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Unidad 7

Europa a Fines del Siglo XIX

Introducción

El período 1871 – 1914, es diferente al precedente y al siguiente. Jamás hubo como en este período tal
cantidad de capitales libres y exportados. En Inglaterra, Francia, Alemania y los Estados Unidos, los
capitales habían crecido tan rápidamente, que la expansión de la industria, durante la llamada Segunda
Revolución Industrial, no alcanzaba para absorverlos. La inversión de estos capitales disponibles, fue
una de las cuestiones más candente y más debatida, de la política económica de las grandes potencias,
excepto Rusia.

El bajo costo del capital, estimuló el progreso tecnológico. La abundancia de créditos, incrementó el
número de empresas industriales.

El capital sobrante, satisfecha y saturada la demanda en sus propios países, buscó lugares en que los
intereses y las ganancias fueran más rápidas y elevadas. La difusión internacional del capital favoreció
la internacionalización de la economía, pero no creó una economía mundial de emulación pacífica.

Los capitalistas industriales y comerciales, para apoderarse de las fuentes de materias primas y de los
mercados, empujaron a sus Estados hacia acciones bélicas. Los capitalistas financieros, directores de
bancos, de las bolsas de valores, exigían a sus gobiernos el apoyo diplomático, o militar, en aquellos
lugares donde deseaban invertir.
Las grandes potencias iban acentuando su disposición a resolver los problemas de competencia
económica internacional mediante un directo “Ensayo de fuerza”. Lucha diplomática al comienzo, militar
después.

El rasgo característico de este período fue la función dirigente y agresiva del capital financiero. El
desarrollo de éste capital permitió: enormes éxitos técnicos, organización de los transportes y
perfeccionamiento de las comunicaciones, rapidísima movilización militar y el surgimiento de una
enorme industria al servicio del ejército y de la marina de guerra.
El Estado, con facilidad de expansión y elasticidad, se vinculó a los sectores dominantes y fue la
herramienta del capital financiero. El Estado se colocó al lado de los bancos y de la industria.

En este período Alemania completó su crecimiento, pero al querer expandirse, encontró que las
potencias capitalistas le cerraban las fronteras del mundo y pensó que “sólo la espada le daría un lugar

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bajo el sol”. No podía seguir esperando. Guillermo II sostenía que “el porvenir de Alemania estaba en
el mar”. Alemania comenzó a desarrollar una gigantesca marina de guerra.

En Inglaterra, la burguesía, los industriales, los comerciantes, los financistas, pensaban que el tiempo
trabajaba en favor de Alemania. La competencia en la exportación y la inversión, producía sentimientos
germanófobos, agresivos defensivos.

En Francia, que había perdido su posición de gran potencia, más débiles económicamente, las
tendencias eran más defensivas. Pero, los financistas e industriales, apoyaban la política imperialista
del Estado, y soñaban con recuperar los yacimientos de hierro de Lorena y, por lo tanto, tenían
tendencias agresivas.

En síntesis, las capas sociales más influyentes, tanto en Alemania, como en Francia e Inglaterra, se
acostumbraban a mirar el “Ensayo de Fuerza” como inevitable.

Por otra parte, Estados Unidos, comenzaba su influencia sobre la política mundial. Esto incomodaba a
las potencias capitalistas europeas. En 1897, la prohibitiva tarifa Mc Kinley, excluía a los europeos de su
mercado interior. En 1898, la guerra con España, tampoco fue del gusto de los europeos. En 1909, la
política de “puertas abiertas en China”, era otro factor irritante para el imperialismo europeo. La entrada
de los capitales de Estados Unidos, estrechaba el mercado mundial a los capitales europeos. El
capitalismo norteamericano vencía al capital europeo en América Latina.

La clase obrera, ¿ahondaba su conciencia de clase?. En Alemania, la socialdemocrácia organizaba


millones de trabajadores. La prensa obrera tenía decenas de órganos de difusión, ampliamente
difundidos por casi toda Europa. Pero, las diversas tendencias y el poco interés por la política
internacional de sus Estados, hacía que las clases dominantes perdiesen el temor a una acción
revolucionaria de los obreros. Las capas más influyentes del proletariado, vinculadas a la producción
armamentista, a la construcción de naves de guerra, exteriorizaban tendencias a abandonar la lucha
revolucionaria. Deseaban obtener ventajas económicas, personales e inmediatas, como la conservación
del empleo y el aumento de salarios. Renunciaban a la lucha activa y contra los preparativos bélicos. En
Estados Unidos e Inglaterra, las poderosas clases obreras, no influían sobre el gobierno, no les
interesaba hacerlo en el ámbito de la política exterior, de armamentos y de conflicto bélico.

En Alemania, la socialdemocrácia protestaba, en forma muy débil y limitada, contra la política exterior
del gobierno. En Francia, Jean Jaurès, jefe del partido socialista, se oponía casi sólo, a las conquistas
coloniales y a la diplomacia belicista de la Tercera República Francesa. Al lado de la “aristocracia
obrera”, la inmensa mayoría del proletariado permanecía, casi, indiferente. Sólo los activistas
anarquistas propugnaban la “acción directa”. En Alemania, Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo y Clara
Zetkin, eran las voces más fuertes contra el belicismo. La Revolución Rusa de 1905, significó un cierto
“apoyo ideológico”, pero nada más.

La política exterior de las grandes potencias, no encontró en vísperas de la Gran Guerra, ni la más
mínima sombra de cualquier oposición activa.

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EL IMPERIO ALEMAN

En el transcurso de la guerra franco-prusiana se dio término al proceso de unificación


nacional alemana. Al conjunto de estados que componía la Confederación Alemana del Norte,
Bismarck agregó cuatro Estados más del Sur, encabezados por Baviera, Alsacia y Lorena.

En enero de 1871, los prusianos sitiaban París y reunieron a los monarcas de todos los
Estados alemanes en la Sala de los Espejos de Versalles, para proclamar a rey de Prusia,
Guillermo I, emperador de Alemania, dando así por constituido el Imperio Alemán.

El proyecto de Constitución por el que debía regirse el Imperio, fue elaborado personalmente
por Bismarck. Se otorgaban al emperador poderes discrecionales: de él dependían las fuerzas
armadas, en su poder estaba designar y renovar a los ministros. El canciller imperial
concentraba en sus manos la dirección de toda la política, respondía de sus actos,
únicamente, ante el emperador. Aun en el caso en que el Reichstag manifestase desacuerdo
con su política, el canciller no estaba obligado a tomarlo en consideración. Sólo el emperador
estaba facultado para hacerlo dimitir.

Las atribuciones del Reichstag eran muy modestas. Debatir los proyectos de toda nueva ley,
que era rechazada si la mayoría estaba en desacuerdo. El proyecto aprobado, sólo podía tener
fuerza de ley, después de haber sido aceptado por el Consejo Confederal, compuesto por los
representantes de los gobiernos de todos los Estados alemanes que formaban parte del
Imperio.

Las elecciones al Reichstag tenían como base, el derecho al sufragio universal. En la práctica,
universal sólo en el nombre. Su ejercicio era válido únicamente para los hombres mayores de
25 años de edad, quedando excluidos los militares. Los jóvenes y las mujeres no podían
votar.

El Imperio Alemán se constituyó sobre la base de la unificación de: Prusia, Baviera, Sajonia,
Würtemberg, Hessen, Maklenburgo, y otros diecinueve Estados más pequeños.

Cada uno de ellos siguió conservando cierta autonomía. Se mantuvo el propio gobierno, el
monarca, el parlamento local, es decir el Landtag. Bismarck dedicó un especial cuidado a la
conservación de las dinastías locales, queriendo con ello reforzar aún más el espíritu
monárquico y la tradición. De hecho, el imperio Alemán fue un Estado federativo, donde
Prusia era el más grande de todos los Estados, y desempeñaba el papel monitor. Su victoria
sobre Austria en 1866 y la lograda sobre Francia en 1870, le aseguraron una posición
dominante. Los grandes terratenientes prusianos, los junkers, que dominaban Prusia,
ocupaban la posición más influyente en el Imperio. Prusia era un Estado militar que, había
crecido y se había desarrollado, en constantes guerras de rapiña. Ya en el siglo XVIII se decía
que la guerra era la industria nacional de Prusia.

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Con la formación del Imperio, el espíritu guerrero de Prusia se expandió por toda Alemania. El
pueblo Alemán fue educado en la admiración a la violencia. Desde la escuela se inculcaba a
los germanos la idea de que la fuerza es superior al derecho. La escuela y la prensa trataban
de demostrar la superioridad de todo lo alemán.

LA INDUSTRIA ALEMANA

Después de la unificación, se abrió para el capitalismo alemán un período de desarrollo


acelerado. Hacia fines del siglo XIX, la industria alemana del hierro se adelantó a la de Gran
Bretaña y solamente era inferior a la de Estados Unidos.

Este impetuosos desarrollo de la gran industria capitalista alemana, fue condicionado por
varias causas: la creación de un gran Imperio unificado en lugar de la dispersa Alemania; la
unificación del mercado interno; la usurpación a Francia de Alsacia y Lorena, con sus ricos
yacimientos de mineral de hierro; el saqueo del pueblo francés, mediante la imposición de
una contribución de cinco mil millones de francos oro en concepto de indemnización de
guerra; la intensiva utilización de las más modernas conquistas de la ciencia y de la técnica.

El crecimiento de la industria en los años de fines del siglo XIX, precipitó la ruina del
artesanado. Este auge industrial provocó una gran afluencia de la población rural hacia los
grandes centros urbanos. Toda la fisonomía del país iba sufriendo modificaciones. A mediados
del siglo XIX, Alemania era todavía un país predominantemente agrario y la mayor parte de
su población vivía en aldeas y en pequeñas villas. Estas villas conservaban aún, en la mayoría
de los casos, su aspecto medieval.

Hacia fines del siglo XIX, este panorama había ya cambiado radicalmente. Zonas enteras, que
anteriormente fueron praderas, campiñas cultivadas y viñedos, fueron rápidamente
poblándose de fábricas, de usinas, viviendas, minas, barriadas obreras, y cubriéndose de
redes ferroviarias.

La industria que mayor auge adquirió en Alemania, fue la industria pesada y, en especial, la
de elaboración de metales y la de la construcción de maquinarias. En lo referente a las
industrias químicas y electrotécnicas, Alemania se había colocado a la cabeza de todos los
países de Europa.

Este crecimiento de la industria venía acompañado de una concentración, cada vez mayor, de
la producción, en las empresas. A fines de siglo, trabajaban en las fábricas de Krupp, en
Hessen, cuarenta y cinco mil operarios. Entre los años 70 y 80, la concentración en algunas
ramas de la industria alemana, particularmente la pesada, trajo como consecuencia la
reducción, a unas cuantas decenas, del número total de empresas. Con una cantidad de
empresas tan reducida, sus propietarios tenían la facilidad de entenderse entre sí, a fin de
establecer, de común acuerdo, el aumento de los precios de sus mercancías. Para lo cual,
crearon un aparato comercial común, destinado a comercializar la producción. Este tipo de
organizaciones patronales, llevaba el nombre de sindicatos o carteles. En los casos en que el

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grado de fusión de varias empresas de la misma rama, era completo, entonces se constituía
un trust. La tendencia a elevar los precios con el fin de obtener mayores ganancias, llevó a
los trust, a la lucha contra aquellas empresas que aún se mantenían al margen de la
corporación, tratando de eliminar competidores y poder así establecer el monopolio en su
rama de producción. Paulatinamente el capital alemán fue tomando carácter de monopolista.
El mismo proceso tenía lugar en Inglaterra y en otros países. Pero, a excepción de Estados
Unidos, en ningún otro país, el monopolio en la industria tuvo un desarrollo tan vertiginoso
como en Alemania.

LA AGRICULTURA ALEMANA

En el oriente alemán, fundamentalmente al este del río Elba, casi la mitad de todo el territorio
pertenecía a los junkers terratenientes. Al lado de estos, sobrevivía gran cantidad de resabios
feudales. Al oeste del Elba, el número de terratenientes era menor.

Allí predominaba la propiedad campesina. Los pequeños propietarios rurales no lograban


obtener, de sus parcelas, lo indispensable para su subsistencia. Y en muchos lugares de
Alemania, se ocupaban en todo tipo den industria artesanal. Pero, con el incremento de la
industria en gran escala, esa pequeña industria doméstica, se hacía cada vez menos rentable.

Por otra parte, durante la década del 70, comenzaron a afluir a Europa, desde los EEUU,
productos en cantidades extraordinarias. La afluencia de trigo y de carne, desde EEUU y
Argentina, fundamentalmente, trajo como consecuencia la baja en los precios de esos
productos, el resultado fue la dura crisis que soportaron todos los países europeos en su
economía agraria, en los años del 70 al 80. Esta crisis empeoró aún más la ya afligente
situación del campesinado y, en particular, de los sectores más empobrecidos.
El campesino debió tensar al máximo sus fuerzas para poder hacer frente en alguna forma a
su subsistencia. Este proceso dejó, en la segunda mitad del siglo XIX, un saldo de millones de
campesinos arruinados. La mayoría de ellos abandonaban la aldea marchándose a la ciudad.

No obstante el creciente empobrecimiento del campesinado y la despoblación de las aldeas, la


economía agraria alemana, considerada globalmente, marchaba hacia adelante. Crecía el área
sembrada, con la introducción de técnicas más modernas se lograba el aumento de la
producción. Pero, el pequeño campesino no disponía de los recursos necesarios para poder
comprar fertilizantes y máquinas agrícolas. Los adelantos de la técnica sólo eran accesibles a
los terratenientes y a los campesinos ricos.

LA SITUACION INTERNA DEL IMPERIO ALEMAN

Constituido el Imperio, Guillermo I rey de Prusia y ahora emperador de Alemania, nombró a


Bismarck canciller imperial, cargo que desempeñó hasta 1890. Desde 1862, Bismarck rigió,
con poderes casi absolutos, primero los destinos de Prusia, y después los de todo el Imperio

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Alemán. Guillermo I era un hombre de mediocre inteligencia, fue fácil para Bismarck
someterlo a su influencia.

El rasgo característico de Bismarck lo constituía su extremo autoritarismo. Junker prusiano de


origen, era un acérrimo partidario de la monarquía. Pese a su condición de noble
terrateniente, comprendía claramente que la clase de los junkers no podía seguir ignorando
los intereses del gran capital. La burguesía había crecido considerablemente y no era posible
prescindir de ella. La política de Bismarck, tendía a mantener una estrecha alianza entre los
junkers y el gran capital. Los intereses de los junkers eran representados por el partido
conservador, al cual pertenecían, además, muchos de los grandes magnates del capital.

Sin embargo, los intereses del gran capital, estaban representados por el partido de los
nacional liberales, partidarios de la ampliación de los derechos del Reichstag. Pero a medida
que las organizaciones obreras iban tomando cuerpo, los nacional liberales perdían su
liberalismo y se transformaban en ardientes partidarios del Gobierno.

LA IGLESIA CATOLICA

Por otra parte, la nobleza de los pequeños Estados alemanes, estaba descontenta por el
hecho de que los junkers prusianos habían acaparado, para sí, los puestos más importantes
en el ejército y en el aparato gubernamental del Imperio. El descontento era compartido por
la Iglesia Católica.

El sur y el oeste de Alemania, permanecían fieles al catolicismo. En esas regiones la Iglesia


Católica ejercía una gran influencia, gozaba de innumerables privilegios, y mantenía una
actitud de independencia frente a los débiles gobiernos de los pequeños Estados alemanes.
Con la constitución del Imperio, el clero católico temió que la monarquía prusiana
protestante, que detentaba el poder en Alemania, privase a la Iglesia de su actual posición.

Tanto el campesinado como las capas de la pequeña burguesía de Alemania del Oeste y el
Sur, tenían un profundo odio al militarismo prusiano. La Iglesia Católica, cuya influencia
sobre la población era muy grande, sobre todo en el campo, trató de aprovechar en beneficio
propio el odio popular contra Prusia. Para llevar la lucha contra el predominio prusiano, la
Iglesia, organizó su propio partido. La fracción parlamentaria de este partido ocupó, en el
Reichstag, los escaños ubicados en el centro de la sala de sesiones. El partido católico fue
llamado en adelante el partido del centro.

Bismarck se lanzó con todas sus fuerzas contra la Iglesia Católica y contra el partido del
centro. Al principio de los 70, sancionó una serie de leyes dirigidas contra la Iglesia. Por esas
leyes se privaba al clero católico de su influencia sobre la educación; la designación para los
diversos cargos eclesiásticos fue puesta bajo el control del Estado; el gobierno metió mano en
los ingresos de la Iglesia; quedó establecido el matrimonio civil.

El papa Pío IX exhortó al clero y a los fieles a no someterse a aquellas leyes “impías”.

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Bismarck respondió con detenciones en masa de sacerdotes insumisos. Sin embargo,


Bismarck no consiguió quebrar la influencia de la Iglesia, ni someter a ésta a su arbitrio. Los
sacerdotes perseguidos se convertían en “mártires de la fe” ante los ojos de los creyentes, y
su influencia sobre los sectores más atrasados de la población fue en aumento. Bismarck tuvo
que reconocer su impotencia a este respecto.

Por otra parte, el canciller se percató de que un peligro mayor amenazaba al Imperio Alemán
que él forjara con tanto esfuerzo. No atreviéndose a lanzarse a una lucha simultánea contra
la Iglesia y contra los obreros, paralizó los ataques contra aquella y desató una furiosa
ofensiva contra la clase obrera.

LOS OBREROS

El rápido desarrollo de la industria traía aparejado un crecimiento de la clase obrera y del


movimiento obrero. En el momento de constituirse el Imperio Alemán, los socialistas
alemanes se hallaban divididos en dos partidos: los lassallianos y los eisenianos. Los primeros
eran seguidores de Lasalle, los eisenianos se habían constituido en la ciudad de Eisenach en
1869, formando el “Partido Socialdemócrata Obrero”. Cuyos líderes fueron: Guillermo
Liebknecht y Augusto Babel. El primero, viejo militante en el campo obrero; compañero de
lucha de Marx y Engels, ya desde 1848, puso en contacto con ambos a Babel.

Los sucesos que se estaban produciendo, hacían que los lideres reclamaran la formación de
un único partido de los obreros. En 1875, en la ciudad de Gotha, se reunió el congreso de
unificación de los dos partidos. En el se resolvió constituir un solo partido sobre la base de un
programa común: el “Programa de Ghota”.

Los progresos del movimiento socialista constituían una seria preocupación para Bismarck,
por lo que decidió terminar con él por la fuerza. En 1878 obtuvo del Reichstag la sanción de
una ley destinada a combatirlo, que recibió el nombre de “Ley de Excepción”. Dicha ley
prohibía la existencia de los partidos socialistas; tanto estas organizaciones, como los
sindicatos y las asociaciones obreras que ideológicamente coincidían, en algún aspecto con el
socialismo, fueron clausurados. Igualmente se prohibió la publicación de diarios y revistas
socialistas. Toda la prensa obrera fue destruida; la literatura socialista, confiscada.
Comenzaron los encarcelamientos en masa y el destierro de militantes del partido socialista,
sin juicio previo, por vía administrativa.

LA POLITICA EXTERIOR

En 1875 Bismarck estaba listo para lanzarse a una nueva guerra con Francia. El canciller veía
en el renaciente ejército francés el vengador de la guerra de 1871 y de la usurpación de
Alsacia y Lorena. Pero Rusia e Inglaterra se apresuraron a intervenir, dando a entender a
Alemania que no tolerarían un nuevo saqueo de Francia. Y Bismarck tuvo que dar marcha

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atrás.

En 1879 el canciller alemán, concertó con el Imperio Austro-Hungaro una alianza. En 1882
fue completada con la incorporación de Italia. El nuevo pacto, que tomó el nombre de Triple
Alianza, apuntaba contra Francia.

El centro de la preocupación de Bismarck, lo constituía la política europea, lo que no impedía


que fuese precisamente él quien asegurase para Alemania sus primeras posesiones coloniales
en el Africa y en las islas del Pacífico, durante la década del 80.

GUILLERMO II

En 1888, subió al trono del Imperio Alemán Guillermo II (1888 – 1918). El nuevo emperador
era un hombre petulante, pagado de sí mismo, falto de equilibrio psíquico, que mostraba en
política una excitabilidad extrema y una total incapacidad para controlar sus actos. Se creía
un gran orador, por lo que le gustaba pronunciar discursos que se caracterizaban, por lo
general, por una absoluta ausencia de tacto. Era lógico que, este presuntuoso Guillermo II, no
pudiese congeniar con Bismarck.

Conforme a lo que establecía la Constitución, Guillermo II tenía facultades para destituir al


viejo canciller. Con el objeto de desprenderse de él, decidió esgrimir en su contra los fracasos
que el canciller había experimentado en su política con relación a los trabajadores. Bismarck
tenía clara noción de que la ley promulgada contra los socialistas no había logrado su
objetivo. Pero la conclusión que extraía de este hecho era que dicha ley debía ser aún más
drástica. Llegó incluso a pensar cómo podría provocar deliberadamente a los obreros para
empujarlos a un levantamiento prematuro y ahogar en sangre el movimiento obrero.

En 1890 se realizaron elecciones al Reichstag, en las que los socialistas obtuvieron un millón
y medio de votos. Lo cual demostró la infructuosidad de la ley contra los socialistas. Expirado
su período de vigencia, el nuevo Parlamento se negó a renovarla. Este fue un rudo golpe para
Bismarck, que contribuyó a debilitar su posición. Guillermo II, aprovechando el momento: se
declaró contrario a la política de represión y partidario de las reformas destinadas a calmar a
los obreros con concesiones parciales.

Considerando que la posición de Bismarck había perdido estabilidad, en marzo de 1890,


Guillermo II obligó, al viejo canciller, a presentar su renuncia. El artífice del Imperio Alemán
se vio forzado a abandonar su puesto de canciller.

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INGLATERRA

LA PERDIDA DEL PREDOMINIO INDUSTRIAL

Todavía a fines de la década del 60, Inglaterra seguía siendo el primer país industrial del
mundo. Su producción de carbón mineral era de 3 a 4 veces mayor que la de los EEUU o de
Alemania, y en lo que respecta a hierro fundido, producía una cantidad cuatro veces mayor
que EEUU, y cerca de cinco veces mayor que Alemania.

Pero ya a partir del 70, la industria inglesa comienza a quedar rezagada con relación a la de
sus competidores. En el curso de la década del 70 – 80, Inglaterra fue perdiendo
paulatinamente su posición de primera potencia industrial.

A comienzos del siglo XX, el primer lugar fue ocupado por los Estados Unidos, que se había
adelantado a Inglaterra; por su parte Alemania estaba a punto de alcanzarla.
Del mismo modo que en los demás países capitalistas, el proceso de concentración de
capitales, en Inglaterra, comenzó a fines del siglo XIX, pero el ritmo de formación de los
consorcios monopolistas en la industria inglesa fue más lento que en Alemania o los EEUU.

CAPITAL BANCARIO

No obstante que la industria inglesa había entrado en un período de declinación, las clases
dominantes de Inglaterra, seguían detentando inmensas riquezas. Como país capitalista más
antiguo, y gracias a la explotación de sus obreros y de los extensos dominios coloniales que
poseía, Inglaterra había llegado a acumular riquezas fabulosas. En los últimos años del siglo
XIX, las clases dominantes de Inglaterra, fueron invirtiendo en la industria una parte cada vez
menor de sus cuantiosos capitales, mientras que una parte cada vez más considerable, iba
siendo invertida en operaciones bancarias. En ningún otro país capitalista, los bancos
disponían de tan poderosos recursos monetarios como en Inglaterra. Los más grandes bancos
de Londres se hallaban concentrados en el barrio céntrico de la ciudad, llamado City. Allí
acudían en procura de préstamos no sólo los comerciantes e industriales ingleses, sino
también los del mundo entero. Comerciantes, banqueros y fabricantes, de todos los
continentes, recurrían con frecuencia a los préstamos de los poderosos banqueros ingleses,
cuyas oficinas estaban diseminadas por toda la tierra. Los intereses aportados por los créditos
al extranjero, proporcionaban a los banqueros ganancias colosales que iban a engrosar los
caudales de la burguesía inglesa.

Paralelo a esto y, generalmente, también por vía de los bancos, los capitalistas ingleses
comenzaron, cada vez con mayor frecuencia, a colocar sus capitales en empresas rentables
en el exterior y en las colonias, transformándose así en propietarios o accionistas de aquellas
empresas.

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Los capitalistas exportaban sus capitales al exterior, o a las colonias, impulsados por el deseo
de obtener allí mayores beneficios que en su propio país. Inglaterra perdió su primacía
industrial, pero siguió siendo el banquero del mundo. Todos los países imperialistas se
dedicaban a la exportación de capital, signo característico de la etapa imperialista del
capitalismo. Pero en ninguna otra parte llegó al grado de desarrollo que alcanzó en Inglaterra.

LAS POSESIONES DEL IMPERIALISMO INGLES

En el curso de varios siglos (comenzando desde el siglo XVI), Inglaterra se apoderó de


enormes extensiones territoriales en todos los continentes, convirtiéndolas en colonias suyas.
En 1876, el total de la población de las colonias inglesas llegaba a doscientos cincuenta
millones. Para el momento del estallido de la Gran Guerra, en 1914, y como resultado de
nuevas conquistas territoriales, esa población sumaba ya cerca de cuatrocientos millones de
seres, o sea, casi la cuarta parte de los habitantes del mundo entero. El carácter del
imperialismo ingles era preeminentemente colonial.

Algunas colonias inglesas, desde mediados del siglo XIX, gozaban de una amplia autonomía,
por ejemplo: Colonia del Cabo, Natal en Sudáfrica, Canadá en América del Norte, Nueva
Zelandia y Australia. Todos estos territorios estaban, en los fundamental, poblados por
ingleses, emigrados de Inglaterra. Tan sólo en los africanos, predominaba la población nativa,
carente en absoluto de derechos, siendo extensiva únicamente a los blancos, todas las
ventajas resultantes de la administración autónoma. Las colonias de este tipo recibieron el
nombre de dominios.

La India continuaba siendo para Inglaterra la colonia de mayor importancia. A diferencia de


los dominios, aún a principios del siglo XX, India seguía estando privada de derechos. El
gobierno inglés designaba para su administración un virrey por el término de cinco años. El
candidato para el desempeño de ese cargo era por lo general escogido entre la mas rancia de
la aristocracia inglesa. Igualmente, todos los cargos administrativos, de jerarquía, eran
desempeñados por ingleses. Los hindúes sólo tenían acceso a los cargos más inferiores y peor
remunerados. La autoridad del virrey era casi ilimitada, mucho mayor que la de cualquier
monarca europeo. Los campesinos hindúes vivían agobiados por impuestos y gabelas. Para
poder hacer frente a ellos, el campesino debía a menudo vender hasta aquello que le era más
indispensable para su propia subsistencia, con la agravante de tener que hacerlo a aprecios
irrisorios.

India era un país inmenso; a fines del siglo XIX, su población se calculaba en cerca de
trescientos millones de habitantes, mientras que la población del resto del Imperio Británico,
no alcanzaba a cien millones.

Además de los dominios y de la India, Inglaterra poseía otras colonias. De la explotación de


las colonias, la burguesía inglesa obtenía cuantiosas ganancias. El monto mayor de esas
ganancias provenía de los capitales invertidos en las colonias y en los Estados extranjeros

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atrasados, tales como China, los países de América del Sur, etc. De esta manera, un gran
número de capitalistas se transformaron en parásitos de la sociedad, sin otra ocupación que
la de gastar los dividendos que le reportaban sus capitales.
Con el objeto de mantener el contacto con sus colonias, diseminadas por todo el mundo, y
para estar en condiciones de enviar sus tropas a cualquiera de ellas en el momento
necesario, la burguesía inglesa se esforzó siempre en hacer de su flota la más poderosa del
mundo. Ningún otro país disponía de tantos puertos militares fortificados que podían servirle
de bases navales; Inglaterra supo proveerse de tales bases en todas las partes del mundo;
ocupó los puntos estratégicos decisivos sobre las más importantes
rutas marítimas.

Por otra parte, Inglaterra era dueña de la flota mercante más poderosa; y pese al retroceso
de su industria, continuaba siendo la primera potencia del mundo, gracias a su comercio
exterior. De este modo, Inglaterra, que a partir de 1870, fue perdiendo paulatinamente su
predominio industrial, continuó conservando, sin embargo, su posición de banquero mundial
y de primera potencia colonial y marítima.

SITUACION POLITICA Y CLASE OBRERA

Los obreros de Inglaterra fueron los primeros en el mundo que conquistaron su derecho a la
organización sindical. Esto ocurrió en la primera mitad del siglo XIX. Gracias a ello la situación
de los obreros ingleses era algo mejor que la de los obreros en el resto del continente
europeo.

Pero una gran parte de la clase obrera vivía en condiciones lindantes con la indigencia más
absoluta.

A partir del final de la sexta década del siglo XIX, en el escenario político de Inglaterra,
comienzan a detectarse dos figuras burguesas de relieve: Gladstone y Disraeli. En aquella
época, nuevos problemas venían a plantearse ante la burguesía inglesa.

A mediados del siglo, muchos eran los que creían que, después de la derrota del cartismo, el
movimiento obrero revolucionario de Inglaterra había muerto definitivamente. En efecto,
durante cierto tiempo no se notó manifestación alguna de su actividad. Pero ya en la década
del 60, la burguesía inglesa comenzó a sentirse inquieta ante el nuevo ascenso del
movimiento revolucionario. Justamente por aquella época, la Primera Internacional, venía
desarrollando una gran actividad en Inglaterra.

