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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO


Abogado

LA MEJORA

J. M. BOSCH EDITOR
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© 2002 JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO


© 2002, J. M. BOSCH EDITOR
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A la memoria de Franz Kafka, que contó la


historia de un simio capturado en plena
jungla y llevado a una ciudad. Durante la
travesía, un marinero le enseñó a embria-
garse y alcoholizado perdió el juicio. Ya en
tierra, el animal sin seso ni razón aprendió
el comportamiento humano. Lo perfeccionó
hasta el punto de llegar a semiarticular a
duras penas el discurso de ingreso en una
academia. El mérito que presentó para en-
trar en ella fue ser un perfecto mono de imi-
tación.
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PRÓLOGO

La mejora es una institución típicamente española, orgullo


de nuestros juristas, creación original del genio de la raza.
Su naturaleza híbrida, a caballo entre la parte forzosa de
la herencia y la voluntaria hace de ella una figura jurídica lle-
na de matices cuando no de contrariedades y antinomias. Sa-
cada del segundo tercio hereditario de legítima larga, se con-
vierte, una vez dispuesta, en sucesión voluntaria. En efecto, el
mejorante dispone en sentido estricto, y no sólo «detrae» una
parte de la legítima para mejorar, que esta parte no sea ya más
sucesión forzosa sino voluntaria. Y además la atribuye a un
heredero forzoso frente a los demás, que así quedan privados
de ella, realizando una función desigualadora. Dando igual-
mente a los iguales, pero desigualmente a los desiguales (de
ahí su justicia intrínseca).
La naturaleza plenamente dispositiva de la mejora, aunque
limitada al círculo de descendientes forzosos, se observa en
otros aspectos. Así el testador puede, no sólo ordenarla, sino
además instituir heredero voluntario al mejorado. En este
caso, en virtud del derecho de no decrecer típico del heredero,
por virtud del cual absorbe las donaciones nulas y los legados
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nulos o caducos y las mejoras vacantes, la mejora alcanzará,


además del segundo tercio hereditario, la parte de libre dispo-
sición.
De modo que —insisto— el testador no solamente «de-
trae» una parte de la legítima larga, que es el segundo tercio
hereditario o parte de él, para mejorar, sino que en rigor dis-
pone la mejora. Esta consideración la aleja, una vez ordenada,
de su origen o procedencia, pues ya no es más legítima ni su-
cesión forzosa sino voluntaria. Advertencia que adquiere el
valor y alcance de un principio general imprescindible para
entenderla.
Por lo expuesto, resulta francamente acertada la tesis de
que el concepto técnico y tradicional de mejora abarca, no so-
lamente el segundo tercio a ella específicamente destinado,
sino también el tercero de parte libre. Lo que hace que estos
dos últimos tercios hereditarios no sean compartimentos estan-
cos, sino abiertos e intercomunicados. Ello explica cómo, p. ej.,
cabe mantener que, aunque la cosa cierta y determinada con
la que se mejora tenga un valor superior a la legítima del me-
jorado y a la porción de mejora o segundo tercio juntas, no por
ello procederá «abonar la diferencia en metálico a los demás
interesados», como dice el art. 829. Sino que, para este efecto,
el valor de la cosa se derramará en tercer lugar sobre el so-
brante de la parte libre, hecha la reducción de todos los lega-
dos sin distinción alguna (art. 820,2º). Y, si todavía lo excedie-
re, es entonces y sólo entonces cuando procederá abonar la
diferencia en metálico a los demás interesados.
Constituyen objeto especial de la atención del presente tra-
bajo las mejoras tácitas y las presuntas. Hoy día nadie duda de
la posibilidad de ordenar mejoras tácitas, por mucho que el
art. 825 exija la «expresa voluntad de mejorar», al menos si se
mejora mediante una donación. La mejora tácita nace del res-
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peto a la última voluntad del testador, ley suprema de la suce-


sión. Y es atendible siempre y cuando la mejora no tenga que
llegar a inducirse de meras conjeturas o suposiciones, sino de
una voluntad patente aunque no expresa de mejorar.
Más dificultad en ser reconocidas tienen las mejoras pre-
suntas. Pero deben ser admitidas si no van en contra de la vo-
luntad del causante. Se derivan del mero resultado aritmético
de tener que imputar un sobrante, tras la asignación de una
atribución patrimonial a los otros tercios hereditarios, al se-
gundo de mejora. Son hechos consumados, que muestran que
la mejora existe. Pues, no es de recibo exigir para mejorar un
específico dictamen de juricidad que califique una atribución
de mejora.
Otras mejoras que merecen consideración aparte, son las
llamadas irrevocables. En rigor, son revocables por las causas
comunes de las donaciones, pero no por todas estas causas. En
efecto, no cabe revocar una mejora irrevocable de las del art.
827 del C.c. por sobreveniencia o supervivencia de hijos, ya
que el hecho de su pluralidad permite que uno de ellos sea me-
jorado frente a los demás y es, por ello, imprescindible para la
mejora. La mejora constituida por virtud de un contrato one-
roso con un tercero no es revocable ni por ingratitud ni por las
causas comunes de revocación de las donaciones; pues, si se
pudiera revocar, el tercero perdería la prestación que ya entre-
gó para que la mejora se ordenara sin recibir la contrapresta-
ción de que quedara dispuesta.
Las promesas de mejorar, dada su indisponibilidad (art.
826,2º), equivalen a mejoras perfectamente constituidas sin
necesidad de la aceptación del favorecido, aunque se prome-
tan en capitulaciones matrimoniales como exige la ley.
La doctrina ha ido poco a poco inclinándose a favor de la
posibilidad de mejorar a descendientes no legitimarios. Parti-
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cularmente, admite en general la mejora del nieto padre viven-


te. La naturaleza voluntaria de la mejora ordenada, el espíritu
liberal de las leyes de Toro, la tendencia actual a admitir de
lege ferenda la plena disponibilidad sucesoria, y la admisión
de gravámenes sobre la mejora a favor de descendientes sin
más requisito, han llevado a reconocerla. Sin embargo, el
asunto es vidrioso, pues, frente a la mejora del nieto en vida del
padre heredero forzoso, se levanta un baluarte, nada desesti-
mable, que es el principio de integridad de la legítima. Que
puede sufrir menoscabos para favorecer a legitimarios, pero
no para mejorar a quienes no lo son. En fin este es un asunto
al que se le dedica la especial atención que merece.
También son objeto de importante consideración los gra-
vámenes sobre la mejora a favor de «los legitimarios o sus des-
cendientes», entre los que deben incluirse las sustituciones fi-
deicomisarias, no necesariamente sobre la mejora dispuesta,
sino asimismo sobre «el tercio destinado» a la misma sin ne-
cesidad de que hubiere sido ordenada. Por gravámenes hay
que entender todos los posibles, reales o personales incluso la
condonación de deudas, pues su concepto es más amplio que
el de cargas reales, que, no obstante, están incluidas en aqué-
llos.
La mejora recae sobre «los mismos bienes hereditarios»
(art. 832) incluso si se ordena en cosa determinada (art. 829)
de la herencia. Si ésta es ajena y la ajeneidad conocida por el
mejorante, éste en vida o el heredero tras su muerte deben ad-
quirirla, si es posible, para el mejorado o darle, en caso con-
trario, su justa estimación (art. 861) Si el mejorante descono-
cía la ajeneidad de la cosa (art. 862) será nula la mejora de
cosa cierta, pero valdrá como mejora de cuota con el límite de
su valor.
La mejora alternativa atribuye al mejorante la facultad de
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concentración (arts. 874, 1132) y la conjuntiva la de deter-


minar el orden de imputación a los efectos de reductibilidad
(art. 820,2º).
El mejorado puede ser expresamente nombrado heredero.
Si no lo es, hay que entenderle tal en la mejora de cuota, pues
es en ella un sucesor a título universal (art. 660) con la res-
ponsabilidad ultra vires por las deudas y cargas hereditarias
(art. 659), salvo si aceptase la mejora (art. 833) a beneficio de
inventario (arts. 998, 1010), en cuyo caso respondería de ellas
solamente intra vires. En cambio, hay que entender legatario
al mejorado en cosa cierta (art. 829), pues «sucede a título
particular» (art. 660) en ella (art. 768). Su responsabilidad
por las deudas hereditarias alcanza sólo al valor en venta de
la cosa a la fecha de la apertura de la sucesión; puede aceptar
la mejora y renunciar la legítima (arts. 833, 890,2º), en cuan-
to que la mejora en cosa cierta es un prelegado.
En fin, aunque la facultad de mejorar no puede encomen-
darse a otro (art. 830), porque el testamento es un acto perso-
nalísimo, que no puede dejarse en su formación al arbitrio de
un tercero, ni hacerse por medio de comisario o mandatario
(art. 670), cabe ordenar uno de los cónyuges en testamento o
por capitulaciones matrimoniales que, muriendo antes el cón-
yuge otorgante, pueda el viudo o viuda que no haya contraído
por el momento ulteriores nupcias, mejorar en los bienes del
difunto a los hijos comunes a su prudente arbitrio, sin perjui-
cio de las legítimas y de las otras disposiciones del causante,
dentro del plazo de caducidad del año señalado por el art.
831,2º. Se trata de una representación voluntaria de naturale-
za sucesoria, que constituye un poder de delegación. Por ser
unilateral, el cónyuge viudo ni necesita ni puede aceptarlo ni
rechazarlo, sino solamente ejercer o no las facultades enco-
mendadas como hace todo apoderado.
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Por prudente arbitrio hay que entender, no que todos los


hijos reciban algún bien por poco que sea, sino que la decisión
de mejorar pueda ser, en su caso, suficientemente motivada.
La presente monografía trata de mostrar, una vez más, que
al margen de los desvaríos, las insuficiencias, las lagunas, las
oscuridades, las incoherencias, las antinomias del legislador
ochocentista del Código, se rebela un derecho civil no sola-
mente pura geometría; pues ésta señala exclusivamente los lí-
mites externos (figura) de las instituciones, pero no encaja con
precisión en su contenido todas sus piezas conceptuales. Por
ello, ese derecho civil es además una aritmética exacta en la
que todos los conceptos se complementan, se cointegran con
perfección.

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1. CONCEPTO Y NATURALEZA
DE LA MEJORA

1. CONSIDERACIONES PREVIAS

La mejora es una institución característicamente española,


que no se encuentra reconocida, ni siquiera conocida, en el de-
recho comparado. Es, más exactamente, una figura del dere-
cho histórico de Castilla, que ha regulado el Código civil; por
cierto, en pocos artículos y dejando a la doctrina civilista no
exenta de problemas que resolver.
Los Códigos civiles extranjeros en general distinguen y se-
paran la sucesión forzosa y la voluntaria, pero no las mezclan.
En cambio, nuestro Código civil establece una porción forzosa
de la herencia de los hijos y descendientes, llamada legítima.
Pero divide esta parte en dos, y de la segunda de ellas el testa-
dor puede disponer libremente, siempre que sea a favor de al-
guno de sus hijos o descendientes. Esta parte de la herencia se
denomina mejora y tiene una función desigualadora dentro de
la legítima. En su virtud, hay una legítima estricta intocable
y otra amplia que se incrementa con el segundo tercio here-
ditario.
De este modo, la sucesión de hijos y descendientes queda
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dividida en tres partes. La primera la destina la ley a todos los


hijos o descendientes posteriores legitimarios; esta porción se
llama legítima estricta, porque el testador no puede disponer de
ella en contra de la ley. La segunda parte es también legítima,
pero ya no estricta porque el testador puede decidir que le sea
entregada a uno sólo de los legitimarios, eliminando de ella a
los demás. Si esta determinación es, en efecto, adoptada por el
causante, la segunda porción se habrá convertido en mejora.
Por eso, a las partes primera y segunda juntas de la herencia se
las denomina legítima larga. Esta tiene lugar solamente cuan-
do el difunto no ha dispuesto de la segunda parte para ordenar
una mejora, pues, es evidente que, en tal caso, la legítima es lo
más larga que puede serlo legalmente.
Desde que el testador dispone que el segundo tercio de la
herencia sea para mejorar a un descendiente, además de con-
vertirse esta porción en mejora, muta su naturaleza jurídica. Ya
no sigue siendo por más tiempo una parte forzosa de la heren-
cia, sino que se ha transformado de manera absoluta en una su-
cesión voluntaria1. Tan es así que tiene pleno sentido la opi-

1 La disposición del mejorante sobre el segundo tercio hereditario es doble. En-

traña una primera decisión, que es convertirlo en mejora, haciéndola plenamente su-
cesión voluntaria. También supone adoptar la resolución selectiva de atribuir un bien
determinado, ganancia, ventaja o cuota a uno de los descendientes legitimarios ex-
cluyendo de ésta a los demás. En la doctrina únicamente KIPP-COING, Derecho de su-
cesiones, trad. esp. por ROCA SASTRE, I-2ª, Barcelona, 1976, pp. 172-173, han adver-
tido que el poder dispositivo para mejorar opera, no sólo respecto de la atribución de
bienes, sino en cuanto previamente a ella hace surgir la mejora como institución su-
cesoria de naturaleza voluntaria.
Es opinión francamente minoritaria y aislada la de FUENMAYOR, «La mejo-
ra ...», en Bol. fac. dir. Coimbra, XXII (1946), p. 249, quien se inclina a que la me-
jora, incluso después de haber sido dispuesta, sigue participando de algún modo y en
cierto grado de la legítima de la que proviene. En efecto, niega que el mejorante,
en realidad, disponga la mejora, ya que se limita a detraerla de la legítima larga. Pero
esta opinión no convence, pues ¿detraer no es también disponer?
Pueden, además, cfr. MONEDERO GIL, Código civil, Madrid, 2000, pp. 800-

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nión de VALLET2 de que el concepto técnico de mejora, ahora


y en los tiempos pasados de nuestra historia, abarca, además
del segundo tercio de la sucesión, el tercero que es el de libre
disposición. Porque ambos tercios segundo y tercero son dis-
ponibles. Es cierto que el causante está limitado por la ley a
mejorar exclusivamente a sus hijos o descendientes legitima-

803 y CASTRO GARCÍA, Código civil, 9ª, 1997, pp. 378-381. Por su parte, LACOSTE,
La mejora, trad. esp. de GARCÍA GUIJARRO, Madrid, 1913, pp. 219-220, atribuye al acto
de mejorar y a la mejora misma una naturaleza sui generis, pues ella está a caballo en-
tre la herencia forzosa de la que proviene y la voluntaria que en cierto grado llega a ser.
Contra O’CALLAGHAN, «art. 823», en Com. al C.c. dir. por SIERRA GIL, IV, Barcelona,
2000, pp. 684-685, atribuye a la mejora la naturaleza de legítima. JAÉN, Derecho civil,
Madrid, 1928, p.783, dice que la mejora implica la influencia del principio de la liber-
tad de testar en el sistema de legítimas. La define como porción de la herencia de la
que el padre o la madre puede disponer libremente, aunque exclusivamente en benefi-
cio de alguno de los herederos forzosos. PUIG BRUTAU, Fundamentos, V-3, 3ª, p. 46, se
sitúa en una perspectiva plural y relativa y opina que la mejora es parte de la legítima
frente a extraños, pero supone una disposición sucesoria de naturaleza voluntaria en-
tre los descendientes. SANTOS BRIZ, Derecho civil, VI (Sucesiones), Jaén, 1979,
pp. 630-631, aún admitiendo la naturaleza híbrida de la mejora en cuanto ésta partici-
pa de la sucesión forzosa y de la voluntaria, tiende a considerarla herencia forzosa.
Para ello, se apoya en que en todo caso, incluso si recae sobre cosa determinada (con-
forme ESPINAR LAFUENTE, La herencia legal..., Barcelona, 1956, pp. 399-405), el me-
jorado responde ultra vires de las deudas y cargas de la herencia. Conforme, MORELL
y TERRY, Estudios, Madrid, 1894, pp. 7 y ss., atribuye al acto de mejorar la naturaleza
de una disposición voluntaria (art. 825, «voluntad de mejorar»), pero la mejora
—dice— forma parte de la sucesión forzosa en cuanto que el mejorado responde de
las deudas y cargas de la herencia (conforme GONZÁLEZ, «Las conferencias del dr. Fe-
rrara», en RCDI., V (1929), pp. 53-69); ya que, si no fuera así, el causante podría de-
fraudar a sus acreedores mediante mejorar.
Para un estudio histórico, ROMERO VIEITEZ, La mejora, Madrid, 1936.
2 VALLET DE GOYTISOLO, «La mejora tácita», en AAMN., VIII, 1954, pp. 9-140.

Contra PLANAS y CASALS, Derecho civil, II, Barcelona, 1925, p. 39, entiende que el
concepto técnico de mejora abarca tradicionalmente sólo el segundo tercio. Sin em-
bargo, la doctrina en general permite la invasión de la parte libre por la mejora hecha
en cosa determinada cuando su valor exceda del segundo tercio, como solución ten-
dente a evitar que el mejorado en cosa cierta tenga que «abonar la diferencia (del va-
lor de la cosa) en metálico a los demás interesados» (art. 829); lo que sólo hará si el
exceso de valor de la cosa no cabe tampoco en el sobrante de la parte libre. P.ej. so-
bre este punto cfr. ESPÍN, Manual, V-5ª, Madrid, 1978, p. 458.

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rios3; por lo que, visto así, no está tan claro que la mejora sea
de libre disposición. Hasta tal punto, que FUENMAYOR4 ha sos-
tenido que el testador que mejora a un descendiente no dis-
pone del segundo tercio, sino que «detrae» todo éste o una par-
te de él en beneficio exclusivo del mejorado. Y es que el autor
citado no ha logrado sacudir de la mejora lo que ésta tiene ori-
ginariamente de legítima larga. Sin embargo, de derecho, la le-
gítima que se convierte en mejora deja de ser legítima y asume
la vestidura de una disposición sucesoria netamente volunta-
ria. Tan voluntaria como cualquier otro acto dispositivo, inter
vivos o mortis causa, pues es elemental advertir que todos ellos
tienen unos límites legales (ley, moral, orden público, art.
1255; buena fe, art. 1258; no pueden ser contrarios a las nor-
mas imperativas, etc.) por muy dispositivos que sean. Sólo que

3 De todas formas, hay alguna base legal para mantener la posibilidad de esta-

blecer una mejora, saltándose a los herederos forzosos en esa herencia concreta de
que se trate, a favor de descendientes posteriores que no lo sean; así, p.ej. la mejora
del nieto viviendo el padre. A favor de esta tesis se citan los arts. 824, sobre gravá-
menes impuestos a la mejora a favor de descendientes sin más requisito y el art. 782,
que es una prolongación ideológica del citado art. 824, al permitir sustituciones fi-
deicomisarias gravando la mejora, siempre que sean a favor de «descendientes».
Pero, en contra de mejorar a descendientes no legitimarios, se aduce que el Cc. cuan-
do se refiere a ellos, aunque no añada la expresión de «herederos forzosos», este re-
quisito está implícito. En otras ocasiones y en general en la regulación de la mejora
la repite. Por otra parte, hay que tener en cuenta que, si se entrega la mejora a un des-
cendiente de ulterior grado que no sea heredero forzoso, se les quita a los legitima-
rios nada menos que la mitad de la legítima. ¿Ha querido esto el legislador ochocen-
tista? Sin embargo, si se mejora a un legitimario, no se arrebata al grupo de
legitimarios generalmente considerado nada de la legítima. Este criterio parece más
sensato que el de poder mejorar a no legitimarios y más conforme con el espíritu con-
servador del Cc. del grupo compacto que supone la familia más cercana al causante.
A ello hay que añadir que no es lo mismo, p.ej., que el abuelo mejore al nieto, saltán-
dose a su hijo, padre a su vez de éste, que mejore al hijo imponiendo una sustitución
fideicomisaria (piénsese, p.ej., de residuo o íntegra) a favor del nieto. Pues es del
todo evidente que en tal supuesto el hijo legitimario disfruta de la mejora aunque no
haga suyos plenamente los bienes entregados.
4 Op. loc. cit.

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en la mejora el límite legal se traza con un criterio subjetivo, ya


que el causante no puede disponer fuera del círculo de sus des-
cendientes. Sin embargo, puede decidir dos cosas: 1ª Que el se-
gundo tercio o parte de él deje de ser legítima larga; que se
transforme en una sucesión voluntaria y que se convierta en
mejora. 2ª Que ésta le sea entregada sólo a uno de los descen-
dientes o a más de uno en partes iguales o desiguales.
Ante este amplio espectro de facultad dispositiva para me-
jorar poca fortuna le cabe a la opinión de FUENMAYOR soste-
niendo que el testador no dispone cuando mejora, sino que so-
lamente «detrae» el segundo tercio o una parte de éste de la
legítima larga para mejorar.
Actualmente la doctrina va inclinándose cada vez más
a considerar que la mejora, una vez que dispuesta deja de ser le-
gítima, es una sucesión voluntaria que está plenamente bajo el
poder dispositivo del causante. La admisión por ciertos sectores
doctrinales de la mejora a favor de descendientes posteriores no
legitimarios, sobre todo la mejora del nieto viviendo su padre,
la hace aún más voluntaria e independiente. Más todavía, la ten-
dencia de lege ferenda a una sucesión completamente volunta-
ria refuerza la naturaleza dispositiva de la mejora.
Es también indicativo del carácter voluntario de la mejora
(dispuesta) el hecho de que ésta pueda ser ordenada en un con-
trato sucesorio (arts. 826, 827) contra la prohibición general de
celebrarlos (art. 1271,2º); también lo es la innecesariedad de
que el causante, que quiere no mejorar, acuda a la deshereda-
ción, ya que basta al efecto con que no mejore, y que sea ina-
plicable al caso de incapacidad sucesoria del mejorado el dere-
cho de representación (art. 766), sólo operativo en la sucesión
intestada (arts. 912 y ss., 924 y ss.) y, por extensión, a la parte
legítima de la testada. Además, la mejora se constituye por vir-
tud de una «voluntad de mejorar» (art. 825).
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La mejora tiene una función desigualadora entre los des-


cendientes del mejorante; de modo que no la habrá cuando to-
dos ellos sean mejorados por partes iguales. La discriminación
entre descendientes que supone la mejora, equivalente a una
distribución desigual de la legítima larga, exige su pluralidad
al menos al tiempo de morir el mejorante. Por ello, la supervi-
vencia o sobreveniencia de hijos no la impiden, sino que la fa-
vorecen, con lo que no son causa de revocación.
La mejora es sucesión voluntaria, implica un acto plena-
mente dispositivo decidiendo hacerla y eligiendo la persona
del mejorado, de modo que no está sujeta, salvo en la delimita-
ción de los mejorables, a límite alguno. Sin embargo, si se de-
lega en el cónyuge sobreviviente la facultad de mejorar a los
hijos comunes a través de un poder representativo sucesorio,
está sometida a la necesidad de la prudencia («prudente arbi-
trio», art. 831) en la distribución de los bienes.
La prohibición del testamento mancomunado y del hecho
por comisario o mandatario (art. 670), llevan a proscribir la de-
legación de la facultad de mejorar; ésta es personalísima y, por
ello, no puede en general encomendarse a otro (art. 830) fuera
del supuesto excepcional del art. 831. La mejora es personalí-
sima, no solamente el acto dispositivo que la ordena, sino en sí
misma. Por ello, la incapacidad sucesoria del mejorado (indig-
nidad, ingratitud, premoriencia al mejorante) no abre el de-
recho de representación a sus herederos. En tal caso, se dará
sobre la cuota vacante el derecho de acrecer entre los comejo-
rados solidarios, basado en una presunción de la voluntad alta-
mente probable del mejorante. Con más exactitud, se dará el
acrecimiento entre ellos, no basado en un derecho, sino en la
solidaridad de la vocación hereditaria.
Dada su naturaleza voluntaria y, según opinión acertada de
VALLET, el concepto tradicional técnico amplio de mejora
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comprensivo del tercio libre, las donaciones con dispensa de


colación (arts. 1036, 819,1º) que no quepan en el segundo ter-
cio de mejora podrán imputarse en el exceso a la parte libre.
Por lo mismo, en la mejora en cosa determinada (art. 829) el
exceso de su valor sobre el segundo tercio, podrá derramarse
sobre el tercio de libre disposición. De modo que, una vez ubi-
cado el exceso de valor de la mejora en este tercio, no procede-
rá todavía el pago en metálico a los demás interesados (art.
829); para ello será necesario que, reducidos los legados sin
distinción alguna incluida la derrama de mejora (arts. 660,
768, 820,2º), persista aún el exceso de valor sobre el remanen-
te de la parte libre.

2. NATURALEZA DE LA MEJORA ¿ES HERENCIA,


LEGADO U OTRA INSTITUCIÓN SUCESORIA?

El Código civil no da una solución expresa al problema de


la naturaleza jurídica de la mejora. Ante este dilema la doctri-
na civilista ha tenido que pronunciarse. Lo ha hecho con opi-
niones diferentes y en base a argumentos ninguno de ellos só-
lido ni definitivo.
En principio, hay la cuestión de si el mejorado es en todo
caso heredero o en todo caso legatario; o si, en cambio, que sea
lo uno o lo otro depende del tipo de nombramiento. Así, el me-
jorado en una cuota es heredero y el mejorado en una cosa de-
terminada es legatario5. Pues heredero es el instituido a título

5 En el sentido del texto ALBÁCAR, Código civil, III-4ª, Madrid, 1995, p. 959.

Pero, ANNO, cit., opina que la naturaleza de herencia o legado de la mejora no depen-
de de que ésta recaiga sobre una cuota o sobre una cosa cierta, sino exclusivamente
de la voluntad de causante en cada caso. Ello lleva a la posibilidad de mejoras en cuo-
ta que son legados y de mejoras en cosa que son herencias.

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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

universal y legatario el instituido en una cosa cierta (arts. 660,


768, 829).
VALLET DE GOYTISOLO6 señala que, sea cual fuere el nom-
bramiento en cuota o en cosa, en el mejorado coinciden dos
delaciones. Una, en cuanto llamado a la legítima, es un he-
redero forzoso, otra, en cuanto mejorado, es un heredero vo-
luntario. Y lo es, no solamente cuando se le de una cuota del
segundo tercio, sino también cuando se le atribuya una cosa
determinada o cuando sea mejorado en ella por virtud de una
donación entre vivos con expresa declaración de la voluntad
de mejorar (art. 825) o con dispensa de colación (arts. 1036,
819,1º). Ello se explica porque la mejora en sí misma es una
parte de la herencia. Lo prueba que tenga que ser pagada con
los mismos bienes hereditarios (art. 832), incluso si es sobre
una cosa determinada (art. 829), siempre y cuando ésta se en-
cuentre dentro de la herencia; aunque, en el caso contrario, la
cosa deberá ser previamente obtenida por el causante a los
efectos de entregarla como mejora (art. 832) y, no siéndole po-
sible, dará al mejorado su justa estimación (art. 861). Lo prue-
ba también que el mejorado tenga que pagar en proporción las
deudas y las cargas de la herencia, que puede, sin embargo,
aceptar a beneficio de inventario (art. 998), ejerciendo previa-
mente el derecho de deliberar (art. 1010). A la naturaleza he-
reditaria de la mejora no obstaculiza en absoluto la facultad
del mejorado de aceptar y repudiar separadamente la herencia
y la mejora (art. 833), dado que la primera es forzosa y la se-
gunda voluntaria. Se añade que, aún en el supuesto de que el
mejorado acepte la mejora y repudie la herencia, también de-
berá soportar sobre aquélla las deudas y las cargas heredita-

6 VALLET, «Imputación de legados otorgados a favor de legitimarios», en

Rev. der. priv., XXXII (enero-diciembre, 1948), pp. 315-348.

