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La teoría del apego” desarrollada por el médico y psicoanalista británico

John Bowlby, postula el desarrollo de una relación especial - de base biológica – del
niño con su cuidador primario que tiene por objeto asegurarle protección, seguridad y
confort. En los términos de esta teoría, se designa “cuidador primario” al adulto
responsable de los cuidados del niño, rol habitualmente desempeñado por su madre
(o quien cumpla la función materna) que constituye la primera y más fundamental de
las relaciones, junto con otros vínculos de apego importantes, generalmente con el
padre, los hermanos, los abuelos u otras figuras emocionalmente significativas de su
entorno.
Desde el punto de vista subjetivo, las respuestas emocionalmente sensitivas de los
cuidadores primarios a las señales del niño contribuyen a consolidar en él un estado
emocional positivo y a neutralizar un estado emocional negativo. La contención
parental favorece el control de las emociones displacenteras, como el miedo, la
angustia y la tristeza, permitiendo a los niños tranquilizarse y adquirir un sentimiento
de seguridad interior. La repetición de estas experiencias queda codificada en la
memoria: primero como expectativas en cuanto a la relación con los otros, y luego
organizadas como esquemas o modelos mentales de apego, que contribuyen a que el
niño desarrolle un estado interno que John Bowlby denomina “una base segura” en el
mundo.
La experiencia interna de la activación del sistema de apego frecuentemente se asocia
con la sensación de ansiedad o miedo y puede ser desencadenada por amenazas de
diferente índole, tanto internas o subjetivas como externas u objetivas. Como
consecuencia se pone en funcionamiento una conducta de búsqueda de proximidad
con sus cuidadores denominada “conducta de apego”, comportamiento que pone de
manifiesto aquel vínculo y que le permite estar y sentirse protegido de diferentes
situaciones displacenteras o de riesgo. Por estas razones el sistema de apego es
altamente sensible a los indicadores de peligro. Esta conducta puede por momentos
activarse y resultar evidente mientras que en otros puede inactivarse y no
manifestarse. Los estímulos que la desencadenan suelen ser el dolor, el hambre, el
frío, la fatiga, la percepción de algún peligro o amenaza (personas extrañas por
ejemplo) y, sobre todo en el niño, la falta de accesibilidad a la figura de apego.
La disminución o desaparición de estas conductas dependerán de la intensidad de su
activación. Si la intensidad es baja simplemente con ver u oír a la madre cesa la
conducta. Cuando es mayor, suele requerir el contacto físico (ser tocado, abrazado,
acariciado) para sentirse protegido. Si la figura de apego es accesible y sensible,
proporciona a la persona un importante y profundo sentimiento de seguridad,
situación que alienta a valorar y continuar la relación. Podría decirse que el tipo de
relaciones interpersonales que un individuo establece durante su vida, depende de la
forma en que sus vínculos afectivos de apego se organizan en su personalidad. Para
describir la naturaleza del vínculo de apego establecido, se utilizan los siguientes
términos: apegos “seguros” e “inseguros”, existiendo una variada gama dentro de
estos grupos, como se verá más adelante.
Bowlby considera que la tendencia a establecer lazos emocionales íntimos con
individuos determinados, responde a una de las necesidades fundamentales del ser
humano, la necesidad de sentirse seguro, protegido, acompañado, con una o más
personas sentidas como incondicionales, disponibles y eficaces a la hora de enfrentar
el mundo. Constituye también el modelo que servirá de base para el desarrollo de
otras relaciones interpersonales. Es importante destacar que el apego no suele darse
como un vínculo aislado sino que forma parte de un sistema familiar y social complejo
y que se ve influido por los acontecimientos externos. Si bien se desarrolla
fundamentalmente en la infancia y en la adolescencia, se encuentra presente a lo largo
de la vida y suele incluir posteriormente a la relación de pareja, a sus propios hijos,
amigos íntimos, etc. Aunque la conducta de apego es vista primariamente en niños, los
adultos continúan manifestando apego a lo largo de toda la vida. Especialmente bajo
situaciones de estrés, el adulto recurrirá a sus figuras de apego en busca de confort,
consejo y apoyo.

