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La causa de los actos jurídicos

Marino, Abel E.

Publicado en: Sup. Esp. Nuevo Código Civil y Comercial de la Nación. Contratos 2015
(febrero) , 115

Sumario: I. La causa en el Código Civil y en el nuevo Código Civil y Comercial.— II.


Concepto y características centrales de la figura.— III. Funciones.— IV. Fundamentos.— V.
Consecuencias de la falta de causa fin.— VI. Régimen de los actos abstractos.

Cita Online: AR/DOC/410/2015

I. La causa en el Código Civil y en el nuevo Código Civil y Comercia l


La palabra "causa" es utilizada por el Cód. Civil en la Parte General de las Obligaciones en
los arts. 499, 500, 501 y 502, para más tarde retomar la cuestión cuando define al acto jurídico
en el art. 944, enumerando los que denomina como sus "fines inmediatos".
En cuanto a la primera de las normas, el art. 499 del Cód. Civil dice textualmente "No hay
obligación sin causa, sin que sea derivada de uno de los hechos, o de uno de los actos lícitos o
ilícitos, de las relaciones de familia o de las relaciones civiles" —redacción que rescata, con
algunas modificaciones el art. 726 del nuevo Código Civil y Comercial— es pacífico el
criterio en la doctrina nacional en cuanto a que se refiere a la denominada causa fuente o
simplemente fuentes de las obligaciones (1). En efecto, dicho art. 726 dice "Causa: No hay
obligación sin causa, es decir, sin que derive de algún hecho idóneo para producirla, de
conformidad con el ordenamiento jurídico". Seguidamente, el art. 727, expresamente se
refiere a la Fuente, y señala: Prueba de la existencia de la obligación. Presunción de fuente
legítima. La existencia de la obligación no se presume. La interpretación respecto de la
existencia y extensión de la obligación es restrictiva. Probada la obligación, se presume que
nace de fuente legítima mientras no se acredite lo contrario".
Volviendo al Código de Vélez el uso de la palabra "causa" y su localización en la sección
general de Obligaciones, ha dado lugar a profundas discrepancias doctrinarias sobre la
verdadera interpretación que debe asignarse al vocablo. El art. 500 incluye el denominado
principio de Presunción de la existencia de causa, al disponer que "Aunque la causa no esté
expresada en la obligación, se presume que existe, mientras el deudor no pruebe lo contrario".
El art. 501 regula lo relativo a la causa real y aparente, establecimiento que "La obligación
será válida aunque la causa expresada en ella sea falsa, si se funda en otra causa verdadera".
Finalmente el art. 502 prescribe que "La obligación fundada en una causa ilícita, es de ningún
efecto. La causa es ilícita, cuando es contraria a las leyes o al orden público".
Sentado ello, debemos afirmar inicialmente que la causa fin o finalidad debe emplazarse en su
carácter de elemento de los actos o negocios jurídicos —no de las Obligaciones— y así lo
prevé expresamente el nuevo Código Civil y Comercial. Su actual localización metodológica
en el Código de Vélez es incorrecta, no obstante lo cual existen múltiples aspectos abordados
por la doctrina generada a partir del texto vigente, que nos serán útiles al tiempo de interpretar
las normas que entrarán en vigencia en pocos meses. En tal sentido, debemos manifestar
desde el vamos nuestra adhesión a Bueres (2) para quien resulta un injustificado desacierto el
desubicar a la causa final de su verdadero sitial, esto es, como un elemento del negocio
jurídico y no de la obligación. Es que se trata de un elemento complejo, "que nace en la
voluntad (entidad vinculada al negocio jurídico y no al derecho creditorio)".
El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, aprobado por Ley 26.994, trata la cuestión
de la causa del acto jurídico en la Sección Segunda del Capítulo 5 del Título IV del Libro
Primero —en la Parte General—. El art. 281 la define como "el fin inmediato autorizado por
el ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa
los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma
expresa o tácitamente si son esenciales para ambas partes".
Luego, en el art. 282, la norma introduce el principio de presunción de causa fin, según el cual
el acto es válido aunque la causa —final— no esté expresada o si la expresada es falsa si se
funda en otra verdadera. Finalmente, en el art. 283, se refiere a la cuestión del denominado
acto abstracto, estableciendo que "la inexistencia, falsedad o ilicitud de la causa no son
