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Fatima Paulina Martínez Ramírez

Conflicto de Leyes

HJD05

Roberto Velázquez Huber

Trabajo Política Migratoria

Jueves 12 de enero del 2023


INTRODUCCIÓN.

La migración a través de los años ha sido muy cambiante ya que juega un papel
importante en la agenda internacional la preocupación por las condiciones de
extrema vulnerabilidad de cientos de personas cada día desde su origen para
encontrar mejores oportunidades.

Es importante destacar que la situación económica ha agudizado en gran medida


este problema, que es uno de los ejes básicos del análisis, aunque no es el único
indicio que reside para tratar de explicar el fenómeno. En los países de
Latinoamérica, incluido México, tiene su inicio en la instauración del modelo
neoliberal, sobre todo con la creación de zonas de libre comercio que, lejos de
mejorar el ingreso de las personas en estas áreas, han ahondado las condiciones
de crisis e inestabilidad. Asimismo, ese proceso ha ido de la mano con el
endurecimiento de las políticas migratorias, en primera instancia, en Estados
Unidos, que criminalizó a los migrantes y los colocó en el ámbito de la ilegalidad y,
posteriormente, reforzando los esquemas policiacos y militares para el control y
freno de dichos flujos.

Frente a la compleja crisis migratoria que experimenta México actualmente,


adquieren gran relevancia las propuestas de política migratoria que han hecho las
organizaciones migrantes mexicanas en los últimos diez años sin apoyo real del
gobierno. En el discurso del nuevo Gobierno, este plantea que solo el desarrollo
puede reducir las migraciones junto con políticas migratorias con enfoque de
derechos humanos. Esto esboza un triple desafío: que el gobierno construya
realmente políticas de desarrollo económico, migración y derechos humanos; que
los migrantes fortalezcan sus propuestas en la agenda nacional; y que se cuente
con el respaldo legal, técnico y presupuestal para gestionar esas políticas con los
cambios institucionales necesarios.

En México, el flujo de migrantes ha sido una constante en la historia del país,


prácticamente desde la independencia el tránsito de personas hacia Estados
Unidos ha sido casi “natural”. Algunos de los factores que destacan es por la
vecindad geográfica, por la pérdida de algunos territorios mexicanos anexados
posteriormente a ese país, por la guerra se intervenciones militares al territorio
mexicano, por algunos acuerdos en materia laboral que llegaron a suscribir ambos
países y que permitían poder trabajar legalmente en Estados Unidos.

ASPECTOS DEL FENÓMENO MIGRATORIO.

La migración centroamericana hacia México comenzó a hacerse presente con


mayor fuerza en la década de 1980, cuando se dio acogida a personas
desplazadas y solicitantes de protección humanitaria que huían de los conflictos
armados en esa región. Sin embargo, fue a partir de la década de 1990 que
México comenzó a configurarse como un territorio de tránsito regular e irregular
para personas migrantes provenientes, principalmente, de Guatemala, Honduras y
El Salvador que buscaban ingresar a Estados Unidos. Al menos desde 2010, 9 de
cada 10 personas migrantes en tránsito irregular han sido nacionales de alguno de
esos países. En la mayoría de los casos, se trata de población sin documentos
migratorios, lo cual la expone a diversos riesgos, aumenta sus vulnerabilidades y
obstaculiza el ejercicio de sus derechos. Aun en contextos de migración en grupo,
como los que se dan en las caravanas migrantes que ofrecen cierto resguardo,
muchos de los sujetos buscan pasar inadvertidos para evitar algún encuentro con
las autoridades migratorias.

El Estado mexicano, desde sus orígenes, ha puesto énfasis en el respeto a los


derechos humanos. Así lo demuestran las constituciones de 1827, 1861, 1870 y la
actual de 1917, lo que ha coincidido con su vocación republicana y liberal, que ha
pretendido garantizar el respeto a la dignidad humana. Sin embargo, en los
últimos diez años se ha discutido su actuación en términos de la eficacia para
prevenir abusos y sancionar la falta de protección de los migrantes en su territorio.

