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CAPÍTULO VIII

PROTECCIÓN PENAL DEL DERECHO DE


PROPIEDAD

1. Bien jurídico protegido en los delitos contra la propiedad.

El artículo 19 N°24 de la Constitución Política de la República


(CPR) establece un concepto amplio de propiedad, asegurando a
todas las personas “el derecho de propiedad en sus diversas especies
sobre toda clase de bienes corporales e incorporales”, concepto
amplio plenamente compatible con la diversidad de ataques que a
ese derecho se contemplan en el Título IX (Noveno) del Libro II del
Código Penal, bajo el epígrafe “Delitos contra la propiedad”. Aquí
reúne el Código Penal no sólo a los delitos clásicos de robo y hurto,
sino también a otras figuras, incluyendo daños, usurpaciones, estafas
y otras defraudaciones. Por ello, resulta aceptable sustituir el
concepto civil de propiedad por el constitucionalmente consagrado
equivalente en su amplitud al que la doctrina penal ha desarrollado,
no sin dificultades y discusiones, bajo la idea de patrimonio.

La protección de la propiedad (patrimonio) se entremezcla con la de


otros intereses vitales de la mayor importancia, también reconocidos
constitucionalmente, como la vida, la integridad física y psíquica, la
seguridad y la libertad personal. Ello sucede significativamente en
los robos con violencia e intimidación; y, como una forma de delito
de peligro abstracto, en el robo con fuerza en lugar habitado, pero
también en los delitos de incendio y estragos en lugares habitados.
2. Clasificación de los delitos contra la propiedad.

La clasificación más frecuente, es aquella que distingue entre delitos


de enriquecimiento y sin enriquecimiento, según el sujeto activo
persiga o no con la comisión del hecho una ventaja o provecho de
naturaleza económica para sí mismo o para un tercero.

En los primeros –con enriquecimiento—, el agente debe estar


impulsado por el lucro, y se subclasifican a su vez en delitos de
apoderamiento, que requieren que el autor del delito realice el acto
material de tomar el bien objeto de la acción, como sucede en el
hurto, en el abigeato en el robo y en la usurpación, y las
defraudaciones, en los cuales el medio de comisión es el engaño o
el abuso de confianza, y cuyos mejores exponentes son la estafa y la
apropiación indebida.

Entre los sin enriquecimiento se mencionan los de daño, los


estragos y el incendio, que se caracterizarían porque el agente no
persigue una ventaja de naturaleza pecuniaria, sino que la acción
consiste en la destrucción o perjuicio material del bien.

Hurtos y robos con fuerza sin peligro para las personas


3. Hurto simple (arts. 432 y 446 CP).

El Código Penal define el delito de hurto junto con el robo en el


artículo 432 en los siguientes términos: “El que sin la voluntad de su
dueño y con animo de lucrase se apropia cosa mueble ajena usando
de violencia o intimidación en las personas o de fuerza en las cosas,
comete robo; si falta la violencia, la intimidación y la fuerza, el
delito se califica de hurto”.

El hurto simple consiste en la apropiación de cosa mueble ajena, sin


la voluntad de su dueño, efectuada con animo de lucro y sin que
concurran las circunstancias que la ley define como fuerza en las
cosas o violencia e intimidación en las personas (art. 432).

Para establecer su pena, se toma como base el valor de la cosa


hurtada (art. 446). Este sistema de determinación de la pena ha sido
criticado afirmando que sería “atentatorio de los principios
democráticos y contradictorios con el carácter de ultima ratio de la
intervención penal”.

Artículo 446 del Código Penal: “Los autores de hurto serán


castigados:
1.º Con presidio menor en sus grados medio a máximo y multa de
once a quince unidades tributarias mensuales, si el valor de la cosa
hurtada excediera de cuarenta unidades tributarias mensuales.

2.º Con presidio menor en su grado medio y multa de seis a diez


unidades tributarias mensuales, si el valor excediere de cuatro
unidades tributarias mensuales y no pasare de cuarenta unidades
tributarias mensuales.

3.º Con presidio menor en su grado mínimo y multa de cinco


unidades tributarias mensuales, si excediere de media unidad
tributaria mensual y no pasare de cuatro unidades tributarias
mensuales.

Si el valor de la cosa hurtada excediere de cuatrocientas unidades


tributarias mensuales, se aplicará la pena de presidio menor en su
grado máximo y multa de veintiuna a treinta unidades tributarias
mensuales”.
 Tipicidad

a)Autores y victimas

Autor de este delito puede ser cualquiera, con excepción del dueño
de la cosa, respecto del cual sólo podría darse el caso de la figura
especial, denominada hurto de posesión, del artículo 471 N°1; y del
acreedor que las toma para hacerse un pago, que sólo puede ser
sancionado por la falta del artículo 494 N°20.

Además, para calificar la autoría debe tenerse presente la regla del


artículo 454.

Por otra parte, aunque los cónyuges y los parientes mencionados en


la excusa legal absolutoria del artículo 489 pueden considerase
técnicamente autores de este delito cuando se sustraen bienes entre
sí. Ellos no pueden ser sancionados por el mismo, aunque si pueden
serlo sus cómplices. Pero si el cónyuge o pariente víctima del delito
es mayor de sesenta años, esta excusa legal absolutoria no opera y
pueden aplicarse a sus parientes y cónyuge autores o cómplices las
penas que señala la ley.

En cuanto a la víctima, ella es quien posee materialmente la cosa


apropiada y, en general, también puede serlo cualquiera que tenga
una relación jurídicamente protegida con la cosa, incluyendo al
tenedor legitimo respecto de sus derechos frente a terceros que no
sean el poseedor o dueño.

b)Objeto material

El delito de hurto (y también el de robo) tienen como objeto material


de la acción una cosa, que debe cumplir con ciertas cualidades, ha de
ser corporal, mueble, ajena y susceptible de apreciación pecuniaria.

No son cosas muebles en el sentido penal y no pueden ser objeto del


delito de hurto, los cuerpos, tejidos o partes de ellos vivos, ni de los
cadáveres, una sentencia de la Corte Suprema señala: “un cadáver
no es una persona, pero tampoco un simple bien mueble, sino una
cosa especialísima y sui generis, merecedora de algún nivel de
protección y regulación; por una parte, por el hecho de haber sido
una persona transmite algo de la propia dignidad de ésta” (SCS
14.7.2020, Rol 2845-20). La profanación de cadáveres o sus partes y
su exhumación no autorizada de órganos, tejidos y partes corporales
de un cadáver para efectos de trasplantes se sancionan por el artículo
13 bis Ley N°19.451 (al respecto, se debe tener en cuenta que por
“no autorizada”, se entiende la donación no rechazada
voluntariamente y así inscrita o comunicada indubitadamente, y que
la autorización indubitada del donante en vida no requiere ahora
confirmación de sus familiares sobrevivientes. Ley N°21.145).
1- Cosa Mueble.