APORTES DE LA ETOLOGÍA
El pensamiento de Bowlby ha sido enriquecido por diferentes disciplinas como la
Etología, la Biología, la Cibernética y particularmente autores como Tinbergen, Lorenz
y Harlow influyeron fuertemente en el modelo de las investigaciones y observaciones
con infantes. La Etología es la ciencia que se dedica al estudio del comportamiento de
los animales en su medio, interesándose por su evolución tanto ontogénica como
filogénica. Esta ciencia considera que las especies poseen un repertorio de conductas
propio y característico, de origen genético y con la función biológica de contribuir a la
supervivencia de la especie de su hábitat natural.
Para la etología, el miedo y la ansiedad son comportamientos funcionales innatos,
heredados y poco variables, característicos de cada especie y que alertan y previenen
al individuo de diferentes peligros, como por ejemplo un predador natural. Este tipo de
conducta instintiva estaría presente también en el hombre aunque con grandes
variaciones. La tesis de Bowlby utiliza estos principios para explicar la base instintiva de
la conducta de apego en el hombre, cuya función biológica es la de protección y
regulación de la seguridad. El brindar cuidados es una conducta complementaria de la
conducta de apego y cumple también con la función de proteger al individuo apegado.
Las investigaciones realizadas han llevado a pensar que el vínculo que une al niño con
su madre, sería “La versión humana” de una conducta habitualmente puesta de
manifiesto en muchas especies animales.
En síntesis, se puede decir que la conducta de apego cumple una función biológica
esencial para la supervivencia, que es la búsqueda de protección a través de la
proximidad con otro que le brinda los cuidados necesarios para sentirse protegido y
seguro y que es equiparable a otras conductas instintivas como la alimentación y el
sexo, a los que no se encuentra subordinado. Para Bowlby el vínculo de apego es el
resultado de un conjunto de pautas de conducta características – en parte
preprogramadas genéticamente – que se desarrollan en un medio social durante los
primeros meses de vida. Que estos comportamientos estén preprogramados, significa
que están preparados para desarrollarse cuando las condiciones del medio lo hagan
posible.

CÓMO SER UN BUEN CUIDADOR PRIMARIO


Como se ha visto, el recién nacido posee la capacidad para iniciar relaciones
interpersonales desde el mismo momento del nacimiento. Para ello necesita un medio
ambiente social accesible y disponible que pueda decodificar sus mensajes y pueda
responder adecuadamente, es decir, la presencia de un cuidador primario en
condiciones de calidad y cantidad adecuadas para poder establecer un vínculo de
apego adecuado. Esta figura debe ser accesible y sensible a las necesidades del niño
posibilitando el desarrollo de un sentimiento de seguridad y confianza, convirtiéndose
en una “base segura” que le permita explorar el medio ambiente circundante.
Como también se ha dicho, a lo largo de la vida, el niño desarrolla una serie de
vínculos afectivos de diferente calidad e intensidad de acuerdo a su momento
evolutivo. Esta circunstancia le permite ir enriqueciendo su mundo interpersonal,
estableciendo relaciones íntimas, afectuosas y seguras con otras personas significativas
de su entorno.
El cuidador primario debe poseer una serie de características esenciales para
adaptarse a las necesidades del niño y poder convertirse en una buena figura de
apego.
1 – Constancia y disponibilidad por parte del cuidador primario, lo que implica
presencia efectiva y afectiva del mismo.
2 – Respuesta empática y sensitiva a las necesidades del niño.
3 – Capacidad o función reflexiva del Self, es decir, capacidad para tomar conciencia de
los estados mentales y emocionales propios y del niño, que subyacen a las
manifestaciones de las conductas.
4 – Capacidad del adulto de mantener un vínculo y una comunicación íntimos y
profundos, que le permitan al niño compartir y adquirir esta función reflexiva.
5 – Permitir y favorecer la relación del niño con otras personas de su entorno y
promover la actividad exploratoria de su medio.

LA INFLUENCIA DEL APEGO EN LA VIDA ADULTA

La personalidad, el modo de actuar y relacionarse, el modo de gestionar y expresar las


emociones e incluso la futura elección de pareja, están íntimamente relacionados con el
tipo de apego que se ha desarrollado en la infancia entre los padres y el infante.

