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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

DIVISIÓN DE ESTUDIOS DE POSGRADO


FACULTAD DE ECONOMÍA

CAMPO DE CONOCIMIENTO: ECONOMÍA INTERNACIONAL

PROTOCOLO DE INVESTIGACIÓN DE TESIS DOCTORAL


CONVOCATORIA 2017-II

CONDICIONANTES Y DETERMINANTES ESTRUCTURALES DE LA MIGRACIÓN


LABORAL MÉXICO-ESTADOS UNIDOS (1995-2018): UNA APORTACIÓN AL
DEBATE SOBRE EL NEXO ENTRE MIGRACIÓN Y DESARROLLO

ASPIRANTE:

DIEGO ANTONIO ONOFRE PÉREZ


Correo: donofrep89@hotmail.com
Cel. 55 41 79 50 01

TUTORA:
Dra. ANA ALICIA PEÑA LÓPEZ

Vo. Bo.

MÉXICO, D.F. 3 DE OCTUBRE DE 2016


Justificación de la investigación

Debido a la magnitud y el impacto de la migración México-Estados Unidos en ambos países, se


ha puesto de manifiesto la necesidad de estudiar este fenómeno en profundidad. En este
sentido, la problemática del fenómeno migratorio México-Estados Unidos, ha sido abordada
desde distintas perspectivas para atender distintas preocupaciones. La visión desde el país de
recepción ha centrado la atención principalmente en los siguientes tópicos; 1) diferenciales
salariales; 2) desplazamiento de los trabajadores nativos; 3) seguridad fronteriza; 4) los nuevos
destinos de inmigración mexicana; y 5) las recientes formas de precarización y segmentación
laboral. Sin embargo, dejan de lado las causas profundas que provocan la emigración en los
países de origen, así como la funcionalidad y las contribuciones de los inmigrantes a la economía
receptora. En cambio, en la visión desde México han predominado los enfoques disciplinarios
sobre aspectos demográficos, antropológicos y culturales abordados desde una perspectiva
“micro-social”. Para el caso de los estudios económicos, éstos han tomado una postura
normativa respecto al Estado y las instituciones donde la migración aparece como una
consecuencia catastrófica de las erróneas políticas de desarrollo, que aunque tienen su grado de
responsabilidad y en cierta medida explican los factores de la expulsión, no comprenden cómo
la migración se sostiene en el tiempo y qué papel juega la sociedad de recepción para reproducir
el fenómeno en determinados periodos.

Por otra parte, el estudio del nexo entre migración y desarrollo ha suscitado un especial interés
entre los organismos internacionales. “La Organización de las Naciones Unidas (ONU), el
Banco Mundial (BM), la Banco Interamericanos de Desarrollo (BID), la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización Internacional para las Migraciones
(OIM) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en distintos momentos y con variados
énfasis, han perfilado una agenda de políticas en materia de migración y desarrollo que ponen
en el centro el papel de las remesas en el desarrollo de los países de origen, sin sugerir cambios
en las dinámicas estructurales y en el armazón político e institucional de la globalización
neoliberal.”(Márquez, 2012:143). El planteamiento de estos organismos puede sintetizarse en el
argumento de que los flujos de remesas pueden utilizarse para como instrumentos del desarrollo
local en las comunidades de origen de los migrantes, no obstante, olvidan que las remesas tienen
un carácter esencialmente del subsistencia, y que en realidad se tratan de ingresos familiares
medios y bajos, por lo que su uso productivo es muy limitado.

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De este modo, pese a las distintas preocupaciones y ángulos desde donde se mira el fenómeno
migratorio, podemos destacar que la visión que ha predominado para explicar el nexo entre
migración y desarrollo tiene como núcleo explicativo los supuestos más validados por las teorías
convencionales de la migración; 1) el diferencial salarial entre los dos países; 2) el crecimiento
demográfico de los países expulsores; y 3) la cercanía geográfica y similitudes culturales entre
los países de emigración e inmigración. Enfoque que ignora las contribuciones de los migrantes
al desarrollo de la economía receptora y su función en la reproducción social en los lugares de
origen. Cabe destacar que también existen señalamientos críticos a estos planteamientos, en
especial por el hecho de que delegan toda la responsabilidad de la migración a los sujetos que
participan en ella y dejan de lado el peso de condicionamientos estructurales en la
determinación de estos flujos. En esta tónica Raúl Delgado (2009:48) plantea que “para
desmitificar la visión ideológica prevaleciente sobre la migración y desarrollo es imprescindible
realizar un esfuerzo que contribuya a repensar teórica, conceptual y empíricamente la relación
entre desarrollo desigual y migración forzada.” En este sentido, algunos trabajos que tratan de
explicar la emigración a través del cambio estructural muestran que “en el caso mexicano, el
diferencial salarial ha existido durante dos siglos y sin embargo, solamente a partir de la década
de 1980, en que el deterioro económico de las condiciones materiales de vida en México
comenzó a agudizarse, es que la migración ha crecido de manera exponencial.” (Lomelí y
Vázquez, 2016:12). Tampoco parece ser convincente la explicación por el crecimiento de la
población, ya que en México el llamado “bono demográfico” era anunciado con mucho
optimismo por instituciones como el Consejo Nacional de Población (CONAPO) quienes
expresaron que representa una oportunidad coyuntural para aprovechar el potencial productivo
de la población, situación que difícilmente se volverá a presentar en el futuro. Sin embargo,
México es incapaz de emplearlos productivamente. Es en este contexto que el nexo entre
migración y desarrollo debe ser repensado, y sobre todo abordar de forma conjunta la relación
entre los países atractores y expulsores de migrantes.

