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García Magaña Ellen Sofía

Investigación y contextualización de la arquitectura y el urbanismo desde sus inicios al fin del


medievo
Sesión 9: Arquitectura y urbanismo en la antigüedad: Arquitectura de Bizantina

Contexto histórico
Los inicios del Imperio bizantino se remontan a la decisión del emperador romano
Constantino I de trasladar la capital del Imperio romano de Roma a Bizancio, el 11 de mayo
de 330. El nombre "bizantino" fue acuñado por historiadores del siglo XVI, basados en el
hecho que el primer nombre de la ciudad fue Bizancio, antes de pasar a ser Constantinopla
(actualmente Estambul).
El nombre popular de Constantinopla o 'Ciudad de Constantino' pronto sustituyó a la
elección oficial del propio emperador de 'Nueva Roma'. El Imperio bizantino existió entre 285
y 1453 d. C. y durante la Edad Media, constituyó una barrera contra el avance del Islam
hacia Europa. La historia de Bizancio se interpreta a menudo como el símbolo del creciente
abismo entre las culturas occidentales y orientales en la historia del mundo.
A menudo se le denomina Imperio Romano de Oriente o simplemente Bizancio. La capital
bizantina fue fundada en Constantinopla por Constantino I (quien gobernó del 306 al 337). El
Imperio bizantino tuvo distintos tamaños a lo largo de los siglos, en algún momento poseyó
territorios de Italia, Grecia, los Balcanes, Levante, Asia Menor y el norte de África.
Los emperadores bizantinos o basileus (o basilissa en los casos más raros de emperatrices)
residían en el espléndido Gran Palacio de Constantinopla y gobernaban como monarcas
absolutos sobre un vasto imperio. El basileus necesitaba la asistencia de un gobierno
experto y de una burocracia extensa y eficiente. Un emperador debía gobernar sabia y
justamente y debía tener éxitos militares, porque el ejército seguía siendo en la práctica la
institución más poderosa de Bizancio. Los generales en Constantinopla y las provincias
podían destronar a un emperador que fracasara en la defensa de las fronteras imperiales y
que trajera consigo la catástrofe económica. Sin embargo, en condiciones normales, el
emperador era el jefe supremo del ejército, cabeza de la Iglesia y del gobierno, controlaba
las finanzas públicas y nombraba o destituía nobles según su voluntad; pocos gobernantes
en la historia han tenido nunca tanto poder.
La imagen del emperador aparecía en las monedas bizantinas, que también se utilizaban
para mostrar al sucesor electo, normalmente el hijo primogénito, aunque no siempre, porque
no había reglas sucesorias establecidas. Se consideraba a los emperadores como elegidos
por Dios para gobernar, aunque una magnífica corona y una vestimenta de púrpura de Tiro
ayudaban a reafirmar su derecho a gobernar.
En Constantinopla, a diferencia de Roma, el Senado estaba formado por hombres que
habían ascendido en el rango militar, con lo que no existía una clase senatorial como tal. Sin
elecciones, los senadores, ministros y consejeros locales bizantinos en su mayor parte
conseguían su posición mediante el patrocinio imperial o por su estatus como grandes
terratenientes.
El gobierno bizantino se benefició enormemente de la creación del Código de Justiniano o
Corpus Juris Civilis (Corpus de Derecho Civil) de Justiniano I. Dicho corpus, redactado por
un panel de expertos legales, recogió, editó y revisó el enorme conjunto de leyes romanas
que se habían acumulado a lo largo de los siglos – una cantidad descomunal de edictos
imperiales, jurisprudencia y listas de delitos y castigos. El código, con más de un millón de
palabras, estaría en vigor 900 años, haciendo las leyes más claras para todos, reduciendo el
número de casos llevados a los tribunales de forma innecesaria, acelerando los procesos
judiciales e influyendo posteriormente en la mayoría de sistemas legales de las democracias
occidentales.
La economía bizantina se sustentaba en la producción agrícola, el comercio y la recolección
de impuestos. La mayoría de la población era campesina. Los principales productos
agrícolas en Bizancio fueron el trigo, las legumbres, la miel, el vino y los frutos secos.
Bizancio logró desarrollar el comercio a larga distancia con distintas regiones de Asia y del
norte de África. Constantinopla, la capital del Imperio, se convirtió en el centro de grandes
redes mercantiles. Los principales productos importados eran el trigo (como alimento para la
población de las ciudades) y la seda (como artículo de lujo para las clases altas urbanas).
Además, el Estado bizantino cobraba impuestos a la mayoría de la población. La mayor
parte de la recaudación tributaria se invertía en el ejército.