discutibles" en dichos actos mientras no se hayan cumplido, salvo que la ley lo autorice (3).
De manera concordante, en la Parte General de los Contratos, el nuevo Código formula una
expresa remisión a las normas citadas en el párrafo anterior, en el artículo 1012.
Inmediatamente, en los artículos 1013 y 1014 reafirma los principios de necesidad de causa
—que debe existir en la formación, subsistir durante su celebración y mantenerse durante la
ejecución del contrato—, determinando que la falta de causa implicará la nulidad, adecuación
o extinción del contrato y de licitud de causa, sancionando con la nulidad a todo contrato con
causa contraria a la moral, al orden público o a las buenas costumbres, sanción que extiende al
supuesto en que ambas partes lo hubieran concluido por un motivo ilícito o inmoral, dejando a
salvo el caso en que una sola hubiera obrado por tal motivo ilícito, supuesto en el que la
infractora carece de derecho a invocarlo frente a la otra parte pero la inocente puede reclamar
lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha ofrecido (art. 1014) (4).
Ninguna duda cabe, pues, que el nuevo Código sigue la tendencia doctrinaria que emplaza la
cuestión de la causa fin o finalidad en la Teoría General de los Actos Jurídicos y no en la
denominada Parte General de las Obligaciones; de tal suerte modifica y corrige el actual
tratamiento en los artículos 500 a 502 del actual Código Civil (5).
II. Concepto y características centrales de la figura
Busso ha dicho que, en nuestro sistema jurídico, la "causa de los actos jurídicos puede
definirse como el conjunto de razones determinantes particulares a cada contratante en su
origen, y hechas comunes en el acto, bien por declaración expresa, bien mediante aceptación
tácita. Estas razones determinantes pueden referirse a resultados futuros o a hechos
presupuestos. La causa es algo subjetivo y psicológico porque se refiere a la representación
mental que el agente ha tenido de esos datos objetivos" (6).
Dentro de la voluntad como elemento del acto jurídico, podemos situar la finalidad como
íntimamente vinculada a la intención con la que los sujetos concurren a la celebración de un
negocio jurídico, por lo que, aunque parezca obvio decirlo, la causa final resulta una noción
completamente extraña a las obligaciones que emanan de los hechos ilícitos —o de cualquier
otra fuente extraña a los actos jurídicos— (7). Por lo tanto, corresponde afirmar que la causa
fin no es un elemento esencial de las obligaciones, aunque sí de los actos o negocios jurídicos.
Todo acto o negocio jurídico tiene una causa final, que es su razón de ser (8). El vocablo ha
sido expresamente incluido por Vélez en el actual art. 944 del Cód. Civil "Son actos jurídicos
los actos voluntarios lícitos, que tengan por fin inmediato establecer entre las personas
relaciones jurídicas, crear, modificar, transferir o aniquilar derechos". El nuevo Código Civil
y Comercial lo define en el art. 259 como "el acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato
la adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas".
La causa final del acto jurídico es una noción separada claramente del objeto de la obligación,
al que hemos definido como conducta o prestación destinada a satisfacer un interés lícito.
Atañe a los propósitos perseguidos por cada una de las partes —y las dos en conjunto— al
realizar el acto, extremos bien distintos de la noción de objeto pues no tiene que ver con la
prestación o conducta prometida, sino con las razones que determinaron a las partes a celebrar
el acto.
También debe distinguirse del objeto del contrato, entendido como "la operación jurídico-
económica que las partes pretenden realizar, con el propósito ya sea de crear, modificar,
transmitir o extinguir relaciones jurídicas obligacionales" (9). Desde esta óptica, la causa final
es entendida como "el móvil o propósito práctico por el que contrata cada parte o como la
finalidad contractual común a las partes" (10).
Todos los actos jurídicos tienen causa fin, sea que se dirija a crear obligaciones, modificarlas,
extinguirlas, a constituir o transferir derechos reales, a adoptar disposiciones de última
voluntad, etc. En los actos unilaterales, hay una causa únic a y en los bi o multilaterales, habrá
tantas como voluntades constitutivas; en los actos de fin común —como los negocios
asociativos— hay una finalidad coincidente, pero tantas causas subjetivas como actos de