Planteamiento del problema

La migración de mexicanos hacia los Estados Unidos no es un fenómeno nuevo, al contrario


este, es un proceso de larga data que podemos ubicar en la segunda mitad del siglo XIX con el
fraccionamiento del territorio mexicano y la redefinición de las fronteras con Estados Unidos.
Desde entonces, por diversas razones; económicas, políticas o sociales, la migración de
mexicanos hacia el vecino del norte ha estado presente a lo largo de la historia de estas dos
naciones.

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Estados Unidos se ha beneficiado desde muy temprano de la fuerza laboral de los mexicanos
-por ejemplo, en su ingreso a la primera guerra mundial, cuando limitó la llegada de nuevos
inmigrantes europeos y demandó de manera decisiva mano de obra barata, joven y trabajadora,
proveniente de México, y más tarde, de 1942 a 1964 cuando instauró el Programa Bracero, el
cual comenzó por la urgencia de Estados Unidos de contar con trabajadores, en un inicio por su
ingreso a la segunda guerra mundial, y posteriormente, debido al auge económico de la
posguerra, (prolongando este programa por dos décadas)-. Pese a estas muestras de necesidad
de incorporar mano de obra mexicana, y que la inmigración ha mostrado una tendencia
creciente desde sus inicios hasta la fecha, Estados Unidos también se ha caracterizado por
mantener una política restrictiva para los mexicanos, así lo demuestran los periodos de
persecución más estrictos; como las deportaciones masivas de 1924-1926, 1929-1932 y 1939; la
operación “espaldas mojadas” en 1954; la militarización de la frontera en 1986; el reforzamiento
fronterizo en 2001; y por último el elevado expediente de deportaciones durante el gobierno de
Obama. Resta señalar que en cada periodo de restricción a la migración, Estados Unidos
atravesaba por ciclos de recesión y contracción económica.

La historia de la migración México-Estados Unidos ha permanecido rodeada por un aro de


conflictos y contradicciones. Pues a pesar de las contribuciones a la producción de los
inmigrantes mexicanos a la economía norteamericana, a éstos se les ha adjudicado desde la
cultura estadounidense –especialmente en los periodos de crisis- diversos efectos sobre la
economía y la sociedad. Muchos de los cuales están permeadas por estereotipos e invenciones
ideológicas donde los migrantes son considerados como criminales, delincuentes, parásitos de
los programas de asistencia, generadores de desempleo y otras calamidades para la economía y
bienestar de los estadounidenses. Este conflicto entre nativos e inmigrantes no es propio del
caso México-Estados Unidos (Piore, 1979; Castles y Kosack, 1984; Peña, 1995, 2012), sin
embargo, cabe mencionar que es más agudo por la existencia de un grado elevado de migración
irregular o indocumentada. Algunas estimaciones calculan que actualmente se encuentran entre
6 y 7 millones de mexicanos residiendo bajo alguna condición de irregularidad en Estados
Unidos (Passel y Cohn, 2009).