A causa de la guerra civil que tenía lugar en Estados Unidos, la importación de algodón
americano, había quedado paralizada y los fabricantes, ante la falta de materia prima,
optaron por cerrar sus manufacturas. Entre los obreros, y sobre todo entre los desocupados,
cundió el descontento. Inglaterra se vio de pronto amenazada por el resurgimiento del
movimiento obrero revolucionario. Frente a tal situación, ciertos círculos de la burguesía
inglesa, empezaron a comprender que la política de rechazo a toda reforma, conducida por el

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Parlamento, estaba resultando demasiado peligrosa, que en adelante no sería posible


continuar empleando en forma abierta una política en exclusivo interés de los capitalistas,
rechazando por “nociva”, toda ley tendiente a salvaguardar los derechos de los obreros. Sin
embargo, fue justamente de esa manera que hasta entonces habían estado obrando los
liberales ingleses, al sostener que el Estado no debía inmiscuirse en los asuntos de la
economía.

Un sector de la burguesía tenía conciencia de la necesidad de modificar la vieja política.

Estimaba más ventajoso otorgar a los obreros algunas concesiones parciales. Por ese camino,
la burguesía contaba poder desviarlos de las ideas revolucionarias. El portavoz y conductor de
esta nueva política del partido liberal inglés fue Gladstone, que reemplazó a Palmerston, en el
puesto de líder del partido. Gladstone propugnaba una parcial democratización de la
estructura estatal inglesa, en el sentido de una mayor ampliación del derecho electoral. Pero,
no abrigaba el menor propósito de implantar el sufragio universal.

Su contrincante era el líder de los conservadores, Disraeli, el que más tarde, en mérito de los
grandes servicios prestados a la clase dominante de Inglaterra, fue honrado con el título de
Lord Beaconsfield. Disraeli no se quedaba atrás en lo que respecta a la política de concesiones
parciales: en el año 1867, los conservadores promulgaron la segunda reforma parlamentaria,
en la que se concedían derechos electorales a las capas privilegiadas de la clase obrera.

LA POLITICA EXTERIOR

Los problemas que de manera particular ocupaban la atención de Disraeli, eran los de la
política externa y la expansión colonial de Inglaterra. A partir de 1870, la burguesía inglesa
comprendió con toda claridad que otros países industriales trataban de disputarle los
mercados mundiales. Por lo tanto se dispuso a buscar su salvación en una mayor explotación
de sus colonias, orientando hacia tal fin su atención principal. Disraeli supo captar,
certeramente, estas nuevas aspiraciones de la burguesía inglesa y proclamó como tarea
fundamental de Inglaterra, la ampliación de sus posesiones coloniales. Asignaba una
extraordinaria importancia al problema de la dominación de la India. La amenaza principal
contra el dominio ingles, provenía, a su juicio, de Rusia. En los últimos años de la década del
60, el gobierno zarista había tomado posesión de territorio limítrofes con la India.

Durante la segunda mitad de la década del 70, de nuevo surgieron dificultades en los
Balcanes y con ello se extremó la tirantez de las relaciones entre Turquía y Rusia. Disraeli
empujó a Turquía a resistirse frente a Rusia. Pero cuando esta derrotó a Turquía (1877 –
1878), Inglaterra se apresuró a intervenir para impedir que el zarismo ruso cosechara el fruto
de su victoria. Disraeli dio orden a la flota inglesa para marchar rumbo a los estrechos,
amenazando al zar con la guerra. La amenaza surtió efecto, Alejandro II no se atrevió a
ocupar Constantinopla, y los estrechos, que significaban para Rusia, la salida del Mar Negro.
Con todo, el gobierno ruso logró concertar con Turquía una paz relativamente ventajosa.
Visto esto, Disraeli gestionó la convocatoria de un congreso internacional para la revisión de

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las condiciones de paz. El congreso se reunió en Berlín durante el verano de 1878. Disraeli
participó personalmente en dicho congreso y, con la ayuda de Austria y de Alemania, logró
que Rusia fuese privada de una parte considerable de lo conquistado.

Disraeli no se contentó con intervenir en los asuntos ruso-turcos. Desencadenó la guerra


contra los afganos, para someter su país, Afganistán, al dominio inglés. Más tarde quiso
apoderarse de las repúblicas bóers de Africa del Sud: el Transvaal y Orange. Igualmente en
Sudáfrica, lanzó sus tropas contra las tribus zulúes. Estas guerras resultaron ser más duras
de lo que se esperaba, se prolongaron demasiado, lo que hizo vacilar la posición de Disraeli y
los conservadores, quienes tuvieron que entregar el ministerio a los liberales, encabezados
por Gladstone.

Gladstone disentía con Disraeli, en lo relativo a la política frente a Rusia. Consideraba más
conveniente mantener la paz y las buenas relaciones con ella. Condenaba asimismo muchas
de las aventuras coloniales de Disraeli; con los bóers logró concertar una paz mediante la cual
Inglaterra reconocía la independencia de aquéllos, pero se reservaba el derecho de ejercer el
control sobre la política exterior de las repúblicas bóers. Pero, en todos los restantes
problemas coloniales, siguió los pasos de Disraeli. Desde 1875, Disraeli había venido
preparándose para la conquista de Egipto; Gladsrone se encargó de realizarla. Durante su
gobierno, las tropas británicas se apoderaron de Egipto, siendo esto de capital importancia
para asegurar el dominio de Inglaterra sobre el Canal de Suez.

En 1884, el gabinete de Gladstone estableció una nueva ampliación del derecho electoral
(tercera reforma parlamentaria). Como consecuencia de esta reforma, el derecho electoral
sería en lo sucesivo ejercido por cuatro millones y medio de hombres, sobre un total de
treinta y seis millones de habitantes. Este hecho demuestra que la mayoría de la población
continuaba privada del derecho a votar.

Entre 1870 y 1880, se desarrolló la lucha de los irlandeses contra Inglaterra. Gladstone, al
hacerse cargo del gobierno en 1880, introdujo algunas reformas tendientes a mejorar la
situación de los labradores irlandeses. Gladstone se comprometía a obtener del Parlamento la
aprobación del home rule, esto es, la autonomía para Irlanda, a cambio del apoyo de los
irlandeses de Parnell, en el Parlamento, a la política del gobierno. Pero, un considerable
sector, del partido conservador, se manifestó contra el home rule, declarándose partidario de
la unificación de Irlanda con Inglaterra. De allí el nombre con el que fueron conocidos en
adelante: “liberales – unionistas”. El home rule no fue aprobado: conservadores y liberales-
unionistas, lo hicieron fracasar al ser sometido al Parlamento en 1886. Gladstone presentó su
renuncia y los conservadores retornaron nuevamente al poder. El gobierno conservador
recurrió una vez más a la política de represión del movimiento nacional irlandés.

En 1893, Gladstone intentó por última vez obtener la aprobación del home rule, pero esta vez
también fue derrotado. A esta altura, dicha ley contaba ya con la aprobación de la Cámara de
los Comunes, pero la Cámara de los Lores la rechazó nuevamente. Pese a su persistente
lucha, el pueblo irlandés no logró conquistar ni tan siquiera una autonomía parcial.

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LOS PARTIDOS

A lo largo de todo el segundo período de la historia contemporánea, en Inglaterra dos


partidos burgueses se han sucedido alternativamente en el poder: el partido liberal y el
partido conservador. Anteriormente también había sido así, sólo que, a partir de la tercera
década del siglo XIX, el predominio, por lo general, había sido de los liberales. En cambio, del
70 en adelante, la balanza comenzó a inclinarse paulatinamente hacia el lado de los
conservadores. Las simpatías de la burguesía inglesa, a medida que ésta se volvía más
conservadora, iban siendo ganadas por aquéllos. El liberalismo comenzó a declinar.

Por otra parte, al sufrir Inglaterra la pérdida de su hegemonía industrial, la situación de la


clase obrera empeoró notablemente. Incluso el nivel de vida del sector obrero mejor pagado,
también experimentó un descenso. En el curso de casi toda la década del ochenta, la
industria inglesa atravesó por un período de profundo estancamiento. En estas condiciones
comenzó en Inglaterra la agudización de las luchas sociales.

En el campo obrero se notó el resurgimiento del movimiento socialista. En 1884 se fundó la


“Federación Socialdemócrata”, que no pasó de ser una organización relativamente pequeña, y
no supo crear en Inglaterra un poderoso partido socialista, semejante a los que habían
surgido en Alemania y en Francia.

La forma básica de organización obrera en Inglaterra continuaba siendo las trade-uniones. En


ellas se agrupaban, preferentemente, los obreros calificados, el sector privilegiado de la clase
obrera de Inglaterra. Pero a partir del 80, con la exacerbación de las luchas sociales, también
los obreros poco calificados empezaron a organizarse en las trade-uniones. Los obreros
portuarios, y otros, fueron formando sus sindicatos. Estos sindicatos eran llamados las
“nuevas trade – uniones”, para diferenciarlas de las antiguas. En ellas reinaba un espíritu
mucho más combativo que en las viejas. Estas buscaban siempre arreglar las cuestiones en
disputa con los empresarios por el camino de los acuerdos pacíficos. Recurrían a la huelga
sólo en casos extremos. En cambio, las nuevas marchaban a la huelga mucho más
decididamente. Poseían voluntad de lucha, aunque la mayoría de sus miembros, incluyendo a
sus jefes, carecía de convicciones revolucionarias firmes.

A partir del 90, las nuevas trade-uniones comenzaron a perder, sensiblemente, su carácter
combativo. No obstante ello, en 1893, durante el congreso anual ordinario de las trade-
uniones, un grupo apreciable de delegados se manifestó en favor de la formación de un
partido político de la clase obrera, y fundaron el “Partido Obrero Independiente”. Partido que
en realidad resultó ser bastante dependiente del liberalismo burgués.

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FRANCIA A FINES DEL SIGLO XIX

Hasta 1870, por su desarrollo industrial, Francia ocupaba el segundo lugar entre las grandes
potencias detrás de Inglaterra. Después de la guerra franco-prusiana, el ritmo de
desenvolvimiento industrial de Francia fue en descenso.

Varias fueron las causas que frenaron el desarrollo industrial francés, entre ellas, la necesidad
de pagar a Alemania la enorme reparación de guerra que le había impuesto. Además Francia,
sufría escasez de carbón mineral. El carbón importado resultaba caro, lo que a la vez
encarecía los costos de producción. Por otra parte, la burguesía francesa, del mismo modo
que la burguesía inglesa, invertía una parte cada vez mayor de sus capitales en el extranjero,
en países atrasados, donde las ganancias a obtener eran mayores. La exportación de
capitales al exterior, privaba a la industria francesa de los
recursos necesarios.

La mayor parte de los capitales exportados por Francia iban a Rusia, a los Balcanes, a Turquía
y a España. De tal modo, el capitalismo francés, poco a poco, iba transformándose en
prestamista mundial, y cada vez más, viviendo a cuenta de los dividendos que le reportaban
los capitales invertidos en el exterior. Un gran número de burgueses vivía, exclusivamente,
de los dividendos que les proporcionaban sus capitales colocados en empresas, dentro de
Francia o en el extranjero, sin tomar participación alguna en la dirección de esas empresas y,
en general, sin ocuparse en ninguna tarea. A tales capitalistas, que no intervenían en el
proceso de la producción, se los denominaba “rentistas”. El capitalismo francés, lo mismo que
el alemán y el inglés, fue adquiriendo, paulatinamente, un carácter monopolista.

Pese a este proceso de monopolización, hacia fines del siglo XIX, en Francia se conservó un
número mucho mayor de pequeñas empresas que en Inglaterra o Alemania. Por consiguiente,
la pequeña burguesía, era también muy numerosa.

En el agro francés predominaba la economía campesina, debido a que el grueso de la


propiedad feudal sobre la tierra fue abolido ya en la época de la Revolución Burguesa de fines
del siglo XVIII. Sin embargo, sólo una mínima parte de la tierra se hallaba en manos de los
campesinos pobres y medianos. El 70 %, del área laborable, pertenecía a los campesinos
ricos y a algunos terratenientes feudales que consiguieron sobrevivir.

LA REPUBLICA FRANCESA

Después de la derrota de la Comuna, la mayoría de la Asamblea Nacional, intentó restaurar la


monarquía. El jefe del Gobierno, Thiers, era monárquico, pero a diferencia de la mayoría de la
Asamblea Nacional, consideraba por el momento inoportuno restaurarla. Temía que ese
hecho provocara la protesta del pueblo y se produjera una nueva Comuna. Thiers creía que

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una república burguesa también sabría asegurar los intereses del capital.

Las relaciones entre Thiers y los monárquicos se agravaron, y como estos constituían la
mayoría de la Asamblea Nacional, Thiers se vio obligado a presentar su renuncia. Esto ocurrió
en mayo de 1873. En el cargo de presidente le sucedió el mariscal Mac-Mahon, partidario
acérrimo de la monarquía y uno de los culpables del desastre de Sedán.

Mac-Mahon estaba dispuesto a restablecer cuanto antes la monarquía, pero esto no era tan
fácil. Ante todo, entre los monárquicos no había unidad. No lograban ponerse de acuerdo
sobre quien debía ocupar el trono; el representante de la dinastía de los Orleáns o el
descendiente de los Borbones. Pero, no era éste el obstáculo principal que se oponía al
retorno de la monarquía, sino el hecho de que la restauración podía servir para el estallido de
la ira popular. La burguesía recordaba muy bien el 18 de marzo de 1871 y temblaba ante la
sola idea de volver a vivir las jornadas de la Comuna de París.

Mientras los monárquicos disputaban acerca de los candidatos para el trono, el sector de los
diputados republicanos, en la Asamblea Nacional, iba creciendo día a día. Frente a los
monárquicos se levantaba el cada día más fuerte partido de los republicanos burgueses, a
cuya cabeza estaban Gambetta, Ferry, Grévy, Clemenceau y otros.

En 1875, la Asamblea, después de interminables discusiones, terminó por aprobar una


Constitución, en virtud de la cual, Francia se proclamaba República. La Constitución otorgaba
al presidente de la República facultades considerablemente amplias: derecho a disolver el
Parlamento, derecho para designar a los altos cargos civiles y militares; también dependían
de él el ejército y la marina.

La Constitución de 1875, estableció el sistema bicameral: la Cámara de Diputados y el


Senado. La primera debía ser electa mediante el voto universal y directo, por el término de
cuatro años. Sin embargo, las mujeres quedaban excluidas del ejercicio del derecho electoral.
Es más, en los padrones electorales, sólo podían ser inscriptas las personas que tenían no
menos de seis meses de residencia en un mismo lugar, de manera que, sectores importantes
de la población, obligados frecuentemente a trasladarse de un lugar a otro en procura de
trabajo, quedaban de hecho privados del derecho de votar. Igualmente estaba excluida de
ejercer tal derecho la casi totalidad de la numerosísima población nativa de las colonias
francesas.

Los organismos de la administración local, eran los encargados de elegir los senadores. Por su
composición, el Senado era habitualmente más conservador que la Cámara de Diputados. Y
en la vida política de Francia, el papel desempeñado por el Senado, era de importancia
capital, puesto que toda ley aprobada por la Cámara de Diputados, para entrar en vigor debía
ser previamente sometida a la aprobación del Senado.

El presidente de la República tenía a su cargo la designación de los ministros. Pese a lo cual,


el ministro era responsable ante el Parlamento y no ante aquél.

Los funcionarios jugaban un gran papel. Los órganos de administración local

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(municipalidades), cuyos miembros eran electos por la población, estaban sometidos a un


severo control del Estado. El prefecto de un departamento, designado por el ministro del
Interior, tenía facultades para revocar cualquier resolución de la Municipalidad.

La Constitución de 1875 dio a Francia una República parlamentaria, con una administración
acusadamente centralizada, con una gran influencia de los prefectos en los departamentos y
una administración local políticamente impotente.

La lucha por la República no terminó con la aprobación de la Constitución. El presidente Mac-


Mahon, pretendió gobernar al país, pasando por encima de la mayoría republicana de la
Cámara, elegida en 1876. Como consecuencia, se produjo el conflicto entre Mac-Mahon y la
Cámara de Diputados. Venció la Cámara: en enero de 1879, Mac-Mahon fue obligado a
dimitir. El 30 de enero, se eligió presidente al republicano Jules Grévy.

Con el advenimiento de los republicanos al poder, la república en Francia se afianzó


definitivamente. La Marsellesa, al son de cuyas estrofas los franceses combatieron por su
libertad en los días de la Revolución, en el siglo XVIII, fue declarada Himno Nacional, y el 14
de Julio – fecha de la caída de la Bastilla – fiestas patria.

Durante la lucha contra los monárquicos, los republicanos burgueses, y en particular


Gambetta, hicieron muchas promesas al pueblo franceses. Pero una vez en el poder, no
abrigaban la menor intención de cumplirlas. Renunciaron a su promesa de liquidar al Senado,
renunciaron a la introducción de un impuesto progresivo a las ganancias. La aplicación de
otras reformas, también prometidas, fue diferida “pours les temps opportuns” (para el tiempo
oportuno). De ahí surgió la denominación con la que se les conoció en el futuro:
“republicanos oportunistas”, y también, republicanos moderados.
Muy pronto, en las filas del partido republicano, comenzó a producirse una división. Una parte
del partido, atacaba a los lideres oportunistas, por el incumplimiento del programa y de todas
las promesas. Al frente de este grupo de oposición se hallaba Clemenceau, que exigía la
separación de la Iglesia del Estado, la disolución del Senado, la implantación del impuesto
progresivo a las ganancias y, en general, se pronunciaba por la ampliación de una democracia
más consecuente. Clemenceau y sus partidarios constituyeron un nuevo partido, el partido de
los radicales. Estos se presentaban como los sucesores de los jacobinos, y el propio
Clemenceau llegó a titularse orgullosamente “descendiente de la Gran Revolución Francesa”.

La lucha entre los republicanos moderados y los radicales en torno a los problemas de la
política colonial, adquirió un tono particularmente agudo. En su búsqueda de nuevos
mercados para la inversión del excedente de capital, el gobierno republicano entró de lleno en
el terreno de las conquistas coloniales. En 1881 procedió a ocupar Túnez. En 1883, las tropas
francesas se apoderaron de Annam, en Indochina, y dieron comienzo a la lucha contra China
por la conquista de Tonkin. Esta guerra, que resultó dura y prolongada, exigió gastos
enormes y el envío de nuevos y nuevos refuerzos. En 1885, las fuerzas expedicionarias
francesas sufrieron un duro revés en Tonkin. Cuando la noticia se conoció en París, la capital
francesa fue presa de una agitación como no se había visto desde la Comuna.

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A raíz de esta expedición a Tonkin, Clemenceau sometió a una demoledora crítica la política
colonial del Gobierno Republicano. Consideraba que la política exterior de Francia debía tener
una sola preocupación: la preparación de la revancha contra Prusia para lavar la afrenta de la
derrota de 1870.

LOS OBREROS

Pese a lo tremendo del golpe sufrido por el movimiento obrero francés con la derrota de los
comuneros, éste pudo rehacerse, mucho antes de lo que esperaban los verdugos de la
Comuna. Un poco más tarde que en Alemania, al final de la década del 70, también en
Francia se constituyó un partido marxista. Fueron sus fundadores Jules Guesde (1845 – 1922)
y Paul Lafargue (1842 – 1911), este último, yerno de Carlos Marx.
Durante la década del 80, en todo el mundo la industria se vio afectada por una prolongada
depresión, acompañada de desocupación y de la ruina de miles de artesanos y de pequeños
comerciantes e industriales. Este hecho produjo, entre la población de Francia, un gran
malestar, que el hábil aventurero, el general Boulanger, trató de aprovechar para sus fines.

BOULANGERISMO

Boulanger aspiraba a convertirse en el dictador de Francia. Tanto él, como sus seguidores,
desplegaron en la segunda mitad de la década, una vasta y estridente propaganda, con el fin
de convencer al pueblo de que todos sus males e infortunios provenían del régimen
parlamentario y republicano que se había dado Francia. Los restos de la nobleza, un sector de
la casta militar, la burguesía financiera y el clero católico, se unieron en un frente común
contra la República. Ellos fueron, precisamente, quienes financiaron la campaña de agitación
bulangerista, levantando como bandera al general Boulanger. El general procuraba explotar
los sentimientos patrióticos de los franceses, que tenían presente aún la derrota sufrida en
1870, en la guerra con Prusia. Por eso llamaba a la revancha, a la guerra contra Alemania. No
poco favorecían los éxitos de Boulanger la venalidad de los republicanos que se hallaban en el
poder. Wilson, yerno del republicano Grévy, presidente de Francia, fue acusado de negociar
con la Orden de la Legión de Honor, concediendo decoraciones mediante sumas de dinero,
con la agravante de que este infame comercio se realizaba en el palacio presidencial. El
comprometido Grévy debió presentar su dimisión. Este escándalo causó gran indignación
entre el pueblo, que fue aprovechada por Boulanger para aumentar el número de sus
seguidores.

El movimiento boulangerista alcanzó sus máximas proporciones en enero de 1889, en el


momento de las elecciones complementarias a la Cámara de Diputados por el Departamento
del Sena, en el que estaba incluida la ciudad de París. Boulanger presentó su candidatura y
fue electo por gran mayoría de votos. Tanto los adversarios como los partidarios del general,
esperaban que el día de las elecciones diese un golpe de Estado.

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Pero Boulanger vaciló y dejó escapar el momento oportuno. Posteriormente, ante el temor de
ser arrestado, huyó a Bélgica, siendo condenado en rebeldía a reclusión perpetua. A partir de
1889, el movimiento boulangerista comenzó a decaer rápidamente. Los republicanos
triunfaron sobre el general Boulanger.

ALIANZA FRANCO-RUSA

La guerra franco-prusiana fue breve, pero tremendamente dura para Francia. Los prusianos
asolaron el país, destruyeron a hierro y fuego todo lo que hallaron. El pillaje y la depredación
de las tropas prusianas no cesaron ni aun después de la firma del armisticio. El ejército de
ocupación prusiano permaneció en Francia hasta mediados del mes de septiembre de 1873,
es decir, hasta que el último franco de la contribución fijada fue entregado al vencedor.
Debilitada y devastada, Francia tuvo que dedicarse a restañar las heridas causadas por los
alemanes.

La política exterior de Alemania, ponía en evidencia su intención de mantener a Francia en el


aislamiento político, de tal modo que pudiese lanzarse sobre ella en el momento oportuno.
Francia se aproximó a Rusia desde los últimos años de la década del 80. De aquella época
data la concesión de un préstamo francés al gobierno zarista de Rusia, muy necesitado de
dinero.

El zar ruso Alejandro III, vaciló durante algún tiempo, considerando humillante la alianza con
la República. Pero en vista del cariz que tomaban las relaciones entre Rusia y Alemania, en
1893, concedió finalmente la autorización para la firma del acuerdo. La alianza franco-rusa,
que fue una respuesta a la Alianza Tripartita, modificó sensiblemente las relaciones de fuerza
en Europa, consolidando la situación de Rusia y de Francia.

EXPANSION COLONIAL

En el curso de la década del 90, el Gobierno de la Tercera República, continuó desarrollando


su campaña de expansión colonial.

En 1894, se inició la guerra por la posesión de la isla de Madagascar, que se prolongó por dos
años. Finalmente en 1896, la isla fue conquistada por Francia. También en el Africa Occidental
los franceses lograron obtener grandes posesiones territoriales.

Hacia fines del siglo XIX, Francia había extendido sus dominios sobre vastos territorios en
Africa, en Indochina y sobre una serie de islas en Oceanía y el Caribe.

EL CASO DREYFUS

Un número cada vez más creciente de obreros franceses se iba incorporando al movimiento

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socialista. También por esta época se incorporó a las filas socialistas el destacado político:
Jean Jaurés (1859 – 1914).

Sin embargo, se produjo un resurgimiento de las organizaciones chovinistas y antisemitas. En


las postrimerías de la década del 9º, toda Francia se vio envuelta en la lucha política que se
desencadenó en torno al caso Dreyfus.

En el consulado alemán de París fue hallado un papel del cual se podía inferir que un espía
vendía al Gobierno alemán secretos militares franceses. El contraespionaje señaló a un oficial
de Estado Mayor del ejército francés llamado Dreyfus, de origen judío. En 1894, fue
arrestado, juzgado y trasladado al penal de la Isla del Diablo en la Guayana Francesa,
condenado a cadena perpetua.

En defensa de Dreyfus se levantaron los mejores representantes de la intelectualidad


francesa. Escritores como Anatole France, Emilio Zola, etc., al igual que muchos hombres de
ciencia, tomaron parte activa en la lucha contra los reaccionarios. Poco a poco el caso Dreyfus
fue dividiendo al país en dos campos: los dreyfusistas, que estaban contra el militarismo
reaccionario, y los antidreyfusistas, que apoyaban a la reacción. Zola tuvo que refugiarse en
Inglaterra para eludir la prisión.

En 1899, fue designado jefe de Gobierno Waldeck-Rousseau. Hábil y experimentado hombre


de negocios, llevado por el propósito de consolidar su situación, declaró que era su propósito
unificar a todos aquellos que estaban por la República, sin distinción de partidos, y para ello
invitó al verdugo de la Comuna de París general Galliffet y al socialista Millerand a formar
parte de su gabinete.

Waldeck-Rousseau, con el fin de calmar los ánimos populares exaltados, hizo que el
presidente de la República indultara a Dreyfus.

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EL IMPERIO AUTROHUNGARO

Como consecuencia de la aplastante derrota que sufriera en la guerra con Prusia en 1866, el
Imperio Austríaco quedó gravemente debilitado. Por esta razón el Gobierno austríaco se vio
obligado a hacer algunas concesiones a los húngaros que no se resignaban, pese a la derrota
de la revolución húngara de 1848, a seguir estando privados de todo derecho.

En 1867, el Gobierno austríaco concertó un acuerdo con la nobleza húngara. En dicho


acuerdo figuraba la división del Imperio, en dos partes: Austria y Hungría. Cada uno de estos
países tendría su propio Gobierno, y ambos Gobiernos, serían iguales en derechos e
independientes, el uno con respecto al otro, en sus asuntos internos. De un Estado único,
como había sido, pasó a ser un Estado dual, integrado por dos partes iguales en derechos,
cada cual con su propio parlamento y su gobierno. Solamente el ejército, la marina, la política
exterior y, en parte, las finanzas, continuaban constituyendo una sola unidad para ambas
partes. Todos los demás asuntos eran conducidos por separado. De los asuntos comunes a
ambas partes se ocupaban los tres ministros correspondientes: el de Guerra, bajo cuya
jurisdicción estaban el ejército y la marina, el de Relaciones Exteriores y el de Finanzas.
Austria y Hungría conservaron un monarca común. El primogénito de los Habsburgo era al
mismo tiempo emperador de Austria y rey de Hungría. En el trono estaba el emperador
Francisco José (1848 – 1916).

Del derecho electoral gozaban únicamente las personas que poseían bienes. Fuera de que el
sufragio distaba mucho de ser universal, existía para su ejercicio una irritante desigualdad. En
Austria, para las elecciones al Reichtang, los terratenientes elegían un diputado con sólo 53
electores, mientras que los campesinos debían reunir 12 mil electores para poder elegir un
diputado, con la agravante de que los campesinos más pobres, en general, quedaban
totalmente excluidos del padrón electoral.

Antes de 1867, en el imperio Austríaco había una sola nacionalidad dominante: la alemana.
Con la implantación del sistema dualista, fueron dos las nacionalidades que pasaron a regir
los destinos: en Austria los alemanes austríacos, y en Hungría los magiares. La gran
burguesía, en lo esencial, era alemana.

En lo que respecta a la burguesía húngara, era tan incipiente económica y políticamente, que
todo el poder estaba en manos de la nobleza terrateniente. Con relación a Hungría, Austria
era un país mucho más desarrollado. Allí, la gran industria capitalista había alcanzado un
grado considerable de crecimiento, lo que traía, como consecuencia, la existencia de una
burguesía lo suficientemente sólida y de una considerable clase obrera.
Hungría, país casi exclusivamente agrario, era el proveedor obligado de materia prima para
Austria y, al mismo tiempo, mercado para su producción industrial. Austria, a su vez, era el
mercado para los productos del agro húngaro.

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En Hungría, el sector más numeroso del campesinado lo constituían las nacionalidades


oprimidas: los rumanos, eslovenos, servios, ucranianos, croatas. Apenas un puñado de
terratenientes húngaros, habían acaparado en sus manos cerca de la mitad de toda la tierra,
mientras que los campesinos sufrían penurias por la falta de ella. Los señores húngaros
explotaban a los campesinos ocupándolos como peones de campo o arrendándoles la tierra,
en condiciones de servidumbre. Los terratenientes húngaros mantenían a las minorías
nacionales en el más completo sometimiento. Estas minorías carecían casi por completo de
representantes ante el Parlamento húngaro, donde el predominio correspondía a los magiares,
y en particular, a los nobles. La “magiarización” de los pueblos sojuzgados se realizaba
violentamente.

En Austria, las nacionalidades oprimidas eran los checos, los eslovacos, los servios, los
ucranianos, los eslovenos y los italianos, mientras que en situación privilegiada se hallaban,
además de los alemanes, los polacos residentes en Austria, que eran los que componían la
casi totalidad de la aristocracia terrateniente de Galitzia. Entre todas las nacionalidades
sometidas a Austria, la checa era la que mayor grado de desarrollo había alcanzado. Pero, el
campesino checo era explotado por el alemán terrateniente. En las ciudades de Bohemia, la
competencia del gran capital alemán, ahogaba a la pequeña burguesía checa. La
intelectualidad checa, casi no tenía acceso a los puestos públicos, por cuanto la mayor parte
de los funcionarios en el aparato del Estado, eran desempeñados por los alemanes.

El gobierno autro-hungaro no oprimía únicamente a los eslavos que poblaban el territorio del
imperio, sino que trataba de impedir la liberación de los pueblos eslavos de la Península
Balcánica, del yugo de los turcos. Temía que el triunfo del movimiento de liberación nacional
de los eslavos en los Balcanes, insuflara nuevas fuerzas a los checos, eslovenos, croatas,
ucranianos y otros pueblos eslavos de Austria-Hungría, para luchar por su propia
emancipación.