adhesión al fin común se hayan otorgado (11).
En todos los casos, hay una causa fin primaria, inmediata que es el propósito de que se
concreten los efectos del acto jurídico celebrado, pero además pueden existir razones más o
menos personales, que pueden tener trascendencia sobre el régimen del acto, s iempre y
cuando hayan sido decisivas para uno de los otorgantes y que el interesado las haya enunciado
como integrativas del resultado que se esperaba obtener con la convención, de forma tal que
le permitiera a la otra parte que, al expresar su consentimie nto para el acto, se comprometía a
cooperar con la obtención de dicha finalidad. Todo otro motivo, aún cuando subjetivamente
hubiera estado dentro de los propósitos del agente, no posee relevancia (12).
III. Funciones
Las funciones causa fin son variadas: por un lado, contiene las razones por las cuales el acto
se justifica, de modo tal que la ausencia de ellas conduce a dejarlo sin efecto —o, agregamos,
modificar algunas de sus consecuencias—. Por el otro, contiene los elementos para apreciar si
el acto es lícito, auténtico y responde a los propósitos que tuvieron las partes al celebrarlo.
Su admisión como elemento del acto jurídico permite, por ende, establecer si dichos
propósitos han sido verdaderos o simulados, morales o inmorales, lícitos o ilícitos o si han
servido como contraprestación por una actividad ilícita, etc. y, en los casos en que tales
propósitos —ocultos o reprochables— fueran constatados, permite al juzgador intervenir
activamente en el acto jurídico y dejarlo sin efecto o descubrir el ve lo del acto simulado,
permitiendo la visualización del verdadero. Asimismo, la falta de causa final provoca la
nulidad del acto jurídico porque no hubo obrar voluntario y por ende no existió el acto, o
porque la voluntad ha estado viciada y el acto jurídico es inválido (13).
Al mismo tiempo, al admitir su existencia e indagar sobre la intención de las partes al
concurrir al negocio jurídico, podemos investigar acerca de la visión prospectiva que cada una
de ellas tenía al momento de celebrarlo, partiendo del conjunto de acontecimientos del mundo
jurídico, económico y social en el que se desarrolló dicho negocio para proyectarse a lo que
previsiblemente sucedería en el futuro. Tratándose de actos de contenido patrimonial, la
finalidad guarda conexión con el conjunto de razones por las cuales cada uno de los
contratantes consideró que era de su conveniencia el intercambio de valores en que consistía
el acto y, reconstruyendo los hechos, qué esperaban obtener en el futuro.
Busso (14) realiza un examen minucioso de las distintas posturas, estableciendo tres
elementos lógicos que integran la noción de causa:
a) la "razón determinante", esto es, el conjunto de elementos y circunstancias vinculados a la
representación mental del agente, lo que es más amplio que el "fin" o "resultado futuro", pues
las determinaciones voluntarias no sólo se explican por fines futuros, sino también por el
efecto de hechos pasados, por ejemplo, el citado por Vélez en la nota al art. 3832 del Cód.
Civil, pasaje en que opina que habría falta de causa en el otorgamiento de un segundo
testamento, si hubiera sido otorgado bajo a falsa creencia de haber fallecido el beneficiario del
testamento anterior;
b) la indagación sobre la voluntad debe efectuarse en su convergencia hacia la realización de l
acto en su totalidad. En efecto, en la venta no debe decirse que la obtención del precio es
"causa" del acto del vendedor y la obtención de la cosa "causa" del acto del comprador, sino
que el intercambio del precio por la cosa (contenido del acto) fue querido por el vendedor en
razón de las ventajas que entendía obtener y fue asimismo querido por el comprador, en razón
de tales otros beneficios (causa de su voluntad de asumir las obligaciones de cada parte);
c) Debe haber sido incorporada al acto por mención expresa en su título o surgir
inequívocamente de las circunstancias que lo rodearon, por la intención común de ambas
partes, por ejemplo, en la contratación de una orquesta para ejecutar en un festival la
obligación del músico —prestar el servicio artístico comprometido en el acto— se encuentra
calificada en función del fin que la otra parte ha mencionado y se hará imposible la prestación
—amenizar el festival— si éste se cancela.
En otras palabras, gracias a esta noción podemos indagar cómo las partes esperaban que el