En esta rúbrica es necesario considerar que, si bien, la migración es un fenómeno de larga


trayectoria histórica, se tiene que reconocer que su aumento exponencial no comienza sino hasta
la segunda mitad de la década de los ochenta, periodo de reformas profundas en México, y la
aplicación de una importante reforma migratoria en Estados Unidos; la Inmigration Reform and
Control Act (IRCA) que significó la regularización del estatuto migratorio de cerca de 2 millones

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de inmigrantes. Aunque la IRCA contenía diversas disposiciones tanto restrictivas como
reguladoras, el incremento de la inmigración indocumentada fue estrepitoso, y llegó a alcanzar
niveles sin precedentes en la década de los noventa. Según datos del CONAPO, la contribución
de los mexicanos al incremento de los extranjeros en Estados Unidos durante la década de 1990-
2000 fue de 42.7%. En ese mismo periodo los residentes de origen mexicano se incrementaron
de 4.4 millones a 9.3 millones, los flujos anuales de entrada de mexicanos se estimaron en un
rango de 400 a 600 mil personas con una proporción de indocumentados del 85%. En total, los
residentes, inmigrantes y la población de origen mexicano de primera y segunda generación,
actualmente se calculan en más de 35 millones conjuntamente. Con estas cifras México se
conformó como el mayor país de emigración a nivel mundial.

En este contexto, la década de 1990 a 2000 marca un parteaguas para el análisis de la migración
México-Estados Unidos, con anterioridad también se pueden reconocer otros dos momentos
donde el despliegue de la migración se da de manera abrupta, aunque nunca en las dimensiones
que alcanzaron en el periodo señalado. La primera gran ola comienza con la puesta en marcha
del Programa Bracero (1942-1964), y el segundo corresponde a la reforma de amnistía IRCA en
1986. El auge migratorio de los noventa se presenta en sincronía con la puesta en marcha del
Tratado de Libre Comercio (TLCAN), el cual significó el afianzamiento de los programas de
ajuste estructural implementados desde la década de los ochenta. De esta manera el TLCAN
implicó profundizar el proceso de reestructuración industrial, la crisis del campo, la atracción de
inversiones extranjeras y la promoción de las exportaciones que significaron la políticas de corte
neoliberal (Ávila, 2006; Guillen, 2007; Tarrío, 2008). En este sentido conviene evaluar el
impacto de las reformas estructurales, en relación a las condiciones de vida de la población y el
incremento de la población propensa a emigrar.

Otro aspecto a considerar en el proceso migratorio es la demanda de fuerza de trabajo en los


Estados Unidos. El análisis de este incremento vertiginoso queda incompleto si no tomamos en
cuenta la necesidad de Estados Unidos de cubrir espacios laborales poco calificados.
Actualmente se observa que los inmigrantes mexicanos se han insertado en todos los sectores
de la economía estadounidense. Tan sólo en la agricultura los mexicanos representan cerca del
80% de la fuerza laboral empleada en ese sector (U.S. Deparment of Labor). Por otra parte,
según datos del Bureau of Economics Analysis, el 30% de los inmigrantes mexicanos se emplean
en el sector industrial, mientras que el 65% de ellos se ocupan en el sector servicios, donde han
mantenido una participación creciente en los últimos años. En contraste al aumento de la
participación laboral de los mexicanos en los diversos sectores económicos de Estados Unidos,

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la población hispana (donde los mexicanos representan el 60% de esa población) ha sido
considerablemente afectada en sus niveles de ingreso. Según la investigación de Elaine Levine
(2001:15 y 16): “El crecimiento de los noventa descansa en la continuación y la profundización
de la reestructuración empresarial, iniciada en los ochenta, y de las políticas económicas
neoliberales que han facilitado y coadyuvado a ésta. La desigualdad en la distribución del
ingreso se ha acentuado, a partir de la creciente diferenciación salarial, con efecto muy negativo
para los trabajadores menos calificados. Estos fenómenos han afectado de manera particular a la
población hispana, que desde 1994 se ha convertido en el grupo que registra el nivel más alto de
pobreza.”

El otro aspecto central a mencionar es la dependencia de las remesas tanto en un sentido macro,
como en un sentido micro. Según datos del Banco de México las remesas mantenían una
tendencia creciente hasta antes de 2007, año en que estalla la crisis inmobiliaria en Estados
Unidos, llagando a un máximo de 25 mil millones de dólares. Es importante señalar que, aunque
las remesas representan menos del 2% del PIB de la economía mexicana, la entrada de divisas
por este concepto contribuye a preservar la estabilidad macroeconómica del país, incluso en
determinados periodos ha rebasado el monto de entrada por concepto de Inversión Extranjera
Directa y representa la segunda fuente de divisas después del petróleo. México figura como uno
de los tres principales receptores de remesas en el mundo, sólo después de India y China, países
que por lo demás son incomparablemente mayores a México en términos de población. No
obstante, la dimensión cuantitativa de las remesas no es más importante que su función
cualitativa, pues este flujo de ingresos respaldan la subsistencia de alrededor de 5 millones de
hogares mexicanos.