Lo fundamental, lo que todos los mexicanos en Estados Unidos tienen en común,


es su origen, sus raíces culturales, una buena parte de su identidad cultural. La
raíz cultural es tan fuerte que la mayoría hablan por lo menos algo de español,
aunque sean de sexta o séptima generación. Desde luego, los hay que ya no lo
hablan. Y también existen aquellos que se creen integrados a la sociedad
norteamericana, pero que tarde o temprano toman conciencia de sus raíces y las
buscan. Emerge así un grupo creciente, educado y bien informado que desarrolla
una identidad binacional.

Este fenómeno por supuesto encuentra similitudes con lo que acontece en un


sinnúmero de países en desarrollo que transfieren parte de su fuerza de trabajo
hacia economías avanzadas. Sin embargo, subsisten ciertas características
particulares que le dan al caso mexicano un perfil distinto. No debe perderse de
vista que México es el único país en desarrollo que tiene una frontera común con
la mayor potencia mundial receptora de migrantes, nación que por cierto ha
sustentado precisamente en la migración su crecimiento poblacional.

Un aspecto que destacar es la necesidad de contar con información que permita


identificar a grupos poblacionales que, por sus características, se encuentran
expuestos a situaciones de mayor vulnerabilidad, como las mujeres embarazadas
e indígenas, las personas adultas mayores y con discapacidad, así como el
colectivo lgbti. Con respecto a este último grupo poblacional, es importante
considerar lo complejo que resulta obtener información sobre orientaciones sexua-
les, lo que hace más difícil su identificación. Para esta tarea es indispensable
contar con datos a partir de los cuales se pueda caracterizar a los distintos grupos
poblacionales referidos, tarea que debe estar a cargo del Instituto Nacional de
Migración, como instancia que genera la información y la Unidad de Política
Migratoria, Registro e Identidad de Personas, como institución responsable de
producir la estadística migratoria y la investigación en la materia.

El flujo migratorio se incrementó de manera considerable en la década de los años


ochenta del siglo XX, como consecuencia de la crisis en Centroamérica, causadas
por las actividades revolucionarias en Guatemala, Nicaragua y el Salvador; y, por
otro lado, por el conflicto fronterizo entre Nicaragua y Honduras. Este, ocasionó
una alta vulnerabilidad en la región y un escenario bélico que se enmarcó en el
período de Guerra Fría aunado a la intervención militar de Estados Unidos
mediante la Guerra de Baja Intensidad en aras de frenar toda posibilidad de la
revolución en América Central y en el Continente.
La crisis centroamericana provocó que los municipios fronterizos se convirtieran
en lugares de paso de transmigrantes y las principales localidades urbanas en
centros de embarque de migrantes locales con destino al norte del país y a
Estados Unidos,

Los cambios en la política internacional con el fin de la Guerra Fría, con la


desintegración de la URSS en 1991, el agotamiento del modelo de la Unión
Soviética y a través de la promoción de zonas de libre comercio, desde el
Consenso de Washington, construyeron nuevos paradigmas que provocaron que
los flujos migratorios cobraran mucha mayor fuerza, sobre todo, cuando se
palparon las consecuencias de los modelos neoliberales en los países de América
Latina y el Caribe. En ese contexto, el tema migratorio se incorporó en la agenda
internacional y se comenzó a trabajar en la creación de marcos normativos para
su regulación desde una perspectiva más integral.
A finales de la década de los 1980, el gobierno de México empezó a tener mayor
inclusión con el fenómeno migratorio: a través de una serie de acciones que tenían
como objetivo primordial defender los derechos de los connacionales en el
extranjero, institucionalizar sus lazos con el gobierno y sus familias de origen y,
garantizar el envío de remesas.

Un efecto particularmente nocivo de las remesas es el sentido de asistencialismo


con el que inevitablemente se realizan. Los integrantes de la familia comienzan a
depender de manera estructural de los migrantes, a quienes se les llega incluso a
exigir que asuman responsabilidades crecientes y desproporcionadas. La remesa
obligada y continua desalienta sin duda la iniciativa emprendedora de quienes
permanecen en las comunidades de origen. El envío de remesas promueve la
inacción y la actitud dependiente de los familiares, que tienden a no esforzarse
demasiado en encontrar por ellos mismos solución a sus problemas. Los jóvenes
ya no consideran que el estudio y la especialización profesional puede o debe ser
el camino para lograr la superación personal y la movilización social, por lo general
suponen que la migración al exterior les brinda mejores oportunidades de ingreso
y bienestar. Con frecuencia suspenden sus estudios y se limitan a esperar la edad
conveniente para emigrar.

