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Resistencia y movimientos sociales en las fronteras.

Inmigrantes en las fronteras de


México y Estados Unidos

Alfredo Valles
En los últimos diez años la migración internacional se ha vuelto más compleja y diversa, al
grado de que en todos los continentes centenas de miles de inmigrantes se desplazan de un
país a otro, entre uno o varios continentes, en largos trayectos que implican distintos
territorios de África, Asia, Europa y América, en búsqueda de mejores condiciones de vida.
Las respuestas halladas son múltiples, pero todas favorecen a los capitalistas.
México ha sido tradicionalmente un país que, en el mismo desarrollo del
capitalismo de monopolios y de la proletarización acelerada que ello ha implicado en los
últimos 30 años, ha expulsado a millones de trabajadores hacia Estados Unidos y, en menor
medida, Canadá. En EE.UU. los trabajadores migrantes han sido explotados férreamente,
sin reconocerles derechos plenamente; al menos 11 millones de personas de origen
mexicano son mantenidos en la ilegalidad, mientras envían remesas de miles de millones de
dólares a sus familias y de los que las burguesías de ambos países toman su parte
correspondiente de plusvalía.
Hacia México y Estados Unidos también se han desplazado desde hace décadas
enormes contingentes de migrantes, en especial del denominado Triángulo Norte de
Centroamérica —El Salvador, Honduras y Guatemala—; y, sobre todo en la segunda
década del siglo XXI se han agregado grandes grupos de migrantes de otros países, entre
los que se encuentran aquellos originarios de Colombia o Venezuela y sobre todo de Haití.

La opresión y el terror en las fronteras entre México y Estados Unidos


En Estados Unidos durante octubre de 2020 y septiembre de 2021, el recién concluido año
fiscal, se realizaron 1 millón 700 mil arrestos de migrantes en su frontera con México.
Según la prensa estadounidense son números nunca antes registrados. Las detenciones
fueron en contra de migrantes mexicanos (608 mil), hondureños (309 mil) guatemaltecos
(279 mil), salvadoreños (96 mil); además de 367 mil más entre venezolanos, haitianos, etc.
Pese a que se ha anunciado una reforma migratoria “integral” en Estados Unidos al
menos desde hace 10 años, en realidad las gestiones demócratas y republicanas no se han
acercado a ésta en lo más mínimo. En cambio, han producido entre ambas varias medidas
lesivas y punitivas; han instrumentado una cacería de migrantes con fines de deportación en
el transporte, los barrios y las viviendas. Así como han desmantelado el sistema de asilo.
La actual política migratoria del gobierno de Joe Biden (Partido Demócrata), que se
lleva a cabo bajo la más amplia complicidad con las autoridades de México, está parada en
parte sobre las reaccionarias decisiones de la gestión de D. Trump. Incluso, la actual
gestión ha pujado porque el Título 42 —que faculta legalmente a deportaciones masivas por
supuestos motivos de salud pública con trámites de 15 minutos— se conserve y amplíe.
En México, el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) lleva
a cabo una feroz política en contra de migrantes de distintas nacionalidades. Sólo en 2021 y
de manera oficial el Instituto Nacional de Migración (INM) detuvo a cerca de 308 mil
migrantes en tierras mexicanas, un número que supera el máximo histórico de 2005, bajo el
gobierno de V. Fox (PAN); y expulsando del país a 120 mil 488.
Alrededor de 30 mil niños y jóvenes menores de edad, en varios casos no
acompañados, han solicitado asilo y derecho a estancia en México. Pese a ello, los números
oficiales de adolescentes y niños deportados tanto de EE.UU. como de México se
incrementaron en un 92% durante 2021 en comparación con un año antes. Me refiero a 23
mil 742 personas de países como Guatemala, Honduras, El Salvador y Haití sobre todo.
México ha expulsado de manera masiva a migrantes y solicitantes de asilo. Se habla
de expulsiones tanto peligrosas como ilegales. El gobierno de Obrador, que solapa
expulsiones aéreas por parte de EE.UU. hacia Villahermosa, Tabasco, y Tapachula, Chipas,
traslada a los migrantes desde estas ciudades a selvas remotas en Guatemala, como el
Ceibo, sin coordinación con el país chapino ni con consulados centroamericanos. No
obstante la legalidad internacional impone a México que los retornos únicamente pueden
ser a países de origen, en realidad abandona en Guatemala a migrantes de al menos diez
nacionalidades.
Las burguesías gobernantes en México y Estados Unidos, que durante distintos
conflictos y controversias interburguesas apelan al derecho internacional, en el tema
migratorio lo violan con total impunidad. Tal es el caso del Memorándum de entendimiento
entre ambos países, signado en 2004, sobre “repatriación segura, ordenada, digna y
humana” o la Convención del Estatuto de los Refugiados, de 1951. Y la lista de omisiones
es larga.
Las mismas autoridades en México, a partir de 2019, alteraron el tramité relativo al
denominado Oficio de Salida, violando el Reglamento de la Ley de Migración, 2014;
encapsulando a todos los inmigrantes en la frontera sur de México, especialmente en
Tapachula, Chiapas, para con esto favorecer profundamente el propósito de burguesías de
México y Estados Unidos de acelerar las deportaciones y expulsiones ilegales de migrantes.
México, aliado económico y político de Estados Unidos, ha puesto a tono su política
migratoria a los consensos entre ambas burguesías en el marco de una renovada legalidad
burguesa extraterritorial y del T-MEC ratificado en 2021. Así se ha iniciado una violenta
cacería de migrantes en todo el país, para la cual se han destinado cerca de 30 mil
elementos del Ejército, la Guardia Nacional, fuerzas locales y estatales, así como del INM.
Los migrantes son aprisionados en estaciones migratorias, aporreados y sometidos
militarmente; colocados en situaciones en las que se incrementan los abusos a mujeres, las
muertes de niños y adolescentes y las desapariciones forzadas. Dejados en manos de
monopolios que dominan las rutas de trasiego y tránsito a Estados Unidos. Y acosados por
el paramilitarismo, que auxilia al Estado en su misión, sobre todo en la frontera sur del país.
Las escenas de persecución se suceden por todo México las 24 horas del día.
Fuerzas militares asolan caminos, transportes, hoteles, parques, colonias y viviendas
particulares para detener a los migrantes. En el estado de Baja California, en el noroeste del
país, recientemente fue levantado por la fuerza un campamento migrante; igual sucedió en
Coahuila, en el noreste, durante 2021. Al tiempo, las muertes de inmigrantes ocurren
impunemente.