De esta manera, el panorama descrito nos permite formular las siguientes preguntas de
investigación:

 ¿Por qué la emigración se incrementó de manera tan significativa durante el periodo de


cambio estructural, particularmente desde la segunda mitad de la década de los noventa
hasta el estallido de la crisis en Estados Unidos en 2007?
 ¿Cómo se articula la relación entre el cambio estructural en México, el deterioro de las
condiciones de vida de los trabajadores, el incremento de la población propensa a migrar
y la demanda laboral en Estados Unidos?
 ¿Cómo es que se ha logrado sostener un flujo de emigración tan elevado en el tiempo?
¿Qué elementos permiten que se reproduzca?

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 ¿Quién gana y quién pierde en la migración México-Estados Unidos? ¿El país receptor o
el país expulsor?

Objetivos de Investigación

Objetivo general:
Demostrar que para el caso de la migración México-Estados Unidos y específicamente para el
periodo de cambio estructural, las explicaciones clásicas de la migración; 1) el diferencial
salarial entre los dos países; 2) el crecimiento demográfico en México; 3) así como la de
cercanía geográfica y similitudes culturales, son insuficientes para explicar un proceso
migratorio de gran escala como el que se suscitó a partir de la segunda mitad de la década de
los noventa hasta 2007-2008 cuando el flujo migratorio se ve fuertemente disminuido en razón
directa de la crisis en Estados Unidos.

Objetivos particulares:
 Rastrear las causas profundas específicas por la cuales se incrementó la emigración
hacia Estados Unidos así como analizar las modificaciones del perfil socio-económico y
socio-demográfico del patrón migratorio durante el periodo señalado por este estudio.
 Estudiar la relación entre el deterioro de las condiciones materiales de vida de la
población en México, a modo de que ésta se convirtiera en una población susceptible de
migrar, y el papel de la migración como estrategia de reproducción social.
 Hacer un balance en términos de costos y beneficios que representa la migración
México-Estados Unidos, tanto para el país receptor como para el país expulsor.

Hipótesis:
El cambio estructural que se implementó en México a partir de la década de los ochenta -que
consistió en la liberalización de los flujos de mercancías y la desregulación de los mercados
financieros- produjo cambios significativos en la estructura productiva del país orientándola a la
exportación de productos manufacturados con un alto componente de importación y en la cual
existe una alta participación de capital extranjero. Para atender a las nuevas necesidades
productivas, de forma paralela a este proceso debió ocurrir una re-organización y re-
funcionalización de la fuerza de trabajo que modificó sus fuentes de ingreso y patrones de

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consumo, en este contexto la migración dejó de ser una simple opción que ayudaba a aliviar la
precaria condición de millones de mexicanos para convertirse en un pilar estructural de la
reproducción social. Simultáneamente, este incremento masivo de la migración, contribuyó a
satisfacer la demanda laboral de baja calificación en Estados Unidos.

Metodología:
El método optado para cumplir con nuestros propósitos de investigación corresponde a un
enfoque histórico-estructural, por lo que consideramos a la migración como un fenómeno
estructural condicionado por los procesos productivos, al mismo tiempo que tiene un carácter
histórico moldeado por las circunstancias particulares en las que se produce. En este sentido,
consideramos que no se puede entender la complejidad del fenómeno migratorio en su etapa
actual, sin antes considerar el surgimiento de la actual fase del capitalismo (comúnmente
asociada a los términos de globalización, neoliberalismo y financiarización), la cual está
definida por el surgimiento de nuevas tecnologías, una redefinición de la política del Estado y
una reestructuración de los procesos de acumulación de capital.

En este sentido, se propone examinar el fenómeno migratorio en el contexto de reestructuración


económica mundial que significo la crisis económica de la década de los setenta, aterrizando sus
particularidades a los casos propios de esta investigación (México y Estados Unidos). En
particular, el estudio del nexo entre migración y desarrollo se debe abordar desde la reflexión
teórica y conceptual hasta la investigación empírica. Por tal motivo es necesario hacer una
revisión crítica de las teorías sobre la migración, principalmente desde su perspectiva
económica, con el fin de evaluar sus aportaciones y limitaciones. También se requiere de una
contextualización detallada, por lo que una de las propuestas analíticas es rescatar el concepto
de especificidad histórica, para distinguir entre procesos generales, particulares y singulares en
los que se desarrolla el fenómeno migratorio México-Estados Unidos. Por último, la
investigación debe estar nutrida de un amplio sustento empírico, así que es necesaria una
revisión tanto de las fuentes estadísticas oficiales, como de literatura empírica. No se descarta la
posibilidad de realizar trabajo de campo con el fin de recolectar material empírico valioso que
escape a la información proporcionada por las estadísticas oficiales.