Una cosa mueble es todo objeto corporal, susceptible de ser


aprehendido materialmente y que puede ser trasladado de un lugar a
otro, con independencia de si ese traslado le produce o no
detrimento. Este concepto difiere del previsto en los artículos 567 y
568 del Código Civil, donde se señala como característica de la cosa
mueble que pueda trasladarse “sin detrimento” y sólo se requiere
que la cosa que se apropie posea extensión y que ocupe un cierto
volumen. Por ello la energía, los gases y los fluidos no se consideran
“cosas corporales” para efectos del hurto., a menos que se
encuentren envasadas o contenidas en recipientes que permitan su
apropiación material por medio de su aprehensión o traslado.

Respeto del hurto de animales que sirven a un predio, objeto de


abigeato, una calificación común para su hurto o robo (art. 448 bis).

Quedan marginadas de apropiación para estos efectos las cosas


incorporales, como los créditos, los derechos y análogos. Por falta
de corporeidad, a pesar de que tienen existencia real, no quedan
comprendidas dentro de las cosas susceptibles de hurto.
La electricidad tampoco es susceptible de ser hurtada, porque no
puede ser objeto de apropiación, dada su naturaleza inmaterial. Pero
como es posible consumirla ilícitamente el legislador procedió a
establecer para la sustracción de electricidad un tipo penal, que está
descrito y sancionado en el art. 137 del Decreto con Fuerza de Ley
Nº1, de 13 de septiembre del año 1982, del Ministerio de Minería,
que no califica como hurto esa conducta, sino que le hace aplicable
las penas respectivas.

El agua, según opinión generalizada de la doctrina, no puede ser


hurtada, salvo que se encuentre en envases o depósitos. Es la ley la
que ha dispuesto que la sustracción de este elemento configura el
delito de usurpación (Art. 459 N°1).

Los derechos no son susceptibles de ser objeto de este delito, pero sí


lo son los documentos o títulos en que conste su existencia, porque
ellos tienen el carácter de cosa mueble al tener corporeidad. (Mario
Garrido Montt, Derecho Penal, Parte Especial, Tomo IV, pag. 163).

Los títulos de valores es posible sustraerlos, pero para determinar el


monto de lo hurtado debe distinguirse entre aquellos que son al
portador y los que no lo son. Si son al portador el valor de lo
sustraído será determinado por el que representen, ya que por
naturaleza son cobrables por sus tenedores. Los que no tienen esa
calidad y sólo pueden ser cobrados por su titular, el valor de lo
hurtado será el que materialmente tenga el título y no el que
representa, al margen del perjuicio que pueda haber sufrido la
víctima como consecuencia del delito. Lo decisivo en definitiva en
estos casos, es si el valor que representa el título es o no adquirido
por el delincuente conjuntamente con su apoderamiento.
2- Cosa ajena.

Además, la cosa apropiada debe ser ajena, esto es, estar incorporada
al patrimonio de una persona distinta del autor del delito, aunque
carece de importancia que el sujeto activo conozca la identidad del
dueño de la cosa, como asimismo que ésta pertenezca a uno o varios
sujetos.

De allí que no pueda haber hurto de las cosas comunes a todos los
hombres, que el Código Civil menciona en el artículo 585, las cosas
que carecen de dueño (res nullius) y que pueden ser adquiridas por
ocupación, como son los animales bravíos y los peces (arts. 606 y ss.
del C.C.), las cosas abandonadas o res derelictae, que son las que el
propietario deja para que aquel tercero que desee se las apropie. No
es posible calificar como ajenas las cosas extraviadas o perdidas por
su dueño (que pueden ser objeto del denominado hurto de hallazgo)
y los bienes nacionales de uso público, cuyo propietario es la nación
toda (art. 589 del C.C.).

En consecuencia, el tesoro hallado en terreno propio o en un bien


nacional de uso público no puede ser objeto de hurto, pero sí el que
se encuentra en terreno ajeno, respecto del cual valen las reglas de la
copropiedad.
Al respecto, es discutible que las cosas que los comuneros poseen
proindiviso no puedan ser objeto de hurto, dada la expresa
referencia del art. 1231 CC, donde se declara que tanto el heredero
como el legatario pueden “substraer” “efectos pertenecientes a la
sucesión”, imponiéndoles las sanciones civiles que allí se expresan y
aclarando que uno y otro “quedarán, además, sujetos criminalmente
a las penas que por el delito correspondan”.

En cambio, el socio que se apropia de cosas que pertenecen a la


sociedad comete sin duda este delito, a menos que sea el socio
administrador, en cuyo caso la no restitución de los bienes sociales
al momento de rendirse la cuenta pertinente dará origen al delito de
apropiación indebida, del art. 470 N.º 1.

Finalmente, respecto de las cosas perdidas, o al parecer perdidas,


su apropiación se encuentra especialmente regulada en el art. 448,
como delito de hurto de hallazgo.

3- Que la cosa tenga valor económico.

Es necesario que el bien sustraído tenga un valor apreciable en


dinero para que pueda ser objeto del delito de hurto. La exigencia no
ha sido expresada por el art. 432 que define el delito, pero se
desprende de los arts. 446 y 494 bis, que se ocupan en especial del
hurto y regulan la pena según el valor de lo sustraído.
Artículo 446 del Código Penal: “Los autores de hurto serán
castigados:

1.º Con presidio menor en sus grados medio a máximo y multa de


once a quince unidades tributarias mensuales, si el valor de la cosa
hurtada excediera de cuarenta unidades tributarias mensuales.

2.º Con presidio menor en su grado medio y multa de seis a diez


unidades tributarias mensuales, si el valor excediere de cuatro
unidades tributarias mensuales y no pasare de cuarenta unidades
tributarias mensuales.

3.º Con presidio menor en su grado mínimo y multa de cinco


unidades tributarias mensuales, si excediere de media unidad
tributaria mensual y no pasare de cuatro unidades tributarias
mensuales.

Si el valor de la cosa hurtada excediere de cuatrocientas unidades


tributarias mensuales, se aplicará la pena de presidio menor en su
grado máximo y multa de veintiuna a treinta unidades tributarias
mensuales”.
Artículo 494 bis del Código Penal: “Los autores de hurto serán
castigados con prisión en su grado mínimo a medio y multa de una a
cuatro unidades tributarias mensuales, si el valor de la cosa hurtada
no pasa de media unidad tributaria mensual.