Sobre todo, era dura la situación de los ucranianos en Galitzia, donde los terratenientes
polacos, que gozaban casi de iguales privilegios que los alemanes, maltrataban a los
ucranianos, haciendo todo lo posible por mantener al pueblo en la ignorancia y la miseria.

La ignorancia y el oscurantismo en que vivían los campesinos, que consideraban como


enemigos solamente a los terratenientes y a los funcionarios, no les permitían ver que el
emperador no era el defensor de sus intereses. Esos campesino se hallaban bajo la influencia
de la Iglesia Católica, y los Habsburgos, se valían de esa influencia, y de otros medios, para
engañarlos, haciéndoles creer que el emperador se preocupaba por la situación de su pueblo.
Durante largos años los eslavos fueron utilizados como instrumento por la reacción feudal
austríaca contra la revolución burguesa. Así lo hizo también durante la revolución de 1848.

Aún después de la implantación del sistema dualista, el Gobierno austríaco pretendió seguir
utilizando a los eslavos como arma reaccionaria. Esta política fue aplicada con mayor firmeza
durante el gabinete conservador del conde de Taafe, quien logró mantenerse en poder de
1879 a 1893. Sin embargo, en los últimos años del siglo XIX, semejante política no pudo ser
aplicada ya con el mismo éxito. A medida que el capitalismo iba penetrando en las regiones
eslavas de Austria, la vida misma iba provocando el despertar de los pueblos del pesado
sopor político en el que habían estado sumidos. En las regiones eslavas comenzó a levantarse
el movimiento nacionalista.

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ITALIA

Durante la guerra franco-prusiana, el Gobierno francés retiró sus tropas de Roma, donde
habían estado acantonadas custodiando el poder temporal del Papa. Tan pronto como los
soldados franceses abandonaron la ciudad, ésta fue ocupada por los ejércitos italianos,
pasando a convertirse en la capital del reino de Italia. Esto ocurrió en el mes de septiembre
de 1870. Con ello se daba término, en lo fundamental, a la unidad nacional de Italia. Sin
embargo, el sur del Tirol, Trentino, y algunas regiones de Istria, con población italiana,
quedaban bajo el dominio de Austria, esto es, bajo el yugo de los alemanes de Austria.

Después de la unificación, Italia pasó a regirse por la Constitución del reino de Cerdeña,
vigente desde 1848. Por su estructura estatal Italia era una monarquía parlamentaria, regida
por un sistema bicameral y encabezada por un rey, procedente de la dinastía de los Savoia,
que era la que ocupaba el trono de Cerdeña.

El Poder Legislativo correspondía a la Cámara de Diputados y al Senado. Para las elecciones a


la Cámara, tenían derecho al voto los propietarios de bienes raíces y las personas que
pagaban un elevado impuesto anual. Los senadores no eran electos, eran designados por el
rey entre los príncipes de sangre, la aristocracia, la gran burguesía, los terratenientes y los
altos funcionarios del Estado.

De la extrema pobreza de Italia, era testimonio fehaciente, el escaso número de electores a


la Cámara de Diputados. En 1872, para un total de 27 millones de habitantes, solamente
correspondían 600.000 electores.

En 1882, se procedió a la reforma del derecho al voto: el censo fue reducido y el número de
electores se elevó a cerca de dos millones.

Entre las facultades del rey figuraban: la sanción de las leyes aprobadas por el parlamento;
era el jefe de las fuerzas armadas; ejercía el derecho de declarar la guerra y de concertar
tratados con las potencias extranjeras; podía disolver la Cámara de Diputados y convocar a
nuevas elecciones. El monarca estaba autorizado para designar los ministros, pero el gabinete
no era responsable ante el rey sino ante el Parlamento. En Italia el poder de la monarquía era
más limitado que en Alemania o Austria-Hungría.

DESARROLLO ECONOMICO

Italia continuaba siendo un país agrario, regido por relaciones sociales muy atrasadas que
frenaban su desarrollo económico y condenaban al pueblo a la miseria y el hambre.

País pobre en minerales, carecía de carbón propio, de mineral de hierro y de petróleo, lo cual
impedía el desarrollo pleno de su industria, especialmente de la industria pesada. La industria

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textil, en la que ocupaba un lugar preponderante la seda, era la que había alcanzado un
mayor grado de desenvolvimiento. El centro fundamental de la concentración de la industria
italiana, era la Italia del norte. Tanto en lo económico como en lo financiero, el país dependía
considerablemente del capital extranjero.

El tipo de relaciones sociales, existente en el campo, era el freno principal para el desarrollo
económico de Italia. La tierra se encontraba en manos de grandes terratenientes. Tan sólo en
el norte de Italia, había economía campesina independiente.

En lo concerniente al centro y sur del país, allí predominaba la gran propiedad rural. El
campesinado italiano, mísero y abrumado de impuestos, trabajaba fundamentalmente las
tierras tomadas en arriendo al terrateniente. El tipo común de arriendo era la aparcería, o sea
que el campesino se obligaba a entregar al dueño de la tierra, en calidad de arriendo, la
mitad de la cosecha obtenida, la mitad de la reproducción del ganado, de las aves de corral,
etc. Era muy penosa la situación de los braceros o peones agrícolas. Los métodos atrasados
de cultivo y los múltiples resabios feudales que gravitaban sobre la aldea, traían como
consecuencia una constante reducción de la cosecha. Así, a mediados de la década del 70, la
cosecha media anual de trigo fue igual a 38,5 millones de quintales.

einte años más tarde, fue de 28 millones de quintales. El campesinado se empobrecía y se


proletarizaba. El débil desarrollo de la industria de transformación, no permitía absorber todo
el excedente de mano de obra campesina. Los agricultores italianos desocupados,
abandonaban en masa su patria para dirigirse a Francia, a Túnez, a las Américas del Norte y
Sur, en procura de trabajo.

El número anual de personas que emigraban de Italia, en el período anterior a la Gran


Guerra, pasaba del medio millón. En 1881, los italianos residentes en el extranjero, sumaban
un millón de personas, en tanto que en 1910 llegaban ya a 5,5 millones.

EL PAPA Y EL GOBIERNO ITALIANO

Después que el ejército italiano ocupó el territorio bajo el dominio pontificio, el Papa fue
privado del poder temporal. En respuesta a ello, Pío IX, desencadenó una enconada lucha
contra el Gobierno italiano, causando a éste serias preocupaciones. El papado y la iglesia
gozaban de una gran autoridad entre el pueblo italiano. Por eso, el Gobierno italiano buscó la
conciliación con el Papa. Pero Pío IX no quiso aceptar el entendimiento y acusó de
“usurpador” al rey Víctor Manuel y, como señal de protesta por la “violencia” ejercida contra
su persona, el Papa se recluyó en el palacio del Vaticano, declarándose “prisionero”
voluntario. Declaró rotas todas las relaciones con el gobierno italiano y prohibió, a los
católicos, participar en las elecciones a la Cámara de Diputados y a los órganos locales de
administración.

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POLITICA EXTERIOR ITALIANA

Durante los primeros años que siguieron a la unificación, Italia procuró mantenerse, en
materia de política exterior, en una actitud prudente. Las simpatías del pueblo italiano se
inclinaban hacia Francia, pero la campaña de hostilidad hacia Italia, que habían estado
desplegando los católicos franceses, y la revalidada entre ambos países entorno al problema
de Túnez, impedían su acercamiento. De índole diferente era la causa que impedía el
acercamiento con Alemania: ésta era aliada de Austria-Hungría y los patriotas italianos no
podían olvidar a sus connacionales, que en gran número, residían en el Trentino, bajo el yugo
de los austríacos. Por otra parte, Italia tenía pretensiones sobre Istria y Dalmacia, que
pertenecían a Austria y sobre las cuales no podía argüir derecho alguno, puesto que la mayor
parte de su población estaba compuesta por eslavos del sur.

El escaso poder adquisitivo de la población campesina, impedía la ampliación del mercado


interno. Para procurarse nuevos mercados, el capitalismo italiano, se lanzó en la segunda
mitad de la década del 70, a las conquistas coloniales. Para empezar, decidió ocupar Túnez.
Pero Francia le ganó de mano. Con el acuerdo previo de Inglaterra y Alemania, los franceses
ocuparon Túnez en 1881. Este acto puso término a las vacilaciones de la política exterior de
Italia, que decidió su elección entre Francia y Alemania. Como respuesta a la ocupación de
Túnez, en 1882, Italia concertó una alianza con Alemania y Austria, que recibió el nombre de
Triple Alianza.

Las tentativas de expansión colonial de Italia fueron poco exitosas. Después de la fracasada
intentona de someter a Abisinia (1887), Italia consiguió, sin embargo, establecer una base a
orillas del Mar Rojo y fundar allí la colonia de Eritrea.

En el curso de la segunda tentativa de ocupar Abisinia, los ejércitos italianos fueron


totalmente aniquilados en Adua, por el Negus (emperador) abisinio Manelik, en el año 1896.
Después de eso, por largo tiempo Italia abandonó toda idea de someter a Abisinia, debiendo
además pagar le una indemnización.

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RUSIA

LA ABOLICION DE LOS DERECHOS FEUDALES

El Zar Alejandro II, temiendo que los campesinos se sublevaran y destruyeran el régimen
feudal, lanzó, el 19n de febrero de 1861, el manifiesto sobre la emancipación de los
campesinos. Estos quedaban libres, no se los podía vender ni comprar y dejaban de ser
propiedad de los nobles.

Pero se les dejó poca tierra, menos aún de la que tenían antes de la reforma, y la que se les
dejó era mala, porque de las mejores se apoderaron los terratenientes, apropiándose, al
mismo tiempo, parte de los bosques, de las praderas y pastos comunales. Repartieron las
tierras de tal manera, que sus campos se interponían entre las tierras de los campesinos y los
caminos que conducían a los abrevaderos, a los bosques y a los prados. Los campesinos se
vieron obligados de ellos que les permitieran utilizar los lotes de sus tierras en las condiciones
que fueran.

Además, se los obligó por la emancipación y por sus propias tierras, a pagar un rescate a los
terratenientes, que las valuaban en el doble o en el triple de su verdadero precio. Los
campesinos pagaron enormes sumas de dinero, durante cuarenta años, por el rescate.

El zar y los terratenientes saquearon aún más a los campesinos en Crimea, en Ucrania y en el
Cáucaso. En Crimea se apoderaron de todas las mejores tierras en la costa del Mar Negro,
donde el zar y la corte tenían sus palacios y sus fincas. En Ucrania los campesinos recibieron
también muy poca tierra, porque los terratenientes no querían entregarles las fértiles tierras
negras. En Georgia, además de pagar un enorme rescate, tenían que trabajar, como
anteriormente, muchos años para los terratenientes y entregarles una tercera parte de la
producción, de sus viñedos y de sus tierras de labor.

Semejante abolición de la servidumbre, provocó enorme agitación, entre los campesinos de


todo el país. Reclamaban la libertad completa y que se les entregara gratuitamente la tierra
necesaria. Para reprimirlos, se lanzaron contra ellos tropas con las que se produjeron choques
sangrientos, con centenares de muertos y heridos.

Los intereses de los campesinos eran defendidos por algunos intelectuales. Uno de estos fue
el sabio y revolucionario populista Nicolás Chernishevski. Después del manifiesto del 19 de
febrero, junto con otros revolucionarios populistas, decidieron levantar a los campesinos
contra el zar y los terratenientes. Alejandro II ordenó encerrarlos en la fortaleza de Pedro y
Pablo, para luego recluirlos en Siberia, con un destierro de 19 años.

TRANSFORMACIONES ADMINISTRATIVAS

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Bajo el régimen feudal, el terrateniente gobernaba y juzgaba por sí mismo. Después de la


reforma campesina, se designó en cada aldea un anciano (stárosta) para administrarla.
Varias aldeas y pueblos se unían en un “vólost” (cantón) que era administrado por un jefe de
cantón. El jefe cantonal y el anciano de la aldea, se elegían entre los campesinos ricos y eran
subordinados de los funcionarios zaristas, cobraban los tributos a los campesinos y ayudaban
a la policía a reprimir los levantamientos. En los cantones se elegía los jefes cantonales que
juzgaban a los campesinos en sus pequeños litigios.

Estos jueces podían condenar a los campesinos con detenciones, castigos corporales, multas,
etc. Para los campesinos y los reos de delito común, se mantenía el castigo corporal.

En las provincias y en los distritos se elegían administraciones rurales (“zemstvo”) para la


administración de escuelas, hospitales y reparación de puentes y caminos. Pero, a los
campesinos se los obligaba a pagar todos los gastos; podían participar en las elecciones y ser
elegidos para las administraciones de los zemstvos, pero estas elecciones se celebraban de tal
manera, que se elegían pocos de ellos: uno por cada 3.000 haciendas campesinas. Los
representantes de los campesinos en las administraciones rurales eran, en su mayor parte,
“Kulaks”; los delegados de los terratenientes manejaban en ellas todos los asuntos.

Para la administración de las ciudades se crearon las Dumas municipales (ayuntamiento) y,


el derecho a elegir sus miembros, fue solamente concedido a los fabricantes, comerciantes y
ricos propietarios.

Se modificó la ley de servicio militar; se comenzó a enrolar en el ejército a todos aquellos que
tenían cumplidos los 21 años. El término del servicio militar en el cuartel fue reducido a 6
años. Pero, lo mismo que anteriormente, los campesinos eran en el ejército soldados rasos,
mientras que los nobles eran oficiales.

El azar y los terratenientes seguían conservando el poder en sus manos; incluso después de
la reforma, poseían una enorme cantidad de las mejores tierras y mantenían a los
campesinos bajo la vigilancia rigurosa de la policía y de los funcionarios.

Pero con la abolición del derecho feudal en Rusia, aumentó el número de las fábricas y de los
talleres, se comenzaron a construir más rápidamente ferrocarriles y el comercio adquirió un
gran desarrollo. Rusia se transformaba en un país capitalista.

LAS GUERRAS DE ALEJANDRO II

Hacía ya muchos años que los polacos, dirigidos por la nobleza, se preparaban para
emancipar a Polonia del poder del zar ruso. En Varsovia, los revolucionarios formaron un
“Comité popular”, que preparó la insurrección.

Este Comité, dirigido por la nobleza polaca, declaró la insurrección en 1863 y se proclamó un
gobierno polaco. La insurrección se extendió por toda Polonia, parte de Lituania y parte de
Bielorrusia. En todas partes se reunían destacamentos. En todas partes se reunían

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destacamentos de insurrectos, armados con pistolas, escopetas de caza, picos y sables.


Esquivando combates decisivos contra grandes destacamentos de tropas rusas, los
insurrectos comenzaron la guerra de guerrillas. Sus destacamentos se ocultaban en los
bosques y desde allí atacaban a las tropas zaristas. Durante año y medio hubo más de mil
pequeños combates de esta clase.

Particularmente violenta fue la insurrección en Bielorusia. Dirigidos por Kastus Kalinoski, los
campesinos armados con hoces y hachas, incendiaban las mansiones de los terratenientes, a
quienes daban muerte, exterminaban los pequeños destacamentos de tropas rusas y mataban
a los funcionarios y a los oficiales zaristas.

Para aplastar la insurrección, Alejandro II envió todo un ejército, pero solamente después de
18 meses lograron los generales zaristas derrotar a los insurrectos. En Bielorusia y en
Lituania, el cruel general Muraviov dirigió la represión. Ahorcaba sin piedad a los prisioneros;
entre ellos Kalinovski. Después del aplastamiento de la insurrección, el Gobierno zarista
desterró a Siberia a millares de polacos.

Durante la insurrección, el zar Alejandro II se apresuró a promulgar la ley sobre la abolición


del derecho feudal en Polonia y Lituania, en condiciones menos onerosas para los campesinos
que en otras provincias de Rusia. Se anulaba la servidumbre de los campesinos y en Lituania
recibieron sus anteriores parcelas de tierra por un precio inferior que en las demás
gobernaciones, y hasta las recibieron gratuitamente en Polonia. El zar hacía todo esto para
ganarse a los campesinos y enfrentarlos con los terratenientes polacos.

LA CONQUISTA DEL ASIA CENTRAL

Al mismo tiempo, Alejandro II, emprendió conquistas decisivas en Asia Central. Después de
haberse consolidado en Kasajstán, anexionado a la Rusia zarista, conquistó, en el transcurso
de 10 años, la Kirguizia. Los kirguizes resistían obstinadamente a las tropas rusas, pero su
resistencia fue, al fin, quebrantada.

Los destacamentos rusos comenzaron el asalto de la capital de los usbekes, Tashkent,


consolidándose definitivamente en el año 1865.

En, 1868, los rusos se apoderaron de la ciudad de Bujará, Samarcanda (la célebre ciudad de
Tamerlán). El gobernante de Bujará, el emir, reconoció el poder del zar ruso y tuvo que
entregarle la parte más fértil de las tierras de Bujará.

Luego fueron sometidos los dominios del jan de Jivá, que también reconoció su dependencia
del zar ruso, y seguidamente fue conquistado el janato de Kokand.
Las tribus guerreras de Turkmenia lucharon por su independencia durante doce años contra
las tropas zaristas. A fines del siglo XIX, fueron conquistadas por Rusia las montañas de
Pamir, conocidas como “el techo del mundo”. A sí fue como en el transcurso de treinta años
de guerras encarnizadas, la Rusia zarista conquistó las tierras de las nacionalidades del Asia

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Central. Detrás de las tropas rusas, seguían, dirigiéndose al Asia Central, los funcionarios
zaristas y los comerciantes. Recaudaban de la población fuertes tributos, les arrebataban las
tierras y los bienes, les robaban y engañaban en las transacciones, ayudados por los janes,
los ancianos y los mulhas (sacerdotes) sobornados por los zaristas rusos.

En las tierras aptas para ello se comenzó a sembrar el algodón con semillas americanas, el
cual era necesario para las crecientes fábricas textiles de Rusia. Todos los beneficios de su
recolección iban a parar a manos de los ricos nativos y de los fabricantes rusos, que lucraba
a costa del trabajo de los nativos pobres esclavizados: usbekes, turkmenes y tadzshikes.

Los pueblos del Asia Central, fueron entregados al dominio absoluto de los generales zaristas,
de los nobles y de los capitalistas. Más de una vez los pueblos oprimidos se levantaron, pero
la fuerza se encontraba del lado de los nobles y burgueses rusos, a los que ayudaba el sector
más acomodado de la población nativa. El Asia Central se convirtió en colonia de Rusia
zarista.

LA GUERRA CONTRA TURQUIA

A fines del reinado de Alejandro II, Rusia estuvo en guerra con Turquía. Tampoco por esta
vez los rusos consiguieron apoderarse de los estrechos del Mar Negro al Mediterráneo. De
acuerdo al tratado de paz firmado con Turquía, Rusia recibió el gran puerto comercial del Mar
Negro, Batumi. A pesar de la enorme superioridad en fuerzas de Rusia, la guerra, la guerra le
costó una enorme cantidad de víctimas: fueron sacrificados en vano miles de soldados mal
armados.

EL CAPITALISMO EN RUSIA

Después de la reforma de 1861, millones de campesinos seguían viviendo en la miseria y


faltos de derechos. Poseían pocas tierras, y para sustentarse y pagar los tributos, tenían que
arrendar la tierra de los terratenientes o pedirles dinero prestado. Estos los obligaban a
cultivar la tierra señorial con sus propios instrumentos de labranza, en condiciones usurarias.
Los campesinos medios, podían administrar de una u otra manera su economía. Pero en caso
de mala cosecha o de su falta absoluta, se empobrecían y caían bajo la dependencia de los
terratenientes y de los kulaks, debiendo trabajar para ellos como jornaleros.

Los campesinos, arruinados, se marchaban a las ciudades, que crecían rápidamente, tomando
también mucho incremento en ellas la industria. A fines del siglo XIX se formaron importantes
centros industriales. En Petersburgo y en Nizhni –Nóvgorod había fábricas de construcciones
mecánicas, en Tula, los Urales y en la cuenca del Don, fábricas metalúrgicas y en las
provincias de Moscú, Vladimir, Kostromá y Yaroslavl, fábricas textiles.
A estos lugares era donde se dirigían los campesinos arruinados. Asimismo, la construcción de
ferrocarriles reclamaba muchos obreros. Hacia fines del siglo XIX, en Rusia había ya más de

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treinta mil kilómetros de vías férreas, y se dio comienzo a la construcción del ferrocarril
Transiberiano. Centenares de miles de familias campesinas emprendieron la marcha a las
vastas tierras siberianas. En duras condiciones, por la naturaleza del clima, y para aprovechar
las riquezas naturales de la comarca.

No era mejor la vida de los obreros. Los dueños de los talleres y fábricas, incluido el Estado
que era uno de los mayores propietarios, obligaban, no ya a los hombres, sino también a las
mujeres y los niños, a trabajar de 13 a 14 horas al día y, frecuentemente, la jornada duraba
hasta 17 y 18 horas. Se obligaba a trabajar incluso los días festivos, y no existían los
permisos. Por el menor motivo se multaba a los obreros, reteniendo una parte del jornal. En
las fábricas reinaba la suciedad, la humedad y la oscuridad, y ni siquiera había ventilación.
Los obreros vivían en barracones estrechos y sucios, donde en los mismos camastros dormían
los de distintos turnos, es decir, unos se levantaban y otros se acostaban.

En la Rusia zarista, tanto obreros como campesinos carecían igualmente de derechos, pero
los primeros, en las fábricas y en los talleres, empezaron a unificarse y a actuar contra sus
opresores, siguiéndolos más tarde también los campesinos.

Poco después de la reforma de 1861, comenzaron a organizarse ilegalmente, círculos


revolucionarios de jóvenes, en su mayor parte estudiantes, en muchas ciudades rusas. En
estos círculos se discutía vivamente la manera de ayudar a los campesinos. Finalmente,
resolvieron ir a las aldeas, a hacer agitación entre ellos, o como ellos decían, “ir al pueblo” y
exhortarlos a la insurrección contra el zar y los terratenientes. Por esto recibieron el nombre
de “populistas”.

Como no fueron escuchados por los campesinos, decidieron continuar la lucha son sus propias
fuerzas. Concibieron la idea de comenzar con el asesinato del zar, y organizaron una
asociación secreta a la que llamaron “Naródnaia Volia” (“La libertad del pueblo”). En el 1º de
mayo de 1881, consiguieron matar al zar Alejandro II con una bomba. Pero esto no dio
ningún resultado puesto que “a rey muerto, rey puesto”, asumió el hijo, Alejandro III,
durante cuyo reinado la vida de los obreros y los campesinos fue aún más dura.

En 1887, otro grupo de revolucionarios populistas intentó asesinar a Alejandro III, pero sin
éxito. Entre los organizadores del atentado estaba Alejandro Ulíanov, hermano mayor de
Lenin, quien fue ahorcado junto a sus compañeros.

LOS OBREROS

Ya durante el reinado del zar Alejandro II, los obreros comenzaron su lucha organizando las
primeras uniones obreras, con el fin de luchar con mayor éxito contra los capitalistas.
Presentaban en común a los dueños de las fábricas o de los talleres, reivindicaciones,
negándose a reanudar el trabajo, hasta que aquellos no les dieran satisfacción.
La primera asociación, “La Unión del Sur de Rusia”, surgió en Odesa, en 1875. Esta se
preparaba para la lucha contra el absolutismo y exhortaba a los obreros a unirse para la

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lucha por la revolución. Pero pronto sus participantes fueron detenidos. En 1878, en
Petersburgo, fue organizada “La Unión de los obreros rusos del Norte”, que asumió la
dirección de las huelgas de los obreros. Pero, como a la anterior, el gobierno zarista la
aniquiló.

A pesar de que las organizaciones eran reprimidas brutalmente apenas aparecían, el


movimiento abarcó cada vez más regiones. La vida de los obreros se hacía cada vez más
difícil y la burguesía los explotaba cada vez más.

Sin embargo, el gobierno zarista, asustado por el crecimiento de las huelgas y por el
desarrollo del movimiento obrero, se vio forzado a promulgar una ley, de acuerdo con la cual,
los fabricantes no podían expoliar descaradamente a los obreros. Para esa época comenzaron
a aparecer en Rusia propagadores de las ideas de Marx y Engels, como el historiador Jorke
Valentinovich Plejánov, el primer propagandista del marxismo en Rusia. Plejánov creo el grupo
marxista revolucionario llamado “Emancipación del Trabajo”,
en 1883.

En 1893, Lenin, se había trasladado a Petersburgo, donde unificó a todos los círculos obreros
en la “Unión de lucha por la emancipación de la clase obrera”, preparando de este modo la
creación de un partido obrero. En 1898, fue convocado el Primer Congreso del Partido
Obrero Socialdemócrata de Rusia, en la ciudad de Minsk.

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LAS RELACIONES INTERNACIONALES A FINES DEL


SIGLO XIX

RIVALIDAD FRANCO-ALEMANA

Con la constitución de Imperio Alemán y el Reino de Italia, se modifica la fisonomía del mapa
político de Europa. Anteriormente Alemania constituía un mosaico formado por treinta y seis
pequeños Estados; Italia, a su vez, se componía de siete Estados, sin contar la diminuta
república de San Marino. Mientras que ahora, en lugar de aquellos débiles Estados, surgieron
dos nuevas grandes potencias.

En la guerra de 1866 contra Austria y en la de 1870 – 71, contra Francia, Prusia había dado
muestras de su potencialidad. Resultaba asimismo evidente que Prusia se disponía a aplicar
esa potencialidad con fines de agresión. En 1861, se lanzó contra Dinamarca, despojándola de
Schleswig y Holstein; después de la guerra de 1866, se apoderó de varios pequeños Estados
alemanes, como Hannover; finalmente, con la guerra con Francia, Bismarck no se dio por
satisfecho con haber logrado la unidad nacional alemana.

También aquí decidió aprovechar su triunfo para saquear concienzudamente a Francia.

El 10 de mayo de 1871, en Francfort, fue firmado el tratado de paz. Las condiciones de paz
impuestas a Francia, por el tratado de Francfort, eran tremendamente onerosas. Francia debió
entregar a Alemania dos ricas e importantes, del punto de vista estratégico, provincias, como
Alsacia y Lorena; además, debía pagar al Imperio Alemán una fuerte suma en concepto de
indemnización. La devastación y los atropellos, cometidos por los alemanes en el curso de la
guerra, ponían claramente de manifiesto que Alemania constituía un peligro para la seguridad
de todos sus vecinos.

Francia no podía resignarse a aceptar de buen grado el expoliador tratado de Francfort.


Después de la guerra no dejo un solo instante de pensar en la revancha, en la lucha por la
recuperación de Alsacia y Lorena, brutalmente arrebatadas por Alemania. Por otra parte,
Francia temía una nueva agresión por parte de Alemania; de ahí que tratase de aprovechar
cualquier situación favorable para debilitar a su poderoso enemigo.

Bismarck, al comprobar que Francia iba poco a poco recobrándose de la derrota sufrida, creyó
prudente prepararse para un nuevo ataque. Ya en 1875, dio comienzo a los preparativos para
un nuevo ataque. Pero no pudo llevar a buen término sus planes: estos fueron desbaratados
por la intervención de Inglaterra y Rusia. Pero las relaciones entre Francia y Alemania
continuaron siendo extremadamente tirantes.

RIVALIDAD ANGLO-RUSA

En la década del 70 proseguía aún la vieja lucha entre Rusia e Inglaterra, por el predominio

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sobre Turquía, Persia y el Asia Central. Luego de llevar a cabo la conquista del Cáucaso en la
década del 60, el Gobierno zarista concentró todas sus energías en el Asia Central. Hacia el
final de esa década, se apoderó de los kanatos de Kohan y Bujura, y, en la siguiente, del
kanato de Jiva. De este modo las posesiones rusas se iban acercando a las fronteras de la
India. Entretanto, también los ingleses continuaban con su política de penetración,
apoderándose, en el curso de la década del 70, de Beluchistan. A medida que ambos rivales
se iban aproximando cada vez más a los límites del Asia Central y de la India, aumentaban
también sus recíprocos recelos, su rivalidad y su enemistad. Esta rivalidad no le impidió, sin
embargo, unirse momentáneamente en defensa de Francia. La amenaza en el año 1875 de un
nuevo derrumbe de Francia, y con ello, de la instauración de la hegemonía alemana en
Europa Occidental, fue lo que motivó la unión temporaria entre Inglaterra y Rusia.

LA GUERRA RUSO-TURCA

En 1875, Bosnia y Herzegovina, bajo el dominio turco, fueron teatro de un levantamiento


contra la dominación turca. La mayor parte de la población se componía de servios. En 1876,
los búlgaros, también se sublevaron. Los turcos respondieron con represalias de gran
ferocidad.

Rusia hizo sentir sus protestas a favor de los eslavos sublevados. Alejandro II se preparó
para combatir contra los turcos, en favor de los eslavos sublevados y por la consolidación de
la influencia de Rusia en las comarcas eslavas de la Península Balcánica. Este hecho tenía
para Rusia una importancia capital. Pues si lograba consolidar su posición en los Balcanes,
estaría en mejores condiciones para impedir que los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos
se escurriesen de las manos de la débil Turquía y fuesen a para a las de alguna gran
potencia, por ejemplo de Inglaterra, que una vez dueña de ellos encerraría a Rusia en el mar
Negro.

El sultán otomano, alentado por la diplomacia británica, no quiso dar ninguna clase de
concesiones a los insurrectos. En vista de ello, en 1877, el zar ruso declaró la guerra a
Turquía. Pero el desbordamiento de Danubio, que se prolongó por varios meses, retardó la
invasión de Turquía por las tropas rusas. Recién en el verano, el ejército ruso pudo cruzar los
ríos y avanzar sobre Constantinopla.