Ante la presión creciente ejercida en gran medida por los deportados de Estados
Unidos en los primeros años posteriores a la crisis de 2008 y por el incremento de
la transmigración de migrantes centroamericanos por México rumbo a Estados
Unidos, en 2010 se inició un debate nacional sobre una nueva Ley de Migración y
su reglamento, que llevó más de dos años, promovida en gran medida por 83
organizaciones de la sociedad civil. Estas, aprovechando la experiencia de
interlocución e incidencia con el Estado mexicano para ese objetivo, se
constituyeron como Colectivo Plan Nacional de Desarrollo-Migración con el fin de
elaborar la Agenda Estratégica Transnacional de Migración para el Plan Nacional
de Migración y Desarrollo 2013-2018. Los investigadores Marco Castillo y John
Burstein explican los objetivos principales de la Agenda Estratégica Transnacional:

 Articulación de una visión integral y multidimensional de la relación entre


migración, desarrollo y seguridad humana con los mecanismos que integren
la migración de forma transversal en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-
2018.
 Incorporación explícita del fenómeno migratorio, la vinculación de la
migración y desarrollo, y de las funciones y obligaciones de la
administración pública federal para garantizar derechos en un sistema
nacional de rendición de cuentas, con sustento en indicadores de gestión,
acceso amplio y exhaustivo a información en materia migratoria,
mecanismos de control eficaz y sanciones claras.
 Creación de una estructura de coordinación interinstitucional y entre los tres
órdenes de gobierno en materia migratoria, en la que participen la
ciudadanía, organizaciones de la sociedad civil y académicos.
 Creación de una estrategia nacional para la protección, promoción y plena
realización de los derechos de las personas migrantes y sus familias.
 Consideración explícita de la migración en los programas de desarrollo
sustentable con base en la noción de bienestar, que afinca las estrategias
de combate a la pobreza en los principios de inclusión e igualdad, y se
orienta a la plena realización de los derechos económicos, sociales,
culturales y ambientales.
 Aumento en la representación y representatividad de las comunidades de
personas migrantes mediante mecanismos de gestión y coordinación de
política migratoria integral.

De las seis estrategias listadas previamente, el Plan Nacional de Desarrollo (PND


2013-2018) solo incluye una pequeña parte de esas propuestas, evadiendo
reconocer las causas estructurales de la migración internacional y la falta de
desarrollo económico nacional para el combate de las causas que han provocado
los flujos migratorios internacionales del país.

Las ciudades en Estados Unidos, demandantes y receptoras de migrantes


mexicanos, tampoco son las de siempre, ni los estados los mismos. La presencia
de población de origen mexicano se ha extendido, no sólo a los estados
fronterizos, sino incluso a estados muy distantes de la frontera mexicana, como
Nueva York o Chicago. Las cifras que los especialistas asumen sin reservas y que
se consideran oficiales son las del CONAPO. De ellas se desprende que en la
vecina nación del norte se encuentran establecidos casi 23 millones de “paisanos”.

En México hasta hace poco la política migratoria estaba enfocada en la protección


de los connacionales en el extranjero, por lo cual no existía una visión integral de
la situación particular de vulnerabilidad de los migrantes, y tampoco del
establecimiento de medidas para velar por los derechos humanos de este grupo
en el país. Situación que ha cambiado a raíz de que el problema se ha concebido
como parte de la agenda pública, debido a las críticas de organismos nacionales,
como de la sociedad civil tanto mexicana como extranjera. Sin embargo, la crisis
humanitaria que se agudizó en julio de 2014 implicó que el Estado le concediera
mayor atención al problema migratorio y, en particular, a las poblaciones
vulnerables. En ese marco, existen algunos antecedentes de que el gobierno
mexicano ha fortalecido la restricción a la migración centroamericana desde la
frontera sur. Tal situación se puede atribuir a presiones de Estados Unidos, con la
finalidad de que se pueda contener a la migración desde México. Sin embargo, la
migración indocumentada se caracteriza por la participación de menores de edad
que emigran en forma irregular, utilizan vías que aumentan su condición de
vulnerabilidad a ser víctimas de redes de trata de personas y de explotación
sexual, laboral o redes de venta y consumo de estupefacientes.