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LA MEJORA

rias7; que, siendo la mejora una parte de la legítima, que es he-


rencia forzosa, el mejorado es un heredero incluso en la mejo-
ra en cosa determinada8, que la recibe de la herencia después
de un previo acto particional9 y que tiene la posesión civilísi-
ma (arts. 440, 442) y la acción de petición10.
La naturaleza hereditaria de la mejora se apoya además en
otros argumentos. Así, mientras el legado se detrae del tercio li-
bre, la mejora se detrae de uno de los tercios de la herencia for-
zosa; mientras el legado se ordena también a favor de extraños,
la mejora se establece exclusivamente a favor de descendientes
legitimarios; mientras sobre el legado no caben gravámenes
(art. 867), sobre la mejora pueden ser establecidos en favor de
los descendientes (arts. 824, 782)11. Además, la aplicación del
art. 832 para obtener la igualdad en lo posible de los lotes adju-
dicados (art. 1061), demuestra que el mejorado es un heredero.
A la consideración del mejorado como heredero, se le opo-
ne la opinión de que siempre es un legatario. Esto a no constar
la voluntad del causante, ley suprema de la sucesión, de que
sea heredero voluntario en esta parte de la herencia. Por de
pronto, es notorio que el mejorado es un legatario si se le me-
jora en cosa cierta (art. 829), ya que el nombrado en cosa de-
terminada es considerado legatario (arts. 660, 768), en cuanto
que es heredero sólo aquél que es llamado a título universal
(idem). Además, la facultad de renunciar la herencia y aceptar
la mejora (art. 833) únicamente es acogible y explicable si el

7 SANTOS BRIZ, cit.


8 MELÉNDEZ VALDÉS, «Variaciones sobre las legítimas», en Rev. der. not., XVI
(nº 63, enero-marzo, 1969), pp. 170 y ss.
9 GARCÍA GRANERO, «Estudio dogmático sobre la mejora», en Rev. der. priv.,

XXXIII (enero-diciembre, 1949), pp. 805-830.


10 SCAEVOLA, Cc., XIV-4ª, Madrid, 1944, pp. 523 y ss.
11 SCAEVOLA, cit., p. 625.

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mejorado es un legatario; pues sólo el heredero que sea tam-


bién legatario puede aceptar o renunciar estos nombramientos
con entera separación (art. 890,2º)12. Incluso pensándolo here-
dero, si efectivamente repudia la herencia y acepta la mejora,
se convierte en legatario. Pero, se matiza esta opinión advir-
tiendo que en tal caso el mejorado no es un legatario cualquie-
ra, sino de parte alícuota con responsabilidad por deudas y car-
gas hereditarias limitada al valor de lo que como mejora ha
recibido (intra vires) (arts. 891, 858,2º)13. Por ello, —se nos
dice—, dado que la mejora es un beneficio y que no puede re-
sultar de ella un perjuicio, en tal supuesto el legatario mejora-
do sólo responde dentro del límite del valor de lo obtenido sin
necesidad en absoluto de aceptar la mejora a beneficio de in-
ventario14.
Desde una perspectiva más relativa, se sostiene que la me-
jora es parte de la herencia, salvo si se mejora en cosa cierta,
pues entonces consiste en un legado15.
Desde otro punto de vista se subraya la importancia del tes-
tamento en su calidad de ley suprema de la sucesión, para sos-
tener que, independientemente de las circunstancias que acom-
pañen a la mejora, ésta será herencia o legado dependiendo
exclusivamente de la voluntad, expresa o tácita, del causante.
Nuestra opinión consiste en distinguir la mejora hecha en
cosa cierta y la mejora hecha en cuota. Si es mejora de cosa de-
terminada, habrá que suponerla un legado. Primero, porque lo
dice el Código civil (art. 660, 768), segundo, porque en la duda
no cabe presumir, sino en su caso probar, que el causante qui-

12 MELÉNDEZ VALDÉS, cit.


13 SCAEVOLA, cit., p. 524.
14 DE DIEGO, Instituciones, III, Madrid, 1932, p. 241; PUIG PEÑA, Compendio,

IV-2, Barcelona, 1966, p. 1477.


15 VALLET, cit.

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so heredero al mejorado. Si es mejora en cuota, hay tantas ra-


zones a favor como en contra de que se trate de una institución
de heredero. P. ej., la cuota se satisface con bienes «heredita-
rios» (art. 832) y hay que entender que el mejorado responde
con ella de las deudas y cargas de la herencia. Pero esto no de-
muestra que estemos ante una institución de heredero, ya que
el mejorado en cuota podría ser un legatario de parte alícuota.
Por ello, es una cautela necesaria no presumir en el causante
que mejora en cuota la voluntad de instituir heredero volunta-
rio al mejorado. Entonces ¿para considerarle tal será necesaria
una orden expresa del testador? En rigor, no es tan necesaria
esta declaración nombrando heredero al mejorado como que,
por virtud de la interpretación del testamento, se llegue a la
conclusión de que lo es.
En resumen, la voluntad del testador no puede, yendo con-
tra la estructura del negocio, ordenar heredero al mejorado en
cosa cierta, porque el Código civil le considera legatario. Pero,
si la mejora se hace en cuota, como tal llamamiento lo es a tí-
tulo general, puede darse que el mejorado sea heredero. Lo
será si el testador así lo quiso y, si no, será un legatario de par-
te alícuota con responsabilidad limitada al valor de la cuota
(intra vires). Por ello, en tal supuesto el mejorado no precisará
aceptar a beneficio de inventario para limitar su responsabili-
dad sucesoria ni ejercitar, al efecto, el derecho de deliberar.

3. CONCEPTO DE MEJORA

La mejora es una institución —se ha dicho— híbrida, ya


que está en la mitad del camino entre la sucesión forzosa, de la
que parte, y la sucesión voluntaria, a la que llega. Pero es más
exacto advertir que nunca es una institución híbrida o interme-
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dia; pues, cuando no se dispone al efecto del segundo tercio de


la herencia, esta parte es legítima. Cuando sobre esta porción
se ordena una mejora, ya no es por más tiempo forzosa ni legí-
tima, sino que desde entonces tiene naturaleza plena de suce-
sión voluntaria.
Se trata además de una institución sucesoria, voluntaria en
efecto, con neta función familiar. Tiene la finalidad de que el
ascendiente premie al mejor de los descendientes; con lo que,
no siendo para él los otros descendientes tan buenos como el
mejorado, resultan perjudicados en la legítima larga, al quitár-
seles de ella el segundo tercio (o parte de él). Por ello, se ha su-
brayado el efecto desigualador de la mejora entre los descen-
dientes forzosos.
Aunque este punto lo desbrozaremos en el lugar sistemáti-
camente oportuno, hay que partir de que, puesto que la mejora
se detrae de la legítima larga, sólo cabe mejorar a descendien-
tes legitimarios en la herencia de que se trate y no a ulteriores
descendientes que no sean en ella herederos forzosos. Sobre
este punto hay, sin embargo, un denso y extenso debate.
Por todo lo expuesto, cabe definir la mejora como la orden
generalmente indelegable o el acuerdo (si se hace en un con-
trato sucesorio) de convertir el segundo tercio de la herencia o
parte de él en sucesión voluntaria para atribuirlo a alguno o al-
gunos de los herederos forzosos con exclusión de los demás.

4. CONCLUSIONES

La mejora parte de la conversión del segundo tercio forzo-


so de la herencia en una sucesión voluntaria por virtud de un
acto dispositivo del causante. Dicha determinación es además
recipticia, selectiva y desigualadora, en cuanto que constituye
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LA MEJORA

una vocación sucesoria dirigida sólo a un descendiente forzo-


so con exclusión de los demás legitimarios.
La mejora no es un híbrido entre la sucesión forzosa y la
voluntaria, puesto que, una vez que queda ordenada, ya no for-
ma por más tiempo parte de la legítima, sino que es parte de la
sucesión voluntaria. Esto permite conectar el segundo tercio de
mejora con la parte libre, de tal modo que: 1º Las donaciones
con dispensa de colación (arts. 1036, 819,1º) que no quepan en
el tercio destinado a la mejora serán derramadas en el exceso
sobre el sobrante de la parte de libre disposición hecha la re-
ducción de los legados (art. 820,2º). 2º La mejora en cosa cier-
ta, que supere el límite del segundo tercio, se extenderá en el
exceso sobre el sobrante (si se hicieron mandas o legados,
nombramientos de heredero voluntario o donaciones a extra-
ños) de la parte libre, que resulte de la reducción que corres-
ponda (arts. 820,2º y 1º, 829).
El mejorado en cosa determinada es legatario, pues ello re-
sulta de aplicar el criterio del Código civil, que distingue entre
heredero, el llamado a una herencia a título universal, y legata-
rio, el llamado a recibir de ella (art. 832) una cosa cierta y de-
terminada (arts. 660, 768). Pero, aún tratándose de mejora he-
cha en cuota y no en cosa cierta, no cabe presumir una voluntad
en el causante de instituir heredero voluntario al mejorado. Tal
voluntad debe constar expresamente o por virtud de la inter-
pretación del testamento o del contrato sucesorio que establez-
ca la mejora. Si, en efecto, consta que el testador quiso herede-
ro al mejorado, éste responderá ultra vires incluso en la
porción de mejora de las obligaciones y cargas de la herencia,
al ser un llamado a título universal. Si no consta la voluntad del
mejorante de instituirle heredero, será considerado, si se trata
de una mejora en cuota, legatario de parte alícuota. En tal con-
cepto responderá sólo intra vires hasta el valor de la asignación
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sin necesidad de aceptar la mejora a beneficio de inventario ni


de ejercitar previamente el derecho de deliberar (arts. 998,
1010).
Cabe definir la mejora como la orden indelegable (salvo la
excepción del art. 831) o el acuerdo sucesorio que convierte el
segundo tercio hereditario forzoso en una sucesión voluntaria
y lo asigna a uno o unos de los descendientes legitimarios con
exclusión de los demás.

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2. ELEMENTOS PERSONALES

1. CONSIDERACIONES GENERALES

El Código civil circunscribe la mejora a los descendientes


forzosos (art. 825) y al segundo tercio de la herencia (art.
808,2º). Este es una parte de la legítima susceptible de conver-
tirse en mejora por expresa disposición del causante.
Es elemental que para mejorar es precisa la capacidad de
testar, si la mejora se ordena en un testamento, o la de contra-
tar, si se establece en una donación ordinaria o en un contrato
sucesorio. A tal efecto, conviene recordar que también cabe
prometer mejorar en escritura pública por capitulaciones ma-
trimoniales (art. 826) y ordenar una mejora en éstas o por con-
trato oneroso celebrado con un tercero (art. 827). El tercero
con el cual el mejorante estipula la mejora (art. 1257,2º) debe
tener también la capacidad para contratar y la libre disposición
del bien, beneficio o ventaja que entrega a cambio de que la
mejora se disponga.
El mejorado debe tener capacidad sucesoria al tiempo de la
apertura de la sucesión del mejorante. Pero, no teniéndola, ni
siquiera sus sucesibles recibirán la mejora por ser ésta una su-
cesión voluntaria (art. 766) personalísima y porque, en caso
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

contrario, se constituiría en su beneficio una mejora tácita,


frente a la necesidad de que sea expresa (art. 825).
El mejorado, además de tener capacidad para recibir por
testamento, debe tenerla para contratar, si la mejora se institu-
ye en un contrato sucesorio. Esta regla rige tanto si el mejora-
do es la otra parte del contrato como si es un tercero mejorado
por virtud de una estipulación ajena (arts. 1257,2º, 827), ya que
en este caso debe también aceptarla.
Las reglas establecidas hasta aquí son claras. No le es tan-
to si cabe mejorar a descendientes ulteriores no legitimarios y,
sobre todo, si cabe la mejora del nieto viviendo su padre.

2. LA MEJORA ORDENADA A FAVOR DE


DESCENDIENTES NO LEGITIMARIOS

Este es uno de los extremos más debatidos en la doctrina.


La razón de esta disputa está en que, en realidad, el Código ci-
vil no es nada claro en cuanto a mejorar a descendientes ulte-
riores no legitimarios. Ni siquiera son coherentes los antece-
dentes históricos, ya que, si bien es cierto que la ley 18 de Toro
permitió expresamente la mejora del nieto padre viviente, tam-
bién lo es que el derecho anterior la prohibió; muy especial-
mente la proscribió el Fuero Real, recogido primero por la
Nueva y luego en 1805 por la Novísima Recopilación. Fueron
los intérpretes posteriores, empezando por el Tribunal Supre-
mo, los que reconocieron esta posibilidad. Concretamente la
apoyan dos siglos de jurisprudencia desde la permisibilidad
admitida por las leyes de Toro (ley 18) y en concreto las SSTS
19 diciembre 1903, 23 diciembre 1935, 18 junio 1982, 9 mayo
1990, y la Rs. 15 junio 1898. A las que hay que añadir la STS
9 julio 1910, que permite con una interpretación a contra sen-
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LA MEJORA

su admitir la mejora del nieto viviendo el padre, al posibilitar


que el hijo pueda ser sustituto fideicomisario del nieto o de
otro hijo (art. 782). Interpretación ésta, sin embargo, cuestio-
nable ya que la sustitución fideicomisaria sobre la mejora a fa-
vor de descendientes, y en particular de nietos no legitimarios,
es una mejora meramente indirecta.
Los defensores de la posibilidad de mejorar al nieto vivien-
do el padre esgrimen, para empezar su argumentación, una ra-
zón literal. Esta consiste en advertir que el Código civil se re-
fiere en varias ocasiones al hablar de la mejora a «hijos o
descendientes» (p. ej. arts. 808,2º, 823). También se apoyan en
que la ley 13 mayo 1981, que reforma el Código civil sobre
todo en materia de filiación parangonando los distintos tipos
de hijos para tratarlos con un criterio constitucional de igual-
dad independientemente de su origen (art. 39 Const.), suprime
del art. 808,2º la y; ya que éste decía «hijos y descendientes» y
ahora reza «hijos o descendientes». Ello —se dice— separa e
independiza aún más el grupo de hijos herederos forzosos del
grupo de descendientes ulteriores no legitimarios, que, por es-
tar nombrados aisladamente en el precepto, pueden recibir la
mejora. También se utiliza el argumento literal («hijos o des-
cendientes») con relación, no a los mejorables, sino a los que
no siéndolo pueden, no obstante, obtener un beneficio indirec-
to de la mejora a través de gravarla (arts. 824, 782). Pero ade-
más estos preceptos son utilizados en el sentido de que, si cabe
la mejora indirecta a través de imponerle un gravamen a favor
de descendientes no legitimarios, es también posible mejorar-
les directamente.
GARCÍA GOYENA, en defensa de la mejora del nieto en vida
del padre legitimario, llega a advertir que es justo que el abue-
lo mejore a un nieto solícito y bondadoso frente a un mal padre.
Se maneja asimismo el argumento jurisprudencial de dos si-
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glos de sentencias permitiendo la mejora del nieto padre vi-


vente (jur. cit.); se invoca la ley de bases del Código civil, di-
ciendo que recoge el espíritu y capital pensamiento del dere-
cho histórico patrio (Base 1ª) contenido sobre todo en la ley 18
de Toro, muestra del espíritu liberal del derecho castellano
como también lo es el Ordenamiento de Alcalá. Lo que conec-
ta con la actual tendencia de lege ferenda a admitir la plena fa-
cultad de disponer de los bienes tras la muerte.
A ello se añade que, premuerto el padre, el hijo, nieto del
causante, recibe la legítima no por derecho propio sino por de-
recho de representación (arts. 924 y ss.); lo que muestra que el
heredero forzoso sigue siendo, a pesar de su premoriencia, el
padre y que, no obstante, el nieto recibe la legítima. ¿Por qué
no ha de poder en tal caso ser también mejorado? Este razona-
miento puede estirarse aún más, advirtiendo que, asimismo en
los casos en que el padre sea incapaz de suceder o deshereda-
do, el hijo (nieto le estamos suponiendo del causante) le repre-
senta (art. 929).
Los defensores de la mejora a favor de descendientes no le-
gitimarios razonan además que, en el brete de entender que
nuestro derecho histórico en este problema está contenido en el
Fuero Real, que impide tal mejora, o en la ley 18 de Toro, que la
admite, ésta tiene primacía. La tiene por ser el mejor exponente
del espíritu liberal castellano amén de un logro legislativo1.
La valoración positiva de la mejora del nieto padre vivente
no está exenta de desventajas como lo prueban los argumentos
contrarios a la indicada posibilidad.

1 Admiten la mejora del nieto en vida del padre DE BUEN, Der. civil, Madrid,

1922, p. 840; CASTÁN, Der. civil, VI-2, 7ª, Madrid, 1973, p. 565; KIPP-COING, Der.
suc., trad. esp., I-2ª, Barcelona, 1976, p.176; PUIG BRUTAU, cit., pp. 46-61; ESPÍN, cit.,
p. 459; FUENMAYOR, MORELL y TERRY, ALBALADEJO, op., loc. cits.; O’CALLAGHAN,
cit., p. 685; MANRESA, cit., pp. 751-756.

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LA MEJORA

Para empezar, se subraya que nuestro derecho histórico im-


pidió la mejora del nieto en vida del padre, excepto las leyes de
Toro, la cual fue utilizada sólo para mejorar indirectamente al
padre cuando por incapacidad sucesoria no podía ser mejorado
directamente2. Se minimiza la importancia de las leyes de
Toro, que —se dice— han sido derogadas por el art. 1976 del
Código civil, con más eficacia derogatoria que la de la ley de
bases para mantener la vigencia de la mejora del nieto en vida
del padre.
La intangibilidad de la legítima y el que ciertos artículos
(p. ej. art. 825, «descendientes que sean herederos forzosos»;
art. 807, «son herederos forzosos ... los descendientes») exijan
la condición de legitimarios a los descendientes hacen incli-
narse a requerirla para la mejora. Con lo que los descendientes
ulteriores que no sean herederos forzosos, particularmente el
nieto en vida del padre, no podrán ser mejorados3.
Ahora nos corresponde hacer a nosotros una valoración de
los argumentos en pro y en contra de la mejora de descendien-
tes no legitimarios.
Los argumentos literales de que la ley se refiere a veces a
hijos o descendientes y otras a hijos o descendientes que sean
herederos forzosos, antes a hijos y descendientes y hoy día a hi-
jos o descendientes, se anulan uno a otro, pues, como se ve,
no son uniformes sino contradictorios. Tampoco es significati-
vo que quepa la mejora indirecta a través de imponer graváme-
nes sobre la mejora (arts. 824, 782) en beneficio de «descen-
dientes» sin más, al parecer no necesariamente legitimarios,

2 OTERO, «La mejora del nieto», en An. hist. der. esp., XXXI (1961), pp. 389-
400.
3 Militan a favor de la tesis negativa de la mejora del nieto viviendo el padre

GONZÁLEZ REBOLLAR, cit., pp. 411-433, 525-539; OTERO, cit.

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para admitir a su favor la mejora directa. El aludido argumento


no pasa de ser meramente orientativo pero de ningún modo de-
finitivo.
El razonamiento de García Goyena, de que el abuelo puede
mejorar a un nieto solícito saltándose la legítima de un mal pa-
dre, cuanto menos deja perplejo; pues, en tal caso, le bastará al
abuelo con desheredar al padre por su mala conducta (arts.
853, 756). Sin que pueda eludir la legítima del padre para me-
jorar al nieto por propia voluntad y esquivando el trámite pre-
vio de la desheredación. No parece, por ello, posible mejorar al
nieto en vida de su padre, pues para ello será altamente razo-
nable y conveniente, además de necesario, para saltarse la legí-
tima del padre, proceder previamente a desheredarle. En tal
caso el nieto recibe por derecho de representación (art. 924) la
legítima del padre (éste sigue siendo heredero forzoso, pero no
hereda por haber sido desheredado) y por derecho propio la
mejora. O sea que no es concebible una mejora directa, sin pre-
via desheredación del padre, del nieto hijo de éste. No obstan-
te, cabe, si no es posible la desheredación, mejorar indirecta-
mente al nieto mediante imponer a la mejora (del padre o de un
hermano de éste) un gravamen o un fideicomiso (arts. 824,
782) en su beneficio.
Los argumentos históricos no pasan de ser historia, y ade-
más se contradicen suficientemente: por un lado, el Fuero Real
impidió mejorar a descendientes no legitimarios y, por otro, las
leyes de Toro permitieron la mejora del nieto en vida de su pa-
dre. Por un lado, el art. 1976 hace tabla rasa de la legislación
anterior al Código civil, por otro, las leyes de bases permiten
recoger el pensamiento histórico patrio. En resumen, nada
prueba que el criterio de la ley 18 de Toro admitiendo la mejo-
ra del nieto padre vivente deba de imponerse.
No se olvide que la mejora se detrae de la legítima; que es
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LA MEJORA

una relativa prolongación de ésta, aún cambiando su naturale-


za forzosa por una vestidura voluntaria; que es una concesión
legal al arbitrio distributivo del causante y que las leyes conce-
dentes deben interpretarse restrictivamente en beneficio en
nuestro caso de los sucesibles forzosos (para ello son forzo-
sos); que el nieto no mejorado por el momento obtendrá no
obstante normalmente las dos terceras partes de la mejora de
que ahora se le priva en forma de legítima del padre. De modo
que, no por no mejorarle, ha de quedar en la indigencia. Ad-
viértase además que el gravamen impuesto por el abuelo, p. ej.,
a la mejora del padre (esto sí que es legalmente posible) a favor
del nieto no supone quitársela al padre, sino reducírsela. Lo
mismo ocurre si el gravamen fuese una sustitución fideicomi-
saria. Ello explica la posibilidad de que el abuelo mejore indi-
recta, pero que no pueda mejorar directamente al nieto vivien-
do el padre.
En atención a estas consideraciones, entendemos que, en
contra de la doctrina jurisprudencial y a favor del espíritu del
Código civil, no cabe la mejora de descendientes ulteriores no
legitimarios ni la del nieto viviendo el padre. El sector de la
doctrina que defiende esta posibilidad está, de algún modo,
más bien proyectando sus deseos en la realidad.

3. CONCLUSIONES

Son elementos personales de la mejora el disponente, el be-


neficiario y, a veces, un tercero. Este personaje aparece cuan-
do se ordena la mejora a través de un contrato oneroso celebra-
do con él. En tal caso, dada la naturaleza de estipulación
contractual que tiene este negocio jurídico, habrá que exigir al
mejorante capacidad para contratar y también al mejorado y al
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

tercero. La aceptación de la mejora por el mejorado constituye,


no solamente una condición de irrevocabilidad (art. 1257,2º),
sino que es parte del consentimiento del contrato inicial cele-
brado entre el mejorante y el tercero; lo que justifica exigir
también al mejorado la capacidad contractual y afirmar que se
trata de un contrato trilateral.
En las mejoras hechas por contrato sucesorio (art. 827) hay
que exigir, pues, la capacidad para contratar además de la de
suceder. En las ordenadas por testamento es requerible sola-
mente la capacidad de testar en el mejorante y la de suceder en
el mejorado.
La doctrina ha planteado, en sede de los elementos perso-
nales de la mejora, la posibilidad de mejorar a descendientes
ulteriores no legitimarios. El centro de gravedad de esta cues-
tión es si es factible la mejora del nieto en vida de su padre he-
redero forzoso.
La doctrina mayoritaria, atendiendo quizá más a lo deseable
que a lo legal, ha emitido una opinión positiva. A ello han ayu-
dado los antecedentes históricos, sobre todo la ley 18 de Toro,
que, con notable sentido liberal, admitió expresamente la mejo-
ra del nieto padre vivente. Doctrina ésta que —se nos dice—
forma parte del pensamiento jurídico histórico patrio (base, 1ª
LB) y sirve para interpretar el Código civil. El hecho de que
ciertas disposiciones se redacten refiriéndose a los «descen-
dientes» sin añadir «que sean herederos forzosos» o «que sean
legitimarios»; el que desde la ley 13 mayo 1981 el art. 808,2º ya
no mencione como mejorables a los «hijos y descendientes»,
sino a los «hijos o descendientes», dando más independencia a
los segundos respecto de los primeros; la posibilidad de gravá-
menes sobre la mejora, incluida la sustitución fideicomisaria
(art. 782), a favor de hijos o descendientes sin más, inclina a la
mejora de descendientes ulteriores no legitimarios.
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LA MEJORA

Particularmente el nieto puede —se dice— ser mejorado


con merma de la legítima de su padre, pues la mejora, una vez
que queda dispuesta, es una disposición voluntaria y no es ya
más una parte forzosa de la herencia. Ello —se añade— per-
mite favorecer al nieto solícito frente a un padre ingrato. Esta
es además la dirección de la jurisprudencia.
Pero la opinión favorable a la mejora de descendientes no
legitimarios olvida varias cosas, que están en su contra. En pri-
mer lugar, frente a la ley 18 de Toro admitiendo la mejora del
nieto padre vivente, se alza el Fuero Real, recogido por la Nue-
va y la Novísima Recopilación, que la prohíbe. Frente a la base
1ª de la Ley de Bases, recogiendo a efectos interpretativos los
antecedentes históricos del derecho patrio, se levanta el art.
1976, que hace tabla rasa de todo lo anterior. Frente a las ex-
presiones «hijos o descendientes» sin más, se presentan otras
que hacen referencia a «hijos o descendientes, que sean here-
deros forzosos»; y también que la mejora, aún siendo sucesión
voluntaria, parte de la legítima y pertenece exactamente al se-
gundo tercio de la misma. Frente a la posibilidad de graváme-
nes sobre la mejora en beneficio de descendientes sin más re-
quisito, está la advertencia de que son mejoras indirectas; de
modo que son disfrutadas también por el padre legitimario,
aunque no totalmente dada la presencia del gravamen. De
modo que no cabe deducir de ellas la posibilidad de establecer
una mejora directa a favor de descendientes no legitimarios.
Además la opinión favorable a la mejora del nieto viviendo
el padre no ha advertido suficientemente que el causante tiene
un medio legal de conseguirla; que es desheredar por ingrati-
tud o indignidad al mal padre, favoreciendo así con la mejora
al nieto solícito y cariñoso. Ni tampoco ha percibido que éste
último al final recibirá normalmente la mejora que ahora se le
niega por no ser legitimario, en sus dos terceras partes como le-
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

gítima del padre; de modo que no ha de caer en ningún caso en


la indigencia.
Por todo lo cual, hay que defender que la mejora se saca de
la legítima pero no de los legitimarios. Por eso se llama mejo-
ra, porque para ser mejorado hay que previamente obtener algo
como heredero forzoso.