Los éxitos alcanzados por el ejército ruso despertaron serios temores en Austria e Inglaterra.
Disraeli y el partido conservador que regían los destinos de Gran Bretaña, no deseaban ver a
Rusia convertida en dueña de los estrechos. Temían la presencia de la flota rusa en el
Mediterráneo, precisamente sobre la ruta inglesa hacia la India. Tampoco era deseable, para
los ingleses, que Rusia pusiese al reguardo de la flota británica sus costas del mar Negro.
Disraeli dispuso en envío inmediato de una escuadra inglesa con destino a los estrechos.
Frente as esta actitud y ante el temor de un conflicto con Inglaterra, el gobierno zarista de
Rusia no se atrevió a que su ejército entrara en Constantinopla.

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En los mismos accesos de la ciudad, en una localidad llamada San Stefano, se firmó el tratado
de paz, en virtud del cual Turquía cedió a Rusia algunas regiones, reconoció la completa
independencia de Rumania y de Servia, y acordó conceder la autonomía a Bulgaria, que
seguiría dependiendo del sultán turco en calidad de vasallo. Rusia recuperó Besarabia del sur
que le había sido arrebatada después de la guerra de Crimea.

Disraeli no se dio por satisfecho con haber impedido la entrada de las tropas rusas en la
capital de Turquía. Consideraba que, en San Estefano, Rusia había obtenido demasiado y, por
lo tanto, se dispuso a obstaculizar el afianzamiento de las posiciones rusas en Oriente. A este
fin, le sirvió de aliada Austria-Hungría.

Las clases dominantes, del Imperio Austro-Hungaro, ofrecían tenaz resistencia a todo intento
de robustecimiento de los pueblos eslavos. Temían que la liberación de los eslavos de yugo
otomano, sirviera de señal para el levantamiento de los eslavos sometidos a su propio
dominio. No menor era su temor frente a Rusia, erigida en “protectora de los pueblos
eslavos”.

Los ingleses y los austríacos reclamaron la revisión del tratado de San Stefano. Ya con mucha
anterioridad a ello, Bismarck había dado a entender que, en caso de guerra entre Austria y
Rusia, daría su apoyo a la primera. Rusia quedó aislada, sus finanzas y su ejército se hallaban
agotados y, el gobierno zarista, no disponía de recursos para restablecer en breve plazo el
poder combativo. La Rusia de los zares era un país demasiado atrasado, y el zarismo era
incapaz de defender los intereses de la nación.

Rusia cedió, en el verano de 1878, se reunió en Berlín, el congreso internacional para la


revisión del tratado de paz de San Stéfano. Los rusos debieron aceptar una sensible reducción
en el territorio búlgaro. Austrria-Hungría logró obtener del congreso el derecho de ocupar dos
comarcas eslavas: Bosnia y Herzegovina. Inglaterra, con anterioridad a la reunión del
congreso, había llegado a un acuerdo con Turquía para la concesión por ésta de la isla de
Chipre, poderosa base estratégica al este del Mediterráneo. Entre Austria e Inglaterra, le
arrebataron más territorios a Turquía que la misma Rusia, aun cuando no habían estado en
guerra con ella y se proclamaban sus defensoras.

Tomado en conjunto, el balance de la guerra ruso-turca, resultó poco favorable para Rusia, a
despecho de
su triunfo.

LA TRIPLE ALIANZA

La guerra ruso-turca y el congreso de Berlín, empeoraron considerablemente la relaciones de


Rusia, no solamente con Inglaterra y Austria, sino también con Alemania. En el curso de la
guerra franco-prusiana, Rusia había mantenido una posición de “neutralidad”. Pero, ahora
resultaba que en caso de una guerra entre Rusia y Austria, Alemania tomaría una posición
favorable a esta última. No era de extrañar, entonces, que en Rusia se levantase una fuerte

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irritación contra Alemania. Bismarck, guardaba en su memoria que, había sido Rusia quien le
impidiera, en 1875, agredir a Francia. En su opinión, Rusia seguía siendo el principal
obstáculo para la hegemonía de Alemania en Europa.

En 1879, Bismarck concertó una alianza con Austria-Hungría. En 1882, a dicha alianza se
adhirió, también, Italia. Este país, estaba descontento con Francia a causa de la ocupación de
Túnez, en la que había puesto su mirada la burguesía italiana. En represalia, Italia estrechó
vínculos con el enemigo tradicional de Francia y su aliado. La alianza de estos tres Estados,
Alemania, Austria-Hungría e Italia, recibió el nombre de Triple Alianza.

ALIANZA FRANCO-RUSA

Surgió así un poderoso bloque de potencias dirigido contra Rusia y Francia. Es por lo tanto
natural que, en presencia del enemigo común, ambas naciones buscaran apoyarse
mutuamente. Ya desde fines de la década del 80, la burguesía francesa había empezado a
conceder, al zarismo, grandes empréstitos, lo cual, lógicamente, contribuía al acercamiento
franco-ruso. En 1893, se llevó a cabo la alianza franco-rusa.

En el continente europeo se constituyeron dos bloques de potencias, aproximadamente


parejos: la Alianza franco-rusa y la Triple Alianza. Inglaterra se mantenía al margen de
ambos bloques: esperaba aprovechar su mutua hostilidad en beneficio de sus propios
intereses políticos.

LA LUCHA POR EL REPARTO DEL MUNDO

En 1878, Inglaterra declaró la guerra a Afganistán a fin de someterlo al dominio de la corona


inglesa. La guerra se prolongó hasta 1880. Pese a que no le fue posible conquistar al país,
gracias a la tenaz resistencia ofrecida por los afganos, Inglaterra logró, sin embargo, someter
al emir a la influencia inglesa.

La penetración rusa en el Asia Central, se vio momentáneamente detenida por la guerra ruso-
turca, pero volvió a reanudarse nuevamente ni bien hubo terminado la guerra. Las tropas
zaristas marcharon sobre Turkmenia. En 1885, los rusos llegaron a la frontera con
Afganistán. Deseosa de impedir la entrada de los rusos en este país, Inglaterra se apresuró a
tomar cartas en el asunto, y poco faltó para que se produjera una guerra anglo-rusa.

A principios de la década del 80, los franceses ocupaban Indochina. Inglaterra, por su parte,
desde la década anterior, había ocupado la península malaya, y ahora ocupaba Birmania. Así
se fue llevando a cabo el reparto de Asia.

Así, en el transcurso de las dos últimas décadas del siglo XIX, Inglaterra, Francia, Italia y
Alemania, habían procedido a la ocupación de casi todo el territorio de Africa. Las conquistas
mayores correspondieron a Inglaterra y Francia. Esta última, que ya desde la tercera década

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del siglo dominaba Argelia, extendió su dominio hacia Túnez, hacia una gran parte del
territorio de Africa Occidental, el desierto de Sahara, la zona occidental del Sudán, una parte
del valle del río Congo. Bélgica se apoderó de la otra parte del Congo, que recibió el nombre
de Leopolville, por su rey, Leopoldo. Los franceses se apoderaron igualmente de Madagascar
situada frente a la costa oriental de Africa.

Las conquistas de Inglaterra fueron aún mayores que las de Francia. Al final de la década del
70, los banqueros ingleses y franceses, lograron someter a su control a Egipto. En 1882, este
país fue conmovido por la explosión de un levantamiento popular dirigido contra los
extranjeros. A la cabeza del movimiento se hallaba un oficial del ejército egipcio, llamado
Arabi-Bajá. En respuesta al movimiento, los ingleses procedieron a ocupar el país
militarmente. La burguesía francesa, que también se había hecho ilusiones con respecto a
Egipto, tuvo que resignarse a perder la presa. Este hecho fue causa de una serie de
complicaciones en las relaciones entre Francia e Inglaterra.

Luego de ocupar Egipto, las fuerzas británicas prosiguieron su avance al sur, con la idea de
apoderarse del Sudan Oriental, pero allí se encontraron con una tenaz resistencia por parte
de la población indígena. En 1885, los árabes sudaneses cercaron en la ciudad de Khartum a
un destacamento inglés y lo aniquilaron totalmente. Al frente de los rebeldes se hallaba un
árabe a quien llamaban el Mahdi, lo que significaba algo así como el Mesías.

Recién en 1896, la burguesía inglesa se atrevió a emprender nuevamente la conquista de


Sudan Oriental. Al mando del general Kitchener, un destacamento inglés, partió de Egipto.

Después de una marcha de dos años, los ingleses llegaron a Khartum y batieron a los
mahdistas. Lord Kitchener prosiguió su avance hacia el sur, y en las inmediaciones de la
aldea llamada Fashoda, se encontró con un destacamento de las fuerzas francesas, al mando
del capital Marchand. Los franceses habían marchado con la idea de apoderarse antes que los
ingleses de la región del Alto Nilo. El gobierno ingles amenazó a Francia con declararle la
guerra. El gobierno francés ordenó a Marchand retroceder. El temor a Alemania, hacía que
Francia renunciara al dominio de la región ante los ingleses.

Inglaterra siguió su avance hacia el sur, ocupando casi todo el sur de Africa. Solamente las
regiones ocupadas por los bóers, Orange, Natal y Transvaal, continuaron manteniendo su
independencia.

En 1884, Alemania entró en la carrera imperialista, ocupando Africa Sudoccidental, Camerún


y Togo y, al año siguiente la llamada Africa Oriental Alemana. A su vez los italianos
intentaron, en 1896, apoderarse de Abisinia. Pero los abisinios derrotaron al ejército italiano y
lo pusieron en fuga.

La población indígena de las colonias era objeto de la devastación y de los atropellos más
brutales.

Al término del siglo XIX, se desencadeno una furiosa lucha entre las grandes potencia por el
dominio de China. Japón fue el primero en atacar a China en el año 1894. Los japoneses

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ocuparon la isla de Formosa, impusieron a China una fuerte indemnización de guerra y la


obligaron a renunciar a sus derechos sobre Corea, que fue declarada “independiente”. El
gobierno ruso, temeroso por lo que significaba el dominio japonés sobre Corea, para sus
dominios en el Lejano Oriente, entabló una enconada lucha por el predominio en Manchuria y
Corea.

En 1897, Alemania se apoderó del puerto de Kiao-Chow, en la provincia de Shantung; poco


después, Rusia hacía otro tanto con Port-Arthur. Inglaterra obtuvo la cesión de Wei-Hai-Wei
en la costa norte de la provincia de Shantung. Alemania transformó Shantung en esfera de su
influencia, Rusia hizo lo mismo con Manchuria. Francia tomó posesión de la bahía de Hoang-
Tchew-Wang. Inglaterra, a su vez, asentó sólidamente su predominio en el valle del Yang-
tsé. China quedó dividida en “esferas de in fluencia”. Sólo de manera formal continuaba
conservando su independencia, pues la acción del gobierno chino se veía limitada por las
potencias extranjeras.

Además de China, en condiciones de semicolonias se hallaban también países como Turquía e


Irán (Persia).

Hacia finales del siglo XIX, Asia, Africa, Oceanía y algunos territorios de América, se hallaban
repartidos entre Inglaterra, Francia, Alemania, Rusia, Bélgica, Italia y otras potencias
menores. Alemania obtuvo una parte mucho menor que Inglaterra y Francia. Ello se debió,
fundamentalmente a que su unidad nacional fue realizada mucho más tarde. En el último
decenio del siglo XIX, Alemania quiso recuperar el tiempo, perdió, y se aprestó a reclamar un
nuevo reparto del mundo.

A partir de fines de siglo, el centro de las contradicciones internacionales, pasa a ser el


enfrentamiento entren Inglaterra y Alemania. La industria, el comercio exterior, y la
navegación alemana, se desarrollaron a un ritmo mucho más acelerado que los de Inglaterra.
Los capitalistas alemanes estaban desalojando a los ingleses de los mercados extranjeros y
sus productos competían, ventajosamente, con las mercancías inglesas, dentro del imperio
británico, y aún dentro de la propia Inglaterra. En todas partes del mundo chocaban los
intereses anglo-alemanes. En 1898, Alemania se dedicó a la construcción de una poderosa
flota de guerra, con lo que pasaba a convertirse en el enemigo más serio de Inglaterra. En
ningún otro país capitalista el imperialismo se manifestaba tan agresivo como en Alemania.

La lucha internacional de las últimas tres década del siglo XIX, había conducido a dos
resultados fundamentales: 1) a la formación de dos grandes alianzas militares antagónicas en
el continente europeo; y 2) a un reparto casi total del mundo entre las potencias capitalistas.
Alemania se preparaba para la lucha por una nueva distribución del mundo.

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EUROPA A COMIENZOS DEL SIGLO XX

LA REVOLUCION BURGUESA EN RUSIA

OBREROS Y CAMPESINOS

Desde principios del siglo XX, se intensificó la lucha revolucionaria de los obreros rusos:
declaraba huelgas, organizaban manifestaciones y se alzaban en lucha contra los capitalistas
y el gobierno zarista. Entonces reinaba el zar Nicolás II.

En Petersburgo, en 1901, el día de la celebración del 1º de Mayo, se declararon en huelga los


obreros de las fábricas de armamentos de Obújov y presentaron sus reivindicaciones a la
administración; ésta, desconcertada, no sabía que hacer y les preguntaba: “Entonces, no sólo
queréis echarnos a nosotros, sino también a los ministros”. – “No solamente a los ministros,
sino también al mismo zar” – contestaron los huelguistas. La administración de la fábrica
llamó a la policía y a las tropas para la represión de los obreros, pero los huelguistas
levantaron barricadas dentro y alrededor de la fábrica y recibieron a las tropas con una
granizada de piedras y trozos de hierro. La policía y los soldados abrieron fuego. Hubo
muertos y heridos. En este hecho, conocido como la “Defensa de Obújov”, participaron cerca
de 800 obreros.

La noticia sobre los hechos de Obújov se propagó por todo el país. Los obreros se alzaron en
lucha en todos los rincones de la inmensa Rusia.

En 1902, en la ciudad de Rostov, sobre el Don, tuvo lugar una gran huelga de ferroviarios.
Adhirieron a ella los obreros de las fábricas. La huelga y las reuniones estaban dirigidas por el
Comité del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia.

Las numerosas huelgas indicaban que la clase obrera rusa se alzaba ya a la lucha abierta
contra el
poder zarista.

Detrás de los obreros, se alzaron también los campesinos. En 1902, en Ucrania y en el Volga,
la lucha de los campesinos abarcó más de 300 aldeas y pueblos. Los campesinos destruían
las fincas de los terratenientes, repartían entre los hambrientos sus cereales y se apoderaban
de sus tierras.

Contra los campesinos se enviaron tropas, que dispararon contra ellos y los apalearon
violentamente. Miles fueron muertos y encarcelados, y el movimiento campesino fue
aplastado.

EL PARTIDO OBRERO SOCIALDEMÓCRATA DE RUSIA

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En 1903, en el extranjero, se reunió clandestinamente el Segundo Congreso del Partido


Obrero Socialdemócrata de Rusia. Participaron en él 43 delegados de diferentes ciudades de
Rusia y, se aprobó el programa del partido, elaborado por V. I. Lenin. Este programa proponía
que la tarea principal del partido y de la clase obrera, era la organización de la revolución
socialista, la instauración de la dictadura del proletariado. Pero, para realizar esta tarea, lo
más inmediato era: derribar la autocracia zarista, crear la República Democrática, implantar
las jornadas de 8 horas para los obreros, destruir en el campo todos los restos del régimen
feudal y repartir las tierras entre los campesinos.

En el Comité Central fueron elegidos los partidarios de Lenin, que habían obtenido en el
Congreso mayoría de votos, siendo llamados por esto “bolsheviques” (en ruso “bolshinstvó”
es igual a mayoría) y sus adversarios, que habían obtenido la minoría, “mensheviques”
(“menshinstvó” = minoría).

Bajo la dirección del Partido Obrero Socialdemócrata, tuvieron lugar, en 1903, huelgas que
aceleraban y acercaban la revolución.

LA GUERRA CON JAPON

El zar Nicolás II, trató por todos los medios de ahogar la revolución. Sus allegados le
aconsejaban comenzar rápidamente la guerra contra el Japón, que desde hacía mucho tiempo
se venía preparando. Consideraban que la guerra detendría la revolución, y los cortesanos le
decían: “vale más guerra que revolución”.

En enero de 1904, sin ninguna declaración de guerra, los japoneses, anticipándose, atacaron
Port Arthur, construida por Rusia en el mar Amarillo, donde se encontraban barcos de guerra
rusos, y los japoneses volaron los mejores de ellos.

El Japón transportó las tropas a Manchuria por mar. El ejército japonés, bien armado e
instruido, comenzó a derrotar al atrasado ejército zarista, mal armado y dirigido por
generales ineptos, prevaricadores y ladrones. Los japoneses tomaron la fortaleza de Port
Arthur y derrotaron al ejército zarista en Mukden. En el angosto estrecho de Tsusima, los
japoneses destruyeron los últimos barcos de guerra de Rusia, enviados desde el
mar Báltico.

La autocracia zarista, derrotada en la guerra, firmó una paz vergonzosa con el Japón; éste
fortaleció su poder en Corea y se quedaba con la mitad de la isla de Sajalin, y con Port
Arthur.

EL PRIMER SOVIET

El fracaso de la guerra ruso-japonesa aumentó el odio del pueblo contra la autocracia rusa.
Por lo tanto, la guerra lejos de detener la revolución la aceleró.

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A comienzos de enero de 1905, se declararon en huelga los obreros de la gran fábrica


metalúrgica de Putilov, en Petersburgo.

Muy pronto comenzó en esta ciudad la huelga general. En las fábricas tenían lugar agitadas
reuniones y mítines. Los obreros reclamaban jornadas de trabajo de 8 horas, la libertad de
asociarse en sindicatos, libertad de prensa y de palabra. Exigían también la entrega de las
tierras de los terratenientes a los campesinos y la convocatoria de la Asambleas
Constituyente para modificar la estructura del Estado.

El gobierno zarista había creado, algunos meses antes de las huelgas, para luchar contra el
movimiento obrero, “La Sociedad de los Obreros”, dirigida por el “pope” Gapón. Al comenzar
la huelga, Gapón persuadió a los obreros, en las reuniones de su sociedad, que se organizara
una manifestación con el fin de presentar al “padrecito” zar, una petición. El 9 de enero de
1905, una muchedumbre de más de 40.000 obreros, con sus mujeres y niños, emprendieron
la marcha hacia el Palacio de Invierno.

Las tropas zaristas recibieron con descargas de fusilería a los manifestantes, más de mil
personas cayeron muertas a balazos, a machetazos y pisoteadas por los caballos de los
cosacos. Al anochecer de ese mismo día, los obreros comenzaron a levantar barricadas en los
arrabales de la capital, en las que ondeaban banderas rojas. Los obreros atacaban a los
policías, desarmándolos. La indignación por la masacre, se extendió por toda Rusia. Los
obreros abandonaron el trabajo y salieron a la calle al grito de “¡Abajo el absolutismo
zarista!”. Pronto la revolución abarcó todo el país.

Las huelgas y la actividad revolucionaria de los obreros se prolongó durante toda la primavera
rusa. En mayo de 1905, en Ivánovo-Vosnesiensk, gran ciudad de fábricas textiles, comenzó
una obstinada huelga. La dirección de los obreros estaba en manos de los bolsheviques. En
las afueras de la ciudad se reunieron miles de obreros, quienes para dirigir la lucha contra el
poder zarista y los burgueses industriales, eligieron diputados formando un Soviet.
Este fue uno de los primeros Soviets de Diputados Obreros en Rusia. Diariamente se reunía
en sesión este Soviet, apoyado por miles de obreros presentes. La lucha de los obreros duró
dos meses y, por orden del gobierno zarista, las tropas atacaron la ciudad, y a propuesta del
Soviet se resolvió levantar la huelga.

EL MOVIMIENTO CAMPESINO

Para la misma época, primavera de 1905, comenzó la agitación entre los campesinos. Los
nobles y terratenientes, atemorizados, huían de sus posesiones bajo la vigilancia de las
tropas y la policía, el movimiento campesino se expandía día a día.

En Georgia, suspendieron el pago de los tributos a los terratenientes. En una serie de lugares
se apoderaron de las tierras, de los prados, de los bosques y no reconocían ninguna autoridad
zarista, dirigiendo por sí mismos la administración. En Letonia y en Estonia, se
insurreccionaron los jornaleros agrícolas, que se armaron y formaron comités revolucionarios

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campesinos. Apoyados en estas organizaciones, arrojaron de sus pueblos a los terratenientes,


barones alemanes.

Los campesinos de Ucrania y Bielorusia también sed alzaron en lucha contra el gobierno
zarista y los grandes terratenientes.

LA INSURRECCIÓN ARMADA

El movimiento revolucionario se propagó también en el ejército. En junio de 1905, estalló en


el Mar Negro, en el acorazado “Potemkin”, la sublevación de los marineros. Sin víveres y sin
carbón, los marineros se vieron obligados a zarpar para Rumania, donde se entregaron a las
autoridades de aquel país.

El movimiento huelguístico, entre tanto, seguía extendiéndose por todo el país. A principios de
octubre, se inició la huelga en las líneas férreas de Moscú, extendiéndose pronto a los
ferrocarriles de todo el país. También cesaron de trabajar el correo y el telégrafo. Tras los
obreros comenzaron a incorporarse a la lucha los maestros, los médicos, los profesores, los
estudiantes. En algunas ciudades se levantaban barricadas y se saqueaban las armerías. En
los grandes centros industriales se creaban Soviets de diputados obreros que se preparaban
para la insurrección. En casi todos los grandes talleres y fábricas, se creaban destacamentos
armados (milicias).

Ante el incremento de la revolución, el zar Nicolás II promulgó, el 17 de octubre, un


Manifiesto, prometiendo al pueblo la libertad y la convocatoria de la Duma del Estado, con
representantes del pueblo, para resolver, junto con él, todos los asuntos de Estado en Rusia.

Sin embargo, el 7 de diciembre de 1905, comenzó en Moscú la huelga general, que pronto se
transformó en insurrección armada.

Durante la revolución, hubo más de 7000 actos revolucionarios entre los campesinos, durante
los tres años de lucha. Los campesinos se apoderaban de las tierras de los nobles
terratenientes y de los monasterios. Talaban los bosques, arrasaban y quemaban las fincas de
los terratenientes. Echaban a la policía, a los jefes de distrito y a los ancianos de las aldeas e
implantaban el poder que ellos mismos elegían. También las nacionalidades oprimidas por el
poder zarista, se alzaban en armas.

La Revolución Rusa de 1905, tuvo resonancia en todo el mundo. Fue la lucha más fuerte del
proletariado, después de la Comuna de París de 1871.

APLASTAMIENTO DE LA REVOLUCIÓN

En 1906, seguían las huelgas de los obreros, el movimiento de los campesinos, a los cuales se
unían soldados y marineros. De singular importancia fue la insurrección de los marineros en

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julio y agosto de 1906, en Kronstadt y Sveáborg, millares de marinero se sublevaron,


matando a sus oficiales y tomando algunas fortalezas; pero, mal organizados, terminaron
siendo derrotados por los oficiales zaristas.

El ministro zarista Stolypin, promulgo la ley sobre el aniquilamiento de los revolucionarios. De


1906 a 1909, de acuerdo con la ley, fueron ahorcadas más de dos mil personas, y llevadas a
presidio, al destierro y encarceladas, alrededor de 25.000. Muchas organizaciones de los
bolsheviques fueron aniquiladas, los Soviets de Diputados Obreros disueltos, los sindicatos y
todas las organizaciones campesinas, suspendidas.

LA DUMA DEL ESTADO

Con objeto, también de aplastar el movimiento revolucionario, Nicolás II, convocó en 1906, la
Duma del Estado. Un grupo de capitalistas, burgueses y terratenientes, tenían más
representantes que el resto de la población obrera y, fundamentalmente campesina, de
Rusia, según la Constitución zarista. Pero el zar ni siquiera respetó esta Constitución.

La Primera y Segunda Duma por él convocadas, fueron disueltas también por él, porque no
siempre, los representantes le obedecían a él y a sus ministros. La Segunda Duma fue la que
menos le gustó al zar. Para ella se habían elegido muchos representantes de los obreros y
campesinos; los socialdemócratas tenían 65 diputados. Estos, en sus discursos,
desenmascaraban al gobierno zarista, todos sus manejos y engaños para con el pueblo, por
lo cual el zar la disolvió.

Los funcionarios zaristas redactaron una nueva ley sobre las elecciones de la Duma. De
acuerdo con ella, los derechos electorales de obreros y campesinos eran aún más
restringidos. Todas las nacionalidades de Siberia y del Asia Central, fueron privadas de los
derechos electorales, y a las del Cáucaso y de Polonia, se les limitaron estos derechos.

En otoño de 1907, se reunió la Tercer Duma, en el Palacio de Tauride, en Petersburgo, los


escaños de los diputados estaban, casi en su totalidad, ocupados por terratenientes,
comerciantes, fabricantes, popes, generales y dignatarios zaristas. Solo unos cuantos sitios
estaban ocupados por diputados de los obreros, de los campesinos y de las nacionalidades
oprimidas de Rusia.

La Duma del Estado no cambió el viejo orden de cosas. La Tercer Duma, ratificó la ley agraria
del ministro zarista Stolypin. Toda la tierra de los terratenientes quedaba en manos de estos.
Los campesinos, en cambio, debían conformarse con las que tenían, pero con nuevas
condiciones. Antes, la mayoría de los campesinos poseían las tierras en común y, de vez en
cuando, repartían estas tierras comunales entre ellos de acuerdo al número de trabajadores
que había en la familia. La ley de Stolypin, suprimió la propiedad comunal de la tierra. A cada
campesino se le proponía poseer su parcela como propiedad personal y separarse de la
comunidad para convertirse en dueño absoluto de ella. A los campesinos individuales,
separados de la propiedad comunal se los llamaba “otrúbniki”.

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Los campesinos pobres, que no poseían ganado, ni instrumentos de trabajo, ni dinero para
pagar los tributos, terminaban vendiendo sus tierras a los kulaks. Esto era precisamente lo
que pretendía el gobierno zarista: hacer de los kulaks pequeños terratenientes, defensores de
su poder. Más de un millón de campesinos pobres quedaron sin tierras y en la ruina más
absoluta.

El Gobierno trasladó y asentó en las tierras de los pueblos fronterizos de Rusia, a los
campesinos descontentos, arrojando violentamente de sus tierras nativas hacia los desiertos y
montañas, a la población aborigen.

Sobraban las causas que pudiesen explicar el fracaso de la primera revolución en Rusia. La
burguesía prefería el fracaso de la revolución ante el temor de una alianza obrero-campesina.
Si bien los campesinos percibían que el éxito de la lucha contra los terratenientes era
imposible sin la alianza con los obreros, no comprendían, en cambio, que era necesario
derrocar antes al zarismo, y seguían aun teniendo fe en la buena voluntad del “padrecito zar”.
Este era el motivo por el cual los campesinos no querían pactar la alianza con los obreros
para derrocar al zarismo. E, incluso, los hijos de los campesinos, convertidos en soldados,
ayudaban al zar para aplastar las huelgas e insurrecciones obreras. Los campesinos
aceptaban más a los conciliadores “social revolucionarios”, que a los bolsheviques. Pero,
además, el partido Socialdemócrata, no se presentaba unido ante los obreros, debido a las
luchas entre los mensheviques y los bolsheviques. Los primeros eran conciliadores y no
querían conducir la revolución hasta el fin. Los segundos incitaban a los obreros a derribar el
zarismo.

La paz con Japón, firmada por el zar con toda rapidez, le ayudó también a aplastar la
revolución. Mientras seguía la guerra y las tropas zaristas sufrían derrotas, el poder del zar se
debilitaba y se veía obligado a ceder ante el empuje revolucionario. Después de la firma de la
paz, las cosas cambiaron, y el zar obtuvo la posibilidad de reunir fuerzas para luchar contra la
revolución.

LA ECONOMIA

Los capitales extranjeros, compraban en Rusia tierras, que contenían yacimientos minerales,
como petróleo y carbón mineral, y se invertían en fábricas y talleres. Los banqueros,
franceses e ingleses, concedían al gobierno zarista, empréstitos, que se invertían en la
construcción de vías férreas, en el ejército y en el sostenimiento de los funcionarios. La
revolución en Rusia amenazaba a los capitalistas extranjeros con la pérdida de sus capitales y
de los enormes beneficios que obtenían. Los capitalistas extranjeros también ayudaron al
Gobierno a aplastar la revolución.

Ya antes de la revolución, el capital extranjero comenzó a asociarse en Trusts y Carteles. La


industria, después de varios años de estancamiento, comenzó nuevamente a reanimarse, a
partir de 1910: aumentó la extracción de carbón, de metales, de petróleo; aumentó la

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producción de azúcar, de tejidos, y también creció considerablemente la exportación de


cereales.

La economía rusa progresaba; pero, así y todo, Rusia seguía siendo un país muy atrasado
con respecto a Europa Occidental y, además, dependiente de los capitales extranjeros. Por
otra parte, la producción de maquinarias no estaba organizada, las máquinas eran
importadas; tampoco existía una industria química; Rusia no conocía la producción de abonos
minerales; asimismo, en la producción de armamentos, estaba atrasada con respecto a todos
los países capitalistas.

NUEVO AUGE REVOLUCIONARIO

A pesar de las numerosas detenciones y ejecuciones, los bolsheviques continuaron la lucha


revolucionaria. Imprimían octavillas, periódicos, folletos, aprovechaban las reuniones pre-
electorales a la Duma del Estado y las sesiones de la propia Duma, para hablar públicamente
de las reivindicaciones revolucionarias.

Toda la policía del zar fue movilizada para arrestar a los líderes bolsheviques, Lenin debió huir
a Finlandia, y luego, exiliarse en Suiza, los otros dirigentes, detenidos, fueron enviados al
destierro en Siberia.