A continuación, mostraremos qué es el apego, qué tipos hay según la teoría de John


Bowlby, qué implicaciones tienen en la vida posterior de la persona, cuáles son los
comportamientos de cada estilo de apego y cómo influyen en las relaciones íntimas.

¿Qué es el apego?
El apego es un vínculo afectivo que se establece desde los primeros
momentos de vida entre la madre y el hijo o la persona encargada de su
cuidado. Su función es asegurar el cuidado del recién nacido. El apego cumple
un rol clave en el desarrollo psicológico del niño y en la formación de su
personalidad.

El establecimiento del apego desde la infancia más temprana permite que se


den dos fenómenos que harán del niño un ser más o menos dependiente y
temeroso; nos referimos al sistema exploratorio y al sistema afiliativo.

El sistema exploratorio permite al bebé contactar con el ambiente físico a


través de sus sentidos: tocan, miran e intentan introducirse en la boca todo lo
que encuentran. Además no tienen miedo de pasar tiempo con otras personas;
esto es debido al sistema afiliativo.

El apego se compone, según López (2009), de tres componentes: la


construcción mental que permite establecer la relación de pertenencia e
incondicionalidad, la unión afectiva que proporciona sentimientos de alegría y
bienestar, y el sistema de conductas de apego focalizado en mantener un
contacto privilegiado.

Así pues, de acuerdo con Moneta (2014), la definición de apego puede


quedar resumida en los siguientes puntos:

 Es la primera relación del recién nacido con el cuidador principal


(frecuentemente la madre), entendiendo por “principal” a aquel que es
constante y receptivo a las señales del niño.

 No termina después del parto o la lactancia, sino que continúa siendo la base
de las relaciones afectivas a lo largo de la vida.

 Relacionado con lo anterior, el apego hacia las personas que han sido
significativas nos acompaña a lo largo de todo el desarrollo, incluso al llegar a
ser adultos.

¿Cómo se establece el apego?


De este modo, desde el nacimiento, el bebé observa, toca y es reactivo a  todo
le dice la figura principal de apego, que por lo general suele ser la madre.
Sobre los 6 meses de vida, o bien, en el transcurso del primer año, se
establece un vínculo de apego con la persona con quien tiene más contacto y
aparece el miedo ante los desconocidos.

El apego es el encargado de proporcionar seguridad al niño en


situaciones de amenaza. En concreto, un apego satisfactorio permite al
pequeño explorar y conocer el mundo bajo la tranquilidad de saber que la
persona con quien se ha vinculado va a estar allí para protegerlo.  

Cuando esto no ocurre, los miedos e inseguridades influyen en la manera en


que el niño se comporta, lo cual repercutirá en su forma de relacionarse, en las
reacciones que obtenga de los demás y en última instancia en su forma de
interpretar el mundo.

Según los estudios realizados en 1979 por John Bowlby, principal autor
de esta teoría, el apego es una relación afectiva que se establece desde el
nacimiento hasta la muerte, y por lo tanto perdura a lo largo de la vida.

ones tienen en la vida posterior del niño, cuáles son los comportamientos
mayormente asociados a cada estilo de apego y de qué modo influyen en las
relaciones íntimas.
La teoría de John Bowlby
John Bowlby (1907-1990) fue un psiquiatra y psicoanalista infantil de
origen inglés. Dedicó gran parte de su vida a estudiar los efectos de la
relación entre el cuidador principal y el hijo, en la salud mental del hijo (tanto a
corto como a largo plazo). Es decir, propuso que dicha relación tenía efectos
inmediatos así como en la vida del adulto.

Para analizar esto, Bowlby retoma los trabajos realizados anteriormente por la
psicóloga estadounidense Mary Ainsworth, quien observó distintas
interacciones entre madres e hijos bajo un procedimiento estandarizado que se
conoce como la Situación Extraña.  

A partir de estas observaciones surgieron tres primeros tipos de apego: seguro,


inseguro-evitativo y ambivalente. Bowlby había trabajado con Ainsworth y
tiempo después retoma sus teorías para ampliar la clasificación.

