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PSICOLOGIA DEL
DESARROLLO
de la NIÑEZ
ISBN 978-987-760-124-4
salvando la teoría propuesta por Darling y Steinberg (1993), diferentes autores como
varias décadas resulta demasiado rígido y simplista y no tiene en cuenta los mecanismos
limitaciones:
— -
cional y directa de la conducta de los padres sobre el desarrollo de los hijos.
—
factores externos a la familia.
— La minusvaloración de la comprensión por parte de los padres de las situacio-
nes educativas y la contribución de los hijos en el proceso.
— El establecimiento de un proceso de socialización lineal, de unas prácticas pa-
rentales concretas a unos resultados de socialización concretos en los hijos.
Por otro lado, estos mismos autores señalan que los modelos establecidos no
tienen en cuenta el momento evolutivo de los niños ni sus características particulares a
la hora de juzgar la adecuación de los estilos parentales o la interpretación que los hijos
hacen de los mismos. Además, se da por hecho que la conducta de los padres tiene una
elevada consistencia a lo largo del tiempo, a la vez que se presupone que toda decisión
que toman los padres es una decisión consciente y razonada. Por ello, en la actualidad
se están haciendo ciertos aportes con el objetivo de llegar a una mejor comprensión
Harlow, etólogo especializado en el estudio de los monos rhésus, demuestra por primea
vez que en el establecimiento de los lazos afectivos entre el pequeño y su madre, la
satisfacción de las necesidades de alimento no tiene un rol primordial. Observa que
desde el nacimiento existe en los pequeños monos una necesidad de contacto. Realiza
experimentos en los que al nacer se separaba a los monitos de su madre biológica
suministrándoles madres sustitutas que consistían en un cilindro hecho de alambre
o de paño suave. La alimentación la recibían de una botella que podía colocarse en
cualquier modelo. Se constató que el contacto con algo suave y agradable constituye
una variable de importancia fundamental en el desarrollo de respuestas afectivas ante
la madre sustituta y que la alimentación desempeñaba un rol relativamente secundario
(Harlow y Zimmermann, 1959). En la esfera humana esto se relaciona con el programa
“Madre Canguro” implementado en prematuros. Entre otros estímulos maternos, el
niño permanece caliente piel a piel, siendo esto de fundamental importancia en una
evolución saludable (Monasterolo, Moraleja Benitez, Raves Olives, Martínez & Gomez
Papi, 1998).
Bowlby toma estos conceptos de la etología para explicar el comportamiento
del niño frente a su madre proponiendo el término “apego” para referirse al vínculo
como modelos operantes internos, que serían las expectativas que posee el niño acerca
de sí mismo y de los demás, y que le hacen posible anticipar, interpretar y responder a
en esquemas cognitivos y emocionales (Garrido-Rojas, 2006).
El apego es adaptativo para el niño, los padres, el sistema familiar y también para
nuestra especie. Desde un punto de vista objetivo, el sentido del mismo es favorecer la
supervivencia, manteniendo una proximidad entre la madre y el niño, y, desde un punto
de vista subjetivo, su función sería proporcionar la seguridad emocional necesaria para
el bienestar.
Para Bowlby el apego se formaría a partir de la necesidad del infante humano
1- Fase de pre apego: (primeros dos meses). Orientación y señales sin
de vida del bebé, que forman parte de su bagaje genético y que se activan frente a la
presencia humana. Se caracteriza por la aparición de un amplio repertorio de señales
medio de la locomoción y de las señales. Cuando el niño logra moverse por si mismo,
agrega este nuevo repertorio conductual a sus recursos para obtener la proximidad
de la madre. Esta situación novedosa introduce el equilibrio entre las conductas del
niño orientadas hacia la exploración y hacia la seguridad. Ambas son imprescindibles
para su desarrollo. En un proceso normal, en función de la sucesión de conductas de
exploración-acercamiento el niño empieza a construir el concepto de “base segura”: la
madre como elemento independiente, permanente en tiempo y espacio, al que puede
recurrir más allá de no estar en contacto presente.
