
Sabía que Rian le había contestado algo, pero no llegó a
entenderlo y tampoco quería que Thiago se enterara que había
estado escuchando a escondidas así que se quedó un rato en
silencio, quieto.
¿Qué se suponía que había llevado a Rian a ir a buscarlo a
la habitación? Quizás tenía algo que ver con no haberlo visto
en el entrenamiento. O quizás Loan lo había estado
presionando para que fuera a preguntarle, aunque en el fondo
le extrañaba mucho que Rian hiciera algo que no quisiera… Y
eso le hizo sonreír. Al final, aquella experiencia horrible
quizás los ayudara a acercarse más. La idea de ser un equipo
para la competición empezaba a ser algo más factible.
◆◆◆

El día siguiente transcurrió con normalidad. Hicieron un


examen de telequinesis para el cual Axel no estaba preparado,
o eso le hizo creer a Aiden durante las horas previas aunque,
en el momento de la verdad, lo bordó. Como siempre. Lo
odiaba.
Al mediodía comieron con Nadya, que empezaba a
agobiarse por todo el trabajo que se le estaba acumulando en el
consejo estudiantil. Aiden no sabía muy bien en qué consistían
sus tareas, pero tampoco tuvo la oportunidad de preguntar.
Después de que ninguno de los chicos se quisiera unir al
consejo, Nadya los dejó disgustada por no haber conseguido la
ayuda que necesitaba.
Cuando terminaron las clases, Axel se despidió con prisa.
Aquel día se estrenaba la nueva entrega de uno de sus
videojuegos favoritos y quería salir de la escuela para poder
hacerse con una copia.
Aiden, por el contrario, fue directo a entrenar. A pesar de
que llegó antes de tiempo, Rian ya se encontraba en la sala
ejercitándose. Estaba concentrado, haciendo levitar un montón
de objetos a su alrededor mientras bloqueaba los hechizos que
le lanzaba Yuki y Eire desde todas las direcciones. Cuando sus
miradas se cruzaron, Aiden no pudo evitar desviar la vista.
Todavía se sentía avergonzado.
—¡Eh, tú! —gritó Rian de repente—. Llegas tarde.
Espabila.
Llegaba casi diez minutos antes de la hora, pero Aiden no
lo mencionó.
—¡Voy! —contestó en seguida.
◆◆◆

La práctica se alargó hasta pasadas las diez de la noche. A


través de la ventana se podía ver como la luna brillaba en lo
alto del cielo. Habían estado entrenando el combate durante
toda la tarde. Después de veinte rondas y una victoria absoluta
por parte de Rian, ambos se dejaron caer al suelo. Había sido
un día largo y todos se sentían exhaustos, incluso Loan que se
veía en la obligación de detener algunos ataques fuera de
control.
—Creo que vamos por buen camino. Descansad esta noche
y comed bien para coger fuerzas. Mañana continuaremos—
dijo antes de despedirse de los chicos e irse hasta su despacho.
Aiden y Rian se quedaron unos segundos sentados, en el
suelo donde se habían dejado caer un rato atrás. Tenían el pelo
mojado del sudor y Aiden estaba deseando llegar a su
habitación para darse un buen baño. Justo cuando tenía la
intención de levantarse, Rian lo agarró del brazo.
—¿Todo bien?
No. No todo estaba bien, pero estaba haciendo todo lo que
podía porque así fuera. Le sonrió antes de responderle.
—Claro—mintió.
Todavía estaba asustado y supo que Rian se había dado
cuenta, aunque ninguno de los dos dijo nada.
CAPÍTULO 23
ENTRENAMIENTO ESPECIAL

Ahora no me señales por cobarde.


Siempre pensé que no daba la talla
Lo que nunca te dije – Charlie USG

Las competiciones estaban a la vuelta de la esquina.


Apenas quedaban unas cuantas semanas y necesitaban subir el
nivel de los entrenamientos. Por ese motivo, Loan les había
organizado un entrenamiento con uno de los equipos de la
zona. Les había dicho que la única forma de prepararse para
un duelo era tener uno.
El sábado por la mañana, dos magos de la escuela Mitsuru
llegaron al Bhainn Daiocht. Vega y Misaki eran dos magos de
último año de la escuela superior. Habían ganado dos veces el
campeonato nacional y ese año no se presentaban porque se
habían clasificado para el mundial de duelos. Que un equipo
de ese nivel hubiera aceptado a entrenar con el Kettou era algo
que Aiden todavía no lograba entender. Era cierto que la
reputación de su equipo era buena, pero llevaban un par de
años sin tener buenos resultados. A pesar de ello, él no iba a
ser quien se quejara de la oportunidad.
Después de unas presentaciones bastante rápidas, Loan los
había puesto a entrenar en duelos individuales. En aquel
momento, Aiden estaba compitiendo contra Vega. A pesar de
la diferencia de edad y de experiencia, no se estaba quedando
atrás, al contrario. Estaba haciendo pasar a su contrincante por
muchas dificultades para hacerse con la victoria.
Ambos jadeaban por el esfuerzo. Llevaban casi veinte
minutos lanzando ataques y bloqueando la ofensiva del rival,
pero parecía que ninguna opción era lo suficiente buena para
dar por zanjado el enfrentamiento.
El resto de los miembros del Kettou los miraban con
atención. Rian estaba con los brazos cruzados y el semblante
serio, atento a todos sus movimientos. Loan, por el contrario,
anotaba continuamente en su libreta. Era como si pudiera
apreciar a la perfección cualquier error que cometieran y no
dudara en apuntarlo para poder discutirlo con ellos después.
—Vaya, Aiden, sí que eres bueno. Te falta mucha técnica,
pero tienes muchísimo poder… —reconoció Vega, secándose
el sudor de la frente—. Me llego a despistar y ya me habrías
vencido.
Aiden sonrió ante el halago.
—Mis compañeros no me permiten quedarme atrás.
Necesito mejorar cada día para no convertirme en un estorbo
en los entrenamientos.
—No te rindas. Pase lo que pase, sigue luchando. En un
par de años te convertirás en uno de los magos más poderosos
que haya.
Aiden lo miró perplejo. No estaba acostumbrado a tantos
halagos.
—Creo que exageras.
—Para nada. Aunque tienes mucho que mejorar. Espero
que te esfuerces.
—Lo haré.
—Bien. Bueno, estoy cansado —dijo Vega un par de
segundos después—. Vamos a terminar con esto.
Vega levantó las palmas de las manos y empezó a lanzar
ráfagas de energía de forma indiscriminada. Aiden tuvo que
levantar los dos brazos para levantar un escudo a su alrededor
y, aun así, sus pies resbalaban por el terreno sin que pudiera
hacer nada para evitarlo.
Los ataques no eran muy poderosos, pero eran precisos.
Era como si Vega encontrara todos los puntos débiles de su
escudo y lanzara los ataques exactamente hacia ellos.
Aiden notó un ligero temblor en una de sus manos, lo que
hizo que tuviera que cerrar los ojos, buscando la concentración
absoluta. Sabía que permitirse perder de vista al rival en medio
de un combate era un error. A pesar de eso, era la única opción
que tenía. Si no se concentraba perdería sin remedio.
De repente, los ataques se detuvieron y llegó la calma.
Cuando Aiden buscó con la mirada a su rival, no lo encontró
por ningún lado, hasta que fue demasiado tarde. Vega había
aprovechado los destellos de los ataques para desplazarse
hasta un lateral y atacarlo en el momento en el que bajó la
guardia. El hechizo golpeó a Aiden en el costado, lanzándolo
contra el suelo sin remedio. Ni siquiera tenía fuerzas para
evitar el golpe. Por suerte, Rian estaba preparado y lo salvó del
impacto milésimas de segundo, antes de que pasara.
—¿No sabes activar un mísero escudo antes de estamparte
contra el suelo? ¿Qué se supone que has aprendido los últimos
quince años de tu vida? —le recriminó Rian con mala cara.
Al mismo tiempo, Misaki se acercó hasta su compañero
que yacía tumbado, boca arriba en el suelo, intentando
recuperar el aliento después de su victoria.
—Vaya actuación más lamentable. Has estado a nada de
perder contra el novato de primero—dijo tendiéndole una
mano y ayudándole a incorporarse.
—Bueno, ya has visto lo que hay… Es algo increíble—
dijo mirando a Aiden, quien solo se mantenía en pie porque
Rian le había pasado su brazo por los hombros, agarrándolo
con fuerza. Aiden se dejaba sostener sin poner muchos
problemas al respecto. Estar así de cerca con Rian era extraño
y cómodo a partes iguales.
Loan les había dejado un par de botellas de agua y un poco
de fruta en una de las mesas del fondo de la sala. Ambos
necesitaban alimentarse y descansar para recuperar toda la
energía que habían perdido.
Después llegó el turno de Rian contra Misaki. Los dos
magos trasmitían una serenidad fuera de lo normal. Sabían que
eran buenos, que eran muy buenos y a Aiden le dio rabia no
estar a su nivel. Querer ser como Rian era parecido a intentar
coger el aire con las manos. Algo imposible.
El duelo empezó poco después. Rian lanzaba hechizos con
una técnica perfecta. No desperdiciaba energía, sus
movimientos eran precisos y los ataques certeros. Aiden, que
estaba sentado en uno de los bancos de la zona intentando
recuperar el aliento, no perdía de vista ningún movimiento.
Sus pies se movían en la misma dirección que su cuerpo, tal y
como Loan les había indicado constantemente en los
entrenamientos. A pesar de ello, en más de una ocasión, a
Aiden le dio la impresión de que los ataques de Rian perdían
potencia. Era como si le faltase algo de energía para
convertirse en el mejor duelista.
Diez minutos después, Rian se hizo con la victoria. Le
había ganado a un mago que estaba clasificado en el mundial
de duelistas. Aiden no se lo podía creer. El talento de su
compañero estaba en otra dimensión. Cuando se acercó a
donde él estaba y se sentó a su lado se dio cuenta de que Rian
tenía el pelo empapado de sudor y jadeaba ligeramente. Había
ganado, pero se había tenido que esforzar al máximo.
—Buen combate.
—Espero que hayas aprendido cómo se hace. Te recuerdo
que estamos a nada de la competición. Si te vas a dejar ganar
de esa manera, no vamos a lograr nada. Necesito que te
esfuerces más.
Aiden puso los ojos en blanco y desvió la mirada. A veces
le daba la sensación de que para Rian, competir con él suponía
un suplicio. Una obligación. Otras veces, llegaba a la
conclusión de que podía dar la talla y convertirse en un
compañero adecuado… Solo necesitaba un poco más de
tiempo.
Durante el resto de la tarde siguieron compitiendo sin
parar. Fueron alternando duelos individuales y por parejas,
incluso se intercambiaron los compañeros en más de una
ocasión. Al final del día, Vega se había hecho con la victoria
de la mayoría de los duelos, independientemente de quién
fuera su compañero.
Cuando Aiden llegó a su cuarto aquella noche, no se podía
sentir más feliz. Tener la oportunidad de entrenar con magos
tan sumamente buenos era un sueño hecho realidad. Antes de
meterse en cama, les mandó un mensaje a Leo y a Lily por el
grupo que compartían y se quedó dormido esperando una
respuesta.
CAPÍTULO 24
FULL DARK

Ahora no me señales por cobarde.


Siempre pensé que no daba la talla
Lo que nunca te dije – Charlie USG

Los rayos de sol, entrando a través de los huecos de la


persiana, despertaron a Aiden un poco antes de las diez de la
mañana. Tan pronto abrió los ojos, cogió el móvil que
descansaba en el suelo al lado de su cama y apagó el
despertador antes de que sonara. No quería molestar a Thiago
en fin de semana y tener que aguantar su mal humor mientras
no saliera de la habitación.
Aquel día iba a acompañar a Axel a uno de los eventos
más grandes del mundo del videojuego de la zona. Se
celebraba en uno de los pabellones más espaciosos de la
ciudad y en él, cientos de jugadores, tiendas, desarrolladores y
artistas, aprovechaban para vender y dar a conocer las últimas
novedades en videojuegos, hacer competiciones o vender las
ilustraciones de las escenas que veían a través de la pantalla.
Después de darse una ducha y vestirse con ropa cómoda,
Aiden bajó hasta el comedor donde pidió un café para
desayunar. Aquella era la primera vez que iba a asistir a un
evento de ese estilo por lo que estaba emocionado y nervioso a
partes iguales. Axel apareció poco tiempo después con el
desayuno en la mano. Había cogido un vaso de leche con
cereales, el cual había llenado de tal manera que era imposible
que cupiese una gota más.
Mientras desayunaban, Axel le contó que a este tipo de
eventos solían ir los mejores streamers de los videojuegos de
moda, por lo que tenía muchas esperanzas de poder ver una
gran final en alguno de los torneos que había agendados.
Aiden escuchaba con atención. Era la primera vez que veía a
su amigo tan emocionado por algo y no podía sentirse más
feliz de poder compartir ese momento con él.
Tan pronto como terminaron de desayunar, se fueron
directos hasta la puerta de la escuela para esperar por el
transporte.
—¿Sueles ir mucho a este tipo de eventos? —preguntó
Aiden al subir al autobús, eligiendo un asiento pegado la
ventana.
Axel se sentó a su lado y se llevó un dedo a los labios
pensativo antes de responder.
—Bueno, intento ir a todos los posibles. Normalmente no
soporto los sitios con mucha gente, pero digamos que esto es
la única excepción que tolero.
—¿Qué es lo que más te gusta? —preguntó con curiosidad.
—Mmmm… Supongo que poder jugar en primicia a los
videojuegos que van a salir en los próximos meses, asistir a la
presentación de novedades y comprar algo de merchandising.
Normalmente siempre llevo a casa alguna figurita de algún
videojuego que me guste, aunque esto intento que sea lo
mínimo posible. El espacio que tengo empieza a escasear.
Aiden se rio como respuesta y desvió la mirada hacia la
ventana.
El trayecto en autobús se hizo mucho más corto de lo que
se había pensado en un primer momento. Apenas diez minutos
después ya estaban en la entrada al pabellón, al que pudieron
acceder después de enseñar en el control las entradas que
habían comprado un par de días antes por Internet.
Nada más poner un pie dentro, Aiden se quedó
impresionado por la magnitud del evento. Una de las cosas que
más le llamaron la atención era la cantidad de gente que había
adentro. Debía haber más de quinientas personas paseando
entre los cientos de puestos que había en la zona. Además, la
parte habilitada para los torneos no era visible desde la entrada
por lo que no se podía apreciar en su totalidad.
—¿Te parece bien si primero damos un vistazo general y
luego vamos a las zonas que más nos interesen? —preguntó
Axel mirando a su alrededor.
—¡Claro! Ve tú delante, yo te sigo
A pesar de la dificultad para moverse entre los puestos,
debido a la cantidad de gente que había, Aiden pudo observar
con detenimiento todos los videojuegos que estaban a punto de
salir ese año al mercado. Él no se consideraba un gran fan,
pero sí que le gustaba pasar tiempo con sus amigos jugando a
los típicos juegos de aventuras y acción.
Otra de las cosas que más le llamaron la atención era la
cantidad de artistas que exponían sus trabajos en los puestos.
Aiden nunca había tenido talento para el arte, ni para dibujar
ni para pintar. Lo único que se le daba medianamente bien era
la música y, aun así, ni siquiera destacaba entre la gente que se
dedicaba a ella, por muchas horas y horas de esfuerzo que
emplease en tocar un instrumento. Justo por ese motivo, se
sorprendió gratamente por todo el talento que había allí
reunido.
Comieron entre risas, comentando las mejoras del
videojuego que se había comprado Axel unos minutos antes.
Se trataba de la remasterización de uno de sus favoritos de
cuando era niño y la contraportada prometía horas y horas de
diversión con unos gráficos increíbles.
—Este es el juego al que jugamos el otro día con Nadya,
¿verdad? —preguntó Aiden.
—No exactamente, es del estilo, pero a este seguro que
también nos gana. No entiendo cómo puede ser tan buena…
—Seguramente hace trampas.
—Lo dudo, más bien le dedicará horas y horas de su vida a
ser increíblemente buena.
—Bueno, sí, supongo… ¿A qué parte quieres ir ahora?
—Pues justo ahora hay un torneo de Full Dark. Podíamos
ir a echar un vistazo —sugirió.
—Venga, vamos entonces —comentó Aiden poniéndose en
pie.
Fueron hasta la zona habilitada para jugar, donde parecía
que todavía había más gente. La sala se distribuía en cientos
de pantallas unas al lado de otras, colocadas en mesas muy
largas colocadas una a continuación de la otra.
Justo cuando llegaron, estaban finalizando la primera parte
de la competición al Full Dark y de los doscientos
participantes iniciales solamente cincuenta pasaron a la
siguiente fase.
El organizador estaba anunciando a gritos que los
cincuenta participantes que habían pasado de ronda debían
moverse a las pantallas del frente de la sala, para mantenerse
lo más juntos y organizados posibles. Aiden se giró para
hablar con su compañero y se encontró a Axel mirando con los
ojos algo más abiertos de lo normal hacia un punto situado al
fondo.
—¿Qué miras? —preguntó buscando con la mirada aquello
que le llamaba tanto la atención a su amigo.
Hasta que la vio. Nadya se estaba sentando en uno de los
ordenadores de la primera fila, reservada para jugadores que
habían pasado a la siguiente fase del torneo.
—Esa es Nadya —dijo Axel y parecía que se lo estaba
diciendo a sí mismo.
—Sí, sí que lo es, no me lo puedo creer —respondió Aiden
sin poder despegar la mirada de ella.
Llevaban compartiendo clases y ratos libres varios meses y
nunca les había dicho nada al respecto.
—Vamos a acercarnos —sugirió Axel empezando a
esquivar a la gente y abrirse camino al otro lado de la sala.
—A ti no te había dicho nada de esto, ¿no? —a pesar de
que estaba casi convencido de que Axel se lo hubiera
comentado de haber sido así, necesitaba asegurarse.
—Que va, ni lo mencionó.
Después de unos minutos intentando avanzar a través del
gentío, se situaron al lado de la primera mesa, justo donde
estaba sentada Nadya. Estaba totalmente concentrada en
adaptar el set up a su gusto, por lo que no notó la presencia de
los dos chicos. Como la competición todavía no había
empezado decidieron aprovechar esos minutos para acercarse
a su amiga e intentar sonsacarle información.
—Nadya —llamó Aiden, levantando la palma de la mano
para que supiera de donde la estaban llamando. En cuanto sus
miradas se encontraron, la joven abrió ligeramente los ojos,
sorprendida—. ¿Qué haces aquí?
—Axel, Aiden, vaya, que sorpresa… No sabía que este era
el sitio al que queríais venir hoy.
—¿Por qué no nos has dicho que ibas a venir? No
sabíamos que te gustaba tanto jugar. Podríamos haber venido
juntos.
—Bueno, es un pasatiempo y, en verdad, se me da bastante
bien —dijo sonriendo.
—Está claro que, para pasar a la siguiente fase de esta
competición, tienes que ser muy buena. ¿Llevas jugando
mucho tiempo? —preguntó Axel con curiosidad.
—No os riais de mí, pero fui streamer durante unos
cuántos años…
—¿Cómo? ¿cómo? —Aiden se llevó las manos a la
cabeza, demasiado sorprendido como para reaccionar de otra
manera—. No me lo puedo creer…
Antes de que Nadya pudiera responderle, el organizador
del evento anunció por megafonía que la siguiente parte de la
competición estaba a punto de empezar. Todas las personas
que no fueran a participar debían dejar la zona habilitada
despejada.
—¿Os vais a quedar por aquí? Si os apetece, podemos
tomar algo luego, cuando termine.
—Por supuesto —contestó Aiden sin dudar—. No me
pienso marchar hasta que me expliques con todo lujo de
detalles porque eres streamer, cómo se te da también jugar y
cómo hemos llegado hasta aquí sin saber nada de esto.
Nadya sonrió divertida.
—Me parece bien, no os preocupéis, os lo contaré todo.
Eso sí, creo que vais a tener que esperar un rato porque pienso
pasar a la siguiente ronda —dijo con convicción.
Axel se rio suavemente y tiró de él hacia la zona donde
estaba el resto del público que veía la competición.
Aiden no le quitó ojo a su amiga durante todo el tiempo
que duró la partida. Observaba cómo movía los dedos sobre el
teclado, como deslizaba el ratón sobre la almohadilla y la cara
de concentración que tenía todo el rato.
Un poco más de media hora después, la segunda ronda de
la competición había finalizado. De los cincuenta
participantes, solamente diez pasaron a la final y Nadya era
una de ellas.
—Cuando dijo que era streamer, ¿tú te imaginabas que era
tan sumamente buena? —preguntó Aiden totalmente
impresionado.
—A ver, ni de lejos. Que era buena sí, lo pude suponer ya
que, al final, nos ganaba siempre. Yo le dedicó horas y horas a
jugar a los videojuegos que me gustan, pero es que a Nadya es
imposible ganarle.
—Necesito buscar los vídeos de ella jugando. Es decir,
¿hola? Todavía no me lo creo.
—Ni yo, créeme.
El torneo terminó veinte minutos después y Nadya se hizo
con un increíble séptimo puesto.
CAPÍTULO 25
QUEDARME ATRÁS. RIAN.

Porque la única verdad,


era mentirnos cada día.
Te Estás Olvidando De Mí - Beret

Todos los días el despertador sonaba a la misma hora.


Llevaba casi tres semanas aumentando los entrenamientos
todo lo posible y me sentía exhausto. A pesar del esfuerzo que
tuve que hacer para incorporarme de la cama, conseguí
ponerme la ropa de deporte y salir al jardín. Quise hacer un
par de estiramientos, pero tenía tantas agujetas por todo el
cuerpo que pensaba que me partiría en dos. Finalmente eché a
correr un par de minutos después.
Notaba los pinchazos en las piernas y tropecé tres veces en
el trayecto hasta la colina. La semana anterior llegué a la
conclusión de que mi poder podría aumentar si conseguía
tener un cuerpo capaz de aguarlo. Nunca fui un chico fuerte,
más bien todo lo contrario. Con mi técnica era suficiente para
sobrepasar cualquier obstáculo que me encontrara… hasta
que apareció Aiden. Con él nada parecía suficiente.
Entrenaba con él a diario y solamente me estaría
engañando a mí mismo si dijera que su progreso no era visible
después de cada entrenamiento. Era algo extraordinario y a la
vez muy confuso. ¿Nunca se había puesto a entrenar en serio
hasta aquel momento? Siempre decía que su sueño era
convertirse en un gran duelista pero, con la educación que
recibió, debería de ser mejor de lo que era. Muchísimo mejor.
Cuando desplegaba su magia, toda la habitación se llenaba de
esos hilos dorados. Tenía tantísimo poder… Pero él no parecía
ser consciente. O le daba igual, lo cual me parecía todavía
peor. Siempre estaba sonriendo, calmado, como si nada fuera
mal y a pesar de eso, en estos dos meses, había progresado
tanto como yo en varios años de entrenamiento. Me fastidiaba
demasiado la facilidad que tenía para todo.
Esa era una de las razones principales para autoexigirme
más. Si me descuidaba, acabaría siendo mejor, y yo dejaría de
ser útil para el Kettou… y eso no lo podía permitir. No podía
dejar que me superara. No podía aceptar que alguien con dos
meses de entrenamiento fuera mejor que yo después de diez
años.
Después de descansar unos minutos, decidí emprender el
camino de vuelta. Si me quedaba mucho tiempo más acabaría
llegando tarde a clase y los profesores ya me habían avisado
varias veces. No podía seguir descuidando los estudios, pero
cada vez que me sentaba en mi habitación para aprenderme la
lección o hacer los deberes, me quedaba dormido. Daba igual
que posición mantuviera, estaba rendido.
Empecé a correr de nuevo. Los pinchazos en las piernas se
volvieron cada vez más intensos y no tuve más remedio que
ralentizar el paso para evitar una lesión. Si me seguían
temblando las piernas de aquella manera, acabaría pisando
mal y forzando un tobillo… Y aquello era lo último que quería
que me pasara. La competición estaba demasiado cerca y yo
no estaba a la altura.
De repente me vino a la mente la conversación que había
tenido con Aiden la hacía un par de noches. Todavía no se
había recuperado de lo que fuera que le hubiera pasado en la
azotea y, por alguna razón, me irritaba verlo alicaído. Todavía
recordaba su expresión y el sentimiento de vacío que vino
después. Parecía tan solo… ¿Por qué me importaba tanto?
Estaba claro que no quería hablar conmigo cuando me dijo
que estaba bien. Mentía y él sabía que me daría cuenta. Y, aun
así, lo hizo. ¿Eso era lo que me molestaba tanto? ¿Qué me
mintiera? ¿No saber qué le pasaba? ¿Que sus emociones
contagiaran a las mías? Tenía demasiadas preguntas y
ninguna respuesta y eso me frustraba.
CAPÍTULO 26
DEJAR IR

Siempre hay algún refugio en un abrazo.


Siempre hay alguna luz en la ciudad.
Lo que nunca te dije – Charlie USG

Marzo llegó y pasó antes de que Aiden se diera cuenta. El


ritmo de las clases y los entrenamientos tampoco le dejaban
mucho tiempo para centrarse en otras cosas.
Aquel día, estaba en medio de una clase de Telequinesis,
intentando mover todos los objetos que tenía sobre la mesa:
una libreta, un estuche y dos bolis, de forma coordinada. La
profesora les había puesto a practicar desde primera hora y,
después de casi tres horas, Aiden era capaz de abrir la libreta,
abrir el estuche y quitar los bolis sin que todos los objetos se
movieran sin control. El siguiente paso era intentar escribir
una o dos palabras, pero era casi misión imposible. Todo lo
que había sido capaz de hacer a lo largo de la clase, eran varios
trazos desordenados, del tamaño de una palma, nada que se
pareciese a una letra o tuviera un tamaño razonable.
Nadya y Axel tampoco iban mucho mejor que él, pero al
menos ellos en sus libretas se podía distinguir perfectamente lo
que estaban intentando escribir, aunque estuviera lejos de ser
perfecta.
Aiden apretaba los puños con fuerza, mientras intentaba no
perder la concentración. Para él, encontrarse en medio de una
clase llena de alumnos, que hablaban, se reían y hacían ruido,
ya suponía una distracción difícil de vencer. A mayores tenía
que esforzarse por controlar un poder que se le resistía.
Justo cuando estaba a punto de conseguir escribir una
perfecta “A” sobre la libreta, su móvil vibró en su bolsillo,
haciendo que todos los objetos con los que estaba trabajando,
y que se encontraban flotando sobre la mesa, cayeran sobre
ella con un fuerte estruendo. Sus compañeros se giraron hacia
él, intentando averiguar de dónde había venido el ruido,
aunque enseguida continuaron a lo suyo. Estaban
acostumbrados a que Aiden fuera ligeramente atrasado con
respecto a los demás. La profesora, por el contrario, lo miraba
con una clara desaprobación en el rostro.
Suspiró algo agobiado. La diferencia de nivel respecto a su
anterior escuela era bastante notable y parecía que, por mucho
que se esforzara, no conseguía reducirla. El móvil volvió a
vibrar en su bolsillo. Y otra vez. Y una vez más. Extrañado, lo
cogió con cuidado para que la profesora no lo viera y miró la
pantalla. En ella, se veían casi diez notificaciones del grupo
que tenía con Lilian y Leo.
Hacía un par de semanas que ya no hablaban casi nada.
Nadya le decía que era habitual, que ahora estaban en
situaciones diferentes y que era normal que se distanciaran,
aunque a él le parecía que había algo más. Aunque Aiden
siempre le daba la razón, en el fondo no podía evitar sentirse
triste. Ellos habían sido sus primeros amigos magos desde que
descubrió su poder y habían estado juntos, prácticamente cada
hora del día, durante varios años. Que en aquel momento no
supiera qué decirles, de qué hablarles o cómo participar en las
conversaciones sin sentirse desplazado, no significaba que no
le importaran. Al contrario. Para él, la amistad era algo más. El
estar ahí cuando lo necesitaban, de forma incondicional. No
necesitaba hablar con ellos a diario, solamente sentir que,
cuando la distancia se pudiera reducir, todo volvería a ser lo
mismo.
Desbloqueó el móvil y entró en la conversación. Eran
varios mensajes dirigidos para él. Aiden comenzó a leerlos
rápidamente, colocando el móvil debajo de la mesa para evitar
que lo pillaran. A medida que avanzaba, su corazón latía más y
más rápido, mientras se le formaba un nudo en el pecho.
Cuando leyó los diez mensajes, los volvió a releer otra vez. Y
una vez más. Solo cuando se los supo casi de memoria, se
permitió bloquear el móvil y guardarlo en el bolsillo.
Colocó las manos encima de la mesa, intentando relajarse,
pero sus manos no paraban de temblar, se movían sin que él
pudiera hacer nada para evitarlo.
—Aiden, ¿estás bien? Tienes mala cara —le dijo Nadya,
sentada a su lado.
Aiden abrió la boca para contestar, pero no consiguió
articular ninguna palabra. Sus amigos de toda la vida acababan
de mandarle una serie de mensajes, en la que le decían que ya
no querían seguir siendo sus amigos. Que su relación había
cambiado demasiado. Que preferían cortarla para tener un
buen recuerdo de lo que había sido. Que ya no sentían que
estuvieran en sintonía y que, como ya no se veían casi, era
mejor fingir que ni se conocían. Que su relación había sido
demasiado bonita para estropearla de ese modo.
—No —respondió al final, pasándose una mano por la
frente, secándose el sudor que se le había acumulado en el
nacimiento del pelo—. Creo que me acaban de dejar.
Nadya abrió los ojos y lo miró confundida.
—¿Tenías pareja?
—No —aclaró Aiden, intentando procesar lo que estaba
pasando—. Mis amigos, me han dejado.
Axel estaba sentado al otro lado de Nadya y lo miraba con
gesto confuso.
—No entiendo —reconoció.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? —preguntó Nadya sin esperar
respuesta mientras ponía cara de no entender nada.
Aiden volvió a sacar el móvil del bolsillo y, después de
desbloquearlo, se lo tendió. Nadya lo cogió rápidamente y lo
colocó entre ella y Axel. Ambos se pusieron a leer
rápidamente los mensajes y sus caras se fueron volviendo cada
vez más y más confusas.
Él tampoco lo entendía. ¿Por qué querrían cortar su
relación de ese modo? Después de todo lo que habían pasado
juntos, su relación de amistad iba a terminar con un “si nos
vemos por la calle no te molestes en saludar”.
Aiden se pasó las palmas de las manos por el pantalón del
uniforme para secarse el sudor que se acumulaba en ellas. No
quería estar mal, pero aquello le estaba afectando mucho más
de lo que podía expresar.
Axel y Nadya habían terminado de leer los mensajes, y le
tendieron el móvil por debajo de la mesa. Ambos lo miraban
con preocupación y Aiden no quería que tuvieran que estar
pendientes de él. Por ese motivo, giró la cara y, cogiendo el
material que antes se le había caído al suelo, intentó volver a
concentrarse. Si conseguía escribir una letra en la libreta,
significaría que todo iba bien. O al menos eso es lo que
intentaba repetirse. Lo intentó varias veces, concentrándose
todo lo que podía, pero no sirvió. Aquella vez ni siquiera fue
capaz de hacer levitar el boli. Al final, no todo estaba tan bien.
En cuanto la clase terminó y salieron al pasillo, Nadya lo
agarró del brazo y lo llevó hasta una esquina, algo apartada,
donde podían hablar con calma.
—¿Estás bien?
—No —dijo negando con la cabeza y aguantando las
lágrimas.
—Me parece fatal lo que te han dicho. No tiene ningún
sentido. Son unos infantiles, Aiden, vas a estar mejor sin ellos.
—No tiene sentido, es verdad —reconoció cabizbajo—.
Llevamos dos meses separados y de repente todo está mal,
cuando he sido yo el que más se ha involucrado. El que les
hablaba constantemente, preguntándoles por su día a día.
Interesándome continuamente por como estaban, aun sabiendo
que no entendería nada de lo que me decían. Fui yo el que se
fue, ellos siguen juntos y, aun así, quieren apartarme del todo.
—No los conozco y no puedo hablar demasiado —
intervino Axel pensativo—, pero en este caso creo que lo
lógico sería que os distanciarais un poco y ya. Es una de las
consecuencias de dejar de vivir en la misma ciudad. Si fueran
tus amigos de verdad, la distancia no sería un problema.
—Axel tiene razón —apoyó Nadya—. Creo que has salido
ganando en esto, aunque todavía no te lo parezca.
Aiden suspiró. No había nada que pudiera hacer. Ellos
habían tomado sus decisiones y aunque él no lo entendiera, no
tenía más remedio que aceptarlo.
—Da igual. Si ellos no me quieren a su lado no voy a
perder mi tiempo en lamentarme por ello —dijo intentando
mostrar una fortaleza que no sentía.
Axel le dio una palmadita en la espalda y los tres echaron a
andar por el pasillo en dirección a la cafetería. A pesar de que
estaba intentando fingir que nada de aquello le había afectado
tanto, durante los entrenamientos estuvo totalmente distraído,
haciendo que Rian le gritase en más de una ocasión. En el
fondo, lo único que quería era llegar a su cuarto, meterse en
cama y que llegara el día siguiente
Un par de horas después, cuando llegó a su cuarto, volvió a
releer por décima vez aquellos mensajes. Todavía no les había
contestado, no había sabido cómo hacerlo. Sus dedos se
deslizaron por la pantalla y envió el mensaje:
Aiden:

No lo entiendo, pero lo respeto


Que os vaya bien.

AIDEN HA SALIDO DEL GRUPO

Se suponía que aquello era un efecto colateral de madurar.


Tener que aprender a dejar ir. Aceptar las cosas que no se
podían cambiar e intentar ser feliz cada día. Supuso que aquel
día no había madurado mucho, porque no pudo evitar que las
lágrimas que salían de sus ojos se convirtieran en un ligero
sollozo.
CAPÍTULO 27
LA CUENTA ATRÁS

Porque entendí que estar contigo no me hace bien.


Y que puedo quererte, aunque me dañes y me arranques la piel.
Mirando A La Luna - Beret, Reik

Apenas quedaban tres semanas para el campeonato de


primavera y los entrenamientos no iban todo lo bien que
podrían. Rian seguía entrenando sin parar, pero todavía no
lograba controlar el ataque combinado y Aiden empezaba a
preocuparse. Si ya de por sí el joven se mostraba gruñón y
enfadado ante cualquier circunstancia, el hecho de fallar solo
lo empeoraba. Practicaban a diario más horas de las
recomendables, salían a correr todas las noches juntos (aunque
Aiden estaba seguro de que Rian también lo hacía por las
mañanas, solo) y los domingos de descanso habían quedado en
el olvido. Cuando Loan se cansaba de ellos y los echaba de la
sala de entrenamientos, solían ir corriendo hasta la colina y,
una vez llegados a la cima, se ponían a entrenar.
Aiden se había dado cuenta que las exigencias que se
ponía Rian encima eran cada vez más y más surrealistas.
Muchas veces, estaba tan cansado por no dormir que fallaba de
puro agotamiento y, en esos casos, se enfadaba tanto consigo
mismo que siempre acababa destrozando algo o haciéndose
daño. Aiden notaba a través de su vínculo el caos de sus
emociones. Nunca tenía claro qué sentía en aquellos
momentos. Era como si todo tuviera una neblina que le
impedía ver con claridad. Lo único que sabía era que Rian
estaba totalmente perdido.
Aquel día, mientras entrenaban, volvió a pasar. Habían
estado practicando el ataque combinado y, a pesar de que Rian
era capaz de dominarlo los primeros dos o tres segundos,
después siempre perdía el control y salían disparados hacia
cualquier dirección.
—¡Mierda, MIERDA! —gritó Rian enfadado mientras
golpeaba la hierba con los puños.
El odio que estaba sintiendo por sí mismo era tan fuerte,
tan absorbente, que Aiden estaba haciendo un esfuerzo por no
vomitar mientras lo miraba sentado en el suelo. Se estaba
frotando la muñeca que había absorbido todo el impacto de la
caída. Ya no tenía fuerzas ni para levantar un escudo que le
protegiera. Llevaban tres horas entrenando sin parar y Rian no
quería escuchar sus sugerencias. Apenas habían hablado
durante todo ese tiempo, se limitaban a practicar una y otra
vez.
Aiden lo miraba preocupado. Estaba claro que necesitaba
bajar un poco el ritmo, relajarse, sino no conseguirían nada.
Pero tampoco estaba seguro de cómo se lo debería decir. Era
cierto que su relación había mejorado, pero Rian seguía
mostrándose distante con él. Cada vez que llegaba a la
conclusión de que estaban más cerca el uno del otro, acababan
distanciándose. Era como si un muro de hormigón los separara
constantemente.
—Oye, creo que ya hemos entrenado suficiente por hoy.
Deberíamos volver ya. Mañana temprano nos toca
entrenamiento de nuevo… y no estoy seguro de que podamos
mantener este ritmo —dijo Aiden preocupado.
Rian necesitaba descansar, aunque no estaba seguro de que
con dormir ocho horas una noche fuera a ser suficiente.
—Puedes rendirte cuando quieras. Yo seguiré entrenando
un par de horas más —contestó Rian sin mirarle.
—¡No me estoy rindiendo! —no era tan difícil de entender,
pero no le quería escuchar—. Deberías saber que, sin
descansar, nunca podremos llegar a dar lo mejor de nosotros…
—¡Yo ya estoy dando lo mejor de mí! —gritó Rian
frustrado.
—Y si estás dando lo mejor de ti, ¿por qué llevamos días
entrenando lo mismo sin tener ningún avance? —contestó
Aiden.
Sabía que esa no era la mejor forma de llevar aquella
conversación. Sabía que Rian no iba a responder bien y, sin
embargo, quería hacerlo reaccionar de alguna manera.
—¿Que no hemos tenido ningún avance? —preguntó
mirándole fijamente a los ojos.
—No has tenido ningún avance —aclaró Aiden
manteniendo la calma.
Aquello era un golpe bajo y Aiden lo sabía. Pero estaba
desesperado. Necesitaba hacer algo. Necesitaba hacerlo
reaccionar de alguna manera.
Se encontraba tan obcecado con los errores, frustrado por
no mejorar al ritmo que él quería, que impedía la posibilidad
de cualquier progreso. Necesitaba que mirara un poco más
allá. Pero, al contrario de lo que pretendía, los ojos de Rian
ardieron de furia antes de lanzar un par de hechizos que Aiden
bloqueó sin problema. A pesar de sus habilidades, Aiden no
tenía tanta experiencia en combates y, antes de que pudiera
darse cuenta, Rian estaba a menos de un palmo de distancia
estampándole el puño en la cara.
Aquel primer golpe le dolió más por su significado que por
el daño que le había hecho. Fue como si sus ojos se abrieran
de golpe, como si fuera consciente por primera vez que estaba
donde no tenía que estar y todo su cuerpo le suplicara que
necesitaba huir.
Ante la pérdida de equilibrio, Aiden se agarró a la camiseta
de su compañero. Ambos se cayeron, rodando por la pendiente
de la colina, golpeándose entre ellos y con las piedras y ramas
que se encontraban a su paso. No pararon hasta llegar a un
pequeño saliente, que contuvo su caída. Aiden estaba tumbado
en el suelo, tenía un largo corte desde la ceja a la mejilla, le
sangraba la nariz y un ojo se le estaba empezando a hinchar.
Se había raspado las piernas y los brazos le dolía todo el
cuerpo de la caída. Rian estaba sentado encima de él, con un
aspecto bastante similar, y estaba a punto de volverlo a golpear
de nuevo cuando se paró, con el puño en alto. Pareció darse
cuenta de lo que estaba haciendo y se separó con un quejido.
—¿Por qué te esfuerzas tanto? —preguntó Aiden al ver
que no le iba a golpear de nuevo.
—¿Qué?
—Llevamos semanas entrenando sin parar y, pongas como
te pongas, no estamos obteniendo los resultados que
queríamos. Creo que nos falta complicidad. Así que,
cuéntame, ¿por qué te esfuerzas tanto? ¿Qué quieres
conseguir? —insistió Aiden.
—Quiero ganar, quiero ser el mejor. Quiero que todo el
esfuerzo que he tenido que hacer durante toda mi vida, valga
para algo. Pero siempre hay algo que me lo impide. Tú eres
bastante limitado —a Aiden le dolió el adjetivo, aunque no
dijo nada—, y yo no soy capaz de controlar tu energía, por
mucho que lo intente. Además, apenas queda tiempo para el
campeonato. Ya te adelanto que no vamos a lograr nada.
—No, si es por ti, mejor que ni nos presentemos. Total,
hemos perdido antes de intentarlo —respondió muy enfadado.
Aiden estaba demasiado frustrado y no entendía donde
terminaban sus emociones y comenzaban las de Rian.
—Qué vas a saber tú… —Rian lo había dicho sin pensar y
se calló en cuanto fue consciente de lo que iba a decir.
Pero el vínculo entre ellos era fuerte y Aiden no necesitó
escuchar en alto lo que iba a decir. Al final terminó la frase por
él.
—Que voy a saber yo si me han dado todo y no he tenido
que esforzarme por nada. Tienes razón —Aiden se puso de pie
y comenzó a alejarse de Rian.
Cuanto más se conocían, mayor facilidad tenía Rian de
encontrar las palabras que más le dolían.
—Aiden, espera —lo llamó poniéndose en pie y yendo
detrás de él—. Sabes que no quise decir eso.
Aiden sonrió irónicamente antes de responder.
—El problema es que sé que querías decir eso
exactamente.
—No te pongas así.
—No me pongo de ninguna manera.
—Sabes que siento exactamente lo que tú sientes, ¿verdad?
Sé que estás dolido.
Aiden aumentó la velocidad de su paso, pero Rian lo
siguió sin problema.
—Claro que estoy dolido. Llevamos casi tres meses
entrenando a diario. Me conoces de sobra como para saber que
no todo me ha sido fácil, aunque no sepas los detalles. Y,
joder, eres mi compañero, puedes leer mis sentimientos como
un libro abierto y aun así no paras de infravalorarme.
Continuamente —Aiden respiró profundamente, intentando
tranquilizarse—. Es que estoy llegando a mi límite.
—¿A qué te refieres? —preguntó de repente.
Aiden se paró y se giró para estar cara a cara con su
compañero.
—Rian, tienes muchos defectos: eres insoportable, gruñón
y muchas veces es imposible hablar contigo, pero tienes
talento y te esfuerzas a diario. Aunque no consigas controlar el
ataque combinado, yo veo todo lo demás. No te cambiaría
como compañero por ningún otro. Para mí, tú siempre serás el
mejor —dijo Aiden con una mueca—. Pero me estoy cansando
de sentirme inferior a ti todo el puto rato. De que me repitas
una y otra vez que soy una carga para el equipo.
El pensamiento de renunciar se adueñó de él con
demasiada fuerza y, para su sorpresa, no sintió desesperanza o
pánico con la idea de dejar los duelos. Al contrario, se sintió
libre. Como si aquellos meses con Rian, obligándose
mutuamente a ser algo más que desconocidos, le hiciera sentir
atrapado.
Llevaba toda la vida intentando hacerse un hueco y quizás
era el momento de buscar en otro sitio. Quizás en otra escuela,
en otro país, en algún equipo en el que sí lo valoraran. Con un
compañero que sí lo apreciara. Rian era el mago más
extraordinario que había conocido, pero se estaban ahogando
mutuamente. No iban a conseguir nada.
—No entiendo por qué te pones así, te estoy tratando como
siempre —no sabía si lo decía por lo que le había dicho o por
los sentimientos de desesperanza que le debieron de llegar a
través del vínculo.
—¡EXACTO! —gritó Aiden al borde de las lágrimas—. Y
normalmente me da igual, porque sé que en el fondo no
piensas eso. Lo sé, soy consciente, pero no siempre soy capaz
de separar lo que me dices de lo que noto que sientes. Hoy me
has pegado sin ningún tipo de contención y nos pudimos haber
hecho muchísimo más daño cayéndonos por la pendiente.
Estoy lleno de heridas, noto este ojo hinchado porque me
golpeaste en la mejilla, la boca me sabe a sangre… y me duele
absolutamente todo el cuerpo. Estoy exhausto —Aiden se tapó
la cara con las manos. No podía más—. Empiezo a pensar que
nada de esto merece la pena. Días como hoy, solo me hacen
querer renunciar a todo —confesó.
El pánico se adueñó de la expresión de Rian cuando
escuchó esas palabras.
—No, no, no me hagas eso —suplicó agarrando a su
compañero del brazo impidiendo que siguiera avanzando.
Aquello era un tira y afloja constante. Si Aiden le pedía
más, Rian le daba menos. Si debían bajar el ritmo, Rian
aceleraba. Llevaba meses diciéndole que no lo quería en el
equipo, que sobraba, y cuando parecía que realmente estaba a
un paso de tomar la decisión, Rian se aferraba a su brazo con
desesperación.
Nunca lograrían entenderse porque estaba claro que no
hablaban el mismo idioma y Aiden se había cansado de
perderse siempre en la misma parte. Quería que lo vieran
como un igual, estaba cansado de que lo hicieran sentir menos.
—Yo no te estoy haciendo nada. Eres tú el que se lo ha
ganado a pulso. ¿Querías que abandonara? Enhorabuena, lo
has conseguido —Aiden dio un manotazo soltándose del
agarre de Rian y echó a andar hacia el colegio, dejando a Rian
completamente paralizado.
CAPÍTULO 28
TODO SE TERMINA. RIAN.

Nunca pensé que te fuera a perder.


Me toca extrañar lo que no hice contigo.
Debí suponerlo - Morat

No podía decir con seguridad que en el fondo no creía que


eso fuera a pasar. Desde el primer día que Aiden puso un pie
en la escuela, me he estado esforzando para que abandonase
el equipo. Le he tratado mal, le he dicho de todo, le he
empujado, le he golpeado… Y ninguna de esas cosas fueron
suficientes para conseguir mi propósito. Al final no tuve más
remedio que adaptarme a él porque no tenía intención de
abandonar.
Quiero creer que después de compartir más de veinticinco
horas a la semana de entrenamiento, he llegado a conocerlo
un poco más. Es una persona alegre, aunque tiene muchos
miedos en la espalda de los que no le habla a nadie. Está
siempre sonriendo, aunque no esté feliz en todo momento. Ha
conseguido ganarse el cariño de sus compañeros, incluso de
Thiago, por su forma de ser.
Durante estos meses, he llegado a ver el auténtico
potencial de Aiden. El poder fuera de serie que tiene. Como,
cuando invoca su poder, crea un clima diferente a su
alrededor. Esos hilos dorados que abarcan toda la sala,
haciéndome sentir pequeño. Aunque no parece ser consciente
de lo que hay en su interior.
Ahora que me encuentro caminando hacia la escuela, en
mitad de la noche, no puedo evitar recordar la puta frase que
me llevan repitiendo desde que era niño. Nunca valoras lo que
tienes hasta que lo pierdes. Pues espero que estén todos
contentos porque es la primera vez en mi vida que pierdo algo
que no quería perder. Y me jode, vaya si me jode. Supongo que
di por hecho que las ganas de competir que tenía Aiden eran
lo suficientemente grandes para compensar todo lo demás.
Pero está claro que me he equivocado.
Joder, Aiden, lo siento mucho.
CAPÍTULO 29
ESTOY DE TU PARTE

Fue como el mar si le quitas las olas.