Perspectivas teóricas

Pese al relativamente reciente interés por el tema de las migraciones, observamos que las
preocupaciones por su estudio comienzan desde el siglo XIX, ocupando ya un lugar destacado
en los análisis económicos y sociales. Así lo comprueban las investigaciones clásicas de la

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economía política (Smith, Ricardo, Malthus etc.) donde encontramos una gran preocupación
por el análisis de la población en el marco de las relaciones de producción. De igual manera en
los exponentes de la crítica de la economía política (Marx y Engels) este tópico ocupa un lugar
muy relevante en sus reflexiones.

Herrera (2006:9) señala que: “El intento por dotar al estudio de las migraciones humanas de un
estatuto científico ha sido un objetivo nunca abandonado desde que a fines del siglo XIX, el
demógrafo y geógrafo inglés Ernest George Ravenstain hiciera de conocimiento público sus
“Leyes de la migración”. Según Grossmann (2011:247) en ese periodo del capitalismo se ponía
de relieve una creciente preocupación por el temor a la subpoblación. “Así, por ejemplo, E. G.
Ravenstain (1891), v. Firks (1898), K. Ballod (1912), Losch (1923), Penk (1924) y otros llegaron
al resultado de una cifra máxima de habitantes de la tierra que va desde 6 hasta 8 mil millones.”
De esta manera es como se da la pauta para el estudio teórico de las migraciones, en donde
observamos que se derivan diversos enfoques.

En los años veinte y treinta del siglo XX, sociólogos de la escuela de Chicago como Robert Park
abordaron diversos aspectos de los procesos migratorios como etnicidad, relaciones raciales,
formaciones de barrios y guettos con empleos precarios. Dichos análisis derivan de las
concepciones de Durkheim, Tönnies y Simmel y son el antecedente de la teoría de la
modernización que inicia con el antropólogo Redfield (1944) quien planteará los análisis de la
migración en términos de “modernización”, “urbanización” y “asimilación cultural” (Peña;
2012:20).

Según Lourdes Arizpe, “el antecedente de esta teoría (léase la teoría de la modernización de
Gino Germani) es el esquema del continuo folk-urbano postulado por Robert Redfield en los
años cuarenta, para explicar el cambio social en México. A partir de la existencia de un polo
folk, una sociedad1 atraviesa por procesos se secularización que lleva a convertirse en una
sociedad urbana moderna aunque este movimiento se concibe en una progresión lineal en un
único sentido […] En la interpretación de la teoría de la modernización, la dicotomía folk-
urbana, ha sido sustituida por los vocablos tradicional-moderno” (Arizpe, 1978 citado por
Herrera, 2006:76).

En la teoría de la modernización se parte de la idea de que el hombre rural debe enfrentarse a


un mundo urbano. Por lo cual se sienten atraídos por pertenecer a un contexto social urbano-
moderno. De esta manera los espacios rurales o tradicionales tienden a desaparecer.
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El continuo folk-urbano es la línea que une la movilidad desde las comunidades rurales o pueblos a las
ciudades.

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En la misma representación ontológica de las migraciones como procesos sujetos a decisiones
individuales, libres y voluntarias, encontramos a la perspectiva económica neoclásica. Los
principales exponentes de esta teoría son: Lewis, Ranis, Fei, Harris, Todaro. La economía
neoclásica supone que existe un equilibrio pleno en el sistema económico. En el caso del
mercado de trabajo sostiene que existe una plena información, de tal manera que las personas
que buscan trabajo, refieren a aquellos empleos que les proporciona una mayor utilidad, es
decir, eligen ocupaciones mejor pagadas.

“En este sentido, la economía neoclásica a nivel macro plantea que la migración internacional es
causada por las diferencias salariales que hay entre los países, es decir, los trabajadores de los
países de bajos salarios tienden a migrar hacia los países donde hay salarios relativamente más
elevados. Mientras tanto, a nivel micro esa teoría sostiene que la migración es vista como una
forma de inversión en capital humano pues la gente decide ir a aquellos lugares donde puede
ser más productiva, entonces, cada individuo toma la decisión de emigrar cuando evalúa costo-
beneficio que pueda alcanzar a través de la movilidad espacial” (Serrano; 2006:14).