negocio jurídico las afectaría y, por ejemplo, si resultaba previsible que impusiera cargas más
o menos parejas o equilibradas para ambas (negocios sinalagmáticos como lo sería la
compraventa de un inmueble), la admisión de la categoría posibilita que el poder estatal
intervenga durante la etapa de ejecución de dicho contrato cuando, por razones externas no
imputables a las partes, dicho equilibrio se viera seriamente perturbado (15). El criterio a
aplicar en el examen de los negocios jurídicos de riesgo —por ejemplo inversiones
financieras especulativas— la posición sería diferente y el juicio sobre la expectativa del
deudor y sus eventuales incumplimientos mucho más riguroso y apegado al texto del acto
celebrado.
Finalmente, la noción se ha utilizado con provecho para considerar extinguidos ciertos
negocios jurídicos cuando se produce la frustración del fin perseguido por las partes al
celebrarlo, por circunstancias anormales, extraordinarias, sobrevinientes a su celebración,
ajenas a la voluntad o la actuación de los contrayentes, no provocadas por éstos y no
derivadas del riesgo propio que cada una de ellas hubieran asumido convencionalmente (16)
debiendo considerarse agregados los casos en que ello inequívocamente surgiera del contexto
en que los negocios fueron celebrados (17), utilizando durante la vigencia del Cód. Civil, las
normas de los arts. 953, 1198 y 1071.
En este sentido, el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación echa luz definitiva sobre el
tema, incorporando al texto de la norma escrita el art. 1090 que bajo el rótulo Frustración de
la finalidad dispone que "La frustración definitiva de la finalidad del contrato autoriza a la
parte perjudicada a declarar su rescisión, si tiene su causa en una alteración de carácter
extraordinario de las circunstancias existentes al tiempo de su celebración, ajena a las partes y
que supera el riesgo asumido por la que es afectada. La rescisión es operativa cuando esta
parte comunica su declaración extintiva a la otra. Si la frustración de la finalidad es
temporaria, hay derecho a rescisión sólo si se impide el cumplimiento oportuno de una
obligación cuyo tiempo de ejecución de esencial".
IV. Fundamentos
En homenaje a la brevedad, omitiremos en estas líneas la referencia a la discusión histórica
entre causalismo clásico y anticausalismo, para centrarnos en las teorías más modernas, más
específicamente a la denominada teoría sincrética o dualista de la causa final, que aglutina los
aspectos objetivos y subjetivos estudiados por la doctrina. En tal sentido, el significado de la
causa final aparece, por un lado, como la armonización de los fines que el ordenamiento
jurídico ha previsto para cada categoría de negocio jurídico y, paralelamente, por los móviles
subjetivos de cada parte, cuando estos últimos están debidamente casualizados, es decir,
salieron de la esfera íntima de la parte y fueron comunicados expresamente a la otra —o
surgen inequívocamente de la situación que las relaciona—, de modo tal que dichos motivos
forman parte de la psique de ambos celebrantes.
En efecto, dicho significado es doble:
a. En el aspecto objetivo, se evidencia como el propósito recíproco y común de ambas partes
de intercambiar mutuamente las atribuciones patrimoniales. La finalidad es objetiva, abstracta
y emerge de cada categoría negocial. Aparece en todos los negocios jurídicos desde su origen
—nacimiento, etapa genética— y se extiende durante toda la vida del mismo —etapa
funcional— hasta su total extinción. Así concebida, cada categoría de negocio jurídico tendrá
sus propios contornos y perfiles económico-sociales. Por ejemplo, la compraventa de bienes
inmuebles —cuyo régimen jurídico se encuentra establecido por el propio contrato y por las
normas imperativas y supletorias que provee el ordenamiento jurídico— presupone para las
partes el intercambio más o menos parejo de una cosa por el precio en dinero que esa cosa
posee en el momento del negocio. La situación es distinta de la compraventa especulativa de
títulos que cotizan en bolsa, en los que el riesgo de perder las inversiones realizadas se
encuentra ínsito en la actividad y tiene una normativa propia. La idea de una correlatividad
entre las obligaciones de las partes que hace al intercambio, tanto en lo genético como en lo
funcional, se materializa en importantes instituciones (18).
b. En el aspecto subjetivo, visualizamos la finalidad concreta, individual, específica de cada