Como la música sin voz.
La Última - Aitana

La puerta del despacho estaba cerrada. Aiden estaba


sentado en una de las sillas en frente de la mesa. Loan estaba
del otro lado, con las manos entrelazadas delante de la boca.
Llevaban un buen rato en silencio, con la mirada perdida. No
hizo falta que le dijera lo que había pasado la noche anterior.
Cuando lo había visto entrar en el despacho se había llevado
las manos a la cabeza con desesperación. En aquel momento,
casi quince minutos después, ya estaba más calmado.
—¿Me vas a explicar qué cojones ha pasado? Pensaba que
esta etapa ya la habíamos dejado atrás —Loan se cubrió la
cara con las manos y suspiró sonoramente—. ¿Qué hago yo
ahora con vosotros? ¿Eres consciente de que el torneo es en
tres semanas? Parece mentira que os toméis todo tan a la
ligera…
Aiden asintió. Llevaba toda la noche despierto pensando.
Había valorado todas las opciones, pero había llegado a la
única conclusión posible.
—¿Rian también tiene el mismo aspecto que tú? —
preguntó señalándole la cara.
—Más o menos —respondió.
—Bueno, ¿y a qué venías? No creo que me llamases para
enseñarme tu aspecto.
Aiden desvió la mirada a la mesa. Había hecho todo lo que
estaba en su mano, había tenido paciencia, se había esforzado.
Pero no podía más.
—Voy a dejar el equipo —contestó.
Había ensayado muchas veces esas cuatro palabras a lo
largo de la noche delante del espejo. Todas las veces su voz
temblaba y se notaba inseguro. Al final había tenido que tomar
la peor decisión de todas. Pero en aquel momento, su voz sonó
calmada. Estaba completamente seguro de sus palabras.
—¿Qué dices? —dijo Loan intentando procesar el giro en
los acontecimientos.
Aiden supuso que en ningún momento se había planteado
esa posibilidad. A él también le había sorprendido, pero en el
fondo sabía que no había más opciones. No podía seguir
siendo compañero de Rian. No podía seguir dudando tanto de
sí mismo. No podía perderse en el proceso.
—No puedo seguir en el mismo equipo que Rian. Lo he
intentado todo, pero ni él quiere combatir conmigo ni yo
puedo seguir soportando como me trata. Lo siento —Aiden lo
sentía de verdad, a fin de cuentas, estaba renunciando a su
sueño.
Loan suspiró y se recostó sobre la silla. Se llevó las manos
a la cabeza y cerró los ojos unos segundos. Después los abrió y
lo miró con decisión.
—Aiden, no vas a dejar el equipo —dijo finalmente.
—No es algo que haya decidido a la ligera ni algo con lo
que vaya a cambiar de opinión a corto plazo —respondió
Aiden serio—. En realidad, es una idea que he estado teniendo
en mi cabeza las últimas semanas, pero lo que pasó ayer…
—Lo sé, pero en ningún momento me has dicho que no
quieras seguir combatiendo. Pensé que participar en el torneo
era tu objetivo, que querías convertirte en uno de los mejores
duelistas. No sé qué ha pasado para que hayáis llegado a las
manos de nuevo, pero, si lo quieres compartir conmigo, te
escucharé y te aconsejaré lo mejor que pueda.
—Lo de ayer no tiene importancia, realmente nos hicimos
más daño al caer por una de las laderas de la colina que entre
nosotros. Y mis sueños no han cambiado. Ser un gran duelista
sigue siendo mi mayor sueño, pero no puedo seguir siendo el
compañero de Rian.
—Y no lo seguirás siendo.
—No entiendo —dijo confuso.
Loan se puso de pie y rodeó la mesa hasta ponerse enfrente
de Aiden.
—He apostado por Rian desde que llegó a la escuela.
Desde ese día me he puesto de su parte ante cada incidente que
ha causado. Le he consentido todo y no es algo que me
enorgullezca, la verdad —Loan le puso una mano sobre el
hombro—. Esta vez quiero hacer las cosas bien y, siendo
realistas, si tengo que elegir entre Rian y tú… Te elijo a ti. Por
el bien del Kettou. Porque te mereces un voto de confianza.
Esta vez, estoy de tu parte Aiden.
El chico miró a su entrenador como si le costase creerse lo
que estaba escuchando. En ningún momento se había llegado a
plantear que las cosas se desarrollasen de esa manera. Que
Loan lo eligiera a él por encima de la técnica de Rian era,
hasta aquel día, algo impensable.
Justo cuando estaba a punto de contestar, tres golpes en la
puerta hicieron que se detuviera en seco. Miró a Loan que lo
observaba con cautela y supo quién estaba tras esa puerta.
Aiden cerró los ojos y suspiró. Era la última persona a la que
le apetecía ver en aquel momento.
—Adelante —dijo Loan.
La puerta se abrió y se cerró sin que Aiden se girara. Rian
se sentó en la silla que estaba libre, a su izquierda y notó su
mirada clavada en él. Pero no se la devolvió.
—Ya estamos todos —anunció Loan con tensión—.
Cuando ayer por la noche recibí tu llamada, Rian, pensé que
exagerabas cuando dijiste que estabais reventados. Ahora veo
que te quedaste corto.
—Lo siento —susurró como respuesta, pero Aiden supo
que se lo estaba diciendo a él.
—Es bueno que lo sientas, porque lo que has hecho, lo que
habéis hecho, está mal. Pero en esta ocasión una disculpa no es
suficiente. ¿Lo entiendes? —Aiden se empezó a sentir
sumamente incómodo.
Notaba sus emociones mezcladas con las de Rian y, por
encima, parecía que estaba allí esperando a que Loan le diera
la noticia. Como si fuera a disfrutar de aquel momento. Como
si no le doliera cómo había terminado todo.
—Sí. Lo entiendo —la voz de Rian sonaba apagada. No
quedaba nada de sus contestaciones sarcásticas.
—¿Sabes por qué Aiden vino a verme esta mañana?
—No.
—Ha decidido dejar el equipo.
—¿Qué? No, no puedes hacer eso —dijo mirando
fijamente a su compañero—. Aiden, escúchame, no puedes
dejar el Kettou.
Aiden seguía sin mirarlo. Tenía la vista fija en Loan. Se
sentía fatal. Como esa situación se alargase mucho más
tiempo, iba a acabar vomitando encima de la mesa del
entrenador.
—Por primera vez estamos de acuerdo en algo —
respondió Loan—. Ya te había dicho que era la última
oportunidad que tenías. Después de que destrozaras la antigua
sala de entrenamientos te dije que no iba a consentir nada más.
Y toleré como trataste a Aiden hasta ahora, sinceramente no sé
por qué. Me ha costado darme cuenta de que no podéis
competir juntos y, obligándoos a seguir entrenando no gano
nada. Espero que entiendas que has agotado todas las
oportunidades que te hemos dado y que es momento para que
te aparte del equipo indefinidamente.
Las palabras resonaron en la habitación durante los
siguientes minutos. Ninguno de los tres dijo nada. Finalmente,
Aiden giró la cabeza y lo miró. Rian estaba encogido sobre sí
mismo. Tenía el pelo negro despeinado sobre su frente, y sus
puños estaban apretados con fuerza sobre sus piernas. Notaba
toda la frustración y el dolor que estaba sintiendo. Era
abrumador.
—¿Y qué va a pasar ahora? —preguntó al final.
Loan lo miró fijamente antes de contestarle.
—Pues he hablado con la directora sobre el castigo que os
íbamos a imponer y no sacamos ninguna conclusión en claro.
Queríamos que fuera algo contundente, que os hiciera
aprender la lección… Aiden —Loan se dirigió a él—, quedas
expulsado tres días. No podrás asistir a clase ni entrenar.
Puedes elegir entre quedarte en la escuela, recluido en tu
habitación, o volver a casa. Tú decides. Tus padres ya están
avisados —Aiden sintió una presión en el pecho. Había
decepcionado a su madre, otra vez—. Rian, a ti ya te hemos
dado demasiadas oportunidades. Quedas oficialmente fuera del
Kettou y estás expulsado dos semanas. Hemos avisado a tus
padres y han solicitado que vuelvas a casa. El avión sale esta
tarde.
Aiden miró a Rian en el momento en el que empezó a
llorar. No parecía el mismo chico serio de dieciséis años con el
que estaba acostumbrado a tratar. Sus hombros se agitaban
levemente y las lágrimas goteaban sobre sus pantalones. No
sabía si era por el vínculo que todavía existía entre ellos, pero
a Aiden le estaba destrozando verlo así. Pensó en ofrecerle
consuelo, pero supo de antemano que no sería buena idea. A
fin de cuentas, si iba a echarle las culpas a alguien, ese sería él.
Si ya lo odiaba antes no quería ni imaginarse lo que pensaría
en aquel momento, aunque solamente percibiera tristeza a
través de su vínculo.
—No tengo nada más que deciros. Podéis retiraros —dijo
Loan haciendo un gesto con la mano para que salieran de su
vista.
Ambos se levantaron y salieron en silencio del despacho.
La tensión era palpable y Aiden estaba sumamente incómodo.
No sabía si debía de decirle algo o no. En parte se sentía
culpable de que hubieran echado a Rian del Kettou. Esa no
había sido su intención en ningún momento. Recorrieron la
sala de entrenamientos uno al lado del otro y, cuando Aiden
estuvo a punto de abrir la puerta que daba al pasillo, Rian lo
agarró suavemente de la manga del cárdigan. Apenas había
sido un pequeño tirón y se aseguró de soltarlo lo antes posible.
Aiden se giró hasta encontrarse con sus ojos azules. Todavía
tenía el rostro lleno de lágrimas y tenía la cara llena de
arañazos del incidente de la noche anterior.
Ninguno de los dos dijo nada, se quedaron mirándose el
uno al otro hasta que finalmente Rian rompió el silencio.
—Sé que ya no vale de nada, pero lo siento mucho. No fui
consciente, hasta que me dijiste que estabas dispuesto a dejar
el equipo, de lo mal que te lo estaba haciendo pasar. Sé que era
tu sueño e ibas a renunciar a él por mi culpa —Rian se pasó
una manga por la cara, secándose las lágrimas que seguían
recorriendo su rostro—. Si hay algo que pueda hacer por ti…
dímelo. Sea lo que sea. Te lo debo.
Aiden lo miró con una mueca. Estaba hablándole
abiertamente, mostrándose vulnerable, parecía un extraño.
— No… no me debes nada. Siento no haber sido el
compañero que buscabas. Te lo digo enserio. Me hubiera
gustado, ya sabes, haber ido a la competición contigo, como
compañeros de verdad…
—Piénsalo. Si se te ocurre algo, cualquier cosa, dímelo.
¿Vale? —Aiden asintió, incapaz de decir cualquier cosa—.
Nos vemos, Aiden, entrena duro.
Al pasar por su lado, Rian le dio una palmadita en el
hombro y salió del despacho sin decir nada más.
CAPÍTULO 30
PERIODO DE REFLEXIÓN

A veces intentar sanar la herida


es lo que más te puede herir.
Nunca Entenderé - Beret

La bronca que le echó su madre fue monumental. Aiden se


pasó los tres días de expulsión prácticamente pegado al
teléfono, escuchando como su madre le repetía hasta la
saciedad lo decepcionada que estaba con su actitud. Le había
dado un ultimátum, un incidente más y lo llevaría de vuelta a
su casa. Y no había discusión posible.
El jueves, cuando se reincorporó a las clases tenía tantos
deberes pendientes que apenas pudo ir a entrenar. Además, en
el fondo tampoco le veía mucho sentido. ¿Para qué iba a
esforzarse si no tenía compañero? Loan no le había presionado
al respecto y se lo agradecía. Sabía que, si se lo pedía,
cualquiera de sus compañeros estarían dispuestos a presentarse
al torneo con él, pero no tendrían ninguna posibilidad. A parte
de un par de entrenamientos sueltos, nunca habían entrenado
en serio.
El fin de semana pasó demasiado rápido. Estuvo con Axel
y con Nadya todo el tiempo. Salieron a recorrer la ciudad,
comieron helados en la plaza central y fueron hasta un
pequeño parque a ver unos fuegos artificiales. Podría haber
sido perfectamente unos días increíbles, pero Aiden no lo
sentía así. Loan le explicó que igual se sentía confuso porque
estaba acostumbrado a tener siempre presentes los
sentimientos de Rian y, como ya no pasaban tantas horas
juntos, se estaba acostumbrando a lidiar solamente con sus
problemas. Pero en el fondo él sabía que no era así. A pesar de
todo lo que había pasado se sentía culpable de que Rian dejase
el Kettou.
La siguiente semana era la última antes de las vacaciones
de abril y, después de eso, quedarían días contados para el
campeonato. Aiden empezó a entrenar más seriamente. Seguía
saliendo a correr todas las noches y estudiaba hasta bien
entrada la madrugada. Su madre lo llamaba cada par de días,
controlando lo que hacía. Había perdido la confianza que
habían depositado en él y sabía que no sería fácil de recuperar.
El viernes antes de las vacaciones, después de terminar el
último examen, fue con Axel y Nadya hasta la cafetería. Se
sentaron en una de las mesas pegadas a la ventana y pidieron
batidos de chocolate. En cuanto Aiden lo tuvo en la mano, no
pudo evitar recordar el momento vergonzoso con el batido que
había tenido un par de meses atrás.
—¿Volverás a casa esta semana? —preguntó Nadya
dándole un pequeño sorbo a su bebida.
Aiden tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba
hablando con él.
—No, lo cierto es que no me apetece. ¿Vosotros sí volvéis?
—Yo sí, llevo desde diciembre sin ver a mi familia y me
muero de ganas de achuchar a mi hermana —respondió Nadya
con una sonrisa de oreja a oreja.
—Yo igual. No por lo de la hermana, que no tengo, sino
porque mi padre se enfada si no vuelvo por vacaciones. Fue
una de las condiciones para poder estudiar aquí —dijo Axel
distraído con su móvil.
Aiden asintió sin mucho entusiasmo. Se iba a quedar solo
toda la semana y, aunque tenía que dedicarle todo el tiempo
que tuviera a entrenar, le hubiera gustado que sus amigos le
hicieran algo de compañía.
—¿Qué tal os salió el examen de física? Me pareció que
las preguntas eran imposibles —se quejó Nadya revisando en
el móvil sus apuntes—. Y lo peor es que este profesor obliga a
aprobar todas las evaluaciones para que nos apruebe la global.
Aiden pensó en Rian, y en que se había perdido todos los
exámenes.
—¿Qué le va a pasar a Rian al no haberse presentado a
ninguno? —preguntó Aiden con curiosidad.
—Si aprueba las recuperaciones de julio, nada. Si no
tendrá que repetir curso —respondió Axel.
—No te preocupes por él. Se merece lo que le pase por lo
que te ha hecho —añadió Nadya encogiéndose de hombros—.
Deberían haberlo expulsado de forma definitiva. Aunque no
creo que tarde mucho en dejar el colegio.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Aiden preocupado.
—Él está en el colegio por una beca deportiva. Si no
compites, no hay beca.
En ese momento, Aiden no dijo nada, pero no pudo evitar
volver a sentirse mal. Todo había sido su culpa. Al final le
había arruinado el futuro a Rian. Aunque se había esforzado
por conseguirlo, no podía evitar que un nudo en el estómago lo
acompañara todo el día.
Poco tiempo después se tuvieron que despedir. Los
autobuses que iban al aeropuerto salían a media tarde y
ninguno de los dos tenía lista la maleta.
Cuando llegó a la habitación a última hora de la tarde, se
encontró con Thiago tirado en la cama.
—¿No te ibas? —preguntó Aiden dejando la mochila de
entrenamiento sobre la cama.
—Cambio de planes —contestó Thiago tecleando en el
ordenador a toda velocidad.
Aiden miró a su compañero de cuarto recordando que
había estado en el Kettou antes de que él llegara a la escuela.
Y se dio cuenta que podía encontrar una solución con respecto
a su participación en el campeonato.
—Oye, Thiago, ¿tú competirías conmigo? —preguntó
esperanzado.
—No —dijo cortante y a Aiden se le cayó el alma a los
pies.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó sorprendido.
—¿Por qué debería?
—Porque te necesito para poder inscribirme. Ya sabes, es
un torneo de dúos y yo no tengo pareja…
—Y lo siento mucho por ti, pero para hacer el ridículo
delante de las escuelas más importantes de todo el
continente… como que paso —dijo sin mucho entusiasmo.
—Venga, anda, por favor —le pidió como si fuera su
última esperanza.
—Ni loco.
—Thiago…
—Que no, olvídate. Y puedes insistir todo lo que quieras
que mi respuesta va a seguir siendo la misma. Pregúntaselo a
Stella. O a Yuki. O a Eire si quieres, pero a mí déjame
tranquilo.
◆◆◆

El miércoles por la noche, Aiden estaba tirado sobre la


cama, leyendo un hilo en Twitter sobre el campeonato. Parecía
que habían decidido hacer un sorteo dos días antes, con el
objetivo de repartir los diferentes dúos en los cuatro estadios.
Los magos se estaban quejando de la diferencia entre un
estadio y otro, y pedían que se eliminaran del torneo los más
duros.
Las competiciones se realizaban en uno de los cuatro
estadios nacionales y eran elegidas a concurso. Estaban
ubicados en una ciudad deportiva, a unos cien kilómetros de
distancia del Bhainn Daiocht. Los mejores estadios eran los
ubicados en el centro, simulando climas húmedos y templados.
Por el contrario, el estadio de Kholod estaba ubicado
ligeramente más al norte y simulaba estar cerca de la cima de
la montaña más alta del continente. Los participantes no
solamente tenían que hacer frente a las bajas temperaturas y al
hielo, sino que la falta de oxígeno llevaba a todos los magos al
extremo. Por último, el estadio de Ogon, ubicado ligeramente
más al sur, era exactamente lo contrario. Simulaba estar
ubicado en medio del desierto, con temperaturas máximas que
rozaban los 70ºC. Además, era una zona de fuertes vientos por
lo que las tormentas de arena eran prácticamente una constante
en cada combate. Cada duelo se podía disputar en un estadio
diferente, dependiendo del resultado del sorteo, lo que
significaba una ventaja o desventaja claramente sustancial
respecto al resto de participantes. Prácticamente todos los
ganadores del torneo eran los magos que menos combates
habían realizado en Kholod y Ogon.
Cuando estaba llegando al final del hilo, le llegó una
notificación de que tenía varios mensajes sin leer.

Desconocido:
Hola Aiden… soy Rian
Llevaba queriendo hablar contigo varios
días, pero no tenía tu teléfono y tus
amigos no me lo quisieron pasar
Aunque al final Thiago cedió a
regañadientes
Se me ha hecho raro no sentirte a
través del vínculo…
Es muy posible que ya me hubiera
acostumbrado a tenerte ahí
Mierda, qué mal sonó eso… ¿se pueden
borrar los mensajes? Bueno da igual.
Me he descargado esta aplicación solo
para poder hablar contigo y disculparme de
nuevo. Me siento fatal…
Estar de nuevo en casa estos días me ha
hecho pensar mucho…
Supongo que es tarde para una disculpa
y cualquier explicación sonrará a excusa.
Pero una vez más lo he hecho pensando en
mi, porque me siento mal ¿puedo ser peor
persona?
Espero que estés entrenando mucho y que
los exámenes finales te hayan salido bien…
Si no quieres contestarme no pasa nada,
lo entiendo.
Ahora que veo todo lo que he puesto, me
parece que te he escrito un testamento,
aunque en realidad no digo nada…
Mucho ánimo
¡Nos vemos, Aiden!

Aiden leyó todos los mensajes dos veces antes de bloquear


el teléfono y tirarlo sobre la cama. Era Rian, pero no parecía
él.
Miró a Thiago, que estaba leyendo una novela, tirado en la
cama. Tenía una sonrisa divertida dibujada en el rostro y las
gafas le descansaban sobre la punta de la nariz. Aiden no dijo
nada, solo se quedó mirando para él hasta que levantó la vista
del libro, como si lo hubiera sentido.
—¿Qué te pasa? —preguntó con mala cara.
—¿Te puedo hacer una pregunta estúpida?
—¿Acaso no me las haces continuamente? —colocó el
marcapáginas en el libro y se incorporó para prestarle atención
—. ¿Qué se te está pasando por la cabeza?
—Realmente muchas cosas, pero primero me gustaría
saber algo. ¿Por qué le diste mi teléfono a Rian?
—¿Al final te escribió? Qué milagro…
—Sí, lo hizo, pero no entiendo por qué tú lo ayudarías de
alguna manera. Lo detestas —comentó confuso.
—Ya, y a veces también te detesto a ti, pero te echo una
mano cuando puedo.
—Mira que te gusta contestar sin decir nada…
—A ver, sinceramente, me dio pena. Después de lo que
hizo por ti cuando fue lo del batido… No lo sé. ¿Te ha
parecido mal? —preguntó levantando una ceja.
—¿A qué te refieres? ¿Qué hizo por mí?
—¿No te lo conté? —preguntó extrañado antes de
encogerse de hombros—. Hizo una estupidez, como siempre.
Resulta que uno de su clase te sacó una foto con el chocolate
por encima e hizo un meme con unos pájaros… Creo que no
hace falta que te dé más detalles… Pues al final le quitó el
móvil y le borró la foto. Pero estuvieron forcejeando en el
camino de tierra del jardín y se hizo unas heridas espantosas
en los brazos. No sé cómo hace, pero siempre está envuelto en
algún problema.
Aiden recordó cómo se había tapado las heridas cuando él
le había preguntado si estaba bien. La información de Thiago
le producía sentimientos encontrados.
—¿Y por qué haría algo así?
—Y yo qué sé… Menudas preguntas haces.
—¿Es muy estúpido si te digo que estoy dispuesto a volver
a combatir con él?
—Sí.
—¡Thiago! ¿No podrías poner algo de tu parte?
—Te estoy respondiendo con sinceridad, ¿no te parece
suficiente? —Thiago suspiró, como si Aiden lo agotara—. Es
estúpido que en dos semanas hayas cambiado de opinión tan
drásticamente. ¿Acaso has olvidado todas sus exigencias?
Tienes que estar loco para querer que vuelva. Pero por otra
parte lo entiendo, la técnica de Rian… está a otro nivel.
—¿Crees que habrá recapacitado en estas dos semanas?
—No lo sé, Aiden, no estoy en su situación. Supongo que
le habrá jodido infinito que lo echaran del equipo. Eso debió
de ser un mazazo para él… Pero si lo que quieres que te diga
es que ha aprendido la lección, es más empático, menos
egoísta y prepotente… Lo dudo. O quizás sí. Yo qué sé.
Aiden se quedó pensando en lo que le estaba diciendo
Thiago durante unos minutos. Era cierto. Lo que decía siempre
era coherente pero aun así…
—¿Qué haces mañana? —preguntó al final.
CAPÍTULO 31
UN VIAJE

¿Y quién lo iba a pensar que tú me escogieras,


una noche cualquiera entre la multitud?
Salir Con Vida - Morat, Feid

Aquella mañana habían cogido un avión en dirección al


sur. Después de cuatro horas de viaje, habían aterrizado en un
aeropuerto minúsculo. Solamente tenía una pista de aterrizaje
y en vez de terminal había un pequeño edificio a un lado,
donde teóricamente se podrían recoger las maletas. Por suerte,
Thiago y Aiden habían decidido usar mochilas que pudieran
llevar siempre con ellos, para evitar problemas. Y en aquel
momento solo pudo sentirse agradecido con su yo del pasado.
Cuando bajaron del avión tuvieron que correr para poder
coger a tiempo un autobús que los llevaría a un pueblo
cercano. Al ser un lugar tan remoto, solamente pasaban una
vez al día para recoger a los pasajeros que acababan de
aterrizar y, en caso de perderlo, se quedarían sin transporte
hasta el día siguiente.
Una hora más tarde, llegaron a un bonito pueblo cerca de
la costa. El olor a mar los inundó tan pronto como bajaron del
autobús. Aiden consultó el móvil para saber qué ruta tenían
que tomar a continuación y tras hacer un par de preguntas a los
viandantes, llegaron a la conclusión que tendrían que recorrer
a pie los ocho kilómetros que había desde aquel pueblo a
Kalaki.
El camino de tierra estaba lleno de piedrecitas que se les
clavaban continuamente en la planta del pie. A pesar de que
llevaba unos tenis bastante cómodos, la hora y media que
llevaban andado les empezaban a pasar factura. Aiden tenía
los hombros entumecidos de la mochila que llevaba ya que,
como siempre, había llevado más cosas de las que realmente
necesitaba.
—Sigo preguntándome cómo conseguiste arrastrarme
hasta aquí —se quejó Thiago por decimoquinta vez en lo que
llevaban de camino.
—En el fondo estabas deseando venir —respondió Aiden
con una sonrisa.
—No me vuelvas a pedir nada en lo que te queda de vida
—murmuró enfadado.
—Anímate, según el mapa, solo nos quedan dos
kilómetros… Estás seguro de que conseguiste la dirección
correcta, ¿verdad? —preguntó Aiden mirando fijamente a su
compañero.
—¿Y me lo preguntas ahora? —respondió enfadado—.
¡Pues claro que estoy seguro! ¿Crees que te seguiría hasta un
lugar como este sin haber confirmado las cosas antes? No sé
por quién me tomas…
—Perdona, es que estoy nervioso.
Thiago puso los ojos en blanco y apuró ligeramente el
paso.
Media hora después llegaron a una pequeña aldea, alejada
de todo. No había demasiadas casas, solamente existía una
calle principal donde podías encontrar tres tiendas y un río que
la cruzaba de punta a punta. Las estructuras estaban hechas de
piedra y había un par de puentes de madera que cruzaban el
río. Aiden se fijó en que no se veía demasiada gente por la
calle.
—¿Vamos primero al hostal a dejar las mochilas? —
preguntó Aiden.
—Sí, no sé tú, pero yo necesito una ducha. Cuando me
vestí esta mañana no contemplé la posibilidad de tener que
andar durante tanto tiempo. ¿Tienes la ubicación?
—Sí, está aquí al lado.
—Con esa respuesta me podrías estar hablando de todo el
pueblo…
—Es por esa calle —dijo señalando un pequeño callejón al
otro lado del río.
Thiago asintió y ambos reanudaron el camino. Un par de
minutos después estaban en frente de una taberna. Aiden se
asomó para estar seguro de que aquel era el sitio que estaban
buscando. En la barra, al otro lado de la estancia, un hombre
los miraba con las cejas levantadas.
—¿Os puedo ayudar en algo? —preguntó algo extrañado.
—Hola, sí. ¿Nos podría indicar dónde está el hostal?
Internet nos indica que es aquí…. —respondió Aiden.
—Ah, vosotros sois los chicos que reservaron la
habitación, ¿verdad? —Aiden asintió como respuesta—. Venid
por aquí —dijo antes de coger una llave de un cajón y dirigirse
a una puerta trasera.
Subieron por unas escaleras de madera, bastante estrechas,
que chirriaban a cada paso que daban. Al llegar al piso de
arriba, se encontraron una pequeña sala de estar con un par de
sofás, una mesita en frente y una chimenea. En ella se veían
tres puertas cerradas con números pintados encima del pomo.
El señor señaló la puerta número dos.
—Esa es vuestra habitación. Tenéis toallas y sábanas
limpias encima de la cama. Esa habitación cuenta con baño
propio, pero tenéis otro en la planta de abajo. El desayuno está
incluido. Como sois los únicos huéspedes que tenemos en este
momento, podéis bajar a comer cuando tengáis hambre. Si
necesitáis cualquier otra cosa, avisadme —le dio la llave a
Aiden y se marchó por donde habían venido.
Thiago le quitó la llave de la mano a Aiden y abrió la
puerta de la habitación. Tenía dos camas gemelas, una a cada
lado. El suelo era de madera y chirriaba un poco. Las paredes
estaban pintadas de color verde botella y unas cortinas de
ganchillo blanco cubrían la ventana. El baño era bastante
pequeño, formado por un váter, lavabo y una ducha bastante
estrecha. Pero todo estaba limpio y olía bien. Thiago dejó su
mochila sobre la cama y descorrió la cortina. La ventana daba
al patio trasero y se podía ver toda la vegetación de la zona.
Daba tranquilidad.
—¿Te quieres duchar tú primero? Te cedo el sitio si
quieres ir a buscar a Rian ya —comentó Thiago
desempaquetando la ropa de su mochila y dejándola sobre los
pies de la cama.
—¿Tú no vas a venir conmigo? —preguntó confuso.
—¿Y por qué debería ir? Quieres hablar con él, no
conmigo, y no pienso hacer de sujeta velas. Yo voy a ir a dar
una vuelta por esta zona y luego a comer algo. Estoy
hambriento.
Aiden no tenía hambre a pesar de que solo se había
alimentado a base de barritas de cereales todo el día. Eran ya
las seis de la tarde y, aunque los días se estaban haciendo cada
vez más largos porque se acercaba el verano, no tardaría en
anochecer. No quería que se hiciera de noche mientras
intentaba encontrar la casa de Rian. Estaba nervioso.
Se duchó tan rápido que Thiago lo miró confuso cuando lo
vio salir del baño, pero no dijo nada. Sacó la ropa de la
mochila y le pareció raro ponerse algo diferente a su uniforme.
Finalmente se puso unos vaqueros, una sudadera y unos tenis.
Cogió el móvil y, tras despedirse de Thiago con un grito, salió
de la habitación sin peinarse.
Había humedad en el ambiente y el cielo se había ido
oscureciendo con el paso del tiempo. Parecía que iba a llover.
Aiden caminaba con el móvil en la mano, siguiendo las
indicaciones. Se confundió varias veces, pero finalmente llegó
a la última casa del camino. Estaba algo más alejada que las
demás y parecía que había gente dentro ya que veía la luz
encendida a través de un par de ventanas. Aiden se acercó
hasta la valla y buscó algún timbre, pero no había ninguno.
Probó a girar el pomo con la mano y la puerta se abrió sin
problema. Estaba exactamente a cinco metros de la casa donde
estaba Rian cuando se quedó paralizado. Hasta aquel momento
no había pensado qué iba a hacer cuando le viera o qué le iba a
decir. Había recorrido varios miles de kilómetros para llegar a
donde estaba, pero no se veía con fuerzas para eliminar la
distancia que quedaba. Se estaba empezando a arrepentir de
haber ido hasta allí cuando lo sintió. Era más débil que antes,
pero todavía lo sentía. Su vínculo.
—¿Aiden?
Se giró al escuchar su nombre. Rian lo miraba a unos
cuantos metros de distancia, con los ojos muy abiertos, como
si todavía no se creyera lo que estaba viendo. Llevaba unos
pantalones rotos y una sudadera vieja que en su día
posiblemente hubiera sido roja, pero en aquel momento tenía
un tono rosado.
—Hola —respondió Aiden tímidamente, levantando la
mano.
No sabía por qué se sentía tan cohibido de repente.
Solamente llevaban separados algo más de dos semanas y aun
así ese tiempo se había sentido como una eternidad.
—¿Qué…? ¿Qué haces aquí? —preguntó todavía con la
sorpresa escrita en la cara.
Aiden entendía lo confuso que debía de sentirse.
Seguramente fuera la última persona que esperaba encontrarse.
—Vine a verte… Yo… Quería pedirte algo —respondió
Aiden nervioso.
—¿Y era tan urgente que has decidido venir hasta aquí en
vez de mandarme un mensaje? ¿No te llegaron los que te
envié?
—Sí, me llegaron. Y sí, es tan urgente. No habría venido
hasta aquí de no ser así.
Rian acortó la distancia que los separaba y se paró a su
lado.
—¿Quieres pasar? Podemos hablar dentro si quieres —dijo
señalando la casa.
Aiden asintió como respuesta y lo siguió hasta la puerta, la
cual se abrió sin necesidad de llave cuando Rian giró el pomo.
—No hay nadie, mis padres llegarán más tarde y mi
hermana salió a dar una vuelta con unas amigas —dijo
haciéndose a un lado para dejar pasar a Aiden—. Siéntete
como si estuvieras en casa.
Aiden entró en el recibidor y siguió a Rian escaleras arriba
hasta su habitación. Una vez dentro, Rian entornó la puerta,
como si quisiera darles más intimidad, a pesar de que estaban
solos.
El cuarto estaba adornado de forma sencilla, como el resto
de la casa, aunque no parecía la habitación de un adolescente.
No había posters adornando las paredes, ni fotos de sus
compañeros del colegio, ni ningún juguete o figura adornando
alguna estantería. Solo un puñado de libros colocados sin
mucho entusiasmo y una guitarra eléctrica en una esquina. Los
muebles parecía que tenían bastantes años, pero se
conservaban bien y desde la ventana de la habitación se podía
ver el caminito que acababa de recorrer hacía unos minutos.
Rian estaba al lado de la puerta, mirándolo con cautela.
Parecía que no quería ser el primero en decir algo, pero Aiden
estaba demasiado nervioso para romper el silencio. Se
quedaron así, mirándose el uno al otro durante un rato, hasta
que Rian desvió la mirada.
—Voy a traer algo de beber… ¿Qué quieres?
Le estaba dando la espalda, con una mano sobre el pomo,
listo para ir a buscar la bebida, aunque parecía más interesado
en huir de allí que otra cosa.
—Realmente no quiero nada ahora mismo —contestó
Aiden.
Rian se giró y sus miradas se volvieron a encontrar de
nuevo.
—Puedes sentarte en la cama si quieres —dijo Rian
señalándola con la mano—. O puedo traerte una silla si así lo
prefieres.
—Estoy bien así, no te preocupes —rechazó Aiden.
—Todavía sigo un poco sorprendido de que estés aquí. No
esperaba verte hasta… Bueno, no esperaba verte, sin más —
ese cambio de frase le llamó la atención más de lo que debería.
—Tus dos semanas de expulsión terminaron el domingo
pasado… ¿Por qué no volviste a la escuela? —Aiden hizo esa
pregunta en alto antes de ser consciente de lo que estaba
preguntando.
Rian bajó la mirada y se tocó el pelo, nervioso. Aiden se
había dado cuenta que solía pasarse las manos por el pelo de
forma constante cuando algo lo inquietaba.
—Bueno, la verdad es que todavía no está decidido que
vaya a volver… Mis padres están bastante decepcionados
conmigo y bueno, después de todo lo que pasó tampoco tenía
muchas ganas… —Rian caminó hasta los pies de la cama y se
dejó caer al suelo, apoyando la espalda sobre el colchón—. No
hay nada que me retenga allí. Ya no.
Para Aiden aquellas palabras fueron como un jarro de agua
fría. No era una posibilidad que hubiese contemplado en
ningún momento.
—¡No me parece bien que tomes esa decisión! Llevas casi
dos años en esa escuela, tus amigos, el Kettou… todo está allí
—dijo Aiden alzando ligeramente la voz.
Rian respondió con una sonrisa triste.
—Aiden, no sé si hemos ido a la misma escuela, pero… yo
no tengo amigos allí y me han expulsado del Kettou. Me he
perdido todos los exámenes de este cuatrimestre….
—Pero me tienes a mí —respondió Aiden
interrumpiéndolo.
Los dos se miraron en silencio un rato, hasta que Rian
suspiró. Cerró los ojos un momento y apoyó su cabeza contra
la cama. Se le veía triste y cansado. Volvió a centrar su mirada
en Aiden antes de hablar.
—No creo que tú seas mi amigo.
—Eso es porque te has empeñado en que así sea.
—Aiden, ¿qué haces aquí? —preguntó serio.
En aquella ocasión fue Aiden quien desvió la mirada.
Sabía por qué había ido hasta allí, pero tenía miedo de decirlo
en voz alta. Miedo de que lo rechazase y que todo el viaje
hubiera sido para nada. Miedo a que lo dejaran atrás de nuevo.
Pero en aquel momento, recordó las últimas palabras que Rian
le había dicho hacía dos semanas, cuando se separaron en la
sala de entrenamientos.
—Vine a pedirte algo —dijo finalmente, mirándolo a los
ojos. Quería ver su reacción—. Hay algo que quiero que hagas
por mí, tal y como ofreciste la última vez que nos vimos.
—¿Qué puede ser tan importante para que hayas decidido
venir hasta aquí? —preguntó confuso.
—Me dijiste qué harías cualquier cosa por mí —dijo
utilizando las palabras de su compañero.
—¿Qué quieres?
—Me dijiste que lo harías, fuera lo que fuera —insistió.
—Joder, Aiden, ¿me vas a decir qué es lo que quieres de
una vez? Me estás poniendo de los nervios.
Aiden sonrió. Ese comentario era más propio del Rian que
él conocía.
—Quiero que compitamos juntos la semana que viene.
Quiero que vuelvas a ser mi compañero.
CAPÍTULO 32
UNA TARTA SIN VELAS

Yo que nunca he querido echarte pero al yo no cuidarte,


sin querer yo te echaba de mí.
Nunca entenderé - Beret

Rian no cambió el gesto de su cara. Se quedó callado,


quieto, como si todavía no se acabara de creer lo que había
escuchado. Aiden, por su parte, estaba concentrado en
mantener la calma. Las manos le sudaban y él estaba haciendo
un esfuerzo por no secárselas continuamente sobre su
pantalón. Después de unos minutos, que parecieron horas,
Rian rompió el silencio.
—¿Por qué? No lo entiendo —dijo Rian.
Aquellas eran, sin duda, las últimas palabras que esperaba
escuchar Aiden, pero no había sido una negativa, lo que quería
decir que todavía tenía oportunidades.
—Porque eres mi única oportunidad para conseguir algo
en el torneo de la semana que viene. Porque tienes talento y…
bueno, estuve hablando con Loan sobre ti estas últimas
semanas. Le pregunté por qué había insistido tanto para que
fuéramos compañeros, porqué pensaba que seríamos un buen
dúo… La respuesta que me dio me hizo pensar.
—¿Qué te dijo? —preguntó con curiosidad.
—Que todos mis puntos débiles eran tus puntos fuertes, y
viceversa. Que nuestras habilidades se complementaban a la
perfección. Y que, si no hubiéramos perdido en tiempo en
rivalidades, y nos hubiéramos concentrado en mejorar juntos,
seríamos imparables —confesó Aiden con un nudo en el
estómago.
No estaba seguro de poder gestionar bien una negativa de
Rian… pero en el fondo, si estaba allí, era porque confiaba en
él.
—Imparables. Tú y yo. Juntos —repitió Rian, como si
estuviera valorando esa opción por primera vez.
La puerta de la casa se abrió y se escucharon pasos en el
piso inferior. Los padres de Rian habían vuelto a casa, por lo
que Aiden se acercó a la puerta, listo para marcharse.
—No tienes por qué contestarme ahora… Me quedaré en
un hostal cerca de aquí hasta el sábado y, bueno, me gustaría
que ese día te vinieras conmigo.
—Yo… —comenzó Rian, pero no pudo terminar porque la
puerta de la habitación se abrió de golpe y entró su madre.
La señora puso cara de sorpresa cuando vio a Aiden en la
habitación. Era una mujer bajita, con el pelo negro y los ojos
claros, como su hijo. Enseguida recuperó la compostura y
sonrió de oreja a oreja.
—Vaya, no sabía que tendríamos visita hoy… Rian no me
dijo nada —dijo la mujer acercándose a Aiden y tendiéndole la
mano—. Soy Alina, la madre de Rian.
—Yo soy Aiden —respondió estrechándole la mano—. Un
amigo.
—Y ¿de dónde eres? No me suenas del pueblo.
—De la escuela. Soy su compañero del equipo de duelos
—respondió Aiden sonriendo.
Alina levantó las cejas, sorprendida, y miró a su hijo, pero
Rian desvió la mirada, avergonzado. Aiden no estaba muy
seguro de qué decir, así que optó por la parte más sencilla.
—Bueno, yo ya me iba…
—¿No te quedas a cenar? Hemos comprado un montón de
comida para celebrar el cumpleaños de Rian. Seguro que le
hace ilusión que te quedes, aunque tal y como es, seguro que
no te ha dicho nada…
Aiden miró a Rian. Se había sonrojado ligeramente y se le
veía la mar de incómodo. Tuvo que aguantar la risa antes de
contestar.
—Me encantaría —respondió y juraría que sintió alivio a
través del vínculo que compartían.
—¡Estupendo! Os avisamos cuando esté todo listo —dijo
saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras ella.
—¿Es tu cumpleaños? ¿Cómo no me dijiste nada? Muchas
felicidades —dijo Aiden, sonriendo.
Rian puso un gesto raro que rápidamente ocultó desviando
la mirada.
—No tenías porqué quedarte —dijo Rian en voz baja.
—¿Prefieres que me vaya? —preguntó Aiden a pesar de
estar seguro de cuál era la respuesta.
Rian no se lo pensó demasiado antes de responder.
—No, no te vayas.
—Pues decidido entonces —dijo Aiden más tranquilo.
Una vez que había formulado la pregunta en voz alta sentía
que se había quitado un peso de encima. Fue hasta la cama y
se sentó sobre el colchón, al lado de Rian, que todavía seguía
sentado en el suelo. Le mandó un mensaje a Thiago avisándole
de su cambio de planes, antes de guardar el móvil en el
bolsillo.
—Ahora que lo pienso, no te he traído ningún regalo… —
comentó Aiden
Rian se rio en bajito y se pasó las manos por la cara.
Después, inclinó la cabeza, dejándola caer sobre la rodilla de
Aiden.
—Que hayas venido hasta aquí, para pedirme que vuelva
al equipo, contigo, es sin duda más de lo que merezco… Ya te
lo dije varias veces, pero de verdad que lo siento.
—No le des más vueltas —respondió Aiden.
En ese momento tuvo que contener el impulso de
acariciarle el pelo. No supo de dónde había salido ese
sentimiento, pero decidió cruzar las manos sobre el regazo
para evitar que volviera a pasar.
—Si al final todo sale bien y vuelvo al equipo… me
convertiré en el compañero que mereces.
—¿Te encuentras mal? —preguntó entre risas. Aquellas no
eran palabras que hubiera esperado oír de Rian—. Si hubiera
sabido que venir aquí te iba a cambiar tanto te habría traído yo.
No te reconozco.
No parecía él. Estaba apagado.
—Tú, por el contrario, sigues siendo el mismo imbécil —
contestó con una pequeña sonrisa.
Un rato después, bajaron al comedor a cenar. Era una estancia
bastante amplia y en la mesa había una gran mesa llena de
comida. Los padres de Rian habían hecho comida para más
personas de las que estaban sentadas en aquella mesa.
—Eri está al llegar, pero podemos empezar sin ella —dijo
Alina—. Este es mi marido, Josh.
El padre de Rian era alto y delgado. Tenía los ojos oscuros
y un gesto tenso en el rostro. No parecía extremadamente feliz
por tenerle allí en casa.
—Un placer, Aiden —dijo de forma cortés mientras le
tendía una mano.
Aiden le devolvió el saludo con una sonrisa tensa en la
cara. No sabía exactamente el motivo, pero le daba la
sensación de que el padre de Rian estaba enfadado.
Unos minutos después, se encontraban todos sentados
alrededor de la mesa. Aiden se moría por probar toda la
comida que habían preparado por lo que se empezó a servir un
poco de cada en el plato.
—Se te van a mezclar todos los sabores si sigues
amontonando la comida de esa manera —le dijo Rian
poniendo los ojos en blanco.
—¡Es que todo tiene una pinta increíble!
—Nadie te la va a quitar, puedes comer tranquilo.
Cuando estaban terminando de comer, Eri llegó a casa.
Cuando entró en el comedor fue directamente hacia Rian, pero
se paró en seco al encontrarse con Aiden.
—No sabía que teníamos visita —dijo desviando la mirada
hacia su madre con gesto de sorpresa—. Feliz cumple, Rian —
le dijo a su hermano dándole un beso cariñoso en la cabeza.
Después volvió a centrar su atención en Aiden—. Soy Erika,
la hermana mayor de Rian, encantada de conocerte.
Eri tenía el pelo corto, negro, prácticamente rapado por los
lados. Sus ojos eran un par de tonos más oscuros que los de
Rian, pero el parecido era innegable. Eran idénticos.
—Yo soy Aiden, un placer —contestó después de
limpiarse las manos con la servilleta.
Tan pronto escuchó su nombre, Eri levantó las cejas y una
sonrisa le apareció en el rostro.
—Sinceramente, Aiden, al principio pensé que no existías.
Pero después de ver lo muchísimo que hablaba Rian de ti…
—Eri, ¿por qué no empiezas a comer? Se va a enfriar la
comida —la cortó Rian con gesto enfadado.
—Vaya, cómo están los ánimos esta noche —respondió
contrariada—. Aiden, necesito que me des los trucos que usas
para aguantar al insoportable de mi hermano.
—Ojalá pudiera decirte algo —respondió mirando a Rian
con una sonrisa en la cara.
—¿Has venido hasta aquí por alguna razón en concreto?
—preguntó Josh, participando en la conversación.
—Pues Rian y yo somos compañeros y… —respondió
Aiden y, en ese mismo instante, se arrepintió. No sabía hasta
qué punto la decisión de volver o no a la escuela era del propio
Rian.
—Rian nos lo contó. Y, ¿qué haces por aquí? ¿Tienes
familia cerca?
Parecían simpáticos, pero Aiden se estaba empezando a
sentir incómodo ante el interrogatorio que le estaban haciendo.
Además, Rian estaba cabizbajo, removiendo el resto de
comida de su plato con el tenedor. Parecía triste. A Aiden casi
se le había quitado el hambre. Finalmente fue Rian quien
respondió por él.
—Vino para hablarme de la competición de la semana que
viene… para ver si podemos participar juntos —comentó
jugando con la comida con su tenedor.
—¿Es una especie de broma, Rian? —le preguntó su padre
dando un ligero golpe en la mesa con el puño.
—Cielo, no levantes la voz —pidió Alina en un susurro.
Rian no respondió. Tenía la cabeza gacha y los puños
apretados sobre las piernas. Aiden lo notaba alterado a través
de su vínculo, aunque físicamente parecía en calma.
—¿Después de todo lo que te hizo mi hermano quieres
volver a competir con él? No lo entiendo —le preguntó Eri
preocupada.
—Erika, ¿podemos dejar este tema para otro momento? —
interrumpió Alina al ver el rumbo que había cogido la
conversación.
—Rian, ya hablaremos tú y yo en otro momento —
respondió Josh fulminándolo con la mirada.
—Yo creo que es un tema que nos afecta a todos —
interrumpió Eri—. ¿Cuánto dinero tendremos que pedir esta
vez para volverlo a mandar a esa escuela? Porque todos leímos
la carta que le llegó hace dos semanas, en la que decían que
suspendieron la beca por conductas antideportivas. Y no es la
primera vez, ni la segunda, que tenemos que hacer frente a una
sanción económica por sus arrebatos, ¿verdad, Rian? Te
recuerdo que fue a principios de este año cuando decidiste
estropear parte del mobiliario escolar —Erika desvió la mirada
de su hermano y se centró en sus padres—. Que ahora esté
fascinado por el poder de Aiden y quiera volver a ese estúpido
colegio de ricos, no significa que haya que aceptarlo.
—Erika, ¿ya vale no? —dijo Rian levantando la voz.
—Creo que papá te dejó bien claras las condiciones
cuando aceptaron que fueras allí el año pasado. Y al final has
acabado decepcionándonos a todos.
—Joder, cállate —gritó Rian poniéndose en pie y tirando
la silla, en la que estaba sentado, al suelo—. Estoy harto de
que me digáis en todo momento lo que debo hacer o cómo me
debo sentir. Ya me he disculpado millones de veces por lo que
pasó. Y no sé por qué sacas el tema del dinero, os lo devolveré
todo.
—Fuiste tú el que nos pidió una oportunidad y está ya sería
la tercera —respondió Josh.
—Porque era la única forma de que aceptarais que me
fuera —su voz se rompió mientras hablaba.
Luego salió de la habitación a paso apurado. Un par de
segundos después se escuchó el sonido de la puerta de la calle
al cerrarse.
—Este chico tiene las hormonas totalmente
revolucionadas. No lo entiendo. ¿Cuándo madurará? —se
quejó Eri pinchando sin mucha emoción un trozo de comida.
—¿Podemos dejar este tema de una vez? —pidió Alina
avergonzada—. Lo siento mucho, Aiden, no queríamos dar un
espectáculo.
—Era cuestión de tiempo que esto explotara. Rian lleva
aquí casi tres semanas sin hablar con nadie ni dar ningún tipo
de explicación —añadió Eri, haciendo caso omiso a las
miradas de advertencia de su madre.
Aiden no podía seguir sentado en aquella mesa, no después
de haber notado un eco de los sentimientos de Rian cuando
había salido por aquella puerta.
—Voy a ir a buscarlo —dijo interrumpiendo la
conversación.
Alina asintió con preocupación.
—Seguro que está en el río. Sigue el camino y en el cruce,
desvíate a la izquierda. No tiene pérdida, Aiden —le indicó
antes de que se fuera—. Perdona por la escena y gracias por
haber venido a cenar. Si consigues que se le pase el enfado,
tenéis la tarta en la nevera.
◆◆◆
Aiden recorrió el camino que le habían indicado todo lo rápido
que podía. Ya había anochecido y las temperaturas habían
descendido por debajo de los diez grados. El vaho salía de su
boca con cada respiración. Cuando giró a la izquierda redujo
un poco el paso. Al fondo del camino, vio a Rian sentado en el
suelo, con la espalda apoyada sobre un árbol enorme. Se
acercó a él y se dejó caer a su lado. Estuvieron mucho tiempo
en silencio, tanto que Aiden perdió el sentido del tiempo. No
sabía si llevaban allí media hora o dos horas.
—Gracias por haber venido hoy. Siento que hayas tenido
que ver eso —dijo Rian con la mirada perdida—. Agradezco
tu ofrecimiento, pero mi hermana tiene razón. No puedo seguir
aprovechándome de mis padres para seguir haciendo lo que
quiero.
—Esta noche no voy a aceptar un no por respuesta.
—Aiden, yo…
—¿Por qué no hablas con tu familia? Seguro que arregláis
las cosas.
—Eso no va a pasar. Eri es un poco brusca, pero es quien
vive con mis padres todo el año y ve lo que pasa en mi casa
día a día. Nunca hemos tenido mucho dinero, pero mis padres
se han encargado de que tampoco nos falte de nada. Un año
antes de que me ofrecieran la beca para el Bhainn Daiocht,
participé con Eri en el examen para entrar en el ejército, que
era su sueño desde niña: viajar por todo el continente, explorar
otros lugares, conocer lo que hay más allá de lo que vemos a
diario… Creo que fue el mismo año que la empresa de tu
familia empezó a colaborar con el gobierno y empezaron las
expediciones a través de las grietas. Tampoco te quiero aburrir
con mil datos que no te interesan. En resumen, al final, nos
ofrecieron el puesto a los dos.
—Vaya…, no tenía ni idea.
—No es algo de lo que me guste hablar porque fue el
punto de inflexión en la relación con mi hermana. Cuando
recibí la beca, para mí, entrar en el ejército ya no tenía sentido.
No era mi sueño, era el de mi hermana, pero la oferta estaba
condicionada. No podíamos entrar uno y el otro no. O íbamos
los dos o perdíamos la oportunidad.
—Recuerdo hablar a mi madre sobre ese tema. Había
muchos problemas las primeras veces que se hicieron los
viajes y llegaron a la conclusión de que en parejas se limitarían
las desapariciones y las muertes.
Rian asintió, plenamente consciente de lo que decía Aiden.
—Yo no quería arriesgar mi vida. Yo quería combatir, pero
en duelos y Eri no se lo tomó muy bien. Al final solamente
tiene dos años más que yo y aunque presuma de lo madura que
es, se comportó de forma egoísta. Como haría cualquiera en su
lugar. Intentó por todos los medios que mis padres me
obligasen a rechazar la beca, intentó convencerme de todas las
maneras posibles pero yo… Yo también fui egoísta. Era mi
oportunidad —Rian lo dijo como si se arrepintiera de haber
tomado aquella decisión.
—Cualquiera que estuviera en tu lugar habría hecho lo
mismo —afirmó Aiden convencido—. Al final nadie quiere
renunciar a sus sueños para luchar por los de otra persona.
Igual no somos tan diferentes de lo que piensas.
—Puede que no —dijo suspirando.
—¿Y qué pasó? —preguntó Aiden en voz baja.
Era la primera vez que sentía que Rian se abría con él.
—Me dijo que no lograría nada con mis sueños infantiles.
Que era una caprichada de niño pequeño. Que con todos los
magos increíbles que hay en el mundo yo jamás llegaría a
competir —Rian hablaba sin parar, mostrándole sus miedos—.
Me dijo que lo único que lograría era perder el tiempo, el
dinero y la oportunidad. Pero mis padres me apoyaron. Me
dijeron que confiaban en mí pero que, si fracasaba, me tendría
que comer mis palabras y unirme al ejército con Eri. Desde ese
día, llevo intentando por todos los medios cumplir mi sueño,
aunque al final he acabado dándoles la razón en múltiples
ocasiones. Durante la escuela media conseguí avanzar
bastante. Fui el mejor miembro del equipo durante los tres
años consecutivos, gané un par de torneos regionales… Pero
cada fallo, cada vez que no conseguía mejorar, cada vez que
no era el mejor… Eri me volvía a repetir lo mismo: aquello no
era para alguien como yo —Rian cerró los ojos. Estaba muy
triste—. Mis padres terminaron dándole la razón. Luego llegó
la oportunidad en el Bhainn Daiocht. Del resto de la historia te
puedes hacer una idea.
—¿Puedo odiar a tu hermana? Me parece una persona
horrible —dijo Aiden asustado por todo lo que acababa de oír.
No quería imaginarse cómo sería si una de las personas que
más te importan estuviera empeñada en resaltar cada uno de
sus errores.
—Ella no era así antes. Cuando estaba en la escuela
primaria tuve una entrenadora increíble, era la novia de mi
hermana. Competía en un equipo nacional y fue varias veces
como representante del continente a torneos internacionales. Si
hubieras llegado a conocerla te habría encantado. Nunca he
conocido a una persona con más talento —que Rian dijera
algo así decía bastante de lo increíble que debía de ser esa
chica—. Yo jamás le llegaré a la suela del zapato. Además de
ser una duelista increíble tenía el suficiente poder para manejar
el fuego.
Aiden abrió los ojos, sorprendido. La mayoría de los
magos, como ellos, tenían dones comunes. Podían manipular
los elementos. Darles forma, lanzarlos, bloquearlos… Pero de
vez en cuando, nacía un mago con la habilidad de componer.
No solamente podían manejar la energía de su alrededor, sino
que podían crearla.
—¿Y qué le pasó?
—Despareció. Después de cruzar una grieta se quedó
atrapada en otra dimensión. No se dio mucha información al
respecto pero, cuando la grieta se cerró de forma definitiva, la
dieron por muerta. Desde aquel día, Eri no volvió a ser la
misma. Está convencida de que su novia sigue por ahí, viva,
atrapada, esperando que alguien la vaya a buscar. Por eso
quiere entrar en el ejército y me culpa de las decisiones que he
tomado. En parte me considera responsable. No quiere aceptar
que ha muerto. Todo el mundo sabe que, en esos viajes, la tasa
de supervivencia desciende abruptamente después de las
primeras veinticuatro horas. Imagínate después de cuatro años.
No la puedo culpar por intentar hacer cualquier cosa por la
persona que quiere, pero me duele —reconoció.
Aiden asintió entendiendo a Rian un poco mejor. Le puso
una mano sobre el hombro, queriendo transmitirle de alguna
manera que no estaba solo, aunque no sabía si sería suficiente.
CAPÍTULO 33
UN DÍA LIBRE

Fui egoísta en querer tenerte y nunca cuidarte


Nunca Entenderé - Beret

La noche anterior, Rian lo había acompañado hasta el


hostal. Aiden le había ofrecido quedarse a pasar la noche, por
si no le apetecía volver a casa con su familia, pero este lo
había rechazado. Sabía que era algo que tenía que hacer tarde
o temprano, pero le hubiera gustado haberle sido de más
ayuda.
Thiago estaba viendo una película cuando entró en la
habitación. Le preguntó qué tal había ido todo y, después de
darle un pequeño resumen sin entrar en detalles personales de
Rian, levantó las cejas, sorprendido, resopló y siguió a lo suyo.
Aiden se metió en cama y, aunque trató de ver un rato la
película, se quedó dormido antes de darse cuenta.
Al día siguiente, cuando se despertó era muy temprano. El
sol todavía no había salido y Thiago dormía profundamente en
la cama de al lado. Aiden decidió que salir a correr sería el
mejor plan para no molestar a su compañero. Pensó en
mandarle un mensaje a Rian, pero después de todo lo que
habían hablado la noche anterior decidió que lo mejor era
dejarle un poco de espacio. Seguro que necesitaba aclarar sus
ideas.
Estuvo corriendo dos horas. Después de memorizarse la
zona donde estaba el hostal para saber volver, siguió unas
indicaciones que lo llevaron a un pequeño mirador en lo alto
de una montaña. Desde aquel sitio se podía ver lo pequeño que
era el pueblo en comparación con toda la vegetación que lo
rodeaba. Aiden sacó el móvil del bolsillo y subió una foto del
paisaje. Puso en la descripción una frase que Thiago le había
leído la noche anterior, del libro que estaba leyendo y, al
terminar, aprovechó para llamar a su madre.
Después de quince minutos ya estaba corriendo de vuelta
al hostal. Cuando llegó Thiago se estaba levantando de la
cama.
—Buenos días —dijo Aiden alegremente al entrar en la
habitación.
—Buenas… no entiendo de dónde sacas tanta energía…
¿Cuántas horas estuviste corriendo? —preguntó con pereza,
como si la sola idea de salir a correr tanto tiempo, tan
temprano, le agotara.
—Dos horas y media. Di tres vueltas al pueblo antes de
subir hasta un mirador en mitad del monte. Estuvo bastante
guay. Deberías haber venido conmigo. Llevas casi una semana
sin entrenar —dijo recuperando el aliento antes de beberse un
buen vaso de agua.
—Madre mía… Y, ¿cuál es el plan para hoy? ¿Has hablado
con Rian? —preguntó incorporándose.
—Me dijo que estaba liado hasta la tarde
—¿Te voy a tener que aguantar hasta entonces?
—Sí. Además, necesito tu ayuda para una cosa.
—Creí que habíamos quedado en que no me ibas a pedir
nada más… —protestó frunciendo el ceño.
—Necesito que me ayudes a comprar un regalo para Rian.
Ayer fue su cumpleaños y… quiero tener un detalle con él —
dijo avergonzado.
—¿Solo eso? Mmmm… —se quedó unos segundos en
silencio, pensando—. Hay una librería de segunda mano en el
pueblo, seguro que podemos encontrar algo ahí… Además, yo
también tengo ganas de echar un ojo.
—¡Pues decidido! Me voy a dar una ducha primero —dijo
encerrándose en el baño.
Media hora después los dos caminaban por la calle en
búsqueda de la librería. Resultó que la dirección estaba mal en
internet y les costó dar con ella mucho más de lo que
esperaban.
La librería era pequeña, pero las estanterías llegaban hasta
el techo. El propietario tenía una escalera extensible apoyada
contra el mostrador para poder llegar a todas las obras sin
problema.
En cuanto empezaron a mirar los libros, Thiago dejó de
prestarle atención. Revisaba los diferentes estantes, de vez en
cuando sacaba un libro para ojear la portada o la sinopsis y
luego lo volvía a dejar en su lugar. Aiden empezó a buscar
algún título que pudiera gustarle a Rian. No estaba seguro de
qué tipo de libros leía o cuál era su género favorito y eso
dificultaba la búsqueda. Un rato después vio en uno de los
estantes uno de sus libros favoritos de cuando era más
pequeño. Era una versión ilustrada y estaba perfectamente
conservado. Aiden no supo muy bien el porqué, pero aquel
libro le traía muy buenos recuerdos. Había sido su refugio
cada vez que tenía un mal día. Quizás era un regalo demasiado
personal, pero exactamente por ese mismo motivo no creía que
fuera a encontrar algo mejor.
—¿Ya te has decidido? —preguntó Thiago con tres libros
debajo del brazo.
Aiden le enseñó el libro en cuestión y se sorprendió al ver
que su amigo asentía asombrado.
—Buena elección —dijo sin más.
◆◆◆

El resto de la mañana se la pasaron dando vueltas por el


pueblo. Al mediodía, se sentaron a comer en uno de los bares
y pidieron un surtido de platos tradicionales de la zona. Al
terminar, se tomaron un helado en silencio, sentados al lado
del río. Aquel pequeño pueblo estaba lleno de tranquilidad.
—¿Hoy vas a arreglar finalmente las cosas con Rian? —
preguntó Thiago un rato después.
—Eso espero —respondió Aiden limpiándose los restos de
chocolate de la cara.
—Mañana tenemos que salir de aquí a primera hora, con o
sin Rian, ¿eres consciente de ello?
—Sí.
—No podemos perder el vuelo —le recordó Thiago.
—No lo haremos —aseguró Aiden.
—Más te vale.
—No te preocupes.
—No lo hago. Yo me iré mañana, pase lo que pase —
añadió Thiago con gesto aburrido.
Aiden sonrió. No pensaba volver sin su compañero.
Un rato después, Rian apareció en la plaza donde estaban
sentados. Aiden le había pasado una pequeña descripción de la
zona un rato antes y había sido suficiente para que Rian se
situase. Tenía la típica expresión seria, pero caminaba con
calma. Al llegar a su lado, los saludó con la cabeza y se sentó
al lado de Aiden. En ese momento, Thiago se puso en pie.
—¿Te vas ya? —preguntó Aiden al ver las intenciones de
su compañero.
—Sí. Ahora que te aguante Rian que, por hoy, yo ya he
tenido suficiente —respondió cogiendo la bolsa con sus
nuevas adquisiciones—. Recuerda lo que hablamos antes.
Dicho eso, se alejó a paso apurado en dirección al hostal.
—¿Arreglaste las cosas con tu familia? —preguntó Aiden
con curiosidad.
—Sí, bueno… Ayer Eri no tuvo un buen día. Me ha pedido
que me disculpe de su parte —respondió Rian.
—Sin problema, no es conmigo con quien tiene que
disculparse…
—No creo que debas preocuparte por eso —contestó
encogiéndose de hombros—. ¿A qué se refería Thiago? ¿Qué
tienes que recordar? —preguntó cambiando de tema.
Aiden jugueteó con la bolsa que contenía el regalo de
Rian. Ya le había planteado su idea la noche anterior y
tampoco quería que se sintiera presionado.
—Mañana nos vamos a primera hora y… bueno, me
gustaría que vinieras con nosotros, ya te lo dije ayer —
respondió nervioso.
Rian no contestó enseguida. Se quedó callado, pensativo.
Cuando Aiden pensaba que ya no le iba a decir nada más le
dijo las palabras que estaba esperando.
—Vale. Iré. Competiré contigo. Yo… me esforzaré por ser
el compañero que mereces.
Y dicho aquello, levantó su puño y lo dejó sostenido en el
aire hasta que Aiden se lo chocó de vuelta. Sonreía, se
encontraba eufórico. Al final el viaje había merecido la pena.
Aiden sacó el regalo de la bolsa y se lo tendió a Rian, que
lo miraba con sorpresa.
—¿Y esto?
—Ayer fue tu cumpleaños y, ahora que vamos a ser
amigos, quería tener un detalle contigo —dijo encogiéndose de
hombros. Rian gruñó como respuesta mientras valoraba si
abrir el regalo o no—. ¿Es para hoy? No le des tanta
importancia, es una chorrada.
Rian abrió el paquete con cuidado, esforzándose en no
romper el papel, lo que hizo que Aiden pusiera los ojos en
blanco tres veces, desesperado por completo. Cuando Rian vio
la portada del libro, sus ojos se iluminaron y cuando se
encontró con su mirada, se dio cuenta que estaban cargados de
emoción.
—¿Te gusta? —preguntó preocupado.
—Era mi libro favorito…
—¿Qué dices? —respondió Aiden sorprendido.
Rian asintió mientras ojeaba el libro.
—Perdí mi ejemplar cuando me cambié de escuela a los
catorce años —comentó pensativo.
—Vaya, qué casualidad… Te lo compré porque a mí
también me encantaba esa historia —dijo sonriendo.
Rian sonrió tímidamente.
—Igual ser amigos no es tan malo —dijo avergonzado—.
Muchas gracias por el libro, no tenías por qué.
—Lo sé, pero quería.
Aquella noche Rian volvió a acompañar a Aiden hasta el
hostal. A la mañana siguiente les esperaba un viaje bastante
largo y todos tenían que descansar. La madre de Rian se había
ofrecido a llevarlos en coche hasta el aeropuerto, de esa forma,
podían ahorrarse varias horas de autobús, pero aun así tenían
que levantarse a las seis de la mañana.
—Os recogemos aquí mañana a las siete menos cuarto,
¿vale? —dijo Rian antes de despedirse.
—Intentaré que a Thiago no se le peguen las sábanas.
—No creo que ese vaya a ser el problema.
—Lo sé y… gracias por volver con nosotros.
Rian se colocó el pelo, avergonzado, pero no dijo nada.
—Hasta mañana Rian, buenas noches.
—Buenas noches, Aiden —dijo Rian
Aiden vio como el chico se alejaba por la calle. Su móvil
sonó, anunciándole que acababa de recibir un mensaje. Se lo
sacó del bolsillo y abrió la aplicación de mensajes.