En la lejana taigá de Siberia, en el río Lena, había yacimientos auríferos, que pertenecían a
los capitalistas ingleses. Allí, la vida de los obreros se diferenciaba muy poco de la de los
presidiarios. En la primavera de 1912, los obreros de estos yacimientos se declararon en
huelga. A petición de los capitalistas ingleses, el gobierno zarista envió un destacamento de
tropas. El enfrentamiento terminó con 250 muertos y muchos
más heridos.

La noticia de la matanza en el río Lena se propagó por toda Rusia. Cientos de miles de
obreros abandonaron el trabajo y se manifestaron en las calles protestando contra esta nueva
carnicería. El 1º de mayo de 1912 comenzó una nueva oleada huelguística revolucionaria. En
las aldeas, los campesinos empuñaron nuevamente sus hachas y hoces, para destruir las
posesiones de los terratenientes. Más de 13.000 actos de rebelión campesina tuvieron lugar
desde el año 1910 a 1914. En el momento del estallido de la Gran Guerra, el pueblo ruso se
preparaba para un a nueva revolución. El Gobierno zarista buscaba un a vez más, en esta
guerra, su salvación de la revolución.

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EL IMPERIO ALEMAN

Alemania, en vísperas a la Gran Guerra, en la producción de carbón, había alcanzado ya a


Inglaterra, y en la producción de hierro fundido sobrepasaba a Francia e Inglaterra juntas. Por
el grado de concentración de su producción, pasó a ocupar el primer puesto entre todos los
países europeos. En 1905, Alemania contaba con 385 cartels, que comprendían 12.000
grandes empresas. En cuanto a la concentración de los bancos, los éxitos eran igualmente
notables. Poco antes de la Gran Guerra, los 9 bancos más poderosos de Berlín, concentraban
en sus manos, casi la mitad de todos los depósitos bancarios del país.

Los representantes más exaltados del imperialismo alemán, fundaron una organización de
carácter especial, llamada Unión Pangermánica, destinada a crear el clima propicio para el
pillaje en gran escala. El programa de esta Unión, propugnaba la lucha por las colonias
inglesas, francesas, belgas, portuguesas y españolas; la ocupación de las provincias
fronterizas de Francia, ricas en minerales de hierro, de todo el territorio de Bélgica y de
Holanda, de los países escandinavos, e inclusive de su aliada Austria. Los pangermanistas
soñaban con arrebatarle a Rusia toda la zona del Báltico, privándola así de su frontera natural
en el litoral, y ocupar, además Polonia, mientras que los más desenfrenados habían puesto
sus miras sobre Ucrania y aún sobre el Cáucaso, para desde allí extenderse hacia la India
británica. Tampoco América escapaba a sus apetitos imperiales. En sus planes entraba hacer
de Brasil y de otros países de Latinoamérica, una plaza de armas para la lucha contra los
Estados Unidos, por el dominio del, continente Americano. Una gran parte de la prensa
alemana se hacía eco de estas insensatas ideas imperialistas, procurando, no sin éxito,
“educar” a su pueblo en el chovinismo alemán.
A partir de mediados de la última década del siglo XIX, el gobierno germano, hizo de la
creación de un vasto imperio colonial el objeto central de su política exterior. Los
imperialistas alemanes se consideraban postergados. Habían llegado tarde al festín
imperialista. Las colonias que habían logrado ocupar hasta el momento, eran relativamente
pequeñas. De ahí que el imperialismo germano se impusiera la tarea de recuperar el tiempo
perdido.

En 1898, con el pretexto de una peregrinación al Santo Sepulcro, Guillermo II emprendió un


viaje a Palestina. En el camino de regreso hizo una visita al sultán de Turquía y concertó con
él la construcción, por capitalistas alemanes, de una vía férrea que, partiendo del Bósforo y
pasando por el Asia Menor y la Mesopotamia, llegara a Bagdad y de allí hasta el Golfo Pérsico.
El llamado ferrocarril de Bagdad. Este ferrocarril, al unir mediante el riel la ciudad de Berlín
con la orilla del Golfo Pérsico, estaba destinado a tener una enorme importancia económica y
política, pues debía servir de base al imperialismo alemán para el sometimiento de Turquía.
Los industriales alemanes se vieron grandemente beneficiados por la construcción del
Ferrocarril de Bagdad, pues recibieron grandes pedidos de rieles, locomotoras y vagones; y
los bancos germanos, con cuyos créditos se financiaba la obra, también realizaban un negocio

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ventajoso. El acuerdo fue definitivamente formalizado en 1903. En realidad, dicho acuerdo


estaba destinado a servir al imperialismo alemán como instrumento de presión sobre el este.
En 1897, los alemanes, dispuestos a tomar una activa participación en el reparto de China, se
apoderaron del golfo chino de Kiao-Chow. Durante la guerra anglo-boer, Alemania aprovechó
las dificultades de Inglaterra en Africa del Sur, para arrancarle su consentimiento de
ocupación de las islas Samoa y obtener, además, otras
ventajas coloniales.

En 1900, al estallar en China el movimiento de liberación nacional de los boxers, las potencias
imperialistas se apresuraron a organizar la intervención con el objeto de aplastar la
insurrección popular. En el transcurso de la campaña de represión, los alemanes se
destacaron por su ferocidad y salvajismo. Las palabras del káiser al despedir a la expedición
punitiva que partía con destino a China, fueron de no dar cuartel a los patriotas chinos y de
no tomar prisioneros, “para que en el futuro, hasta dentro de mil años, ningún chino se
atreva a mirar torcidamente a un alemán”.

A principios del siglo XX, estalló una rebelión en el Africa Sud-Occidental alemana. Los
alemanes, para aplastarla, no vacilaron en exterminar casi por completo a tribus enteras.
Hacía tiempo que la concurrencia de las mercancías alemanas provocaba el descontento de los
capitalistas ingleses. La penetración del capital germano en Turquía, constituía, igualmente,
un motivo de inquietud para Inglaterra, puesto que el avance de aquél, en dirección del Golfo
Pérsico, implicaba una amenaza directa para sus posesiones en la India. Todo ello contribuía
a agudizar hasta el extremo las contradicciones entre Alemania e Inglaterra. Sin embargo, el
hecho que mayor preocupación causaba a los ingleses, era que Alemania había emprendido la
construcción de una flota de guerra. Hasta fines del siglo XIX, Alemania se había contentado
con tener un poderoso ejército de tierra. Pero, a partir de 1898, se dedicó a construir
rápidamente una marina de guerra; se preparaba para la lucha contra Inglaterra por un
nuevo reparto del mundo, y para ello, necesitaba una flota poderosa.

LA POLITICA INTERIOR DE ALEMANIA

En 1900 fue nombrado canciller de Alemania el barón von Bülow, cargo que desempeñó hasta
1909. Él fue uno de los inspiradores de la agresiva política exterior de Alemania. En lo que se
refiere a su política interna, ésta tendía a reforzar por todos los medios posibles, el bloque de
la burguesía con los junkers.

En el año 1902, hizo aprobar por el Reichstag, una nueva tarifa aduanera. El precio del pan y
de otros productos subió sensiblemente. Los obreros, ya sin eso, hundidos en la miseria,
debieron pagar un nuevo tributo a los potentados. La nueva tarifa aduanera reportaba a los
junkers un enorme beneficio. Bülow no escuchó los reclamos del pueblo que exigían la
democratización del sistema de elecciones al Landtag prusiano. Puso todo su empeño en el
viejo sistema electoral que entregaba por entero el Landtag en manos de los junkers y de los
capitalistas más poderosos.

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El fanatismo prusiano encontró su mayor expresión en el campo de la política nacional. En


Schleswig y en las provincias polacas que se hallaban bajo el dominio alemán, las escuelas
nacionales fueron clausuradas y la lengua vernácula proscrita de las instituciones
administrativas y de los lugares públicos. Ciudades y aldeas debieron cambiar sus antiguos
nombres por otros. Se promulgó una ley que autorizaba la enajenación, por la fuerza, de las
tierras pertenecientes a los polacos y su entrega a los alemanes. La germanización llegó a tal
punto, que las autoridades alemanas impusieron a los niños la obligación de rezar en idioma
alemán. También Alsacia y Lorena fueron sometidas a un régimen riguroso.

PREPARATIVOS PARA LA GUERRA IMPERIALISTA

En 1905, por causa de Marruecos, surgió un serio entredicho entre Francia, España y
Alemania. Este conflicto pudo ser, parcialmente, solucionado en la conferencia internacional
que se realizó en Algeciras, España. La resolución adoptada por la conferencia fue
desfavorable para Alemania: en virtud de ella, Francia, de hecho, obtenía carta blanca para
establecerse en Marruecos, mientras que las pretensiones alemanas quedaban descartadas.

En 1911, se produjo un segundo conflicto a raíz de la ocupación por los franceses de la ciudad
de Fez, capital de Marruecos. En respuesta a este acto, el gobierno alemán desplazó hacia
aguas marroquíes su navío de guerra “Paither”, y se apoderó del puerto de Agadir, situado
sobre la costa occidental de Marruecos. Las relaciones entre Alemania y Francia amenazaban
con terminar con un conflicto armado. En ese momento intervino Inglaterra, declarando que
estaba dispuesta a apoyar a Francia, lo que obligó a Alemania a dar marcha atrás y moderar
sus pretensiones. No le quedaba otra salida que resignarse a reconocer el control francés
sobre territorio marroquí, abandonar el puerto de Agadir y contentarse con una
compensación completamente insignificante: la anexión a su colonia en el Camerún de una
pequeña parte del Congo francés.

Después de este último conflicto marroquí, la situación internacional se fue tornando cada
vez más tensa. Febrilmente Alemania se preparaba para la guerra. Con ritmo acelerado se
dedicó a la construcción de su flota de guerra y al aumento de sus efectivos del ejército de
tierra.

LA SITUACION DE LA CLASE TRABAJADORA

En vísperas de la Gran Guerra, Alemania invertía en armamento una suma mucho mayor que
ningún otro país en el mundo. Un puñado de capitalistas alemanes, asociados en poderosas
organizaciones monopolistas, obtenía ganancias colosales, mientras que simultáneamente, la
mayoría de los trabajadores se hundían cada vez más en la miseria.
Pero donde el nivel de vida llegaba a extremos inconcebibles era en el campo. Durante los
años de crisis, centenares de miles de trabajadores arrojados a la calle caían, literalmente, en
la indigencia, y se veían obligados a buscar refugio en las buhardillas, en los sótanos y en

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míseros asilos nocturnos.

El descenso del nivel de vida de la clase trabajadora alemana en la época de imperialismo,


traía como consecuencia el crecimiento de las ideas revolucionarias dentro de movimiento
obrero. Unicamente, una suerte de “aristocracia” obrera, que trabajaba, fundamentalmente,
en la industria armamentista, bien alimentada por la burguesía, se mantenía al margen de la
inquietud que agitaba a los trabajadores.

La Revolución Rusa de 1905, ejerció una gran influencia en el movimiento obrero alemán.
Rosa Luxemburgo (1871 – 1919), fue una apasionada defensora de la huelga general como
método de lucha de la clase obrera.

Hacia 1905 – 1906, los obreros no se limitaban ya a las reclamaciones de orden económico
sino que comenzaron a plantearse reivindicaciones políticas. En Prusia, en Baviera, etc.,
luchaban por la implantación del voto universal. Las asambleas y mítines, infundieron el
temor en el Gobierno, que tomó medidas de carácter extraordinario, por ejemplo, Berlín fue
ocupado militarmente.

El partido socialdemócrata alemán se dividió en tres tendencias: los revisionistas, los


centristas y los izquierdistas. El líder de los primeros fue Eduardo Berstein, de los centristas
fueron líderes Kautsky, Hasse y Bebel, mientras que de los izquierdistas fueron, Clara Zetkin
(1857-1933), Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht (1871-1919). Esta división los debilitaba.

En víspera de la Gran Guerra, el partido socialdemócrata alemán llegó a tener un gran


número de afiliados. Había obtenido 4 millones y medio de votos en las elecciones y sacado
110 diputados, transformándose en el partido más fuerte del Reichstag. Contaba con cerca de
un millón de miembros y su prensa tenía alrededor de un millón y medio de suscriptores. Sin
embargo, detrás de todo este aparente poderío se ocultaba su debilidad política: el partido,
que sólo reconocía como método de lucha la legalidad burguesa, fue incapaz de conducir la
lucha contra el imperialismo y la guerra mundial que se aproximaba. En la campaña electoral
de 1912, abandonaron la agitación contra el imperialismo germano y no se opusieron a la
carrera armamentista.

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INGLATERRA

Desde 1895 hasta 1905, el poder de Inglaterra estuvo sin interrupción en manos de los
conservadores. La principal tarea de éstos había consistido en ir ampliando, paulatinamente,
sus posesiones coloniales.

Durante los años 1896-1898, se llevó a cabo la conquista del Sudán. En 1899 Gran Bretaña
dio comienzo a la guerra contra los bóers, que se prolongó hasta 1902, en un intento de
apoderarse de los estados pertenecientes a éstos: el Transvaal y la República de Orange.

El motivo primordial de esta guerra lo constituían los ricos yacimientos auríferos del
Transvaal, codiciados por los imperialistas ingleses. Y, pese a la heroica resistencia, los bóers
se vieron obligados a concertar la paz, el 1º de junio de 1902. Los territorios bóers tuvieron
que renunciar a su independencia para transformarse en posesiones inglesas. Sin embargo, el
Gobierno inglés tuvo que concederles gobierno autónomo. En 1910, el Transvaal y el Estado
Libre de Orange, conjuntamente con las demás posesiones inglesas en Sudáfrica (Colonia del
Cabo y Natal), pasaron a formar una federación que recibió el nombre de Unión Sudafricana,
dominio del Imperio Británico.

EL MOVIMIENTO OBRERO

Hasta el comienzo del siglo XX, las únicas organizaciones de la clase obrera inglesa, eran los
sindicatos, es decir, las tradeuniones. En la última década del siglo XIX, la gran burguesía
había intensificado su ataque contra las organizaciones de la clase trabajadora, con el
propósito de liquidarlas o, por lo menos debilitarlas, tratando, además, de rebajar los salarios
y aumentar la jornada de trabajo. A esta ofensiva, los obreros respondieron con huelgas. El
aumento de la carestía de la vida trajo como consecuencia un aumento del número de
aquéllas.

En 1900, en el sur de Gales estalló la huelga del ferrocarril del valle Taff. La empresa dueña
de esta línea de ferrocarril demandó al sindicato (trade-unión), exigiendo el pago de las
pérdidas ocasionadas por la huelga. El caso fue llevado hasta la Cámara de los Lores, que en
Inglaterra es al mismo tiempo Suprema Corte de Justicia, fallando ésta en favor de la
empresa. Este hecho marcó un precedente, pues a partir de entonces, en casi todos los casos
de huelga, los empresarios recurrieron a la justicia, fallando ésta invariablemente a su favor.
De hecho, esto venía a significar que el derecho de huelga quedaba prácticamente anulado,
toda vez que los obreros estaban en la obligación de indemnizar a los patronos por los daños
ocasionados por el paro.

El congreso de las tradeuniones había tomado una resolución sobre la necesidad de tener una
representación parlamentaria propia y constituir para tal fin un “Comité de Representación

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obrera”. En 1906, el Comité cambió su nombre por el de Partido Obrero (Labour Party) o
Partido Laborista.

Este partido se dio el propósito de presentar candidatos obreros en las próximas elecciones a
la Cámara de los Comunes. Proponía medios pacíficos de lucha, la labor parlamentaria y
sindical. Sus figuras dirigentes, al igual que muchos de sus miembros, se hallaban por lo
general vinculados a las distintas “sectas” religiosas que, en gran número, existían en
Inglaterra.

El Partido Laborista se había dado una estructura orgánica muy peculiar. En él podían entrar a
formar parte no solamente individuos aislados, sino también organizaciones enteras, entre las
que figuraban, en primer término, las diferentes tradeunion. En el Parlamento, formó bloque
con el Partido Liberal, marchando a la zaga de éste.

LOS LIBERALES EN EL PODER

A fines de 1905, el Gobierno conservador debió presentar su renuncia. El poder pasó


nuevamente a los liberales, dotados de una mayor capacidad de maniobra para hacer frente
al creciente movimiento obrero. La presencia de los liberales en el poder, coincidió con el
período de preparación de Inglaterra para la Gran Guerra. A partir de la década del 90, las
relaciones entre Inglaterra y Alemania fueron empeorando, debido a la exigencia alemana de
una nueva distribución de las colonias. Hacía tiempo ya que las mercancías alemanas
competían ventajosamente con las inglesas, desalojándolas de una serie de países. Fuera de
eso, Alemania se había puesto a construir una poderosa flota de guerra que debía servir para
liquidar el predominio marítimo inglés. Por su parte, Inglaterra movilizó todas sus fuerzas en
los preparativos para la guerra que se avecindaba contra el más peligroso de sus enemigos:
Alemania.

La burguesía inglesa llevó a cabo sus preparativos para la guerra en condiciones difíciles. La
lucha entre los obreros y la burguesía se agudizaba, Inglaterra era el escenario de huelgas
gigantescas. La más grande fue la huelga de mineros de 1912. En presencia del ascenso del
movimiento obrero, la burguesía inglesa creyó conveniente retornar a la política de las
concesiones parciales. Mediante la concesión de algunas reformas, esperaba apaciguar los
ánimos y asegurarse una retaguardia más tranquila para el caso de una guerra con Alemania.

El principal ejecutor de esa política fue David Lloyd George, uno de los ministros más
influyentes dentro del gabinete liberal. Su programa de reformas sociales era relativamente
amplio; mediante ellas aspiraba a conjurar la propagación de los sentimientos revolucionarios
en el interior de la clase obrera. En 1906, el Parlamento aprobó una ley que eximía a los
sindicatos del pago de indemnizaciones, por huelga, a los patronos. En 1908, fue establecida
la jornada de 8 horas de trabajo para los mineros que trabajaban en el subsuelo. Por aquella
misma época fue acordada la pensión para los ancianos que habían alcanzado la edad de 70
años. Poco más tarde, se procedió a la sanción de las leyes de seguro social, que aseguraban
a los obreros un pequeño subsidio en casos de enfermedad o invalidez. Durante ese período,

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la burguesía inglesa llegó a hacer más concesiones a los obreros que ninguna otra burguesía
en cualquier país capitalista del mundo.

En 1911, el Gobierno de los liberales procedió a fijar una limitación de las facultades de la
Cámara de los Lores. Anteriormente, esta Cámara tenía el derecho de rechazar las leyes.
Ahora, cuando una ley había sido rechazada por la Cámara de los Lores, retornaba
nuevamente a la Cámara de los Comunes, y, habiéndola aprobado ésta en tres sesiones, la
objeción de los lores perdía fuerza y la ley quedaba sancionada. En el pasado, la Cámara de
los Lores, tenía el privilegio del derecho de veto sobre una ley; mientras que ahora sólo podía
postergar por un tiempo su aprobación.

EL PROBLEMA IRLANDES

En las elecciones del año 1910, los liberales no lograron obtener la mayoría y sólo pudieron
permanecer en el poder gracias al apoyo de los laboristas y de los diputados de Irlanda. Los
laboristas apoyaban a los liberales incondicionalmente, en tanto que los irlandeses exigían,
como condición para su apoyo, la concesión de la autonomía para Irlanda. Los liberales
accedieron y elevaron al Parlamento el proyecto.

El partido conservador, en la oposición, decidió oponerle la más tenaz resistencia, y trató de


derribar a los liberales. La Cámara de los Lores, en la que los conservadores tenían, siempre,
asegurada la mayoría, rechazó por tres veces consecutivas la autonomía irlandesa. Pero de
acuerdo a la nueva ley sobre las facultades de la Cámara de los Lores, el proyecto bajó
nuevamente a la Cámara de los Comunes, quedando definitivamente convertido en ley.

Al ser derrotados en el Parlamento, los conservadores decidieron recurrir a otro método de


lucha. En Irlanda del Norte, la provincia del Ulster, estaba poblada en su mayoría por ingleses.
Estos no deseaban la incorporación del Ulster al Estado Irlandés.

provechándose de esta circunstancia, los conservadores desplegaron allí una vasta


propaganda contra la autonomía irlandesa. En el Ulster se comenzaron a formar milicias
armadas, pues para impedir la implantación de la autonomía, los habitantes de ésta provincia
estaban dispuestos a ir a la lucha contra el Gobierno, inclusive con las armas en la mano. En
otoño de 1914, el Gobierno liberal decidió enviar tropas al Ulster. Pero los oficiales se negaron
a acatar la orden de partida, amenazando con presentar colectivamente su dimisión. El
Gobierno de Asquith se asustó y prometió a los oficiales que no serían enviados a Ulster.

A su vez, los nacionalistas irlandeses decidieron imitar el ejemplo de los ulsterianos y


comenzaron a armarse y organizar un ejército para la lucha por la independencia de Irlanda,
exigiendo que el Ulster y su población inglesa fueran incorporados al Estado irlandés. En el
verano de 1914, se produjo el primer encuentro entre los voluntarios irlandeses y las tropas
inglesas. Irlanda estaba al borde de la guerra civil.

Esta era la situación de Inglaterra en el momento de estallar la Gran Guerra. El pujante


ascenso del movimiento huelguístico, y la lucha armada a punto de estallar entre los
nacionalistas irlandeses y los ingleses.

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FRANCIA

El final del siglo XIX y el comienzo del siglo XX, se caracterizan par Francia, lo mismo que
para otros países de Europa, por la evolución del capitalismo hacia su fase imperialista. El
imperialismo francés tenía sus rasgos peculiares, de la misma manera como los tenía el
imperialismo de cada país.

La exportación intensiva de capitales era una de las causas del atraso de la industria francesa.
En parte, los capitales se exportaban a las colonias francesas, pero el volumen mayor de los
mismos iba en calidad de préstamo a otros Estados. En vísperas de la Gran Guerra, Francia
ocupaba el segundo lugar en el mundo, después de Inglaterra, en lo que a exportación de
capitales se refiere. Por el contrario, en esa misma época, la fundición de hierro en Francia,
era tres veces menor que en Alemania y seis veces menor que en Estados Unidos. Aún menor
era la producción de acero.

En el año 1902, tuvieron lugar las elecciones ordinarias al Parlamento que dieron como
resultado la consolidación del partido de los radicales. Al poder ascendió un Gobierno radical
encabezado por Combes. El auge del movimiento obrero y el descontento popular, que habían
aflorado durante la agitación en torno del caso Dreyfus, obligaron a la oligarquía financiera a
guardarse de aplicar una política de reacción desembozada. De allí su necesidad de gobernar
el país apoyándose en los radicales.

El Gobierno radical contaba en la Cámara con el apoyo de los socialistas reformistas, a cuyo
frente se hallaba Jaurés. El gabinete presidido por Combes, desencadenó una lucha feroz
contra el clericalismo. Disolvió 54 congregaciones religiosas, desbandó a los monjes y
clausuró un gran número de colegios regenteados por órdenes religiosas. Preparó el proyecto
de ley que establecía la separación de la Iglesia y el Estado, proyecto que fue aprobado y
convertido en ley posteriormente, durante el ministerio del sucesor de Combes, Rouvier, en
diciembre de 1905.

Las elecciones a la Cámara de Diputados, del año 1906, reforzaron aún más al partido
radical. Al frente del Gobierno estaba ahora Clemenceau, apodado “el Tigre”, por su
indomable energía. Su lucha encarnizada contra los republicanos moderados, le valió el mote
de “derrocador de ministerios”.

Cuando se produjo el caso Dreyfus, Clemenceau desplegó una activa lucha en defensa de
aquél. Su ascensión al poder tuvo lugar en el momento de agudización de la lucha de los
trabajadores franceses. Clemenceau, como representante de la burguesía, utilizó todo el peso
del poder en beneficio de ésta. La política de Clemenceau hizo que Jaurés retirara su apoyo a
los radicales y pasara a la oposición.

En lo que respecta a la política exterior, los radicales buscaban el acercamiento con


Inglaterra. La enemistad surgida a raíz de los choques coloniales, fue echada al olvido. En

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1904, se firmó el acuerdo entre Francia e Inglaterra, conocido con el nombre de “Entente”,
que tenía como objetivo, ser constituir in contrapeso al imperialismo alemán.

ero al mismo tiempo, ese acuerdo permitía a Francia apoderarse de Marruecos.

El acuerdo con Inglaterra no disminuía el alcance de la alianza con Rusia. Los círculos
políticos y militares franceses comprendían perfectamente el papel y el significado de Rusia
como aliada para el caso de una guerra con Alemania.

EL MOVIMIENTO OBRERO

En Francia, lo mismo que en otros países capitalistas, la burguesía sobornaba a la capa


superior de la clase obrera. El pequeño sector constituido por la “aristocracia” obrera, cuyos
salarios eran más elevados, era conciliador y oportunista, trataba siempre de romper las
huelgas y se rehusaba a luchar por los intereses comunes a toda la clase obrera. Mientras
que, por lo contrario, la masa fundamental de los obreros franceses, cuyo nivel de vida
descendía cada día más, se manifestaba descontenta con la
política gubernamental.

A principios del siglo XX, el salario de los obreros franceses era considerablemente más bajo
que el de los obreros ingleses. Sobre los obreros y campesinos pesaba la carga de los
impuestos, que aumentaban constantemente a raíz del incremento de los gastos militares. La
ola del movimiento huelguístico ascendió a gran altura.

La Revolución Rusa de 1905, halló eco en los obreros franceses. También una pequeña parte
de la burguesía saludó a la revolución rusa. Pero, el movimiento socialista en Francia estaba
dividido en varios grupos, dos de los cuales – el de Juarés y el de Guesde – eran los más
fuertes numéricamente.

En 1904, el congreso de Amsterdam de la Segunda Internacional, se pronunció por la


creación de un solo partido Socialista, en cada uno de los países. Sobre la base de aquella
resolución, los distintos grupos socialistas existentes en Francia, se unificaron en 1905. La
dirección de ese partido fue encabezada por Juarés.

La Confederación General del Trabajo de Francia, estaba en manos de los anarco-sindicalistas,


que en 1906, durante el congreso sindical realizado en la ciudad de Amiens, aprobó una
resolución según la cual se rechazaba, categóricamente, toda injerencia del Partido Socialista
en la dirección de los sindicatos. Los anarquistas-sindicalistas se esforzaban por demostrar a
los obreros que, el partido con organización, era innecesario, y que únicamente los sindicatos
constituían una organización auténticamente obrera. El 1ºde mayo de 1906, los obreros
franceses declararon la huelga general.

Los radicales desde el Gobierno no cumplieron con el programa prometido. Entre todas las
reformas sociales anunciada, solamente fue sancionada en 1910, la llamada ley de pensión de

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vejez a los obreros. Según dicha ley, sólo podían acogerse a sus beneficios los obreros que
hubieran alcanzado la edad de 65 años, pero como no eran frecuentes los casos de obreros
que en los países capitalistas alcanzasen esa edad, no fueron muchos sus beneficiados. Los
obreros franceses la llamaron “pensión para los difuntos”.

Por otro lado, los radicales no se mostraron remisos para desarrollar una cruel represión
contra las huelgas obreras. En 1910, estalló la huelga de los ferroviarios. Briand, jefe del
gobierno, que tanto había defendido el derecho de huelga en la década del 90, no titubeó en
ordenar la prisión del Comité de Huelga y en reprimir drásticamente el movimiento.

Asustada por el auge del movimiento huelguístico, y estando en plena marcha la preparación
para la futura guerra, la burguesía comprendió que tenía la necesidad de un gobierno fuerte.
En las elecciones de 1913, gracias a los votos de los derechistas y de una parte de los
radicales, fue elegido presidente de Francia, Raymond Poincaré, quien era uno de los jefes de
la derecha republicana. Los problemas que más preocupaban a Poincaré eran: la lucha contra
el socialismo y la preparación de la guerra imperialista. El nuevo presidente era conocido con
el nombre de “Poincaré la guerre”. Hizo prolongar, por ley, el servicio militar obligatorio de
dos a tres años.

Juarés, se dedicó a la tarea de alertar al pueblo contra la amenaza de la guerra, llamándolo a


luchar por el mantenimiento de la paz. El 31 de julio de 1914, Juarés caía asesinado por un
nacionalista exaltado, un tal Villain, absuelto por la justicia que lo declaró “irresponsable”.
Decenas de miles de trabajadores de París se congregaron para despedir los restos mortales
de Jean Jaurés.

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AUSTRIA-HUNGRIA

Los antagonismos nacionales, fomentados por el Gobierno austro-hungaro, frenaban el


desenvolvimiento del movimiento obrero unificado. El nacionalismo, durante la última década
del siglo XIX, logro penetrar en el movimiento obrero. En 1899, los líderes de la
socialdemocracia austríaca, dirigidos por Víctor Adler, en su congreso de Brünn, adoptaron
sobre el problema nacional un programa en el cual se hacían concesiones al nacionalismo.

Bajo esta influencia, los obreros de las diferentes nacionalidades, se constituyeron en


organizaciones sindicales por separado. En lugar de los sindicatos pan austríacos, surgieron
los sindicatos de los alemanes, de los checos, de los italianos, etc. Obreros de una misma
profesión, se hallaban dispersos y divididos en distintos sindicatos. Ocurría así que, mientras
los miembros del sindicato metalúrgico alemán estaban en huelga, los miembros del sindicato
metalúrgico checo continuaban trabajando, o a la inversa, mientras los checos hacían huelga,
los alemanes trabajaban. Esta situación, era un freno para la lucha de la clase obrera.

La misma suerte le cupo a los partidos políticos. A fines del siglo XIX, la socialdemocracia
austríaca se había transformado en una federación integrada por seis grupos nacionales de
socialdemócratas: alemán, checo, italiano, ucranio, polaco y yugoeslavo, mientras que la
socialdemocracia húngara, se había constituido como entidad independiente desde su
nacimiento.

