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del
VÍNCULO
CLASE 3
ESPECIALIZACIÓN EN INTERVENCIÓN Y ESTIMULACIÓN TEMPRANA
-MODALIDAD A DISTANCIA-
Docente a cargo:
Lic. Florencia González
Coordinador
Prof. Damián Muñoz
Rectora:
Prof. Ruth Rosental
PSICOLOGÍA DEL VÍNCULO
CLASE 3:
Para ésta clase nos vamos a adentrar en la teoría que desarrolla un psicoanalista inglés llamado
John Bowlby (1907-1990) que se destacó por su interés en el desarrollo infantil teniendo como eje
central “el apego” de los niños por sus figuras centrales. Ustedes tienen como bibliografía de cátedra
un libro del autor llamado “Una base segura”, de allí retomaremos algunas de sus conferencias y su
posición teórica.
Para Bowlby, en algún momento de la vida adulta el ser humano desea tener hijos que crezcan
sanos, felices y seguros de sí mismos; si esto no se logra se generar estados afectivos de ansiedad,
frustración, vergüenza y culpa.
Para lograr lo dicho anteriormente, padre y madre dedicaran tiempo y atención a los niños,
esto significa sacrificar otros intereses y actividades.
El cuidado de un bebé o de un niño pequeño no es tarea para una sola persona. La ayuda a la
madre generalmente proviene del padre o de la abuela.
Bowlby encuentra algo paradójico: las sociedades más ricas son las que pasan por alto estos
hechos básicos, la energía que tanto el hombre como la mujer dedican a la producción de bienes
materiales aparece altamente cuantificada. Así se ha creado un mundo cada vez más trastornado.
Enfoque etológico
En la época donde investiga Bowlby las teorías vigentes acerca de las relaciones madre-infante
eran el psicoanálisis y la teoría del aprendizaje social; no resultándole convincentes. Sus ideas no
fueron bien acogidas, por los psicoanalistas de la época – Melanie Klein y Joan Riviere- (sus
supervisores).
Finalizada la 2da. Guerra Mundial (1945), Bowbly se desempeñó como Jefe del Departamento
de Niños de la Clínica Tavistock, en Londres. Pudo crear su propia unidad de investigación, centrada
en el estudio de las relaciones familiares y las consecuencias de las disrupciones en los vínculos
madre-hijo.
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PSICOLOGÍA DEL VÍNCULO
Se interesó entonces por la etología, por lo tanto va a buscar allí los orígenes de su teoría
investigando cómo se da esta interacción en la vida animal.
Teniendo esto como referencia se pregunta por la naturaleza del vínculo del niño con su
madre, en su aspecto dependiente (haciendo clara alusión a la conducta de apego) y dirá que es el
resultado de un conjunto de pautas conductuales características, en parte preprogramadas, que
se desarrollan en el entorno durante los primeros meses de vida y que tienen como fin mantener
al niño en una proximidad más o menos estrecha con la figura materna.
Luego, hacia el final del primer año, la conducta se organiza cibernéticamente, esto es: se
vuelve activa cada vez que se dan condiciones determinadas y cesa cuando se dan otras
condiciones, también, determinadas.
Un ejemplo de esto es: la conducta de apego del niño es activada especialmente por el dolor, la
fatiga y cualquier cosa atemorizante, también por el hecho de que la madre sea o parezca inaccesible.
Por supuesto que no solo los niños expresan conductas de apego, también los adolescentes y
adultos cuando se sienten ansiosos o en tensión. Un rasgo de la conducta de apego, y que no toma en
cuenta la edad, es la intensidad de la emoción que la acompaña.
El autor supone implícitamente que tanto la conducta de crianza como la conducta de apego
están en cierto grado preprogramadas y por ende preparada para desarrollarse en cierto sentido
cuando las condiciones lo hagan posible. Y luego todos los detalles de estas conductas son
aprendidos.
La conducta de crianza a juicio de Bowlby, tiene poderosas raíces biológicas, que implica las
fuertes emociones asociadas a ella; pero la forma detallada que la conducta adopta en cada uno de
nosotros depende de nuestras experiencias durante la infancia especialmente, de las experiencias de la
adolescencia, de las experiencias antes y durante el matrimonio y de las experiencias de cada niño en
individual.