La falta de que trata este artículo se castigará con multa de una a


cuatro unidades tributarias mensuales, si se encuentra en grado de
frustrada. En estos casos, el tribunal podrá conmutar la multa por la
realización de trabajos determinados en beneficio de la comunidad,
señalando expresamente el tipo de trabajo, el lugar donde deba
realizarse, su duración y la persona o institución encargada de
controlar su cumplimiento. Los trabajos se realizarán, de
preferencia, sin afectar la jornada laboral o de estudio que tenga el
infractor, con un máximo de ocho horas semanales. La no
realización cabal y oportuna de los trabajos determinados por el
tribunal dejará sin efecto la conmutación por el solo ministerio de la
ley, y deberá cumplirse íntegramente la sanción primitivamente
aplicada.

En los casos en que participen en el hurto individuos mayores de


dieciocho años y menores de esa edad, se aplicará a los mayores la
pena que les habría correspondido sin esa circunstancia, aumentada
en un grado, si éstos se han prevalido de los menores en la
perpetración de la falta.

En caso de reincidencia en hurto falta frustrado, se duplicará la


multa aplicada. Se entenderá que hay reincidencia cuando el
responsable haya sido condenado previamente por delito de la
misma especie, cualquiera haya sido la pena impuesta y su estado de
cumplimiento. Si el responsable ha reincidido dos o más veces se
triplicará la multa aplicada.

La agravante regulada en el inciso precedente prescribirá de


conformidad con lo dispuesto en el artículo 104. Tratándose de
faltas, el término de la prescripción será de seis meses”.

Las apropiaciones de especies que carecen de un valor económico


no pueden ser objeto de sanción, porque no hay pena para ellas. Esto
margina la posibilidad del hurto a aquellas cosas que tienen un
interés meramente subjetivo o sentimental para una persona, pero
que no son económicamente avaluables en dinero.

En nuestro sistema económico, salvo casos muy excepcionales, la


avaluación de una especie se encuentra determinada por las leyes de
la oferta y la demanda y ha de ser objeto de prueba en el proceso
penal. Tratándose de procedimientos simplificados por hurto-falta, el
inc. final del art. 390 CPP dispone que, si “se cometiere en un
establecimiento de comercio, para la determinación del valor de las
cosas hurtadas se considerará el precio de venta, salvo que los
antecedentes que se reúnan permitan formarse una convicción
diferente”.
C). Conducta.

Ésta consiste, al tenor del art. 432, en apropiarse con ánimo de lucro
de cosa mueble ajena sin que concurran violencia o intimidación en
las personas, o fuerza en las cosas.

A) El tipo subjetivo, el ánimo de lucro y


animus rem sibi habendi (intención que tiene el
sujeto activo en un delito de apropiarse de la cosa
sustraída o retenida).

El art. 432, al definirlo (el delito de hurto), junto con exigir que el
agente actúe con ánimo de lucro, ordena que dicha acción debe
realizarse junto con la de apropiarse.

Lo sancionado con el hurto, en consecuencia, es la conducta de


apropiarse con ánimo de lucro de algo corporal, y por “apropiarse”
no se puede entender el simple hecho de apoderarse de una cosa
(que puede ser para dañarla o destruirla, como también para hacerse
dueño de ella).

Apoderarse y apropiarse constituyen comportamientos distintos; la


apropiación supone ánimo de señorío sobre la cosa, de hacerse
dueño de facto de ella. El dolo del tipo penal hurto consiste, de
consiguiente, en el apoderamiento de una cosa ajena con el ánimo de
hacerse dueño de ella (animus rem sibi habendi), de adjudicarse
materialmente la facultad de disponer, lo que es inherente al derecho
de dominio. Junto a ese elemento subjetivo, integrándolo, debe
concurrir el ánimo de lucro, que consiste en la intención de lograr
una ventaja con el apoderamiento, ventaja de índole patrimonial, un
beneficio para sí o para un tercero.

Entonces, atendiendo a la literalidad del texto legal, nuestra doctrina


mayoritaria sostiene que, para configurar el delito de hurto, debe
entenderse que el ánimo de lucro es un requisito subjetivo adicional
al de señor y dueño, comprendido en el concepto de apropiación.

El agente tiene que actuar con intención de hacerse dueño de la cosa,


de ejercer sobre ella las facultades de uso, goce y disposición, de
modo que, si el apoderamiento se lleva a efecto sin la referida
tendencia, el dolo exigido por el hurto estaría ausente. Esta
circunstancia permite –como lo ha reconocido la jurisprudencia
nacional– declarar no punible el denominado hurto de uso (Mario
Garrido Montt, Derecho Penal, parte especial, Tomo IV, pag. 172).
B) Circunstancia: Falta de voluntad de su
dueño.

El consentimiento aparece en el delito de hurto como causa de


atipicidad. Éste no sólo lo otorga el dueño de la cosa, sino el que
tiene sobre ella poder de disposición material frente al que la recibe,
como el arrendatario, el usufructuario o el simple tenedor de ella, sin
perjuicio de la posible comisión de otro delito diverso por parte del
que entrega la cosa, como la apropiación indebida.

La voluntad del dueño no se presume, de modo que la actividad del


agente, a pesar de tener dudas sobre el consentimiento del dueño,
puede ser punible a título de dolo eventual sobre ese elemento
cognoscitivo.

El consentimiento aparente o viciado, obtenido mediante violencia o


intimidación excluye el hurto y transforma la figura en robo.

Por su parte, el consentimiento obtenido mediante engaño excluye el


hurto y el robo y transforma el delito en estafa, salvo en los casos
especiales del engaño intimidatorio del art. 439 y del robo en lugar
habitado empleando nombres supuestos o simulación de autoridad
del art. 440 Nº3.
C) Justificación y culpabilidad.

En este punto cabe plantearse el problema del hurto famélico. La


jurisprudencia se ha inclinado, en algunos casos, por apreciar un
estado de necesidad, en especial si se trata de atender las demandas
de alimentación y salud del cónyuge o de los hijos. Sin embargo,
ésta no es una solución uniforme, pues en situaciones de suma
precariedad económica también se ha absuelto a los inculpados
aplicando la eximente de fuerza (moral) irresistible (Véanse los
fallos contradictorios en RLJ 55). No cabe, sin embargo, apreciar en
este caso la exculpante del estado de necesidad del art. 10 N.º 11,
por la especificidad del art. 10 N.º 7 respecto a los atentados contra
la propiedad.

En cuanto a la culpabilidad, el delito requiere dolo directo en lo


referente a la apropiación. Sin embargo, respecto de los elementos
puramente cognoscitivos como la ajenidad de la cosa, su valor y al
hecho de contar o no con el consentimiento del dueño, se puede
admitir su comisión con dolo eventual.
D) Inter criminis

 Hurto como delito de mera actividad y el problema de la


sanción de sus etapas anteriores.