4- Formación de una relación recíproca (tres años en adelante; este tipo de
interacción madre-hijo dura toda la vida en los seres humanos). Ainsworth plantea un
interesante vínculo entre las fases del apego de Bowlby y las etapas cognitivas de Piaget.
Para lograr una relación recíproca el niño debe haber podido superar el egocentrismo
(Piaget, 1964/1991). Debe ser capaz de interpretar los objetivos de la madre para poder
interactuar con sus propios objetivos.
permanecer más allá de la infancia, como los padres. Lo que cambia son las estrategias
que se usan para establecer el apego. Esto es visto como parte del desarrollo saludable
de la persona.
Para que la interacción recíproca se produzca exitosamente deben darse una
serie de respuestas por parte de la madre. Por un lado, es fundamental la sensibilidad de
la misma ante las señales del bebé y la sincronización de sus intervenciones en relación
a éstas. Por otro, el hecho de que las iniciativas de contacto del bebé lleven a respuestas
de la madre previsibles y coherentes con sus necesidades.
Esto permite el desarrollo de los dos aspectos de un vínculo de apego saludable:
1- que los padres le proporcionen al niño una base segura
2- que lo animen a explorar a partir de ellos (Bowlby, 1979).
de apego:
1- Apego Seguro
segura a partir de la cual explorar el ambiente. Cuando se enfrentan a eventos estresantes
(como la separación en un ambiente desconocido), se acercan o realizan algún tipo
una vez que logran este acercamiento retoman la exploración. Muestran conductas
de exploración activa, se disgustan ante la separación del cuidador, pero cuando este
vuelve tienen una respuesta positiva frente a él y suelen consolarse con facilidad. En la
individuos que se han desenvuelto en un grupo familiar estable y contenedor que les ha
brindado seguridad, entorno a partir del cual los niños confían en que sus padres serán
accesibles, sensibles y colaboradores. El apego seguro es promovido por una madre
que se muestra amorosamente sensible cuando su hijo busca protección o consuelo,
capaz de ajustar su conducta a las necesidades cambiantes del niño, implementando
una comunicación directa y abierta, no generando rabia sino movilizando respuestas
rápidas que tienden a ser aliviadoras. Asimismo, en el apego seguro existe un equilibrio
entre las conductas de apego del infante y las conductas de exploración del ambiente,
retorna (no la saludan, ignoran sus intentos de tomar contacto y actúan sin darle mayor
importancia a su presencia). A su vez, los niños que presentan este tipo de apego poseen
conductas de distanciamiento, no lloran al separarse del progenitor, suelen concentrarse
en los juegos y evitan el contacto cercano. Se observa ausencia de angustia y enojo
por parte del niño ante la separación de su madre e indiferencia cuando ésta vuelve,
evidenciándose distancia y evitación en la interacción niño-cuidador. Asimismo, los niños
suelen mostrar una autonomía activa en la exploración del mundo, pero ignoran a su
cuidador cuando se sienten estresados, preocupados o insatisfechos, es decir, poseen
tiende a adoptar este tipo de apego no confía en recibir apoyo y, por tanto, se vuelve
altos montos de rabia, emociones suscitadas a partir del estado afectivo percibido
Barudy y Dantagnan (2005), quienes describen las modalidades de apego en
que se produce cuando las respuestas obtenidas por parte de la madre no solo no
satisfacen las necesidades afectivas del niño, sino también son generadoras de estrés. En
ese caso, la estrategia adoptada por el niño es la inhibición de las conductas de apego y
de su mundo emocional para evitar el dolor del rechazo, tal como sostiene Bowlby. En
este caso la estrategia para obtener la seguridad consiste en incrementar las conductas
realiza la persona de dichas experiencias, sino en términos del análisis narrativo de las
mismas. Esto es, como el individuo organiza su atención y su discurso relativo a las
Posteriormente, los autores agregaron la categoría No resuelto (Unresolved) que
apareció en el discurso de adultos que se referían a experiencias de pérdida y trauma.