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03 La mejora 03 30/12/02 12:44 Página 39

3. EL OBJETO DE LA MEJORA

1. CONSIDERACIONES PREVIAS

Es elemental, puesto que la mejora puede ordenarse en un


contrato sucesorio (capitulaciones matrimoniales, contrato
oneroso celebrado con un tercero, art. 827), que puede ser he-
cha con los bienes o cosas que están en el comercio de los hom-
bres (arts. 1271, 829, 865). Cualquier cosa, bien, beneficio o
ventaja que no esté prohibida legalmente es susceptible de ser
entregada como mejora. Así cabe hacerla dando un bien mue-
ble o inmueble determinado (art. 829), una universalidad de
bienes de hecho o de derecho, como lo es una parte del patri-
monio del mejorante1; puede recaer en cosas genéricas o espe-
cíficas, en derechos reales limitativos, en créditos o en situa-
ciones crediticias complejas por estar unidas a deudas, como
son la posición jurídica de poseedor precarista, arrendatario,
comodatario y otras semejantes.
Para que estos bienes puedan componer la cosa o la cuota
de valor con las que se realizará en su día la mejora no es nece-

1 ESPÍN, cit., p. 457, admite que se mejore con una cosa, con una cuota o con una

suma de dinero.

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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

sario que estén en el patrimonio del mejorante en el momento


de ordenarla. Pueden no estar en él entonces o haber sido ad-
quiridos bajo condición suspensiva o resolutoria. Nada de esto
afecta a la mejora, que se satisfará tras su muerte con tal de que
en este instante los bienes se encuentren plenamente dentro de
la herencia (art. 832).
La mejora en cosa determinada (art. 829) podrá recaer, por
lo tanto, en un bien que pertenezca al mejorante al tiempo de la
apertura de la sucesión. En tal caso, no se excepciona la regla
que exige que sea pagada «con los mismos bienes heredita-
rios» (art. 832). Pero, cabe la mejora en cosa cierta que no per-
tenece o no pertenece plenamente al mejorante en el momento
de morir. En tal supuesto, es del todo evidente que, a pesar del
tenor literal del art. 832, la mejora recaerá sobre un «bien no
hereditario». Por su similitud con el legado, si el mejorante al
hacer la mejora sabía que la cosa no le pertenecía (arts. 861,
866), el heredero está obligado a adquirirla para entregarla al
mejorado (que, por ello, se asimila a un legatario) y, no siéndo-
le posible, darle su justa estimación (art. 861) al tiempo de la
apertura de la sucesión (art. 881). No obstante, si esta mejora
fuese instrumentalizada con una donación entre vivos, la indi-
cada obligación de adquirir la cosa o de dar su justa estimación
recaen, no sobre el heredero, sino sobre el mismo mejorante. Si
el causante ignoraba que la cosa específica era ajena, la mejo-
ra de la cosa como tal es nula (arts. 862, 829) y se transforma
en una mejora de su valor (de cuota).
Es también perfectamente posible que, a través de una esti-
pulación a favor de tercero (art. 1257,2º) o, lo que es un tipo de
ella, de un contrato oneroso para mejorar celebrado con un ter-
cero (art. 827) el mejorante adquiera una cosa para el mejora-
do del tercero dueño de ella: bien la entregue en vida a través
de una donación ordinaria, que resultará de cumplir la estipu-
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03 La mejora 03 30/12/02 12:44 Página 41

LA MEJORA

lación o el contrato con el tercero; bien con efecto tras la muer-


te a través de un legado; que obligará, en su caso, al heredero
(art. 1257,1º) a exigir del tercero su entrega.
También cabe que la mejora se ordene sobre una cosa pro-
pia del heredero o de un legatario, en cuyo caso éstos «deberán
entregarla» o al menos «su justa estimación» (art. 863), si no
obrara en su poder (p. ej. ha sido enajenada), en compensación
a la ventaja que reciben del causante en su calidad de heredero
o legatario.
La mejora sobre un bien del mejorado «no producirá efec-
to» como mejora de cosa (art. 866). Pero, su valor deberá ser
imputado al segundo tercio de la herencia como mejora de cuo-
ta, a no ser que el causante cuando hizo la mejora supiera que
la cosa pertenecía al mejorado, en cuyo caso la mejora es nula
por falta de una voluntad verdadera de mejorar (art. 866).
Cabe la mejora de liberación de una deuda o de un grava-
men real o personal que pesen sobre el mejorado. Si se hace
efectiva en vida del mejorante, a modo, p. ej., de una condona-
ción, corresponde a éste mismo la liberación de la deuda o de
la carga. Si su eficacia se retrasa al óbito, la liberación corres-
ponde al heredero en su calidad de sucesor a título universal
(art. 660). Cabe la mejora de liberación de cualquier deuda,
gravada o libre, o de cualquier carga real o personal. Así cabe
mejorar mediante pagar el mejorante o el heredero la obliga-
ción que empeña o hipoteca una cosa del mejorado (ex art.
867,1º) o, si no es suya, dársela exenta del gravamen (art. cit.).
También es posible la mejora liberando un derecho de usufruc-
to, uso o habitación, un censo o un arrendamiento.
Cuando la mejora recae sobre una cosa en la que el mejo-
rante tuviere sólo una parte o un derecho (p. ej. usufructo) se
entenderá limitada a esa parte o derecho, a menos que declare
expresamente que mejora en la cosa entera (art. 864).
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

Cabe la mejora de cosa, de cuota, de cuota con asignación


de cosa y de la deuda o carga que se condona o se libera para
mejorar. Es posible que la cosa sea genérica, específica, deter-
minada o determinable y que consista en una universalidad de
hecho o de derecho. También puede ser una cosa compleja o la
cesión de un simple interés jurídico que no constituya todavía
un derecho subjetivo (p. ej. una expectativa, un derecho condi-
cionado, un derecho en formación). Si la mejora comprende
varias cosas ciertas y es alternativa la elección entre ellas co-
rresponde al mejorante (arts. 1132, 874). Si es conjuntiva le
corresponde determinar el orden de su imputación, a los efec-
tos de su reductibilidad (art. 820,2º). Por ello, las cosas cuyo
valor supere las porciones forzosa, de mejora y el sobrante de
la parte libre juntas se eliminarán o reducirán; sin que proceda
en tal caso el pago de la diferencia en metálico a los demás in-
teresados2.
Es posible hacer una mejora de la nuda propiedad. Sin em-
bargo, ésta recaerá sobre el dominio pleno una vez que el mis-
mo se recomponga como consecuencia de la extinción de la
carga que soportaba (p. ej. un usufructo). En este caso puede
hablarse de que la mejora se ha extendido a un objeto más am-
plio.
Dentro de las mejoras con universalidades de cosas son es-
pecialmente consideradas, por su tradición histórica en deter-
minados sectores sobre todo del campo, las explotaciones agrí-
colas, industriales o fabriles (art. 1056), en cuanto la ley
establece su indivisibilidad, a los efectos de que el mejorado

2 Dice VALLET DE GOYTISOLO, «art. 829», en Com. al Cc. dir. por ALBALADEJO,

XI, pp. 345-350, que si la mejora comprende varias cosas ciertas, la imputación que
corresponda deberá hacerse cosa por cosa aisladamente consideradas, eliminando
aquéllas que resulten inoficiosas y sin necesidad de compensar, en su caso, el exceso
en metálico.

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LA MEJORA

pague en metálico a los demás interesados (art. 829) lo que de


su valor exceda de su legítima, de la mejora y del sobrante de
la parte libre juntas.

2. LA MEJORA EN COSA DETERMINADA

La mejora podrá señalarse en cosa determinada. Si ésta


pertenece al mejorante, al menos al tiempo de la apertura de la
sucesión, el art. 829 no excepciona la regla del art. 832 de que
«la mejora será pagada con los mismos bienes hereditarios».
Pero, no es necesario que la cosa determinada le pertenezca.
En este caso, el heredero deberá hacerla suya para el mejorado
(art. 861). Hay que incluir en la expresión «cosa determinada»
a la cosa determinable, puesto que ésta ha de ser determinada
después de la concentración o especificación.
La expresión literal del art. 829 implica que la imputación
del valor de la cosa debe hacerse al segundo tercio de la heren-
cia, destinado a mejorar, y, si es rebasado, el sobrante puede ser
derramado sobre la legítima del mejorado. Y, si, aún así, el va-
lor de la cosa no cabe en estas dos porciones juntas, el mejora-
do debe abonar el exceso en metálico a los demás interesados.
El precepto ha sido concebido según este tenor literal3. Sin em-
bargo, partiendo del concepto amplio de mejora4 que abarca el
segundo tercio de la herencia y también el tercero de parte li-
bre, se ha hecho una interpretación más amplia. Se ha entendi-

3 ALBALADEJO, «La mejora del nieto», cit., dice que el art. 829 parte de que el
mejorante quiso dar la cosa solamente como mejora, por lo que no cabe cargar su va-
lor además sobre la parte libre.
4 Ha sido VALLET, op. loc. cits., el exponente de que el concepto tradicional de

mejora y también técnico es más amplio de lo que se pensaba; pues no se limita al se-
gundo tercio hereditario sino que comprende también el tercero de la parte libre.

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do que el mejorado no tenía porqué pagar la diferencia en me-


tálico, aunque el valor de la cosa no cupiese en su legítima ni
en el tercio segundo de mejora juntos, siempre que entrase en
el sobrante del tercio libre5. Desde luego el art. 829 no lo dice
y, por ello, es arriesgado llegar a esta conclusión. Se ha dicho
además que el exceso de valor de la cosa que hubiere de sacar-
se del sobrante de la parte libre tenía la naturaleza, no de mejo-
ra, sino de legado6. Esta conclusión es muy afinada, en cuanto
que los legados se sacan de la parte libre. Pero lo es partiendo
de que la indicada concepción extensiva de la mejora de cosa
determinada sea la correcta.
En todo caso, a favor de la interpretación de que el art. 829
sólo permite extender el valor de la cosa a la porción de mejo-
ra y a la legítima correspondiente al mejorado juntas, milita la
literalidad del precepto; y además la voluntad del mejorante,
en quien no cabe presumir que quiere, además de mejorar, or-
denar un legado (sobre el sobrante de la parte libre) a favor del
mejorado.
La mejora en cosa determinada no está sujeta, como la or-
denada en cuota, a la regla de igualdad en lo posible de los lo-
tes adjudicados a consecuencia de la partición (arts. 829, 832).
Tal exclusión de la aplicabilidad al caso de los arts. 1061 y
1062, al no haber una remisión expresa a tales preceptos para
la mejora en cosa como la hay para la mejora en cuota, debe in-
ducir a esto: considerar en principio acertada la tesis de que no
es necesario que la cosa sea indivisible o no admita cómoda di-
visión para que proceda, en su caso, el pago en metálico a que
se refiere el art. 829; porque, al poder superar el valor de la
cosa al de los otros lotes sin que proceda igualarlos, se origina

5 MORELL y TERRY, cit., pp. 55-57; VALLET, «La mejora tácita», cit., p. 74.
6 MORRELL, cit.; LÓPEZ JACOISTE, cit.

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LA MEJORA

una indivisibilidad legal. Opinión apoyada además en la vo-


luntad altamente probable del causante, que permite construir
la presunción de que, mejorando en cosa cierta, ha querido que
ésta, aún siendo divisible, quede en substancia en poder del
mejorado.
Aún así, se ha manifestado también el criterio contrario
exigiendo que la cosa sea indivisible o no admita cómoda divi-
sión7 para que, ante la imposibilidad de repartirla dando el so-
brante de la mejora a los otros interesados en substancia, se les
de en metálico. Para lo cual procederá que el mejorado pague
el metálico de su patrimonio y, si no lo hace, se venderá la cosa
al efecto de obtenerlo (art. 404). Esta opinión maneja en su
apoyo el art. 821, que aplica al presente supuesto por analogía.
En efecto, si consideramos que la mejora en cosa cierta es un
legado, «quedará ésta para el mejorado siempre que sea indivi-
sible o no admita cómoda división», quien «deberá abonar el
haber de los otros herederos forzosos en dinero».
Como se ve, los argumentos de una y otra opiniones, la que
no exige la indivisibilidad de la cosa para que proceda el pago
en metálico a los demás interesados y la que sí la exige, están
empatados. ¿Cómo dirimir esta igualdad?
Parece conveniente a tal efecto no olvidar que se puede me-
jorar, no sólo en cosa cierta que sea un «bien hereditario» (art.
832), sino que no lo sea; en cuyo caso, se trata de una mejora
de cosa ajena. Entonces el mejorante o el heredero tienen que
hacer un esfuerzo específico al objeto de obtenerla para el me-
jorado (art. 861). Únese a esta especificidad de la conducta

7 VÁZQUEZ IRUZUBIETA, cit.; ALBÁCAR, cit., p. 977; SCAEVOLA, cit. Contra VA-
LLET, «art. 829», cit., y CASTÁN, Der. civil, VI-2, 7ª, Madrid, 1973, p. 580, sostienen
que, para que proceda el pago en metálico del exceso de valor de la cosa con la que
se mejora, ésta debe ser indivisible y proceder necesariamente su venta (art. 404) en
pública subasta para ser transformada en una suma de dinero.

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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

para la adquisición de la cosa, que ella misma es determinada


(art. 829). ¿No permite toda esta especificación, determina-
ción, precisión en el objeto, pensar que lo altamente probable
es que el mejorante quisiera la cosa, por muy divisible que sea,
para el mejorado y no para los otros sucesibles? ¿No cabe pre-
sumir además que quiso mejorar en el valor, pero asimismo en
la substancia de la cosa? La contestación parece afirmativa. Y,
siéndolo, y la voluntad del causante ley suprema de la suce-
sión, es altamente razonable inclinarse a que no es necesaria la
indivisibilidad para que el mejorado se apropie la cosa en subs-
tancia y pague en dinero el exceso de su valor a los otros here-
deros y legatarios. Además, si se considera la mejora en cosa
cierta un legado y no parte de la herencia, la cosa en substancia
será para el mejorado, puesto que, a diferencia del heredero
que sucede a título universal, es decir en cuota, el legatario lo
hace a título particular (art. 768), es decir en cosa. Pensemos
además que el Código civil regula con un criterio especial la
mejora en cosa determinada, a la que le dedica un precepto
aparte (el art. 829). Estas consideraciones advierten de lo im-
propio que resulta aplicar aquí el requisito general de la indivi-
sibilidad de la cosa previsto para otros supuestos (art. 404)
para que se la pueda apropiar el adjudicatario y pagar, en su
caso, la diferencia de su valor en metálico; o incluso para que
sea vendida y transformada en dinero, al efecto de dicho pago.
Otro problema es la garantía para que el mejorado, que ten-
ga que pagar en metálico el exceso de valor de la cosa a los
otros herederos, lo haga en efecto. Se ha mantenido que sobre
la cosa pesa a modo de carga real una garantía, de modo que, si
es un bien inmueble, cabe obtener una mención de la misma en
el Registro de la Propiedad8. Contra esta opinión, se ha pensa-

8 VALLET, cit.

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LA MEJORA

do que el cumplimiento de la obligación de pagar la diferencia


en metálico es una condición que suspende la adquisición de la
cosa; de modo que, si el mejorado no paga la suma de dinero,
no la obtendrá9. Incluso se ha defendido que no existe ninguna
garantía para asegurar dicho pago10.
Esta última opinión parece la más acertada desde el punto
de vista estrictamente legal. Piénsese que el causante, al sepa-
rar la cosa determinada de la masa hereditaria para dedicarla
específicamente a la mejora, la ha aislado de la herencia. De
modo que, por ésto, los herederos no tienen ningún derecho
sobre ella, que la «han perdido de vista» a todos los efectos
incluso el de garantizar con ella el pago en metálico de que se
trata. Añádase que la ley no establece ningún derecho de asegu-
ramiento en el art. 829 ni en ningún otro precepto y que no cabe
presumirlo. De todo ello resulta deducible que la obligación del
pago por el mejorado en cosa determinada de la diferencia en
metálico, si procede, no está legalmente garantizada.
La determinación de la cosa con la que se mejora corres-
ponde al mejorante, quien no puede delegarla (arts. 670, 830)
fuera del ámbito estricto del art. 831. Ni siquiera cabe que deje
las manos libres del mejorado o de un tercero para que éstos
elijan la que prefieran (SSTS 16 junio 1902, 18 mayo 1983)
dentro o fuera de su patrimonio o del as hereditario.

3. GRAVÁMENES SOBRE LA MEJORA

El art. 824 establece la posibilidad de imponer gravámenes


sobre la mejora, siempre y cuando lo sean en beneficio de los

9 SCAEVOLA, Cc., cit., pp. 581-582.


10 ALBÁCAR, cit., p. 977.

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legitimarios o «sus descendientes». El art. 782 dice que cabe la


sustitución fideicomisaria sobre la mejora en beneficio de los
descendientes.
El problema inicial es determinar el concepto legal de
«gravámenes». En este punto la doctrina se encuentra dividi-
da entre quienes los restringen a las cargas reales y quienes,
por el contrario, los amplían, pudiendo consistir en legados,
sustituciones vulgares o fideicomisarias, condiciones, térmi-
nos, prohibiciones, limitaciones tales como que el mejorado
continúe la casa petrucial o modos; pudiendo consistir éstos
en derechos reales o de crédito, prestaciones personales11
como la de alimentos, la de educación, renta vitalicia y así
cabe seguir sucesivamente12. Incluso cabe un gravamen que
sea una prestación personalísima, tal como que el mejorado
ayude y asista a sus hermanos cuando acudan a él o sea nece-
sario.
El concepto de gravámenes sobre la mejora debe entender-
se en el indicado sentido amplio. El art. 824 no se refiere a
«cargas», idea ésta más estricta equivalente a gravámenes rea-
les. Por otra parte, no cabe ponerle cortapisa a la autonomía de
la voluntad del mejorante, ya que además no hay obstáculos
prácticos a que imponga a la mejora el tipo de gravamen que
desee.
Dentro del elenco de gravámenes, por lo tanto, la sustitu-

11 Dice la STS 1 febrero 1907 que los gravámenes sobre la mejora a que se re-

fiere el art. 824 del Código civil pueden consistir, entre otros, en prestaciones obli-
gatorias personalísimas como lo es que el mejorado ayude a sus hermanos necesita-
dos cuando éstos recurran a él.
12 VALLET, cit., p. 294; ESPINAR LAFUENTE, cit., pp. 399-405. Contra MORELL y

TERRY, cit., pp. 40-41, limitan los gravámenes del art. 824 a las cargas reales imponi-
bles sobre los bienes componentes de la mejora. Excluyen así de este precepto la con-
dición, la prohibición, el plazo e incluso la sustitución fideicomisaria sobre la mejo-
ra a que se refiere el art. 782.

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LA MEJORA

ción vulgar13 o la fideicomisaria, que regula el art. 782, deben


ser considerados supuestos especiales; no obstante incluidos
en la regla general, que es el art. 824.
Otra cuestión debatida es la de si cabe establecer graváme-
nes sobre la mejora no dispuesta, es decir, sobre el segundo ter-
cio de la herencia con el que no se mejoró a nadie. Debe consi-
derarse acertada la opinión de que es necesaria la existencia
previa de la mejora para sobre ella ordenar un gravamen vo-
luntario14; pues en este punto es claro el art. 824 («gravámenes
sobre la mejora»). Otra cosa es el usufructo legal del viudo,
que recae sobre el tercio (art. 834) de mejora, se disponga ésta
o no, porque no es un gravamen voluntario. Cabe también la
sustitución fideicomisaria a favor de descendientes «sobre el
tercio destinado a la mejora» (art. 782), aunque ésta no hubie-
se sido ordenada.
En tema de gravámenes resucita la vieja polémica general
sobre si cabe mejorar a ulteriores descendientes no legitima-
rios en la herencia de que se trate. Pues la doctrina se divide di-
ciendo que los gravámenes tienen que beneficiar a los herede-
ros forzosos que lo sean en la herencia que se abre o que cabe
favorecer a ulteriores descendientes no legitimarios («sus des-
cendientes», art. 824)15.

13 ESPINAR, cit., entiende como gravamen la sustitución vulgar, puesto que está

admitida incluso la fideicomisaria. Aún sin necesidad de mayores argumentos, hay


que entender la sustitución vulgar como gravamen sobre la mejora.
14 MORELL y TERRY, cit., p. 37. Sin embargo opina en contra que es posible un

gravamen sobre el segundo tercio de la herencia que no ha sido dispuesto como me-
jora MANRESA, «art. 824», en Com. al Cc., VI-1, Madrid, 1973. Cfr. también PLANAS,
Der. civ. esp., II, Barcelona, 1925, p. 40.
15 MORELL y TERRY, cit.; FUENMAYOR, cit., p. 253, entienden que los beneficia-

rios de los gravámenes tienen que ser descendientes legitimarios. Así, p.ej., los nie-
tos podrán recibir la ventaja de un gravamen sobre la mejora sólo si su padre ha muer-
to, pues en tal caso son herederos forzosos del abuelo.

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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

Anteriormente se defendió, sin que esta solución sea mate-


mática pues el Código civil presenta argumentos en pro y en
contra, que lo más probable es que el legislador haya requerido
la condición de heredero forzoso en la herencia de que se trata
para poder ser mejorado. Es decir que, p. ej., el nieto padre vi-
vente no es mejorable en perjuicio del padre. Si ésta es la regla
general, no parece justificable una excepción en el art. 824, por
mucho que éste se refiera ampliamente a «sus descendientes»
como posibles beneficiarios del gravamen sobre la mejora.
Este criterio restrictivo está apoyado además en un principio
general, que es clave en toda esta materia sucesoria, cual es el
de la integridad de las legítimas16. Por todo ello, conviene
inclinarse a que sólo los descendientes herederos forzosos
pueden obtener la ventaja que se derive de la ordenación de un
gravamen sobre la mejora. Pero, a pesar de ser un gravamen, es
posible la sustitución fideicomisaria sobre ella «a favor de los
descendientes» sin más requisito (art. 782), pues el fideicomi-
sario es heredero, si bien voluntario, del fideicomitente al mo-
mento de recibir el beneficio del fideicomiso.
A parte de los gravámenes impuestos a la mejora en bene-
ficio de descendientes forzosos, existen otros que la hacen
onerosa sin estar dispuestos. Así, el mejorado en su calidad de
heredero voluntario en la porción con la que se le mejora, debe
satisfacer en proporción las cargas de la herencia; incluso si la
repudia, siempre que acepte la mejora. (art. 833). De esos gra-
vámenes responde, como sucesor a título universal, ultra vires,
a menos que haya aceptado la mejora a beneficio de inventario.
Las citadas reglas no son aplicables, sin embargo, a la me-
jora en cosa determinada (art. 829), ya que lo más convincente

16 El argumento de la integridad de las legítimas es empleado por FUENMAYOR,

cit., en apoyo de que los mejorables sean herederos forzosos.

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LA MEJORA

es considerarla un legado, en cuanto que quien sucede a título


particular es legatario (arts. 660, 768). De modo que el mejo-
rado en cosa cierta no ha de recibir más gravámenes que los de
la cosa misma y los de la herencia con el límite del valor de la
cosa (intra vires).
Especial consideración merece el usufructo del viudo so-
bre la mejora17. En rigor, se establece sobre el segundo tercio
de la herencia reservado a ser dispuesto como mejora. Por ello,
en todo caso, se ordene o no ésta, tal usufructo queda legal-
mente establecido por la muerte del causante habiendo hijos o
descendientes, sin necesidad de disposición alguna.
Así pues, el viudo que concurre «a la herencia» (art. 834)
con hijos o descendientes forzosos, en cuanto usufructuario de
la mejora como «porción de bienes» (art. 806), que se saca de
la legítima amplia, es heredero o «sucesor a título universal»
(art. 660). En la condición de tal, debe pagar los legados (art.
886) en proporción al valor de su cuota usufructuaria «univer-
sal» (art. 508,2º). Soporta las deudas hereditarias proporcio-
nalmente sin el límite del valor del usufructo (extra vires). Si
un heredero anticipa el pago por más importe que el del valor
del usufructo en virtud del principio de solidaridad entre cohe-
rederos (art. 1084), podrá exigir al viudo el exceso de lo que
anticipó; con lo que éste tiene también frente a los demás
coherederos (art. 1085,1º), y no sólo frente a los acreedores,
una responsabilidad extra vires por las deudas y cargas de la he-
rencia.
Los herederos podrán satisfacer el usufructo al viudo pa-
gándole una renta vitalicia, los productos de determinados bie-
nes o un capital en efectivo, debiendo proceder para ello de co-

17 Sobre el particular MELÉNDEZ VALDÉS, cit., pp. 195-198; LOZANO SICILIA, In-

terpretación del art. 834 del Cc., Madrid, 1898.

51
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

mún acuerdo, o por virtud de mandato judicial. Mientras tanto


todos los bienes de la herencia están afectos al pago del usu-
fructo del viudo (art. 839).