Mamá:
Todo gestionado. Un beso
Aiden sonrió. Ya no tenía nada por lo que preocuparse.
CAPÍTULO 34
LA VUELTA

Y era más probable que el sol nunca más saliera


Que el reloj se detuviera pero me notaste tú.
Salir con vida - Morat, Feid

El viaje de vuelta se hizo mucho más ameno que el de ida.


Al haberse ahorrado el trayecto a pie y en autobús, cuando se
dieron cuenta, estaban sentados en el avión. Ninguno de los
tres habló demasiado durante el camino. Thiago estaba
concentrado con uno de sus libros, Rian estaba más pensativo
de lo habitual y Aiden estaba tan emocionado por la
competición que tendría lugar la semana siguiente, que apenas
era capaz de concentrarse en cualquier otra cosa.
Nada más llegar a la puerta del colegio, Nadya los estaba
esperando sentada en la fuente de la entrada. Tenía los brazos
cruzados y una expresión extraña en el rostro.
—Volviste pronto. ¿Qué tal tu hermana? —preguntó Aiden
sonriente.
—¿Podemos hablar? ¿A solas? —añadió al ver que ni
Thiago ni Rian hicieron el amago de marcharse.
Aiden la miró, confuso, antes de asentir y seguirla hacia
una zona más alejada. Nadya caminaba demasiado rápido y
casi estaba obligando a Aiden a correr detrás de ella. Cuando
estuvieron lo suficientemente lejos, se paró, pero le siguió
dando la espalda.
—¿Todo bien? —preguntó Aiden confuso.
Nadya se giró antes de contestar. Estaba enfadada. Muy
enfadada.
—¿Se puede saber cuándo nos ibas a avisar de tus planes?
¿Por qué no dijiste que tenías pensado cruzar medio país para
ir a buscar a Rian?
—Bueno, fue algo improvisado… Lo cierto es que lo
decidí la noche anterior en caliente. No me lo pensé demasiado
—se justificó.
—¿Y te parece normal? ¿Después de todo lo que te hizo?
Rian no debería volver a pisar esta escuela y tú no deberías de
haberte involucrado tanto para que así fuera.
—Tú no le conoces —respondió a la defensiva.
—¿Y me vas a decir que tú sí? Porque si no recuerdo mal,
corrígeme si me equivoco —dijo con ironía—, hace menos de
un mes te dejó la cara hecha un cuadro.
—No creo que eso sea asunto tuyo…
—¡Es asunto mío porque soy tu amiga y me importas!
—Pues tú mejor que nadie deberías de entenderme. Él es
mi amigo. Me importa.
—Es imposible que te importe después de cómo te ha
tratado.
—No tienes derecho a decirme cómo me siento.
—¿Y cómo sabes que no te está utilizando? Igual solo te
ha manipulado para conseguir los fondos que tu madre le dio
para compensar la beca perdida…
Aiden le tapó la boca con la mano y giró la cabeza para
asegurarse de que nadie la había escuchado.
—Shhh, ¿cómo se te ocurre decir algo así? ¿Sabes cómo
reaccionaría Rian si se llega a enterar?
—¿Acaso no lo sabe?
—Por supuesto que no. Y tú tampoco deberías de saberlo
—le dijo muy serio—. Se trata de una beca deportiva que
implica únicamente a Rian.
—Tienes razón, cometí un error al mencionarlo. No
volveré a hacerlo, pero… —lo miró a los ojos, parecía
enfadada—. Espero que sepas lo que estás haciendo y no te
arrepientas.
Y sin darle tiempo a contestar, lo dejó solo en el jardín.
Aiden se pasó la mano por el pelo. Él también estaba
enfadado.
Algo más tarde, Aiden fue hasta el despacho de Loan. Aunque
ya le había adelantado al entrenador su intención de llevar de
vuelta a Rian, quería que lo supiera antes del siguiente
entrenamiento. Si estaba sorprendido de que lo hubiera
conseguido convencer, no lo demostró. Había estado
escuchando en silencio, sin intervenir, hasta que Aiden
terminó de hablar.
—Mientras eso sea lo que ambos queréis, yo no tengo nada
que objetar. Solo espero que no hagáis que me arrepienta…
otra vez —le dijo al final
—Yo también lo espero —contestó Aiden con sinceridad.
Loan negó con la cabeza, pero no dijo nada y se despidió
de Aiden, que ya estaba saliendo del despacho. Fue directo al
cuarto de Axel ya que le había mandado un mensaje un rato
antes, avisándole de que ya había vuelto a la escuela.
Estuvieron jugando durante casi tres horas sin parar, hasta que
Aiden se dejó caer sobre la cama, cansado de perder. Era
malísimo para los videojuegos.
—No te martirices. En un futuro, crearé un videojuego en
el que hasta tú serás capaz de ganar —le dijo como consuelo.
—Gracias, supongo —dijo sin mucho entusiasmo—. No
entiendo cómo puedo perder siempre.
—En cierto modo, yo tampoco lo entiendo —dijo Axel
sonriendo.
—Oye, te quería comentar una cosa —dijo Aiden
incorporándose de nuevo. Axel lo miraba con curiosidad—.
Esta semana fui hasta el pueblo de Rian, para convencerlo de
que volviera a ser mi compañero.
—¿Y lo conseguiste? —preguntó con curiosidad. Al ver
que Aiden asentía, sonrió—. Entonces me alegro por ti —
Aiden suspiró aliviado. No sabía por qué, pero después de la
reacción de Nadya se esperaba cualquier cosa—. Parece
mentira, pero te he echado de menos esta semana—dijo Axel.
Aiden lo miró con curiosidad. No era habitual aquellas
muestras de afecto, pero lo había dicho con tanta naturalidad
que parecía que eran palabras que dijera a menudo.
—¿En serio?
—Ajá —respondió buscando en una caja—. ¿Te apetece
ver una peli? Me he traído unas cuantas de casa.
—¿Y no la podíamos ver online?
—No me lo puedo creer que me lo estés preguntando en
serio. ¿Tengo que argumentarte las razones por las cuales me
ofende que me preguntes eso?
Aiden se rio como respuesta. Estaba claro que llevarle la
contraria a Axel en aquel tema no iba a llegar a buen puerto.
—Tienes razón —dijo entre risas para evitar un mal mayor.
—La duda ofende. ¿Tienes prisa? Lo digo por la elección
de la película, por si es mejor una más o menos larga.
—Pon la que tú quieras. Tengo toda la noche. Pero antes,
¿te parece bien si bajo hasta la cafetería a por la cena, mientras
tú pones la peli?
—Uf, venga, pues sí. A ver si todavía quedan espaguetis.
Con extra de queso, por favor —pidió sacando un montón de
DVD de la caja.
—Voy —contestó Aiden, poniéndose en pie—. Por cierto,
yo también me alegro de que estés de vuelta. Incluso eché de
menos nuestras tardes de estudio.
—¿A qué sí? Me gusta ser tu amigo, Aiden.
—Oh, vamos… cállate, vas a conseguir emocionarme…
—contestó tapándose la cara.
—Vete ya, que me voy a quedar sin espaguetis —apremió
Axel y Aiden salió a paso apurado.
De camino a la cafetería no pudo evitar sonreír. Volvía a
pensar que haber ido a aquella escuela era, sin duda, lo mejor
que le había pasado en la vida.
CAPÍTULO 35
UNA SEMANA ANTES

Siempre hemos pensado que éramos muy fuertes


No tuvimos nada y mucho menos suerte
Mirando a la luna - Beret, Reik

La siguiente semana pasó demasiado rápido. Los


entrenamientos se habían vuelto mucho más duros. Entrenaban
prácticamente desde el mediodía, cuando terminaban las
clases, hasta bien entrada la noche.
Como en todos los aspectos relacionados con el dominio
de la energía, Rian sobrepasaba con creces a Aiden en todos
los sentidos. Era más rápido, más fuerte, más seguro. A pesar
de eso, los escudos se habían vuelto el punto fuerte de ambos.
Eran capaces de bloquear prácticamente cualquier ataque que
les lanzara Loan.
Además, para prepararse para los duelos, Loan había
organizado una pequeña competición entre todos los miembros
del Kettou, simulando la competición que tendría lugar la
semana siguiente. A pesar de que todos eran buenos magos y
sobresalían en algún punto, el dúo que formaba con Rian
estaba a otro nivel.
No parecía que se hubieran conocido hacía tres meses.
Parecía que llevaban haciendo aquello toda la vida.
—Espero que consigáis ganar —les dijo Stella aquel día al
terminar la práctica.
—Si no se pelean entre ellos, igual hasta tienen una
oportunidad —añadió Thiago, secándose el sudor de la frente.
Yuki se rio del comentario, pero les dio una palmadita en
la espalda. Todos estaban ansiosos por ver los resultados.
◆◆◆
El viernes, el día del sorteo del estadio, amaneció con fuertes
lluvias. En aquella estación del año no era infrecuente que los
días comenzasen pasados por agua, pero el temporal que había
aquella mañana tenía intranquilo a Aiden.
—¿Crees que será una señal de mala suerte? —preguntó
con gesto preocupado mientras miraba por la ventana.
—No puedo creer que pienses esas tonterías… —se quejó
Rian mientras se secaba el sudor con la palma de la mano.
Llevaban entrenando sin descanso toda la semana, pero
todavía no habían logrado compenetrarse de verdad. Y del
ataque combinado era mejor no hablar. Lo habían intentado
realizar en un par de ocasiones, pero habían terminado por
descartarlo. No lo controlaban lo suficiente bien como para
poder utilizarlo.
—Siempre dices que pienso tonterías y al final acabo
teniendo razón en todo lo que digo —protestó de nuevo—.
¿Crees que nos tocará competir en Ogon? Odio los desiertos y
el calor…
—¿Te sentirías más feliz en Kholod? ¿Con el frío y la
nieve? —preguntó Loan acercándose a ellos.
—Pues la verdad es que no… Creo que Kholod es el peor
escenario posible —contestó Aiden encogiéndose de hombros.
—Me alegra que pienses eso, porque ya han salido los
resultados —dijo Loan reprimiendo una sonrisa—. Tengo una
buena noticia y una mala. ¿Cuál queréis primero?
Aiden y Rian se miraron. Aquel era un día decisivo para
ellos. Los resultados del sorteo les darían cierta ventaja o
desventaja con respecto al resto de participantes.
—La buena primero —gritó Aiden emocionado.
—¡No seas imbécil! —contestó Rian contrariado—. Las
noticias buenas nunca se dicen primero.
—Me da igual —replicó el joven.
—La buena noticia es que la primera parte de las
eliminatorias se realizará con equipos de simulación. Con
vuestra técnica, partís con ventaja respecto a vuestros
contrincantes. Vais a tener que hacerlo muy mal para no pasar
a la segunda fase.
—¿Y la mala? —preguntó Rian serio.
—La mala es que ya han salido los estadios y os toca
competir en Ogon. Sé que no es la mejor opción, pero al
menos tendréis que enfrentaros al calor en vez del frío. No os
voy a mentir, prácticamente no tenéis posibilidades de ganar.
A pesar de que habéis entrenado duro esta semana, no es
tiempo suficiente. Quiero que os planteéis esta competición
con filosofía. Aprended las normas, acostumbraros a la magia
que rodea las pruebas, utilizarlo como si fuera una práctica…
y, si entrenáis duro a partir de la semana que viene, seréis los
ganadores en el próximo torneo. No tengo dudas.
Aiden y Rian se miraron. Ambos tenían todas sus
expectativas puestas en aquella competición. No era fácil que
aceptaran dar un paso atrás. Iban a darlo todo.
—Lo haremos lo mejor que podamos —confirmó Rian y
Aiden sonrió.
Parecía que le había leído la mente y, en parte, así era.
Desde que habían vuelto a entrenar juntos, el vínculo se había
vuelto a reforzar. Aiden podía sentir a su compañero a la
perfección.
—No tengo la menor duda de ello —contestó Loan
sonriendo—. Mañana es sábado, creo que es mejor que
quedemos a primera hora para entrenar e intentemos dejar
libre la tarde para que repongáis fuerzas. He pensado en
pedirle a Eire y a Yuki que os echen una mano como el otro
día…
Aiden levantó la mano, esperando que terminara de hablar
para poder intervenir. Loan, al verlo, levantó las cejas a modo
interrogativo.
—Rian y yo hemos estado hablando… y nos gustaría
descansar mañana. Hemos estado entrenando diariamente y
exigiéndonos mucho. Creemos que lo mejor es aprovechar el
día de mañana para recuperar fuerzas —explicó Aiden.
Loan levantó las cejas sorprendido.
—¿De verdad? Me parece buena idea si os lo tomáis en
serio. Si vais a entrenar por vuestra cuenta prefiero estar
presente y vigilar que no hagáis alguna tontería como siempre
—respondió el entrenador.
—De verdad —afirmó Rian y Loan no pudo ocultar su
cara de incredulidad.
—En ese caso, estupendo. Nos vemos aquí pasado mañana
a las ocho de la mañana. El coche que nos llevará a la ciudad
deportiva ya está reservado. No lleguéis tarde… Disfrutad de
vuestro descanso e intentad relajaros. Lo habéis hecho bien —
les dijo antes de despedirse.
Los chicos abandonaron la sala de entrenamiento poco
tiempo después.
—¿Te apetece dar un paseo? —preguntó Aiden
—Vamos —contestó Rian asintiendo.
Cuando salieron, el clima frío y húmedo de la noche les
golpeó con fuerza. Las estrellas brillaban en el cielo con
intensidad y, si no fuera por toda la iluminación que rodeaba el
edificio, Aiden estaba seguro de que se podrían ver muchas
más.
—Te iba a decir de subir corriendo hasta la colina, como
hacíamos siempre, pero creo que no es buena idea —comentó
Aiden.
Aquella semana, al terminar de entrenar, habían ido
corriendo todos los días hasta el pie de la colina. Se lo habían
tomado como una pequeña competición e intentaban por todos
los medios ser el vencedor. También aprovechaban ese
momento para hablar de cosas sin importancia o intentar
conocerse un poco más. Rian se estaba tomando al pie de la
letra el convertirse en un buen compañero.
—¿Temes que te gane otra vez? —preguntó Rian con una
pequeña sonrisa.
—Al contrario. Me preocupa que igualemos nuestras
victorias y te des cuenta de que hasta ahora has tenido pura
suerte —contestó, Aiden, sonriente.
Aquella semana, habían salido a correr los cinco días.
Aiden había ganado dos veces.
—Vas a morder el polvo —contestó Rian, tirando su
mochila a un lado y dando saltitos de calentamiento,
preparándose para echar a correr.
—Luego no digas que no te avisé —respondió Aiden con
confianza—. Salimos a la de tres. Una, dos… —antes de que
dijera tres, ya había echado a correr.
—¡Eh! ¡Pero serás tramposo! —gritó Rian un segundo
después, saliendo tras él.
Aiden intentó responderle, pero no podía parar de reír.
Aquella broma se la había hecho varias veces a Rian, y
siempre reaccionaba igual. Le parecía demasiado divertido
meterse con él de aquella manera. Además, siempre se
enfurruñaba todo.
Poco tiempo después Rian lo alcanzó. Lo agarró por la
camiseta y ambos acabaron en el suelo. Aquella vez, no les
había pillado de imprevisto y amortiguaron el golpe sin
problema. Aiden todavía estaba intentando parar de reír, pero
cada vez que miraba a Rian, le entraba la risa de nuevo.
—¿No vas a parar de reírte? ¿Qué es tan gracioso? —se
quejó Rian.
—No lo sé, tú, supongo —contestó encogiéndose de
hombros.
—Idiota.
—¿Mañana qué deberíamos hacer? Sé que le dijimos a
Loan que no íbamos a entrenar, pero quizás podíamos ir a
meditar o algo —sugirió Aiden poco seguro.
—¿Meditar? ¿Has perdido la cabeza? Nunca lo hemos
hecho… ni siquiera sabemos cómo se hace.
—Entonces podemos ir hasta el lago, ese que está un poco
más lejos de la colina donde vamos siempre. Un día de relax,
bañarnos en el río, practicar un poco, correr… ¿Qué te parece?
—propuso Aiden incorporándose del suelo y tendiéndole la
mano a Rian.
Este se la cogió para que lo ayudara a incorporarse.
—Me parece buena idea.
—Podemos coger algo de comer de la cafetería y comer en
el lago.
—Además, en vez de correr podemos coger unas bicis.
Son bastantes kilómetros para ir y volver en el mismo día y
mantenernos frescos para el día siguiente —propuso Rian.
—Suena bien. ¿Tenemos plan para mañana?
—Claro.
CAPÍTULO 36
EL DESAYUNO

Quiero pensar que estaba escrito en mi destino


Encontrarme en tu camino, lo que no vi en otra parte
Magia - Andrés Cepeda, Sebastián Yatra

Cuando el despertador sonó al día siguiente, Aiden ya


estaba levantado, duchado y vestido. Estaba sentado en el
alféizar de la ventana mientras revisaba las redes sociales.
Mucha gente no paraba de comentar sobre la competición que
tendría lugar al día siguiente y algunas personas se habían
puesto a hablar sobre las posibilidades del Kettou. A pesar de
que para Aiden todo aquello era nuevo, muchos de los
internautas conocían a Rian de años anteriores. Parecía que
había bastante expectación sobre su actuación y eso lo tenía de
los nervios.
—¿Se puede saber por qué está sonando tu despertador si
tú ya estás despierto? —protestó Thiago poniéndose la
almohada encima de la cabeza.
No era de extrañar. Era sábado y apenas eran las ocho de la
mañana.
—Estoy demasiado nervioso para poder dormir. He
quedado con Rian dentro de una hora y no sé qué hacer para
matar el rato.
—Entiendo. No querrás que te haga compañía hasta que
sea la hora, ¿verdad?
—¿En serio? ¿Harías eso por mí?
Antes de que Aiden pudiera reaccionar, la almohada de
Thiago impactó contra su cara.
—Obviamente no. Sal de la habitación y vete a molestar a
otro —gruñó por lo bajo metiéndose debajo de las sábanas.
—Joba, cómo te pasas conmigo —se lamentó el joven
antes de dejar la almohada encima de la cama, coger la
mochila y salir de la habitación.
Fue hasta el comedor. Ya que estaba despierto, mataría el
tiempo desayunando mientras veía alguno de sus vídeos
favoritos en YouTube. Uno de los creadores de contenido que
seguía, había subido la noche anterior un análisis de la final de
la competición de duelos del año anterior y se moría de ganas
por verlo. Cogió unas tostadas con mermelada y un café bien
grande antes de sentarse en una de las mesas del fondo. Se
puso el vídeo mientras comía con calma, totalmente ajeno al
ruido de su alrededor. Cuando algo le interesaba era capaz de
abstraerse por completo. Un par de minutos después, Nadya se
sentó enfrente suya.
—Hola —dijo sin más.
Llevaban casi una semana sin hablar. Después del
incidente en la puerta del colegio la joven lo había estado
evitando.
—¿Qué hay? —respondió Aiden pausando el vídeo y
centrándose en la chica—. Hacía tiempo que no hablábamos.
—Sí… He estado un poco liada estos días, pero quería
hablar contigo.
—Claro, dime.
—Yo… Primero quería disculparme. Siento que lo que te
dije el otro día estuvo un poco fuera de lugar.
—Sí, un poco… —afirmó.
—Te prometo que no lo hice por mal. Escuché tu nombre
en una conversación de la directora y no pude evitar… No
pude evitar querer saber más. Lo siento mucho, Aiden. De
verdad. No debí escuchar esa conversación y no debí echarte
nada en cara —se disculpó Nadya bajando la mirada.
—No me importa que te enteraras. Me molesta que no
confíes lo suficiente en mí como para atacar de esa manera a
Rian. Es mi compañero y no le has dado ni el beneficio de la
duda.
—Aiden, llevas en este colegio tres meses. Yo llevo desde
septiembre. He visto todos los problemas que ha causado y
cómo todo el mundo los ignora porque es un prodigio. Rian no
es tu amigo y no lo va a ser.
Aiden hizo una mueca y bajó la mirada a su plato con
tostadas. Posiblemente nadie lo conocía tanto como él. Rian
había estado centrado en ser el mejor desde que había puesto
un pie en ese colegio y estaba seguro de que no se iba a
disculpar por ello. Posiblemente no tenía ni el más mínimo
interés en relacionarse con nadie, pero confiaba plenamente en
él. Si había dicho que sería un buen amigo, lo sería. No tenía
dudas.
—Ya lo verás por ti misma —respondió finalmente
encogiéndose de hombros.
—No voy a ver nada que… —la voz de Nadya se fue
haciendo poco a poco más baja hasta desaparecer por
completo en mitad de la oración, mientras tenía la mirada
perdida en un punto situado a su espalda.
Aiden se giró justo en el momento en el que Rian llegaba
con su bandeja y se sentaba a su lado.
—No quedaban cereales de chocolate —dijo a modo de
saludo mientras revolvía sin mucho entusiasmo una especie de
gachas grisáceas con bastante mal aspecto.
Aiden lo miraba con la boca ligeramente entreabierta.
Nunca se habían acercado fuera del horario de entrenamientos
y menos dentro de las instalaciones de la escuela. Y sobraba
decir que era la primera vez que se acercaba a él mientras
estaba comiendo con alguno de sus amigos.
—¿Qué? —preguntó Rian un rato después al notar la
mirada fija de su compañero—. ¿He interrumpido algo?
—No, no, qué va. Me ha sorprendido que te sentaras con
nosotros.
—Somos amigos, ¿no? —respondió llevándose una
cucharada de su desayuno a la boca—. Deja de mirarme de
una vez y cómete el desayuno. No quiero aguantar tus quejas
sobre el hambre que tienes durante toda la mañana.
—¿Te has tomado ya un café? Parece que necesitas uno —
sugirió Aiden con una sonrisita.
—No me gusta el café. Es amargo.
—Le puedes echar azúcar —dijo Nadya entrando en la
conversación, todavía un poco cohibida.
—No me gustan las cosas dulces.
—¿Cómo puedes levantarte por la mañana y estar tan
gruñón? —preguntó Aiden con una sonrisa en la cara.
—No estoy de ninguna forma —contestó.
—Dice, mientras protesta de nuevo.
Rian lo alejó de él, empujándolo por la cabeza, fingiendo
un enfado que Aiden sabía que no sentía.
—¿Qué comes? —preguntó cuando consiguió librarse de
su agarre.
—Gachas de avena.
—¿Está rico? —al ver que Rian asentía, desvió la mirada a
la extraña papilla que tenía delante—. ¿Puedo probarlas?
Como respuesta, Rian le puso una cucharada delante de la
boca que Aiden no tardó en comer. Cuando sintió la textura y
el sabor de la avena, no pudo evitar poner una cara de
desagrado.
—Uf, eso está malísimo —protestó Aiden mientras se
llevaba la pajita de su bebida a los labios. Rian respondió con
una pequeña sonrisa, pero no dijo nada—. No me extraña que
estés siempre de tan mal humor.
Cuando Aiden levantó la mirada hacia su amiga, esta lo
miraba con una mezcla de asombro y desconcierto.
—¿Qué? —preguntó confuso.
—Eso me gustaría saber a mí. Bueno, me marcho ya—se
puso en pie y recogió los restos de su desayuno—. Aiden, ¿me
llamas luego?
—Claro.
—Nos vemos —se despidió y se alejó a paso apurado
como era habitual en ella.
Aiden se quedó pensativo. No entendía los comentarios de
Nadya. Al final supuso que se habría dado cuenta de que,
realmente, Rian y él eran amigos.
—¿Terminaste ya? —preguntó Rian poniéndose en pie.
—Sí, vamos.
CAPÍTULO 37
EL LAGO

Talk about our future like we had a clue.


Never planned that one day I’d be losing you.
The One That Got Away - Katy Perry

Cuando salieron al jardín trasero, fueron directos hasta el


pequeño cobertizo donde se guardaban las bicicletas. La
mayoría de ellas llevaban años sin ser utilizadas pero estaban
impolutas: ni una pizca de polvo, brillantes y limpias, como si
fueran nuevas. Aquello era una de las cosas que más le
gustaban a Aiden de la magia. Todo parecía estar preparado
para durar.
Cogieron las dos bicicletas que estaban más cerca de la
puerta y las arrastraron fuera. Después de ajustar los sillines y
colocar las mochilas en los portaequipajes, empezaron a
pedalear en dirección hacia el lago. Llevaba
recorriendo aquellos kilómetros diariamente durante bastantes
semanas y, aun así, aquel día parecía que era la primera vez. El
sol brillaba en el cielo y, a pesar de que había amanecido hacía
poco tiempo, la temperatura había ido subiendo hasta formar
una película de sudor en la frente de ambos chicos. El camino
de tierra estaba lleno de piedras y agujeros por lo que, después
de media hora de camino, Aiden se quejó en voz alta.
—Parece que se me está agitando el cerebro con tanto
movimiento. ¿Falta mucho para llegar? —preguntó al ver que
estaban cerca de la colina en la que solían entrenar.
—Nunca he ido hasta allí. Esta también es la primera vez
que me alejo tanto de la escuela, pero según su página web,
debería de haber un sendero más adecuado para las bicicletas
si giramos, en un par de kilómetros, a la derecha.
Tal y como Rian había dicho, el sendero se bifurcaba un
par de metros por delante, dando paso a un camino
perfectamente asfaltado en la rama de la derecha.
—¿Llegaremos al lago si seguimos por ahí? —preguntó
Aiden mientras echaba un ojo a los alrededores—. A ver si nos
vamos a perder.
Estaban en una zona con bastante vegetación. Los árboles
eran bastante frecuentes cerca de la colina y apenas se habían
alejado de ella un par de kilómetros.
—Sí. Es algo más de distancia, pero como podremos ir
más rápido llegaremos antes.
—Estupendo —Aiden se puso de pie y empezó a pedalear
con fuerza. Cuando se había alejado un par de metros de su
compañero, giró la cabeza y le gritó por encima del hombro—.
A ver quién llega antes.
—¡Mira que te gusta hacer trampas! —gritó Rian como
respuesta, antes de pedalear con más fuerza para alcanzarlo.
Fueron bastante igualados durante todo el trayecto, pero
después de un derrape que casi lleva a Aiden a caerse por una
ladera, decidieron dejar a un lado la competición e ir más
despacio. Quince minutos después llegaron a las orillas del
lago. Dejaron las bicis apoyadas en uno de los árboles y
estiraron un par de toallas debajo de su sombra. Aiden se sentó
encima de una después de beberse la mitad de su botella de
agua.
—Al final aún tardamos bastante en llegar —comentó
Rian sentándose a su lado.
—Ya, menos mal que no lo hicimos andando.
Aiden se dejó caer sobre la espalda y colocó sus manos
detrás de la cabeza. A través de las hojas del árbol se podía ver
el azul del cielo. Estaban a varios kilómetros de cualquier
civilización, rodeados de plena naturaleza y a pesar de ello
todavía seguían en el recinto del colegio.
—Se está genial —dijo Aiden cerrando los ojos.
—Sí…
Aiden notó como Rian se recostaba, imitando su postura
pero no abrió los ojos para confirmarlo.
—Oye… —dijo Rian al cabo de un rato, rompiendo el
silencio.
—Dime.
Aiden notó cómo vacilaba antes de preguntar y supuso que
quería hablar de algo importante. Abrió los ojos y giró la
cabeza para mirarlo. Rian estaba tumbado a su lado, con las
manos cruzadas encima del estómago y la mirada perdida en el
cielo. La frente todavía le brillaba del sudor y tenía un par de
mechones de pelo, húmedos, que se levantaban desafiando la
gravedad.
—¿Es cierto que no tuviste magia hasta los trece años? —
preguntó al final.
Aiden suspiró. Llegados a aquel punto, pensó que no
merecía la pena seguir ocultándolo.
—Sí… —afirmó—. Empecé la escuela media en un
colegio para no magos. La magia apareció en el verano
después del primer curso.
—Es decir que llevas… dos años con magia.
—Bueno, casi tres, pero sí.
—Había escuchado el rumor… pero no creí que fuera
verdad —confesó Rian con algo de tristeza.
—¿Por qué no? Has visto todos mis puntos débiles…
—Los cuales ahora tienen todo el sentido del mundo.
—Me he esforzado mucho durante estos años, pero
después de conocerte me he dado cuenta que todavía me queda
un largo camino por recorrer.
Rian se llevó las manos a la cara y suspiró. Después se
incorporó y se giró hacia Aiden que lo miraba confuso.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? Habría tenido más
consideración contigo…
—Eso no es cierto —interrumpió Aiden incorporándose
también—. En primer lugar, te habrías negado en rotundo a
competir conmigo y en segundo lugar no creo que esa
información defina el mago que soy ahora.
—¡Claro que te define! —respondió serio.
—No. El mago que soy yo es el resultado de mi esfuerzo y
dedicación absoluta. Yo no soy un prodigio como tú, con un
talento desbordante. Durante estos casi tres años he vivido por
y para la magia. Para ser un gran duelista.
—¿Crees que lo mío es puro talento sin esfuerzo? Yo
también he luchado muy duro para llegar a donde estoy ahora.
He sacrificado absolutamente todo.
—Si yo tuviera tu capacidad….
—No te das cuenta —interrumpió Rian molesto.
—¿De qué no me doy cuenta?
—Si tu tuvieras mi técnica serías exactamente lo que eres
ahora. Porque estás lleno de talento. Pero si yo tuviera tu
capacidad…
—Si tuvieras mi capacidad, ¿qué?
—La única diferencia entre tú y yo es que no has tenido el
tiempo suficiente.
—En eso estamos de acuerdo.
—No me entiendes…
—Pues explícamelo.
Rian se puso de pie y se alejó un par de metros con las
manos en la cabeza. Aiden no entendía lo que le estaba
intentando decir. Estaba claro que se había esforzado
muchísimo por llegar a donde estaba en aquel momento.
Durante los últimos tres años apenas se había permitido un día
libre y aun así había suspendido dos exámenes la semana
anterior.
—Si has llegado hasta aquí en dos años… ¿Te has parado a
pensar dónde estarás en cinco años?
Aiden sonrió como respuesta.
—Todavía no me lo he planteado. A veces no sé ni dónde
estaré la semana que viene —dijo y se encogió de hombros.
Rian suspiró, dándose por vencido, volviéndose a acostar
sobre la hierba.
—Vas a ser un gran mago, Aiden —reconoció.
—Lo sé. Lo he sabido siempre —respondió sonriendo—.
No creo que pudiera conservarte como compañero muchos
años de no ser así. Me esforzaré.
—No lo dudo, pero no tienes de qué preocuparte.
—¿No?
—No. No me voy a ir a ningún lado —se quedó callado
unos instantes antes de volverse a sentar a su lado—. He
estado pensando mucho durante estos días.
—¿Tú pensando? ¿Y ese milagro?
—¿Puedes dejar la imbecilidad a un lado durante tres
minutos? Te estoy hablando en serio.
—Sorpréndeme.
—Sabes que estuve expulsado las dos semanas de los
exámenes de este cuatrimestre y que me tendré que examinar
de esa parte la próxima evaluación…
Aiden asintió como respuesta, pero no dijo nada, esperó a
que Rian siguiera hablando.
—He pensado en no hacer las recuperaciones.
—¿Cómo? ¿Por qué harías eso? Si no las haces no tendrás
más remedio que repetir curso….
—Hasta ahí quería llegar —Rian se pasó una mano por el
pelo, nervioso, antes de seguir hablando—. Si repito curso,
tendremos un año más para competir juntos.
—Pero ¿eso no te perjudicaría?
—No, bueno, solo me haría perder un año. Además, antes
te pregunté dónde te imaginabas dentro de cinco años… Si yo
tuviera que responder a esa pregunta, te diría que compitiendo
de forma profesional. Y no me puedo imaginar hacerlo con
alguien que no seas tú.
El corazón de Aiden latía más rápido de lo habitual ante la
emoción que estaba sintiendo en aquel momento. Ni en sus
mejores sueños había pensado que algo así podría llegar a
pasarle. Rian tenía las mismas aspiraciones y sueños que él, y
quería que lucharan por ello juntos. Los dos.
—¿Me lo estás diciendo en serio? ¿No crees que podría ser
un error? —preguntó conteniendo el aliento.
—El error sería no aprovechar esto.
—¿Lo dices en serio? —Aiden todavía no se lo podía
terminar de creer.
—Nunca he hablado más en serio.
—Lo dices enserio —afirmó, intentando convencerse a sí
mismo.
—Ya te he dicho que sí.
—Entonces, prométeme que juntos llegaremos a formar
parte de un equipo profesional. Prométeme que recorreremos
todos los estadios del continente e incluso recorreremos el
mundo entero. Tú y yo.
Aiden levantó el puño en dirección a su compañero. Rian
lo miró y sonrió, sonrió de verdad, antes de chocarle el puño
de vuelta.
— Tú y yo.
Aquello era una promesa.
CAPÍTULO 38
ÚLTIMOS MINUTOS

Tú fuiste quien me enseñó a creer en mí


Aunque puede que ese “en mí”, no siempre fuera el acertado.
Sin Remitente - Melendi

El día del campeonato amaneció nublado. Aiden se había


levantado varias horas antes del amanecer. Estaba demasiado
nervioso para permanecer acostado en cama. Aquel día no
había recibido ningún reproche de Thiago, quien se había
sentado en cama y había encendido la luz para hacerle
compañía durante casi una hora.
—Estaré viéndote por la tele. No nos dejes en ridículo —le
dijo Thiago cuando Aiden se llevó la mochila al hombro, listo
para salir.
—Lo haré lo mejor que pueda —contestó nervioso.
—A por todas —le dijo como despedida justo cuando
Aiden salía por la puerta.
Rian salió de su habitación quince minutos antes de la hora en
la que habían quedado con Loan y se encontró a Aiden sentado
en el suelo, en frente de la puerta de su cuarto.
—¿Qué haces ahí? —preguntó con el ceño fruncido.
—Esperarte.
—¿Por qué no llamaste? Podía haber salido un poco antes
para que no tuvieras que estar esperando ahí.
—No quería molestarte —respondió encogiéndose de
hombros.
Rian puso cara de horror mientras le tocaba la frente con la
palma de la mano.
—¿Te has puesto enfermo justamente hoy? Aunque no
parece que tengas fiebre.
—Joba, todo son quejas —protestó Aiden poniéndose en
pie.
—No me quejo. Solo que no estás actuando como harías
normalmente. Te recuerdo que no sería la primera vez que te
plantas en mi cuarto a las seis de la mañana…
—Estoy nervioso.
—Yo también —reconoció Rian.
—Vamos —apremió.
Los dos se encaminaron hasta la sala de entrenamientos y,
una vez allí, fueron directos al despacho de Loan. El reloj
apenas marcaba las ocho menos diez de la mañana, pero se
notaba el ajetreo propio de la competición. El entrenador les
abrió la puerta antes de que tuvieran tiempo de llamar.
—Ya estáis aquí, perfecto —se dio la vuelta y cogiendo
una caja salió del despacho—. Cerrad la puerta, que no me
quedan manos. ¿Estáis nerviosos?
—Sí, bastante —reconoció Aiden, mientras Rian cerraba la
puerta y se mantenía en silencio.
—No te preocupes. Es normal. Vamos —dijo y empezó a
andar hacia la puerta principal, donde ya les estaba esperando
la directora.
—Buenos días, Maya. Nosotros estamos listos. ¿Está ya el
coche?
—Sí, llegó hace un par de minutos. Hola, Aiden, Rian, me
alegro de veros de nuevo. ¿Todo bien?
Ambos asintieron como respuesta y la siguieron al exterior
del edificio. Delante de la puerta, había un coche negro
aparcado, con el maletero abierto, listo para llevarlos a la
competición.
—Meted las mochilas en el maletero —dijo Loan después
de meter la caja.
Cuando Aiden se intentó quitar la mochila, la banda se le
quedó atascada en la capucha de la sudadera y Rian tuvo que
ayudarle para no terminar desnudo en medio de la calle.
—Relájate —le dijo Rian en voz baja para que no lo
escucharan los demás—. Todo va a ir bien.
Aiden asintió, pero no dijo nada. Era su primer combate,
en un estadio real. Miles de personas iban a verlos combatir en
directo y otras tantas lo verían por la televisión desde sus
casas. Los entrenadores de los equipos universitarios solían
aprovechar esos momentos para fichar a los futuros alumnos…
No podía fallar.
Se montaron en el coche y empezaron el camino hasta el
centro deportivo. Para aquella competición los acompañaba la
directora, el entrenador y el enfermero de la escuela. En
principio no solía haber ningún accidente grave, pero era un
requisito por parte de los organizadores del torneo. Si
conseguían una buena clasificación, para el torneo de verano
podrían asistir a verlos al estadio todos sus compañeros.
◆◆◆

Las siguientes horas pasaron sin que Aiden se diera cuenta.


Parecía un autómata que solo registraba órdenes básicas.
Siéntate. Levántate. Anda. Cuando se quiso dar cuenta,
acababan de aparcar el coche delante del centro deportivo.
La primera ronda, las eliminaciones, se llevaban a cabo en
uno de los edificios principales, preparado con simuladores de
última generación. Los cuatro estadios donde se celebraban las
siguientes fases, se encontraban en el mismo complejo: dos en
el centro, uno en el norte y otro en el sur.
De todos los participantes, solamente los dieciséis mejores
equipos pasaban a los cuartos de final. Aiden sabía que, si
fallaban en aquella ronda, todo habría acabado, pero Loan se
había mostrado muy optimista.
—Aiden, ¿quieres bajar del coche de una vez? —preguntó
Loan dando un golpe en el techo del vehículo—. Te he
llamado cinco veces, espabila.
—Sí, perdón —se disculpó el chico mientras salía a toda
prisa, tropezando con sus propios pies al hacerlo.
Los alrededores del edificio estaban llenos de gente. Había
reporteros con micrófonos de colores, cubriendo el evento por
parte de las cadenas de televisión, reporteros de radio
comentando minuto a minuto la actualidad y varios influencers
de redes sociales en directo comentando a sus millones de
seguidores lo que estaba pasando. Además, varios agentes de
seguridad vigilaban la zona e impedían el paso de los
periodistas a las zonas reservadas para los deportistas.
—No os paréis. Como os pillen los reporteros no os van a
dejar ir sin que les contéis vuestra vida y vamos con el tiempo
justo no, lo siguiente. Andando —dijo abriendo la marcha
hacia la puerta del edificio.
Rian y Aiden echaron a andar tras él, seguidos por Maya y
el enfermero que, por lo que Aiden había entendido, se
llamaba Adrik. A medida que se acercaban a la puerta, los
flashes de las cámaras se hacían cada vez más frecuentes.
Muchos reporteros les arrimaban los micrófonos a las caras sin
ningún tipo de consideración y no paraban de gritarles
preguntas.
—¿De qué equipo sois?
—¿Es vuestro primer combate?
—¿Tu compañero es Rian Kane?
—¿Cómo es tener de compañero a un genio como él? ¿Has
podido estar a la altura?
—¿Está tu madre, Hanna Ashton, aquí para verte?
—¿A qué escuela media has ido?
De repente eran demasiadas cámaras, demasiadas luces y
demasiadas preguntas para Aiden. El chico intentaba por todos
los medios no dejarse incomodar, pero estaba asustado. No
sabía qué hacer. No sabía qué decir. Y tampoco le dejaban
andar con normalidad. No paraban de agarrarle de la ropa, tirar
de ella e intentar retenerlo con ellos.
—No te pares —le susurró Rian al oído, empujándolo
suavemente hacia delante.
Unos segundos después entraron en el recinto, cerrando la
puerta tras ellos. En ese momento, Aiden apoyó las manos
sobre las rodillas, recuperando el aliento.
—Eso ha sido una locura —confesó preocupado.
—Sí, todos los años es igual. La organización lleva años
diciendo que va a hacer algo por mejorar la seguridad, pero al
final los patrocinadores pueden hacer un poco lo que les da la
gana… —se quejó Loan—. Vamos a los vestuarios ya. Maya,
nos vemos en un rato en la Arena.
—Suerte, chicos. Lo vais a hacer bien —les alentó la
directora antes de seguir andando por el pasillo en otra
dirección.
Caminaron en silencio hasta los vestuarios que habían
reservado para el Kettou. En la puerta estaban serigrafiados el
nombre del equipo y el logo, por lo que Aiden sacó el teléfono
del bolsillo y le hizo una foto antes de entrar.
—No es momento para fotos —se quejó Rian, negando
con la cabeza con desaprobación.
—¡Solo era un momento! Como tú ya has estado en un
montón de competiciones te dará igual, pero esto es nuevo
para mí…. —protestó.
—Lo sé, pero aun así deberías de centrarte en las
eliminatorias.
—No empecéis a discutir ahora, hacedme el favor —
suplicó Loan dejando la caja encima de una silla.
Antes de que pudieran replicar, sacó de dentro de la caja los
uniformes de combate y se los dio a cada uno. Estaban
compuestos por un pantalón de tela negra, con varios bolsillos
distribuidos por los laterales y una camiseta básica negra de
manga corta, con el logo del equipo en el pecho y el logo del
patrocinador en la espalda. De calzado tenían unas botas altas
de cordones, perfectas para cualquier tipo de terreno. Tanto
Rian como Aiden los miraban emocionados.
—Hemos diseñado este uniforme teniendo en cuenta que
vuestro primer combate es en Ogon. En caso de que paséis a
las semifinales y os toque otro estadio, se cambiaría —explicó
Loan—. Id a cambiaros.
Cuando terminaron de vestirse, se colocaron uno al lado
del otro, mirando a su entrenador. Era increíble lo similares
que parecían en aquel momento. Casi la misma altura, la
misma complexión y el mismo uniforme. De lejos, lo único
que los iba a diferenciar era el color del pelo.
—Finalmente el día ha llegado —dijo Loan orgulloso—.
He sabido desde un primer momento que poneros como
compañeros era una decisión arriesgada. Tu carácter Rian y tus
habilidades aplacaban a cualquiera que estuviera a tu lado. No
había muchos magos que estuvieran contentos al estar a la
sombra de un genio. Pero tú, Aiden, no solo has encontrado la
forma de brillar por tu cuenta, si no que has suplido las
carencias de tu compañero. Sabéis que confío plenamente en
vosotros, pero también soy consciente del nivel del
campeonato. Unos meses no son suficientes para adaptaros al
cien por cien a otra persona y menos con todos los problemas
que habéis causado —añadió fulminándolos con la mirada—.
Aun así, sé que lo haréis bien y que encontraréis la motivación
suficiente para los siguientes torneos, independientemente del
resultado de hoy. ¿Listos para ganar?
—¡Sí! —contestaron los dos chicos a la vez.
—Vamos allá —susurró Loan y después de darles una
palmadita en la espalda, salió por la puerta que daba a la
Arena, dejándoles unos segundos solos.
—Rian, gracias por estar aquí conmigo —dijo Aiden
dando pequeños saltitos, intentando adaptarse al nuevo
calzado.
—Estoy en el lugar donde quiero estar. No hay nada que
agradecer —respondió Rian serio.
—Si todo sale mal…
—No va a salir nada mal.
—Pero si todo sale mal, ¿tú…?
—Sí. Te lo he prometido. No te preocupes por eso. ¿Vale?
—Vale.
—Todo va a ir bien.
—¿A quién estás intentando convencer? ¿A ti o a mí?
—A ambos —reconoció Rian con una sonrisa.
—Vamos allá —se dijo Aiden a sí mismo dirigiéndose a la
puerta.
CAPÍTULO 39
LA PRIMERA FASE

