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ACTIVIDAD NRO 4
En base a la lectura de los capítulos del libro de Hilda Sábato, La política en las calles
el alumno deberá responder:

 ¿Qué características asumían las elecciones durante las décadas de 1860 y


1870 en la ciudad de Buenos Aires?
A partir de mediados de la década de 1850, las elecciones en Buenos Aires se
volvieron más competitivas y cambió la dinámica electoral en comparación con años
anteriores. Aunque se prefería recordar la época de la "feliz experiencia" rivadaviana, la
realidad política había evolucionado. La mayor complejidad en la organización política y el
surgimiento de nuevas dirigencias generaron espacios de competencia y negociación en la
historia de la ciudad. Aunque algunas elecciones no enfrentaban oposición, en general había
incertidumbre, lo que convertía las elecciones en un momento significativo de la vida política.
Las elecciones ya no eran solo la confirmación de decisiones preestablecidas, sino que
también implicaban procedimientos más abiertos que en épocas anteriores. Además, el interés
público trascendía al aparato político, reflejándose en la repercusión que las elecciones tenían
entre la población y en los debates sobre las prácticas electorales.
Las candidaturas: La creación de los clubes parroquiales en 1852 cambió el proceso
de definición de candidaturas. En lugar de ser determinado desde arriba hacia abajo, ahora se
convocaba a los ciudadanos vecinos de cada parroquia para “recabar” su voto respecto a los
ciudadanos que hayan de ser elegidos para candidatos a senadores, representantes y
funcionarios municipales. Estos clubes tenían el objetivo de fortalecer la influencia de las
autoridades y los vínculos comunitarios tradicionales, pero también permitieron que
emergiera una nueva dirigencia política que buscaba controlarlos. A partir de 1857, la
definición de candidaturas se volvió un juego complejo de influencias y presiones entre
diferentes niveles de acción política.
Sin embargo, es importante destacar que los procedimientos no eran completamente
abiertos ni transparentes. A pesar de ello, gran parte del juego político era público, ya que los
periódicos informaban diariamente sobre las negociaciones en torno a las candidaturas e
intentaban influir en las decisiones.

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Es relevante mencionar que el procedimiento de elección de candidatos implicaba
cierto grado de deliberación dentro de los partidos y entre sus diferentes sectores. Además,
estaba acompañado por una dosis variable pero siempre presente de publicidad que trascendía
los límites de las militancias electorales. Las reuniones de los clubes parroquiales y las
asambleas de clubes donde se votaba por los candidatos a menudo eran sesiones pacíficas de
confirmación de nombres propuestos desde arriba, pero también había ocasiones en las que se
producían fuertes discusiones e incluso tumultos.
La movilización política en las asambleas se llevaba a cabo utilizando el mismo
aparato de acción electoral, con dirigentes y bases clientelares organizadas colectivamente.
Sin embargo, esta movilización tenía como objetivo resolver los conflictos internos, los cuales
eran más intensos y abiertos en el autonomismo que en el nacionalismo. Estos conflictos
reforzaban el carácter competitivo y limitado de la política en Buenos Aires y generaban
incertidumbre durante los momentos electorales.
Los resultados electorales: Durante el período electoral, en cada elección se
presentaban dos listas de candidatos para que los electores pudieran elegir. Sin embargo, a
diferencia de otras regiones, en Buenos Aires se votaba por nombres individuales en lugar de
por listas completas. Esto significa que cada elector debía seleccionar y votar por los nombres
de los candidatos necesarios para cubrir todos los cargos en disputa. Los clubes políticos
jugaron un papel importante en este proceso electoral. Ellos se encargaban de distribuir entre
sus seguidores las listas impresas de sus candidatos, con la esperanza de que los votantes
respetaran y votaran por esos candidatos.
Había dos principales grupos políticos en ese período: “mitristas y alsinistas”, aunque
también había divisiones y alianzas dentro de cada uno. En cada elección, estas fuerzas se
dividían en dos listas diferentes, compuestas por diversos componentes. Para ganar, ambos
grupos organizaban una estructura territorial para controlar los comicios en cada parroquia de
la ciudad. Aunque el autonomismo era considerado más popular y plebeyo en comparación
con el mitrismo, las diferencias no eran claras y ambos grupos tenían redes similares. Sin
embargo, al final del día de votación, los resultados no estaban asegurados, ya que las
autoridades legislativas tenían la última palabra en confirmar, impugnar o anular los actos
electorales. Por lo tanto, tras las elecciones se generaba un período de debate intenso sobre los
resultados, con acusaciones de fraude e irregularidades en la prensa y la legislatura. A veces,
las discusiones no se limitaban únicamente al ámbito de las ideas y las negociaciones, sino