4. CONCLUSIONES

La mejora puede recaer sobre todo tipo de bienes heredita-


rios (arts. 832, 659), salvo si fuere de una cosa determinada
(art. 829) no perteneciente a la herencia. Si el mejorante sabía
que la cosa no era suya, el heredero está obligado a adquirirla y
entregarla al mejorado y, no siendo ello posible, darle su justa
estimación (arts. 861, 866) al tiempo del óbito. Si el mejorante
ignoraba la ajeneidad de la cosa, la mejora recaerá sobre una
cuota de su valor aproximado compuesta de cualesquiera bie-
nes hereditarios.
Cabe mejorar en cualquier tipo de objeto que esté dentro del
comercio (art. 1271, 865), con bienes muebles o inmuebles,
universalidades de hecho o de derecho, cosas genéricas o espe-
cíficas, derechos reales o personales limitativos, créditos, situa-
ciones jurídicas complejas como la de precarista, arrendatario o
comodatario. Ello es posible con tal de que tales derechos o bie-
nes estén dentro de la herencia a la apertura de la sucesión.
Cuando se mejora en cosa en la que el mejorante tiene sólo
un derecho determinado, se entiende la mejora limitada a éste,
a no ser que la dispusiere expresamente sobre la cosa entera
(art. 864).
Cabe la mejora de cosa, de cuota, o de cuota con asignación
de cosa y de una deuda o carga que se condona o se libera. Tam-
bién entregando una simple expectativa, que no sea todavía un
derecho subjetivo.
En la mejora alternativa la concentración corresponde al
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LA MEJORA

mejorante (arts. 1132, 874). Si es conjuntiva le corresponde


determinar el orden de imputación a los efectos de reductibi-
lidad.
La mejora sobre la nuda propiedad de una cosa cierta se ex-
tiende a la plena, una vez que el dominio se reintegre por la ex-
tinción de la carga que lo limitaba.
Especial consideración legal han merecido las explotacio-
nes agrícolas, industriales o fabriles, en cuanto se consideran
legalmente indivisibles a los efectos de que el mejorado se las
apropie enteras y pague la diferencia del exceso de su valor en
metálico a los demás interesados (arts. 1056, 829).
El régimen de la mejora en cosa cierta determinable es el
mismo que el relativo a una cosa determinada; pues la cosa de-
terminable se convertirá en determinada en virtud de un acto
de concentración.
Corresponde interpretar el art. 829 en su sentido literal, es
decir que, cuando el valor de la cosa no cupiese en la porción
destinada a mejorar y en la legítima correspondiente al mejo-
rado juntas, éste deberá satisfacer la diferencia en metálico a
los demás interesados. Para ello, por lo tanto, no es necesario
que el exceso de valor de la cosa rebase además el sobrante de
la parte libre. Esta interpretación corresponde a la literalidad
del precepto y a que no cabe presumir en el disponente la vo-
luntad de, además de mejorar, ordenar un legado a favor del
mejorado sobre la parte libre.
La mejora de cosa cierta no se sujeta a la regla de la igual-
dad en lo posible de los lotes adjudicados en la partición (arts.
829, 834, 1061, 1062), pues el art. 829 no se remite, como el
834, a tales preceptos.
La cosa determinada no tiene que ser indivisible para que,
vendida a solicitud de los otros herederos copropietarios de la
misma (art. 404), pueda convertirse en dinero o metálico para
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

satisfacerles la diferencia. El art. 829 no lo exige, y hay que


presumir en el causante que mejora en cosa determinada, aun-
que sea divisible, la voluntad de atribuirla en substancia al me-
jorado.
Sobre la cosa cierta con que se mejora no existe ningún tipo
de garantía de la obligación del pago de la diferencia en metá-
lico. El art. 829 no la establece ni cabe presumirla.
La determinación de la cosa cierta corresponde exclusiva-
mente al mejorante (arts. 670, 830), quien no puede encomen-
darla a otro ni siquiera al propio mejorado para que éste elija la
que prefiera dentro o fuera del patrimonio del disponente o del
as hereditario. Esta regla sufre la excepción del art. 831.
Sobre la mejora caben cualesquiera tipos de gravámenes,
pero este concepto es más amplio y generoso que el de «cargas
reales». Además el art. 824 se refiere a gravámenes y no a car-
gas y no hay obstáculo ninguno en que el mejorante imponga
sobre la mejora la que desee.
Son gravámenes, al efecto, las sustituciones vulgares y fi-
deicomisarias (porque, si cabe la sustitución fideicomisaria,
también la vulgar) sobre la mejora, y, aún regulada la fideico-
misaria en un precepto especial, el art. 782, deben quedar sis-
tematizadas todas dentro del art. 824.
Sobre el segundo tercio hereditario destinado a la mejora
no caben gravámenes, pues es necesario que ésta haya sido or-
denada y que las cargas versen sobre ella misma y no sobre el
indicado segundo tercio. En esto manda la literalidad del pre-
cepto («gravámenes sobre la mejora», art. 824). Si no fuera así,
serían gravámenes sobre la legítima amplia, los cuales no están
admitidos. En cambio, es posible a modo de excepción la sus-
titución fideicomisaria «sobre el tercio destinado a la mejora»
(art. 782); ya que, aunque ésta no hubiese sido ordenada, el fi-
duciario heredero forzoso (p. ej. el padre) disfrutará en vida de
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LA MEJORA

los bienes fideicomitidos hasta el momento de entregarlos


como si sobre ellos no pesase ningún gravamen. Más aún esto
es así en el fideicomiso de residuo, en el que el padre no sólo
disfrutará sino que probablemente consumirá parte de los bie-
nes mismos.
Los beneficiados por los gravámenes deben ser herederos
forzosos en la herencia de que se trata. Ello es así, pese a la re-
ferencia del art. 824 a «sus descendientes», sin exigirles que lo
sean. Sin embargo, puesto que no cabe mejorar a descendien-
tes ulteriores, ni particularmente al nieto padre vivente, y en
virtud del principio de integridad de la legítima, no caben gra-
vámenes a favor de descendientes no legitimarios. Sin embar-
go, cabe la sustitución fideicomisaria sobre, p. ej., la mejora del
hijo en que el nieto sea fideicomisario. No sólo es así porque es
posible esta sustitución sobre la mejora «a favor de los descen-
dientes», sin más requisito, sino porque, cuando el fideicomi-
sario obtenga los bienes, ya es heredero forzoso del fiduciario
(ciertamente no del fideicomitente; pero eso importa menos).
Además de los gravámenes legales como el usufructo del
viudo (art. 834) y de los voluntarios, el mejorado debe sopor-
tar las deudas y cargas de la herencia en proporción a la mejo-
ra y, no obstante, ultra vires si fue mejorado en cuota; intra vi-
res, si lo fue en cosa determinada, pues aquí tiene la condición
de legatario (art. 660). Pagadas «por entero» las deudas de la
herencia por uno de los herederos (art. 1084, 1.º) el mejorado
en cuota le debe restituir íntegramente su parte (art. 1085, 1.º).
Ésta es la consecuencia del principio de solidaridad entre co-
herederos aplicable a la mejora de cuota. Regla, sin embargo,
extraña a la mejora en cosa determinada (art. 829), en cuanto
aquí el mejorado tiene la consideración de legatario y la obli-
gación de restituir al heredero que pague sólo hasta el valor de
la cosa.
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4. LAS MEJORAS TÁCITAS


Y PRESUNTAS

1. CONSIDERACIONES GENERALES

El Código civil establece la necesidad de que el causante ex-


prese la voluntad de mejorar. Al menos, esta declaración es ne-
cesaria si mejora por donación (art. 825). La razón de esta exi-
gencia está en que la voluntad del testador debe ser lo más clara
posible y en que la mejora es un beneficio personalísimo que, por
ello, no es extensible a un tercero mediante conjeturas que per-
mitan reconstruir (mejora tácita) o sustituir (mejora presunta) la
voluntad del testador. Además, puesto que la mejora supone una
desigualación de la legítima, una distinción del mejorado, favo-
recido frente a los otros descendientes forzosos, tiene que ser
patente la voluntad de perjudicar a éstos a costa de beneficiarle.
La doctrina ha debatido la diferencia entre mejoras tácitas
y presuntas. Sobre todo cuando, después de haber llegado a ad-
mitir con dificultad la mejora tácita, ha tenido que añadir el es-
fuerzo de reconocer, no sin dudas, la mejora presunta1; es de-

1 ALBALADEJO, «... mejora presunta ...», en Rev. der. priv., XXXI (enero-diciem-

bre 1997), pp. 515-535, defiende la existencia de la mejora presunta, que se pro-

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cir, aquélla que se induce, sin necesidad de contar con la vo-


luntad del causante, de las circunstancias elocuentes de la (no
voluntad de mejorar) existencia de una mejora. Cosa posible
ante la necesidad de atribuir el exceso de valor de un legado o
donación a favor de un descendiente forzoso, que no quepa en
uno de los otros tercios de la herencia, al segundo de mejora.
El primer problema, claro está, es el del orden de imputa-
ción de la donación, manda o legado a cada uno de los tercios.
Un sector de la doctrina2 ha destacado la necesidad previa, para
que el indicado problema se plantee, de que el causante no
haya hecho expresamente la imputación. Porque es evidente
que, si el testador lega o dona con cargo a la legítima del des-
cendiente, no hay mejora tácita (y menos presunta). Si lega o
dona con imputación al tercio libre, a éste deberá cargarse el
valor de la cosa. Si ha ordenado otros legados a favor de extra-
ños, el indicado legado imputado a la parte libre, sólo podrá
serlo al sobrante de ella tras reducir sin distinción alguna todos
los legados incluido éste y mandas en proporción a su importe
(art. 820,2º). Si, ni aún así, el mencionado legado cabe en el so-
brante de la parte libre después de la reducción (art. 828), el ex-
ceso de su importe invadirá el tercio de mejora y tendrá la con-
sideración de mejora tácita o presunta, según los casos. En esto

duce mecánicamente cuando no se declara la voluntad de mejorar y se hace una do-


nación que supera la legítima estricta y la parte libre juntas. Es mejora en lo que su-
pere estas dos partes de la herencia. La jurisprudencia no apoya esta conclusión, pero
sí el art. 636, que permite dar por donación lo que se puede dar por testamento, es de-
cir, todo lo que quepa en la legítima más la parte libre más la de mejora. Sólo que, en
vez de atribuir la donación en primer lugar al tercio de mejora, aunque el donante
nada expresara, como hacía la ley 26 de Toro, la vigente mejora presunta resulta tal
después de haber agotado con el valor del objeto donado, por este orden, la legítima
más la parte libre juntas. El argumento del art. 636 lo emplea JAÉN, cit., pp. 790-791,
como argumento a favor de la mejora tácita, no de la mejora presunta.
2 VALLET, cit.

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LA MEJORA

se observa que VALLET3 tenía razón al conectar el segundo y


tercer tercio en un concepto amplio de mejora.
No habiendo imputación expresa ni declaración de que se
trata de una mejora, los legados y donaciones deben incidir en
primer término en la legítima, más exactamente, de ella en la
porción correspondiente del legatario o donatario (art. 819,1º),
para no perjudicar la de los otros descendientes forzosos por la
invasión del legado o de la donación en el segundo tercio. Y
también para no perjudicar al heredero o a los legatarios extra-
ños por la invasión del legado en la parte libre.
En cuanto a reconocer las mejoras tácitas4 y la presunta,
hoy día es casi unánime su encaje dentro del Código civil, por
mucho que éste predique literalmente la necesidad de que la
voluntad de mejorar sea expresa (art. 825). A esta exigencia
hace excepción el art. 828, que establece que la manda o lega-
do hecha a un descendiente que no quepa en la parte libre ten-
drá en el exceso la naturaleza de mejora. Regla que vuelve a
mostrar la conexión entre los tercios segundo y tercero de la
herencia, que enseña un concepto amplio de mejora.
Más dificultad presenta admitir la mejora presunta, pues
ésta puede no ir acompañada de la voluntad de ordenarla como
tal. Pues se induce del reparto aritmético que resulta de la atri-

3 Op. loc. cits.


4 CABELLO, «La mejora tácita ...», en RCDI., XXVI (nº 271, diciembre 1950),
pp. 809-831, considera mejoras tácitas la del art. 828, que es una excepción con res-
pecto a legados y mandas que no se expresan como mejoras y que no caben en la par-
te libre a la exigencia de hacer explícita la mejora del art. 825. También cita como ta-
les la sustitución fideicomisaria sobre la mejora a favor de descendientes (art. 782) y
la donación con expresa dispensa de colación (art. 1036). En este sentido ANNO, cit.,
p. 39; VALLET, «La mejora tácita», AAMN., VIII, Madrid, 1954, pp. 10 y ss; KIPP-
COING, Der. suc., trad. esp. de ROCA SASTRE, I-2ª, Barcelona, 1976, pp. 173-176;
PUIG BRUTAU, Fundamentos, V-3, 3ª, cit., p. 57. Todos ellos admiten las mejoras tá-
citas.

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bución de una manda, donación o legado a uno o a más de uno


de los tercios de la herencia; más exactamente, resulta de que
el valor de las cosas objeto de tales actos dispositivos no quepa
en la legítima del favorecido ni en el sobrante de la parte libre.
Pero tal mejora debe admitirse, pues no conculca sino que con-
firma lo ordenado por el testador. Al cual no cabe exigirle ade-
más un dictamen de juridicidad para establecer la naturaleza de
mejora, que no expresa y puede que no la conozca, sino que se
induce de las disposiciones sucesorias.
En cuanto a la mejora expresa, la hay aunque no se utilicen
la palabra mejora ni el verbo mejorar, que no tienen el alcance de
una formalidad sacramental constitutiva (SSTS 21 enero 1922,
27 diciembre 1935, 14 mayo 1951, 6 diciembre 1967) como
ocurría con ciertas palabras en el derecho romano; por lo que
hay mejora expresa cualquiera que sea el término empleado para
designarla, siempre que las palabras utilizadas manifiesten de
modo evidente e indiscutible la voluntad de mejorar (STS 18 ju-
nio 1982), en virtud de una interpretación literal directa e inme-
diata del testamento sin recurrir a suposiciones ni conjeturas.

2. SUPUESTOS DE MEJORAS TÁCITAS


O PRESUNTAS

Las mejoras tácitas contradicen la exigencia legal de ser


expresas (art. 825). Pero se admiten en base al art. 828, en vir-
tud del cual el exceso de un legado a favor de un descendiente
con relación al sobrante de la parte libre es mejora, aunque no
lo haya declarado expresamente el testador. También se admi-
ten en base al art. 636, que permite dar por donación lo que se
puede dar por testamento; con lo que la donación a un descen-
diente forzoso que supere la porción legítima del donatario y el
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LA MEJORA

sobrante de la parte libre será mejora, aunque tácita (art.


819,1º). También se admiten porque no es necesario que el cau-
sante emplee la palabra mejora ni el verbo mejorar, porque lo
que de verdad importa es su voluntad de ordenar la mejora; y
porque no cabe de ningún modo exigirle un dictamen de juri-
dicidad al calificar expresamente su disposición de «mejora».
Al fin, la voluntad del causante es la ley suprema de la su-
cesión; aunque en materia de mejoras hay que compensarla
con el principio sagrado de integridad de las legítimas.
Cabe considerar los supuestos de mejoras tácitas y presun-
tas. Deben entenderse como tales: 1º Las donaciones (art.
819,1º) que no se expresan como mejoras, pero que, atribuidas
a la legítima del donatario no quepan en ella e, imputado el ex-
ceso al sobrante de la parte libre (art. 828) después de reducir,
en su caso, todos los legados a prorrata sin distinción alguna
(art. 820,2º), tampoco quepan en dicho resto; lo que la dona-
ción le rebase se sacará, sin reducirla (art. 820,1º), del tercio de
mejora y tendrá la consideración de mejora tácita. 2º Las dona-
ciones con expresa dispensa de colación (art. 1036) «tienen el
concepto de mejoras» (art. 819,1º), pues es notoria en ellas la
voluntad de favorecer en su valor al donatario descendiente
forzoso frente a los otros legitimarios. Cabe dudar si, ante la
notoriedad de la voluntad de mejorar aunque no sea explícita,
son mejoras expresas o tácitas. 3º Es posible considerar mejo-
ras tácitas a las indirectas como son los gravámenes sobre la
mejora a favor de descendientes (art. 824) y particularmente
las sustituciones fideicomisarias sobre la misma también a su
favor (art. 782). 4º Cuando el testador reconoce a los hijos su
legítima y nombra heredero a uno sólo de ellos. En tal caso, esa
adición de voluntad que supone instituirle implica la de mejo-
rarle en sentido amplio, es decir en la parte libre y en el segun-
do tercio. Lo que se debe a la fuerza expansiva de eficacia ge-
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neralizadora que tiene el heredero como continuador de la per-


sonalidad del testador y, con ella, de su patrimonio. Pero, si el
instituido renuncia a la herencia, dado que la mejora en este
caso se induce de ser heredero, no podrá aceptar separadamen-
te la mejora (art. 833). 5º Cuando el testador, p. ej., nombra he-
redero a un hijo y deshereda sin justa causa a otro. Éste recibi-
rá sólo la legítima, y el instituido obtendrá, además de su
legítima, la mejora (tácita) amplia sobre el segundo y tercer
tercio de la herencia. Se observa en este supuesto la evidente
voluntad de mejorar al primer hijo. 6º Cuando en la partición
hecha por el testador, entre vivos o por última voluntad (art.
1056), se produzca una desigualdad de los lotes (contra los
arts.1061 y 1062), sin lesionar las legítimas, y aparezca evi-
dente ser esa la voluntad del partidor (art. 1075). En este caso,
la ventaja patrimonial debe imputarse al segundo tercio de me-
jora y no al tercero de parte libre, pues es bastante evidente que
esa es la voluntad del testador. 7º Es mejora presunta la deriva-
da del derecho de no decrecer. Éste, a diferencia del derecho de
acrecer que actúa a favor de comejorados cuando queda vacan-
te la cuota de uno de ellos, se aplica sólo a los herederos (no a
los legatarios también como se aplica el derecho voluntario de
acrecer). En virtud del derecho de no decrecer, el descendiente
heredero voluntario absorbe las donaciones y los legados ca-
ducados, nulos o no aceptados y el fiduciario, en su condición
de descendiente heredero con la limitación del fideicomiso, se
ve libre de ella por virtud de la incapacidad, indignidad, pre-
moriencia al fideicomitente o no aceptación de su sucesión del
fideicomisario; también por la nulidad de la cláusula fideico-
misaria o por el incumplimiento de la condición que pesa sobre
la misma. 8º Cuando, nombrado heredero un hijo, se mejora a
otro y éste, p. ej., premuere al mejorante o se declara nula la
mejora. El carácter atractivo absorbente de la institución here-
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LA MEJORA

ditaria hará que, de rechazo, resulte mejorado el heredero. Pero,


para aceptar esta consecuencia es necesario no cerrarse en ban-
da (como hace, p. ej., MANRESA) en la idea de la intransmisibi-
lidad de la mejora derivada de su carácter personalísimo, que
impediría aquí la constitución de una mejora presunta. 9º Cuan-
do se ordena un legado a favor de un descendiente forzoso con
expresa imputación a la parte libre y otros legados en favor de
extraños. Si el importe de todos los legados dispuestos inclui-
do el del descendiente excede de la parte libre, se reducirán
todos a prorrata (art. 820,2º) sin distinción alguna. Así que el
descendiente recibirá la porción de la parte libre que le corres-
ponda una vez hecha la reducción. Lo que le falte para com-
pletar el legado incidirá en el tercio de mejora y será mejora
presunta. Esta solución se basa en que, si se imputase todo el
legado del descendiente a la parte libre, los legatarios extraños
quedarían perjudicados de un modo absoluto. Si se sacase todo
el legado del segundo tercio hereditario, los otros legitimarios
sufrirían una lesión enorme5.

3. CONCLUSIONES

La voluntad de mejorar, en principio, sólo puede ser expre-


sa, al menos si se mejora por virtud de una donación (art. 825).
Con más rigor, la voluntad de mejorar tiene que ser patente,
aunque no sea expresa, en cuanto que la mejora perjudica a los
no mejorados a cambio de beneficiar al mejorado.
Hoy día nadie duda de la admisibilidad de las mejoras táci-
tas, en las que, no expresándose que lo son, es evidente la vo-
luntad de mejorar. Más dificultad hay en admitir las mejoras

5 SCAEVOLA, cit., pp. 577.

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presuntas, que son las que, no constando la voluntad de mejo-


rar, sin embargo, el resultado aritmético de las imputaciones a
los tercios hereditarios reconoce de rechazo la existencia de
una mejora.
En esta materia es sagrada la voluntad del causante, quien
puede imputar expresamente una donación o un legado a la legí-
tima, a la mejora, o a la parte de libre disposición. También es de-
cisivo que nombre heredero a uno de los hijos y no a los otros,
porque la fuerza expansiva de la institución de heredero atraerá
hacia éste todas las porciones vacantes de mejora o de parte libre
que queden por premoriencia, incapacidad, indignidad o nulidad
de las donaciones o de los legados imputables a esos tercios.
Se consideran mejoras tácitas: 1º Las donaciones sin espe-
cial imputación hechas a un descendiente legitimario. La dona-
ción no tendrá, en principio, la condición de mejora por no ser
expresa (arts. 825, 819,1º) y se imputará a la legítima del dona-
tario (idem). Si no cabe en ésta, se imputará entera (art. 820,1º)
al sobrante de la parte libre (ex arts. 819,2º, 828), hecha, en su
caso, la reducción de todos los legados a prorrata y sin distin-
ción alguna (art. 820,2º). Y, si no cabe en ese sobrante, incidirá
en el segundo tercio hereditario con carácter de mejora tácita.
La donación sólo se reducirá si tampoco cabe en el segundo ter-
cio, para que no invada las legítimas (art. 820,1º). 2º Los lega-
dos a descendientes legitimarios sin especial imputación que no
quepan incluso en el sobrante de la parte libre son mejoras táci-
tas en cuanto al exceso (art. 828). 3º Los gravámenes sobre la
mejora a favor de descendientes (art. 824) incluidas las sustitu-
ciones fideicomisarias (art. 782) son mejoras indirectas tácitas.
4º Las donaciones con dispensa de colación (art. 1036)6 «tienen

6 Puede cfr. URIARTE, «art. 827», en RCDI., V (nº 53, 1929), pp. 321-337 y GON-

ZÁLEZ, «Las conferencias del dr. Ferrara», en RCDI., V (1929), pp. 53-69.

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LA MEJORA

el concepto de mejoras» (art. 819,1º) y deben atribuirse direc-


tamente al segundo tercio hereditario (art. 808,2º). 5º Cuando el
testador reconoce a los hijos su legítima y nombra heredero a
uno sólo de ellos. En tal caso el heredero queda mejorado en el
tercio de mejora y en la parte libre, o más exactamente en el so-
brante de esta última hecha las reducción de los legados (art.
820,2º). Cuando el testador nombra heredero a un hijo y deshe-
reda sin justa causa a otro, éste recibirá la legítima estricta y el
heredero resultará mejorado en el sentido amplio señalado. 6º
Cuando el testador parte desigualmente (arts. 1056, 1061,
1062) sin violar las legítimas (art. 1075), el beneficio que resul-
te para alguno de los descendientes es una mejora tácita. 7º El
descendiente nombrado heredero, frente a otros que no son
nombrados herederos, absorbe las donaciones y los legados ca-
ducados, no aceptados, nulos, y el fiduciario, en su condición
de descendiente heredero con la limitación del fideicomiso, se
ve libre de esta limitación por virtud de la incapacidad, indigni-
dad, premoriencia al fideicomitente o no aceptación de la suce-
sión del fideicomisario y por la nulidad de la cláusula fideico-
misaria; asimismo por el incumplimiento de la condición que
pesa sobre el fideicomiso. 8º Cuando nombrado heredero un
hijo, se mejora a otro y la mejora es ineficaz por cualquier cau-
sa, resulta indirecta y presuntamente mejorado el heredero. 9º
El legado a un descendiente sin especial imputación que no
cabe en el sobrante de la parte libre (art. 828) hecha la reduc-
ción de los legados, será mejora tácita en el exceso.

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5. LAS MEJORAS IRREVOCABLES

1. EL ORIGEN DE LA IRREVOCABILIDAD

Son mejoras irrevocables las constituidas en capitulacio-


nes matrimoniales o por contrato oneroso celebrado con un ter-
cero (art. 827). También lo son las promesas de mejorar o no
mejorar hechas por escritura pública en capitulaciones matri-
moniales, puesto que son indisponibles (art. 826,2º).
La causa de la irrevocabilidad de las mejoras en capitula-
ciones es que son contratos y como tales indesistibles (art.
1256), y también a veces su carácter oneroso. Así, la mejora en
capitulaciones para el levantamiento de las cargas del matri-
monio. El contrato oneroso con un tercero constitutivo de una
mejora no es revocable ad nutum, pero ni siquiera lo es por las
causas comunes de revocación de las donaciones (p. ej. por in-
gratitud, por indignidad); porque el tercero ha pagado para que
la mejora se ordene y, si se revocase, el mejorante se enrique-
cería injustamente, ya que recibió una contraprestación del ter-
cero por mejorar y no mejoró.
Las mejoras irrevocables sin causa onerosa para un tercero
y las promesas de mejorar o no mejorar son revocables, cierta-
mente no ad nutum, sino por las causas comunes de revocación
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de las donaciones. Aunque —claro está— no por sobreviven-


cia o superveniencia de hijos, ya que su pluralidad no estorba
sino que favorece la mejora por ser ésta precisamente una ins-
titución desigualadora.
Las mejoras irrevocables no onerosas para un tercero, po-
drán, por lo tanto, ser revocadas por ingratitud, indignidad, in-
cumplimiento de la condición o carga impuesta al mejorante o
a un tercero y por haberse reservado el mejorante la facultad de
revocar.
Así como las mejoras irrevocables se ordenan en un con-
trato bilateral, que son las capitulaciones o el celebrado con un
tercero (art. 827), las promesas de mejorar o no mejorar son
promesas y como tales negocios jurídicos unilaterales del pro-
mitente, si bien recipticios en el promisario, aunque se incor-
poren necesariamente a unas capitulaciones matrimoniales
(art. 826). La irrevocabilidad de las promesas, por ello, no nace
de la indesistibilidad contractual (art. 1256), sino del mandato
de la ley (art. 826,2º). Siendo, por lo tanto, irrevocables, salvo
por las causas comunes de revocación de las donaciones ex-
cepto sobrevivencia o superveniencia de hijos, e indisponibles,
equivalen a una mejora en sentido estricto.
Las mejoras (del art. 827) pueden acordarse sin más. En
este supuesto, se recibirán tras la apertura de la sucesión; es
decir, el mejorado obtendrá en la citada fecha la cuota o la
cosa con las que se le mejora con imputación al segundo ter-
cio de la herencia. Por ello, si bien se le exigió en el momento
de celebrar las capitulaciones la capacidad de contratar, se le
requiere ahora tras el óbito del mejorante la de suceder. Es en
este momento además cuando procede determinar los bienes
que componen la mejora, que tienen que ser «hereditarios»
(art. 832), o la cosa determinada objeto de la misa (art. 829),
también bien hereditario, salvo si no estuviese dentro de la he-
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LA MEJORA

rencia. Es en tal instante del óbito cuando hay que valorar los
bienes y liquidar las deudas y cargas de la herencia, que ten-
drá también que asumir el mejorado, aunque de manera dis-
tinta si lo es en cuota (extra vires) o en cosa cierta (intra vires).
También es cuando procede apreciar la capacidad y, en su
caso, la indignidad del mejorado, hacer la partición (arts.
1056, 1057), etc.
Cabe asimismo mejorar por capítulos o por contrato onero-
so con un tercero mediante una donación ordinaria. Esta es una
donación con la finalidad de mejorar y, por ello, un contrato in-
directo. La entrega traditoria de los bienes en vida del mejo-
rante produce su adquisición por el mejorado. Y, si la entrega se
demora a la apertura de la sucesión, el mejorado tiene entre
tanto un crédito definitivo, por ser la donación indesistible (art.
1256) y la mejora irrevocable (art. 827), a su obtención. Ello le
atribuye las acciones de conservación (art. 1121), que pueden
llegar a la anulación de los actos fraudulentos (art. 1291,3º) o
lesivos (arts. 1074 y ss.) de la mejora.
No tiene mucho sentido, sin embargo, mejorar utilizando
una donación mortis causa. Pues, aunque ésta no se hiciera, el
mejorado recibiría la atribución patrimonial que acompaña a la
mejora en el mismo momento que si se hubiera hecho la dona-
ción, o sea a la apertura de la sucesión.
Cuando se mejora irrevocablemente mediante una dona-
ción entre vivos, la revocación de la donación conlleva también
la de la mejora. Pues, revocada la donación, no hay ya una atri-
bución patrimonial imputable al segundo tercio. Pero, si se re-
voca sólo la mejora, la donación subsiste.
La extinción de la mejora por premoriencia del mejorado
impide que la adquieran sus sucesibles por tratarse de un dere-
cho personalísimo. Pero no es impedimento para que adquie-
ran la cosa donada que, dada la irrevocabilidad de este contra-
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to, su propiedad o el crédito definitivo a obtenerla ingresan


desde luego plenamente en el patrimonio del mejorado. De
modo que, en tal caso, sus sucesibles la obtienen de él, y no del
mejorante, es decir, de ningún modo por virtud de derecho de
representación, que no tiene encaje en la mejora por ser una su-
cesión voluntaria (sólo en la intestada, arts. 912, 924 y ss., y en
la parte forzosa o legal de la testada). Recibido el bien objeto
de la donación para mejorar por los sucesibles del mejorado
premuerto, se imputará a su legítima, ya que tal adquisición no
tiene «el concepto de mejora» (art. 819,1º).