Los obreros austríacos lucharon denodadamente por la conquista del sufragio universal. Esta
lucha comenzó en la década del 90, alcanzando su mayor amplitud a partir de la Revolución
Rusa de 1905. El Gobierno, ante el peligro de una revolución, prometió el sufragio universal.
La ley del sufragio universal fue finalmente aprobada a principios del año 1907.

El sufragio universal fue implantado durante el gabinete presidido por el monárquico Beck.
Esta forzada concesión del Gobierno hizo que la socialdemocracia comprometiera su apoyo al
mismo.

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ITALIA

En Italia, las revueltas populares debían ser continuamente sofocadas por las tropas del
ejército. Proporciones verdaderamente alarmantes adquirió la insurrección que estalló en
Sicilia, en diciembre de 1893. Los campesinos mataban a los terratenientes, incendiaban sus
fincas, prendían fuego a los libros en los que figuraban anotados los impuestos y las deudas y
tomaban posesión de la tierra. La insurrección fue aplastada. Pero cinco años más tarde, en
1898, Sicilia fue nuevamente teatro de un gran levantamiento que se propagó a otras
regiones de Italia. La causa inmediata de los mismos era el alza de los precios para el pan. En
Milán hubo lucha de barricadas contra las fuerzas del ejército. Los obreros enarbolaban
consignas de carácter político tales como la democratización del régimen gubernamental. Pero
el movimiento también fue bárbaramente reprimido. Sin embargo, continuó hasta vísperas de
la Gran Guerra. En 1904 estalló una huelga general, en 1905, declararon la huelga los
ferroviarios. No hicieron abandono de sus lugares de trabajo, pero realizaban sus tareas tan a
desgano, que le tráfico de trenes quedó de hecho paralizado. Este tipo particular de huelga se
conoció en adelante con el nombre de “huelga italiana”.

En los umbrales mismos de la Gran Guerra, los días del 7 al 17 de junio de 1914, en varias
ciudades de Italia estallaron huelgas y se organizaron grandes manifestaciones antiguerra
que terminaron en choques armados con la policía y fuerzas del ejército. Estas jornadas
pasaron a la historia bajo el nombre de “Semana Roja”.

La burguesía italiana, mientras trataba de sofocar el movimiento obrero, procuraba también


sobornar a la clase obrera con pequeñas dádivas y con promesas. El hombre que conducía
esta política era Giovanni Giolitti, quien se mantuvo en el poder con algunos intervalos desde
el año 1900 hasta 1914.

Giolitti fue autor de la ley cobre seguro obrero en los tribunales de arbitraje, lo que no le
impidió, sin embargo, aplastar por la fuerza la huelga general de 1904. Igualmente fue el
gobierno de Giolitti el que aprobó, en 1912, la ley electoral que establecía un aumento, en
más de dos veces y medio, del número de electores.

Giolitti trató de conquistar a las organizaciones obreras, ofreciendo a los líderes reformistas
del Partido Socialista, puestos ministeriales con la esperanza de obtener por esa vía apoyo de
la clase obrera en la guerra italo-turca. Pero los obreros no permitieron a los dirigentes
socialistas que entraran a formar parte de un gobierno burgués.

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EL IMPERIO ITALIANO

Siguiendo el camino de otros países capitalistas, Italia entró en la etapa del imperialismo, en
el límite del siglo XIX con el XX. En 1911, Italia, llevada por el deseo de apoderarse de
Tripolitania y Cirenaica, en Africa Septentrional, entró en guerra con Turquía. Esta guerra se
prolongó hasta octubre de 1912. Tripolitania y Cirenaica fueron ocupadas, pero su conquista
no resultó de mayor utilidad para Italia. Pero, ni aún después de terminada la guerra, la
población árabe de aquellas regiones, amainó su lucha armada contra el invasor. En el
transcurso de esta guerra, los italianos emplearon, por primera vez, aeroplanos para someter
a la población nativa. La guerra italo-turca, puso en evidencia la inferioridad cualitativa del
ejército italiano y sobre todo la baja moral de sus tropas.

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LAS RELACIONES INTERNACIONALES A PRINCIPIOS


DEL SIGLO XX

A principios del siglo XX, con el desarrollo del imperialismo se cerró el período del
desenvolvimiento, relativamente pacífico, del capitalismo. El mundo capitalista entró en la fase
de las guerras imperialistas.

En 1898, estalló la guerra hispano-norteamericana, que finalizó con la derrota de España y el


pasaje de algunas de sus colonias a manos de Estados Unidos. Con esto, Norteamérica pasó
a ser una potencia colonial d relativa importancia.

En 1899 se declaró la guerra entre Gran Bretaña y Transvaal. La esforzada resistencia de los
boers se prolongó hasta 1902. Finalmente fueron vencidos por las fuerzas varias veces
superiores en número
de Inglaterra.

Ambas guerras fueron guerra imperialistas.

INSURRECCION POPULAR EN CHINA

La creciente penetración imperialistas y su descarada dominación en China, concitaron el odio


del pueblo chino. En el año 1900 estalló en China una insurrección popular contra el
imperialismo extranjero. El levantamiento fue organizado por una sociedad secreta llamada
“Ihe-tsuang”, que significaba “Puño en pro de la Paz y la Justicia”. De allí deriva el nombre de
“Bóxers”, con el que los insurgentes fueron llamados en el extranjero. El propósito de los
patriotas chinos sublevados era expulsar a los imperialistas del territorio de China, e
impedirles la construcción de líneas ferroviarias con la finalidad de esclavizar al país. Los
insurrectos se apoderaron de Pekín y cercaron el barrio residencial de las embajadas
extranjeras.

Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos y Rusia, se movilizaron de


inmediato, enviando allí sus fuerzas para el aplastamiento de la insurrección. Pekín fue
capturada por los intervencionistas, dando lugar con ello a la más feroz represión de los
insurrectos. En esta sangrienta tarea las tropas alemanas fueron las que más se distinguieron
por su salvajismo y sus depredaciones.

Luego que fue ahogada en sangre la tentativa de los patriotas chinos de liberar a su patria,
las potencias impusieron a China un tributo por indemnización. Y enseguida se ocuparon de
extender sus esferas de influencia, de asegurar nuevas concesiones y de controlar más
profundamente las finanzas de China.

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ALIANZA ANGLO JAPONESA

Luego del aplastamiento de la insurrección de los patriotas chinos, Rusia zarista no retiró sus
tropas de Manchuria. El imperialismo japonés y el imperialismo británico, observaban con
manifiesta irritación, los éxitos del zarismo en China. En el año 1902, Japón firmó un pacto
con Inglaterra, cuyo filo estaba dirigido contra Rusia. Japón quería expulsar a los rusos de
Manchuria para apoderarse de aquella región, y también de Corea. En 1904, sin previa
declaración de guerra, Japón inicia las hostilidades. Así comenzó la guerra ruso-japonesa. Se
trataba de una guerra de conquista, de una guerra imperialista. El zarismo ruso fue
derrotado. Evidentemente Rusia era superior al Japón en fuerzas y hubiera podido vencerlo,
pero el gobierno zarista estaba mal preparado para la guerra.

Los reveses del zarismo en la guerra con Japón sirvieron para abrir los ojos a mucha gente
en el interior de Rusia. El pueblo ruso comprendió que el zarismo llevaba al país a la ruina.
Para Lenin, “La capitulación de Port Arthur es el prólogo a la capitulación del zarismo”.
Temeroso ante el avance revolucionario en Rusia, el gobierno zarista se apresuró a poner fin
a la guerra. En agosto de 1905, se firmó en Portsmount, Estados Unidos, el tratado de paz en
virtud del cual, Rusia hacía una serie de concesiones a Japón.

FORMACION DE LA ENTENTE

Sin embargo, las contradicciones imperialistas fundamentales eran las anglo-alemanas. Ante
la presión cada vez más fuerte del imperialismo alemán, su antagonista inglés optó por poner
fin a sus viejas rencillas con Francia y con Rusia. Estas dos potencias también tenían sus
temores con respecto a Alemania. Francia temía por su propia seguridad y por la de sus
vastos dominios coloniales. Rusia se sentía afectada por la penetración de Alemania en el
Cercano Oriente, penetración que se había intensificado con la construcción del ferrocarril
Berlín-Bagdad. En general, Rusia temía la ulterior expansión de Alemania, además de tener
problemas fronterizos con su aliada Austria-Hungría.

El gobierno inglés empezó por entablar negociaciones con Francia. En abril de 1904, quedó
formalizada la Entente anglo-francesa. Esta alianza venía a poner fin a todas las disputas
coloniales entre Inglaterra y Francia. La esencia de la “cordial entente”, consistía en lo
siguiente: Francia reconocía la posición dominante de Inglaterra en Egipto, posición que hasta
entonces había hecho lo posible por socavar, y a cambio de ello, Inglaterra se comprometía a
no poner obstáculos a los designios de Francia en lo que respecta a Marruecos. Ambas
potencias acordaron ceder a España la franja costera de Marruecos.

Luego, siempre sobre la base de este acuerdo, resolvieron dividir Siam (Tailandia), en zonas
de intereses franceses e ingleses. Igualmente quedaban zanjadas algunas otras discrepancias
de menor importancia. Gran Bretaña y Francia se prometieron mutuo apoyo diplomático en lo
tocante a la materialización de este acuerdo, particularmente en lo que atañe a la cuestión del
sometimiento de Marruecos a Francia.

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El acuerdo anglo-francés de 1904, tenía una significación internacional muy grande.


Importaba nada menos que la liquidación de la antigua rivalidad. De ahí en más, Francia e
Inglaterra habrían de colaborar en la defensa de sus intereses y obrar en conjunto frente a un
enemigo común, Alemania.

PRIMERA CRISIS MARROQUI

Durante la primavera de 1905, el gobierno alemán, aprovechando el momento que Rusia


estaba debilitada por la guerra con Japón y la revolución interna, declaró que no reconocía el
acuerdo anglo-francés sobre Marruecos. Reclamó la convocatoria de una conferencia
internacional para la reconsideración de aquel acuerdo, con la intención de impedir que
Francia se apoderara de Marruecos, y para demostrarle la ineficacia de su amistad con
Inglaterra. Francia rechazó de plano el reclamo alemán. Entonces Alemania la amenazó con la
guerra. Inglaterra declaró su solidaridad con Francia. Pero en esta emergencia, Francia no
podía contar con la ayuda militar de Rusia. Ante esta situación, Francia no tenía otra salida
que ceder: el ministro de Relaciones Exteriores Delcassé, enemigo acérrimo de hacer la
menor concesión a Alemania, presentó su renuncia. El jefe de gabinete Rouvier, dio su
acuerdo para la convocatoria de la conferencia internacional que debía dar solución al
problema marroquí.

La conferencia de las potencias interesadas en los asuntos de Marruecos, se reunió a


principios de 1906, en la ciudad española de Algeciras. Dicha conferencia reconoció la
“independencia” de Marruecos como Estado, con lo cual, aparentemente, Alemania había
obtenido un triunfo sobre Francia, impidiéndole tomar posesión de Marruecos. La conferencia
de Algeciras, luego de reconocer la “independencia”, autorizó a Francia a hacerse cargo del
mantenimiento del orden. Encargándole también la organización de la policía en la mayor
parte del territorio marroquí. Así fue que Francia, con el pretexto de reprimir desórdenes,
podía de hecho tomar el país en sus manos. La absorción de Marruecos por Francia quedó
pospuesta, pero no conjurada totalmente.

Pero lo más desagradable para Alemania era que no sólo no había podido romper la Entente,
como había sido su propósito, sino que más bien contribuyó a reforzarla. En su lucha contra
Alemania, Inglaterra y Francia se habían acercado aún más. Por el contrario, la Triple Alianza
se había debilitado, Italia, que ya en 1900 había obtenido por parte de Francia, la promesa de
no poner trabas a su expansión en Cirenaica y Tripolitania, apoyó, a cambio de ello, los
puntos de vistas de Francia en la conferencia internacional.

Como resultado de la conferencia de Algeciras, las contradicciones entre Alemania por un


lado, e Inglaterra y Francia por el otro, se tornaron aún más agudas. Esta situación precipitó
el acuerdo anglo-ruso que ya se venía perfilando.

ACUERDO ANGLO RUSO

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La derrota de Rusia en la guerra con el Japón, y la revolución democrático-burguesa de 1905


– 1907, influyeron poderosamente en el curso de los acontecimientos políticos mundiales.
Ambos hechos contribuyeron a debilitar el peso internacional de la Rusia zarista, colocándola
en una situación de dependencia financiera aún mayor de Francia y, más tarde, de Inglaterra.
Para poder reprimir la revolución, reorganizar el ejército, construir una nueva flota de guerra
y completar sus reservas militares, Rusia necesitaba mucho dinero. Los banqueros de
Londres y París lo pusieron a su disposición.

El gobierno inglés dedujo que había llegado el momento de arreglar con el gobierno zarista
todas sus disputas coloniales y establecer, con Rusia, una colaboración más estrecha para la
lucha con Alemania. El gran crecimiento de la influencia alemana en Turquía, amenazaba
minar las posesiones de Rusia en el Cercano Oriente. El zarismo sabía que no podía realizar,
simultáneamente, una política activa en el Extremo y en el Cercano Oriente. Era preciso ceder
en algo, buscar nuevos aliados, hacer una concesión aquí para tratar de obtener algo allá.
Entre sus aliados potenciales tenía a Inglaterra y Alemania. Su acercamiento con Alemania
significaría la ruptura de la alianza con Francia, y una completa dependencia de Alemania y
Austria-Hungría. El gobierno ruso optó por aceptar la propuesta inglesa y sellar el
entendimiento con Inglaterra.

En 1907 se firmó el acuerdo anglo-ruso. El sentido de este acuerdo consistía en que ambas
naciones tenían el propósito de buscar solución conjunta a sus disputas relativas a Persia,
Afganistán y el Tíbet. Persia sería dividida en dos zonas de influencia: hacia el norte la rusa y
al sur la inglesa, debiendo quedar ambas zonas separadas por una tercera “neutral”. Rusia
renunció a toda pretensión sobre el Afganistán y reconoció el protectorado inglés. Finalmente,
ambas partes contratantes, se comprometieron a no violar la integridad del Tíbet y a no
intervenir en sus asuntos internos.

El acuerdo anglo-ruso de 1907, llevo al punto más alto al cambio de las relaciones
internacionales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En el pasado, cuando el zarismo ruso
habían representado una seria amenaza para los intereses ingleses en Extremo Orienta,
Inglaterra no había vacilado en concertar un pacto con el Japón, en contra de Rusia. Pero
ahora, Inglaterra debía enfrentarse con un rival mucho más agresivo que Rusia. Por su parte,
tanto Francia como Rusia, también tenían sus cuentas pendientes con Alemania. De esta
manera, tres grandes potencias – Inglaterra, Francia y Rusia -, que antiguamente disputaban
entre sí, llegaron a la conclusión de que sobre cada una de ellas pendía la amenaza de
perecer a manos de este joven y vigoroso enemigo: Alemania. Rápidamente pusieron fina a
sus rencillas y unieron sus fuerzas contra el enemigo común, en la forma de un acuerdo
tripartito o Entente. En adelante, a la Triple Alianza, se enfrentaba no ya la alianza franco-
rusa, sino el acuerdo tripartito, dando así término a la formación de los bloques imperialistas.

La constitución de la Entente influyó de una manera decisiva en las relaciones


internacionales. El crecimiento extraordinariamente rápido de la influencia económica y
política de Alemania, después de 1871, se debió en gran parte a la hostilidad existente entre
Inglaterra y Francia por un lado, e Inglaterra y Rusia por el otro, y en haber sabido Alemania

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aprovechare las contradicciones entre ellas. Con la formación de la Entente se puso fin a este
estado de cosas que permitía a Alemania acrecentar su poderío a expensas de todas las otras
potencias.

Al pacto tripartito, Alemania respondió impulsando aún más los trabajos de construcción de su
flota de guerra y con algunas tentativas para romper la Entente. La rivalidad marítima anglo-
alemana llegó a tal punto, que tanto en uno como en otro país, se esperaba de un momento
a otro el choque armado.

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INFLUENCIA DE LA REVOLUCIÓN RUSA DE 1905

La Revolución Rusa de 1905, contribuyó al despertar de los pueblos de Oriente y dio un nuevo
impulso al movimiento nacional de liberación en un a serie de países. A su influjo, los pueblos
yugoslavos de Austria-Hungría, servios, croatas y eslovenos, se reunieron más estrechamente
entre sí, y establecieron contacto con el movimiento nacional liberador de los checos y
eslovacos, para luchar en común contra los opresores alemanes y magiares.

TURQUÍA

La Revolución Rusa ejerció también su influencia sobre las revoluciones burguesas en los
países de oriente, tales como Persia y Turquía. Al frente de la revolución turca se hallaba el
partido “Unión y Progreso”, o como se lo solía llamar también, el partido de los “Jóvenes
Turcos”. En julio de 1908, los jóvenes turcos, principalmente oficiales del ejército, se
sublevaron en las ciudades de Monastir y Salónica, y presentaron al sultán un ultimátum
exigiendo la Constitución. A este movimiento no tardaron en adherirse otras unidades del
ejército acantonadas en Macedonia, Tracia y en la misma Constantinopla. La insurrección
contaba con el apoyo de los comerciantes, de la pequeña burguesía y de una parte
considerable del campesinado. Los jóvenes turcos se sentían también apoyados por las
organizaciones de los pueblos eslavos oprimidos, que esperaban del triunfo del nuevo régimen
un mejoramiento de su situación. El sultán Abdul-Hamid, se vio obligado a transar. Triunfó la
revolución burguesa: el despotismo de los sultanes debió ceder su lugar a la monarquía
constitucional. Se procedió a convocar el Medjlis (Parlamento).

Los jóvenes turcos constituían el partido del sector progresista de los terratenientes, de la
burguesía, de la oficialidad, de la burocracia y de la intelectualidad turca. Ellos no aspiraban,
en modo alguno, a realizar transformaciones sociales profundas. Una vez en el poder, los
jóvenes turcos defraudaron las aspiraciones que en ellos habían depositado los pueblos
oprimidos al aplicar una política nacional contraria a los intereses de la población no turca,
que se componía de eslavos, griegos, armenios y árabes. En su esencia, la política nacional
de los jóvenes turcos, poco se diferenciaba de la vieja política de Abdul-Hamid. El sultán no
se resignó a aceptar pasivamente la Constitución. Hizo una tentativa de desplazar a los
jóvenes turcos. Su tentativa fracasó y el sultán fue derrocado y recluido en una fortaleza.

PERSIA (IRAN)

En 1905 comenzó la revolución en Persia. Comerciantes y clero exigieron al Shá la


implantación de la Constitución. Como protesta contra el régimen imperante, cerraron las
tiendas, los mercados, las mezquitas, etc. Esta protesta contó con el apoyo de los sectores

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más pobres de las ciudades: los artesanos, los pequeños comerciantes, como así también de
los campesinos pobres. Las tentativas del gobierno de aplastar el movimiento revolucionario
mediante la violencia no tuvieron éxito. El movimiento continuó en ascenso. En 1906, el shá
Ali-Mohamed se vio obligado a convocar el primer parlamento persa, en el que participaron
los representantes de los terratenientes, del clero, de los comerciantes y, en parte, de los
artesanos. Se estableció una constitución que limitaba los poderes del shá. El poder
legislativo le correspondió al Medjlis. Poco a poco los campesinos también fueron entrando en
el movimiento. Comenzaron por negarse a pagar los arriendos a los terratenientes.

En otoño de 1907, el shá concentró en Teherán al ejército para desarmar al pueblo, destruir
las organizaciones revolucionarias, disolver el Medjlis y preparar el camino para restablecer el
régimen absolutista de gobierno. Pero su tentativa de golpe contrarrevolucionario no fue
coronada con el éxito.

En 1908, los contrarrevolucionarios intentaron un nuevo golpe de Estado, capturaron Teherán,


disolvieron el Parlamento, derogaron la Constitución y masacraron a los revolucionarios. El
pueblo no se conformó con los sucesos de Teherán. Las fuerzas revolucionarias se
concentraron en Tabriz, transformada en bastión de la revolución. En el verano de 1909, los
revolucionarios persas marcharon sobre Teherán, capturaron la ciudad, depusieron al shá y
colocaron en el trono a su pequeño hijo Ahmed. Se convocó a un segundo Medjlis, pero la
composición de éste resultó desfavorable para la causa revolucionaria. Sus componentes,
representantes de los terratenientes y de la burguesía, tenían como única preocupación
impedir el desarrollo ulterior de la revolución. En abril de 1910, los revolucionarios fueron
derrotados por las fuerzas gubernamentales. El gobierno clausuró los diarios y se lanzó a la
persecución de los revolucionarios.

CHINA

En 1911-1912, estalló la revolución en China. Las causas de esta revolución tenían su raíz en
el régimen feudal que imperaba en el país, en la falta de tierras y en la iniquidad de que eran
víctimas los campesinos, en la situación de opresión en que se hallaban los comerciantes y los
artesanos, en los “diezmos” y exacciones de los terratenientes y funcionario, y en el
sometimiento del país a los capitalistas extranjeros. Durante el otoño de 1911, varias
provincias se sublevaron. El movimiento contaba con la participación de la burguesía urbana,
de los campesinos y de la intelectualidad. Su jefe era Sun-Yat-Sen. Parte del ejército
comenzó a unirse al movimiento.

El poderoso impulso que iba tomando la revolución, asustó a la gran burguesía china, que
pronto traicionó al pueblo y marchó al compromiso con la nobleza feudal, esperanzada en
que por ese camino lograría paralizar el proceso de ahondamiento del movimiento
revolucionario. El acuerdo se realizó por intermedio del general Yuang-Shi-Kai, comandante
en jefe de las fuerzas imperiales y, la base del acuerdo fue la abolición del régimen
monárquico existente.

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En 1912, China fue proclamada República, pero dentro de ella, se mantenían intactos muchos
aspectos del régimen feudal chino. En el curso de ese mismo año Yuang, ocupó el cargo de
presidente de la República China.

LOS BALCANES

El triunfo de la Revolución de los Jóvenes Turcos fue considerado por Alemania como una
amenaza indirecta de su influencia en Turquía. Austria-hungría temía que el nuevo gobierno
turco reclamase la devolución de bosnia y Herzegovina, los que se encontraban bajo su
administración desde 1878. En el otoño de 1908, Austria-Hungría procedió a la anexión de
aquellas regiones, hecho que provocó un gran descontento, no sólo en Turquía, sino también
en Servia, por cuanto esta última esperaba que esas regiones fuesen, en el futuro, a unirse a
ella, dado que su población estaba compuesta por servios y croatas. Este acto de usurpación
por parte de Austria-Hungría, lesionaba los intereses de varios países. Rusia, por ejemplo,
que se sentía afectada por la expansión de Austria en la Península Balcánica, apoyó a Servia.

La anexión de Bosnia y Herzegovina, estaba dirigida contra los intereses vitales de los
pueblos yugoslavos, cuya aspiración era unirse en un gran Estado independiente. La anexión
asestaba un golpe mortal a las aspiraciones nacionales de los servios, croatas y eslovenos.
Con ella se iniciaba una nueva etapa en la política antieslava de Austria-Hungría y de
Alemania, en cuyos planes figuraba el propósito de avasallar o someter a los pueblos eslavos
de la Península Balcánica, para establecer un vínculo directo y seguro con el Imperio
Otomano, al que Alemania consideraba como colonia suya. La anexión venía a afectar, pues,
intereses que entraban en la esfera de los Estados de la Entente, por cuya razón no podía
ésta aceptarla en silencio.

La crisis de Bosnia amenazaba derivar en un conflicto armado entre los dos bloques
imperialistas, y no culminó en una guerra, porque Rusia no estaba preparada para ella.

En marzo de 1909, Alemania exigió enérgicamente a Rusia, que reconociese la anexión de


Bosnia y Herzegobina. Para presionarla, los alemanes amenazaron con la guerra. Rusia cedió.
Detrás de ella, silenciosamente, las otras potencias también reconocieron la anexión. De este
modo, el bloque germánico, obtuvo un triunfo diplomático y político sobre la Entente. Los
Jóvenes Turcos, que inicialmente trataron de mantener una posición independiente con
respecto a Alemania, no tardaron en transformarse en verdaderos agentes del imperialismo
alemán para el sometimiento de su propio país.

SEGUNDA CRISIS MARROQUÍ

Durante la primavera de 1911, estalló la insurrección de las tribus marroquíes contra el sultán
y contra los franceses. Tiempo antes, Francia había procedido a la ocupación militar de
Marruecos. Ahora, sus tropas pasaron a ocupar la ciudad de Fez.

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Alemania decidió aprovechar la invasión de Marruecos por Francia para establecer, a su vez,
bases en la costa atlántica de aquel país. Sorpresivamente en la bahía de Agadir, hizo su
aparición la cañonera alemana “Paither”. Alemania, tratando de amenazar a Francia, exigía de
ella, o bien una parte del territorio marroquí con la inclusión de Agadir, o en su defecto, una
fuerte compensación a expensas de otras posesiones francesas en el Africa. En el entredicho
tomó intervención Inglaterra, la que declaró que la cuestión de Marruecos afectaba también
intereses suyos, razón por la cual no podía permanecer al margen. Inglaterra dio apoyo a
Francia debido a que no deseaba permitir a Alemania establecer sus bases en el Atlántico. El
gobierno inglés declaró que en caso de un ataque a Francia, prestaría a ésta todo su apoyo
militar. Los imperialistas alemanes se atemorizaron, viéndose obligados a ceder y moderar
sus pretensiones.

En el otoño de 1911, fue concretado el acuerdo franco-germánico, sobre la siguiente base:


Alemania reconocía el protectorado francés sobre Marruecos, obteniendo a cambio de ello una
parte del territorio del Congo francés, lindante con el Camerún alemán. Los imperialistas
alemanes consideraban este arreglo como muy desventajoso para ellos. La solución de la
segunda crisis marroquí no sólo no contribuyó a mejorar, sino que, por el contrario, agudizó
aún más la tirantez de las relaciones entre Inglaterra, Francia y Alemania.

Una vez liquidado el incidente de Agadir, Inglaterra trató de llegar a un acuerdo con Alemania
con el fin de suavizar sus rivalidades marítimas, a cuyo, en efecto en febrero de 1912, lord
Holden, se trasladó a Berlín para entablar las negociaciones pertinentes.

Inglaterra, partiendo de su preocupación por mantener el predominio de su flota frente a la de


Alemania, propuso un acuerdo que contemplase una disminución del ritmo en la construcción
de nuevas unidades. A cambio de ello, el Gobierno alemán exigió de Inglaterra una actitud de
benévola neutralidad en caso de guerra entre Alemania y cualquier otra potencia.
Prácticamente eso significaba que Inglaterra debía renunciar a la colaboración con Francia.
Las negociaciones no prosperaron. La emulación naval entre Inglaterra y Alemania se
intensificaron aún más.

GUERRA ITALO-TURCA

Aprovechando la circunstancia de que la atención de las demás potencias giraba alrededor de


las negociaciones franco-alemanas, Italia consideró llegado el momento propicio para
declarar la guerra a Turquía, hecho que se produjo en otoño de 1911, antes de haberse
solucionado el incidente de Agadir.

La guerra llevaba miras de prolongarse, pero cuando en 1912, surgió ante Turquía la
amenaza de la guerra con los Estados Balcánicos, se apresuró a concertar la paz con Italia,
cediéndole Trípoli y Cirineaica,

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LA PRIMER GUERRA BALCANICA

La Guerra italo-turca y el creciente movimiento de liberación nacional, debilitaron a Turquía.


Los Estados Balcánicos, Bulgaria, Servia, Montenegro y Grecia, se preparaban para anexarse
los territorios turcos poblados por sus hermanos de raza.

En 1912, se formó la coalición de los Estados Balcánicos, en la que entraron: Bulgaria, Servia,
Montenegro y Grecia. La diplomacia rusa tomó participación activa en la organización de la
coalición, con la esperanza de utilizarla contra Alemania, Austria-Hungría y Turquía, en la
guerra que se avecinaba. A comienzos de octubre de 1912, Montenegro inició las operaciones
bélicas contra Turquía. Seguidamente, tomaron parte en la contienda los demás miembros del
bloque balcánico. Este fue el comienzo de la Primera Guerra Balcánica.

En el curso de pocas semanas, las fuerzas coligadas destrozaron al ejército turco, y ocuparon
la mayor parte de Turquía europea.

Tanto Rusia, como Francia e Inglaterra, aunque por motivos diferentes, se mantenían al
margen de la alianza Balcánica. Los pueblos eslavos de Austria-Hungría, expresaron
entusiastamente su júbilo por la victoria de los pueblos balcánicos. El gobierno Austro-
hungaro adoptó una posición netamente hostil a la alianza de los Estados balcánicos y exigió
el retiro de las tropas servias que habían ocupado la costa albanesa del mar Adriático,
perteneciente a Turquía. Los austríacos insistían en la formación de un Estado Albanés. Italia
tampoco deseaba tener un rival más en las costas del Adriático. Rusia simpatizaba con la
causa de Servia. Las tirantes de las relaciones austro-servias condujo a la movilización de
tropas en Austria y en Rusia. Ambas potencias concentraron sus ejércitos en la frontera.

Al producirse la crisis Alemania apoyó a Austria-Hungría. Rusia no había terminado aún sus
preparativos militares y, por lo tanto, no estaba en condiciones de ir en defensa de Servia. A
Servia no le quedó otro recurso que ceder.