Los bizantinos daban gran importancia al nombre familiar, a la riqueza heredada y al
nacimiento respetable de un individuo. La riqueza provenía de la propiedad de tierras o de
su administración bajo una jurisdicción de administración individual. Sin embargo, no existía
la aristocracia de sangre como tal en la sociedad bizantina, y tanto el patrocinio como la
educación eran formas de subir en el escalafón social. Además, la dispensación de favores,
tierras y títulos por parte de los emperadores, así como las degradaciones indiscriminadas y
los riesgos de invasiones foráneas y de guerras, hacían que los componentes individuales
de la nobleza no fueran estáticos y que las familias prosperaran y se hundieran a lo largo de
los siglos. El rango era visible para todos los miembros de la sociedad mediante el uso de
títulos, sellos, insignias, vestimentas especiales y joyería personal.
El papel de las mujeres bizantinas, como en el caso de los hombres, dependía de su rango
social. Era de esperar que las mujeres de la aristocracia gestionaran su hogar y cuidaran de
sus hijos. A pesar de que podían tener propiedades, no podían desempeñar empleos
públicos, y dedicaban su tiempo libre a tejer, ir de compras, a la iglesia, o a leer (aunque no
tenían una educación formal). Las viudas eran las tutoras de sus hijos y podían heredar a
partes iguales con sus hermanos. Muchas mujeres trabajaban, igual que los hombres, en la
agricultura y en diversas industrias manufactureras y servicios de alimentación. Podían ser
propietarias de sus tierras o negocios, y algunas mejoraban su posición social por medio del
matrimonio. Las profesiones menos respetadas eran, como en todas partes, prostitutas y
actrices.
El paganismo continuó practicándose durante siglos después de la fundación de Bizancio,
pero fue el cristianismo el que pasó a ser un elemento característico de la cultura bizantina,
afectando profundamente a su política, las relaciones exteriores, el arte y la arquitectura. El
cristianismo se convirtió en un denominador común importante que ayudó a cohesionar
culturas diversas en un único imperio, que incluía griegos, armenios, eslavos, georgianos y
muchas otras minorías cristianas, y a gente de otras creencias como judíos y musulmanes, a
los que se permitía practicar libremente su religión.
Bizancio era un estado cristiano y tenía el griego como lengua oficial. A pesar de los muchos
pueblos que convivían en este territorio, los bizantinos desarrollaron sus propias prácticas
religiosas, artísticas y arquitectónicas, incluso bajo el mosaico cultural de sus habitantes.
Tener la misma lengua y religión oficiales era una forma de intentar unificar la nación,
aunque el imperio estaba "fuertemente influido" por la tradición cultural grecorromana
Arquitectura
Los arquitectos bizantinos siguieron utilizando en sus edificios los órdenes clásicos,
recogiendo ideas del Próximo Oriente, entre otros sitios. Los diseños pasaron a ser más
eclécticos que en la antigüedad, especialmente teniendo en cuenta la costumbre de
reutilizar, para las nuevas estructuras, materiales procedentes de edificios más antiguos.
Había también un claro énfasis en la función, más que en la forma, y una mayor
preocupación por los interiores que por los exteriores de los edificios. Siguiendo con la
construcción de las estructuras romanas por excelencia, tales como acueductos de arcos,
anfiteatros, hipódromos, baños y villas, los bizantinos enriquecerían el repertorio con sus
iglesias con cúpulas, monasterios amurallados y fortificaciones más sofisticadas.
Los materiales de construcción favoritos para el núcleo oculto de las murallas eran los
ladrillos grandes con mortero y hormigón. En los edificios más prestigiosos se utilizaba
sillería de piedra, mientras que el mármol, menos generalizado que en los tiempos romanos
previos, se reservaba normalmente para las columnas, marcos de puertas y ventanas, y
otros elementos decorativos. Los techos eran de madera, mientras que las paredes
interiores estaban normalmente recubiertas de yeso, estuco, placas delgadas de mármol,
pinturas y mosaicos.
Las iglesias cristianas, en general, fueron una de las principales contribuciones bizantinas a
la arquitectura, especialmente por el uso de la cúpula. El plan de base cuadrada fue el más
común, con la cúpula construida sobre cuatro arcos de soporte. La base cuadrada se
ramificaba en alas que, a su vez, podían tener techos con bóvedas o semibóvedas. Otra
característica común era el ábside central, con otros dos laterales, en el extremo sur de la
iglesia. Con el tiempo, la cúpula central se levantó todavía más, sobre un tambor poligonal,
que en algunas iglesias era tan alto que parecía una torre. Muchas iglesias, especialmente
basílicas, tenían un baptisterio anexo (normalmente octogonal) y a veces un mausoleo
destinado al fundador de la iglesia y sus descendientes. Todas esas características de
diseño bizantinas continuarían influyendo en la arquitectura cristiana ortodoxa y así
aparecen hoy en día en iglesias de todo el mundo.
La Iglesia de Santa Sophia (dedicada a la “divina sabiduría”) fue mandada a construir por el
emperador Justiniano I y constituye la obra cumbre del “siglo de oro” de la arquitectura
bizantina. Se caracteriza por su enorme cúpula y por haber sido, por más de mil años, la
catedral más grande del mundo.