Buena parte de la doctrina entiende que el hurto —junto con todos


los delitos de apropiación— es un delito de mera actividad, que sólo
admitiría dos etapas de desarrollo: la tentativa y la consumación. Sin
embargo, la posibilidad de afirmar la existencia de hurto frustrado
aparece reiteradamente en nuestra jurisprudencia y también es
aceptada por autores de referencia en la materia.

En el hurto –al igual que en el robo–, uno de los puntos que


históricamente siempre ha sido debatido consiste en determinar en
qué momento se produce la consumación del delito de hurto. Ha
habido cuatro posiciones sobre el punto:

1) Una, que es la más extrema, considera que es suficiente tomar


la especie, y para algunos aun sólo tocarla, para que la
apropiación se entienda consumada (contractatio).

2) La segunda posición sostiene que el delito se consuma desde


que el agente logra remover la cosa del lugar donde se
encuentra, trasladándola a uno distinto (amotio).
3) La tercera posición, que es la que ha contado hasta ahora con
más adherentes, estima que el apoderamiento se ha producido
cuando no sólo se ha movido la especie del lugar donde la
tenía su dueño, sino que ha sido sacada de la esfera de custodia
de éste, del ámbito de su vigilancia (ablatio).

4) La cuarta teoría, quizá la más extrema, sostenida por los


prácticos, estima que se consuma el delito únicamente cuando
la cosa ha sido llevada al lugar que los delincuentes le tenían
destinado o donde pensaban utilizarla (illatio).

Ninguno de estos criterios se considera en la actualidad como


satisfactorio, por cuanto son formales y no responden a la naturaleza
del delito de hurto –y también del robo– que consiste en apropiarse
de algo, en apoderarse del bien y atribuirse las facultades inherentes
al dominio, una de las cuales es fundamental, la de disposición.

Lo anterior demuestra que el problema planteado no puede


resolverse con la sola adscripción del hurto a una categoría
dogmática (delito de mera actividad, de resultado o de acción), sino
que debe atenderse, principalmente, a su configuración típica y a las
exigencias del art. 7, que no impone para la frustración un requisito
como la falta de resultado, sino el de la falta de consumación. A este
concepto legal de frustración como falta de consumación por
razones independientes a la voluntad del agente se refiere el
legislador en el inc. final del art. 494 bis, incorporado por la Ley
19.950, que refuerza la idea de aceptar esta forma especial de grado
de desarrollo en esta clase de delitos, junto con la tentativa y la
consumación.
Entre nosotros parece necesario concluir que la apropiación en
el delito de hurto simple se perfecciona, objetivamente, con la
sustracción o desposesión, esto es, con la aprehensión material
de la cosa ajena seguida de su separación física de la esfera de
resguardo en que antes se encontraba y la correlativa
constitución de la nueva esfera de resguardo por parte del
agente. En apoyo de esta tesis puede recurrirse también a la
interpretación sistemática. En efecto, el art.448 sanciona con las
penas que allí establece el llamado hurto de hallazgo, figura que por
su descripción típica supone la apropiación de cosas que se
encuentran fuera de su esfera de resguardo natural, como son
aquellas aparentemente perdidas y las que provienen de un
naufragio, accidente de ferrocarril u otra calamidad semejante. En
consecuencia, si el hurto simple no requiriese la desposesión y
correlativa constitución de una nueva esfera de resguardo, sino la
sola la apropiación como simple aprehensión material con ánimo de
señor y dueño, no sería posible su distinción de este hurto de
hallazgo, pero tampoco de la apropiación indebida del art. 470. Nº1,
donde la apropiación ha sido precedida de una entrega voluntaria; es
decir, donde no hay desposesión. (Matus Acuña, J. P., & Ramírez
Guzmán, M. C. (2021). Manual de derecho penal chileno. Parte
especial 4o Edición (p. 525). Tirant lo Blanch).
 Consumación del hurto en establecimientos de comercio con
sistemas de autoservicio.

Las reformas a los arts. 451 y 494 bis, junto con el art. 390 CPP,
tienen por objetivo regular el denominado “hurto hormiga” en
establecimientos de comercio con sistema de autoservicio
(supermercados y grandes tiendas). Para ello se ha establecido un
delito especial de hurto falta frustrado (art. 494 bis), que hace
excepción a la regla general del art. 9, de que las faltas sólo se
sancionan una vez consumadas. Por su parte, el art. 390 CPP
establece que, si el hurto “se cometiere en un establecimiento de
comercio, para la determinación del valor de las cosas hurtadas se
considerará el precio de venta, salvo que los antecedentes que se
reúnan permitan formarse una convicción diferente”. Y, finalmente,
la modificación del art.451, al permitir la acumulación de los hurtos
faltas para transformarlos en simples delitos, elude una
interpretación del anterior texto que hacía imposible esta
transformación del cúmulo de faltas en un simple delito.

Artículo 451 del Código Penal: “En los casos de reiteración de


hurtos, aunque se trate de faltas, a una misma persona, o a distintas
personas en una misma casa, establecimiento de comercio, centro
comercial, feria, recinto o lugar el tribunal calificará el ilícito y hará
la regulación de la pena tomando por base el importe total de los
objetos sustraídos, y la impondrá al delincuente en su grado superior.

Esta regla es sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 447.


Artículo 494 bis del Código Penal: “Los autores de hurto serán
castigados con prisión en su grado mínimo a medio y multa de una a
cuatro unidades tributarias mensuales, si el valor de la cosa hurtada
no pasa de media unidad tributaria mensual.
La falta de que trata este artículo se castigará con multa de una a
cuatro unidades tributarias mensuales, si se encuentra en grado de
frustrada. En estos casos, el tribunal podrá conmutar la multa por la
realización de trabajos determinados en beneficio de la comunidad,
señalando expresamente el tipo de trabajo, el lugar donde deba
realizarse, su duración y la persona o institución encargada de
controlar su cumplimiento. Los trabajos se realizarán, de
preferencia, sin afectar la jornada laboral o de estudio que tenga el
infractor, con un máximo de ocho horas semanales. La no
realización cabal y oportuna de los trabajos determinados por el
tribunal dejará sin efecto la conmutación por el solo ministerio de la
ley, y deberá cumplirse íntegramente la sanción primitivamente
aplicada.
En los casos en que participen en el hurto individuos mayores de
dieciocho años y menores de esa edad, se aplicará a los mayores la
pena que les habría correspondido sin esa circunstancia, aumentada
en un grado, si éstos se han prevalido de los menores en la
perpetración de la falta.
En caso de reincidencia en hurto falta frustrado, se duplicará la
multa aplicada. Se entenderá que hay reincidencia cuando el
responsable haya sido condenado previamente por delito de la
misma especie, cualquiera haya sido la pena impuesta y su estado de
cumplimiento. Si el responsable ha reincidido dos o más veces se
triplicará la multa aplicada.
La agravante regulada en el inciso precedente prescribirá de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 104. Tratándose de
faltas, el término de la prescripción será de seis meses.