2. LA PROMESA DE MEJORAR O NO MEJORAR

Cabe ordenar una mejora y también prometerla en el futu-


ro. Éste es un acto unilateral del promitente, aunque tenga que
constar en capitulaciones matrimoniales (art. 826), que son
contratos con ocasión del matrimonio. La promesa es recipti-
cia, en cuanto dirigida al promisario y consta necesariamente
en las capitulaciones, de modo que cabe añadirle en ellas el
acto de su conformidad; que es más ésto que la verdadera acep-
tación de un contrato (art. 1261,1º). Se mire como se mire,
como negocio unilateral del promitente o como cuasicontrato
contando con la conformidad del promisario, la promesa equi-
vale a una mejora perfectamente constituida. Dice CASTÁN
que, en efecto, la ley 22 de Toro establecía la equivalencia de la
promesa con la mejora. Actualmente cabe asimismo sostener
que la promesa es una mejora en firme1, sobre todo porque el

1 CASTÁN, Derecho civil, VI-2, 7ª, Madrid, 1973, pp. 572-573, dice que las pro-

mesas de mejorar equivalen a mejoras en sentido estricto, aunque de hecho el me-


jorante hubiera incumplido la obligación de mejorar que contrajo por virtud de la

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promitente queda desde entonces vinculado irrevocablemente


(arts. 826,2º, 1256). Si «la disposición posterior contraria a la
promesa (p. ej. un testamento derogándola o, si es la promesa
de mejorar en cosa determinada, su transmisión a persona dis-
tinta del promisario) no producirá efecto» (art. 826,2º), es que
la mejora ha quedado constituida al prometerla.
Cabe también prometer no mejorar o a la vez una mejora y
no mejorar a los otros legitimarios.
Las promesas de mejorar o no mejorar deben constar en es-
critura pública de capitulaciones matrimoniales (art. 826,1º)
bajo pena de nulidad.
Cabe que el promitente, que sin duda ha constituido una
mejora definitiva mediante prometerla, la ordene a mayor
abundamiento en un testamento posterior. La mejora en él ins-
tituida no es, en tal caso, más que una confirmación de la me-
jora inicial ordenada en la promesa. Si un testamento posterior
pretendiese disponer u ordenar en contra de la promesa de me-
jorar o no mejorar, será nulo en este punto.
La incapacidad, la indignidad y la ingratitud sucesorias so-
brevenidas a la promesa permiten su revocación. La expresión
de que la «disposición del testador contraria a la promesa no
producirá efecto» hay que limitarla a los actos dispositivos a
favor de tercero de la cosa determinada prometida (art. 829) o

promesa. Esto sucedía además en la ley 22 de Toro. Conforme DÍEZ-PICAZO y GU-


LLÓN, Instituciones, II, Madrid, 1995, p. 716 y VÁZQUEZ IRUZUBIETA, Doctrina y ju-
risprudencia del C.c., 5ª, Barcelona, 1999, «art. 826», considera que las promesas de
mejorar son verdaderas mejoras en cuanto contratos bilaterales y no negocios jurídi-
cos unilaterales. Contra SCAEVOLA, Código civil, XIV-4ª, Madrid, 1944, pp. 548-550,
y O´CALLAGHAN, «art. 826», en Com. al Cc. dir. por SIERRA GIL, IV, Barcelona,
2000, p. 691, dicen que la promesa no constituye por sí misma una mejora, sino que
crea la obligación en el mejorante de ordenarla. Scaevola dice, por ello, utilizando un
símil, que la promesa de mejorar es a la mejora lo que los esponsales son al matri-
monio.

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al testamento que revoca sin justa causa la promesa o al acto de


dilapidar el patrimonio haciéndola ilusoria; pero no a la posi-
bilidad de revocarla por las causas comunes indicadas.
Así como cabe revocar ad nutum la mejora ordenada en ca-
pitulaciones o por contrato oneroso celebrado con un tercero si
en las capitulaciones o en el contrato se hizo reserva de esta fa-
cultad2, también es posible en tal caso hacerlo respecto de la
promesa de mejorar.
La promesa o la mejora se extingue, además de por la revo-
cación cuando procede, por la renuncia del promisario o mejo-
rado, por no celebrarse el matrimonio proyectado, por disol-
verse a causa de nulidad, separación legal o divorcio, aunque el
promisario fuese cónyuge inocente o de buena fe, ya que, de-
saparecido el matrimonio, se esfuma con él la base fiduciaria
de la disposición. Asimismo se extingue por la premoriencia
del mejorado, dado el carácter personalísimo de la mejora y la
prohibición en general de las mejoras tácitas, que impiden que
el crédito a ser mejorado se transmita. Sin embargo, ello no
empece en absoluto a que sus sucesibles reciban la atribución
patrimonial que el mejorado, en concepto de donatario, hubie-
re obtenido en vida.
El fundamento de la irrevocabilidad de la promesa es, en
cierto grado, la propia irrevocabilidad capitular; también lo es
el favor matrimonii y la onerosidad misma que suele acompa-
ñar a los contratos matrimoniales (p. ej. mejora para el sosteni-
miento de las cargas matrimoniales). Hoy día, sin embargo,
que pueden alterarse las capitulaciones constante matrimonio,
puede así paralelamente revocarse de modo indirecto la pro-

2 Admite sin dudas la posibilidad de reservarse el mejorante o el promitente la

facultad de revocar ad nutum la mejora o la promesa irrevocables SANTOS BRIZ, De-


recho civil, VI (Sucesiones), Jaén, 1979, p. 638.

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mesa hecha en los capítulos anteriores.Pudiéndose en las capi-


tulaciones otorgar ventajas a los hijos del matrimonio aún no
concebidos, éstos también pueden ser receptores de una pro-
mesa de mejora3.Las promesas de mejorar se aplican no sola-
mente al segundo tercio sino también al tercero4, en cuanto que
el concepto técnico de mejora abarca también la parte libre. El
padre puede mejorar al hijo a quien prometió no mejorar a na-
die, pues esta promesa no perjudica sino que, por el contrario,
sólo beneficia al promisario. Prometiendo el padre no mejorar
a ningún hijo, no podrá tampoco mejorar al nieto padre viven-
te.Valdrá la mejora contra la promesa de no mejorar, si el hijo
promisario obtuviese íntegra su legítima larga, porque en tal
caso en nada se le perjudica. Pues la promesa de no mejorar
«no tiene más fin que el de no perjudicar» al promisario (STS
14 noviembre 1958).

3. LAS MEJORAS ORDENADAS EN


CAPITULACIONES MATRIMONIALES

Las mejoras ordenadas en las capitulaciones no son siem-


pre onerosas, aunque suelen serlo. Por ello, su irrevocabilidad
nace a veces de la irrevocabilidad de los capítulos5; aunque,
siendo éstos hoy día modificables constante matrimonio, cabe
indirectamente revocar la mejora capitular cambiándolos. Ta-

3 En el sentido del texto ALBÁCAR, Código civil, III-4ª, Madrid, 1995, pp. 968-

969 y antes de él VALVERDE, Tratado, V-2ª, Valladolid, 1921, p. 285, quien admite
promesas de mejorar y mejoras en capitulaciones a favor, no sólo de los hijos que
nazcan de ese matrimonio, sino también de los nietos. Puede cfr. también BLASCO, La
mejora irrevocable, Valencia, 1990, p. 200.
4 LACRUZ, Derecho de sucesiones, Barcelona, 1988, p. 476 y VALLET DE GOYTI-

SOLO, «art. 826», en Com. al Cc. dir. por ALBALADEJO, XI, p. 319.
5 MORELL y TERRY, Estudios, Madrid, 1894, pp. 48-52.

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les mejoras, más exactamente la donación que, en su caso, les


sirve de base, son colacionables y reductibles. Impiden que el
instituyente disponga de la cosa determinada (art. 829) con la
que ordena la mejora o que, si ésta es de cuota, dilapide el pa-
trimonio haciéndola ilusoria e inalcanzable. Con este fin, el
mejorado tiene las acciones para la conservación de su derecho
de crédito a serlo efectivamente (art. 1121). La disposición de
bienes que vulnere este derecho es nula, incluso si se refiere a
bienes inmuebles todavía inscritos a nombre del mejorante,
salvo protección a terceros adquirentes de buena fe (art. 464
C.c., 34 LH).
Las mejoras capitulares son revocables por las causas co-
munes de revocación de las donaciones, en cuanto que hay que
presumir que esta facultad revocatoria coincide plenamente
con la voluntad altamente probable del mejorante6. Pero, para
este efecto, es imprescindible que no tengan una causa onero-
sa para un tercero, lo cual impediría la revocación incluso por
las causas comunes. La donación base de la mejora es también
revocable por estas causas. Pero la mejora no puede ser revo-
cada nunca por supervivencia o sobreveniencia de hijos, pues
es requisito de la misma que haya en el momento de hacerla va-
rios posibles herederos forzosos, precisamente para que algu-
no de ellos pueda ser mejorado frente a los demás. Por otra par-
te, si se mejora a hijos del matrimonio no nacidos aún, hay
también que partir al ordenarla del presupuesto de su plurali-
dad.Caben mejoras no capitulares por razón de matrimonio,
cuando, en efecto, se hacen en consideración al matrimonio
proyectado u, hoy día también, al matrimonio celebrado sin
que haya capitulaciones o sin que la mejora se ordene en ellas.
A tales mejoras hay que aplicarlas, por existir fundamento ana-

6 ANNO, «La mejora ...», en Rev. der. not., XVI (nº 63, enero-marzo 1969), p. 46.

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lógico con las mejoras capitulares, el art. 827. Para ello no es


necesario que, además de ser mejoras por razón de matrimo-
nio, sean onerosas (p. ej. mejora para el sostenimiento de las
cargas del matrimonio), sino que pueden ser enteramente gra-
tuitas (ni siquiera la donación base de la mejora tiene que tener
un modo o carga). En todo caso, son irrevocables (salvo revo-
cación por las causas comunes) por su finalidad familiar y su
función tuitiva del matrimonio como soporte de la familia. No
es necesario que se instrumentalicen, aunque ello es posible, a
través de un contrato oneroso celebrado con un tercero. Pueden
ser mejoras capitulares sin capítulos y sin este contrato con un
tercero y, sin embargo, insertas en el ámbito de aplicación del
art. 827 por su consideración al matrimonio.

4. LA MEJORA POR CONTRATO ONEROSO


CELEBRADO CON UN TERCERO

El contrato oneroso celebrado con un tercero para otorgar


una mejora es un contrato indirecto, pues necesita, a su vez, de
otro negocio jurídico instituyendo la mejora, mediante el cual
se le de cumplimiento. A su vez, es un contrato normativo, en
cuanto puede o suele regular las condiciones de la mejora, a las
que se debe sujetar el testamento al ordenarla. Por ello, el tes-
tamento es aquí un negocio jurídico normado. Y lo es aunque
el contrato con el tercero no haga otra cosa que, sin regular
nada en absoluto, establecer la obligación de mejorar, pues en
este caso esta deuda se realiza necesariamente mediante el tes-
tamento o un contrato sucesorio posterior.
El contrato oneroso con el tercero es, además de un nego-
cio jurídico indirecto y normativo, una estipulación a favor de
tercero (art. 1257,2º). Por ello, requiere la aceptación del me-
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jorado como requisito de irrevocabilidad. Algún sector de la


doctrina ha creído que la aceptación del beneficiario de una es-
tipulación no tenía, en efecto, otra función que la de hacerla
irrevocable. Esta afirmación es muy verdad y se apoya en la
clara literalidad del pfo.2º del art. 1257. Sin embargo, es asi-
mismo insuficiente. Pues no percibe que un contrato no queda
celebrado hasta que es irrevocable, es decir unilateralmente in-
desistible (art. 1256). Un contrato entre el estipulante o tercero
y el mejorante, que todavía es revocable por la falta de la acep-
tación del mejorado, no es un contrato revocable; es la falta de
un contrato. Esta consideración lleva directamente a que el
contrato oneroso con un tercero, como toda estipulación a fa-
vor de un tercero, es una convención plurilateral; que no queda
todavía celebrada hasta la aceptación del beneficiario, en nues-
tro caso el mejorado, y en la que el consentimiento contractual
(art. 1261, 1º) queda constituido con las voluntades del estipu-
lante, del mejorante y del mejorado. Lo que significa que la
aceptación de éste es condición, no sólo de irrevocabilidad,
sino también de celebración del contrato.Por lo tanto, desde
que el mejorado acepta la estipulación a su favor, queda cons-
tituida irrevocablemente la obligación de mejorar. Esta puede
realizarse mediante un negocio jurídico complementario, o sea
un testamento o un contrato sucesorio permitido que ordene la
mejora (p. ej. en capitulaciones matrimoniales). Tal negocio es
un negocio normado.El contrato oneroso con un tercero para
mejorar es sólo oneroso para el tercero, pero gratuito para el
mejorado, ya que de lo contrario no sería mejora7. No obstan-
te, la donación con la que, en su caso, se haga puede estar suje-
ta a cargas o gravámenes sobre el mejorado o sobre un tercero.

7 MELÉNDEZ VALDÉS, «Variaciones sobre las legítimas», Rev. der. not., XVI

(nº 63, enero-marzo 1969), pp. 177-178.

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LA MEJORA

Si no se cumplen, cabe la revocación de la donación, pero no


de la mejora, porque el carácter oneroso que tiene para el ter-
cero impide revocarla incluso por las causas comunes (p. ej. in-
gratitud, indignidad). Revocada la donación, la mejora de cosa
(donada, art. 829) se convierte en una mejora de la cuota de su
valor. Sin embargo, la mejora es susceptible de someterse a
condiciones en sentido estricto, cuyo incumplimiento produce
su ineficacia. Es ineficaz por renuncia del mejorado o por la
revocación expresamente reservada al mejorante en el contra-
to mismo.
Hay que suponer la donación para mejorar no colacionable,
aunque no hubiere dispensa expresa de colación (art. 1036).
Desde que el mejorado acepta el contrato oneroso con el
tercero nace la obligación de mejorar. Lo normal será acudir al
testamento para ordenar la mejora en cumplimiento del com-
promiso contractual. Y el testamento —como se expuso— es
en tal caso un negocio complementario normado por la estipu-
lación. Pero, si se ahonda, el testamento no es necesario en ab-
soluto, sino ad abundantiam. La no necesidad del testamento
institutivo de la mejora contratada se deriva de que la obliga-
ción de ordenarla es para el mejorante irrevocable (art. 827),
indisponible es la cosa o cuota que han de satisfacerse (art.
826,2º) e indesistible unilateralmente la estipulación o contra-
to (art. 1256) desde que el beneficiario o mejorado la acepta
(art. 1257,2º). Por lo cual, como ocurre con las promesas de
mejorar, el compromiso de mejora en el contrato oneroso con
un tercero equivale a una mejora definitiva perfectamente con-
formada. Lo que significa que, en la práctica, aunque en pura
teoría sea necesario un negocio institutivo posterior para esta-
blecerla, éste puede faltar o ser contrario a la estipulación
(p. ej. testamento que la deroga). A pesar de todo ello, la mejo-
ra ordenada solamente por el contrato oneroso subsistirá.
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

5. LA DISTRIBUCIÓN Y MEJORA DE LOS HIJOS


COMUNES ENCOMENDADA POR EL CÓNYUGE
PREMUERTO AL CÓNYUGE SUPÉRSTITE

El testamento es un acto personalísimo. No podrá dejarse


su formación al arbitrio de un tercero ni hacerse por medio de
comisario o mandatario (art. 670). Prohibición ésta que se re-
pite al establecer que la facultad de mejorar no puede enco-
mendarse a otro (art. 830). Excepcionalmente, sin embargo,
podrá ordenarse en testamento o en capitulaciones matrimo-
niales que, muriendo el cónyuge otorgante, pueda el viudo o
viuda que no haya contraído nuevas nupcias distribuir, a su
prudente arbitrio, los bienes del difunto y mejorar en ellos a los
hijos comunes, sin perjuicio de las disposiciones del causante
(art. 831).
El precepto permisivo de la facultad de delegar poderes
dispositivos a causa de muerte en otra persona es excepcional.
Su razón estriba en la confianza entre cónyuges y en que el de-
legado nunca querrá disponer de los bienes del premuerto en
perjuicio de hijos que le son también propios.
La doctrina ha planteado si el mandato de un cónyuge en
otro para distribuir sus bienes y mejorar en ellos a los hijos co-
munes es un contrato sucesorio8. Hoy día después de que la ley

8 A principios del siglo pasado se opinó que el art. 831 constituía una excepción

a la prohibición de los pactos sucesorios establecida en el art. 1271,2º. Así lo sos-


tienen SÁNCHEZ ROMÁN, Estudios, VI-2, 2ª, Madrid, 1910, p. 1215, y también SCAE-
VOLA, Código civil, XIV-4ª, Madrid, 1918, p. 588, quien considera que la delegación
de las facultades de distribución y mejora de los bienes del premuerto en el cónyuge
viudo es un pacto sucesorio. En el mismo sentido, VALVERDE, Tratado, V-2ª, Vallado-
lid, 1921, pp. 277-278. Pero, a partir de los años cincuenta, se advierte, en contra de
ese criterio, que la delegación del art. 831 no afecta a la futura herencia del cónyu-
ge luego premuerto, sino que solamente instituye un derecho de configuración ju-
rídica para la distribución y mejora de los bienes de éste de naturaleza eminente-

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LA MEJORA

13 mayo 1981 permitiera que, además de en las capitulaciones


matrimoniales, pudiera ordenarse la delegación de facultades
sucesorias «en testamento» (art. 831), negocio típicamente
unilateral, no hay cuestión. En todo caso, incluso en el de or-
denarse la delegación en capitulaciones, mucho más si es en un
testamento, no se trata de un contrato9. Pues la delegación no
pasa de ser un acto unilateral tan personalísimo que no es ni si-
quiera susceptible de ser aceptado como lo es un contrato. En
suma, la delegación se ejercita o no se ejercita por el cónyuge
viudo, pero no se acepta o se rechaza.
Por ello, ni aún la delegación hecha en capitulaciones, que
son contratos matrimoniales, es un contrato y menos un con-
trato sucesorio. Sin embargo, tiene conexión con los contratos
sucesorios pues, aunque tampoco dispone en vida de una he-
rencia futura, sí sienta o puede sentar las bases para su distri-
bución.
Aunque se ha debatido, la palabra «distribución» supone,
además de un acto de ordenación de bienes de naturaleza dis-
positiva, un acto de partición. La partición del viudo debe en-
tenderse, en virtud de la delegación, como hecha por el propio
delegante (es decir como hecha por el testador y no encomen-
dada a otra persona que no sea uno de los herederos); por lo

mente potestativa («prudente arbitrio»); por lo cual, se añade, el art. 831 no se refie-
re a un pacto sucesorio ni excepciona la prohibición de los mismos. Así ALPAÑÉS, «La
delegación de la facultad de mejorar», en RGLJ., XXVI (nº 194, marzo 1953), pp.
273-331; ANNO, cit., pp. 20 y ss.; O’CALLAGHAN, «art. 831», en Com. al Cc. dir. por
SIERRA GIL, IV, Barcelona, 2000, p. 699. Pero todavía en el período descrito queda al-
guna opinión aislada en el sentido de que el art. 831 se refiere a un pacto sucesorio de
delegación de facultades, que excepciona al art. 1271,2º. En tal sentido, DÍAZ-FUEN-
TES, «Excepciones legales al personalismo de las disposiciones mortis causa», en
ADC., XVIII-3 (julio-septiembre 1965), pp. 877-909, quien cree, en efecto, que el
art. 831 excepciona al art. 1271,2º, pero no al art. 669, que prohíbe el testamento
mancomunado, ya que la delegación del art. 831 puede no ser recíproca.
9 LACRUZ y SANCHO, Derecho de sucesiones, Barcelona, 1988, p. 482.

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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

que se sujeta al régimen del art. 1056 y no al del art. 105710. La


partición del delegado o viudo no es impugnable a causa de le-
sión11, como lo es cualquier otra partición hecha por el difunto
(art. 1075), ya que se hace a su prudente arbitrio y, por ello, no
está sujeta al principio de igualdad en lo posible de los lotes
(art. 1061). Pero es impugnable por evidente descoincidencia
con la voluntad del cónyuge ordenante o por no respetar las
condiciones o normas distributivas de los bienes que él impu-
so (art. 1075 in fine).
Por prudente arbitrio hay que entender algo más que un
simple consejo o recomendación dirigida por la ley al cónyuge
distribuidor12, o algo distinto a que éste tenga que dar algo a

10 Desde SCAEVOLA, cit., es opinión dominante la de que el cónyuge supérstite,

no solamente puede, sino que debe efectuar la partición de los bienes del premuerto,
como si fuera él mismo, entre los hijos comunes; ya que, por virtud de la delegación
sucesoria, el viudo actúa en nombre del fallecido. Deber éste además impuesto por la
necesidad de que la distribución termine en una adjudicación de bienes concretos y
determinados, pues de otro modo sería teórica e ilusoria. El citado autor añade que
la partición del viudo no es rescindible por lesión (art. 1075), porque la hace con su
«prudente arbitrio», lo que significa que no está sujeta al principio de igualdad en lo
posible de los lotes adjudicados (art. 1061). Siguen esta línea de pensamiento SAN-
TOS BRIZ, cit., p. 636; DOMÍNGUEZ RODRIGO, «El art. 831 ...», en Rev. gal. del der.,
XXXIX (nos. 459-461, 1982-83), pp. 1813-1823, 3-11, 1516-1522. Contra, DÍAZ-
FUENTES, cit., dice que el cónyuge viudo no puede efectuar la partición de los bienes
del premuerto, ya que no es «el testador» (art. 1056) ni «el difunto» (art. 1075), a par-
te de que la jurisprudencia ha prohibido partir al viudo (SSTS 8 febrero 1892, 16 ju-
nio 1898), a menos que renuncie a la titularidad hereditaria que le corresponde en la
sucesión del premuerto (STS 18 mayo 1932). MORELL, «Mejoras», en RGLJ., XLI
(t. 83, 1893), pp. 259-288, opina que al viudo le está prohibida la partición por ser he-
redero forzoso (art. 807,2º) y conforme a la STS 8 febrero 1892.
11 SCAEVOLA, cit., pp. 608 y ss.
12 ALPAÑÉS y DÍAZ-FUENTES, cits., consideran la exigencia de ser prudente en

la distribución una simple recomendación o consejo legal dirigido al distribuidor,


que, por no ser más, nunca haría por imprudente impugnable la partición. Con-
tra, SÁNCHEZ ROMÁN, cit., cree que la distribución de bienes no será «prudente» si no
da alguna participación, por pequeña que sea, a todos y cada uno de los hijos co-
munes.

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LA MEJORA

cada hijo común por pequeña que sea la cuota o parte que le en-
tregue13. «Prudente arbitrio» supone la posibilidad de que el
cónyuge distribuidor pueda motivar el reparto desigual que
realiza, atendiendo a las especiales circunstancias del caso. A
contra sensu, implica que la falta de suficiente motivación hará
impugnable la distribución o la mejora practicadas sin el debi-
do fundamento.
Hasta la reforma introducida en el Código civil por ley 13
mayo 1981 solamente era posible establecer la delegación de
facultades a que se refiere el art. 831 por virtud de capitulacio-
nes matrimoniales. Después de esta ley, el citado precepto aco-
ge también el testamento como medio idóneo de ordenar la
delegación y coherentemente suprime el requisito, a que an-
teriormente hacía referencia, de que el cónyuge ordenante
muriese intestado. Por ello, actualmente la delegación de fa-
cultades de distribución y mejora en el cónyuge viudo no cons-
tituye un sustitutivo, una suplencia del testamento que pudiera
faltar, sino un complemento de la última voluntad del premuer-
to. Para conjugar ésta con las disposiciones del cónyuge viudo
en el uso del poder en él delegado, se establece la subordina-
ción de la distribución y mejora que practique a «las legítimas
y las mejoras y demás disposiciones del causante» (art. 831).
Pues —como se indica— lo hecho por el cónyuge viudo en el
uso de sus facultades de distribución es un complemento, una
continuación o continuidad, que no puede contradecirla, de la
voluntad del causante. Tan es así, que tiene tan sólo un poder
delegado, es decir un poder representativo post mortem; el cual
no es distinto de cualquier otro poder de representación, de
modo que, si el causante, anticipándose, hace toda la distribu-
ción de sus bienes, no podrá ya disponer de ellos el cónyuge

13 SÁNCHEZ ROMÁN, cit.

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viudo, a pesar del poder, que ha quedado sin finalidad. En ri-


gor, por tanto, se trata de un poder representativo para la distri-
bución y mejora (o sólo la distribución o sólo la mejora), y no
de un mandato, en cuanto que, aún hecho en capitulaciones
matrimoniales, no es necesaria ni posible la aceptación del de-
legado. Como se ha expuesto, tal afirmación resulta más evi-
dente todavía ante la posibilidad de delegar en testamento.
Tampoco es necesaria ni posible la aceptación post mortem
de la delegación. El viudo o viuda pueden, todo lo más, reali-
zar la gestión de distribuir los bienes del causante y mejorar
con ellos a los hijos comunes o no realizarla, en cuyo caso el
poder caduca por el paso del plazo del año establecido legal-
mente (art. 831,1º). Pero, no pueden ni necesitan aceptar, ni re-
chazar, la delegación.
El causante puede establecer en las propias capitulaciones
o en el testamento normas particulares sobre el modo o el mé-
todo a que debe sujetarse el delegado para distribuir los bienes
y hacer las mejoras. Puede asimismo conceder exclusivamente
la facultad de distribuir los bienes, pero no la de mejorar o vi-
ceversa, ya que quien puede lo más puede lo menos. La dele-
gación puede ser o no recíproca14 si se hace en capitulaciones,
pero siempre será unilateral y no recíproca la hecha en testa-
mento.
La delegación hecha en capitulaciones resultaba irrevoca-
ble. Pero, desde que los capítulos pueden ser modificados
constante matrimonio, cabe, por esta vía, modificar o suprimir,

14 En esto está conforme toda la doctrina con la sorprendente excepción de

ESPÍN, Manual, V (Sucesiones), 5ª, Madrid, 1978, p. 456, quien considera que en el
art. 831 subyace un mandato recíproco entre los desposados a los efectos de distribuir
y mejorar a los hijos comunes aquél de los dos que sobreviva. Probablemente el error
procede de sobrevalorar que la delegación se hace en capitulaciones matrimoniales,
que son contratos, como tales normalmente productores de obligaciones recíprocas.