Cabe señalar que la visión macro guarda una íntima relación con la teoría “pura” del comercio
internacional. Esta recoge de forma parcial algunos planteamientos del economista inglés David
Ricardo, donde se señala que los países se benefician del comercio internacional gracias a la
“dotación de factores” con las que cuentan (clima, fertilidad de la tierra y otros), debido a las
cuales, cada uno de ellos tiene ventajas comparativas para producir determinados bienes, lo
que se hace más evidente en el comercio internacional. Por tal motivo, conviene que los países se
especialicen en determinados productos, y lleven a cabo intercambios entre sí para poder
completar sus necesidades de consumo. En este contexto los países con excedente de capital se
complementarían con los países con excedente de mano de obra mediante el intercambio
comercial, de esta manera, en teoría, todos los países tendrían que beneficiarse en el comercio
internacional.

Actualmente, la máxima expresión de estos planteamientos esta formalizada en el modelo


Heckscher-Olhin-Samuelson, el cual aún sigue siendo hegemónico para explicar los flujos
internacionales del comercio. Sin embargo, en nuestra opinión, este enfoque resulta ser
demasiado optimista ya que deja de lado formas específicas en las que relacionan las economías
centrales con las periféricas. La crítica a la teoría “pura” del comercio internacional es más clara
desde de que el economista Raúl Prebisch (1949), señaló la existencia del deterioro en los
términos de intercambio para los países latinoamericanos, y luego de que Ruy Mauro Marini

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(1972) también señalara la existencia de un intercambio desigual entre los países dependientes
y centrales.

Algunas críticas a la perspectiva neoclásica señalan su carácter ahistórico, y su reduccionismo


individualista y la rigidez del supuesto de la tendencia al equilibrio. En el fondo, el modelo
neoclásico comparte elementos de la teoría de la modernización como la oposición entre un
ámbito tradicional y uno moderno, las ideas de una mejora progresiva y de que el cambio
generado por la migración conduce la armonía personal y colectiva

Como contraparte de estas visiones armonicistas destacamos la teoría de los sistemas


mundiales. “Un nuevo enfoque surgió durante los años cincuenta en respuesta a las teorías
funcionalistas de cambio social y desarrollo que plantean que los países se desarrollan
económicamente por medio del progreso, en un proceso ordenado de estadio de evolución que
culmina en la modernización y la industrialización. En contraposición los teóricos históricos-
estructurales, con fuerte influencia teórica del marxismo, postulan que debido a la desigual
distribución del poder político en las naciones, la expansión del capitalismo global lleva a la
perpetuación de las desigualdades y el reforzamiento de un orden económico estratificado. En
lugar de experimentar un perfeccionamiento inexorable del progreso y la modernización, los
países pobres están atrapados en una situación de desventaja dentro de una estructura
geopolítica desigual que perpetua su pobreza.” (Durand y Massey, 2009:24).

Dentro de los principales exponentes de esta teoría destacan; Wallerstein, Samir Amín, Celso
Furtado, André Gunder Frank, Fernando Cardoso y Enzo Faleto. Estos obtuvieron gran
influencia entre las décadas de 1960 y 1970, y tuvo gran popularidad entre los científicos
sociales latinoamericanos. Además de estos autores, Durand y Massey (2009: 21-22) incluyen a
Chayanov, Manuel Castells, Saskia Sassen y Morawska. Estos últimos autores hacen referencia a
cómo la penetración de las relaciones económicas capitalistas (en la agricultura, la explotación
de materias primas y las relaciones laborales) en las sociedades periféricas no capitalistas crea
una población móvil que es propensa a la migración internacional (Peña, 2012:23).

En la década de los setenta durante la predominancia de los enfoques materialistas surge “el
estudio de las llamadas sociedades de pequeña escala, que analiza problemas como las
estrategias de supervivencia del grupo doméstico y la migración. Con estos temas se abren la
temática de género en los estudios migratorios. Uno de los aportes más importantes que
abordan la comunidad doméstica, el papel de las mujeres y los procesos migratorios modernos,

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es el de Claude Meillassoux dentro de la antropología social francesa. Su libro se publica
originalmente en 1975” (Peña, 2012:22).

Luego tenemos a la nueva economía de la migración. La autoría de este modelo, de acuerdo


con Massey y sus colegas, se debe básicamente a OddedStark y a Edward J. Taylor aunque
Arango destaca también en su artículo la participación de Jacobo Mincer (Herrera; 2006).
“Una clave en el análisis de esta aproximación es que las decisiones migratorias no obedecen
exclusivamente a la voluntad de los actores individuales, sino que se insertan en unidades más
amplias de grupos humanos –familias o grupos familiares, en ocasiones comunidades enteras-,
en las que se actúa colectivamente para maximizar no solo la esperanza de tener nuevos
ingresos, sino también para minimizar los riesgos económicos. Por añadidura se puede
incrementar el estatus social dentro de la jerarquía local, al superar una variedad de posibles
fracasos en el medio local” (Durand y Massey; 2009:15).