una de las partes. Se trata de los móviles o motivos determinantes de la voluntad jurídica,
siempre que sean debidamente exteriorizados y causalizados, esto quiere decir, que sean
comunes a ambas partes si el negocio es bilateral. Los actos voluntarios son producto de las
razones que los determinan, esto es, el conjunto de elementos y circunstancias vinculados a la
representación mental que el agente tuvo respecto del acto y que sirvieron de soporte a su acto
de volución (19).
Como hemos visto antes, la expresa definición que se incluye en el art. 281 del nuevo Código
Civil y Comercial de la Nación que dispone que la causa es el fin inmed iato autorizado por el
ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad, permite considerar que el
legislador ha reservado este pasaje para la faz o aspecto objetivo que hemos descripto. A ello
cabe agregar que también integran la noción los motivos exteriorizados cuando son lícitos y
fueron incorporados al acto en forma expresa o tácitamente, siempre que sean esenciales para
ambas partes (aspecto o faz subjetiva).
V. Consecuencias de la falta de causa fin
Sin perjuicio de lo ya expuesto sobre lo dispuesto en los arts. 500 a 502, el Cód. Civil no ha
mencionado la falta o falsedad de causa fin como vicio determinante de la nulidad de los actos
(arts. 1040 y ss.), pero esa omisión no puede desvirtuar el carácter esencial del elemento causa
fin en los negocios jurídicos, por lo que el otorgamiento de un acto sin causa- fin real indica, o
bien que faltó voluntad real de otorgar el acto, en cuyo caso éste no ha llegado a existir, o bien
que se incurrió en error al apreciar la causa determinante y ento nces el caso queda
comprendido en el art. 1045, que refiere al vicio de error o, en el caso de falsa causa,
presupone error o simulación, vicios ambos también mencionados en el art. 1045 (20).
Como hemos visto anteriormente, el nuevo Código Civil y Comercial contempla sanciones de
nulidad para los supuestos de falta de causa de un contrato o cuando es contraria a la moral, al
orden público o a las buenas costumbres (art. 1014), estableciendo que en el primer caso
(cuando se determinara la falta de causa durante su formación, celebración o ejecución) ello
puede determinar la nulidad o la adecuación o la extinción del contrato (art. 1013) (21).
VI. Régimen de los actos abstractos
En algunos casos la validez de determinadas relaciones jurídicas es independiente del
cumplimiento o defecto de las finalidades o propósitos tenidos en cuenta por sus otorgantes.
Bajo tales supuestos surge la teoría de los actos abstractos que ha tenido amplio desarrollo en
la doctrina germánica (22) y que aceptada también para casos determinados en las
legislaciones de tipo latino. Debe advertirse que admitir la existencia de un acto abstracto no
tiene un alcance absoluto puesto que ningún acto existe en el que para todos sus efectos deba
ser tratado como abstracto, sino que se admite sólo con carácter provisional a efectos de
defender la seguridad jurídica de terceros de buena fe que se hallan vinculados a una relación
no constituida por ellos.
En efecto, en los actos causados la carencia, ilicitud o falsedad de causa determina su
invalidez; en los abstractos esas circunstancias no juegan inicialmente cuando el acreedor
pretende el cumplimiento —es decir, el deudor no podría invocarlas como defensas frente a la
acción del acreedor— pero una vez que ha pagado lo que se le reclamaba, puede accionar
contra el acreedor para obtener la restitución de lo pagado. Se señala que no se trata de que el
acto abstracto carezca de causa fin —elemento de todo acto jurídico— sino que lo relativo a
ella no obsta al éxito de un reclamo del acreedor fundado en un título suficiente, lo que será
debatido con posterioridad e independientemente de aquel reclamo (23).
Se cita como ejemplo, el caso del firmante de un título circulatorio comercial como un
cheque, pagaré o una acción de sociedad anónima, especialmente cuando son al portador,
cuya negociación se efectúa en instrumentos en los que no consta la causa y su circulación va
a tener eficacia con prescindencia de la causa. También lo son las denominadas garantías a
primer requerimiento o demanda, que el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación
incluye como novedad en la Sección 4ª del Capítulo 5 del Título V, denominado Otras fuentes
de las obligaciones.