Luego de realizar estudios con niños institucionalizados por robo, y también


con niños que habían sido separados de sus madres a edades tempranas, el
psiquiatra concluyó que la capacidad de resiliencia de los menores estaba
influenciada por el vínculo formado en los primeros años de vida.

Dicho vínculo es generalmente hacia la madre, ya que suelen ocuparse del


cuidado, pero puede ser cualquier otra persona. En este sentido, el tipo de
relación que se establece entre el bebé de pocos meses y su cuidador es
determinante en la conducta y desarrollo emocional posterior.

Y, pese a quedar establecido durante la primera infancia, el apego en adultos


continúa, ya sea hacia su madre o trasladado hacia otras personas
significativas. Así mismo, el estilo de apego establecido durante la
infancia puede ser visible en los miedos o inseguridades del adulto, y en la
manera de afrontarlos.

Los 4 tipos de apego (con ejemplos)


En la literatura sobre la crianza de los niños se encuentra gran cantidad de
estudios que analizan el apego y la influencia que tiene en la edad adulta.

Por el impacto que el apego tiene en la formación de los esquemas


emocionales durante todo el desarrollo, suele conocerse como “apego
emocional”. No obstante, abarca muchas otras áreas(aparte de las emociones)
relacionadas con la forma de vincularse y de enfrentar conflictos.

Específicamente los que siguen la teoría de Bowlby sostienen que, según el


tipo de apego, el impacto emocional y en el comportamiento del adulto
será distinto. A continuación veremos en qué consiste cada uno de los tipos
de apego propuestos por Bowlby, así como algunos ejemplos de su
manifestación en niños y adultos.
1. Apego seguro
Este tipo de apego está caracterizado por la incondicionalidad: el niño sabe
que su cuidador no va a fallarle. Se siente querido, aceptado y valorado. El
comportamiento de los niños con apego seguro es activo, e interactúan de
manera confiada con el entorno. Hay buena sintonía emocional entre el niño y
la figura vincular de apego, lo cual se expresa en las etapas de desarrollo
posteriores.

Por ejemplo, las personas que han tenido un apego seguro en la


infancia suelen interactuar con sus iguales de forma saludable en la edad
adulta.

No les supone un esfuerzo unirse íntimamente a las personas y no les provoca


miedo el abandono. La dependencia es recíproca y no les preocupa estar
solos. Es decir, pueden llevar a una vida adulta independiente, sin prescindir de
sus relaciones interpersonales y los vínculos afectivos.

De acuerdo con Bowlby, este tipo de apego depende en gran medida de la


constancia del cuidador.Debe tratarse de una persona atenta y preocupada por
comunicarse con el recién nacido, no sólo interesada en cubrir las necesidades
de limpieza y alimentación del bebé.

Desde luego, el inconveniente es que esto supone una entrega casi total de
parte del cuidador o cuidadora, lo cual puede resultar complicado para algunas
personas.

2. Apego ansioso y ambivalente


En psicología, “ambivalente” significa expresar emociones o sentimientos
contrapuestos, lo cual, frecuentemente genera angustia.  Por eso, en el caso
de un apego ansioso-ambivalente el niño no confía en sus cuidadores y
tiene una sensación constante de inseguridad (a pesar de que se esperaría
lo contrario).

Las emociones que se presentan de manera más frecuente en este caso son el
miedo y la angustia exacerbada ante las separaciones, así como una dificultad
para calmarse cuando el cuidador vuelve. Durante la interacción con éste hay
ambivalencia: enojo y preocupación, aunque la ausencia del cuidador genera
ansiedad.

Es por ello que los pequeños con este estilo de apego necesitan la aprobación
de los cuidadores y vigilan de manera permanente que no les abandonen.
Exploran el ambiente de manera poco relajada y procurando no alejarse
demasiado de la figura de apego.

En los adultos, el apego ansioso-ambivalente provoca, por ejemplo, una


sensación de temor a que su pareja no les ame o no les desee realmente. Les
resulta difícil interaccionar de la manera que les gustaría con las personas, ya
que esperan recibir más intimidad o vinculación de la que proporcionan.
Así pues, podemos decir que un ejemplo de este tipo de apego en los
adultos es la dependencia emocional.