Ante este panorama, uno de los dilemas más importantes del Estado mexicano en
la coyuntura actual es avanzar hasta ser más eficaz, y con ello promover una
gestión y políticas más efectivas, lo que debería incidir en una protección eficiente
de los derechos de los migrantes. La adopción de un enfoque estratégico como
este implica el compromiso gubernamental de adoptar un comportamiento más
responsable, eficaz y efectivo, orientado a garantizar la debida protección de tales
derechos a una población vulnerable. En este sentido, debería de tener la
capacidad institucional de disminuir los problemas de los migrantes, en especial
de los grupos de mujeres y niños, niñas y adolescentes. Lo que en la práctica no
ha sucedido, debido a las limitaciones institucionales, la insensibilidad
gubernamental, la diversidad de intereses del problema migratorio y la impunidad
policial y de grupos delictivos asociados, directa o indirectamente, con la gestión y
la política migratoria.

En el discurso oficial, la visión estratégica del actual gobierno (2018-2024) en


materia migratoria tiene los siguientes componentes:

1. Responsabilidad compartida. A grandes rasgos contempla abordar el fenómeno


desde diversas facetas, no sólo para atender la movilidad internacional en tránsito
hacia Estados Unidos, sino como una oportunidad para impulsar el desarrollo en la
región

2. Movilidad y migración internacional regular, ordenada y segura. Es ésta una de


las principales tareas del quehacer gubernamental que, por un lado, necesita abrir
vías y, por el otro, fortalecer las existentes para permitir a las personas moverse
hacia y desde México de manera segura, ordenada y regular.
3. Atención a la migración irregular. Consiste en proporcionar a este grupo
medidas de protección a su integridad física y psicológica.

4. Fortalecer las capacidades de las instituciones. Este componente busca que las
instituciones encargadas de la política migratoria analicen y adquieran nuevas
habilidades y competencias.

5. Protección de mexicanas y mexicanos en el exterior. El Gobierno, en el


reconocimiento de las grandes contribuciones que hacen los mexicanos al país en
términos económicos, sociales y culturales, crea un componente específico para
su protección y atención.

6. Integración y reintegración de personas migrantes. Este componente parte de la


lógica de la inclusión, es decir, cuentan con la participación activa de todos los
actores involucrados.

7. Desarrollo sostenible en comunidades migrantes: Este componente busca


satisfacer las necesidades actuales de las personas en comunidades expulsoras y
receptoras de migrantes.

Se establecieron diversos programas como Paisano, los Grupos Beta y el


Programa de Atención a la Comunicad Mexicana en el Exterior (PCME), teniendo
este último como objetivo atender en su conjunto tanto a la política interior como a
la exterior de las comunidades de migrantes mexicanos, lo cual propició la
creación de las primeras Oficinas Estatales de Atención a Migrantes (OFAMS) en
todas las entidades mexicanas que tuvieran una importante intensidad migratoria.

Lo fundamental, señalan los autores, lo que todos los mexicanos en Estados


Unidos tienen en común, es su origen, sus raíces culturales, su identidad que es
tan fuerte, que la mayoría hablan por lo menos algo de español, aunque sean de
sexta o séptima generación. Desde luego, los hay que ya no lo hablan, aunque
son los menos. Existen también aquellos que se creen integrados a la sociedad
norteamericana, pero que tarde o temprano toman conciencia de sus raíces y las
buscan. Emerge así un grupo educado y bien informado que desarrolla
crecientemente una identidad binacional.
CONCLUSIÓN.