La planta de cruz griega fue la más utilizada, y se caracterizó por el cruce de dos naves de
la misma longitud; en el centro, la cubierta se remataba con murales decorativos que
representaran la cosmovisión divina de la época. Esta tipología en planta podía estar o no
inscrita dentro de una construcción cuadrada de menor altura e importancia.
Otra característica imprescindible de la arquitectura bizantina fueron los espacios con techos
abovedados, que permitieron transformar por completo la percepción de los interiores. Ahora
los atrios ya no serían planos horizontales opresivos, al contrario, se abrirían hacia el cielo,
aumentando la luz y la grandeza espacial.
El mosaico de todos los colores fue el protagonista en cada espacio que se hiciera llamar
bizantino. Dorados, rojos, azules y verdes inundaron las cúpulas; grises y azules fríos los
muros. La relevancia del mosaico no se quedó únicamente en un arcoíris visual. Para la
arquitectura bizantina, este pequeño elemento decorativo sustituyó por completo a las
esculturas que predominaron en la arquitectura romana y la arquitectura griega, y es la
prueba de que a pesar de nacer de ellas, encontró su propia imagen e identidad.
Los núcleos urbanos bizantinos se caracterizaban por una fuerte evidencia de urbanismo,
grandes espacios abiertos para el comercio y el uso público, amplias calles regulares (la
mayoría de las cuales estaban pavimentadas y las importantes contaban con pórticos) y el
uso de monumentos públicos como estatuas de personajes importantes y arcos
monumentales y puertas de la ciudad. Los servicios públicos básicos, como el hipódromo, el
anfiteatro y los baños públicos, seguían estando presentes, pero algunos edificios de la
época romana dejaron de utilizarse, especialmente el gimnasio y el estadio de atletismo y,
finalmente, también el teatro, ya que las pantomimas subidas de tono que se representaban
en él fueron desaprobadas por la iglesia. A medida que estos edificios, y sobre todo los
templos paganos, caían en desuso, se reutilizaban sus materiales, lo que daba lugar a
nuevas estructuras con una mezcla ecléctica de columnas y capiteles dentro de la misma
estructura. Finalmente se convirtió en una característica definitoria de los edificios bizantinos
y se abandonó la estricta uniformidad de los edificios clásicos.
Los lugares dedicados específicamente a las comunidades monásticas aparecieron a partir
del siglo IV d. C. Normalmente formaban pequeñas aldeas rodeadas por un alto muro
perimetral que incluían una iglesia independiente, un refectorio para comer en común,
baños, biblioteca, talleres, alojamiento y, a veces, una posada para los peregrinos. También
podían construirse monasterios en las ciudades; Constantinopla contaba con 30 a mediados
del siglo VI d. C. Muchos monasterios bizantinos siguen en uso hoy en día, siendo el Monte
Athos (a partir del siglo IX d. C.) en Grecia un lugar espectacular. Otro excelente ejemplo es
el monasterio de Santa Catalina, de mediados del siglo VI d. C., en el Monte Sinaí (Egipto),
muy bien conservado.
Se conservan muy pocos restos de la arquitectura doméstica bizantina. La mayoría de las
viviendas domésticas estaban hechas de madera y ladrillos de barro, pero la piedra se
utilizaba para los propietarios más ricos. Las villas se mantuvieron en la línea romana hasta
el siglo VI d. C., y a partir de entonces la tendencia fue hacia viviendas más pequeñas,
aunque se siguieron construyendo algunas casas grandes e irregulares, a veces con
balcones en el segundo piso. La mayoría de las viviendas no disponían de agua corriente,
pero las mejores casas de las ciudades solían tener sus propios retretes que desembocaban
en un pozo negro. Era una costumbre Bizantina especial embellecer los edificios más
apagados con finas sedas y tapices. Los cuadros, especialmente los iconos, eran otra fuente
de decoración.
Uno de los logros arquitectónicos bizantinos más impresionantes que aún se pueden ver hoy
en día son las cisternas subterráneas de Estambul, con sus cientos de columnas que
sostienen techos arqueados y abovedados.
Bibliografía
● Cartwright, M., & Team, H. S. R. (2023). Imperio bizantino. Enciclopedia de la Historia
del Mundo. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-953/imperio-bizantino/
● Kiss, T. (2023, 29 junio). Imperio bizantino: historia, territorios y características.
Enciclopedia Humanidades. https://humanidades.com/imperio-bizantino/
● Diaz, G. (2024, 16 enero). Arquitectura bizantina: origen, características y fin.
Architectural Digest.
https://www.admagazine.com/articulos/arquitectura-bizantina-origen-caracteristicas-y-
fin
● Cartwright, M., & Jebulon. (2024). Arquitectura bizantina. Enciclopedia de la Historia
del Mundo. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-16596/arquitectura-bizantina/

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