La cura solamente existe


Si antes hubo herida.
Sin Remitente - Melendi

Nada más salir del vestuario se encontraron con un largo


pasillo, lleno de puertas, donde se encontraban todos los
participantes. Loan estaba hablando con el entrenador de otro
equipo pero cuando escuchó que empezaban a llamar a las
diferentes escuelas se acercó a ellos.
—Ahora empezarán las presentaciones. Poco a poco, los
organizadores irán llamando a los duelistas. Cuando llegue
nuestro turno, salimos con calma, me dejáis hablar, saludáis a
los jueces y a la audiencia y nos vamos a nuestra zona de
combate. ¿Entendido? —les explicó Loan—. Salimos, me
dejáis hablar, saludamos y nos colocamos en posición.
Ambos asintieron. Aquello de las simulaciones era la
primera vez que lo hacían y ninguno tenía muy claro cómo
funcionaba, pero, gracias a ello, los campeonatos se realizaban
en un único día.
De repente, el estadio entero rompió en aplausos lo que
aceleró el corazón de Aiden. Había llegado el momento.
—Bienvenidos al campeonato de primavera de duelos
interescolares —dijo una voz en estéreo—. Soy Raina Kaisen,
organizadora y jueza del torneo. A continuación,
presentaremos a las treinta y cuatro escuelas y a los sesenta y
ocho participantes de este campeonato.
Poco a poco, fueron llamando y dando palabra a los
entrenadores de los diferentes equipos que fueron presentando
a sus candidatos, que salían a la Arena entre aplausos del
público. Apenas cinco minutos después, les llegó el turno.
—A continuación, demos un fuerte aplauso al Kettou,
representante de la escuela Bhain Daiocht —anunció Raina.
—Vamos allá —dijo Loan y les dio una palmadita a los
dos chicos en la espalda.
Aiden se permitió cerrar los ojos un segundo y respirar
profundamente, antes de seguir a su compañero al exterior.
La Arena estaba abarrotada de gente. En aquel estadio
había miles de personas, muchas más de las que se habían
imaginado. Cuando Aiden y Rian salieron, el público se puso
en pie y empezó a aplaudir. Aiden, que no estaba
acostumbrado a ser el centro de atención en ningún momento,
se emocionó ante el recibimiento. Aquello era lo que quería.
Aquello era exactamente lo que había soñado. Cruzó una
mirada con Rian que fue suficiente para saber que su
compañero estaba igual que él. Pasara lo que pasase no
pensaba rendirse. Lucharía todo lo que fuera necesario para
lograr pisar un estadio de nuevo.
Cuando llegaron a la zona habilitada para su equipo, los
aplausos habían remitido y un silencio sepulcral invadió la
Arena. Rian y Aiden se situaron de pie, uno a cada lado de
Loan, con las manos detrás de la espalda tal y como exigía el
reglamento.
—Mi nombre es Loan Twomey, portavoz de la escuela
Bhainn Daiocht. Nuestros representantes son Aiden Ashton, de
primer curso, y Rian Kane, de segundo.
Un aplauso multitudinario los recibió nuevamente. Unos
minutos después, las presentaciones terminaron y dieron paso
a los primeros duelos.
Cada combate duraba un máximo de diez minutos, y se
realizaban dos duelos de forma simultánea. Las imágenes de
lcada enfrentamiento se reproducían a la vez en unas amplias
pantallas, colocadas para la ocasión. Cuando los dos combates
finalizaban, empezaban los siguientes. Al tratarse de una
simulación, no había claramente un ganador o un perdedor, se
trataba de un sistema de puntos, desde cero hasta cien,
otorgados por las habilidades y técnicas mostradas.
Dos horas y media hora después, con la mitad de los
combates finalizados, llegó el turno de su escuela. Rian y
Aiden se miraron y asintieron. No era necesario que dijesen
nada. Se habían preparado mucho para este momento. Los dos
fueron hasta el centro de la zona habilitada para el duelo y se
pusieron en guardia. Las barreras de defensa se cerraron en
torno al ring, protegiendo a todos los espectadores. El
contador, en lo alto, se puso en marcha, señalando los diez
minutos restantes.
Los enemigos empezaron a llegar, poco a poco. Todos
tenían un nivel bajo, por lo que siguieron al pie de la letra el
plan. Aiden se encargaría de defender y Rian de atacar. No
necesitaban ni demasiada experiencia bloqueando ni ataques
muy poderosos para vencer a los enemigos. Conforme fueron
pasando los minutos, el nivel de dificultad también fue
aumentando.
Aiden empezó a lanzar ataques en sintonía con Rian.
Gracias a lo fuerte que era el vínculo entre los dos, no tenían
que mirarse para saber de qué enemigo debían de encargarse
cada uno. Cada vez que un adversario algo más fuerte que los
demás llegaba a la escena, Aiden centraba todo su poder en
terminar con él, dejando a Rian a cargo de los escudos y el
resto de oponentes.
Los minutos fueron pasando y las gotas de sudor
resbalaban por las sienes de los dos magos, que ya empezaban
a sentirse fatigados. No disponían ni medio segundo para
recuperarse entre un ataque y el siguiente por lo que estaba
claro que aquello era una prueba de desgaste. Cada segundo
que pasaba, sus energías disminuían al mismo ritmo que
aumentaba la fuerza del rival.
—Encárgate del escudo un segundo —le dijo Rian de
repente—. Quiero probar una cosa.
Aiden asintió levantando un muro sólido protegiéndolos a
ambos, mientras Rian lanzaba ataques rápidos a diferentes
enemigos que se acercaban por la derecha.
—Solamente quedan dos minutos —gritó Aiden avisando,
mirando el marcador que anunciaba los ciento veinte segundos
restantes—. Van a empezar a llegar los enemigos fuertes…
Tan pronto lo dijo, un enemigo apareció ante ellos,
lanzando una onda expansiva muy poderosa. Era diferente a
todos los rivales que había mandado el simulador hasta aquel
momento y a todo lo que habían visto en los combates del
resto de participantes. Ni Aiden ni Rian se lo esperaban y no
pudieron hacer nada para evitar salir disparados hacia atrás,
chocando con la barrera protectora y cayendo al suelo.
—Mierda, ¿estás bien? —preguntó Rian incorporándose de
golpe.
—Sí, lo siento, me despisté por el contador…
—Céntrate. Este enemigo no es como los demás —le
regañó Rian—. No es nada como lo que hemos visto hasta
ahora.
Aiden volvió a levantar los escudos a su alrededor,
mientras Rian lanzaba ataques sin parar. Su contrincante, con
forma humana, repelía todos los ataques sin problema.
—Rian, creo que es el momento —susurró Aiden.
—¿Seguro? —preguntó preocupado—. Sabes que no lo
controlamos al cien por cien.
—Ni lo dudes.
—¿Listo? —preguntó Rian, cogiendo aire, listo para hacer
el ataque especial.
—Siempre —contestó su compañero juntando las manos.
En ese momento, el escudo que tenían levantado a su
alrededor cayó, y la sombra se lanzó hacia ellos a toda
velocidad. Aiden, concentró todo su poder y lanzó el ataque.
El enemigo esquivó sin problemas el torrente de energía que le
habían lanzado y se dispuso a atacar de nuevo. Rian, que ya
sabía que iba a reaccionar así, concentró su poder y cambió la
dirección del ataque de Aiden, de forma tan rápida, que
impactó sin problemas sobre su espalda, desintegrándose por
completo. Los dos magos jadeaban del esfuerzo, pero con una
sonrisa de oreja a oreja. Habían conseguido hacer el ataque
combinado sin problemas. Después, sonó el pitido que
anunciaba el fin del combate y las defensas bajaron.
Todo el estadio rompió en aplausos y vieron como Loan y
Adrik salieron corriendo hacia ellos.
—Aiden, dame la mano —dijo Adrik preocupado.
En ese momento, Aiden fue consciente de la humedad que
sentía en su extremidad derecha y se dio cuenta que estaba
cubierta de sangre. El impacto, primero del ataque y después
contra el suelo, le había dejado un corte algo feo en la palma.
—No es nada, estoy bien —dijo poniendo cara de
circunstancia.
No sabía si era porque la adrenalina que le recorría el
cuerpo estaba desapareciendo, pero empezaba a notar
pinchazos de dolor por toda la mano.
—Lo sé, solo es un desgarro, pero te lo curaré ahora
mismo —respondió dejando fluir la magia a través de sus
dedos, haciendo desaparecer la herida y el dolor de golpe.
—Gracias, fue un pequeño fallo. Bajé la guardia un
momento y la sombra salió de la nada —se lamentó Aiden.
—No te preocupes. Seguro que los jueces no os penalizan
demasiado por ese error. El resto del combate fue apasionante.
¿Y el ataque final? Hizo que todo el público se pusiera en pie
y gritara… Fue impresionante —les dijo Loan sonriendo,
intentando animarlos.
Rian se mantuvo en silencio y parecía preocupado. A pesar
de que Loan le había intentado sacar hierro al asunto, lo cierto
es que los jueces penalizaban gravemente los errores básicos y
bajar la guardia era uno de los más importantes. Si fuera un
duelo real, ambos podrían resultar gravemente heridos por un
error de ese tipo.
—Sentaos —dijo señalando un par de sillas colocadas para
ellos—. No quedan demasiados duelos para finalizar y luego
dirán los equipos que pasan a la siguiente ronda —les indicó
Loan.
Aiden no fue capaz de concentrarse en los combates.
Estaba demasiado nervioso y su pierna se movía
compulsivamente.
—Para —ordenó Rian.
—No puedo —se quejó Aiden.
—Para —repitió su compañero, colocando una mano sobre
su rodilla, limitando el movimiento—. En serio, para.
Con la finalización del último duelo, se dio por concluida
la primera fase de la competición. Tras un momento de
reflexión, Raina fue nombrando las escuelas que pasaban a la
siguiente fase, empezando por la decimosexta clasificada.
Cuando solamente faltaban por decir las tres escuelas con
las mejores puntuaciones, y todavía no habían nombrado a la
suya, Aiden se empezó a poner histérico.
—Rian, no me puedo creer que no nos hayamos
clasificado —susurró Aiden desconsolado.
—Aún quedan por decir las tres primeras, ten un poco de
fe… —le intentó tranquilizar su compañero, aunque Aiden se
dio cuenta de que la duda ya había aparecido.
—En tercer lugar, con setenta y cinco puntos, ¡la escuela
Furudate representada por Kelsey Doyle y Ronan Walsh!
—Rian… —suplicó Aiden.
—Cállate… —respondió preocupado.
—En segundo lugar, con setenta y ocho puntos, la escuela
Hagi representada por Brenda Nolan y Callum Flynn.
—Mierda, Rian… ¿tan mal lo hemos hecho? Es cierto que
cometí un pequeño error, pero… ¿Rian? —Aiden se fijó en su
compañero, que estaba cabizbajo y tenía los puños cerrados
con fuerza.
Rian no contestó, pero Aiden notaba su desesperación.
—Y en primer lugar, con ochenta y nueve puntos…¡la
escuela Bhainn Daiocht, representada por Rian Kane y Aiden
Ashton!
—¡Rian! —gritó Aiden poniéndose en pie.
—¡Sí! —gritó Loan mientras agitaba el puño, emocionado.
Lo habían conseguido. Habían sido los ganadores de la
clasificación y con una diferencia de once puntos sobre el
segundo.
—¡Nos vamos a Ogon! —gritó Aiden emocionado.
—¡Sí, joder! ¡Vamos! —gritó finalmente Rian, dejándose
llevar por el momento.
Aiden rodeó a Rian con los brazos y ocultó su rostro en el
hombro de su compañero. Las lágrimas salían sin control.
Estaba demasiado emocionado.
—Lo hicimos, Aiden, lo conseguimos. Nos vamos a Ogon
—le susurró Rian al oído, devolviéndole el abrazo.
CAPÍTULO 40
LOS CUARTOS DE FINAL. RIAN.

Tú, mi arma letal y mi debilidad.


Estoy como un extraño en medio del desierto.
Me mata(s) - Noan, Alex Wall

—Chicos, ha llegado el momento. En breves activarán la


zona ampliada en el estadio y quiero que estéis preparados.
La temperatura rozará los 54ºC y, por lo que podemos saber
de competiciones previas, no suele haber ni una pizca de
sombra en todo el terreno. Los espectadores estarán
protegidos fuera de la burbuja, por lo que no debéis
preocuparos en controlar los ataques. Si alguno sale dirigido
hacia donde no debe, no pasa nada, respirad hondo, calmaros
y seguid hacia delante. Hemos practicado mucho durante
estas semanas. Podéis hacedlo, confío en vosotros —dijo Loan
infundiéndonos ánimos.
Un pitido resonó por todo el estadio. El duelo había
empezado. Aiden y yo cruzamos la barrera y nos adentramos
en el espacio ampliado.
El sol brillaba en lo alto del cielo con toda su fuerza. El
calor era asfixiante. Acabábamos de entrar en la zona y ya
tenía la camiseta empapada. Me pasé una mano por la frente
para secarme las gotas de sudor que caían sin cesar por mi
cara. Además, los nervios tampoco ayudaban. Aunque no era
la primera vez que competía en un torneo, sí que era la
primera vez que sentía que tenían posibilidades de ganar. A
pesar de mis reticencias iniciales, Aiden se había convertido
en un compañero fuera de serie y, aunque me costase
reconocerlo, no podía sentirme más agradecido. Su forma de
ser, de ver las cosas, a menudo me sacaban de quicio. No
podíamos ser más diferentes y, a pesar de ello, Aiden había
sido el único que no había abandonado los entrenos. El único
que, a pesar de todo, siguió a mi lado.
El terreno era muy diferente al anterior, no solo en tamaño
sino en clima. Durante unos segundos tanto Aiden como yo
fuimos muy conscientes de las dimensiones de la Arena. No
había límites. Los organizadores utilizaban una magia
amplificadora. Solamente los que estaban dentro de sus
efectos, podían ver las dimensiones sobrenaturales del
estadio. Del otro lado de la barrera, los espectadores,
sentados en sus butacas, en ambientes climatizados,
disfrutaban de una visión global de todo el combate. Como si
fuera un partido de fútbol.
La temperatura subió drásticamente y el sol incidía con
fuerza, aumentando la sensación térmica y causando destellos
desagradables. Apenas unos segundos después, tanto Aiden
como yo teníamos la camiseta empapada de sudor y
jadeábamos como si mantenerse erguidos supusiera un gran
esfuerzo. De repente, una brisa empezó a levantar la arena,
moviéndola cada vez con más velocidad. Cuando nos quisimos
dar cuenta estábamos en medio de una tormenta de arena.
Levanté rápidamente un brazo y lo coloqué sobre los ojos,
intentando protegerme, pero no veía nada. Noté que Aiden se
posicionaba a mi espalda, manteniéndose lo más cerca
posible.
—¡No veo nada! —gritó Aiden intentando hacerse oír a
través del viento.
—¡No te separes de mí! —contesté preocupado.
Necesitábamos un plan.
Por mi parte estaba intentando abrir los ojos, pero no era
capaz de mantenerlos abiertos más de un par de segundos.
Tenía la boca llena de arena y me costaba un poco respirar.
De repente, noté una presencia. No podía determinar con
exactitud a qué distancia estaba, quién era o qué fuerza tenía,
pero me puse alerta sin poder evitarlo. Mi cuerpo sabía que
era una amenaza. El duelo había empezado hacía dos
minutos. Rápidamente me giré hacia Aiden y desplegué un
escudo, protegiéndonos.
—Aiden, escucha, el enemigo está a las cinco, a una
distancia aproximada de unos ochocientos metros. No se
mueve, creo que nos está esperando —le susurré abriendo los
ojos y mirando a mi alrededor.
El escudo que acababa de levantar nos permitía
protegernos de la arena. Aiden abrió poco a poco los ojos y se
sacudió el pelo. Estábamos totalmente cubiertos de arena y el
sudor que nos recorría el cuerpo no nos ayudaba a
desprendernos de ella.
—Tengo arena en absolutamente todas las partes —se
quejó Aiden mientras me ayudaba a mantener los escudos.
—No es el momento de quejarse. Concéntrate.
Avanzaremos doscientos metros en dirección al rival y luego
daremos un pequeño rodeo. Es importante que no nos sienta
venir, por lo que mantendremos el escudo al mínimo, lo
suficiente para dejar esta horrible arena del otro lado. En
cuanto estemos cerca, haremos el ataque combinado —le
estaba explicando detalladamente el plan que había trazado,
pero había un factor clave para conseguir la victoria—.
Escucha, en cuanto actives tu poder, y yo intente hacerme con
el control, nuestro escudo caerá. En ese momento, toda la
arena y el calor nos golpearán con fuerza. Con estas
condiciones climáticas, no podrás aguantar demasiado antes
de perder la consciencia. Necesitamos ser eficaces…
—Lo que necesitamos es no fallar —me respondió Aiden
con firmeza—. Dejaré algo de mi poder concentrado en
mantener el escudo. No podemos quedarnos indefensos ante
un ataque. Ese enemigo que notas es el más poderoso, pero si
prestas atención, algo más lejos, hay otra fuerza. Es más
pequeña, seguramente no sea un buen rival, pero si nos
quedamos sin defensas estaremos perdidos…
Una vez más, Aiden estaba un paso por delante de mí.
—Lo noto. ¿Tienes claro el plan, entonces? —le pregunté.
—Como el agua —me susurró Aiden—. Que, por cierto,
me encantaría tener un poco a mano ahora mismo…
Ambos empezamos a andar a paso ligero. No corríamos,
no podíamos permitirnos desperdiciar la energía. Unos
minutos después, cuando estuvimos lo suficiente cerca,
visualizamos unas ruinas. Estábamos llegando al centro del
estadio.
—La energía viene del otro lado de las ruinas, vamos a
tener que atravesarlas —susurró Aiden preocupado.
—Tiene pinta de ser una trampa. Creo que nos van a
tender una emboscada —contesté intentando ver algo más
allá.
Aunque llevábamos conteniendo ligeramente el calor
desde hacía rato, ya nos estaba empezando a pasar factura. Yo
tenía los labios tan secos que, al pasar la lengua por ellos,
notaba como empezaban a agrietarse y Aiden… Aiden parecía
estar a punto de desmayarse.
—Posiblemente sí que sea una trampa… pero rodear las
ruinas nos llevaría demasiado tiempo. Agotaríamos nuestras
fuerzas antes de tiempo —anunció.
Los dos nos miramos unos instantes, valorando nuestras
opciones. Finalmente asentí. Íbamos a ir directos a una
trampa y lo sabíamos. Solamente teníamos que intentar ser
más listos que nuestros contrincantes y, con un poco de suerte,
saldríamos victoriosos.
Empezamos a atravesar las ruinas en silencio. La
tormenta de arena nos ayudaba a mantenernos ocultos y las
pequeñas zonas de sombra nos daban un respiro ante el calor
abrasante del desierto.
—Tengo muchísimo calor —susurró Aiden.
Me pasé la mano por la frente para secar las gotas de
sudor que se formaban sin descanso.
—Puedo protegernos un poco más del calor, pero nuestros
rivales también se han acercado y nos detectarán con más
facilidad. Siento sus energías a menos de doscientos metros —
le avisé al ver el mal aspecto que tenía.
—Vamos, no te pares —contestó Aiden.
Seguimos avanzando entre las ruinas. Caminábamos en
silencio, alerta, intentando localizar a nuestros rivales, pero
no éramos capaces de detectar sus energías. Parecía que se
habían esfumado.
Unos minutos después llegamos al centro de las ruinas.
Era un espacio amplio, con forma circular, rodeado de restos
de columnas. La tormenta de arena había empezado a remitir
y apenas quedaba una ligera brisa. Aiden y yo nos miramos
mutuamente. Había algo que habíamos pasado por alto. Tenía
que haber algún detalle al que no prestamos atención, porque
sentíamos que acabábamos de caer en la trampa.
—Rian, creo que…
Aiden no terminó la frase. En el momento en el que se giró
para hablar conmigo, uno de los magos rivales cayó sobre él,
sin darle tiempo a reaccionar. De repente, noté a través de
nuestro vínculo que el aire que tenía en los pulmones
desapareció por completo. Aiden se desplomó en el suelo
mientras el contrario lo inmovilizaba con un hechizo básico y
le golpeaba con el puño en la cara.
Reaccioné lo más rápido que pude y, juntando las manos,
lancé al oponente lejos de Aiden.
—Gracias —me susurró Aiden, incorporándose
lentamente mientras recuperaba el aliento.
—¿Estás bien? — le pregunté preocupado.
—Sí, sí, todo bien —Aiden se llevó una mano a la nariz.
Estaba sangrando.
—No cantéis victoria —nos gritó el mago al que acababa
de alejar de Aiden—. No sé cómo podéis creer que un equipo
tan patético como el vuestro puede ser rival para nosotros…
Noté como Aiden se preparaba para luchar sin necesidad
de mirarlo. Las otras veces, cuando tenía otros compañeros,
me era imposible anticiparme a sus movimientos. Necesitaba
que se adaptaran a mi forma de combatir. En aquel momento,
todo era diferente. Notaba perfectamente lo que Aiden
pensaba hacer, lo que quería hacer, cuál era su plan. No
necesitaba que él se adaptara a mí… yo podía adaptarme a él
para sacar todo su potencial.
—¡Ahora! —gritó Aiden mientras juntaba las manos.
Antes de que nuestro rival pudiera reaccionar, ejecutamos
el ataque combinado. Durante los primeros segundos, el otro
mago lo bloqueó como pudo, apretando los dientes con fuerza
para intentar sacar poder de donde no lo tenía. Pero el ataque
que le lanzamos era demasiado poderoso y el mago salió
disparado contra una de las columnas, quedando inconsciente
en el suelo.
Aiden jadeaba del esfuerzo. Debía de tener tanto calor que
estaba empezando a balancearse ligeramente, como si no
pudiera enfocar la vista con claridad. Igual estaba empezando
a ver borroso. Además, ese ataque había gastado gran parte
de sus energías. Lo notaba a la perfección. Y el sudor se le
estaba metiendo en los ojos haciendo que le picaran y no
paraba de frotarlos. Se llevó las manos a las rodillas mientras
recuperaba el aliento.
Por mi parte, no me encontraba en mejores condiciones.
No había gastado tanta energía como Aiden, pero las
simulaciones no hacían justicia a las horribles condiciones
que estábamos soportando. En ese momento entendí a la
perfección por qué nadie quería competir en mitad de un
desierto.
—Oye, no podemos bajar la guardia ahora —le dije
mirándole de arriba a abajo, evaluando su situación—. ¿Te
encuentras bien? Tienes un aspecto horrible.
—Creo que voy a vomitar… —jadeó como respuesta.
Aiden se inclinó sobre sí mismo y vomitó sobre la arena.
Durante esos segundos, el escudo que tenía desplegado a su
alrededor disminuyó al máximo, pero él estaba demasiado
distraído para darse cuenta. Por ese motivo, cuando un
ataque lanzado desde lejos golpeó su pecho, ninguno de los
dos estábamos preparados para recibirlo. Aiden salió lanzado
por el aire, impactando contra el suelo a varios metros de
distancia. El cuerpo de mi compañero golpeó contra el suelo
con un ruido sordo, dejándole el brazo colocado en una
posición antinatural. Estaba casi seguro de que se había
dislocado el hombro.
—Hola, Rian, tenía ganas de combatir contigo —me dijo
la maga que había lanzado el hechizo.
Levanté la cabeza y me encontré con Kelsey. La reconocí
por su actuación en las simulaciones. Había quedado en el top
tres. Además, si no me equivocaba, había competido con ella
hacía un par de años, en un torneo juvenil organizado por la
escuela media a la que iba.
—No esperaba que lanzases un ataque a traición sobre
alguien mientras está vomitando en el suelo —respondí con
sinceridad.
No podía saber si Aiden estaba bien. Debía de haber
perdido el conocimiento ya que solo notaba vacío a través de
nuestro vínculo.
—Lo sé, ese ha sido un punto clave en nuestra victoria.
Después de nuestra patética actuación en la clasificación, no
podía quedarme de brazos cruzados… No sé si te acuerdas de
mí. Competimos juntos hace años y me ganaste de forma
aplastante. Pero todo eso ahora ha cambiado —Kelsey sonrió
con suficiencia—. Estoy especializada en objetos mágicos.
Todas estas ruinas que ves a tu alrededor son parte de la
trampa. Es un hechizo muy poderoso que te va absorbiendo la
energía poco a poco, sin que puedas darte cuenta. Unido a las
altas temperaturas de este estadio es una combinación
ganadora si sabes sacarle partido. Ahora, tu compañero —
dijo señalando a Aiden con el dedo—está totalmente fuera de
juego. No tiene poder suficiente para levantarse y tú ni te has
dado cuenta de sus continuas quejas. Con tu arrogancia, sabía
que no lo tomarías en serio. Darías por hecho que es débil,
que tú también tienes calor y lo estás pasando mal… Pero él
estaba exhausto. A pesar de que me centré en robarle toda la
energía… no pude. Al final tuve que lanzarle un hechizo para
deshacerme de él.
Yo intentaba asimilar todo lo rápido que podía la
información que Kelsey me estaba dando. Sabíamos de
antemano que era una trampa, pero no pensamos en ningún
momento que llegaría a ser tan poderosa. En ese momento, las
palabras de Loan me vinieron a la mente: no hay ni una pizca
de sombra en todo el terreno. Todas esas ruinas que nos
rodeaban eran la trampa. Me maldije por lo bajo mientras
intentaba trazar un plan. Tenía que pensar en algo.
Como si me hubiera leído la mente, Kelsey volvió a hablar.
—No le des vueltas a esa cabecita tuya. También te han
robado gran parte de tu energía. No podrás realizar un gran
ataque y eso me hace superior a ti. Ríndete.
Cerré los puños con fuerza. No pensaba rendirme bajo
ningún concepto. Había ido allí a ganar y no pensaba dejar
pasar la oportunidad sin luchar. Antes de que Kelsey pudiera
realizar ningún ataque, desplegué un fuerte escudo a mi
alrededor y me preparé para atacar. Mi contrincante sonrió,
aceptando el desafío.
—No esperaba menos de ti —gritó ella antes de comenzar
a atacar.
Kelsey empezó a lanzar ataques de forma indiscriminada.
Tenían suficiente potencia para que me costase neutralizarlos,
pero no me desanimé. Levanté un escudo más potente y
empecé a lanzar contraataques. Buscaba desesperadamente
los puntos débiles de mi contrincante, pero era consciente de
que había perdido demasiada energía y los ataques estaban
lejos de ser efectivos.
Durante los siguientes quince minutos estuvimos en una
lucha de resistencia. Ningún ataque era lo suficiente potente
como para dañar al adversario, pero poco a poco las energías
se iban agotando. El primero que puso una rodilla en el suelo
fui yo. Tenía el pelo empapado de sudor y jadeaba con fuerza.
Apenas tenía energía suficiente para seguir en pie. Por el
contrario, Kelsey, se mantenía en pie a duras penas, pero el
cansancio ya había borrado su sonrisa socarrona.
—Me he cansado de esto. Vamos a terminarlo ya —gritó
Kelsey como advertencia.
Me preparé para recibir el ataque en cuanto vi como la
joven maga juntaba las manos. Respiré hondo y reforcé mi
escudo. Aprovecharía el momento en el que lanzara el ataque
para hacer una ofensiva. Con las fuerzas que me quedaban
era mi única alternativa. Justo antes de lanzar el ataque, ella
sonrió. Ese pequeño gesto me confundió y no lo entendí hasta
que fue demasiado tarde. Kelsey no me estaba apuntando a
mí. Lo estaba apuntando a él. A Aiden.
En ese momento el tiempo se detuvo. Fui plenamente
consciente de que si ese ataque lo alcanzaba saldría
gravemente herido. Sabía que, aunque los sanadores lo
curaran, era posible que le quedaran secuelas el resto de su
vida. No podría seguir compitiendo. No podríamos seguir
siendo compañeros.
Antes de pensarlo siquiera, utilicé toda la energía que le
quedaba para transportarme en frente de Aiden. Intenté
levantar un escudo, pero apenas tenía ni fuerzas ni tiempo. Mi
cuerpo absorbió el ataque, lanzándome en el aire varios
metros.
Caí sobre mi espalda, exhausto. Sin Aiden no tenía
posibilidades. Me había quedado sin poder. Giré la cabeza
hacia un lado y lo vi tendido de costado, a varios metros de
distancia. Llevaba allí desde el primer ataque y, aunque sabía
que los profesores habrían intervenido si las heridas fueran
graves, no podía dejar la preocupación a un lado. Al menos
había conseguido parar el último golpe.
Cuando el árbitro lanzó una explosión al aire, dando por
finalizado el combate, me permití cerrar los ojos un segundo.
Habíamos perdido. Nuestros contrincantes habían demostrado
mucha más técnica y preparación que nosotros. No habíamos
tenido ninguna oportunidad.
—Lo siento —la voz de Aiden me sacó de mis
pensamientos.
Se había desplazado de mala manera hasta situarse a mi
lado. Tenía la cara magullada y el labio roto. Respiraba de
forma agitada y tenía los ojos cerrados. Estaba totalmente
agotado.
Yo lo observaba con atención. En ese combate los dos
habíamos dado lo mejor de nosotros mismos para alzarnos
con la victoria. Desgraciadamente, aquella vez no había sido
suficiente.
—No tienes nada por lo que disculparte —susurré.
Loan estaba gritando a lo lejos, organizando todo lo
necesario para volver a casa y que los pudiera atender un
médico. Adrik estaba a los pies de Aiden, evaluando otra
herida que tenía cerca de la rodilla izquierda.
—Te he fallado —contestó Aiden con la voz rota. Las
lágrimas empezaban a deslizarse por sus mejillas sin control
—. Desde el primer día me dijiste que yo no era suficiente
para hacer equipo contigo. Que no ibas a ganar si yo luchaba
a tu lado. Me esforcé muchísimo para hacer que te comieras
tus palabras, pero, al final, me las he tenido que comer yo.
Me sentí miserable. Durante todos aquellos meses lo único
que había logrado era hacerle sentir mal. Hacerle sentir
inferior. En toda mi vida jamás me había importado los
sentimientos de los demás. Estaba demasiado preocupado por
mis propios intereses como para perder el tiempo en otras
personas. Pero aquella vez… No. Hacía ya algo de tiempo que
Aiden había conseguido que me preocupara por él. No sabía
el momento exacto en el que todo había cambiado. Quizás
cuando me expulsaron del equipo. O cuando me fue a buscar
con Thiago a mi pueblo. Quizás esa sonrisa que muestra
siempre, aunque no la sienta o ese poder que hace que me
muera de envidia. No podía decir qué había sido, pero Aiden
me había hecho mejor persona. Me había enseñado muchas
cosas y yo… yo quería seguir a su lado. Quería ser el
compañero que merecía. Quería levantar un puto trofeo a su
lado. Quería ayudarle a cumplir todos y cada uno de sus
sueños. No entendía por qué, solo sabía que, a partir de aquel
momento no lucharía solo por mí.
Arrastré la mano por la arena, hasta que encontré sus
dedos. Los cogí envolví con la mano e intenté transmitirle todo
lo que no podía decir con palabras con aquel apretón.
Aiden giró la cabeza y le miró fijamente. Podía ver mi
reflejo en sus ojos color ámbar. Era cierto que no habíamos
logrado su objetivo y que mis padres aprovecharían aquella
situación para recriminarme todo, como siempre. Pero a pesar
de todo, estaba dispuesto a seguir intentándolo. No me iba a
rendir.
—Para mí esto ya ha sido una victoria —le confesé,
porque en parte así era.
Aiden soltó una ligera carcajada de felicidad que se
convirtió en un quejido y me devolvió el apretón con su mano.
—Supongo que sí. Por cierto, gracias por protegerme del
último ataque. Si no hubieras gastado toda tu energía
transportándote, seguramente habrías conseguido vencerle. El
último ataque era muy potente y se habría quedado sin
energía —susurró Aiden.
Giré la cabeza y busqué a Kelsey con la mirada. Estaba
sentada sobre la arena, respirando entrecortadamente. Aiden
tenía razón. Si no hubiera detenido su último ataque, nos
habríamos alzado con la victoria, pero ¿a qué precio?
—No estaba dispuesto a correr el riesgo —dije
encogiéndome de hombros, restándole importancia.
—No dejas de sorprenderme —respondió Aiden, feliz.
Con un poco de esfuerzo, conseguí incorporarme y
ponerme en pie. Después, con ayuda de Adrik, ayudé a Aiden
a levantarse.
Me puso un brazo sobre los hombros y poco a poco,
comenzamos a andar hacia la salida. Loan y Maya estaban al
teléfono, seguramente organizando la vuelta.
—Te prometo que ganaremos la próxima vez —afirmó
Aiden convencido.
—Me conformo con que haya una próxima vez —y me
sorprendí a mí mismo al decir aquellas palabras en voz alta.
—Idiota.
—Tú más.
PARTE DOS
EL PRINCIPIO DEL FIN

“Un sueño que se cumple, no puede llamarse sueño” —Fullmetal Alchemist


CAPÍTULO 41
LA RECUPERACIÓN

Pero es que el tiempo avanza y alguien siempre queda atrás


Y no hay ningún culpable.
Aunque no sea conmigo - Aitana, Evaluna

El día después de la competición Rian recibió el alta en la


enfermería. Apenas había sufrido daños, pero la deshidratación
y la pérdida de energía habían sido los principales motivos
para dejarlo en observación. Aiden, por el contrario, tenía que
quedarse un par de días más, a pesar de las constantes súplicas
por su parte.
Las horas de la mañana eran las más aburridas. Sus amigos
no podían hacerle compañía porque estaban en clase y el dolor
de cabeza que llevaba arrastrando desde el torneo le quitaba
las pocas ganas que tenía de estudiar. Al final, había
convencido a Thiago para que le llevara la guitarra y era lo
que llevaba haciendo todo el día. A pesar de que llevaba un
par de meses sin tocarla, sus dedos recordaban a la perfección
cada uno de los acordes.
Axel había llegado hacía un par de horas a la enfermería,
pero no le había pedido que parara de tocar. Se había puesto a
jugar a un videojuego en el móvil, y movía la cabeza al ritmo
de la música. De vez en cuando, comentaban algo: un trozo de
la melodía que no acababa de sonar bien o una fase del juego
que se le resistía a su compañero. No necesitaban estar
hablando todo el rato. Era suficiente saber que estaban el uno
al lado del otro, apoyándose. Todo era fácil con él.
A media tarde pasaron a verlo todos sus compañeros del
Kettou, acompañados por Loan. Aiden no podría volver a los
entrenamientos hasta que le dieran el alta pero ya estaba
deseando que llegara ese día.
A la hora de la cena llegó Nadya con un montón de
chocolatinas que acababa de coger de la cafetería y los tres se
pusieron a comerlas como si fuera casi una competición. Al
final, acabaron manchando de chocolate el uniforme de Axel.
—¿Por qué siempre acabo manchado de chocolate cuando
estoy contigo? —preguntó recordando la escena del batido de
chocolate un par de meses atrás.
—Lo cierto es que es algo que me pregunto yo más
frecuentemente de lo que te imaginas… —respondió Aiden
sonriendo.
—Oye Aiden, tienes chocolate en la punta de la nariz —le
dijo Nadya entre risas—. Por cierto, ¿cómo te encuentras hoy?
¿Te sientes totalmente recuperado?
—Sí, bueno, estoy algo cansado todavía. Y creo que tener
que dormir en una cama diferente a la mía complica bastante
las cosas —contestó mientras se frotaba con ganas la nariz,
intentando eliminar los restos de chocolate.
—¿Y cómo están las cosas con Rian? ¿Has hablado con
él? —preguntó su amiga incapaz de contener la curiosidad.
—Todo bien, pero no hablamos demasiado. Tampoco
teníamos mucho más que decir. Nos dijimos todo al terminar
el campeonato. De todas formas, no lo he visto desde ayer por
la mañana, cuando le dejaron marcharse.
— Y… ¿no hay nada que te gustaría contarnos? —
preguntó Nadya mordiéndose el labio.
Nadya lanzó una mirada suplicante a Axel, como si
estuviera pidiéndole ayuda, pero este estaba demasiado
concentrado en la mancha de su falda como para prestarle
atención.
—¿Sobre qué? —respondió Aiden confuso.
—Sobre Rian y…
Dos golpes en la puerta llamaron la atención de Aiden, que
levantó la mirada justo antes de que se abriera la puerta y su
compañero apareciera tras ella.
—Hablando del rey de Roma… —dijo Nadya con una
sonrisita en la cara—. Axel y yo nos vamos ya. Descansa esta
noche y nos vemos mañana, ¿vale?
—¿Os vais ya? —preguntó Aiden sorprendido.
—Parece ser que le ha entrado prisa de repente. Si
terminas la canción mándame un audio —pidió Axel
levantándose de la silla.
Aiden asintió como respuesta y se quedó mirando como
sus dos amigos se marchaban, dejándolos solos en la
habitación. Hacía un par de semanas, habría sido una situación
bastante violenta, pero en aquel momento se sentía totalmente
a gusto con su compañero.
—¿Cómo estás? —preguntó Rian, acercándose a la cama.
Aiden apartó las piernas hacia un lado, dejándole el
espacio suficiente para que se pudiera sentar.
—Bien, no sé por qué me quieren retener aquí.
—Supongo que tus niveles de energía al terminar la
competición alarmaron a los profesores.
—O el golpe en la cabeza que me di.
—O que no parabas de decir estupideces.
—Cierto, pero eso no es raro en mí.
—La verdad es que no —Rian sonrió—. Tienes chocolate
en la nariz.
Aiden se volvió a pasar la mano por la cara, intentando
eliminar los restos de chocolate de forma definitiva.
—¿Ya está?
—Sí, mucho mejor. Ahora al menos puedo tomarte
medianamente en serio.
—No mientas, nunca lo haces. ¿Quieres una chocolatina?
—preguntó enseñándole el paquete lleno que todavía tenía
encima de la mesita de noche.
—No me gusta el chocolate.
—A veces olvido tu mal gusto. Por cierto, esta tarde ha
pasado todo el equipo a verme. Pensé que vendrías con ellos.
—Bueno, preferí hacerlo a esta hora, para que pudiéramos
hablar con tranquilidad.
Aiden tenía una sonrisa en la cara que le llegaba de oreja a
oreja. Su relación con Rian era totalmente diferente. Era cierto
que el joven se pasaba la mayor parte del tiempo con cara de
enfado, pero se había acostumbrado a bromear con él y en
aquel momento era una de sus cosas favoritas del día.
—Te he traído una cosa —dijo Rian, sacando de la
mochila un libro y ofreciéndoselo.
Aiden lo cogió y se sorprendió al ver que era el tomo que
él le había regalado la semana pasada. Lo debía de estar
mirando con una cara bastante confusa porque Rian no tardó
en aclarar la situación.
—Me dijiste que también era uno de tus libros favoritos,
así que te lo he traído para que lo leas. Ya me lo devolverás
cuando puedas. No hay prisa.
Aiden asintió agradecido y le echó una ojeada al libro. Lo
cierto es que aquella historia le parecía fascinante. A medida
que iba pasando las páginas, se dio cuenta que el libro estaba
lleno de anotaciones y frases subrayadas de distintos colores.
—¿Lo has anotado tú? —preguntó enseñándole una página
al azar.
Rian asintió ligeramente avergonzado.
—Siempre me ha gustado mucho anotar mis libros. Hacer
dibujos sobre los momentos que pasan en la historia o
subrayar las frases que han tenido un impacto en mí…
—¿Algo teniendo impacto en ti?
—Lo cierto es que considero que todo lo que está marcado
en ese libro es muy personal y bajo ningún concepto se lo
prestaría a nadie, pero… Pero hemos acordado que seríamos
amigos y…
Rian bajó la mirada, demasiado nervioso para terminar de
hablar pero Aiden tampoco encontraba las palabras adecuadas
para decirle lo mucho que agradecía aquel gesto. Su
compañero se estaba esforzando para abrirse con él, no lo
podía negar y sabía todo el trabajo que ello le suponía. Muchas
veces lo pillaba con un gesto de frustración en el rostro, como
si estuviera luchando con todas sus fuerzas para permitirle
acercarse a él.
—He estado componiendo una melodía durante todo el
día. ¿Quieres oírla? —preguntó Aiden cambiando de tema. En
parte era la única manera que se le ocurrió para devolverle el
favor.
—¿Es lo que comentó tu amigo?
—Sí, llevo todo el día sin saber cómo terminarla, pero si
quieres te puedo enseñar lo que tengo.
Rian asintió y se dejó caer sobre los pies de la cama.
Apoyó la cabeza en el colchón y cerró los ojos en el momento
en el que Aiden comenzó a rasgar las cuerdas. Estuvieron así
casi cuatro minutos, exactamente la duración de la canción que
Aiden estaba tocando. Cuando terminó Rian pidió que la
repitiera.
—Una vez más, anda—dijo sin abrir los ojos.
—Ya la he tocado dos veces.
—Por favor.
—Mucho pides tú —se quejó Aiden justo antes de
empezar a tocar de nuevo.
CAPÍTULO 42
MAYO

De vez en cuando siento que te tengo de verdad


Pero es que no se vale que te tenga a la mitad.
Aunque no sea conmigo - Aitana, Evaluna

Una semana más tarde ya habían reanudado los


entrenamientos. Loan les había hecho ver la repetición de los
duelos casi una veintena de veces. Prácticamente se sabían de
memoria todos sus movimientos. Para poder prevenir una
encerrona como la que les hicieron en el campeonato, Loan
introdujo varios temas de teoría que revisaban en las horas de
práctica. Los lunes, los miércoles y los viernes, la mitad del
entrenamiento se realizaba en un aula, donde Loan les
explicaba todos los hechizos que se podían emplear para sacar
ventaja en un duelo y cómo protegerse de ellos en caso de que
sean las víctimas. Aiden odiaba aquellas clases. Él lo que
quería era salir, combatir, lanzar hechizos… no pasarse la
tarde delante del ordenador memorizando patrones.
—La semana que viene os voy a hacer un examen —
anunció Loan tras las dos primeras semanas de entrenamiento
después del combate.
—Tiene que ser una broma —susurró Aiden, hundiendo la
cara entre los brazos.
No tenían suficiente con los exámenes del resto de
asignaturas, que, por encima, debían estudiar todavía más. Iba
a tener que reducir las horas de sueño para poder abarcar todo
lo que tenía pendiente. Cuando volvió a levantar la cabeza,
Rian lo estaba fulminando con la mirada.
—¿Qué pasa?
—Eso me gustaría saber a mí, imbécil —protestó Rian—.
¿Acaso no quieres ganar el torneo de verano?
—¡Por supuesto que quiero! —contestó Aiden convencido.
—Pues entonces deja de protestar y céntrate. No podemos
dejar que nos engañen como la última vez…
—Ya lo sé —dijo Aiden aburrido. De nada le valdría
saberse la teoría si luego en la realidad no tenía la técnica
suficiente para poder aplicarla.
—No lo parece —respondió Rian en un susurro, como si
hubiera leído claramente sus pensamientos.
Aiden gruñó por respuesta. Aquello del vínculo estaba
claro que tenía sus partes malas.
El resto de la tarde estuvieron entrenando los ataques
rápidos, formados por pequeñas ráfagas de energía que se
enviaban con mucha precisión y velocidad. No solían ser muy
poderosos, pero valían para distraer al rival el tiempo
suficiente para realizar un gran ataque.
—¡Aiden, bloquea a la derecha!¡No dejes que te gane
terreno! —gritaba Loan.
El humor de Aiden había mejorado considerablemente
desde que salieron del aula y eso se podía apreciar en sus
ataques. Estaba concentrado, con ganas y no permitía que los
fallos lo desmotivasen.
—¡Rian, abre un poco más la muñeca antes de lanzar el
ataque! ¡Perfecto! ¡Vamos, otra vez! —la voz de Loan
resonaba por toda la sala.
El entrenador se había centrado en corregir sus posiciones
de ataque y ambos magos estaban tan concentrados que,
durante los últimos tres duelos, se había mantenido
prácticamente en silencio.
—Ya sabía yo que, cuando queréis, lo podéis hacer muy
bien —los alabó al finalizar—. Vamos a dejarlo por hoy. Por
cierto—añadió girándose— ¿habéis pensado qué haréis
durante las vacaciones de verano?
—Nos quedaremos en la escuela —contestó Rian, mirando
a su compañero esperando una confirmación por su parte.
—Sí, bueno, nos quedaremos casi todas las vacaciones en
la escuela.
—Genial, confírmame los días en los que no estaréis para
organizar los entrenamientos. Es cierto que todavía quedan
tres meses, pero es mejor tenerlo todo cerrado lo antes posible.
Nos vemos mañana chicos, tengo que irme corriendo. Cerrad
la puerta antes de salir—les dijo antes de salir a paso apurado.
Rian y Aiden se quedaron unos segundos en silencio,
mirándose el uno al otro.
—¿Como que casi todas? Sabes que el campeonato es
justo antes del nuevo curso, ¿verdad? No creo que puedas
permitirte unas vacaciones —protestó Rian.
—Bueno, yo creo que he mejorado bastante en estos
últimos meses.
—Nada comparado con lo que conseguirías si te esforzaras
más.
Aiden sonrió tímidamente. Todavía no había hablado con
su compañero de aquel tema y tampoco sabía muy bien cómo
sacarlo.
—Solamente serán dos días. Te prometo que los
aprovecharemos bien.
—¿Aprovecharemos? —preguntó confuso.
—Sí, bueno, he organizado algo… pero todavía no era fijo
entonces no quería decírtelo antes de tiempo.
Rian no dijo nada, simplemente levantó las cejas
esperando que continuase.
—Mi entrenador de la escuela media nos ha invitado a un
torneo que organiza todos los años, para realizar una pequeña
exhibición delante de sus alumnos. Todos tienen entre seis y
ocho años y les hacía mucha ilusión que les enseñemos todo lo
que podemos hacer —explicó Aiden, nervioso de repente—.
Pensé que estaría bien aprovechar el viaje y quedarnos un par
de días más en la ciudad. Mi cumpleaños es por esas fechas y
me gustaría pasarlo en casa. Se lo he comentado a mi madre y
también tiene muchas ganas de conocerte entonces…
—Lo que me estás diciendo es que… ¿quieres que vaya
contigo?
—Sí, ese podría ser perfectamente el resumen de todo lo
que dije —contestó sonriendo—. No hace falta que me lo
confirmes ya, hay tiempo de sobra.
Rian no le había respondido y Aiden sabía que, si lo
presionaba, la respuesta acabaría siendo negativa. Prefería
dejar pasar algo de tiempo para que su compañero lo pensara.
—¿Vamos a buscar algo para comer? —preguntó Aiden
mientras se llevaba las manos a la barriga—. Tengo un hambre
de locos…
Rian asintió como respuesta, aunque todavía tenía una
expresión extraña en la cara cuando salieron de la sala de
entrenamientos.
Al llegar a la cafetería cogieron dos platos de espaguetis y
se sentaron en una de las mesas del fondo. A pesar de que ya
había pasado algo de tiempo desde que aquello se había
convertido en una rutina al finalizar los entrenamientos, mucha
gente todavía los miraba con sorpresa. En parte Aiden lo
entendía ya que Rian nunca se solía quedar a comer allí.
—¿Te gustan los espaguetis? —preguntó Aiden,
llevándose a la boca una pinchada demasiado grande.
—Claro, no los habría cogido si no fuera el caso—contestó
negando con la cabeza.
—Pero comes esa mezcla rara en el desayuno.
—Ya te dije que me gustan las gachas de avena.
—No le pueden gustar a nadie.
—A mí sí.
—Mientes, lo tengo asumido. Estoy seguro de que si lo
cambiaras por un bollo la vida te sonreiría más.
—¿Más? —preguntó divertido de repente—. No lo creo.
—¿Lo dices por ser mi compañero? ¿Eso es un cumplido?
—preguntó Aiden atragantándose con los espaguetis.
Al final le acabó saliendo uno por la nariz.
—Ahora todo me huele a tomate —se quejó después del
mal trago.
—Eres de lo que no hay… —contestó Rian sonriendo.
Pero sonriendo de verdad, enseñando los dientes. A Aiden
le llamó la atención como uno de sus colmillos se le clavaba
ligeramente en el labio inferior, haciendo de aquella expresión
algo peculiar. Era la primera vez que veía ese tipo de gesto en
su compañero. Nunca le había llamado la atención o quizás
nunca se había fijado, pero Rian tenía una sonrisa muy bonita.
Se estaba divirtiendo. Con él. Y aquel pensamiento casi hace
que se vuelva a atragantar de nuevo.
—Deberías reír más—dijo sin pensarlo demasiado y la
sonrisa de Rian desapareció tan rápido como había aparecido.
—Paso.
—¿De qué pasas?
—De ti. Me voy —contestó poniéndose de pie y
alejándose con su bandeja vacía.
—Ey, no te enfades…
Cuando se encontraba a un par de metros de la mesa, se
giró y lo miró unos segundos antes de hablar.
—Iré.
—¿A dónde?
—Contigo, a tu ciudad, a hacer la exhibición esa.
Y sin esperar respuesta se fue del comedor, dejando a
Aiden con una sonrisa tonta en la cara.
CAPÍTULO 43
JUNIO. RIAN.