Este discurso se caracterizaba por no mostrar una estrategia de abordaje consistente
de estas situaciones, que evidentemente no habían sido elaboradas por la persona. Esta
categoría correspondería al patrón Desorganizado en niños y se le asigna una segunda
despliega cualquier intento de comunicación verbal dirigida al bebé. Nuevamente la
optimalidad de la conducta implica la comunicación mutua. En la función de sostén se
valoran las diferentes maneras de tener en brazos al bebé y como el bebé se acomoda
en brazos de su madre. Esta forma de registro permite valorar el vínculo madre-hijo
desde el inicio de la relación distinguiendo las maneras que se presentará el mismo si
de 7 a 15 meses).
Si se consideran los inicios tempranos de la interacción madre-hijo debemos
remitirnos también a lo que sucede a nivel fetal. Como se mencionara, el recién nacido
cuenta con desarrolladas capacidades de adquisición, procesamiento, discriminación y
retención de información que tienen su origen ya desde la vida fetal. Durante el último
trimestre de gestación el feto cuenta con un sistema nervioso central funcional que le
permite registrar y procesar información auditiva, vibrotáctil, gustativa y olfativa. Junto
con la audición, el sentido del olfato tiene un origen muy primitivo en el ser humano.
Actualmente se conoce que su estructura y funcionamiento estaría estrechamente
vinculada con ciertos aprendizajes y repertorios conductuales afectivos y emocionales,
conocidos como el sistema límbico (Flores Urbina, 1993) y que éste estaría implicado en
las primeras conductas emocionales que sustentan las bases del apego en la cría (Heimer
& Van Hoesen, 2008; Hofer & Sullivan, 2001). Dentro del vientre, los sonidos de la voz
materna y los componentes olfato-gustativos del líquido amniótico serían procesados por
el feto como información de su nicho ecológico con valor adaptativo para su supervivencia.
Al nacer, el reconocimiento de la propia madre estaría facilitado por estas capacidades
tempranas de procesamiento sensorial de las claves que remiten a la misma. Diversos
tal como se escucharía in-útero y la preferencia hacia ciertos pasajes o rimas repetidos
por la madre en el último mes de gestación (De Casper & Spence, 1986). Asímismo,
el feto aspira y traga líquido amniótico generando información de sus componentes
sensoriales lo que colabora con el reconocimiento olfativo temprano hacia la madre
(Schaal et al, 1995). Aparentemente muchos de los componentes sensoriales del líquido
amniótico serían compartidos con aquellos presentes luego en las primeras secreciones
lácteas emanadas por el pecho materno.
ser tan poderoso que se ha demostrado que bebés prematuros disminuyen el impacto
de la separación con su madre al sentir su olor (Schaal, Hummel & Sousignan, 2004).
Más aún, aplicando un procedimiento de estimulación de recién nacidos prematuros en
mejoras en el peso y la conducta de lactancia así como en la calidad del apego a los 6
meses (Faas, 2013, 2014). Cuando el líquido amniótico se contamina, por ejemplo con
alcohol, en casos de madres bebedoras durante el embarazo, los recién nacidos tienden
a preferir este olor y a reaccionar positivamente a él
conductas apetitivas hacia el mismo (Faas, 2000, 2012, 2015). Como puede verse, el
recién nacido siempre se orientará y preferirá lo que remite a su madre, y desde
una perspectiva etológica, esto sin duda tiene un valor adaptativo y de supervivencia.
estos trabajos argumentan en favor de la existencia de bases
psicobiológicas del apego, que implican el aprendizaje y reconocimiento de claves
maternas desde antes del nacimiento (Faas, 2011). Y sería en los primeros momentos
de interacción mamá-bebé donde estas capacidades se ponen en juego para facilitar el
reconocimiento materno promoviendo la activación comportamental del recién nacido
hacia su principal cuidador.
una línea etológica, comenzaron a hablar de la existencia de un período sensible que
ocurre en los primeros contactos interaccionales entre la madre y el niño que favorece
en ambos el reconocimiento y la atracción. En dicho período el recién nacido estaría,
entonces, genéticamente preparado para la interacción y el desarrollo de conductas de
apego con su principal cuidador y la madre, tanto biológica como psicológicamente,
promovería estas conductas. Klaus y Kennell (1978) proponen el término “bonding”
para describir este proceso rápido de interacciones tempranas entre la madre y el
bebé que sucede luego del nacimiento y que sería fundamental para lograr un vínculo
de apego adecuado. Existe actualmente una vasta literatura que obra en favor de este
supuesto y que se apoya en las bases psicobiológicas del apego para explicarlo (Moneta,
2008).