Sin embargo, ninguna de estas reformas ha resuelto el problema


principal que en estos casos se presenta, a saber, la determinación
del grado de desarrollo del delito cuando sus responsables son
sorprendidos saliendo de los establecimientos de auto servicio con
bienes tomados dentro de los mismos, pero sin pagarlos. Según un
sector de la doctrina y parte importante de la jurisprudencia anterior
a la introducción del art. 494 bis, en tales recintos sólo podría
decirse que se consuma el delito cuando se ha traspasado la línea de
cajas sin ser sorprendido y, por tanto, todo lo que ocurra dentro del
establecimiento o, más precisamente, antes de la línea de cajas, sería
un acto propio de tentativa, impune.

Además, siguiendo la llamada teoría de la disponibilidad (Garrido


DP.IV, 175), el mismo sector doctrinal sostiene que debe
considerarse también tentativa el descubrimiento del responsable
cuando ha traspasado la línea de caja, aunque se le detenga después,
siempre que haya existido una persecución continuada desde el
momento del traspaso, incluso si ha realizado al interior del
establecimiento actos inequívocos de apropiación, como la
ocultación de los bienes dentro de sus ropas. En todos estos casos se
sostiene que el autor no estaría en condiciones de disponer o
aprovecharse materialmente del objeto y, por tanto, no habría
consumado el delito (Carnevali, “Criterios”, 14).
E) Concursos.

Respecto de los concursos, la regla especial del art. 451 dispone que
en casos de reiteración de hurtos, esto es, de su repetición sin que
medie un proceso entre los hechos que se tratan, “a una misma
persona, o a distintas personas en una misma casa, establecimiento
de comercio, centro comercial, feria, recinto o lugar”, la cuantía del
delito debe determinarse “tomando por base el importe total de los
objetos sustraídos”, cualquiera sea el valor de algunos o todos ellos,
esto es, “aunque se trate de faltas” (apropiación de objetos de un
valor inferior a media UTM). Determinada la sanción aplicable en
tales casos de conformidad con el art. 446, el tribunal impondrá,
además, la pena “en su grado superior”. Esta agravación es aplicable
sólo al caso de que el total del valor de las especies sustraídas se
encuentre entre las cuarenta y las cuatrocientas UTM, pues el N.º 1
del art.446, que sanciona este supuesto con penas de presidio menor
en su grado medio a máximo y multa, es el único que tiene un grado
superior. De este modo, el recurso al art. 451 sirve en todos los
casos, salvo el recién expuesto, como defensa concursal que reduce
la cuantía de la pena probable.

Pero si se trata de reiteración de hurtos agravados del art. 447, el


Tribunal puede todavía imponer la pena superior en grado a la que se
determine según el art. 451.
F) Penalidad: Su determinación en relación
con el valor de la cosa sustraída.

La pena que la ley asigna al hurto depende del valor de la cosa


hurtada, único elemento que diferencia el simple delito de la falta,
así:

i) Si la cosa vale menos de media UTM: Es falta, sancionada con


prisión en sus grados mínimo a medio (1 a 20 días – 21 a 40 días) y
multa, o sólo multa en caso de frustración, sustituible por trabajos en
beneficios de la comunidad.

La reincidencia de esta falta se sanciona duplicando o triplicando la


multa (art. 494 bis); y

ii) Si la cosa vale más de media UTM: Es simple delito, y su pena


varía si vale más de esa cantidad y menos de 4 UTM (presidio
menor en su grado mínimo (61-540 días) y multa, art. 446 N.º 3);
más de 4 y menos de 40 UTM (presidio menor en su grado medio
(541 días a 3 años) y multa, art. 446 N.º 2); más de 40 y menos de
400 UTM (presidio menor en sus grados medio a máximo (541 días
a 3 años – 3 años y un día a 5 años) y multa, art. 446 N.º 1); y más
de 400 UTM, caso para el cual el inc. final del art. 446 prevé la pena
de presidio menor en su grado máximo (3 años y 1 día a 5 años) y
multa.
En cuanto a la prueba del valor de la cosa, el art. 390 CPP (Código
Procesal Penal) establece como prueba suficiente, en casos de hurtos
falta en establecimientos comerciales, la declaración del dueño sobre
su precio de venta, “salvo que los antecedentes que se reúnan
permitan formarse una convicción diferente”.

Por su parte, el art. 455 establece que “cuando en el proceso no


resulte probado el valor de la cosa substraída ni pudiera estimarse
por peritos u otro arbitrio legal, el tribunal hará su regulación
prudencialmente”.

Sin embargo, esta disposición es inaplicable en la actualidad, dado


que el sistema procesal penal de carácter acusatorio exige una
mínima actividad probatoria por parte de la fiscalía para que el
Tribunal correspondiente pueda formarse la convicción de la
responsabilidad del imputado, no existiendo facultades de prueba de
oficio. (Matus Acuña, J. P., & Ramírez Guzmán, M. C. (2021).
Manual de derecho penal chileno. Parte especial 4o Edición (p.
530). Tirant lo Blanch).

Además, se debe tener presente que este simple delito puede


aumentar su pena todavía en un grado más (pudiendo llegar a la de
presidio mayor en su grado mínimo), si el tribunal aplica la
agravante del art. 447.
4. Hurto de uso.

Se define el llamado hurto de uso como “la sustracción de cosa


mueble ajena, sin ánimo de apropiación, para servirse
temporalmente de ella y restituirla inmediatamente después de su
uso”.

Según la opinión dominante este delito no puede darse en nuestro


sistema legislativo, sino en uno que considere como elemento
objetivo el “tomar o apoderarse” de la cosa y como elemento
subjetivo el “ánimo de lucro”, lo cual no ocurre en nuestra ley, que
exige junto a dicho ánimo la apropiación, que comprende el ánimo
de señor y dueño, lo que no haría punible al hurto de uso cuando
falte este elemento (Etcheberry DP III, 306).

La jurisprudencia se encuentra a este respecto dividida: mientras


alguna admite su punición con el argumento de que el mero uso de
la cosa sustraída puede constituir una forma de lucro, y el lucro
supondría la apropiación; también hay fallos que declaran, en el
mismo sentido que la doctrina antes citada que, al no existir ánimo
de señor y dueño, el llamado “hurto de uso” sería un hecho
“atípico”, línea jurisprudencial que en estos últimos años tiende a
imponerse.
5. Hurto de posesión (art. 471 N°1).