(1) (1) Ver al respecto BUERES, Alberto J., MAYO, Jorge A. Su aporte en Código Civil y
normas complementarias. Análisis doctrinal y jurisprudencial. BUERES, Alberto J.
(dirección); HIGHTON, Elena I. (coordinación). Tomo 2 A, artículos 495/723, Parte General.
Obligaciones. Ed. Hammurabi. 3ª reimpresión, Buenos Aires, agosto de 2008, pg. 14.

(2) (2) BUERES, Alberto J. El objeto del negocio jurídico. Editorial Hammurabi. 1986, p. 35.

(3) (3) En los Fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y Comercial, los autores
destacan que la fuente de las normas ahora aprobadas es el art. 953 bis del Proyecto elaborado
en 1993 por la Comisión Federal de la Cámara de Diputados de la Nación y admiten que, si
bien la labor jurisprudencial no ha sido copiosa sobre el tema, "la acepción subjetiva de la
causa ha sido admitida en muchas sentencias, mientras que en otras se alude a la causa como
finalidad abstracta del negocio".

(4) (4) En los citados Fundamentos los autores del Anteproyecto de Código unificado
explican que tal tratamiento implica una reproducción del Proyecto de 1998, que a su vez,
siguió el de 1993 y la posición de la doctrina mayoritaria, debiendo tenerse en cuenta los
textos existentes en los pasajes relativos a los hechos y actos jurídicos y las obligaciones.

(5) (5) Para un desarrollo doctrinario in extenso sobre el texto del Código Civil act ualmente
vigente, puede consultarse a VIDELA ESCALADA, Federico. La causa final en el derecho
civil. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1968; GASTALDI, José María. Causa final (una
aproximación al tema de la causa). Aporte incluido en la obra colectiva titulada Derecho
Privado. Libro homenaje al Dr. ALBERTO J. BUERES, dirigida por el Dr. Oscar J. AMEAL
y coordinada por la Dra. Dora Mariana GESUALDI, Ed. Hammurabi, Buenos Aires,
septiembre de 2001, pg. 533. El análisis del histórico debate doctrinario sobre la cuestión,
puede consultarse en. PIZARRO, Ramón D., VALLESPINOS, Carlos G. Instituciones de
Derecho Privado. Obligaciones, cit., t. 1, p. 181 y ss. BUSSO, EDUARDO B. Código Civil
Argentino. Comentado, anotado y concordado. t. III, p. 115 a 204, Ediar, Buenos Aires. 1958.
También cabe citar a SILVESTRE, Norma O. "La frustración del fin del Contrato" JA, 1991-
III p. 848; de la misma autora, "Una interesante aplicación de la teoría de la frustración del fin
del contrato" LA LEY 1992-E, 119 y "Frustración del fin del contrato" en Derecho Privado,
Libro Homenaje a Alberto J. Bueres. Cit. p. 561, entre muchos otros.