No se puede entender el funcionamiento de México en los últimos cincuenta años


con profundas crisis económicas y sociales sin considerar la importancia que ha
tenido la migración internacional a Estados Unidos y la creciente interdependencia
económica, comercial, social y geopolítica entre ambos países. En efecto, el
crecimiento explosivo de la migración mexicana a aquel país, desde fines de la
década de 1970 hasta el estallido de la Gran Recesión en estos periodos, refleja
los impactos profundos de esas crisis en la estructura productiva y la capacidad de
generación de empleos en México con una creciente interdependencia laboral de
Estados Unidos en determinados mercados en la agricultura, servicios de
alimentación, hospedaje, construcción, jardinería, salud y cadenas de cuidado.

Tal proceso migratorio hasta el estallido de la crisis financiera resultó benéfico


para ambos países. Para México reducía las tensiones del raquítico mercado
laboral, generaba montos crecientes de remesas para el país y posibilitó el
surgimiento de cientos de organizaciones comunitarias transnacionales con
importantes impactos en sus comunidades de origen que realizaban inversiones
solidarias migrantes. Por su parte, Estados Unidos se benefició con un enorme
“ejercito migrante de reserva” para sectores laborales caracterizados por los bajos
salarios, la precarización, la ausencia de seguridad social y la vulnerabilidad, pero
necesarios para la economía de ese país.

Los valores en la gestión y en la política migratoria del Estado mexicano son


importantes en el marco de las siguientes limitaciones:

• No ha existido un enfoque eficaz de gobernanza en materia de migración y


seguridad, y orientado hacia una protección efectiva de los derechos humanos de
los migrantes.

• Existe el reto institucional de fortalecer las capacidades institucionales y que


repercutan en un pleno respeto a los derechos humanos, la trasparencia en los
procesos y la rendición de cuentas de la gestión y la política migratoria.
• Existe el reto de promover una agenda estratégica en materia de protección a
migrantes, sin embargo, en la práctica ha predominado un enfoque más orientado
hacia fortalecer las dimensiones de la seguridad fronteriza, nacional y pública.

La revisión histórica de la política migratoria del gobierno de México da cuenta de


la evolución del fenómeno. De tal forma que las autoridades mexicanas en un
primer momento solo se enfocaron en la protección de los connacionales en el
extranjero, tratando de afianzar los esquemas institucionales, así como la
construcción del bagaje conceptual que daría vida a las primeras disposiciones en
dicha materia.

Por otro lado, los Programas Bracero entre México y Estados Unidos dieron otras
posibilidades de flujo de personas, como fue el caso del intercambio de
trabajadores legales. No obstante, en las últimas décadas, con el endurecimiento
de la política migratoria en Estados Unidos, México ha apostado por la promoción
de distintos programas encaminados a dar un mejor tratamiento al migrantes, aún
insuficientes dada la complejidad de aristas.

El incremento reciente en del flujo de migrantes latinoamericanos: africanos,


caribeños y, particularmente haitianos, hacia Estados Unidos. La respuesta ha
sido el cierre de fronteras para estas personas que han quedado a la espera de
una cita con las autoridades migratorias estadounidenses, lo que ha provocado
que entidades federativas como Baja California, tengan que atender a miles de
personas en espera de que cambien las disposiciones de las autoridades
estadounidenses, quienes permanecen en albergues saturados y centros
nacionales de detención de migrantes.

Asimismo, el análisis de los últimos años en materia migratoria deja ver que
existen algunas líneas que han apostado por sensibilizar y flexibilizar la visión de
la migración en el país.

BIBLIOGRAFÍA.
Aguilar, Luis. 2011. Políticas públicas y transversalidad. En La evaluación de
políticas públicas en México, coordinado por José María Ramos, et al., 23-42.
Tijuana: Instituto Nacional de Administración Pública, A.C., COLEF.

Armijo, Natalia. 2011. Frontera sur de México: los retos múltiples de la diversidad.
En Migración y seguridad: nuevo desafío en México, coordinado por Natalia
Armijo, 35-51, México: Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia
(CASEDE).

Castillo, M. y Burstein, J. (2014). El desarrollo integral con migrantes. México,


Oxfam, APOFAM, Voces Mesoamericanas y Apofam.

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