Los motivos de la migración y esclavitud asalariada


La migración es cada vez mayor, y en América involucra a trabajadores y trabajadoras de
todos los continentes. Algunos inmigrantes tienen motivos políticos: por ejemplo, sus
países en África han sido divididos por la guerra y el capricho de grupos o burguesías
nacionales confrontados. Otros, originarios del Caribe, huyen de los estragos de sismos e
inundaciones, cuyas consecuencias son resultado agravado por el actuar negligente de las
clases dominantes y la transferencia social de riqueza en interés de los capitalistas.
Por otro lado, en la migración de origen haitiano que ocurre por oleadas desde 2016
a la fecha, subyacen algunos elementos que permiten apreciar mejor el mismo curso de la
migración en general. En el capitalismo se expresan una serie de constancias que
trascienden las particularidades de los países, una de ellas es el desarrollo desigual de las
distintas naciones, la concentración y la centralización de capital, así como la formación y
dominio de grandes monopolios que se extienden más allá de sus fronteras de origen.
Bajo determinadas condiciones, algunos países empatan periodos de rápido y
constante desarrollo capitalista, cuya fuerza material propicia la migración interna y
externa. Tres ejemplos de lo anterior son Brasil, Chile y México, que en la actualidad son
las tres principales economías de América Latina y el Caribe. Habría que agregar a Estados
Unidos, por su vértigo constante y por el mismo desarrollo desigual que se expresa en sus
regiones.
En tales condiciones y por momentos, los capitalistas pueden parecer benévolos
hacia las poblaciones trabajadores migrantes de carácter externo. Flexibilizan ciertas
prácticas migratorias e instrumentan una precarización laboral que nutre con migrantes la
esclavitud asalariada y los beneficios capitalistas. Ya en tiempos de crisis económica, tanto
los trabajadores nacionales como foráneos resienten los ajustes y la precarización
vigorizada.
El mismo capitalismo de monopolios que reclama fuerza de trabajo migrante, la
vomita cuando en su desarrollo iguala condiciones a la baja para toda la clase obrera e
impone la precarización de manera más rigurosa. La proletarización de amplias capas
populares con el fortalecimiento del capitalismo de monopolios aúna a un enorme ejército
supranacional que, por los azares del mercado capitalista, es atravesado por hechos de
muerte y explotación.
Así sucede no sólo con la tradicional e imponente marcha de trabajadores migrantes
de origen mexicano hacia el norte del país; sino también con los inmigrantes
centroamericanos y, cada vez más, de origen caribeño o sudamericano. Cuyos arroyuelos se
conjuntan en un gran torrente que determinan la predominante ruta Sudamérica-América
Central-Norteamérica. En ese desplazamiento, los capitalistas no solo ganan con la
explotación sino también con el aprovisionamiento. Destacan aquí otros monopolios
capitalistas, asociados comúnmente con formas estereotipadas del crimen organizado.
Fuerza de trabajo migrante e interdependencia capitalista
La producción capitalista es indisoluble de un gigantesco mercado de fuerza de trabajo, que
por las características que distinguen al actual modo de producción no puede ser sino uno
que trascienda los estrechos marcos nacionales. Sea porque la producción capitalista se
disloque en cadenas que abarcan varios países y, por tanto, involucren a proletariado de
esas tantas naciones. Sea porque la producción capitalista es de tal envergadura en
determinados países que concentran en sí mismos a un proletariado multinacional.
Las políticas migratorias no recorren una línea ascensional, de mínimas a mejores
condiciones de arribo, estancia y trabajo, sino un proceso zigzagueante de empeoramiento
progresivo y constante. Esto también confronta aquellas percepciones reformistas que
propagan ideas de un capitalismo “más humano”. Cada vez es más difícil vender la fuerza
de trabajo más allá de las fronteras de nacimiento, y cada vez más imposible mejores
condiciones de vida en los marcos del capitalismo de los monopolios.
La clase que dirige esto es la clase de los capitalistas, que al mismo tiempo es la que
requiere para múltiples fines de un mercado universal de fuerza de trabajo. Una
contradicción más del capitalismo, que el capitalismo gestiona con sus propias fuerzas:
sean privadas y/o estatales. Esta solución es cada vez más a costa de un proletariado
multinacional, alimentado constantemente por una proletarización simultánea y paralela.
Cada vez es más difícil migrar, vender la fuerza de trabajo más allá de las fronteras
de origen y por eso medio aspirar temporalmente a mejores condiciones de vida. Los
bosques son inhóspitos, a la bravía naturaleza del clima y las especies se suman bandas
armadas; los desiertos no solo son atravesados por muros y escollos, sino por la presencia
de los ejércitos y guardias fronterizos; además, el paramilitarismo anida en todas partes.
Estas decisiones, que cercenan los caminos a los pueblos, contribuyen a la
formación, como a la centralización y concentración de capital, de monopolios que
dominan las rutas de trasiego y traslado entre un país y otro. Estos monopolios, que aún se
vinculan en sobremedida con las apariencias del narcotráfico y el crimen organizado, son
los modernos señores que hegemonizan la migración y a los trabajadores migrantes.
Sólo en la ruta que va de Sudamérica a Norteamérica, atravesando América Central,
estos monopolios obtienen beneficios rastreables de al menos 6 mil 600 millones de dólares
al año. La ganancia está implicada en el trasiego especializado e ilegal, pero también en la
explotación sexual, la servidumbre y la esclavitud más descarnada. En México, es probable
que a esto abone la presencia cada vez mayor del Ejército en la administración pública y
sus nuevas responsabilidades en aduanas, puertos y puntos fronterizos.
La interdependencia de las economías capitalistas, que son escenario de flujo de
mercancías y fuerza de trabajo, no pueden suprimir sino nutrir las venas y arterias de los
monopolios de las rutas de transporte y trasiego. El líquido vital para el capitalismo, la
fuerza de trabajo, fluye hacia las economías más fuertes en el continente americano. Y las
modernas rutas del denominado crimen organizado coinciden en México, en lo particular,
con la proximidad a vigorosas economías en Estados Unidos como California, Texas, entre
otras.