(6) (6) BUSSO, Eduardo B. Código..., cit., t. III, pg. 159, n. 356.

(7) (7) En efecto, quien comete un hecho ilícito, aún con intención de provoca rlo (dolo
delictual), en todo caso dirige sus actos hacia la producción del ilícito, quiere dañar, pero no
debemos incluir en esa intención la de obligarse a reparar el daño.

(8) (8) PIZARRO-VALLESPINOS, Instituciones... cit., t. 1, p. 170 quien formula el distingo


entre las preguntas que uno se hace cuando analiza el objeto de acto jurídico (qué se debe)
afirmando que la causa final indaga por qué se debe. Por nuestra parte, preferimos decir que la
pregunta a formularse sería para qué se ha concurrido a formar el acto jurídico.

(9) (9) STIGLITZ, Rubén S. Un nuevo orden contractual en el Código Civil y Comercial de
la Nación. Diario de la Revista Jurídica La Ley, miércoles 15 de octubre de 2014, pg. 2.

(10) (10) STIGLITZ, Rubén S. Un nuevo orden...cit.

(11) (11) BUSSO, Eduardo B. Código...cit., t. III, p. 160.

(12) (12) BUSSO, Eduardo B. Código,...cit., t. III, p. 160, n. 357 a 360.

(13) (13) PIZARRO-VALLESPINOS, Instituciones, cit. T. 1, p. 188, que remite a los arts.
944 y 1045 del Cód. Civil y establecen que la falta de causa final sólo puede ser aducida por
la parte afectada por la falta de razón determinante del acto jurídico.

(14) (14) BUSSO, Eduardo B. Código..., cit., t. III, p. 133 y 134 n. 144.

(15) (15) Según el art. 1198 segunda parte del Cód. Civil, reproducido en lo esencial por el
art. 1091 del Código Civil y Comercial de la Nación, los acontecimientos extraordinarios e
imprevisibles, que exceden el riesgo propio del contrato, no atribuibles a culpa o mora de
alguna de las partes, que lo tornan excesivamente onerosos para una de las partes, generan la
posibilidad para el perjudicado de solicitar —y accionar judicialmente— la rescisión del
contrato, otorgando a la parte beneficiada la posibilidad de proponer un reajuste equitativo de
las prestaciones. La Teoría de la Imprevisión es, justamente una de las aplicaciones del
concepto de causa final, incluyendo en el análisis del operador jurídico la noción de bases del
negocio, es decir, los presupuestos fácticos y jurídicos tenidos en miras al momento de
celebrar el acto. Ha resultado de aplicación, en nuestro medio, ante los casos de devaluación
abrupta del signo monetario argentino, frente a las obligaciones asumidas en moneda
extranjera, permitiendo a los obligados a plantear la rescisión de los contratos de ejecución
diferida o continuada, cuando por efecto de dicha devaluación, sus prestaciones habían
experimentado un profundo desequilibrio.