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Comprender las primeras fases de la interacción madre-niño nos lleva a los estudios de
muchísimos autores que han investigado el tema en profundidad, tal es el caso de los estudios que
realizaron Klaus y Kennell (1967) especialmente sus observaciones sobre cómo las madres se
comportan con los recién nacidos luego del parto.
Los fenómenos de mayor importancia que ha puesto de relieve la investigación son: por un
lado, la capacidad del neonato saludable para entrar en forma elemental en la interacción social y por
el otro, la capacidad de la madre de sensibilidad corriente para participar con buen éxito en ella.
Cuando una madre y su hijo de dos o tres semanas se encuentran frente a frente, tienen lugar
fases de animada interacción social, alternando con fases de desconexión.
Cada fase de la interacción comienza con la iniciación y el saludo mutuo, este intercambio
incluye expresiones faciales y vocalizaciones orientándose el niño hacia su madre con movimientos
excitados de brazos y piernas; luego sus actividades se apaciguan gradualmente y terminan cuando el
bebé descansa, antes de comenzar la siguiente fase de la interacción.
A lo largo de estos ciclos (o fases) puede ocurrir que el bebé sea tan espontáneamente activo
como su madre. Por supuesto, sus roles difieren. Una madre sensible regula su conducta ajustándole a
la de él, o sea, ella también modifica la forma que toma su conducta para adaptarse a él. Así le
permite asumir el control y, mediante un hábil entretejido de sus propias respuestas con las de él, crea
un diálogo.
Puede deducirse que los bebés humanos y los de otras especies, están programados para
desarrollarse de manera socialmente cooperativa; que lo hagan o no depende en gran medida de cómo
son tratados.
J. Bowlby tomará también los estudios realizados por Main y Weston (1981) quienes
descubren, entre otras cosas, que las pautas de apego mostradas por los padres se parecían mucho a
las mostradas por las madres. Otro descubrimiento consistió en examinar las pautas mostradas por
cada niño en particular y no se obtuvo ninguna correlación entre la pauta mostrada por el progenitor y
la demostrada por el otro.
De ello, se dedujo que un niño puede tener una relación segura con la madre pero no con el
padre, un segundo puede tenerla con el padre pero no con la madre, un tercero puede tenerla con
ambos padres y un cuarto con ninguno de los dos.
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En su acercamiento a las personas y las tareas nuevas, los niños representaban una serie
graduada. Los que tenían una relación segura con ambos padres eran más seguros de sí mismos y más
aptos; los que no tenían una relación segura con ninguno de los dos no lo eran en absoluto; y aquéllos
que tenían una relación segura con un progenitor pero no con el otro, se encontraban en un punto
intermedio.
Este estudio, junto con otros, sugiere que al proporcionar una figura de apego para su hijo,
un padre puede estar desempeñando un rol muy parecido al desempeñado por la madre, sin
embargo, en la mayoría de las culturas, los padres cumplen ese rol con mucha menor frecuencia
que las madres, cuando los niños aún son pequeños.
Bowlby entonces terminará ubicando que en la mayoría de las familias con hijos pequeños el
rol del padre es diferente al de la madre. Dice que será más probable que él (el padre) y no la madre,
participe en un juego físicamente activo y, que sobre todo en los varones, se convierta en el
compañero de juegos preferido de su hijo. Ningún padre proporcionará una base segura a su hijo que
crece, a menos que tenga una comprensión intuitiva de su conducta de apego (la del niño) y la
considere.
La conducta de apego es cualquier forma de conducta que tiene como resultado el logro o la
conservación de la proximidad con otro individuo claramente identificado al que se considera mejor
capacitado para enfrentarse al mundo.
Esto resulta obvio cada vez que la persona está asustada, fatigada o enferma y se siente
aliviada con los consuelos y los cuidados. En otros momentos la conducta es menos manifiesta. Sin
embargo, saber que la figura de apego es accesible y sensible le da a la persona un fuerte sentimiento
de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación.
Si bien la conducta de apego es muy obvia en la primera infancia, puede observarse a lo largo
de la vida, especialmente en situaciones de emergencia.
Se la considera parte integral de la conducta humana y como algo compartido (en distinto
grado) con miembros de otras especies. La función biológica que se le atribuye es la de la protección.
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Han pasado muchos años desde que la noción de apego fue presentada por primera vez como
una manera útil de conceptualizar una forma de comportamiento de gran importancia no sólo para los
clínicos y psicólogos experimentales, sino también para los padres.