Trabajadores migrantes ¿movimiento de resistencia u organización revolucionaria?


Los migrantes actúan en interés propio. Frente al salvajismo de las políticas migratorias
oficiales se reúnen fraternalmente, superando barreras nacionales, y llevan a cabo distintas
acciones. En algunas grandes ciudades del noreste y noroeste de México establecen
campamentos, que permiten enfrentar transitoriamente las consecuencias del desempleo y
la precarización, la situación de calle y realizar acción conjunta por sus reclamos comunes.
Otro botón de muestra son las caravanas. Las prácticas migratorias supraterritoriales
de las burguesías estadounidense y mexicana han golpeado seriamente su utilidad, solo 2 de
las 10 registradas entre 2020 y 2021 han logrado llegar desde la frontera sur a la Ciudad de
México. Sin embargo, estas permiten enfrentar como un ejército plebeyo los atropellos del
Ejército y la Guardia Nacional, recorrer territorio con más seguridad y solidaridad, etc.
No obstante, entre la población migrante que transita de Sudamérica a Norteamérica
se observa el predominio ideológico que la burguesía tiene en sus cálculos y anhelos. Sus
luchas se llevan a cabo bajo motivos propios de uno u otro partido burgués, o bien bajo las
imágenes o las frases de tal o cual personalidad de la política burguesa. Su propia
organización está, en ocasiones, encabezada por los activistas sociales de sus verdugos.
Ahí donde los migrantes realizan campamentos, caravanas o protestas, la
inexistencia de organizaciones propias, sociales y sindicales, así como la desvinculación
entre éstos y la clase obrera de los países como México, los dejan a merced de las llamadas
ONGS u OSC que, financiadas por el Estado o empresas multinacionales, en última
instancia se disciplinan a sus mecenas o patrocinadores y, por tanto, cercenan los alcances
de la lucha migrante.
En la academia se asocia a migrantes y capas populares como sujetos al margen del
proletariado. Los migrantes expresan el tránsito de sectores cada vez mayores a las filas del
proletariado, el fortalecimiento de la clase obrera como tal. No basta con la migración para
mejorar las condiciones de vida, se requiere de la lucha de clases, de organización e
ideología de clase entre los migrantes en pos de sus anhelos y en confrontación con sus
explotadores.

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