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que la violencia también se extendía a los recintos legislativos y sus áreas circundantes. Esto
sucedió en 1864 y de peor manera en septiembre de 1874, cuando el mitrismo se rebeló a
causa de un fraude en las elecciones legislativas de febrero de ese año en Buenos Aires, lo que
desembocó en una guerra real con movilización de tropas, batallas sangrientas y
consecuencias para los generales y soldados involucrados. En nueve semanas, el gobierno
nacional derrotó a los rebeldes y les impuso castigos. Esta insurrección parecía contradecir los
avances logrados en el establecimiento del orden y causó honda preocupación entre los
dirigentes en ascenso, que buscaban resolver los conflictos de manera diferente. La respuesta
del gobierno central fue contundente, demostrando su capacidad para controlar rápidamente
cualquier intento de subversión del orden, incluso si se originaba en Buenos Aires, lo cual
fortaleció su poder. .
La repercusión pública: de las elecciones era verdaderamente significativa, pues no
solo lograban captar la atención de un gran número de espectadores, sino que también
generaban un ambiente de suma importancia para la sociedad. Los medios de comunicación,
en especial los periódicos, desempeñaban un papel crucial al dedicarse de manera incansable
a exponer la vida política y la actividad electoral. Los diarios no solo se limitaban a informar
sobre los candidatos y sus propuestas, sino que iban más allá al proporcionar detalles
minuciosos sobre las reuniones que tenían lugar en clubes y parroquias. De esta forma, se
establecía una estrecha relación entre los ciudadanos y el proceso electoral, fomentando la
participación activa en asambleas y eventos relacionados con el proceso democrático.
Además, los periódicos se convertían en un vehículo esencial para convocar a la ciudadanía al
empadronamiento, un paso necesario para ejercer su derecho al voto. Asimismo, no
escatimaban en denunciar posibles irregularidades y fraudes que pudieran afectar la
transparencia del proceso electoral. Este enfoque transparente y vigilante contribuía a
mantener la confianza en el sistema democrático y a garantizar la integridad de las elecciones.
Es importante también destacar que esta intensa cobertura mediática tenía un propósito
más amplio: atraer a un público diverso y lograr consensos en la opinión pública en constante
formación. El caso de los diarios dirigidos a los sectores de inmigrantes es un claro ejemplo
de esto. Estos medios proporcionaban una amplia cobertura sobre el tema electoral,
conscientes de la importancia de que esta comunidad, a menudo en proceso de integración, se
involucrara activamente en el proceso político y ejerciera su derecho al voto de manera
informada.

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El debate: La trascendencia de las elecciones en el ámbito público dio lugar a la
aparición de los debates como una parte fundamental del proceso. En este contexto, no solo
los medios de comunicación, sino también las legislaturas nacionales y provinciales, se
convirtieron en escenarios principales para discutir intensamente sobre diversas cuestiones
relacionadas con los comicios. Estas discusiones se centraban, en su mayoría, en incidentes
vinculados a las elecciones, como impugnaciones o fraude electoral, aunque en menor medida
también se debatían proyectos de ley electorales.
Fue a partir de las sesiones de 1857 en Paraná cuando comenzaron a evidenciarse los
primeros debates de relevancia. En estas sesiones, los temas de discusión se centraban
principalmente en los mecanismos y procedimientos relacionados con los comicios, tales
como la definición de los distritos electorales, la inscripción en los padrones y la
conformación de las mesas escrutadoras. Sin embargo, una de las cuestiones más debatidas en
aquel entonces fue si el voto debería ser secreto o público, lo cual se expuso especialmente en
el año 1863.

 Explique cuál era el carácter del sufragio, cuál era la importancia del voto
en la construcción de la ciudadanía política y analice, de acuerdo a la interpretación de
Hilda Sábato qué importancia adquirió la formación de una esfera pública como
instancia de mediación frente al Estado.