De que como tú no hay nadie, por eso hice el juramento


De que, aunque me falte el aire, siempre hay un aliento junto a ti.
23 - Morat

Diez pasos. Sólo diez pasos más. Nueve, ocho… Respirar


profundo. Otra vez. Cinco, cuatro…Respirar, respirar,
respirar. Dos, uno… Aflojé el ritmo de golpe, como si aquel
último sprint hubiera agotado todas mis fuerzas y en parte, así
era. Llevaba dos horas corriendo, dando vueltas a la escuela y
aquella sensación de no estar avanzando me perseguía,
pisándome los talones. Era como si me hubiera quedado
atascado en un punto. Por mucho que retrocediera para coger
carrerilla, al final chocaba con una barrera invisible. No
podía correr más rápido, ni más tiempo. No podía mejorar mi
técnica, ni acumular más poder. No conseguía ganar
resistencia, ni fuerza. Quizás… quizás había llegado al límite.
Quizás aquello era todo a lo que podía aspirar.
Recogí la mochila del suelo y emprendí el camino de
vuelta a mi cuarto. Estaba intentando que aquellos
entrenamientos matutinos no perjudicaran mi rendimiento el
resto del día, pero ya había comprobado que no era así.
Aiden, por el contrario, avanzaba a un ritmo imposible de
seguir. En aquellos seis meses, había pasado de ser un mago
mediocre, a destacar entre todos los demás. Su técnica se
había ido puliendo, igualándose cada vez más a su poder. Yo
seguía siendo mejor, lo sabía, pero no estaba seguro de que
pudiera decirlo durante mucho más tiempo. Siempre pensé
que tener de compañero a un mago con un nivel inferior era
una mala decisión. Si lo pensaba fríamente todavía era algo
que rondaba mi mente. En un duelo, cada uno debe sacar lo
mejor de sí mismo para enfrentarse a los adversarios. Por ese
motivo, había rechazado durante tanto tiempo la idea de tener
a Aiden en el Kettou. Pero si todo seguía igual, si no
encontraba algo que pudiera hacer, yo acabaría siendo el
lastre del equipo.
Cuando llegué a mi cuarto, Lev no estaba. Seguramente
estaría pasando el rato con Thiago y sus amigos. Dejé la
mochila en el suelo y me tiré sobre la cama. Necesitaba
pensar, tomar decisiones. No sabía cuál era la mejor elección
o hacia donde debería enfocar mis esfuerzos y todo aquello
me producía una frustración difícil de gestionar. Sin ir más
lejos, el día anterior había discutido con Aiden de una forma
bastante brusca. Habíamos empezado con unas opiniones
dispares sobre algo que ni siquiera podía recordar; pero había
acabado cuando empujé del hombro con fuerza a Aiden,
haciendo que se tropezara y cayera de culo sobre el suelo. No
estoy orgulloso de cómo me comporté y todavía me invade el
sentimiento de culpa cuando recuerdo la forma en la que me
miró. Sus ojos estaban llenos de decepción. Otra vez. Aiden se
levantó del suelo sin mediar palabra y, tras chocar contra mí
a propósito, haciéndome retroceder, se alejó sin mirar atrás.
¿Por qué no podía ser más fuerte? ¿Por qué no podía
notar ningún progreso? Estaba seguro de que si pudiera
hacerlo todo iría mejor. Yo estaría mejor.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.
Miré la hora en el reloj de la pared, confuso. A aquellas horas
no era habitual que nadie viniera a molestar. Me incorporé a
regañadientes de la cama y abrí la puerta.
No me sorprendió encontrarlo ahí. Siempre me iba a
buscar. Ni siquiera se me daba bien aquello de ser amigos.
—¿Qué estabas haciendo? —me preguntó Aiden confuso,
al ver mi ropa de entrenamiento y mi pelo empapado de sudor.
—Salí a correr —confesé después de dos segundos en
silencio. No merecía la pena mentirle. En aquellos momentos,
me conocía demasiado bien.
Aiden puso una cara extraña que no supe identificar y, en
ese momento, me fijé en la guitarra que descansaba sobre su
hombro.
—¿A qué has venido? —pregunté sin saber qué decir. Le
debía una disculpa que parecía atascada en mi lengua.
—Quería ver cómo estabas. Ayer perdiste un poco los
nervios…
Era cierto. Me había portado como un capullo y aun así
no pude decir nada. Lo seguí mirando en silencio, invitándole
a continuar hablando.
—Pensé que igual estabas algo estresado y que quizás era
buena idea pasar un rato juntos sin hacer nada relacionado
con los duelos —me dijo al final.
Mi cara no cambió mientras me decía aquellas palabras.
Había aprendido a mantener el semblante serio, habían sido
muchos años de práctica. Pero por dentro me sentí todavía
más culpable. Definitivamente Aiden era tan buena persona
que rozaba lo absurdo.
Me aparté hacia un lado, despejando la puerta para que
pudiera pasar.
—Necesito que me des unos minutos para ducharme —dije
mientras cerraba la puerta tras él—. Estoy todo sudado.
—Claro —dijo sin mucho entusiasmo mientras se
acomodaba en el suelo, a los pies de mi cama. Ya era algo
habitual que ocupara ese espacio y parecía que se sentía
cómodo en él.
—No tardo.
Me encerré en el baño y cuando abrí el grifo, esperando
que saliera el agua caliente, empecé a escuchar los acordes.
Algo en mi pecho se contrajo oyendo esa melodía, aunque no
era la primera vez que la escuchaba. Ni la segunda. Ni la
tercera. Posiblemente, hasta podría tocarla yo mismo.
Me metí en la ducha y dejé que el agua borrase la extraña
sensación que notaba por dentro. Al salir, me puse ropa
cómoda y volví con Aiden. Seguía en la misma posición, pero
no tocaba, estaba recostado sobre el suelo mientras anotaba
algo en una libreta.
Me senté frente a él sin decir nada, con Aiden no tenía que
rellenar los silencios. Él siguió anotando cosas en la libreta
durante un rato y, al terminar, levantó la vista y me miró.
—Creo que tengo el final —dijo con una sonrisa, aunque
no le llegaba a los ojos. Estaba algo tenso, seguramente por
mi reacción del día anterior.
—¿Puedo tocarla? —pregunté sin pensarlo demasiado.
No era un experto con la guitarra, ni mucho menos, pero
me podía defender.
—Claro —respondió, cediéndome el instrumento.
Coloqué la guitarra en mi pierna y me acomodé,
preparándome para tocar. Aiden giró la libreta en mi
dirección, para que pudiera ver la partitura y las anotaciones.
—Creo que si en esta parte —dijo señalando un
pentagrama—subimos una nota, podría quedar perfecto.
Puedes probarlo si quieres.
Asentí, sintiéndome parte de aquello, aunque no había
colaborado en nada..
Empecé a tocar y todo fue sencillo. Tenía la melodía
demasiado grabada en la mente como para dudar, aunque en
varias notas no apreté con la suficiente fuerza las cuerdas,
haciendo que el sonido saliera distorsionado. Pero a Aiden no
parecía importarle. Tenía los ojos cerrados y movía un pie al
ritmo de la música. Las comisuras de su boca se curvaron
ligeramente hacia arriba cuando llegué a la parte final y no
pude evitar fijarme en sus rasgos. Posiblemente por primera
vez.
Me fijé que tenía la nariz pequeña y ligeramente torcida.
Tenía pecas salpicadas por toda la cara, incluso en los
párpados, aunque eran muy pequeñas y podían pasar
desapercibidas a simple vista. Tenía las pestañas largas y la
ceja derecha bastante más poblada que la otra. A la izquierda
parecía que le faltaban los últimos centímetros, como si se la
hubiera afeitado, aunque estaba seguro de que no lo había
hecho. El pelo le había crecido bastante en los últimos meses,
y había cogido la manía de meterse un par de mechones
detrás de la oreja. Por alguna razón, era un gesto que me
molestaba.
Estaba tan sumido en mis pensamientos, que me equivoqué
en un par de notas seguidas, pero no paré de tocar. Aiden
sonrió como respuesta, pero tampoco abrió los ojos. Tenía una
sonrisa bonita. No tenía los dientes torcidos, pero una de las
paletas se montaba ligeramente sobre la otra y le faltaba una
de las esquinas. No era perfecta, pero a él le quedaba bien.
Quizás era porque siempre estaba riendo y su cara se
adaptaba a ella. O quizás era porque era natural,
perfectamente imperfecta. No lo sabía, pero por alguna razón,
me gustaba verlo sonreír.
Cuando terminé de tocar, Aiden abrió los ojos, todavía con
la sonrisa en la cara.
—Te has equivocado siete veces —apuntó.
—Era para comprobar que estabas atento —mentí.
—Deberías hacerte un pendiente en la oreja—dijo de
repente y la sorpresa se adueñó de mí. Tenía que confesar que
aquello era lo último que me esperaba escuchar.
—¿Por qué lo dices? —pregunté intrigado, llevándome la
mano a la oreja, dejando la guitarra a un lado.
—No sé, creo que encaja contigo —contestó encogiéndose
de hombros—. Te lo podría hacer yo—me lo dijo con tal
convencimiento que no pude reprimir una ligera sonrisa.
—¿Lo has hecho antes?
—Sí, a mi madre, el año pasado. Es algo muy fácil. Se
hace todo con magia y apenas duele. ¿Quieres probar?
No. Sí. Sí quería. Era una estupidez y no estaba
acostumbrado a hacer esa clase de estupideces. No había
ninguna razón por la cual dejarme hacer un pendiente por
Aiden fuera una buena idea y, aun así, acabé aceptando. ¿Por
qué acepté?
—Si te crees capaz de hacerlo…
Aiden levantó las cejas, sorprendido. Posiblemente no se
creía que hubiese sido tan fácil convencerme y, en realidad, yo
tampoco daba crédito. Esperaba sinceramente que no se me
infectara y me tuvieran que cortar una oreja.
—Dame un minuto —dijo poniéndose de pie y salió
corriendo de la habitación.
Me quedé mirando la puerta por donde se había ido,
intentando entender por qué había accedido a semejante
estupidez.
No pude meditar mucho más mis acciones porque Aiden
volvió a la habitación con una pequeña caja.
—¿Qué es eso? —pregunté cuando se sentó a mi lado.
—Una caja de clips.
—¿Y para qué la necesitas?
—Para colocarte uno como pendiente, sino el agujero se te
va a cerrar.
—¿Y no puedo cambiarlo?
—Sí, cuando tengas otro te lo puedes cambiar sin
problema. Ahora te lo voy a poner, ¿vale?
Asentí como respuesta. Vaya tontería estábamos haciendo.
Sentados en el suelo de mi cuarto, a punto de agujerearme la
oreja, en vez de estar entrenando. Todo parecía una estupidez
y, aun así, me sentí a gusto.
Aiden se colocó de rodillas, enfrente de mí, después de
coger uno de los clips de la caja, que resultó ser de color
negro.
—¿Te gusta aquí? —me pregunto dibujando un punto con
un bolígrafo en mi oreja.
—Mmm, un poco más arriba.
—¿Aquí? —volvió a preguntar, colocando la marca un par
de milímetros más arriba.
—Ahí está perfecto.
—Vamos allá.
Sentí su magia por toda la habitación, como siempre. Los
hilos dorados nos rodearon y, en ese momento, pensé que no
me importaba ser un mero espectador de vez en cuando.
Quizás esa era la respuesta que estaba buscando. Quizás yo
solamente tenía que ser quien arrancase todo el potencial de
Aiden. Quizás no pasaba nada si, solo él, era mejor que yo.
—Ya está —dijo Aiden de repente, confundiéndome.
Me había pillado distraído. Me llevé una mano a la oreja y
noté el clip incrustado en la parte superior del cartílago.
—No lo he notado —confesé.
—Ya te dije que se me daba bien. Te lo he dejado curado,
así que no debería de molestarte.
Fruncí el ceño como respuesta.
—¿Desde cuándo tienes nociones de curación?
—Estamos hablando de un mini agujero. No hace falta
saber mucho para poder curar una herida de ese tamaño —
respondió quitándole importancia, como siempre.
Se infravaloraba constantemente.
—Oye, Aiden.
—¿Qué pasa?
La culpa me pesaba como un bloque de hormigón.
—Siento lo que pasó ayer —dije sin entrar en detalles. No
hacía falta. En su cara pude ver cómo entendía lo que le
estaba diciendo sin necesidad de añadir nada más.
—Da igual —dijo encogiéndose de hombros—. Yo también
reaccioné parecido.
Decía que le daba igual, pero yo no lo tenía tan claro.
¿Qué podría decir para remediar la situación? No lo sabía.
—Pero… —añadió, pero no terminó la frase.
—¿Pero qué? —estaba claro que iba a haber un pero.
—Me gustaría que no pagases conmigo tus problemas. No
me malinterpretes, somos amigos y quiero que te puedas
apoyar en mí si necesitas algo. Podemos hablar de cualquier
cosa, pero no quiero seguir siendo tu saco de boxeo.
—Lo siento.
Mierda. Tenía razón. Él no tenía la culpa de mis
debilidades. Yo era el único problema.
CAPÍTULO 44
LAS ALAS DEL DRAGÓN

Hay cosas que olvidamos con los años


Que valen más.
Valen más – Morat

El cumpleaños de Axel era la próxima semana y Aiden y


Nadya habían quedado aquel sábado para ir a comprar el
regalo perfecto. O ese había sido el objetivo principal de
aquella salida. Tres horas después, habiendo recorrido
prácticamente todas las tiendas de videojuegos de la zona
terminaron asumiendo que perfecto no iba a ser. En aquel
momento, casi al borde de la desesperación, se conformaban
con encontrar simplemente algo que le hiciera un mínimo de
ilusión.
Incapaces de seguir caminando sin hacer un descanso,
decidieron hacer una pequeña parada para comer algo, reponer
fuerzas y hacer un par de búsquedas por Internet que les
ayudase a elegir qué regalo comprar.
En cuanto llegaron a la pequeña cafetería y eligieron la
mesa donde sentarse, Aiden se dejó caer totalmente desganado
en la silla.
—Nunca pensé que fuera tan difícil encontrar en stock un
videojuego que acaba de salir —protestó frotándose la cara
con las manos.
Habían dejado la compra del regalo para el último
momento porque tenían miedo de que Axel llegara cualquier
día con él en la mano. A fin de cuentas, lo conocían lo
suficiente como para saber que solía ser de los primeros en
hacerse con sus videojuegos favoritos.
—Ya has escuchado lo que nos dicen en todas las tiendas.
Hoy en día casi todo el mundo lo compra en digital. Es
totalmente comprensible que las pocas unidades que tengan se
les termine en la semana de lanzamiento. La culpa es nuestra
por no haber previsto esto con antelación.
—Podrían reponerlo, digo yo. Que menos que tener uno o
dos juegos en físico… Sobre todo, si hablamos de una
novedad… ¡Es que no hace ni quince días que salió a la venta!
—protestó frustrado.
—Aiden, estás poco al día de este mundillo. Para algo
existen las preventas. Si tu objetivo es comprar un juego sí o
sí, te aseguras de reservarlo con tiempo —replicó ella
encogiéndose de hombros.
—A veces me olvido de que eres streamer—contestó con
una sonrisa de oreja a oreja. Sabía de sobra que a Nadya no le
gustaba que sacasen ese tema.
—No lo soy —replicó frunciendo el ceño—. Lo era antes
de entrar en la escuela superior. Lo sabes de sobra porque te lo
he dicho mil veces.
—Y de eso no hace ni un año…Para mí, sigues siéndolo.
Nadya resopló mientras ponía los ojos en blanco.
—No pienso discutir esto de nuevo.
Uno de los camareros se acercó a tomarles nota y
seguidamente, retomaron la conversación sobre qué comprarle
a Axel. Después de darle bastantes vueltas, llegaron a la
conclusión de que irían a probar suerte a la última tienda de la
zona, la que estaba más alejada y de la que no habían podido
confirmar el horario por Internet. Había muchas posibilidades
de que la tienda estuviera cerrada, ya no existiera o que
simplemente tampoco tuvieran lo que estaban buscando, pero
no tenían más remedio que ir a comprobarlo. Al fin de cuentas,
Axel llevaba hablando de ese juego más de un mes y sabían
que era un acierto seguro. Si esa opción también les fallaba,
tendrían que decantarse por buscar otras alternativas. Aiden
había propuesto una consola retro con juegos clásicos, pero,
aunque podía ser un buen regalo, no tenían claro que aquello
fuera a hacerle mucha ilusión a Axel. Además, se salía
ligeramente del presupuesto que tenían.
El camarero volvió con sus consumiciones y ambos
bebieron un pequeño trago del Cola-Cao templado que se
habían pedido. En aquella época del año, no hacía el suficiente
calor como para disfrutar de una bebida caliente, pero ninguno
de los dos apreciaba el sabor de la leche fría.
—Tiene la temperatura perfecta —comentó Aiden
saboreando su bebida, lo que ocasionó un par de carcajadas
por parte de Nadya.
—Eres de lo que no hay…
—No me mires así, que sabes perfectamente que tú piensas
lo mismo.
Y era verdad. Durante aquellos meses se habían llegado a
conocer casi a la perfección. Para Aiden tanto ella como Axel
habían sido los pilares en los que se había apoyado para
adaptarse a la escuela.
—Por cierto, ¿has visto qué distancia hay hasta la tienda?
Apenas pasa del mediodía, pero no quiero que se nos haga
muy tarde —preguntó Nadya mirando por la ventana.
Las nubes habían aparecido aquella mañana, empezando a
cubrir el cielo, lo que posiblemente ocasionara fuertes lluvias a
última hora de la tarde.
—Según el móvil, son cuarenta minutos andando. ¿Quieres
que pidamos un taxi?
Nadya se quedó pensativa unos instantes y finalmente
negó con la cabeza.
—Vamos andando y aprovechamos para hablar y ponernos
al día. De todas formas, no creo que nos pille la lluvia.
—Pero nos vemos casi a diario… ¿No crees que estamos
al día?
Nadya le respondió con una sonrisa, pero no dijo nada.
Cuando terminaron sus consumiciones, pagaron en la barra
y empezaron a caminar hacia la tienda. Durante los primeros
diez minutos no hablaron demasiado. Aiden estaba totalmente
perdido en sus pensamientos, intentando recordar toda la teoría
que le había estado explicando Loan durante las últimas
semanas. Intentaba memorizar los tipos de magia que había,
las consecuencias de cada uno de ellos y qué debía de tener en
cuenta para detectarlos en los primeros instantes de un duelo.
En un combate con un tiempo tan ajustado, era necesario ser
más rápido que el rival si quería tener la mínima oportunidad y
aquella era su manera de estudiar. A pesar de ello, Aiden tenía
que reconocer que resultaba más frustrante que fructífera.
El resto del camino se lo pasaron hablando de todos los
problemas que estaba teniendo Nadya en el consejo
estudiantil. Era una dinámica que habían cogido en los últimos
meses: ella le contaba algún problema que estaba teniendo y
Aiden le intentaba buscar la mejor solución posible.
Normalmente su falta de conocimientos hacía que las ideas
propuestas no se pudieran ejecutar, pero a veces era suficiente
como para que la propia Nadya lo pudiera resolver por ella
misma.
Antes de que se pudieran dar cuenta llegaron a la tienda y,
para su alivio, estaba abierta. Era muy pequeñita, apenas
cabían tres o cuatro personas dentro, pero tenía la pared llena
de videojuegos. Posiblemente si tuvieran que revisarlos todos,
se pasarían el resto de la tarde. Por suerte, desde detrás del
mostrador, una chica pelirroja los saludó con una sonrisa
afable en el rostro.
—¿Os puedo ayudar en algo?
—Sí. Estábamos buscando un videojuego que salió la
semana pasada. Se llama Las alas del dragón.
La chica tecleó en el ordenador durante unos segundos
antes de levantar la mirada y sonreír.
—¿Para qué consola?
—La Aihe 3.
La joven revisó durante unos segundos la pantalla del
ordenador con concentración, antes de ofrecerles una sonrisa.
—Justo me queda uno en el almacén. ¿Os lo traigo?
—Sí —gritó Nadya emocionada, dando pequeños saltos y
agarrando a Aiden de los brazos—. ¡Lo tienen, Aiden, lo
tienen!
Aiden se rio como respuesta mientras la dependienta iba a
buscar el videojuego.
—Le va a gustar un montón —reconoció imaginándose la
reacción de Axel cuando lo abriera.
—¡Más le vale! Con lo que nos ha costado encontrarlo…
La dependienta volvió unos minutos después con el
videojuego en la mano y, tras envolverlo para regalo, los dos
magos emprendieron el camino de vuelta a la escuela.
No habían planeado una fiesta, pero sí querían tener un
detalle con Axel. Sorprenderlo de alguna manera. Habían
comprado unas galletas de chocolate, que Aiden había
guardado en el fondo de su armario para que Thiago no se las
comiese, las cuales tenían pensado decorar con velas del
número dieciséis. El plan era ver una peli mientras comían las
galletas y luego pasar la tarde jugando al videojuego que le
habían comprado. Para terminar, cenarían juntos en la
habitación mientras veían alguna película. Algo tranquilo y
especial, el plan preferido de Axel.
—Oye, Aiden —lo llamó Nadya interrumpiendo sus
pensamientos.
—Dime —respondió mirando a su amiga.
La chica tenía una ligera sonrisa en los labios, como si
supiera algo que él no.
—Tenemos una conversación pendiente.
—¿Sobre qué? —preguntó Aiden confuso. Ya era la
segunda vez que lo mencionaba y él no recordaba nada
especial que no hubiera hablado con ella.
Nadya puso los ojos en blanco y suspiró.
—No me contaste lo de Rian.
Aiden frunció el ceño confuso.
—¿A qué te refieres? Creo que no hay mucho que contar.
—¿Cómo qué no?
—No. A ver, entrenamos mucho y parece que va todo
mejor pero todavía no hemos conseguido hacer grandes
cambios. El ataque combinado no funciona todavía y los días
van pasando…
—No me refería a ese tema, Aiden —lo interrumpió ella.
—¿Te refieres al empujón que me dio la semana pasada?
Ya se disculpó y creo que te lo conté el otro día mientras
cenábamos. Por algún motivo que no acabo de entender, se
frustra demasiado consigo mismo y lo paga con toda la gente
que tiene a su alrededor.
—Sí, me lo contaste, pero tampoco hablaba de eso.
—Pues entonces creo que vas a tener que ser algo más
concreta.
—Yo me refería más a tus sentimientos, a cómo han
cambiado en los últimos meses —Nadya hizo una pausa y lo
miró directamente a los ojos—. ¿Cómo…? ¿Cómo te sientes?
No quiero presionarte para que me cuentes algo antes de que
estés preparado para ello, pero quiero que sepas que estoy de
tu parte, ¿vale?
Aiden la miró sin entender.
—Me siento bien, supongo. Estoy feliz de haber
competido con él y que sigamos mejorando día a día. Además,
aunque Rian hace cosas raras a veces, se nota que está
esforzándose por ser un buen amigo. Me da la impresión de
que vamos a hacer un gran papel en el próximo torneo. Sé que
aún quedan varios meses, pero… Estoy muy emocionado.
Nadya negó con la cabeza y parecía que iba a añadir algo
más pero finalmente solo sonrió como respuesta.
—Me alegro entonces, Aiden, de verdad. Seguro que os va
genial.
—Yo también lo creo —contestó feliz.
CAPÍTULO 45
JUNIO

Dejé de ser invisible


Porque me notaste tú.
Salir con vida - Morat, Feid

La llegada del verano traía consigo dos eventos muy


importantes para Aiden. Por un lado, se terminaban las clases,
llegaban los exámenes finales y tenía mucho temario que
estudiar. Y, por otro lado, el campeonato estaba a la vuelta de
la esquina. En apenas dos meses volverían a ir a la Arena a
disfrutar de la competición, demostrando todo lo que habían
mejorado en el proceso.
Aquellos dos meses le habían servido para mejorar
considerablemente. Loan se lo repetía a diario y él mismo se
sentía muy orgulloso de todos sus progresos. Además, en un
par de semanas, tendrían el viaje. Le podría enseñar a Rian su
casa, su ciudad, el colegio al que fue… Le apetecía mucho
mostrarle aquella parte de su vida pero antes, debía hacer los
exámenes primero y por eso, en aquel momento, se encontraba
en la biblioteca con Axel y Nadya. Ambos lo estaban
ayudando un montón con todas las lagunas que tenía. El nivel
del Bhainn Daiocht era bastante superior a su anterior escuela
y el mago estaba pagando las consecuencias.
—No puedo más —se quejó Aiden después de varias horas
de estudio—. Me va a explotar la cabeza.
—No te explotaría nada si prestaras más atención, así no
tendrías que repetir cada ejercicio dos veces —comentó Axel
con un suspiro, cerrando la libreta con todos los ejercicios
resueltos.
—Cómo te pasas —se quejó Aiden tapándose la cara con
las manos, ligeramente avergonzado.
—Axel no se está pasando nada, has estado entrenando
demasiado y has dejado todo para el último día —confirmó
Nadya.
—¡No es eso! Es que hay partes que no entiendo y me
impiden avanzar —Aiden hizo una pausa como si estuviera
valorando qué excusa dar—. Bueno, a quién quiero engañar…
sí que es eso.
Axel sonrió ante su respuesta.
—Solo te engañas a ti mismo. Nosotros sabemos
perfectamente de qué pie cojeas…
—Ya me he dado cuenta —contestó el joven sonriendo. En
ocasiones estaba seguro de que sus propios amigos lo conocían
mejor que él mismo.
De repente, los teléfonos de los tres jóvenes sonaron a la
vez, indicándoles que les acababa de entrar una notificación.
—Deben de ser las notas de Física Mágica… El profesor
dijo que las iba a subir hoy a la plataforma —recordó Nada
llevándose un dedo a la boca y empezando a mordisquear la
uña nerviosa.
—Si lo que dijo era verdad y tiene pensado hacer la
recuperación pasado mañana, no hay mucho margen de
maniobra. De todas formas, me compadezco por todos los que
tengan que ir a ese examen —añadió Axel con la vista fija en
su teléfono—. ¿Cómo se supone que van a conseguir aprobar
en esta convocatoria con tan poco tiempo para prepararse?
—Estoy muy nerviosa —añadió Nada mientras tecleaba a
toda velocidad, seguramente introduciendo el usuario y la
contraseña en la web.
Aiden suspiró preocupado mientras esperaba que los datos
cargaran. No podía suspender.
—¡Yo aprobé! Menos mal, ya me temía lo peor —suspiró
Nadya y Aiden se dio cuenta que no la había visto suspender
ningún examen en todos los meses que llevaba en la escuela.
—Yo también —añadió Axel—. Tengo un cinco punto
cero.
—¡Qué bien! Pues solo faltas tú, Aiden. Si apruebas
podemos ir a cenar al restaurante de sushi de la esquina, para
celebrarlo —propuso su amiga.
—Por mi bien. Nos merecemos un descanso —aceptó
Axel.
Aiden entró en el archivo y vio su nota mientras contenía
la respiración. Después dejó escapar el aire lentamente.
—Aprobado, pero id sin mí —dijo con una pequeña
sonrisa en los labios.
—¡Enhorabuena! Una asignatura menos —le dijo Nadya
—. ¿Por qué no vienes tú también?
—No me apetece cenar, tengo el estómago algo revuelto
desde la comida —insistió Aiden.
—¿Seguro? Podemos buscar alguna opción que nos guste
a los tres —comentó Axel, reacio a dejarlo solo.
—Lo cierto es que me apetece descansar. Además, hace
tiempo que no paso un rato con Thiago.
—Pero si lo ves a diario en los entrenamientos —protestó
Nadya, contrariada.
—Id vosotros, en serio. Nos vemos mañana —insistió
Aiden sonriendo, mientras empezaba a recoger todo el
material de la mesa.
—¿Seguro? —preguntó Nadya.
—Claro. Id antes de que sea tarde.
—Bueno, si cambias de opinión avisa.
—Sí, no os preocupéis.
Axel y Nadya se despidieron de él una última vez antes de
salir de la biblioteca. Justo en el momento en el que la puerta
se cerró tras ellos, Aiden se dejó caer sobre la silla, llevándose
las manos a la cara y suspirando. Eran casi las nueve de la
noche y apenas había alumnos en la sala. La mayoría de los
estudiantes que se quedaban hasta bien entrada la noche,
solían preferir la intimidad y tranquilidad de los dormitorios.
Por eso, después de un par de minutos, estaba prácticamente
solo.
Aiden sacó el móvil del bolsillo y, tras desbloquearlo, su
nota del examen de física volvió a aparecer en la pantalla. Un
tres con dos. Un suspenso como una catedral. Vaya desastre.
Volvió a sacar todo el material de la mochila y se puso a
revisar los ejercicios una vez más. Necesitaba aprobar sí o sí
aquella asignatura.
Casi dos horas después, cuando el reloj estaba a punto de
marcar las once de la noche, Aiden dejó caer la cabeza contra
la mesa mientras aguantaba como podía las lágrimas que
estaban a punto de salir. Se sentía fatal. No entendía nada y
como les había mentido a sus amigos no podía pedirles ayuda.
Sabía que había sido una reacción un tanto infantil, pero ya se
sentía mal porque tuvieran que ayudarlo en casi todas las
asignaturas, como para decirles que ese tiempo que habían
invertido en él, no valía para nada.
Antes de dejarse llevar por la desesperación, abrió la
aplicación de mensajes y tecleó rápidamente pidiendo ayuda.
Dos minutos después, la puerta de la biblioteca se abrió y
apareció Rian. En cuanto lo vio, fue hasta su lado y se sentó en
una de las sillas de la mesa donde estaba Aiden.
—Has venido —dijo este a modo de saludo, con la voz
cargada de alivio.
—Me llamaste —respondió Rian, como si aquello fuera lo
más normal del mundo—. ¿Qué te pasa?
Rian tenía el rostro serio y parecía preocupado. Iba vestido
con un pantalón corto y una camiseta, que se parecía bastante
a la ropa con la que dormía, y el pelo lo tenía mojado.
Posiblemente estaba a punto de meterse en cama. Parecía que
acababa de dejar todo a medio hacer para ir en su búsqueda.
—He suspendido Física.
—¿Y por qué me llamaste a mí y no a tus amigos?
—Tú también eres mi amigo.
—Ya, pero a mí no me llamas para estas cosas.
Aiden desvió la mirada antes de contestar.
—No he podido decirles la verdad. Les he dicho que había
aprobado para que se pudieran ir a cenar tranquilos y no se
tuvieran que quedar aquí conmigo, perdiendo el tiempo.
Rian asintió y le cogió la libreta que estaba encima de la
mesa. La abrió por una de las páginas al azar y estuvo
echándole un vistazo a los ejercicios que tenía hechos. Unos
minutos después, cerró la libreta, se la metió debajo del brazo
y se puso en pie.
—Vamos.
—¿A dónde?
—A mi habitación. No podemos estar más tiempo aquí.
—Tampoco puedo ir a tu habitación.
—Eso solo si te pillan. Vamos —apremió Rian,
colocándose la mochila de Aiden en el hombro y echando a
andar.
Cuando Aiden lo alcanzó, Rian lo miró con curiosidad.
—¿Estás triste por el examen?
—Sí.
—No deberías. Todo el mundo suspende.
—Ya, pero últimamente parece que siempre suspendo yo.
Llegaron a la habitación de Rian, quien abrió la puerta y la
sujetó para que Aiden pasara.
—Eso no es así. Además, te recuerdo que voy a repetir
curso —dijo mientras cerraba la puerta tras ellos.
—Yo no te he pedido que hicieras eso —dijo de pronto
Aiden a la defensiva—. Si vas a echarme en cara eso ya
puedes irte un poco a la mierda.
No sabía si era porque estaba afectado por la nota del
examen, o le preocupaba que las decisiones que Rian estaba
tomando, afectaran de alguna manera a su relación.
—No lo decía en ese plan, no llores —dijo Rian pasándole
la mano por la mejilla, limpiándole las lágrimas de las que no
aún no había sido consciente.
—No lloro —contestó pasándose el puño de la chaqueta
por la cara.
—Yo te estoy viendo llorar.
—Pues usa gafas.
—No seas idiota. Estamos aquí para solucionar el
problema de tu examen. Yo te voy a ayudar, como si es
necesario que pasemos toda la noche despiertos hasta que lo
entiendas. No me voy a ir a ningún lado.
—Vale.
—¿Por qué dices vale si sigues llorando?
—No quiero que repitas por mi culpa.
—No es tu culpa, es mí decisión. Solo intentaba animarte.
—Pues no me hace gracia. Además, siendo como eres,
igual cualquier día te enfadas y me lo echas en cara.
—Eso no va a pasar —hizo una pausa, levantando las cejas
—. ¿Y cómo soy?
—Un poco imbécil y bastante gruñón.
Rian sonrió.
—Anda, ven aquí —dijo estirando un brazo y atrayendo a
Aiden a sus brazos—. No te voy a echar nada en cara porque
ha sido mi idea. Sabes que quiero seguir compitiendo contigo
durante mucho tiempo. Para mí, un año, no es nada. Si
queremos lograr entrar en un equipo profesional, es mejor que
estemos entrenando juntos el máximo tiempo posible. ¿Acaso
no es lo que tú también quieres?
Aiden asintió y enterró la cara en el hombro de su
compañero. Era cálido y reconfortante.
—Pues entonces no te preocupes por eso. Sé que muchas
veces me he portado bastante mal contigo, pero quiero que
sepas que estoy de tu lado. Todavía estoy aprendiendo a
demostrártelo y a actuar en consecuencia —Rian le acarició
con cariño la cabeza—. Solo tienes que ser un poco paciente
conmigo.
Aiden se sorbió los mocos algo más tranquilo. Se había
dado cuenta hace mucho tiempo que las palabras sin hechos no
valían de nada, pero él era consciente de todo lo que estaba
poniendo de su parte. Además, sus intenciones las podía
percibir perfectamente a través del vínculo y eran fuertes y
sinceras. Él le creía. Siempre le creía.
—¿Te apetece ver un rato la tele? —preguntó Rian,
intentando distraerlo.
—¿Y el examen?
—Creo que por esta noche ya has estudiado suficiente. Es
mejor que lo dejes por hoy, que duermas y descanses para
afianzar todo lo que has aprendido y mañana estaré contigo
todo el día si es necesario, explicándote todo lo que no
entiendas. Nos levantaremos pronto y nos pondremos a
estudiar.
—Vale —aceptó Aiden sin protestar. Se encontraba
bastante cansado para seguir delante de un libro—. ¿No
debería irme a mi cuarto?
—Quédate. Ya pasan de las once y así mañana no tendrás
que aporrear mi puerta temprano.
—Puedo aporrearte a ti directamente —añadió con una
ligera sonrisa.
—Exacto.
—Vale —aceptó agradecido.
—Venga, quítate el uniforme que te voy a dejar una
camiseta y un pantalón para dormir —dijo separándose de él y
yendo hasta el armario.
Después de rebuscar un poco, le tiró una camiseta negra y
un pantalón corto a juego.
—Está limpia. Puedes darte una ducha si quieres —
comentó señalando el baño.
—¿No la vas a usar tú?
—Yo me duché antes de ir a por ti. Justo cuando me
escribiste acababa de salir. Ve, yo mientras voy a poner algo
para ver en el portátil.
Aiden se metió en la ducha y puso el agua bien caliente,
intentando relajarse. No podía hacer nada para cambiar lo que
había pasado. Tampoco era tan grave. Todo tenía solución.
Con la ayuda de Rian todo iría bien. Estaba seguro de ello.
Cuando salió de la ducha estaba bastante más tranquilo. Ya
no quedaba rastro de las lágrimas que hasta hacía unos
minutos se negaban a abandonar su rostro. La ropa que le
había dejado Rian le quedaba perfectamente, se notaba que
eran exactamente de la misma altura. El pantalón corto era
flojo y cómodo y, la camiseta era holgada y olía de maravilla.
Al volver a la habitación, se encontró a Rian a oscuras,
sentado sobre la cama, utilizando el ordenador.
—¿Lev no duerme hoy aquí? —preguntó Aiden al ver la
cama vacía de su compañero.
—No lo sé. Igual vuelve. Por si acaso, dormiremos los dos
en mi cama. ¿Prefieres pared o pasillo?
—Pared —contestó Aiden antes de subirse a la cama y
meterse debajo de las sábanas.
Todo olía a Rian. La almohada, las sábanas, la colcha,
incluso la camiseta que tenía puesta. Una mezcla entre limpio
y lavanda.
Rian puso el ordenador entre ellos y se tapó con la colcha.
—¿Qué vamos a ver? —preguntó Aiden poniéndose
cómodo.
—Un anime de vóley.
—No sabía que eras fan del anime.
—Si no te gusta, puedo poner otra cosa.
—Que va, me parece bien.
Media hora después, Aiden ya estaba más dormido que
despierto. El ordenador seguía reproduciendo la serie, pero
hacía un rato que él mantenía los ojos cerrados.
—Oye, Rian —lo llamó bajito.
—Dime —contestó susurrando.
—Gracias por intentar ser un buen amigo.
Aiden no llegó a escuchar la respuesta que le dio Rian,
pero supuso que había sido algo bonito.
◆◆◆

Cuando Aiden se despertó por la mañana, su cabeza


descansaba sobre el brazo de Rian. No estaba seguro de cómo
habían acabado en esa posición, pero, cuando se llevó la mano
a la cara para despejarse, se dio cuenta que tenía restos de
babas en la cara.
Imaginándose lo que había pasado, Aiden se incorporó de
golpe y se fijó en el brazo de su compañero. Se lamentó en
silencio mientras buscaba algo para remediar la situación. Por
suerte, localizó un paquete de pañuelos encima del escritorio.
Antes de que pudiera reaccionar, Rian abrió los ojos
ligeramente y lo miró con gesto confundido.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó al verlo
de rodillas, con una mano apoyada en la mesa del escritorio y
el cuerpo en equilibrio por encima del suyo.
Sin darle la oportunidad de responder, Rian giró la mirada
hacia su brazo y frunció el ceño. En ese momento, Aiden se
murió de la vergüenza. Había babeado en el brazo de Rian y él
se había dado cuenta. Definitivamente, ya lo había vivido
todo.
CAPÍTULO 46
JULIO

No dejo de mirarte ni un segundo


Cuando tú estás desaparece el mundo
Salir con vida - Morat, Feid

El ataque combinado se hizo totalmente efectivo a


mediados de julio y no había sido nada similar a lo que habían
hecho en otras ocasiones. No necesitaron que sus manos se
tocasen. No necesitaron comentarlo previamente. Ni siquiera
tuvieron que mirarse, fue algo totalmente instintivo. Como un
pestañeo.
Estaban en mitad de un duelo con un simulador, algo muy
parecido a la prueba de clasificación del torneo. Llevaban un
par de semanas aumentando el nivel de los oponentes, pero
aquel día estaba siendo especialmente complicado. Aiden
respiraba con dificultad después de haber dejado fuera de
juego al último de sus contrincantes. Todavía le quedaba
mucha energía, pero estaba ligeramente cansado. Miró a su
compañero, que todavía estaba esforzándose por hacerse con
la victoria.
Se habían ido turnando los rivales, uno para cada uno, y
parecía que, el oponente de Rian, era el último, el más fuerte
de todos. Eso explicaría por qué parecía que Rian no era capaz
de deshacerse de él. Aiden se puso a fijarse en todos los
movimientos de su compañero. Analizó cada ataque, cada
bloqueo, hasta que se dio cuenta de algo que llevaba pensando
un tiempo. Después de estar un rato combatiendo, la magia de
Rian perdía potencia y ese debía de ser uno de los motivos
principales por los que siempre utilizaba la cantidad justa de
energía…
Rian bloqueó un hechizo del rival en el último momento,
lo que le hizo tambalearse y tropezar, terminando, cayendo de
culo. En ese momento, su rival se abalanzó sobre él. Aiden y
Rian levantaron la mano a la vez. Uno para defenderse y el
otro como acto reflejo para proteger a su compañero. Y sin
que ninguno de los dos lo hubiese planeado, de la palma de
Rian salió toda la energía de Aiden, pulverizando al rival, y
haciéndolo rodar hacia atrás.
Después de eso, todo pasó como a cámara lenta. La
simulación paró y Loan se acercó a ellos, diciéndoles cosas,
pero Aiden no era capaz de retener ni una de sus palabras.
Parecía como si estuviera bajo el agua. Se miró la palma de
nuevo. Notaba el cosquilleo de la magia en sus dedos, y el
ligero temblor de siempre, pero él no había hecho nada.
Apretó el puño, siendo consciente por primera vez de la
magnitud de su poder. Supo que si pudiera controlar toda la
energía que tenía dentro… Sería imparable.
Buscó con la mirada a Rian, que no le quitaba los ojos de
encima desde el otro extremo de la zona de combate. Todavía
estaba tirado en el suelo, pero en su mirada pudo ver la
admiración que sentía. Se sonrieron mutuamente y el corazón
de Aiden dio un latido de más.
Loan ayudó a Rian a levantarse y todo volvió a la
normalidad.
—Enhorabuena chicos. Lo habéis logrado —estaba
diciendo el entrenador cuando Aiden fue de nuevo consciente
de su alrededor.
—Ha sido… —intentó decir Rian, mirándose la palma de
la mano, pero no encontró palabras para seguir.
—Lo habéis hecho genial —terminó el profesor por él,
dándole una palmadita en la espalda, antes de acercarse a
Aiden—. ¿Estás bien? Te veo muy callado.
—Ha sido… mágico —dijo el joven todavía impactado.
Aquellas palabras le sacaron una risa a Loan, que le puso
una mano en el hombro y le apretó con afecto.
—No sé si eres consciente de todo lo que has mejorado
este año, Aiden, pero lo que ha pasado hoy solamente es el
fruto de todo tu esfuerzo y dedicación. Llegarás lejos,
posiblemente tanto como te propongas. Estoy muy orgulloso
de ti —le dijo Loan antes de darle una palmada en la espalda
como había hecho previamente con Rian y dirigirse hacia su
despacho—. Estoy muy orgulloso de los dos. Nos vemos el
lunes. Descansad.
Aiden se llevó una mano al pecho, donde el corazón le
latía a toda velocidad. Intentó por todos los medios, retener
aquellas lágrimas que estaban a punto de salir, pero no lo
consiguió. Lo habían logrado. Al fin. Bajó la cabeza,
ocultando su rostro, pero su compañero ya había notado los
sentimientos que tenía y estaba en frente a él.
—No llores —le dijo con la voz suave, con tacto—. ¿Por
qué siempre lloras?
—No lloro de tristeza, simplemente…estoy feliz.
—Lo sé, pero si eres feliz no deberías llorar.
—No estoy llorando a propósito es solo que… Después de
todo lo que he pasado… Después de todas las veces que me
han dicho que no lo conseguiría, de todas las veces que me
dijeron que no valía para esto…Yo….he podido —un sollozo
le salió de la garganta al terminar de hablar.
Rian lo agarró por el cuello y lo atrajo hacia él,
envolviéndolo en una especie de abrazo. Aiden apoyó la frente
en su hombro y, a pesar de que tenía la camiseta empapada por
el sudor, aquello no le molestó. Era reconfortante. Sentir a
Rian a su lado lo tranquilizaba más que cualquier otra cosa,
aunque no entendía por qué. Nunca había sido una persona a la
que le disgustarse el contacto físico, pero con Rian era
especialmente permisivo. Además, estaba seguro de que Rian
no había abrazado a ninguna otra persona desde hace mucho
tiempo. Y por algún motivo, aquello tampoco le desagradaba.
Ser la excepción de alguien, lo hacía sentirse especial.
Por primera vez, tenía lo que siempre había soñado. Estaba
mejorando a pasos agigantados y era consciente de ello. Tenía
un compañero de equipo que no podía ser mejor, literalmente.
Y aquello solo acababa de empezar. Tenían muchos años por
delante para seguir creciendo, mejorando, hasta convertirse en
profesionales.
—He sabido que eras increíble desde la primera vez que
utilizaste tu poder delante mía —dijo Rian, separándose de él
y mirándolo a los ojos.
—Eso no es verdad.
—Sí que lo es y lo he sabido todas las veces que he
luchado contigo. Incluso aquella vez en la cafetería, cuando
terminaste empapado en chocolate.
—¿Tenías que sacar ese tema? Creí que habíamos
acordado no volver a mencionarlo.
—Shh, calla. Incluso aquel día, pude ver tu potencial. Cada
vez que concentras tu poder, el ambiente de la habitación
cambia.
—¿A qué te refieres? —preguntó Aiden confuso. de
repente.
—Es muy complicado de explicar. Es como si la
temperatura aumentara un par de grados. Como si se levantara
una ligera brisa, la típica que aparece justo antes de que
empiece la tormenta. Y de repente, todo se llena de hilos
dorados…
—¿De qué estás hablando?
—Es como si tu magia estuviera en forma de hilos dorados
que se extienden por toda la habitación. Ocupan todo el
espacio, es algo que no he visto nunca. Hace un rato, justo
cuando estaba tirado en el suelo, a punto de perder contra esa
simulación, toqué uno de esos hilos con la mano y sentí tu
poder. Lo sentí en la palma de mi mano y pude utilizarlo.
—Hilos dorados con mi poder —repitió Aiden intentando
comprenderlo.
—Sí.
—¿Y dices que solo aparecen al activar mi magia? —al
ver que Rian asentía se quedó unos segundos en silencio antes
de hacerle una propuesta—. Entonces voy a concentrar
energía, a ver qué pasa.
Aiden se abstrajo, dejando que la magia se reuniera en él,
como si fuera a realizar un ataque, pero no hizo nada. Cuando
sintió que su poder estaba listo para ser utilizado, asintió,
mirando a Rian directamente.
—Ahora mismo te brillan los ojos. No lo entiendo. ¿Por
qué te brillan los ojos?
Aiden se rio y perdió la concentración. Al menos, en aquel
momento, ya no estaba llorando.
—Si me haces reír me desconcentro —se quejó Aiden
limpiándose los restos de las lágrimas de sus mejillas—. ¿Por
qué me miras así?
—¿Cómo te miro? —preguntó serio, como si aquella
pregunta le pillara de sorpresa.
—No sé, así, como lo estás haciendo ahora.
—Y, ¿cómo quieres que te mire? —preguntó Rian como si
realmente quisiera saber la respuesta, pero Aiden no supo qué
decir.
—¿Volvemos a intentar el tema de los hilos?
—Dale.
Aiden volvió a concentrar su poder, pero aquella vez con
los ojos cerrados. No era capaz de mirar a su compañero sin
desconcentrarse por completo.
—¿Qué ves? —le preguntó Aiden.
—Miles de hilos dorados —respondió Rian, sobrecogido.
—¿Puedes tocar uno?
Aiden notó el momento exacto en el que Rian lo hizo. No
lo estaba tocando físicamente y aun así, notaba el calor del
contacto. Cuando abrió los ojos, Rian estaba concentrando
cientos de bolas de energía a su alrededor. Las hacía girar a
toda velocidad. Era similar a la exhibición que había hecho el
día que se conocieron, pero a la vez muy diferente. La
magnitud del poder era mil veces mayor. Parecía que estaban
en el centro de un huracán. A su alrededor todo estaba en
calma, pero a un metro de distancia… Todo era caos.
—No rompas nada —le avisó Aiden, sin apartar la mirada
de su compañero.
—Tengo control absoluto sobre tu poder. No pasará nada
—dijo confiado.
—Vale.
—Vale.
—Dorados.
—¿Dorados?
—Sí, tus ojos se vuelven dorados cuando usas tu poder de
esta forma.
CAPÍTULO 47
AGOSTO

Yo que juré no enamorarme más en la vida


Rompí el juramento al verte a ti.
Tú - Air Mango

Con la llegada de agosto y las vacaciones de verano, el


Bhainn Daiocht quedó prácticamente vacío. Muchos alumnos
se habían desplazado a sus casas, al menos los que no tenían
asignaturas pendientes o competiciones a la vuelta de la
esquina, como era el caso de Aiden y Rian.
Después de que consiguieran sincronizarse a la perfección,
habían empezado a entrenar todavía más duro, pero todo se
había vuelto ligeramente más fácil. Además, su relación
también había evolucionado y Aiden ya veía a Rian como uno
de sus mejores amigos. No solamente entrenaban muchas
horas al día, sino que habían empezado a pasar tiempo extra
juntos, ya fuera para cenar en la cafetería, ir a andar en bici los
fines de semana o simplemente sentarse en la azotea a hablar.
O irse de viaje, que era lo que estaban haciendo en aquel
momento. Se habían subido a un avión aquella mañana en
dirección a Byport, la ciudad costera donde había nacido
Aiden y en donde iban a realizar una pequeña exhibición en el
club de duelos al día siguiente.
A pesar de que no era un viaje muy largo, a Aiden se le
estaba haciendo eterno. Llevaba muchos meses sin volver a
casa y en aquella ocasión, le hacía especial ilusión poder
enseñarle todo a Rian.
—¿Vas a parar quieto? —le dijo Rian un momento
después, colocándole una mano en la rodilla impidiéndole que
pudiera seguir moviendo la pierna—. Vas a acabar enfadando
al señor que está sentado en el asiento de delante como no
pares un poco.
—Es algo que hago de forma inconsciente —se quejó
Aiden.
—Lo sé, por eso te lo estoy diciendo. ¿No quieres ver un
rato la tele conmigo? —le preguntó mientras le ofrecía uno de
sus cascos.
—¿Qué estás viendo? —preguntó mirando con curiosidad
la pantalla que sostenía Rian entre las manos.
—Una peli. Es un thriller.
—¿Está bien?
—Claro, si no, no estaría viéndola.
—Te gusta mucho ver series y pelis, ¿no?
Rian levantó la mirada, pensativo.
—Bueno, sí, en cierta manera sí. De pequeño no tenía
demasiado tiempo para hacerlo y ahora que puedo lo disfruto
mucho —dijo encogiéndose de hombros, como restándole
importancia.
—¿Por qué no tenías tiempo?
—Bueno, lo que ya te conté. Entrenamientos muy largos y
duros, clases particulares, ayudar a mis padres en casa… Si
mis padres me veían sentado en el sofá sin hacer nada,
rápidamente me encontraban algo que hacer —Rian sonrió con
nostalgia—. Con el tiempo aprendí a mantenerme ocupado.
—Qué curioso —añadió Aiden con una pequeña sonrisa.
—¿El qué? —Rian apagó la pantalla donde estaba viendo
la película, centrando toda su atención en él.
—En mi caso fue exactamente al revés —explicó y se pasó
una mano por el pelo, revolviéndolo—. Cuando no tenía magia
me pasaba muchas horas delante del televisor. No tenía nada
que hacer y pasaba demasiado tiempo solo en casa.
—Pero ¿no me habías dicho que quisiste ser duelista
porque lo viste en la tele? —preguntó Rian, frunciendo el
ceño, confuso.
—Sí —asintió.
—Pero ahí ya tenías magia.
Aiden se revolvió en el asiento. No sabía muy bien como
colocar las piernas y ninguna posición le parecía lo suficiente
cómoda. Al final, terminó subiendo un pie al asiento y
rodeando rodilla con las manos.
—Sí, pero me sentía muy perdido. Toda mi vida quise ser
un gran mago y con el tiempo me tuve que olvidar de mi sueño
—Aiden cerró los ojos unos segundos antes de seguir—. No
tuve más remedio. Cuando mis poderes se despertaron…
Imagínate. Tenía trece años y mi vida cambió de la noche a la
mañana. No sabía nada de profesiones mágicas, de los
caminos que se me habían abierto de golpe… Fueron
demasiadas cosas de repente. No lo supe gestionar bien.
Aiden negó con la cabeza mientras una pequeña sonrisa le
adornaba el rostro. Mantenía muchos recuerdos de aquella
etapa de su vida, aunque había empezado a sustituirlos por
otros nuevos.
—Eso está claro. Yo no me imagino cómo reaccionaría si
me dijeran que mañana voy a perder mi magia. Me imagino
que tú sentirías algo similar.
Aiden no pudo contestar y apretó fuerte el puño. Justo
aquella pregunta le provoca más inseguridades de las que
podía manejar en aquel momento. No quería pensar en eso.
Prefería dejar las preocupaciones para otro día.
Estuvieron viendo aquella película los últimos cuarenta
minutos de vuelo y cuando la tripulación anunció que
empezaban el descenso, los créditos aparecieron en la pantalla.
—Me muero de ganas de llegar —dijo Aiden sonriendo,
mirando por la ventana, intentando reconocer algo del paisaje.
—Yo también tengo ganas —añadió Rian, dejándose llevar
por la emoción de su compañero.
Aiden no sabía si realmente estaba emocionado por todo
aquello o simplemente era un espejo de sus emociones
reflejadas a través del vínculo, pero fuera lo que fuese, Rian
parecía feliz.
Tan pronto como el avión tocó suelo, Aiden ya se estaba
desabrochando el cinturón para salir de allí lo antes posible.
—¿A dónde te crees que vas? —preguntó Rian
manteniéndolo en su sitio—. Abróchate el cinturón que
todavía no podemos levantarnos.
—¿Por qué eres siempre tan gruñón?
—¿Por qué no piensas nunca antes de actuar?
Aiden se puso de morros y se dejó caer en el asiendo de
nuevo. No era capaz de controlar la emoción. Menos mal que
apenas diez minutos después, estaban saliendo de la terminal.
El mago buscó con la mirada a su madre y, en cuanto la vio a
un par de metros, esperando por ellos, salió corriendo y la
abrazó con cariño.
—Hola, mamá, gracias por venir a buscarnos.
—Qué ganas tenía de verte, tesoro —dijo Hanna mientras
se separaba de él y lo miraba de arriba a abajo—. Has crecido.
Y estás más fuerte. ¿Estás seguro de que estás comiendo bien?
Tienes la cara más delgada.
—Que sí, mamá, no seas pesada —dijo Aiden sonriendo,
mientras se giraba buscando a Rian que estaba a un par de
metros de ellos sin saber muy bien cómo actuar—. Mamá, te
presento a Rian, mi compañero —lo presentó Aiden orgulloso.
—Hola, Rian, Aiden me ha hablado mucho de ti —dijo
Hanna acercándose al chico y dándole un apretón de manos—.
Me alegro mucho de conocerte al fin.
—Encantado —respondió Rian con una sonrisa,
ligeramente fingida, en los labios lo que le sacó una pequeña
carcajada a Aiden—. Tú, calla —añadió al ver a su amigo
riéndose de él.
—Venga, vamos a casa, que en un rato tengo que volver a
la oficina y quiero dejaros más o menos instalados —dijo
Hanna, empezando a andar hacia el coche.
—No hace falta que hagas nada, mamá, con tal de que nos
dejes en casa ya nos apañamos nosotros.
—Me habría gustado dejaros la comida hecha, pero esta
mañana hemos tenido varias emergencias y se me ha
complicado el día.
—No te preocupes —aquello era lo de siempre, ya no le
extrañaba. Seguramente al día siguiente tampoco estuviera,
pero en aquel momento tenía a Rian para estar con él.
Se subieron al coche y Hanna arrancó de camino a casa.
No había mucho tráfico a aquellas horas del día por lo que, en
apenas quince minutos, el coche paró en doble fila delante del
portal donde vivía.
—Coge dinero del bote y lleva a Rian a comer.
Aprovechad que hace buen día e id hasta la playa y por la
noche, si me da tiempo, iré a cenar.
—Ambos sabemos que no llegarás a tiempo —contestó
Aiden sin reproche en su voz.
—Te prometo que, pase lo que pase, mañana sí cenaremos
juntos, ¿vale? He comprado tarta.
—Vale. Nos vemos luego entonces.
—Pasadlo bien —dijo sonriendo antes de que ambos se
bajasen del coche.
Aiden despidió con la mano a su madre mientras se alejaba
en el coche. Cuando ya se había alejado lo suficiente, se dio la
vuelta y miró a Rian.
—¿Vamos?
—Claro.
Ambos entraron al portal y subieron al quinto piso en el
ascensor. Cuando Aiden metió la llave en la cerradura para
abrir la puerta, le entró un poco de morriña. Todo le iba bien
en aquel momento, pero no podía evitar echar de menos todo
lo que había dejado atrás.
El apartamento no era muy grande, pero era amplio y
espacioso. Tenía dos habitaciones, un despacho, un salón-
cocina y dos baños. Además, al ser un piso elevado y tener
múltiples ventanales, la luz llegaba a todos los rincones.
Una vez dentro, guio a Rian hasta su habitación. A pesar
de que había tenido miedo de que su madre se deshiciera de la
mayoría de sus cosas, todo estaba exactamente igual que la
última vez. Su batería en una esquina, sus dos guitarras, su
colección de monedas encima del armario, los posters de
duelistas famosos pegados en la pared… Rian contemplaba
todo en silencio, si algo le había llamado la atención su rostro
no lo demostraba.
—Si no quieres compartir cama, puedo dormir en el sofá
sin problema —dijo Aiden.
—Vaya tontería. Ni que fuese la primera vez.
—Ya bueno, yo te lo ofrezco igualmente.
Rian negó con la cabeza, pero sonrió.
—Esta habitación es muy tú.
—¿Por qué lo dices?
—No sé. Tienes un montón de instrumentos porque te
encanta la música. Y todos esos posters demuestran tu
obsesión con los duelos. Y si hablamos de esa colcha de
dinosaurios demasiado infantil para tu edad, ya terminamos de
describirte a la perfección —Rian sonrió cuando Aiden le dio
con el puño en el brazo por meterse con su colcha.
—Pero si es genial —protestó Aiden.
—Ya, sí que lo es —reconoció mirándolo a él y no a la
colcha.
Después de dejar las mochilas en la habitación, salieron a
comer. Fueron hasta un pequeño restaurante de la playa y
después de comprar unos bocadillos, comieron sentados en el
muelle, mirando al mar.
Era algo increíble. Nunca había pensado que el mar era
algo que fuera a echar de menos cuando no lo tuviera cerca. A
fin de cuentas, a pesar que había vivido toda la vida a pocos
kilómetros de él, apenas iba un par de veces al año a la playa.
En aquel momento, disfrutando del sonido de las olas al
romper contra las rocas, el olor del mar y la brisa cargada de
sal agitándole el pelo, no pudo evitar sentir lo mucho que
había extrañado aquella sensación. Definitivamente, no se
imaginaba vivir en un lugar en el interior del país.
El resto de la tarde se la pasaron dando vueltas por la
ciudad. Aiden le enseñó a Rian todo: la escuela de magos a la
que fue, el parque donde descubrió que tenía poderes, el lugar
donde salía a correr antes de entrar en la escuela superior…
Estuvieron andando toda la tarde hasta que empezó a
anochecer.
Poco antes de las nueve de la noche, Aiden recibió un
mensaje de su madre diciéndole que no esperaran por ella para
cenar por lo que decidieron volver a casa y pedir una pizza.
Rian, como siempre, se había ofrecido voluntario para
elegir qué ver mientras comían. Al final, se habían decantado
por una comedia bastante divertida que le sacó a Aiden varias
carcajadas. Incluso, en una ocasión, se acabó atragantando con
la pizza.
Al terminar de cenar, apagaron la luz y siguieron viendo la
película. Cuando Aiden se quiso dar cuenta, Rian le estaba
agitando ligeramente el hombro para despertarlo.
—¿Qué pasa? —preguntó algo desubicado, todavía medio
dormido.
—La película ya terminó y tú llevas una hora durmiendo.
Vamos a la cama.
—Uf, qué pereza.
—No pienso llevarte, así que espabila.
—Voy, voy —resopló el chico, haciendo un esfuerzo
titánico por levantarse del sofá.
Aiden tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad
para llegar hasta su cama. Se puso el pijama y se metió debajo
de las sábanas rápidamente y Rian no tardó en unirse a él.
—¿Quieres ver algo? —preguntó Aiden—. Puedo coger el
portátil.
—No, no hace falta. Quería enseñarte algo.
—¿El qué?
—Espera.
—¿Espero a qué?
—Tú espera.
—Vale. ¿Ya?
—Aún no.
—¿Cuándo va a ser?
—En un momento, no seas impaciente.
—Sabes que sí que soy impaciente.
—Lo sé.
Rian sonreía mientras miraba al techo y Aiden no sabía
cuánto tendría que esperar. Odiaba esperar.
—Ya —dijo Rian de pronto.
—¿Ya?
—Sí, ya son las doce. Feliz cumpleaños, Aiden.
El chico notó como la calidez le subía por el pecho.
Mentiría si dijera que aquello no significaba nada para él. Rian
se había acordado de su cumpleaños, a pesar de que no lo
habían vuelto a mencionar en los últimos meses.
—Gracias.
—Tengo algo para ti —dijo Rian sacando de la mochila un
pequeño paquete.
Tenía el tamaño y la forma de un libro, pero estaba
envuelto con papel de regalo y Aiden no podía saberlo con
seguridad.
—No tenías porqué regalarme nada —respondió Aiden
emocionado.
—Y tú no tendrías que haberme ido a buscar a mi pueblo
después de todo lo que te hice y aquí estamos —Rian le tendió
el paquete que estaba sosteniendo—. Es una tontería, no te
esperes gran cosa.
Aiden notaba cómo le temblaban los dedos mientras
rompía el papel. Cuando consiguió deshacerse de él, vio un
pequeño álbum de fotos. Lo abrió y empezó a pasar las
páginas sin decir nada. En él se podían ver diez imágenes del
torneo, donde salían ellos dos. Ninguna foto era posada, ya
que no habían sido conscientes en ningún momento que les
estaban sacando fotos, y quizás la naturalidad de estas fue lo
que más le gustó a Aiden. Había fotos desde el momento en el
que salieron del vestuario, en la simulación, en el momento en
el que salían del estadio principal para dirigirse a Ogon, justo
antes de bajar a la Arena por segunda vez, varias en mitad del
combate…
En ese momento, fue consciente de que, a pesar de los
nervios, él salía riendo en prácticamente todas las fotos y Rian
no le sacaba la vista de encima.
—Vaya, sí que estuviste pendiente de mí durante todo el
combate —dijo bromeando.
—Cállate —respondió Rian mientras lo empujaba
ligeramente—. Estabas demasiado nervioso para dejarte solo.
—Será eso —contestó sonriendo aunque, en aquel
momento, no se imaginaba ninguna otra razón.
La última foto era del momento en el que perdieron el
combate. Estaban los dos tirados en el suelo, sin fuerzas, pero
sonriendo y chocando el puño con la promesa de que la
próxima vez lo harían mejor.
—Muchas gracias por el regalo —dijo finalmente, dejando
caer la cabeza sobre el hombro de Rian—. Me ha gustado
mucho.
—Me alegro —respondió Rian con un susurro y apoyó la
cabeza en la Aiden.
—Oye.
—Dime.
—Este año quiero que nos saquemos una foto.
—Claro.
—Y quiero que me la firmes.
Rian se separó de él y lo miró confundido.
—¿Para qué quieres que te firme una foto?
—Quiero que el primer autógrafo que firmes, sea para mí.
Aiden podría jurar que lo vio sonrojarse antes de apartar la
mirada, apagar la luz y colocarse mejor sobre los cojines.
Parecía algo avergonzado.
—Vale, pero tú tienes que hacer lo mismo.
Aiden sonrió, feliz.
—Dalo por hecho.
CAPÍTULO 48
YUKI Y STELLA