Decir de un niño (o de una persona mayor) que tiene apego a alguien significa que está
dispuesto a buscar la proximidad y el contacto con ese individuo, y hacerlo sobre todo en
circunstancias específicas. La disposición para tal comportamiento es un atributo persistente de la
persona apegada que cambia lentamente con el correr del tiempo y que no se ve afectado por la
situación del momento.
Casi todos los niños habitualmente prefieren a una persona determinada, por lo general su
figura materna, a la cual acudir cuando están afligidos, pero que en su ausencia se las arreglarán con
cualquiera otra persona, preferentemente alguien que conocen bien, los niños muestran una gran
jerarquía de preferencias de modo tal que en una situación extrema y sin nadie más disponible,
pueden llegar a acercarse a un desconocido que sea amable.
En esta teoría el concepto clave es el sistema conductual, ¿de qué se trata? El sistema
conductual está concebido sobre la analogía de un sistema fisiológico organizado homeostáticamente
que se mantenga dentro de límites adecuados.
El proponer un sistema conductual tiene como objetivo explicar una forma diferente de
homeostasis, en la cual los límites fijados se refieren a la relación del organismo con personas
claramente identificadas del entorno (o con características del mismo) y en el cual los límites se
mantienen por medios conductuales en vez de fisiológicos.
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PSICOLOGÍA DEL VÍNCULO
La ansiedad de separación
Como ya hemos mencionado, J. Bowlby nos introduce en el enfoque etológico y desde allí
piensa que el hombre, al igual que otros animales, responde con temor a determinadas situaciones, no
porque estas conlleven un alto riesgo de dolor y peligro, sino porque indican un aumento del riesgo.
Por lo tanto, cree que la ansiedad de separación es una disposición humana básica y no la
propone como una dificultad. Solo cabe dar un pequeño paso para comprender por qué las amenazas
de abandonar a un niño, que según Bowlby son utilizadas como medio para controlarlo, resultan
aterradoras.
Las amenazas de abandono no sólo crean una ansiedad intensa, sino que también despiertan la
ira, especialmente en niños más grandes y en los adolescentes. Esta ira, cuya función es la de disuadir
a la figura de apego de que lleve a cabo la amenaza puede tornarse disfuncional.
Más allá que los tiempos han cambiado hay que ubicar, y esto también lo hace J. Bowlby, que
dichas amenazas corresponden a lo que él llamo situaciones familiares patógenas.
Otras situaciones familiares patógenas pueden ser comprensibles desde el punto de vista de la
Teoría del apego, el autor nos propone la siguiente situación a modo de ejemplo: un niño que tiene
una relación tan estrecha con la madre que le resulta difícil desarrollar una vida social fuera de la
familia. En la mayoría de los casos de este tipo la causa del problema puede encontrarse en la madre
que, habiendo crecido ansiosamente apegada como resultado de una infancia difícil, convierte a su
propio hijo en su figura de apego. No es sobreprotección, sino que, el niño soporta la responsabilidad
de tener que cuidar a su propia madre (o sea, se invierte la relación).
Duelo
Siguiendo con la línea de Bowlby, en el apartado sobre duelo, el autor ubica que en tanto la
ansiedad de separación es la reacción habitual a una amenaza o a algún otro riesgo de pérdida, el
duelo es la reacción habitual ante la pérdida una vez que esta ha sucedido.
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El estudio realizado enfocó el problema desde una manera prospectiva y esto condujo a
Bowlby a diferentes conclusiones:
El duelo en los adultos mentalmente sanos no sólo dura mucho más que los seis meses sino
que se descubrió que distintos componentes de las reacciones consideradas patológicas eran comunes
en el duelo de personas sanas. Esto incluye la ira dirigida a terceros, a sí mismo y a veces a la persona
perdida. También, el descreimiento de que la perdida ha sucedido (denominado “negación”) y el
intento de buscar a la persona perdida con la esperanza de reunirse con ella.
Cuanto más clara era la descripción de las reacciones de los adultos ante el duelo, más claras
eran sus semejanzas con las reacciones observadas en la infancia.
Obtenida la imagen exacta del duelo en personas sanas, es posible identificar rasgos que
indican realmente una patología, así como distinguir muchas de las circunstancias que promueven un
duelo saludable y aquellas personas que mueven en una dirección patológica.