En el mes de diciembre se iniciaron en Londres las negociaciones de paz entre Turquía y los
países integrantes de la alianza balcánica. En las negociaciones intervinieron activamente los
representantes de las grandes potencias. Además de la paz con Turquía, era preciso dar
solución al conflicto austro-servio, y a una serie de cuestiones vinculadas con la guerra en
los Balcanes. Las negociaciones marcharon dificultosamente. Los turcos no querían ceder
Adrianópolis a Bulgaria, y los búlgaros se negaban a firmar la paz sin antes obtener aquella
ciudad. Mientras, tanto surgieron serias divergencias entre los mismos aliados balcánicos:
Bulgaria, por un lado; Servia y Grecia, por el otro.

Recién en mayo de 1913 se terminó de firmar en Londres el tratado de paz. Conforme al


mismo, Turquía debió ceder a los integrantes del bloque, sus posesiones en la Península
Balcánica al oeste de la línea Enos-Media. Albania se constituyó como Estado, pasando de
hecho a depender de Austria-Hungría e Italia.

La importancia del triunfo de los Estados Balcánicos trascendió los límites de la península. Su
lucha no tenía el carácter de un fenómeno aislado: era una parte del movimiento general

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contra el absolutismo y los resabios del medioevo en el Oriente.

SEGUNDA GUERRA BALCÁNICA

Habiendo fracasado en su tentativa de apoderarse de Albania, Servia, como Grecia, dirigieron


su atención hacia la parte oriental de la península, exigiendo de Bulgaria una parte mayor en
el reparto de Macedonia y de Tracia. Bulgaria se opuso. Entonces Servia y Grecia decidieron
unirse secretamente, para actuar en común contra Bulgaria. En respuesta, el ejército búlgaro
atacó a las tropas servias y griegas, dando así comienzo la Segunda Guerra Balcánica. Contra
Bulgaria se coligaron todos sus antiguos aliados: Servia, Grecia y Montenegro, uniéndoseles,
además, Rumania.

Turquía, aprovechando estos sucesos, también declaró la guerra a Bulgaria, reconquistando


Adrianópolis. Al cabo de unos pocos días Bulgaria fue derrotada. Sus vencedores le
impusieron severísimas condiciones de paz, la que se firmó en Bucarest, en agosto de 1913.
De acuerdo con lo establecido en el tratado, Macedonia y la mayor parte de Tracia fueron
entregadas a Servia y Grecia. A Rumania le correspondió la parte sur de
la Dobrudja.

Por motivos totalmente opuestos, tanto Austria-Hungría y Alemania, como Rusia, no


quedaron satisfechas con los resultados de la segunda guerra de los Balcanes. Los dos
primeros a causa de que Servia había salido fortalecida, por lo que se convirtió para los
yugoslavos, residentes en Austria, en un centro de atracción aún más poderoso que antes de
la guerra. Las clases dominantes de Austria-Hungría estimaban que el robustecimiento de
Servia constituía un peligro para la existencia del Imperio Austro-Húngaro. Por su parte
Rusia, estaba descontenta porque se había roto la alianza balcánica sobre la que había
pensado apoyarse en su política en los Balcanes contra Turquía y Austria-Hungría. Bulgaria,
regida por un Alemán, el rey Fernando, cayó enteramente bajo la influencia de Alemania y
Austria-Hungría, transformándose en el baluarte de la política alemana hostil a los pueblos
eslavos.

La Segunda Guerra Balcánica ahondó las contradicciones entre los dos bloques de potencias
imperialistas. Las guerras balcánicas fueron el preludio de la Gran Guerra, después Primera
Guerra Mundial.

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EL ARTE A FINES DEL SIGLO XIX Y COMIENZOS DEL


SIGLO XX

LAS VANGUARDIAS

INTRODUCCION

La gran revolución en el arte de la segunda mitad del siglo XIX, tiene un nombre:
Impresionismo, y dos apellidos Manet y Monet. El Impresionismo fue una inédita tentativa
de captar la realidad de la luz, para convertirla no solamente en el tema principal de la
pintura, sino también, junto con el movimiento, en los únicos objetos de la pintura. Esta
definición, sin embargo, podría dar lugar a confusiones. Si se parte de ella se puede llegar a
la conclusión de que entre 1870 y 1900, dejando de lado a los neoclásicos, románticos,
realistas, etcétera, se vivió un período de entusiasmo por la representación de la luz y las
sensaciones fugitivas que produce el movimiento. En realidad cave hacerse la pregunta:
¿existió el Impresionismo como movimiento?. Hay algunos puntos de unión entre los artistas
de Monet a Gauguin, como el antiacademicismo, las reuniones en el Café Guerbois, las
exposiciones colectivas de 1874 a 1887. Pero no hay una escuela impresionista, ni una unidad
de oficio y de doctrina. El Impresionismo pudo ser una unidad de ideales, pero no de
métodos. Se aceptó el término Impresionismo, por el uso y la costumbre y no porque fuera
correcto. Por otra parte, ciertamente fue el trato particular que dio Monet a la luz, lo que
impresiono al público.

Pero el Impresionismo fue más, fue luz, color, movimiento, tiempo. Fue además el resultado
de las aspiraciones de una época, y el plantearse nuevamente el arte del pintor.

Claude Oscar Monet (1840 – 1926), fue el representante típico del Impresionismo teórico.
Su infancia y formación al borde del mar, fueron una experiencia fundamental de luz y
movimiento, que llevó a sus obras. No vivía obsesionado con la idea de “hacer un cuadro”,
como Edouard Manet (1832 – 1883), pintaba para expresar sus sentimientos, para fijar las
impresiones que le producían las cosas. A diferencia de otros pintores, como el mismo
Manet, no asistía a los museos, era autodidacto. La influencia del Realismo de Gustave
Courbet (1819 – 1877) y de Manet, lo alejó temporariamente de su verdadera vocación: la
pintura al aire libre y el paisaje. Esta idea del paisaje, que también atrajo a otros pintores de
la época como Camille Pissarro (1830 – 1903) y Paul Cezanne (1839 – 1906), la obtuvo
de Corot y la Escuela de Barbizón. Pero, para él, la naturaleza antes que material de
reflexión, fue una fuente de sensaciones puras. Sus obras pictóricas son un intento de fijar en
el lienzo, los datos puros del sentido óptico. Trató de fijar no ya la realidad objetiva, sino el
efecto que esta produce en los sentidos. No le preocupaba la representación de la realidad,
sino la equivalencia de esta en la visión. No quería efectuar sobre la tela un duplicado de la
realidad. Esta idea se desarrollará en el siglo XX, en los fauves, los expresionistas, los
cubistas. Este pintor sin método, sin formación académica, sin contacto con la tradición, pero
de un gran temperamento, trasladó a la pintura una visión personal y sensible.

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El siglo XIX, con la fotografía y el Impresionismo, descubrió la luz, pero esta produjo una
dispersión de la forma coloreada. El Puntillismo de Georges Seurat (1859 – 1891) y Paul
Signac (1863 – 1935), a través de la densidad de los puntos de color, trató de recuperar el
sentido de la construcción. Junto con ellos, los Nabis y Paul Gauguin (1848 – 1903), con el
nítido contorno de las formas, trataron de hacer lo mismo.

El arte del siglo XX, no trató de ser el resultado evolutivo del arte del siglo XIX, a pesar de
que le es inevitablemente deudor en muchos aspectos, por el contrario, pretendió ser una
ruptura. Sobre todo con el intento de pasar de las tres dimensiones de la naturaleza a las dos
de la tela, lo cual era el desafío de todo pintor, aparentemente resuelto desde el
Renacimiento. La perspectiva fue, para los artistas del siglo XX, un artificio, una apariencia,
una ilusión imitativa. Este siglo que comenzó bajo el signo de la ciencia y la técnica, quería
ser exacto. La pintura debía ser pintura en si misma y para sí misma, esto es: debía ser
color. Pero también forma, es decir, “expresión sensible de la inteligencia”. Todo lo demás era
considerado “artificio de atelier”, recursos utilizados por aquellos que solamente sabían
representar. El nuevo artista quería buscar la verdad de las cosas y el sistema que prueba
esta verdad. Traducir el color, la forma, las impresiones de la naturaleza, en signos visibles,
símbolos, representaciones de conceptos.

En los comienzos del siglo XX, se produjo la conexión entre filosofía, ciencia y arte. La ciencia
aportó, entre otras cosas, la investigación sobre la relatividad, la geometría no euclidiana, la
definición de los conceptos de tiempo y espacio. Es probable que los artistas ignoraran estos
conceptos, pero su especial sensibilidad y la idéntica actitud mental, nos permiten establecer
cierta relación entre los descubrimientos de Albert Einstein (1879 – 1955) y los logros en el
campo del arte de Pablo Ruiz Picasso (1881 – 1973).

Sigmund Freud (1856 – 1939), el “inventor del Psicoanálisis”, enseñó que el individuo no es
una entidad sin tiempo y espacio, sino un ser inmerso en la realidad de su ambiente y en el
contexto de sus sueños y deseos. Los artistas descubrieron en tiempo interior del observador,
y el exterior de lo observado. Aprendieron que el espacio tiene infinitas perspectivas.

El cine, los primeros automóviles, los aviones, hacían suponer que la distancia, el peso de los
cuerpos, y las imágenes estáticas habían sido vencidas para siempre.

La clase burguesa vivía su Belle Epoque, esta bella época de progreso ininterrumpido, sin
darse cuenta que todo, por debajo estaba podrido. La burguesía despertó violentamente de su
sueño en 1914, cuando estalló la Gran Guerra. Mientras tanto, el proletariado esperaba su
oportunidad. El Socialismo, el Marxismo y el Anarquismo, se ponían de moda.

Vincent van Gogh (1853 – 1890), había dado emociones intensas como: la rudeza y
brutalidad del color, la turbulencia de la pincelada y la despreocupación por el tema. Los
fauves no se hicieron esperar.

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EL FAUVISMO.

Protesta, reivindicación, desahogo, color vivaz, contrastes, sensualidad, agresividad, he aquí


las principales características del arte fauve. El tema podía ser cualquier cosa, pero en primer
lugar era el color.

En el Salón de Otoño de 1905, en París, se produjo un verdadero estallido de luz y color. El


responsable fue un grupo encabezado por Henri Matisse (1869 – 1954), André Derain
(1880 – 1954) y Maurice de Vlaminck (1876 – 1958), que expusieron una cantidad de
lienzos con gamas cromáticas estridentes y agresivas. Su forma de pintar, anticonvencional,
provocó un gran rechazo, por lo cual fueron llamados despectivamente los Fauves (Fieras).
Desde sus comienzos rechazaron todo tipo de teoría y se entregaron al puro instinto de
pintor. Cada uno de ellos produjo una obra original y diversa, en la cual predominan los
colores y las relaciones que van creando al ponerlos en la tela. Con los colores violentos, y las
formas planas, pretendían provocar una exaltación emocional.

El color arbitrario en cuanto a la representación de la realidad, no lo era en función den la


imagen. En realidad nunca constituyeron un grupo ni un movimiento, ni una escuela. No
realizaron un manifiesto programático y jamás siguieron postulados determinados. Se trató
de figuras aisladas, cada una de ellas con una definida personalidad. Los unían ciertas
características similares en lo formal y la intención de romper con el pasado, además de
moverse alrededor de Matisse, que sin embargo no era ni el jefe, ni el organizador, ni el líder.
Sus temas eran más afines al estilo Naif que a los expresionistas, con los que tenían
coincidencias formales. Se trataba de temas bucólicos, retratos, visiones idílicas del hombre
en la naturaleza, hermosos paisajes. Todos realizados con una explosión de colores violentos
y arbitrarios, con una disonancia deliberadamente calculada. Su intención era transmitir la
reacción emotiva del pintor ante el tema elegido.

No buscaban la representación naturalista, sino valorizar el color en sí mismo.

Desdeñaban la realidad para expresar un estado emocional. Las figuras eran planas,
encerradas en gruesas líneas de contornos, lo cual los aproximaba al Art Nouveau.

Renunciaron al modelo y al claroscuro. Suprimieron las sombras para que la luz adquiriera
más intensidad. Fueron expresivos y decorativos, trabajaron con el dibujo, con el color,
desdeñando la tridimensionalidad y la construcción clásica. Buscaban, con espontaneidad,
posiblemente calculada, la conexión imediata con el espectador, para transmitirle la emoción
anímica que sentían al realizar el cuadro.

La alegría de vivir, fue una de las pinturas más importantes de Matisse, casi un
“manifiesto” práctico de la pintura fauve. No pintaba la realidad, pintaba imágenes, que
ciertamente, en algunos aspectos recuerdan el motivo real del que provienen. Decía Matisse:
“El pintor no debe preocuparse por detalles insignificantes, pues para eso está la fotografía,
que lo realiza mucho mejor y más rápido”. Lujo, calma, voluptuosidad, es otro cuadro
paradigmático de la estética fauve. No tenía claroscuros, valores cromáticos, modelado, ni
perspectiva. Se trataba de un verdadero cuadro-objeto, con su propio significado, al margen

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de la anécdota. En 1908 publicó Apuntes de un pintor, motivado por la incomprensión


irónica que provocaba, y para contestar las duras criticas se abatían sobre el Fauvismo.

Vlaminck, pintarrajeaba con colores sin preocuparse por el tema, sostenía, con Derain, que
los colores eran “tubitos de dinamita”, para destruir las caducas costumbres y los
convencionalismos de la burguesía.

Una variante religiosa de fauvismo fue encabezada por Georges Rouault (1871 – 1958),
cuyo único y obsesivo tema fue el cristianismo. Si bien el tratamiento formal fue fauve, el
contenido de la obra de Rouault, lo ubica más acertadamente en el Expresionismo. Su obra no
fue una apología de la vida celestial, fue un feroz ataque a las injusticias terrenales, una
denuncia despiadada de la sociedad burguesa de su tiempo. A pesar de que él nunca aceptó
que sus tremendos alegatos social cristianos fueran catalogados como fauves, los críticos
franceses consideraron a Rouault un fauve patético.

El fauvismo no fue una transición porque no siguió un precedente anterior y porque no dejó
un descendiente legitimo. Fue un conjunto momentáneo de individualidades con similares
técnicas e igual estéticas.

EL EXPRESIONISMO.

Prácticamente siempre hubo artistas expresionistas, es decir, que adoptaron una actitud
expresionista, sin que por esto formaran parte de ningún grupo. Pintores expresionistas se
pueden encontrar desde los comienzos del arte, pues lo son todos aquellos que intentaron
moldear la realidad para volcarse sobre la emoción interior. En general, podría afirmarse que
toda actitud anticlásica es expresionista. Desde este punto de vista, serían expresionistas,
entre otros, algunos artistas del Gótico, como el Bosco, Brueghel, los Manieristas, Barrocos,
Románticos, y una multitud de pintores aislados como El Greco, Goya, Van Gogh, Gauguin,
Picasso, los fauves, etcétera. Es decir hay un expresionismo como actitud, pero también hay
un Expresionismo como movimiento.

Como movimiento el Expresionismo puede limitarse en el tiempo entre 1890 y 1960. Sin
embargo, podemos dividirlo en una serie de etapas: Preexpresionista, 1905 – 1914, 1918 –
1939 y desde 1945 a nuestros días.

Llamamos Preexpresionismo a los antecedentes inmediatos del Expresionismo, es decir,


Honoré Daumier (1808 – 1879), Vicent van Gogh (1853 – 1890), Paul Gauguin (1848 –
1903) y Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec (1864 – 1901). También el
Simbolismo y artistas como Odilon Redon (1872 – 1898) y Aubrey Vincent Beardsley
(1872 – 1898) proyectaron su arte en el Expresionismo. En realidad, se trata de una gran
variedad de individualidades, a los que une una actitud anticlásica y la reacción contra el
Impresionismo. Pintores que incorporan a la tela la representación que de la realidad se han
hecho, han imaginado. Con ellos, la Naturaleza queda transformada.

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El pintor belga James Ensor (1860 – 1949), introdujo en la estética expresionista dos
elementos que tendrán, posteriormente, gran éxito: la máscara y el esqueleto. La máscara
estará despojada de sus características anecdóticas y en Ensor se hará dolorosa. Sus retratos
los pinta perdiendo carne, buscando lo real que esta dentro de lo real, se van transformando
en esqueletos. Su cuadro más conocido fue: Entrada de Cristo en Bruselas, que podríamos
considerar la representación de la farsa de la vida.

Edvard Munch (1863 – 1944), introdujo en la pintura el pesimismo nórdico (Noruega) y la


presencia de lo trágico. Sus temas fueron la soledad, la muerte, la enfermedad, la angustia,
el dolor, la miseria, la rebeldía contra la moral de su tiempo, etcétera. Las pinturas más
conocidas de Munch fueron: El grito, El friso de la vida y La Calle.

Entre 1905 y 1914, se desarrolló el movimiento conocido como Die Brücke, esto es: El
Puente. ¿Qué pretendía unir este puente?. Las formas de expresión primitivas con el arte de
su tiempo. Por un lado, mediocres pintores de “floreritos”, “paisajitos”, cuadros para adornar
los comedores de las casas de los pequeños burgueses. Por otro, los pintores vanguardistas
alejados del gran público, incapaz de asimilar la ruptura que ellos planteaban. Trataba, El
Puente, recuperar el sentimiento, revalorizar la visión subjetiva del artista, interprete y no un
simple copista de la realidad objetiva. Recuperar el arte primitivo implicaba, recuperar la
actitud artística de los niños, el arte de los dementes, de los salvajes, el arte de Oceanía y de
Africa. Recuperar no sólo la temática, sino también las técnicas de los “primitivos”.

Estaban, los miembros de El Puente, muy ligados a la estética de los carteles publicitarios,
cuyo exponente máximo había sido Toulouse- Lautrec. Los affiches eran grandes paneles
pictóricos que podían ser contemplados por todos, todo el tiempo. Los expresionistas, con su
actitud de adaptar el arte a “todo el mundo”, a un publico imprevisible, adoptaron la estética
publicitaria de los carteles callejeros.

El Puente fue un verdadero grupo que, entre otras cosas, compartía un estudio común: el de
Ernst Ludwing Kirchner (1880 – 1938). Este grupo, que se reunía en Dresde (Alemania),
estaba formado, entre otros, por: Emil Nolde (1867 –1956), Karl Schmidt-Rottluff (1884
– 1976) y Max Hermann Pechstein (1881 – 1955). Consideraron sus inspiradores, pintores
cuyas obras eran de gran expresión personal, y profundamente emotivas, como: Cèzanne,
van Gogh, Gauguin y, fundamentalmente, Munch.

Sus obras presentaban una simplificación casi absoluta de la forma y del color. Su forma de
expresión era plana, lineal y rítmica. Tenían un evidente paralelismo con los fauves, pero
eran mucho más salvajes que estos.

Ideológicamente planteaban la necesidad de un Mundo Nuevo, opuesto al burgués, basado,


probablemente, en el pensamiento del filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844 – 1900).
Precisamente, Schmidt-Rottluff, inspirándose en él le puso el nombre al grupo. “El hombre es
una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, - una cuerda sobre un abismo. (...) La
grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede
amar es que es un tránsito y un ocaso”, decía Nietzsche en Así habló Zaratustra.

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Kirchner fue el ideólogo y animador de El Puente. En sus cuadros desarrolló su gusto por lo
bárbaro y la rebelión social. De carácter revolucionario y provocador, son profundamente
expresivos.

El austríaco Oskar Kokoschka (1886 – 1980), es otro de los grandes artistas solitarios del
Expresionismo. Pintor instintivo al mismo tiempo que escritor de poemas y obras de teatro,
escandalizó a la sociedad austríaca de su época. Sus comienzos como pintor fueron casi
naturalistas, para evolucionar hacia una pintura monocroma similar a la del período Azul de
Picasso, y finalmente convertirse en una especie de fauve-expresionista.

Gran retratista, trató de expresar lo más característico del retratado, descubriendo el carácter
intrínseco del personaje. Según relata Michel Ragon: “Kokoschka tenía fama de ser el Freud
de la pintura, que ponía al desnudo el alma de sus modelos. Aunque Forel se negaba a esta
irrupción en su personalidad, Kokoschka le pintó el retrato y toda la familia quedó
descontenta, no comprendiendo por qué el artista había representado tan crispadas las manos
del modelo. Cuatro meses después, cuando Forel quedó paralítico, empezó a parecerse
exactamente a su retrato”. La obra de Kokoschka responde a su concepción trágica y patética
de la vida. Solamente le faltó dar un paso para llegar a la caricatura, pero no se atrevió a
darlo.

El período inmediatamente anterior a 1914, estuvo marcado por las rivalidades entre las
Grandes Potencias Europeas, las guerras coloniales, y otras convulsiones, que dieron un
nuevo ritmo de vida al hombre moderno y urbano. Esto contribuyó a dar lugar al revulsivo
arte que fue el expresionismo a partir de 1912. Este período terminó violentamente con la
Gran Guerra de 1914 a 1918.

En 1912 se publicó el Blaue Reiter Almanac, pero el grupo ya tenía una existencia anterior.
En realidad, muchos autores, no consideran a Der Blaue Reiter , es decir, El Jinete Azul,
como un grupo de pintores expresionistas, puesto que entre ellos también había pintores
abstractos. En 1910 El Jinete Azul estaba constituido por Wassily Kandinsky (1866 – 1944),
Paul Klee (1879 – 1940) y Franz Marc (1880 – 1916), además del músico y pintor Arnold
Schöemberg (1874 – 1951), entre sus figuras más destacadas. Su centro de acción fue la
ciudad de Munich (Alemania).

Este grupo, con objetivos más estéticos que ideológicos, se desentendió de la denuncia social
y de la ética, o la moral. El nombre del grupo posiblemente surgió de la pasión de Kandinsky
por el azul, y del amor de Marc por los caballos. Sus características como grupo se pueden
resumir: primitivismo intuitivo e infantilismo, en la aplicación y la expresión formal.
Admiración por el arte de los locos. Simbolismo de los colores y las formas.
Sus formas tendieron hacia la abstracción.

Wassily Kandinsky, quien liberó a la línea y el color de todo tipo de servidumbre, no prolongó
su relación con el Expresionismo, más allá de 1914. En su libro De lo espiritual en el arte,
publicado en 1912, describe sus experiencias expresionistas pero ya proyecta el porvenir.
Todavía no ha eliminado el objeto, pero este pierde parte de su consistencia.

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También en este período, comienza a señalar la vinculación que encuentra entre la música y
la pintura. Según él, la pintura tiene musicalidad, habla de la sonoridad coloreada, de la
armonía de los tonos que se corresponde con la armonía de los sonidos. Por otra parte, la
separación entre lo externo y la interioridad del artista, se reduce cada vez más, y la
interpretación subjetiva de la naturaleza va siendo reemplazada por una interpenetración
poética. Para Kandinsky, las cosas solo existirán en función del pintor. A partir de aquí,
elaboró un nuevo lenguaje visual abstrayendo el objeto de la realidad. Hace abstracción, o
como decía él, llegó al “arte concreto”.

Con la Gran Guerra terminó el Expresionismo propiamente dicho. El Puente se disolvió en


1913 y El Jinete Azul languidecerá a partir de la vuelta de Kandinsky a Rusia, hasta
desaparecer. En 1920 aparece la Neue Sachlichkeit, esto es: La Nueva Objetividad,
considerado el réquiem del expresionismoy su renacer crítico. Más que un grupo o
movimiento, fue una coincidencia de artistas. El objetivo de estos artistas fue protestar contra
la guerra y sus consecuencias, mediante un tipo de realismo social. Les preocupaban los
problemas políticos y económicos, las injusticias, etcétera. Utilizaron un expresionismo
caricaturesco para atacar violentamente las “lacras de la sociedad burguesa”.

Tres artistas sobresalieron en esta nueva tendencia del Expresionismo: Max Beckmann
(1884 – 1950), Otto Dix (1891 – 1969) y George Grosz (1893 – 1959). Beckmann con su
realismo caricaturesco, reflejó la vida social y política de la dramática posguerra alemana.
Grosz, se transformó, con su procedimiento verista, en el acusador satírico de su tiempo. En
él, lo grotesco cumple un importantísimo papel, utilzándolo para mostrar el profundo odio que
sentía hacia el orden social existente, y para darle a su obra un neto carácter subversivo.
Dix, con su feroz sátira a la clase dirigente alemana de entonces, asume una actitud similar a
la de Grosz. Su realismo social, puesto al servicio de la expresividad, los llevó a un público
más vasto, lo cual los hizo más peligroso para el régimen.

La Nueva Objetividad, fue una reacción contra las tendencias que llevaban al Expresionismo
hacia la abstracción. Su violencia, que establecía algunos puntos de contacto con los
futuristas italianos, a diferencia de estos, que fueron aceptados por los fascistas de Benito
Mussolini (1883 – 1945), les significó persecución y cárcel. Los expresionistas fueron
considerados por el nacionalsocialismo de Adolf Hitler (1889 – 1945), una forma del “arte
degenerado”.

Kandinsky trató de compensar el sentimiento desbocado, geometrizando sus formas. Para ello
intentó razonar la expresión de los elementos básicos de la pintura, esto es: la forma, el
color, el punto, la línea y el plano, adjudicándoles ciertos valores psicológicos y emocionales.
Desde 1919, alejándose definitivamente de lo figurativo, de la normativa pictórica, se
convirtió en el primer expresionista abstracto.

Sin embargo, el Expresionismo Abstracto, se concretó en la década de 1940, en EE.UU. Pero


con una fundamental diferencia, no fue geométrico. Desde 1942 a 1960, la ciudad de Nueva
York, fue la sede de esta tendencia. Sus integrantes más importantes fueron, entre otros:

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Willem De Kooning (1904 – 1997), Jackson Pollock (1912 – 1956) y Mark Rothko (1903
– 1970). Su momento culminante fue la exposición en el Museum of Moderm Art en 1950.
La principal intención de estos pintores, contradictoriamente, fue el enfrentamiento brutal y
descarnado contra esa sociedad burguesa y liberal norteamericana, que sin embargo les daba
el beneplácito. Los expresionistas abstractos no geométricos norteamericanos, contribuyeron,
con las ideas de espontaneidad y la reinvención de los métodos pictóricos, a la renovación del
panorama técnico de la pintura de EE.UU. Con posterioridad siguieron en esta línea,
tendencias como: Actión Painting, Dripping y Color Field Painting, entre otras.

EL CUBISMO

El fauvismo aparecía como una crisis de adolescencia de todo pintor, Picasso la tendría, pero
luego sobrevino el gran descubrimiento: Cézanne. Este pintor decía: “Tratar la naturaleza a
través del cilindro y la esfera” y “ Pintar no es copiar servilmente el objeto, es captar la
armonía entre las numerosas relaciones desarrollándolas según una lógica nueva y original”.
Con Cézanne, la forma triunfaba sobre el color y el espacio dejaba de ser la perspectiva lineal
del Renacimiento. El espacio estaba integrado por objetos, formas, medida, ritmo y equilibrio.
Para Picasso, Cézanne, significó el retorno a la objetividad perdida después de sus períodos
Azul y Rosa. Picasso rechazó la perspectiva central para dar a los objetos su propio punto de
fuga. Picasso descubrió que el arte clásico copia, por lo tanto, entendió que el arte moderno
debe renovarse continuamente.

“Copiar a los otros es necesario, pero copiarse uno mismo, es lamentable”,


afirmaría Picasso.

A fines del siglo XIX, el Imperialismo y las colecciones etnográficas, produjeron la revelación
del llamado “arte negro”. La sensualidad de este arte dejó su impronta en Vlaminck, el
concepto de lo mágico y lo sagrado, se hizo notar en los expresionistas alemanes y en
Rouault. Todo esto, más la espontaneidad y el primitivismo, también marcaron a Picasso. Se
produjo un gran estupor, seguido por una búsqueda de influencias antiguas en Europa, que
dieron como resultado la revalorización de las cuevas de Altamira en España y Lascoux en
Francia, entre otras. El arte de los hombres del Paleolítico, decía presente. También el arte
ibérico primitivo, a través de la Dama de Elche y el Románico Catalán, se manifestaban
con toda su rotundidad. Picasso estaba en su período Gosol.

En 1896, Picasso pintaba algunos paisajes malagueños donde era notable la momentánea
influencia del luminismo postimpresionista. Sin embargo este no dejó en él una orientación
estética. Rápidamente adoptó el Expresionismo, triste y desgarrado, ensombrecido por una
fría tonalidad monocromática azul. Nada de paisajes idílicos y de personajes alegres y
risueños.

En 1897 ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, donde no


encontró una enseñanza satisfactoria. El abandono de la Academia, provocó el primer duro
enfrentamiento con su padre, pero su estadía en Madrid significó la primera separación de su

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familia, lo cual le permitió encontrarse a sí mismo. En el museo del Prado, copió obras de los
más grandes pintores, además de estudiar directamente las pinturas de Velázquez y El Greco.

El año 1898, fue para España de grandes desastres, especialmente la derrota en la guerra
con EE.UU. Picasso se traslada con su familia a Barcelona, ciudad que estaba, al contrario de
lo que ocurría en España, creciendo en forma in cesante. En esta ciudad, la vida económica y
cultural, experimentaba un nuevo dinamismo. Era un verdadero hervidero de jóvenes poetas,
músicos, arquitectos, escultores y pintores, inconformistas.

Jóvenes que vivían en una ciudad burguesa si las había, pero que tenían una gran antipatía
hacia la burguesía. Para ellos el verdadero arte tenía que ser revolucionario, y la actitud
revolucionaria significaba catalanismo y anarquismo. Picasso estudia en la Lonja, la Academia
de Bellas Artes de Barcelona, y acude con frecuencia al café Els Quatra Gats, (Los Cuatro
Gatos), convertido en una verdadera Universidad informal. En sus tertulias eran comunes las
reuniones de artistas e intelectuales de Barcelona, enrolados en el llamado Modernismo
Catalán. El objetivo de estos modernistas catalanes, amigos de Picasso, era recuperar con
las características del arte moderno, la originalidad de la cultura catalana. En arquitectura, el
Románico y el Gótico catalán, habían sido traducidos en clave moderna por el arquitecto
Antoni Gaudi (1852 – 1926). En pintura, se pretendía una renovación del lenguajes
expresivo, a través del arte francés, de formas planas, contornos marcados y brillantes
colores.