Enmascarando tantas cicatrices


Difuminando la promesa de que llegarían tiempos felices
Las cometas siempre vuelan en agosto – Morat

Aquella mañana era día de torneo, pero por primera vez,


Aiden no iba a ser uno de los magos que participaran. Yuki y
Stella habían sido invitados a un torneo escolar, organizado
por una asociación de ex deportistas de élite.
Se habían levantado temprano y llevaban varias horas de
camino. A pesar de que solamente iban a competir dos
personas, el resto del equipo iba para observar y aprender, al
menos es lo que les estaba repitiendo Loan desde entonces. El
entrenador tenía muchas ganas de que pudieran observar un
duelo desde fuera.
Aiden estaba tarareando la canción que sonaba en la radio,
mientras movía la pierna al ritmo de la música. Thiago, que
estaba sentado a su lado, lo miraba con mala cara.
—Aún no hemos llegado y ya haces que tenga ganas de
volver.
—Ahora sabes cómo me siento yo el cien por cien del
tiempo —añadió Rian, metiéndose en la conversación.
—Entre tú y él, no sé quién de los dos sale mejor parado
en una comparación… —replicó Thiago con gesto de burla en
la cara.
—Creo que en la comparación, —añadió Eire, sin desviar
la mirada de la ventanilla—deberías incluirte también.
Thiago bufó como respuesta y Aiden soltó una carcajada.
Ya se estaba divirtiendo y el día acababa de empezar.
El evento se celebraba en una de las escuelas privadas más
importantes de la zona, de la cual se graduaban la mayoría de
los hijos de políticos del país. El edificio era moderno y
contaba con todas las comodidades. Además, tenían un
pabellón anexo, donde se celebraría el combate. A pesar de
que a Aiden no le habría importado perderse por los pasillos
del colegio, los organizadores dirigieron al Kettou
directamente a las gradas.
En cuanto se sentaron en las butacas reservadas para ellos,
Aiden se fijó que se estaba celebrando un duelo en aquel
momento. A pesar de que no estaba muy enterado de las
clasificaciones de las ligas inferiores, estaba seguro de que se
trataba del Seong contra el Duzem. No le hizo falta ver mucho
para darse cuenta de que iban muy igualados. Aunque no
serían los próximos rivales del Kettou, el vencedor de ese
combate sería uno de los finalistas. En caso de que Yuki y
Stella consiguieran ganar los suficientes combates y llegaran
hasta la final, tendrían que luchar contra el ganador de ese
duelo. Ese era uno de los motivos por el cual Aiden estaba
intentando prestar toda la atención del mundo, quería ayudar a
sus compañeros a encontrar una opción. Rian estaba sentado a
su lado, mirando sin mucho interés.
—No entiendo por qué hacen esos movimientos —dijo
señalando con el dedo—. Están desperdiciando energía sin
sentido.
Aiden se encogió de hombros.
—Cada uno tiene una forma de combatir…
—Sí, están los que lo hacen de forma correcta y los que
no.
Aiden negó con la cabeza, sonriendo.
—Es increíble lo poco que te cuesta protestar por todo.
El duelo terminó poco después con la victoria del Seong y
empezaron los combates del segundo grupo, entre los que
estaban Yuki y Stella. Desde las gradas, podían ver
perfectamente la zona de la Arena y tenían una perspectiva
totalmente diferente. Cuando competían, ellos estaban dentro
del terreno. En aquel momento, era como si estuvieran viendo
todo desde una cámara aérea.
Después de que Loan les diera un par de indicaciones a
Stella y Yuki, los dos magos se aproximaron a la zona de la
Arena habilitada para el Kettou. No sabían qué clima se
encontrarían del otro lado de la barrera, pero ninguno de los
dos parecía preocupado por ello.
—Ojalá tengan suerte —susurró Eire, cruzando las manos
sobre las rodillas, nerviosa.
No tendrían que esperar mucho tiempo para averiguarlo.
Aiden movía la pierna, nervioso. No iba a competir, pero era
como si formara parte de ello.
El sonido que indicaba el inicio del duelo resonó por todo
el pabellón y los dos magos avanzaron hacia la zona ampliada.
En aquel caso, estaban en unas praderas. No había
absolutamente nada a su alrededor, solo cientos y cientos de
metros de hierba, en un terreno completamente plano.
—En guardia —gritó Yuki nada más puso un pie en aquel
lugar y, gracias a eso, Stella puso activar el escudo que la
protegió del primer ataque de los rivales.
—Pero qué coj… —protestó ella mirando cómo los dos
magos del equipo rival les atacaban sin contemplaciones desde
la distancia.
En aquel terreno no tenía cabida ninguna estrategia,
solamente la fuerza. Stella extendió el escudo a su alrededor,
protegiendo también a Yuki. De este modo, su compañero
podía centrarse en atacar sin estar preocupado constantemente
por tener las defensas levantadas.
—No entiendo. ¿Por qué habrán elegido un terreno como
este? —preguntó Aiden mientras observaba detenidamente los
primeros minutos de combate.
—No creo que nada en un duelo deba de tener sentido.
Solamente tienes que demostrar ser el mejor mago —
respondió Rian, prestando atención.
Aun así, Aiden no estaba del todo convencido, pero
tampoco podía hacer mucho más en aquella situación, no
estaba en su mano hacerse con la victoria. Si querían llegar a
la final no tenían más remedio que vencer en aquel terreno.
Los minutos empezaron a correr demasiado rápido y
cuando se quisieron dar cuenta ya pasaba media hora desde
que había empezado.
Stella jadeaba con fuerza. Aquello parecía una prueba de
resistencia. Al no haber nada para esconderse o tender una
trampa, lo que decía Rian tenía todo el sentido del mundo.
Aquello era una prueba de desgaste.
Stella desvió la mirada hacia su compañero solamente un
instante y eso ya lo hizo retroceder varios metros por culpa de
un ataque.
—No te despistes —la advirtió Yuki, secándose el sudor de
la frente con la mano.
Stella asintió, pero no dijo nada. Yuki parecía que lo estaba
llevando bien, pero la energía que estaba consumiendo lo
debería de estar agotando más rápido de lo normal. Al menos
era la impresión que tenía Aiden.
—Están en problemas —comentó Thiago, mirando el
terreno fijamente.
—Si siguen atacando con esa intensidad, incluso el escudo
de Stella se romperá —añadió Eire.
Aiden se llevó el dedo a la boca, mordiéndose la uña. No
era algo que hiciera frecuentemente pero, acostumbrado a
entrar en acción, ver un duelo desde las gradas se le estaba
haciendo complicado. Además, empezaba a preocuparse de
que aquel combate no fuera tan fácil como había previsto. Era
cierto que Yuki era mejor que los rivales pero la falta de
técnicas de ataque a distancia los tenían contra las cuerdas. Por
mucha habilidad cuerpo a cuerpo que tuviera, si no lograba
darles no podrían hacer nada.
El Kettou empezó a avanzar. Parecía que habían decidido
acercarse al rival para tener una posibilidad. Stella bloqueaba
los ataques de forma rápida y eficaz, mientras Yuki se
adelantaba ligeramente, entrando en combate cuerpo a cuerpo.
Los rivales parecían cansados, jadeaban. El combate estaba
durando mucho más de lo que debería.
Rian se levantó de repente y se llevó las manos a la cara.
Aiden desvió la mirada para mirar a su compañero, intentando
averiguar qué era aquello que lo había asustado tanto.
—¿Rian?
—Es demasiado tarde.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? —preguntó Aiden preocupado.
El mago le señaló a uno de los rivales del Kettou, que
llevaba rato acumulando energía, el cual empezó a lanzar
ataques de forma rápida y eficaz. Yuki, que estaba ligeramente
adelantado a Stella, recibió los primeros impactos sin poder
llegar a defenderse. La joven se asustó al ver a su compañero
caer, perdiendo el control del escudo que tenía levantado y
siendo eliminada poco tiempo después. Ambos estaban
agotados. No tenían fuerzas ni para levantarse.
—El nivel de este torneo es mucho más elevado de lo que
me esperaba —comentó Thiago y Eire asintió como respuesta.
Siempre se solía decir que los campeonatos nacionales
eran los más duros, pero aquel no había tenido nada que
envidiar.
◆◆◆

Un rato después, se encontraban todos juntos comiendo en el


comedor de la escuela. Yuki tenía una venda en la muñeca
derecha y Stella estaba alicaída. Perder una competición para
la cual llevaban entrenando varios meses, siempre bajaba los
ánimos.
—No os martiricéis —dijo Loan, rompiendo el silencio.
—No pasa nada —dijo Yuki, aunque no parecía verdad—.
Sé que no soy tan bueno como Aiden o como Rian, pero me
apetecía terminar la escuela superior con una victoria. Sé qué
es algo bastante infantil, pero ganar este torneo con Stella
hubiera estado bien.
—Lo siento —respondió Stella con voz triste.
Aiden se quedó mirando para sus compañeros entendiendo
perfectamente qué era lo que sentían. Yuki se iba a graduar ese
año y no tendría más posibilidades de ser duelista. Había
decidido que en la universidad no iba a seguir compitiendo.
—No fue tu culpa. No fue culpa de nadie. Y no pasa nada,
solo me da un poco de rabia —contestó Yuki con una pequeña
sonrisa, agarrando la mano de su compañera.
—Hubiera estado bien, sí.
—Ahora tendremos que depositar nuestras esperanzas en
Aiden y Rian…
—Mal vamos —añadió Thiago, y todos se rieron.
—No os decepcionaremos —dijo Aiden sonriendo. Se
sentía invencible.
Rian debía de estar sintiendo lo mismo a través del
vínculo, porque le sonrió como respuesta.
CAPÍTULO 49
NADYA

Y si te cuento que te quiero


seré el idiota de este puto cuento.
Me Mata(s) - Noan, Alex Wall

El verano estaba a punto de llegar a su fin y Nadya estaba


cansada de pasarse el día en la habitación sin hacer nada. Axel
llevaba varias semanas en su casa, con su padre, y Aiden se
pasaba entrenando todo el día. Por más que intentaba
encontrar un rato libre para estar con él, era imposible. Y
aunque era consciente de la situación, no podía evitar que los
celos la comieran por dentro.
Se levantó de la cama, se puso una sudadera por encima
del pijama y fue hasta el comedor. Cualquier otro día, se
preocuparía por ir medianamente decente pero todavía estaban
en vacaciones de verano y apenas había alumnos por los
pasillos. Además, el pijama podía pasar perfectamente por
ropa de andar por casa.
Eran casi las dos de la tarde y se moría por probar los
nuevos macarrones con bechamel y espinacas. La semana
anterior ya los habían hecho y se habían agotado tan rápido
que, cuando quiso ir a por unos pocos, solamente quedaba un
poco de salsa en la bandeja. Para su consuelo, cuando llegó al
expositor aquel día, todavía quedaban varias raciones.
Una vez que tenía la comida en su poder, buscó con la
mirada un lugar libre donde sentarse y, en ese momento, lo
vio. Aiden estaba solo en una de las mesas, pendiente del
teléfono. Seguramente estuviera viendo otro vídeo de esos
influencers que tanto le gustaban. No se lo pensó demasiado y
se acercó a él.
—Hola —le dijo mientras se sentaba en la silla de su lado.
Aiden levantó la mirada y le sonrió. En ese momento, tuvo
que desviar la mirada para que no viera lo colorada que se
ponía. Le gustaba tanto…
—¿Qué tal estás? —le preguntó Aiden, justo después de
haber apagado el móvil, dedicándole toda su atención.
—Bien, aunque aquí la pregunta es, ¿cómo estás tú?
Apenas queda una semana para la competición. ¿Estás
nervioso?
—Uf, ya te digo… Lo cierto es que sí que lo estoy, mucho.
Rian y yo llevamos practicando el ataque combinado desde
que descubrimos cómo controlarlo y ahora estoy impaciente
por enseñárselo a todo el mundo. Sé que debo mantenerme en
calma y no elevar mis expectativas pero, si te soy sincero, creo
que tenemos muchísimas posibilidades de ganar este año.
No hacía falta que le dijera que estaba nervioso porque se
le notaba de lejos. Era tan transparente que dejaba ver en todo
momento lo que se le pasaba por la cabeza. Quizás esa era una
de las cosas que más le gustaban de él. No le preocupaba
mostrar sus sentimientos. Era atento y dulce. Tenía una
personalidad que iluminaba todo lo que tenía a su alrededor.
Era como si pudiera sacar lo mejor de las personas. Y a Nadya
le gustaba. Le gustaba mucho.
—Esta vez tanto Axel como yo iremos a apoyarte al
estadio. La directora habilitó la reserva de los billetes para ir a
la Arena y menos mal que fuimos de los primeros en cogerlos,
porque a los cinco minutos no quedaba ni uno.
—¿En serio? —preguntó Aiden, como si no creyese que
eso fuese posible.
—Ajá —contestó Nadya, justo antes de meterse unos
macarrones en la boca. Tal y como se había imaginado,
estaban riquísimos.
—Vaya diferencia con el torneo de hace un par de meses.
No nos fue a ver casi nadie de la escuela.
—Ya, pero esta vez es distinto. La última vez, la gente
sospechaba que Rian realmente fuera a competir contigo. Pero
vuestra actuación en las semifinales dejó a todo el mundo con
ganas de ver el duelo en directo.
—Bueno, yo también tuve algunas dudas de que fuéramos
a competir juntos, la verdad…
De repente, Nadya vio a Aiden levantar la mirada y
sonreír. Pero no una sonrisa normal, como la que le regalaba a
cualquiera. Rian se acercó a ellos y se sentó en frente. No tenía
una sonrisa tan pronunciada como la de Aiden, pero él era así.
Frío y seco. Un imbécil. Nadya no se molestó en saludarlo
porque ni siquiera se dignó a mirarla.
—Acabo de hablar con Loan sobre el entrenamiento de
mañana —le dijo Rian y parecía contento—. Le ha parecido
buena idea
Nunca había tenido la oportunidad de tener una
conversación larga con Rian, pero estaba claro que se
comportaba diferente cuando tenía a Aiden delante. Hablaba
más. Sonría más.
—¿Lo dices en serio? —preguntó Aiden con cara de
sorpresa.
—Sí —respondió Rian y Nadya se fijó como estiraba el
brazo por encima de la mesa, hasta apretar su mano.
—Me ha contado Aiden que ya os sale ese ataque tan
especial. ¿Tú también estás deseando que todo el mundo lo
vea? —le preguntó a Rian.
Tan pronto como escuchó que era ella la que le estaba
hablando, su rostro se transformó en una máscara perfecta y la
miró fijamente. Tenía los ojos tan azules que hasta le costaba
aguantarle la mirada.
—Sí —afirmó antes de girarse de nuevo hacia Aiden—.
Solo espero que este imbécil no la cague de nuevo.
—Habla por ti —protestó Aiden, sacándole la lengua, y
ambos sonrieron.
La situación le superaba. Tenía que salir de allí.
—Bueno, me tengo que ir —anunció, cogiendo la bandeja
e incorporándose—. Mucha suerte en el entrenamiento. Aiden,
nos vemos luego.
Antes de irse, Nadya rodeó a Aiden con un brazo y le dio
un beso en la mejilla. No era algo que hicieran siempre, pero
era algo habitual entre ellos por lo que el mago respondió a la
muestra de cariño con afecto. Le acarició una mejilla y me
guiñó un ojo.
—Te escribo luego —le dijo Aiden mientras ella se iba.
Nadya quería lo mejor para Aiden. Aunque mentiría si
dijera que no le preocupaba todo lo que tuviera que ver con
Rian. No quería que le volvieran a hacer daño, pero tampoco
sabía cómo hacer para que no sucediera. Solo esperaba que,
pasara lo que pasara, Aiden no sufriera.
CAPÍTULO 50
EL TORNEO

Te he estado buscando por más de mil años


Y tú respondiste: “¿a dónde vamos?”
A dónde vamos - Morat

—Aiden —dijo una voz.


—Aiden, espabila —repitió la voz.
—Aiden, no te voy a volver a llamar y, si llegas tarde a la
competición solo será culpa tuya —advirtió, por tercera vez, la
voz inconfundible de Thiago.
Aiden se incorporó de la cama y levantó los brazos para
estirarse, como si estuviera entumecido después de pasar
tantas horas en cama.
—He dormido increíble —dijo al final.
—Sí, casi catorce horas, ahora espabila o llegarás tarde.
—¿Qué hora es?
—Las siete y media.
Aiden se despejó de golpe después de oír la hora que era y
empezó a coger todo lo que necesitaba y meterlo en la mochila
como si le fuera la vida en ello.
—¿Cómo no me avisaste antes?
—Te avisé tres veces. A las siete, a las siete y cuarto y a
las siete y media. Si se te pegaron las sábanas no es culpa mía.
—Joder, vamos a llegar tarde…
—Vas. Yo me voy ya, no quiero perder mi plaza.
—No, no, no, no me hagas eso —suplicó desnudándose en
medio de la habitación—. Dame dos minutos que me ducho y
me visto y voy contigo.
—Apura —dijo Thiago como respuesta.
Aiden se dio posiblemente la ducha más rápida de toda su
vida. Cuando salió del baño, tenía el pelo tan mojado que le
iban cayendo gotitas sobre los hombros y, como no se había
secado bien, la camiseta se le pegaba en ciertas partes de la
espalda.
—Estoy, vamos —dijo poniéndose los tenis, sin molestarse
en atar los cordones, y colgándose la mochila del hombro.
Thiago puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
—Vaya desastre. Pareces un cuadro.
Los dos fueron a paso apurado por los pasillos de la
escuela, aunque no todo lo rápido que a Aiden le hubiese
gustado. Cada vez que se cruzaban con algún estudiante, este
le daba unas palmadas en la espalda, deseándole suerte en el
combate. En los últimos días, aquellas muestras de cariño por
parte de sus compañeros se habían vuelto algo totalmente
habitual. Cuando finalmente llegaron a la puerta de la escuela,
tres autobuses estaban aparcados en fila, esperando para
llevarlos al estadio. Aiden no podía escuchar los aplausos y
gritos a través de los cristales, pero los veía.
Para sorpresa de Aiden, ya no quedaba nadie sin subir al
autobús, solo estaba Rian que lo miraba con el ceño fruncido.
—Llegas tarde —le dijo cuando llegó a su lado.
—Perdón —respondió jadeando.
Rian lo miró de arriba a abajo con cara de circunstancia.
—¿Qué te ha pasado? Parece que te llovió encima…
Antes de que Aiden pudiera responderle, Loan bajó de uno
de los autobuses con cara de enfado.
—¿Has visto la hora que es?
—Perdón —repitió nuevamente.
—Thiago, puedes subir al autobús —dijo Loan señalando
el vehículo que estaba a su espalda—. Eres el último.
—La culpa fue de él —respondió señalando a Aiden.
—Me da igual. Sube al autobús. Aiden, Rian, al coche ya.
Nos vamos —dijo elevando la voz y dando dos palmaditas en
el lateral del primer autobús.
Aiden abrió la puerta de atrás y se deslizó sobre los
asientos hasta sentarse al lado de la ventanilla. Dejó la mochila
entre sus pies e intentó ponerse cómodo, aunque lo tenía
difícil. La ropa se le pegaba al cuerpo y, cada pocos segundos,
se tenía que pasar la mano por el cuello para secar las gotas de
agua que todavía caían de su pelo.
Rian se sentó detrás del asiento del copiloto y cerró la
puerta tras él. Después lo volvió a mirar con detenimiento.
—¿Se puede saber por qué estás chorreando?
—Es posible que no me secara del todo al salir de la
ducha.
Rian no respondió. Negó con la cabeza y dejó escapar un
suspiro. Sacó de la mochila una camiseta y se la dio que se
secara un poco con ella. A pesar de que Aiden se mostró
reticente a hacer lo que le decía, finalmente obedeció sin
rechistar. Dos minutos después ya estaban de camino.
—Toma —le dijo Rian una vez que el coche ya había
arrancado, tendiéndole una barrita de proteínas, una manzana
y un brik de leche con cacao.
—¿Y todo esto? —preguntó Aiden sorprendido, antes de
empezar a devorar la comida.
Aquella mañana no le había dado tiempo a pasar por la
cafetería a coger nada para comer y se moría de hambre.
—Thiago me avisó para que fuera a buscarte algo, que te
habías dormido.
Aiden sonrió con cariño. Tenía unos amigos que no los
merecía.
—Gracias.
—Eso díselo a él —dijo con la barbilla apoyada en la
mano, contemplando el paisaje a través de la ventanilla.
—Lo haré —afirmó Aiden—. Pero gracias a ti también.
Rian respondió con un chasquido, pero no dijo nada.
Aquella mañana estaba más pensativo de lo habitual.
Todo estaba sucediendo igual que la última vez, solo que, en
aquella ocasión, Aiden pudo controlar mejor los nervios. Por
lo menos, nadie tuvo que llamarlo más de dos veces en ningún
momento. Algo era algo.
Cuando el coche se detuvo a escasos cien metros de la
puerta del estadio, Aiden sintió que la expectación crecía por
momentos. Estaba deseando que pasaran las formalidades
iniciales y poder entrar directamente a la Arena. Los
periodistas se encontraban a ambos lados de la entrada, tal y
como recordaba. Loan ya les había dado instrucciones de no
hablar con nadie, pero antes de bajar del coche se lo había
vuelto a repetir.
Nada más llegar al vestuario, Aiden pudo respirar más
tranquilo. En aquel pequeño espacio, formado únicamente por
unas taquillas, unos bancos con perchas y los aseos, se sentía
importante. Normalmente, lo utilizaban equipos deportivos
que contaban con decenas de jugadores, pero aquel día estaba
reservado solo para ellos dos. Loan les tendió los nuevos
uniformes, negros, con el escudo del Kettou a la altura del
pecho y el logo de Industrias Ashton en la espalda, y salió del
vestuario para reunirse con Maya Huges.
Rian estaba sentado en uno de los bancos, abrochándose
los cordones de las botas con demasiada concentración. Aiden
admiró como sus dedos se movían con soltura, haciendo
movimientos firmes y seguros. No hacía falta que le dijera que
estaba nervioso, lo sabía, y a pesar de eso su semblante solo
mostraba calma.
No tuvieron mucho tiempo para conversar o relajarse.
Apenas cinco minutos después, Loan los llamó para que
salieran del vestuario y comenzasen con el protocolo.
El pasillo que separaba los vestuarios de la Arena contaba
con veinticinco metros. Treinta pasos. No se necesitaban más
de diez segundos para recorrerlo y, a pesar de ello, a Aiden se
le hicieron eternos. Además, aquella zona contaba con un
aislamiento perfecto, haciendo que los participantes se
mantuvieran ajenos al ambiente de las gradas. Lo único que
escuchaba Aiden mientras caminaba era, el sonido de sus
botas chocando con el suelo, el aire que expulsaba por la boca
mientras intentaba controlar su respiración y el latido
desbocado de su corazón.
Cuando pusieron un pie en el campo, las gradas vibraron
con los gritos. Aiden levantó la mirada y giró a su alrededor.
El estadio estaba completamente lleno a pesar de que contaba
con un aforo de unas doce mil personas. Era increíble como
unos duelos entre alumnos de la escuela superior eran capaces
de movilizar tal cantidad de aficionados.
—Estoy nervioso —susurró Aiden mientras esperaban que
llegase su turno.
—Yo también —reconoció Rian, sonriéndole.
Raina volvía a ser la encargada de la organización del
torneo y, como era habitual, dio un pequeño discurso antes de
comenzar con el torneo. Loan los presentó exactamente igual
que unos meses atrás y ellos levantaron una mano como
respuesta, saludando al público. En ese momento, el estadio
entero retumbó. Nadya ya le había dicho que habían causado
mucho furor en su último torneo, pero hasta aquel momento no
se lo había terminado de creer. El corazón de Aiden latía tan
rápido, que estaba seguro de que la tela de su camiseta se
estaba moviendo en consecuencia. Era el momento. Su
momento.
Después de realizar el sorteo, que decidía el orden de cada
escuela en la simulación, se sentaron en la zona habilitada para
el Bhainn Daiocht. Apenas tuvieron que esperar, ya que les
había tocado una de las primeras posiciones. Aiden y Rian
caminaron hasta la zona límite, donde la barrera protectora se
elevaba para salvaguardar a los asistentes.
Todo el esfuerzo que llevaban haciendo se reducía a aquel
día. A aquel momento. Daba igual lo buenos que fueran en los
entrenamientos. Daba igual la técnica de Rian o la energía de
Aiden. Un paso en falso y estarían desclasificados. Si no eran
capaces de sincronizarse y hacer un buen duelo, el resto no
valdría para nada. Un error y tendrían que esperar hasta
diciembre para volver a intentarlo.
Cuando el sonido que indicaba que la cuenta atrás había
empezado, ambos magos dieron un paso al frente, listos para
el duelo.
Aquella prueba estaba pensada para evaluar la técnica de
los magos y, con Rian en el equipo, no tenían rival. Eso era
algo que Aiden tenía muy claro. Solo tenían que hacer lo que
esperaban de ellos. Los enemigos fueron apareciendo
paulatinamente, y ambos se sincronizaron a la perfección para
deshacerse de ellos. En cierta medida, para Aiden aquello era
similar a un videojuego, donde el jefe final era el único rival
con el que era necesario incorporarse del sofá. El resto se
podía superar con un mínimo de concentración.
Los minutos fueron pasando sin que ningún enemigo los
pusiera seriamente en dificultades. Los movimientos de las
manos de Aiden se habían vuelto mucho más precisos. Ya no
dudaba tanto. Además, los meses de duros entrenamientos les
habían dado la experiencia necesaria con la que no contaban la
vez anterior. Era más difícil pillarle con la guardia baja. Los
enemigos fueron cayendo a su alrededor mientras ellos solo
pensaban en lo que iría a continuación. El siguiente enemigo.
La siguiente fase. Los próximos rivales.
En cuanto el cronómetro descendió de los dos minutos,
Aiden se puso alerta. La última vez había cometido un error
imperdonable y no pensaba volver a repetirlo. Retrocedió el
pie derecho, buscando una posición estable, que le permitiera
desplegar su poder sin problemas. Después, respiró
profundamente, buscando un estado de concentración
absoluta. Rian, a su lado, estaba algo más relajado pero alerta.
Cuando el holograma apareció ante ellos, los dos magos
levantaron la mano y lanzaron un hechizo a la vez.
La energía salía disparada de las palmas de Rian a toda
velocidad. La de Aiden era algo más lenta pero la potencia con
la que realizaban el impacto lo compensaba.
Su enemigo estaba aguantando a duras penas los ataques,
pero al tratarse de una simulación estaba preparada para
conseguir librarse de situaciones imposibles. Por ese motivo,
después de dar un salto y una especie de acrobacia hacia atrás,
empezó el contraataque.
El holograma cambió de forma y color, convirtiéndose en
poco más que una sombra. Aquello lo sorprendió, no era ni
parecido a lo que habían vivido unos meses atrás.
—¿Qué…? —preguntó Aiden que no entendía nada.
—Tranquilo —respondió Rian, sin decir nada más, pero
transmitiendo calma por el vínculo.
Aiden respiró profundamente y miró a su compañero. Rian
seguía totalmente en calma. Era como si nada le perturbara. El
joven desplegó unos escudos bastante potentes a su alrededor,
manteniéndolos a salvo.
—No te preocupes por protegerte —le dijo Rian,
mirándolo de repente a los ojos—. Atácale con todo. Yo te
cubro las espaldas.
Aiden asintió, sonriendo.
Aquello era algo que habían aprendido en los últimos
meses. Si Rian se encargaba completamente de las
protecciones, Aiden podía centrar todo su poder en lanzar
ataques, haciendo que fueran casi imposibles de parar.
Además, se había dado cuenta que, cada vez que hacían
aquella estrategia, cada vez que empleaba absolutamente todo
su poder en atacar, su energía aumentaba un poco más. Era
como si sus ataques se volvieran un poco más fuertes. No tenía
sentido ninguno, pero era su as en la manga.
Aiden juntó las palmas de las manos y empezó a lanzar
ráfagas de energía sin pausa. Sabía que, en aquel momento, no
podía hacer ataques potentes, rápidos y precisos, por lo que se
centró en las dos primeras características reduciendo la
exactitud de los mismos.
A pesar de que el enemigo era apenas una sombra en el
terreno, no podía acercarse a ellos sin ser eliminada por la
magia de Aiden. Por mucho que no acertara de lleno, había
creado una barrera de magia que no era posible atravesar.
Estaba totalmente acorralada. Por ese motivo, cuando Rian
desvió uno de los ataques de Aiden, haciendo que impactara
directamente sobre el holograma, el combate se dio por
finalizado, aunque todavía quedaban diecisiete segundos en el
contador.
Cuando las protecciones bajaron, el sonido de los aplausos
los inundó. Aiden respiraba entrecortadamente debido al
esfuerzo. El sudor le bajaba por las sienes y tenía el rostro
sonrojado. Rian, a su lado, también respiraba con dificultad. El
pelo se le pegaba a la frente, dejándolo más despeinado que de
costumbre, pero ambos chicos sonreían. Habían hecho un buen
trabajo. Se habían sincronizado a la perfección durante los
diez minutos que duró la prueba y no cometieron ni un solo
fallo.
Después de saludar al público, que coreaba sus nombres
con entusiasmo, se dirigieron a junto de Loan que les aplaudía
con una cara llena de satisfacción.
—Lo habéis hecho increíblemente bien. Estoy muy
orgulloso de vosotros y de los magos en los que os habéis
convertido en estos meses. Sabía que si poníais de vuestra
parte, lograríais cualquier cosa y me lo habéis demostrado en
esta fase previa —Loan les puso una mano en el hombro a
cada uno y les apretó ligeramente, infundiéndoles confianza y
ánimos—. Seguid así y ganaréis a cualquier rival que se os
ponga delante, por muy hábil que sea.
—Gracias Loan —dijo Aiden con una lágrima a punto de
caerle por la mejilla.
—Gracias, entrenador —añadió Rian, orgulloso.
Cuando llegó la hora de las puntuaciones, ninguno de ellos
se sorprendió demasiado al haber conseguido noventa y cuatro
puntos, encabezando la lista. Una vez más, volvían a ser los
favoritos para ganar aquella competición. ¿Estaban contentos?
Por supuesto. Alzarse con la victoria en aquel torneo era
posiblemente el mayor sueño de ambos, pero aquello era el
resultado de su esfuerzo. Se lo habían ganado a pulso.
—Lo hicimos —dijo Aiden emocionado, levantando el
puño hacia su compañero.
—Y esto solo acaba de empezar —respondió Rian,
chocándole el puño de vuelta.
Aiden estaba sintiendo demasiadas cosas en ese momento:
felicidad, nervios, orgullo… Lo habían hecho bien. Lo había
hecho bien.
CAPÍTULO 51
EL SORTEO

Primero siente la piel.


Y luego lo siente el corazón.
506 – Morat

Una de las novedades que habían realizado en aquella


convocatoria, fue no revelar el estadio en el que iban a
competir hasta después de terminar la primera fase. Una vez
que tenían a los dieciséis equipos que superaban la simulación
inicial, empezaron las preparaciones para el sorteo de los
estadios.
Habían decidido dividir cuatro equipos por localizaciones.
Se harían dos combates eliminatorios y, los dos equipos
vencedores, lucharían entre ellos hasta haber un solo ganador
por estadio. Para la disputa de la semifinal y la final, se
volverían a hacer sorteos para definir el estadio.
Los treinta y dos magos se situaron alrededor de una urna
con bolas. Iban a llamar uno por uno a cada equipo para que
sacase una bola, y los emparejarían acorde a los números.
Raina Kaisen, volvió a tomar la palabra antes de que
empezasen los sorteos. Era increíble como le gustaba
aprovechar cada minuto para dar pequeños discursos
motivacionales.
—Enhorabuena a todos los que habéis pasado a esta
segunda fase. Veo a muchas caras conocidas. Me alegra que
sigáis mejorando día tras día, ofreciendo un espectáculo a
todas las personas que os siguen desde todas partes del mundo
—Raina les ofreció una sonrisa sincera a todos los
participantes, antes de seguir con su discurso—. Vamos a
empezar con el sorteo y, como fueron los que consiguieron
mayor puntuación en la prueba anterior, el primero en coger
número es el Kettou.
Raina los miró y Aiden no pudo evitar aguantar el aire en
los pulmones. Todos los estaban mirando.
—Ashton, Kane, que uno de los dos coja una bola, por
favor —les pidió Raina, señalando la caja contenedora.
Pero Aiden notaba que tenía los labios cosidos y los pies
pegados al suelo. No se sentía con fuerzas para decir una
palabra o dar un paso al frente. Por suerte, Rian se encargó de
ello.
—Ve tú —le dijo Rian con un ligero empujón, obligándole
a moverse.
Aiden recorrió los cuatro metros que lo separaban de Raina
y, después de darle la mano, se dirigió a la caja. No era muy
grande, pero era opaca y tenía un trozo de tela para evitar que
nadie viese el interior.
—Mete la mano y saca una bola —lo apremió uno de los
asistentes de Raina. Estaba claro que todos tenían los nervios a
flor de piel.
Aiden asintió antes de hacer lo que le estaban indicando.
Notaba la presión y las posibles consecuencias de sus actos. A
pesar de que habían sido los mejores en la primera prueba,
había equipos con muchísimos años de experiencia y la técnica
no lo era todo. En los duelos, se ponían a prueba las
habilidades individuales, la forma física, los conocimientos…
No tenían asegurado pasar a la siguiente ronda si les tocaba un
rival muy fuerte. Aiden rozó las dieciséis bolas con las manos,
sin saber bien cuál debería elegir. Antes de decidirse por una,
se giró y miró a Rian, que estaba pendiente de todos sus
movimientos. Debió de leer la duda en su rostro porque le
trasmitió serenidad por el vínculo antes de asentir con la
cabeza. Rian siempre mostraba esa calma tranquilizadora para
Aiden. Sin darle más vueltas, agarró una de las bolas y la quitó
de la caja. El número nueve estaba dibujado en ella.
Uno de los asistentes apuntó el resultado en el ordenador
mientras Aiden volvía con su compañero.
—No estés nervioso —le dijo cuando estuvo a su lado.
—No puedo evitarlo.
—Ahora solo queda esperar para saber quién será nuestro
rival.
Cinco minutos después, ya tenían la división por equipos.
A Rian y a Aiden les había tocado uno de los estadios
centrales para esa fase, por lo que contaban con ventaja, y su
rival sería el Helon, uno de los últimos clasificados pero un
equipo con mucha trayectoria. No iba a ser fácil pero tampoco
excesivamente complicado. Todo dependía de cómo se
desenvolvieron en el combate.
—¿Crees que el resultado ha sido bueno? —preguntó
Aiden mientras evaluaba a sus rivales de arriba a abajo.
No parecían extremadamente fuertes, pero eso
normalmente no significaba nada. Solo era necesario mirarlos
a ellos, con su metro sesenta, eran casi los más bajitos de la
competición.
—No hay resultados buenos o malos en un sorteo, no te
preocupes. Tarde o temprano nos tendremos que enfrentar a
los mejores, al menos si queremos ganar. El Helon es un
equipo como cualquier otro —dijo Rian encogiéndose de
hombros, mientras caminaban uno al lado del otro hacia Loan.
—Creo que si ganamos el primer duelo nos sentiremos
más confiados —añadió Aiden pensativo.
Rian sonrió y levantó las cejas, evaluando si realmente se
lo estaba diciendo en serio o no.
—No te rías. Lo que digo tiene todo el sentido del mundo
—protestó Aiden, frunciendo el ceño a lo que Rian respondió
con una pequeña carcajada.
—Quién soy yo para contradecirte.
—Bah, paso de ti…
Aiden apuró el paso, molesto. Odiaba que Rian no lo
tomara en serio.
—No te pongas así, que sabes que me estoy metiendo
contigo —le dijo pasándole un brazo por encima de los
hombros—. No sé si ganar el próximo combate nos hará
sentirnos más confiados, pero esto, —dijo señalando a Aiden y
a él—sí lo ha hecho. Al menos para mí.
—¿Meterte conmigo aumenta tu autoestima?
Aiden lo miró confuso esperando su respuesta, pero
acababan de llegar al lado de Loan que estaba esperando por
ellos para trasladarse al estadio donde tendrían que competir.
Cuando pensó que ya no le respondería, Rian se acercó lo
suficiente como para que ni Loan, ni Adrik, ni la directora, lo
escucharan y le susurró.
—Para nada. Pero tenerte a ti de compañero sí que lo hace.
Después le dio un pequeño golpecito en el hombro y echó
a andar sin mirar atrás, dejando a Aiden con el corazón en un
puño. Al final, parecía que se había ganado el respeto de Rian.
Diez minutos después, se encontraban recorriendo los
últimos metros antes de entrar al estadio de Shoam. En cuanto
pusieran un pie en la Arena, comenzaría la competición de
verdad. Hasta aquel momento, casi se podía considerar un
calentamiento, un entrenamiento más, pero llegaba la hora de
la verdad. Aiden estaba intentando controlar su respiración, a
ver si conseguía que las náuseas se le pasaran antes de
comenzar el duelo. Mientras, un par de metros por delante de
él, Loan y Rian comentaban algunas anotaciones que tenía el
entrenador en su libreta. Pensó en acercarse a ellos y enterarse
de los errores que habían cometido, pero después de pensarlo
prefirió quedarse atrás. En aquel momento, lo mejor que podía
hacer era mantener el desayuno dentro de su estómago.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Adrik apenas unos
segundos después.
Estaba claro que su expresión debía de revelar más de lo
que le gustaría.
—Perfectamente, solo estoy nervioso.
Adrik asintió, todavía preocupado.
—Si necesitas cualquier cosa, puedo echarte una mano. Tú
no tengas miedo en pedirme lo que necesites. Sé que mi
función es más para curar heridas y golpes, pero también tengo
algún remedio para los dolores de barriga.
—Claro, no te preocupes. En cuanto pongamos un pie en
la Arena dejaré los nervios atrás —afirmó, pero parecía que
intentaba convencerse a sí mismo.
—No lo dudo —respondió sonriendo.
—Pues yo bastante —añadió Rian, girándose hacia ellos,
metiéndose en la conversación.
—Tú a lo tuyo —lo reprendió Loan, girándole la cabeza
hacia delante.
Aiden sonrió. Era posible que ya estuviera un poco más
tranquilo.
En cuanto llegaron al final del pasillo, empezaron a
escuchar el murmullo del ruido y la música que llegaban desde
las gradas del estadio. La gente ya estaba esperando para que
comenzase el duelo.
—¿Estáis listos? —preguntó Loan, sosteniendo el pomo de
la puerta, listo para abrirla en cuando ambos se lo
confirmasen.
—Sí —dijo Aiden, dando una palmada y estirando los
brazos, expectante.
—Vamos allá —dijo Rian serio, colocándose a su lado.
Loan asintió y abrió la puerta, haciendo que la luz y el
ruido los envolvieran por completo.
CAPÍTULO 52
EL PRIMER COMBATE

Y no sé, no sé, no sé cómo pude convencerte


Y no sé, no sé, no sé, ¿fue el destino o fue la suerte?
A dónde vamos - Morat

El estadio donde se celebraban las pruebas preliminares


era imponente, con estructuras de hierro y gradas que
alcanzaban los quince metros de altura. Al ser donde se
celebraba la eliminatoria, tenía mucha más capacidad que
cualquiera de los demás ya que, en esta fase, el público debía
decidirse por ver un duelo u otro. A pesar de ello, Aiden
observaba a su alrededor con los ojos bien abiertos,
sorprendido. La Arena no era muy grande y tampoco era una
necesidad en realidad, pero el público se distribuía alrededor
de ella, ocupando las tres o cuatro mil butacas existentes.
Parecía que su duelo era uno de los que más expectación
tenían ya que, cientos de personas, se habían colocado de pie
al fondo y sentado en las escaleras de evacuación, al haberse
agotado los asientos disponibles.
—Ha venido muchísima gente —susurró Aiden, todavía
impactado.
—Pues siempre dicen que los mejores combates son en
Ogon y Kholod —respondió Rian, mirando a su alrededor.
Los estadios centrales: Shoam y Smuyi, se caracterizaban
por un clima bastante húmedo, terrenos con mucha vegetación
y fuertes lluvias. Prácticamente no había ninguna diferencia
entre ellos. A pesar de que, a priori, no parecieran las
condiciones ideales, siempre beneficiaban más a los magos
que el clima desértico de Ogon o las temperaturas bajo cero y
la nieve de Kholod. Poner a un mago contra las cuerdas,
normalmente hacía que los duelos fueran mucho más reñidos e
interesantes.
Loan estaba revisando las fichas de sus contrincantes,
Grexon y Okore, ambos de primer curso. Por lo que les estaba
contando, ninguno de ellos había conseguido una actuación
digna de mención, pero eran buenos luchadores cuerpo a
cuerpo. Con su ataque combinado, jugaban con ventaja.
—Recordad todo lo que habéis aprendido durante estos
meses. Mantened la cabeza fría, Aiden, eso va por ti, no actúes
sin pensar —el implicado asintió totalmente convencido—.
Rian, adáptate al ritmo de Aiden y no os apresuréis. No tenéis
prisa. Jugáis con ventaja, el estadio es apropiado, solo tenéis
que confiar en vuestras habilidades —Loan dio una palmada,
dando por zanjado su pequeño discurso—. ¿Listos para ganar?
—Sí —contestaron los dos a la vez.
—No os he oído. ¿Listos para ganar?
—¡Sí! —gritaron esta vez los dos, convencidos.
—Vamos allá.
Un minuto después, Aiden y Rian pusieron los pies en la
zona de combate. Aquella vez, al contrario que la primera, no
se encontraron con un calor abrasador, ni una tormenta de
arena que les dificultara la visión; pero sí que había miles de
árboles distribuidos por todo el terreno, haciendo que pareciera
que estaban en mitad de la jungla. El terreno era irregular, con
desniveles pronunciados en todas las direcciones. La
vegetación era muy abundante, tanto por el suelo con arbustos
y plantas, como en las alturas, con copas de árboles que
alcanzaban tranquilamente los cincuenta metros de altura. El
suelo embarrado por la humedad, la abundancia de hojas
sueltas y piedras dificultaban el desplazamiento a pie por el
terreno.
Aiden y Rian estuvieron un par de minutos quietos,
reconociendo el terreno. La ropa se pegaba a sus cuerpos, que
ya se encontraban cubiertos de una fina película de sudor. No
tardaron en localizar a sus adversarios, a unos seiscientos
metros en la dirección donde la vegetación era más espesa.
—Vamos —dijo Rian finalmente, rompiendo el silencio y
encabezando la marcha.
Las botas que llevaban se apretaban fuertemente a sus
tobillos, previniendo cualquier torcedura involuntaria y
facilitándoles el agarre en zonas donde el terreno resbalaba. A
pesar de eso, Aiden se cayó dos veces en los primeros ciento
cincuenta metros.
—¿Puedes mantenerte erguido más de dos minutos?
—Deja de protestar. No eres tú el que se ha caído varias
veces ya. Si fuera tan fácil mantenerme erguido no estaría en
el suelo en ningún momento. Es como si las raíces de los
árboles se movieran…
Rian lo miró preocupado y centró su atención en los
árboles de alrededor.
—¿Crees que…?
No hizo falta que terminara la pregunta. En ese momento,
ambos magos pudieron ver como una raíz se movía por el
terreno, intentando apresar los tobillos de Aiden.
—Joder —dijo el implicado, dando un salto hacia atrás,
huyendo.
—Pues parece que sí. Estupendo —añadió con un suspiro
frustrado—. Es mejor que sigamos.
Cuando llevaban algo más de cinco minutos andando,
Aiden sintió un ruido en su espalda. Se paró de golpe y se giró,
intentando localizar el origen, pero no había nada. Sabía que la
vegetación estaba más viva de lo que debería pero, en aquel
momento, todo se encontraba tranquilo y silencioso. Estaba
seguro que algo marchaba mal y se puso alerta, preparado para
defenderse. Había aprendido suficiente como para saber que
estaban a punto de sufrir una emboscada. Rian se detuvo dos
metros más adelante, alerta por lo que había sentido a través
del vínculo de su compañero. Por ese motivo, cuando Grexon
y Okore cayeron desde las ramas más altas de los árboles,
pudieron reaccionar rápidamente y evitar que se acercaran
demasiado.
—Mierda —gruñó uno de ellos ante el ataque frustrado, lo
que hizo que a Aiden se le escapase una pequeña sonrisa.
—Rian —dijo Aiden concentrando toda su energía.
—Vamos a terminar esto rápido —respondió Rian
confiado.
Aiden dio un salto hacia su contrincante, justo antes de
agacharse y hacerle una llave que lo tiró al suelo. Después, se
giró en el aire y, juntando las manos, lanzó varios ataques al
otro mago que ya estaba intentando esquivar la ofensiva de
Rian. La intensidad de los ataques hizo que Grexon
retrocediera consternado. En un momento como aquel, perder
terreno inclinaba la balanza hacia el otro equipo.
Okore se levantó del suelo magullado y se lanzó sobre
Aiden, a quién pilló de sorpresa. Por suerte, pudo reaccionar
rápido y bloquear el ataque antes de que le hiciese daño. A
pesar de ello, uno de los ataques consiguió rozar el brazo de
Aiden, dejando una quemadura bastante dolorosa en la zona.
—¿Estás bien? —preguntó Rian preocupado.
—Sí, no es nada.
—Bien. Intenta mantenerte entero al menos un par de
minutos más.
Ambos se colocaron espalda con espalda, mientras se
encargaban de atacar y defender por turnos, evitando
prácticamente la totalidad de los ataques que les lanzaron.
Unos minutos después, ya jadeantes, se prepararon para
realizar el ataque combinado. Aiden llevaba minutos
acumulando energía y Rian solamente tenía que tocar uno de
los hilos dorados para hacerse con el control absoluto de su
poder.
Cuando Rian empezó a atacar a su rival, a Aiden apenas le
quedaba la energía suficiente para defenderse de mala manera,
pero, con la técnica de Rian y el poder de Aiden, Grexon no
pudo hacer nada para parar contrarrestarlo y, unos segundos
después, se encontraba tirado en el suelo, inconsciente.
Okore, al ver la suerte de su compañero, dio media vuelta
y echó a correr entre los árboles, con intención de poner
distancia entre él y sus rivales. Las raíces de los árboles se
empezaron a mover a su alrededor, intentando bloquearle la
huida. En cuanto Aiden se dio cuenta de las intenciones del
mago, salió corriendo detrás de él, sin hacer caso a los gritos
de Rian, que le pedían que volviera.
Estuvieron corriendo un par de minutos. A pesar de que
Aiden era rápido y tenía meses de entrenamiento de larga
distancia, Okore parecía haber fortalecido la velocidad por lo
que apenas era una sombra en la distancia. Cuando se quiso
dar cuenta lo había perdido y estaba solo, en medio de la
jungla, rodeado de árboles, sin rastro de Rian a su espalda. Al
evaluar la situación, decidió reducir la velocidad, manteniendo
un paso ligero y ocultándose entre los árboles antes de seguir
avanzando. Okore había ocultado bien su energía y, aunque
Aiden sabía que estaba cerca, no podía determinar bien la
ubicación. Era como si lo notara en todas partes.
En aquella zona, los colores de toda la naturaleza parecían
más vivos. El verde de los arbustos y las plantas era
resplandeciente, parecía que, en cuanto cayera la noche en
aquel lugar, todo brillaría con luz propia.
Cuando llegó a un pequeño claro, se giró en redondo,
intentando descubrir dónde se había escondido el mago pero
no tuvo que esforzarse demasiado porque Okore cayó de los
árboles nuevamente, golpeando a Aiden en el costado y
tirándolo al suelo.
Aiden notó como la magia lo rodeaba poco a poco,
impidiéndole el movimiento de las manos y los pies, atándolo
como si fueran sogas. El mago maldijo por lo bajo mientras se
agitaba en el suelo e intentaba liberar.
—No hay nada que puedas hacer para soltarte —dijo
Okore sentado en su espalda—. Es una magia muy poderosa
pero no te preocupes que te dejaré inconsciente en un
momento e iré a encargarme de tu compañero…
—¿Hablabas de mí? —dijo Rian apareciendo en el centro
y lanzando con un hechizo a Okore al otro lado del claro.
Después lanzó un ataque a las ataduras mágicas de Aiden y
lo liberó.
—¿Estás bien?
—Sí —respondió Aiden, poniéndose en pie y frotándose
las muñecas que ya habían adquirido una tonalidad morada.
Okore se estaba levantando con dificultad. Parecía que no
había sido capaz de activar el escudo a tiempo y había
absorbido todo el impacto contra el suelo. Tenía un ligero
rastro de sangre en la pierna izquierda y parecía que le
resultaba doloroso apoyarse sobre ella. Aquello era algo bueno
para ellos, tenían que aprovecharse.
Aiden lanzó un ataque bastante potente en dirección a su
rival, pero cuando estaba a punto de alcanzarlo, Okore se giró.
Aiden estaba a punto de lamentarse cuando se dio cuenta que
Rian se había hecho con el control de su ataque y lo había
conseguido salvar antes de que impactara contra el suelo. Con
un par de giros de manos, hizo que la trayectoria del ataque
atravesara los árboles y se dirigiera directamente a la espalda
de su contrincante. Okore predijo lo que estaba a punto de
pasar y se giró para levantar un escudo y protegerse. El
problema fue que, en ese momento, le dio la espalda a sus
rivales, quienes no dudaron en levantar las palmas y lanzar un
ataque simultáneo que dio en el blanco.
El pitido que anunciaba el final del duelo resonó en toda la
Arena.
—¡Vamos! —gritó Aiden levantando los puños al cielo.
Habían pasado la primera ronda, estaban en los cuartos de
final.
Un par de segundos después, los enfermeros, los
entrenadores y el personal de la organización ya habían
invadido la Arena.
Loan les dio una palmada en la espalda algo más fuerte de
lo esperado.
—¡Buen combate! Lo habéis hecho genial —dijo
orgulloso.
—¿Sabes cómo le ha ido al otro dúo? —preguntó Rian,
como si estuviera impaciente por saber quién sería su próximo
rival.
—Sí, el duelo terminó hace diez minutos. El vencedor fue
el Furudate. Tenéis media hora para refrescaros y descansar un
poco. Si tenéis hambre puedo iros a buscar algo…
Aiden no escuchó la última parte de lo que les estaba
diciendo Loan. El Furudate había sido el equipo que los había
eliminado en el torneo de primavera. Kelsey y Ronan los
habían desclasificado en Ogon, después de un combate donde
él no había podido hacer nada. Sus técnicas habían estado muy
por encima de ellos y, al final, Rian había sacrificado la
victoria para protegerle del ataque final.
Aiden sabía que su compañero tenía una relación previa
con esa chica y no estaban en buenos términos. Por lo que le
había contado, habían competido en algún duelo en la escuela
media, donde Rian siempre había destacado por encima de los
demás. No era de extrañar que, para él, que siempre se
autoexigía más que nadie, perder contra Kelsey hubiera sido
un golpe duro.
Caminaron en silencio hasta el vestuario, donde esperarían
el momento para salir a competir de nuevo. En cuanto se
quedaron solos, Aiden se acercó dónde estaba Rían y le puso
una mano sobre el hombro.
—¿Todo bien? Te has quedado muy pensativo.
—Estoy enfadado.
Aiden se separó ligeramente de su compañero, mirándolo
fijamente a los ojos.
—¿Conmigo?
—Pues claro que contigo.
—¿Qué hice esta vez?
—Salir corriendo detrás del rival, por ejemplo. Actuar de
forma inconsciente. No pensar en las consecuencias de tus
actos…
—Vale, vale, lo pillo —lo cortó suspirando. Qué paciencia
debía tener con él.
—No, no lo haces. Me caí cuatro veces mientras intentaba
alcanzarte. Era como si el terreno quisiera mantenernos
alejados.
Aiden se fijó en el pantalón de Rian. Lo tenía cubierto de
barro en varias zonas, sobre todo por las rodillas. Además,
tenía un par de desgarros en la zona de los tobillos, donde se
alcanzaba a ver un pequeño rasguño con restos de sangre.
—Vaya, mira quién no fue capaz de mantenerse erguido
por más de dos minutos —añadió Aiden levantando una ceja.
Rian lo fulminó con la mirada, pero no dijo nada—. ¿Crees
que, en este segundo combate, el terreno nos lo va a poner más
complicado?
—Sí. No tengo ninguna duda.
CAPÍTULO 53
EL SEGUNDO COMBATE. RIAN.