También observamos que estos planteamientos se articulan con gran compatibilidad con la
teoría de las redes sociales, la cual retoma de la teoría económica neoclásica los conceptos de
capital social y capital humano. “El economista Glenn Loury (1977) introdujo el concepto de
capital social para denominar un conjunto de recursos intangibles en las familias y en las
comunidades que ayuden a promover el desarrollo social entre los jóvenes” (Durand y Massey,
2009:31). El capital social es la suma de recursos reales o virtuales que corresponden a un
individuo o grupo en virtud de su pertenencia a una red duradera de relaciones más o menos
institucionalizada de conocimiento y reconocimiento mutuo. Una característica del capital social
es su característica de convertibilidad: puede traducirse en otras formas de capital
principalmente financiero.

En este sentido las redes migratorias son conjuntos de lazos interpersonales que conectan a los
migrantes con otros migrantes que los precedieron y con no migrantes en las zonas de origen y
destino mediante nexos de parentesco, amistad y paisanaje.

Aunque estas teorías surgen de manera inicial para superar a los reduccionismos y limitaciones
del individualismo metodológico de la teoría neoclásica, a nuestro parecer no logra deslindarse
completamente de ellos ya que sigue basando su análisis en las “decisiones de migrar”
omitiendo todo tipo de condicionamiento estructural, por lo que no toma en cuenta otros
aspectos económicos y sociales de mayor impacto como si lo sugiere la teoría de los sistemas
mundiales (industrialización y desarrollo económico entre las naciones).

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La teoría de los mercados de trabajo segmentados representa otro aporte teórico importante
para el estudio de las migraciones. En varios trabajos se menciona que fue Michael Piore en
1979 el autor de este modelo donde la migración internacional es concebida como la respuesta a
una creciente demanda de trabajos de baja remuneración y prestigio en las economías
desarrolladas (Durand y Massey, 2009, Herrera, 2006). “Esta demanda de trabajadores
extranjeros se debe a una serie de factores de los cuales el más importante es la denominada
inflación estructural, que consiste en que los salarios no solamente están determinados por la
oferta y la demanda sino por el prestigio que confieren al empleo” (Herrera; 2006:189).

Esta teoría sostiene básicamente, en que un trabajo poco calificado debido a su gran demanda
pueda llevar a un aumento de los salarios de éste. De esta manera, la solución que le han dado
los empresarios a estos problemas es la contratación de mujeres, niños o trabajadores
extranjeros, aunque principalmente este último es el que ha venido dominando. Es así, como
este proceso ha dado lugar a un mercado dual de trabajo por medio del cual se emplean métodos
intensivos de capital para absorber la mano de obra calificada y satisfacer con ello la demanda
básica de productos de la empresa y métodos extensivos o variables de trabajo para el
componente temporal y fluctuante de esta última. Por lo que se componen un mercado laboral
en dos segmentos. Uno primario de trabajo calificado y otro secundario, que ocupa mano de
obra sin esta característica.

En vista de la complejidad y multiplicidad de factores que explican y motivan los movimientos


migratorios se ha llegado a plantear la teoría de causación acumulativa. “De acuerdo con
Arango, este modelo fue propuesto originalmente por Gunnar Myrdal y reforzado y ampliado
por Massey. El enfoque consiste en explicar las migraciones como un fenómeno que se repite y
perpetúa gracias a la concurrencia de múltiples causas que finalmente desarrollan una cultura
de la emigración, que es su concepto cardinal” (Herrera, 2006:191). Según esta teoría la
acumulación causal es provocada por las modificaciones en entorno social en el que se
desarrolla la migración, tales como distribución en el ingreso, factores de la producción, capital
humano etc. En este planteamiento observamos un esfuerzo por integrar a la mayoría de las
aportaciones teóricas propuestas por los enfoques anteriormente reseñados, haciendo una
especie de síntesis explicando que el fenómeno migratorio es multicausal y que a su vez estas
causas plantean la posibilidad para que el fenómeno migratorio pueda repetirse y reproducirse
de manera sucesiva.

Por otra parte, también es importante destacar que la explicación del fenómeno migratorio
también se ha tratado de desarrollar en el marco de la teoría marxista. “Nikolinakos ha

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mencionado las deficiencias de la teoría económica para explicar el fenómeno de la migración,
ya que este siempre ha sido referido por su análisis a la ley de la oferta y la demanda, bajo este
enfoque la variada remuneración a los factores de la producción en diferentes áreas conduce a
su movilidad hacia el equilibrio, lo que da por resultado el ajuste de sus precios y el desarrollo de
las áreas menos favorecidas” (Herrera; 2006:89-90).