En la medida en que las potencialidades propias del infante se desarrollan en
el transcurso del primer año de vida, se irá haciendo independiente del medio que lo
rodea. Para Spitz el bebé cuando nace es un organismo psicológicamente indiferenciado
y las funciones, estructuras y hasta los impulsos instintivos se irán diferenciando
progresivamente a través de la maduración y el desarrollo, en esto, la relación que se
establece con la madre resulta fundamental.
Spitz, al igual que Freud, sostiene que la libido es el material primitivo, la fuerza
heredada que se necesita y utiliza en el curso de la evolución, adjudicándole un rol
decisivo a los primeros contactos del niño con la madre. Establece que en el desarrollo
psíquico existen organizadores que implican estructuras de funcionamiento psíquico
directrices en la integración incipiente del niño denominados “organizadores de la
psique”. Un organizador implica un estado de coordinación e integración de funciones que
afecto que, entre otras cosas, contribuyen a estructurar la vida social del niño pueden
ser visualizadas como organizadores psicológicos primarios y, con ello, determinantes
fundamentales del desarrollo del yo.
La existencia de un continuado proceso de intercambios afectivos no-verbales a
menudo muy sutiles entre el infante y sus cuidadores y la realidad del impacto de este
proceso en el desarrollo del yo infantil son, en la actualidad, hechos incuestionados
entre los investigadores de infantes.
“carente de objeto”, donde predominan las percepciones internas (por ej. el neonato
exhibe la mueca de sonrisa como resultado de un estado interno de satisfacción,
“sonrisa gástrica) sobre las externas. Spitz sostiene “en la etapa de no diferenciación
no existe una distinción clara entre la psique y el soma, entre lo interno y lo externo, entre
el impulso y el objeto, entre el “Yo” y el “No-Yo” y ni siquiera entre las diferentes regiones del
cuerpo” (p. 39). El mundo exterior no existiría para el infante y sus reacciones estarían
fundamentalmente marcadas por estímulos de orden interoceptivo y propioceptivo.
La constitución de un organizador marca el pasaje de un estadio a otro.
implica una persona en particular y que precisa estar frente a frente y en movimiento
para distinguirse con claridad. Esta sonrisa hacia cualquier rostro adulto se concentra y
dirige a los miembros del entorno familiar cercano (como madre y padre) luego de los
seis meses de edad, orientándose así el niño a sus objetos de amor y diferenciándolos
claramente de los desconocidos. Spitz sostiene que como entre los 2 y 6 meses
psicología de la madre forman una suerte de unidad, la madre y el bebé se autorregulan
psicobiológicamente de forma alternada. Alrededor de los dos meses de edad ocurre
un cambio notable en la conducta del niño, ya que comienza a anticiparse activamente
a los intercambios recíprocos, a buscar activamente la interacción social y a mostrar
una capacidad de autorregulación emergente. Entre el segundo y sexto mes las sonrisas
expresión emocional siendo capaz de expresar posesión, celos, cólera, alegría, afecto y
claramente apego hacia su madre. Para Spitz, el indicador del tercer organizador de la
psique está dado por el gesto semántico del “no”. El gesto asociado al “no” de mover la
cabeza junto a su verbalización pronunciada por la madre, marca al niño lo que le está
prohibido. Es la comprensión progresiva por parte del niño de las prohibiciones y los
frecuentemente el “¡¡no!!” mientras mueve la cabeza y evita algo que el niño desea