Tú me olvidarás y lo nuestro será un casi


Pero no por mis estupideces
Lo que nunca te dije – Charlie USG

La cuenta atrás para que el segundo duelo comenzara se


podía ver perfectamente en una de las pantallas del estadio.
Treinta, veintinueve, veintiocho… El espacio ampliado todavía
no se había extendido por lo que podíamos ver perfectamente
a sus rivales, al otro lado de la Arena. Kelsey me observaba
con una sonrisa burlona en el rostro. Parecía que la última
victoria la había vuelto más prepotente de lo que era. Bien.
Eso nos daría una ventaja. Desde nuestra posición, podía ver
perfectamente todos sus gestos y expresiones. Por el contrario,
Ronan mantenía un perfil bajo, como queriendo pasar
desapercibido. No debían de estar a más de veinte metros
desde nuestra posición y, aun así, en cuestión de segundos
serían cientos de metros.
Aiden debía de estar notando la tensión que tenía en mi
interior sin necesitar mirarme a la cara. Mis emociones fluían
por el vínculo, era consciente de ello, haciendo que Aiden
tuviera sentimientos que no debería reconocer como propios.
Quince, catorce, trece… No quedaban mucho más de diez
segundos y Aiden ya estaba de los nervios. Empezó a dar
pequeños saltos en el sitio, moviendo los brazos, supongo que
para entrar en calor. Al final se había olvidado comentarle a
Adrik que le curara la pequeña herida del brazo, pero si tenía
un poco de cuidado, ni siquiera le limitaría ningún
movimiento. Tres, dos, uno…El contador parpadeó varias
veces con el cero en la pantalla antes de que un pitido
anunciara el comienzo. En cuanto Aiden y yo dimos un paso al
frente, y nos metimos en la zona ampliada, aparecimos en
mitad de la jungla, como el duelo anterior.
En aquel momento, estaba lloviznando, elevando la
humedad del ambiente al extremo y aumentando la sensación
térmica. Era ligeramente agobiante. Aiden y yo empezamos a
andar sin ninguna dirección concreta, intentando ubicarnos
en el mapa que teníamos en la cabeza.
Justo antes de comenzar el duelo, Loan nos había
enseñado un plano con la distribución anterior. Una de las
normas que existían desde que comenzaron los duelos, era que
ningún entorno se podía repetir, siempre eran únicos, pero la
distribución solía ser parecida: una zona elevada, una zona
pantanosa, un río…
—¿Intentamos subir hasta ahí? —me preguntó Aiden,
señalando una elevación a escasos cincuenta metros de su
posición.
Asentí como respuesta. Kelsey y Ronan debían de estar
manteniendo sus energías ocultas, para impedir que los
localizásemos. Necesitábamos trazar un plan antes de que
fuera demasiado tarde. La última vez habían jugado con
nosotros, controlando, absorbiendo nuestra energía sin que
nos diéramos cuenta. No tenía claro de cuál sería la estrategia
que tenían pensado realizar aquella vez.
En cuanto llegamos a la zona donde la pendiente se hizo
más pronunciada, empezaron nuestros problemas. La lluvia
había mojado todo el terreno, formando una especie de barro,
mezclado con muchas plantas y hojas, haciéndolo
terriblemente resbaladizo. Cuando Aiden se cayó por tercera
vez intentando subir la pendiente llegamos a la conclusión de
que no sería posible.
—Hay que pensar en otra cosa —dijo Aiden limpiándose
la tierra de las manos en la equipación—. Si usamos la magia
para subir ahí arriba estaremos gritando nuestra posición.
Tenía barro por todos lados, incluso en el pelo, pero la
lluvia que había pasado de una llovizna fina a un chaparrón,
lo estaba deshaciendo poco a poco, haciendo que le quedaran
restos por la cara. Unos segundos después los dos estábamos
completamente empapados.
—¿Y si…? —empecé a decir, justo antes de sentir un
cosquilleo en el pie.
Cuando me quise dar cuenta, algo se empezó a enroscar
por mi tobillo y, antes de que pudiera reaccionar, tiró de mí
hacia arriba. Me encontré colgado, bocabajo a varios metros
de altura, sujeto por el tobillo, en el cual notaba una profunda
quemazón.
—¿Estás bien? —gritó Aiden desde el suelo, tapándose la
frente con las manos, intentando ver a través de la lluvia.
—Sí, bajo ahora —le respondí, intentando tranquilizarlo
de alguna manera.
El problema no era soltarme. El problema era no
estamparme contra el suelo una vez estuviera en el aire. No
había más remedio, tendría que usar la magia. Utilicé un
hechizo reductor sobre la rama que me tenía agarrado y,
automáticamente, caí hacia el suelo. Bloqueé el impacto con
un escudo y rodé por el suelo para amortiguar el golpe. Antes
de que me pudiera levantar, Aiden estaba a mi lado,
ofreciéndome una mano para ayudarme.
—Gracias —dije aceptándola y tirando de ella para
incorporarme.
—Ahora ya saben dónde estamos —me respondió Aiden,
ya alerta, vigilando a su alrededor.
Era cierto. Ellos habían percibido mi magia, no tenía
dudas. Teníamos que movernos para que no nos prepararan
una emboscada.
—Si no podemos subir, vamos a tener que bajar… —sugerí
girándome, volviendo por donde habíamos venido.
Aiden me siguió. No tardamos en llegar a la orilla de un
río. Era bastante ancho y parecía profundo, lo suficiente para
no poder cruzarlo andando. Además, la lluvia constante hacía
que el caudal fuera mucho más abundante, desbordándose en
varias zonas. El agua bajaba a toda velocidad, salpicando.
Ese río era un peligro.
Me giré, buscando a Aiden con la mirada, intentando
avisarle que no se acercara demasiado, pero no tuve la
oportunidad. Cuando nuestros ojos se encontraron y abrí la
boca para hablar, lo vi saltar por el aire, dar varias vueltas
sobre sí mismo y caer en el río como un peso muerto. Joder,
antes lo pensaba y antes pasaba.
Mi cuerpo se puso alerta y miré en todas direcciones,
intentando encontrar algo, pero no había nada ni nadie. Antes
de poder trazar un plan, me vi impulsado en el aire yo
también. Agité los brazos, en un intento estúpido por mantener
el equilibrio, aunque no sirvió de nada y poco después me caí
al río yo también.
El agua estaba congelada, haciendo que se me
entumeciera el cuerpo al instante. La corriente me arrastraba
sin ningún tipo de control, haciéndome chocar de vez en
cuando contra las piedras y las ramas, manteniéndome la
mayor parte del tiempo bajo el agua. Me estaba costando
demasiado salir a la superficie a conseguir un poco de aire.
Además, por mucho que estuve intentando activar mi magia
no funcionaba. Era como si… Como si el agua neutralizara la
magia.
No sé cuánto tiempo tardé en ser capaz de arrastrarme
fuera del río, ni siquiera sé bien cómo lo conseguí. De repente
me vi de rodillas, con las manos sobre la tierra, tosiendo toda
el agua que había tragado. Me dolían los pulmones, el pecho y
la cabeza. Estaba desorientado. Después de unos segundos,
me acordé de Aiden. Me incorporé de golpe, buscándolo entre
la naturaleza, pero un mareo me obligó a cerrar los ojos y
buscar un punto de apoyo. No quería pensar mucho en ello,
pero era posible que me hubiera salvado por los pelos. Unos
minutos más en el agua y no lo habría contado.
Busqué a Aiden de nuevo. Estaba en una zona con menos
vegetación, por lo que podía ver a la perfección la orilla del
río, pero no era capaz de detectar su magia por ningún lado.
Miré de arriba a abajo varias veces, mientras iba perdiendo la
esperanza poco a poco. Mientras, la lluvia seguía cayendo sin
descanso. Era muy posible que el río lo hubiera arrastrado
más lejos, o al revés. No sabía dónde estaba, o si estaba bien y
tuve que hacer acopio de todo mi autocontrol para no perder
los nervios. Seguro que Aiden estaba bien. Era fuerte.
Tenía que hacer algo, tomar una decisión, por lo que eché
a andar siguiendo la corriente. Esperaba encontrar a Aiden
pronto. No tuve que andar mucho tiempo antes de notar una
presencia detrás mía… Dos presencias. Mierda.
Me giré, levantando un escudo a mi alrededor, justo en el
momento en el que el ataque de Kelsey me alcanzó. Había
sido un hechizo muy poderoso que hizo que mis pies
resbalaran por el terreno. Como estaba muy cerca del río, no
pude mantener el equilibrio y caí hacia atrás contra las raíces
de un árbol.
—Te encontramos —me gritó Kelsey desde cierta
distancia, mirándome con desdén.
Me incorporé lentamente, sin molestarme en limpiar los
restos de barro de mis manos o mi ropa. La constante lluvia se
encargaría de ello.
—Me alegro. Me habéis ahorrado el trabajo de ir a
buscaros —contesté con una prepotencia que no sentía.
¿Dónde te has metido, Aiden?
—¿Dónde has dejado al otro? —preguntó Ronan,
buscando a Aiden por el aire, como si pensara que había
decidido mantenerse oculto entre las copas de los árboles.
—No pensarás en serio que te lo voy a decir, ¿verdad?
Ronan estaba mirando a su alrededor, seguramente
buscando a mi compañero. Lástima que ni yo supiera donde
estaba en aquel momento. Mientras lo observaba, comencé a
darme cuenta de algunos detalles que me habían pasado
desapercibidos hasta entonces. Ronan tenía una postura
aparentemente relajada, pero evitaba apoyar el peso en su
pierna izquierda, donde se podía ver una herida bajo el
pantalón. No debía de ser muy profunda pero seguramente le
incomodaba. La muñeca derecha la tenía vendada del anterior
combate, parecía que se la había torcido, seguramente debido
a una mala caída. Y una de sus mejillas tenía una herida
bastante fea, como si se hubiera dado un golpe muy fuerte y su
ojo se estuviera empezando a hinchar en consecuencia. No
estaba seguro de las dificultades por las que habían tenido
que pasar en el combate anterior, o en aquel mismo, pero
Ronan no parecía una amenaza.
Kelsey, por el contrario, parecía estar en mejores
condiciones. Solamente se apreciaban un par de rasguños por
los brazos y la cara, pero parecía cansada. Mejor, yo también
lo estaba y, además, eran dos contra uno.
Kelsey me miró con el ceño fruncido y me lanzó un ataque
directo, que lancé hacia otro lado con las manos. La fuerza
del ataque me volvió a sorprender. No parecía la misma con la
que habíamos luchado en el torneo anterior. Iba a tener que
tomármelo más en serio.
Kelsey volvió a lanzar un ataque, aquella vez, formando
una pequeña ráfaga. Mientras los bloqueba, me fijé en que
Ronan seguía mirando a los árboles, con el ceño fruncido.
Había algo allí arriba que lo estaba poniendo nervioso. Bien.
Aprovecharía la oportunidad. La siguiente vez que Kelsey me
lanzó un par de ataques, precisos y con la fuerza suficiente
como para ponerme en aprietos, me concentré en intentar
devolverle uno de ellos. Los dos primeros vinieron con
demasiada potencia, y el tercero me salió desviado, pero el
cuarto ataque, conseguí enviárselo de vuelta. La maga lo
bloqueó sin mucho problema, pero me dio la ventaja que
necesitaba para empezar el contraataque. Lancé un par de
hechizos, sin demasiada fuerza, para despistar y luego envié
un ataque con toda mi fuerza. Tal y como había previsto,
Kelsey había infravalorado mis ataques y, cuando notó la
energía con la que la había atacado, era demasiado tarde.
Salió disparada contra su compañero y ambos salieron
rodando por el suelo.
Kelsey se incorporó de golpe, estaba claro que vencerla no
iba a resultar tan sencillo. Por el contrario, parecía que la
caída había dejado a Ronan casi totalmente indispuesto.
Apenas era capaz de mantenerse en pie y tenía un gesto de
dolor adornándole el rostro.
—¿Crees que con esa mierda de ataque vas a conseguir
algo? —me gritó ella, furiosa.
Me encogí de hombros, sin molestarme en contestar. Al
menos había conseguido dejarles desestabilizados con ese
ataque. El problema era que estaba cansado y llevaba tanto
tiempo con la ropa húmeda, sobre el cuerpo, que notaba como
se habían formado rozaduras por todos lados: en las axilas, la
cintura, detrás de las rodillas… Notaba como la piel estaba en
carne viva. No iba a tener muchas oportunidades de ganar si
los siguientes ataques no funcionaban.
Empecé a lanzar ráfagas de energía de forma
indiscriminada, llevado ligeramente por la desesperación.
Necesitaba terminar el combate. Necesitaba encontrar a
Aiden y saber si estaba bien. Necesitaba quitarme el uniforme
de una vez, quitarme la humedad del cuerpo. Kelsey gruñó
con rabia mientras bloqueaba con dificultad mis ataques.
Ronan estaba tirado a un lado, intentando respirar con
normalidad. Lo cierto es que tenía un aspecto bastante
preocupante. Lo observé de arriba a abajo y me fijé en la
herida sangrante de su pierna. Parecía que en la caída
anterior, cuando Kelsey cayó sobre él, una de las ramas del
suelo se le había clavado en un muslo, inmovilizándolo
prácticamente. Qué suerte había tenido..
Y como si las cosas buenas llegaran juntas, noté la energía
de Aiden mucho más cerca de lo que esperaba. Levanté la
mirada, buscándolo por todas partes. Kelsey también lo había
notado, porque empezó a contraatacar con hechizos muy
potentes. Estaba intentando dejarme fuera de combate lo antes
posible, pero, a pesar de que me sentía bastante fatigado,
todavía podía aguantar.
Aiden apareció de repente un par de metros por detrás de
nuestros rivales, cayendo desde algún lugar en las alturas, y
no pude evitar preguntarme por qué Ronan lo había sentido
antes que yo.
—Ya iba siendo hora de que aparecieras —dije gritando,
para que me pudiera escuchar por encima de la lluvia y el
sonido del río.
—Te vi controlando la situación perfectamente. No creí
que fuera necesaria mi intervención —me contestó con una
ligera sonrisa en el rostro.
No pude evitar sonreír de vuelta. Bien. Todo estaba a
punto de mejorar.
CAPÍTULO 54
EL SEGUNDO COMBATE

Porque es tan evidente que


entre tú y yo hubo algo más
Lo que nunca te dije – Charlie USG

Aiden había conseguido salir del río de puro milagro, pero


estaba bastante malherido. Se había hecho mucho daño
mientras descendía a toda velocidad por el agua, incapaz de
utilizar la magia para salvarse. Cojeaba profundamente y se
había dado un golpe bastante fuerte contra una de las rocas del
río, abriéndose una herida en la frente, la cual no paraba de
sangrar de forma abundante. En cuanto consiguió ponerse en
pie, se pasó una mano por la frente intentando controlar la
hemorragia pero solo consiguió hacerse más daño. Tocar cerca
de la herida, hacía que el dolor amenazara con hacerle perder
la consciencia. Resopló, cansado, intentando ubicarse. No
sabía si estaba lejos o cerca, si había recorrido muchos metros
bajo el agua o solamente unos pocos. Ni siquiera tenía claro
cuánto tiempo llevaba en aquel lugar y si al duelo le quedaría
mucho o poco para terminar. Normalmente, ningún combate
duraba más de treinta o cuarenta minutos, pero tenía la
impresión de que llevaba demasiado tiempo allí. Horas al
menos.
Aiden sabía que no podía quedarse allí mucho tiempo,
necesitaba encontrar a Rian antes de que lo hicieran sus
rivales. Empezó a andar, arrastrando una pierna, en dirección
contraria al río. Todavía llovía a cántaros por lo que el terreno
estaba cada vez más blando. Sus pies se hundían sin remedio
en la tierra, dificultando el avance. Ralentizando todo.
Cuando apenas llevaba veinte metros recorridos, notó
cómo algo le rozaba el tobillo derecho. Intentó levantar un
escudo protector, pero fue demasiado lento. La raíz se había
adueñado de su tobillo y lo había lanzado hacia las copas de
los árboles. Cuando el peso de su cuerpo hizo fuerza contra la
rama, esta apretó su tobillo con más fuerza, haciendo que a
Aiden se le escapara un grito de dolor. Había tenido la mala
suerte de que lo habían enganchado por su pierna mala. El
daño fue tan intenso que empezó a ver puntos luminosos por
todos lados, mientras una quemazón insoportable le subía
desde la rodilla hasta mitad de la espalda. Las lágrimas le
cayeron sin remedio por las mejillas y durante unos instantes
sintió verdadera angustia. No iba a ser capaz de soltarse
porque no soportaba el dolor.
No era capaz de mantener la consciencia durante muchos
minutos seguidos, notaba como iba y volvía sin poder hacer
nada por evitarlo. Sus ojos se cerraban sin poder evitarlo y la
fuerza se le escapaba de entre los dedos. No iba a ser capaz de
salir de aquello. No supo cuánto tiempo se quedó en aquella
posición, boca abajo a varios metros de altura, suspendido por
el tobillo.
De repente, sintió la magia de Rian. Estaba lo suficiente
cerca como para agarrarse a esa sensación y permanecer
despierto. Parecía que estaban luchando y Aiden supo que, si
querían ganar, iba a tener que dar todo una vez más. Aguanta
un poco más.
Después de varios intentos, consiguió sujetar la rama con
las manos y liberar su tobillo sin necesidad de usar la magia.
Se quedó colgando, con los brazos estirados, valorando sus
opciones. No podía dejarse caer porque tenía la pierna lo
suficientemente mal como para no poder soportar el dolor del
impacto y eso limitaba las opciones. Empezó a echar un
vistazo a su alrededor, intentando buscar una ruta de bajada y
se fijó que, algo más arriba de donde estaba él, las ramas de
los árboles eran lo suficientemente anchas como para poder
desplazarse por ellas sin problemas. Sabía que aquella no era
la mejor opción, pero tampoco es que tuviera mucho donde
elegir. Empezó a trepar por la rama sin muchos problemas.
Tenía bastante fuerza en el tren superior del cuerpo por lo que
lo único que tenía que evitar era que la sangre de la herida que
tenía en la cabeza se le metiera dentro de los ojos. Parecía algo
sencillo, pero en la práctica le costó algo más de lo planeado.
Cuando estuvo a la altura adecuada, empezó a balancearse
con las piernas, como si de un columpio se tratara. Cuando sus
pies se posaron sobre una de las ramas, se soltó, dejándose
caer sobre las rodillas para mantener el equilibrio. Un dolor
agudo en la pierna le hizo cerrar los ojos con fuerza y aguantar
la respiración. Aiden se mordió el labio con fuerza e
intentando hacer acopio de toda su resistencia, se puso en pie.
No le costó demasiado notar dónde se estaba celebrando el
combate por lo que empezó a caminar en aquella dirección.
Las ramas parecían lo suficientemente sólidas para
aguantar su peso sin problema y, aun así, Aiden no se sentía
seguro mientras pasaba de un árbol a otro. Solo se sentía a
salvo cuando sus manos se agarraban a la corteza del tronco.
No tardó mucho en llegar a donde se estaba celebrando el
combate. Rian estaba a unos treinta metros al sur. No parecía
muy malherido, pero Aiden podía notar que las fuerzas le
flaqueaban.
Por el contrario, Kelsey y Ronan se encontraban a unos
diez metros de distancia, justo a los pies del árbol donde él se
encontraba. Aiden no podía asegurarlo, pero estaba seguro de
que no lo podían ver ni sentir. A aquella altura, debía de haber
algún tipo de magia protectora que lo ocultaba de todos los
demás. Aprovechando la ventaja que le estaba dando el
terreno, Aiden se quedó quieto, mirando el combate que estaba
ocurriendo en aquel momento.
Se encontró varias veces con la mirada de Ronan, pero no
debía de ser consciente de las protecciones que había. Aiden
estaba seguro de que lo sentía de alguna manera, pero no tenía
forma de corroborarlo. El ataque que lanzó Rian en aquel
momento, lo dejó fuera de combate de forma fulminante. Una
rama le había atravesado la pierna limpiamente, desgarrándole
el músculo. Aiden puso mala cara al ver la sangre
acumulándose debajo de su pierna. No sabía si sería capaz de
levantarse, pero casi podía jurar que no.
Kelsey gritó algo, furiosa, pero Aiden no la llegó a
entender. Después, Rian empezó a lanzar ataques de forma
indiscriminada. Parecía que estaba llegando al límite de su
energía, pero si forzaba el final del combate de aquella
manera, no conseguirían ganar. Aiden supo que era el
momento de bajar del árbol y echar una mano a su compañero.
Activó el escudo y se dejó caer del árbol, controlando la
velocidad con la que bajaba. Al mismo tiempo, le cedió a Rian
parte de su energía, para que pudiera luchar en condiciones.
Cuando sus pies tocaron el suelo, a apenas dos metros de
Kelsey, sus ojos se encontraron con los de su compañero y vio
¿alivio? en su mirada.
—Ya iba siendo hora de que aparecieras —le gritó, sin
moverse de su posición.
—Te vi controlando la situación perfectamente. No creí
que fuera necesaria mi intervención —contestó Aiden, con una
pequeña sonrisa en el rostro.
Rian le sonrió de vuelta.
—¿Podemos terminar esto de una vez? —le preguntó,
ansioso por que el duelo llegara a su fin de una vez por todas.
—Por favor —respondió Aiden, intentando mostrarse más
fuerte y seguro de lo que se sentía.
Kelsey los miraba furiosa, mientras se alejaba sin perderlos
de vista. Ronan estaba tirado en el suelo y parecía
inconsciente, por suerte para Aiden. El mago no estaba seguro
de poder dar un paso sin desplomarse también. Hasta aquel
momento había ido sorteando el dolor de la pierna con toda la
fuerza de voluntad que tenía. Por desgracia, el continuo
movimiento y los esfuerzos habían agravado el dolor. Toda su
concentración estaba en mantenerse consciente.
Aiden levantó la mano y empezó a atacar a Kelsey,
lanzándole hechizos lo suficiente fuertes como para ponerla en
aprietos. La maga los desviaba como podía, manteniendo los
escudos a su alrededor activos en todo momento. Rian se
encargaba de desviar cualquier ataque de Aiden que no
acertara a su objetivo, lo que dificultaba que Kelsey pudiera
utilizar sus manos para contraatacar.
Aiden notaba como Rian absorbía su energía para poder
seguir luchando, por lo que necesitaba una estrategia lo antes
posible para poder hacerse con la victoria. Si tardaban mucho,
él acabaría inconsciente en el suelo y dejaría a su compañero
sin suficiente poder para hacerse con la victoria.
En ese momento, Aiden recordó cómo había ganado
Kelsey en el torneo de primavera. Miró a Ronan, tirado en el
suelo a pocos metros de él y supo lo que tenía que hacer.
Levantó la mano izquierda, apuntando al cuerpo inconsciente
de su rival y empezó a acumular poder.
Rian se dio cuenta de lo que estaba intentando hacer y lo
miró con una mezcla de sorpresa y desagrado.
—¿Qué se supone que vas a hacer? —le gritó preocupado.
Aquello era justo lo que necesitaba Aiden. Necesitaba que
Rian supiera lo que estaba a punto de hacer. No quería cometer
un error, ni dar un paso en falso.
Kelsey también lo miraba, pero en ella había una mezcla
de odio y desafío. O le daba igual que atacara a su compañero
inconsciente o lo consideraba un mal necesario para ganar. Sea
como fuere, Aiden estaba seguro de que no iba a mover un
dedo para salvarlo.
—Haz lo que quieras —dijo la chica, con desagrado.
—Eso hago —contestó Aiden, mirando a Rian fijamente a
los ojos, justo antes de lanzar el ataque.
Todo pasó muy rápido.
Cuando la energía salió de la palma de Aiden con una
fuerza sorprendente para lo malherido que estaba, Rian lo
miraba con los ojos abiertos como platos. Sus miradas no
perdieron el contacto en ningún momento, Aiden estaba
confiando ciegamente en él. Por ese motivo, justo cuando el
ataque estaba a punto de impactar contra Ronan, Rian movió
los dos brazos, como si estuviera barriendo el aire, pero en
realidad lo que había hecho era hacerse con el control del
ataque. La energía que Aiden había lanzado, cambió de
sentido de repente, cogiendo velocidad en la trayectoria y
dirigiéndose sin control hacia Kelsey quien no tuvo tiempo de
reaccionar antes de que el hechizo la golpeara de lleno sobre
su pecho. La chica salió disparada por el aire, impactando con
un ruido sordo contra el suelo, a un par de metros de distancia.
En ese momento, el sonido que anunciaba el fin del duelo
resonó por todos lados. El espacio ampliado desapareció y
volvieron a encontrarse en mitad del estadio, en la Arena,
rodeados de miles de personas que aplaudían y gritaban de
forma descontrolada. Aiden quería sonreír y gritar. Quería
levantar el puño en señal de victoria. Quería llorar y abrazar a
Rian porque lo habían conseguido, habían llegado a la final.
Pero lo único que hizo, fue desplomarse contra el suelo, boca
abajo, incapaz de seguir erguido. La pierna y la cabeza le
dolían tanto que no pensaba que fuera aguantar consciente
mucho más tiempo. Había tirado de la resistencia de su cuerpo
más de lo que estaba acostumbrado, más de lo que podía
resistir.
Notó como varias personas se reunieron a su alrededor
justo antes de empezar a sentir alivio. El dolor fue remitiendo
hasta casi desaparecer por completo. Loan suspiró aliviado.
—Menos mal que estás bien. Al verte caer sin poner las
manos siquiera… Este combate ha sido totalmente diferente a
lo que estábamos acostumbrados. No solo teníais a dos magos
como rivales, sino que todo el terreno estaba intentando
eliminaros.
—No hace falta que lo jures —Aiden se notaba dolorido y
cansado, pero al menos pudo abrir los ojos e incorporarse.
Adrik estaba a su lado, acompañado de Rian. Todos lo
miraban con preocupación, pero Aiden solo sonrió, antes de
acercarse a Rian y darle un fuerte abrazo. Le golpeó con
cariño en la espalda mientras sonreía.
—Lo hemos conseguido, Rian. Hemos llegado a la
semifinal —susurró Aiden, incapaz de controlar la emoción.
Las lágrimas ya descendían por sus mejillas sin poder hacer
nada por evitarlo.
Rian se separó un poco de él y lo miró a los ojos. Todavía
se podía ver la preocupación en su mirada.
—Durante unos segundos me paralizaste por completo.
Cuando te vi apuntando a Ronan pensé que ibas a hacer una
estupidez. Luego me di cuenta de cuáles eran tus intenciones,
pero te juro que tuve ganas de golpearte. Sabes que odio jugar
sucio.
—Lo sé. Jamás habría hecho algo así. Sabía que
reaccionarías a tiempo.
—No vuelvas a hacer algo así sin avisarme —luego le
volvió a abrazar con fuerza—. Lo hicimos, Aiden.
—Sí —contestó.
Aiden y Rian se separaron un poco, pero siguieron
agarrándose por los hombros, y levantaron el puño en señal de
victoria. El público volvió a gritar en consecuencia.
Adrik se acercó a Rian para curarle las heridas más graves.
Cuando llegaran al vestuario, les someterían a un chequeo
completo, pero para ello necesitaban material que no tenían en
aquel momento. Lo único que estaba intentando Adrik era
quitarles el dolor lo suficiente como para que pudieran
moverse y andar sin sufrir en el intento.
—¿Se ha decidido ya dónde serán los combates de la
siguiente fase? ¿Y quién será nuestro rival? —preguntó Aiden,
dirigiéndose hacia su entrenador.
Rian estaba atento a la respuesta. Era la semifinal. Estaban
a un suspiro de hacerse con la victoria.
—Vuestros rivales son Kravior y Giras, del Rogluf, y
podéis iros poniendo ropa de abrigo, porque nos movemos a
Kholod.
CAPÍTULO 55
EL TERCER COMBATE

De haber sabido que era la última vez,


nunca lo hubiera sido.
Debí suponerlo - Morat

Aiden estaba de pie, en medio de la Arena al lado de Rian.


Estaba intentando disfrutar los últimos minutos antes de que
comenzara el combate, aunque estaba demasiado nervioso
para conseguirlo. Sabía que, en cuanto el espacio ampliado se
activara, vería delante de él una zona montañosa, cubierta de
nieve, a una altitud donde la respiración era complicada pero,
la espera era exactamente igual que siempre. No parecía que
hubiera nada por lo que preocuparse.
El cronómetro que anunciaba el inicio del duelo apareció
en una de las pantallas. Aiden se puso la cazadora, encima del
nuevo equipamiento. Para aquella ocasión, lo habían elegido
de color blanco y tenía un par de rayas rojas en los brazos. Los
pantalones eran impermeables y la tela era bastante gruesa. En
la parte superior, además de una camiseta térmica y un polar,
llevaban aquella cazadora de cuello alto que les cubría hasta la
boca si la llevaban abrochada. Por último, un gorro y unas
gafas. Parecía que iban a hacer algún deporte de nieve.
—No entiendo por qué tenemos que llevar esto sí es
sumamente incómodo —se quejó Aiden mientras se colocaba
las gafas en la cabeza.
—Deja de protestar, anda —le contestó Rian.
La equipación estaba preparada para las bajas
temperaturas, pero a Aiden no le gustaba nada. Quizás que no
fueran muy altos, que apenas superaran el metro sesenta,
ayudaba a que tuviera la impresión de ser un muñeco de nieve.
—Es que parecemos un chiste —volvió a quejarse Aiden,
pero ni Rian ni Loan le contestaron.
Raina estaba hablando, explicando las normas como
siempre antes de cada combate. Lo cierto era que estaban a un
solo paso de la gran final. Habían llegado mucho más lejos de
lo que se había imaginado en un primer momento.
Aiden no escuchó nada del discurso, estaba demasiado
ocupado intentando mantener los nervios a raya. Además, la
ropa de abrigo que llevaban puesta, lo estaba haciendo sudar
muchísimo. Notaba como la camiseta térmica se le pegaba al
cuerpo como una segunda piel. En el momento en el que las
temperaturas bajaran, se iba a congelar. No tenía dudas.
Esperaba poder aguantar de una pieza ese combate y el
siguiente. Si conseguían ser los vencedores, no le importaba
estar una semana en cama con fiebre. Lo superaría.
Los gritos del público se hicieron eco cuando la
coordinadora gritó sus nombres. Sus compañeros de clase
estaban allí, animándolos, incluso alguno tenía pancartas con
frases de ánimo. Seguramente las habrían llevado preparadas
de la escuela.
—Que empiece el duelo —anunció Raina en el momento
en el que el contador mostraba la cuenta regresiva de los
últimos veinte segundos.
—¿Estás listo? —le preguntó Rian, mirándole mientras se
colocaba las gafas sobre los ojos.
—Creo que sí —respondió Aiden.
Loan se colocó entre ellos y les dio una suave palmada en
la espada a cada uno. Aquello parecía casi un ritual.
—Este estadio no es como los demás. No seáis
imprudentes. Me han comentado que hay varios ojeadores de
diferentes universidades entre el público. No os lo he dicho
antes porque no quería poneros nerviosos. Solo tenéis que
seguir esforzándoos como hasta ahora. Intentad dar lo mejor
de vosotros mismos. Tened cuidado y mucho ánimo —les dijo
Loan en el momento en el que el contador marcaba cinco
segundos.
Cinco, cuatro, tres.
—Vamos allá —susurró Aiden, justo en el momento en el
que avanzaban hasta adentrarse en el terreno de duelo.
Dos, uno…
Apenas había dado un paso, unos cincuenta centímetros,
pero todo cambió de forma abrupta. Las temperaturas habían
bajado casi cuarenta grados de golpe y estaba nevando. Había
nieve por todos lados, soplaba muchísimo viento y, por
encima, era de noche. Era la primera vez que competían en un
estadio con un paisaje nocturno y aquella era posiblemente la
peor manera de hacerlo.
La capa de sudor que cubría la espalda de Aiden, se
convirtió en una fuente constante de frío, haciéndolo temblar
frecuentemente. Por mucho que hubieran activado un escudo
protector a su alrededor, la temperatura era lo suficiente baja
como para seguir congelándose.
El oxígeno en aquel terreno era muy escaso y ya le estaba
jugando una mala pasada. No quería ser pesimista pero cada
segundo que pasaba veía la victoria más lejos. Estaban
congelados, en mitad de la montaña, con poco oxígeno y sin
un plan para alzarse con la victoria.
—¿Puedes moverte bien? ¿Sigues teniendo las manos
frías? —preguntó Rian.
—Estoy perfectamente —dijo Aiden, dando un par de
saltos y moviendo los brazos en círculos, para entrar en calor.
En uno de esos movimientos, un dolor agudo en el brazo
hizo que se le escapase un gesto de dolor. Por mucho que
Adrik lo hubiese estado curando, la herida del brazo era
demasiado profunda para sanarla por completo. Iba a tener que
aguantar un poco el dolor. Cuando terminó de saltar se dejó
caer sobre las rodillas, jadeando, con nauseas. Tenía
entumecida la cabeza y parecía que llevaba aguantando la
respiración dos minutos.
—¿Qué te pasa? —preguntó Rian preocupado.
—Casi no puedo respirar.
—Supongo que es la altitud…
—No sé cómo vamos a poder reaccionar de forma ágil sin
morir en el intento.
—Supongo… Supongo que nos terminaremos
acostumbrando —comentó Rian, aunque no parecía muy
seguro.
—Mucho supones tú —dijo Aiden, incorporándose—.
Solo espero que sea lo suficientemente rápido.
—Nuestros rivales también tendrán el mismo problema.
—Pues vaya mierda de duelo, los ojeadores no van a salir
contentos —protestó Aiden, girando a su alrededor, intentando
buscar una estrategia.
Parecía que estaban en una zona bastante plana, aunque
tampoco lo tenía claro. Lo único que alcanzaba a ver era un
par de árboles a unos diez metros, un poco más allá unos
arbustos y después la nada. Era como si el terreno se terminara
y solo quedara oscuridad.
El vaho salía de sus bocas de forma constante mientras
giraban sobre si mismos, intentando pensar una estrategia. Ni
siquiera cuando se encontraron perdidos en mitad del desierto
de Ogon, vieron tan complicado encontrar un plan. Finalmente
decidieron retroceder un poco hasta una ladera de la montaña.
De esa forma se protegerían del aire.
Estuvieron caminando durante diez minutos, siguiendo la
montaña. La nieve se empezaba a acumular en el suelo,
haciendo que cada paso que daban se hundiera casi diez
centímetros. Eso, unido a la baja concentración de oxígeno
estaba empezando a pasarles factura, haciendo que dos magos
jadearan con fuerza.
Aiden se fijó en una roca que descansaba a los pies de un
árbol. Era muy similar a una que habían visto hacía tres o
cuatro minutos. Pensó en decirlo en voz alta, pero terminó
convenciéndose a sí mismo que era casualidad. Cuando, un par
de minutos después, volvieron a pasar nuevamente por ella, se
le quitaron todas las dudas.
—No noto sus energías. Llevamos demasiado tiempo
andando y ni siquiera sabemos si lo estamos haciendo en
círculos —protestó Rian, exhausto, después de que Aiden le
contara su teoría.
—¿Y cuál es el plan?
—No lo sé. No hay plan. ¿Acaso no ves dónde estamos?
Estoy congelado, me duelen los pulmones de respirar este aire
tan frío y empiezo a sentirme fatigado.
—Cómo estamos, eh. Yo estoy igual que tú y no me oyes
quejarme todo el rato —respondió Aiden, conteniendo una
sonrisa.
Él siempre era el primero en quejarse por todo y lo sabía.
Solo lo había dicho para aliviar algo de tensión a Rian. Notaba
por el vínculo su frustración y sentimientos de impotencia.
Rian negó con la cabeza y siguió andando, pero no pudo
contener una pequeña sonrisa que Aiden recibió con los brazos
abiertos. Sabía de sobra que, para su compañero, demostrar en
todo momento que estaba un paso por delante de los demás era
fundamental. Necesitaba probar en todo momento lo buen
mago que era. Era como si necesitara validación constante y él
conocía muy bien esa sensación. El no sentirse suficiente.
Aiden notó una pequeña llama de magia en la oscuridad
que los rodeaba. Sus rivales estaban muy cerca y, con la
montaña a sus espaldas, no iban a poder retroceder. Les iba a
tocar atacar.
—¿Tienes claro el plan? —preguntó Rian, serio,
intentando ver a través de la nieve.
—Por supuesto —respondió Aiden asintiendo.
Lo habían comentado justo antes de entrar en la Arena. En
un terreno como aquel, con todas las dificultades a las que
tendrían que hacer frente, la mejor táctica era que Aiden se
centrara en acumular mucha energía para realizar ataques
potentes, mientras Rian se encargaba de la defensa y los
asaltos estratégicos.
No les dio tiempo a hablar mucho más antes de que
Kravior y Giras aparecieran delante de ellos, lanzándoles un
ataque bastante potente. Rian, como había anunciado, los
protegió a ambos con un escudo muy fuerte. A pesar de que
habían reaccionado a tiempo, Aiden vio como su compañero
retrocedía un par de centímetros por la fuerza del impacto.
Estaba claro que aquellos magos no eran como los anteriores.
Loan les había adelantado que Kravior y Giras eran los
ganadores del torneo de invierno del año anterior. Eran dos
magos de tercer año de la escuela superior y llevaban
compitiendo juntos desde la secundaria. La sincronización y la
complicidad con la que se movían y atacaban, estaba por
encima de la mayoría de los equipos y, a pesar de ello, sabía
que tenían posibilidades. No importaba si tenías mucha
complicidad, pero no tenías la energía suficiente o la técnica
necesaria y en eso, tanto Aiden como Rian estaban por
encima. Quizás no llevaban tanto tiempo en el mismo equipo,
pero tenían una conexión única.
Aiden levantó las palmas y empezó el contraataque. Rian
se concentró en volver a lanzar todos aquellos ataques que
eran desviados, dirigiéndolos hacia los puntos débiles de sus
rivales. Uno de ellos dio de lleno sobre el pecho de Kravior,
haciéndolo girar en el aire e impactando contra el suelo un par
de metros más allá.
—Buen golpe —dijo Aiden contento. Aquel ataque no
había sido lo suficiente fuerte como para dejarlo fuera de
combate, pero los pequeños golpes acababan haciendo una
mella mayor.
Kravior se incorporó con una mano en el pecho. Al
parecer, el golpe le había dado cerca del hombro y había
perdido algo de movilidad en él, pero no tardó en empezar el
contraataque.
Siguieron así un par de minutos, alternándose en atacar y
defender, hasta que un movimiento en el equipo rival les llamó
la atención. Giras dio un paso atrás, colocándose a la espalda
de su compañero, quien asumió la totalidad del peso del duelo.
La nieve seguía cayendo sin control y el viento helado
dificultaba la respiración. Era muy complicado combatir en
aquellas condiciones, con todos los sentidos mermados.
—Se están preparando para un ataque muy fuerte —dijo
Aiden, aunque sabía que su compañero ya se había dado
cuenta.
Le dolían los pulmones con cada bocanada de aire.
Además, tenía las pestañas heladas, a pesar de las gafas,
dificultándole la visión. De vez en cuando, un escalofrío le
recorría por completo, desde la base de la espalda, dejándole
toda la piel erizada.
—Tenemos que impedirlo —contestó Rian alzando la voz
para hacerse oír por encima del viento.
—¿Estás listo? —preguntó Aiden concentrando todo su
poder.
—Siempre —respondió Rian y, aunque no podía
asegurarlo, le pareció ver una pequeña sonrisa en el rostro de
su compañero.
Aquella pregunta y respuesta se habían convertido en su
retahíla.
Aiden empezó a lanzar ataques cada vez más potentes,
haciendo retroceder al rival. A pesar del cansancio y del dolor
en el brazo, no pensaba dejarse vencer. Había estado dando lo
mejor de él durante los últimos tres años para poder llegar a la
final. Para poder ganar. Y, en aquel momento, lo tenía todo al
alcance de la mano.
Aiden se fijó que Kravior no iba a poder seguir aguantando
mucho más, un par de ataques más y quedaría fuera de
combate, dejando desprotegido a su compañero. A pesar de
que estaban a varios metros de distancia, Aiden podía ver la
urgencia en el rostro de sus rivales. Ellos también se habían
dado cuenta de la situación. La balanza se empezaba a inclinar
en su contra.
Al ser conscientes de este punto, tanto Rian como él
aumentaron la potencia de sus ataques. Aiden notaba como su
compañero tiraba de su magia, dejándolo con lo justo para
poder atacar y defenderse. Aquel equilibrio colgaba de una
fina línea. Si dejaba de concentrar energía y Rian seguía
reclamando su parte, él quedaría totalmente desprotegido. La
otra opción era que su compañero perdiera potencia de ataque,
lo cual no era buena idea en aquel momento. Por eso, Aiden
tomó una decisión, le cedió a Rian el control de prácticamente
todo su poder.
Quizás había sido una buena idea mal ejecutada. O quizás
había sido uno de los mayores errores que había tomado
Aiden, pero todo empezó a pasar demasiado rápido. Rian
consiguió dejar fuera de combate a Kravior, justo en el
momento en el que Giras terminó de concentrar su energía y
lanzó el ataque en su dirección.
En ese momento, solo había dos opciones para Rian y
Aiden lo sabía. O atacaba y dejaba al rival fuera de combate,
haciéndose con la victoria, confiándole la defensa a Aiden, o
ayudaba a bloquear el ataque. Quizás Rian confiaba demasiado
en él, o en sus poderes, por eso, cuando Aiden vio que lanzaba
un ataque con toda su energía se preparó para bloquear el
ataque. Levantó los brazos para ponerse en posición, pero, la
herida mal curada del brazo le bloqueó parte del movimiento,
causándole un dolor punzante muy fuerte, haciendo que
perdiera totalmente la concentración. Ese fue el principio del
fin.
Aiden fue consciente en todo momento de cómo el ataque
de su rival, formado por miles de agujas de hielo se acercaban
a toda velocidad y él no tenía ni una gota de magia para poder
pararlo. Le había cedido el control a su compañero y se
encontraba totalmente indefenso. Además, estaba bloqueado y
no iba a poder reaccionar a tiempo. El impacto iba a ser
inminente.
Aiden miró hacia Rian de forma inconsciente, totalmente
paralizado por el miedo. Sus miradas se encontraron una
milésima de segundo y vio la duda en su mirada. En ese
momento, Aiden supo que iban a ganar el combate e iban a
llegar a la final. Después, recibió los dos primeros impactos.
El dolor se extendió como un veneno desde su hombro y su
abdomen, paralizándolo por completo. Por suerte, no llegaron
más. Al final, Rian había terminado de bloquear el ataque.
El espacio ampliado desapareció. No había nieve, ni frío,
ni era de noche. De repente se encontraba en medio del
estadio, con Loan gritándole cosas que no podía escuchar y a
su compañero mirándolo sin pestañear un par de pasos más
alejado.
Después, sin ser capaz de seguir aguantando, se dejó caer
sobre sus rodillas mientras se le escapaba un grito de dolor.
CAPÍTULO 56
NO PUEDO. ADIÓS. RIAN.

¿Qué quieres, si cuando te veo,


yo ya nunca me quiero marchar?
Hasta por la mañana - Manuel Carrasco, Morat

Ha habido muchas ocasiones en mi vida en las que me he


arrepentido de algo. Momentos en los que me he quedado
pensando, perdido en algún lugar de mi mente, intentando
buscar una solución a un problema imposible. Aquella podría
ser una de esas ocasiones, solo que no lo era. Era muchísimo
peor y ni siquiera podía pensar con lucidez.
Había sangre, muchísima sangre, pero tampoco estaba
seguro de donde salía. Notaba mis manos húmedas y
pegajosas, y no era capaz de enfocar con claridad. No podría
decir con exactitud cuánto tiempo estuve sumido en aquella
especie de trance. Podrían haber sido segundos u horas, pero
no fue hasta que oí su grito cuando volví al mundo real.
Aiden estaba tirado en el suelo rodeado de gente,
retorciéndose de dolor, mientras Loan intentaba mantenerlo
quieto y controlar la hemorragia al mismo tiempo. Habíamos
ganado, habíamos conseguido llegar a la final, pero ya no
tenía sentido. El torneo se había cancelado en el momento
exacto en el que fueron conscientes de la gravedad de la
herida en el hombro izquierdo de mi compañero. A pesar de
eso, todos seguían en la arena. Nadie se atrevía a moverse sin
saber qué le pasaría a Aiden.
Sin saber muy bien cómo, conseguí acortar los tres metros
que nos separaban y me dejé caer a su lado. Estaba pálido,
sudado y jadeaba con fuerza, mientras apretaba los dientes,
intentando no gritar.
—Aiden, aguanta, ya vienen a buscarnos —le dijo Loan
mirando preocupado el reloj de su muñeca.
El paño que el entrenador estaba apretando con fuerza
contra su hombro había dejado de ser blanco hacía mucho
tiempo. Adrik no había sido capaz de cortar la hemorragia. Le
busqué la mano con mis dedos y se la apreté con fuerza. Miré
mis dedos temblorosos rodeando los suyos y el peso de la
realidad me golpeó con fuerza.
—¿Cómo de malo es? —preguntó Aiden en un susurro,
abriendo los ojos y buscándome con su mirada.
—Podría ser peor. Parece que solo te ha perforado el
hombro…
Loan se calló en el instante en el que Aiden empezó a
toser. Parecía que se estaba atragantando con algo y, no fue
hasta que levantó ligeramente la cabeza de nuevo, cuando
pude ver los restos de sangre que salían de su boca. El
entrenador reaccionó rápido levantándole la camiseta,
dejando a la vista de todos, una herida en medio del
abdomen.
—Mierda… —susurró asustado—. Que alguien me traiga
otra toalla y active el código cero.
El código cero era un protocolo de protección que se
activaba cuando la vida de una persona estaba en riesgo. En
cuanto mi cerebro terminó de procesar aquella información,
me levanté de golpe y empecé a retroceder. Tenía ganas de
vomitar. No. Iba a vomitar, lo tenía claro. Necesitaba salir de
allí. Necesitaba alejarme lo más rápido posible.
—¡Rian! ¡Rian! ¿A dónde cojones te crees que vas…? —
no escuché mucho más de lo que gritaba Loan mientras yo me
alejaba.
En mi cabeza empezaron a repetirse los últimos minutos
del duelo a cámara lenta. Podía haberlo evitado. Podía haber
buscado otra forma de romper su defensa. Si no hubiera
lanzado aquellos ataques. Si no hubiera empleado casi todo su
poder en aumentar el ataque. Si no hubiera dudado aquellos
instantes… Todos los “si no” se me acumulaban dentro y no
sabía qué hacer con ellos.
Empecé a correr. Corrí sin mirar atrás hasta salir de la
Arena. Necesita desaparecer. Estuve corriendo mucho tiempo,
hasta que me caí de agotamiento. No sabía cuánto tiempo
había pasado, pero estaba agotado, física y mentalmente. No
tenía fuerzas para enfrentarme a la realidad. No podía asumir
que a Aiden le fuera a pasar algo. Que aquella herida del
hombro le dejase alguna secuela parecía el menor de los
problemas y aun así… Aun así, ni siquiera era capaz de
asumir aquella realidad. No podía.
Había encontrado en Aiden algo que siempre había estado
buscando. El simple hecho de pensar en llegar a perderlo se
me hacía insoportable. En aquel momento, tirado en el suelo,
las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. Me tapé la
cara con las manos mientras dejaba que todo el dolor saliera
de mí. Había sido mi culpa.
Estuve mucho tiempo pensando. Recordando los últimos
ocho meses de mi vida. Desde la primera vez que me encontré
con Aiden hasta aquella misma mañana. Había sido
consciente de su potencial desde la primera vez que lo vi.
Estaba seguro de que, con él, no solo llegaría a ganar el
campeonato, sino que conseguiríamos que nos patrocinara un
equipo profesional tan pronto como pisásemos la universidad.
Estaba dispuesto a repetir curso para poder seguir a su lado
pero, si lo pensaba fríamente, nada de aquello lo había hecho
por él. Todo había sido por mi egoísmo y mi necesidad
constante de reconocimiento. Había usado el poder de Aiden
en el último ataque porque sabía que los ojeadores estaban
mirando. No pensé en que él quedaría abandonado a su suerte
sin nada con lo que protegerse. Porque nunca puse a mi
compañero en primer lugar, como hacía él todos los días.
Cuando conseguí parar de llorar, me senté con las piernas
cruzadas, intentando decidir qué debería hacer. Cuando un
coche paró delante de mí un rato después y vi a la directora
Huges sentada en el asiento del copiloto para llevarme a casa
ya había tomado una decisión.
Por primera vez en toda mi vida, hice una elección en la
que no me antepuse por delante de nadie. Por primera vez,
tomé la decisión pensando únicamente en él, en el futuro de
Aiden. Y estaba dispuesto a sacrificar cualquier cosa para
garantizarlo.
CAPÍTULO 57
¿ESTÁS SEGURO? RIAN.