Picasso, en este ambiente cultural, atraía a los jóvenes de la burguesía catalana, que
descubrían en él la capacidad para captar las distintas tipologías humanas, a través de sus
caricaturas. Los numerosos dibujos de este período revelan la influencia en él, del
Modernismo Catalán y del Art Nouveau francés. Sin embargo, simultáneamente, lo cual será
característico en él, emplea dos o más modos expresivos. Dice Picasso: “Quizá en el fondo yo
sea un pintor sin estilo” y “El estilo es algo que fija al pintor en la misma perspectiva, en la
misma técnica, en la misma formulación, año tras año, a veces toda la vida”, más aún “Yo
personalmente no soy nada ortodoxo, soy más bien un salvaje. (...) No me sujeto a reglas, y
por eso no tengo estilo”.

Al rededor de 1900, dos formas de expresión del postimpresionismo son destacables en


Picasso. Por un lado la influencia de Toujlouse-Lautreuc, en su cuadro Le Moulin de la
Galette, por otro lado, la influencia del Puntillismo y de van Gogh, en las pinceladas breves y
vehementes de La bebedora de ajenjo. Sien embargo esta ya pintando la primera serie con
cierta coherencia: el período Azul. Efectuó su primer viaje a París.

De regreso en España, tendrá sucesivos enfrentamientos con sus familiares, y recibirá la


noticia del suicidio de su amigo Casasgemas en París. Varios cuadros pintados en 1901, como
Evocación, El entierro de Casasgemas, verdaderas alegorías sobre la muerte a la vez que
representación de los placeres de la vida, muestran el duro golpe que fue para él la muerte
de su amigo.

Hasta 1903, realizará una serie de melancólicos retratos y autorretratos, además de pintar

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prostitutas, mendigos, ciegos, maternidades pobres, parejas de amantes tristes y


desconsolados, etcétera. Temas que también desarrollaban, entre otros, Ensor y Munch, y
para los cuales no faltaban clientes burgueses, habidos de experimentar “buenos
sentimientos”. Es notable en estos cuadros azules, el alargamiento de las figuras, tomado de
El Greco, y la sensación de tristeza y frialdad que producía este color. En ellos eliminó los
tonos de color como el amarillo y el rosa, típicos de escenas sentimentales, el rojo, color de
batallas, inclinándose por la expresividad del verde y el azul, utilizados para simbolizar el
temor y la tristeza. Dirá: “Olvidas que soy español y amo la tristeza”. La monocromía azul,
fue un recurso antinaturalista, pero extremadamente eficaz desde el punto de vista
expresionista.

La transición del período Azul al Rosa, estuvo acompañada de cambios trascendentales en la


vida de Picasso. Estaba instalado definitivamente en París, desde 1904, tenía su propio
atelier, Le Bateau-Lavoir, un ático destartalado, sin ninguna comodidad, frío y a punto de
caerse, pero donde podía trabajar libremente y reunirse con sus amigos.

omenzaba a ser conocido, a vivir de su arte, y a tener frecuentes compañías femeninas. Y,


como si esto fuera poco, se enamoró de la escritora “liberada” Fernande Olivier, que sería su
pareja durante los próximos siete años. Entre 1904 y 1906, la vida para Picasso será “color
de rosa”, pinta la vida de circo, payasos, saltimbanquis, niños desnudos
con caballos.

En 1906 muere Cézanne. Derain y Georges Braque (1882 – 1963), todavía fauves, tendrán
similares actitudes inspiradas en Cézanne, a las que tenía Picasso. Trataba de descubrir una
pintura sobria, poderosa, que no dependiera de sentimentalismos o de seducciones
cromáticas, a partir del análisis de los rostros humanos. Trataba de encontrar una pintura que
no fuera más que pintura. Cézanne había sido el primero en esa búsqueda. “Quien
comprende a Cézanne, presiente el cubismo”, dirían los cubistas Albert Gleizes (1881 –
1953) y Jean Metzinger (1883 – 1957).

El Cubismo no surgió repentinamente, de golpe, se desarrolló a partir de la experiencia, por


tanteos. Lentamente, contra la incertidumbre formal provocada por la nebulosidad
impresionista, contra la anarquía colorista del Fauvismo, contra el delirio formal del
Expresionismo, contra la descomposición de la forma del arte abstracto, los pintores cubistas
propusieron un nuevo orden plástico. “Solo los volúmenes importan”,
decía Cézanne.

Picasso había entrado en el “período negro”. Había conocido en el Museo del Trocadero, el
arte africano, de Oceanía, esquimal. Fue produciendo una síntesis con El Greco, el arte ibérico
primitivo, Cézanne, de la cual surgió: Las señoritas de Avignon.(1906 – 1907).

Antes y durante la realización de Las Señoritas. . ., había estado realizando pinturas


violentas, esquemáticas, con simplificaciones rotundas, ojos salientes y poderosas narices. En
algunos casos se trataba de autorretratos, con una clara tendencia a geometrizar los rasgos,
exagerar las dimensiones de las narices y las orejas. Trabajaba la pintura como si en realidad

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fuera talla en madera, como si en vez del pincel, utilizara


el hacha.

Las señoritas de Avignon, no es un cuadro verdaderamente cubista, pero posiblemente fue el


punto de partida para el Cubismo y muchas otras experiencias posteriores, como el
Surrealismo. Las dos mujeres de la derecha tienen características expresionistas. Rige en él
la frontalidad de los egipcios, narices de perfil, ojos de frente. Desaparece la profundidad en
beneficio de la bidimensionalidad. Fondo y figuras son descompuestos en planos geométricos
que se yuxtaponen y superponen, permitiendo diferentes puntos de vista de un mismo objeto
o personaje. Por ejemplo: las caderas de la mujer de la derecha, la espalda y el rostro en el
personaje en cuclillas. La gama de colores se limita a los pardos y los verdes. A pesar de las
evidentes influencias, Las señoritas. . . es una pintura totalmente inventada.

Esta monumental obra (250/230), evocaba el recuerdo de una casa de prostitución, situada
en el “carre de Aviñó” de Barcelona. En una primera intención, Picasso representó a un
marinero rodeado de mujeres desnudas, sin embargo, en el cuadro final el marinero
desapareció. Varios títulos se pensaron para este cuadro, como: “Les Gages du Péché; Le
Bordel d’Avignon; Le Bordel philosophique, para finalmente llamarse Les Demoiselles
d’Avignon. Cientos de dibujos previos y varios cuadros inconclusos precedieron a esta obra
fundamental de la pintura, en los cuales se traslucen influencias de El Greco, el arte negro, el
arte ibérico primitivo, la pintura románica catalana, Gauguin, Cézanne, etcétera. El cuadro
produjo un gran escándalo entre los amigos de Picasso, quienes llegaron a pensar que un día
lo encontrarían ahorcado detrás de su cuadro. “¡ Tú quieres que bebamos petróleo y
comamos estopa!”, le habría dicho Braque. Hubo que esperar hasta la aparición de los
surrealistas, para que a este cuadro se le reconociera, finalmente, la enorme importancia
histórica que tiene. Fue reproducido por primera vez en 1925, en el nº 4 de la revista La
Revolución Surrealista.

Entre 1908 y 1909, se produce una curiosa similitud entre las obras elaboradas por Braque y
Picasso. Picasso, en Horta del Ebro, trabaja una serie de paisajes, de una gran serenidad: La
fábrica, Casas en la colina, El depósito de agua, entre otros. Las casas de estos paisajes
son realizadas como cubos. En estos paisajes descriptivos, es destacable la ausencia de
figuras humanas, la falta de emotividad, la concentración en los aspectos visuales y técnicos,
los volúmenes tridimensionales, las líneas rectas limitando las masas de color que se reducen
a grises, ocres, verdes, las transparencias. Este será el período conocido como el del
Cubismo Cezanniano. En él los pintores parecen preocuparse solamente por los volúmenes.

Entre 1909 y 1910, se desarrollará el Cubismo Analítico. En este período Picasso y Braque,
se dedicaron a destruir la concepción del espacio visual vigente desde el Renacimiento.
Fragmentan el tema representado en el cuadro, en distintos planos repartidos en la superficie
de la tela. Se trata de colocar en la superficie plana del cuadro, yuxtapuestos, los diferentes
puntos de vista que se obtienen de cada objeto, girando a su alrededor. Las cosas fueron
fragmentadas en una multitud de pequeñas facetas de apariencia cristalina. Son
representativos de este período, los retratos de Vollard, Kahnweiler y Uhde.

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Las obras de 1910, aún parecían fácilmente legibles. Las de 1911 – 1912 se harán cada vez
más indescifrables. Comienza el llamado Cubismo Hermético.

El temor a caer en un hermetismo sin remedio, hizo que los cubistas buscaran nuevas
soluciones, restituir al color su función descriptiva, hacer el cuadro más legible. El cubismo se
había convertido en demasiado intelectual.

En 1912, el cuadro Naturaleza muerta con silla de esterillas, dio origen al llamado
Cubismo Sintético. En él representó una mesa de café, donde se sitúan los diversos objetos
representados. Introduce, por primera vez en un cuadro, caracteres de imprenta, como la
palabra JOU (journal), que de aquí en más aparecerán en forma aislada o formando frases.
Renuncia a pintar la silla, pega en la superficie del lienzo un hule con el dibujos del esterillado
del asiento de una silla. El cuadro tendrá forma oval, y el habitual marco será sustituido por
una soga de cáñamo, con lo cual desaparece el tradicional cuadro ventana, cuadrado o
rectangular.

Nace el Collage, esto es la introducción de una amplia gama de materiales en el cuadro.


Picasso pegará a sus pinturas trozos de tela, sellos de correo, trozos de estaño, láminas de
zinc, etcétera. Ya no reproduce la realidad, la introduce en el cuadro. El cuadro deja de ser
pintura en el sentido tradicional; “resultado de un trabajo con pinceles y colores”, para pasar
a ser un montaje. El Dadaismo, continuará este camino iniciado por Picasso.
Para la misma época Braque, colocaba sobre un dibujo, Compotier et Verre, tras pedazos
de papel de tapizar que imitan madera. Picasso introduce fragmentos de diarios, esto es, lo
cotidiano entra en la pintura. Estos elementos, subrayaran el afán de objetividad realista y
de impersonalidad. Hacer de la vida, de lo cotidiano, una obra de arte, parece ser el objetivo.
El Papier Collé, equivaldrá a una mancha de color.

En sus Ensanblages, estructuras tridimensionales, verdaderas esculturas, Picasso utilizó


elementos encontrados, materiales humildes, de alguna manera influenciado por el arquitecto
Antoni Gaudi. En sus guitarras, sobre todo Guitarra con cartulina, chapa, alambres, el
interior se hace visible en el exterior. Estos verdaderos “objetos reventados”, hacen
desaparecer el límite entre la dimensión oculta de la realidad y
la envolvente.

El estallido de la Gran Guerra, fue una mala época para Picasso y los cubistas.

osiblemente, como los principales marchantes del Cubismo eran alemanes, los franceses lo
consideraron como el arte del enemigo. En realidad, prácticamente no hay alemanes en el
Cubismo, sus principales referentes: Picasso y Juan Gris (1887 – 1927), eran españoles;
Braque y Fernando Léger (1881 – 1955), eran franceses.

Picasso pasará por un a nueva serié de etapas, liderará un nuevo Neoclasicismo, realizará
retratos realistas, en síntesis: “vuelve al orden”.

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EL FUTURISMO

En la ciudad de Milán, en 1909, el escritor y activista político italiano, Filippo Tomaso


Marinetti (1876 – 1944), redactó Fondazione e Manifesto del Futurismo, que sería
publicado el mismo años en el diario “Figaro” de París. En 1910 Umberto Boccioni (1882 –
1916), Carlo Dalmazzo Carrà (1881 – 1966), Luigi Russolo (1885 – 1947), Giacomo
Balla (1871 – 1958) y Gino Severini (1883 – 1966), redactaron el Manifiesto de los
pintores futuristas. En 1913, Carrà dio a conocer: Manifiesto de la pintura de sonidos,
ruidos y olores. En estos manifiestos, entre otras cosas se lee: “Los elementos esenciales de
nuestra poesía serán el valor, la osadía y la rebelión. – Declaramos que el esplendor del
mundo se ha enriquecido con una nueva belleza: la belleza de la velocidad.

– Un automóvil de carrera es más hermoso que la Victoria de Samotracia. - ¡ Hemos llegado


a la última cima de los siglos! ¿Por qué mirar hacia atrás? El tiempo y el espacio murieron
ayer. (...)Queremos liberar a Italia de los innumerables museos que la cubre como
innumerables cementerios. (...) El acontecer que reproducimos en el lienzo no ha de ser más
un instante inmovilizado del dinamismo general: será sencillamente la sensación dinámica
misma. (...) Los pintores nos han colocado objetos y personas ante los ojos: nosotros
colocaremos al espectador en el centro del cuadro. (...)éste debe ser una síntesis de lo que
uno recuerda y de aquello que uno ve”. Como si esto fuera poco, Marinetti afirmó: “ Puesto
que la literatura ha magnificado hasta ahora la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño,
nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el
salto peligroso, la bofetada y el puñetazo. (...) Queremos glorificar la guerra – única higiene
del mundo -, el militarismo, el patriotismo, el ademán destructor de los anarquistas, las bellas
ideas que matan y el desprecio a la mujer. (...) ¡ Matemos el claro de luna!”.

Previo al Futurismo, el llamado “grupo de los cinco”, era una suerte de variante del
Expresionismo, impregnada de la sensibilidad simbolista. Aquello que los diferenciaba de los
expresionistas, era su entusiasmo por el progreso científico y técnico, por el
mundo moderno.

Posiblemente el primer lienzo futurista fue: Lámpara de arco, de Balla, que daba a la
iluminación de las calles una expresión a la vez dinámica y lírica. En retratos de viejos,
enfermos, mendigos, locos y obreros, como La jornada del obrero, Balla había expresado
su compasión social. Boccioni, a través de paisajes de arrabal convertidos en obras en
construcción, símbolos de las “ciudades tentaculares”, mostró su preocupación social,
testimoniando el duro trabajo de los obreros. La “protesta convulsiva” de tipo expresionista,
se encuentra asociada en Carrà, con la influencia del simbolismo. En su tumultuosa Salida
del teatro, describe la noche con sus luces, reflejos, como el momento fantástico por
excelencia. Russolo con su cuadro Perfume, se mostraba próximo al simbolismo y el Art
Nouveau. Mientras que Severini, instalado en París, pasaba del puntillismo o divisionismo de
Seurat a posiciones próximas al cubismo.

Ideológicamente, Carrà y Russolo, eran libertarios, Boccioni marxista, es por lo tanto difícil
comprender su proximidad con Marinetti, quien en el Programa político futurista,

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publicado en 1913, en Lacerba, glorificaba la guerra y sostenía que “la palabra Italia debe
anteponerse a la palabra Libertad”. Sin embargo muchos autores sostienen que la relación
con Marinetti, solamente se dio en el dominio de las ideas estéticas. Estos ¡extraños
anarquistas y marxistas!, con la excepción de Severini, participaron en las manifestaciones
“intervencionistas”, que pedían la entrada de Italia en la Gran Guerra.

Sien embargo, la historia del Futurismo, puede dividirse en dos partes, una antes del
fascismo, la otra después.

En el aspecto técnico, uno de los puntos más importantes de la pintura futurista, fue la
llamada “sensación dinámica”, que explicaron de la siguiente manera: “Dada la persistencia
de la imagen en la retina, los objetos en movimiento se multiplican y se deforman. (...) Así,
un caballo que corre no tiene cuatro patas, sino veinte, y sus movimientos son triangulares”.
Como el filósofo griego Heráclito, explicaban el dinamismo universal: “Todo se mueve, todo
corre, todo se transforma rápidamente”. La separación entre los seres y los objetos, según
los futuristas, desaparecían en una suerte de comunión unanimista: “Nuestros cuerpos
penetran en los sillones donde nos sentamos y los sillones penetran en nosotros”.

Boccioni pone en práctica estas ideas en obras como Pelea en la galería, La pelea y La
redada, donde el tema fue el enfrentamiento entre la multitud y las fuerzas policiales. En La
ciudad se levanta, un enorme caballo al cual obreros intentan ayudar o frenar, simboliza el
extraordinario crecimiento urbano de la época. La risa, violenta denuncia de la burguesía,
presenta en la descomposición de los objetos en el espacio, claras influencias cubistas. En la
trilogía Estados anímicos: Los adioses, Los que se van, Los que se quedan, Boccioni
desarrolla “la pintura de estados anímicos”. Esta concepción futurista pretende conciliar la
“realidad de visón”, con la “realidad de concepción”.

Boccioni pretenderá transferir los resultados de sus experiencias en la pintura, a la escultura.


En 1912 publicó el Manifiesto técnico de la escultura futurista. Tres de sus obras
escultóricas sintetizan plásticamente las teorías del manifiesto: Antigracioso, Desarrollo de
una botella en el espacio y Formas únicas de la continuidad en
el espacio.

Funerales del anarquista Galli, de Carrà, donde se muestra la violenta carga de la policía
montada sobre los huelguistas que acompañan el féretro del compañero asesinado, es
considerado, por muchos autores, el cuadro futurista más resonante. En Movimiento del
claro de luna, Carrà muestra sus diferencias con Marinetti. Lo que me ha dicho el tranvía
y La mujer y el ajenjo, son cuadros muy próximos a la experiencia cubista.

Balla, trató de registrar, como lo haría una máquina fotográfica, las sucesivas posiciones de
un objeto en movimiento en función de un eje inmóvil. Su Dinamismo de un perro en
traílla, o Las manos del violinista, con su apariencia de agitación que no se traduce en
desplazamiento en el espacio, son el ejemplo más acabado. Sin embargo, en Niña corriendo
en un balcón, por el contrario, mostró el espacio creado por el movimiento en perjuicio de
la anatomía formal, mostrando un contrapunto entre las verticales de la baranda del balcón y

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la multiplicación del cuerpo de la niña en su desplazamiento. En adelante la luz y el


dinamismo serán la principal preocupación de Balla.

ompenetraciones iridiscentes, fue un puro estudio geométrico de la luz, y sus Líneas de


rapidez + paisaje, Plasticidad de la luz + rapidez, Rapidez del automóvil + luz-ruido
y Flor + espacio, exponen la “simultaneidad” entre los objetos o las cualidades externas
al hombre.

Severini, desarrollo la idea de las “analogías plásticas del dinamismo”, según la cual existen
las “analogías reales” (profundas) y las “aparentes” (superficiales), las segundas refuerzan el
valor expresivo de las primeras. Su pintura Bailarina = mar, sería una analogía real,
reforzada por la analogía aparente de Bailarina = mar + ramo de flores.

En 1912 Marinetti publica el Manifiesto técnico de la literatura futurista, donde pretende


recuperar el retraso de la poesía con relación a la pintura. Plantea en él, la necesidad de
destruir la sintaxis tradicional y anular el adjetivo, el adverbio y la conjugación. El verbo sólo
debía ser empleado en infinitivo y los signos de puntuación reemplazados por signos
matemáticos (+, -, x, :, =, etcétera).Recomienda reemplazar “toda la psicología” por “la
obsesión lírica de la materia (...) Hay que escupir cada día en el Altar del Arte”, concluyendo:
“Tras el verso libre, he aquí, finalmente, las palabras en libertad.” Este manifiesto sería de
gran interés para los dada y los surrealistas.

La Gran Guerra, tan deseada por ellos, prácticamente los eliminó, y con ellos prácticamente
desapareció el movimiento, solamente Balla y el arquitecto Antonio Sant’Elia (1888 –
1916), se mantuvieron. Sien embargo Balla y Fortunato Depero (1892 – 1960), firmaron
en 1915, el manifiesto Reconstrucción futurista del Universo. Otros artistas como:
Ardengo Soffici (1879 – 1968), pintor y escritor, Ottone Rosai (1895 – 1957), Mario
Sironi (1885 – 1961), Enrico Prampolini (1894 – 1956), entre otros, mantuvieron la
vigencia del Futurismo en la Italia fascista.

En Europa la influencia del Futurismo se confundió con la del Cubismo, dando origen a una
tendencia conocida como Cubo-futurismo. Fue en Rusia donde el Futurismo represento a
través de Mikhäil Larionov (1881 – 1964) y Natalia Gontcharova, un importante papel. El
Rayonismo ruso, a pesar de su tendencia al arte abstracto, tenía numerosas afinidades con
la pintura futurista.

ARTE ABSTRACTO

Los fauves y algunos expresionistas exaltaron las posibilidades y fuerza expresiva del color, el
Cubismo, sin llegar a la abstracción total, desarrolló ciertas abstracciones geométricas y
constructivas. Tanto los primeros, como el segundo fueron las bases de las cuales partió el
arte abstracto.

Hay una gran coincidencia en señalar a Kandinsky, como el iniciador de la abstracción.

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Posiblemente, siguiendo la lógica de su propia trayectoria, hacia 1910, pasó de una suerte de
exaltado fauvismo al descubrimiento de la abstracción lírica, reemplazando la
representación por un lenguaje visual autónomo, lleno de efusión. En sus paisajes de 1908 y
1909, como Montaña azul, Paisaje en la torre, Las casas, etcétera, los temas van
perdiendo su significación real para diluirse en complejas armonías cromáticas. A partir de
1910 inició, con Primera acuarela abstracta, la primera etapa del arte abstracto,
caracterizada por el luminoso colorido, pero con retornos ocasionales a la figuración.
Posteriormente el color irá adquiriendo un carácter de pura musicalidad. Para Kandinsky, la
pintura abstracta será aquella que no reciba sugestiones más que de la naturaleza en su
totalidad, por lo tanto, será más amplia y libre, de más rico contenido, que la pintura de
objetos. Para ello, formas y color, tienen que responder a una necesidad interior. Toda la
postura teórica de la abstracción lírica descansó en esta necesidad interior, según la cual: “no
podrá decirse que un cuadro está bien pintado porque sus valores sean exactos, sino porque
posee una vida interior total”.

También a partir del Cubismo, Piet Mondrian (1872 – 1944), elaboró su propia concepción
de la abstracción. Comenzó siendo un paisajista, instalado en París en 1911, se identifica con
el Cubismo y ejecuta una serie de Arbres (arboles), que indica ya una clara orientación hacia
lo abstracto. El singular cubismo de Mondrian, tendió a la absorción completa de los objetos,
para conservar solamente un ritmo de líneas en armonía, que recuerdan las obras del
Cubismo Hermético. En 1915, en su serié de los “plus et moins” (más y menos), desaparece
el color. En 1917, junto con Theo van Doesburg (1883 – 1931), funda la revista De Stijl,
(El Estilo), que promocionó el llamado Neoplasticismo.

Este movimiento se centro en la abstracción basada en la búsqueda de la armonía y el orden.


Las pinturas abstractas del grupo, presentaban áreas de colores puros, rojo, azul y amarillo,
entre líneas rectas negras, blancas o verdes. Este grupo influyo en las artes decorativas y
fundamentalmente en la arquitectura.

EL DADAISMO

Nació durante la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, en Zurich, y se extendió como
movimiento hasta 1922. Influyó inicialmente en los orígenes del Surrealismo, pero su
influencia llega hasta nuestros días, subterráneamente, en cada nueva generación de artistas.
Sus antecedentes habría que buscarlos en el Romanticismo, el Simbolismo y el Cubismo. En
realidad el Dadaismo es un estado de rebeldía, una reacción irónica y humorística contra el
clasicismo, que abarcó todas las artes, aún que junto al filósofo alemán Georg Wilhelm
Friedrich Hegel (1770 - 1831), proclamó “la muerte del arte”.

La Cultura Occidental había llevado a la humanidad a la destrucción, había que destruirla a


ella, para que sobre sus ruinas se construyera una nueva sociedad. Los dada admiraban los
“paraísos artificiales” de Charles Baudelaire (1821 – 1867), el mundo espiritual y poético de
Arthur Rimbaud (1854 – 1891), y la poesía críptica de Stéphane Mallarmé (1842 –

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1898).Por medió de una destrucción deliberada, los dadaistas llegaron a un individualismo


extremo, a un nihilismo.

En Suiza, oasis de paz rodeado de países en guerra, más precisamente en el Cabaret


Voltaire, que fundó el alemán refractario Hugo Ball (1886 –1927)en 1916, se reunían
exiliados de los países en guerra. Entre ellos los rumanos Tristán Tzara (1896 – 1963),
Marcel Janco(1895 – 1968), y el alsaciano Jean Arp (1887 – 1966). No está aclarado de
donde surgió la palabra Dada. Para algunos, fue la primer palabra que encontraron al abrir un
diccionario, para otros tiene que ver con las expresiones afirmativas de los rumanos, da, da,
hay quienes afirman que se debe a la expresión francesa “chaval a dada”, etcétera.

Los espectáculos dada, verdaderas manifestaciones donde “la violencia se acrecentaba y


agudizaba”, consistían en coplas satíricas contra el imperialismo, poemas “químicos y
estáticos”, etcétera. En ellos los presentes eran constantemente objeto de toda clase de
provocaciones. Se trataba de una verdadera anarquía intelectual. Richard Hüllsenbeck
(1892 – 1969), introdujo en los recitados de poemas, el bombo, los ritmos negros y los
llamados “poemas simultáneos”. El poema El almirante busca una casa para alquilar,
era recitado simultáneamente a tres voces, Hülsenbeck en alemán, Tzara en francés y Janco
en inglés, con acompañamiento de castañuelas, silbato y bombo.

Con El Manifiesto del señor Antipyrine, Tzara proponía el caos y el desorden, como
medios a utilizar por el dadaismo, para destruir el orden establecido. “Os aseguro que el arte
no es serio” afirma en el Manifiesto. Arp prescindió de toda subjetividad, utilizando trozos de
papel de forma geométrica, cortados a máquina, para evitar la “subjetividad de la mano sobre
la tijera”, reunidos según las “leyes del azar”. Además, efectuó los primeros relieves en
madera, recortada y pintada, y los primeros dibujos y grabados en forma de manchas de
tinta. Janco, realizó relieves en yeso, la mayoría polícromos y de tendencia a la abstracción.
Hans Richter (1888 – 1968) implementó la técnica de los “retratos visionarios”, que hacía
por la noche y en la penumbra cuando no podía discernir los valores del cromatismo.

Desde el punto de vista ideológico hay cierta conexión entre el dadaismo y el anarquismo.
Cuando en 1917 se produjo la Revolución Rusa, los dada la celebraron por la esperanza que
creó en cuanto a que el fin de la Gran Guerra estaba próximo. Pero permanecieron
indiferentes con respecto a la ideología de los bolcheviques rusos. Sin embargó, el grupo de
Berlín, sintió una gran hostilidad contra el militarismo alemán, rechazó el patriotismo burgués
y aceptó la Revolución Espartaquista Alemana (1918 – 1919), que al fracasar
sangrientamente gravitó fuertemente en el pesimismo posterior de los dada alemanes.

Inspirados en el Cabaret Voltaire, los alemanes organizaron agresivas manifestaciones


públicas. Grosz, organizó una carrera entre una máquina de escribir y una de coser.

Johannes Baader (1876 – 1955), conocido como Ober-Dadá (superdadá), provocaba a los
concurrentes a manifestaciones políticas, reclamando el premio Nobel y el cargo de
presidente de la República. Hülsenbeck en el Manifiesto dadaista, proponía el poema
“ruidista”, el “simultáneo”, el “estático” y solicitó “el empleo de materiales nuevos en la

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pintura”. Los pintores adoptaron el Fotomontaje, especie de fórmula intermedia entre los
“papiers collés” y los “collages”, echo con fotografías,y el título de montador, que para ellos
era preferible al de pintor o artista.

En la Primera Feria Internacional Dadá, descargaron todo su desprecio e ironía contra el


militarismo alemán, colgando en el techo el maniquí de un oficial con hocico de cerdo. En esta
exposición frenética y escandalosa, Otto Dix, presentó uno de los cuadros más provocadores,
Los cretinos de la guerra, un atroz desfile de mutilados condecorados de extraordinaria
agresividad. Paralelamente Hüllsenbeck publicaba el Dadá-Almanach. En la portada aparecía
un retrato de Beethoven con un enorme bigote y con un
estrabismo convergente.

En París el dadaismo se agrupo alrededor de la revista Littérature. Pero en realidad el grupo


fue un paso atrás de la etapa de negación de la creación, ya superada. Fue en el campo de la
pintura donde los franceses sobresaldrían. Francis Martínez de Picabía (1879 – 1953) con
sus obras “mecánicas”, Max Ernst (1891 – 1976), con sus “collages”, y Man Ray, (1890 –
1976), con sus “rayogramas”.

Los rayogramas, reemplazaban, una vez más, las técnicas pictóricas tradicionales. Consistían
en impresionar por contacto directo una placa sensible con diversos objetos. El resultado era
una sobre impresión misteriosa, de formas, a veces, difíciles de identificar. Con ellos Man
Ray, extendía el recurso del “collage” a la fotografía.

En sus “collages” Max Erst, aplicaba técnicas diferentes. En algunos casos añadía algún
elemento manufacturado, como una lámina de ciencias naturales, un croquis de mecánica,
etcétera. En otros, ensamblaba fragmentos de grabados o fotografías, haciendo nacer una
imagen inesperada. Con esta técnica Max Erst, establecía el puente que uniría el Dadá con el
Surrealismo.

Picabía fue un pintor al margen de cualquier tradición, y un desmitificador del arte figurativo
tradicional. En sus trabajos está presente la antipintura y la idea del arte como un acto
humano al margen de la obra misma, como una vivencia del arte. Volvió a la idea de acto
creador, como un juego.

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