Como hemos observado en esta breve reseña, la mayoría de las concepciones sobre los
fenómeno migratorios son concomitantes con las ideas fundamentales de la teoría económica
neoclásica de acuerdo con las cuales, las leyes económicas crean un mundo armonioso en el cual
todo funciona de la mejor manera posible. Sin embargo, también es de conocimiento general
que muchos de los supuestos establecidos por los economistas neoclásicos no guardan
correspondencia con la realidad, lo cual pone de manifiesto cierta debilidad para una
compresión adecuada de los fenómenos sociales que pretende explicar. En este contexto, pese a
la hegemonía que ejerce esta teoría en los medios académicos e incluso políticos, vale la pena
reconsiderar teorías alternativas capaces de ampliar las perspectivas de análisis, una de ellas la
representa el marxismo.

De acuerdo con Nikolinakos, los elementos de una teoría para el estudio de la migración hay
que buscarlos en la estructura misma del capitalismo, sobre todo en su etapa moderna. Esta
última puede retraerse poniendo de ejemplo las dimensiones que tomó la migración desde la
segunda guerra mundial, debida básicamente a dos factores: primero, el desarrollo demográfico
relativo, y segundo, la acumulación del capital con el consecuente incremento en la mano de
obra. La acumulación de capital tuvo como precondición y expansión del mercado interno
acompañado con el incremento en la demanda de obreros calificados. Las necesidades
excedieron la oferta y la brecha resultante fue llenada con la importación de mano de obra de
los países atrasados de la región. De este modo los migrantes tomaron el papel de ejército
industrial de reserva, asegurando el crecimiento y desarrollo de los países centrales. Sin los
migrantes el crecimiento logrado únicamente podría haber sido asegurado por mecanismos de
planificación y esta última no es una característica intrínseca del capitalismo (Herrera; 2006).

Además de Nikolinakos muchos otros autores han abordado el tema de las migraciones
humanas desde esta perspectiva, muchas de las cuales se irán retomando y discutiendo a lo
largo de este trabajo por lo que no es momento aquí de hacer un balance general de ellas. Por
otra parte, debido a que esta investigación se decidió construir sobre el marco teórico marxista,
haciendo consideración de las distintas interpretaciones de este enfoque y dadas las
discrepancias que han existido y existen en el seno del debate marxista, se presenta como un

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requerimiento necesario, en primer lugar, exponer nuestra propia lectura apoyada en la
selección de algunos autores.

Las reflexiones marxistas sobre las migraciones también muestran algunas diferencias entre sí,
sin embargo, todas tienen como eje de análisis la acumulación de capital ya que esta marca las
pautas de desarrollo económico, social y cultural de la época moderna. En ese mismo tenor,
nuestra investigación también tiene como eje rector de explicación la acumulación de capital, en
especial, por la relación directa que guarda con la reproducción de la fuerza de trabajo. En el
siguiente apartado se intenta presentar de manera sistemática los elementos teóricos del
marxismo que pueden ser de utilidad para comprender los movimientos migratorios, haciendo
énfasis en su relación con las fases del ciclo de acumulación.

Es a partir de la década de los setenta cuando observamos una preocupación por el estudio de la
migración, ya sean internas o internacionales, y su relación con el (sub)-desarrollo económico.
En esta tesitura es que se inscriben los trabajos de Lewis.

“La verdadera contribución de los migrantes de los migrantes al desarrollo, entendido como un
proceso de acumulación de capital centralizado, acontece en los países desarrollados
importadores de amplios contingentes de trabajadores baratos, flexibles y desorganizados. En
tanto que el origen, la mayor cuantía de recursos que remiten los migrantes se canaliza
principalmente a la subsistencia de los dependientes económicos.” (Márquez, 2012:7).

“En esa perspectiva, las remesas constituyen el nuevo fetiche del desarrollo. Estos recursos se
presentan como divisa

“De esta manera se viene configurando un conjunto que se niega a la asimilación experimentada
por otros grupos y el cual a su vez le es negada. En contraste con los negros cuyos antepasados
fueron traídos a la fuerza como esclavos la gran mayoría de los hispanos ha venido motu
proprio en busca de empleo; por ende no se reconoce ninguna deuda histórica con ellos.”
(Levine, 2001:8).

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Plan de trabajo y cronograma

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