De haber sabido que ese abrazo se iba a terminar,


yo te habría abrazado más fuerte.
Debí suponerlo - Morat

El despacho de Loan seguía siendo el mismo que la


primera vez que entré en él. Las mismas fotografías, los
mismos posters, los mismos libros… parecía que los años no
pasaban por allí. Lo único que diferenciaba aquel momento de
cualquier otro, era yo.
Estaba sentado en una de las sillas, en frente del despacho
y Loan me miraba con preocupación. Habíamos estado
hablando casi cuarenta minutos. Le había contado todo. Le
había explicado cómo me había sentido en el torneo. Le había
contado todos los pensamientos que se habían pasado por mi
cabeza. Le había dicho la decisión que había tomado, aunque
él no parecía muy conforme. Pero a mí, eso no me podía dar
más igual.
—¿No crees que te vas a arrepentir? —me preguntó con
aquella voz que ponía a veces, como si él ya supiera la
respuesta.
—No.
—Aiden no quiere eso —aquello era una obviedad.
—Lo sé.
—¿Has hablado con él?
—No.
—¿Lo has ido a ver al hospital siquiera?
Dudé un segundo antes de contestar. No podía. El simple
hecho de pensar en verlo en una cama… no podía. Me
entraban ganas de vomitar.
—No.
Loan suspiró, pero no podía ofrecerle más. Aquello era lo
mejor para todos. No lo hacía únicamente por mí, para poder
esconder mi culpabilidad. Lo hacía por Aiden, para que
consiguiera llegar a lo más alto. Tardé mucho tiempo, pero al
fin lo entendí. Yo no cubría sus deficiencias, él cubría las
mías. Mi ego, mis ansias de ganar, me habían jugado una
mala pasada. Aiden necesitaba un compañero con el que
conquistar el mundo y mientras yo estuviera cerca eso no iba
a pasar.
—¿No hay nada que pueda hacer para que lo pienses un
poco más?
—No.
—Apenas han pasado veinticuatro horas desde el torneo.
Estás tomando una mala decisión, Rian, necesito que confíes
en mí.
—Es algo que he pensado mucho —necesitaba alejarme de
allí lo antes posible. Necesitaba desaparecer.
Loan se pasó las manos por la cara. Hasta yo notaba su
frustración.
—Rian, todos cometemos fallos. Errar es humano. No vas
a solucionar nada tirando a la basura toda tu vida. Y la de
Aiden. Porque si crees que se quedará sentando sin hacer
nada es que no le conoces.
Tenía razón. Aiden no aceptaría un no por respuesta. No
aceptaría mi decisión. Me seguiría hasta donde hiciera falta.
—No tendrá más remedio que aceptar mi decisión —
respondí, aunque no estaba seguro de si intentaba convencer a
Loan o a mí mismo.
—Es un error —me repitió de nuevo.
—Lo superará —estaba seguro de ello—. En unos años
será un recuerdo gracioso del que hable con sus amigos.
—Te equivocas. Aiden es como tú. Está obsesionado con la
magia y los duelos. Quiere eso en su futuro y tú eres el
compañero perfecto para lograr ese objetivo. Si lo dejas
ahora, justo después del accidente, va a ser muy duro para él.
Loan no sabía muchas cosas. No sabía que nos habíamos
hecho mejores amigos. No sabía que compartíamos una mesa
para cenar todos los días. Que nos hicimos muchas promesas
que no iba a poder cumplir. Que ese futuro del que hablaba lo
teníamos planeado y nunca llegaría. Loan no sabía que me
estaba doliendo más a mí hacer esto que a él. Con el tiempo,
pasaría página. Encontraría otro compañero. Me
reemplazaría y se olvidaría de estos meses. Y aquello era lo
que debía de pasar. Yo estaba demasiado centrado en ser el
mejor para poder ser el compañero que necesitaba. No era
capaz de gestionar los celos y la envidia que sentía ante su
poder. Si seguíamos luchando juntos, él acabaría herido de
nuevo. Aquello era lo mejor. Tenía que serlo.
—Lo siento —dije poniéndome de pie. No tenía nada más
que decir—. Discúlpame con él por todo.
Loan suspiró, resignado.
—Espero que todo te vaya bien, Rian. Cuando pasen los
años y mires hacia atrás espero que no te arrepientas de esta
decisión.
No contesté. No podía. Quizás si seguía entre aquellas
cuatro paredes terminaría cediendo e iría a ver a Aiden.
Quizás me convencería de seguir compitiendo. Y era algo que
no podía aceptar. Tenía que salir de allí.
—Gracias por todo, entrenador.
—Que te vaya bien, Rian.
Me despedí con la mano y fui hasta mi habitación. Terminé
de meter en la maleta mis últimas pertenencias y recorrí los
pasillos por última vez. Salí de la escuela a toda prisa, pero el
coche ya me estaba esperando. Ya había hablado con mis
padres y con la directora. El traslado del expediente ya estaba
listo y tenía que viajar durante varias horas hasta llegar a mi
destino. No había tiempo que perder.
◆◆◆
Pensé que todo estaba siendo demasiado fácil. No miré
atrás cuando me subí al coche, ni siquiera antes de montar en
el avión. Y, a pesar de eso, cuando estaba a diez mil metros de
altura, en mitad del cielo, me arrepentí. A pesar de que había
jurado que no pasaría, supe que había tomado la decisión
equivocada.
Supongo que en aquel momento fui consciente que
realmente aquello era un adiós y no un hasta pronto. Me
arrepentí de no haberme despedido por última vez. Por
haberme ido como un cobarde. Por haber dejado mi teléfono
encima del escritorio de mi antiguo cuarto, impidiendo que
nadie me pudiera contactar. Y por todo el daño que sabía que
le iba a hacer, enterarse que le habían abandonado de nuevo.
Deseé poder dar media vuelta y borrar las últimas
cuarenta y ocho horas de mi vida. Pero no podía. Alguien dijo
que la vida está llena de decisiones y yo había tomado las
mías. Ahora tenía que aprender a vivir con ellas.
Cerré los ojos e intenté que las lágrimas borraran mi
tristeza, pero aquel nudo en el pecho me acompañó durante
más tiempo del que nunca llegué a admitir.
CAPÍTULO 58
Y AHORA, ¿QUÉ?

Sobrarán recuerdos, faltará tenerte


Dejas una historia en mí por escribir.
+ - Aitana ft Cali y el Dandee

La noticia de que Rian había dejado la escuela llegó a


oídos de Aiden antes de que le dieran de alta en el hospital.
Las heridas del hombro y el abdomen habían sido limpias y, a
pesar de toda la sangre que había perdido se recuperaba
rápidamente. Todos se habían asustado mucho, pero la rápida
actuación de su entrenador y los médicos del evento, habían
hecho que su recuperación estuviera cien por cien asegurada.
Además, le habían dicho que no le quedaría ninguna secuela,
que, con el debido entrenamiento, recuperaría la movilidad
total de su brazo.
Su madre había vuelto a casa aquella mañana, después de
estar toda la semana al lado de su hijo. Había llegado al
hospital mientras le curaban las heridas y se había puesto
histérica. No fue hasta que comprobó que Aiden estaba más o
menos estable cuando se pudo tranquilizar.
A pesar de que el mago había agradecido su compañía y
cuidados, había insistido para que se reincorporara al trabajo.
Él, mejor que nadie, sabía todo lo que su madre había
sacrificado por estar donde estaba y no quería ser el
responsable de que aparecieran quejas en la junta directiva por
su ausencia. Menos mal que le había hecho caso. En aquel
momento, apreciaba que hubiera sido así. No le habría gustado
que su madre presenciara el momento en el que se rompió
delante de sus amigos al escuchar que Rian se había ido.
Llevaba toda la semana sospechando que algo iba mal
porque no había ido a visitarlo. Además, tampoco le había
respondido a los mensajes. Ni siquiera los había leído. Pero
cuando Nadya y Axel le contaron lo que había pasado, el dolor
de las heridas pasó a un segundo plano. Rian se había ido y él
se había quedado atrás de nuevo. Una vez más.
Aiden se había dejado caer sobre la cama, mientras
sollozaba roto de dolor. Nadya no tardó en tumbarse a su lado
para ofrecerle su hombro y Axel le puso una mano en la
cabeza, dándole ánimos. Seguramente ninguno de ellos sabía
bien qué decir o hacer.
—¿Por qué? —preguntó Aiden, levantando la mirada hacia
sus amigos—. ¿Por qué se ha ido sin despedirse? No le he
podido decir adiós y ahora no sé qué hacer con todo esto… No
sé cómo gestionar mis emociones. Quiero gritar y romper
cosas… Estoy muy enfadado…Estoy triste y dolido… Es
como si… —la voz se le rompió en ese momento,
impidiéndole continuar.
—Lo sabemos, Aiden. No te preocupes, ¿vale? Todo va a
ir bien —lo consoló su amiga abrazándolo con fuerza.
No. No iba a ir todo bien porque en ningún momento se le
había pasado por la cabeza que fuera a pasar algo así. No sabía
qué hacer. No tenía ningún plan.
—Yo no quería que se fuera —reconoció un rato después
—. Yo quería que se quedara conmigo. No entiendo por qué
me hizo algo así.
—Porque es una persona horrible y no te merece, Aiden —
contestó Nadya.
—Ha tenido que pasar algo para que actúe así… —intentó
convencerse a sí mismo.
—Thiago habló con Lev. Solamente dejó una nota y su
móvil. Nada más —le dijo Axel acariciándole la cabeza.
—¿Qué ponía la nota? —preguntó esperanzado.
—Es esta —dijo Axel sacándose un pequeño papel del
bolsillo y tendiéndoselo.
Aiden lo abrió con cuidado, como si le preocupase que se
fuera a desintegrar entre sus manos. En el centro del papel
cuatro palabras garabateadas con prisa: lo siento, no puedo.
Nada más. Aiden arrugó la nota con rabia.
—Nos prometimos muchas cosas. Dijimos que ganaríamos
el campeonato juntos… Él sabía que era mi sueño, ¿por qué
me dijo eso si no tenía intención de cumplirlo?
—Aiden, no le busques explicación —dijo Axel al final—.
No la vas a encontrar.
—Esta es la cuarta vez que tengo que empezar de cero y
estoy cansado de no poder confiar nunca en nadie. No quiero
volver a estar solo.
—Y no lo vas a estar más. Axel y yo estaremos siempre
contigo —contestó abrazándolo con más fuerza.
—Gracias, por estar ahí siempre —susurró con un sollozo.
Al final acabaron llorando los tres juntos.
◆◆◆

Vacío.
En cuanto le dieron el alta en el hospital, Aiden se puso como
loco intentando volver a contactar con él. Solamente
necesitaba dos minutos, escuchar de su boca las razones que lo
habían impulsado a irse de aquella forma tan cobarde.
Necesitaba algo para poder cerrar aquella etapa. Necesitaba
cualquier cosa.
Lo buscó por internet, habló con todos los profesores, con
su entrenador, con la directora e incluso contactó con su
familia para interesarse por él. Nadie le podía decir nada
porque Rian había desaparecido totalmente. Removió cielo y
tierra intentando saber algo de él, pero fue en vano. Era como
si él hubiera previsto todos los movimientos de Aiden y se
anticipase a ellos. Rian siempre había demostrado estar un
paso por delante de él y, en aquella ocasión, no hubo una
excepción.
◆◆◆

Vacío.
Cuando las clases comenzaron, y con ellas los entrenamientos,
fue el momento en el que Aiden fue verdaderamente
consciente de que estaba solo. Y, en ese preciso momento, se
vino completamente abajo.
Durante la primera semana no hizo nada. Los días pasaba
mientras estaba ausente, mirando por la ventana. Los
entrenamientos los sustituyó por salir a correr y Loan no fue
capaz de hacer que practicara de otra forma. Y las tardes se las
pasaba metido en cama, mirando al techo, simplemente
existiendo. Se había convertido en una sombra de lo que era y
nadie sabía qué hacer o qué decir para hacer que reaccionara.
No podía describir con exactitud todos los sentimientos que lo
envolvían en aquel momento. De un momento para otro, Rian
había roto todas las promesas que se habían hecho. Lo había
dejado atrás sin ningún motivo. Estaba triste. Estaba enfadado.
Estaba vacío.
CAPÍTULO 59
TOCAR FONDO

Una promesa rota,


será todo lo que se queda entre los dos.
Lo que hará mi boca – Antonio José, Morat

Los entrenamientos habían empezado, pero para el inicio


de las clases todavía quedaban algo más de dos semanas.
Aiden llevaba desde principios de agosto sin volver a casa,
desde que había ido con Rian, y no podía seguir
posponiéndolo. O no debería. A pesar de que su madre se
había mostrado bastante comunicativa durante las últimas
semanas, su padre lo había llamado dos veces, exigiéndole
volver antes de que terminaran las vacaciones.
Si fuera por él, no se encontraría en aquel momento subido
en un avión de camino a casa, pero todos se lo habían
recomendado. Incluso Thiago. Desde que Rian se había ido
todos hablaban con él con pies de plomo, sugiriendo que
necesitaba vacaciones, desconectar. En realidad, lo único que
le gustaría era que le dejasen tranquilo un tiempo, lo necesario
para ser capaz de reconducir su vida.
Tan pronto como bajó del avión y salió del aeropuerto, se
encontró a su padre esperando por él en la parada de taxis.
Aiden miró a su alrededor, buscando a su madre, pero no había
ni rastro de ella. Suspiró profundamente antes de acercarse al
coche. Daniel, su padre estaba en el asiento del conductor
entretenido con un juego del móvil. Llevaba puesta ropa
cómoda, como si solo hubiera salido de casa para ir a buscarlo,
y tenía una leve sonrisa en la cara.
Aiden golpeó la ventanilla con los nudillos para llamar su
atención. En cuanto Daniel levantó la vista y lo vio,
desbloqueó las puertas del vehículo para que se pudiera subir.
—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está mamá? —preguntó
Aiden mientras colocaba la mochila en el asiento de atrás y se
sentaba en el asiento del copiloto.
—No pudo venir, tenía lío —contestó su padre,
encogiéndose de hombros.
—No me dijo nada.
—Se le olvidaría.
Aiden no contestó. Sabía de sobra que su madre no se
olvidaría de avisarle de algo así. Ella era muy consciente de
que la relación que seguía teniendo con su padre no era la
mejor de todas. La mayoría de las veces Aiden era capaz de
hablar con él controlando sus sentimientos, pero aquel día no
se veía con fuerzas. Todavía estaba aprendiendo a lidiar con
las emociones que le había dejado la marcha de Rian. Solo
esperaba que su padre se lo pusiera fácil.
Durante todo el trayecto en coche, Aiden estuvo en
silencio, mirando por la ventanilla. El otoño había cambiado
bastante el paisaje en aquellos meses. Ya no quedaba rastro de
los colores vivos, solo tonalidades de amarillo y marrón.
Parecía que iban a juego con su estado de ánimo.
Aiden apoyó la cabeza en la ventanilla y cerró los ojos.
Llevaba varias semanas fingiendo delante de todo el mundo
que estaba bien. Viviendo con el piloto automático puesto.
—Me ha dicho tu madre que no estás pasando por un buen
momento —dijo Daniel rompiendo el silencio.
Aiden abrió los ojos y miró a su padre. No sabía qué decir
o qué quería escuchar por lo que, finalmente, le terminó dando
la razón.
—Ya.
—Está preocupada por ti.
Lo sabía. Aiden sabía de sobra que, aunque su madre
hubiera tenido que volver a casa, parte de ella se había
quedado con él. Con Hanna no le valía fingir que estaba bien.
Ella lo conocía mejor que nadie.
—Eso también lo sé —dijo al final, y su padre asintió.
—Si lo sabes, ¿por qué no le pones remedio de una vez?
Por lo que me ha dicho, llevas más de un mes con esa actitud.
Aiden se enfadó con aquel comentario. No debería
responderle, había aprendido a lo largo de los años que su
padre era como era y no conseguiría más de él pero a pesar de
ello no pudo contenerse.
—Claro que te lo ha tenido que contar, porque tú no te
preocuparías por mí de otra manera…
—Claro que me preocupo por ti, pero no es la primera vez
que unos amigos te dejan de lado. Tienes que aprender la
lección y centrarte en lo que importa —Daniel no lo miraba.
Seguía conduciendo con calma, como si aquella conversación
fuera sobre quién ganó el duelo del día anterior.
Aunque, la mención de Lily y Leo le dolió más de lo que
estaba dispuesto a admitir, su relación con Rian no podía
compararse. Puede que lo conociera durante menos tiempo,
pero todo había sido más.
—Solo sabes eso porque mamá también te lo ha contado
—Aiden apretaba los puños con fuerza. Estaba muy enfadado
—. Y no me puedes comparar a Rian con otra persona. Él era
mi compañero.
Daniel negó con la cabeza, como si no pudiera entender lo
que su hijo le estaba contando. Sus dedos tamborileaban
lentamente sobre el volante. No parecía alterado por la
conversación. Era como si no le pudiera dar más igual.
—No digo que no te importe, Aiden, solo que le estás
dando más importancia de la que deberías. Es una afición,
dentro de un par de años irás a la universidad y te olvidarás de
los duelos y toda esa chorrada. Cuando seas adulto te reirás de
esta situación. Hazme caso, sé de lo que hablo.
Aiden cerró los ojos, intentando no llorar. Nada había
cambiado. Habían pasado los años pero para su padre seguía
siendo un desconocido. No se había molestado nunca en
entenderle, en conocerle. Todo lo que sentía lo infravaloraba.
Todo lo que era importante para él parecía ser una chorrada.
Las manos le temblaban de frustración. No podía más.
—No sabes nada —contestó en un susurro con la voz rota.
—Te conozco de sobra para saber que… —empezó Daniel,
pero Aiden lo interrumpió.
—¿Perdona? —dijo elevando la voz—. ¿Qué me conoces?
Tú no sabes nada de mí. No tienes ni idea. ¿Te crees que
porque mamá te cuente tres cosas sobre mí, ya eres el padre
del año? Spoiler: no —Aiden sabía que no debería hablarle así.
Que aquella guerra llevaba perdida muchos años. Y aun así no
podía parar de hablar—. No sabes cómo soy, no sabes qué es
importante para mí, no tienes ni la más remota idea de
absolutamente nada. Te fuiste. Te largaste durante seis años.
Seis largos años. No te molestaste en dar señales de vida, nos
dejaste tirados.
—Eso no…—Daniel intentó intervenir, algo nervioso, pero
Aiden no le dejó.
—No. Cállate. Llevo escuchándote hablar durante los
últimos tres años como si nada hubiera pasado. Nunca me has
dado una explicación, nunca te has preocupado por mí, nunca
te he interesado lo más mínimo, así que ahora no te molestes
en fingir que es de otra manera. Estoy harto de tus consejos de
padre. No eres nadie. Nadie. Te largaste de casa cuando te
enteraste de que no tenía magia y volviste milagrosamente
cuando descubriste que sí. ¿A qué juegas? ¿Qué intentas
conseguir de mí?
—Aiden, no…
El corazón le latía tan rápido que pensaba que se iba a
morir. Las manos le temblaban y estaba empezando a ver
nublado. Necesitaba salir de aquel coche. Necesitaba aire.
Necesitaba respirar.
—Para el coche —dijo en un susurro—. Para el coche.
—¿Qué dices? No voy a parar ahora.
—Para el coche.
—Aiden, tranquilízate. Ahora llegamos a casa y hablamos
con calma.
—No pienso ir a tu casa. Para el coche.
—Aiden…
En ese momento notó cómo su magia se revolvía en su
interior. Estaba a punto de perder el control.
—¡QUE PARES EL COCHE! —gritó desesperado.
Aiden abrió los puños, estirando los dedos y, con ese gesto,
hizo que la puerta del copiloto se abriera de golpe. Había
destrozado la cerradura. El aire empezó a entrar en el vehículo
de golpe, mientras Daniel ponía las luces de emergencia y
empezaba a reducir la velocidad.
En cuanto el vehículo frenó por completo, las manos de
Aiden ya estaban terminando de desenganchar el cinturón y se
precipitó fuera sin pensarlo demasiado. Habían parado justo en
el arcén de la autovía que rodeaba la ciudad, por lo que
estaban en medio de un campo. Aiden colocó las manos en el
quitamiedos y, dando un salto, empezó a alejarse de su padre.
—¡Aiden! ¡AIDEN! ¿A dónde vas?
Pero él no paró. Siguió caminando durante veinte minutos,
adentrándose en los campos, solo centrado en el ruido que
hacían sus tenis contra la hierba. Durante todo ese rato, no
pudo pensar nada. En su cabeza escuchaba un pitido
ensordecedor, que aplacaba sus pensamientos.
Se dejó caer en las raíces de un árbol un rato después. Le
dolían los pies y estaba mentalmente agotado. Tenía un fuerte
dolor de cabeza, seguramente de llorar. Aunque no había sido
consciente, sus lágrimas no habían parado de salir desde que
bajó del coche. Se pasó la manga de la sudadera por la cara.
No sabía qué hacer. No tenía frío, pero no podía parar de
temblar.
No tuvo que esperar mucho tiempo para ver a su padre
acercarse. Llevaba su mochila en la mano y andaba cojeando.
Cuando llegó a su lado, se dejó caer en el suelo y apoyó la
espalda en el tronco del árbol. Suspiró, pero no dijo nada. Se
quedó allí a su lado, sin decir nada.
No supo exactamente cuánto tiempo estuvieron allí
sentados. Estaba casi anocheciendo cuando Aiden sintió como
su padre se quitaba la cazadora que llevaba puesta y se la puso
por encima de los hombros. En ese momento, al sentir la
calidez de la prenda, se dio cuenta que estaba congelado.
Aiden se abrazó las piernas mientras agarraba con fuerza la
cazadora. Olía a su padre. Posiblemente llevaba usando la
misma colonia desde siempre porque odió ese olor durante
mucho tiempo. En aquel momento, solo le produjo tristeza.
—¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me abandonaste?
Daniel resopló y parecía devastado por la conversación.
—No me veía capaz de asumir la responsabilidad de criar
a un niño sin poder. No era lo suficiente fuerte para poder
apoyarte. Me asusté. Tardé mucho tiempo en darme cuenta que
había cometido un error. Lo siento mucho, hijo, de verdad.
Aiden no abrió la boca, no se sentía capaz y su padre no
añadió nada más.
—¿Nos podemos ir? —preguntó Aiden rompiendo el
silencio un rato después.
—Claro, vamos —contestó Daniel incorporándose y
tendiéndole una mano.
Aiden la rechazó y empezó a andar de camino al coche…
O a lo que quedaba del coche. Cuando llegaron a la carretera,
no quedaba ni rastro de él, pero un taxi los estaba esperando.
—¿A dónde los llevo? —preguntó la taxista.
Daniel miró a su hijo.
—¿Qué? —preguntó Aiden al ver que su padre no decía
nada, solo se limitaba a observarle.
—¿Dónde quieres que te deje? ¿Quieres ir a casa?
Aiden asintió y Daniel le dio la dirección de su madre.
Durante todo el trayecto, se mantuvieron en silencio, cada uno
perdido en sus propios pensamientos. Cuando el taxi se paró
delante del edificio, Aiden se bajó sin esperar a que su padre
pagara. En ese momento, el portal se abrió y Hanna salió con
gesto preocupado. Fue hasta donde estaba su hijo y lo rodeó
con los brazos. Aiden apoyó la frente en su hombro,
disfrutando del abrazo.
Su padre se bajó del taxi poco tiempo después y se quedó a
un par de pasos, respetando la distancia. Tampoco había vuelto
a abrir la boca.
—Cariño, ¿por qué no vas subiendo? —le preguntó su
madre, agarrándole la cara con las manos y mirándolo con
ternura—. Yo voy ahora.
Aiden asintió y entró en el portal cerrando la puerta tras él,
sin molestarse en despedirse de su padre. Luego, en vez de
subir, se quedó en un rincón, escuchando la conversación.
—¿Se puede saber qué ha pasado? —preguntó Hanna y
sonaba furiosa.
—No lo sé.
—¿Cómo que no lo sabes?
—Creo… creo que Aiden necesita ayuda —dijo
finalmente.
Su voz sonaba apagada como si realmente estuviera
arrepentido de algo. O de todo. Aiden notó un nudo en el
estómago.
—¿A qué te refieres? —la preocupación de la voz de su
madre era inconfundible.
—Sé que, como padre, he dejado bastante que desear —era
cierto—. Pero tú no le has visto perder el control hoy.
—¿Lo dices por el coche? Ya te he dicho que te lo cubrirá
mi seguro…
—No lo digo por eso, Hanna, por favor… El coche es lo
que menos me importa ahora mismo.
—¿Entonces?
—Aiden necesita ayuda.
—Lo lleva pasando muy mal desde que Rian se fue. Ya te
lo dije.
—Sí, lo sé, pero no es solo eso. El daño que yo le hice…
está ahí. Creo que la marcha de ese chico del mismo modo que
me fui yo ha vuelto a abrir una herida. Creo que no hemos sido
conscientes de lo mal que lo ha pasado. Sé que es mi culpa y
me mantendré alejado si es lo que él quiere, pero necesita
ayuda y no se la podemos dar nosotros…
Aiden lloraba en silencio. Todo lo que estaba diciendo su
padre era cierto. No estaba bien y llevaba tiempo sin estarlo.
Lo de Rian solo había sido el detonante.
Todos sus sentimientos se amontonaban en su interior y no
sabía qué hacer con ellos.
CAPÍTULO 60
AIDEN

Debí suponerlo, mi vida.


Sabía a despedida desde que llegaste.
Debí suponerlo - Morat

Aiden estaba sentado sobre la cama, mirando a la nada,


sabiendo que era el momento. El horrible momento en el que
tenía que demostrarse a sí mismo que era tan fuerte como
aparentaba ser. Y no era nada fácil porque sabía que aquella
sonrisa que últimamente adornaba su cara era simplemente
una máscara tras la que podía esconderse.
Siendo sincero, lo único que necesitaba era sentarse en un
rincón y hacer que el tiempo se detuviera. Solamente
necesitaba un segundo, un respiro, para llorar. Para dejar salir
todos aquellos sentimientos que le sobraban. Para gritarle al
mundo que tenía el corazón roto y necesitaba tiempo para
recoger los pedazos. Para coger fuerzas y aprender a caminar
solo de nuevo. No solo las parejas podían romperse el corazón.
Los amigos también tenían aquella capacidad.
El problema era que el tiempo no paraba y no era capaz de
decir en voz alta que cada segundo estaba triste. No soportaba
sentirse tan débil. Tenía que fingir ser quien no era para
ocultar su dolor.
Los días seguían pasando y Rian seguía sin dar señales de
vida. Nadie sabía nada, pero todos le preguntaban a él. En
aquellos momentos, Aiden tenía que respirar profundo y
pestañear varias veces seguidas para ocultar las lágrimas.
Tenía que poner esa sonrisa de que todo iba bien y responder
que no lo sabía. Todos se sorprendían y seguían preguntando,
sin importarles nada lo duro que estaba siendo todo aquello
para él.
¿Qué? ¿Cuándo? Y la peor… ¿Por qué? Pero ni siquiera él
tenía la respuesta. Rian se había ido y no iba a volver. Se había
terminado. ¿Qué podía hacer él? Nada.
Todo había cambiado. Era el mismo colegio, el mismo
equipo, los mismos alumnos, pero nada era igual. Aiden fingía
sonrisas y se reía sin ganas. Se quedaba despierto hasta las
tantas, pensando. Cuando creía que había llorado lo suficiente
se daba cuenta que aún podía llorar un poco más. Cuando se
sentía triste y solo, se daba cuenta cómo de grande era el vacío
que él llenaba y lo muchísimo que le echaba de menos.
Tenía la esperanza de que, con el tiempo, todo fuera más
fácil. Pensando que, si todos creían que estaba bien, al final lo
conseguiría.
El domingo después del comienzo de las clases, Aiden se
encontraba tirado en cama. Tenía los auriculares puestos y
estaba mirando a la nada. Thiago entró en la habitación
haciendo muchísimo ruido, pero él ni siquiera lo miró. Notó
como su compañero de habitación se acercaba a él y le tiraba
de uno de los auriculares, hasta quitárselo de la oreja.
—¿Esto va a seguir mucho más tiempo?
—¿El qué?
—Tú, con esa actitud.
Aiden no contestó. ¿Qué se suponía que debía contestar?
Nada de aquello era fácil pero tampoco sabía qué hacer.
—¿No me vas a responder? —insistió Thiago.
Aiden suspiró antes de responder.
—No.
—¿Qué significa eso?
—Que no voy a seguir mucho más tiempo con esta actitud.
—¿Y cuánto es no mucho más tiempo?
—No sé. No lo he pensado, la verdad.
Thiago fue hasta su escritorio y se llevó el portátil a la
cama antes de contestar.
—Tienes hasta mañana.
Aiden suspiró. Tenía razón, no podía seguir así. Se había
permitido un tiempo con una actitud terrible, pero tenía que
hacer algo al respecto. Acababa de perder a su compañero de
duelos, pero podría encontrar otro. Podía seguir luchando por
sus sueños. Tenía que hacerlo.
—Mañana te quiero ver en los entrenamientos. No pienso
aceptar un no por respuesta.
—Vale. Me parece bien —aceptó Aiden al final y se volvió
a colocar el auricular en la oreja.
¿Qué debía de hacer a continuación? Era la pregunta que
se repetía todos los días al levantarse por la mañana.
◆◆◆

Aquel lunes, cuando se despertó supo cuál era la respuesta:


seguir. Tenía que seguir adelante. Aquello solo había sido un
bache en el camino. Encontraría la manera de lograr sus
objetivos. Siempre lo había hecho, aunque todavía no había
decidido cómo.
CAPÍTULO 61
ABRIL

Cuando yo te vuelva a ver no sé qué hará mi piel,


si no eres quien la toca.
Lo que hará mi boca – Antonio José, Morat

Un año y medio después.

Aiden estaría mintiendo si dijera que los últimos dieciocho


meses habían sido fáciles, porque no lo fueron.
Estaba aprendiendo a seguir adelante a pesar de que estaba
triste.
Estaba aprendiendo a aceptar que su padre era un ser
humano que tomaba decisiones erróneas, como todos.
Estaba aprendiendo que no pasaba nada si no lo perdonaba
por haberse ido, que estaba en su derecho, pero que no podía
permitir que le condicionara la vida.
Se había reafirmado, al darse cuenta de que ser duelista era
el sueño de su vida.
Había aprendido a ser el compañero de Jin, de Gabie y de
Maar, a pesar de que ninguno de ellos estuviera tan entregado
a los duelos como él.
A pesar de que no eran Rian.
Había tenido que volver a una rutina que no sentía como
suya, a un colegio que solo le traía recuerdos de una etapa sin
cerrar.
◆◆◆

Muchas veces, Aiden se sorprendía a sí mismo pensando en


Rian. En el dolor que ya se empezaba a disipar cuando
recordaba cómo había sucedido todo. Estaba seguro de que si
Rian se hubiera presentado en el hospital y le hubiera dicho
que no quería seguir compitiendo con él, lo habría entendido.
Le habría dolido, pero habría terminado por aceptarlo. Pero
nada había sucedido así. Aiden sentía que, con su marcha,
había dejado una puerta entreabierta y muchas veces sentía
que no podía avanzar. Que sin aquella despedida se le estaban
acumulando todos los “y si”.
Habían pasado cuatro competiciones en las cuales no había
podido demostrar de lo que era capaz porque sus compañeros
no llegaban a su altura y, en aquellos momentos de frustración
entendía a Rian. Entendía que él siempre había sido una
cuerda que ataba los pies de su compañero al suelo, cuando lo
único que quería era volar. La diferencia entre los dos fue que
Aiden nunca tuvo una palabra fuera de tono con sus
compañeros, al contrario. Se había esforzado más que nadie
para suplir la falta de experiencia de ellos. Se había hecho muy
fuerte y aun así no le parecía suficiente. Necesitaba ganar el
torneo y conseguir una plaza para la universidad. Necesitaba
demostrarse a sí mismo que todo había merecido la pena. Para
ello necesitaba una cosa y no estaba seguro de ser capaz de
conseguirla.
Estaba siendo uno de los meses más fríos desde que tenía
memoria. La nieve se acumulaba en los jardines de la escuela
y la mayoría de estudiantes aprovechaban para lanzarse bolas
de nieve mágicas. Lo malo, o lo bueno según se mire, es que
nunca se sabía quién había lanzado el hechizo, por lo que
siempre acababa siendo una batalla campal.
Nadya y Aiden estaban en una de las cafeterías de la zona,
fuera del recinto escolar. Últimamente aprovechaban sus ratos
libres para ir a tomarse un chocolate caliente y hablar de sus
cosas. Su último año en la escuela superior estaba pasando
mucho más rápido de lo que esperaban. En breves volvería el
verano y, con él, el ingreso en la universidad. Los nervios, el
estrés y la impaciencia se habían convertido en constantes en
sus vidas. Los exámenes finales estaban a la vuelta de la
esquina y sentían que todo su futuro dependía de sus
decisiones. Un suspenso podía hacer que no se pudieran
graduar o, peor, que tuvieran que quedarse en el Bhainn
Daiocht un año más.
Por otro lado, el tiempo se acababa para Aiden y por eso
había decidido jugar su última carta. Para ganar el torneo de
verano, necesitaba tener un compañero que estuviera a la
altura y Thiago era la respuesta a todas sus preguntas, pero
necesitaba un plan para conseguir convencerlo. Ya lo había
tanteado en más de una ocasión y las respuestas siempre
habían sido rotundamente negativas. En ese punto es donde
entraba Nadya. O al menos esa era la idea de Aiden. Después
de llevar dos horas hablando con ella ya no lo tenía tan claro.
—No te han gustado ninguna de las ideas que te he
propuesto —dijo Nadya entre pucheros.
—Estamos hablando de Thiago. Llevo compartiendo
habitación con él dos años… Estoy seguro de que sé cómo va
a reaccionar —respondió Aiden como si todo aquello fuera
una obviedad.
—Exacto y Thiago te adora —dijo Nadya, pasando la
mano por encima de la mesa y tocándole el brazo con cariño.
Aiden levantó las cejas sorprendido, mientras una sonrisa
irónica le adornaba la cara.
—Ahora estoy cien por cien seguro de que no estamos
hablando de la misma persona.
Se cubrió la cara con las manos, suspirando. No sabía qué
tendría que hacer para lograr convencerlo, pero sabía que haría
lo que fuera necesario. El problema era que Thiago nunca le
había dado ni una pizca de esperanza.
—Es verdad. Es borde, sí, pero se preocupa por ti. Siempre
te ha tendido una mano cuando lo has necesitado. Thiago es el
típico amigo que no está en las buenas, pero siempre te apoya
en las malas. Deberías darle un voto de confianza —dijo
cogiéndole de la mano por encima de la mesa, apoyándolo
como hacía siempre.
Aquello era verdad. Thiago le había demostrado de mil
maneras que estaba ahí si lo necesitaba, aunque normalmente
le dijera lo contrario. Aiden se pasó una mano por el pelo,
despeinándose ligeramente. Estaba nervioso, muy nervioso,
pero Nadya tenía razón. No tenía más opción que ser sincero
con él y cruzar los dedos para que hubiera suerte.
—Pues nada, se lo diré directamente y veremos lo que pasa
—contestó al final.
—Seguro que va bien —lo alentó Nadya.
—¿De verdad?
—Claro —respondió ella con una sonrisa de oreja a oreja y
Aiden no pudo hacer otra cosa que sonreírle de vuelta.
Volvieron a la escuela cogidos del brazo, intentando
mantener el calor. Mientras esperaban en un semáforo para
cruzar, Aiden apoyó la mejilla en la cabeza de Nadya, mientras
recordaba una conversación que habían tenido un par de meses
atrás.
Estaba frustrado, las competiciones no iban bien, las clases
tampoco y a veces le costaba encontrar la motivación
suficiente para seguir adelante.
—Tú no me entiendes. No sé qué decisión tomar. Hacer
esto sin Rian parece que no tiene sentido. Estoy perdido, triste,
enfadado. No encuentro a nadie con el que todo funcione. Es
como si todos me pusieran alguna traba.
—Sé cómo te sientes. Aunque pienses que en este
momento nadie puede comprender todo lo que te recorre, no es
cierto —Nadya sacó de la mochila el ejemplar de Victoria
Colateral que Aiden le había dejado la semana anterior—. Me
lo he leído y para ser de tu autora favorita no le haces mucho
caso.
La maga abrió el libro, buscó una página donde estaba
subrayada una frase y la leyó en alto.
—Simplemente el dolor nos ciega de la manera más cruel
que conocemos. Cuando creas que no puedes caer más bajo,
caerás. Cuando creas que no puedes llorar más, llorarás… y
cuando creas que no te queda amor para dar te darás cuenta
de que te puedes enamorar tan intensamente como la primera
vez. La cuestión no es encontrar a alguien que haga que tu
mundo gire. Tu mundo va a girar con o sin alguien a tu lado.
En aquel momento, en mitad de la calle, con el frío
calándose en sus huesos, las palabras de Kari Kaus tomaron un
significado para él.
—¿Estás bien? —le preguntó Nadya preocupada. Debía de
estar poniendo una cara rara.
Aiden sonrió.
—Sí, estoy bien —y aquella vez lo dijo totalmente en
serio.
CAPÍTULO 62
ABRIL

Porque el futuro no es con él


es con otro.
A la calle - Aitana

La primavera había hecho acto de presencia antes de que


Aiden pudiera darse cuenta. Los días se hicieron más largos y
las temperaturas se volvieron mucho más agradables. Ya no
era tan extraño pasear a mediodía de manga corta, bajo los
rayos del sol. Las noches seguían siendo frescas, pero dormir
tapado hasta las orejas también era un pequeño placer.
El entrenamiento había terminado pasadas las diez de la
noche y Aiden se encontraba con las manos apoyadas en sus
rodillas, jadeando, mientras intentaba recuperar el aliento.
Thiago y él habían estado entrenando en el simulador durante
toda la tarde. Aquella vez, habían tenido que superar un clima
parecido a Ogon y, a pesar de que la arena no había sido real,
Aiden todavía notaba todo su cuerpo cubierto de ella.
Loan se acercó a ellos, con un gesto divertido en el rostro.
A pesar de que Thiago había empezado a entrenar con él hacía
apenas un par de meses se habían adaptado bastante bien.
Aiden había querido que participaran juntos en el torneo de
primavera del mes anterior, pero Thiago se había negado en
rotundo. Había aceptado empezar a entrenar con él, pero solo
competirían juntos en agosto, el torneo previo a su entrada en
la universidad.
Aiden había tenido que competir en aquel torneo con
Gabie y, aunque la chica había competido con él por pura
insistencia de su parte, habían llegado hasta la semifinal.
Estaba acostumbrado a no poder demostrar todo lo que valía o
que su esfuerzo no se reflejase en sus resultados, pero, en
aquel momento, se mostraba optimista. Con lo bien que iban
los entrenamientos con Thiago, las posibilidades de ganar en
verano aumentaban paulatinamente con el paso de los días.
—Buen trabajo, chicos. Seguimos mañana —dijo el
entrenador, dando por concluida la sesión.
Aiden se dejó caer al suelo, cansado. Thiago se pasaba la
mano por la frente, intentando evitar que el sudor le entrase
dentro de los ojos.
—Si alguna vez necesito un riñón —dijo Thiago entre
jadeos—, tú vas a ser la primera persona a la que recurra.
Aiden se rio como respuesta.
—Por el momento, Nadya nos trae la cena, así que no te
quejes.
—Me conformaré por el momento.
Como si la chica los hubiera escuchado, entró en la sala de
entrenamientos con dos bocadillos recién hechos. Les dio uno
a cada uno, junto con una botella grande de agua.
—Las de la cafetería ya esperan todas las noches con
vuestra cena. Creo que si algún día decidís ir vosotros a
buscarla se sorprenderán.
Nadya estaba sonriendo. Era increíble como siempre era
capaz de mostrarse optimista ante cualquier situación. Se
recogió dos mechones de pelo, colocándoselos por detrás de
las orejas, mientras sacaba el móvil y les hablaba de las
novedades de la competición: las nuevas fotos que habían
subido otros equipos, las actualizaciones de la organización, o
incluso las cenas de los otros duelistas, aquello se había
convertido en su pequeño ritual.
Mientras miraba a Nadya, el corazón le empezó a latir un
poco más rápido de lo normal. Y, como si hubiera estado ciego
durante mucho tiempo, en ese momento Aiden estuvo seguro
de dos cosas. La primera era que se estaba enamorando de
Nadya, de su sonrisa amable y su energía infinita. De sus
ganas de vivir experiencias nuevas. De su ingenio y sentido
del humor. Y de que hubiera estado a su lado,
incondicionalmente, desde el primer momento. Sin darse
cuenta, se preguntó cómo sería agarrarla de la cintura, pasear
agarrados de la mano o besarla. Estaba seguro de que había
dejado de verla como una amiga más y se había convertido en
alguien especial. Posiblemente lo llevaba siendo varios meses.
Pensar en la segunda le ocasionaba un nudo en el pecho,
porque a sus casi dieciocho años era, por primera vez,
consciente de sus sentimientos. Hasta aquel momento nunca
pudo reconocer los nervios por ver a alguien, las ganas de
pasar tiempo juntos, las sonrisas eternas, la sensación de
atontamiento constante… como lo que realmente era: amor.
Después de despedirse de Nadya se fueron directos a su
habitación. Mientras Thiago se duchaba, Aiden se sentó en el
alféizar de la ventana, con una rodilla doblada contra el pecho
y se permitió perderse en sus pensamientos de nuevo. El
atardecer se veía en el horizonte, tiñendo el cielo de diferentes
tonalidades de naranja. Todo trasmitía paz y tranquilidad, pero
su corazón seguía latiendo más rápido de lo normal. Se sentía
estúpido por no haber reconocido las señales a tiempo, por
haber tardado tanto en entenderse a sí mismo. Dos lágrimas le
recorrieron las mejillas, mojando su camiseta.
—¿Qué te pasa? —dijo Thiago al salir del baño y verlo
con los ojos rojos.
—Me estoy enamorando de Nadya —dijo como un
susurro.
—Bien por ti, supongo —respondió confuso.
Aiden no contestó y desvió de nuevo la mirada al
horizonte. Se pasó una mano por la cara, intentando eliminar
todo rastro de sus lágrimas.
—¿No me vas a decir lo que te pasa realmente? —insistió
Thiago.
—Creo… No. Estoy seguro de que esta no es la primera
vez que me enamoro de alguien, pero no me había dado cuenta
de mis sentimientos hasta ahora.
—Y eso es malo —parecía una pregunta, pero sonó como
una afirmación.
—Sí, lo es, porque de repente me he encontrado con un
montón de sentimientos que no conocía y no sé cómo
gestionarlos. No sé si empezar a salir con Nadya sería algo
bueno o malo. No sé si debería intentar… ¿Qué debo hacer?
—preguntó destrozado.
Thiago suspiró y se pasó la mano por el pelo. Aiden veía la
indecisión escrita en su rostro. Vio como abría y cerraba los
labios varias veces, sin llegar a pronunciar nada.
—Sigues…¿Estás enamorado de dos personas? —preguntó
al final.
Aiden lo meditó durante unos minutos.
—No. Creo que no. Ha pasado demasiado tiempo. Solo me
duele. Todos los sentimientos que tengo ahora son de enfado,
de rabia conmigo mismo, por no haberme dado cuenta antes.
Siento que todo pudo haber sido diferente. Que todo pudo
acabar diferente… —se quedó en silencio unos segundos antes
de añadir una última verdad—. Me siento en parte
responsable.
—Nada de lo que pasó fue tu culpa.
—¿Entonces por qué me siento así?
—No lo sé. Suficiente tengo con lidiar con mis propios
sentimientos…
—¿Tú tienes de eso? —preguntó Aiden bromeando lo que
ocasionó que Thiago lo fulminara con la mirada—. ¿Crees que
es injusto para Nadya?
—Si eres sincero, creo que ella misma podrá darte la
respuesta que buscas.
—No sé si seré capaz de reconocer nada de esto delante de
ella. Hablar de los sentimientos que tuve por otra persona es…
raro.
Thiago suspiró sonoramente.
—No es raro, es adecuado. Además, nosotros ya lo
sabíamos. Nadya lo sabía, yo lo sabía…Creo que los únicos
que no lo sabíais erais vosotros.
Aiden se sorprendió ante la noticia y fue consciente de lo
ciego que había estado.
—¿Por qué no me dijiste nada? —preguntó. No había
acusación en su tono, solo tristeza.
—Precisamente por eso. Porque no erais conscientes de
vuestros sentimientos.
—¿Tú crees…? ¿Él…?
—Sí —afirmó con rotundidad.
—¿Crees que me olvidaré de todo?
—No, el vínculo que creaste con él se hizo demasiado
fuerte. Tendrás que aprender a vivir así. La magia siempre deja
una huella. Es imposible hacerla desaparecer, pero no te
preocupes, todos tenemos un pasado. Solamente tendrás que
aceptarlo y seguir adelante, como has hecho hasta ahora.
Aprender a vivir con los recuerdos, como hacemos todos.
Aiden desvió la mirada de nuevo hacia el horizonte. El sol
se había ocultado tras la montaña y en pocos minutos la
oscuridad lo abarcaría todo.
—Thiago —lo llamó Aiden.
—¿Qué?
Aiden se quedó en silencio. Sabía lo que quería decir.
Necesitaba decirlo en voz alta para poder dejar atrás esa parte
de su vida, para poder cerrar esa etapa.
—Estuve muy enamorado de Rian —respondió al final.
—Lo sé.
Aiden asintió, sintiendo como el sentimiento lo envolvía
todo.
No éramos absolutamente nada, pero me dolió como si lo
fuéramos todo.
EPÍLOGO
RIAN

Yo necesito confirmar que, aunque me duela,


ya no hay rastro de la herida que dejé.
Si la ves - Morat

Estaba sentado delante del ordenador, mirando la


retransmisión del combate en directo. Debería estar en clase,
debería estar estudiando, pero no podía. Me daba igual que
mis exámenes finales fueran al día siguiente o que todavía
tuviera que terminar el trabajo de la asignatura de lesiones
deportivas. No podía perderme bajo ningún concepto la final.
No si él participaba.
En cuanto la cámara enfocó el rostro de Aiden me puse
nervioso. Lo había estado siguiendo de cerca durante aquellos
dos años. No había conseguido ninguna victoria, pero aquella
era la primera vez que tenía un compañero que estaba a su
altura. No sabía qué habría hecho para llegar a convencer a
Thiago de que compitiera con él, pero allí estaban. Con el
uniforme negro, listos para salir al campo y no pude evitar
sonreír. Habían crecido mucho, sobre todo Aiden. Tenía una
mirada diferente, aunque se notaba que estaba nervioso.
Siempre se ponía nervioso antes de cada competición. Parecía
que eso no había cambiado para él.
Unos minutos después el combate comenzó. El equipo
contrario era bueno, pero el Kettou era mejor. Thiago y Aiden
empezaron con la ofensiva, eran ataques ensayados, hasta yo
podía ver lo duro que tenían que haber entrenado para llegar
a ese nivel con tan solo un par de meses de margen. Los
minutos fueron pasando, sin demasiada novedad.
De repente, cuando habían llegado casi a la media hora
del duelo, un ataque le impactó de lleno a Aiden en el pecho.
Me puse de pie de inmediato. Las cámaras cambiaron el
ángulo y yo me puse más y más nervioso. ¿Se habría hecho
daño de verdad? ¿Podría levantarse y continuar? Para mi
alivio, así fue. Un par de segundos después, las cámaras
volvían a apuntarlo directamente. De los cuatro magos que
había sobre el terreno de juego, él era, sin duda, el mejor. Era
muy bueno. Siempre lo había sido.
Aiden hizo un gesto con la mano, en dirección a Thiago,
después, ambos salieron disparados en dirección a los rivales.
La magia brotaba de sus palmas de forma torrencial y, a pesar
de que intentaron bloquearlos el tiempo suficiente para trazar
una estrategia, Aiden lanzó todo su poder contra ellos, en un
ataque imposible de esquivar, haciendo que perdieran el
duelo.
En cuanto el silbato resonó en el estadio, anunciando el
final del duelo, todo el público se puso en pie, gritando de
emoción. Habían ganado. Al final, después de todo lo que
había pasado, había ganado. A mí, todavía me estaba
costando creer lo que estaba viendo, no me quería imaginar
cómo lo estaban viviendo ellos del otro lado de la pantalla.
Como si Aiden me hubiera oído, levantó un puño al aire, en
señal de victoria. Tenía la cabeza gacha, seguramente para
ocultar sus lágrimas y unos segundos después, se dejó caer
sobre sus rodillas y se cubrió la cara con las manos.
Siempre supe que lo lograría. Ojalá estuviera allí con él.
La televisión cambió la imagen, y pasó a repetir las
mejores partes del duelo. Yo todavía estaba de pie, con el
corazón latiéndome a toda velocidad. Estaba tan feliz por él…
Pensé en apagar la tele, irme a estudiar a la biblioteca el
resto de la tarde, pero no podía perderme la entrevista.
Necesitaba escuchar sus primeras palabras como ganador.
Incluso pensé en grabarlas… Aquel era el principio de su
carrera como duelista, estaba segurísimo de que iba a llegar
muy lejos.
Era costumbre entrevistar al dúo ganador al final del todo,
incluso vi a Loan dar unas palabras. Estaba eufórico. Tuve
que esperar casi veinte minutos para verlo salir en pantalla.
Pero cuando la cara de Aiden apareció, me vine abajo. Dos
lágrimas descendieron por mis mejillas, pero no me molesté
en limpiarlas. Me dejé caer sobre mis rodillas, igualando la
posición que tenía él hacía un momento. Era un cúmulo de
emociones que sentía en aquel momento: orgullo, admiración,
envidia, arrepentimiento…
Su cara estaba en primer plano y pude fijarme cómo había
cambiado. Sus rasgos habían dejado de ser infantiles, no
había crecido demasiado, pero estaba más fuerte. Ya no era un
niño.
El locutor empezó la entrevista e hizo la típica pregunta:
—Hoy has estado brillante, Aiden. Después de los
resultados de los últimos torneos, todos estábamos esperando
verte ganar. ¿Cómo te sientes?
—No tengo palabras. Estoy feliz… Esto es por lo que llevo
luchando los últimos tres años y al fin lo hemos conseguido —
respondió emocionado—. Thiago ha sabido anticiparse a las
técnicas de nuestros rivales… los ha bloqueado por completo.
—Después de que tu compañero Rian Kane dejase la
competición, te vimos bastante perdido, en cuanto a
compañeros se refiere. ¿Crees que Thiago es el reemplazo
definitivo?
Una sombra cubrió los ojos de Aiden durante un segundo,
pero desapareció tan rápido que no supe si me lo habría
imaginado. No esperaba que le sacaran mi nombre en aquel
momento. No era justo para él.
—Thiago es un compañero increíble. He tenido toda la
suerte del mundo de que aceptara acompañarme hoy… Sin él,
está claro que esta victoria no habría sido posible.
—Muchas gracias Aiden, te deseamos lo mejor.
Aiden sonrió agradecido antes de dejar paso a Thiago,
pero yo ya no podía escuchar la tele. La apagué y me tumbé
en la cama, en silencio. Yo no estaba allí con él, pero en aquel
momento, habría dado cualquier cosa para que así fuera…

CONTINUARÁ
AGRADECIMIENTOS
La primera vez que escribí un libro lo hice bastante sola. Esta
vez, he tenido a personas maravillosas acompañándome
durante todo el proceso, a las que estoy infinitamente
agradecida.

A Carmen, que vio nacer esta historia en un meet en octubre


del 2021. Que leyó cada capítulo la primera vez, y lo releyó
otras tantas en cada corrección. Que me anima cuando me dan
momentos de bajón o me entran dudas. Sin ti, esta historia no
habría sido posible. Aiden y Rian son casi tan tuyos como
míos. Siempre quise tener una amistad tan bonita como la que
tenemos y me siento increíblemente afortunada de tenerte.

A Noe, mi tocaya, que llegó a mi vida el año pasado pero que


se ha convertido en una parte esencial de mi vida. Que diseñó
la portada más maravillosa que podría existir. Es la persona
con más talento que conozco y solo puedo sentirme orgullosa
de ella. Gracias por aparecer en mi vida y por todas las cosas
buenas que me has traído.

A Sandra, que se leyó la historia dos veces en tiempo récord.


Que me ayudó a corregir fallos y a terminar de atar todos los
cabos de la historia, aunque el tema del padre se haya
convertido en un pequeño matiz que no quedó solucionado.
Mil gracias por vivir esta experiencia conmigo y
acompañarme en el proceso. No sabes lo feliz que me hace
tener a personas como tú en la familia.

A mi madre, mi mayor fan, que ha leído esta historia tantas


veces que debería sabérsela casi de mi memoria. Gracias por
tener siempre un rato para escucharme hablar de mis cosas o
leer lo que voy escribiendo. Gracias por creer en mí incluso
cuando yo no lo hago. Te quiero.
A mi padre y a mi hermano, que no son muy de leer pero que
me han estado apoyando en todo desde siempre. No sabéis lo
importantes que sois para mí o lo mucho que os quiero. Sois la
mejor familia que podría existir y me siento muy afortunada
de teneros. Os quiero muchísimo.

A Josh que se leyó el capítulo uno por lo menos…veinte veces


aunque el resto no tantas. Gracias por aparecer en mi vida para
hacerla mejor. Gracias por escucharme hablar de mis historias
y estar ahí siempre que te necesito. Gracias por quererme tal y
como soy (con mis muchos defectos y pocas virtudes). Eres lo
mejor que me ha pasado y no me imagino un futuro sin ti. Te
quiero.

A Tosta, porque está lloviendo, siempre llueve en


Azstriankham. Gracias por leerte mi historia. Gracias por
querer saber siempre lo que estoy escribiendo. Gracias por
todos los recuerdos que tengo contigo, por irme a recoger al
cole y por las aventuras de los sábados (meto un gracias
especial para Paco por ello. Me habéis regalado una infancia
llena de recuerdos maravillosos). Gracias por las carreras de
coches y las casitas y los coches de playmobil. Tengo tantas
cosas por las que darte las gracias que me limito a decirte
gracias por ser tú.

A Inma, por corregirme esta historia y por todas las que me


has regalado desde que aprendí a leer. Gracias por darme el
mejor hobby que he podido tener. Si este libro está hoy en mis
manos fue gracias a ti.

A Bea, que me dice lo que piensa de todo lo que escribo, lo


bueno y lo malo y me ayuda a mejorar. Gracias por estar
dispuesta siempre a leer lo que escribo o te recomiendo.
Gracias por elegime hace ya muchos años como madrina.
Emma, eres la mejor ahijada que podría tener y una gran
artista. Quiero verte llegar muy lejos, sin miedo, luchando por
tus sueños. Quiero estar a tu lado para apoyarte y verte
cumplir cada uno de ellos. Estoy muy orgullosa de ti.

A Ana, qué decirte que no sepas. Gracias por la amistad tan


bonita, sana y perfecta que podría pedir. Gracias por ser tú y
dejarme ser yo contigo. Gracias por escucharme, preocuparte y
estar ahí siempre. Estoy deseando ver como cumples cada uno
de tus sueños, eres simplemente maravillosa. Te adoro.

A Fatima, Alba e Iria. Por ser mis amigas, por alegraros de mis
logros y por confiar siempre en mi. Me siento muy afortunada
de teneros y que el tiempo no haya cambiado nada. Ojalá
poder vernos más a menudo.

Gracias a toda mi familia, los que todavía estais a mi lado y


los que me cuidais desde el cielo. Gracias por estar ahí, por
apoyarme, quererme y hacerme mejor persona cada día.

Gracias a todas las personas que me siguen por Instagram o


Tiktok. Nunca pensé que encontraría ese apoyo en redes
sociales y muchas veces me animáis a seguir luchando por mis
sueños día tras día. Gracias por vuestro apoyo, por vuestros
mensajes y por estar ahí. Soy muy feliz.

Y por último, gracias a ti, lector, por darme una oportunidad


con esta historia. Sin ti, nada de esto sería posible. Gracias.
Gracias. Gracias.

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