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LA MEJORA

es decir, revocar ad nutum la delegación. Con más razón cabe


hacerlo con la delegación hecha en testamento con sólo cam-
biarlo sustituyéndolo por otro posterior.
Es válida la distribución y mejora practicadas por el cón-
yuge delegado que contraiga ulteriores nupcias, siempre y
cuando haya dispuesto de los bienes antes del nuevo matrimo-
nio15; pues, en tal caso ante una partición consumada, no cabe
que después un tercero proviniente de la nueva familia influya
negativamente en el «prudente arbitrio» de que disfruta el viu-
do en el ejercicio de las facultades delegadas. Pero, el matri-
monio del cónyuge viudo con el cónyuge premuerto delegante
debe ser válido y la unión eficaz al momento del óbito. No bas-
ta, pues, que, habiendo nulidad de matrimonio, separación le-
gal o divorcio, el cónyuge viudo haya sido declarado de buena
fe en la nulidad del matrimonio o inocente en la separación o
divorcio; pues, aún así, pierde por la ruptura del vínculo matri-
monial las facultades delegadas, ya que es evidente que, con la
desaparición del matrimonio, se esfuma paralelamente la fidu-
cía de naturaleza familiar que es la base de la delegación16.
El cónyuge supérstite podrá, aún teniendo atribuidas las fa-
cultades de distribución y mejora, ejercer sólo una u otra y no
las dos, pues ostenta un poder, que le atribuye facultades y

15 ALBÁCAR, Código civil, III-4ª, Madrid, 1995, p. 983; VALLET, «art. 831», en

Com. al Cc. dir. por ALBALADEJO, XI, p. 376.


16 Conforme al texto opinan LACRUZ y SANCHO, cits., y VÁZQUEZ IRUZUBIETA,

Doctrina y jurisprudencia del Cc., 5ª, Barcelona, 1999, «art. 831», quienes exigen
que el matrimonio se mantenga en la fecha de apertura de la sucesión del delegante.
Contra, VALVERDE, cit., BORRELL y SOLER, Derecho civil, V, Barcelona, 1954, p. 288,
y ANNO, cit., consideran que el cónyuge de buena fe en caso de nulidad del matrimo-
nio o declarado inocente en el divorcio o separación legal conserva las facultades de-
legadas. No convence esta última opinión, pues el conservarlas o perderlas no es una
cuestión de culpabilidad sino de fiducía, que desaparece con la inexistencia o con la
ruptura del vínculo conyugal.

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no obligaciones, como ocurriría si de un mandato se tratase.


Pero, si tiene solamente delegada la facultad de distribución no
podrá además mejorar. Si tiene sólo la facultad de mejorar, po-
drá, sin embargo, distribuir bienes, ya que la mejora exige el
ejercicio previo o coetáneo de esta facultad.
La distribución de los bienes y la mejora han de recaer so-
bre los hijos comunes. El precepto no autoriza más, pero la
doctrina ha replanteado en este punto la vieja polémica de si
cabe mejorar a los nietos, aunque el art. 831 no lo diga, y la de
si cabe mejorarles viviendo su padre. Como es sabido, en tema
de mejora el Código civil es contradictorio en orden a la posi-
bilidad de mejorar a descendientes no legitimarios, pues,
cuando se refiere a descendientes mejorables, hace dudar si,
para ser mejorados, tienen que ser herederos forzosos en con-
creto en esa herencia que se abre. La ley 18 de Toro permitió la
mejora del nieto por el abuelo, viviendo su padre, hijo de éste.
Durante dos siglos los tribunales de justicia permitieron la me-
jora del nieto padre vivente. Aún así, con esta solución no tan
clara en la lectura del Código civil, se merma mucho la legíti-
ma, que queda reducida al primer tercio del haber hereditario
y se pierde el segundo tercio, que queda para los descendien-
tes no legitimarios. Además la mejora parece partir de que el
mejorado lo es porque recibe algo previamente (la legítima)
y es mejorado en cuanto obtiene más; de modo que, conside-
rado así, tiene que ser legitimario. Por otra parte, quienes man-
tienen la posibilidad de la mejora del nieto viviendo el padre,
no han advertido que, al final, el nieto recibirá normalmente
como legítima del padre dos tercios de la mejora que ahora no
puede obtener por no ser legitimario y que el abuelo no tiene
más que desheredar al hijo para favorecer al nieto, sin poderle
mejorar directamente. Frente a estas consideraciones negati-
vas, se alza la actual tendencia a interpretar la mejora como
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LA MEJORA

una disposición sucesoria meramente voluntaria, una vez que,


siendo ya mejora, ha dejado de ser legítima, y la plena libertad
de testar, que se va abriendo camino en el terreno de lege fe-
renda. Razones que abonan poder mejorar al nieto en vida de
su padre. Por todo ello, esta mejora tiene tantos argumentos a
su favor como en su contra y no presenta una clara solución de-
finitiva. Probablemente el legislador del Código no quiso po-
nerle «el cascabel al gato» y dejó deliberadamente sin atar este
problema17.
En todo caso y para el régimen del art. 831, procede afir-
mar que, incluso no habiendo hijos comunes en el momento de
practicar la distribución de los bienes y no habiendo previsto

17 El criterio de que no cabe mejorar al nieto en vida del padre legitimario es

más bien inicial y minoritario, pues se ha impuesto la opinión positiva contraria.


OTERO, «La mejora del nieto» en Anl. hist. der. esp., XXXI (1961), pp. 389-400, dice
que ciertamente la ley 18 de Toro admitió la mejora del nieto en vida de su padre,
pero, en contra, lo prohibió el Fuero Real, de modo que no cabe basarse para admi-
tir esta mejora en los precedentes históricos reconocidos con fuerza legal relativa por
la Ley de Bases del Código civil (como hace la STS 19 dic. 1903). Además la mejo-
ra del nieto fue excepcional y se utilizó para mejorar indirectamente al hijo cuando
no cabía hacerlo directamente. GONZÁLEZ REBOLLAR, «Sobre la mejora de los nietos
en vida de su padre», en RGLJ., LII (t. 104, 1904), pp. 411-423, 525-539, recordan-
do el trabajo de FUENMAYOR, «La intangibilidad de la legítima», en ADC., I-1 (1948),
pp. 5-36, dice que este principio general impide mejorar a descendientes posteriores
no legitimarios; porque además los arts. 807 y 825 se refieren a los «herederos for-
zosos» en calidad de mejorables. Se utiliza, en cambio, la literalidad de los arts.
808,2º, 823 y 824, sobre mejora y gravámenes sobre la misma a favor de «descen-
dientes», sin añadir «legítimos» o que sean «herederos forzosos», como argumento
claramente favorable a la mejora del nieto viviendo el padre; así ALBALADEJO, «La
mejora del nieto», en Act. civil (nº 4, 1997), XLI, quien invoca a favor la Rs. 15 ju-
nio 1898, y las SSTS 19 diciembre 1903, 23 diciembre 1935, 18 junio 1982, 9 mayo
1990. Argumentos que se apuntalan con la posibilidad de establecer gravámenes a
favor simplemente de «descendientes», sin añadir «legítimos» (art. 824), y con la de
sustituciones fideicomisarias sobre la mejora a favor también de «descendientes» sin
más (art. 782). En esta línea positiva también VALVERDE, MANRESA, VALLET, quien
invoca además el art. 972 a su favor, ALBÁCAR, ANNO, MORELL, O’CALLAGHAN, cits.
Puede cfr. también ÁLVAREZ POSADILLA, Com. a la leyes de Toro, Madrid,
MDCCXCVI, pp. 132-134.

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expresamente el causante en la delegación que se distribuyera


y mejorara en tal caso a los nietos, éstos no podrán recibir nada
por este concepto. El carácter excepcional de la delegación de
facultades dispositivas de orden sucesorio así lo exige, pues
lleva a una interpretación restrictiva del uso de las facultades
delegadas. Por ello, y siguiendo el razonamiento de que los
nietos nada obtendrán por la vía del art. 831 aún faltando los
hijos, menos aún cabe que lo consigan si éstos viven; de modo
que es esperpéntico plantearse siquiera la posibilidad de una
mejora ordenada por el cónyuge sobreviviente delegado a fa-
vor de un nieto18 con merma de la legítima de los hijos comu-
nes, entre los únicos que puede distribuir los bienes y hacer con
ellos las mejoras.
El cónyuge sobreviviente, aunque esto se ha dudado y de-
batido, no solamente puede sino que además debe hacer la par-
tición. Pues es elemental que para distribuir los bienes del pre-
muerto, lo que constituye un acto de disposición, necesita
también un acto complementario de ejecución que lo materia-

18 La doctrina se divide, no sólo en cuanto a si, en general, cabe la mejora del

nieto padre vivente, sino específicamente a si, en concreto, el cónyuge viudo del art.
831 puede, o no, hacer este tipo de mejora, aunque a ella no se refiera en absoluto di-
cho precepto y aunque en la delegación no conste expresamente la facultad del su-
pérstite de mejorar al nieto, muerto o viviendo el padre de éste. MORELL, «Mejoras»,
en RGLJ., XLI (t. 83, 1893), pp. 259-288, admitió que el viudo mejorase al nieto a
falta de hijos comunes. SÁNCHEZ ROMÁN, SCAEVOLA, ANNO y VALLET DE GOYTISOLO,
cits., admiten la posibilidad de que el cónyuge delegado mejore al nieto incluso vi-
viendo el «hijo común», padre de éste.
En ningún caso, la doctrina ha analizado la posibilidad de que en la delegación
el ordenante atribuya expresamente la facultad indicada. Pero, no parece que el que
lo haga o no tenga importancia o eficacia, pues la solución que se dé depende del cri-
terio imperativo que sobre ésta materia se aplique a las legítimas. Puede cfr. también
SAPENA, «La fiducía conyugal», en Homenaje a Vallet de Goytisolo, VIII, Madrid,
1988, pp. 907-985. PUIG BRUTAU, Fundamentos, V-3, 3ª, Barcelona, 1984, p. 65, se
muestra muy cauto al admitir la mejora del nieto en el caso del art. 831, pero exi-
giendo que no haya hijos comunes legitimarios.

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LA MEJORA

lice, cual es la partición19. De modo que la distribución y la


partición son dos aspectos de un único reparto. La partición
que realice el cónyuge viudo en el uso de la delegación es
como si la practicase el mismo causante y se rige, por lo tanto,
por el precepto del art. 105620. Más aún, «se pasará» por la par-
tición del viudo (art. cit.) en cuanto que no está sujeta al prin-
cipio de igualdad en lo posible de los lotes (art. 1061), ya que
la distribución de los bienes no está sometida a ningún criterio
aritmético de igualdad o proporcionalidad sino que, al contra-
rio, se ejerce según el «prudente arbitrio» (art. 831) del cónyu-
ge delegado. Lo que éste no puede hacer es realizar la partición
previa de la sociedad conyugal de la que participa con el cau-
sante21, ya que tiene en la sucesión de éste la condición de he-
redero (arts. 834, 660) y como tal plantea una contraposición
de intereses en los gananciales con los hijos comunes; entre los
que previamente tendría, en caso contrario, que hacer, en vir-
tud de las facultades en él delegadas, el reparto.
El ejercicio de las facultades de distribución y mejora no
requiere la declaración de herederos abintestato22. En primer

19 VALLET, cit., considera que la partición realizada por el viudo no se rige por el

art. 1056, como si fuere hecha por el propio delegante premuerto, sino por el art.
1057, como ejecutada por una persona especialmente designada al efecto. Pero, en-
tiende que el viudo no tiene sólo «la simple» facultad de partir, ya que, en el uso de
su prudente arbitrio, no está sujeto al principio de igualdad en lo posible de los lotes
(art. 1061), sino que actúa libremente en el ejercicio de la facultad de distribuir y me-
jorar. También SCAEVOLA, cit., admite que el viudo pueda partir, pero, frente a LA-
CRUZ y SANCHO, cits., que consideran rescindible por lesión la partición, lo niega en
base a la libertad de distribuir los bienes que tiene el supérstite; aunque la entiende
impugnable por evidente descoincidencia con la voluntad del testador (art. 1075).
Contra DÍAZ FUENTES, cit., niega que el viudo pueda partir, ya que no es el testador
(art. 1056), incluso aunque renuncie a la herencia del premuerto.
20 LACRUZ y SANCHO, cits.
21 SCAEVOLA, ANNO y DÍAZ FUENTES, cits.
22 SANTOS BRIZ, cit., dice que en el caso del art. 831 no cabe la declaración de

herederos abintestato, ya que este precepto trata precisamente de evitarla al dejar al

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lugar, porque después de la reforma introducida en esta mate-


ria por la ley 13 de mayo de 1981 cabe ordenar la delegación en
testamento. Pero, además, aunque ésta se hubiere ordenado en
las capitulaciones matrimoniales, esa declaración serviría so-
lamente para identificar a todos los hijos comunes receptores
de la distribución de los bienes, pero de ningún modo para apli-
carles las normas sucesorias del abintestato; porque precisa-
mente la delegación regulada en el art. 831 trata de evitarlo y
de sustituirlas por el prudente arbitrio del cónyuge viudo en la
distribución de la herencia. El carácter excepcional del art. 831
y su razón de ser apoyada en la fiducía matrimonial, impiden
que sea necesario el nombramiento de defensor judicial (art.
163) para proteger especialmente los intereses de los hijos co-
munes menores o incapaces frente al cónyuge distribuidor. Por
la misma razón, resulta innecesaria la aprobación judicial de la
partición practicada por el cónyuge supérstite, aunque haya
menores interesados (Rs. 5 octubre 1893).
Las capitulaciones en las que se ordene la delegación pue-
den hacerse ante Secretario de Ayuntamiento23, ya que, a dife-
rencia de la exigencia expresa de que consten en escritura pú-
blica como ocurre, p. ej., con las promesas de mejorar o de no
mejorar (art. 826), tal requisito no consta ni se induce del texto
literal del art. 831.
La distribución de los bienes y la mejora pueden disponer-
se por el delegado mediante cualquier negocio jurídico idó-

cónyuge supérstite la distribución de los bienes diferente del orden sucesorio intesta-
do. SCAEVOLA, cit., considera que tal declaración es, por lo mismo, innecesaria, pero
conveniente para identificar a los «hijos comunes» receptores de los bienes reparti-
bles por el supérstite. Pero, cree que la indicada declaración no sirve, en el caso del
art. 831, para definir el derecho hereditario de cada beneficiario, porque esta función
queda encomendada, por virtud de la delegación, al cónyuge sobreviviente.
23 DÍAZ FUENTES, cit.

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neo24. Así, cabe hacerlo por contrato de donación entre vivos


celebrado por el cónyuge viudo con los hijos comunes, o igual-
mente por donación mortis causa; aunque es de advertir que la
eficacia de ésta exigirá la apertura de la sucesión del cónyuge
delegado dentro del año siguiente a la muerte del cónyuge de-
legante o contado desde la emancipación del último de los hi-
jos comunes (art. 831,2º) o desde el fin de la patria potestad
prorrogada (art. 171). De modo que es peligroso por encerrado
en un plazo de caducidad tan corto aventurar la distribución de
los bienes en una donación a causa de muerte hecha por el de-
legado.
La distribución y mejora pueden realizarse también por
testamento del cónyuge supérstite y, si se trata de mejora, por
capitulaciones matrimoniales con ocasión del matrimonio de
alguno de los hijos o por contrato oneroso celebrado con un
tercero (art. 827).
En todo caso, la donación es verdaderamente tal contrato,
pues, aunque parezca que no lo es porque el cónyuge viudo no
entrega sus propios bienes sino los del premuerto25, ocurre
como si fuera éste mismo quien donara, por virtud del peculiar
efecto traslativo de la personalidad del poderdante en el apode-
rado propio del poder representativo sucesorio.
Es posible que el cónyuge supérstite instituya, o no, he-
rederos o legatarios en su testamento, si no lo ha hecho pre-
viamente el causante, a los hijos que han de recibir los
bienes.

24 GARRIDO DE PALMA, «... art. 831», en Libro homenaje a ROCA SASTRE, III,

Madrid, 1977, pp. 365-392.


25 LACRUZ y SANCHO, cits., creen erróneamente que el supérstite no dona aunque

haga entrega gratuita de bienes, porque —dicen— que éstos no son suyos sino del
causante.

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El cónyuge delegado pierde las facultades a él encomen-


dadas por incapacidad o indignidad sucesorias26, ya que, no
pudiendo en tal caso heredar al premuerto, carece enteramen-
te de sentido que siga ostentando la relativa prolongación
de su personalidad que subyace en todo poder representativo
sucesorio. Además, la delegación caduca27 por el transcurso
del año a que se refiere el art. 831 sin haber sido ejercitada. No
obstante, cabe en ella aumentar o restringir, haciendo supe-
rior o inferior a un año el plazo indicado. El poder se extingue
también por las ulteriores nupcias del cónyuge viudo para evi-
tar las nefastas influencias de la nueva familia en el reparto de
los bienes. Pero la distribución y mejora ordenadas antes del
nuevo matrimonio tienen plena validez28. La extinción de la
delegación sin haber sido ejercitada abre la sucesión intes-
tada29.
Hasta la distribución de los bienes hay una situación de ya-
cencia hereditaria30. Claro está, cabe entre tanto inscribir la de-
legación en el Registro de la Propiedad, en cuanto afecta a titu-
laridades dominicales (art. 26 LH). Cabe también inscribir los
bienes inmuebles objeto del reparto a nombre de los hijos co-
munes. Los hijos comunes, aunque este punto ha sido debati-
do, pueden codisponer antes del reparto de los bienes (contra
Rs. 11 marzo 1929), en cuanto que no es posible que el cónyu-
ge viudo mejore a descendientes posteriores (por lo ya expues-

26 VALLET DE GOYTISOLO, cit.


27 La doctrina está conforme en que el plazo del año, a que hace referencia el
pfo. 2º del art. 831 lo es de caducidad y no de prescripción, por lo que —dice— no
cabe interrumpirlo.
28 VALLET DE GOYTISOLO, cit.
29 SCAEVOLA, cit., SÁNCHEZ ROMÁN, cit.
30 ALPAÑÉS, cit., con poco rigor técnico, llama a la situación indicada situación

de pendencia, que dura hasta la adjudicación de los bienes a cada uno de los cohere-
deros.

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LA MEJORA

to)31, que pudieren tener participación futura en la comunidad


hereditaria. Al supérstite corresponde entre tanto la adminis-
tración y puede también nombrar un administrador.
Adjudicados los bienes por virtud de la partición (art.
1056), los efectos adquisitivos a favor de los hijos del matri-
monio se producirán con efecto retroactivo a la fecha de la
muerte del ordenante (arts. 657, 661, 758,1), ya que se trata de
la delegación de facultades de distribución y mejora de su su-
cesión. Con la adjudicación además acaba la situación de ya-
cencia y de cotitularidad de los bienes.
El objeto de las facultades de distribución y mejora es el se-
gundo y el tercer tercio de la herencia, es decir, descontando la
legítima por ser forzosa, el tercio de mejora y el de libre dispo-
sición. Sin embargo, no cabe más que mejorar en el segundo
tercio, pero no distribuirlo sin mejora, pues está reservado por
la ley precisamente para establecerla.
Los beneficiarios del reparto de los bienes tienen que ser
exclusivamente los hijos comunes del matrimonio, «porque
sólo así pueden satisfacerse sin riesgo las verdaderas necesida-
des de la familia» (STS 12 noviembre 1897), dejando que el
cónyuge viudo vigile la evolución de los hijos en orden a la jus-
ticia de la adjudicación. No porque el cónyuge premuerto o el
viudo tengan hijos de un matrimonio anterior resulta afectada
la delegación, pues en tal caso la distribución de bienes no pro-
voca ninguna contraposición entre los intereses de los hijos del
matrimonio anterior y del nuevo. Cuando haya hijos anteriores
del premuerto o terceros legatarios nombrados por éste, proce-

31 VALLET, cit., cree erróneamente que los descendientes posteriores no legiti-

marios pueden ser mejorados por el cónyuge sobreviviente y, si ello ocurriera, no val-
drían los actos dispositivos adoptados por los hijos comunes durante la yacencia he-
reditaria contrarios a los intereses de los descendientes mejorados. Por ello, entiende
que los hijos no pueden entre tanto codisponer de la herencia.

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de la partición conjunta (es decir, con todos los interesados) so-


bre la parte libre32 practicada por el cónyuge viudo.
Tras la adjudicación, la situación constituida por la distri-
bución de los bienes deviene irrevocable, ya que en tal cir-
cunstancia el cónyuge sobreviviente «ha agotado» plenamente
su facultad de decisión (SSTS 7 diciembre 1900, 10 febrero
1931).
Para la distribución es indispensable que los hijos comunes
hayan aceptado previamente la herencia del premuerto33, pues,
si la hubiesen repudiado, nada podrían recibir ni directamente
del causante ni a través de su representante sucesorio. Los hi-
jos pueden, no obstante, aceptar a beneficio de inventario y
ejercitar el derecho de deliberar34. El cónyuge viudo represen-
ta legalmente al hijo menor o incapaz en el acto, previo a la dis-
tribución de los bienes, de aceptar o repudiar la herencia del
premuerto35. Esta representación es perfectamente compatible
con el ejercicio además de las facultades delegadas.

6. CONCLUSIONES

El Código civil permite ordenar la mejora a través de testa-


mento. Este es el medio ordinario para que se manifieste la vo-
luntad sucesoria. Sin embargo, a modo de excepción, la tras-
cendencia del matrimonio en la vida de las personas y de la
sociedad, el constituir esta institución de profundo arraigo fa-
miliar un núcleo de intereses compartidos entre los cónyuges y

32 VALLET,cit.
33 VALLET,cit.
34 SCAEVOLA, cit.
35 SCAEVOLA, cit.

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LA MEJORA

el que la boda sea el acto originario de la comunidad conyugal,


han determinado al legislador a permitir mejoras en las capitu-
laciones matrimoniales. Éstas son de dos tipos: la promesa de
mejorar o no mejorar y la mejora en sentido estricto, es decir,
ordenada de modo definitivo (respectivamente regidas por los
arts. 826 y 827). Cabe además mejorar por un contrato onero-
so celebrado con un tercero (art. 827, in fine).
Todas las indicadas promesas de mejorar (o de no mejorar)
o mejoras son esencialmente irrevocables, en cuanto emanan
de un contrato que impide que las partes desistan de él unilate-
ralmente (arts. 826,2º, 827, 1256). No obstante, al ser la mejo-
ra una ordenación sucesoria, en cuanto que produce efectos
tras la muerte del mejorante, cabe que éste se reserve expresa-
mente en los capítulos o en el contrato oneroso con el tercero la
facultad de revocarla ad nutum. Si en vida del mejorante hu-
biere habido donación con entrega traditoria de bienes, la do-
nación podría ser revocada por las causas comunes; en tal caso,
la mejora resultaría indirectamente revocada, pues, no habien-
do ya atribución patrimonial por la revocación, no cabe impu-
tarla al segundo tercio hereditario.
La promesa de mejorar, conforme a los precedentes legis-
lativos históricos y al pfo. 2 del art. 826, que establece la indis-
ponibilidad de la cuota (art. 832) o cosa determinada (art. 829)
sobre la que recae la mejora, equivale a una mejora definitiva
perfectamente conformada en todos sus elementos constituti-
vos. Por ello, si en base a la promesa, se hiciere entrega de bie-
nes en vida del promitente con intención de entregar la propie-
dad, tal donación deberá atribuirse desde entonces al segundo
tercio de la herencia. Además, con o sin entrega de bienes, la
disposición testamentaria posterior que pretenda revocarla o
que disponga de los bienes contra lo prometido es radicalmen-
te nula por contradecir el mandato imperativo del art. 826,2º.
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05 La mejora 05 30/12/02 12:45 Página 94

JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

Hay una notable diferencia formal entre la promesa de me-


jorar o de no mejorar y la mejora por capitulaciones matrimo-
niales. La promesa debe constar en capitulaciones llevadas a
escritura pública (art. 826,1º). La mejora —es curiso— puede
constituirse además en capitulaciones ante Secretario de Ayun-
tamiento, al no exigirse al efecto (art. 827) escritura pública y
no inducirse su necesidad de la literalidad del precepto.
El contrato oneroso celebrado con un tercero puede hacer-
se o no dentro de las capitulaciones matrimoniales. Así cabe,
p. ej., que el padre de la novia la mejore a cambio de que el pa-
dre del novio le condone una deuda cuantiosa, le ceda un crédi-
to, le done un bien, etc., etc. Pero, cabe que tal contrato se cele-
bre sin relación ninguna con los capítulos del matrimonio y
fuera de ellos, con tal de que, en efecto, el mejorante reciba del
tercero una contraprestación a cambio de la mejora. Sin embar-
go, es posible que tal contraprestación no provenga de un terce-
ro y que la causa onerosa recaiga en el mejorado mismo. Así,
p. ej., cuando se impone sobre los bienes entregados en concep-
to de mejora la condición de que se destinen al levantamiento de
las cargas del matrimonio en consideración al que se ordena.
El contrato oneroso con el tercero para instituir una mejora
es una estipulación a favor de tercero (arts. 827, 1257,2º).
Como tal, exige la aceptación del beneficiario, en el caso el
mejorado, como condición de irrevocabilidad. Esto es cierto,
pero insuficiente: en efecto, la doctrina ha inadvertido que,
para que un negocio jurídico devenga irrevocable, es preciso
que haya quedado celebrado como contrato (art. 1256). De
modo que, según esto, la aceptación del mejorado es, además
de indudablemente desde entonces condición de irrevocabili-
dad de la mejora (art. 1257,2º), requisito para la celebración
del contrato sucesorio por la que ésta se constituye. Por ello, es
indiscutible que la estipulación a favor de tercero ordenando
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LA MEJORA

una mejora es un contrato trilateral, en el que el consentimien-


to no queda conformado sólo por la voluntad del mejorante y el
estipulante, sino que exige que se les añada la voluntad del me-
jorado.
Así como es posible el contrato oneroso con un tercero para
establecer una mejora dentro de las capitulaciones matrimonia-
les (y, claro está, fuera de ellas, en cuyo caso no se le exigirá al
contrato ninguna forma especial como se les exige a los capítu-
los, arts. 1278 y ss.), también cabe ordenar una mejora en escri-
tura pública, incluso en ella una promesa de mejorar, fuera de los
capítulos con tal de que su causa sea el matrimonio proyectado.
A pesar de que el testamento es un acto personalísimo, que
no podrá encomendarse a otro (art. 670) y de que la facultad de
mejorar es indelegable (art. 830), cabe ordenar en testamento o
en capitulaciones matrimoniales, con carácter recíproco o uni-
lateral, que, muriendo el cónyuge otorgante, pueda el viudo o
viuda antes de contraer ulteriores nupcias, o no contrayéndo-
las, distribuir a su prudente arbitrio los bienes del difunto y me-
jorar en ellos a los hijos comunes; ello sin perjuicio de las dis-
posiciones del causante. El viudo o viuda tiene el plazo de
caducidad de un año para hacer la distribución de los bienes y
la mejora, contado desde la apertura de la sucesión, o, en su
caso, desde la emancipación del último de los hijos comunes
(art. 831) o desde la salida del último de los hijos comunes de
la patria potestad prorrogada (art. 171).
Tanto la ordenación de las facultades delegadas de distri-
bución y mejora en el cónyuge viudo en testamento como la
hecha en capitulaciones matrimoniales son unilaterales y cons-
tituyen un negocio jurídico del instituyente y no un contrato.
Pues, aún constando en capitulaciones, éstas son solamente el
continente, pero no el contenido, de la delegación. Se trata no
de un mandato de distribución y mejora post mortem (bilate-
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

ral), sino siempre de un poder (unilateral) netamente suceso-


rio. Por ello, el cónyuge viudo no puede aceptar o rechazar la
delegación, sino, como todo apoderado, ejercerla o no. Si no la
ejerce, la delegación caduca en el indicado plazo del año a que
se refiere el art. 831,2º, abriéndose la sucesión intestada.
La mecánica del art. 831, que exactamente trata de evitar la
sucesión intestada, no exige la declaración, previa a la distribu-
ción de los bienes, de herederos abintestato. Pero, esta declara-
ción resulta conveniente a los meros efectos, no de aplicar a la
distribución de los bienes las normas del abintestato, sino so-
lamente de identificar a los posibles beneficiarios del reparto.
El viudo puede, no solamente distribuir los bienes del pre-
muerto conforme a su prudente arbitrio, sino que además debe
efectuar la partición. Sólo partiendo puede llegar a adjudicar
bienes concretos a los hijos comunes.
La partición del cónyuge supérstite, en virtud de las facul-
tades de distribución y mejora en él delegadas, es como si la hi-
ciera el cónyuge premuerto. Pues el poder supone una prolon-
gación post mortem de la personalidad del delegante en el
delegado. Por ello, la antedicha partición se regirá, como la he-
cha por el propio testador, por el art. 1056 y no, como la enco-
mendada por el difunto a otra persona, por el art. 1057.
Cabe delegar sólo la distribución de bienes y no la mejora.
Pero, si se delega sólo la mejora, está en ella implícita la facul-
tad, necesariamente previa a mejorar, de distribuir. El ordenan-
te puede además establecer criterios con los que haya de hacer-
se la distribución y mejora, que equivalen a normas privadas
(arts. 1255, 1091) de necesario cumplimiento por el viudo.
Antes de la reforma introducida en el Código civil por ley
13 mayo 1981 no era posible más que ordenar la delegación de
facultades de distribución y mejora por virtud de capitulacio-
nes matrimoniales. Después, esta ley admitió la delegación he-
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LA MEJORA

cha también en testamento y coherentemente suprimió el re-


quisito de que muriese intestado el ordenante.
El cónyuge viudo debe distribuir los bienes del premuerto
y mejorar en ellos a los hijos comunes según su «prudente ar-
bitrio». Aunque la mayor parte de la doctrina ha creído que esta
advertencia equivalía solamente a un consejo o recomendación
legales dirigidos al cónyuge distribuidor o a la exigencia de
que todos los hijos comunes perciban bienes, sin dejar a nin-
guno de ellos (salvo incapacidad o indignidad sucesorias) fue-
ra del reparto, debe imponerse en esto una interpretación más
sensata. Según ésta, el «prudente arbitrio» exige que el distri-
buidor pueda motivar convincente y suficientemente en el caso
las razones del criterio del reparto. Y supone admitir la impug-
nabilidad del mismo en el supuesto contrario.
El cónyuge supérstite representa a los hijos comunes me-
nores o incapaces o con patria potestad prorrogada en el acto,
previo a la distribución de los bienes, de la aceptación de la he-
rencia del ordenante. Sin embargo, por mantener con los hijos
comunes en general un conflicto de intereses en relación a la li-
quidación de la sociedad de gananciales que tenía con el pre-
muerto y por ser heredero de éste, no puede practicar la liqui-
dación previa de la indicada sociedad.
No cabe, en base al art. 831, que el cónyuge sobreviviente
mejore a los nietos, viviendo el padre de éstos o incluso si hu-
biera muerto. El carácter excepcional del precepto y lo dudoso
de la mejora, en general, del nieto padre vivente hacen inviable
la extensión de la mejora más allá de los hijos comunes; ni aun-
que lo diga expresamente el ordenante en la delegación, que
sería intrascendente al tocar una materia imperativa como lo
son las legítimas.
La delegación sucesoria del art. 831 se extingue por su
cumplimiento mediante la adjudicación de bienes a los hijos
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

comunes, por la caducidad del transcurso del año al que se re-


fiere dicho precepto, por nulidad del matrimonio del delegado
con el delegante, aunque el primero sea declarado cónyuge
inocente en la separación legal o el divorcio o cónyuge de bue-
na fe en la nulidad, y por la indignidad o incapacidad suceso-
rias del sobreviviente en la herencia del premuerto o su paso a
ulteriores nupcias antes de la distribución de los bienes.

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6. EFECTOS DE LA MEJORA

1. LAS CAUSAS QUE PRODUCEN LA MEJORA

Hay que distinguir entre mejoras revocables e irrevocables,


pues sus efectos son distintos. Las primeras nada atribuyen de
modo definitivo al mejorado hasta la apertura de la sucesión;
de modo que, por esto, el favorecido debe sobrevivir al mejo-
rante. Exactamente lo contrario acontece en las mejoras irre-
vocables; en las que, no solamente es irrevocable la atribución
patrimonial (p. ej., si se mejora por donación) posiblemente de-
finitiva por la entrega en vida de los bienes, sino que lo es asi-
mismo la imputación al segundo tercio hereditario. Al menos,
esta consecuencia es absolutamente clara en la mejora por con-
trato oneroso para mejorar celebrado con un tercero (art. 827),
ya que su causa onerosa (arts. 1261,3º, 1274) impide toda po-
sible revocación (art. 1256) (ni siquiera por sobrevivencia o su-
perveniencia de hijos, art. 644) incluso por ingratitud. Más duda
puede ofrecer la mejora o promesa de mejorar en capitulacio-
nes matrimoniales (arts. 827, 826), en las que, aún siendo irre-
vocables, cabe la revocación no sólo de la donación en su caso
sino además de la imputación por incumplimiento de condi-
ciones (art. 647), ingratitud (art. 648), o indignidad (art. 756)
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

sucesorias (no por superveniencia o sobrevivencia de hijos,


pues la mejora exige su pluralidad). Esto a no ser que de los ca-
pítulos se induzca una causa onerosa en la constitución de la
mejora (p. ej. mejora para el levantamiento de las cargas de
matrimonio), en cuyo caso hay que inclinarse a excluir también
la ingratitud o la indignidad como causas de revocación.
Las causas que producen la mejora son muy variadas. Se
puede mejorar mediante una donación entre vivos (art. 819,1º)
en que se exprese (art. 825) la voluntad de mejorar. También se
puede hacer por virtud de una donación mortis causa (art.
820), que en realidad instituye un legado (arts. 829, 660, 668,
768) con la cosa donada.
Se puede ordenar un legado con expresa imputación al se-
gundo tercio (art. 808,2º), y, si nada se establece, será mejora
en lo que exceda de la legítima del mejorado y del sobrante de
la parte libre juntas (art. 828) hecha la reducción de los legados
incluyéndolo (art. 820,2º). También cabe atribuir una cuota he-
reditaria sin referencia a bienes ciertos que la compongan, sino
determinando sólo su valor, con lo que habrá de satisfacerse
con los bienes de la herencia (art. 832). Cabe también obtener
indirectamente una mejora mediante nombrar a un único des-
cendiente heredero, esperando que los legados caducados o no
aceptados y las mejoras nulas o ineficaces a favor de los otros
descendientes sean absorbidas por el heredero en virtud de la
fuerza atractiva que posee el título de herencia. El descendien-
te legitimario heredero único absorberá también los legados y
mejoras revocadas de los otros descendientes por su incapaci-
dad, indignidad o premoriencia.
La cuestión es que para que efectivamente el descendiente
forzoso heredero voluntario único absorba las indicadas mejo-
ras o legados, ¿es preciso que sea nombrado heredero volunta-
rio? Digo «voluntario» porque es «heredero forzoso» (art. 825)
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LA MEJORA

en la porción de la legítima que le corresponde. La pregunta


debe contestarse afirmando o negando que el mejorado sea he-
redero sin necesidad de ser nombrado. Hay quien1 así le consi-
dera y sostiene que es heredero incluso si se le mejora en cosa
cierta (art. 829); añadiendo que, en su condición de tal, tiene la
posesión civilísima de la herencia (art. 440), la acción de peti-
ción y responde ultra vires (art. 1003), salvo si la aceptó a be-
neficio de inventario (art. 998). Con lo que se deduce que, sien-
do heredero en todo lo que le corresponde incluso en la mejora,
y no siendo en ella legatario, no podrá aceptar y repudiar sepa-
radamente la legítima y la mejora (art. 890,2º), lo que va abier-
tamente en contra del art. 833. Este obstáculo ha hecho incli-
narse a que el mejorado es siempre un sucesor a título singular
parecido a un legatario (art. 768). Lo es claramente en la mejo-
ra en cosa cierta (art. 829), pero también lo es en la mejora en
cuota. Pues, aún en este caso, no cabe presumirle heredero vo-
luntario si el testador no lo instituyó y además la deducción de
deudas y cargas hereditarias es previa a la fijación de la mejo-
ra. Con lo que el mejorado incluso en cuota no responderá ul-
tra vires de ellas, ya que recibirá su porción neta y limpia. Fi-

1 MELÉNDEZ VALDÉS y FUENMAYOR, Op. cit., consideran heredero al mejorado

incluso en cosa cierta (art. 829), por mucho que éste parezca un legatario, en cuanto
que lo es quien sucede a título singular. Lo que se debe a que, incluso el mejorado en
cosa determinada, ha sido previamente llamado a recibir en general los bienes here-
ditarios en su conjunto (art. 832); sólo que, por un acto particional posterior a la vo-
cación, queda aislada o apartada la cosa cierta del resto de los bienes. Por ello, —se
nos dice— el mejorado tiene en todo caso, aún en el del art. 829, la condición de he-
redero y con ella la posesión civilísima del as hereditario, la acción de petición de he-
rencia y la responsabilidad ultra vires por las deudas y las cargas de la misma, salvo
si la acepta a beneficio de inventario. Contra GARCÍA GRANERO, cit., pp. 805-830, ca-
lifica siempre al mejorado incluso en cuota de sucesor a título singular, como lo es el
legatario; pues recibe el bien o bienes de la herencia sin responder de sus deudas y
cargas, ya que la mejora se le entrega después de haberlas liquidado previamente , es
decir, neta.

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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

nalmente, se sostiene que el mejorado en cuota es heredero vo-


luntario en la mejora y el mejorado en cosa cierta legatario.
Cabe inclinarse por esta última opinión, porque el nombra-
do en cosa cierta es sucesor a título singular, como lo es el le-
gatario, y el instituido en una cuota de valor, sin especial refe-
rencia a los bienes que la componen, es heredero (arts. 660,
768); ya que hoy día no es ya tan importante que el heredero,
para serlo, continúe la personalidad del causante, como lo fue
en el derecho romano que mezcló los dioses y los muertos (la-
res y penates), sino que le suceda en la generalidad de su patri-
monio.
Por todo lo expuesto, el mejorado en cuota absorberá, en
virtud del derecho de no decrecer, las porciones de mejora va-
cantes (p. ej., premoriencia, renuncia, indignidad sucesoria) de
otros mejorados en cuota o en cosa (arts. 981, 982,2º). El me-
jorado en cosa cierta (art. 829) es un legatario y no tiene esa ca-
pacidad de absorber, sino de que su mejora sea absorbida, si
acaso, por un mejorado en cuota. El mejorado en cuota, al ser
heredero en todo incluso en la mejora, no podrá, y sí el mejo-
rado en cosa determinada por ser legatario en la porción de me-
jora, aceptar o repudiar ésta con separación de la legítima (arts.
890,2º, 833).
No obstante, cabe que el testador instituya heredero volun-
tario al mejorado en cosa determinada (art. 829), en cuyo caso
éste debe ser considerado sucesor a título universal a todos los
efectos.
En esta materia hay que distinguir entre la atribución o
asignación, que es una dación de contenido patrimonial de
cuota o cosa cierta, y la imputación de ese valor al segundo ter-
cio. Este acto dispositivo y no el primero produce la mejora.
La imputación no exige del mejorante un dictamen de juri-
dicidad en el sentido de querer que se apliquen a la parte dis-
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LA MEJORA

puesta del segundo tercio las disposiciones del Código civil so-
bre la mejora. Pero requiere la voluntad de favorecer al des-
cendiente mejorado en detrimento de los otros descendientes.
Si la intención es, en efecto, ésta, se producirán dos conse-
cuencias coetáneas; una, la conversión del segundo tercio he-
reditario de legítima amplia en una porción voluntaria (mejo-
ra), otra, la entrega de ésta o parte de ella al mejorado, además
de su legítima.
La imputación a la mejora es tan esencial que no es sufi-
ciente la mera atribución patrimonial. En este caso de atribu-
ción sin imputación, habrá que reducir la donación (arts.
819,1º, 820,1º) o el legado (art. 820,2º) para conseguir la inte-
gridad de la legítima amplia. La imputación es expresa, tácita
o, al menos, presunta. Por presunta debe entenderse la que re-
sulta de las atribuciones de valores o bienes a los tercios here-
ditarios, la que se deduce de su encaje o falta de encaje en ellos
de un modo matemático, siempre y cuando no vaya contra la
voluntad del testador.

2. EL DERECHO DE ACRECER

Algún sector de la doctrina ha quedado confundido ante


una lectura superficial del art. 985,2º. Si uno de los mejorados
sin especial asignación de partes (art. 982,1º) repudia la mejo-
ra (art. 981) o es incapaz de recibirla (art. 982,2º), deja una por-
ción vacante. Esta parte «acrecerá siempre a los comejorados»
(ex art. 981). Sin embargo, —se nos dice— no es así, porque
los «comejorados sucederán en ella por derecho propio y no
por el derecho de acrecer» (ex art. 985,2º).
La conclusión extraída para la mejora de la literalidad del
precepto para la legítima es simple, pero incorrecta. Primero
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

porque podría ser verdad «si la parte repudiada fuere la legíti-


ma» (idem). Pero la mejora ya no es más legítima, sino una su-
cesión voluntaria especial, en cuanto resulta de la conversión
en voluntaria de la legítima amplia (segundo tercio). Segundo,
porque la mejora es una sucesión voluntaria y el derecho de
acrecer se basa en la voluntad altamente probable (presunción)
del testador de querer favorecer a los que ya ha mejorado antes
que a los que no mejoró. De modo que la porción vacante será
para los mejorados y no para los otros legitimarios. El derecho
de acrecer es una orden presunta de sustitución2 entre comejo-
rados. Tercero, puesto que los comejorados que acepten su par-
te de mejora inicial no tienen necesidad de aceptar además la
que les corresponda de la cuota vacante, el derecho de acrecer
no lo es para adquirir una nueva porción, sino solamente para
incrementar la propia. Igualmente la renuncia de la mejora es
indivisible, pues, hecha con relación a la porción inicial, ya no
es necesario repetirla con respecto al incremento procedente
de la parte vacante. Esto explica que ésta no se reintegre en la
legítima, sino que aumente proporcionalmente la cuota de los
comejorados. Esta consecuencia parece vulnerar el principio
de integridad de la legítima, pero no: sólo muestra el predomi-
nio sobre él del principio de la autonomía de la voluntad (del
testador). También enseña que el acrecimiento es un efecto me-
cánico natural de ensanchamiento de cuotas por la vacancia de
una de ellas en llamamientos sin especial asignación de partes.

2 La idea de que el acrecimiento es una orden presunta de sustitución, ésta ex-

presa, de un mejorado por otro que deja una porción vacante es de ALBI, cit., pp. 114-
119. Idea digo porque la tiene, aunque no la fórmula como lo hace el texto. Pero GON-
ZÁLEZ PALOMINO, y no le falta razón, añade que el derecho de acrecer se deriva del
carácter solidario de cualquier vocación sucesoria; por lo que acontece en la sucesión
testada e intestada, en la legítima, en la mejora, y en la parte libre, con tal de que va-
rios sean llamados a suceder sin especial asignación de partes.

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LA MEJORA

Por ello, es del todo seguro, pese a que la letra del art.
985,2º pudiere remotamente producir cierta confusión, que
hay derecho de acrecer en la mejora a la que se llama a varios
favorecidos sin especial asignación de partes (art. 982,1º).
A favor está también que «entre herederos forzosos el dere-
cho de acrecer sólo tendrá lugar en la parte de libre dispo-
sición» (ex art. 985,1º), lo que es extensible a la porción de
mejora. Y es que, una vez dispuesta la mejora, ésta es ya
una «parte de libre disposición». El derecho de acrecer tie-
ne también lugar entre comejorados legatarios por serlo en
cosa cierta (art. 829), ya que les es expresamente aplicable
(art. 987).

3. EL DERECHO DE REPRESENTACIÓN

Algún sector de la doctrina se ha planteado si puede haber


derecho de representación en la mejora, aunque es evidente
que, por su ubicación legal y por su finalidad, sólo tiene lugar en
el abintestato (frente al derecho de acrecer que es también para
la sucesión testada). El error proviene de que el Código civil lla-
ma sucesión legítima a la intestada (art. 912); lo que confunde y
lleva a extender el derecho de representación a la mejora como
parte de la legítima amplia. Por otra parte, si, producida una
parte vacante de mejora por renuncia, premoriencia o incapaci-
dad sucesoria, actúa el derecho de acrecer, ya no lo hará en ella
el derecho de representación. De modo que es del todo eviden-
te que éste no encaja en las mejoras plurales sin especial asigna-
ción de partes (art. 982,1º). Pero tampoco lo hace en mejorados
llamados con especial asignación; porque, hay que insistir, el
derecho de representación obra en la sucesión intestada y, por
extensión, en la legítima de descendientes y colaterales (art. 925).
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

Y la mejora ya no es más legítima, sino sucesión voluntaria.


Cierto que, vacante una cuota de la legítima, parece un au-
mento de los otros herederos forzosos, en cuanto que «sucede-
rán en ella por derecho propio, y no por el derecho de acrecer»
(art. 985,2º). Pero sucederán en ella si no tiene previamente lu-
gar el derecho de representación (p. ej., el descendiente forzoso
premuerto, indigno o renunciante carece de descendientes y de
colaterales). Pues, pese a la aparente confusión de preceptos en
esta materia (arts. 924, 926, 981, 982, 985), es bastante clara la
orden legal de que los descendientes forzosos3 de un legitima-
rio le sucedan por estirpes en virtud del derecho de representa-
ción, antes de que la parte vacante de su legítima acrezca a los
otros legitimarios, que ya tienen asegurada la suya. Además, la
sucesión forzosa debe seguir el orden del cariño que indicó
García Goyena para la intestada: «primero desciende, después
asciende, después se reparte entre los lados». De modo que la
parte de la legítima vacante debe ir por virtud del derecho de
representación a los descendientes forzosos del incapaz de su-
ceder (o renunciante). Sólo si no los hay o si son, a su vez, in-
dignos, incapaces de suceder, premueren al testador o renun-
cian lo que les corresponde por derecho de representación,
tendrá lugar el acrecimiento entre legitimarios.
Sin embargo, en la mejora se da el derecho de acrecer y no
el de representación4. Pues la mejora es una sucesión volunta-
ria una vez sacada de la legítima.
A pesar de la opinión expuesta, hay quien considera que,

3 MORELL, cit., p. 70, advierte que el derecho de representación no se aplica a los

descendientes que sean herederos voluntarios.


4 Opinan que no hay en la mejora derecho de representación VALVERDE, cit.,

p. 290; MANRESA, cit., pp. 761-774. Hay que entender esta opinión favorable al dere-
cho de acrecer en ella, y, si no puede tener lugar (p.ej., premoriencia, renuncia o in-
dignidad también de los otros mejorados), la mejora se reintegrará en la legítima.

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LA MEJORA

vacante una asignación de la mejora, ésta se reintegra inmedia-


tamente a la legítima y aumenta proporcionalmente a la suya la
de todos los legitimarios, los mejorados y los que no lo son.
Solución impuesta por el principio de integridad de la parte
forzosa. De modo que según esto no tiene lugar el derecho de
acrecer entre comejorados solidarios. Este criterio, perfecta-
mente defendido para salvaguardar las legítimas, choca, sin
embargo, con la necesidad de aplicar antes los preceptos del
Código civil sobre el acrecimiento. Preceptos éstos que son
prioritarios en cuanto que el reintegro de la porción de mejora
vacante en la legítima no cuenta a su favor con una disposición
que lo ordene. En cambio, sí está regulado el derecho de acre-
cer dentro de las disposiciones comunes a las herencias por tes-
tamento o sin él (arts. 959 y ss., 981 y ss.), de modo que hay
que aplicarlas. Pero, si hay un único mejorado incapaz de su-
ceder o varios con especial asignación de partes, la porción va-
cante aumenta la legítima sin que haya derecho de acrecer.
Conviene una última precisión: cuando queda una porción
vacante de legítima o de mejora con un único mejorado, deci-
mos que esta parte aumenta la legítima o a los legitimarios. No
decimos que les acrezca; lo que se explica porque, en tal por-
ción los herederos forzosos «sucederán en ella por derecho pro-
pio y no por del derecho de acrecer» (art. 985,2º). Este precep-

Opinan a favor de la reintegración de la mejora en la legítima por improcedencia del


acrecimiento KIPP-COING, cit., pp. 177-178; O’CALLAGHAN, cit., p. 704. Consideran
que sobre la mejora es posible el derecho de representación MORELL, cit., y LACRUZ
y SANCHO, cits., p. 481. La razón a favor del derecho de representación en la mejora
es que éste no implica una mejora presunta, como tal no admitida por el Código civil,
ya que los representados suceden en ella al representante, o sea al mejorado incapaz,
y no al mejorante. Contra ANNO, cit., pp. 62-63, opina que el derecho de representa-
ción implicaría, no sólo una mejora tácita, sino presunta, en contra del carácter per-
sonalísimo de la mejora (arts. 670, 830). Cfr., no obstante, SÁNCHEZ ROMÁN, cit.,
p. 1241, y BORRELL y SOLER, cit., p. 72.

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to es fácilmente comprensible: el derecho de acrecer es una sus-


titución presunta, basada, por ello, en la voluntad del testador y
aplicable solamente a la suceción voluntaria (segundo y tercer
tercio). Es correcto afirmar entonces que el reintegro de una
porción vacante en la legítima es un aumento de la de los otros
descendientes forzosos y no un acrecimiento.
De todas formas, frente a la idea de que el acrecimiento es
un derecho, se ha opinado que no lo es, sino que consiste en un
simple resultado final. No está en la voluntad presunta del tes-
tador, sino en la solidaridad del llamamiento conjunto «de to-
dos a todo»5. Cada uno de los llamados solidariamente lo es a
la totalidad de la herencia o del legado, frente al llamamiento
con especial asignación de partes o no solidario, que lo es a la
cuota individual o a la cosa cierta separada del resto de la he-
rencia. El acrecimiento se da entre coherederos sin necesidad
de una nueva aceptación de la porción vacante. Tampoco cabe
aceptar o repudiar separadamente la cuota propia y la parte va-
cante. El acrecimiento puede darse en cualquier tipo de suce-
sión (legítima, forzosa, voluntaria) con tal de que la vocación
sea solidaria. GONZÁLEZ PALOMINO desconecta el tema del art.
985,2º, que no tiene, según él, mayor significado.

4. INSCRIBIBILIDAD DE LA MEJORA

Cabe inscribir la mejora hecha con un bien inmueble deter-


minado siempre y cuando, claro está, se trate de una mejora o

5 GONZÁLEZ PALOMINO, cit., dice que el que el acrecimiento se produzca por vir-

tud del carácter solidario del llamamiento sucesorio a varios mejorados en la misma
cosa o cuota, explica que no sea necesaria una nueva aceptación de la parte corres-
pondiente de la porción vacante, además de la de la mejora; pues, por el acrecimien-
to no se recibe una nueva cuota sino un incremento de la propia.

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LA MEJORA

promesa de mejorar irrevocable (arts. 827, 826). Pues este tipo


de mejoras, al ser definitivas desde el contrato sucesorio que
las establece o desde la promesa, producen dos efectos: uno, si
hay entrega de bienes en vida del mejorante, la adquisición es
inamovible. Otro, se origina desde luego una imputación del
bien inmueble objeto de la mejora al segundo tercio. Tal impu-
tación es irrevocable en los citados supuestos de los arts. 826 y
827 y por ello cabe en tales casos la inscripción (art. 2 LH).
Las mejoras revocables, aún sobre un bien inmueble cierto,
no pueden producir una inscripción, ya que la adquisición no
existe por el momento. Y además nada presagia que no sean re-
vocadas; con lo que el mejorado no tiene mucha más posibili-
dad de adquirir el fundo en concepto de mejora que si lo com-
prara en el futuro. Y es claro que la posibilidad de comprarlo no
permite la inscripción de esta simple esperanza adquisitiva.