Es posible considerar la creencia de que los niños son incapaces de hacer un duelo, esto deriva
de ciertos análisis con niños donde el duelo ha seguido un curso atípico. En muchos casos, esto se ha
debido a que el niño nunca había recibido información adecuada sobre lo ocurrido, o que no tenía a
nadie que se solidarizara con él y lo ayudara a adaptarse gradualmente a la perdida, al anhelo de su ser
perdido, a su ira o a su pena.
Mecanismos de defensa
En estas circunstancias, dice, es normal que un niño empiece tratando a su madre casi como a
una desconocida, pero luego de un intervalo (horas o días) se aferrará a ella con intensidad, se tornará
ansioso por temor a volver a perderla, y se enfurecerá con ella si piensa que esto puede ocurrir. De
alguna manera, todo el sentimiento por su madre y toda la conducta hacia ella se desvanece
repentinamente. A esta situación, Bowlby la llama desapego.
Esta conducta de desapego que un niño puede manifestar después de estar fuera durante un
tiempo, con personas desconocidas y en un lugar desconocido, tiene como peculiaridad la ausencia de
una conducta de apego. Incluso si este niño está seriamente dañado no muestra señales de buscar
alivio. Esto sugiere que por algún motivo no logran llegar al sistema conductual responsable de la
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conducta de apego, que se ve bloqueada y que el mismo sistema conductual está por lo tanto
inmovilizado.
Podríamos decir entonces desde Bowlby que un sistema que controla una conducta tan
fundamental, como la conducta de apego, puede, en determinadas circunstancias, quedar
imposibilitado de manera temporal o permanentemente, y con él la amplia gama de sentimientos y
deseos que lo acompañan puede quedar incapacitada para activarse y despertar.
Para complementar los estudios realizados por Bowlby realizaremos un recorrido por el texto
“Los estilos de apego: Teoría y Medición” de las autoras Casullo y Fernández Liporace.
Como hemos ubicado junto a Bowlby en las páginas anteriores de esta clase, el infante
humano no está equipado para sobrevivir por sí mismo sin la ayuda de figuras protectoras que lo
alimenten, le brinden calor al necesitarlo y lo auxilien cuando se enferma o lastima.
La teoría sobre el Apego intenta explicar los efectos de los vínculos tempranos de protección
en el desarrollo psicológico del neonato y del infante, y las consecuencias de no contar con ellos.
De acuerdo con su criterio, las perturbaciones severas en los vínculos madre-bebé son
precursores de la presencia de psicopatologías importantes en los años posteriores del desarrollo.
Señala que los lazos afectivos entre los niños y quienes les brindan protección y cuidado tienen una
base biológica que debe analizarse en un contexto evolucionista. Los neonatos se comportan de una
manera que aseguran el acercamiento a adultos protectores. Las condiciones que amenazan las
posibilidades de salud y sobrevivencia ponen en juego los comportamientos de apego. La teoría sobre
el apego se focaliza en el estudio de los procesos a través de los cuales tanto niños como infantes
desarrollan sentimientos de confianza en la protección paterna y/o adultas.
Por lo tanto, como ya hemos dicho, el sistema de apego tiene para Bowbly bases biológicas;
los comportamientos de apego posibilitan la aproximación del niño a la figura cuidadora y protectora
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(generalmente la madre); algunos de ellos (sonreír, vocalizar son señalas que alertan al adulto sobre el
análisis del niño en la interacción y promueven el acercamiento.
Dos tipos de variables activan el sistema de apego: uno relacionado con el propio niño (fatiga,
hambre, enfermedad, estrés), otro con el ambiente o contexto (presencia de situaciones amenazantes).
Las interacciones entre estas dos variables suelen ser complejas.
Para la mayor parte de los niños el contacto con la figura adulta es suficiente para desactivar el
sistema, si éste sistema de apego es activado con mucha intensidad, el contacto con la madre lo
finaliza, pero cuando la activación ha sido moderada, escuchar la voz del adulto o una figura
protectora sustituta pude ser suficiente. En ambos casos, la figura materna protectora es percibida
como un cielo seguro al que se retorna en situaciones problemáticas.
Las emociones juegan un papel central, muchas surgen en los períodos de formación,
mantenimiento, ruptura y renovación de las relaciones de apego. También están presentes procesos
cognitivos. La organización del sistema de apego requiere la conformación de representaciones
mentales de las figuras de apego, de sí mismo y del contexto, todas ellas fruto de experiencias
concretas.