El artículo 471 N°1 del Código Penal dispone que: “Será castigado
con presidio o relegación menores en sus grados mínimos o multa de
once a veinte unidades tributarias mensuales:

1.º El dueño de una cosa mueble que la sustrajere de quien la tenga


legítimamente en su poder, con perjuicio de éste o de un tercero
(…)”.

Si el ejecutor es un tercero que actúa por o con el dueño, participa de


este delito especial propio y no del hurto común.

Según Etcheberry DP III, la víctima del delito es el detentador


legítimo de la cosa, esto es, quien la tiene por una convención con el
dueño, por sentencia judicial o por el propio mérito de la ley. Luego,
si se trata del ladrón o de quien ha llegado a la posesión de la cosa
por otra vía ilegítima, no habría delito. La sustracción del dueño
para recuperar sus bienes en tales casos sería un acto de auto
realización del propio derecho no punible.

Tampoco es tenedor legítimo el que mantiene una cosa ajena en su


poder vencido el plazo o cumplida la condición para su devolución,
ni, según una antigua jurisprudencia, el acreedor prendario que
mantiene retenida la prenda sin orden judicial.
En cuanto a la conducta, la ley habla de sustraer, esto es, apartar,
separar o extraer la cosa de donde se encuentra lo que se entiende
mayoritariamente por retirarla de su esfera de resguardo anterior,
pasando a la de su dueño.

En cuanto al perjuicio o pérdida económica que causa el delito no


es, en este caso, una circunstancia a la que deba alcanzar el
conocimiento propio del dolo, sino una condición objetiva de
punibilidad de la sustracción. De allí se sigue que no habrá hurto de
posesión tentado o frustrado y que, mientras no se produzca el
perjuicio, la sustracción misma tampoco será punible.

6. Hurto del acreedor y falta de realización arbitraria del


propio derecho (art. 494 N°20)

El art. 494 N.º 20 sanciona como falta con una pena únicamente
pecuniaria al que “con violencia se apoderare de una cosa
perteneciente a su deudor para hacerse pago con ella”.

El artículo 494 N°20 dispone: “Sufrirán la pena de multa de una a


cuatro unidades tributarias mensuales.

20° El que con violencia se apoderaré de una cosa perteneciente a su


deudor para hacerse pago con ella”.
La violencia a que se refiere esta disposición se entiende que abarca
tanto la ejercida contra las personas como la fuerza física (real)
sobre las cosas.

De allí que, en el llamado hurto del acreedor, cuando éste se apropia


sin violencia de especies del deudor para hacerse pago, se afirma por
nuestra doctrina dominante que no existe la posibilidad de
sancionarlo penalmente, sea a título de hurto o de estafa pues “la ley
sanciona como falta esta apropiación si se realiza con violencia, por
lo que sería absurdo aplicar las penas ordinarias del hurto a una
apropiación que no reviste esa gravedad”.

El objeto material del delito es cualquier cosa del deudor, no


necesariamente la debida, sea como especie o cuerpo cierto o no,
que pueda ser realizada por el acreedor para hacerse pago de la
deuda, ejerciendo arbitrariamente su derecho general de prenda.
7. Hurtos agravados (art. 447).
El Código Penal ha descrito en el art. 447 un conjunto de
circunstancias que se alzan como posibles calificantes del hurto,
cuya consecuencia es agravar la pena, dejando entregado al tribunal
juzgador establecer si operan o no en cada caso concreto que se
produzca en la realidad social. Es una norma que ha subsistido en el
tiempo, pero que es sobradamente anacrónica.

Artículo 447 del Código Penal: “En los casos del artículo anterior
podrá aplicarse la pena inmediatamente superior en grado:

1.° Si el hurto se cometiere por dependiente, criado o sirviente


asalariado, bien sea en la casa en que sirve o bien en aquella a que lo
hubiere llevado su amo o patrón.

2.º Cuando se cometiere por obrero, oficial o aprendiz en la casa,


taller o almacén de su maestro o de la persona para quien trabaja, o
por individuo que trabaja habitualmente en la casa donde hubiere
hurtado.

3.° Si se cometiere por el posadero, fondista u otra persona que


hospede gentes en cosas que hubieren llevado a la posada o fonda.

4.° Cuando se cometiere por patrón o comandante de buque,


lanchero, conductor o bodeguero de tren, guarda almacenes,
carruajero, carretero o arriero en cosas que se hayan puesto en su
buque, carro, bodega, etc.
Del contexto de la disposición, y teniendo en cuenta que fue
redactada en el siglo diecinueve, se desprende que en ella quisieron
recogerse los casos más frecuentes de abuso de confianza en
relación a los delitos de hurto.

Hoy en día esos hechos han perdido la trascendencia social que se


les reconocía en el pasado y, de facto, esta norma prácticamente
carece de aplicación.

a) Famulato o hurto domestico (art. 447 N°1 y 2).

El legislador habla de “dependiente, criado o sirviente asalariado”,


categorías laborales hoy inexistentes, lo mismo que las de “amo o
patrón”.

La actual regulación laboral hace referencia al trabajador y al


empleador, identificándose una relación de esta naturaleza por la
existencia de un vínculo de subordinación y dependencia, la
prestación de servicios personales y el pago de una remuneración
por ellos.

Pero dado que el fundamento de la agravación no ha desaparecido


(el abuso de la confianza de quien ha dejado materialmente a
disposición del trabajador las cosas de la casa en que labora), de
darse el caso de un hurto cometido por trabajadores de casa
particular, lo que correspondería sería su tratamiento como una
forma de famulato propio o impropio del art.447 N.º 2.
En efecto, Carrara, estimaba que el famulato podía cometerse por
quien presta servicios retribuidos continuos —famulato propio—,
como también por quien los lleva a cabo esporádicamente —
famulato impropio (Carrara, Programa, § 2096).

Ambos casos parecen subsistir en nuestra legislación bajo la misma


frase final del numeral segundo del art. 447 N.º 2, que aplica la
agravación de un grado al hurto “cuando se cometiere […] por
individuo que trabaja habitualmente en la casa donde hubiera
hurtado”, lo que ha sido reconocido por nuestra jurisprudencia actual

b) Hurto del posadero (art. 447 N°3).

Aunque la terminología que emplea el Código Penal (“posadero,


fondista”) sigue siendo anticuada, al expresar en su parte final un
concepto material (“persona que hospede gentes”) es posible estimar
que subsiste un ámbito de aplicación autónomo de la figura en los
pocos casos en que las personas que hospedan gentes están a cargo,
materialmente, de prestar dicho servicio.