3. Apego evitativo
Los niños con un apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar
con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Se conoce como
“evitativo” porque los bebés presentan distintas conductas de distanciamiento.
Por ejemplo, no lloran cuando se separan de cuidador, se interesan sólo en sus
juguetes y evitan contacto cercano.

Esto ocurre porque el apego con el cuidado no ha generado suficiente


seguridad, con lo cual, el pequeño desarrolla una autosuficiencia compulsiva
con preferencia por la distancia emocional.  

Aunque la despreocupación por la separación pudiera confundirse con


seguridad, en distintos estudios se ha mostrado que en realidad estos niños
presentan signos fisiológicos asociados al estrés, cuya activación perdura por
más tiempo que los niños con un apego seguro.

Estos pequeños aprenden a vivir sintiéndose poco queridos y valorados;


muchas veces no expresan ni entienden las emociones de los demás y por lo
mismo evitan las relaciones de intimidad. Con frecuencia son valorados por los
otros como hostiles.

En el apego evitativo en la edad adulta, tal y como ocurre en la infancia, se


producen sentimientos de rechazo de la intimidad con otros y de
dificultades de relación. Por ejemplo, las parejas de estas personas echan en
falta más intimidad en la interacción.

4. Apego desorganizado
Este tipo es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo en que el niño
presenta comportamientos contradictorios e inadecuados. En ocasiones se
conoce como “apego irresuelto” y hay quienes lo traducen en una carencia total
de apego.

Se trata del extremo contrario al apego seguro. Ocurre, por ejemplo, en casos
de abandono temprano, cuya consecuencia en el niño es la pérdida de
confianza en su cuidador o figura vincular, e incluso puede sentir
constantemente miedo hacia ésta.

En estos casos los niños tienen tendencia a las conductas explosivas. Un


ejemplo es la destrucción de juguetes, las reacciones impulsivas, así como
grandes dificultades para entenderse con sus cuidadores y con otras personas.

Buscan evitar la intimidad pero no han encontrado una forma de gestionar las
emociones que esto les provoca, por lo que se genera un desbordamiento
emocional de carácter negativo que impide la expresión de las emociones
positivas.
Los adultos que han tenido este tipo de apego de pequeños suelen ser
personas con alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas y parece
que rechacen las relaciones, si bien en el fondo son su mayor anhelo. En
otros casos, este tipo de apego en adultos puede encontrarse en el fondo de
las relaciones conflictivas constantes.

¿Se puede cambiar el estilo de apego?


Todo esto es necesario interpretarlo desde un prisma integrador; lo cual implica
que todas las interrelaciones que se producen desde el nacimiento hasta la
edad adulta marcan el comportamiento del momento actual, y que el apego no
es inmutable ni se mantiene en la misma medida en todas las personas a
medida que el desarrollo progresa.

De este modo, haber tenido un apego ansioso no cataloga a esa persona como
insegura de por vida. Las relaciones de amistad, laborales y de
parejatambién influyen en el tipo de apego y el rol que se mantienen con las
nuevas figuras de apego.

Además, el comportamiento de todo individuo en una relación se ve mediado


por la conducta del otro. Así, una persona con un estilo de apego evitativo en la
infancia puede, por así decirlo, “aprender” a querer gracias a las conductas
de apego seguro que le proporcionan su pareja u otras personas
queridas, como puede ser un grupo de amigos íntimos psicológicamente
saludables.

Es importante señalar todo esto porque actualmente existen múltiples factores


psicosociales que tienen consecuencias importantes en la formación de
vínculos primarios. Estos factores muchas veces escapan de las voluntades
individuales de los y las cuidadoras.

Por ejemplo, la falta de conciliación laboral donde las madres trabajadoras se


ven obligadas a dejar a sus pequeños con otras personas (cuestión que a
muchas les puede generar angustia), así como la ausencia de esas otras
personas para ayudar con el cuidado de los hijos o de servicios sociales que
compensen.

Esto deja ver que la tarea de formar estilos de apegos seguros compete a
distintos actores, no sólo a las madres, los padres o las figuras vinculares
cercanas. En todo caso, lo importante es desarrollar las estrategias
convenientes para generar seguridad, con los recursos que tengamos
disponibles.

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