Según Hilda Sábato, la ciudadanía política se define como la existencia y el ejercicio


del derecho al voto, permitiendo la igualdad para participar y ejercer dicho derecho.
En Buenos Aires, el sufragio universal comenzó en 1821 y se mantuvo después de la
promulgación de la constitución nacional en 1853. En aquellos tiempos, cualquier hombre
adulto argentino o naturalizado por ley tenía el derecho de votar, aunque no era obligatorio ni
restringido. Sin embargo, los límites y alcances de esta ciudadanía no estaban claramente
definidos, lo cual dificultaba establecer a qué ciudadanía se aspiraba a constituir. Solo una
fracción muy pequeña de la población y facciones políticas participaban en el proceso
electoral, principalmente jóvenes adultos. Votar no se entendía como un acto individual, sino
como un gesto colectivo. Los votantes formaban parte de grupos políticos con jerarquías y
estructuras organizadas. Estos grupos se ubicaban geográficamente en la ciudad, siguiendo las
divisiones de las parroquias. En cada uno de estos grupos, había personal político con sus

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propias redes de lealtades. Las relaciones entre los miembros de estos grupos y entre los
diferentes grupos eran complejas. La participación en un grupo político ofrecía beneficios
como protección, relaciones, empleo y camaradería, y la actividad política-electoral fortalecía
y cohesionaba a los grupos, generando lealtades y rituales compartidos.
Las elecciones eran fundamentales para los grupos políticos que buscaban acceder a
los cargos gubernamentales. Sin embargo, a diferencia de la concepción idealizada de una
elección como el momento en el cual los ciudadanos delegan su soberanía en sus
representantes, estas elecciones reflejaban limitaciones similares a las encontradas en otras
sociedades occidentales del siglo XIX. Parecía haber una desconexión entre la participación
ciudadana y la verdadera representatividad en el proceso electoral. Los líderes de las
diferentes facciones demostraban poco interés en ampliar las bases electorales. En Buenos
Aires, el sistema clientelar estaba bien establecido y controlado, lo que implicaba que solo se
atraía a personas de clase media alta y acomodada. Ampliar las bases electorales significaba
perder el control y, por otro lado, los sectores más desfavorecidos tampoco mostraban interés
en participar en el proceso electoral. Como resultado, todo el tema del sufragio quedaba en
manos de los dirigentes.
Las elecciones tenían una doble cara: por un lado, estaban las prácticas electorales que
involucraban a un sector limitado de la población y, por otro lado, había un resto de la
población consciente de lo que ocurría en el ámbito electoral, aunque no participara
directamente. Este sistema de sufragio universal con restricciones tenía cierta legitimidad y
eficacia durante un tiempo, pero a partir de la década de 1870 comenzaron a surgir problemas.
La retórica liberal respecto a la representación política y las prácticas electorales
contradictorias se volvieron cada vez más evidentes para algunos miembros de la élite política
e intelectual de Buenos Aires.
Durante esta etapa, se intentó mantener el orden después de la derrota de los caudillos
y las montoneras, pero la violencia relacionada con el proceso electoral era motivo de
preocupación. Las diferencias entre los diferentes sectores de la sociedad se hacían cada vez
más evidentes, y la élite se consideraba la única apta para ejercer el voto, lo cual se convirtió
en un problema. En 1874, estalló una revolución que llevó al declive del poder en Buenos
Aires.
El presidente Avellaneda negoció un acuerdo con los mitristas para compartir cargos y
candidaturas, y la mayoría de la población lo apoyó. Sin embargo, dentro del movimiento

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autonomista, hubo fuertes disidencias. Un grupo rebelde se negó a unirse a esta conciliación,
aunque el partido republicano al que pertenecían logró algunos éxitos, su influencia política a
nivel nacional iba disminuyendo. La violencia estalló nuevamente en 1880, ya que muchos
líderes políticos de Buenos Aires se oponían a que la ciudad se convirtiera en la capital del
país. Para acabar con la rebelión, el presidente Avellaneda y su sucesor, Roca, recurrieron al
uso de la fuerza. El triunfo del partido autonomista nacional y el ascenso de Roca a la
presidencia marcaron el comienzo de un nuevo régimen político, con bases de poder
renovadas. En este nuevo contexto, el papel de las elecciones adquirió una nueva importancia
y función en la sociedad.

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