Si bien el sistema de apego se constituye en todos los sujetos, no todos ellos logran estructurar
apegos seguros ya que existen diferencias individuales. El apego seguro se logra en la medida que el
niño tiene una representación mental de una figura cuidadora cuando la necesita, el denominado
inseguro carece de esa representación.
Por su parte, los estudios de West y Sheldonb-Keller (1999) señalan 3 características que
diferencian el apego infantil del adulto:
2. En la edad adulta el apego no predomina sobre otros sistemas relacionales, como sucede en la
infancia.
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Ainsworth y cols. (1969) denominaron fenómeno de base segura a la interacción entre el niño
y su cuidador postulándolo como central en la teoría del apego.
El vínculo de apego es uno de los tantos vínculos posibles que pueden establecerse. Es factible
que existan varias figuras de apego, aunque Bowbly (1988) destaca el concepto de monotropia, que se
entiende como el sesgo a tener una jerarquía de preferencias en la que existe una figura central
principal de apego.
Para comprender la estabilidad o inestabilidad de los vínculos de apego, hay que analizar el
concepto de working model (modelo de trabajo). Bowbly (1969) lo definió como el mecanismo a
través del cual las experiencias de apego de la infancia (representaciones internalizadas de ellas),
afectan a la persona durante toda su vida. Cada modelo referido a una relación particular incluye
siempre conceptos o representaciones sobre sí mismo (self) y del otro, así como expectativas sobre la
relación (Cassidy y Shaver, 1998).
Investigaciones efectuadas sobre la estructura y función de los modelos de trabajo indican que
se construyen a lo largo del desarrollo individual como resultado de la interacción con otros
(miembros de la familia, pares), y poseen 4 componentes interrelacionados:
2. Creencias.
3. Actitudes.
4. Expectativas.
Estos modelos estructuran respuestas cognitivas en la medida que las persona prestan atención
a los aspectos de una relación vinculados con sus propios modelos (representaciones). Por ejemplo,
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los adultos con un modelo de apego seguro van a enfatizar aspectos positivos en sus relaciones
románticas.
1. Primero los individuos tienden a seleccionar ambientes en los que las creencias acerca de sí mismo
y de los demás son compartidas.
3. Las personas procesan la información de modo tal que sea posible sostener la existencia de sus
modelos internos.
La estabilidad de los modelos cambia o se pone en riesgo cuando las circunstancias del
entorno son opuestas a los modelos ya existentes.
Tipos de Apego
En los estudios realizados por Ainsworth (1991) sobre las diferencias individuales de apego, en
observaciones directas de infantes en Uganda, África y Baltimore, EE.UU., propone tres patrones
organizadores de la conducta infantil en función de las respuestas de estrés que presentaban al
encontrarse solos en una situación extraña:
Apego seguro: Respondían con estrés a la ausencia de la madre, pero expresaban calma y los
aliviaba el regreso de la madre. Recurrían a respuestas exploratorias.
Apego inseguro-resistente o ansioso-ambivalente: se mostraban ansiosos, gritaban y
lloraban. Cuando la madre volvía e intentaba calmarlos, seguían enfadados.
Apego inseguro - evitativo: Parecía no molestarles la ausencia de la madre y se mostraban
fríos cuando ella regresaba, no buscaban el abrazo ni el confort materno y evidenciaban una
autoconfianza prematura y respuestas defensivas.
Sin embargo, algunos resultados sobre la continuidad del apego son contradictorios, mientras que
tal continuidad queda patente en numerosas investigaciones, no se confirma en otras. La estabilidad
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del apego sólo es lata cuando existe estabilidad den las condiciones de cuidado familiar (Feeney y
Nooler, 2002). Ambas posturas reflejan 2 aspectos de la misma realidad en cuanto a la organización
del apego.
Para concluir
Cuando los modelos mentales no encajan con los intercambios sociales se hace necesaria su
modificación, el sujeto necesitaría acomodar sus modelos a la realidad que vive. Los modelos no son
eliminados por completo, sino parcialmente modificados. Estudios realizados por Cozzarelli et. Al.
(2003), sugieren que los estilos moderadamente estables y que los cambios significativos se vinculan
con modificaciones en la comprensión de experiencias personales e interpersonales.
Aquí les dejo un link donde podrán ver un video que contiene un breve resumen sobre la Teoría
del Apego de John Bowlby: https://www.youtube.com/watch?v=abBTlQhMyCs
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