5. EFECTOS DE LAS MEJORAS IRREVOCABLES

Las mejoras irrevocables o las promesas de mejorar hechas


en capitulaciones matrimoniales por escritura pública (arts.
826, 827), son revocables por las causas comunes de las dona-
ciones (p. ej. indignidad del mejorado). No lo son, sin embar-
go, por sobrevivencia o superveniencia de hijos, ya que la me-
jora no sólo es compatible con su pluralidad, sino que la exige
como presupuesto para desigualarlos, dando una ventaja patri-
monial a uno de ellos frente a los demás. También son revoca-
bles por ingratitud, ya que hay que presumir que la gratitud es
una elemental condición de la imputación.
Esta es la regla general. Sin embargo, si hay una causa one-
rosa en estas mejoras (p. ej. mejora para el levantamiento de
las cargas matrimoniales), no podrán ser revocadas ni por in-
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gratitud. Pues, en este punto siguen el régimen de la mejora por


contrato oneroso celebrado con un tercero. En el que, si se re-
vocase por las causas comunes entre ellas la ingratitud, el ter-
cero hubiera entregado una prestación a cambio de no haber
conseguido el establecimiento de la mejora.
Sin embargo, en las mejoras irrevocables cabe perfecta-
mente la reserva de la facultad de revocar ad nutum o con de-
terminadas causas. Si así se pactara, la revocación afectaría,
salvo estipulación en contra, sólo a la imputación, por lo que,
si se mejoró por virtud de donación, no tocaría a ésta. Con lo
que el mejorado habrá adquirido irrevocablemente la cosa por
el contrato de donación, pero su valor ya no se imputará más al
segundo tercio. Sin embargo, todavía cabría revocar la dona-
ción por las causas comunes. Si así ocurre, se extinguiría con
ella la mejora también. Pues, si la mejora se instrumentaliza
por una donación entre vivos o causa de muerte, éstas son la
base negocial de la imputación, de modo que, si faltan, la me-
jora es ineficaz. Se trata de donación para mejorar. No es un
negocio mixto de donación y de mejora o de donación con me-
jora, sino un negocio indirecto de donación para mejorar. Por
ello, cayendo la primera por revocación o por otra causa de ine-
ficacia, decae asimismo la segunda. Pero, revocada o ineficaz
la mejora, no, por ello, es inútil la donación.
Las mejoras y las promesas de mejorar sin causa onerosa
constituidas en capitulaciones matrimoniales son revocables
por las causas comunes, p. ej., por ingratitud, por incumpli-
miento de cargas o de condición entendida en sentido técnico.
Pero, en rigor, si es una condición suspensiva no será necesaria
la revocación, pues, si no se cumple, la mejora no producirá
efecto. Y, si es una condición resolutoria, cabrá, en efecto, la
resolución (art. 1124), pero no la revocación.
De las mejoras irrevocables nace un crédito firme para su
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LA MEJORA

obtención. Tanto si recaen sobre una cuota de la herencia como


sobre una cosa cierta, el mejorado tiene desde luego las accio-
nes de conservación del crédito (art. 1121). En base a ellas,
puede ejercitar acciones de ineficacia contra los actos disposi-
tivos lesivos (fraude de acreedores, art. 1291,3º, rescisión por
lesión, arts. 1073 y ss.) ya en vida, porque tiene un crédito de-
finitivo incluso antes de la apertura de la sucesión. Aunque no
podrá ser pagado sino tras el óbito del causante. Es en este mo-
mento cuando hay que determinar si existe o no incapacidad
sucesoria, valorar los bienes para determinar los tercios de la
herencia, reducir, en su caso, las donaciones y los legados (art.
820), determinar quiénes son los legitimarios (art. 808) y los
mejorados y hacer la partición (arts. 1056, 1057), si ésta no se
hubiere practicado en vida, etc.
Las promesas de mejorar emitidas en capitulaciones matri-
moniales por escritura pública son irrevocables (art. 826) y
equivalen, aceptadas o no en ellas, a mejoras en sentido estric-
to; ya que el promitente queda desde entonces irrevocable y de-
finitivamente vinculado (arts. 1256, 826). No podrá, por ello,
ignorar la promesa o derogarla en un testamento posterior o
disponer de la cosa sobre la que recae, en su caso, la promesa.
Las causas comunes de revocación de las donaciones permiten
revocar las promesas, así como también la reserva de esta fa-
cultad. Además, se pueden revocar ad nutum con tal de modi-
ficar o sustituir las capitulaciones por otras nuevas constante
matrimonio. Esta consecuencia no es aplicable a las mejoras
irrevocables (no promesas) con causa onerosa.
Cabe prometer incluso a favor de los ni siquiera concebi-
dos, futuros hijos del matrimonio en contemplación al cual se
mejora y prometer con cargo, no sólo al segundo tercio, sino a
la parte libre, de acuerdo con un concepto amplio de promesa.
Vale la mejora contra la promesa de no mejorar, si el hijo
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promisario obtuviese íntegra su legítima larga, porque en tal


caso en nada se le perjudica. Pues la promesa de no mejorar
«no tiene otro fin que el de no perjudicar» al promisario (STS
14 noviembre 1958).
Si en base a una promesa de mejorar, se hubiere hecho en
vida entrega de bienes, hay que entender realizada ésta en base
a la donación que instrumentaliza la promesa.
El contrato oneroso con un tercero para instituir una mejo-
ra exige la aceptación del mejorado al menos como condición
de irrevocabilidad (art. 1257,2º).

6. CONCLUSIONES

Hay que distinguir entre la atribución o asignación patri-


monial base de la mejora y la imputación que la constituye. La
atribución o asignación puede ser una donación, un legado e
incluso la institución de heredero voluntario del mejorado (que
es ya heredero forzoso en la legítima). Siendo heredero volun-
tario, el mejorado absorberá los legados caducos e ineficaces y
lo mismo hará con otras mejoras nulas de mejorados nombra-
dos herederos o legatarios por haber sido mejorados respecti-
vamente en una cuota o en una cosa determinada.
La imputación produce la conversión de la legítima amplia
del segundo tercio o parte de él en una sucesión voluntaria
(mejora) y la da al mejorado con exclusión de los otros des-
cendientes forzosos.
Entre comejorados solidarios se da el derecho de acrecer
sobre eventuales porciones vacantes debidas a una imposibi-
lidad (premoriencia, indignidad, incapacidad sucesorias) de
suceder o a una renuncia a la mejora. Se considere el acreci-
miento como un derecho o, más exactamente, como el resulta-
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LA MEJORA

do final mecánico de la copluralidad vocacional, la porción va-


cante acrece proporcionalmente a los comejorados. Pero, si el
llamamiento a la mejora fuese con especial asignación de par-
tes, la parte vacante se reintegrará en la legítima, y no tendrá
lugar el acrecimiento.
Siendo la mejora, una vez que dispuesta deja de ser legíti-
ma, un tipo de sucesión voluntaria más bien emparentada con
la parte libre con la que guarda una íntima conexión, sobre la
porción vacante no tendrá nunca lugar el derecho de represen-
tación; pues éste se da exclusivamente en las sucesiones intes-
tadas. No obstante cabe extenderlo a las testadas, refiriéndolo
a la legítima. Pues es bastante clara la orden legal —aunque no
expresa— de que, vacante una porción legítima, la reciban por
estirpes los herederos forzosos del incapaz de suceder antes de
que se reintegre a la legítima. Ya que en nada se perjudica con
ello a los otros herederos forzosos, que ya han conseguido su
parte de la misma. Sólo si no cabe el derecho de representación
(p. ej., el legitimario incapaz no tiene descendientes ni colate-
rales) la parte vacante incrementa la legítima. Se dice «incre-
menta» la legítima, «aumenta» la parte de ella de los otros le-
gitimarios, pero no les acrece. Pues, el acrecimiento está
legalmente previsto para la sucesión voluntaria, no para la par-
te forzosa que los sucesibles reciben aumentada «por derecho
propio y no por el derecho de acrecer» (art. 985,2º).
Las mejoras irrevocables se pueden revocar por las causas
comunes de las donaciones; pero no por superveniencia o so-
brevivencia de hijos, ya que la mejora presupone su pluralidad,
porque implica una discriminación desigualadora entre los
mismos. También se pueden revocar por haberse reservado el
mejorante esta facultad y, si no tienen causa onerosa, cambian-
do constante matrimonio las capitulaciones matrimoniales que
las ordenaron. Cabe revocarlas asimismo por ingratitud, salvo
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si tuviesen una causa onerosa (p. ej. levantamiento de las car-


gas del matrimonio). Tampoco es revocable por ingratitud ni
por las causas comunes la mejora establecida por un contrato
oneroso celebrado con un tercero (art. 827); pues, si se revoca-
se por estas causas, el tercero hubiera dado su prestación sin
haber obtenido a cambio la constitución de la mejora. No cabe
la revocación por incumplimiento de condiciones, ya que, si es
una suspensiva, no habrá todavía producido efectos y, si es una
resolutoria, cabrá resolver la mejora pero no revocarla. Aunque
es posible la revocación de las irrevocables por incumplimien-
to por el mejorado u otra persona gravada de las cargas, tampo-
co ello es viable si hubiere una causa onerosa para un tercero.
El mejorado irrevocablemente tiene un crédito firme a ser-
lo, en efecto, tras la apertura de la sucesión. Para garantizarlo
tiene también ya en vida las acciones de conservación para
enervar actos lesivos de la mejora, como el fraude de acreedo-
res cometido por el mejorante en un acto dispositivo de la cosa
o del valor comprometido (art. 1291,3º) o la lesión enorme
(arts. 1291,1º y 2º, 1073 y ss.).
Las promesas de mejorar en capitulaciones matrimoniales
por escritura pública son irrevocables (arts. 826,2º, 1256),
cuenten o no con la aceptación del promisario; pues, una vez
emitidas, ya no es posible derogarlas por un testamento poste-
rior. Aunque cabe, eso sí, si no tienen a la recíproca otra pro-
mesa o contraprestación de un tercero que las haga onerosas,
hacer nuevas capitulaciones por escritura pública constante
matrimonio declarándolas expresamente suprimidas. También
se pueden revocar por ingratitud, por indignidad, por reserva de
la facultad de revocarlas si no tienen por base una causa onero-
sa para un tercero (arts. 1257,2º, 827). En todo caso, cabe la re-
nuncia del promisario a exigirlas.

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CONCLUSIONES GENERALES

Hay que retener que la mejora, si bien parte del segundo


tercio hereditario de legítima larga, sin embargo, una vez que
queda dispuesta por el mejorante, se convierte en sucesión vo-
luntaria. Es verdad que el causante no puede decidir más que
la transformación del segundo tercio o parte de él en mejora y
su atribución a uno o algunos de los descendientes forzosos
(art. 825: «voluntad de mejorar», «a favor de (alguno) de los
hijos o descendientes, que sean herederos forzosos»). Por ello,
la mejora está limitada a estas personas y no puede salir fuera
del círculo de descendientes forzosos. Por lo que se ha sosteni-
do que el testador no dispone la mejora, sino que simplemente
la «detrae» de la legítima larga en beneficio del mejorado.
Afirmación que lleva a un esfuerzo de tesis, en el sentido de se-
guir considerando en cierto grado la mejora como legítima y al
mejorado en todo caso incluso en cosa cierta (art. 829) como
heredero en la mejora; pues ya lo es forzoso en la legítima. Sin
embargo, la autonomía de la voluntad (arts. 1255, 1091) es ma-
yor, porque puede disponer: 1º Que la parte larga de la legítima
o segundo tercio hereditario o parte de él se convierta en suce-
sión voluntaria. 2º Que el mejorado sea heredero, si efectiva-
mente queda instituido como tal posiblemente frente a los
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otros descendientes forzosos no nombrados asimismo herede-


ros voluntarios. Lo que hará que, por el derecho de no decrecer
del mejorado instituido heredero, éste absorba las donaciones
nulas y los legados caducos o no aceptados; y, si es fiduciario
en la porción de mejora (art. 782), se vea liberado del fideico-
miso por la renuncia o la incapacidad sucesoria del fideicomi-
sario, gozando plenamente de ella. 3º Que sean mejorados uno
o unos de los descendientes forzosos. 4º Que quede impuesto,
o no, algún gravamen sobre la mejora en beneficio de los des-
cendientes (art. 824). 5º Que se imponga, o no, una sustitución
vulgar o fideicomisaria (art. 782). 6º Que en mejoras de cosas
determinadas (art. 829) alternativas sea ésta y no esa otra la
que termine siendo el objeto de la mejora (arts. 1132, 874). 7º
Decide además el orden de imputación de varias cosas objeto
de una mejora conjuntiva a los efectos de su reductibilidad (ex
art. 820,2º). 8º Impone, en su caso, gravámenes o cargas de
todo tipo y condiciones en sentido técnico estricto suspensivas
o resolutorias a la adquisición de la mejora.
Ante este abanico de poderes de disposición sobre el se-
gundo tercio hereditario, poca fortuna le espera a la tesis de
Amadeo Fuenmayor en el sentido de sostener que el causante
no dispone cuando mejora, sino que sólo «detrae» ésta de la le-
gítima larga. Poco éxito tendrá cualquier prejuicio que haga del
mejorado como tal un heredero forzoso incluso si lo es en cosa
cierta; en lo que lo lógico es considerarle sucesor a título parti-
cular (arts. 660, 768).
Cierto es que la doctrina está dividida en este punto. Unos
sostienen, como Fuenmayor, la naturaleza de heredero siempre
del mejorado. Otros, en cambio, lo consideran legatario siem-
pre, por entender que nunca responde de las deudas y cargas de
la herencia, porque la mejora se le entrega neta, después de ha-
berlas previamente descontado o sustraído de la herencia en
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LA MEJORA

virtud de un acto particional (arts. 1056, 1057). Pero es más


conforme con el Código civil (arts. cits.) calificar al mejorado
en cuota (arts. 832, 1061, 1062) como heredero voluntario,
porque ya lo es forzoso en la legítima, y al mejorado en cosa
cierta (arts. 829, 660, 768) legatario. Aunque, eso sí, el causan-
te, siendo su voluntad ley suprema de la sucesión, también po-
drá instituir a éste último heredero voluntario.
Para mejorar se necesita la capacidad de testar y para ser
mejorado la de adquirir por virtud de sucesión a causa de
muerte. Esto, a no ser que la mejora se ordene por virtud de
contrato sucesorio. Pues, si, en efecto, se mejorase en capitula-
ciones matrimoniales o por virtud de un contrato sucesorio ce-
lebrado con un tercero, habría que exigir al mejorante y al me-
jorado la capacidad para contratar. Si, en vez de ser una mejora,
se tratase de una promesa de mejorar (o de no mejorar) habría
asimismo que exigir la capacidad de contratar al mejorante
(art. 826). En rigor, al mejorado no hay que exigirle más que la
de suceder, y no la de contratar, puesto que la promesa es uni-
lateral aunque conste en capitulaciones matrimoniales que son
contratos con ocasión de matrimonio.
Para delegar el poder sucesorio de mejorar en el cónyuge
sobreviviente (art. 831) se necesita también la capacidad de
contratar o de testar en el mejorante. Pero, como el viudo dele-
gado no puede aceptar ni rechazar el poder, sino solamente
ejercer o no las facultades delegadas al tratarse la representa-
ción de un acto unilateral, no cabe exigirle en su ejercicio más
que una simple capacidad natural de entender y querer en el
acto de distribución y mejora de los bienes entre los hijos co-
munes y no estar incapacitado.
En cuanto al objeto de la mejora es variopinto. Puede me-
jorarse en una cuota, en una cosa cierta o en una cuota con asig-
nación de cosa cierta. En este caso, el valor de la cuota marca
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

el límite máximo en la obtención de la cosa por el mejorado;


por lo que, lo que rebase la cuota deberá ser pagado en metáli-
co a los demás interesados (art. 829) en la herencia.
No sólo la mejora de cuota sino también la mejora de cosa
cierta habrá de ser satisfecha con los mismos bienes heredita-
rios (art. 832). Pero, esto no sucederá si la cosa con la que se
mejora no fuere del mejorante al ordenarla. En este supuesto,
si sabía que no era dueño de ella y, no obstante, la dispuso
como mejora, él mismo en vida o el heredero tras su muerte es-
tán «obligados a adquirirla para entregarla al mejorado»; y, «no
siéndoles posible, a dar a éste su justa estimación» (art. 861).
Si el mejorante ignoraba la ajeneidad de la cosa (art. 862), la
mejora de cosa cierta se convierte en una mejora de cuota con
el límite del valor de la cosa.
La mejora es el resultado de una imputación de cualquier
negocio jurídico transmisivo idóneo entre vivos o a causa de
muerte al segundo tercio hereditario. Por ello, la base de tal
imputación que constituye la atribución patrimonial puede ser
cualquiera que esté legalmente admitida. Así, cabe mejorar en
virtud de una donación entre vivos o a causa de muerte o a tra-
vés de un legado o de la institución hereditaria misma. Si la
mejora se hace por una donación nula o ineficaz, la mejora lo
será asimismo, pues no habrá ya posibilidad ninguna de im-
putar el valor de lo recibido, puesto que no se recibió, al se-
gundo tercio. Sin embargo, la ineficacia de la imputación, que
hace que la atribución patrimonial vaya a parar a la legítima y
no más ya a la mejora, no implica la de la donación base de la
misma.
La donación, inter vivos o mortis causa, para mejorar es un
negocio jurídico indirecto y no lo es mixto; pues no tiene dos
causas negociales, la de donar y además la de mejorar, sino una
sola: es una donación completa para mejorar.
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LA MEJORA

Cuando se utiliza la donación para mejorar, hay que decir-


lo expresamente (art. 825) o, al menos, debe ser manifiesta y
evidente la voluntad de mejorar (art. 819,1º: «concepto de me-
jora»). En otro caso, la donación será «imputada en la legítima
del donatario» (art. cit.).
El art. 825 exige, al menos si se mejora por donación, que
sea «expresa la voluntad de mejorar». Esto no implica la nece-
sidad de emplear la palabra mejora ni el verbo mejorar. Pues
basta con que la voluntad de hacerlo sea patente. Ahora bien,
hoy día nadie duda de que además de la posibilidad de mejorar
de modo expreso, se haga tácitamente, e incluso se han llegado
a admitir por autores minoritarios las mejoras presuntas.
Se citan como mejoras tácitas o presuntas según los casos:
1º Las donaciones sin especial imputación hechas a un descen-
diente legitimario (art. 819,1º), que no cupieren en la porción
legítima del donatario ni en el sobrante de la parte libre (arts.
819,2º, 828) tras la reducción que proceda de los legados (art.
820,2º). 2º Los legados a descendientes legitimarios, que no
cupieren en el sobrante de la parte libre, reducidos previamen-
te todos los legados incluso aquéllos (art. 820,2º). 3º Los gra-
vámenes sobre la mejora a favor de descendientes (art. 824),
comprendidas las sustituciones fideicomisarias (art. 782) so-
bre ella e incluso, no habiéndose dispuesto ésta, sobre «el ter-
cio a ella destinado» (art. cit.). 4º Las donaciones con dispensa
de colación (art. 1036) «tienen el concepto de mejoras» (art.
819,1º) y deben atribuirse directamente al segundo tercio de la
herencia (art. 808,2º). 5º Cuando el testador reconoce la legíti-
ma a todos los hijos y nombra heredero a uno sólo de ellos,
pues éste recibirá la mejora y el sobrante de la parte libre por
virtud del derecho de no decrecer o de absorción que tiene la
institución de heredero. 6º Cuando el testador nombra herede-
ro a un hijo y deshereda a otro sin justa causa. Este último sólo
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JOSÉ IGNACIO CANO MARTÍNEZ DE VELASCO

recibirá su porción de legítima estricta, pero el primero obten-


drá además la de mejora y el sobrante de la parte libre. 7º Cuan-
do el testador parte desigualmente sin violar las legítimas y sin
que aparezca ser otra su voluntad (art. 1075). 8º Cuando nom-
brado heredero un hijo y mejorado otro la mejora resulta inefi-
caz, el heredero la absorberá.
Son admisibles, además de las mejoras tácitas basadas en
la voluntad no expresa del mejorante, las presuntas. Estas se
deducen del mero cálculo aritmético que resulta de la imputa-
ción de las donaciones y legados que haya en la herencia a cada
uno de los tercios, siempre y cuando tales imputaciones, no
claras en la voluntad del testador, no vayan en su contra. Así,
un legado sin especial imputación que no quepa en la legítima
del mejorado (ex art. 819,1º) ni en el sobrante (art. 820,2º) de
la parte libre (arts. 819,2º, 828) habrá que imputarlo en el ex-
ceso al segundo tercio.
La mejora ordenada en testamento es esencialmente revo-
cable. Pero la hecha por capitulaciones matrimoniales es sola-
mente revocable por las causas comunes de las donaciones;
aunque no por sobrevivencia o superveniencia de hijos, ya que
su pluralidad es precisamente un presupuesto indeclinable de
la mejora. Las mejoras por contrato oneroso con un tercero no
son revocables ni siquiera por las causas comunes, porque el
tercero quedaría burlado en su crédito a obtener la prestación
de hacer en que consiste disponer la mejora, habiendo, sin em-
bargo, entregado la contraprestación para que ésta se ordene.
Tampoco son revocables ni siquiera por causas comunes las
mejoras con causa onerosa para el matrimonio para el cual se
establecen (p. ej. levantamiento de cargas).
Es posible considerar mejoras irrevocables a aquéllas que,
no habiendo sido dispuestas en capitulaciones matrimoniales,
sin embargo, tienen por causa un matrimonio proyectado.
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LA MEJORA

Tan irrevocables como las mejoras del art. 827 lo son las
promesas de mejorar o no mejorar hechas en capitulaciones
matrimoniales por escritura pública (art. 826); pues, aunque
como promesas sean negocios jurídicos unilaterales (pero re-
cipticios por el promisario), equivalen a mejoras perfec-
tamente constituidas (dada su indisponibilidad, art. 826,2º).
Por ello, el testamento posterior revocándolas es nulo en este
punto.
A pesar de que la facultad de testar por ser personalísima
no puede encomendarse a otro (art. 670) ni, por lo mismo, es
posible el testamento mancomunado, sea recíproco o en bene-
ficio de un tercero (art. 669), y que la facultad de mejorar es in-
delegable (art. 830), cabe la excepción contenida en el art. 831.
Esta regla debe considerarse, por referirse a una delegación, no
un contrato sucesorio permitido (contra la prohibición, art.
1271,2º), sino un negocio jurídico unilateral de naturaleza su-
cesoria. Pues, las facultades de distribución y mejora de los
bienes del difunto entre los hijos comunes por el cónyuge viu-
do, se actúan tras la muerte del delegante.
El art. 831 está construido sobre la fiducía de la relación
matrimonial. Por ello, nada importa que, si el matrimonio base
de la delegación se declaró nulo o hubo divorcio o separación,
el viudo hubiese sido el cónyuge inocente o el de buena fe;
pues, aún así, no tendría ya más las facultades de distribución
y mejora encomendadas en la confianza del buen funciona-
miento del matrimonio.
El plazo de párrafo 2º del art. 831 debe entenderse de ca-
ducidad y no de prescripción.
El cónyuge supérstite puede distribuir y mejorar por cual-
quier medio en derecho, así, p. ej., por virtud de una donación
o de un legado, ordenado éste en su propio testamento. Tam-
bién puede imponer modos o condiciones a la mejora o a la
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atribución de los bienes, que distribuirá a su prudente arbitrio.


Por su prudente arbitrio se entiende que el viudo pueda llegar a
motivar suficientemente su decisión, si ésta fuese impugnada.
Con lo que la indicada expresión no exige, como se ha pensa-
do, que todos los hijos tengan algún bien, aunque alguno de
ellos resulte aventajado o mejorado.
En la mejora no tiene lugar el derecho de representación,
únicamente aplicable a la sucesión intestada (arts. 912 y ss.,
924 y ss.) y extensible a la porción legítima de la sucesión tes-
tada, en cuanto que es una sucesión legal. Por ello, vacante una
cuota de la mejora, se reintegrará a la legítima. Pero, si varios
mejorados fuesen llamados sin especial asignación de partes,
la cuota vacante les acrecerá sin necesidad de que la acepten
separadamente de la suya propia. Pues el acrecimiento no atri-
buye una nueva cuota, sino que es un ensanchamiento de la
propia.
En rigor, no son mejorables ni el nieto padre vivente ni los
ulteriores descendientes no legitimarios. Es verdad que éstos
pueden ser mejorados «en el tercio destinado a la mejora» (art.
782), y no necesariamente en la mejora misma, mediante im-
ponerla gravámenes incluida la sustitución fideicomisaria
(arts. 824, 782). Pero adviértase que esta posibilidad de mejo-
rar indirectamente a descendientes no herederos forzosos exis-
te porque en tales supuestos el goce directo de la mejora se pro-
duce a favor de un descendiente legitimario. No cabe, por ello,
invocar los citados arts. 824 y 782 como hace la doctrina que
defiende la mejora del nieto en vida de su padre legitimario.
Mejora ésta que no está nada clara en el texto literal contradic-
torio del Código civil, que unas veces se refiere a descendien-
tes que sean herederos forzosos y otras simplemente a descen-
dientes; ni tampoco está clara en los antecedentes históricos,
ya que, si bien la permiten expresamente las leyes de Toro
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LA MEJORA

(ley 18), la prohíbe el Fuero Real. Esta mejora además conculca


el principio de integridad de la legítima, que debe considerarse
sagrado, pues supone detraerles el segundo tercio hereditario a
los herederos forzosos para dárselo a quienes no lo son. Ade-
más, si el abuelo quiere mejorar a un nieto solícito en contra de
la legítima de un mal padre, debe hacerlo desheredándole.

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ÍNDICE

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

1. CONCEPTO Y NATURALEZA DE LA MEJORA


1. Consideraciones previas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
2. Naturaleza de la mejora ¿es herencia, legado u otra
institución sucesoria? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
3. Concepto de mejora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
4. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26

2. ELEMENTOS PERSONALES
1. Consideraciones generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
2. La mejora ordenada a favor de descendientes no legi-
timarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
3. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

3. EL OBJETO DE LA MEJORA
1. Consideraciones previas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
2. La mejora en cosa determinada . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
3. Gravámenes sobre la mejora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
4. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
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ÍNDICE

4. LAS MEJORAS TÁCITAS Y PRESUNTAS


1. Consideraciones generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
2. Supuestos de mejoras tácitas o presuntas . . . . . . . . . . 60
3. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63

5. LAS MEJORAS IRREVOCABLES


1. El origen de la irrevocabilidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
2. La promesa de mejorar o no mejorar . . . . . . . . . . . . . 70
3. Las mejoras ordenadas en capitulaciones matrimo-
niales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
4. La mejora por contrato oneroso celebrado con un ter-
cero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
5. La distribución y mejora de los hijos comunes enco-
mendada por el cónyuge premuerto al cónyuge su-
pérstite . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
6. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92

6. EFECTOS DE LA MEJORA
1. Efectos que produce la mejora . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
2. El derecho de acrecer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
3. El derecho de representación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
4. Inscribibilidad de la mejora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
5. Efectos de las mejoras irrevocables . . . . . . . . . . . . . . 109
6. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 112

Conclusiones generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

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