Sin embargo, hoy en día lo normal es que ese servicio se preste a


través de trabajadores y que no sean los dueños de los hoteles y
establecimientos similares quienes accedan a las habitaciones de los
huéspedes para realizar su aseo, mantención, etc.
Las cosas a que se refiere esta disposición son aquellas que se portan
y dejan en las habitaciones por los huéspedes (las que se hubieren
llevado al lugar). Sin embargo, si algunas de esas cosas se dejan en
cajas de seguridad del establecimiento o de cualquier modo se
entregan en depósito para su custodia, no se configura este ilícito,
sino que podría configurarse apropiación indebida por parte del
empresario o las personas a que se hizo el depósito, donde sí podría
considerarse el administrador del establecimiento que no sea el
dueño, pero haya “recibido la cosa en depósito”.

c) Hurto del transportista y del bodeguero (art. 447 N°4).

En este caso la ley sí emplea palabras técnicas cuyo sentido subsiste


hasta hoy: “patrón o comandante de buque, lanchero, conductor o
bodeguero de tren, guarda-almacenes, carruajero, carretero o
arriero”, pero que no alcanzan a cubrir medios de transporte
modernos, como los vehículos motorizados y los aviones. Por tanto,
no puede extenderse su aplicación al trasporte por carretera y al
aéreo. Tampoco debiera extenderse a los empleados de quienes
ejercen las funciones que se detallan en el numeral, como propone
Etcheberry.
8. Hurto de cosas que forman parte de redes de suministro de
servicio públicos y apropiación de sus suministros (art. 447
bis).

El art. 447 bis sanciona con una pena única de presidio menor en sus
grados medio a máximo “el hurto de cosas que forman parte de
redes de suministro de servicios públicos o domiciliarios, tales como
electricidad, gas, agua, alcantarillado, colectores de aguas servidas o
telefonía”, sin atención a su valor.

Con esta modificación, no existe diferencia penológica entre este


delito y el de robo con fuerza en las cosas que se encuentren en
bienes nacionales de uso público o sitios no destinados a la
habitación. Tampoco hay diferencia penológica en los casos
agravados de ambos hechos consistentes en la interrupción de los
servicios respectivos a consecuencia de la apropiación de las cosas
que forman parte de las redes de suministro, según disponen los
incs. finales de los arts. 447 bis y 443: la pena en ambos casos es de
presidio menor en su grado máximo (tratándose de suministro
eléctrico, también existía una figura que sanciona la interrupción del
suministro eléctrico por daños en las redes, sin apropiación, art. 213
DFL 4, Ley General de Servicios Eléctricos).
Artículo 447 bis del Código Penal: “El hurto de cosas que forman
parte de redes de suministro de servicios públicos o domiciliarios,
tales como electricidad, gas, agua, alcantarillado, colectores de
aguas lluvia o telefonía, será castigado con presidio menor en sus
grados medio a máximo.

Si con ocasión de alguna de las conductas señaladas en este artículo


se produce la interrupción o interferencia del servicio, la pena se
aplicará en su grado máximo”.

9. Hurto de hallazgo (art. 448).

Las disposiciones relativas al hurto de hallazgo (arts. 448 y 494 N.º


19) son originales del Código chileno. Fueron redactadas teniendo
en cuenta los arts. 624 y siguientes del CC, donde se regula la
invención o hallazgo como modo de adquirir el dominio. Allí se
establece que las cosas al parecer perdidas, por tener rastros de
dominio anterior, siguen siendo ajenas y no pueden adquirirse por
ocupación (hallazgo), en correspondencia con las formalidades que
la legislación civil impone para cerciorarse de que las cosas al
parecer perdidas hayan sido o no dejadas al primer ocupante (res
derelictae), dando a su propietario una oportunidad para
recuperarlas. El hecho de que en estos casos no existe sustracción
furtiva, impone la regulación de ésta mediante un articulado
separado.
El artículo 448 del Código Penal dispone: “El que, hallándose una
especie mueble, al parecer perdida, cuyo valor exceda de una unidad
tributaria mensual, no la entregare a la autoridad o a su dueño,
siempre que le conste quién sea éste, por hechos coexistentes
posteriores al hallazgo, será castigado con presidio menor en su
grado mínimo y multa de cinco unidades tributarias mensuales.

También será castigado con presidio menor en su grado mínimo y


multa de cinco unidades tributarias mensuales, el que hallare
especies, al parecer perdidas o abandonadas, a consecuencia de
naufragio, inundación, incendio, terremoto, accidente en ferrocarril
u otra causa análoga, cuyo valor exceda la cantidad mencionada en
el inciso anterior, y no las entregare a los dueños o a la autoridad en
su defecto”.

En cuanto al objeto material, esto es, las cosas al parecer perdidas,


se trata de especies muebles inanimadas con rastros de dominio
anterior, que se encuentran fuera de una esfera de resguardo y no
han sido abandonas al primer ocupante. Sin embargo, puesto que el
abandono no se presume, la duda acerca de si están o no en tal
condición no afecta la punibilidad del hecho.
10. El delito de robo generalidades.

El robo, como figura única, no existe en nuestra legislación. El


Código describe dos grandes grupos de robos, según el medio que se
emplee en su comisión: robo con fuerza en las cosas y robo con
violencia o intimidación en las personas. El legislador no hizo
distinción en el plano conceptual entre esos dos grupos de delitos, ni
entre éstos y el hurto, se limitó a determinar las características de
todos ellos en conjunto, en el art. 432.

11. Concepto del delito de robo y sus clases.

El delito de robo está definido junto con el hurto en nuestro sistema


en el art. 432, que, en relación al cometido con violencia o
intimidación en las personas, se puede ofrecer la siguiente noción:
“El que sin la voluntad de su dueño y con ánimo de lucrarse se
apropia cosa mueble ajena usando de violencia o intimidación en las
personas”.

Entre los delitos de robo con violencia o intimidación


propiamente tales, se describen tres figuras distintas: el robo simple
(art. 436 inc. 1º), el calificado (art. 433) y el por sorpresa (art. 436
inc. 2º).
El punto a preguntarse radica en cuáles son sus diferencias con el
delito de hurto y la razón que permite agruparlos en el párrafo
segundo bajo el enunciado “del robo con violencia o intimidación en
las personas”. La respuesta incide en el empleo de violencia física o
de coacción en contra de las personas dirigida a posibilitar la
apropiación; la acción no queda limitada, como sucede en el hurto, a
sólo tomar o apoderarse del bien apetecido por el sujeto activo, sino
que en el robo con violencia o intimidación hay ataque a la vida o
integridad física de la víctima, o por lo menos peligro de que se lleve
a cabo. Esa modalidad de ejecución es la que les da identidad a este
grupo de hechos ilícitos.

Todos estos delitos de robo, de consiguiente, deben cumplir con las


características generales señaladas en el delito de hurto, en cuanto a
la acción a realizar, el objeto sobre el cual recae la acción, los
sujetos activo y pasivo.