(16) (16) PIZARRO-VALLESPINOS, Instituciones,... cit. T. 1, p. 189

(17) (17) La doctrina explica que tal situación impide la finalidad perseguida por las partes y
frustra el interés del acreedor en el cumplimiento de las prestaciones, aunque éstas puedan ser
material y jurídicamente posibles de realización. Suele citarse como ejemplo el denominado
"Casos de la Coronación", resueltos por los tribunales ingleses a comienzos del siglo XX,
cuando con motivo del desfile en celebración de la asunción al trono del Rey Eduardo VII,
fueron celebrados varios contratos de uso de balcones y venta nas que daban a la calle por la
que, según estaba previsto, el Rey iba a desfilar, pero luego la ceremonia fue cancelada por
enfermedad del monarca. Las soluciones tuvieron diversos matices, pero en uno de esos casos
"Krell v Henry" el arrendatario fue liberado de pagar el precio, entendiéndose que el paso del
desfile real fue considerado por ambas partes como fundamento esencial del contrato.
PIZARRO-VALLESPINOS, Instituciones..., cit., t. 1, p. 189.

(18) (18) Como la excepción —defensa— de incumplimiento del art. 1201 Cód. Civil,
contemplada con algunas modificaciones por el art. 1031 —Suspensión del cumplimiento—
del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, el pacto comisorio del art. 1204 Cód. Civil
—retomado con modificaciones por el art. 1088 y cc del nuevo Código— y la teoría de la
imprevisión del art. 1198 segunda parte de Cód. Civil —que será regulado por el nuevo 1091
del Código unificado—. En el sistema actual, ver CNCiv, Sala F, 25/04/1996 Turay S.R.L. c.
Nahuel S.A. LA LEY, 1997-D, 342, con nota de María L. CASAS DE CHAMORRO
VANASCO. En el caso se aplicó doctrina de la frustración del fin del contrato a la demanda
iniciada por incumplimiento del contrato de aparcería celebrado entre las partes, si se
encuentra acreditado que la falta de agua en el campo objeto del contrato impidió su
explotación agropecuaria. Para arribar a tal solución es indiferente que la falta de agua no se
haya prolongado durante toda la vigencia del contrato, pues la explotación ganadera exige
continuidad y regularidad en la provisión de agua para la subsistencia de los animales.

(19) (19) PIZARRO-VALLESPINOS, Instituciones, ...cit., t. 1, p. 179.

(20) (20) BUSSO, Eduardo B. Código, cit. T. III, p. 154, n. 313, afirmando que se trataría de
un acto nulo de nulidad relativa, por lo que sólo podría invocarla la parte cuya prestación no
tenga causa; si ésta quisiera mantener la vigencia del acto, no habría razón alguna para
impedirlo.
(21) (21) En los Fundamentos se advierte el acento puesto en la finalidad, estable ciendo que
la causa debe existir en la formación del contrato y durante su celebración y subsistir durante
su ejecución, así como que la inexistencia de la causa o su insubsistencia, da lugar, según los
casos, a la nulidad, a la adecuación o a la extinción del contrato o a la ineficacia de sus
estipulaciones. Se presume que el contrato tiene causa, aunque no esté expresada y que ella es
lícita. Se prevé que, si el contrato en el cual la causa expresada resulta falsa, vale igualmente
si el interesado prueba que se funda en otra causa verdadera, siempre que ésta sea lícita.

(22) (22) En este sistema, se favorece el tráfico de bienes, otorgando mayor potencia a la
noción de apariencia: la mera existencia de un título lo hace exigible, sin discusiones previas.
En sistemas con estas características, se reconoce con amplitud la acción por enriquecimiento
sin causa, de modo tal que se facilite al deudor que cumple en base a un título abstracto con
defecto de causa- fin, la posibilidad de obtener la restitución de lo pagado, si demuestra que
hubo una traslación de bienes desprovista de razón. Conf. ALTERINI, Atilio Aníbal-
AMEAL, Oscar J.- LÓPEZ CABANA, Roberto M. Derecho de Obligaciones, Abeledo Perrot.
1996, p. 71, con cita del numeral 812 del Código Alemán.

(23) (23) ALTERINI-AMEAL-LÓPEZ CABANA, Derecho..., cit., p. 70.

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