12. Robo con violencia o intimidación. Figura básica


(arts. 432 y 436 inciso 1)

a) Bien Jurídico protegido.

El delito de robo con violencia o intimidación es una figura


pluriofensiva, pues además de atentar contra la propiedad, afecta
otros bienes, como la libertad personal, la salud y aun la vida de las
personas.
Además, es un delito complejo, vale decir, aquel que está integrado
por dos o más acciones claramente diferenciables, cada una de ellas
constitutiva aisladamente considerada de un delito, pero que por
razones de política criminal el legislador las ha unificado para
efectos de su penalización (unificación legislativa).

El art. 432 define el robo como la apropiación de una cosa mueble


ajena, sin la voluntad de su dueño, usando de violencia o
intimidación en las personas.

b) Tipicidad.

El robo exige el uso de violencia o intimidación para lograr la


apropiación de las cosas ajenas. Esta vinculación entre el móvil y las
violencias ejercidas no exige planificación ni concierto previo, sino,
como la propia ley lo explicita en el encabezado del art. 433, al que
se remite el art. 436, puede darse tanto si la violencia o intimidación
se ejercen “antes del robo para facilitar su ejecución, en el acto de
cometerlo o después de cometido para favorecer su impunidad”.
Sin embargo, los términos de la ley son tautológicos, pues no puede
cometerse el robo sin usar violencia o intimidación, según la
definición de los arts. 432 y 439, de manera que las expresiones
“antes”, “durante” o “después” “del robo”, han de entenderse como
“antes”, “durante” o “después” de “la apropiación”. (Matus Acuña,
J. P., & Ramírez Guzmán, M. C. (2021). Manual de derecho penal
chileno. Parte especial 4o Edición (p. 560). Tirant lo Blanch).

Por apropiación ha de entenderse la aprehensión material de las


cosas obtenidas usando la violencia o intimidación, constituyendo el
delincuente una nueva esfera de resguardo. Esta desposesión se
produce mediante la aprehensión violenta de las especies o su
entrega o manifestación por la víctima producto de la intimidación.

Por eso aquí la apropiación o desposesión se constituye cuando el


agente toma las cosas por sí o tras su entrega o manifestación
mediante el uso de la violencia o intimidación, creando sobre ellas
una nueva esfera de resguardo. De allí que, si la apropiación se
produce en un momento posterior o anterior al ejercicio de las
violencias o intimidación, completamente desvinculada de las
mismas, se estima un concurso real entre el homicidio o las lesiones
y el posterior hurto y no un delito de robo con violencia, como
sucede con la apropiación de cosas que portan las víctimas, una vez
finalizada una agresión originada por otro motivo, p. ej., tras un
homicidio o riña pasionales.
c) Modalidades de la conducta: violencia o intimidación.

Las modalidades de la acción pueden importar el empleo de la


violencia o el de la intimidación; La violencia es la energía o fuerza
física empleada sobre la víctima, los “malos tratamientos de obra”
para hacer que se manifiesten o entreguen las cosas o para impedir la
resistencia a que se quiten, según dispone el inc. primero del art.
439.

La intimidación es una noción distinta, también es un


acometimiento, pero de índole sicológico, no material, dirigido a
presionar la voluntad del sujeto pasivo (vis compulsiva, coacción).

 El concepto legal de violencia y la intimidación.

El artículo 439 del Código Penal señala: “Para los efectos del
presente párrafo se estimarán por violencia o intimidación en las
personas los malos tratamientos de obra, las amenazas ya para hacer
que se entreguen o manifiesten las cosas, ya para impedir la
resistencia u oposición a que se quiten, o cualquier otro acto que
pueda intimidar o forzar a la manifestación o entrega.

Hará también violencia el que para obtener la entrega o


manifestación alegare orden falsa de alguna autoridad, o la diere por
sí fingiéndose ministro de justicia o funcionario público.
Por su parte, hará también intimidación el que para apropiarse u
obtener la entrega o manifestación de un vehículo motorizado o de
las cosas ubicadas dentro del mismo, fracture sus vidrios,
encontrándose personas en su interior; o amenace la integridad de
niños que se encuentren al interior del vehículo, sin perjuicio de la
prueba que se pudiere presentar en contrario”.

En cuanto a la intimidación, su concepto, definido en el art. 439


como “amenazas” o “cualquier otro acto que pueda intimidar”
(“causar o infundir miedo”, según el Diccionario), de allí que pueda
definirse como una amenaza seria y real de ocasionar a otro un mal
inmediato en su integridad física, consistente en el anuncio expreso
o tácito de un ataque grave e inminente a bienes relevantes como la
vida o la integridad personal como modo de obtener la apropiación o
entrega de las cosas, aunque no se exprese verbalmente.

Sus requisitos son:

1- Seriedad o seria: Una amenaza inexistente objetivamente,


dicha en broma o chanza, banal o absurda, o que sólo es
imaginada por la víctima debido a las ropas, gestos o aspectos
del supuesto agresor es impune.

2- Gravedad: Tiene que referirse a un mal que importe un ataque


a la vida, salud o integridad del amenazado o de otra persona
relacionada que se encuentre presente (y al alcance del
hechor), o una privación de libertad superior al tiempo de la
que importa la amenaza.
3- Verosimilitud: Esto importa que la realización del mal con que
se amenaza sea probable o posible para la víctima, de
conformidad con un juicio ex ante de un tercero puesto en la
concreta situación fáctica de que se trate, como cuando se
amenaza con un arma de fogueo o fantasía que a ojos de la
víctima es indistinguible de una verdadera.

4- Inmediatez: Debe ser concreta, real y actual, en el sentido que


la ejecución del mal amenazado aparece en sus propios
términos como inmediata o inminente.

El inc. final del art. 439, agregado por la Ley 21.170, reconoce como
supuesto de intimidación sin amenaza expresa el hecho de que el
delincuente, “para apropiarse u obtener la entrega o manifestación
de un vehículo motorizado o de las cosas ubicadas dentro del
mismo, fracture sus vidrios, encontrándose personas en su interior”.
13. El delito de extorsión como forma de entrega o
manifestación ficta de la cosa (art. 438).

El art. 438 sanciona, “como culpable de robo”, “al que para


defraudar a otro le obligare con violencia o intimidación a suscribir,
otorgar o entregar un instrumento público o privado que importe una
obligación estimable en dinero”. Según el grado de violencia o
intimidación concurrente, se aplicará la pena de robo con violencia o
intimidación simple o calificado.
Pero deben concurrir precisamente esas violencias o intimidación,
como cuando se exige suscribir un documento con la amenaza de
hacer efectivas órdenes de detención en contra del extorsionado

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